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centenarios: ALBERT CAMUS JOSÉ LUIS GALLEGO CRÍTICAS Y RESEÑAS DE LIBROS

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La Asociación Colegial de Escritores es una entidad libre e independiente que agrupa a los escri­tores españoles con el fin de fomentar la vida intelectual, las culturas españolas, defender a sus asocia­dos en los derechos que les reconozcan las leyes, propugnar sus reivindicaciones profesionales, repre­sentarlos en los organismos oficiales que les afecten, establecer relaciones de solidaridad y cooperación con otras entidades análogas mundiales y defender la libertad de expresión.

República de las Letras Revista de la Asociación Colegial de Escritores de España

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ANDRÉSSOREL

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CEDr O ~ CENTRO ESPAÑOL DE DERECHOS

REPROGRÁFICOS

CON EL PATROCINIO DE CEDRO Entidad de Autores y Editores

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República de las Letras SUMARIO

CENTENARIOS

Albert Camus. Reflexión sobre reflexiones. ANDRÉS SOREL

Ese fragmentario Albert Camus. JUAN ÁNGEL JURISTO

José Luis Gallego. Por si valiera recordar a José Luis Gallego. CARLOS ÁLVAREZ

José Luis Gallego. Media vida anhelando libertad. AURORE DUCELLIER

La poesía de José Luis Gallego. Prometeo en el penal de Burgos.

Voz última. LEOPOLDO DE LUIS

Ventana (del 4. o dormitorio).

PABLO CORBALÁN

Franz Kafka. 100 años de la novela El desaparecido.

América y otros relatos de Kajka. JESÚS FELIPE MARTÍNEZ

PREMIO CERVANTES 2012

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Caballero Bonald. Los espejos interiores de José Manuel Caballero Bonald. I:J

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PEDRO GARCÍA CUETO 49 FALLECIMIENTO

José Luis Sampedro. Mundos de Sampedro. ToMÁs SÁNCHEZ SANTIAGO

PROPUESTA AL PREMIO PRÍNCIPE DE ASTURIAS

Víctor Alperi. Fotografía de escritor. JUAN MOLLÁ Víctor Alperi ¿escritor asturiano? JUAN MOLLÁ ·

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4 Sumario REPÚBLICA DE LAS LETRAS130

CRÍTICAS

NARRATIVA

ANDRÉS SOREL. Último tango en Auschwitz. Carlos González Serrano Sergio Torrijos

JOSÉ LÓPEZ RUEDA. Aldea 1936. Antonio Costa Gómez

JUANA SALABERT. La faz de la tierra. Manuel Quiroga Clérigo

RAFAEL SOLER. El corazón del lobo. Pedro García Cueto

ALFREDO C ASTELLÓN. El vuelo de la memoria. Rosa Burillo

LÍRICA

ANTONIO HERNÁNDEZ. Nueva York después de muerto. Javier Reverte

FRANCISCA ACUIRRE. Historia de una anatomía. Paula Izquierdo

JUAN A. GuZMÁN. Universo .. . un verso. Juan Pérez Mercader

RESEÑAS

Carlos Aurtenetxe - Alfonso Cabello Jiménez

Dionisia García - Juan Gelman - Pilar Jiménez Salvatierra

Ricardo Martínez Conde - Cristina Maristany

Grabados: Alberto Durero

Corrección de pruebas y estilo: Laura Martínez

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Centenario de Albert Camus

Reflexión sobre reflexiones

ANDRÉS SOREL

Camus: uno de los escritores más profundos, inteligentes, críticos que ha dado el siglo XX. Frente a la debilidad del pensamiento creador él desarrolla la necesidad y validez del pensamiento imaginativo, en el que la duda existencial akanza una extra­ordinaria lucidez. Autor de novelas, dramas, diarios, adaptaciones de obras univer­sales, borra la académica y burocrática distinción de los géneros literarios en un desa­rrollo fluido en el que el diálogo, la reflexión, la narración, el lenguaje poético, alcan­zan una de sus más logradas posibilidades literarias.

ESCRITOR. SER HUMANO.

DISIDENTE INTELECTUAL

Debo decir que como escritores incurrimos en traición ante la his­toria si no denunciamos lo que hay que denunciar.

Palabras no excesivas, sino ajusta­das a una realidad que en los tiempos

presentes, desde el auge de los fascis­mos y el despeñadero de los regímenes comunistas, unos por sus ideas xenófo­bas, su explotador capitalismo, el impe­rialismo activo sobre otros pueblos del ' mundo, y otros por la traición a_ las ideas, pensamientos y luchas que les lle­varon al poder, constatarían cómo la mayor parte de los escritores se encami­nan a ese profundo desfiladero en el que

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se despeñan la libertad, el pensamiento y la imaginación.

El escritor insobornable, indepen­diente, al que la duda y la búsqueda de los caminos de la razón le impiden enca­denarse a catecismos de ninguna índole, aclara a algunos sectarios:

Me reprochan porque mis libros no ponen de relieve el aspecto políti­co. Traducción: quieren que ponga en escena a los partidos. Pero yo solo pongo en escena a los indivi­duos opuestos a la máquina del Estado, porque sé lo que digo.

El hombre rebelde. El disidente intelectual. Ingresa con 21 años de edad en el Partido Comunista francés. Era el año 1935. Tiempo ya no de algaradas, sino de realidades fascistas. De luchas anticoloniales en Nsia y África. Pero el partido era un corsé demasiado restric­tivo para su pensamiento, apasionado, sensible, tumultuoso, esquivo a los dogmas. Y su juventud, ansia de liber­tad, se enfrentaba a las formas organi­zativas de las iglesias, religiosas o polí­ticas . Eran tiempos de dominio cultural de Francia en la Argelia en que naciera, de ascenso imparable del nazismo, de las postreras luchas revolucionarias de la clase obrera por borrar las injusticias y desigualdades sociales provocadas por la explosión del capitalismo. Participa en congresos internacionales de escritores contra las dictaduras -Franco, Mussolini, Hitler-, contra los poderes totalitarios impuestos por el dinero y las oligarquías, contra la explotación de los pueblos por el impe­rialismo. Las críticas que dirige a Petain y a la Francia aliada y sojuzgad.a por Alemania pueden aplicarse muy acertadamente a los gobernantes y ciu­dadanos pasivos o acomodados, sean

intelectuales o trabajadores, de la España actual:

Los hechos son como son. Cobardía y senilidad es cuanto nos ofrecen. Política pro alemana, cons­titución a imagen de los gobiernos totalitarios, miedo espantoso a una revolución que no vendrá, todo ello para intentar engatusar a unos enemigos que nos aplastarán de todos modos [de la invasión de los tanques hemos pasado a la inva­sión de los banqueros, subrayo por mi parte] y para salvar unos privi­legios que no serán amenazados.

Camus milita en el Partido Comu­nista francés unos años . Combate en Argelia ~l poder colonial francés y apuesta por la independencia del pue­blo norteafricano. Se integra como ser humano en la búsqueda de palabras no vacías, sino conceptos éticos que confor­men su ética y norma existencial: razón, igualdad, libertad. Y se estrella contra lo peor de la política: su burocratismo, su búsqueda del poder al precio que sea. Camus es un revolucionario, pero un revolucionario lúcido y no un militante ciego y fanático. Por eso no tardará en chocar con las estructuras de un partido que, más que a sus presupuestos funda­cionales, es fiel a los intereses de la internacional creada para apoyar un nacionalismo expansivo, endogámico y al servicio del aparato burocrático que va a anteponer sus intereses funciona­riales a los de la ideología y la praxis revolucionaria. Yen su amargo caminar hacia la soledad encontrará la razón de ser del intelectual crítico, del hombre rebelde, del lúcido pensador y escritor que anticipa la equidad al fanatismo perverso, la verdad al dogmatismo reac­cionario.

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS130 Albert Camus

Nos dice:

La revolución sin honor, la revo­lución del cálculo que prefiere un hombre abstracto a un hombre de carne, niega el ser y pone precisa­mente el resentimiento en lugar del amor [ ... ] ya no es rebelión ni revo­lución, sino rencor y tiranía. Entonces, cuando la revolución en nombre del poder y de la historia llega a ser una mecánica asesina y desmesurada, una nueva rebelión se hace sagrada, en nombre de la mesura y la vida.

Porque el pueblo, pese a las soflamas de los catecismos de los partidos comu­nistas, no es una manada de ciudadanos ciegos, de búfalos o corderos que, según los intereses de los dirigentes políticos, han de encaminarse en una u otra direc­ción, sacrificarse; matar, resignarse, sino la suma de seres individuales, cada uno con su personalidad, sus miserias históri-

cas y sus alienaciones presentes, pero con . posibilidad de regeneración y participa­

ción en la búsqueda de un ser libre y culto~ qUe sea capaz de comprE:nder y dis­cutir el camino que se le quiere obligar a seguir y la relación que ha de establecer­se entre todos ellos para que el cQlectivo se enriquezca y actúe por sí mismo. De­masiados siglos sujeto a explotaciones inicuas y al dictado impuesto por irracio­nales iglesias y poderes feudales. No desea Camus que sean ahora los seres humanos reconvertidos por otros credos eclesiales políticos en los que sumos sacerdotes y policías a su servicio obli­guen con rigor e incluso amenazas cuan­do no crueles torturas a obedecer sin cuestionarlas las consignas en que preten­den encerrar la amplia y dialéctica teoría revolucionaria.

EL CREADOR

Albert Camus es, por encima de todo, insistimos, un creador. Tras el

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Kafka sin tiempo ni catalogación posible, cuya literatura continúa siendo la más

. actual que pueda leerse para comprender el siglo XXI, aparece este autor que no podemos encasillar -hemos apuntado­en géneros literarios tradicionales, con un discurso literario tan progresivo como multidisciplinar, en el que la palabra escrita y el ojo cinematográfico, el pensa­miento del autor y el reflejo que provoca el espejo que muestra los senderos de la vida y las pisadas y acciones de los seres humanos que los atraviesan, se interrela­cionan hasta alcanzar una de las más logradas realizaciones literarias cursadas por los ríos de la creación. Camus nos da a conocer su concepto sobre cómo la lite­ratura trasciende lo que se ha denomina-

. do equivocadamente oficio, y se incardi­na en el ser, en la razón de la existencia humana, del hombre que duda y quiere exponer su búsqueda del significado de la vida a los otros, de quien comprende la necesidad del diálogo en tomo al absur­do de la existencia y al tiempo de la bús­queda de la belleza y la razón. Escribe Albert Camus:

La creación es la más eficaz de todas las escuelas de paciencia y lucidez. Es también él testimonio trastornador de la única dignidad del hombre: la rebelión tenaz con­tra su condición, la perseverancia en un esfuerzo considerado estérll. Exige un esfuerzo cotidúulo, el . dominio de sí mismo, la aprecia­ción exacta de los límites de lo ver­dadero, la mesura y la fuerza. [ .. . ] Pero quizás la gran obra de arte . tiene menos importancia en sí misma que en la prueba que exige a un hombre y la ocasión que le proporciona de vencer a sus fantas­mas y de acercarse un poco más a su realidad desnuda.

y en otra ocaSlOn dirá, y es una manera de comprender en qué aguas bebe durante su formación literaria, de conjugar el discurrir del lector y del escritor:

Los grandes novelistas son novelis­tas filósofos, es decir, lo contrario a escritores de tesis. Así Balzac, Sade, Melville, Stendhal, Dostoievski, Proust, Malra ux, Kafka [ ... ]. La elección que hacen, el escribir con imágenes más que con razona­mientos, revela cierto pensamiento que les es común, persuadidos como están de la inutilidad de todo principio de explicación, y conven­cidos del mensaje enseñante que posee la apariencia sensible. Consideran la obra de arte a la vez como un fin y como un comienzo. Es la consecuencia de una filosofía inexpresada, su ilustración y su culmen.

A lo largo de su vida Albert Camus vertió en diarios sus reflexiones, pensa­mientos íntimos, métodos de trabajo utilizados para componer su obra, los reflejos provocados por el impacto o

. incomprensión de la literatura que rea­l.izaba, ráfagas sobre los paisajes físicos O humanos que se iban cruzando en su existir. Hablaba, más que para los

:otros, para él mismo. Dialogar con su propio yo es más sincero, está menos condicionado que dialogar con el des­conocido lector. Sus dudas se sobrepo­nen a los fingimientos, uno no tiene que alumbrar verdades, creencias, mensajes, sino sus soledades, razona­mientos. Escribe:

Los filósofos antiguos (y con razón) pensaban más que leían. [ ... ] La imprenta ha cambiado todo eso.

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS130 Albert Camus

Se lee más que se reflexiona. No tenemos filosofía sino únicamente comentarios.

y ahora, decimos, pensando en sus palabras, en la era de la televisión, Internet, no se piensa, tampoco se lee: se ve y se olvida.

LA SOLEDAD FRENTE A LA LITERATURA

MERCANCÍA Y PUBLICITARIA

El hombre rebelde es un hombre ensimismado a la hora de interpretar sus propios pensamientos. Se pregunta: "¿Se puede ser feliz y solitario?". Y nosotros le preguntamos: ¿se puede ser feliz entre la masa?

Escribe Camus: "El pensamiento, por sí solo, ejercido en la soledad, es una aventura terrible". Y añadimos: sobre todo en la soledad acentuada por la noche y la tiniebla, cuando la ausencia de ruidos y paisajes acrecienta las dudas y la angustia.

Los tiempos posteriores a Ausch­witz. Los tiempos en que la civilización paralizó definitivamente su desarrollo. Del nazismo al neoliberansmo. ¿Es posi­ble otra civilización, confiar todavía en la revolución?

Escribe Albert Camus: "Nunca el individuo ha ~stado más solo ante la máquina de fabricar mentiras".

El mercado y la publicidad parido­res de falsedades. También de la menti­ra, la corrupción literaria. El sendero que lleva al fin de la literatura, salvo para aquellos que eligen o a quienes obligan a elegir las catacumbas. Y dice Camus:

Pocas veces habré visto mi nombre en las revistas actuales. No tenien­do nada que decir en ellas, prefiero no hacer concesiones a la publici­dad. Si publico ahora libros que me han costado años de trabajo, lo hago solo porque están terminados y porque tengo en preparación los

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siguientes. No espero de ellos nin­gún beneficio material ni renombre alguno.

Soledad.

Nadie puede salir de lo humano, de la multitud. La traición es creer lo contrario. Se muere solo. Todos morirán solos. Que al menos el hombre solitario conserve aquí el poder de su desprecio y sepa elegir en la espantosa prueba lo que sirve a su grandeza.

El desprecio a aquellos que hablan para explotar y confundir a las masas: los Rajoy, Guindos, Cospedal, que ahora me acosan, mientras leo o escribo con Camus. Ellos no morirán solos, porque ya son cadáveres, nunca fueron auténtica­mente seres humanos y la comedia que representan también les acompañará en el último instante de su virtual agonía.

El sufrimiento solitario e ignorado, he ahí la copa que se nos ofrece sin tregua, que obstinadamente apar­tamos de nosotros, y que sin embargo habremos de beber un día, más terrible que el de la muer­te. [ ... ] Desde el instante en que no nos suicidamos debemos guardar silencio ante la vida.

Algunos entre los que sobrevivieron a Auschwitz no pudieron soportar la barbarie de la vida en libertad tampoco. Se suicidaron. Bastantes de los desgra­ciados hipotecados por los bancos se suicidan antes de que les arrojen como basura podrida, desahuciados, a la calle. Para aquellos que no guardan silencio e intentan justificarse también escribimos: los Rudolf Hess de ayer, los Rato de hoy en día.

LA VIOLENCIA Y LA REBELIÓN

Son las líneas finales que se cruzan en estas reflexiones cuando abordamos el pensamiento que va de la soledad al grito de la multitud, de la comedia· que representan los explotadores acosadores del pueblo a la tragedia que viven .los ciudadanos acosados.

Escribe Camus:

Los intelectuales hacen la teoría, las masas la economía. Finalmente, los intelectuales utilizan a las masas y, a través de ellas, la teoría utiliza a la economía. Por eso tie­nen que mantener el estado de sitio y la servidumbre económica, para que las masas sigan siendo masas de maniobra.

A Camus todo lo humano le produ­ce horror. Porque quien ha vivido la segunda mitad del siglo XX y vive los tiempos presentes no puede por menos que sentirse horrorizado ante el mundo.

Una época que, en cincuenta años, desarraiga, avasalla 'o mata a seten­ta millones de seres humanos debe solamente, y ante todo, ser juzga­da. [ ... ] Si el asesinato tiene sus razones nuestra época y nosotros mismos somos la consecuencia. Si no la tiene, vivimos en la locura, y no hay más salida que la de encon­trar una consecuencia o desistir. [ ... ] El sentimiento de lo absurdo cuando es patente ante todo extra­er de él una regla de acción, hace el asesinato por lo menos indiferente y, por consiguiente, posible. No siendo nada ni verdadero ni falso, bueno ni malo, la regla consistirá en mostrarse el más eficaz, es decir, el más fuerte. Entonces el mundo

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS130 Albert Camus

no se dividiría ya en justos o injus­tos, sino en amos y esclavos. [ ... ] Debemos -instalados en la actitud absurda- prepararnos para matar, dando así paso a la lógica por enci­ma de los escrúpulos.

El camino de la otra violencia, la del acosado, la de la víctima, sobre los ver"' dugos y acosadores.

La rebelión es el acto del hombre informado que posee la conciencia de sus derechos.

Rebelión frente a los objetivos del neoliberalismo que dirige la aldea glo­bal y desinformada por la saturación de información controlada: poseen y mani-

pulan la mayor parte de los medios de información y opinión con el fin de impedir la existencia de un hombre informado, capaz de pensar y compren­der que ha sido desposeído de todos sus derechos, e impedir su rebelión. Buscan además convencer a] acosado de que es él el acosador si incide en cualquier tipo de protesta.

Nuestro mundo se encuentra domi­nado por la enfermedad que pretende esclavizar a la inmensa mayoría de sus habitantes por la minoría poderosa que controla sus riquezas. Y en la enferme­dad el pensamiento se va debilitando. El pensamiento es el puntal de la rebelión. y la rebelión, lo único que puede impe­dir las nuevas forma de esclavitud. El hombre rebelde de Albert Camu es una

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llamada, tal vez la única salida, a la esperanza para que la enfermedad no se convierta en epidemia mortal. Terminemos esta reflexión con una del escritor:

¿Podremos salir del nihilismo? No saldremos de él aparentando igno­rar el mal de la época o resolviendo negarlo. La única esperanza es, por el contrario, nombrarlo y hacer un inventario para encontrar la cura­ción al cabo de la enfermedad.

La peste extiende el mal sobre Europa -pensando, cuando se escribe desde España, que el mundo no ha sali­do nunca de esa voraz epidemia-o Y la idea de la rebelión imposible prende en

AUIf.ItT tAlIU.

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LA PESTE

los más audaces, mientras el conserva­durismo y la aceptación de las leyes del fascismo democrático consume a parti­dos tradicionales de la izquierda. Pero la rebelión nunca ha de ser considerada un esfuerzo estéril. Frente al rencor y la tiranía nos es cada vez más necesaria. A quienes se regodean en el desarrollo de la técnica, de vivir en el mejor de los mundos posibles, de la revolución democrática y el poder de las minorías que esclavizan a la mayor parte de los ciudadanos del mundo, solo nos queda combatirlos con las palabras del hombre rebelde que alentó la vida y la obra lite­raria de Albert Camus. Tan válidas si pensamos en Alemania, Estados Unidos o China, por citar tres grandes potencias mundiales.

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Camus Bl extranjero

Ese fragmentario Albert Camus

Albert Camus dijo en cierta ocaSlOn que no conocía nada más idiota que morir en un accidente de automóvil. E14 de enero de 1960, murió cuando el coche, un Facel Vega, que conducía su amigo Michel Gallimard, se estrelló cerca de Le Petit Villeblevin. Junto a su cadáver se encontró el manuscrito inacabado de una novela, El primer hombre, que su hija Catherine publi­có en 1994. Fue en cierta manera su testa­mento y el final de un legado que pasa por ser uno de los más importantes de la litera­tura francesa del siglo xx. Su muerte, suje­ta a múltiples interpretaciones no demos­tradas en las que muchos han querido ver desde conspiraciones de la OAS a, estas más actuales porque ahora se lleva lo del

JUAN ÁNGEL JURISTO

terrorismo islamista, un atentado de ele­mentos del FLN, pasa por ser una metáfo­ra de la idea que le impulsó en vida: la de la constatación del absurdo.

En este centenario del nacimiento de Albert Camus, aquel 7 de noviembre de 1913 en Mondovi, en Argelia, se me ocurre hablar de mi deuda con este escritor, una deuda que tiene que ver con una manera de encarar el mundo y las cosas, pero tam­bién por r zones de pura cerCaIÚa respecto a la sensibilidad y la memoria. El primer libro que leí en francés fue L'Étranger en una edición de Le Livre de Poche. Recuerdo ese placer infinito de recorrer páginas en un idioma que no es el tuyo y entenderlo todo, o casi todo, que para el

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caso es lo mismo. Era entonces muy joven y no sé si llegué a captar todas las implica­ciones derivadas de esa personalidad tan moderna, como es la de Meursault, pero sí que tengo aún presente la vastedad del aburrimiento de un domingo por la tarde, tan bien descrito por Camus que se ha con­vertido en la referencia más excelente que existe para mí en lo literario de una expe­riencia que hemos compartido millones de personas en ciertos momentos de nuestra juventud. Esa vastedad solamente la he encontrado en contadas ocasiones en escri­tores modernos. Desde luego, en Kafka, cuando en América describe calles que parecen no tener fin, o el escenario del Gran Teatro de Oklahoma; también en Juan Carlos Onetti, también en William Faulkner, poco más. Me refiero a una des­cripción de la vastedad de lo físico. En lo intelectual hay ejemplos notorios como Funes el memorioso, de Borges. Pero esto es ya otra cosa.

Esa deuda, por tanto, pasa en un pri­mer momento por descripciones de vas te­dades y aburrimientos. Yo apenas era un adolescente, pero luego, con los años, me atreví con La peste, a la que siguieron prác­ticamente la totalidad de los escritos camu­sianos, comprendidas sus obras de teatro, leídas con el mismo fervor que sus narra­ciones, y leídas, porque nunca he asistido a la representación de una obra de Camus, sí de una de Sartre, la de La Putain respectueu­se, que interpretó Nuria Espert bajo el títu­lo de La respetuosa. Luego, sus ensayos, sus Carnets, y toda esa otra vastedad que repre­senta su faceta de profundo pensador moral. Tanto, que bien puede decirse que Camus pertenece de pleno derecho a la . espléndida tradición de moralistas france­ses, donde se hallan nombres como Pascal, La Rochefoucauld, Bossuet, Chamfort. ..

Hablar del complejo prisma intelectual y artístico de Albert Camus es tarea ardua y desborda las previsiones de este artículo,

que quiere rendir solo un rendido homena­je personal, es decir, dar cuenta de una deuda. De ahí que quiera solamente refe­rirme a dos de -sus obras, tres si incluimos El extranjero. El verano, porque resume un modo de vida; El extranjero, porque da cumplida cuenta del nihilismo contempo­ráneo, legítimo heredero de Los endemonia­dos, de Dostoievski, y El primer hombre, que, con su construcción provisional, fragmen­taria, a medio camino, representa la me­moria de Camus hecha literatura. Es, quizá, el retrato más hermoso que se ha escrito en los últimos años de un camino de perfección espiritual.

"CreCÍ en el mar y la pobreza fue para mí fastuosa; después perdí el mar, todos los lujos me parecieron entonces grises, la miseria, intolerable. Desde entonces, espero". Los artículos contenidos en este libro contienen una de las prosas más bellas de la escrita por Camus, en especial, el titulado "Diario de a bordo". El libro consta de varios artículos escritos entre 1941 y 1953, lo que puede dar una idea del extenso arco en que el autor coloca estos artículos, habida cuenta de que en medio se desarrolla una guerra y una posguerra de consecuencias enormes. Los artículos, sin embargo, destilan cierta serenidad, muy propia del estilo camusiano, estilo que parece sacado de los estoicos y que remonta a los moralistas franceses. En "Los almendros", escrito en ·1940, en plena ocupación alemana, Camus aboga por una Europa unida, una Europa de los pueblos, y alerta sobre la inutilidad de las invasiones guerreras, poniendo especial énfasis en las victorias napoleónicas. Cuando el frío asuela, los almendros flo­recen. La justicia se alía aquí a una espe­ranza bellamente representada.

"Prometeo en los infiernos" alude a ese mismo afán de justicia.

"Regreso a Tipasa" es una evocación, a través de la nostalgia, de los orígenes.

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS130 Juan Ángel Juristo

POR ALBERT CAMUS

stR .U'NOS AIRU

Orán, sus barrios, la significación simbóli­ca de un modo de vida ligado al Mediterráneo; luego, su regreso a Tipasa, al lugar de la niñez. La belleza del estilo llega aquí a transustanciarse en lumínica, estilo que adquiere su máxima expresión de sig­nificado en "Diario de abordo", donde la pobreza en lln barco se idea como enfren­~ada a la miseria-propia de tierra adentro. Hay aquí un abandono al éxtasis.

"El destierro de Helena" alude a la filo­sofía de la historia, a su pesadilla, en pala­bras de James Joyce. Camus, antihegeliano sin remisión posible, abunda en los temas tratados en El hombre rebelde, salvo que en este libro, tan alegórico, lo trata según cate­gorías tomadas de las leyendas griegas, como hizo en muchos de sus libros.

Finalmente, "El enigma", donde se plantea el problema del absurdo, categoría enfrentada a la lógica de la Razón. Es el otro modo de mirar el prisma del horror de la Historia, pero en estado larvado, inci­piente. De ahí su interés.

Albert Camus El primer hombre

De El extranjero poco hay que decir, a estas alturas. Fue un libro impactante cuando lo leí. Ahora me fijo en la calidad prístina de su prosa, ese modo mágico de trasladar la prosa revolucionaria de Emest Hemingway al francés ... , un milagro en lengua tan ardua de dinamitar. Sólo Céline, desde otros medios, supo cómo hacerlo. Recibió un premio: pasa por ser, junto a Proust, el gran escritor francés del siglo.

Mersault sigue ahí, sin embargo. En las calles, en las casas, en los billares, mientras se le cruzan árabes de toda raza y condición. De vez en cuando aparece una noticia suya en las páginas de suce­sos o en la televisión: ha sido el autor de una matanza a tiros en algún colegio, ins­tituto, casa de inmigrantes extranjeros o, lo que ocurre más a menudo, no aparece en las pantallas ni en los diarios impresos. Sencillamente, se convierte en un asesino anónimo. Mersault no es un asesino en serie. Para Carnus, hasta sus asesinos poseen el hálito individual de lo griego.

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16 Ese fragmentario Albert Camus REPÚBLICA DE LAS LETRAS130

Para ser asesino en serie es necesario haberse convertido en fábrica.

Finalmente, El primer hombre, el manuscrito hallado en un automóvil des­panzurrado. Un manuscrito póstumo que habla de los orígenes, de la formación de un hombre. En pocos libros contemporáne­os he sentido el hálito de estar ante el abis­mo sagrado de la contemplación de la niñez desenvolviéndose. Para dar cuenta de ello, ya digo, hay que poseer una espe­cie de alma muy especial, muy dada a los altos vuelos, donde no importa ni siquiera el misticismo. De ese paso, en lo erótico, se halla Lolita, de Nabokov, una narración de iniciación y muerte de raras alas y resulta­dos formidables. En lo tocante a las narra­ciones de iniciación de la juventud, las Bildungsroman, desde luego Las tribulacio­nes del estudiante Torless, de Robert Musil; pero acontece que guardo en mí la imagen de una novela de una belleza inusual, enorme, novela muy poco leída y poco comentada, El tira chinas, de Ernst Jünger, una narración que guarda, curiosamente, similitudes acendradas con El primer hom­bre: habla del sadismo en la escuela y del socorro necesario para que, en un momen­to determinado, alguien salga del horror gracias a Otro. En cierto modo es una na­rración angélica.

Albert Camus era hijo de pieds-noirs que se dedicaban al cultivo del anacardo, en Constantina. Cuando su padre, Luden Camus, muere en la batalla del Mame, la familia, la madre, se traslada a Argel, a casa de la abuela materna. La pobreza extrema, de la que solo le salva el mar, se atenúa con la educación que puede recibir gracias a Louis Cermain, del que guardará gratitud toda su vida -se referirá a él en el discurso del Nobel-, y de Jean Crenier, quien le introdujo en el estudio de Nietzsche, el filó­sofo enemigo acérrimo de la sistematiza­ción, el amante del aforismo fulgurante, de la intuición genial. ..

Todo esto es parte de la biografía de Albert Camus y ha sido sistematizado hasta lo prolijo por estudiosos como Herbert Lottmann u Qlivier Todd, o cantado por amigos como J ean Daniel. En El primer hom­bre hay rasgos autobiográficos hasta el extremo de poder concluir que el libro es una especie de transfiguración de la infancia de un hombre. Con la ausencia de iroIÚa que le caracterizaba, Albert Camus conclu­yó el libro con un ensayo, una coda bellísi­ma y reflexión sobre lo que acontece en un hombre cuando ese mismo hombre contem­pla al hombre que fue. Hay una correspon­dencia que roza lo habilidoso entre la visita a la tumba del padre y esa reflexión final sobre .. . uno mismo. Pero, al margen de estos rasgos biográficos, El primer hombre es una narración que se mueve en el éxtasis de la regresión, del análisis de la nostalgia, del canto a una infancia difícil, en una especie de tensión que llega a rozar la de algunos visionarios cristianos. Es también un libro sobre la pobreza, sobre la significación de la familia como primer y postrero refugio, sobre el mar, el goce de ser portero de fútbol, sobre la sensualidad nada pervertida, sobre el éxtasis de la letra impresa donde se da cuenta de la significación del mundo cuan­do el cosmos mismo se abre como un libro abierto, metáfora que Dante idea en su Paraíso, sobre la búsqueda del padre, sobre los progenitores espirituales, es un libro sobre la redención, y, sobre todo, es un libro hecho a contracorriente de la experiencia cruel de la vida. Un libro sobre la esperanza.

Mis últimas experiencias con Albert Camus, aquellas por las que siento grati­tud, no tienen nada que ver con él. Sí con su legado. Desde luego, la lectura de este libro que es póstumo. La última, por ahora, la negativa de su hija Catherine a que su padre yaciera convertido en un hombre de letras de la República en el Panteón. Sarkozy no entendió, supongo, la negativa.

Toda una metáfora.

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Por si valiera recordar a José Luis Gallego

CARLOS ÁLVAREZ

Jaime Gil de Biedma escribió su poema "En el castillo de Luna" en homenaje a José Luis Gallego, aunque, por razones que me dijo pero no recuerdo, no se lo dedicó por escrito. En él, por cierto, equivoca algún dato, pues confunde su tiempo de reclusión con el que padeció Marcos Ana: 23 años. José Luis, sólo, subrayemos el adverbio, 17, tres de ellos ciego. Gil de Biedma imagina el desagradable futuro que le espera después de tan espantoso pasado: "Serás uno más, perdido, / viviendo de algún trabajo / deprimente y mal pagado, / soñando en algo mejor / que no llega. Quizá entonces / comprendas que no estás solo, / que nuestra vida de todos / se parece a una prisión". En "Promete o liberado", fechado el 23 de mayo de 1961, José Luis describe con versos verdaderamen­te descorazonadores el presente del héroe mitológico:

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Con una dura rabia concentrada ("porque esto

no es la libertad ni cristo que lo fundó"),

lucha contra cuanto rodéale:

su familia y amigos;

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los -estúpidos- guiones comerciales que fabrica; las traducciones del inglés al español, que sus fatigas le cuestan;

los automóviles y bicicletas que ha de sortear por las calles; el cine que no le gusta;

las lecturas poéticas a que asiste y tampoco le agradan con sus coloquios tan banales como sus guiones de radio;

los diarios que lee y que no dicen absolutamente nada

de lo que verdaderamente sucede en el mundo ...

Y, más adelante, después de expresar con infinita tristeza cómo ve el mundo del que forma parte sin ninguna ilusión ni esperanza, de nuevo desnudo como los árboles,

¡Menuda libertad, después de 17 años,

2 meses y 21 días

de haberse hecho cisco pensando en ella!

La cordial lucidez de Jaime Gil de Biedma acertó una vez más al describir lo que le esperaba, en este país de todos los demonios, a uno de los hombres más buenos en el mejor y más machadiano sentido de la palabra que los que hemos tenido la buena suer­te de tropezárnoslo en nuestras vidas hayamos conocido.

En Poesía castellana d¿ cárcel (edi­torial Dirosa, colección "Documentación y ensayo", Barcelona 1976), José María Balcells afirma que "si de todos los poe­tas que a partir de 1939 padecieron pri­sión tuviera que destacar uno, en base a las coordenadas de autenticidad lírica y de mayor tiempo de permanencia en los

calabozos, señalaría a José Luis Ga­llego". Por si valiera, como termina uno de sus poemas más conocidos, supo­niendo que alguno de este gran ignora­do de nuestra literatura lo sea, conviene que lo recordemos en este año en que cuando termine se cumplirá el siglo de su nacimiento.

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl30 Carlos Álvarez

Nació en Valladolid el 29 de diciem­bre de 1913; pertenece a la llamada Generación del 36, que incluye también, entre otr.os, a Miguel Hernández, Luis Rosales, Dionisio Ridruejo y Gabriel Ce­laya, si bien no suele incluírsele en ella por desconocimiento o alguna otra razón igualmente inaceptable. Su infan­cia transcurrió en Bilbao, ciudad en la que hizo el Bachillerato y de la que se trasladó a Madrid, donde estudió perio­dismo y fundó con Leopoldo de Luis, que más tarde sería su cuñado, la revista Pregón Literario, en la que publicaría sus primeros versos. Voluntario en el Ejército Popular Republicano cuando los militares felones traicionaron a la República alzándose no en armas, sino con las armas, como muy bien puntuali­zó Antonio Machado, fue corresponsal en las trincheras del rotativo madrileño Ahora. En su emocionado artículo publi­cado en El País el 13 de marzo de 1980 a

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raíz de su fallecimiento, Pablo Corbalán, tras informar de que °él triunfo del Criminalísimo (la expresión no es de Corbalán) lo condujo a la cárcel, y que tras un breve período de libertad se enroló en las arriesgadas filas de la clan­destinidad por lo que fue nuevamente detenido (e inicialmente condenado a muerte, aunque se le conmutara la últi­ma pena por un interminable período de reclusión), señala que en su obra poética, además de la influencia de Antonio Machado y Miguel Hernández, aparece con un brillo especial el sentimiento líri­co de Juan Ramón. Leopoldo de Luis, al prologar Voz última (editorial Ayuso, colección "Biblioteca Silenciada", Madrid, 1980), incide también en que cuando lo conoció en Madrid escribía una poesía pura de juanramoniana abs­tracción, y cuenta que escucharon juntos la Política poética del maestro en el audi­torio de la Residencia de Estudiantes, En

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1947 apareció, a escondidas, su primer libro, Noticia de mí, y en 1953 se imprimió un opúsculo, Cinco poemas, de José Luis con otros poetas, en el penal de Burgos, donde perdería totalmente la vista, aun­que la recuperara más tarde. Siempre, ya desde adolescente, vio mal, pero al menos su ceguera no fue definitiva.

Ya hemos advertido de que algún poema, e incluso algún conato de libro, era encontrable rebuscando mucho (como hizo más tarde BIas Pajarero para los Pliegos de Cordel Vallisoletanos) cuando salió de la cárcel José Luis Gallego, pese a lo cual no existía realmente como poeta publicado, de cuya obra pudiera hablar­se, hasta que apareció Prometeo XX ("El Bardo", colección de poesía, Barcelona,

. 1970), editado por José Batlló con prólogo de Jaime Ballesteros y José Esteban. Mi opinión personal es que en los tiempos

modernos, olvidémonos de los clásicos, los dos mejores libros poéticos escritos en España en "sus prisiones" son Cancionero y romancero de ausencias de Miguel Hernández y Prometeo XX de José Luis Gallego. Hay un cierto paralelismo en parte del quehacer de ambos. Miguel, en los sonetos de Imagen de tu huella / El silbo vulnerado / El rayo que no cesa, ahorra a veces elementos para conseguir la cons­trucción. De cuando en cuando, el quinto verso, primero del segundo cuarteto, es un énfasis del verso anterior: "Te me mueres de casta y de sencilla. / Estoy convicto, amor, estoy confeso / de que, raptor intrépido de un beso, / yo te libé la flor de la mejilla. / Yo te libé la flor de la mejilla ... ". José Luis va más lejos: repite las palabras de la rima' eh los dos cuarte­tos, y a veces también las de los dos ter­cetos, como en este

SONETO POR OTOÑO

Triste. Como los árboles. Desnudo. Desnudo yo, Y otoño por las hojas. Otoño por sus hojas. Y en las hojas

de mi sangre, el otoño,Voy desnudo.

Voy desnudo y voy triste y voy desnudo. Triste y desnudo .. , Donde estén mis hojas,

allí estoy: lo que fui. Como en sus hojas barridas se halla el árbol, hoy desrtudo.

Otoño, otoño: otoños, Doble otoño. Doble el pesar y la melancolía.

y la melancolía, ya no hermosa.

El pesar de seguir muriendo (¡Otoño!). Sin querernos morir. Melancolía

de haber tenido "ayer" (una hoja hermosa) .

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José Luis Gallego (e la derecha de la imagen) y Germán Alonso.

Prometeo XX no es un libro más, corno tampoco lo es Voz última, del que hablaré después. Comparto la opinión de sus pro­loguistas, Ballesteros y Esteban, cuando opinan que tal vez desde los sonetos de Juan Ramón y Miguel Hemández, cuya influencia reciben, a excepción de los de BIas de Otero no se hayan escrito otros tan bellos.

Ya el primer verso, bajo la cita de Machado "la vieja vida en orden tuyo y

nuevo", nos alerta sobre dónde pretende situamos: cada uno tiene una concepción diferente de la realidad aunque sea la misma, idéntica para todos. Pero cada uno la ve de manera distinta, tal corno sus cir­cunstancias lo determinan, la pone en el orden personal y nuevo para cada concien­cia. Su realidad, la de un hombre encarcela­do. Es imposible describir mejor el momen­to de la detención que corno lo hace José Luis en los versos séptimo y ?ftavo de

LA DETENCIÓN

Así llamó el... Destino: torvamente. Con un golpe feroz. Un picotazo. Un hirsuto y nocturno navajazo.

La puerta y el Destino, frente a frente.

¡Oh dulce puerta herida (que aún se siente herida, si recuerda)! ¡Oh aletazo!

Un hombre escucha un negro aldabonazo y cambian sus paisajes de repente.

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Así llamó el Destino. Y la Alegría (¡así llamó el Destino!) fue tristeza.

y el mundo, ya no el mundo: sólo un nombre.

Un mensaje que nadie hablase hoy día . . Una trampa con siempre más maleza.

Un hombre detenido: ¿un tigre?: un hombre.

Al final del soneto ha asomado el recuerdo de Miguel Hernández ("He regresado al tigre: aparta o te destrozo") cuando la palabra se le transformó en rugido al contemplar la crueldad del ser humano en la "Canción primera" de El hombre acecha. Prometeo XX es casi total­mente un libro de sonetos que navega (siempre) en el mar del endecasílabo, donde la nostalgia, el recuerdo y la melancolía no se alejan ni un momento de la mente y el sentimiento de su autor. Ni la belleza. Serían demasiados los poemas que habría que entresacar de sus páginas para dar una visión objetiva de su emoción. Aunque ya había inclui­do algún soneto en su libro escrito antes pero publicado después Voz última, es en Prometeo XX donde se sublima la sabiduría de José Luis en la construcción de sonetos. No los hay en el posterior y muy breve Prometeo liberado, que prolo­gó Andrés García Madrid señalando su amargura ante la impotencia del que contempla un mundo que le repele y no puede corregir (publicado por "La Lira de Licario", de la editorial Orígenes en 1983 en Madrid conjuntamente con Prometeo XX), donde sí hay muchos cuartetos, pero ninguno como parte de un soneto.

Voz última, en cuya introducción aclara Leopoldo de Luis que hay dos partes totalmente diferenciadas, es nada menos que el diario de un gran poeta condenado a muerte junto a un herma­no entrañable. Revela, en efecto, dos

sentimientos asumidos con resignación primero y rebeldía después, cuando se le conmuta su propia condena pero no la de su compañero. "Y es porque el rojo de la sangre / se hace negro en el alma cuando aprieta el dolor", como canta en su fabuloso libro Nueva York después de muerto el también gran poeta Antonio Hernández. Voz última es la crónica de una doble agonía pese a que, al final, la muerte por fusilamiento solo se produce en una de las dos mitades -tenía muchas más según la teoría de Juan de Mairena del hombre universal- de José Luis Gallego: la que tuvo como envoltura humana, a quien se llamó Juan Ros Soler, el otro yo fusilado de José Luis. Ambos jóvenes comunistas encarcela­dos vivieron los días intensos que median entre la condena y el consuma­tum est.. . de uno de los dos . El supervi­viente, que analiza en primera y dual persona, sin ira, con aceptación, sin renunciar a la esperanza, los sentimien­tos de los dos condenados, se deborda al final, cuando el crimen se ha cometido, con cólera, sin aceptación, con el llanto encrespado de quien ha visto morir una parte de sí mismo. La anécdota de la que arranca el libro es esa: dos comunistas -entre tantos- condenados a muerte por el fascismo. La espera, el fusilamiento de uno y la conmutación para el otro de la pena capital por la de treinta años de reclusión. El dolor final del supervivien­te. Nada menos. Mientras, el diario ínti­mo y bello de un hombre que es además

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un gran poeta y que cree que va a morir. y que no quiere morir.

Puesto que se trata de conmemorar un aniversario -centenario en este caso del nacimiento de un hombre extraor­dinario-, hagamos una parábola ilus­trativa.

Cuando murió José Luis Gallego en la primavera de 1980, hace ya 33 años, un poeta amigo suyo quiso conmemorar el sexagésimo aniversario de la fun­dación del Partido Comunista descri­biendo una carambola en la que, encua­dradas en un paisaje verde, sugerencia tal vez la más lozana de la naturaleza, las tres bolas de billar se disponían a chocar. ¿Con antagonismo? No. Se trata­ba de un juego esa vez, no de una agre­sión. Dos bolas blancas, perfectas, casi teóricas de albura. ¿Y si les pusiéramos un nombre a cada lado, por qué no? Una podría ser -eterno símbolo de la pureza, de la honestidad de las intenciones- la juventud. Resulta fácil identificar lo joven con lo blanco si aceptamos una tradición legendaria, antigua y bella. ¿Podría ser la otra bola blanca identifi­cable con la poesía? ¡Atención, que la poesía ... no es tan inocente! ¿Nunca? ¿No podremos relacionarla con un poeta entonces? Más difícil todavía, qué duda cabe. Aunque no sé; tal vez con imagi­nación ... No. Con imaginación, no: sin malicia. Sin malicia tal vez fuera posible encontrarlo. ¿Es que ningún poeta podría simbolizar ... ? ¡Cuidado, cuidado! Toda generalización es peligrosa.

Porque resulta que tal vez sí: un poeta, quizá, que haya conservado la ingenuidad con que empezó a expresar­se a los 17 años, que no haya mostrado especial interés por el continente (sus versos) y sí por el contenido (su mensa­je); que haya dado muestras de despren­dimiento, de sacrificio, de entrega. Ento.nces, muy probablemente, si se

José Luis Gallego, 1950.

consultara a los jóvenes que lo conocie­ron, la otra bola blanca ... y a lo mejor responderían, modificando el sentido ideológico de la afirmación evangélica, "fue un hombre enviado por ... se llama­ba José Luis Gallego". Y ya solo nos fal­taría una bola.

y la otra bola, la roja, tratándose de la parábola propuesta por un poeta que intentaba ser profundamente humano, en un momento de exaltación política, sería ... Por si valiera.

Madrid, 1 de mayo de 2013

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José Luis Gallego: media vida anhelando la libertad

A finales de este año 2013, José Luis Gallego habría cumplido cien años. El azar (o el "Destino", como le gustaba llamarlo) quiso que precisamente hoy, el 8 de mayo de este mismo año, se murie­ra mi abuelo, nacido seis años después que él y resistente en la década de los cuarenta también. José Luis estuvo espe­rando la muerte -sobre todo entre el 26 de enero y el 13 de marzo de 1945, cuan­do aguardaba con ansiedad cada dí. '"' ,'a "saca" en la cárcel de Alcalá- en ias peo." res horas del franquismo. Y también estuvo esperando durante unos veinte añ~s salir a la vida de nuevo. No tuvo suerte. Ya en 1936 lo habían detenido en el frente, mientras estaba incorporado a las milicias vascas, tras la denuncia de una tal Francisca Ramos Fernández, que le acusó de "ser un elemento fascista por haber vendido el periódico de Falange Española en el año 1933" (FC-Causa general, 211, Exp. 8), época en que busca­ba trabajo como periodista. A finales de 1936 fue liberado de la cárcel de Porlier, sin saber que volvería a estar encarcela­do exactar,nente en la misma prisión en 1943, esta 'vez por "delito de conspira­ción" al reorganizar las JSU en la clan­destinidad tras su liberación en 1942.

En esa espera simultánea e intermi­nable de la vida y la muerte, no dejó nunca de escribir poesía. En su primer periodo de encarcelamiento, de 1939 a 1942, estuvo recluido en la cárcel de Santa Rita, donde participó en la cons-

AURORE DUCELLIER

trucción de la nueva cárcel, vecina, de Carabanchel, que sería inaugurada en 1944, donde escribió sobre todo poemas de amor a su mujer, Teresa, recogidos en los poemarios inéditos El libro del arque­ro (1940), Himnos para frisos (1941) y Concierto de la brújula (1942). No pudo disfrutar mucho de su reencuentro con ella, sole el necesario para poder conce­bir a su hija María Teresa, ya que en 1943 fue detenido otra vez. Tras pasar por Porlier, creó en la cárcel de Alcalá de Henares Lenguaje de inocencia (1944), Versos del niño y del hombre y Voz última (1945-46), sin contar con las obras tea­trales e infantiles. Finalmente fue reclui­do en el penal de Burgos de 1946 a 1960, donde alcanzó su madurez literaria y donde llegó a coorganizar la tertulia "La aldaba". Versos como los de Poemas bur­galeses I y II (1946-47), Explicaciones (1948), Sonetos por otoño y Juventud perdi­da (1949) -que serían recogidos en Prometeo XX en 1970- y Por si valiera (1953-57) podrían haber sido obras maestras de la literatura española del último siglo si no hubieran sido silen­ciadas durante demasiado tiempo.

Estos largos años de cárcel, en plena juventud, contaban doble. Incluso llegó a celebrar, mediante unos prisioneros versos, sus treinta años. En 1943, nos recuerda lo absurdo de estar en una pri­sión y no poder disfrutar de su juven­tud: "Voy mondando la piel de mis tinieblas / Con los dedos agudos del

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS130 Aurore Ducellier

esfuerzo. / ¡Qué enorme es la naranja! / Tantos años, / y aún no tengo su pulpa, luminosa, / completamente limpia"l. En la cárcel, el tiempo está estancado. Más aún a partir de 1945, cuando sabe que no va a ser fusilado, pero que tampoco saldrá. Está condenado a una vida con aires de muerte. A sobrevivir a una "condena a treinta muros fríos" 2. En esa larga "hora parada" en que se deshojan todas sus primaveras, se vuelve "cora­zón condenado a treinta argollas"3. Personificándolas, se dirige entonces a la Vida y la Muerte o incluso a su Destino, como en el poema "EI nuevo Aladino", escrito en celda de castigo: "Quiero que tú me traigas / a quien seré en el tiempo; / a ese hombre tan feliz / que yo mismo me sueño. / Porque el presente es duro / y quien fui ya es recuerdo. / Destino mío, ¡brota, / brota! Yo te lo ordeno, / servidor de esta lím­pida / lámpara de mi verso, / que froto con mi alma / en Burgos, donde velo"4. La cárcel se sitúa en un tiempo fuera del tiempo, donde todo se repite incansable­mente.

Y, sin embargo, a pesar de esta atmósfera opresiva, el poeta continúa buscando fuerzas hasta que llegue el final de este tiempo sin tiempo. En la eterna noria de la prisión -puesta de relieve por la epífora de "vuelta" y "vida" al final de los cuartetos del poema "La eternidad" - todo refleja la repetición y la voluntad de avanzar ante la adversidad: " ... Pero habéis de seguir, ropa y zapatos: / ... Pero habéis de

I José Luis Gallego: "Resolución de luz", Noticia de mí (1938-46). Madrid, Imprenta Soler, 1947, p. 42. 2 José Luis Gallego: "El adolescente otra vez", Prometeo XX. Barcelona, Saturno, 1970, p. 3l. J José Luis Gallego: "Ruina total". Ob . cit., p. 57. 4 José Luis Gallego: "El nuevo Aladino", Poemas Burgaleses 1. Inédito, pp. 54-55.

seguir, frente y caderas. / ... Pero habéis de seguir, ojos y boca"5. En José Luis Gallego está presente, más aún que en cualquier otro poeta preso del franquis­mo, este doble movimiento de ánimo­desánimo. Y esta lucha continua contra la desesperanza y la muerte, obvia al final de Prometeo XX, se refuerza con una lucha contra el olvido cuando escri­be por la muerte de sus compañeros ase­sinados: Miguel Hernández -en Memorias de Miguel (1948-49), escrito antes del hQr.q.enaje teatral del penal de Burgos encd t9bO, Sino sangriento-, las Trece Rosas6 y compañeros c,q,si descono­cidos y ya fusilados, CQJW.l¡0·f,SU amigo Juan Ros (al que dedica Voz última), Mariano Colmenarej0 7 o Francisco Sorní HerrerosB

Pero como poeta siempre niño, siempre maravillado, también le ayudó a sobrevivir lo que le rodeaba en la cár­cel. Más allá de algunos seres humanos entrañables y solidarios que siempre le apoyaron -como Germán Alonso Pérez, su incansable lazarillo, que se nos fue a finales del año pasado- están las sensa­ciones en la cárcel. Mediante los cinco sentidos, José Luis Gallego lucha por ensanchar su mundo encarcelado. Por no dejar que la cárcel le destruya el cuerpo y la sangre. Nos grita desde Burgos: "¡Resuénannos las venas!", "¡se nos rompen los ojos!", "¡se nos secan las manos!", "¡se nos muere el oído!", "¡y los pies se nos llagan!"9. Aunque su vista vaya mermando cada vez más en

s José Luis Gallego: "La eternidad" . Ob . cit., p . 24. 6 José Luis Gallego: "Palabras de respeto", Lenguaje de inocencia. Inédito, p. 4l. 7 José Luis Gallego: "¡Vivir. .. ! Para morir dentro de poco", Voz última. Madrid, Ayuso, 1980, p. 150. 8 José Luis Gallego: Poemas burgaleses JI. Inédito, pp. 55-70. 9 José Luis Gallego: "Paisaje colectivo", Poemas burgaleses JI. Inédito, pp. 37-39.

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26 José Luis Gallego: media vida ahelando la libertad REPÚBLICA DE LAS LETRAS130

las tinieblas del encierro, sigue al ace-. cho de cualquier atisbo de belleza. Sigue escuchando los pájaros y las cigüeñas en el patio, la música de Beethoven en enfermería y las alentado­ras canciones de sus compañeros. Se deja invadir por el aire "irguiéndose" en el patio, y por el olor y sabor de un pescado servido en el penal de Burgos, que le trae a la mente todos los recuer­dos de la infancia. Hasta los árboles, símbolos verticales de la libertad desea­da, son alas para el poeta en esos momentos de desesperanza: las acacias y los almendros en flor atestiguan que, tras el invierno, algo renace.

3

Renació la libertad de José Luis en 1960, después de veinte años de un largo invierno de cárcel y poesía. Y tuvo que empezar todo de nuevo, como ya lo imagi­naba en Por si valiera, su' último poemario. Mas después de veinte años ausente de la vida, todo es diferente. A los veinte años de cautiverio les siguieron veinte años de frá­gil libertad y de decepción. "Prometeo libe­rado" no pudo evitarlo: tuvo que irse para siempre, porque la vida que soñaba con vivir fuera de la cárcel solo existía en su poesía. Hoy, cuando el poder y la desme­moria lo han olvidado, recordamos a un hombre y un poeta ejemplar, que nació hace cien años y no dejó de vivir nunca.

LA ETERNIDAD

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PATIOS Y galerías, vuelta a vuelta. y vuelta a vuelta, tú te irás, mi vida, quedándote sin mí; yo, sin ti, vida: el uno sin el otro, vuelta a vuelta.

Qué noria más total. Qué noria, vuelta las todas juntas norias de la vida; las norias de la muerte; que en la vida no hay tantos años para tanta vuelta .

Arruínanse la ropa y los zapatos . . . Arruínanse la frente y las caderas .. . Arruínanse los ojos y la boca ...

.. . Pero habéis de seguir, ropa y zapatos .

.. . Pero habéis de seguir, frente y caderas .

.. . Pero habéis de seguir, ojos y boca.

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La poesía de José Luis Gallego: Promete o en el penal de Burgos

Por su edad, si los antólogos hubieran puesto más atención en su trabajo en vez de saltar de facilidad en facilidad, habrí­an incluido a José Luis Gallego en las recopilaciones dedicadas a la generación poética de 1936. Con Miguel Hernández, Ridruejo, Celaya, Rosales, Azcoaga, Bleiberg, Aparicio, Varela y algunos nom­bres más. Pero no se entretuvieron en flo­rituras, y así, José Luis Gallego resultó ser

PABLO CORBALÁN*

un nombre ausente en esas antologías. En esas y en otras. Aunque realmente José Luis Gallego no solo fue un olvido para los antólogos, sino que llegó a serlo para todos. Transcurrieron varios lustros en los que no se le nombraba. Existía, eso lo sabían todos; pero muy pocos se atrevían a pronunciar su nombre. El final de la Guerra Civil le condujo a las cárceles. Tras un breve período de libertad, y des-

* Publicado originariamente en El País, el13 de marzo de 1983.

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28 La poesía de José Luis Gallego REPÚBLICA DE LAS LETRAS130

pué s de haberse enrolado en las arriesga­das filas de la clandestinidad política, volvió a ser detenido y condenado a una larga pena de prisión. De ahí arranca el silencio que cayó sobre su nombre. La causa de su ausencia envolvió en olvido su identidad y sus versos. Pero, a pesar de todo, en 1947, corno si una mano agi­tara un pañuelo entre las rejas, apareció su primer libro. Llevaba el título de Noticia de mí. Versos sombríos y ceñidos. Por entonces, la revista Índice publicó, bajo una foto suya, un breve poema de José Luis Gallego por el que pasaban las nubes y el tiempo, y aquello fue tornado corno un desafío y casi costó el secuestro a la revista. Poco después, en 1953, se imprimió un opúsculo con otros cinco poemas -así se tituló el folleto: Cinco poe­mas- del poeta prisionero con otros poe­tas en el penal de Burgos.

La obra de José Luis Gallego se alarga a solo un título más de los citados: Prometeo XX, un libro que en 1970 editó la colección "El Bardo", con prólogo que fir­maron Jaime Ballesteros y José Esteban. Este libro resulta ser el más personal y característico del poeta. Apareció impreso veinte años después de haber sido escrito. y todo él está referido a la presencia del cautiverio, a las circunvoluciones del dolor, a la insistencia vecindaria de la muerte y a la memoria viva de la libertad. Hubo un hombre encadenado a una roca por haber robado el fuego a los dioses. Pues ese hombre tiene el terrible y monó­tono gemido de quien lo perdió todo. En Prometeo XX se encuentra uno de los más tremendos testimonios de la tragedia española derivada de la Guerra Civil. Y seguramente no existe ningún otro en el

que el terna del cautiverio alcance un acento más profundo y estremecido. Su lirismo resulta tan verdadero, nace de tan sincero impulso, que arrasa y aleja la ten­tación épica y, replegado en la morada más íntima, se moja en llanto corno quien se ahoga en añoranzas e impotencia. En una poesía concebida y escrita en prisión y bajo condena, y en un Jiempo poético regido, para la izquierda sobre todo, por dos nombres inevitables -Antonio Ma­chado y Miguel Hemández-, hallarnos, al abrir Prometeo XX, de José Luis Gallego, un destello que escapa y corno un aliento de color que se expande. Es el influjo de alguien insospechado. Se trata, nada menos, que de Juan Ramón Jiménez. Desde el penal de Burgos, Juan Ramón, atravesando con su luz el corazón de un prisionero. El lector de entonces -y aun el de ahora- no puede por menos que reti­rar sus ojos de esa luz dorada. Pero com­prende inmediatamente que lo que dota a los extraordinarios sonetos de José Luis Gallego de tan espléndida rotundidad lírica es la filtrada presencia libérrima de Juan Ramón Jiménez. Tan fiel resulta la actitud de José Luis Gallego ~que llega a dedicar un soneto a su maestro. Es corno una acción de gracias puesto que era consciente de que el lejano hombre de Moguer había originado en su llanto pro­meteico un acento de singularidad impulsora. José Luis Gallego resulta así, en su momento, un poeta sin compara­ción. Por haber acertado con otra clave. Ese es su mérito. Y hay que devolvérselo, con un largo y emocionado adiós ahora que acaba de morir definitivamente y cuando había dejado, por fin, de ser un compromiso.

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl30 Leopoldo de Luis: Voz última

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'VOZ ÚLTIMA'

Hay, pues, dos zonas en este libro. No caprichosas, ni siquiera acotadas por la cro­nología, sino marcadas por distinta tesitura. La situación anímica ha cambiado, al cam­biar la situación física, y la voz cambia tam­bién. La primera está bajo el influjo de la vida en vilo: canta su propia elegía; es sere­na y melancólica, lírica y tierna: tiene una belleza heridora y un acento purísimo, que se va adelgazando. La segunda recibe el dolor de la muerte general y canta la elegía de un compañero; tiene una belleza algo más indignada y un acento de coraje, que se va robusteciendo. En ambas la sinceridad está a flor de verso.

La elaboración del volumen, escrupulo­sa del detalle y del pormenor, refleja la minuciosidad de una estética que valora la poesía en todos sus efectos -incluso plásti­cos-, de la que no es ajena la influencia juan­ramoniana, antes aludida. A la vez, recuer-

da la meticulosidad paciente de los monas­terios medievales, que suponen también, al fin Y al cabo, otra forma de reclusión.

[ ... ]

Voz última, como auténtica poesía lírica, no es sino respirar por la herida. El poeta respira por esa herida tremenda que es la amenaza de su fusilamiento. Percibimos el hilo delgado, el hálito de entrecortada emo­ción. y la herida, de tan cierta, de tan grave, se nos hace propia, se nos hace colectivo dolor por el que respiramos todos. Gran vir­tud de la poesía verdadera que transmuta, sin proponérselo, una herida íntima en una herida común, por la que todo ser humano de sentimientos nobles tiene que respirar.

L EOPOLOO DE L UIS

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Fragmentos de la Introducción al libro publicado por Editorial Ayuso en 1980.

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100 AÑOS DE LA NOVELA 'EL DESAPARECIDO' ('AMÉRICA') Y DE OTROS RELATOS DE FRANZ KAFKA

1) UN PERÍODO ESPECIALMENTE FRUCTÍFERO EN LA VIDA DEL ESCRITOR

El trabajo

Entre el verano de 1912 y el de 1913 se suceden algunos acontecimientos de gran relevancia para la vida de Franz Kafka. Desde el punto de vista laboral, si bien ya gozaba, desde 1908, de un empleo con jornada continuada en el Instituto de Seguros de Accidentes de los Trabajadores, a principios de 1913 será ascendido al cargo de vicesecretario general de dicha empresa de titularidad semipública. En la compañía en la que antes estaba empleado, Assicurazioni

JESÚS FELIPE MARTÍNEZ

Generali, la jornada laboral iba de ocho de la mañana a seis de la tarde, con una pausa de dos horas para comer. A ello se sumaban unas condiciones de trabajo singularmente rigurosas: las horas extra sin remuneración suponían una práctica casi obligada, los supervisores tenían la costumbre de abusar de los novatos, el salario era bajo, y Kafka tendría dere­cho a dos semanas de vacaciones solo cuando hubiera cumplido dos años en el puesto. Todo ello impedía sacar tiempo para escribir, si bien su experiencia en la empresa le inspirará la descripción que hace en El desaparecido de la sede central del negociO del tío Jacob, con su ruido enloquecedor y sus empleados converti­dos en autómatas.

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En una de las primeras cartas a Felice Bauer, Kafka expresará las posibi­lidades de planificar su tiempo a partir de sus nuevas condiciones laborales:

[ ... ] de ocho a dos o dos y media, en la oficina, luego comer hasta las tres o las tres y media, luego una siesta en la cama (que normalmente no pasa de intento) hasta las siete y media, luego diez minutos de ejerci­cio, desnudo ante la ventana abierta, luego un paseo de una hora (solo, con Max o con algún otro amigo), luego cenar con mi familia (tengo tres hermanas, una de ellas casada y otra comprometida; la soltera es, sin duda, mi preferida, sin que ello sig­nifique que no tengo afecto a las otras); luego, a las diez y media (aunque a menudo se me hacen las once), me siento a escribir, hasta la una, las dos o las tres, dependiendo de mis fuerzas, ganas y fortuna; alguna vez he aguantado incluso hasta las seis de la madrugada. Luego, un poco más de gimnasia, como antes, pero evitando forzar­me, por supuesto; me lavo un poco y luego, normalmente con un ligero dolor en el corazón y pinchazos en los músculos del estómago, a la cama. Entonces me esfuerzo lo ini­

maginable por conciliar el sueño. Así que la noche se divide en dos partes: una, desvelado, la otra, insomne [ ... ]. Con lo que no es de extrañar que a la mañana siguiente, en la oficina, consiga a duras penas ponerme a trabajar con las escasas fuerzas que me quedan.

A pesar de la mejora en sus condicio­nes laborales, la cual le permite atender a su vocación literaria, Kafka se lamenta con frecuencia de no poder dedicar todas

sus energías a la escritura. Incluso en el período extraordinariamente fecundo de finales de 1912 y principios de 1913 se queja a Felice Bauer de que le habían obli­gado a hacer un viaj~ por asuntos labora­les -noviembre de 1912-, interrumpiendo su trabajo en La nietamorfosis, si bien su lamento aparenta un tono menos dramá­tico que en otras ocasiones:

En fin, queridísima, hoy tendré que dejar a un lado mi cuento, en el que he trabajado un poco, pero ni mucho menos tanto como ayer, y por culpa de ese dichoso viaje a Kratzau ahora tendrá que esperar un día o dos. Esto me pesa, pero espero que el cuento no se resienta demasiado, aunque aún me harán falta tres o cuatro tardes para acabarlo. Lo que quiero decir con que «no se resienta demasiado» es que, desgraciada­mente, ya se ha resentido bastante de mis métodos de trabajo. Un rela­to como este habría que escribirlo con, como mucho, una interrupción, en dos sesiones de diez horas; así tendría su fluir natural y espontá­neo, el que tenía en mi cabeza el domingo pasado. Pero no dispongo de dos lapsos de diez horas. Así que tiene uno que intentar hacerlo lo mejor que puede, ya que lo mejor a secas le es negado.

En otras cartas y en muchas páginas de sus Diarios el escritor expresará su dolor y frustración por no poder dedicar todas sus energías a la literatura, y por carecer del valor suficiente para abando­nar su empleo burocrático y tratar de ganarse la vida escribiendo, ya que la mentalidad de tendero de su padre hace imposible que le dote con una cantidad suficiente para independizarse como le ha sugerido su amigo Max Brod. Esta

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lucha entre realidad y deseo, entre temor y 'pasión, será una de las constantes vita­les de Franz Kafka y se reflejará más cla­ramente en sus avatares amorosos. A veces, Franz se refugia en el pretexto de que el matrimonio con Felice le impedirá dar ese paso de ruptura laboral y dedi­carse sólo a la literatura para justificar una indecisión a casarse con una mujer a la que adora. Así escribe en sus Diarios: «Solo, tal vez pudiera realmente dejar el trabajo algún día. Casado, no me será posible jamás».

El pretendido agobio laboral se une a otras incomodidades que perturban su labor creadora. La oficina, la ciudad o su dormitorio son las vivencias carcelarias de los personajes de muchas de sus obras y a las que me referiré más adelante. Los ruidos, la falta de intimidad, el dese0 de romper el cordón umbilical que le ata a un progenitor odioso, a una etnia perse­guida con la cual no consigue tampoco conectar, a una ciudad donde se siente discriminado sin más razón que la sinra­zón le llevan a la desesperación por no poder realizar la labor para la que -con toda razón- se siente más que capacitado. Así se lo escribe a Felice:

Para poder escribir, tengo necesidad de aislamiento, pero no como un ermitaño, algo que no sería suficien­te, sino como un muerto. El escribir, en este sentido, es un sueño más pro­fundo, o sea la muerte, y así como a un muerto no se le podrá sacar de la tumba, a mí tampoco se me podrá arrancar de mi mesa por la noche.

Otras veces se referirá a esa huida constante y tan definitivamente aplazada e inconclusa corno sus obras más ambicio­sas. Al obtener su primer empleo en 1907 había dicho en una carta a Hedwíg Weyler, a quien había conocido en Triesch:

He entrado en Assicurazioni Ge­nerali y tengo la esperanza de ocu­par algún día una silla en países lejanos en los que por las ventanas de la oficina vea campos de caña de azúcar o cementerios mahome­tanos.

Pero el deseo de huida con frecuen­cia alcanza hasta su propia persona y también encontrará eco en unos seres que renuncian totalmente a su envolto­rio humano para convertirse en insectos o monos, o bien que devienen en seres desprovistos de cualquier seña de iden­tidad, una inicial, un Negro. Porque a sus obsesiones hipocondríacas -que, lamentablemente, le darán la razón en 1917 con las manifestaciones de la tisis­se suma la poca autoestima hacia su cuerpo. Y este desprecio hacia su físico poca o ninguna justificación tiene. Cierto es que su ficha médica de Assicurazioni nos indica que en 1907 nuestro novelista medía un . metro ochenta y dos y pesaba sesenta y un kilos, lo cual, evidentemente, nos sitúa ante un joven muy alto -para esta época- y bastante delgado. Pero ni las fotografías que conservarnos de estos años ni la actividad deportiva que desa­rrollaba ni la atracción que ejercía .sobre las mujeres parecen justificar esta anota­ción de sus Diarios de finales del año 1911:

Está claro que mi condición física es un importante obstáculo para mi progreso. Con un cuerpo como el mío es imposible llegar a nada. Tendré que acostumbrarme a sus constantes achaques. A resultas de cómo he pasado las últimas noches, con · sueños delirantes pero dur­miendo sólo a ratos, esta mañana era incapaz de pensar con un míni-

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mo de coherencia, lo único que sen­tía era la frente, veía lejano el día en que mi estado actual se vuelva más o menos tolerable, y estaba tan dis­puesto a morir que de buena gana me habría hecho un ovillo sobre el suelo de cemento del pasillo con los documentos en la mano. Mi cuerpo es demasiado largo para tanta debilidad, no tiene ni un ápice de grasa que pueda engen­drar la bendición de un poco de calor, ni conservar un fuego inte­rior; de esa grasa de la que pudiera alimentarse de tanto en tanto el espíritu, más allá de sus necesida­des cotidianas, sin perjuicio para mi organismo. ¿Cómo va a ser capaz mi corazón, que tantos pro­blemas me da últimamente, de bombear sangre por todo lo largo de estas piernas? Bastante hace con llegar a las rodillas y verter desde ahí una fuerza ya senil en las frías partes inferiores de mi cuerpo.

Literatura y amor

El inicio de las tormentosas relaciones amorosas entre Franz y Felice, que dura­rían cinco años, tuvo su origen en un hecho literario. Su primer encuentro se produjo la tarde del 13 de agosto de 1912, en casa de los padres de Max Brod.

Kafka había ido aquel día a revisar con su amigo Max la edición del volu­men de relatos que finalmente publicaría Rowohlt en 1913 bajo el título de Contemplación. Se trataba de dieciocho cuentos muy breves y algunos de los cua­les ya habían visto la luz en Hyperión y en publicaciones periódicas. La coherencia y justificación de estos escritos que hoy, por ese afán clasificatorio que nos corroe, lla­marían microrrelatos, se la comunicó Kafka a Gustav Janouch:

La vida es demasiado corta para la forma literaria extensa; demasiado fugaz para que el escritor pueda entretenerse. en descripciones y come!ltarios; demasiado psicópata para que pueda hacerse psicología; demasiado novelesca para una novela .. . La vida fermenta y se descompone con demasiada rapi­dez para poder conservarla mucho tiempo en libros vastos y largos.

En este libro se encuentra también la fusión entre realidad y apariencia, entre sentido literal y parabólico de los textos kafkianos. Por ejemplo, en el relato lla­mado "Los árboles", leemos la siguiente descripción sobre el ser humano en la que las palabras finales contradicen la afirmación del símil inicial de resonan­cias míticas matizado por esa apariencia engañosa de la realidad:

Pues somos como troncos de árboles en la nieve. En apariencia yacen apoyados sobre la superficie, y con un.l.eve empujón deberían poder apartarse. No, no se puede, pues están unidos firmemen­te al suelo. Aunque cuidado, tam­bién esto es solo aparente.

La técnica de final sorprendente también será empleada en otros relatos elevando a evidencia irrefutable lo apa­rentemente absurdo. En "Niños en un camino vecinal" la pretensión del narrador de llegar a una ciudad del sur de su aldea se fundamenta en que allí descansaría ya que dicha ciudad estaba habitada por necios y los necios, como es sabido, no se cansan nunca.

A este procedimiento se unirán otros muchos presentes en las obras más extensas de Kafka: las rupturas sintácti­cas con múltiple encadenamiento de

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subordinadas, las paradojas semánticas, la personificación del destino en distin­tos personajes que recuerdan a los auxi­liares mágicos del relato maravilloso, la gesticulación constante de los persona­jes, que se ha relacionado con el cine mudo, imágenes oníricas ...

Volviendo a la tarde en que Franz ha ido a entregar a su amigo Max el manuscrito con estos relatos, en la casa de los padres de su amigo se encuentra a una joven que ejercerá una notable influencia en la vida del novelista. Felice Bauer se dirigía a Budapest pero había hecho escala en Praga para visitar a los Brod, con quienes estaba emparentada ya que la hermana de Max y un primo de Felice estaban casados.

Kafka se refiere en sus Diarios a la presencia de esta joven por la que en un primer momento no sintió ninguna atracción. Como puede comprobarse el tono es bastante despectivo y contradice las palabras afectuosas que Franz le dedicará semanas después en una carta

a la misma Felice transmitiéndole lo gratamente que le había sorprendido su presencia y elogiando su atuendo. Veamos lo que anotó en sus Diarios sobre la verdadera impresión que la joven causó en el escritor:

Cuando llegué a casa de los Brad [ ... ] estaba sentada a la mesa. No sentí la menor curiosidad por saber quién era, porque en seguida fue como si nos conociéramos de toda la vida. Cara huesuda, vaáa, que mostraba su vaáo abiertamente. Cuello desnudo. La blusa, puesta de cualquier manera. Pareáa vestida para arídar por casa, aun­que, según se demostraría más tarde, no era así en absoluto. (Me distancio un poco de ella al examinarla con tanto detenimiento. Yes que en qué estado me encuentro ahora mismo, ajeno a la totali­dad de cuanto es bueno, y aún sin llegar a creerlo [ ... D. La nariz casi rota. Rubia, con el pelo más bien liso, poco atractivo; el mentón fuerte. Al ir a sentarme, la

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observé con atención por primera vez, y para cuando me senté ya me había for­mado de ella una opinión incorunovible.

La opinión~ efectivamente, fue tan "inconmovible" que pocos días después se iniciaría .una relación epistolar cada vez más afectivar bajo el pretextó inicial de un viaje a Palestina. Muy pronto Kafka actuará ya como enamorado con dere­chos de ser correspondido y, si Felice no responde inmediatamente a sus extensas misivas, la abrumará con telegramas repletos de exigencias y reproches por su desatención e,incluso acudirá a la herma­

..na de Brod para que averigüe por qué v Felice no ha respondido su última carta, que se había extraviado.

Esta frenética actividad epistolar tendrá su correlato en la producción literaria de Kafka. Dos días después de su primera carta a Felice escribió La con­dena de un tirón y dedicó a Felice este relato. A continuación se empleará en la redacción de La metamorfosis y de su novela El desaparecido, de la cual solo se publicará en 1913 el primer capítulo (El fogonero), teniendo que esperar los res­tantes nueve años para ver la luz bajo el título de América con el que Max Brod publicó la novela de su amigo.

Desde los primeros momentos, la relación del novelista con su enamorada roza lo patológico. Franz exige a Felice que lleve un diario en el cual anote por­menorizadamente todo lo que hace y con quién lo hace, que realice tales ejer­cicios gimnásticos, cuál es la dieta ali­menticia más saludable para ella, qué medicamentos debe o no tomar ... También en el terreno de sus relaciones íntimas las contradicciones surgen a cada paso. Citas en Berlín aplazadas una y otra vez, compromiso de matrimonio expresamente formulado, · luego roto, otra vez solicitado para deshacerse

inmediatamente. Mas, como sobre los cinco años de relaciones entre Kafka y Felice -y los anteriores y posteriores con otras mujeres- existe una amplia litera­tura y no es este el tema que ahora me ocupa, me limitaré a reproducir un frag­mento de una de las cartas a Felice de 1913 que me parece significativa en la expresión de las angustias eróticas de nuestro novelista:

Mi único temor (seguramente no podría decir, ni tú escuchar, nada peor) -es que nunca seré capaz de poseerte. Como mucho, me vería limitado, como un perro inconcebi­blemente fiel, a besar la mano que casualmente me tendieras, lo que no sería una muestra de amor, sino de la desesperación de un animal condenado al silencio y la separa­ción eterna. [ ... ] De ser esto cierto, Felice (y no creo que quepa ninguna duda), parece claro que tenía buenas razones para renunciar a ti hace seis meses, así como para temer cualquier vín­culo convencional contigo, ya que de cualquier vínculo tal solo podría seguirse que mi deseo que­dara desgajado de las flacas fuer­zas que todavía me sostienen, hoy por hoy, sobre este mundo ... a mí, que no estoy hecho para él.

La condena, La metamorfosis y El fogonero

Además de compartir el tiempo de gestación (1912-1913), estos tres relatos tienen claras coincidencias estilísticas y argumentales, hasta el punto de que el escritor, consciente de que en ellos se produce la sumisión del hijo al padre, propuso a su editor publicarlos en un mismo volumen:

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El fogonero, La metamorfosis y La condena guardan una unidad, tanto interna como externa. Hay una conexión evidente entre las tres y, lo que es aún más importante, otra secreta, razón por la que estaría poco predispuesto a renunciar a la ocasión de verlas publicadas juntas en un libro, que podría titularse Los hijos. [ ... ] Verá usted, me importa tanto la unidad de los tres relatos como la de cada uno de ellos.

Tras escribir en 1914 el cuento titula­do En la colonia penitenciaria propuso a su editor publicar este relato junto con los tres anteriores, bajo el título colecti­vo de Castigo, centrándose ahora en otro de los temas a los que Kafka recurrirá tanto en sus obras breves como en El proceso: la supuesta culpa y la retribu­ción o castigo, ambos igualmente lógi­cos o arbitrarios. Un tema que los vincu­la igualmente a El proceso.

'LA CONDENA'

El 23 de septiembre de 1912, Franz anota en sus Diarios refiriéndose a La condena:

Muchas emociones a remolque de la escritura, la alegría, por ejemplo, de que tendré algo hermoso para el Arkadia de Maxl

; pensé en Freud, por supuesto, en un pasaje de Arnold Beer-, en otro de Wasserman, en uno de la giganta de WerfeP; también, por supuesto, en mi Mundo urbano.

Más adelante reseñará en sus Diarios una opinión desconcertante sobre la misma obra:

ILa revista editada por Brod. 2 Novela de Brod Sobre la cuestión judía. 3 Otra novela de Brod.

salió de mí como un auténtico alumbramiento, envuelto en vis~o­sidad y porquería, y sólo yo tengo la mano · que puede alcanzar el cuerpo mismo y la fuerza y el deseo de hacerlo.

El relato de Kafka nos cuenta que el joven Georg Bendemann contempla sentado en su cuarto por la ventana4 el río, el puente y las lejanas colinas más allá de la ribera opuesta, tras terminar una carta a un viejo amigo emigrado a San Petersburgo, que lleva una vida de solterón, frente a él, que acaba de com­prometerse con Frieda Brandenfeld. La contraposición entre el supuesto bienes­tar del emigrante y las estrecheces eco­nómicas del protagonista del relato aumenta en el momento en el que con­sidera las imposiciones del entorno incluso en nuestra vida sentimental. Terminada la carta, Georg va al cuarto de su padre, en el cual llevaba meses sin entrar a pesar de vivir en la misma casa. Lo primero que sorprende al joven al entrar en el cuarto de su padre es la oscuridad pese a lo soleado de la maña­na; después, otras rarezas: los restos del desayuno, que apenas ha probado, no han sido retirados por la doncella; el padre está sentado, con una bata dema­siado gruesa para la temperatura ambiente, en una esquina de la habita­ción, presidida por recuerdos de su difunta esposa. Cuando este hombre gigantesco se levanta, le cuenta por fin que ha escrito la carta a su amigo de San Petersburgo hablándole de su compro­miso matrimonial, y el padre le acusa de no estar contando toda la verdad. Se

4 Las ventanas a través de las cuales se busca el mundo exterior e interior serán, como los espejos, un tema recurrente en Kafka y en otros escritores y artistas en la órbita del surrealismo (véanse, por ejemplo, algunos cuadros de Oalí o de Hopper).

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queja de muchas cosas del negocio hechas quizá a sus espaldas, aunque no puede asegurarlo porque le está fallan­do la memoria. Para añadir de improvi­so que, en lo que se refiere a esa carta, le pide que no le engañe. ¿De verdad tiene un amigo en San Petersburgo?

Desconcertado por esta pregunta, Georg piensa si su padre estará sufrien­do trastornos mentales y asegura que él nunca le iría con falsedades, que no puede pasarse sin él porque es funda­mental para el negocio. E intenta que se acueste. Es inútil. El padre insiste en que no tiene ningún amigo en San Petersburgo, en que le está tomando el pelo.

A pesar de sus protestas, Georg se dispone a acostarlo cuando repara en que se ha ensuciado la ropa interior; lo lleva hasta la cama en brazos y lo arro­pa. En este momento se produce uno de esos arrebatos de ira de los personajes kafkianos que recuerdan a los de don Quijote. El padre, furioso, arroja la ropa de cama mientras le informa de que es él y no Georg quien se cartea con el amigo. Y que ha puesto al tanto al emi­grado de la supuesta traición de su hijo al casarse. El desenlace será una de esas condenas atrabiliarias que algunos estu­diosos de Kafka han (relacionado con los anatemas del déspota sanguinario lla­mado también J ahvé: las masacres de Sodoma, del diluvio o de tantos indivi­duos y pueblos exterminados por la saña divina. Este es el final del relato:

-¡Cuánto tiempo has tardado en madurar! Tu madre tuvo que morir sin poder disfrutar de esa alegría; tu amigo se está consumiendo en su Rusia, hace tres años ya estaba amarillo como un cadáver, y yo, pues ya ves cómo estoy. ¡Para algo tienes ojos!

-¿De modo que me has espiado?­exclamó Georg. Compasivo, el padre dijo como si tal cosa: -Probablemente hayas querido decirme esto antes. Ahora ya no viene al caso. y en voz más alta: -Ahora ya sabes, pues, qué había además de ti, porque hasta hoy solo has sabido cosas de ti mismo. Cierto es que eras un niño inocente, pero aún más cierto es que eras un ser diabólico. Por eso ahora escúchame bien: ¡te condeno a morir ahogado!. Georg se sintió expulsado de la habi­tación; el golpe con el que, detrás de él, su padre se dejó caer en la cama aún le resonaba en los oídos al salir. En la escalera, por cuyos peldaños se deslizó como sobre un plano inclina­do, sorprendió a su criada, que se disponía a subir para arreglar el apartamento después de la noche. «¡Jesús!», exclamó ella, tapándose la cara con el delantal, pero él ya había pasado. Salió del portal de un salto, algo lo impelía a cruzar la calzada en dirección al agua. Ya estaba aferrado a la baranda, como un hambriento a su comida. Saltó por encima de ella como el excelente atleta que, para orgullo de sus padres, había sido en sus años juveniles. Aún se sostuvo un instante con manos cada vez más débiles, divisó entre los barrotes de la baranda un autobús que cubriría fácilmente el ruido de su caída, exclamó en voz baja: «Queridos padres, os he querido siempre, pese a todo», y se dejó caer. En aquel momento atravesaba el puente un tráfico realmente intermi­nableS.

5 Franz Kafka: Ante la ley. Debolsillo, 1912.

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Es evidente que la riqueza expresiva y el universo simbólico de Kafka supe­ran cualquier intento de explicación unÍ­voca. Véanse, por ejemplo, las diferentes explicaciones de Franz Kafka de su pro­pio relato:

• Carta de Kafka a su prometida Felice Bauer (a quien dedicó la narración) del 2 de junio de 1913:

¿Encuentras en La condena algún sentido, quiero decir algún sentido directo, coherente, rastreable? Yo no lo encuentro, y tampoco puedo explicar nada sobre el particular. No obstante, contiene muchas cosas singulares. ¡Fíjate aunque solo sea en los nombres! El relato fue escrito en una época en la que desde luego yo ya te conocía, y en la que el mundo, por obra y gracia de tu existencia, había visto incre-

JiRANZ KA .FKA

mentado su valor, pero una época en la que todavía no te había escri­to.6 Pues bien, fíjate, el nombre de "Georg" tiene tantas letras como "Franz"; "Bendemann" se compo­ne de "Bende" y de "Mann".7 "Bende" tiene tantas letras como "Kafka", y las dos vocales están en idéntico lugar, "Mann" está ahí sin duda por piedad, para fortalecer al pobre "Bende" en sus luchas. "Frieda" tiene tantas letras como "Felice", y también la misma ini­cial; Paz y Felicidad son algo que se halla muy unido. "Brandenfeld" establece, a través de "Feld"8 una relación con "Bauer"9, y tiene idén­ticas iniciales. Y aún hay algunas

6 Kafka envió su primera carta a Felice Bauer el 20 de septiembre de 1912, es decir, solo dos días antes de escribir La condena. 7 Mann significa 'hombre' en alemán. 8 'Campo', en alemán. 9 'Campesino', apellido de Felice.

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cosas más por el estilo; natural­mente no se trata sino de cosas que he descubierto más tarde. Por lo demás, la historia entera fue escrita .en una noche, desde las once de la noche hasta las seis de la madruga­da. Mi intención, al sentarme a escribir tras un domingo tan desdi­chado como para echarme a gritar (me había pasado toda la tarde dando vueltas alrededor de los parientes de mi cuñado, que habí­an venido a visitarnos por primera vez), era describir una guerra, un joven debía ver desde su ventana cómo una muchedumbre avanzaba a lo largo de un puente, pero luego, ya manos a la obra, todo me salió distÍnto. Una cosa importante antes de terminar: la última pala­bra de la antepenúltima frase debe ser" caer en el vacío", y no "caer".

• Sin embargo, a la tentación de caer en interpretaciones cabalísticas saldrá al paso nuestro escritor en otros análisis sobre el relato. Con fecha 11 de febrero de 1913 leemos en sus Diarios:

Con ocasión de estar corrigiendo las pruebas de imprenta de La con­dena voy a anotar todas las correla­ciones que se me han vuelto claras en esta historia, en la medida en que las tenga presentes. Es necesa­rio, ya que, como un auténtico parto, esta historia ha salido de mí cubierta de suciedad y mucosida­des y yo soy el único cuya mano es capaz de llegar hasta su cuerpo y tiene ganas de hacerlo. El amigo es el nexo entre el padre y el hijo, su máximo punto en común. Sentado a solas junto a su ventana, Georg hurga con voluptuosidad en ese elemento común, cree tener a su '

padre dentro de sí y considera que todo está en paz, si se prescinde de una fugaz propensión a la reflexión triste. Ahora bien, el desarrollo de la historia muestra cómo, a partir de ese elemento común, el amigo, el padre va emergiendo como antí­tesis de Georg, fortalecido en ello por otros vínculos menores que también comparten, ' a saber, su amor y su apego a la madre, el fiel recuerdo que conserva de ella, y la clientela, que, en efecto, originaria­mente fue ganada para el negocio por el padre. Georg no tiene nada, el padre expulsa con facilidad a su novia, esta solo vive 'en la historia por la relación que guarda con el amigo, es decir, con el nexo común, y como aún no ha habido boda, no puede entrar en el círculo de con­sanguinidad trazado en torno al padre y al hijo. El elemento común se acumula en su totalidad alrede­dor del padre, Georg solo lo siente como algo ajeno, independizado, nunca protegido suficientemente por él, expuesto a revoluciones rusas, y si la condena que le cierra completamente el acceso a su padre causa en él un efecto tan fuerte es porque no tiene nada más que la mirada dirigida a su padre.

• Cuatro meses más tarde escribe a la misma Felice:

La condena no' tiene explicació . Tal vez algún día te enseñe algunos pasajes de mis Diarios sobre esta cuestión. La historia está repleta de abstracciones no declaradas. El amigo apenas si es un personaje real, más bÚm es lo que el padre y Georg tienen en común. La historia es quizá una pesquisa en torno al

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padre y al hijo, y la cambiante figu­ra del amigo puede que sea el cam­bio de perspectiva de las relaciones entre padre e hijo. Pero no estoy seguro de eso tampoco.

• Por fin, cuando Milena Jesenská, que fue . posteriormente amante de Kafka, tradujo al checo esta narración, el autor le escribió:

La traducción de la frase final es muy buena. En ese cuento cada frase, cada palabra, cada música -si se me permite decirlo así- está relacionada con el "temor"; la heri­da se abría por primera vez, duran­te una larga noche, y a mi entender la traducción capta perfectamente dicha relación, con esa mano mági­ca que es la tuya.

. y ello sin contar con los cientos de páginas escritas por los críticos a cuento de un relato que no ocupa una docena de ellas. Vayan como muestra estas líneas de Walter BenjaminlO

:

El padre que echa de sí el peso de la manta, al hacerlo arroja el peso del mundo de sí. Debe ponerse en movimiento a toda una edad del mundo para mantener viva y rica en consecuencias a la arcaica rela­ción padre-hijo. ¡Pero rica en qué consecuencias! Sentencia al hijo a una muerte por ahogamiento, y el padre mismo es el sancionador. La culpa 10 atrae tanto como a un fun­cionario de juzgado. Según muchos indicios, para Kafka el mundo de los funcionarios y de los padres son idénticos. Y la semejan-

10 Walter Benjamin: Franz Kafka. Madrid, Taurus, 1934.

za no los honra ya que están hechos de embotamiento, degene­ración y suciedad. Manchas abun­dan en el uniforme del padre y su ropa interior no está limpia. La mugre es el elemento vital del fun­cionario.

'LA METAMORFOSIS'll

Escrita también a finales de 1912, según ya hemos visto en la carta de Kafka a Felice, La. metamorfosis es una de las obras más conocidas del novelista checo. Desde el principio ya se nos anuncia el tema: "Una mañana, Gregor Samsa despertó de un sueño intranquilo y se encontró convertido en un enorme insecto".

Este inicio nos sitúa en una técnica kafkiana bastante imitada por algunos autores posteriores. V éanse, por ejem­plo, los comienzos de Cien años de sole- . dad o de Crónica de una muerte anunciada en los cuales García Márquez parte de hechos extraordinarios como si fuesen ordinarios.

Muy unido a este hecho encontramos otro también · peculiar de Franz Kafka: vean lo que vean, suceda lo que suceda, los personajes espectadores de estos suce­sos no se asombran. Se diría que la capa­cidad de sorprenderse .les es ajena, que pertenece al mundo de los demás, no al microcosmo creado por el dios Kafka. La familia Samsa muestra disgusto y repug­nancia al ver a Gregor transformado en un escarabajo gigante, pero ni los padres ni la hermana dan la más remota muestra de asombro por esta conversión; es decir, les asquea ese bicho hasta el punto de que quieren deshacerse de él como de las cucarachas, pero en absoluto se pregun-

11 Aunque los traductores modernos prefieren el título de La transformación, más acorde con el ori­ginal, mantengo el más popular.

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. tan por el proceso que ha llevado a tan extraordinaria mutación; de igual mane-

.' fa, el sistema judicial imperante en En la colonia penitenciaria asquea al viajero, pero no le extrtiña que se pueda dar semejante monstruosidad más propia de una pesa­dilla que de una realidad; o, en El proceso, Joseph K. se enfada seriamente a la par que muestra tanta comprensión hacia los increíbles procedimientos del tribunal que le dice al inspector que no está «sor­prendido en modo alguno» por las extra- . ñas circunstancias de su detención.

Parece evidente que este tratamiento de lo horroroso como algo cotidiano que sucede de acuerdo con unas normas que escapan a nuestra comprensión nos pro­duce esa sensación de angustia mezclada con morbosa curiosidad que nos lleva a seguir prendidos del relato para ver en qué deviene nuestro ,personaje converti­do en monstruoso insecto. Aunque sepa­mos que se trata de una catástrofe tan irreversible como la anunciada a Edipo por el oráculo. En carta fechada el 27 de enero de 1904 Kafka explicaba a su amigo Oskar Pollak cómo el patetismo de la tra­gedia griega ha de ser el Leitmotiv de cada historia, incluidas las suyas. Si estas no nos conmueven hasta los tuétanos por­que sentimos en nuestras carnes las pena­lidades dé los héroes, el escritor habrá fracasado. Decía así Kafka:

Si el libro que estamos leyendo no nos espabila de un dolor la cabeza, ¿para qué lo leemos? [ ... ] Necesitamos que los libros nos afec­ten igual que una catástrofe, que nos duelan en lo más hondo, como la muerte de alguien a quien queremos más que a nuestra propia vida, como ser desterrados a un bosque alejado de todos, como un suicidio. Un libro debe ser el hacha para el mar helado de nuestro interior.

Cierto es que esta hacha con fre­cuencia acaba destrozando a los héroes de diferentes maneras, abatiendo cual­quiera de sus posibles salidas vitales. No hay salida para Georg Bendemann en La condena, ni para el mono atrapado en la selva de África (en Informe para una academia, de 1917), ni para Gregor Samsa en La metamorfosis, ni para los protago­nistas de El proceso y de El castillo. Y esta condena se producirá con independen­cia de la supuesta culpabilidad del acu­sado y adoptará diferentes medios represivos. El 30 de septiembre de 1915 Kafka escribía en sus Diarios refriéndose a la &uerte corrida por los protagonistas de El fogonero y El castillo:

Rossmann y K., el inocente y el cul­pable, a la postre ajusticiados ambos, sin distinción, el inocente con mano más leve, más bien empu­jado a un lado que derribado a gol­pes.

'EL FOGONERO'

Según ya he indicado anteriormente, El fogonero fue escrito en 1912 y publicado al año siguiente como relato indepen­diente, si bien Kafka desde un principio lo había concebido como el primer capí­tulo de una novela. La publicación sepa­rada en 1913 se debió a la petición del 2 dé abril de este año del editor:

Le ruego de todo corazón y encare­cidamente que me envíe para que pueda leerlo, si es posible inmedia­tamente, el primer capítulo de su novela, que, como usted y el doctor Brod opinan, podría ser publicado suelto perfectamente.

En este primer capítulo se nos presen­ta de una manera relativamente tradicio-

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nal el tema de una novela de formación o aprendizaje. El joven Karl Rossmann con apenas 16 años ha dejado embarazada a una sirvienta y debe marchar a América, donde reside un tío suyo multimillonario. Nada más llegar a Nueva York el mucha­cho se ve sorprendido por la grandiosidad del puerto y fascinado por la estatua de la libertad, que empuña una espada en lugar de una antorcha, mutación que, como no podía ser menos, ha dado lugar a multitud de interpretaciones, entre ellas el bíblico castigo por el pecado cometido y el ángel con su espada flamígera expulsando Adán y Eva del Edén.

Al ir a des~mbarcar el muchacho se da cuenta de que ha olvidado. su para­guas y, abandonando incomprensible­mente su maleta, marcha a buscarlo a su camarote. Aquí comienza el primero de · esos laberintos tan gratos a Kafka que encontraremos en la novela. Tras muchas vueltas y revueltas por las dependencias del gigantesco transatlántico, Karl se encuentra con un fogonero apenado por lo injustos que han sido con su dedica­ción al trabajo y 10 mal que le han pagado los superiores. Y el joven decide conver­tirse en su abogado ante el capitán para subsanar la injusticia cometida con su amigo el fogonero. Así que nuestro don Quijote y su defendido marchan al cama­rote donde el capitán se encuentra reuni­do con unos señores y allí expone sus quejas. Y resulta que uno de estos señores es Edward Jacob, su multimillonario tío -también senador- que inmediatamente se hace cargo del joven Karl.

Además de las referencias literarias que indicaré más adelante, en este capítu­lo se han encontrado aspectos relaciona­dos con la biografía de Franz Kafka. Aunque él nunca estuvo en América12

., sí 10

12 Algunos de los errores que comete el novelista son tan pintorescos como hacer que los personajes paguen en libras esterlinas en vez de en dólares.

hicieron dos jóvenes primos suyos, unos de los cuales, además, habría dejado embarazada a una sirvienta. El tío J acob parece corresponder al hermano de la madre del novelista, Alfred Lowy, a quien Franz llamaba el "el tío de Madrid" por residir en esta ciudad y ocupar importan­tes cargos en compañías ferroviarias espa­ñolas. Sin embargo, el comportamiento despótico e irracional del tío Jacob en la novela no parece indicar . precisamente cariño del escritor por este personaje.

II) LA NOVELA 'EL DESAPARECIDO'

Basándose en unas observaciones de los Diarios, algunos estudiosos de Kafka afirman que desde muy joven quiso escribir una novela sobre la civilización norteamericana, tanto por el atractivo que aquel país ejercía sobre los europe­os como tierra de promisión - y, de manera aún más acusada, sobre los judí­os- como por ser un ejemplo del desa­rrollo del capitalismo más voraz en una sociedad industrial. En este sentido el escritor trataría de desarrollar literaria­mente sus estudios sobre los textos mar­xistas y, sobre todo, 10 aprendido con el profesor Alfred Weber (hermano de Max Weber), que explicaba sociología y que ejerció una enorme influencia sobre Kafka y dirigió su tesis para que obtu­viera el doctorado en Leyes el 18 de junio de 1906. Este fragmento de sus Diarios del 19 de enero de 1911 confir­maría su intención de dedicar una nove­la a Norteamérica, si bien, como puede comprobarse, salvo en la localización poco hay de común entre este proyecto y El desaparecido:

. Una vez planeé una novela prota­gonizada por dos hermanos que se peleaban, y . uno de ellos se iba a América, mientras el otro se que-

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daba en una cárcel europea. Al principio no hacía más que escribir una línea aquí y otra allá, pues aquello me cansaba enseguida. Pero un domingo por la tarde en que estábamos todos de visita en casa de los abuelos y habíamos comido el pan untado con mante­quilla, especialmente tierno, que siempre había allí, escribí algo sobre mi cárcel. Es posible que 10 hiciera sobre todo por vanidad y que, desplazando el papel sobre el mantel, golpeando la mesa con el lápiz, mirando alrededor por deba­jo de la lámpara, pretendiese inci­tar a alguien a quitarme el papel, leerlo y admirarme. Eran unas pocas líneas que fundamentalmen­te describían el pasillo de la pri­sión, sobre todo el silencio y el frío; también me compadecía del encar­celado, porque era el hermano bueno. Quizá en algunos momen­tos era consciente de las deficien­cias de mi descripción, pero hasta aquella tarde no había prestado demasiada atención a esos senti": mientos, menos aún hallándome entre parientes .. . sentado a la mesa redonda en una habitación conoci­da, y sabiendo muy bien que era joven y que, mucho después de aquel momento de placidez, estaba llamado a hacer grandes cosas. De repente un tío mío, aficionado a la broma, me cogió el papel, que yo sostenía débilmente, 10 miró un momento, me 10 devolvió, sin siquiera reírse, y se limitó a decir, dirigiéndose al resto de los presen­tes, que lo seguían con la mirada: "Lo de costumbre"; a mí no me dijo nada. Yo seguí sentado, inclinado como antes sobre mi escrito, cuyo escaso mérito acababa de quedar

patente, pero 10 cierto es que de un empujón me acababan de expulsar de la sociedad, la sentencia de mi tío resonaba en mi mente con un carácter de verdad inapelable, e incluso en medio del ambiente familiar que me envolvía se me abrieron los ojos a la parte fría de nuestro mundo, que me veía forzado a calentar con un fuego que todavía no había empezado a buscar.

Sea ello como fuere, lo cierto es que Franz Kafka tenía prácticamente con­cluida esta novela inacabada a finales del año 1912. Y que · en enero del siguiente le daría los últimos retoques sin llegar a finalizarla, tal vez porque, como él mismo dice, podría prolongarse hasta el infinito o, lo que es lo mismo, acabar en cualquier momento. En la carta dirigida a Felice Bauer el 11 de noviembre de 1912 leemos:

Para que se haga una idea provi­sional, le diré que la historia que estoy escribiendo, y que, por cierto, está concebida para extenderse hasta el infinito, se titula El desapa­recido, y se desarrolla exclusiva­mente en Estados Unidos de América. De momento están termi­nados cinco capítulos, el sexto está casi acabado. Cada capítulo indivi­dualmente se titu1a:1. El fogonero; II. El tío; IlI. Una villa en las afue­ras de Nueva York; IV. Camino a Ramsés; V. Hotel Occidental; VI. El caso Robinson. Le he nombrado estos títulos como si de ellos pudie­ra sacar uno alguna idea, lo cual, por supuesto, no es así, pero en tanto sea posible, quiero que estos títulos queden bajo su custodia. Es el primer trabajo mío de una mayor

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envergadura, en el que, tras quince . años de tormento y de momentos

de desesperación, desde hace mes y medio me siento seguro, desde

. hace mes y medio. Es preciso, pues, que lo termine, seguramente usted también opina aSÍ, de modo que, con su bendición, el poco tiempo que pudiera emplear en no otra cosa que · imprecisas, plagas de horribles lagunas, .imprudentes, peligrosas cartas, lo transferiré a este trabajo en el que todo, por lo menos hasta el momento, y venga de donde venga, se apacigua, y he emprendido el camino justo.

El índice que nos da Kafka de· los cinco capítulos acabados de su novela se completaría después solo con fragmen­tos de los dos posibles capítulos siguien­tes: "La partida de Brunelda" y l'El gran teatro de Oklahoma". La novela nos deja a Karl viajando en un tren con su grupo de comparsas teatrales y sopor­tando, una vez más, estoicamente agre­siones contra su persona. Porque de nada le valdrá cambiar de lugar si no se modifica el papel que le ha sido asigna­do, desde su nacimiento, en este gran teatro del mundo, el papel de Negro .

A continuación, esbozo el esquema argumental de la novela con algunos comentarios que me parecen relevantes.

• Tras instalarse con su acaudalado tío, Karl vive unos días rosados ya que su tío accede a todo cuanto le solicita: piano, clases de inglés, equitación. Conoce a Mack, joven millonario deso­cupado a quien ningún lujo o placer le es ajeno. Resulta evidente el contraste entre la pobreza que se verá en los capí­tulos siguientes y el alto nivel de vida de los capitalistas: automóviles, mansio­nes fastuosas, traies lujo, manjares

exquisitos.. . El novelista primero nos ofrecerá las formas de vida de la élite económica y después las de quienes generan esta riqueza siendo explotados hasta la saciedad: jornadas cle 12 horas casi sin dormir por un salario miserable, despido y contratación arbitrarios, poca esperanza de vida ... Las mayores atroci­dades son descritas con el mismo tono indiferente que los lujos o con el que nos podría relatar el discurrir de una merienda campestre .. • Karl come con otros dos capitalistas amigos del tío: los señores Green y Pollunder. Este último invita a Karl a su finca . El tío acepta ertcantado al princi­pio pero después · pone una serie de inconvenientes para qué Karl no acepte la invitación, pero Pollunder los va des­montando uno a uno demostrando que son nimiedades de fácil arreglo: hacer la maleta, excusarse por no asistir al día siguiente a clase de inglés o con el com­pañero de equitación ... Así que, ante el silencio del tío y la insistencia del amigo, Karl acaba aceptando la invita­ción de Pollunder pensando que está h aciend o lo m ás conveniente. Sin embargo, como pronto se mostrará, ha desencadenado el conflicto dramático ya que el humor de su tío es tan incom­prensible como arbitrarias y prepotentes son sus decisiones. • La estancia de Karl en la lujosa finca de Pollunder se convierte en una de esas pesadillas que el genial escritor checo narra con la naturalidad de los intrascen­dentes hechos cotidianos. A la invitación se suma de manera aparentemente incomprensible el voraz señor Green y, lógicamente. Klara, la hija del señor Pollunder, de carácter tan sorprendente como lo que ocurre en la casa: la mayor parte de la inmensa mansión carece de luz eléctrica, algunas zonas aún están en construcción, la chica duerme con su

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novio en la casa paterna como si esto fuera lo normal entre los grandes magna­tes sumamente puritanos de la Norteamérica de principios del siglo XX. También como el hecho más normal del mundo, tras la cena, la chica invita a Karl a su habitación mientras su padre y el señor Green se quedan charlando en el salón. Pero antes de llegar al cuarto de Klara, Karl decide irse a su dormitorio, lo cual enoja a la joven, quien, experta en artes marciales, da una soberana paliza al muchacho, paliza que no deja de estar, por otra parte, cargada de ese erotismo entre sutil y brutal que aparece en muchos episodios de la novela. Al fin solo, el chico decide volver a Nueva York aunque sea andando y por la noche, para lo cual debe volver al salón y comunicár­selo al señor Pollunder, empresa nada fácil pues a la débil luz de una vela el joven debe tratar de guiarse por las innu­merables dependencias de la inmensa mansión, convertida en otro de los labe­rintos kafkianos por los que debe orien­tarse este joven perdido en los inextrica­bles vericuetos de la megalópolis. Además, la casa campestre será la prime­ra prisión de las varias a las que se verá sometido nuestro joven héroe durante su peregrinaje o viaje iniciático por América. Porque, cuando tras muchas angustias encuentra a un criado y este le lleva hasta el salón donde están el anfitrión y el señor Green, este último justifica su mis­teriosa presencia en la casa con una comunicación aún más misteriosa que impide que Karl se marche inmediata­mente como eran sus deseos: el señor Green debe entregar, a las doce en punto, una carta al muchacho. • Llegada esa hora y abierta la carta, el misterio se aclara: la carta es del tío, quien le comunica la decisión tan absur­da como arbitraria y desproporcionada a la supuesta falta de su sobrino que ha

tomado el multimillonario . Aunque Karl había aceptado la invitación del amigo de su tío pensando con la lógica de cualquier persona normal que se encontrase en su situación que era lo más conveniente, y aunque el tío prime­ro le había animado a aceptar la invita­ción con algunos pequeños reparos fácilmente subsanados, el señor de horca y cuchillo comunica a su sobrino que le ha ofendido gravemente y que se olvide de su existencia y se las arregle por su cuenta desde este momento. • Roto el cordón umbilical y sólo pro­visto de la maleta que había abandonado en el barco y que le ha traído el señor Green, el joven comienza un peregrinaje con la guía de la desorientación por un mundo desconocido. Además de las refe­rencias a Dickens, especialmente a David Copperfield13

, encontraremos en esta pere­grinación ecos del relato maravilloso y de nuestra picaresca. Rosmann, para iniciar su aventura, elige un camino al azar y pronto topa con dos pícaros, Delamarche y Robinson, que devorarán el salchichón que lleva en la maleta, comerán y beberán a costa del ingenuo Karl como lo hacían los estudiantes en la venta a expensas de Pablos, el amo del Buscón, hasta que un hecho provoque la ira de Karl ~ decida romper con sus costosos compañeros: mientras él iba a buscar viandas al hotel, donde ha conocido a una maternal coci-

13 Kafka reconoce en varias ocasiones su deuda literaria con el maestro inglés. Tal vez el reconoci­miento más explícito sea el anotado en sus Diarios el 8 de octubre de 1917: "El fogonero, pura imita­ción de Dickens; la novela proyectada, más toda­vía. Historia de la maleta, el muchacho que hace dichosos a todos y a todos encanta, los trabajos humildes, la amante en la granja, las casas sucias, entre otras cosas, pero sobre todo el método. Como veo ahora, mi intención era escribir una novela de Dickens,. únicamente enriquecida con las luces más vivas que he tomado de nuestra época y con las más opacas que saco de mí mismo".

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nera, los pícaros han saqueado su maleta. De este saqueo Karl solo lamenta la pér­dida del único vínculo que le une a su mundo, a su pasado, tal vez a su misma existencia: la foto de sus padres, que ha desaparecido en el saqueo. De manera que decide abandonar a Robinson y Dela­marche y quedarse en el hotel al amparo de la recién descubierta hada madrina, la jefa de cocina oriunda de Viena. • Comienza así otra etapa vital: la de ascensorista en el desmesurado hotel. Otra vez Kafka vuelve a mostrar el des­propósito como algo cotidiano. En este caso la explotación de los empleados del hotel rayana con la esclavitud. Y, a su vez, la alienación que hace retroceder en su evolución a la especie humana hasta los límites del reino vegetal. Al igual que los demás empleados del megahotel, Karl trabaja durante doce horas sin interrup­ción y, terminada su tarea, tampoco encuentra ningún sosiego ya que en el dormitorio colectivo, y debido a que sus muchas decenas de usufructuarios tienen diferentes horarios laborales, aquel recin­to es un pandemónium en el cual los jue­gos, las peleas, las voces y demás jaranas hacen imposible cualquier pretensión de dormir siquiera unas horas. El joven Rossmann trata de sobreponerse a tanta desdicha con el estudio y el consuelo que le proporciona la amistad con la secreta­ria de su benefactora. La desdichada Theresa es otra víctima del Moloch capi­talista. Con solo cinco años ha acompaña­do a su madre como mendiga en su pere­grinar por el hambre, el frío y la miseria más abyecta hasta verla suicidarse desde un edificio en construcción. Ella solo tiene necesidad de hablar, de que alguien la escuche en medio de esta vorágine des­humanizada, de estas muchedumbres solitarias. Como contrapartida, la mucha­cha ayudará a Karl prestándole materia­les para que estudie rudimentos de pro-

cedimientos administrativos con el fin de que pueda lograr ese ascenso social verti­ginoso que los vocingleros del liberalis­mo capitalista proclaman como algo al alcance de cualquiera dotado de mediana inteligencia, salud y capacidad de trabajo. Algo que la novela nos irá demostrando que no es sino una estúpida falacia pro­clamada a bombo y platillo para ocultar la explotación más miserable del hombre por el hombre. • Porque baldíos serán los esfuerzos y las mejores intenciones de Rossmann. Otra vez será envuelto en una intriga en la que, como siempre en las obras de Kafka, las buenas intenciones se recompensan con los castigos más inhumanos. El inde­seable Robinson aparece en el hotel total­mente borracho solicitando ayuda de Karl. Este, mitad por ese ingenua solida­ridad infantil que muestra en toda la novela, mitad por miedo a que le hagan responsable del escándalo provocado por su pretendido amigo, lo lleva a su dormi­torio, para lo cual tiene que abandonar por unos momentos su puesto de ascen­sorista. A partir de aquí llueven las des­gracias sobre nuestro héroe: a la acusa­ción de abandono de su puesto de trabajo se unen las falacias del viscoso lacayo ascendido a jefe de porteros, el descubri­miento del borracho en el dormitorio, el desafecto de su antigua protectora abru­mada por estas supuestas pruebas de la culpabilidad del joven. .. De nuevo se encuentra en la calle, pero además con la obligación de pagar el transporte en taxi de Robinson hasta su domicilio. • Con ello comienza una nueva etapa del p roceso iniciático de nuestro prota­gonista: tras una huida rocambolesca del policía que quiere detenerlo, es ayu­dado por Delamarche, quien le conduce . a la casa donde vive con su amante y con Robinson. En este sórdido ambien­te la sexualidad adquiere esos tonos de

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cochambre tan gratos a Kafka. Y no ya por las descripciones de las carnes gela­tinosas de Brunelda, la protagonista, o de sus arrebatos neurasténicos que la llevan a pasar de la crueldad a la tierna estupidez sin motivo ni transición, ni por la asfixiante suciedad donde se bañan o revuelcan los amantes entre un absurdo batiburrillo de ropas y restos orgánicos, sino porque todo ello se nos presenta, como es frecuente en Kafka, no como la excepción sino como la norma. Hasta el punto que, tras páginas en las cuales se nos sugieren estos ava­tares eróticos mezclados con el repug­nante desayuno hecho con las sobras de los otros inquilinos del inmueble o el desfile procesional del aspirante a juez del distrito, nos parecería un sinsentido que se comportasen de otra manera. • El nuevo habitáculo se convierte en otra prisión de Karl. Robinson actúa como criado de la oronda cantante, que recuerda a una mantis religiosa, y de su pareja. Para librarse de este castigo de un Sísifo que no puede saciar sus ansias en las copiosas carnes de Brunelda que tan cerca se le presentan, Robinson quiere ceder el puesto a Karl. Las quejas del pícaro sobre lo desmesurado de las labores a las que debe enfrentarse en un estado de salud que él considera en las ansias de la muerte no convencen del todo al joven Rossmann. Por un momento nos parece encontrarnos ante

Atlas sujetando el mundo y pidiendo a Heracles que lo sustituya durante un momento en esta tarea. Pero Karl no cae en el engaño y trata, infructuosamente, de huir. Su proyecto fracasa. Además, un vecino estudiante que, algo también frecuente en Kafka, es la voz del oráculo le convence efe lo absurdo que es luchar contra el destino impuesto no se sabe por qué ni por quién. Y el joven se resig­na a su prisión. • Sin embargo, el hado, aparentemen­te, le ofrece otra oportunidad. En este caso en ese gran teatro del mundo que son los relatos de Kafka y que, en este caso, viene representado por un teatro de Oklahoma en el cual a cada actor se le designa su papel. Y, tras un peregri­naje por los infinitos negociados buro­cráticos tan gratos al escritor checo, nuestro héroe encuentra el personaje que en adelante ha de representar en esta comedia humana, el de Negro. El proceso de enajenación ha terminado en esta novela, al igual que bis demás de nuestro autor, definitivamente inacaba­da. Y cumplido el proceso, el antaño Karl Rossmann y hogaño el Negro con­tinúa su viaje hacia ninguna parte al igual que Gregorio Samsa lo había con­tinuado hacia la muerte, que tanto da lo uno como lo otro.

Madrid, mayo de 2013

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CABALLERO BONALD. PREMIO CERVANTES 2012

Los espejos interiores de José Manuel Caballero Bonald

Ahora que su obra se ve reconocida por el Cervantes, la figura de Pepe Caballero Bonald se ilumina como si nave­gase en muchos mundos interiores, desde el barroquismo que siempre ha pervivido en su universo literario hasta una forma de decir culta y cuidada donde la ética y la estética prevalecen sobre todo lo demás.

Perteneciente a la Generación de los Cincuenta, compañero de poetas de la talla de Paco Brines o José Ángel Valente, Caballero Bonald, un poco mayor que ellos, pero joven de espíritu,

PEDRO GARCíA CUETO

envuelto en un universo literario que supo triunfar en la novela en 1962 con Dos días de septiembre y que encontró su verdaqero universo en Agata, ojo de gato, fue en la poesía donde fue trenzando desde el año 1952 una obra que ha sabi­do tocar diversos temas, pero sobre todo los esenciales, el tiempo, la muerte, la infancia, obsesiones suyas y de otros que han ido componiendo el mosaico de su obra, muy bien recogida en la Obra poética completa (1952-2009), Somos el tiempo que nos queda.

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50 Los espejos interiores de J. M. Caballero Bonald REPÚBLICA DE LAS LETRAS130

La noche como un universo poético de gran calado existencial

Recoge su primer libro Las adivina­ciones (1952), la idea de la vida como una pregunta, cuyo eco debe resolverse en busca de la fe o en un paganismo, donde el hombre encuentre sus verda­des. Poemas como "Génesis de la luz", confirman el alto poder de la creación, donde la soledad de la noche nos invita al desasosiego, porque es fácil perderse .en la negrura de la noche. Libro amoro­so este incipiente poemario donde el deseo convive con la entrega, a sabien­das de que todo amor es, en definitiva, pérdida:

Por las ventanas, por los ojos / de cerraduras y raíces, / por orificios y rendijas / y por debajo de las puertas, / entra la noche.

Noche que se precipita en lugares recónditos, que pasea ante nosotros en el insomnio insondable, noche vertigi­nosa que nos hace ver monstruos en la lenta espera del alba. El hombre que no duerme, como diría Lorca, será mordi­do, será vampirizado por la poderosa noche. Entra esta rugiente y poderosa, como nos dice en los versos que siguen:

Entra la noche como un trueno / por los rompientes de la vida, / recorre salas de hospitales, / habi­taciones de prostíbulos, / templos, alcobas, celdas, chozos, / y en los rincones de la boca / entra también la noche.

La noche como testigo de los pulsos de la vida, en el dolor, en el placer, en la intimidad de dos cuerpos (en los rinco­nes de la boca). Pero la noche entra en el

escritor que quiere crear, desvelado ante el insomnio de sus pensamientos, cuan­do la palabra no sale, pero busca su per­fil, para que el poema reluzca como un .faro ante la negrura de ·la noche:

Entra la,noche como un bulto / de mar vacío y de caverna, / se va esparciendo por los bordes / del alcohol y del insomnio, / lame las manos del enfermo / y el corazón de los cautivos, / y en la blancura de las páginas / entra también la noche.

Pesado fardo el de la noche, donde los seres se buscan, el poema quiere nacer, hastiado del interior en el que vive, deseando ser creado para relucir en la página en blanco, como los pasos en la nieve que Jaime Siles nos dejó en¡ uno de sus famosos libros de poemas. Para el poeta jerezano, la noche es impulso, deseo que busca su plenitud, por ello, la noche canta, no solo es luz, también grito, los cinco sentidos se agu­dizan ante el impacto de la noche sobre nosotros:

Entra la noche como un grito / entre el silencio de los muros, / propaga espantos y vigilias, / late en lo hondo de las piedras, / abre sus últimos boquetes / entre los cuerpos que se aman, / y en el papel emborronado / entra tam­bién la noche.

Como nos quiso decir el poeta en versos anteriores, la noche viene, como si fuese esa noche de insomnio que can­taba Dámaso Alonso en Hijos de la ira, pero ahora, con el romanticismo latente del poeta jerezano, la noche llega con el deseo de abrir boquetes entre los cuer­pos, como nos ha dejado también Javier

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl30 Pedro García Cueto

Lostalé en el poema "El hueco" (perte­neciente a La tormenta transparente), donde el amor de unos seres entregados al deseo siempre deja un hueco, el silen­cio que queda entre dos seres y que el amor ha de llenar.

Poemas cqmo "Mendigo", "Espera", van dejando una huella, un espacio, como el de Espera, donde un hombre siempre busca a la mujer, y aquel a esta, envueltos en la espera eterna de los amantes, donde el dolor: "que me hice sangre en las palabras de repetir tu nombre", se conjuga con el apasiona­miento de esos seres que se deshacen si no se aman, vados en los cuerpos, ren­didos ante tanta soledad:

y tú me lo dices que estás tan hecha / a esta deshabitada cerra-

. zón de la carne / que apenas si tu sombra se delata, / que apenas si eres cierta / en esta oscuridad que la distancia p<me / entre tu -cuerpo y el mío.

Vacío que sangra, deshabitados los seres de su amor, cuerpos que han de rellenar el hueco del amor, en la cerra­zón de la carne no consumada, donde Caballero Bonald se desangra en un poema de amor, en la búsqueda del otro para cimentar la vida.

La noche vuelve en Las horas muertas (1959), donde Caballero Bonald retoma esa búsqueda de su deseo, la confirma­ción del amor, donde poder vivir la vida deshabitada antes, ahora, contrariamen­te a esa primera noche de Las adivinacio­nes (1952), el poeta jerezano se vuelve a una noche creadora, germinal, donde la vida pueda ser, como nos dice el poema "Un libro, un vaso, nada":

Todas las noches dejo / mi soledad entre los libros, abro / la puerta a

los oráculos / quemo mi alma con el fuego del salmista.

En el oráculo se halla la fe, la que componga las piezas rotas, la que propi­cie la creación, la que abra, como una · granada, el poema, envuelto entonces en luz germinal. Es una noche que abre la senda del viaje, como la de San Juan de la Cruz en la que el alma busca a Dios en su célebre Noche oscura del alma:

Todas las noches junto inútilmente / los residuos del día, me distancio / del tiempo funeral del desamor, / consisto en lo que he sido . / (Una mano olvidada entre las sába­nas / rompe papeles, incinera / los escombr,os del sueño).

La idea de la creación también la cuestiona el poeta, ante la inutilidad de todo, como si el desaliento estuviese detrás de todo acto geJ;"Jnipq},.,I;pmo si el sentido de la vida ya viniese roto por nuestra mortalidad, en la idea que generaron nuestros escritores del 98, el absurdo vital, que la filosofía de Shopenhauer o de Nietszche también ha sabido ver. Lector culto, Caballero Bonald, recoge la tradición y la envuel­ve en buena poesía, donde alumbra el espíritu manriqueño hasta el mundo lorquiano:

Oh posesión / de nadie, ¿para qué / tantas páginas vanas, tantos / días vacíos? Mira / a tu alrededor, ¿qué queda? Solos / estamos: toda la ausencia cabe / entre lo verda­dero y lo ilusorio. Aquí / mi obsti­nación es mi alegría: / un libro, un vaso, nada.

Vacío final, el libro como posesión amada, como un cuerpo que se acaricia

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52 Los espejos interiores de J. M. Caballero Bonald REPÚBLICA DE LAS LETRASl30

en cada página, pliegue secreto de ternu­ra, como una piel, el vaso, lugar del vacío, de viajes donde siempre se vuelve al lugar de tinicio, el alcohol como eva­sión ante la vida, la nada como resulta­do, espacio y ámbito donde el poeta vive y sufre su desarraigo existencial.

De nuevo, la noche, en Pliegues de cordel (1963), donde Caballero Bonald retoma esa idea de la noche que engen­dra monstruos, como el sueño de la razón de Goya o esos caminos que tra­zaba Luis Rosales en La casa encendida, noche que hace más sensible cualquier sonido, que todo lo desvela, donde cual­quier ruido parece un eco callado del mundo:

A veces, en la turbia / galería del sueño, encendía / la luz y me que­daba / oyendo los ruidos / de la noche: el treno / de la ronda, el gotear / del grifo, la doméstica / respiración y como un vago / aci­cate de vida / en la madera.

Todo sonaba, todo era súbito des­pertar, como si crujiese la madera, como si toda cosa cobrase vida, muebles, libros, donde la noche era como un deseo imposible para volver a la infan­cia, tema clave en su obra, como en la de Paco Brines, un paraíso perdido pina siempre:

Dormía / vigilando las sombras, / la rebelión de gérmenes / del sueño, entumeciéndome / de fe, como esperando / desde el rincón de 'reo, de mi infancia / que fuese libre para despertar,

Reo de mi infancia, como si nada pudiése volver a que el sueño de felici­dad, lug-ar de plenitud, oasis donde la vida ya no nos quita la sed.

En Diario de Argónida (1997), el poeta canta lo que se va, donde la inclemencia del ayer tiene espejos interiores, tanto que hay poemas como "Interior noche", donde todo es pasado, como si el pre­sente fuese ya un instante que se escapa, casi nada, después del crimen de la vida, como nos dice el poema:

Un redundante síndrome de alar­ma / cOrre / veloz, / impregna / los papeles, los inmisericordes / formularios del tiempo, empaña / los cristales que velan el pasado.

La alarma de la vida, que ya ha pasado factura, donde nada queda, solo la memoria, lugar donde ha de perma­necer el ser ante la escombrera del tiem­po, envuelto en sombras, que sobrevue­lan sobre la nada del ser.

Todo se resuelve en la memoria, pero el presente, como si fuese un labe­rinto esconde > el crimen de la vida, su erosión sobre el rostro, sobre los surcos de la mirada:

te acuerdas / seguramente del que fuiste, pero no / del que serás des­pués de cometido el crimen,

Sin duda alguna, el libro tantea los terrenos de la memoria, como en el poema "Marcas del camino", donde nos habla de la cicatriz que supone el tiem­po o "Présente histórico", donde los días tienen el sabor añejo del tiempo, en esa casa nativa, que parece que lo mira, como el balcón donde anidaban los pájaros idos en la poesía de Brines o el viejo que llega a la casa en Las brasas, primer y celebrado libro del poeta varenciano.

Y, por fin, su libro La noche no tiene paredes, del año 2009, donde Caballero Bonald nos canta al pasado, como resu-

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REPÚBLICA DE LAS LIITRAS130 Pedro García Cuelo

men lastimoso de un tiempo que ya no volverá, en poemas tan emocionantes como "Cuerpo desnudo, ya no te conoz­co", perfecto resumen de una obra poé­ti'ca hecha contra el tiempo, pero que muere por su mismo paso, una obra que reivindica la memoria, pero que, en la línea de su querido amigo Brines, sabe que todo es devastación, la \rida lo ha dado todo y no ha dado nada, así es el mundo, tal y como lo ve Caballero Bonald, celebrado premio Cervantes y gran poeta, sin duda:

Cuerpo desnudo, ya no te conozco, / llegas de lejos y desentendido, / te acercas con despacio / ¿desde dónde?, / permaneces inmóvil frente a mí / y ya no te conozco,

Vida que se va, cuerpos -que se dejan de querer y el dolor que el paso del tiem­po va horadando en los cuerpos ya enve­jecidos, lejos de aquel raudo tiempo de la

juventud, que cantaba Cemuda ante la pérdida inevitable de su rostro bello,

Sin duda alguna, el cuerpo, destino de los hombres ante la realidad, deja al poeta abierto a la sombra definitiva, donde vive el dolor y la memoria, con la noche como escenario preferido:

Cuerpo desnudo, pedestal de nie­bla / donde se juntan finalmente / las fases del temor y sus contrarios, / dulce efigie carnal a quien ya no conozco,

Final necesario para una voz verda­dera cuya trayectoria ha tocado diferen­tes estilos, pero es en la poesía, con la hondura que nos regalan los poemas comentados y otros muchos, donde el hombre enamorado de la vida, pero desalentado ante su devenir, logra triunfar, ahora ante un reconocimiento que nos alegra a todos, el premio Cervantes,

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54 Los espejos interiores de J. M. Caballero Bonald REPÚBLICA DE LAS LETRAS130

Vivo allí donde estuve

Desde un lugar que aprendo a recorrer cada mañana, vuelvo sobre mis pasos y te espero allí donde estoy solo.

Matinal ofertorio del sueño, escribo el nombre de tu vida, te vas desentrañando entre las hoscas hojas traicionadas en la noche. Eres la reclusión donde me sacio, el acuciante azar en que te tengo cada día, amor propiciatorio que reúne lo perdido.

Vivo allí donde estuve, junto al mar delirante, libre velocidad inmóvil orillada de fuego, bosque lustral de la alegría.

¿ Qué me queda de aquel itinerario, habitaciones clandestinas, bautismales refugios de única verdad, qué me queda detrás del sortilegio? Ser feliz un instante y perderte, mientras vuelvo sobre mis pasos cada día.

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Mundos de Sampedro

En un país, como lo es este, de divi­siones excluyentes, se pone bajo sospe­cha todavía eso de que alguien que pro­cede de ámbitos paganos se atreva a incurrir en asunto tan extravagante como hacer literatura propia. Quien es capaz de razonar no puede imaginar, parece­mos seguir suscribiendo. Recordemos que por aquí la palabra "ciencia" aún se asocia fríamente con deshumanización; mientras que la palabra "cultura" se identifica falazmente con el mundo de la literatura, les beaux arts o la historia. Así, al científico, el imaginario popular lo deposita en los hiperbóreos de las cifras y de los intríngulis simbólicos -:-y de ahí no saldría- mientras que el hombre culto es el que sabe hablar de Mozart o de Las

TOMÁS SÁNCHEZ SANTIAGO

Meninas pero no de la termodinámica. Esto último, al parecer, no es cultura.

Así las cosas, no es de extrañar que cuando aparece entre nosotros alguien con capacidad de enjuiciamiento científi­co, estético y moral-y todo a la vez- se le mire con simpatía exótica más que con admiración, o tal vez con condescenden­cia, provocada por la actitud calamitosa que quiere sostener aquel orden excluyen­te y bipolar al que antes nos referíamos. Ya se sabe: "Decídase usted por carne o por pescado, que ambas cosas son dema­síada munición para su competencia".

En los últimos meses han desaparecido en España dos figuras colosales, bien dis­tintas, cuya influencia no ha pasado de esa simple sintonía emocional y cautelar que

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56 Mundos de Sampedro REPÚBLICA DE LAS LETRASl30

se mantiene a raya, más por temor a ,su,' capacidad de revolver los fundamentos del mundo que por cualquier otra cuestión. Se fue, en efecto, Agustín, García Calvo en noviembre de 2012 y apenas se inmutó eso' que se denomina la comunidad intelectual; y no ya esa facción intelectual que configu­ra una disidencia soterrada sino ' la propia tribu de prelados investidos de autoridad oficial: filólogos, 'catedráticos, filósofos, tra­ductores, helenistas ... Nadie se ha hecho eco aún de lo qu~ significa haber perdido una de las cabezas más poderosas de todo el siglo XX. En cualquier otro país, la pér­dida se hubiera calificado de catástrofe. Pero es que estamos en España.

y ahora se acaba de ir ' José Luis Sampedro. Su bonhomía , y esa pondera­ción con que iba soltando mansame!lte bombas sobre nuestras cabezas han permi­tido que la noticia de su fallecimiento haya inundado por unos días los medios de comunicación. Y en el exceso necrológico de esa atención mediática nos ha parecido ver lo mismo que decíamos que ocurrió con García Calvo, solo que al revés: esa hinchazón informativa a favor del perso­naje parecía un apresuramiento por liqui­dar cuanto antes la reverberación de un pensamiento y de una actitud que destiló una y otra vez, cada vez con mayor firme­za, una acusación libérrima y valiente con­tra el orden social y económico que sostie­ne los nudos' negros de nuestro mundo.

José Luis Sampedro tuvo como refe­rente de su peripecia existencial al dios Jano ("mi dios siempre ha sido Jano", expresó directamente en su discurso de ingreso en la RAE en 1991). Pero, como si no le bastase esa manera duplicada de estar en el mundo como aquella divini­dad de dos caras, la fundió con Némesis, la diosa de la ponderación ("convienen las bodas de Jano y Némesis", vuelve a decir más adelante en su discurso de 1991). Es decir, Sampedro concibe al

mundo, a la existencia humana, como una contienda, entre la acción y la refle­xión, entre la destrucción y la creación, tal como lo había concebido Fernando de Rojas en aquel contundente preludio a La Celestina que expone en las postrimerías del mundo medieval la necesidad de un motor dialéctico en todos los órdenes de la vida para que esta pueda desarrollarse desde siempre. Obvi~mente, el sabio Sampedro conoce , la necesidad de esa dinámica. La transporta él su pensamien­to económico, simbolizado en esa lucha entre fronter~zos y onfálicos, digámoslo así. Y es que para él "[ ... ] las fronteras, por muy altas que ~ean las murallas chinas, nunca impiden, ignora~ lo existente más

'allá, ni envolverlo en la indIferencia; acti-t~d en cambio bien propia del centro, donde suele vivirse como si su mundo fuese el único". Ya está , aquí explícita la médula de su sentido de la existencia: concebida como realización social, como trascendencia de la mera aventura indivi­dual, la vida es ese juego dramático de

I tensiones necesarias -centrípetas y centrí-fugas; "lo propio" y "lo otro" - que habrá de conjugarse de continuo por todos; también por quienes deciden cuál ha de ser el orden prevaleciente del mundo.

En cuanto al propio Sampedro, esta complementariedad dialéctica entre des­trucción y creación ent.. .. a de lleno en su propia escritura literaria; así, en Octubre, Octubre, probablemente su novela más ambiciosa y donde puede advertirse, en mi opinión, mejor que en cualquier otra ese último fondo existencial, la complejidad del hecho de vivir se refleja no solo en los estratos argumentales yuxtapuestos sino en esa estructura corrediza temporal que lleva a la cronología a algo parecido a un factor de espesor inquietante, que acompa­ña crispadamente la vida de los personajes, Estos aparecen en la novela un tanto ame­drentados, desorientados, como si supie-

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REPÚBLICA DE LAS LEfRASl30 Tomás Sánchez Santiago

ran que el orden de la vida, que los va modelando, los trasciende. Son, diríamos con Unamuno, verdaderos "agonistas" próximos a ese escenario absurdo, a veces de ribetes zarzueleros, de Beckett o de Valle-Inclán, y que no acaban de compren­der, pues se les escapa, un tempo que los condiciona irremediablemente tanto en el propio artificio narrativo como en laperi­pecia que allí se narra. Hay un momento, al final de una de las partes, en que .el prota­gonista se lanza a un monólogo compulsi­vo y lleno de desazón ontológica, en la cuerda de los autores antes aludidos:

¡Pero desvarío! ¿A qué siniestro abis­mo me arrastra este dorador? Pobre Magda [ ... ]. ¿Qué importa nada, si de todos modos no comprendemos? [ ... ] Disolución, desmoronamiento de las cosas y eltiempo, de los seres y la cro­nología. Veo a Petra casi a diario, pero ¿qué sé yo si en cuanto vuelvo la espalda sigue existiendo? ¿No pensa­rán otros lo mismo de mí? ¿Es esto empezar a vaciarse de verdad? [ ... ].

Sin entrar en más profundidades, antes de revolver las aguas que nutren las ideas de este pensador siempre a favor del activismo -y esta es ya una de las manifestaciones de conducta de ese dualismo del que hablamos aquí-, tienta la idea de acercar ese sistema de convic­ciones a la estirpe platónica de una inicial unidad de conciencia a la hora de conce­bir eso que llamamos "mundo". Un anima mundi, eso es.

Este concepto, que a lo largo de la his­toria de la humanidad ha ido rebotando como un balón escalones abajo, parece haber sido recogido por el economista y escritor en aquel último estadio romántico en que la sintonía universal del espíritu se ha transformado ya decididamente en la búsqueda de una fraternidad universal. El

mundo como "representación" total que nos pertenece a todos. José Luis Sampedro, el economista y el escritor -Jano, otra vez, él mismo-- suscribe la posi­bilidad de organizar la vida conforme a un idealismo social que él se niega una y otra vez a mantener como utopía paralizada en la conciencia de lo imposible, como mera especulación ideológica -y esa es la médu­la de su propuesta- para r proclamar la necesidad de llevarlo a una práctica posi­ble. Importa decir cuanto IDltes qué aleja­do está el pensamiento étiéo de José Luis Sampedro de una adherencia a este post­modernismo que todo lo basa en la renun­cia al pensamiento sistemático, en la des­configuración obligada de una visión del mundo o en el hedonismo a ultranza. La lección de Sampedro es esa msistente lla­mada a recuperar -o a no abandonar, si aún es posible- aquella visión estructural del mundo, pervertida ahora en el concep­to malhadado de "globalización", término de resonancias exclusivamente tecnológi­cas y financieras, como él denunció abier­tamente. El mundo, que ha de considerar­se como una entidad orgánica, susceptible de aplicar su irradiación sobre ese concep­to ya sin rostro, maltratado y difuminado por los agentes políticos y mediáticos encargados de definirlo siempre a su modo: la humanidad.

En una intervención de Antonio Rallo Romero recogida en el número especial que Andrés Sorel dedicó a José Luis Sampedro en 2008 en República de las Letras, se recuerda cómo cuando termina­ba su carrera en la facultad madrileña conoció a sir William Beveridge, el muñi­dor de la seguridad social inglesa en aquel momento. Aquel hombre le' dijo al parecer a Sampedro algo que nunca se le olvidaría: "La vida consiste en servir, no en disfrutar". · Bastaría este testimonio para comprender la urdimbre del carácter de este hombre admirable, de este vitalis-

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.58 Mundos de Sampedro REPÚBLICA DE LAS LETRASJ30

ta que cerraría el bucle de aquella senten­cia con esta otra, de cuño propio: "La vida es arder; quien no arde no vive".

Solo teniendo en cuanta la premisa primordial de que el mundo es Uno -el mundo como espacio físico: el planeta como casa común, "única entidad sagra­da y compleja", como la consideran D'Escoto y Leonardo BoH en la Declaración Universal del Bien Común de la Tierra y la Humanidad, que a buen seguro hubiera suscrito nuestro recién desaparecido pensador, si es que no llegó a hacerlo- José Luis Sampedro está dis­puesto a aceptar las bondades de un fenómeno como la globalización, que debería afectar en su arrasamiento feliz a toda la humanidad por igual. Su tesis de que es la técnica, en su vertiente diabóli­ca y mendaz, la que posibilita aviesa­mente esa globalización ("la técnica ha mundializado el intercambio comercial y financiero sobre la Tierra", dice él) viene seguida de un aviso que deja al descu­bierto uno de los fundamentos del pen­samiento humanista de este testigo del siglo: la técnica, "sus efectos resultantes, dependerán de quien tenga el poder de usarla y de lo que quiera hacer con ella". Es decir: la técnica no se ha ido de las manos, no mantiene una inercia autónoma análoga a la del universo orgánico, cuyo destino biológico se rige por un instinto ciego de supervivencia; al contrario, está dirigida no por el azar sino por manos interesa­das que la orientan y la reorientan hacia la previsibilidad a fin de mantener aquel orden secular que Sampedro volvía a ponernos ante los ojos por si lo habíamos olvidado: el mundo se gobierna por una minoría de opresores que aplastan a una gran mayoría sometida. Así, la globaliza­ción - en alianza con el mercado, como bien explicaba el escritor en su ensayo de 2002 El mercado y la globalización- no es más que el nuevo instrumento generado

por la sofisticación tecnológica para mantener ese statu qua, injusto y laceran­te, ahora con lá ilusión estupefaciente de hacer creer que ello supone la posibili­dad de acceder tanto al bienestar como al conocimiento a partir de ella.

Pero, ay, conocer no es saber. Como expone en La sonrisa etrusca, su fábula más celebrada por la legión de lectores que necesita ficciones en las que verdad y cercanía les muestren a las claras eviden­cias inapelables, donde la vieja sabiduría de un abuelo de sensibilidad agrícola, ya en retirada, sostenida en lo ancestral o en la superstición, es capaz de conectar con la fuerza de la vida mejor que sus hijos, habitantes de un norte industrial, unifor­miza do y donde los instintos se han seca­do en nombre de una civilización asépti­ca. El viejo campesino es el que sabe; su hijo y su nuera simplemente conocen. La labor de sutura del abuelo -del nonno­con el" pequeño Bruno será toda una reparación. Una reparación vital. De nuevo en la novela esa dialéctica, ese choque de mentalidades -ahora simboli­zado entre el Norte y el Sur- entre quie­nes aceptan la vida con todos sus coros de inmediatez y quienes ya se han aleja­do, en nombre de una domesticación, hacia una asepsia vital.

Valgan estas pinceladas, tantas veces mejor expuestas por los lectores más avi­sados del economista y del escritor, como muestra .de agradecimiento a quien nos ha devuelto a tantos, y hasta el final, la esperanza en el espíritu rebelde mediante esa "pirueta moral" de abanderar ideas desde movimientos de insumisión contra quienes proyectan maniatar aún más el pensamiento libre. En este tiempo, en que la violencia se quiere definir también interesadamente, y siempre a favor de quienes detentan [sic] el poder, José Luis Sampedro nos sigue mostrando la necesi­dad de alzarse una y otra vez con la pala-

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bra y con la acción contra quienes contro­lan interesadamente la complejidad del mundo. Él nos recordó siempre en sü pensamiento científico y en su mane'ra de creer en los hombres y mujeres a través de sus ficciones narrativas que por muy absurda que la vida se nos presente es

posible transformarla con argumentos morales impecables. Su recuerdo no debería aparearse en la trampa de una simpatía superficial en estos días cerca­nos a su qesaparición. Ello sería la mane­ra más sibilina de traicionar sus prolmes­taso No lo olvidemos nunca.

José Luis Sampedro y Andrés Sorel en Mijas, Málaga, en 2012, José Luis Samped'ro falleció en abril de 2013, .

Tres meses antes de morir, Sampedro escribió estas palabras a Andrés Sorel:

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Víctor Alperi Propuesto al premio Príncipe de Asturias 2013

Fot9grafía de éscritQr,

El escritor no es joven ya. Sus ojos están cargados de memoria y sueños y su mirada alberga las edades que guarda remansadas, los instantes Que ha salvado del gempo con su escritura inmarcesible. .

~uejovén muhos años. Juventudes sucesivas le pueblan. Hay sonrisas y risas como heridas y placeres disecados cual pétalos que laten entre todas [as páginas del librol que está leyendo con los o-jos quietos, que ha ido escribiendo año O'as ano, siempre salvando de la mar sus pensamientos.

Contempla los desiertos de las olas, penetra en las honduras de las aguas, los abismos, las cumbres, los vacíos y los cielos del alba)' de la 'tarde. Dulces cielos de. tarde, roscros ido~ que se mezclan en grave muchedumbre

JUAN MOLLÁ

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con amargos perfiles de la ausencia.

Los soles que se han puesto, las estrellas

que han ¡do apareciendO' y se borraron

tras de la niebla sorda de la noche,

tras de la luz terrible de la aurora.

Hay auroras terribles y hay ocasos que duelen.

Todo se guarda en sus papeles, vive

en su mirada sabia y sin consuelo,

su sonrisa invisible. La piel del rostro cubre

como un velo, una máscara,

una celada férrea y transparente,

'al niño que contempla, que recuerda,

que ya no espera, que sereno aguarda

y que siente cuajarse los silencios

que se vuelven palabras florecidas

como siempre de nuevo, como siempre.

El escritor traspasa las edades,

conserva su secreto,

mantiene todavía su don 'vivo,

la llama del principio no gastada,

no censumido su misterio .

El escritorf¡o es joven ya. Sus ojos

están cargados de dolor y olvido

en el tapiz de su fotografía.

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Víctor Alperi

1.-VíCTOR ALPERI, ¿ESCRITOR ASTURIANO?

La noticia de la candidatura de Víctor Alperi al premio Príncipe de Asturias de las Letras, apoyada no solo por todas las instituciones asturianas -como el Ateneo Jovellanos, la · Funda­ción Ateneísta de Asturias, Ediciones KRK o Fundación Dolores Medio- sino también por entidades como el Departa­mento de Español y Portugués de la Universidad Boulder de Colorado, la

JUAN MOLLÁ Presidente de ACE

Vicepresidente primero de CEDRO

Universidad Temple de Filadelfia, la Society of Spanish and Spanish-Ame­rican de EE. UU., el Anuario Valle Inclán y la Asociación Colegial de Escritores de España, pone una vez más en evidencia su categoría de escritor y, en primer lugar, la cuestión del ámbito territorial de su obra.

En el libro Un espíritu literario. Vida y obra de Víctor Alperi (2007), su autor, Víctor Guillot, plantea abiertamente tal cuestión con estas palabras:

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64 Víctor Alperi REPÚBLICA DE LAS LETRASl30

Si hubo un escritor que trascendiera más allá de Asturias, ese ha sido Víctor Alperi, sin que ello haya signi­ficado el abandono de su tierra. Muy al contrario, nombrar a Alperi signifi­ca que las letras asturianas de este mierense gijonés adquieren la cate­goría de letras españolas que marcan la historia del pasado siglo y de este nuevo que se inicia con nosotros [ ... ].

La literatura de este asturiano nace emparentada con las vanguardias narrativas del momento, aunque especialmente la novela y el relato, abordando la vida desde un conoci­miento del tiempo narrativo que hasta entonces no se practicaba en España. La verdadera influencia de Faulkner, Scott Fitzgerald, William Saroyan, entre los americanos, Zweig, Roth, Joyce o Céline, entre los europe­os, es recibida entre estos escritores, sin que ello supusiera una renuncia a la raigambre literaria española, desde Azorín, Machado, Gómez de la Serna o Valle Inclán siguen ardiendo en su prosa como antes o mucho más.

y es cierto que, por encima de sus obras sobre temas asturianos, como el de la fábrica, los mineros, los pescado­res, los indianos o la revolución de Asturias de 1934, e incluso en la manera de tratar estos temas, todas las obras de Víctor Alperi se enmarcan en unas coor­denadas universales.

Se ha dicho que, con Pérez de Ayala, es de los pocos escritores asturianos que utilizan el español sin dejes locales, que unas veces se buscan y otras veces se cue­lan sin quererlo en las obras de aquellos.

Yo creo que Víctor Alperi es un astu­riano neto, compenetrado profundamen­te con su tierra y con sus gentes. Pero no

es un escritor localista. Su obra, especial­mente la nar~ativa, tiene un empuje de gran aliento, de alto vuelo sin fronteras. Los problemas profundos que afronta, los dramas íntimos que refleja afectan a la humanidad entera, sus personajes tienen un fondo universal común con las perso­nas de cualquier rincón del mundo.

2.--UN RENOVADOR DE LA NOVELA

Como ha escrito Cosme Marina, Víctor Alperi "ha contribuido a la reno­vación de la novela española, siendo, en muchas ocasiones, avanzado a su tiem­po [ .. . ]. Su espíritu innovador y su capa­cidad creativa no dejan de sorprender­nos en cada nueva publicación".

y esto es así desde la etapa más juvenil, desde sus primeras obras, hasta las más recientes.

La catedrática de Lengua Española y de Teoría Literaria Carmen Bobes, in­troductora en España de la semiología literaria, profesora en Oviedo, Lugano, Burdeos, Montreal, El tairo, Braga, Madrid, etc., en su extensa obra Víctor Alperi, escritor, parte del principio de que

la obra narrativa de Víctor Alperi es amplia y diversa, pero toda ella mantiene el mismo estilo original y propio . .. Si nos centramos en la explicación de su modo de narrar, que es el más frecuente en las nove- . las de Alperi, y buscamos la com­prensión de relatos tan originales, tan densos y pausados (no es contra­dictorio), de discurso tan reflexivo y, a la vez, tan lejano, se puede com­probar que los recursos expresivos y literarios de las primeras novelas se mantienen prácticamente en las que siguen, si bien con algunos cambios que no desvirtúan su sentido y con­firman su originalidad".

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl30 Juan Mollá

Víctor Alperi figura entre los pocos autores españoles que iniciaron el giro de la novela hacia nuevos métodos y horizontes, a contrapelo de un ambiente empantanado en el realismo acartonado de los años cincuenta y sesenta.

Sebastián Juan Arbó escribió en La Vanguardia de Barcelona que su novela El rostro del escándalo

figura entre las cinco novelas espa­ñolas que se pueden comparar con lo mejor que se edita en Hispanoamérica; las otras obras son El camino de Miguel Delibes, La fami­lia de Pascual Duarte de Camilo José Cela, Los bravos de Jesús Fernández Santos y Gloria en subasta de Alejandro Núñez Alonso, más algu­nos cuentos de Ana María Matute.

La posición de Alperi en aquella pri­mera época viene reflejada expresiva­mente en este curioso texto de Francisco Umbral:

Sé que andas, como yo, haciendo la guerra de guerrillas de la literatu­ra. A veces me llegan de lejos tus disparos, el eco de tus escaramu­zas, como a ti te llegarán mis ecos. Madrid es un sitio tan pequeño que solo cabemos en él unos cuantos escritores jóvenes, unos cuantos escritores viejos y los candidatos a concejal. Lo demás es inmigración interior, población de aluvión [ .. . ]. Creo que somos de la misma gene­ración -y hablo de generaciones porque me da la gana-, aun cuan­do esto moleste a los antigenera­cionistas que nunca generan nada.

Ya de su primera novela, Como el viento (1957), escribió Juan Ramón Pérez:

Contrariamente a cuando ocurre con tantas primeras novelas, Como el viento alcanza una perfección rara­mente alcanzable. Víctor Alperi construye en ella un mundo novelís­tico sugestivo, pero al mismo tiempo le presta una fluidez y una trabazón perfecta [ ... ]. Poseedor de una fór­mula personal de expresión que con­siste en conjugar diestramente ele­mentos fantásticos, e incluso casi mágicos, con otros de un realismo implacable, Víctor Alperi logra en su novela un clima de rara sugestión.

En el mismo sentido, Luis González del Valle, profesor de la Philadelphia Temple University, precisa:

En su novelística se observa el paso de una literatura realista y hasta tes­timonial, a formas más innovadoras que demuestran su contribución a la renovación de la novela española.

Más concretamente puntualiza Car­men Bobes en su libro ya citado Víctor Alperi, escritor:

De Alperi se ha dicho que "es uno de los escritores que más han tra­bajado por la renovación de la novela española en los años sesen­ta-setenta". Creemos que efectiva­mente así es y nuestro objetivo será confirmar, en el análisis de algunas obras de esta época, cuales son los recursos utilizados por el escritor para dar novedad y originalidad a sus relatos. No obstante, la tesis no queda limitada cronológicamente a esa verificación, sino que, si revisa­mos novelas de las décadas siguientes, comprobaremos cómo sigue con su modo original de ver la vida, el ser del hombre y sus

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66 Víctor Alperi REPÚBLICA DE LAS LETRAS130

Víctor Alpel'i

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LOS MUERTOS

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J\mJ.rlas ·

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl30 Juan Mollá

relaciones sociales, organizándolas en un mundo de ficción rico y sugerente, y además narrado de una forma original.

Algunos de los recursos que encon­tramos en sus textos se conocían ya en la historia de la narrativa, como puede ser el monólogo interior[ ... ]; otros recursos son más nuevos, como pueden ser la indiferencia ante los hechos que da lugar a un discurso interior divagante; pero lo destacable en el uso de unos y otros consiste en que los relatos de Alperi los utiliza no como una forma de discurso, que también, porque es imposible no hacerlo, sino como signos literarios de valor semiótico ocasional, que añaden significado o afianzan el sentido general de una función, de un motivo, y el modo de ser o estar en el mundo de determinados perso­najes.

Diversos críticos de las obras de Alperi han insistido en este valor reno­vador de su narrativa.

Así, Víctor Guillot:

Podría hablar de La batalla de aquel general y decirles que gran parte de lo que se ha escrito después en España nace de este hermoso li­bro.

Así, Ramón Hernández:

Víctor Alperi ha contribuido en gran medida a ensanchar y presti­giar el panorama cultural español, muchas veces degradado y áptero, reducido en demasía al gueto de una minoría de "notables".

Así, el admirable crítico Antonio Valencia:

En las obras de Víctor Alperi la caracterización es atractiva y da lugar a la existencia de personajes de relieve entre lunáticos y lunares, quietos, bañados por una luz extra­ña, lindantes ya con la trivialidad ya con la tragedia. Pero con serlo atractiva, lo es más la manera como el autor nos introduce en el mundo que describe, la gradación de sus planos de conocimiento, la varia­ción de sus objetivos e incluso del estilo narrativo. La batalla de aquel general no es una novela lineal y para hallarle paralelo en cuanto a la disposición de su perspectiva tendríamos que hablar, por ejem­plo, de La casa verde de Mario Vargas Llosa, en que la acción atra­viesa simultáneamente varios pla­nos de realidades temporales.

Al comentar esta misma novela, Carmen Bobes concluye:

Alejado del realismo, el autor da pasos seguros hacia una renova­ción del relato a partir de la pre­sentación subjetiva del mundo novelado, que se añade al uso ori­ginal de los recursos textuales que vamos señalando.

y se refiere a:

Los signos de orden, la simultanei­dad textual, los fundidos casi espectaculares, las metáforas espa­ciales, las asociaciones continua­das, el marco para textual de episo­dios con letra bastardilla, como un juego de un ingenioso narrador. El presente se convierte en la ruina de

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68 Víctor Alperi

un pasado más o menos glorioso, y todo conduce al mismo final. Cuando acaba la novela el lector participa emocionalmente de una frustración, de un sentimiento de nostalgia, de una catarsis general, porque no hay otra posibilidad. Alperi es un guía inexorable hacia la frustración e incluye al lector en el ámbito desengañado de sus pro­tagonistas.

Hablando de Los hierros de una cárcel (1972), Bobes mantiene:

Se adelanta a su tiempo, en algo muy concreto, que luego será bas­tante común, la deconstrucción de las categoría narrativas en una época en que la narración respon­día generalmente a un esquema causal y se apoya en las cuatro unidades de fábula y personajes, tiempo y espacio [: .. ]. El lector está obligado a colabprar en la construcción del sentido general de la novela, a partir de los seg­mentos que el discurso le va ofre­ciendo [ ... ]. Un difícil y casi prodi­gioso balanceo entre lo general y lo concreto, entre lo metafórico y lo real, recorre todo el relato y pro­duce a veces desconcierto en el lector que se ve obligado a buscar por si mismo las relaciones en el marco de referencias y de sentido, el valor semiótico del desorden dentro del sin-sentido general de lo humano [ ... ]. Un relato en el que las categorías sufren el asalto de una deconstrucción sistemáti­ca, tal como luego realizará la novela posmoderna.

o cuando comenta Viejo retablo de títeres nuevos, publicado en 1964:

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Es una novela trepidante que recuerda el estilo que pondrá de moda la novela negra, y particular­mente con un valor más literario el argentino Osvaldo Soriano.

Solo que, Viejo retablo de títeres nue­vos está escrito en 1963 y la principal obra de Osvaldo Soriano, A sus plantas rendido un león, cuyo ritmo según Bobes 11 es parecido al de la novela de Alperi", es de 1986.

O, en fin, al apostillar la crítica de Cristo habló en la montaña:

Estamos en el año 1962 y sorprende el tono posmoderno de indetermi­nación, de apatía, que parece evi­d~te, lo que supone que se ade­lanta veinte o treinta años al pos­modernismo narrativo.

3.-EsTILd LINGüíSTICO y LlRISMO POÉTICO

Queda dicho que una de las caracte­rísticas identificadoras de la narrativa de Víctor Alperi es su estilo peculiarísi­mo y personal.

"Esta singularidad hace del estilo lite­rario de Alperi un discurso perfecto, que se adapta a los temas como la piel al ani­mal, y que es uno de sus mejores méritos", como señala Carmen Bobes, que precisa:

Su dominio de la lengua española es admirable, la fluidez de su dis­curso es de agua cristalina, que deja ver el tema sin enturbiarlo, de modo que su lectura implica un placer añadido, porque nada di­suena, con nada se tropieza: nada sobra, nada falta, es perfecto. El discurso, en la primera lectura, no interrumpe, y en lecturas posterio­res recrea y deleita.

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Al situar sus novelas en una línea cronológica, observamos que el de Víctor Alperi es un estilo experi­mental continuo, en lo que se refiere a la sintaxis semiológica: el enfoque, el punto de vista, la dis­tancia de las palabras a los hechos, las alteraciones del tiempo, la alternancia de los espacios, etcéte­ra, todo se convierte en signo lite­rario, todo añade sentido al signi­ficado verbal del discurso; pasa con soltura de un relato imperso­nal, con narrador en tercera perso­na (la forma gramatical de la no­persona) a un discurso fuertemen­te subjetivo, en forma de monólo­go interior o exterior, interr.o o dirigido.

En cuanto a lo que podríamos lla­mar el fondo de ese estilo, los diversos críticos difieren poco en sus juicios:

El lirismo que desprende la obra de Víctor Alperi nace del desencanto y la soledad. Su novela es un ejerci­cio sentimental ajeno a la razón, un licor doloroso a veces y otras iróni­co, en cualquier caso siempre nim­bado por la pasión de la literatura . (Víctor Guillot) .

En ésta época en que a todo el mundo le gusta sacar a relucir lo feo de la existencia humana, lo duro, lo escabroso, Alperi lanza un lirismo nuevo, sorprendentemente moderno y, lo que es más impor­tante, propio y peculiar suyo. Si es necesario abordar un tema duro, no lo elude sino que lo enfrenta, ¡pero de qué modolE! lirismo se filtra a través de él y lo renueva. Lo ~ace diferente . . (Federico Carlos Gasalia).

Toda la literatura de Víctor Alperi carnina desde el lirismo al misticis­mo. (Tarrell Tatum, de la Univer­sidad de Chattanooga, EE. UD.).

Son los personajes, unidos al paisa­je, los que forman un todo difícil de separar y donde su mundo literario está recorrido por una especie de hondo pesimismo poético ... de una poesía ascéticamente trágica. (Juan Cueto).

En estos tiempos, cuando la mayor parte de las novelas españolas se es~riben a coces, Alperi devuelve a la novela la poesía de mejor ley, donde se funden tiempo, memo­ria, nostalgia y paisaje. (Carlos Rojas).

El "dolorido sentir" se escurre por el lienzo de "la novela de un pin­tor" hasta empaparlo de poesía y tristeza, algo que siempre está en la mirada de Víctor Alperi. (Ernesto Salanova).

4.-EL HUMOR

El sentimiento trágico, el pesimismo poético, e:l sentimiento de soledad de desengaño y de fracaso, la evidencia del paso devastador del tiempo, tan obsesi­vos en la obra de Víctor Alperi, se ven mitigados y a veces contrapesados por un profundo sentido del humor, apoya-O do en la ironía y en la mirada crítica, unas veces burlona y otras veces conmi­serativa, sobre la mediocridad, la petu­lancia y la estulticia humanas. Un humor cervantino, inteligente, tal vez patético pero nunca cruel, que se filtra en muchas de sus obras, tanto en las pri­meras, más ingenuas, como en las de su madurez donde su sabiduría le impone

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una serenidad superior, casi misericor­diosa.

Porque Alperi señala certeramente los fallos de sus personajes, pero tam­bién se identifica y se conduele con ellos, dejándose llevar por la piedad y la conmiseración ante el dolor, la tristeza, la desesperanza.

Así, ante las viejecitas que lloran sus recuerdos en Una historia de guerra, y las viudas y los huérfanos de la Revolución de Octubre de 1934 en Flores para los muertos, o en los supervivientes de la destrucción del tiempo en Dorado palacio de Lisboa, donde es el mismo palacio el narrador impasible de la desaparición de las épocas doradas.

Es un humor a toda costa, impara­ble, que mitiga la dureza de tantos ava­tares o caricaturiza los caracteres de sus personajes.

En casi todas sus obras, repito, desde la historia sentimental de Sueño de sombra o la desconcertante sátira social de Cristo habló en la montaña, hasta El destino no estaba en las cartas, Romance con bomba atómica, o incluso Peregrino en Malta.

No es extraño que se haya escrito en Bélgica una tesis doctoral titulada El humor en la obra de Víctor Alperi.

Pero donde ese humor estalla apote­ósicamente alcanzando un tono general jocoso, absurdo, irreal, de ritmo trepi­dante y cinematográfico, es en Viejo reta­blo de títeres nuevós. Su tema ya tiene un punto de . partida hilarante: el viejo Franz Heller, que ha hecho fortuna en la Patagonia, viene a España acompañado dé cinco hijas mayores, destartaladas, feas, ridículas y de un nieto adolescente que se pasa la vida en el cuarto -los cuartos- de baño.

Es un humor que desconcierta a los críticos. La opinión de Carmen Bobes es significativa:

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La risa cuaja en el absurdo y consi­gue un divertimento imaginando locuras y situaciones más o menos divertidas o patéticas, cada vez más audaces en las andanzas de las hermanas Heller y su padre [ ... ]. Es una novela divertida y cruel. El lec­tor, más que de risa en risa, camina de sorpresa en sorpresa, por sende­ros absurdos [ ... ]. Al leerla me pare­ció que respondía a una huida de la realidad hostil e inevitable [ ... ]. Algo así descubría el texto anali­zándolo desde una visión psicocrí­tica, pero no esperaba que fuera tan directa: la crueldad, el patetis­mo, el absurdo, se trasladan a un divertimento loco y sin sentido, como las novelas de Osvaldo Soriano surgen como reflejo y en relación con la tragedia de Argentina. Los símbolos literarios, no solo los lingüísticos, remiten a situaciones y a contenidos concre­tos: lo difícil es leerlos adecuada­mente, sin el testimonio del autor.

Disiento de esta opinión en un punto básico: no hay crueldad en esta fascinante historia de desconciertos. En todos sus personajes se instala un senti­miento de simpatía, de piedad incluso, que les salva de la crueldad y les impul­sa hacia una huida, sí, pero hacia una huida hacia un mundo mejor, quizá ilu­sorio, pero ilusionante.

El humor está en · la narrativa de Víctor Alperi, pero también y sobre todo, en su vida. Es el humor lo que le salva de la soledad, del desencanto, de la tristeza. Con nadie más que con él me he reído en largas conversaciones creativas, casi siempre telefónicas, en que su ingenio y su inteligencia se tra­ducen en una alegría que triunfa sobre todo.

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5.-EL VALOR MORAL

Víctor Alperi es un .escritor nato, absoluto, "un literato puro y a tiempo completo", con palabras de Juan Cueto. Vive literatura y para la literatura. Pero además, y quizá sobre todo, es un escri­tor moral, un escritor solidario, compro­metido con sus valores que ha desarro­llado a lo largo de toda su vida. Es, "en el buen sentido de la palabra, bueno".

Lo considero una excepción entre la generalidad de los escritores, que casi siempre miran sobre todo a su interés personal, a su éxito. "Allá cada cual", decía Cela. Alperi ha dedicado gran esfuerzo a la causa de todos los escrito­res; a la defensa de la profesión de escri­tor, a su solidaridad, a su libertad, a la defensa del derecho de autor.

Cuando Ángel María de Lera comen­zó a dar los primeros pasos en lo que sería el asociacionismo y la protección social de los escritores, Alperi se unió a aquel pro­yecto con su gran amiga Dolores Medio y tantos otros. Alperi fue uno de los prime­ros miembros de la Asociación Colegial de Escritores de España; intervino en sus dis­tintos congresos, muchas veces para denunciar la situación de los escritores de provincias, de cuantos escriben en rinco­nes aislados fuera del apoyo de las ayu­das, los medios y las posibilidades de los escritores de Madrid y Barcelona.

Ha sido, durante muchos años, pre­sidente de la Asociación Colegial de Escritores de Asturias y, como tal, vice­presidente de ACE. Desde esta posición colaboró en la defensa de los escritores asturianos; creó premios literarios, desa­rrolló en la prensa una labor informati­va y crítica, llevó a la práctica proyectos y sueños culturales.

El escritor Cosme Marina, en su pró­logo al libro Víctor Alperi, escritor, ha dicho categóricamente:

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En casa de Juan Mollá, 1957.

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72 Víctor Alperi REPÚBLICA DE LAS LETRAS130

La figura de Víctor Alperi es para mí referencia absoluta. Lo es por su valía y entidad profesional, que tanto admiro, pero también desde un punto de vista ético por su valentía y compromiso, por su insobornable lucha a favor de la cultura, rehuyen­do en todo momento el beneficio per­sonal, buscando siempre sumar y aportar, en una batalla continua en la que siempre aparecen nuevas fronte­ras que conquistar. La enorme talla moral de Víctor Alperi se ha visto acrecentada por la independencia absoluta que ha demostrado a lo largo de toda su vida. Induda­blemente ha pagado un precio por ello. Sin embargo, mereció la pena. Ha sabido transitar por encima de la mediocridad imperante, del amiguis­mo político y adulador que todo lo acaba enfangando. Su figura se erige, en este sentido, libre y sin ataduras, como ejemplo íntegro que brilla por la entidad y calidad de sus obras.

Somos muchos los escritores que mantenemos rotundamente esta misma opinión.

Al comentar su obra Los días y las sombras o el final de un siglo, un diario literario de especial interés, Carmen Bobes escribe (página 111 de su citado libro):

Víctor es un hombre sin hiel: escri­be siempre desde la amistad y la sorpresa, y mantiene estos rasgos en un género que se presta a la puya, a la ironía, a la maledicencia, al ingenio mordaz [ .. . ]. En este dia­rio "no encontrará el amable lector ni llantos de amor ni gritos de pro­testa", solo ese sentimiento de nos­talgia que está asentada en la lite­ratura desde hace siglos; es un dia-

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rio sin hiel, cosa rara en un género que suele anunciarse como amena­za simplemente por anunciar la realidad. Los diarios y memorias de algunos .personajes hacen tem­blar algunos cimientos sociales.

6 .-DATOS BIOGRÁFICOS

Víctor Alperi nació en 1930 en Mieres, la villa protagonista de Sueño de sombra, Mieres. Sinfonía de los valles, Dentro del río y Flores para los muertos, en el seno de una familia que había experi­mentado la aventura de América en la Patagonia, dato que ilumina las novelas Agua india y Viejo retablo de títeres nuevos.

En 1948 y 1949 comenzó a estudiar Medicina en Madrid. Y de 1949 a 1954 cursó la licenciatura en Derecho en la Universidad de Oviedo, donde se docto­ró. Su amor a Oviedo impregna su libro Ruta y leyendas de Oviedo.

En 1955 realizó los seis meses de prácticas de alférez, de la Milicia Uni­versitaria, en la isla de Ibiza, en donde también yo me encontraba, por la mis­ma causa. Él estaba escribiendo Como el viento y yo, La caracola herida, antícipe de Segunda Compañía. Allí se nos ocurrió la idea de escribir en colaboración una tri­logía sobre Asturias, que desarrollamos en meses sucesivos. Nació así una rela­ción literaria que se prolongó hasta hoy, especialmente por correspondencia, ya que Alperi vivía en Asturias y yo en Madrid. Esta relación literaria aparece reflejada en dos novelas de Víctor Al­peri: Una saga asturiana y la novela epis­tolar El destino no estaba en las cartas, que recoge la correspondencia entre dos jóvenes escritores; ciento cincuenta y una cartas en cuatrocientas ochenta y una páginas. La colaboración continuó en el extenso ensayo Carlos Bousoño en la poesía de nuestro tiempo.

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74 Víctor Alperi REPÚ.BLICA DE LAS LETRAS130

En 1957 publicó su primera novela, Como el viento,. y comenzó a escribir en revistas 'y ::p,e.riódicos de Madrid y Asturias y 'a r~lácionarse con escritores como Dolores Medio, cuya íntima amis­tad duraría hasta la muerte de la autora de Nosotros los Rivera, y emprendió

. numerosos 'viajes cuyas crónicas publicó en diversos medios.

En 1963 Plaza y J anés premió su novela Dentro del río, publicada en la colección "Selecciones de Lengua Espa­ñola", dirigida por Mercedes Salisachs con quien entabló también una amistad que perdura todavía.

En 1967 murió su padre y Víctor decidió quedarse en Asturias para acompañar a su madre, a la que ayudó en la publicación de libros gastronómi­cos que culminaría con los ocho tomos . de El libro de oro de la cocina española.

En 1991 murió su madre, Sofía Fernández, con lo que la vida de Víctor Alperi sufrió su más profunda herida, que tuvo su expresión en el bellísimo libro Madre de salvación y determinó una repercusión decisiva en su existencia.

Víctor Alperi, en la soledad de su casa abarrotada de libros y de recuerdos, medita, sueña, escribe, publica nuevas obras, trabaja en la ayuda y el éxito de otros escritores y en la defensa de la civi­lización del libro; interviene en aconteci­mientos culturales, se mantiene al día del desarrollo de la historia; y hace frente cada día a la dureza de la memoria, al dolor de sobrevivir a tantas ausencias, sin perder la fuerza íntima del creador y el don de su luminoso humor que le salvará siempre de la desesperanza.

7.-BIBLIOGRAFÍA SUCINTA

Víctor Alperi ha escrito numerosas obras de todo género, multitud de nove­las y relatos, centenares o miles de artí-

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culos, críticas de literatura y de arte, ensayos, crónicas de viajes, elogios de ciudades, tratados de gastronomía, estu­dios de historia.

Aquí solo pretendo apuntar unos cuantos títulos significativos que com­pletan el retrato del escritor. Los agru­paré así:

NOVELAS

• Como el viento. Aguilar, Madrid, 1957.

• Sueño de sombra, en colaboración con Juan Mollá. Puerta del Sol, Madrid, 1959.

• Agua india, en colaboración con Juan Mollá. Cultura Clásica y Moderna, Madrid, 1960.

• Cristo habló en la montaña, en cola­boración con Juan Mollá. Áncora y Delfín, Destino, Barcelona, 1962.

• Dentro del río . Selecciones de Lengua Española. Plaza y Janés, Bar­celona, 1963.

• Viejo retablo de títeres nuevos. Gu­llón, Madrid, 1964.

• Anselmo el pescador. La Novela Popular. Alfaguara, Madrid, 1965. Varias ediciones.

• La batalla de aquel general. Alfaguara. Madrid 1966. Otras ediciones en la colección "Reno", Plaza y Janés, Barcelona.

• El rostro del escándalo, finalista del premio Planeta 1968. Planeta, Barcelona, 1969.

• Los hierros de una cárcel. Cunillera, Madrid,1972.

• Una historia de guerra. Áncora y Delfín, Destino, Barcelona, 1972. Otras edicion es en la colección "Ren o", Plaza y Janés, Barcelona.

• A lá bendice Marruecos. Alfa­Omega, Noega, Gijón, 1982.

• Flores para los muertos, una novela en la Revolución de Asturias. Fundación Dolores Medio, Oviedo, 1984.

• Romance con bomba atómica. Narrativa Endymión, Madrid, 1988.

• Dorado palacio de Lisboa. Colección "Los contemporáneos asturianos". Caja de Ahorros de Asturias, Oviedo, 1990.

• La novela de un pintor. Libertarias, Madrid, 1993.

• Una saga asturiana . Huerga y Fierro, Madrid, 1999.

• El destino no estaba en las cartas. KRK Ediciones, Oviedo, 2006.

ENSAYOS

• Carlos Bousoño en la poesía de nues­tro tiempo, en colaboración con Juan Mollá. Oviedo, 1987. Múltiples edicio­nes realizadas por ALSA.

• Los papas del siglo XX. Plaza y Janés, Barcelona, 1966.

• Cartas de amor de una monja portu­guesa. Mariana Alcoforado. Fundación Dolores Medio, Asturias, 1987.

• Los días y las sombras o el final de un siglo. KRK Ediciones, Oviedo, 2001.

LIBROS DE VIAJES

• Ruta y leyendas de Oviedo. Prólogo de Benjamín Ortíz Román, epílogo de Juan Mollá . Colección "El ventanal", Oviedo, 1959.

• Ruta de oro, caminos de plata . Premio de Periodismo Literario Ruta de la Plata. KRK, Oviedo, 2003.

• Sagrada Galicia. KRK, Oviedo, 2004.

• Espaiia, un corazón desnudo . KRK, Oviedo, 2007.

• Peregrino en Malta . KRK, Oviedo, 2010.

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CRÍTICAS

NARRATIVA

ANDRÉS SOREL Ultimo tango en Auschwitz.

JOSÉ LÓPEZ RUEDA Aldea 1936.

RAFAEL SOLER El corazón del lobo.

ALFREDO CASTELLÓN El vuelo de la memoria.

JUANA SALABERT La faz de la tierra.

POESÍA

ANTONIO HERNÁNDEZ Nueva York después de muerto.

FRANCISCA ACillRRE Historia de una anatomía.

JUAN A. GUZMÁN Universo ... un verso.

Carlos González Serrano Sergio Torrijas

Antonio Costa Gómez

Pedro Garda Cueto

Rosa Burillo

Manuel Quiroga Clérigo

Javier Reverte

Paula Izquierdo

Juan Pérez Mercader

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~ARÁNTULA REVISTA CULTURAL

29 de abril de 2013

" 'Ultimo tango en Auschwitz'

de Andrés Sorel

CARLOS JAVIER GONZÁLEZ SERRANO'

Nadie habla de Auschwitz; si habla, no comprende nada; si comprende, lo olvida enseguida.

Ley de Auschwitz (sin autor)

Hay quien asegura que sobre la Alemania nazi ya se ha dicho todo 10 que se podría decir, que volver a este asunto no es más que quemar las tintas sobre un tema escabroso en un intento de esclarecer un periodo histórico que conviene olvidar.

y entonces, como un fantasma que nunca desaparece por completo (en España 10 sabemos muy bien), comparece la memoria, esa ingrata invitada que arremete contra los mejores deseos de encontrar en el pasado siquiera un vago impulso que nos aliente a la hora de dar con la clave de un futuro mejor. Aunque el recuerdo, en demasiadas ocasio­nes despiadado, no confiesa más que lo que ya nos temía­mos: que todo se repite, que el viejo adagio latino eadem, sed aliter ('lo mismo, pero de distinta forma') domina el mundo y el paso del tiempo. Que el samsara hindú predomina. Que la rueda de Ixi6n nunca se detiene. Y quizás, solo quizás, sea cierto.

* Licenciado en Filosofía, más ter en Estudios Avanzados en Filosofía y máster en Psicología del Trabajo y de las Organizaciones. Escritor y periodista especializado.

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78 Último tango en Auschwitz REPÚBLICA DE LAS LETRASI30

¿ Cómo se puede desde la normalidad narrar la anormalidad, y más hoy día, cuando todo se convierte en espectáculo: la lite­ratura, el crimen, las guerras, el amor, la muerte?

Último tango en Auschwitz, Andrés Sorel

En Último tango en Auschwitz (Akal, 2013, 256 pp., 16,00 euros), novela pos­trera del celebrado escritor segoviano Andrés Sorel (1937), se hace frente a esta delicada tesitura a la que se enfrenta toda vida humana, tomando como referencia uno de los paradigmas políticos y sociales más nefastos de la historia: el holo­causto nazi. A través de una prosa delicada -aunque directa y severa-, que no tiene reparos en llamar a las cosas por su nombre, Sorel nos introduce en la realidad de los internos que, día a día, dejan de enfrentarse al enemigo declarado para tomar como verdadero frente de combate el sí mismo. Un sí mismo que, incluso, llega a perder su propia identidad: "Contemplé> los números grabados en mi antebrazo izquierdo: 178.825. Ese es mi nombre".

Lo peor llega, y por eso se transforman en musulmanes [en el lenguaje del. campo, esqueleto viviente, que ha perdido las ganas de vivir, al que evitan el resto de los prisioneros], cuan­do dejas de sentir, cuando ya no te molesta el viento, la hume­dad, el frío, el olor a muerte. Y sobre todo cuando no sientes hambre. Ese es el camino que conduce al fuego. No lo olvides, muchacho. No lo olvides si quieres sobrevivir al infierno.

(Último tango en Auschwitz, Andrés Sorel)

Pero nada es fácil cuando" el viento del oeste trae el hedor a muerte", cuando los internos observan cómo innumerables niños, ancianos, hombres y mujeres pier­den sus nombres e historias para "regresar a la nada" ... en vida.

Sorel juega, en un giro inteligente y atractivo desde el punto de vista narrativo, con la pluralidad de perspectivas que se dan en el campo de concentración. Para algunos, este presenta la más absoluta tragedia del hombre, mientras que para otros no es más que un paso inevitable para la consecu­

ción de un fin mayor (en un enfoque, se podría decir, hege-liano).

y es que, puede que recordando a Marcuse, el autor expli­ca por boca de uno de los personajes que "el nazismo no es una anécdota o un paréntesis en la evolución de la historia, sino consecuencia de la civilización y el progreso encauzados de una manera unidimensional".

Tal vez el verdadero drama resida en este punto: en que el holocausto se llevó a cabo, corno nos deja caer Sorel en más de una ocasión, en nombre de un ideal de la razón. Ni siquiera los -llevados a gloria- progresos científicos (tan "racionales", tan "civilizados") parecen constituir un

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl30 Carlos Javier González Serrano

claro avance en lo que a la contención del mal se refiere. Más bien parece suceder todo lo contrario. El ejemplo de la Alemania nazi muestra cómo los ideales del pro­greso pueden llegar a invertirse para desembocar en una absoluta autodestrucción radical de la razón. Como apunta Sorel en una magnífica sentencia de la novela que os presento, "En los campos de exterminio murió también el lenguaje", o más adelante, "Lo que no puede ser concebido tampoco puede ni contarse ni enten­derse. Era la propia civilización la que se había vuelto irreconocible.

Si el silencio obligado de los pocos que saben entre la masa ignorante y ciega es ya de por sí siniestro, resulta verdadera­mente aterrador el espectáculo de una muchedumbre donde todos saben y se callan, donde cada uno lee la verdad en la mirada huidiza o aterrada de los demás.

Thomas Mann, Doktor Faustus, XXXIII

El nazismo inventó una forma de criminalidad que, se puede decir, pervirtió el concepto mismo de crimen: este es cometido en nombre de una norma racionaliza­da y no, como en el caso de Sade, como una transgresión de los convencionalismos sociales o como una pulsión no domesticada. Günther Anders (1902-1992) pensa­ba que todos nosotros podemos vernos implicados, sin saberlo e indirectamente (cual piezas de una máquina), en acciones cuyos efectos seríamos incapaces de pre­ver y que, de poder preverlos, no podríamos aprobar. Si algo ha provocado la tec­nificación de la existencia es la posibilidad de que seamos, en expresión de Anders, "inocentemente culpables".

Pero precisamente por esa condición de inocente culpabilidad hay que atrever­se a nombrar lo innombrable, a interpelar a la memoria y armarnos del valor nece­sario para reconocer -como explica magníficamente Andrés Sorel en una afirma­ción que bien podría aplicarse a más de un problema social de la actualidad- que

si todos nos refugiamos en el silencio, slo hablarán ellos, quie­nes no van a desaparecer, los fascistas. Y la multitud perma­necerá como siempre, sorda y ciega hasta que alguien la nece­site, espolee y la haga vociferar.

Índice

PRIMERA SECUENCIA. Me llamo K ........................ ..... 9 SEGUNDA SECUENCIA. Trabajo y libertad .................. .. . 59 TERCERA SECUENCIA. En Auschwitz no había

tiempo para aburrirse ...... ........ .............. .......... 97 CUARTA SECUENCIA. El humo y el fuego...................... 161 QUINTA SECUENCIA. Auschwitz. Último tango. ....... . ... .. . 217 CODA FINAL .... .. ... . ... .. ............... .. . ...... . .. . .. . ........ 243 ApÉNDICE

Vocabulario ....... .. .... ..... ...... . ..... ......... .... . .. . .. 245 Bibliografía ....... ... . . .. .... . . .......... ..... .......... .... 247 Tangos... . ..... ... ..... ... . ... . . ...... ........ . . ............. 250 Publicaciones y documentales ...... ...................... 251

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'Último tango en Auschwitz' Andrés Sorel

Un viaje al infierno, al lugar más indecente de nuestra historia

Cada vez es más extraño encontrar libms semejantes a este, son rara avis, animales cercanos a la extinción, aun­que cuando se halla uno y se mira el panorama editorial se siente una pro­funda lástima del estado actual de la edición y de la labor editor.ial. Esta novela no sería editada en muchos más sitios, apenas se le daría importancia y, casi con seguridad, sería tachada de demasiado dura o demasiado intelec­tual, 10 cual, es más que discutible.

Lo que nos propone El último tango en Auschwitz es un viaje al infierno, al lugar más indecente de nuestra historia como raza, un lugar donde nada valía salvo la supervivencia y en ese punto es donde se centra el escritor. No es en los afanes de sobrevivir, tarea complicada en semejante entorno, sino en 10 que queda a los que sobreviven donde se enfoca la novela, esa sensación de que el Lager siempre estará dentro de ellos, que quedaron más dentro que fuera y que el simple hecho de sobrevivir fue una con­dena igualo similar a ser víctimas.

Parece absurdo, verdad, pero ese pensamiento, extraído de los pocos que vivieron en aquel campo y pudir,"on

SERGIO TORRIJOS'

laRepúblicaCul tural.es

contarlo, es muy real, muy humano, pues ante semejante carnicería quien se libró de ella se siente en deuda con las víctimas, aunque por una asociación mental ya no sería tal.

La barbarie disfrazada de burocra­cia y de organización, la destrucción de todo 10 que nos puede unir como seres humanos, en este caso más en concreto la música, y sobre todo el intento de comprensión de semejantes actos no son lo fundamental de la novela, sino un añadido más, 10 básico no son las victimas, ni los verdugos, 10 fundamen­tal es la sensación de que un gran vacío se abrió en nuestra concepción del mundo y más aún en nuestra idea de humanidad, algo se quebró y el resulta­do fue aquel campo:

Pues en realidad no existió aquel día para los cientos de millones de seres humanos que ese día vivie­ron otro día, un día de agosto del año 1944 en Auschwitz en que fue­ron gaseadas y después quemadas veinticuatro mil personas sin nom­bre, seres cuyo único delito consis­tía en haber nacido y vivido hasta

* Sergio Torrijos Martínez. Licenciado en Historia Antigua. Univ. Comp. Madrid . Escritor. Periodista. Crítico literario.

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl30 Sergio Torrijos

entonces de manera más o menos normal pero bajo el estigma de pertenecer a un pueblo antiguo condenado por la Historia -y la Historia, como los mercados, pare­ce carecer de nombres concretos, de responsables que la escriban o manipulen- y que fueron conduci­dos a la muerte por otras criaturas que también parecían humanas y vivían y cumplían sus obligaciones marcadas por leyes -la Historia, los mercados, también se rigen por ellas- que acataban sin discusión y sin entrar en su significado y tras­cendencia, unos continuaban vi­viendo, otros morían, y nadie guardaría memoria, ni constancia quedó en parte alguna, ni trascen­dencia llegaría a alcanzar aquel día de agosto del año 1944, pienso yo, K".

La novela es de gran altura, muy bien hilvanada y narrada con gran maestría, sin que importe el lector final sino lo que se cuenta y cómo se cuenta, lo cual y a estas alturas es más que de agradecer. La prosa es poderosa, retorci­da y por momentos rebuscada, buscan-

do y generando la sensación de pensa­mientos retorcidos y monotemáticos, saltándose las circunstancias más acce­sorias y centrándose en lo principal. Creando una sensación muy particular, muy centrípeta, que parece tomarnos y absorbemos cual remolino.

Es muy de agradecer la labor del escritor que, pese a tocar temas brutales, término que queda corto, no trata de impactarnos con elementos descarna­dos, sino con una mirada severa y aten­ta de una realidad que por momentos abochorna, no es ahí donde tiene su punto fuerte la novela, sino en la sensa­ción .de liviandad que tiene la vida humana, más aún cuando es narrada desde el punto de vista de un preso en Auschwitz.

La novela merece no solo nuestra recomendación más fervorosa sino un aplauso muy sentido. No es para todos los públicos, a muchos espantará o sim­plemente horrorizará, lo cual no es el propósito, pero para los que sean capa­ces de resistir un poco, les aseguro que merece la pena, muchísimo, una obra poderosa y de una potencia visual que hacía tiempo no veía. Se la recomiendo encarecidamente.

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En El espíritu de la colmena, de Víctor Erice, en el filo de la posguerra españo­la, la niña está al margen de la Historia y se refugia en el mito. La Historia apa­rece en jirones con sus zarpazos incom­prensibles. Es una obra de una sensibili­dad exquisita . En La luna y las hogueras, de Cesare Pavese el campesino italiano regresa al campo de su infancia y se refugia en el esplendor y el misterio de la naturaleza nocturna, en el símbolo y el mito. Son una especie de salvación para ese hombre que regresa de América, corno ese lirismo visionario en el que el propio Pavese trató de refu­giarse en su soledad.

José López Rueda tiene más de un punto de contacto con Pavese. El tiene su río y su castillo, las campanas que sacuden toda la noche y los trenes que

Las campanas y los trenes

I Aldea 1936'

ANTONIO COSTA GÓMEZ

se van lejos. El niño de Aldea 1936 está en el cruce de la naturaleza con la Historia, ve los absurdos de la Historia y se exalta con el fulgor de la naturaleza, que está captada con una sensibilidad muy rica e intensa. Pero va más allá y la propia naturaleza también se muestra absurda y desesperanzada al final. No solo el niño, casi todos los personajes parecen seres de Camus que se mueven por el exilio buscando un reino. Al final la obra se hace vertiginosa y dice que el cosmos entero muestra la inutilidad de la vida humana.

Es la desesperanza que estaba en el existencialismo y el teatro del absurdo, el tremendismo español y el esperpento, pero en López Rueda es una desespe­ranza ferviente. El niño tiene a su alre­dedor fascinaciones extrañas, se asom-

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS130 José López Rueda

bra y se interesa por todo, en la obra aparece la lucidez de la infancia, se angustia y se entusiasma a partes igua­les. A su alrededor está la riqueza de los sonidos de los pájaros, la inmensidad de los olores, la fiesta de los atardeceres que lo dejan alucinado y dilatan el cora­zón, como diría Camus. De modo que hay ese éxtasis ante la tierra que querían Camus o Nietzsche, pero también el pánico ante lo poco que somos frente a lo incomprensible del mundo. A su alre­dedor todo son soledades, desde ese perro que observa a los hombres que lo matan con mirada de no comprender pero sin rabia, o la mujer enloquecida que como Pascual Duarte asesina a su hija poseída por los demonios más oscu­ros, o ese individuo que denuncia al perseguido sin motivo, solo por curiosi­dad, como haría el Meursault de El extranjero, o el loco que se niega a reco­nocer que su mujer ha muerto y se calci­na con ella en el incendio de su casa, o la chica solitaria que afronta la maldición y la muerte por una noche de erotismo ilusionado. Y el beso final de la niña al niño silencioso supone una posibilidad de compañía desolada.

La obra presenta una galería de per­sonajes individuales e impredecibles como la vida, mezcla lo narrativo con lo poético, la visión con el documento inte­riorizado. Y lo hace con una sabiduría literaria que despliega sencillez intensa, musicalidad en el estilo y en la composi-

Clon, sabia labor de montaje ' cinemato­gráfico, procedimientos expresionistas, manchones esperpénticos, fogonazos visionarios. La obra se publicó precaria­mente en Ecuador en los años cincuenta y aparece ahora en una edición espléndida en España. Y no llega tarde porque esta­mos ante una obra profunda que hace vibrar en cualquier momento, porque da dimensión universal a unas vivencias personales y autobiográficas, porque la voz del narrador está llena de resonan­cias, porque el niño protagonista tiene todas las magias de la infancia.

No llega tarde porque el mito nunca llega tarde. Y habrá que ponerla entre las mejores novelas sobre la Guerra Civil, pero algo más, habría que colocarla entre los narraciones más sugerentes de la generación del medio siglo muchos años después, igual que se situó a Antonio Gamoneda entre los poetas de los cin­cuenta con bastante retraso. Pero en reali­dad no hay retraso, al fin y al cabo no se trata de los manuales pasajeros y discuti­bles, sino de la esencia de la literatura. No deberíamos hablar solo de narrativa de la Guerra Civil, porque la obra trasciende ese tema, la guerra es como el material del que se arrancan destellos y sugeren­cias. El territorio de esta novela es el mito y la infancia, la precariedad de los paraí­sos rotos, cruzados siempre brutalmente por la Historia, que es una acumulación de cadáveres, como decía Walter Benjamin.

Theodor W. Adorno afirmaba que «narrar algo quiere decir en efecto tener que decir algo especial y particular». Pues bien, esta novela, además de ser un valioso docu­mento histórico, nos ofrece el retrato simbólico de aquella España entregada a la orgía parricida de una atroz guerra civil.

JUAN CANO BALLESTA

Universidad de Virginia

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.Jllalla SalaJ)ert La r~,z el ' l :'l ti, rJ'a

Juana Salabert nos dejó las siguientes palabras cuando llegaba a los escaparates su última novela:

Para mí es un orgullo publicar La faz de la tierra en Alianza Editorial, que tiene un maravilloso equipo, y que es una editora que en tiempos muy oscuros alumbró el mundo desde los bolsillos de los ciudadanos españo­les. Puso al alcance de todos obras absolutamente fundamentales, y fundacionales, sin las cuales ninguno de nosotros seríamos hoy lo que somos, es decir, lectores ante todo. Hoy nos encontramos ante la posibi­lidad de que se nos puedan avecinar momentos complicados no solo para los españoles, sino, también, para ese mundo globalizado que gira en torno a la política, -el dinero y todo lo demás. Pero debemos esperar que aunque sean tiempos duros, muy difíciles y sombríos, no regresemos a

'La faz de la tierra' JUANA SALABERT

Luchar por una vida que merezca ser vivida

MANUEL QUIROGA CLÉRIGO

los viejos hábitos de lo peor de nues­tras tradiciones; al recorte de dere­chos de todo tipo, sean libertades fundamentales de las personas o sean recortes sociales. Nos atrevemos a desear que no lleguemos a vernos en una neoinquisición disfrazada de neoliberalismo decidida a terminar en Europa, y en nuestro país, con todo aquello que tan duramente han conquistado las gentes; me refiero a los modelos del bienestar, los dere­chos de los trabajadores y los dere­chos de cada una de las personas.

El comentario o presentación de la novela por su autora restablece una cos­tumbre que era muy corriente hace unos años, sobre todo en los estrenos teatrales. De esa manera quien se enfrente a la obra en cuestión tiene una base de interés para emprender, en este caso, la lectura y conocer de primera mano, incluso, las motivaciones del escritor para acometer su creación.

"La mañana que debía devolverme a la vida, pero me envió al sueño de la muerte, arrancó helada y ventosa". Así comienza la novela de Juana Salabert (París, 1962) La faz de la tierra, en la que se nos relata la historia de una mujer, Ela (Adela Mendes Punter), a quien aparente­mente la vida le somíe hasta que trágicas circunstancias tuercen su matrimonio.

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl30 Juana Salabert

Pero vamos por partes. La joven había conocido en su edad escolar a Álvaro, el chico más guapo, al que se encuentra en el extranjero. El matrimonio y la muerte del bebé de ambos conduce a la pareja a una situación donde la adversidad con­duce al maltrato, que además de incre­mentar el dolor da lugar a que la mujer desee huir del hogar. Precisamente en esa huida el autobús tiene un accidente que la lleva a ella a un hospital, alrededor del cual se une la familia y, ahí, van aflorando todas las historias de todos y cada uno de ellos, con el fondo de la violencia machis­ta flotando en el ambiente, aunque unos y otros quieran mitigarlo. Cada capítulo nos irá hablando de esos protagonistas, desde el guapo pero mediocre y maltrata­dor y la antes buena estudiante y después esposa agredida y desilusionada. Así apa­recen Jonás, el amigo amable; Adrián, el cuii.ado razonable y meticuloso y la espo­sa de este, Sofía, que dan paso a la madre de Álvaro y Adrián, Matilde, convertida en suegra repelente. Alrededor de ellos aparecen las luces y sombras de una sociedad perturbada, donde, efectiva­mente, sospechas y culpas se irán repar­tiendo a partes iguales. Pero si pasiones y desengaños tejen un mundo que cubre la faz de la tierra y que permite superar vie­jos complejos, Jonás aún tratará de buscar alguna solución a los problemas en que ve inmersa a su amiga Ela, conocida como la hija del portugués. En el hospital un médico joven habla con el marido y, tras confesarle la gravedad de Adela, le mues­tra su extraii.eza acerca de determinados hematomas que no parecen responder a los traumatismos ocasionados por el acci­dente, pese a ser tan grave. A partir de ahí el relato va a tomar los cauces de una deli­cada investigación que comienza a poner de manifiesto hechos tan claros como son los sucesivos maltratos del marido, des­pués el enrarecimiento que tiene lugar en

la relación matrimonial a causa de la muerte del bebé. Cada personaje va haciendo sus conjeturas. La suegra, antes antipática, parece llegar a ser compasiva, en general, no con el esposo abusón, al que tiene desterrado, y, en definitiva el mundo cobra el color de la coexistencia pacífica, aunque todos y cada uno saben el lugar que los demás ocupan. La faz de la tierra es una novela muy de nuestra época, donde el machismo y el maltrato afloran de una manera tempestuosa aun­que el maltratador quiera ser ignorado y no pasar a ser, en definitiva, el último cau­sante de todos los males. Literatura amena que confirma a la excelente escri­tora que es Juana Salabert. Ya en Velódromo de invierno, que fue premio Biblioteca Breve 2001 y editada por Seix Barral (Barcelona 2002), Salabert, que es licenciada en Filología Francesa por la Universidad de Toulouse-Le Mirail, hace un análisis interesante acerca de las con­ductas humanas al relatar ,::~é:l,gran redada del 18 de julio de 1942, en "París, ordenada por las autoridades de ocupación y el gobierno colaboracionista del mariscal Pétain". La descripción del sufrimiento de los judíos que al final eran llevados al campo de exterminio de Auschwitz­Birkenau, de las casi 13.000 personas que fueron detenidas y de los pocos que regresaron del campo, como la nma Ilse Landerman, nos deja el regusto de ser "una historia de amores y afán de olvido, y una celebración del valor de la memo­ria, del coraje de recordar". De 1996 data su novela Varadero. Con Arde lo que será fue finalista del premio Nada!' De 1998 es Mar de los espejos, novela muy elogiada por la crítica. Y en 1999 publica el libro de viajes Estación central y el de relatos Aire nada más. Es autora, también, de otros siete u ocho títulos y de la novela infantil La bruja marioneta, publicada por Espasa­Calpe (Madrid, 2001).

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rafael soler

4) EdiciOllE'sEvohé

Rafael Soler nació en Valencia en 1947. De su raíz valenciana podemos ver su amor por el mar, tan presente en sus novelas, también ese mundo del Mediterráneo que pesa en sus libros, como un fulgor apasionante. Se trasladó a Madrid, donde, como ingeniero y sociólogo, llegó a ser profesor, durante muchos años, de su Universidad Politécnica, y un notable urbanista en el planeamiento de ciudades. De ese mundo de la ingeniería Soler nos deja ese deseo de perfección, la arquitectura presente en su obra narrativa, su deseo de construir un edificio de palabras que mantenga el arquitrabe básico para crear un mundo hondo y lleno de luces y sombras.

Luego llegó su éxito narrativo, el que alumbró tempranamente con El grito , novela deslumbradora por su intensidad, por ser caleidoscopio donde viven personajes heridos por la vida, que obtuvo el premio Ámbito Literario

El corazón del lobo El apasionante universo narrativo de Rafael Soler

RAFAEL SOLER

Ediciones Evohé

PEDRO GARCÍA CUETO

de Narrativa. Ese mismo año obtuvo el premio Hucha de Oro con el cuento "J. R. tropieza en el Paseo de las Palmeras". En 1979 obtuvo el premio Ateneo de la Laguna con Cuentos de ahora mismo. De 1980 es su poemario Los sitios interiores, que apareció en Adonáis, también pre­miado. Con El corazón del lobo, novela que nos deja a los lectores una impre­sión honda, de gran literatura, ganó en 1982 el premio Cáceres de Novela Corta. Vinieron después, publicadas por Ediciones Cátedra, sus novelas El sueño de Torba (1983) y Barranco (1985).

Después de toda esa trayectoria pro­lífica en muy pocos años, vino un silen­cio largo, donde el novelista valenciano fue desvelando sus inquietudes ante la vida, viviendo hondamente sus incerti­dumbres, dejando reposar posibles libros, para volver en 2009 con la publi­cación del libro de poemas Maneras de volver, que ahora alcanza su quinta edi­ción, al que siguió en 2011 Las cartas que

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS130 Rafael Soler

debía, libro que fue recomendado por la Asociación de Editores de Poesía, y en 2012 La vida en un puño, antología publi­cada en Paraguay, y Pie de página, publi­cada también en 2012 por la nstitución Alfonso. el Magnánimo. La reedición de El corazón del lobo por la editorial Evohé en su nueva colección "Intravagantes", que prima sobre todo el carácter hetero­doxo del autor, nos señala, con buen tino, la relevancia de este narrador, que decidió dejar pasar el tiempo para ir generando un mundo interior, lleno de temperatura, que hoy confirma que su eco del pasado no fue en vano, sino que nos habla de uno de los senderos más heterodoxos, con una narrativa lúcida y brillante, del actual mundo literario.

RAFAEL SOLER ANTE LA MIRADA DE LOS CRÍTICOS

Interesantes aproximaciones a su obra las han dado críticos como Enrique Molina Campos en Ínsula, el cua:l nos alumbra sobre los personajes a la deriva de las novelas de Soler, seres que diva­gan en un páramo emocional que va in crescendo y que nos va horadando irre­misib lemen te .

Molina Campos señala, con agude­za, la idea del conflicto, presente en sus novelas, como leitmotiv, de unas relacio­nes presididas por la incomunicación, por el vacío que queda después de un amor gastado por el tiempo, envuelto ya en las migajas que da la vida. Molina Campos hace mención del monólogo como referente para crear una atmósfera donde la confesión alterna con la deso­lación, en notable armonía:

y, naturalmente, en los largos monólogos interiores de los "prota­gonistas" aparecen personajes más o menos remotos que han contri-

buido a su configuración espiritual .y a. la composición de la historia indiv:idual. Los monólogos son sustanciales para el planteamiento narrativo, y no solo por lo que acabo de decir, sino también por­que son expresión de la incomuni­cabilidad de los protagonistas y porque consiguientemente en ellos se despliega -entrecruzando, de una parte, los tiempos evocados, y de otra, cuanto en la evocación dicen los personajes- la historia externa, la peripecia del monolo­gante y de su entorno humano [p. 145].

Sin duda alguna, los monólogos son la confesión de esa falta de afecto, de ese espejismo del tiempo, en relaciones aca­badas, fenecidas por la rutina y la desi­dia, donde el monólogo se convierte en una suerte de terapia para evitar la muerte, como si aún quedase un halo de esperanza en uno mismo para salvar el naufragio del matrimonio roto.

La comparación que establece sobre El grito y El corazón del lobo resulta muy interesante, ambas son novelas centra­das en la incomunicación de seres a la deriva, de hombres y mujeres que han desgajado sus vidas, abiertas a la rutina y al desamor. Para Molina Campos la hondura de los personajes de El grito, su complejidad, los distancia de los de El corazón del lobo, como si estos últimos anidasen ya en el "atolondramiento" de sus recuerdos, casi inconscientes ante lo que les pasa:

Carmen y Teo y Bru y la desquicia­da Pilar poseen en El grito una complejidad, una hondura y una activa historia personal que los dis­tancian de Alberto, Ana, Alex, Fanny y Alfonso, personajes de El

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88 El corazón del lobo REPÚBLICA DE LAS LETRAS130

corazón del lobo que viven sus con­flictos y sus "aventuras" con cierto atolondramiento, limitada o super­ficialmente, y que no están "marca­dos" por su historia, sino -y solo en algunos casos- ligados a ella por sentimentales, y un tanto tópi­cas, memorias de la infancia" [p. 145] .

Cierto, porque la infancia se convier­te ya en un envoltorio donde mirar el tiempo, lo que les aleja de ahondar con agudeza en el presente, con la inercia de sus desgajadas vidas, empujadas a la desolación de la rutina. El grito sí deja que los personajes naden en la profundidad de sus desencantos, dándose cuenta del fracaso de ser adulto, cómo el puzle de la vida se ha descompuesto, sin olvidar la infancia, pero con una sensación hiriente del presente, que quema a cada paso. No

fiJn vano la figura de Teo en los cines pomo nos llena de desolación, ser a la deriva, que consume su tiempo, en esa Nochevieja desoladora, donde la vida · pasa su factura, donde el anonimato del fracaso quema en cada rincón.

Rafael Soler, en la entrevista que con­cedió al ABC en 1982, nos da algunas cla­ves para entender su narrativa, que no es otra cosa que una mirada al mundo, desde la hondura de un ser que conoce los entresijos del dolor y la pérdida. Si el entrevistador nos sitúa a Soler como escritor de raíces mediterráneas, imagina­tivo, creador, le deja hablar sobre ese mundo de parejas que suponen sus libros, · donde el tiempo es devastador, donde lo importante no es solo la pareja, dice Soler, sino el individuo y su alrede­dor, ya que, sin duda, el individuo nunca pierde su sensación de ser extrañado ante la vida, que mira a los demás, para con­firmar su existencia, como si, al morir el amor de pareja, tuviese que certificar que

no ha muerto su existencia ante los demás, que. aún puede ser visto por los seres que lo rodean.

Para Soler, 11 el único antólogo es el tiempo", sin duda alguna, el tiempo, gran tema de nuestra lírica contemporá­nea, es el que certifica, corno un ento­mólogo, el amor y el desamor, la juven­tud y la vejez, todo lo tasa el tiempo, como ya nos decía Jorge Manrique en las famosas Coplas a la muerte de su padre. Creer que el pasado fue mejor es enga­ño, en el espejismo de la vida en que nos movemos, parece decirnos el novelista valenciano.

Pero, dice en la entrevista, la sole­dad es necesaria, solo así el escritor se "forja" .ante el papel y ante la vida, solo así puede convivir su mundo con el de los otros, la verdadera literatura necesi­ta la soledad, como si Cernuda volviese y nos dejase sus versos imborrables, hechos del dolor y del exilio. Ese destie­rro necesario es altamente creativo, por­que Soler sabe que allí se gesta la verda­dera inspiración, lejos de los demás, pero en comunión con ellos.

En la entrevista, como conclusión, Soler nos habla de la novela como un pro­ducto antimárquetin, como un producto de calidad, hecho con los mimbres de la verdad, del corazón, lejos de tanta litera­tura basura que entretiene a los poco lec­tores de libros hondos, donde el vender no tiene nada que ver con la calidad. Todo ello confirma la excepcionalidad de un narrador que ha vivido desde el silen­cio editorial las grandes certidumbres que le han hecho volver, a sabiendas de su independencia, de su literatura isla, nada acomodada a los mundos comercia­les, pero grande, por el eco que deja al que se acerca a ella.

Ya en 1982 Ricardo Senabre habló de "un modelo constructivo absolutamente excepcional. Pocas novelas en los últimos

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quince o veinte años tienen la calidad de El corazón del lobo". La novelista María Antonia Velasco, en una de las presenta­ciones que se han hecho este año, nos habla de esa reaparición de El corazón del lobo, de esa impronta que deja su lectura, hablando del narrador omnisciente, pre­sente en el libro, como si el narrador fuese el espejo de todos los personajes, convi­viese con ellos, desgarrado en sus fuegos interiores.

Nos habla también de "texto sabio sobre un hombre y una mujer que se

. aman", yo diría que viven las briznas del amor, la ceniza que queda después de tanta pasión, el resto de la llama en que aún navegan sus vidas. Lo compara con el viaje de Ulises a Ítaca, sin duda alguna, los personajes buscan en la isla su lugar de fuga, como si el mar fuese testigo de los desamores, como si aún pudiese ungir, con sus olas y su espuma, el rena­cer del amor, como si en las aguas fuesen,

.~e nuevo, bautizados a la vida. . . La sombra de J oyce a la que se refie-re la escritora me parece acertada, no en vano el libro es como un rompecabezas que se compone y se descompone para que el lector recoja las piezas tras el nau­fragio emocional en que se hallan los personajes.

Interesante, también, es la entrevista que Ester Peñas hizo recientemente a Rafael Soler, donde el novelista nos habla de la inconstancia porque es el defecto mayor, el que sobrevuela sobre tantos, un error que genera el desamor. El tedio de las relaciones amorosas viene, sin duda, de esa falta de constan­cia para avivar la llama, para no dejar morir la brasa del amor.

La libertad de ese espacio sin escri­bir la explica Soler como un bien necesa­rio, para volver de verdad a la página en blanco, hambrienta de palabras verda­deras, lejos del tedio de la narrativa al

uso, como si la literatura no requiriese miles de mundos vividos, para que esta llegue de verdad al lector, entregado también a su mundo interior y a su pasmo ante el mundo que lo rodea.

Cuenta la correspondencia con Delibes, claramente fructífera, porqu~ el maestro siempre es un caudal ' abierto para el que empieza, para el que quiere entender la literatura como una forma de vida.

En definitiva, estas aproximaciones críticas sirven para dejar claro que Soler conoce bien el terreno que pisa, donde la literatura es universo, plagado .de luces y sombras, donde el dolor es necesario para hacerla verdadera.

'EL GRITO': UN LIBRO HONDO . SOBRE LA INCOMUNICACIÓN HUMANA

El grito, novela primera, pero de gran calidad, nos abre al universo del autor,

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nos desvela el apasionamIento por la vida, pero también su reverso, el dolor de sus protagonistas, desangrados ante la incomunicación que surge en sus vidas.

Tea y Carmen, seres a la deriva, rotos por la costumbre, deshilachados por la vida en común, desgajados por la inexistencia de verdadero amor, cuando sí existió, cuando se arañaban con ter­nura en el piso de Tea en Carretas, ahora seres desvestidos de nostalgia, acuna­dos por el dolor, como Tea en los cines pomo, clara metáfora de la soledad y de la angustia vital. Como Carmen, indeci­sa, insomne, mujer abierta en mil heri­das, buscando un confidente, para sal­varse de la quema que produce la vida.

Hay instantes de gran calado emocio­nal, donde la prosa narrativa de Soler nos deslumbra, toda ella trenzada de lirismo, abierta como un cofre a múltiples lectu­ras, ambientando a los personajes en el

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tugurio de la vida, corno si estuviesen untados de alcohol hasta las entrañas, destilando amargura por los poros:

Lo peor es el frío, piensa Tea, que parece mentira a las diez de la mañana, y protege las manos con la tibia pana del chaquetón, tan viaja­do. La ciudad es un perro que despier­ta. Ya lo era antes, perro quejum­broso, quieto, agazapado en porta­les anónimos y vecinos, en las puti­llas que acechaban el paso de los taxis o de algún transeúnte abando­nado a ellas.

Paisaje desolado, de putas y de sole­dad, donde Teo vive la desidia de la vida, con el frío en la carne honda, donde el acto maquinal, oscuro, del deseo, pagando por el placer, lo convier­te en animal, herido y agazapado, en esa

"jungla instantánea y violenta" de la' habitación.

Carmen también aparece retratada magistralmente por Soler, porque en él anida el alma femenina que entiende ambos sexos, ambos deseos frustrados, el del hombre y la mujer heridos por la costumbre y por la vida:

En la ducha, enfrentando la cara a la alcachofa de aluminio, Carmen va lavando escrupulosamente las huellas de la noche, los pliegues de la espalda que delatan su forma de dormir, apacible, ligeramente cru­zada boca abajo y el brazo derecho sirviéndole de almohada.

Dolor tras dolor, con el rostro ·herido por noches tortuosas de soledad, donde se pierde la belleza y el deseo.

y la incomunicación latente, tangi­ble en cada huella del rostro, en cada

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS130 Rafael Soler

pliegue de. las mejillas hundidas por el tiempo:

Hermoso. Me sentía feliz. Lo nece­sitábamos. Era una tabla de salva­ción en medio del naufragio de los años. Hacerlo posible . ¿Qué? Todo. Tu mal genio cada vez peor con los follones del Periódico. Mis depre­siones. Insoportables. Renacer, vivir un poquito.

Tiempo ido por la vida que horada todo, dejar de mirarse porque todo lo demás se impone, como un estúpido velo de importancia, que, en realidad, no lo es, pero que logra atrapar a los seres para ir dejándolos lejos unos de otros. La incomunicación como un cán­cer que crece irremisiblemente, en silen­cio, recordando la famosa canción de Simon y Garfunkel, dentro de nosotros.

Pilar, Javier, seres a la deriva, seres que acompañan el cortejo fúnebre de los protagonistas, enterradores de ese amor, pero también salvavidas en instantes, seres que deambulan por las vidas de Tea y Carmen, espejos de las mismas incertidumbres vitales.

y la muerte alrededor de ellos, el grito de su hijo David, como si aún reso­nase el eco suyo sobre los personajes que lamen sus heridas en el silencio de ese cáncer del desamor. El grito del fin del mundo, en David, renglón torcido de Dios, como nos dijo Luca de Tena, ser absorto en su dolor para siempre, verda­dero eslabón para los dos, roto ya su eco para siempre, por ello, el grito, el que queda entre dos seres rotos, como son Carmen y Tea:

Tuvo que ser la noche negra. El grito de David que parecía el fin del mundo y ya les tenía acostumbrados: vivir pendientes del pasillo, asomar-

se al cuarto por si el niño sonreía con el tazón del desayuno y la noche lejos, a la fuerza olvidada, y precinta­da, horrible pesadilla con David enloquecido, gritando su? dos años en la cuna y dios míos dios mío.

El grito sordo del niño ante un Dios que no ve, que no mira, como diría BIas de Otero, y que la narrativa magistral de Soler registra para hacer de la novela una radiografía del dolor, una llamada de ayuda a todos los que sentimos el peso del dolor en nuestras entrañas.

Un libro duro, de una prosa honda y llena de referentes, que alumbró un escritor que ya huía del márquetin, de la literatura barata, para hacer una novela que pervive, que se queda dentro de nosotros, con sus gritos y sus silencios.

EL DESGARRADOR MUNDO DE RAFAEL SOLER EN 'EL CORAZÓN DEL LOBO'

Rafael Soler escribió El corazón del lobo hace ya treinta años, pero se ha reeditado felizmente en la editorial Evohé, colec­ción "Intravagancias", en el año 2012, editorial que prima por encima de todo el carácter heterodoxo del autor, el cual no se ha plegado a dependencias de ningún tiempo ni a partidismos literarios. Esta editorial se ha caracterizado por tener en cuenta a autores de reconocida indepen­dencia literaria, como es el caso del nove­lista valenciano.

Ese carácter independiente y feroz­mente rebelde de Rafael Soler sirve aquí para profundizar en un relato apasio­nante, donde los personajes de Alberto y Fanny van tejiendo el tapiz de una his­toria dura, cuya hondura reside en el amor y el desainar, en esa búsqueda de la felicidad que nos obliga a mirar el paso del tiempo y su efecto devastador.

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92 El corazón del lobo REPÚBLICA DE LAS LETRASI3{)

El estilo narrativo de Soler nos aden­tra en el lirismo, para dejarnos estampas azuladas, como si el mar las acunase, donde Fanny cobra tintes de mujer soñada, ante la indiferencia de Alberto, hombre ensimismado en el recuerdo, cuyas sombras apagan las luces del amor. En el capítulo" Al fondo, Fanny, dibujada sobre el limpísimo azul del horizonte", Soler dibuja el paisaje del alma de sus personajes, adheridos a una realidad que se desmonta, hecha añicos ante el mundo absorto y olvidado en eternas contradicciones:

-.. :. .... _~.,.-.

¡Qué buen día", se anima Alberto, intentando recordar dónde dejó las sandalias de dedo, tan incómodas, que siempre acaban con la tirilla rota. Desde allí, · habitación qui­nientos doce vasito de naranja helado, Fanny es parte del paisaje, una sirena de cola recogida y espa1-

. da . dorada po~". el sol cuando , Alberto decide pasar el día lejos del hotel, "ya verás, hay por aquí cerca unas playas estupendas que no conoce nadie.

Seres que se encuentran y desen­cuentran, porque van a la deriva, en un mundo que los contempla, seres de­sahuciados del amor, hechos añicos por la costumbre y la adversidad de la vida. Cuerpos entregados al dolor de la inco­municación, a la hondonada de los seres arañados como gatos por los zarpazos de la vida.

La novela va transcurriendo en un estilo que nos recuerda al pensamiento inconsciente de los surrealistas, pero también a Cortázar y su Rayuela, como si la Maga y Oliveira volvieran para aden­trarnos en las lagunas del ser, en sus espacios vacíos, en una prosa rica que el escritor valenciano cultiva, enamorado

del lenguaje como espejo de los senti­mientos.

Fanny sabe que Alberto es un hombre envuelto en el deseo de asaltar el tren correo, aquel que imaginaba cuando su padre le regañaba en los tiempos de la infancia, cuando llegaban las malas notas; también sabe que su capi es un hombre trastocado por el dolor que el mar rugien­te no puede mitigar, porque es un lobo que araña hasta el . tuétano de su herido corazón. La somqra de Ana, su perfil, copando las sombúls de la noche, adheri­da al dolor de Alberto, como gatos sÍame­ses en el confín de la noche.

y siempre el mar, testigo implacable del dolor, la isla de Menorca como lugar amado y odiado, donde los seres rom­pen sus silencios en esta extraña parábo­la del amor que, después de arañar el alma, deja exhaustos a los seres, incom­prendidos para siempre ante la vida.

y la pintura, como si Alberto conci­tase sus demonios a trav~s del pincel,

..... ~ ~.~q; " ;:' ..... ·k\i ..;.. . '" . '" ~ }~ w a_ .. ;...,.... . lugar donde encontrar la seieiüaad per-dida, el muslo de Fanny, los pechos de ella, en una sinfonía de dolor y amor al mismo tiempo:

Eso quería el capitán: pintar. Y de regreso al hotel Fanny comprendió que nada quedaba por hacer, ni botoncitos plateados, ni siesta "ven que te haga cosquillas a tu espal­da", ni lágrima sosa de boba que era comprando pinceles, qué te parece, eso se le ocurre que menos mal que paramos a comer, en un chiringo.

Lenguaje que impacta porque, en sinfonía, logra unir las voces de Rafael Soler a sus personajes, en un eterno diá­logo con 10 que no se dice, con los silen­cios que quedan tras las palabras, tra­suntos del alma, en realidad. Y la pintu-

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS130 Rafael Soler

ra, el afán de plasmar en la acuarela el paisaje, mientras Fanny le escuchaba resoplar, como si la respiración se acom­pasase al trazo de la acuarela, en una sintonía donde el arte y lo puramente fisiológico encontrasen un lugar.

Sin duda alguna, la novela es una radiografía poderosa de los seres heridos, mordidos por el corazón del lobo, título que resume la fuerza de esta novela donde nos adentramos absortos en la narrativa embrujadora de Rafael Soler, donde somos nosotros los seres heridos por la vida, bus­cando una comunicación que se pierde, porque está hecha de barro, como nuestra propia consistencia humana.

y como telón de fondo, el mar de Menorca, testigo de la vida y la muerte espiritual de sus personajes, donde las olas baten para que la historia no se rompa, trenzada como está en un hilo tan fino como es el amor de dos seres en sombras . Alberto y Fanny, sin duda alguna, una gran novela de Rafael Soler, felizmente reeditada.

RAFAEL SOLER: UN NARRADOR DE MIRADA HONDA Y VERDADERA

Con El sueño de Torba y Barranco, Soler ha dejado sus radiografías a seres extrañados por la vida, pero pervive en mí el eco, sobre todo, de El grito y El corazón del lobo, como novelas cumbre donde vemos a un narrador de mirada honda y verdadera, que mira con aten­ción lo que le rodea, ser extrañado ante la vida, que ofrece en sus libros una visión de los hombres y las mujeres en la luz semioscura de la habitación, rodea-

dos de ese dolor que no para, que surge como grito en las sombras de la noche, en la narrativa siempre apasionante de Soler.

Cito de su novela Barranco unas líne­as que explican que la soledad no solo es marco de su narrativa, sino el ámbito donde solo se puede sentir la vida, solo la creación puede crecer, solo el renaci­miento a la vida puede surgir, la soledad como herida necesaria para entender la vida y hacer de ella una halo de luz y sombra:

Era su destino: la soledad. Y seguiría sola aunque algún día saltase al otro lado. Ella se enten­día. Una soledad apacible, casi bondadosa . Matilde, que había saltado mucho y era su compañera de cesta en los viajes por el Nilo, estaba sola. Y Marina, que tam­bién llegó al pueblo y a la Ha­cienda en una cesta, extraña: tam­bién ella tenía ojos de rojos de so­ledad, oblicuos, con una puntita de agua junto al lagrimal.

." Soler lo sabe, dentro de nosotros,

anidan solitarios, heridos por la vida, seres a la deriva, repletos de decepcio­nes, su narrativa nos llega, nos deja envueltos en ese tapiz de sombras y luces que son sus palabras, ecos de todos nosotros, seres conscientes del naufragio de la vida, narrativa que ha de quedar, porque es verdadera y nace de dentro, de lo que realmente somos, sin artificios ni márquetin, un gran narrador, sin duda alguna.

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caba de alir publicado el último libro de Alfredo Castellón, El n/ido de la memoria. La portada, la antigua estación de Canfranc con el paisaje del Pirineo nevado al fondo, recuerda las palabras del escritor cuando dice '1a montaña me enseñó la solidaridad, la convivencia con los demás, la canción compartida, el peligro compartido, el ries­go". Yes que, indiferente al tiempo trans­currido, el hombre de hoy conserva intacto el ímpetu de entonces, la alegría pegada a la tristeza como en Nunca más una flor .

En los relatos largos planea un halo de misterio, un claroscuro, corno si la memo­ria buscara juguetona ahondar en el recuerdo, para mostrar ese toque de imagi­nación que está presente en sus mejores cuentos, porque Alfredo es, ante todo, un creador. Cineasta, Premio Europa con Las gallinas de Cervantes, película basada en el cuento de Ramón J. Sender, autor teatral y escritor prolijo que ha tocado dívers s géneros, yo diría que su verdadera voc -dón es la de viajero.

los años de Roma, París, Tokio N!u~a York, presentes l1íbr , cuent

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las experiencias del hombre ávido de cono­cimiento, que no duda en lanzarse a reco­rrer el mundo con escasos medios. En París sale adelante con el ramassage de journaux, la recogida de periódicos viejos a domici­lio. De Tokio a Los Ángeles viaja corno gru­mete en el carguero Toreador, donde, corno él mismo confiesa, trabajó como un negro, ya que tenía corno único cometido rascar la pintura oxidada de la cubierta. Con todo, la mirada del viajero es siempre profLmda, y salta continuamente de la anécdota a las emociones. Así las peripecias del nt 1'no conviven en singular mosaico on lo 1-

tímientos. Com el r sp t y la dI Ul' i 1'\

por su querida Marít Z r O qu I jlU'\t con su herma a Ar li, 1 bri 1 tas de su cas R , 1

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl30 Alfredo Castellón

gió durante la Guerra Civil española. Su cuento Tres colores muestra la sensibilidad del niño que fue, frente al azul del mar, el verde de los naranjales y el rojo de la san­gre. Latente, permeando todo el relato, la gran pregunta "Se matan por un pensa­miento, ¡Dios mío!, ¿por qué habremos nacido en este país?, ¡matarse por un pen­samiento!".

En los relatos de Castellón, Zaragoza es el regreso, la confusión y el silencio que mar­caron los años de la posguerra, la injusticia (hay relatos duros, de denuncia), pero tam­bién los recuerdos de familia como aquel teléfono de baquelita que todavía conserva porque a través de él escuchaba la voz de su madre" ¿Comes bien?, ¿estás delgado? No te acuestes tarde, no seas distraído, sé amable con la gente, quédate fijo en ese empleo, no seas arisco, sonríe alguna vez". y el contra­punto narrativo, "una lata. Yo nunca fui un hijo cariñoso. No tenía tiempo".

Zaragoza es también el colegio de los jesuitas, su amigo Vicentico, los primeros escarceos amorosos, el regaliz de palo y como dice él en un aparte,

mi ciudad ... es muy hermosa para mí, para los demás debe de ser corriente, pero para mí es maravillosa porque tiene mi juventud ... , pues es un aire especial que nadie lo sabe ver más que tú, está unido a las cosas, a los frag­mentos, a las calles, a los inviernos, a los veranos. Es donde captas el tiempo con más profundidad, ésa es tu ciu­dad. A veces te pierdes por las calles donde has sido feliz o donde viviste un tiempo y la casa todavía está .. . y dices, yo comí aquí una fruta por pri­mera vez que era una granada ¿habrá granados allí? Y efectivamente todavía hay un granado ahí, donde íbamos a robar la fruta en la calle Madre Vedruna a la salida del colegio, pues eso ya no está porque son casas

inmensas, pero a veces te acuerdas de la casa donde viviste, el arbolito que plantó tu padre en aquel rinconcito y ¿qué es ahora? No es casa ya, es una tienda, pero al fondo de la tienda han conservado el jardincito donde había gallinas ... Los amigos han desparecido casi todos, pero alguno vive y a algu­no he llegado a ver yo y he escrito alguna historia de uno de ellos que era un sastrecillo que nos acompañaba a los partidos de fútbol.

El amor por el cine aparece también asociado a las imágenes de su ciudad natal. Así recuerda con simpatía a la tía Carmen que le facilitaba el acceso a la sala de pro­yección, y es que "la lista de la familia había ganado una plaza de taquillera en uno de los cines más importantes ... ", pero la verda­dera magia venía cuando, al vivir en un bajo, podía abrir la ventana y ver cómo las personas que pasaban por la calle se refleja­ban en el techo creando un espectáculo para la imaginación, "mi hermana los llamaba los sueños del sol".

En el libro, el relato largo convive con el breve, las narraciones extensas con la esen­cia de los recuerdos, y el texto termina con un apéndice de fotos memorables y algunos ensayos que son reflexiones en tomo a sus encuentros con María Zambrano, Julio Alejandro y Juan Carlos Onetti, un verdade­ro documento de tiempo vivido. La biblio­grafía exhaustiva que cierra la obra, es una prueba más de que la variedad formal del texto resulta particularmente esclarecedora. Alfredo Castellón, ese hombre duro, tierno, socarrón, vitalista, tenaz, seco, amable ... fiel a sí mismo como pocos, ha querido regalar­nos sus recuerdos. Y es de agradecer. El ruido de la memoria es un libro cercano que

. ahonda en el recuerdo para dejar un testi­monio verdadero de su vida y de su tiempo. Completado el esfuerzo, puede que el escri­tor se pregunte, y el lector ¿cómo se verá?

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LÍRICA

'Nueva York, después de muerto'

ANTONIO HERNÁNDEZ

JUSTIFICACIÓN

Luis Rosales, mi maestro, me dijo un día, antes de dejarlo escrito, que quería ter­minar su obra con una trilogía titulada Nueva York después de muerto, que en ese texto quería hablar del exilio, del problema de la gran ciudad, de la lucha de clases y de razas así como de otros conflictos que agobian al hombre. Y que lo que representaba para él Nueva York era, gros so modo, la mecanización, el automatismo de la vida, la desigualdad entre distintas razas, el imparable avance del mestizaje ... y, obviamente, Federico.

El maestro, como le decíamos los habituales, se encontró con que la enfermedad y la muerte misma le impidieron el paso, y aunque lo intentó con algunos esbozos de poemas, ya sólo brotaban de él las brumas de la memoria y la tristeza de saber que el viento soplaba furioso de proa.

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REPÚBLICA DE LAS LETRASI30 Antonio Hemández

En una de aquellas ocasiones mi voz quiso salir en su ayuda y le propuse, con mucho más amor que petulancia, y desde luego como una broma que quería aliviar­le su rictus de infortunio, que no se preocupara, que yo lo escribiría por él. Conseguí que sonriera y con la antífrasis a flor de labio me dijo socarrón: "Lo prometido es deuda". O sea, que lo que viene detrás de estas palabras es una traición relativa y, por tanto, como negar en una por tres veces al maestro. Porque resulta que para mayor atrevimiento, en algún momento muy concreto y sin renunciar al contrapunto expre­sivo más seco de la mía, me atrevo a impostar su voz, ya entonces debilitada, y la siempre vigorosa de Federico en unos apócrifos, si osado, voluntariosos.

Por lo demás, todo es cierto en el amor que le ha puesto a estra trilogía. *

* La trilogía es un solo poema circular de unos dos mil cuatrocientos versos del que se publican únicamente los primeros cantos.

UN LIBRO INUSUAL

¿Qué es un gran libro de poemas? Para mí, no es solo aquel que te conven­ce por su dominio técnico, por la altura de su temática y por la transmisión de una hondura moral. Todo eso, desde luego, forma parte de un gran poema­rio . Pero hay algún elemento más en mi opinión de lector ávido de poesía: la emoción, la sorpresa, la audacia y el misterio. La emoción que produce el clamor de la palabra, la sorpresa ante el encuentro de volcán poético estallado de golpe, la audacia en la aventura emprendida por el veterano poeta tirán­dose de cabeza al verso, sin miedo, como un torero viejo ante un Miura ... Pero, sobre todo, el misterio en la con­ciencia que te comunica el libro de que hay debajo un espíritu que te asombra y que no aciertas a comprender bien, que

JAVIER REVERTE

no sabes explicarte y que quizás sea el más íntimo sentido de la palabra poe­sía.

Pues bien: eso hay en este soberbio poemario de Antonio Hernández, el mejor en mi opinión de su larga y feraz trayectoria de poeta, por delante incluso de su magnífico A palo seco. Emoción, sorpresa, audacia y misterio conforman este Nueva York después de muerto, un libro nacido de una broma. Antonio ya lo ha explicado y la broma se ha hecho verso, para bien de la poesía.

Nueva York después de muerto consta de tres libros. Y está escrito con una intención de que resuenen las tres voces de los tres protagonistas del libro: Luis Rosales, Fedrico García Lorca y el pro'" pio Antonio Hernández. ¿Tomar la voz de dos poetas corno Luis Rosales y fede-

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98 Nueva York después de muerto REPÚBLICA DE LAS LETRAS1309

rico García Lorca? Audacia suprema ante tamaño Miura. Peor no hay impos­tura, sino transmutación poética, que es cosa muy distinta. Y sobre todo el fondo de la ciudad más hermosa de la Tierra: Nueva York.

En el primer libro, la voz de Antonio establece las normas de juego con su propia voz poética. Naturalmente, prima en esta parte su declarado amor y su admiración a los maestros Luis Rosales y Federico García Lorca. Pero hay, sobre todo, una voluntad de excul­pación de la figura de Luis Rosales, que toda la vida cargó con la espina de ser considerado por algunas bocas torcidas como uno de los responsables del asesi­nato de FedericQ García Lorca. Ya saben ustedes la historia y no es cosa de repe­tirla aquí. Dice en un poema Antonio Hernández de los dos maestros: "un granadino que no puede morir, otro / granadino cuya gloria es parte del infierno" .

Hay una crítica a España, sobre todo a la envidia: "Ella genera el odio en los más cicateros corazones" . Y el constante homenaje al maestro Luis Rosales, la víctima de la insidia. "Los grandes poe­tas escuchan el silencio universal del miedo". O cuando señala que hablaba "con obuses de oro en la lengua".

Y, claro está, Nueva York, la ciudad que "se eleva donde no alcanza el pája­ro" . ¿Y qué es Nueva York para Antonio Hernández? Muchas cosas: la primera de todas, una América distinta al cicatero, materialista y puritano mundo americano que tanto Luis Rosales como Antonio Hernández detestan. Antonio Hernández recuerda aquí aquella ironía del gran Twain, cuando decía que América estaría mejor sin haber sido descubierta. Y tacha al yanqui como "un europeo con costum­bres de negro y alma de indio".

Nueva York de nuevo y su universo de etnias: negros, mexicanos, dominica­nos, puertorriqueños, irlandeses ... , una lista casi interminable en la Nueva York "casquivana, epicúrea, madre soltera de USA". Y el homenaje a los grandes escri­tores Dos Passos, Twain, Fitzgerald, Capote, Kerouac, Faulkner. .. , tibios algu­nos homenajes, como el de Whitman, encendidos otros, sobre todo Poe.

La voz de Luis Rosales entra en esce­na en el segundo libro. Y aquí entra ese vanguardismo desnudo de Rosales, la cotidianidad de lo humano convertida en verso libre y poderoso. La que Antonio Hernández llama "poesía total que enhe­bra los géneros todos". Y el amor de amigo de Luis Rosales por Federico García Lorca: "Federico era un tropel y era agua bendita, la que cae de los ojos porque está bendecido el sufrimiento". Versos de Luis Rosales en la lengua de Antonio Hernández. O viceversa.

Recuerdo luego de un nutrido grupo de poetas españoles. Hacia algunos, poca devoción aunque nunca iracundia: Guillén ("cartesiano tembloroso"), De Diego ("el gran poeta adjunto") ... Hacia otros, amor desaforado: Juan Ramón, sobre todo, "su daga precisa capricho­sa"), los dos Machado ("como dos ori­llas del río de la guerra").

Y el recuerdo Íntimo de la muerte del maestro Luis Rosales, el ictus que se lo llevó: "Cuando se le agrupó la sangre y bloqueó una esquina del cerebro; cuando perdió su voluntad de río y se nubló la vista ... ".

Y el verso libre va y se esfuma en el tercer libro. Aquí llega Lorca y Antonio Hernández le rinde su homenaje en un soneto. "No sé si fue morir más espan­toso / que vivir sin gritar tu nombre al viento ... " .

Y Nueva York que asoma de nuevo entre los versos. "¡Nueva York, esa liber-

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS130 Antonio Hernández

tad donde se tambalea el universo! ... " . tiempo en nacer, si es que nace, / un andaluz tan claro, tan rico de aventura" . . y una soleá singular para Federico

García Lorca, como un epitafio, y tan hermoso como simple: "No lloréis más por mi muerte. / Darro y Genil ya se encargan / de llorar eternamente".

Antes ya le había robado dos versos a Federico García Lorca, dedicados a Ignacio Sá,nchez Mejías, para trasladár­selo a él, a Federico: "tardará mucho

y al final, de nuevo Luis Rosales. El lamento por FDR: "siempre una gota sorda caerá sobre mi tumba". Y la excul­pación final en ese poema en el lecho de muerte del maestro:

Lo dichq: técnica poética, ·altura te­mática, hondura moral, emoción, sor­presa, audacia y misterio, sobre · todo

No habían llegado todavía ni Alfonso Moreno, ni Jaime Delgado, ni Macuca, ni Acquaroni... Juan Antonio Ceballos le cogía la mano con ternura de amigo que adoptara a un pél.dre. Tenía, como he dicho, los ojos ya vecinos de la muerte aunque debió de oírle: "Mira, mira, quién ha venido a verte, tu niño querido ... ". Y añadió, bisbiseando, con cautela: ".J>or más q1.le tú has tenido otros niños queridos ... Y niñas". Abrió un ojo sonriente, como quien no quiere tratos con el luto. y al volver a cerrarlo presentíamos, unificados por la voz del alma, que algo acababa de estrenarse arriba, en las estrellas.

misterio, el gran misterio de la palabra poesía. Y una extraña mezcla, en verso, de narración, ensayo, crítica ... , poesía total, como reclamaba Luis Rosales.

Libro que se coloca a mucha altura en tiempos de desánimos y desaliento cultural como los que vivimos. O dicho

mejor: le sitúa a la mayor altura de la poesía de hoy y de siempre. Quien lo dude, que abra este poemario y lea.

Tu maestro Luis Rosales se hubiera sentido orgulloso. Has cumplido tu pala­bra, Antonio Hernández. Olé, torero.

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Este magnífico poemario, Historia de una anatomía, de Francisca Aguirre (Alicante, 1930), no solo ha sido merecedor del premio Internacional Miguel Her­nández-Comunidad Valenciana, sino que también gracias a él ha obtenido el premi~ Nacional que concede el Ministerio de Cultura, en este caso, a los poemarios publicados durante el 2010.

Es un libro esencial en su antología. De ahí que poco a poco, paso a paso, leve­mente, como si con ella no fuera el asun­to, se ha convertido en una excelente poeta de entre los muertos y los vivos, una poeta que a nadie puede dejar indiferente. Como ella misma dice, «considero que pertenez­co a esa generación del 98, paciente, sin prisas, que como explicaba Antonio Machado, no es decisiva la fecha de naci­miento, porque lo importante es la vida".

Esta mujer que supo trampear con las circunstancias políticas difíciles que le correspondió vivir y a la que también le ha

'Historia de una anatomía'

PAULA IZQUIERDO

tocado bailar con la más fea, que no es otra que la muerte, está casada,con otro excelso poeta, Félix Grande, y juntos atesoran una larga' bibliografía y diferentes premios y galardones. El hombre con quien compar­te su vida, poeta y escritor, también ha sido galardonado con el premio Nacional de Poesía: Ella asegura que se intercam­bian todos sus libros y que no sienten nin­gún tipo dé' competitividad. De hecho, el penúltimo poema, \ JI Aventura", de Historia de una anatomía, es un homenaje a él.

Paca Aguirre¡ es una mujer con una vitalidad increíble y su trabajo como poeta por fin ha obtenido su bien merecido reco­nocimiento, además de otros premios logrados a lo largo de su trayectoria, Este libro, como ella dice, es la historia de sus huesos. La cita que utiliza Francisca al comienzo del poemario es muy acertada: «Un cuerpo dice la verdad. No siempre, ni a la primera, pero siempre es el cuerpo el

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS130 Francisca Aguirre

que la dice». Cita al escritor J. M. Coetzee. y así escribe ella; cada poema es una vivi­sección de alguna parte del cuerpo huma­no: "Radiografía"; "Las manos" -citando a Anaxágoras: «Pensamos porque tenemos manos»-; "La cabeza"; "El pensamiento"; "Los hombros". Es en este poema donde la poeta escribe:

Tal vez por eso para eso nuestro esqueleto tiene hombros. / y de vez en cuando mientras resbala el agua por mis hombros / pienso que lo que hace es descargarlos de tanto peso como soportan.

o la piel:

Es sorprendente que una cosa tan fina / sea capaz de contener algo tan inquietante / como el cuerpo huma­no. [ ... ] / Pero lo cierto es que resiste / lo verdaderamente raro / es que la piel/resiste más que el corazón y la cabeza.

Francisca Aguirre analiza, escruta y describe la extrañeza que le proporcionan el cuerpo humano y sus pasiones, con una mirada entre escéptica y maravillada. Nos habla del hecho de estar vivos y cómo se comporta cada uno de nuestros miembros, de nuestros órganos. Pero no solo habla de lo tangible, o de las vísceras, sino tam­bién de las pasiones; algo que no se ve pero en lo que ella cree:

Pasiones: somos los esclavos de una tiranía / que nadie sabe cómo derro­car / yen muchos casos nadie quiere derrocar. / Porque la pasión / nos consume sin extinguirnos / Nos mata para · obligarnos a resucitar / nos hace al mismo tiempo reyes y

esclavos / víctimas y verdugos / libertadores y tiranos. / y no se ve / No puede verse / Sólo se la oye latir / Gemir / y en algunas ocasiones / Cantar.

Aguirre pone de manifiesto a lo largo del poemario la vinculación entre el cuerpo y el alma. «El cuerpo siempre dice la verdad; cuando se enferma el cuerpo se enferma el alma», reconoce esta autora, y recuerda cómo p'ara Octavio Paz, el cuerpo era el inventor del alma. Reverencia el poder de la comunicación, el roce entre los cuerpos, o el poder de una sonrisa, y recuerda la alegría de Luis Rosales al entrar cada día en la oficina, o el deslumbramiento que le supuso conocer a Pepe Hierro, a quien describe como una "zarza ardien­do" capaz de arriesgar la vida para coger un helecho que crece en lo alto de una montaña.

En su catálogo de grandes maestros con los que ha tratado, Paca Aguirre también sitúa a Ernesto Sábato o a Julio Cortázar, cuya altura de casi dos metros, según ella, escondía a un adolescente capaz de asombrarse por cualquier cosa. Reconoce que sus poetas de cabecera siempre han sido los grandes clásicos, sin olvidar la poesía de Rimbaud o Mallarmé, o los más cercanos como Neruda, Miguel Hernández, Federico García Lorca o Vallejo, a quien describe como el "espíritu santo" de su hogar. Es una defensora empedernida de la memoria histórica, cree que sin memo­ria estaríamos todos perdidos. Es una mujer autodidacta: su única universi­dad han sido los librós y las librerías de viejo. Los libros son para ella un "abri­go" capaz de resguardar de cualquier intemperie.

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'UNI -VERSO'

Arte y ciencia son dos actividades humanas que nos llevan al conoci­miento de nuestro entorno. Cada una con su metalenguaje, con su método y con su forma de captar y plasmarla realidad. Ambas convergen en lo "humano". El científico mira al Uni­verso, a la Naturaleza, y trata de des­cribir sus observaciones de una forma que las conecta con la lógica de las matemáticas, haciéndolas así reprodu­cibles en idéndicas circunstancias, en idénticas condiciones de entorno. En cambio, el artista procesa la realidad directamente a través de sus sentidos y la manifiesta a través de sus emocio­nes. Pero las emociones no son nunca idénticas: siempre están condicionadas

'Universo ... un verso' (1965-2005)

JUAN PÉREZ MERCADER

por la historia del momento en que se expresan.

De esta última apreciación emana la potencia del arte que, de forma sublime, y cuando el artista "siente", nos puede transportar a una expresión de la reali­dad que nos permite "comprender" los fenómenos de una forma especial: aque­lla que impresionó al artista. Un jardín de rosas parece un sistema diferente según nos lo describa un botánico o un poeta. Pero se trata de "lo mismo" des­crito de formas muy diferentes.

A veces se hacen excursiones desde el arte a la ciencia. Y viceversa. El vehí­culo puede ser un campo de flores, un río, una montaña, aves o cualquier otro objeto. Pocas veces ha sido el Universo; yeso a pesar de que la propia palabra uní-verso incita a ver el cosmos como un

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl30 Juan A. Guzmán

vehículo estupendo para transitar de forma locuaz entre lo que es el todo y lo que es su descripción. Mi buen amigo Juan Antonio Guzmán ha hecho esa excursión para llevar a la percepción de los que ven lo que "ponemos" en el uni ... como algo inalcanzable, la visión de la dimensión humana nos da a través del .. . verso. A través de las palabras sencillas concatenadas con el vínculo común de la belleza, del cosmos: un principio uni­ficador a través de lo más sencillo.

El tiempo con su devenir imparable y su efecto . arrollador como expresión " del principio de causalidad: primeró la causa y luego el efecto. Y difícilmente los seres humanos construimos su mani­festación a través de la historia. De ella aprendemos y, como partícipes de ella, la interrumpimos para luego aprender a conducir nuestro futuro... ¡Cuándo aprendemos la lección!: En soplos vita­les de estrellas que vuelcan al , espacio sus entrañas que se manifiestan en forma de mariposas, árboles, bacterias y, en el caso de los seres hum'anos, contitu­yen el software y. el hardware con los que nos expresamos, una vez más, en estos versos unificadore!3 que son la expresión de la emoción en su forma más primige­nia. Como desde el big bang al hombre .•

Habla nuestro autor del paralelismo entre la emergencia de lo que nos rodea y el mundo más "cercano" al ser huma­no. A estos procesos les subyace la diná­mica, la evolución, el cambio a veces "gradual", a veces súbito, pero siempre "puntuado" o temporalmente acabado.

MI AIRE

El aire me dio la vida, del aire soy jardinero y alimento con mi aire brotes de amor en mi pecho. Mi aire es ser como soy, libre como un pensamiento que igual sueña con la tierra, con la mar o con el cielo. Mi aire es ir como voy, sentir que sigo sintiendo, y ver como vivo en medio de mitades y momentos. Yo llevo mi aire en vilo, para combatir tus vientos, y los convierto en la brisa para que afloren tus besos. Del aire vengo, del aire, puro como un sentimiento, y procuro con donaire sembrar tus aires de ensueños.

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CA flL OS Al RTl:St1TXt:

Áspera llama

Áspera llama Carlos Aurtenetxe

Sonetos del silencio Alfonso Cabello Jiménez

RESEÑAS

CARLOS AURTENETXE Áspera llama

REPÚBLICA DE LAS LETRAS130

Áspera llama es una llamada, una voz que desde lo inmediato y concreto invita y avisa del hermoso fracaso de semejante tenta­tiva, a una vida despierta; una voz en la conciencia; y la con­ciencia no es otra cosa que ser el mundo, pero sin el mundo, en profunda extranjería. La conciencia no es el conocimiento de las cosas, es el del proceso por el que todas ellas, en el insospecha­do trabajo de los años, enmudecen para, irremediablemente, desaparecer en su reflejo. Y este, el ya irreparable simulacro, hace de nosotros seres ineficaces, aptos al fin para la vida inútil. Así, la conciencia es la pérdida del cuerpo para la vida en el común de los hombres felices. No por otra razón ha de restau­rarse lo sagrado en lo inmediato y concreto, para devolver al cuerpo la única vida que le será posible, para devolverlo a cier­ta inmanencia, a lo trascendental en sentido kantiano, que no a lo trascendente, a través de otro sistema sensitivo, otra razón que sin embargo no clausure el misterio; la vida en lo real; para ese único sustrato trágico q.ue sin excepción es lo real, allí donde sólo son posibles las obras mayores. En alguna ocasión ha expre­sado Aurtenetxe su desconfianza hacia la filosofía; como Novalis afirmara: "La filosofía entera es solamente conciencia de la razón [ ... ]. Sin la más mínima realidad en el sentido autén­tico". Pertenece a la poesía la facultad de restablécer el "sentido de lo sagrado", que hoy como desde el tiempo en que los nom­bres fueron ya solo las cosas, se halla "turbado, paralizado, des­plazado por otros sentidos".

ALFONSO CABELLO JIMÉNEZ Sonetos del silencio Ed. Diputación de Córdoba. Delegación de Cultura.

Los numerosos lectores y amigos de Alfonso Cabello saben, sabe­mos, que estos poemas, este libro, que ahora se edita con el título de Sonetos de silencio, son sólo un eslabón más de una gozosa tarea, que deseamos fructífera y amplia, delicada tarea que este incansable lírico se ha impuesto mediante el maridaje y la continua frecuentación de las musas. Auguramos así y agradecemos (porque toda labor literaria es digna de agradecimiento y de premio) otras colecciones poéticas del mismo que lo consolidarán como uno de los autores cordobeses más prolíficos de nuestra época, cuyo nom­bre debe figurar sin falta en cualquier antología poética actual, sin­cera y ponderada, siguiento el consejo de Cervantes ("no te metas en el dibu-"), suelta la péñola y deja la voz al poeta.

ANTONIO CRUZ CASADO

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS130

Dionisia García, desde los comien­zos, ha dejado constancia en sus versos de todo cuanto concierne al ser humano.

Reseñas

'Señales'

Junto a esa razón central, advertimos un acercamento al mundo de los objetos. La mirada al origen, el paisaje, los afectos, la cotidianidad, el tiempo por el que pasamos, y tantos otros motivos que la vida ofrece han sido de su interés, sin desprenderse de ese eje y fundamento que ella llama «humanista», en cuanto que se refiere a las personas y sus avata­res, condición que encontramos de manera expresa en la tercera parte del libro precedente, El engaño de los días.

Señales se afirma en la tendencia mencionada, quizá en una vertiente más cruda, salvada por ese resurgir de las cenizas característico de la poesía de la autora.

ENCUENTRO MEMORABLE

T RAS la cansada búsqueda, allí estaba la casa

donde Esenin vivió días adversos. Buscamos con mirada escrutadora; cerrados los cristales, se adivinaba el cuarto donde el joven, quizá, sus poemas urdía, y preguntaba a Gorki, en la vigilia, si sus versos serían necesarios.

Su vida sí lo era y sucumbió al destino.

La tarde ya se apaga, también en las alturas. Detenida en la acera musito una plegaria sin lágrimas ni flores. Con el sereno apoyo de una visión mayor que, al evocar, despierta.

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Poesía reunida Juan Gelman

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Reseñas

JUANGELMAN Poesía reunida

REPÚBLICA DE LAS LETRAS130

También conocemos, a través de la literatura, que el dolor (que es uno de los sentimientos dominantes en la vida del hombre, acaso implícito por naturaleza, en razón de su intrínseca sole­dad) le viene al escritor, unas veces por carácter, donde habría de considerarse una postura crítica ante la realidad, y otras, las peores, por razones impuestas, exteriores, cual es el caso de este poeta que ha sufrido en propia carne los desmanes violentos que en su día generó la dictadura argentina, cuyas secuelas no se puede decir que se hayan extinguido del todo. y como quiera que el dolor es un argumento reticente, y a sabien­das de que el poeta siente de un modo especial cada vez que se enfrenta al poema, he aquí que en el texto que ahora nos presenta Seix Barral con la obra poética reunida de Juan Gelman pronto advierte el lector que está transido de dolor. Un dolor no tanto vis­ceral, sino expreso como reflexión, como generador de rechazo cuando no de repugnancia: "los sueños rotos por la realidad/ los compañeros rotos por la realidad/los sueños de los compañeros rotos/ ¿están verdaderamente rotos/ perdidos/ nada/ sobre la tierra? ¿su rota luz/ diseminada a pedacitos bajo tierra?" (muchos poemas comienzan en minúscula, y esa forma creo que le otorga proximidad, verosimilitud). Aun así, el poeta procura conjurar, de algún modo, el dolor, y lo viste con esa forma una tanto ingenua y, desde luego, poética: "¿alguna vez/ los pedacitos se 'Can a juntar? ¿va a haber la fiesta de los pedacitos que se reúnen?" Es una poesía muy implicadora por cuanto es inexcusable tomar postura de conciencia ante lo que el poeta expresa. Es, a la par, una llamada culta, civilizadora, a favor de lo que ha de ser, humanamente, el rechazo de un mal impuesto al otro por la fuerza. Exige esfuerzo y valentía, pero el sacrificio no habrá sido en vano si se consigue algo de concordia como actitud, algo de sentido de armonía, tal como, creo, debe desprenderse de este texto no solo sentido, sino pensado con esforzada mesura a favor del sentido de futuro acorde al ser del individuo, del sen­tido de la libertad "Extraña es la poesía./ Un poema que empieza con/ las cláusu­las del día sigue/ en lo que no se ve./ El aire pasa por / flautas que tocan vino, ojos/ confiados pasean/ por trabajos nocturnos y / la garganta en su lengua sube al! espacio que nadie tocó". Pero el balance, al fin, no podría sino ser triste porque el poeta alude a la memoria. Dejo al lector que complete el poema con su lectura, que obtenga su sentimiento propio de este libro emo­cionante.

RICARDO MARTÍNEZ

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La creación de Culturo Signos, símbolos, antropologío

y antropólogos

Este libro está escrito y pensado desde la antropología, sirve como andamiaje para abordar los temas que hoy tienen que ver con la cul­tura en sus manifestaciones más radicales, es decir como cultura que creamos y recreamos en los momentos sociales m ás álgidos, cuando la propia cultura se con­vierte en una estrategia que mejora nuestras formas de persistencia en la naturaleza. Se d ivide en ocho capítulos, que entre varias ciencias sociales intentan recoger lo mejor de teóricos pioneros y de métodos y teorías más recientes. Pretende servir de introducción en un pri­mer acercamiento al estudio de las representaciones culturales, antes llamadas "símbolos". Somete a crí­tica teorías y métodos y se caracte­riza por ir de la teoría al trabajo práctico mediante ejemplos prácti­cos como mitos y creación d

'La creación de cultura. Signos, símbolos,

antropología y antropólogos' Conectar los cambios

sociales a la teoría antropológica

PILAR JIMENO SALVATIERRA

Saarbrücken, Alemania

rituales, unas veces para ejemplifi­car la teoría y p ara cuestionarla otras. Aporta la novedad de emplear tanto una terminología m ás rigurosa para estos temas, como unos métodos desmitificado­res que eviten las elucubraciones interpretativistas e ideológicas tan frecuentes al tratar estos temas.

La creación de cultura . Signos, símbo­los, an tropología y antropólo os, de la doc­tora y profesora titular de Antropología Social en la Uni ersidad u tónoma de Madrid Pilar Jimeno Sal atierra, que ahora e la luz en la alemana editorial Académica E pañ la, de gran expan­sión en los ám ito uni er itarios de todo el mtmd , apar e como segunda edición d 1 1i r ri inal, que fuera recibid n !nO n inter ' en lo ámbitos

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ampliado en algunos de sus aspectos más importantes, y no solo ha sido ampliado sino, además, rectificado y actualizado a fin de dar cabida en su texto a las nuevas aportaciones intelec­tuales sobre el interesante temario pri­mitivo que ahora cuenta con las innova­ciones y aciertos de los diversas cues­tiones que tan extenso temario propor­ciona. A este respecto la bibliografía citada y consultada es amplia y los comentarios de textos citados incre­mentan de una manera muy manera rigurosa las apreciaciones de la autora. Todo ello supone el poder contar con una excelente aportación para el mundo universitario y para los interesados en temáticas tan interesantes como las que aborda la autora. Su actualización de estudios diversos y su indagación en torno a consideraciones de diversa etio­logía nos permiten, de primera mano, conocer trabajos propios y ajenos en los cuales los símbolos, las teorías de Lévi­Strauss, de Rappaport, Merleau-Ponty y otros investigadores ya clásicos son analizados a la luz de los últimos proce­sos de investigación y de acuerdo con los intereses académicos de las ciencias sociales.

Pilar Jimeno Salvatierra, docente universitaria desde el año 1968, ha sido también research associate en Berkeley University y profesora visitante en las universidades de Managua (Nicaragua) y Chisinau (Moldavia), además de haber participado como ponente y con­ferenciante en numerosos encuentros,

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seminarios y congresos de su especiali­dad y de haber publicado interesantes trabajos en revistas especializadas. En el ámbito docente ha dedicado su traba­jo a la teoría antropológica, identidades y nacionalismo así como simbolismo y estructura social. Es autora de libros. Su tesis doctoral trató Sobre las clasificacio­nes de los tipos de sistemas en Las estruc­turas' elementales del parentesco de Claude Lévi-Strauss (1981). Es autora, entre otras publicaciones, del libro Rituales de identidad revitalizados"(2a edi­ción 2004), Universidad Autónoma de Madrid; de A Glimmer of Comunication in Collective Behaviors, 9th EASA Bienal Conference. Bristol, UK, 2006; "Alter­nativas de la cultura. Una lectura mate­rial del duelo del ll-M", (Barataria. Revista de Ciencias Sociales, Toledo, 2009), etc.

En la presentación de La creación de cultura señala la autora:

Quiero decir brevemente que este libro tiene varios objetívos. Por una parte, intenta hacer reflexio­nar sobre el complejo tema de construcción de símbolos, que hoy llamamos representaciones de signi­ficado culturales. Por otra parte, hace un recorrido por todo el siglo XX y los comienzos del XXI sobre los teóricos del tema más impor­tantes, antropólogos, filósofos y lingüistas .

MANUEL QUIROGA CLÉRIGO

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La luz en el cristal Ricardo Martínez-Conde

Reseñas

RICARDO MARTÍNEZ-CONDE La luz en el cristal

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Ricardo Martínez-Conde es un poeta bilingüe cuya lírica ya se ha editado en gallego y castellano. Ahora ofrece su arte al servicio del cuento corto en su obra La luz en el cristal, en la cual recoge cerca de una veintena de textos de diferente cala­do. Con una gran capacidad de observación coloca su foco

. cercano al tema a tratar, sin interferir ni juzgar, salvo que el objeto tratado venga a buscarle, consiguiendo así una rela­ción diferente de la habitual en los narradores de este género. El primer relato prueba lo dicho. "Vecinos" retrata a los dife­rentes acompañantes que el narrador ha tenido en su vivien­da. Destaca lo objetivo e imagina lo oculto. Salvo en un caso. En otros relatos aborda reflexiones casi hirientes sobre hechos cotidianos como si la conciencia adormecida quisiera reflotar aquello que debió haber sido y no fue. La sorpresa también es una constante de sus textos, inesperada, surge a la vuelta de cualquier renglón. "El barro" es uno de los cuentos más pro­fundos. Metáfora de la creación de la mujer, imbuye un senti­do casi mágico a la feminidad desde una perspectiva lírica y un vocabulario exquisitos. IIUn toque de distinción" supone una prueba para él, un acercamiento a Dickens con trazas de Conan Doyle, algo sugerente viniendo de un poeta gallego. Borges sempiterno asoma por las líneas de "El hombre indo­lente", quizás el texto más elaborado del compendio. Casi una fotografía o una escena aislada son otros cuentecitos, solo una situación analizada al microscopio que suponen una obra de arte en "Alusión al . aje" o un apunte filosófico en "Un tramo dee calera" . P i IOS!Ía, recuerdos e historia com­pletan el oJumen, que De ejará in atisfecho al avezado lec­tor que quiera omars fa. Abundantes reflexiones, sentido del hum T,

explotar en ualquier do en u ent y deja el regu t d tra densa, c rí .

PEPE R DRtGUEZ

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Los hijos del olvido Cristina Maristany

Reseñas

CRISTINA MARISTANY Los hijos del olvido

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Los hijos del olvido es una selección de textos que publicó en el periódico Última Hora de Palma de Mallorca durante los últi­mos diez años. Nos ofrece hechos de nuestra historia más reciente. Son una fotografía que no, se marchita con el paso del tiempo, porque es la fotografía de nuestros sueños. Aparecen nombres de personas que han dedicado su vida a luchar por lo que creen justo, como Mahatma Gandhi, Che Guevara, Pere Casaldáliga o Ignacio Ellacuría y muchos más; actores que han cambiado la historia del cine como Al Pacino, Anthony Quinn o John Cassavetes; cantautores como Luis Eduardo Aute, Mercedes Sosa, Paco Ibáñez o Vinicius de Moraes; escritores como José Bergamín, Rafael Lorente, Stephan Zweig, Eduardo Galeano, Nikos Kazantzakis y tan­tos otros que han compuesto o interpretado la banda sonora de las vidas de muchos de nosotros así como la iluminación de anuestro camino ... A algunos los ha conocido; a otros, no, pero en su personalísima forma de hablar de ellos nos ofrece unos retratos muy cercanos que quedarán siempre en nuestra memoria, porque hablan de lo que somos, de lo que fuimos y de lo que habríamos podido ser. Al final ofrece un relato corto,inédito e insólito: "Los hijos del olvido", donde la auto­ra da rienda suelta a otra de sus grandes virtudes, la imagi­nación. Su prosa es directa, mística, salpicada de sentido del humor, una escritura que rezuma poesía, melancolía, pasión y espe­ranza. La esperanza de un mundo mejor por el que ella siem­pre ha luchado. Unas palabras que alguien le dijo alguna vez y que ella ha hecho suyas como pocas resumen su forma de ver y de entender el mundo que nos ha tocado vivir: "Todo cuanto retuve lo perdí: solo me queda lo que di".

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CEDRO es la asociación que gestiona colectivamente los derechos de reproducción de escritores, traductores, periodistas y editores. Ponemos todos nuestros recursos para que tus palabras tengan el valor que merecen. Asóciate:

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AC E· Asociación Colegial de Escritores de España

AÑO XXXIV

HAN SIDO MIEMBROS DE LA JUNTA DIRECTIVA DE ACE EN ESTOS 34 AÑOS DE HISTORIA

Rafael Alberti VíctorAlperi Carlos de Arce Enrique Badosa Teresa Barbero Marcos Ricardo Barnatán Carlos Barral Antonio Beneyto Esther Benítez Carmen Bravo-Villasante

. Jesús Campos Josep M: Carandell Guillermo Carnero Antonio Colinas Carmen Conde José Corredor-Matheos Rafael de Cózar Guillermo Díaz Plaja Luis Mateo Díez Ana Diosdado Antonio Ferres Jesús Fernández Santos Gregorio Gallego Francisco Garda Pavón José Luis Giménez Frontín Antonio Gómez Rufo Juan Manuel González Félix Grande Alfonso Grosso Raúl Guerra Garrido Eduardo de Guzmán Antonio Hernández Ramón Hernández Paula Izquierdo Diego Jesús Jiménez

Juan Ángel Juristo Agustín Lafourcade Luis Landero Enrique Lenza Ángel María de Lera Jacinto López Gorge Joaquín Marco Julián Marcos Adolfo Marsillach Fernando Martínez Laínez J osé María Merino Mario Merlino Pau Miserachs i Sala .

Juan Mollá Isaac Montero Ana María Navales·

Lauro Olmo Ángel Palomino Salvador Pániker

Jesús Pardo Pedro J. de la Peña Meliano Peraile Carmen Posadas Cesáreo Rodríguez Aguilera Mercedes Salisachs Ramón Sánchez Lizarralde Gonzalo Santonja Santos Sanz Villanueva Ramón Solís Andrés Sorel Elena Soriano Daniel Sueiro Francisco Vélez Nieto Alonso Zamora Vicente

JUNTA DIRECTIVA DE ACE

PRESIDENTE:

JUAN MOLLÁ

VICEPRESIDENTES:

FÉLIX GRANDE ANTONIO GÓMEZ RUFO

SECRETARIO GENERAL:

ANDRÉS SOREL

TESORERO:

ENRIQUE LENZA

ASESOR JURÍDICO:

JUAN MOLLÁ

VOCALES:

ANTONIO HERNÁNDEZ Régimen interior

FERNANDO MARTÍNEZ LAÍNEZ Actividades culturales

CARMEN POSADAS Publicaciones

PAULA IZQUIERDO Relaciones con los medios de comunicación

JUAN ÁNGEL JURISTO Vocal de Asuntos Sociales

CONSEJEROS:

RAMÓN HERNÁNDEZ

RAÚL GUERRA GARRIDO

ANTONIO COLINAS ·

MANUEL QUIROGA CLÉRIGO

SECCIONES AUTÓNOMAS

ASTURIAS:

VÍCTOR ALPERI

ANDALUCÍA:

JOSÉ GARCÍA PÉREZ

TRADUCTORES:

MARÍA TERESA GALLEGO

AUTORES DE TEATRO:

JESÚS CAMPOS GARCÍA

REPÚBLICA DE LAS LETRAS es una revista no venal que se publica con el patrocinio de

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CEDrO ~ CENTRO ESPAÑOL DE DERECHOS

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