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Recursos naturales y economía de los cántabros de la Edad del Hierro Environment, natural resources and territory in the Cantabric Iron Age Jesús F. TORRES MARTÍNEZ Universidad Complutense de Madrid. Departamento de Prehistoria. Ciudad Universitaria. 28040 Madrid. Becario de la Fundación Universitaria Oriol-Urquijo. [email protected] Recibido: 25-04-2001 Aceptado: 20-05-2003 PALABRAS CLAVE Economía, Medioam- biente, Clima, Ecosistema, Recolección, Caza y pesca, Ganadería, Minería, Agricultura, Guerra, Castros, Territorio Movilidad KEY WORDS Economy, Environment, Weather, Gathering, Hunting and fishing, Pastoralism, Mining, Agriculture, War, Hillforts, Territory, Mobility RESUMEN ABSTRACT This paper introduces the conclusions of a research work carried out by the author in the Northern Spanish Meseta, in the inner side of the Cordillera Cantábrica. This work gives a new vision of the eco- nomical activities and the life conditions of the Cantabros in the end of the Later Age. This research use the Greco-Latin sources, the publications among the archaeological investigations in the area and ethnographical information contrasted with the author’s Etnoarchaeological fieldwork on the area during four years. The aim of this work is the construction of an Economical Model. This ones tries to explain the relationship between the Cantabros and their environment through the practical of gathe- ring and pastoralism with mining in the periglaciar areas of the mountains and low intensity agricul- ture. Through this work hypothesis the settlement patterns, the conception of territory and the use of war as a complex practice of relationship with another ethnic groups are explained. Este trabajo presenta una aproximación a las actividades económicas y las condiciones de vida de los cántabros de la Protohistoria y más concretamente del final de la Edad del Hierro. Utiliza las fuentes clásicas, las publicaciones sobre trabajos arqueológicos en esa zona, así como información de tipo etnográfica contrastada con un trabajo de campo propio de tipo etnoarqueológico desarrollado a lo largo de cuatro años. La finalidad del trabajo es la construcción de un Modelo Económico que inten- ta explicar las relaciones económicas entre los cántabros y su ecosistema a través de unas practicas básicas de recolección y una ganadería trasterminante complementadas con una agricultura a peque- ña escala y una minería centrada en afloramientos en los macizos montañosos. A través de esta hipó- tesis de trabajo se explican las pautas de poblamiento, la concepción de territorialidad subyacente y el uso de la guerra como práctica compleja de relación con otras étnias. SUMARIO 1. Economía y medioambiente. 2. Zona de estudio. 3. Las prácticas económicas sobre recursos silvestres. 4. Ganadería. 5. Minería. 6. Agricultura. 7. Guerra. 8. Hábitat. 9. Conclusiones. Complutum, 2003, Vol. 14 169-196 ISSN: 1131-6993 169

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Recursos naturales y economía de loscántabros de la Edad del Hierro

Environment, natural resources andterritory in the Cantabric Iron Age

Jesús F. TORRES MARTÍNEZ

Universidad Complutense de Madrid. Departamento de Prehistoria. Ciudad Universitaria. 28040 Madrid.Becario de la Fundación Universitaria Oriol-Urquijo. [email protected]

Recibido: 25-04-2001Aceptado: 20-05-2003

PALABRASCLAVE

Economía,Medioam-

biente,Clima,

Ecosistema,Recolección,

Caza y pesca,Ganadería,

Minería,Agricultura,

Guerra,Castros,

TerritorioMovilidad

KEYWORDS

Economy,Environment,

Weather,Gathering,

Hunting andfishing,

Pastoralism,Mining,

Agriculture,War,

Hillforts,Territory,Mobility

RES

UMEN

ABS

TRACT This paper introduces the conclusions of a research work carried out by the author in the Northern

Spanish Meseta, in the inner side of the Cordillera Cantábrica. This work gives a new vision of the eco-

nomical activities and the life conditions of the Cantabros in the end of the Later Age. This research

use the Greco-Latin sources, the publications among the archaeological investigations in the area and

ethnographical information contrasted with the author’s Etnoarchaeological fieldwork on the area

during four years. The aim of this work is the construction of an Economical Model. This ones tries to

explain the relationship between the Cantabros and their environment through the practical of gathe-

ring and pastoralism with mining in the periglaciar areas of the mountains and low intensity agricul-

ture. Through this work hypothesis the settlement patterns, the conception of territory and the use of

war as a complex practice of relationship with another ethnic groups are explained.

Este trabajo presenta una aproximación a las actividades económicas y las condiciones de vida de los

cántabros de la Protohistoria y más concretamente del final de la Edad del Hierro. Utiliza las fuentes

clásicas, las publicaciones sobre trabajos arqueológicos en esa zona, así como información de tipo

etnográfica contrastada con un trabajo de campo propio de tipo etnoarqueológico desarrollado a lo

largo de cuatro años. La finalidad del trabajo es la construcción de un Modelo Económico que inten-

ta explicar las relaciones económicas entre los cántabros y su ecosistema a través de unas practicas

básicas de recolección y una ganadería trasterminante complementadas con una agricultura a peque-

ña escala y una minería centrada en afloramientos en los macizos montañosos. A través de esta hipó-

tesis de trabajo se explican las pautas de poblamiento, la concepción de territorialidad subyacente y

el uso de la guerra como práctica compleja de relación con otras étnias.

SUMARIO 1. Economía y medioambiente. 2. Zona de estudio. 3. Las prácticas económicas sobre

recursos silvestres. 4. Ganadería. 5. Minería. 6. Agricultura. 7. Guerra. 8. Hábitat. 9. Conclusiones.

Complutum, 2003, Vol. 14 169-196 ISSN: 1131-6993169

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Es evidente que el medioambiente condicio-na los recursos naturales de los que los humanospueden disponer y el modo en que aquellos pue-den ser aprovechados. El clima y el relieve inter-actúan formando un ecosistema determinado.Éste está formado, a su vez, por una serie demicroclimas y microecosistemas que ocupandeterminadas áreas y que proporcionan determi-nados recursos. El conocimiento del medioam-biente proporciona bases sólidas desde las queafrontar el estudio del paleoambiente. Los estu-dios recientes sobre paleoclimas (Martínez Cor-tizas et al. 1999) permiten una recreación muchomás cercana a las condiciones reales (objetivas)en las que se desarrollaron las relaciones entre elmedioambiente y los humanos, especialmentelas económicas. Conocer los recursos disponi-bles (potenciales) es de enorme importancia eneconomías de subsistencia de periodos del pasa-do. No sólo permite establecer hipótesis de tra-bajo más complejas sino que nos permite esta-blecer también los campos en los que la investi-gación arqueológica debe buscar. En Arqueolo-gía, en muchas ocasiones, se tiende a buscar loque se conoce y a ignorar lo que se desconoce.Debemos saber qué tenemos que buscar.

En las economías protohistóricas se dependede los límites que el ecosistema impone. Estoconstituye el marco dentro del cual se desarro-llan las relaciones entre humanos y medioam-biente. La interacción entre éstos y el medionatural establece los contenidos de la economíade subsistencia. Los ecosistemas son variables através del tiempo ya que dependen de una com-pleja interrelación de factores. No son entidadesrígidamente establecidas sino flexibles, en conti-nuo cambio. Los humanos se adaptan y tambiénalteran el medio en el que viven, formando partede esta dinámica de cambio continuo e interac-ción. Ahora bien, la capacidad de transforma-ción humana del medio ha sido hasta el presen-te limitada. La adaptación a circunstancias cam-biantes ha conformado el decurso de la Historia.

En las sociedades Prehistóricas, hablar deeconomía y de medioambiente resulta casi equi-valente. La actividad económica, ya sea más omenos “adaptativa” o “depredadora”, es una for-ma directa de relación con el medio. Y esta rela-ción deja un rastro evidente, una serie de restosque pueden ser recuperados y registrados. Ade-

más, nuestra capacidad para conocer estos indi-cios es cada vez mayor. De este modo nos es po-sible conocer los recursos disponibles y los utili-zados. La relación entre “recursos disponibles”y “recursos realmente utilizados” no debe esta-blecerse automáticamente, sino, tan sólo ser acep-tada como hipótesis de trabajo mientras es posi-ble constatar cuáles son los recursos realmenteutilizados a través del registro arqueológico.

El modo en el que se explotan los recursosdel medioambiente busca, ante todo, garantizarla supervivencia del grupo. Por lo que sabemosde las sociedades humanas de tecnologías mássimples que la nuestra, el fin de la adaptabilidadhumana al medio es conseguir extraer el máxi-mo beneficio de éste invirtiendo el mínimoesfuerzo. Las pautas básicas de explotación delmedio buscan garantizar la supervivencia delgrupo:

1- La clave del éxito está en la diversifica-ción: diversificar las formas de obtener recursospermite mayores cotas de seguridad y de bienes-tar. La especialización es siempre un riesgo ysólo se adoptan este tipo de estrategias en situa-ciones extremas o en entornos muy hostiles. Di-versificar supone establecer un margen de segu-ridad ante la incertidumbre de los ciclos climáti-cos y su repercusión sobre el medioambiente,garantizar que ante un fallo en uno de los recur-sos, se dispondrá de otro. En definitiva: evitar elhambre.

2- La interacción es la base del tipo de eco-nomía de subsistencia que queremos recrear eneste trabajo. Se trata de una baja transformacióndel ecosistema con un máximo aprovechamien-to de sus recursos naturales. La introducción deformas de explotación económica compatiblescon el medio natural añade una mayor rentabili-dad al sistema siempre que no se sobrepasenciertos “límites de compatibilidad”: la obtenciónde unos recursos no puede poner en peligro lagarantía de que se seguirán obteniendo otros. Lainterdependencia de todas las partes del sistemahace necesario su observación como un ente si-nérgico en el que es imposible la introducción deun nuevo elemento sin poner en peligro losdemás. Esto construye sociedades sumamenteconservadoras, llenas de garantías ideológicas ysociales, tendentes al mantenimiento de un or-den complejo y frágil.

3- El fin de este tipo de economías es el auto-abastecimiento. Éste debe estar asegurado ya

1. Economía y medioambiente

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que es la garantía de la supervivencia del colec-tivo. Autoabastecimiento significa independen-cia económica, garantizar los recursos necesa-rios para la supervivencia del grupo dentro delámbito de explotación económica de éste o elacceso a estos recursos cuando quiera que seannecesarios.

Sociedades humanas y medioambiente soninseparables y resulta imposible comprender lasunas sin las otras. No podremos hacer Historia,no podremos comprender las sociedades delpasado, sin conocer dos cuestiones esenciales: elmedioambiente en un determinado momentohistórico y la relación de las sociedades huma-nas con éste. O, lo que es lo mismo, cómo loshumanos consiguen satisfacer sus necesidadesbásicas, cómo viven y sobreviven, qué comen,cómo y cuál es su cultura material y dónde viven(Caro Baroja 1986). Pero también otro tipo derelaciones no económicas, conectadas con elmundo de lo mental y espiritual. El medioam-biente es el marco en el que se desarrolla la vidade los humanos. Es un referente esencial y conél se establecían una serie de relaciones pura-mente subjetivas y, por tanto, de muy difícil re-cuperación. Pero si conseguimos establecer unabase lo bastante sólida será posible que aparez-can más accesibles y nítidas: ideología, creen-cias espirituales y estructuras sociales.

La Cordillera Cantábrica se orienta en un ejeeste-oeste, desde el borde oeste del Pirineo hastala costa atlántica. Sus altitudes máximas sobre-pasan los 2000 m. Su geología se componemayoritariamente de materiales sedimentarios ycalizas con depósitos de otros minerales. Sufranja sur aparece surcada por valles ordenadosen un eje norte-sur y con un reborde montañoso,accidentado, compuesto por montes y páramosde menor entidad. La cordillera ha sufrido unintenso desgaste y gran parte de sus materialesafloran a la superficie en las antiguas zonas gla-ciares, en las cabeceras de las cuencas fluviales.

En cuanto a su climatología, acusa una seriede fenómenos propios que resulta interesanteresaltar y que afectan a ambas vertientes. Así, laque mira al mar tiene un régimen de precipita-ciones mayor que la vertiente sur, pero recibepoca insolación. La vertiente sur recibe un me-nor aporte de precipitaciones que la norte, pero

mayor que el área meseteña, y una mayor inso-lación. Este fenómeno determina los rendimien-tos del medio en cuanto al régimen hidrológicoy a la cantidad y variedad de los recursos vege-tales disponibles. Las condiciones climáticas ymeteorológicas marcadamente más continenta-lizadas de la vertiente sur, con abundantes preci-pitaciones invernales en forma de nieve, permi-ten la formación de abundantes zonas de pasti-zales en las áreas glaciares y de zonas muy bos-cosas en el pie de la cordillera, desde el límite delas brañas hasta el fondo de los valles, con unaenorme variedad en cuanto a especies vegetalesy fauna. El protagonismo es para los bosquesmixtos de frondosas que en épocas anterioresdebieron de cubrir gran parte del pie de monte yde la zona septentrional de la Meseta.

Se trata de una zona en la que ha sido posiblela conservación de micro-ecosistemas diversosy la pervivencia de “modos de relación econó-mica tradicionales” de los humanos con éstos.Este es el caso del área en la que se ha basado elestudio y que forma parte del Parque Natural“Fuentes Carrionas-Cueva del Cobre”. La zonaen la que nos centraremos se sitúa en torno a lascabeceras de los ríos Ebro y Pisuerga y algunosde sus tributarios, en el noreste de la MontañaPalentina, en el Valle de Santullán y zonas limí-trofes (Ver Fig. 1). El fondo de valle, en su parteinicial, se sitúa en la unión de los ríos Rubagóny Camesa en el paso natural entre la Meseta y ellitoral cantábrico. Allí el valle se une a la vegaque, a modo de corredor, viene desde Burgos ycontinúa de modo más difuso en dirección aLeón. Desde ese fondo de valle asciende a lolargo de un valle fluvial progresivamente másestrecho hasta llegar a Sierra Híjar y la zona deantiguos valles glaciares (Ver Fig. 2). Su ecosis-tema, en la cabecera del valle, aparece casi intac-to en muchas áreas, con una explotación gana-dera y forestal que no ha alterado radicalmente

2. Zona de estudio

Figura 1.- Ubicación del área de estudio en la parte meri-dional de la Cordillera Cantábrica. (Dibujo del autor).

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lo que podemos considerar las “estructuras bási-cas” de las brañas y los bosques.

Toda la zona presenta importantes particula-ridades por su situación de frontera climática.Contiene representación de la flora atlántica, asícomo de la continental-mediterránea, lo que in-cluye ciertos endemismos. En las cumbres exis-ten zonas pedregosas con suelos similares encierto modo a los de tundra, que pronto dan pasoa pastizales de montaña disponibles todo el año.Le sigue una zona de transición de matorral ymonte bajo, en algunas zonas salpicada de abe-dulares. Estas formaciones dejan paso a los bos-ques de frondosas de hayas y robles. En los cur-sos fluviales hay frondosos bosques de riberacon fresnos, olmos, sauces, chopos y otros fruta-les silvestres como manzanos, perales, guindosy algunos nogales. El ámbito forestal es abun-dante en arbustos y frutales, así como hortalizas,hierbas y hongos (Ver Fig. 3). La fauna es tam-bién variada y abundante. La enorme capacidad

para proporcionar sustento del medio construyecomunidades de herbívoros y carnívoros varia-das, así como una presencia intensa de aves, rep-tiles, anfibios y peces. Habría que pensar queesta variedad era, sin duda, aún mayor hace tansólo unos cuántos años, cuando la acción trans-formadora del hombre sobre el medio era menor.

Actualmente la actividad humana en el vallediseña una ocupación de todos sus espacios eco-lógicos, desde el fondo del valle hasta las cum-bres. Pero esta ocupación refleja, inclusive hoydía, en algunos ámbitos de la economía local, un“modelo vertical” que se centra en el valle deSantullán y que comenzando en el fondo delvalle, asciende a lo largo del curso de los ríos ytiene su límite en las brañas. Esta forma de apro-vechamiento deja rastros en la tradición de algu-nas prácticas económicas, esencialmente gana-deras y de aprovechamientos forestales, lo quepermite una aproximación a este tipo de mode-los históricos de economía y de concepción del

Figura 2.- Mapa del área de estudio comprendida dentrode este trabajo y de sus áreas colaterales. Comprende lascabeceras del Pisuerga y del Ebro. (El actual pantano deAguilar se ha obviado). En él se han ubicado los principa-les yacimientos arqueológicos de época Protohistórica. A.Monte Bernorio, B. Los Barahones, D. Monte Cildá, E.Celada-Marlantes, F. Monasterio, G. Peña Cildá, h.Castros sin fortificar ubicados en media ladera en torno alos pastos de altura. (Dibujo del autor).

Figura 3.- A través de este esquema podemos conocer losespacios que ocupan las distintas especies que forman lacubierta vegetal según la altura y la orientación de las ver-tientes dentro del valle. En la vertiente noroeste, másumbría húmeda y de más altitud tenemos que las zonasmás altas (A) las ocupan los pastizales o brañas. Les si-gue un área de transición (B) ocupado por brezos, escoba-les, etc. Les siguen los abedules y tejos, colonizando lossuelos menos favorables (C), y descendiendo encontra-mos los hayedos y los robledales en grandes formacionesmixtas (D), con avellanos, acebos y otros árboles y arbus-tos frutales, salpicadas por algunos claros y praderías. Enlas riberas de los arroyos y ríos está el bosque de ribera (Ey H) con fresnos, sauces y gran cantidad de arbustos ytambién frutales. En la vertiente sudeste tenemos unrobledal de carballos y albares con algún haya aislado yacebo, avellano, matorral y frutales (G). Ladera arriba elrobledal mixto deja paso a formaciones de Quercus pyre-naica y tras estas llegan los escobales, ulagares y brezalesque anticipan los pastizales (F). (Dibujo del autor).

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territorio. Este “modelo vertical” sería tambiénválido para la Prehistoria Final. A través de él seconsigue explicar cómo los recursos se ordenanverticalmente y es necesario seguir una ordena-ción cronológica en la explotación de éstos: aldepender de los ciclos naturales del ecosistema,se establece un calendario de actividades deexplotación económica que formaría parte de laordenación de los ciclos culturales y rituales dela cultura de los cántabros de este momento dela Prehistoria.

La importancia que los bosques de frondosastienen en las economías históricas y tradiciona-les del área no dejan de ser un reflejo de la quedebieron de tener en Época Protohistórica. Siasumimos la larga tradición cultural previa deeconomías con prácticas recolectoras (AriasCabal 1991), debemos entender que en ese mo-mento estos usos alcanzarían una enorme sofis-ticación. El estudio de las obras de tipo folclóri-co y etnográfico y el trabajo de campo etnoar-queológico en la región nos permiten conocercuáles han venido siendo los recursos potencia-les más explotados. Su contrastación con nues-tro conocimiento de la Protohistoria a través delas Fuentes Clásicas y la Arqueología, permite larecreación de los usos de explotación de losvegetales silvestres y de los animales no domes-ticados.

Los recursos silvestres, tanto los de origenvegetal como los de origen animal, están sujetosa los ciclos naturales siendo especialmente sen-sibles a la enorme variabilidad que las condicio-nes ambientales establecen. No podemos esta-blecer una periodicidad estable ni en cuanto a lacantidad ni a la calidad de este tipo de produc-tos.

1-Cada año presenta un comportamiento cli-mático-meteorológico distinto.

2-Las especies vegetales poseen ciclos natu-rales que implican una distinta productividad delas cosechas, con años de máximos y mínimos.

3-La combinación de ambos factores haceimpredecible, a largo plazo, cada cosecha.

Esto incide en la necesidad de mantener unapauta de diversificación de los recursos, antesque una especialización en un número reducidode ellos. Los años de baja productividad de unosproductos raramente coinciden con los de otros,

ya que las condiciones que resultaron adversaspara unos no lo son forzosamente para otros.

El primer recurso de origen vegetal por suvolumen e importancia es, sin duda, la madera.Bien como resultado de una tala, de una poda ode la recogida de leña, la madera es el recursomás importante de cuantos se explotan a lo largode toda la Protohistoria sin lugar a dudas (Perlin1999).

En primer lugar, provee de combustible,directamente o tras su carboneo. La madera esnecesaria para todas las labores de transforma-ción de recursos, desde los alimentos hasta lacerámica o el metal, así como para el manteni-miento del confort y de la vida en circunstanciasclimáticas adversas. Así mismo, es el principalmaterial de construcción de viviendas, de estruc-turas y de utensilios, sin olvidar embarcacionesde todo tipo. La mayor parte de la cultura mate-rial de los pueblos de la Edad del Hierro se rea-lizaba en este material. Estrabón en su Libro III,3, 7, alude a que los montañeses “utilizan vasosde madera...”. Este uso de la madera en la elabo-ración de ajuares domésticos resulta más inten-so en el caso de culturas con economías pastori-les que requieren movilidad (Vega Toscano et al.1998).

En la economía tradicional la madera comocombustible proviene, de manera general, de la“leña caída” de modo natural de los árboles, asícomo de las labores de poda y entresaca que elcuidado de los bosques requiere para que seanproductivos. El recurso a la tala de árboles sereduce a necesidades puntuales de ciertas piezasde madera o a la necesidad de cantidades excep-cionales de combustible. La madera es ubicuaen toda la Prehistoria Europea. Su desapariciónfrecuente en el registro arqueológico no deberíadistorsionar nuestra capacidad de comprensiónde un fenómeno económico de la importancia deéste.

La recolección tradicional de recursos vege-tales sigue unas pautas que interesaría reflejar:

- La explotación de los recursos forestales re-quiere un conocimiento del bosque como espa-cio de la actividad humana. Conocer qué recur-sos existen y dónde se encuentran, visitarlos,controlarlos en sus procesos naturales y estable-cer el momento más apropiado para su obten-

3. Las prácticas económicas sobre recursos silvestres

Recursos vegetales

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ción. Este conocimiento minimiza el despilfarro.- Se beneficia a los ejemplares fuertes evitán-

doles algún competidor y se abandona a su suer-te a los débiles y poco rentables. Esto supone lapráctica de una verdadera silvicultura.

- Así mismo el aprovechamiento de un recur-so debe seguir unas “pautas de seguridad” enca-minadas a garantizar su perpetuación y su dispo-nibilidad para otros miembros de la cadena ali-mentaria. La recolección se realiza en un tiempodeterminado, sólo sobre frutos maduros.

De entre la variedad de especies disponiblesen el ecosistema señalaremos las más importan-tes, estableciendo entre ellas una clasificaciónatendiendo al tipo de recursos que proporcionan.

1- Frutos Secos: Dentro de las distintas espe-cies que ofrece el bosque destacan aquellascuyos frutos formarían parte de la “Reserva Es-tratégica” de recursos alimenticios. Son los queofrecen altos rendimientos, una elevada capaci-dad alimenticia y que pueden ser almacenadosdurante largos periodos de tiempo. A todo estopodemos añadir que en algunas especies sus fru-tos pueden ser transformados en harinas panifi-cables. Así tenemos robles (Quercus robur, pe-traea y pyrenaica), hayas (Fagus sylvática), no-gales (Juglaus regia), abedules (Betula pendula)y avellanos (Coryllus avellana).

Entre éstos destacan todas las variedades deQuercus de las que se obtiene la bellota, base dela alimentación de los Cántabros de la Edad delHierro como recoge Estrabón en su Libro (III, 3,7). Los robledales proporcionan abundantes co-sechas de bellotas con bastante regularidad, aun-que hay años de máximos y de mínimos. Clark,(1986) proporciona cálculos de la productivi-dad de un roble adulto. Establece una cosechamedia de 500 a 1000 kilos de bellotas por robley año.

En el caso de la bellota de Roble resulta nece-sario procesarla para obtener una reducción delos taninos, tóxicos, que contiene este frutoamargo. Sobre este procesado de las bellotaspara su consumo posterior tenemos las informa-ciones recogidas por Kroeber (1992) y Heizer(1978). El único referente, por el momento, loencontramos en el área californiano en un entor-no ecológico similar al de la Península Ibérica.Se refiere al tostado de la bellota, al lavado de laharina, a su cocinado y a las distintas formas deconsumo. La presencia de bellotas en el registro

arqueológico comienza a ser importante. En Nu-mancia, por ejemplo, su utilización como recur-so se ha detectado tanto por el análisis de fitoli-tos de los molinos, lo que señala su procesado,como a través del análisis de oligoelementos derestos óseos humanos de la necrópolis, lo queseñala su consumo junto con otros frutos secos(Tabernero et al. 1999; Checa et al. 1999).

Complementan este tipo de recursos básicosde larga duración los hayucos, las avellanas y lasnueces. Todos tienen un enorme valor nutritivoy se pueden consumir directamente, aunque sonreducibles también en harinas y panificables. Elalmacenaje de estos frutos requiere un lugarfresco, seco y oscuro donde extender los frutosy evitar su germinación. Así mismo, muchosbrotes y hojas tiernas forman parte de la dietahumana o han venido siendo utilizados como fo-rraje (Abella 1996).

También es posible extraer otros recursos contecnologías básicas como breas, por cocimientode su madera y cortezas, fibras y otras sustan-cias. La corteza del abedul, cocida, proporcionauna cola de gran calidad (Spindler 1995). Asímismo interesa destacar la savia dulce que pro-porciona este mismo árbol, disponible en losmeses de invierno, cuando son escasos los ali-mentos frescos. El tejo tiene una enorme impor-tancia simbólica relacionada con la muerte y elmás allá y, por la toxina que contiene, se usabacomo veneno ritual entre los cántabros (PeraltaLabrador 2000: 99-100; Abellá 1996: 99-116).Su madera es de gran calidad, flexibilidad ydureza. En general es importante el uso de estasmaderas como material de construcción y elabo-ración de útiles, así como el carboneo de algunasde ellas y, muy especialmente, del haya.

Es de enorme importancia la utilización del“zarzo”, entrerramado elaborado a partir de ra-mas y corteza de avellano, para la construcciónde todo tipo de estructuras y su uso en cestería.Esta forma de utilización de fibras vegetales estáextendida por toda la Cordillera Cantábrica en laactualidad y es constatable como elementoconstructivo en época Protohistórica en el castrocántabro de los Barahones (Barril Vicente 1995).Se complementa con la utilización de otras espe-cies arbustivas como el brezo (Erica herbácea)y el escobal (Cytisus scoparius).

Otros árboles también son fuente importantede recursos. El fresno (Fraxinus excelsior) pro-porciona una apreciada madera y sus hojas se

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usan como forraje. El sauce (Salix alba) es muyproductivo y se manipula para producir mimbre-ras para cestería. La importancia de la cesteríaen la economía tradicional es enorme y su traba-jo se documenta desde antiguo. Un abridor (ra-jador o hendedor), utilizado en este tipo de labo-res fue hallado en Monte Bernorio (BarrilVicente 1995b), documentándose así este tipode labores en la Protohistoria Cántabra. Tambiénson utilizadas las ramas de la sarga (Salix elaeg-nos) para las de techumbres de cabañas y chozoscomo primera capa que recibe el escobal o lapaja. El sauce posee importantes recursos utili-zados en la farmacopea tradicional. De su corte-za se extraen taninos, también utilizados en elcurtido de pieles, pero por su contenido en sali-cina se empleaba la corteza de las ramas jóve-nes, junto con las hojas, como analgésico y anti-térmico.

2- “Frutas Blandas”: Son recursos que tie-nen una abundancia sólo relativa ya que estasespecies no suelen formar grandes agrupacionesy no son numerosas. Algunas se encuentran enel entorno de las brañas. Pueden dividirse en dosgrupos: las que pueden ser conservadas y las queson perecederas.

Entre los frutos que permiten su conserva-ción están el mayo o manzano silvestre (Malussylvetris), el peral silvestre (Pyrus cordata) y elespino albar, conocido como escaramujo o ma-jueto (Crataegus monogyna). Tanto las manza-nas como las peras de estas variedades madurantarde y sus frutos se conservan frescos hastamuy entrado el invierno. También es posibleconservar su carne en lonchas finas secadas yconservadas extendidas en un lugar protegido,fresco y seco. El escaramujo proporciona un fru-to rico en vitaminas hasta muy entrado el invier-no, especialmente ácido ascórbico. La carne delescaramujo se puede secar sin que pierda suspropiedades, lo que lo convierte en un recursoimportante.

Los frutos perecederos como el guindo (Pru-nus avium), el saúco (Sambucus nigra), el serbal(Sorbus aucuparia) y el mostajo (Sorbus aria)deben ser consumidos rápidamente ya que sedescomponen en poco tiempo.

3- Bayas: son otro recurso importante, tam-bién conocidas como “Frutas del Bosque”. Sonlos frutos de arbustos y matorrales, de caracterís-

ticas muy homogéneas: muy perecederos, peroesenciales en el ecosistema forestal ya que laconcentración de su fructificación en el periodofinal del verano y el otoño proporciona unafuente de vitaminas y azúcares imprescindiblespara el engorde, de cara al invierno, de todas lasespecies. Tienen una enorme irregularidad en laproducción ya que ésta varía según las condicio-nes climático-meteorológicas, las distintas espe-cies, el lugar que ocupa cada planta y la hume-dad, insolación e irrigación que recibe. Encon-tramos fresales (Fragaria vesca), frambuesos(Rubus idaeus), groselleros (Ribes rubrum), zar-za-moras (Rubus ulmifolius), arándanos o “rás-panos” (Vaccinium myrtillus), y los endrinos(Prunus spinosa).

Los fresales son frutos de fructificación tem-prana junto con el guindo y seguido de cerca porel frambueso, por lo que aportan sus nutrientesen un periodo crítico, al final de un largo perio-do sin fruta fresca. Le siguen escalonadamenteel resto de las bayas. En general todas estas fru-tas poseen grandes cantidades de azúcares yvitaminas, en especial la vitamina C. Poseenefectos terapéuticos y depurativos. También eranaprovechados para otros usos: la zarzamora, porejemplo, ha venido sirviendo para teñir la lanade color negro (Romo y Sierra 1996). EstrabónIII, 3, 7, dice de los cántabros que “Todos loshombres visten de negro...”.

4- Setas y Hongos: Son abundantes en todoel ámbito forestal y en otros entornos “abiertos”como las praderas. Proporcionan una enormefuente de proteínas y calorías desde el otoñohasta muy entrado el invierno e incluso la prima-vera. Muchos de ellos se pueden secar y conser-var deshidratados sin que pierdan nutrientes.

5- Vegetales y verduras: Son muy abundan-tes, heterogéneos y ubicuos. Los encontramosen una distribución muy amplia que va desde elbosque de ribera hasta las brañas. Su disponibi-lidad es elevada aunque sujeta a las condicionesclimáticas de cada año, las particulares de cadalugar (suelo, humedad, insolación...) y a las ne-cesidades específicas de cada especie. Muchasde estas plantas están disponibles para su reco-lección a lo largo de prolongados periodos detiempo o bien se pueden explotar repetidamentedu-rante todo el “periodo cálido” (primavera,verano, otoño). Su conservación es muy varia-

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ble: desde las de larga duración a las que sonmuy perecederas.

Podríamos establecer una distinción entreplantas comestibles y plantas terapéuticas, peroesta distinción será meramente formal y un tantoengañosa. Algunas plantas son aprovechadasdirectamente por sus cualidades medicinales.Otras pueden ser utilizadas como alimento ocomo aderezo de otros alimentos. Sin embargoestas mismas plantas también producen efectosterapéuticos que actúan sobre el organismo demodo natural. De este modo, la dieta aporta alorganismo un cóctel de principios activos queacompañan a los nutrientes básicos. Es lo másparecido a una dieta de prevención de enferme-dades. Así mismo, encontramos plantas quecontienen sustancias psicotrópicas y venenos.

Un mismo recurso puede tener, además, apli-caciones distintas a las de alimento y farmacia,sirviendo para la obtención de tintes, fibras, etc.La recolección continuada de unos y otros recur-sos permite un aporte de todos los nutrientes queel cuerpo necesita para el paso del periodo inver-nal, el de mayor incertidumbre vital y escasez derecursos vegetales, sin deficiencias alimentariasgraves. La clave estaría en mantener la diversi-dad de los recursos sin que las actividades sobreel medio supongan la disminución o la pérdidade las especies explotadas. La mayoría de estasplantas resultan dañadas, disminuyen o desapa-recen cuando se introducen actividades produc-tivas o depredadoras de modo intensivo. Mu-chas de ellas son consideradas hoy como “malashierbas” que caracterizan, incluso de mododiagnóstico, los terrenos dedicados a la agricul-tura, pero han existido previamente a estas prác-ticas, ocupando simplemente su lugar en el eco-sistema.

Destacamos, de entre una gran variedad, elhelecho (Pteridium aquilinum), el trébol (Trifo-lium pratense), la ortiga mayor (Urtica dioica),la menor (Urtica urens), y la blanca (Lamiumalbum), la enea o espadaña (Typha domingen-sis), los berros o mastuerzos de agua (Nastur-tium officinale), la achicoria o chicoria (Cicho-rium intybus), el diente de león (Taraxacum offi-cinale), pan y queso (Capsela bursa-pastoris),ajenjo (Artemisa absinthium), la milenrama oaquilea (Achillea millefolium), el llantén (Plan-tago major, Plantago lanceolata y Plantago me-dia), bardana o lampazo (Arctium lappa), Pul-monaria (Pulmonaria officinalis), el lúpulo (Hu-

mulus lúpulus), la hiedra (Hedera helix), el be-leño negro (Hyoscyamus níger), la genciana(Gentiana lutea, Gentiana verna, Gentiananivalis, Gentiana angustifolia y Gentiana pneu-monanthe), digitales (Digitalis lanata y Digitalispurpurea), el acónito y el matalobos (Aconitusnapellus, Aconitus vulparia), la amapola (Papa-ver rhoeas), la adormidera silvestre (Papaversomniferum), la maravilla o caléndula (Calendu-la officinalis), el gordolobo (Vervascum pulveru-lentum), la verbena (Verbena officinalis), el pen-samiento (Viola tricolor), el tomillo (Thymusmastigophorus y Thymus pulegioides), el rome-ro (Rosmarinus officinalis), la camomila-man-zanilla (Matricaria chamomilla y Anacyclus cla-vatus), el poleo, menta piperita (Mentha X pipe-rita), y la cola de caballo (Equisetum arvense).

En muchos casos la confirmación del uso detodos estos recursos vegetales en la Edad delHierro está en manos de los encargados de reco-ger las distintas muestras y de los que las anali-zan. Si no se sabe qué se busca, resulta difícilimaginar que algo se pueda encontrar. La mismadinámica de aprovechamiento de los productosvegetales hace que restos de éstos queden adhe-ridos en forma de pátina a las herramientas quelos trabajaron o a las paredes de los recipientesque los contuvieron o los transformaron. La ma-dera combustiona parcialmente y se carboniza,conservándose en el registro arqueológico. Tam-bién el polen de todas estas plantas deja su ras-tro en el depósito arqueológico esperando unarecogida cuidadosa de muestras. La manipula-ción de vegetales deja restos detectables en elanálisis de fitoelementos y su ingesta proporcio-na, en ocasiones, un rastro que es posible seguir.Las semillas de las plantas, que se alojan en losfrutos, son indigeribles, se carbonizan o perma-necen entre la turba en los yacimientos (Buxó1997). Tal vez la clave está en aprovechar bienlas oportunidades que tengamos para encontrartodas estas huellas y ampliar nuestro conoci-miento empírico sobre estas cuestiones.

En cuanto a las especies cazadas podemosestablecer la pervivencia de la mayoría de ellas,con algunas extinciones y desplazamientos. Po-dríamos establecer una clasificación básica entreespecies cazadas por su aporte cárnico y otras,aprovechadas por sus pieles, cueros, tendones,

Caza y Pesca

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sustancias, etc., o perseguidas por su papel comodepredadoras y competidoras. Si revisamos losestudios arqueológicos de la zona cantábrica ylos comparamos con lo que sabemos para laEdad del Hierro descubrimos que, de modo ge-neral, se continúan cazando las mismas especies(Arias Cabal 1991). La generalización e intensi-ficación de la ganadería no desplaza la impor-tancia de la caza en la dieta (Clark 1986). Con-sumir un animal del bosque en vez de uno pro-pio es, además, un ahorro. Una vez más prima ladiversificación en los recursos; la variedad antela cantidad.

Así, los principales aportadores de carne se-rían, el ciervo (Cervus elaphus), el corzo (Ca-preolus capreolus), el jabalí (Sus scrofa) y losrebecos (Rubicapra rubicapra), ahora confina-dos en algunos parajes en torno al Macizo delCuravacas. En la caza menor están el conejo(Oryctulagus cuniculus) y la liebre (Lepus euro-paeus). Las aves son abundantes y están dispo-nibles la codorniz (Coturnix coturnix), la perdiz(Perdix perdix), palomas torcaces (Columba pa-lumbus), la zurita (Columba oenas), garzas (Ar-dea cinerea) y otras aves de medio acuático comoel ánade o pato salvaje (Anas platyrhynchos).

El zorro (Vulpes vulpes) y el gato montés(Felix silvestris) son tradicionalmente persegui-dos y a la vez admirados por una serie de cuali-dades como la inteligencia, la astucia, el vigor yla rapidez, la capacidad para cazar, etc. Como enel caso del lobo (Canis lupus) o el oso (Ursusarctos), esta situación paradójica los convierteen competidores, enemigos y, en cierto modo,en compañeros o semejantes. Así oso y lobo tie-nen un enorme papel simbólico. El Oso es unafigura venerable revestida de una aureola mítica.El lobo es el enemigo, pero también el similar.Existe una vinculación cultural entre lobos yhombres. Otras piezas cazadas serían las martas(Martes martes), los turones (Putorius Puto-rius), los tejones (Meles meles), las comadrejas(Mustela nivalis) y las ardillas (Scirus vulgaris).En la Edad del Hierro es más que probable quehubiera en el área castores (Castor fiber), hoyextintos (Delibes et al. 1995). Las nutrias (Lutralutra) corrieron la misma suerte en época másreciente.

La pesca es también un recurso tradicionalaunque menos abundante por el carácter de loscursos de agua, que presentan un caudal muy rá-pido y estrecho. Se pesca trucha (Salmo trutta) y

carpa (Ciprinus carpio). El pescado, al menoslas truchas, puede ser conservado ahumado, se-cado, o combinando ambas técnicas. También secapturan cangrejos de río (Austropotamobiuspallipes), que se pescan con aparejos muy senci-llos conocidos desde la Prehistoria (Liesau VonLettow-Vorbeck y Blasco Bosqued 1999). Lasratas de agua (Arvicola sapidus, Arvicola te-rrestris) es otro recurso cazado tradicionalmen-te. Otra fuente de alimento abundante han sidolos caracoles.

Resulta lógico pensar que se aprovecharíanlas pieles de muchos de estos animales en la ela-boración de mobiliario, recipientes, prendas yropa de abrigo, calzado, cinturones y otros ele-mentos como corazas, cascos, arreos y correajespara las caballerías. Para el trabajo y curtido seemplean básicamente taninos de las cortezas delos árboles. La elaboración de la harina de bello-tas produciría una gran cantidad de taninos úti-les también para estas labores.

La caza proporciona otros recursos que hoyapenas se utilizan pero que en la Edad del Hierrofueron importantes, como atestigua el registroarqueológico. Son abundantes los restos de he-rramientas enmangadas con hueso o asta comoencontramos en los yacimientos de Celada Mar-lantes (García Guinea et al. 1973), Monte Ber-norio (Valero Aparisi 1944, 1960) y Monte Cildá(García Guinea et al. 1966, 1973). El trabajo delhueso, proveniente de animales cazados odomésticos, continuó siendo muy importante enÉpoca Romana como atestiguan los hallazgosen el área, destacando la importante colecciónhallada en Clunia. Otros elementos que son rela-tivamente fáciles de detectar en el registro ar-queológico son los pequeños recipientes de hue-so o asta y los colmillos utilizados como adornosy colgantes. Los tendones tienen un aprovecha-miento como cordel duro y flexible en la elabo-ración de prendas de vestir, de ligamentos de úti-les y herramientas. Se emplea en los arcos y seseñala su utilización en la elaboración de cascosligeros o de pequeños escudos. Las vísceras tie-nen también una utilización más allá de su con-sumo. Los estómagos y los intestinos de los ani-males se utilizan como recipientes de líquidos.Utilizándolos como cierre de vasijas y recipien-tes cerámicos se pueden conseguir envases her-méticos. También se emplean en la elaboraciónde “embutidos” y en la fabricación de instru-mentos musicales de percusión.

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Para poder afrontar el estudio de cualquierforma de economía ganadera es imprescindibleel conocimiento del entorno medioambiental enque ésta se desarrolla. Una explotación ganade-ra del entorno requiere grandes superficies depasto disponible y que éstos reúnan unos míni-mos de calidad. Pero esta disponibilidad de pas-tos debe conseguirse sin perjudicar otros recur-sos. Estas necesidades no siempre se tienen encuenta cuando se aborda el estudio de las socie-dades del pasado y sus economías. Así se sueleconsiderar que el aprovechamiento de pastizaleses una actividad complementaria de otra princi-pal, la agricultura, y que aprovecha los espaciosque no se pueden rentabilizar como terrenos cul-tivados. Esta visión de la ganadería está conce-bida desde nuestro modelo actual de explotaciónagropecuaria, en el que la agricultura es la acti-vidad que obtiene el protagonismo central conuna carga ideológico-cultural muy importante.La agricultura y la ganadería industrializadashan distorsionado aún más nuestra concepciónde estas actividades y su relación con el entornonatural.

La economía ganadera no requiere la existen-cia de otra agrícola que la sostenga. Aún cuandolas culturas pastoriles cultiven parte de sus re-cursos, esto no tiene por qué convertir a la agri-cultura automáticamente en el recurso primor-dial. La explotación de otros productos como losprovenientes de la ganadería y los recursos sil-vestres accesibles por medio de la recolecciónaportarían el grueso de los recursos necesariospara la supervivencia de los grupos. El motivopor el que consideramos los cultivos agrícolascomo la base de cualquier economía, sea cualsea su volumen e importancia dentro del total derecursos disponibles y explotados por una cul-tura, sólo es explicable desde una visión etno-céntrica.

En la Edad del Hierro tenemos indicios queapuntan a la existencia de una economía produc-tora de lácteos y derivados que formaban partede la dieta básica de los Cántabros. En la obra deEstrabón en su Libro III, 3, 7, aparece la afirma-ción de que los Cántabros...“Usan mantequillaen vez de aceite”. Podemos suponer que la pro-ducción descansaría en la cabaña de vacunos,pero no forzosamente ni de modo único. Es co-nocido a través de las fuentes clásicas la impor-

tancia de las cabras y su papel relevante en losrituales de los cántabros. También es Estrabónen el Libro III, 3, 7, el que señala al respecto quelos cántabros: “Comen principalmente chivos, ysacrifican a Ares (Cosus) un chivo, cautivos deguerra y caballos”.

Un rebaño de vacas es una rentable y segurainversión si se es capaz de mantenerla y defen-derla. La vaca y el toro son una despensa ambu-lante. Suponen una fuente de riqueza móvil yrápidamente amortizable, pero su valor es másimportante como inversión que si se convierteen carne, lo que obliga a una rápida transforma-ción y consumo de la res. A la vez se pierde suproducción lechera y su enorme capacidad detrabajo. En un mundo sin mecanizar, bóvidos yéquidos tienen un enorme valor como fuerza detrabajo. González Echegaray (1997) señala a lavaca tudanca como la generalizada en estos mo-mentos. La variedad tudanca se considera unavariedad autóctona antigua. Su morfología se hadesarrollado de manera que presenta una óptimaadaptación a las condiciones de relieve y climade la región. El origen de esta variedad tiene dosteorías aceptadas. Una la atribuye a las formasautóctonas propias de la cornisa cantábrica, zonagalaica y del norte de Portugal. La segunda laidentifica con una variedad europea arcaica cu-yos restos han sido identificados como muy si-milares a los de la tudanca (VV.AA. 1986b). Es-tá emparentada con la raza monchina, que seasume como mezcla de tudancas y pirenaicas,con ese tronco autóctono que existiría para todoel norte cantábrico y de Portugal ya señalado.

El ganado caprino tradicional en el área de lamontaña cantábrica es la raza denominada pyre-naica, que se extiende por el Pirineo, CordilleraCantábrica, Sistema Ibérico y Sistema Central.Se considera que originariamente derivaría de laCapra Aegagrus, variedad netamente europeasin aportaciones exteriores. Del tronco comúnde la pirenaica han surgido variedades localesen otras áreas peninsulares o han aportado ras-gos a otras razas. Es una especie adaptada al frío,a la humedad y a la altitud. Su producción leche-ra es de calidad y se obtienen buenos rendimien-tos de su carne (VV.AA.1986a).

La disponibilidad de variedades de ganadoovino perfectamente adaptado al entorno y almedioambiente del área, parece factible desde elNeolítico (Arias Cabal 1991). Tendría una repre-sentación actual en la variedad lacha, adaptada a

4. Ganadería

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un entorno montañoso de elevado índice de pre-cipitaciones y adversas condiciones meteoroló-gicas. Esta variedad se extiende por el sur deCantabria y el País Vasco, en zonas de montaña.Su origen se atribuye a la llegada de grupos deindoeuropeos que traerían ejemplares de la razaancestral Ovis Aries Studery, derivada de varie-dades de las ovejas salvajes (Ovis ammon) pro-venientes de las estepas Euroasiáticas. Es unavariedad con pocas aportaciones de otras razasde la Península Ibérica, muy aislada genética-mente y con una enorme especialización al me-dio (VV.AA. 1986a).

La producción lechera de la lacha es de cali-dad y abundante. Su lana, de pelo largo y basto,permite a estas ovejas permanecer a la intempe-rie bajo la lluvia y a temperaturas bajas, ya queel agua resbala por su pelambrera sin que estallegue a empaparse, por lo que permanecen pro-tegidas del frío. El tratamiento adecuado de estetipo de lana de propiedades hidrófugas podríaconseguir prendas resistentes al agua, aislantes yde abrigo, cualidades que se atribuyen a los sa-gos. Estrabón señala su uso en su Libro III, 3, 7,que los cántabros vestían y usaban un caracterís-tico sagum, prenda confeccionada con lana, decolor negro: “Todos los hombres visten de ne-gro, sagos la mayoría, con los que se acuestansobre jergones de paja”.

En cuanto a los caballos existían en la Prehis-toria en la Península Ibérica ejemplares proce-dentes de dos ramas principales provenientes dela zona caucásica (Lión Valderrábano 1970;Schilling et al. 1987). Se asume que a la Penín-sula Ibérica llegarían ejemplares de caballos deltipo céltico, asociados con las oleadas de pue-blos indoeuropeos y célticos, obviamente mez-clados con caballos arios y germánicos “primi-tivos”. Serían caballos de poca alzada, extremi-dades medianamente largas, fuertes y resisten-tes. Parecidos a los caballos de montaña alpinos,generalizados en las zonas montañosas de Euro-pa Central y la Península Ibérica, y que aún sub-sisten en forma de ganado semisalvaje.

En la obra de Estrabón encontramos una refe-rencia a los caballos entre los cántabros queotros autores ampliarán. Parece que los cánta-bros eran buenos jinetes y tenían capacidad parareunir formaciones importantes de guerreros acaballo. Esta práctica de la equitación guerrerasubsistió en época romana, cuando los cántabrossirvieron en el limes del Imperio como auxilia-

res (Peralta Labrador 2000: 206-209). Otro delos aprovechamientos de los caballos sería el debeber su sangre, como señalan Silio Itálico en suobra Punica Libro III, 360-361, y Horacio en suCarmina Libro III, 4, 34, como una práctica dela tribu de los cántabros concanos. Sangre deanimales se sigue consumiendo en la región endistintas formas. Es común el consumo de san-gre entre los pueblos pastores, sin que esto im-plique el sacrificio del animal. Los pueblos de laetnia “Masai” consumen la sangre de sus toros yvacas, mezclada con leche. La obtención de lasangre se realiza por medio de una sangría con-trolada que no debilita al animal. También es im-portante la tradición en el consumo de carne decaballo.

La importancia del caballo entre los cánta-bros debiera hacernos reflexionar sobre el tipode pastoreo que éstos realizaban, que bien pu-diera llevarse a cabo en parte a caballo, ya que lavida pastoril sería móvil. También la defensa delos rebaños exigiría una movilidad que sólo elcaballo puede proporcionar: no olvidemos elpapel de los jinetes en las “razzias” de ganadogeneralizadas en este momento histórico. Otrade las cuestiones a tener en cuenta es que la críay adiestramiento de caballos para la guerra esuna actividad especializada, más si ésta se reali-za en terreno escarpado. El territorio cantábricoes ideal para la cría de buenos caballos por ladisposición geológica de sus suelos y su clima-tología, que produce una variedad de pastos porlo general de alta calidad. Los romanos alababanlas características de los afamados caballos astu-res, que no debían diferir mucho de los cánta-bros en su aspecto y constitución: probablemen-te de talla baja, de fuertes patas y ágiles, acos-tumbrados a moverse en el difícil terreno mon-tañoso y resistentes a sus duras condiciones cli-máticas, lo que les relaciona con las variedadesoriginarias antes referidas.

No debemos olvidar otro grupo de équidosque se generalizan en la Protohistoria como ani-males domésticos: el asno y los mulos. El asnoproviene de la variedad Equus asinus. En el re-gistro arqueológico de la Meseta Superior apare-ce asociado a la fase de celtiberización, en losmomentos finales de la Edad del Hierro, presen-tando una difusión y presencia importante (De-libes de Castro et al. 1995), aunque su introduc-ción debió de realizarse en un momento anterior.El cruce de caballos con asnos es posible dando

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lugar a híbridos: los mulos y burdéganos. Éstoshan venido siendo utilizados como animales demonta, carga y tiro, siendo apreciados por sufuerza y resistencia.

La cría simultánea de caballos, vacas y ovicá-pridos requiere ciertos cuidados y por lo generales preferible que pasten en distintos terrenos.Tradicionalmente el caballo es llevado a los pas-tos de mejor calidad, que se reservan para suconsumo. Pero en ciertas ocasiones se suele uti-lizar a las vacas para que pasten los terrenos noconsumidos por los caballos y así eliminen lashierbas más altas y de peor calidad, vigilandoque respeten el pasto de mejor calidad querequieren los caballos. En este ciclo sucesivo deaprovechamientos, en último lugar accederíanlas ovejas, siempre evitando que se ocupen in-tensivamente de los pastos y los deterioren odestruyan. Las cabras se emplean en las áreasmás escarpadas y pobres, improductivas paraotros animales.

Los pastizales requieren una serie de cuida-dos para evitar su agotamiento, la proliferaciónde hierbas nocivas y de arbustos que ocupen ydestruyan los pastizales. También requieren quese espere a la adecuada maduración de las hier-bas antes de dejar que el ganado irrumpa en lasbrañas. Esto queda reflejado en los distintosreglamentos de los concejos y mancomunidadesque se conservan, como la plasmación de unatradición consuetudinaria que refleja el estable-cimiento de ciertas fechas como límites para larealización de las distintas mudas a las brañas dealtura, garantía de inviolabilidad de los pastoshasta el momento adecuado en que la combina-ción de lluvias e insolación ha madurado la hier-ba hasta sus máximas posibilidades nutritivas.La explotación de los pastos de altura no debeexceder la capacidad de los pastizales y su apro-vechamiento debe permitir su regeneración decara al mantenimiento de esos pastos de calidad.

Respecto a la explotación del ganado porci-no, González Echegaray (1997) señala que losjamones de cerdo procedentes de Cantabria erancélebres en época romana. Las formas de cerdoprimitivo serían muy similares a las formas decerdo de pastoreo que aún se mantiene en Ex-tremadura en estado semisalvaje pastando en“montanera”. Los cruces continuos y delibera-dos con el jabalí introducen a lo largo de la his-toria rasgos primitivos en las variedades domés-ticas, por lo que las formas modernas han con-

servado rasgos recesivos. En el registro arqueo-lógico del área del Duero el cerdo es escaso encuanto a su volumen pero su presencia es conti-nua en ese número reducido, lo que indicaríauna cría para autoconsumo familiar (Delibes deCastro et al. 1995).

Para la apicultura no disponemos de datos enel área cántabra más allá de considerarla unaexplotación tradicional. La utilización y explota-ción de panales está ampliamente documentadaen la Prehistoria y en la Protohistoria en particu-lar. Sirva como ejemplo el mito de Gargoris yHabis (Bermejo Barrera 1994) explicativo de supoder mágico y terapéutico, unido a la funcióndel poder Real. La apicultura aparece en lasFuentes Clásicas como una actividad muy anti-gua, relacionada con la caza, cuando los hom-bres vivían en los bosques. La miel, en la anti-güedad, tenía una mayor importancia que en elmomento actual, ya que se carecía de cualquierotro tipo de edulcorante. Se utilizaba como me-dicamento, como reconstituyente y tradicional-mente se la ha considerado preventiva de lasinfecciones, en especial del aparato respiratorio.También se añade a la cerveza para mejorar ésta.

Las economías ganaderas tradicionales se ba-san en la movilidad del ganado y de gruposhumanos con ellos, ya sea ésta a mayor o menordistancia. Esto es debido a la dependencia de lospastos y en última instancia del Medio. Clima,ecosistema y recursos son cuestiones que ad-quieren aquí una importancia esencial. La renta-bilidad del modelo económico que intentamosexponer requiere una adaptación al medio pau-tada y con garantías. Para este área analizado el“modelo vertical” dibuja por sí mismo el ámbi-to lógico de movimiento del ganado en el valle,explotando distintos entornos a lo largo de dis-tintos períodos de tiempo durante el año. La ga-nadería trasterminante es la que mejor permite laexplotación del conjunto de los recursos del va-lle, desde su fondo hasta las brañas. No se tratatan sólo de garantizar la alimentación del gana-do, sino de que ésta mantenga unos niveles decalidad lo más elevados posibles de cara al desa-rrollo óptimo del ganado. Se trata de llegar hastaaquellos pastos más idóneos en el momentooportuno. Así, lo que la práctica trasterminantebusca es el aprovechamiento de los recursos ve-

Trasterminancia y trashumancia ganadera

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getales requeridos por los animales en su mayorvariedad, calidad y óptimo estado. Esto se con-sigue llevando los ganados en cada momentodonde las condiciones del medio ofrecen unamayor abundancia y calidad del pasto. La “ma-duración escalonada” que las condiciones de losvalles con cabeceras glaciares permiten, al teneren un tránsito corto acceso a distintas altitudes ydistintos tipos de entornos naturales, hace posi-ble un aprovechamiento idóneo de una enormevariedad de recursos.

De igual manera que la dieta es importantepara los humanos, lo es también para los anima-les (éstos van a servir de alimento a sus dueños).No se trata de alimentar con un pasto determina-do a los animales, sino de poner a su alcance losrecursos de mayor calidad para que puedan dis-poner de ellos según sus necesidades y que lohagan protegidos de competidores y de depreda-dores. Los animales pastan una variedad deplantas, prefiriendo las más alimenticias y lasque su salud requiere en cada momento. Esto,que se realiza de un modo natural cuando losanimales pastan en libertad (aunque sea condu-cida o vigilada), no ocurre cuando son alimenta-dos con forraje, ya que dependen de lo que se lessuministra y no pueden acceder a lo que necesi-tan según los dictados de su instinto. Por muchoque el forraje sea de calidad siempre será infe-rior al pasto fresco y a la posibilidad enorme denutrientes que aporta el pastar en libertad. Con-seguir forraje significa dedicar grandes extensio-nes de terreno, mucho tiempo y mucho esfuerzoa este recurso. Las posibilidades de mantener deeste modo contingentes importantes de ganadoes muy limitada.

En la vertiente sur de la Cordillera Cantábricatenemos un menor índice de precipitaciones queen la vertiente norte y temperaturas más “conti-nentalizadas”, extremadas, y una mayor insola-ción. Por este motivo hay unas característicaspeculiares en los pastizales de las brañas de estaárea. El pasto es “prieto”, se desarrolla muchomenos, tiene menos volumen y menos agua, pe-ro su mayor insolación le hace muy rico en nu-trientes. En esto también tiene que ver la mayoro menor composición de calizas y otros compo-nentes del suelo de estas zonas de montaña.

En el periodo de seca, en los meses del vera-no, los pastos de las áreas más bajas se agostan,perdiendo la mayor parte de su capacidad nutri-tiva. De este modo resulta necesario el acceso de

los ganados a los puertos de montaña dondepueden nutrirse con pastizales de mayor aportenutritivo. En este entorno se puede realizar elengorde necesario para que los ganados puedanafrontar la invernada. Sin embargo, los ganadoshan de buscar zonas más resguardadas para pa-sar ese período invernal, que en los puertos pre-senta condiciones extremas. Por esto es necesa-rio su traslado a zonas más bajas, con condicio-nes más seguras para el ganado. Este trasiegogarantiza el acceso de los animales a la variedadde alimento que necesitan para su desarrollo y laeliminación de riesgos. Lo que este tipo de eco-nomías busca no es sólo la explotación de lacarne de los animales, sino principalmente larentabilización de los llamados Productos Se-cundarios, según el modelo que difundió She-rratt (1981). Esto hace necesario la búsqueda delos “pastos grasos”, los que permiten el engordepaulatino del ganado. Que el animal sea sacrifi-cado o no es cuestión indiferente: ya sea para elconsumo directo o para aprovechamientossecundarios, el engorde adecuado del ganado esimprescindible.

Los desplazamientos del ganado a través delvalle implican dos subidas. La primera desde elfondo del valle hasta las zonas medias de éste,con aprovechamiento de los pastizales de prima-vera, mientras termina el deshielo en las cum-bres, donde están los pastos de altura. La segun-da desde estas zonas hasta las brañas al comien-zo del verano cuando los pastos de las brañas es-tán ya maduros y disponibles. La bajada permi-te también a los rebaños beneficiarse de las co-sechas de los robles y las hayas y completar asísu engorde, apurando los recursos antes de la lle-gada de las nieves (Ver Fig. 4). La cuestión es siestos traslados de uno a otro lugar implicaban agrandes contingentes de población, o sólo aunos determinados grupos y cómo lo hacían.Para la Edad del Hierro y atendiendo a las pistasque dan las fuentes (Sánchez-Corriendo 1997;Vega Toscano et al. 1998), podemos establecerque el pastoreo sería una actividad masculinamuy unida a los roles propios de los “hombrescomo guerreros”.

El número de reses que se podrán alimentardurante el invierno será limitado. Esto lleva a lanecesidad de sacrificar parte de la cabaña paragarantizar la supervivencia del resto. Este proce-so de “matanza”, que sería selectivo, se realiza-ría hacia mediados o finales del otoño, cuando el

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cambio climático supone la reducción definitivade recursos para el ganado y las condiciones am-bientales favorecen la conservación de las piezas.Éstas se transformarían en cecinas. La cecina esla carne seca, ligeramente ahumada en ocasio-nes, de los animales cazados o domésticos. Lacecina supone la posibilidad de conservar la car-ne mediante un proceso de secado que mantienelas capacidades nutritivas de la carne y de suspartes grasas. Este producto debe ser almacena-do en un lugar fresco y seco y a salvo de los de-predadores. De otro lado la manteca aporta lagrasa necesaria para el cocinado de alimentos yla elaboración de preparados, como en las con-servas y “embutidos”. La grasa de los animalesha venido siendo, históricamente, un bien muyapreciado. En un entorno que requiere un gastoelevado de calorías la grasa es un artículo esen-cial. También en diversos rituales con sacrificiosde animales la grasa y los animales cebados te-nían una gran importancia.

La posibilidad de una “trashumancia” en laEdad del Hierro ha levantado tradicionalmenteuna gran polémica. Habitualmente, la discusiónse ha centrado en la negativa a aceptar la existen-cia de la práctica trashumante en este momentopor parte de un sector de la investigación con untratamiento de fondo excesivamente formalista:

no es posible la existencia de la trashumancia taly como ésta nos es conocida desde la Edad Me-dia en la Época Prerromana, por una multiplici-dad de factores. Esto es básicamente cierto, perose basa más en una concepción formal del pro-blema que en la búsqueda de las causas de estefenómeno, de sus cuestiones esenciales.

La trashumancia no es sólo un problema so-ciocultural, ni siquiera socioeconómico y muchomenos un problema de límites, fronteras o regla-mentos. La necesidad de desplazar contingentesde ganado a medias o largas distancias respondea una problemática básicamente medioambien-tal y como tal debe ser estudiada en lo que serefiere a sus orígenes. Surge en un momentodado por este tipo de imperativos, estableciendounas limitaciones de fondo en la práctica de cier-tas formas de la ganadería en la Península Ibéri-ca (y en la italiana y en otras áreas) que seránconstantes a lo largo de los siglos. A idénticosproblemas, las mismas soluciones: estas prácti-cas tendrían una continuación en el tiempo quedesembocarían en la trashumancia tal y comonos es conocida documentalmente desde laEdad Media. Pero como necesidad de las econo-mías pastoriles, es claro que existen indicios su-ficientes para sostener que existió una “trashu-mancia” en distintas partes de Europa en la Edad

Figura 4.- Esta ilustración intenta servir como esquema explicativo del entorno descrito en este trabajo y del mo-delo económico aplicado a él. De un lado recrea las condiciones medioambientales del territorio en la Protohisto-ria Final. También sitúa los distintos enclaves de habitación dentro de éste. Por último describe los distintos en-tornos medioambientales ocupados a lo largo del año económico y los recursos explotados. (Dibujo del autor).

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del Hierro (Sánchez-Corriendo 1997; SánchezMoreno 1998) que, a su vez, hunde sus raíces enépocas anteriores (Almagro Gorbea 1997).

Ya hemos aludido a las necesidades de pastosque requieren los ganados. El modo más seguroy el único factible de garantizar esto para laProtohistoria peninsular, sería el de trasladar elganado a entornos de condiciones climático-me-dioambientales más favorables donde encontrarestos pastizales. De otro lado, estamos habitua-dos a una trashumancia reglada en la que existeuna rígida tradición en cuanto al destino final delas zonas de estiaje y de invernada y no repara-mos en considerar cómo en otros momentos, estono tuvo forzosamente que ser así. Es posible queexistieran varios destinos finales en uno y otrosentido cuya elección definitiva dependiera defactores de los que no tenemos ningún indicio enla actualidad: dependiendo de la climatología,del tipo de ganado y sus necesidades de crianza,de una práctica habitual de alternancia en losdestinos o también políticos y de relación conotras etnias; los motivos pueden ser múltiples.

La opacidad arqueológica de este tipo deprácticas (Vega Toscano et al. 1998) las hacemuy difíciles de documentar arqueológicamen-te. Entre los Cántabros y otros pueblos sabemosque existían lazos de relación antigua y tratos aeste respecto no deben sorprendernos, pese aque este tipo de relaciones se produjeran cotidia-namente con unos niveles de tensión y agresivi-dad impensables para nosotros. Así se explica-ría, no sólo la evidente proximidad cultural y lasnotables coincidencias en muchos elementos decultura material y las tendencias decorativas deéstos, sino su aparición, unidos militarmente,contra Roma. Los pactos relativos a los interesesganaderos y a la defensa de esos comunes inte-reses podrían estar relacionados con las téserasde hospitalidad. Este tipo de pactos no seríanmotivo excluyente para que se produjeran otrasagresiones por parte de elementos más o menosincontrolados de uno y otro bando. Estas etniascon economías marcadamente pastoriles, ha-brían desarrollado una cultura intensamente gue-rrera que arrancaría en el Bronce Final. Dentrode esta lógica, la provocación y el hostigamien-to como práctica habitual formará parte delmantenimiento y renegociación continua delstatus quo entre los distintos pueblos (AlmagroGorbea 1999). Pero esto, asumido dentro de larealidad cultural de ese momento, no supondría

la imposibilidad de una práctica “trashumante”entre los distintos pueblos.

Una práctica que podemos asociar con las ex-plotaciones de pastos en las brañas, es la mine-ría en los filones superficiales que afloran en losmacizos montañosos. Tradicionalmente los ya-cimientos mineros de la Protohistoria peninsularse encuentran asociados a formaciones monta-ñosas como las de Cerro Muriano, Sierra Mene-ra (Polo Cutando 1999), las Médulas, etc. PeñaCabarga, en la costa de la Bahía del actual San-tander, fue recogida por Plinio en su NaturalisHistoria Libro XXXIV, 43, 149, debido a suenorme riqueza minera, por ser una montañacompuesta completamente por mineral de hierro(González Echegaray 1997). La razón estriba enque en las zonas montañosas, donde se sufre unintenso desgaste erosivo, resulta más fácil loca-lizar y acceder a vetas de minerales y metalesque aparecen en superficie. En otras, es la únicafuente de recursos minerales disponibles conuna tecnología limitada y en una economía deautoabastecimiento. La expansión e intensifica-ción de las prácticas ganaderas, en relación conla explotación de pastos de altura, se desarrollaen paralelo a la explotación de vetas mineras enestos espacios. Resulta evidente que los filonesde minerales metálicos más fácilmente explota-bles, son aquellos que afloran en superficie, loque ocurre en las zonas de las cimas y los alre-dedores de los sistemas montañosos.

Una vez más, si consideramos la rentabilidadde este tipo de explotaciones mineras desde laóptica actual, veremos que aparecerían comodespreciables. Pero en el momento en estudio,los criterios de rentabilidad estaban marcadospor la disponibilidad y accesibilidad a los recur-sos. Allí donde hubiera un filón accesible, éstesería explotado. Su rastro en el registro arqueo-lógico es difícil de localizar por la orografía, losextremos climáticos que afectan a estas zonas ylo rudimentario de unas explotaciones de ámbi-to muy reducido. De otro lado, todas las posiblesvetas ya aparecen agotadas, de modo que en mu-chos casos sólo es posible localizar un tenue ras-tro en los óxidos que estos yacimientos dejaronen su entorno primitivo. Gelifracción, deshielosy torrenteras, arrasan y desdibujan estos restosdesde hace siglos, difuminando las huellas del

5. Minería

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trabajo humano. Resulta difícil identificar gale-rías y sólo en contadas ocasiones es posible fe-char éstas de modo seguro. Casi siempre la fe-cha es la de su abandono y no la de su primeraexplotación. Cuando en vez de galerías aparecensimples grietas o covachas, resulta difícil repararen ellas. Sólo un examen detallado puede darindicios razonables de una explotación prehistó-rica de “yacimientos mineros de tipo alpino”(Mohen 1990).

El uso de metales por parte de los Cántabrosde la Edad del Hierro lo señala Estrabón LibroIII, 3, 7, cuando alude a que éstos efectúantransacciones comerciales con plata “En vez demoneda (...) cortan una lasca de plata y la dan”.

También se conoce una producción de objetosde joyería de alta calidad en oro en la CornisaCantábrica (González Echegaray 1997). Asimis-mo, es abundante la producción de objetos me-tálicos en hierro y bronce trabajados con altosniveles de calidad, como reflejan las coleccionesde Celada Marlantes y Monte Cildá y de modosobresaliente en Monte Bernorio y Miraveche.También son frecuentes los yacimientos de plo-mo, magnetita y blenda. La riqueza mineral deCantabria se señala como una de las causas de laguerra de conquista que desencadenaron los ro-manos (González Echegaray 1999).

En el área en estudio encontramos restos re-conocibles de explotaciones de mineral en la zo-na del Collado y las Lagunas del Sel de la Fuen-te y en el Sumidero del Sel de la Fuente (1.811m.) y en torno a Covarrés y el Valle de Cavarrés.Se trata de una antigua cuenca glaciar que pre-senta un característico paisaje cárstico de mon-taña, que da lugar al importante sistema de gale-rías de Cueva del Cobre (a 1.630 m. de altitudaproximadamente) donde nace el río Pisuerga.Todo el canal está lleno de cavidades de peque-ño tamaño para explotación de recursos mineros(Ver Fig. 5). Podemos encontrar restos de filo-nes agotados que han dejado grietas cubiertas depotentes oxidaciones y restos de pequeñas gale-rías, muchas de ellas anegadas. Las lagunas for-madas por el deshielo y las lluvias se tiñen a me-nudo de una intensa coloración roja producidapor la actuación de microorganismo sobre losóxidos metálicos. Otras de estas explotacionesse sitúan en torno a canales de desagüe donde seproducen fenómenos de naturaleza cárstica co-mo el Sumidero del Sel de la Fuente y galeríasasociadas a éste. En las inmediaciones puedenrecogerse, en las escombreras, restos de mala-quitas y azuritas, así como indicios de mineralde hierro. También se encuentran escorias, loque indicaría que en algún momento, y pese alas dificultades que esto conllevaría en un áreaprácticamente desprovista de vegetación, se fun-dieron los minerales para su reducción a pie deyacimiento.

A este respecto, ya hemos mencionado la en-trada al complejo de Cueva del Cobre, con unaenorme boca por la que surge el Pisuerga yaconvertido en un potente caudal. En ésta se loca-lizan tradicionalmente actividades de extracciónde mineral de cobre, hoy agotado, pero con pre-sencia de restos de óxidos de cobre. El curso

Figura 5.- Excavación de una pequeña mina como lasque se explotaban en la Prehistoria. Todo el proceso selleva a cabo con medios técnicos muy reducidos y el tra-bajo de un número pequeño de personas. Las laborescomienzan con la explotación de la zona superficial y másoxidada de la veta (1). Después se profundiza paulatina-mente siguiendo el filón (2). Mientras se aprovecha almáximo la veta, el material extraído se selecciona en lasuperficie (3). La mina se amplía hasta el agotamiento delas partes más rentables (4), abandonándose después. Elabandono anual de las explotaciones supondría labores deachicado de agua y reacondicionamiento de las galeríasque no resultarían muy costosas, debido a lo reducido delos espacios excavados. (Según Desloges en Mohen 1990).

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subterráneo del Pisuerga forma un sistema degalerías muy accesibles en sus primeros metros,con indicios de lo que pudiera ser explotaciónminera “primitiva” (Mohen 1990), y que se in-terna varios kilómetros en el interior de la mon-taña siguiendo la cuenca glaciar hacia el Sumi-dero del Sel de la Fuente, en dirección al monteValdecebollas (2.143 m.).

Este tipo de explotaciones de pequeño tama-ño, accesibles a partir del deshielo, se puedenasociar con facilidad a la llegada de contingen-tes de ganados a estas zonas de ricos pastizales.Hay que destacar que tradicionalmente es el pe-ríodo de estancia de los pastores en las brañas elque sirve para la producción de sus manufactu-ras, por concentrar momentos de gran actividadcon otros de relativo tiempo libre. La reducciónen pequeños hornos de los óxidos metálicos norequiere una gran infraestructura ni una sofisti-cada tecnología y existe una disponibilidad rela-tiva de combustible, con lo que podrían obtener-se lingotes metálicos para su trabajo posterior.

El análisis de los datos aportados por lasFuentes y la Arqueología dibuja un modo deproducción agrícola muy distinto al que estamosacostumbrados en el presente (Buxó 1997). Enla Edad del Hierro se detecta el almacenaje y,probablemente, el cultivo de distintos cerealesmezclados en los mismos campos de cultivo, demodo intencionado. El cultivo de cereales se cir-cunscribiría a una serie de pequeñas superficiesen las que se cultivan distintas variedades juntas,tal vez con otros cultivos complementarios. Lasvariedades cultivadas, tanto en cereal como enotros productos, son aquellas que pueden ofre-cer mejores rendimientos.

La práctica de “mezclar” distintas especies yvariedades en reducidas explotaciones no sólotendría una finalidad de mero aprovechamientodel entorno con mínimas inversiones de trabajo,sino que serviría para prevenir y paliar el efectode las plagas sobre las plantas cultivadas, queafectan mucho más a los monocultivos. Del mis-mo modo, el cultivo de plantas rentables podríaintercalarse con otras que lo son menos, o queno lo son en absoluto, pero que ejercen un efec-to disuasorio sobre ciertos insectos y otros de-predadores de los cultivos. Parece que se culti-vaban mezcladas las variedades que se iban a

emplear juntas y, así, procesar y almacenar éstasde modo conjunto. Es común que los distintoscereales panificables aparezcan juntos, lo que nodebe achacarse a unas prácticas descuidadas,sino a unas técnicas de cultivo perfectamentedesarrolladas pero que no separan, por uno uotro motivo, las “malas hierbas”. Esto alcanzaríatambién a otros tipos de cultivos.

Esto semejaría algo así como unas grandeshuertas, lo que señalan los Clásicos acerca de lacostumbre de los celtas de “ajardinar” sus cam-pos de cultivos. Las zonas arboladas y los mato-rrales en torno a los cultivos tienen un importan-te efecto regulador de la humedad del suelo y dela evaporación y funcionan como amortiguadorde los vientos y corrientes de aire predominan-tes. Así se favorecerían y se cultivarían especiesde árboles y matorrales que fuesen beneficiososy rentables. La explotación de pequeñas parce-las en los claros del bosque supone el aprove-chamiento de suelos más fértiles y con mayorcapacidad de recuperación tras las cosechas. Noexistiría tanto una dinámica radicalmente trans-formadora del entorno, sino como unas prácticasadaptadas a unas determinadas condiciones deéste.

En este sentido, la gestión del espacio naturalpasaría por una adecuación entre los espaciosdestinados a cultivos y los espacios que ofrecenrecursos naturales recolectables. La agricultura,como tal, formaría parte de un amplio sistema deexplotación del Medio, integrándose en ese sis-tema económico en el que prima la disponibili-dad de variedad de recursos sobre la producciónmasiva especializada. Todos estos trabajos seríanrealizados por las mujeres como refiere Estra-bón en su Libro (III, 4, 17), “... pues éstas (lasmujeres) trabajan la tierra”.

En el área en estudio tradicionalmente se cul-tivan una serie de cereales que proporcionanunos rendimientos aceptables. El mijo común(Panicum miliaceum) comienza a ser detectadoarqueológicamente de forma generalizada a par-tir de la Primera Edad del Hierro (Buxó 1997).El panizo (Setaria italica) generaliza su presen-cia en la Primera Edad del Hierro, lo que indica-ría su cultivo, incluso por encima de la presenciadel mijo. El centeno (Secale cereale) se cultivaindistintamente como cereal de invierno para ci-

6. Agricultura

Cereales

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clo largo, o de primavera para ciclo corto. Resis-te las elevadas altitudes, por lo que era un culti-vo apreciado en la Cordillera, ya que tiene unoselevados rendimientos, es rentable y nutritivo.Su origen como cultivo está en Europa Centralen el primer milenio a.C. Su utilización es simi-lar a la del panizo o el mijo, para mezclar hari-nas, bien para la panificación o para la elabora-ción de gachas. La avena (Avena sativa) necesi-ta suelos húmedos y fértiles, por lo que se adap-ta bien al entorno de la montaña cantábrica. Haydatos sobre la detección de esta planta (AvenaSativa) en la Península Ibérica hacia mediadosde la Edad del Hierro (Buxó 1997) y en el áreade la Meseta Superior se detecta en contextosdel Hierro I y del Hierro Final, en los nivelesvacceos de algunos yacimientos (Delibes deCastro et al. 1995). Requiere una cuidadosamolienda y se consume en forma de gachas muynutritivas que se mezclan con caldo, “gachas sa-ladas” o con leche.

La cebada presenta una gran diversidad. Po-see variedades distintas de “grano vestido”(Hordeum vulgare L. subsp. Vulgare) y “desnu-do” (Hordeum vulgare L. var. Nudum). Históri-camente se detecta una presencia mayoritaria de“cebada desnuda” a partir de la Protohistoria,aunque se mantiene la presencia de “cebada ves-tida” durante toda la Prehistoria y esta variedades mayoritaria en el registro arqueológico delámbito del Duero (Delibes de Castro et al. 1995).Se consumía en forma de sopas, habitualmentejunto con otros ingredientes (verduras, hortali-zas...) con un elevado contenido alimenticio. Pe-ro su uso principal tiene que ver con la obten-ción de bebidas alcohólicas, las cervezas. La ob-tención de éstas es conocida desde épocas anti-guas de la Prehistoria. Estrabón en su Libro (III,3, 7) señala a cerca de los cántabros que “... Co-nocen también la cerveza”.

En el área de la Cordillera Cantábrica hablarde trigo es sinónimo de hablar de escanda, unade sus variedades, a la que se da un tratamientoy consideración especial, aparte de otras formasque son tan sólo “trigo”. Esto se debe a que la“escanda mayor” (Triticum aestivum ssp.Spelta) es un cultivo que se adapta bien a lossuelos y condiciones propias de las áreas demontaña, presentando rendimientos aceptables.Se relaciona su difusión con el período de fina-les de la Edad del Hierro. En la zona del DueroMedio la escanda es la segunda variedad de tri-

go en cuanto a su representación en el registroarqueológico para la Edad del Hierro (Delibesde Castro et al. 1995). En las áreas de clima másseco o a unas condiciones más próximas a lasdel clima mediterráneo, el trigo duro (Triticumaestivum/durum) consigue mejores rendimien-tos. Es la variedad de trigo más identificada enel ámbito de la Meseta en la Protohistoria Finalen el Duero Medio (Delibes de Castro et al.1995). El trigo tiene un gran contenido nutricio-nal y se consume mayoritariamente en forma depan. Sus harinas se mezclan entre sí o con otroscereales. Se ha documentado etnológicamente lautilización del grano entero cocido en sopas ycon la harina se han elaborado pan, galleta y ga-chas, con caldo o con leche.

El lino (Linum usitatissimum) requiere un tra-tamiento aparte ya que, aunque no es un cereal,podemos considerar su cultivo en extensión enlas tierras húmedas cercanas a los ríos. Tambiénes una planta silvestre (Linum angustifolium)que crece espontáneamente y que seguro erarecolectada, pero su uso intensivo en la Edad delHierro hacía necesario su cultivo en variedadesya manipuladas. En la Edad del Hierro sabemos,por las Fuentes Clásicas (Alfar Giner 1997), queel uso de esta planta estaba generalizado desdeépocas mucho más antiguas. Gran parte del ves-tido de los habitantes de la Península Ibérica yde todo el Mundo Antiguo se realizaba en estetipo de fibra de lino, del que se han llegado a en-contrar pequeños fragmentos en contextos ar-queológicos. También se elaboraban petos y co-razas a partir de fibras de este vegetal conve-nientemente preparadas. En el ámbito de nuestraPenínsula eran muy utilizadas, también entre losCántabros ya que, pese a ser menos resistentes,también resultaban mucho más ligeras (PeraltaLabrador 2000).

Una huerta supone una de las garantías tradi-cionales de autosuficiencia y una de las formasde control de la diversidad básica en la dieta: su-pone el intento de garantizar una serie de apor-tes nutricionales básicos, sin que las irregulari-dades propias de los productos recolectados lesafecten, al controlar de cerca sus procesos vita-les. También es el lugar en el que se plantanalgunas variedades silvestres para garantizar unacceso ventajoso a sus frutos, tanto en el caso de

Cultivos de huerta

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árboles frutales como en el de arbustos o zarzascon fruto. En la huerta se cultivan una serie deverduras, hortalizas y leguminosas destacandoen la Edad del Hierro algunas variedades comolas Habas (Vicia faba), las judías (Vicia fabaminor) y los guisantes (Pisum sativum). Éstasaportan un importante contenido nutricional engrasas, proteínas y vitaminas. De su presenciaen el registro arqueológico podemos inferir quesu cultivo se generaliza desde el Calcolítico (Bu-xó 1997) extendiéndose a partir de la Edad delBronce en toda la Península Ibérica. En el marcodel Duero no aparece más que en un registro dehabas en el Soto de Medinilla, aunque se asumela existencia de este tipo de cultivos de legumi-nosas como una práctica agrícola habitual (Deli-bes de Castro et al. 1995). Habas y guisantes,una vez secos, se pueden almacenar durante lar-gos períodos de tiempo sin que pierdan su ca-pacidad alimenticia. Igual ocurre con la lenteja(Lens culinaris). Su uso nitrifica los suelos enlos que se cultivan cereales, utilizándose en losbarbechos. Se encuentra en yacimientos arqueo-lógicos de la Península Ibérica desde el Neolíti-co y se detecta con regularidad a lo largo de todala Edad del Hierro.

La arveja (Vicia sativa), conocida tambiéncomo veza, se ha cultivado sobre todo para laobtención de forraje de mantenimiento para elganado en invierno. El yero (Vicia ervilia) seasocia con el cultivo de la cebada y con la ali-mentación animal. Su harina se mezcla con otraspara ser consumida. Es difícil encontrarlo en losniveles arqueológicos de la Edad del Hierro,aunque es conocido desde el Mesolítico y elNeolítico y aparece también después.

El procesamiento de todos estos productoshace necesaria una reflexión acerca de las nece-sidades domésticas para la transformación, con-servación y almacenaje de los productos reque-ridos para garantizar la subsistencia del grupo.De un lado, la necesidad de espacios específi-cos, de construcciones destinadas a este fin. Deotro, el problema de interpretación de estos es-pacios en la investigación arqueológica. Desdeel punto de vista arquitectónico las diferenciasentre una vivienda y una edificación “almacén-despensa-secadero” no serían muchas. En la in-vestigación arqueológica sólo se revelarían trasla aplicación de metodologías muy cuidadosas yespecíficas de recuperación de los restos que es-tos espacios pudieran contener en su interior.

Es una costumbre común a casi todos lospueblos de culturas y economías pastoriles, elejercer una continua presión bélica sobre otrospueblos hasta el punto de que esto se ha conver-tido en un tópico histórico y antropológico. Estecomportamiento se achaca al carácter móvil desus formas de vida, lo escueto de su culturamaterial y la opinión de que una vida así ha deengendrar pobreza. Por ello parece lógico queestos pueblos, como ya opinaban los romanos,fueran ladrones por naturaleza y vivieran envi-diando lo que sus vecinos poseían. Tenían, ade-más, hambre de pan, ya que no practicaban laagricultura cerealística de tipo Mediterráneo. Eneste caso, estaban los Cántabros de finales de laEdad del Hierro.

El sur de la frontera cántabra era territoriovacceo. Al norte, el mar Cantábrico cerraba lasposibilidades de expansión territorial. Al este es-taban los territorios de Autrigones y Turmogos yal oeste los Astures. Con esta situación parecelógico el obstaculizar la formación de una fron-tera rígida a la vez que se intentara crear una“zona de seguridad”, un territorio despejadoentre el enemigo y el territorio cántabro. Ésta esuna táctica relativamente común que permite,por medio de un hostigamiento continuo, crearuna zona despoblada progresivamente más am-plia. De este modo se puede detectar y obstacu-lizar el avance del enemigo, si se produjera, y setraslada la zona de hostilidades a su territorio.Por último, si el enemigo demuestra debilidad,se puede ocupar ese territorio y continuar la pre-sión hacia nuevos espacios. En un sentido am-plio, ésta es una táctica defensiva, aunque tomaformas agresivas. Orosio en su Adversum Paga-nos VI, 21, 11 lo expresa así: “Éstos (los cánta-bros y astures) no solamente estaban dispuestosa defender su propia libertad sino que se atreví-an a robar la de sus vecinos, de suerte que de-vastaban a los vacceos, turmogos y autrigonescon irrupciones asiduas” (Martíno 1995). Estaforma de guerra de baja intensidad basada en lapresión continua, es probable que se concentra-ra en aquellos períodos en los que los enemigosson más vulnerables, en el momento inmediata-mente anterior y posterior a la recogida de lascosechas. El final de las actividades del calenda-rio agrícola, ganadero y forestal. Privados de lasreservas alimenticias necesarias para pasar el in-

7. Guerra

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vierno, las víctimas de estas “razzias” son debi-litados continuamente. Se trata de una prácticasecular generalizada entre todos los pueblos deraíz indoeuropea y de cultura céltica. No seríatanto una “sociedad violenta” como una “cultu-ra guerrera”. Y en esta concepción se unen lasnecesidades internas, culturales, de la sociedadcántabra de este momento y las externas, de su-pervivencia, de todo un grupo étnico.

Las relaciones interétnicas se estableceríandentro de una continua tensión. Podemos enten-der cuáles eran los principios de las relacionesentre los distintos pueblos: los demás respetaránsólo aquello que un grupo pueda defender demodo suficiente. Las relaciones se basaban en loque para nosotros sería un despiadado conceptode la igualdad de todos en su derecho a tomar loque necesitaban. Se vigilaba al amigo y al ene-migo por igual y se intentaba debilitar continua-mente a cualquiera que pudiera ser un adversa-rio potencial. La debilidad era algo que se paga-ba muy caro y todos los pueblos procurabanconstruir nutridos contingentes de guerreros lis-tos siempre para el combate. La organización,coordinación y adiestramiento de los contingen-tes guerreros, se efectuaba de un modo ritual pormedio de celebraciones comunitarias que in-cluían maniobras militares de distintas agrupa-ciones de infantería ligera y pesada y de caballe-ría. Estrabón (Libro III, 3, 7) expresa cómo losCántabros “Realizan también competicionesgimnásticas, de hoplitas e hípicas, con pugilato,carrera, escaramuza y combate en formación”.Este tipo de celebraciones comprendería a gran-des contingentes de una misma comunidad, queaprenderían y desarrollarían así la capacidad decombatir en distintos tipos de formaciones demodo coordinado.

Debemos considerar que la condición de“hombre” se asimilaba y era sinónimo de la de“guerrero”, porque esto es lo que el grupo reque-ría para garantizar su propia supervivencia. Lasociedad de los hombres-guerreros aparece or-denada por los “grupos de edad”. Estrabón en suLibro (III, 3, 7) alude a esta jerarquización de es-te modo: “Comen (los Cántabros y los montañe-ses en general) sentados en bancos construidoscontra el muro y se sientan en orden a la edad yel rango. Los manjares se pasan en círculo...”.De este modo se establece una jerarquía de pres-tigio en la que la experiencia vital es el valor má-ximo. Esta experiencia es naturalmente mayor

en aquellas personas que más tiempo han vivido,ya que han pasado con éxito por mayor númerode vicisitudes vitales. La edad era, por tanto,cuestión clave en la organización guerrera de lasociedad: los jóvenes tendrían que demostrar suvalía personal como guerreros y esto daría lugara las organizaciones de jóvenes guerreros (Peral-ta Labrador 2000). Estas formaciones estabanequipadas a la ligera y sus integrantes buscabanalgún modo de conseguir unos bienes propioscon los que empezar su vida, como ganado, unequipo de guerrero, armas u otros bienes. Se tra-ta de agrupaciones, a modo de cofradías de gue-rreros bisoños, en las que se iniciaban a través dela práctica de la guerrilla y los golpes de manopara hostigar a vecinos y enemigos. Se dedicanal saqueo de los que descuidaban la atención asus ganados o de grupos o aldeas que parecierandébiles. Estos jóvenes, unidos por un juramentosagrado de lealtad, la devotio, formaban gruposque tenían un fuerte componente religioso. Estas“sociedades guerreras”, comunes en la tradiciónde los pueblos indoeuropeos, eran llamadas enla cultura germánica Männerbünde y estaban ri-tualmente relacionadas con el período del fin deaño, la festividad de Difuntos y los lobos.

Podemos encontrar, en este momento, un evi-dente paralelismo entre las pautas de comporta-miento de los humanos y los lobos en muchosaspectos de su vida social. Una de ellas seríaaquella referida a la búsqueda de nuevos territo-rios de caza por parte de los machos jóvenescuando el territorio está saturado. Estos machosinician una suerte de Ver Sacrum ocupando yasegurando un nuevo territorio y eliminando aposibles enemigos y competidores antes de bus-car hembras para reproducirse. Tal vez este seael origen de la relación-identificación entre algu-nos grupos de guerreros de la Edad del Hierropeninsular y los lobos. Así, el lobo es un enemi-go, pero también un “compañero de fortuna”:los jóvenes guerreros se comportan como lobosy ejecutan “razzias” como lo hacen los lobos. Sededicaban a una serie de pillajes ritualmente es-tablecidos dentro de la propia comunidad o alataque y al robo de ganado, como hacen tambiénlas bandas de lobos jóvenes, en los territorios desus vecinos o en aquellos que pudieran ser con-siderados como espacios potenciales de expan-sión. De este modo los miembros de estas cofra-días guerreras se cubrían con pieles de lobo y vi-vían al margen del resto de la comunidad, dedi-

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cados por completo a sus obligaciones. En rela-ción con estas fratrías estaría la práctica del de-safío y el combate singular y la de amputar ri-tualmente manos y cabezas. Estos trofeos seconservaban, en algunas ocasiones, como formade culto al valor y de respeto sentido por la víc-tima y como exaltación del propio prestigio gue-rrero. Estos grupos se establecían en lugares di-fíciles y accidentados, lugares naturales de fron-tera y “tierras de nadie”, desde los que poder ata-car a los enemigos, convirtiéndose en la van-guardia expansiva de sus pueblos.

Estos grupos de jóvenes guerreros, equipadosde forma ligera “caetrata iuventus”, por mediodel botín incorporaban importantes riquezas a laeconomía de su comunidad y ganaban para símismos un patrimonio y un prestigio personalimportante. Uno de los recursos más codiciadossería el ganado, hacerse con unas reses o biencon un rebaño propio. Mientras tanto, estos seg-mentos sociales potencialmente más conflicti-vos, pasaban sus períodos vitales críticos aleja-dos de su comunidad y encauzaban su agresivi-dad hacia otros pueblos, evitándose así conflic-tos internos con otros grupos de edad. Una vezconseguida su “realización personal” se incor-porarían al grupo de los “guerreros probados”,miembros de pleno derecho de la sociedad a laque pertenecen. No se trataba de bandolerismogeneralizado como aludían las fuentes romanas,sino de un comportamiento culturalmente com-plejo que cumple unas funciones estratégicas ytácticas claras en el marco de una dinámica de“conflicto de baja intensidad”. De otro lado, pa-ra estos pueblos ganaderos resultaba vital teneruna vía de expansión hacia la que dirigir losexcesos demográficos, o los rebaños, en caso denecesidad. Era también necesario mantener una“zona de seguridad vital”, una zona de exclu-sión, que se castigaría periódicamente para evi-tar el posible expansionismo de los pueblos máspróximos. Estas prácticas también permitirían“tantear” a otros grupos de cara a su asimilacióny al acceso a los recursos que estos controlabanen su territorio.

Resulta posible llegar a la conclusión generalde que la distribución territorial de los distintospueblos cántabros se establecería sobre un re-parto territorial que permite, desde el fondo de

los valles, el acceso a los distintos nichos ecoló-gicos distribuidos desde los fondos de éstos has-ta las cabeceras de las cuencas, zona de pastos.De este modo se controlaban las brañas y lospastizales invernales del fondo de valle desde lasdos vertientes, trasmonte y foramonte, y, posi-blemente, el control de humedales y otras zonasde pastos hoy desaparecidas. Esto incidiría denuevo en la necesidad de conseguir un controlefectivo de ecosistemas complementarios quepermitieran la mayor autosuficiencia posible decara a la explotación ganadera. También garan-tizaría unas enormes reservas de recursos ali-menticios silvestres, tanto vegetales como ani-males, lo que mantendría unas cotas elevadas deseguridad frente a posibles ciclos de malas cose-chas, naturales y cultivadas, por adversidadesclimático-meteorológicas.

Todas estas cuestiones están en dependenciadirecta del modo de articulación de la ocupacióndel territorio que radica en los castros. El área enel que hemos circunscrito el trabajo estaría ocu-pada por el pueblo cántabro de los Vellicos queocuparían la zona que comprenden las cuencasdel Camesa-Rubagón y de la cabecera del Pi-suerga: Comarca de Aguilar de Campoo, vallede Santullán y las Sierras Híjar y Peña Labra(Peralta Labrador 2000: 119-128). En esta áreaencontramos una serie de oppida de los cuales elmás importante es, sin duda alguna, Monte Ber-norio. En este marco territorial se articularían losdistintos núcleos de poblamiento de la Edad delHierro de la zona.

El castro de Monte Bernorio (Cabré 1920;San Valero Aparisi 1944, 1960; Barril Vicente1995a, 1999b.) ocupa la parte superior de unamuela caliza de 1.173 m. de altura con forma demeseta. Tiene una silueta ovalada de unos 600m. de largo máximo, por unos 300 m. de ancho.Controla los accesos al área económica quehemos venido describiendo, así como las vías decomunicación naturales entre las que se inserta.Domina una encrucijada de itinerarios, marca-dos por la orografía, que determinan los accesosdesde la Meseta hacia los puertos de paso a lacabecera del Ebro y a la vertiente norte de laCordillera Cantábrica, hacia los valles del Saja yel Besaya a través de Valderredible y Valdeolea.También controla la depresión que abre un acce-so natural de este a oeste, bordeando el pie demonte desde la zona actual de Burgos hastaLeón. Se sitúa en una posición envidiable que

8. Hábitat

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permite controlar el acceso a las formacionesde Sierra Híjar y Sierra de Peña Labra y conello el acceso a las brañas del Campoo y de laPernía.

Su ocupación abarcaría, al menos, desde elsiglo III a.C., hasta el momento de la conquistaromana en el siglo I a.C. Era un núcleo muy bienfortificado con unas imponentes obras que com-prendían una serie de fosos concéntricos, exca-vados en roca en algunos tramos, y la ejecuciónde obras de construcción para convertir en verti-cales sus laderas, apoyándose en los afloramien-tos naturales de roca. La cima estaba amuralladay contaba con varios caminos y puertas de acce-so. Dentro del recinto se construyó una segundamuralla interior con un bastión defensivo quedelimitaba lo que se ha venido en denominar la“acrópolis” del castro. Tanto su estructura natu-ral, como las obras posteriores de fortificación,convertían a este castro en un emplazamiento fá-cilmente defendible.

Próximo a Monte Bernorio y completando elcontrol de los accesos a la Cordillera y sus pasosse encuentra el castro de Monte Cildá (GarcíaGuinea et al. 1966, 1973). Se ubica también enuna muela caliza sobre las márgenes del río Pi-suerga, disfrutando de unas impresionantes de-fensas naturales. Monte Bernorio y Monte Cildáserían los grandes oppida del entorno inmediatoal área en estudio y los que delimitan, por el sur,el territorio de esta cuenca natural. Entre ambosnúcleos controlan los accesos y los pasos norte-sur y este-oeste: un evidente control estratégicodel territorio desde el punto de vista económicoy militar. En un plano menos destacado por suextensión e importancia tenemos en las proximi-dades los castros de Celada Marlantes (GarcíaGuinea et al. 1970; García Guinea 1999), y LosBarahones (Barril Vicente 1995a). El primerotuvo una ocupación entre los siglos III al I a.C.contemporánea de la de Monte Bernorio y, co-mo éste, estaba fortificado. El de Los Barahonespresenta una ocupación anterior que va desde elsiglo XIII a.C. hasta el siglo V a.C.

Con los datos que ofrecen las distintas cam-pañas arqueológicas no podemos profundizar enel urbanismo de estos castros (Barril Vicente1995a, b, 1999b). Parece que estaban ocupadospor cabañas de formas circulares. Se construíana partir de zarzo recubierto con un manto de ba-rro y su cubierta sería vegetal. No habría una re-tícula urbanística regular a base de calles y las

cabañas se repartirían por la superficie del castroadaptándose al relieve.

Otros enclaves menores en la zona presentanproblemas en cuanto a que no han sido investi-gados arqueológicamente de modo suficiente.Así ocurre con el de Peña Albilla, (Monasterio,en el valle de Santullán) fortificado y con cerá-mica de la Primera Edad del Hierro (Peralta La-brador et al. 1996; Aja Sánchez 1999; NuñoGonzález 1999) y con el posible castro de PeñaCildá (Barruelo de Santullán) (Peralta Labrador1996; Nuño González 1999). También en Agui-lar de Campoo se encontraron diversos materia-les del final de la Edad del Hierro (García y Be-llido et al. 1970).

Debemos considerar el papel que este tipo degrandes oppida tendría en el contexto de pobla-ciones dedicadas a las explotaciones de gana-dos, lo que lleva parejo unos patrones de vidamóviles. Podemos considerar su papel como“centro redistribuidor” de los colectivos huma-nos en movimiento, asociados a la explotaciónde cabañas ganaderas de distintas procedencias.También como “núcleo ritual” de estos grupos,para la sanción y renovación de los acuerdos decara a las explotaciones de las distintas brañas.Esto comprendería lo relativo a lugares en losque se establecerán los distintos colectivos: selesde destino de las distintas cabañas, derechos deacceso y turnos de uso, etc. Todas estas cuestio-nes deberían obtener una sanción ritual, desde laseparación de los grupos residentes en el castroy la reunión de los distintos colectivos humanosque realizan la muda (familias, clanes, etnias fo-rasteras trasterminantes...), hasta el marcado yrecuento de las cabañas. También es un momen-to crucial para la propiciación de una buena tem-porada en un período vital que arranca con laprimera subida del ganado y la siembra de ciclocorto y termina con la recogida de la cosecha enlos cultivos, las recolecciones en los montes y labajada del ganado.

Este papel de núcleo ritual y sociopolítico de-sarrollado por un gran oppidum en un área deexplotación ganadera, ha sido detectado arqueo-lógicamente por los trabajos realizados en elcastro de Las Cogotas (Ruiz Zapatero y Álva-rez-Sanchís 1995). Similar papel podría atribuir-se a núcleos como Ulaca (Ruiz Zapatero Álva-rez-Sanchís 1999) y a éste de Monte Bernorio.En el castro de las Cogotas se detectan zonas deencerramiento de ganado y basurero, interpreta-

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do como restos del establecimiento temporal decontingentes humanos y sus ganados para lacelebración de “ferias” o “mercados de ganado”,rituales, etc. Estas reuniones van asociadas a es-tructuras de habitación endebles construidas conpostes y cubiertas vegetales correspondientes alos habitantes circunstanciales del castro. Apare-cen alrededor de zonas interpretadas como ence-rraderos de ganado y con abundantes restos defauna y próximas a zonas de talleres. Estos espa-cios ocupan la zona exterior del castro, fuera delrecinto de habitación permanente de la acrópolis.

Si los grandes castros fortificados dibujan elcontrol de los accesos y la ocupación desde elfondo del valle faltaría por establecer la ocupa-ción de las partes altas de la cuenca, en relacióncon el aprovechamiento de las brañas y los re-cursos silvestres. Esta ocupación temporal se si-tuaría sobre zonas cuyos rendimientos económi-cos serían meramente estacionales y donde re-sulta imposible la invernada de las poblacionesy sus ganados.

En las zonas limítrofes entre el límite de losbosques y el comienzo de las brañas varios auto-res señalan la existencia de una serie de necró-polis tumulares fechadas en la Edad del Hierro(Cisneros et al. 1995, 1996; Aja Sánchez et al.1999a, b). Éstas se sitúan en Culazón (Brañose-ra), La Braña (Salcedillo, Brañosera), Comues-tro (Brañosera) y Valdepicos (Barruelo de San-tullán). Examinados estos restos, debemos inter-pretar estos conjuntos no como necrópolis tu-mulares, sino como enclaves con vestigios de loque parecen viviendas y otras estructuras asocia-das a éstas. Esta afirmación se basa en la consta-tación de las siguientes constantes:

- La ubicación en ladera de estos conjuntos,incluso en zonas de fuerte pendiente, o cuandohay zonas próximas más llanas. Se trata deconseguir un efecto de protección de los vien-tos dominantes y de las precipitaciones.- La orientación meridional de estos encla-ves en áreas que permiten una mayor insola-ción.- La falta de uniformidad en las formas y tama-ños de los túmulos, la presencia de otros tiposde estructuras como restos de muros y terrazas,así como la distribución y relación de éstos enel espacio que ocupan.- La ausencia, en los túmulos abiertos, de cual-quier elemento relacionado con inhumacionesde cremaciones ya sean restos óseos calcina-

dos, restos de ajuar o cerámicas asociadas aellos.

El número total de agrupaciones y túmulos esmuy variable ya que debemos considerar queson visibles aquellos a los que el arrastre de ma-teriales causado por la marcada escorrentía noha cubierto. Podríamos hablar de un número va-riable con grupos pequeños, de tres o cuatro tú-mulos, como las agrupaciones de Casa de Cam-po-Peñas del Sendo (Barruelo de Santullán-Brañosera). Otras de mayor número y tamañocomo el de Matarredonda-El Centenar (Braño-sera). Las grandes agrupaciones, por último,como la mayor de todas ellas que debe sobrepa-sar la centena, en el espectacular conjunto de LaBraña (Salcedillo, Brañosera). Los “túmulos” sesitúan escalonadamente en las laderas, en algu-nos casos en terrazas naturales o acondicionadasartificialmente. Presentan formas circulares yovaladas compuestas por amontonamientos desillares. Su disposición, comparada con los res-tos recientes de cabañas de pastores derruidas,presenta una disposición similar. Además deestas construcciones, tendríamos otras estructu-ras como cercas, muretes y probablemente por-ches. Resulta frecuente la aparición de líneas demuro caídas, recintos en torno a algunos túmu-los, etc.

La construcción de estas viviendas se realiza-ría utilizando sillar, con cubierta de tipo vegetalprobablemente. Otros tipos de construcciones demantillo de barro con estructura de zarzo, comolas documentadas en Los Barahones o en MonteBernorio (Barril Vicente 1995a, b), y que aún esposible documentar en uso en la zona, no resul-tarían adecuadas para el tipo de ocupación queproponemos, ya que no resisten largos períodosde tiempo sin ocupación, precisamente en losmomentos en que se soportan condiciones cli-máticas y meteorológicas más extremas, lo quesí ofrecen, sin embargo, las construidas en sille-ría. Su solidez permite su habitación inmediatatan sólo con reparar la cubierta. Asociadas a es-tos núcleos podrían estar otras formas de habita-ción compuestas por estructuras más endebles yperecederas, establecidas de modo circunstan-cial para pasar cortos períodos de tiempo en laszonas de subida, en las zonas del “valle medio”,o directamente en las brañas, acompañando des-plazamientos y estancias más cortas. La posibi-lidad de hallar este tipo de establecimientos esmucho más reducida ya que a su carácter más

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circunstancial, se añade una cultura material ex-presamente adaptada a ese tipo de vida móvil.

Este modelo de explotación económica yocupación de los distintos espacios económicosestablece el desplazamiento bipolar, de vaivén,de contingentes humanos y ganados desde elfondo del valle hasta la cabecera. Esto se reali-zaría a lo largo del año económico. El tiempoviene marcado por las condiciones climático-ambientales, por la maduración de unos produc-tos y por la necesidad de abandonar sucesiva-mente los entornos agotados. El poblamiento sedesplaza a lo largo del valle siguiendo los proce-sos de maduración del ecosistema, buscando lamayor rentabilidad en la relación entre el traba-jo invertido y los rendimientos obtenidos (VerFig. 4). Los emplazamientos secundarios tienencomo objetivo desplazar valle arriba la infraes-tructura social y los recursos técnicos necesariospara estas actividades. Es posible que tras la dis-tinta ubicación de los “poblados de montaña”, seencuentren los distintos destinos de los diversoscolectivos humanos en función de su pertenen-cia a grupos familiares o suprafamiliares y a gru-pos foráneos que explotarían diferentes entornosde pastos estivales y de recursos forestales. Así,las brañas se convierten en lugares de contacto yconvivencia de los distintos colectivos.

Estos núcleos no necesitarían recintos defen-sivos ya que se trata de establecimientos tempo-rales y sin entidad suficiente como para fortifi-carlos. Las funciones relativas a las actividadesguerreras recaerían en los establecimientos forti-ficados que, éstos sí, ocupan lugares de privile-giado control territorial en los que las necesida-des defensivas priman sobre el acceso directo alos recursos. Desde estos castros fortificados secontrolarían las vegas bajas y el paso hacia laszonas de recursos situados valle arriba, en lascabeceras de las cuencas fluviales (Ver Fig. 4).Esto haría innecesario la fortificación de estosenclaves, ya que los grandes núcleos fortificadosfuncionan como “puertas” de los distintos espa-cios y territorios. Como núcleo de referencia es-taría el oppidum de Monte Bernorio. La prácticatotalidad de ellos tienen contacto visual directo,o bien desde un lugar próximo, con este castro.

Hemos desarrollado la descripción de un eco-sistema, un “territorio económico”. La explota-

ción de los recursos contenidos en éste debeadaptarse a las condiciones del Medio. Garanti-zar el acceso a la mayor variedad posible de re-cursos consiguiendo la mayor rentabilidad conel menor esfuerzo y riesgo supone un controlterritorial efectivo. También implica el desplaza-miento estacional de contingentes de poblaciónpor ese territorio en un movimiento de vaivénvertical a lo largo del valle. Esto establece unverdadero calendario económico en el que sedistribuyen las distintas ocupaciones de los dis-tintos espacios naturales.

La explotación de los recursos silvestres y delos pastizales serían las actividades económicasbásicas complementadas por la agricultura.Atendiendo al testimonio de las fuentes existiríauna diferenciación sexual en las labores de sub-sistencia: las agrícolas y domésticas seríanfemeninas y las pastoriles masculinas, quedandoasí determinado sendos ámbitos de controlsocial. Otras actividades, como la minería o lapráctica de incursiones y razzias guerreras, pro-porcionarían recursos complementarios. La gue-rra y los guerreros organizados por grupos deedad unidos por vínculos rituales son un ele-mento esencial de ordenación y control social.

El control del territorio y sus recursos se esta-blece a través de los grandes castros fortificadosque se sitúan en las vías naturales de comunica-ción para controlar el acceso a éstos. Este con-trol territorial se apoyaría en otros castros de me-nor entidad. El ciclo económico, itinerante a tra-vés de un territorio amplio, determina la existen-cia de enclaves de habitación temporal en deter-minadas zonas donde se desplazan, estacional-mente, contingentes de población dedicados a laexplotación económica del territorio.

El ciclo de desplazamientos establece un ca-lendario natural, económico y de relación conlos distintos espacios. Comienza con una subidaque implica el desplazamiento de los contingen-tes con sus ganados desde el fondo de valle haciael valle medio en la primavera, la ocupación delas brañas en el verano y la bajada en el otoñohacia el fondo de valle aprovechando los recur-sos forestales. La invernada supondría el sacrifi-cio de los excedentes ganaderos y la reunión delos contingentes en sus núcleos de origen. Enparalelo tendríamos una explotación agrícola dedeterminados espacios en torno a los castros.

Esto dibuja una forma diferente de concebirla sedentarización y la territorialización en los

9. Conclusiones

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estudios de la Protohistoria Final y de establecerlas prioridades económicas, hasta ahora con el

protagonismo, asumido, de la agricultura comoprincipal fuente de recursos económicos.

Informantes

Agradecimientos

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A Dr. M. Almagro Gorbea por su dirección científica y a Dr. Alfredo Jimeno, Dr. L. A. Sánchez Gómez yDra M. L. Cerdeño del Dpto. de Prehistoria de la UCM, por sus aportaciones. A A. Mederos y a M. Torrespor toda su ayuda. A A. Real Carretero y a T. Sagardoy Fidalgo por su ayuda inestimable en el trabajo decampo. Este no hubiera sido posible sin el apoyo decidido de D. J. A. Calderón Diez y de la Agrupaciónde Voluntarios de Protección Civil de Barruelo de Santullán y al Ayuntamiento y Corporación Municipalde dicha localidad. Del mismo modo a la “Escuela de Antropología Social J. Caro Baroja” de la UIMP, yespecialmente a C. Lisón Tolosana y a A. Rivas Rivas, por hacer posible gran parte de mi trabajo de campoen Cantabria. Y a las gentes de los valles de Mazcuerras Cabuérniga y Santullán por su esencial aporta-ción en los trabajos realizados.

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