Recuerdos de un lugar de la Mancha

6
Recuerdos de un lugar de la Mancha Cuento Autora MARITZA MENDEZ ARRIETA Estudiante de Gestión Turística Sostenible CU: San Vito Curso Técnicas de Animación turística Cod:05156

Transcript of Recuerdos de un lugar de la Mancha

Recuerdos de un lugar de la Mancha

Cuento

Autora

MARITZA MENDEZ ARRIETA

Estudiante de Gestión Turística Sostenible

CU: San Vito

Curso

Técnicas de Animación turística

Cod:05156

1

Recuerdos de un lugar de la Mancha

“En un lugar de la mancha de cuyo nombre no quiero acordarme”.

Esta era la frase pronunciada por nuestro padre que llenaba de

entusiasmo nuestros corazones y nos hacía apresurarnos para irnos

a la cama, pues no queríamos perdernos un instante de aquella

historia. Pero antes debíamos tener nuestros dientes limpios y

puestas nuestras pijamas.

Era la década de los ochenta, mi hermana y yo teníamos cinco y seis

años. No contábamos con electricidad ni televisión, era aquel tiempo

donde se disfrutaba realmente cada historia. Donde la imaginación

volaba a la luz de una vela, mientras los padres compartían con los

niños el calor de sus cobijas.

Nuestro padre llego días atrás, con un libro que no tenía gracia

aparente, pues por ser niñas buscábamos dibujos y solo veíamos un

señor extraño en la portada. Con gran ingenio nuestro padre nos

explicaba que dentro de aquel libro que decíamos “feo”, había una

gran historia, que pronto tendría un lugar muy especial en nuestros

recuerdos y solo teníamos que usar nuestra imaginación.

Poco a poco nos enseñó a construir los personajes en nuestra mente

y empezó a contarnos aquella gran aventura – “En un lugar de la

mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…” frase que siguió

2

utilizando cada vez que quería que nos preparáramos para ir a la

cama.

A la luz de las velas, mi padre leía una y otra página de aquel libro y

se detenía de vez en cuando para explicarnos de forma sencilla las

palabras que no entendíamos, creando toda aquella aventura en

nuestra mente hasta que el sueño lograba vencernos.

Mi madre lavaba cerca de un naciente de agua ubicado al pie de unos

guarumos muy grandes, estos árboles (muy comunes en la zona sur

de Costa Rica donde vivíamos ) dejan caer sus hojas secas, mi

hermana y yo encontramos gran parecido en los tallos de dichas

hojas a caballos. Entonces nuestra madre nos ayudó a ponerle rienda

con un mecate de cabuya, y cuando me pregunto cómo se llamaba

mi caballo rápidamente y muy emocionada respondí “Rocinante”.

Al tener un “caballo” de nombre tan famoso entonces quise ser Don

Quijote de la Mancha. A sus cinco años mi hermana era muy dócil y

desde luego la convencí de ser mi escudero Sancho Panza y no

podía faltarle su burrito de guarumo. Nos íbamos al jardín a repetir

las aventuras que nos leía nuestro padre la noche anterior. Con un

chilillo de olivo prepare mi espada, y una bolsa plástica fue mi

armadura.

3

Los primeros enemigos en ser perseguidos fueron las pobres

gallinas, que se asustaban cuando les quería pegar con el chilillo, por

lo cual mi madre me regaño para que no las maltratara, pero yo

continúe persiguiendo mis “enemigos,” y como buen escudero mi

hermana me repetía “- mami dijo que no, mami dijo que no”.

Para esa época no se daba kínder en las zonas rurales, el

aprendizaje se cultivaba con los juegos junto al bosque. Recuerdo

uno de mis sitios favoritos donde había un pequeño naciente que

daba vida a unos juncos, de esos que cuando uno pasaba apretando

sus hojas en forma de pajillas sonaban como si reventaran, y con los

pies descalzos nos hundíamos hasta media pierna en el barro, era

muy divertido, precisamente aquel lugar donde mama nos decía que

no fuéramos solas porque habían serpientes.

Ese día como era usual andábamos en nuestro caballito de guarumo

cuando los árboles comenzaron a mecerse. Recordando la historia

de don quijote contra los molinos de viento, comencé a decir, “son

feos gigantes, hay que matarlos,” mientras mi hermanita muy

emocionada gritaba “los monos, los monos” , era muy común verlos

en los alrededores, solo que ese día quizá por andar solas, los

animalitos más curiosos que de costumbre se acercaron más y más,

mirándonos con su carita blanca pero cuando les grite “gigantes los

4

acabare con mi espada”, comenzaron a gritar y a tirarnos lo que

tuvieran a mano, por suerte nuestra madre estaba cerca y logro

auxiliarnos a tiempo de aquellos gigantes enojados.

En una tarde de verano, recuerdo que estábamos con nuestro

acostumbrado juego, pero esta vez en la mata de zacate limón que

estaba junto al desagüe del fregadero la cual distaba como veinte

metros de donde caía el agua, un poco alejado de casa, la noche

anterior mi padre nos había contado cuando don quijote se

encontraba con un leonero al que exigía echara fuera sus leones para

el vencerlos en batalla.

En ese momento, con mi espada golpeaba la mata de zacate y

comenzamos a escuchar un gruñido y la mata se sacudió, llenas de

temor, corrimos a casa muy asustadas dando gritos, pensando que

nuestro león imaginario se había convertido en verdadero – El

leooón, nos come el leooón. Por supuesto nuestro padre salió

corriendo a ver que nos sucedía. Pero cuando fue a revisar la planta

no había ningún león, solo un escarbadero. Para mis padres

posiblemente sería un armadillo que buscaba lombrices para

alimentarse, para nosotras un león feroz que quiso devorarnos.

Muchas otras aventuras hicieron volar nuestra imaginación como la

de la de aquella cueva que se formó con las enormes matas de olivo

5

que mi padre no volvió a cortar y se llenaron de zacate que las hizo

doblarse, era el lugar favorito de las gallinas que se escapaban a

poner sus huevos. Cuando el sol le daba directamente salía vapor y

parecía que se estaba quemando, lo que dio lugar a imaginar que

dentro de aquella cueva vivía un dragón que echaba fuego por la

boca y debíamos vencerlo para que no se robara a Dulcinea del

Toboso.

El tiempo ha pasado y muchos han hecho homenaje a Miguel de

Cervantes dando el nombre de estos personajes a sodas y

restaurantes, hoy me invade la nostalgia porque muchos niños no

vivirán tan grandes aventuras como las que vivimos de niñas, cuando

nuestra mente dibujaba aquellos personajes al escuchar aquella voz

que nos decía “En un lugar de la mancha de cuyo nombre no quiero

acordarme.”

Al pasar por lugares, como la zona de los santos y ver los enormes

molinos de viento, siento despertar en mi aquel ingenioso hidalgo

que mira aquellos gigantes, que sigue creyendo que a este mundo le

están haciendo falta caballeros andantes.

Fin