Resurrección 2015

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DOMINGO DE RESURRECCIÓN Ciclo B 5 de Abril de 2.015 Citas de las Lecturas: 1ª Lectura: Hechos 10, 34a.37-43 Salmo: 118(117) 2ª Lectura: Colosenses 3, 1-4 Evangelio: Juan 20, 1-9

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Reflexión acerca de la Palabra de DIOS correspondiente al Domingo de Resurrección 2015.

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DOMINGO DE RESURRECCIÓN Ciclo B 5 de Abril de 2.015

Citas de las Lecturas:

1ª Lectura: Hechos 10, 34a.37-43 Salmo: 118(117) 2ª Lectura: Colosenses 3, 1-4 Evangelio: Juan 20, 1-9

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Hoy es Domingo de Resurrección. La Iglesia festeja el triunfo de Jesucristo sobre la muerte. Ahora bien, ¿cuál es la mejor manera de celebrar este gran acontecimiento? Hay creyentes que, al celebrar la resurrección de Jesucristo, ponen su mirada en el pasado, en lo que le sucedió al Crucificado. Su atención se centra, sobre todo, en ese gesto creador del Padre que levantó de la muerte a Jesús para introducirlo en la vida plena de DIOS. Esta manera de vivir la resurrección hace brotar el canto, la alabanza y la acción de gracias a ese DIOS que no abandona nunca a quien confía en ÉL. Sin negar esta intervención de DIOS, hay creyentes que viven la resurrección de Jesucristo como una experiencia presente, que ilumina y renueva su existencia. Jesucristo está hoy vivo, «resucitando» nuestras vidas. Esta manera de vivir la resurrección genera una fe semejante a la de san Pablo: «Ya no soy yo quien vive. Es Cristo quien vive en mí» (Gálatas 2, 20). Pero hay otro camino para vivir la resurrección de Jesucristo, que fue fundamental en la experiencia de los primeros creyentes y puede tener una importancia particular en estos tiempos de crisis y desencanto. La resurrección de Jesucristo nos impulsa a mirar el futuro con esperanza. Es importante saber qué le sucedió al muerto Jesús en el pasado. Es fundamental vivir la adhesión a un Jesucristo vivo en el presente. Pero todo alcanza su verdadera orientación cuando acertamos a vivir con la esperanza puesta en Jesucristo resucitado y en el futuro que desde ÉL se nos promete. Quien vive animado por la fe en la resurrección de Jesucristo, pone su mirada en el futuro. No permanece esclavo de las heridas y pecados que ha podido haber en su pasado. No se detiene tampoco en las crisis y sufrimientos del presente. Mira siempre hacia adelante, hacia lo que nos espera, lo que todavía está oculto pero se nos anuncia ya en Jesucristo resucitado. Vivir esperanzados es el mejor antídoto contra el desánimo y el mayor argumento para mantener la lucha por los valores eternos en el pedregoso camino de la vida, confiando en la derrota de todo aquello que nos perturba, enoja y decepciona, porque la certidumbre en la victoria mantendrá encendida la llave de la esperanza, contra toda desesperanza, incluso más allá de la muerte. Para ello, ha de valernos la ceguera que tiene la esperanza al no ver el peligro que acecha. Debemos usar la temeridad que impulsa su atrevida inconsciencia. Emplear la fortaleza que activa su atrevimiento. Servirnos del valor que otorga la sinrazón de sus razones. Alentarnos con el ánimo que alimenta la ilusión. Confiar en la fe que siempre le acompaña y esgrimir el espíritu de lucha que invade a quien no pierde la esperanza. Todo ello aderezado con infinita paciencia, que garantiza su perduración en el alma de los esperanzados para que alcancen lo deseado, de la misma forma que espera el grano de trigo hacerse pan en la mesa, el agua mantiene el anhelo de la sed y la fruta la fecundación del polen cada primavera. Sólo la esperanza cierra las puertas al pasado, abriendo de par en par las ventanas al futuro, pues no cabe esperanza en lo que ya fue, sino en lo que está por venir, haciendo de la virtud promesa de resurrección cada mañana, igual que la noche más negra es desterrada del horizonte por la luz del amanecer. Queridos hermanos y hermanas en nuestro Señor JESUCRISTO, es posible vivir con esperanza porque es posible construir un mundo nuevo; es posible vivir con esperanza porque desde la libertad podemos rechazar aquello que nos esclaviza; es posible vivir con esperanza cuando intentamos mostrar el mensaje cristiano que apuesta por la vida; es posible vivir con esperanza porque así nos lo muestra Jesús de Nazaret que apuesta por cada uno de nosotros, únicos e irrepetibles, creados a imagen de DIOS. Esta esperanza genera una manera nueva de estar en la vida. Los cristianos lo vemos todo en marcha, en gestación, moviéndose hacia su realización plena. No nos contentamos con las cosas tal como son hoy; buscamos lo venidero. Nada aquí es definitivo, ni nuestros logros ni nuestros fracasos. Todo es penúltimo. Todo es caminar hacia la «resurrección final». La fiesta de Pascua es una llamada a despertar en nosotros la esperanza cristiana, y a recordar algo demasiado olvidado, incluso, por los que nos decimos creyentes: “No tenemos aquí una ciudad permanente, sino que buscamos la que está por venir” (Hebreos 13, 14).

«El DIOS de la paz, que sacó de la muerte al gran pastor del rebaño, a JESUCRISTO, nuestro Señor, por la sangre de una alianza eterna, nos capacite en todo lo necesario para que cumplamos su voluntad» (Hebreos 13, 20-21).

Amén ¡ALELUYA!

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En el Jardín de Tu Paz (Nº 41) Permaneciendo en el AMOR de DIOS

“Nada, absolutamente nada puede colocarse entre nosotros y el amor de DIOS”

(Paráfrasis de Romanos 8, 39).

¿Nos ha sucedido alguna vez dudar del amor de DIOS respecto a nosotros, en vista de nuestras innumerables faltas con ÉL? Si nos ha ocurrido o no, leamos estas palabras esperanzadoras: “¿Creemos que alguien es capaz de levantar una barrera entre nosotros y el amor de JESUCRISTO por nosotros? Totalmente imposible. Ni la pruebas, ni las dificultades, ni el odio, ni el hambre, ni la soledad, ni las amenazas, ni la traición, ni el peor de los pecados ni siquiera mencionados en la Sagrada Escritura, nunca lo podrán” (Paráfrasis de Romanos 8, 25). Incluso si hoy nos sentimos completamente indignos de su amor, ÉL sigue firme con sus caricias de amor con nosotros. No se ralentiza nunca, como le pasa algunas veces a las computadoras, sino que siempre está a nuestro lado y nos previene en todo. JESUCRISTO nos dice: “Como el PADRE me ama así YO los amo: PERMANEZCAN EN MI AMOR” (Juan 15, 9). Nadie puede cambiar el modo con el que DIOS nos ama. Sigue amándonos, aunque hagamos lo que hagamos o digamos lo que digamos en el transcurso de nuestra vida. Es un hecho innegable que podemos y debemos aceptar. No nos olvidemos nunca que el amor de DIOS puede curarnos de nuestras heridas emocionales. Nos vuelve a dar seguridad, dignidad y valor ante los ojos de todos con el fin de que aprendamos a respetarnos a nosotros mismos y al mismo tiempo, a que cada día sepamos disciplinarnos. Pues cuando se ama un objeto de gran valor, se le presta mucha atención, se le quiere proteger y que se sepa apreciar. Igual ocurre con DIOS. Su amor debería darnos la capacidad de amarnos a nosotros mismos, antes de amar a los demás. El círculo se concluye así. No solamente nos ha elegido DIOS, sino que también nos ama tiernamente, apasionadamente, por toda la eternidad, y sin ninguna condición. No hay promesa más grande o bendición más excelsa por su parte que estar con nosotros. Y es gratis. Queridos hermanos y hermanas en nuestro Señor JESUCRISTO, si estamos conscientes del gran amor de DIOS, no importa el estado en que nos encontremos, estaremos en capacidad de levantarnos como las águilas, que se elevan hasta lo alto, pasando por un proceso doloroso que consistirá en volar a lo alto de una montaña y recogerse en un nido próximo a un paredón donde no necesite volar y se sienta más protegida. A partir de entonces una vez encontrado el lugar adecuado , el águila comenzará a golpear la roca contra el pico hasta arrancarlo. Luego esperará a que le nazca un nuevo pico con el cual podrá arrancar sus viejas uñas inservibles. Cuando empiecen a crecer, el águila, una a una irá desprendiendo las viejas y sobrecrecidas plumas de sus alas. Y después de todos esos largos y dolorosos cinco meses de heridas, cicatrizaciones y crecimiento, logrará realizar su famoso vuelo de renovación, renacimiento y regocijo para vivir otros treinta años más. Es tan grande la misericordia del Señor que nos recoge y nos sustenta dándonos promesas de vida en su Palabra, como dice en Isaías 40, 29: “Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al abatido” y en el versículo 31: “Pero los que esperan en el Señor levantarán alas como las águilas, correran sin cansarse y marcharán sin fatigarse”. Podemos comprender muchas cosas y sobre todo entender que ese rejuvenecer como las águilas implica en primer lugar una decisión y una renuncia. Implica además un sufrimiento, para poder desprendernos de esos lastres que no nos permiten remontar el vuelo, desprendernos de esas cargas inservibles que lo único que hacen es alejarnos de DIOS e insensibles a la voz de su Espíritu, acomodándonos a los deseos de este mundo y de nuestra carne. Hay aspectos de nuestra vida, tanto natural como espiritual, que se han ido deformando con el paso del tiempo y que necesitan ser arrancados para que nazcan nuevos y limpios por el poder de su Espíritu Santo. “Bendice alma mía al Señor y no olvidemos sus beneficios, porque el sacia de

bienes nuestra vejez y nos hace rejuvenecer como el águila” [Salmo 103(102), 2.5]. Amén. ¡ALELUYA!

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En el Gozo del Señor

Los invito a leer y meditar este excelente artículo del Dr. Serafín Contreras Galeano: “Mi imaginación comenzó esa mañana luego de leer Mateo 25, 23: “Su Señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu Señor”. Al terminar de leer ese pasaje medité en él y fue cuando mi imaginación se transportó a ese día. Me vi llegando a las puertas del cielo el día que el Señor decida mi última transición.

Me imaginé una multitud de familiares, conocidos, amigos y aún desconocidos que luego sabría que fueron personas que llegaron al Señor a través del ministerio dado por DIOS a mí. Imaginé sus sonrisas, aplausos, alegría, júbilo. Pensé en como sería ese recibimiento. De pronto me imaginé un silencio abrupto. Nadie más habló y la multitud de amigos, familiares, conocidos y desconocidos hicieron una especie de calle con ellos a los lados y extendí mi cuello para ver que había al final de esa calle humana y….tembló mi cuerpo, se estremeció mi alma, vibró mi espíritu. Lo contemplé a ÉL. El maestro vestido de blanco y extendiendo su mano haciendo señas que me acercara. Me vi caminando tímido, mientras mis pies temblaban cuando lo escuche decir esas palabras: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu Señor”. Ese día con lágrimas corriendo por mis mejillas pensé en lo que sería mi última transición. He tenido muchas transiciones en la vida pero se que ninguna será como esa porque me transportará de un nivel meramente terreno al nivel de lo realmente celestial y espiritual: “No se turbe su corazón; crean en DIOS, crean también en MÍ. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo se los hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para ustedes, para que donde YO esté, ustedes también estén” (Juan 14, 1-3). Las turbaciones de ahora incluso el dolor de las transiciones terrenas son pasajeras en relación a la gran preparación que el Maestro hace por nosotros para lo que será esa última Transición. ¿Acaso no serán las transiciones de esta vida un ensayo, preparación y educación para cuando suceda esa última? En las catacumbas es común encontrar inscripciones en las tumbas como estas: “En Cristo, Alexander no está muerto, sino que vive”. “Acá yace uno que vive con DIOS”. “Él fue llevado a su hogar eterno”. A veces vivimos y nos aferramos en esta tierra a cosas, lugares y personas como si toda nuestra vida estuviera confeccionada para acá. Es triste cuando nuestros límites son escasos, es grande, sublime y trascendente cuando "el Cielo es el límite”. Seguimos llorando una relación rota, nos estresamos ante una quiebra económica y nos resistimos a ser movidos de empleo, lugar o servicio como si nuestras raíces estuvieran plantadas para la tierra. Que bajo miramos nuestro horizonte y cuanto peleamos por mantener nuestros límites. ¿No creen que es muy mezquino de nuestra parte vivir en el patio trasero de nuestra existencia cuando podemos subir al techo para contemplar las estrellas? En el año 25 D.C un griego llamado Arístides escribió a un amigo acerca del cristianismo y le dijo estas palabras: “Si algún justo dentro de los cristianos muere, ellos se regocijan y dan gracias a DIOS. Ellos acompañan el cuerpo a la tumba entonando canciones y agradecimientos como si él se hubiese mudado de un lugar a otro” (Arístides, Apology,15). Quizás digamos: No nos gusta hablar de la muerte. No es un tema favorito para nosotros, quizás lo expresemos, pero es una realidad. Cerca de 3 personas mueren cada segundo, 180 cada minuto y cerca de 11.000 cada hora. Sin embargo, a mi me gusta pensar en la última transición y eso le da sentido a las transiciones pequeñas y realmente sencillas que enfrentamos acá en la tierra. Cada día cerca de 250.000 personas están experimentado esa última transición. ¿A qué lugar? La respuesta nos la da San Juan:

"El que cree en JESUCRISTO no es juzgado; el que no cree ya está juzgado, por no creer en el Hijo único de DIOS" (Juan 3, 18). Amén.

¡ALELUYA!