Resp Actividad 1. Evaluacion y Salud Mental.

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Salud Mental y Envejecimiento. -1. Luego de la lectura y el análisis del módulo, y según su propio criterio, describan los conceptos de salud, enfermedad y envejecimiento y enuncien cuáles piensan que serían las estrategias de intervención más eficientes para promover un envejecimiento saludable. En la Idea clave 1, del texto de Melcón Álvarez, encontramos que la salud es resumida sintéticamente como: el total bienestar físico, mental y social del individuo. Acto seguido, se propone desarrollar: “qué es lo que debe entenderse por salud y cuáles son los factores de riesgos y protectores que influyen en ella”. La OMS (1948) define la salud como “el total bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Esta definición de acuerdo a nuestra autora resulta sumamente importante ya que transciende “el concepto puramente orgánico al incluir aspectos psicosociales, afectivos-emocionales, ambientales y económicos”. En esta perspectiva la autora extiende el concepto de salud a la propuesta holística sostenida por García Huete (2000), en la que se señala que: “la salud debe ser entendida como un estado de bienestar biológico, psicológico y social universal, en equilibrio con el medio y de forma sostenida”. Esta definición hace referencia a una serie de factores protectores para una buena salud o en contraposición a factores de riesgo para la salud. Esta serie de factores resumen las estrategias de intervención

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Salud Mental y Envejecimiento.

-1. Luego de la lectura y el análisis del módulo, y según su propio criterio, describan los

conceptos de salud, enfermedad y envejecimiento y enuncien cuáles piensan que serían

las estrategias de intervención más eficientes para promover un envejecimiento

saludable.

En la Idea clave 1, del texto de Melcón Álvarez, encontramos que la salud es resumida

sintéticamente como: el total bienestar físico, mental y social del individuo. Acto

seguido, se propone desarrollar: “qué es lo que debe entenderse por salud y cuáles son

los factores de riesgos y protectores que influyen en ella”.

La OMS (1948) define la salud como “el total bienestar físico, mental y social, y no

solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Esta definición de acuerdo a

nuestra autora resulta sumamente importante ya que transciende “el concepto

puramente orgánico al incluir aspectos psicosociales, afectivos-emocionales,

ambientales y económicos”. En esta perspectiva la autora extiende el concepto de salud

a la propuesta holística sostenida por García Huete (2000), en la que se señala que: “la

salud debe ser entendida como un estado de bienestar biológico, psicológico y social

universal, en equilibrio con el medio y de forma sostenida”. Esta definición hace

referencia a una serie de factores protectores para una buena salud o en contraposición

a factores de riesgo para la salud. Esta serie de factores resumen las estrategias de

intervención más eficientes que apuntan de modo universal a un buen o mal

envejecimiento. En referencia a los aspectos positivos o factores protectores de un buen

envejecimiento debemos mencionar: a. Alimentación sana y equilibrada en cuanto a la

variación y equilibrio de los nutrientes. b. Disminución de los hábitos tóxicos, control

del medio ambiente y ejercicio físico recomendable. c. Sistemas de apoyo social y

sanitario, estimulación cultural y recursos asistenciales.

La importancia de alcanzar una vejez con una buena salud representa la posibilidad

viene dada entre otros factores por el llamado envejecimiento activo, mediante el

desarrollo continuado de “actividades físicas, sociales y espirituales a lo largo de toda la

vida”. En este sentido Melcón Álvarez, señala que hoy en día el conocimiento de las

enfermedades, factores de riesgo asociados y conductas que protegen la salud, ofrecen

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la posibilidad de que la mejora del estado de salud de las personas mayores sea posible

(Montorio, Izal y Pérez, 2009).

En relación a las estrategias de prevención, nos señala que en la intervención de la

enfermedad, hay que considerar tres aspectos fundamentales: “a. cuándo se debe actuar;

b. cómo se debe actuar; c. cuál es el nivel de intervención necesario en cada momento:

prevención, promoción o tratamiento”.

Estos tres aspectos son aclarados por nuestra autora en el siguiente párrafo:

“El primer aspecto hace referencia a la prevención primaria, es decir, actuar antes de

que aparezcan las enfermedades, adaptando estilos de vida saludables. El segundo

aspecto atiende a la idea de que a través de la promoción de conductas saludables en

contextos también saludables, pueden permitir retrasar y reducir las manifestaciones del

envejecimiento normal, promoviendo el envejecimiento satisfactorio. El tercer aspecto,

comprendería el diseño e implementación de intervenciones con el fin de atenuar y

tratar las manifestaciones y efectos negativos de las enfermedades que más

frecuentemente aparecen en esta edad”.

Otro aspecto relevante a ser tomado en consideración es el del llamado bienestar

psicológico en las personas mayores y para ello resulta fundamental la prevención de

los deterioros cognitivos y de los estados de depresión mediante la planificación de

actividades físicas, intelectuales creativas y de ocio.

-2. Describan de manera breve concisa los factores conductuales y psicosociales que

afectan la salud de las personas mayores.

En el texto de Melcón Álvarez se destaca que: “diversos estudios longitudinales han

puesto de manifiesto la gran influencia de los factores conductuales y ambientales en la

salud y en la dependencia de las personas mayores”. En esta dirección se resalta la

doble relación o mejor interrelación que la buena o mala salud tiene sobre la conducta

de las personas y destacando al mismo tiempo el papel que la conducta puede tener a su

vez en la salud de la personas. Esta relación dialéctica entre salud y conducta se centra

en tres elementos principales: salud y estado emocional; salud y estado funcional y

salud estado cognitivo.

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En este contexto, nuestra autora, destaca en primer lugar la relación positiva entre las

emociones positivas, la salud y la longevidad. En segundo lugar, va a resaltar

igualmente el papel beneficioso de los factores personales y psicosociales en la relación

conducta-salud. En este punto diferencia entre (a) los factores internos (que dependen

de la propia persona) y (b) los factores externos (que dependen del entorno y del apoyo

social que recibe la persona). Entre los factores internos menciona: 1. Control percibido;

2. La autoeficacia; 3. Las creencias sobre la enfermedad y 4. Las estrategias de

afrontamiento.

Melcón Álvarez, citando a Izal y Montorio (1999) afirma que entre los principales

factores psicosociales que debemos tomar en cuenta de cara a la vejez, debemos tener

presente: el deterioro cognitivo y la falta de estimulación y apoyo social. Igualmente,

nuestra autora, nos recuerda que: “No conviene obviar, no obstante, factores

psicológicos que perjudiquen la salud física y mental como, por ejemplo, la depresión,

que puede aumentar la probabilidad de dependencia funcional en personas mayores,

conduciendo a que los efectos de las enfermedades crónicas sean más negativos”.

Es por esta razón que considerará que: “los programas de intervención para incrementar

el apoyo social son fundamentales para potenciar una buena salud física y mental, y que

éstos deben estar destinados tanto al entorno cercano (formación y apoyo a las familias,

dirigidos a la comunidad, instituciones, grupos de autoayuda, etc.)”.

-3. Describan las relaciones que pueden establecerse entre la personalidad y el

envejecimiento.

Las Ideas claves 4 y 5 del ensayo de María Antonia Melcón, desde nuestra apreciación,

resumen y sintetizan la respuesta a esta pregunta. En la clave 4, se afirma que es la

personalidad, (como nucleadora del temperamento y del carácter), la que facilita la

adaptación al medio y será su elasticidad o plasticidad la que permita emprender a las

personas los reajustes en sus cambios vitales. La personalidad en esta dirección

desempeñará un papel primordial en la identidad del individuo siempre que sea capaz de

producir un equilibrio entre los cambios y la estabilidad que el individuo se proponga

mantener a lo largo de su existencia.

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Melcón, señala refiriéndose a este tema con el fin de clarificarnos el concepto de

personalidad que en esta concurren: “…aspectos cognitivos, afectivos y operativos;

unos son constitucionales y genéticos, que configuran el denominado temperamento;

otros son psíquicos, en parte heredados y en parte adquiridos mediante aprendizaje e

influencia del medio, los cuales forman el carácter”. Nuestra autora, refiriéndose al

estudio de la personalidad en la vejez reconoce que este es un tema que ha sido

abordado recientemente. En esta perspectiva se formula siguiente interrogante: “¿la

personalidad incide en la forma de envejecer? o bien ¿afecta el envejecimiento a la

personalidad?”. A lo que responde que existen varia teorías que explican la estabilidad o

cambio de personalidad con la edad. Entre esas teorías menciona al psicoanálisis; la

perspectiva psicosocial y el modelo sociocognitivo de la personalidad. Ahora bien, en

relación a la influencia que puede tener la personalidad en la forma de envejecer, va a

mencionar varias teorías entre las que cabe destacar las de: Reichard (1962);

Naeugarten, Havighurst y Tobin (1968); Schulze y Weise (1986); Thomae (1988);

Martin (1991); Liébana (1993).

Melcón fundamentándose en la teoría desarrollada por Martin (1991), va a señalar que

los cambios de personalidad, más que por la edad pueden producirse por los

acontecimientos vitales de la persona. Autor que considera que “la forma de envejecer

depende de la interacción entre estilos de vida, grado de inteligencia y sucesos y temas

vitales”. Teoría en la que los temas vitales, entendidos como el agrupamiento de las

ilusiones y expectativas positivas de las personas, se impondrán a los sucesos vitales

relacionados con vivencias dificultosas e inseguras.

En relación a los temas vitales debemos destacar como primer referente (lo que no

quiere decir que los otras teorías mencionadas en el texto sean menos importantes) los

tres patrones de vida señalados por Martín: “patrón A, que tiene como fundamento las

relaciones sociales; patrón B, vinculación a actividades y tiene como fundamento el

aprovechamiento del tiempo; y patrón C, la vinculación al aspecto físico y su

fundamento es la preocupación por el cuerpo”.

Estos autores han relacionado la personalidad y los diferentes estilos de envejecer,

dependiendo del modelo al que correspondan de acuerdo a su personalidad. Tenemos

así: “la personalidad integrada, propia de las personas competentes y elevado índice de

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satisfacción personal; personalidad blindada, también denominada defensiva;

personalidad pasiva-dependiente, que puede buscar ayuda (dependiente); y por otra

parte, puede ser pasivo o apático (se deja dominar por las circunstancias y tiene un bajo

nivel de satisfacción); y, por último, la personalidad desorganizada o no integrada”.

Mención aparte merecen las teorías, que por razones de espacio no vamos a detallar, de

Reichard y colaboradores (1962), en la que se destacan cinco tipos de personalidad y

formas de vivir el envejecimiento; y la de Schulze y Weise (1986) que plantea: 1. la

postura de control primario, es decir, modificando las realidades externas y

manteniendo así consistente el “yo”; y por otro lado; 2. La de control secundario, por el

que se cambia el “yo” para ajustarse a las realidades externas. Por otro lado, de acuerdo

con el enfoque cognitivista de Thomae (1970), el modo de percibir el cambio con la

edad por el individuo va a determinar su comportamiento.

En conclusión de acuerdo a estos autores las personas que mejor se adaptan al

envejecimiento son aquellas que: “confían más en sus capacidades, ya que tienden

menos al desequilibrio afectivo-emocional que puede manifestarse como depresión o

ansiedad”.

En relación hacia la pregunta inversa, esto es la que parte del hecho de que el

envejecimiento puede modificar la personalidad, nuestra autora señala que: “han sido

estudios recientes los que han planteado que puedan producirse cambios en la

personalidad con la edad. (Remplein, 1968; Botwinick, 1978), o el cambio de la

personalidad con la edad (Rubin, 1981)”.

-4. Enuncien las características de la ansiedad y la depresión, destacando las

consecuencias que producen frecuentemente en las personas ancianas.

En la idea clave 10 del texto de María Melcón, referido a explicar las causas las causas

biológicas y psicosociales que producen las alteraciones mentales afectivo-emocionales

con el envejecimiento encuentra que estas se hayan asociadas principalmente a la

ansiedad y la depresión.

-La ansiedad es considerada como un estado emocional caracterizado por síntomas de

malestar, aprensión y preocupación excesiva que se desencadena ante una amenaza real

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o imaginaria siendo la persona incapaz de controlar este estado de inquietud. Este estado

se encuentra, a su vez relacionado con trastornos somáticos como: “taquicardias,

tensión muscular, cefaleas, sudoración, sensación de ahogo, fatiga, trastornos del sueño,

digestivos, etc.”. Los estudios epidemiológicos demuestran que la ansiedad tiene una

mayor prevalencia a partir de los 65 años. El DSM-IV, sus formas clínicas más

frecuentes son: trastornos de ansiedad fóbica, agorafobia, fobia social, fobia específica,

trastorno de angustia, trastorno por ansiedad generalizada, trastorno mixto de ansiedad

y depresión y, por último, trastorno obsesivo-compulsivo. Y de acuerdo a la

clasificación de CIE-10, sus formas clínicas son: trastorno de angustia con agorafobia,

trastorno de angustia sin agorafobia, fobia social, fobia específica, trastorno obsesivo-

compulsivo, trastorno por estrés postraumático, ansiedad por trastorno médico, trastorno

de ansiedad inducido por sustancias.

La etiología de la ansiedad se ha centrado en tres tipos de causas: biológicas,

psicológicas y psicosociales. Los factores biológicos se relacionan por un lado con la

predisposición genética y; por el otro, con una disminución del neurotransmisor GABA

asociado a la vejez y cuya disfuncionalidad debilita las respuestas frente a situaciones

estresantes.

-La depresión por su parte es considerada en este ensayo como: “un estado de ánimo

bajo, en el que la persona sufre un persistente estado de tristeza y pesimismo, una

pérdida de interés por todas las actividades, una disminución de la energía, etc., que

suele ir acompañado por síntomas somáticos tales como fatiga, insomnio, alteraciones

del apetito, etc.; y síntomas cognitivos tales como la baja autoestima, pérdida de

memoria, dificultad de concentración, pobreza y lentitud de pensamiento y lenguaje,

etc. En los ancianos tienen una mayor preponderancia los síntomas de apatía que los

síntomas emocionales y también una mayor presencia de los síntomas somáticos.” La

depresión está considerada como una de las principales causas de riesgo para el suicidio

en las personas mayores. “Entre el 60 y el 90% de los mayores que intentan suicidarse

presentan síntomas depresivos”.