Relato Gente Rara 08

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Cuento

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3/4A Eduardo LunarA Fernanda Montemayor

IDespus de ese da, ella estaba decidida a mantenerme en el extremo opuesto. Se haba convencido a s misma de que todo era un malentendido y que su intento de rescatarme no sera frustrado. Sin embargo, desde su punto de observacin, una expresin de horror comenzaba a invadirla en el intento de descifrar mis intenciones. Muda por completo, me escuchaba imitar el ruido de un motor en marcha; me vea dibujar con las manos el vuelo de un improvisado avin de papel construido a la de los juegos. Yo la saba perdida. Pareca estar a bordo de un pequeo viaje hacia un horizonte que slo yo conoca. Despus de ese da, todo a su alrededor comenzaba a morir poco a poco para dejarme en el centro de sus ojos con mi danza siniestra.Todas sus respuestas estaban en la esquina opuesta. Con mi zigzagueante maniobra, poda ver fugazmente sus tonos sutiles. Ya me haba abandonado ante ese esplendor y lo perd. Saba que para conquistarlo de nuevo era necesario seguir con mi teatro hasta que fuese necesario. Slo as podra hallar alguna forma de escurrirme sigilosamente y lograr quedarme en secreto. Aquel primer intento fallido no me iba a detener.Llevaba tiempo pensndolo y, mientras los otros se divertan levantando las faldas de las nias, yo aprovechaba para estudiar mis posibilidades. Pude notar que, algunas veces, nos pedan olvidarnos de las plastilinas y los creyones de cera y nos llevaban en fila india al patio central. Una vez all, muchos corran afiebrados, se arrastraban para que la arena empanizara sus cuerpos, enloquecan. Yo segua fingiendo. Ella y sus iguales gustaban de susurrarse cosas que les causaban las ms extraas muecas. Con todos ocupados, muchos compaeros los ms osados, claro usaban el edificio como escondite durante el juego.Ese da decid subir los tres pisos como si me ocultara. Exista el rumor de formas macabras que habitaban el edificio. Yo sera una ms. Me asegur de que nadie me siguiera y corr emocionado al extremo opuesto. Abr el pequeo armarioIIPareca vino. Lo tom entre mis manos y me observ en el cuadrado espejo de la abuela donde mi reflejo siempre pareca ser el centro de un retrato antiguo. Ya me haba peinado el cabello cuidadosamente. Estaba ladeado, con el firme retiro habitual. Ya me haba puesto, con suaves golpecitos de la esponja, el aromtico talco corporal para despus del bao. Lo apret con mis dedos. Lo hice girar. De aquel crculo oscuro surgi una figura alargada y reluciente. Mis manos lo llevaron hasta mi boca. Mis labios lo tocaron y el embriagante color explot en ellos con un pequeo roce. Por primera vez, los espejos no me engaaban.El color del vino se haba escurrido hasta mi camisa. En su lugar, un fuerte ardor haca alarde. A mi alrededor, todos decan algo, pero no los o.IIIA veces pienso que pude haber muerto en la persona equivocada y que ahora vivo reencarnado en alguien que siempre fui. Pienso que he tenido dos vidas. Cualquiera podra afirmar lo mismo si detalla mi cuerpo. En l no ha quedado seal alguna de tantos golpes, menos de las palabras que siempre causaron heridas ms profundas. Mis manos ahora podran sostener fcilmente una gota de agua sin mojarse; mis pies ya han olvidado el pecado del suelo. Ahora mi gracia ilumina muchos mundos.Al mismo tiempo, yo soy mi ms fiel doliente. Diariamente me pienso, me rindo honores, conmemoro esa pequea muerte que tuve, conservo mis objetos y me visto con la ropa de ese otro que fui para que algunos se asusten. Diariamente me lloro un poco. He notado mi tristeza ajena.Algunos dicen que lo plane todo y me apoder de un cuerpo que nunca me pertenecer. Otros dicen que soy un ser sin Dios, quizs porque las plegarias se diluyen cuando llevan mi nombre. En realidad, sigo enmarcado en el viejo espejo de la abuela y l ha sido el nico testigo de mis ms secretas transformaciones. Me acompaa cuando, a la hora ms oscura, mi cuarto se convierte en un santuario impregnado de aromas ocultos; un templo vestido de luces moribundas. Frente a l, mi cuerpo desnudo es azotado por cada destello hasta caer en trance. Me observa cuando me abandonan los espritus del da, cuando la noche me posee. l es el centro de esa ceremonia oscura; el dios terrible de un ritual sombro donde invoco al monstruo que todos temen.Jos Vicente Henrquez-Henrquez