Retiro con nuestra señora

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1 En Silencio con la Madre de Nuestro Señor: De la Cruz a la Resurrección. Esposas de Diáconos: mujeres de Dios. Cuaresma 2017: marzo 31-2 de abril. Acompañante: Hna. Ángela Cabrera, Misionera Dominica del Rosario. Casa Espiritualidad San Juan de la Cruz. La Vega.

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En Silencio con la Madre de Nuestro

Señor:

De la Cruz a la Resurrección.

Esposas de Diáconos: mujeres de Dios.

Cuaresma 2017: marzo 31-2 de abril.

Acompañante: Hna. Ángela Cabrera,

Misionera Dominica del Rosario.

Casa Espiritualidad San Juan de la Cruz.

La Vega.

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Motivación: En un retiro con María, madre del silencio fecundo, vivimos en su presencia y compañía, la sentimos presente, la miramos; en ella se nos revela el rostro misericordioso del Padre. Ella nos mira y nos envuelve con su mirada de honda ternura. La sentimos cercana, como “cosa” de la Mujer a mujeres. Experimentamos los frutos de su presencia: alegría, paz, confianza, humildad... Por lo mismo, no puede faltar su imagen delante de nuestros ojos, en nuestra reunión de hermanas, en comunidad, en nuestro retiro. Un retiro con María busca dejarnos un mensaje, una palabra de Mujer y de Madre, de Creyente y Maestra. Ella nos va a proclamar y a cantar, una vez más, el Magníficat. La vamos a escuchar y nos lo va a resumir en una palabra: SILENCIO. Ella va a llevar el anuncio de la misericordia a nuestra mente y, sobre todo, a nuestro corazón; lo va a poner en nuestros labios y nosotras lo vamos a hacer correr por nuestras venas. La misericordia que brota de la visita de Dios va a correr por nosotras como corre sangre por nuestras venas. En un retiro con María, ella va a actuar, nos va a mover a la confianza plena; nos va a señalar los pasos a dar para lograrlo.

En presencia de María La presencia de María cambia todo. Le reservamos una silla, la dejamos sentarse en nuestra compañía y nos acompaña. Es compañera de todos los hombres y mujeres de fe. Como mujer y madre nos lleva y nos pide bondad, generosidad, confianza. Su mirada es misericordiosa, llega al corazón, mueve y conmueve. Reavivar nuestra fe en la presencia de María es recibir un especial don suyo. Don que nos mueve a que nuestra relación con las personas sea de mucho cariño, respeto, amor, cercanía, protección. De esta forma nos sentiremos nosotras mismas llenas de gracia, porque ella la comparte. No hay duda que cuando sentimos el peso de nuestras debilidades, desilusiones y dificultadles miramos a María, que nos conoce bien. ¡Es madre! y por eso nos cuida, nos educa, nos ayuda, nos aconseja y nos consuela. La presencia de María hace que la sintamos cercana para que no perdamos nunca más el coraje frente a las adversidades de la vida. La realidad de fe, en la presencia de María en nuestras vidas nos lleva a preguntarnos:

A) PARA REFLEXIONAR:

a. ¿Cómo correspondo a la presencia de María en mi vida? b. ¿Su presencia me lleva a hacer opciones muy concretas traducidas en gestos, palabras,

obras, servicios? c. Al mirar a María, ¿me dejo llenar de su autenticidad y humildad? ¿Cómo hago vida estas

virtudes?

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Con María entramos en oración de súplica: Padre, cuya misericordia no tiene límites, concédenos por la intercesión de María, presencia viva de la misericordia, conocerla y contagiarla en esta tierra y agradecerla y alabarte por el don de la misericordia recibido de María, nuestra madre. Amén.

La historia de María, pudiéramos decir, es un retiro permanente. Lo que nosotras llamamos “retiro”, un momento privilegiado, para experimentar la gracia y discernir, en María fue una constante. Ella hizo de sus espacios cotidianos un estado de contemplación, de escucha a la voluntad de Dios, y un gimnasio para ejercitarse en el compromiso que engendra dicha experiencia. Por esta particularidad pudo descifrar, en su camino, lo que Él le pedía. Supo identificar la llegada del mensajero divino. Pudo “parar” porque una noticia debía ser comunicada: ella acogió. Sencillamente, acogió lo que vino de Dios.

María siempre vivió en sintonía íntima con el Espíritu. Ella nos motiva para que también nosotras nos inspiremos a mantener esa relación constante con la trascendencia. Y que en nuestras cosas cotidianas podamos vivir, experimentar y reinterpretar todo a la luz de la fe.

María, en su vida, fue una peregrina de la fe. Ella reflexionó en su corazón diferentes verdades, las que fue discerniendo lentamente. No descubrió de golpe su vocación de ser madre del Salvador, ni madre nuestra, ni mediadora. Como nosotras, necesitó caminar por fe mientras reflexionaba en su corazón. Ella también necesitó un tiempo de preparación respecto a su papel especial como nuestra madre. Vamos a acompañar a María a lo largo del camino que Dios le señaló para descubrir, poco a poco, su vocación de madre espiritual y mediadora.

El retiro comienza en la Anunciación. Mediante su “Sí” a Dios, su “Fiat”, aceptó su vocación de ser madre de Jesús. ¿Pero sabía que aceptaba ser la madre espiritual de todos los cristianos y cristianas? No sabemos. Lo que sabemos es que el misterio de la Anunciación dio a María algo asombroso para contemplar. Juan Pablo II: “Conviene reconocer que, antes que nadie, Dios mismo, el eterno Padre, se entregó a la Virgen de Nazaret, dándole su propio Hijo en el misterio de la Encarnación”.

1. EN SILENCIO PARA ACOGER EL MENSAJE

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Lucas 2,26-38:

Palabras del ángel Acciones y postura de María

«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»

Ella se conturbó por estas palabras y se preguntaba qué significaría aquel saludo.

«No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios

(silencio)

1. Vas a concebir en tu seno y a dar a luz un hijo,

2. a quien pondrás por nombre Jesús. 3. será grande, 4. le llamarán Hijo del Altísimo, 5. y el Señor Dios le dará el trono de David,

su padre; 6. reinará sobre la casa de Jacob por los

siglos y su reino no tendrá fin.

«¿Cómo será esto posible, si no conozco varón?»

a. «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, b. y el poder del Altísimo te cubrirá con su

sombra; c. por eso, el que va a nacer será santo y

le llamarán Hijo de Dios.

(Justificación)

1. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez y ya está en el sexto mes la que era considerada estéril.

2. Porque no hay nada imposible para Dios.»

«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”.

María, seguramente se maravilló con ese acto de humildad de parte de Dios. Al maravillarse de ello y contemplarlo, ¿pudo haber empezado a tener una idea de que Dios desearía más tarde, que las personas siguieran su ejemplo?

B) PARA REFLEXIONAR:

1. ¿Me dejo, como María, sorprender por la visita de Dios? 2. Cuando Dios “me visita” ¿en qué me sorprende? 3. ¿Puedo discernir el mensaje de Dios para este momento de mi vida? 4. ¿Con cuál saludo siento que él me distingue? ¿Qué piropo me daría? 5. ¿Qué tareas me asigna para su Proyecto? 6. ¿Cuál es el resultado de la visita de Dios en mi vida: a qué me compromete?

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7. ¿Qué respuesta doy al Señor? ¿Regateo? ¿Pongo mis límites delante? ¿Me doy con todo lo que soy y puedo?

La Carta Pastoral de nuestros obispos, (enero 2017) en República Dominicana, trató sobre la mujer

en la sociedad dominicana. Ellos nos presentan una serie de frases escogidas del Evangelio. Son

frases que Jesús dijo a las mujeres de su época y que también se dirigen a la mujer dominicana:

“Hija, tu fe te ha salvado” (Mc 5,34); “Vete en paz y queda curada de tu enfermedad” (Mc 5,34);

“Muchacha, a ti te digo, levántate” (Mc 5,41); “No llores” (Lc 7,13); “Mujer, grande es tu fe, que te

suceda como deseas” (Mt 15,28); “Marta: te preocupas y te agitas por muchas cosas” (Lc 10,41);

“María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada” (Lc 10,42); “Velen porque no saben ni el día

ni la hora” (Mt 25,13); “Mujer, quedas libre de tu enfermedad” (Lc 13,13); “Es hija de Abraham” (Lc

13,16); “No se asusten” (Mc 16,6); “Tampoco yo te condeno. Vete, y no vuelvas a pecar” (Jn 8,11); “El

demonio ha salido de tu hija” (Mc 7,29); “Dame de beber” (Jn 4,7); “Si conocieras el don de Dios” (Jn

4,10); “Créeme, mujer…Dios es espíritu” (Jn 4,24); “Yo soy, el que está hablando contigo” (Jn 4,26);

“No ha muerto, está dormida” (Lc 8,52); “Levántate” (Lc 8,54); “Mujer ahí tienes a tu hijo” (Jn 19,26);

“¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?” (Lc 24,5); “Mujer, ¿por qué lloras?” (Jn 20,13);

“No teman. Vayan y avisen” (Mt 28,10).

C) PARA REFLEXIONAR:

Escojo las tres frases que mejor me iluminan, animan e inspiran en este momento de mi vida. Las comparto con mis compañeras.

María tuvo muchas cosas qué contemplar, meditar, gustar, digerir, durante su preparación para ser, no solo madre de Jesús, sino nuestra madre. Los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) ofrecen varios puntos de reflexión que hablan de la maternidad espiritual de María.

Marcos 3,31-35:

31 Llegaron su madre y sus hermanos y, quedándose fuera, mandaron llamarle. 32 Había mucha gente sentada a su alrededor. Le dijeron: «¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan.» 33 Él les respondió: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?» 34 Y, mirando a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos, 35 pues quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.»

2. SILENCIO PARA MEDITAR LA PALABRA QUE CAPACITA

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Al dar esta respuesta, ¿se mostró Jesús como un mal hijo? No. Fue exactamente la clase de hijo que su Padre quería que fuera. Al mismo tiempo, preparó su madre para ser la persona que Él quería que fuera. Específicamente, le reveló el nuevo vínculo filial del Reino, que va más allá de los lazos carnales. Señaló la primacía del espíritu sobre la carne, la primacía de la paternidad sobrenatural de Dios sobre la paternidad, o maternidad, de la humanidad. Es probable que María captara, de inmediato, algo de lo que Jesús intentaba enseñarle. Después de todo, por años había meditado en su corazón otra “extraña respuesta” de Jesús, la que dio cuando lo encontró en el templo después de tercer día de buscarlo con angustia:

Lucas 2, 48-50: “Cuando lo vieron, quedaron sorprendidos; su madre le dijo:

a. «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? b. Tu padre y yo te hemos andado buscando, c. llenos de angustia.»

49 Él les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» 50 Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio”.

Durante su ministerio público, Jesús estaba enteramente dedicado a los asuntos de su Padre. Ahora bien, un aspecto clave de estos asuntos era preparar a su madre para su nuevo papel en el Reino de Dios. Jesús sabía que la dimensión del reino de Dios, la maternidad de María adquiere un significado nuevo. En las palabras de Marcos, que leímos antes, Jesús indica este significado: “todo el que hace la voluntad de Dios es hermano, hermana, y madre mío”. Podemos estar seguras que María meditó esto en su corazón, y que se dio cuenta que a través de estas palabras, Jesús no la rechazaba, sino que la preparaba. Y de hecho, ella, no solo fue madre, sino discípula.

¿Podemos estar seguras de que Jesús no rechazaba a María? Sí, podemos. Aun si las palabras de Jesús suenan como si estuviera rechazándola, no es así. Al contrario, si consideramos un pasaje similar del evangelio de Lucas 11,27-28:

Estaba él hablando así, cuando una mujer de entre la gente dijo en voz alta: «¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!» Pero él dijo: «Dichosos más bien los que oyen la palabra de Dios y la guardan.»

Queda claro, en el texto anterior, que Jesús bendice a su madre, porque ella, además de haberlo amamantado, oía y guardaba la Palabra de Dios. Al leer el texto, por primera vez, puede parecer una reprimenda a María. Pero no lo es. Después de todo, ¿Quién escuchó y observó la palabra de Dios mejor que María? Por tanto, Jesús realmente bendice a su madre, y ella se daría cuenta de ello.

María es una mujer increíblemente perceptiva y prestaba especial atención a cada palabra y acción de Jesús. No se le escapaban las sutilezas de sus enseñanzas, y progresivamente llegó a estar consciente del misterio en gestación de su propia maternidad excepcional:

“A medida que se esclarecía ante sus ojos y ante su espíritu la misión del hijo, de ella misma, madre, se abría cada vez más a aquella “novedad” de la maternidad, que debía constituir su “papel” junto al hijo. ¿No había dicho desde el comienzo: “he aquí la esclava del señor; hágase en mí según tu palabra”? (Lucas 1,38). Por medio de la fe, María seguía oyendo y meditando aquella palabra… María

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madre se convertirá así, en cierto sentido, en la primera “discípula” de su hijo, la primera a la cual parecía decir: “sígueme”.

¡Qué alegría debía ser para Jesús tener a una discípula que lo entendía perfectamente! ¡Qué consuelo para su corazón encontrar tal receptividad a la palabra de Dios!

D) PARA REFLEXIONAR:

1. Mapear la pedagogía que Dios ha utilizado para irme preparando para ser la mujer que ahora soy. ¿Estoy vislumbrando lo que desea formar en mí? ¿Me dejo capacitar?

2. ¿Cómo colaboro con la Gracia para dejarme preparar? ¿Prepararme para qué? ¿Para ser una mujer de Dios, como María?

3. ¿Qué escojo meditar en mi corazón? ¿Qué rumia mi inteligencia de día y de noche? 4. ¿Dónde busco a Jesús? ¿Dónde lo encuentro? 5. ¿De qué manera María demostró, ante las dificultades cotidianas, que estaba

preparándose para la Prueba Mayor? 6. ¿Cómo, las dificultades que traen la vida revelan mi nivel de fe? 7. ¿Estoy dispuesta a ir de la mano con María hacia su Hijo? ¿Cuáles actitudes, de mi

parte, deben primar en este itinerario espiritual? Oración: María, mujer de la escucha, haz que se abran nuestros oídos; que sepamos escuchar la Palabra de tu Hijo Jesús entre las miles de palabras de este mundo; haz que sepamos escuchar la realidad en la que vivimos, a cada persona que encontramos, especialmente a quien es pobre, -necesitado, tiene dificultades.-

María, mujer de la decisión, ilumina nuestra mente y nuestro corazón, para que sepamos obedecer a la Palabra de tu Hijo Jesús sin vacilaciones;-danos la valentía de la decisión, de

no dejarnos arrastrar para que otros orienten nuestra vida.-

María, mujer de la acción, haz que nuestras manos y nuestros pies se mueven “deprisa” hacia los demás, para llevar la caridad y el amor de tu Hijo Jesús, para llevar, como tú, la luz del

Evangelio al mundo. Amén.

Papa Francisco

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En este momento, emperezamos a contemplar la formación con la que Jesús preparó a María para entender y abrazar enteramente su nuevo papel en la historia de salvación, que incluía atravesar la copa amarga. Para ello nos auxiliaremos del texto de San Juan, que habla de las bodas de Caná, donde la mediación maternal ilumina poderosamente. Repasemos la escena (Juan 2,1-12):

Acontecimiento Controversia Intervención mariana Respuesta de Jesús

-Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús.

-Fueron invitados también a la boda Jesús y sus discípulos.

-Había allí seis tinajas de piedra, destinadas a las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una.

-Ellos las llenaron hasta arriba.

-Ellos lo llevaron

-Quedaron sin vino. Se acabó el de la boda.

-Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llamó al novio y le dijo: «Todos sirven primero el vino bueno, y cuando ya están bebidos, el inferior. Tú, en cambio, has reservado el vino bueno hasta ahora.

-Le dijo a Jesús: «No tienen vino.»

-Dijo a los sirvientes: «Hagan lo que él les diga.»

-«¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.»

-«Llenen las tinajas de agua.»

-«Sáquenlo ahora

y llévenlo al maestresala.»

Escribo tres acontecimientos importantes en este momento de mi vida

Trato de indicar la controversia que me hacen vivir esos acontecimientos

¿Qué situación le muestro a la madre María, que tuvo estrategias en la fe para salir de aprietos?

¿Qué me dice su hijo? Escoge una frase del Evangelio que te ilumine.

¿Vas a hacer lo que él te dice?

3. EN SILENCIO PARA GUSTAR EL VINO

QUE FORTALECE LA FE

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La madre de Jesús está presente en la fiesta de bodas y Jesús con los discípulos también. Les faltó vino. María se da cuenta y le avisa a su hijo: “no tienen vino”. Jesús parece reprenderla: “¿Qué quieres de mí, mujer? Aún no ha llegado mi hora”. Sin embargo, María dice a los sirvientes: “hagan lo que él les diga”. Los sirvientes siguen las órdenes de Jesús y llenan los recipientes de piedra con agua. Luego el agua se convierte en vino y los discípulos creen.

Meditemos en profundidad el comentario de Juan Pablo sobre esta escena. Sus palabras llegan al corazón del papel de María en nuestras vidas:

“En Caná se delinea, con claridad, la nueva dimensión, el nuevo sentimiento de la maternidad de María. Es una nueva maternidad según el espíritu y no únicamente según la carne, o sea, la solicitud de María por la humanidad, el ir a su encuentro en toda la gama de sus necesidades. En Caná de Galilea se muestra sólo un aspecto concreto de la indigencia humana, aparentemente pequeño y de poca importancia “no tienen vino”. Pero esto dice un valor simbólico. El ir al encuentro de las necesidades de las demás personas significa, al mismo tiempo, su introducción en el radio de acción de la misión mesiánica y del poder salvífico de Cristo.

Por consiguiente, se da una mediación: María se pone entre su Hijo y las personas en la realidad se sus privaciones, indigencias y sufrimientos. Se pone “en medio”, no como una persona extraña sino en su papel de madre. Su mediación, por lo tanto, tiene un carácter de intercesión: María “intercede”, no sólo como madre; desea también que se manifieste el poder mesiánico del hijo, es decir, su poder salvífico encaminado a recorrer a socorrer la desventura humana, a liberar al ser humano del mal, que bajo diversas formas y medidas pesan sobre su vida.

Otro elemento esencial de esa función materna de María, se encuentra en las palabras dirigidas a los criados: “hagan lo que él les diga”. La madre de Cristo se presenta como portavoz de la voluntad del hijo, indicadora de aquellas exigencias que deben cumplirse. En Caná, merced a la intercesión de María, y a la obediencia de los criados, Jesús da comienzo a “su hora”. En Caná María aparece como la que cree en Jesús.

La esclava del Señor, hace perfectamente la voluntad del Padre, tiene el “derecho” como madre y mediadora de señalarle a su hijo las necesidades de las demás personas, sus hijos e hijas. ¿No deberíamos recurrir con nuestras necesidades e intenciones a una madre de misericordia tan poderosa?

E) PARA REFLEXIONAR:

1. ¿Cómo está mi “tinaja” interior? ¿Llena de agua? ¿Llena de vino? ¿Mezclada de agua y vino?

2. ¿Mi tinaja está resistente para transportar el vino? ¿Está cuarteada? 3. ¿Cómo conservar el vino permite afrontar las controversias que la vida trae sin avisar?

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4. En este momento de mi vida: le pido a María que me ayude a servir el VINO bueno para los demás.

Oración María, Cuando yo tenga hambre dame alguien que necesite de alimento. Cuando tenga sed dame alguien que necesite agua. Cuando tenga frío dame alguien que necesite calor. Cuando tenga rencor dame alguien que necesite consuelo. Cuando mi cruz sea pesada dame fuerzas para llevar la cruz de otro. Cuando no tenga tiempo dame alguien que necesite de algunos de mis minutos. Cuando sufra humillación dame la oportunidad para elogiar a alguien. Cuando esté desanimado dame alguien para devolverle el ánimo. Cuando tenga necesidad de comprensión de otros dame alguien que necesite la mía. Cuando sienta necesidad de que alguien me cuide a mi dame a alguien al que yo tenga que atender. Cuando piense en mí mismo vuelve mi atención hacia otra persona. Cuando tenga poca fortaleza dame a alguien débil al que yo tenga que reconfortar. Cuando esté en la oscuridad pon en mi camino alguien que busca la verdad. En fin, Madre, pon en mí corazón misericordia, sobre todo con los más pobres. a) Las mujeres junto a la cruz

A los pies de la cruz de Jesús, si por un lado están los soldados, por otro están el grupo de mujeres:

su madre, la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María de Magdalena. De este episodio nos

hablan los 4 Evangelios:

Mateo 27,55-56 Marcos 15,40-41 Lucas 23,49 Juan 19,25-26

Y muchas mujeres que

habían seguido a

Jesús desde Galilea

para servirle, estaban

allí, mirando de lejos;

Había también unas

mujeres mirando de

lejos, entre las que

estaban María

Magdalena, María, la

Pero todos sus

conocidos y las

mujeres que le habían

acompañado desde

Galilea, estaban a

Por eso los soldados

hicieron esto. Y junto a

la cruz de Jesús

estaban su madre, y la

hermana de su madre,

4. EN SILENCIO A LOS PIES DE LA CRUZ

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entre las cuales

estaban María

Magdalena, María la

madre de Jacobo y de

José, y la madre de los

hijos de Zebedeo.

madre de Jacobo el

menor y de José, y

Salomé, las cuales

cuando Jesús estaba

en Galilea, le seguían

y le servían; y había

muchas otras que

habían subido con Él a

Jerusalén.

cierta distancia viendo

estas cosas.

María, la mujer de

Cleofas, y María

Magdalena. Y cuando

Jesús vio a su madre,

y al discípulo a quien

Él amaba que estaba

allí cerca, dijo a su

madre: ¡Mujer, he ahí

tu hijo!

A partir de Juan 19,26 se nos informa que Jesús observa a dos personas que en la vida le fueron

próximas, la madre y uno de los discípulos. Dice a la madre: ¡Mujer, he ahí tu hijo!, y al discípulo: ¡He

ahí tu madre! El significado del gesto se presta a muchas interpretaciones… Algunas pautas señalan

a Jesús indicando que su lugar, en el mundo, ahora es ocupado por el discípulo y la comunidad que

él representa. El discípulo, por su vez, está junto a ella, la madre, quien encuentra a su hijo en la

comunidad. La comunidad representa la vida y la actuación de Jesús en la historia. Por otra parte,

podríamos considerar que Jesús estaría haciendo un gesto testamental: confiando el discípulo a la

madre y la madre al discípulo.

En este aspecto, se puede decir que Jn 19,25-27 es una escena de revelación. A partir de aquella

hora, la comunidad toma a la madre de Jesús consigo. Así, la madre de Jesús está en el inicio y en la

conclusión de la obra pública de Jesús (Jn 2,1-5; 19,25-27). El papel histórico-salvífico de la madre es

colaborar con la encarnación de Jesús en la humanidad.

En el pequeño libro “Preguntas a la Virgen María”, uno de los niños le cuestiona:

¿Virgen María: qué sentiste cuando viste a tu hijo en la cruz? Desde la fe mariana, el manual

presenta la siguiente respuesta:

…Ver a mi Señor en la cruz… ese “privilegio poco citado”, ese momento para la elegida, cruz y

oscuridad... Es la copa amarga, la espada atravesando el corazón. Sus clavos penetraron mis manos,

taladraron mis pies, una lanza abrió mi costado. Bebí sorbo a sorbo su dolor; y también bebí mi propio

dolor materno. Fueron muchos dolores en uno solo. Deseé expirar con él, pero mi agonía se

prolongaba porque, aunque sangraba internamente, no moría. No bebí vinagre, sino lágrimas que

llegaban a mi boca como agua salobre. Su sangre fue el sello que renovó mi alianza. Confié

plenamente, aunque no entendía nada. Solo después comprendí que esa experiencia me llevaría a

abrazar a todas las madres que pierden sus hijos perdiéndose ellas mismas sin capacidad propia para

encontrarse nuevamente.

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F) PARA REFLEXIONAR:

1. ¿Qué significado tiene la cruz para mi vida?

2. ¿Cuál es el sentido fecundo de la cruz?

3. ¿Cómo mantener la esperanza soportando el camino de la cruz?

4. ¿Qué nos enseña María y las mujeres que estuvieron al pie de la cruz con

relación a la nuestra, la que nos toca llevar?

Escuchando el Magníficat.

“Y dijo María: Mi alma engrandece al Señor Y mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador, Porque se fijó en la humildad de esta servidora. Desde ahora todas las generaciones me llamarán dichosa, Porque obras grandes hizo en mí el Todopoderoso. Su nombre es santo, y su misericordia llega De generación en generación a sus fieles. Desplegó la fuerza de su brazo Y deshizo los planes de los orgullosos, Derribó a los poderosos de sus tronos Y elevó a los humildes, A los hambrientos los llenó de bienes Y los ricos los despidió con las manos vacías. Ayudó a su servidor Israel, Acordándose de la misericordia Que le había prometido a nuestros antepasados, A Abrahán y sus descendientes por siempre”. La experiencia de Dios, en María, la llena de canto agradecido: “engrandece mi alma al Señor” (v.47).

El verbo que inaugura la primera frase, como ya mencionamos, procede del griego megalyno

“engrandecer”, “alabar”. Se utiliza para referirse a los hechos prodigiosos de Dios por su pueblo:

escucharle, custodiarle, bajar para liberarlo, caminar junto a él, protegerlo, guiarlo, consolarlo,

entregarle su único Hijo... El verbo también se presenta en Hechos 2,11 cuando los judíos dispersos

de la diáspora, al visitar a Jerusalén, expresan su asombro al oír a los seguidores de Jesús hablar, en

lengua nativa, sobre las grandezas de Dios.

5. EL CANTO QUE NACE DEL SILENCIO: VIDA - RESURRECCIÓN

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Con estos argumentos podemos afirmar que el Magníficat es un cantar de la historia y en la historia.

Es una acción de gracias luego de la superación del conflicto o de las señales de esperanza en medio

de la controversia. Esto habla de los principios proféticos: la profecía nace de la vida, es colectora de

los gritos orantes del pueblo. María está en medio del pueblo.

Si antes Isabel ensalzó a María, ahora María alaba a Dios, destinatario de sus alabanzas. Deja en evidencia su interioridad, que la distingue como mujer creyente. Los conceptos “alma” y “espíritu” apuntan a su dimensión teológica/espiritual. La alegría mariana nace, ahora de su silencio fecundo. El canto la libera y no reprime su alegría. Su felicidad es auténtica y fecunda porque se origina en Dios, en la comunión con Él, quien la hace partícipe del obrar salvífico. Con esta actitud, se convierte en discípula al acoger la invitación de Jesús: ¡alégrense, porque su recompensa es grande! (Mt 5,12). El don de la alegría, plasmado en el Magníficat, nace del “sí de Dios” a la existencia limitada del ser humano.

G. PARA REFLEXIONAR:

¿Sabemos festejar la presencia de Dios en nosotras?

¿Cuál es la fuente de mi alegría?

¿Qué me hace falta para acompañar el gozo mariano?

La mirada de Dios, en el Magníficat, es punto de unión de las esferas teológicas y antropológicas. María se alegra porque Dios ha detenido su mirada en ella (v.48). El Magníficat nace de la mirada de Dios sobre María. La conciencia de esta mirada es lo que le da seguridad, y le hace, en medio de contextos excluyentes, recuperar su dignidad. Esa mirada la dignifica opacando todos los enjuiciados y prejuicios; la empodera y la hace entonar el canto, mediante el cual divulga su experiencia, compartida con la comunidad de los/as pequeños/as.

María se autocalifica como “humilde” y “sierva” (v.48). Es tal humildad lo que ha prendido los ojos de Dios. La “humildad”, del griego, tapeínosis está vinculada a lo “humilde”, “pequeño”, “socialmente bajo”. Si “solo se llena lo que está vacío”, María es la mujer que se despeja de si para dejar que Dios sea grande. Esta es la primera condición del profetismo en Israel: vivir en sintonía con el aliento de Dios, su Ruah.

Ella forma parte de la comunidad de los humildes, encabezada por el propio Jesús, humilde de corazón, o sea, totalmente necesitado de Dios (Mt 11,28-30). Tal virtud consiste en saber lo poco que se es delante de Dios, conciencia que, al mismo tiempo, se convierten en alegría, pues en tal pequeñez se recibe la visita de Dios, engrandeciendo y dignificando lo que antropológicamente es caduco.

La humildad mariana va de la mano con su condición de “sierva”. Pero, deja claro, “sierva del Señor”. El término procede del griego doule “esclava”, “criada”. En su raíz verbal, douleuo, remite, en este contexto, a la actitud de quien “está dispuesta a servir”. Se trata de una cualidad profética. Cuando María se autodenomina “sierva”, subraya, al mismo tiempo, su sentido de: “pertenencia a”, “dependencia de”, “apertura a”, y un consecuente compromiso que se extiende más allá de la existencia.

Servir a Dios en su pueblo, según los criterios marianos, enaltece. Por tal motivo, María es una “servidora feliz”. Jesús habla de la grandeza del servicio (Mc 10,44), y afirma que el esclavo no es mayor que su señor (Jn 13,16).

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Conforme al sentir de la Evangelii Gaudium: la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. Mirando a María descubrimos que la misma que alaba a Dios por sus hazañas es la que pone calidez de hogar en la búsqueda de justicia. María, meditando, reconoce las huellas del Espíritu en los grandes acontecimientos y en aquellos que parecen imperceptibles. Hay, en ella, una mezcla de justicia y ternura (Cf. n.288). Vale decir, que en los profetas y en las profetisas no hay índice de violencia. Son anunciadores y promotores de la paz, no pocas veces martirizados. El canto de María incomoda los oídos de los poderosos.

Una mujer de fe inteligente justifica su esperanza. Por eso, María asegura que en adelante, todas las generaciones la llamarán bienaventurada (v.48). Se trata del griego makarios “feliz”, “dichosa”, “afortunada”. Así designada se le reconocerá su bendición especial, proclamada, inicialmente, por Isabel. María comparte el escenario teológico con los humildes, pues Jesús anuncia que los pobres, los hambrientos, y los afligidos serán felices porque gozarán del Reino de Dios. El Magníficat, podríamos decir, es un prólogo a las bienaventuranzas.

El Papa Francisco, en una de sus homilías hace una bella relación entre María y las bienaventuranzas: María es la madre del pueblo de Dios, de los pobres y afligidos, porque siempre está consolando. De los pacientes, porque es reina de la paciencia. Madre de aquellos que claman por justicia, porque sabe la injusticia que hicieron a su hijo, sabe lo que es clamar por justicia. Es madre de misericordia y madre de los que tienen corazón puro, también de aquellos que piden por la purificación del corazón. Madre de los que trabajan por la paz, y de los perseguidos, pues ella sabe de persecución y de la experiencia que, en este sentido, vivió Jesús.

H. PARA REFLEXIONAR:

Como María, ¿me siento una mujer dichosa?

¿Cómo me llaman las personas que tienen contacto conmigo?

María afirma que Dios ha hecho en su favor grandes cosas (v.49). Observamos que, antes había dicho: “hágase en mí según tu palabra”. La Palabra es profecía. María asume la postura de discípula. Según la tradición isaiana, el discípulo se dispone para ser educado y entrenado para llevar al cansado una palabra de aliento (Is 50,4).

María es el espejo de “hasta donde Dios puede llegar” cuando se le deja actuar. Por tal motivo ella nos habla de “grandes cosas”, “cosas importantes”, que fluyen notablemente, como lo sucedido con el granito de mostaza. O con las tres medidas de levadura que una mujer depositó en la harina.

El Magníficat deja en evidencia que la santidad de Dios no se aleja de lo cotidiano. Entra, y allí transforma. Este perfil de santidad no distancia del mundo, se introduce en él. El mundo es el espacio donde acontece la “misericordia”, de generación en generación, testimoniada por todos los que temen (v.50).

El “temor” referido en el Magníficat, del griego phobeomai “estar espantado”, “tener reverencia”, “venerar”, está vinculado, en el contexto, a la revelación del poder de Dios en los acontecimientos. El temor está vinculado a la alabanza y a la adoración. El temor, ante la grandeza de Dios que interviene con justicia, se convierte en confianza. Son hechos que quiebran la lógica humana.

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En la secuencia del himno, María pasa de “la mirada a Dios” a la “mirada al mundo”. Mira a la manera de Dios. Enumera los prodigio divinos realizados en la historia a favor de los humildes:

Dios, despliega y dispersa a los soberbios de corazón (v.51). Anuncia la suerte de los potentados (ricos) y de los humildes (pobres). Con su brazo descentraliza a los que interfieren en su obra obstaculizándola. La acción divina en la historia instaura un nuevo sistema de justicia.

I. PARA REFLEXIONAR:

¿Doy rienda suelta a la actuación de Dios en mi vida?

¿Colaboro para que Dios actúe en las demás personas?

¿En qué medida la santidad de Dios es brújula para mis pasos?

Dejar a Dios hacer grandes cosas en y por nosotras

María se coloca del lado de la humanidad para enseñarnos a dejar que Dios haga, mediante nosotras, grandes cosas. Dios realiza cosas/obras en nuestras vidas. Podemos enumerarlas, sin complejos. María nos enseña a gozarnos en las cosas que Dios realiza en nosotras y por medio de nosotras en la humanidad. No se acompleja con falsas humildades. Comparte públicamente las maravillas de Dios. Nos llama a crear distancia con aquello que nos esclaviza. También hemos caído en gracia. Por tal motivo, el Magníficat invita a dejarnos mirar por Dios, sin escondernos.

La Evangelii Gaudium presenta a María como la que sabe transformar una cueva de animales en la

casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura. Ella es la amiga siempre atenta

para que no falte el vino en nuestras vidas. Ella es el corazón abierto por la espada que comprende

todas las penas. Como madre de todos, es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores

de parto hasta que brote la justicia (EG, n.286).

J. PARA REFLEXIONAR:

Elaboro mi propio magníficat para cantar el sí de Dios a la vida: Resurrección de

Cristo – y mi propio renacer como mujer de Dios de la mano con María.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

Carta Pastoral Conferencia Episcopado Dominicano, 2017.

Comentario al Magníficat, Hna. Ángela Cabrera, Revista Raíces.

Evangelli Gaudium, del Papa Francisco.

Los Escritos de Juan, Instituto Nacional de Pastoral.

Manual: Preparación para la consagración mariana.

María madre de Misericordia, P. José María Arnaiz, Revista Testimonio.

Preguntas a la Virgen María: de Niños y Niñas para Adultos en la Fe, Instituto Nacional de

Pastoral.