Reflexión Bíblica. "Mujeres, quedan libres!" - Lucas 10

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¡MUJERES, QUEDAN LIBRES! Lucas 10 : 38 – 42

Por Luis Marcos Tapia

Desde que se es pequeño se sabe cuáles juegos son adecuados y cuáles son inadecuados de acuerdo al género que se posee. A un niño se le dice que jugar con autitos esta bien y que jugar con muñecas esta mal - ¡eso es para niñas! – se le dice. Esto nos muestra cómo se nos educa de acuerdo a nuestro género desde nuestra infancia. Si somos hombres se nos dice que debemos comportarnos de forma masculina, si somos mujeres se dice que debemos comportarnos de forma femenina. Cuál sea el comportamiento masculino y cuál el femenino dependerá del tiempo histórico en que vivamos y de la cultura específica de la que somos parte, ya que el género (masculino/femenino), al contrario del sexo (hombre/mujer), no es algo determinado genéticamente sino que es un concepto cultural. Es decir, los comportamientos, actitudes y significados que se asocian a cada sexo son dados o construidos por las personas. En Latinoamérica las personas asocian tradicionalmente el comportamiento masculino con una actitud dominante, agresiva, racionalista, pragmática, etc.; mientras que el género femenino se asocia con una actitud sumisa, débil, emocionalista, etc. Hoy estos estereotipos están cambiando, pero aun predominan en gran parte de las personas, incluso en nuestras iglesias cristianas. El género también está tradicionalmente asociado con al vocación y el trabajo. Se dice que hay ciertas labores o profesiones que son sólo para hombres, mientras que otras son sólo para mujeres. Las mujeres tendrían un rol específico y los hombres otros. Algunos casos típicos de trabajos o roles asociados a lo femenino son las labores de enfermería, auxiliar de vuelo y dueña de casa. Hoy hay muchos enfermeros y azafatos o aeromozos, esto último aun nos suena extraño, pero todavía es extraño y fuera de lo común considerar que el trabajo específico y único de un hombre pueda ser dueño de casa, encargándose exclusivamente de la crianza de los hijos y la organización del hogar. ¡Ese no es el rol de un hombre! - se dice. En el tiempo y la cultura en que Jesús vivió también estaba determinado el comportamiento y el trabajo o labor de acuerdo al género. Sabemos hoy que en la cultura judía del primer siglo la mujer era poco considerada y estaba en un rango social menor que el hombre. Ésta no podía participar de la vida pública, excepto es escasas ocasiones. Incluso se prefería que la mujer no saliera de su casa sino que pasara la mayor parte de su vida en el hogar. En éste, el rol de la mujer era encargarse de los trabajos domésticos, es decir, coser, lavar, cocinar, atender al marido y a los hijos. Si la mujer tenía que por obligación salir de la casa, como era común en el campo donde debido a la pobreza tenia que ayudar al marido en el

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trabajo, ir a la fuente de agua, vender productos, etc., debía hacerlo con la cabeza cubierta por dos velos. En el ámbito religioso el rol de la mujer era también limitado. Las niñas no estaba obligada a estudiar la Torá (es decir, el Pentateuco), es más, existía un dicho que afirmaba: “Quien enseña la Torá a su hija, le enseña el libertinaje”. La enseñanza en la sinagoga era sólo para hombres. Las mujeres no podían ingresar al sector donde enseñaban los escribas, sólo podían entrar al sector del servicio litúrgico o religioso. A las niñas sólo se les enseñaba trabajos domésticos, coser y tejer particularmente, y cuidar a los hermanos más pequeños. Con esto en consideración meditemos en el capítulo 10 del Evangelio según Lucas, en los versos 38 al 42. 38 Mientras iba de camino con sus discípulos, Jesús entró en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.39 Tenía ella una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba lo que él decía.40 Marta, por su parte, se sentía abrumada porque tenía mucho que hacer. Así que se acercó a él y le dijo: —Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sirviendo sola? ¡Dile que me ayude! 41 —Marta, Marta —le contestó Jesús—, estás inquieta y preocupada por muchas cosas,42 pero sólo una es necesaria. María ha escogido la mejor, y nadie se la quitará. Lo primer que nos llama la atención del texto es que, sabiendo ya que la mujer era poco considerada y estaba en un rango social menor que el hombre, se nos mencione a las hermanas Marta y María como protagonistas del relato y como las anfitrionas de Jesús, siendo que sabemos por otros relatos bíblicos que ellas vivían en casa de su hermano llamado Lázaro quien era amigo de Jesús. Es él quien tendría que ser el anfitrión. Esto nos muestra que en el evangelio de Jesús las mujeres pueden ser, y de hecho son, protagonistas. El relato nos indica que una vez que Jesús entra a la casa, María se sienta a los pies de Jesús y escucha lo que él dice. No es extraño que Jesús hablé y enseñe, ya que era considerado popularmente como un Rabí, es decir, un maestro. El mismo se atribuye tal rol al llamar a discípulos. Sin embargo, Jesús es un rabí bastante extraño de acuerdo a esa cultura. En primer lugar, no sigue los patrones de lo que hoy llamaríamos ‘enseñanza académica’ ya que no es un Rabí acreditado oficialmente, es decir, no ha seguido la formación de lo escribas ni tiene la edad suficiente (40 años) para ser un Rabí oficial o “doctor ordenado”. En segundo lugar, este Rabí, nombrado popularmente como tal, enseña cosas fuera de lo común. Habla del Reino de Dios y lo ve como presente aquí y ahora. En este Reino la reconciliación con Dios se hace realidad y esto tiene el potencial de trasformar a toda la humanidad. Los judíos esperaban el Reino de Dios para el final de los tiempos, pero Jesús lo ve tan cercano que esta “a la mano” para todo aquel que lo quiera experimentar. Además no enseña las tradiciones derivada de

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la Torá ni da sólo interpretaciones de ella como los escribas tradicionales, sino que el pueblo afirma que enseña distinto de ellos, es decir, enseña con autoridad: “Ustedes han oído que se dijo... pero yo les digo...”(Mateo 5:21ss.). En tercer lugar enseña abiertamente, mientras que los otros Rabí sólo enseñan a su grupo de discípulos. En cuarto lugar, elige a un grupo de discípulos poco común, hombres que ya no tenían la posibilidad de ser discípulos de algún Rabí pues no habían sido capaces de seguir progresando en la educación académica formal de la Torá y habían tenido que dedicarse al oficio familiar. Si ya es extraño que este Rabí eligiera a sus discípulos, cuando es tradición que los alumnos eligen al Rabí, es más extraño que elija a hombres poco calificados y, más aun, que entre aquellos discípulos elija a un traidor y colaborador del enemigo como es Mateo (también llamado Leví), ya que así eran considerados los cobradores de impuestos. Este Rabí que reciben Marta y María es un Rabí fuera de lo común que anuncia la buena noticia acerca de la realidad del Reino de Dios a todo aquel que quiera escucharlo y además tiene un grupo de doce discípulos bastante inadecuados. Quizás por esto María hace lo que antes señalábamos, sentarse a los pies de Jesús. Para nosotros este acto no tiene nada de extraño. Cuando una persona importante o sabia habla, es común que la gente quiera escuchar lo que tiene que decir. El problema esta en que María tiene su rol en la sociedad judía de ese tiempo, el rol dado por su género femenino. Como antes indicábamos, el rol de la mujer de ese tiempo era la labor doméstica, es lógico por tanto que Marta se indigne al no tener la ayuda de su hermana María en el servicio a los invitados, el rabí esta siempre acompañado de sus discípulos, ello son sus seguidores, por lo que podemos asumir que estaban junto a él en la casa. Marta se indigna porque esta abrumada con las tareas del hogar y no recibe la ayuda de su hermana, pero además se indigna porque María esta haciendo algo escandaloso, no sólo no la esta ayudando, es decir, no esta cumpliendo su rol, sino que se ha sentada a los pies de Jesús. Esto último no nos parece extraño hoy, pero tenemos que entender que en ese tiempo cuando el Rabí enseñaba lo hacía siempre sentado, y los discípulos se paraban alrededor de él para oírlo o se sentaban a sus pies. Aquí nos puede ayudar el propio testimonio de Pablo para entender mejor lo que quiere decir el hecho de sentarse a los pies de un Rabí. Pablo, antes llamado Saulo de Tarso, era un judío que antes de hacerse cristiano había sido educado en la Torá bajo un Rabí llamado Gamaliel, quien era un fariseo reconocido doctor de la ley y prominente miembro del Sanedrín en la mitad del primer siglo. Pablo mismo lo dice en el libro de Hechos 22 verso 3: “Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel, estrictamente conforme a la ley de nuestros padres, celoso de Dios, como hoy lo sois todos vosotros.” (RV 60). Pablo, al indicar que fue instruido a los pies del Rabí Gamaliel quiere decir que fue bajo la tutela de éste que Saulo recibió la educación formal de la Torá. Pablo indica que fue discípulo de Gamaliel. Por tanto, María no se ha sentado para contemplar a Jesús, como tradicionalmente se dice, sino que ha adquirido la posición de discípula, ha hecho algo que de acuerdo a su rol de género no tiene permitido, aprender como discípula a los pies de un Rabí.

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Marta quizá pensaba: “¿quién se cree que es? María debería estar ayudándome ¡pues eso es lo que debe hacer una mujer! Y no debería estar haciendo semejante barbaridad de creerse un discípulo... le voy a decir a Jesús que la corrija, por algo es Rabí, que le enseñe a comportarse como una buena judía”. Se acerca a Jesús y le dice: “Señor ¿no te importa...? ¡Dile que me ayude!. Es interesante como Marta quiere que se respeten los roles de género, pero no tiene ningún problema en indicarle a un Rabí lo que tiene que decir. La respuesta de Jesús no es lo que Marta esperaba, pero nosotros ya sabemos que Jesús es un Rabí distinto a los otros. Él no sólo alaba a María por haber escogido bien, es decir, por haberse hecho su discípula, sino que reprende a Marta por estar inquieta y preocupada – Marta, Marta... – dice Jesús. Si nos preguntamos cuál es el motivo de la inquietud y preocupación de Marta, podemos comprender que no es sólo el hecho de verse sobrepasada por las labores domesticas y de servicio lo que le inquieta, sino que su preocupación también esta en el rol masculino que su hermana ha asumido. Sin embargo, Jesús no tiene esta preocupación. Entiende que María ha escogido ser su discípula y ha hecho una elección que él no sólo permite sino que elogia indicando que es la mejor decisión que podía haber tomado y la única necesaria en realidad. Los roles de género de la sociedad judía pasan a un segundo plano ya que lo más importante es ser seguidora de Jesús. Jesús además afirma que la elección de discipulado que ha hecho María no se le podrá quitar, quizás previendo los conflictos que tendrá María por haber asumido un rol masculino en una sociedad donde los hombres son los que gobiernan y donde, incluso en el grupo de discípulos de Jesús, querrán ser los únicos. Este no es el primer y único texto del Evangelio de Lucas que nos indica que Jesús tenía discípulas. En el capítulo 8 nos dice en los versos del 1 al 3 que “Jesús estuvo recorriendo los pueblos y las aldeas, proclamando las buenas nuevas del reino de Dios. Lo acompañaban los doce,2 y también algunas mujeres...”. Jesús va caminando por pueblos y aldeas y los siguen sus discípulos, pero también sus discípulas. En los versos siguientes se mencionan incluso sus nombres: María Magdalena, Juana, Susana y muchas más. Incluso el evangelio nos dice que ellas estuvieron con Jesús hasta el final, mirando de lejos a Jesús crucificado (Lucas 23:49), siguiendo a José de Arimatea para ver donde colocaba el cuerpo de Jesús (Lucas 23:55). También las mujeres fueron las primeras discípulas en recibir la noticia de la resurrección del maestro (Lucas 24:5-7). Hoy en las iglesias evangélicas en Latinoamérica se reconoce que las mujeres pueden ser discípulas de Jesús al igual que los hombres. Estas están llamadas a seguir a Jesús diariamente, viviendo y anunciando la realidad del Reino de Dios. El problema es que aun hoy muchas iglesias y también muchas mujeres tienen conflictos con respecto a los roles que deben cumplir como mujeres y como discípulas. Creo que lo que nos enseña el episodio de María a los pies de Jesús

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es que no importa cual sea el rol femenino que determine la cultura en la que vivimos o los estereotipos de la sociedad, estos queda relativizados frente a la llamada de Jesús al seguimiento, frente al rol de discípula. Ya sea que una mujer desarrolle la labor de madre, profesional, dueña de casa, etc. es en primer lugar seguidora de Jesús. Debe realizar toda labor para el bien de los demás, sea en la familia o en la empresa, criando a los hijos o trabajando de ejecutiva, pues esa es la marca de una discípula de Jesús. El rol femenino atribuido por los demás ya no determinará inapelablemente su conducta. Si una mujer cree que como mujer y seguidora de Jesús debe estudiar y ser profesional, esta debe ser apoyada. Lo mismo si una mujer libremente entiende que en este momento determinado de su vida su labor consiste en ser madre o dueña de casa. Toda labor debe ser considerada desde la perspectiva del seguimiento del maestro, es decir, todo trabajo debe estar en función de construir un mundo más humano donde toda persona pueda vivir en forma digna y plena, eso es lo mejor y lo único necesario. En todo caso, si la mujer hoy tiene un rango social en igualdad al hombre y tiene la posibilidad de realizar los mismos trabajos que éste, es gracias a que, de una u otra forma, el Rabí llamado Jesús de Nazaret ha influido positivamente en nuestra cultura y sociedad con sus valores y enseñanzas, y es ese mismo Rabí que nos llama hoy a todos los cristianos a luchar por la igualdad de género, ya sea en los sueldos que reciben las mujeres o en los derechos que muchas veces se les niegan. Por otro lado, auque, como mencionábamos anteriormente, en las iglesias evangélicas en Latinoamérica se reconoce que las mujeres pueden ser discípulas de Jesús al igual que los hombres, aun persisten diversas preguntas acerca de los roles que estas pueden y no pueden ejercer en las comunidades de fe. Para responder a las preguntas que nos surgen con respecto a esto es necesario entender, en primer lugar, que Jesús y sus primeros discípulos están irremediablemente localizados en un tiempo y una cultura determinada que, como ya hemos dicho, tenía sus propios presupuestos de género. Parece que Jesús no tuvo ningún problema en traspasar las normas culturales con respecto al género femenino al tener discípulas, hablar con mujeres desconocidas en público y dejar que las mujeres influyan en su misión y ministerio, como por ejemplo la mujer sirofenicia (Marcos 7:24-30). Sin embargo, sus primeros discípulos si tuvieron problemas con el tema. Lo vemos en puntos como la extrañeza de los discípulos con respecto a la conversación de su maestro con una mujer samaritana, hasta la incredulidad que muestran en el testimonio de las mujeres que anuncian que Jesús ha resucitado. También en las cartas de Pablo vemos avances y retrocesos en este aspecto. Por un lado anuncia radicalmente que “Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28), pero por otro parece mantener los roles de género al afirmar en 1 Corintios 14 que la mujer debe callar en la comunidad de fe. Dicen los versos 33 al 35: “Como es costumbre en las

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congregaciones de los creyentes,34 guarden las mujeres silencio en la iglesia, pues no les está permitido hablar. Que estén sumisas, como lo establece la ley.35 Si quieren saber algo, que se lo pregunten en casa a sus esposos; porque no está bien visto que una mujer hable en la iglesia.”. Se nota como a Pablo no le era fácil lidiar con los temas de género. Se cuida de no ir en contra de las costumbres Judías con respecto al tema ya que no esta bien visto no respetar los roles asumidos culturalmente. Pareciera que los primeros líderes varones de la iglesia si respetan el hecho de aceptar en la comunidad cristiana a las mujeres como discípulas. Respetan la voluntad del Maestro en relación a que nadie le puede quitar ese lugar a las mujeres, como vimos en el texto de María a los pies de Jesús. El problema es que al cuidarse de no pasar por encima de las costumbres culturales en el tema del género femenino relegan a la mujer como discípula de segunda categoría. La mujer no puede tomar roles de liderazgo, a veces ni siquiera tiene derecho a hablar. Se dice que todos somos seguidores en igualdad, tanto hombres como mujeres, pero parece que algunos se consideran más iguales que otros... En la actualidad no tendríamos por qué tener problemas con este tema de género ya que, como mencionábamos al comienzo, los roles han cambiado considerablemente desde la época de Pablo hasta hoy y son radicalmente distintos los que se asumen en el Oriente y los que se asumen en Latinoamérica. Hoy la costumbre cultural es que la mujer pueda asumir todo los roles que quiera en libertad, por lo que ya no tendríamos ningún problema de “testimonio” como Pablo, esto es, de ser mal mirados al considerar que la mujer puede asumir conductas que antes sólo le eran atribuidas al género masculino. Es más, en nuestro presente contexto latinoamericano sino somos radicales con este tema de género y roles, dando absoluta libertad para que las mujeres asuman el rol que ellas deseen, las iglesias cristianas seremos consideradas como las únicas instituciones y organizaciones que no permiten que la mujer reciba la dignidad que merece y, por tanto, niega el mismo mensaje de Jesús al no permitir que pueda vivir una vida plena. Ése si será un problema mayor de “testimonio”. El mismo evangelio de Lucas en el capítulo 13, de los versos 10 al 17, nos cuenta la historia de una mujer que llevaba muchos años encorvada y no podía enderezarse. Jesús la sana un día Sábado diciéndole: “Mujer, quedas libre de tu enfermedad”. Por sanar en el día de descanso los adversarios de Jesús se enojan, pero este los trata de hipócritas y les hace ver lo equivocados que están. Las mujeres por largo tiempo han estado encorvadas con el peso de las prescripciones de género y roles. Pero hoy Jesús nuevamente las ve, las llama y les dice: ¡mujeres, quedan libres!. Los varones se siguen indignado ante la libertad que otorga Jesús y siguen poniendo mandamientos y tradiciones culturales por sobre la voluntad de Dios. Pero Jesús no se deja intimidar, las mujeres son y serán libres de sentarse a sus pies y nadie las podrá quitar de allí.

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Preguntas para reflexionar

• ¿Haz escogido tu la mejor parte? ¿Te consideras discípula de Jesús? ¿qué te ha hecho querer ser su discípula?

• ¿Cuáles son los roles que no puede asumir en la sociedad y en la iglesia debido a tu género? ¿Qué te enseña el ejemplo de María sobre esto?

• ¿Cómo cambia tu perspectiva de las labores que haces diariamente si las entiendes desde el discipulado o seguimiento de Jesús?

• ¿Cómo procuramos que en la iglesia y en la sociedad se de libertad a la mujer de asumir el rol al que se siente llamada como discípula?