RESUMEN - Biblat · 2011. 4. 27. · RESUMEN Luego de acalorados debates políticos y...

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JORGE CONDE CALDERONRESUMEN Luego de acalorados debates políticos y movilizaciones de los sectores populares, los cons- tituyentes cartageneros de 1812 extendieron la calidad de ciudadano a los varones libres de color. Con la revolución política de 1810, siguió utilizándose esa denominación, cuyo em- pleo se prolongó hasta los primeros decenios de la República para diferenciar los individuos en razón de su clase, raza y estatus. Sin embargo, la participación política de los ciudadanos de color generó una verdadera revolución igualitaria que no fue recibida de la mejor manera por la mayor parte de los notables blancos. Estos, desde el poder elaboraron estratagemas y discursos para excluir a los individuos pertenecientes a esa clase o raza. PALABRAS-CLAVE Ciudadanía, pardocracia, miliciano, república. CITIZENS OF COLOR AND THE REVOLUTION OF INDEPENDENCE OR THE ITINERARY PARDOCRACIA IN THE COLOMBIAN CARIBBEAN ABSTRACT After heated debates and mass political mobilizations, the constituents of Cartagena in 1812 extended the quality of citizens to colored free men. With the political revolution of 1810, the use of that name continued until the first decades of the Republic to differentiate between individuals because of their class, race and status. However, the political participation of citizens of color generated a real igualitarian revolution that was not well received by the best of the most notable white people. The later, with their official power, designed some stratagems an speeches to exclude ther people belonging to thar colores etnia or social class. Artículo Recibido en Noviembre de 2008; Aprobado en Febrero de 2009. Artículo de Investigación Científica. El presente artículo es una versión revisada de la ponencia presentada en el V Congreso Internacional “Los Proce- sos de Independencia en la América Española”, Puerto de Veracruz (México), 25-28 de noviembre de 2008. Docente, Universidad del Atlántico. Codirector Grupo de Investigaciones Educación e Identidad Nacional. email: [email protected]

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    JORGE CONDE CALDERON♦

    RESUMEN

    Luego de acalorados debates políticos y movilizaciones de los sectores populares, los cons-tituyentes cartageneros de 1812 extendieron la calidad de ciudadano a los varones libres decolor. Con la revolución política de 1810, siguió utilizándose esa denominación, cuyo em-pleo se prolongó hasta los primeros decenios de la República para diferenciar los individuosen razón de su clase, raza y estatus. Sin embargo, la participación política de los ciudadanosde color generó una verdadera revolución igualitaria que no fue recibida de la mejor manerapor la mayor parte de los notables blancos. Estos, desde el poder elaboraron estratagemas ydiscursos para excluir a los individuos pertenecientes a esa clase o raza.

    PALABRAS-CLAVE

    Ciudadanía, pardocracia, miliciano, república.

    CITIZENS OF COLOR AND THE REVOLUTION OF INDEPENDENCE OR THEITINERARY PARDOCRACIA IN THE COLOMBIAN CARIBBEAN

    ABSTRACT

    After heated debates and mass political mobilizations, the constituents of Cartagena in 1812extended the quality of citizens to colored free men. With the political revolution of 1810,the use of that name continued until the first decades of the Republic to differentiate betweenindividuals because of their class, race and status. However, the political participation ofcitizens of color generated a real igualitarian revolution that was not well received by thebest of the most notable white people. The later, with their official power, designed somestratagems an speeches to exclude ther people belonging to thar colores etnia or social class.

    ♣♣♣♣♣ Artículo Recibido en Noviembre de 2008; Aprobado en Febrero de 2009. Artículo de Investigación Científica.El presente artículo es una versión revisada de la ponencia presentada en el V Congreso Internacional “Los Proce-sos de Independencia en la América Española”, Puerto de Veracruz (México), 25-28 de noviembre de 2008.♦ Docente, Universidad del Atlántico. Codirector Grupo de Investigaciones Educación e Identidad Nacional.email: [email protected] DE FGHDIJ I IFK LM KNCM DOPQ RDHM PGDJ SJ GDTFQ UJ GGJC VWDKKJ XSPKYZ [PY \]Q Ŷ Ŷ \_` a \bcQ d__`

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    Citizenship, pardocracia, militiaman, republic.

    Vecinos, milicianos y artesanos, osimplemente pardos

    A comienzos del siglo XIX, los par-dos habían logrado cierta preeminen-cia política en algunos centros urba-nos distantes de Cartagena, la “ciu-dad cabeza de provincia”. En 1801,los vecinos de la villa de Tolú, en elmarco de un republicanismo munici-pal característico del Antiguo Régi-men, que en la sociedad neogranadinatenía sus raíces profundas en las no-ciones de república y bien públicocomo valores fundamentales, reco-mendaban “como buenos padres dela República, ciudadanos y compa-triotas” para la buena marcha de lacorporación, el “bien público y eco-nómico”.1 Sin embargo, al año si-guiente vecinos blancos reclamabanlos cargos del cabildo de la villa, loscuales eran desempeñados ocasional-mente por pardos, quienes, según lasnormas del derecho indiano no podíanocuparlos.2

    Por otra parte, la formación de unamilicia disciplinada según real ordende 18 de marzo 1773, aplicando elmodelo cubano, en cuanto al pardo,en Cartagena presentó limitacionesconcretas frente a las realidades demo-gráficas que hicieron imposible efec-

    tuar ajustes desde el primer momentode la reforma. En Cuba, el reglamen-to de Alejandro O’Reilly, quien reco-noció el valor de incorporar a las de-fensas de la isla a la numerosa gentede color, proveyó batallones de mo-renos (negros) y pardos (mulatos),cada uno con una plana mayor de ve-teranos blancos en cuyas manos des-cansaba el mando efectivo. EnCartagena, el alto nivel de integraciónracial en las distintas comunidadeshizo difícil, si no imposible, que losmilitares formaran cuerpos de una uotra clase social exclusiva, la cualconfrontaron con una “confusión decolores”. Aunque en la ciudad se con-formaron dos batallones, uno de blan-cos y otro de pardos, fue necesarioutilizar tres compañías establecidas enotros lugares de la provincia paracompletar cada uno, las cuales erandenominadas de “todos colores”. Elloera una manifestación irrefutable dela imposibilidad de mantener clasifi-caciones claras. Así, en los llamadospartidos de Barranquilla, Lorica yMompós funcionaron compañías deblancos, pardos, zambos, pardos-zam-bos, cuarterones, morenos y de todoscolores. En estas últimas se podíanencontrar quinterones, cuarterones,mestizos, zambos, cholos, mulatos,morenos, blancos y pardos.3

    1 Archivo General de la Nación (AGN), Cabildos, tomo 2, fo. 518v.

    2 Ibíd., fo. 588.

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    �� �� ���� �� � ��� ���� ��� ��� � ����� � ��� ����� ������ ��� ��� ��� Los descendientes de parientes negrospresentaban dos clasificaciones: “mo-reno”, es decir, con un parentesco ne-gro más directo; el otro, pardo, incluíavarios tipos de mulatos, algo“achocolatados”, “café con leche” o“piel canela”.4 En el interior de la mi-licia la diferencia solo se presentabaen la remuneración que recibían lospardos. Los oficiales no percibían o nodistinguían las sutiles diferencias ra-ciales y llamaban a todos pardos. Sinembargo, la incorporación de las cas-tas a las milicias planteó una cuestióncrucial en las diferencias inherentes ala estructura militar. La evaluación pri-maria del estatus en los militares con-sistía en el ejercicio de los privilegiosy la expresión de una identidad corpo-rativa.5

    El privilegio o fuero concedido a lospardos planteó un dilema especialmen-te escabroso que podría amenazar elorden social. Antes de la reforma mili-tar, los negros y sus descendientes noeran importantes desde el punto de vis-ta de la movilidad social. Ahora am-pliado, el fuero adquirió otro signifi-cado social y por lo tanto, político. LaCorona española lo extendió a los par-dos para igualarlos a los notables blan-cos y así mantener equilibrada la ba-lanza social y contener un potencial

    disruptivo. En síntesis, el estatus delpardo fue mantenido sin importar lastensiones raciales y sociales que ellopodía suscitar.6 A pesar de la igualdaddel privilegio, existían diferencias quese extendían hacia el sistema de vidasocial externa al cuerpo militar. Porejemplo, los militares pardos no po-dían asistir a las fiestas de sus simila-res blancos o participar en sus espa-cios de sociabilidad.

    Tanto en Cuba como en Cartagena, laflexibilidad racial impulsada por lasautoridades españolas intentaba man-tener la tranquilidad doméstica y con-trarrestar las pretensiones de poder delos notables criollos y españoles paralo cual el pardo costeño,específicamente, era consideradocomo un aliado político de suma im-portancia. Pero, mientras ellas busca-ban explotar tensiones raciales, para elpardo costeño significó la obtenciónde prestigio y estatus incluidos en losprivilegios militares reforzados por elfuero militar. Este elemento, en manosde los soldados y milicianos pardos ymulatos, originó fuertes enfrenta-mientos con la jurisdicción ordinaria,dominada por criollos que veían ame-nazados sus empleos por privilegios detanto prestigio, en poder de la clase hu-milde y los sectores plebeyos.7

    3 KUETHE, Allan J. “Flexibilidad racial en las milicias disciplinadas de Cartagena de Indias”, Historia yCultura, no 2, 1994, pp. 177-191. 4 Para estas definiciones, véase, LANGUE, Frédérique, “La pardocratie ou l’itinèraire d’une «classe dangereuse»dans le Venezuela des XVIIIe et XIXe siècles”, en, Caravelle, n0 67, 1997, pp. 57-72. Traducción de JulioMaldonado Arcón. 5 KUETHE, Allan J. “The status of the free pardo in the disciplined militia of New Granada”, Journal of blackhistory, vol. 56, no 2, 1971, pp. 105-117; p. 109. Traducción de Julio Maldonado Arcón. 6 Ibíd., pp. 110-111. 7 MARCHENA FERNÁNDEZ, Juan, Ejército y milicias en el mundo colonial americano, Madrid, EditorialMapfre, 1992, p. 173.

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    �� �� ���� �� � ���� ���� ��� ���� �� ����� �� ���� ������ ������ ��� ��� � !En 1780, el regente visitador JuanFrancisco Gutiérrez de Piñeres le es-cribía al Ministro de Indias deploran-do la presencia de las unidades de co-lor en el cuerpo militar, ya que “el másvil negro, mulato, tercerón, etc., seconsidera ya igual a cualquier hombreblanco, y en lugar de respetar comoantes a la nobleza, sino que se pone alnivel de ella, por lo menos ha desapa-recido aquella subordinación que tan-to servía para conservar la armonía queresulta de las jerarquías y se ha disipa-do el ascendiente que la sostenía”.8

    Una de las razones que explican laimportancia adquirida por los pardosa comienzos del siglo XIX, dentro dela sociedad del Caribe neogranadino,se basa en algunas evidencias demo-gráficas que, sin embargo, no explicanlo suficiente el papel jugado por estosactores sociales y que la variable edu-cativa no ayuda a aclarar sino en casose individuos bien precisos.9

    Además de los empleos milicianos ylos ocasionales en los cabildos, las ac-tividades productivas de los pardos, esdecir, su papel en lo económico, pre-sentaba, por el contrario, un interéssuperior si se analiza el fenómeno his-tórico que constituía en la sociedad

    neogranadina el mundo de los artesa-nos como verdadero grupo social, asu-mido como clase social identificado enla época de la colonia y que se impusoen el transcurso del siglo XIX. La re-valorización de los oficios manualesdurante el reinado de Carlos III, per-mitió a los artesanos gozar de algunosprivilegios: primero por el reconoci-miento teórico a falta de serlo en lapráctica y en lo cotidiano. En adelan-te, no podían ser encarcelados porcuestiones de deudas, ni tampoco se lepodían decomisar sus herramientas detrabajo. Al tiempo, algunos pardos aco-modados económicamente, empezarona solicitar la dispensa de su condiciónporque aspiraban a lograr por mediode algunas compensaciones económi-cas, el título de “don” que autorizabanlas Reales Cédulas de Gracias al Sa-car en 1801. En el interior de esta éliteurbana de pardos sobresalíanmerecidamente los artesanos quienesse verían estigmatizados por los repre-sentantes de los cabildos. Pero al mis-mo tiempo, los cabildos debían preocu-parse por la formación educativa y pro-fesional sin tener en cuenta el origenracial de los interesados.10

    También, sin tener en cuenta los con-flictos jurisdiccionales entre el cabil-

    8 “Gutiérrez de Piñerez a Gálvez, Santa Fe, 31 de marzo de 1780, Archivo General de Indias, Quito, 574”,citado en, Allan J. Kuethe, “Flexibilidad racial en las milicias disciplinadas…”, pp. 186-187. 9 La historiadora Aline Helg cita el caso de José Noble, vecino de Cartagena, en 1801, “solicitando se declare aDiego su hijo y demás hermanos por Españoles, libres del origen de pardos, y hábil para ser admitido en elcolegio de San Carlos de Cartagena”, HELG, Aline, Liberty and equality in Caribbean Colombia, 1770-1835,University of North Carolina Press, 2004, p. 284. Asimismo, Alfonso Múnera cita la dispensa que, en 1810,Pedro Romero, imploró al rey para que su hijo mayor Mauricio estudiara leyes, MÚNERA, Alfonso, El fracasode la nación. Región, clase y raza en el Caribe colombiano (1777-1810), Bogotá, Banco de la República-ElAncora Editores, 1998, p. 200. 10 LANGUE, Frédérique, Op. cit., p. 66..

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    �� �� ���� �� � ���� ���� ��� ���� �� ����� �� ���� ������ ������ ��� ��� � !do secular, el eclesiástico y el gober-nador de la provincia de Cartagena, lospardos artesanos participaban de lasfiestas religiosas en la ciudad. Porejemplo, en la celebración de la “San-tísima Inmaculada Concepción”, ellosconstruían y decoraban los templetes,organizaban las comedias, las corridasde toros e introdujeron los fuegos arti-ficiales como parte de la celebraciónreligiosa. También participaban en laprocesión y en los rituales consagra-dos a la virgen, en un lugar presididopor “el Ylustre gobernador y coman-dante General, vuestra excelencia se-ñor Deán y cavildo de esta Santa igle-sia, señores ofiziales, reales capitanesdel batallon de esta plaza, cabos y sar-gentos de el gremio de mercaderes yel de los pardos; cada cual de su res-pectivo día con toda solemnidad enadorno de iglesia, altar y, concurso sinotros festejos publicos a excepción delos dichos pardos que siendo como sontantos han adelantado su funcion a losdemas con hazer varios fuegos la no-che antes del día de su fiesta, unicavariedad y aumento que ha observadoen las expresadas festividadeshaviendo oydo que en el presente añoquieren los señores ylustre cavildo se-cular añadir a los demas a una o doscomedias, toros y fuegos”.11

    En resumen, un pardo podía ser segúnlas circunstancias, vecino, compadre,comerciante, miliciano, artesano, ofi-cial o maestro de un gremio, miembrode una cofradía religiosa o de una fac-ción política, o simplemente pardo, es-tigma que por regla general él tratabade evitar. Con la nueva situación ge-nerada luego de 1810, la cual recono-ció en todo vecino útil como en el ciu-dadano honrado, aunque pobre, la fa-cultad de nombrar sus representantes,algunos pardos lograrían participar enla vida social en calidad de iguales alos blancos. Políticamente el hecho sig-nificó una verdadera “revolución de laigualdad”.12

    La republica ante la clase peligrosade los pardos

    Pero esa nueva situación generada porla Independencia, originó calificativostendenciosos sobre los pardos, los cua-les comenzaron a ser consideradoscomo una clase peligrosa o multitudpeligrosa.13 El calificativo surgió en-tre los notables. Estos actorescartageneros del proceso de indepen-dencia consideraron que paralelo aeste, se consolidaba una forma repu-blicana de gobierno. En ella, la ciudadera el verdadero actor y centro del pro-

    11 AGN, Milicias y marina, tomo 73, fo. 768. Cursivas nuestras. 12 Véase, ROSANVALLON, Pierre, La consagración del ciudadano, México, Instituto Mora, 1999, principal-mente la “Introducción: La revolución de la igualdad”, pp. 9-35. Una ilustración apropiada sobre el impacto dela revolución igualitaria en la vida social colombiana, desde una perspectiva diferente, la proporcionó unviajero inglés, quien presenciaba un baile, al cual habían sido invitados miembros de “todas las clases sociales”,y en el que se confundían “la esposa del ministro de finanzas entre las señoras de los latoneros, sastres, camiseros,etc., bailando a la española, en la mejor demostración de igualdad del republicanismo”, STUART COCHRANE,Charles, Viajes por Colombia 1823 y 1824, Bogotá, Banco de la República, 1994, p. 196. (Cursivas nuestras). 13 La expresión “clase peligrosa, es de, LANGUE, Frédérique, Op. Cit. La de “multitud peligrosa” (la multitudedangereuse), en, HEBRARD, Véronique, Le Venezuela Indépendant. Une nation par le discours, 1808-1830,Paris, Editions L’Harmattan, 1996, pp. 52-56. Traducción de Julio Maldonado Arcón.

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    �� �� ���� �� � ���� ���� ��� ���� �� ����� �� ���� ������ ������ ��� ��� � !ceso junto con los cuerpos que la cons-tituían: su sanior pars, la parte mássana del pueblo, reunida en junta su-prema, era el patriciado urbano;14

    igualmente, las castas o libres de to-dos los colores, denominada a vecespopulacho, plebe, clase tumultuaria;así como los esclavos e indios, los cua-les estaban excluidos del discurso re-publicano.

    Por “ciudad” o “República” se aludíaa un sujeto colectivo compuesto porquienes detentaban los empleos públi-cos: alcaldes ordinarios de primera ysegunda elección o nominación,regidores o capitulares, el alférez real,el procurador del común, el alguacilmayor, los escribanos del cabildo y elfiel ejecutor.15 El concepto de Repú-blica, señala Richard Morse, se vincu-la a la idea de una polis agrourbanaconstituida por grupos funcionalmentesegún el oficio y el rango social.16

    En la nueva situación, el ideal patricioproyectó la República como resultadode un proceso que comenzó con laconstitución de esa Junta de Gobierno

    conservadora de los derechos de Fer-nando VII el 22 de mayo de 1810, conla jornada del 14 de junio de 1810, enla cual la movilización del pueblo fuefundamental para deponer y expulsaral gobernador provincial FranciscoMontes, con el pretexto de practicaruna conducta afrancesada. También ladeclaración de independencia absolu-ta el 11 de noviembre de 1811, juntocon una participación popularradicalizada influyó en la convocato-ria de una Convención general encar-gada de redactar la Constitución delEstado de Cartagena de Indias promul-gada en junio de 1812.17

    Antes y simultáneamente con esosacontecimientos, ocurrieron otros he-chos que marcarían las relaciones en-tre “todas las clases del pueblo”. Porejemplo, en la misma fecha de la crea-ción del gobierno provisional en la ciu-dad de Cartagena era una carta anóni-ma, en la cual se señalaba que, “lospardos se han asumido á un tono yacasi insoportable, capaz de imponerseno solamente a la Junta sino también atoda la familia blanca, lo que nos trae

    14 Archivo Restrepo (AR), vol. 9-14, fos. 2-3, “Bando publicado por el muy ilustre cabildo de esta ciudad deCartagena de Indias sobre el establecimiento de una Junta de Gobierno por el estilo y principios de la estableci-da en Cádiz, Cartagena de Indias, 22 de Mayo de 1810”. Sanior pars, “parte más sana”, expresión que seutilizaba para aludir al patriciado urbano considerado la “parte más sana del pueblo”. 15 En este tema se mantenía la tradición hispánica conforme a la Ley II del Titulo VII, libro IV de la Recopila-ción de Leyes de los Reinos de las Indias, la cual establecía: “Que haviendo elegido sitio, el Governador declaresi ha de ser Ciudad, villa, ó Lugar y assi forme la república”, en, CORRALES, Manuel Ezequiel, Documentospara la historia de la provincia de Cartagena hoy Estado Soberano de Bolívar, en la Unión Colombiana,Bogotá, Imprenta de Medardo Rivas, 1883, tomo 1, p. 71. 16 MORSE, Richard “The urban development of colonial Spanish America”, en, The Cambridge History ofLatin America, CUP, vol II, 1984, pp. 90-141; citado en, LEAL CURIEL, Carole, “Del Antiguo Régimen a la“modernidad política”. Cronología de una transición simbólica”, Anuario de Estudios Bolivarianos, Universi-dad Simón Bolívar, Caracas, Año IX, nº 10, 2003, p. 77. 17 Conde Calderón, Jorge, “11 de noviembre de 1811: Independencia de Cartagena, El pueblo en armas”, en, 50días que cambiaron la historia de Colombia, Bogotá, Revista Semana-Editorial Planeta, 2004, pp. 71-74. 18 AR, vol. 26, fo. 25, “Carta del 22 de Mayo de 1810”.

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    �� �� ���� �� � ���� ���� ��� ���� �� ����� �� ���� ������ ������ ��� ��� � !a todos bastante consternados con susimportunas pretensiones de igualdaden todo derecho a fuero, y privilegios;parece que se cuenta con armar y dis-ciplinar a todos los blancos para con-tener tanta audacia”.18

    En conjunto, se trataba de un momen-to durante el cual Cartagena transita-ba de un período de lealtad al monar-ca, a la declaración de su Independen-cia. En 1811, el debate suscitado a pro-pósito de la concesión de la ciudada-nía a los libres de color, y particular-mente a los pardos, se realizó no soloen medio de una profusa circulaciónde impresos, sino también con la in-tención, y a la vez el temor, de evitarque su rechazo originara conflictos ra-ciales signados por un radicalismo po-lítico de tinte jacobino.

    A este riesgo se sumaba el peligro deque los mulatos se alzaran en armaspara obtener por la fuerza un derechoadquirido por sus iguales en otras pro-vincias del reino. También estaba la-tente otro peligro: la mayoría demo-gráfica de los pardos en algunas de esasentidades político administrativas.Además, como lo reconoció un dipu-tado venezolano, a mediados de eseaño, en medio de los debates origina-dos sobre la concesión de la ciudada-nía a esa clase: “Los mulatos son ins-truidos; conocen sus derechos, saben

    que por nacimiento, la propiedad, elmatrimonio y por otras razones sonhijos del país y que tienen una Patriaque defender y de la cual pueden es-perar alguna recompensa cuando susacciones lo ameriten. Modificar esosprincipios y negarles la igualdad dederechos es una injusticia manifiesta,una usurpación y una política odiosaque nos llevará a la ruina. Consideroque la revuelta y los males de Valen-cia no tienen más origen que ese”.19

    Al mismo tiempo otro diputado, yaconcedida la ciudadanía a los mulatos,plantearía unas preguntas sutiles queen el largo plazo se convertirían en elprincipal problema social y político delos vecinos notables de aquellas pro-vincias en las cuales la presencia delos mulatos era inquietante y podríaconvertirse en un factor deradicalización igualitaria: “¿Los mu-latos, iguales en todo aquí, gozan desus derechos de ciudadanos que les sonnegados allá, no emigrarían en grannúmero porque le causarían un dañodirecto a su agricultura, a sus trabajosy al ejército? ¿al recibir en su seno aun buen número de individuos, no des-truiría el equilibrio entre sus habitan-tes en materia de propiedad, de cos-tumbres de propiedades, de abusos yotras cosas y no se vería también ex-puesta a ser dominada por el más fuer-te?”.20

    19 “Sesión del 31 de julio de 1811”, Libro de Actas del Supremo Congreso de Venezuela, 1811-1812, Caracas,1960, vol. 1, p. 259-260. Citado en, HEBRARD, Véronique, Le Venezuela Indépendant. Une nation par lediscours, 1808-1830, p. 112. 20 Sesión del 31 de julio de 1811, Libro de Actas del Supremo Congreso de Venezuela. 1811-1812, Caracas,1961, vol. 1, p. 255. Citado, en, HEBRARD, Véronique, Op. Cit., p. 112.

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    �� �� ���� �� � ���� ���� ��� ���� �� ����� �� ���� ������ ������ ��� ��� � !Se puede inferir entonces que tres pro-cesos articularon y revelaron el idealpatricio que presidió la formación dela Junta cartagenera del 22 de mayode 1810 y correspondían al imagina-rio de los notables. En primer lugar, secelebraría la acción de los primerospatriotas cartageneros que constituye-ron la Junta Conservadora de los De-rechos de Fernando VII, e inmediata-mente considerada como ejemplo. Elpatriotismo se conjugaría entonces ala manera de los hombres ilustrados,los cuales, pacíficamente, se entrega-ron a la defensa de la Nación españo-la. El segundo tiempo de este proceso,corresponde a la preparación de la“elecciones parroquiales, las de Parti-do y en las capitulares para el nombra-miento de Diputados en la SupremaJunta de la Provincia de Cartagena”con la publicación, en diciembre de1810, del primer Reglamento Electo-ral.21

    Aunque el imperativo pacifico de laempresa fue reafirmado sin cesar, el dedefensa, interior y exterior, formabaparte de las prioridades del gobierno.Desde el mes de mayo, se adoptó unprimer plan de organización militarante el denuncio de estar preparándo-se “una conmoción popular contra elGobierno y cuerpos militares”.22 El

    plan preveía la creación de una Divi-sión de Artilleros integrada por los“patricios vecinos, que á la par con loseuropeos estaban alistados para volun-tarios”.

    El tercer momento correspondió pre-cisamente al surgimiento de las prime-ras amenazas importantes para el nue-vo orden. La de mayor dimensión fuela insurrección del Regimiento “Fijo”,en la mañana del 4 de febrero de 1811.La causa del levantamiento fue el nom-bramiento realizado por la Junta comojefe interino del Regimiento del Te-niente Coronel del Regimiento Auxi-liar de Santafé José María Moledo.Aunque el teniente general AntonioNarváez, quien dirigió la “operaciónindiscreta” para controlar la insurrec-ción, afirmaría que todo era obra de“algunos que pensaban abolir la Juntay restablecer el antiguo gobierno”, enel fondo, había razones más podero-sas.23

    Moledo, uno de los instigadores del 20de julio en Santa Fe de Bogotá, poseíauna personalidad que causó desconten-to entre los soldados, la mayoría ma-nejados por los oficiales, quienes losindujeron a la desobediencia so pre-texto de que él no era nativo de la ciu-dad. Una vez movilizados por el Capi-

    21 AR, vols. 9-14, fos. 20-25, “Instrucción que deberá observarse en las elecciones Parroquiales, en las dePartido, y en las Capitulares pare el nombramiento de Diputados de la Suprema Junta de la Provincia de Cartagena,Diciembre 11 de 1810”. 22 “Oficios cambiados entre el señor Gobernador de Cartagena y Alcaldes ordinarios, sobre temores de unasubversión del orden. Cartagena, Mayo 15 de 1810. Josef María García de Toledo y Miguel Díaz Granados.Señor Gobernador Don Francisco de Montes”, CORRALES, Manuel Ezequiel, Op. Cit., p. 65. 23 “Oficio del Teniente General don Antonio Narváez al Secretario de Estado del Despacho Universal de Indias,Cartagena, 7 de febrero de 1811”, en, RESTREPO, José Manuel, Documentos importantes de Nueva Granada,Venezuela y Colombia. Apéndice de la Historia de Colombia, Bogotá, Imprenta Nacional, 1969, tomo I, p. 19.

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    �� �� ���� �� � ���� ���� ��� ���� �� ����� �� ���� ������ ������ ��� ��� � !tán Miguel Gutiérrez y algunos oficia-les, los soldados se dirigieron en co-lumna hacia el lugar donde se reuníala Junta de Gobierno. Para sofocarlos,el poder civil que ellos trataban de in-timidar con su poder insurreccional ydesfile marcial, movilizaron “para sos-tener a la Junta las cinco compañíasdel cuerpo de voluntarios blancos ycinco del de pardos, que con el nom-bre de Patriotas había formado ésta, yhecho instruir algunos meses hace, yagolpados delante de la plaza y callesinmediatas multitud innumerable delpueblo con machetes, lanzas, trabucosy escopetas para el mismo efecto”.24

    En realidad, la insurrección del Regi-miento “Fijo” no fue una oposiciónpolítica de los regentistas al nuevopoder juntista: era el reflejo de la an-tigua rivalidad entre las ciudades. LaJunta de Santa Fe nombró a Moledoy, en esa época los nombramientos encada localidad o provincia eran partedel poder autonómico de la respecti-va Junta, en este caso la cartagenera.Por tal razón, y en aras de corregir“el motivo más poderoso de la quejadel regimiento”, Narváez les hizo ver,“que ya la Junta, por mi representa-ción, ya había revocado [el nombra-miento de Moledo] y dejádolo a miarbitrio”.25

    En términos generales, esta situaciónfue aprovechada por los pardos, y engeneral por la “gente de color”, parademostrar su potencial político. Lanarración de los mismos acontecimien-tos realizada por el mulato Manuel Tri-nidad, quien era teniente del batallónde voluntarios pardos, permite inferirel carácter radical adquirido por lamovilización de estos sectores. ManuelTrinidad narró que una multitud “demás de 400 hombres con lanzas, sa-bles, machetes y hachas… siguieron alas prisiones”, y en la noche todo “fuede revolución”. A la mañana del díasiguiente la furia de la multitud arre-ció con la vinculación de “más de 200zambos armados”.26 Indudablemente,que en ese momento el gobierno deCartagena ya había olvidado el oficiodel 15 de mayo de 1810, en el cual seordenaba acuartelar las milicias y re-coger “todas las armas del poder delarmero Pedro Romero”.27

    Sin embargo, estos hechos no modifi-caron las disposiciones electorales,aunque obligaría a definir, en contra-punto de la familia de los patriotas, lade los traidores y facciosos y publicarlas primeras medidas a excluirlos, in-cluso eliminarlos físicamente. Estopermite la aparición en la escena delos hombres en armas, quienes oficial-

    24 Ibíd., p. 20. 25 Ibídem. 26 “Carta en que se refieren muchos hechos relacionados y consiguientes a la sublevación del Regimiento Fijode Cartagena”, CORRALES, Manuel Ezequiel, Efemérides y anales del Estado de Bolívar, Bogotá, Casa edito-ra de J. J. Pérez, 1889, tomo II, pp. 65-67. 27 “Oficios cambiados entre el señor Gobernador de Cartagena y Alcaldes ordinarios, sobre temores de unasubversión del orden”, CORRALES, Manuel Ezequiel, Op. Cit., p. 66.

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    �� �� ���� �� � ���� ���� ��� ���� �� ����� �� ���� ������ ������ ��� ��� � !mente estaban llamados a sostener, in-cluso a impulsar la acción política, porcuanto algunos de ellos eran en parteactores políticos de primera fila.

    Al respecto, la constitución deCartagena no cambió, reconociendo la“utilidad” de la milicia y los cuerpospatriotas y evitando de esa manera unconflicto inmanejable con la clase par-da.28 Este reconocimiento no disminu-yó los conflictos; por el contrario, laaparición del hombre en armas impri-mió un carácter peculiar a las accio-nes de algunos individuos, alentadaspor la dinámica de la lucha de emanci-pación. Un factor que convirtió a laciudad de Cartagena, en el puerto enel Caribe con la mayor concentraciónde militares de otros países. Un buencontingente de venezolanos había arri-bado a la ciudad luego del desastre delas fuerzas patriotas en ese territorio.Otro grupo de soldados negroshaitianos al mando de Histoy tambiénestaba presente en el puerto caribeño.Esto último proporcionaba razón sufi-ciente para que los notables siguieraninsistiendo en llamar clase peligrosa alos pardos. Igualmente, los aconteci-mientos parecían contribuir a reforzarsemejante caracterización.

    Durante el sitio de la ciudad por lasfuerzas españolas dirigidas por PabloMorillo, un grupo de militares irrumpióen los calabozos de la Inquisición, endonde estaban prisioneros 18 oficiales

    y 270 individuos de la tropa española,quienes estaban destinados al servicioy obras de mantenimiento. El propósi-to del grupo de asalto era ejecutar alos prisioneros españoles, enretaliación por el sitio y para cumplircon lo que “gentes exaltadas” pedíana las autoridades: “que los oficialesfueran pasados por las armas”. La ac-ción se frustró y sólo fueron “degolla-dos” once prisioneros. Para capturar ycastigar a los responsables, el gobier-no comisionó al coronel RemigioMárquez, quien capturó a los presun-tos responsables del atentado, quienes“pertenecían a la marina y a la artille-ría, casi toda formada por gente de co-lor de Getsemaní y pueblo de la ba-hía”.29

    Márquez destituyó y redujo a prisióna los sospechosos, en los mismos ca-labozos de la Inquisición. El coman-dante de la plaza, el general Manueldel Castillo, partidario de castigarloscon la vida por su delito, ofició aMárquez para que acelerara el proce-so. Las noticias llegaron a Getsemaníoriginando un “estado de fermento”que obligó al gobierno a llamar a lasarmas las tropas de línea y encargar lacustodia de las prisiones a los haitianoscomandados por Histoy. Los negroshaitianos le notificaron al comandantede la plaza que ellos no “estaban obli-gados a batirse sino con los españo-les”. Castillo entendió “que no debíaseguir confiándoles las prisiones por-

    28 “Constitución política del Estado de Cartagena de Indias expedida el 14 de Junio de 1812”, Ibid., pp. 136-137. 29 JIMÉNEZ MOLINARES, Gabriel, Los mártires de Cartagena de 1816 ante el consejo de guerra y ante lahistoria, Cartagena, Imprenta departamental, 1950, tomo II, p. 191.

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    �� �� ���� �� � ���� ���� ��� ���� �� ����� �� ���� ������ ������ ��� ��� � !que se habían inteligenciado con lastropas de color” cartageneras. Final-mente, los sospechosos fueron dejadoslibres y a cambio deportados, con locual el gobierno creyó eliminar “firmey ciertamente el peligro que entrañabala exaltación de las fuerzas de color,con el enemigo a las puertas”.30

    El problema con los pardos consistíaen que ellos se sentían iguales y comotales sus acciones estaban encamina-das a reforzar lo que entendían por li-bertad e igualdad ciudadana. Estosprincipios estaban consagrados en laConstitución del Estado de Cartagenade Indias, la cual reconocía como ciu-dadanos a los individuos libres de “to-dos los colores”. Sin embargo, esto noera un remedio definitivo. Los conflic-tos se mantenían por igual. Parece serque a medida que el estatus y condi-ción social y política reconocida a lospardos cambiaba, sus aspiracionesigualitarias se multiplicaban. Al res-pecto, las reflexiones de un observa-dor alertaban a sus contemporáneossobre las acciones de la “clase peligro-sa” de los pardos, las cuales, recomen-daba, debían enfrentarse con “pruden-cia” y “sabiduría”, ya que “por evitara Caribdis nos estrellemos contra Es-cila porque ambos efectos son peligro-sos. Una igualdad absoluta es quimé-rica, jamás existirá entre los hombres

    y mucho menos en nuestros paísescompuestos de tan diferentes clases…nuestras [características] exigen quedetestemos el mortal veneno de la oli-garquía, y temamos al mismo tiempolos males que causará una popularidadtumultuaria”.31

    El fusilamiento de Piar o el anunciode una derrota

    La aplicación de principios básicos delliberalismo como libertad e igualdad,que tanto entusiasmo generó entre losmulatos, pardos, negros libres y escla-vos del Caribe insular, contagió a esosmismos sectores sociales del Caribecolombiano. El carácter racial de loseventos revolucionarios yposrevolucionarios entre 1793 y 1835,en el Caribe, le sirvió a los notablesblancos para calificar de pardocracialas pretensiones políticas y la lucha porel poder de la “clase emergente” de par-dos y mulatos.

    Por consiguiente, pardocracia no fueuna expresión acuñada por ellos; todolo contrario: correspondió a una estra-tagema lingüística de los notables paradisfrazar su miedo por una guerra so-cial o, como la llamaron los contem-poráneos, por una eventual “guerra decolores”, la cual fue convertida en elenemigo que podía aparecer de un

    30 Ibíd., p. 196. Según declaraciones de Castillo, durante el consejo de guerra que le siguieron las autoridadesespañolas de reconquista, los haitianos “eran todos negociantes artesanos o capitanes de barcos”. 31 “Continúan las reflexiones sobre nuestro estado”, El Argos Americano, 5 de Noviembre de 1810, n0 9. Carib-dis y Escila eran dos rocas opuestas del mar de Sicilia. Homero y los poetas latinos las personificaron en dosmonstruos que acechaban a los navegantes. El empleo de “entre Caribdis y Escila”, remite a la frase “entre dospeligros, de manera que es difícil evitar uno sin caer en el otro”; véase, Diccionario General Ilustrado de laLengua Española, prólogos de Don Ramón Menéndez Pidal y Don Samuel Gili Gaya, sexta reimpresión, Bar-celona, Bibliograf, 1980.

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    �� �� ���� � �� �� ��� ���� ��� ��� �� ���� �� �� ���

    � ����� ��� ��� !!"momento a otro. Al respecto, GeorgesLefevbre, refiriéndose al “gran páni-co” francés de 1789, señala que “cuan-do una asamblea, un ejército o pobla-ciones íntegras esperan la aparición delenemigo, es indudable que en algúnmomento se creerá que ha llegado”. Elrumor del enemigo ya próximo afectasignificativamente a las personas másemotivas, quienes darán la alarma. Al-gunas veces solo basta con la presen-cia de un individuo sospechoso. En esemismo tipo de personas interviene laautosugestión y creen ver y oír. En losmomentos de pánico, el poder de lapolicía se vuelve puramente nominal.Entonces la milicia y la masatumultuaria se lo atribuyen a sí mis-mas.32

    En el caso del miedo que despertaronlos pardos así como el temor que sesentía por los separatistas, conspirado-res, sediciosos, individuos señaladosde profesar jacobinismo orobespierrismo, siempre aparecieronasociados en el espíritu de los notablesy muchas veces en el de la sociedad engeneral.33 Por ejemplo, José ManuelRestrepo, un representante de los no-tables con larga trayectoria burocráti-ca que le permitió tener acceso a todopapel oficial, en 1831, señalaba con undejo de felicidad: “En el mes anterior

    hubo en Mompós, Cartagena y SantaMarta algunos movimientos de negrosque se creen conectados con Jamaica.Felizmente se descubrieron las tramasy han sido fusilados los autores. Conesto y con la subyugación de los ne-gros rebeldes de Jamaica, esperamosque todo calmará”.34 Al respecto, elgobernador de Cartagena informaba,proporcionando cifras quizás exagera-das, del numero de participantes de loque él calificaba “horrorosa revoluciónde 12.000 esclavos negros armados deJamaica que estaban dispuestos a des-truirlo todo”.35

    Así como aparecieron estos informesque oscilaban entre la exageración ylo apocalíptico, surgieron opinionesdespectivas sobre los pardos y su ca-pacidad para administrar la Repúbli-ca. El citado Restrepo, refiriéndose alos acontecimientos revolucionariosdel año 1831 que acabaron con el “omi-noso” sistema departamental, señala-ba: “En Cartagena hay sus movimien-tos. El partido demagógico ha queridodeponer a las autoridades y nombrargobernador a un [Juan] Madiedo, quees loco charlatán. Se impidió esta aso-nada y seguía la causa. En Santa Mar-ta y Mompós se temían, según las últi-mas noticias, movimientos de los par-dos contra los blancos, y se tomabanprovidencias para impedirlos”.36 Si-

    32 LEFEBVRE, Georges, El gran pánico de 1789, Barcelona, Ediciones Paidós, 1986, pp. 70 y 123. 33 Ibíd., p. 190. Aunque es pertinente señalar que también puede existir algún interés en propagar el miedo entredeterminados sectores sociales, ya que ello puede reportar algún beneficio a una o varias personas, como plan-teamos más adelante. 34 RESTREPO, José Manuel, Diario político y militar, tomo II, p. 230-231. 35 “Informe del Gobernador de la Provincia de Cartagena sobre una revolución de negros esclavos en Jamaica”,AGN, República, Gobernaciones, t. 42, fo. 2. 36 RESTREPO, José Manuel, Op. Cit., p. 220.

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    �� �� ���� �� � ���� ���� ��� ���� �� ����� �� ���� ������ ������ ��� ��� � !multáneamente, daba muestras de re-gocijo porque “en la noche del 14 deagosto último se descubrió enCartagena una junta de conspiradoresde la clase baja que tramaban contralas autoridades. Más de 14 fueron con-ducidos a la cárcel y se les seguía sucausa; eran de los pardos, que son te-mibles en aquella ciudad”.37 Pero deinmediato parecía perder parte de sufelicidad cuando afirmaba que “los par-dos y esclavos serán aún más temiblessi pasan en el parlamento inglés lasleyes o resoluciones por las que se dalibertad a todos los negros esclavos.38

    Pero no solo Restrepo y el gobernadorde Cartagena mostraron un profundotemor por los pardos. Bolívar, quienconoció de cerca la presencia inquie-tante de pardos y negros en Cartagenay vivió la de Caracas, tendría en cuentaambas experiencias al momento deplantear en su célebre Carta de Jamai-ca: “Seguramente la unión es la que noshace falta para completar la obra denuestra regeneración […] por fortuna,entre nosotros, la masa ha seguido a lainteligencia”.39 Tener en cuenta ambasexperiencias es imprescindible paracomprender a qué se refería el Liberta-dor en ese pasaje. Sin embargo, la ex-periencia venezolana es la de mayorpeso en la redacción del texto, ya quese realiza luego de la caída, en 1814, de

    las dos Repúblicas venezolanas por laacción de pardos y negros cuyos resen-timientos de “clase” contra losmantuanos estimularon a blancos comoel caudillo asturiano José Tomás Boves.En los años siguientes, Bolívar se em-peñó en captar las simpatías de los par-dos, mulatos, negros y llaneros procla-mando en 1816 la liberación de los es-clavos. Pero al año siguiente, hizo fusi-lar al mulato-pardo Manuel Piar, acu-sado de deserción y de promover una“guerra de colores” –como le llamabaBolívar a la guerra social-. Así, lograbamantener en un doble juego, las lealta-des criollas e imponer discretamenteuna disciplina racial que profundizaríaen otros escritos privados hasta sus úl-timos días.40

    Los acontecimientos posteriores al fu-silamiento de Piar el 16 de octubre de1817, oscilaron entre las mayores am-bigüedades respecto al tema de lapardocracia. El día posterior a la eje-cución, Bolívar la justificó en la pro-clama que dirigió a los pueblos de Ve-nezuela y a los soldados del ejército li-bertador, señalando que con ella no solose evitaba “la guerra civil, sino la anar-quía”, las cuales sepultarían “la igual-dad, la libertad y la independencia [que]son nuestra divisa” y solo mediante ellafue que recobramos los más elementa-les “derechos por nuestras leyes, roto

    37 Ibíd., p. 294. 38 Ibíd. 39 BOLÍVAR, Simón, Escritos políticos, Selección e introducción de Graciela Soriano, Madrid, Alianza Edito-rial, 1975, p. 83. 40 GRASES, Pedro, comp., Pensamiento político de la emancipación venezolana, Caracas, Biblioteca Ayacucho,1988, pp. 386-387.

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    �� �� ���� �� � ���� ���� ��� ���� �� ����� �� ���� ������ ������ ��� ��� � !las cadenas de los esclavos” y abatidapara siempre “la odiosa diferencia declases y colores”.41

    El proceso criminal, según la expre-sión de la época, seguido a Piar tuvoelementos que no es fácil encontrar enlos realizados contra otros pardos derango inferior en el cuerpo militar,mientras que él estaba “decorado delúltimo grado de la milicia”.42 Las an-teriores expresiones, tomadas de laproclama dirigida por Bolívar “a losPueblos de Venezuela” el 5 de agostode 1817, junto con otras, como su con-dición racial y el peligro de que se des-atara una guerra social, en esta ocasióndirigida por un Boves criollo, permi-ten concluir que el castigo impuesto algeneral pardo debía ser ejemplarizante.Y aunque la retórica bolivariana señalócomo único propósito “emplear la es-pada de la Justicia contra un ciudadanoque fue benemérito de la Patria”, peroque cometió “el crimen más atroz queha podido cometer un hombre contra lasociedad, el Gobierno y la Patria”43 , loesencial del acontecimiento fue la im-portancia que le atribuyó Bolívar.

    Indudablemente, el Libertador no sehabía asustado con un fantasma cual-quiera. El de un hombre soñador o unhombre solitario con la idea de haceruna “guerra de colores” sino con unindividuo con un proyecto e ideariopolítico, el cual la memoria históricaluego construyó como “símbolo deautonomía regional y de las raícesmúltiples del mestizaje”.44 La lecturaatenta del proceso seguido a Piar, re-vela como un conflicto de dimensio-nes sociales y raciales intentó ocultar-se con el planteamiento de una polé-mica sobre su origen. El propio Bolí-var fue prisionero de esa discusión ina-ne. En la proclama citada señaló: “En-greído el General Piar de pertenecer auna familia noble de Tenerife, negabadesde sus primeros años, ¡¡¡qué horri-ble escándalo!!! Negaba a conocer elinfeliz seno que había llevado esteaborto en sus entrañas. Tan nefando ensu desnaturalizada ingratitud ultrajabaa la mima madre de quien había reci-bido la vida por el solo motivo de noser aquella respetable mujer del colorclaro que él había heredado de su pa-dre. Quien no supo amar, respetar y

    41 BOLÍVAR, Simón, Discursos y proclamas, Buenos Aires, El Cid Editor, 1999, pp. 188-189(Cursivas nuestras). 42 POOL Y DANÍES, John de, BOLÍVAR y los Proyectos de Gobierno del Libertador. General CARLOS MA-NUEL PIAR, Conquistador de la Guayana, Panamá, Impreso en los Talleres de The Star & Herald Co., 1946, p.115. Entre las páginas 109 y 278 están recopilados todos los documentos sobre Piar, desde su proceso hasta losrelativos a la reclamación de sus bienes militares. Los documentos sobre proceso (pp. 109-199) fueron publica-do por primera vez en 1881 en las Memorias del General O´Leary (Caracas, Imprenta Nacional, 1946), peroreducidas. 43 Ibíd., p. 11. 44 SALAS DE LECUNA, Yolanda, “La construcción simbólica del héroe histórico según las voces de la memo-ria colectiva”, en, MATO, Daniel(Coordinador), Teoría y política de la construcción de identidades y diferen-cias en América Latina y el Caribe, Caracas, Editorial Nueva Sociedad, 1994, p. 154. El trabajo de YolandaSalas realiza la reconstrucción histórica de Piar a partir del testimonio oral vinculado con la tradición históricalocal y la memoria colectiva en la región de Guayana, “ámbito de la hazaña de Piar, fragua del mestizaje y cunade la nacionalidad”, señala en otro trabajo la autora; véase, SALAS, Yolanda, “Piar, el héroe mártir de la Inde-pendencia”, Anuario de Estudios Bolivarianos, Universidad Simón Bolívar, Caracas, Año IX, nº 10, 2003, pp.195-219.

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    � ����� ��� ��� !!"servir a los autores de sus días no po-día someterse al deber de ciudadano ymenos aún al más riguroso de todos,el militar”.45

    Con este tipo de caracterización resul-ta difícil aproximarnos al conocimientode las estrategias que Piar emplearíapara ponerse, junto con el General San-tiago Mariño, “a la cabeza de los ne-gros” porque sino “estos [mantuanos]pícaros se burlan de nosotros”.46 Nue-vamente, el proceso proporciona pis-tas que nos aproximan a lo que podíahaber pensado Piar sobre su causa, apesar de que fue silenciado durante eljuicio. El tribunal y los jueces no lodejaban responder, hablar; luego de ser“preguntado” más de cinco veces, es“Reconvenido”(sic!) solo dos veces,en las cuales siempre comienza:“Cómo dice que su conducta…”;“Cómo dice que desde…”.47 Aún asíaparece su voz, hasta en la versión delproceso reducido de O´Leary, en laboca del teniente coronel Juan Fran-cisco Sánchez, quien afirmó que Piarle habló del siguiente modo: “Yo hesido elevado a General en Jefe por miEspada y por mi fortuna, pero soymulato y no debo gobernar en la Re-pública; no obstante, yo he penetradoel gran misterio de la administración,y he jurado a mi honor restituirle lalibertad a tanto inocente que esta de-rramando su sangre por encadenasemás en una esclavitud vergonzosa; me

    voy a Maturín, y al fin del mundo si esnecesario, a ponerme a la cabeza delos que no tienen otro apoyo que suspropias fuerzas, estoy seguro que ha-ciendo resonar por todas partes la jus-ticia de mis sentimientos y la necesi-dad en que nos ponen de tomar las ar-mas cuatro mantuanos, por la ambiciónde mandarlo todo, y de privarnos delos derechos más santos y naturales,no quedará un solo hombre que no sepresente a defender tan digna causa”.48

    Indudablemente, que entre la celeridadcon que se llevó el juicio y la ejecu-ción de Piar mediaron otros elemen-tos, principalmente el miedo por Hai-tí, un fantasma que recorría el Caribe.Por otro lado, el arma de laconscripción de los negros, libres decolor y esclavos confirió una base so-cial y militar a un oficial pardo o mu-lato, que hubiese alcanzado el “últimogrado de la milicia”, para llevar a cabouna “revolución de colores”. Entonces,el miedo resurgía renovado, lo cual ex-plica también el fusilamiento del ge-neral Manuel Piar, quien, luego de par-ticipar en la revolución haitiana comosoldado, las circunstancias colocarona la cabeza de los ejércitosindependentistas durante el exilio delos jefes militares y políticos. Por otraparte, su arresto y ejecución revelarían,para los pardos, una ausencia de “con-ciencia de clase”: Manuel Cedeño, elcompadre mulato de Piar, fue quien lo

    45 POOL Y DANÍES, John de Op. Cit., pp. 111-112. 46 Ibíd., p. 134. 47 Ibíd., pp. 153-160. 48 Ibíd., pp. 119-120.

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    � ����� ��� ��� !!"entregó a la justicia del estado mayorbolivariano frente a sus hombres ytambién frente a su casta.49 El discur-so pronunciado por el Libertador parareunir las tropas de negros, pardos yzambos bajo la bandera de la Repúbli-ca planteaba que la revolución –porfuerza política- se había alcanzado conla proclamación de la igualdad de de-rechos.50 En realidad, todo conduce acreer que Bolívar eliminó en la perso-na de Manuel Piar un rival mucho máspeligroso que un agitador mulato. Paralograr sus fines, esgrimió, en sus nu-merosos discursos, la amenaza de la“guerra de las razas”. Con esta sutile-za política buscó asegurarse el apoyode los mestizos guyaneses a quienespoco preocupaba exterminar a los blan-cos. El estigma racial aquí todavía, estálejos de eliminar el significado de laconducta de los actores; es una varia-ble, entre otras, de su identidad.51

    Aunque la desaparición de Piar no sig-nificó el de la amenaza latente de lapardocracia, su tratamiento político nofue el mismo entre los notables des-pués del decenio de 1820. Ella, real oinventada, también tuvo otras conno-taciones basadas en el interés de algu-nos notables por fomentar el miedoentre sus pares quienes consideraronla posibilidad de realizar alianzas po-

    líticas con miembros de la “clase emer-gente” de mulatos y pardos. En otraspalabras, en el Caribe colombiano tam-bién existió un miedo interesado comoha señalado Ada Ferrer, en su estudiosobre las representaciones originadasen la sociedad esclavista cubana res-pecto a la revolución haitiana.52 Eneste caso, la reacción de los cubanosnotables, criollos y españoles contra larevolución de los esclavos, fue produc-to menos del miedo que del cálculo.Observando el derrumbe de la otrorapróspera colonia francesa de Saint-Dominique (luego Haití), ellos se apre-suraron a llenar el vacío, importandoun número creciente de esclavos yamasando una fortuna cada vez mayorgracias a sus plantaciones de caña deazúcar. La revolución bien podía pro-gresar y los franceses perderían la vida,sus propiedades y sus tierras, se de-clararon partidarios de una línea deacción recordando viva y explícita-mente a Cuba, lo que los franceses ha-bían hecho en Saint-Dominique. Enpocas palabras, ellos buscaban conver-tirse en lo que Haití había sido, recrearuna sociedad próspera fundada sobreel cultivo de azúcar, la esclavitud y elcolonialismo, todos esperaban impedirla sublevación que estas mismas insti-tuciones habían llevado consigo aSaint-Dominique. Es así como las re-

    49 Véase las declaraciones de Cedeño, en, POOL Y DANÍES, John de Op. Cit., pp. 122-123, 130-131. Sobre elcompadrazgo y camaradería de Piar y Cedeño, véase el testimonio del cabo primero José Claro Sixto, en, pp.150-151. 50 BOLÍVAR, Simón, Discursos y proclamas, pp. 188-189. 51 THIBAUD, Clément, «Coupè têtes, brûlè cazes» Peurs et dèsirs d’Haïti dans l’Amèrique de Bolivar”, AnnalesHistoire, Sciences Sociales, 58e année – n0 2, mars-avril 2003, (pp. 305-331), p. 328. Traducción de JulioMaldonado Arcón. 52 FERRER, Ada, “La société esclavagiste cubaine et la revolution haïtiene”, Annales Histoire, Sciences Socia-les, 58e année – n0 2, mars-avril 2003, pp. 333-356. Traducción de Julio Maldonado Arcón.

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    �� �� ���� � �� �� ��� ���� ��� ��� �� ���� �� �� ���

    � ����� ��� ��� !!"percusiones de la revolución haitianaen Cuba, no pueden ser comparadassolo con la idea del miedo y el terror.En efecto, el impacto de la sublevacióntuvo efectos contradictorios en Cuba:al tiempo que se creaba una concien-cia más amplia y una obsesión en tor-no a la rebelión y al poder de los es-clavos, se suscitaba un aumento masi-vo del número de quienes tenían unestatus nuevo de “minoría”, para losblancos y un impulso económico se-mejante al del Saint-Dominique fran-cés.

    Pero los cálculos y las suposiciones nocegaron a los plantadores y al Estado.Todo resaltaba la diferencia entre Cubay Saint-Dominique y afirmaba que allíno existía temor alguno de que Cubase convirtiera en una sociedadesclavista; deliberaban, enviaban re-portes y consultaban sobre el mejormedio para mantener un equilibrio en-tre el beneficio y la supervivencia. Supropuesta tenía dos objetivos. Por unaparte, la suspicacia respecto a posiblesamenazas externas de los Estados eu-ropeos rivales y cada vez más de lamisma Haití; por otra, la vigilanciaescrupulosa de su propio territorio. Dehecho, el ejemplo haitiano conducía alos propietarios esclavistas y funcio-narios a dar otra mirada sobre la so-ciedad local y a su propia población,su territorio y sus relaciones socialesen función de la imagen que tenían deHaití. En esta forma de retorno se pue-de detectar la toma de conciencia quela revolución haitiana entraña para la

    gran isla vecina. Aquí el interés porsuministrar pruebas del miedo o derefutar su existencia en el propio te-rreno de los notables cubanos y espa-ñoles es menor que el de explorar losmedios por los cuales, el derrumbe casisimultáneo de la revolución de escla-vos en Haití y el rápido progreso de laesclavitud en Cuba, han afectado losesquemas de interpretación de los con-ceptos de sociedad y de poder.53

    En el caso del Caribe colombiano valeplantearse: ¿Constituyeron los pardosuna amenaza para la República? ¿Fo-mentaron entre los notables el miedoque los discursos, las acciones de al-gunos pardos como agentes del gobier-no y, aun la retórica bolivariana, trans-mitían?. Lo más probable es que no. Apartir del reconocimiento de la ciuda-danía a los libres de color, aunque laigualdad absoluta y la democracia ra-cial seguirían siendo quiméricas, co-menzó a presentarse una transicióndesde una visión racial a una política,en las acciones de los pardos, mulatosy zambos lo cual ocurrió en medio deconflictos que finalizaban en acuerdos,pactos, alianzas, negociaciones tácitasentre ellos y los notables.

    La revolución igualitaria liberal habíadado origen, sobre el plano constitu-cional, a un mundo sin reparo de colorni de estatus, aún a expensas de man-tenerse solo en el nivel retórico. Sobrealgunos blancos de los estratos altospesó la mácula del blanqueamientoracial y social, ya que la fórmula fue

    53 Ibíd., pp. 340-341.

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    � ����� ��� ��� !!"utilizada con éxito por los sectores in-termedios de mulatos y pardos, quie-nes multiplicaron los resultados de suvictoria en la medida en que se convir-tieron en ciudadanos. Esto acontecíasin olvidar los recuerdos de los le-vantamientos de las gentes de color yla masacre de los blancos en el Caribeinsular, las movilizaciones de los par-dos cartageneros durante la PrimeraRepública o las insurrecciones en losLlanos venezolanos en noviembre de1813. Peor: a este terror de identidadse sumaba un miedo netamente políti-co.54

    El mismo tipo de temor lo encontra-mos en todo el mundo hispánico, es-pecialmente en la región andina. EnQuito, “La población americana secompone en gran parte de indios y ne-gros, gobernados según las normas delantiguo régimen […] ¿Qué podríamoshacer para igualar súbitamente a todasestas clases sin que el edificio socialse vea trastornado?”.55 En 1826, unacarta de Bolívar a Juan Paz del Casti-llo revela los temores de los patriciosde la ciudad vecina de Quito: “De Gua-yaquil me han escrito cosas bastantealarmantes con respecto a lapardocracia […] Tenga Ud., pues,mucha vigilancia y avíseme con tiem-po, para poder hacer yo lo que se pue-da a fin de impedir tamaños males”.56

    En el mismo año le escribió a JoséAntonio Páez señalándole que veía latensión entre razas venezolanas comoun “inmenso volcán que está a nues-tros pies”.57 Similares temores le ex-presaba al vicepresidente Santandercon relación a una revolución de par-dos descalificando a sus promotores,entre ellos Páez, con palabras punzan-tes y dibujando un cuadro que tal vezexageraba la real situación de las rela-ciones entre las facciones. Con la notamarginal “Reservadísimo”, que desper-taba una mayor curiosidad en cualquierlector desprevenido, escribió: “Le te-men a los ingleses para ligarse conellos, y no le temen a la revolución decolores, porque el pueblo es muy su-miso…] mi hermana me dice que enCaracas hay tres partidos, monárqui-cos, demócratas y pardócratas[…]demagogos (amigos de Páez) sugierenideas napoleónicas[…] esos caballeroshan sido federalistas primero, despuésconstitucionales y ahora napoleónicos,luego no les queda más grado que re-cibir que el de anarquistas, pardócrataso degolladores”.58

    Dos años después, en una carta a Pe-dro Briceño Méndez le ampliaba elespectro de los elementos que segúnél causaba la inestabilidad de la repú-blica: “Las antipatías que existen enColombia, la violencia de las opinio-

    54 THIBAUD, Clément, Op. Cit., p. 320. 55 Gaceta de Quito, n0 29, 22 de agosto de 1829, citado en, DÉMELAS, Marie-Danielle, La invención política,p. 120. 56 “Bolívar al general Juan Paz del Castillo, Magdalena, 2 de marzo de 1826”, LECUNA, Vicente, Cartas delLibertador, Caracas, Litografía y Tipografía del Comercio, 1929, tomo V, nº 936, pp. 262. 57 “Bolívar A. S. E. el general José Antonio Páez, Lima, 8 de agosto de 1826”, Ibíd., tomo VI, nº 1041, p. 50. 58 “Bolívar A. S. E. el General F. De P. Santander, Magdalena, 21 de febrero de 1826”, Ibíd., tomo V, nº 911, pp.222-223.

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    � ����� ��� ��� !!"nes exageradas, la enemistad naturalde los colores y la administración deSantander, tiene reducida a la repúbli-ca a una situación desesperada”.59

    Las permanentes alusiones de Bolívara “los colores” puede generar la im-presión de que fue enemigo acérrimode los pardos y, en general, de las gen-tes de color. Al respecto, él tuvo claroel problema de la relación con estossectores sociales. No los consideró elgran peligro como algunas veces loquisieron hacer aparecer autoridadeslocales, simpatizantes o sus amigosmás próximos. Por el contrario, su in-terpretación de la pardocracia fue po-lítica. Así lo demostró hasta sus últi-mos días. Pero siempre rechazó lasmovilizaciones tumultuarias estimula-das por una “súbita reacción de la ideo-logía exagerada” proclive a unaradicalización igualitaria de los colo-res, la cual terminaría imitando eljacobinismo tanto de “la primera re-volución francesa” que “hizo degollarlas Antillas”, como de la segunda quecausaría “el mismo efecto en este con-tinente”, llenándolo “de cuantos ma-les nos faltaban o más bien los van acompletar”.60 Pero también estabaconsciente del peligro que se levanta-ba sobre la nación si “todo el mundova a entregarse al torrente de la dema-

    gogia”, expresión empleada en la épo-ca como si fuera equivalente a demo-cracia.61 Si ello llegaba a ocurrir, Bo-lívar veía imposible detener el ascen-so de “tiranuelos casi imperceptiblesde todos los colores y razas” y la for-mación de “una nueva aristocracia des-tructora de la igualdad”.62 Parece serque sus sospechas no eran infundadas

    La razón por la cual Bolívar conside-raba a la pardocracia un problemapolítico, se basaba en el hecho eviden-te de que los pardos eran un compo-nente indispensable del ejército. En lasdifíciles circunstancias de la guerra, laesclavitud había sido nominalmenteabolida por algunas constituciones en-tre 1812 y 1814. Tan pronto como lasituación militar de un campo se hacíaintolerable, los jefes militares prome-tían la libertad a quienes se unieran alejército. Durante estos años, tanto rea-listas como patriotas emplearon la mis-ma estrategia. También Bolívar aplicóun procedimiento bien calculado encuanto a la abolición de la esclavitud,en su retorno al continente en julio yluego en diciembre de 1816. La con-cesión, puramente circunstancial, noobligaba a nadie. Por otra parte, elcongreso de Colombia restableció laesclavitud en 1821, so pretexto de acor-dar la libertad de vientres.63

    59 “Bolívar al señor general Pedro Briceño Méndez, Bucaramanga, 7 de mayo de 1828”, Ibíd., tomo VII, nº1497, p. 257. 60 “Bolívar A. S. E. el general Juan José Flores. Barranquilla, 9 de noviembre de 1830”, Ibíd., tomo IX, nº 2074, p. 376. 61 Ibíd., p. 377. 62 “Bolívar A. S. E. el General F. De P. Santander, Magdalena, 21 de febrero de 1826”, Ibíd., tomo V, nº 911, pp.224. 63 Véase, BIERCK, Jr. Harold A. “Las pugnas por la abolición de la esclavitud en la Gran Colombia”, en,BEJARANO, Jesús Antonio, comp., El siglo XIX en Colombia visto por historiadores norteamericanos, Bogo-tá, Editorial La Carreta, 1977, pp. 309-344.

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    �� �� ���� � �� �� ��� ���� ��� ��� �� ���� �� �� ���

    � ����� ��� ��� !!"Desde el punto de vista militar, la Re-pública ganaba soldados leales al ré-gimen, el cual, en retribución, lossacaría de la nada; desde el político,se destruiría toda amenaza de una “re-volución de los colores” y se anexa-ría un sector de la sociedad al proce-so de construcción estatal republica-no. De esta manera, se escuchabanlos argumentos de Simón Bolívar, soloalgunos meses antes de que el decre-to de la libertad de vientres fuera ne-gado por el congreso: “Las razonesmilitares y políticas para ordenar laliberación de los esclavos son eviden-tes. Necesitamos hombres robustos yfuertes, acostumbrados a la dureza yla fatiga, que abracen la causa y lacarrera [de las armas] con entusias-mo; de hombres que identifiquen sucausa con la causa pública y para quie-nes el valor de la muerte sea apenasmenor que el de su vida […] Las ra-zones políticas son también más po-derosas. Se ha declarado la libertadde los esclavos de hecho y de dere-cho. El congreso ha considerando lamáxima de Montesquieu: “En los go-biernos moderados, para la libertadpolítica, la libertad civil es preciosa yquien está privado de la una lo estáde la otra”. Está entonces probado porlas máximas de la política y de losejemplos de la historia, que todo go-bierno libre que comete el absurdo demantener la esclavitud es castigadocon la rebelión y quizá por el exter-minio como en Haití. Hemos visto en

    Venezuela morir a gente libre y per-manecer viva la servil; no sé si esa esla política, pero sé que si enCundinamarca no alistamos los es-clavos, nos sucederá lo mismo”.64

    En conclusión, Bolívar aceptó la igual-dad de todos los americanos sin dis-tinción del color de la piel, si ella esta-ba fundamentada constitucionalmenteen las leyes y la justicia. Planteó, res-pecto a los colores, el principio sutilde la disciplina racial que consistía enel acatamiento del orden republicanoy su obediencia a las leyes soberanasde la nación. Reconoció que “nuestrapopulación no es de franceses en nada,nada, nada. La república ha levantadoel país a la gloria y la prosperidad, dadoleyes y libertad. Los magistrados deColombia no son Robespierre niMarat. El peligro ha cesado cuando lasesperanzas empiezan: por lo mismo,nada urge para tal medida. Son repú-blicas las que rodean a Colombia, yColombia jamás ha sido un reino. Untrono espantaría tanto por su alturacomo por su brillo. La igualdad seríarota y los colores verían perdidos to-dos sus derechos”.65

    Las dificultades con que tropezó Bolí-var -facciones de poder, oligarquíaslocales, conspiradores de toda “laya”,la administración de Santander- lo lle-varon a afirmar en una lacónica yagónica frase: “Sin muchas exagera-ciones, se puede llamar a este hemis-

    64 “Bolívar a Manuel Valdés, San Cristóbal, 18 de abril de 1820”, AGN, Guerra y marina, tomo 325, f. 387. 65 “Simón Bolívar al Exmo. Señor general en jefe José Antonio Páez. Magdalena, 6 de marzo de 1826”,LECUNA, Vicente, Op. Cit., tomo V, nº 924, p. 240.

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    � ����� ��� ��� !!"ferio el de la anarquía”.66 Por esa ra-zón, urgía del gobierno la entrega desu pasaporte para salir cuanto anteshacia Europa y así evitar “groseríasinfames”, “nuevas calumnias” y “mildiabluras” que lo suponían, a pesar deestar “trabajando noche y día en man-tener el orden público y predicar launión”, un “vil conspirador”.67

    El fusilamiento de Padilla o la de-rrota anunciada de la revolución dela igualdad

    La más grave acusación contra el juezde letras Ignacio Cavero y Cárdenaspor la “reconocida ineptitud” que leatribuyeron, quienes firmaron como“los litigantes” en un papel impresoque circuló en 1825 en Cartagena, fuesu incapacidad para “evitar una con-moción popular la más peligrosa”.68 Elobjeto de semejante acusación haciareferencia a los “tumultos populares”ocurridos a principios del año 1822,dirigidos al parecer, por Juan JosefPita, un mulato oriundo del pueblo depescadores de Bocachica, lugar cerca-no a Cartagena. Este personaje parti-

    cipó en algunos acontecimientos rela-cionados con los sectores populares depardos y mulatos venezolanos por locual fue capturado, logrando huir, paraesconderse en alguna isla caribeña.

    A tierras caribeñas colombianas arri-bó de Los Cayos(Haití) este “gran pi-rata”, luego de ser “sumariado por elalmirante Brion” en la isla Margarita.Una vez en su lugar natal influyó no-toriamente en los pueblos de Barú ySanta Ana, también de pescadores ycercanos a la ciudad de Cartagena. Losmovimientos de Pita agitaron “los es-píritus inquietos y turbulentos” de talforma que “algunos zambos deGetsemaní” llegaron a considerarcomo algo natural que “la tropa no te-nía otro crimen que pedir por jefe alcoronel Padilla”.69 El movimiento fuerápidamente debelado y casi de inme-diato Padilla elevado al grado de gene-ral, mientras los desórdenes de la adua-na departamental, que a diario eran de-nunciados por Montilla, fueron olvida-dos. Los señalamientos que por esos he-chos recayeron sobre Mauricio Rome-ro y Calixto Noguera fueron desviados.

    66 “Bolívar a Patrick Campbell, Quito, 26 de mayo de 1829”, en, Boletín de la Academia Nacional de laHistoria, Caracas, 1956, nº 154, p. 131. 67 “Del Libertador al Excmo. señor Domingo Caicedo, Turbaco, 1º de junio de 1830”, en, Archivo Epistolar delGeneral Domingo Caicedo, tomo II, nº 395, pp. 103-104. 68 “A tal causa tales defensores. Contestación a los abogados que pretenden contradecir la ineptitud del Sr.Ignacio Cavero”, Cartagena de Colombia, Imprenta de Juan Antonio Calvo, 1825-15, Biblioteca Nacional deColombia (BNC), Fondo Pineda 469(151). Ignacio Cávero y Cárdenas fue presidente de la Junta Suprema deGobierno, en 1810, en reemplazo de José García de Toledo. Natural de Mérida (Yucatán, México), llegó aCartagena el 29 de junio de 1777 como familiar del arzobispo virrey Antonio Caballero y Góngora, se educó enBogotá, abogado de la Real Audiencia y desde 1796 fue administrador de la Real Aduana de Cartagena, murióen 1834. Véase, Carnicelli, Américo, La masonería en la Independencia de América, Bogotá, 1970, tomo I, p.250. 69 “Mariano Montilla al general F. de P. Santander, Cartagena, 30 de abril de 1822”, en, CORTÁZAR, Roberto,Correspondencia dirigida al general Santander, Bogotá, Academia Colombiana de Historia, 1964-1970, vol.VIII n

    o 2720, p. 131.

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    � ����� ��� ��� !!"A ambos se les señaló solamente comolos incitadores de “cabecear a Padillacuando más quieto lo cree uno”.70

    Quienes, como en el caso de Montilla,sufrieron permanentes inquietudes porlos desórdenes de la aduana, aparenta-ban desconocer que el contrabando erasecularmente el motor del intercambiocomercial directo en el Caribe colom-biano, del cual participaban no sólo losnotables, sino también otros grupossociales, constituyendo una peculiarorganización espacial de los nego-cios.71 Esta actividad era la base de lasgrandes fortunas del patriciado urba-no y las modestas fortunas de algunospardos, zambos y mulatos de los sec-tores intermedios.

    La alarma de Montilla ante ese hecho,surgió al observar que a través de di-cha actividad estos últimos sectores nosolo acumulaban alguna riqueza sinoque también, por la amplia participa-ción de la mayor parte de los habitan-tes en actividades ilegales, se relaja-ban los principios de autoridad yampliaban los ofrecimientos de loscanales de ascenso social a los mula-tos, pardos y mestizos. Mientras que a

    los habitantes de la región esas prácti-cas les parecieron algo natural, ya queconvivían desde hace trescientos añosy constituían las principales fuentes desus ingresos.

    Enfoques como los del militar vene-zolano, que en nada se diferenciabande los de otros grupos de poder comolos de bogotanos y payaneses, contri-buyeron a la formación de la percep-ción y representaciones sociales de unCaribe desordenado, periférico o mar-ginal. Independientemente de ellas, locierto es que en este territorio surgióuna sociedad más abierta, no obstanteexistir algunos grupos sociales localesque se negaban a aceptar a “los otros”por incultos y que hicieron de las lo-calidades y de las provincias su espa-cio de un dominio aparente. Sectoresque por su contacto con el extranjero,lograron algún grado de ilustración oluces, como se estilaba afirmar en laépoca, aunque siguieron practicandolas viejas exclusiones nobiliarias a pe-sar de estar inmersas en un amplio pro-ceso de criollización.72

    Los sectores intermedios de mulatos ymestizos también se beneficiaron con

    70 “Mariano Montilla al general F. De P. Santander, Cartagena, 30 de marzo de 1822”, en, Ibíd., n0 2715, p. 120.En esta comunicación Montilla escribió lo siguiente: “Aún hay desórdenes; el contador de tabacos de Mompós,Durana, acusa judicialmente a Conde, el administrador[de correos], sobre fraude y ventas por alto del géneroestancado a precios subidos como los de las ventas y aún a cambio de géneros. El doctor Mauricio Romero, queadministró con Noguerita esta aduana, al entrar las tropas y mientras vinieron los nuevos productos, se haestablecido grandemente; y tiene una gran tienda, un buen alambique y el otro día estaban limpios como unapátena. Ya he dicho a usted antes de ahora algo sobre esos dos niños y ahora repito que Noguera quiera sabercuál empleo le dará usted par ver si se le acomoda, pues no quiere salir de aquí con incertidumbre; así me lo hacontestado cuando le noticié lo que usted me dijo en su carta”. 71 Un análisis detallado de estos aspectos, en: MOUTOUKIAS, Zacarías, “Lazos débiles/lazos fuertes y laorganización espacial de los negocios en Hispanoamérica colonial (segunda mitad del siglo XVIII”, en,BERTRAND, Michel (coordinador), Configuraciones y redes de poder, Caracas, fondo editorial tropykos,2002, pp. 15-25.

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    �� �� ���� �� � ���� ���� ��� ���� �� ����� �� ���� ������ ������ ��� ��� � !ese contacto con el extranjero, por lacondición de territorio fronterizo yportuario del Caribe colombiano. Poresa vía conocieron teorías, autores yensayistas, principalmente, europeos yotras visiones de la política que circu-laron en espacios de sociabilidad comolas tertulias literarias, la masonería ylos centros académicos universitarios.

    Todo ese conjunto de factores desper-taron los mayores recelos y preocupa-ciones entre los más firmes opositoresa la pronunciada movilidad social ypolítica de los sectores intermedios. Elopositor más visible y, tal vez, tambiénmás virulento en sus sindicaciones ala “gente de color”, el general venezo-lano Montilla, afirmó sin embozo al-guno que estaba procurando “entrete-jer las diferentes clases e individuosde este departamento dirigiéndolos ala más perfecta unión y armoniosa so-ciedad”. Aunque señalaba ver con sor-presa que algunos individuos de lamisma clase de los mulatos y mestizosimpidieran el desarrollo de sufilantrópica obra de regeneración so-cial. En particular, Calixto Noguera, aquien consideraba un individuo “deespíritu turbulento y malicioso en quedespierta este desconocido hijo de lapatria. Yo aseguro V. E. que mi con-ciencia no vacila en momento en juz-

    gar a Noguera como sedicioso enemi-go de los blancos, y aún diré más, loreputo perjudicial a la república encualquier clase o condición que seacolocado [… y sobre algunos otros quepuedan semejársele en sus opinionesy resentimientos por razón de derechosde desigualdad”.73

    Esos “otros” de quienes recelabaMontilla, pero de los cuales no men-cionaba nombres, formaron “un parti-do que puso en trastorno la plaza deCartagena” durante los días 6, 7, 8 y 9de marzo de 1828. Entre ellos estabanel General de división José Padilla,“principio agente o factor de hecho tanescandaloso”, Raimundo Meléndez,Capitán Alejandro Salgado, alférez denavío José María Palas, Comandantede milicias Damián Berríos, capitán dela misma arma Diego Martínez,Subteniente Francisco Sánchez,subteniente Nepomuceno Hernández,teniente Joaquín García, subteniente Vi-cente Díaz, teniente José Arias, aspi-rante Fidel Rivas, y los paisanos CalixtoNoguera, Antonio Castañeda, IgnacioMuñoz y José Pantaleón Pérez. En lanoche del primero de los días señala-dos todos se reunieron en la casa delúltimo de los mencionados con el obje-to de acordar un plan para “deponer alas autoridades del Departamento”.74

    72 Véase, VALENCIA LLANO, Alonso, “Una nueva visión de la historia local y regional del Caribe colombia-no”, en, Revista Historia y Espacio, Cali, 16, 2000, que es una excelente reseña del texto de Alfonso Múnera, Elfracaso de la nación. 73 “Mariano Montilla al general F. De P. Santander, Cartagena, 10 de abril de 1822”, CORTÁZAR, Roberto, Op.Cit., vol. VIII, n0 2717, p. 125. 74 “Tumultos populares en Cartagena (Año de 1828)”, en, Revista del Archivo Nacional, Bogotá, IV, 4, 1942,pp. 263-294. Todo el documento constituye la transcripción del proceso contra “Padilla y demás amotinadosque el 6 de marzo de 1828 propalaron en Cartagena la división de clases”, el original reposa en el AGN, SecciónRepública, Criminales, tomo 44. En el presente trabajo se citará como “Tumultos populares en Cartagena (1828)”y respectiva página.

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    �� �� ���� � �� �� ��� ���� ��� ��� �� ���� �� �� ���

    � ����� ��� ��� !!"En el proceso contra los principalesimplicados en los “tumultos populares”apareció otro relativo a la desobedien-cia de siete oficiales, quienes se nega-ron a firmar una exposición de moti-vos dirigida por la División del Mag-dalena a la gran convención que se re-uniría por la misma época en Ocaña.La gravedad de la falta cometida poresos oficiales se aumentaba por habersido “inducidos para esto por el señorPadilla”, quien por su parte ofrecíaprotección a quienes no la firmaran.75

    Sin embargo, la parte central del pro-ceso estuvo atravesado por aspectos re-lacionados con los “tumultos popula-res”, y aunque denominado así, la au-sencia del pueblo cartagenero fue to-tal. La fuerza del movimiento descan-só en los milicianos proclives aPadilla. Tal vez ese fue su gran talónde Aquiles. Las respuestas de los ofi-ciales implicados permiten aproximar-nos a la compleja realidad social delnuevo orden político en una ciudadrepublicana, al imaginario de los acto-res involucrados y al lenguaje utiliza-do para describir las diversas situacio-nes.

    En primer lugar, la profunda desigual-dad social en Cartagena era un hechoreconocido y utilizado para intentaraislar a los sectores intermedios. A losestratos medios y bajos de la poblaciónse les buscó silenciar extendiendo ladesigualdad en los confines de la

    marginalidad cultural reafirmando entono despectivo, la presencia africanaen el mestizaje racial, con declaracio-nes como las del teniente, de ascen-dencia mulata, Pablo Alcázar, cuandorefiriéndose al Comandante Ibarra, loprimero que afirmó fue: “que es decolor africano”.76 En segundo lugar,los pardos y mulatos manejaron la no-ción de que habían sido los fundado-res y constructores de la patria, peropara gozar de su libertad debían “con-cluir” (destruir) a los vecinos blancos,pues, declaraba el sargento primero deartillería José María Flores haberle es-cuchado al General Padilla “que elpueblo lo que quería era gozar de sulibertad, pues para eso habían pelea-do; que advirtiera que el día que seofreciera, él estaba a la cabeza del pue-blo, y se lo digo a usted para que se loavise a los otros compañeros y que sedejen de eso”.77

    Por último, llama la atención el signi-ficado que tienen en los actores expre-siones tales como honor, notables ypolítica. La primera constituía algologrado y reforzado por el amor a lapatria. Las dos últimas se referían apersonas notables sin distinción de cla-se y a los actos de cortesía propios delos hombres de bien; es decir, algo másrelacionado con lo urbano a la manerade lo propio de la urbanidad. Un testi-go declaraba no haber “tenido confian-za con el General Padilla; nunca ha

    75 “Tumultos populares en Cartagena (1828), p. 291. Los oficiales eran: 2º comandante Mariano Gómez y loscapitanes Tomás Herrera, Ramón Acevedo, Marcelo Buitrago, Francisco de Paula Espina, y los tenientes An-drés Escarra y Francisco Buitrago. 76 Ibíd., p. 266. 77 Ibíd., p, 278.

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    �� �� ���� �� � ���� ���� ��� ���� �� ����� �� ���� ������ ������ ��� ��� � !estado en su compañía, solo en las fies-tas de La Popa lo ha visto, y ha estadoen su unión en el bohío del señor JuanAndrés Brid, donde se encontrabandiferentes personas notables de estaciudad; pero que si le había observadoal señor General Padilla que cuandolo encontraba por la calle lo saludabacon política”.78

    En cuanto a las razones expuestas so-bre la causa de la efervescencia dePadilla y algunos otros individuos, es-tas fueron confusas y los testigos res-pondieron según lo que habían logra-do saber de terceros. Todos, al pare-cer, recurrieron a esa estrategia verbalpara evitar señalamientos ysindicaciones. Solo en una encontra-mos una relación de los eventos, algu-nos de los cuales fueron repetidas enotras de las declaraciones. Se trató dela del capitán Francisco Pacheco, quiena la llegada de un oficial para el reco-nocimiento de Montilla como coman-dante general departamental, afirmóque este se ocultó, por “lo que no severificó en la orden de ese día”. Seña-ló a Ignacio Muñoz, que siempre ibamontado sobre un caballo, y a Padilla,como los que siempre dirigían las aren-gas a los milicianos. El primero de losmencionados dijo a los “milicianos yparte del pueblo” reunidos a la puertadel cuartel: “muera el GeneralMontilla” y que este era un jefe conclaras “intenciones” de someter al res-to de la población colombiana “a la ti-

    ranía” de los principios contenidos en“la Carta boliviana”, lo cual “no seríade ninguna ventaja a la segunda clase[la de pardos, mulatos y zambos], puesésta era la que había peleado en loscampos de batalla para ahogar la tira-nía; que arengaba Muñoz al GeneralPadilla que de ningún modo cediese yllevase la contienda hasta el ultimátum;que el general Padilla dijo que él sos-tendría a todo trance la constitución yleyes, manifestando que él había dadopruebas de haberlo hecho así, que [poreste motivo] en La Aguada se habíanarmado más de trescientos hombrescon lanzas y machetes y carabinas,suministrados por el oficial de marinaPalas y Salgado”.79

    De hecho, Padilla fue aclamado co-mandante general de las armas “con elobjeto de calmar la agitación que ha-bía”. Así lo certificó en oficio el escri-bano de la municipalidad de Cartagena,debido al vacío de poder causado porla negativa de Montilla a aparecer enpúblico para responder a los requeri-mientos realizados por los sublevados.Sin embargo, en el agitado escenarioen que ocurrían los “tumultos popula-res”, como la convocatoria a una con-vención donde medirían fuerzas lasfacciones agrupadas alrededor de Bo-lívar y Santander, Montilla, apoyadoprincipalmente por militares venezo-lanos, restableció su mando e inició unproceso que terminó con la destitucióny prisión de los supuestos implicados.

    78 Ibíd., p. 267. 79 Ibíd., p. 276.

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    � ����� ��� ��� !!"Por su parte, Padilla fue señalado poralgunos periódicos por responder a di-rectrices de Santander, quien tambiénfue identificado como otro actor másde la “comedia” que se iba a escenifi-car en la “gran convención”.80 Al pa-recer, las estrechas relaciones políticasentre Santander y Padilla no eran unsecreto para nadie. En pleno desenla-ce de los “tumultos populares”, el pri-mero le escribió a Juan Madiedo: “Ha-blen ustedes en sus papeles de Padillacon dignidad y justicia, presentándolocomo el mejor apoyo a la causa de lalibertad y el acérrimo defensor de losdecretos de la convención. Yo le escri-bo divinamente”.81

    En otra comunicación le insistía en queera necesario que realizaran también“el más justo elogio de Padilla en es-tas circunstancias”. A este lo conside-raba un “benemérito soldado de la li-bertad” con el cual había que “contarciegamente” ya que era una “garantíapara la buena causa!”.82

    La hermana de Padilla, Magdalena,impuesta por “el honor y la naturale-za” publicó una representación a tra-vés de la cual intentaba explicar y apo-

    yar la “conducta” de su hermano en lostumultos populares. Dirigida a los “pa-triotas más ilustres y a los ciudadanosestimables”, la representación era unacontestación a las “opiniones peregri-nas” aparecidas en los periódicos ElAmanuense, El Calamar y La Cornetay contra los “degradados enemigos” desu hermano. De hecho, esto último noera más que una sutil referencia aMontilla y los militares venezolanos,quienes en otra parte del documentofueron calificados como “enjambre deaventureros infelices”.83

    Lo paradójico en la representación deMagdalena Padilla, es que con ella setermina invocando “la moral del ejér-cito” y la “fiel” amistad entre el Liber-tador y su hermano. Pero al final, endecreto firmado por Bolívar se estable-ció aplicar la máxima pena para elGeneral Padilla. La decisión del Liber-tador pudo ser interpretada como un“castigo ejemplar” para evitar la repe-tición de los hechos experimentadospor él durante la primera república ve-nezolana. Pero también pudo estar es-timulada por los señalamientos tenden-ciosos realizados por algunos jefes delEstado Mayor. Uno de ellos, entre las

    80 “Gran Convención”, El Arlequín, Cartagena, Abril 4 de 1828, n0 1. 81 “Francisco de P. Santander a Juan Madiedo, Ocaña, 10 de marzo de 1828”, CORTÁZAR, Roberto, Cartas ymensajes de Santander, Bogotá, 1955, vol. VII, n0 2707, p. 396. Juan Ignacio Madiedo Muñoz, hábil escritor yperiodista cartagenero, activo e inquieto era el intelectual del grupo santanderista, que dirigía y agitaba política-mente esa sección del país en marzo de 1828. Véase, CARNICELLI, Américo, Op. Cit., tomo II, p. 175. 82 “Francisco de P. Santander a Juan Madiedo, Ocaña, 17 de marzo de 1828”, CORTÁZAR, Roberto, Cartas ymensajes de Santander, n0 2713, p. 404. Tal parece que Santander tenía claro las capacidades y virtudes de cadauno de sus copartidarios. A Madiedo y su grupo con inquietudes intelectuales les señaló el lugar donde debíanmantenerse y le prestarían el mejor servicio a esa causa. Mucho antes de los tumultos populares les escribió:“Ustedes con sus plumas hacen a la causa de los pueblos más servicios que un soldado en el campo de batallacon su espada”, “Francisco de P. Santander a Juan Madiedo, Ocaña, Febrero 29 de 1828”, Ibíd., n0 2705, p. 393. 83 “A la postura y la intriga. La justicia y la verdad, por Magdalena Padilla, Cartagena 25 de marzo de 1828”,Cartagena de Colombia, Impreso por Manuel M. Guerrero, año 1828, AR, vol. 170, fo. 168.

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    � ����� ��� ��� !!"instrucciones que le daba al coronelFederico Adlercreutz destinado a lacomandancia de armas de la provinciade Mompós, le ordenaba recoger in-mediatamente las armas de fuego, cu-chillos y machetes portadas por losmilicianos; tener cuidado con el gene-ral Padilla, ya que podía ser “alentadopor el partido que dirige aquí la fac-ción que él capitaneaba” y también por-que había “derramado en su tránsito,el veneno de la sedición de que es cóm-plice”.84 Posteriormente, Montilla loalertó sobre ciertos personajes deMompós que lo tenían disgustado, es-pecialmente, el “bribón” de CalixtoNoguera, de quien decía tener “prue-bas de que reside al lado de su padreen esa ciudad”.85

    Lo cierto fue que tanto los tumultospopulares como el tránsito de Padillapor algunos pueblos hasta llegar aOcaña, acontecieron en medio de unambiente caldeado por el enfrenta-miento faccional entre los partidariosde Bolívar y de Santander. El motivoprincipal de la lucha era asegurar elcontrol de la convención que tendríalugar en aquella ciudad. Por tal razón,un general cercano a Bolívar le reco-mendó a Padilla, en un tono signadopor la ambigüedad: “La posición de U.en el día es falsa y delicada. Hombresamantes de las leyes las suponen vul-

    neradas por U., pues, que ha tenido lagloria de ser su más céleb