Reportaje prostitución

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Nº 907/ 08.12.2000 12 / Lancelot La belleza y sexualidad de las chicas del Este de Europa, nuevo reclamo del negocio de la prostitución en Lanzarote.

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Nº 907/ 08.12.200012 / Lancelot

La belleza y sexualidad delas chicas del Este deEuropa, nuevo reclamo delnegocio de la prostituciónen Lanzarote.

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MAR ARIAS COUCEFOTOS: M. HERNÁNDEZ

Más de veintitrés años bajoel implacable yugo del caba-llo son suficiente condenapara alguien que todo lo quetenía en la vida lo ha perdi-do, o casi. Con poco más dedieciocho años, tres hijos alos que mantener, un matri-monio equivocado y un pa-sado empañado por una his-toria de malos tratos, Pinollegó a Lanzarote huyendode un marido que había de-jado en Las Palmas, de susborracheras y sus continuaspalizas. Sin embargo, nadieha dicho que la vida seafácil y tres hijos son dema-siado para quién no tienenada, ni a nadie en el mun-do, salvo a sí misma. Lo quecomenzó como una vida “fá-cil”, dos o tres clientes pornoche y dinero rápido con elque los niños pudieran seguiradelante, siempre llevándolotodo en la más estricta intimi-dad para evitar que ellos seenteraran de su verdadero tra-bajo, acabó convirtiéndose enuna autentica condena en elmomento en que las drogasentraron en el juego.

Dos décadas más tarde,con un bote vacío de yogurlíquido, y el aspecto triste dequién aparenta muchos másaños de los que en realidad

ha vivido, Pino es hoy unamujer vencida ante la inevi-table certeza de que ya nadapuede enderezar su vida.“Vino mi hija, ¿sabe? Vinoporque quería verme”, seña-la, explicando que sus hijosdesde que han tenido edadsuficiente para “comprender”viven en Las Palmas con sumadre. “Pero la gente es muymala, y cuando pregunto pormí, en lugar de darle ladirección de mi casa, le die-ron la del “trabajo”. Ya ve,mi hija se fue a enterar decómo me gano la vida cuan-do me vio bajarme del cochede un cliente... creí que memoría de pena”, y lo dice conuna sobriedad que ralla casi enel misticismo de quién estáacostumbrada a que las cosasnunca salgan bien. “Me quisollevar con ella, ¿sabe?, pero 23años es mucho tiempo comopara meterme en casa a desen-gancharme del caballo. Yo yasé lo que tengo y lo que notengo ni podré tener. Esto, ynada más, es lo que me queda”.

Sin Richard GereA pesar de la cruda reali-

dad que transmiten sus la-bios su cara refleja una sere-nidad absoluta, la misma se-guridad que poseen aquellosque no tienen nada que per-der. Hace mucho que Pinotuvo claro que no abundan

La llegada de las "rusas" a Arrecife se ha convertido en reclamode habituales y curiosos, levantando resquemores entre el resto

de las mujeres que trabajan en la calle

los Richard Gere que te sa-can de la calle para “hacerteuna mujer honrada”, por elcontrario lo habitual es en-contrarse con rostros conoci-dos que vienen a lo de siem-pre. “Aquí nos conocemostodos, siempre vienen losmismos, pero eso sí, cuandoacaban no se cortan, y todoste miran por encima del hom-bro y si pueden te insultan.Si muchas mujeres supierancomo son en realidad susmaridos se asustarían...”.

Según cuenta esta vetera-na de las calles de Arrecife, ycontradiciendo las constan-tes quejas del vecindario quesufre sus reyertas nocturnas,las peleas entre las prostitu-tas no son tan frecuentescomo se dice. Admite, sinembargo, que la llegada decompetencia, chicas nuevasque “con la novedad” sellevan a todos los clientes, síha provocado conflictos enocasiones, aunque siemprepasajeros. Primero fue la lle-gada de las iberoamericanas,luego las de Sierra Leona y,ahora, son las rusas, seis jó-venes que podrían competiren belleza y glamour con lamismísima Julia Roberts, yque, durante los primerosdías, supusieron una seriaamenaza para las habitualespor problemas de “territo-

SE CALIENTASE CALIENTASE CALIENTASE CALIENTASE CALIENTALA CALLELA CALLELA CALLELA CALLELA CALLESE CALIENTASE CALIENTASE CALIENTASE CALIENTASE CALIENTALA CALLELA CALLELA CALLELA CALLELA CALLE

La calles de Arrecife están más movidasque nunca. A partir de las diez de lanoche comienza la jornada para mediocentenar de chicas que se buscan lavida en varias zonas de la capital. Laarribada a la isla de las llamadas “rusas”ha revoleteado el gallinero. Mientras el

personal está más contento porque haaumentado y mejorado la oferta, las jóvenesprostitutas muestran su resquemor contralas chicas de este de Europa que les quitael trabajo. La cruz de la historia la cuentaPino, una mujer con muchos años en laprofesión y maltratada por la vida.

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rio”. Ahora, sin embargo pa-rece que las cosas han vueltoa su sitio, y aunque las rusas,que en realidad no son rusassino procedentes de paísescomo Moldavia y Polonia,siguen siendo la sensación,se ha creado incluso ciertasolidaridad entre ellas. “Sonbuena gente, si ven que notienes clientes te preguntany te ofrecen ayuda”, señalaPino, que niega que sea ciertoeso que dicen los vecinos deque con frecuencia se montanpeleas y se arman escándaloscallejeros. “Nosotras no mo-lestamos a nadie, hacemosnuestro trabajo y ya está, yahora hasta nos han puestomuros delante de los bloquesde edificios para que no nosmetamos en el recinto en in-vierno cuando hace frío, yvaya que sí pasamos frío, se temete en el cuerpo la humedady ya no sale”.

Temor vecinalSin embargo, los vecinos

temen que se monten jaleos,

peleas o complicaciones noc-turnas, y sobre todo que sepinchen en sus jardines, yque dejen jeringuillas tira-das con las que los niñospuedan pincharse. “Por lasnoches, nosotros nos recoge-mos en casa y el barrio essuyo, no hay quien se atrevaa andar por ahí a partir deciertas horas, y si tienes ni-ños pequeños menos toda-vía”, señala una vecina delbarrio de La Vega.

Sin embargo, los respon-sables del “Programa de Re-ducción de Riesgos y Dañosen Personas que Ejercen laProstitución y Usuarios deDrogas Inyectadas” de Mé-dicos del Mundo, lo quefamiliarmente llaman P.R.D.,no están de acuerdo en esteaspecto, señalando que lacalle suele estar muy tran-quila, al menos, mientras es-tán ellos en la zona. Dos díasa la semana, durante unahora u hora y media, Sergio,Elizabeth y Laura, esta últi-ma como voluntaria y losdos primeros como encarga-

dos del programa social, tras-ladan su caravana hasta lazona de las Rapaduras o albarrio de La Vega, justo en-frente del supermercado Hi-permar, y desde allí facilitanpreservativos, lubricantes ycremas a las prostitutas queacuden a solicitarlos. Ade-más responden a sus pregun-tas, casi siempre sobre pro-blemas o dudas ginecológi-cas o médicas en general, seencargan de facilitarles lasdirecciones de médicos que

puedan solucionar sus pro-blemas. La caravana de Mé-dicos del Mundo, apostadajusto delante de la paradadel autobús de la zona deTriana, se ha convertido des-de 1997, año en que se pusoen marcha el programa, enparte intrínseca de la escenaque allí se ve cada jueves denoche de once a doce en elcaso de este barrio, y cadalunes de diez y media a doceen el caso de las Rapaduras.

Las chicascomienzan atrabajar en lacalle a partir delas 10 de lanoche.

Pino, una historia desgarradora pero habitual en elmundo de la noche.

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Por su aspecto nadie diría queson otra cosa que niñas que acu-den a su primera fiesta, con lasgalas más “festivas” de sus respec-tivos armarios. Niñas que, como lamayoría, no son conscientes de laescasez de sus faldas y escotes, yeluden las miradas maduras quepersiguen su paso. Sin embargo,estas tres jóvenes de 24, 23 y 22años, origen hispanoamericano -noqueda muy claro de que país- y deoficio peluqueras, vienen a lasRapaduras a ejercer la prostitu-ción. Algunas por primera vez;otras ya la han ejercido en algunaocasión anterior, apenas dos mesesantes la que más, pero no pareceque esto las eche para atrás. Enrealidad, por sus risas y sus pala-bras atropelladas se diría que sontres amigas que viajan juntas y estáncorriendo toda una aventura. Eliza-beth las mira entre sonriente por suparloteo y apesadumbrada por loque sabe que les espera, les hace unaficha a cada una y las despide,pensando probablemente en qué ledirán de aquí a unos meses.

El Primer Día

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“Al principio no fue nadafácil porque no nos cono-cían y no se fiaban de noso-tros, pero poco a poco noshemos ido ganando su totalconfianza, y pasan por aquíhablan con nosotros y noscuentan sus problemas. Dehecho, son ellas mismas lasque nos dan a conocer entrelas nuevas y las que se infor-man entre sí de que nosotrosfacilitamos preservativos”.

Aunque prácticamenteninguna tiene en regla sus pa-peles, todas tienen una fichacon sus datos principales en lacaravana de Médicos del Mun-do, de esta manera ellos tienenuna manera de controlarlas ysaber cómo se va incrementan-do el campo de la prostitución.De hecho, según los cálculos deSergio y Elizabeth el año pasa-do registraron el seguimiento de73 mujeres, mientras que esteaño el número se incrementóhasta 159, tratándose en amboscasos, según han podido com-probar los jóvenes, de mujeresdiferentes.

Falta de espacioSegún asegura Elizabeth

el principal problema en esta

“comunidad de prostitutas”es de espacio, ya que en unmismo lugar se ven obliga-das a trabajar tres grupos demujeres muy diferentes, lasyonkis, que trabajan exclusi-vamente para pagarse el ca-ballo, las “morenas”, comollaman cariñosamente al nú-cleo de las hispanoamerica-nas y las mal llamadas rusas,que coinciden con las ante-riores en que no se “metennada”, estando estas últimasmucho más controladas quelas otras. “Cuando vienenchicas nuevas sufren los pro-blemas propios de la compe-tencia, aunque finalmenteacaban conviviendo”.

Si las nuevas chicas rusashan provocado problemas derivalidad entre las prostitu-tas de Arrecife, no es menoscierto que se han convertidoen la comidilla de los veci-nos de la zona, que no dejande asombrarse del trato queles procesa el proxeneta queviene con ellas. “Al resto delas chicas nunca he vistoque las peguen, pero el “ruso”que trae a estas no se cortaun pelo”, dice una de lasvecinas de La Vega, asegu-rando que en más de una

ocasión han visto y oído cómoles pega palizas delante detodas las demás cuando algono le parece bien. “Comocomprenderán esto no es lomás recomendable para unbarrio tranquilo, sobre todo enel caso de las familias quetienen niños pequeños, ya quesi quieres evitar que veancosas como ésta no les puedesdejar salir de casa después decierta hora”.

En esto mismo coincidePancho Leal, el presidentede la Asociación de VecinosLa Vega, que asegura queestá aburrido de denunciar elcaso a las autoridades, y quenadie hace nada por acabarcon el problema. “Ya no es

sólo por nosotros, que esverdad que consideramosmuy triste el tener que traba-jar en estas condiciones, sinopor ellas, ya que no se puedepermitir que estén trabajan-do sin ninguna medida deseguridad, ni higiene. Estolo tienen que controlar dealguna manera”, señala, ase-gurando que los responsa-bles insulares no parecenhacerse eco de las denunciastramitadas, y dejan el pro-blema en la cola de esperade su lista de prioridades.“Aunque sólo fuera por elaspecto que ofrece la entradade una capital turística comoArrecife deberían hacer algopor solucionarlo”.

En los coches se negocia el servicio.

Los preservativos usados terminan en los solares de losalrededores.

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M.A.C / FOTOS: M.H

La caravana de Médicos delMundo acude puntualmente to-dos los lunes de diez y mediaa doce de la noche a la zonade las Rapaduras, después dehaber pasado por el gran hotela repartir jeringuillas entre lacomunidad yonki que allí resi-de, para distribuir entre lasprostitutas de la zona preserva-tivos y lubricantes. En estaparte de la ciudad, la prostitu-ción tiene un color diferente,especialmente si se tiene encuenta que además de laschicas que están situadas enprimera línea de carretera, lamayoría de los bares de lazona suelen ser frecuentadospor hombres que buscan com-pañía femenina, y que sabenque allí la van a encontrar conplena seguridad. Perpendiculara esta avenida, la calle Donan-tes de Sangre, con una chicacada medio metro y a cadalado de la vía esperando uncliente, es lo más parecido alBarrio Chino neoyorkino que sepuede encontrar en la Isla,además de la imagen másdegradante de la misma. Encualquier caso, las chicas de lasRapaduras son las que másescándalo montan al entrar ysalir de la caravana, de tres entres, de dos en dos, sea cualsea su origen y condición, lasjóvenes van pasando por elvehículo de Elizabeth y Sergio,contándoles, muchas de ellascomo les ha ido en la últimasemana. La alegría de la nocheviene de la mano, o más biende las palabras, de una jovenhispanoamericana que entra en

“Las rusas tienen su espa-cio por encima de la gasoli-nera y de allí no las sacanadie... ¡Cualquiera les dicenada, tú es que no has vistoel tamaño de los chulos quetienen, que no las dejan nia sol ni a sombra y lespegan cada paliza, que noveas!”, cuenta una de lasmujeres de la zona. “Ahoracon nosotras no se meten,nosotras las dejamos hacersu trabajo, y ellos nos de-jan hacer el nuestro sinimportunarnos”.

Nadie sabe gran cosa deellas, salvo lo que es evi-dente: que son siete, muyguapas, esbeltas y que sereparten entre las dos zonasde prostitución de Arrecife,ya que las jóvenes no cuen-tan nada sobre sí mismas.También se sabe que no sonexactamente rusas, aunquetodo el mundo prefiera lla-marlas así, “por abreviar”,

Los lunes, a las Rapaduras

la caravana gritando que estaes su última noche haciendo lacalle, ya que a partir del día 1de diciembre comienza a traba-jar honradamente, y al decirloexplica que ha encontrado em-pleo en un complejo de aparta-mentos turísticos. Sin embargo,la mayoría no pueden optar aotro trabajo por carecer depapeles que legalicen su situa-ción en España, y si a eso seune las cargas familiares quellevan consigo, se ven inmersasen una espiral de dudosa sali-da. De hecho, la mayoría handejado en sus lugares de ori-gen, en gran parte países his-panoamericanos, un marido yvarios hijos a los que mandandinero mensualmente, ya quela situación política no les per-mite levantar cabeza. “A noso-tras no nos gusta trabajar deprostitutas, no te vayas a creerque nadie hace esto por gus-to, pero yo tengo un marido ytres hijos y te aseguro que novoy a dejar que se mueran dehambre sin hacer nada”, se-ñaló una joven colombiana deojos enormes y sonrisa deanuncio de dentífrico. “Cuan-do tenga papeles y puedatrabajar en otra cosa lo haré,pero entre tanto yo tengo queseguir mandando dinero a micasa”. “Yo vine aquí paramejorar”, comenta otra chicacolombiana, explicando queen su país era estudiante dederecho y trabajaba de secre-taria para un político local.“Pero ya ves las vueltas que dala vida, yo salí de aquí pensan-do en mejorar y mira de quémanera he acabado, en lacalle”.

pero en realidad procedende países como Moldavíao Polonia. Dorabeth de 26años, Olga, de 22 y nacidaen Moldavia, y Anita, detan sólo 20 años y tambiénnacida en Moldavia, estasdos últimas residentes enYaiza, ejercen su trabajohabitualmente en la calleTriana. En la calle León yCastillo, se sitúan Gassor,joven polaca de 20 años yAndrea, de 26 y nacida enMoldavia, ambas residen-tes en Arrecife. En cual-quier caso es evidente quea quienes frecuentan estascompañías no les han pasa-do desapercibidas, ya queno pasan cinco minutosparadas sin que se las lle-ven para un nuevo servi-cio. Su precio: una incóg-nita, aunque a más de unale pica la curiosidad porsaber lo que cobran “lasrusas esas”.

con las “rusas”¿¿¿¿¿ ?????

Qué pasa

Médicos del Mundo vela por la higienede las chicas