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Año 1 No. 1 $15 .00 m.n. EMILIO ÁLVAREZ ICAZA extorción y derechos humanos. ENTREVISTA A: LA CENSURA Y LOS MEDIOS INDEPENDIENTES Crítica del Acuerdo para la Cobertura Informativa de la Violencia Por José Reveles Yo l es d iría a todos que nos unamos J avier Sici l ia

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prueba para el cotorreo universal

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Año 1 No. 1 $15 .00 m.n.

EMILIO ÁLVAREZ ICAZA

extorción y derechos humanos.

ENTREVISTA A: LA CENSURA Y LOS MEDIOSINDEPENDIENTES

Crítica del Acuerdo para la Cobertura Informativa de la Violencia Por José Reveles

“Yo les diría a todos quenos unamos” Javier Sicilia

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editorialFinalmente, después de años de trabajar sin pago, podemos ofrecer al público el primer número de la revista Izquierda. Fue mucho tiempo de ir y venir por la ciudad tocando puertas; de repasar una y otra vez nuestros planes, de regresar por donde vinimos y volver a empezar. Y es que en este país no es fácil sacar adelante un proyecto sin volverse deudor de favores políticos, y nosotros no queremos eso; haremos más bien un pe-riodismo independiente. A fin de cuentas, nuestro trabajo rindió frutos: el resultado es la publicación que tienes en tus manos.

El objetivo que perseguimos con esta revista es llevar las ideas de las diferentes corrientes de la izquierda a manos del ciudadano de a pie, que trabaja 10 o 12 horas para vivir al día, pero que regularmente no tiene acceso al pensamiento de los organizadores sociales e intelectuales que se ponen de su lado.Sucede que en nuestros tiempos el periodismo que toma partido por los trabaja-dores no es leído por ellos, porque se dirige a otro público, en un lenguaje que les es ex-traño, y se vende a un precio demasiado elevado. Eso no le quita su gran importancia, pero deja desde luego una laguna muy grave, laguna que la revista Izquierda pretende llenar.

¿Por qué ?

En los últimos años esta palabra ha perdido mucho de su viejo prestigio: muchos de los políticos que se dicen de izquierda actúan igual que los demás, y aún dentro de la iz-quierda honesta unas agrupaciones pelean con otras, y parece que no tienen nada que ver entre sí. Frente a esta situación, algunos han pensado que debería hablarse mejor de varias “izquierdas” (la izquierda democrática, la izquierda cristiana, la izquierda radical) o abandonar de plano el uso de una palabra tan imprecisa y tan gastada.

Nosotros no estamos de acuerdo con esa idea; adoptamos para esta revista el nombre Izquierda porque creemos que, en el fondo, todas estas organizaciones y co-rrientes somos una sola cosa, una cosa por la que vale la pena luchar.

En esta publicación queremos darle un lugar a todos; que sea un espacio para el diálogo entre estas tendencias y una tribuna desde la cual todas puedan hablarle a la población, dejando de lado si pertenecen a tal o cual organización; si defienden cierta doctrina u otra; si participan en las elecciones o las rechazan.Consideramos que todos pertenecemos a un mismo movimiento, que tenemos en el fondo una sola gran finalidad, y que podemos, si colaboramos unos con otros, y sólo si colaboramos unos con otros, reconducir el rumbo de nuestra sociedad.

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índiceDirector: Antonio Álvarez [email protected] de distribución: René D. Jaimez [email protected] de información: Arlen Pimentel [email protected] de publicidad: Beleguí [email protected]

Diseño Editorial e ilustraciones: Fotografias: CUARTOSCURO

Síguenos en: “Revista Izquierda”Tiraje: 10,000 ejemplaresRegistro en procesoO escríbenos al [email protected]

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Portada

Guerra, tráfico, ex-torción y derechos humanos

Entrevista a Emilio Álvarez Icaza sobre la violencia en Ciudad Juárez

Censura con disfraz de libertad

Crítica del Acuerdo para la Cobertura Informativa de la Violencia.Por José Reveles

Los humanos, lasmercancías y el dinero

Por Antonio Álvarez

Tellis

Aprovechar la energía solar desde nuestras casas y comunidadesPor René D. Jaimez

Vida cotidiana y resistencia política en Ciudad Juárez

Conversaciones con Patricia Ravelo y Beatriz Loyola

La muerte de JuanFrancisco Sicilia

El hijo de uno de los poetas más reconocidos de México y sus amigos, asesinados por la policíaPor René D. Jaimez

El pasajero

Escrito e ilustrado por Obal

BUZON

Soy trabajadorLa fábrica y la escritura 13

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Entrevista a Emilio Álvarez Icaza sobre la violencia en Ciudad Juárez

Guerra tráfico, extorsión y derechos humanos J uárez está siendo abandonada. Los negocios cierran al no poder seguir pagando las extorciones de la mafia

y los edificios que los albergaban son demolidos. En los últimos años, alrededor de 400 mil personas han dejado la ciudad; una de cada cuatro casas está deshabitada... Antes, muchos negocios florecían gracias a que los estadounidenses bajaban a Ciudad Juárez a contratar servicios que eran más baratos que en su país. Los dentistas, los mecánicos, las modistas, pero hoy todos esos negocios están cerrados. Ya llegamos al límite en el que los empresarios de Juárez tienen un doble impuesto. Tienen que pagar los impuestos formales y los informales, es decir, tienen que dar la cuota por la seguridad.

Un empresario al que llamaremos Carlos daba su cuota regularmente, pero le secuestraron a la hija, y entonces dejó de pagar. Cuando le hablaron para reclamarle dijo: “cómo te voy a pagar, si secuestraste a mi hija”. “Ah, yo no fui —le respondieron—. Espérame”. Entonces pasaron tres horas y le trajeron a la niña: “Te dijimos que la cuota incluía seguridad. Aquí está tu hija, fueron otras personas. Ahora págame.”

Emilio Álvarez Icaza llegó unos minutos tarde a la cita, con una mano enyesada y un collarín, pero con su talante alegre y su mirada bondadosa intactos. Sonriente y amable, nos pasó sin demora a su despacho, donde pudimos hablar relajadamente y en confianza por una hora o dos.

¿Cómo ha cambiado la situación de los derechos humanos en Ciudad Juárez durante el periodo de gobierno de Felipe Calderón?No puede entenderse lo que pasa en Juárez sin ver su pasado, por lo que es difícil irse sólo a la administración de Calderón. Uno de los mejores ejemplos de esto es la violencia contra las mujeres, lo que llegamos a nombrar muy dramáticamente con el concepto de feminicidio. Ya van a ser casi 20 años que el tema de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez llegó a la cúspide de la agenda de derechos humanos, y como eso no se atendió, como no funcionó la justicia, como no se encontraron culpables, como no se sancionó, se generó un entorno de impunidad, en el que puede cometerse un delito sin ser sancionado, y esto ha empeorado en los últimos años. En primera instancia, me parece que no haber atendido las señales que se presentaron en Juárez ha provocado una creciente descomposición. El fenómeno Juárez también tiene una dinámica especifica por su ubicación: Juárez es una especie de microclima mexicano, es una especie de laboratorio extremo; lo que en Juárez pasó hace años ahora está pasando en otros lugares de la república, y también es un lugar vital para la relación México-Estados Unidos. Sin eso no puede explicarse cómo México pasó de ser un lugar de tránsito a un lugar de tránsito, consumo y producción de droga

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n cuanto a la frontera, Emilio Álvarez Icaza dice que “el sistema de vigilancia estadounidense detecta migrantes, pero no detecta los camiones con los cuernos de chivo, las bazucas, las drogas, el dinero. Los narcos meten a México el dinero, las armas y las municiones en camionetas arregladas 4 x 4 a través del desierto, y le pagan a un chavo 500 dólares por viaje bajo una regla muy clara: Si falta un arma, una bala o un dólar te mueres: no hay discusión. Y un chavo que se aplica puede hacer cuatro viajes a la semana, o sea, ganar unos ocho mil dólares en un mes.”

El fenómeno toma una mayor dimensión —continúa— cuando en la actual administración se decide echar a andar una guerra que hoy se rebautiza como lucha contra la inseguridad, lo cual es muy pertinente —llega tarde, pero es pertinente—, y el fenómeno en Juárez toma entonces otra dimensión, porque en un primer momento, en esta administración, hubo funcionarios que tomaron como indicador de éxito la muerte de unos delincuentes a manos de otros. Inclusive dicen: “se están matando; es un avance”, pero no se dieron cuenta de la gravedad de ese hecho, porque la venganza desplazó a la justicia, y lo que eso propició es una espiral de violencia: primero entre los narcos, luego empezó a afectar a los periodistas, después a la familia de los narcos, más adelante a los prestadores de servicios, y finalmente al conjunto de la población.

Entonces la onda expansiva de la violencia en Ciudad Júarez ha tomado tal magnitud que ahora uno de cada cinco personas que han muerto en esta guerra son de dicha ciudad, y el problema es que hay una gran incapacidad del Estado, sobre todo en materia de justicia, porque si el Estado hubiera detenido al primer asesino se hubiera evitado esta espiral de venganza, y que otros actores hicieran uso de la violencia, que hagan uso ilegítimo de la fuerza. Si a eso se le suma la debilidad de las corporaciones estatales y municipales, tenemos entonces un contexto gravísimo.

El conflicto se ha dinamizado debido a la lógica de intervención a partir del uso de la fuerza; por la descomposición de la estructura del Estado, por la crisis económica y por el papel de Juárez en la relación con Estados Unidos y el tráfico de drogas y de armas con este país. Muchos de las cosas que hoy pasan se explican por lo que ocurría desde entonces, pero también son consecuencia del modelo de desarrollo.

Cuando tú haces un modelo de desarrollo fundado en el uso de mano de obra intensiva y extensiva, como la maquiladora, y no diseñas un proyecto de desarrollo de habilidades y capacidades a partir de universidades, preparatorias, sistemas culturales, formación de muchachos, construcción de comunidad, pues se forman entornos con una enorme complejidad social, de desintegración por falta de oportunidad. Viene la crisis y de un sólo golpe cortan 100 mil empleos. La dimensión de eso es brutal.

Las organizaciones sociales, las agrupaciones de derechos humanos, digamos la izquierda local, ¿cómo ha reaccionado a esta problemática?

Ha tenido distintas reacciones, algunas de ellas tienen que ver con un activismo muy fuerte, sobre todo el movimiento por los derechos de las mujeres, y ésa es una de las señales más críticas de este momento; yo te diría que estamos ante una segunda generación de feminicidio: ya no sólo se asesina a mujeres inocentes, sino también a sus conocidas, cuando intentan averiguar qué sucedió.

Los casos de Mariana Escobedo y de Susana Chávez son eso, luchadoras que mueren por clamar justicia.

Hay otra parte del movimiento de derechos humanos que está tratando de reconstruir alianzas con el movimiento social, de recomponer el tejido social, que está muy fracturado. Su principal dificultad es que una parte ha aceptado dialogar con el Estado y la otra no, y que no ha podido, por tanto, actuar de común acuerdo.

El general Villa se ha vuelto polémico por sus declaraciones, en las que asegura que si él ve un zeta lo mata ahí mismo sin interrogatorio, y del modo —más “respetuoso”— en que mataría a las mujeres, a las que llama “cerdas”. Y es especialmente interesante que tres días después de que se difundieran estos mensajes, muchos radioescuchas del noticiero de Carmen Aristegui llamaran para defenderlo, diciendo que México necesita de muchos generales Villa para terminar con el crimen organizado.

¿Qué podría decirnos al respecto?

Mira, es que la impunidad, el fracaso del aparato de justicia, está constituyendo una legitimación social de la venganza: “mátenlos, está bien, general, ya acaben con ellos, extermínenlos”. Lo que nos está proponiendo ese discurso es más o menos regresar a la barbarie, o sea, ante la incapacidad del Estado, lo que tenemos que hacer es abrir la puerta para que el gobierno cometa delitos para combatir el delito. Eso es lo que están diciendo, es un regreso a la edad media, donde hay quienes tienen derecho y hay quienes no tienen derecho. ¿Y con base en qué se determina eso?, o sea, ¿cuál es el parámetro? Ya antes se ha abierto la puerta a un uso así de arbitrario de la fuerza por parte del Estado, y todavía no acabamos de cerrar las heridas de eso. Me refiero a la guerra sucia en contra de los movimientos sociales. Entonces el problema viene cuando no se mide lo

que eso implica; me hago cargo de la legítima necesidad de reclamo de seguridad, me hago cargo del legitimo reclamo de las víctimas, me hago cargo del legitimo señalamiento del fracaso del aparato de justicia, pero si a eso respondemos con la barbarie, estamos contribuyendo a la espiral de la violencia que va a perder a este país. Yo me quedé muy alarmado ante eso.

¿Podría pensarse que son indicios de permisibilidad por parte de la sociedad a políticas fascistas?

No sé si fascistas, pero desde luego que sí de corte absolutamente autoritario, es decir: le doy el poder al Estado para que en mi nombre y representación haga lo que tenga que hacer, en la lógica de garantizar mi seguridad. Entonces eso habla de la construcción de un Estado de facto, de un Estado de excepción que no tiene que ver con un estado de derecho: ése es el dilema, y la pregunta es digo que no, ésas no son las opciones; queremos un régimen de derechos fundado en un Estado democrático de derecho; queremos instituciones eficaces y eficientes, y no queremos generales Villa como policías. Yo no confío en ese criterio. Para eso hay leyes, para eso tenemos un pacto social fundado en la democracia, para eso queremos que las instituciones trabajen, y el reclamo no tiene que hacerse a quienes, como Carmen Aristegui, señalan el peligro de que haya servidores públicos como el general Villa; el problema tiene que ver con la incapacidad del Estado, eso es lo que hay que señalar: al poder judicial, a las procuradurías; ésos son los verdaderos responsables del desastre.

Emilio Álvarez Icaza dice que: “el sistema de vigilancia estadounidense detecta migrantes, pero no detecta los camiones con los cuernos de chivo, las bazucas, las drogas, el dinero. Los narcos meten a México el dinero, las armas y las municiones en camionetas arregladas 4 x 4 a través del desierto, y le pagan a un chavo 500 dólares por viaje bajo una regla muy clara: Si falta un arma, una bala o un dólar te mueres: no hay discusión. Y un chavo que se aplica puede hacer cuatro viajes a la semana, o sea, ganar unos ocho mil dólares en un mes.”

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“No tengas miedo”. Eso le decían al pasar por la calle a un amigo capitalino de Beatriz Loyola, en una ocasión en que fue a visitarla a Ciudad Juárez. Después ella se lo explicaría: “Ahora así se saluda la gente, es como dar las buenas tardes”. Solo hasta entonces esta luchadora social juarense se dio cuenta de la gravedad de lo que acababa de decir; ya se había acostumbrado a verlo como algo normal. Lo que sucede —dice— es que “uno a veces en Juárez no logra captar la realidad en el momen-to, sino que tienen que suceder otras cosas que te permitan ver lo que está pasando. Siempre estamos sobre lo inmediato, como un remolino.”

La impunidadLo primero que es importante decir, es que la violencia ya no viene sólo del crimen or-ganizado, sino también de la percepción que tienen los civiles de la impunidad en la que viven. A la mayoría de la gente a la que agarran cometiendo un delito declara, no que no supiera lo que estaba haciendo, sino que no pensaba que la pudieran agarrar. “Aquí no agarran a nadie”, ésa es la idea. Primero que nada, se piensa que a cualquiera lo pueden matar, porque se sabe que matan también a personas inocentes, sólo por ir caminando por ahí, y la segunda, que a nadie le van a hacer nada por cometer un crimen. En con-clusión, se piensa, cumplir la ley no va a aumentar tu seguridad.No sé si la impunidad en Juárez sea mayor que en el DF, no tengo los elementos para decirlo, pero la idea generalizada de la población es que en Juárez hay impunidad. No he escuchado, por ejemplo, a las autoridades de otros estados decir que no tienen el control, que no pueden con el crimen organizado.

Las escuelas y la juventudHay una materia en la secundaria, creo que es cívica y ética, donde los jóvenes tienen que hacer su proyecto de vida, pero —nos cuentan algunos profesores amigos nues-tros— regularmente los chavos no entienden que sentido podría tener eso: “y para que lo hago, si no sabemos si mañana me asesinen”. Y bueno, por supuesto que la situación es ésa, pero tenemos que apostar por la vida y ver, como adultos, qué elementos les podemos dar para salir adelante.Guadalupe Carreón, quien tiene diez años de experiencia como maestra, señala que la situación de violencia en la ciudad ha propiciado grandes cambios en los jóvenes. En 10 secundarias que observó, se han alterado las dinámicas

Conversaciones con Patricia Ravelo y Beatriz Loyola

Vida cotidiana y resistencia política en Ciudad Juárez

de convivencia. Por ejemplo, se dan casos como el de un adolescente que les cobraba “cuota” a sus compañeros para que pudieran salir al receso: también se han implementado rituales violentos de socialización sólo para divertirse, como la práctica de golpear entre todo el grupo a la persona que cumple años (en la que participan tanto hombres como mujeres). Es alarmante la situación de una jovencita que tenía amenazada a otra con ejecutar a su familia si dejaba de juntarse con ella, y el caso de un joven que amenazó de muerte a los directivos y a todos los maestros por hacerle un reporte. La reproducción de estas prácticas mafiosas entre los jóvenes revela la gravedad y complejidad de la situación en Ciudad Juárez.

Lo último que he estado viendo es que es tal el grado de miedo en los adultos que están optando por ya no mandar a los niños a las escuelas. Ha habido asesinatos masivos de jóvenes en centros nocturnos, barrios, centros de rehabilitación para adictos y prisiones. Esto ha provocado terror entre la población en general, pero algunos jóvenes han reaccionado de manera distinta, manifestando sus posturas y sus demandas en acciones diversas.

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He vivido en una fábrica y ahora escribo sobre mi paso por ella.Vivir y escribir no es lo mismo pese a que tengan mucho en común…

La fábrica deja una huella imborrable para quien ha vivido en ella como obrero; ¡de esta huella imborrable hablo!En principio hablo aquí de una vivencia, por eso tiene el escrito carácter de relato, de un testimonio, de un panfleto.Con este escrito quiero rescatar lo vivido.

En la fábrica me sentí como arrojado a una situación desconocida y hostil; los primeros días veía a muchos obreros con su uniforme, con su

herramienta, sobre la línea realizando su trabajo, no sabía nada de ellos, sólo los veía trabajar. En cuanto a mí, ni siquiera conocía mi operación. Más tarde dominé mi puesto (mejor debía decir, mi cuerpo fue sometido al ritmo de trabajo), pero seguía sin conocer a los obreros que me rodeaban, después supe que estar solo, incomunicado, sin conocimiento del puesto de trabajo, es parte del ambiente hostil cotidiano de la fábrica.La fábrica consume la vida del obrero: esto no sólo porque exista un desgaste físico y nervioso que se manifiesta en enfermedades y accidentes de trabajo, o por el envejecimiento prematuro, sino también porque la fábrica absorbe la mejor parte de la vida.

El trabajo determina también el tiempo “libre”, el tiempo de dormir, de desplazamiento, de comida, de distracción. Afecta también al conjunto

de la vida cotidiana de cada cual y tiende a reducirla a una sucesión de instantes y de lugares, que tienden en común a la misma repetición vacía,

la misma ausencia creciente de vida auténtica”.

He escrito este trabajo con la intención de recuperar esa vida perdida en la fábrica, la de mis compañeros y la mía.

Este trabajo no debe calificarse por su calidad académica, sino por su intensidad, por su pasión, que en todo momento me hizo sentir modificaciones en mi mundo interior. Reflexionar sobre lo que había vivido en la fábrica me

conducía a una apropiación de mí, a ser —en parte— yo mismo.

Ha habido una intranquilidad constante en la redacción de este trabajo, pero escribí… y al hacerlo me doy cuenta que escribir no es sólo cuestión de estilo. Escribir es a la vez un vaciado de resentimiento, de nostalgia, de angustia, de “mala” y “buena” fe, de gusto, de pasión, de lucha…

La resistencia Los jóvenes se han manifestado en los espacios públicos y cibernéticos accesibles a ellos y comienzan a incipiente movimiento social, guiado por sus demandas comunes contra la violencia de la que son víctimas y contra la permanente violación a los derechos civiles. Los jóvenes están tomando conciencia de la problemática de la violencia, de la exclusión y de la ausencia de un Estado de derecho.

La principal organización que han formado es el Frente Plural Ciudadano, que se compone mayoritariamente de estudiantes universitarios, pero en él también participan colectivos que hacen trabajo en la calle; gente que trabaja mucho, de manera informal, con los jóvenes. Además, participan organizaciones que atienden a trabajadores, como la Pastoral Obrera, por ejemplo, y asociaciones que atienden los derechos humanos de las mujeres, o que trabajan con niños.

En el Frente —dice Brenda, que es una de sus integrantes— hacemos sobre todo denuncia pública y acompañamiento solidario a quienes han sufrido violación a sus de-rechos. No se puede decir que hagamos un acompañamiento completo; no le hemos dado, por ejemplo, seguimiento legal a los diferentes casos. Y eso se debe principal-mente a que la gente que ha sido violentada y su familia no lo quieren así. Voy a ponerte un ejemplo: Nosotros denunciamos la masacre ocurrida en Horizontes del Sur. Acudimos al lugar y, curiosamente, resultó que nadie conocía a los jóve-nes asesinados. No hubo manera de contactar a los familiares. La gente tenía miedo de entablar conversaciones con nosotros. Es difícil que la gente se atreva a llevar acciones legales, porque no hay confianza en las autoridades; la información se filtra, y se acosa a quienes han exigido justicia. Y sin embargo sigue habiendo personas que se organizan para defender los derechos civiles y atender a las víctimas de la violencia, y eso es lo que hay que destacar. Ésa es nuestra esperanza.

Este artículo ha sido formado por el comité editorial de la Revista Izquierda con fragmentos de una conversa-ción que sostuvimos con Beatriz Loyola y Patricia Ravelo, y de un artículo, escrito por ambas mujeres, llamado “De norte a sur de este a oeste, ganaremos esta lucha cueste lo que cueste. Protestas y acciones de los jóvenes en Ciudad Juárez”.

La fábrica y la escrituraFragmento de Fábrica y poder, de Armando Meza Ponce, 1984.

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En México los lenguajes públicos no expresan la verdad, sino que encubren segun-das y terceras intenciones, casi siempre malsanas. En vez de información nos atur-den con propaganda; en lugar de comunicación hay adoctrinamiento. A fuerza de reiteración, los diversos poderes muchas veces vencen, pero jamás convencen.Hoy resulta que las cúpulas empresariales de los medios de comunicación y el gobierno deciden qué, quién, cómo, dónde, cuándo y de qué manera los periodistas deberán informar de la violencia que ya invadió y envenenó la convivencia ciudada-na.México es el país con más periodistas asesinados en el mundo —incluyendo Afganistán e Irak, países en guerra—. Los principales preocupados por esta situa-ción son los informadores, los reporteros de a pie; fotógrafos y camarógrafos que tienen qué documentar la barbarie en los sitios físicos en que brotan decapitados, pozoleados, colgados de puentes, atados con cinta canela, masacrados en calles, bares, restaurantes y casas habitación.Pero no fueron los periodistas quienes pactaron el Acuerdo para la Cobertura Informativa de la Violencia, sino Televisa y TV Azteca a través de Iniciativa México, apoyados por los más conocidos negociantes de la información radiofónica y de prensa escrita y por sus conductores privilegiados. No resulta difícil concluir, por el lenguaje mismo del documento, que esta censura, con disfraz de libertad, se pactó en la casa presidencial de Los Pinos.Hay demasiadas coincidencias entre el discurso de Felipe Calderón y los textos de este Acuerdo, un documento como tantos que se producen en México y son co-mo las llamadas a misa, porque nadie los cumple: “Es necesario informar sin hacer apología del crimen; evitar hacer el juego a la agenda mediática de las organizaciones criminales”, reclamó Calderón en agosto de 2010.Mientras, el punto número dos del Acuerdo ofrece “no convertirse en vocero del crimen organizado y sus estrategias de terror”. Hay que “impedir que los delin-cuentes se conviertan en víctimas o héroes públicos”. Y también “omitir y desechar información que provenga de los grupos criminales con propósitos propagandísti-cos”.Lo que no aparece por ningún lado en el texto, firmado por empresarios (y por los más reconocidos conductores que defienden su fama y sus ingresos con ad-hesiones a las políticas oficiales), es una crítica a la actuación gubernamental.Y es que en la realidad son el Ejército, las procuradurías y las policías quienes presentan a presuntos capos, jefes de bandas de secuestradores y asesinos aún antes de ser llevados a una agencia del Ministerio Público. En ocasiones se les exhibe

Crítica del Acuerdo para la Cobertura Informativa de la Violencia

Censura con disfraz de libertad

Por José Reveles, 1 de abril de 2011

gol-peados, torturados y aún en ropa de hospital, como el caso de los supuestos —fabricados, digo yo— autores de los granadazos en Morelia en septiembre de 2008. Pero en otras ocasiones aparecen con sus ropas de diseñador y sonriendo a la cáma-ras, como La Barbie Edgar Valdés Villarreal. Algunos casi siempre con el botín mul-timillonario y el arsenal completo a un lado, como los casos de El Mochaorejas Daniel Arizmendi, el traficante chino Zhenli Ye Gon y sus 205 millones de dólares, y de-cenas de traficantes y secuestradores cuya vida y conquistas económicas invitan e incitan a jóvenes a imitarlos.Hoy las televisoras aparecen, sin embargo, como gerentes de la ética periodís-tica. En realidad es un intento por uniformar los lenguajes informativos. Hay que transmitir exclusivamente lo que el gobierno decida y desee, según sus convenien-cias.El acuerdo habla de establecer “criterios precisos para la difusión de imágenes y fotografías de actos de violencia y terrorismo”; un lenguaje que nos remite al pen-samiento de Washington después de los atentados a las Torres Gemelas hace casi una década.A las pocas horas de suscrito, el Acuerdo fue violado, pues no hubo solidari-dad con comunicadores víctimas de la delincuencia organizada, como el conductor humorístico de Televisa José Luis Cerca, La Gata, asesinado junto con su primo Juan Roberto Gómez Meléndez y el joven camarógrafo Luis Ruiz, quien había lle-gado de Tamaulipas para entrevistarlo.Jamás se menciona la violencia institucional, la que no distingue entre delin-cuentes y ciudadanos, la que llama “daños colaterales” a las víctimas civiles, la que justifica todo tipo de violaciones a los derechos humanos en nombre de la seguridad pública, la que perdona los abusos de militares y policías en nombre de la “guerra” contra el narcotráfico.

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El hijo de uno de los poetas más reconocidos de México y sus amigos, asesinados por la policía

La muerte de Juan Francisco Sicilia

Por René D. Jaimez

El mundo ya no es digno de la palabranos la ahogaron adentro

como te asfixiaroncomo te desgarraron a ti los pulmones

y el dolor no se me apartasolo queda un mundo

por el silencio de los justossólo por tu silencio

y por mi silencioJuanelo

Poema leído el domingo 3 de abril por Francisco Sicilia en un mítin]

El lunes 28 de abril, en el municipio de Temixco, Morelos, se encontraron los cuerpos sin vida de siete personas, atadas de pies y manos, con claras muestras de tortura. Uno de ellos era Juan Francisco Sicilia, hijo de uno de los más reconocidos poetas mexicanos y colaborador del semanario Proceso: Javier Sicilia.

A pesar de ser hoy una de las plazas fuertes de la mafia, Morelos fue por muchos años el estado elegido por grupos de la clase media capitalina para ubicar sus casas de descanso, e incluso reubicar sus hogares. Cuernavaca representó durante una época la versión más próxima a la calma —como escribe Juan Villoro—, un lugar asociado por los capitalinos con jardines encendidos por las buganvilias, albercas azul cobalto, lluvias que tienen la cortesía de caer mientras dormimos, el sitio donde Humbolt encontró la temperatura media del paraíso...

La violencia que ha llevado al país a la crisis inició en el 2006, con las políticas de guerra de Felipe Calderón, y no se encuentra sólo en Ciudad Juárez o en las ciudades fronterizas del país; en realidad está en todas partes, y cada vez más cerca de la misma ciudad de México. Poco tiempo después del incidente del que hablamos, una autoridad filtró la información de que en el auto Honda en que fueron encontrados los cuerpos había un mensaje, supuestamente firmado por el Cártel del Golfo, que decía “Esto nos pasó por hacer llamadas anónimas a los militares. Atte: CDG”. Sin embargo, el 1 de abril el Reforma informó que el procurador general de Justicia de Morelos, Pedro Benítez Vélez, declaró que es posible que policías, agentes ministeriales o militares fueran responsables del multihomicidio.

Javier Sicilia, poeta, padre indignado y desgarrado, habló cuatro días después de conocerse la muerte de su hijo en la primera emisión del noticiero radial de MVS que conduce Carmen Aristegui:Yo conocí a esos muchachos —dijo—, tres de ellos eran como hermanos de mi hijo, eran mis vecinos, crecieron juntos, sus padres son gente honorable. El padre de dos de ellos, Julio César y Luis Antonio Romero, viene de la cultura del esfuerzo, un espléndido ingeniero que nació en el campo guerrerense. Han sido mis vecinos durante 20 años, los conozco muy bien, son gente buena. Gabriel, Gabo, es un muchachito que tenía una tiendita aquí en la Plaza Galerías de Cuernavaca, él vendía figuras de acción, eran gente buena.Carmen Aristegui le preguntó si no era posible que hubieran llevado información al Ejército para denunciar algo.

Si no son imbéciles —respondió el poeta—, no son imbéciles, no. Los ciudadanos no somos imbéciles. ¿Cómo se van a estar haciendo denuncias cuando sabemos que la misma mierda está dentro de las instituciones judiciales?, ¿a qué ciudadano se le va a ocurrir eso? Que no nos vengan con esas tonterías, nadie va a denunciar nada porque no hay protección, porque el gobierno no está haciendo su trabajo, porque los criminales están adentro de las instituciones también, y estos muchachos no eran tontos, los conozco muy bien, es decir, cuando digo que es una estupidez es porque todo está podrido en este país; el corazón del país está podrido, esto es una emergencia nacional.

El dolor es inenarrable; es un hueco que nadie va a llenar, pero no podemos seguir permitiendo que haya otro más, otro muchacho muerto. Nuestros hijos también son los hijos de mis amigos, los muchachos que están en las calles, tratándose de abrir un espacio como hijos míos ya. No podemos permitir que se vuelva a tocar a otro muchacho más, no es posible.

Finalmente, el 2 de abril el Reforma informó que los jóvenes habían sido asaltados diez días antes del asesinato por policías ministeriales, quienes con pistolas y armas largas los golpearon, les quitaron sus celulares, carteras y camisas. Los arrodillaron y amenazaron diciendo que si los denunciaban los asesinarían.

Los jóvenes, efectivamente, no denunciaron, pero pidieron ayuda al tío de Luis Antonio, un ex militar. Horas después de haberse reunido con él fueron asesinados —puede suponerse fácilmente—, por la misma policía, que seguramente también sembró el mensaje que asociaba el multihomicidio con el Cartel del Golfo.

Ésa es nuestra policía y ése es el país en el que estamos viviendo. “Yo les diría a todos —dijo también Javier Sicilia— que nos unamos dentro de lo que podamos con otros grupos, con otras redes, porque esto no debe repetirse, yo no quiero otro muchacho muerto; quiero que tengan oportunidades de crecer y de rehacer está nación, porque esta nación esta desgarrada completamente. Y le pido a cada uno de estos padres que han perdido un hijo que nos unamos con estos grupos de solidaridad, con los amigos, con los que están luchando porque esto no vuelva a suceder.”

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I. El dinero

Los humanos, las mercancías y el dineroPor Antonio Álvarez

Los seres humanos poblamos la tierra viviendo siempre con prisa, sin tiempo para nada, buscando dinero. Y estamos tan habituados a que las cosas sean así que solemos olvidar un hecho curioso: esos billetes a los que consagramos nuestras vidas son unos simples pedazos de papel pintado. Unas personas los cortan y los imprimen en la Casa de Moneda, y otras más los ponen en circulación: a primera vista, parece algo muy sencillo.

Un observador de otro planeta —por ejemplo— no entendería por qué producen en nosotros esa extraña fascinación, y no sería nada fácil explicarle de qué modo, por medio de qué mecanismos, esos papeles consiguieron gobernar el mundo. Y no sería fácil, en primer lugar, porque no lo sabemos.

¿De qué manera se volvieron lo único verdaderamente importante para la mayor parte de las personas de cualquier país? Todos podemos entender que detrás de las promesas de los políticos, de la vanidad de la gente llamada exitosa, de la actitud de ser-vicio de los comerciantes y del empeño con el que trabajan obreros y campesinos, están esos pedazos de papel; simplemente esos pedazos de papel, pero no sabemos cuál es la razón de que las cosas sean así. Sabemos, naturalmente, que los necesitamos para comer, pero no sabemos por qué necesitamos papeles para comer.

La explicación que normalmente le damos a esto es que la gente es muy egoísta, pero no es algo tan simple, pues por más egoístas que seamos no es normal que una especie de animales increíblemente inteligentes, nacidos sin saber por qué en este planeta girando en medio de la nada, nos hayamos puesto a nosotros mismos al servicio de unos papeles que nosotros mismos cortamos y pintamos.

Hace poco más de 2500 años, los autores de la Biblia se burlaban de que los pueblos vecinos veneraran ídolos de barro que ellos mismos producían con sus propias manos. No podían creer tanta ingenuidad: ¿Cómo es posible que una sociedad fabrique objetos materiales para luego adorarlos como si fueran obra de los dioses? Esa idolatría, sin embargo, no es nada en comparación con nuestra moderna veneración por el dinero. Es necesario pensar en esta cuestión, aunque al principio no podamos resolverla, porque es el origen de la mayoría de nuestros problemas. Veamos el asunto más de cerca.

Los albañiles pueden construir bellas mansiones y grandes edificios, pero no pue-den vivir más que en hogares muy humildes, ¿por qué? Porque no tienen la suficiente cantidad de dichos papelitos. Ésa es también la razón de que en casa del herrero, como dice el refrán, haya azadón de palo, y de que un profesor no pueda dar a sus hijos el alimento y la vivienda que producen los padres de sus alumnos. Pero el dinero no cons-truye las casas en las que vivimos, ni cultiva nuestros alimentos, ni educa a los niños. Eso lo hacemos nosotros, trabajando. ¿Por qué, entonces, los que carecemos de papel pintado no podemos organizarnos para darnos vivienda, educación y alimento a nosotros mismos, y dejar de depender así de la minoría que tiene el dinero en sus manos? Por una razón muy simple: porque tendríamos que ponernos de acuerdo, y eso no es nada fácil.

II.Historia de un encendedorVoy a la tienda y compro un encendedor. Parece a primera vista un objeto bastante simple: un líquido combustible cubierto de diversos tipos de plástico y metal con un mecanismo sencillo. Se oprime un botón que hace girar una ruedita de piedra; ésta a su vez enciende una chispa, que prende el combustible y ¡zaz!, tengo una pequeña llamita, que puede mantenerse viva mientras deje oprimido el botón. Tiene utilidad, claro, pero no parece ser la gran cosa.

Ahora mirémoslo más de cerca: Los diversos tipos de plástico que contiene fueron derivados del petróleo de yacimientos diferentes, de distintas partes del mundo, y procesados de maneras que la mayoría desconocemos, seguramente en laboratorios de la más alta tecnología, y también de las nacionalidades más diversas. Sus metales difícilmente fueron extraídos de una sola mina, o de un sólo país, y sus diversas piezas, fabricadas también en regiones muy distantes entre sí, fueron ensambladas a su vez en otros lugares.

En resumen: para su elaboración fue necesario el trabajo cooperativo de millones de personas de muy diversos lugares y oficios, cada una de ellas con un drama personal propio; con añoranzas y pesares de las que no sabemos nada, y que no tenemos, en principio, por qué conocer: uno puede dejar de lado todo eso, llegar a la tienda, entregar un papel pintado, recibir a cambio unas ruedas de metal, meterse el encendedor a la bolsa, y asunto resuelto.

Ahora vayamos aún un poco más lejos: los millones de trabajadores que produjeron el encendedor del que hablamos no hubieran podido fabricar nada de no haber sido alimentados y vestidos, y cada una de las piezas de ropa que visten y cada alimento que comen tiene una historia similar a la de nuestro encendedor. Otros millones de personas colaboraron en su producción en todo el mundo.

Tenemos, pues, que el encendedor que acabo de adquirir no podría reposar tranquilamente en mi bolsillo sin la colaboración de quienes produjeron los bienes que esos millones de trabajadores que lo fabricaron necesitan para vivir, y eso sin tomar en cuenta a los que produjeron las máquinas con las que hicieron su trabajo, o a los que desarrollaron la tecnología con la que dichas máquinas fueron creadas.

Podemos pensar también en las universidades en las que los desarrolladores de esa tecnología se educaron, o en los navegantes que llevaron las materias primas de un país a otro, los funcionarios de aduanas que las registraron, los abogados, los comerciantes... En una palabra, todos los seres humanos del mundo participaron de un modo u otro en la fabricación de mi encendedor. Lo mismo podría decirse del resto de los productos que empleamos: una Coca-Cola, un semáforo, la revista que estás leyendo en este momento.

Hay algo aún más extraño en todo esto: para hacer tales objetos cooperamos. Todos los trabajadores del mundo cooperamos unos con otros. En una palabra: todos dependemos de todos para vivir, nos necesitamos mutuamente: lo sepamos o no, nos guste o no.

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Si algunos pueblos de la antigüedad creían que los ídolos que fabricaban con sus propias manos eran obra de los dioses, nosotros hoy creemos algo todavía más extraño: que los productos de nuestro propio trabajo son obra del dinero.

Pero el poder no está en los pedazos de papel, ni en el destino, ni en los payasos del Congreso, sino en los miles de millones de trabajadores sin dinero que construimos esta civilización todos los días, y que podríamos perfectamente hacer otra, de otro modo, en otra dirección. El dinero nunca ha hecho nada, ni ha tenido jamás ningún poder; el dinero es papel. El poder es nuestro.

III. La hermandad entre los seres humanos

Imagina alguna de esas veces en que has visto, a la distancia, la ciudad de noche. Es un gigantesco mar de luces; ahora piensa que cada una de ellas es como el encendedor del que hemos estado hablando.

Todo eso ha sido producido por nosotros: no por el gobierno, no por el dinero. Las calles, las casas, las oficinas, el drenaje, los comercios, el alumbrado público, todo es producto de nuestro trabajo. Esta ciudad es una obra gigantesca que hemos hecho nosotros mismos cooperando; no es sólo un conjunto de objetos, sino un mundo que hemos fabricado para vivir en él, como las abejas hacen un panal; pero, naturalmente, no somos abejas, sino seres humanos, y uno puede preguntarse entonces por qué no hicimos nuestro “panal” de otro modo, digamos, de un modo que nos guste; ¿por qué no podemos construir algo para nuestro propio bienestar, sin el control de los papeles pinta-dos?

Todos cooperamos para producir todo lo que miramos a nuestro alrededor y para educar a cada nueva generación. Somos los responsables del rumbo que está tomando nuestro barco. ¿Por qué somos incapaces entonces de hacer un barco distinto, que vaya en otra dirección? ¿Por qué no edificar otras ciudades, otras casas, otras escuelas, en las que pueda vivirse felizmente, del mismo modo que hacemos todos los días este mundo en el que nadie vive bien, del que todo el mundo se queja? Por una razón muy simple: porque no estamos dispuestos a ponernos de acuerdo, y dejamos nuestras vidas, por tanto, en manos del dinero, que debido a eso gobierna nuestros destinos.

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el pasaJeroIIDije antes que viajar en un pesero permite enfrentar y vencer, al menos en apariencia la impersonalidad de la calle por medio de la observación; esto no quiere decir en absoluto que proteja contra la soledad, o la desolación. Están allí, y el acto de observar-las atentamente hace que uno participe activamente de ellas, si bien con un espíritu más vivo, más cercano por el simple hecho de prestar atención. Si no hubiera este espíritu, simplemente pasaríamos en medio de la neblina sin ser afectados. Y en el preciso mo-mento de escribir estas líneas se me ocurre que el dolor no es otra cosa que esto: la vida y la atención, enfrentadas a la infinita multitud sin sentido. Hace un par de meses, me tocó en suerte que el pesero se detuviera junto a una alcantarilla en la banqueta, sobre la cual había un niño de pocos años de edad, apenas vestido, protegido solamente por una cobija de lana sucia. A su lado estaba sentada, también sobre la alcantarilla, la que, supongo, era su madre, la pintura de payaso en su cara formando un desagradable contraste con su rostro sucio, arrugado y endurecido. No sé si el cabello de la mujer era gris por las canas, por el polvo de la calle o por una mezcla de ambas cosas; su mirada divagaba, no como divaga la mirada perdida de muchos hombres y mujeres que han hecho su hogar en esa locura inhumana que llamamos “calle” o “ciudad”, sino con una simple falta de interés en cualquier cosa, en cierto mo-do más cruel que la verdadera locura, inducida por la soledad o la borrachera. Durante todo este episodio, la mujer no dirigió la mirada a su hijo ni un solo momento, al pare-cer conscientemente empeñada en mantener su atención en un vago horizonte obstrui-do por coches que pasaban, o simplemente a la espera del cambio de luces que le per-mitiría abordar el cruce de peatones con el acto rutinario que sugería su maquillaje.

Inmediatamente pasaron por mi mente todos los pensamientos políticamente correctos que le deben pasar a uno por la mente en estas circunstancias; qué horror que haya frente a mí una mujer pintada de payaso, demasiado triste para mostrar verdadera tristeza, sentada con su hijo pequeño en una alcantarilla mientras ve pasar los coches; qué claro y siniestro símbolo de los cientos y cientos de automóviles humeantes que pasaban frente a ella a toda velocidad, cosas muertas por fuera con cosas muertas por dentro; qué cinismo, qué debilidad de parte mía y de todos los que observaban como yo, cómodamente desde la esquina trasera de un pesero, detrás de una ventana fría, más culpables por el hecho de reconocer y no actuar que aquellos que simplemente pasaban sin ver; si sería más sincero de mi parte simplemente dejar esta observación hipócrita y unirme a los demás en su honesta, ignorante indiferencia; si era justo sentirme culpable de no bajar en ese momento y llevármelos a mi casa; si era sólo una justificación cobarde el darme tantas razones lógicas para no hacerlo; si era posible salvarlos preocupán-dome; si era posible salvarlos no preocupándome; si era posible salvarlos de cualquier manera; si tenía siquiera ganas de salvarlos.

arte y literaturaEl pasajero

Escrito e ilustrado por Obal

IEl asiento de hasta atrás del pesero es como un mirador; es como otra ventana. No hace falta ser sólo otro pasajero, se puede observar a los demás sintiéndose aunque sea un poquito más personaje, menos extra. Es que en la ciudad es necesario estar todo el tiempo inventándose defensas contra el anonimato; no el que implica una falta de reconocimiento por parte de los otros, aunque en la ciudad lo hay, y mucho, sino un anonimato más hondo, más parecido a no reconocerse uno mismo, a no ser. En un lugar donde viven 20 millones de personas —un número inhumano, inimaginable, más que inimaginable— nadie puede ser. Somos demasiados. Más que demasiados. Somos tantos que ni a Dios le puede caber en la cabeza la cantidad. 20 millones, ese número no existe. Nadie puede existir mientras sigamos siendo 20 millones. Por eso no podemos ser. Dios tampoco puede pensar en nosotros.

Subirse a un pesero es un recordatorio de esta condición, pero también un reme-dio. A bordo, vemos de cerca al prójimo; lo escuchamos hablar. En este entorno, la obligada percepción del otro es más directa, más tenaz, más difícil de someter. En un pesero, un observador dispuesto puede, con buena voluntad, analizar de cerca el carácter de la gente en su estado menos protegido, más descolorido, pero también más cercano a su verdadera naturaleza.

En medio de estos pensamientos, crucé la mirada con el niño. Abrió mucho los ojos y torció la boca, las costras de mugre en su cara se dispersaron en todas direccio-nes como si el movimiento de su rostro acabara de despertar de un largo sueño. Luego, cuando su cara ya casi había vuelto a su estado neutro original, volvió a pelar los ojos y me sacó la lengua. Y luego otra mueca.

Era una actitud de burla, probablemente de desprecio, pero completamente libre de malicia, de súplica, de pena o de cualquier sentimiento más allá del puro y simple deseo de burlarse de mí. Ahí estaba yo, queriendo creerme persona con mi comprometida observación de la naturaleza humana desde la esquina de mi pesero; y allí en la banqueta, acostada sobre una alcantarilla, estaba la cosa con la que había querido hermanarme, sacándome la lengua sin rencor, sin enseñanza, sin conciencia de mis pensa-mientos o de nuestras situaciones encontradas; sin nada más que la antipatía en sí misma;

... Nadie puede existir mientras sigamos siendo 20 millones.

Por eso no podemos ser. Dios tampoco puede pensar en

nosotros.

Subirse a un pesero es un recordatorio de esta condición,

pero también un remedio.

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cándida, feliz, sana antipatía. Tuve ganas de reírme. Me limité a sacarle la lengua yo también.

Un tiempo después, de noche, pasábamos a toda velocidad por una avenida im-portante de la ciudad, y vimos a una mujer de pie en el camellón, en medio de los dos sentidos del tránsito. A la luz artificial de los vehículos y los postes, se distinguía sólo su silueta, e incluso ésta era difusa; a pesar de estar de pie, no estaba erguida, sino doblada sobre sí misma; y se sacudía rítmicamente, en espasmos, buscándose la entrepierna como la serpiente que devora su propia cola.

Aquella mujer estaba teniendo un hijo, sacándolo de su propio vientre en mitad de un camellón, como quien se recarga en un poste a vomitar. Y en torno a ella no había nadie; los demás no éramos nada, no estábamos allí. Para esa mujer el mundo era un abismo, era soledad pura. Los coches eran luces que pasaban alrededor con mucho ruido. Nadie existía para ella, nadie existía con ella. Y estaba teniendo a su hijo, sacándose-lo de la entraña como si fuera una bolsa. Uno de nosotros dijo, incluso: “Esa tipa está teniendo a su hijo en el

camellón.” “Qué bárbaro”, contestó alguien más, y yo tal vez hice algún comentario del estilo mientras miraba aquella silueta que, más que forma, parecía un movimiento puro, un espasmo informe enmarcado por las luces de los autos en ambas direcciones.

Después, en mi casa, en mi cama, traté de pensar que alguien había llamado a una ambulancia, que no podía ser que a nadie le hubiera importado. Seguramente se la habí-an llevado. Traté de pensar en la mujer con su hijo en un entorno blanco, iluinado, pero no pude. Lo único que se había grabado en mi mente era el jaloneo convulsivo, crispado, de aquel ser que parecía no tener más forma, más sustancia que ese movimiento.

Esa noche, todos estábamos solos. Esa noche no existía nadie.

Salina Cruz # 34 Col. Roma Sur C.P. 06760 México D.F. T- 52 12 06 96 ext. 105

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Tellis

“El sol sale todos los días y está ahí para todos; el sol no discrimina a la gente, no depende de que tengas dinero o no para pagar su energía, y la da en gran cantidad. Es una energía gratuita, noble, abundante, inagotable e inmediata; es una energía bella, en ese sentido”, comenta Héctor.

Su colega Brenda añade: “La energía solar tiene un potencial infinitamente mayor que cualquier otra, y no se va a acabar mientras exista nuestra especie, porque al sol le quedan todavía unos 4.5 millones de años de vida”.

Héctor Hernández y Brenda Salazar son socios de Tellis, una empresa de ingeniería sustentable sin patrones que desarrolla alternativas para la solución de necesidades de todo tipo, pero siempre equilibrando los beneficios económicos, sociales y ambientales.

Aprovechar la energía solar desde nuestras casas y comunidades Por René D. Jaimez

Aprovechamiento de la energía solar

Para Brenda, hay que aprovechar la energía solar de manera doméstica“ porque es la más inmediata, es la que tenemos todos al alcance; se trata sólo de utilizar la tecnología necesaria para aprovecharla. Por ejemplo, para calentar agua se gasta una gran cantidad de gas, y el ahorro de combustible en esta aplicación sería muy importante. Es absurdo gastar tanto combustible para calentar agua, cuando se puede hacer lo mismo con energía solar.Héctor añade que “la energía solar tiene

varias ventajas sobre las energías fósiles, como el gas y la gasolina”, y que la primera de dichas ventajas es económica: “Un sistema solar puede parecer más caro en un inicio, pero dejar de utilizar combustibles lo convierte en algo mucho más rentable, porque en vez de estar pagando cada mes el gas se paga una sola vez el equipo y te olvidas; puedes recuperar lo que invertiste en un plazo de tiempo muy corto.”

Ciertamente, el producto más vendido por Tellis es su calentador solar de agua, cuyo precio total (incluyendo IVA, transportación e instalación) oscilaentre los siete y los 10 mil pesos.

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Es una inversión elevada, pero que puede recuperarse en poco más de un año. Alrededor de 70% del gas que consumimos en una casa es utilizado sólo en el calentamiento de agua para la regadera, de manera que si una familia de unos cinco integrantes gasta un tanque y medio de gas al mes (lo que equivale a unos $500 pesos), al cabo de un año habrá gastado aproximadamente unos seis mil pesos, tan sólo en gas. Pero el calentador solar nos permitirá seguir ahorrando gas para siempre.

En cuanto a las ventajas ecológicas —continúa Héctor—, si lográramos que la gente caliente el agua para bañarse con energía solar, dejaríamos de emitir enormes cantidades de bióxido de carbono a la atmósfera.

Al respecto de la seguridad, con esta energía se puede evitar una gran cantidad de accidentes comunes, como las explosiones o las asfixias por fugas de gas.

La energía solar es también más cómoda. No hay que esperar a que llegue el tanque de gas, se tiene agua caliente las 24 horas del día; no es necesario ir a prender el boiler. En zonas rurales, ahorra el transporte de leña, y los daños a la salud debidos a la inhalación de las sustancias tóxicas que se desprenden de su combustión.

Política del gobierno mexicanorespecto al uso de recursos renovables

El uso de la energía solar se ha incrementado en todo el mundo de manera muy importante en los últimos años, por lo que se han desarrollado bastante también las técnicas para captarla, y su uso se ha abaratado considerablemente. Podemos preguntarnos, entonces, por qué el gobierno mexicano no invierte en ella.El gobierno tiene acuerdos —nos comenta Brenda— con las gasificadoras; subsidia el gas, pero no subsidia formas de energía renovable, a pesar de que se supone que hay toda una política mundial de reducción de emisiones contaminantes. Se trata de convenios millonarios de la CFE con empresas transnacionales como Iberdrola y General Electric, que generan electricidad con motores de gas o gasolina.

Producción comunitaria y local de energía

Pero no basta con pedir políticas que desarrollen la generación eléctrica a gran escala a partir del uso de energías alternativas, como el agua, el aire o el

sol, porque la construcción de plantas de gran capacidad desplaza a muchas comunidades, provoca problemas ecológicos y beneficia sobre todo a las grandes

empresas transnacionales, aunque trabaje con estos tipos de energía.

Si la energía solar está en todos lados, entonces hay que distribuir también su captación. La solución es que cada quien tenga su propio captador, sin generar cantidades descomunales de energía; cada quien genera su propia energía, cada quien resuelve sus propias necesidades.En Alemania, por ejemplo, se tiene la mayor cantidad de parques eólicos instalados —se trata de campos de “aerogeneradores”, una especie de molinos de viento modernos que pueden transformar la energía del aire en electricidad—, pero la política de ese país privilegia la producción local y comunitaria. Se instalan aerogeneradores por montones, pero todos son locales, para la gestión de la comunidad o de los vecinos”.

Al llegar a este punto, no pudimos más que preguntarles si estaban proponiendo que los particulares generaran electricidad, y, en ese caso, qué modelo permitiría la participación comunitaria sin privatizar la industria eléctrica nacional.

Brenda lo tiene claro: “En los hechos, las empresas extranjeras generan prácticamente 40% de la energía de México; el sistema eléctrico se ha privatizado a partir de maniobras políticas y legales. Sería mejor ser claros y permitir que las comunidades puedan participar en la generación de este

recurso: lo que necesitamos es que se permita la gestión por particulares pero en razón de proyectos comunitarios, como en Alemania, lo que

no significaría la privatización del recurso porque a los privados transnacionales no les interesa invertir en la generación

comunitaria. Se trata de la modalidad de proyecto comunitario que se aplica en otros países”.

“En los hechos, las empresas extranjeras generan prácticamente 40% de la energía de México; el sistema eléctrico se ha privatizado a partir de maniobras políticas y legales.

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