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REVISTA HISTORIA Y SOCIEDAD NO. 12, MEDELLÍN, NOVIEMBRE 2006, PP. 285-317 Resistencia de la etnia Yareguíes a las políticas de reducción y “civilización” en el siglo XIX Rafael Antonio Velásquez Rodríguez y Víctor Julio Castillo León* A la Memoria del Maestro Humanista Toño Restrepo Arango, amigo que siempre sembró pasión por el co- nocimiento, solidaridad e interrogantes en los estu- diantes y colegas. Resumen Los autores exponen el proceso de resistencia que vivió la etnia Yareguíes, especialmente en los territorios de Opón y Carare en la región del actual Magdalena Medio, durante el siglo XIX, proceso que se intensificó en la segunda mitad de esa centuria, y que concluyó en los inicios del siglo XX con su exterminio. Artículo recibido el 17 de junio de 2006 y aceptado el 1 de septiembre de 2006. * Rafael A. Velásquez Rodríguez es Licenciado en Psicología Educativa y Filosofía, y Magíster en Historia de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC), Tunja; Víctor Julio Castillo León es Historiador de la Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga. Este trabajo forma parte de la investigación “Territorio y poblamiento indígena en el Magdalena Medio: cacicazgos de los Yareguíes, siglos XVI-XIX”, Barrancabermeja, Alcaldía Municipal, 2001. Utilizamos Yareguíes con “ey no con “i” por cuanto así fue escrito con más frecuencia en las fuentes de la época colonial y lo redactó con más regularidad el cronista Simón, aunque en nuestro medio se pronuncia y se escribe con “i”. Los autores agradecen las observaciones y sugerencias que hizo inicialmente la historiadora Amparo Murillo Posada, en Medellín, así como sus evaluadores y a Filadelfo Figueroa Acosta, por su corrección de estilo, en Barrancabermeja.

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Rafael Antonio Velásquez Rodríguez y Víctor Julio Castillo León 285

Resistencia de la etnia Yareguíes a las políticas dereducción y “civilización” en el siglo XIX

Rafael Antonio Velásquez Rodríguezy Víctor Julio Castillo León*

A la Memoria del Maestro Humanista Toño RestrepoArango, amigo que siempre sembró pasión por el co-nocimiento, solidaridad e interrogantes en los estu-diantes y colegas.

Resumen

Los autores exponen el proceso de resistencia que vivió la etnia Yareguíes,especialmente en los territorios de Opón y Carare en la región del actualMagdalena Medio, durante el siglo XIX, proceso que se intensificó en lasegunda mitad de esa centuria, y que concluyó en los inicios del siglo XXcon su exterminio.

♣ Artículo recibido el 17 de junio de 2006 y aceptado el 1 de septiembre de 2006.

* Rafael A. Velásquez Rodríguez es Licenciado en Psicología Educativa y Filosofía, y Magíster en Historiade la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC), Tunja; Víctor Julio Castillo León esHistoriador de la Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga.Este trabajo forma parte de la investigación “Territorio y poblamiento indígena en el Magdalena Medio:cacicazgos de los Yareguíes, siglos XVI-XIX”, Barrancabermeja, Alcaldía Municipal, 2001. UtilizamosYareguíes con “e” y no con “i” por cuanto así fue escrito con más frecuencia en las fuentes de la épocacolonial y lo redactó con más regularidad el cronista Simón, aunque en nuestro medio se pronuncia y seescribe con “i”. Los autores agradecen las observaciones y sugerencias que hizo inicialmente la historiadoraAmparo Murillo Posada, en Medellín, así como sus evaluadores y a Filadelfo Figueroa Acosta, por sucorrección de estilo, en Barrancabermeja.

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286 Resistencia de la etnia Yareguíes a las políticas de reducción y “civilización” en el siglo XIX

Las políticas de “progreso, civilización y desarrollo”, que utilizaron lospartidos liberal y conservador, contribuyeron al exterminio de la etniaYareguíes asociado a los enfrentamientos, las enfermedades, la asimilacióncultural y el mestizaje.

Palabras clave: resistencia, Yareguíes, Opón y Carare, Civilización y reducciónde indígenas.

Abstract

The authors expose the resistance process lived by the Yareguíes ethnicgroup, especially in the Opón and Carare territories in the current region ofthe Magdalena Medio, during the XIX century, process intensified in thesecond half of that century, and that concluded at the beginning of the XXcentury with their extermination.The policies of “progress, civilization and development”, used by the liberaland conservative parties, contributed to the extermination of the Yareguíesethnic group, associated to the conflicts, the diseases, the culturalassimilation and the mestizaje.

Keywords: resistance, Yareguíes, Opón and Carare, Civilization andindigenous reduction.

tacto con esta etnia. (Ver mapa de laEtnia de los Yareguíes Opón y Cararesiglo XIX).

Antecedentes de la resistenciade la etnia Yareguíes

1

La etnia de los Yareguíes en la épo-ca colonial habitó el vasto territorio delactual Magdalena Medio en la vertienteoccidental de la cordillera oriental, des-

El presente trabajo pretende demos-trar los procesos de resistencia que vi-vió la etnia Yareguíes -Opón y Carare-frente a las políticas de reducción y ci-vilización durante el siglo XIX. El co-nocimiento de la extinción indígena, ade-más de los procesos de colonización,mestizaje y reducción, se sustenta enalgunas fuentes oficiales y eclesiásti-cas que, aunque fragmentarias, se ob-tuvieron en el Archivo General de laNación y en el Archivo Histórico de laUniversidad Industrial de Santander.Estas fuentes son: la Gaceta de laNueva Granada, la Gaceta deSantander, el Diario Oficial, informesde las misiones jesuitas y de otros clé-rigos de la Iglesia católica, que de unau otra forma tuvieron relación o con-

1 Documentos que ilustran el proceso de resistencia

de los Yareguíes, Carare y Opón desde la épocacolonial. Cfr. Archivo General de Indias (AGI,Sevilla), Audiencia de Santafé 18, R-4, N° 29 (1),ff. 1r y 22r; Archivo General de la Nación (AGN,Santafé de Bogotá), Fondo Historia Civil, Tomo19, 1618, ff. 718r y 780v. Probanza de serviciosdel gobernador Juan de Campos, donde Juan deBorja, como presidente de la Real Audiencia del

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de el valle del río Lebrija hasta el valledel río Negro, y desde la margen izquier-da del río Suárez hasta las riberas delrío Magdalena, región que abarcó lasactuales jurisdicciones político-adminis-trativas de los departamentos deSantander, Boyacá y Cundinamarca. Enlos documentos de archivos y en las cró-nicas se pudo constatar la existencia depor lo menos cinco grupos de cacicazgosemparentados culturalmente que confor-maban la compleja etnia Yareguíes:

2

Opones, Agataes, Arayaes, Yareguíesy Carares. Cacicazgos que estuvieronen continua actividad bélica de resis-tencia contra el imperio español y pos-teriormente enfrentados a la Repúbli-ca hasta mediados del siglo XX, enespecial los Carares y Opones.

Proceso de colonización yresistencia en los territorios

del Opón y el Carare

A comienzos del siglo XIX, la re-gión del actual Magdalena Medio fueuna zona estratégica, especialmente losterritorios del Opón y el Carare, paraque se diera el proceso de colonizacióny fundación de pueblos y compañías

agrícolas que fortalecieron económica-mente la provincia de Vélez. La granreserva económica de sus selvas em-pezó a explotarse y se diseñaron pro-yectos de construcción de caminos yvías que venían consolidándose desdefines del siglo XVIII. El objetivo prin-cipal era exportar productosagrosilvícolas

3 derivados de la econo-

mía extractiva de sus recursos natura-les. Estos proyectos estaban respalda-dos por la Iglesia, que a su vez estable-cía el control social, económico y polí-tico sobre todo en la zona del Opón pormedio de sus autoridades religiosas, encabeza del presbítero don Ramón Blan-co y Viana a fines del siglo XVIII; y enel XIX con los sacerdotes Juan MaríaCéspedes y fray Pedro Pardo, este úl-timo encargado de dirigir las obras parala construcción del camino del Carare.

Nuevo Reino de Granada, ordenaba al capitán Juande Campos la necesidad de hacerles la guerra portres frentes a los indígenas salteadores Yareguíesque estaban ubicados en el Carare y el Opón parapacificarlos. También la documentación del AGIha sido trabajada por: Luis Forero Durán, S.J., “Laguerra contra los indios del Carare”, en: RevistaJaveriana (203-204-205), Bogotá, UniversidadJaveriana, abril, mayo y junio de 1954, pp. 150-156, 235-251 y 301-310; y Hermes Tovar Pinzón,“Relación de la conquista de los Carares [9 de

Mayo de 1601]”, en: Relaciones y visitas a losAndes siglo XVI, t. III, Región Centro-Oriental,Santafé de Bogotá, Colcultura, s.f., pp. 429-482.Se encuentra otro documento importante delcronista fray Pedro Simón, donde narra el procesode resistencia de los Yareguíes, en especial en eltomo IV, Noticias historiales de las conquistas deTierra Firme en las Indias Occidentales, Bogotá,Banco de la República, 1981, pp. 551-599.2 Es necesario aclarar que en el siglo XVI el término

Yareguíes se refería a un grupo específico, quehacía parte de la etnia identificada con el mismonombre. En este trabajo, para evitar confusionesen lo sucesivo, cuando la palabra Yareguíes estéprecedida del vocablo etnia, se hará referencia atodos los cacicazgos y grupos que la conformaron,aludiendo al significado empleado por elantropólogo Leonardo Moreno González de laUniversidad Industrial de Santander.3 Hace referencia a la explotación de productos

silvestres, como las maderas de tinte, el dividivi,la quina, el caucho y la tagua, dirigidos al el mercadoexterno.

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Finalizando el periodo colonial(1802), los gobernantes proyectaron lapolítica de colonizar las riberas delOpón, ya que en ellas se veían las con-diciones favorables para abrir un ca-mino y establecer el comercio por es-tas “montañas fértiles del Opón y desu paisaje deleitable”, como lo descri-be desde Zapatoca el cura FranciscoJavier Meléndez de Valdéz:

[…] Esta Nuestra Parroquia hacepocos años se fundo en un her-moso plan, que hay en los Altos,que llaman de Yariguíes á la en-trada de la Montaña de Opon, yen el dia tiene un gran numero devecindario compuesto de todaclase de gentes. Tienen igual-mente una hermosa YglesiaParroquial, y una capilla, y asi porsu bello plan, como por la simetriade sus edificios hace este lugaruna agradable vista, de modoque sin embargo del corto tiem-po de su fundación es una de lasmejores Poblaciones de estasProvincias. Goza de un tempera-mento muy sano, y deleitable, ysu campiña es sumamentefertilisíma y Abundante; pues enella se da con la mayor abundan-cia quando se siembra, motiboporque no se ven gentesposeidos por la miseria, y pobre-za. A costo de algunos vecinosprincipales se estan abríendo pordicha montaña de Opon, paraveneficio del Publico un Camino,que sale al Rio grande de la Mag-dalena; por el qual se puede ex-traer de la provincia de Cartagena,e introducir de todo lo mas delReyno los efectos del comercio

de una á otra parte, sin el menorriesgo, y a mucho menos costo,que se verifique por otras, con loqual estando corriente, resultariamucho veneficio al Real Herario,aumento al Comercio, y comodi-dad, y utilidad á todo el publico[…] Tanta es su hermosura, ydeliciosa vista, que algunossugetos comparan con la tierrade Promisión. Para mas auxilio delos havitantes, y a los de estasProvincias, se ha encontrado unabundante ojo de Aguas de Sal,que contribuyendo con los me-dios sera una de las Salinas masricas de todo este Reyno.

4

Ese mismo año, el cura Meléndezdesde la parroquia de La Robada, en elinforme dado a sus superiores, destacael volumen de población y su buen gra-do de adoctrinamiento, las riquezas na-turales por explotar que ofrece el terri-torio y la importancia del río Opón comola vía más oportuna para el desarrollodel comercio y de la industria agrícola:

…y los otros lugares (que a pocadistancia circumbeccínan) de di-versidad de optimos frutos, yotras materias de que se compo-ne el comercio del Reyno, y noobstante de confinar susterminos con los Yariguíes adya-centes ácia al Rio de Opon inme-diato a la de la Magdalena, sehalla suficientemente pobladasde feligreses, hombres por lo re-gular sencillos, pero bastante

4 AGN, Visitas-Boyacá, t. I, 1801-1802, ff. 938r-

v., y f. 939r. Los autores siguen el método de latranscripción textual de los documentos.

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instruídos en los Dogmas de lafé, y no pocos arregladas cos-tumbres, ortodoxos, en cuios co-razones esta vivamenteextampada la Ley Santa de Dios,presente la Religión, y enexercicios la píedad, y la Justiciacalídades las mas nobles de quedebe estar adornado elXptianismo. Y de cuios feligre-ses soy cura ha 6 años de cuiomoderno ministro vera la discre-ción de V.S. lo poco que puedodecir en el asunto. Sin embargovengo en conocimiento de la uti-lidad y ventajas que el Reynotodo lograria que la Parroquia deSapatoca se exaltara á ciudad conun governador politico, para queno solo perfeccionase un nuevocamino fue tengo noticias quehay hasta llegar al Rio Grande dela Magdalena, sino que facilítarael comercio para mayor brebedad,y evitar inminentes riesgos delPuerto de Sogamozo, y entoncescon extensión se precentara allicontiguas para aquellosespasios interminables muchastierras fertilísímas de labor paraaplicarse tanto havitantes sinnumero, para adelantamiento dela Yndustria y descubrimiento demuchas minas ricas que abrazanen sus senos aquellas inmensasy amenas montañas, y territorios.Se veria un nuevo mundo, sehallaria un parayso terrestre, ylograria un caudaloso tesoro. Esoes lo que me ha parecido conve-niente al bien comun que se quie-re aliviar.

5

En el año siguiente, el religioso yempresario fray Pedro Pardo, siendocura de la parroquia de Puente Real enla provincia de Vélez (hoy Puente Na-cional), acompañado por José AntonioMaldonado, rindió un informe con res-pecto a la apertura y poblamiento delcamino por las montañas del Opón y elCarare. En dicho informe menciona unataque de los Yareguíes en el río Horta,que ocasionó varias muertes:

En su Diario, Villarroel [Corregi-dor de Zipaquira] de la subida delRio Carare, ó Minero desde el diadoze de Mayo hasta el veinte ycinco, que invirtió para llegar alPuerto del Otro Mundo llamadoQuebrada de Martinez de los pe-ligros, uno el rezelo de yndiosbarbaros de que hizo especialmerito en los dias cinco, siete, ynueve de Marzo con referencia ámuertes executadas por ellosarriba del Rio Horta, precipicios,y trabajos, que tubo, que vencer,y del camino de tierra desde laquebrada de Martinez al OtroMundo, que describe desde pri-mero de junio, hasta tres. Este,dice lo verifico por las Vegas aorillas del Rio para evitar sin dudalos peligros en que se vio a labajada, y transito de la MontañaNamasuncha, y serros de Yurato,y Atazor, y porque conocio, queestos eran mas inminentes, quelos de las abenidas muyfrequentes en aquel Rio.

6

5 Ibíd., ff. 932r-v., 1802.

6 AGN, Fondo Curas y Obispos, t. 17, rollo 18,

año 1803, ff. 730r-v. La negrilla es nuestra.

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Al parecer, los ataques de la etniaYareguíes en la zona del Opón y elCarare, eran frecuentes. Tales asaltoseran utilizados como forma de resisten-cia al proceso de colonización de losempresarios y curas, quienes estabaninteresados en la apertura y el mante-nimiento de los caminos proyectadoshacia el Magdalena. Todavía hacia elaño de 1808, denunciaba fray PedroPardo ante el Virrey Antonio Amar yBorbón (1803-1810) algunos ataques delos Yareguíes del Carare:

[…] pongo en Superior Conside-ración de V. E.: que consultandocalificado el hecho de haver sidoheridos con flechas en la colo-nia de Carare el Colono(Ve)nancio, y Boga Francisco pordos hombres, que á pesar dehaverse desfigurado con vidapara merecer Yndios, son califi-cados el uno de mulato por sucolor, Barba grande y poblada, yel otro de Mestizo y falto de ella:que en el sitio de Betancur senotaron huellas de dos hombresque pudieron ser estos guandoverificaron su retirada de Agua–Fria…acopiando maderas en elterreno llamado Opon y en el lu-gar donde han asaltado losYndios repetidas veces.

7

Durante el proceso de Independen-cia de España se establecieron diver-sas formas de gobierno republicano. Sinembargo, tal ruptura no fue suficientepara que la élite criolla reconociera a

la población indígena y en particular alos Yareguíes como pueblos libres, puessiguió considerándolos como“incivilizados, bárbaros y salvajes”. Noobstante, durante la Independencia, en1813, Antonio Nariño hizo acuñar mo-nedas con el símbolo de rostros aborí-genes y de igual forma Simón Bolívar,en 1819, después de la victoria enBoyacá, dispuso una reacuñación de la“moneda de la India o moneda de laChina”, al parecer pretendiendo mos-trar, parcialmente, una concepción po-sitiva y benévola hacia el indígena; perocomo dice el historiador alemán Hans-Joachim König, los criollos utilizaron lahistoria de la población aborigen y sevalieron de su destino para justificar supropia lucha contra el poder colonialhispano-católico y lograr con ello laconsolidación de sus intereses con elmovimiento emancipador, pero en nin-gún caso con el propósito de tener encuenta los derechos de los aborígenesen la construcción de un nuevo Estadonacional.

8 Después, en el período de la

Gran Colombia, el Congreso de Cúcuta“trató incluso de abolir el término de‘indio’ y de reemplazarlo por el de ‘in-dígena’, que no tenía la misma reso-nancia de discriminación racial”.

9 Esta

7 AGN, Fondo Milicias y Marina, t. 147, año

1808, ff. 1109r-v. La negrilla es nuestra.

8 Cfr. Hans-Joachim König, “Trescientos años

de opresión. El indio como símbolo de esclavitudo símbolo de libertad”, en: En el camino hacia lanación. Nacionalismo en el proceso de formacióndel Estado y de la Nación de la Nueva Granada,1750 a 1856, Santafé de Bogotá, Banco de laRepública, 1994, pp. 234-265.9 David Bushnell, “El liberalismo y los indios”, en:

El régimen de Santander en la Gran Colombia,Bogotá, Áncora Editores, 1985, p. 217.

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iniciativa no perduró, por los conflictosinternos que surgieron cuando loslibertadores se plantearon el problemaindígena, porque con la Independenciano se superaron las tensiones racialesque venían desde la época colonial.

Durante el período de la Nueva Gra-nada, el congreso aprobó la Ley del 4de octubre de 1821, sobre abolición detributos indígenas, en la cual los decla-raba exentos de pagar derechosparroquiales y otras contribuciones ci-viles durante cinco años. Esta ley dioel primer paso como criterio básico parala “igualdad de derechos”. Continuan-do con esta política, en 1824, el Secre-tario del Interior José Manuel Restrepoconsideró la necesidad de realizar, alaño siguiente, un censo general y exactode la población de cada una de las pro-vincias, con el propósito de diseñar unproyecto criollo que integrara como“ciudadanos” a los aborígenes de la na-ción. En 1824, según los cálculos aproxi-mados, existían 200.000 indios “salva-jes e independientes”.

10 Además, el go-

bierno había clasificado a los aboríge-nes en dos categorías: los “sedentariosy civilizados”, para determinar a aque-llos que se encontraban en sus tierrasde resguardo y proveídos de misione-ros; y los “salvajes”, “errantes”, “bár-baros” o “independientes”, para refe-rirse a los que habitaban en los bos-

ques y regiones selváticas y que noestaban adoctrinados, como era el casode los Yareguíes.

Estas visiones prejuiciadas y elabo-radas por la élite criolla, clasificaron aaquellos aborígenes salvajes que no sedejaban “civilizar”. Esta imagen del in-dígena se reitera con las visitas de losviajeros europeos a dichos territorios.Uno de ellos, el teniente de marina suecoKarl Gosselman, que visitó en el añode 1825 la zona del Opón, relató partede su experiencia sobre los nativos Bra-vos del Opón así: “La razón de estenombre se debía a que en este sitio asal-tó y robó a muchas embarcacionesmenores la tribu de los indios Bravos,que se mantienen en las montañas deOpón, en la margen derecha del río, ypor aquella época se deslizaban desdelas alturas en las canoas, aprovechan-do las aguas del Colorado y ocultándo-se en las islitas y bosques a la esperade sus víctimas”.

11

Los derechos de los indígenas

La élite criolla, inspirada en la Ilus-tración, defendía los derechos del pue-blo y la igualdad de los ciudadanos. Noobstante, las condiciones sociales enHispanoamérica eran bien diferentes alas de las repúblicas europeas, pues ade-más de los españoles y criollos se en-contraban indígenas y negros con todala gama de mestizos y mulatos.

10 Cfr. Luis Horacio López Domínguez (Comp.),

Administraciones de Santander 1820-1825, t. I,Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de laRepública, 1990, pp. 248-249.

11 Karl August Gosselman, Viaje por Colombia

1825 y 1826, Bogotá, Banco de la República, 1982,p. 149.

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En 1826 se crearon los dos prime-ros decretos de fuero indígena. El pri-mero, el decreto del 29 de abril “sobreprotección de indígena”. En su Artícu-lo 1, afirma: Las tribus de indígenas quehabitan las costas de la Guajira, Dariény Mosquitos, y las demás no civiliza-das [los Yareguíes y otras comunida-des nativas] que existen en el territo-rio de la república, serán protegidasy tratadas como colombianos dignosde la consideración y especiales cui-dados del Gobierno. El segundo, eldecreto del 11 de julio “sobre civiliza-ción de indígenas”. En su artículo 1,reza:

Para promover eficazmente la ci-vilización de los indígenas seirán estableciendo en el territo-rio en que vagan, nuevas pobla-ciones a las que por medios sua-ves se reduzcan a vivir, cuidan-do de dedicarles al cultivo de latierra, a la cría de ganado, se-gún parezca más ventajoso enlos diferentes terrenos.

12

Ante estas políticas de legislaciónindigenista que durante la Gran Colom-bia y la Nueva Granada proclamabanla incorporación de los aborígenes comociudadanos a la nación, los historiado-res Jairo Gutiérrez Ramos

13 y Álvaro

Tirado Mejía14

consideran que las con-

diciones sociales y políticas eran con-tradictorias. De una parte, teóricamentese proponía integrar todos los sectoressubordinados y heterogéneos a los de-rechos ciudadanos y, de otra, bajo unaconcepción racista, común en los es-critores y políticos del siglo XIX, indí-genas, negros y mestizos eran tratadoscomo inferiores y degradados, y en con-secuencia se los consideraba como in-capaces de dirigir su propia vida. Al mis-mo tiempo que se aprobaba la ciuda-danía para todos, se adoptaban medi-das legales -de riqueza y alfabetización-que impedían a la mayoría de los “nue-vos ciudadanos” hacer uso real de susderechos políticos, con el argumento de“incapacidad” y necesidad de protec-ción.

Los intentos de reconocimiento delos derechos de igualdad para los indí-genas por parte de la clase dominante,durante el proceso de Independencia yla primera época de la República, nofueron interiorizados por la élite criollaporque se suponía la superioridad de lacultura española y católica a la quedeberían ser reducidos los indígenas;además, estaban de por medio los inte-reses del naciente capitalismo en la ex-plotación de los recursos de las selvas.Estas dos concepciones tenían comoconsecuencia la disminución paulatina

12 Cfr. Roque Roldán Ortega, y Alfonso Flórez

Esparragoza, Fuero indígena, Bogotá, Presencia,1983, pp. 46-47.13

Cfr. Jairo Gutiérrez Ramos, “El proyecto deincorporación de los indios a la nación en la NuevaGranada (1810-1850)”, en: Anuario de historiaregional y de las fronteras, v. VI, Bucaramanga,

Universidad Industrial de Santander, 2001, pp.204-205.14

Cfr. Álvaro Tirado Mejía, El Estado y lapolítica en el siglo XIX, Bogotá, Áncora Editores,1983, p. 36.

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de las culturas indígenas y la explota-ción indiscriminada de sus recursos na-turales: “La expansión hacía el bosquehúmedo tropical en su primera fase fueun proceso predominantemente dirigi-do, donde Estado y empresarios cen-traron sus intereses económicos en losrecursos forestales propios de aquellaszonas, que como la quina, el caucho yla tagua, estaban siendo demandadospor la economía mundial”.

15

La explotación de dichos recursosforestales por los empresarios territo-riales, generó el fomento de procesosde colonización espontánea, las expor-taciones de productos y el fortalecimien-to de la construcción de una red de ca-minos hacia el río Magdalena, con elfin de ahorrar costos y reducir la dis-tancia para el comercio de los produc-tos. Estas circunstancias permitieron elaumento poblacional de las aldeas delactual Magdalena Medio, invadiendoinicialmente la región del Opón y elCarare. El proceso de colonización yla apertura de caminos para el desa-rrollo de la región, tanto en lo económi-co como en lo político, produjeronenfrentamientos entre los colonizado-res y los indios, con lo cual estos últi-mos fueron los más afectados, por sudecrecimiento demográfico y por suproceso de aculturación.

La expansión de la cultura hispa-no-católica se efectuaba mediante elproceso de catequización o evangeli-zación. A finales del año de 1837, enel territorio del Opón, en la entoncesprovincia del Socorro, al botánico y re-ligioso Juan María Céspedes se le asig-nó la dirección de la

expedición destinada á civilizar ireducir las tribus barbaras deOpon, [que] ha empezado á reali-zar con felicidad, con arreglo alas instrucciones del gobierno, elplan de sacar de sus rancherías álos indíjenas para que visitennuestras poblaciones i se aficio-nen á los usos de la jente civiliza-da.

16

Las reformas civilizadoras ylas empresas exportadoras

Durante el período de la hegemoníaliberal o la era de los Radicales, que

15 Aristides Ramos Peñuela, Los caminos al río

Magdalena. La frontera del Carare y del Opón1760-1860, Santafé de Bogotá, Instituto deCultura Hispánica, 2000, pp. 13-14.

16 Centro de Documentación e Investigación

Histórica Regional-UIS, Gaceta de la NuevaGranada (326), Indijenas del Opon, 10 dediciembre de 1837, p. 1. En adelante citadoCDIHR-UIS. Al respecto puede consultarse: MiguelAguilera, “El Canónigo y botánico Céspedes”, en:Boletín de Historia y Antigüedades (390-392),vol. XXXIV, Bogotá, Academia Colombiana deHistoria, abril a junio de 1947, pp. 348-254;Aquileo Parra, Memorias, Bogotá, La Luz, 1912,pp. 114-115; Horacio Rodríguez Plata, Lainmigración alemana al Estado Soberano deSantander en el siglo XIX, Cap. V, Bucaramanga,1989, pp. 114-116 y Humberto Triana yAntorveza, “Dos intentos para integrar a losindígenas del Opón y del Carare”, en: RevistaInvestigación y Desarrollo Social (1), vol. 5,Santafé de Bogotá, Kimpres Ltda., enero-junio de1994, pp. 21-26.

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duró desde el gobierno de José HilarioLópez (1849-1853) hasta 1885, la po-blación indígena se vio afectada por lasreformas sociales, económicas, cultu-rales y políticas que los excluían. Así loratifica Luis Wiesner: “A partir de 1850la presencia del indio y sus formas co-lectivistas de vida son miradas comofactor de atraso y oposición al desa-rrollo económico y progreso civilizadode la República”.

17

En 1848 la Gaceta Oficial publicóun documento escrito en 1837, en el queJosé Joaquín Ortiz describe la existen-cia de una empresa titulada “Compa-ñía de Agricultura y Comercio delOpón”, que detalla aspectos relaciona-dos con la expedición pacífica de Cés-pedes y cuyo primer director fue Vi-cente Azuero Plata. La entidad, quetenía el interés de reabrir el camino parapoder comunicar la provincia del So-corro con el río Magdalena por el ríoOpón, era auxiliada con fondos del era-rio suministrados por el gobierno. He-chos los preparativos necesarios, salióel religioso Céspedes desde Bogotáhacia la ciudad del Socorro:

[…] partió el 21 de Agosto delcitado año de 1837, llevando con-sigo veinticuatro hombres arma-dos, dos canoas con sus bogas i

diez arrieros para la conducciónde acémilas con toldos y provi-siones, i algunos regalos para losindios… A poco encontraron masde seis casas, i pudieron cojer unindio que parecia principal i seaficionó desde luego cordialmen-te al misionero. Los indios sonpacíficos, viven de la caza i pes-ca, usan flechas i unas hachasfabricadas de hueso i de piedra.Sus labranzas se componen demaiz, cultivan dos especies decaña de azúcar, batatas, ñame,yuca, algodón perpetuo, barbas-co i totumos: su principal alimen-to es carne de zahino montes,pescado i tortugas: usan una be-bida compuesta de ciruelas sil-vestres, i su vestido es de corte-zas de árboles.

18

En esta expedición llama la atenciónla combinación de los métodos, el mi-sionero y la fuerza militar, ya que elcanónigo Céspedes iba custodiado porveinticuatro hombres armados. En prin-cipio, la expansión del comercio, la aper-tura de caminos, la apropiación de tie-rras y la evangelización, se proponíancomo una empresa pacífica. No obs-tante, se infiere que si los indígenas sesublevaban contra la expedición “civi-lizadora y pacífica”, serían sometidoso correrían el riesgo de ser eliminados.

17 Luis Eduardo Wiesner Gracia, “Hegemonía

liberal y política indigenista. Legitimidad y Estadonacional en Colombia 1849-1885”, en: Revistade Ciencias Sociales (1), Tunja, UniversidadPedagógica y Tecnológica de Colombia, abril de1992, p. 49.

18 CDIHR-UIS, Gaceta Oficial (960), “Noticia

Biográfica del Doctor Juan María Céspedes”,Bogotá, domingo 5 de marzo de 1848, p. 152. Lanegrilla es nuestra. También puede consultarse:Hernando Ayala Olave, Caminos de historia en elCarare-Opón, Santafé de Bogotá, LitográficasCalidad, 1999, pp. 68-70 y Aristides RamosPeñuela, Op. cit., pp. 123-127.

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De otro modo no se puede entender niexplicar la presencia de una patrullamilitar en una empresa de esa natura-leza.

Vale la pena destacar la experien-cia del misionero Céspedes y la actitudpacífica de los indígenas, al lograr unacercamiento con una familia indíge-na, al bautizarles una niña, lo cual rati-fica un triunfo de la Iglesia católica enel Opón:

El 1 de octubre bautizó el misio-nero a una niña con consenti-miento de la madre, i así ha teni-do Maria del Rosario, escribiaCéspedes al Gobernador del So-corro, la dicha de ser la primerade la tribu que ha sido rejeneradapor la gracia del bautismo, i es elprimer triunfo de la relijion enOpon.

19

Las pretensiones de los dos secto-res de mantener un encuentro pacífi-co, a menudo fracasaban, pues el pro-ceso de aculturación y expansión mer-cantil de una cultura bajo el dominio deotra, necesariamente se enfrenta conresistencias. Es más, en el año de 1843,cuando se hizo el censo en la provinciadel Socorro, estando encargado Cés-pedes de la reducción de los indios in-dependientes del Opón, entregó el in-forme en el que manifestó que la po-blación de dichos indios “no pasan de50 a 60 entre varones i hembras; sucarácter es pacífico, su ocupación or-dinaria la caza, la pesca i algo de la-

branza”. Es posible que la poblaciónindígena fuera mayor, si se observa queéstos fueron quienes se vieron obliga-dos a dejarse “civilizar”.

A partir de 1850 se inicia el ambien-te político para crear las diferentes le-yes y ordenanzas sobre la reducción de“salvajes”, para adoctrinarlos paulati-namente con el proceso de la “civiliza-ción cristiana” y extinguirlos con la uti-lización de la violencia institucional. Enun informe del Secretario de Gobiernode 1850, relacionado con la civilizaciónde indígenas, afirmaba que:

[...] las tribus salvajes sean redu-cidas a la vida social; nosotroslo acompañamos sinceramente enestos deseos. Creemos que laNación que se juzga dueña delterritorio que los salvajes ocupan,i que considera a estos miembroso súbditos suyos, tiene un deberperfecto de procurarles los bie-nes de la civilización, pero sabe-mos tambien que esto no puedelograrse sino reduciéndolos alcristianismo....

20

Las intenciones de fraternidad mu-chas veces no se cumplían solamentecon el objetivo de reducir a los indíge-nas salvajes que vivían privados de losbeneficios del catolicismo, como apo-yo a la labor misionera, sino que se uti-lizaba la violencia si era necesario.También para ese mismo año, el casode los indígenas Guajiros manifiesta la

19 Ibíd., p. 152.

20 La Civilización (59), Bogotá, Mayo 1 de 1850,

p. 156.

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violencia: “Es un vecino a quien es pre-ciso vencer con las armas de la reli-gión”. Pero por las dudas, el misionerodebe ir acompañado de las armas: “...ellegislador no cuenta con otros mediospara la obra redentora de aquellos sal-vajes terribles, que el empleo de la per-suasión en la boca del apóstol... Estehombre de paz, protegido por la pre-sencia del hombre armado para su se-guridad, puede hacer lo que de otromodo es posible de verificar”.

21 El pre-

sente método también fue utilizado paralos Yareguíes, como se ha señalado yse observará a lo largo de este estudio.

Para el caso de Santander y el ac-tual Magdalena Medio, tales procedi-mientos no fueron una excepción parala etnia Yareguíes que se vio en la ne-cesidad de resistirse a las reformas ci-vilizadoras. Aquileo Parra constata loscambios que se venían produciendodesde los años 1840 a 1853, cuandorealizó una expedición al valle del Opón:

Sabido es que el venerable sa-cerdote doctor Céspedes estuvoen el Opón por los años de 1840;que entabló y mantuvo por al-gún tiempo amistosas relacionescon las familias que allí había; yque al cabo de algunos mesesregresó trayendo cinco mujeres,que vinieron hasta Bogotá. Si sehubiese perseverado en este me-

dio de pacificación, ó si al menosno hubieran sido entradas á sacosus plantaciones del Opón, pro-bable es que esas familias hubie-ran continuado en la actitud pa-cífica en que permanecieron has-ta el año de 1853, que fue cuandoempezó la recolección de taguaen las orillas del Opón, y con ellael pillaje de las sementeras de losindios.

22

Parece que la actitud pacífica de losindígenas, en general, se mantuvo mien-tras que los colonos comerciantes y laélite criolla de la región no estuvieroninteresados en usurpar la territorialidadde los nativos Opones y Carares. Noobstante, en el año de 1848 en San Vi-cente de Chucurí, el presbítero PedroElías Tapias reporta un incidente con-trario a la actitud pacífica de los nati-vos y en su cuaderno de apuntes diceque “viajaba Ricardo Rueda para SanVicente de Chucurí de la Llana conmulas y los indios lo asaltaron matán-dole mulas y arrieros pero pudiendo élescapar”.

23

Desde el año de 1853 en adelante,en las zonas del Opón y el Carare seincrementa las resistencia de los indí-genas, pues eran permanentes las in-cursiones contra los colonos y trabaja-dores de las compañías interesadas en

21 Memoria de Hacienda de 1850. Cita tomada de

Jorge Villegas y Luis Antonio Restrepo Arango,Colombia: Resguardo de indígenas y reducciónde salvajes 1820-1890, Medellín, Universidad deAntioquia, Centro de Investigaciones Económicas,1977, p. 66.

22 Aquileo Parra, Memorias, Bogotá, La Luz,

1912, p. 116.23

Gerardo Vesga Tristancho y Néstor DíazBallesteros, Emporio de la abundancia: SanVicente de Chucurí, Bucaramanga, Impresorescolombianos, 1978, p. 51.

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exportar e importar productos agríco-las por una de las rutas principales, des-de Vélez hasta el río Carare, que ser-vía tanto de comunicación con el ríoMagdalena como para seguirle abrien-do caminos al crecimiento del sistemacomercial y económico de los empre-sarios y de la región. Por ejemplo, Pa-rra, quien actuaba como empresario,dirigió una carta desde Vélez al secre-tario general del gobierno en agosto de1869, en la que manifestaba:

De 1853 para acá, las agresioneshan sido continuas i los indioshan cometido en ese tiempo másde cuarenta asesinatos. Por elcamino de Carare no se habíahecho un comercio regular i cons-tante, sino de dos años a estaparte […] en 1853 se hallaban es-tablecidas más de doce familiasentre Guayabito i las Bocas deCarare, sin contar las que resi-dían en este último punto, queeran en mayor número de las quehoi existen. Los indios asesina-ron a algunas de aquellas fami-lias […] Dos tentativas se hanhecho hasta ahora para contenerlas agresiones de los indios iprotejer el tráfico i los estableci-mientos agrícolas del valle deCarare. La una en 1855, hecha porel Gobierno nacional, a solicituddel Gobernador de la provinciade Vélez, señor Ricardo Vanégas,i la otra en 1866, hecha por elGobierno del Estado durante laadministración del señorVillamizar Gallardo. La primeraespedición fué dirijida por el Ca-pitán Lorenzo Zarria, que con unpiquete de veinte hombres del

ejército nacional, penetró hastael Opón i sorprendió una partidade indios que huyeron al verlo,dejando en su poder a un niñode siete años. La espedición delCapitan Zarria produjo el resul-tado de atemorizar a los indiosque suspendieron sus hostilida-des durante tres años. […] Si elGobierno nacional quisiera des-tinar por algunos meses una par-tida de unos 25 a 30 hombres aapoyar los esfuerzos de una mi-sión cristiana que costearia lacompañía del camino, no hai dudade que se lograria la reduccionde aquellos infelices indíjenas,a quienes se les proporcionariaherramientas, semillas, animalesi vestidos, a cambio de que guar-dasen la paz.

24

En la carta de Parra se puede ob-servar claramente la preocupación pordefender sus intereses como comer-ciante, amparándose en el pretexto deque si no se pacificaba o reducía a losindios del Carare, no eran posibles elprogreso y la civilización de la región.Es necesario tener en cuenta que laidea del deseo de civilización para lasélites criollas ilustradas en la segunda

24 CDIHR-UIS, Gaceta de Santander (580),

“Camino de Carare. Asalto de los indijenas”,Socorro, 26 de agosto de 1869, p. 149. La negrillaes nuestra. En adelante citado como G.S. Estedocumento aparece en: Horacio Rodríguez Plata,La inmigración alemana al Estado Soberano deSantander en el siglo XIX, Bucaramanga,Gobernación de Santander, 1989, pp. 229-232 yen Martiniano Valbuena Ordoñez, Memorias deBarrancabermeja, Bucaramanga, El Frente, 1947,pp. 74-76.

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mitad del siglo XIX, se identificó con elproyecto que buscaba la desapariciónde los viejos sistemas de jerarquía ypoder, cambios de costumbres, hábitosy educativos, cuyo modelo era el de lacivilización europea. Esta concepciónse materializó con el impulso de lasprácticas económicas en la consolida-ción de los principios del liberalismoeconómico del laissez-faire para quese fortaleciera la integración del país almercado mundial a través de las ex-portaciones agrícolas. Por eso, las prác-ticas y costumbres de los indios “sal-vajes” eran una amenaza para el de-seo de civilización de las élites y, por lotanto, era legítimo ejercer la violenciay la dominación para el exterminio delos aborígenes.

Ahora, en relación con el resultadode la expedición dirigida desde el Puer-to San Fernando por el señor EusebioMorales para promover el proceso deaculturación de la tribu salvaje delCarare, en agosto de 1886, desde Vélez,Foción Azuero describe un caso así:

Dicha espedicion se apoderó,[…] de una familia compuesta deuna mujer como de treinta i cincoaños: todos ellos bien configu-rados, de una constitución ro-busta, de jenio vivo, i de carácterdulce. Tan luego llegaron a estaciudad les proporcioné unahabitacion cómoda, abrigada iesclusiva para ellos, alimentosadecuados a sus usos, que se leshan entregado para que los pre-paren a su manera, i vestidosapropiados a su sexo.

25

En el mes siguiente, desde el mismolugar, Eusebio Morales y Casimiro Díazcomentaron los objetivos de la expedi-ción al sitio anteriormente menciona-do:

La espedición no tenia por obje-to atacar la tribu para prevenirnuevos atentados como el del 17de junio. El pensamiento del Go-bierno era mas elevado. Seproponia dar el primer paso paraconseguir la conquista… Asi,pues, nuestro plan de operacio-nes se reducia a tratar de esta-blecer con los indios algunas re-laciones amistosas, o en últimocaso, a capturar algunos indivi-duos de la tribu, que pudieronser útiles para llevar a cabo tanimportante obra.

26

Este informe revela que aún en lasegunda mitad del siglo XIX, en laspolíticas del gobierno se mantenía elconcepto de “conquista”. Por tanto, lassupuestas relaciones amistosas que seinvocaban con la etnia Yareguíes en-cubrían los intereses de explotación dela economía extractiva que conducía adesarraigar dicha cultura nativa.

En el mismo período (1853-1866)Aquileo Parra, en su obra Memorias,coincidía con los informes sobre loscontinuos ataques de los indígenas en

25 CDIHR-UIS, Gaceta de Santander (366),

Socorro, jueves 30 de agosto de 1866, p. 805.26

CDIHR-UIS, Gaceta de Santander (372).Socorro, sábado 29 de septiembre de 1866, p. 830.La negrilla es nuestra.

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los sitios del Carare, Guayabito, La Ci-mitarra y el Opón:

Por ese tiempo habían venido áser demasiado frecuentes los ata-ques de las tribus indígenas á loshabitantes y transeúntes en elcamino de Carare; circunstanciaque me determinó á solicitar delGobernador de la Provincia elauxilio de la fuerza pública para iryo mismo en busca de los agresi-vos salvajes, con la mira de ahu-yentarlos de las cercanías delcamino, ya que no podía pensar-se entonces, como no se ha pen-sado todavía, en la lenta y difícillabor de apaciguarlos. Acompa-ñado del doctor Domingo TéllezCaro, joven emprendedor, animo-so y entusiasta partidario del ca-mino de Carare, […] sóloencontrámos dos habitacionesde indios, situadas cada una enel centro de una plantación demaíz, yuca y batata; pero esas ha-bitaciones habían sido reciénabandonadas. Por lo que se hapodido observar después, losindios bajan en la estación delverano á las márgenes del Gua-yabito, donde hacen sus planta-ciones y gran provisión de pes-cado (que preservan de la des-composición por medio delhumo), y se vuelven luégo á lastierras altas, cuando se acerca elinvierno. Más afortunado el Ca-pitán Sarria, encontró en el Opónun caserío habitado por ocho ódiez familias, las que huyeron

precipitadamente á la vista de latropa; de modo que sólo un niñode siete años fue capturado. Aeste indiecito se le bautizó enVélez y se le puso el nombre deLorenzo, que era el del CapitánSarria.

27

Así mismo, en dicha expedición,Parra transcribe en 1855 con el subtí-tulo de “Tribus salvajes”, el informe delgobernador de Vélez, Ricardo Vanegas,en el que narra la situación delicada quela empresa del Carare estaba pasandopor la resistencia armada de los indíge-nas Opones y Carares contra los em-presarios agrícolas y la tropa expedi-cionaria como respuesta a los ataquesque recibía de ella. Una parte del in-forme dice:

Seriamente amenazada la empre-sa del Carare por las incursionesvandálicas de algunas tribus sal-vajes que vagan por las márge-nes de este río y por las del Opón,y muy particularmente por la quetuvo lugar el 18 de Julio último,en que los salvajes llevaron suaudacia hasta penetrar á unascincuenta varas de la bodega delpuerto de San Fernando, come-tiendo allí un horrible asesinatoen la persona de un infeliz pesca-dor, creí de mi deber el ocurrir alPoder Ejecutivo dando cuenta delo sucedido y solicitando algu-nas fuerzas para enviarlas alCarare á escarmentar á aquellastribus feroces […] La expedición,dirigida en su principio por lospatriotas ciudadanos AquileoParra y Domingo Téllez Caro, ymás tarde por el Teniente Loren-27

Aquileo Parra, Op. cit., pp. 105-106.

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zo Sarria, jefe de aquel piquete,tuvo un resultado feliz… El nú-mero de habitaciones encontra-das, lo espacioso de ellas, la abun-dancia de las provisiones que allíse hallaron, y todos los informesque se han adquirido, conspiraná probar que aquellas tribus sonmás considerables y más peligro-sas de lo que antes se creía […]Las personas extrañas que lleganá caer en manos de esos salvajes-y adviértase que pasa tal vez dedoscientos el número de esasvíctimas en los últimos cuarentaaños- reciben tantas flechascuantas les caben materialmenteen el cuerpo, de manera que mue-ren con los más terribles dolores.Por los cadáveres que han soli-do encontrarse, se ha venido áconocer esos actos de atroz fe-rocidad […] Hasta ahora poco secalculaba que el número total deesos indios no pasaría de tres-cientos; pero recientes incursio-nes por las márgenes del Minerodan pie para elevar esta cifra ácerca de dos mil […] A no haber-se procedido de ese modo bár-baro, el camino de Carare no sehallaría hoy despoblado. Empre-sas agrícolas, como las estable-cidas á orillas del Sogamoso ydel Lebrija, se habrían fundadoallí; el camino se habría manteni-do constantemente transitado, yno tendríamos que lamentar lapérdida de más de doscientas vi-das, sacrificadas por las flechasde los salvajes. En el Estado ac-

tual de las cosas no hay tal vezotro medio de reducir esas fami-lias á la vida civilizada que el decapturarlas por sorpresa, for-mar con ellas, dentro de la mis-ma desierta comarca, coloniasagrícolas sostenidas por guar-niciones militares, y someterlasá la catequización de misioneroscristianos, dándoles al mismotiempo lecciones prácticas deagricultura, y enseñándoles al-gunas artes y oficios.

28

Con respecto a los mismos sucesosel historiador José Fulgencio Gutiérrez,tomando el informe de RicardoVanegas, también describe los ataquesque hicieron los “indios salvajes” delCarare y Opón entre los años 1853 a1855:

Del 53 al 55 hubo seis incursio-nes de los indios que causaronla muerte a veinte personas in-ofensivas. El último asesinato fueel 18 de junio del 55, a pocas cua-dras de la bodega y caserío delpuerto del Carare, en el sitio dePosicio, en donde las flechas delos salvajes dejaron muerto a unsujeto de apellido Chacón, quese ocupaba en pescar. En marzohabían sido víctimas otros dossujetos, que picaban guaduaspara construir una balsa.

29

28 Ibíd., pp. 106-117. La negrilla es nuestra.

29 José Fulgencio Gutiérrez, “Ataques de los indios

carares y opones”, en: Santander y susmunicipios, Bucaramanga, Imprenta delDepartamento, 1940, p. 224. También puedeconsultarse Simón F. Galvis Anaya, Monografíade Barrancabermeja, Bucaramanga, Salazar,1965, p. 45.

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Estas vicisitudes sobre el camino delCarare demuestran en relación con losataques de los indígenas, que los inte-reses de los empresarios estaban crea-dos por la Compañía del Carare que sehabía formado bajo la dirección deAquileo Parra, Eusebio Morales,Casimiro Díaz y Domingo Téllez Caro.Por lo tanto, ellos buscaban por todoslos medios que al camino del Carareno se le presentara ningún obstáculopara exportar y comerciar sus produc-tos agrícolas, pues, “[...] las carreterassignificaban riqueza, bienestar, progre-so y civilización”.

30

Por último, podemos afirmar queAquileo Parra fue uno de esos empre-sarios y políticos, quien en su condiciónde presidente del Estado Soberano deSantander (1874-1876) y de la Repú-blica (1876-1878) utilizó sus influenciaspolíticas y administrativas para que elcamino de Vélez al Carare, como víahacia el Magdalena, fuera ruta comer-cial del desarrollo económico de esaregión; sin embargo, sus anhelos no secumplieron, por la escasez de los pro-ductos exportables en la zona mencio-nada y por la inseguridad de los pasa-jeros. Además, todos los intentos paraejecutar la Ley 14 de 1874 sobre la re-ducción y civilización de indígenas fue-ron en vano, porque los nativos siem-pre se resistían a la supuesta civiliza-ción que el Estado quería imponerles.

Apropiación de tierras de losindígenas e incremento de las

luchas

Con las ideas de “civilización y pro-greso” favorecidas en el gobierno delliberal Tomás Cipriano de Mosquera(1863-1864), se comenzó “a financiarcarreteras y a hacer concesiones detierras baldías a los contratistas”.

31 En

la práctica, las políticas de la adjudica-ción de baldíos en los regímenes repu-blicanos favorecieron a los latifundis-tas y a los grandes hacendados. Estafue una empresa de expropiación de lastierras a los indígenas asentados en estazona del departamento. Veamos comolo expresan Jorge Villegas y Luis An-tonio Restrepo:

Con papel sellado, bonos territo-riales y alguna influencia en lasesferas respectivas adquirieronmuchos ciudadanos de la Repú-blica grandes concesiones terri-toriales, en parajes de buenasperspectivas de valorización fu-tura y ya sabemos todos quequien adquiere la propiedad demiles de hectáreas de tierras fis-cales no significa con ello su vo-luntad de internarse en la selvabravía a fundar una empresa agrí-cola colosal, sino que más bienadquiere el derecho de excluir alos verdaderos colonizadores…

32

30 David Church Johnson, Santander siglo XIX.

Cambios socioeconómicos, Bogotá, CarlosValencia Editores, 1984, p. 209; con respecto alos ataques indígenas, ver también pp. 210-212.31

Ibíd., p. 202.

32 Jorge Villegas y Luis Antonio Restrepo Arango,

Baldíos: 1820-1936, Medellín CIE-Universidadde Antioquia, 1978, p. 59. Véase también JorgeOrlando Melo, “Las vicisitudes del modelo liberal(1850-1899)”, en: José Antonio Ocampo (Comp.),Historia económica de Colombia, Bogotá, SigloXXI, 1991, pp. 130-139.

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Realmente estas políticas de baldíosno contribuyeron a la solución de ex-plotar económicamente las tierras conmiras al desarrollo social de las regio-nes, sino que consolidaron ellatifundismo.

En el caso del departamento deSantander, las políticas de concesionesde “baldíos” y adjudicaciones de tierrasfueron ratificadas en diciembre de 1863,siendo presidente del Estado deSantander Eustorgio Salgar, quien leotorgó en propiedad al empresario ger-mano Geo Von Lengerke 12.000 hec-táreas de tierras “baldías”, para el con-trato definitivo de abrir un camino deherradura desde Zapatoca hasta elpuerto de Barrancabermeja y 10.000hectáreas para abrir caminos de herra-dura, dentro de cinco años, que comu-nicaran a Girón con La Ceiba, por labanda oriental del río Sogamoso. A laempresa de Manuel Cortissoz, el go-bierno de la Unión le adjudicó 20.000hectáreas de tierras baldías.

El apoyo privilegiado de Salgar aLengerke, le permitió fortalecer su es-píritu de empresario de obras públicas,logrando procesos de colonización ycomunicación hacia el oriente conZapatoca, Betulia, Montebello y SanVicente; y desde sus centros de pro-ducción, para poder exportar e impor-tar productos manufactureros y agrí-colas, por el Río Grande. Estos cami-nos de herradura hacia el Puerto deSantander desataron conflictos, contro-versias, pleitos y pugnas de interesesencontrados durante décadas, entre los

diferentes empresarios de la época -Parra, Cortissoz, Wilches.

Los caminos de herradura que cons-truyó Lengerke se encontraron con otroobstáculo: los Yareguíes. Por ejemplo,casi seis años después -octubre 18 de1869-, al enterarse de los asesinatos yrobos perpetrados por los indígenas,Lengerke se quejó ante los diputadosde la Asamblea del Estado reunidos enel Socorro; por este hecho solicitó algobierno armar un ejército bajo su man-do, para exterminar la resistencia de losnativos porque le estaban impidiendo elcomercio de exportación y de importa-ción por la vía hacia el río Magdalena:

Los arrieros salieron de Villamizara las nueve de la mañana con larespectiva carga; una hora des-pués partí yo con mis compañe-ros, i habiendo caminado comodos leguas i media encontramosa Máximo González (que se habíaadelantado a los arrieros) tendi-do en el suelo i atravesado poruna multitud de flechas; los sal-vajes lo habían asesinado i roba-do, quitándole el vestido, conexcepción de la camisa. Las heri-das eran horribles […] Este, ciu-dadanos Diputados, es el segun-do asesinato que los indios deChucurí han cometido en el ca-mino, pero en otro punto de lamisma montaña han salido a co-meter crímenes no menos horro-rosos […] He consagrado mi vidai mi fortuna a esta empresa, juz-gando que ella daba honor y pro-vecho al Estado; pero si hoy elGobierno no toma providencia

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enérgica para reducir esas tri-bus bárbaras, si no presta su po-deroso apoyo, todo lo hecho seráperdido, pues con mis propios re-cursos me es imposible empren-der esta reducción […] En nom-bre, pues, de los intereses delEstado que se hayan comprome-tidos gravemente en esta cues-tión, y esperando que no des-oigáis esta solicitud, os pido queautoricéis al Poder Ejecutivopara que de acuerdo con el em-presario del camino de Barran-ca Bermeja dicte todas las medi-das que sean necesarias parareducir o ahuyentar las tribussalvajes del Chucurí, i para im-pedir en lo sucesivo nuevos aten-tados […] Si queréis evitar la rui-na de la empresa i las pérdidasdel comercio en los Departamen-tos de Guanentá, Socorro i Soto,dictad, ciudadanos Diputados,las providencias que respetuo-samente solicito.

33

En relación con el asesinato deMáximo González, a principios de oc-tubre de 1869, uno de sus compatrio-tas, Nicolás Briedler, por medio de unacarta que envía al señor A. Spohr aMontebello, le comenta acerca de las

cincuenta y cinco flechas quehabía sacado del cadáver de

Máximo González, asesinado porlos indios el día primero del co-rriente..., y a juzgar por las hue-llas y señales que dejaron en elmonte bajo, calculo que vinieronen número bastante crecido; enesta internada encontramos otrascuatro flechas abandonadas allísin objeto, y perdidas probable-mente por los indios al retirarse.

34

La legalidad y la extinciónsistemática de la etniaYareguíes (1866-1918)

Entre los años de 1866 y 1918, losdistintos gobiernos aprobaron leyes yordenanzas “sobre reducción y civili-zación de indígenas”. La creación deéstas fue decisiva para la extinción sis-temática de la etnia Yareguíes, pues eneste período se reflejó la preocupaciónplasmada en la aprobación de seis le-yes sobre “civilización y reducción deindígenas”: Ley X de 1866, Ley 40 de1868, Ley XVII de 1869, Ley 14 de1874, Ley 89 de 1890 y Ley 64 de 1914;además, cinco ordenanzas de la Asam-blea Departamental de Santander so-bre “reducción y catequización de indí-genas”: Nº 8 de 1890, Nº 15 de 1892,Nº 42 de 1911, Nº 43 de 1914 y N° 56de 1918.

La ejecución de estas leyes y orde-nanzas, facilitó las bases para el ani-quilamiento de la población indígenaque quedaba en la región, especialmen-

33 CDIHR-UIS, Gaceta de Santander (597),

“Nuevo asalto de los indíjenas”, Socorro, 9 denoviembre de 1869, p. 223. La negrilla es nuestra.Véase también: Horacio Rodríguez Plata, Lainmigración alemana al Estado Soberano deSantander en el Siglo XIX, Bucaramanga,Gobernación de Santander, 1989, pp. 225-227.

34 Ibíd., pp. 223-224.

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304 Resistencia de la etnia Yareguíes a las políticas de reducción y “civilización” en el siglo XIX

te en el suroccidente de Santander.Podemos inferir que una de las razo-nes de la extinción de la etnia Yareguíesfue promovida por el sistema jurídicodel Estado, al servicio de la expansiónindiscriminada del mercantilismo y delpapel de la Iglesia, justificada con losconceptos de “desarrollo”, “civiliza-ción” y “evangelización”, lo que impli-có la expropiación sistemática de sustierras y la extinción de sus raíces cul-turales.

Las expediciones pacíficas y milita-res contra la población indígena tam-poco cesaron durante el siglo XIX y enlos inicios del XX. Sus consecuenciasimplicaron la reducción sistemática dela población indígena, por múltiples fac-tores: la lucha y resistencia que ejer-cían contra la llamada vida “civilizada”de los colonizadores y empresarios, elproceso de aculturación y mestizaje, ylas enfermedades. Como HoracioRodríguez lo afirma:

La tribu de indígenas que habitóeste extenso sector de la Provin-cia del Socorro, muy numerosaentonces, fue disminuyendo len-tamente. Los últimos de sus inte-grantes perecieron víctimas de lasenfermedades y de los fusiles delos exploradores petroleros en-tre 1910 y 1920.

35

Al respecto, existe un testimonio deJuan Bautista -exobrero de la empresa

Tropical Oil Company en el surorientede Barrancabermeja, en los itinerariosLas Infantas, los corregimientos ElCentro y La Cira-, quien afirmó que “loscapataces estaban autorizados por losgerentes gringos de la Troco y apoya-dos por la fuerza pública del Estado,para capturar a los indígenas que se opo-nían a la apertura de las trochas quefacilitaran la exploración y explotacióndel petróleo; inclusive les pagaban muybien a quien capturara o mostrara lacabeza del indio Pascual, el más temi-do en ese entonces”.

36

La respuesta a estas leyes y orde-nanzas fueron los continuos ataquesque realizaban los Yareguíes. En el añode 1866, se expidió la primera ley so-bre “civilización de indígenas” siendopresidente del Estado Soberano deSantander José María Villamizar Ga-llardo. Veamos lo que comenta Parraal respecto:

Después de los asesinatos co-metidos por los indios en juniode 1866, el Presidente del Esta-do, señor Villamizar G., autorizó alJefe de este departamento paraque organizase una nuevaespedición que fué dirijida por elseñor Eusebio Moráles, quien lo-gró cautivar una familia de cinco

35 Cfr. Horacio Rodríguez Plata, La antigua

Provincia del Socorro y la Independencia,Bogotá, Publicaciones Editoriales, 1963, p. 642.

36 Entrevista realizada por Arturo Moncada

Rodríguez a Juan Bautista Leyva Leyes,Barrancabermeja, 27 de diciembre de 1992.Agradecemos la cortesía de facilitarnos lagrabación. Véase también: Jacques Aprile-Gniset,Génesis de Barrancabermeja. Ensayo,Barrancabermeja, Inupaz, 1997, pp. 37-46.

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personas, que fué traida a estaciudad sin inferirsele daño algu-no.

37

En el año de 1868, durante el go-bierno de Santos Gutiérrez, el Congre-so de los Estados Unidos de Colombiaemitió la Ley 40 sobre “Civilización deIndígenas”. Los artículos 4 y 5 señalanlo siguiente:

Artículo 4º. El Poder Ejecutivodispondrá la captura de las tri-bus de indígenas que ataquenlos poblados o los establecimien-tos agrícolas o que estorben elcomercio y el libre tránsito porlos caminos y ríos de la Repúbli-ca. Artículo 5º. Las tribus o fami-lias de indígenas que se captu-ren, recibirán todos los auxiliosnecesarios para su establecimien-to en una localidad fija, y se lesinstruirá en la religión cristiana,en la agricultura y en los usos yprácticas de la vida civilizada.

38

La justificación de esta Ley se basóen las continuas incursiones que los in-dígenas representaban para la civiliza-ción:

A principios de 1868 los indiosasesinaron a los conductores delcorreo nacional, i el Congreso deese mismo espidió una lei autori-zando al Poder ejecutivo para si-tuar partidas de la fuerza pública

en los lugares espuestos a lasagresiones de las tribus salvajes,con el objeto de protejer los es-tablecimientos agrícolas i de cus-todiar los correos. Tanto el Go-bernador federal, como el delEstado están, pues, autorizadospara emprender la reducción deuna tribu hostil a los interesesde la parte civilizada de lapoblacion…

39

La aplicación de la Ley 40 no fuesuficiente para que los Yareguíes aban-donaran su resistencia a ser ciudada-nos explotados o subordinados a los in-tereses de los colonizadores espontá-neos y empresarios de la época.

En el año de 1869, el presidente delEstado Soberano de Santander,Eustorgio Salgar, de acuerdo con el Go-bierno Federal, decretó por medio dela Ley XVII la “Reducción de Indíge-nas”. Este dictamen hizo consolidar elproceso de colonización entre los ríosSogamoso, Carare y Opón, desde lacordillera oriental hacía el Magdalena.A la vez, sirvió de incentivo a la crea-ción de colonias agrícolas, con las mi-siones y el apoyo de la fuerza pública,para auxiliar a las tribus y familias conel propósito de reducirlos a la vida civi-lizada, en los caminos entre Carare yBarrancabermeja. Algunos artículosmanifiestan ciertas bondades de pro-tección y civilización al ordenar la cap-tura de algunos indígenas; pero cam-

37 CDIHR-UIS, Gaceta de Santander (580), Op.

cit., p. 149.38

Nicasio Anzola, Codificación nacional, t.XXIII, 1867 y 1868, Bogotá, Imprenta Nacional,1933, p. 382.

39 CDIHR-UIS, Gaceta de Santander (580), Op.

cit., p. 149. La negrilla es nuestra.

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bian de parecer cuando en el artículoseis, afirma lo siguiente:

Mientras se establecen las colo-nias i misiones de que trata estaLei, el Presidente del Estado dis-pondrá que se verifique unaespedicion militar, con el objetode ahuyentar los indíjenas i pro-teger el tránsito en los caminosde Carare i Barrancabermeja, i losestablecimientos agrícolas fun-dados en jurisdicion del distritode Betulia, i abandonados a con-secuencia de las amenazas de lossalvajes.

40

En el período comprendido entre1870 y 1882 se dio un rápido crecimientoeconómico por la expansión de las ex-portaciones en el país. Analizando losdatos de exportaciones del período se-ñalado por José Antonio Ocampo, seobserva que los productos que tuvie-ron mayor exportación fueron, el café,la quina, el tabaco y la tagua. Para elcaso, la mayor comercialización delcafé se tuvo entre 1875 y 1878 con 22.3%, la quina entre 1881 y 1882 con 30.9%, el tabaco entre 1870 y 1874 con 21.2% y la tagua entre 1875 y 1878 con 3.1%.

41 Obviamente que los dos produc-

tos principales que tuvieron mayor sa-lida fueron la quina y el café; el prime-ro por el boom quinero que se veníadando desde 1870 hasta su máximoauge en 1882 y el café que siguió con

su mayor demanda a fines del siglo XIXe inicios del XX.

Para comprender el caso deSantander, hay que tener en cuenta queentre 1870 y 1880 el gobierno otorgónumerosas concesiones de tierras “bal-días” en los distritos de Zapatoca,Betulia, Socorro y San Vicente deChucurí, que produjeron todo un pro-ceso de colonización espontánea, en elque mercaderes y políticos gobernan-tes no pudieron consolidar verdadera-mente un proyecto de desarrollo eco-nómico y político para la región, debidoa que, por un lado, primaron los intere-ses particulares sobre los públicos; ypor otro, “los agricultores del sur deSantander cometieron el error de cam-biar de semilla [café] y permanecieronignorantes en lo relativo a la rotaciónde cosechas o a la preparación del suelo[…] muchos agricultores se volvierontemerosos de los productos de expor-tación, incluyendo el café”.

42

Otra razón que debe tenerse encuenta sobre el proceso de coloniza-ción espontánea en Santander es el queseñala Hermes Tovar:

[…] no implicó el predominio depequeños tenedores... [sino que]hubo grandes empresarios y te-nedores interesados en apropiar-se de estas tierras. El interés porellas se derivaba de la necesidadde fundar empresas agrícolas, ga-naderas o de extracción. Estos40

CDIHR-UIS, Gaceta de Santander (600),Socorro, jueves 18 de noviembre de 1869, p. 1.41

Cfr. José Antonio Ocampo, Colombia y laeconomía mundial, 1830-1910, Bogotá, SigloXXI, 1984, pp. 100-101.

42 David Church Johnson, Op. cit., pp. 230-231.

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empresarios no pretendían orga-nizar poblados sino competir contodo ese mar de colonos y culti-vadores que disputaban sus de-rechos a la posesión y a la propie-dad de las tierras baldías. Tal vezpor ello, estas zonas de coloniza-ción espontánea fueron más con-flictivas que otras regiones endonde se desarrolló otro tipo decolonización.

43

Es necesario aclarar que los cons-tantes fracasos del proyecto sobre elcamino del Carare, no solamente con-sistieron en los asaltos de los Yareguíes,sino que hubo otras razones, como loseñala Gladys Patricia Novoa: la con-figuración topográfica y climática de lazona, la escasa rentabilidad económicadel proyecto frente a la alta inversión,el “fantasma” carare-yariguí, la proble-mática de la valorización de las tierras,el enfrentamiento de las élites políticasy la implementación de la navegacióna vapor por el río Magdalena.

44

El boom quinero (1870-1882), deno-minado por Horacio Rodríguez como

“la época de las ´quinianzas‘, ante laperspectiva de un gran mercado de lacorteza de quina en Europa, llevó a quemuchas gentes penetraran en las sel-vas del Sogamoso, Lebrija, Opón yCarare, en busca de la codiciada pana-cea”.

45 Fue el período de oro para el

crecimiento económico de Santander;pero también una ilusión pasajera.

La explotación del boom quineroprodujo serios conflictos entre dos gran-des empresas terratenientes: de un ladola de Lengerke & Cía y la empresa deManuel Cortissoz. Los enfrentamientosde estas dos compañías:

[…] convirtieron la zona de ex-plotación en un verdadero cam-po de Batalla. Las bandas arma-das que tenían se atacaban mu-tuamente para robarse la quinaextraída, los víveres, las armas,etc. Sin embargo el conflicto portierras no se quedó en esto. Losindígenas Yariguíes, los del Opóny el Carare, al ver que los cami-nos por y para el interés quinerose adentraban en su territorio,que sus tierras eran usurpadaspor el “Blanco Colonizador” [en-tiéndase quineros y empresarios]se lanzan a una cruenta guerracontra el invasor.

4643

Hermes Tovar Pinzón, Que nos tengan encuenta. Colonos, empresarios y aldeas: Colombia1800-1900, Santafé de Bogotá, Colcultura, 1995,p. 124.44

Cfr. Gladys Patricia Novoa, El camino delCarare. Segunda mitad del siglo XIX,Bucaramanga, Universidad Industrial de Santander,1996, pp. 107-143. Trabajo de grado para optaral título de Historiadora. Al respecto tambiénpuede consultarse: Armando Martínez Garnica, Laprovincia de Vélez. Orígenes de sus poblamientosurbanos, Bucaramanga, Universidad Industrial deSantander, 1997, pp. 50-70.

45 Horacio Rodríguez Plata, Op. cit., p. 16.

46 Yesid Sandoval B. y Camilo Echandía C., “La

Historia de la quina desde una perspectiva regional.Colombia, 1850-1882”, en: Anuario Colombianode Historia Social y de la Cultura (13-14), Bogotá,Universidad Nacional de Colombia, 1985-86, p.171.

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Miguel Santiago Reyes comentaalgo similar en relación con lo anterior:

Por Barranca salieron las quinasde Manuel Cortissoz y deLengerke, el mismo que en 1878(probablemente este último) noencontraba ‘ni a un peso de orojornaleros ni arrieros que quisie-ran bajar ni conducir arrias poraquel camino de Bucaramanga aPuerto Santander, por temor a sersacrificados por las flechas de lossalvajes’ descendientes del caci-que Pipatón.

47

El 31 de mayo de 1878, VicenteDurán, secretario general del EstadoSoberano de Santander, y el Poder Eje-cutivo acusaron a Lengerke por elabandono e incumplimiento del caminode Zapatoca al Puerto de Santander(Barrancabermeja) y lo multaron con$2.000, por los perjuicios de no poderexportar los productos de Chucurí ySogamoso. Frente a esto, Lengerkerespondió enérgicamente en una exten-sa carta el 5 de julio, defendiéndose delsiguiente modo:

Yo no estoy en posesión actualdel privilegio que se me conce-dió para la apertura de aquel ca-mino; ¿y por qué? porque los sal-vajes de los desiertos que habi-tan los bosques que atraviesa elcamino, se han apoderado de ély en él han sacrificado a pasaje-ros y jornaleros, razón por la cualdesde enero del presente año nohe encontrado ni a peso de oro

jornaleros ni arrieros que quie-ran trabajar ni conducir arreas poraquel camino, por temor de sersacrificados por las flechas delos salvajes. De tales hechos essabedor tanto el Gobierno Ejecu-tivo del Estado como el legislati-vo, de quienes he recabado conrazones poderosas el auxilio degente armada para darles garan-tías a los jornaleros y arrieros, yla única contestación que he re-cibido ha sido su profundo si-lencio […] Si el Gobierno deSantander hubiera consideradoimportante el camino del Puertode Santander, habría sido acucio-so en darle garantías al contra-tista, y este no habría sido tanindolente para mirar con indife-rencia un negocio que le reporta-ba grandes ventajas a sus intere-ses […] Si el Gobierno deSantander le da civilizados aque-llos salvajes o fuerza armadabastante para repelerlos, Geovon Lengerke, cumplido caballe-ro, no necesita de apremio demulta ni aún documentos para elcumplimiento de sus deberes.Como el infrascrito no tiene po-der sobre los espíritus ni los fon-dos bastantes para sostener3[[00]] o 400 hombres para ahu-yentar a los salvajes, ni se creeen la obligación de cumplir conlo que se le exige, tiene la penade dar término a esta nota, dicien-do al señor Secretario que ni pa-gará la multa de $2.000, ni empren-derá los trabajos del camino dePuerto Santander hasta tanto queel Gobierno del Estado no cum-pla con su deber, reduciendo lossalvajes que pueblan los bosques

47 Miguel Ángel Santiago Reyes, Crónica de la

concesión de mares, Bogotá, Ecopetrol, 1986, p. 6.

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que atraviesa el camino deSantander. De los hechos atro-ces cometidos por aquellos sal-vajes tiene conocimiento el Go-bierno del Estado, tanto por in-formes dirigidos por mí, como porlos que ha dirigido el Jefe Depar-tamental de Guanentá, y el Go-bierno ha mirado uno y otro in-forme con indiferencia o desdén,debido seguramente a la situa-ción anormal que acabamos depasar.

48

De la misiva de Lengerke, se puedeinferir que el obstáculo principal del ca-mino de Zapatoca a Barrancabermejalo constituía la resistencia de los “salva-jes Yareguíes”, pretexto pararesponsabilizar al Estado de no darle lasgarantías y seguridad de exterminarloso civilizarlos, y por lo tanto no justifica-ba el pago de la multa.

Una mirada similar sobre la incomo-didad que causaba la constante resis-tencia de los Yareguíes al oponerse ala creación y reapertura de caminos enlas zonas comprendidas entre Zapatoca,Montebello, Opón, Carare y Puerto deSantander, occidente y suroccidente deSantander, se evidencia en la afirma-ción de Ernesto Valderrama Benítez,cuando dice:

A principios de octubre de 1874un gran número de indígenas cru-zó en varios puntos el camino en

la región de las selvas. El carác-ter feroz de aquella tribu y losasesinatos y pillajes que come-tieron, ocasionaron el natural te-mor en los colonos, quienes ma-nifestaron su inquebrantable re-solución de “hacer el sacrificiode sus establecimientos, de susintereses y de su hogar, en cam-bio de asegurar su vida”.

49

Podemos afirmar que los colonos ymercaderes eran atacados por los indí-genas porque nunca comprendieronque los aborígenes tenían otra concep-ción sobre la utilidad de los caminos.Mientras para los indígenas estos sig-nificaban encuentros e intercambiossocioculturales respetando el equilibrioambiental, para los colonos y comer-ciantes simbolizaba el “desarrollo”, sinmedir ningún tipo de consecuencias.Veamos cómo lo señala GómezValderrama, con su excelente narrati-va prefigurada:

Para los indios, el camino era ladesgracia, la total destrucción desu mundo. Vigilaban continua-mente. Sus flechas diezmabanpero la respuesta era todavía máscruel. Los arrieros armados no seaventuraban sino en grandesgrupos y los combates eran mor-tales; los trabajadores debíanestar rodeados de una drásticaprotección o se negaban a salir…En ocasiones, un plantador ytoda su familia desaparecían para

48 Horacio Rodríguez Plata, La inmigración

alemana..., Op. cit., pp. 251-253. La negrilla esnuestra.

49 Ernesto Valderrama Benítez, “Lo que encierra

un archivo”, en: Revista Estudio (158-163),Bucaramanga, Julio de 1945, p. 14.

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siempre, clavados como inútilesmariposas por las celosas fle-chas.

50

Una de las razones del exterminioanunciado de los indios Opón y Carareera inminente por las políticas de re-ducción. Bien lo señala el investigadorJorge Villegas cuando describe el dra-mático final de los aborígenes de la si-guiente forma: “Los indígenas delCarare y el Opón fueron deliberada-mente cazados y exterminados, cuan-do se opusieron a que los blancos atra-vesaran su territorio con caminos o enbusca de quina y caucho”.

51

Podemos deducir que en el períodode la hegemonía liberal decimonónica,las actitudes con respecto a los indíge-nas, desde la ley y el Estado, se identi-ficaron más con los intereses de losempresarios y de la élite política quecon la creación de un verdadero pro-yecto político, orientado a la incorpora-ción de los indios como ciudadanos dela nación.

En el año de 1890, para la poblaciónindígena en Colombia y en especial parael territorio del actual Magdalena Me-dio, se incrementó la destrucción dealgunas etnias con las aprobaciones enjulio 22 de la Ordenanza Nº 8 y de laLey 89 del 25 de noviembre. GuillermoQuintero C., gobernador del Departa-

mento de Santander en ese entonces,apoyado por la Asamblea Departamen-tal, aprobó la mencionada ordenanzacompuesta por 21 capítulos y 123 artí-culos. En uno de los capítulos trata dela “Determinación de las vías públicas,Condición de los indígenas, Misiones,De los misioneros y Reducción de losindígenas”.

Para ilustrar las supuesta bondad,benevolencia y protección a la condi-ción de los indígenas en dicha Orde-nanza, observemos lo que dice en suArtículo 31: “Los indígenas salvajes quehabiten el territorio del Departamento,están bajo la protección de las leyes yordenanzas, y serán, como miembrosde él, dignos de la consideración y es-peciales cuidados de las autoridades”.En relación con las misiones proyecta-das por el Artículo 36, afirma:“Establécense dos misiones con el ob-jeto de reducir á la vida civilizada á losindígenas que en estado salvaje habi-tan el territorio del Departamento, com-prendido entre la cordillera oriental ylos ríos Carare y Chucurí. Una de lasmisiones se situará en la vía deBarrancabermeja y la otra en la deCarare”. Respecto a los deberes de losmisioneros, uno de los incisos del Artí-culo 42, dice: “Ponerse en comunica-ción con los indígenas, convertirlos alcristianismo y atraerlos, empleandotodos los medios que sugiere la cari-dad evangélica, á fin de que entrenen mutuas é íntimas relaciones de amis-tad y comercio con los individuos civili-zados de la colonia”. Sobre la reduc-ción de los indígenas, el Artículo 55,

50 Pedro Gómez Valderrama, La otra raya del

tigre, Bogotá, Oveja Negra, 1983, pp. 141-142.51

Jorge Villegas, La colonización de vertiente enel Siglo XIX, Medellín, CIE-Universidad deAntioquia, 1977, p. 71.

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dice: “El Gobernador, poniéndose deacuerdo con el Gobierno nacional, dic-tará todas las medidas convenientespara lograr la civilización de las tribusindígenas que en estado salvaje seencuentren en el territorio deSantander, y para que entren enmutuas é íntimas relaciones deamistad y comercio con la poblacióncivilizada”.

Y el Artículo 65 señala:

Los indígenas que se reduzcan ála vida civilizada son tambiénmiembros del Departamento, yquedan exentos durante su vidade toda carga, gravamen ó con-tribución de cualquiera clase; susderechos serán defendidos deoficio por las autoridades del De-partamento ó por los agentes quedesigne el Gobernador de comúnacuerdo con el Gobierno nacio-nal, y gozarán de los privilegiosque las leyes confieren á losmenores de edad.

52

Y para rematar, en ese mismo añoel Congreso de Colombia creó la Ley89, bajo la presidencia del conservadorCarlos Holguín Mallarino; dicha leydeterminaba la manera como iban a sergobernados “los salvajes” para redu-cirlos a la vida civilizada por medio decabildos y resguardos.

La Ley 89 en el Artículo 1º dice: “Lalegislación general de la República no

regirá entre los salvajes que vayan re-duciéndose á la vida civilizada por me-dio de Misiones. En consecuencia, elGobierno, de acuerdo con la Autoridadeclesiástica, determinará la maneracomo esas incipientes sociedades de-ban ser gobernadas”. En el Artículo 5ºafirma que: “Las faltas que cometierenlos indígenas contra la moral, seráncastigadas por el Gobernador del Ca-bildo respectivo con penascorreccionales que no excedan de unoó dos días de arresto”.

53

Deducimos que el papel de la Igle-sia católica y de sus misioneros, fue otraforma ideológica de aculturación conlos pueblos indígenas. ¿Nueva estrate-gia de dominación? Wagua responde aesta pregunta cuando dice que la Igle-sia siempre pensó “desde fuera delindígena, desde un supuesto deseo delos indígenas, desde un desconocimientoo minusvaloración de las religiones in-dígenas”.

54 La razón de esta visión de

la Iglesia se explica porque durantemuchos años se aferró a la idea dehomogeneización. Esta clase de acti-tud se afianzó por la unión de las rela-ciones Iglesia-Estado, manifiesta duran-te la Regeneración de Rafael Nuñez,en la cual se legitimó el poder de la ins-titución eclesiástica, dándole el controlsobre la vida civil y la educación quese impartía en el país.

52 Ordenanza Nº 8, julio 22 de 1890, en:

Ordenanzas de la Asamblea, Departamento deSantander, pp. 12-30. La negrilla es nuestra.

53 Codificación Nacional, Ley 89, pp. 172-179.

54 A. Wagua, “Consecuencias actuales de la

invasión europea”, fotocopiado, p. 42.

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312 Resistencia de la etnia Yareguíes a las políticas de reducción y “civilización” en el siglo XIX

No siendo suficiente con la Orde-nanza Nº 8, y siendo gobernador JoséSantos, el 18 de julio de 1892, la Asam-blea Departamental de Santander creóla Ordenanza Nº 15, que reformó laanterior, agregando lo siguiente: Artí-culo 1º. “La misión católica y coloniza-ción de los terrenos incultos mandadasituar en la vía de Barrancabermejatendrá provisionalmente por cabecerael municipio de San Vicente. En con-secuencia, allí será la residencia delCura ó Capellán y de los demás em-pleados encargados de dirigir la Colo-nia en las épocas que no se hallen eje-cutando trabajos de excursiones,catequización ú obras públicas de co-lonización…”. El Artículo 3º dice:“Establécese una Colonia agrícola encada uno de los puntos siguientes:‘Carare’, ‘Opón’, ‘Sarare’ y ‘Tecauca’en ‘Cobaría’”.

55

En ese mismo período (1891-1897),el ingeniero civil francés Jorge Brissonhizo viajes a Colombia y visitó aSantander, donde, encargado por elEstado desde octubre 31 de 1895 has-ta el 18 de enero de 1896, hizo una ins-pección en la que logró realizar 16 cam-pamentos y entregó un informe porme-norizado del paisaje, poblaciones, ca-minos, expediciones e incursiones indí-genas. En esa inspección visitó el Opóny el Carare, e hizo una descripción dela situación y de las incursiones de losindígenas, afirmó:

Casi no hay indios salvajes enlas orillas del Carare: están en elOpón a 20 leguas de distancia…en San Fernando (PuertoCarare), á donde había todavía,hace dos años, unas dos fami-lias, tuvieron que retirarse por-que los indios les quemaban lascasas... Según el señor CamachoRoldán, los indígenas del Carare,que viven completamente aleja-dos de las gentes de lengua es-pañola, no pasan de un millar.Pero el señor F. J. Vergara y V.dice que los salvajes del Carare-Opón no pueden estimarse enmenos de 3.000…Los indios ha-cen frecuentes incursiones has-ta por estas comarcas del Alto-Guayabito, y hace un año y me-dio, no más, mataron, en el case-río mismo, á dos peones que tra-bajan en un cacaotal.

56

En cada campamento que instalabaBrisson, se cuidaba de los tres grandesenemigos “indios, tigres y mosquitos”.En el campamento Nº 6 de San Isidroy Carare del lunes 6 de enero de 1896,relató lo siguiente:

Mando inmediatamente dos hom-bres á pasear bajo vigilancia delSr. Ricardo Patiño que lleva unode los rémingtons, porque poraquí no hay que dejar alejarsenunca a ningún peón solo ó des-armado del campamento y tam-poco abandonar éste un instan-

55 CDIHR-UIS, Gaceta de Santander (2557),

Bucaramanga, miércoles 27 de julio de 1892, p.4981.

56 Jorge Brisson, Viajes por Colombia en los años

de 1891 a 1897, Bogotá, Imprenta Nacional,1899, pp. 181-200.

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te sin vigilancia. Al atravesar laquebrada de San Isidro encon-tramos los rastros de una tropade 10 á 12 indios, en los arenalesde las playitas; pueden tener es-tas huellas unos 8 días de fecha;allí se ve que cogieron una dan-ta, la amarraron á un palo, la des-pedazaron y se la comieron.

57

En las descripciones del francésBrisson se percibe que los Yareguíessiempre se resistían a cualquier inva-sión de su territorio. Por eso, el miedode los colonos y viajeros se expandiópor todo la región de las vertientes delOpón y el Carare. Sobre este caso, elviajero francés e ingeniero PierreD’Espagnat, informó en 1898:

¿Quién creería que a tres jorna-das más allá, al otro lado de estasselvas próximas y del Magdale-na, en las mismas proximidadesdel río, monta la guardia la frac-ción traidora de las tribus salva-jes, restos inextirpables de losprimitivos pobladores de la ma-nigua americana, indios bravos,desnudos, feroces, ladrones,guerreros y antropófagos, conplumas en la cabeza, con anillosen la nariz y con los despojos delenemigo colgados en la cintura?Tal es, por lo menos, la descrip-ción que corrientemente se hacede estas tribus del Opón y delCarare, a cuyos territorios el mis-mo gobierno no se atreve a en-viar tropas.

58

Y sobre el particular, el geógrafoalemán Alfred Hettner manifiestabaque:

Mientras que el camino del Carareestá en abominable estado, otroconstruido por el señor VonLengerke para comunicar aZapatoca con Barrancabermejavía Montebello, no era utilizadopor temor a los ataques de losindios bravos, cuyo territorio atra-viesa. Debido a su escaso uso yel consiguiente abandono, el ca-mino en su parte inferior se dete-rioró completamente.

59

Desde esta perspectiva, es eviden-te que durante el siglo XIX, losYareguíes constantemente se oponíanal desalojo de su territorio por el proce-so de transculturación con los “civiliza-dos”, razón que les permitía resistirseal blanco, como lo narra literariamenteGómez Valderrama:

Los yariguíes. En medio de la pe-numbra de la selva verde, en elhirviente calor de las soledades,se mueven sus cuerpos, flexiblesy cobrizos, tensos como los ar-cos, prontos como las cerbata-nas. Siglos de muerte, de escla-vitud, de persecución, los diez-man, pero ellos siguen fuertes,seguros de que el blanco no po-drá violar su dominio, la selva,

57 Ibíd., p. 211.

58 Pierre D’Espagnat, Recuerdos de la Nueva

Granada, Bogotá, Biblioteca Popular de CulturaColombiana, 1942, p. 258. La negrilla es nuestra.59

Alfred Hettner, Viajes por los AndesColombianos (1882-1884), Bogotá, Banco de laRepública, 1976, p. 303.

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314 Resistencia de la etnia Yareguíes a las políticas de reducción y “civilización” en el siglo XIX

los rápidos de los ríos, los ínti-mos venenos de las plantas, elalimento hurtado al cogollo depalma o al pez ensartado en lapunta de la lanza. Hermanos su-yos más al sur, los opones vanmuriendo también, las hembrassecuestradas sometidas al rezo,a la magia de la misa, a losembrujos de la campana.

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A manera de Conclusión

Los decretos, ordenanzas y leyesmencionadas revelan que los concep-tos de “vida civilizada”, “relaciones deamistad”, “caridad evangélica” y “de-fensa de sus derechos”, eran en granparte una retórica para encubrir el des-tierro y la intolerancia contra los pue-blos indígenas que se resistían constan-temente, en especial los Yareguíes. Estasituación se puede sustentar con la afir-mación de la antropóloga EstherSánchez: “El proceso de concebir alotro [indígena] por fuera del nosotros,permite la distancia para su liquidaciónfísica, destierro, ostracismo, casti-go…”.

61 Además, ¿Con qué criterio

ético se puede juzgar que una culturadeba ser extinguida por no ser “civili-zada”, porque no se deja cristianizar,despojar e introducir en el “progreso”o “modernidad”? Una respuesta po-drías ser el sugerente aparte deTodorov:

La cristianización, al igual que laexportación de cualquier ideolo-gía o técnica, es condenable enel momento mismo en que es im-puesta, ya sea por las armas o deotra manera. Existen rasgos deuna civilización de los que sepuede decir que son superioreso inferiores; pero eso no justificaque se impongan al otro. Aúnmás, el imponer la propia volun-tad al otro implica que se le reco-noce la misma humanidad que auno, lo cual es precisamente unrasgo de civilización inferior. Na-die les preguntó a los indios siquerían la rueda, o los telares, olas fraguas, [o la cruz cristiana],fueron obligados a aceptarlos;ahí reside la violencia…

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Ahora bien, con la concepción deltérmino y la imagen de “salvaje”, elgermano Lengerke y europeos que pi-saron y explotaron estas tierras, asu-mieron la idea de creerse superioresmoral e intelectualmente; por eso, comoafirma acertadamente el historiadorcatalán Josep Fontana, el espejo en quese han mirado los europeos en relacióncon el otro tiene doble cara: “En unade ellas se “ven” las diferencias de razay muestra el rostro “salvaje”; en la otra,fundamentada en una visióneurocéntrica de la historia, se ve el del“primitivo”. Del primero han surgido elgenocidio y la trata de esclavos; del

60 Pedro Gómez Valderrama, Op. cit., p. 137.

61 Esther Sánchez Botero, Justicia y Pueblos

Indígenas de Colombia, Bogotá, UniversidadNacional de Colombia, 1998, p. 160.

62 Tzvetan Todorov, La conquista de América.

La cuestión del otro, México, Siglo XXI, 1987, p.192.

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segundo, el imperialismo”.63

Pero lomás vergonzoso para la historia de lanación, es que esta visión de “salvaje”como herencia occidental, no sólo semanifestó con los europeos de la épo-ca, sino que se interiorizó negativamenteen el pueblo colombiano, considerandoa los indígenas como un grupo socialde minoría de edad -incapaces de pen-sar por sí mismos-, subvalorando susderechos y su cultura.

Finalmente, no fue suficiente el pro-ceso de reducción de los YareguíesOpón-Carare en el siglo XIX, sino queen los inicios del siglo XX continuó laextinción de dicha etnia, por el auge deexplotación de la tagua y la fiebre delpetróleo, que hicieron posible que elEstado republicano exterminara la per-sistente resistencia de los últimosYareguíes

64, por no incorporarse a la

llamada “vida civilizada” o “moderna”.

Como únicos testimonios, hasta elmomento lo que queda de la culturaYareguíes son las urnas funerarias queencontró el antropólogo Carlos Eduar-do López Castaño en el municipio deCimitarra-Santander, como resultado dela investigación que realizó a lo largode los ríos Carare y Minero entre 1987y 1990, y que fue publicada en el año

de 1991 con el título Investigacionesarqueológicas en el MagdalenaMedio en la cuenca del río Carare.Sobre la lengua de los Yareguíes Opón-Carare sólo se conocen algunas pala-bras dictadas por el indio Fangans, re-cogidas en 1878 por el germano GeoVon Lengerke, que se encuentran enel Anexo 2, del libro Caminos de his-toria en el Carare-Opón, de HernandoAyala Olave y, en 1944, un vocabulariode 639 palabras recogidas por losantropólogos Miguel Fornaguera y Ro-berto Pineda Giraldo; el primero, tomólos datos del señor Miguel Sánchez Par-do, en La Belleza -Municipio de JesúsMaría, Santander- y del indígena Ro-berto Vargas; el segundo, los obtuvo dela indígena carare Mayo o María.

63 Josep Fontana Lázaro, “El espejo salvaje”, en:

Europa ante el espejo, Barcelona, Crítica, 1994,p. 107.64

Cfr. Renán Vega Cantor, “El exterminiodefinitivo de los Yariguíes”, en: Gente muy rebelde.Enclaves, transportes y protestas obreras, Bogotá,Pensamiento Crítico, 2002, pp. 191-193.

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