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Restauración de Arquitecturas de Tierra

Graciela María

Viñuales

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ADVERTENCIA PARA ESTA EDICIÓN DIGITAL En 1980 el Instituto Argentino de Investigaciones de Historia

de la Arquitectura y el Urbanismo nos solicitó preparar un trabajo sobre la restauración de los edificios construidos con tierra. De allí partió este proyecto que fuera presentado al Congreso de Preservación del Patrimonio Arquitectónico y Urbanístico Americano, organizado por la Federación Argentina de Sociedades de Arquitectos y Ediciones SUMMA. En abril del año siguiente, el Instituto lo editaba en la imprenta de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Tucumán. Poco después, algunos ejemplares fueron distribuidos por el ICCROM -International Centre for the Study for the Preservation and Restoration of Cultural Property- a bibliotecas especializadas de los cinco continentes, mientras los cursos internacionales lo usaban como bibliografía de base. Fue así que la edición se agotó y, a pesar del interés demostrado por estudiosos del tema, se hacía difícil encarar una nueva impresión. Para ello era preciso hacer una revisión de varias de las técnicas propuestas en 1981, ya que algunas de ellas habían sido superadas. Lo mismo pasaba con los conocimientos históricos y geográficos, que en estos años se han ampliado y profundizado.

En recientes ocasiones, hemos hecho algunas de esas revisiones de manera parcial y las hemos volcado en capítulos de libros y en artículos de publicaciones periódicas, con lo que en cierta medida se han subsanado esas necesidades de actualización. Sin embargo, para poner al día el texto completo hubiera hecho falta un trabajo más vasto y con mayores precisiones. Los avances realizados en estas tres décadas necesitarían estar allí reflejados, con nuevas perspectivas, con una lista bibliográfica mucho más amplia y con las novedades técnicas en los campos de las arquitecturas de tierra y de la restauración en general.

De todos modos, aún con los anacronismos que pudiera tener el libro de 1981, muchos docentes de diferentes países y lenguas, continúan solicitando permisos para copiar algunos capítulos para ilustrar sus clases y entregarlos como textos de apoyo. Fue por eso que frente a las dificultades para editar un nuevo libro actualizado, teniendo a la vista la utilidad que todavía podría dar y las posibilidades que la red hoy nos abre, que decidimos preparar esta edición digital que ponemos a disposición a través del portal del CEDODAL y de su Centro Barro que es hoy nuestro lugar de trabajo.

Graciela María Viñuales Buenos Aires, 1º de abril de 2009

www.cedodal.com

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ÍNDICE 1. Objetivo del trabajo ....................................................... 2. Sistemas constructivos ................................................

2.1. Tierra encofrada ........................................................ 2.2. Tierra con entramado ................................................ 2.3. Mampuestos ............................................................. 2.4. Otros sistemas ..........................................................

3. Ventajas e inconvenientes de cada sistema ...............

3.1. Tierra encofrada ........................................................ 3.2. Tierra con entramado ................................................ 3.3. Mampuestos ............................................................. 3.4. Sistemas térreos en conjunto ................................... 3.5. Combinación de sistemas .........................................

4. Materiales usados y su preparación ............................

4.1. La tierra ..................................................................... 4.2. Agregados en polvo .................................................. 4.3. Agregados húmedos ................................................. 4.4. Fibras ........................................................................ 4.5. Amasado de los materiales .......................................

5. Disposiciones complementarias ..................................

5.1. Cimientos .................................................................. 5.2. Techos ...................................................................... 5.3. Aberturas .................................................................. 5.4. Pisos ......................................................................... 5.5. Acabados .................................................................. 5.6. Instalaciones ............................................................. 5.7. Soluciones complementarias populares ...................

6. Causas de deterioro ......................................................

6.1. Deterioro por agua .................................................... 6.2. Otros deterioros por agentes naturales .................... 6.3. Intervenciones incorrectas ........................................

7. Técnicas adecuadas ......................................................

7.1. Conservación y reparación ....................................... 7.2. Consolidación ........................................................... 7.3. Restauración .............................................................

Bibliografía .........................................................................

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1.- OBJETIVOS DEL TRABAJO El uso de la tierra en la arquitectura está presente desde las primeras manifestaciones constructivas del hombre y ubicado en casi todas las regiones del clima cálido y templado, teniendo una incidencia algo menor en lugares fríos. Dependiendo en parte de los materiales disponibles y en parte de la voluntad formal de los pueblos, se generaron diversas técnicas constructivas que emplearon tierra con exclusividad o en combinación con otros materiales de procedencia animal, vegetal y mineral. De todas las variedades que se han dado, la mayoría de las cuales continúa en vigencia, podemos hacer una clasificación general que nos permitirá el estudio de sus características, ventajas e inconvenientes. Para eso hemos dividido a este tipo de construcciones en tres grandes grupos:

- Tierra encofrada - Tierra con entramado - Mampuestos

Pero antes de entrar en su estudio particularizado, queremos plantear que el objetivo de nuestro trabajo dejará de lado el estudio minucioso de cada tipo, para dedicarse -fundamentalmente- a abordar los problemas de conservación y restauración que ellos presentan y proponer sistemas simples y económicos para solucionarlos. Tendremos especialmente en cuenta que las condiciones normales de clima, antigüedad, posibilidades económicas, etc. del territorio argentino tanto al hacer el estudio, cuanto al enunciar las técnicas a ser aplicadas. 2.- SISTEMAS CONSTRUCTIVOS Analizaremos aquí los sistemas según los tres grupos citados

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más arriba, agregando otras disposiciones donde actúa la tierra, fuera como principal componente, fuera como complemento de otros materiales. 2.1 Tierra encofrada

Este sistema normalmente llamado tapia, tapial o taipa de pilão en Latinoamérica, fue usado con anterioridad a la llegada de los conquistadores, que a su vez también lo utilizaban en su tierra de origen. Consiste en apisonar tierra húmeda dentro de unos encofrados deslizantes e ir de este modo formando las paredes de la construcción. Debe sin embargo tenerse en cuenta que a veces se lo nombra como “adobones”, lo que puede llamar a confusiones con sistemas mamposteriles.

Por las características mismas exige que todos los muros se levanten en forma simultánea y que se vayan armando los vanos desde un principio. Por la misma razón se hacen muy dificultosas las intervenciones posteriores.

En épocas coloniales no se formaban los vanos con anterioridad, sino que se incluían los dinteles en el lugar conveniente y al llegar a la altura de techos se perforaban las aberturas por medio de barras metálicas. No sabemos si aun se mantiene esta práctica en nuestro país.

La forma correcta de construir la tapia es colocando todo el encofrado a lo largo de los muros, con una altura lógica como para poder trabajar entre ellos, aceitar los lados interiores que serán de madera muy bien estacionada y mantenerlos bien firmes en toda su extensión, triangulando las esquinas y apuntalando por secciones. en general las condiciones del encofrado no difieren mayormente de las de un encofrado de Hº Aº.

Se va entonces, distribuyendo la tierra húmeda dentro, sin superar los 7 cm de altura en cada capa y se va presionando con golpes de pisón con caída desde 30 cm. Al notar un cambio de ruido y que el pisón no deja marca, se continúa con la sección siguiente. Así se va trabajando en todo el perímetro hasta completarlo. Luego se agrega otra capa de tierra y se continúa con el apisonado, siempre siguiendo el mismo sentido a lo largo del encofrado. Cuando sea necesario se deslizarán los encofrados hacia arriba, limpiándolos y aceitándolos nuevamente, manteniendo todas las condiciones de firmeza necesarias.

Lo más conveniente es hacer -además del deslizamiento en altura- un deslizamiento horizontal, que permita las uniones verticales de las tablas no sean coincidentes. Así se continuará (siempre preparando los vanos) hasta la altura de los dinteles. Entonces se colocarán éstos suficientemente apuntalados y se proseguirá hasta el nivel de techos.

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Al terminar cada hilada se deberán hacer surcos de 10 a 15 mm que ayudarán a unir la hilada siguiente. La tierra a usar podrá ser amasada con paja, lo que actuará como un armazón, pudiendo también ayudar químicamente en el proceso. El tenor de agua no será muy grande, ya que la compacidad será dada con el apisonado y, permitiéndose un secado rápido, se consigue colocar la capa siguiente en forma inmediata. Si el sonido que da el pisón -por muchos golpes que se den- no llega a ser claro y seco, es que la mezcla contiene mucha agua.

Evidentemente, no se puede dar una fórmula en peso o volumen, ya que ella dependerá de la calidad de la tierra empleada y de los posibles agregados. De todos modos se deberá tener presente que cuanto más fina sea la tierra, mejor. Para saber la cantidad de agua óptima, pueden hacerse pruebas sencillas.

Se toma un puñado de mezcla, se lo aprieta en la mano y se lo deja caer desde la altura de 1 m. Si el puñado apretado en la mano conserva la forma de la misma y no se adhiere y si al caer en el suelo se parte en trozos, la cantidad de agua es correcta. Si en la mano se adhiere y mancha, y si al caer no se rompe es que está muy mojada. Si por el contrario no mantiene la forma de la mano y al caerse se pulveriza, es que está seca.

Se podrán conseguir mejoramientos con pisón neumático y vibradores, que dan un impacto regular a lo largo de todo el trabajo (ya que el manual depende del cansancio del obrero) y permiten hiladas de mayor altura.

Este sistema tiene algunas variantes dadas por el uso de encofrados sobre guías verticales incluidas en el muro (que se pierden) que si bien da mayor seguridad de plomo, resultan paredes menos fuertes. Asimismo en algunas zonas de Europa se agregan en el interior mallas de alambre que permiten, por su armado, grosores menores de muro. También se han usado encofrados metálicos, dando menos porosidad al material, pero con dificultades de recuperación y reutilización del cofre. Pero sea con uno u otro sistema, si las guías se preparan al principio cubriendo todo el alto hay menos probabilidades de perder el plomo.

Pueden, igualmente, hacerse otros agregados para mejorar la calidad de la mezcla, la adherencia entre capas y la mayor liviandad del muro. Ello se consigue mediante diferentes métodos que varían de una región a otra, teniendo como ejemplos el uso de arenas, piedras menudas, teja partida, fibras vegetales o animales, excrementos, etc.

En general puede permanecer sin revoque y sin encalado, pero la inclusión de éstos mejora sensiblemente su conservación.

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Comúnmente se encala sin revocar, pero es de rigor una protección contra las lluvias directas por medio de aleros, o al menos albardas cuando se trata de muros aislados.

2.2. Tierra con entramado

Dentro de esta clasificación reunimos técnicas que consisten en armar una trama que luego es embarrada para formar el paramento.

Con los nombres de estanteo, quincha, bahareque o bajareque, taipa de sebe, etc. se conoce un sistema consistente en un armazón de maderas o cañas generalmente dispuestas en dos sentidos (horizontal y vertical o diagonal y diagonal) que corre entre los pies derechos que forman la estructura independiente.

Se habla de estructura independiente ya que por su misma calidad el muro no adquiere más resistencia que las de mantenerse a sí mismo. Dadas estas condiciones el sistema es muy utilizado en climas cálidos ya que permite armar techados (como primer cobijo) y luego poco a poco ir armando las paredes a medida que se va recogiendo material.

El entramado se hace de rollizos, tablas, ramas, cañas, etc., siendo también muy usada en la zona de nuestro nordeste la palmera cortada en tablas, ya que el propio rollizo es usado en la estructura portante. Hay también entramados tejidos in situ o prefabricados, trabajados en forma similar a los canastos. Es común en Santiago del Estero y el oeste chaqueño el uso de palos a pique con intersticios rellenos de marlos secos.

En ciertas regiones africanas se utilizan largas cañas flexibles que permiten armar entramados abovedados, que son autoportantes, pero en nuestro país no sabemos que se tengan experiencia de ello.

Una vez armada la estructura principal, se procede a construir la trama que irá apoyada o amurada a aquella y luego se hace el embarre. Éste se hará con una mezcla de tierra y agua, colocándose a veces excrementos animales, generalmente equinos. Cuando ello no es posible por la escasez, se tiende a hacer un barro simple y luego colocar la bosta en la última capa a modo de revoque, especialmente hacia el exterior.

Como en otros sistemas, la calidad de la tierra podrá ser mejorada con el agregado de fibras o aligerada con arena, pero todo ello responderá a las condiciones de los materiales a disposición.

El embarre se irá haciendo de ambos lados y por capas

sucesivas comenzando de abajo y continuando con todo el perímetro, o todo a lo largo de la pared, si se construye una sola.

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Como ya dijéramos, este sistema permite la factura por tramos y el agregado de tabiques posteriormente, así como la eliminación de los existentes sin perjuicio de los demás, ya que no sólo son independientes, sino que el entramado los hace más elásticos y capaces de aguantar asentamientos diferentes. Por eso mismo se ha usado esta solución en zonas sísmicas con notable éxito.

El tenor de la humedad del barro será mucho mayor que el de la tapia y dependerá también del tipo y grosor de la trama a cubrir. A posteriori puede hacerse una capa de revoque y si se encala se conseguirá también mayor durabilidad. Asimismo será importante contar con una protección que aleje las aguas de lluvia, como un alero, ya que este tipo de pared es muy sensible a las mojaduras, no así a la humedad ambiente.

En ciertas zonas (la ciudad de Lima es un ejemplo) se ha utilizado este sistema y por medio de cuidadosos trabajos se ha llegado a hacer todo tipo de molduras y relieves.

Otro sistema de construcción que usa el entramado es el que conocemos en la Argentina con el nombre de chorizo o enchorizado. Como el anterior consta de una estructura independiente sobre la que se adosa una trama, pero ésta tiene características diferentes. El enrejado del chorizo tiene principalmente elementos horizontales, colocándose cada tanto algunos verticales, siempre que sean realmente necesarios.

Tradicionalmente entre uno y otro pie derecho se colocaban dos o tres elementos verticales perforados que permitían cruzar por ellos palitos o cañitas que armaban el sistema horizontal. Actualmente el uso de alambre ha simplificado la factura, ya que se atan de un pie derecho al otro alambres horizontales bien tensados que hacen innecesario el uso de parantes perforados.

Armada la trama se amasan en el suelo los chorizos de unos 60 cm de longitud y del grosor que permita la calidad del material. El amasado se hace con barro y fibras (normalmente vegetales) sin cortar. Lógicamente de su longitud dependerá el largo de los chorizos y por ende el de la separación de los alambres. Cuando el largo de la paja es muy pequeño, suele mantenerse la raíz, lo que permite abrir la planta quedando la raíz en el centro del chorizo y por lo tanto el rendimiento en longitud es doble. Si se utiliza este sistema debe estarse bastante ducho en el manipuleo, ya que el chorizo tiende a disgregarse en el centro.

Armado el chorizo, éste se cuelga de un alambre cruzándose las puntas por debajo del siguiente armándose un 8. Inmediatamente se arma otro por debajo y se coloca al lado tocándose, para que ambos fragüen juntos. En realidad se colocan en forma alternada: uno

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del primer alambre, uno del segundo, uno del primero, etc., así en la segunda vuelta se ponen en el segundo y el tercer alambre. Una vez terminado el enchorizado de todo el tramo del muro -y una vez seco- se procede al embarrado y, eventualmente, al encalado.

Puede el barro tener agregados diversos o bien hacerse éstos en el embarrado final. La protección requerida es similar a la del estanteo. En ambas la colocación de una galería perimental garantiza una buena duración.

Lo que tiene de ventaja el chorizo, sobre otro tipo de entramado, es que no se deteriora y puede llegar a reutilizarse después de haberse quitado los chorizos estropeados. Y como el estanteo, permite el armado por partes y aun el desarme con posibilidad de recuperación de alambre.

La formación de vanos en estas construcciones con entramado, debe hacerse al ser formado el armazón, generalmente cruzando a modo de dintel un grupo de alambres (de púa mejor) o simplemente una madera. En cualquiera de las soluciones el dintel correrá entre los pies derechos, aunque sólo se abra un vano pequeño. Las jambas se formarán con parantes de madera que permitirán interrumpir los elementos horizontales en la abertura.

Existen sin embargo, soluciones simples para pequeñas aberturas: incluyendo un horqueta o un pequeño marco de palos en el entramado, se consigue interrumpirlo y lograr así un ventanuco que permitirá las corrientes de aire y la salida del humo. El cerramiento se hará por una arpillera colgada o (como es común en el Chaco) con un pedazo de lata que se coloca del lado de afuera y se mantiene en el lugar por medio de un palo afirmado en el suelo en forma de puntal inclinado.

Dentro de estos sistemas se encuentra también el techado de torta, tan difundido en las zonas áridas y semiáridas, que evolucionó desde un simple apilamiento de tierra sobre un entramado hasta la formación orgánica de una estructura con el agregado de un barro concientemente amasado y preparado. Al enmaderado similar al de un techo de teja se le superpone el entramado formado por cañas, tablones (es muy usado el cardón), ramas, paja, etc. Cuando por razones pluviales comienza a tener pendientes pronunciadas, se recurre a expedientes diversos en los extremos: tanto pueden ser lajas, cuanto cenefas de tablas, siempre buscando que el agua no lave la torta.

De todos modos es necesario un periódico entorte para el buen desempeño del techo. Cada vez que se coloca (tanto la primera, cuanto las renovaciones) se acomoda el embarre general amasado con guano y paja dando finalmente una capa delgada de tierra fina a modo de acabado.

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2.3 Mampuestos En general a los mampuestos crudos se los llama adobes o

ladrillos crudos, pero a esta primera variedad deben agregarse otras más o menos elaboradas que permiten la preparación de bloques que luego serán empleados. Por esa razón del uso diferido es que necesitan un lugar de almacenamiento que en los otros sistemas no se necesitaba.

Para formar tales bloques, la forma más difundida consiste en armar un molde que se rellena con barro, se desmolda y se deja secar hasta ser usado. Dependerá de la calidad de la mezcla, las condiciones climáticas y la dimensión de la pieza el mayor o menor tiempo de secado. Estos bloques conocidos genéricamente en los países de habla hispana con el vocablo de ascendencia árabe: adobe, era usado en América en la época precolombina. En el incanato se lo llamó tica, denominación que aun se mantiene en la zona de influencia quechua (especialmente en Santiago del Estero). Hay también nombres regionales como tabique, zabaleta, etcétera.

El estacionamiento será de 28 días, aunque en algunos lugares llega a dos meses. En un lugar deberá hacerse a pleno sol, en otros sitios a la sombra y en corrientes de aire. Asimismo se recomendará el uso de arenas o de estiércol, etc. De ello se desprende que en cada lugar donde se deba hacer adobe, se tendrá en cuenta la costumbre lugareña y se estudiarán los resultados obtenidos, aunque en general pueden darse algunas pautas comunes.

En cuanto a las dimensiones, se han encontrado en el Cusco piezas de 1,20 m de largo o en la huaca de Pando (cerca de Lima) unos pequeños de sólo 15 cm. Pero unos y otros mantienen en general la proporción 1:2 ó 1:1,5 entre el largo y el ancho, que permite aparejarlos. El espesor -que no baja de 6 cm- crece algo, pero en menor proporción que las otras medidas, no pasando de 20 cm. Lo importante es que las medidas estén en lógica relación entre sí y que el peso y el volumen permitan la manipulación por una sola persona sin fatigarla y sin romperse.

En su composición entran, aparte del barro, el estiércol, la arena, la paja y aun el yeso, teniendo de cada uno mayor o menor necesidad según sean las condiciones de la tierra del lugar.

Luego del amasado pueden hacerse diferentes pruebas para saber si el tenor de humedad es el correcto. Una de ellas es hacer en la superficie de la mezcla un surco de 8 cm de profundidad. Si las paredes del surco se hinchan y tienden a deslizarse una hacia la otra es que la cantidad es correcta. Si se quedan firmes es que es muy seca y si se juntan tiene demasiada agua. Estas pruebas deberán hacerse una vez que se hayan agregado

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todos los ingredientes. Es así que si utilizamos estiércol lo mejor será hacer podrir la mezcla durante un día antes de usarla, luego incorporar la paja dejándola otro día en descanso y recién entonces hacer la prueba.

Una vez obtenida la mezcla aceptable se llenarán los moldes que habrán sido suficientemente aceitados para permitir el desmolde. Para ellos será posible hacer moldes múltiples de 4, 6 ó 9 partes que nos darán de una vez varias piezas.

Antes de desmoldarse pueden hacerse con el dedo o con un estampón estrías o dibujos que ayudarán a la adherencia. Esto es interesante especialmente en zonas sísmicas. El sistema de estampón también ha sido utilizado para fechar adobes nuevos introducidos en una restauración, ignoramos si en estudios posteriores será posible releer tal fecha.

Como el adobe es difícil de cortar, lo lógico es también tener preparados medios adobes, tercios y cuarterones para organizar los aparejos, por eso es aconsejable diseñar un molde múltiple en el que se incluyan éstos.

En algunas zonas se utilizan pedazos de fórmica para forrar el interior de los moldes, evitando así el aceitado y logrando una limpieza rápida y un desmolde uniforme. En otros lados se usa la arena como deslizante. Al llenar el molde debe tenerse cuidado que no se armen burbujas y que el material esté desparramado en forma pareja, buscando de rellenar bien las esquinas.

El desmolde debe hacerse sobre arena o paja y el adobe no debe tocarse hasta unos 4 días después en que se da vuelta, rotando así las caras de exposición hasta que puedan almacenarse No deben usarse si no están bien secos, por lo cual pueden hacerse pruebas a la compresión.

Tanto su almacenado cuanto el muro hecho con estas piezas requiere una protección importante de la lluvia y la humedad. Por ello las pilas de adobes deberán estar bien cubiertas para evitar el agua directa e indirecta.

Otro tipo de mampuestos es el logrado con barro amasado con los mismos componentes, pero con menor tenor de agua y que es amoldado por medio de una prensa. Este sistema ha sido desarrollado en Bogotá a partir de 1952 por el CINVA. Requiere una prensa manual que puede ser adaptada para formar tejas de material similar.

Uno u otro tipo -adobe o bloque prensado- pueden utilizarse con distintos aparejos y trabas, similares a todo trabajo mamposteril. La unión se hará con barro semejante al de las piezas, al que puede agregarse pequeñas porciones de aglomerante (tradicionalmente cal o yeso). Se van haciendo las hiladas sin sobrepasar 1m de altura por día, lo que provocaría un asentamiento por el peso propio. Sin

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embargo, en algunas zonas se aconseja no pasar el medio metro por día, ni 1,20 m por semana.

Cuando hay cruce de paredes debe tenerse presente que los pequeños aplastamientos pueden provocar camadas horizontales no coincidentes, siendo preferible levantar todas las paredes a la vez.

Aparte de la clásica utilización en paredes, el adobe puede usarse -como otros mampuestos-en la concreción de estructuras de arco: arquerías, bóvedas, cúpulas. Tanto usando adobes rectangulares, cuanto trapeciales, podrán hacerse diversos concertados que tendrán o no piezas especiales.

El desenvolvimiento del adobe en estructuras a la compresión se manifiesta también en estos sistemas. En general para ellos se emplean masas más livianas, lo que se consigue por un mayor agregado de paja. La mezcla de asiento será algo más seca que la de los muros y no llenará totalmente la junta de los extradós, en donde -en cambio- se harán cuñas de piedritas chatas o pedacitos de tejas.

En Egipto, fueron estos sistemas desarrollados en épocas de Ramsés II, cuyos depósitos construidos en Luxor aun se conservan. Hoy día sigue siendo ésta una disposición usada ya sea con perfiles circulares, parabólicos o peraltados.

En nuestro país tenemos un interesante ejemplo en las Bóvedas de Uspallata, de corte ojival y realizadas con hiladas avanzadas en la cubierta y con adovelado en los arcos torales.

Es importantísimo en este tipo de material colocar revoques y enlucidos, así como es sumamente conveniente el encalar. El hecho de tener piezas y juntas con diferencias de compactación y con un paramento irregular provoca el estacionamiento del agua, aun la ganada por compensación, lo que origina la disgregación del material.

Asimismo, el adobe por ser poroso permite el ataque de insectos que arman galerías internas similares a las de las polillas en la madera y que en poco tiempo pueden causar estragos. Igualmente, el golpe de los vientos es menos tolerado cuando no existe revoque. Estas consideraciones valen también para el interior que recibe humos, grasas, agua de condensación y ataques de insectos y arácnidos.

Queda aún por estudiarse otro tipo de mampuestos de tierra obtenidos en forma directa, a los que se los conoce con los nombres de tepes, champas, cortaderas, raigambres, cuyo uso se extiende por el sur de nuestra mesopotamia, parte de la pampa húmeda y zonas de la Patagonia, con vigencia en el Uruguay y el Brasil donde reciben el nombre de torrões.

Se hacen cortando bloques de la camada superior del suelo, que quedan armados por la trama radicular de las gramíneas. Luego

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los bloques se apilan con pequeña proporción de agua entre ellos y al fraguar el barro superficial quedan unidos.

Deben también embarrarse al final, ya que la falta de revoque provoca el crecimiento de los rizomas contenidos en la tierra pudiendo llegar a reventar los bloques. Es usual colocarlos boca abajo para evitar ese problema, pero si no se protegen siempre hay peligro de crecimiento vegetal. Sin embargo en zonas de gran sequía se los deja al aire libre y las plantas no crecen, pero sí sufren vientos y ataques de insectos.

Este sistema también está muy difundido en el sur de Francia donde se lo denomina pisé. Igualmente en el sur de Inglaterra, de donde pasaron a EEUU continuando con el nombre de sod. En el Altiplano peruano hay una zona en que es empleado tradicionalmente para hacer los “putucos”, casas de planta cuadrada y bóveda por hiladas avanzadas, sin cimiento, todo realizado con estas champas.

2.4 Otros sistemas

En forma más primitiva se ha usado la tierra utilizando los cascarones de barro que se forman al secarse un terreno arcilloso. Tales piezas se apilan con cuidado formando los muros.

Otro método sería el de la superposición de camadas de barro plástico cuyos bordes excedentes se van cortando con facón antes del secado completo.

Estos sistemas -el de cascarones y el de barro plástico- tradicionalmente usados por pueblos africanos, pasaron a Brasil, donde se los conoce como tijuco y barroca respectivamente. En nuestro país no sabemos de su uso.

Tendríamos aquí que dejar enunciados otros sistemas no térreos de por sí, pero que sin embargo usan el barro en escala menor. Ellos serían los de mamposterías cerámicas o pétreas que usan mortero de tierra amasada. En nuestro país está muy difundido el uso del barro para asentar ladrillos, así como para unir piedras. Éste último sistema es particularmente utilizado en cimientos. La adherencia lograda no es muy buena, necesitando continuos arreglos o bien la existencia de un revoque protector. El expediente normal fue el de rehundir las juntas de barro unos cuantos centímetros y entonces colocar mezcla de cal en esos canales así formados que luego hacían un sólo cuerpo con el revoque.

El barro también estuvo presente en varias aplicaciones que han llegado hasta nosotros. Sólo agregaremos el asentamiento de tejas, hasta que se difundió el uso del clavado o atado a una pieza maderera.

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3.- VENTAJAS E INCONVENIENTES DE CADA SISTEMA Cada uno de los sistemas estudiados presenta una serie de ventajas e inconvenientes que deberán ser correctamente evaluados antes de su uso. 3.1. Tierra encofrada

Tiene las siguientes virtudes: - homogeneidad del muro - realización de un gran espesor en una sola operación - ningún parásito en los muros - ninguna contracción en el secado - ningún pudrimiento - construcción con poca madera - buena subsistencia frente a los incendios - se necesita mano de obra de menor calidad - no se necesita lugar de almacenamiento - no necesita tiempo de curado - puede quedar sin revoque - si el terreno de fundación es bueno, el desempeño estructural es

excelente - la durabilidad es equivalente al ladrillo y muy superior al estanteo y al

adobe

Sus inconvenientes son: - se altera más con la lluvia y los drenajes cercanos que la tierra con entramado (para subsanarlo debe recibir revoque de tierra o mejorado con cal).

- necesita un secado completo de los muros antes de realizar los suelos o apoyar la cubierta (de lo contrario resiste mal la compresión)

- necesita una protección contra la lluvia durante el período de secado - necesita más mano de obra (comparado con el adobe) - necesita una excelente hermeticidad en los cimientos a fin de evitar las subidas de humedad.

3.2. Tierra con entramado

Sus ventajas principales son: - rapidez de ejecución - adaptabilidad a casos de hábitat provisional

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- independencia de la estructura que: - permite flexibilidad arquitectónica - permite protección ya desde su construcción

A los inconvenientes de la tierra encofrada se suman: - fragilidad del conjunto - contracción del secado - parásitos que se desarrollan en el entramado - riesgo de incendio - poco aislamiento - necesidad de madera para la estructura - pudrimiento en caso de humedad 3.3. Mampuestos

Las ventajas de este tipo de construcción son: - mayor plasticidad de formas que las otras técnicas; la posibilidad de

realizar bóvedas, cúpulas, plantas circulares e irregulares - ejecución más simple que la tierra encofrada, menos tecnicismo,

menos cantidad de mano de obra - rapidez de ejecución una vez dispuesto el material - habitable desde que se construye (no necesita tiempo de secado

como la tapia) - realización de aberturas e instalación de trabajos de carpintería en

forma más simple que en la tapia - rapidez de acabado por el revoque, ya que el secado se realiza antes

de la construcción de los muros

Los inconvenientes son: - menos homogeneidad que la tapia - necesidad de un buen revoque, sino los mampuestos se erosionan - necesidad de una superficie importante para el secado de los

bloques - necesidad de clima seco para la preparación - fragilidad del mampuesto, riesgo de roturas

A los panes de tierra tipo champa se les conoce además estas virtudes:

- rapidez de ejecución - poco lugar para almacenado

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3.4. Sistemas térreos en conjunto Los sistemas de tapia y mampuestos tienen una serie de virtudes generales:

- excelente aislante cuando es de espesor grueso - masa que permite acumular las calorías, por ello es recomendable

cuando se usa energía solar - regulación térmica debida a la inercia de la tierra y que permite un

paso de las temperaturas exteriores hacia el interior, lo que es interesante en el caso de un clima templado

- soporta amplitudes térmicas de más de 25ºC sin rajaduras - nada de humedad en el interior - material que transmite mal las vibraciones (aislante fónico) - elasticidad relativa de la masa, lo que hace que las fisuras sean raras

(resiste mejor que el hormigón las sacudidas sísmicas) - material económico si se encuentra en el lugar de construcción, y si

se emplea tal cual o con estabilizadores económicos

Los principales inconvenientes son: - tarda en calentarse y tarda en enfriarse, necesita disposiciones especiales si se quiere acelerar el proceso: patios, ventanillas, galerías

- sensibilidad importante a la humedad - necesidad de realizar una perfecta hermeticidad de los revoques, techos y cimientos

- sólo trabaja bien a la compresión - necesita una buena distribución de las cargas

Se excluyen aquí las construcciones con armazón interno, que sólo pueden presentar algunas de estas ventajas, dependiendo ellos del propio entramado interno y del espesor usado.

3.5. Combinación de sistemas Ya fuera para adaptarse a las distintas necesidades, ya fuera por

diferentes etapas de la construcción, a veces encontramos en un mismo edificio la combinación de dos o más sistemas. Ellos pueden servir para mejorar las condiciones de ciertas partes del conjunto o para economizar tiempo o mano de obra en otras, pero como toda yuxtaposición de disposiciones presenta problemas de falta de homogeneidad que pueden traducirse en fisuras, agrietamientos, diferencias en el asentado, etc. Porque si bien el material básico es el mismo, la forma de combinación con otros ingredientes, la diferencia de amasado y el tenor de humedad en el momento de la construcción pueden llegar a ser factores perturbadores.

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4.- MATERIALES USADOS Y SU PREPARACIÓN Aunque el material básico es siempre la tierra, para mejorar sus

condiciones fisicoquímicas o para adaptarse a las distintas disposiciones constructivas, aparece otra serie de materiales naturales o industrializados que posibilitarán la transformación y adecuación a las distintas situaciones.

4.1. La tierra Si bien puede, en principio, usarse cualquier tierra, la diferente

composición de ella puede hacer variar fundamentalmente el resultado. Para ello es necesario saber qué canteras hay en disponibilidad en el lugar, qué calidades ofrecen y qué distancia las separa de la obra. Esto último puede llegar a estudiarse frente a la posibilidad de colocar la zona de amasado o el tendal cerca de ella cuando se trate de adobes.

La referencia general la dará la procedencia de la tierra empleada tradicionalmente en el lugar y las apreciaciones de los constructores lugareños. De todos modos es importante hacer pruebas antes de decidir en forma definitiva. Estas pruebas van desde la construcción de probetas o el estudio en laboratorio hasta formas simples, rápidas, económicas.

Por medio del olfato se puede detectar tierra con mucho contenido orgánico, que comprometerá posteriormente su durabilidad y resistencia. Si tanto en la extracción cuanto en el momento del mojado se siente un olor mohoso, debe descartarse la tierra.

Con los dientes puede notarse si contiene limo o arena, ya que la arena rechinará entre los dientes produciendo una sensación desagradable.

Lavándose las manos con tierra se puede encontrar que ésta produce una impresión jabonosa pegándose a las manos, ello es prueba de la existencia de arcillas. La tierra con mucho limo tiene aspecto de harina, se despega con facilidad. Las tierras arenosas se despegan fácil de las manos y raspan.

Una prueba que requiere un día puede hacerse con una botella y nos dará la proporción de los componentes. Se llena de agua una botella de fondo plano, luego se agrega algo de tierra, unos dos puñados; se agita bien y se deja reposar, al cabo de una hora se agita otra vez y se la coloca en forma horizontal durante media hora. Entonces podrá verse el fondo de arena y la capa de limo, la arcilla aún estará mezclada con el agua. Pero a las 24 horas podremos ver también la capa de arcilla.

Con estas pruebas podremos saber qué calidades tiene la tierra.

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Generalmente el gran contenido de uno solo de los componentes hace dificultoso o peligroso su empleo, por lo tanto será importante encontrar tierras con proporciones adecuadas. En general se acepta para adobes hasta un 60 por ciento de arcilla. Pero, como ya veremos, estas calidades pueden cambiarse muchísimo por medio de los agregados. De ello se desprende que la única tierra realmente descartable es la de alto contenido orgánico.

De acuerdo a la técnica a emplear deberá elegirse o mejorarse la tierra, pero aquella precaución de estudiar las canteras usuales del poblado debe tenerse siempre presente. Asimismo la sabiduría popular nos da otras pautas simples como el tradicional empleo de la tierra de hormiguero para los revoques y acabados finos. 4.2 Agregados en polvo

La gran cantidad de arcilla contenida en una tierra puede

solucionarse por el agregado de arena hasta alcanzar la justa proporción, agregado que actuará como material inerte y ayudará a la cohesión y disminución de agrietamientos en el momento del secado. Lo mismo puede decirse del hueso molido.

Otros materiales secos pueden incorporarse para provocar una mayor aglomeración y fragüe, serán ellos de fácil consecución en la zona o de elaboración industrial. Popularmente está extendido el uso de la ceniza especialmente para la tapia y la torta. Igualmente desde la época precolombina fue usado el yeso, pero en general este agregado estuvo presente en los revoques.

También pueden incorporarse cales y cementos en pequeñas proporciones para conseguir más estabilidad química y mejor resistencia, pero debe tenerse en cuenta que la mezcla debe hacerse con cuidado y en seco, y que el fragüe debe ser lento. Además son materiales caros y a veces de poca disponibilidad en el lugar, especialmente el cemento. Si bien pueden agregarse cal y cemento simultáneamente, no debe hacerse ninguna combinación de ellos con yeso.

De todos modos no es correcto incorporar este tipo de aglomerantes para ser usados en combinación con otras partes del edificio que no los contengan. Numerosas experiencias indican lo contraproducente del sistema. El equipo que tuvo a su cargo las restauraciones de la mesopotamia asiática demostró que el uso de suelo-cemento sobre adobes simples, aceleró la rotura de éstos.

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4.3. Agregados húmedos

Estos materiales pueden ayudar a la tierra a conseguir impermeabilización, cohesión, dureza final, etc. Su procedencia puede ser de origen vegetal, animal y -hoy día- también sintético, aunque éstos son en general extremadamente costosos y no se producen en el país.

Entre los de origen vegetal figuran todos los jugos de cactáceas de uso difundido para todo tipo de mezclas térreas, pero especialmente para aquellas de acabado: revoques de muros y enlucidos de tortas. También entre éstos están el aceite de coco, el jugo de tronco de banano, los residuos de prensado de oleaginosas (aceitunas, maní, girasol). Dentro de este último grupo es de antigua data el uso del tasco de lino, cuyo empleo por Miguel Ángel en la fortificación de Florencia ha documentado Vasari.

Quedaría por estudiarse el extracto de tanino utilizado en el Asia Central, con posibilidades de aplicación en nuestro medio chaqueño.

De origen animal encontramos agregados de grasa, leche, sangre y orina, pero el uso tradicional es el estiércol de vaca, caballo, llama, etc. que se incorpora tanto al cuerpo del muro, cuanto al acabado. Lo importante es agregarlo después de un día de haberse podrido la tierra con el agua y dejarla podrir un día más después de haberlo agregado. Además de estar bien desmenuzado en el momento de echarlo, debe ser bien amasada la tierra después.

Como a veces es difícil de conseguir, se destina principalmente a la mezcla del revoque que es la que necesitará mayor impermeabilización.

Entre los posibles agregados químicos, existe el asfalto de uso común en las obras de caminos. Si bien su utilización ya se conocía varios milenios antes de Cristo, hoy día su presentación industrial permite su almacenamiento en tanques y su uso como estabilizador. Actualmente en el Perú se construye con adobes a los que se les adiciona un 2 por ciento de asfalto y parecen tener suficiente capacidad hidrófuga, no necesitando revoques. De todos modos, como requiere mucha agua, su uso no puede aplicarse a la tapia que necesita tierra apenas húmeda.

Otras sustancias químicas se aplican normalmente para la consolidación de muros térreos, como ya veremos, pero no se descartaría su utilización directa en el amasado de nuevas construcciones si su precio fuera más accesible. Estos productos principalmente actúan por polimerización.

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4.4. Fibras En la mayor parte de las arquitecturas de tierra está presente un

agregado que actúa en forma física, haciendo de armazón. Ya vimos que hay un sistema llamado de quincha o estanteo que justamente se arma sobre un entramado previo y también el caso de las champas cuyo armazón lo constituyen las mismas raíces de las gramíneas de la costra recortada del suelo.

En el caso de los adobes, la tapia y en los revoques en general las fibras se hacen en forma de agregado. La de uso más común en nuestro país es la paja, que se incorpora recortada de distinto largo para cada tipo de disposición y que será de una u otra gramínea según sea lo que el lugar ofrece. La existencia de cierto tipo de cultivos o industrias, proporciona también pajas o fibras sobrantes que además presentan la conveniencia de estar cortadas y secas (o casi secas) y pueden usarse de inmediato. A la vizcachera, el ichu, la brava, se agregan así los restos de lino, maíz, algodón, arroz y cereales en general, aparte de cortezas, virutas y aserrines.

Menos utilizados son los pelos y lanas de animales, aunque no totalmente desconocidos, sobre todo en zonas áridas.

Pero cualquiera de estos elementos, especialmente los vegetales, permiten la entrada de humedad por capilaridad y las instalación de parásitos, lo que hace que sea fundamental el buen acabado. 4.5. Amasado de los materiales

Una vez terminada la tierra y agregados los posibles componentes en polvo, debe colocarse en un terreno plano y duro formando una capa de 30 a 40 cm, procediendo entonces a su humedecido con agua y con las materias líquidas que se hayan elegido. Este tenor líquido variará según el tipo de sistema a utilizar, y se sabrá si es adecuado según las pruebas especificadas anteriormente.

Esta tierra humedecida deberá ser muy bien amasada. En ciertas zonas se utilizan para ello animales, en otros lados azadas o palas, siendo bastante común el amasado con los pies de los propios albañiles que van caminando en círculo por el tendal. Cuando se obtiene una masa bien homogénea se suspende el pisado por 24 horas.

Entonces al día siguiente, una vez que se han producido varias reacciones químicas, normalmente llamadas podrido, se hace el agregado de materiales húmedos en pasta, un nuevo pisado y un nuevo podrido de 24 horas. Al cabo de ellos se incorporan las posibles fibras.

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Esta es la forma tradicional de hacerlo, variando a veces con las diferentes zonas y materiales agregados.

Hace unas décadas en Egipto se experimentó un sistema que permitía el amasado con menor tenor de humedad, lo que contribuía a acortar el tiempo de secado. Ello se debió al empleo de vapor a presión durante la mezcla de la tierra con los agregados secos, que hizo un mojado correcto de cada partícula. Posteriores pruebas de laboratorio mostraron que los adobes así fabricados -aparte de estar listos en menos tiempo- tenían una resistencia muy superior.

De todos modos, ya en aquella oportunidad se dijo -y hoy podemos repetirlo- que tal experiencia fue interesante por la urgencia con que se debía construir, pero conseguir una resistencia muy grande, o estabilizar con cemento, asfalto, sustancias químicas o efectos de vapor en todo el grosor de la pared es algo no tan justificable, especialmente cuando por medio de correctas aislaciones superficiales se consigue el mismo comportamiento total y cuando realmente la pared no deberá recibir cargas importantes.

Frente a estas ventajas en parte superfluas, está el alto costo de los estabilizantes o de la máquina de vapor que hace posible el humedecido restringido, aparte que la rapidez de secado, por lo general no cuenta en la eficacia del trabajo total.

5.- DISPOSICIONES COMPLEMENTARIAS En las arquitecturas de tierra pueden incorporarse disposiciones

e instalaciones en forma similar a las de otras arquitecturas, pero a veces cada una de estas incorporaciones requiere un tratamiento especial, que además difiere entre la tapia y el mampuesto o entre éste y el estanteo. Por ello pasaremos a considerar algunos casos concretos.

5.1. Cimientos En general las fábricas de tapias y de champas se han apoyado

directamente en el suelo. Para el estanteo, sólo se ha hecho una cimentación primaria de la parte estructural, haciéndose los tabiques a partir del suelo natural.

En cambio para la mampostería de adobe se han hecho diversas fundaciones. La normal ha sido el uso de piedras de maderas imputrescibles. El caso de la piedra es quizás el más usado; consiste

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en una submuración ancha de piedras asentadas en barro o cal, con un sobrecimiento de 40 a 50 cm, a partir del cual se comenzará la construcción térrea de grosor menor.

Este sobrecimiento posibilitará la formación de un poyo interno o externo que será utilizado como asiento, repisa, cama, etc. Cuando una pared se encontraba deteriorada, muchas veces se la deshizo hasta este nivel, para recomenzársela desde aquí nuevamente.

Otro tipo de cimentación lo constituye una pequeña submuración de adobe interrumpida a nivel del suelo con vigas labradas de quebracho colorado. Este sistema comúnmente tenido como de buena aislación hidrófuga, fue el usado por Miguel Ángel en los baluartes alrededor de San Miniato -de los que ya habláramos- y que Vasari describe como “armaduras entretejidas de troncos de castaños, encinas y otras buenas maderas”.

Si bien se estima que la tapia puede partir del nivel natural, generalmente se la usa con el sistema de cimentación pétrea descripto para el adobe.

También hay propuestas de cimentaciones de hormigones de tierra, pilotes en donde apoyarían arcos, etc. Sería este último método aplicable a terrenos sísmicos, por lo que es aconsejable que se lo estudie y experimente. El sistema consiste en pilotes hincados cada tres metros o en cada ángulo de la habitación. Estos se unirían por un arco de adobes cuya clave llegaría a los alféizares y que se cimbraría en las primeras hiladas de la misma pared. También los pilotes deberían hacerse con hormigón de tierra y posibles agregados de piedras, arenas o restos de tejas. Por ser una solución fácil y económica -además de estable- es que se sugiere su estudio metódico.

Lo importante es hacer que entre cimentación y muro de elevación se interponga un aislación hidrófuga correcta que tanto puede estar en un material que haga de barrera, cuanto en una impregnación particular de esa zona del muro. Aquí sería adecuado usar adobes asfálticos o una camada aislante en la tapia. En general se aconseja la ubicación de esta capa a 15 cm del solado.

El corte de la humedad capilar del suelo será el seguro de durabilidad de la construcción.

5.2. Techos Los techos de construcciones térreas buscarán siempre alejar

las aguas no sólo de los ambientes internos y de las cabezas de muros, sino también de la cara externa de la pared. Para eso contarán con aleros suficientes como para que el agua no lave los enlucidos.

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Como el sistema de tierra con entramado es muy atacable, se recomienda en él el uso de galerías perimetrales.

Estos edificios de estanteo como se caracterizan por una estructura independiente, podrán tener techos que se adapten a esa premisa. Si bien hemos visto como complemento lógico la torta para zonas secas, en otros lugares se ha adoptado el tejado de piezas cerámicas o de tronco de palma, no descartándose el uso de la paja entretejida o escalonada. Acepta la inclusión de entrepisos, solución común en las islas del Paraná, fabricados de maderas y esteras.

El adobe podrá tener cubierta hecha con los mismos mampuestos, igual que las champas, por hiladas avanzadas o por adovelado. Así como ambos materiales pueden tener techos de aguas. Eso sí, su poca resistencia al esfuerzo de corte hará necesario el uso de soleras para distribuir las cargas generadas por cada cabio o tijeral.

No sabemos que en una construcción de champas se haya colocado entrepiso (aunque sería posible- pero ello es muy común en los edificios de adobe, que tienen por lo general dos niveles, no siendo raros los de tres. La solución dada al problema del peso propio es la disminución del grosor del muro en cada nivel.

Los mismos problemas y soluciones dados al adobe son aplicables a los muros de tapia que si bien resisten mucho mejor a la compresión, también tienen el inconveniente de la poca resistencia al corte, lo que hace que entrepisos y techos deban ser apoyados en soleras.

Cuando paredes de mampuestos térreos o tapias deban permanecer sin techo -p.ej. muros divisorios de terrenos o corrales- deberán recibir un recubrimiento. Esto será posible con diversos métodos de protección consistentes en un tratamiento hidrófugo o albardas de teja, caña entortada, etc., siempre buscando con ello formar un tejadillo con alero a ambos lados.

5.3. Aberturas Como ya se dijo, en la mampostería de tierra se pueden utilizar

los sistemas de aberturas propios de cualquier mampostería, pero tradicionalmente también se han usado algunas soluciones particulares, que finalmente fueron adoptadas por la albañilería de ladrillo. Con esto nos estamos refiriendo, por ejemplo, a la clásica tronera triangular propia de ventilaciones y escapes de humo, disposición también usada como coronamiento de cercos, semicerramiento de galerías y otras soluciones ornamentales.

La tapia requerirá la formación de vanos a medida que avanza la construcción, pero tanto ella como el adobe necesitarán de los dinteles. Normalmente se han usado para eso piezas de madera.

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Como el grosor de los muros era importante no pudo solucionarse con una pieza única, fue así que -y de ellos hay ejemplos en nuestra arquitectura- se dispusieron varias puertas de sección rectangular, una al lado de otra, trabajando independientemente. Sin embargo, actualmente tiende a hacerse una especie de dintel corrido de madera, en previsión de cambios de aberturas.

En Perú el Ministerio de Vivienda propicia la formación de una viga de encadenado con diversos sistemas de hierro y hormigón. Por razones que luego expondremos en detalle, no creemos en la eficacia de estas combinaciones de materiales, más bien nos inclinamos a aprobar la solución propuesta en Brasil. Ella se basa en el uso del alambre de púa como armadura del propio barro, es decir formando a la altura del dintel una viga de hormigón armado de barro. Se han confeccionado tablas con la cantidad de alambres necesaria teniendo en cuenta la luz del vano, el espesor de la pared y el uso de marcos cajón. La solución es aplicable a adobe y a tapia.

En cualquier solución en que se use la madera, ésta deberá tener raspaduras hechas con azuela que harán de mordientes del barro. Otra solución es cubrir la pieza maderera con arpilleras o sogas que oficiarán de soporte de enlucido. En épocas coloniales las sogas se fabricaban en obra con la misma paja (sin cortar) que se usaba para el barro. También se usaron tientos retorcidos o con nudos de trecho en trecho. Hoy se continúa en parte con estas soluciones, pero cuando la mano de obra es más escasa y se necesita rapidez, se opta por usar caña despuntada y clavada.

De todos modos debe tenerse esto en cuenta: la falta de homogeneidad entre ambos materiales que obliga a un nexo eficaz y la dureza de la madera que en solicitaciones horizontales (como en los sismos) puede hacer de martillo sobre la parte térrea. Por ello la solución tradicional de dinteles formados por varias piezas independientes es más correcta, ya que la fuerza del golpe está dividida. Asimismo otras disposiciones modernas como la de la unión de estas piezas por un triangulado interno u otras formas, de tal rigidez, siendo esa misma rigidez superflua frente a las cargas verticales.

En el caso del chorizo o del estanteo, el vano se preparará de antemano al hacerse el entramado, siendo imposible practicarlo después. La misma viga que une dos postes oficia a veces de dintel, otras veces se coloca un travesaño más abajo. Lo que es importante es que los dinteles se apoyen en la estructura, a veces el apuro o la falta de madera hacen que se ponga un dintel mal acomodado entre la misma armadura de la quincha.

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Si bien en la tierra con entramado el dintel no soportará mayores cargas verticales, debe tenerse en cuenta que oficiará de travesaño superior del marco y que recibirá así el impacto de los golpes del batiente o las sacudidas de la tela puesta como cortina. Por ello similares consideraciones deberán hacerse de jambas y alféizares, sobre todo cuando la abertura sobrepase el carácter de tronera y especialmente cuando tenga batientes.

5.4. Pisos En realidad no hay disposiciones especiales, pudiendo usarse

cualquier tipo de soldado. Lo importante es que tanto en el interior cuanto en el exterior, la nivelación sea buena y levemente divergente de los muros.

Si se decide también en este rubro seguir con una solución de tierra, puede usarse el suelo-cemento o el suelo-ceniza. Para conseguir una superficie impermeable puede hacerse un contrapiso de suelo-cemento y un alisado de cemento y arena gruesa 1:6. Pero es de rigor que la tierra esté en todos los casos muy bien cernida.

5.5. Acabados Los revoques a hacerse sobre este tipo de arquitecturas ya han

sido brevemente enunciados al hablar de cada sistema. Sin embargo, vale la pena recalcar que se ha de tener en cuenta que éstos en general son los verdaderos protectores de la construcción, confiriéndole una superficie lisa que la aísla de la humedad y disminuye los ataques de insectos.

Evidentemente, si bien pueden hacerse con mezclas más ricas que el alma misma de la pared, no deben estos morteros ser tan fuertes que resulten más pesados que el muro y su adherencia se anule en poco tiempo. Por ello puede llegar a utilizarse todo tipo de agregados que lo mejoren pero nunca que lleguen estos agregados a convertirse en los verdaderos protagonistas.

Es común el agregado mayor de paja que le da más cohesión, a la vez que aliviana el peso. aunque también está muy difundido el uso de savias vegetales. De todos modos estas savias son usadas en mayor proporción en la lechada de cal final que a la vez que oficia de pintura, ayuda a la unión de las últimas capas de revoque. Este sistema es el más usado en nuestro país.

También pueden usarse enlucidos finos de yeso, sobre el jaharro de barro, pero es muy delicada su conservación.

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Para que la pintura de cal o el revoque de yeso se adhieran mejor y la superficie final sea bien lisa es necesario que el revoque de barro se haga con fratachos metálicos y que la paja esté poco recortada en la última capa, que soportará el nuevo material.

Como decíamos, la pintura normalmente usada es agua de cal con savias -especialmente de cactus- y muchas veces con pigmentación vegetal. Está bastante extendido el uso del añil, el que conocemos como “azul de ropa” y que se llamó también “azul de Panamá”. También hay tintes propios de cada región, según sean las plantas existentes y a veces el polvo de ladrillo o el negro de humo. Estos últimos por ser pigmentos en polvo, no adherentes, son los que más necesitan de las savias.

Aunque tradicionalmente se usa la cal o pinturas al agua, también pueden usarse el aceite y el látex. Estos tipos de bases sirven para impermeabilizar exteriores, pero deben ser aplicados con las paredes bien mojadas.

Entre los acabados también figuran los revestimientos, especialmente los azulejos que han sido usados en cocinas, galerías, zócalos y actualmente en baños. Por el peso de las piezas y por la necesidad de una junta impermeable ha debido usarse cal o cemento en las mezclas de asiento, necesitando por ello un elemento de unión con la pared de tierra.

También desde la época colonial se han utilizado empapelados, algunos de los cuales siguen hoy en uso y en perfecto estado de conservación. Ello es debido a la protección de humedades internas del muro y del aire, no permitiéndose condensaciones sobre los mismos.

5.6. Instalaciones Estos tipos de edificación pueden ser perforados para embutir

instalaciones, teniéndose en cuenta que los sistemas de entramado pueden presentar alguna dificultad, por lo que necesitan un proyecto previo, pudiéndose colocar las cañerías antes del embarre.

De todos modos en cualquier caso es preferible hacer estos trabajos dentro de los 10 días de ejecutado el muro. Para cerrar el hueco puede utilizarse barro con mucha paja o entramados varios: malla metálica, caña, arpillera o tela de trama abierta, etc., revocando con la misma mezcla del embarre de la pared total siempre buscando de conseguir un trabajo homogéneo.

Por ello es aconsejable hacer la última capa de revoque después de terminar las instalaciones embutidas.

Las instalaciones sanitarias pueden incluirse sin problemas, siempre que se tenga presente la hermeticidad de las mismas y la

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correcta aislación hidrófuga en los locales que se haga uso de ellas. Por precaución se aconseja el uso de depósitos de inodoro, tanques, calefones, etc. exentos de los muros. 5.7. Soluciones complementarias populares

Por el uso tradicional que la arquitectura térrea tiene, es decir en zonas de bajos recursos económicos o de poco acceso a materiales industrializados, ha recibido la complementación de elementos de recolección del lugar o de descarte.

Es así que se usan tientos, botellas, latas de conserva, tejas, lajas, ollas de barro, cuernos, etc., aparte de los materiales ya nombrados como particulares de cada caso.

Estos elementos ayudan a mantener fijas las partes, a alejar las aguas, a servir de delimitación o permitir la entrada de luz. Las soluciones son múltiples. Nos basta con enunciar algunas de ellas como para tener una idea de lo que el genio popular ha agregado a las arquitecturas de tierra.

Para sostener el techo frente a posibles vientos se utilizan huesos de caracú que se empotran en las paredes y a través de cuyo agujero se pasa un tiento que amarra la estructura del techo. Para el mismo menester pueden usarse cuernos. Pero estos también pueden oficiar de perchas.

Para mejorar la iluminación en zonas frías, en vez de abrirse ventanas, se usan botellas viejas incrustadas en el muro que permiten el paso de luz coloreada. Es interesante ver la combinación de formas y colores a que se llega. Las botellas también se usan en la delimitación de canteros y otros complementos.

Siempre que haya que atar en forma definitiva o periódica, aparecen con tientos y guascas, así como trenzados de lana o fibras vegetales. Aunque hoy el alambre va desplazando a éstos.

Cuando se trata de alejar las aguas de un alero o recogerlas de una cubierta y enviarlas entubadas afuera (generalmente por el uso de pretiles) se utilizan caños de metal, tejas o lajas, pero cuando la economía familiar no lo permite, lo normal es el uso de latas de conserva (del tipo de las de fruta) a las que se les han quitado las bases. También existe la posibilidad de quitar una base completa y la otra separarla en parte y doblarla o recortarla dándole alguna forma a gusto de quien la coloca.

Cuando el agua entra a la casa por una gotera, la solución es colocar boca abajo una olla de barro en desuso tapando el agujero.

Si se quieren proteger de la lluvia carteles, puertas de entrada, instalaciones eléctricas, en general se recurre a las latas de aceite a las que se les quita una base, se despega en parte o totalmente la otra

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y recortando una de las generatrices del cilindro, se despliega formando una especie de arco que hará las veces de marquesina o de cobijo. Es muy común esta solución protegiendo el foco de luz que se coloca encima de la puerta de entrada.

Como se ve, las posibilidades son muchas y el ingreso de elementos industrializados en la zona, hace que envases, o partes descartables adquieran una nueva vida usándose para cubrir necesidades arquitectónicas. Será lógico contemplar estas soluciones populares en el momento de encarar una obra de construcción o restauración.

6.- CAUSAS DE DETERIORO En general si se hace un correcto mantenimiento, este tipo de

edificación puede durar varios siglos, pero muchas veces el descuido durante unos pocos meses puede introducir modificaciones grandes. Los deterioros pueden provenir de distintas causas, diferentes agentes.

Dejando de lado una mala construcción en orden a su cimentación, disposición, estructura o falta de calidad del material, veremos que las causas más comunes son las provocadas por: humedad, vientos, presencia de vegetales, ataque animal e intervenciones incorrectas.

6.1. Deterioro por agua La humedad es la responsable de la mayoría de las ruinas, tanto

del deterioro por lluvias, cuanto del lento desgaste producido por la capilaridad. La lluvia puede atravesar los techos y llegar a penetrar por la cabeza de los muros. Cuando se producen estas goteras, en general se detectan rápidamente. Es común que cada zona tenga una manera fácil y rápida para solucionar estos problemas.

En algo se complica cuando el muro que recibe agua es una estructura aislada, sin techo. Este es el caso común de las paredes de cerco, que a veces se construye sin albarda, o ésta no es renovada y mantenida. Aquí puede producirse una grieta por la que penetra el agua -generalmente por el propio eje del muro- y puede llegar a partir la pared en dos, haciendo más fácil el derrumbe total.

Si la lluvia se produce con vientos, pegará no sólo en la cubierta, sino también en los paramentos exteriores de la construcción. De esta manera el agua golpea y va rompiendo y lavando la superficie, agravándose el problema cuando encuentra una abertura o cualquier

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tipo de discontinuidad o concavidad. Si hay diferencias térmicas importantes y tenores de humedad

muy grandes en el aire, pueden producirse condensaciones superficiales con efectos similares a los del lavado de lluvia.

Pero el deterioro producido por la humedad proveniente del suelo, es lento, puede pasar inadvertido y provocar deterioros más serios. Por el hecho de no notarse en un principio, o ser despreciado por el usuario, el problema no se ataca sino cuando ya se ha extendido y resulta difícil su erradicación.

La capilaridad se produce del suelo hacia arriba, tratando el agua de ganar ambos paramentos de la pared, por donde se evapora. Puede así llegar a un estado de equilibrio por el cual no agua no sube más que hasta esa zona en que logra evaporarse. Lógicamente las condiciones del suelo natural y del solado a ambos lados de la pared darán otros parámetros para la consecución del equilibrio.

Esta capilaridad trae aguas del suelo natural, así como aguas estancadas en sus cercanías o provenientes de salpicaduras de aleros, goterones, etc. Por ello es tan importante la nivelación de los solados y el correcto drenaje de aguas pluviales y de acequias.

El problema de los deterioros por causa del agua, no son sólo los derivados de un lavado o de un estancamiento de una masa líquida dentro de la construcción, sino también el producido por las sales solubles contenidas en ella. Es así que cuando el agua ataca al material llega con una cantidad de sales, al evaporarse -y hasta secarse- las sales quedan en el edificio, situadas en la zona en que se produjo la evaporación. Estas sales han reaccionado con la tierra y le han quitado la primitiva cohesión. Entonces la tierra, nuevamente en polvo, cae.

Esto se produce en esa zona de equilibrio, que si las condiciones generales no varían, es siempre la misma. Con ello los deterioros se concentran trayendo rápidamente la destrucción de ese lugar. Si bien estos problemas se presentan en todos los casos de ataque húmedo, los más característicos y peligrosos son los casos de ataque capilar. Estudios realizados en la mesopotamia asiática encontraron que los deterioros se producían en una faja de 38 cm por encima del nivel máximo de humedad del subsuelo.

Otro problema derivado del agua es el que hace que las partículas superficiales del muro de tierra al mojarse se orienten en forma vertical (cuando la pared es nueva están acomodadas horizontalmente), con lo que cambian el color, ya que los rayos de luz inciden de otra manera. Cuando las partículas de arcilla estás secas y nuevas tienen un color oscuro; con el tiempo y las lluvias, las partículas se reorientan, quedando así con un color más claro que cuando la construcción era nueva.

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A veces el problema se transforma en beneficio, no tanto por el

color, sino porque esta nueva orientación de las partículas ayuda a que el agua resbale por la superficie y no sea tan absorbida. De igual modo el tono más claro aleja el calor. 6.2. Otros deterioros por agentes naturales

En segundo lugar los vientos, pueden agravar los problemas producidos por las lluvias, pero también ellos solos, con el arrastre de partículas que azotan a la superficie pueden producir fisuras horizontales y disgregación del material. Ello llega a tener importancia cuando el edificio está en zona ventosa o próximo a arenales.

También la presencia de vegetales en la misma construcción o en sus cercanías es peligrosa. El hecho que estas plantas comiencen a crecer dentro del material o se extiendan hasta los cimientos o muros del edificio harán que el deterioro sea más o menos irreversible. A veces el congelar la situación puede llegar a ser preferible, ya que el quitado de ramajes destruiría aún más.

El ataque animal llega a ser muy grande en ciertas regiones. A la posibilidad de anidar aves o roedores, se suma el de arácnidos e insectos que taladran muros y cubiertas en forma similar a lo que las termitas hacen en la madera, muchas veces pasando inadvertidos.

Por otro lado debe tenerse en cuenta que estos animales instalados en el edificio pueden ser agentes de diverso tipo de enfermedades y aunque el ataque a la propia construcción no sea grave, sí lo es el que podría realizar en los moradores.

Los pájaros no sólo anidan en aleros, sino que van extrayendo pajas, pedazos de caña, etc. para sus nidos, quitando elementos de cohesión de las tierras empleadas. Los roedores también atacan a entramados y estructuras de sostén, así como cavan en los propios adobes y tapias.

Otro agente natural de deterioro es el terremoto. Con el ingreso de fuerzas horizontales y movimientos ondulatorios, una estructura preparada para recibir cargas verticales se deforma y puede llegar a destruirse. Sin embargo, la quincha, el adobe y especialmente la tapia, han demostrado un comportamiento aceptable frente a los sismos, resistiendo mejor que el hormigón las sacudidas.

Los deterioros en general son asentamientos y agrietamientos, pero las construcciones de tierra bien realizadas no se caen debido a su masa elástica, entrando luego del temblor en un nuevo equilibrio. Las roturas principales se producen en las zonas de encuentro con

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estructuras complementarias, principalmente en el apoyo del techo y en las cercanías de los dinteles. Ello es debido a la falta de soleras adecuadas y a la colocación de dinteles rígidos, de una sola pieza. 6.3. Intervenciones incorrectas

Pero también la mano del hombre suele ser responsable de muchos deterioros. Por un lado por la falta de manutención de los edificios y por otro, por las intervenciones extemporáneas e incorrectas.

Desgraciadamente, la experiencia nos enseña que éstas son las mayores causas de destrucción. Dejemos de lado aquí la incuria, el miedo frente al derrumbe y la dejadez frente a una incipiente gotera. Entremos a ver qué es lo que sucede cuando se interviene a tiempo, pero incorrectamente.

Lo más común es que cuando una estructura de tierra se deteriora, los arquitectos acostumbrados a hierros, hormigones, cales y cementos, decidan que la solución está en incorporar este tipo de materiales para darle solidez. También las reparticiones oficiales encargadas de las restauraciones no tienen especificaciones técnicas para el tratamiento de construcciones de tierra ni conocen su comportamiento, optando siempre por los materiales industriales.

No es que desconozcamos las bondades de las estructuras de Hº Aº o la rigidez del hierro, pero por encima de todo están los conceptos básicos de continuidad, homogeneidad, adherencia -en cuanto a lo constructivo- y de unidad, textura, color, en lo visual y morfológico. Ello, por no ponernos a estudiar aquí e historiar cómo se han dado en forma tradicional estas arquitecturas, o cómo han sido secularmente restauradas.

Las construcciones térreas tienen una elasticidad que les han permitido aguantar vientos, sismos, asentamientos, ampliaciones, etc. resintiéndose poco y unificándose con las intervenciones que el usuario incorporaba. Con la aparición de los elementos industrializados y de constructores urbanos que se manejan bien con ellos, se ha querido introducir en las construcciones de tierra materiales muy extraños a ellas.

Es común que cuando un revoque de barro se caiga, generalmente en zona de zócalos por efectos de capilaridad, se incorpore un mortero de cal y arena -y aún reforzado con cemento- que en el primer momento dé una superficie unificada y aparente haber solucionado el problema. Pero al poco tiempo la capa de mortero nuevo caerá como un cascarón, arrastrando con ella otra

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parte de embarrado y algunos centímetros de la mampostería de tierra. Cada repetición del proceso deteriorará más la pared, no llegando nunca a tener definitivo remedio.

Este tipo de intervenciones es muy común haciéndose un revoque reforzado corriendo por toda la parte inferior de la pared a modo de zócalo. Con ello se pretende detener la humedad del suelo y obtener un revoque sólido en donde más deterioro se produce por uso, limpieza, etc. Por supuesto, la aislación hidrófuga sólo se produce con capas horizontales de lado a lado del muro. El revoque sólido será una caparazón que en un tiempo sonará a hueco y en seguida se desprenderá, eso sí: bien sólida y monolítica.

Con esto, además, aquel sistema de equilibrio del agua que sube y se evapora, tiene aquí un agente distorsionante que provocará una nueva zona de salida de humedad y, por ende, de cristalización de las sales. Entonces, aparte del desprendimiento del nuevo mortero, por encima de él se producirán los 30 cm de disgregación.

Otras veces la reparación a hacer no es superficial, sino ya estructural. Un tabique agregado sin traba, los empujes de una bóveda, una falla en el cimiento o la falta de cubierta, pueden haber producido diversas fisuras en el edificio. Muy común es ver en la actualidad la inclusión de llaves de diversas formas introducidas para subsanar estos problemas. Es lógico que así sea, una llave puede detener un deterioro, y -principalmente- consolidar un nuevo equilibrio. Pero este tipo de soluciones que se hacían con adobes nuevos, cañas, maderas, etc., ahora se acostumbra a hacerlas con hierros redondos, vigas de hormigón, perfiles, etc. Con ello se consigue una sólida estructura que no trabajará con la existente, pues su adherencia al material anterior sólo será momentánea. Si el asentamiento no progresa, no hará mayores esfuerzos, si en cambio la grieta tiende a abrirse, la llave se despegará de los materiales térreos.

Frente a vientos, sismos, mayores solicitaciones, es probable que el hormigón y el hierro incorporados se mantengan rígidos, golpeando con sus extremos las partes antiguas que se disgregarán. Ha sido bastante común el ver estructuras nuevas en pie después de un desequilibrio telúrico y todas las construcciones preexistentes, que supuestamente las nuevas protegían, caídas y deshechas.

Esto, sin contar con la introducción de hierros que se oxidan, aumentan así su volumen y pierden sus cualidades estructurales. La introducción de pinturas anticorrosivas no siempre es eficaz y el revestirlos con cemento tampoco. De todos modos un hierro torsionado, puede por sus aletas conseguir una mayor adherencia que un elemento de Hº Aº.

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También cuenta aquí el agregado de ladrillos o materiales cerámicos con mortero de cal. Distinto sería asentarlos en barro, logrando una mayor cohesión entre lo existente y lo nuevo.

El agregado de maderas para dinteles, estructuras, marcos, que tradicionalmente recibieron las arquitecturas térreas, también ha sido causa de deterioro cuando no se ha buscado adherencia entre ambos materiales. Ello puede conseguirse por diversos medios, los más usados son: clavijas, azuelado de la superficie o revestimiento con una estructura de apoyo: sogas, cañitas, arpillera. El no haber realizado ninguno de estos trabajos ha hecho que en varios de nuestros edificios coloniales cayera el revoque que cubría los dinteles, quedando estos sin revestimiento. Estas intervenciones erróneas llevan a otras destrucciones más graves que el problema que se intenta solucionar. Pero aunque ello momentáneamente no ocurra, la heterogeneidad del material y la discontinuidad del paramento, darán de todos modos posibilidades para la acumulación de humedad, anidamiento de insectos, grietas superficiales, que provocarán deterioros posteriores.

Sin embargo, existen algunas intervenciones incorrectas que han cambiado las calidades espaciales o superficiales de las construcciones antiguas, pero que en general no han hecho peligrar su estructura total. Nos referimos a una manera tradicionalmente usada por los incas y que ha llegado hasta nuestros días: el engrosamiento de los muros. Quizás por el sistema de ensayo-error con el que trabajaban, quizás por no conocer a fondo las bondades de los contrafuertes, los antiguos peruanos al ver peligrar los muros, optaban por adosarle otro de similares características. Con ello consiguieron variar los coeficientes de esbeltez, a la vez que disminuir los esfuerzos de corte y aliviar los efectos de membrana en muros de gran longitud.

Continuó la solución aplicándose durante el período colonial y aun en el republicano en el Perú, obteniendo buenos resultados estructurales y la conservación de edificios próximos a la ruina, pero ello dio como contrapartida el cambio de dimensión de los locales, la alteración del sistema de cubiertas y aleros, y la pérdida de pinturas murales cuando éstas quedaron literalmente “emparedadas” entre ambos muros.

Asimismo ha sido muy difundida la técnica del enchapado, que todavía se usa. Justamente por los deterioros causados en las partes bajas de los muros se hicieron agregados de piedras o ladrillos, asentados de cal, cemento o barro. Según fuera el material empleado y la disposición elegida ello dio o no resultados satisfactorios.

El uso de piedras de punta y mortero de tierra ha dado buen resultado. En cambio los ladrillos de espejo con morteros de cal o

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cemento tuvieron pésimo comportamiento y agudizaron los deterioros, al igual que las reparaciones hechas con revoques de este tipo, aunque agravadas, ya que los ladrillos al desprenderse arrastraron más material original.

También es común que a posteriori de un sismo, los entes estatales decidan la demolición de estructuras que han sido dañadas, pero que aun pueden mantenerse con pequeños arreglos. En este caso -desgraciadamente tan repetido- la incorrecta intervención del hombre produce un daño irreversible. 7. TÉCNICAS ADECUADAS

A pesar de los grandes progresos y de la incorporación de métodos y materiales nuevos, las técnicas que se adecuan a las arquitecturas de tierra siguen teniendo como base las mismas características tradicionales, si bien ayudadas hoy día con recursos novedosos u apoyadas por estudios científicos.

Estos estudios, mediciones, sistemas, han ampliado el campo de acción, pero en general han servido -más que nada- para avalar en forma racional lo que ya venía haciéndose en forma empírica.

Sin embargo, tenemos actualmente a la mano algunos productos químicos que están siendo aplicados con distinto resultado, que con el tiempo dirán si realmente son eficaces.

En cuanto a las técnicas a emplear, ellas serán subdivididas en tres grupos principales: de conservación y reparación, de consolidación y de restauración.

No insistiremos aquí en los principios básicos de toda intervención moderna, suficientemente estudiados y publicados por los organismos internacionales y regionales. Sólo expondremos un conjunto de técnicas adecuadas para tratar las arquitecturas de tierra. 7.1. Conservación y reparación

Como se ha dicho, la mejor forma para hacer perdurar estas construcciones es un correcto mantenimiento. Lógicamente ello se consigue detectando rápidamente los deterioros, estudiando sus causas e interviniendo correctamente. En esta corrección está presente el tiempo en que se hace, ya que una rotura generalmente aumenta si no se la trata en su momento.

Dejando de lado el factor tiempo, veremos cuáles pueden ser las técnicas adecuadas para una conservación. Se entiende que se tratarán aquí tareas a hacerse en edificios no destruidos, es decir

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trabajos que consigan una mayor duración de ellos. Por lo enunciado en el punto anterior, varias son las causas de

deterioro, siendo las más importantes las provocadas por el agua y por la mano del hombre. Es evidente que lo primero a tenerse en cuenta es el detener a los agentes peligrosos con aislaciones hidrófugas correctas, aleros, drenajes, etc.

Pero es de importancia capital el cuidado permanente de los edificios y la detección inmediata del comienzo de la ruina. Una vez notada ésta por el usuario o cuidador, deberá encargarse al técnico el estudio de la causa: asentamiento, presencia de roedores, rotura de capa aisladora, etc. Posteriormente deberá anularse la causa y finalmente esperarse el efecto causado.

Si el cuidado es continuo y metódico, no se necesitan intervenciones costosas ni desalojo del local, ni interrupción en el funcionamiento del mismo, ya que los arreglos serán mínimos y aislados. Lógicamente en cada región pueden presentarse estaciones lluviosas o ventosas así como también un terremoto, una inundación o una obra nueva en un terreno cercano. Estos problemas periódicos o eventuales necesitarán cuidados especiales y más atenta vigilancia.

Una vez detectada y cortada la causa, deberá hacerse la reparación. Por lo expuesto anteriormente se nota que los arreglos deberán hacerse con los mismos materiales originales. Ello significa que no sólo se usará tierra, sino que ella tendrá las mismas calidades que la anterior. Con esto se conseguirá una continuidad eficaz entre lo existente y lo agregado.

Evidentemente, la reparación superficial de revoques caídos o en mal estado, la pérdida de embarrados en estanteos o de pequeños desgastes en la tapia podrá hacerse fácilmente. Pero cuando se hayan producido agrietamientos en el alma del muro o en encuentros esquineros, las intervenciones tomarán un cariz más dificultoso.

Las reparaciones de revoques o enlucidos, sean en paramentos verticales, sean en horizontales, deben hacerse con morteros similares a los originales. Primero se quita todo el material en mal estado o desprendido, luego se limpian con brocha o cepillo las superficies expuestas y toda zona que va a tener contacto con el nuevo embarrado. Como tercer paso se comienza con el nuevo embarrado colocando una capa de material muy chirle que puede aplicarse con brocha, cual si fuera una pintura, rellenando bien los intersticios y provocando así una superficie mordiente. Esto es particularmente necesario sobre adobes o tapias (paramentos verticales) o sobre tortas (superficies inclinadas). No lo es tanto en entortado de poca pendiente donde no hay deslizamientos ni enchorizado o estanteo, donde el propio entramado ofrece suficiente apoyo.

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Una vez hecho este primer azotado, se van agregando -ya a cuchara y fratacho- las capas de enlucido, guardando similitud con el original. También el acabado final con yeso, cal, etc. tendrá características acordes con lo existente. De esta manera no sólo se unirá la superficie de la pared con el revoque, sino que también lo harán ambos revoques y -si se hace con cuidado- no se producirán grietas, ni siquiera superficiales.

El material se adherirá y llegará a trabajar uniformemente en sentido longitudinal y transversal, los cambios de temperatura o de tenor de humedad ambiente le afectarán en forma idéntica dilatándose o contrayéndose en conjunto. Es también importante hacer notar que por la misma calidad del material de base las dilataciones y contracciones son bien absorbidas gracias a su propia elasticidad.

Esta forma de actuar también debe tenerse en cuenta cuando deban introducirse instalaciones en locales que no las tenían y conseguir un acabado correcto. Lo mismo puede decirse con cualquier otro tipo de agregado o cambio. Ejemplo de ello son: la ampliación de locales, la apertura o el cierre de vanos, etc. Cuando el deterioro afecte el cuerpo del muro el trabajo requerirá más cuidado. Cuando sean grietas o fisuras lógicamente se deberán hacer llaves. Podrá utilizarse madera con clavijas de distintos tipos o maderas con superficie rugosa. También podrán actuar adobes nuevos realizados en forma similar a los existentes con un pequeño refuerzo de cemento, asfalto o yeso en su composición. De todos modos cuando no hay grietas internas, pero se nota el deterioro de un mampuesto, es preferible no recortarlo y suplementarlo, sino cambiarlo en su totalidad.

Si el muro es muy ancho y el aparejo usado en una zona de soga está muy deteriorado, es bueno quitar algunos mampuestos y reemplazarlos por algunos de punta que crucen de lado a lado. Debe tenerse en cuenta que si la causa de la rotura ha sido anulada, en la reparación sólo se trata de arreglar algo estropeado por agentes externos y que no cargará con la responsabilidad de gran trabajo estructural sino con la exclusiva de su autosoporte.

Por ello las piezas incorporadas en general serán eficaces si tienen las calidades primitivas, pero será de rigor el haber solucionado las verdaderas causas de la ruina. Es así que no hay razones para distraer esfuerzos económicos y constructivos en arreglar una grieta o emparchar un revoque si no se ha techado la gotera, o se ha solucionado el asentamiento, el empuje o cualquier otro factor desencadenante.

Cuando las sucesivas reparaciones de un entortado hagan peligrar la estructura sustentante, será necesario el recambio total del embarrado y tal vez de parte del maderamen. Ello deberá hacerse

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según las técnicas correspondientes a restauración, ya que este trabajo supera las tareas de conservación.

Quedarían por tratarse las tareas de protección por elementos externos a la propia construcción, como tinglados, toldos, etc., pero por sus mismas características de ser exentos superan los alcances de este trabajo.

7.2. Consolidación

Cuando el edificio no presente deterioros importantes o -por el contrario- la ruina sea irreversible, estamos ante casos en que la tarea a realizar será la de consolidación. Es decir, que sólo se aspirará a dejar las cosas como están, no innovar, no arreglar ni incorporar elementos, pero tampoco permitir destrucciones de ahí en adelante. Este tipo de intervención es corrientemente aplicado a sitios arqueológicos de los que se desea conservar los restos hoy existentes. También es común usar estas técnicas en partes de edificios que se están restaurando o para conseguir una mayor durabilidad de las reparaciones realizadas.

Es necesario saber que las causas que originaron el deterioro han sido anuladas totalmente, tal como expusimos en el punto anterior. Entonces, una vez conseguido eso, se procederá a la consolidación. Es posible hacerla por sistemas mecánicos o químicos. Dejaremos aquí de lado los primeros porque ellos o bien serán externos puntales, andamios, etc., o bien entrarán en el campo de la restauración, entramados internos, llaves, etc.

Nos dedicaremos a estudiar los sistemas químicos. Al decir químicos no queremos decir solamente productos industrializados, sintéticos, de laboratorio, sino también los fabricados en forma casera a partir de sustancias naturales, animales o vegetales. Es sabido que para la preparación de adobes, tapias, revoques y enjalbegados se usan tradicionalmente sustancias naturales que por fermentación producen reacciones químicas ligantes, hidrófugas, repelentes de insectos, etc. Pero muchas veces las arquitecturas térreas introducen en su composición otras materias que sólo se tienen en cuenta como consolidantes mecánicos, por ejemplo tallos, hojas, fibras diversas.

Al estudiar estos materiales, en general, no se han tenido en cuenta sus propiedades químicas. Sin embargo, si nos detenemos a examinarlos, veremos que contienen sustancias ligantes de importancia. Prueba de ello son sus contenidos de savias y almidones. No por capricho se han elegido la banana, el coco, la palmera, el arroz, el lino. Justamente, de la observación de estos consolidantes

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mecánicos surgió la idea de hacer un cocimiento de ichu, paja tradicionalmente usada en las zonas de influencia quechua y aymará, y aplicar el caldo obtenido para varios propósitos.

La experiencia que llevamos a cabo en el Cusco con el profesor Giacomo Chiari fue utilizar el caldo en la fabricación de adobes, en vez de agua. Ello dio como resultados piezas más resistentes al agua. Por otro lado el mismo caldo fue rociado en antiguas estructuras de barro y provocó también cierta resistencia.

Interesante sería que, a partir de estos primeros intentos, pudiera encararse un estudio serio sobre estas sustancias naturales y las posibilidades de uso como consolidantes químicos. Ello aportaría soluciones científicas, económicas y de fácil abastecimiento.

Desde hace unos años se están utilizando sustancias sintéticas para consolidar adobes y tapias. En general pocos laboratorios las producen y a precios altos, lo que hace muy difícil su aplicación. Los laboratorios fabricantes son extranjeros, teniendo representaciones en nuestro país, pero ni siquiera esta situación baja los costos. En ciertas épocas no hay importación de ellos o no hay suficiente cantidad en plaza. Por ser productos sintéticos generalmente se alteran con las condiciones climáticas y actúan al mezclarse dos o más componentes. Con todo ello hace difícil su almacenamiento, transporte y preparación. Por eso mismo en general debe ser mezclado y usado en ciertas épocas del año y por manos expertas.

Igualmente, una vez aplicados, pueden alterarse si el muro que los recibe no tiene las condiciones óptimas. Todo eso hace dificultoso su uso en nuestro medio, pero de todos modos, dejaremos explicadas aquí las características fundamentales de estas técnicas y materiales.

Un tipo de material es el de las resinas polivinílicas utilizado hace 15 años en la consolidación de las construcciones de los indios pueblos en el sur de los EEUU. En su momento pareció muy eficaz y duró 2 años en forma satisfactoria, pero al año siguiente mostró su fracaso. Esta resina se aplica en todas las superficies del muro cubriéndolo por completo, se forma así la llamaba pencápsula. Como su nombre lo indica es una protección superficial que forra el muro sin penetrar en él. Forma una película de 1 a 10 mm que sirve para proteger superficies, pero no puede consolidar el alma de la estructura.

Como su coeficiente de dilatación es distinto al de la tierra, fue separándose del muro, aunque en su frente no se tenían evidencias de ello. Por eso durante dos años pareció dar buenos resultados, desprendiéndose violentamente y cayendo al tercer año. Demostró así los mismos inconvenientes que los revoques reforzados, a la vez que un alto costo.

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Por la misma época se empezó a desarrollar la técnica de los consolidantes poliuretánicos solubles en petróleo y se han hecho pruebas en Italia y en Irak, pero aun necesitan un estudio profundo. Los resultados de las paredes iraquíes tratadas en 1966 estaban sin resina en 1967, ya que las lluvias de la temporada húmeda las habían lavado totalmente. De todos modos no se descarta que con el tiempo puedan llegar a ser materiales satisfactorios.

Otra sustancia usada en la mesopotamia fue el silicato de etilo. Puede aplicarse en capas sucesivas que van penetrando en el interior del muro y polimerizando. Esta reacción del silicato con los oxidrilos de la arcilla hace un ligamento eficaz. Se pueden hacer fumigaciones cada 10 o 15 días hasta conseguir la consolidación total, sin embargo en general se hacen pocas aplicaciones por razones económicas. Lo importante es que la porosidad del material se mantiene (por eso admite nuevas aplicaciones) y permite respiración y equilibrio húmedo. Su incorporación no es reversible, pero puede recibir otros tratamientos. Lo malo es que altera el color de la pintura, por eso es inaplicable en presencia de pinturas murales.

Su preparado se hace con un polvo que se mezcla con alcohol etílico de 96º y unas gotas de ácido clorhídrico. No es bueno mezclar agua ya que comenzaría a polimerizar antes de penetrar, lo óptimo es tener la pared húmeda. Una vez mezclado según indicación del fabricante (lo producen Union Carbide y Monsanto), se aplica con bombas de jardín con guarniciones de bronce. Su adherencia no sólo está dada por esta penetración y polimerización, sino porque no forma una costra sino que penetra irregularmente, produciendo un encastre entre la superficie tratada y el alma no tratada, que no permite el desprendimiento.

Hará un lustro los ingleses han encontrado la manera de hacer penetrar resinas al interior del muro provocando la entrada por vacío, pero fue el resultado estético nefasto, ya que se altera color, textura y opacidad.

Debe tenerse en cuenta que los materiales sintéticos en general son altamente inflamables y muy tóxicos, por lo que se recomienda el uso de máscaras y equipos preventivos de incendio, así como un riguroso cuidado en la manipulación y el preparado.

Como conclusión se tendrán en cuenta las condiciones óptimas de su consolidante:

1) igual coeficiente de dilatación que el material a proteger 2) fluidez necesaria para penetrar bien 3) mantenimiento de condiciones físicas del muro: porosidad,

equilibrio húmedo 4) admisión de nuevos tratamientos que se descubran en el futuro

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5) inalterabilidad de características estéticas 6) economía

7.3. Restauración

Cuando se trata ya de reponer partes caídas, perdidas o deterioradas o de incorporar elementos nuevos, estamos ante una restauración. Los principios para llevarla a cabo son los mismos que se postulan para la conservación, es decir: homogeneidad y continuidad.

Ya fuera por el respeto que la obra preexistente nos merece, ya por el comportamiento estructural, ya por el mantenimiento de todas sus cualidades, es necesario continuar con los materiales originales. Sin embargo, muchas veces no se entenderá por qué se insiste con ellos si han dado malos resultados. En realidad la experiencia enseña que ningún material es eterno e indestructible y que las posibles ruinas dependen de muchos factores, pero el más importante -y siempre presente- es el del cuidado continuo. En general los deterioros se han producido más por el descuido prolongado que por un material inadecuado.

Muchas de las tareas de restauración se asemejarán a las de conservación y se rigen por los mismos principios, pero por el mismo hecho de ser la restauración una obra de gran aliento, a veces tienta más a arquitectos o entes oficiales a incorporar materiales nuevos a los que ellos están más acostumbrados. Con ello también justifican la demolición de muchas partes que están en condiciones de mantenerse.

No insistiremos entonces en los inconvenientes éticos y constructivos del agregado de hierros u hormigones, sino que pasaremos a ver algunos casos concretos.

Como las arquitecturas térreas son muy atacadas por la humedad, en las tareas de restauración será necesario mantener un buen equilibrio, aunque casi siempre hará falta mejorar las condiciones hidrófugas. En cuanto a la capa aisladora horizontal pueden hacerse cortes todo a lo largo y ancho de las paredes por segmentos alternados, incorporando materiales eficaces para esta aislación.

Si estamos ante un muro de ladrillo con asiento de barro o un muro con mampuestos crudos, puede quitarse una hilada y trabajarse allí con distintas técnicas. Los ladrillos pueden recibir morteros hidrófugos, asfaltos y plásticos. Si el muro es de adobe, puede reemplazarse una hilada por adobes especialmente fabricados con asfalto y unidos a los existentes con mezcla similar a la del propio adobe. Esta mezcla también puede contener algo de cal o cemento,

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pero lo que hará realmente repelente al agua será el asfalto.

En paredes de adobe también pueden interponerse capas de materiales sintéticos y asfálticos, siempre que éstos hayan dado pruebas de adherencia. De todos modos cuando las condiciones estáticas sean tales que no haya posibilidad de desplazamientos -y por ende grietas- horizontales, no es tan necesaria esta adherencia.

Cuando estamos en presencia de una tapia, el problema puede complicarse, por ello se deberá hacer el corte coincidiendo con una de las capas de fabricación. pero notaremos que en general este tipo de paredes es menos atacada por la capilaridad que el adobe.

El caso más difícil de restaurar es el del estanteo o quincha, porque implica desarmar una faja horizontal de un material trabajado también en vertical. Es así que deberá estudiarse el problema prolijamente y cada situación particular antes de actuar. Una posibilidad es quitar el barro de toda la franja y poner barro mejorado con asfalto. Otra más efectiva es anular el entramado de una faja y reemplazarlo por dos hiladas de piedras o adobes tratados que puedan contener una aislación entremedio. (Claro que en tal caso se producirán alteraciones de diseño). Otras veces no quedará más remedio que rehacer totalmente el entramado y el embarre.

Todas las técnicas de aislación pueden reemplazarse por un consolidado de la faja crítica por medio de sustancias químicas pulverizadas, que están descritas en el punto anterior, pero como ya se dijo muchas están aun en su fase experimental y son excesivamente costosas.

Hoy día hay proveedores que anuncian sistemas y productos que quitan la humedad por electrólisis y no permiten nuevas capilaridades. Como hace poco que se están usando, y en general no han sido aplicados a los materiales que nos ocupan, nos es difícil recomendarlos. La reacción de ellos a lo largo de algunos años nos podrá dar más confianza en el futuro.

Cuando el alejamiento de las aguas del techo es la causa del deterioro, nos será necesario muchas veces desarmar y rearmar el techo. Dejaremos aquí sólo explicado lo atinente a cubiertas de torta. Si ellas son casi horizontales no se tendrán mayores problemas: porque eso indica zona de pocas lluvias y porque no será necesaria una gran adherencia entre las capas. Cuando estemos en presencia de pendientes pronunciadas las precauciones serán mayores.

Tradicionalmente las roturas en la tortas se subsanaban aplicando nu8evas capas de barro, haciendo una renovación total cada tantos años, aprovechando la oportunidad para renovar las

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partes peligrosas de la estructura o el entramado. Cuando el edificio a restaurar está en zona de pocas lluvias puede continuarse con este sistema, mejorándolo con la incorporación de barro tratado con consolidantes químicos. Pero en general, y para no tener que hacer tantos arreglos continuos, pueden agregarse materiales aislantes actuales.

Estos sistemas hay que tratarlos con cuidado y en forma adecuada. Hemos visto a personas que migraron de zonas secas a húmedas continuar haciendo sus casas con torta y, ante la presencia del agua, optar por colocar encima un alisado de cemento. Ello dio un buen resultado al principio, pero después de la estación lluviosa la costra se había desprendido y ayudaba a retener el agua. Por eso es más aconsejable la colocación del hidrófugo entre dos capas de barro. Además no es buena la inclusión de un alisado de cemento como aislante, es mejor el uso de fieltros asfálticos, planchas de aluminio o plástico que se proveen en rollos y pueden ser correctamente sellados y fijados. En este sentido será importante verificar la buena disposición de los extremos.

De todos modos en techos de gran pendiente deberá hacerse sobre el aislante un nuevo entramado para soportar la última capa de barro, ya que sobre el papel de aluminio o el polietileno la mezcla térrea no se adhiere. Estos materiales modernos para funcionar bien deben estar protegidos de la luz y el viento, por eso también es que se los coloca entre dos capas de barro.

Como toda nueva disposición que se introduce en una obra de restauración debe ser reversible. Por ello se estima que el agregado de planchas es mejor que los bitúmenes que después son imposibles de sacar.

Cuando se trata de restaurar muros es lógico que ello se haga con el mismo material original, buscando que la composición y el amasado sean similares. La reutilización de la tierra proveniente de la ruina puede hacerse. Sin embargo existen técnicos que le ven inconvenientes a tal sistema por la presencia de materia orgánica microscópica -particularmente rizomas- que pueden alterar el material en cierto tiempo. (Aunque el problema también lo pueden tener las tierras nuevas). Entendemos que una protección correcta con aislación hidrófuga, enlucidos y encalados aleja esos peligros.

Entonces al entrar en una obra de restauración en la que se encuentra mucha tierra proveniente de las antiguas construcciones es factible el empleo de ella en las nuevas obras. Con eso se consigue homogeneidad entre ambas partes. Pero debe tenerse cuidado en la fabricación, primero haciendo un buen cernido y luego estudiando bien los agregados que se le harán. Lógicamente se mantendrán medidas y características generales en cada pieza y en su disposición, por ello -si

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de mampuestos se trata- deberán fabricarse moldes para conseguir elementos iguales.

Como seguramente aun estén en pie muros en malas condiciones, será necesario hacer las pruebas de carga y plomo correspondientes y el estudio de los deterioros generales antes de decidir su mantenimiento o demolición. Una vez definido esto, deberá decidirse qué parte del muro no presenta condiciones buenas y desde dónde se comenzará a renovar la construcción. Es probable que por la pérdida de techos o de habitaciones quede un muro cortado casi abruptamente en sentido horizontal o vertical (o con una pequeña inclinación). En tal caso el agregar nuevas partes desde el corte puede traer aparejadas fisuras posteriores por asentamientos, falta de cohesión, etc. Es entonces que deberá procederse a un recorte de lo existente para conseguir un correcto engarce.

Para ello es corriente hacer cortes dentados en horizontal formando almenas y en vertical escalonamientos según lo permita la ruina. El material que se quita puede ser reutilizado según lo ya expuesto. Si fueran adobes pueden llegar a estar en buen estado algunas piezas que se utilizarán luego en zonas no tan comprometidas. Toda grieta que atraviese el muro en más de un tercio de su espesor debe recibir llaves según lo anotado en puntos anteriores. Otros deterioros menores pueden ser subsanados por el cambio de mampuestos o por la introducción de uno en una anomalía de una tapia.

Restaurar tapias en general es más dificultoso, ya que requiere de un nuevo encofrado y un apisonado en zonas muy pequeñas, a veces será necesario usar barro más húmedo que el original y hacer la reparación por pequeñas capas; otras veces se aconsejará reparar con un adobe, otras recortar la tapia y rehacer una zona mayor. Este tipo de arquitectura no debe ser restaurado con embarrados superficiales, como si fueran gruesos revoques, ello es más destructivo.

En general las restauraciones de los entramados requieren más cuidado y a veces la renovación total del paño. De todos modos hay que estar bien seguro que el entramado de apoyo está en correctas condiciones antes de decidir su mantenimiento. Una vez visto que el entramado es útil aún, se procede al nuevo embarre necesitando mojar mucho las superficies de contacto con el barro viejo. Luego las capas se hacen muy delgadas hasta alcanzar el espesor original. Ello es arma de doble filo porque mojar las fibras de base puede traer inconvenientes, por lo tanto requerirá un cuidado especial.

Sobre los muros deberá reponerse parcial o totalment5e el revoque, lo que se hará con las características enunciadas para la conservación. Pero si hay que revocar un local completo puede ser

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adecuado el mejoramiento de la mezcla con paja o pequeñas cantidades de aglomerante, pero nunca alterando mayormente las características. Hay que tener en cuenta que el muro sustentante debe ser siempre más fuerte que el revoque sustentado.

Si se han hecho arreglos por introducción de capa aisladora horizontal, apertura o tapiado de vanos, huecos para instalaciones, la superficie puede presentarse distinta que en el grueso de la pared, es por eso que en esas zonas puede apelarse a otro tipo de soporte del embarrado que le haga de mordiente, por ejemplo: telas, pajas, despuntes de caña.

En esto como en todo lo anteriormente anotado, debe tenerse en cuenta que no se garantiza una correcta restauración por el solo hecho de usar tierra. Es necesario también conservar las mismas características de composición, amasado, secado y disposición arquitectónica del primitivo edificio. Ello, aparte de ser éticamente necesario, es importante también desde el punto de vista constructivo.

Es así que la correcta restauración de las arquitecturas de tierra se logrará respetando lo que se mantuvo en pie e incorporando materiales, técnicas y disposiciones que den continuidad al edificio y hagan trabajar al conjunto en forma homogénea, solidaria y elástica.

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