Resistencia Indigena

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Antropológica de La Fundación La Salle de Ciencias Naturales 2008, 109: 69-112 Resistencia indígena e identidades fronterizas en la colonización del Oriente de Venezuela, siglos XVI-XVIII Francisco Tiapa ANTROPOLÓGICA 2008, 109: 69-112 Recibido: 24/03/2008. Aceptado: 17/10/2008 Resumen: Las fronteras coloniales del Oriente de Venezuela estuvieron cargadas de una alta conflictividad y dinámica de reelaboración en los juegos de alianzas entre los distintos pueblos indígenas que lo habitaban y los diversos grupos europeos y criollos que participaron en su conquista. En el transcurso de tres siglos, del XVI al XVIII, hubo una constante sobreposición de estrategias de conquista como resultado de las siempre cambiantes formas de resistencia indígena. En su interior, esta estructura de larga duración tuvo diversas coyunturas, según las negociaciones entre los agentes interculturales y los grupos de poder que representaban. Por parte de los pueblos indígenas, se configuraron alianzas definidas por sistemas de relaciones interétnicas estructurados a través de redes de comunicación e intercambios comerciales, las cuales fueron transformadas por la imposición de nuevas formas de organización de sus territorios y espacios sociales, con el poblamiento en las misiones. En este trabajo se presenta una reconstrucción del proceso diacrónico de transformación fronteriza de estos sistemas de relaciones y de sus juegos de construcción de identidades étnicas, como formas de resistencia de los indígenas del Oriente de Venezuela, cambiantes según las distintas formas de expansión del sistema colonial. Palabras claves: fronteras coloniales, pueblos indígenas, sistemas interétnicos, Venezuela colonial. Abstract: The colonial frontiers of Eastern Venezuela were charged with tensions and dynamic restructuring processes that deeply affected the alliances among different indigenous peoples that inhabited the region, as well as the diverse European and Creole groups involved in the conquest process. Throughout the 16th, 17th and 18th centuries, there was a constant overlapping of conquest strategies as a result of the different forms of indigenous resistance. Within this long duration structure, there were also different conjunctures, because of the dealings between intercultural agents and the power groups that they represented. Indigenous peoples made alliances defined by the interethnic relations that were structured by communication and trade networks, which were transformed by the imposition of new forms of territorial and social-spatial organization, as a result of the movement of people to mission settlements. This paper reconstructs the diachronic process of the interethnic system’s frontier transformations and the (re)construction of ethnic identities, such as the resistance strategies of the indigenous peoples of Eastern Venezuela, which were changing in different ways as a result of the expansion of the colonial system. Key words: colonial frontiers, indigenous peoples, interethnic systems, Colonial Venezuela.

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Antropológica de La Fundación La Salle de Ciencias Naturales 2008, 109: 69-112

Resistencia indígena eidentidades fronterizas en lacolonización del Oriente deVenezuela, siglos XVI-XVIII

Francisco Tiapa

ANTROPOLÓGICA

2008, 109: 69-112

Recibido: 24/03/2008. Aceptado: 17/10/2008

Resumen: Las fronteras coloniales del Oriente de Venezuela estuvieron cargadas deuna alta conflictividad y dinámica de reelaboración en los juegos de alianzas entre losdistintos pueblos indígenas que lo habitaban y los diversos grupos europeos y criollos queparticiparon en su conquista. En el transcurso de tres siglos, del XVI al XVIII, hubo unaconstante sobreposición de estrategias de conquista como resultado de las siemprecambiantes formas de resistencia indígena. En su interior, esta estructura de largaduración tuvo diversas coyunturas, según las negociaciones entre los agentesinterculturales y los grupos de poder que representaban. Por parte de los pueblosindígenas, se configuraron alianzas definidas por sistemas de relaciones interétnicasestructurados a través de redes de comunicación e intercambios comerciales, las cualesfueron transformadas por la imposición de nuevas formas de organización de sus territoriosy espacios sociales, con el poblamiento en las misiones. En este trabajo se presenta unareconstrucción del proceso diacrónico de transformación fronteriza de estos sistemas derelaciones y de sus juegos de construcción de identidades étnicas, como formas deresistencia de los indígenas del Oriente de Venezuela, cambiantes según las distintasformas de expansión del sistema colonial.

Palabras claves: fronteras coloniales, pueblos indígenas, sistemas interétnicos,Venezuela colonial.

Abstract: The colonial frontiers of Eastern Venezuela were charged with tensions anddynamic restructuring processes that deeply affected the alliances among differentindigenous peoples that inhabited the region, as well as the diverse European and Creolegroups involved in the conquest process. Throughout the 16th, 17th and 18th centuries,there was a constant overlapping of conquest strategies as a result of the different forms ofindigenous resistance. Within this long duration structure, there were also differentconjunctures, because of the dealings between intercultural agents and the power groupsthat they represented. Indigenous peoples made alliances defined by the interethnicrelations that were structured by communication and trade networks, which weretransformed by the imposition of new forms of territorial and social-spatial organization, asa result of the movement of people to mission settlements. This paper reconstructs thed i a c h ronic process of the interethnic system’s frontier transformations and the(re)construction of ethnic identities, such as the resistance strategies of the indigenouspeoples of Eastern Venezuela, which were changing in different ways as a result of theexpansion of the colonial system.

Key words: colonial frontiers, indigenous peoples, interethnic systems, ColonialVenezuela.

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Introducción

La expansión de las sociedades europeas sobre los pueblos indígenas deAmérica se desenvolvió según una historia definida desde las decisiones delas esferas más altas de cada una de las potencias colonizadoras. Sinembargo, en las regiones fronterizas, entre el universo cultural impuestodesde Europa y los universos culturales de los distintos pueblos indígenas,ésta no fue una única historia, sino una gran articulación entre diferenteshistoricidades tan específicas como las diversas localidades involucradas enellas1.

En las historias oficiales se han querido proponer historias únicas ylineales, a partir de ejes temporales centrales, alrededor de los cuales giranlas temporalidades subalternas. Sin embargo, todo el macro-proceso deconquista y colonización de América estuvo marcado desde historias localesidentificadas según “lugares” específicos, de distintas dimensiones y dedistintas dinámicas en cuanto a sus formas de transformación (Escobar,2000). Estos “lugares” no fueron estáticos, sino que construyeron tiposespecíficos de relaciones sociales y procesos de creación y transformacióncultural que se reprodujeron en el tiempo con el piso común de serdiferentes entre sí. Esto es lo que, en palabras de Coronil (2002), podríamosllamar la temporalización del espacio y la espacialiación del tiempo.

A lo largo de la época colonial, el Oriente de Venezuela estuvo pobladoprincipalmente por pueblos de habla Caribe, acompañados por lassociedades Arawak y Warao. Concretamente, se trató de los grupos étnicosKari’ña, Cumanagoto, Guaiquerí, Chaima, Cuaca, Core, Chacopata, Paria,Ta g a re, Tomuza, Palenques Guaribe, Palenques Caracare, To p o c u a r,Characuar, Warao, Aruacos, Acaigua, Cocheima y Apotomo (Acosta Saignes,1946, 1961; Civrieux, 1976, 1980, 1998; Brizuela, 1655; Prato-Perelli, 1990;Ayala Lafeé, 1996; Heinen, 1980; Ojer, 1964; Caulín [1779] 1986; Pelleprat[1655] 1985; Whitehead, 1988; Morales Mendez, 1990). En el proceso deexpansión colonial sobre ellos, entre los siglos XVI y XVIII, nos interesaresaltar ciertos aspectos específicos, a saber, las construcciones deidentidades subalternas, el sentido social de los lugares, las formasculturalmente construidas de los territorios y el sentido de las unidadessociopolíticas como espacios de relaciones de poder. De este modo,trataremos de esbozar las relaciones entre los ejercicios de dominación, sustemporalidades y sus lugares de realización, teniendo presente que el tipo de

1 Este trabajo se basa en mi tesis de grado, Identidad y resistencia indígena en la conquistay colonización del Oriente de Venezuela, 1498-1810 (2004), sustentado en una investigación enfuentes documentales publicadas e inéditas, provenientes del Archivo General de la Nación deCaracas y del Archivo General de Indias de Sevilla. Un importante precedente puede ser atribuidoa los trabajos de Acosta Saignes (1946, 1961), Civrieux (1976, 1980, 1998); Whitehead (1988),Morales Méndez (1990) y Ayala Lafeé (1996).

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relaciones que se establecieron entre estos elementos no fue tan simplecomo una generalidad que varió en cada particularidad y que siguió suhistoria lineal, sino que ante una imposición de generalidad “imaginada” porla hegemonía europea, hubo violentas tensiones y contradicciones que desdelo local crearon diferentes historias de dominación y resistencia.

El carácter fundamental de las fronteras de esta región fue laactualización única en cada momento y lugar de una estructura, o de unconjunto de estructuras más amplias, subyacentes a las relaciones socialesy construcciones culturales envueltas en este largo y complejo proceso. Eneste sentido, para identificar las estructuras de las construcciones deidentidades de los pueblos indígenas, y sus realizaciones prácticas ensistemas interétnicos (Cardoso de Oliveira, 1968; 1992), es necesario hacerénfasis en la dinámica de las regiones fronterizas. Como se ha dejado ver,estas regiones estuvieron delineadas por las distintas construccionesculturales que cada grupo, de forma aislada o en alianzas con otros grupos,elaboró sobre ellas. Fue de ese modo que sobre la elaboración de cadaespacio de resistencia indígena la sociedad colonial no tuvo más remedio queaccionar uno o varios frentes de expansión. A su vez, en lo interno, cadafrente estuvo constituido por diversos sistemas de relaciones coyunturales -o de transformación acelerada- en ciertas épocas, y estructurales -o delenta transformación- en su mayoría.

Tales sistemas interétnicos o de interdependencia regional han sidoampliamente documentados en trabajos etnográficos e históricos. Entre lostrabajos más resaltantes se encuentra el re g i s t ro etnográfico de lasrelaciones comerciales entre los Yekwana del Caura-Paragua (Coppens,1971) y el análisis de los sistemas de intercambio entre los pueblosindígenas de las tierras altas de Guayana, los englobados bajo el etnónimode Pemón y sus vecinos (Thomas, 1972; Butt-Colson, 1973, 1983-1984).Especialmente resaltantes han sido las investigaciones enfocadas sobre laregión del Orinoco Medio, donde se han hecho reconstrucciones históricasdel sistema de intercambio regional de este río y de sus afluentes durante laépoca colonial (Morey y Morey, 1975) y de su dimensión lingüística (Biord,1985). De estos trabajos se desprendió la propuesta de los Sistemas deInterdependencia Regional del Orinoco (SIRO), como estructuras políticasigualitarias y jerárquicamente horizontales (Arvelo, Morales y Biord, 1985).Tal propuesta, sin embargo, ha sido cuestionada, a partir de las evidenciasde que este sistema comercial fue el resultado del impacto colonial, conrelaciones jerárquicas desiguales a lo interno (Zucchi y Gassón, 2002). Enesta misma dirección, la dinámica del comercio de quiripas y mostacillas hasido analizada con un componente del sistema mundo moderno (Gassón,2000).

En el ámbito etnográfico, entre los Piaroa se ha identificado lacontinuidad histórica de las rutas y sistemas comerciales (Mansutti, 1986).

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Sobre ellos, también se han hecho análisis en el marco de la ecologíahistórica que demuestran la incidencia de las relaciones que este grupoétnico ha tenido con el medio ambiente para la configuración de los sistemasinterétnicos (Zent, 1992; 1996). En el Bajo Orinoco, se ha demostrado queen el pasado la heterogeneidad cultural de sus habitantes fue mucho mayorde lo que se puede ver en el presente (Heinen y García Castro, 2000).Asimismo para el caso de los grupos étnicos de filiación lingüística Caribe,resaltan las reconstrucciones históricas de los procesos de transformaciónde estos pueblos en su amplio espectro territorial, a partir de las distintasformas de contacto con los europeos (Whitehead, 1988; Morales Méndez,1990).

En este trabajo está influenciado por el precedente dejado por estasinvestigaciones. Sin embargo, el énfasis se pone sobre los pro c e s o sdiacrónicos de transformación de la dinámica de las relaciones interétnicasa partir de la dialéctica entre la expansión del orden colonial y las diversasrespuestas de los pueblos indígenas que habitaron la región. En tal sentido,desde nuestra perspectiva, los sistemas no estuvieron definidos ni porcomponentes socioculturales completamente indígenas ni tampoco fueronuna derivación teleológica de la expansión del orden colonial. Se trata de unaarticulación entre ambos conjuntos de sistemas normativos, pero no de unamanera equilibrada, sino cargada de fuertes tensiones y contradicciones. Nose trata de una propuesta que reduce la complejidad de los procesoshistóricos a la dicotomía dominación/resistencia, sino que, en el contexto deestas tensiones, cada sociedad reaccionó ante los acontecimientos según suspropias formas de significar la realidad.

Además de las bases de los autores citados, está el precedente, un textomonográfico extenso sobre el proceso de transformación de las fronterascoloniales en el Oriente de Venezuela, donde se expone con detalle el corpusdocumental sobre el que se sustentan las ideas expuestas (Tiapa, 2004).Asimismo, otros trabajos se centran en análisis sobre las dinámicas de lasúltimas fronteras coloniales en los Llanos de la costa Norte del Orinoco, elDelta del Orinoco y el Golfo de Paria (Tiapa, 2007a); las relaciones alrededorde los caciques Chaima de la población de San Félix Cantalicio de Ropopándel Río Guarapiche (Tiapa, 2007b); los usos políticos de la naturaleza,concretamente del agua, en la región de Píritu, en la cuenca del río Unarecomo parte del proyecto de imposición de la vida en las misiones a lassociedades indígenas de esta región (Tiapa, 2007c); las re l a c i o n e sinterétnicas entre los Warao, los Kari’ña, los Chaima, los Paria y losespañoles y criollos en los intentos de colonización de los Warao de la regiónNoroccidental del Delta del Orinoco (Tiapa, 2007d); y una reconstrucción yanálisis de la estructura de los sistemas interétnicos del Oriente deVenezuela durante la época colonial, en la que se propone y se sustenta laconfiguración y cambio de once sistemas a lo largo de los siglos XVI, XVII y

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XVIII (Tiapa, 2008a). Asimismo, las bases teóricas expuestas han derivadode otros debates sobre la articulación entre la teoría antropológica y lametodología histórica así como de carga política de las herramientas ymarcos conceptuales para la reconstrucción de las sociedades indígenas delpasado (Tiapa, 2008b, 2008c).

Fronteras del sistema mundo, identidad, poder y territorio

Para la comprensión de la reconstrucción interpretativa de lastransformaciones de las fronteras coloniales del Oriente de Venezuela, esnecesario partir de unas bases teóricas que aclaren los conceptos e ideasempleados. Este modelo teórico, se enmarca en el debate acerca de laexpansión del sistema mundo capitalista sobre las sociedades no europeas,y se centra en los ejes de la identidad, el poder y el territorio. Estas ideas yahan sido expuestas en otros textos donde se explican, de manera extensa,los sustentos teóricos y metodológicos de esta investigación (Tiapa, 2004,2008a, 2008b, 2008c).

En la dinámica de la expansión del sistema mundo modern o(Wallerstein, 1976) las sociedades que habitaron sus regiones fronterizashan reaccionado según sus propios sistemas culturales (Wolf, 1987) yo rdenamientos cosmológicos de la realidad (Sahlins, 1988). Ante laconfiguración progresiva de un orden geopolítico global durante las primerasexpansiones del capitalismo agrario a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII,en los límites del amplio espectro territorial de las colonias europeas,distintos órdenes culturales han configurado diferentes delineamientosterritoriales que se han transformado según sus propias lógicas. Así,diferentes historicidades han respondido ante los cambios impuestos desdelas metrópolis a partir de sus propios mecanismos internos, pero siempre demaneras mutuamente constitutivas. Si el modelo cultural define la maneraen que se va a reaccionar ante la historia y, a su vez, la historia se expresaespacialmente, entonces no se puede hablar de organizaciones geopolíticasmonolíticas, sino de áreas geográficas entrelazadas entre sí, perodiferenciadas por las visiones de mundo de las sociedades que las habitan.

A partir del concepto de “área cultural”, ha sido posible la identificacióny análisis de los correlatos geográficos de semejanzas y difere n c i a sculturales (Wissler, 1926; Kroeber, 1939; Steward, 1946-1959; AcostaSaignes, 1949). Su uso ha permitido ir más allá de las circunscripciones depueblos específicos, al buscar integrar diferentes sociedades con elementosen común. Asimismo, ha sido posible contrastar o igualar diversas variablespara la delimitación de tales áreas, tanto en términos culturales, comoecológicos, económicos, políticos, etc. Ahora bien, la base teórica culturalistade este concepto se ha visto complementada con la noción de grupo étnicocomo un conglomerado humano que, como condición para tener un

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conjunto de rasgos culturales comunes, necesita antes que nada que susmiembros se encuentren identificados entre sí (cf. Barth, 1976). Al interiorde ellos, el sentido de la “etnia” es el principal eje de cohesión para laconstrucción de la identidad y de la diferencia (Cardoso de Oliveira, 1992).Así, sobre el eje de la identidad étnica, el resto de las dimensiones culturalesse articulan de manera sistémica, de modo que la transformación en cadauna de ellas incide sobre el resto (Lévi-Strauss, 1969: 301).

Fuera del contexto de las sociedades insertas en el orden capitalistaoccidental, una parte importante de los pueblos indígenas se encuentraestructurada en sistemas políticos ajenos a la presencia de un Estadocoercitivo. En ellas, la construcción de identidades tienen como referencialas prácticas asociadas con los principios de reciprocidad en los que lastransacciones comerciales son los sustitutos culturales a la guerra, que esla condición subyacente en las sociedades no estatales (Sahlins, 1984: 21;Mauss, 1991: 170, 260). Al entrar en contacto con las culturas de origene u ropeo, se establecen relaciones marcadas por la tensión entre ladominación y la sujeción. En palabras de Cardoso de Oliveira (1968) se tratade situaciones de “fricción interétnica”, donde existe una constante pugnapor el control de los elementos culturales locales y foráneos (cf. BonfilBatalla, 1989). En estos sistemas interétnicos, el ejercicio del poder no serestringe únicamente al ejercicio de la fuerza, sino que se trata de laimposición de un orden normalizado (Barnes, 1990: 53), por medio de laconfiguración de discursos de dominación que presentan múltiples formas yse expanden por medio de diversas redes (Foucault, 1980: 142). En esteámbito, es patente la presencia de los “agentes interculturales”, quienes alejercer las posiciones de vínculos entre la sociedad indígena y los gruposculturales externos asumen las posiciones de poder y liderazgo en laestructura del sistema (Cardoso de Oliveira, 1968: 344-351).

En este reenvío y choque entre universos culturales, el espacio y eltiempo son los sistemas relativos a cada estructura en particular (Lévi-Strauss, 1969: 261) y se expresan en la relación entre estructura y territorio(Izard, 1981: 341). Sobre el referente de la naturaleza, se construyensignificados que marcan el terreno del ejercicio de la acción social, de unamanera en que, para el espacio social, el referente natural se convierte ensignificante, organizado en oposiciones sintagmáticas y paradigmáticas(Leach, 1978: 45-46). Éstas nutren a los discursos culturales sobre loscuales se fundan las relaciones sociales, con lo que es posible que ante lapresencia de varias formas de significación espacial, a un mismo referentese le otorguen distintos significados en una constante sobreposición de unosobre otro (Barthes, 1990: 257). Así, la distinción entre “lugar” y “no lugar”marca la diferencia entre el espacio de la identidad y el espacio de laalteridad, pues el dispositivo espacial expresa la identidad del grupo (Augé,1993a: 49), por medio de praxis cambiantes atravesadas por el sentido del“lugar” (Escobar, 2000: 156).

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En esta dinámica, cada sociedad construye universos particularesrelativos, a los que se accede en el diálogo metodológico entre el modeloteórico y la experiencia directa. Más que sólo una experiencia de acceso, setrata de construir de forma textual una traducción de ésta para suinterpretación (Clifford, 1991: 144). En esta experiencia de descripción delos actos cotidianos de una sociedad, los datos resultan ser interpretacionesde las interpretaciones del “otro” por lo que quedan oscurecidas en sutransmisión textual. Esto hace que sea necesario que para su descripción sehaga interpretación, es decir, una “descripción densa” (Geertz, 1996: 19-23).

Ahora bien esta interpretación de la diferencia en el espacio esequiparable a la diferencia en el tiempo (cf. Geertz, 1992), como base deaplicación del conocimiento antropológico. Puesto que la secuencia temporaldel pasado no puede ser incorporada en la sincronía presente, se asume quetodo pasado es diferente, es decir, el pasado debe ser visto como “otra”sociedad. Dado que no existe una secuencia unilineal en el tiempo, cadasociedad tiene su propia historia y cada ruptura en la continuidad tiene suspropias características, por lo que hay múltiples maneras de reaccionar antela historia (Gaborieu, 1969: 97). A lo largo de los procesos históricos de lalarga duración (Braudel, 1990), los acontecimientos particulares tienentanta importancia como el cúmulo de actitudes repetidas en largos períodosde tiempo. Así, el reenvío entre acontecimiento y estructura se da como unaretroalimentación entre los contextos sociales y culturales de los sujetoshistóricos y la historicidad y particularidad de cada evento (Burke, 1993a:290-291).

Puesto que la estructura se encuentra en constante cambio, con finesmetodológicos, es posible aproximarse a ella tanto desde una perspectivasincrónica como diacrónica (Saussure, 1980). La sincronía se construyesegún un corte en un momento particular de la historia en el que se tomanen cuenta las relaciones sistémicas de todos los elementos que la integrande forma regular en un momento y un lugar dado. Por su parte la diacroníase enfoca sobre la reconstrucción de las transformaciones estructurales enel tiempo, con un carácter dinámico, accidental y particular (Saussure,1980: 165). En el abordaje de las dimensiones de la identidad, el poder y elespacio a lo largo de una diacronía, este sentido de la alteridad en el tiempoha sido puesto sobre la palestra en los debates sobre la disolución de lasbarreras disciplinares entre Antropología e Historia (Thompson, 1972; Lewis,1972; Fabian, 1983; Radding, 1984; Thomas, 1989; Geertz, 1992; Buxó,1993, Burke, 1993a, 1993b; Augé, 1993a, 1993b, 1996; Lowenthal, 1999;Coronil, 2002).

En muchos momentos de la historia, los acontecimientos aceleradoresde los cambios se encuentran presentes con mucha mayor fuerza. En estasestructuras de coyuntura, las posibilidades potenciales de los contenidosculturales se encuentran cargadas de mayores reacomodos y de una mayorrealización práctica (Sahlins, 1997: 13). En ellas, los micro-acontecimientos

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tienen una continuidad más acelerada, después de los cuales, en losmomentos de estabilidad, ya han transformado buena parte del orden previoa la profundización de los cambios. Así, tanto en el tiempo como en elespacio, es posible hacer “cortes” que, en el caso particular del recorridotemporal, se pueden ubicar tanto en las coyunturas como en los periodos decontinuidad. En estos cortes, la continuidad es vista como un “presenteetnográfico” donde, aunque efectivamente hay cambios, éstos son menosevidentes. Para esta operación metodológica, Miguel Acosta Saignes planteala categoría de “ficción de coetaneidad”, según la cual en momentoscronológicamente distantes, pero similares en el tipo de acontecimientospresentes, es posible hacer una homologación que permita articular elanálisis (Acosta Saignes, 1961: 7).

Dado que el evento específico es en sí un microcosmos de una realidadde mayor escala y temporalidad, su análisis es coherente con la propuestamicrohistórica (Ginzburg, 1983; Levi, 1993). Según ésta, es posible tomar enconsideración las diferencias espaciales y temporales de los contextos de losacontecimientos, de modo que no se establezcan modelos generales contendencia a la homogeneización de realidades que internamente poseenabundantes matices (Levi, 1993: 136)2.

En relación con las dinámicas de relaciones sociales y construccionesculturales expandidas en áreas geográficas concretas, la categoría de regiónhistórica permite la articulación entre la transformación temporal y laregularidad espacial. Las referencias geográficas en la organización de losdatos permiten su agrupación por regiones y comunidades. Esta agrupaciónimplica la regionalización de los procesos históricos y la delimitación deregiones históricas. Así, la categoría de región histórica (Cunill Grau, 1988),refiere a las áreas geográficas con características históricas comunesmanifestadas en la acción de sus habitantes sobre su contexto físico(Cardozo Galué, 1988: 13).

Las fuentes empeladas para este trabajo son de diversos tipos, según sunivel de aproximación a los eventos y procesos históricos trabajados. Éstasson tanto de primera como de segunda mano. Entre las de primera manoestán las publicadas y las inéditas. Las fuentes de primera mano publicadasson las compilaciones documentales hechas por otros investigadores comoes caso de Carrocera (1968), Ríonegro (1918; 1921), Arellano Moreno (1964;1970), Gómez Canedo (1967) y Prato-Perelli (1990). Entre las fuentes deprimera mano inéditas se encuentran las documentos recopilados por elautor en el Archivo General de la Nación de Caracas (AGN) entre 1999 y2001 y el Archivo General de Indias de Sevilla (AGI), en los primeros mesesdel año 2000. En el primero se revisaron y analizaron las fuentes de laSección Indígenas, la Sección Traslados-Colección Cumaná, entre otros que

2 Es en este sentido que cobra importancia el método del “paradigma indiciario” (Ginzburg,1983).

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fueron usados para la investigación del texto monográfico de base, pero queno refiero porque, por razones de espacio, no fueron empleados para elpresente trabajo. En el segundo se abarcó en la investigación a la SecciónSanto Domingo y en la Sección Caracas (ver la sección de FuentesDocumentales, al final del texto). Asimismo, para una comprobación de losdatos que sustentan las afirmaciones expuestas en este artículo serecomienda la revisión del texto monográfico principal (Tiapa, 2004) en elque se expone con detalle y citas los contenidos de estas fuentesdocumentales.

Con esto presente, en relación con las distintas tensiones que seestablecieron entre la imposición y la resistencia en este proceso histórico,se puede hablar de tres grandes momentos de larga duración en su dinámicahistórica. Una época de configuración inicial previa al inicio de laintervención misionera, a lo largo del siglo XVI hasta mediados del siglo XVII.Una época intermedia con la imposición del trabajo forzado en lasencomiendas, desde principios del siglo XVII hasta principios del siglo XVIII.Finalmente, una fase que se inició con la imposición de las misiones, desdemediados del siglo XVII hasta el fin de la época colonial en la primera décadadel siglo XIX. Cada proceso de larga duración (cf. Braudel, 1990) estuvosobrepuesto a los otros, de la misma manera que estuvo marcado porhistorias locales, en algunos casos, articuladas entre ellas y, en otros,aparentemente disgregadas.

Violencia y surgimiento de las alianzas para la resistencia

En las primeras décadas de la conquista del Oriente, entre 1498 y 1530,el interés hispano estuvo centrado en la extracción perlera y el comercio deesclavos. Para lograr esto, fue necesario el establecimiento de relacionesrelativamente pacíficas con ciertas comunidades costeras, las cualespermitiesen la obtención de provisiones, guías, intérpretes y/o aliados parala guerra y para la captura de esclavos (Ojer, 1966; Humbert, 1976; Jiménez,1986)3. Este interés permitió que, de manera contingente, los indígenasconformasen relaciones específicas de cooperación con los conquistadores.Éstas, en sí mismas, tuvieron la tendencia a operar según ciertas reglas y aresponder a cierta lógica intercultural que, sin embargo, se vioconstantemente alterada por la visión de mundo europea. Según esta visión,la prioridad estaba en el provecho material de los recursos naturales de lazona y en la obtención de esclavos. Esto tuvo como consecuencia unaconstante “trasgresión” -brutalmente violenta- a las reglas que permitieron

3 En este contexto, fue fundamental la propagación del mito sobre el “canibalismo Caribe”,que, más allá de los referentes reales que haya tenido, fue el principal justificativo ideológico de laesclavitud indígena en las Antillas y Tierra Firme (cf. Salas, 1921).

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la acción bélica y de rapiña contra el resto de las comunidades indígenas dela costa oriental. Esto, a su vez, trajo como consecuencia los constantesalzamientos locales y los de mayor alcance regional, como los que sucedieronen la década de 1520 o la coordinación de los ataques de los grupos“Caribes” a los enclaves hispanos de la costa (Ojer, 1966). En este contexto,los principales enclaves estuvieron en la población de Nueva Cádiz, en la islade Cubagua, y el fortín en la desembocadura del río Cumaná, en TierraFirme, desde donde se organizaron las principales entradas armadasesclavistas para la explotación de perlas. A pesar de la existencia de esteúltimo enclave, la articulación entre grupos locales permitió que el controlhispano de las costas se viese notablemente restringido.

En términos generales, el éxito de la resistencia tuvo que ver con dosaspectos fundamentales. En primer lugar, la trasgresión de los españoles ala lógica contingente que se había configurado alrededor de las relaciones

Mapa Nº 2 Área de acción hispana entre 1498 y 1530

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con las comunidades aliadas. Mientras que el desconocimiento y ladescoordinación entre las distintas armadas esclavistas propiciaron laruptura de las relaciones pacíficas y comerciales entre los españoles y losgrupos indígenas aliados a ellos, éstos últimos, reactivando sus relacionescon los grupos indígenas que mantenían resistencia ante la invasión,pudieron establecer un frente común, declarando la guerra al grupo foráneo.En segundo lugar, la extrema violencia usada por los españoles nunca tuvocomo objetivo, por lo menos durante esta etapa inicial, la expansiónterritorial. Ante esto, la cantidad y la amplitud de territorios indígenasautónomos permitió que siempre hubiese la posibilidad de conformargrandes alianzas para repeler a los europeos tanto de las costas como de lasislas.

Desde la década de 1530, en adelante, las incursiones de conquista enbúsqueda de El Dorado irrumpieron en el Golfo de Paria y la región de losríos Unare y Neverí, por lo que la exclusividad territorial, que los distintospueblos indígenas había mantenido hasta ese momento, fue alterada através de métodos bélicos de gran envergadura (Aguado, 1950; Ojer, 1964).Por un lado, en Paria y Trinidad los españoles establecieron pactos decooperación para la guerra, la provisión e incursiones con un conjunto decomunidades identificadas como Aruacos (Juan de Salas, 1560-1570, enArellano Moreno, 1964). Éstos fueron considerados como opuestos a losCaribes, quienes ejecutaron los mayores actos de confrontación con losconquistadores. Por otro lado, en la región del Unare y el Neverí losespañoles establecieron tanto relaciones de alianzas como de guerra conciertas comunidades llamadas Palenques (Aguado, 1950). A partir de estemomento se crearon dos áreas de expansión para la conquista, que tuvieroncomo respuesta dos grandes focos de alianzas interétnicas, uno,representado por los Kari’ña de la región Nororiental, el otro, por losPalenques de la región Centroriental4. Ahora bien, mientras las alianzas parala conquista se establecieron sólo con algunas comunidades, las alianzaspara la resistencia contaban con una mayor correlación de fuerza, mayornúmero de grupos que la integraban y una extensa autonomía territorial quepermitió “arropar” las pequeñas redes de comunicación hispanas.

La estabilidad de estas rutas de movilidad, controladas por losespañoles, permitió que se formasen redes que unificaban esta isla con losasentamientos de captura de esclavos de Tierra Firme y las islas de LaEspañola y Puerto Rico (cf. Aguado, 1950; Pérez de Tolosa, 1546 en ArellanoMoreno, 1964). Estas redes se sobrepusieron a las rutas de comunicacióncontroladas por los Kari’ña, quienes articulaban distintos grupos indígenas

4 En relación con la denominación “Caribes” y “Palenques”, cabe destacar que, bajo talesnombres, se agruparon diferentes pueblos indígenas, con la finalidad de resistir a los españoles.Así, estos nombres sirvieron como referente para la identificación de dos grandes conjuntos deresistencia territorialmente delineados.

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asentados en el Golfo de Paria, Trinidad, la Costa Nororiental y las AntillasMenores en sistemas de intercambios comerciales y de cooperación de laguerra contra los españoles5.

La fundación de la ciudad de Cumaná, en la década de 1560, marcó unacoyuntura para el poblamiento hispano de la región. Con la llegada de loscontingentes armados de Serpa se conform a ron dos grandes áre a sfronterizas, coherentes con los focos de resistencia indígena, una entre losríos Neverí y Unare6, la otra en los valles de Cumanacoa (AGI, SantoDomingo, 71; Lope de las Varillas, 1569, en Arellano Moreno, 1964).

5 En esta sobreposición de redes de movilidad, los enfrentamientos fueron intensos yconstantes. Si bien, antes de la década de 1530, estos enfrentamientos habían sido numerosos,pero adaptados a la captura de esclavos, desde este momento en adelante, la articulación dealianzas para las guerras de resistencia, entre distintas regiones de predominio de pueblosagrupados bajo el nombre de “Caribes”, se intensificó socavando en buena medida la fuerza de lapresencia europea en las costas.

6 En la región Unare-Neverí, se conformó una de las más fuertes alianzas para la resistencia.Los Cumanagoto y Chacopata eran los pueblos indígenas que, junto a los Palenques, superabanen fuerza a los españoles. En el frente de expansión de los valles de Cumanacoa, la transformaciónse impulsó desde el único asentamiento estable de Cumaná, que amplió sus redes de acción conla explotación perlera y la enajenación de zonas de cultivo a los pueblos indígenas locales. Contraeste frente, los Chaima y los Kari’ña habían hecho alianzas que frenaban la avanzada colonial.

Mapa Nº 3 Área de acción hispana entre 1530 y 1650

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La dinámica de expansión y resistencia hacia el valle de Cumanacoacontinuó y se hizo más activa hacia las primeras décadas del siglo XVII. Enla medida en que Cumaná fue creciendo en su población, los habitantesindígenas de estas zonas fueron progresivamente sometidos al trabajo de lasencomiendas y sus territorios enajenados para las principales haciendasespañolas. En la década de 1630 y 1640, las intensas arremetidas armadascambiaron la condición de exclusividad territorial que mantenían los gruposindígenas de la frontera Unare-Neverí. Se impuso por la fuerza que losespañoles estableciesen rutas de comunicación desde el nacienteestablecimiento de la Nueva Barcelona y desde los Llanos de Caracas (Ojer,1966; Oviedo y Baños, 1992; Civrieux, 1980). Como resultado de estasguerras, una gran cantidad de comunidades fueron reducidas enencomiendas, mientras que habían aumentado las rutas de movilidad de losespañoles para la extracción de ganado y la comunicación con Caracas.

Aún cuando las entradas armadas de esta década, dirigidas por JuanOrpín, fueron de una gran violencia, siempre hubo la posibilidad de que losindígenas hiciesen nuevas alianzas interétnicas para la respuesta bélica.Uno de los elementos importantes en el éxito de esta avanzada fue el uso dela mediación con algunas de las comunidades Cumanagoto, las cuales, através de la fuerza, habían mantenido resistencia. Las relaciones queresultaron de estas guerras sentaron las bases para la nueva forma deconquista que resultaría de la aceleración en la temporalidad estructuralhacia finales de la década de 1640. Para este momento, el panorama generalde la región era resultado de los rápidos cambios que se habían realizadocon las entradas armadas de la década anterior (Civrieux, 1980; Ríonegro,1918; AGN, Traslados-Cumaná, tomo 80; AGI, Santo Domingo, 641). Comoen las décadas anteriores, se configuraron dos conjuntos sistemas derelaciones, uno de dominación y otro de resistencia.

Específicamente, se puede hablar de un sistema de dominaciónimpuesto por los españoles, con dos realizaciones prácticas, una estable -representada por el sistema de encomiendas- y una contingente -en lasmisiones de Píritu-, de este modo, hacia finales de la década de 1640, losasentamientos hispanos, que sólo habían sido intermitentes y temporales,tenían áreas de acción cada vez más sólidas y de mayor correspondenciaentre ellas. A su vez, el sistema de resistencia se configuró a partir de dosterritorios de autonomía sociopolítica y cultural con sus focos principales enel río Guarapiche y en la zona intermedia entre los ríos Unare y Neverí.

Estructuras de coyuntura y delineamiento de la gran alianza para laresistencia

Hacia la década de 1650, aún cuando los españoles no lograban elcontrol definitivo del territorio, sí pudieron imponer un número considerablede comunidades al servicio de las encomiendas. A través de éstas, se

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sentaron las bases que naturalizaron las estructuras relacionales deinserción de una cantidad cada vez mayor de comunidades en estos espaciosde explotación de la mano de obra indígena7 (Prato-Perelli, 1990, 1986; AGI,Santo Domingo, 641).

La imposición del trabajo en encomiendas a un cierto número decomunidades aún no había creado las condiciones para poder acceder alresto de los grupos que mantenían autonomía política en relación con losespañoles. Para estos últimos, el principal problema estaba en la necesidadde enajenar los canales indígenas de transmisión de mensajes entre lascomunidades que se encontraban encomendadas y las que no lo estaban,

Mapa Nº 4 Área de acción hispana entre 1650 y 1700

7 Aunque el sistema de encomiendas garantizaba la explotación de la mano de obra indígenade una forma muy similar a la esclavitud, en sus espacios sociales las comunidades sometidasmantenían un mínimo de autonomía como para reproducir una buena parte de sus contenidosculturales autónomos. Con la formación de estructuras locales definidas por los hispanos secrearon sujetos sociales que jugaron papeles trascendentales en el éxito de la conquista. Estosfueron los agentes interculturales, es decir, los principales mediadores entre los grupos queresistían y el grupo que pretendía imponerse, así como también fueron los que garantizaron elconocimiento del territorio, el paso de fronteras lingüísticas, la creación de nuevas alianzas y elservicio como tropas al mando de los hispano-criollos y españoles.

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que eran la abrumadora mayoría (AGI, Santo Domingo, 641: 14-01-1652).En este sentido, era necesario un sistema con mayores capacidadesre p resivas y aculturantes, que permitiese un mayor provecho en laexplotación de la mano de obra y el control del territorio. El problema de laautonomía espacial indígena trascendía los ámbitos de las encomiendas,pues las comunidades que supuestamente se hallaban conquistadas, sólo loestaban en cuanto a su aceptación del comercio y a permitir el paso de losespañoles por sus territorios (AGI, Santo Domingo, 641)8. Asimismo, losespañoles tuvieron que impedir el contacto de los grupos indígenas, tantoaliados como enemigos, con otros europeos que fuesen susceptibles dearrebatar la hegemonía hispana, sobre todo en el ámbito de la provisión deproductos europeos como las armas y herramientas9.

De este modo, la estrategia de conquista pasó, paulatinamente, de lapura represión bélica a elaborar estrategias de sometimiento y control. Parael grupo hegemónico, la continuidad de este control -en tanto forma degarantizar la aceptación y naturalización del sometimiento- era fundamentalpara asegurar que su presencia en la región se prolongase. Ahora bien, elcontrol no sólo tenía que ver con la explotación de la fuerza de trabajoindígena, sino también con sus contenidos culturales y esto sólo era posiblemediante la transformación vertical, y desde agentes exógenos, del sentidosocial de los “lugares” (Escobar, 2000). Así, en la década de 1650, seconfiguró una estructura de coyuntura (Sahlins, 1997)10 de aceleración delos cambios. En palabras de Sahlins, estas pueden ser entendidas como:

“…la realización práctica de las categorías culturales en uncontexto histórico específico, como se expresa en la accióninteresada de los agentes históricos, incluida la microsociología

8 En un informe presentado ante el Consejo de Indias -sin fecha precisa-, para justificar lapresencia de los misioneros capuchinos, se presentó un panorama general de las relaciones entreespañoles e indígenas en la región. Según éste el contexto resultaba favorable para que, por mediode ciertos grupos, se reestableciesen los misioneros en la región. En primer lugar, estaban losPíritu, Cumanagoto, Guaribe, Chacopata, Cocheima, Güere, “Maiscanes” y Palenque, con quieneslos españoles compartían las redes de movilidad y mantenían intercambios comerc i a l e s ,particularmente para la extracción de ganado de los llanos. Éstas eran consideradas relaciones deno-agresión explícita. Pero, para los intereses coloniales, esto no era suficiente, pues, la autonomíaterritorial que aún mantenían estos grupos indígenas, les permitía no someterse por completo alos hispanos. En segundo término, se hallaban los Core y los Tomuza, que habían mantenidoresistencia y, por lo tanto, sus relaciones con los españoles (AGI, Santo Domingo, 191).

9 La presencia de europeos y criollos contrapuestos a los españoles era cada vez másfrecuente. Incluso, los intentos de asentarse en la región, como fueron los casos de los misionerosfranceses en el Guarapiche (Pelleprat, 1990 [1655]) y los de explotación de las salinas del río Unarepor holandeses (AGI, Santo Domingo, 641: 31-10-1656).

10 Para un desarrollo más extenso de las transformaciones profundas que ocurrieron a partirde la incorporación de las misiones en el sistema de relaciones, ver los capítulos 5 y 10 de mi tesisde grado (Tiapa, 2004: 154-103; 570-620) y los trabajos sobre la reconstrucción de los sistemasinterétnicos de los Llanos Orientales, el Golfo de Paria y el Delta del Orinoco (Tiapa, 2007a: 237)y sobre las relaciones políticas entre los Chaima de San Félix Cantalicio de Ropopán (Tiapa,2007c).

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de su interacción… esta noción de praxis como una sociologíasituacional del significado puede aplicarse a la comprensióngeneral del cambio cultural. Como descripción del desplieguesocial -y de la revaloración funcional- de los significados entérminos de acción, no tiene que restringirse a circunstanciasde contacto intercultural. La estructura de coyuntura comoconcepto tiene valor estratégico en la determinación de losriesgos simbólicos… y en las reificaciones selectivas…”(Sahlins, 1997: 14-15).

De esta manera, puede entenderse cómo, antes de esta década, elsistema colonial había restringido sus referentes territoriales a no más decuatro asentamientos costeros. Sin embargo, en adelante, se conformaría unconjunto de representaciones culturales del territorio, contrapuestas entre síy cargadas de conflictividad, donde lentamente, en el transcurso de lossiguientes ciento cincuenta años, la percepción de uno de los grupos, losespañoles, se sobrepondría sobre el resto de los universos culturales locales.

Conquista cultural, enajenación y defensa del “lugar”: auge y transfor-mación de los sistemas indígenas para la resistencia

En términos generales, puede decirse que el fracaso de los primerosintentos de conquista se debió a que, por un lado, si bien en estas formas desometimiento las relaciones de alianza, cooperación y mediación entreespañoles y los distintos grupos indígenas de la región jugaron un papelimportante y posibilitaron los primeros establecimientos coloniales en laszonas costeras, el carácter contingente de estos tipos de relaciones impidióla continuidad de las conquistas logradas. Por otra parte, estossometimientos no necesariamente implicaban la transformación de ladistribución espacial de los grupos sometidos, cuando menos de formasistemática, lo que le permitió que los grupos indígenas atacadosmantuviesen el control de sus espacios sociales. Ambos aspectosposibilitaron la constante reorganización de los grupos indígenas de laregión, el control de sus territorios de asentamiento y la continuidad de lasrelaciones de alianza entre ellos. De esta manera, se mantuvo unaautonomía política y territorial indígena que impidió la avanzada militar ycivil española hacia las zonas internas del territorio hasta mediados del sigloXVII.

Este fue el contexto regional de inserción de las misiones como unmétodo coercitivo que conjugaba la negociación con la represión explícita afin de disgregar las unidades locales que se oponían a las autoridadese x t e rnas. En esta nueva estrategia de conquista fue central latransformación de las reglas de las relaciones entre grupos diferentes, laimposición de nuevas formas de accionar sobre los territorios y la

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desestructuración de las organizaciones políticas regionales. Posteriormentea esto, la tendencia se estableció hacia la reconfiguración de estasorganizaciones en función de la imagen y jerarquización que los europeosconstruyeron sobre las diferentes sociedades indígenas. Una vez ejercido elcontrol sobre estos pueblos, se inició el intento de fragmentación de sussistemas económicos internos, asimilándolos al sistema colonial en el quelos grupos indígenas subalternos -y los aliados a los españoles en sumomento-, junto a los esclavos de origen africano, fueron la principal fuerzade trabajo sobre los que se organizó la estructura económica colonial,reelaborada en los posteriores estados nacionales. De esta manera, elcontrol fue expansivo a todos los ámbitos de la vida social de los gruposindígenas de la zona.

La importancia del control de los condicionamientos espaciales de lasconstrucciones culturales de los pueblos indígenas de la región se entiende,además, si se toman en cuenta las relaciones con la naturaleza y lasdinámicas discursivas asociadas con ésta. Así pues, el control de la regiónya no podía lograrse sólo por medio de la represión bélica, sino que tenía queestar acompañada de otros métodos como el adoctrinamiento religioso.

La primera región donde se establecieron las misiones franciscanas fuePíritu, con sus radios de acción circundantes a la cuenca del Bajo Unare.Para los intereses de los españoles, los Píritu del Bajo Unare no sólo fueronvistos como agentes interculturales óptimos para lograr la reducción, sinoque sus asentamientos podían ser usados como lugares de influenciahegemónica para el control territorial de la región (Gómez Canedo, 1967, I;Caulín, 1967 [1779], I; AGI, Santo Domingo, 641). La relación entre losindígenas de la costa circundante al río Unare y los españoles había sido tanlarga y constante que había intercalado la violencia bélica con relaciones decooperación para la guerra con otros grupos indígenas o para intercambioscomerciales (Civrieux, 1980, 1998; Jiménez, 1986; Caulín, 1968 [1779];Ojer, 1966; Humbert, 1976; Aguado, 1950 [1581]; Gómez Canedo, 1967;Varillas, 1569 en Arellano Moreno, 1964; Oviedo y Baños, 1992 [1730];Armas Chitty, 1976; Carrocera, 1968, II; Ríonegro, 1928; AGI; SantoDomingo, 641)11. De allí que, como zona fronteriza, la interdependencia delos sujetos históricos que la integraban había configurado una “regiónhistórica” en el sentido de una dinámica que se reproduciría en el tiempo12.

11 Esta es una parte de las fuentes documentales y autores que tratan sobre los intentos deconquista de los indígenas del Unare entre el siglo XVI y XVII.

12 La dinámica del sistema de relaciones de la región del Bajo Unare no fue en sí mismaautocontenida y trascendente a las decisiones de los sujetos que la integraban. En estamanipulación de identidades, el enemigo común fue sobresaltado en el contacto con los Píritu,Cumanagoto, Chacopata y parte de los Palenque. Esto demuestra, una vez más, la importancia dela disciplinación (Barnes, 1990) y el control cultural (Bonfil Batalla, 1989) ejercido sobre loshabitantes de estos lugares impuestos.

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A la notoria dinámica del sistema del Bajo Unare se incorporó lapresencia misionera-militar, lo cual le daría un nuevo perfil de consagracióna la hegemonía hispana. Esta hegemonía se expresó en su perfil territorial yen las relaciones entre los indígenas insertos en esta nueva forma de sistemacolonial y aquellos que pugnaban por mantenerse al margen13. En adelante,los propios indígenas de las misiones serían quienes se encargarían decooperar como guías, intérpretes y, en muchos casos, como tropas parareducir a otros indígenas en los asentamientos impuestos (Gómez Canedo,1967, I; Caulín 1968 [1779]; AGI, Santo Domingo, 641). Éste fue el momentocontingente que dio pié a una nueva estructura de larga duración que se re-creó durante más de siglo y medio.

Para el logro de la reducción de otros grupos indígenas a las misionesfue determinante que hubiesen relaciones entre los españoles y otrosindígenas ya reducidos que, a su vez, tuviesen relaciones o canales decomunicación con aquellos asentados en lugares autónomos o en actitud deresistencia al sistema colonial. De ese modo, la hegemonía del controlcultural necesitó la enajenación (Bonfil Batalla, 1989) de estructurasindígenas, de relaciones sociales y de los elementos culturales que lasintegraban. Difícilmente se puede decir que los misioneros idearo npreviamente una forma de reducción de comunidades indígenas en lasmisiones, éstos usaron, según sus intereses, las mismas redes decomunicación y de relaciones entre comunidades.

De ese modo, un conjunto de acontecimientos específicos condicionaronun nuevo tipo de relaciones que se haría estructural. Es decir, la largaduración, la amplia estructura, tuvo un fuerte determinante “local” y“acontecimental”. La amplia estructura había sido el control externo de lolocal, la imposición de formas de asentamiento, de liderazgos locales, lainterrupción de las relaciones con otros europeos y con otros pueblosindígenas, en suma, un proceso macro-estructural que estuvo marcado porlas decisiones de unos ciertos sujetos en un lugar y un momento específico.La estructura condicionó los acontecimientos, pero queda claro con estoque, desde “abajo”, desde los acontecimientos, se crearon las formas denuevas de estructuras de poder y las formas en que fue aceptada en losámbitos locales14.

13 La hegemonía militar misional entre los Píritu del Bajo Unare no debe ser pasada por alto,pues, fue allí el momento coyuntural de un tipo de relaciones regionales que en su contingenciase naturalizaron y, trasladándose en el tiempo, posibilitaron la avanzada misionera. Hasta elmomento, las relaciones entre los Píritu y los españoles habían sido de cooperación, pero deconservación de la autonomía espacial. Con la enajenación de los lugares habitacionales de losPíritu, por parte de los españoles, las relaciones de interdependencia -es decir, de una relativasubordinación articulada con la conservación de la autonomía de la reproducción cultural-, sehabía transformado en un sistema que en la cotidianidad iría hacia la coerción de todos losámbitos de su vida cotidiana.

14 Es necesario hacer énfasis en la enajenación hispana de las formas en que lasconstrucciones de identidades de las comunidades indígenas, reducidas en los lugares impuestosde los pueblos de misión, se expresaban mediante las relaciones con comunidades de gruposétnicos comunes o diferentes.

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En cuanto a la imposición de lugares hegemónicos, la fundación de lasmisiones de Píritu se articuló con la fundación del fuerte de Clarines comoun enclave armado que, además de marcar un nuevo eje de interconexión,también delimitó las fronteras con los grupos que mantenían resistenciaactiva, como los Palenques (Caulín, 1966, I; AGI, Santo Domingo, 641).Desde el eje formado por las misiones pobladas por los Píritu y el fuerte deClarines se conformó una nueva área de acción hacia comunidadesCumanagoto, Chacopata, Characuar y Topocuar que ya, después de más decien años de guerra, no oponían una resistencia tan activa como la quetodavía mantenían los Palenque (Caulín, 1966 [1779], II; Gómez Parente,1979).

Con el aumento de nuevas comunidades en las misiones se acentuaronlas diferencias entre éstas y los Palenque, quienes se negaban, inclusive, altrato con los españoles. Así, por un lado, estaban los grupos indígenasaliados a los Píritu y a los españoles y, por el otro, los Palenque y otrascomunidades indígenas que, cohesionadamente, reivindicaban suautonomía ante la presencia hispana. Tal diferencia entre los Píritu y losPalenque tuvo su expresión territorial en los río Güere y Unare, donde seconfiguró una región fronteriza de contraposición entre un frente deexpansión colonial y uno de los focos de articulación interétnica para guerramás importantes de la región (Caulín, 1966 [1779], II; AGN, traslados-Cumaná, t.75, f. 99)15.

Por otra parte, entre los Cumanagoto y los Palenque había guerrasintermitentes, lo que implicaba la existencia de canales de comunicaciónpermanentemente abiertos. La frontera de los Palenque había sido detensión y de constantes enfrentamientos de pequeña escala. Sin embargo,hubo la comunicación suficiente para el ejercicio de la mediación. Con lasnegociaciones hechas por los misioneros, y los agentes interculturales a suservicio, la fuerza de los Palenques, como un grupo unificado por un nombreexterno que les había servido para cohesionarse, ahora se reafirmaba con ladivisión entre los Caracare, que negociaron con los misioneros, y losGuaribe, que mantenían la resistencia (Caulín, 1966 [1779], II; AGN,traslados-Cumaná, t. 75, f. 99).

Una vez reducidos, los alzamientos de los Guaribe tomaron comoasidero sus lugares de asentamiento como forma de construcción deidentidades. En estos lugares, en las montañas del río Uchire, hubocoincidencia con los Tomuza, con quienes se aliaron por más de una décadapara resistir a los misioneros (Caulín, 1966 [1779], II; AGI, Santo Domingo,

15 Una forma reelaborada de enajenación de canales de relaciones entre y dentro dediferentes redes de comunicación y de influencia fue la aplicada en la reducción de la comunidadde Caygua, desde donde fue reducida una gran cantidad de comunidades Cumanagoto,Chacopata, Characuar y Topocuar. A través de estas fundaciones, se creó una región dehegemonía de las decisiones hispanas contrapuesta plenamente a la región de predominioPalenque, con sus fronteras físicas marcadas por los ríos Unare y Güere.

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192: 24-11-1681). La alianza Guaribe-Tomuza, aún siendo una de las másduraderas y firmes, sólo se disolvió al momento de negociar con losmisioneros su poblamiento (Caulín, 1966 [1779], II; AGFR, secc. XI/36, enGómez Canedo, 1967: 105-108; AGI, Santo Domingo, 187: 11-03-1681; 189:1696).

Hacia las montañas intermedias entre Cumaná y Barcelona se orientóotro frente de expansión colonial. La reducción de las comunidades quehabitaban esta zona se hizo con mediadores desde las mismas encomiendas(Caulín, 1966 [1779], II: 124-136; AGI, Santo Domingo, 192: 11-1687; AGI,Santo Domingo, 641: 13-12-1684; AGI, Santo Domingo, 642: 23-08-1701).Sólo en una zona como la sierra de Bordones se puede decir que los canales,que permitieron que se transmitiesen los mensajes de amenazas para elpoblamiento, pudieron haber estado controlados tanto por los indígenascomo por los españoles.

El frente de expansión que se orientó desde Píritu hacia la Sierra delBergantín, incidió sobre los Cumanagoto, Core, Tagare y Cuaca que lahabitaban y que habían mantenido una frontera de resistencia desde laprimera mitad del siglo XVII (Caulín, 1966 [1779], II: 136; AGFR, secc. XI/36en Gómez Canedo, 1967, I: 101-104; AGI, Santo Domingo, 192: 16-11-1689;AGI, Santo Domingo, 641: 25-11-1690). Este frente de expansión coincidiócon el gran eje de alianzas para la guerra que se extendía desde los valles delrío Aragua hasta el río Guarapiche, donde el predominio era detentado porlos Chaima y los Kari’ña.

Los Chaima-Kari’ña de Cumanacoa y del río Guarapiche

La expansión hacia el valle de Cumanacoa estuvo condicionada por lanecesidad de reducir a misiones y encomiendas a los Chaima y Cuaca de allíy, así, extender las áreas de cultivo, las rutas de extracción de ganado yc o n t rolar las rutas comerciales del Guarapiche, cuyos pobladore samenazaban cada vez más a los españoles16 (Prato-Perelli, 1990; Carrocera,1968, II). El valle de Cumanacoa era una zona de intensos conflictoscaracterizados por ataques bidireccionales (Ríonegro, 1918, I; AGI, SantoDomingo, 641) y, como en toda zona de enfrentamientos, las relaciones eransusceptibles de cambiar de hostilidad a comercio debido a su carácterdinámico. Con la primera fundación entre los Chaima de las montañas delGuácharo se reprodujo el método de reducción por medio de la mediación,al abrirse el camino para tratar de convencer de poblarse a los Kari’ña del

16 La necesidad de extender las áreas de cultivo se debió a la expansión de las encomiendasque, para mediados del siglo XVII, llegaban hasta el valle de Cocoyar (Prato-Perelli, 1990); por otraparte, la extracción de ganado era aún más importante debido a los reportes sobre su abundanciaen los Llanos, y sobre los conflictos entre españoles e indígenas para poder transportarlos (AGI,Santo Domingo, 641: 15-03-1661, 30-07-1662; Carabantes, 1666 en Ríonegro, 1918, I: 56-57).

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Guarapiche y por medio de ellos negociar con los Caribes antillanos (AGI,Santo Domingo, 641)17.

Para la década de 1660, en la región Nororiental había varios sistemassobrepuestos entre sí. Estos eran el sistema de las encomiendas, sujetos aldominio hispano; los Kari’ña y Chaima del Guarapiche; y los Chaima yCuaca del valle de Cumanacoa, en parte poblados en las misiones. Lascomunidades insertas en las misiones, hacia la década de 1660, Chaima yCuaca del valle de Cumanacoa y los Kari’ña del Guarapiche, compartíandiversos universos de relaciones interétnicas. Estaban las relaciones dentrode las misiones, las fricciones con los españoles civiles que entraban a susterritorios a extraer ganado y las articulaciones estructuradas, de distintostipos, con los indígenas de los lugares autónomos. Con la fundación de lasmisiones entre los Kari’ña, Chaima y Cuaca para los españoles deCumanacoa, las alianzas e intercambios comerciales eran cada vez másestables, al punto de tener aliados indígenas contra otros europeos (AGI,Santo Domingo, 641; Carabantes 1666 en Ríonegro, 1928; Carrocera, 1968,II).

Sin embargo, el hecho de que las mismas comunidades participasen dedistintos sistemas interétnicos, como el de predominio hispano y lossistemas autónomos indígenas, por igual, condicionó que sus integrantestuviesen una correlación de fuerzas tan sólida como para poder oponerse ala posibilidad de que las relaciones con los españoles se transformasen enrelaciones de dominación sujeción por igual. De ese modo, ante los intentosde sometimiento, desde 1669, se iniciaron los levantamientos que marcaron,una vez más y con mayor solidez, la fuerza de las redes indígenas para laconfrontación bélica que integraba a las comunidades que circundaban elrío Guarapiche (Carabantes, 1666 en Ríonegro, 1928; BNM, sig. 18719, nº67, en Ríonegro, 1918).

Con la fundación de la villa de San Carlos, su destrucción y losenfrentamientos que esto implicó, desde la década de 1670 se produjo eldelineamiento geográfico y ecológico del referente de las fronteras entrediferentes sistemas de relaciones de dominación y resistencia contrapuestosentre sí y cuyo límite era el río Guarapiche. Se marcó la distinción entre ellosy los que habían hecho alianzas con los grupos adscritos al universo culturalhegemónico (AGI, Santo Domingo, 218: 1676; AGI, Santo Domingo, 641: 26-04-1695; AGN, Traslados-Cumaná, t. 74; t. 75; BNM, sig. 18719, nº 67, enRíonegro, 1918, I; Carrocera, 1968, II: 154; III). Con el Guarapiche comofrontera de contraposición, los nuevos frentes de expansión se orientaronhacia los valles de Cariaco y la costa del golfo de Paria. Para los proyectos deconquista, el control de los pueblos indígenas del río Guarapiche sólo era

17 Desde la década de 1650 los gobernadores de Cumaná habían hecho mediaciones concaciques del Guarapiche, las que fueron continuadas por los misioneros y que, a su vez, fueronlos canales para establecer las paces con los Caribes de San Vicente.

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posible mediante la enajenación del territorio de los asentamientos y decircuitos de movilidad, que constituía la base de la matriz cultural decohesión colectiva para las identidades de resistencia.

En el transcurso de la década de 1680, los frentes de expansión seorientaban hacia las zonas de refugio de aquellas comunidades Chaima yCuaca que huían de la avanzada misionera. Estas zonas eran las cabecerasdel río Neverí, desde Cumanacoa, y las montañas al Este del pueblo del Pilar.En la primera, los fugitivos eran Chaima y Cuaca y estaban siendo reducidospor los hispano-criollos, los Guaiquerí y los Chaima aliados de los españoles(Carrocera, 1968, II: 266, 339, 266-267; III: 424). La otra zona estabapoblada por los Chaima que se desplazaban cada vez más hacia Paria yestaban siendo reducidos con la ayuda de los Chaima de las misiones (AGI,Santo Domingo, 218; Ríonegro, 1928; Carrocera, 1968, II; III).

La fuerza de la cohesión interétnica para la guerra entre los Kari’ña,Chaima, Palenque y Cumanagoto del Río Guarapiche había hecho que, haciala década de 1690, los españoles pidiesen una tregua en la que sólo pedíanpoder transitar por la zona, sin exigir alianzas o sumisiones18. La resistenciahabía logrado su propósito. Mientras, hacia el frente de expansión del Este,las entradas armadas eran más constantes y las fugas de los Chaima, quehuían del poblamiento en misiones, era cada vez más frecuente, al puntoque ya habían hecho alianzas con los franceses de las Antillas. Para lareducción de los Chaima que estaban refugiados más allá del pueblo delPilar, los españoles habían empleado como estrategia alternar las entradasarmadas, hacer una tregua con los indígenas del Guarapiche y buscaraliados entre los Paria de la costa Norte (AGI, Santo Domingo, 189: 16-02-1696, 1698; AGI, Santo Domingo, 641: 26-04-1695, 03-05-1695).

En su extremo Noreste estaban los asentamientos Paria y Chaima, alEste los Chaima y Warao, y al Sur los pueblos indígenas del río Guarapiche.Esto obedeció a una forma de expansión en la que fue prioritario el controlde los asentamientos indígenas dentro de estas áreas de acción. En suslímites, la fricción de la resistencia indígena mediante alianzas entre ellos yentre ellos y los franco-antillanos se dejaba sentir.

Las fronteras de los Llanos

Desde principios del siglo XVIII, los dos grandes frentes de expansiónobedecieron a decisiones comunes en las autoridades de Cumaná. Esto fueasí debido a que para los españoles cada vez fue más explícito que había

18 Estas negociaciones estuvieron antecedidas por entradas armadas de alta envergadura delas que resultaron fundaciones como la del pueblo Cuaca de San Fernando de Cuturuntar, lospueblos Chaima de Guaypanacuar, El Rincón, y la misión Chaima y Paria de Santa Isabel de Paria(Carrocera, 1968, II; AGI, Santo Domingo, 185: 25-03-1690; AGI, Santo Domingo, 189: 1694; AGI,Santo Domingo, 641: 09-09-1693, 01-08-1690, 18-08-1690).

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coordinación de la resistencia desde el Guarapiche hasta el Unare y a lolargo de los Llanos a partir de la distribución de fuerza entre los Chaima,Palenques, Cumanagoto y Kari’ña. En el gran eje de engranaje sociopolíticoentre distintos grupos étnicos, el denominador común fue la fuerte cohesiónque se estableció alrededor de los Kari’ña del Guarapiche y de los Llanos, porlo que la acción sobre uno influía directamente sobre otro. Esta gran red decooperación estaba integrada, además, por comunidades Core y Cuaca.Especialmente los Kari’ña, tuvieron el predominio en cuanto a susdecisiones sobre el resto de los grupos integrantes de la red de resistencia.Por su parte, los Cumanagoto y los Chaima estaban divididos entrecomunidades que se oponían y otras que colaboraban con los misioneros. Labase fundamental de estas alianzas radicaba en la autonomía de sus redesde comunicación y movilidad.

Mapa Nº 5Área de acción hispana entre 1700 y 1730

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En la acción sobre el eje de resistencia fue importante el uso de tropasintegradas por los pobladores de las villas hispanas y por los indígenashabitantes de las misiones. En la expansión colonial, las reducciones sehacían en las escalas más locales, tomando en consideración inclusofamilias específicas (Gómez Canedo, 1967, I; Carrocera, 1968, II; AGI, SantoDomingo, 642). La intención de esta forma de reducción fue desarticular lasredes de cohesión social que mantenían el sistema.

En las pugnas entre la imposición del poblamiento en las misiones y laalianza liderada por los Kari’ña estaba el control por los canales detransmisión de mensajes, pues éstos podían funcionar como vías deamenaza y manipulación o de resistencia y rebelión. Por parte de losmisioneros, había amenazas de represión así como promesas de alianzas,con tal de lograr el poblamiento. Por parte de los grupos que resistían, loscanales de transmisión de mensajes para la resistencia trascendían lanecesidad de la autonomía espacial y circulaban hasta el interior mismo delas misiones (Gómez Canedo, I, 1967; Carrocera, II, 1968; AGI, SantoDomingo, 643: 11-01-1713). Ante esto, la única opción para los españolesera la represión explícita y violenta a comunidades muy bien seleccionadas,especialmente, las identificadas con la categoría genérica de “Caribes”(Caulín, [1779] 1966; Gómez Canedo, I, 1967; Carrocera, II, 1968; AGI,Santo Domingo, 642: 20-03-1704; 643: 11-01-1713, 29-06-1718).

Con las entradas armadas sobre el Guarapiche, en la década de 1720,no se logró su control definitivo, pero sí se inició la supresión de losprincipales nódulos de cohesión entre pueblos indígenas (Caulín, [1779]1966; Gómez Canedo, I, 1967; Carrocera, II, 1968; AGN, Traslados-Cumaná,t. 57). Como resultado, los Kari’ña que lo poblaban se trasladaron hacia losasentamientos de la Mesa de Guanipa, mientras que los Chaima sereplegaron hacia las montañas de Punceres. También algunas comunidadesChaima migraron hacia los Llanos, donde ya había una gran cantidad deasentamientos Kari’ña. En esta región se centró el nuevo foco de laresistencia que, por un lado, había perdido las relaciones con uno de loscentros más importantes, como lo fue el Guarapiche y, por otro, trasladó sureferente hacia los ejes de movilidad del río Orinoco, donde las alianzas parala guerra se reavivaron con mayor fuerza (AGI, Santo Domingo, 632: 01-03-1725, 643: 22-11-1726). Este cambio en el nódulo central de la estructuraterritorial de los sistemas interétnicos, políticamente controlados por lospueblos indígenas de la región, implicó una intensificación del predominioKari’ña en estos sistemas y la cohesión con comunidades que antes estabanalejadas.

Desde décadas antes, en los Llanos habían estado gran parte de lossitios de refugio de los Chaima, Cuaca, Core, Cumanagoto y Palenque quehuían de las misiones y que eran recibidos por los Kari’ña. En sí misma, laMesa de Guanipa había sido un lugar identitario de alcance regional decohesión para la resistencia indígena. Esto había sido un gran impedimento

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para el control de, incluso, las comunidades insertas en las misiones. Apesar de los cambios en la composición estructural de las redes y nódulosde alianzas indígenas, el traslado de sus epicentros al Sur de los Llanos y alrío Orinoco reforzó otras articulaciones con los Kari’ña y otros grupos defiliación lingüística Caribe de otras regiones, quienes participaron enarremetidas directas contra las misiones (Caulín, [1779] 1966; GómezParente, 1979; Gómez Canedo, I, 1967; Carrocera, II, 1968; AGI, SantoDomingo, 632: 01-03-1725; 643: 30-06-1722, 13-09-1723, 22-11-1726, 15-04-1730, 15-11-1730).

En la década de 1730 se marcó una coyuntura de reorganización de lasestructuras sociopolíticas expresadas en las alianzas interétnicas paraguerra. En esta década, la arremetida colonial se orientó hacía el principaleje de resistencia establecido sobre el río Orinoco, para esto fue fundamentalla disgregación de las alianzas entre grupos indígenas y la enajenación delsistema por los españoles con la alianza con grupos como los Paria(Ríonegro, 1928; Carrocera, III, 1968; AGI, Santo Domingo, 632: 10-04-1735, 21-06-1736). En la avanzada misional, las tensiones eran tan fuertesque el control definitivo del territorio no había podido realizarse ni por losespañoles que intentaban dominar, ni por los indígenas que resistían. Así enel Orinoco, su orilla Norte y los Llanos del Sur del Guarapiche y de la Mesade Guanipa se habían creado áreas de acción donde la hegemonía eradetentada por los Kari’ña, que se defendían de los españoles, quienes, desdeel Norte y desde ciertos enclaves del Orinoco, habían hecho incursiones cadavez más fuertes, sin lograr su fragmentación. Con la ampliación del radio deacción de los españoles asentados en Santo Tomé de Guayana hacia unenclave en la Angostura del Orinoco (AGI, Santo Domingo, 590: 11-10-1736;AGI, Caracas, 441, en Carrocera, 1968, III: 320-322), se inició unaaceleración de los cambios, en la cual se ampliaron las áreas de acciónhegemónica, en el sentido territorial y en cuanto a la cantidad de gruposaliados a los españoles. Esto se representó, en términos de su imaginarioterritorial, con la Concordia misionera (AGI, Santo Domingo, 643: 24-03-1734).

En esta coyuntura se ampliaron los alcances de los españoles para lamediación con los grupos que no se habían reducido, la represión de los quese oponían y la apertura de canales comunicación con los que se habíanlogrado mantener al margen. Esto se debió a la gran cantidad y diversidadde grupos que simbolizaron alianzas con ellos (AGI, Santo Domingo, 632:23-03-1735, 30-03-1735, 06-05-1735, 20-06-1736; 643: 09-10-1735; 590:31-07-1735; 612: 31-07-1736)19. Para los fugitivos refugiados en la Mesa de

19 Una de las incursiones de represión de mayor envergadura, hecha en este contexto, fue larepresión de los Chaima de Punceres (AGI, Santo Domingo, 632: 30-03-1735). Con esta acción, elfoco de resistencia se trasladó con mayor fuerza hacia la Mesa de Guanipa y hacia el Orinoco. Porotra parte, ante la enajenación de las relaciones de los Caribe con el resto de los indígenas de laregión, por medio de la manipulación de los españoles, aquéllos encontraron otros asideros enlugares más alejados y fuera del alcance de los agentes coloniales o con el estrechamiento derelaciones comerciales con los holandeses del Esequibo.

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Guanipa, fue necesario acceder al poblamiento en las misiones por causa dela pérdida de exclusividad territorial. En las negociaciones para estasreducciones hubo una importante presencia de sus decisiones, debido a lafuerza de la resistencia que habían mantenido hasta esa época (AGI, SantoDomingo, 632: 23-03-1735, 12-11-1735; 590: 02-09-1736, 11-10-1736, 29-10-1736). Esto se debió -entre otras múltiples causas- a que era necesarioevitar que se aliasen con los esclavos de origen africano fugitivos de lashaciendas de los valles de Caracas (AGI, Santo Domingo, 590: 31-05-1730,16-07-1739).

Debido a esto, para los españoles era prioritaria la imposición delcontrol sobre los habitantes de esta región, su reducción en misiones y laposesión de sus tierras, de modo que se expandiesen los hatos ganaderos delos vecinos de Barcelona y de los llanos de Caracas. Esto fue hecho pormedio de tropas de criollos y de indígenas aliados a los españoles osometidos en las misiones contra la gran cantidad de comunidades Kari’ña,Chaima, Cumanagoto y Palenque que se hallaban allí refugiadas (Caulín, II,[1779] 1966; Gómez Canedo, I, 1967; Carrocera, III, 1968; AGI, SantoDomingo, 531: 21-06-1739; 602: 26-01-1745, 22-03-1748; 643: 14-09-1739). Frente a esto, había formas de resistencia cada vez más elaboradas,como las alianzas con los esclavos fugitivos. Esto creó un clima de tensión,de contraposición de fuerzas -en cuanto a la violencia y en cuanto a lacapacidad de logro de aliados-, que obligó a quienes resistían a negociar y alos misioneros y militares a aceptar sus condiciones.

En cuanto a las nuevas reducciones que se estaban haciendo, cada vezhubo más traslados de comunidades Kari’ña desde el Sur del Orinoco y elrío Caroní hacia la Mesa de Guanipa (Caulín, II, [1779] 1966; AGI, SantoDomingo, 602: 26-01-1745, 22-03-1748). Esto puede ser visto como laimposición de lugares de asentamiento y movilidad, pero no como“desarraigo”, pues, -y esto es válido para una gran parte de las misiones dela región- el contacto con las comunidades no reducidas, y la elección de loslugares de los pueblos de misión, estaba íntimamente ligado a la relaciónque los agentes interculturales tenían con ellas. Éstas estaban orientadashacia la desestructuración de sistemas más amplios que iban más allá delrío Orinoco. De allí el carácter fronterizo de la Mesa de Guanipa, pues fueuno de los últimos territorios que marcaron los límites con grandes ejes desistemas interétnicos que se extendían hasta el Alto Orinoco y la Guayana.

Esto fue posible desde la década de 1750 en adelante, sin embargo, aúnhabía una gran cantidad de comunidades que optaron por la autonomía ensus lugares. Para ese momento, las condiciones estructurales delpoblamiento de los Llanos se inclinaban hacia el sistema colonial. Elaumento de misiones, fortines y hatos ganaderos había creado condicionesde contraposición de lugares pertenecientes a los universos culturaleshegemónicos y subalternos. Así, la principal característica de esta regiónfronteriza fue que las comunidades que la integraban, por su parte, habían

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recreado una forma de resistencia configurada a principios del siglo XVIII, lacual consistía en la construcción de ámbitos o canales de comunicaciónocultos para los hispano-criollos. En su perfil territorial, esta frontera seextendía desde el Sur de los ríos Guanipa, Tigre, Cari, hasta la confluenciadel río Pao con el Pariaguán (Caulín, II, [1779] 1966; Civrieux, 1976; GómezCanedo, II, 1976; Gómez Parente, 1979; AGI, Santo Domingo, 643: 1751).

Hacia fines del siglo XVIII, la unidad de los pueblos Kari’ña,Cumanagoto y Palenque se confrontaba con los hatos ganaderos, las villas ylas rutas militares. En esta confrontación se crearon ámbitos de cohesiónpara la cooperación entre los fugitivos de las distintas misiones y lascomunidades autónomas, de una gran extensión territorial. Estas redessubalternas sustituyeron las grandes alianzas sociopolíticas para la guerra,con su capacidad de resistencia por fuerza, por una nueva forma degarantizar la sobrevivencia física, social y cultural por medio de lainvisibilidad. Esto permitió la creación de nuevos espacios de relacionessociales y de construcciones culturales. Las grandes alianzas de las décadasanteriores se mantuvieron, sólo que se trasladaron a otros ámbitos, con lafinalidad de no ser reprimidas.

Los hatos estaban cada vez en mayor expansión y dentro de ellos lacultura hegemónica se veía transformada por los sujetos pertenecientes asus grupos sociales subalternos criollos y por los indígenas integrados enellos. En estas tensiones, la hegemonía encontró resistencia en la concienciasubalterna, pues, al tener relaciones estrechas con los indígenas habitantesde las misiones y de los lugares autónomos, además de que muchos de loshabitantes de los hatos eran también indígenas, el sentido de cohesiónfrente a los representantes locales de la cultura hegemónica, pronto se vioreforzado. Ahora bien, esto no fue homogéneo ni teleológico, sino que estuvocargado de contradicciones como, por ejemplo, los lugares en los cuales elmodelo hegemónico de estigmatización de las culturas indígenas fuereproducido.

Las fronteras de Paria y el Delta del Orinoco

En el proceso de la conquista y colonización hubo dos regionesfronterizas que fueron representativas de la principal particularidad delOriente de Venezuela, en relación con el resto de las regiones de América.Los habitantes de la región de Paria y el Delta del Orinoco habían tenidointensos contactos y relaciones de diversos tipos desde inicios del siglo XVI,siendo controlada la primera a finales del XVIII y la segunda con unapresencia relativa a mediados del siglo XX.

Los Paria participaron en redes comerciales y de alianzas bélicasimbricadas con los procesos de conquista del Oriente, el Mar Caribe, laGuayana y el Río Esequibo desde principios del siglo XVI (Humbert, 1976;Ojer, 1964; Jiménez, 1986; Aguado, 1950; Arellano Moreno, 1964). En estas

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redes comerciales y cooperación bélica su lugar siempre fue de un tipo deresistencia que alternó épocas de paz y de alianza y épocas de guerra con losespañoles, con los franco-antillanos, los Kari’ña del Guarapiche, los Chaimay los Warao del Delta por igual (Ríonegro, I, 1918; 1921; Carrocera, II, 1968;AGI, Santo Domingo, 189: 20-02-1696; 590: 29-12-1734; 632: 29-03-1735).Esto nos habla de un pueblo indígena que reprodujo un sistema cultural detanta apertura y capacidad de adaptarse a las contingencias, que le permitiómantener las decisiones de sus sujetos al mismo tiempo que se tomaron loselementos necesarios de la sociedad invasora.

Si bien los asentamientos de los Paria estaban en medio de rutas demovilidad bastante transitadas por los españoles, en su interior siempre fueposible la conservación de su exclusividad. La manera en que esto fueasumido por los Paria fue por medio de la acentuación de sus decisioneshacia dentro y hacia fuera como pueblo autónomo. Hacia dentro en cuantoa su organización social y sus modelos culturales, mientras que hacia fueraen cuanto a su libertad para participar de relaciones comerciales con gruposexplícitamente enemigos de los españoles (AGI, Santo Domingo, 590: 29-12-1734; 632: 29-03-1735). Para los Paria esta condición de autonomía lespermitió mantenerse alejados de relaciones con los españoles tan estrechasque los llevasen, como al resto, al sometimiento brutal y a la explotación dela mano de obra.

La disgregación y reelaboración de esta forma de resistencia estuvo conla aceptación de los misioneros, quienes entraron según las condiciones delos Paria. Esto ocurrió justo en el contexto en que las estrategias dedominación colonial apuntaban a un control del panorama regional y a ladesarticulación de una parte importante de la estructura de resistencialiderada por los Kari’ña. Los Paria participaron de activas redes queintegraban a grupos que en otras circunstancias no habrían comerciadoentre ellos, debido a sus enemistades, como grupos tan antagónicos comolos españoles y los Kari’ña. Esto permitió que tuviesen una presenciadeterminante en la conservación de las redes regionales que, según losi n t e reses de cada grupo, funcionaron según lógicas locales pero seampliaron hacia espectros más amplios. Sin embargo, esta fuerza identitariano implicó el aislamiento o la no solidaridad con otros grupos en resistencia,pues la península, en distintas épocas fue un lugar de refugio de fugitivos(AGI, Santo Domingo, 590: 29-12-1734; 606: 01-01-1736; 632: 29-03-1735).Pronto la estructura misma del sistema colonial entró en juego para lacoerción. Hacia finales del siglo XVIII, la enajenación de sus tierras, pormedio de la presencia de las haciendas de los hispanos y criollos de Cariacoy Cumaná, envolvió lo que antes había sido su territorio de reproduccióncultural autónoma (Ríonegro, I, 1918; 1928; Carrocera, II, 1968; AGN,Gobernación y Capitanía General, t. XLI).

Los Warao fueron los únicos que, a pesar de haber tenido una relaciónd i recta con todos los procesos de transformación de las sociedades

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indígenas y criollas de la Guayana, el Esequibo, el Orinoco, los Llanos,Trinidad, Paria y las Antillas, nunca fue conquistado más allá de lareducción en misiones de algunas de sus comunidades en un númeroe x t remadamente reducido. Esta posibilidad de resistencia se vioíntimamente relacionada con un modo de vida y una relación con lanaturaleza completamente incompatible con los modelos europeos desubsistencia y de vida para ese momento. En este caso, la conservación desu patrimonio cultural tuvo que ver con la estructura del mismo. Puesto que,para los misioneros era imposible fundar misiones en los caños, éstos teníanque llevar a los Warao a otras tierras, desde donde siempre hubo laposibilidad de fugarse, fuera de casos muy específicos (Caulín, II, [1779]1966; Carrocera, III, 1968; Ríonegro, 1928).

En cuanto a la relación con otros pueblos indígenas, ésta se estableciódesde las relaciones comerciales con los Paria hasta la guerra con los Kari’ñao la no comunicación con los Chaima de Caripe o de los Llanos. En el primercaso, se constituyó una esfera comercial que en sí misma fue uno de losnódulos centrales de unificación del comercio extendido desde el AltoOrinoco hasta el Mar Caribe. Esto lo demuestran las fuentes sobre losintentos de enajenación de los canales de comunicación entre pueblosdiferentes (Carrocera, III, 1968; AGN, Indígenas, t. 4; AGI, Caracas, 202). Enel segundo caso, no es del todo certero que, según el patrón indígena de lasguerras, éstas hayan operado de la manera que lo hicieron en el transcursodel siglo XVIII. Es posible plantear que las guerras se intensificaron por lasalteraciones causadas por la presencia de los holandeses y españoles en elcomercio y los conflictos interétnicos. Asimismo, como en otras regiones, ladefinición de guerra o alianza, según las relaciones que se tuviesen con losespañoles, intensificaron los conflictos, de la misma manera en que lastransformaciones en ciertas coyunturas en la historia de la región aceleraronlos cambios de los modelos culturales y de las organizaciones sociales. En eltercer caso, nuestra hipótesis se orienta hacia las formas de significación delterritorio de los Chaima, quienes tuvieron relaciones de todo tipo con todoslos grupos de la región, con excepción de los Warao.

La receptividad con los fugitivos es otro aspecto a tomar enconsideración a propósito de las relaciones entre los Warao y otros pueblosindígenas. Así pues, al ser el Delta un sitio obligatorio de paso entre redescomerciales y rutas de movilidad tan amplias, está claro que los Waraotuviesen todo tipo de relaciones con diversas esferas de interacción. Entreéstas estaban las de cooperación con grupos que, desde el siglo XVI, huíande la avanzada hispana (AGN, Indígenas, T. 4: f.f. 222-305v; AGI, Caracas,169; AGI, Santo Domingo, 644, en Carrocera, 1968, III; AGI, Caracas, 201,en Carrocera, 1968, III: 272). Al igual que entre otros pueblos indígenas, losfugitivos fueron asimilados por los Warao, pero con una diversidad muchomayor, incidiendo sobre sus formas de organización, su lengua y suscontenidos culturales.

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Si se toma en cuenta esta hipótesis, se podría dar cuenta sobre lastransformaciones de muchos pueblos indígenas a partir de la condicióncolonial. Para esto, es necesario partir de que estas transformaciones -y elcaso de los Warao es excepcional en este sentido- fueron hechas a partir deámbitos internos a sus propias decisiones. La importancia de esto radica enque la asimilación de elementos culturales ajenos siempre se hace propia oapropiada en la medida en que las decisiones sean tomadas por el puebloindígena receptor (Bonfil Batalla, 1989). Otro aspecto importante es que, lastransformaciones se dieron desde los ámbitos políticos internos a lasorganizaciones sociales locales, sin una incidencia directa de las decisionesforáneas.

Sobre la base de los procesos históricos de configuración de regionesfronterizas entre las áreas geopolíticas definidas desde el modelo culturalcolonial y las áreas geopolíticas indígenas, es posible identificar lacontinuidad histórica y espacial de estructuras territoriales de sistemasinterétnicos. En la constante variación y aceleración de cambios, hubopatrones de relaciones interétnicas que se repitieron, de forma superpuestaentre sí. En la contraposición entre los sistemas interétnicos construidosdesde las lógicas de los pueblos indígenas que los integraban y los frentes deexpansión colonial se crearon las regiones fronterizas, con sus respectivoscentros de influencia y ejes de interconexión. En tiempo y espacio, muchosde estos sistemas estuvieron sobrepuestos entre sí, o bien no tuvieronninguna relación directa posible debido a su alejamiento histórico yterritorial (Tiapa, 2004). De este modo, a partir de la reconstrucción de losprocesos diacrónicos de configuración territorial de las fronteras colonialesentre el siglo XVI y el siglo XVIII, se ha propuesto la reconstrucción del perfilterritorial de los sistemas interétnicos que temporal y espacialmenteestuvieron constantemente sobrepuestos entre sí. Estos han sido planteadosen otros espacios (Tiapa, 2004, 2007a) y desarrollados con argumentosbasados en la evidencia empírica que da cuenta de su validez histórica(Tiapa, 2008b). Como una síntesis de este último trabajo, se puede hablarde la existencia de once sistemas interétnicos en el Oriente de Venezuelaentre los siglos XVI y XVIII:

1. Sistema interétnico Paria-Unare. En el transcurso del siglo XVI,compuesto por comunidades Guaiquerí, Tagare, Chacopata, Chaima yPalenques de la costa oriental.

2. Sistema interétnico Unare-Neverí. Entre la segunda mitad del siglo yXVI y la primera del XVII, integrado por Palenques, Cumanagoto, Chacopata,Core, Cuaca, y Píritu.

3. Sistema interétnico Unare-Guarapiche. Entre la segunda mitad delsiglo XVII compuesto por comunidades Píritu, Cumanagoto, To m u z a ,Cocheima, Tagare, Characuar, Topocuar y Palenques.

4. Sistema interétnico Cariaco-Cumanacoa. Entre la segunda mitad delsiglo XVI y el transcurso del siglo XVIII, con predominio Chaima, Cuaca ycomunidades Apotomo.

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5. Sistema de encomiendas Golfo de Santa Fe-Paria. Entre la segundamitad del siglo XVI y principios del XVIII, de composición multiétnica y enresistencia subalterna a los españoles.

6. Sistema Guarapiche. Entre principios del XVII y mediados del XVIII,con predominio Kari’ña y sus aliados Chaima, Cuaca y Palenques.

7. Sistema Cúpira-Unare. Desde finales del XVI hasta el XVIII,compuesto por comunidades Tomuza y Palenques-Guaribe.

8. Sistema Palenque. Estructurado contra la avanzada misional, conpredominio Palenque y sus aliados Cumanagoto y Kari’ña de los Llanos.

9. Sistema Paria. Desenvuelto entre el XVI y todo el XVIII, conpredominio Paria con estrecha vinculación con comunidades Chaima yWarao asentadas allí.

10 .Sistema Deltano. Estructurado desde el siglo XVI hasta laactualidad, integrado por los Warao del Delta, confrontados con los Kari’ñae integrados con los Paria.

11. Sistema llanero. Con mayor fuerza desde principios del siglo XVIII,con predominio Kari’ña articulados con comunidades Cuaca, Core, Chaima,Cumanagoto y Palenques.

Mapa Nº 6 Sistemas interétnicos del oriente de Venezuela

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Conclusiones

Comúnmente se ha asumido la idea, de manera explícita e implícita,que las sociedades indígenas de América tienen una historia sinhistoricidad. Con esto nos referimos a que, aunque se asume que ha habidocambios en el tiempo, se parte del principio de que estas transformacionesse dieron como un resultado de las dinámicas de movimiento originadas enlas llamadas sociedades occidentales. Desde esta perspectiva, los elementosconstitutivos de las sociedades indígenas no tendrían sus propias lógicas ydinámicas internas de transformación, estarían estáticas en el tiempo, conla posibilidad de transformarse solo en función de las decisiones de lasagencias externas. Desde esta perspectiva una reconstrucción del pasado delos pueblos indígenas del Oriente de Venezuela debería ser la de estructurasubicadas en un corte sincrónico sin las interrupciones de los sujetoshistóricos provenientes del universo colonial, los cuales, al intervenir,provocan la desaparición de las organizaciones sociales locales.

De esta manera, se han presentado dos extremos en las opciones sobrela historia de los pueblos indígenas. Por un lado están las reconstruccionesde la conquista que dejan de lado las dinámicas de cambio de las fronterasdel mundo colonial. Por el otro, están las descripciones y análisis deuniversos culturales indígenas “puros” y esencializados. Nuestra perspectivaposiblemente no se aleje de estas opciones historiográficas convencionales.Sin embargo, en el transcurso de esta reconstrucción se trató de sostenerque las estructuras locales, en sí, estuvieron cargadas de historicidad, esdecir, con unas capacidades de cambio propias de los universos culturalesde la región. Por otra parte, de manera coherente con los debates en torno ala geopolítica del conocimiento en el sistema mundo moderno (Mignolo 2001;Lander 2000a, 2000b; Chakrabarty 2001; Escobar 2000; Coronil 2002; Said2006), es necesario recalcar que no se puede entender la historicidad de lasestructuras, organizaciones, relaciones o construcciones culturales sinentender que, aunque sea de forma indirecta, estas son constitutivas de unorden colonial. Es así como el análisis de los sistemas culturales y socialesindígenas y el análisis de las historias de colonización deberían integrarsecomo elementos de un único conjunto. Para esto es importante tenersiempre presente que así como no hubo una historia de la colonizacióntampoco hubo una única dimensión cultural desde la cual esta historia fuevivida. En suma, la historia del colonialismo es en sí misma una historiamultidimensional.

Agradecimientos: Agradezco a Nuria Martín y Yheicar Bernal del Instituto Venezolano deInvestigaciones Científicas por la elaboración de los mapas presentados. Asimismo agradezco aArgelia Rodríguez-Contreras por la lectura de la versión final. La investigación en el ArchivoGeneral de Indias de Sevilla fue posible gracias al programa de beca Intercampus, auspiciada porla Agencia Española de Cooperación Internacional en convenio con la Universidad Central deVenezuela y la Universidad de Cádiz. Las limitaciones de calidad de este trabajo sonresponsabilidad del autor.

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11/10/1736. 10 folios.Cartas de varios religiosos al Rey. 16/07/1739. 10 folios.Carta al gobernador de Cumaná, sobre holandeses y franceses en el

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AGI, Santo Domingo, 606

Informe sobre la fundación de San Carlos Borromeo de Amacuro en lacosta de Paria. 01-01-1736. 10 folios.

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Carta de Juan Felix al Rey sobre la situación en el río Guarapiche 01/03/1725. 12 folios.

Relación de Pedro Nuñez de Gordón sobre Paria. 20/06/1736. 4 folios.

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Carta del gobernador Carlos Sucre al Rey 23/03/1735. 10 folios.Carta del gobernador Carlos Sucre al Rey. 06/05/1735. 6 folios.Carta del Marqués de San Felipe Santiago al Rey. 21/06/1736. 2 folio.Carta del gobernador Carlos Sucre al Rey sobre los enfrentamientos con

los Caribes, defensa de Santo Tomé de Guayana, repartición deherramientas y aguardiente entre indígenas. 10/04/1735. 4 folios.

AGI, Santo Domingo, 641

Testificación del teniente Andrés Blanco. 03/05/1695. 4 folios.Carta de Mathías Ruíz Blanco al gobernador de Cumaná. 13/12/1684.

6 folios. Real Cédula sobre el fuerte de Clarines. 25/11/1690. 4 foliosCarta de Pedro de Brizuela sobre la conquista de Juan de Orpín.

14/01/1652. 4 folios.

AGI, Santo Domingo, 642

Certificado de la fundación del pueblo de San Buenaventura deRolandillo, 23/08/1701, 16 folios.

Carta del gobernador de Cumaná al Rey, 20/03/1704, 12 folios.

AGI, Santo Domingo, 643

Concordia Misionera, 24/03/1734, 6 folios.Carta del obispo de Puerto Rico al Rey, 15/11/1730, 4 folios.Carta de Pedro Andueza a Pedro de Peñalver, 15/051751, 2 folios.Certificación de fray Josef Jurado, sobre la fundación de San Matheo,

30/06/1722, 2 folios.Carta del cabildo de Cumaná al Rey, sobre Maturín, 13/09/1723, 4

folios.Estado de las misiones de capuchinos y noticias sobre la falta de

religiosos, 09/10/1735, 6 folios.Carta de Fray Andrés López, misionero franciscano, al Consejo de Indias

s o b re la reducción de indígenas y conflictos de límites con otrascongregaciones de misioneros, 29-06-1718, 7 folios.

Carta del Gobernador de Cumaná, Juan de la Tornera Sota, al Consejode Indias para informar sobre la participación del gobernador interino deCumaná en la fundación de una nueva villa hispana en el sitio de Maturín,22-11-1726, 32 folios.

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Carta de Fray Miguel de Marchena al Consejo de Indias para solicitar elenvío de más misioneros. 14-09-1739, 3 folios.

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Francisco TiapaCentro de AntropologíaInstituto Venezolano de Investigaciones CientíficasCorreo electrónico: [email protected]