RESUMEN DE LA NOVELA

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AUTOR: Imre KERTÉSZ

UN RELATO POLICÍACO.

Según el defensor de oficio de Antonio Rojas Martens relata que a esta persona

se le acusaba de varios asesinatos.

El autor nos quiere dar a entender que no nos dejemos influenciar por otras

personas, sino por lo que nos otros queramos.

La primer parte del texto nos habla del suceso de forma voluntaria como si fueran

acciones de otra persona, en donde es considerado como un sínico.

La segunda parte del texto se presenta ante los jueces comentándole que ya

conocen mucho sobre su persona por medio de charlatanes y prensa amarillista

que se ha dado la tarea de darlo a conocer en toda América Latina y Europa.

La tercer parte se entablan conversaciones diferentes con las personas a su

encuentro.

Se encontraron tres ideas principales:

1. Conocerán al hombre por sus propias palabras. (pág. 9 párrafo 1)

2. Sobre el hecho de haber comprendido la lógica. (pág. 20 párrafo 3)

3. Cualquier momento se puede convertir en realidad sangrienta. (pág. 64

párrafo 2)

El autor nos invita a reflexionar y hacer conciencia de nuestras actitudes

personales hacia los demás.

Estoy de acuerdo con el autor ya que si es de suma importancia estar consciente

de lo que hacemos o realizamos en determinado lugar o con ciertas personas.

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BIBLIOGRAFIA

Imre Kertész, Un relato policíaco, Trad., Adan Kovacsics (1) (Barcelona:

Acantilado, 2007)

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Un relato policíaco Por Imre Kertész Un miembro de

la policía secreta de un país latinoamericano sin

precisar relata, poco antes de ser ejecutado, su

experiencia en el Cuerpo. Vuelven a surgir de este

modo las preguntas que Imre Kertész siempre nos

formula: ¿Cómo se implica el ser humano en la

maquinaria de una dictadura? ¿Cómo llega a

participar en ella? En este caso, Kertész lo narra

desde la perspectiva no de la víctima, sino del

verdugo. Para Imre Kertész, sobreviviente de algunos

de los mayores horrores del mundo contemporáneo

(fue deportado a Auschwitz a los 14 años, derivado

después a Buchenwald y más tarde perseguido por el

estalinismo húngaro), el Holocausto no es un lejano

episodio histórico ni los campos de concentración y

exterminio una aberración ajena a la naturaleza humana. Ha dedicado la vida a

indagar en su memoria para nombrar lo innombrable, para conjurar por medio de

las palabras esa ausencia de voz que es la barbarie. Kertész, que desde hacía

tiempo maduraba la idea de Un relato policíaco , debió escribir con celeridad para

responder a las exigencias de la burocracia estatal. El comunismo húngaro

pasaba entonces por una etapa "blanda" (la llamaban comunismo goulash ), pero

aun así, tomó sus precauciones para sortear la censura: decidió situar su relato

sobre prácticas corrientes de los regímenes de terror en un imaginario país

latinoamericano. Serviría lo mismo a su propósito de desmenuzar la maquinaria de

un totalitarismo, cualquiera que fuera el lugar en que ejerciera su arbitrario poder,

y en el fondo, el escenario no era tan ficticio si se piensa que corrían los tiempos

de Videla y Pinochet. Pese al título, lejos estamos aquí de un thriller . Lo que hace

Kertész es meterse en la mente de un verdugo, ahora que los vientos han

cambiado y es él quien enfrenta la inminencia de la ejecución. No es una

confesión -no hay en sus palabras pizca de remordimiento- sino una recreación

fría y meticulosa de los hechos que lo han puesto en el umbral del cadalso.

Tampoco es una narración única, sino varias, contenidas unas dentro de otras: la

sustancial es la que Antonio Rojas Martens, el ex miembro de la policía secreta,

ha escrito en la cárcel y que su abogado (de oficio) hace pública respondiendo a

su pedido, sin añadir otro comentario que el que le suscita el escrito de un hombre

que, tras haber mostrado ante el tribunal tanto desapego como si estuviera

exponiendo acciones ajenas, parece recobrar la capacidad de juicio y

discernimiento y necesita referir su historia. Pero dentro de la exposición de

Martens hay otra: es la contenida en el diario de Salinas, el muchacho rebelde que

fue una de sus víctimas además de personaje central en el caso que determinó su

ruina. La intersección de esos relatos hace aflorar de las sombras la naturaleza

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perversa de la dictadura. "Quiero contar una historia -anuncia el verdugo antes de

presentarse-. Una historia sencilla. Podrá calificarse de atroz. Ello, sin embargo,

no altera ni un ápice su sencillez." La dictadura que se ha instalado en el poder le

ha permitido a él, simple policía, integrarse al Cuerpo, la policía política del

régimen. El aprendizaje del novato, profesional responsable y consciente de sus

deberes, se desarrolla al lado de sus nuevos superiores: el imperturbable Díaz,

cuya afectada calma encubre una ferocidad sin límites, y su asistente, Rodríguez,

un sádico extasiado con el nuevo instrumento de tortura que ha traído a la oficina

y que lo auxiliará en la rutina diaria. Maestros en el arte de arrancar confesiones,

están al servicio del poder, no de la ley -como le aclaran al novato cuando este

manifiesta alguna vacilación-, y se esfuerzan por sumar nuevos nombres a su

archivo de enemigos o sospechosos. A esa nómina irá a sumarse Salinas, hijo del

propietario de una cadena de grandes almacenes. El muchacho, descontento con

su estéril destino de heredero, se ha rebelado ante los atropellos del régimen y la

pasividad y la resignación de los otros, en especial del padre poderoso, y ha

intentado comprometerse con los grupos resistentes, movimiento que no ha

pasado inadvertido para el empresario, que concibe una artimaña para protegerlo,

pero tampoco para la maquinaria vigilante de la dictadura, que extenderá sus

brazos hasta atraparlos a los dos. El suspenso, que lo hay, se sostiene en el

desconocimiento que el lector tiene del compromiso de los Salinas con un

presunto complot, pero a Kertész no le interesa tanto la trama "policial" como

indagar en la intimidad de la máquina totalitaria y, sobre todo, en el proceso que

lleva a un ser humano a implicarse en ella. Y lo hace con la voz misma del

verdugo, otra pieza en un engranaje tan cruel y ciego como absurdo. La fría

precisión del lenguaje, el tono distanciado, el relato corto, seco, en el que casi

nada es expuesto directamente, multiplican el efecto perturbador de esta fábula

medulosa (se recomienda una segunda lectura), en la cual, más allá de

mecanismos de poder, conductas individuales o circunstancias históricas, lo que

se pone bajo la lupa es la propia naturaleza humana.