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  • Relaciones. Estudios de historia y sociedad

    ISSN: 0185-3929

    [email protected]

    El Colegio de Michoacn, A.C

    Mxico

    lvarez, Salvador

    CONQUISTA Y ENCOMIENDA EN LA NUEVA GALICIA DURANTE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO

    XVI: "BRBAROS" Y "CIVILIZADOS" EN LAS FRONTERAS AMERICANAS

    Relaciones. Estudios de historia y sociedad, vol. XXlX, nm. 116, 2008, pp. 135-188

    El Colegio de Michoacn, A.C

    Zamora, Mxico

    Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=13711161006

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    R e l a c i o n e s 1 1 6 , o t o o 2 0 0 8 , v o l . x x i x

    conquiSta y encomienda en la nueva Galicia durante la primera mitad del SiGlo Xvi:

    brbaroS y civilizadoS en laS fronteraS americanaS

    Salvador lvarez*El Colegio de Michoacn

    Luego de la ruina de la capital de los aztecas, la oposicin guerrera se extingui muy rpidamente. As, en unos pocos aos los espaoles se enseorearon, casi sin enfrentar resistencia armada alguna, del conjunto de las poblaciones que ha-bitaban las ricas tierras de las altas cuencas y valles de la llamada Mesoamrica nuclear. En contraste, cuando los espaoles alcanzaron las regiones mesoame-ricanas de alta cultura, pero menor densidad demogrfica, los conquistadores debieron afrontar guerras interminables y sangrientas. All los espaoles debie-ron recurrir al concurso de grandes contingentes de indios provenientes de las regiones de alta civilizacin de la Mesoamrica nuclear, los cuales fungieron re-currentemente como aliados de guerra de los espaoles en el resto de sus con-quistas en la Nueva Espaa. Este proceso se repiti luego en la Nueva Galicia, en donde la presencia a la vera de los espaoles de contingentes formados por dece-nas de miles de indios provenientes de las regiones de alta civilizacin mesoame-ricana, no solamente conden a las poblaciones aborgenes a una larga y san-grienta conquista a la cual no fueron capaces de resistir, sino que termin por desestructurar y trastocar por entero sus antiguas formas de vida.

    (Conquista, civilizaciones, indios, Nueva Galicia, expansin territorial)

    AliAdos indios y fronterAs de guerrA

    La conquista y las civilizaciones mesoamericanas

    n 1520, en su segunda Carta de Relacin, Hernn Corts in-formaba a Carlos V acerca de los sucesos principales de su empresa. Entre ellos daba cuenta de cmo, a raz de la ren-dicin y captura de Moctezuma, l mismo haba designan-

    do nuevos seores indios para las provincias recin conquistadas:

    * [email protected]

    E

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    salvadoR lvaRez

    [...] sacaba conmigo un hijo y dos hijas de Mutezuma y al seor de Tezuico que se deca Cacamacin y a dos hermanos suyos y a otros muchos seores que tena presos y como todos los haban muerto los enemigos aunque eran de su propia nacin y sus seores algunos de ellos, excepto a dos hermanos del dicho Cucamacin, al cual antes yo, en nombre de vuestra majestad y con parecer de Mutezuma, haba hecho seor de esta ciudad de Tesuico y pro-vincia de Aculuacn [...]1

    Dueo absoluto de la situacin sobre el terreno, Corts se proclamaba vector de la translatio imperi,2 y se precava al mismo tiempo de futuras contestaciones a sus actos. Su argumento consista en afirmar que la su-jecin de los aztecas, incluso si se haca por medio de la guerra, no cons-tituira un acto ni injusto ni tirnico de su parte dado que, por su inter-mediacin, el emperador azteca haba reconocido el seoro del rey de Espaa. Por ende, los vasallos de Moctezuma, es decir, los indios en su conjunto, quedaban obligados a aceptar su nuevo estado. Pero ms all de todo este juego retrico-jurdico, el texto de Corts nos ensea mu-cho acerca de la percepcin que los conquistadores tenan de su propio papel en esos eventos. No deja de sorprender, en efecto, esa especie de ilimitada confianza en la sumisin voluntaria de los indios al dominio espaol y al seoro de la Corona de Espaa. Ms notable resulta an si apuntamos cmo todo ello se acompaaba tambin de la idea de que sera posible confiar pacficamente a los propios seores de la tierra el cuidado y el control de los dems indios.

    Si tomramos todo asunto desde la perspectiva de una historia de bronce, cargada de hroes y antihroes, los nobles indios colocados

    1 Tercera carta-relacin de Hernn Corts al emperador Carlos V, Coyoacn 15 de mayo de 1522, en: Mario Hernndez Snchez-Barba ed., Hernn Corts: Cartas y documen-tos. Introduccin de Mario Hernndez Snchez-Barba, Mxico, Editorial Porra, 196, 127.

    2 Sobre el tema de la translatio imperi en las crnicas de la conquista: Guy Rozat, Indios imaginarios e indios reales en los relatos de la conquista de Mxico, Mxico, Tava Editorial, 199.

    Sobre la sumisin de los indios al seoro del rey de Espaa vanse, por ejemplo, los estudios anexos a la edicin de Silvio Zavala y Agustn Millares de los textos de Juan de Palacios Rubios y Fray Matas de la Paz: Silvio Zavala-Agustn Millares Carlo, eds., Juan de Palacios Rubios. De las islas de la mar Ocano (1512). Fray Matas de la Paz Del dominio de los reyes de Espaa sobre los indios (1512), Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1954.

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    conquista y encomienda en la nueva Galicia

    por Corts a la cabeza de ciudades enteras, haran figura de antihroes y sobre todo de cobardes, de colaboradores del conquistador y junto con ellos ira en primer trmino su jefe Moctezuma, el peor de todos.4 Por su parte, los nombramientos que les fueron otorgados por el con-quistador, apareceran como una pura baladronada de su parte, toda vez que la toma de la gran Tenochtitln ni siquiera se haba consumado an. Y sin embargo, el tiempo terminara por darle la razn a Corts. Por principio de cuentas, la pacificacin lleg, efectivamente, muy pronto, al menos en una gran parte de los territorios nuevamente conquistados. Recordemos cmo, luego de la ruina de la capital de los aztecas, la opo-sicin guerrera se extingui muy rpidamente. As, en unos pocos aos los espaoles se enseorearon, casi sin enfrentar resistencia armada al-guna, del conjunto de las poblaciones que habitaban las ricas tierras de las altas cuencas y valles de la llamada Mesoamrica nuclear.

    Acerca de cules fueron las condiciones que hicieron posible tan r-pida y fcil progresin conquistadora, las explicaciones ms sensatas pasan, desde luego, por el tipo de civilizaciones a las que los espaoles se enfrentaron en esas reas. Se trataba, como sabemos, de sociedades agrcolas avanzadas, altamente jerarquizadas y que haban desarrollado formas de organizacin complejas que operaban en muy diversos nive-les. stas iban, segn interpretan la mayora de los autores, desde altas jerarquas poltico-religiosas encargadas de la concentracin del tribu-to en los principales centros de poder, de los grandes ejercicios ceremo-niales y de la organizacin de la guerra.5 Por su parte, en la base de las mismas se hallaban estructuras de alcance esencialmente local del tipo del altepetl y el calpulli.6 Podra decirse que al menos una pequea parte de la explicacin de la rpida y casi pacfica sumisin de estas poblacio-nes al poder espaol, se encuentra precisamente en la rpida desapari-

    4 Guy Rozat Dupeyron, Lecturas de Motecuzoma. Revisin del proceso de un co-barde, Historias, octubre 199-marzo 1994, 1-40.

    5 Sobre este ltimo aspecto: Jos Lameiras Olvera, Los dspotas armados, Zamora, El Colegio de Michoacn, 1985.

    6 Vase, por ejemplo, James Lockhart, Los nahuas despus de la conquista: historia social y cultural de los indios del Mxico central del siglo xvi al xviii, Mxico, Fondo de Cultura Eco-nmica, 1999, 29-19.

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    cin de las primeras y en la permanencia de las segundas.7 Dicho de otra manera, durante los primeros aos y, en general, a lo largo de las prime-ras dcadas de la conquista, muchas cosas transcurrieron como si, una vez diezmados los aztecas y dems grupos asociados a ellos y reducidos, por su parte, los tlaxcaltecas y dems aliados de los espaoles al papel de indios amigos, la organizacin guerrera de aquellas sociedades hu-biera colapsado. Tal pareciera que junto con esas formas de organizacin guerrera, se hubiera derrumbado tambin lo esencial de las estructuras de gobierno supralocal que pudieron existir hasta entonces en esas so-ciedades.8 Es, sin duda, un proceso de este tipo, junto con el brutal cho-que microbiano que acompa la corta, pero violentsima fase armada de la conquista cortesiana, el que explica el hecho de que tan rpidamen-te los espaoles pudieran sentar sus reales en reas en donde los abor-genes los superaban al infinito en nmero. Todo ello, insistimos, sin prcticamente encontrar ninguna resistencia guerrera frontal ni directa.

    Recordemos cmo, en unos cuantos aos solamente, a la debacle de los aztecas y la asimilacin de los tlaxcaltecas como indios amigos, sigui la incorporacin al rea de influencia de los espaoles del conjunto de las poblaciones de habla y cultura nhuatl que ocupaban el centro del gran altiplano volcnico. Junto con ellos, muchos otros grupos vecinos, culturalmente cercanos, cierto, pero de distintas lenguas, fueron incorpo-rados tambin pacficamente al dominio espaol. Fue, por ejemplo, el caso de los matlatzincas, de los otomes, de los mazahuas y dems habi-tantes de la