Recuerdos del olvido

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Roberth Orihuela Quequezana

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Primer compilado de escritor por el joven escritor Roberth Orihuela

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Roberth Orihuela Quequezana

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A Amanda.

Por ser mí amiga, gracias por permitirme extrañarte.

Aunque a veces quisiera haber sido algo más que tu amigo.

A Micaela ó América? Ya no se.

Gracias por darme la inspiración y el deseo.

El amor no.

A Milagros.

Gracias por evitar que me autodestruya.

A Catalina.

Gracias por ser mi madre.

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Prólogo

Terminé de recopilar este texto en diciembre del

2011. Fue difícil tomar la decisión de “deshacerme” de todo

lo escribo aquí, ya que por mucho tiempo solo escribía por

estados de ánimo y sin constancia. Se darán cuenta que hay

varios poemas que no tienen fecha, aunque eso no tenga

mucha relevancia. Creo que gran parte de lo publicado aquí,

como muchos seguro, esta mal escrito, ya que no hice más

que transcribir todo lo que encontraba guardado en viejos

cuadernos y algunas cosas escritas directamente en el compu-

tador. Con una breve revisión de algunos amigos, que dicho

sea de paso, me alentaron a publicarlo, para que no me cause

más temores futuros, y para empezar desde cero, ahora sí,

una novela completa y con constancia de ardilla.

Quiero decir también, que creo que la poesía debe

hacerse con constancia y con don. Es por eso que ya no la

hago, porque soy malo para escribirla. Espero que con los

cuentos y las novelas me vaya mucho mejor. No quiero ter-

minar sin decir que ya me olvide de todo esto, que se debe

escribir por amor a escribir y no por lo contrario.

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Poesía

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I

El vestido que cae

el espejo que refleja

la cama,

donde ya no estoy ni estuve

nunca

desparramado

acribillado,

La sabana blanca

las cortinas rosas de tu ventana,

pero no estas tú

imagen imposible

realidad distorsionada

luz equivocada, que

opaca y triste,

refleja tu cuerpo en mi memoria (mas no en el espejo).

La forma esquiva

se pierde

se volatiza

(y el espejo aun no puede reflejarte)

la forma casi perfecta de puta dichosa

(tu vestido y tu cuerpo)

Octubre 2011

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Frío

El frío me rompe

la piel

los huesos, y

el beso se congela y conserva

en el tiempo

infinito

como la palabra

fugaz

como el beso frío.

(El viento se congela y yo junto a el.)

Octubre 2008

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II

Nuestros cuerpos se abrazan

en el lazo metálico y quebrado /

el olor de tu piel me envuelve (nos);

triste brisa de otoño

mezclada con el trago amargo

de tus labios.

Las lenguas serpentinas

luchan

el aroma interminable

del sabor

de tu cuerpo

imponente

sabor a ti.

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El miedo me mata

El miedo corroe

mi cuerpo

lo calcina.

Trato y obligo

a mi mente

a mis manos

a mi cuerpo inerte

pero solo consigo mas

miedo

de verte, de hablarte

de sentirte y olerte

miedo de escribirte,

de dibujarte en el papel.

Enero 2008

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III

Mientras te recuestas

en la cama

me desvisto temeroso;

el cuarto cargado con el aroma de nuestros cuerpos,

mis dedos dibujan en el

vacío

tu forma

inequívoca de mujer

excitada.

El seno primoroso

la cintura estrecha

la prominente cadera

el glúteo suave y níveo:

el viaje termina

dentro de tu cuerpo.

Diciembre 2010

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Miradas

Cuando el calor invade

mi cuerpo

se volatiza

tu beso

en mis labios

secos

desiertos interminables

de miradas

frías.

Mayo 2009

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IV

El pezón rígido.

El que roza mi pecho.

La sombra viva y translucida.

La mano tonta.

La transformación del ser.

(Y me siento atrapado en ti).

03 enero de 2010

Pd: “no dejo de tener miedo…”

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Allí

Recuéstate

a lado mío (mi amor)

y cuéntame historias

de aladinos

de joyas y oasis,

perdidos (yo, nosotros)

en el desierto de tu vientre.

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V

Mientras te untas,

siento tu aroma,

a ella

diferentes ambas

(hasta este tiempo incierto).

Esa forma diluida, abstracta

memorias que se borran.

¿Serás la misma

silueta / imagen / memoria / olvido / ojos / pies…

por lo menos el mismo aire respirado?

Es tu pálido beso.

El vivo color de sus carnes.

Enero 2011

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Poesía libre

Quien es esa niña?

La que alumbra tus ojos.

El mar infinito de

marinos náufragos.

Ese camino interminable

de luces psicodélicas.

La que te mueve,

te habla

te escucha

y te entiende.

La que no olvida

y no recuerda nada cuando la necesitas.

¿Quién es?

Es la de los labios bonitos

la de los ojos tristes

la del cuerpo

la del frio

la de la sombra bajo el árbol

la de bajo la lluvia

la que mira al mar

con ojos felices.

Ojos.

manos, pies, senos y afroditas.

La que te dijo

si,

y luego

te fuiste.

Setiembre 2011

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Mas difícil que amarte, el poema

¿Qué es más difícil que amar?

Amar a alguien.

Pienso en escribirte

aunque sé que no lo haré, sé

que no comenzaré y aun así

quiero terminar.

Te vuelves cursi; una balada,

un libro de poesía

un susurro al silencio,

la hoja que cae del árbol.

Primavera,

en la ciudad, aunque sucia y ruidosa

respiras el poema, oyes en la brisa la balada

cursi

somos tu y yo, (yo más, creo...)tendidos,

el pasto nos raspa la piel,

y, (ahora si te escribo)

el lapicero se termina con, ¿Cuántos, uno dos poemas?

una palabra y mil hojas en la basura.

La palabra se la llevo ese susurro, (el anterior).

Y solo me queda el lapicero

y el que hacer no terminado:

el poema cursi que no te escribo,

y el que te escribí cuando estaba dormido (pero ese no cuenta)

y el que ya no quiero escribir.

Pero si quiero verte, pensarte

desnuda

sobre el pasto los dos,

una sonrisa dibuja tu rostro, (desnudo también)

y nos hacemos viejos, desnudos

el tiempo es tiempo, y por lo tanto

pasa

como la lluvia, como la brisa fría de invierno

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como los cuerpos amarrados, como el lapicero que se termino

escribiendo un poema que no fue,

que se llevo él mismo (el tiempo).

¿Qué es más difícil que amar a alguien?

Amarte a ti.

El tiempo, otra vez,

juega

tu y yo (tu más que yo)

jugamos a jugar el juego del tiempo, que

pasa como la luna

alrededor nuestro sin darnos cuenta que está allí

encima, abajo

nuestro

corazón roto, el mío o el tuyo

da igual.

El sonido del cacharro,

el de mis pasos, de mis pies

que me llevan a ti, que también

me alejan de ti,

es un juego, ¿lo ves ahora?

Somos la brisa / el pasto /

el susurro/ la balada / el silencio/

el lapicero / la palabra / la hoja de papel / la del árbol

el sueño / la lluvia / los cuerpos desnudos /

el juego / el poema que no fue, pero

escribirlo ahora ya no es posible,

solo somos éste poema

que escribo y no quiero acabar de escribir,

aunque no quede tinta,

se lo dictare al silencio, al susurro

a la lluvia, al sueño y al pasto,

y a la tierra bajo el pasto

y si hace falta,

al poema mismo.

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¿Qué es más difícil que amarte a ti?

Escribirte un poema, a ti

Ese susurro me devuelve la palabra,

esa dulce o agria, como quieras

esa, de nuevo, cursi

la escribo y corrijo.

Tenemos a la luna encima nuestro

esta llena y nos sonríe, te sonríe

aprendes de ella, el tiempo

no pasa en ella, y tampoco en ti

níveo su rostro y el tuyo

hermosa ella y tú también.

Tiempo es tiempo y como tal, ya

no sirve

sobre ella, ni sobre ti

no sirve sobre nada que te rodea,

ni el pasto, ni el árbol

ni sobre el pájaro que vive en el árbol.

No sirve sobre las estrellas, sobre tu estrella

Fomalhaut brilla y tú

lo haces con ella,

mitológica

eres, sobre el tiempo el tiempo

sobre la luna, la luz de la noche

y sobre mí el poema sobre el poema.

Y eres el lapicero, el impulso

nervioso

yo que escribo, con más miedo a no

poder

escribirte, dibujarte en el poema,

que miedo a morir escribiendo el poema

que repito, no pienso acabar de escribir

aunque se cansen mis manos, se acabe el lapicero

o se termine el papel

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o la tierra bajo la tierra que está bajo el pasto (el mismo)

donde sigues tendida,

como la Olympia de Manet

dichosa y altanera o la

Venus de Tiziano

odalisca hermosa y sabia.

Aunque se me acabe el tiempo,

seguiré escribiendo el poema,

el poema

el párrafo

el verso

pero

el miedo me muerde los huesos

-el miedo-

de ser muerto por la Olympia de Manet,

por no saber dibujarte en el poema.

Y tengo también miedo de

recordar

el susurro

el viento

me trae la palabra a los oídos

a la boca y de allí a los labios

a la lengua,

larga

la palabra me parece

mas aun que el poema

que aun no empiezo a escribirte,

el poema que tendrá el titulo más

largo que el mismo poema,

mas explicito que el poema

gritado con todas las voces, y

los altavoces

desde tu estrella

Fomalhaut.

Setiembre 2010

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Cuentos

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Después de una larga noche, el remordimiento

SIENTO FRIO y estoy ebrio. Mañana será un nuevo

día. Todo termino para mí. Ya no soy el mismo. La calle es un

hilo de asfalto que se borra a cada paso, a cada trastabillo.

Aturdido aun por el bullicio incesante, tonto. Una pieza de

Calamaro empieza en mis oídos. Yo también debería estar

muerto.

He escrito algo antes, en mi mente, pero ya no lo recuerdo

bien. Los busco, encuentro y encierro en la habitación del

olvido, en el jardín trasero. Leo cada hoja, una por una, letra

a letra y mentira tras mentira, y a cada palabra me convenzo

de que no sirven. He quemado cada uno de ellas, porque no

sirven, junto a una parte mía, porque tampoco sirve. Las lla-

mas se elevan vivaces, ¿Sera que al menos sirven para arder?

He quemado también mi boca y mis manos: mi boca, porque

apesta y solo sabe blasfemarme, y mis manos porque no su-

pieron estarse quietas. Esa noche ¿Cuál noche? Prefiero olvi-

darla. No recuerdo nada. Mi mente se niega a recordar algo.

Solo recuerda tu rostro –yo también, suave seguro, tus cabe-

llos y tus ojos. Ahora todo es tenue, inexistente. Mujer invi-

sible de curvas tristes. ¿Qué piensas cuando te miras en el

espejo? Te reflejas, si, no, aunque. Quiero recordarte más,

pero mi boca no me cuenta nada (se quemó). Quiero escri-

birte, dibujarte, pero estoy ciego y mis manos ya no quieren

escribir.

Setiembre 2010

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Prefacio vacio, siluetas y tiempos

A Asia.

NO PUEDES olvidarla; sus ojos negros brillaban en la

oscuridad, su cabello, mojado y castaño, se disolvía con la

lluvia y su cuerpo se fusionaba con la neblina, formando una

silueta hermosa y triste. Estaban en un parque, ya no recuer-

das cuál, ni la hora, ni mucho menos la fecha, todo se perdió

ya con el tiempo, se volvió nebuloso, olvidado. Caminaron

por un camino interminable. No querías que acabara nunca,

hablando, riendo y jugando, las manos atadas una a la otra.

Entonces los atrapó la lluvia, les hizo formar parte de ella, los

volatilizó. Sus cuerpos se enlazan, sus almas de funden, todo

es claro ya, no hay luz ni oscuridad, no hay nada más que tú y

ella y sus cabellos largos los abrazan sin forma de zafarse. Tu

recuerdo se borra de mi memoria, el recuerdo de ese día

incierto. El viaje es largo. Desnudos los dos, juegan a mentir-

se, a ocultarse en la neblina. Se besan. Tus manos rozan sus

piernas firmes, robustas, y se pasean por los muslos, la cintu-

ra, el vientre plano, los senos rígidos, excitados. Ella solo ríe.

Tú, temeroso y ebrio, abres sus piernas, su Venus. Entras y

respiras hondo, exhalas fuerte. Empiezan a sudar, ambos,

juntos son un mismo aroma, un mismo aire hediondo y deli-

cioso a la vez. Su vientre es una gran planicie y ella viaja a

través de él, los pies son labios caldeados por el momento,

dilatados por los labios de ella. El blanco espacio que los en-

vuelve ahora se contrae hasta casi aplastarlos, triturarlos en

un millón de partículas. Recuerdas que voltearon la esquina,

entraron y subieron unas escaleras, ambos empapados de

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pies a cabeza, cruzaron un largo pasillo, hasta llegar a un mos-

trador, la señorita ¿Qué desea? Y ella, una habitación con

ducha caliente. Tú solo temblabas. Muerto de frió, solo pod-

ías pensar en tomar una ducha caliente y dormir hasta el si-

guiente día. La amabas. Entraron: tercer piso, cuarto F. Ella se

desvestía, mientras, tú no podías dejar de verla, te hipnotizó:

la falda cae lenta y suavemente por sus piernas, la blusa, des-

abotonada con afán presuroso se despega de su cuerpo

húmedo y cae al suelo. Estás ebrio. Entonces te llama. Ya

desvestido, la toalla en las manos, vas, te toma del cuello, el

beso es largo como el mismo tiempo, te corta la circulación,

te asfixia en una muerte deliciosa. La toma por la cintura,

entran. Todo parece como si estuvieran afuera, solo que

ahora el agua es tibia, relajante. Te recuerdo en mis noches

de insomnio súbito, en las mañanas nubladas, con un sol ape-

nas resplandeciente detrás de las nubles, con rayos que esca-

pan de ellas, y caen a iluminar la tierra, en la tardes de lluvia,

heladas, nubladas. Recuerdo aún tu silueta tristemente trans-

parente en una neblina que te traga más y más, te pierdes en

ella como en mi mente, te pierdes. Siempre se sintió mal

después, siempre esa mala manía.

Publicado en hotelsalmon.blogspot.com el 26 de setiembre de

2011.

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He soñado con una buhardilla en Paris

HE SOÑADO con una buhardilla en Paris. En una ca-

lle tan estrecha que con solo un salto uno podía pasar a la

ventana vecina. Pintada con un color crema-oscuro, que hacia

recordar un café con leche (¿se ven los colores en los sue-

ños?), con cuadros de pintores franceses e italianos que nun-

ca se hicieron conocidos, pero que plasmaron lo mejor de

ellos en esas figuras excéntricas, difuminadas en esos cuadros

de mujeres con rubor en los labios, tan hermosas como las

matronas francesas que llegaron a Macondo ese día lejano

que ya es solo olvido. Una gran ventana en el centro, con

rejas de madera que sostienen a la vez los vidrios y un sofá

tamaño personal, un escritorio de madera que tenia encima

una máquina de escribir, una lámpara y útiles de escritorio -

casi olvido el vaso de café con leche (o de whisky)-. El cielo

purpura de la noche pétrea que perdura allí por más de doce

horas, con estrellas que tiritan en el cielo, otras caen y pido

un deseo; no lo recuerdo, pero debió ser: alguna vez vivir allí,

ocupar esa silla y escribir con esa máquina (a lo antiguo y

mejor) poemas a las mujeres que nunca logré amar, o las

novelas que ahora me agobian y que creo nunca podré ter-

minar, ni empezar, si no estoy allí mismo sentado, sin nada

que hacer más que escribir, nada más.

Agosto 2011

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Un cigarrillo más

ESTOY LEYENDO otro libro, fumando un cigarrillo –

porque los buenos lectores fuman y los escritores también,

pero yo soy un mal escritor, por eso odio fumar -, echado en

mi cama, que ya está llena de colillas, restos de comida y de

mi. Estoy despierto luego de haber dormido lo suficiente para

no ir a la universidad y de juntar flojera más otro cigarrillo.

Procuro seguir siempre las leyes del buen haragán: no te agi-

tes y sigue la rutina. Voy a la universidad por los cursos que

me interesan y para ver a Mabel - necesito verla de vez en

cuando y saber que la sigo amando como el primer día –, por

eso me meto a cursos en los que ella está, para tener un

buen pretexto. Tengo diecinueve, para algunos parezco de

dieciocho o menos pero para otros soy un viejo de más de

veinte. Ya no hago ningún deporte, me he vuelvo perezoso

hasta para eso, aunque algunas veces me vaya a jugar al futbol

con mis primos a Miraflores en la calle de mi tía, en la que viví

algún tiempo, ya no es tan divertido como antes – ahora me

canso más rápido –, nunca gano. Ahora solo me dedico a

nada.

Sera por eso que no pude ni puedo estar con Mar, no pude

decirle que la quería, que no me importaba Mabel, que mi

felicidad estaba con ella. Pienso que fue lo mejor – me con-

suelo mal –, ella jamás me amaría, yo tampoco, pero habría

sido la mejor relación, congeniamos muy bien, no nos odiá-

bamos – como yo a Mabel y viceversa -, y lo mejor de todo

era que nos veíamos seguido – a Mabel casi ni la veo -, nos

queríamos. Ella tiene el pelo castaño, ojos negros, aunque lo

mejor era su boca, sus labios, sus labios que siempre desee

pero jamás bese, como me arrepiento. Salimos muchas veces

– con Mabel nunca salí -, y todas fueron las mejores de mi

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vida, creo. La mejor fue esa vez que estuvimos echados en el

pasto, jugando con las cerezas del jardín de la biblioteca,

pintándonos la cara el uno al otro, que hermosa se veía, que

horrible fue cuando tuvo que limpiarme el rostro con agua

mineral y un papel higiénico, luego de que nos votara el con-

serje – como lo odié -. El problema es que luego tuvo que

salir de viaje, ella viaja mucho por lo que estudia, y yo, yo me

quede en mi cuarto leyendo el libro de turno, perdimos con-

tacto, luego le envié un mensaje a su correo diciéndole que la

quería – fue el peor error de mi vida -, y luego no la llame

hasta después de 3 meses y no recuerdo para que.

Ahora la prefiero lejos, no puedo concebir la idea de estar un

día con ella, no resistiría las ganas de besarla, de abrazarla y

decirle que la quiero, pero no la amo como a Mabel. Aunque

me haya quitado el sueño, y aun algunas veces lo haga ahora.

Le diría que soy un fraude, que no volví a leer por ella, que ya

no hago ni hice nada por ella, que no quiero salir con ella,

que no la odio, que la quiero.

Mabel me dijo eres un tonto, deberías decírselo, pero ella no

sabe que a quien quiero decirle todo eso es a ella. Pero jamás

se lo diría, se que acabaría con todo lo nuestro, con lo poco

que tenemos, tonto ya no tienes nada con ella, me digo, ni si-

quiera es tu amiga, ahora ya no. Ella sabrá que la amo tal vez,

pero yo creo que no, ni que se entere, primero que partiría

en dos y luego me odiaría. Yo la odio, porque esta con ese

tarado cara de kiko, y la odio mas porque no sé si lo quiere o

no, aunque sería lo mismo, igual jamás estaría conmigo, eso

es seguro. Ella me odia, porque soy un vago, duermo hasta

tarde, me hago el que lee libros – el intelectual estúpido -,

fumo mientras leo, porque le escribía antes para decirle que

amaba a Mar y ella tenía que leer estas estupideces de mala

gana para decirme que debo hacer, porque la necesito para

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que me diga qué hacer con mi vida, y me odia por eso, por-

que la amo sin que lo sepa.

Mar piensa que me olvide de ella, sabe que la tengo como no

admitida en el messenger, y se conecta cuando yo lo hago, y

solo algunas veces me atrevo a hablarle, y me cuenta que

tiene enamorado, que lo quiere, y yo la odio, y ella me odia

porque no le hago caso. Mabel no sabe que salgo con otra

chica aparte de Mar, ya estamos un meses, la quiero más que

a Mar pero no la amo como a ella, y cuando se entere me va

a odiar más de lo que me odia ahora. Yo sé que Mar me ama

o por lo menos me quiere mucho, por eso procura mante-

nerme al tanto de lo que hace, pero ya no la llamo porque la

odio, ese tarado no la quiere y ella tampoco, pienso en eso y

la odio, y ella me odia porque sabe que soy un perezoso, y si

no fuera por eso estaríamos juntos y ella sería feliz sabiendo

que al menos salgo de mi cuarto para ir a verla. Sé que Mabel

me odia, y no puede ocultarlo, pero sigo junto a ella, no la

puedo dejar, la quiero porque no me hecha de su vida, sabe

que sin ella no podre vivir y no quiere ser una homicida, me

ama por eso, y yo la odio, y Mar me ama y yo también, y la

odio porque no me contesta las llamadas, Mabel me llama y

no le contesto, y me fumo otro cigarrillo en mi cama, leyen-

do ahora otro libro que no me hace sentir mejor de lo que

soy y pienso, si, en verdad eres un tonto.

Agosto del 2009

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Cuento de febrero

I

DESPERTÓ. EL rostro pálido y sin facciones, los ojos

hinchados y la barba sin afeitar desde hace dieciocho días. La

habitación esta desordenada, una botella de whisky en el piso,

ropa tirada en el suelo, el cenicero en la mesa de noche lleno

de colillas de cigarrillos y una fotografía al lado. Un olor nau-

seabundo, a muerte, llena la habitación. No va a olvidar esa

mañana: el esta dormido, ella se levanta, se baña, se peina, se

viste, se calza, adiós amor, la almohada en la cabeza, tú, adiós,

un hilo de baba cae por tu mentón, y sigues durmiendo. To-

ma un taxi al trabajo, lunes de nuevo, que flojera, al centro. Y

en la noche, la buscas, no vino en todo el día, donde ha ido, la

llama y rellama, el celular apagado, a su casa, no vino desde

ayer, los lugares a los que va, a los que iba, un cigarro, otro y

uno más, sus amigas, sus amigos. No estás, donde estás, don-

de fuiste, te pasó algo, tú corazón late fuerte, presiente, no,

esta bien, no. Llamas a tus padres, no llamó, a tu prima, ten-íamos que vernos a las 3:00 pm, a hospitales, a la policía.

No puede deshacerse del fétido, sepulcral olor. Ca-

mina por la habitación, da vueltas, toma la botella, bebe todo,

no buscabas esto, la amabas, la adorabas. Entra a la ducha,

jabónate fuerte, enjuágate, una dos tres veces, horas, coño,

no sale, mierda. Llora, desahógate, tira todo, el cenicero, la

botella se rompe contra el suelo, rompe la camisa, échate

perfume, aun sigue, no se va, hecha más, lloras. Alza un ciga-

rro y póntelo a la boca, enciéndelo, aspira fuerte, te ahogas, y

más fuerte. Se levanta otra vez, da vueltas por la habitación,

su rostro se endurece, las ojeras mas negras a cada minuto,

es una bestia, salvaje, lo mato, el día que lo encuentre lo ma-

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to, ¿Pero, quién? ¿Cómo? Lo buscarás hasta el fin del mundo,

hasta el fin de tus días, moverás el mundo tú solo, lo buscarás

hasta debajo de las piedras. Sacas otra botella, pisco, lo tomas

rápido, ya no quema, mas bien amargo, y otra vez el olor,

coño, tómate toda la botella, hijo de mil putas, te encontraré,

llora, no, ya no llores más, el olor sale de tus lágrimas, se

impregna a tu piel, se hacen uno, y ahora tu cuerpo transpira

ese asqueroso olor, pero ya no puedes vivir sin el.

¿Por qué?, por que te amo, pero no necesito eso, yo

te quiero y quiero demostrártelo, te amo, yo te amo más.

Caminan, rápido que se nos cae el cielo encima, no puedo,

los tacos no me dejan, llueve, salta, corre, ven, por allá está

corto para cruzar, entremos mejor, ya me cansé, los pies me

matan, un café, un té, galletas, un cigarro, ella no fumes, no

me gusta que lo hagas, te va a matar, tú, de algo hay que mo-

rir, sorbes despacio, te amo, te preocupas por mi, no debería

hacerlo, igual no me haces caso nunca. Come despacio, las

parte, una migaja casi y a la boca, que lindo come, que her-

mosa es, que linda de ve con el cabello mojado, sus ojos son

avellana ahora, grandes, bonitos, y sus labios están rojos. Esta

vestida con su falda del trabajo, su blusa blanca y su saco azul

marino. ¿Cuando nos vamos a la playa? Ella cuando salga de

vacaciones, en dos semanas, tú vámonos a Mollendo, no, yo

quiero ir a Camaná, allí esta mi familia, además tengo casa,

podemos ir a un lugar que conozco, sólo para nosotros, tú

esta bien, vámonos entonces, ríes, la amas, ella te ama.

Caminas dos cuadras, a la derecha tres mas, sigue de

frente, piérdete en el camino, fusiónate, son uno sólo, van

donde sea, donde te lleve, no hay comienzo ni final, enciende

un cigarrillo y sigue, búscala, pregunta, ¿no la vio?, no, no, no.

Continua, no desfallezcas, engomina y pega, los postes, las

tiendas, los árboles. En el parque, con tu imaginación, la en-

contrarás, le dirás cuanto la amas, cuanto la extrañaste, te

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hizo falta, loquita, te hizo cansar de tanto andar, pero al fin,

prométele, no la dejaras jamás, júrale, la amaras siempre,

adórala, siempre su foto en la billetera, dale un beso y guár-dala. ¿Donde está?

Son las doce de la noche, no puede dormir. La en-

contró. Tirada en la acera, los ojos cerrados, la blusa rota, sin

zapatos, sin medias, los cabellos estrujados, un hilo de sangre

cae de sus piernas, por su boca, sus oídos. ¡Como estas! yo

bien, como has estado tú, ahí pues trabajando duro en la

oficina, que bien, yo taxeando pues, no hay chamba por

ningún lado, pero tu eres buen ingeniero, eso dice mi currícu-

lum, pero ya ves, al menos a tu novio no le falta trabajo, no,

él no trabaja, disfruta, en cambio yo, si pues, parece que le va

bien en el diario, a veces lo leo, que días aquellos los de la

universidad, él siguió su corazón, yo en cambio tengo que

vivir con este trabajo, pero lo amo, si pues, desde la universi-

dad ¿no?, si ya van ocho años, y se casaron, no todavía, pero

ya estábamos planeando, aun no me pide la mano, pero se

muere de ganas.

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II

- MAMACITA, SIEMPRE te quise tener así, en

la universidad, cuando estaba con mi enamorada, la noche de

bodas, todos los días pensaba en ti, en tu cuerpo de diosa

puta – El rostro lívido, el tipo grita, aúlla, se mueve de un

lado a otro, la ha amarrado y ahora solo la mira fijamente -

Ese imbécil del Adrián tuvo una suerte al encontrarse ¿Sabias

que ese día, yo tenia que ir a hacer las practicas a contabili-

dad? Me enferme, puta madre, él fue en mi lugar. La toma por

los brazos, la sacude, puta, que le diga que si, que se la quiere

chupar, despacito, su mujer no sabe, ya esta vieja la mierda.

Es gordo, fofo, no tiene fuerzas y solo la sacude en el suelo,

no le hagas nada, es débil, que culpa tiene ella, si lo hubiera

visto ese día igual no se enamoraba, el destino. Tiene una

camisa a cuadros, se ve su pecho lampiño, sudoroso, es mo-

reno y sin rostro, no lo mires, te da asco. Así que aún no se

casaron, ¿ningún hijo? claro, si se nota, planita, durita, mamita,

que rica estaba, y sus piernas y sus tetas, duritas, su carita, ni

una mancha. La carga torpemente, saca el arma de su bolsillo,

ahora se va a sacar todo o se moría, la desata, no grite o le

disparo, ella llora, no sabe que hacer, corre y entonces un

brazo, cae pesadamente, puta, si no podía escapar, aquí nadie

la iba a escuchar, ahora sáquese la ropa mierda. Tiembla, cae,

se levanta, la falda, la blusa caen al suelo, sangra por la boca y

la nariz, límpiese que me da asco, un pañuelo, a ver mamita,

déjeme ver pues, que rica, es delgada, la piel clara, los senos

firmes, el derrier elevado, fastuoso, la mirada perdida, deses-

perada, que le va a hacer, por favor, por su amistad, ¿porque?

porque estas rica pues, por que más, además siempre le tuvo

ganas, y ya se presento la oportunidad. La cacha de la pistola

le dio en la cien, cae de bruces contra el cuelo, se desmaya,

así perra, cuantas ganas te tenia, y ahora. Ahora el taxi sale

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rápido, donde chucha la dejo, tiene que ser rápido, mueve la

placa del carro, puta madre, no debiste ensañarte tanto, pero

es mejor, nadie lo sabia, ni lo sabrá nunca, cae de la puerta trasera.

La vieja llora sin consuelo, el padre, la mirada perdida

y llena de rabia, lo busca, lo encuentra y le pregunta: ¿Dónde

estaba?, no, no quería saber, mejor así. Adrián juega con sus

manos y dedos, está nervioso, no quería recordarse, señor,

habla torpemente, su lengua se traba con cada frase, su men-

te se confunde, le duele la cabeza y solo quiere irse a dormir,

a beber hasta embriagarse. Ahora la vieja se le acerca, ojeras,

el maquillaje corrido, no lleva labial y toda de negro da mie-

do, no puede evitar caer de bruces contra el césped, su ma-

rido corre a socorrerla, mujer que tonta, cálmese ¿Qué, no

miraba? Adrián no puede dejar de verla, pobre mujer, cuanto

había sufrido ya con la perdida de su hijo menor, y ahora ella,

Mar. Él se sentía igual señora, no quería vivir sin ella, pero

tenía, hijo, tenía que encontrar al malvado, al depravado que

le hizo eso a su Mar, a su chiquita.

- ¿Tú viste algo? – Ahora lo mira atentamente, como

un niño que ve fumar por primera vez a alguien.

- Si señor, pero no recuerdo bien la placa del auto. –

El niño le cuenta. La pelota entre las manos, ya no parece

estar agitado – Pero sí al que manejaba, aunque tendría que

verlo.

- Dime, ¿como era él? – Ahora, a diferencia de hace

tres minutos, está alterado, atento a cada palabra del chiqui-

llo.- ¿Quieres un helado, o algo? Ven vamos a comer algo y

me cuentas.

El tipo era medio gordo, el carro era rojo, de esos

Wolswaguen, la señorita lo detuvo y subió a eso de las ocho

de la mañana, yo estaba yendo a comprar pan. Parecían ami-

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gos, ella lo saludo con un beso en el cachete y se sentó en el

asiento de adelante. Mientras el niño le cuenta, Adrián, imagi-

na al tipo, gordo, amigo, el auto VolksWagen rojo. Perro,

tenia que ser él, pero que hijo de puta, presentarse al funeral,

hermanito, cuanto lo siento, era una gran chica, hermosa y

joven, se conocían desde la universidad. Pero por que lo har-

ía, no tenia ninguna razón, eran amigos en la universidad. El

niño termina el helado.

- Dime, el tipo que viste, ¿Era éste? – Adrián saca una

foto de la billetera. Es de la universidad, Son varios, se ven

felices, allí también esta Mar –. El tipo que está a mi lado, el

que está un poco serio.

- Sí, ese era don Adrián. Pero ahí está joven, pero si

es él, el tipo del auto. – Los ojos del niño se iluminan, era

ese, tenía que ser, sino quién.

Salen de la heladería, cruzan al otro lado de la calle,

te lo voy a presentar, pero tú no te sorprendas ni digas nada,

solo míralo. Saca el celular de su bolsillo, hola hermano, pod-

íamos vernos mas tarde, paso por tu casa entonces. Avanzan

cinco cuadras, llegan a un parque, mira, te voy a dar veinte

ahora, solo quiero que lo mires, desde aquí, sentado, luego,

cuando ya hayamos salido de la casa, caminas como yéndote a

tu casa, y si es él que viste en el auto me chocas y te discul-

pas, sino es, te pasas de frente, de cualquier forma mas tarde

yo te paso treinta más. Bueno señor, pero me pasa los treinta

pues, ya sabe como esta la economía, yo lo haría gratis, yo

también quería mucho a la señorita, ella me invitaba siempre

al cine. Claro no te preocupes, solo quiero estar seguro,

bien, ya es hora, solo haz lo que te dije y los treinta son tu-

yos, recuerda.

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III

HA COGIDO la Heckler & Koch, una bala, cargado

el arma, más que suficiente, la esconde en su espalda, sales de

la habitación, tropieza con la puerta, te lastimas la ceja, cami-

na por el corredor, y bajas la escalera, está sentado en el sofá

– la sala es pequeña: tres sofás, uno más grande que el otro,

una mesita en el centro, hay un cenicero con colillas pagadas

y un cigarrillo encendido, una cajetilla de Lucky Strike, dos

botellas de Whisky, una ya va por la mitad y dos vasos llenos.

Una cómoda al frente, con fotos, un jarrón con claveles rojos

y morados y una imagen de la Virgen de Chapi cuelga de la

pared. – El tipo se voltea, te mira ¿Qué paso? Nada, alza su

vaso y brindan, por Mar, por ella.

- Toma, lo prometido es deuda – Adrian saca su bille-

tera – Gracias, ahora ve a tu casa y no regreses hasta maña-

na.

- Pero señor, aquí hay como mil – El rostro del niño

se pone pálido, sonríe. – No debo señor, quedamos en trein-

ta.

- ¿Es él, o no? – dice Adrian. Lleva unas botellas de

whisky en las manos.

- Sí, pero no irá a hacer una locura – dice el niño, lo

mira con indecisión.

- Eres buen amigo.

Tú le devolviste el alma, la razón de vivir. Era él, si.

¿Pero, porque se mato? ¿Qué iba hacer entonces? No tenía

otra salida, mejor dicho, ya no tenía un motivo para vivir. Mi

mamá dice que todos tenemos siempre alguien por quien

vivir, pero se mató así como así, como si no tuviera a su ma-

dre al menos. Su familia murió hace años, en un accidente,

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desde entonces, solo la tuvo a ella. La señorita era linda, muy

buena. Era su motivo, su vida le pertenecía a ella, y cuando

murió se quedó sin nada, solo le alimentaba la venganza, el

deseo de matar a quien la mató. Yo entiendo un poco, pero

creo que no mataría a nadie, no creo que tenga fuerzas. Él

tampoco la tenia, su instinto lo manejó. Solo espero que este

en el cielo. No creo. ¿Por qué? Porque al matar te vas al in-

fierno, ya no tienes otro destino más que ese. No quisiera

condenarme. Tú no tendrás que llegar a eso, tú apenas eres

un niño. Pero, aun así, entiendo lo que pasó don Adrian. Cla-

ro, pero no te preocupes, esto no puede pasarte a ti. ¿Por

qué no? Porque no se puede repetir la misma tragedia a tus

personas buenas. Quizás, pero, es que no debería pasarle a

nadie en verdad. La pura verdad, eres muy inteligente, esta

sociedad está sucia. La gran mayoría, pero aun hay personas

buenas. ¿Cómo quien? Como la señorita, como usted, como

mi mami. No creo que yo sea buena. ¿Por qué dice eso? Por-

que yo le pedí a Adrian que busque y mate al asesino de mi

hija.

Excitación, éxtasis, locura, alegría. La inmensa alegría

de vivir, no, de morir. La extrañas, no puedes vivir sin ella.

Todo está hecho, ya no tienes ningún motivo para vivir. ¿Qué

pensabas, que no iba a descubrirte? No quiero saber porque

lo hiciste, las explicaciones ahora sobran. Ambos sabemos lo

que va a pasar. Tu mente se llena de recuerdos amargos. Por

momentos en su rostro se dibuja una sonrisa siniestra, de una

locura sin fin. ¿La ves? Es ella, su silueta translucida se mueve,

se acerca. Esta triste. Yo no quise, no sé en qué pensaba.

Pero yo sí. El whisky cae, enciende un cigarrillo, y, el tipo aun

sentado en el sofá, el rostro libido, desesperado. Sacas el

arma, ella se sienta a tu lado, te toma de la mano, pero pasa

sin mayor esfuerzo, se desliza y ahora le apuntas. No, así no.

Le dispara en la pierna y el tipo, con su inmensa gordura cae

en peso, un grito de dolor, de desesperación, una pierna fir-

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me le rompe una costilla, no sale el siguiente disparo, ni el

otro, puta madre, solo le puso una bala, otra patada en el

rostro. Corre, abre el cajón y saca un cargador lleno. Baja

rápido, lo toma de la cabellera, lo arrastra hasta la cocina.

Otro disparo en el hombro. Tiene que sufrir como yo sufrí.

Agarra un cuchillo, le corta los tendones de las piernas, de los

brazos. Se ensaña con ese cuerpo flácido y fofo. Le cortas el

miembro. EL tipo no puede gritar mas, su voz se apaga. La

carnicería ha terminado, y un largo silencio se hace en la casa.

Ella, que solo miraba sentada en el sofá, se levanta, enciende

otro cigarrillo y se acerca. La veo ahora. Sonríe. Solo el dulce

sonido de ese disparo pudo terminar con el tipo. ¿Qué pien-sas? Que debí traer un cargador más.

Febrero de 2010

{FIN}

Page 37: Recuerdos del olvido

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INDICE

Prólogo ……………………………..…………… 4

Poesía .…….…………………………………….. 5

Cuentos ………………………………………… 20

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