Reiteraciones o peregrino al borde de la tierra

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REITERACIONES O PEREGRINO AL BORDE DE LA TIERRA RAUL TAPANES LOPEZ T&F EDICIONES PDFS SANTIAGO DE CHILE 2009

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Poemas de Raul Tapanes Lopez

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T&F EDICIONES PDFS

SANTIAGO DE CHILE 2009

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REITERACIONES O

PEREGRINO AL BORDE

DE LA TIERRA

RAÚL TÁPANES LÓPEZ

Para mi hija Roxana, su sueño

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Escéptico o peregrino al borde de la tierra es una ilustración de la Cosmografía (Siglo XVI) de Sebastian Münster, recreada siglos después por Camile Flammarion (1842-1925). El grabado -estilo alemán antiguo- representa al escéptico o peregrino con el cuerpo aún en el mundo cotidiano y su cabeza en el exterior de la esfera, rodeada de apocalípticas manifestaciones cósmicas.

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lege, quaeso...

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I en la hendidura de la noche el viento y sus jaurías obligan al salto inconcluso a la sorpresa que cae hasta la silla desocupada en medio del paisaje. La ruta compleja del hueco cerrado: tengo un nombre pero no existo más allá del limitado espacio de esa música apagada que crece con las palabras

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II lloro la poesía del trino en la inocente mañana ante el verdugo tonto que se mata a sí mismo una y otra vez

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III

La hormiga que teme la vejez indigente Virgilio, Geórgicas, i/106

sueñan los muertos que están vivos y que no envejece en la fugacidad de las estatuas el vacío mortal de sus dedos; aguantaron el desierto y el siroco olvidando que la verdad es esquiva; hoy maldicen de aceros el cielo desnudo el vértigo de la luz el eco que rueda limpiamente en el vacío de los dedos; caminan entonces los ojos el polvo y el espanto de los nombres; es el hueco ahondado de cada fecha el odio al imperio y los náufragos de la tierra que se hunden cuando no cabe la mar en ellos como el hombre acorralado en el fondo mortal de sus dedos

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IV (sentado, en la casa) sentado, como esperando esta isla que vuela suave y estremecida averiguo de qué lado es la muerte si teje el sol su último misterio en la estampida de los sueños contemplo la casa devastada el futuro hacinado ejercitando la soledad del bullicio y la multitud las prohibiciones y los atajos y la herida que corre delante de ella mas, qué importa si regresamos siempre de la mugre al péndulo que equilibra el aire al salto de la casa sobre la lluvia porque si la parca, el dolor queda con las manos vacías.

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V quisieron muros y no hay más que puertas lentas, de tránsito a través del fragmentado lenguaje de los viejos se van, agotadas las fuentes claras ante esos traidores que venden convicciones como cuentas de vidrio -en la vaguedad de la orilla el agua que contiene el vaso parece cristal que calla-

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VI (:) el frío diccionario: esta palabra que no entiendo: un gesto trunco: sombras sin cuerpos: páginas blancas las nubes: no recuerdo la libertad: tampoco mi perro

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VII duele el sur que trae el terral hiere la esencia del silencio el alma de la sombra la casa sin cimientos la patria al fondo y esta ínsula anclada en la piedra y su miseria masticando vidrios va este horizonte que no termina por el gemido del risco y del océano: país de duendes el canto de las cosas (a este lado del hambre el decreto de la espina el sol duro la confesión de cenizas) su retrato es un clavo en la pared. Tanto turista por la ventana la vida corriendo por el carril de acero y este tiempo manuscrito el fuego tatuado en las escamas de la intemperie las raíces como alas, el golpe y el grito de Cristo: Elí! Elí! el pájaro agoniza y vuela soñando islas: cansado de mapas y tormentas inventará el mar y la ola mansa en la cobija del monte en el escéptico perfil de esta isla ignota. Serán leves las estrellas y la trayectoria del niño descalzo hasta la dimensión increíble de la flor entonces la ceiba

VIII cuando no hay diálogo sino gesto soberbio y ojo torpe y perplejo se es esclavo de esta y aquella hora desamparado como en la llovizna fría

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IX la tierra que albergó su huella se olvida de sí ante la voz seca y la palabra mojada: tanta cosa inútil la memoria teje, incesante ya no -sin tiempo- la miro: estas calles no dan al mar sólo se arrastran cada vez recito su cuerpo como era como va siendo ya viejo el amor: lo peor del mañana será quizás el recuerdo ¿quién puede atrapar su forma amansar su cráneo beber su labio inmóvil buscando una noche para morir? ¿o es el infierno abismo término de la esfera celestial? Si mueres otra vez ya no podré ser más el dolor no hay nadie ni tampoco yo en el protocolo de la orilla al centro del genocidio de la angustia del ballet de los ahorcados

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X (invención de la luz) de tanto buscar la piedra filosofal sin ver los aguacates florecidos que claman urgentes por la primavera me invento la luz: crece la yerba sin que la escuchen sobre los rostros solemnes de los funcionarios: golpear no te hace fuerte cae sobre mí la hoja desnuda que no es castigo ni odios pero me autorizo la razón, yo y no bajo la mesa esos subversivos soñadores! (la sospechosa poesía cargada de gastados silencios) los amantes haciendo calles podrían hoy descubrir el día pero de seguro sólo es uno más en la inmediatez del horror en el silencio que respira la historia anónima sobre tanto olvido selectivo los rumores inciertos del horóscopo (afuera la mar siempre agitada, el suicidio diario de la resurrección) me invento la luz

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XI resbala el verbo por la superficie pero deja su sedimento, viscosidad de sangre el plenilunio: los arroyos su blanco seno: el recuerdo la llovizna: el milagro las desgracias rituales inutilidades de cada día la evasión aceptas, rechazas, escoges acaricias las palabras suplicas frases, versos ay, un verso que ilumine, grite, llore una metáfora! para esculpir en la piedra: en la nada vibración: temblor: un DO MAYOR para cargar contigo marcar en la piel arrastrar a la luz, descaradamente? con pena: tímido, y se queda ahí ignorado: mustio (el verso) la sílaba confusa

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XII ¿quién sabe mi voz que se empina hasta el umbral de las angustias si en cada término está también el signo escapadizo de la mordaza? desayuno y el pensamiento espera mudo y horrible, junto al límite del pavor: digo que me he perdido o mejor que nunca he sido y dicho esto sobre las estaciones y su tránsito queda esta rabia que se entra por la semilla en lo amargo del objeto y la precariedad esmaltada de la taza

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XIII el amor sin puntos cardinales en el verano desnudo salta o muere pero es la misma palabra, inconfesada la fiebre fúlgida del deseo y el cuerpo seco: mi derecho a hacer versos sobre el viento muerdo la carne desgarrada banco de peces en la sed de mi garganta. Niego la cola del cometa. Soy el proceso interminado como el amor y el río (los dos cuerpos que mueren cada vez en el secreto de cada instante casi ángeles y casi perros como aire que arde por las playas mancilladas y la quietud sólo una vez postrera y definitiva) la amante cifra sus besos en la impiedad del aire: es cuando la sangre que emigra lenta trae el calendario oculto de los peces el reencontrado misterio el amor sin puntos cardinales los pormenores de la hecatombe

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XIV me espero a mí mismo y no llego emito sonidos que parecen voces en este jardín de inutilidades que nunca florece regreso con la espalda doblada y cruzo el río a pesar de todo lentamente también se cae a pedazos mi país íntimo porque al suceso de los días por la curva de la yerba descienden los trenes sin pasajeros en los nombres ruinosos de figuras y nada más me pierdo y siempre regreso al mismo lugar

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XV (la casa)

Entonces los muros no estaban cubiertos de imágenes criminales

Propercio (II,5,26) al borde del techo cuelga el sol y la lluvia lava los huesos tras la ventana la edad de la confusión y el error tras la ventana, digo la torpeza de los dedos la persecución de los años la alquimia milagrera de las espumas el reiterado riesgo del reflejo en el laberinto de espejos de la pared vacía el crucifijo sin cuerpo los artificios que duermen y encantan desnudo en la memoria el perfil inacabado la silenciosa sábana la duda como puerta y el polvo saldo de los besos la casa, que aprisiona el círculo y el límite geométrico alberga la humedad del viento el perfume olvidado de la ternura que se hunde en los signos de la piedra el espanto de los jardines y la humildad inagotable del agua que fluye al borde del techo

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XVI tan ancha la noche que se pierden las orillas del canto en el complicado juego de la apariencia la incertidumbre infinita la turbiedad del oro el niño que somos al paso de la mano que llora es el olor recién raspado a madera ¿qué son estos pasos más cortos cada vez en la medida de la sombra? ¿qué el trapecio y la longitud del fuego si entonces la luna es el declive de los números impares? tantos cambios y el rostro cuasi el mismo, no cabeza, archivo cuento infantil, triste por creíble: un pez abierto como una flor la flor que navega y se aleja por los desagües, los charcos, el mar.

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XVII replegarse a los huesos huyendo del pánico viejo conocido arrastrando la semilla y su fin hasta la moneda que cae y nunca de canto hasta esencia de la caída parece terrible y sólo es un día.

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XVIII rostros, rostros, rostros. Se confunden las piedras, los mares. El discurso: para qué sirve? reiteraciones regresos interminables círculo cerrado cada puente su mentira. Cercarán mañana el cielo (quizás) el río, los nombres, las ventanas como espejos con inmateriales apenas perceptibles siluetas

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XIX (palabra final) pueden decir entonces que las campanas ya no suenan a plata que blande escarnio el viento los herrumbrosos contornos cada piedra su signo la paciencia como dogma beberé mi gloria en el fondo del trago el consuelo que se escurre el imposible paraíso la ilusión de la orquídea: en definitiva perdonaré los clavos y bendeciré el impío musgo de los huesos el cielo todo del ritual y el espejo perdonadme por la censura que nunca ejercí la otra ciudad de la máscara la otra máscara del polvo la cárcel de la abeja y la subsistencia de la rosa, rosa de los pájaros que alzan vuelo, al amanecer. Los ojos llenos de ayer respiro apenas el gesto que desaparece y flota porque no decimos la mañana sino su sombra la línea es oblicua pero el horizonte cierto en el camino de la baraja el círculo no acabado un anatema el aire y esos tercos grillos que cantan

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XX (paisaje) mastico la sombra que me hunde la hartura de los hallazgos el sieg heil que anonada el cofre cerrado de los confines la isla que navega mi muerte por la constelación amarga y la afrenta que brilla y atrae trazo un círculo sólo para cruzarlo quizás por accidente en diagonal me voy agarrando de los cabellos la fragancia la luna y su reflejo en el agua quieta que va creciendo lenta y sube por las paredes de la garganta hasta un mes cualquiera y la imposible canción de los grillos

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XXI (óleo)

Señor mío: Tú me diste estos ojos; dime dónde he de volverlos en esta noche larga

que ha de durar más que mis ojos. Dulce María Loynaz, Poemas sin nombre, XCII

ante la apagada miseria y el brillo de los que tienen bucean los maestros en las paletas la infinita encrucijada devorando los símbolos de la nada mentido en las pinturas que estallan este tiempo dividido cae gota a gota por la lengua del pincel que nombra inexorables estrellas vuelan tristes sobre el último trazo toca el viento la ronda de los augures en el rumor de los salones en la simiente puntual que le aparta del coro y sus alabanzas pero tapiada está la puerta del lienzo

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XXII (lapsus tempore) el tiempo es nunca alegre nunca triste animal escondido en los zapatos el paréntesis del no tiempo colgado de la percha rota detrás de todas las puertas el hoy cuelga de hilos periodo de ayuno estrictamente masacrado cerveza aguada de los perdedores el beber los vasos llenos de palabras color vacío (escuchen los perros para hoy y siempre la noche se cree eterna) es un ultimátum a las bocas que te nombran en la lentitud del ocaso atormentándose de café y vislumbres sólo vislumbres en la profundidad del derrumbe la ausencia de dios

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XXIII el peregrino de los cristales se roba la luz, las cercas que mantienen la brisa, el libro prohibido fue prisionero de espirales infames de desgarrones ocultos del naufragio de los mitos el peregrino - torero de sueños, amador de truenos- tenía pobre hombre un brillante en el pecho y lo amó. Siempre lo miran, ay las estrellas la mitad de cada instante el ala blanca

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XXIV (la ciudad y los locos) hoy huelen a flores los locos y los orines en las esquinas de la ciudad el estómago también hace versos y reclama su mendrugo a la poética -si no me quito la máscara quién me llorará el candado sobre la lengua?- pero no tengo rey tampoco la ciudad: no creas lo que dicen rabiando el sol desayuno el mordido pan del hambre el enemigo pone sitio a la casa el tonto enarbola su sonrisa los partes prometen la bonanza y el sol reduciéndote a largas jornadas quemadas, huecas la luz duele en los ojos y en la ropa muerta de ayer; celadores asustados otean los vientos y la mano alzada que no vale de mucho sin las otras buenos días dicen los locos y siguen para qué inventamos la brújula y estos días tan largos ofrecimos comida a los dioses ejercitando las máscaras infringiéndolo todo en los imprecisos poemas sueños subastados y es que si nadie dice la ciudad se muere para qué inventamos la brújula? navegamos el odio sin ella y este despertar de locos es la patria de cada día

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XXV la esperanza (si lo es) ha de ser blanca en su insólita desnudez: a partir de hoy sólo leeré la página virgen la no escrita. Cómo hacer la blancura y la piedra, Dios, sin respirar? seré bueno una vez muerto ahora sólo soy yo y araño y grito y recelo del agua que viene y se disculpa por la ausencia de los huesos tan tristes como son por dentro, repetidos cuando arrastran mi cabeza por la acera y el árbol por la memoria un dolor antiguo es el bálsamo interior de las nubes únicamente los maderos debían flotar sobre las aguas lejos de la mezquindad y este ojo derecho casi ciego

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XXVI oído todo las voces elementales la tibieza de las mañanas la noche y sus máscaras confesaré rencores en el pan disminuido en el altar inútilmente adoquinado en la tumba del césar por la luz y sombra de la mano que duda porque el beso que se arruga lento como un domingo, divide el tiempo enredado entre pájaros y palabras hago acrobacias en el silencio y el brillo de la desigualdad llora mi gente (a veces ríe también soñando inundada de gritos hasta el horror del vuelo prohibido el canto de las raíces y la cerrada puerta del reposo) en la levedad del agua y el cuerpo que se hunde gravita la esperanza y su eje en el llanto de las voces elementales la tibieza de las mañanas la noche y las máscaras

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XXVII (teatro de difuntos) abierto está al fondo de todo el teatro que vende la superficie húmeda del verano ave César, los que van a llorar el bolsillo lleno de naipes iguales (el reloj es un paréntesis) y mi propio ángel que muere son umbral que cruzo en vilo hasta la zona del sueño y lo prohibido. Algo sucede siempre, quién sabe dónde el escenario y su juego o el estar fluyendo en el desconcierto del beso creaturas de volúmenes exactos, precisos - cosas pequeñas, objetos nimios- flota el rebaño triste. Pongo mi nombre como quien pone una cruz en la pared y su precio y volveré por la tierra: me entraré como una raíz (cerremos las tumbas no vayan a regresar los muertos) hasta el cartel que dice Se prohíbe creeer en el arcoiris cuando llueve el público pide lo imposible.

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finis coronat opus...

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T&F Editores Santiago de Chile Teléf. 56-08-4941143 Email: [email protected]

El poeta puede odiar –como los dioses– pe-ro no puede caer en las miserias y las mez-quindades. Por eso tu libro es un canto pro-meteico que enciende los fulgores de la pa-sión y denuncia la cotidiana complacencia (...) Que nada ni nadie amordace tu boca; que nada ni nadie ponga freno al caudal de tus sentimientos; que nada ni nadie enfríe el borbotón apasionado de tu sangre. Juan Delgado López Poeta y editor, Huelva

Sorprende el alejamiento del poeta de lo convencional, la vecindad del misterio, la atracción del sentido, la sugestión que pro-pone el descifrado de un enigma (...) Cada poema acumula la necesidad de la reelabo-ración, porque no hacerlo equivale a un ale-jamiento. Beatriz Matheu Poeta, Buenos Aires

La lectura de sus textos confirma nuestra aseveración: la poesía cubana contemporá-nea es una de las más vanguardistas de América Latina (...) Militar en la existencia para poetizar a vida de todos los días, es una utopía necesaria. Luis del Río Donoso Poeta y editor, París

Raúl Tápanes López (Matanzas, Cuba, 1953) ha publicado los poemarios De la desesperanza y otros poemas (México, 1999) y Reiteraciones o peregrino al borde de la tierra (Autoedición del autor, Valparaíso, 2007). Es autor, en colaboración con I.S. Merlin, de Antología de la Poesía Cósmica de Matan-zas (Frente de Afirmación Hispanista, México, 2003). Como promotor de arte ha curado y organizado las muestras De La Habana a Buenos Aires: cuatro pin-tores, una visión cósmica (2003) y Proyecto itineran-te de pintores cubanos y chilenos (2007-2008), en galerías de La Habana, Buenos Aires, Miami y Santiago de Chile. Desde 2000 edita de manera arte-sanal la revista indepen-diente de poesía Arique. Reside temporalmente en Chile.