Reflexiones Educomunicación Popular Radial
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Reflexiones acerca de La Comunicación Popular
La Educomunicación
y la Producción Radial Comunitaria…
(Borrador en construcción)
Luis Alberto Ochoa
Facilitador de procesos de aprendizaje lúdico-amorosos con énfasis en la animación sociocultural.
"Definir qué entendemos por comunicación, equivale a decir en qué clase de sociedad queremos vivir".
Mario Kaplún
El propósito de este texto es compartir un conjunto de reflexiones surgidas de la
sistematización de–parte de- mis experiencias en diferentes procesos de Comunicación
Popular. Como corresponde en esta modalidad investigativa, la fundamentación teórica
se macera en el relato y reconstrucción crítica de la práctica, donde ésta es analizada,
reflexionada, confrontada, llevada a dialogar con otros (as) autores (as), indagada a la luz
de procedimientos y técnicas metodológicas; todo un proceso dinámico e integrador que
favorece reconocer los aprendizajes previstos, más otros que subyacen en ella. Aquí
abordo básicamente elementos de la Comunicación Popular, La Educomunicación, y
una variedad de aspectos relacionados con la Producción Radial Comunitaria, que deseo
puedan constituir un modesto aporte. No son, para nada, ideas concluyentes, pretenden
en todo caso incorporarse a la discusión necesaria que en el seno de –algunos- colectivos
comunitarios se viene desarrollando en torno a éstas temáticas. Valga decir, que las
mencionadas experiencias aquí expuestas, no las he tenido aislado de los procesos
colectivos que las producen…
Lo PopularLo PopularLo PopularLo Popular
Sé que existen múltiples visiones de lo popular, algunas de ellas con la evidente
finalidad de estigmatizar su sentido más profundo, para que los que hacemos posible la
existencia de lo popular nos avergoncemos de nuestra condición, para que el autoestima
de un colectivo inmensamente mayoritario permanezca sepultado. Quienes se esfuerzan
en deshonrar el sentido de lo popular, son los que pretenden perpetuar las calamidades
que padecemos los hombres y las mujeres que integramos esa categoría conocida como
pueblo, hombres y mujeres que –sufrimos y- construimos historia, que atesoramos y
rehacemos constantemente una diversa y sabrosa cultura, en la que se distinguen
nuestros rasgos de pueblo.
No hablo de lo popular como producto para el consumo que ha sido masificado
por las empresas mediáticas. Lo popular -que me interesa- es lo que es relativo -y le
pertenece- al pueblo, y al pueblo que me refiero es la clase desposeída, los excluidos y
despojadas por el sistema de opresión y explotación capitalista. Ese pueblo que
esparcido por la geografía de un país hace la cultura –relevante y característica - de toda
una nación, ese pueblo que levanta casas y construye caminos, que trabaja en fábricas y
escuelas, que vende arepas o helados caseros a la entrada de esas fábricas y de esas
escuelas, pueblo que escribe poesía en forma de décimas octosílabas y se organiza de
tantas maneras como sea necesario. Pueblo que han pretendido callar los que manejan el
poder político, económico y religioso. Pueblo que históricamente ha escrito su nombre
en las paredes, cuando sudoroso y decidido escribe la palabra Libertad. Me refiero al
pueblo que en estos tiempos de globalización y de un altísimo desarrollo científico-
tecnológico, no percibe que ese desarrollo esté en función de resolver sus necesidades
básicas, sino que hace más amplia y profunda las diferencias entre los que viven con
comodidad y lujos y los que apenas consiguen para comer. Marco Raúl Mejía y Myriam
Inés Awad (2007) nos amplían y aportan una visión de lo popular:
“(…) los educadores populares latinoamericanos (…) recogemos de la tradición
marxista su caracterización de clase y de los anarquistas su noción de pueblo,
sin perder de vista que en América Latina, producto de un desarrollo muy
particular del capitalismo y del surgimiento de nuevos actores sociales, esas
perspectivas se amplían a todos aquellos excluidos para quienes estos tiempos
de globalización han construido nuevas maneras de desigualdad.
Así, entendemos lo popular en un contexto en el cual amplios sectores de la
población se caracterizan por su no participación social, su exclusión y
subordinación, tanto en los procesos particulares de la vida social como en los
más globales de la universalidad y la modernidad. Esta exclusión particular y
global se da en diferentes proyectos (económico, político, cultural, social, de
género, étnico) y adquiere concreción hoy –ampliando la concepción de
“clase”- en los fenómenos comunicativos gestados por la globalización
tecnológica de fin de siglo. De tal manera, no podemos reducir lo popular a los
procesos de producción sino también a los del consumo”… (Mejía Marco y
Myriam Awad 2007: 27,28)
Cuando factores organizados (estudiantes, obreros (as), trabajadores (as)
comunitarios, movimientos políticos de izquierda, cristianos (as) de base) de algunos
sectores populares -imbuidos por la dialéctica de la lucha de clases- precisaron la
necesidad de reivindicar el auténtico sentido de la comunicación, desplegaron todo un
potencial creativo entorno a variadas herramientas que hacen posible generar procesos
de comunicación en sus localidades: periódicos, murales, teatro, radios parlantes y/o
comunitarias, carteles, afiches, pintas, proyecciones de cineclub, el cantar de los cantores,
entre otras experiencias de comunicación alternativa y comunitaria. En esas experiencias,
el pueblo manifiesta su existencia a través de su cultura, de sus sueños, de sus
esperanzas.
La Comunicación PopularLa Comunicación PopularLa Comunicación PopularLa Comunicación Popular
La Comunicación Popular está entrañablemente relacionada con las acciones que
realizan excluidas y excluidos por liberar su palabra, desde procesos de participación y
organización comunitaria en los que la cultura de estos sectores es insumo fundamental.
Esa palabra liberada adquiere criticidad, conciencia social e histórica, se organiza y se
relaciona para transformar la cotidianidad, en un proceso de auténtico diálogo que
permite que los interlocutores se aproximen a la construcción de su destino en
autonomía y en condiciones de igualdad.
Para mi vida fue relevante haberme involucrado –aun siendo un niño- en la
experiencia de animación sociocultural desarrollada en el Bloque 10 de las Lomas de
Urdaneta, Caracas, a principios de los años ochenta. Una experiencia que apuntó en el
sentido de lo que expreso en el anterior párrafo. Con la iniciativa y el esfuerzo de la
Directiva Juvenil Bloque 10 de las Lomas de Urdaneta, como expresión organizada de la
comunidad, se logró motivar a una proporción importante de los (as) vecinos (as) para
resolver mancomunadamente parte de las problemáticas que la afectaban: recuperación
de espacios, tanto lugares físicos, como escenarios para la formación y el encuentro
sociocultural.
Con la participación entusiasta de la gente, fueron pintados del mismo color los
pasillos de las letras F, E, D y parte de la C (permanecían en la discordancia de los
colores que cada familia le colocaba a “su parcela”, como reflejo de la desunión que se
vivía), se le colocó cerámica al piso de la planta baja, los ascensores dañados por años se
recuperaron, el sistema de iluminación cobró vida, el tráfico y consumo de drogas fue
desterrado. Así mismo se conformaron los grupos “Matiguá” (de proyección folclórica
afrovenezolana) con su respetivo cuerpo de danzas, el T.I.P Teatro Infantil Polillas y el
T.A.P. Teatro Actualizado Popular; grupos que respectivamente estrenaron en el propio
Bloque, las obras "La Historia de un número" escrita por el director de los grupos, y
"Barco de Piedra" de Andrés Eloy Blanco; y luego, siguieron presentándose en
comunidades populares. Por ese tiempo se celebró en el auditorio de la CANTV el
Primer Festival de Teatro Popular, evento en el que el T.A.P. alcanzó el primer lugar.
Las actividades deportivas se propagaron (voleibol femenino y masculino, futbolito y
pelota de goma para niños y adultos). Se elaboró un periódico del Bloque que luego
parió a “Informacito”, el periodiquito infantil- juvenil del que formé parte, se hicieron
excursiones y encuentros deportivo culturales con –y hacia- otras regiones del país.
También se establecieron eventos de realización anual, como las verbenas en el día de
las madres y en el día de los padres, las patinatas decembrinas, y una de las actividades
que aún se mantiene, sin la misma efervescencia y alegría del inicio, pero se mantiene, ya
como un patrimonio cultural de Catia: El Encuentro o Velorio de San Juan, más
conocido como el San Juan de las Lomas. Sintetizo en este párrafo lo que sin duda fue
una experiencia extraordinaria, un proceso de auto-dignificación colectiva que tuvo en el
diálogo un elemento vital.
Un poquito después, en una época en la que era sumamente difícil y hasta
riesgoso difundir por radio aspectos significativos de los procesos socioculturales que el
movimiento popular realizaba en Caracas (por las implicaciones políticas que ante los
ojos de los cuerpos de inteligencia del estado, conllevaba aquel trabajo), el Instituto
Radiofónico “Fe y alegría” llevó a cabo el programa de formación de “voceros
populares”. Una experiencia que me permitió divulgar, por medio de reportes radiales,
parte del trabajo que realizaban diferentes colectivos de trabajo sociocultural en Catia,
entre ellos: la Organización Deportivo Cultural “Indios Caribe” (de la que formé parte),
el Equipo de Trabajo Carbonell (del que fui co-fundador), la Asociación de vecinos del
Amparo 1, el Grupo Juvenil “Conciencia y Liberación” de Propatria, la Asociación Civil
Grupo “Cañón” de Propatria, el Grupo “Negro Primero” del Bloque 2 de las Lomas de
Urdaneta, entre varios otros colectivos con los que mantuve vínculos de amistad y trabajo
sociocultural. Estas experiencias no están desconectadas entre sí, forman parte de un
mismo e integrado movimiento. Cuando al inicio del párrafo digo “un poquito después”
me refiero a mi edad cronológica, pues al momento de iniciarse el proceso que llevó a la
conformación de la Directiva Juvenil Bloque 10 de las Lomas de Urdaneta, yo tenía 13
años; luego, cuando participo como vocero popular con radio “Fe y alegría”, ya había
cumplido 24 años. En esos espacios actúa la comunicación popular, y se mueve como un
componente fundamental que parte de la cultura que hace el pueblo, en esas
comunidades.
Según Jorge Merino (1988), Comunicación Popular es el proceso:
“…que partiendo de la cultura y necesidades de los grupos, transforma las
características de la comunicación dominante; donde emisores y receptores
intercambian continuamente sus posiciones; aquella que está definida
prioritariamente para la participación de todos los sujetos que en ella
intervienen, sobre todo aquellos a los que más directamente les atañe el
proceso en el que están incluidos”. (educacionnohegemonica.wordpress.com) Por su parte Jesús Martín Barbero aporta la siguiente definición de
comunicación alternativa:
“…la comunicación será alternativa en la medida en que asuma la complejidad
de esos procesos, si junto al lenguaje del medio se investigan los códigos de
percepción y reconocimiento, los dispositivos de enunciación de lo popular,
códigos y dispositivos en los que se materializan y expresan confundidos ya la
memoria popular y el imaginario del pueblo.” (educaciónnohegemonica.wordpresscom)
ComunicaciónComunicaciónComunicaciónComunicación PopularPopularPopularPopular ---- ComunicaciónComunicaciónComunicaciónComunicación ----Educación.Educación.Educación.Educación.
Al inicio, cuando el hombre y la mujer necesitaron expresar sus emociones y
relacionarse entre ellos, ellas, y el ambiente en que vivían; la comunicación, por ser
innata al ser humano, fue simplemente comunicación. Hasta pudiera decir que era
comunicación popular, en tanto les concernía a todos (as), y todos (as) eran pueblo que
convivía en las mismas condiciones. Con el avance de la historia y con la profundización
de las contradicciones que conlleva esa evolución, aparece la propiedad privada, y con
ella la división social en clases: una clase rica que es dueña de los medios de producción,
que vive de explotar la fuerza de trabajo de la –otra- clase, la obrera. Con el transcurso
del tiempo, aunado al surgimiento y desarrollo tecnológico que esa clase poderosa
también controla, se apropiaron de la comunicación, e impusieron a través de un
conjunto de especialistas al servicio de esa clase, una manera de entenderla. A esa
manera de entender y vender la comunicación, le dieron un nuevo significado acorde a
sus intereses, apropiándose ya no solamente del término, sino que apoyados en el
trabajo de esos especialistas e investigadores se adueñaron de la categoría comunicación,
y la aplicaron como una verdad.
Si existe una Comunicación Popular –que además pretende ser una alternativa- es
porque existe una forma dominante de concebir e imponer la comunicación. En la
comunicación dominante el pueblo no existe, su cultura es desconocida, sus
manifestaciones tradicionales tergiversadas, y la historia es presentada desde la óptica e
intereses de la opresión. Los medios al servicio de las clases dominantes generalmente
manipulan la información en función de sus beneficios económicos e ideológicos, niegan
la pluralidad de puntos de vista e imponen sus criterios como verdades.
En la Comunicación Popular el acento está colocado en los intereses de los
sectores desposeídos. Ante el despojo que los sectores dominantes han hecho de la
“comunicación”, apropiándose de los medios, del término, e imponiendo como modelo
una práctica que niega la esencia dialógica y humana de la comunicación, parte del
pueblo que ha sido invisibilizado por esta práctica, insurge con una propuesta que
retoma el sentido verdadero de la comunicación. Un proceso que es inherente al ser
humano, que alcanza su plenitud en el diálogo sostenido entre interlocutores que tienen
por principio el respeto. Diálogo que mínimamente se da entre A y B, pero que también
puede ser multidireccional.
Toda práctica comunicacional y educativa está orientada –conscientemente o no-
por una concepción pedagógica, por una intencionalidad política. Esta sociedad
excluyente está diseñada para que predomine un tipo de comunicación que coloca al
emisor en primer lugar del proceso: emisor-mensaje-receptor. El emisor es dueño del
saber, de las ideas, y por lo tanto del mensaje, que ordena, que dispone. El receptor un
ser pasivo, que consume y acata ese mensaje. Ese modelo –impositivo y nada dialógico-
ha servido para domesticar a nuestro pueblo, y en la manufactura de esa alienante
pasividad que hemos sufrido, la escuela –por medio de docentes que no favorecen
procesos de comunicación ni espacios de intercambio educativo- actúa como una gran
industria, como un lugar para fabricar seres indiferentes que –generalmente- obedecen
órdenes sin atreverse a cuestionarlas.
El propio ejercicio de hacer Comunicación Popular –al procurar orientar sus
prácticas por el enfoque pedagógico que hace énfasis en los procesos- contribuye a
desmontar el modelo que ha impuesto la comunicación dominante, y que se
corresponde con la concepción bancaria de la educación. El modelo que ellos aplican, es
idéntico al proceso que se hace en la información, no en la comunicación. Ricardo
Noseda (citado en Kaplún 1998), nos dice, Información: <<…es cualquier trasmisión
unilateral de mensajes de un emisor a un receptor. >>. Un mensaje que va de A, hasta
B, sin que B tenga lo posibilidad de intercambiar pareceres. Ese es el modelo que la
dominación ha impuesto como comunicación, el que equivale a la concepción
tradicional de la educación y que se grafica en: El (la) docente que “sabe”, que
monopoliza la posibilidad de hablar, y que deposita conocimientos, a un estudiantado
que escucha y repite lo que se le dicta (generalmente al momento de las evaluaciones,
como demostración de haber “aprendido”). De ahí la estrecha relación entre educacióneducacióneducacióneducación
y comunicación. comunicación. comunicación. comunicación. Francisco Gutiérrez lo plantea así
“…la educación es intercambio, es trans-formación, es com-unión, por lo que se
da y por lo que se recibe. Es inter-acción, como también lo es la co-municación.
Tanto en educación como en comunicación el que recibe y da (el que aprende, y
se aprende tanto al dar como al recibir), cambia en la transformación que es
implícita a ese proceso de interacción y comunicación. El aprendizaje, que
siempre es cambio, es la contraprueba que nos demuestra si nos estamos o no
comunicando, es decir, si en la comunicación, nos estamos educando unos a
otros. Esto supone, que aprende tanto el comunicador, al codificar la realidad,
como el receptor al decodificar esa misma realidad comunicada. Educación y
comunicación son un mismo y único proceso de co-participación, de co-
producción, de co-entendimiento y co-munión” (Gutiérrez: s/a: 76)
Simón Rodríguez dijo “Todo aprendizaje es un interaprendizaje”, porque
estamos en el mundo para “entreayudarnos” no para “entredestruirnos”, aprendemos
compartiendo y reconociendo los saberes de cada cual. El viejo maestro estaba
convencido de que el aprendizaje es continuo, que implica a todas y a todos los (as) que
–desde cualquier rol- participamos en procesos educativos, entendidos como instancias
propicias para la relación, la reciprocidad, la construcción, la comunicación.
En los talleres referentes a la “Comunicación Popular” que he compartido en
comunidades, concebidos como espacios de inter-aprendizaje, incluyo una discusión
semántica del término comunicación, analizamos su acepción más antigua, y su relación
con la palabra comunidad. Ambos vocablos derivan de la misma raíz: común. Lo común
es lo que es de todos. La comunicación entonces es propia de todos los hombres y de
todas las mujeres, pero con el paso del tiempo los dueños de las empresas comerciales
de difusión fueron apropiándose del término y sobre todo de la categoríacategoríacategoríacategoría, hasta hacernos
creer que la comunicación les pertenece y que es un asunto exclusivo de periodistas y
locutores profesionales. Mario Kaplún (1998) analiza lo que para él fue el principal
motivo de ese desplazamiento de sentido: la aparición de los llamados “medios de
comunicación social”
“en un comienzo, cuando empezó su expansión, no se les llamaba así. Los
norteamericanos —sus grandes propulsores— los denominaron simplemente
mass media: medios masivos o de masas. Pero después, para legitimarse y
afirmar su prestigio, ellos mismos comenzaron a llamarse «medios de
comunicación social». Se apropiaron del término «comunicación». Y ahí
probablemente nació el equívoco. La forma de operar de estos medios se
convirtió en modelo referencial, en paradigma de comunicación. Para
estudiarlos, se construyó toda una «teoría de la comunicación» que se centraba
exclusivamente en la transmisión de señales y mensajes. Lo que ellos hacían —
transmitir—: eso era la comunicación. Así, en lugar de partir de las relaciones
humanas, fueron la técnica, la ingeniería, la electrónica —y las poderosas
empresas propietarias de los medios— los que impulsaron la forma de concebir
la comunicación…” (Kaplún, 1998:61,62)
Los auto-nombrados “medios de comunicación social” (que deberían llamarse
corporaciones mediáticas, o empresas de difusión) forzaron una forma de entender la
comunicación estrechamente ligada a sus intereses, a una manera que les garantizara
apropiársela y controlarla, deslegitimándola de su esencia dialógica y humana. Un
“modelo” en el que nada más hablan los que controlan esos medios. El profesor
Antonio Pasquali (1978), (el mismo que hoy aboga por globovisión) cuando comulgaba
con ideas libertarias, hizo aportes tan interesantes como la siguiente descripción:
“debe comprenderse con toda claridad que por razones técnicas y de uso
político-económico, muchos “medios de comunicación” modernos impiden de
hecho una auténtica “acción recíproca entre agente y paciente”. Si el teléfono
sólo resta al diálogo la presencia gestual del interlocutor y algo de la calidad
acústica de los mensajes (siempre y cuando no esté bajo control), la Radio y la
Televisión, en cambio, funcionan de hecho como diodos, esto es, como aquellos
elementos electrónicos que sólo permiten el paso de los electrones en un solo
sentido, y no a la inversa. Radio y TV son “interlocutores” en un “diálogo” espurio
en que sólo habla quien controla los medios, a una masa de “interlocutores”
mudos que sólo reciben mensajes, sin contrarréplica.” (Pasquali, 1978: 48)
Las reflexiones teóricas que en un momento dado un investigador puede
plasmar, son producto de la lectura de una realidad en la que todos y todas participamos,
y ayudamos a construir. Esos aportes no salen de la caja mágica de sus autores, no los
inventan, tienen el mérito sí; de disponer de tiempo, de recursos, y de un desarrollo
intelectual que desde una perspectiva ideológica, y apegado a la aplicación del método
científico, posibilita traducir esas ideas que están en la realidad. Cuando cito a Pasquali,
no estoy citando al que aparece ahora defendiendo los intereses de la comunicación
burguesa, cito las ideas aun vigentes, que la realidad socio histórica que construimos
todos y todas en aquel momento, le pronunció. Llevan su firma, si, pero la esencia
liberadora de esas reflexiones nos pertenecen, y a ellas no debemos renunciar.
Para continuar hilando esta disertación, considero preciso incorporar algunas
definiciones de Comunicación, en ese sentido, el propio Antonio Pasquali (1978) nos
dice: <<Comunicación es la relación comunitaria humana consistente en la
emisión/recepción de mensajes entre interlocutores en estado de total reciprocidad…>>
Este concepto permite desmontar la falsa idea de que, por ejemplo, la televisión –sin
incorporar en sus mensajes el sentir de las mayorías- sea un medio de comunicación. Ese
cuestionamiento lo podemos hacer con mayor claridad si analizamos el concepto de
Pasquali junto a las siguientes reflexiones de Paulo Freire (1969) <<…sólo el diálogo
comunica. Y cuando los polos del diálogo se ligan así, con amor, esperanza y fe uno con
el otro, se hacen críticos en la búsqueda de algo. Se crea, entonces, una relación de
simpatía entre ambos. Sólo ahí hay comunicación. >>
La televisión, la radio y los periódicos de la dominación no dialogan con nadie.
Emiten informaciones, disparan puntos de vista, publicitan y difunden ideas de la misma
manera que hacen con sus productos, generando falsas necesidades en los usuarios y
usuarias. ¿Quién se sienta a hablar con un televisor? ¿Cuál es el amor, la fe y la
esperanza que unen a los dueños de las empresas de difusión con la mayoría de los
receptores? ¿Cómo hacernos críticos en la búsqueda de algo si tenemos intereses de
clases dialécticamente opuestos?
Parafraseo al proceso de comunicación propuesto por KaplúnParafraseo al proceso de comunicación propuesto por KaplúnParafraseo al proceso de comunicación propuesto por KaplúnParafraseo al proceso de comunicación propuesto por Kaplún
La Comunicación Popular tiene objetivos radicalmente contrarios. Por eso Mario
Kaplún nos enseñó que para propiciar un proceso de comunicación verdadero y eficaz
se deben manejar varios componentes, entre ellos la prealimentación:la prealimentación:la prealimentación:la prealimentación: un esfuerzo inicial
por reflejar en el mensaje a los destinatarios del mismo, partiendo de sus necesidades,
esperanzas y expectativas. De esa manera, antes de lograr que la comunidad se incorpore
a la radio o al periódico -entendiendo además que no toda la comunidad va a producir
programas, ni a escribir reportes- ya está incorporada al mensaje. Esto genera cercanía,
identificación, sentido de pertenencia. Al comenzar por ahí, poniendo en primer lugar al
receptor, también estamos cambiando el modelo de comunicación, pues partiendo del
receptor que origina ese mensaje avanzamos hacia un real proceso de comunicación.
Por desconocer o no valorar la prealimentación, entre otras razones, es que en
muchas de nuestras emisoras comunitarias se hacen programas que no tienen que ver
con el contexto de los (as) supuestos (as) destinatarios (as); pues la realidad que muestran
es la misma que aparece en los medios privados, una realidad que no les dice nada sobre
ellos (as). Basta un solo ejemplo para ilustrar esa situación: algunos programas deportivos
que se realizan en las emisoras comunitarias no consideran las actividades de deporte y
recreación que se generan en su propio ambiente. Frecuentemente escuchamos
programas que repiten las informaciones que ofrecen los medios privados sobre ciertas
disciplinas del deporte profesional venezolano, de las ligas de fútbol profesional de
España, Italia e Inglaterra, o sobre el béisbol y baloncesto de los Estados Unidos. El
campeonato de fútbol sala que se celebra en el Barrio vecino, los juegos inter-escolares
donde participan las sobrinas o nietos de los que hacen esos programas deportivos, las
partidas de pelota de goma donde ellos mismos juegan, el torneo de chapita, y toda la
infinidad de deporte comunitario es “desconocida” por estos productores que prefieren
decir lo que ya está dicho. En nuestras comunidades, donde no hay una cancha
deportiva se le inventa, cualquier terreno baldío es bueno para improvisar un campo de
pelota, en ese escenario se produce un intercambio que tiene mucho que ver con los
valores de la amistad, la solidaridad, el encuentro, la comunión, y, se produce también,
mucha información que es insumo esencial para producir programas deportivos.
No puede ser más importante –al menos desde el punto de vista de información
y comunicación comunitaria- el contrato de no sé cuantos millones de dólares que
consiguió el lanzador venezolano Johan Santana, con los Mets de Nueva York, que el
desenvolvimiento del taller de recreadoras y recreadores comunitarios que organiza el
Consejo Comunal de su localidad. Resulta fundamental entonces que la comunidad se
reconozca en los mensajes que se le proponen, que los sientan suyos. Ese es un paso
primordial para que comience a sentir correspondencia con la comunicación, para
incentivarse a participar. Con esta propuesta no se les quita relevancia a los productores
comunitarios. De asumirla ya no serán los emisores exclusivos de “sus” mensajes, ya no
se tratará de decir únicamente lo que “yo” quiero, pero ganarán en audiencia, en
credibilidad, y su responsabilidad al momento de elaborar los mensajes que saldrán en
sus producciones, será mayor, pues trabajar con la palabra y aspiraciones de un
colectivo, es un compromiso enorme.
Otro de los componentes vitales de la Comunicación Popular es lalalala empatía, empatía, empatía, empatía,
cuestión que pasa por colocarnos en la posición del otro, por tratar de comprender a
nuestros (as) interlocutores (as). Para lograr colocarnos en el sentir de los (as) demás, el
primer paso que tenemos que dar es estar dispuestos a escuchar con absoluta apertura
mental, así lo refiere Ezequiel Ander-Egg:
“La escucha activa es, en primer lugar, escuchar sin tamizar o seleccionar lo que
el otro dice de acuerdo con su propia perspectiva o manera de pensar. Para ello
hay que escuchar con la mayor apertura mental posible; saber ponerse en la
perspectiva del otro y vivenciar lo que el otro dice y cómo lo dice (ser sensible a
la tonalidad psicológica/afectiva del que habla). Hay que aprender a escuchar y
a desarrollar la capacidad empática, ambas capacidades están ligadas y son
inseparables. Ninguna puede ser plena sin la otra. En lo más profundo, la
capacidad de escucha activa y de empatía, más que de técnicas, se trata de
actitudes vitales frente a los otros, no sólo cuando se coordina un grupo, sino
cuando se actúa cotidianamente en relación con los demás.” (Ander Egg:
2002:60)
Otro componente importante que debemos tener presente los comunicadores
populares, es el uso de –al menos- dos dimensiones del lenguajedos dimensiones del lenguajedos dimensiones del lenguajedos dimensiones del lenguaje. La cognitiva que tiene
que ver con el saber, y la relacionada con la afectuosidad. A través del lenguaje
expresamos ideas, conocimientos que van surgiendo de los mismos procesos que
compartimos y procuramos hacer comunicar, pero si a ese saber le agregamos la
dimensión afectiva, el pronunciarnos y relacionarnos con cariño, esos componentes
harán más cercana y posible la comunicación.
Un elemento cardinal es el que tiene que ver con el manejo de un código común un código común un código común un código común
con los (as) posibles destinatarios (as) de nuestros mensajes. Elemental utilizar un
lenguaje entendible por todos y todas, no aprovechar el poder que supone estar frente a
un micrófono, para exhibir un impresionante conocimiento verbal que no comunica.
Me pareció interesante analizar los componentes del proceso de comunicación
propuestos por Mario Kaplún: la prealimentación, la empatía, las dimensiones del
lenguaje y el uso de un lenguaje común, desde el trabajo realizado por el cantor
venezolano Alí Primera, en quien reconozco un extraordinario comunicador y educador
popular. Me atrevo a afirmar que su gran habilidad para comunicar surgió de su
disposición para comunicarse, que empieza por el desarrollo de su capacidad de escucha
activa, por interpretar el sentir de un pueblo, por enterarse de lo que sucede en la vida
cotidiana de la gente, y saberse parte de esa gente. Un cantor dialógico que hablaba con
sus interlocutores, puesto tenía en sus labios las palabras de ellas y de ellos, ejercitando
un tipo de comunicación que empieza por el destinatario del mensaje: receptor-emisor-
mensaje-receptor. Otro elemento presente en el canto de Alí, es el uso de dos
dimensiones del lenguaje, la –cognitiva- que tiene que ver con el saber y la relacionada
con la afectuosidad. De la primera aprendimos entre muchas cosas: el amor por la patria
y la ecología, los personajes que luchan por la liberación de Nuestra América, la
necesidad de luchar contra la explotación que padece nuestro pueblo. La segunda, aún
subjetiva, está corroborada entre muchos otros y otras, por mi amigo Carlos “Charango”
Figueroa; quien siempre habla de la ternura en la voz firme de Alí. Asevera “Charango”,
que ese cariño expresado por el cantor en muchos pasajes de su obra, es un elemento
que genera cercanía y querencia, en una expresión permanentemente abierta a la poesía,
a la crítica, al humor punzante, a la belleza. Un componente más, de tanta relevancia
como los anteriores, el desarrollo de una empatía natural.
La Comunicación Popular, consciente de su intencionalidad educativa, asume un
modelo pedagógico que pone el énfasis en el diálogo, en el respeto, en la empatía, en la
disposición de escuchar y comprender al otro (a), ejercitando entonces un tipo de
comunicación que empieza por el destinatario del mensaje: receptor-emisor-mensaje-
receptor, asumiendo el principio de que “La verdadera comunicación no empieza “La verdadera comunicación no empieza “La verdadera comunicación no empieza “La verdadera comunicación no empieza
hablando, sino escuchando. La principal condición del buen comunicador es saber hablando, sino escuchando. La principal condición del buen comunicador es saber hablando, sino escuchando. La principal condición del buen comunicador es saber hablando, sino escuchando. La principal condición del buen comunicador es saber
escuchar”escuchar”escuchar”escuchar” de Mario Kaplún (1998). Aspecto que –sin duda- guarda relación con el hecho
de la facilitación, por ello, los (as) facilitadores (as) de procesos de aprendizaje socio-
comunitarios, en gran medida ejercemos funciones de comunicadores y comunicadoras
populares.
La Comunicación Popular busca que todas y todos dialoguemos en absoluta
correspondencia y corresponsabilidad social. En ese proceso aporta elementos que
acompañan las iniciativas de formación que las comunidades asumen en sus búsquedas
de encuentro y liberación. Es decir, que las propias experiencias de comunicación que
las comunidades adelantan –en muchas ocasiones- se convierten en esfuerzos de una
educación que, además de cooperar en el entendimiento de la realidad que los convoca,
contribuye a transformarla. En ese accionar reconozco y propongo potenciar la función
educativa de la comunicación, y planteo a los colectivos de comunicación comunitaria
asumir esa responsabilidad desde la propuesta de la educomunicacióneducomunicacióneducomunicacióneducomunicación.
La Educomunicación.
En el actual proceso político que vivimos los venezolanos y las venezolanas, se
abre una nueva etapa que tiene un sustento legal en el Reglamento de Radiodifusión
Sonora y Televisión Abierta Comunitarias de Servicio Público sin fines de lucro,
decretado por el presidente de la República en Noviembre de 2001. Lo cual propició
mayores posibilidades y retos para los colectivos de comunicación comunitaria en radio
y televisión. En ese contexto me ha tocado intentar aportar en el proceso de formación
de productores (as) radiales comunitarios de aquellos medios que han participado en los
diferentes talleres que he facilitado en el área metropolitana de Caracas, y en la visión de
Comunicación Popular de productores (as) audiovisuales comunitarios (as) de Catia TVe
(en sus primeros tiempos), y de los Consejos Populares de Comunicación (promovidos
por Vive Tv durante el año 2009).
A partir de las habilitaciones y concesiones asignadas por la Comisión Nacional
de Telecomunicaciones (CONATEL) desde el año 2002, a muchas emisoras radiales
comunitarias se les planteó el compromiso de cubrir la programación de sus estaciones
con producciones elaboradas por los (as) vecinos (as) de las localidades donde funcionan
sus medios. En distintas experiencias de comunicación alternativa, libre y comunitaria –
así como en instituciones del estado-, surgió la necesidad de promover espacios de
formación de productores (as) radiales, lo que a su vez sería un incentivo para
emprender la democratización de estos medios, al impulsar procesos de comunicación
popular.
En esa experiencia, además de propiciar criticidad integral sobre la
responsabilidad que implica producir programas radiales de índole comunitarioproducir programas radiales de índole comunitarioproducir programas radiales de índole comunitarioproducir programas radiales de índole comunitario, he
acentuado la intención educativa de la producción radial en profundizar la dimensión
expresiva que posibilita ese medio. Esto pasa por insistir en: que los (as) productores (as)
conozcan los géneros radiales, que adapten sus propuestas al formato que mejor les
corresponda de acuerdo a sus características y objetivos, que hagan uso consciente y
creativo del lenguaje radiofónico, que utilicen un vocabulario acorde con los (as)
destinatarios (as) de los mensajes que elaboran, que incorporen la empatía a sus
actitudes, un manejo responsable de la información, una selección adecuada y
organizada de los contenidos. Todo un conjunto de consideraciones que han de facilitar
que los (as) receptores (as) asimilen los mensajes, en tanto la mayoría de éstos, parten de
ellos (as) mismos (as).
A la vez que he facilitado el apropiarse de herramientas técnico-metodológicas
para la producción radial con sentido comunitario, he intentado aportar en la
construcción de un criterio que apunta a reconocer el trabajo realizado en el campo de la
educomunicacióneducomunicacióneducomunicacióneducomunicación. Una propuesta que implica múltiples responsabilidades en el ejercicio
de educomunicar, que no se limita al aprovechamiento de la radio, la televisión y las
nuevas tecnologías para generar procesos comunicativos más democráticos y accesibles,
sino que perfila su inquietud en generar criticidad en quienes decodifican un mensaje
(así como en quien tiene la responsabilidad de codificarlo). Por ello la insistencia en ser
cuidadosos en la elaboración de los mensajes a compartir, e igualmente, en estar atentos
(as) a todos los aspectos que pueden envolver los mensajes que recibimos, vengan de
donde vengan.
Quien formula un mensaje, antes ha recibido miles, múltiples informaciones y
estímulos que consciente e inconscientemente giran dentro de sí y que ocasionalmente
pueden penetrar sus propias ideas, de allí la prudencia que se requiere para elaborar un
mensaje. Uno de los principios de la Educomunicación está en evitar la reproducción de
la ideología dominante, y además en contribuir a que la ciudadanía tenga elementos de
análisis para desmontar la alienación e incitación al consumo que hacen las empresas de
difusión, bien sea por radio, televisión, prensa escrita, cine, internet, vallas publicitarias y
otros medios.
“Si aspiramos a potenciar emisores creativos, comencemos por formar
receptores críticos. Si bien a la inversa es igualmente válida. Tras esa etapa de
desarrollo del sentido crítico, es preciso no quedarse allí, sino pasar a la acción,
a la expresión de los propios participantes y la elaboración de mensajes
alternativos asumida por ellos mismos.” (Kaplún, 2001: 212)
En esa práctica de contribuir en la formación de receptores críticos que -después
de atender y procesar las expresiones de la comunidad- se convertirán en emisores,
visualizo el accionar de las radios comunitarias en la educomunicación, tal como expresé
antes; entendiendo la comunicación como elemento sustancial del proceso educativo
liberador, y viceversa, es decir; que concibo y resalto la afinidad de ambos procesos
como parte de un fenómeno con similares intencionalidades. Para profundizar el trabajo
de decodificación, resistencia, y ofensiva comunicacional realizado en -y por- nuestras
emisoras y otros medios de la comunidad, los (as) productores (as) radiales comunitarios
(as) junto a quienes dirigen esas emisoras, deben mantener un programa de formación
constante que propicie la observación crítica de las transmisiones que se hacen desde los
medios de cualquier signo y, muy particularmente, desde las corporaciones mediáticas.
Según Ismar de Oliveira Soares (citado por Checa, 2007) la educomunicación es
“…el conjunto de procesos formativos integrados por la educación para la
recepción de los mensajes masivos; la educación para la comprensión,
evaluación y revisión de procesos comunicacionales; y la capacitación para el
uso democrático y participativo de los recursos comunicacionales en la escuela
y por personas y grupos organizados de la sociedad.”
(http://chasqui.comunica.org/chas-ed-58.htm).
En los espacios educativos que me ha correspondido facilitar en algunas
comunidades e instituciones (Radio Rebelde de Catia, Radio San Diego, Las Brisas de
Petare, El Amparo de Catia, El Cementerio, Suata en el estado Aragua, Camunare Rojo
en el estado Yaracuy, Charallave estado Miranda, Fundacomún, Biblioteca Nacional,
Vive TV, entre otras) en torno a los temas aquí presentados, el trabajo realizado en lo
que entiendo como una aproximación a la educomunicación, ha sido muy básico. Un
trabajo incipiente que ha quedado por profundizar. La dinámica, y las necesidades de
formación –que expresa el hacer- de la mayoría de los medios comunitarios que
conozco, permanecen en el terreno del manejo práctico del medio. Aún así, en el
mismo desarrollo de los talleres contemplamos: análisis de comerciales de radio y
televisión, de contenidos y formas de determinados programas, de enfoques de imágenes
en prensa y televisión, de formas de titular en la prensa escrita, de la intención oculta en
ciertos encuadres televisivos, de maneras de expresarse en radio y televisión, de
particulares acentuaciones que en algunas palabras hacen los (as) locutores (as) en radio,
o los (as) narradores de noticias en la televisión, de maneras de presentar hechos
noticiosos. Todas esas actividades son propias de la educomunicación, aunque en medio
de los encuentros de inter-aprendizaje no mencionemos el término.
Los (as) participantes de los talleres espontáneamente traen a las sesiones de
trabajo elementos que han encontrado entre semana, y que sirven para el análisis
colectivo: artículos de periódicos, fotografías, anécdotas de sucesos que se presentan en
las comunidades, análisis de programas de radio y televisión que han escuchado o visto
en esos días, recuerdos de situaciones vividas en otras épocas. Con estos ejercicios se
afinan la vista y el oído, dándole un sentido crítico relevante a sus apreciaciones, tanto
que en varias ocasiones hemos discutido sobre las consecuencias y el porqué en
Venezuela existen empresas que concentran medios radiales, televisivos y de telefonía.
Cuando el productor comunitario adquiere el hábito de realizar este tipo de
ejercicios, el sentido crítico desarrollado estará presente en el trabajo que propone como
educomunicador. Esto se logra, como en muchos otros oficios, por medio de la
combinación de práctica y estudio, preferentemente de manera grupal. Se desarrolla así
una actitud analítica ante los medios y se hace reflexivo de los procesos que envuelve la
comunicación.
Otro ejercicio de educomunicación que promuevo en el transcurso de los talleres
es el relativo a los códigos y sus diferentes manifestaciones. Para estructurar un mensaje
es necesario utilizar un código común a los destinatarios de ese mensaje, y este es un
asunto que va más allá de hablar un mismo idioma, pues dentro de un mismo idioma
existen códigos culturales que no todos (as) entendemos.
Todo lenguaje tiene su código, Kaplún (1998) nos dice “Un código es un sistema
de signos y reglas que utilizamos para transmitir mensajes; un conjunto organizado de
signos”. La música, por ejemplo, tiene un sistema de símbolos y pautas, todos (as)
seguramente hemos visto una partitura llena de notas, pero quienes no manejamos ese
código, no podemos actuar como decodificadores de los mensajes que contienen dichas
partituras. Cada idioma en sí es un código, pero dentro de un mismo idioma existen otro
tipo de códigos que no necesariamente entendemos todos (as) los (as) que hablamos ese
idioma. En cada lenguaje, sea deportivo, político, jurídico o religioso, hay un conjunto de
gestos y actitudes que forman parte de esos códigos, muchas veces no escritos o
reconocidos como tal. Quienes somos ajenos a esos ámbitos, aunque compartamos el
idioma, si no entendemos los códigos relacionados a gestos y actitudes, o los propios de
la terminología particular, quedamos fuera de la comunicación.
Con frecuencia notamos un uso inadecuado de los códigos, lo que conlleva a que
en cualquiera de los medios habituales, sean abundantes los casos en que se afecta la
comunicación. Existen personas que por prejuicio, o como una forma de manifestar su
poder ante otros (as), se resisten a emplear códigos que resulten comunes a los
destinatarios de sus mensajes.
Lo común también tiene que ver con las experiencias, con las cosas conocidas,
vivenciadas por cada cual. Tendemos a procesar más y mejor las cosas que guardan
relación con nuestro campo experiencial, en ese sentido, al momento de elaborar un
mensaje es necesario partir de aquellas experiencias que a nuestros interlocutores (as) les
resulten comunes, y puedan vincular su experiencia con una nueva información. Es una
manera de relacionar el conocimiento que tienen, con un nuevo conocimiento, lo que le
hará más fácil incorporar ese nuevo conocimiento.
En este asunto de los códigos, y el hecho de emplearlos de manera adecuada si lo
que procuramos es generar comunicación, es necesario insistir en tener cuidado con el
tipo de lenguaje que se utiliza. Existe la llamada lengua culta, y la manera que tiene el
pueblo de expresarse, la lengua popular, cada una con sus características. Entre ellas
existen notables diferencias en las terminologías y en las formas de construir las
oraciones, el habla popular es de naturaleza oral, y les son propios el cuento, la
anécdota, la narración; en la lengua “culta” se aprecia una tendencia hacia la expresión
escrita, en la que son frecuentes, las abstracciones, los conceptos, los discursos. Si lo que
buscamos es hacer comunicación popular, parece claro cuál es el lenguaje que tenemos
que ensayar.
Estos elementos tienen que ver con los aspectos que considera la educación en el
uso de los medios, la formación para una relación crítica y dialógica con los medios, la
educomunicación.
Como Coordinador por la región central del proyecto Consejos Populares de
Comunicación, llevado a cabo a través de Vive Tv durante el año 2009, compartí en
varias comunidades la promoción de dichas instancias organizativas. En esa experiencia,
luego de haber facilitado el proceso inicial de formación, que duró –en algunos casos-
más de cinco meses e implicó en la mayoría de ellos: reuniones y asambleas,
acompañamiento para la conformación del Consejo Popular de Comunicación (C.P.C.)
y talleres sobre la Comunicación Popular y el Periódico Popular (este último facilitado
por el amigo Ernesto Sánchez), los compañeros y compañeras, se dedicaron a la edición
de sus respectivos periódicos. Por ejemplo, en el C.P.C. “Comandanta Jacinta” del
Barrio Las Brisas de Petare, en el municipio Sucre del estado Miranda; después del
mencionado proceso –y como continuación en una nueva fase del misno- se entregaron
a la publicación del periódico de “De cara al río”.
Con la intención de revisar algunos aspectos del periódico y del proceso de
comunicación, después que estuvo en circulación el segundo número, propuse que nos
volviéramos a encontrar los (as) integrantes del Consejo Popular de Comunicación (en el
que lógicamente está el equipo que produce y edita el periódico) y quienes asumimos la
facilitación del proceso. En el ejercicio compartido tuvimos como base de la discusión la
acción desarrollada hasta ese momento por el órgano informativo del –aun insipiente-
C.P.C., reflexionamos y analizamos sobre cómo estaban entendiendo y aplicando
diversos elementos de la comunicación, e incorporamos otros, que lógicamente suman
en el impulso de profundizar el trabajo. Promover ese proceso continuo de acción-
reflexión-acción, es materia de la educomunicación, sólo progresivamente se deben
incorporar elementos a la práctica de los medios alternativos. La educomunicación debe
ser pausada y constante, un eje transversal en el hacer de nuestros medios.
En el mencionado caso del C.P.C. “Comandanta Jacinta” es de resaltar que aún
cuando la comunidad de las Brisas de Petare tiene una larga historia de organización,
para el momento en que iniciamos el proceso se encontraba en un estado de inacción
que guardaba relación con la división interna de los integrantes del Consejo Comunal. A
partir de las actividades del grupo que motivó la conformación del C.P.C., se inició –a
cuentagotas- un período de motivación que contribuyó –poco a poco- al logro de
espacios organizativos; en los que se involucraron jóvenes del sector, estudiantes de la
Misión Cultura, activistas comunitarios, personas vinculadas laboralmente a instituciones
del estado que funcionan en los alrededores de la comunidad; consiguiendo realizar
actividades conjuntas que por la vía de los hechos y los resultados –y sin proponérselo-
desplazaron la figura del Consejo Comunal. De alguna manera el C.P.C. entendió que
su función no se limitaba a definir la línea editorial del periódico “De cara al río”, sino
que para generar procesos de comunicación comunitaria es fundamental fortalecer los
vínculos que nos unen a al lugar que pertenecemos, y que los problemas de la salud, las
inquietudes de los jóvenes, los personajes del Barrio, son la fuerza que le da sustento a
nuestras intenciones. Lamentablemente el proceso que con tanto esfuerzo alcanzamos
animar en esa comunidad, fue abortado cuando otra institución del estado ambicionó
acelerarlo para buscar beneficios político-partidistas, evidenciando además de irrespeto,
un total desconocimiento del trabajo comunitario. Paradójicamente la mayoría de los
integrantes de este –malogrado- C.P.C. son militantes del partido de gobierno.
La conciencia político-social ni se decreta, ni se impone desde la comodidad –e
intereses- de un ministerio. Se construye –y/o reafirma- en el análisis metódico y
constante de la realidad, cuando los (as) sujetos (as) reconocen su necesidad y capacidad
de transformarla.
Cuando participé en la experiencia de la Junta Interventora de Radio Rebelde en
Catia, junto a las hermanas Rosaura y Laura Funes insistimos en convertir la emisora en
un centro de animación sociocultural, entendiendo que lo comunicacional en un medio
que pertenece a la comunidad no se limita a la emisión de mensajes, sino que
ineludiblemente debe extender sus acciones a las necesidades culturales que demanda el
contexto en que se desenvuelve. Un taller de elaboración de la cruz de mayo, un curso
de cuatro, una presentación de teatro de títeres, un encuentro alrededor del sancocho
popular, son espacios para propiciar la organización cultural de la comunidad, y son
momentos dentro del proceso integral y continuo para el estudio de la comunicación.
Según Agustín García Mantilla (2001) la educomunicación:
“aspira a dotar a toda persona de las competencias expresivas imprescindibles
para su normal desenvolvimiento comunicativo y para el desarrollo de su
creatividad. Asimismo, ofrece los instrumentos para: comprender la producción
social de comunicación, saber valorar cómo funcionan las estructuras de poder,
cuáles son las técnicas y los elementos expresivos que los medios manejan y
poder apreciar los mensajes con suficiente distanciamiento crítico, minimizando
los riesgos de manipulación”. (http://didacticaeducomunicación.
wordpress.com)
La educomunicación tiene que ver con educar para generar participación
comunitaria en los procesos de comunicación, para entender y apropiarse
colectivamente de la dinámica, la responsabilidad y las posibilidades de la comunicación,
y es también educación a través de los diferentes medios que empleamos para
comunicarnos. Por ello la importancia de formar educomunicadores (as) que manejen
integralmente el oficio, en ese sentido avanza el trabajo que he realizado –y procuro
continuar realizando- en la Comunicación Popular, en la Producción Radial
Comunitaria y en cualquier espacio de Animación Sociocultural que comparta. Tal
como plantea Roberto Aparici (2003), quien dice que la formación de
educomunicadores (as) no puede dejar de lado el desarrollo de competencias
fundamentales como:
“ser gestores de acciones comunicativas, organizadores de grupos, animadores,
etc. Actividades que pueden tener cabida en la escuela, en asociaciones de
vecinos así como en el ciberespacio. La actividad en la red suele convertirse en
un juego, pero también puede ser un canal para desarrollar movimientos
cooperativos y solidarios en el ciberespacio que sean algo más que un
intercambio, un trueque o una ayuda para una duda puntual.”
(http://www.uned.es/ntedu/asignatu/1_Roberto2.htm)
De esta manera los educomunicadores (as) se convierten en agentes para la
organización social, en activadores de la Animación Sociocultural, en propulsores de la
transformación del hecho comunicacional, como vía indispensable para seguir soñando
una sociedad en justicia e igualdad. En los procesos de comunicación que llevan adelante
muchas de nuestras comunidades, la educomunicación tiene que brindar pistas para que
se profundicen esos trabajos, para que su conocimiento se expanda a otros (as) sujetos
(as), siempre procurando adecuarse a la realidad de cada experiencia. La
educomunicación no puede ser una disciplina exclusivamente para el disfrute y dominio
de los (as) intelectuales de la comunicación, debe ser una herramienta teórico-práctica
accesible a toda la ciudadanía.
Producción Radial Comunitaria
Desde niño me gustó escuchar radio, aprender canciones, e imitar las voces
engoladas de los locutores. Ya de adulto, al vincularme a Radio “Fe y alegría”, me hice
vocero popular y pude aprender a redactar noticias, y así, difundir radialmente parte del
trabajo sociocultural que se hacía en Catia a principios de los años noventa. Empezando
el nuevo siglo me relacioné a varias experiencias radiales, tanto institucionales como
comunitarias: Radio Alternativa de Caracas, Radio Educativa (Ministerio de Educación),
Radio Rebelde, Radio San Diego, Colectivo Radiofónico de Petare, entre otras. En esas
relaciones –por medio de talleres y de la propia práctica- aprendí a elaborar libretos
radiales, a musicalizar programas, técnicas básicas de locución; un conjunto de
conocimientos que he ido ampliando al leer y vivenciar otras experiencias, ya sean
escritas en libros, o cultivadas en las comunidades. Mantenerme en disposición de
dialogar con la gente que de diversas maneras impulsa esas experiencias, me ha
permitido ir organizando progresivamente los saberes –teórico-prácticos- logrados, en
formato de taller educativo. Un taller de producción radial que pone su acento en el
valor de lo comunitario, y está orientado por la comunicación popular. Ese recorrido de
casi diez años, es el que posibilita que desarrolle las siguientes ideas…
Entiendo y propongo como producción radiofónica, al conjunto de actividades
intelectuales y creativas que realizamos para abordar y construir el mensaje a ser
transmitido en un espacio radial, el mismo contempla desde pensar el tema del
programa hasta la emisión del mismo. Es decir, que el concepto de producción está
presente en todo el proceso.
Producir tiene que ver con inventar, hacer, elaborar, trabajar, imaginar, crear,
engendrar ¿y qué implica ese hacer, ese elaborar, y ese engendrar un programa de radio,
siendo creativas, imaginativos, inventivas e inventadores? Una acción que envuelve
investigación, respeto, ingenio, y constancia.
Hacer radio supone mucho trabajo, investigar para compartir de manera creativa
la información que conseguimos como resultado de esa investigación. La gente que
escucha radio valora cuando encuentra en el dial una producción que los considera y
respeta. Respetar a la audiencia pasa por ser imaginativas e inventivos, por tomar en
cuenta todos los elementos que hacen posible una producción, por no ser escasos en
creatividad y ser muy responsables con la información. Es preciso asumir la condición de
productoras y productores radiales comunitarios (as) en toda su dimensión. En ese
sentido, si tenemos claros los objetivos y bien definidos los criterios de cada fase de ese
proceso, estaremos en vía de lograr una producción interesante.
Sobre los (as) productores (as) radiales comunitarios reposa, una partecita de la
responsabilidad histórica -que tenemos todos los creadores populares- de derribar ese
estigma -que la comunicación dominante ha impuesto- de que lo popular es de mal gusto
y mal hecho. Nos corresponde también el doble compromiso de aprender haciendo,
crear estilos propios mientras olvidamos los modismos y estereotipos de la radio
comercial. El objetivo principal de las radios comunitarias es buscar la democratización
de la palabra, el acceso a la comunicación de aquellos sectores que históricamente han
sido silenciados por los medios privados, y, a la vez, generar procesos de educación
popular que viabilicen el sueño de una sociedad en justicia e igualdad. Tal como dicen
Curuchet, E., Girola, M., y Orcajo, O. (2006):
“Las Radios Comunitarias se definen por su finalidad social y su programación
altamente participativa. Estas emisoras tienen como misión democratizar la
palabra para democratizar la sociedad. Las Radios Comunitarias se pueden
caracterizar como empresas sociales no gubernamentales y no lucrativas.” (Curuchet, E., Girola, M., y Orcajo, O.2006:41)
Para contribuir en ese proceso de democratizar la comunicación es vital
formarse. Valoro la formación como la búsqueda del necesario equilibrio entre los
aprendizajes logrados en espacios convencionales –o no- junto a los que alcanzamos a
través de la experiencia, y que complementan el entendimiento de una disciplina. En ese
encuentro de saberes se da una simbiosis entre lo teórico, lo metodológico, y lo
actitudinal, que debería ser característico de cualquier proceso de aprendizaje. Por ello,
cuando trabajo en las comunidades dejo claro mi deseo de contribuir en sus procesos,
de estimularlas y motivarlos para que continúen investigando y desarrollando la
experiencia que les dará un conocimiento más cabal.
La Producción Radiofónica implica varias etapas de trabajo que procuraré
sintetizar y definir operativamente en tres fases: El Proyecto, La Planeación y El Libreto
(Guión ó Libre-guión).
El proyecto de programa radialEl proyecto de programa radialEl proyecto de programa radialEl proyecto de programa radial: Para pensar ese proyecto y que el mismo
responda a criterios comunitarios, tener en cuenta lo establecido en el marco legal puede
servir como elemento orientador, en ese sentido, el numeral 2 del artículo 26
correspondiente al Capítulo IV del Reglamento de Radiodifusión Sonora y Televisión
Abierta Comunitarias, indica que la programación debe:
“Garantizar la transmisión de programas de contenido educativo, cultural e
informativo que beneficien el desarrollo de la comunidad, así como coadyuvar
en la solución de la problemática de la comunidad. “
Así mismo el artículo 16 de la Ley de Responsabilidad Social en Radio y
Televisión precisa que:
“Los prestadores de servicios de radio y televisión comunitarios de servicio
público, sin fines de lucro, deberán difundir entre otros:
1.- Mensajes dirigidos a contribuir con el desarrollo, la educación para la
percepción crítica de los mensajes, el bienestar y la solución de problemas de la
comunidad de la cual formen parte.
2.- Mensajes que promuevan la conservación, mantenimiento, preservación,
sustentabilidad y equilibrio del ambiente en la comunidad de la cual formen
parte.
3.- Programas que permitan la participación de la comunidad; a fin de hacer
posible el ejercicio de su derecho a la comunicación libre y plural…”
Es el momento de hacer un ejercicio que considero fundamental: Diagnosticar la
pertinencia de la realización de los programas, pensar y definir sus objetivos. Un objetivo
general, con sus respectivos objetivos específicos. Precisar los objetivos que queremos
lograr permitirá darle sentido y razón al programa, y marcará las acciones a seguir para
cumplirlos. Ellos delimitan y establecen el alcance de cada propuesta, dejan claro el qué
buscan (qué promuevo, de qué hablo y hasta dónde puedo hablar de eso), cómo y
porqué lo hago (importancia de eso que ofrezco y de cuáles recursos me voy a valer para
hacerlo).
Por no tener claro este punto, es que muchas veces oímos programas que resulta
difícil descubrir a quién va dirigido, cuál es su intención, qué es lo que ofrece, si es de
opinión o de entrevistas, si es para la tercera edad o para todo público. Son abundantes
los programas que ofrecen una cosa y entregan otra, lo que significa una falta de respeto
a la audiencia, que espera cachapa de maíz tierno y le dan vapor de chinchurrias.
Ha sucedido que en un programa que se dice de música afrocaribeña,
escuchamos a la cantante española Rocío Durcal interpretando una balada, porque al
locutor se le ocurrió dedicársela a su tía que está de cumpleaños. O en un programa
supuestamente infantil, terminan hablando de la reina de belleza venezolana que ganó el
concurso Miss Universo ó del congestionamiento en la autopista Valle-Coche. No pensar
en la importancia de proyectar un programa hace que sucedan cosas como esas, o como
esta:
En un taller compartido durante un mes de septiembre con un colectivo del oeste
caraqueño, un participante, debido a la proximidad de la época decembrina, estaba muy
entusiasmado en realizar un programa sobre el género musical gaita. Varios de los
presentes le pedimos que revisara con calma su propuesta, el compañero insistió en que
ya estaba decidido, puesto había pre-convenido algunas cuñas con varios comerciantes y
que además, a él le gustaba mucho la gaita. De octubre a diciembre el productor disfrutó
bastante su programa, según decía le estaba haciendo una seria competencia a las
emisoras privadas puesto su estilo no tenía nada que envidiarle a los locutores
comerciales, lo que le aseguraba una alta audiencia. A mediados de enero nos
encontramos al susodicho productor todo contrariado puesto la finalización de la etapa
navideña había acabado también con su programa, que qué podía hacer, que necesitaba
mantener al aire su programa y las gaitas volverían a ser moda en unos nueve meses.
¿Por qué le pasó lo que le pasó? Entre varias razones por no escuchar, por no saber
proyectar integralmente su programa y verlo en el tiempo.
Elaborar un sencillo proyecto de programa radial, es la herramienta que va a
orientar integralmente el avance de cada experiencia. Ese proyecto breve y sintetizado, lo
vamos a resumir más en la sinopsis del programa, un instrumento que recoge la
propuesta esencial de cada producción y que debería ser archivada por las
coordinaciones de programación (o producción) de cada emisora. Esa sinopsis, permite
que la asamblea de productores y productoras junto al equipo coordinador de las
emisoras, evalúe y le haga seguimiento a cada producción.
La planeación del programa: La planeación del programa: La planeación del programa: La planeación del programa: Para iniciar la planeación es necesario tener
definido el qué, para qué, cómo y para quién del proyecto que nos proponemos, luego
podemos pasar a revisar y prever varios aspectos más concretos que –bien planteados- le
darán singularidad y personalidad al programa radial. Empezamos por el título, por el
nombre del programa, José Ignacio López Vigil nos dice que:
“Los programas de radio, como las personas, salen a la luz pública con un
nombre propio. Este nombre o título los identifica y marca su personalidad. Si el
nombre es inapropiado, confundirá a la audiencia. Si el nombre carece de gracia,
desgraciará al programa.” (www.radialistasapasionadosyapasionadas.com)
El nombre es tan importante como cualquier otro elemento, al momento de
concebir el programa de una manera integral. Resulta clave para iniciar la proyección del
espacio en la imaginación de la audiencia, pero no se logra estimular la imaginación de la
gente con nombres sin chispa, no se puede enganchar a nadie con títulos colocados a la
ligera, sin pensarlos debidamente, sin darnos el tiempo de madurarlos. Para lograr un
título que insinúe autenticidad y sea atractivo en su identidad, se sugiere una
combinación de creatividad y paciencia. José Ignacio López Vigil (2005) nos dice “La
primera originalidad de una emisora, su inmediata popularidad, se descubre revisando
los nombres de sus programas”.
Géneros y formatos radiales:Géneros y formatos radiales:Géneros y formatos radiales:Géneros y formatos radiales: La posibilidad expresiva de la radio se sostiene
básicamente en la información (noticiarios, voceros populares, programas de opinión,
encuestas, entrevistas), la dramatización (radioteatros, programas infantiles y narraciones
varias) y la música. Sobre esos tres grandes géneros se arma y distribuye la programación
de las emisoras estableciendo la pauta para los diferentes -y más específicos- géneros
radiales.
Los géneros se clasifican de acuerdo al propósito del emisor:
GéneroGéneroGéneroGénero
InformativoInformativoInformativoInformativo EducativoEducativoEducativoEducativo ParticipativoParticipativoParticipativoParticipativo CulturalCulturalCulturalCultural De entretenimientoDe entretenimientoDe entretenimientoDe entretenimiento ReligiosoReligiosoReligiosoReligioso De movilizaciDe movilizaciDe movilizaciDe movilización socialón socialón socialón social
En este cuadro aparecerán tantos géneros como objetivos se planteen los (as)
productores (as), lo que posibilita a cada cual “crear” un género que se aproxime a sus
búsquedas. De hecho, los géneros que aparecen en el cuadro –y tal vez los que podamos
“crear”- no son excluyentes, o sea que un mismo programa puede tener un propósito
cultural y ser participativo a la vez.
Según el público al que se dirige el programa:
GéneroGéneroGéneroGénero
InfantilInfantilInfantilInfantil JuvenilJuvenilJuvenilJuvenil FemeninoFemeninoFemeninoFemenino De tercera edadDe tercera edadDe tercera edadDe tercera edad CampesinoCampesinoCampesinoCampesino UrbanoUrbanoUrbanoUrbano SindicalSindicalSindicalSindical
Existen muchos y variados formatos radiales, cada cual con sus particularidades.
A las productoras y a los productores radiales comunitarios les corresponde investigar,
oír, conocer, los diferentes géneros y formatos para incentivar su conocimiento sobre el
medio y para ver en cuál de ellos se adapta mejor la propuesta que se plantean.
“Un formato es un producto completo. Tiene sentido por sí mismo. Aunque
pequeño debe ser autónomo. Una cuña de pocos segundos es un formato en la
medida que se explica sola, no depende de otros elementos para alcanzar su
significado. Por el contrario, la presentación de un disco que hace el disc-jockey
necesita de la canción que suena después. Y la canción, a su vez, se estructura
en un programa musical. El formato, entonces, es ese programa musical, no la
presentación del animador ni un disco suelto” (López, 2005: 22)
La entrevista es un producto completo, y también uno de los formatos más
usados. Un formato que a veces es empleado en formatos más extensos como el
reportaje, o en la radio revista que –como buen híbrido- además de incorporar
entrevistas, incluye música, comentarios, debates, noticieros, entre otros. El formato más
adecuado es el que responde a la intencionalidad de la producción.
“No todo molde sirve para comunicar cualquier mensaje. Para comprender ese
paquetazo económico, ayudaría una mesa de debate y para enfrentar el
prejuicio machista de que el varón se afemina si lava la ropa y los platos,
resultaría más útil una batería de cuñas humorísticas. Para opinar sobre la
privatización del seguro social, buscaré a un buen comentarista. Y para
investigar sobre la corrupción del concejal, a un buen reportero. En cada caso
hay que evaluar la mayor o menor oportunidad de un formato en función de
los objetivos planteados en un programa. El formato es para el tema, no el
tema para el formato” (López, 2005: 23)
La imagen del programa: La imagen del programa: La imagen del programa: La imagen del programa: La imagen de un programa está conformada por la
presentación grabada, las identificaciones de los segmentos que integran ese programa, la
cortina y el cierre. Forma parte de esa imagen las promociones sobre el mismo que se
difunden cuando el programa no está al aire. Para la organización y distribución del
tiempo de cada emisión es preciso considerar las cuñas, cortes, o promociones diversas
que la emisora tiene pautadas en el transcurso de cada programa, particularmente
aquellas que exige la Ley de Responsabilidad en Radio y Televisión en su artículo 4:
“Los prestadores de servicios de radio se identificarán durante la difusión de
su programación anunciando la frecuencia y el nombre comercial de la
estación, por lo menos cada treinta minutos. (…) Los prestadores de radio y
televisión comunitarios de servicio público sin fines de lucro, adicionalmente
deberán anunciar su carácter comunitario.”
Sumar el tiempo de duración de los espacios mencionados, nos facilita calcular el
espacio que disponemos para ordenar y precisar la extensión que abarcará cada
segmento. Lógicamente este ejercicio también nos dará una idea de cómo manejar y
distribuir el tiempo total del programa que estamos planeando.
La presentación o identificación grabada de un programa, es lo que sale al aire
inmediatamente después de la clasificación –también grabada- que hace la emisora de
acuerdo a lo establecido en la Ley de Responsabilidad en Radio y Televisión, en el
artículo 7 del Capítulo II referido a los tipos, bloques de horarios y clasificaciones de
horarios. Para la confección de la presentación –así como para los demás elementos de
la imagen- se requiere activar la sutileza creativa de todo ser humano, y así, conectados
con esa creatividad; seleccionar la música que servirá de enganche –a los oídos de la
audiencia- y permitirá fluir un texto que debe delimitar el contenido del espacio de una
manera sintetizada. No hay una norma para crear la presentación, no obstante, su
función nos indica que esa condensación de palabras debe deslizarse sobre una música
que no obstruya su entendimiento, para lograr eso es aconsejable que la parte hablada de
la presentación, se haga encima de una melodía instrumental, o sobre un fragmento de
un tema que no tenga parte cantada.
En las experiencias vividas con algunas emisoras comunitarias de la zona
metropolitana de Caracas, he observado una confusión conceptual y de uso de los
recursos “música de fondo” y “cortina”. Como en el uso doméstico, la cortina musical
sirve para separar un espacio de otro, en el lenguaje radiofónico nos sirve como punto y
aparte. Si hemos terminado de desarrollar un tema y necesitamos pasar a otro, le
indicamos al operador que haga aparecer brevemente la cortina en primer plano y que la
desaparezca inmediatamente, como cuando con la mano apartamos una cortina y
pasamos a otra habitación. Después que todos (locutoras, locutores y usuarios y usuarias)
hemos pasado a ese otro escenario –gracias a la cortina- ya podemos empezar a
comentar el otro tema. De esa forma la audiencia comprende que hay una transición
grata y equilibrada entre un tema y otro, reconoce el punto y aparte que sonoramente le
hemos colocado y se le hace más cómodo seguir la secuencia del programa.
Otros elementos a considerar en la planeación del programa son los referidos a:
1) La conformación de equipos de trabajo radial, productores, libretistas, animadores y
locutoras. En este caso se debe procurar que las voces armonicen entre sí, y que se
adapten al género escogido. En la radio comunitaria no debería haber discriminación de
voces, todas las voces deben ser permitidas, en lo que hay que tener cuidado es en la
selección adecuada de voces. Cuando por ejemplo se trata de un programa infantil, el
oído no recomienda voces gruesas ni semidormidas, o en un noticiario una voz muy
aniñada. 2) Al archivo de materiales que todo equipo de producción debe tener para
ayudarse en la construcción de sus creaciones. Discos, libros, revistas, entrevistas
grabadas, casetes, son de gran utilidad en la producción.
El libreto y el guión radiofónicos: El libreto y el guión radiofónicos: El libreto y el guión radiofónicos: El libreto y el guión radiofónicos: Si bien estamos trabajando sobre un medio
radiofónico y este llega a la audiencia a través de las ondas electromagnéticas, la sustancia
del mensaje reposa en papel. Ese papel o papeles escritos componen el libreto. A ese
respecto Zavarce (1996) precisa:
“Un libreto es la guía para armar, en el aire, un programa de radio. Da las
entradas y el parlamento de los locutores; indica las cortinas, efectos y temas
musicales que debe colocar así como el momento exacto de hacerlo; pauta las
cuñas e indica si son grabadas o si hay que hacerlas en vivo y trae el texto de
las mismas.” (Zavarce, 1996: 33)
En las experiencia que he compartido con las emisoras comunitarias he
apreciado que en muchos casos no se usan ni el guión ni el libreto radial, y en varios de
aquellos lugares que procuran usarlos; no diferencian entre uno y otro, ni entre las
finalidades de cada cual. Gustavo Villamizar Durán (2005) hace un análisis que nos
ayuda a entender donde puede estar la raíz de esa confusión, que en muchos casos
conlleva a una mala práctica del ejercicio radial:
“El guión radiofónico y el libreto son materiales de uso cotidiano en la radio de
buena producción. En ellos se fijan los pasos de un programa radial pensado,
proyectado y presentado conforme a las condiciones y exigencias del medio. Sin
embargo, en lo últimos años se ha venido obviando su elaboración, no porque
resulten innecesarios, sino por la permanente búsqueda de disminuir costos
operativos. Con esta excusa se ha instaurado una radio mecánica, repetitiva y
sin mayor atractivo. Además, se ha ingresado a la automatización a partir de
una emisión exclusivamente musical matizada con tips y publicidad.”
(Villamizar, 2005: 71)
Esa mala práctica que niega la producción radial al subestimar estas herramientas
tan importantes como lo son el guión y el libreto radial, está matando a la radio. Un
crimen con muchos autores y actoras que, en el caso de muchas emisoras comunitarias,
contribuyen en dicha falta más por desconocimiento que por intencionalidad.
Ya hemos precisado cual es la función y características del libreto, ahora
nuevamente apoyado en Gustavo Villamizar, incorporo la función del guión:
“El guión es un boceto general del programa cuya contribución se ubica
básicamente en la organización de los contenidos dentro de un espacio radial.
En el guión no aparecen detalles o parlamentos del programa, sino segmentos,
apartes o secciones con sus respectivos tiempos. Su función consiste en
ayudarnos a delinear un programa en términos generales y administrar el
tiempo disponible, dejando a la condición profesional de los participantes los
detalles de la emisión”. (Villamizar, 2005: 72)
Lo que Villamizar llama “condición profesional de los participantes”, es al
resultado de un conjunto de habilidades y destrezas desarrolladas durante una
prolongada práctica de locución y producción radial. Tiene que ver con la utilización
combinada de varios elementos, me explico, el guión es un recurso que en ciertos
formatos radiales –no en todos- permite usar esas pericias que da la experiencia:
improvisar con profundidad y soltura, leer sólo lo necesario y sin que se sienta leído,
dominar los tiempos y utilizar naturalmente el lenguaje de la radio, entre otros. Así
tenemos que el uso del libreto es viable para unos géneros, y el guión para otros
(advierto que hablo de experiencia, que ese profesionalismo se logra por vivirlo con
pasión y respeto, no exclusivamente por el resultado de una formación universitaria que
permite el acceso a medios radiales).
Ese profesionalismo se desarrolla con mucho trabajo, con bastante práctica. Lo
que propongo para la realidad de nuestras emisoras, es –inicialmente- trabajar con el
libreto para cualquier formato, poco a poco y en la medida que la experiencia nos ayude
a controlar los nervios, hacer una combinación que se puede llamar Libre-guión. Una
mezcla de ambos instrumentos, hasta que cada productor o productora tenga seguridad y
pueda manejarse con soltura ante los micrófonos. Advierto que esta propuesta mantiene
la idea de profundizar en las investigaciones que debemos hacer para preparar nuestros
mensajes, sólo que ya no serán únicamente leídos, sino expresados a partir de la
comprensión que hemos hecho producto de repasar los trabajos previamente. Para todo
esto, insisto, es adecuado tener preciso cual género radial vamos a trabajar, porque hay
varios que exigen el uso del libreto, y todos, el manejo adecuado del lenguaje
radiofónico, que para dominarlo exige mucha práctica y creatividad.
Manejo responsable de la información:Manejo responsable de la información:Manejo responsable de la información:Manejo responsable de la información: Para elaborar un libreto es fundamental
investigar, de manera de no improvisar ni dar la impresión de estar adivinando. Esto
tiene que ver con el sentido ético y con la responsabilidad que asumimos como
educomunicadores. Son corrientes los casos que desdicen de una práctica radial apegada
al respeto por la audiencia, por –mal- ejemplo: en una emisora oficial transmitían un
programa de música popular y tradicional venezolana. Colocaron el tema “Cerecita”
interpretado por Gualberto Ibarreto y al parecer quisieron desarrollar un comentario
para conectarlo con el autor del tema, Luis Mariano Rivera. El locutor dijo algo más o
menos así “Cerecita, uno de los temas emblemáticos del cantor de Canchunchú, don
Luis Mariano Rivera, que hace ya… ¿dos años? ¿Tres? Creo que hace ya tres años y
medio que falleció, por cierto que hubo mucho dolor y revuelo cuando lo fueron a
enterrar a Cumaná…” Si a los productores ó al locutor del programa les pareció
relevante decir cuántos años se cumplían del fallecimiento del viejo Mariano,
simplemente tenían que investigarlo y no ponerse a tirar flechas en pleno programa,
igualmente necesitaban informarse donde fue sepultado, para no decirle mentiras a la
gente. Ejemplos, o más bien mal ejemplos como este, se escuchan todos los días en
cualquier punto del dial, sea en Amplitud Modulada o en Frecuencia Modulada.
El lenguaje radiofónico: El lenguaje radiofónico: El lenguaje radiofónico: El lenguaje radiofónico: Para redactar un libreto es esencial considerar algunas
pautas, así como manejar adecuadamente el lenguaje radiofónico. Para lo primero nos
apoyamos en los dos criterios propuestos por Zavarce (1996):
1.-Cada párrafo debe llevar una sola idea y nada más. Una idea se compone de
un sujeto y un predicado. El sujeto es quien hace la acción; el predicado es lo
que se dice de ese sujeto. Por lo tanto, cada oración debe contener sólo una
acción. El usar frases u oraciones subordinadas hace aumentar la complejidad
de la idea y por lo tanto que se pierda la ilación (…)
Se deben eliminar los adjetivos. Calificar implica establecer un juicio de
antemano, por lo tanto también significa que estamos dividiendo
automáticamente al público entre los que están de acuerdo con la afirmación y
los que se oponen a ella. Se supone que un comunicador que asume con
responsabilidad su función en un medio necesita gozar de credibilidad y eso se
logra cuando suma, no cuando divide.
En lugar de adjetivos calificativos es preferible adicionar pruebas, datos,
informaciones que respalden la idea central. De esta forma, al dar pruebas, el
oyente puede sacar sus propias conclusiones, hacerlas suyas, digerirlas y, por lo
tanto quedar satisfecho.
Lo ideal es presentar diversas facetas del problema; los antecedentes; los
hechos; y las posibles consecuencias… (Zavarce, 1996: 34,35)
Resulta entonces imprescindible adaptar las expresiones que usamos a toda la
gente, si se nos escapa una palabra de esas que sólo comprenden los expertos, debemos
aclarar inmediatamente su significado, igualmente si nos sucede eso con una sigla. No
olvidemos que se rompe la comunicación cuando las y los radioescuchas no logran
percibir una idea, ellas y ellos están escuchando radio, no un reproductor de casetes que
pueden parar y devolver para precisar lo que no se digirió.
Es necesario escribir y hablar con frases cortas que sean entendidas por todas y
todos. Hemos escuchado y leído en diversas fuentes que es preciso utilizar frases de un
máximo de 16 palabras, entre punto y punto. Que si pretendemos mantener la
correspondencia con las y los interlocutores, es preferible elaborar varias oraciones
notoriamente despegadas, y no conservar escritos extensos que perturben la
comprensión y seguimiento a la audiencia. Acerca del excesivo uso (y abuso) de los
adjetivos calificativos podemos asegurar que es uno de los males que sufren casi todos
nuestros medios (radio, prensa y televisión de cualquier signo y orientación).
Permanentemente escuchamos o leemos descalificaciones que hacen periodistas,
articulistas, opinadores, locutoras, entrevistadores y conductoras en una pobre batalla
por demostrar quien ofende más a los de posiciones contrarias, pero –la mayoría de las
veces- sin demostrar con argumentos y pruebas que esas acusaciones sean ciertas.
Cualquier comunicador (a) que asume con responsabilidad su función en un medio
necesita generar credibilidad, y eso se logra cuando suma, no cuando parte la audiencia
entre los que están de acuerdo con sus epítetos, y los que no. Eso no quiere decir, de
ninguna manera, que no tengamos posturas ante las cosas, que seamos infieles o indignos
ante nuestros principios y para estar bien con todos nos vamos a dedicar a esconder la
realidad. Lo que proponemos es ser respetuosos con toda la gente, asumir una
comunicación tolerante, empática, y sobre todo responsable. No decir, como solemos
escuchar en un programa televisivo que transmiten a altas horas de la noche (y que
lamentablemente durante mucho tiempo fue “modelo” para muchos (as) productores
(as) radiales comunitarios) “el candidato fulano de tal es un asqueroso ladrón que en su
primera gestión como gobernador se robó la plata del pueblo”, sino investigar, conseguir
y presentar pruebas que contribuyan a que la gente concluya por sí misma. No pretender
que la gente porque –aparentemente- es seguidora del mismo partido que yo, va a
asumir lo que digo como una verdad, y por ello va a repetirlo como loro.
Invito a las productoras, y a los productores radiales comunitarios, a escudriñar
más acerca de las posibilidades que ofrece el medio en que laboran. Aquí he presentado
algunas consideraciones –de las tantas- que entiendo como relevantes en el esfuerzo de
producir con ingenio, respeto, y conciencia de lo que se hace. El trabajo de
educomunicar nos exige coherencia, así como mucho amor y creatividad para favorecer
procesos de liberación. Con la puesta en práctica y con la reflexión conceptual de los
temas que aquí abordo, ni se resuelve instantáneamente la ausencia de participación, ni
se encuentra la conciencia crítica para orientar una emisora, ni se solucionan
repentinamente los vacíos que en materia de producción radial he observado –en la
mayoría de - las estaciones comunitarias donde he compartido. Tampoco pretendo eso,
en todo caso apunto a que la gente al revisar colectivamente su realidad se confronte con
ella, se haga preguntas, se motive y se organice para desarrollar sus procesos. En ese
transitar la comunidad avanza poco a poco en la consolidación de experiencias de
comunicación popular.
Talleres de Comunicación Popular y Producción radial comunitaria en Catia.
Es necesario reiterar que con las reflexiones aquí expuestas, no pretendo imponer
puntos de vista, ni extrapolar conclusiones al universo de experiencias que se producen
en nuestro país en torno a la Comunicación Popular, La Educomunicación, y la
Producción Radial Comunitaria, este esfuerzo constituye un humilde aporte en el
desarrollo de una radio para la incesante búsqueda de redención. Porque como nos dice
Francisco Gutiérrez:
“La comunicación alternativa es dar "la palabra" a las mayorías desposeídas
económica y culturalmente, para que puedan "pronunciar" su mundo y su
realidad, supone un cambio estructural de contenido político de gran
envergadura que debe ser visto como una verdadera revolución.” (GUTIÉRREZ Francisco, NUEVA SOCIEDAD NRO. 42 MAYO-JUNIO 1979, PP. 70-86)
Una radio hecha con el alma, con creatividad, con inmensos deseos de
comunicarse. Una radio que fortalece su aprendizaje privilegiando el diálogo de saberes
y la construcción colectiva. Comunicación para la vida, para la educación popular.
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