Reseñas de Esperanza

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Reseñas de Esperanza 16 09

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enReseñas de Esperanza en páginas de periódicos, programas de radio y televisión, blogs, medios interactivos...

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Reseñas deEsperanza

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Esperanza Pérez Labrador

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Reseñas de Esperanzahttp://www.lagardeideas.com

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El 16 de septiembre de 2011 Iñaki Gabilondo, Baltasar Garzón, Olga Viza y Blanca Rosa Roca presentaron en Casa América, de Madrid, a Esperanza, el libro del que es autor Jesús M. Santos y, sobre todo, glosaron a Esperanza Pérez Labrador, la mujer que protagoniza el relato, un ejemplo de rebeldía y dignidad.Los medios de comunicación acogieron a Esperanza con dedicación y cariño (obligado es reconocerlo) en páginas de periódicos, programas de radio y televisión, blogs, medios interactivos... La acogida desbordó las expectativas. Las agencias Efe y Europa Press llevaron las primeras informaciones a todos los medios, pero muchos de ellos prestaron una atención personalizada y cualificada: El País, el grupo Vocento, ABC, La Vanguardia, Público, El Mundo, Ara… La cadena SER en Hora 25, Onda Cero en Las tardes de Julia, RNE en En días como hoy y en Carne

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cruda de Radio3, Radio Cataluña, Canal Sur Radio… También los informativos de TVE, Cuatro, Telecinco; el programa Millenium de TV3, que dirige Ramón Colom, Miradas2 y Página2 de TVE… Escolar.net, Entremedios, Propera/parada/cultura… son algunos de los blogs españoles que han prestado atención a Esperanza. También lo han hecho otros radicados en muy diversos países: Argentina, Uruguay, Cuba, Paraguay, México, Estados Unidos, Italia. Bitácoras dedicadas a información, a la literatura, a los derechos humanos… Incluso uno de San Esteban de la Sierra, en Salamanca, y otro dedicado al fútbol español… en Cuba.Roca Editorial ha realizado un trabajo de promoción y difusión extraordinario, tenaz y eficiente.En este cuaderno se recogen algunos de esos trabajos.

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Casa AméricaEsperanzaJesús M. Santosviernes 16/09/2011

http://vimeo.com/29707933 Fuente: Casa América

El pasado 16 de septiembre de 2011 se presentó en Casa de América el libro ‘Esperanza’, de Jesús M. Santos, con la presen-cia de Esperanza Labrador, Baltasar Garzón (magistrado), Olga Viza (periodista), Jesús M. Santos (periodista y autor de las me-morias), y Blanca Rosa Roca (directora de Roca Editorial).

Sinopsis: Un joven desaparece de Ro-sario (Argentina) en 1977. Dos meses después, comandos vinculados al ejército asaltan la casa de sus padres y la de sus hermanos: matan a uno de ellos, a su es-posa y a su padre. Esperanza emprende

un recorrido en busca del hijo desapare-cido y por la memoria de los familiares muertos. Nada es fácil, todo es torvo y oscuro, pero también repleto de ilusión y expectativas; a veces, de ingenuidad. En ambos casos hay emoción y esperanza.

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“Al recordarla no puedo evitar que las lágrimas me enturbien la vista y el recuerdo. No es posible sufrir tanto dolor y mantener la dignidad. perder a su ma-rido, dos hijos y una nuera, y presentarse exigiendo justicia es algo que te recon-forta y te hace avergonzarte por todas las veces que has tenido dudas o desin-terés por la justicia”

Baltasar Garzón.

“Ella hizo de su nombre una actitud ante la vida. Una vida que no podía imaginar ni el más desalmado de los novelistas”

Olga Viza.

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pero antes de que todo esto ocurriera…

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pero antes de que todo esto ocurriera…

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…el prólogo lo había puesto la editorial con esta reseña para la prensa.

Sinopsis:

Esta es la historia de Esperanza Pérez, española nacida en Camagüey (Cuba), recriada en San Esteban de la Sierra (Salamanca) e instalada en Rosario (Argentina). Su madre murió al poco de nacer ella, y su padre, al darse cuenta de que no podía cuidarla, se la dejó «en depósito» a una familia que la aceptó como una hija más hasta

que, años después, el padre que nunca había dado señales de vida volvió para recuperarla.

Esta es la historia de un desgarro. De una vida nueva: la que la pequeña Esperanza empezó en España, tierra áspera, tan diferente a su Cuba natal. De un doloroso proceso de adaptación. También es una historia de amor, porque Esperanza conoció a Víctor,

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con quien en 1950 y ya madre de tres hijos (y un cuarto por llegar), emigró a Argentina, para volver a empezar.

Esta es la historia de un tiempo aciago. Septiembre de 1976. El pequeño de la familia, Miguel Ángel Labrador Pérez, desaparece; Víctor Labrador, Palmiro Labrador Pérez y la compañera de este último, Edith Graciela, son asesinados. Poco después, el general Leopoldo Fortunato Galtieri se excusará, pero sólo por la muerte del padre. «Fue un lamentable error».

Esta es la historia de una lucha, la que Esperanza mantiene para recuperar a su hijo. Una historia terrible y, por terrible que resulte decirlo, una historia habitual en Argentina, y en otros países donde

la sinrazón terrorista se confundió con la razón de Estado.

Esta podría ser una historia inventada, pura ficción. Pero Esperanza existe, vive, y su batalla no ha terminado.

“Estoy seguro de que este libro es el trabajo de un periodista. Puede ser una crónica, una biografía, pero también puedo aceptar que no se ajusta al modelo testimonial. Para mí lo que este libro tiene de ejercicio literario pretende que la narración ayude a sentir la historia de Esperanza. Porque Esperanza es, sobre todo, una emoción.”

El autor.

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El resto es literatura. La actualidad, la historia y la memoria mandan en el otoño casi tanto como eso que llaman “los mercados”. De las tres cosas hay en Esperanza (Roca), la crónica biográfica en la que Jesús María Santos retrata a Esperanza Pérez, una española de Cuba que terminó viendo cómo su hijo engrosaba la lista de los desaparecidos en la Argentina en la dictadura militar.

Entre los medios, el primero fue El País

http://www.elpais.com/articulo/ultima/Dormia/vestida/queria/mataran/camison/elpepiult/20110915elpepiult_2/Tes

martes 09/08/2011Javier Rodríguez Marcos

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La emotiva historia de una “madre de mayo” española, apuesta de no-ficción de Roca para el otoño.

Es un afortunado título con un doble sentido que va como anillo al dedo al libro.

Esperanza, de Jesús María Santos, narra la historia de Esperanza Pérez, española naci-da en Camagüey (Cuba), recriada en San Esteban de la Sierra (Salamanca) e instalada en Rosario (Argentina).

Su madre murió al poco de nacer ella, y su padre, al darse cuenta de que no podía cui-darla, la dejó «en depósito» a una familia que la aceptó como una hija más hasta que, años después, el padre que nunca había dado señales de vida volvió para recuperarla.

En 1950, emigró a Argentina con su marido, Víctor Labrador, y sus tres hijos.

Esperanza es, también, la crónica de un tiempo aciago.

Septiembre de 1976. El pequeño de la familia, Miguel Ángel Labrador Pérez, desapa-rece y Víctor Labrador –el marido-, Palmiro Labrador Pérez –otro de sus hijos– y la compañera de éste, Edith Graciela, son asesinados.

Eso sí, poco después, el general Leopoldo Fortunato Galtieri se excusará… por la muerte del padre. «Fue un lamentable error», dijo.

Esperanza cuenta la historia de la lucha que esta mujer valiente mantiene para recu-perar a su hijo.

Una historia que aún no ha acabado. Esperanza existe, vive, y su batalla continúa.

“En todas estas “locas con pañuelo a la cabeza” he encontrado más dignidad que en toda la carrera judicial junta”, asegura Baltasar Garzón sobre Esperanza.

La emotiva historia de una “madre de mayo” española, apuesta de no-ficción de Roca para el otoño

el blog de José Luis Ibáñez, Libro y autor.

http://libroyautor.blogspot.com/2011/07/la-emotiva-historia-de-una-madre-de.html

lunes 18/07/2011José Luis Ibáñez Ridao

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El pasado lunes 18 de julio, os adelantaba una de las grandes apuestas de Roca en no-ficción para este año.

Se trata de Esperanza, la dura historia de una mujer española que perdió a su marido, a dos hijos y a la compañera de uno de ellos durante la dictadura argentina.

El autor, Jesús María Santos, ha reconstruido la historia de esta mujer y su lucha por la dignidad y la verdad. Roca la ha incluido en su colección Memorias.

El próximo 16 de septiembre se presenta en Madrid, en colaboración con Casa de América. El acto público es a las 19:30. Estará la protagonista del libro, Esperanza Labrador, el autor, Jesús M.ª Santos, Baltasar Garzón, la periodista Olga Viza y la edi-tora, Blanca Rosa Roca.

Casa de América se encuentra en la plaza de Cibeles, 2, de Madrid.

Baltasar Garzón ha escrito respecto a esta historia: “al recordar a Esperanza La-brador no puedo evitar que las lágrimas me enturbien la vista y el recuerdo. No es posible sufrir tanto dolor y mantener la dignidad. Perder a su marido, dos hijos y una nuera y presentarse firme exigiendo justicia es algo que te reconforta y te hace aver-gonzarte por todas las veces que has tenido dudas o desinterés por la justicia”.

José Luis Ibáñez tras anunciar la aparición del libro, publicó un artículo dedicado a la presentación de Esperanza.

Baltasar Garzón presentará Esperanza, la dramática historia de una Madre de mayo española

http://libroyautor.blogspot.com/2011/09/baltasar-garzon-presentara-esperanza-la.html

lunes 05/09/2011José Luis Ibáñez Ridao

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La editorial había insistido con su avance de no-vedades y, más tarde, subiendo el libro a su web.

http://www.rocaeditorial.com/catalogo/esperanza-1079.htm

Rocaeditorial

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Esperanza Labrador lleva 35 años buscando a su hijo Miguel Ángel, secuestrado por la dictadura militar argentina, que también se llevó la vida de otro hijo, su nuera y su marido. Jesús María Santos relata su estremeedora historia.

Qué leer resumió los hechos más relevantes de la historia de Esperanza.

Esperanza con rabiaLa lucha de una madre de mayo continúa

http://www.rocaeditorial.com/cont/catalogo/docsPot/Sep11QL-Esperanza.pdf

Antonio G. Iturbe

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En Camagüey (Cuba) Radio Cadena Agramonte se hizo eco de la presentación de Esperanza.El texto lo firma, nada menos, una nieta de José Mestril, el papá al que Esperanza siempre quiso. Su nombre y su apellido abren su historia.

Esperanza Pérez Labrador: una mujer, una historia que sobrepasa la realidad

http://www.cadenagramonte.cu/index.php?option=com_content&view=article&id=16759:esperanza-perez-labrador-una-mujer-una-historia-que-sobrepasa-la-realidad&catid=109:opinion&Itemid=140

Raysa Mestril

El próximo 16 de septiembre, la Casa de las Américas, situada en Madrid, Es-paña, será testigo de un acontecimiento excepcional.

Gracias al empeño de Roca Editorial, en su colección Memorias, el periodista español José M. Santos, presentará el li-bro Esperanza, acerca de la azarosa vida de Esperanza Pérez Labrador, una mujer nacida en la centro-oriental provincia cubana de Camagüey, y que, años más tarde, perdió a su esposo y tres hijos varones durante la sangrienta dictadura militar de Argentina.

El reconocido jurista español Baltasar Garzón, al comentar sobre tan desga-rrante historia, precisó que “al recordar a Esperanza Labrador no puedo evitar

que las lágrimas me enturbien la vista y el recuerdo. No es posible sufrir tanto dolor y mantener la dignidad. Perder a su marido, tres hijos y una nuera y presen-tarse firme exigiendo justicia es algo que te reconforta y te hace avergonzarte por todas las veces que has tenido dudas o desinterés por la justicia.”

Opiniones de otros periodistas españoles como Olga Viza, manifiestan que “Esperanza hizo de su nombre una actitud ante la vida. Una vida que no podía imaginar ni el más desalmado de los novelistas.”

Autor de la obra, José M. Santos, an-ticipa que “se trata del peregrinaje de Esperanza Pérez, española nacida en Camagüey, Cuba; recriada en San Este-

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ban de la Sierra, Salamanca, España, e instalada en Rosario, Argentina. Su ma-dre murió al poco de nacer ella, y su pro-genitor, al darse cuenta de que no podía cuidarla, se la dejó a una familia que la aceptó como una hija más, hasta que años después el padre volvió para recu-perarla”.

Sin dudas, es el puro reflejo de un desgarro; de un ser que empezó una nueva vida en España, tierra áspera, tan diferente a su Cuba natal. De un doloro-so proceso de adaptación; pero también es una página de amor, porque Esperan-za conoció a Víctor, con quien en 1950 y ya siendo madre de tres hijos -y un cuar-to por llegar-, emigró a Argentina, para volver a comenzar otra vez.

Esta es la historia de un tiempo acia-go: septiembre de 1976. El pequeño de la familia, Miguel Ángel Labrador Pérez, desaparece; Víctor Labrador, Palmiro

Labrador Pérez y la compañera de este último, Edith Graciela, son asesinados. Poco después, el general Leopoldo For-tunato Galtieri se excusará, pero sólo por la muerte del padre: Fue un lamentable error.

Cuando abra las páginas, el lector se dispone a ser partícipe de una larga odi-sea para devolverle el cariño y la ternura al hijo ausente. Por terrible que resulte decirlo, hechos como este son habituales en Argentina y en otros países, donde la sinrazón terrorista se confundió con la razón de Estado.

Tal vez podría ser una narración de ficción, pero Esperanza existe, vive, y su batalla no ha terminado, hasta que se haga total justicia por la memoria de los más 30 mil desaparecidos en los tiempos dictatoriales que oscurecieron a América Latina.

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La Casa América lo incluyó en su agenda del mes de septiembre.

Noticia actualizada: http://www.casamerica.es/sociedad/esperanza

Casa América

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La desgracia y el terror no han logrado borrar la brillante mirada parda de Esperanza Pérez Labrador. Esta española nacida en Camagüey (Cuba) y recriada en San Esteban de la Sierra (Salamanca) cree que Dios le ha pueso una venda en los ojos para mantenerse viva. Con su jovial aspecto y 74 años a sus espaldas, pasaría inadvertida en un supermercado. Pero, a poco que cuenta su vida, deja de ser una mujer corriente. Fue una de las primeras en testificar ante el juzgado de Baltasar

Garzón en las diligencias que instruye contra el general Jorge Videla y otras 70 personas -la mayoría de ellas , militares argentinos-, por la desaparición, el secuestro y el asesinato de 297 españoles durante la dictadura militar en Argentina entre 1976 y 1983. Su madre murió al nacer ella en Camagüey. Y allí dio sus primeros pasos al cuidado de una familia, hasta cumplir los siete años, cuando la devolvieron a San Esteban, de donde sus padres eran originarios. Se casó en

Si se mira atrás, hace quince años, El Pais ya contaba un parte de la vida de Esperanza: “no se asusten: venimos de matar a su hijo Palmiro”.

“No se asusten venimos de matar a su hijo Palmiro”

Tres miembros de la familia Labrador fueron asesinados durante la dicta-dura militar argentina y otro desapareció

http://www.elpais.com/articulo/espana/STRASSERA/_JULIO_CESAR/ESPANA/ARGENTINA/ARGENTINA/DESAPARECIDOS_Y_DICTADURA_MILITAR_/1976-1982/asusten/venimos/matar/hijo/Palmiro/elpepiesp/19960923elpepinac_21/Tes

Inmaculada G. Mardones

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la posguerra con Víctor Labrador Martín. Con tres hijos nacidos y otro por venir, emigraron en 1950 a Rosario, la cuarta ciudad de Argentina, donde se habían buscado la supervivencia unos primos hermanos también de San Esteban.

Los Labrador-Pérez se hincharon a trabajar en Rosario. Primero, en un bar; luego, en una fábrica textil, apro-vechando los conocimientos que Víctor había adquirido de joven en los telares de BéJar. Con los ahorros montaron una pequeña fábrica de calzado que daba trabajo a toda la familia y a media do-cena de operarios externos. Una historia de, lucha y sacrificio común a la de mi-llones de españoles, forzados a buscarse el sustento lejos de su tierra natal. El 13 de septiembre de 1976, a los pocos me-ses de que la Junta Militar usurpara el Gobierno en Argentina, el horror sacudió la casa de Esperanza Pérez Labrador. No sería la primera vez. Miguel Ángel, el hijo pequeño, el que viajó en su vientre en el crucero a través del Atlántico, no llamó por teléfono. Además de peronista, pro-fesor de alfabetización en, Villa Miseria (barrio de chabolas) y estudiante noc-turno, Miguel Angel giraba visitas a los clientes de la fábrica de calzado, pasaba recibos y apuntaba los pedidos. De todo ello informaba puntualmente a su padre por las noches, según relata Esperanza.

Aquel 13 de septiembre no sonó su es-perada llamada desde Santa Fe. Ni en los días posteriores. Estaba y sigue “desapa-recido”.

Tenía 26 años. Tras extenuantes ges-tiones para averiguar su paradero, la fa-milia supo que podía haber sido secues-trado en Paraná, provincia de Entre Ríos, y conducido preso hasta la Jefatura de Policía de Rosario sin mediar acusación. Su padre se personó en estas dependen-cias para proseguir las indagaciones y toda la información que obtuvo del co-misario Antonio Ávila fue que había sido trasladado a otro lugar incógnito.En la madrugada del 10 de noviembre la casa de los Labrador sufrió un nuevo y cruel sobresalto. En una réplica de la noche de los cristales rotos (asalto de grupos armados nazis a viviendas de judíos), en-capuchados paramilitares saquearon la fábrica, irrumpieron en la vivienda, des-trozaron el mobiliario y cubrieron a Espe-ranza y a su’ marido, Víctor, postrados en el suelo, con mantas.

“No. se asusten, les dijeron; sabemos que son gente decente Venimos de matar a su hijo Palmiro”

Esperanza saltó aterrorizada: “Asesinos, matarme a mí también!”. Se desmayó. Le pegaron culatazos en

Si se mira atrás, hace quince años, El Pais ya contaba un parte de la vida de Esperanza: “no se asusten: venimos de matar a su hijo Palmiro”.

http://www.elpais.com/articulo/espana/STRASSERA/_JULIO_CESAR/ESPANA/ARGENTINA/ARGENTINA/DESAPARECIDOS_Y_DICTADURA_MILITAR_/1976-1982/asusten/venimos/matar/hijo/Palmiro/elpepiesp/19960923elpepinac_21/Tes

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la sien, en todo su cuerpo. Cortaron el teléfono. Se llevaron la llave de la camioneta y la cartera de Víctor con documentación de la fábrica y talones firmados (“mucho dinero”). Cuando ella y su esposo, que había sido, amordazado, se sobrepusieron, el pánico, el horror por la suerte de Palmiro y su compañera, Edith Graciela Koatz, les hizo volar hacia su casa. Acudió Víctor a ver si no era cierto el anuncio de los encapuchados.

Llamaron por teléfono. Nadie contes-tó. El esposo de María Manuela y un cu-ñado no se pudieron acercar. El Ejército rodeó la casa. Un reportero del diario La Capital, de Rosario, reprodujo el comuni-cado del II Cuerpo del Ejército: “Fueron abatidos en nuestra ciudad a las 5.45 tres elementos extremistas pertenecien-tes a la organización declarada ilegal en 1975 [Montoneros]. Al procederse al allanamiento de la vivienda, desde el in-terior abrieron fuego con diversos tipos de armas

Los “extremistas” asesinados eran Víctor (56 años), el esposo de Esperan-za; su hijo Palmiro, ingeniero químico (29 años), y su nuera Edith.

A Esperanza y María Manuela, su única hija superviviente -un tercer va-ron murió electrocutado en la fábrica-, se les congeló la sangre. Pidieron soco-rro al cónsul español en Rosario, Vicein-te Ramírez Montesinos, quien acudió a entrevistarse con el general Leopoldo Fortunato Galtieri -impulsor luego de la guerra de las Malvinas- a reclamar expli-caciones. “Lo lamento, fue un error”, le

dijo al cónsul mostrándole, la cartera de Víctor en su propio despacho.

Escapen, vayanse a España aconsejó Ramírez Montesinos, en una clara adver-tencia de que, si no lo hacían, la familia se arriesgaba a ser exterminada.

Los restos están aquí, en España. Ma-ría Manuela, su esposo y sus hijas, que han logrado rehacer su vida. Esperanza no lo conseguirá hasta recuperar a Mi-guel Angel, vivo o muerto. Entre tanto, la venda que Dios le ha puesto en sus ojos pardos le permite sobrellevar el dolor. La fábrica y las casas de Rosario están allí, abandonadas. No han tenido fuerzas para resolver su destino. Ni las tuvieron para reclamar judicialmente a los respon-sables del genocidio de su fámilia. Pero, en los 20 años que han transcurrido desde que ocurrió la masacre, Esperanza no ha cejado un solo día de recorrer las cárceles de Argentina buscando a su hijo desaparecido. Con las Madres de la Plaza de Mayo, enfrentándose a los militares, yendo y viniendo entre Argentina y Espa-ña, a sus años.

Este testimonio forma parte del su-mario abierto por iniciativa de la Unión Progresista de Fiscales para esclarecer las responsabilidades por la desaparición y el asesinato de la familia Labrador y otros 293 españoles durante la dictadura militar argentina. Esperanza no espera nada de este proceso: “Ni con la vida de los acusados”, dice, “pagarían lo que me han hecho sufrir a mí y a la República de Argentina”.

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Lo ha escrito el periodista Jesús M. Santos y fue presentado el viernes 16 de Septiembre de 2011 a las 19.30 hs en Casa de América, Plaza de Cibeles, 2, Madrid (Metro Banco de España), junto a Esperanza Labrador, el juez español Baltasar Garzón, la periodista de TVE Olga Viza y la directora de Roca Editorial, Blanca Rosa Roca.

El relato biográfico comienza a par-tir de la desaparición de un joven en Rosario, Argentina, en 1977. Dos meses después, comandos vinculados al ejército asaltan la casa de sus padres y la de sus hermanos: matan a uno de ellos, a su es-posa y a su padre. Esperanza emprende un recorrido en busca del hijo desapare-cido y por la memoria de los familiares muertos. Nada es fácil, todo es torvo y oscuro, pero también repleto de ilusión y

expectativas; a veces, de ingenuidad. En ambos casos hay emoción y esperanza.

El juez español Baltasar Garzón re-flexiona: “Al recordarla no puedo evitar que las lágrimas me enturbien la vista y el recuerdo. No es posible sufrir tanto dolor y mantener la dignidad. perder a su marido, dos hijos y una nuera, y pre-sentarse exigiendo justicia es algo que te reconforta y te hace avergonzarte por todas las veces que has tenido dudas o desinterés por la justicia”

La popular periodista de Televisión Española Olga Viza dice: “Ella hizo de su nombre una actitud ante la vida. Una vida que no podía imaginar ni el más desalmado de los novelistas”

Argentina al Mundo, el portal de noticias para los argentinos emigrados a España, a Europa, publica la presentación del libro.

Presentaron el libro Esperanza en Madrid. La dolorosa biografía de la argentina Esperanza Labrador

http://www.argentinamundo.com/Presentan-el-libro-Esperanza-en-Madrid.-La-dolorosa-biografia-de-la-argentina-Esperanza-Labrador/200

Eduardo Aldiser

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El PaisEntrevista: Almuerzo con… Esperanza Pérezjueves 15/09/2011Natalia Junquera

Nació hace 89 años en Camagüey (Cuba). Tuvo tres madres y perdió a tres hijos. Sufrió la Guerra Civil en España y la brutalidad de la dictadura de Jorge Vi-dela, condenado el año pasado a cadena perpetua, en Argentina. Tres miembros de su familia fueron asesinados. Otro si-gue desaparecido. Su historia es una de las razones por las que hace 15 años el juez Baltasar Garzón abrió un proceso contra el horror argentino. “Usted y otras abuelas y madres como usted hicieron que mi vida cambiara y que creyera que merece la pena arriesgarse”, le escribió el magistrado.

Ayer, Esperanza Pérez Labrador, la esposa de Víctor, torturado y asesinado por militares argentinos, la madre de Palmiro, muerto a manos del mismo co-mando, y de Miguel Ángel, desaparecido, se enfadaba al hablar del procesamiento del magistrado: “Garzón es el hombre más valiente que he conocido. Creo que lo que le pasa es un problema de celos: mucha gente le tiene mucha envidia”. El periodista Jesús M. Santos acaba de llevar su vida a un libro, Esperanza (Edi-torial Roca), que el viernes presentará

en Casa América (Madrid) acompañada por Garzón. “He querido hacer este libro como homenaje a los míos”, explicaba ayer mientras observaba la carta del res-taurante. “No como pescado. Los tortu-radores argentinos tiraban al mar a sus víctimas”.

A su primera madre, Esperanza, es-pañola, no llegó a conocerla. Murió por complicaciones en el parto tras una pa-liza de su marido, Manuel. La segunda, Catuca, cubana, era la mujer de José Mestril, el hombre al que Manuel paró a la puerta del hospital de Camagüey para decirle: “Le regalo esta niña. Mi señora está muerta. Tengo otra hija de 15 me-ses y yo no puedo cuidar de la pequeña. Me vuelvo a España”. A la tercera, María Antonia, la conoció siete años después, cuando Manuel, que jamás se había inte-resado por ella, regresó a Cuba para lle-vársela dejando desolados a los Mestril.

“Me costó adaptarme. Los españoles me parecían gente extraña. ¡Se lavaban muy poco!”, relata. Se casó con uno, del que se enamoró por carta. “Me es-cribía todos los días desde el frente de

http://www.elpais.com/articulo/ultima/Dormia/vestida/queria/mataran/camison/elpepiult/20110915elpepiult_2/Tes

“Dormía vestida. No queríaque me mataran en camisón”

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Madrid”. Al terminar la Guerra Civil, de-cidieron emigrar. “Yo quería ir a Cuba, pero estaba prohibido. Tuvimos que ir a Argentina”. La madrugada del 10 de no-viembre de 1976, 20 encapuchados asal-taron su casa: “Venimos de matar a su hijo Palmiro”. Aquella misma noche tam-bién mataron a su marido y a su nuera. Para entonces, Miguel Ángel, de 25 años, su hijo menor, llevaba un mes desapare-cido. “Aún le busco. Sueño con él”, relata Esperaza, que llegó a sacudir de las sola-pas al general Galtieri -ya fallecido, pro-cesado en 1997- para que le dijera dón-de estaba: “Me dijo que la muerte de mi marido había sido ‘un lamentable error’, pero que mis dos hijos eran montoneros.

Le grité: ‘¡Asesino!’ Pensé que no me iba a dejar salir viva”. La dejó salir y Esperan-za empezó a dormir vestida por si iban a buscarla de noche. “No quería que me mataran en camisón”. Visitó cada cárcel, cuartel y comisaría en busca de su hijo. Escribió al Rey, al entonces ministro de Exteriores, Marcelino Oreja... Ninguno contestó. Y conoció a las Madres de la Plaza de Mayo: “Al principio éramos muy pocas. Nos llamaban putas y locas. Lue-go llenamos la plaza”. La última pista de Miguel Ángel es de un psiquiátrico. “Una conocida nos dijo que lo había visto allí hacía muchos años, pero cuando fuimos, ya no estaba”.

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ABC.es“Tomé a Galtieri de la pechera y le grité a los ojos: ¡criminal, asesino!”

La dictadura argentina mató a su marido, un hijo y su nuera

viernes 16/09/2011Antonio Astorga

-El 5 de septiembre de 1976 «de-sapa-recen» a su hijo Miguel Ángel en Santa Fe. Dos meses después, aciaga madruga-da: ladridos de perros, pasos, murmullos atropellados de gentes...

-Fue en la parte trasera de nuestra fábri-ca familiar de zapatos, en obras. Mi ma-rido pensó que se trataría de algún perro que merodeaba por allí.

-Era un comando vinculado a los milita-res argentinos de veinte individuos arma-dos de odio.

-Entraron en casa arrasándolo todo, pe-

gándonos como perros. Me dejaron el cuerpo como esta mesa: negro. Se cal-zaron nuestros zapatos. Me sepultaron entre sábanas y mantas. Por una rendija vi el rostro de un tipo hosco con gafas de culo de sifón [culo de botella], Lo Fiego. Nos golpearon con fustas y culatas, y a bocajarro uno de los encapuchados dijo: «Venimos de matar a tu hijo Palmiro».

-¿Cómo se combate la impotencia en ese rapto?

-«¡Si habéis matado a mi hijo, matadme a mí también! ¡Asesinos, criminales...! les vomité. Nos preguntaron dónde te-

http://www.abc.es/20110916/ciencia/abcp-esperanza-perez-labrador-tome-20110916.html

He sido muy feliz, y la felicidad, como la injusticia, nunca se olvidan.

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níamos la caja fuerte. Dijimos que «en el banco tenemos todas las trampas». Nos robaron y nos dieron una paliza bárbara.

-«Si dice algo de lo que ha ocurrido, volveremos. Pondremos una bomba y os mataremos a todos», se despidieron los criminales, como recoge Jesús M. Santos en su libro «Esperanza» (Roca).

-Mi esposo se fue a buscar a Palmiro. Yo quise acompañarle, pero él me lo impi-dió. Me dijo que volvería enseguida. Co-rrí tras él, pero caí desmayada.

-Nunca más regresó. Los asaltantes fueron a casa de su hija mayor, Manoli [que nos acompaña durante la entre-vista] y su esposo Óscar, «Cacho».

-¡Te vamos a entabicar!, les amenazaron.

-Y a las diez de la mañana van a casa de Palmiro.

-Encontramos en el camino a un tío de Edith Graciela Koatz, la compañera de Palmiro. Una mujer nos adelanta la tragedia: «Ha habido tres muertos. Una mujer y dos hombres».

-Su marido, su hijo y la compañera de él.

-Fue terrorífico. Y como ellos, innumera-bles muertos más, y más de treinta mil desaparecidos. Todas, gentes inocentes, absolutamente, que murieron por sus ideas. ¿Por qué matan por las ideas?

-Haber perdido a su marido, dos hijos, su nuera, y presentarse ante las mismí-simas fauces de los dictadores Galtieri y Videla reclamando justicia, como us-ted hizo, es una lección inmortal.

-Todos los días iba al edificio del Segun-do Cuerpo del Ejército a que me recibiera el general Galtieri. Pasé varias noches en vela. Un día me situé entre los quince o

veinte primeros. Y cuando me iba a tocar los soldados me dicen que se terminó la jornada.

-¿Y qué hizo?-

Me colé, y me planté: «No me muevo. Dormiré colgada del árbol hasta que Gal-tieri me reciba».

-Y de repente, un tipo atildado se dirige a usted.

-Era Galtieri. Al decirle que buscaba a mi hijo Miguel Ángel me contestó: «A usted, señora, le pasan entonces muchas co-sas». Y añadió: «La muerte de su esposo fue un lamentable error, pero sus hijos eran montoneros». Y grité como nunca lo había hecho: «¡Si todos los montoneros son como mis hijos, pues vivan los mon-toneros!» «¡Me mata!», dije. Sin miedo. Me dirigí a él, sentado en su butaca, le agarré de la guerrera, le tomé de la pe-chera, le miré a los ojos y le grité como nunca: ¡criminal, asesino!».

-También le plantó cara al dictador Videla.

-Me dijo: «Usted nació en Cuba; debió de comer mucho arroz». «¡Todo el que me dio la gana!», le contesté. Al ver mi origen español, espeta: «Allí han tenido al más torturador del mundo». Respondí: «Ha sido tanto como ustedes, pero más asesino no».

-Gracias a usted, el juez Garzón comen-zó el proceso para encarcelar a los dic-tadores argentinos.

-En España hacen falta la justicia y la dig-nidad que Garzón nos ofrece. Hoy vienen personas de Argentina para que el juez les firme un ejemplar del libro. Las vícti-mas estamos en deuda con él.

Page 34: Reseñas de Esperanza

diariovasco.comFe, Esperanza y Dignidad

Asesinaron a su marido, un hijo y la nuera; otro hijo ‘desapareció’. Y ella tuvo el valor de enfrentarse a la dictadura argentina. Abandonada al nacer, emigrante, esposa y madre de asesinados por la dictadura argentina... Una biografía narra la vida de Esperanza Pérez Labrador, una mujer que da sentido a la palabra dignidad

sábado 17/09/2011César Coca

http://www.diariovasco.com/v/20110917/al-dia-sociedad/esperanza-dignidad-20110917.html

Esperanza Pérez Labrador fue abandona-da por su padre cuando tenía solo quince días. Creció en Cuba en el seno de una familia que la quiso y a la que quiso más incluso que si fuera una hija, hasta que con ocho años fue recuperada por su progenitor contra su voluntad. Vivió en España una guerra y la miseria y repre-sión de una postguerra interminable. Se casó y emigró a Argentina en busca de un futuro. Allí, trabajando en mil oficios, 24 horas al día, su esposo y ella ahorraron lo suficiente para poner en marcha una pequeña fábrica de zapatos, en la que tiempo después uno de sus hijos murió

electrocutado cuando trataba de reparar una máquina. Una niña que le cedieron -su propia historia repetida tantos años después- le fue arrebatada cuando era una más en su casa y en su corazón. El dolor no se había atenuado aún cuando su hijo pequeño desapareció, víctima de la represión tras el golpe de Videla. Poco después, su marido, el otro hijo varón que le quedaba y su nuera fueron asesinados por los militares. Esperanza visitó cárce-les y comisarías, pidió ayuda al Gobier-no español y la Casa Real y un día que jamás olvidará agarró por las solapas al general Galtieri y en presencia de sus es-

Page 35: Reseñas de Esperanza

birros lo llamó asesino. Esta es la historia inverosímil pero real de una mujer de 89 años que ha llenado de sentido la pala-bra dignidad. Una mujer que hace honor a su nombre y se resiste a creer que su hijo pequeño, el único que nació en Ar-gentina, esté muerto y que confía -aún confía- en que se abran las alamedas de la Justicia y paguen sus culpas los ase-sinos. Su azarosa biografía la ha escrito Jesús M. Santos en un libro (‘Esperanza’, Roca Editorial) que se lee como si se es-tuviera en una montaña rusa, cabalgan-do siempre sobre la sonrisa que produce su ingenua rebeldía juvenil o el llanto por tantos episodios de dolor.«Yo he sido muy feliz». Lo dice con una sonrisa tan franca que es preciso creerla, aunque también confiese que en sus ojos quedan ya muy pocas lágrimas. «Lloro por pocas cosas, pero cada noche, cuan-do rezo por mi marido y mis hijos.». La voz se le entrecorta y no puede terminar la frase. Y, sin embargo, todas las triste-zas del mundo no podrán hacer jamás que olvide aquellos años de felicidad en Cuba con la familia de adopción de la que fue separada por un padre que, como supo mucho más tarde, había mal-tratado a su madre hasta acelerar su muerte tras el parto difícil en el que ella vino al mundo. En el pequeño pueblo de Salamanca donde vivió más tarde con su tía-madrastra (su padre se volvió a casar con una hermana de la difunta) recu-peró la ilusión cuando un joven guapo y seductor la requirió de amores. Y fue también dichosa cuando a los 17 años escribió una carta al presidente de Cuba pidiéndole ayuda para recuperar a su fa-milia perdida y este le contestó con una

dirección a la que desde entonces pudo enviar sus cartas.

La emigraciónNi las penurias ni la pobreza extrema bo-rraron la sonrisa con la que se la ve en las fotos de aquellos años. Nadie podía con ella, ni el cerril cura que se negó a casarla porque no podía aportar una par-tida de bautismo que se había extraviado en algún lugar entre el Caribe y la sierra de Béjar. Cuando su marido, harto de pe-nurias, propuso un día tomar el camino de la emigración en busca de un futuro que en España no se vislumbraba, ella aceptó sin reticencias. Quería ir a Cuba, pero no pudo ser. Así que, entusiasmados por la figura de Eva Perón, que acaba-ba de visitar España, tomaron rumbo a Argentina. «Nos recibieron muy bien», cuenta tantos años después. «Es un gran país al que yo siempre querré mucho. No fue Argentina quien me quitó a mis hijos y mi marido».

Antes de que la dictadura tiñera de san-gre y vergüenza aquella tierra, Esperanza y Víctor, su esposo, trabajaron a destajo. La lista de oficios que desempeñaron se-ría muy larga, y el recuento de las horas trabajadas, de día y de noche, también. Montaron una pequeña fábrica de zapa-tos y para entonces la familia se había ampliado porque algunos hermanos y cuñados habían marchado junto a ellos, huyendo también de la miseria. Pero los malos tiempos estaban al llegar. Un día, Tito, el mayor de los hijos varones, murió electrocutado cuando trataba de reparar una máquina de su pequeño taller. Un dolor enorme pero un accidente, nadie

Page 36: Reseñas de Esperanza

a quien responsabilizar por ello, ninguna angustia añadida a la pérdida.

Cuando los militares dieron el golpe con-tra María Estela Martínez de Perón, la fa-milia Labrador no sintió miedo. «Nunca pensamos que fuera a pasarnos nada. Mis hijos eran peronistas, tenían sus ideas políticas, enseñaban a leer y escri-bir a los más pobres en los barrios que entonces llamaban allí Villa Miseria, pero eso era todo». Vitantonio, un amigo de la infancia de su hijo pequeño preguntó un día a éste: «Miguel Ángel, ¿tú estás me-tido en algún lío político? Dímelo porque si es así, yo te escondo para que no te cojan». El muchacho agradeció la ayuda, sobre todo viniendo de alguien que ha-bía ingresado en la Policía, pero le dijo que no tenía nada que temer.

Hasta que un día no volvió a casa. Espe-ranza y su marido decidieron no callar-se pese a las recomendaciones que les llegaron de todas partes. Pronto enten-dieron por qué: varios policías y militares entraron una noche en su casa y la sa-quearon. A su marido y a ella los golpea-ron y amenazaron. Cuando se fueron, Víctor se vistió y salió a la carrera a avisar a su hijo Palmiro. Esperanza no lo volvió a ver. Tampoco al hijo ni a la nuera, Edith Graciela. Días más tarde, Manoli, la ma-yor de sus hijos y ya la única, identificó los cadáveres de los tres.

Por cárceles y comisaríasEsperanza comenzó entonces a recorrer cárceles y comisarías. Un día se enfren-tó a Vitantonio, el amigo que se había convertido en verdugo porque llegó in-cluso a formar parte de los grupos que

asaltaron su casa. No encontró apoyo en casi nadie. Solo algún gesto humanitario de un soldado anónimo y la colaboración desinteresada de un diplomático español que se jugó su vida y su carrera en ello. Gracias a él supo que unos meses des-pués de su desaparición Miguel Ángel seguía aún vivo.Eso la alentó a seguir su búsqueda. Hizo colas interminables ante penitenciarías, escribió al Ministerio de Asuntos Exterio-res y la Casa Real en busca de ayuda y solo recibió excusas y silencio. «Si se hu-biesen movido, Miguel Ángel estaría hoy con nosotros», se lamenta Manoli.Un día, después de gritar y amenazar con que no iba a moverse de la puerta de una penitenciaría hasta que lo viera, consiguió hablar con Leopoldo Galtieri, responsable máximo de la represión en la zona de Rosario -donde ella vivía- y futuro presidente de la República. El ge-neral le dijo que el asesinato de su mari-do había sido un error, pero que sus hijos eran montoneros. Esperanza no pudo aguantar más: «Si todos los montoneros son como mis hijos, ¡vivan los montone-ros!», gritó. Y entonces, sin saber cómo, sin haberlo pensado, se levantó de su si-lla, rodeó la mesa, agarró por las solapas al general y lo llamó «asesino». «No tuve miedo en ese momento», comenta aho-ra, recordando que los guardaespaldas del militar estaban presentes. «Era tan grande el dolor que no temí nada. Eso sí, pensé que me iban a matar, que no iba a salir viva de la sala».No fue así, pero regresó a su casa con-vencida de que esa misma noche, o la si-guiente, irían a por ella. Empezó a dormir vestida, para que no la trasladaran a un

Page 37: Reseñas de Esperanza

cuartel en camisón. Una costumbre que mantuvo mucho tiempo. Como la de no comer pescado, que aún conserva. «Dejé de hacerlo cuando me enteré de que mu-chos detenidos eran arrojados al mar. No soporto la idea de que me estoy comien-do un pez que pudo haberse alimentado de la sangre de nuestros hijos».

Su último sueñoLa Embajada la obligó a regresar a Es-paña. Incluso le recomendaron que no se instalara en Madrid, donde la larga mano del servicio secreto de Videla po-día localizarla con facilidad. Se fue a Sa-lamanca, la tierra de su juventud, y allí conoció a su biógrafo, Jesús M. Santos, un joven periodista que la ayudó a pre-parar la documentación para reclamar ante la Justicia española una indemniza-ción por los crímenes.Pero mientras no tuviera constancia de que su hijo Miguel Ángel había muerto no podía estar a casi 10.000 kilómetros de distancia, así que regresó una y otra vez a Argentina. Allí conectó también con otras madres en su situación y se sumó al grupo de Plaza de Mayo, a sus desfiles frente a la Casa Rosada, con el pañuelo blanco en la cabeza. Siguió haciéndolo incluso cuando se restableció la demo-cracia, porque todavía en ese tiempo «desapareció gente, sobre todo personas que habían testificado contra los milita-res», recuerda su hija Manoli, que aún habla con un marcado acento argentino.Fue su caso el que puso en marcha el proceso abierto por el juez Garzón contra los crímenes de la dictadura. Esperanza solo tiene palabras de agradecimiento

para el magistrado desposeído de su cargo. «Todo lo bueno que se diga de él es poco», asegura. Y lo hace desde su descreimiento en la Justicia, solo compa-rable al que siente por algunos estamen-tos eclesiales. «Los curas argentinos no querían decir misa por los asesinados y los desaparecidos», recuerda con dolor, ella, que reza cada noche.Esperanza pasará por el quirófano la se-mana próxima. No tiene miedo. Quiere seguir viviendo para disfrutar de la com-pañía y las risas de sus cuatro bisnietos. Y por ver realizado un día su sueño: que los culpables de la muerte de sus hijos y su marido, de todos los asesinados y desaparecidos en Argentina, cumplan condena en una cárcel común. «Mori-ría tranquila si lo viera». Fe, Esperanza y Dignidad.El Ejército derrocó a María Estela Mar-tínez de Perón en 1976 e instauró una dictadura, que se disfrazó con el nombre de Proceso de Reorganización Nacional. La dictadura duró siete años y medio, hasta 1983.personas desaparecieron según distin-tos organismos de derechos humanos. La comisión oficial documentó con todo detalle más de 9.000 casos.Campos de detención fueron levantados a lo largo del país. Algunos se hicieron tristemente célebres: la ESMA, el Pozo de Banfield, la Perla, el Vesubio...La primera manifestación de las Madres de Plaza de Mayo fue el 30 de abril de 1977. El Ejército se infiltró en el grupo y algunas de las principales dirigentes del mismo ‘desaparecieron’ también.

Page 38: Reseñas de Esperanza

Hay personas marcadas por un hecho histórico que para bien o para mal altera sus vidas. Hay personas que por lo vivido dan ejemplo, por su fortaleza, por su integridad. Hay personas que no se resignan…

Les vamos a hacer una propuesta literaria muy interesante.Quédense con este título:Esperanza.Es la historia de Esperanza Labrador, una mujer que sigue buscando a su hijo des-

aparecido desde hace 35 años, durante la dictadura argentina.Una historia que ahora ha plasmado en su último libro Jesús María Santos.Con ambos vamos a hablar en los próxi-mos minutos…

Cadena SerHora 25viernes 16/09/2011Angels Barceló

http://www.goear.com/listen/4131c89/esperanza-en-hora-25-

Las 21:00 - Hora 25 (16/09/2011)

Page 39: Reseñas de Esperanza

Jesús M. Santos conoció a Esperan-za Pérez Labrador hace más de 30 años, cuando regresó de Argentina forzada por la Embajada ante el peligro cierto de que se convirtiera, ella también, en otra des-aparecida del régimen. En ese momento empezó a gestarse el libro que ahora ve la luz, aunque algunos episodios de la biografía, como la infancia cubana y el abandono por parte de su padre, no los supo hasta mucho después.

- ¿Por qué se puso en contacto Espe-ranza con usted?

- Alguien debió de darle mi nombre. Yo era entonces un periodista joven, que trabajaba en ‘El Adelanto’ de Salamanca, y un día se presentaron en mi casa y me contaron la historia de los asesinatos y la desaparición. Por supuesto, yo seguía las noticias de lo que pasaba en Argentina, pero nunca había visto cara a cara a fa-

diariovasco.comJesús María Santos, autor de la biografía«Nunca he conocido otra historia así»

«He tratado de no cargar las tintas, de no hacer un panfleto», dice este periodista de larga trayectoria

sábado 17/09/2011

http://www.diariovasco.com/v/20110917/al-dia-sociedad/nunca-conocido-otra-historia-20110917.html

Page 40: Reseñas de Esperanza

miliares de las víctimas ni había conocido con tantos detalles una historia así. Ni la había conocido ni he vuelto a conocer una historia igual.

- ¿Ha mantenido desde entonces un contacto regular con ella y su hija?

- Ha sido una relación continua pero desigual. En Salamanca, nos veíamos con más regularidad. Luego, cuando me vine a Madrid nos veíamos menos pero man-teníamos el contacto. Hasta que hace doce años empezamos a trabajar en el libro.

- ¿Por qué tanto tiempo para darlo a la luz?

- El problema ha sido exclusivamen-te mío. En esos años trabajé primero en Antena 3 TV, luego en Tele5 y TVE. Hace año y medio salí de esta última cadena y me decidí a hacer algunas de las muchas cosas que tenía pendientes. Y la primera era este libro.

- Como periodista experimentado, ¿le ha sorprendido la renuencia a actuar en este caso por parte de la Administración española, en todos sus niveles?

-Es la ‘realpolitik’. Hemos escuchado peticiones para actuar en muchos países y situaciones con parecida respuesta. Los

intereses económicos terminan por impo-nerse en las relaciones entre los países. Y no creo que las cosas sean diferentes en otros países. Por otra parte, tampoco se podía pedir que hicieran en Argentina, en cuanto a justicia, lo que aquí no había-mos hecho con nuestra propia dictadura.

- ¿Se escribe mejor un libro así des-de la distancia o hay que hacerlo con las tripas?

- En varios momentos me pregunté si debía investigar cada uno de los detalles que Esperanza me contaba, para ver si eran ciertos porque su memoria podía fallar. Pero como los datos generales es-tán ahí, fuera de toda duda, pensé que lo mejor era centrarme en los sentimientos, en sus vivencias, aún a riesgo de ser in-justo en algún dato con algún personaje. Al margen de eso, lo que he tratado es de no cargar demasiado las tintas, de no hacer de ‘Esperanza’ un panfleto.

- ¿Esperanza es una víctima o una heroína?

- Lo que mejor la define es la digni-dad y la rebeldía de no darse por vencida nunca, de no cejar en la búsqueda de su hijo desaparecido. ¿Heroína? Lo es desde el punto de vista moral, pero una heroína que no triunfa.

Page 41: Reseñas de Esperanza

Se llama Esperanza y es lo único que no ha per-dido en sus 89 años

Una mujer que es un símbolo de resistencia. Se llama Esperanza, tiene 89 años su vida es la historia de una larga lucha, la última para encontrar a su hijo Miguel Ángel, desaparecido durante la dictadura argentina.

tvetelediario 6.30 / 15 / 21 horas

Fuente tve. http://vimeo.com/29881215

sábado 17/09/2011

Page 42: Reseñas de Esperanza

Mi nombre es Esperanza

Una historia que nos vuele a conectar con la noche más oscura de la dictadura argentina. Les hablamos de Esperanza

CuatroNoticias Cuatro

Fuente Cuatro. http://vimeo.com/29306154

sábado 17/09/2011

Page 43: Reseñas de Esperanza

“Tuve una vida alegre, alegre, alegre…”

“Yo nunca tuve miedo, porque yo estaba buscando a mi hijo y no me importaba que me mataran”

TelecincoInformativos Telecinco

Fuente: Telecinco. http://vimeo.com/29319364

sábado 17/09/2011Teresa Cambril / Fernando Hernández

Page 44: Reseñas de Esperanza

El Mundo.esAméricajueves 15/09/2011Javier Nieto Remolina (EFE)

http://www.elmundo.es/america/2011/09/15/argentina/1316104679.html

‘Me dijeron que el asesinato de mi marido fue un error pero que mis hijos eran montoneros’

Publican un libro sobre el horror de una víctima de la Dictadura Argentina.En 1976, los militares asesinaron a su marido, a un hijo y su nuera.Otro hijo de Esperanza sigue desaparecido y aún lo busca: ‘Sueño con él’.El general Galtieri le dijo que el asesinato de su marido había sido ‘un error’.‘Es un deber seguir pidiendo justicia’, dice la mujer de 89 años.

“Es imposible olvidar”, dice Esperanza Pérez Labrador, una española nacida en Cuba a la que los militares de la Dictadu-ra en Argentina le destrozaron la familia en 1976, y ahora, después de 35 años de sufrimiento, repite entre lágrimas que “es un deber seguir pidiendo justicia”.

Cumplidos los 89 años, Esperanza vive ahora cerca de Madrid con su hija Mano-li, y con su salud precaria rememora con rabia y tristeza, en una conversación con Efe, la desaparición de un hijo y el asesi-nato de su marido y de otro hijo junto a la compañera de éste.

Los recuerdos de esta mujer, que fue una de las Madres de la Plaza de Mayo en la ciudad argentina de Rosario, han quedado plasmados en el libro ‘Esperanza’, escrito por el periodista español Jesús María Santos a partir de 250 folios manuscritos en los que ella dejó sus recuerdos y de largas

conversaciones que ambos tuvieron.Manoli, la hija, piensa que aunque el

libro relata la mayor parte de los hechos “no hay palabras para reflejar lo vivido entonces”, y Esperanza añade que ha sufrido “mucho más” de lo que se puede leer en la obra, publicada esta semana en España por Roca Editorial.

La madrileña Casa de América acogerá este viernes la presentación del libro en dos actos en los que está previsto que participen el juez Baltasar Garzón y los periodistas Olga Viza e Iñaki Gabilondo.

Miguel Ángel Labrador salió de la casa familiar el lunes 13 de septiembre de 1976 y nunca más se supo de él. “Aún lo busco, sueño con él”, contó Esperanza al diario ‘El País’. Era el hijo menor, de 25 años. Dos meses más tarde, el 10 de noviembre, fueron asesinados Víctor, su marido; su hijo Palmiro, de 28 años, y la compañera de este, Edith Graciela Koatz,

Page 45: Reseñas de Esperanza

de 25. Mucho tiempo después, el propio general Leopoldo Fortunato Galtieri le diría a Esperanza que el asesinato de su marido había sido “un error”, pero que sus dos hijos eran “montoneros” (gue-rrilleros). “Canalla, maldito”, recuerda Esperanza que le dijo al “panzón” de Galtieri al recriminarle que tuviera la “desvergüenza” de decirle que el asesi-nato había sido una equivocación.

Esperanza, que se armó de valor y afrontó con valentía la búsqueda y la rei-vindicación de su hijo ante la dictadura, afirma que nunca tuvo miedo: “Yo me decía: ‘Si ya han matado a mi marido y a mis hijos, qué importa que me maten a mí”. La mujer empezó a dormir vestida por si iban a buscarla de noche. “No que-ría que me mataran en camisión”, relató.

Esperanza y Manoli no dejan de pedir justicia para los crímenes de los militares argentinos y ambas expresan su profun-da gratitud al juez español Baltasar Gar-zón, que el 28 de marzo de 1996 admitió a trámite una denuncia contra los milita-res considerados responsables de la des-aparición y muerte en Argentina de más de 30.000 personas, entre ellas unos 35 españoles.

“Es una pena que haya sólo un Gar-zón”, dice Esperanza. Manoli cree que gracias a este juez los crímenes de los dictadores son “de lesa humanidad” y que gracias a su labor y la de otros “hoy somos testigos de algo que no esperá-bamos ver: que algunos van a la cárcel”.

El juez Garzón, reitera Manoli, “nos devolvió la dignidad, nos atendió nor-malmente; no vimos en su mirada ese ‘por algo será’” que percibían en otras personas.

Y Jesús María Santos, el periodista que recoge el testimonio de Esperanza, ase-gura que abordó el proyecto con la idea de “que el libro fuera un instrumento que permitiera conocer a una mujer ejemplo de dignidad que merece el reconocimien-to público”.

“Traté de evitar detalles escabrosos con la seguridad de que basta narrar los hechos tal como ocurrieron para que sea el lector el que halle motivos para indig-narse”, explica Santos.

El autor reconoce que consiguió darle “un contrapunto de ternura y esperanza a la brutalidad de la dictadura” interca-lando en el relato la historia singular de Esperanza, que nació en 1922 en Cama-güey, Cuba, donde vivían sus padres es-pañoles. En el momento del parto su ma-dre murió y su padre, incapaz de hacerse cargo de ella, la entregó a una familia cubana de apellido Mestril.

Siete años después, el padre de Es-peranza volvió a Camagüey y, pese a la oposición de los Mestril y de la propia niña, consiguió que le devolvieran a su hija para trasladarla a España, desde donde tiempo después, en 1950, partió hacia Argentina.

Han pasado muchos años desde los crímenes que transformaron el destino de sus vidas, pero las Labrador, madre e hija, coinciden en que ya no podrán olvi-dar. Manoli asegura que el recuerdo de su padre y de sus hermanos permanece siempre con ellas, “comemos y nos acos-tamos con ellos”, dice, aunque insiste: “Lo peor ha sido ver el sufrimiento de mi madre”.

Page 46: Reseñas de Esperanza

El ComercioAsesinaron a su marido, un hijo y la nuera; otro hijo “desapareció”. Y ella tuvo el valor de enfrentarse a la Dictadura Argentina

sábado 17/09/2011

http://www.elcomercio.es/v/20110917/gente/esperanza-dignidad-20110917.html

Fe, Esperanza y Dignidad

Abandonada al nacer, emigrante, esposa y madre de asesinados por la dictadura argentina... Una biografía narra la vida de Esperanza Pérez Labrador, una mujer que da sentido a la palabra dignidad

Esperanza Pérez Labrador fue aban-donada por su padre cuando tenía solo quince días. Creció en Cuba en el seno de una familia que la quiso y a la que quiso más incluso que si fuera una hija, hasta que con ocho años fue recuperada por su progenitor contra su voluntad. Vivió en España una guerra y la miseria y re-presión de una postguerra interminable. Se casó y emigró a Argentina en busca de un futuro. Allí, trabajando en mil oficios, 24 horas al día, su esposo y ella ahorraron lo suficiente para poner en marcha una pequeña fábrica de zapatos, en la que tiempo después uno de sus hijos murió electrocutado cuando trataba de reparar una máquina. Una niña que le cedieron -su propia historia repetida tantos años después- le fue arrebatada cuando era una más en su casa y en su corazón. El dolor no se había atenuado aún cuando su hijo pequeño desapareció, víctima de la represión tras el golpe de Videla. Poco después, su marido, el otro hijo varón que

le quedaba y su nuera fueron asesinados por los militares. Esperanza visitó cárceles y comisarías, pidió ayuda al Gobierno es-pañol y la Casa Real y un día que jamás olvidará agarró por las solapas al general Galtieri y en presencia de sus esbirros lo llamó asesino. Esta es la historia inverosí-mil pero real de una mujer de 89 años que ha llenado de sentido la palabra dignidad. Una mujer que hace honor a su nombre y se resiste a creer que su hijo pequeño, el único que nació en Argentina, esté muerto y que confía -aún confía- en que se abran las alamedas de la Justicia y paguen sus culpas los asesinos. Su azarosa biografía la ha escrito Jesús M. Santos en un libro (‘Esperanza’, Roca Editorial) que se lee como si se estuviera en una montaña rusa, cabalgando siempre sobre la sonrisa que produce su ingenua rebeldía juvenil o el llanto por tantos episodios de dolor.

«Yo he sido muy feliz». Lo dice con una sonrisa tan franca que es preciso creerla, aunque también confiese que en

Page 47: Reseñas de Esperanza

sus ojos quedan ya muy pocas lágrimas. «Lloro por pocas cosas, pero cada noche, cuando rezo por mi marido y mis hijos.». La voz se le entrecorta y no puede ter-minar la frase. Y, sin embargo, todas las tristezas del mundo no podrán hacer ja-más que olvide aquellos años de felicidad en Cuba con la familia de adopción de la que fue separada por un padre que, como supo mucho más tarde, había maltratado a su madre hasta acelerar su muerte tras el parto difícil en el que ella vino al mun-do. En el pequeño pueblo de Salamanca donde vivió más tarde con su tía-madras-tra (su padre se volvió a casar con una hermana de la difunta) recuperó la ilusión cuando un joven guapo y seductor la re-quirió de amores. Y fue también dichosa cuando a los 17 años escribió una carta al presidente de Cuba pidiéndole ayuda para recuperar a su familia perdida y este le contestó con una dirección a la que desde entonces pudo enviar sus cartas.

La emigración

Ni las penurias ni la pobreza extrema borraron la sonrisa con la que se la ve en las fotos de aquellos años. Nadie podía con ella, ni el cerril cura que se negó a casarla porque no podía aportar una par-tida de bautismo que se había extraviado en algún lugar entre el Caribe y la sierra de Béjar. Cuando su marido, harto de pe-nurias, propuso un día tomar el camino de la emigración en busca de un futuro que en España no se vislumbraba, ella aceptó sin reticencias. Quería ir a Cuba, pero no pudo ser. Así que, entusiasmados por la figura de Eva Perón, que acababa de visi-

tar España, tomaron rumbo a Argentina. «Nos recibieron muy bien», cuenta tantos años después. «Es un gran país al que yo siempre querré mucho. No fue Argentina quien me quitó a mis hijos y mi marido».

Antes de que la dictadura tiñera de sangre y vergüenza aquella tierra, Espe-ranza y Víctor, su esposo, trabajaron a destajo. La lista de oficios que desempe-ñaron sería muy larga, y el recuento de las horas trabajadas, de día y de noche, tam-bién. Montaron una pequeña fábrica de zapatos y para entonces la familia se ha-bía ampliado porque algunos hermanos y cuñados habían marchado junto a ellos, huyendo también de la miseria. Pero los malos tiempos estaban al llegar. Un día, Tito, el mayor de los hijos varones, murió electrocutado cuando trataba de reparar una máquina de su pequeño taller. Un dolor enorme pero un accidente, nadie a quien responsabilizar por ello, ninguna angustia añadida a la pérdida.

Cuando los militares dieron el golpe contra María Estela Martínez de Perón, la familia Labrador no sintió miedo. «Nun-ca pensamos que fuera a pasarnos nada. Mis hijos eran peronistas, tenían sus ideas políticas, enseñaban a leer y escribir a los más pobres en los barrios que entonces llamaban allí Villa Miseria, pero eso era todo». Vitantonio, un amigo de la infan-cia de su hijo pequeño preguntó un día a éste: «Miguel Ángel, ¿tú estás metido en algún lío político? Dímelo porque si es así, yo te escondo para que no te cojan». El muchacho agradeció la ayuda, sobre todo viniendo de alguien que había in-gresado en la Policía, pero le dijo que no tenía nada que temer.

Page 48: Reseñas de Esperanza

Hasta que un día no volvió a casa. Esperanza y su marido decidieron no ca-llarse pese a las recomendaciones que les llegaron de todas partes. Pronto en-tendieron por qué: varios policías y mili-tares entraron una noche en su casa y la saquearon. A su marido y a ella los gol-pearon y amenazaron. Cuando se fueron, Víctor se vistió y salió a la carrera a avisar a su hijo Palmiro. Esperanza no lo volvió a ver. Tampoco al hijo ni a la nuera, Edith Graciela. Días más tarde, Manoli, la ma-yor de sus hijos y ya la única, identificó los cadáveres de los tres.

Por cárceles y comisarías

Esperanza comenzó entonces a reco-rrer cárceles y comisarías. Un día se en-frentó a Vitantonio, el amigo que se ha-bía convertido en verdugo porque llegó incluso a formar parte de los grupos que asaltaron su casa. No encontró apoyo en casi nadie. Solo algún gesto humanitario de un soldado anónimo y la colaboración desinteresada de un diplomático espa-ñol que se jugó su vida y su carrera en ello. Gracias a él supo que unos meses después de su desaparición Miguel Ángel seguía aún vivo.

Eso la alentó a seguir su búsqueda. Hizo colas interminables ante penitencia-rías, escribió al Ministerio de Asuntos Ex-teriores y la Casa Real en busca de ayuda y solo recibió excusas y silencio. «Si se hu-biesen movido, Miguel Ángel estaría hoy con nosotros», se lamenta Manoli.

Un día, después de gritar y amenazar con que no iba a moverse de la puerta de una penitenciaría hasta que lo viera,

consiguió hablar con Leopoldo Galtieri, responsable máximo de la represión en la zona de Rosario -donde ella vivía- y futu-ro presidente de la República. El general le dijo que el asesinato de su marido ha-bía sido un error, pero que sus hijos eran montoneros. Esperanza no pudo aguantar más: «Si todos los montoneros son como mis hijos, ¡vivan los montoneros!», gritó.

Y entonces, sin saber cómo, sin haberlo pensado, se levantó de su silla, rodeó la mesa, agarró por las solapas al general y lo llamó «asesino». «No tuve miedo en ese momento», comenta ahora, recor-dando que los guardaespaldas del militar estaban presentes. «Era tan grande el do-lor que no temí nada. Eso sí, pensé que me iban a matar, que no iba a salir viva de la sala».

No fue así, pero regresó a su casa con-vencida de que esa misma noche, o la si-guiente, irían a por ella. Empezó a dormir vestida, para que no la trasladaran a un cuartel en camisón. Una costumbre que mantuvo mucho tiempo. Como la de no comer pescado, que aún conserva. «Dejé de hacerlo cuando me enteré de que mu-chos detenidos eran arrojados al mar. No soporto la idea de que me estoy comien-do un pez que pudo haberse alimentado de la sangre de nuestros hijos».

«Era tan grande el dolor que no temí nada. Eso sí, pensé que me iban a matar, que no iba a salir

viva de la sala».

Page 49: Reseñas de Esperanza

diario de navarraDespués de 35 años

Una víctima española de la dictadura argentina: “Es imposible olvidar”jueves 15/09/2011EFEhttp://www.diariodenavarra.es/noticias/mas_actualidad/internacional/una_victima_espanola_dictadura_argentina_imposible_olvidar_38930_1032.html

A Esperanza Pérez Labrador le destrozaron la familia en 1976. Su historia está recogida en el libro ‘Esperanza’ del periodista Jesús María Santos, a cuya presentación asistirán Iñaki Gabilon-do y Baltasar Garzón

“Es imposible olvidar”, dice Esperanza Pérez Labrador, una española a la que los militares de la Dictadura en Argentina le destrozaron la familia en 1976, y que ahora, después de 35 años de sufrimien-to, repite entre lágrimas que “es un de-ber seguir pidiendo justicia”.

Cumplidos los 89 años, Esperanza vive ahora cerca de Madrid con su hija Mano-li, y con su salud precaria rememora con rabia y tristeza la desaparición de un hijo y el asesinato de su marido y de otro hijo junto a la compañera de este.

Los recuerdos de esta mujer, que fue una de las Madres de la Plaza de Mayo en la ciudad argentina de Rosario, han quedado plasmados en el libro “Espe-ranza”, escrito por el periodista español Jesús María Santos a partir de 250 folios manuscritos en los que ella dejó sus re-cuerdos y de largas conversaciones que ambos tuvieron.

Manoli, la hija, piensa que aunque el libro relata la mayor parte de los hechos “no hay palabras para reflejar lo vivido entonces”, y Esperanza añade que ha sufrido “mucho más” de lo que se puede leer en la obra, publicada esta semana en España por Roca Editorial.

La madrileña Casa de América acogerá este viernes la presentación del libro en dos actos en los que está previsto que participen el juez Baltasar Garzón y los periodistas Olga Visa e Iñaki Gabilondo.

En la propia piel

Miguel Ángel Labrador salió de la casa familiar el lunes 13 de septiembre de 1976 y nunca más se supo de él. Era el hijo menor, de 25 años. Dos meses más tarde, el 10 de noviembre, fueron asesi-nados Víctor, su marido; su hijo Palmiro, de 28 años, y la compañera de este, Edith Graciela Koatz, de 25.

Page 50: Reseñas de Esperanza

Mucho tiempo después, el propio gene-ral Leopoldo Fortunato Galtieri le diría a Esperanza que el asesinato de su marido había sido “un error”.

“Canalla, maldito”, recuerda Esperanza que le dijo al “panzón” de Galtieri al re-criminarle que tuviera la “desvergüenza” de decirle que el asesinato había sido una equivocación.

Esperanza, que se armó de valor y afron-tó con valentía la búsqueda y la reivindi-cación de su hijo ante la dictadura, afir-ma que nunca tuvo miedo: “Yo me decía: ‘si ya han matado a mi marido y a mis hijos, qué importa que me maten a mí”.

Esperanza y Manoli no dejan de pedir justicia para los crímenes de los militares argentinos y ambas expresan su profun-da gratitud al juez español Baltasar Gar-zón, que el 28 de marzo de 1996 admitió a trámite una denuncia contra los milita-res considerados responsables de la des-aparición y muerte en Argentina de más de 30.000 personas, entre ellas unos 35 españoles.

“Es una pena que haya sólo un Garzón”, dice Esperanza. Manoli cree que gracias a este juez los crímenes de los dictadores son “de lesa humanidad” y que gracias a su labor y la de otros “hoy somos tes-tigos de algo que no esperábamos ver: que algunos van a la cárcel”.

El juez Garzón, reitera Manoli, “nos de-volvió la dignidad, nos atendió normal-mente; no vimos en su mirada ese ‘por algo será’” que percibían en otras per-sonas.

Y Jesús María Santos, el periodista que recoge el testimonio de Esperanza, ase-

gura que abordó el proyecto con la idea de “que el libro fuera un instrumento que permitiera conocer a una mujer ejemplo de dignidad que merece el reconocimien-to público”.

“Traté de evitar detalles escabrosos con la seguridad de que basta narrar los he-chos tal como ocurrieron para que sea el lector el que halle motivos para indignar-se”, explica Santos a Efe.

El autor reconoce que consiguió darle “un contrapunto de ternura y esperanza a la brutalidad de la dictadura” interca-lando en el relato la historia singular de Esperanza, que nació en 1922 en Ca-magüey, Cuba, donde vivían sus padres españoles.

En el momento del parto su madre murió y su padre, incapaz de hacerse cargo de ella, la entregó a una familia cubana de apellido Mestril.

Siete años después, el padre de Esperan-za volvió a Camagüey y, pese a la opo-sición de los Mestril y de la propia niña, consiguió que le devolvieran a su hija para trasladarla a España, desde donde tiempo después, en 1950, partió hacia Argentina.

Han pasado muchos años desde los crí-menes que transformaron el destino de sus vidas, pero las Labrador, madre e hija, coinciden en que ya no podrán olvidar.

Manoli asegura que el recuerdo de su padre y de sus hermanos permanece siempre con ellas, “comemos y nos acos-tamos con ellos”, dice, aunque insiste: “lo peor ha sido ver el sufrimiento de mi madre”.

Page 51: Reseñas de Esperanza

“Esperanza”, la novela que cuenta el caso de la primera acción del juez Garzón contra la dictadura argentina

“Esperanza es una de las personas que me hizo ver lo razonable de la implicación de la justicia en la persecución de la dictadura argentina. Por su historia, y por las de otras madres de la Plaza de Mayo”. El juez Baltasar Garzón decía esto mientras presentaba, sentado al lado de Esperanza Labrador, el libro “Esperanza”, en el que el periodista Jesús María Santos recoge la increíble y apasionante vida de esta mujer, nacida en Cuba en los años veinte hija de emigrantes españoles, víctima de nuestra Guerra Civil, emigrante de la postguerra a Argentina, y esposa y madre de asesinados y desaparecidos de la represión militar en aquel país; una vida que sirve

para recorrer casi la propia historia del siglo XX en España y Latinoamérica.

el plural.com

http://www.elplural.com/comunicacion/“esperanza”-la-novela-que-cuenta-el-caso-de-la-primera-accion-del-juez-garzon-contra-la-dictadura-argentina/

sábado 17/09/2011

La periodista Olga Viza, que presentó el libro junto a Garzón, calificó la novela de “imprescindible y emocionante”. Iñaki Gabilondo, que también participó en un acto anterior ante la prensa, valoraba la vida de Esperanza como una prueba de que “aún es posible que en estos tiempos de cifras y balances se den historias donde el valor de lo humano sobreviva”.

Lección de dignidad

Baltasar Garzón repitió en varias oca-siones al presentar el libro que “la historia

de Esperanza, de lo sucedido a su familia, me impresionó”. Lo hizo hasta tal punto, que, descubrió el juez, fue el caso de Es-peranza, el de la desaparición de su hijo Miguel Ángel, y el del asesinato de su marido, de su otro hijo, Palmiro, y el de la mujer de éste, “el que me llevó a dictar la primera orden judicial internacional que di de búsqueda y captura contra uno de los dictadores argentinos, en concreto contra el general Galtieri”.

Ante Garzón, que calificó de “memo-rable lección de dignidad” el ejemplo que

Narra la extraordinaria vida de una española en su lucha por descubrir lo que ha sucedido con su hijo, un “desaparecido” de la represión militar

Page 52: Reseñas de Esperanza

han dado las madres de la Plaza de Mayo por hacer frente “al discurrir de una dicta-dura atroz”, la protagonista de “Esperan-za” recordó cómo se enfrentó y agarró por las solapas al propio Galtieri. Un instante antes el dictador había pretendido discul-parse ante ella diciendo que el asesinato de su marido había sido “un error”.

Una vida de novela

El periodista Jesús María Santos, autor del libro, una novela escrita sobre el relato que le fue haciendo de su memoria la pro-pia protagonista, asegura que, sobre todo, su trabajo es “el relato de una emoción”. La que provoca la vida de esta mujer, que se inicia con la muerte de su madre al dar-

le a luz y su entrega entonces, por parte de su padre, un emigrante español en Ca-magüey, Cuba, a una familia local de clase media.

A partir de ahí nada en la vida de Es-peranza será “normal”. Su padre volverá a por ella 7 años más tarde y la arrancará de una vida feliz en Cuba para llevarla a la vida de miseria de la España rural de los años treinta; la Guerra Civil en su ado-lescencia; el regreso a la emigración, esta vez a Argentina, ya casada; y por último la desaparición de su hijo menor y el asesi-nato de gran parte de su familia durante la dictadura… El repaso de una vida que es reflejo de la historia de un tiempo.

Page 53: Reseñas de Esperanza

“Eran muchachos todos jóvenes, todos buenos. De día iban a las ‘villas miseria’ a enseñar a leer y escribir y de noche se iban a la facultad, a estudiar. Y así mataron a miles y miles y miles”, afirmó hoy en una rueda de prensa en Madrid con motivo del libro basado en su vida, “Esperanza”, escrito por Jesús M. Santos.

Ella sufrió la desaparición de su hijo menor, Miguel Ángel, y el asesinato de su marido, Víctor; de otro de sus hijos, Palmi-ro, y la compañera de este último, Edith Graciela.

Y desde ese momento, Miguel Ángel, que aparece en una foto antigua sien-do aún un bebé junto a su madre en la portada del libro, ha centrado la vida de Esperanza, consagrada a luchar por “la dignidad y la memoria”, dijo el autor en la Casa de América de Madrid, donde estuvo apadrinado por los periodistas españoles Iñaki Gabilondo y Olga Viza.

“Está desaparecido. Hasta que no lo vea muerto, no voy a decir que está muer-to. Voy a seguir luchando”, dijo Esperanza, quien, al ser preguntada por los juicios en Argentina por los crímenes de la dictadura, consideró: “Después de 35 años, ya quien no se ha muerto, se va a morir, le va a pasar como a mí”.

También Gabilondo, popular periodista de radio y televisión en España, destacó cómo la vida de Esperanza, que calificó de “muy impresionante”, tiene como ele-mento central al hijo desaparecido.

“El muchacho que ahora hace 35 años que desapareció es el centro de la vida, de la actividad de la razón de ser, de vivir, de moverse” de Esperanza, “cuya peripe-cia vital es riquísima” y “cuyo coraje y de-terminación en la pelea por su esperanza que reclama es sencillamente tremenda”, añadió.

El libro será presentado hoy en un acto en la Casa de América de Madrid que contará con la presencia del juez Baltasar Garzón, que abrió un proceso por las tor-turas, los asesinatos y las desapariciones de miles de personas, entre ellas unos 600 españoles, durante el régimen militar ar-gentino.

Hoy se conmemoran 35 años de ‘La Noche de los Lápices’ en Argentina

Vanguardia

http://www.vanguardia.com/actualidad/mundo/122196-hoy-se-conmemoran-35-anos-de-la-noche-de-los-lapices-en-argentina

viernes 16/09/2011

Treinta y cinco años después de que la dictadura militar argentina destrozara su familia, Esperanza Pérez Labrador unió hoy su dolor al de otras miles de víctimas de esa barbarie para proclamar: “Mataron a una juventud hermosa”.

Page 54: Reseñas de Esperanza

Madrid.- La Casa de América de Madrid fue el lugar elegido para la presentación de ‘Esperanza’, el nuevo libro de Jesús María Santos. Entre los maestros de ceremonia, Baltasar Garzón, que no dudó en compartir charla con los asistentes al evento organizado por Roca Editorial y abrir el camino del texto hacia las librerías.

Sentado junto a la protagonista de la historia, Esperanza Labrador, Baltasar Garzón presentó el nuevo libro de Jesús Mª Santos. El autor ha querido en su nue-va incursión literaria contar el primer caso contra la dictadura argentina en el que el magistrado tuvo mucho que ver. Por eso, tanto Garzón como Esperanza se convir-tieron, en cierta manera, en los homena-jeados de la tarde.

“Esperanza es una de las personas que me hizo ver lo razonable de la im-plicación de la justicia en la persecución de la dictadura argentina. Por su historia, y por las de otras madres de la Plaza de Mayo”. Eran las primeras palabras de Baltasar Garzón en la presentación. Du-rante su discurso, el magistrado elogió la labor de Esperanza que, como otras mu-

chas mujeres, se enfrentó con valor a la dictadura argentina y, sobre todo, a las misteriosas desapariciones ocurridas en aquellos tiempos.

“El olvido no se puede imponer y la justicia no se debe prestar a ello”, termi-naba Baltasar Garzón. Palabras que fue-ron recogidas por numerosos medios que acudieron a la llamada de Roca Editorial y de Jesús Mª Santos.

Sin embargo, el magistrado no fue el único rostro conocido que quiso abrir ca-mino al nuevo libro del autor. Los perio-distas Olga Viza e Iñaki Gabilondo no du-daron en acompañar a los protagonistas de un relato desgarrador que se conver-tirá, sin duda, en una de las revelaciones de la temporada literaria.

Baltasar Garzón abre el camino a ‘Esperanza’, el nuevo libro de Jesús Mª Santos

la voz libre

LVGsábado 17/09/2011

Roca Editorial confió en el magistrado para la presentación del texto

Page 55: Reseñas de Esperanza

Lulacharlaconun niñodurantela

«DEJOALDESTINOLODESERMADRE,NOMEGUSTAHACERPLANES»,DICEELSAPATAKYP86

ELDOCTORCHAMSTIENEUNSECRETOQUESEDUCEALASPRINCESAS:QUITAAÑOSCONVITAMINASP84 V

Fe, Esperanzay Dignidad

Asesinarona sumarido, unhijo yla nuera; otrohijo‘desapareció’. Yella tuvoel valordeenfrentarse ala dictaduraargentina

Esperanza Pérez Labrador, con su hijo Miguel Ángel, ‘desaparecido’ en Argentina.

79Sábado 17.09.11EL CORREO

Page 56: Reseñas de Esperanza

E speranza Pérez La-brador fue abando-nada por su padrecuando tenía soloquince días. Crecióen Cuba en el seno

de una familia que la quiso y a laque quisomás incluso que si fue-ra una hija, hasta que con ochoaños fue recuperada por su proge-nitor contra su voluntad. Vivióen España una guerra y lamiseriay represión de una postguerra in-terminable. Se casó y emigró aArgentina en busca de un futuro.Allí, trabajando enmil oficios, 24horas al día, su esposo y ella aho-rraron lo suficiente para poner enmarcha una pequeña fábrica dezapatos, en la que tiempo des-pués uno de sus hijosmurió elec-trocutado cuando trataba de re-parar unamáquina. Una niña quele cedieron –su propia historia re-petida tantos años después– lefue arrebatada cuando era unamás en su casa y en su corazón. Eldolor no se había atenuado aún

cuando su hijo pequeño desapa-reció, víctima de la represión trasel golpe deVidela. Poco después,sumarido, el otro hijo varón quele quedaba y su nuera fueron ase-sinados por losmilitares. Espe-ranza visitó cárceles y comisarías,pidió ayuda al Gobierno españoly la Casa Real y un día que jamásolvidará agarró por las solapas algeneral Galtieri y en presencia desus esbirros lo llamó asesino. Estaes la historia inverosímil peroreal de unamujer de 89 años queha llenado de sentido la palabradignidad. Unamujer que hace ho-nor a su nombre y se resiste a cre-er que su hijo pequeño, el únicoque nació enArgentina, estémuerto y que confía –aún confía–en que se abran las alamedas de laJusticia y paguen sus culpas losasesinos. Su azarosa biografía laha escrito JesúsM. Santos en unlibro (‘Esperanza’, Roca Editorial)que se lee como si se estuviera enunamontaña rusa, cabalgandosiempre sobre la sonrisa que pro-

duce su ingenua rebeldía juvenilo el llanto por tantos episodios dedolor.«Yo he sidomuy feliz». Lo dice

con una sonrisa tan franca que espreciso creerla, aunque tambiénconfiese que en sus ojos quedanyamuy pocas lágrimas. «Lloropor pocas cosas, pero cada noche,cuando rezo pormimarido ymishijos…». La voz se le entrecorta yno puede terminar la frase. Y, sinembargo, todas las tristezas delmundo no podrán hacer jamásque olvide aquellos años de felici-dad en Cuba con la familia deadopción de la que fue separadapor un padre que, como supomu-chomás tarde, habíamaltratado asumadre hasta acelerar sumuer-te tras el parto difícil en el queella vino al mundo. En el peque-ño pueblo de Salamanca dondeviviómás tarde con su tía-ma-drastra (su padre se volvió a casarcon una hermana de la difunta)recuperó la ilusión cuando un jo-ven guapo y seductor la requirió

Abandonada alnacer, emigrante,esposa ymadrede asesinados porla dictaduraargentina... Unabiografía narra lavida de EsperanzaPérez Labrador,unamujer que dasentido a lapalabra dignidad

Una familia rota.Miguel Ángel, el hijo

pequeñodesaparecido; Víctor,su marido, asesinado,y Palmiro, el otro de

sus hijos, tambiénasesinado.

:: ÁLBUM FAMILIALABRADOR

Dictadura:El Ejército derrocó a MaríaEstela Martínez de Perónen 1976 e instauró una dic-tadura, que se disfrazó conel nombre de Proceso deReorganización Nacional.La dictadura duró sieteaños y medio, hasta 1983.

30.000personas desaparecieronsegún distintos organismosde derechos humanos. Lacomisión oficial documentócon todo detalle más de9.000 casos.

340campos de detención fue-ron levantados a lo largodel país. Algunos se hicie-ron tristemente célebres: laESMA, el Pozo de Banfield,la Perla, el Vesubio...

MadresLa primera manifestaciónde las Madres de Plaza deMayo fue el 30 de abril de1977. El Ejército se infiltróen el grupo y algunas de lasprincipales dirigentes delmismo ‘desaparecieron’también.

LAS CIFRASDE LA INFAMIA

:: CÉSARCOCA

FE, ESPERANZAYDIGNIDAD Sábado 17.09.11EL CORREO80 V

Page 57: Reseñas de Esperanza

E speranza Pérez La-brador fue abando-nada por su padrecuando tenía soloquince días. Crecióen Cuba en el seno

de una familia que la quiso y a laque quisomás incluso que si fue-ra una hija, hasta que con ochoaños fue recuperada por su proge-nitor contra su voluntad. Vivióen España una guerra y lamiseriay represión de una postguerra in-terminable. Se casó y emigró aArgentina en busca de un futuro.Allí, trabajando enmil oficios, 24horas al día, su esposo y ella aho-rraron lo suficiente para poner enmarcha una pequeña fábrica dezapatos, en la que tiempo des-pués uno de sus hijosmurió elec-trocutado cuando trataba de re-parar unamáquina. Una niña quele cedieron –su propia historia re-petida tantos años después– lefue arrebatada cuando era unamás en su casa y en su corazón. Eldolor no se había atenuado aún

cuando su hijo pequeño desapa-reció, víctima de la represión trasel golpe deVidela. Poco después,sumarido, el otro hijo varón quele quedaba y su nuera fueron ase-sinados por losmilitares. Espe-ranza visitó cárceles y comisarías,pidió ayuda al Gobierno españoly la Casa Real y un día que jamásolvidará agarró por las solapas algeneral Galtieri y en presencia desus esbirros lo llamó asesino. Estaes la historia inverosímil peroreal de unamujer de 89 años queha llenado de sentido la palabradignidad. Unamujer que hace ho-nor a su nombre y se resiste a cre-er que su hijo pequeño, el únicoque nació enArgentina, estémuerto y que confía –aún confía–en que se abran las alamedas de laJusticia y paguen sus culpas losasesinos. Su azarosa biografía laha escrito JesúsM. Santos en unlibro (‘Esperanza’, Roca Editorial)que se lee como si se estuviera enunamontaña rusa, cabalgandosiempre sobre la sonrisa que pro-

duce su ingenua rebeldía juvenilo el llanto por tantos episodios dedolor.«Yo he sidomuy feliz». Lo dice

con una sonrisa tan franca que espreciso creerla, aunque tambiénconfiese que en sus ojos quedanyamuy pocas lágrimas. «Lloropor pocas cosas, pero cada noche,cuando rezo pormimarido ymishijos…». La voz se le entrecorta yno puede terminar la frase. Y, sinembargo, todas las tristezas delmundo no podrán hacer jamásque olvide aquellos años de felici-dad en Cuba con la familia deadopción de la que fue separadapor un padre que, como supomu-chomás tarde, habíamaltratado asumadre hasta acelerar sumuer-te tras el parto difícil en el queella vino al mundo. En el peque-ño pueblo de Salamanca dondeviviómás tarde con su tía-ma-drastra (su padre se volvió a casarcon una hermana de la difunta)recuperó la ilusión cuando un jo-ven guapo y seductor la requirió

Abandonada alnacer, emigrante,esposa ymadrede asesinados porla dictaduraargentina... Unabiografía narra lavida de EsperanzaPérez Labrador,unamujer que dasentido a lapalabra dignidad

Una familia rota.Miguel Ángel, el hijo

pequeñodesaparecido; Víctor,su marido, asesinado,y Palmiro, el otro de

sus hijos, tambiénasesinado.

:: ÁLBUM FAMILIALABRADOR

Dictadura:El Ejército derrocó a MaríaEstela Martínez de Perónen 1976 e instauró una dic-tadura, que se disfrazó conel nombre de Proceso deReorganización Nacional.La dictadura duró sieteaños y medio, hasta 1983.

30.000personas desaparecieronsegún distintos organismosde derechos humanos. Lacomisión oficial documentócon todo detalle más de9.000 casos.

340campos de detención fue-ron levantados a lo largodel país. Algunos se hicie-ron tristemente célebres: laESMA, el Pozo de Banfield,la Perla, el Vesubio...

MadresLa primera manifestaciónde las Madres de Plaza deMayo fue el 30 de abril de1977. El Ejército se infiltróen el grupo y algunas de lasprincipales dirigentes delmismo ‘desaparecieron’también.

LAS CIFRASDE LA INFAMIA

:: CÉSARCOCA

FE, ESPERANZAYDIGNIDAD Sábado 17.09.11EL CORREO80 V

de amores. Y fue también dichosacuando a los 17 años escribió unacarta al presidente de Cuba pi-diéndole ayuda para recuperar asu familia perdida y este le con-testó con una dirección a la quedesde entonces pudo enviar suscartas.

La emigraciónNi las penurias ni la pobreza ex-trema borraron la sonrisa con laque se la ve en las fotos de aque-llos años. Nadie podía con ella, niel cerril cura que se negó a casarlaporque no podía aportar una par-tida de bautismo que se había ex-traviado en algún lugar entre elCaribe y la sierra de Béjar. Cuan-do sumarido, harto de penurias,propuso un día tomar el caminode la emigración en busca de unfuturo que en España no se vis-lumbraba, ella aceptó sin reticen-cias. Quería ir a Cuba, pero nopudo ser. Así que, entusiasmadospor la figura de Eva Perón, queacababa de visitar España, toma-

ron rumbo aArgentina. «Nos re-cibieronmuy bien», cuenta tan-tos años después. «Es un granpaís al que yo siempre querrému-cho. No fueArgentina quienmequitó amis hijos ymimarido».Antes de que la dictadura tiñe-

ra de sangre y vergüenza aquellatierra, Esperanza yVíctor, su es-poso, trabajaron a destajo. La listade oficios que desempeñaron se-ría muy larga, y el recuento de lashoras trabajadas, de día y de no-che, también.Montaron una pe-queña fábrica de zapatos y paraentonces la familia se había am-pliado porque algunos hermanosy cuñados habíanmarchado jun-to a ellos, huyendo también de lamiseria. Pero losmalos tiemposestaban al llegar. Un día, Tito, elmayor de los hijos varones, mu-rió electrocutado cuando tratabade reparar unamáquina de su pe-queño taller. Un dolor enormepero un accidente, nadie a quienresponsabilizar por ello, ningunaangustia añadida a la pérdida.

Cuando losmilitares dieron elgolpe contraMaría EstelaMartí-nez de Perón, la familia Labradorno sintiómiedo. «Nunca pensa-mos que fuera a pasarnos nada.Mis hijos eran peronistas, teníansus ideas políticas, enseñaban aleer y escribir a losmás pobres enlos barrios que entonces llama-ban allí VillaMiseria, pero eso eratodo». Vitantonio, un amigo de lainfancia de su hijo pequeño pre-guntó un día a éste: «Miguel Án-gel, ¿tú estásmetido en algún líopolítico? Dímelo porque si es así,yo te escondo para que no te co-

jan». El muchacho agradeció laayuda, sobre todo viniendo de al-guien que había ingresado en laPolicía, pero le dijo que no teníanada que temer.Hasta que un día no volvió a

casa. Esperanza y sumarido deci-dieron no callarse pese a las reco-mendaciones que les llegaron detodas partes. Pronto entendieronpor qué: varios policías ymilita-res entraron una noche en su casay la saquearon. A sumarido y aella los golpearon y amenazaron.Cuando se fueron, Víctor se vis-tió y salió a la carrera a avisar a suhijo Palmiro. Esperanza no lo vol-vió a ver. Tampoco al hijo ni a lanuera, Edith Graciela. Díasmástarde, Manoli, la mayor de sus hi-jos y ya la única, identificó los ca-dáveres de los tres.

Por cárceles y comisaríasEsperanza comenzó entonces arecorrer cárceles y comisarías. Undía se enfrentó aVitantonio, elamigo que se había convertido en

verdugo porque llegó incluso aformar parte de los grupos queasaltaron su casa. No encontróapoyo en casi nadie. Solo algúngesto humanitario de un soldadoanónimo y la colaboración desin-teresada de un diplomático espa-ñol que se jugó su vida y su carre-ra en ello. Gracias a él supo queunosmeses después de su desa-pariciónMiguel Ángel seguía aúnvivo.Eso la alentó a seguir su bús-

queda. Hizo colas interminablesante penitenciarías, escribió alMinisterio deAsuntos Exterioresy la Casa Real en busca de ayuday solo recibió excusas y silencio.«Si se hubiesenmovido, MiguelÁngel estaría hoy con nosotros»,se lamentaManoli.Un día, después de gritar y

amenazar con que no iba amo-verse de la puerta de una peni-tenciaría hasta que lo viera, con-siguió hablar con Leopoldo Gal-tieri, responsablemáximo dela represión en la zona de

Agarrópor lassolapas aGaltieri y legritó «asesino» enpresencia de sus

esbirros >

«Lloro por pocas cosas,pero cada noche, cuandorezo por mi marido y mishijos...».:: JOSÉ RAMÓN LADRA

81Sábado 17.09.11EL CORREO V

Page 58: Reseñas de Esperanza

Rosario –donde ella vivía–y futuro presidente de la

República. El general le dijo queel asesinato de sumarido habíasido un error, pero que sus hijoseranmontoneros. Esperanza nopudo aguantarmás: «Si todos losmontoneros son comomis hijos,¡vivan losmontoneros!», gritó. Yentonces, sin saber cómo, sin ha-berlo pensado, se levantó de susilla, rodeó lamesa, agarró por lassolapas al general y lo llamó «ase-sino». «No tuvemiedo en esemomento», comenta ahora, re-cordando que los guardaespaldasdel militar estaban presentes.«Era tan grande el dolor que notemí nada. Eso sí, pensé quemeiban amatar, que no iba a salirviva de la sala».No fue así, pero regresó a su

casa convencida de que esamis-ma noche, o la siguiente, irían apor ella. Empezó a dormir vesti-da, para que no la trasladaran a

un cuartel en camisón. Una cos-tumbre quemantuvomuchotiempo. Como la de no comerpescado, que aún conserva. «Dejéde hacerlo cuandome enteré dequemuchos detenidos eran arro-jados al mar. No soporto la ideade queme estoy comiendo unpez que pudo haberse alimenta-do de la sangre de nuestros hi-jos».

Suúltimo sueñoLa Embajada la obligó a regresar aEspaña. Incluso le recomendaronque no se instalara enMadrid,donde la largamano del serviciosecreto deVidela podía localizar-la con facilidad. Se fue a Salaman-ca, la tierra de su juventud, y allíconoció a su biógrafo, JesúsM.Santos, un joven periodista quela ayudó a preparar la documen-tación para reclamar ante la Justi-cia española una indemnizaciónpor los crímenes.

Peromientras no tuviera cons-tancia de que su hijoMiguel Án-gel habíamuerto no podía estar acasi 10.000 kilómetros de distan-cia, así que regresó una y otra vezaArgentina. Allí conectó tam-bién con otrasmadres en su si-tuación y se sumó al grupo dePlaza deMayo, a sus desfilesfrente a la Casa Rosada, con el pa-ñuelo blanco en la cabeza. Siguió

haciéndolo incluso cuando serestableció la democracia, porquetodavía en ese tiempo «desapare-ció gente, sobre todo personasque habían testificado contra losmilitares», recuerda su hijaMa-noli, que aún habla con unmar-cado acento argentino.Fue su caso el que puso en

marcha el proceso abierto por eljuez Garzón contra los crímenes

de la dictadura. Esperanza solotiene palabras de agradecimientopara el magistrado desposeído desu cargo. «Todo lo bueno que sediga de él es poco», asegura. Y lohace desde su descreimiento enla Justicia, solo comparable al quesiente por algunos estamentoseclesiales. «Los curas argentinosno querían decir misa por los ase-sinados y los desaparecidos», re-cuerda con dolor, ella, que rezacada noche.Esperanza pasará por el quiró-

fano la semana próxima. No tie-nemiedo. Quiere seguir viviendopara disfrutar de la compañía ylas risas de sus cuatro bisnietos. Ypor ver realizado un día su sueño:que los culpables de lamuerte desus hijos y sumarido, de todos losasesinados y desaparecidos enAr-gentina, cumplan condena enuna cárcel común. «Moriría tran-quila si lo viera». Fe, Esperanza yDignidad.

>

J esúsM. Santos conoció aEsperanza Pérez Labradorhacemás de 30 años,cuando regresó deArgen-

tina forzada por la Embajada anteel peligro cierto de que se convir-tiera, ella también, en otra desapa-recida del régimen. En esemo-mento empezó a gestarse el libroque ahora ve la luz, aunque algu-nos episodios de la biografía, comola infancia cubana y el abandonopor parte de su padre, no los supohastamucho después.– ¿Por qué se puso en contactoEsperanza conusted?–Alguien debió de darlemi nom-bre. Yo era entonces un periodistajoven, que trabajaba en ‘ElAdelan-

to’ de Salamanca, y un día se pre-sentaron enmi casa yme conta-ron la historia de los asesinatos yla desaparición. Por supuesto, yoseguía las noticias de lo que pasabaenArgentina, pero nunca habíavisto cara a cara a familiares de lasvíctimas ni había conocido contantos detalles una historia así. Nila había conocido ni he vuelto aconocer una historia igual.– ¿Hamantenido desde entoncesun contacto regular con ella y suhija?–Ha sido una relación continuapero desigual. En Salamanca, nosveíamos conmás regularidad. Lue-go, cuandomevine aMadrid nosveíamosmenos peromantenía-

mos el contacto. Hasta que hacedoce años empezamos a trabajaren el libro.– ¿Por qué tanto tiempopara dar-lo a la luz?– El problemaha sido exclusiva-mentemío. En esos años trabajéprimero enAntena 3TV, luego enTele5 yTVE.Hace año ymedio salíde esta última cadena ymedecidía hacer algunas de lasmuchas co-sas que tenía pendientes. Y la pri-mera era este libro.–Comoperiodista experimenta-do, ¿le ha sorprendido la renuen-cia a actuar en este caso por par-te de laAdministración españo-la, en todos sus niveles?–Es la ‘realpolitik’. Hemos escu-

chado peticiones para actuar enmuchos países y situaciones conparecida respuesta. Los intereseseconómicos terminan por impo-nerse en las relaciones entre lospaíses. Y no creo que las cosas seandiferentes en otros países. Por otraparte, tampoco se podía pedir quehicieran enArgentina, en cuanto ajusticia, lo que aquí no habíamoshecho connuestra propia dictadu-ra.– ¿Se escribemejor un libro asídesde la distancia ohay queha-cerlo con las tripas?– En variosmomentosme pregun-té si debía investigar cada uno delos detalles que Esperanzame con-taba, para ver si eran ciertos por-

que sumemoria podía fallar. Perocomo los datos generales estánahí, fuera de toda duda, pensé quelomejor era centrarme en los sen-timientos, en sus vivencias, aún ariesgo de ser injusto en algún datocon algún personaje.Almargen deeso, lo que he tratado es de no car-gar demasiado las tintas, de noha-cer de ‘Esperanza’ un panfleto.– ¿Esperanza es una víctima ounaheroína?– Lo quemejor la define es la dig-nidad y la rebeldía de no darse porvencida nunca, de no cejar en labúsqueda de su hijo desaparecido.¿Heroína? Lo es desde el punto devistamoral, pero una heroína queno triunfa.

«Nuncaheconocidootrahistoria así»

«He tratado deno cargar lastintas, de nohacer unpanfleto», dice este periodistade larga trayectoria

Jesús M. Santos empezó a trabajar en el libro hace doce años. :: JOSÉ RAMÓN LADRA

JesúsM. Santos Autorde labiografía

En una manifestación de las Madres de Plaza de Mayo. :: E. C.

FE, ESPERANZAYDIGNIDAD Sábado 17.09.11EL CORREOV82

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Esperanza Pérez Labrador fue abandona-da por su padre cuando tenía solo quince días. Creció en Cuba en el seno de una familia que la quiso y a la que quiso más incluso que si fuera una hija, hasta que con ocho años fue recuperada por su progenitor contra su voluntad. Vivió en España una guerra y la miseria y repre-sión de una postguerra interminable. Se casó y emigró a Argentina en busca de un futuro. Allí, trabajando en mil oficios, 24 horas al día, su esposo y ella ahorraron lo suficiente para poner en marcha una pequeña fábrica de zapatos, en la que tiempo después uno de sus hijos murió electrocutado cuando trataba de reparar una máquina. Una niña que le cedieron -su propia historia repetida tantos años después- le fue arrebatada cuando era una más en su casa y en su corazón. El dolor no se había atenuado aún cuando su hijo pequeño desapareció, víctima de la represión tras el golpe de Videla. Poco después, su marido, el otro hijo varón que le quedaba y su nuera fueron asesinados por los militares. Esperanza visitó cárce-les y comisarías, pidió ayuda al Gobier-no español y la Casa Real y un día que jamás olvidará agarró por las solapas al general Galtieri y en presencia de sus es-birros lo llamó asesino. Esta es la historia inverosímil pero real de una mujer de 89 años que ha llenado de sentido la pala-bra dignidad. Una mujer que hace honor a su nombre y se resiste a creer que su hijo pequeño, el único que nació en Ar-gentina, esté muerto y que confía -aún confía- en que se abran las alamedas de la Justicia y paguen sus culpas los ase-sinos. Su azarosa biografía la ha escrito Jesús M. Santos en un libro (‘Esperanza’,

Roca Editorial) que se lee como si se es-tuviera en una montaña rusa, cabalgan-do siempre sobre la sonrisa que produce su ingenua rebeldía juvenil o el llanto por tantos episodios de dolor.

«Yo he sido muy feliz». Lo dice con una sonrisa tan franca que es preciso creerla, aunque también confiese que en sus ojos quedan ya muy pocas lágrimas. «Lloro por pocas cosas, pero cada noche, cuan-do rezo por mi marido y mis hijos.». La voz se le entrecorta y no puede terminar la frase. Y, sin embargo, todas las triste-zas del mundo no podrán hacer jamás que olvide aquellos años de felicidad en Cuba con la familia de adopción de la que fue separada por un padre que, como supo mucho más tarde, había mal-tratado a su madre hasta acelerar su muerte tras el parto difícil en el que ella vino al mundo. En el pequeño pueblo de Salamanca donde vivió más tarde con su tía-madrastra (su padre se volvió a casar con una hermana de la difunta) recu-peró la ilusión cuando un joven guapo y seductor la requirió de amores. Y fue también dichosa cuando a los 17 años escribió una carta al presidente de Cuba pidiéndole ayuda para recuperar a su fa-milia perdida y este le contestó con una dirección a la que desde entonces pudo enviar sus cartas.

La emigración

Antes de que la dictadura tiñera de san-gre y vergüenza aquella tierra, Esperanza y Víctor, su esposo, trabajaron a destajo. La lista de oficios que desempeñaron se-ría muy larga, y el recuento de las horas trabajadas, de día y de noche, también.

texto copiado de la revista

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Montaron una pequeña fábrica de zapa-tos y para entonces la familia se había ampliado porque algunos hermanos y cuñados habían marchado junto a ellos, huyendo también de la miseria. Pero los malos tiempos estaban al llegar. Un día, Tito, el mayor de los hijos varones, murió electrocutado cuando trataba de reparar una máquina de su pequeño taller. Un dolor enorme pero un accidente, nadie a quien responsabilizar por ello, ninguna angustia añadida a la pérdida.

Cuando los militares dieron el golpe con-tra María Estela Martínez de Perón, la fa-milia Labrador no sintió miedo. «Nunca pensamos que fuera a pasarnos nada. Mis hijos eran peronistas, tenían sus ideas políticas, enseñaban a leer y escri-bir a los más pobres en los barrios que entonces llamaban allí Villa Miseria, pero eso era todo». Vitantonio, un amigo de la infancia de su hijo pequeño preguntó un día a éste: «Miguel Ángel, ¿tú estás me-tido en algún lío político? Dímelo porque si es así, yo te escondo para que no te cojan». El muchacho agradeció la ayuda, sobre todo viniendo de alguien que ha-bía ingresado en la Policía, pero le dijo que no tenía nada que temer.

Hasta que un día no volvió a casa. Espe-ranza y su marido decidieron no callar-se pese a las recomendaciones que les llegaron de todas partes. Pronto enten-dieron por qué: varios policías y milita-res entraron una noche en su casa y la saquearon. A su marido y a ella los gol-pearon y amenazaron. Cuando se fueron, Víctor se vistió y salió a la carrera a avisar a su hijo Palmiro. Esperanza no lo volvió a ver. Tampoco al hijo ni a la nuera, Edith

Graciela. Días más tarde, Manoli, la ma-yor de sus hijos y ya la única, identificó los cadáveres de los tres.

Por cárceles y comisarías

Eso la alentó a seguir su búsqueda. Hizo colas interminables ante penitenciarías, escribió al Ministerio de Asuntos Exterio-res y la Casa Real en busca de ayuda y solo recibió excusas y silencio. «Si se hu-biesen movido, Miguel Ángel estaría hoy con nosotros», se lamenta Manoli.

Un día, después de gritar y amenazar con que no iba a moverse de la puerta de una penitenciaría hasta que lo viera, consiguió hablar con Leopoldo Galtieri, responsable máximo de la represión en la zona de Rosario -donde ella vivía- y futuro presidente de la República. El ge-neral le dijo que el asesinato de su mari-do había sido un error, pero que sus hijos eran montoneros. Esperanza no pudo aguantar más: «Si todos los montoneros son como mis hijos, ¡vivan los montone-ros!», gritó. Y entonces, sin saber cómo, sin haberlo pensado, se levantó de su si-lla, rodeó la mesa, agarró por las solapas al general y lo llamó «asesino». «No tuve miedo en ese momento», comenta aho-ra, recordando que los guardaespaldas del militar estaban presentes. «Era tan grande el dolor que no temí nada. Eso sí, pensé que me iban a matar, que no iba a salir viva de la sala».

No fue así, pero regresó a su casa con-vencida de que esa misma noche, o la si-guiente, irían a por ella. Empezó a dormir vestida, para que no la trasladaran a un cuartel en camisón. Una costumbre que mantuvo mucho tiempo. Como la de no

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comer pescado, que aún conserva. «Dejé de hacerlo cuando me enteré de que mu-chos detenidos eran arrojados al mar. No soporto la idea de que me estoy comien-do un pez que pudo haberse alimentado de la sangre de nuestros hijos».

Su último sueño

Pero mientras no tuviera constancia de que su hijo Miguel Ángel había muerto no podía estar a casi 10.000 kilómetros de distancia, así que regresó una y otra vez a Argentina. Allí conectó también con otras madres en su situación y se sumó al grupo de Plaza de Mayo, a sus desfiles frente a la Casa Rosada, con el pañuelo blanco en la cabeza. Siguió ha-ciéndolo incluso cuando se restableció la democracia, porque todavía en ese tiempo «desapareció gente, sobre todo personas que habían testificado contra los militares», recuerda su hija Manoli, que aún habla con un marcado acento argentino.

Fue su caso el que puso en marcha el proceso abierto por el juez Garzón contra los crímenes de la dictadura. Esperanza solo tiene palabras de agradecimiento para el magistrado desposeído de su car-go. «Todo lo bueno que se diga de él es poco», asegura. Y lo hace desde su des-creimiento en la Justicia, solo compara-ble al que siente por algunos estamentos eclesiales. «Los curas argentinos no que-rían decir misa por los asesinados y los desaparecidos», recuerda con dolor, ella, que reza cada noche.

Esperanza pasará por el quirófano la se-mana próxima. No tiene miedo. Quiere seguir viviendo para disfrutar de la com-

pañía y las risas de sus cuatro bisnietos. Y por ver realizado un día su sueño: que los culpables de la muerte de sus hijos y su marido, de todos los asesinados y desaparecidos en Argentina, cumplan condena en una cárcel común. «Moriría tranquila si lo viera». Fe, Esperanza y Dig-nidad.

LAS CIFRAS DE LA INFAMIA

Dictadura: El Ejército derrocó a María Estela Martínez de Perón en 1976 e instauró una dic-tadura, que se disfrazó con el nombre de Proceso de Reorga-nización Nacional. La dictadura duró siete años y medio, hasta 1983.

30.000 personas desaparecie-ron según distintos organis-mos de derechos humanos. La comisión oficial documentó con todo detalle más de 9.000 casos.

340 campos de detención fueron levantados a lo largo del país. Algunos se hicieron tristemente célebres: la ESMA, el Pozo de Banfield, la Perla, el Vesubio...

Madres. La primera manifes-tación de las Madres de Plaza de Mayo fue el 30 de abril de 1977. El Ejército se infiltró en el grupo y algunas de las prin-cipales dirigentes del mismo ‘desaparecieron’ también.

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Esperanza: dignidad y felicidad con lágrimas

escolar.net

Jesús M. Santosdomingo 18/09/2011

Hace 33 años una mujer y su hija se pre-sentaron en mi casa para que las ayu-dara a redactar unas cartas con las que alentar, tras una tragedia sobrehumana, su única esperanza: recuperar a Miguel Ángel, el hijo y hermano menor. La ma-dre rondaba los 55 años; su primogénita, poco más de la treintena. Parecían sere-nas, cautelosas y, sin embargo, firmes. No dudaron en contarme sus vivencias, sus miedos, sus expectativas.

Se habían sentado al otro lado de mi mesa de trabajo y, al cabo del preámbulo inevitable, descriptivo y aséptico, habla-ron entre sollozos y rabia de todo lo ocu-rrido en los últimos meses. En un instan-te, la mujer se levantó, rodeó el tablero sobre el que tomaba notas y me agarró por el cuello de la camisa. Explicaba su encuentro con el general Galtieri. Sobre-cogido por el gesto, sentí que cualquiera puede ser cómplice del horror, si calla. Desde entonces he seguido su peripecia de dignidad y solidaridad.

Esperanza había perdido a su marido, a un hijo y a su nuera en Rosario (Argen-tina). Una banda controlada por el ejér-

cito los había asesinado. También había perdido a su otro hijo varón, el más pe-queño, aunque a éste le decían desapa-recido. Los canallas, como ellas todavía los denomina, habían asaltado sus casas, todas, también la suya y la de su hija; las habían robado, vejado, golpeado y forza-do al exilio del país en el que quisieron ser felices.

Hace más de trece años conocí otra his-toria, diferente, plena de ternura y frus-tración. En Camagüey (Cuba) el padre de una niña, de apenas tres meses, regala a su hija a un hombre que pasa por la calle. El padre regresa a España, al pueblo de la sierra salamantina del que procedía. La niña crece feliz, acogida por una fa-milia con la que aprendió, entre mimos y juegos, el valor de la dignidad y la ale-gría: la felicidad. Así fue durante más de siete años.

Transcurrido ese tiempo, el padre na-tural regresó a Cuba, arrebató a la chi-quilla de los padres y hermanos que la habían querido, la trasladó a la áspera tierra salmantina y la obligó a vivir en un ambiente arisco y gris que reclamaba el

blog de Ignacio Escolar

Jesús María Santos, periodista y amigo, es el autor de Esperan-za (Roca Editorial), la biografía de Esperanza Pérez Labrador: una historia tan increíble como terriblemente verdadera.

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denuedo por la supervivencia y preludia-ba una guerra. En esas circunstancias, la niña, que descubrió la rabia como antí-doto contra la resignación y el olvido, se juramentó para devolver a los suyos la felicidad que había vivido en Cuba. Co-noció a Víctor, le quiso y le convirtió en su marido; tuvieron tres hijos y emigra-ron a Argentina con la certeza de que allí alumbrarían un nuevo retoño.

La chiquilla ardiente y la madre abruma-da se llaman Esperanza y son la misma persona. Al conocer su peripecia al com-pleto decidí contarla como homenaje a una mujer apasionante, que emociona y seduce, porque obliga a quererla. Sin la ternura y la alegría de la niña cubana no se puede entender el dolor de la madre avasallada, sin la resistencia contra la mi-seria del desarraigo y la posguerra no se explica el coraje de la mujer abatida, las risas de la infancia agrandan las lágrimas de la vejez, pero también la niñez provo-có llantos incontenibles y nunca la mujer brava se negó el derecho a la risa.

Ella se llama Esperanza.

Me faltó tiempo, por culpa de mis tareas profesionales, para escribir este aluvión de sentimientos con la pasión y el so-

siego necesarios. Cuando pude esquivar aquellas rutinas, me empeñé en respetar los hechos, pero más aún los sentimien-tos, para trasladar siquiera una parte de la emoción que esta mujer suscita. Con la perspectiva del tiempo comprendí que Esperanza nos habla de la rebeldía que reclama la dignidad llevada al extremo, de la memoria histórica desde la pers-pectiva de una mujer española que sufrió la barbarie de la dictadura en Argentina, del valor de la acción judicial –la que de-sarrolló el juez Garzón, al que admira– como acicate y estímulo para quienes se rebelaban contra la impunidad y el olvi-do, del desprecio de los poderes públicos hacia algunas víctimas… Ella es testigo y acusación, insobornable.

Esperanza ha viajado siempre en una doble dirección: primero, en busca de la felicidad y la familia doblemente perdi-da en su infancia, y luego, en busca de la dignidad tras la masacre que asoló su vida. Ella es un símbolo o un ejemplo de cómo la felicidad reclama la dignidad o la decencia que sólo se puede alcanzar a través de la solidaridad y la memoria.

Esperanza emociona. La quiero.

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He comentado más de una vez que una de las grandes ventajas que tiene la profesión de periodista es que permite conocer a gente inteligente y con cosas que contar, o personas maravillosas que han vivido experiencias irrepetibles. O todo a la vez. No hablo solo de personas conocidas, de escritores, actrices, empresarias, compositores, aventureros o investigadoras. Hablo también de gentes cuyo nombre quizá no haya-mos oído nunca pero que tienen tantas cosas que transmitir…

En los últimos días, he estado con dos personas cuya conversación es un lujo. Muy distintas en todo. En realidad, apenas les une el hecho de que ambos son octogena-rios y de nacionalidad española. Se trata del obispo emérito de Pamplona, Fernando Sebastián, una de las grandes personalidades de la Iglesia española en las últimas décadas, y de Esperanza Pérez Labrador, una anciana de 89 años cuya biografía está tan repleta de dolor que no cabe ni una desgracia más. Y que, sin embargo, sonríe y confiesa que durante años fue muy feliz. Para mí, como entrevistador, han sido dos grandes experiencias.

La entrevista con Esperanza, escrita como si fuera el relato de su vida, aparecerá ma-ñana. La de Fernando Sebastián saldrá el domingo dentro de la serie Toda una vida. Ambas, en las páginas de V, en los diarios regionales del grupo. Yo en su lugar no me las perdería. Por supuesto, por los personajes y lo que cuentan.

DivergenciasEl Correo blog

La suerte de ser entrevistador

César Cocaviernes 16/09/2011

http://blogs.elcorreo.com/divergencias/2011/09/16/la-suerte-de-ser-entrevistador/

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Blogde José Sanclemente

“Ha sido la mejor presentación de un libro a la que he asisitido en mi vida” , me decía un veterano periodista en activo que estaba junto a mí, mientras las algo mas de 200 personas que estábamos en Casa América en Madrid aplaudíamos, puestos en pie y emocionados a Esperanza, una madre de la cabaron con la vida del mayor, la mujer de éste y su marido.Esperanza, a punto de cumplir los noventa años, mantiene una permanente y enco-miable sonrisa mientras, flanqueada por el juez Baltasar Garzón y el periodista Jesús M. Santos autor del libro de su vida y que nos ha traído hasta ahí, nos confiesa que ella, a pesar de su dolorosa y hasta cruel vida , ha sido feliz.Coge de la mano al juez y le besa, como una madre al hijo que le han arrancado, cuando éste dice que vale la pena “dedicarse a la justicia y llevarla más allá del país cuando los crímenes contra la humanidad y la violación de los derechos, entre ellos la propia vida, es flagrante “. “Conocer a Esperanza y a las madres de mayo reclamando a sus hijos desaparceidos me cambió la vida...:No es posible sufrir tanto y mantener la dignidad...la justicia en este caso es algo que te reconforta y te hace avergonzarte por todas las veces que has tenido dudas o desinterés por ella...”Luego , Esperanza , nos dice que es injusto “lo que están haciendo con el juez, que no debemos consentirlo, que es una persona buena” y, sin perder la sonrisa, nos cuenta como la recibió hace treinta y cinco años con una sonrisa y palabras amables interesándose por su caso. Y como un periodista, Jesús M. Santos, guardó entonces en su memoria la historia de esta mujer fuerte y luchadora para contárnosla hoy, siete lustros después.Y viéndolos y oyéndolos en ese auditorio creí ver un resquicio de optimismo , una luz en las tinieblas y hasta unas campanas tañir entre la densa niebla en el mar donde algunos se empeñan en que naveguemos.Los jueces y los periodistas, la justicia y el periodismo que están tan denostados es-taban destilando sus mejores esencias para reparar lo irreparable y para contar, sin ataduras y con compromiso, una buena y ejemplar historia.Claro que en medio de ese buen juez y de ese buen periodista había una gran mujer que me hizo sentir que todavía hay “Esperanza” por recuperar un mundo mejor. Ayer parecía fácil: Solo basta luchar tenazmente con una amplia sonrisa. !Qué fácil!.y que ejemplo. Me siento mejor.

Aún me queda Esperanza

José Sanclementesábado 17/09/2011

http://sanclementejose.blogspot.com/

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barcelona

2209

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La novela Esperanza es nuestra recomendación literaria. El periodista Jesús María Santos narra la dura historia de una mujer de 90 años de edad y su lucha para recuperar a su hijo, víctima de la dictadura argentina.

Miradas 2

rtve-Miradas 2jueves 13/11/2011

http://www.rtve.es/alacarta/videos/miradas-2/miradas-2-13-11-11/1248930/

Pulsa en el enlaceEl video comienza en el minuto 9 y 45 segundos

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En el reportaje, sabremos cómo se gestó el redactado de un libro testimonial y cautivador como Esperanza, donde se recrea la historia de esta mujer que sufrió la represión de la dictadura argentina.

Página 2

rtve-Página 2jueves 13/11/2011

http://vimeo.com/couchmode/lagardeideas/videos/sort:date/32046875

Pulsa en el enlace

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Esperanza Pérez Labrador, madre de la plaza de Mayo

La Vanguardia

Victor-M Amela, Ima Sanchís, Lluís Amiguetjueves 29/09/2011

Sé que su vida ha sido dura.

Me quedan mis nietas y mi hija: ¡me cui-da como a una reina! Soy feliz, como en mi niñez.

¿Cómo fue su niñez?

Mis padres, españoles, emigraron a Cuba. Allí nací, mi madre murió tras el parto. Y mi padre me regaló.

¿La regaló?

A una familia cubana. Argumentó que no podía mantenerme. José Mestril y su mu-jer, con seis hijos, me adoptaron.

Y fue feliz.

Mucho. Y tenía una madrina que me mi-maba como a una reina. Pero a los siete años, aquel hombre volvió.

¡Siete años después! ¿Y qué quería?

Llevarme a España. Mis padres se nega-ron, pero un juez le apoyó. Yo lloraba, le daba patadas, gritaba “¡ladrón!”. Pero se me llevó.

¿Y qué tal en España?

Me hizo cuidar de dos hijas suyas, no pude ir a la escuela, rompió mis fotogra-fías de mi familia de Cuba, interceptó sus cartas...

Debió de ser usted muy desgraciada.

Sí. Al morir él, supe que mi madre había muerto porque él le pegaba. Y encontré las cartas de mi familia cubana, y pudi-mos escribirnos: supe que mi papá Mes-tril había muerto de pena tras mi marcha.

¿Cuándo volvió la felicidad a su vida?

Conocí a Víctor, la lotería de mi vida, un hombre bueno e inteligente. Tuvimos tres hijos y emigramos todos a Argentina.

¿Por qué a Argentina y no a Cuba?

Viajar a Cuba era complicado... y nos enamoró Evita en su visita a España. ¡Qué gran mujer! Igual que ahora Cris-tina Kirchner...

¿Por qué le gusta?

Porque favorece los procesos a militares de la dictadura, ¡asesinos hijos de las cuatro letras! Ellos mataron a mi marido

“Daría mi vida para que Garzón volviese a ser juez”

http://www.lavanguardia.com/lacontra/20110929/54223072522/daria-mi-vida-para-que-garzon-volviese-a-ser-juez.html

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y a mi hijo Palmiro y secuestraron a mi hijo menor, Miguel Ángel, que hace 35 años que lo busco.

¿Se habían metido en política?

¡No! Trabajaban con su padre en la fá-brica de zapatos que habíamos fundado, trabajando mucho. Tito, el mayor, murió electrocutado al intentar arreglar una máquina.

Lo lamento...

Eran todos tan, tan buenos... A veces mi marido tenía que reñirles.

¿Por qué?

Regalaban zapatos de la fábrica a los po-bres de Villa Miseria, y él les decía: “¡Chi-cos, que nosotros vivimos de vender za-patos!”. Pero eran tan buenos... ¡Ese fue su gran delito!Trabajar, estudiar... y ense-ñar a leer y escribir a los pobres de Villa Miseria. ¡Por ese delito los mataron!

¿Qué recuerda de aquel momento?

Un grupo de policías entró en mi casa, me dieron una paliza que me dejaron negra, y le rompieron los dos brazos a mi

marido, mientras nos decían: “¡Hemos matado a vuestro hijo Palmiro!”. Y en-cima nos robaron todo lo que pudieron.

Salvajes.

Cuando se fueron, mi marido corrió a casa de nuestro hijo Palmiro. Aún vivía cuando llegó: se topó con los militares disparando contra la casa. Los militares se llevaron y mataron a mi hijo Palmiro y a su esposa, y a mi marido, después de torturarles.

¿Cómo se puede vivir después de eso?

Buscando a mi hijo pequeño, Miguel Án-gel, secuestrado y desaparecido. Dejé de comer pescado y no he vuelto a hacerlo.

¿Por qué?

Los militares arrojaban al océano a mu-chos desaparecidos para que se los co-mieran los peces. ¿Y si mi hijo ha sido uno de ellos?

¿Tuvo alguna pista de su paradero?

Grité su nombre en los muros de una cár-cel en la que me dijeron que podía estar, y vi cómo sacaban a unos presos en una

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furgoneta. Quizá iba ahí. No he vuelto a saber nada.

¿Nada?

Un día me manifestaba en la plaza de Mayo con otras madres, y un chico se me acercó y me dijo: “Hace años que quiero darle esto”. ¡Era la cazadora de Miguel Ángel! Ese chico salió corriendo y no pude hablar con él.

¿Temió usted por su vida?

Yo dormía vestida: si los militares me se-cuestraban, ¡que no fuese en camisón! La embajada española me obligó a salir de Argentina por temor a que me mata-sen. Me vine a España, pero regresé rápi-do: quería buscar a mi hijo y hablar con los asesinos.

¿A quiénes se refiere?

A los generales que mandaban. Llegué al general Leopoldo Galtieri, que me dijo que el asesinato de mi marido había sido un “lamentable error”, pero que mis hi-jos eran “unos montoneros”. Yo le grité: “Si todos los montoneros son como mis hijos, ¡vivan los montoneros!”, y enton-ces me levanté, lo agarré de las solapas y lo llamé “asesino” y “criminal” y de todo. Y yo nunca había dicho palabrotas hasta entonces...

Se la jugó.

Me daba igual morir. También hablé con Videla, que me dijo que los españoles bastante teníamos con Franco para me-ternos con los militares argentinos...

¿Qué haría usted con ellos?

Juzgarlos y condenarlos a cárcel has-ta que mueran. Por eso adoro a Baltasar Garzón, gracias a él ha habido procesos a partir de mi demanda. Todo lo bueno que diga de Garzón es poco. Yo daría mi vida por él. Yo daría mi vida para que vol-viese a ser juez. ¿Por qué le habéis hecho esto en España?

Esperanza, ¿dónde cree que podría es-tar ahora su hijo Miguel Ángel?

Mira, hijo, a estas alturas yo creo que ya me lo mataron.

DignidadEsperanza es una mujer jovial y de mirada valiente. Es un ejem-plo de dignidad: con la cabeza alta, persigue desde hace 35 años a todos los que pudieran darle razón del paradero de su hijo Miguel Ángel, desaparecido tras ser secuestrado en 1977 por militares de la dictadura argentina. El periodista Jesús M. Santos ha recogido su historia en el libro Esperanza (Roca), que detalla las muchas peripecias de su vida y retrata su entereza y dignidad. Al final de la entre-vista le pregunto por el even-tual paradero de su hijo y me contesta: “A estas alturas creo que ya me lo mataron”. Veo el asombro en el rostro de Santos: “Es la primera vez que le oigo decir esto”, me revela. Pero ella seguirá luchando.

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Esperanza Pérez LabradorPúblico.es

Los profundos ojos de Esperanza Pérez Labrador (Camagüey, Cuba, 1922) han mirado a la cara a la muerte. Los militares argentinos mataron a su marido, Víctor, a su hijo mayor, Palmiro, a la compañera de este, Edith, y desaparecieron al pequeño,

Miguel Ángel. Desde entonces (1976) su vida ha tenido sólo un sentido: la justicia. Pero... “¿qué juicio es ese en el que los asesinos andan por la calle?”, sigue pre-guntándose, 35 años después. El perio-dista Jesús María Santos conoció a Espe-

Madre de mayo. Cuenta en un libro la desaparición de su hijo en 1976

Toni Pololunes 3/10/2011

http://www.publico.es/399509/agarre-a-galtieri-de-la-pechera-y-le-grite-asesino-criminal

«Agarré a Galtieri de la pechera y le grité: ¡Asesi-no! ¡Criminal!»

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ranza y a su única hija, Manoli, en 1978, cuando le pidieron que denunciara esos hechos. Ahora los ha reflejado junto con toda la vida de esta madre de la Plaza de Mayo, entregada al nacer a una familia que la quiso como nadie, recuperada por su horrible padre biológico a los 7 años, casada con un buen hombre en España y emigrada a Argentina tras la Guerra Civil. La biografía tiene un título obligado: Es-peranza (Roca Editorial).

“Me dejaron el cuerpo negro de los gol-pes”, cuenta, emocionada. Se refiere a cuando militares argentinos acudieron a su casa a robarles, a pegarles y a co-municarles una noticia fatal: Venimos de matar a tu hijo Palmiro”, le dijeron. El esposo de Esperanza corrió a buscarlo. Pero lo mataron también a él, igual que habían acabado con su nuera. La trage-dia se agrandaba. Un drama que había comenzado dos meses antes, con la des-aparición de su hijo pequeño.

«Si algo bueno se ha he-cho en Argentina ha sido

gracias a Garzón»

Esperanza acudió a un vecino, Vitanto-nio, uno de los mejores amigos de su hijo desaparecido. Un tipo que, al entrar en la Policía, advirtió a Miguel Ángel de que estaba en peligro. “Pero luego lo traicio-nó. Nos traicionó a todos, que éramos como su familia. Y se convirtió en nuestro verdugo”.

¡Viva los montoneros!

“La muerte de su marido fue un lamen-table error”, le reconoció, así, con toda la crudeza, el general Galtieri después de que, tras varias noches en vela ante el edificio del Ejército, le concedió audien-cia. “Y me dijo que a mi hijo y a mi nuera los mataron por montoneros”. Esperan-za no se arrugó, al contrario: “Pues ¡vi-van los montoneros si todos son como mis hijos!”, gritó. Y fue mucho más allá: “Agarré a Galtieri de la pechera, lo miré a los ojos y le chillé: ¡asesino!”. Pensó que la mataría, pero ya hacía mucho tiempo que el miedo de Esperanza había sucum-bido ante su dolor.

En la búsqueda sin desmayo de su hijo desaparecido, Esperanza se topó con el juez Baltasar Garzón. “Si algo bueno se ha hecho en Argentina ha sido por él”, dice, con un cariño profundo. “Hablar de Garzón es hablar de justicia”. Por eso condena la criminalización del juez que abrió los procesos contra los torturado-res: “Para que haya justicia, tienen que tener lo que hay tener: educación, ver-güenza y amor por la gente”.

«¿Qué juicio es ese en el que los asesinos andan

por la calle?»

Ella destila amor por los cuatro costa-dos. Pero eso no quiere decir que olvide: “El país no olvida”, sentencia. Y cree en Dios, pero no en el de los curas: “No des-de que me negaron una misa por Miguel Ángel diciendo que las misas sólo se ha-cían por muertos”.

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Argentina. La lluita per la dignitat

TV3

El programa “Millenium”, dirigit i presentat per Ra-món colom, reflexionarà sobre la lluita dels argentins per recuperar la dignitat. Abordarà la lluita pels des-apareguts de la dictadura, dels esforços per recupe-rar la memòria històrica, la identitat del país i per fer sentir la seva veu internacionalment.

Ramón Colomlunes 14/10/2011

http://vimeo.com/30722389

“Millenium” preguntes amb respostas

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La veu de les víctimes de l´horrorAra.cat

Esperanza Labrador fa honor al seu nom. Des del 1976 busca el fill petit desapare-gut en l’època més fosca de la dictadura argentina. El van detenir unes setmanes després que haguessin matat el seu marit, Víctor Labrador; el seu fill gran, Palmiro, i la seva jove, Edith. El periodista Jesús M. Santos ha recopilat les seves memòries ( Esperanza , Roca Editorial), que comencen quan el seu pare la va donar a una ...

Valentia “Vaig agafar el general Galtieri per la solapa i li vaig cridar: «Criminal, assassí!» Des d’aleshores dormia vestida, perquè no volia que em matessin en pijama” Passivitat “Si el govern espanyol i la casa reial haguessin fet justícia, el meu fill estaria viu: no van voler fer res”

Cristina Maslunes 3/10/2011

http://www.ara.cat/ara_premium/cronica/criminals-dictadura-argentina-llibertat_0_565743467.html

Esperanza Labrador: “Els criminals de la dictadura argentina estan en llibertat”

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Periodista Digital entrevista al autor de ‘Esperanza’, una madre española a la que la dictadura militar argentina le asesinó a su marido y dos hijos

Periodista digital

Esta es la historia de un desgarro. De una vida nueva: la que la pequeña Esperan-za Labrador empezó en España, tierra áspera, tan diferente a su Cuba natal. De un doloroso proceso de adaptación. También es una historia de amor, porque Esperanza conoció a Víctor, con quien en 1950 y ya madre de tres hijos (y un cuar-to por llegar), emigró a Argentina, para volver a empezar.

Esta es la historia de un tiempo aciago. Argentina, septiembre de 1976. El pe-queño de la familia, Miguel Ángel Labra-dor Pérez, desaparece; Víctor Labrador, Palmiro Labrador Pérez y la compañera de este último, Edith Graciela, son asesi-nados. Poco después, el general Leopol-

do Fortunato Galtieri se excusará, pero sólo por la muerte del padre. «Fue un lamentable error».

Esta es la historia de una lucha, la que Esperanza mantiene para recuperar a su hijo. Una historia terrible y, por terrible que resulte decirlo, una historia habitual en Argentina, y en otros países donde la sinrazón terrorista se confundió con la razón de Estado.

Esta podría ser una historia inventada, pura ficción. Pero Esperanza existe, vive gracias al trabajo de investigación del periodista Jesús M. Santos --’Esperanza’ (Roca Editorial, 2011) y su batalla no ha terminado.

Jesús M. Santos: “Esperanza no estaba hecha para la resignación sino para la rabia”Luis Balcarcejueves 22/09/2011

http://vimeo.com/30840503

“Hubo una ingenuidad izquierdista en América Latina pero no quise hacer una reflexión sobre Montoneros”

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Entrevistamos en exclusiva a Jesús M. Santos, escritor del libro ‘Esperanza’, y a su protagonista Esperanza Labrador. Ella es una de las madres pertenecientes a la asociación Madres de Plaza de Mayo. En septiembre del año 76 vio cómo asesinaban a su hijo y a su marido en Argentina, todavía otro de sus hijos sigue sin aparecer: “Venimos a matar a su hijo, me dijeron”. Una historia realmente emotiva.

Onda Cero

Julia en la ondajueves 22/09/2011

http://www.ondacero.es/audios-online/julia-en-la-onda/entrevistas/esperanza-labrador-venimos-matar-hijo-dijeron_2011092200071.html

Page 84: Reseñas de Esperanza

rne

‘Esperanza’, el libro de Jesús María Santos, narra la historia de una “madre de mayo”Juan Ramón Lucasmiércoles 12/10/2011

http://www.goear.com/listen/eb61c93/esperanza-en-rne-juan-ramon-lucas

Esperanza Pérez Labrador tiene 90 años de vida y de dura historia. Su madre murió en el parto y fue regalada a una familia cubana cuando era un bebé. Se trasladó a vivir a Argentina y allí su hijo pequeño desapareció, y su marido, otro de sus hijos y la compañera de este, fueron asesinados. El periodista Jesús María Santos recoge su histo-ria en el libro Esperanza.

Es una historia de sufrimiento pero también “un ejemplo de dignidad y en el momento en el que vivimos representa muchos de los valores sobre los que la sociedad debe reflexionar”, asegura el periodista, quien además sentencia que “es un personaje cautivador y emocio-nante y como tal trato de reflejarlo en el libro”

En días como hoy

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rne

‘Esperanza’: una historia de dignidad

Javier Gallegojueves 6/10/2011

http://www.goear.com/listen/97860bd/esperanza-en-radio-3-

Abandonada al nacer, emigrante, su marido, hijo y nuera fueron asesinados por los militares de Videla en Argentina. Es la historia de Esperanza, una “madre de Mayo” que sigue aún buscando a otro de sus hijos, el pequeño. Hoy viene a la carnicería acompañada de Manuela, su única hija viva y de Jesús Mª Santos, el periodista que ha publicado su historia en el libro “Esperanza”. Su sueño: que algún día se haga justicia. Una historia cruda que no deja a nadie indiferen-te y que hoy te contamos en Radio3.

Carne CrudaRadio 3

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14 PAISAJES

de personajes con fortaleza por claudio m. de prado

Solo pueden ser héroes aquellos capaces de sobrevivir a las situaciones adversas sin llegar a traicionarse. Hombres y mujeres como los que habitan en las páginas de esta selección.

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actualidadpara leer

marcados por su destino

el 27 de este mes llega por fin el séptimo volumen de la saga. en esta ocasión, la trama transcurre en la Italia del siglo XVII, donde el capitán alatriste, acompañado del joven Íñigo Balboa, tendrá que intervenir en una conjura para imponer por la fuerza un gobierno favorable a la corte española.

El puente de los asesinos. arturo pérez-reverte (alfaguara).

el retornode alatriste

asegurar que el fotoperiodismo español nació con la Guerra Civil sería una temeridad. ¿O no? Con motivo del 75º aniversario de aquella contienda que marcó para siempre nuestra historia, el fotógrafo y profesor paco elvira ha buceado entre miles y miles de instantáneas procedentes de archivos de todo el mundo para terminar seleccionando las 100 imágenes fundamentales sobre la batalla. Una colección de caras, paisajes y acciones robadas al tiempo que sirven para entender los orígenes de aquel conflicto, reflexionar sobre sus consecuencias y destacar el papel de la fotografía como testigo único de las tragedias de cualquier guerra.

La Guerra Civil Española. Imágenes para la historia. paco elvira (lunwerg).

miradas de una tragedia

1. La mano invisible. Isaac rosa (Seix Barral). Decir que esta novela es especial porque sus protagonistas trabajan sería quedarse en la superficie y, sobre todo, injusto. 2. Apio. Notas caninas. Gino rubert (errata Naturae). Humor bastante perro en esta historia sobre un can ciego y su dueño, un pintor que adora los tonos pastel y que expone sus obras en galerías de puerto Banús. 3. Esperanza. Jesús M. Santos (roca editorial). Desgarradora biografía de una Madre de Mayo en busca de la verdad tras el asesinato de sus familiares. 4. El generador de ilusión. Félix Cuesta (empresa activa). ¿Cómo mimar al cliente en tiempos de crisis? Descúbralo con este didáctico libro. 5. Crímenes. Ferdinand Von Schirach (Salamandra). Concisos relatos basados en la experiencia profesional de este reputado jurista alemán, toda una revelación editorial en su país. 6. Más allá de mí. Bárbara alpuente (esfera de los libros). Misterioso, divertido e íntimo relato que nos sugiere que existe un mundo lleno de magia más allá de nosotros. 7. Un incendio invisible. Sara Mesa (Fundación lara). Una historia inquietante ganadora del premio Málaga de Novela. 8. En casa. Bill Bryson (rBa). Original repaso a la historia de todos los objetos que nos rodean y de los hábitos de la cultura europea.

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Pandora Noviembre

La mañana me ha traído la voz de Es-peranza Pérez Labrador a través de las ondas radiofónicas. Jesús María Santos, periodista, ha escrito un libro sobre esta Madre de la Plaza de Mayo que vio como la dictadura argentina ponía fin a la vida de dos de sus hijos, de su marido y ha-cía desaparecer a un tercero. “¡Cuánto dolor acumulado”, pensé, “¿cómo puede sostenerse aún en pie?”. En su situación, cualquier otro hubiera metido la cabeza debajo del ala, doblegándose a la ausen-cia, al vacío de lo amado, apartándose de todo lo que tuviera que ver con este mundo, cualquier otro hubiera muerto en vida. Lejos de acobardarse, esta mujer que se vio obligada a regresar a Cerezal de la Sierra, a un pequeño pueblo de la provincia de Salamanca, se arma de valor

y continúa luchando por una justicia utó-pica, lejana a la realidad que se impone a diario.

Su trayectoria vital repleta de dificultades invita a la reflexión sobre la actitud in-cansable de aquellos que luchan por lo que creen cierto y justo. Es por ello una hormiguita más, de esas que hacen el mundo más fácil, haciendo honor a su nombre, ofreciendo tintes de color verde en el campo oscuro del alma. Todo es posible.

(“Esperanza”. Jesús María Santos. Edito-rial Roca 2011)

Hormiguitas IV: Esperanza Pérez LabradorPandoranoviembresábado 12/10/2011

http://pandoranoviembre.wordpress.com/2011/10/12/hormiguitas-iv-esperanza-perez-labrador/

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La Gaceta de Salamanca

Está pendiente de presentación en Sala-manca Esperanza, la biografía de Espe-ranza Labrador, cubana emigrada a Espa-ña y después a Argentina, para regresar a España, donde reside casi todo el año, concretamente en Madrid, aunque su pa-tria chica me permito apuntar que es Sa-lamanca, desde San Esteban de la Sierra al barrio de Garrido donde vivió muchos años, entre otros lugares salmantinos. Esperanza, nuestra paisana, es una de víctimas de referencia de la represión de la dictadura argentina, que sembró la historia de cadáveres y desaparecidos, entre ellos los de su marido, dos hijos y

una nuera. Luchó por sus vidas, por re-cuperar sus cuerpos y su memoria, y aún espera —haciendo honor al nombre— que su hijo pequeño aparezca: nunca dice que está muerto sino desaparecido. Hace algún tiempo, allí donde habitaba, le contaron que había un periodista que podría ayudarla a componer el relato de su tragedia para informar al Gobierno de España. Este no era otro que Jesús Ma-ría Santos, a los que aquellos que vamos teniendo algunas décadas de oficio lla-mamos Chuchete, y le conocemos por-que compartimos con él algunos años de trabajo.

Esperanza LabradorSantiago Juaneslunes 19/10/2011

http://www.lagacetadesalamanca.es/opinion/2011/10/19/esperanza-labrador/42268.html

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Propera Parada: cultura

Este es un libro sobre la dignidad. Pues Esperanza es una niña que nació en 1922 en Camagüey (Cuba), su padre al morir su madre durante el parto se la da a José Mestril, en un primer momento este se queda sorprendido, pero a pesar de que ya tiene seis hijos, decide quedar-se con la niña, ya que su padre tiene que marchar a España con su otra hija, y no puede hacerse cargo de las dos.

La vida de Esperanza queda marcada ya desde su nacimiento, cuando parecía que su vida transcurría alegremente, sie-te años después vuelve su padre a Cuba para llevársela de regreso a España. Se establecerán en un pueblo cercano a Sa-lamanca, llega a una España vestida de negro, tan diferente a la Cuba que deja.

Durante la guerra civil conocerá a Víctor, el que será su futuro marido. Pasaran una dura posguerra como la mayoría de los españoles. Una España de estraperlo y hambre, que duro toda la década de los cuarenta. Ante esta situación, y después de la visita de Eva Perón a España, Víc-tor y Esperanza con tres hijos ya, deciden emigrar a Argentina, allí nacerá su cuarto hijo. Después de años de lucha y sacrifi-cio, llevados con gran dignidad, cuando por fin la familia prosperaba y era feliz, se produce el golpe militar que marcaría

la vida de Esperanza Tras el derrocamien-to de Isabel Perón, y el posterior golpe militar, Argentina se sumirá en el periodo más negro de su historia. La vida de Es-peranza quedara marcada para siempre cuando un día del mes de septiembre de 1976 su hijo menor Miguel Ángel en-trada ha formar parte de la lista de 30 mil desaparecidos, pero la desgracia de Esperanza no acabara hay, el mes de no-viembre de ese mismo año, su marido, su hijo Palmiro y su nuera son asesinados por el ejercito.

A partir de entonces empezara una lu-cha tenaz, sin pausa, para descubrir el paradero de su hijo. Llegando a enfren-tarse cara a cara con uno de los máximos responsables de la represión, el general Galtieri, que posteriormente llevara a la Argentina a la catástrofe de la guerra de las Malvinas. Jesús M. Santos deja constancia en el libro de que a pesar de se españoles, no recibieron ningún tipo de apoyo por parte del gobierno espa-ñol, solo tuvieron el apoyo y la ayuda del cónsul general de España, Ramírez Mon-tesinos.

Finalmente después de años de lucha, y gracias al juez Baltasar Garzón, sin el apoyo de ningún gobierno, se consigue el procesamiento y la imputación de los

Esperanza. Jesús M. SantosFélix O.P.lunes 17/10/2011

http://properaparadacultura.blogspot.com/2011/10/esperanza-jesus-m-santos.html

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responsables de las torturas y desapari-ciones. Una victoria moral, pero necesa-ria por la dignidad de las victimas y de unas locas con pañuelo a la cabeza, que era como las llamaban los militares para humillarlas.

Este es un libro, con el que uno no puede dejar de emocionarse después de leerlo.

El libro va alternando capítulos de los años anteriores al golpe militar con los posteriores. Desgarradora es la historia de Palmiro y Alberto Vitantonio, amigos de toda la vida, el primero asesinado y el segundo policía responsable de numero-sas torturas, que siempre negó cualquier

relación con la desaparición de Miguel Ángel.

A través de las páginas descubrimos a una Esperanza, que a pesar de todas las adversidades, es alegre, vitalista, lucha-dora, perseverante, una persona creyen-te, pero no en una iglesia católica que apoyo a los militares. Una persona con una dignidad enorme.

Porque como dicen en el libro, la digni-dad no se regala se conquista.

Porque Esperanza como dice Jesús M. Santos, son todas las mujeres que han luchado por la memoria de los suyos. Personas como Esperanza ennoblecen a la humanidad.

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LA DIGNIDAD, LA MEMORIA, LA REBELDÍA / Bloque de PrensaLOS VIAJES DE ESPERANZA LABRADOR

Bloque de prensa regionalArgentina

UN MUNDO SIN MIEDO

En el dossier de prensa con el que Roca editorial acompaña la invitación a la pre-sentación del libro, puede leerse parte de la historia contenida en “Esperanza”.

“Esta es la historia de Esperanza Pérez, española nacida en Camagüey (Cuba), recriada en San Esteban de la Sierra (Sa-lamanca) e instalada en Rosario (Argen-tina). Su madre murió al poco de nacer ella, y su padre, al darse cuenta de que no podía cuidarla, se la dejó «en depó-sito» a una familia que la aceptó como una hija más hasta que, años después, el padre que nunca había dado señales de vida volvió para recuperarla”.

“Esta es la historia de un desgarro. De una vida nueva: la que la pequeña Espe-

ranza empezó en España, tierra áspera, tan diferente a su Cuba natal. De un do-loroso proceso de adaptación. También es una historia de amor, porque Esperan-za conoció a Víctor, con quien en 1950 y ya madre de tres hijos (y un cuarto por llegar), emigró a Argentina, para volver a empezar”, sigue narrando la información de prensa.

Y acentúa la crónica de un capítulo escri-to en estos arrabales: “Esta es la histo-ria de un tiempo aciago. Septiembre de 1976. El pequeño de la familia, Miguel Ángel Labrador Pérez, desaparece; Víc-tor Labrador, Palmiro Labrador Pérez y la compañera de este último, Edith Graciela, son asesinados. Poco después, el general Leopoldo Fortunato Galtieri se excusará, pero sólo por la muerte del padre. ‘Fue un lamentable error’. Esta es la historia

Roberto J. Santorojueves 22/09/2011

http://prensaregional.com.ar/index.php?seccion=Notas.php&id=208

El 16 de septiembre se presentó en la Casa de América, en Madrid (España), el libro “Esperanza”, del periodista Jesús Santos. El trabajo es la biografía de Esperanza Pérez Labrador, Madre de Plaza de Mayo de Rosario, militante histórica por la defensa de los derechos humanos en nuestra región, y una mujer excepcional. El libro recorre su historia, que es también la historia de este lado del mundo.

Page 93: Reseñas de Esperanza

de una lucha, la que Esperanza mantie-ne para recuperar a su hijo. Una historia terrible y, por terrible que resulte decirlo, una historia habitual en Argentina, y en otros países donde la sinrazón terrorista se confundió con la razón de Estado”.

“Esta podría ser una historia inventada, pura ficción. Pero Esperanza existe, vive, y su batalla no ha terminado”, termina diciendo el dossier de prensa.

Desde la portada de “Esperanza”, el mis-mo Baltasar Garzón advierte: “al recor-dar a Esperanza Labrador no puedo evi-tar que las lágrimas me enturbien la vista y el recuerdo. No es posible sufrir tanto dolor y mantener la dignidad. Perder a su marido, dos hijos y una nuera y presen-tarse firme exigiendo justicia es algo que te reconforta y te hace avergonzarte por todas las veces que has tenido dudas o desinterés por la justicia”.

LA ESPERANZA UNA EMOCIÓN

“Estoy seguro de que este libro es el trabajo de un periodista. Puede ser una crónica, una biografía, pero también puedo aceptar que no se ajusta al mode-lo testimonial. Para mí lo que este libro tiene de ejercicio literario pretende que la narración ayude a sentir la historia de Esperanza. Porque Esperanza es, sobre todo, una emoción”, consigna el autor del trabajo, el periodista Jesús M. Santos.

Natural de Plasencia (Cáceres), Jesús Santos estudió Filosofía y Periodismo, y trabajó en numerosos medios de co-municación. Fue director de Asuntos de Presidencia de la Corporación RTVE;

Subdirector de Informativos de Telecinco y director de Contenidos Multimedia. En Antena 3 Televisión se desempeñó en la Dirección del Canal Internacional, la sub-dirección de Informativos y la Dirección de Informativos de fin de semana.

Santos cuenta que hace 33 años conoció a Esperanza.

“Alguien le dio mi nombre y una tarde se presentó con Manoli, su hija, en mi casa para contarme su historia y pedirme que la ayudara a redactar un informe que re-sumiera su tragedia y expresara su úni-co deseo: encontrar a su hijo pequeño. Fue una conversación tramada con sigilo, con la clandestinidad a que obligaba el miedo a la larga sombra de los militares argentinos y la situación política en Es-paña, todavía insegura o, siquiera, incier-ta. Se sentaron frente a mi mesa. Primero hablaron; luego, también lloraron y hubo un instante en el que Esperanza gritó. Me emocionaron y me estremecieron. Desde entonces las he querido”.

- ¿Cómo recuerdas aquel primer encuentro?

- Había que redactar un informe y algu-nas cartas para hacérselos llegar a quie-nes realmente podían ayudarlas: a los parlamentarios, al Gobierno, al Rey. Su relato inicial, de datos escuetos y tono sosegado, se transformó cuando sintie-ron la complicidad de quienes las escu-chábamos. Esperanza se transformó en un torrente de emoción y dignidad, de rabia y de cariño, dispuesta a anteponer todo lo que tenía, empezando por su propia vida, a cambio de un dato acerca del paradero de Miguel Ángel.

Page 94: Reseñas de Esperanza

- ¿Qué fue lo primero que pensaste al conocerla?

- No pensé hasta después de que se fue-ron. La conversación me sobrecogió. Pero hubo un momento definitivo: Esperanza relataba su encuentro con Galtieri; se levantó de la silla con una agilidad sor-prendente, rodeó la mesa y me agarró por la camisa; me gritó ¡asesino! y, aun-que no me lo dirigía a mí, entendí que no podía ser en ningún caso cómplice del si-lencio, como no se puede serlo del olvido.

- ¿En qué momento decidiste escribir la historia? ¿Con qué propósito?

En aquel momento, no. Me limité a re-dactar el informe y a difundir entre com-pañeros periodistas la historia de aquella mujer impresionante. Entonces solo sentí la necesidad de expresar mi indignación y mi solidaridad. Al menos, a ellas. Al cabo de muchos años, casi veinte, Esperanza me contó los detalles de su infancia. En ese periodo su vida ya había alcanzado repercusión pública, ya no era sólo la víc-tima de una tragedia sino una testigo ex-cepcional de un siglo de sombras y, sobre todo, un ejemplo de dignidad. Conoció la felicidad y se la arrebataron, volvió a perseguirla apasionadamente hasta que se la asesinaron, y a partir de ese mo-mento dedicó su vida a reivindicar con una pasión indesmayable la memoria de todos los que sufren las tropelías de los bárbaros; sufrió las presiones más mise-rables y se rebeló con osadía. Y eso me-recía un reconocimiento público. Escribir la historia era un homenaje o, mejor aún, una invitación al homenaje que esta mu-jer merece.

Tomada esa decisión, nos vimos durante muchas tardes en torno a un café y unas masitas que prepara Manoli para que me contara su vida una y otra vez, con la precisión de quien la ha revivido en múl-tiples ocasiones; me cantó las canciones infantiles, los poemas que le dedicó su marido, las travesuras de los hijos… En-tre sesión y sesión, ella se concentró en la escritura de varios cuadernos en los que, con su caligrafía de colegio de mon-jas, repetía su propia peripecia. Entonces empecé a escribir, pero tuve que inte-rrumpir demasiadas veces la traslación de aquellas notas, aquellas grabaciones y aquellos cuadernos. Al fin, el año pasado, pude disponer de todas las condiciones necesarias para concluir el reportaje más emocionante de mi vida.

-Has trabajado en muchos medios de comunicación, sobre todo en televisión. Imagino que, a pesar de lo mucho visto y vivido, una historia así te cambia la perspectiva…

- Esta es una historia singular, por los he-chos y por la complicidad que siento con esta familia. Aquí no se puede ser neu-tral ni hay necesidad de disimular. Pero más que manipular la perspectiva, lo que hace es reforzarla ajustando el enfoque y el objetivo: el valor de la dignidad, de la memoria, de la rebeldía, de la decencia, incluso de la felicidad con lágrimas.

- Dicen que la realidad siempre supera a la ficción…

La realidad tiene una condición moral que la ficción, en el mejor de los casos, refleja. Aquí nada se inventa y, por eso, lo que conmueve no sólo nos enseña

Page 95: Reseñas de Esperanza

sino que nos compromete; de ese modo, la solidaridad no se puede reducir a un sentimiento.

- Supongo que la mejor manera de apre-ciar a Esperanza es leer tu relato.

Para apreciarla, nada mejor que conocer-la personalmente. Para quienes lo deseen y no puedan conseguirlo me gustaría que este relato contribuyera a reconocerla y a quererla.

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LA ESPERANZA EN VUELO*

Por Pablo Álvarez.

Con esa voz hecha de otros paisajes, de otras orillas, Esperanza Labrador re-corre su historia y sus mudanzas, desde su Cuba natal llega una brisa, desde su vida en España se oye una copla, y una sonrisa que mira fijo a los ojos, que abre todas las puertas del alma. Lleva en su nombre el sentido que llevó a miles de jóvenes a pelear por un mundo diferente, a creer que los sueños serán aún mejores al despertar. En la noche larga del terror, entre las ausencias y el despojo planifica-do, Esperanza supo sobreponerse como nadie para enfrentar a los verdugos, en la puerta misma de los infiernos.

Un día permaneció horas dentro del Co-mando del Segundo Cuerpo de Ejército

hasta que alguien salga a dar respuestas. “Señora, si su hijo es un montonero”, respondía Leopoldo Fortunato Galtieri, desde la soberbia de quien decide la vida y la muerte. Palmiro Labrador, su hijo, había desaparecido el 10 de septiembre de 1976. Tiempo después sería asesina-do su marido y otros dos hijos, y la casa despojada.

“Si los montoneros son todos como mi hijo, pues que vivan los montoneros!”

La voz en cuello de Esperanza paralizaba a los verdugos, que solo podían echarla a los empujones...

“Saca esa mano de ahí, hijo de puta, que esa mano está llena de sangre de mis po-bres hijos”.

Junto a su hija Manolí, junto a las Ma-dres, mantuvo la lucha inclaudicable, consiguió que Galtieri y otros represores sean citados por el Juez español Baltazar Garzón y sean por siempre llamados ase-sinos de lesa humanidad.

“Yo muchas veces pienso cómo estare-mos vivas las madres. Cómo estaremos vivas con todo lo que hemos hecho, cómo hemos jugado con la muerte...”. Esperan-za se pregunta y Manolí nos dice que los asesinos nunca contaron con las Madres. Nunca habrían podido imaginarlo.

El movimiento de las Madres no se termi-nará nunca. Es para toda la vida.

Page 96: Reseñas de Esperanza

“Esperanza”, la storia di una vittima della dittatura argentina diventa un libro

il LevanteItalia

Esperanza Pérez Labrador è un nome sconosciuto ai più. Non ha una voce su Wikipedia, non ha pagine web che rac-contino la sua vita. Eppure, la sua è una storia che merita di essere raccontata. Deve averlo pensato anche il giornalista Jesús M. Santos, che ha appena pub-blicato con la casa editrice Roca il libro “Esperanza” (sottile gioco di parole tra il nome della donna che significa anche speranza), in cui narra la storia della don-na che ancora oggi, a 89 anni, non ha smesso di essere un simbolo per tutta l’America Latina. Il libro sarà presentato venerdì alla Casa América di Madrid con un ospite d’eccezione: il giudice spagno-lo Baltasar Garzón, che denunciò e pro-cesso i gerarchi argentini per gli orrori commessi durante la dittatura.

La vita non è stata semplice per Esperan-za fin dalla nascita, avvenuta nel 1922 a Camagüey, Cuba, da genitori spag-noli: sua madre muore per complicazio-ni durante il parto ed il padre Manuel

all’uscita dall’ospedale affida la figlia ad uno sconosciuto, dicendogli: “Le regalo questa bambina. Mia moglie e morta, ed ho già una figlia di 15 mesi da accudire, non posso occuparmi anche di lei. Tenga, io me ne torno in Spagna”. José Mestril, questo il nome del “nuovo” padre della ragazza, crescerà Esperanza (il nome le fu dato in memoria della madre decedu-ta) con sua moglie Catuca fino all’età di sette anni, quando Manuel, sebbene per tutti e 7 gli anni non abbia dato alcuna sua notizia né ai Mestril né alla figlia, tor-na con la nuova moglie María Antonia a riprendersela. Sette anni e già tre madri e due padri. Eppure, il peggio per Espe-ranza arriverà in seguito. Va a vivere in Spagna con il padre naturale e la terza madre, si sposa con il giovane Víctor, ma è un periodo storico molto difficile quello in cui vivono nel paese iberico: la Monar-chia è crollata, la neonata Repubblica è già allo sbando, e di lì a poco scoppia la Guerra Civile. Il marito va al fronte, gli scrive lettere da Madrid, sopravvive allo

Giuseppe Cozzolinomartes 20/09/2011

http://www.levanteonline.net/esteri/mondo/4998-esperanza-la-storia-di-una-vittima-della-dittatura-argentina-diventa-un-libro.html

Page 97: Reseñas de Esperanza

sfacelo. Franco prende il potere, Esperan-za e il marito decidono di emigrare. Lei vuole tornare a Cuba, ma il regime non glielo permette e sono costretti a ripiega-re in Argentina.

Scoppia la Seconda Guerra Mondiale, l’Argentina è neutrale, e seguono anni di relativa tranquillità: mette al mon-do tre figli, l’Argentina vive il miracolo economico del dopoguerra. Ma si tratta della classica quiete prima della tem-pesta. L’America Latina è sconvolta da diversi colpi di stato militari, che porta-no a sequestri, sparizioni ed esecuzioni sommarie. L’Argentina resiste, c’è ancora Juan Domingo Perón ed il suo debole re-gime ma pur sempre democratico. Poi nel 1976 il colpo di stato dei militari e la nas-cita del regime di Jorge Rafael Videla fa sì che si scateni la più brutale repressione continentale proprio nel paese dove mol-ti latinoamericani si erano rifugiati dopo i golpe nei loro paesi. Sulla famiglia di Es-peranza, la repressione si abbatte la mat-tina del 10 novembre 1976: venti uomini incappucciati fanno irruzione in casa sua: sono gli squadroni della morte. “Siamo venuti per uccidere suo figlio Palmiro”, gli dice drastico uno di loro. Il 28enne fu ucciso assieme alla moglie Edith Gra-ciela Koatz, 25 anni, ed al di lui padre Víctor, che era sopravvissuto alla Guerra Civile spagnola, ma non riuscirà a fare altrettanto con la Guerra Sporca argen-tina. Il secondo figlio, Miguel Ángel, 25 anni, era uscito di casa il 13 settembre e non sarà mai più ritrovato: diventerà uno dei tanti desaparecidos latinoamericani. Dalla mattanza si salveranno solo lei e la figlia Manoli.

Per Esperanza, che a cinquant’anni si ritrova nuovamente da sola contro tut-ti, inizia un lungo calvario. Si rivolgerà a chiunque per avere giustizia. Perfino al potentissimo generale Leopoldo Gal-tieri, che una volta disse con impassibile flemma che “In ogni guerra c’è gente che scompare”. Ma non ci fu verso di sapere che fine avesse fatto Miguel Ángel. Un giorno Esperanza lo afferrò per la giacca chiedendo spiegazioni. “Mi disse che la morte di mio marito era stata uno “spia-cevole errore”, ma che i miei due figli erano montoneros (guerriglieri di sinistra, ndr). Gli gridai “Assassino!”. Pensai che non mi avrebbero lasciato in vita”. Da allora, Esperanza iniziò a dormire vestita, pensando che l’avrebbero prelevata di notte: “Non volevo che mi ammazzasse-ro in pigiama”. Continuò a visitare carce-ri, commissariati e caserme. Scrisse al Re di Spagna ed al ministro degli Esteri, ma non ci furono mai risposte. Poi l’impegno con le Madri di Plaza de Mayo (“All’inizio ci chiamavano pazze e puttane”), che raccoglie tutte le donne che negli anni della dittatura persero mariti, figli, fidan-zati, nipoti, tutti enchupados (lett. “risuc-chiati”) dall’esercito e svaniti nel nulla. In molti, venivano torturati e poi “scaricati” nel Pacifico. “Non mangio più pesce”, spiega Esperanza, “perché li torturavano, li uccidevano e li buttavano nell’oceano”. Del secondo figlio resta solo una flebile traccia. “Pare che fosse stato rinchiuso in una clinica psichiatrica per qualche tempo, è l’ultima pista a cui sono riuscita a risalire”. Una timida possibilità che il figlio possa essere da qualche parte an-cora vivo? Esperanza ci crede ancora: “Lo sogno ogni notte, dal 1976”.

Page 98: Reseñas de Esperanza

PanageosNoticias de San Esteban de la SierraSeptiembre de 2011

Autor de la obra, José M. Santos, anticipa que “se trata del pe-regrinaje de Esperanza Pérez, española nacida en Camagüey, Cuba; recriada en San Esteban de la Sierra, Salamanca, España, e instalada en Rosario, Argentina. Su madre murió al poco de nacer ...

martes 20/09/2011

http://www.panageos.es/noticias/san-esteban-de-la-sierra_3153/septiembre-del-2011

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NoticiasFutbol.esEsperanza, víctima española de la Dictadura Ar-gentina, asegura que “es imposible olvidar”.

“Es imposible olvidar”, dice Esperanza Pérez Labrador, una española a la que los militares de la Dictadura en Argentina le destrozaron la familia en 1976, y hoy, después de 35 años de sufrimiento, repite entre lágrimas que “es un deber...

Edith Graciela Koatzmartes 20/09/2011

http://www.noticiasfutbol.es/noticiasde/edith-graciela-koatz.php

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