Reflexiones sobre la innovación

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¿porque el término innovación en chile se ha puesto de moda lleno de anglicismo y palabras raras, solamente comprensibles, una vez más, para ciertas elites dominadoras de lenguajes hipnóticos y pontificadores de la verdad, arcana, alquimista y milagrosa, que por el sólo hecho de pronunciarlas, se avanzará hacia el desarrollo?

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Reflexiones sobre la innovación

Si uno se guiara por el origen de la palabra en latín innovare: introducir una novedad, se daría cuenta que ya el mismo término es amplio y no claro, más aún, tiende a generar confusión ya que uno diaria y permanentemente introduce “novedades”, cosas nuevas en la empresa, en el lenguaje, en la cocina, en la moda, en el peinado, etc., etc., o, en su defecto, el medio te introduce estas novedades, que uno acepta y adopta casi de inmediato, sin detenerse siquiera a reflexionar sobre los alcances y usos, pasando a ser al breve tiempo antiguo, no innovador, cotidiano y fuera de época. Algunos ejemplos son las siglas MP, MP1, 2, 3 4, y otras.

Entonces si la cosa es así de fácil, ¿porque entonces el término innovación en nuestro país se ha puesto de moda lleno de anglicismo y palabras raras, solamente comprensibles, una vez más, para ciertas elites dominadoras de lenguajes hipnóticos y pontificadores de la verdad, arcana, alquimista y milagrosa, que por el sólo hecho de pronunciarlas, se avanzará hacia el desarrollo?Y la respuesta es de una simpleza comparable con la vida misma: por la misma razón que en Chile todas las iniciativas son para y por elites económicas o auto ungidas en profetas, que terminan yendo, aunque no sea la intención, en provecho de las minorías que mantienen los aparatos productivos de peso real en el país.Pero lo que es peor, porque en el fondo se ha tendido a generar dos líneas casi opuestas de comprensión de la dinámica innovadora:

1. La compleja, enredada, no apta para las masas, basada en teorías verdaderas y palpables en países desarrollados, pero lejanas e inaccesibles para nuestra realidad,

2. Y la absurdamente simplificada, mentirosa y profundamente manipuladora en su base de gestación, que lleva a hacer creer que cualquiera que haga algo como vender dulces en los buses se llama emprendimiento y hacer mermelada de nueces es innovación

Ambas, a mi juicio, son profundamente dañinas, ya que impiden generar la verdadera innovación desde las bases, dejando de lado a mucha gente que podría ser un agente activo del desarrollo en la medida que entendiera profundamente de que se trata y que el estado le diera las herramientas necesarias para investigar, inventar y aplicar.

Aclaremos, herramientas no significa sólo dinero, sino que un conjunto de medidas que afianzaran alianzas entre diversos entes académicos y productivos, por ejemplo PYMES-Universidades, y otras en función de un desarrollo creativo en permanente proceso de tecnificación y masificación de resultados.

Si la discusión queda en la esfera compleja, nunca se masificará la innovación y si sólo se amplifica una burda versión, seguirá pasando lo mismo que hasta ahora, compramos en China y vendemos en nuestras tiendas, o hacemos productos básicos tipo cobre, pulpa de madera, harina de pescado y similares, JAMAS UN CELULAR, UN SATELITE, UN GOOGLE, ETC.

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Y esto es por obra y gracia de nuestro subdesarrollo, donde es más importante el aspecto asistencial, corto placista, que el lado largo, difícil, y sin réditos de votación en las próximas elecciones.

Preferimos dar pescado antes que enseñar a pescar, fomentando la peor de las flojeras, cual es la mental, dándonos por satisfechos, por emprendedores e innovadores cuando importamos tecnología nueva que nos permite sacar el cobre de las entrañas de nuestra tierra, pero no hacemos ningún esfuerzo por inventar esa máquina que nos permitiría avanzar en la carrera por salir de los lugares tercermundistas y ser, de verdad, desarrollados.

El subdesarrollo es en primer lugar un estado mental, que si se alimenta con definiciones antojadizas como las descritas arriba, sólo nos permitirá hacer lo que sabemos. Generar valor añadido, pero jamás valor agregado, ser buenos proveedores de materias primas hechas con tecnología extranjera sin darnos tiempo para dar el paso de entender que la verdadera riqueza de un pueblo es el conocimiento, la cultura, el saber, pero el que cuenta, el que vale, el que sirve, no la pátina de autosuficiencia banal y primitiva que impide mirar con otros ojos nuestra acción cotidiana de crear, de generar valor agregado, de emprender, en definitiva, de innovar.

Es mi convencimiento más profundo que, cuando una parte importante de las 83.000 PYMES formales que existen en nuestro país incluyan y entiendan la innovación como un proceso de avance y desarrollo permanente, Chile pasará a engrosar la lista de países del primer mundo por mérito general y no por un argumento tan, nuevamente banal y autosuficiente, sin sentido, como es el indicador del PIB per cápita, ya que todos sabemos de sobra que el 20 % de la población se queda con casi el 80% de los recursos producidos, lo que, en sí, es la barrera más imponente que se pueda levantar sobre la génesis de la innovación, porque difícilmente un empresario pequeño o mediano tendrá tiempo en su cabeza para innovar, si su diario vivir está plagado de angustias por sobrevivir.

Y eso alcanza sólo para mantenernos en la honorable lista de los países emergentes, término caritativo que significa país subdesarrollado con buenos niveles de eficiencia en vender materias primas y algunas cosas con ciertos valores añadidos mediante la importación de maquinaria de segunda línea ya que la primera es para el que la inventó y, claramente no fuimos nosotros.

Ricardo Farrú C.EconomistaConsultor INAP