REVISTA 044

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LAS LETRAS Y LOS LIBROS ESPAÑOLES EN EL NUEVO MARCO EUROPEO

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LAS LETRAS Y LOS LIBROS ESPAÑOLES EN EL NUEVO MARCO EUROPEO

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DIRECCiÓN:

ANDRÉS SOREL

CONSEJO DE REDACCiÓN:

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JUÁN MOLLÁ

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ANTONIO TELLO

REDACCiÓN Y DISTRIBUCiÓN:

ASOCIACION COLEGIAL DE

ESCRITORES Sagasta, 28. 5°-28004 MADRID

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• 1. ~r IilmLJIiL 1 ~~J

Los trabajos e informaciones publicados en

REPÚBLICA DE LAS LETRAS pueden ser reproducidos tibremente siempre que se cite su procedencia.

M José L. Pérez de los Cobos

Il/al/gl/raciól/

Rosa M.a Rodríguez Magda

RELACIONES ENTRE LA CREACiÓN LITERARIA Y LA SOCIEDAD ESPAÑOLA

Eduardo Alonso UI/ml/I/do l/el/o de palabras), IIl1a I/ovela elllllilllisml/da

Carlos Alvarez Literatllm versllS poder

Francisco Brines El tielllPo es lIIi clle/po, mi el/igma

Guillermo Carnero IdMS )' peqlle¡ja l/litología poética

Félix Grande Poe.IÍa )' cOlllprollliso

Pedro J. de la Peña Literatllra e illlagell

Meliano Peraile El escntor)' la gel/te

César Simón MerClldo)' sociedad

Andrés Sorel El libro COI/lO t/'dllsmÍJor de cllltllra

EDITAR EN LA COMUNIDAD AUTÓNOMA

Barranqui UII editorplleblerillo allte lalllarablll/ta editorial

Luis T. Bonmatí Editar elllas COlllllllidacles AlltÓI/Olllas; Valel/cia

Manuel Ramírez La plllmlidad sielllPre es ellriqllececlom

Gonzalo Santonja EI/IIIII/do del libro ell Castil/a)' Leól/

Rodolf Sirera La edicWl/ deobms teatmles ellla COlllllllidad wlellcUllla (1976-1994)

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JqUA DIRHlIIA Df lA A.Cf.

PRESIDENTE: JUAN MOLLÁ

VICEPRESIDENTES: SANTOS SANZ VILLANUEVA

GUILLERMO CARNERO

SECRETARIO GENERAL: ANDRÉS SOREL

TESORERO : GREGORIO GALLEGO

ASESOR JURíDICO : JUAN MOLLÁ

CONSEJEROS: RAÚL GUERRA GARRIDO

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ASTURIAS: VíCTOR ALPERI

ANDALUcíA: RAFAEL DE CÓZAR

TRADUCTORES: MIGUEL MARTíNEZ-LAGE

AUTORES DE TEATRO: ALBERTO MIRALLES

SOCIOS DE HONOR:

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CARMEN BRAVO-VILLASANTE

EL PAPEL DE LOS SUPLEMENTOS LITERARIOS

E. Cerdán Tato Revistas culturales)' suplementos literarios

Diego Jesús Jiménez La edición)' la crítica

Victorino Polo Suplementos literarios, revistas culturales

Rosa M .a Rodríguez Magda De la crítica)' el bastío

COMUNICACiÓN Y COLABORACiÓN LITERARIAS ENTRE LAS COMUN IDADES ESPAÑOLAS Y CON HISPANOAMÉRICA

Víctor Alperi Asturias en Hispanoamérica )' Europa

Ricardo Bellveser La cultura impermeable

Rafael de Cózar Las literaturas espmiolas y sus con/ex/os

Miguel Herráez Memoria de 1111 encueutro y realidad de 1m desencuentro

Vicente Muñoz Puelles El escritor)' su doble

Jaume Pérez Montaner Las letras catalanas: COIJJunicación y colaboraciónlietraria cou otras culturas

ILUSTRACIONES:

OBRAS DEL ESCULTOR

ALFREDO AUGUSTO

Portada: LA FRENTE DEL POETA

Pág. 9: LA FRENTE DEL POETA

Pág . 30: EL POETA REBELDE

Pág. 44: EL MUSICO CIEGO

Pág . 49: RUZAFA

Pág .71 : EL PERIODISTA

Pág. 87: EL FUNDIDOR

Pág. 91 : UNA OBRA COMENZADA

Pág . 101 : CABEZA DE MUJER

Pág . 113: EL TORERO

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JORNADA S DE VALENCI A La.s let ra.s y los libros españ.oles

e :n. el :n :u .e v o r n arco europeo

ORGANIZADAS POR LA ASOCIACIÓN COLEGIAL DE ESCRITORES

n .oÍ} 1:. Rchll' f{ltlrS cl1lrl' Crt>al"iún T. .r'fI:r¡!J'U; ,:¡ ;(r $ och',lnd !l:ipttih,f/l

Coo(din;uí\.lf' I $." :J.~ M.'1 n\~HJ

I'Qni;,,~e$: Lt(..ln:ttd ó .. \,I u n ,o Cregvrlú C .al1 t g,u Haul .\l N,.", C oclTido Mell ~",u f'cr __ Ho! C~SoH Simón

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PRO GRAMA

2 8 de No v iembr e '/ ~tOO h. Rcdr;dones ..:nfrt! 1" Crwrchi ll Liremrifl y la Saciedad c.sp,ulolfl.

Coordb, ,3 .J eu": Al\dr~. SOnH " Q I\~lIh:~ : V1ct nllo! ~1t) l fJu Poi):

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~ GENERALlT;\T VALENCIANA ~ '(O H5Illtl l " ~l CU ¡lV l.

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En ri ·l\1" C'·Tt1:\nT:J.I() Ft..11i'tG r .:."de DiI:W' JI~,. ':I" C.¡m~ul:'" Vktorll, ,,I' (,l t, Sa ll l u~ S~ n lt. VilI.UII.I \!\.'.I

Sal';n de Actos del Cenlre Cult ura l Ba ncai xJ, Plaza de Te luán, 23, Vale nci,

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JOSÉ L. PÉREZ DE LOS COBOS

N primer lugar, vaya nuestra bienvenida a los participantes de otras Comunidades, con el deseo de una feliz estancia en Valencia, y también nuestro reconocimiento a las instituciones representadas en estos coloquios, en particular, a la asociación organizadora. Bancaixa siente la satisfacción de albergar estas jornadas de trabajo, debate y reflexión sobre literaturas y edición, en España relacionadas con el nuevo marco de relaciones esta­blecido por nuestra integración en la Unión Europea, pero sin olvidar la comunicación entre la literatura y los países americanos de la misma lengua. Con frecuencia -y me alegra decirlo--, Bancaixa colabora en la realización de encuentros semejantes a éste, sobre las más diversas materias. Por ello, también a menudo, podemos comprobar el interés que revisten tales sesiones, en que se contrastan y se ponen en común experiencias distintas. Vemos también que ese interés se acrecienta en los coloquioos pluri­disciplinares, aun dentro de un sólo ámbito del saber, cientifíco o humanístico. Ciertamente, ustedes aportan a este encuentro un caudal de pareCeres, opiniones y conoci­mientos que giran alrededor de un solo hecho, el literario, con su repercusión a través de la edición y la lectura. Sin embargo, icuánta riqueza de matices presenta esa realidad!, idesde cuántas vertientes permite abordarla, a ustedes, creadores de literatura, críticos, periodistas especializados en temas literarios editores y, en definitiva, observadores sin duda apasiona­dos de tal hecho, tan antiguo y siempre renovado! El nuevo marco Europeo, el multilingüisrno corno condición personal cada vez más generaliza­da entre los ciudadanos jóvenes, las posibilidades que abren tecnologías muy recientes y en pleno desarrollo, dan, a la comunicación literaria, perspectivas que yo considero sumamente esperanzadoras, tal vez discrepando de agoreros que predicen, aquí y allá, el final de! libro. Bancaixa, que cuenta con una amplia experiencia acumulada, de apoyo a la edición, a la lec­tura, a las bibliotecas, autores noveles o consagrados, quiere transmitirles, a través de estas palabras mías, nuestro interés por el resultado - por los resultados- de este encuentro, como punto de partida para nuevas reflexiones y, sobre todo, como acicate para seguir tra­bajando por las letras y por los libros. Aun sabiendo, y es ocioso decirlo ante ustedes, que ese es trabajo lento y esforzado, necesitado de paciencia y de constancia, pero sabiendo igualmente que siempre da buenos frutos. Por todo ello, y por su atención, muchas gracias.

Consejero de Bancaixa. Secretario de la Comisión de Obras Sociales.

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ROSA M.a"RODRíGUEZ "MAGDA

LA Asociación Valenciana de Críticos Literarios se siente satisfecha de haber podido contribuir a la realización en Valencia de estas Jornadas "Las letras y los libros españoles en el nuevo marco europeo», satisfecha

de haber sido vehículo de comunicación entre La Asociación Colegial de Escritores, La Consellería de Cultura, la Obra Cultural Bancaixa y los escritores y el público valencianos. Resulta importante la refiexión en torno a la creación literaria y su difusión, pues la cultura nace de una tensión no siempre explícita entre la universalidad de su cometido y la particularidad de sus voces. Se escribe, se piensa desde un país, una comunidad, en contacto con otros grupos humanos semejantes y dispares, a través de unos medios de comunicación específicos. El papel de los intelectuales hoy frente a la realidad española debe asumir el reto de los cambios sociales, la valoración de las estéticas literarias ante el fin de siglo. Se ha hablado de crisis de las vanguardias, de silencio crítico, de ausencia de deba­tes. Mientras los profesionales de la información y los políticos asumen un protago­nismo cada vez mayor en la palestra intelectual, los escritores y los medios univer­sitarios se relegan a la privacidad o a las pequeñas sociedades de discurso. Pero una cultura encerrada en los gabinetes de expertos o en los congresos gremiales pierde su papel de dinamizadora social, perpetua en inalterados centros de gestión de reiteración cada vez más caduca de lo mismo, apostar por el estruendo de las voces y la propalación de la discordancia es recuperar todo el poder genésico de la diferencia y la innovación. Los grandes monopolios de comunicación, editoriales o institucionales tientural, ahogando o haciendo inaludibles las pequeñas iniciativas, las producciones peri­féricas.

Presidenta de la Asociación Valenciana de Críticos literarios .

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Las Comunidades autónomas cargan muchas veces con el peso excesivo de lo autóctono, sin poder acceder las más de las veces las redes generales de difusión, a la consagración de lo propio como universal y perentorio. Los suplementos literarios concele­bran a menudo esta inocua separa­ción entre la cultura con mayúscula y con minúsculas. Entre las autopistas de información y las pequeñas ediciones numeradas cada vez más el libro aparece como la anacrónica divisa de un pretérito clan de conjurados; mientras el soporte magnético y audiovisual destierran a la palabra escrita, los escritores nos

vamos convirtiendo en un curioso material residual no reciclable. Las diversas lenguas y culturas pelean en cotos cerrados por su marca dife­rencial y su espacio de supervivencia, indiferentes unas a otras, olvidando que únicamente por su intercomunica­ción garantizan su presencia. Hablar de España, de Europa, de Hispanoamérica no puede por más resultar sospechoso de no se sabe qué oscuro olvido imperialista, sino necesaria apuesta de integración. Los escritores hoy, aquí, ahora, tene­mos la palabra, ojalá que la inteligen­cia, para pensar el futuro en claves de libertad, eficacia y diferencia .

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EDUARDO ALONSO CARLOS ALVAREZ FRANCISCO BRINES GUILLERMO CARNERO

FÉLIX GRANDE PEDRO J. DE LA PEÑA MELlANO PERAILE CÉSAR SIMÓN

ANDRÉS SOREL

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~~ ffi~~~~ llf~~ ~f ~M~BR~~ ~ ~~~ ~~ijH~ f~ffilffil~ffi~~~

EDUARDO ALONSO

AL pasar delante de una casa que había en medio de la aldea, oía de niño a una mujer que se pasaba en día perorando en alta voz. Era como una carra­ca inagotable. Del fondo de la cocina salía un hervor de palabras, y cuando

se asomaba a la galería del primer piso, entre las ristras de panojas, lanzaba al aire un runrún de cotorra descomunal. A veces la encontrábamos por los caminos con una cesta en la mano, alborotando como un moscardón. Pero era una loca pacífica, y después de muchos encuentros perdimos el miedo al desvarío de sus ojos, y el rumor que manaba de sus labios. Sin embargo, como apenas agarrábamos al vuelo alguna palabra comprensible en medio de tanta palabrería indescifrable, nos senti­mos ante ella confusos y desamparados. Semejante impresión me produce a veces este mundo saturado de palabras, imáge­nes, textos y teletextos. iEstamos rodeados! Estamos acosados por el enjambre de voces, el bombardeo de la radio, los mil reclamos de la televisión, la pajarería de los kioscos callejeros, el guiño luminoso de los comercios, el reclamo de las vallas, las pintadas de los muros, los grafitos de los urinarios, y no hay paquete, bolsa o bote sin su leyenda, marca, instrucción, etiqueta o eslogan. Algunas mañanas especial­mente proustianas, la magdalena del desayuno me impide saborear cualquier recuer­'do, pues de pronto se interpone la advertencia de que estoy comiendo harina, huevo, grasa vegetal, antioxidantes, conservantes, colorantes debidamente autoriza­dos y E-234. ¿Cuál es la realidad auténtica, las cosas en sí, los hechos que pasan o esa envoltura de palabras e imágenes que los definen, manipulan, envasan y trans­portan, con la debida autorización? La realidad es hoy lo que se nombra. Y cuanto más veces se cita y se nombra, más real es un objeto, una experiencia, una novela, un político o un placer. Tócala de nuevo, Sam. Es difícil ser espectador (orteguiano o no) de la vida que (nos) pasa, caminantes que al andar tienen tiempo de ver el paisaje. Vamos en reata, con el volante en las manos, con el cacharrito del zapeo, por eso que ahora llaman autopistas de la infor-

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mación. En el buzón anidan a diario bandadas de folletos, pasquines comerciales, impresos, cartas de Planeta-Crédito que me prometen un reloj despertador por sólo acudir a un hotel (son trampas, lo sé: quieren cazar­me), y se me cuelan por debajo de la puerta y los tengo dentro de casa, y me acribillan y no son papeles, sintonías, imágenes, faxes, jingles, declaraciones ni anuncios: son los pájaros de Hichtcok. ¿A dónde huir? No tengo más remedio que enfrentarme a ellos, leer, escuchar, ver, no puedo meter la cabeza bajo la almohada, porque seguiré oyendo a Luis del Olmo en el patio de luces y el rin del teléfono a tra­vés de la pared medianera, y los aplau­sos, risas enlatadas, advertencias de que un diamante es para toda la vida, jadeos procaces en el televisor del veci­no, esas sonoras y gráficas Delicatessen. El mundo, como nos mostró aquella inquietante película, es una casa llena de chirriantes delicade­zas, otra cueva de Eolo que envía en todas direcciones un vendaval de pala­bras y de imágenes racheadas. Y, en fin, "no hallé cosa en qué poner los ojos .. que no fuera un bazar de mensa­jes. Ellos son la realidad. Así que creer que la realidad existe, es un bello embuste. La realidad es una declaración política, un dato estadístico, un eslogan. Y la mayoría de esos letre­ros y mensajes no tienen autor conoci­do, o son de hablante sin rostro. La rea­lidad es rótulo, título, gráfica, baremo y anuncio. Quiero decir que la realidad no sólo está cada vez más lejos de nuestra propia experimentación, sino más defini­da por su dimensión de cantidad. Hoy es más real el plástico que las fiares y el agua Fontvella que un manantial en el monte.

INTEGRADOS Y COMUNICADORES

Otra consideración de la realidad es que no es interpretada por los apocalípticos, mediadores singulares que se presenta­ban con prestigio de sabios, escritores, filósofos, investigadores, líderes, maes­tros: personas singulares a las que se les otorgaba un reconocimiento admira~ ble . Aunque sigan existiendo más o menos en el cuarto de atrás, su versión llega triturada convenientemente para captación y consumo masivo. Hace justo treinta años que Eco hizo aquellos distingos entre apocalípticos e integra­dos. La verdad es que es tentador ponerse estupendos. iNO te pongas estupendo, Max! El científico, el investi­gador, el sabio, el filósofo, el creador no son oídos, no tienen cancha, a no ser que un suceso social -la entrevista en el periódico X, un premio, un hallazgo, un escándalo- los situé en posición mediática, pero entonces sus aportacio­nes son frivolizadas para la ingestión masiva y comercial. La televisión destie­rra los programas culturales a horas gol-

. fas: conciertos de música a las tres de la mañana, programas de libros -centra­listas, por cierto- , pasada la media noche, cuando canta el gallo. Ni siquiera aquellos debates de La clave, por poner un ejemplo, divulgadores, son hoy posi­bles. En cambio surge hoy el comunica­dor, el adivino, el presentador, el con­ductor de programas, las nuevas docto­ras Francis. La realidad es un prospecto. Sucede también que la realidad ya no es dual, como nos dijeron y nos creímos. ¿Era entonces más fácil? Ya no hay antagonismos ideológicos, ya no hay oposiciones (sólo concursos) entre lo crudo y lo cocido, tradición y progreso, capitalistas y rojos, teoría y praxis, estu­dias o trabajas. De aquellos antagonis-

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mos estéreos sólo quedan hoy los derbys de fútfol. Ya no va por un lado lo comercial y por otro el arte y ensayo, ahora todo se integra en un surtido mer­cado para gustos plurales, de la bouti­que al pret-á-porter, con una variedad que aglutina lo ingenioso y lo hortera, lo moderno y lo kistch, como en las pelícu­las de Almodóvar. Es difícil el asombro, y avezados a estar

de su vida, autor de un único cántico al que va añadiendo variantes que se inte­gran en una interpretación duradera. La originalidad es una singularidad hecha a base de repetir formas, diseños, estile­mas, nuevos productos de temporada, con marca de autor, de editorial (se criti­ca al autor que cambia de casa). de

de prisa, de prisa, entre muchas cosas y muy varia­das, todo es bastante dirigi­ble. En cualquier revista dominical de periódico lee­mos sin mayores ardores de estómago un espeluznante reportaje sobre la miseria de Haití después de enterarnos

La realidad es una de claración política) un dato estadístico) un eslogan. Y la mayoría de esos letreros y mensajes no tienen autor cono­cido) o son de hablante sin rostro. La realidad es rótulo) título) gráfica) baremo y anuncio.

de la receta rica rica que prepara un gran cocinero vasco. Los años ochenta supusieron el triunfo definitivo de la integración frente a lo apocalíptico, y de la variedad frente a la totalidad. Eso tiene la ventaja de haber derribado intolerancias y propiciado la pluralidad de modelos y de haber diluido las convicciones radicales en la incerti­dumbre, pero también ha inoculado la convicción de que casi todo vale. El mundo ya no es un menú, sino un bufé, un gran autoservicio. El apocalíptico era una hechura temporal dilatada, pero la integración es simultaneidad, es presen­te incierto, es carencia de memoria his­tórica, es despreocupación por el futuro (iqué largo me lo fiáis!), es conciencia blanda y vivencia de lo efímero. Las eti­quetas se tiran , las imágenes no se piensan, a lo más se almacenan en cin­tas. Es difícil al escritor ser fiel en sus obras a eso que se llamó su visión del mundo, una cosmovisión (no hay origi­nalidad sin monotonía). escribiendo muchas novelas que es sólo la novela

periódico afín. Si uno no «comunica bien" ... Que la realidad es el mensaje, es una vieja ilusión del creador: Sólo lo que se logra nombrar estimula el simula­cro de dominar o transformar el mundo, o de sentirse más vivo en él; que el mensaje es el medio, es más que útil lema periódistico; que la realidad es el medio, lleva a esa saturación de mensa­jes o productos sin los cuales no pare­cen existir las experiencias vitales.

EL ENMIMISMAMIENTO

Para el escritor español encontrarse en una sociedad libre, informada y plural es una excepción histórica tan grande, que lo ha descolocado. Ahora es el periodismo, con su vorágine de noticias transmitidas en directo (<<en vivo,,). quien ha acaparado el testimonio, la denuncia, el debate ideológico, la inves­tigación y hasta los materiales aparen­temente épicos. Esto creo que ha obli­gado al novelista, desposeído de esos territorios, a un repliegue intimista .

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Magnificas argumentos novelescos se agotaron en un periodismo completo y el clásico informe semanal de televisión como el tricornio polainero que secues­tra el ruedo ibérico, el etarra que pone bombas a una niña que quiere ser baloncestista, el trujimán que va en Jaguar a dar un mitin izquierdoso, el banquero que se casa por amor a una jovencita retratada sin bragas, el gober­nadar del Banco de España que entra en el trullo, el Roldán prófugo, el Vaquilla que burla a la pasma, en fin, hasta una princesa haciendo cachas en un gimnasio y su cónyuge comprando támpax en la farmacia. Esto es la CNN y Radio 5, todo noticias. La actualización desmemoriada del vivir libera al novelis­ta de papeles mesiánicos y apocalípti­cos, del «encargo social» (terminología ¿añeja? de Luckács), en favor de lo que podemos llamar encargo íntimo. Quien quiera ver el tratamiento que la literatura ha dado de los problemas colectivos de la sociedad española de estos años, no encontrará casi nada sobre el paro, el

duros han tenido algún tratamiento estándar de género, no hay Zolas ni Dostoyeuskis. En todo caso, en el artí­culo-columna del periódico ha encon­trado el escritor alivio a su necesidad de disentir (un iYo acuso!, ingenioso más que sincero, oportunista más que arriesgado), para lavar su individualismo retraído. El novelista sólo ha podido aceptar encargos íntimos, se ha reser­vado el permanente papel de contador de historias pequeñas, singulares, inti­mistas, evocadoras y distantes. Algunos hemos acudido a veces a la novela histórica para en el distancia­miento proyectar sobre el presente pre­ocupaciones permanentes de vivir: el amor, el tiempo, el conflicto entre el poderoso y el artista ... Nos atraía el empeño de levantar con palabras un decorado histórico para en él recrear a personajes que a pesar de su nombre conocido y sus peripecias verídicas o supuestas, eran simulacros del autor. En el fondo, no es más que un egoísmo de sobrevivencia para huir de tanta

actualidad y del diluvio infor­mativo del presente, devol­viéndole al tiempo, como

Si el escritor consigue dejar para el artículo proponía Margarite Yourcenar, su papel de gran escultor. En la novela siem­pre hay duración: lucha con la instantaneidad. Gonzalo Sobejano habló con mucha sabiduría crítica de la novela

de periódico su aportación crítica

de actualidad, a la novela y al poema

traslada la decepción más duradera

terrorismo, la emigración clandestina, la vida rural, la xenofobia, la prostitución, la droga, el deterioro ambiental, los chanchullos de la ingeniería financiera, la hoguera de las vanidades, la adulte­ración de la infancia y la falsificación moral. Aunque algunos de estos temas

ensimismada de estos años: la pequeña fábula íntima, la historia de los adentros, las entretelas de persona­jes sentimentalmente aturdidos, confu­sos, nostálgicos, decepcionados, inciertos en un mundo en el que se derriba la industria pesada y la ideología dura, donde caía el telón de acero e iban al desguace las conciencias de

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una pieza. Ensimismados . O mejor: enmimismados. Si el escritor consigue dejar para el artículo de periódico su aportación crítica de actualidad, a la novela y al poema traslada la decepción más duradera. Sin grandes experimen­tos: tampoco el lector está para gran­des trotes ni tantarantanes ideológicos o pasionales. La novela tiene algo de placebo y algo de purga de actualidad, y a la literatura se va como al gimnasio, porque hay que soltar grasa y desentu­mecer el sedentarismo. Así que, el novelista se pone a remover suavemen­te el batido vital de su conciencia, como se remenea con una cucharilla el café del desayuno: huuum, ese es el aroma de mi hogar. Tampoco es mal papel, ¿quién, si no, iba a decirnos cómo ha sido la crónica sentimental de esos años, hecha de encuentros y desen­cuentros efímeros, de grandes cambios a base de modificar muchas pequeñas cosas, con liviana pesadumbre y exqui­sito hedonismo, donde yo soy muchos yoes, aunque todos pasajeros y ningu­no excesivo? Hace un siglo, la crisis de identidad sur­gida del descrédito de la ciencia, del positivismo, de la sociedad burguesa y de la fe trascendente, sumió a los escri­tores en una búsqueda enigmática de los adentros, «intrasubjetiva" (<< la reali­dad es mi conciencia", «la imagen lo es todo", decía Azorín, cuya alma según la perversa sentencia de Gómez de la Serna, era vegetariana). El resultado fue

una personalidad demediada y heteróni­ma, un yo en su espejo, y luego una larga abulia bastante protectora como para no sentir las hecatombes contem­poráneas. Pues bien, en un mundo en que la imagen (el look) lo es todo, el novelista constata que la disolución, cien años después, es plural, múltiple e incapaz de agonismos trágicos y de angustias existenciales. Esta es la reali­dad que novelamos con más empeño: una crónica sentimental hechas de pequeñas decepciones y desgarros, en libros que apenas tendrán sitio por unos días en los estantes, con fecha prevista de caducidad, como los yogures, que ni siquiera se llaman libros, sino noveda­des. Como dicen los financieros: inver­sión «a corto". Uno hace lo que puede. Yo creo que es más fructífero para el escritor escribir desde la decepción y no desde la queja. Porque en la realidad en que estamos, ¿no era la mejor de los mundos posibles?, se nos pueden apli­car aquellas luminosas palabras de la Eurydice de Jean Anouilh: «no hay que creer exageradamente en la felicidad. Sobre todo cuando se es de buena raza. No se consiguen más que decep­ciones". Qué agria ironía: ser de buena raza. .. Que sea la decepción fruto de la memoria, porque como decía Weisel, aunque «no somos responsables de la historia, sí somos responsables de cómo la recordamos". Toda la Historia, la grande general Hestoria y la del patio particular ...

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CARLOS ALVAREZ

S E cita a veces a Robinson como único ser humano capaz de vivir al margen de cualquier problemática social. Por supuesto, antes de conocer a Viernes, momento en el que descubre las ventajas del esclavismo y se politiza. Pero lo

más probable es que ni siquiera Robinson sea un ejemplo válido incluso cuando vive en radical soledad, porque no ha nacido en ella, conserva en su mente el recuerdo de la estructura de la sociedad en la que se educó, y la tiene por tal causa dominada por una concepción concreta de cómo debe reglamentarse su vida aunque a nadie afecte su ideario. Tal vez si queremos buscar un fragmento de escritura no condicio­nado por la convivencia debamos recurrir no a un posible texto de Robinson sino a unos versos admirables de Quevedo, aparentemente alejados de cualquier preocu­pación que la existencia de sus semejantes pueda hacer nacer: «Sulquí vagante pre­temor de esto lo / pues que lo estulto al noto solificas». Pero si nos fijamos un poco mejor en lo que estos versos en su inanidad sugieren - aunque se trate simplemente de un juego fonético- nos daremos cuenta en seguida de que sí están inmersos en su propia tradición literaria y gramatical ya que, inmediatamente, advertiremos que vagante es un adjetivo que acompaña a pretemor; que la preposición de enlaza lo no significante con algún habitual significado, como la contracción al, y que solificas, aunque ignoremos qué quiere decir es, sin la menor duda, un verbo. Lo que sumer­ge, quiéralo o no lo pretenda su autor, a estos versos en algo sintácticamente cerca­no a nuestra percepción: de la percepción de alguien ajeno a quien se expresó, yeso establece un vínculo que, al ir de uno a otro, es ya, por su naturaleza, social. Como punto de partida, esta reflexión, qué duda cabe -aunque quepan muchas sobre la objetividad de quien comunica y no pocas sobre la justeza de los fines a los que se pretenda llegar como conclusión-, conduce a la idea abusiva de que todo es social -no sólo abusiva, sino poco original, pues ya se ha repetido mil veces con mayor o menor, más bien menor, aceptación-o Si lo que se persigue al intentar esta­blecer una comunicación literaria con los demás es -digámoslo en tono rimbom-

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bante- la gloria, que sólo los otros pue­den otorgar, o situar una mercancía en el mercado con posibilidades de que con­siga una retributiva aceptacíón, apenas puede discutirse. Si lo que se persigue es más íntimo, algo identificable con la imagen de Narciso asomándose a la mirada del río , lo social desaparece, claro, a no ser que nos golpee la duda de si incluso esa autocomplacencia no será perseguida también por causas más o menos relacionables con el entor­no de quien se busca al otro lado del espejo, o intenta encontrar al dios en su propia intimidad. Pero, ¿la idea de Dios no ha sido también adquirida por razo­nes sociales, históricas, políticas, etcéte­ra? ¿Es innata en el hombre o conse­cuencia del primer terror ante lo desco­nocido .. . y del posterior aprovechamien­to de ese terror por los más listos de la tribu, lo que presupone un condiciona­miento social? Doctores tiene la Iglesia, que es por cierto una sociedad, anóni­ma o limitada según su mayor o menor grado de influencia. (Hay necios que piensan que el Vicario de Crist.o es el papa Clemente de El Palmar de Troya, cuando, como todo el mundo sabe, el Vicario de Cristo es su Santidad Juan Pablo 11.) Este doble exordio más o menos en serio (la parte pretendiente humorística), más o menos en broma (la que ha inten­tado afirmar algo razonable), trata de justificar la evidente proclividad del fi r­mante a pensar que está la literatura condicionada por la historia, considera­da ésta como hazaña de la libertad, y que a su vez puede influir en ella por mínimamente que sea; lo que no le impi­de al tal sujeto ser consciente de que el juego del arte por el arte -que acepta con más complacencia en la música por su menor concreción, al menos aparen-

te-, tuvo, tiene y tendrá su razón de ser mientras existan el cincel, la paleta del pintor, el pentagrama y el cálamo (aunque sea éste sustituido iPor un ordenador!) y alguien dispuesto a arre­batarle al caos, o a la ignorancia, una parte de su tesoro escondido para transmutarlo en algo bello o algo tras­cendente. Pero no está el tiempo propi­cio para el hombre (¿cuándo lo estu­vo?), y quizá no sea del todo una pérdi­da de tiempo recordar que, entre otras funciones, la literatura ha cumplido a lo largo de los siglos la de ser un espejo donde reflejar la realidad, única forma de conocerla y reformarla si a ello hubiere lugar (que haberlo, haylo), y que las pos­trimerías del siglo XX, aunque no se crea en religiosas maldiciones milenaristas, vienen cargadas de muy densos nuba­rrones que no deben impedirnos ver. Y que la poesía lírica, dramática o épica, desde la Teogonía o el Poema de Gilgamesh, y el ensayo (¿por qué no lla­marlos así?) desde el Levíti co, el Código de Hanmurabi o el Libro de los Muertos, se ha ocupado de los muy concretos problemas que afectan al ser humano en su entramado social, y que sus autores no habitaron ninguna exqui­sita torre de marfil, porque la preocupa­ción fundamental de los más grandes literatos que en el mundo han sido fue siempre desencadenar a Prometeo y volver a robarle el fuego a los dioses. Como soy muy perezoso, suelo repetir­me, lo que no tiene demasiada impor­tancia, ya que mis oyentes o lectores son tan esporádicos e infrecuentes que es poco probable que me hayan escu­chado o leído más de una vez, por lo que a veces echo mano al mismo recur­so. El caso es que no es ésta la primera ocasión en la que cuento que, estando en Carabanchel, ya saben, en los años

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sesenta, un amigo minero compañero de hospedaje recibió una carta de su mujer en la que le decía que las aguas del Caudal, río asturiano y subversivo como no se le escapaba a los miembros de la Brigada Político-Social, bajaban límpidas y las truchas remontaban su curso en busca de su destino que, tras el anzuelo, acabaría en la sartén de algún merendero; éste era el sistema que la buena mujer utilizaba para comu­nicarle a su marido que los lavaderos de carbón no trabajaban, porque continua­ba la huelga de la minería, y no podía contárselo directamente porque la carta habría quedado en el despacho del cen­sor. (Recordemos que, a efectos litera­rios, el eufemismo era «Gabinete de Orientación Bibliográfica», que como tal funcionaba en los tiempos, que existie­ron aunque la distancia sea el olvido, en que ocupaba el Ministerio de Información y Turismo, que también existió, el señor Fraga Iribarne, que todavía existe.) Esta anécdota, siempre lo he pensado, tiene mucho que ver con

que en la poesía lírica, en la dramática, en la epopéyica de la que nació la nove­la. El escritor, muchos escritores, han tenido que enfrentarse siempre, por teó­ricamente lúcidos y conocedores de su entorno en mayor grado que el común de los mortales, como cualquier otro artista (o al menos así suelen/solemos creérselo/creérnoslo envueltos en la más franciscana de las modestias) con el Poder, y expresarse con un verbo de muy rica polisemia para que se enten­diera algo más de lo que se decía, para que se leyera entre líneas. No sólo los poetas. Esquilo, Dante, Shakespeare, Cervantes , Quevedo, Swift, Galdós, Puschkin, Zola ... y la mayoría de sus contemporáneos de suficiente enverga­dura. Pero el Poder, receloso y con todas las armas en su mano -las ideo­lógicas, las económicas, las blancas ... y las de fuego- ha ido utilizando una u otra según las circunstancias se lo per­mitieran. Entre ellas, las de la crítica ejer­cida desde campos más o menos rela­cionables con el dinero. ¿Quién lo tiene,

dicho sea de paso, para fun­dar un periódico diario o una

El escritor, muchos escritores, han tenido que

enfrentarse siempre, por teóricamente lúcidos

y conocedores de su entorno en mayor grado

que el común de los mortales, con el Poder

revista que no esté inevita­blemente abocada al fracaso después de haberse puesto a la venta en los quioscos unos pocos números y de escasa tirada ? ¿Y no suele ser consigna, no por oculta menos eficaz y universal-

el nacimiento de la lírica, aunque no fue­ron ríos trucheros los que algún poeta comprometido con su tiempo tuviera que remontar para poder expresar, con un lenguaje metafórico, sus inquietudes políticas bajo el cielo de la Grecia clásica o el más barroco mundo oriental. E igual

mente extendida, la minimi-zación de lo que se opone al conformis­mo, que sólo suele ser reconocido como válido mucho tiempo después y a otro pasado? Recordemos, sin ir más lejos y para referirnos a otro tipo de arma disparada desde los cenáculos del Poder, el proceso de Flaubert tras la publicación de Madame Bovary, o el

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anatema de -no Vetusta, Oviedo­contra el autor de La regen ta. «Literatura versus Poder", he ahí el enunciado de un combate que, en defi­nitiva, se consti tuyó en una de (no digo todas) las razones de ser de la prime­ra ... y en la causa del rechazo y la indi­ferencia, cuando no la franca hostilidad con resultados más o menos graves para los escritores

cio y en el tiempo. Para empezar y como ejemplo, Alonso Quijano se expre­saba en castellano, no en inglés; y sus conocimientos no podían ir más allá de lo que el saber de su tiempo permitía, de lo que la sociedad posibilitaba. Vivimos un tiempo duro, probablemente no tanto como los que vendrán. Según

según lo permitía el signo de los tiempos, de los podero­sos en cada circunstancia histórica.

Vivimos un tiempo duro) probablemente no tanto como los que vendrán.

Porque los grandes temas, literarios en general y poéti­cos en particular -el amor, la muerte, todos los

Según para quién) claro. Algo) digo yo) tendrán que opinar los escritores

demás- se originan en el interior de un ser humano, pero este ser humano está siempre enmarcado en las coordenadas del hic et nunc que lo determinan. La duda de Hamlet se pro­duce en un escenario de crímenes y ambiciones políticas sumergidas en el fraticidio, de complicidad rayana en el incesto, como la fría reflexión de Ivan Karamazov en su espacio adecuado, y también es otro tablado igualmente sig­nificativo aquel en el que se levanta el arrebato místico de quien, como San Juan de la Cruz, sufrió la tortura inquisi­torial de un Poder que examinaba con curiosidad de entomólogo sus latidos amorosos. La quevedesca epístola cen­soria al conde-duque de Olivares no es mucho más directamente política que la crónica dantesca, y, en definitiva, las pasiones que el autor de una novela o un drama atribuye a sus personajes no son sino la consecuencia individualizada de los dictados determinantes de sus caracteres, y éstos, se empeñe o no el autor en expresarlo explícitamente, son un estremecimiento personal en el espa-

para quién, claro. Algo, digo yo, tendrán que opinar los escritores. Es decir: algu­na creación literaria enmarcará su expre­sión artística en el análisis de los sobre­cogedores acontecimientos -ya sé que se producían otros igualmente terribles antes de ello-- sucedidos, para citar un hecho determinante de la última histona­después de la caída del muro de Berlín, cuyo fragor todavía escuchamos, entre cuya polvareda apenas si podemos vis­lumbrar la sombra de un paisaje desvaí­do, que ha convulsionado los cimientos del mundo en que vivíamos. Todo un nuevo análisis, que alguna forma alcan­zará un día en esta específica parcela del arte en la que el instrumento es la palabra escrita, está por hacerse por­que, aunque no se especifique con innecesarias aclaraciones, siempre será el telón de fondo de lo que se describa, externo o interno, el nuevo -y terrorífi­co-- desorden mundial. Es sorprenden­te que muchos comentaristas literarios tengan la costumbre de tachar de opor­tunista, porque se refiera sin demasiada

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lejanía histórica a lo que en un momento sucedió, o como cronista del presente a lo que en ese momento acontece, a algo que no sea tal, sino simplemente oportuno, que es, desde luego, un con­cepto diferente y merecedor de mejor calificación. Recuerdo el caso de La consagración de la primavera, infrava­lorada por la crítica no porque en ella hubiera perdido Alejo Carpentier el pulso narrativo, la capacidad sugeridora o el rigor analítico, sino por su contenido apologético del castrismo y también por referirse a un período inmediato en el tiempo, que conocía muy bien su autor por ser su testigo; tan bien al menos como el que constituye el fabuloso escenario barroco de El siglo de las luces, tan unánime como justamente apreciada. Reconozco mi incapacidad para comprender por qué el hecho de estar hablándome de algo que me inte­resa directamente, por razones de con­temporaneidad, minimizaba, ya que la crítica negativa no se centraba en aspectos específicamente literarios, su apasionante contenido. ¿Tuvieron en su momento Aldecoa o Bias de Otero la general aprobación, el aplauso que ahora no se les niega? Como regla comúnmente aceptada, o determinada por la dinámica histórica, es frecuente que lo que en su circunstancia temporal no era grato a la fina sensibilidad - y la bien agudizada capacidad censora­del Poder sólo sea admitido cuando

éste cambió de detentador. Detentador, porque ¿quién tiene autoridad moral para ejercerlo, quién la tuvo, quién la tendrá alguna vez? Todo ejercicio de poder es una usurpación.

. De la peyorativamente bautizada como "Generación de la Berza» por los exqui­sitos de costumbre se rec ibió una herencia, que dicho sea de paso es la herencia, y el mandato, la orden, recibi­da por los escritores de todos los tiem­pos, y que los más grandes aceptaron: dar testimonio, si bien fuera éste filtra­do a través de la subjetividad del escri­tor para enriquecerlo con la plusvalía del arte. A ello debemos El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha y el teatro isabelino o de Lope o de Moliere, la novela de Balzac o Dickens. O inc lu so de Dostoevski. Ninguna muestra literaria que no se haya entroncado en el análisis de la socie­dad de su tiempo ha conseguido llegar a ser, en el sentido dialéctico en el que únicamente puede entenderse la pala­bra, eterna. Es muy difícil ser universal sino se ancla la raíz-en lo que puede directamente conocerse, imposible perdurar en el tiempo si no se habla de lo que está pasando en la ahora de cada autor. Incluso las grandes novelas históricas suelen ser revisiones, a la luz de lo actual, de lo que sucedió en aquel supuestamente lejano entonces; de cómo eran, de cómo son, las socie­dades de cada lugar y tiempo .

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FRANCISCO BRINES

NACIó en Oliva, Valencia, en 1932. Reside indistintamente en Madrid y Valencia.

De la edición que preparó para una antología de su obra poética con el título de "Selección propia», publicada en Cátedra en 1984, entresacamos los siguiente frag­mentos de su introducción.

Hay muchas maneras de situarse el poeta ante la poesía, y pienso que, en mi caso, mucho tiene que ver la mía con lo que ante ella experimenté en mis años adolescen­tes. Mis primeros poemas, a pesar de su exagerada mediocridad, me depararon una experiencia mágica; supongo que entonces sólo comparable al uso sexual del cuer­po, si el hallazgo de un tan refinado placer hubiera conllevado la creación de una criatura deseada.

* * *

Recuerdo ahora uno de aquellos días: estoy en una pequeña habitación que da a la anchísima huerta, en la Casa de Retiro de los Jesuitas, situada en el campo valencia­no de Alacuás. El espíritu se siente atormentado por unos hostiles Ejercicios Espirituales, sofocantes las o~curas meditaciones, y el muchacho está asomado a una ventana viendo cómo la naturaleza se enciende, después de una tormenta repentina y primaveral, con un sol de resurrección. Han quedado con un nuevo color aparecido las palmeras, más vivos y cercanos los estáticos rosales del paseo, y desde tanto mojado silencio está tornando poco a poco el aroma del azahar de todos los naranjos; parece que la vida fuese sólo ese debilitado olor. Cuando aquella tarde definitivamente caía, el poema estaba acabado: y ante mi asombro era en él donde yo descubría la única realidad acontecida.

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* * *

El adolescente escribía, en aquel tiem­po, desde el asombro y la inocencia, y poco a poco lo fue haciendo desde un apagado dolor. El tiempo ya me había desterrado del mundo de la infancia, y me iba empujando al de los hombres. En él empecé a sentirme herido. Desdeñé toda la queja audible, y me serví de la poesía para que sólo, desde el pudor de la palabra más velada, fuese dicha y oída por mí. Allí iba encontrando mi desvelada rebeldía, sólo para mí mismo y enteramente suficiente. La poe­sía era también, pues, mi fortaleza. Y cuando, a mis dieciocho años, tuve que sacrificar unas creencias que no sólo no me servían ya, sino que me dañaban profundamente, susti tuí las muy hermo­sas y para mí ya vacías palabras por las palabras desconocidas y halladas en la poesía: la fórmula del rezo se hizo verso. La relación con lo sagrado, tal como se me había enseñado, se fue haciendo cada vez más distante, y sólo se mante­nía por aquella nueva vía que la palabra, desde su libertad, alumbrada. Recuerdo bien el título de aquel libro, que así me ayudó en el encuentro con mi nuevo y aún maltrecho ser: Dios hecho viento . Habrían de transcurrir todavía diez años de escritura secreta antes de la apari­ción de mi primer libro Las brasas.

* * *

Es en la esporádica relectura de los ver­sos en donde he ido encontrando la ver­tebración moral de esta poesía, la cual se me aparece desde diversas perspec­tivas. Pocas actividades del espíritu son más favorables que la poética para sal­vaguardar la individualidad del hombre. y creo que esta salvación es, en nuestros

tiempos, una tarea de todo punto nece­saria para la sanidad de la conciencia. Suena paradójico decir que una robusta moral colec tiva sólo será posible desde la formulación de una ética ganada por y para el individuo, sin importar que ésta sea divergente, e incluso contradictoria, con la del prójimo. Es más, sabiendo que necesariamente tendrá que ser así.

* * *

En mi poesía es más vasta y rica la temática temporal que la estrictamente amorosa. El tiempo es mi cuerpo y mi enigma, y también el fracaso definitivo; el amor es mi inserción en el tiempo con la intensidad máxima, el deseo de mi mejor realización posible, y es también un fracaso que, aunque no tan absoluto como el de la mortalidad, puede ser más doloroso. La relación del tiempo y del amor en mi personal experiencia es una verdad distinta a esa misma relación expresada en el poema. No se corres­ponden exactamente; en el resultado poético la relación, por una parte, se profundiza, y por otra se empobrece. Yo diría que, en mi obra, la vida, entendida de un modo nada estricto, es el origen del poema, pero que, a su vez, esa vida, tal como se presenta al lector, es el resultado del poema. Son dos realida­des distintas, las dos verdaderas, que se complementan y que tan sólo en mí, no en el lector, alcanzan su unidad. Ha dejado escrito y bien demostrado Carlos Bousoño que en la poesía no buscamos verdades. Y, sin embargo, sí que nos importa lo que un poema dice, pues es esto que se me dice lo que me conmueve. Y, como creador, puedo afir­mar que me importa mucho lo que en él digo. Pero aclaremos: no valen más allí la originalidad, la novedad o la objetiva

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verdad que sus contrarios. Tampoco valen menos. Sólo esperamos que desde el poema se nos transmita un cuerpo de intensa emoción. Y ésta se nos comunica, haciendo uso de unos determinados procedimientos, encarna­da en palabras y, con ellas, se nos da una personal visión del mundo. Mas lo que a ésta la hace valiosa es tan sólo su capacidad de entregarnos una emoción, única verdad que buscamos en el poema. Me importa la poesía en cuanto que me importa la vida. De ahí que preste tanta relevancia a mi individualidad, ya que desde ella la vida es experimentada.

Soy, por todo ello, un poeta de la intimi­dad; se trata de iluminar lo oscuro, pues me interesa mi yo secreto de hombre, pero no porque sea nada excepcional sino porque es el mío, y es el que mejor se me puede revelar. Es sólo un problema de elección de la mejor perspectiva, y si atrae a algún lector es por la cercanía que hay entre todos los hombres. Esa tantean te inda­gación del yo en la poesía no persigue otra cosa que el conocimiento de la borrosa identidad humana, hallada en el individuo que se es. Los poetas, al hablar de sí mismos, siempre están hablando de los demás.

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FRANCISCO BRINES. Pequeña Antología

El visitante me abrazó, de nuevo era la juventud que regresaba y se sentó conmigo. Un cansancio venía de su boca, sus cabellos traían polvo del camino, débil luz en los ojos. Se contaba a sí mismo las tristes cosas de su vida, casi se repetía en él mi pobre vida. Arropado en las sombras lo miraba. La tarde abandonó la sala quieta cuando partió. Me dijo que fue grato vivir con él (la juventud ya lejos), que era una fiesta de alegría. Sólo

¿CON QUIEN HARÉ EL AMOR?

A Juan Luis Panero

En este vaso de ginebra bebo los tapiados minutos de la noche, la aridez de la música, y el ácido deseo de la carne. Sólo existe, donde el hielo se ausenta, cristalino licor y miedo de la soledad. Esta noche no habrá la mercenaria compañía, ni gestos de aparente calor en un tibio deseo. Lejos está mi casa hoy, llegaré a ella en la desierta luz de madrugada, desnudaré mi cuerpo, y en las sombras he de yacer con el estéril tiempo

Del libro "Aún no" 1971

volví a quedar cuando dejó la casa. Vela el sillón la luna, y en la sala se ven brillar los astros. Es un hombre cansado de esperar, que tiene viejo su torpe corazón, y que a los ojos no le suben las lágrimas que siente.

Del libro "Las Brasas". 1960

ELCA y MONTGÓ

A Angelika Becker

La tenebrosa muerte de los naranjos deja ciegos mis ojos; anaranjada y seca, sale la luna detrás de un mar de plomo. Lejana, la montaña respira un aire azul; la moja el mar, en él descansa. Y así la sombra cae, desde siglos, sobre el dolor de su dureza. Abren los párpados las casas, se enciende la ladera, tembloroso añora el corazón seres que desconoce; y al recuerdo regresan otros seres.

Invisible, un aire de jazmín penetra en mi camisa, de mi carne separa leve sudor; y este polvo soplado se ha perdido en la noche, sorda sepulturera de mi tiempo. Fue el día piadoso, ya la tierra gastada, agradecido, miro con buen amor, por la delicadeza con que hoy muero.

Del libro "Aún no" 1971

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DESPUÉS DE LA INFANCIA

Al terminar los juegos nos quedamos todos tan cansados que se olvidaban de mi corto nombre. Me retiraba entonces de la casa al secreto lugar.

Allí se oscurecía la arboleda, las palomas giraban caudalosas y muy blancas, el mar era un país lejano cada vez más de niebla, y caído en las hojas de los pinos miraba hacia el misterio de la noche. Los ojos, grandes y puros, se cuajaban de puntos invisibles, crecian las estrellas con más luz, y se turbaba el pecho por la felicidad.

Era viejo aquel valle de olivares nocturnos, de almendros de hojas finas. y fui creciendo en el amor dichoso del hombre y de la tierra.

El mundo estaba allí, en el aliento de la suave noche, descansando en mis ojos hasta que nos durmiéramos. Después, por la mañana, nos despértaba la luz jubilosa.

11

Hoy el valle es más joven. Los aires, al tocar las frescas hojas del naranjal nacido, casi rozan la tierra. He querido sentir, de nuevo, aquel misterio de la emoción del mundo, y en el mismo lugar esperé a las tinieblas. Altas aparecieron las luces vacilantes de los astros, y el pecho no tembló.

El tiempo, en su tarea, JlBva el polvo a las cosas, despoja de secretos a los hombres, en el alma se queda germinando. Al regresar al lecho pensé que el mundo se extendía extraño más allá de mi valle; y sufrí al recordar cuánto amor de aquel hombre lejos de allí vivía.

Del Libro "Palabras a la oscuridad" 1966

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EL EXTRAÑO HABITUAL

La casa, blanca y grande, vacía de su dueño, permanece. Silban los pájaros; las tapias, un olor Quien regresa se duele del destierro de la casa. Aquí descubrió el mundo; lugar para morir. Anduvo por ciudades inhóspitas; en ellas aprendió desasimiento, y aun se extrañó a sí mismo. Reflexiona: ¿hube amado a la vida? Creyó amar al instante, y sólo amó su carne solitaria, o acaso amó la came que le amó. De cierto fuera todo deseo insatisfecho, y la esperanza suya fue tan sólo nostalgia de aquello que vendría; así el futuro fue como el recuerdo: un fantasma de luz; y el otro, sombra. La casa está vacía de su dueño, y él llega desamado. El huerto es azahar. Sube las escaleras, y en la sala ve oscurecerse el mar, la inquieta lejanía.

y de nuevo sorprende, en el jardín, a quien le mira y el nunca le habla, a ese veloz anciano de los cabellos blancos, constante compañía de sus años postreros, ese anciano demente que le sigue, ligero por el día y por la noche presente como arena de reloj, huésped extraño ahora de la casa, distante y no invitado, recluso en el jardín, sin detenerse nunca y siempre que lo mira aquel le mira, sin sonrisa ni gesto, pues es ciego y es sordo, y tampoco es mortal.

Del libro "Insistencias en Luzbel" 1977

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GUILLERMO CARNERO

GUILLERMO CARNERO nació en Valencia en 1947. Es uno de los nueve novísismos poetas españoles de la Antología de José María Castellet, publicada en 1970. Catedrático de Literatura Española en la Universidad

de Alicante. En una de sus últimas obras teóricas publicadas, "Las Armas secretas. Ensayos sobre Literatura y Arte del siglo XX», publicada en 1989, escribe en su introducción: "Si el arte, la literatura, las ideas y la historia son piezas de un único rompecabezas, lo mismo lo son muchos asuntos cuya comprensión excede los límites de una cultura nacional, y mucho más los de una tan frecuentemente deudora como la española. Creo que todo lo tocante a los movimientos de Vanguardia debe su enfocado desde una perspectiva internacionalista, y así lo he hecho en la medida en que la documen­tación a mi alcance lo ha permitido, No creo haber confundido nunca erudición con documentación; si lo primero puede llegar a ser la sonrisa embolada con que un hotentote hace relucir al sol sus baratijas, lo segundo es necesario para no exponerse a descubrir el Mediterráneo, para justificar y convencer y para reconstruir las coyuntu­ras y los problemas dentro de una experiencia imaginaria. Siempre habrá hierofantes que identifiquen la inteligencia y la brillantez con el desorden y la discontinuidad, y detrás de todo pirotécnico de las ideas suele haber una biblioteca sagrada y regurgita­da, con aspavientos de supuesta genialidad y de desdén hacia el pensamiento metó­dico, para los ilusos amantes de la quincalla.

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VAYA CON DIOS MI AMOR

y cuando cada tarde te acercabas a cualquier sinfonola, invariablemente a escuchar nuestro amor nunca existió y ya lo ves nos falta fe, diríase que has comprendido, al nn, que pide rienda el corazón y tregua el ejercicio de soledad.

¡Qué puta estás saliéndome, cariño mío! O cuánto miedo tienes, no a la fragilidad de los destinos y al precio amargo de la feliCidad (que nunca viste a Greta sollozando ,,1 want ta be alane", ni a Vivien Leigh en el Puente de Waterloo, ni al negro que tenía el alma blanca tocando en love-back, en la penumbra, El tiempo pasará) sino tan sólo, simplemente, miedo.

EL EMBARCO PARA CYTEREA

Sicut dii eritis (Gen. 111. 4)

con su espetacular monotonía, quiero quedarme en la ribera, ver confiuir lo colores en un mar de ceniza y mientras tenuemente tañe el viento la jarcias y los crines de los grifos

[dorados oír lejanos en la oscuridad los remos, los fanales, y estar solo. Muchas veces la vi partir de lejos, sus bronces y brocados y sus juegos de

[música: el brillante clamor de un ritual de gracias escondidas y una sabiduría tan vieja como el

[mundo. La vi tomar el largo ligero bajo un dulce cargamento de

[sueños, sueños que no envilecen y que el poder

[rescata del laberinto de la fantasía, y las pintadas muecas de las máscaras un lujo alegre y sabio, no atributos del miedo y el olvido. También alguna vez hice el viaje intentando creer y ser dichoso y repitiendo al golpe de los remos: aquí termina el reino de la muerte. Y no guardo rencor sino un deseo inhábil que no colman las acrobacias de la voluntad, y cierta ingratitud no muy profunda.

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DE DIBUJO DE LA MUERTE (1967)

Concertado

Qué míseras las voces, Uaman, imploran, gimen, se desatan en llanto. En la espesura surte una liviana flauta, tímidamente vibra, y resonante asciende y

vigorosa turba los reinos de la sombra.

Vibración de la música derrumba las altísimas vidrieras. Qué deseo para que brote el arpa, fluya el clave contínuo, irrumpa a contratiempo la viola.

En las noches de estío qué miseras las voces.

Scarlatti

DE VARIACIONES Y FIGURAS SOBRE UN TEMA DE LA BRUYERE (1974)

Puisque réalisme il y a

Vuelve la vista atrás y busca esa evidencia con que un objeto atrae a la palabra propia y el uno al otro se revelan; en el mutuo contacto experiencia y palabra cobran vida no existen de por sí, sino una en otra; presentido, el poema que aún no es vuela a clavarse firme en un punto preciso del tiempo; y el que entonces fuimos ofrece en las manos de entonces, alzadas, esa palabra justa. No así,' gravitan las palabras y su rotunda hipótesis ensambla su arquitectura; más allá es el desierto donde la palabra alucina hasta crear su doble: creemos haber vivido porque el poema existe; lo que parece origen es una nada, un eco.

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FÉLIX GRANDE

L A Historia no ha acabado. El señor Fukuyama puede cantar misa en la sala oval de la Casa Blanca, pero la Historia no ha acabado.

* * *

Mario Vargas Llosa, buen novelista, a veces excelente novelista, cree en el liberalis­mo, en la libre empresa, en la inconcebible inteligencia políticosocial de la señora Thatcher -llamada también Dama de Hierro, con sofocante descortesía bautista-, y hasta en las excelencias de la economía sumergida, que ya es creer, creo; y cree en todas esas recetas y líderes económicos con tanta escasa moderación como en su juventud creyó en las dictaduras de izquierda (que no existen: todas son de dere­cha). Cree también, y ha combatido mucho para su advenimiento, en el honor de los parlamentos democráticos para Iberoamérica y contra el deshonor de los regímenes autocráticos, tiránicos o militares. Pero como es un intelectual docto, informado y decente, debe de sentirse extraordinariamente perturbado por la gran cantidad de Chiapas en fermento que amenazan vomitar lava social en toda Iberoamérica bajo la corteza terrestre parlamentaria. Permiso: yo también creo en la democracia (de hecho siempre la he denominado y con razón, la única revolución permanente que estoy dispuesto a defender). Pero los parlamentos democráticos iberoamericanos son coraza muy frágil ante calamidades americanas como: muchos adultos se mue­ren de viejos a los cuarenta años de edad; a muchos niños les dura la infancia hasta los seis años, edad a la que ya trabajan como hombrecitos (yen que dejan de tener cara de niños, lo que es algo así como horroroso); muchas niñas se meten a putas a los nueve o diez años, más que nada para comer; y, en fin: no es posible aún saber cuántos niños iberoamericanos son secuestrados cada día para que los facinerosos de una organización de desalmados les arranquen los ojos, un riñón, e incluso el

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hígado y el corazón, con destino al negocio internacional del tráfico .de órga­nos. Algún lector piensa al recorrer estas líneas que le he fa ltado al respeto a Vargas Llosa o a la democracia. Será que no me he explicado bien.

* * *

Item: con todo el bochorno que incluso a mí mismo me producen las salidas de tono, tan impropias en nuestra era de transvanguardia, he de añadir, discul­pen, uno no puede ser infatigable exqui­sito, que hay enormes parajes del plane­ta en donde la vida de sus pobladores es aún más aterradora que en Iberoamérica, y que sus castas dirigen­tes son aún más abominables.

* * *

Muchísimos países de este mundo no podrán pagar jamás su deuda externa. Poema social que se complementa con este estrambote: a tales países, los inte­reses de la deuda externa los mantiene arrodillados. Con lenguaje más claro, o como diría Antonio Machado, más poé­tico: a muchísimas comunidades no las deja vivir de pie, se las trata como si fue­ran anteriores a los simios. Mas nos sea­mos injustos: de esta bárbara ironía no tienen la culpa únicamente el Banco Mundial y el Fondo Monetario Interna­cional: tan rastreros como los grandes accionistas de las transnacionales son los grandes terratenientes y los grandes financieros de los países del nombrado Tercer Mundo, que se llevan las plusvalí­as a Bancos extranjeros en vez de emplearlas en el desarrollo económico y social de su propia patria (ellos suelen proclamarse patriotas, pero muchas de las familias propietarias de países super-

explotados son menos patriotas de su país de nacimiento que de la Banca suiza). Paréntesis. No tengo nada contra la denominada "Poética del silencio". Pero, suspicaz como soy, sospecho que dentro del contexto social que aquí tele­grafío, el silencio chirría. En silencio, pero chirría.

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¿Dije Banca suiza? Es esa Henorme Institución Hinternacional (tomo presta­das las haches del humor de Cortázar) en donde se guardan los dineros de los capitales antipatriotas, de los narcotrafi­cantes y de las bandas terroristas: un secreto bancario a voces. ¿No es admi­rable que los terroristas revolucionarios no hayan puesto jamás una bomba en un banco suizo?: es que no les convie­ne. ¿No es admirable que todavía no se hayan puesto de acuerdo los Gobiernos de los países poderosos para cercar a Suiza con todo tipo de embargos eco­nómicos, tan eficaces, hasta que el bello alpino deje de ser la caja fuerte de todo tipo de delincuentes millonarios, revolu­cionarios o conservadores?: es que las fugas de capitales no se producen nunca en países pudientes. Un ejemplo preclaro: Suiza. Ser "absolutamente moderno" (el poeta Rimbaud dixit) ¿no consistiría en suicidarse?

* * *

Jamás: antes que suicidarse, e incluso antes que suicidarse, ipoesía del silen­cio, poesía del silencio! Lo malo es que así como don Carlos Sentís (¿recuer­dan?: un señor de los tiempos de Tarradellas) dijo que no hay café para todos, tampoco hay poesía para todos.

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y quizá hasta sería peor aún que hubiera de eso para todos. Como hubiera sido peor que hubiera comunismo real para todos. En los países comunistas los ciudada­nos llegaron a vivir en un estado de terror inimaginable antes de este siglo siniestro. A fin de cuentas, el comunis­mo sólo fue duraderamente útil en los países capitalis-tas: ante el terror al comu-

ce que, como dice el refrán, «no sabe­mos adónde vamos, pero todos los caminos conducen allí», ¿se fijaron? Pero convengo en que resultaría com­plicado escribir un poema de protesta contra las amenazas de la privatiza­ción, incluso parcial, de la seguridad social: sería un poema muy poco delei-

nismo, los patronos dejaron de explotar niños de diez años en las minas de car­bón y concedieron a sus empledos seguridad social, sueldos dignos o casi dig-

Jamás: antes que suicidarse, e incluso antes que suicidarse, ¡poesía del silencio) poesía del silencio!

nos, cobertura de desem-pleo, educación gratuita; en fin, el terror les invitó a inventar y man­tener lo que hoy llamamos el Estado del bienestar. Pero he aquí que el derri­bo del Muro de la Vergüenza (bien arruinado quedes, muro bestial) deja sin miedo al Gran Dinero. ¿Y si los dueños del mundo -los de siempre, son siempre los mismos-, ahora ya sin adversario temible, decidiesen que ni Estado del bienestar ni leches, que ya está bien de gollerías? Porque pare-

toso . «Sin embargo, ah sin elJlbar­go ... » algo se le ocurrirá a alguien, no tenga duda. Ante las inmoralidades, las infamias y otros inconvenientes del vivir, algunos poetas son muy recalci­trantes.

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Aunque el señor Fukuyama cante misa en la sala oval.

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PEDRO J. DE LA PEÑA

ESPAÑA hace años que ha abierto las puertas a la era de la sociedad post­literaria. Nuestras ciudades se han incorporado a las más avanzadas del mundo occidental y se observan en ellas una serie de fenómenos característicos

del momento de confrontación que se vive entre la cultura de la imagen y la cultura escrita. Las características de esta confrontación podrían resumirse así: 1.° Desaparecen muchos de los medios de difusión escrita. Grandes periódicos de importante influencia hasta hace dos décadas como el rotativo "Informaciones" y el "Ya" han languidecido en una decadencia parcial o total. Por no hablar de la volatiza­ción de "Diario Madrid" y de la pérdida de muchos informativos locales como en nuestra comunidad ha ocurrido con los periódicos "Jornada", "Noticias al día", "Diario de Valencia" y la "Hoja de Valencia". 2.° Se reducen las páginas dedicadas a la crítica literaria y al mundo intelectual en revistas y semanarios de gran tirada. La prensa periódica se ocupa de aspectos polí­ticos, sociológicos y económicos en detrimento de la información cultural relegada, casi unánimemente, a las últimas páginas, junto a la cartelera cinematográfica y tele­visiva. 3.° En los canales de televisión cada vez más dominados en una carrera competitiva por la publicidad - tras la aparición de las televisiones privadas- los programas cul­turales son drásticamente eliminados, al no contar con audiencias mayoritarias. En los canales privados ni siquiera se plantean la posibilidad de programas que hablen de ideas, libros, obras teatrales, exposiciones o cualquier otro aspecto artístico. Las televisiones públicas reservan sus horas de menor audiencia para los programas de este tipo. 4.° La recepción directa del mundo intelectual a través del tiempo de congresos, conferencias, tertulias, mesas redondas .. . hace ya tiempo que logró el ideal de Juan Ramón Jiménez de verse reducidas a la inmensa minoría, muchas actividades se programan en salones prácticamente vacíos .

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En definitiva, el mundo de la palabra requiere cada vez más la apoyatura de la imagen (a través de diapositivas, transparencias, fotografías ... ) para atraer a un público que sin estos reclamos, rara vez asiste a las actividades del espí­ritu. Otros síntomas preocupantes son la desaparición permanente de las librerías tradicionales y su sustitución por los supermercados del libro; la pérdida de prestigio que la actividad literaria mani­festada por su escasa remuneración -escribir es casi una elección de pobreza franciscana- y la creciente degradación de la cultura de alto nivel por la confec­ción de best-sellers de escasa relevan­cia intelectual. Hoy compensa más la visión de una telenovela que la lectura de un periódi­co. Del mismo modo, para la formación estética del gusto, los espectadores pre­fieren la comodidad de sentarse en fami­lia ante una pantalla que acudir al cine o ahuyentar su soledad mediante la lectu­ra de algún libro. Las leyes del mercado, que, por su propia naturaleza, solicitarán siempre el máximo beneficio con el míni­mo esfuerzo realizado, no nos son favo­rables. Esto es así, es probablemente irreversi­ble y hemos de aceptarlo de este modo. Ante un panorama de tales característi­cas la tentación del pesimismo es fácil. Muchos son los que piensan que los libros --como los coches de caballos­ya han cumplido su ciclo histórico, son incapaces de adaptarse a la post­modernidad y estamos en los inicios de su definitiva desaparición. Cabe preguntarse, si del mismo modo que Francis Fukuyama se refería a El Fin de la Historia, no estaremos también ante el fin de la Uteratura en la era pre­sente.

Quizá una visión tan drástica no sea del todo inverosímil. Pero no vemos todavía arder los libros como en Farengheit 451, ni los vemos ser la causa de todos los males según la tradicional obsesión de todos los inquisidores. Aunque tam­poco está de más replantearse cuál sigue siendo la función de los libros en nuestra sociedad y si sigue teniendo algún sentido escribir y publicar en medio de las tendencias de un público que camina hacia el predominio absolu­to de la imagen. La preocupación por la desaparición de la Uteratura o de algunas de sus formas es tan sintomática de los tiempos actua­les como la crisis del matrimonio o la desaparición de las formas de protocolo y urbanidad. Pero esperamos que al igual que el matrimonio o la buena edu­cación también la Uteratura sea capaz de superar todas las crisis. Esta esperanza se basa en la necesi­dad del reencuentro del ser humano con una nueva espiritualidad. La crisis galopante de las ideologías decimonó­nicas, la caída en picado del prestigio de los políticos, las soluciones abierta­mente insuficientes de la sociedad materialista o de las tendencias hacia las metafísicas etéreas no han de tar­dar en dejarse sentir y obligar a un cambio de rumbo bajo la presión y el prestigio moral de las grandes tradicio­nes literarias. El testimonio del pensamiento y de la creación artística, ha dejado figuras de un extraordinario peso en nuestra inme­diata tradición cultural. Personalidades como Bertrand Rusell, Albert Camus, Jean Paul Satre, Truman Capote, Robert Musil , Thomas Mann son demasiado grandes para desantender sus opinio­nes o pasar por alto su doctrina filosófi­ca o su dignidad moral.

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Del mismo modo, vemos en la sociedad española a los' escasos intelectuales de rigor que nos quedan, volver los ojos hacia las figuras que han sabido imprimir una hondura de pensamiento y una voluntad de renovación desde los inicios del siglo XX. Reinventar las figuras de Giner de los Ríos, Joaquín Costa, Unamuno, Ortega y Gasset o Manuel Azaña es más una necesidad que un lujo. Más una prioridad como tabla de salvación, que un simple adorno de pedantería o superficialidad. Pero esta estela, aún siendo cierta y aun propagándose débilmente todavía hasta hoy, no nos puede hacer olvidar otro hecho evidente: el mundo de la palabra ha entrado en una nueva crisis para la recepción de los comunicados sociales. Desde los años sesenta, la creencia de que una imagen vale por mil palabras conforma una nueva realidad con la que convivimos a diario y que es nuestro mayor método de intercomunicación. La fe en la literatura no puede, por tanto, ser únicamente regresiva apoyándose en los grandes santones mitificados de nuestra tradición literaria. Necesita a su vez establecer un nuevo panorama en el campo de la expresión que permita el aumento de un público adepto al disfru­te de la comunicación literaria. Lo que debe intentarse, en el proceso de desarrollo de la actual sociedad española, no es el entendimiento de la imagen como una amenaza frente a la literatura, sino la convivencia y la partici­pación de la literatura como el sustrato necesario de la cultura de la imagen. Desde esta perspectiva, el desarrollo de la imagen, el mundo de la informática o el papel que juegan los actuales medios de comunicación no deben significar el fin de la Literatura, pero sí el cambio de su finalidad.

Del mismo modo que en siglo XIX, según la opinión de Arnold Hauser en su libro HISTORIA SOCIAL DE LA LITE­RATURA Y EL ARTE, la amenaza sobre la poesía se debía al proceso de identifi­cación de la literatura con la realidad, el actual desplazamiento obedece a la mayor verosimilitud de la imagen visual sobre la poética. Desde el panorama actual -y con otras muy diferentes circunstancias- esta­mos en el momento de exigir a la Literatura un cambio de orientación paralelo al que se operó entre la poesía romántica pre-industrial y la poesía sim­bólica post-industrial. Sin duda, la com­petencia de los telefilms, los vídeo-clips o los culebrones, se inserta en un públi­co cada vez más amplio que equivale, en cierto modo, al antiguo consumo de folletines y novelas por entregas en la prensa del siglo pasado. La literatura no contribuye ya a la conti­nuación de la sociedad, pero sí al análi­sis de la sociedad configurada. Es decir, de las dos funciones que desde Horacio se le reconocen a la cre­ación literaria, la de "deleitar. y la de "enseñar .. , es evidente que la primera de ellas ha sido sustituida por la cultura de la imagen, cine, vídeos y televisiones. Pero no así la segunda, porque la refle­xión sobre nuestro propio entorno, el conocimiento y análisis de la realidad sigue siendo regido por la palabra escri­ta y su enorme capacidad de orienta­ción del pensamiento. La finalidad o finalidad desde la Literatura siguen estando ahí de múlti­ples maneras: al En primer lugar porque la literatura es ahora mismo la mejor expresión de los estados críticos de la cultura. Y por ampliación de esta afirmación, el más seguro puerto frente a la banalidad de la

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mayoría de los comunicados de otras formas de consumo artístico. b) En segundo lugar, porque hay en la literatura un legado de sabidurías y una tradición de conocimientos que le permi­ten sólidas explicaciones acerca de la realidad actual y contribuyen así a la sedimentación en esa misma medida, de los saberes contemporáneos. c) y en tercer lugar, porque también la literatura seguirá siendo el origen a partir del

La Literatura sería la expresión del saber en el sentido aristotélico por nacer de una reflexión crítica, en cam­bio la imagen se convertiría en la actitud acrítica - el "Soma" donde Aldous Huxley puso en su profética visión de un mundo fel iz la compostura confor­mista.

cual (como relato, como guión, como testo dramático o novelesco) se irá configu­rando toda la expresión visual de la era contemporá­nea que necesita, como

... la literatura es ahora mismo la mejor expresión de los estados críticos de la cultura.

sustento preliminar, el uso de la palabra. Es posible que, como afirma Umberto Eco, en este mundo nuestro de integra­dos y de apocalípticos, estemos llegan­do a una nueva Edad Media, que ven­dría marcada entre otras circunstancias por una información meramente visual cuyo grado de deliberación estuviera dirigido hacia los "Mid-Kults", o semifor­mados con un estrecho margen de refle­xión critica. En ese mismo mundo, la Literatura -como fórmula estética que nace del silencio, de la observación y de la sole­dad- se configuraría en un estadio superior del entendimiento. Tendriamos así una nueva era de escribas y de clérigos conscientes del secreto de EL NOMBRE DE LA ROSA, negado en cambio a los legos y a los catecúmenos.

Es posible, en efecto, pero no necesa­riamente cierto. La Literatura no nece­sita subirse a ningún nuevo pedestal para estar a la altura de la curiosidad y el inconformismo de los hombres actuales. Sí tengo por cierto, en cambio, que en la sociedad del futuro como en cualquier otro de los mundos precedentes, la lite­ratura seguirá conservando el espacio final de su finalidad. y este no es otro que la múltiple expre­sión del asombro humano, la necesidad de expresar, a través de la fantasía todo lo que nos duele, todo lo que nos con­mueve, todo lo que nos hace compren­der lo inverisímil de las cosas transito­rias. Y nos pone en contacto, por un instante al menos, con la magnitud de la existencia humana.

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MEllAN O .P.ERAILE

PARECE claro que todo escritor escribe para alguien. Una cosa no se dice si no se dice a ese alguien (que puede ser uno mismo), y aun cabe pensar que todo escritor escribe para un público más o menos determinado. Y puesto

que, por lo general, se escribe para un determinado público (más o menos determi­nado), sea este letrado o popular, de ello se sigue que todo creador de literatura tiene en cuenta a unas gentes por las que prefiere ser leído (con vistas a lo económico o a lo artístico). Hay, sin duda, la excepción del autor que escribe para todos, para nadie en particular. Y, sin embargo, se habla en España de los lectores de Cela, de los lec­tores de Gala, de los lectores de Vizcaíno Casas, de Vázquez Montalbán, de Corín Tellado, de Marcial Lafuente Estefanía ... Afortudamente no todos los escritores tienen claro a quienes se dirigen. Digo «afortunadamente" porque escribir para unos especí­ficos lectores, abastecer una demanda limitada puede concluir esterilizando a un escritor. De hecho, se dirija a todos, a muchos, a bastantes o a pocos, según mi leer y entender el escritor es, más o menos consciente, prisionero de la ideología predo­minante en su sociedad, cautivo de eso que se llama ideología ambiente, de lo que respira la mayoría. Puede ir contra esas ideas campantes o aceptarlas, y escribir en consecuencia. Creo que por lo general las acepta, que, quiera o no, le influyen y que en todo caso le operan en el subsconsciente, de modo que las tiene en cuenta. Recuerdo. minúsculo ejemplo, que en la postguerra española ocurrió el Garcilasismo. Y veo que esta sociedad española, dotada de escasa ideología, de exigua fraterni­dad (digo, aun teniendo en cuenta esas minorías que claman por el 0,7), esta socie­dad española consume, en la corta medida en que consume literatura, especialmen­te una literatura de evasión, novela histórica a tutiplén, en que los hechos acontecen lejos, en lugares y tiempos lejanos de modo que por muchos paralelismos que se insinúen no hay referencia a lo que nos pasa, ningún testimonio, poca vida cercana. Está superdicho, pero, como nadie hace caso, habrá que repetirlo: nuestros pocos lectores de libros leen con especialidad memorias, autobiografías (más si contienen

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salpimienta de escándalo amoroso o político) y novelas merengadas. Yeso es lo que, con excepciones meritorias, dan al público autores y editoriales. Parece que la sociedad no quiere enterarse de lo que ocurre y que bastantes escritores han olvidado su oficio de reveladores del mundo. Parece que la sociedad prefiere vivir anestesiada, aletargada y no verse retratada, por muy literario que resulte el retrato. Así, la sociedad que apenas lee cuando se arroja a la ardua empresa de la lectura demanda mayormente una literatura ligerita que no le ocasione dolores de cabeza ni indigestiones. Contemplando lo que se lee ante todo recuerdo aquel dicho de Bergamín: «los analfabetos descienden de forma alar­mante ... Si, por otro lado mirada la cosa desde otro punto de vista, la mayoría de la minoría lectora lee al dictado del márke­ting, de la publicidad del premio sonado, de la propaganda al autor anunciado en TV por sus compañeros de emisora, y una microminoría más selecta lee lo que le aconseja la crítica, tenemos que, de hecho, hay pocos lectores del título que han elegido motu propio con algún conocimiento de autores y libros. Por unas o por otras la relación digamos directa de la sociedad con los escritores apenas existe, pues, como acabo de señalar, la poca relación de la sociedad con los creadores de libros se produce por lo general a través de mediaciones, de intermediarios: la TV, la Crítica; a las cuales mediaciones, hay que añadir las de los Editores. Los editores investigan en el mercado, saben que hay un públi­co lector y subpúblicos lectores con demandas específicas. Conocen al dedi­llo, a base de encuestas y de ordenador, los gustos, las apetencias y, consiguien­temente, lo que se va a vender y lo que

no, y, pues sus intereses son más dine­rarios que literarios, editan lo muy ven­dedero, que a veces coincide y muchas no con lo que vale la pena. De cualquier modo, la edición coopera al manteni­miento de las relaciones de algunos escritores con la sociedad, que, de este modo, apenas conoce a los que no se venden y conoce mucho a los que se venden más, a los Mitos. Hay grupos de buenos lectores, grupos sencillamente reacios a la lectura, gru­pos de ineptos incapaces de distinguir la buena de la regular y de la pésima literatura; y aún otros de negados para cualquier acto mental, que, por consi­guiente, no han parado jamás sus ojos en un libro, los cuales sustituyen al Autor por el Mito. Hay, pongo por caso, delicados, entendidos lectores Umbralanos, doctos lectores Galanos, pero hay también, vuelvo a poner por caso, Galanos y Umbralanos que no han abierto nunca un libro de Gala o de Umbral y, no obstante, mantienen un nexo de admiración con tales Mitos, o con otros. Quizá lo perverso de la rela­ción de la sociedad con el Mito es que el Mito, en ocasiones, se lo cree, el Mito llega a creerse que la admiración de sus adoradores tiene causa en la lectura de los libros que el ha parido y con ello ali­menta su egolatría, saca pecho y se pone inaguantable. Menos mal que no siempre ocurre así pero cuando ocurre asistimos a una relación de la sociedad con el autor tan extraña como patente. Añoro, echo de menos aquellos años cincuenta, de "Versos a medianoche", en el Café Varela, y de «Alforjas para la poesía», en el teatro Lara, de Madrid; entonces, sí que minoritariamente, había trato vis a vis de los escritores con cierta sociedad, relamida, afecta­da, burguesa, de besamanos y som-

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breros masculinos y femeninos, des­pués de misa de doce, cada domingo en, .. Las Alforjas .. , y había relación directa entre los escritores de versos y los ad ictos a la poesía, en el "Café Varela», a media noche, cuando, entre las sombraluces del quinqué, único alumbrador del local, y la profusión de señores mayores de rostro abrujado por las arrugas, afilados por las hambres y las lunas de los espejos, aquello tenía un aire de aquelarre. El hecho era que los poetas, yo entonces ejercía de poeta, nos codeábamos con la gente y alternábamos con nuestros lectores, más bien oidores de versos, los que les arrojábamos de viva voz desde el esce­nario del teatro o desde la tarima del Café. Alguna vez he dado en pensar porqué entonces ocurría aquello de que los escritores y la gente contactaran, como horrenda y cacofónicamente, se dice ahora. Y he concluido en que la desolación cultural y la dictadora nos juntaban. No era mucho lo que lírica­mente se podía protestar, pero algo era

Contemplando lo que se lee ante todo recuerdo aquel dicho de Bergamín: «los analfabetos descienden de forma alarmante».

algo y ese mínimo algo de protesta lírica determinó que bastante público asistie­ra a los recitales y que, al fin, la policía clausurase los "Versos a medianoche .. , en que el pueblo, un pueblo de lectura, sensibilidad y mesocracia, y los escri to­res, unos escritores doblemente menes-

terosos de dínero y de libertad, dieron con unos espacios, para manifestarse y encontrarse unos locales abiertos al público en que, por lo efímero y volan­dero del verso al aire, resultaba más fácil esquivar la censura. No estoy seguro sobre que trazas, qué inventos, qué imanes habría que poner por obra para que escritores y público se acercaran. Se me ocurre que poco pero algo sí está a nuestro alcance. Por ejemplo: no ir de genios vanguardistas constantemente, porque el genio no es algo que se busca sino que resulta; no buscar la ruptura por la ruptura y por­que romper con los padres da patente de moderno y creador. Por ejemplo recordar "que la polémica (Umbert'O Eco: "Obra abierta .. ) entre los defenso­res de la música de vanguardia y sus críticos se desarrolla precisamente en torno a la comprensibilidad o imposibili­dad de comprensión de un hecho sonoro cuya complejidad supere toda costumbre del oído y todo sistema de probabilidad como lengua institucionali-

zada .. . Por ejemplo , también, procurará la universalidad de las obras por medio de la localiza­ción en profundidad, tipo "Regenta», o "El Quijote», y no buscar la transcendencia por los procedimientos fáciles y externos de llamar a los personajes Richard o Chu lin la y de situar la acción en Bombai, en Minneápolis o Bangkok, que le

suelen caer lejos a nuestros lectores. Por favor no entendáis que abogo por una vuelta al realismo del novecientos o al neo realismo epidérmico de los años cincuenta. Digo sólo que con esas coñas del distanciamiento y de la genia­lidad nos estamos separando de la gente .

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CÉSAR SIMÓN

PRESCINDIENDO de que nos estemos refiriendo a una sociedad concreta, en este caso la española, y abordando el problema en su generalidad, nos enfrentamos a uno de los capítulos más debatidos en la historia de la teoría

literaria. La situación social y su sistema económico y político, en relación con la lite­ratura, así como la tendencia a valorar las obras en función de razones éticas y políti­cas, vienen a constituir párrafos esenciales de dicho debate. La cuestión se remonta a Platón, con lo que recordamos simplemente su antigüedad, aunque la servidumbre de la literatura es por supuesto anterior al filósofo de la ideas. No vamos a entrar siquiera en la enumeración de todos los problemas que aquí pue­den plantearse, como los relativos a la sociología del escritor y la profesión literaria, fondo social, influencia de la literatura en el medio social y hasta qué punto se produ­ce, o, al contrario, si el origen social del escritor determina necesariamente su ideolo­gía y su adscripción políticas ... Vamos a enumerar simplemente algunas de las cuestiones que nos interesan en este momento, por los conflictos con la literatura que plantean, y que hemos tenido ocasión de comprobar en el número que la República de las Letras dedica a las jornadas para este debate celebradas en Andalucia, referentes a la cultura visual y las leyes de mercado, la concentración editorial y la penetración del Capital extran­jero, las dependencias monopolísticas, la importancia adquirida por los libros coyunturales y sensacionalistas, los peligros de la uniformidad, el mito del best­seller, el caso de los regímenes políticos, la expansión de posiciones conservado­ras, los interrogantes sobre la futura dirección filosófico-política, la domesticación del escritor por el mercado, la indiferencia de la llamada sociedad ante la literatura que no aspira simplemente a ser usada y tirada, la importancia de la rentabilidad y la rapidez con la que ésta se manifiesta, el imperativo editorial de la competitividad y la necesidad del libro que responda al aquí y al ahora, la necesidad de ser noticia, la importancia de la prisa, la capacidad del libro para ser transformado en imáge-

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nes, la competencia feroz y el oportu­nismo, la industrialización y la lucha por el espacio vital, la escasa o nula solida­ridad entre los escritores, el hecho de que la estructura social actual condicio­ne más que nunca al público literario y que éste determine la función de la lite­ratura, el libro como producto indus­trial, la competencia de la televisión , que ha reducido las horas de lectura hasta casi aniquilarlas; el hecho de que la competencia para captar clientes haya perjudicado la calidad, el decreci­miento del público formado y el incre­mento de una masa manipulable, la transformación del libro en un producto de rápida obsolescencia, la necesidad de que el escritor venda mucho y rápi­do, el hecho de que los oligopolios necesiten de una producción muy alta para cubrir costes, lo que conduce a la multiplicación de títulos, la imprescindi­ble imagen pública necesaria para que el escritor venda, la conversión del libro en "lo que se lleva .. , etc. El panorama es pesimista. La libertad del escritor parece ahora constreñida no por la reli­gión y/o la política, ni siquiera por el mecenazgo, sino por un mercado a la vez manipulado que carece de criterio y que no tiene más que el que se le impone desde la publicidad. Pero obsérvese que lo dicho hace refe­rencia casi exclusivamente a la narrati­va. Hoy escritor significa casi siempre novelista; libro significa casi siempre novela. Cuando se habla de los proble­mas de la literatura y de las relaciones de la literatura con la sociedad o de la sociedad con la literatura, se está pen­sando en la novela; cuando se convoca un premio cuantioso, se trata de novela, etc. Ignoramos si los propios novelistas han llegado a considerarse los pesos pesados de la literatura. Eso quizás

explicaría parcialmente el transfuguismo que se es tá produciendo hacia su campo. No podríamos decir qué peligros repre­sentan la industria editorial y el imperio televisivo para el ensayo que no preten­de servir la oportunidad del momento. Hay una sección en los grandes espa­cios que le debe producir daño. Nos referimos al ensayo fácil, oportuno y "periodístico .. . De lo que podemos hablar con cierto conocimiento es de la poesía. En cuanto al teatro su decadencia resulta alarman­te. Y el teatro no pude ser autista, como la poesía, pues necesita dinero. Hablaremos un poco de los poetas. Aquí, ni la televisión puede constituir un problema - excepto la malforma­ción general del público- ni tampoco la industria editorial, porque en la poe­sía no hay dinero. Y esto decide mucho en cuanto a las relaciones con la sociedad se refiere. El público tam­poco puede ser un problema para ella, porque la poesía no puede perder público. Su casi inexistencia es una realidad aceptada. Se trata de un público exiguo, aunque constante, más difícil de manipular que otro. Esta precariedad, que produce la misma resistencia que el ayuno, preserva más a la poesía de la política del libro, del peso de los medios, de las leyes del comercio. La poesía parece alguna de esas especies en vías de extinción que nunca se extinguen. Su capacidad para funcionar con tan poco la salva, la capacita para subsistir y adaptarse. En el mundo de la poesía existen proble­mas, pero difieren de los de la novela. Hay también modas, aunque no cons­tituyen recetas para la venta. La poesía es una sociedad cerrada, una cofradía sin dinero. Por su situac ión, es un

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mundo aparte, aunque no inoperante. Su presencia creemos que será cons­tante. De todos modos, ¿qué queremos decir cuando hablamos de sociedad y de público? Hay muchas sociedades, como existen muchas clases de público. La poesía cuenta con el suyo. Pasó el momento en el que quería nada menos que «transfor-mar la sociedad" --con sen-

lo mejor sería dejarlo. Hay un compro­miso con la totalidad, que no se limita a las llamadas cuestiones sociales, aun­que, por supuesto, no podría ignorarlas. La supuesta subjetividad es un concep­to peyorativo que malinterpreta la fun­ción del debate interior. Por otro lado, nos parece que la literatura no sometida

tido político, claro-. Ningún poeta creemos que renuncia al llamado gran público, pero tampoco lo persigue, como una renuncia a influir en él, aunque no lo espera. Pasada la época del com-

La poesía es una sociedad cerrada, una cofradía sin dinero. Por su situación, es un mundo aparte, aunque no inoperante. Su presencia creemos que será constante.

promiso -entendiendo la palabra «compromiso" de una forma estrecha y manipulada, sin verdadera visión del mundo, que es como se entendía-, ocurre que los poetas que estuvieron contra dicho manejo, no han renunciado a comprometerse, mientras que se han callado los «comprometi­dos". Porque el compromiso no era lo que decían, sino otra cosa. Es un seguir en la brecha, en la encrucijada donde confluyen los negocios y, naturalmente, los enigmas del mundo, algunos de los cuales se viven calladamente. Eso es lo que debe ofrecerle el poeta a la socie­dad, si quiere leerlo. Que pida el merca­do lo que quiera; la poesía no debe hacer concesiones. En caso contrario,

al consumo desempeña la misma fun­ción social que ciertos elementos ejer­cen en el organismo. Se trata de mine­rales extraños que parecen que no representen nada, pero que cuya ausencia termina por provocar pertuba­ciones. La época en que vivimos, desde los sesenta hasta aquí, concretamente, ha presenciado y está presenciando trans­formaciones de tal complejidad yenver­gadura, que resulta difícil hacer previsio­nes a largo plazo. No sé quién dijo que los intelectuales, los escritores, acabare­mos haciéndonos señas en la oscuri­dad, como los faros. Pero no nos apa­garemos.

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H lI~R~ mffi~ IR~~~ffil~~R ~ f (ij llij R~

ANDRÉS SOREL

1972. Año Internacional del Libro, según la Unesco. En el preámbulo de la denomi­nada Carta del Libro se formula: «La Conferencia General de la Unesco ha declarado que los libros cumplen una función fundamental de la realización de los objetivos de la Unesco: la paz, el desarrollo, el fomento de los derechos humanos y de la lucha contra el racismo y la colonización». La relación del escritor con el lector, y por ende con la sociedad, viene condiciona­da por las restricciones, perturbaciones, matizaciones y mercantilismos que impo­ne el poder cultural -público o privado- a través de la organización de la cultura y de los medios informativos que controla. La creatividad es libre solamente en la voluntad e independencia del escritor: a partir de aquí queda supeditada a las leyes del mercado. Y el gusto también termina siendo impuesto por éste, que ejerce a su vez una censura, pétrea o velada, según las circunstancias: es decir, censura políti ­ca o censura económica. El derecho a escribir, publicar, leer, de la Carta de la Unesco, queda conculcado por la voracidad censora, selectiva y restrictiva del sis­tema capitalista, o el fanatismo prohibitivo, y a veces criminal, de los fundamenta­lismos religiosos y políticos. El poder cultural es la antesala, cuando no justifica­ción, del poder político. Si la censura imperante en lo que fueron o son sociedades bajo regímenes comunistas o islámicos es rígida, insalvable, la censura del merca­do libre es sutil: está adherida hasta formar un solo cuerpo a la propia organización de la industria editorial, antepone los imperativos económicos a los artísticos, y su estructura -cada vez más concentrada en empresas multinacionales- termina siendo una auténtica bofetada a las buenas intenciones de la Carta programática de la Unesco. Las leyes vigentes para el libro hoy, en nuestra sociedad de consumo, tienen como fin primordial y último la obtención de beneficios y la eliminación o silencio de lo no rentable: oferta y demanda rechazan la calidad literaria, el interés artístico, como base de su industria, lo que no es obstáculo para que se produzcan notables y grati-

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ficantes excepciones. El lector comercial ha desplazado al lector literario en las editoriales. Y esto impone sobre el pro-pio escritor, a veces, una autocensura, más o menos rígida: si era ideológica en los sistemas totalitarios, aquí es artística y económica. Son muchos los autores que escriben por encargo, de acuerdo a temas considerados de actualidad, prestándose a las exigencias de las for­mas expresivas dominantes y vinculadas a otros medios, fundamentalmente la televisión, incluso dejándose llevar por las manipulaciones publiCitarias dirigidas a los consumidores. Nada es en esa lite-ratura ingenuo: todo está buscado para alcanzar el éxito, por miserable que éste sea. y la multitud, ciega y silenciosa, se deja llevar, aqui como en otros muchos

Ese libro, transmisor de cultura o reflejo de la creación artística, avasallado por las mercancías, tantas veces basura, mero klinex, de la letra impresa, es el que nos hace diferentes, el que verda­deramente da razón de ser a la literatu­ra, continúa alimentando el río de la his­toria que mantiene, a través de la memoria, por mucho que esta también se pretenda desarticularla, una feroz resistencia a la furia devastadora de lo peor engendrado por la actual civiliza­ción tecnológica. Por eso, en nuestra sociedad, hemos de luchar porque la creación literaria encuentre un lugar, por pequeño que sea, en el escaparate con­sumista, porque habite no sólo en el olvido, sino que pueda ser adquirido por quién lo busca y necesita, sea un libro

aspectos de la sociedad de consumo poético, sea lo que despectivamente se -música, comida, hábitos de vida, llama novela minoritaria, porque ambos, etc.- por la tiranía de la moda. como la nieve en el desierto, son ajenos

a los guiños con que se publicita hoy la letra impresa.

L l . t p ll'b h La palabra, la palabra poética as eyes vzgen es ara e l ro ay, aunque en narrativa se exprese,

en nuestra sociedad de consumo, tienen como es precisamente el cordón umbi-

fin primordial y último la obtención lical que une al escritor y a la cre-

d b ,(: . l l" . / 'l' ación literaria con su tiempo, con e ene) telas y a e lmmacwn o Sl encw . t ' . I . . su clrcuns anCla, socia o Imagl-

de lo no rentable nativa. El pensamiento literario,

Para quienes no deseamos entrar en ese túnel angustioso que opaca la cultu­ra y agrisácea la belleza, queda la espe­ranza de seguir considerando al libro -dentro del papel minoritario que siem­pre ha tenido-- como factor decisivo de la liberación e independencia del ser humano, del conocimiento y la búsque­da critica de lo específicamente racional, creador: el libro abierto a las dudas, al temblor de lo bello, a la angustia de la no respuesta.

en el fin de siglo, se debate ante la agonía de una cultura, de la

apuesta humana por hacer un mundo más justo, libre, bello. Aunque, como otras veces he escrito, nosotros, los delincuentes de la palabra, no queremos resignarnos al papel pasivo que los mer­caderes gustarían de concedernos. Lucharemos hasta el fin de nuestras fuerzas, por hablar, cantar, reír, amar, junto a quienes acompañan en la hora sagrada del discurso literario. No sumer­giremos en los mitos y las realidades para tejer nuestros códigos proscritos

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en el tiempo de la publicidad y la moda. Conscientes de que siempre habrá, en algún remanso de la aldea o ciudad que ignora el estruendo del ruido y la veloci­dad con que los locos cuentan con tanto ruido como furia la historia presen­te, alguien, ajeno a este discurso, a este ritual, que está intentando continuar el flujo de la más hermosas de las literaturas, la literatura,

a la realidad, posibilitando que la imagi­nación se interne por las sombras del utilitarismo, aísle los ruidos producidos por los barahunderos hacedores de leyes, impositores de dogmas atragan­tados de mercado. La literatura, o es libertad, o no es

nada. Y la literatura, concebida como

desgarrando sus palabras y angustias para crear imáge­nes nuevas. Alguien ajeno a la deforman te imagen del espejo que proyecta la cara más viciosa y degradante del éxito, cuyo guiño, pregona­dos desde los ángulos visua­les de nuestra actual civiliza-

La palabra, la palabra poética aunque en narrativa se exprese, es precisamente el cordón umbilical que une al escritor y a la creación literaria con su tiempo, con su circunstancia, social o imaginativa

ción en la que es la publicidad uno de sus más adorados dioses, tientan los más, alguien vuelto hacia sí mismo, consciente de que en el interior es donde habita el conocimiento y la belle­za, la duda que envuelve al tiempo la sensualidad, el espasmo que siempre produce el temblor del arte. En las sole­dades y los destierros, en los exilios y los silencios se encuentran los creado­res. y ellos deben ser nuestros mento­res. Abriendo desde sus tinieblas huellas

libertad o independencia, se encierra siempre en un verso de Hblderlin: «¿Qué me importa el naufragio del mundo? / De lo único que sé, es de mi isla biena­venturada". Aunque, personalmente, habitante de la bienaventurada isla de la literatura, tiem­ble de indignación y rabia, sin embargo, por el naufragio del mundo y no me resigne a dejar de combatir porque éste, al fin, no se produzca. Al menos, quede constancia de mi protesta, también lite-

de luz, borrando el feísmo consustancial raria.

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BARRANQUI - LUIS T. BONMATí - MANUEL RAMíREZ GONZALO SANTONJA RODOLF SIRERA

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ij~ [DIlOR ~ij[Bl[RI~O ~~n l~ ffi~R~~ij~m [DIlORIM

BARRANQUI

ANONADADO me quedé, ante la invitación de la Asociación Colegial de Escritores de España, para que ante una tribuna valenciana expusiese mis experiencias, temores ó soluciones ante el problema editorial de España.

Empresa de grandísima envergadura para mí. Así pues, respondo a tan gentil invita­ción, narrando las vicisitudes propias de un editor, por cuestión de amor al libro, desde una hermosa villa mediterránea. Que Vds. lo juzguen con imaginación piadosa, prudencia mediterránea, e ilusión por compartir un mundo mágico, sabio, tiemo, como uno de los mejores inventos, no sólo del pasado sino que incluyo, muchos del futuro. Yo me dedicaba a editar libros sobre los diversos aspectos de la cultura alteana, cuando la administración empezó a cursar recibos de todo tipo, todos para pagar, con lo que mis ilusiones de confeccionar un catálogo de libros alteanos, en tanto que reediciones, facsímiles, libros de encargo y de nuevos estudios, con la pretensjón de dotar a esta localidad, de Altea, de un patrimonio común vicuo, actual,con un amplí­simo abanico de ideas, en libertad, y por supuesto, con la eficacia editorial. Gran pena impuesta por mí mismo, en una localidad de diez mil vecinos, con cerca de dos mil residentes, y con una economía dependiente del turismo. Así que la disyuntiva, era la de cerrar la "paraeta» o lanzarme a nuevas aventuras, dignas de cualquier marino medieval. Invocando a los dioses marinos, me animé a navegar, con la natural pasión y esperanza, de quien confía siempre con "El benigno». Aumentar el catálogo, crear colecciones, buscar temas, seleccionar escritores, iniciar contactos con distribuidores, poner en nómina a asesores fiscales para declaración de hacienda, dell,VA., de impuestos, de contabilidad, y lecturas atrasadas, para ver cómo funciona una editorial por dentro. Organizar las colecciones, búsqueda de gra-

Ediciones Aitana.

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fistas, de imprentas con dignidad, ilus­tradores, diseñadores, más lecturas de diseño gráfico, adquisición de suple­mentos literarios en la prensa nacional, regional y provincial, revistas de todo tipo literario, periodistas y críticos con sus medios para posteriores envíos, y por fin los primeros encargos que comienzan a formalizarse. Los doblones no paraban de salir del bolsillo, y el tiem­po pasaba excesivamente rápido. A los dos años, ya a finales del noventa y cua­tro, me encuentro con treinta libros en la calle, numerosos encargos ya recibidos, otros, bastantes más a la espera de recibirlos, y una avalancha de originales no solicitados, que empiezan a moles­tarme, por no saber dónde archivarlos, y a punto de volverme loco de cómo y cuándo poder leerlos. Continuaba sólo para llevar adelante la editorial. Tan sólo me ayuda mi mujer a llevar las cuentas de los distribuidores, cada uno de una forma, paupérrimos resultados, y a pesar de ello, contínuo (rastreo) para lle­nar todos los huecos de la piel de toro, tan nuestra. Enfrentarte a la mafia de los distribuido­res, es quizá tan gran disparate como mi propia ignorancia. Desde paquetes sin abrir, a no reponer títulos solicitados en tienda, a repaso de facturas o liquidacio­nes propias de inmensos enigmas, imposibles de solucionar, o la imposibili­dad de disponer de una red mediana­mente grande, son tareas diarias a solu­cionar, minuto a minuto. Aún hoy conti­núo sin disponer de distribución nacio­nal. Para el asunto de contactos con escritores, pasó otro tanto. Un editorcito de pueblo es fácil de engañar, fácil de asombrarle, fácil de engatusarlo. Les contaré una anécdota curiosa, quizá un nuevo tocomocho. Con la intención de facilitar la venta de mis libros, de dotar-

me de un cierto prestigio, y también de convencer a escritores, de media altura, de fama o prestigio, intenté contactar con escritores de reconocida solvencia, de prestigio y también de carácter pro­gresista, para poder abanderar la edito­rial, y que me facilitasen la apertura de nuevos espacios para poder respirar. Léase conseguir vender, que los distri­buidores te hagan caso, y poder seguir editando. A la segunda entrevista con un elemento de éstos, me pide la esca­lofriante cantidad de veinticinco mil pesetas por folio, de un máximo de cin­cuenta folios. El precio incluiría la posibi­lidad de realizar una edición ilustrada del mismo texto, o la inclusión de algún gra­bado, en una edición especial, numera­da, de bibliófilo. Sin conocerlo, incluso hoy, dudo que en España, sean de más de cinco, los que se atrevan a pedir estos precios. Con los propósitos expli­cados, y la fe por montera, me anima, cerrar el trato, a adelantarle el cuarenta por ciento, y les recuerdo que el texto era de pleno encargo. Pasa poco más de un año, y el encuentro-precisamente en Valencia, termina con el texto en mis manos. Tres meses me lleva el digerirlo, hasta que una lucecita, me lleva a leer un libro pl,!blicado unos años atrás, y me encuentro con más de seis folios, idénti­cos, ya publicados, y exactos, con pun­tos y comas. Además de otros porme­nores, no digamos de ser reseñados ante tamaña proeza, y me encuentro con la explicación del maestro de la pluma y las ideas, con que esas páginas eran irrepetibles. Continúo la travesía, ya que la fe mueve cordilleras, y algún día los vientos serán más favorables. Hoy por hoy, la colección Tabarca, dedi­cada a la poesía, es la que con menos ventas, tengo más títulos publicados, más en imprenta para publicar, y espero

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más originales. También justo es decir y escribir, que éste vívero de poetas, con ediciones originales, reediciones, reedi­ciones con prólogos notorios, son de una calidad , poética y humana tan excepcional , que por fin, comprendo que verdaderamente hay dioses, y algún día si mis velas siguen desplegadas, los vientos me serán favorables. Lo veré.

textos, y que su lucha sea la de dar a conocer los escritos valiosos, y no los de fama, los hipócritas y los felisteos de cualquier mercado, de pan para hoy y hambre para todos, a partir de mañana. Sin embargo el veneno de esta afición, nos va a poder volver a encontrarnos con nuevas zancadillas,

Debo decirlo, con amargura, que en mis visitas a Madrid, Barcelona, Valencia o Alicante, por no citar locali­dades más pequeñas, los libreros que he encontrado enamorados de su negocio, entendidos con los libros, y

.. . todavía hay autores) poetas y escritores) que prefieren publicar, en editoriales que mimen el libro) que le pongan amor, que crean en las ideas y no los números

con ánimos de servir son mínimos . He observado, y tocado, estanterías de poesía con (polvo) casi, casi, milenario, cuando en los estantes habrían miles de libros, aspecto de importancia en librería centriquísima, en capital de más de millón de habitantes. Preguntas por autores, y la interrogante de la (cara), parece una quiniela de toros. En cambio otra pasión mía, la de los libros viejos, te encuentras con libre­ros, que saben de autores, ediciones, dedicatorias, importancia y movimientos, con sus círculos y generaciones, pre­mios, obra publicada, etc. En definitiva que todavía hay autores, poetas y escritores, que prefieren publicar, en editoriales que mimen el libro, que le pongan amor, que crean en las ideas y no los números, que intenten comprender los versos y los

como los días de nubes entre días de sol. Yo creo que además de poder los poe­tas, leerse a sí mismos, estamos tam­bién, los pequeños editores, los críticos, y sobre todo, un público minoritario, pero excepcional. Baste saber que la mayoría de articulistas, de todo tipo, siempre se adornan con versos ajenos, casi siempre como sentencias, que el pueblo hace irremediablemente suyos. y así les he ido contando pequeñas aventuras en este viaje, del que consi­dero que a lo mejor todavía no he salido de la costera bahía, o que mi bajel es tan pequeño, que me creo ya navegan­do por altamar. Quién sabe a lo peor todavía estamos empezando a publicar, desde Altea, en el Mediterráneo, por el mundo.

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fDlmR f~ l~~ Wmij~ID~DH ~ijl~~~m~~: ij~lf~(I~

LUIS T. BONMATí

DEFORMADO por mi profesión como por una mujer, a la que de revuelto pero sustantivo modo, se ama y se odia, expondré mi opinión sobre el actual panorama de la edición en esta Comunidad Valenciana. A causa de

mi deformación, mi opinión será tan falible y resultará tan sesgada como cualquier otra: no la atiendan ustedes en exceso, por favor, o atiéndanla, si desean mortifi­carse, tanto o tan poco como otras. A la postre, la pequeña opinión de un editor mínimo no va a conmover ninguna clase de cimientos, ni siquiera los falsos. Y empiezo. Estoy convencido de que apenas se puede hablar del tema con 'cuya excusa hemos sido aquí reunidos, bien que con personal consentimiento. Por, entre otras, las siguientes tres razones que elijo:

Una.-EI tema no existe o existe más bien poco: si aportáramos las cifras de factu­ración anual de las editoriales valencianas industrialmente vivas (los agonizantes aún no están muertos, ¿verdad?; curiosamente hay quien pasa toda una larga vida mori­bundo), si aportáramos esas cifras, digo, podría comprobarse sin error grave que la facturación anual de cada una de las editoriales valencianas viene a ser de forma aproximada la misma, poco más o menos, que la de una zapatería. Es posible, entonces, concluir que los libros fabricados aquí, si no son zapatos, son como zapatos ... sólo que hay bastantes más zapaterías que editoriales. Por tanto, estas jornadas son organizadas para hablar sobre algo que es apenas más que nada. Casi con el mismo sentido podríamos hablar sobre otras industrias y servicios valen­cianos: por ejemplo, la salud de los podólogos valencianos, la industría bélica valen­ciana, el diseño industrial por burocracia o los sueños eróticos de las ranas de nues­tras charcas comunitarias .. .

Editorial Aguaclara .

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Dos.-Cuando en teoría el mundo se parece cada vez más a una aldea cuyos habitantes están casi todos mal aveni­dos, hablar de la edición en una de las casas de esa aldea, parece algo escaso. Y, además de escaso, seguramente resultará decepcionante porque a ver qué libros y cuántos libros puede produ­cir y consumir una sola familia de la aldea que es el mundo. Si habláramos de los zapatos ...

y tres.-La palabra «editar", como la palabra «libro", es tan amplia, y por ello en cierto modo tan vaga, que, si previa­mente no se especifica de qué clase de edición, y de qué clase de libros, habla­mos, estaremos destinados a la confu­sión. En efecto, las editoriales y los libros «literarios" son sólo una parte, segura­mente no la mayor, de todas las editoria­les y todos los libros que se fabrican. Durante gran parte de mi vida, yo, en mi ingenuidad y deformado por mi amor a la literatura, he creído que «libros" sólo eran de teatro los ensayos, la poesía, las novelas y los cuentos. Desde que soy editor y hago libros literarios, he descu­bierto que hay muchas otras clases de libros que apenas tienen que ver con la literatura: libros de fotos, de dibujo, de gastronomía, de deportes, de arte, tex­tos de enseñanza, reportajes, manifies­tos políticos, libros de risa, libros sin palabras, libros con música, libros que ovulan periódicamente cada veinticinco días, libros escritos sólo con números, libros en castellano y libros en valencia­no o catalán (o en valenciano y catalán), y en eusquera, y en bable, y en arago­nés, y en andaluz y en panocho, libros de psicología, derecho, economía, libros que hablan y libros que han sustituido a los de nuestros Corín Tellado y Rafael Pérez y Pérez y Estefanía y Mallorquí,

libros por fascículos , enciclopedias domiciliares y domiciliadas, ediciones de bibliófilo, libros casi regalados por los periódicos, libros regalados por las insti­tuciones bancarias o políticas (o cuasi bancarias y semi políticas), libros eróticos y libros. Libros. En consecuencia, aunque sólo a efectos míos personales, estimo oportuno cam­biar el hermoso y algo engolado título, para explayar el cual hemos sido cuasi institucionalmente reunidos (<<Editar en las Comunidades Autónomas: Va­lencia,,), por este otro que incorpora las razones y precisiones que acabo de exponer y en el que, si se leen bien, ya se amaga una débil opinión: «Insignificancia industrial de las edicio­nes y editoriales literarias y de los libros literarios en español dentro de una pequeña casa, además bilingüe, de la aldea global". Lo siento. El único término del anterior título que no ha sido explicado con anterioridad es la palabra «bilingüe", la cual, por otra parte, no necesita ser explayada. Supongo que todos los que aquí esta­mos y editamos lo conocemos, así como sufrimos con sus ventajas. Sólo quiero llamar la atención sobre el hecho en esta casa de esta aldea se hablan dos lenguas yeso, señores, acaba de complicar nuestro pequeño panorama fragmentándolo .más: si las editoriales literarias en español somos pocas y somos pequeñas, las editoriales litera­rias en valenciano -que no sé por qué no están ahora con nosotros pues existir existen- son pocas, pero más que las que editan en español o sobre todo en español, y son poco más o poco menos tan pequeñas como las otras. Como los hombres, todos los países se repiten en lo esencial: somos, entre otras cosas, confusos, provincianos,

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desinformados. Por ello no es extrañar nuestra ambición. Sólo que nuestra ambición choca con la de los demás y el estado de la cuestión que planteo como el real de la edición en la Comunidad Valenciana viene a coincidir en gran medida con el resto de las comunidades en todas, me parece, hay multitud de editoriales demasiado pequeñas; en algunas hay dos lenguas; en casi todas faltan sellos editoriales con la suficiente fuerza empresarial para dejar de funcio­nar artesanalmente ... Y, además, nos miramos unos con otros con poco senti­do, de forma que, por ejemplo, como mi editorial está ubicada en Alicante, a los valencianos les parece, de entrada, la editorial del pueblo de abajo: nos ha costado saltar esa barrera, se nos ha conocido antes en Madrid o en Bilbao que en Valencia, por ejemplo. Y lo mismo sucede a las editoriales que edi­tan en valenciano cuando quieren ven­der en Cataluña, por ejemplo. El resulta­do es que, por maravilla, en nuestra pequeña casa, que es nuestro primer e

hace años que los editores valencianos deberíamos haber dejado de permanecer atomizados) y hace años que deberíamos habernos reunido y capitalizado decisivamente

inmediato mercado, hay más editores de los que el público en hipótesis recipendí­ario, de una forma presuntamente objeti­va, necesita. No sé cómo denominarán ustedes este hecho; yo, que no sé expli­cármelo, lo llamo «milagro de las indivi­dualidades". Si los muchísismos editores

valencianos no fuéramos tan obtusos -¿me perdonarán los compañeros el adjetivo?- y tan «privados" - todos a los que de momento me refiero somos «iniciatíva privada,,; todos nos resistimos a abdicar de nuestras «privadas" inde­pendiencias, que en realidad no existen pues casi nunca, dada la precariedad en que nos movemos, puede elegirse lo que se edita; todos en mayor o menor grado somos «privados" del poder políti­co o económico, sin cuya más o menos episódica ayuda sobreviríamos con más dificultades ... todavía- , si no fuéramos tan obtusos y tan privados, pues, hace años que los editores valencianos debe­ríamos haber dejado de permanecer atomizados, ;'y hace años que debería­mos habernos reunido y capitalizado decisivamente -porque como ustedes saben y sufren, una editorial no es sólo una empresa cultural sino, a la vez, una empresa industrial, industria de la cultu­ra, pero industria y pero cultura- , hace años que las decisiones industriales y culturales del resultado de esa concen-

tración hubieran debido dejar de ' ser tan privadas y tan personales para ser más objetivas y más sonadamente industriales. Si alguna vez, lo que no creo que llegue a suceder jamás, esta con­centración sucede, no me dolería nada desaparecer como editorial en el seno de las editoriales que surja; pero sí me dolería , y de qué manera, otra cosa: que los

productos llegaran entonces a ser tan «industriales" que dejarán de ser cultu­rales. A veces uno tiene derecho a Platón sólo porque lo necesita para excusar la vida. Si la insignificancia como industrias, la atomización como empresas y el bilin­güismo como forma de expresión son

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tres de nuestras características, no son las únicas. Hay varias más entre las que selecciono ésta: todos intentamos ven­der no sólo en nuestra casa sino, más allá de nuestros primeros muros como comunidad, en todo el estado por lo menos y en otros estados que hablan español. Lo intentamos pero ¿cómo dia­blos vamos a conseguir unas ventas que, si no lleguen a ser significativas, al menos dejen de ser insignificantes? ¿Con la poderosa infraestructura pro­ductiva de que disponemos? ¿Con nuestra acerada y agresiva red de distri­bución? ¿Con nuestra afinada capaci­dad de selección de productos? Eso, que aún era quizás posible hace muchos años -cuando no había gran­des superficies, ni grupos editoriales poderosos implantados; cuando la críti­ca tenía un efecto real en los lectores; cuando los medios audiovisuales aún no se habían banal izado tanto; y cuando las librerías podían disponer de casi todos los libros editados en el último año-, dejó de ser posible cuando el libro litera­rio dejó de ser sólo literario y pasó a ser objeto de fabricación y lanzamiento industrial: como los zapatos . Desde hace muchos años ya, una cosa es mer­cado, otra bien distinta es literatura y ambas cosas pocas veces coinciden y suena la flauta. A pesar de lo cual aquí estamos nosotros, impasible el ademán como quien dice, editando como se edi­taba hace veinte años, sobreviviendo penosamente. Mi pregunta es si deberí­amos seguir existiendo como ahora. Y no porque crea que haya que ir contra lo que es inevitable -la estandarización y masificación del mercado-, ni porque añore los viejos tiempos que apenas conocí, sino porque creo que la única . manera de seguir editando algo mejor que la basura estándar es la fuerza de la

unión, la unión para editar con fuerza los que se elija como bueno mas no porque ése sea el pasto que esperan las masas para seguir refocilándose con sueños bajos y algunos editores para continuar su engrosamiento. De forma que, cuan­do yo sea rico, un editor rico, prometo absorberos a todos los pequeños no para anularos, sino para favoreceros y conseguir un imperio editorial que, sin dejar de ser saneado, no edite sólo o sobre todo castañas; luego os devolveré a vosotros mismos lo que os haya arre­batado y me retiraré a los desiertos por­que la verdad es que, aunque quiero ser editor, no quiero ser rico y me conformo con un pasar. (Platón dixit). ¿ y las instituciones, qué? No vaya cometer el error de llorar delante de ustedes por las subvenciones porque no creo que el poder político ni el económi­co deban, subvencionándolos, hacer andar a los muertos o resucitarlos, sino su misión, me parece, es ayudar a los vivos, mejorar la vida, y esto las subven­ciones no lo consiguen más que en algunos e insignificantes casos: dejemos de mendigar subvenciones, que además pueden disminuir nuestras independen­cias, e intentemos poner de pie empre­sas editoriales en lo posible autosufi­cientes. El papel de las instituciones, sobre todo políticas, no debería ser en ningún momento sancionar ni siquiera sólo verbalmente operaciones de mer­cado privadas (me estoy acordando, por ejemplo, de la ministra de cultura decla­rándole al planeta mundo la importancia cultural de cierto premio tan privado que no es ni premio, pero hay muchos ejem­plos más). El objetivo político hacia el que deberían movilizarse nuestros gobernantes, sean del partido que sean, tendría que intentar conseguir que el país evolucione lo más rápida y acerta-

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damente posible hacia lo que sea no una mejor fachada, sino unos cimientos y un interior mejores: el aumento de nivel cultural (no pseudocultural) de los ciuda­danos. Ustedes juzgarán si eso es lo que se persigue políticamente o si lo que persigue son los votos; juzguen ustedes si, en general, la política cultural es políti­ca cultural u operaciones de parcheo; observen las partidas presupuestarias que suelen dedicarse a la mejor cultura y las que se asignan, por ejemplo, a las fiestas de cada pueblo. ¿No habría ya que dejar de confundir el tocino con la velocidad y de englobar bajo el epígrafe de cultura tantas cosas que son sólo fol­clore o amiguismo o márquetin político o trabajos de embellecimiento de facha­das? Por otra parte, creo que el poder políti­co y el económico experimentan dos tentaciones respecto a la edición que los llevan con frecuencia a cometer dos errores: convertirse en editores y apoyar con exceso las iniciativas privadas que les convienen o convienen a sus políti-

que no sea del todo mala. Creo que las editoriales institucionales, con dineros de todos, editan con frecuencia libros que no deberían ser institucionales, sino o ser editados privadamente o no ser editados jamás. Y, finalmente, creo que la ayuda a las editoriales no debería darse sólo o sobre todo por medio de subvenciones, por lo general escasas cuando no simpáticamente concedidas, sino ayudando y facilitando el nacimien­to de aquellas estructuras empresaria­les que hagan posible el desarrollo de una auténtica industria editorial en nuestra comunidad dirigida no a afian­zar la política puntual o a satisfacer los instintos básicos de los ciudadanos y sacarles la pasta a cambio de un míni­mo pasto (esto sí, bien envuelto), sino dirigida a mejorar poco a poco el pasto y, en consecuencia, a los ciudadanos, sean éstos del color político que quie­ran ser y hablen la lengua en que hablen. Después de castigarles con estos casi cuatro folios tristes, que ustedes deben

la ayuda a las editoriales debería darse facilitando el'nacimiento de aquellas estructuras empresariales que hagan posible el desarrollo de una auténtica industria

lógicamente estar pensando que quien les habla es un íntimo de don Quintín el Amargao. Creo que no o, al menos, no del todo: la prueba es que mi editorial, después de doce años de una vida tan precaria como todas las vidas, aún no ha expirado; y que nadie, del grupo de personas que con modestia y dificultades vivimos desde 1982 en

editorial en nuestra comunidad ...

cos concretos y no otras. No creo que las instituciones deban editar más que aquellos libros a los que la iniciativa pri ­vada no pueda llegar; no creo que la política de subvenciones, cicaterísima además en nuestra comunidad con las ediciones en español, sea la mejor, aun-

Aguaclara de nuestro trabajo, se ha sui­cidado. ¿Por qué? Sencillamente por­que, dado el estado de la cuestión que acabo de exponer, desde el principio elegimos no ser sólo una «editorial litera­ria)) y obrar con cierta sensatez, nadan­do, sí, pero no tanto como para dejar de guardar la ropa: debo confesarles que

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con nuestras publicaciones "literarias» no hemos ganado dinero pero tampoco lo hemos perdido; debo confesarles que, sin el dinero que hemos ganado con otro tipo de publicaciones y parte del cual se ha empleado gustosamente en ediciones "literarias», no seríamos lo poco que ahora somos como editorial "literaria»; quiero declararles que vamos a continuar así, seguramente por mucho tiempo: nadando y guardando la ropa. A no ser que más pronto o más tarde ten­gamos la suerte de que uno de nuestros libros literarios haga sonar esa flauta mágica que a veces suena, cuando el mercado va y coincide con la literatura y

ésta se vende, y con ese éxito, que nadie puede prever y que ahora, pero no cuando empezamos, ya es posible, nademos con más fuerza en el mar pro­celoso de la aventura literaria. Mientras tanto seguiremos como hasta ahora: editando literatura pero no sólo literatu­ra; y esperando ser absorbidos para poder diluirnos a gusto en la industria editorial valenciana que apenas existe pero que debería existir .. . aunque sólo fuera para absorbernos sin prostituirnos y para que los libros de este país deja-

. ran de editarse casi en exclusiva gesde el único puente aéreo que hay en España.

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l~ PlijRMI~~~ ~lfmPRf H f~RIQijfn~~R~

MANUEL RAMíREZ

LA industria valenciana del libro, constituida por pequeños editoriales que tra­tan de conformar sus fondos en un mercado nacional al dictado de los gran­des sellos editoriales, padece toda una serie de dificultades, tanto de difu­

sión como de implantación en un mercado basado en la venta casi exclusiva de la novedad, del besl-seller y de "productos" diseñados para el consumo inmediato, con una duración mínima de permanencia en librerías. Son pocos los puntos de venta que dispongan hoy en día de fondos representativos de la mayoría de edito­riales, cuando menos de las pequeñas y medianas. por lo general ya no se edita, se hacen libros o, como dicen algunos representantes de grandes firmas editoriales, se diseñan "productos" culturales. La edición queda precisamente para los pequeños y medianos editores independientes, que se debaten en un mercado monopolizado por unas pocas empresas que marcan las leyes del mismo, en ocasiones incluso de forma desleal. Las implicaciones políticas que una concentración de estas caracte­rísticas pueda tener en un futuro más bien cercano se están dejando adivinar ya en países europeos vecinos. Para Paul Virilio, por ejemplo, "Berlusconi representa el primer profeta del desastre, la liquidación de lo político, el comienzo de la tiranía informática y la gestión publici­taria del espacio social". Y añade: "La llegada de Berlusconi al poder implica la posi­bilidad de seducir sin necesidad de ningún razonamiento coherente". Y no sólo exis­te Berlusconi, que parece verse obligado por la Justicia italiana a disolver su Imperio; también está el gran magnate de los medios de comunicación Rupert Murdoch y algún que otro, más cercano a nosotros, que se mueve en la misma línea de actuación. La cultura escrita es la memoria, incluso la memoria del olvido. En una época como la nuestra, donde la técnica, dominada por grandes monopolios a nivel planetario,

Editorial Pretextos .

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privilegia la imagen frente a la palabra, donde la cultura y el arte están en fun­ción de la televisión y de intereses pura­mente mercantiles y de poder, resulta imprescindible mantener la memoria viva, la reflexión, la crítica, la poesía a través de la palabra escrita. Sí, la poe­sía, "aquello que da a la humanidad lo que la historia le resta», según Bacon. Lo que cabría oponer, pues, a ese "devenir zombie» de la cultura -que diría Virilio- , y que sólo sabe rendir culto a la imagen y a la velocidad para sus propios fines, es la cultura del Libro (con mayúscula), única cultura suscepti­ble de otorgarnos la capacidad crítica, reflexiva y de rememoración frente a este supuesto horizonte orwelliano, no tan lejano, amnésico y homogéneo. Si llegase a definirse ese horizonte amena­zador perderíamos con ello toda una concepción del mundo y de la civiliza­ción, pues no hay que olvidar aquí -cosa que empieza a no tenerse ya en cuenta-, que la cultura de medio mundo es una cultura del Libro. ¿Qué función habrá de cumplir, enton­ces una editorial dentro de este estado de cosas; y en concreto, una pequeña o mediana editorial independiente? La sociedad actual se mueve en medio de una aparente paradoja, que va de lo global a lo particular y heterogéneo. La pluralidad siempre es enriquecedora, siempre, claro está, que no caiga en singularidades dogmáticas e intoleran­tes. Es nuestra responsabilidad, pues, saber distinguir - inmersos en esta dicotomía-, entre la necesidad y la conveniencia de nuestras acciones, oponiendo un escepticismo activo, es decir, un mayor acercamiento hacia las cosas y hacia los hechos, abierto a los nuevos retos y atento a las nuevas pro­puestas que la vida misma nos plantea

día a día, sin olvidar el pasado. La par­cela de actuación de los pequeños y medianos sellos editoriales indepen­dientes ha constituido desde siempre y en gran medida la savia de la cultura por lo que en ellas les ha correspondi­do: dar a conocer nuevos autores; arriesgar propuestas que, de otro modo, no habrían llegado nunca a cua­jar; atender a los intereses del auténtico creador y del verdadero lector en prime- . ra y última instancia,., etc. Que por mantenerse en esta tentativa, consus­tancial por lo demás al pequeño editor independiente, tenga éste que pagar una plusvalía en ocasiones excesiva, sobre todo en un país como España, es bien cierto. Pero en el momento que deje de actuar al dictado de estas pre­misas, ayudará de forma irresponsable al establecimiento de una oferta chata y aburrida, por trivial. Responsabilidad que, por otroj¡:¡do, no_habría. que hacer recaer exclusivamente sobre esta par­cela del sector. También los libreros y los distribuidores han de sentirse res­ponsables en este particular. ¿Cómo? No olvidando que el lector gustoso es el único que le da verdadero sentido al mundo editorial y que, por tanto, hay que empezar a mimarlo. Si la Administración pública tiene que seguir ejerciendo su labor de mecenaz­go en el ámbito de la cultura, y en la medida que las Administraciones Autonómicas adquieren cada vez mayores competencias en este campo, cabría esperar de ellas, y en concreto de la valenciana, que atendiese mejor al mundo del libro, siempre a la cola en los repartos presupuestarios. Y, en especial, a todas las pequeñas y medianas empresas, no sólo a las que le interesen políticamente en un momento dado. "iNo vaya todo para la

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vaquería y nada quede para la vaca!», que diría Cyrill Connolly. En este sentido yo propondría, de cara a la Con selle ría de Cultura, ocho puntos, susceptibles de ser ampliados; partiendo siempre de una obligación previa por parte del sec­tor: la de constituir un Gremio que inte­gre a todos los editores valencianos, tanto a los del área lingüística valencia­na como a los del área castellana. Una vez costituido el Gremio y designados sus representantes, solicitar de ésta que: 1. Discuta previamente los presupues­tos de cada ejercicio con los represen­tantes de las asociaciones del sector. Así como cualquier otra actuación en el ámbito concreto del libro (diseño con­sensuado de las campañas de anima­ción a la lectura, salones del libro, ferias, congresos, etcétera. ).

La parcela de actuación de los pequeños

lengua valenciana, habría que establecer un baremo por el que la compra de ejemplares en castellano nunca fuese superior a la de ejemplares en lengua valenciana, pero sí igual de continuada y estable. En los casos de autores valen­cianos de expresión castellana debería ser equivalente a la del suport genérico 3. Que cree bolsas de viaje para asis­tencia a ferias y certámenes relaciona­dos con el mundo del libro. 4. Que aumente progresivamente el presupuesto de ayudas a la producción editorial valenciana. 5. De cara a la Biblioteca Valenciana, poder disponer en sus locales, ya que sería el marco más adecuado y emble­mático, de un espacio destinado a los eventos relacionados con el mundo del libro y punto de encuentro para asocia­dos (libreros, distribuidores y editores).

6. Regularizar los plazos de cobro de las ayudas institu­cionales. 7. Que sirva de puente entre

y medianos sellos editoriales independientes ha constituido desde siempre

el sector del libro y los medios de comunicación públicos, con tal de que el libro en particular y la cultura en general adquieran mayor relevancia en sus programa­ciones, sobre todo en TW.

y en gran medida la savia de la cultura .. .

2. Que aumente la dotación presupues­taria para la creación de nuevas bibliote­cas públicas y de bibliotecas de aula en colegios e institutos públicos. Así como que gestione la compra continuada de fondos editoriales que surtan a las biblíotecas ya existentes y a las de nueva creación con títulos publicados por editoriales valencianas, tanto en valenciano como en castellano. Aunque en este punto, y puesto que existe la ley de suport genéric para la defensa de la

8. Y, por último, que reclame a la Administración Central el IVA cero para el libro. Para concluir trataré a colación otra cita de Cyrill Connlly, que dice: «si el Estado está decidido a sustituir al mecenas pri­vado, es por descontado su deber imi­tar e incluso exceder la tolerancia, la humildad y la liberalidad del mecenas». Sí, por descontado. Porque el mecenas privado puede hacer con su dinero lo que le venga en gana, y el dinero del Estado es de todos sus ciudadanos .

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GONZALO SANTONJA

U N poeta de Valladolid, Emilio Ferrari (Valladolid, 1850 - Madrid, 1907), prote­gido del gran Zorrilla y en la madurez seguidor de Núñez de Arce, autor de contenido lirismo y de aliento regeneracionista, sin excluir por ello lo festivo,

quizás como respondía y tal vez como corresponda a una realidad, por grave y endé­mica, fatalmente tragicómica, estampó ciertos versos al frente de una de sus desen­fadadas revistas teatrales, Valladolid en Viena, que hoy y aquí, por aquello de que el Pisuerga pasa por donde ya saben, me vienen pintiparados:

Tú con resma s de papel ayudaste a esta impresión; y tú, en el almuerzo aquel, con Champagne y Moscatel nos diste la inspiración.

Descontada la circunstancia, nada baladí ni de poca cuenta, de que ahora, instaura­do por fin el sentido común siquiera sea a la hora de escoger la bebida, los almuer­zos se riegan con riberas del Duero, lo demás, insisto, da de lleno en el blanco, por­que con la proporción media nacional cumplida al revés, nada menos que el setenta y cinco por ciento o algo así (sin exagerar) de lo que en Castilla y León se edita sale por cuenta y a cargo de los socorridos presupuestos de las diversas instituciones -de la patria, la autonomía o el municipio; del clero, los bancos o las fundaciones-, subvencionado por vía directa o a través de los mil vericuetos imaginables, en gene­ral previo -o previos- almuerzo -o almuerzos- de trabajo y, por supuesto, de invitación. El setenta y cinco por ciento. Castilla y León, pues, abunda en «mecenas" de las letras y las artes que, con papel del Estado, pagan las resmas del otro papel y «ayudan" a la impresión. sigamos con el hoy olvidado Ferrari, porque eso de los patrocinios en no pocas ocasiones intelec-

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tu al mente criminales, con frecuencia, andando el tiempo, degeneran en esta­tuas o lápidas conmemorativas de tama­ños benefactores:

Por ser la historia criminal o fatua y aceptar las conciencias cualquier yugo, hay estatuas que piden un verdugo y hay picotas que piden una estatua,

Ahora mal, con estatuas y verdugos, o con picotas coronadas, el dato para la reflexión es el de antes, aunque su brillo oscuro posiblemente se aprecie mejor si se le analiza o contempla desde la otra punta, que en la presente ocasión tam­bién es la opuesta: el veinticinco por ciento, y sólo el veincinco por ciento de lo publicado en Castilla y León, décima arriba o décima abajo, circula gracias a la iniciativa privada y a sus expensas, arrinconado por la marea de volúmenes del setenta y cinco por ciento restante, donde se encuentra -como es lógico­un poco de todo, o sea, desde libros de gran valor e indudable interés, a veces impublicables por otros canales, hasta francos alardes de amiguismo y descon­sideradas ocurrencias sacadas a la pla­zuela pública por mor de designios en el mejor de los supuestos inexplicables. Tal resulta el panorama, así de fuerte. y conste que, al menos a mi entender, no existe de momento, o yo no acierto a descubrirla, alternativa -y menos alter­nativa radical- válida frente a la vigente manga ancha de las instituciones públi­cas. Esa política ha venido a llenar un vacío demasiado obvio, y en lógica con­secuencia, el problema radica en las causas socioeconómicas del mismo, nunca en las respuestas, que en ningún caso han contribuido a agravarle. Los parches son parches, pero no la herida. Se mire por donde se mire, el catálogo

de la Consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León abunda en estudios, recopilaciones y monografías de indis­cutible utilidad y, bizantinismo aparte, no discutible. Pues algo similar sucede, aunque a distinta escala, con los de otras instituciones menores, cuya efica­cia de ninguna manera pondría en entre­dicho los ejemplos - aún relativamente numerosos- que sin dificultad podrían aducirme en sentido contrario. La pro­blemática de fondo, compleja y hasta peliaguda, excluye los simplismos y rechaza la demagogia. A manera de rotundo contraste ahí está el inquieto submundo de las publicacio­nes marginales, en las afueras del mer­cado, pero desde la literatura, por la libérrima voluntad de sus generosos impulsores. Presentes por aquí y por allá, mueren y nacen, sustituyéndose y juegan al Guadiana o se afirman en una radical irregularidad nada exenta de sor­presas, ni tampoco, por supuesto, de batacazos. Pues a la sazón habitamos el mundo de la post -modernidad y los esplendores, algunos fruncirán el ceño al llegar a este apartado. No se olvide, sin embargo, que no pocas de las valiosas historias de nuestra reciente literatura se escribie­ron desde páginas en sus respectivos momentos tan insignificantes y poco difundidas como las de las revistas Litoral (Málaga), Meseta (Valladolid) o Espadaña (León), nombres hoy ineludi­bles en cualquier manual o estudio. Por fortuna, reitero, ese submundo se man­tiene y, sumido en su consustancial cri­sis, ofrece suficientes muestras de una espléndida mala salud centelleante en sus manifestaciones. Para cerrar esta rápida presentación, queda el notable caso de Ámbito , sociedad de accionariado múltiple (sere-

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nos cerca de un millar de socios), sin riesgo de beneficios, pero ya con dos lustros bien holgados de existencia y varios centenares de títulos publicados, en ediciones normalizadas y con un razonable índice de aceptación, lo cual, metáforas aparte, significa que, aunque sin garantizar el futuro, nuestro presente existe y el catálogo continúa creciendo.

Torbado, Andrés Sorel, Raúl Guerra Garrido, Ramón Carnicer o Miguel Casado. No faltará quienes opinen que su trayec­toria resulta manifiestamente mejorable. A mí, que vivo de realidades, su existen­cia, en un medio como el nuestro, ya se me hace de por sí prodigiosa, de manera

... al menos a mi entender, no existe Presidida por el historiador Julio Valdeón y con Ernesto Escapa de director ejecutivo, Ámbito, con obras magnas en su haber, al estilo de una mayúscula Historia del arte de Castilla y León o la reedi­ción facsímil del Diccionario

de momento, o yo no acierto a descubrirla, alternativa -y menos alternativa radical­válida frente a la vigente manga ancha de las instituciones públicas.

geográfico-estadístico-his-tórico de España y sus posesiones de ultramar de Pascual Madoz (1845-50), ordenado su contenido por provincias y comunidades autónomas, tampoco ha desatendido el amplio campo de la lite­ratura. De hecho, su relación de autores se enriquece, entre otros, con los nom­bres de José Jiménez Lozano, Jesús

que, imitando al inválido del chiste, me conformaría, de cara al inmediato futuro, con seguir igual: Nirgencita, Virgencita, que me quede como estaba». Dicho lo cual, procedemos - si les pare­ce- contra el almuerzo. Alguien , supongo, se encargará después de las resmas.

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l~ f~I(I~~ ~f ~~R~~ H~IRMf~ f~ l~ Wmij~I~~~ ijMf~(I~~~

[l9]6-199~] RODOLF SIRERA

SON seis la colecciones de teatro que actualmente se publican en la Comunidad Valenciana, sin contar, claro está, las ediciones extraordinarias que realizan ayuntamientos o diputaciones con motivo de los premios que, con mayor o

menor regularidad, convocan. Este es el caso, entre otros, de los Ayuntamientos de Valencia (Concurso de Teatro de la Junta Central Fallera. Premio Escalante), Alicante (Premio Carlos Arniches), Alcoi (Premio Ciutat d'Alcoi) y de la Diputación de Valencia (Premio Valencia de Literatura, en su modalidad de teatro). Tampoco consideramos publicaciones realizadas fuera de colección, tanto por instituciones como por edito­ras privadas. Algunos ejemplos de los primeros serían el volumen antológico de Juan Alfonso Gil Albors, publicado, con el título Obra Teatral, por el Ayuntamiento de Valencia (1993), o la edición de La partida, de Josep L1uís y Rodolf Sirera, por el Ayuntamiento de Alicante (1990); y por lo que respecta a editoriales, el volumen con tres piezas de Eduardo Ouiles, publicado por Prometeo (1979). o el único número de la colección interdisciplinar de Bonaire dedicado a este género: Tango, de Manuel Molins (1985). De las seis colecciones a las que al principio hacíamos referencia, dos están promo­vidas por empresas editoriales privadas rrres i Ouatre y Bromera); una, por una aso­ciación de escritores (la Taula Valenciana d'autors teatrals); y las tres restantes por distintas instituciones públicas: el Centre Dramatic, hoy Teatres de la Generalitat Valenciana, la Diputación de Alicante y la Universidad de Valencia. La colección más veterana de las seis es la de la Editorial Tres i Ouatre de Valencia. Iniciada en 1976, ha vivido etapas de una cierta languidez, y ha tardado mucho en superar la frontera del par de volúmenes por año. Reorientada a partir de 1989, publica actualmente una medida de cuatro, y su catálogo cuenta ya con 33 volúme­nes, con un total de 42 títulos. La colección de teatro de Tres i Ouatre, exclusivamen­te en valenciano, se nutrió, en sus primeros años, sólo de textos originales, básica­mente de autores vivos. A partir del número 21 se han incorporado las traducciones

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de teatro europeo y norteamericano contemporáneo. El total de autores publicados es de 33, de los cuales 11 son extranjeros, uno de ellos (Mrozeck: Una nit qua/sevoJ) coeditado con e Centre Dramátick de la Generalitat Valenciana. La colección Bromera/Teatre de la Editorial Bromera, de Alzira, se inició en 1989. Sus libros, también exclusivamen­te en valenciano, se caracterizan por lle­var amplias introducciones, y un apéndi­ce con propuestas didácticas, orienta­das al trabajo escolar. Hasta hoy, Bromera ha publicado 9 volúmenes, con otros tantos títulos, de los cuales 7 son originales -todos ellos, con una sola excepción, obra de autores vivos-:- y 2 traducciones, de las que una (L 'home, la bestia i la virtud, de Pirandello) ha sido también coeditada con el Centre Dramatic. En 1992 el Centre Dramatic de la Generalitat Valenciana sacó a la calle una colección de teatro (con dos séries, menor y mayor, esta última acompañada de aparato crítico), en colaboración con la editorial Pre-textos. En un sólo año se publicaron un total de 7 títulos, todos ellos de autores extranjeros contempo­ráneos, con excepción de Ombres de la ciutat, de Manuel Molins. Además de estos 7 títulos, el CDGV había coeditado otros dos, con Tres i Quatre y Bromera, como ya queda dicho, y un tercero con Primer Acto, con una pieza de Pessoa (El marinero) y otra de Tabucchi (Una lla­mada para Pirandello). Por último, en una "Colección de teatro contemporá­neo", previa a los títulos citados y que, obviamente, no tuvo continuidad, se editó, en 1988, El saperlón de Gildas Bourdet. En total , pues, 11 volúmenes con 12 obras, de las cuales sólo una ori­ginal yen valenciano. El resto,.traduccio-

nes: 7 al valenciano y 4 al castellano. Esta colección se interrumpió al desapa­recer el Centre Dramatic, a finales de 1993. Ignoramos si el organismo que lo ha sustituido, Teatres de la Generalitat Valenciana, tiene intención de continuar la política editorial de su antecesor. También en 1992, la Taula Valenciana d'autors teatrals, con la colaboración del Ayuntamiento de Valencia y la Sociedad General de Autores de España, inició su propia colección, con el título genérico de "Biblioteca teatral». Muy activa, aun­que quizá no goce de una distribución óptima, ha publicado, hasta la fecha, 14 volúmenes, de pequeño formato, con un total de 25 obras, de 13 autores, todas ellas en valenciano. Más reciente aún es la Colección "Teatro Siglo XXI .. , que publica desde 1993 la Universidad de Valencia, con dos series: traducción y crítica, En la pri­mera, que es la que ahora nos interesa, han aparecido hasta la fecha cuatro volúmenes, de otros tantos autores extranjeros, traducidos todos ellos al castellano, aunque la colección tiene previsto incluir también traducciones valencianas en su catálogo. También en 1993 se inicia la Colección "Teatro Español Contemporáneo .. , que edita la Muestra de Teatro Español de Autores Contemporáneos, a través del Instituto de Cultura "Juan Gil-Albert .. de la Diputación de Alicante, ciudad sede de la Muestra. Esta colección ha publi­cado hasta el presente tres volúmenes con 5 títulos, de 6 autores todos ellos en castellano, Sin que pueda equipararse, por inten­ciones y formato, a las seis colecciones más arriba citados, mención especial merece, por su singularidad, la revista Art Teatral, que dirige con una constan­cia y un entusiasmo digno de todo elo-

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gio el dramaturgo Eduardo Quiles. Art Teatral, que se subtitula «revista de mini­piezas ilustradas", ha publicado, en los 6 números aparecidos desde 1987 hasta la fecha, la nada despreciable cifra de 61 obras cortas, acompañadas por dibujos originales realizados por impor­tantes artistas plásticos. Estas 61 obras, han sido escritas, muchas de ellas ex profeso, por 50 autores, 44 españoles e hispanoamericanos, y los 6 restantes, de otras nacionalidades, son textos tra­ducidos. De las 55 obras originales, 52 están escritas en castellano, y las tres restantes en valenciano. Resumiendo numéricamente todo lo que acabamos de decir nos encontraremos con que, por lo que respecta a libros de teatro - es decir, dejando aparte la revista Art Teatra/- , se han publicado, en seis colecciones regulares, desde 1976 hasta hoy, un total de 72 volúme­nes; es decir, una media de unos 3,7 por año. Este porcentaje, sin embargo, es inexacto, ya que 42 de esos 72 volú­menes han aparecido en el curso del

sente que varios de estos autores han publicado más de un texto; algunas obras han sido escritas en colaboración, y varios volúmenes contienen más de una pieza). De estos 72 autores, 46 (es decir, el 63,8 por 100) son españoles y todos, excepto 5, autores vivos. De estos 46,39 son valencianos de naci­miento o residencia, y 7 proceden de otros puntos del estado español. Los 26 autores restantes (es decir, el 36,2 por 100) son extranjeros. Por lo que respecta a obras, de 95 títu­los 68 corresponden a autores españo­les (el 71,6 por 100), Y 63 de ellos (el 92,6 por 100 de ese grupo) están escri­tos en valenciano, y sólo 5 (el 7,4 por 100 restante) en castellano. El número de títulos traducidos es de 27 (el 28,4 por 100 del total), de los cuales 19 han sido vertidos al valenciano, y 8 al caste­llano. El balance total, por lo que a len­guas se refiere, consideradas ahora conjuntamente las obras originales y las traducidas, arroja un total de 82 títulos (el 86,3 por 100) en valenciano, y 13 (el

la edición de textos teatrales, en la Comunidad Valenciana, sin alcanzar aún niveles óptimos, ha conocido en los últimos años un incremento de una cierta

13,7 por 100) en castellano. Analizando, por último, la proce­dencia editorial, podremos esta-blecer dos grandes grupos: por una parte, las empresas privadas (Tres i Quatre y Bromera). y la Asociación de Escritores (Taula Valenciana d'autors teatrals); por otra, las editoriales institucionales (Centre Dramatic de la Generalitat Valenciana,

consideración

• • •

último trienio (1992 a 1994), lo que arro­ja para dicho período un promedio de 14 por año, cifra bastante considerable, atendiendo a las circunstancias. Estos 72 volúmenes comprenden un total de 95 títulos, que corresponden a 72 autores distintos (hay que tener pre-

Diputación de Alicante y Universidad de Valencia). En el primer bloque -€ditoras privadas- encontraríamos 56 libros publicados (el 77,8 por 100 del total), de 55 autores, con 76 obras. De éstas, 62 (el 81,6 por 100 de dicho apartado) han sido escritas por 42 autores españoles, y 14 (el 14,7 por 100 restante) por 13

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autores extranjeros. Los 76 títulos de este bloque, tanto los originales como los traducidos , han sido publicados todos ellos en valenciano. En e[ apartado de editoras instituciona­[es, sólo podemos contabilizar 16 vO[ú­menes (e[ 22,2 por 100 del total). de 17 autores, con 19 obras, de [as cuales 6 (un exíguo 6,3 por 100) han sido por 7 autores españoles, y [as otras 13 (e[ 13,7 por 100 restante) por autores extranjeros. De estos 19 títulos, conside­radas conjuntamente obras originales y traducidas, 13 fueron publicados en castellano, y 6 en valenciano. A la vista de todos estos datos, las con­clusiones que, de modo provisional, pueden extraerse son las siguientes: 1. la edición de textos teatrales, en la Comunidad Valenciana, sin alcanzar aún niveles óptimos, ha conocido en [os últi­mos años un incremento de una cierta consideración, tanto en términos abso­lutos, como en relación con las otras comunidades del estado español. 2. en este sentido, se muestran bastante más activas [as editoriales privadas que las dependientes o relacionadas con las instituciones. 3. la existencia del Centro Dramático de la Generalidad Valenciana (en fun ­cionamiento entre 1988 y 1993; actua[­mente Teatros de [a Generalidad). no parece haber tenido una incidencia destacada -al menos hasta iloy- en

la creación y publicación de nuevos textos teatrales. 4. [as colecciones de teatro, dada la carencia de hábitos de lectura de este tipo de textos por parte de un consumi­dor no profesional, siguen presentando en la Comunidad Valenciana, como en el resto del estado español --con muy pocas excepciones- tirajes muy bajos, y continúan moviéndose por circuitos de distribución bastante limitados, cuando no precarios, que, en el caso de las ins­tituciones, pueden llegar a ser incluso inexistentes. 5. el valenciano es la opción lingüística dominante, tanto por lo que respecta a los textos originales como a [os traduci­dos. Dicho de otra manera: un autor dramático en castel[ano tiene más difi­cultades para publicar en la Comunidad Valenciana que otro en valenciano, difi­cu[tades que, en cierta medida, vienen compensadas por su posibilidad de acceder al resto de las editoriales del estado español que publican en dicha lengua. 6. en general, y con esto acabamos, aunque el libro de teatro sigue conside­rándose como un medio para [a repre­sentación, hay que destacar la impor­tancia que, desde el punto de vista didáctico, comienzan a adquirir alguna de estas colecciones, en especial las que se mueven dentro del contexto de la enseñanza de la lengua.

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ENRIQUE CERDÁN TATO DIEGO JESÚS JIMÉNEZ VICTORINO POLO - ROSA M,a RODRíGUEZ MAGDA

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Rfm~m~ (ijllijRAlf~ ~ ~ijPUffif~m~ lInRARm~

E. CERDÁN TATO

EN ocasiones, cuando se me ha solicitado alguna colaboración para la peri­pecia de unos nuevos pliegos de versos y descubrimientos, me he pregun­tado y he preguntado a mis interlocutores, por lo común, rebosantes y

hasta enfebrecidos de rebato, si es que acaso tocaba ya la hora del obituario. Santiago Nasar nos ofrece una soberbia metáfora acerca del destino de la revista cultural: sabemos que va a morir, desde la primera línea, desde su mismo y lumino­so título. y no me seduce, en absoluto, el oficio de los penosos vaticinios. Simplemente, apelo a la memoria y al dato; al cálculo de probabil idades y a la simetría de una sociedad ágrafa; a la estadística y a la crónica de letra menuda. Estos episodios, sin embargo, no son recientes. La historia nos muestra cómo en apenas quince meses, se desmo­ronó uno de los primeros semanarios de artes y letras, "El Artista", que alumbraron, con una cuidadosa litografía y mayor esmero, a principios de 1835, dos jóvenes, también rebosantes y hasta enfebrecidos de rebato: Federico Madraza y Eugenio Ochoa. y allí en sus doce páginas y en sus quince meses, nos dejaron crítica e información literaria, cuadros constumbristas, cuentos fantásticos y poemas, algunos de los noví­simos de aquella época: Garcia Tassara, Zorrilla, Espronceda. Espronceda que se despachó, por cierto, "La canción del pirata", impunemente. Por último, sucedió lo que sucede en la mayoría de estas industrias: falto del suficien­te número de suscriptores y de cualesquiera otros recursos económicos, "El Artista» se esfumó en medio de unas ingeniosas y certeras estrofas elegíacas:

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Más versos hizo que cobró pesetas, más retratos que tuvo suscriptores, España, que no está por los poetas, ni se le da una higa los pintores, al versificador y al retratista ingrata abandonó. iMísero «Artista»!

Pero si aquella España de la transición del absolutismo al liberalismo no estaba por los poetas, esta España de las auto- . nomías y de los estruendos tampoco ha tenido para con la cultura demasiadas contemplaciones. En un ámbito que ni siquiera es hostil, pero sí indiferente, cualquier empresa de tal naturaleza resulta siempre arriesgada y problemática. Y las revistas literarias lo son. Por eso, como los héroes, mueren jóvenes. y si no mueren, languidecen o se amparan al cobijo de las ayudas o subvenciones institucionales, para llevar una vida modesta y desempeñar digna­mente su papel, aun en la más estricta intimidad. Por supuesto, y para que se cumpla la regla, están las rigurosas excepciones, entre el vigor editorial y el compromiso cultural (mitificadas, a veces), por su así­dua comparecencia, por su respetable edad y muy particularmente por su con­tribución a la historia de la literatura de esta última mitad de nuestro siglo. A pesar de la desolada escena, los escritores, los críticos y los profesores disponemos aún del suficiente empuje teresiano, para la fundación. No sé si hay algo de oscura pasión, de vicio, incluso, pero en cualquier momento de cualquier tertulia, puede surgir la proeza de una nueva publicación de dudosa periodicidad y probablemente de efíme­ra andadura. La experiencia me dice que así ha sido y que así continua siendo, aunque los ímpetus, bien es cierto, remi­ten en estos tiempos, donde imperan otras tecnologías y otros medios de

comunicación que no son, en absoluto, ajenos a este debate. Las revistas culturales, además de su función inmediata -noticias comentario de libros, crítica de exposiciones, análi­sis de las corrientes del pensamiento, informes sobre otras literaturas y relacio­nes de éstas con la nuestra, creación, etcétera- constituyen para los investi­gadores una fuente histórica relevante, un patrimonio inestimable. En este sentido y muy recientemente, recibí de la Casa del Escritor de San Antonio de los Baños, en La Habana, el proyecto - supongo que ya en mar­cha- de estudiar» «de qué manera ha transcurrido el discurso literario y el diá­logo cultural e ideológico entre España y América» a través de un ciclo sobre las revistas culturales españolas e hispano­americanas, a lo largo de este siglo. (<<Se disertará entonces sobre el Modernismo y La Generación del 98, sobre las revistas «Taller», «El hijo pródi ­go», «Marcha», «Cuadernos Ame­ricanos» y «Casa de las Américas», entre otras muchas. Sobre suplementos cul­turales, revistas del exilio y de la guerra civil española, de las publicaciones de los años sesenta, así como de las revis­tas feministas. Y coincidirá el año próxi­mo con la exposición monumental de libros y revistas «Letras de España», que en su tercera edición llegará a Cuba. La programación de actos está prevista para un período de dos años.) Sin duda, las revistas culturales tienen un mercado limitado. Se trata, en fin, de un producto dirigido a sectores muy concretos de la sociedad: autores, docentes y buenos aficionados, buenos lectores. Claro que resulta peligroso cualquier generalización, sin una evalua­ción previa de los contenidos más habi­tuales y hegemónicos de talo cual revis-

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tao En materia cultural las dificultades y los tabú es sociales son más abundantes que en materia sexual, manifestó Robert Escarpit, cuando uno de sus trabajos de investigación sociológica sobre la lectura lo compararon con el informe Kinsey. Al hilo de esta breve reflexión, parece evidente que en los años cincuenta y sesenta aparecen y se afianzan los suplementos literarios de la prensa cotidiana, de la pren-

buenos aficionados de antes quienes los leen. Los suplementos literarios gozan de un sólido soporte y de una eficaz distribución. Pero también tienen muchas servidumbres y arbitrajes, por parte de la empresa periodística y aun de los anunciantes. Que sepa, actualmente en el País Valenciano, tres periódicos publican

sa de información general. Suplementos que entran en competencia con las revistas culturales y que, andando el tiempo, y en algunos casos, van a disponer del diseño y del volumen de una revista, aunque "ent ri pada". Sus contenidos temáticos son

Las revistas culturales, además de su función inmediata constituyen para los investigadores una fuente histórica relevante, un patrimonio inestimable

diversos y cubren un considerable seg­mento de la demanda cultural. En teoría, se dispara el número poten­cial de lectores: tantos como los del diario en cuestión. Pero sabemos que no es así. O lo presumimos razonable­mente. El suplemento literario no incre­menta sensiblemente el índice de ven­tas. En definitiva son los mismos auto­res, lo mismos docentes, los mismos

suplemento propiamente dicho, cada semana: "Información», de Alicante, y "Levante" y "Las Provincias", de Valencia, aunque este último diario lo haya suspendido temporalmente. Respondiendo al carácter bilingüe de nuestra autonomía, en ellos se utilizan las dos lenguas oficiales, aunque el cas­tellano ocupa la mayoría de la superficie disponible para los textos.

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DIEGO JESÚS JIMÉNEZ

UNO de los temas más atractivos que pueden plantearse hoy en cuanto a las publicaciones de carácter literario que surgen en las distintas autonomías del Estado es el de la recuperación de la crítica. Hoy, por múltiples razones,

tan mediatizada en los grandes centros urbanos. Muchos editores españoles padecen desde hace tiempo una de las más graves y contagiosas enfermedades que pueden contraerse en el sector: la de verse en la necesidad imperiosa de tener que editar. Acuciado por la amortización de múltiples inversiones -no hablemos de la dura competitividad a la que tiene que hacer fren­te- se halla inmerso en una dinámica realmente perversa que arrastra y contamina al hecho cultural que en sí mismo supone todo libro editado. Esta dinámica - que en muchas ocasiones no significa sino una huida hacia adelan­te- le ha hecho caer en la idolatría del presente, en la superstición de la novedad por la novedad. Vivimos una época que asiste impasible a su propio deterioro, a su profundo desequilibrio psicológico, incapaz de abandonar el vertiginoso movimiento en el que cualquiera de sus deseos debe cumplirse aquí y ahora. La historia de lo ocurrido por la mañana se escribe interesadamente por la tarde. La serenidad que proporciona el distanciamiento ante el suceso literario -tan necesaria al estudioso, al investigador y al crítico- resulta poco menos que imposible de obtener. Por desgra­cia, no abunda esa crítica reposada, serena, tan distinta de la que provoca la urgen­cia de las páginas de un diario. Se edita la novedad. Se exige la novedad. Esta exigencia, sin embargo, produce paradójicamente la monotonía, la literatura monocorde a la que asistimos: títulos dis­tintos y contenidos casi idénticos. La reposición de títulos en las tiendas de libros -que es en lo que se han transformado las antiguas librerías- ha dejado de tener sentido ante la propia avalancha de tanta "novedad". Un título, tras un corto período de tiempo en manos del librero pasa, no a formar parte de un fondo editorial, algo importantísimo hasta hace no muchos años, sino a su destrucción. Aunque el des-

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proporcionado volumen, debido más al número de títulos que a sus tiradas, suponga una inversión de almacenaje realmente costosa, el hecho no deja de significar que es el negocio la cuestión que, prioritariamente, condiciona a nuestras editoriales más representativas y la que está condicionando también a nuestra literatura y a muchos de nues­tros autores más visibles. Bastaría que repasásemos la lista de obras y de autores extranjeros de cierta importancia, de los que todavía no dis­ponemos de una edición --en momen­tos precisamente tan propicios a la publicación de autores extranjeros­para darnos cuenta de la arbitrariedad que preside la febril actividad que sostie­nen no pocos de nuestros editores 'más notables y de que "lo nuevo" no importa en tanto y cuanto pueda suponer un verdadero servicio a la cultura, sino en su simple condición de tal. Ello genera, además, dada la baja cifra de lectores vocacionales en nuestro país, unas edi­ciones francamente generosas en títulos pero de tiradas normalmente cortas y, por tanto, caras. Los anaqueles, las estanterías, no digamos ya los escapa­rates de nuestras "tiendas de libros" se ven ocupados indefectiblemente por los productos de aquellas editoriales que poseen un mayor volumen de edición; es decir, por aquellas empresas que pro­porcionan, dentro de la lógica en que nos movemos, mayores beneficios, lo que tiene consecuencias letales 'para la pequeña editorial. Tal estado de cosas ha posibilitado un tipo de crítico que no es sino una parte inseparable de la mercancía en que el libro ha acabado convirtiéndose. A estas alturas, pienso que deben ser escasos los críticos que observen en su actividad algún rasgo de libertad en el ejercicío de

su profesión. Se trata, simplemente, de un valor añadido que va a generar unos determinados beneficios -en los que íncluyo ios de carácter ideológico- , y punto . Se habla más y mejor de los libros cuyas editoriales son buenos clientes de los respectivos departamen­tos de publicidad que de aquellos que lo único que reportan es un aumento inne­cesario de los gastos y una merma del espacio productivo. La antigüedad, en muchos de sus momentos, valoraba la obra de arte muy por encima de su autor: el pintor, el escultor, fueron considerados en no pocas ocasiones, en el mismo nivel cre­ativo que el del zapatero o el del herrero. El concepto de "genio", vino más tarde a sobrevalorar al artista muy por encima de su arte: el genio no puede expresar en sus obras todo lo que tiene dentro de sí. Hoy, ni la obra ni el autor importan tanto como aquello que se dice de la obra. La crítica es la principal protago­nista. "La autoridad del crítico - asegu­ra Peter Hamm- ha llegado a ser tan grande que incluso muchos autores ya tienen en cuenta, cuando escriben, al crítico que más tarde va a informar sobre ellos". Esto, hace algunos años, podía responder a la realidad. Pero la cosa ha ido degenerándose: hoy, en no pocas ocasiones, no es sino la propia editorial, sin más preámbulos, la que marca las pautas a la escritura literaria. El crítico ha sido devorado por la propia empresa editora. Así, las determinacio­nes estéticas se ven con frecuencia sus­tituidas por determinaciones económi­cas que, a la postre, no responden sino al tipo de moral hoy imperante: la del dinero. ¿Estaremos asistiendo a la cele­bración de una nueva ética formal? Lo cierto es que seguimos ejerciendo la cultura como medio de dominación.

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Al crítico, pienso, cabe aplicarle - natu­ralmente que existen excepciones- y según el crítico alemán citado, lo que Marx dijo a cerca de los obreros indus­triales: "Ellos son una mercancía como cualquier otro artículo comercial, por lo que se encuentran igualmente expues­tos a todas las peripecias de la compe­tencia, a todas las oscilaciones del mer­cado ( ... ). Además, no puede permitirse (el crítico) el confesar que su posición es cuestionable, ni el admitir dependencias: tiene que aparecer como instancia en lugar de presentarse como persona. Esto significa que debe dar un carácter absoluto a sus categorías". Acaso, como apuntaba Helmut Karasek, la crítica forma parte del tupido velo que nuestra sociedad utiliza para encubrirse. Es decir, para no enfrentarse a su propio rostro.

del mercado coincide con la lógica de la literatura, debemos apostar por la crea­ción de pequeñas empresas indepen­dientes, empresas que el autor mejicano comparaba a la creación de anticuerpos para la defensa del organismo. Entiendo que debe ser prioritaria la función crítica que el suplemento literario debe desem­peñar en determinadas autonomías y en determinadas provincias. Podría poner algunos honrosos ejemplos. Y lo entien­do así por dos razones que creo funda­mentales: porque es necesario que desde algún lugar exista alternativa a tan deteriorada situación y porque creo que éstos, son lugares idóneos. y lo son, precisamente, por la distinta velocidad en la que se vive lejos de los grandes centros urbanos y porque la industria del libro es prácticamente inexistente en ellos. Puede, por tanto, realizarse una

crítica no tan urgente y conce­derle un espacio no tan reducido como el concedido por empresas de carácter nacional. Además

... deben ser escasos los críticos que observen en su actividad algún rasgo de libertad

puede transcurrir el tiempo pru­dencial para que el libro objeto de la crítica sea conocido por el público, lo que nos conducíría a una muy escasa influencia en el mercado y, por tanto, a una críti­ca más desinteresada. Y, por últi­mo, podría tener lugar la res-

en el ejercicio de su profesión

Pienso que en esta situación en la que, como bien apuntaba O. Paz, la lógica

puesta a la crítica lo que posibilitaría un debate, en todo caso, enriquecedor .

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VICTORINO POLO

E N primer lugar y antes de abordar la cuestión, muy espinosa, de los territo­rios y las geografías destinatarios de los citados Suplementos y Revistas, conviene hacer algunos distingos y precisiones lingüísticas. Por cuanto afecta

a los sustantivos, apenas se me ocurre hacer ningún comentario: parece que los tér­minos expresan bien y son concordes con la realidad, toda vez que la palabra Revista se utiliza con profusión y bastante acuerdo, a la vez que Suplemento repre­senta de manera idónea esa especie de extensión de los periódicos ofrecida cada cierto tiempo. No se produce, sin embargo, el mismo acuerdo con los adjetivos. En efecto, un Suplemento LITERARIO no plantea muchas dudas, porque resulta fácil aceptar que los poemas, las narraciones y algunos textos dramáticos constituyen la base funda­mental de su entidad. Si acaso, pudiera discutirse la oportunidad, dimensiones y talantes de las críticas literarias incorporadas, sobre la base de una posible dualidad: A) Prescindir de la crítica y ocupar todas las páginas con textos de creaciones, acompañados de mínimos comentarios puramente informativos. B) Todo lo contrario, es decir, montar un Suplemento de crítica e incorporar unas mínimas muestras de textos poéticos, narrativos, etc. lo que no parece muy de recibo, supuesto el talante literario, es la mezcla indiscrimi­nada, variopinta y carente de metodología organizativa, ideólogica, de postulados exegéticos, etc. Claro es que ello conduce a la segunda precisión, menos clara: las Revistas CUl­TURALES, denominación neoclásica, muy normatizada, pero inevitablemente mis­celánea y proteica en sentido no siempre positivo. Porque, a lo que se me alcanza, ¿qué se pretende significar con el adjetivo CU LTURAL sin mayores averiguaciones, a falta de otras limitaciones? ¿Que todo aquello que apunte y desarrolle un tono cultural genérico puede y debe tener cabida en las tales páginas? ¿O será preciso continuar acotando hasta establecer el tipo de Revista que se pretende? Debo

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admitir que no lo veo nada claro, por lo que no me atrevo a suponer su necesi­dad en los ámbitos regionales, pero ni siquiera en los nacionales o internacio­nales, salvo el evidente riesgo babélico de la dispersión y la trivialidad, amén de sus opuestos, el hermetismo y la pedantería de lenguajes arcanos y des­preciativos. Ello no obstante, me pare­cen muy bien los esfuerzos entrañables y bastantes ignaros de esas beneméri­tas personas que, necesitadas de escribir, editar y echar fuera muchos demonios de diversa índole y condi­ción , entienden que deben existir, las propician, las defienden, incluso contri­buyen a su financiación con denuedo digno de todo encomio. En el coloquio podremos discutir estas tesis, si conviniese.

REVISTAS NO, SUPLEMENTOS sí

Como decía el clásico medieval, «to/ge­mas /a corteza, a/ meollo entremos». Y el meollo es la realidad regional o autonó­mica, para la cual pueden pretenderse las Revistas y los Suplementos. Mi pen­samiento es claro y contundente: hay que suprimir las primeras, si todavía existe alguna, y centrar esfuerzos y atención en los segundos. Incluso por razones sociológicas y de público, pues cabría indagar el número y la prepara­ción personal de los potenciales lecto­res. y si es cierto que no están los tiem­pos propicios para la lírica, menos han de estarlo para estas aventuras editoria­les que, a la postre, siempre terminan en las ubres de cualquier institución. Los Suplementos Literarios, en cam­bio, parten de una serie de soportes que ponen de relieve su oportunidad necesaria. En primer lugar, existe un periódico que los acoge y potencia. Ese

periódico suele tener un número de lec­tores a los que hay que satisfacer, si ya son cultos y aficionados a leer, y a quie­nes hay que estimular, en el supuesto de que aun no hayan ascendido a semejantes alturas. Por otra parte, sue­len tener los periódicos bastantes cola­boradores habituales, algunos metidos en el campo literario y no sólo a título de frustrados escritores de mayores alientos. También está la traición larga de tales prácticas. En definitiva y a prio­ri, se dan unas condiciones que favore­cen su continuidad o su invención para el futuro. Me decanto con claridad por la presencia y potenciación de los Suplementos, sobre la base de algunos principios y pretensiones fundamentales que deben estar claros desde sus orí­genes, para evitar desencantos no deseados. y no es que pretenda yo unas normas rígidas de funcionamiento, de organiza­ción, de posturas críticas, de métodos comerciales, de exquisiteces varias o de imposiciones dogmáticas y dictatoriales. Pero es preciso constatar que un trabajo de tal naturaleza no debe ser producto de asambleas constituyentes o discursi­vas, ni de votaciones ni, mucho menos, de cuotas al detall. Se trata de algo específicamente literario, lo que supone que han de ser la calidad y el escrupulo­so respeto al marco de la empresa los únicos cánones definidores tenidos en cuenta. Alguien dijo que en arte, las cosas se hacen bien o no se hacen. En el caso que nos ocupa, yo añado que para hacerlas bien, hay que tener capaci­dad, orden y sistema. El resto puede ser muy bonito y atrayente, bohemio incluso, pero será cuestión de buscar otro espacio y otros tiempos, que la charla de café ya no suele producir

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artículos geniales, ni los paseos noctur­nos y etílicos inspirar poemas sorpren­dentes. Así las cosas, para mí tienen igual valor los dos tipos diseñados al principio: el creador y el crítico. Personalmente, suelo decantarme a favor del crítico, por enten­der que las entregas de poemas, cuentos y otros géneros literarios están mejor en Revistas ad hoc, que suelen aglutinar un público lector mucho más especializado y proclive a la lectura, sin duda porque todos ellos y ellas suelen ser gentes «de mal vivir que aspiran a la escritura». Sin embargo, aquellos lectores del periódico no tienen ese vicio desarrollado en dema­sía y entienden mejor, es un decir, las reseñas, los artículos descriptivos, las cri­ticas específicas literarias en la intensi­dad, tono y timbre oportunos y adecua­dos. Que tampoco se trata de convertir el Suplemento Literario de un periódico en una Revista Literaria, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid o que los lugareños han venido por pan y a ver al duque. Consideremos, pues, los pocos y ele­mentales principios que pueden funda­mentar lo que afirmo: 1.-La calidad literaria y su cohonesta­

ción con el Diario. 2.-EI nivel informativo suficiente y ade­

cuado. 3.-La cualificación crítica y modernidad

de quienes escriben. 4.-Unos presupuestos claros de todo

orden, compartidos. 5.- Un diseño bien estudiado, original y

permanente. 5.-Una dirección de mano de hierro y

guante de terciopelo. En el caso de predominar la creación, sólo habría que insistir en la originalidad, la innovación y el impulso imaginativo de la lengua.

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SUPLEMENTOS REGIONALES ¿PARA QUIÉN Y PARA QUÉ?

Cabe suponer que tales Suplementos corresponden a los diarios regionales o provinciales de la tierra en que se editan. Cabe imaginar, también, que los lectores no suelen ser distintos de los que, habi­tualmente, leen los diarios nacionales y sus extraordinarios. Y entonces, cabe preguntarse si los Suplementos regiona­les deben ser distintos de los naciona­les, a qué presupuestos deberían, en tal caso, responder, cuáles serían los nive­les y las diferencias complementarias, etc. Las preguntas y los distingos pudie­ran llevarnos, como en la novela de Torrente Ballester, al infinito. Caso distinto es el de Comunidades Autonomas con distinta lengua: tal el territorio que este año nos acoge. El valenciano, como lengua comunicativa y de creación, exige un Suplemento escri­to en Valenciano y con destino, precisa­mente, a los hablantes de su Comunidad, lo que no excluye que per­sonas cultas de otras lenguas también puedan leerlos; pero eso ya no corres­pondería a la entraña peculiar de un Suplemento y su necesidad, sino a la etapa siguiente de la difusión y contras­te de lenguas distintas dentro del solar hispano. Sin embargo, un caso como ,el de Murcia, región a la que represento en estos momentos, resulta canónico en el sentido de mi primera reflexión. Al día de hoy, tenemos allá tres periódicos con diverso ámbito y presupuesto de comunicación y ambiciones literarias. Consideremos un orden de menor a mayor tirada. «Diario 15,. es un periódi­co que se edita en Madrid y tiene una sección en Murcia: lo normal es que distribuya sus propios suplementos y

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extraordinarios, de manera que el esquema regional apenas nada signifi ­ca, pues se trata de un periód ico nacional que llega a las tierras de Murcia con los esquemas suplementa­rios de tono y contenido estrictamente nacional. «La Opinión» corresponde a una cadena nacional, pero con total autonomía regional, un caso levemente distinto, porque pudiera distribuir el suplemento de toda la cadena, si lo hubiere, o reali­zar su propio Suplemento, cual es el caso: aparece los miércoles, se llama Gaceta Literaria y recoge un variopinto mosaico con predominancia regional y un desequilibrado sistema de calidad, cantidad y organización. «La verdad», al cabo, corresponde igualmente a una cadena nacional, pero con una variación notable respecto del caso anterior: tiene cinco ediciones repartidas entre Murcia, Alicante, Albacete, de modo que rompe las fron­teras de las estrictas Comunidades Autónomas y debería responder a otro tipo de Suplemento. En todo caso, pudiera muy bien tenerlo, dada su ele­vada tirada, pero tampoco ha cuajado un modelo convincente. En épocas intermitentes, a los largo de los últimos veinte años, ha revivido la primitiva y bien prestigiada Verso y Prosa en dos ocasiones, amén de otros intentos que

no llegaron a cristalizar adecuadamen­te, de dónde la realidad que supone distribuir un dominical, no estricatmente de cultura,pero que llena el hueco esperado de los Suplementos con mayor o menor fortuna. Con todas las salvedades que se quiera y todas cuantas discusiones pudiéra­mos traer a colación, lo cierto es que los Suplementos Literarios de los periódicos regionales no tienen mucha razón de ser, incluso invocando la fábu­la conocida de cabeza de ratón y cola de león .. No está el horno literario para muchos bollos de suplementos. Y no deseo entrar en las razones de las raí­ces, de las peculiaridades regionales, de provincia y aún de pueblo, porque sería entrar en un auténtico avispero, un prodigioso espinar. Se me ocurre tan sólo una pregunta gratuita: a la vista los Suplementos Literarios de periódicos como «El País», «El Mundo», «ABC» o «La Vanguardia» ¿qué lector normal culto de periódicos diarios esperaría otro del mismo talante, sólo que restrin­guido a los ámbitos, exigencias y creati­vidad de Comunidad Autónoma? Es un buen modo de terminar la exposi­ción y propiciar el diálogo fecundo, sobre la base de las inquietantes pala­bras del Fausto alemán: «Gris, querido amigo, es toda teoría. Y verde el árbol dorado de la vida ...

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ROSA MARíA RODRíGUEZ MAGDA

E N la lección inaugural del Colegio de Francia del 2 de diciembre de 1970 • Michel Foucault preguntaba: "Pero ¿qué hay de peligroso en el hecho de que

las gentes hablen y de que sus discursos proliferen indefinidamente? y yo respondo: Nada?I~¡'bsolutamente nada. Nuestro panorama literario no abunda en aquellos libros como los que pretendiera Artaud: "un Libro que moleste a los hom­bres, que sea como una puerta abierta y los lleve hacia donde ellos jamás consen­tirían llegar .. . " La Cultura medra en la proliferación y la inocuidad, entrópica, intercambiable, excre­cente, indiferente en su exceso. Una suerte de vacio repleto de guiños, tópicos, .son­risas asesinas contenidas en las comisuras de labios displicentes. Y no es que añore­mos las palabras incendiarios, pero un cansancio otoñal nos anega de palabras pres­cindibles. Sin embargo esta aparente multiplicidad es engañosa, es el exceso de lo intercambiable y de lo semejante, la estrategia de la inocuidad. Los mensajes discor­dantes quedan reducidos al margen o subsumidos en el barullo amable y multiforme de lo que sólo pretende ser "producto cultural". Los suplementos literarios, las revistas culturales concelebran el ornato de los pequeños espacios circunscritos, de las pequeñas sociedades de discurso, incapa­ces de escapar a los sutiles condicionantes que propician la inanidad. Y es que la crítica no puede sino realizarse desde unos soportes y medios concretos, atrap.ados en diversas falsillas no explícitas: los grandes monopolíos editoriales y multimedia, los lobbis y clubs de amigos, los cálculos políticos ... Poco, fuera del grupo de ori­gen, llega a ser difundido. Porque no existe la crítica propiamente dicha, sino una pertinaz dialéctica loa/silencio, se nombra aquello que necesariamente se va a ala­bar, se nombra aquello que se desea que exista, fruto del compromiso personal o del grupo, y claro cuando uno tiene una cortesía no va a resultar encima enojoso, para qué incidir en el pequeño detalle de la abrumadora mediocridad de lo comen­tado. No importa tanto lo que se dice de un libro cuanto que al nombrarlo, al repro-

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ducir su portada o título se le saca de confuso magma de lo infinito publicado para servir únicamente como papel reci­clable. La condena no es la mala crítica, sino el silencio. Todo aquello que no aparece en algún suplemento, revista literaria o programa cultural, sencilla­mente no existe. Y dependiendo del poder del medio no existirá o para la Cultura general o para la sociedad de discurso específica. No es el análisis racional de la crítica lo que otorga legiti­midad, sino la presencia, hemos pasa­do de la razón a la representación, por­que no se trata de contenido sino de imagen en la Cultura del Espectáculo. Tanto es así que si en este reino de tai ­fas, en estos círculos de cobas mutuas, encontramos a veces la nota estridente

Los suplementos literarios) las revistas culturales concelebran el ornato de los pequeños espacios circunscritos)

son reseñados de forma puntual, pero al estar fuera de los circuitos que reite­ran la noticia, no suele entrar en el club de los elegidos, en los pequeños par­nasos que otorgan salvoconductos y futuro. Si nos centramos en los suplementos y revistas de ámbito autonómico, la situación se repite y se diferencia a la vez. Por un lado la falta de poder e incidencia en la cultura española gene­ral ofrece un mayor margen de libertad, pero que se reduce, ante el temor a caer en el provincianismo, a la reseña de obras y autores ampliamente avala­dos por la crítica nacional. Queda el espacio autóctono, donde se reprodu­cen localmente las mismas presiones de grupo de interés, lobbis propios o

de las pequeñas sociedades de discurso) incapaces de escapar a los sutiles condicionantes que propician la inanidad

silencios dirigidos. El grupo de notables locales y las complicidades instituciona­les enrarecen un ambiente centrado muchas veces en la militancia de la facción más cercana de lo propio, patética pugna en cuanto que la discrecionalidad, los sectarios silenciamientos o las loas más encendidas no

de una mala crít ica, no obtendremos tampoco mayor información sobre la supuesta falta de calidad de la obra comentada, nos encontramos con un apasionado, seguramente en este caso el silencio no era suficiente para la ven­ganza. Pero se equivoca el crítico incontinente y colérico, lo denostado ingresa así de forma polémica en la existencia. Ciertamente no nos hallamos ante una maniobra compacta y calculada, existe un margen de azar: alguna pequeña editorial, algún autor desconocido ...

obtienen otro pobre resulta­do que la aquiescencia de los propios y . el odio de los ajenos. La cultura auto­nómica se halla atrapada entre lo uni­versal y lo particular, cree existir por la autocita amigable o amiguista, pero su poder de «nombrar" rara vez alcanza la legitimación, pues acaba rubricando como local sus mejores valores. Solo una publicación fuerte puede vender fuera de sus fronteras la producción autonómica, sin quedar atrapada en la etiqueta localista. Es muy difícil obviar el reduccionismo que sufre la cultura de las autonomías,

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porque este reduccionismo es utilizado desde el exterior para frenar posibles competidores. Se trataría, como el vino, de alcanzar universalidad desde la marca de origen, haciendo de ésta un dato, incluso un anagrama de marketing cuando la corriente es innovadora, pero nunca la señal de una diferencia provin­ciana. Porque lo cierto es que hoy por hoy, con más medios para las culturas de las autonomías, resulta mucho más difícil para un autor deshacerse de esa pequeña trampa de reconocimiento y promoción y alcanzar un reconocimiento más general. Una trampa que no sólo cierra los autores en sus comunidades frente a la Cultura con mayúscula, sino que separa y aisla a las comunidades entre sí. Resulta necesaria una mayor comuni­cación entre suplementos y revistas literarias, de forma que se rompa la fragmentación ficticia de la cultura, se escribe desde diversos lugares y con diversos medios pero lo que se produ­ce solo tiene una marca distintiva: su calidad o la falta de ella. Este intercam­bio de información y difusión rompería también la inercia editorial que, aún desde editoriales nacionales, acaba por centrar su distribución de forma selecti­va en diversos focos. Autores relativa­mente famosos en una comunidad no se conocen ni se leen en otras, no son reconocidos nacionalmente porque falla esta difusión. Hace falta devolver al panorama literario toda la fuerza de la independencia, la irreverencia, la innovación. Acabar con las sumisiones a los círculos iniciáticos, que si son deleznables en el terreno moral, tienen aún más desastrosas con­secuencias en la creación literaria pues reiteran la copia de estereotipos y estilos hasta la náusea, cercenando el futuro,

perpetuando estéticas caducas y manieristas, copias cada vez más des­vaídas de lo que en algún momento tuvo pujanza vanguardista. La Cultura literaria es aburrida, porque en buena medida lleva camino de con­vertirse en un club jurásico. Una revista o un suplemento, parafraseando a Artaud, deberían ser molestos para algunos, ofrecer puertas abiertas, llevar hacia donde no se consentiría llegar; una revista o un suplemento deberían si no ser dinamita, sí guardar algunas gotas de nitroglicerina que espolearan el debate y el interés, estar atentos a la detección de nuevas corrientes e inclu­so inventarlas. Quizás a la crítica le haga falta una buena dosis de intemperancia, al estilo quijotesco unamuniano cuando arenga­ba: «¿Tropezáis con uno que miente?, gritarle a la cara: imentira!, y iadelante! ¿Tropezáis con uno que roba?, gritarle: iladrón!, y iadelante! ¿Tropezáis con uno que dice tonterías, a quien oye toda una muchedumbre con la boca abierta?, gritarles: iestúpidos!, y iade­lante! .. . No se trata de rearme moral ni de obje­tividad científica, sino de tedio, del irre­primible cansancio ante tanta reputa­ción basada en componendas, de la aquiescencia cómplice que no separa la calidad literaria del muermo infuma­ble o del aplicado corifeo ... Urge frenar la sumisión al mandarinazgo, no perder más nuestra vida, por delicadeza, o por cálculo o por cortesía, recobrar la ente­reza del niño que gritó: "el rey está desnudo", abrir las ventanas, llamar fraude al fraude, ser implacables con la medianía o la necedad, y después de todo ello, satisfechos y expectantes, esperar la llegada de los ángeles, o de Lucifer.

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VíCTOR ALPERI - RICARDO BELLVESER - RAFAEL DE CÓZAR MIGUEL HERRÁN-VICENTE MUÑOZ PUELLES-JAUME PÉREZ MUNTANER

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VíCTOR ALPERI

E s cosa cierta, y bien sabida, que Asturias y Galicia han tenido una importan­cia clave en la emigración española a América a lo largo de los siglos XVIII , XIX Y principios del XX; sin olvidar a un gran número de asturianos que, por

razones políticas o económicas, emigraron a distintos países de Europa en los años cuarenta, cincuenta y sesenta. Los centros culturales y recreativos de Asturias en Buenos Aires, Méjico, Santiago de Chile o Bruselas, por citar algunos de los más importantes, han tenido, y tienen, una influencia muy grande en el campo de la cultu­ra, y han servido de unión entre el viejo Principado y los distintos mundos culturales más o menos exóticos. Los intelectuales asturianos más conocidos han prestado siempre mucha atención a este tema, comenzando por Gaspar Melchor de Jovellanos, el cual nos dice, en las "Cartas a Ponz", que "es cierto que de las Asturias y de Galicia tenían que emigrar muchos de sus hijos en busca de mayor fortuna, hacia América, Madrid, Sevilla y Cádiz. Pero no es menos cierto que, aun después de esas corrientes intensísimas de emigrantes, eran ambas de las reg iones más pobladas de España, por lo cual que­daban bastantes habitantes que se pOdían sustentar en ellas". Esta nota de Jovellanos, y él mismo lo confirma en otro momento, aclaran una cosa muy impor­tante: Asturias y Galicia no eran tan pobres como se decia en distintos textos litera­rios de la época, y una considerable parte de la emigración respondía al espíritu aventurero del español norteño. Los asturianos se marchab.an a lugares donde había riqueza, es cierto, pero también llegaban, en su afán aventurero, a tierras inhóspitas, donde el futuro no estaba asegurado. Alejandro Casona escribía que "Asturias está expandida por el mundo entero; y el viajero nacido allá, siente el orgullo noble y la emoción inmensa de pertenecer a una "tierrina" que siendo tan pequeña es en los mapas del espíritu tan ancha y tan profunda". La llegada de asturianos a América, como estudia muy bien Luis Alfonso Martínez Cachero, comienza en los primeros años del Descubrimiento, citando el estudio de Carlos Prieto "El sueño de Cibola" .

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Los asturianos en la Conquista de la Nueva España, que acompañaron a Hernán Cortés eran once: Diego de Colio, de Cabrales; Juan Bueno, de Oviedo; Gutíerre Xuárez, de Cangas de Onís; Alonso Martín y Francisco Franco, de Ribadesella; Rogelio Vigil, de Siero; Juan González, de Arenas; Diego de Quirós, de Quirós; Alonso de la Reguera y Alonso de Loarca, de Lucarca, y Juan Hernández, de Celorio. Al lado de estos nombres, que ya son históricos, otros muchos desconocidos, perdidos en la sombra de los tiempos, llegaron a América y con ellos sus viejas costum­bres y saberes, sus danzas y canciones; y en los siglos XVIII Y XIX, el arte de su cocina, que suplantó, en cierta medida, la influencia de las cocinas de Extremadura, de Andalucía y de Canarias, que llegaron con los conquis­tadores. Así, de una forma sencilla, natural y necesaria, comenzaron los lazos de la cultura entre la península y las tierras situadas al otro lado del Atlántico, y también del Pacífico. Ramón Pérez de Ayala, uno de esos emigrantes que podemos llamar de <<lujo .. , que llegó a América a causa de la guerra civi l española, como otros muchos escritores pintores, catedráti­cos, maestros, médicos o ingenieros, y que enriquecieron con saber y su pre­sencia a muchas Universidades ameri­canas y otros centros culturales, en dis­tintos artículos y conferencias trata del tema del emigrante en general, y del asturiano en particular. Las mejores Editoriales de Buenos Aires o de México, abrian sus puertas a todos los intelectuales que llegaban de España, completando sus fondos y divulgando, a su vez, la cultura española; la famosa Editorial Losada, que tanto ayudó a pro­fesores y estudiantes de la postguerra

española con libros casi prohibidos, publicó obras de García Lorca, Jacinto Grau, Valle-Inclán, Pedro Salinas, Rafael Alberti, Pío Baraja, Ramón Gómez de la Serna y otros muchos. De Ramón Pérez de Ayala editó la trilogía de novelas cor­tas: "Prometeo Luz del Domingo .. y "La caída de los limones .. , y también "El ombligo del mundo .. , "Los trabajos de Urbano y Simona .. , y "Belarmino y Apolonio" entre otros títulos. Uno de los rasgos fundamentales del emigrante asturiano, y también del galle­go, es su añoranza por la tierra perdida, su morriña o saudade, que le obliga, en muchos casos, a regresar y fundar, si vuelve rico, escuelas en su pueblo natal, concediendo becas o siendo benefac­tor de las artes y las ciencias. Los que no regresan se apiñan en los Centros Asturianos -de América o de Europa-, para recordar siempre la tierra lejana, y para recibir, con cariño, las muchas embajadas cultural res que llegan de Asturias. Existen unos lazos poderosísi­mos, de amor y cultura, entre la patria lejana y las nuevas naciones americanas o las viejas europeas. Ramón Pérez de Ayala , en su obra "Rincón asturiano", se hace distintas preguntas por ese amor, por esos lazos invisibles: ,,¿A quién creeis que le parece más hermoso Asturias? ¿A vosotros, que la acabáis de ver hace un instante? ¿O a mí, o al emigrante en Cuba, Méjico, Chile o la Argentina, que no la hemos vuelto a ver desde hace años? Con los ojos de la carne se ve, pero se ve todo: cualidades y defectos. Con los de la memoria y la imaginación se ven solamente los rasgos salientes de her­mosura, aquello por que las cosas y las personas merecen existir y ser amadas". y en otro momento de este trabajo, titu­lado precisamente "El asturiano fuera de

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Astur ias», Pérez de Ayala indica la importante labor que realizan, en el campo espiritual y de la cultura, estos emigrantes, y los compara con los ingle­ses: .. Asturianos e ingleses son, por naturaleza, colonizadores. Entre otras grandes empresas que parecen haber nacido los asturianos, es la más señala­da el realizar la conquista espiritual de las comarcas que visitan o en donde viven». Muchas empresas culturales realizaron los asturianos en América, y aunque este trabajo tiene otros fines muy gene­rales, podemos reseñar, como ejemplo, la labor de Nicolás Rivero fundador de .. El Diario de la Marina», de Cuba, o las revistas .. El Heraldo de Asturias », de Buenos Aires, o .. El Oriente de Asturias», decano de la prensa asturiana, que se publica en Llanes y tiene una inmensa difusión, desde hace más de un siglo, en Méjico. También de la parte oriental asturiana procede la familia Porrua -del pueblo del mismo nombre-, dueña en Méjico de una Editorial que ha difundido

Existen unos lazos poderosísimos, de amor y cultura, entre la patria lejana y las nuevas naciones americanas o las viejas europeas.

la cultura a los cinco continentes. La literatura, la música y la pintura, han tratado en Asturias la figura del emigran­te, llamado .. indiano" a su regreso, pero silencian casi siempre sus años de per­manencia en las Américas, como reco­noce José Ignacio Garcia Noriega: .. La emigración a América tiene un punto de

partida, la pacifica quintana rural, y un punto de retorno: el regreso a esa quin­tana, .. como en los cuentos», que ano­taba Ortega y Gasset. En medio hay un largo período del que los escritores asturianos se ocupan poco: el de la per­manencia en América del emigrante. En época reciente lo reflejaron algunas novelas, como Agua india, de Víctor Alperi y Juan Mollá, y El Palenque, de José Antonio Mases, aunque se trata de indianos atípicos, sobre todo el de la última. Acaso en realidad, todos los indianos son atípicos, cada uno tiene su propia biografía y sus peculiaridades. " ». También recuerda García Noriega, en otro lugar, a dos escritores que narraron el tema de la ida y del regreso del emi­grante-indiano: Antonio Fernández Martínez en Pinceladas, publicado en Llanes en 1892, y Rafael Riera, en Pomarada asturiana, editado por Espasa-Calpe, en Madrid, en 1926. Novelas, cuentos, canciones, senten­cias, tratan el tema de la emigración y de su importancia en el campo cultural y

económico; Jovellanos y Clarín , Pérez de Ayala y Alejandro Casona, Juan Antonio Cabezas o Valentín Andrés Alvarez, sin dejar en el tintero a muchos catedráti­cos de la Universidad de Oviedo-Buylla, Sela, Fermín Canella, etc-, se interesa­ron por el tema desde distin­tos campos del saber.

Leopoldo Alas, .. Clarín», tiene un cuento, .. Boroña», que se puede considerar con un texto clásico del indiano, del emi­grante que regresa. Podemos indicar que el Principado de Asturias tiene en la actualidad concreta­mente en Colombres, en el oriente astur, un Museo Archivo dedicado al indiano y

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un Museo Archivo dedicado al indiano y a la importancia de la emigración astu­riana; y, en los últimos años, se fundó una oficina, que preside Rafael Fernández, para coordinar los distintos centros, organismos culturales o casa de Asturias que tiene el Principado des­parramados por todo el mundo. Esos centros han sido el lazo de unión entre la madre patria y las lejanas tierras, cada día más cercanas, donde el emigrante buscaba su fortuna o su aventura. Y esas cosas o centros fueron la fecunda levadura de una importante labor cultural que quedó reflejada en libros, revistas y porfolios. y no se puede olvidar la importancia de la Universidad de Oviedo en torno a este tema, muy en particular en el 98, cuando España pierde los últimos res­tos del su imperio colonial; Jorge Uría así lo recuerda "No hay duda de que la noticia de la derrota española iba a tener un impacto profundo en el profe­sorado universitario ovetense, por entonces uno de los más capacitados de la universidad española. Uno tras otro, sus miembros más destacados iban a testimoniar tanto la preocupación por la maltrecha si tuación del estado, como la fe depositada en las virtudes de la educación como medio de rege-

nerar el tejido nacional. Corría el mes de febrero, pocos días después de sabida la voladura del Maine, cuando el rector Félix de Aramburu , con ocasión de decir unas palabras de bienvenida a la tuna vallisoletana, evoca aquellos "días de infortunio" ... para la patria, animan­do a estudiantes a reemprender "con ardor los estudios para llegar a ser úti­les a esta España hoy tan desgraciada" para "levantarla y colocarla a la altura de su gloriosa historia". El vicerrector Fermín Canella, y otros ilustres profesores y catedráticos se pro­nuncian en los mismos términos, y la Universidad de Oviedo, sería un foco cultural donde se plantearían muchos temas sobre la emigración. Valentín Andrés Alvarez, años más tarde, siendo profesor de la Universidad ovetense, y de la madrileña después, escribiría pági­nas magistrales sobre el indiano y la cul­tura del emigrante. Este tema de, comunicación y colabora­ción literaria entre las Comunidades Españolas con Europa e Hispanoamérica, es tan amplio como la misma historia de la España moderna, de su caudaloso río salen infinitos arro­yuelos y cada uno de ellos puede ser el punto de partida de una amplia mono­grafía o tesis doctoral.

BIBLIOGRAFíA

Alas, Leopoldo - "Clarín.: "Boroña-, en "Cuentos morales-. Madrid, 1896 Figuras de la emigración asturia­na: Nicolás Rivero. Revista Valdediós. Oviedo, 1960. Garcia Noriega, José Ignacio: "Los asturianos pintados por sus mismos-o Presentación Emilio Llorach. Epflogo Juan Velarde. 688 pág. Ediciones Gea. Madrid - Asturias, 1993. Jovellanos, Gaspar Melchor de: "Carta tercera a Ponz-. Tomo I de Biblioteca de Autores Españoles. Lida, Clara: "Una inmigración privilegiada-. 237 pág. Alianza Editorial. Madrid, 1994. Martínez Cachero, Luis Alfonso: "La emigración asturiana a América-, 153 pág. Colección Popular Asturiana. Ayalga, Ediciones. Salinas - Asturias, 1976. Pérez de Ayala, Ramón: "Rincón asturiano-, en Obras Completas.- Tomo 1. Editorial Aguilar, Madrid, 1963. Uría González, Jorge, y otros autores: "Asturias y Cube en torno al 98- Sociedad, economía, política y cul­tura en la crisis de entre siglos.- 237 pág. Editorial Labor, S. A. Barcelona, 1994. VIVes. Pedro, coordinador de: "Historia general de la emigración española a Iberoamérica. 2 volúmenes. Editorial Historia 16. Madrid, 1992.

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RICARDOcBELLVESER

A BORDO la cuestión a la que nos emplazan hoy los organizadores de las Jornadas con reticencias que no voy a ocultar. El tema, "Comunicación y colaboración literaria entre las comunidades españolas y con Europa e

Hispanoamérica", no solo es inasible en una sesión, sino que incluso creo que cada uno de los aspectos señalados en el alambicado título merecería sus propios congresos individualizados. Esto es, un Congreso para hablar de la «Comunicación y colaboración Literaria entre las Comunidades españolas»; otro sobre la «comuni­cación y colaboración literaria con Europa» y un tercer congreso sobre el mismo tema pero en relación. con hispanoamérica. El caso español, que es el de un país plurilingue, complica todavía más las cosas, ya que cada cultura -digámoslo así- «nacional» tiene sus problemas específicos sin que por ello intente negar que existe uno común que es el de la interrelación de estas culturas. Ahora bien, no debemos olvidarnos de que España está formada en estos momen­tos -pueden ampliarse aún más- por diecisiete autonomías, que a su vez dispo­nen de otros tantos departamentos específicos, consejerías, direcciones generales de Cultura, del Libro, Institutos de Estudios, etc., que deberían -expreso con ello simplemente un deseo- sumarse a los que disponen las diputaciones, ayunta­mientos, y por supuesto, gobierno central. Un laberinto, como se comprenderá, muy espeso, disparatado de intentar recorrer sin más fuerzas que la curiosidad o la buena disposición y en que al menos yo difícilmente me oriento para encontrar la salida. Las Comunidades Autónomas suelen poseer sus servicios de publicaciones, sus salas de exposiciones, sus centros dramáticos o de cinematografía, impermeables a las otras comunidades con las que realizan escasos y meramente emblemáticos intercambios o itinerancias de tanto en vez. Mayoritariamente, lo que editan se queda en la propia Comunidad Autónoma, sino en los sótanos de una institución o

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en polvorientos almacenes. Mala distri­bución, ningún intercambio, inaccesibi­lidad, en fin, respecto a estos trabajos por el resto de los españoles. y esto sucede en España, pero no olvi­demos que, para los castellanoparlan­tes, hispanoamérica está allá en el fondo, lejísimos, pues si Murcia está «aislada» del País Vasco, qué voy a decir de otro continente plagado de países con sus propias estructuras cul­turales. Es este uno de los grandes temas a los que no se le ha dado o no se le ha querido dar solución, y cuya enferme­dad se agrava si lo escrito está en otra lengua distinta del castellano: en ese caso es prácticamente imposible cono­cer -no digo ya estar al día o más o menos informado, sino simplemente conocer- qué es lo que está haciendo y en qué dirección se está trabajando o qué estética es la dominante. Añádanse a eso los grupos de presión, pequeños caciques, califas y manda­mases autonómicos que controlan los premios -ihabrá premios en España!- las becas, las críticas en los periódicos locales y las «glorias». El bien cultural y consecuentemente los derechos de los ciudadanos a disfrutar­lo y los deberes que con él contrae, se transforma en un valor confuso, de apreciación plurigubernamental y que parte además de la situación aperpleja­da de saber inequívocamente o al menos con claridad qué debemos con­siderar «cultura» más allá de ese «cul­tura es todo» puesto en circulación por la postmodernidad y que no solo está de capa caída sino que creo que debe­ríamos enviar a la guardarropía donde duermen las modas efímeras. Ahora bien, obsérvese un hecho en mi opinión muy importante: tras el flujo de

información y la ve locidad de ésta entre los distintos colectivos humanos, esta focalización distintiva de donde surgen determinados productos cultu­rales, no los hace diferentes, sino que los iguala, por lo que podría pensarse en que cada vez resulta más difícil «la diferencia». Por estas autopistas de la información, como ahora se les llama, circulan los nuevos mensajes y mode­los a una velocidad que no permite ni tan siquiera una digestión reposada e interiorizadora. Hay una fuerza democratizad ora del gusto que ha convertido en inútil y anacrónica la distinción y ha igualado buena parte de los comportamientos al producirse una unificación del modelo. Sin embargo, mis relaciones con his­panoamérica y otros lugares relativa­mente salvaguardados de esta lamina­ción, me hace sospechar de la existen­cia de ámbitos relativamente «puestos a salvo». De ahí que cada vez sea una necesi­dad más exigente el precisar qué ente­demos por cultura hoy, y también qué entendemos por políticas culturales, a quíenes van dirigidas, quienes las diri­gen, etc.,como rudimentos previos y para evitar confusiones. Cultura, del latín «culturam», cultivo en general, y especialmente de las facul­tades humanas, es hoy un término anfibológico. Marcuse, Levi-Strauss y en general todo el culteranismo, consi­dera que el motivo de estudio debe ser «el modelo» entendido como límite, dentro del cual varían las conductas del individuo y.la determinan incluso construyendo las llamadas subcultu­ras , culturas de clase, tribus urbanas, etc, como queriendo matizar que son desviaciones de un «modelo» lejano e inestable, en constante mutación, o

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"contraculturas .. si parten del rechazo global de ese "modelo ... Esta es la razón por la cual se confun­de con frecuencia lo que es "cultura .. en sí misma con "cultura artística .. , "política cultural .. , "cultura libresca .. o "alta información .. y consecuentemente se confunden los "dominios cultura­les .. , los "ámbitos .. hacia los cuales ésta va dirigida, y ya todo desordena­do no se saben quiénes son sus prota­gonistas y quiénes sus destinatarios. Si embargo, y así lo expresaba hace muy poco en Granada, no podemos seguir con esa broma de que "cultura es todo .. , pero tampoco hacer pendu­lar el criterio a su contrario y señalar que nada de eso es cultura, pues como afirmación rotunda me parece tan desati nada como la primera. El matiz estriba en que en los actos y sobre todo en los creativos hay una "dimensión cultural .. , pertenezca lo hecho o lo creado al ámbito del dere­cho, la política o las ciencias sociales por no salirme del ejemplo.

peinado de señoras o la manufactura de cueros? Creo que podemos conve­nir que todo esto posee una "dimen­sión cultural .. que no vamos a negar, y sólo son cultura en cuanto se herma­nan al final con el proceso civilizador. El peinado de señoras es un hecho cultural "a lo largo del tiempo .. pero muy raramente "cada vez .. que se peina a una señora. No cabe duda alguna de que la ropa, los vestidos y ornamentos que se han utilizado durante los siglos pasados constituyen finalmente, un bien cultural, pero ahí a que se escriba que los diseñadores de ropa son los modernos escultores hay un incómodo paso que no daré, por­que en todo caso es al revés. Las transformaciones políticas y socia­les, dependen del estado social, del nivel cultural de la población, que se traduce en su capacidad de tolerancia, de asimilación de lo nuevo y lo cam­biante, y de ahí a sus hábitos, sus modos y su forma de vestir. El hecho "cultural .. , se comprende, es anterior.

Hay una fuerza democratizadora del gusto que ha convertido en inútil y anacrónica

Aunque pueda sorprender, los estudios sobre el hecho cultural están muy atrasados en compa­ración con los de singularizacio­nes culturales. Así conocemos las investigaciones, estudios y opiniones de sabios y maestros sobre pintura, música, escultu­ra, literatura, teatro, etc., pero excasean los destinados al "hecho cultural .. materia sobre

la distinción y ha igualado buena parte de los comportamientos al producirse una unificación del modelo

Utilizamos la expresión "cultural .. demasiado a conveniencia y si bien en ocasiones puede ser útil y certera, en otras propicia la confusión que es lo que quería colaborar a evitar. ¿Es cultura el corte y confección de blusas o sandalias playeras? ¿Lo es el

la que no poseemos tan apenas instru­mentos de información y de explica­ción; los datos que se reúnen suelen estar poco avanzados o son fragmen­tarios y de calidad desigual y desde luego no existen métodos para la modelización de las distintas situacio­nes cuando hemos partido de que el

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hecho cultural depende directamente del «modelo .. del que se parte y hacia el que se dirige. Cuando tenemos información sobre ella suele ser referida a su relación con el estado y los poderes públicos y más bien poca sobre la partición del sector privado o no gubernamental en ella, y nada, como es lógico, del esfuerzo individual. La cuestión fue estudiada en la Conferencia sobre políticas culturales celebrada en Venecia, del 24 de agos­to al 2 de septiembre de 1970 que fue el primer cónclave mundial, al que siguieron la Conferencia de Helsinki (del 19 al 28 de Junio de 1972), la de Bogotá (enero de 1978) y la de México (26 de Julio al6 de agosto 1982). En la mesa de Mónaco (1967) convo­cada por la Unesco como reunión pre­paratoria de la conferencia interguber­namental de Venecia, los especialistas presentaron una moción en el sentido de entender política cultural, como «el conjunto de prácticas sociales, cons­cientes y deliberadas, de intervención o no intervenc ión que tienen por objeto satisfacer ciertas necesidades culturales de la población y de la comunidad, mediante el empleo ópti­mo de todos los recursos materiales y humanos que dispone una sociedad en un momento determinado» lo que extendía la función a organismos e ins­tituciones sociales no gubernamentales ya las industrias culturales. Si entendemos al pie de la letra esta propuesta, comprenderemos las difi­cultades que presenta el hablar de «Comunicación y Colaboración litera­ria .. tanto entre Comunidades como interpretado de forma intercontinental. Por un lado los que escriben en espa­ñol, ciertamente que tienen más «posi-

bilidades .. de llegar a un entendimiento con hispanoamérica, cosa que no se ha hecho en los últimos cuatro siglos, pese a la excelente aceptación que la producción hispanoamericana tiene en España. Pero creo que conviene a este punto señalar que lo que nos liega sobre todo a partir de la gran vidriera que supuso las ediciones de Carlos Barral está muy seleccionado, muy cribado, y es mínimo aunque importante. Ignoramos también qué se está haciendo en hispanoamérica aparte de los escritores del «boom .. y sus 'acóli­tos, por muy prestigiosos que estos sean. Impermeabilización de nuevo, esta es la verdad, cuyas paredes se espesan paulatinamente cuando nos dirigimos hacia Europa donde el plurilingüismo se va multiplicando «ad libitum ». Deberíamos disponer de buenas tra­ducciones de los nuevos escritores alemanes, fineses o franceses, pero eso no es así. Es ese el momento de las multinacio­nales del libro . La dispersión de España en 17 autonomías, ha servido para reforzar a las editoriales llamadas «nacionales .. entendido este término por «españolas», y ejercen su hegemo­nía con intesidad y provecho para sus intereses. Las editoriales se han con­vertido o en autonómicas o en grupos que actúan con muchísimas atmósfe­ras de presión sobre la posibilidad del nacimiento y desarrollo de estéticas diferentes ~ las que ellas propugnan. Esta observación es aplicable igual­mente a las traducciones. Los mismos grupos editoriales, determinan qué se va a leer de lo que se produce en el resto de Europa, siempre en obedien­cia a criterios mercantiles y de inter-

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cambio con otros poderosos grupos editoriales. De lo que es el «bien cultural» tan ape­nas nos queda una vaga «intuición general social siempre sometida a la sospecha. Y hablo de una «intuición general» sin ánimo desdeñoso alguno, pero con la inquietud de averiguar cuál es la razón por la que se ha llegado a esta sustanciación porque, no se olvi­de, la vida cultural de cada comunidad se expresa mediante actividades muy diferentes con la coincidencia de que todas ellas están encaminadas a satis­facer las «necesidades» culturales de la población. A todo lo dicho anteriormente hay que añadir las variedades de cada conjunto de población (social, grupal, o individual) siempre condicionado por los sistemas pOlíticos o ideológicos en o bajo los que vive; tradiciones, ideologías, historia, civilización y desarrollo de cada pueblo. Estoy señalando que la extensión del campo cultural es un concepto relativo que varía con las yeso determina tam-

Chile; la Dirección General de Bellas Artes y Cultura de la República Dominicana y la Dirección de Cultura de Uruguay. En este mismo orden caben considerarse las Consejerias de Cultura según el modelo español, o de los «Ianders» europeos, etc . Es, por tanto, el primer nivel, sobre el que ya he hablado.

b) Jerarquización ascendente: Subsecretaria de Cultura de Ecuador y Secretaría de Educación Pública de México, que poseen una mayor soltu­ra, sin por ello gozar de medios y cré­ditos para pro piar un intercambio enjundioso.

c) Jerarquización Superior: Ministerios de Cultura de Francia; de Bienes Culturales y Ambientales de Italia; de Cultura de España; de Cultura y Comunicaciones de El Salvador; de Cultura, Juventud y Deportes de Costa Rica; de Cultura de El Brasil; de Cultura de Nicaragua;

de Cultura y Deportes de Guatemala y las Secretarías

Los mismos grupos editoriales, determinan qué se va a leer de lo que se produce

de Cultura y Turismo de Honduras y de Cultura de Argentina. Por tanto deberíamos de­terminar pues el concepto de «cultura» en los distintos países y ámbitos; el de

en el rseto de Europa, siempre en obediencia a criterios mercantiles y de intercambio con otros poderosos grupos editoriales.

«Campo Cultural», quienes son los protagonistas cultu­

bién el sistema de administración, de entre los que debemos distinguir tres:

a) Administración con jerarquización restringida: Es el caso de la Dirección de Bibliotecas, Museos y Arch ivos de

rales y fijar por último las ideas de patrimonio e intercambio cultural . Queda así el tema abierto y podemos comenzar el debate al que quizá tenga alguna otra aportación concreta que hacer tras escuchar las exposiciones de los que hablarán después de mí. Muchas gracias .

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(~~nXlm RAFAEL DE CÓZAR

I

SI es evidente que el Estado españo se encuentra comprometido con el proyec­to de Europa por tradición histórica, por contexto geográfico y por voluntad política, no es menos cierto que la lengua y la cultura nos sitúan plenamente en

el ámbito de los países hispanos, que comparten estos dos factores fundamentales para la literatura. El vehículo lingüístico supera sin duda las fronteras internas o exter­nas de los Estados, de modo que habría que hablar en realidad de literaturas en len­gua española, inglesa, francesa, etc, desde una órbita universal, independiente de la correspondencia o no con una u otra nacionalidad o Estado. En este amplio sentido, la literatura en catalán, por ejemplo, integra no sólo a la Comunidad Autónoma sino también a aquellas zonas con sus respectivas variedades dialectales, incluyendo la zona catalana-francesa, del mismo modo que la literatura andaluza, como la peruana o argentina, se integran en el ámbito común de la norma lingüística española. Pero esto no irnpide que podamos hablar, en un segundo nivel, de una literatura valenciana, castellana, chilena, o incluso andaluza, en tanto que existen unos límites geográficos y unas fronteras físicas, pOlíticas y tarnbién culturales que diveFsifican la realidad del escritor, su situación y sus problemas profesionales. En este sentido resultaría muy difícil precisar y sistematizar en qué medida un autor participa de los valores generales de una lengua y una cultura concreta, a la vez que puedan resultar significativas las peculiaridades regionales o locales que afluyen en su obra. Es cierto que el ámbito en que vive el escritor puede a veces ser decisivo, pero tam­bién es cierto que sus lecturas, que su formación literaria puede serlo aún más. El que hablemos por tanto de una literatura, por ejemplo andaluza, no afirma ni· niega automáticarnente la existencia de un carácter distintivo, o de elementos que permitan hablar de un factor diferencial frente a otras literaturas en la misma lengua, del mismo modo que pertenecer a una norma lingüística determinada no implica por ello unifor­midad en los escritores que parten de ella, ni impide la diferencia ... Así, en las zonas

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de bilingüismo, un escritor no deja de pertenecer a esa comunidad cultural por el uso indistinto o exclusivo de una de las lenguas, lo que implica, por ejemplo, que un escritor gallego no deja de serlo porque escriba en castellano, o en cual­quier otra lengua. Son muchos los· factores a tener en cuenta y entiendo que uno de esos factores determinantes, incluso a veces por encima de la lengua, puede ser la concepción estética de un escri­tor. Así, entre la obra de Salvat­Pappasseit y Apollinaire, entre Junoy y Marinetti, o entre Reverdy y Max Ernst (aunque pertenezcan estos últimos paí­ses entonces en guerra) puede haber muchos más puntos de contacto que entre García Lorca y los hermanos Quintero, a pesar de las apariencias. En el mundo de la vanguardia ha sido así más evidente este internacionalis­mo cultural, mientras en la cultura popular, mucho más ligada a las tradi ­ciones locales, parece más fácil esta­blecer unas diferencias y prototipos regionales, o locales, del mismo modo que la forma de vida de un escritor puede venir más determinada por el espacio geográfico en que se mueve, sin que eso tenga siempre un reflejo evidente en su producción. El arte, la literatura en definitiva, se asientan en un orden cada vez más cosmopolita que dificulta hoy, tal vez más que en otras épocas, las delimitaciones entre las distintas literaturas. Estos temas, cada vez más vigentes en nuestro país, no siempre se enfocan con la precisión que exigen. Por ejemplo en el caso andaluz, parece indiscutible una concepción del mundo, unas formas de vida y una cultura popular peculiares, pero utilizamos en la literatura la norma lingüística del castellano, apenas sin dis-

tinción con los autores de otras zonas. La hipotética existencia de algunos ele­mentos comunes entre los escritores andaluces a lo largo de la historia todo lo más implicaría la existencia de una literatura andaluza con mayor o menor entidad durante ese proceso, lo que no es garantía de que hoy podamos hablar de una literatura actual característica y diferencial, sobre todo cuando tenemos en cuenta la amplitud y diversidad de esa Comunidad, que viene a ocupar la extensión de Aragón, Cataluña y Valencia, una zona tan extensa como Portugal. Pero si en el plano de la creación la cuestión de las fronteras es lógicamen­te compleja, no es posible negar que existen profundas diferencias entre las diversas Comunidades del Estado, por ejemplo en la infraestructura cultural, y no digamos en comparación con Europa y Latinoamérica, lo que efectí­vamente tiene consecuencias definiti­vas en la situación del escritor y su obra. Los índices de compra de libros, de lectura, de asistencia y consulta a bibliotecas, los datos sobre las empre­sas editoriales, etc., muestran esas importantes diferencias, similares en otros campos de la economía, lo que exige un esfuerzo importante por parte de todos los sectores del libro. Aquí la idea de la aldea global me parece mucho más utópica, pues las zonas con una infraestructura cultural fuerte imponen de hecho las reglas del mer­cado, tanto a nivel Estatal - Madrid y Barcelona- como en el orden Europeo: Francia, Inglaterra y Alemania. Esto implica que no resulte fácil, por ejemplo al escritor que vive en Andalucía, situarse en el contexto literario español si no está integrado en la estructura editorial centralizada, del

I. tr lrimmr~ 1 ~

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mismo modo que tampoco lo es para el escritor español hacerlo en el con­texto europeo. Por otra parte, tras la revolución de la publicidad y el marketing, el mundo edi­tonal y los medios de difusión, incluida la crítica, son hoy de hecho más bien inductores de modas, corrientes y auto­res, que un reflejo de lo que se produce, lo que no es sino consecuencia del valor del libro como objeto económico más que de cultura. Incluso el proteccionis­mo institucional, comprensible y justifica­ble por razones lingüísticas en algunas zonas del Estado -la órbita del catalán, gallego o vasco- o por razones de infraestructura -Andalucía, Extre­madura, etc.- provocan, por ejemplo, que un autor de menor importancia pueda tener más fácil acceso a la publi­cación si coincide con los planteamien­tos de ese proteccionismo. Es evidente que Andalucía tiene, aunque sólo fuera por su extensión y población, una importante nómina de autores, sien­do por ello notable su aportación a la literatura en lengua española, del mismo

existen profundas diferencias entre

decirse de Latinoamérica frente a Norteamérica. El caso de España y Portugal es ade­más significativo por el papel de puente entre América y Europa, de aquí que la comunicación y la colaboración me parezca esencial, y debería incrementar­se a todos los niveles: editoriales, de distribución y difusión, de crítica, etc. Esa mínima relación cultural existente entre España y Portugal no resulta tan extraña si tenemos en cuenta a la vez el mínimo conocimiento que tenemos de los escritores que escriben exclusiva­mente en catalán, gallego o vasco. Todo ello no es sino síntoma de ese ya tradi­cional aislamiento español que excluye, por ejemplo, en la enseñanza de literatu­ra, el estudio de la literatura universal, o que reduce el conocimiento de la pro­ducción latinoamericana a poco más que los narradores del Boom, a no ser en la especialidad universitaria. En definitiva, la situación actual del escritor en España viene a reproducir a menor escala la situación internacional. Si es evidente que el vehículo de la lite-

las diversas Comunidades del Estado, por ejemplo en la infraestructura cultural, y no digamos en comparación con Europa y Latinoamérica

ratura es la lengua y aquí tenemos cuatro, también es cierto que el arte es algo más que comunicación idio-mática y que la traición que supone la traducción me parece en todo caso un mal mucho menor que la com-pleta ignorancia de la obra. Sin esas traiciones nunca hubiéramos accedido

modo que Italia, Portugal, España o Grecia ocupan una parte significativa de Europa, pero en este caso la presencia y el peso de estos países es claramente menor a nivel continental, frente a el poder económico que respalda a las culturas del Norte. Algo similar puede

muchos a la gran literatura europea, por lo que, estando de acuerdo con el apoyo a cada una de las lenguas -incluso con la misma agresividad inter­nacional que muestran las instituciones francesas con la suya- también me parece muy importante para la literatura

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el conocimiento y la difusión traductora de los mejores escritores de cada una de nuestras lenguas. Tal vez convendría incluso modernizar, por ejemplo, aquella antigua BAE (Biblioteca de Autores Españoles), ampliando sus límites a las otras lenguas del Estado y traducirla a las más importantes lenguas europeas, para hacerla llegar a las mejores bibliotecas del

interés por asentarse en ese mercado. De hecho, no sería extraño que Estados Unidos termine ocupando ese papel de vehículo entre latinoamérica y Europa al que aspira España. Las medidas deben plantearse por tanto a medio y largo plazo con el fin de esta­blecer una base de verdadera coopera-

mundo. Por todo ello, la aportación la aportación de las Instituciones públicas de las Instituciones públicas en apoyo de la cultura me parece hoy por hoy impres­

en apoyo de la cultura me parece hoy por hoy imprescindible, pero debe tenderse,

cindible, pero debe tenderse, a medio y largo plazo, a una

a medio y largo plazo, a una mayor independencia

mayor independencia, a una mayor selectividad y a una concentración de esa intervención espe­cialmente en los campos que no va a ocupar la industria cultural privada. Para ello es necesario establecer y reforzar las relaciones entre los distintos sectores del libro, así como entre las diversas comunidades y países con similares pro­blemas. Si nos atenemos a la extensión de lati­noamérica, cabe pensar que el conjunto de su actual producción literaria de cali­dad deba ser bastante importante, y si resulta lógico que el libro español pueda ser allí poco competitivo por precio, no es fácil comprender que aquí se publi­quen tantos títulos al año, siendo tan pocos lo de calidad, casi siempre de los mismos autores y con extendida voca­ción de reducirse al saturado mercado nacional. Quien conoce al mundo universitario norteamericano sabe la importancia que tiene allí nuestra lengua y que podría tener nuestra literatura, pero incluso edi­toriales españolas de fuerte implantación en nuestro país muestran un mínimo

ción cultural, no ya sólo con mayores dotaciones económicas sino, sobre todo, con un uso mucho más racional de ellas que supere el hábito de los actos relumbrantes y de escasa afectivi­dad y perduracion; abandonar en defini­tiva las costosas actividades de cara a la galería en beneficio de entidades como el ICI o el Instituto Cervantes, que, por ejemplo en la ciudad de Tetuán, ha visto el año pasado incrementado el número de alumnos de español hasta la segun­da plaza en el mundo. Nuestro tradicional desinterés en el ámbi to de la lengua y la cultura por zonas como Guinea, Filipinas, o las anti­guas zonas españolas del Norte de África, no son sino síntomas de una política exterior que actúa casi siempre a corto plazo, lo que a largo plazo impli­cará sin duda consecuencias en otros campos económicos. Aunque solo fuera por estos campos ya merecería la pena un cambio de actitud en el de la cultura, y este es responsabilidad de todos los sectores.

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MIGUEL HERRÁEZ

HABLAR acerca de las relaciones literarias entre las comunidades espa­ñolas y con Europa e Hispanoamérica, que es el rótulo bajo el cual parti ­cipo en estas jornadas, es moverse en el terreno de una relativa abstrac­

ción. No sólo abstracción, sino también dificultad, pues ya de por sí son explícita­mente imprecisas y potencialmente múltiples las líneas maestras que se derivan de ese marbete anunciador, como para ajustar cada palabra en su cajetín correspon­diente. De cualquier modo, y por lo que respecta a mi condición de escritor y de ex-corres­ponsal del diario de México DF «El Economista", y por lo que se refiere también a la colaboración periódica que mantengo con la revista «Etcétera", del mismo país y de la misma capital, voy a inclinarme en mi ponencia por la vinculación literaria entre España e Hispanoamérica, en lo que concibo como dos etapas denotativas y acep­tablemente expresas de ese encuentro. Debo decir una obviedad, y por ello, naturalmente, no pretendo descubrir nada: el cruce de relaciones entre España y Latinoamérica se remonta a desdibujados oríge­nes, cuya aproximación o análisis, por mi parte, excedería el eje razonable de la con­temporaneidad que interpreto, ha de imponerse en esta comunicación. En ese mismo sentido, considero que, históricamente hablando, los dos grandes enlaces literarios trazados entre América y España muy bien podemos simplificarlos, de un lado, en lo que implicó la cristalización del movimiento modernista y, de otro, el des­pinzamiento de la mímesis que supuso para la novela española la aparición, a princi­pios de los años sesenta y entre nosotros, del señalado boom de la novela latinoa­mericana. Es bien cierto que el siglo XIX, y me refiero antes de la simbólica fecha de 1888, año que recordamos por Darío, había acuñado nombres como el del mexicano Fernández de Lizardi , el del venezolano Andrés Bello, el del argentino José Hernández o el del colombiano, y no menos proyectado, Jorge Isaacs, por desta-

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car únicamente a cuatro emblemáti­cos, pero no cabe duda de que el fenómeno modernista, con su calado sincrético, su proyección y arraigo básicamente en los poetas españoles; establecerá esa traba entre nuestro país y las recién emancipadas colo­nias. Será a partir de ahí, desde este arranque, con la cabeza y la palabra visibles del autor de Azul, cuando se determinará una primera y rica formula­ción asociativa, cuyos resultantes se harán presentes en la cultura española hasta la década de los años veinte del actual siglo, Rueda, Villaespesa, Manuel Machado o las incrustaciones en parte de la obra de Juan Ramón Jiménez y Valle Inclán, entre otros, dejan constancia de esa aproximación tan intensa como cuantitativamente efí­mera.

suceso, apenas queda un notorio desencuentro cuyas razones se hunden, no tanto en la mera desvitalización de los autores integrados en aquella aven­tura y en su abortada prolongación, cuanto en la falta de respuesta por parte de nuestro país a las nuevas proposicio­nes que eventualmente nacen en Hispanoamérica. La cuestión tiene su alcance, dado que a nadie se le escapa, a la vez, el alda­bonazo que fue entre nuestros novelis­tas las fechas de 1963 y 1967, tras la publicaciones de La ciudad y los perros, Rayuela y Cien años de soledad. Hay que considerar, y convie­ne detenernos en ello, cuál era el for­mato y el perfil de novela común, de nuestra novela, en aquel contexto. Se trataba de un registro de sujeción. realis­ta, con evidentes síntomas de encon-

trarse en fase de agotamien­

Históricamente hablando, los dos grandes enlaces literarios trazados entre América

to y con atisbos de franco retroceso, pero que, sin embargo, mantenía todavía, más que una cierta solidez, una inercia bien arraigada en la simplificación estilística y en la técnica objetivizadora.

y España muy bien podemos simplificarlos, de un lado, en lo que implicó la cristalización del movimiento modernista y, de otro, Nos estamos refiriendo no

sólo a lo que significó de inqu ietud sembrada por esas novelas de Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar y de Gabriel García

el señalado boom de la novela latinoamericana

Por lo que respecta a esa segunda inserción que he sugerido, el desembar­co vía Barcelona - y esencialmente a través de Carlos Barral y de su edito­rial- de 10$ escritores del boom y del postboom, considero que el calibre de su impacto no fue inferior (al menos en el lector español), de ahí que entienda la necesidad de marcar su referencia, ya que, a algo más de treinta años de aquel

Márquez, y a la matizada reorientación que adoptará inicialmente nuestra nove­la, sino a la eclosión rabiosamente pos­terior que seguirá y se vivirá en el pano­rama de las letras españolas, y con ella el estrechamiento de nombres, discur­sos y publicaciones, entre ambos lados del Atlántico. Escritores que vinieron a intensificar la descomposición de un doctrinario de novela sujeto a formas

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tradicionales, en el que se daba una superioridad del factor argumento sobre la estrategia del discurso, lo que en la novelística española renqueaba desde la década anterior. Esa demolición de los componentes textuales, esa preten­sión de apoyar el relato en función de elementos de mecanización elisiva en vez de focalizarse sobre toda una ner­viación expresa, se tradujo en la concre­ción de una fórmula distinta cuyo deseo apostaba por dinamitar el modo narra­torio vigente, puesto que su anquilosa­miento mostraba su fase terminal en el gusto de un lector español que empe­zaba a exigir más de la operación litera­ria y menos del compromiso (utilitarista) del autor a través de la eticidad de un texto de ficción. Desde las firmas de Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, José Donoso, Manuel Mújica, Guillermo Cabrera Infante, Alfredo Bryce Echenique, hasta los de Osvaldo Soriano, Julio Ramón Ribeyro, Ernesto Sábato o Juan Carlos Onetti, por citar sólo algunos, entraron en el engaste de esta co laboración y simbolizaron el

efecto de una cohesión, de un enlace, que hoy, en esta España de los noven­ta, es sin duda inexistente. ¿Yen dónde nos encontramos, en qué punto del camino, qué ha quedado de aquella interrelación? La huella de su presencia, pues si es asumible que el influjo de los narradores del boom fue mediatizada, neutralizada por los mis­mos novelistas españoles, no lo es menos que por aquéllos entró en éstos el filón del concepto de la moderniza­ción en el relato, pues nos sirvieron de puente entre lo que éramos y James Joyce, Faulkner, Virginia Woolf, Proust, Huxley, Franz Kafka, y la síntesis de su enseñanza que condensamos en el prin­cipio de la destipificación del discurso novelesco convencional. Y algo más, un deseo, un deseo que concreto: la bús­queda de una totalización, la plasmación de eso que Carlos Fuentes categoriza como la cultura de las inclusiones y no de las exclusiones. Nos queda, pues, recuperar, en definitiva, el pulso, el rico pulso, de esa complementariedad inter­continental hoy perdida.

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VICENTE MUÑOZ PUELLES

LA mayoría de cuantos han leído El tercer hombre, de Graham Greene, recor­darán que el protagonista, un autor de folletines del oeste que firma con el seudónimo de Buck Dexter, es confundido en Viena con Benjamín Dexter, un

escritor mucho más honorable, que goza de gran estimación por parte de los críti­cos. Esa confusión le conduce al Instituto Británico de Relaciones Culturales, donde un grupo de bienintencionados admiradores le interrogan sobre la novela inglesa contemporánea y las asociaciones de ideas en el subconsciente, temas que apenas le interesan y de los que nada sabe. Casi todos los escritores hemos tenido pesadi­llas semejantes, y a veces, atraídos por las situaciones difíciles, hemos incurrido deli­beradamente en ellas. Estoy seguro de que en algún lugar, en un departamento de filología, en algún cargo público o en un universo paralelo, hay en estos momentos un Vicente Muñoz Puelles mucho más experto que yo en estas lides y más locuaz, que podría hablarles con mayor conocimiento de causa sobre un tema tan inasequible para mí como Comunicación y colaboración literaria entre las comunidades españolas y con Europa e Hispanoamérica. Una larga serie de accidentes ha propiciado que sea yo, el casi anónimo autor de El tigre de Tasmania y la Ciudad en llamas, y no él, el reputado autor de Sombras paralelas, por citar una de s)Js novelas más elogi~das, quien ha acudido a esta cita. He de advertir que no somos completamente distintos. Nos une una misma afición por los escenarios exóticos y una preocupación común por el estilo, que para ambos ha de ser escueto y transparente. Los dos subscribimos la pasión de Flaubert por la palabra exacta, pero él, el otro, la encuentra más a menudo y con menor esfuerzo. No por ello le envidio, como no envidio la presunta vivacidad de su ingenio ni su don de gentes. Otras peculiaridades nos diferencian: él ha sido traducido a varias len­guas, y yo no; él ha sido adaptado al cine, y yo no. Los críticos, que nunca reseñan mis libros, alaban su ambición y le califican de «escritor excelente, dueño de una

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prosa cuidadisima, rigurosa y exenta de fáciles afectismos". No le envidio, insisto. Es más,con el tiempo he llegado a apreciarle, y a sentir sus éxitos como propios. Hace un año celebré que ganara un premio al que también yo me había presentado. Y deploré, como si hablaran de mí, que un crítico demasiado severo le recriminara recientemente, al reseñar su última novela, el uso excesivo de la palabra "azagaya". Ya he dicho que es él quien debería estar aquí. En su ausencia, esbozaré mis propias opiniones. Siempre he supuesto que el oficio de escribir, el estudio de la literatura y la política literaria, entendida ésta como el conjunto de actividades tendentes a estimular el proceso de promoción y difusión literarias, son tres parcelas afi­nes, que rara vez un escritor abarca al mismo tiempo. La lectura siempre forma parte de la educación de un escritor, pero no cabe esperar que todos noso­tros seamos historiadores de la literatura

contabilidad y en derechos de autor. Con los años uno ap¡:ende un poco de casi todo, pero lo que un escritor nunca puede eludir, lo que da la medida de su capacidad, es el oficio, su relación con las palabras y las frases, en el escenario reducido y brillantemente iluminado del ordenador o del folio. Hay animales, como los tigres y los rino­cerontes negros, que sólo se juntan con otros de su misma especie a la hora de reproducirse. A diferencia de ellos, los escritores tienden a aislarse para escri­bir. Incluso los libros colectivos son, a menudo, antologías de textos redacta­dos en solitario o fruto de sucesivas ver­siones alternativas. A algunos nos sucede que, aunque no vivimos para escribir, pasamos la mayor parte de nuestra vida haciéndolo. Ese hábito de la soledad no nos vuelve necesariamente insolidarios, pero sí escépticos. Sabemos apreciar la opinión de un amigo sobre nuestro texto, pero ese amigo puede ser o no otro escritor, y puede pertenecer o no a otra

Comunidad Autónoma. Quiero decir con ello que, como profano en política literaria, no

los escritores tienden a aislarse para escribir. Incluso los libros colectivos son, a menudo, antologías de textos redactados en solitario o fruto de sucesivas versiones alternativas

comprendo la primera parte del enunciado de esta charla, Comunicación y colaboración literaria entre las comunidades españolas, a no ser que entenda-mos como colaboración lo que estamos haciendo precisamente ahora, una reunión de escritores

y conozcamos de manera exhaustiva todas las épocas y autores. Tampoco cabe esperar que seamos por definición consumados expertos en relaciones públicas, hábiles propagandistas de nuestras obras, grandes conocedores del mercado edi torial o especialistas en

de diferentes comunidades que hablan de temas análogos. También se me escapa el significado de una eventual colaboración literaria con Europa e Hispanoamérica. La deuda de cada escritor con los escritores de otros países puede ser enorme, pero no está determinada obligatoriamente por razo-

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nes de proximidad geográfica o lingüísti­ca. Dos de mis libros favoritos son una Antología de la poesía china y una Antología de poesía primitiva, que inclu­ye poemas de grupos étnicos remotos, algunos de ellos ya extintos. Leernos, entre nosotros, pero sin condi­cionamientos; ésa puede ser, si mucho se me apura, una forma de colabora­ción. Creo que los escritores nos tomamos a nosotros mismos demasiado en serio, y que sobrevaloramos, en particular cuan­do estamos juntos, la importancia de

nuestro oficio. Nos quejamos en exceso de que no se nos lee o no se nos com­prende, olvidando que nadie tiene por qué leernos y que acaso no hemos sabido expresarnos. Con demasiada frecuencia olvidamos que estamos haciendo nuestra voluntad, y que nadie nos ha obligado a elegir un camino lleno de asperezas, pero también de diversión y goce. En realidad, tenemos muchos motivos para reír. Esto es lo que pienso. Pero, lo repito por última vez, no soy yo, sino el otro, quien debía haber venido.

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JAUME PÉREZ MONTANER

MI mayor dilema a la hora de preparar esta intervención ha sido el siguiente: o la hacía en castellano, idioma oficial y parece que único en estas Jornadas, o en mi nativo catalán, mi lengua como escritor, lengua tam­

bién oficial y propia de este país, por antigüedad y primacía histórica y porque ha sido siempre la lengua usada por el pueblo. Ya imagino que es un problema, el mío, de no fácil comprensión para aquellos que se expresan literariamente en castellano o para los que han venido de otras regiones del Estado español, pero es evidente que lo es para mí y para los escritores que hemos escogido el idioma tradicional del país. Me he inclinado por la primera posibilidad; lo he hecho sobre todo por simple coherencia con el resto de los participantes, por no estar seguro de ser completa­mente entendido y por pensar que mis posibles palabras en catalán hubieran podi­do resultar discordantes y superfluas en estas Jornadas. A pesar de todo, mis dudas subsisten y nada mejor que ponerlas sobre la mesa y dejarlas como notas para un posible debate. He hablado en primer lugar de coherencia, coherencia en el hecho de expresarnos en estas Jornadas en una única lengua, por supuesto, pero, ¿ha de ser esto lógico cuando se habla de unas reflexiones en el "marco europeo .. ? ¿Es que ese marco europeo no está conformado por muchas y diferen­tes lenguas? ¿No es acaso el motor de todo el proceso europeo esa cultura diver­sa' esa "tentación del Occidente .. en palabras de Malraux, basada en la difícil línea de equilibrio entre lo particular y lo universal, entre la diversidad y la unidad? me he referido también a la posibilidad de no ser completamente entendido si hablaba en catalán. Es una idea que en el fondo me ha dejado perplejo. Tengo ya, por mi edad, una larga experiencia como profesor, como enseñante; por mis clases han pasado centenares de estudiantes valencianos, catalanes y mallorquines, pero también andaluces, extremeños, castellanos e incluso latinoamericanos o de otros países que nunca han tenido grandes problemas para entender mi catalán de Valencia. He visto como mis estudiantes norteamericanos de español podían leer

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sin grandes dificultades, con la búsque­da de algunas pocas palabras en el diccionario, libros o artículos escritos en catalán. Y es que, querámoslo o no, el castellano y el catalán son lenguas hermanas; no exactamente gemelas, pero sí muy semejantes. Es esto tan obvio que resulta difícil creer que se pretenda ignorar. Y la verdad es que no siempre ha sido así; en el siglo XV, época gloriosa de la literatura catalana en Valencia, los poetas castellanos parece que no tenían grandes dificulta­des en entender a sus colegas Jordi de Sant Jordi o Ausias Marc. Se les leía y se les traducía . Fue aquél, como ha escrito Maria Aurélia Capmany, "un momento precioso, había una interrela­ción de la cul tura catalana y castellana, sin escozores, sin problemas .. . ¿Qué ha pasado desde entonces? El catalán -como el castellano- no es una lengua que haya evolucionado excesivamente y, en todo caso, lo ha hecho aceptando innumerables préstamos de la lengua hermana. La explicación nos la da la misma novelista que acabo de citar: los escritores del siglo XV, catalanes y cas­tellanos, ya a las puertas del humanis­mo consideraban "que nada de lo humano les era ajeno ... Entre nosotros, escritores en españolo en otras len­guas del estado, es cierto que tende­mos a considerar todo lo humano como propio por definición, pero con harta frecuencia parece que ignoramos u olvidamos aquello que nos es más próximo. Una última prevención aún. ¿Serán dis­cordantes y supérfluas mis palabras? El título de las Jornadas, el contenido y la configuración de los que en ellas partici­pamos me inclinan a pensarlo así. Entre los más de treinta participantes única­mente he encontrado tres nombres en

catalán, sólo dos de ellos escritores acti­vos en esta lengua. Entre los edi tores, exceptuando el caso a medias de Luis Bonmatí, no hay ninguna representación de la amplísima actividad editorial en esta lengua, como no la hay apenas en la actividad literaria, también respetable. Perdónenme Uds., pero no puedo dejar de sentirme como la extraña guinda del pastel, el consabido florero que siempre da un carácter más humano a una mesa de reuniones, o la propina graciosa que siempre puede resultar adecuada para una lengua y una cultura minoritarias y minorizadas. Dada la exigua participa­ción, casi inexistente, de nuestra activi­dad li teraria y editorial en estas Jornadas sobre "Las letras y los libros españoles en el nuevo marco europeo», una de dos: o los escritores y editores en catalán fabricamos zapatos en vez de libros, por referirme a la frase recu­rrente expresada ayer por Luís Bonmatí, o los que editan y los que escribimos en catalán no formamos parte de "las letras y los libros en español .. , no se nos con­sidera españoles. Y, a pesar de estas reflexiones y perpleji­dades mías que, a buen seguro, lo son también de parte del público asistente, no puedo negar que me siento perso­nalmente muy honrado, gracias a la amable invitación de la ACE y la Asociación Valenciana de Críticos Li­terarios, de participar en estos debates cuya repercusión afecta a todos los que simplemente nos dedicamos con inde­pendencia de la lengua, a este oficio o pasión de escribir. Me he extendido excesivamente en los preliminares y no queda apenas tiempo para tratar de esbozar los problemas que aquí nos han reunido. No quisiera, sin embargo, acabar mi comunicación sin referirme, aunque sólo sea en sínte-

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sis, al tema propuesto para esta sesión. Soy poeta y ensayista, en catalán obvia­mente. Otros de mis compañeros escri­tores son novelistas, dramaturgos o también poetas y ensayistas. Procuro, procuramos, leer las obras más intere­santes que se escriben en castellano, tanto en España como en Hispa­noamérica; tratamos también de estar al día con respecto a las novedades más atractivas de las otras literaturas europe­as. Por nuestra parte, la voluntad de comunicación está establecida, pero nos preguntamos con frecuencia si hay reciprocidad, sobre todo el resto de España, y nos tememos que no la hayo es insignificante. Para una cultura minoritaria o minorizada como la nuestra son sumamente vitales la comunicación y la colaboración con otras culturas, con otras literaturas. Es lo

nando traducciones entre nuestras res­pectivas lenguas, o colaborando en empresas comunes como la revista «Galeusca .. , Las relaciones con las lite­raturas europeas también son superes­tructuralmente fluidas gracias a nuestra pertenencia, como escritores asociados en la AELC, al «European Writers Congress ... Como poetas, como escritores, no queremos creer en fronteras de ningún tipo. No las hay no las debe haber, ni para el pensamiento ni para la literatu­ra. Escribimos en catalán simplemente porque sí, porque es nuestra lengua, una más, como toda su cultura, de las que forman el riquísimo y variado panorama europeo. En catalán, como otros lo hacen en inglés, en castellano, en letón o en danés. Todos somos escritores y, en nuestra relación con

las otras escrituras, lenguas y culturas, sólo exigimos comprensión activa y reci-

Para una cultura minoritaria o minorizada procidad. Mi deseo, nuestro deseo, es que no creemos entre nuestras literaturas, expresadas en las lenguas que se deseen, fronteras

como la nuestra son sumamente vitales la comunicación y la colaboración con otras culturas) con otras literaturas artificiales en las que no

queremos creer; fronteras que sólo pueden suponer limitación y muerte para

que intentamos desarrollar en nuestros encuentros anuales con escritores galle­gos y vascos, proponiendo y propug-

unas obras, unas creaciones, que han sido concebidas para la vida y la cultu­ra universal.

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS NÚMEROS PUBLICADOS

13. LOS ESCRITORES Y LA LEY DE PROPIEDAD INTELECTUAL. 14. ESCRIBIR: VOCACiÓN Y PROFESiÓN. 15. LOS ESCRITORES Y LA ENSEÑANZA DE LA LITERATURA. 1. Extra. LA GUERRA CIVIL. CULTURA Y LITERATURA.

16. LA EDICiÓN EN ESPAÑA. 17. LA CRíTICA LITERARIA. 2. Extra. LITERATURA FINLANDESA.

18. ÚLTIMAS TENDENCIAS DE LA LITERATURA ESPAÑOLA (1). 19. ÚLTIMAS TENDENCIAS DE LA LITERATURA ESPAÑOLA (2). 20. LEY DE PROPIEDAD INTELECTUAL. 21. PORTUGAL Y ESPAÑA: DOS SOCIEDADES, DOS TRANSICIONES, DOS LITERATURAS. 22. LA SITUACiÓN DE LAS LETRAS ESPAÑOLAS: LA NOVELA. EL CUENTO. 3. Extra. LITERATURA NEERLANDESA.

23. LA SITUACiÓN DE LAS LETRAS ESPAÑOLAS: LA POEsíA. EL TEATRO. 24. MEDIO SIGLO DE LITERATURA ESPAÑOLA (1). 25. MEDIO SIGLO DE LITERATURA ESPAÑOLA (2). 4. Extra. LITERATURA SUECA.

26. 1492-1992: 500 AÑOS DE HISTORIA. 27. TRADUCCiÓN Y CREACiÓN LITERARIA. 28. PERESTROIKA Y LITERATURA. 29. EL ESCRITOR: SU ESTATUTO SOCIAL Y SU PAPEL EN EL DESARROLLO DE LA CUL­

TURA. 30. ESCRITORES Y TELEVISiÓN. 31 . LA AVENTURA DE ASOCIARSE. PASADO, PRESENTE Y FUTURO DE LA ACE. 5. EXTRA. LA RUTA DEL NORTE. LITERATURA NORUEGA.

32-33. EL 92: LITERATURAS DE ESPAÑA Y AMÉRICA. 34. LOS TALLERES LITERARIOS. 35. EL TEATRO SE ESCRIBE HOY (PRIMER CONGRESO DE LA ASOCIACiÓN DE AUTO­

RES DE TEATRO). 36. MAASTRICHT Y EUROPA: UN DEBATE PARA LA CULTURA Y LA LITERATURA. 37. LOS TALLERES LITERARIOS 11.

38-39. ESPECIAL. 50 AÑOS DE ADONAIS. 40. LAS LETRAS Y LOS LIBROS ESPAÑOLES EN EL NUEVO MARCO EUROPEO. 41. TALLER DE ESCRITURA A. C. E.: LA CREACION LITERARIA. JOVENES ESCRITORES. 42. LA LITERATURA Y SU ENSEÑANZA. 1 DIDÁCTICA. 43. LA LITERATURA Y SU ENSEÑANZA. 2 EXPERIENCIA.

REPUBLleA DE LAS LETRAS. AeE. el SAGASTA, 28, 5.° Teléfono 446 70 47. Fax 446 29 61. 28004 Madrid

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ULTIMOS NÚMEROS DE REPÚBLICA DE LAS LETRAS

44. LAS LETRAS Y LOS LIBROS ESPAÑOLES EN EL NUEVO MARCO EUROPEO: UN DEBATE EN LAS COMUNIDADES ESPAÑOLAS. COMUNIDAD VALENCIANA.

EN PRENSA

45. JOSÉ MARTí: CENTENARIO DE UN ESCRITOR DEL SIGLO XIX, PRECURSOR DEL SIGLO XXI.

46. LITERATURA Y AUTOBIOGRAFíA. LA LITERATURA AUTOBIOGRÁFICA. LA MEMORIA DEL ESCRITOR. EL ESCRITOR, TESTIGO DE SU TIEMPO. LA NOVELA DEL YO Y EL YO EN LA NOVELA.

47. LITERATURA POLIcíACA Y CRIMINAL EN ESPAÑA.

Recordamos a los escritores de la A. C. E. interesados en colaborar en REPÚBLICA DE LAS LETRAS, que pueden dirigirse a la dirección de la Revista para ofrecer sus posibles colaboraciones. Estas habrán de ser breves dado el limitado número de páginas de nuestra publicación.

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