Reseña Bibliográfica Susan Sontag

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Maestría en Comunicación y Derechos Humanos Comunicación, Cultura y Derechos Humanos Ma Emilia Martinuzzi Reseña Bibliográfica - "Ante el dolor de los demás", Susan Sontag - Artículo: Reflexiones sobre el olvido en "Usos del Olvido", Yosef. H. Yerushalmi Abordaremos en esta oportunidad la producción de un material que sobre la base de un ejercicio de reseña bibliográfica articule las principales reflexiones sostenidas por Susan Sontag, en un breve artículo desprendido de su libro "Ante el dolor de los demás", editado sobre el año 2003, así como "Reflexiones sobre el olvido", texto escrito por Yosef. H. Yerushalmi y publicado en "Usos del olvido". Antes de comenzar a hilvanar lo que consideraría las ideas fundamentales que emergen en el cruce de ambos textos, me es imposible no situar esta producción explicitando la profunda interpelación que me ha provocado su lectura, no sólo a un nivel meramente interno/subjetivo sino también coyuntural. Y con esto me refiero, fundamentalmente, a las imágenes que dan vuelta al mundo respecto de lo que actualmente sucede en el conflicto entre israelitas y palestinos en la frontera de Gaza. Hombres y mujeres palestinas movilizándose desesperadamente con niños heridos y muertos en sus brazos, tras los ataques israelitas que buscan consolidar años tras años un Estado que excluya del derecho soberano a quienes son considerados por el poder económico, político y religioso de Israel a los palestinos como "terroristas", que, en alianza estratégica con Estados Unidos, parecen convertirse en los principales responsables de la no paz en el mundo. Es así como, en su libro "Ante el dolor de los demás", la ensayista y novelista estadounidense, Susan Sontag, se posiciona

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Reseña Bibliogràfica

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Maestría en Comunicación y Derechos HumanosComunicación, Cultura y Derechos Humanos

Ma Emilia Martinuzzi

Reseña Bibliográfica

- "Ante el dolor de los demás", Susan Sontag- Artículo: Reflexiones sobre el olvido en "Usos del Olvido", Yosef. H. Yerushalmi

Abordaremos en esta oportunidad la producción de un material que sobre la base de un ejercicio de reseña bibliográfica articule las principales reflexiones sostenidas por Susan Sontag, en un breve artículo desprendido de su libro "Ante el dolor de los demás", editado sobre el año 2003, así como "Reflexiones sobre el olvido", texto escrito por Yosef. H. Yerushalmi y publicado en "Usos del olvido".

Antes de comenzar a hilvanar lo que consideraría las ideas fundamentales que emergen en el cruce de ambos textos, me es imposible no situar esta producción explicitando la profunda interpelación que me ha provocado su lectura, no sólo a un nivel meramente interno/subjetivo sino también coyuntural. Y con esto me refiero, fundamentalmente, a las imágenes que dan vuelta al mundo respecto de lo que actualmente sucede en el conflicto entre israelitas y palestinos en la frontera de Gaza. Hombres y mujeres palestinas movilizándose desesperadamente con niños heridos y muertos en sus brazos, tras los ataques israelitas que buscan consolidar años tras años un Estado que excluya del derecho soberano a quienes son considerados por el poder económico, político y religioso de Israel a los palestinos como "terroristas", que, en alianza estratégica con Estados Unidos, parecen convertirse en los principales responsables de la no paz en el mundo.

Es así como, en su libro "Ante el dolor de los demás", la ensayista y novelista estadounidense, Susan Sontag, se posiciona críticamente frente a los modos en los que Occidente ha representado las guerras durante el siglo XX. Para ello, decide dar inicio al mencionado libro citando las reflexiones de Virginia Woolf contenidas en su publicación "Tres guineas" (1932) en torno a la insurrección fascista en España. Pues frente a la pregunta que un abogado de Londres le realizara: “¿Cómo hemos de evitar la guerra en su opinión?” Ella comienza realizando una diferenciación respecto de lo que los hombres y mujeres ilustrados simbolizan en torno al hecho bélico, para decir que así como entre ellos y nosotras no hay diferencias, pues nos horrorizamos y repudiamos la guerra del mismo modo, el quid de la cuestión será para Woolf [según Sontag] justamente la pregunta que supone un "nosotros" ["¿Cómo hemos de impedir la guerra?] Un nosotros Occidental, blanco, masculino, adulto y del Norte. Un nosotros que efectivamente constituye "la mirada" privilegiada, pues para Woolf, el tema será la constitución de la mirada, aquella que observa el dolor de los demás.

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Sontag repara entonces en aquel "nosotros" contra el que Woolf se rebela, pues se niega a conceder que su interlocutor lo dé por supuesto, reflexionar respecto de las raíces de la guerra implica necesariamente cuestionar esta construcción no menos política y cultural de la existencia de un "nosotros" y "ellos", que en términos comunicacionales se encuentran en posiciones de enunciación desigual, ¿Cómo nos representamos la guerra? ¿Quiénes son los representados? ¿Y quienes los que representan? Pues lo que propone Sontag en el capítulo 4 del libro antes mencionado, es analizar las posiciones que históricamente se han configurado respecto del uso y registro fotográfico de víctimas anónimas de las guerras sucedidas durante el siglo XX, partiendo de la idea de que "exhibir a los muertos es lo que al final hace el enemigo". De allí la necesidad británica y estadounidense, de regular la fotografía bélica. Pues lo que la imagen de la fotografía expone, es el juego de quien mira y es mirado, como expresión de las fuerzas en pugna y nunca en igualdad.

Es así como sostiene también que durante la época de Vietnam la fotografía bélica se convirtió, por norma, en una crítica a la guerra. Desde entonces, la censura -sostiene Sontag- ha contado con un gran número de defensores, estrategias de regulación, que amparados detrás del argumento siempre vacilante respecto de "lo que debe saber el público" o de "los derechos de los parientes" al comienzo de la campaña británica a Malvinas en 1982, el gobierno de Thatcher concedió permiso a solo dos fotoperiodistas. Para el caso estadounidense, a quien parece haberle resultado más difícil reproducir controles sobre el registro de sus "aventuras extranjeras", durante la guerra del Golfo en 1991 promovieron las imágenes de la tecnoguerra: en lugar fotografiar a sus muertos, produjeron imágenes que ilustraban la absoluta superioridad militar estadounidense sobre su enemigo.

Sea como sea, dirá Sontag, por lo general, "los cuerpos gravemente heridos mostrados en las fotografías son de Asia y África. Esta costumbre periodística hereda la antigua práctica secular de exhibir seres humanos exóticos, es decir, colonizados. Pues al otro, incluso cuando no es un enemigo, se le tiene por alguien que ha de ser visto, no alguien (como nosotros) que también ve".

De este modo, ingresamos a lo que nos propone reflexionar Y. H. Yerushalmi respecto del olvido, de nuestro sentido histórico y no histórico, en tanto construcciones socioculturales necesarias para la constitución de un individuo, nación o civilización.

¿Qué uso hacemos del registro de nuestro pasado para la constitución de una memoria colectiva? Pregunta que convoca no sólo a la reflexión respecto del sentido histórico de nuestra existencia, sino también a la necesidad de diseñar específicamente políticas que tracen una frontera posible entre lo que es necesario recordar y lo que estamos autorizados a olvidar.

Ahora bien, según el autor, no podríamos hablar con pertinencia acerca del “olvido” sin interrogarnos al mismo tiempo sobre el sentido que damos a “recordar”. Y aquí, Yerushalmi, indica “decimos que un pueblo “recuerda” cuando su pasado fue activamente transmitido a las generaciones contemporáneas a través de lo que se conoce como canales y receptáculos de la memoria”.

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Y en esta línea resulta significativo rescatar las diferencias conceptuales propuestas respecto de las nociones de memoria y anamnesis. Pues, la primera es aquella que permanece esencialmente ininterrumpida, continua, mientras que la anamnesis se vincula con un ejercicio de reminiscencia respecto de lo que se olvidó. Tanto la noción de memoria como la de anamnesis retoman de la idea del “recuerdo” como aquel registro del pasado que se transmite activamente de generaciones en generaciones transformando los sucesos en aprendizajes y enseñanzas de la historia vivida por un individuo, pueblo o nación.

En este sentido, y en un intento por articular el material escrito por Susan Sontag, es que sostenemos la idea de que será entonces el modo en que logremos registrar nuestras experiencias vividas, lo que nos permitirá dilucidar el modo en que también las hemos significado, aspecto que no necesariamente quiere decir que aquello sea “cierto”, “correcto” o “justo”. Lo que entonces se posiciona como núcleo problemático es qué cultura es la que queremos darnos. Y en este sentido, cabe la pregunta que el mismo autor nos acerca ¿En qué medida para la construcción de una cultura propia nos hace falta recordar u olvidar? Nos dice que la respuesta no la podremos encontrar en el marco de la disciplina histórica, pues su objetivo no apunta a la constitución de la memoria colectiva como configuración dinámica de saberes históricos y socialmente construidos. La historia, como disciplina, es selectiva, pero sus principios de selección en relación a cuáles son los hechos a recordar y cuáles no, están regidos por criterios internos a la propia disciplina. Por ello, si lo que se persigue es la producción de saberes y conocimientos sobre el pasado que promuevan la constitución de una memoria colectiva y con esto los criterios que delimitan lo que es necesario recordar y lo que es posible olvidar ¿quién decidirá a priori sobre el valor potencial de un hecho?

En esta clave, Andreas Huyssen propuso pensar en su ensayo “En busca del tiempo futuro” a partir de un interrogante similar, vinculado a cómo asegurar, estructurar y representar las memorias locales, regionales o nacionales, dice que no hay otro modo de estudiar el pasado que no sea políticamente, atendiendo al debate público, a la democracia y su futuro, a las formas cambiantes de la nacionalidad, la ciudadanía y la identidad, puesto que las memorias no dependen únicamente del poder de las tecnologías para preservar el pasado y evitar el olvido, tratándose esta también de una falsa promesa, ya que la memoria es siempre dinámica, en pocas palabras: humana y social. No se podría confiar, dice el autor, en los sistemas digitales de recuperación de datos para garantizar la coherencia y la continuidad. Si justamente el sentido del tiempo vivido está siendo renegociado en nuestras culturas contemporáneas, no se debería olvidar que el tiempo no es únicamente el pasado, su preservación y transmisión, sino que se vuelve necesario alcanzar para ello un recuerdo productivo, que no es más que estudiar políticamente el pasado y trabajar de manera colectiva sobre la generación de conocimientos históricos que articule la producción discursiva al recuerdo de nuestra experiencia vivida.