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Relaciones. Estudios de historia y sociedad ISSN: 0185-3929 [email protected] El Colegio de Michoacán, A.C México Weigand, Phil C. UNA CONSIDERACIÓN DE LOS UMBRALES ETNOGRÁFICOS Y LAS ENFERMEDADES EPIDÉMICAS EN EL NUEVO MUNDO: UN ESTUDIO DE CASO DE LA EXPEDICIÓN DE VERRAZZANO EN 1523 Relaciones. Estudios de historia y sociedad, vol. XXIV, núm. 95, verano, 2003, pp. 235-266 El Colegio de Michoacán, A.C Zamora, México Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=13709508 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Relaciones. Estudios de historia y sociedad

ISSN: 0185-3929

[email protected]

El Colegio de Michoacán, A.C

México

Weigand, Phil C.

UNA CONSIDERACIÓN DE LOS UMBRALES ETNOGRÁFICOS Y LAS ENFERMEDADES

EPIDÉMICAS EN EL NUEVO MUNDO: UN ESTUDIO DE CASO DE LA EXPEDICIÓN DE

VERRAZZANO EN 1523

Relaciones. Estudios de historia y sociedad, vol. XXIV, núm. 95, verano, 2003, pp. 235-266

El Colegio de Michoacán, A.C

Zamora, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=13709508

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CCIÓN

Cuando los primeros hom

o sapienscruzaron de Siberia a A

laska paraaparecer en el N

uevo Mundo, hace alrededor de 20 000 y 12 000 años,

viajaron en grupos pequeños a través de los paisajes Ártico y sub-Á

rti-co. Es m

uy probable que esta travesía eliminara a la m

ayoría de las en-

U En su aspecto temporal, los um

brales etnográficos en el Nuevo M

un-do suelen fijarse en el m

omento del prim

er contacto de europeos conlos nativos am

ericanos. En algunas situaciones este marco perm

ite es-tablecer una línea adecuada. Em

pero, en otras, la línea es distorsiona-da por los efectos de “la gran frontera” de M

cNeil: las consecuencias

del contacto que suelen anteceder a la presencia física de los euro-peos; efectos reflejados en la extensión de la “frontera de enferm

e-dad” que precede al contacto físico y en los efectos secundarios de laconquista, com

o el colapso de patrones de intercambio. Se analizan

estos puntos mediante un estudio de caso que com

bina arqueologíacon etnohistoria, con base en el explorador italiano, Verrazzano, y lasvisitas de su expedición al área de Long Island.

Epidemias, um

brales etnográficos, “la gran frontera”, Verrazzano,Long Island (N

ueva York).

* wisarika@

aol.com El presente estudio no hubiera sido posible sin discusiones con

la comunidad de antropólogos, arqueólogos e historiadores de Long Island. M

is conver-saciones con Lynn Ceci y Bert Salw

en siempre fueron estim

ulantes. La colaboración deEdw

ard Johannemann, Laurei Schroeder, Robert K

alin, Gretchen G

wynne, G

eraldine Ed-

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mesticación de anim

ales en el Viejo Mundo ocurrieron después de las

principales migraciones al N

uevo Mundo y, ya que los experim

entos se-m

ejantes en el Nuevo M

undo fueron claramente m

ás modestos que los

del Viejo Mundo, las coinfecciones –o el desarrollo sim

biótico de comu-

nidades de enfermedad– tam

bién fueron de menor escala (W

eigand2000).

Así, durante al m

enos 10 000 a 20 000 años en el Nuevo M

undo, loshum

anos vivieron sin encontrar estas enfermedades y, por lo tanto, per-

dieron –o jamás tuvieron– los anticuerpos capaces de brindarles alguna

protección. Ya que la “comunidad de enferm

edad” del Viejo Mundo

abarcó casi toda Europa, África y A

sia (cfr. Ewald 1994; Tw

igg 1984),sólo el N

uevo Mundo, A

ustralia (con Tasmania y N

ueva Zelanda) yO

ceanía quedaron fuera de sus fronteras. Las últimas m

igraciones alN

uevo Mundo –de grupos paleosiberianos usualm

ente referidos como

“esquimales”– no trajeron consigo la “com

unidad de enfermedad” del

Viejo Mundo, com

o tampoco lo hicieron los m

igrantes nórdicos de Is-landia en sus abortados intentos de colonización alrededor del año 1000d.C. en el área de Terranova (Canadá). En contraste con los esquim

ales,es seguro que este últim

o grupo había sido expuesto cuando menos a

parte de dicha “comunidad de enferm

edad”, ya que era frecuente elcontacto entre Islandia y algunas áreas del Viejo M

undo. Empero, según

parece, la colonia en Terranova tuvo muy poco contacto sistem

ático conlos nativos norteam

ericanos y fueron mínim

as las oportunidades detransm

itir enfermedades. Incluso, aunque se hubieran introducido al-

gunas aflicciones entre la población indígena en esta época en Terra-nova, el alcance dem

ográfico de dicha colonización fue tan efímero y

disperso que un contagio más am

plio nunca ocurrió o fue, desde unprincipio, m

uy improbable.

Los indígenas norteamericanos, por lo tanto, crecieron y prospera-

ron en un ambiente aislado de enferm

edades. No obstante, cuando se

reanudaron las inevitables migraciones del Viejo M

undo, estas pobla-ciones se hallaban en una situación de alto riesgo, debido a su propiacondición natural. El llam

ado “intercambio colom

biano” introdujo enesa población inexperim

entada una “comunidad de enferm

edad” quedio lugar a una “pandem

ia en suelo virgen” (Crosby 1972 y 1976). Lam

ortalidad que sucedió enseguida del contacto con la población euro-

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fermedades que portaban. En sus orígenes y por lo general, las enferm

e-dades hum

anas dependían de tres factores para conservar su existenciaen sus anfitriones: 1. Regím

enes climáticos tem

plados y/o tropicales;2. G

rupos biológicos bastante grandes para sostenerlas (la “masa críti-

ca”); y 3. Una cercana asociación con anim

ales adecuados coinfectadoscon varias de las enferm

edades, los cuales servían como un tipo de “de-

pósito” (McN

eill 1998)A

unque siguen las dudas respecto de las fechas, e incluso el origen,de los prim

eros migrantes (cfr. D

illehay y Meltzer 1991, M

eltzer 1993,Bonnichsen y Turnm

ire 1999, Dillehay 1997, Chatters 2001), estos deba-

tes no afectan los tres puntos que acabo de mencionar: que los m

igran-tes al N

uevo Mundo establecieron com

unidades prácticamente libres de

enfermedades, al m

enos en comparación con las de sus herm

anos de laszonas tem

pladas y tropicales que empezaron a experim

entar con la do-m

esticación de animales en el H

oloceno temprano y m

edio. No quiero

sugerir que el Nuevo M

undo era un paraíso sin enfermedad, porque se-

guramente no lo fue. Sólo quiero afirm

ar que las enfermedades que m

ástarde arrasaron en estas latitudes no existían allí con anterioridad; unaausencia que es explicada por la ausencia de una “com

unidad de enferme-

dad” compuesta de hum

anos y animales dom

esticados (Weigand 2000).

En otras palabras, cuando se concluyó la larga y paulatina serie dem

igraciones mediante las cuales los prim

eros humanos llegaron al N

ue-vo M

undo, la ausencia de climas apropiados, de una “m

asa crítica” bio-lógica y de anim

ales coinfectados había dejado a esos grupos aisladosde la m

ayoría de los padecimientos del Viejo M

undo. Adem

ás, es muy

probable que la mayoría de las aflicciones m

ás potentes de ese grupoaún no habían entrado en una relación epidém

ica con los seres huma-

nos, ni siquiera en el Viejo Mundo. Por ejem

plo, McN

eill (1998), entreotros, presenta un caso convincente para el tardío contagio de la pesteentre los hum

anos. Incluso los más tem

pranos experimentos con la do-

wards, Elice G

onzález, Kent Lightfoot y G

aynell Stone durante breves periodos de traba-jo de cam

po en la isla fueron esenciales. Las organizaciones SCAA

y LIAP

apoyaron mi

trabajo. Por supuesto, las interpretaciones aquí presentadas no son compartidas por to-

dos los individuos mencionados, y cualesquiera errores son responsabilidad del autor

únicamente.

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etnográfico” suele ser definido como la etnografía de un grupo o de un

área sociocultural en sus últimos m

omentos de existencia antes de en-

trar en contacto con los europeos, pero este concepto no debe confun-dirse con una supuesta etnografía “prístina”, ya que en toda la historiadel m

undo han existido muy pocos escenarios de este tipo. La m

ayoríade las poblaciones del N

uevo Mundo existieron en m

edio de redes siste-m

áticas de contacto demográfico, social y cultural con sus vecinos y, por

lo tanto, no pueden ser consideradas como “prístinas” en este sentido.

Ahora bien, los contactos con las poblaciones euroafricanas que co-

menzaron en los siglos xv

y XVIfueron de un tipo totalm

ente distinto.En cuanto a la introducción de la “com

unidad de enfermedad” del Viejo

Mundo, sólo hay contados casos de un contagio directo. Ejem

plos deesto podrían ser el contacto de Cristóbal Colón con los pueblos araw

aky carib, la expedición de Cortés al M

éxico central, y la incursión de De

Soto en el sureste de los Estados Unidos. En la m

ayoría de los casos, sinem

bargo, la frontera de enfermedad se extendió m

ás rápido y más lejos

que la situación de contacto “cara-a-cara” entre los nativos norteameri-

canos y las poblaciones euroafricanas. Esto significa que en realidad elcontagio antecedió al contacto directo en sí m

ismo. Está claro que éste

fue el caso en el occidente de Mesoam

érica (Weigand 1993), y probable-

mente en el suroeste (U

pham 1982) y sureste de Estados U

nidos tam-

bién (Swanton 1985).

Así, cualquier investigación que pretende establecer un um

bral et-nográfico, con el fin de captar la naturaleza de alguna sociedad nativanorteam

ericana antes de su contacto con la población euroafricana enalguna localidad específica, prim

ero debe determinar si el área fue afec-

tada por una “frontera de enfermedad” antes de entrar en la fase de

contacto directo y, segundo, contextualizar la cambiante situación socio-

económica del caso según la im

portancia de la variable de la “fronterade enferm

edad”.Por ejem

plo, la conquista del México central y la incipiente pande-

mia que apareció allí alteró totalm

ente el ambiente político y económ

i-co del occidente m

esoamericano. La región occidental estaba plenam

en-te integrada en rutas com

erciales a larga distancia de bienes de estatuscom

o metales, turquesa y conchas, así com

o en las rutas de tránsito deescasos recursos utilitarios, com

o la obsidiana y el algodón, rutas que

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pea-africana varió de una región a otra, pero algunas zonas sufrieron ín-dices de 90%

, especialmente en las regiones tropicales y subtropicales

(Cook y Borah 1971-73; May 196; M

cNeill 1982 y 1998). En conjunto, los

primeros siglos después del renovado contacto con el Viejo M

undo ates-tiguaron los casos de colapso dem

ográfico más extrem

osos que el mun-

do haya conocido. Los efectos demográficos y sociales de las pandem

iasy epidem

ias sobre las poblaciones del Viejo Mundo están m

uy bien do-cum

entados en muchos países porque para entonces ya estaban firm

e-m

ente establecidas las tradiciones historiográficas, especialmente en el

continente europeo (véanse, por ejemplo, H

orrax 1994; Gottfried 1983;

Herlihy 1997; Platt 1997; Cantor 2002; Bow

sky 1981, y Cohn 1992, entrem

uchos otros). Empero, los tipos de observación histórica en boga, por

ejemplo, durante las epidem

ias en Europa no siempre eran conocidos

en el Nuevo M

undo, donde normalm

ente se registraban sólo las reaccio-nes europeas a los efectos de las enferm

edades, mientras que las de los

nativos norteamericanos brillan por su ausencia o fueron m

uy escasas.A

l igual que la disparidad tecnológica entre los primeros euroafrica-

nos y los nativos norteamericanos, la adaptación epidem

iológica deaquella población tam

bién fue muy superior en el encuentro entre estos

dos mundos. A

largo plazo, esta adaptación resultó definitiva y decisi-va. Las inexperim

entadas poblaciones nativas norteamericanas “[…

] re-sultaron vulnerables a la destrucción m

asiva desde el primer encuentro

con estas infecciones” (McN

eill 1982, 16). Adem

ás del despoblamiento

del Nuevo M

undo, hay otras consecuencias comunes entre las epide-

mias en suelo virgen: 1. La reestructuración de grupos sociales en form

ade sociedades “com

puestas”; 2. La desmoralización, y la consecuente

receptividad a nuevas ideologías; 3. La interrupción de los tradicionalesciclos estacionales que causa la desnutrición; y 4. U

n ciclo de mayor sus-

ceptibilidad debido a los tres puntos anteriores.H

ubo, entonces, una interacción entre factores biológicos y cultura-les, la retroalim

entación entre los cuales generó una situación aun más

grave.El concepto de la “G

ran Frontera”, definido por McN

eill (1982), in-cluye un aspecto que precisa de un m

inucioso estudio de parte de his-toriadores y etnógrafos para definir los “um

brales etnográficos” (eth-nographic base-lines). En los estudios del N

uevo Mundo, el “um

bral

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ríos Mississippi y O

hio, los grandes complejos de pirám

ides, conocidoscom

o las tradiciones socioculturales Mississipi m

edio y culto del sur–que en alguna época habían tenido configuraciones densas, casiurbanas– estaban abandonados y sus poblaciones desaparecidas. Todoesto ocurrió hacia finales del siglo XV

I; es decir, justo después de la visi-ta de D

e Soto.En todo el oriente de Estados U

nidos, los europeos que llegaron más

tarde solían interpretar esta regresión del medio am

biente equivocada-m

ente como representativo de una situación “natural”; es decir, se tra-

taba de un lugar con pocos indios pero muchos árboles y venado: un

espacio vacío donde ellos podían desarrollar su propio patrón de asen-tam

iento (cfr. Cronon 1983). Está claro que la variable que explica estecontraste fue la pandem

ia en suelo virgen introducida por la expediciónde D

e Soto, una pandemia que creó una “frontera de enferm

edad” queen la m

ayoría de las zonas antecedió por varias generaciones al contac-to sostenido con los europeos. D

icha “frontera de enfermedad” nunca

fue postulada para el caso de Long Island, y mucho m

enos para el pe-riodo justo anterior a la colonización europea.

El propósito de este estudio, entonces, es fundamentar en la m

edidade lo posible, el siguiente argum

ento, consistente en seis afirmaciones:

1.Q

ue la población indígena norteamericana de Long Island fue bas-

tante más densa que lo que sugieren los prim

eros documentos colo-

niales;2.

Que los nativos norteam

ericanos de la isla explotaban casi toda lavariada zona ecológica con creciente intensidad y sofisticación queincluía varias configuraciones de asentam

ientos sedentarios basa-dos en la horticultura, la agricultura y una intensificada explotaciónde m

oluscos, peces, recolección y cacería;3.

Que el aparente (y quizá creciente) desacuerdo entre los datos ar-

queológicos y los análisis etnohistóricos del temprano periodo colo-

nial tiene explicación;4.

Que es probable que en los cien años que transcurrieron entre los

primeros contactos con los europeos y la colonización europea en sí,

las enfermedades epidém

icas del Viejo Mundo entraron y “prospe-

raron”;

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colapsaron súbitamente. A

demás, algunas zonas del oeste habían esta-

do sujetas a ataques y enfrentamientos m

ilitares en que los purépechasy los m

exicas culhuas combatieron violentam

ente a lo largo de buenaparte de su frontera, y la zona transtarasca

estuvo sujeta a asaltos siste-m

áticos (así como, quizá, a intentos de conquista) desde M

ichoacán,etcétera. Sin em

bargo, estas presiones militares cesaron repentinam

entey, así, las esferas sociopolítica y económ

ica de toda el área fueron afecta-das por el colapso del M

éxico central (Weigand 1993; W

eigand y García

de Weigand 1996). A

hora bien, respecto de la tarea de fijar un “umbral

etnográfico”, la tesis de la “Gran Frontera” nos obliga a adoptar una

perspectiva rigurosamente social y no sólo epidem

iológica.

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Al experim

entar el contacto con los europeos, varias áreas del este en loque ahora son los Estados U

nidos, 1que alguna vez albergaron grandespoblaciones con extensos centros cerem

oniales y residenciales rodeadosde am

plias zonas de tierras de labranza, se revirtieron –en tan solo unaspocas generaciones– a zonas boscosas m

ezcladas con sabanas, pobladaspor dispersos asentam

ientos cuyos habitantes vivían en el nivel de al-dea. En este respecto, el clásico estudio de Sw

anson del sureste de Esta-dos U

nidos (1985, primera publicación, 1922), es el caso m

ás sólido queconocem

os. Swanson analizó la com

plejidad sociopolítica observada enprim

era instancia por el explorador español, Hernán de Soto (1539-43),

la comparó con lo que los ingleses, franceses y españoles encontraron

más tarde, y docum

entó los contrastes en términos dram

áticos. 2Porejem

plo, en la época en que los franceses exploraron los valles de los

1La parte oriental de los Estados Unidos es definida com

únmente com

o el área aleste del río M

ississippi. Esta extensa región abarca cuatro subáreas: Nueva Inglaterra, el

noreste, el sureste y el medio oeste.

2Otros ejem

plos de este contraste en el Nuevo M

undo pueden encontrarse en los es-tudios del A

mazonas de Roosevelt (1991), del O

ccidente de México de W

eigand (1993),del M

éxico central y el Caribe de Cook y Borah (1971-73), y de Baja California de Cook(1937).

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siglo XVII, pues afirm

a que la ausencia de patrones de vida “complejos”

en el mom

ento en que los europeos establecieron su presencia perma-

nente significa que dichos patrones jamás pudieron haber existido antes. 5

La excepcionalmente bien docum

entada y estimulante tesis de Lynn

Ceci (1977; publicada después [1990], es el mejor ejem

plo del acerca-m

iento mencionado para el caso de Long Island. Ceci escogió com

o suum

bral etnográfico la situación documentada por los colonizadores de

mediados del siglo XV

II, y a partir de allí desarrolló un modelo descripti-

vo de la demografía y del patrón de asentam

iento norteamericanos en

la época pre-europea. Su modelo no contem

pla un periodo postcontac-to/precolonial y, por lo tanto, da poco crédito a los argum

entos arqueo-lógicos a favor de una m

ayor densidad demográfica y com

plejidadsociocultural. Ceci sostiene que entre los nativos norteam

ericanos el es-tilo de vida sedentario llegó tarde y com

o una consecuencia del estímu-

lo comercial con los europeos y el desarrollo de grandes “fábricas” de

wam

pum(cuentas de conchas usadas am

pliamente en el noreste com

oun m

edio de intercambio). A

firma, adem

ás, que el suelo era muy pobre

para sostener la agricultura siste-mática y que la poca labranza practi-

cada carecía de importancia. Según esta visión, entonces, la vida indí-

gena tenía su base en buena medida en la recolección estacional, un he-

cho reflejado en el reducido perfil demográfico que los colonizadores

encontraron.A

unque Ceci ha defendido su argumento con cierta pasión, espe-

cialmente a la luz de las duras críticas de Silver (1980-81), su afirm

aciónen el sentido de que los nativos norteam

ericanos de Long Island vivie-ron un solo periodo de sedentarism

o que coincidió con la época de lacolonización requiere un salto de lógica que ni siquiera su propia evi-dencia sustenta. Los principales puntos del argum

ento de Ceci son:

1.Vivían pocos nativos norteam

ericanos en Long Island (3 000-6 000en toda la isla);

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5.Q

ue la introducción de estas enfermedades y, posiblem

ente, la pri-m

era fase de la pandemia que afectó el noreste de los Estados U

ni-dos, incluida el área de N

ueva Inglaterra, ocurrió de manera inad-

vertida por los hombres de la expedición de Verrazzano

3que visitóla ribera norte del Canal de Long Island en 1524. D

e ser cierto, en-tonces la bien docum

entada epidemia que azotó a toda N

uevaInglaterra en 1617-1619 quizá no fue la prim

era; y…6.

Que estas circunstancias nos obligan a reconocer un periodo post-

contactopero precolonización

que duró más de cien años (1524-

1640) 4y, entonces, a reconsiderar el “umbral etnográfico” de la zona.

Tradicionalmente, el um

bral etnohistórico y etnográfico presentadopara describir a los nativos norteam

ericanos de Long Island ha coinci-dido con la llegada de los prim

eros colonos europeos. Para 1640, se sabeque había una clara disensión religiosa en las colonias puritanas enN

ueva Inglaterra, incluidas las del moderno estado de Connecticut. Por

esta razón, en ese mism

o año se estableció una colonia en Southold enLong Island (H

iggins 1976; Ceci 1977 y 1990). La ribera norte de esta islahabía sido explorada durante varios años antes de la fundación de estacolonia, pero los contactos con los nativos norteam

ericanos que vivíanallí fueron tan escasos y fortuitos que casi no generaron docum

entación.Los escasos registros del periodo son m

ás bien de índole geográfica, ygran parte es de m

ala calidad, pero está claro que había pasado un siglocom

pleto entre la expedición de Verrazzano y el umbral etnográfico

establecido para Long Island, y fijado en el año 1640.Por definición, este supuesto um

bral ignora o desdeña totalmente la

posible existencia de patrones demográficos y socioculturales m

ás com-

plejos antes de esa fecha. Adem

ás de cometer el error de no reconocer el

periodo postcontacto/precolonial de más de un siglo de duración, hay

una incongruencia lógica implícita en fijar este um

bral a mediados del

3El deletreo del apellido Verrazzano sugerido por Hakluyt (1582) es el que se utiliza

en el presente texto, ya que aparece así en casi todas las fuentes secundarias, aunque sunom

bre completo y correcto fue G

iovanni da Verazzani.41524 es la fecha de la expedición de Verrazzano a N

ueva Inglaterra; 1640 es la fechaen que se estableció la prim

era colonia europea en Long Island.

5Este tipo de razonamiento ha dejado al análisis antropológico e histórico de otras

áreas del Nuevo M

undo en una camisa de fuerza conceptual. Ejem

plos son: el occidentede M

éxico (Weigand 1994); el suroeste de los Estados U

nidos (Upham

1986, Riley 1982),y el A

mazonas (Roosevelt 1991).

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2.Vivían en un patrón de asentam

iento altamente disperso, estacional

y simple;

3.Sus asentam

ientos no mostraron indicación alguna de la intensifica-

ción ni de jerarquías (como construcciones especializadas);

4.Su sistem

a social tampoco m

ostró indicaciones de intensificación nide jerarquía;

5.La agricultura jugó un papel m

odesto (o, quizá, ningún papel), en laestructura económ

ica y el poco cultivo que había sería mejor

describirlo como horticultura (Ceci 1979 y 1990); y,

6.Los tem

pranos documentos coloniales brindan evidencia adecuada,

aunque escasa, del contexto demográfico de los sistem

as sociocultu-rales que reportan.

El punto que quiero establecer aquí no es que la descripción queCeci presenta de la situación a m

ediados del siglo XVIIsea incorrecta, al

contrario, su retrato es muy atinado para ese periodo. Sin em

bargo, apli-car estos argum

entos acríticamente al periodo precontacto es otro asun-

to, ya que respecto de este periodo contamos con dos fuentes de evi-

dencia: la narrativa de Verrazzano y la base de datos arqueológicos, loscuales sugieren claram

ente que las proyecciones de Ceci deben modifi-

carse dramática y sustancialm

ente.Prim

ero, sin embargo, sería bueno contar con cierta contextualiza-

ción de la arqueología pre-europea de Long Island. Las escuetas ver-siones “estándares” de los pueblos indígenas de Long Island y susrelaciones regionales en los periodos arqueológicos precolonial y tem

-prano histórico, y en el contexto del sur de N

ueva Inglaterra y el Estre-cho de Long Island (véase la figura 1), siguen siendo los que fueron pu-blicadas en el H

andbook of North A

merican Indians(vol. 15, 1978: Salw

en,pp. 160-176; Conkey, Boissevain y G

oddard, pp. 177-189; y Simm

ons,pp. 190-197), pero estas descripciones arqueológicas son m

uy viejas yuna serie de proyectos m

ás recientes, especialmente en el condado de

Suffolk6y la parte sur de N

ueva Inglaterra, hacen necesario reexaminar

sus interpretaciones. Una nueva serie de m

onografías y otros artículospublicados por la “A

sociación Arqueológica del Condado de Suffolk”

FIG

URA

1. Mapa de Long Island y N

ueva Inglaterra que muestra los territorios “tribales”, ca.

1630. Tomado de Salw

en (1978, 161).

6El condado de Suffolk abarca las dos terceras partes del lado este de Long Island.

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ducción de cal en el periodo histórico ha reducido la mayoría de los de-

pósitos de conchas (middens) en la región a sólo una fracción de su anti-

guo tamaño y m

enguado considerablemente su potencial contribución

a la investigación arqueológica. En este contexto, incluso los mínim

osrestos de m

aíz (y de otros cultivos) encontrados representan un mayor

potencial de intensificación.A

unque el cultivo de maíz llegó m

ás bien tardíamente a la zona de

Nueva Inglaterra en general (ca. 1 000 d.C. es la fecha indicada por prue-

bas de C-14), y no tuvo el mism

o impacto en todas partes, sí llegó a afec-

tar la organización social de toda la región. Como Benison ha observa-

do con relación al sur de Nueva Inglaterra en general: “El gradual

crecimiento del com

promiso con sistem

as económicos que incluían el

maíz y otras plantas portadoras de sem

illa condujo a mayores niveles

de complejidad en la organización del trabajo y en las prácticas del uso

del suelo” (1997, 1).Este com

entario puede aplicarse asimism

o a Long Island, donde losprim

eros y más grandes cam

bios, incluso con sólo un ligero compro-

miso con la agricultura, están reflejados en la com

petencia por tierras decultivo adecuadas, tanto en el interior de los grupos sociales com

o entreunos grupos y otros. A

sí, la tendencia hacia la jerarquía social y/o unaincipiente estratificación recibió un fuerte estím

ulo. Estos cambios sur-

gen claramente en los datos arqueológicos de sitios del tardío periodo

Woodland en el bajo valle del río Connecticut y en otras áreas (cfr. Ben-

dremer y D

ewar 1992). El osario en Indian N

eck muestra un m

ayor ni-vel de com

plejidad en el ceremonialism

o funerario en la zona (McM

a-nam

on et al., 1984). El cultivo de maíz, frijol y calabaza no reem

plazó ala anterior explotación de sem

illas (como quenopodio, nogales, avella-

nas, zumaque y bellotas), sino que se sum

ó a estos recursos nutriciona-les ya conocidos. Incluso, hay evidencia de una extensa tala de los bos-ques después de 1 000 d.C., docum

entada primero por D

ay (1953), quebien podría reflejar la preparación de tierras para sem

brar.D

espués de 1 000 d.C., la combinación de los recursos m

arítimos,

forestales y fluviales con los que se derivaban de la agricultura dio lugara un aum

ento tan dramático del nivel de com

plejidad sociocultural queciertos investigadores han hablado de “sociedades sem

iestratificadas”(cfr. Benison 1997, 14). Claram

ente, el nivel de organización política que

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(Suffolk County Archaeological A

ssociation) 7, ha presentado suficientes da-tos para sugerir la urgencia de esta revisión, aunque aquí sólo podem

ospresentar un resum

en de los frutos más im

portantes de estas indaga-ciones.

Los trabajos de Tveskov (1997), Bernstein (1993), Benison (1997) yM

cManam

on (1984), concentrados en el litoral sur de Nueva Inglaterra

(en los actuales estados de Massachussets, Rhode Island y Connecticut),

y las islas de la costa (Martha’s Vineyard, la isla Block, la isla N

antucket,y las islas Elizabeth), son los m

ás indicativos, ya que aducen que en esasáreas patrones sedentarios quizá com

enzaron hacía el año 1 000 a.C., sino antes. Com

o afirma Tveskov: “[…

] la costa estaba ocupada por gru-pos relativam

ente grandes a lo largo del año, a menudo sin el beneficio

del cultivo de maíz” (1987, 343).

Como varios investigadores han argum

entado a detalle, en un am-

biente marítim

o la variable que afecta la densidad de población no es laagricultura, sino la presencia (obvia) de patrones de una sistem

ática ex-plotación de los recursos del m

ar, incluidos los moluscos, los peces y las

algas marinas. Si a esta base se le agrega alguna actividad agrícola

(aunque menor), entonces existe un perfil de la m

aximización de pro-

ducción que en el área en general posibilitó perfiles demográficos aún

más densos. N

o fue tanto la agricultura, sino los recursos marítim

os, losque en prim

er lugar brindaron la oportunidad de intensificación demo-

gráfica y sociocultural; un aspecto que Ceci pasa por alto en su análisis.A

lgunos de los montículos de conchas reportados en la literatura histó-

rica de esta zona fueron realmente inm

ensos. Christenson describió unode los m

ás grandes en Dam

ariscotta, y calculó que antes de su destruc-ción tenía quizá 1 270 000 m

etros cúbicos de restos de concha; material

que se acumuló durante un largo periodo de tiem

po (1985, 234). La pro-

7La Asociación A

rqueológica del Condado de Suffolk (SCAA) ha publicado unas

quince monografías desde finales de la década de 1970, que tratan de tem

as de arqueo-logía, etnohistoria, historia y lingüística. La m

ayoría ha sido editada o patrocinada porG

aynell Stone. Muchos inform

es de investigación del llamado Proyecto A

rqueológico deLong Island (LIA

P, por sus siglas en inglés), una iniciativa arqueológica orientada a tra-bajos de rescate y codirigida por W

eigand y Johannemann, han sido publicados por la

SCAA, aunque la m

ayoría existe sólo en manuscrito.

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cas agrícolas prehistóricas en la costa de Nueva York (Long Island) no

se encuentra en el estudio de la evidencia documental [tem

prano colo-nial]” (1980-81, 126).

La respuesta de Ceci (1982) a la crítica de Silver es más bien una po-

lémica. En vez de em

prender un examen m

inucioso de los nuevos datosque tenía a su disposición, la autora sim

plemente reiteró su postura an-

terior. Sus últimas presentaciones se han vuelto m

ás extremosas m

edi-ante com

entarios sobre la demografía y la confiabilidad de los datos ar-

queológicos, en que califica a estos trabajos como ejem

plos de “orgulloregional” y no de investigación científica. En su publicación de 1982, in-cluso redujo su anterior estim

ado demográfico de una población de

6 000 habitantes (sugerido primero por M

ooney 1928), a sólo 3 000 entoda la isla. Com

o ya mencionam

os, nunca ha examinado sistem

ática-m

ente la variable crucial para el estilo de vida sedentario, que en el casode Long Island consiste en los recursos m

arítimos y fluviales, pues sim

-plem

ente insiste en la relación entre la escala demográfica y la agricul-

tura. Así, todo el peso de su argum

ento recae en su percepción de laaparente ausencia del cultivo y en un um

bral etnográfico inadecuada-m

ente concebido.A

demás, Ceci descarta el m

apa de Nausett com

o una pequeña e in-significante agrupación de w

igwam

s(pequeñas chozas de paja), aun

cuando el dibujo muestra edificios de cierto tam

año, incluida la ya cita-da casa larga (long-house). Respecto de la clara presencia de m

aíz en eldibujo de Cham

plain, Ceci sostiene que refleja la temprana influencia

de los europeos y, por lo tanto, su versión del comercio de w

ampum

,aunque en 1605 los europeos aún no habían establecido ninguna pre-sencia perm

anente en esta zona, y no la tendrían sino hasta 15 años des-pués en la bahía Plym

outh. Entonces, no es posible que hayan ejercidoun im

pacto significativo en la producción de subsistencia antes de esafecha. Ceci tam

bién descarta como “caduca” la evidencia de archivo ci-

tada por Day (1953), respecto de las extensas áreas en la zona donde se

talaron árboles, aunque no puede presentar ninguna razón ni citar nin-gún trabajo contem

poráneo que apoya su afirmación. Silver (1980-81)

debatió acaloradamente con Ceci por su rechazo de la evidencia directa

del cultivo de maíz (consistente en polen y m

azorcas carbonizadas) enLong Island y en el sur de N

ueva Inglaterra en general. Cierto es que ex-

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se ve reflejado en toda la zona por el uso del vocablo sachem(m

ás o me-

nos “cacique”), podría estar asociado con esta estrategia de subsistenciacom

pleja y combinada. O

bviamente, no fue el resultado de contacto con

los europeos y del desarrollo de las fábricas de wam

pum. U

n mapa traza-

do por Champlain en 1605 del pequeño puerto de N

ausett (figura 2),m

uestra una versión del tipo de pueblo que se encontraba generalmente

en esa área: se nota la presencia de una casa larga (long-house), probable-m

ente la residencia del sachemde esta localidad m

enor.Com

o ya dijimos, la explicación de Ceci (1977, 1979-80 y 1990) de la

ausencia de la agricultura y de la poca productividad del suelo tampoco

ha escapado a comentarios críticos. En una crítica de su perspectiva,

Silver (1980-81) presenta abundante evidencia de que los suelos dispo-nibles para la agricultura no estaban tan reducidos com

o Ceci afirma.

Señala las extensas zonas con suelo fértil en toda la isla, especialmente

el suelo clasificado como H

aven Loams (que cubre de 36 a 47%

de lasuperficie). Silver concluye su reseña crítica de la obra de Ceci con la si-guiente afirm

ación: “Sugiero que la solución a la cuestión de las prácti-

Figura 2. Detalle del m

apa del puerto de Nauset de 1605 (Cabo Cod, M

assachussets), de Samuel

de Champlain, m

ostrando granjas y campos. Tom

ado de McM

anamon

et al., (1986, 26).

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En su re-evaluación de los datos arqueológicos más tem

pranos, Light-foot tam

bién sugiere que el cercano sitio de Muskeeta Cove #2 (Salw

en1968) revela una larga historia de ocupación cuya naturaleza cam

bió de“periódica” en las fases tem

prana y media del periodo W

oodland, a “re-sidencia perm

anente” en la fase tardía de este último periodo; es decir,

aproximadam

ente en la época en que el cultivo de maíz llegó a la zona.

Respecto de Long Island, Lightfoot señala con cautela que la evidenciaque resum

e apoya el argumento a favor de una ocupación perm

anente,y de cierto grado de densidad dem

ográfica, con o sin el cultivo de maíz.

Sondeos más recientes y lim

itadas excavaciones en las bahías deShoreham

y Wading River, en la costa del estrecho de Long Island al

este de Mt. Sinai, tam

bién apoyan las conclusiones que surgen del esterodel m

ismo nom

bre (Weigand m

s; Johanneman y Schroeder m

s). Los ex-tensos perfiles descubiertos durante excavaciones para la planta nuclearde Shoreham

(ahora abandonada) mostraron una larga historia de ocu-

pación. Aunque los restos de concha y hueso no han sido analizados por

su estacionalidad, los artefactos son prácticamente idénticos a los des-

critos por Gw

ynne, Gram

il y Wisniew

ski, citados arriba.Este tipo de poblam

iento cerca de esteros con recursos marítim

os yfluviales ha sido docum

entado para una amplia gam

a de regiones enN

orteamérica con escenarios bastante distintos (ejem

plos incluyen:Stark 1977; Scott 1985; Broyeles y W

ebb 1970; cfr. Caldwell 1958). N

osorprendería, entonces, que hubiera existido tam

bién en Long Island, enparticular, y en el sur de N

ueva Inglaterra, en general. Este conjunto deevidencias arqueológicas que proviene de Long Island sugiere que allíse alcanzó un alto grado de sedentarism

o en torno a los esteros, con elcorolario dem

ográfico que esto implica, independientem

ente de la va-riable del cultivo de m

aíz.¿Pero, qué hay de las zonas en el interior de la isla? A

unque ningúnlugar en la isla está m

uy lejos del océano Atlántico o del estrecho, el exa-

men de los sitios en el interior resulta m

ás problemático. A

llí, los recur-sos hidrológicos son com

unes y permanentes. H

ay muchos lagos pe-

queños, pantanos y estanques en esas zonas, especialmente en el área

entre las morenas glaciales que atraviesan la isla sobre un eje este-oeste.

La mesa de agua está tan alta en el valle del río Peconic y a lo largo del

litoral sur (Atlántico) que el desagüe es un problem

a común. Silver ha

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cavaciones y análisis de polen subsecuentes han brindado un fuerte sus-tento al argum

ento de Silver y, de hecho, la evidencia directa del culti-vo de m

aíz en todo el área en el tardío periodo Woodland es ahora

innegable (cfr.Benison 1997). Por otra parte, la postura de Ceci de mini-

mizar la presencia indígena en Long Island ha influido en discusiones

que pretenden negar la necesidad de resolver las interminables disputas

por tierras de los pocos nativos norteamericanos que aún viven.

Entre los sitios de la isla, la mejor evidencia de sondeos y excavacio-

nes recientes proviene de la bahía de Mt. Sinai (M

t. Sinai Inlet) en lacosta norte, que vierte sus aguas en el estrecho de Long Island. Este tra-bajo perm

ite ver que en efecto ciertos tipos de zonas ecológicas teníanla capacidad de sostener asentam

ientos permanentes y que es m

uy pro-bable que lo hayan hecho. A

quí, hablamos de un sedentarism

o basadoen una m

ás intensa explotación de los esteros (Gw

ynne 1982). Otros

sitios, como los de Englebright (G

ramil y G

wynne 1979) y Tiger Lily

(Wisniew

ski y Gw

ynne 1982), arrojan evidencias similares. En el sitio de

Mt. Sinai en particular, G

wynne pudo dem

ostrar que un importante

porcentaje del litoral del estero estaba cubierto de materia arqueológica,

a pesar de los extensos daños que habían sufrido los depósitos de con-cha en el periodo histórico debido a la extracción de cal. El asentam

ien-to en M

t. Sinai duró largo tiempo, era intensivo y extensivo y abarcó

desde el periodo Arcaico hasta el tardío periodo W

oodland (un lapso deunos 4 000 años). U

n análisis minucioso de los restos de concha reveló

evidencia de la explotación de este recurso durante las cuatro esta-ciones, lo que indica que el estero pudo haber estado habitado durantetodo el año. La evidencia de la fauna, con sus indicadores de crecim

ien-to m

ensual, apoya esta mism

a conclusión. Lightfoot (1985) ha examina-

do el tema de la diversidad de los depósitos de concha en el sur de N

ue-va Inglaterra, y considera que los casos de M

t. Sinai y Cape Cod(G

wynne 1982 y M

cManam

on 1984, respectivamente), son los m

ejores–aunque no los únicos– ejem

plos de asentamientos sedentarios ocupa-

dos durante todo el año. Si bien el análisis de Ritchie (1959) de los sitiosvecinos en W

ading River Inlet y Stony Brook fue más superficial, su

material es m

uy parecido al de Mt. Sinai. En su trabajo, Ritchie caracte-

riza el sitio como un cam

pamento nóm

ada, aunque un nuevo examen

de los materiales de fauna y de las conchas sugiere otra interpretación.

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no destruyeron los depósitos arqueológicos y dejaron al alcance de losarqueólogos depósitos en superficies erosionadas bastante visibles e in-teligibles. Si bien los sitios expuestos de este m

odo contienen más bien

materia lítica dispersa, son num

erosos, extensos y muy cercanos entre

sí. Pudieron haber fungido –además de cam

pamentos para la recolec-

ción intensiva de bellotas y la cacería de ciervos– como com

ponentesagrícolas de los asentam

ientos permanentes en los esteros, com

o Mt.

Sinai. Aquí m

ás bien hay poca evidencia de una ocupación permanente;

la mism

a conclusión a que llegaron los trabajos más extensos en la isla

Shelter.Com

o ya mencionam

os, fue en estas regiones donde algunos de losprim

eros colonos notaron los espacios abiertos que interpretaron como

praderas, aunque los pocos nativos norteamericanos que aún vivían en

la isla los recordaron como antiguos cam

pos agrícolas. En general, lossondeos y las excavaciones em

prendidos en la antigua propiedad de laRCA, en la isla M

iddle (Lightfoot, Moore y K

alin 1985) y el valle del ríoN

issequogue (Johanneman 1982) tam

bién apoyan ciertas revisiones dela m

anera en que habíamos entendido las econom

ías y la organizaciónsociocultural del interior de Long Island antes del periodo de contacto.Las investigaciones hechas en la isla Shelter (en la bahía Peconic entredos proyecciones en el sector extrem

o oriental de la isla), son las más ex-

tensas logradas hasta este mom

ento en cualquier componente de los

asentamientos del interior (Lightfoot, K

alin y Moore 1987). U

na granextensión de la Reserva N

atural Mashom

ack fue sondeada mediante la

técnica de muestreos del subsuelo conocida com

o “pruebas con pala”(Lightfoot 1986). A

unque esta técnica ha sido duramente criticada en el

contexto específico de este trabajo (Shott 1989), de cualquier manera es

el primer sondeo/excavación com

binado de su tipo que se ha realizadoen la isla. Por esta razón, y a pesar de las críticas, nos da al m

enos unavista parcial de un sitio o de un sistem

a de sitios del interior. Aunque

ninguna zona de la isla Shelter está muy alejada de la bahía Peconic,

este proyecto encontró una adaptación básica en el interior con base enla ocupación periódica de sitios claram

ente usados para la cacería y larecolección. Este patrón está lo suficientem

ente bien documentado por

estas investigaciones como para sugerir que es probable que esos sitios

fueron campam

entos que formaron parte de un sistem

a de asentamien-

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mostrado que en realidad los m

ejores perfiles se encuentran en los ris-cos m

ás elevados de esta zona, entre las morenas. Fue en esta zona que

los primeros colonos encontraron áreas que consideraron praderas,

pero que más bien fueron antiguos cam

pos de cultivo de los nativosnorteam

ericanos. En una descripción detallada de las dificultades queencontró al tratar de sondear en áreas con densos bosques y/o m

aleza–una descripción apta para buena parte de la isla– Lightfoot (1986) na-rra la perspectiva desequilibrada que los arqueólogos (y, por lo tanto,los historiadores), tienen del sistem

a de asentamientos en el interior, ya

que 80% de los sitios localizados en la isla hasta ahora están en las cos-

tas. Esto se debe totalmente a la m

enor visibilidad en la zona interiorcom

parada con la costa, y no a alguna situación de distribución real.A

demás, 90%

de los sitios en el interior han sido descubiertos por ma-

quinaria pesada que trabaja en la construcción de carreteras, en la nive-lación de terrenos o en excavaciones para los cim

ientos de casas, siste-m

as de drenaje o tuberías de agua, etcétera. Esta situación muestra

claramente que los sitios en el interior están enterrados y, por lo tanto,

difíciles de localizar mediante sondeos de la superficie.

Los sitios en todo el condado de Suffolk sugieren usos muy especia-

lizados: la extracción de piedra en la isla Shelter(Lightfoot, Kalin, Lin-

dauer y Wicks 1985), cam

pamentos de cacería en los riscos de las zonas

del interior (Johanneman y Schroeder 1978), etcétera, lo que sugiere la

existencia, a lo largo del tiempo, de un alto grado de sim

biosis de recur-sos entre distintas subregiones de la isla, con algunas indicaciones deuna jerarquía de localidades. A

lgunos sitios tierra adentro, especialmen-

te los que están cerca de lagos y estanques permanentes –com

o SunkenM

eadow y secciones de la otrora propiedad de la RCA

(Weigand m

s./a)–fueron verdaderos pueblos de tam

año sustancial. La antigua propiedadde la RCA

brindó una de las áreas más favorables para el análisis de un

sitio interior, debido a la naturaleza de su reciente uso. Tenía variaszonas que habían sido dram

áticamente alteradas por m

aquinaria pesa-da que rem

ovía el suelo para construir las bases de grandes antenas deradio

8, y caminos de acceso. Estos trabajos, a m

enudo descubrieron pero

8Incluida una que usó el mism

o Marconi para las prim

eras transmisiones radiofóni-

cas a través del océano Atlántico.

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to, el informe de Verrazzano (H

aklyut 1582) constituye el verdadero“um

bral etnográfico” para esta área en general, aun cuando es un docu-m

ento escueto. Su viaje comenzó en 1523 y quedó registrado en D

ieppeen 1524. Todo el m

undo está de acuerdo en que Verrazzano alcanzó lascostas de N

ueva York y del sur de Nueva Inglaterra, que desem

barcó yque tuvo un fugaz encuentro con nativos norteam

ericanos en el estre-cho de aquel lugar, adem

ás de una visita de quince días en algún lugarde la bahía de N

arragansett (probablemente en la isla A

quidneck en elm

oderno estado de Rhode Island). Morrison (1971, 303ff) ha publicado

la reconstrucción más convincente de la ruta seguida por Verrazzano y

de los lugares que visitó. Es preciso recordar que la apertura de la bahíade N

arragansett está a escasos 40 km por agua de la punta oriental de

Long Island y que el punto más cercano de la costa de N

ueva Inglaterraestá a sólo 18 km

de ese lugar. De hecho, en ningún punto del estrecho

desaparece de vista ni la costa sur de Nueva Inglaterra ni la costa norte

de la isla (figura 1). Lejos de constituir una barrera, este estrecho fue elpunto central de un tránsito intenso y de una com

unicación constante.D

urante su estancia de quince días en la bahía Narragansett, Verraz-

zano describió lo que él y sus hombres encontraron (H

aklyut 1582, 64-69). A

continuación resumim

os ocho puntos tomados de las observa-

ciones escritas en el inglés del siglo XVI

de Haklyut que contienen

comentarios que quizá hablen de cierta com

plejidad social y dan deta-lles sobre el uso del suelo y el patrón de asentam

ientos:

1.D

e posibles emblem

as de cargos o de status: “Alrededor del cuello

llevaba una larga cadena, adornada con diversas piedras de varioscolores […

]” (p. 65); 10

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tos más grande, una parte del cual –la de los litorales o bahías de la isla

Shelter– quizá fueran más perm

anentes y parecidos al sitio de Mt. Sinai.

Sin embargo, estos sectores de la isla Shelter no fueron investigados tan

minuciosam

ente como las zonas del interior, así que la cuestión de sim

-biosis perm

anece sin respuesta hasta la fecha. Por otra parte, esos traba-jos lograron dem

ostrar una larga historia de ocupación periódica queduró hasta el tardío periodo W

oodland. Adem

ás, existió una considera-ble densidad de ocupación durante un periodo de tiem

po en particular,lo que sugiere fuertem

ente cierta abundancia de recursos. Si bien la ocu-pación parece estar orientada en buena m

edida hacia la costa, también

refleja el uso regular y sistemático de recursos del interior, com

o son lacacería y la recolección.

En resumen, m

uchos de los proyectos citados arriba han documen-

tado relativamente bien la densidad de ocupación, especialm

ente paralas fases m

ás recientes, comúnm

ente subsumidas en la designación

“Woodland tardío”, aunque cierta com

plejidad cultural también es evi-

dente en fechas más tem

pranas. 9De hecho, esta relativa densidad de

asentamientos, especialm

ente alrededor de los esteros, empieza a surgir

como la regla y no la excepción aunque, claro está, nunca se desarrolló

ni la centralización política ni sociedades estratificadas. Sea cual fuere laverdad respecto de las características específicas de los patrones deasentam

iento y, por lo tanto, de la demografía de Long Island, es obvio

que el modelo desarrollado por Ceci, basado en fuentes que provienen

de mediados del siglo XV

II, ya no es adecuado para explicar la situaciónprecontacto en la isla.

Entonces, ¿qué es lo que explica la aparente disyuntiva entre lastem

pranas referencias históricas acerca del carácter del asentamiento de

los nativos norteamericanos en Long Island –resum

ido muy bien en la

tesis doctoral de Ceci– y la evidencia arqueológica citada en los párrafosanteriores? A

l parecer, la explicación depende de las características delperiodo postcontacto pero precolonial, com

o sugerimos arriba. En efec-

9Las áreas costeras del noreste de los Estados Unidos no fueron afectadas fuerte-

mente por el desarrollo de los avances culturales conocidos com

o “Mississipi M

edio” y“Cultos Sureños” y, por lo tanto, perm

anecieron en la tardía tradición Woodland hasta

entrar en contacto con los europeos y su subsecuente colonización.

10Adem

ás, Verrazzano menciona algunos objetos que quizá ayuden a definir el con-

texto arqueológico de las épocas postcontacto y precolonial: “Las cosas que más estim

a-ban de todo lo que les dim

os, fueron las campañas, los cristales de color azul y otros ju-

guetes, que podían colgar de sus orejas o alrededor de sus cuellos. No deseaban la tela

de seda ni el oro, mucho m

enos de otros tipos, y tampoco les interesó cosas hechas de

acero y hierro que a menudo les enseñábam

os en nuestra armadura, las cuales no les es-

timuló ninguna adm

iración, ya que al observarlas sólo preguntaban sobre el arte de sufabricación: com

o también hicieron con nuestros vasos, que al verlos de repente reían y

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Con base en las descripciones de Verrazzano no es posible cuanti-ficar m

uchos aspectos específicos de la demografía, la organización so-

cial o el patrón de asentamientos, ni postular sobre ellos. Sin em

bargo,con toda la debida precaución, podem

os generalizar sobre varios pun-tos de relevancia social respecto de la naturaleza de las econom

ías y delorden social de los nativos norteam

ericanos. Verrazzano encontró pue-blos dependientes de la agricultura que estaban organizados, con todaprobabilidad, en linajes extendidos encabezados por varones distingui-dos con em

blemas (los sachem

de los documentos posteriores). Los pue-

blos no estaban aislados ni completam

ente independientes el uno delotro, sino estuvieron organizados en sistem

as de actividades estaciona-les que, adem

ás de la agricultura, incluyeron la cacería, la recolección yla pesca.

Ciertamente, las lenguas com

unes facilitaron la comunicación a tra-

vés de dispersas zonas de la región. En la época de las expediciones yde la colonización europeas, la parte oriental de Long Island y la zonasur de N

ueva Inglaterra estaban pobladas sólo por grupos de habla al-gonkiano. Fuentes posteriores, com

o las del explorador holandésA

driaen Block (1614) y del inglés William

Rogers (1636) –resumidas por

Simm

ons (1978) y Gookin (1972)– m

encionaron el grado de influenciapolítica y económ

ica que gozó Narragasett en esta región. Conform

e losingleses y holandeses llegaron a interesarse en cuestiones del com

ercioregularizado, colonización y territorio, sus observaciones se tornaronm

ás agudas. Como resultado, y gracias a las fuentes nom

bradas arriba,sabem

os que el sachem de N

arragasett, con sus grupos subalternos y dealiados, dom

inó un área muy extensa que abarcó toda la bahía de Rho-

de Island, partes del actual estado de Connecticut, el sur del moderno

estado de Massachussets, N

antucket Island, Block Island y partes deLong Island, y que se extendió al sureste hasta M

ontauk. No se trata

de un área pequeña, aunque buena parte consiste de agua abierta; perode aguas que no representaron –en lo absoluto– una barrera al com

ercioo al control social. D

e hecho, parecía haber facilitado estos contactos. Ensu apogeo, entonces, el sachem

de Narragasett estaba centrado en el es-

trecho de Long Island y, como ya se dijo, en su punto m

ás álgido abar-có partes de la isla. U

na razón por la ascendencia de Narragasett, ade-

más de la riqueza de los recursos de su estero y sus buenas tierras

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6

2.D

el uso de cobre y, por lo tanto, el comercio a larga distancia: 11“En-

tre quienes vimos m

uchas placas de cobre martillado […

]” (p. 65).3.

De las concentraciones de población: “Llegaron en grandes partidas

de sus pequeños botes […]” (p. 66);

4.D

e probables unidades domésticas consistentes en fam

ilias extendi-das o linajes: “El padre vive junto con toda la fam

ilia en una solacasa en grandes núm

eros: en algunas de ellas vimos 25 o 30 perso-

nas” (p. 68);5.

De una cierta estacionalidad en los asentam

ientos asociada con losrecursos: “Trasladan las casas m

encionadas antes de un lugar a otro,según los recursos del lugar y de la estación […

]” (p. 68);6.

De las am

plias extensiones desforestadas y la ubicación de los cam-

pos agrícolas: “[…] a m

enudo nos encontrábamos en tierras a 5 o 6

leguas, que encontramos tan placenteras com

o es posible decir, muy

aptas para cualquier tipo de labranza, de maíz, de vino, y de aceite:

para eso existen praderas de 25 o 30 leguas de ancho, abiertas y sinningún im

pedimento de árboles [,] de tal fecundidad, que cualquier

semilla arrojada allí, producirá los m

ás excelentes frutos” (p. 67);7.

Menciones claras de la agricultura: “Se alim

entan como los otros ya

mencionados, de pulse, que crece en ese país con m

ejor orden de la-branza que en los dem

ás” (p. 68); y,8.

De la agricultura orientada al calendario lunar y estelar: “O

bservanen sus siem

bras el curso de la luna y la salida de ciertas estrellas[…

]” (p. 68).

nos los devolvieron” (pp. 65-66). Morrison (1971) sugiere que los “cristales de color azul”

fueron en realidad cristales de Venecia.11U

na presuposición común entre los arqueólogos es que el cobre utilizado en N

ue-va Inglaterra y N

ueva York provenía del intercambio o trueque con el área de los G

ran-des Lagos, especialm

ente de la península baja del actual estado de Michigan, a través de

las sociedades del “Mississipi M

edio” en el medio oeste. Si bien es probable que esta pre-

suposición sea cierta hasta algún punto, no ha sido comprobada por técnicas analíticas

avanzadas, tales como la activación de neutronas (cfr. Veakis 1979). H

ay otras fuentes decobre en el este del m

oderno estado de Tennessee y –tal vez más relevante para el área

discutida aquí– la región Cape d’Orde N

ueva Escocia. Estos últimos depósitos fueron de

fácil acceso y su cobre se utilizaba entre los indios micm

ac para hacer ornamentos en el

mom

ento del primer contacto europeo (M

cGee 1974).

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4.Los pueblos agrícolas fueron bastante num

erosos y de un tamaño

considerable, además de estar integrados en relaciones sim

bióticas,con base en el intercam

bio de bienes locales que incluían –quizá dem

anera preferencial– alimentos;

5.Las relaciones de intercam

bio a larga distancia fueron importantes

para obtener recursos básicos, como la argilita y los m

arcadores destatus. Se extendieron al noreste de los Estados U

nidos y a partes deCanadá tan alejadas com

o Cot d’Or;

6.Long Island fue parte íntegra del sistem

a sociocultural del sur deN

ueva Inglaterra y no puede ser vista como un lugar aislado o m

uydistinto al área circundante, ya que los contactos fueron frecuentes,sistem

áticos e importantes en térm

inos sociales y culturales a lo lar-go de la región;

7.El balance del poder entre m

uchos de los sachem en el sur de N

uevaInglaterra fue socavado por la am

plia presencia de europeos en lazona, reflejada especialm

ente en la tardía (postcontacto) expansiónde N

arragasett hacia el oeste (y la eliminación de los indios poquet

y mohicanes en el actual estado de Connecticut). Esta expansión al

oeste señala la desintegración del original y más am

plio sistema in-

dígena, así como el inicio de una respuesta que operaba cada vez

más en el contexto del incipiente dom

inio europeo colonial, caracte-rizado en buena m

edida por el florecimiento de las fábricas de

wam

pum y el com

ercio;8.

Es probable que la influencia de Narragasett y su expansión hacia el

este (Block Island, Nantucket Island, la parte sur del actual estado

de Massachussets, el área de la bahía de los Buitres –Buzzards Bay–

y partes del oriente de Long Island, incluida Montauk), refleje en

gran medida la situación precontacto, aunque es posible tam

biénque el sistem

a se desarrolló originalmente a partir de alianzas entre

diferentes sachem y no tanto de iniciativas abiertam

ente militares; 12

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8

agrícolas, quizá haya sido su control de los únicos salientes de argilita(Strauss 1989). Si bien esa roca de color verde grisáceo no fue de la m

ejorcalidad, era suficientem

ente valiosa para ser comerciada a lo largo de

una región muy extensa que incluía Long Island. A

demás, los habitan-

tes de Narragasett pudieron haber sido interm

ediarios en el comercio

de cobre crudo en el estrecho de Long Island y probablemente en el de

artefactos de cobre elaborados con metal de los yacim

ientos canadien-ses en Cot d’O

r.En el tem

prano periodo colonial, las guerras entre grupos de nativosnorteam

ericanos siguieron. Los europeos solían apoyar primero a un

bando y luego al otro. En fecha tan tarde como 1643, y en el contexto

general del continuo y cada vez más rápido colapso social y cultural

debido, en buena medida a las enferm

edades, la población indígena deN

arragasett siguió creciendo y eliminó, prim

ero, los indios pequot yluego los m

ohicanos en el oeste del actual estado de Connecticut. Su or-ganización se derrum

bó durante las secuelas de la guerra del rey Felipe,guerra que fue la últim

a expresión de la independencia de los nativosnorteam

ericanos en la región. Incluso, manifestó algunas características

de un movim

iento de revitalización. En 1676, la ejecución de su último

sachem, Canonchet, a m

anos de los colonos marcó el fin absoluto.

¿Hasta qué punto se debió la expansión de N

arragasett al desequili-brio introducido por el contacto inicial con los europeos, a partir de lavisita de Verrazzano? o ¿hasta qué punto fue una sim

ple continuaciónde dinám

icas políticas y económicas iniciadas antes de ese contacto? Es-

tas interrogantes aún son materia de debate entre los arqueólogos e his-

toriadores. Sea cual fuere el desenlace, podemos afirm

ar varios hechosim

portantes:

1.El estrecho de Long Island nunca fue una barrera geológica en elcontacto entre la isla y la región de N

ueva Inglaterra, sino que facili-tó el contacto a lo largo de una am

plia región;2.

Los sistemas políticos y económ

icos en el área no fueron ni difusosni concentrados sólo en el nivel del pueblo;

3.Se ejercía el control político a través de la institución del sachem

,quien, al m

enos en épocas posteriores, accedía al cargo por herenciay dom

inaba territorialmente a sachem

menores;

12Es interesante notar que las epidemias de 1617-1619 no tuvieron efectos tan serios

entre los nativos de Narragasett com

o entre sus vecinos. Si estos indígenas habían sidoel punto de entrada para la epidem

ia en el periodo de Verrazzano, postulado en esteartículo, entonces quizá tuvieron una generación m

ás que ellos para desarrollar cierta in-m

unidad.

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1

informe fechado a m

ediados del siglo XVII

no puede representar unum

bral etnográfico adecuado, y es necesario reconsiderar este umbral a

la luz del periodo intermedio. U

n umbral etnográfico tardío de este tipo

–no importa qué tan bien docum

entado esté– nunca debe emplearse

como un “determ

inante” en la evaluación de configuraciones sociocul-turales anteriores, especialm

ente si la evidencia arqueológica no con-cuerda. Ciertam

ente, la analogía es una herramienta im

portante en dis-cusiones históricas de este tipo, y ya hem

os mencionado las situaciones

en el occidente de México (W

eigand 1993), en el sureste norteamericano

(Swanton 1985), y en el suroeste de los Estados U

nidos (Upham

1986). Eneste m

omento las palabras de U

pham son particularm

ente pertinentes:

Primero, y m

ás importante, es la noción am

pliamente acogida entre los an-

tropólogos del suroeste de que las poblaciones [de esta zona] fueron extre-m

adamente pequeñas durante los periodos protohistórico y tem

prano con-tacto […

] Segundo, el tamaño de las poblaciones nativas del suroeste está

relacionado directamente con los tipos de interpretación de los sistem

as so-ciopolíticos y económ

icos que se generan […] M

uchas de estas interpreta-ciones han sido extrapoladas al periodo prehistórico sin consideración al-guna de los posibles efectos del contacto con los españoles y la reducciónde la población (p. 126).

Respecto de Long Island, no se trata de una situación en que Ceci(1977, 1990) está en lo correcto y el registro arqueológico está m

al, niviceversa. Ceci describe y analiza exacta e incisivam

ente la etnografíaque surgió en el periodo posterior a 1640, justo com

o los arqueólogos es-tán em

pezando a describir y analizar un escenario demográfico y socio-

económico distinto, que se refiere al periodo precontacto. En cuanto a

sus respectivos periodos, ambas descripciones son correctas. A

l parecer,el contraste entre las dos tiene que ver de alguna m

anera con los proce-sos sugeridos por el concepto de M

cNeill de la “G

ran Frontera”; esta“frontera”, que estuvo presente de alguna m

anera en todos los contac-tos entre los europeos y las poblaciones del N

uevo Mundo, y que con-

sistió en una compleja m

ezcla de factores biológicos y culturales. LongIsland no fue la excepción.

Traducción de Paul C. Kersey Johnson

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9.A

l parecer, no fue ningún accidente el hecho de que Verrazzanohaya escogido a la bahía de N

arragasett para su estancia de quincedías, ya que es casi seguro que el sachem

allí era el más destacado

en la región en ese mom

ento; y,10.

Lo descrito en varios de los incisos anteriores representa los resi-duos sociales que quedaron después de la visita de Verrazzano. To-davía es m

uy posible que la situación sociocultural de la épocaprecontacto fuera m

ás compleja –y ciertam

ente diferente– especial-m

ente en Long Island con su menor dependencia en el uso de la

fuerza y una mayor dependencia en las alianzas y su construcción,

que, por su propia naturaleza, incluían el intercambio regularizado

de indicadores de status.

CO

NCLU

SION

ES

Está claro que las sociedades alrededor de Long Island no estaban ver-daderam

ente estratificadas y distaban mucho de m

ostrar la organiza-ción de incipientes estados. En la term

inología de la literatura evolucio-nista, parecen haber sido del tipo “jefatura tem

prana con rangos”. Un

evento como el contacto con Verrazzano las habría afectado a todas,

independientemente del lado de la isla en que vivían, m

ientras que laintensa visita directa de quince días de Verrazzano a los N

arragasett ha-bría bastado para introducir las enferm

edades europeas. Adem

ás, esevidente que en el periodo precontacto las poblaciones del sur de N

ue-va Inglaterra y Long Island estuvieron lo bastante grandes y concen-tradas –fuesen, o no, sedentarias– para proveer la m

asa crítica necesariapara sostener una epidem

ia, como nos m

uestra también la situación

colonial de 1617-1619.Sea o no correcta esta hipótesis acerca de una epidem

ia en LongIsland en el periodo postcontacto/precolonial, la creciente discrepanciaentre el em

ergente perfil arqueológico y las descripciones provenientesde la prim

era mitad del siglo XV

IIrequiere una explicación. El factor ex-plicativo m

ás lógico es el de una epidemia. Entre el contacto con Verraz-

zano y la aparición de los primeros docum

entos con contenido etnohis-tórico transcurrió todo un siglo. Por esto, en el caso de Long Island, un

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FECH

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CEPTACIÓ

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ELA

RTÍCULO: 7 de enero de 2003

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ERSIÓN:25 de m

arzo de 2003

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