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Reseñas bibliográficas 65 Algo así se puede decir de nuestro prolífico Cassany y sus necesarias máximas para que los profesionales se desenvuelvan mejor en los escritos que producen como parte de su que- hacer laboral. En ese sentido, Afilar el lapicero es un libro altamente recomendable, útil y correcto. Consta de una “Presenta- ción” y trece capítulos, que detallan una serie de consejos para usar el dis- curso con perspicacia. 1. Sobre el lector 2. Técnicas de análisis del lector 3. Las voces del autor 4. La organización de los datos 5. Títulos y portadas 6. Índices 7. Resúmenes 8. Prosa 9. Más prosa 10. Diseño 11. Tablas 12. Instrucciones 13. Correspondencias Ahora bien, afilemos el lapicero y empecemos, igual que Cassany, anali- zando al lector. En el subtítulo el libro se propone como una Guía de redac- ción para profesionales y dice ser “para los que se ganan la vida escribiendo”. Acuerdo con esto, aunque creo que el conjunto no es tan amplio como al autor le gustaría. Más adelante menciona que “Eco- nomistas, juristas, ingenieros, biólo- gos, médicos, físicos, investigadores, maestros, sociólogos, abogados… ¡Todos trabajamos con el discurso!”. En eso disiento; trabajan con el dis- curso escrito de la misma manera en que lo hacen con la palabra hablada, con la imagen o con la decoración de su despacho. Estos aspectos, por nombrar solo algunos, pueden ser fuente de prestigio y credibilidad, pero no son su profesión. Los profesionales a quienes Cassany destina el libro hacen de la escritura una práctica asidua y DANIEL CASSANY AFILAR EL LAPICERO, GUÍA DE REDACCIÓN PARA PROFESIONALES Barcelona, Anagrama, 2007, 176 pp. r ARIELA KREIMER RESEÑAS uscando el tono para escri- bir esta reseña, me topé con un libro de ensayos de G. K. Chesterton y, en él, unas palabras dedicadas al inmortal Esopo me sir- vieron de inspiración. Decían: “En la más antigua historia, todo lo que es auténtico es además universal; y todo lo universal es anónimo. Pero siempre se halla algún hombre que es el primero en tomarse el trabajo de reunir lo ya existente y disfrutar de la fama de haberlo creado.” B

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Reseñas bibliográficas 65

Algo así se puede decir de nuestroprolífico Cassany y sus necesariasmáximas para que los profesionales sedesenvuelvan mejor en los escritosque producen como parte de su que-hacer laboral.

En ese sentido, Afilar el lapicero esun libro altamente recomendable, útily correcto. Consta de una “Presenta-ción” y trece capítulos, que detallanuna serie de consejos para usar el dis-curso con perspicacia.

1. Sobre el lector 2. Técnicas de análisis del lector 3. Las voces del autor 4. La organización de los datos 5. Títulos y portadas 6. Índices7. Resúmenes8. Prosa9. Más prosa10. Diseño11. Tablas12. Instrucciones13. Correspondencias

Ahora bien, afilemos el lapicero yempecemos, igual que Cassany, anali-zando al lector. En el subtítulo el librose propone como una Guía de redac-ción para profesionales y dice ser “paralos que se ganan la vida escribiendo”.Acuerdo con esto, aunque creo que elconjunto no es tan amplio como alautor le gustaría.

Más adelante menciona que “Eco-nomistas, juristas, ingenieros, biólo-gos, médicos, físicos, investigadores,maestros, sociólogos, abogados…¡Todos trabajamos con el discurso!”.En eso disiento; trabajan con el dis-curso escrito de la misma manera enque lo hacen con la palabra hablada,con la imagen o con la decoración desu despacho. Estos aspectos, pornombrar solo algunos, pueden serfuente de prestigio y credibilidad,pero no son su profesión.

Los profesionales a quienes Cassany destina el libro hacen de laescritura una práctica asidua y

DANIEL CASSANY AFILAR EL LAPICERO, GUÍA DE REDACCIÓN PARA PROFESIONALES

Barcelona, Anagrama, 2007, 176 pp.r

ARIELA KREIMER

RESEÑAS

uscando el tono para escri-

bir esta reseña, me topé con

un libro de ensayos de G. K.

Chesterton y, en él, unas palabras

dedicadas al inmortal Esopo me sir-

vieron de inspiración. Decían: “En la

más antigua historia, todo lo que es

auténtico es además universal; y

todo lo universal es anónimo. Pero

siempre se halla algún hombre que

es el primero en tomarse el trabajo

de reunir lo ya existente y disfrutar

de la fama de haberlo creado.”

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habitual; socializan o divulgan sussaberes mediante la escritura y nonecesariamente escriben bien, sinembargo… ¿cómo se enteran deque este libro puede ayudarlos si sureseña aparece en revistas cuyos lec-tores son especialistas en la culturaescrita y no en publicaciones paraexpertos en leyes, ingeniería oimpuestos? He aquí un problema.

Por otra parte, por querer seducira la porción empresarial de suaudiencia, el autor sostiene que losescritos “cierran y abren empresas,promueven empleados o los despi-den” y lo cierto es que solo lo comu-nican, lo asientan, lo registran. Deuna afirmación semejante se espera-ría que el libro se justificara desde lateoría de los actos de habla.

En otra parte de la presentacióndice: “Afilar el lapicero se dirige a losque escriben: a los autores, pero tam-bién a los correctores, a los editores,a los supervisores, a los jefes que danel visto bueno, a los lectores quequieran tener criterio”. ¿En quémomento los correctores y los edito-res intervienen en los escritos quereleva Cassany? En los pocos casos enque los ejemplos corresponden a tex-tos publicados, no se alude al proce-so de edición propiamente dicho.Tampoco se mencionan, en los capí-tulos 1 y 2, las competencias específi-cas de correctores y editores cuandose detallan los diversos tipos de lec-tores especializados, ni cuando se

categorizan los lectores en el procesocomunicativo.

Esa selección de potenciales desti-natarios pone en evidencia un terreroque Cassany prefiere evitar: la distin-ción entre comunicaciones, impresos ypublicaciones en los ámbitos empre-sariales y profesionales. Esta reseñano es el lugar adecuado para haceruna categorización detallada, pero, agrandes rasgos, se podrían clasificarpor sus formas de producción yreproducción. –Las comunicaciones son redactadas

por cualquier empleado o profesio-nal, supervisado o no. Luego, se“materializan” en una impresora deescritorio y se entregan, se mandanpor correo, o se envían por mail amiembros de la misma organizacióno del entorno, o se archivan. Las car-tas y los informes técnicos sonejemplos de este tipo.

–Los impresos son textos indepen-dientes, redactados especialmentepara establecer vínculos con elentorno. Por lo general, se sometena una estricta supervisión y se impri-men por mecanismos industriales.Entre estos se cuentan el prospectopara el correcto uso de un inhaladoro el contrato de una hipoteca.

–Las publicaciones son libros, diarios orevistas de variada cantidad de pági-nas, impresos como tales. Por lo tanto,deberían concebirse como productoseditoriales, al margen de que laempresa que los financie no sea unaeditorial. Es decir, que deberían atrave-sar un proceso de edición, con edito-res y correctores, sea cual fuere suámbito específico. Entre estos materia-les se encuentran las actas de los con-gresos, los manuales de instrucciones,la compilación de jurisprudencia.

En cada tipo de documento escritola responsabilidad del autor es diferen-te. Por supuesto que sería deseableque cada persona que se sentara frentea una computadora pusiera en práctica

las amables sugerencias que nos brin-da el afilado lapicero de Cassany: quetodos los autores produjeran textosadecuados a su audiencia y que enellos expresaran su voz según su con-veniencia. Sería bueno que los datosde los informes estuvieran bien orga-nizados, que los títulos y la portada delos artículos de investigación permitie-ran formarnos una idea precisa de loque vamos a leer. Es verdad que gana-ríamos mucho tiempo si cada docu-mento tuviera un índice que permitie-ra ir directamente a lo que nos intere-sa o un resumen que anticipara elcontenido. Y cuánto más sencillo seríaleer páginas bien diseñadas, con tipo-grafía legible y tablas que permitierancomprender mejor los datos numéri-cos. ¡Y qué decir de la necesidad deinstrucciones confiables y correspon-dencia sensata!

¿No es demasiada responsabilidadtodo esto para profesionales –disin-tiendo con Cassany nuevamente– alos que no se les paga por saber escri-bir bien? ¿No sería mejor que lasempresas tomaran conciencia de lanecesidad de contratar personal idó-neo para ocuparse de la comunicaciónescrita? ¿Puede un libro suplir deficien-cias de la educación secundaria?

Y vuelvo entonces al principio. Creoque el mérito de Cassany en Afilar ellapicero es haber recopilado y sistema-tizado gran cantidad de consejos prác-ticos para mejorar la eficacia de losescritos relacionados con las empresasy los ámbitos profesionales. ¡Y que losponga en práctica quien pueda!

Si mi contador leyera este libro, selo agradecería. Mientras tanto mecontento con que presente las decla-raciones juradas en término y mepida ayuda cuando presenta unaponencia a un congreso.

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Los artículos incluidos en esta obrason los ganadores del Concurso Lati-noamericano de Investigación y Ensayo“Fernando Báez”, éste, a su vez, autordel libro Historia universal de la des-trucción de los libros (Sudamericana,2005), y de la propia Presentación deBibliocastía, donde cuenta que supadre decía que “las bibliotecas sonemboscadas contra la impunidad,contra el dogmatismo, contra lamanipulación, contra la desinforma-ción, y ha de ser por eso que hanincomodado y siguen estorbandotanto a los poderosos, que las destru-yen o las arruinan o, lo que es aúnpeor, las vuelven inaccesibles”.

Como señalan Hernán Invernizzi yJudith Gociol en el Prólogo, la mismaeditorial que ahora publica esta libro,Eudeba, fue víctima de la destrucción

de una parte de su depósito cuando,el 27 de febrero de 1977 los militaresgolpistas le robaron 90.000 volúme-nes sobre cuyo destino nunca más sesupo. Ese mismo mes, la policía de laprovincia de Santa Fe quemó unos80.000 libros de la Biblioteca Cons-tancio Vigil, modelo de organizacióncultural de carácter popular que elrégimen militar logró aniquilar. Y niqué decir de la quema de más de 24toneladas de libros del Centro Editorde América Latina, realizada en juniode 1980 y “legalmente”, por orden deun “cultísimo” juez federal, el Dr. Héc-tor de la Serna.

Curiosamente se suele pensarque la dictadura militar encabezadapor Videla no tuvo una política cultu-ral, pero este es un grave error con-ceptual. Sí la tuvo, y bien definida, se

TOMÁS SOLARI Y JORGE GÓMEZ (COMPS.)BIBLIOCASTÍAEudeba, 2008, 384 páginasr

LILIANA COMETTA

MATAR AL MENSAJERO PARA DESTRUIR EL MENSAJE

omo ya se aclara en la

contratapa de este libro, la

palabra bibliocastía no está

incorporada en los diccionarios…

todavía. No fue reconocida por la

RAE. Debería figurar, sin embargo,

porque indica cualquier tipo de

destrucción deliberada de libros,

y esa actividad, lamentablemente,

los hombres la vienen desarrollan-

do desde la Antigüedad.

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preocupó y se ocupó exhaustiva-mente en destruir o “clandestinizar”,controlar y censurar toda la produc-ción intelectual y artística que procu-raba nacer y crecer en esa época.

Pero esta laboriosa tarea en contrade la Humanidad no solo se puederealizar quemando o “desaparecien-do” libros. También se puede lograrpor otros medios, como entorpecien-do de todas las maneras posibles larecuperación de la información. Así loseñala una de las autoras, la Lic. enBibliotecología Florencia Bossié:“…cuando clasificamos e indizamos,analizando el discurso de un texto yotorgándole un código o un términoidentificatorio que le dará un destinoen el estante y en el catálogo, esta-mos realizando una actividad intelec-tual siempre subjetiva; es esa activi-dad la que hará que un lectorencuentre o no el libro buscado”. Estosignifica que si se cierran bibliotecas,se las deja abiertas pero sin personal,o con personal administrativo, setrasladan los libros a depósitos recón-ditos, se está contribuyendo eficaz-mente a retroceder en la cultura y enla memoria de un pueblo.

Esta compilación, bastante ecléc-tica, reúne trabajos disímiles, perounidos por el factor común de lapersecución, el objetivo claro de ladestrucción de los valores culturales,el conocimiento y la amplitud depensamiento.

Así, Florencia Bossié se refiere a“Recuerdos que resisten: censuras,autocensuras y exilios en la ciudad deLa Plata durante la última dictaduramilitar”; Federico Zeballos a “Bibliote-cas y Dictadura Militar. Córdoba,1976-1983”; Daniel Canosa a “Radiosindígenas: aprovechamiento de expe-riencias para desarrollar coleccionesde audio en Bibliotecas Indígenas”;Luis Oporto Ordóñez a “La destruc-ción de la Memoria Oficial en Bolivia”;Natalia García a “Los contrabandistasde La Vigil”; Beatriz Kessler a “Publica-ciones, libros y bibliotecas en lacolectividad judeo-progresista argen-tina”; Silvana Bonacci a “Un golpecitoa la palabra” y Julián Barsky a “Gardely Buenos Aires: el Mito de Cronos.Presencias (y ausencias) de la figuramás emblemática de la cultura nacio-nal en las bibliotecas, centros dedocumentación, archivos y museos”.

Pero también hay una colabora-ción escrita en portugués, ya queproviene de un investigador brasile-ro, Cristian José Oliveira Santos, y setitula “Os Primeiros Arquivos Ecle-siásticos Brasileiros no contexto dalegislação e práticas arquivísticas daIgreja Católica”.

Revisando simplemente los títulosde los artículos se aprecian los infini-tos caminos que puede adoptar lapráctica de la bibliocastía. Comoseñala Silvana Bonacci, “A lo largo dela historia de la humanidad hubo dis-

tintas maneras de golpear a los libros:censura, represión prohibición, ocul-tamiento y quemas. La misión: anularideas, palabras y pensamientos;herramientas tan temidas por ciertogrupo usurpador de poder, a quien lees conveniente encerrar palabrascomo ‘libertad’ y ‘solidaridad’”.

Por último, en una segunda partedel libro, que más bien es un peque-ño Anexo, hacen sus aportes, contextos cortos, Osvaldo Bayer, PerlaZayas de Lima, Jorge Gómez y MaríaVictoria Ramos.

El broche final lo constituye unabreve obra teatral, Bibliocastas, de losúltimos autores mencionados,Gómez y Ramos, que permite al lec-tor sumergirse, en pocas páginas, enla visión del discurso único y la ver-dad revelada de las fuerzas fascistasen su anhelo (inconcluso, por suerte)de destruir los libros, o sea uno delos soportes, ni siquiera el único, delas ideas.

Habría sido de desear que tanimportante aporte elaborado porSolari y Gómez hubiera gozado de unmejor cuidado por parte de los res-ponsables editoriales, ya que en elcorrer de las páginas, no se puedeevitar la tentación de tomar el lápiz yempezar a corregir erratas, problemasde redacción, concordancias, vocabu-lario repetido y otros detalles quehacen al producto final: un libro bienhecho. Todo eso no quita que Biblio-castía sea un libro de imprescindiblelectura para todos aquellos quedefienden no sólo la libertad deexpresión, sino también la libertad enel más amplio sentido.

Esperemos que los corsi e ricorside la historia no nos conduzcan aque Bibliocastía corra el mismo desti-no que denuncia.

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como denostado El pecado original deAmérica. En los últimos quince años,sin embargo, distintas empresas críti-cas se han dedicado a rescatar a eseenfant terrible que fue siempre Murenay a renovar el modo de leer su obra.

En este contexto –y acaso comocorolario de este último movimiento–aparece La vacilación afortunada.Murena: un intelectual subversivo, unensayo de Leonora Djament que sepropone “decir algo nuevo sobreMurena”. Pero la autora, conciente deque un ensayo crítico –“la vacilaciónafortunada de la cultura” según lo lla-maba Murena– no es una mera des-cripción de un objeto preestablecidosino una trama de estrategias, opera-ciones y protocolos de lectura y escri-tura, buscará elaborar su novedad críti-ca desde una doble vertiente. Por unlado, Djament despliega un minuciosomanejo de la obra de Murena que lepermite tanto poder recorrer la reela-boración de la negatividad adorniana

que postula el autor, como reconocer-lo precursor de problemas teóricosque recién se instalarían en las acade-mias con el postestructuralismo, comotambién poder escuchar el eco de lasolapada respuesta que, como mínimaconfidencia, Borges diera en “El escritorargentino y la tradición” a “Condena-ción de una poesía” de Murena. Y porotro lado, Djament orientará su ensa-yo a un análisis de las condiciones deaudibilidad de la obra de Murena, yaen su contexto de producción, ya enel presente. Así, dos momentos orga-nizan el libro: un antes en el queMurena fue inaudible y un ahora queintenta escuchar sus textos.

Djament indaga las zonas que lasdistintas escuelas críticas no pudieronleer. Para esto invierte las restriccionesque las han afectado: si pocos han leí-do más allá de El pecado…, si casitodos lo han leído ligado a MartínezEstrada, y si en un intento de renova-ción crítica se lo ha leído como la

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LEONORA DJAMENTLA VACILACIÓN AFORTUNADA. MURENA: UN INTELECTUAL SUBVERSIVOEditorial Colihue-Colección Puñaladas, 2007r

SEBASTIÁN HERNAIZ

EL MURENA PENDIENTE

urante muchos años la crítica

ha silenciado a Héctor A.

Murena bajo la etiqueta de

espiritista y determinista telúrico.

Ligándolo a cierta versión de lo que

significa Ezequiel Martínez Estrada

–su maestro de la primera hora–, y

dejando de leer con la intensidad

que textos como Homo Atomicus o

Ensayos sobre subversión –se piensa

hoy– hubieran ameritado, se ha

ceñido su pensamiento a lo expuesto

en su primer libro, el tan renombrado

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repetición de Benjamin en América, laautora reconocerá ese Murena yacaracterizado como “americanista,espiritualista, benjaminiano, inclusoheiddegeriano”, pero lo hará para afir-mar que “es todo eso, sí, y mucho más”.

Rastreando ese plus, Djamentconstruye un Murena que, en su cons-tante contradicción y asistematicidad–rasgos que aquí se legitiman pensan-do la vacilación como forma–, se alejao participa en constante fuga de lasescuelas críticas de moda y de las ins-tituciones establecidas. Murena –escri-be Djament– “se va desplazando inte-lectualmente incorporando y cuestio-nando no sólo los pensamientos demoda sino los límites y alcances detodo pensamiento y lenguaje”. De estemodo, con una negatividad aprendidadel Theodor Adorno que ha traducido(Murena es su primer traductor en laArgentina), el autor de Ensayos sobresubversión funciona como un puntode fuga del campo intelectual, seña-lando los límites y falacias de losesquemas que se suponen proveedo-res de un acceso a la totalidad.

Así, mientras la sociología cientifi-cista de Germani y sus colaboradoresse hacía cargo de los espacios depoder académicos, mientras los defen-sores de la cultura liberal se atrinche-raban desde las páginas de La Nacióno de Sur y mientras la intelectualidadde izquierda se radicalizaba conjun-gando existencialismo y marxismo enclave de engagement, Djament lee enMurena un movimiento que “trabajaen contra de los esquemas ideológi-cos imperantes”. Murena denuncia a“la llamada sociología, ese supuestosistema de conocimiento que se titulacientífico porque se fundamenta encifras estadísticas”1, denuncia la falsasubversión positiva que defiende a unacultura que “encubre y es cómplice dela violencia general”, pero tambiéndenuncia la falsa subversión negativaque, en miras de quebrar las estruc-turas de dominación, propone la des-composición de la cultura, con loque, argumenta Murena, se perderíanlas mediaciones y en vez de eliminar-se “la violencia abierta y oculta delsistema”, sólo quedaría la violenciadirecta y sin paliativos2.

Djament lee en estos posiciona-mientos una práctica que en Murenase traduce en “ponerse anacrónico”3, elmodo que el autor encontraba paraejercer el trabajo crítico propio de unhombre de letras: “Sólo se es contem-poráneo al sumergirse en la contem-poraneidad con la distancia del ana-cronismo”. Así, a destiempo frente a los

discursos e instituciones que hegemo-nizan el pensamiento, Murena –diceDjament– se adelanta a problemáticasque luego se impondrán de la manode teóricos como Foucault, Derrida olos Bajtín y Benjamin que la academialee y relee en los ochenta, y tambiénse atrasa, retomando teorías del arterománticas, el misticismo oriental, eljasidismo, la Kabalah y el I Ching.

Murena –resume Djament– “tantocomo Adorno, subvierte permanente-mente los ‘sistemas’ y frustra la inten-ción de totalidad (…). A la búsquedacomún en la época de ‘sistemas’ y‘totalidad’, Murena opone ‘un métodoasistemático’”.

Dos tiempos señalábamos comoorganizadores del libro de Djament: elantes que no pudo prestar escucha alos libros de Murena de los sesenta ysetenta, y el ahora que intenta releer-los. En este sentido, las operacionesde lectura que realiza la autora permi-ten recorrer los estados de la crítica(“revolver los escombros de la crítica”,dice ella, estableciendo una filiacióncon el modus crítico de Jorge Panesi,de quien toma la metáfora4) del pasa-do reciente tanto como del campointelectual contemporáneo.

Para esto es necesario inscribir Lavacilación afortunada operando –almenos– sobre dos zonas de tensiónque articulan discusiones del presen-te. El título mismo del libro es unaestrategia polémica que puede serdesglosada desde este criterio.

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1. Murena, Héctor A., “Observaciones para la

segunda edición”, en El pecado original de Amércia,

Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1965.

2. Murena, Héctor A., “Prólogo”, en Ensayos sobre

subversión, Buenos Aires, Editorial Sur, 1962.

3. “ponerse anacrónico” es lo que propone Mure-

na. Djament, focalizando en el gesto activo del

ponerse, retoma y respeta su terminología y la

emparenta con la propuesta adorniana de El ensa-

yo como forma (“La actualidad del ensayo es la

actualidad de lo anacrónico”), aunque propondrá

como más pertinente la categoría de “acrónico”,

como también había postulado Raimundo Lida:

“Murena podía interrumpirse y preguntarme de

pronto: ‘¿Le resulto yo anacrónico?’. ‘No, sino acró-

nico’, le contestaba yo.” [cfr. Lida, Raimundo, “Dos o

tres Murenas: cartas, recuerdos, relecturas”, en

Revista La anunciación, Año I, Número 1], 1988.

4. Cfr. Panesi, Jorge, Críticas, Buenos Aires, Edito-

rial Norma, 2000.

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Por un lado, la crisis de las izquier-das que desde comienzos de losochenta obliga a rediscutir los con-ceptos de intelectual y subversivo. Si laautora, para entender por qué “elpensamiento de Murena fue blancode pulla o motivo de indiferencia”5,retoma el tono autocrítico de Améri-co Cristofalo, que reconocía en 1999que “Los jóvenes de los 70 no alcan-zamos a leer a Murena”6, a su vezcontextualiza la posibilidad de esavuelta reflexiva: “En las últimas déca-das, cuando ‘el pensamiento deizquierda’ (así, dicho de un modogeneral) se ha vuelto menos rígido yortodoxo, podemos permitirnos unpensamiento materialista que simul-táneamente ‘trabaje en contra de laciencia y con el misterio’”. No escasual que Djament repita en su libroque lo interesante de muchos gestosde Murena es el contexto en el quese inscriben: “Murena piensa el arteen términos románticos en plenosaños 70”. La relectura de las últimasobras de Murena opera de dosmodos en el presente: saldando laslecturas pendientes, como decíamos,pero también distanciándose del dis-curso que narra los setenta como unaplenitud de significado. La relecturadel “Murena pendiente” es, en el librode Djament, una forma de desarticu-lar esos relatos que presentan unosplenos setenta: “Murena permite releerel campo cultural argentino en tanto‘punto de fuga’, en tanto lugar que noposibilita el mapeo y encasillamientofácil de bandos y pensamientosvigentes”. En particular, Djament arre-mete, siguiendo los embates críticosy los postulados teóricos de Murena,contra diversas formulaciones delhecho literario y artístico defendidaspor los grupos que hegemonizaron elrelato de los años cincuenta a lossetenta: la función social del arte –yala autonomía que es en realidad aisla-miento, ya el arte comprometido, que

es en realidad limitación–, la críticacultural cerrada a un contextualismounidireccional, o la estética de lamimesis que postula al arte comocopia de “la realidad” inmediata. Dja-ment discute punto por punto algu-nos parámetros que caracterizaron aesas formaciones culturales sobre lasque recorta a Murena como línea defuga, y no se priva del uso de ironíascomo forma de la crítica: “No era Schlegel, seguramente, el autor quellevaban bajo el brazo los críticos yensayistas a comienzos de los años70 en la Argentina”. El reconocimien-to del carácter de intelectual subversi-vo para Murena es una apuesta fuerteque irradia desde el título, contra elsentido pleno de los setenta, yabriendo la posibilidad para pensarnuevas formas de la subversión.

Por otro lado, la relectura deMurena encuentra en el campo de lasociología otro foco polémico. Amediados de los noventa Jorge Pane-si7 señalaba un volverse literatura decierta sociología. Este movimiento,que Panesi ponía en paradójica rela-ción con un volverse sociología de cier-ta crítica literaria, debe ser entendidocomo una lucha de posiciones teóri-co-críticas que organizan ese campo.Horacio González, el prologuista dellibro de Djament y director de lacolección donde se publica, en 2000compiló una Historia crítica de lasociología argentina, que, entre otros,presenta un artículo de Djamentsobre Murena, y dos artículos sobre ellugar de Martínez Estrada en la socio-logía contemporánea, ilustrativos delestado de la discusión. Allí, KarinaCasella comenzaba preguntándose:“¿Por qué incluir la obra de EzequielMartínez Estrada en esta historia de lasociología?, ¿por qué, cuando lasociología se funda casi en su contraen la atmósfera de una polémica porla legitimidad de las escrituras quehabrían de constituir el ámbito de la

nueva disciplina científica?; pregun-tas que son la pulseada entre el ensayoy la escritura de la verificación con susdocumentos y cifras cuadriculadas”8.La reubicación de Murena comoensayista y poeta que implementaDjament, si opera sobre las discusio-nes de la crítica literaria, no puede serdeslindada de estas discusiones delcampo de la sociología. Y aunqueDjament distancie a Murena de Mar-tínez Estrada, en la valorización delensayo como forma que hace en sutrabajo participa de esa pulseada enque se juegan las maneras y el lugarde la sociología en la sociedad, y elviejo Ezequiel vuelve, abandonandotambién él sus marcas telúricas ydeterministas, y poniendo en primerplano la necesidad de releerlo desdesu pulso de escritor, desde sus formasde pensar escribiendo.

El trabajo de relectura de Djament,su toma de posición desde el título yel epígrafe del libro a favor del ensayo,su intervención en polémica con eldiscurso de izquierda sobre los modosdel intelectual subversivo, obligan a leersu libro en esta encrucijada. Y así, comoMurena permite repensar el campo inte-lectual en el que participaba, el libro deDjament permite pensar el nuestro.

Reseñas bibliográficas 71

5. Ferrer, Cristian, “La purga de la mente”, en Korn, G.

(dir.), El peronismo clásico (1945-1955). Descamisados,

gorilas y contreras, tomo IV, Literatura argentina del

Siglo XX, Viñas, D. (dir.), Bs. As., Paradiso, 2007.

6. Cristofalo, Américo, “Murena, un crítico en sole-

dad”, en Cella, Susana (dir.), La irrupción de la

crítica, vol. 10 de Historia crítica de la literatura

argentina, Jitrik, N. (dir.), Bs. As., Emecé, 1999.

7. Panesi, Jorge, “Política y ficción o acerca del vol-

verse literatura de cierta sociología argentina”, 1995.

8. Casella, Karina, “Examen sin conciencia: sociología

y forma en Martínez Estrada”, en Historia crítica de la

sociología argentina, González, H. (comp.), Bs. As.,

Colihue, 2000.

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