“Año de la Diversificación Productiva y del Fortalecimiento de la Educación "

La EstéticaReflexión sobre estética y arte

Cuando pensamos en lo estético lo primero que surge es la idea de lo bello, casi como un sinónimo. Del mismo modo podemos creer que algo es feo cuando se trata de algo anti-estético. Asimismo, se ha relacionado harto a la estética con el arte, siendo el arte la representación de lo bello. Ahora bien, el razonamiento anterior sería erróneo si solo viéramos una parte de su sentido, es decir, si en el arte solo se representaran cosas bellas o que tratan de un tema que consideramos bello. Cualquiera que se haya sumergido un poco en cualquiera de las artes sabe que se representan tanto obras con dirección hacia lo bello como hacia lo feo. Lo que sucede en realidad es que lo bello, en el sentido estético, se encuentra en otro nivel. No pasa por si se representa lo bello o lo feo (en tal o cual arte,) sino en la forma en que este ha sido creado, o existe. Esa forma es bella (estética) Podemos decir que algo que es representando como un arte es tal si sigue las normas de lo estético, pudiendo estar representando algo que consideramos bello o feo. Y acá se abre la cuestión de entender lo estético en dos niveles, a saber, el nivel humano-natural y el nivel cultural. El primer nivel es aquel que subyace al nivel cultural, se encuentra primero y es universal. Mientras que el segundo, por el contrario, se haya ramificado en poblaciones, grupos y hasta individualmente, y según las experiencias (en la forma más amplia del termino) de estos. En el nivel humano-natural la forma de pensar la estética se vuelve filosófica. Se encuentra en el plano de aquellas cuestiones que superan la capacidad humana para poder abordar en su totalidad. Desde Aristóteles hasta la actualidad la filosofía ocupa este lugar de emprender este tipo de cuestiones (la existencia, dios, la verdad, etc.) las cuales se pueden discutir, como se siguen discutiendo hoy en día, pero que nunca se les podrá dar una respuesta certera y acabada como el ser humano necesita, y como a otras cuestiones de otra índole si las puede dar. En la filosofía siempre queda la idea de que se avanza, tal vez, pero nunca se resuelve. De este modo la filosofía actúa realmente como un motor recalcitrante hacia el conocimiento de lo infinito y lo universal. Desde mi punto de vista la imagen que me formo del conocimiento de la filosofía es la de una persona, o un grupo de personas, las cuales están predispuestas en una dirección anclados en un lugar y que solo pueden mover su cabeza hasta la capacidad que su cuello se los permite. Algunos rotan

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más y otros menos, sus cabezas, pero ninguno logra realmente poder ver por detrás. Pero volviendo al problema de la estética, como ya dijimos es una cuestión filosófica de modo que respuestas concretas no se pueden obtener y el que lo haga está equivocado o los está engañando. No obstante, nos permite, mediante la razón y la experiencia, discutir y obtener consideraciones válidas para lograr profundizar más en el tema. 

A este nivel humano-natural de la estética, de laguna manera todos estamos de acuerdo en que ciertas cosas son bellas o estéticas y otras no; de manera universal. Así como en el reino de la moral todos estamos de acuerdo con que ciertas cosas están bien y otras no tanto. Mi posición que tengo sobre la estética en este nivel subyacente, lo que mi cuello le permite a mis sentidos comprender, es que la idea de la estética surge por medio de la idea de la armonía y, a continuación, de poder contar una historia; pero de esto nos ocuparemos al final. Primero el porqué de la relación entre la estética y la armonía. A mi parecer desde que el humano es humano, y por adhesión vive en sociedades, hay dos formas universales de vivir: La guerra o la paz. Podemos observar como la paz es sinónimo de todo y la guerra de la nada, uno de la construcción y otro de la destrucción. En la paz es en donde pueden florecer las cosas mientras que en la guerra, tarde o temprano, solo pueden desaparecer. La paz es sinónimo de la existencia, la guerra todo lo contrario. Así podemos comprender por qué la paz es de nuestra predilección mientras que la guerra solo les interesa a los que la ganan y pueden crear un pequeño ambiente de paz dentro de ella. Ahora podemos entender por qué la paz y la armonía están tan ligadas entre si cual fuesen un sinónimo. Y es porque la armonía es la única propiciadora de la paz. Profundizando aún más, y con todo lo expuesto más arriba, podemos localizar hasta qué punto se encuentra en nuestro ser la importancia de los armoniosos. Casi como un instinto de supervivencia la armonía se nos presenta como un refugio de lo posible. Entonces, si todo esto fuese cierto, lo estético nos aparece como un espejo de lo armonizado y por lógica de la paz. Siguiendo el razonamiento, buscamos hasta tal punto la armonía que el arte se transforma en sinónimo de lo estético. Acostumbrados a abogar por la paz los seres humanos ven allí lo bello porque en la paz y la armonía es que podemos formar parte de este mundo. Dejando de lado el gusto, que pertenece al nivel cultural, muchas veces podemos estar de acuerdo sobre si algo es estético o no: Por ejemplo en la música todos estamos de acuerdo cuando algo desentona, o desafina, y cuando no. Quizás no podemos dar una respuesta certera al porqué de esta cuestión pero sí estamos seguro en afirmar que no suena agradable, simplemente porque así lo sentimos y porque todos vamos a consensuar en que así se nos presenta. Y aquí entra nuevamente la cuestión de la filosofía y la respuesta acerca de la armonía y la paz que intento dilucidar A un nivel menos abstracto vemos que el arte y la estética solo son tal si logran contar una historia. Esto es así porque lo que está en juego es la capacidad del artista de que los

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elementos de tal arte fluyan en armonía. Solo una historia bien contada está contada en armonía, sino desafina o no se entiende, instintivamente eso no nos parece estético. En conclusión, la estética es la forma de contar una historia; si no lo hace, por lógica, no es estético ni es arte. Esta afirmación exige comprender que la valoración del arte se encuentra en la capacidad que tiene de contar una historia, es decir, en la posibilidad de que sus elementos sean capaces de convivir en armonía, dejando de lado el contenido de la obra (el tema) que va a ser juzgada por el segundo nivel, el cultural, el gusto.