RETOS DE LA PASTORAL JUVENIL: FRECUENTANDO EL FUTURO …

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1 RETOS DE LA PASTORAL JUVENIL: FRECUENTANDO EL FUTURO CON UN REALISMO ESPERANZADO Prof. Miguel A. Calavia, SDB Una confesión personal para comenzar… Quiero comenzar esta lección inaugural, expresando cuál fue el origen de todo este tiempo dedicado a la praxis, reflexión y docencia en el ámbito pastoral. En mis primeros años como sacerdote salesiano, allá por el año 1975, tuve oportunidad de dar clase de religión en un inter- COU, al que acudían alumnos que habían acabado el BUP en varios colegios religiosos de la zona de Sarriá. Esta fue una experiencia significativa, pues delante de mí tenía jóvenes de 17-18 años, a los que debía hablar de la experiencia religiosa, de Dios, de Jesús, de la Iglesia, etc. No teníamos libro, ello me obligaba a buscar y preparar materiales de aquí y de allá. Y cayó en mis manos un libro que tenía por título: Introducción a la Fenomenología de la religión, en su primera edición, de JUAN MARTÍN VELASCO, profesor en el Instituto Superior de Pastoral, adjunto a la Universidad Pontificia de Salamanca, situado en Madrid (Fallecido en el pasado Abril) El año 80, comuniqué al provincial la necesidad que tenía de una mayor reflexión sobre la tarea pastoral; y él me ofreció la posibilidad de hacer la licenciatura en diversas facultades teológicas; entre ellas el Instituto Superior de Teología Pastoral en Madrid, adjunto a la Universidad Pontificia de Salamanca. No lo dude, y renunciando a la Universidad salesiana de Roma y el Instituto Superior Católico de Paris, opté por ir a Madrid, porque allí estaba el profesor Martín Velasco, cuyo libro me fascinó y me abrió un horizonte pastoral nuevo que ha marcado mi vida de fe, la práctica y animación pastoral y la docencia en este Centro de Martí-Codolar. Fueron dos años dedicados de lleno al estudio, vividos con una relación estrecha con el Profesor Martín Velasco. Durante el segundo curso ya pasaba por mi cabeza el contenido de la tesis de licenciatura; le comuniqué el deseo de que me dirigiera el trabajo, con el título que había pensado: El Sentido de Dios. La Trascendencia, un reto a la Pastoral juvenil. El motivo del tema lo tenía muy claro, porque ya en aquellos años y desde la propia experiencia pastoral, veía que la secularización comenzaba a ser una realidad en nuestro país. La idea le gustó. Le estaré siempre agradecido por su acompañamiento. La tesina se publicó el año 85 en un libro con el mismo título en la editorial CCS. Por cierto, la presentación del libro la hizo Antonio Cañizares, entonces director del Instituto Superior de Ciencias Religiosas y Catequética, que fue el correlator (o abogado del diablo) en el tribunal de la defensa. Alguna vez que nos hemos encontrado, me recuerda que fue un divulgador del mismo, por el camino nuevo que abría en la pastoral juvenil en nuestro país. ¡Cómo cambian las cosas cuando las personas asumen nuevas responsabilidades como obispo y cardenal Hecha esta confesión personal, quiero iniciar mi charla expresando TRES CONVICCIONES - En primer lugar, que los jóvenes no hacen sino mostrar de forma libre y espontánea (a veces no tanto!) lo que la matriz cultural engendra y da a luz en cada momento o en

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RETOS DE LA PASTORAL JUVENIL: FRECUENTANDO EL FUTURO

CON UN REALISMO ESPERANZADO Prof. Miguel A. Calavia, SDB

Una confesión personal para comenzar…

Quiero comenzar esta lección inaugural, expresando cuál fue el origen de todo este tiempo

dedicado a la praxis, reflexión y docencia en el ámbito pastoral.

En mis primeros años como sacerdote salesiano, allá por el año 1975, tuve oportunidad de

dar clase de religión en un inter- COU, al que acudían alumnos que habían acabado el BUP

en varios colegios religiosos de la zona de Sarriá. Esta fue una experiencia significativa,

pues delante de mí tenía jóvenes de 17-18 años, a los que debía hablar de la experiencia

religiosa, de Dios, de Jesús, de la Iglesia, etc. No teníamos libro, ello me obligaba a buscar

y preparar materiales de aquí y de allá. Y cayó en mis manos un libro que tenía por título:

Introducción a la Fenomenología de la religión, en su primera edición, de JUAN MARTÍN

VELASCO, profesor en el Instituto Superior de Pastoral, adjunto a la Universidad Pontificia

de Salamanca, situado en Madrid (Fallecido en el pasado Abril)

El año 80, comuniqué al provincial la necesidad que tenía de una mayor reflexión sobre la

tarea pastoral; y él me ofreció la posibilidad de hacer la licenciatura en diversas facultades

teológicas; entre ellas el Instituto Superior de Teología Pastoral en Madrid, adjunto a la

Universidad Pontificia de Salamanca. No lo dude, y renunciando a la Universidad salesiana

de Roma y el Instituto Superior Católico de Paris, opté por ir a Madrid, porque allí estaba el

profesor Martín Velasco, cuyo libro me fascinó y me abrió un horizonte pastoral nuevo que

ha marcado mi vida de fe, la práctica y animación pastoral y la docencia en este Centro de

Martí-Codolar.

Fueron dos años dedicados de lleno al estudio, vividos con una relación estrecha con el

Profesor Martín Velasco. Durante el segundo curso ya pasaba por mi cabeza el contenido

de la tesis de licenciatura; le comuniqué el deseo de que me dirigiera el trabajo, con el título

que había pensado: El Sentido de Dios. La Trascendencia, un reto a la Pastoral juvenil. El

motivo del tema lo tenía muy claro, porque ya en aquellos años y desde la propia

experiencia pastoral, veía que la secularización comenzaba a ser una realidad en nuestro

país. La idea le gustó. Le estaré siempre agradecido por su acompañamiento. La tesina se

publicó el año 85 en un libro con el mismo título en la editorial CCS. Por cierto, la

presentación del libro la hizo Antonio Cañizares, entonces director del Instituto Superior de

Ciencias Religiosas y Catequética, que fue el correlator (o abogado del diablo) en el tribunal

de la defensa. Alguna vez que nos hemos encontrado, me recuerda que fue un divulgador

del mismo, por el camino nuevo que abría en la pastoral juvenil en nuestro país. ¡Cómo

cambian las cosas cuando las personas asumen nuevas responsabilidades como obispo y

cardenal

Hecha esta confesión personal, quiero iniciar mi charla expresando TRES CONVICCIONES

- En primer lugar, que los jóvenes no hacen sino mostrar de forma libre y espontánea (a veces no tanto!) lo que la matriz cultural engendra y da a luz en cada momento o en

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cada época. Todos ya conocemos el icono del Iceberg...En los jóvenes aflora lo que la sociedad esconde dentro, que suele ser mucho más complejo.

- En segundo lugar, que no es honesto hablar de los jóvenes desde la barrera,

cargándoles con una serie de tópicos que quedan bien en tertulias y conversaciones de salón, pero en el fondo son una excusa para no estar con ellos y no ser inquietados o molestados en nuestras seguridades. Una cosa es pre-ocuparnos de los jóvenes y otra muy distinta ocuparnos de ellos.

- Y finalmente, y relacionado con lo primero, que la dificultad de los jóvenes para hacerse

la pregunta religiosa y asumir el sentido religioso de la vida, no estriba solo en los perfiles tan difusos con que aparecen hoy la experiencia y educación en la verdad, la bondad y la belleza (lo que los antiguos llamaba los praeambula fidei), sino en la dificultad para actualizar éstas, o dar con otras claves y experiencias vitales de los jóvenes, en las que se ilumine poco a poco los perfiles de la Trascendencia, experimentada no como un añadido ocasional y esporádico, sino como dimensión desde la que cobra sentido la propia vida y el entorno que la rodea.

Hecha la presentación, entramos en el tema que nos ocupa: Retos de la Pastoral Juvenil. Frecuentando el futuro con un realismo esperanzado 2. Algunos CRITERIOS, como perspectiva o enfoque de mi reflexión Siempre que se habla de Pastoral juvenil, y a la hora de concretar Propuestas e Itinerarios para llevarla a cabo, es bueno especificar los criterios que subyacen en ambos. De éstos depende el enfoque de las Propuestas y la dirección a la que apunte: a) El primer criterio es la importancia de acoger incondicional a los jóvenes: su vida y su

cultura. Acogida motivada no por mera estrategia pastoral; sino sobre todo por motivos teológicos: porque creemos en la bondad radical de la creación, que nos da y les da la dignidad de ser imagen y también hijos de Dios; y porque nos tomamos en serio el misterio de la Encarnación. Por eso, creemos que la vida y la cultura juvenil son para el cristiano “lugares teológicos”, es decir lugares donde Dios se manifiesta a los jóvenes, y también convoca e interpela a los adultos y a la comunidad cristiana.

b) En segundo lugar, diría que la acogida y la relación personal con los jóvenes son

importantes, pero no bastan. La acogida y la relación son auténticamente humanas cuando ayudan a los jóvenes a ser protagonistas de su propia vida, superando toda forma de paternalismo. Este protagonismo conlleva dar profundidad y personalizar las propias experiencias, para que no se queden en algo anecdótico y superficial; les encierra en una visión meramente inmanente de la vida; y menos aún les sirvan de anestesia; o incluso lleguen a esclavizarles y envolverles en la espiral del desencanto con todas sus consecuencias.

c) Pero tampoco es suficiente que los jóvenes analicen en profundidad las propias experiencias. Todos sabemos que gran parte de estas experiencias son muy unidireccionales, marcadas por la gran máquina publicitaria. Por eso es necesario poner a los jóvenes en contacto con hechos, personas, acontecimientos, valores, con perfiles creyentes y cristianos, presentes o no en sus experiencias de cada día y en los ambientes en que se mueven; que susciten nuevas preguntas y planteamientos de vida.

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En el fondo se trata de ofrecer alternativas, que les permitan hacer ese sano ejercicio de comparar y valorar, para poder optar y decidir.

d) Las experiencias de cada día, vividas en profundidad, y otras con mayor calado humano, nos llevan con frecuencia a preguntarnos sobre el “por qué” de la vida y de muchas situaciones concretas. Muchas preguntas hallan respuestas en la vida cotidiana. Pero hay preguntas más radicales a las que no es fácil encontrar respuesta, sobre todo cuando son preguntas que afectan al sentido de la vida. Cuando estas “preguntas” sobre uno mismo, la historia y el mundo subsisten “más allá” de las diversas respuestas posibles, estas preguntas abren a la dimensión religiosa, pues implican la apertura y la búsqueda de respuestas, y a la necesidad de “invocar” un sentido pleno de la vida que no logramos construir por nosotros mismos. Y en este camino de búsqueda, abrirnos radicalmente al Misterio de Dios, convencidos de aquello de JOB “ni yo mismo me conozco” (Jb 9,21), o de la experiencia del salmista: “Todas mis fuentes están en ti” (Sal 87, 7); también la de San Juan de la Cruz, hablando de Dios: es la “fuente que corre y mana, aunque es de noche”

e) Se trata de un paso fundamental, pero también problemático. Pues no consiste en

que un joven plantea una pregunta y la revelación cristiana le proporciona directamente la respuesta. Todos sabemos que el contexto creyente que hay debajo de la Escritura está un tanto lejos de los jóvenes de hoy. Hay una discordancia entre ambos; sería, utilizando una comparación de R. TONELLI, como querer tocar una misma partitura con dos teclados afinados en tonos distintos. Por eso es importante que las preguntas y la propuesta cristiana se sitúen en un ámbito común que es la vida y la cultura de los jóvenes, de modo que esta dimensión religiosa aparezca como experiencia que pone nombre a lo “añorado”, soñado, buscado o vislumbrado en las preguntas que se hacen.

f) Y finalmente, habrá que acompañar a los jóvenes para ayudarles a relacionar estas preguntas y respuestas con el plan que Dios nos ha mostrado en Jesús sobre la vida y la historia. Y presentar al Dios de Jesús, teniendo en cuenta la realidad de los jóvenes; sobre todo aquellas claves que les hacen receptivos y disponibles para el planteamiento creyente de la vida. Porque los llamados “preambula fidei” (que alimentaban la disponibilidad a la fe): el sentido de la verdad, de la bondad y la belleza, están tan difusos en nuestro tiempo, que los jóvenes no saben a qué atenerse.

RETOS DE LA PASTORAL JUVENIL

Presentado el marco con los criterios apuntados, entramos en el tema que nos ocupa,

indicando algunos RETOS que me parecen importantes en la pastoral con jóvenes, en el

actual contexto socio-cultural y religioso europeo.

1. Reflexión sobre la praxis

Hay que superar la inercia y la repetición de opciones e intervenciones pastorales poco significativas en el momento actual; y más pensando en los jóvenes. La tentación es quedarnos en lo que nos da una falsa seguridad, que se desvanece cuando aparecen las dificultades o no conseguimos la respuesta y los frutos soñados. Superar también una pastoral de reacción. La reflexión nos ayuda en cierta manera a encarar el futuro con mayor confianza, pues nos permite vislumbrar tendencias socio-culturales, y estar preparados para ofrecer respuestas adecuadas a las nuevas situaciones.

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El papa Francisco en la EG invita a abandonar la inercia del “siempre se ha hecho así” (n.33); pues hay criterios y actuaciones pastorales que “ya no sirven” hoy día, dado el cambio cultural y religioso; y oscurecen la misión de la Iglesia y de toda comunidad cristiana, de ser signo visible y creíble del Evangelio. En el fondo, se trata de que la reflexión pastoral contribuya a que el Evangelio de Jesús sea una Noticia, Nueva y Buena, para los hombres y mujeres de nuestro tiempo, también para los jóvenes. También hay que superar una discusión, todavía presente en la tarea pastoral, sobre teoría y praxis; sobre los acusados de “teóricos” o “prácticos”. Una verdadera teoría necesita ser confirmada en una acción concreta; y una buena práctica necesita fundamentarse en un planteamiento teórico, para no quedarse en meras acciones dispersas. Y esta reflexión ha de tener siempre como referencia tres direcciones: La fundamentación bíblica (sobre todo la praxis de Jesús y la vida de la 1ª comunidad cristiana); las raíces eclesiológicas (el sentido de Iglesia) que surge del Vaticano II), y nuestra presencia en el mundo, en el contexto socio-cultural que nos toca vivir. 2. Aceptar la vida y cultura de los jóvenes, desde la cercanía y empatía

Está bien conocer los rasgos de la vida de los jóvenes, Pero este conocimiento puede quedarse en mero interés académico, consultando las últimas encuestas sobre la vida de los jóvenes, ciertamente iluminadores. En la pastoral, este conocimiento de los jóvenes ha de tener otra fuente: la presencia y cercanía a sus vidas, para conocer en la relación personal, los criterios y valoraciones que presiden sus vidas, los deseos que afloran en la satisfacción de sus necesidades y comportamientos. Y no solamente por eso; en el contacto y cercanía a los jóvenes no se trata sólo de resultar “simpáticos”, sino de llegar a la empatía, a sentir sobre uno mismo la vida de los demás, con sus luces y sombras, sus momentos felices o dolorosos, sus ilusiones y esperanzas. Una relación empática que pone a prueba la autenticidad de nuestra vida y misión como agentes de pastoral. , En este sentido, me llamó la atención, por provocativa, la intervención de Mons. Etchegaray, Obispo de Marsella, en el sínodo sobre la Evangelización (1979):

Es difícil para nosotros hablar de los jóvenes, tan móviles, tan variados… Herederos sin herencia, constructores sin modelos, viajeros sin billete ni equipaje.

Les miramos como el etnólogo que analiza una tribu lejana, o solo conocemos a los ‘bien alienados’.

Según la especie encontrada, podemos ser demasiado optimistas o demasiado pesimistas.

Con mucha frecuencia les juzgamos sin haberlos escuchado; o tenemos miedo de acoger sus nuevos y a veces desconcertantes planteamientos,

porque no queremos ser inquietados en nuestras seguridades de cada día

3. Mirar y aceptar la vida y la cultura juvenil como ”lugares teológicos”

En nuestro acercamiento a los jóvenes es necesario tener en cuenta los datos que nos ofrecen las encuestas sobre sus deseos, motivaciones, actitudes y comportamientos en los distintos ambientes en que viven. Pero esta mirada y lectura de su vida no debe quedarse

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en el plano psicológico sobre su identidad, su manera de ser; o el plano sociológico, cómo se relacionan entre ellos o reaccionan en el ambiente social y religioso. Como agentes de pastoral nuestra manera de mirar a los jóvenes es una mirada creyente evangélica, como “lugar” donde Dios se manifiesta, nos convoca e interpela; y como destinatarios también del mensaje de Jesús. Y los jóvenes son “lugar teológico”, porque, como hemos dicho anteriormente, creemos en la bondad de la Creación y en las consecuencias pastorales de la Encarnación. Si no acogemos los signos de Dios en los jóvenes, sus palabras y sus silencios, sus gritos y susurros que nos interpelan, podemos perder la posibilidad de vida que ellos nos ofrecen. Creo que este reto es, de entrada, el más importante para un agente de pastoral, pues orienta el contenido de toda Propuesta e itinerario en la pastoral juvenil; y al mismo tiempo ilumina las motivaciones de fondo de la práctica pastoral.

4. La Propuesta de la fe a los jóvenes, en diálogo con su cultura y formas de vida.

Este reto es una consecuencia del anterior. Quedan atrás los años y la cultura en que cualquier interrogante, problemática humana o circunstancia social, eran tierra propicia para la pregunta religiosa, el planteamiento creyente de la vida y una ocasión para introducir a Dios en el entramado social y organización de los pueblos. Parecía normal que la gente, también los jóvenes, mostraran su "disponibilidad a la fe", que tuvieran en frase de P. RICOEUR "ojos y oídos para lo religioso" Hoy la situación es bastante diferente. El terreno propicio de otros tiempos ha perdido fertilidad o se ha reducido a espacios privilegiados, aunque poco significativos si tenemos en cuenta el número de población heredera de una cultura cristiana. A pesar de 67,4 % de españoles que se consideran católicos (un 22,7 % practicantes y 44,7 % no practicantes); y el 58,3 % entre los jóvenes españoles (un 9,3 % practicantes y 49 % no practicantes (2018), nuestra cultura, considerada globalmente, se muestra reticente a la hora de admitir la semilla de Evangelio dentro de sus esquemas. Los motivos están ahí, experimentados también entre nosotros: la superficialidad de vida, el ansia por el bienestar económico expresado en un consumismo alocado, el neo individualismo como tendencia a preocuparse sólo de los propios reductos, la despreocupación por un sentido a largo plazo, y la reserva o miedo a comprometerse a largo plazo...Todo ello es buen caldo de cultivo para no plantearse la pregunta religiosa, o vivir en la indiferencia religiosa y el secularismo, en los adultos y también entre los jóvenes

Con expresión del cardenal KART LEHMANN, asistimos a un “teoplasma”, una suerte de

“plastilina religiosa” con la que cada uno fabrica sus dioses y sus creencias religiosas a su

gusto. Una vez implantada plenamente la posmodernidad, con su pensamiento ecléctico y

el sincretismo como señas de identidad, las diferentes creencias y prácticas aparecen

dentro de una oferta, cada vez más plural, que se extiende mucho más allá incluso de la

definición tradicional de religión.

JUAN GONZALES-ANLEO (2008) habla de las religiones de vida, situadas, en torno al

cuerpo, el consumismo, la tecnología y la ecología. Los jóvenes, además, se sienten muy

cómodos jugando con todos estos. “productos”, viejos y nuevos, y no les producen el más

mínimo conflicto crear con ellos algo nuevo y personalizado,

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PABLO VI en la Evangelii nuntiandi (n. 19-24) señaló las dos direcciones de este diálogo.

Nosotros hemos de situarlas en la vida y cultura de los jóvenes.

a) Inculturación de la fe

La evangelización de los jóvenes debe ser una evangelización desde sus propios contextos.

Y está claro que ello implica meterse en sus ambientes, para conocer sus propios lenguajes

y signos.

Supone asumir con realismo la situación concreta de nuestros jóvenes, su cultura y formas de

vida; y a través de un serio discernimiento, descubrir qué preguntas se hacen y cuáles

encuentran respuesta en el Evangelio; en que deseos, anhelos y esperanzas juveniles,

profundamente humanos, puede entrar el mensaje de Jesús, de modo que éste sea aceptado

como Buena Noticia de salvación y les convoque a una nueva forma de vida.

Este discernimiento permite después diseñar las opciones de fondo de una propuesta pastoral

y perfilar el itinerario a seguir, con objetivos realistas y graduales, y con lenguaje y metodología

adecuados.

b) La evangelización de la cultura juvenil

Existe en la iglesia actual un renovado empeño en la evangelización de los jóvenes. En este

interés está el convencimiento de que la fe de nuestros jóvenes, cultural y sociológicamente

cristianos, necesita planteamientos y manifestaciones más evangélicos. Nos lo recordado el

P. Francisco en su exhortación Cristus vivit.

El Nuevo Directorio de Catequesis (2020), insiste en la dimensión evangelizadora que ha

de tener la catequesis en la actualidad.

Cuando se habla de la evangelización de los jóvenes, normalmente se piensa que es cosa de

dos: nosotros, los “evangelizadores”, y ellos los “evangelizados”. Pero nos equivocamos.

Evangelizar es cosa de tres, porque interviene el Espíritu de Señor Jesús, que se hace

también presente en nuestra relación con ellos, y la vuelve del revés, la rehace según sus

modos propios de actuación, y se hace presente en un escenario que Él mismo se crea y

recrea en cada contexto cultural, también en la cultura juvenil. Recordemos el encuentro de

Felipe con aquel personaje etíope (Hech 8, 26-40)

Y hablar del Espíritu como actor principal de la evangelización de los jóvenes, supone una

concepción del Evangelio, con mayúscula, algo distinta de lo que manejamos

habitualmente. El Evangelio de Jesús no son sus textos, lo que escribieron los autores de las

primeras comunidades, esos son “los evangelios”, los relatos escritos “según” los diversos

autores. No es solamente el mensaje trasmitido a lo largo de los siglos. El Evangelio es Jesús

mismo como acontecimiento de liberación integral, la que se produce en el encuentro

personal con Él por medio del Espíritu. Es el Evangelio vivo: Jesucristo vivo y activo en la

Iglesia de todos los tiempos y culturas, que llama al corazón de todos y cada uno de los seres

humanos; de todos y cada uno de nuestros jóvenes.

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Por eso, no basta inculturar el Evangelio, partir de la realidad de los jóvenes (Criterio de

Encarnación). La meta está en la Pascua, en la aceptación de la fuerza transformadora de

Jesucristo, como camino, verdad y vida abundante.

Una evangelización que presente a Jesucristo no como un elemento añadido más, sino como

verdadero eje transversal que atraviesa todas las dimensiones de la vida de los jóvenes, sus

centros de interés y perspectivas de futuro; y suscita una respuesta personal, vivida en

comunidad y comprometida en la vida de cada día.

Por eso, la evangelización ha de ayudar a superar formas de vida cristiana inadecuadas:

la crisis de Trascendencia, la tendencia al subjetivismo, la privatización y la fragmentación en

la vivencia de la fe, la separación entre fe y vida, entre liturgia y vida, la crisis de sentido de

Iglesia; la tendencia a una vida de fe intimista, de "sentirse bien", en menoscabo del

compromiso por la transformación evangélica de la realidad.

5. El tipo de cristiano que tenemos en el horizonte. La apuesta por un cristiano

“hermeneuta”

De todos es sabido que la vida cristiana se inicia en el bautismo, pero ni éste es una especie

de tatuaje que no acompaña, imborrable, toda la vida; ni aquella es una casa o un refugio, al

abrigo de la intemperie. Ambos son un camino, una forma de ser y vivir, en medio del mundo,

sometido a influencias de todo tipo. Por eso, no se es cristiano o cristiana en las nubes, sino

en lugar y tiempo, en una sociedad y cultura concretas. En este sentido son iluminadoras las

palabras de Juan Pablo II (1982): “Una fe que no se convierte en cultura, en forma de vida,

es una fe no acogida en plenitud, no pensada en su totalidad, no vivida con fidelidad”

Y aquí está precisamente el reto: Cómo ser cristiano o cristiana en el momento actual. El actual pluralismo cultural influye sin duda en la forma de ser cristiano. La uniformidad que había en años pasados sobre la vida cristiana ha dejado paso a formas muy diversas de vivir la fe cristiana. La prueba está en la variedad de comunidades y movimientos presentes en la Iglesia actual, con lecturas diferentes de lo que implica el seguimiento de Cristo. Ambos influyen en la forma de ser creyente, y en los acentos, perfiles o retos que tiene el testimonio y servicio cristianos en nuestra cultura occidental. La novedad cultural ha dado lugar a una tipología muy diversa de creyentes cristianos,

impensable en otras épocas con mayor uniformidad cultural. Un criterio para hacer esta

tipología, es la vivencia de la fe en diálogo con la cultura o al margen de ésta.

No están los tiempos en nuestro contexto occidental, para fomentar en nuestra pastoral

algunos tipos de cristiano, poco significativos. Solamente los enumero, consciente de que

toda tipología no responde del todo a la realidad, pero ayuda a definir perfiles:

El cristiano fundamentalista: incapaz de comprender y dialogar con la cultura actual. Que

mantiene sus creencias a ultranza, por miedo al vacío o inseguridad inherentes a todo cambio,

socio-cultural. Y en lado opuesto, el cristiano que debido al cambio cultural ha perdido la fe,

o ha caído en la indiferencia, el agnosticismo o el ateísmo

El cristiano imperturbado: aquel que no es consciente del cambio operado en la cultura

actual. Y al no ser consciente de ello, lo cambios sociales no constituyen un problema real

para su fe. El problema aparece cuando cambia el ambiente socio-cultural en que se vive, y

entonces viene la crisis de fe. Es la experiencia de creyentes que han salido del pueblo, con

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un ambiente socialmente cristiano, para insertarse en la ciudad; y poco a poco, casi sin darse

cuenta, dejan de acercarse a los sacramentos, o caen también en la indiferencia religiosa.

El cristiano dividido: aquel que incorpora a su vida las manifestaciones de la nueva cultura,

pero no acusa las contradicciones que ello lleva consigo para la vivencia de la propia fe. En

esta actitud conviven el ser creyente y ser hombre/mujer de hoy, de forma no demasiado

consciente. Se incorporan a la propia vida los elementos positivos de la fe y del cambio socio-

cultural, pero sin demasiada relación entre ambos. Dando lugar a la separación entre fe y vida,

entre fe y cultura, ya señalado por el Papa PABLO VI en la Evangelii Nuntiandi, (1975), como

uno de los problemas principales del cristianismo actual. Es un cristiano o cristiana no

vinculado a ninguna comunidad cristiana con identidad propia; ésta supondría un elemento

objetivo y crítico para su forma de vivir la fe.

El cambio socio-cultural y religioso nos impulsa a colocar como horizonte: un cristiano/a,

testigo en la cultura actual de los criterios de vida presentes en el Nuevo Testamento y la

teología de fondo del concilio Vaticano II; que podríamos llamar intérprete o hermeneuta

(HABERMAS): aquel que se acerca a la propia persona y al ambiente en que vive de forma

crítica, y sabe leerlos e interpretarlos desde Jesucristo y los evangelios. Un creyente que vive

su fe desde una situación concreta, libremente asumida, y trabaja para lograr una síntesis

entre fe-vida, entre fe-cultura. Un cristiano que siente vinculado personalmente a una

comunidad, que le ayuda a situarse ante los cambios sociales, a superar las crisis, a orientar

y evaluar su compromiso en la sociedad.

Los itinerarios de educación de la fe de los jóvenes, tienen aquí un gran desafío.

6. La personalización de la fe

La nueva situación socio-cultural impone la personalización de la fe cristiana. En ella han

insistido todos los diagnósticos autorizados sobre el cristianismo en la época moderna.

Ya en el siglo pasado, el cardenal J. H. NEWMAN constataba que una simple fe heredada,

no personalmente asumida y vivida, conducía a las personas cultas a la indiferencia y a las

personas sencillas a la superstición. La situación religiosa, con la rápida extensión de la

indiferencia religiosa y la proliferación de movimientos pararreligiosos, está mostrando este

diagnóstico, y la necesidad de pasar de una fe pasiva a un cristianismo personalizado, a

una fe personalmente asumida y confesante..

Sobre el mismo tema que nos ocupa, K. RAHNER afirmaba, en una expresión

frecuentemente citada: "El cristiano del futuro será místico o no será cristiano". Por "místico"

el P. Rahner entendía un cristiano que vive la experiencia personal de encuentro con Dios

y opta personalmente por un camino de fe.

En una de sus últimas obras, el P. YVES CONGAR refiriéndose al cambio experimentado

por el catolicismo de la época tridentina a nuestros días, señalaba que la Reforma católica

a partir del siglo XVI, consistió sobre todo en crear una serie de instituciones, normas,

disciplinas y prácticas que defendiesen a los católicos, sobre todo al pueblo sencillo, de la

influencia negativa de los peligros externos: primero la Reforma de Lutero y después, la

modernidad. Era, utilizando una imagen propuesta por MERSCH, como las especies que,

por no estar dotadas de esqueleto, desarrollan como defensa un poderoso caparazón para

subsistir. Las circunstancias históricas, la evolución de la propia Iglesia y, sobre todo, el

proceso secularizador se han encargado de arrancar una a una las capas de esos

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caparazones; y la única solución para el cristianismo de nuestros días será, por tanto,

desarrollar el esqueleto de una vida interior iluminada por la fe.

Este primer rasgo de una espiritualidad cristiana para nuestro tiempo pide un camino de

conversión personal: paso de un cristianismo impersonal, sociológico y de masas, a un

cristianismo personalmente asumido; paso de una fe pasiva a una fe activa; cambio de un

catolicismo practicante, hecho de ritos y prácticas cumplidas por obligación o por presión

social, a un cristianismo confesante.

Personalizar la vida cristiana supone haber escuchado la invitación a la fe, haberse en-

frentado con la llamada a la conversión, haberse encontrado con la presencia del Señor en

la propia vida, saberse “agraciado” personalmente con el descubrimiento del tesoro del

Reino y responder personalmente con la aceptación, la acogida, la conversión, el gozo, el

reconocimiento y la disponibilidad,

Una fe personalizada, que tenga en cuenta las nuevas condiciones que impone la situación

de secularización, deberá trabajar para que la fe no se convierta en algo accesorio o

paralelo a la vida; pero también para que los aspectos humanos no queden

eliminados o indebidamente suplantados por ella.

Leyendo la 2ª Carta de Pablo a los Corintios me sorprendió una frase, hablando de ser

cimentados en la fe, en esa “tienda de campaña” que es nuestra vida: “Los que vivimos en

tiendas, no queremos quitarnos lo que tenemos puesto y quedarnos desnudos, sino

vestirnos encima, de modo que lo mortal quede absorbido por la vida que viene del Espíritu

(2 Cor 4, 4). Con palabras actuales diríamos que la personalización de la fe implica que

todas las dimensiones de la persona queden impregnadas por la acción del Espíritu.

Esto me parece importante en la Pastoral juvenil: no se trata de que los jóvenes renuncien

a su identidad, sino que hay que acompañarles para que descubran que sus deseos y

esperanzas, encuentran respuesta en el encuentro con Jesucristo.

Por eso, el reto de la personalización de fe en la pastoral juvenil no puede contentarse con

repetir mecánicamente fórmulas, por otra parte espléndidas, de la espiritualidad de otros

tiempos. Tendría que recrear su propio estilo; y, a partir de ahí, acuñar expresiones nuevas,

teniendo en cuenta la nueva situación cultural y espiritual; y encarnarse en la manera de

pensar y vivir de los jóvenes. De otra forma, no pueden extrañarnos las dificultades para la

comunicación y la transmisión de la fe que todos lamentamos, y el malestar de los propios

creyentes.

Este reto, convoca a todo agente de Pastoral juvenil a meterse de lleno en uno de los

contextos socio-culturales actuales como es todo el amplio mundo de la información y la

comunicación. Y después de un acercamiento y mirada críticos sobre los mismos,

discernir cuáles son las dinámicas y lenguajes, que siendo importantes para los jóvenes,

son vehículo adecuado para el anuncio del Kerigma y el encuentro con Jesucristo. En este

sentido, la importancia del lenguaje narrativo por encima de lo meramente conceptual, de

la imagen por encima de las palabras, utilizando adecuadamente los nuevos espacios de

comunicación: WhatsApp, Facebook, Twitter, Instagram, etc. Y conociendo también cierta

jerga juvenil, presente en sus relaciones, palabras que expresan nuevos comportamientos.

(Podéis verlo en MISIÓN JOVEN, Nº 518 - Marzo 2020, pp. 65-68)

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7. Potenciar todas las dimensiones de la fe cristiana

El reto de la personalización de la fe en el mundo juvenil, conlleva potenciar en toda

Propuesta e Itinerario de educación en la fe, las cuatro dimensiones de la vida cristiana;

El sentido de comunidad, el anuncio y evangelización, la celebración de la fe y su dimensión

social a través del servicio. Para superar lo que algunos llaman “el síndrome de la mesa

coja”

Creo que tenemos aquí un reto importante para las comunidades parroquiales, que pide

paciencia, pasión y creatividad. Solo indicó dos de ellas, desde la experiencia pastoral y

los datos de las encuestas sobre la religiosidad de los jóvenes. Me refiero al sentido

comunitario (el Sentido de Iglesia) y la dimensión celebrativa de la fe (la Liturgia,

especialmente la Eucaristía…)

Sentido comunitario, eclesial

Lo comunitario” ha vuelto como rechazo y como reclamo (I. Zubero, en Misión Joven

n.482, 2017).

Como rechazo de un mundo incierto, frío, ajeno. Un “mundo sin hogar” (P.Berger,1979),

“desbocado” (A. Giddens, 2000); una “Sociedad de riesgo” (U. Beck, 1998); donde se

extiende un “miedo líquido” (Z. Bauman (2003); que hace que muchas persones recurran a

la comunidad (local, religiosa, étnica, nacional...) como refugio protector.

Pero la apuesta por “lo comunitario” no sólo está retornando como rechazo de esta situación

oscura. Lo comunitario se muestra también como reclamo de una situación nueva. Y aquí

aparece un reto importante para nuestras comunidades cristianas; éstas no han de

presentarse y ofrecerse como refugio, donde cobijarnos y defendernos de un ambiente

inhóspito y el miedo a vivir en la intemperie.

Hay un dato constante en las encuestas de los últimos años sobre la religiosidad de los

jóvenes españoles: La Iglesia ocupa el último lugar, entre los lugares donde “se dicen

cosas importantes para la vida” (2017). Un dato, que demuestra la poca capacidad de

convocatoria que tiene la Iglesia para los jóvenes. Por eso, nuestras comunidades cristianas

han de presentarse como reclamo de una manera nueva de vivir: a través de la acogida de

las personas, tal como vienen; la calidez de las relaciones; la atención a las personas (no

burocrática, sino personal), sobre todo a las más desfavorecidas; el testimonio de personas

que a través de sus vidas den motivos para la fe y la esperanza,

Una parroquia, como dice el P. Francisco, con “muchas puertas”, para que jóvenes y

adultos puedan entrar en el momento vital y situación en que se encuentran, sin necesidad

de presentar el carnet de socio, u otros requisitos más o menos normativos o burocráticos.

En este sentido, el P. Francisco recoge en su Exhortación Chistus vivit (n. 235), lo que el

Documento final del Sínodo expresaba: “En el Sínodo se exhortó a construir una pastoral

juvenil, capaz de crear espacios inclusivos, donde haya lugar para todo tipo de jóvenes, y

donde se manifieste realmente que somos una Iglesia de puertas abiertas. Ni siquiera hace

falta que alguno asuma todas las enseñanzas de la Iglesia para que pueda participar de

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algunos de los espacios para los jóvenes. Basta una actitud abierta para los que tengan el

deseo y la disposición de dejarse encontrar con la verdad revelada por Dios” (DF, 70)

Y junto a esta presencia testimonial de comunidades cristianas “nutritivas”, se ha de

potenciar este sentido eclesial en los procesos de educación en la fe de los jóvenes, como

vivencia y expresión comunitaria de la fe. Aquí hay un reto importante en la pastoral juvenil:

que pide una mayor reflexión, que se traduzca en acciones concretas. Indico algunas:

Es importante que la oferta de grupos de educación en la fe (catequesis de iniciación,

itinerarios, etc.) estén de tal modo estructurados o programados que la comunidad

cristiana local, expresión de toda la comunidad eclesial en un barrio, ciudad o pueblo,

aparezca siempre como “lugar” de la vivencia y expresión de todas dimensiones de la fe.

Me parece también importante trabajar para superar el conflicto generacional en

nuestras comunidades cristianas. Conflicto que manifiesta algo más que una simple falta

de comunicación y entendimiento entre los jóvenes y los adultos. Supone también plantear

con seriedad el problema de fondo presente hoy en el ámbito eclesial: la necesidad de una

iglesia joven (con palabras del P. Francisco), revitalizada y revitalizadora; que se presente,

desde Jesucristo y el Evangelio, como fermento y levadura para una masa impregnada

muchas veces de rutinas y cansancios.

Indico, a continuación, unas actitudes que afectan tanto a los jóvenes como a los mayores, y contribuyen a la superación de este conflicto generacional; disminuyendo, en parte, los problemas de integración de los jóvenes en la Iglesia, y permitiendo a ésta presentarse ante la juventud como ámbito idóneo para la vivencia y expresión de la fe. o Eficiencia frente a “esterilidad”

La Iglesia como comunidad de creyentes debe ser eficiente, non tanto en orden a la “eficacia”, que puede hacer de ella una mera empresa perfectamente programada y controlada; sino en vistas a la vida que brota del ser-cristiano, del grano de mostaza que crece hasta ser el árbol que da frutos de vida eterna. En el polo opuesto de esta eficiencia nos encontramos con la esterilidad, disfrazada o suplantada, con frecuencia en los jóvenes y mayores por el mero activismo y la costumbre de “hacer cosas”. La comunidad de los creyentes ha de ser capaz de mirar “más allá” de las situaciones establecidas o inmediatas; colocando la propia experiencia de fe en un horizonte nuevo, donde cabe lo inesperado y cualitativamente distinto; un horizonte de sorpresas propio de toda relación con Dios. Muchas veces la Iglesia se preocupa o reacciona ante detalles esporádicos o anécdotas, sin iluminar y frecuentar el futuro, del que brota el sentido de la vida humana.

o Creatividad frente a la “repetición” Manifestada no tanto en descubrir soluciones para lo que está trasnochado o anticuado, cuanto en iluminar planteamientos y tareas nuevas; es decir, captar los “signos de los tiempos” y no vivir solamente de un recuerdo acrítico i desvitalizado. “Echar el vino nuevo en odres nuevos…” o Armonía frente a la “disonancia o “desintegración”

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Una forma de asumir la vida tal como viene, sin angustias ni temores, y lejos de toda ansiedad o miedo paralizantes. Propio del que ha colocado a Dios como centro unificador de la propia vida. Armonía que supera en los mayores la calma inerte o el simple bienestar; y en los jóvenes, una vitalidad dispersa y descontrolada. o Comunicación y diálogo frente a “individualismo” o “privatización” Como capacidad de expresarse sin trabas, y escuchar sin prejuicios; capacidad de dar y recibir al relacionarse con los otros. Esto implica comunicarse consigo mismo: escuchar lo que ocurre dentro del propio yo; no tener bloqueados los caminos del sentimiento y la afectividad; y poder acoger en el corazón lo que se ve o lo que se percibe a nuestro alrededor. Esta actitud de comunicación es esencial para fomenta el sentido de pertenencia a la Iglesia. Y hay que confesar que no suele ser frecuente dentro de la estructura eclesial. En efecto: Falla en la relación entre los clérigos y el pueblo. La mayoría del estamento clerical o eclesiástico aparece configurado todavía como cierta “clase” distinta, parapetada en un lenguaje propio (extraño para el pueblo y los jóvenes) y en unas preocupaciones o cuestiones internas que le impide entrar en relación auténtica y sincera con el resto de la gente. Los jóvenes son especialmente sensibles a la comunicación. Su vitalismo, manifestado a veces con una sinceridad brutal, les impide sintonizar con la vida del clero, la mayoría de las veces racionalizada, cuando no ideologizada, en menoscabo de una comunicación sincera, empática, de corazón a corazón. Tras el escueto análisis de estos factores, enseguida se advierte que una persona, comunidad o institución que presente tales rasgos o camine en esta dirección, no puede ser extraña a los jóvenes; ya que se trata de características que definen bastante el “talante” juvenil. Y si tales no son producto del azar o del mero interés, sino fruto de la presencia de Dios en la vida de la comunidad cristiana, es posible que ésta tenga mayor credibilidad y pueda presentarse y experimentarse por parte de los jóvenes colmo signo de la comunión de Dios con la humanidad. En unos momentos en que la tentación de la privatización de la fe parece imponerse en el ambiente, es imprescindible que la institución eclesial favorezca entre los jóvenes el sentido de pertenencia a la Iglesia: - Eliminando los obstáculos que la misma iglesia pone, y favoreciendo aquellas

actitudes que contribuyen a solucionar el conflicto generacional (en la línea arriba indicada); comenzando por las propias comunidades locales.

- Llevando a cabo un labor catequética y pastoral con un gran sentido eclesial. De lo contrario, el resultado de la misma será un descubrimiento de la figura de Jesucristo por parte de los mismos jóvenes, pero alejado de su concreción histórica que es una comunidad, en comunión de fe con los demás creyentes; un descubrimiento, por otra parte, fácilmente manipulable y supeditado a los propio esquemas, deseos y necesidades.

También se ha de ver como praxis normal la colaboración de los jóvenes en las tareas

comunitarias. Crear espacios y tiempos para que los grupos y comunidades juveniles

participen en la vida de la Iglesia local, y se cuente con ellos en la planificación pastoral,

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asambleas parroquiales, celebración de los tiempos litúrgicos, acciones y compromiso

sociales, etc.

Finalmente, aceptar que el sentido eclesial propuesto a los jóvenes, lleva implícito también

en jóvenes y adultos una actitud crítica constructiva “desde dentro”, cuando la

comunidad cristiana deja de ser signo o sacramento del Reino. Lo que implica un estímulo

a la conversión pastoral y al testimonio auténtico, personal y comunitario, y no sólo a la

protesta.

La celebración de la fe

Los jóvenes católicos españoles que no van “nunca, prácticamente nunca” a la Iglesia son

un 78 % en la actualidad; con distintos porcentajes según las zonas.

La dimensión celebrativa de la fe aparece en las encuestas doblemente problemática,

confirmada también cada día en nuestra tarea pastoral:

Primero en cuanto a la forma de la celebración (cómo se celebra): concretamente, por el

rechazo de las expresiones rituales de la fe; la dificultad del lenguaje, inexpresivo de cara

a la vida de los jóvenes; la falta de signos o símbolos adecuados; y la ausencia de un clima

festivo, comunitario y participativo.

Pero sobre todo aparece problemática en cuanto al contenido de la celebración (qué se

celebra): los jóvenes viven una realidad distinta a lo que el lenguaje y los signos litúrgicos

quieren expresar; y no se identifican con la dimensión gratuita i trascendente del

acontecimiento de Dios en Cristo, es decir la falta de sintonía con el Misterio.

Teniendo en cuenta esta problemática; pero reconociendo también en los jóvenes su

capacidad de expresión y ritualización de los propios sentimientos y actitudes, sobre todo,

en un clima y ambiente presididos por la espontaneidad y libertad, apunto algunas pistas

pastorales:

Respecto al contenido de la celebración: ayudar a los destinarios (jóvenes y

adultos) a descubrir y asumir que en toda celebración los cristianos somos invitados a entrar

en comunión con la salvación de Dios mostrada en la Pascua de Cristo; con todo su

dinamismo de muerte y resurrección, de esclavitud y libertad, de limitación y posibilidad, de

presente y futuro. Entrar en comunión con la actitud radical de Jesús: la entrega total de su

vida, como fidelidad a Dios y amor a la humanidad.

Por eso, en la liturgia cristiana la comunidad creyente no solo celebra este acontecimiento

Pascual como hecho histórico de Jesucristo, sino también lo que éste significa para el

hombre y la historia: la posibilidad de compartir la suerte de Jesucristo, un convencimiento

que implica aceptar también que en toda acción litúrgica “se celebra la vida”, y el verdadero

culto es la existencia cotidiana con sus alegrías y tristezas, esperanzas y miedos,

experiencias de vida y de muerte, etc. Es decir la vida de fe; por eso toda celebración pide

antes un proceso evangelizador y catequético que sitúe a la persona del joven en el camino

de la fe.

Pero quiero resaltar otro aspecto que considero importante para ayudar a los jóvenes a

sintonizar con el contenido de la celebración. La Eucaristía, como afirma el Vaticano II, es

“fuente y cima de toda la vida cristiana” (LG, 11; SC, 10). Una experiencia que no se

improvisa, ni se vive por el hecho de participar en ella. Por eso es importante ayudar a los

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jóvenes a descubrir el significado de cada una de las partes de la eucaristía y la actitudes

presentes en cada una de ellas; y hacerlas contenido de celebraciones paralitúrgicas,

adaptadas a la edad. Por ejemplo:

- La importancia del silencio y la interioridad

- La importancia de encontrarse con personas que no son del ámbito familiar, ni por

motivo de amistad o afinidad ideológica

- Saber pedir perdón, sin sentirse superior o inferior al otro, sino para crear una relación

nueva;

- Saber escuchar a los otros, y así descubrir la importancia de la Palabra de Dios.

- Interceder por personas que necesitan ayuda, para dar sentido a la oración por lo demás

- Ofrecer algo y ofrecerse a los demás , para vivir el momento de las ofrendas

- El recuerdo agradecido de los que hacen algo bueno por nosotros, y así descubrir el

don de la Pascua de Jesús, en la Plegaría Eucarística.

- Ser agentes y constructores de paz, expresado después en el momento de darse la paz

en la Eucaristía.

- Los diversos alimentos que necesitamos, para descubrir el gran don del cuerpo de

Cristo que nos invita a partirnos y repartirnos por los demás.

- Y ser testigos de momentos de alegría y fraternidad, para descubrir que acabada la

celebración, comienza la celebración de la vida, siendo testigos de lo que hemos vivido.

En este sentido, además de las actitudes indicadas, señalo algunos aspectos de la vida

de los jóvenes, a tener en cuenta en la pastoral sacramental, que pueden contribuir a que

el contenido de la celebración de la Eucaristía no sea extraño para los jóvenes:

- La gratuidad de la acción de Dios en la resurrección de Jesús; frente a tantas acciones

interesadas de la sociedad, y de las que ellos son testigos a diario.

- La participación en los procesos de liberación y utopía que tal acontecimiento supone

para la persona y el mundo; en contraste con su experiencia diaria de manipulación o

utilización por parte de la sociedad.

- La sintonía con la dimensión festiva de la celebración; en concreto, la novedad del

tiempo y el espacio celebrativos, frente a la rutina de cada día.

- Finalmente, la posibilidad de expresar y celebrar la propia vida de fe, con todas sus

preocupaciones, ilusiones, miedos y esperanzas; frente al mutismo, incomunicación y

anomía que presiden las relaciones humanas.

Respecto a la forma de la celebración (Cómo se celebra). El carácter simbólico de

la relación con Dios incide también en las formas empleadas para expresar el contenido

de la celebración (el misterio de Dios en Cristo y la propia vida); es decir en el lenguaje y

gestos litúrgicos. Todo lenguaje para que sea humano, debe ser expresión de una

experiencia humana. En este sentido, el lenguaje religioso es expresión de una vivencia

religiosa: el reconocimiento y apertura a Dios, manifestado en Jesucristo, e identificada con

su seguimiento como amor y entrega a los otros.

Desde esta experiencia religiosa, enseguida se advierte que no todos los lenguajes, aunque

sean humanos, son los más idóneos para una celebración litúrgica; lo serán aquellos que

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son capaces de expresar mejor lo que en ella se celebra. No es extraño, pues, que los

lenguajes litúrgicos por excelencia sean la narración y el símbolo, que posibilitan la

comunión con aquello que el acontecimiento mismo significa.

En mi opinión, unos de los problemas serios que plantea la liturgia en nuestros días es el

lenguaje. Se ha dicho, y con razón, que la reforma litúrgica del Vaticano II en cuanto a la

expresión litúrgica (Sacrosantum misterium), supuso la traducción de los textos, oraciones,

etc., del latín a las distintas lenguas vernáculas; y eliminó algunas rúbricas o gestos

innecesarios e inexpresivos. Pero no se planteó con seriedad y valentía el problema mismo

del lenguaje y acciones litúrgicas; es decir, si éstos, tal como venían heredados del pasado,

seguían cumpliendo su función específica: ser vehículo para expresar el contenido de la

celebración litúrgica (el Misterio Pascual de Cristo y la propia vida de la comunidad). Es

urgente, pues salir al paso de esta dificultad del lenguaje y más en ambientes juveniles.

En este sentido, es importante:

- Adaptar al lenguaje actual el contenido de las oraciones y plegarias oficiales, en

muchas de ellas esencialista, heredado de una filosofía dualista y fijado en una cultura

pasada; con sus términos inexpresivos para la mayoría de las personas que celebran

la eucaristía, no digamos ya para los jóvenes, sin necesidad de “estudiar liturgia” en

una facultad.

- No reducir lenguaje litúrgico a la mera expresión verbal, a la palabra. En nuestras

celebraciones se peca de verbalismo, de abundancia de “palabras”, motivado por un

desproporcionado sentido catequético (en bastantes ambientes no alejado aún del

adoctrinamiento y moralización), que crea una cierta atmósfera paternalista o

infantiloide, insoportable para la mayoría de jóvenes.

- Finalmente, integrar otras formas de lenguaje: símbolos, música, silencio, expresión

corporal; procurando evitar algunos peligros frecuentes en la celebración, como son

la superficialidad y banalización del Misterio; insistiendo demasiado en lo horizontal o

meramente social, en una emotividad exagerada y devocionismo sentimental subjetivo,

en detrimento de un clima de sobriedad, objetivo y comunitario; o la abundancia de

símbolos que dificultan la vivencia de la comunión con lo que el mismo símbolo

contiene.

8. Agentes de pastoral juvenil: “vacacionados”, no solamente “ocupados”

De todos es conocida la dificultad para encontrar personas que sean catequistas y

animadores, agentes de la pastoral juvenil. No hay reuniones de pastoral a nivel local,

arciprestal y diocesano, en que no aparezca este problema. No es el momento de indicar

los motivos, algunos de ellos por la falta de proyectos pastorales e itinerarios graduales,

después de los sacramentos de iniciación; y las pocas oportunidades que se ofrecen a los

jóvenes de nuestras parroquias para participar activamente en la vida y misión de la

Comunidad cristiana.

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Por eso quiero resaltar otro reto, pensando en los catequistas / animadores en nuestra

pastoral juvenil. Me refiero a las motivaciones de fondo presentes en los que se dedican

a la pastoral de jóvenes. En concreto, si lo que les motiva es la conciencia de ejercer su

tarea como “vocación”, como respuesta a la llamada de Jesús a colaborar en la

implantación del Reino de Dios; o simplemente como “ayuda” al párroco, al que le ofrecen

algo de su tiempo.

Enseguida se advierte que aquí nos encontramos con lo que significa un “cristianismo

vocacionado” al que me he referido anteriormente, y en definitiva el contenido de la palabra

“vocación”. El P. Francisco dedica el cap. VIII de la Exhortación Chistus vivit a la Vocación.

Una Vocación que comienza el día que se es consciente de lo que significa “estar

bautizado”: que implica, con palabras del Papa, “discernir y descubrir que lo primero que

quiere Jesús de cada joven es su amistad (n. 250)…Porque la vida que Jesús nos regala

es una historia de amor, una historia de vida que quiere mezclarse con la nuestra y echar

raíces en la tierra de cada uno…Una invitación a formar parte de una historia de amor que

se entreteje con nuestras historias; que vive y quiere nacer entre nosotros, tal como

estemos y con quien estemos. Allí viene el Señor a plantar y plantarse” (n. 252) ·

Una vocación misionera que “tiene que ver con nuestro servicio a los otros…porque la

misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo

quitar o poner, ni un apéndice o momento de mi existencia…Yo soy una misión en esta

tierra; para eso estoy en este mundo” (n. 254).

Los mismos jóvenes han descrito en el Sínodo las características que esperan

encontrar en un “mentor” (guía, consejero), en nuestro lenguaje pastoral: animador

acompañante:

Que sea un cristiano auténtico, comprometido con la iglesia y el mundo; que busque

constantemente la santidad; que comprenda sin juzgar; que sepa escuchar activamente las

necesidades de los jóvenes y pueda responderles con educación; que sea muy bondadoso;

que reconozca sus límites y la alegría y sufrimiento que comporta todo camino

espiritual…Seres humanos que cometen errores, personas imperfectas, que se reconocen

pecadores perdonados…Han de respetar la libertad que tiene el joven es su proceso de

discernimiento y ofrecerles ayuda para que lo haga bien…Han de plantar la semilla de la fe

en los jóvenes, sin querer ver inmediatamente los frutos del trabajo del Espíritu Santo…Y

este rol no debería ser exclusiva de los sacerdotes y religiosos, sino que los laicos deberían

poder ejercitarlo igualmente…Y todos tendrían que beneficiarse de una buena formación

permanente” (n. 246)

9. Pastoral de procesos

El tiempo es más importante que el espacio.

“Dar prioridad al tiempo – dice el P. Francisco- es ocuparse de iniciar procesos más que poseer espacios. El tiempo ilumina y transforma los espacios…Y ayuda a privilegiar las acciones que generan dinamismos nuevos e involucran a otras personas que las desarrollarán hasta que den fruto “(EG, 233)…”Y a veces me pregunto quiénes son los que se preocupan realmente de generar procesos que construyen el pueblo de Dios, más que obtener resultados inmediatos que producen un fruto fácil, rápido i efímero” (n.233).

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El Papa nos recuerda la parábola del grano de trigo que crece en medio de la cizaña (Mt 13, 24-30), para actuar con esa paciencia evangélica, inherente a todo proceso pastoral. Y esto es todavía más evidente cuando hablamos de los jóvenes. Lo que implica atisbar hacia dónde se quiere llegar. Y no eternizarse o estancarse en un momento determinado. Y el animador o acompañante debe tener presente “el horizonte, asumir los posibles procesos y el largo camino a recorrer (n.225).

Vivimos en una sociedad en la que la inmediatez y la utilidad presiden con frecuencia las

programaciones y actividades. Y todo porque se busca que los resultados sean conformes

a los esfuerzos que se realizan. Esto puede ser verdad en el campo de la ciencia y la

tecnología. Pero no sucede lo mismo en el ámbito de la educación y la evangelización; y

más en la pastoral con jóvenes, con motivaciones muy cambiantes, y sometidos a

influencias socio-culturales de todo tipo, que merman su capacidad de decisión y elección

sobre aspectos importantes de su vida.

La realidad es más importante que la idea

Esto supone, dice el P. Francisco, evitar diversas formas de ocultar la realidad: los

purismos angélicos, los totalitarismos de lo relativo, los proyectos más formales que reales,

los fundamentalismos ahistóricos, la ética sin bondad, lo intelectual sin sabiduría. (EG. 231)

La idea –las elaboraciones conceptuales– está en función de la captación, la comprensión

y la conducción de la realidad. La idea desconectada de la realidad origina idealismos

y nominalismos ineficaces, que a lo sumo clasifican o definen, pero no convocan

(EG, 232)

Este criterio nos impulsa a poner en práctica la Palabra, a realizar obras de justicia y caridad

en las que esa Palabra sea fecunda. No poner en práctica, no llevar a la realidad la Palabra,

es edificar sobre arena, permanecer en la pura idea y degenerar en intimismos y

gnosticismos que no dan fruto, que esterilizan su dinamismo. (EG, 233)

El todo es superior a la parte El todo es más que la parte, y también es más que la mera suma de ellas. Entonces, no

hay que obsesionarse demasiado por cuestiones limitadas y particulares. Siempre hay que

ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos. Pero hay que

hacerlo sin evadirse, sin desarraigos. Es necesario hundir las raíces en la tierra fértil y en

la historia del propio lugar, que es un don de Dios (n. 234). El modelo no es la esfera,

donde cada punto es equidistante del centro y no hay diferencias entre unos y otros. El

modelo es el poliedro, que refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él

conservan su originalidad. (n. 236)

A los cristianos, este principio nos habla también de la totalidad o integridad del

Evangelio que la Iglesia nos transmite y nos envía a predicar…El Evangelio tiene un

criterio de totalidad que le es inherente: no termina de ser Buena Noticia hasta que no es

anunciado a todos, hasta que no fecunda y sana todas las dimensiones del hombre, y hasta

que no integra a todos los hombres en la mesa del Reino. (n. 237)

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Por eso, en nuestra acción pastoral necesitamos paciencia evangélica: recordemos lo de

la semilla que, una vez plantada, tiene su propio ritmo de crecimiento. Tengamos pasión

apostólica, que nos hace estar cerca de los jóvenes para hacerse cargo de sus vidas y

cargar con sus deseos y situaciones, y poner corazón en todo lo que hacemos. Y tengamos

creatividad, para preparar aquellos terrenos en los que la semilla puede crecer más

fácilmente; o, como hacen los que acompañan al paralítico del Evangelio, abrir boquetes

en los tejados y perforar capas protectoras, para poner a los jóvenes delante de Jesús y el

Evangelio, pues hay gente y situaciones que impiden entrar por la puerta.

Muchas gracias.