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El modernismo es el primer movimiento literario que surgió en América Latina. Tuvo su mayor arraigo en la poesía producida entre aproximadamente 1880 y 1916, año en que falleció Rubén Darío, poeta nicaragüense generalmente considerado el patriarca del modernismo. Para muchos críticos, el modernismo se inicia con la publicación de su poemario Azul . . . en 1888, sin embargo, esta nueva estética se ha encontrado en la obra poética de José Martí y Manuel Gutiérrez Nájera escrita entre 1875 y 1882. (Harlan) La afirmación de la literatura latinoamericana comenzó a fines del siglo XIX con el surgimiento de una nueva forma expresiva más audaz, original y cosmopolita que se llamó "Modernismo. La mayoría de los autores de este movimiento reivindicaron el legado cultural colonial como parte del cuerpo latinoamericano frente al avance cultural norteamericano. Lo que buscaron fue una renovación del lenguaje y una nueva forma de expresión que diera cuenta de lo latinoamericano como diferente de lo sajón y de lo hispano. En este sentido, exploraron las raíces latinoamericanas con el fin de hallar el basamento ideológico para el desarrollo de sus pueblos. CONTEXTO HISTÓRICO En la década de 1880, América latina experimentó cambios fundamentales en su vida política, social y cultural. Si bien, de los países de raíz hispana sólo Puerto Rico y Cuba seguían bajo la hegemonía de España, los demás, ya liberados de los viejos lazos, atravesaban procesos que modificaron notablemente su fisonomía. En esta etapa, las sociedades latinoamericanas se habían asegurado la soberanía política, estaban en plena organización institucional y buscaban, en su breve historia los componentes de una identidad nacional. Varios siglos de dominación española habían dejado profundas huellas y el modelo por imitar no estaba ya en la Madre Patria, sino en otras naciones europeas, que atravesaban un proceso de modernización que atrajo a la clase económica y política mejor acomodada del territorio americano. Tanto en las sociedades sudamericanas como en las de Centroamérica, las últimas décadas del siglo XIX se caracterizaron por una oposición marcada de ideas en casi todos los terrenos. En lo político, la disputa entre conservadores y liberales, entre formas de gobierno federales o centralistas y la incidencia de una clase oligárquica que hacía prevalecer sus derechos frente a la creciente clase trabajadora. En la educación, al papel dominante que quería mantener la Iglesia, se oponían los que abogaban por la educación pública. y culturalmente, el antagonismo se planteaba entre quienes defendían las viejas tradiciones de raíz hispánica y los que pugnaban por la apertura intelectual y por la incorporación de los cambios. El progreso Fue, sin duda, una etapa de innovaciones profundas, atribuibles a tres factores: la industrialización creciente, la transformación tecnológica y la incorporación de la economía latinoamericana al sistema internacional. Aunque no se trató de un desarrollo homogéneo, fue inusitado, por la rapidez con que se procesaron las novedades. La aparición de los ferrocarriles, el telégrafo y el teléfono, la proliferación de fábricas, el aumento de publicaciones -diarios y revistas-, sumados a los avances científicos y al crecimiento poblacional, sembraron en los pueblos la convicción de que ese era el verdadero rostro del progreso humano y que se hallaban en medio de una etapa renovadora que ya no se detendría. La demanda de materia prima por parte de las potencias industriales europeas y de los EE.UU., y la colocación de sus productos manufacturados en los países latinoamericanos definieron el modelo político económico de esta etapa: el de exportación-importación. Así como la Argentina, por ejemplo, se convirtió en productor de bienes agrícola-ganaderos, Chile lo fue de cobre, Perú de azúcar y

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El modernismo es el primer movimiento literario que surgió en América Latina. Tuvo su mayor arraigo en la poesía producida entre aproximadamente 1880 y 1916, año en que falleció Rubén Darío, poeta nicaragüense generalmente considerado el patriarca del modernismo. Para muchos críticos, el modernismo se inicia con la publicación de su poemario Azul . . . en 1888, sin embargo, esta nueva estética se ha encontrado en la obra poética de José Martí y Manuel Gutiérrez Nájera escrita entre 1875 y 1882. (Harlan)

La afirmación de la literatura latinoamericana comenzó a fines del siglo XIX con el surgimiento de una nueva forma expresiva más audaz, original y cosmopolita que se llamó "Modernismo. La mayoría de los autores de este movimiento reivindicaron el legado cultural colonial como parte del cuerpo latinoamericano frente al avance cultural norteamericano. Lo que buscaron fue una renovación del lenguaje y una nueva forma de expresión que diera cuenta de lo latinoamericano como diferente de lo sajón y de lo hispano. En este sentido, exploraron las raíces latinoamericanas con el fin de hallar el basamento ideológico para el desarrollo de sus pueblos.

CONTEXTO HISTÓRICO

En la década de 1880, América latina experimentó cambios fundamentales en su vida política, social y cultural. Si bien, de los países de raíz hispana sólo Puerto Rico y Cuba seguían bajo la hegemonía de España, los demás, ya liberados de los viejos lazos, atravesaban procesos que modificaron notablemente su fisonomía.

En esta etapa, las sociedades latinoamericanas se habían asegurado la soberanía política, estaban en plena organización institucional y buscaban, en su breve historia los componentes de una identidad nacional. Varios siglos de dominación española habían dejado profundas huellas y el modelo por imitar no estaba ya en la Madre Patria, sino en otras naciones europeas, que atravesaban un proceso de modernización que atrajo a la clase económica y política mejor acomodada del territorio americano.

Tanto en las sociedades sudamericanas como en las de Centroamérica, las últimas décadas del siglo XIX se caracterizaron por una oposición marcada de ideas en casi todos los terrenos. En lo político, la disputa entre conservadores y liberales, entre formas de gobierno federales o centralistas y la incidencia de una clase oligárquica que hacía prevalecer sus derechos frente a la creciente clase trabajadora. En la educación, al papel dominante que quería mantener la Iglesia, se oponían los que abogaban por la educación pública. y culturalmente, el antagonismo se planteaba entre quienes defendían las viejas tradiciones de raíz hispánica y los que pugnaban por la apertura intelectual y por la incorporación de los cambios.

El progreso

Fue, sin duda, una etapa de innovaciones profundas, atribuibles a tres factores: la industrialización creciente, la transformación tecnoló gica y la incorporación de la economía latinoamericana al sistema internacional. Aunque no se trató de un desarrollo homogéneo, fue inusita do, por la rapidez con que se procesaron las novedades. La aparición de los ferrocarriles, el telégrafo y el teléfono, la proliferación de fábricas, el aumento de publicaciones -diarios y revistas-, sumados a los avances científicos y al crecimiento poblacional, sembraron en los pueblos la convicción de que ese era el verdadero rostro del progreso humano y que se hallaban en medio de una etapa renovadora que ya no se detendría.

La demanda de materia prima por parte de las potencias industriales europeas y de los EE.UU., y la colocación de sus productos manufacturados en los países latinoamericanos definieron el modelo político económico de esta etapa: el de exportación-importación. Así como la Argentina, por ejemplo, se convirtió en productor de bienes agrícola-ganaderos, Chile lo fue de cobre, Perú de azúcar y plata, Centroamérica de café y plátanos, México de azúcar y de minerales industriales -como el cobre y el zinc- Cuba de café, azúcar y tabaco. Y todos ellos compraban a los países a los que proveían de materia prima, productos industriales terminados: maquinarias, textiles o bienes de lujo.

En este período, las naciones europeas -sobre todo, Inglaterra- hicieron en América latina grandes inversiones. La más importante estuvo representada por el tendido de la red de ferrocarriles y su puesta en funcionamiento. También, hubo poderosos capitales que se apropiaron de las explotaciones mineras, en países de grandes reservas, como México, Perú y Chile. Con la elección de este sistema, los países latinoamericanos quedaron sujetos a las decisiones de otras naciones. Y, aunque algunos sectores intentaron proteger la economía local y su desarrollo autónomo (con aranceles a la entrada de productos extranjeros, para privilegiar los propios), el liberalismo económico permaneció firme en esta última parte del siglo XIX.

Una nueva fisonomía: las grandes ciudades

Este panorama económico provocó grandes variaciones en la composición de las sociedades. Las clases altas se modernizaron y los terratenientes abandonaron la dedicación exclusiva a sus haciendas, para consagrarse también al comercio. Nació así una nueva sociedad burguesa relacionada directamente con los mercados europeos.

La urbanización fue una clara consecuencia de este proceso. Muchas de las grandes ciudades actuales consolidaron su poder entre fines del siglo XIX y principios del xx, como resultado de la política liberal. Hacia 1890, estaban más urbanizados algunos países sudamericanos -Venezuela, Chile,

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Uruguay y la Argentina- que los Estados Unidos. Como afirma el historiador argentino José Luis Romero en Latinoamé rica: las ciudades y las ideas: "Casi todas las capitales latinoamericanas duplicaron o triplicaron la población en los cincuenta años posteriores a 1880".

Sin embargo, este proceso no abarcaba la totalidad de los vastos territorios del continente. Había aún importantes zonas de actividad campesina y extensas áreas sin poblar. El ámbito rural demoró en sentir los efectos del progreso y conservó las características de la antigua sociedad hispana. En esa dirección, América latina seguía mostrando el contraste que Sarmiento había señalado a mediados del siglo XIX entre "civilización y barbarie": las ciudades cultas, copiadas del modelo europeo; y el campo, criollo y rústico.

Los habitantes de los centros urbanos fueron quienes percibieron las transformaciones en la vida cotidiana: el espacio para la construcción de vi -viendas adquirió otra disposición, las comunicaciones acortaron las distancias y hasta el saber científico básico sobre el organismo humano y su funcionamiento modificó viejos hábitos. La modernidad se había instalado.

Los escritores que surgieron durante este período y que se identificaron como modernistas fueron también "modernos", en el sentido de haber celebrado este nuevo modo de vida, de haberse percatado de esa transición -de una sociedad colonial a otra liberal- y de intentar, en consecuencia, la búsqueda de la renovación y de la originalidad en las formas de expresión.

Características:

Se opone al realismo y se parece al romanticismo. Se expresan sentimientos intimos y la mayoría de sus temas se centran en países exóticos y lugares idealizados e inexistentes. De esta manera se huye de la realidad a la que se considera vulgar. La intención es crear belleza sin otra intención.

Todo ello conlleva a que su lenguaje sea culto y refinado. De manera que la forma predomina sobre el fondo. Dan mas importancia al lenguaje que al significado.

Temas del modernismo:

Culto a la belleza: La poesía modernista valora el cultivo del arte por el arte, por lo que hay un énfasis en las imágenes hermosas, armoniosas y exquisitas, así como en la perfección de la forma del poema. Los poetas modernistas no querían producir una poesía burguesa para el consumo masivo. En cambio, es una poesía elitista e idealista, un rasgo heredado del romanticismo. Aparecen cisnes, ornamentación lujosa, materiales preciosos y animales hermosos. En contraste con la naturaleza silvestre del romanticismo, la naturaleza en el modernsimo es domesticado y cuidado como los jardines franceses.

Amor: El tema del amor cobra un tono más erótico y sensual en la poesía modernista.

La evasión: Evocan un mundo fantástico de lugares lejanos y tiempos arcaicos. Predominan imágenes de la mitología greco-latina, así como personajes de otras épocas pasadas como princesas, damas y caballeros. Generalmente no es una poesía regionalista, como el realismo. Los poetas modernistas sienten aversión por la sociedad en que viven. Cultivan el exoticismo con referencias a viajes, y lugares distantes y míticos.

Indigenismo y la amenaza de EE.UU.: Aunque parece contradictorio a la evasión, el tema del indigenismo también suele ser evasionista en que no refleja la realidad actual del pueblo indígena, sino que busca recuperar el legado precolombino del pasado. También hay una preocupación por el imperialismo de los EE.UU. Este tema aparece en Cantos de vida y esperanza (1905), de Darío.

Sincretismo religioso: Recuperan ideas de varias religiones: el budhismo, el cristianismo y la filosofía griega. El paganismo aparece frecuentemente en la deificación de la naturaleza y en las referencias a la mitología clásica (culteralismo). Los poetas modernistas también muestran un interés por el ocultismo y emplean el simbolismo para explorar los significados ocultos del mundo.

Estilo del modernismo:

La influencia del parnasianismo resalta en el estilo arquitectónico de estos poemas tan cuidadosamente construídas como edificios greco-latinos. Se hace hincapié en la perfección de la forma, el esteticismo y el lenguaje culto. El ritmo, palabras esdrújulas, aliteración y onomatopeya se emplean para crear musicalidad en los versos. De hecho, los poetas modernistas buscan evocar todos los sentidos (color, sentido, olor, tacto) con imágenes sinestésicas y cromatismo. Usan el verso alejandrino, dodecasílabo y eneasílabo, pero también comienzan a ensayar el verso libre.

Escritores modernistas:

Éstas son algunas de las figuras más importantes del modernismo hispanoamericano.

Delmira Agustini (Uruguay, 1886-1914)

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José Asunción Silva (Colombia, 1865-1896)

Julián del Casal (Cuba, 1863-1893)

Rubén Darío (Nicaragua, 1867-1916)

Manuel Gutiérrez Nájera (México, 1859-1895)

Julio Herrera y Reissig (Uruguay, 1875-1910)

Ricardo Jaimes Freyre (Bolivia, 1868-1933)

Leopoldo Lugones (Argentina, 1874-1938)

José Martí (Cuba, 1853-1895)

Amado Nervo (México, 1870-1919)