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INDUSTRIA TEXTIL EN COLOMBIA Los primeros intentos fabriles en Colombia se presentaron en el siglo XVIII en donde el uso de los textiles era netamente familiar. Por ejemplo, en las tierras frías la lana servía como materia prima para la elaboración de ruanas y en las tierras calientes se usaba el algodón para elaborar la vestimenta familiar. Debido a la importancia de la producción de algodón en la región de Santander, los artesanos no se limitaban a la elaboración de telas para uso personal sino que ofrecían los excedentes de su producción al mercado local, pero especializada a la producción de telas ordinarias que estuvieran al alcance de la gente pobre para su vestuario; Pedro Fermín de Vargas reconoció la importancia de esta industria textil al afirmar que “la fábrica de lienzos que asegura el sustento al tejedor, a la hilandera y al labrador que siembra el algodón, le es su verdadera mina”. Durante buena parte del siglo XIX la producción textil colombiana se efectuó en forma artesanal, caracterizado por ser una manufacturera casera basada en técnicas heredadas de grupos prehispánicos y que permitía ingresos extras para el sostenimiento de la familia. Con la producción a bajo coste producto de la revolución industrial, la producción nacional se vio amenazada, pero las dificultades de transporte de textiles extranjeros protegieron los textiles nacionales. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, con el aumento de exportaciones provenientes de Inglaterra, Nueva York y Alemania, los mercados al interior del país se llenaron de artículos importados como muselinas, terciopelos, paños, telas de lana, sedas, pantalones suizos de algodón, sombreros, zapatos; de igual manera se abrió la oportunidad a la importación y para 1853 en Bogotá existían cerca de 22 importadores textiles. El quinquenio del presidente Rafael Reyes fomento aún más la industria nacional continuando las políticas proteccionistas que había iniciado el presidente Nuñez, teniendo como guía el capitalismo industrial europeo con la generalización del trabajo femenino e infantil, concentrando un efectivo importante de obreras en Medellín, donde se inició la fabricación de telas, por

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historia textil colombiana

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INDUSTRIA TEXTIL EN COLOMBIA

Los primeros intentos fabriles en Colombia se presentaron en el siglo XVIII en donde el uso de los textiles era netamente familiar. Por ejemplo, en las tierras frías la lana servía como materia prima para la elaboración de ruanas y en las tierras calientes se usaba el algodón para elaborar la vestimenta familiar. Debido a la importancia de la producción de algodón en la región de Santander, los artesanos no se limitaban a la elaboración de telas para uso personal sino que ofrecían los excedentes de su producción al mercado local, pero especializada a la producción de telas ordinarias que estuvieran al alcance de la gente pobre para su vestuario; Pedro Fermín de Vargas reconoció la importancia de esta industria textil al afirmar que “la fábrica de lienzos que asegura el sustento al tejedor, a la hilandera y al labrador que siembra el algodón, le es su verdadera mina”.

Durante buena parte del siglo XIX la producción textil colombiana se efectuó en forma artesanal, caracterizado por ser una manufacturera casera basada en técnicas heredadas de grupos prehispánicos y que permitía ingresos extras para el sostenimiento de la familia. Con la producción a bajo coste producto de la revolución industrial, la producción nacional se vio amenazada, pero las dificultades de transporte de textiles extranjeros protegieron los textiles nacionales. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, con el aumento de exportaciones provenientes de Inglaterra, Nueva York y Alemania, los mercados al interior del país se llenaron de artículos importados como muselinas, terciopelos, paños, telas de lana, sedas, pantalones suizos de algodón, sombreros, zapatos; de igual manera se abrió la oportunidad a la importación y para 1853 en Bogotá existían cerca de 22 importadores textiles.

El quinquenio del presidente Rafael Reyes fomento aún más la industria nacional continuando las políticas proteccionistas que había iniciado el presidente Nuñez, teniendo como guía el capitalismo industrial europeo con la generalización del trabajo femenino e infantil, concentrando un efectivo importante de obreras en Medellín, donde se inició la fabricación de telas, por parte de los antiguos agentes distribuidores que antes las traían de Inglaterra, quienes aprovecharon las situación de ruina de las minas, las dificultades para importar a causa de la guerra de los Mil Días y las condiciones geográficas.

En 1906, es fundada Fabrica de Hilados y Tejidos el Hato, con 102 telares, en Bello. En 1908, inicia Coltejer, que más tarde se convertiría en el más importante complejo textil de Latinoamérica. Fue común en las empresas textiles colocar en ellas todos los recursos humanos y físicos de una misma familia, generalmente con bastos intereses comerciales; aún si eran pocos recursos, cono textiles Ponce de Léon creada en Bogotá en 1907, y textiles Jericó, en 1909, que operaban con equipos sencillos para producir tejidos de algodón, lana e incluso fique.

Para 1916 en las diez principales fábricas de textiles del país operaban un total de 923 telares mecánicos y 44 telares manuales de madera como auxiliares. Entre 1909 y 1920 se fundaron cerca de 10 nuevas fábricas textiles en el país, la mayoría con equipos modernos, que gracias a Leyes

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como la 117 de 1913 que confirmaban las tarifas aduaneras favorables y estimulaban la creación de empresas textiles.

Textiles Obregón, en 1914 tenía operando 200 telares mecánicos con capacidad para producir 10.000 yardas diarias de tela; tres años más tarde contaba con 300 telares y 450 obreros. Otra empresa importante fue Tejidos Rosellón, que en 1914 inicio actividades con 100 telares mecánicos.

Según el censo industrial de 1945, pude relacionarse un total de 289 establecimientos fundados hasta 1910, cifra que ascendió a 442 durante el siguiente periodo hasta 1920, siendo principalmente establecimientos dedicas a la producción de textiles. A causa de la concentración de ciertas industrias en determinadas ciudades, textil en Medellín, la fuerza de trabajo comenzó a especializarse. Tan solo en Medellín de 620 obreros de las fábricas textiles, 500 eran mujeres, de las cuales aproximadamente 200 eran niñas menores de 15 años; quienes trabajan largas jornadas con salarios equivalentes a la mitad del salario de un hombre.

La gran depresión mundial trajo para Colombia una gran crisis en el año de 1932 , que obligo a reducir la producción industrial nacional, y en el caso de las empresas textileras freno su expansión, y el fin de la prosperidad de las primeras textileras (Bello, Samacá, Obregón, Fabricato y Coltejer) que obligaría a su cierre parcial.

Con la segunda Guerra Mundial y el cierre de oferta externa a causa de la misma, la industria textil colombiana encontró la oportunidad de recuperarse abasteciendo la demanda externa que le produciría ganancias extraordinarias gracias a la financiación por aporte de capital producto de la emisión y venta de acciones.

En 1980 bajo las políticas y planes económicos de Belisario Betancur (1982-1986) y Virgilio Barco (1986-1990) de ingresar al sector en la economía mundial, la industria textil tuvo un gran crecimiento pasando de la competitividad local a la competitividad global. En 1987 se da la creación al Instituto para la Exportación y la Moda –Inexmoda – como base para la internacionalización de la industria. Para 1989 nacen Colombiamoda y Colombiatex de las Américas. Convirtiéndose en las principales ferias de la región y siendo la plataforma para el desarrollo de negocios e intercambio comercial de compañías del sector. Desde la década de 1990 hasta la actualidad, la historia de la industria ha estado marcada por la búsqueda de la competitividad, diversificación de mercados y la creación de un sector de clase mundial.

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ANGIE VILLAMIL – DAVID CARMONA – ANDRES RUIZ – ALEJANDRO OSPINAHISTORIA Y CULTURA COLOMBIANA