Ravier, Adrián - 2009 - Richard Cantillon y el primer tratado de economía política - RAI No. 3

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Marzo - Año 2009 No. 3 REVISTA DE ANÁLISIS INSTITUCIONAL Thomas Kuhn: el paso de la racionalidad Algorítmica a la racionalidad hermenéutica Gabriel J. Zanotti A propósito de la propuesta de reforma institucional de Friedrich A. von Hayek Constanza Mazzina Richard Cantillon y el primer tratado de economía política Adrián O. Ravier Derechos originarios de propiedad en una teoría del tipo Hume: algunas reflexiones preliminares Eduardo Stordeur (h) Mitre y la formación del estado federal argentino, 1861-1862 Adrián Lucardi La influencia de la tradición romanista en el pensamiento jurídico de Bruno Leoni Pablo A. Iannello Panorama actual de las teorías evolucionistas en ciencias sociales (Primera Parte) Eliana M. Santanatoglia

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En este trabajo intentaremos alcanzar tres objetivos, cada uno desarrollado en su respectiva sección: Primero, reconstruir la vida de Richard Cantillon a la luz de una extensa bibliografía secundaria, donde se destacan las investigaciones de William Stanley Jevons, Henry Higgs, Friedrich A. von Hayek, JosephSchumpeter y Murray Rothbard. Segundo, destacar las contribuciones de Richard Cantillon en su Essai, no sólo concentrándonos en los aspectos subrayados pornumerosos historiadores del pensamiento económico, sino también por aspectos que quien escribe considera ignorados dentro del trabajo en estudio. Tercero, y a modo de reflexión final, analizar la influencia o el impacto que este Essai ha provocado tanto directa, como indirectamente, en los pensadores de su tiempo y en el pensamiento económico moderno.

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Marzo - Año 2009 No. 3

REVISTA DE ANÁLISIS

INSTITUCIONAL

Thomas Kuhn: el paso de la racionalidad Algorítmica a la racionalidad hermenéutica Gabriel J. Zanotti

A propósito de la propuesta de reforma institucional de Friedrich A. von Hayek Constanza Mazzina

Richard Cantillon y el primer tratado de economía política Adrián O. Ravier

Derechos originarios de propiedad en una teoría del tipo Hume: algunas reflexiones preliminares Eduardo Stordeur (h)

Mitre y la formación del estado federal argentino, 1861-1862 Adrián Lucardi

La influencia de la tradición romanista en el pensamiento jurídico de Bruno Leoni Pablo A. Iannello

Panorama actual de las teorías evolucionistas en ciencias sociales (Primera Parte) Eliana M. Santanatoglia

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RICHARD CANTILLON Y EL PRIMER TRATADO

DE ECONOMÍA POLÍTICA

Adrián O. Ravier 1

El ensayo de Cantillon es, con más derecho que ninguna otra obra, “la cuna de la economía política”.William Stanley Jevons, Richard Cantillon

y la Nacionalidad de la Economía Política, 1881

La estimación de Jevons es excesiva. Nada tan desafortunado como llamar al Essai “cuna de la economía”:

si algo no puede ser es precisamente “cuna”.Joseph Schumpeter, Historia del Análisis Económico, 1954

INTRODUCCIÓN

El “Essai sur la nature du commerce en général” 2, es la única obra que se le conoce a Richard Cantillon, manuscrito que circuló a partir de 1734 por Francia, Inglaterra y otros países de Europa, provocando una influencia central y directa en los pensadores más importantes del siglo XVIII y XIX, e indirecta en algunas escuelas del pensamiento económico moderno.

1 El autor es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y miembro full time del Departamento de Investigaciones de la Fundación Friedrich A. von Hayek. Correo Electrónico: [email protected]

2 Véase Richard Cantillon, Ensayos sobre la naturaleza del comercio en general, Fondo de Cultura Económica, México, 1950, primera reimpresión 1978. Título original: Essai sur la nature du commerce en général, Fletcher Gyles, Londres, 1755.

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Poco se conoce sobre su vida y obra, siendo motivo de polémi-ca o duda su nacionalidad, sus raíces, sus estudios, la fecha en que escribió su Essai, el motivo por el que permaneció sin publicarse durante más de dos décadas, si su riqueza personal fue obtenida de modo fraudulento, e incluso la fecha y forma en que fallece, o si fue asesinado.

En este trabajo intentaremos alcanzar tres objetivos, cada uno desarrollado en su respectiva sección: Primero, reconstruir su vida, a la luz de una extensa bibliografía secundaria, donde se destacan las investigaciones de William Stanley Jevons (1881), Henry Higgs (1891), Friedrich A. von Hayek (1931), Joseph Hone (1944), Joseph Schumpeter (1954), Antoin Murphy (1985) y Murray Rothbard (1995). Segundo, destacar las contribuciones de Richard Cantillon en su Essai, no sólo concentrándonos en los aspectos subrayados por numerosos historiadores del pensamiento económico, sino también por aspectos que quien escribe considera ignorados dentro del tra-bajo en estudio. Tercero, y a modo de reflexión final, analizar la in-fluencia o el impacto que este Essai ha provocado tanto directa, como indirectamente, en los pensadores de su tiempo y en el pensamiento económico moderno, pudiendo entonces concluir si es justo o no denominar a esta obra, para muchos desconocida, como la «cuna» de la economía política.

I. RICHARD CANTILLON (1680?-1734?)

Para reconstruir la vida de Richard Cantillon habrá que em-pezar por abordar el famoso ensayo de William Stanley Jevons de 1881, trabajo que la literatura considera como descubridor del Essai, y sin el cual la oscuridad que rodea a la vida de Cantillon, sería aún mayor. Jevons no sólo destaca allí la importancia del contenido del Essai, sino que se preocupa por investigar algunos aspectos sobre la vida del autor, abriendo numerosos interrogantes, algunos de los cuales pudieron ser resueltos y otros que permanecen sin respuesta.

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1.1. Algunas incógnitas en la vida de Cantillon

La mayoría de los historiadores del pensamiento económico, siguiendo la obra póstuma de Joseph Schumpeter (1954), adjudican a 1680 la fecha de su nacimiento, pero reconociendo ciertas dudas. El mismo Schumpeter, en un pie de página, lo expone de la siguiente manera:

RICHARD CANTILLON (fecha de nacimiento insegura, pero generalmente dada: 1680; murió, probablemente asesinado, en 1734) era un banquero parisiense de origen irlandés 3.

Lo cierto es que, en sus casi treinta páginas de biografía, Jevons no presenta una fecha posible de nacimiento. El primer dato con el que contamos fue provisto en 1891 por Henry Higgs, quien citando un árbol genealógico de Burke de 1845, señala que Cantillon, el economista, pudo haber nacido antes de 1680 4.

En 1944 Joseph Hone publica una excelente nota biográfica en The Economic Journal donde reconstruye el árbol genealógico de la familia Cantillon (ver figura No. 1), y citando a John C. Nagle, quien en los años treinta del siglo pasado estuvo en contacto con la familia Cantillon en Francia, y apoyado también en algunas otras in-vestigaciones propias, explica que Cantillon habría nacido en marzo de 1697. De ser esta información verídica, y tomando como fecha de su muerte a 1734, Cantillon habría fallecido a los 37 años 5.

3 Véase Joseph A. Schumpeter, Historia del análisis económico, Editorial Ariel, S.A., Barcelona, 1995, p. 260. Publicada sobre la base del manuscrito por Elizabeth Boody Schumpeter. Título original: History of economic analysis, Oxford University Press, 1954.

4 Véase Henry Higgs, “A note on Cantillon”, The Economic Journal, Vol. 42, No. 166, (Jun., 1932), p. 271.

5 Esta nota biográfica permite confirmar que Richard Cantillon, el econo-mista y banquero, se casó con Mary Ann Mahony, y que tuvieron una hija, a la que llamaron Henrietta. Véase Joseph Hone, “Richard Cantillon, economist: biographical note”, The Economic Journal, vol. 54, No. 213 (Apr., 1944), pp. 96-100.

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Quien a su vez pone en duda esta información es uno de los últimos biógrafos de Cantillon. Antoin Murphy, en un trabajo pre-sentado en un Simposio sobre Richard Cantillon, en Pacific Grove, California, en agosto de 1980, si bien rescata la importancia del tra-bajo de Joseph Hone, corrige parte del árbol genealógico y expli-ca que sería inconsistente tomar como fecha de nacimiento el 16 de marzo de 1697 (ver figura No. 2). Al examinar la relación entre Cantillon y John Law y la reputación que Cantillon había obtenido como banquero, relacionado con la clase más poderosa de Francia, señala que si nació efectivamente en 1697, entonces “Bolingbroke [un importante miembro de la clase política] habría confiado una suma de 20.000 libras, a un joven banquero de 18 años, que sólo había arribado a París unos diez meses antes”. Y concluye que esto, seguramente no ha de ser así 6.

Lo dicho, nos permite sostener que las dudas sobre la fecha de nacimiento de Richard Cantillon persisten hasta el día de hoy, y sumado a la poca certeza de cuándo fue escrito su trabajo, nos impedirá saber si su Essai fue escrito como un joven prometedor de sólo treinta años, o como un banquero experimentado de cincuenta. Se espera igualmente, que la incógnita se pueda develar en investi-gaciones futuras.

6 Véase Antoin Murphy, “Richard Cantillon: banker and economist”, The Journal of Libertarian Studies, Vol. VII, No. 2 (Fall 1985), p. 200. En el mismo ensayo, Murphy (pp. 198-199) explica que “Unfortunately, notwithstanding the new information obtained on his family Cantillon’s date of birth still proves to be elusive. As Betham confused Cantillon’s parents it may be argued that the date of birth he gives of the 16th of March 1697 is incorrect. This date is apparently based on a Terry Manuscript that Betham saw in the British Library. Unfortunately, I have been unable to find this Terry Manuscript in the British Library and so cannot comment on its authenticity”.

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Figura No. 1

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Existe cierto consenso, como surge de la primera investigación de Jevons, de que Richard Cantillon nació en Irlanda 7, en el con-dado de Kerry y en el seno de una familia católica, propietaria de tierras 8.

La poca información biográfica que se posee nos confirma que Cantillon, antes de convertirse en un banquero de París, trabajó en España, durante la guerra de sucesión, como contable del Pagador General de los Ejércitos Ingleses. Esta posición lo convirtió en un personaje cosmopolita, conocedor de toda Europa, además de per-mitirle tomar un primer contacto con la actividad bancaria y las finanzas internacionales 9.

1.2. Cantillon, el banquero

Su carrera como banquero sólo fue posible gracias a sus buenas relaciones familiares con Daniel Arthur, tío de su madre, relacionado

7 “There is little doubt in my mind that Cantillon’s parents were Irish and the O’Connell manuscript helps confirm the impression that the economist was born in Ireland. In a legal brief published on behalf of Richard Cantillon in Paris it is contended that Cantillon was ‘Irlandois d’Origine’, while Freron states in the L’Annk Littirake that Cantillon was Irish”. Véase A. Murphy, Op. Cit., p.198.

8 Véase W. Stanley Jevons, “Richard Cantillon y la nacionalidad de la eco-nomía política”, en Richard Cantillon, Ensayos sobre la naturaleza del comercio en general, Fondo de Cultura Económica, México, 1950, pp. 210-211.

9 “Cantillon, according to Mirabeau, ‘had houses in seven of the principal towns of Europe, and the slightest point of information to acquire or calculation to verify made him cross Europe from one end to the other.’ Such Cosmopolitan experience must have greatly assisted an economist in the infancy of the science to winnow the local, accidental, and particular from the general and ‘natural’ causes of wealth, even if it did not afford the advantage of access to the literature of trade in other tongues than his own”. Véase Henry Higgs, “Cantillon´s place in economics”, The Quarterly Journal of Economics, Vol. 6, No. 4 (Jul., 1982), pp. 436-456. A este respecto, es importante señalar los países a los cuales Cantillon se refiere en su Essai, y siempre de modo apropiado: Inglaterra, Francia, Alemania, Bélgica, Holanda, Suecia, España, Portugal, Italia, Hungría, Turquía, Grecia, Polonia, Rusia, Chipre, Arabia, China, Japón, India, Brasil y América.

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con operaciones bancarias tanto en Londres como en París, y con su primo, el Chevalier Richard Cantillon, bien establecido en París.

El 11 de agosto de 1714, Richard Cantillon Junior –como se lo denominaba entonces– se traslada a París y comienza a trabajar como asistente de su primo. Un mes más tarde, para septiembre de 1714, el Chevalier confía a nuestro hombre, el poder de gerenciar, en su ausencia, los asuntos de su banco, ubicado en la calle St. Honore. Para febrero de 1716, Richard Cantillon ya estaba en posición de comprar el negocio bancario de su primo, y ofrecerle un pago anual de 3.000 libras por año por su retiro.

Pero ya en 1715, el joven Cantillon tenía un rol dominante en el negocio bancario de su primo. Un documento, de mayo de 1715, nos muestra una transacción que involucraba a Lord Bolingbroke, a Lord Carnarvon y a un banquero llamado Comparant, donde el primero había confiado a Cantillon una suma de 20.000 libras, circunstancia que confirma lo dicho previamente, en cuanto a que Cantillon gozaba de tal reputación en París, que haría imposible que tuviera sólo 18 años.

Tras la muerte del Chevalier en 1717, Richard Cantillon conti-nuó el negocio bancario, involucrándose con los hombres más pode-rosos de Francia, entre quienes podemos mencionar figuras literarias como Alexander Pope, Matthew Prior y Voltaire; miembros de la clase política como el mencionado Bolingbroke, el irlandés Wild Geese o Montesquieu, así como soldados y comerciantes, clérigos y miembros de la corte. Sin embargo, su conexión más importante debió haber sido con John Law.

1.3. El sistema bancario de la Francia del Siglo XVIII

La figura más importante y más influyente en el sistema ban-cario de la Francia del Siglo XVIII fue, sin lugar a dudas, la de John Law, banquero francés, quien logró convencer al regente Felipe de Orleans de aplicar su sistema de expansión monetaria y crediticia para estimular la economía.

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Tal expansión produjo un auge artificial en la economía, con especial incidencia en el mercado bursátil, y en particular en relación con las acciones de la compañía comercial de occidente conocida con el nombre de Compañía Mississippi. En 1720 la burbuja fi-nanciera había alcanzado un nivel alarmante, siendo evidente, para aquellos que tenían conocimiento en materia financiera y bancaria, que la misma debía explotar.

Law, en un marco de desesperación, hizo todos los intentos po-sibles para mantener el sistema, y en especial lo necesario para man-tener el precio de las acciones de la sociedad del Mississippi y el valor de los billetes de su banco. El banco y la compañía comercial fueron fusionados, las acciones de la compañía comercial se declararon di-nero de curso forzoso y las monedas metálicas perdieron parte de su peso para intentar restaurar su equivalencia con los billetes.

Como suele ocurrir ante este estado de cosas, todas las medidas que se tomaron fueron inútiles y la pirámide inflacionaria se de-rrumbó como un castillo de naipes, produciendo la ruina no sólo del banco, sino también de muchos franceses que habían confiado en él y en las acciones de la compañía comercial.

Jesús Huerta de Soto, en su ya famoso capítulo II del libro Dinero, crédito bancario y ciclos económicos (1998), dedicado a es-tudiar la historia monetaria y bancaria desde Grecia hasta la actua-lidad, explica sobre este período que las pérdidas fueron tan cuan-tiosas y el sufrimiento que crearon tan grande que durante más de cien años en Francia se consideró incluso de mal gusto pronunciar la palabra «banco», la cual llegó a utilizarse como sinónimo del tér-mino «fraude». Los daños de la inflación habrían de asolar Francia de nuevo pocas décadas después, con el advenimiento del grave des-orden monetario del periodo revolucionario y la emisión descontro-lada de assignats que en el mismo se verificó. Todos estos fenómenos han quedado fuertemente grabados en la memoria colectiva de los franceses, que aún hoy son muy conscientes de los graves peligros que tiene la inflación de papel moneda y mantienen la costumbre familiar de atesorar una apreciable cantidad de oro amonedado o en

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lingotes (de hecho, puede estimarse que Francia, junto con la India, es uno de los países donde los particulares mantienen el stock de oro más importante) 10.

1.4. Cantillon y John Law

Lo dicho nos lleva a caracterizar a John Law, dentro de la histo-ria del pensamiento económico, como un proto-keynesiano, quien creía que un aumento en la oferta monetaria podría estimular la producción de la economía francesa. Cantillon por su parte, como señalaremos en la segunda sección, sabía que este efecto sólo podía ser de corto plazo, y que la burbuja que se inflara mediante la políti-ca monetaria y crediticia, tarde o temprano debía explotar 11.

Jevons resume, por otro lado, el prestigio que había alcanzado Cantillon, la “envidia” generada en John Law y la disputa que nace entre ambos:

“Asociado a un crédito inmenso –como dice la Biographie Universelle– afables maneras y aguzado ingenio, era solicitado por la mejor sociedad y tuvo intimidad con personas del más alto ran-go”. Fue amigo de Lord Bolingbroke, y aún se afirma que estuvo en buenos términos con la Princesa de Auvernia. En efecto fue tal su éxito financiero y social que el gran John Law, entonces en la gloria de sus combinaciones financieras, estaba envidioso de él. Replicando a su compatriota, sobrevino una discusión que debió ser cierta porque, como diría un autor francés, era naturalísima. “Si estuviéramos en Inglaterra (dijo Law) no tendría más remedio que

10 Véase Jesús Huerta de Soto, Dinero, Crédito Bancario y Ciclos Económicos, Unión Editorial, Madrid, 1998, segunda edición, 2002, pp. 90-91. Existe una traducción al inglés.

11 Observaremos más adelante cómo Cantillon, haciendo referencias al pe-ríodo 1718-1721, en Francia, critica explícitamente la política monetaria de John Law y su intento por evitar que la burbuja se desinfle, mostrando un profundo conocimiento de teoría económica, y en particular de teoría monetaria y de ciclos económicos.

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transigir con usted y arreglarnos; pero como estamos en Francia, puedo enviaros esta tarde a la Bastilla, si no me dais vuestra palabra de salir del Reino en las próximas veinticuatro horas”. Cantillon se puso a pensar un momento y contestó: “¡Bueno, no me iré, y haré triunfar vuestro sistema!” 12.

La disputa terminó por asociar a Cantillon con Law, tomando el primero unas veinte millones de libras de la sociedad comercial del Mississippi fundada por el segundo, y por mediación de sus nume-rosos amigos y agentes comerciales, y gracias a la reputación alcanza-da, pudo colocarlos en el mercado con gran beneficio.

El negocio consistió en prestar este dinero a numerosos clientes de gran prestigio con la condición de que compraran acciones de la sociedad comercial del Mississippi. Durante el auge, originado en la política inflacionista de John Law, estas acciones aumentaron fuerte-mente de valor, generando importantes beneficios a sus propietarios, pero viendo Cantillon que esta burbuja especulativa necesariamente iba a explotar en poco tiempo, tomó las medidas necesarias, se des-hizo de sus propias participaciones así como de aquellas que perte-necían a sus prestatarios, y que le habían dejado en garantía, tomó el dinero que surgió como fruto de las ventas de estas participaciones y partió hacia Italia para esperar allí el fin de la burbuja, que se des-encadenó al poco tiempo. Cuando en 1720, la sociedad comercial del Mississippi fue a la quiebra sus clientes habían perdido el dine-ro invertido, pero mantenían una importante deuda con Cantillon, quien les había prestado el dinero con el que compraron las partici-paciones, a una tasa de interés de hasta el 50 por ciento. Cantillon exigió que devolvieran el dinero que se les había prestado, y entonces comenzó una larga disputa legal, que duró hasta su muerte. Murray Rothbard destaca que “Cantillon regresó a París multimillonario,

12 Véase W. Stanley Jevons, Op. Cit., p. 206.

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aunque impopular entre sus antiguos asociados y deudores” 13. Su fortuna, al momento de su muerte, era enorme, estaba conformada por propiedades y acciones, y se encontraba dispersa en un buen número países.

Jesús Huerta de Soto, nos cuenta, a continuación, su particular visión de cómo Cantillon, entre 1717 y 1721, amasó esta enorme fortuna, especulando “fraudulentamente” con los valores de John Law:

En efecto, está demostrado que Cantillon violó el contrato de depósito irregular no de dinero, sino de títulos de la sociedad co-mercial del Mississippi que había fundado John Law, organizando la siguiente fraudulenta actividad: concedió importantes préstamos para que sus clientes compraran acciones de dicha sociedad, con la condición de que quedaran depositadas en el banco de Cantillon como colateral en forma de depósito irregular, es decir, de títulos fungibles e indistinguibles. Posteriormente Cantillon, sin conoci-miento de sus clientes, se apropió indebidamente de las acciones depositadas, vendiéndolas cuando pensó que tenían un precio ele-vado en el mercado, apropiándose del producto de la venta. Una vez que las acciones perdieron prácticamente todo su valor, Cantillon las recompró por una fracción de su antiguo precio y repuso el de-pósito, obteniendo una cuantiosa ganancia. Finalmente, ejecutó los

13 Véase Murray N. Rothbard, Historia del pensamiento económico, Volumen I: El pensamiento económico hasta Adam Smith, Unión Editorial, Madrid, 1999, p. 387. Luigi Einaudi, por su parte, explica que Cantillon no buscó o no pudo conseguir protección por un possible atentado de sus clientes: “Cantillon, who was mostly absent from Paris between 1720 and 1726, did not care, or was not able to search for protection among the aristocracy, and his noble clients were, moreover, too angry with him to allow his name to be dropped from the larger provisional list, as hap-pened with several other big financiers. […] The estimate of the fortune acquired by Cantillon was, as for other profiteers, largely a matter of guess, as it was based on the examination of deeds or transactions registered in public notaries´ offices or in the India Company´s books and other public sources, supplemented by a roused public opinion. Véase Luigi Einaudi, “On a forgotten quotation about Cantillon´s life”, The Economic Journal, Vol. 43, No. 171, (Sep., 1933), p. 536.

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préstamos que originariamente había dado a sus clientes, los cuales no fueron capaces de devolverlos, dado que el colateral que tenían en el banco prácticamente ya no valía nada. Estas fraudulentas ope-raciones motivaron que se interpusieran múltiples querellas crimi-nales y demandas civiles contra Cantillon que, tras ser detenido y brevemente encarcelado, tuvo que abandonar precipitadamente Francia y refugiarse en Inglaterra 14.

La defensa de Cantillon nos retrotrae al ya famoso debate entre aquellos que defienden un sistema de banca libre con reserva frac-cionaria (Lawrence White o George Selgin, entre otros), y aquellos que promueven la banca libre pero con un encaje del 100 por cien (Murray Rothbard o Jesús Huerta de Soto, entre otros). Cantillon explicó, como lo haría hoy un defensor del free banking, es decir, el primero de los sistemas mencionados, que el dinero que recibió en concepto de depósito, era más bien un préstamo por tiempo indefini-do, que pasaba a ser de su propiedad quedando obligado a devolver, cuando los depositantes lo requirieran, la suma prestada. Mientras tanto, Cantillon podía disponer del dinero y asumir su propio ries-go. Cantillon pudo devolver a sus propietarios los títulos que habían depositado, cuando estos lo requirieron, pero sobre la base de su conocimiento en materia económica y monetaria, aprovechó el auge de su cotización y la posterior baja, para vender y re-comprar en el momento adecuado amasando una gran fortuna.

Friedrich A. von Hayek resume, con mayor precisión, esta de-fensa del caso:

Su punto de vista era, como luego explicaría, que las acciones que le fueron entregadas, puesto que sus números no habían sido registrados, no constituían un depósito auténtico, sino más bien –como se diría hoy en día– constituían un depósito irregular de tal manera que ninguno de sus clientes tenía el derecho de recla-

14 Véase Jesús Huerta de Soto, Op. Cit., p.92.

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mar títulos específicos. De hecho, la firma obtuvo unos beneficios extraordinarios de esta manera, puesto que podía recomprar a pre-cios reducidos las acciones vendidas a precios elevados, y mientras tanto el capital, sobre el cual se cobraba unos intereses elevados, no se disminuyó en absoluto, siendo ahorrado e invertido en libras. Cuando Cantillon, que había realizado parcialmente estos adelan-tos en su propio nombre, pidió la devolución de los préstamos por parte de los especuladores, que habían incurrido en fuertes pérdi-das, y finalmente les llevó ante los tribunales, los deudores exigie-ron que los beneficios obtenidos de sus acciones por Cantillon y la firma se utilizaran para compensar sus deudas. A su vez llevaron a Cantillon ante los tribunales en Londres y en París, acusándole de fraude y usura. Presentando ante los tribunales correspondencia entre Cantillon y la firma, afirmaron que toda la operación se había llevado a cabo bajo la dirección directa de Cantillon y que, por tanto, él era personalmente responsable 15.

Lo cierto es que Cantillon, como buen economista –ya lo vere-mos más adelante–, comprendía perfectamente el descripto contex-to económico que caracterizaba a la Francia del Siglo XVIII. Cuando la burbuja se aproximó a su máximo nivel, y John Law comenzó a practicar políticas desesperadas para intentar evitar el consecuente colapso de su sistema, Cantillon se apresuró a vender sus acciones a un precio muy alto, las que luego re-compró en el momento en que habían alcanzado su piso. Este acto implicó apostar contra el sistema de Law, lo que lo llevó a abandonar Francia en 1720, posiblemente para evitar dificultades personales, tanto con John Law como con

15 Véase Friedrich A. von Hayek, “Richard Cantillon”, The Journal of Libertarian Studies, Vol. VII, No. 2 (Fall 1985), pp. 236-237. No podemos dedicarnos aquí a analizar si Cantillon debió haber sido considerado culpable o inocente de los cargos, pero es importante señalar que este es un debate ejemplar en el que las herramientas del análisis económico sirven para tomar una correcta decisión en el ámbito del derecho. Esta área de investigación, conocida como Law & Economics, hoy está en pleno auge.

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el resto de los inversionistas, y asentarse, tras un paso por Italia y Amsterdam, en Inglaterra.

Abandonar Francia sin embargo, no lo absolvió de las disputas legales. Desde 1721, y hasta su muerte, tuvo que enfrentar numero-sas causas relacionadas con su actividad bancaria. El Essai habría sido escrito durante estos años, y existen buenas razones para creer que Cantillon desarrolló la teoría económica como parte de su defensa legal contra los cargos de usura. En este sentido argumenta Antoin Murphy, señalando que habría similitudes entre algunas secciones del Essai y el testimonio presentado como defensa por los abogados de Cantillon 16. Otra prueba, en este mismo sentido, es la defensa del sistema de reserva fraccionaria que el mismo Cantillon desarrolla en su Essai, aspecto que como bien destaca Jesús Huerta de Soto, llamativamente fue ignorado por Murray Rothbard 17.

16 Véase Antoin Murphy, Richard Cantillon: Entrepreneur and Economist, New York: Oxford University Press, 1986.

17 “Ricardo Cantillón fue, además, el primer teórico de la economía que trató de justificar la práctica del negocio bancario con reserva fraccionaria (en concreto 10 %) (véase la p. 400 de la edición original del Essai sur la nature du commerce en général, publicada en 1755). No entiendo cómo Murray N. Rothbard, uno de los críticos más agudos de la banca con reserva fraccionaria, haya podido pasar por alto este extremo en el brillante estudio sobre Cantillón que incluye en su obra”. Véase el prólogo a la edición española de Murray N. Rothbard, Op. Cit. pp. 11-12. Esta referencia de Huerta de Soto que muestra a Cantillon a favor del free banking nos dice lo siguiente: “En estas circunstancias el banquero podrá prestar a menudo noventa mil onzas de plata (de las cien mil que debe) durante todo el año, y no tendrá necesidad de guardar en caja más de diez mil onzas, para hacer frente a los reintegros que puedan solicitarle. Sus negocios son con personas opulentas y económicas; a medida que le piden mil onzas por un lado, le llevan ordinariamente mil onzas, por otro. Basta pues, por lo común, mantener en efectivo la décima parte de sus depósitos. Ejemplos y experiencias de esta forma de operar se han podido reunir en Londres. Esto hace que en lugar de que los particulares guarden en sus arcas durante todo el año la mayor parte de las cien mil onzas, se acostumbren a depositarlas en manos de un banquero, y que noventa mil de esas cien mil onzas se pongan en circulación. Tal es, primordialmente, la idea que podemos formarnos de la utilidad de esta clase de Bancos; los banqueros u orfebres contribuyen a acelerar la circulación del dinero. Lo prestan a interés, a su propio riesgo y peligro, y sin embargo siempre están o deben estar dispuestos

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Entre 1729 y 1732 volvió a París, donde enfrentó con éxito, en los Tribunales de Justicia, a aquellos banqueros que habrían sufrido considerables pérdidas con el colapso del sistema de Law.

1.5. ¿Cantillon asesinado?

De vuelta en Londres, y tras doce años de pleitos, dos arrestos y la constante amenaza de ir a la cárcel, Richard Cantillon es apa-rentemente asesinado un martes 14 de mayo de 1734, en el incendio de su casa.

Existen al menos cuatro versiones sobre su muerte: en primer lugar, hay quienes afirman que llegó a su casa a las doce de la noche, embriagado, y quemó sus cortinas, no pudiendo escapar del fuego; otros sostienen que se quedó dormido leyendo a la luz de las velas, las que luego quemaron su cama y su casa; otros mantienen que un sirviente, más precisamente el cocinero, lo asesinó para robarle, y luego quemó su casa para ocultar el crimen; los últimos, aseveran que envuelto en pleitos, querellas, amenazas y acreedores, simuló el incidente y abandonó su casa de Londres con destino incierto.

Como prueba de esta última hipótesis, Antoin Murhpy expo-ne los siguientes hechos: 1) que Cantillon liquidó gran parte de su fortuna justamente el día antes del atentado; 2) que el cadáver fue quemado hasta hacerlo irreconocible; 3) la incomprensible y displi-cente actitud de sus familiares después del atentado; y 4) el extraño comportamiento del inculpado, que nunca encajó con la forma de actuar del típico asesino 18.

De haber sido asesinado, como a menudo se expone, Cantillon se habría convertido en el único economista destacado que perdió su

a pagar los billetes a voluntad del depositante, y contra su presentación”. Véase R. Cantillon, Op. Cit., pp. 186-189. Capítulo VI: De los Bancos y su crédito.

18 Véase A. Murphy, Op. Cit. En este caso citado por J. Huerta de Soto, Op. Cit., p. 94.

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vida de esa forma 19, aunque dadas las pruebas de Murphy, la última hipótesis tiene una importante probabilidad de ser cierta.

II. EL ESSAI

Previo a adentrarnos en el contenido del Essai, debemos, si-guiendo la citada bibliografía secundaria, desenmarañar un poco las posibles confusiones que surgen en torno a este trabajo, y la historia de sus distintas versiones. Los misterios que existen alrededor de la vida de Cantillon, ahora se transfieren al libro.

2.1. El misterioso Essai

Las investigaciones muestran que el Essai ya circulaba en el am-biente académico en 1734 (junto con un Suplemento o anexo estadís-tico perdido), que habría sido escrito en francés entre 1721 y 1734, pero que el libro se publicó recién a comienzos de junio de 1755, veintiún años después de la supuesta muerte de Cantillon (1734), y otros veintiún años antes que la “Investigación sobre la Naturaleza y Causa de las Riquezas de las Naciones” de Adam Smith (1776). La incógnita es entonces, por qué el Essai se demoró tanto en publicar-se, y por qué no figuraba en el ejemplar el nombre del autor 20.

En su ensayo «descubridor» 21, Jevons cuenta la interesante anécdota de John Ramsay McCulloch (1789-1864), en relación con el Essai. Tomamos textual partes de su relato, las que más adelante,

19 Otro caso lo representa Bruno Leoni, pero no era economista sino un filósofo del derecho.

20 En el capítulo V de la tercera parte del Essai, Cantillon hace tres referencias al año 1726, lo que al menos nos permite saber que su trabajo tuvo que haber sido completado con posterioridad a esa fecha.

21 Manuel Sánchez Sarto, quien escribiera el prefacio a la versión española del Essai, afirma que Jevons es el “verdadero descubridor de esta importante obra”. Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 7.

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en la tercera sección, nos permitirán reflexionar sobre la influencia de Cantillon en David Hume:

Si, deseosos de conocer más detalles acerca de Cantillon, re-currimos a una obra tan útil pero, con frecuencia, tan poco cuidada como la de McCulloch, Literature of Political Economy, encontra-remos en ella (p. 52) la descripción de un libro denominado The Analysis of Trade, Commerce, Bullion, etc., por Philip Cantillon, re-cientemente fallecido en la ciudad de Londres, “mercader”. (I vol. 8, Londres, 1759). McCulloch observa acerca de este libro que “el autor adopta diversas opiniones de Hume, cuyos Political Essays fueron publicados en 1752. Sus principios son liberales en su mayor parte, y algunas de sus especulaciones revelan no poco ingenio”. En este caso la filiación de ideas parece evidente. Cantillon adoptó los puntos de vista de Hume, cuyos ensayos, según su biógrafo Burton, forman la cuna de la Economía política. […] [P]osiblemente coincida con el profesor Huxley cuando afirma que Hume fue en Economía Política, como en Filosofía, “un innovador original, atrevido y fecun-do”. Pero acaso no llegaría a afirmar que los Essays de Hume, de 1752, son “los más tempranos, breves y sencillos desarrollos de su primera época”; ni caería en el desatino de suponer, como McCulloch, que el Cantillon citado por Smith debiese algo a Hume.

No anduvo McCulloch muy diligente a este respecto, porque si hubiese examinado la portada del denominado Analysis of Trade hubiese visto que el contenido del libro proclama ser “tomado en lo esencial de un manuscrito de un caballero recién fallecido, muy ingenioso, y adaptado a la presente situación de nuestros negocios y comercio”. Como este libro fue publicado en 1759 y los Essays de Hume en 1752, siete años apenas procuran un intervalo sufi-ciente para permitir que Philip Cantillon recogiera las opiniones de Hume, escribiese el manuscrito, falleciera y, por añadidura, se adaptase a la “presente situación de nuestros negocios”, etc. Si McCulloch hubiese hojeado alguna o algunas obras de referencias bibliográficas o biográficas corrientes, hubiera podido evitar ese

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lapso [copiado infortunadamente por Allibone, en su Dictionary of English Literature]. […] El llamado Analysis of Trade es una tra-ducción libre de fragmentos del verdadero Essai, donde usualmente se han omitido las mejores partes de los capítulos para permitir la inserción de extractos de los Essays de Hume, baladronadas sobre Oliver Cromwell, y otras materias perfectamente inadecuadas. El libro se dice que ha sido “impreso por el autor”, pero tal autor debe haber sido un verdadero mamarracho literario, y cuando dice que la obra fue “tomada en lo esencial de un manuscrito de un caballero muy ingenioso recién fallecido”, se aparta considerablemente de la línea de la estricta verdad 22.

Jevons continúa su relato explicando que el “Essai francés pa-rece ser un libro de gran rareza en Inglaterra” y que su estudio se facilitó por el hecho de encontrar una copia del Essai y del Analysis en su propia biblioteca.

Más adelante, toma una nueva referencia, concretamen-te “L’Année Litténaire-Année 1755. Por M. Frerón, Tom. VI (Amsterdam)”, p. 357, donde se afirma que el libro no es una verda-dera traducción, sino que fue escrito en francés. El escritor añade que “no se sabe por quién ni cuándo fue impreso este manuscrito, ni por qué causa se difirió la publicación del mismo por más de veinte años. Ignoramos también las razones de que los editores hayan suprimido en esta impresión los cálculos, ciertamente muy notables, que varias gentes me aseguran haber visto en el manuscrito. Sea como fuere, la obra, tal y como aparece, se considera como una de las mejores escritas acerca del comercio”.

Jevons concluye finalmente,

El hecho importante que podemos desprender de los citados informes es que realmente existían dos Cantillon, y que el rico

22 Véase W. Stanley Jevons, Op. Cit., pp. 203-205.

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mercader francés no era Philip Cantillon, en modo alguno, sino Richard Cantillon 23.

Quien nos presenta una hipótesis de por qué se difirió la pu-blicación es, nuevamente, Antoin Murphy. En el manuscrito 780 (Archives Nationales Paris) el Marqués de Mirabeau (1715-1789) al escribir sobre el Essai dijo que “ya es tiempo de dar crédito a quien es debido”, pero luego, continuó diciendo que no podría dar el nombre de quien lo inspiró porque “estoy seguro que enojaré a la familia”.

Murphy se pregunta, “¿pero qué miembros de la familia?”, y responde que la esposa de Cantillon, Mary Ann O’Mahony, había fallecido en febrero de 1751. Su única hija, Henrietta, todavía esta-ba viva cuando el Essai fue publicado, y su primer marido, William Matthias Howard Stafford, también murió en 1751.

Una posibilidad sería Charlotte Bulkeley, quien debió sentir que esta publicidad sobre Cantillon no era deseable debido a los problemas legales que involucraban a la familia como resultado de los negocios de la compañía Mississippi. Posiblemente persuadió a la viuda de Cantillon de no permitir la publicación del Essai, y luego de la muerte de Mary Anne, tomó acciones por sí misma. Charlotte falleció el 29 de octubre de 1753 y no sería ilógico sugerir que el Essai encontró rápidamente un editor, luego de su muerte.

2.2. Influencias recibidas por Cantillon

Si Richard Cantillon ha sido considerado por Murray Rothbard, entre otros, como “el padre de la economía moderna” 24, fue por haber logrado, en este Essai bajo estudio, independizar a la econo-mía política de la filosofía y la ética 25. Incluso Schumpeter, quien

23 Véase W. Stanley Jevons, Op. Cit., p. 209.24 Véase M. Rothbard, Op. Cit., p. 385.25 En este sentido argumenta Hayek, cuando explica que si el Essai de

Cantillon tuvo influencia solo sobre un selecto grupo, se debe a su objetivo de

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le niega al Essai la mención de “cuna de la economía”, afirma que Cantillon “consumó lo que Petty no llegó a realizar”.

Y no con el estilo del discípulo que a cada paso echa un vista-zo atrás, por encima de los hombros, buscando la guía del maestro, sino con el estilo de un gran intelectual que procede adelante con seguridad, de acuerdo con sus propias luces 26.

Cantillon, al igual que Adam Smith, no citó numerosas fuen-tes. En toda su obra podemos encontrar referencias a sólo seis au-tores: el “célebre doctor Halley”, Sir William Petty, Mr. Locke, Mr. Davenant, Mr. Boizard y Sir Newton. La lista podría completarse con algunos comentarios históricos donde menciona a Solón, Livio Druso o Marco Antonio en Roma, además de una referencia a un número del État de la France.

De los mencionados, Petty y Locke son los dos autores más citados, y en ambos casos, con connotaciones negativas. Estoy de acuerdo, sin embargo, con la conclusión de Schumpeter de que se aprende incluso de aquel al que se critica:

“[U]n hombre puede aprender de otro por el procedimiento de criticarlo igual que por el de aceptar su enseñanza” 27.

Así, podemos concluir que hay ciertas preocupaciones que Cantillon sólo se ha planteado, para criticar algunas nociones pre-sentes en los escritos de Petty o de Locke, lo que luego dará lugar a algunas de sus teorías más originales. Es quizás el mejor ejemplo, la crítica que observaremos más adelante, de la hoy teoría cuantitativa del dinero, originalmente planteada por Locke.

El gran ausente en todo el Essai, siguiendo a Schumpeter, sería Pierre Le Pesant, Sieur de Boisguillebert (1646-1714), a cuyos traba-

desarrollar relaciones causales científicas, sin proponer reformas, ni agregar consi-deraciones éticas a su marco analítico. Véase Hayek, Op. Cit., p. 224.

26 Véase J. A. Schumpeter, Op. Cit., p. 261.27 Véase J. A. Schumpeter, Op. Cit., p. 261.

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jos aún no hemos podido acceder, pero al que se ha calificado como el “Colon del monde économique”. Explica Schumpeter que hay afi-nidades importantes entre este autor y Cantillon, y que “la gran obra de Cantillon tuvo mejor ventura [que la de Boisguillebert] a causa de su forma sistemática o didáctica bien redondeada y porque tuvo la suerte de que, mucho antes de su publicación, la apoyaban entusiás-ticamente dos hombres muy influyentes, Gournay y Mirabeau 28.

A modo de síntesis, podemos concluir, siguiendo a Higgs, que hay poco en Cantillon que podamos encontrar en sus predecesores, y que desarrolló su Essai bajo sus propias luces, inspirado, en dos grandes maestros: Travel and Trade (los viajes y el comercio) 29.

2.3. El contenido del Essai

Es tiempo ya de introducirnos en el contenido del Essai, una obra cuya lectura me ha llevado a desarrollar esta investigación, por considerar que allí se da comienzo a muchas de las áreas de investi-gación que hasta la actualidad preocupa a los pensadores de todas las escuelas modernas del pensamiento económico.

Normalmente se presenta esta obra como divida en tres partes, resaltando en la primera algunos aspectos generales que describen, de alguna manera, el mundo y el contexto en el que Cantillon vivió, y donde se reflexiona acerca de las agrupaciones humanas, los salarios, la teoría del valor, y el uso de los metales preciosos como moneda; en la segunda se desarrolla una teoría monetaria; y en la tercera se tratan los temas del comercio exterior y los intermediarios financieros.

Nosotros haremos una presentación sistemática algo diferen-te, guiados por el conocimiento moderno del análisis económico, aunque siguiendo, ordenadamente, los diversos puntos presentados por Cantillon. Es de destacar que esto sólo es posible gracias a la sis-tematización progresiva que nos presenta el mismo Cantillon en su

28 Véase J. A. Schumpeter, Op. Cit., pp. 258-261.29 Véase H. Higgs, Op. Cit., pp. 439-441.

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Essai, considerando un gran aporte que los manuales más modernos de pensamiento económico, aún en la actualidad, continúen presen-tando la ciencia económica bajo su misma sistematización.

Los cuatro aspectos a desarrollar son: 1) la epistemología de la eco-nomía, que enmarca toda la obra; 2) contribuciones a la microeconomía, donde se destacan su teoría del valor subjetiva y de la formación de los precios, además de una original teoría de la empresarialidad; 3) aportes a la macroeconomía, tomando fundamentalmente su teoría monetaria y de los ciclos económicos y 4) su teoría del comercio internacional, donde muestra las falacias más importantes del mercantilismo.

Quedarán ausentes de este trabajo la mención de algunas otras contri-buciones de Cantillon como algunos aspectos institucionales de su Essai 30,

30 Esta es un área poco explorada en Cantillon, pero es importante señalar que en su Essai observa que será necesaria la propiedad de las tierras para que estas últimas sean explotadas, y para que, sobre ellas, se establezca una sociedad de hombres. Véase R. Cantillon, Op. Cit., pp. 15-16. Cantillon se ha preocupado a lo largo del Essai por explicar que el origen de la propiedad, y los límites de los reinos, han sido, a lo largo de la historia el fruto de cruentas batallas, y no de ori-gen divino. Lo cierto es que una vez que se establecen los derechos de propiedad, las tierras y las riquezas terminan siendo de unos pocos, como ha ejemplificado Cantillon con el primer establecimiento de Roma, donde se dio a cada habitante dos yugadas de tierra. Cantillon explica que “esto no impidió que muy pronto sur-giera en los patrimonios una desigualdad tan grande como la que hoy advertimos en todos los Estados de Europa. Y así las tierras pasaron a ser patrimonio de un pequeño número de propietarios”.

Esta natural desigualdad de patrimonios, es lo que llevó a Cantillon a ahondar luego en la necesaria desigualdad de salarios, que replicara más tarde Adam Smith en su Riqueza de las Naciones (1776). Cantillon explica que algunos trabajos u ofi-cios llevan consigo ciertos riesgos y peligros que deben ser pagados en proporción a dichos riesgos. Si además se exige cierta habilidad, capacidad o confianza, desde luego, la remuneración deberá compensar tales atributos del empleado, advirtien-do “que la diferencia de precio que se paga por el trabajo cotidiano está fundado por razones naturales y obvias”. Véase R. Cantillon, Op. Cit., pp. 23-25.

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su teoría de la población 31 y la original economía espacial 32.

2.3.1. Epistemología de la economía

Uno de los principales aspectos del Essai, que seguramente im-presionará a quien lo lea y esté familiarizado con el análisis eco-nómico moderno, son sus contribuciones a la epistemología de la economía.

En toda su obra, Cantillon teoriza a través de una lógica de-ductiva, de causa y efecto, que el lector podrá observar en las refe-rencias que se incluirán de aquí en más, y que también caracterizó al pensamiento escocés y clásico, desde Adam Smith y David Hume hasta John Stuart Mill y John Cairnes, a la revolución marginal y a la moderna Escuela de Viena, más conocida como Escuela Austríaca de Economía; método científico sólo abandonado a través del método matemático que hoy caracteriza a la Escuela Neoclásica 33.

31 En su teoría de la población podemos incluir el mencionado aspecto de la necesaria diferenciación de salarios. Rothbard agrega a lo dicho, que la teoría del salario a largo plazo de Cantillon depende de la oferta de trabajo, que a su vez depende de los niveles de crecimiento de la población. En contraste con el último Malthus, no obstante, Cantillon desarrolló un sofisticado análisis de los deter-minantes del crecimiento de la población. Detectó como relevantes los recursos naturales, los factores culturales y el estado de la tecnología. Vio proféticamente que la colonización de América del Norte no sería un simple desplazamiento de un pueblo por otro, sino que la nueva tecnología agrícola sostendría a una población mucho mayor por acre de tierra. Véase M. N. Rothbard, Op. Cit., pp. 394-395.

32 Rothbard afirma que Cantillon fue también el fundador de la economía espacial, del análisis de la actividad económica en relación con el espacio geo-gráfico. Véase M. N. Rothbard, Op. Cit., p. 395. El análisis espacial, como ha señalado el Profesor Herbert, tiene que ver con la distancia (coste de transporte y su relación con los precios, así como con la localización de las actividades econó-micas), y con el área (el despliegue geográfico y los límites de los mercados). Véase Robert f. Hébert, “Richard Cantillon´s early contributions to spatial economics”, Economica, New Series, Vol. 48, No. 189 (Feb. 1981), pp. 71-77.

33 Friedrich A. von Hayek explica que Cantillon utiliza consistentemente el término “natural” –unas treinta veces en todo el Essai– para expresar esta relación de causa y efecto o, en otras palabras, como una explicación científica causal. De allí uno puede comprender que este término esté presente incluso en el título

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Otra característica central de este Essai, que posiblemente lo convierta, siguiendo a Jevons, en “el primer tratado sobre economía”, es que se presentan los tópicos arriba mencionados, y que hacen a distintos ámbitos de la ciencia económica, pero de modo integrado. Cada uno de sus treinta y cinco capítulos, separados en tres partes, tiene relación con el capítulo anterior. Cantillon, con una paciencia asombrosa, presenta los contenidos secuencialmente, jamás adelanta argumentos o hipótesis que no se desprendan de lo dicho previa-mente. En tal sentido Jevons afirma que:

El Essai es mucho más que un simple ensayo o recopilación de ensayos inconexos, como los de Hume. Se trata de un estudio sistemático y bien articulado, que en forma concisa abarca la casi totalidad del campo de la Economía, con excepción de los impues-tos 34.

Es digno de mención, en su segunda parte, cómo comienza analizando una economía de trueque, para luego introducir el dinero, en lo que hoy sería una economía de cambio indirecto. Algo similar podemos decir de la economía internacional, analizando primero, en las partes primera y segunda del Essai, una economía cerrada, para luego pasar a estudiar, en la parte tercera, una economía abierta. Al respecto, en el capítulo VII de la primera parte, señala:

Evidentemente en las grandes ciudades existen a menudo em-presarios y artesanos que viven del comercio exterior, y, por consi-guiente, a expensas de los propietarios de tierras en país extranjero: pero hasta ahora me limito a considerar un solo Estado, en relación a su producto y a su industria, para no complicar mi argumento con circunstancias accidentales 35.

del ensayo. Véase Friedrich A. von Hayek, “Richard Cantillon”, The Journal of Libertarian Studies, Vol. VII, No. 2 (Fall 1985), p. 223.

34 Véase W. Stanley Jevons, Op. cit., p. 212.35 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 38. La cursiva es nuestra.

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Otro aspecto metodológico, al que ya han hecho referencia Hayek y Rothbard, es su utilización del método de abstracción o de construcción imaginaria. Más específicamente, sorprende cómo en la misma página de la última cita, utiliza prematuramente el Ceteris Paribus. Sólo a modo de ejemplo:

La tierra pertenece a los propietarios, pero sería inútil para ellos si no se cultivase. Cuanto más se la trabaje, en igualdad de circunstancias, mayor será la cuantía de sus productos; y cuando más se elaboran estos productos, siendo iguales todas las cosas, mayor valor poseerán como mercancías 36.

Debemos hacer una referencia crítica a las palabras de Schumpeter cuando, luego de relacionar el Suplemento perdido de Cantillon con los trabajos de Petty como padre de la econometría, concluye que “lo verdaderamente importante es el mensaje de inves-tigación econométrica que se desprende del intento de Cantillon, la tesis de que en la base de cualquier ciencia, por ‘teórica’ que sea, tiene que haber cálculos numéricos” 37. Este intento de mostrar a Cantillon como un «positivista» choca con el último párrafo que éste presenta en el capítulo XI de la primera parte de su Essai.

Sir William Petty, en un breve manuscrito del año 1685, esti-ma esta paridad o ecuación de la tierra y del trabajo como la consi-deración más importante en materia de aritmética política, pero la investigación practicada por él, un poco a la ligera, resulta arbitraria y lejana de las reglas de la Naturaleza, porque no ha tenido en cuen-ta las causas y principios, sino tan solo los efectos, lo mismo que ha ocurrido con Mr. Locke, Mr. Davenant y todos los demás autores ingleses que han escrito sobre la materia 38.

36 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 38. La cursiva es nuestra.37 Véase J. A. Schumpeter, Op. Cit., p. 263.38 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 36. La cursiva es nuestra.

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Cantillon está explicando, a nuestro entender, que estos traba-jos empíricos no tienen sustancia sin un previo estudio lógico de-ductivo, que permita darle cierta causalidad a lo que se observa en la realidad. Este es el mismo error que hoy cometen los positivistas y econometristas cuando pretenden obtener conclusiones teóricas, de carácter universal, sobre la base de cierta evidencia empírica, y sin una teoría apriorística previa, lo que en Cantillon serían “las causas y principios” 39.

La siguiente cita, seguramente será más ilustrativa en este sen-tido, viendo como Cantillon habla prematura y explícitamente de “reglas válidas para todos los tiempos”:

Tanto si el dinero es raro como si es abundante en un Estado, la proporción indicada no variará mucho, porque en los Estados donde el dinero es abundante, las tierras se arriendan a más alto precio, y a un canon más bajo allí donde el dinero es más escaso, re-gla ésta que siempre se revelará como válida para todos los tiempos 40.

Una última referencia de Cantillon sobre este desafortunado comentario de Schumpeter es el que nos muestra en el capítulo VII de la segunda parte, donde la argumentación empírica o histórica, que rodea todo el Essai, es siempre cualitativa y nunca cuantitativa.

Se comprende, así, que cuando en un Estado se introduce una respetable cantidad de dinero excedente, este dinero nuevo dé un nuevo giro al consumo, e incluso una nueva velocidad a la circula-ción, si bien no es posible indicar en qué medida 41.

Consideramos que lo dicho es suficiente, en este ensayo tan general, para ilustrar que el Essai de Cantillon presenta, quizás sin

39 El sentido que queremos darle al concepto “apriorista” es el que usual-mente utiliza el filósofo Gabriel J. Zanotti. Véase G. J. Zanotti, El método de la economía política, Ediciones Cooperativas, Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Junio de 2004.

40 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 87. La cursiva es nuestra.41 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 116. La cursiva es nuestra.

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saberlo y no siempre de forma explícita, algunas novedosas manifes-taciones epistemológicas de la economía, en su tiempo, en relación con el actual conocimiento de la filosofía de la ciencia.

2.3.3. Teoría microeconómica

La economía moderna divide a la mayoría de las áreas de es-tudio en dos grandes sub-disciplinas, microeconomía y macroeco-nomía, entendiendo la primera como aquella que estudia el tipo de comportamiento económico de agentes individuales, como pueden ser los consumidores, los empresarios, los trabajadores o incluso los propietarios de tierras. Todos estos «agentes» son parte esencial del Essai de Cantillon.

Cantillon nos ofrece en esta área de estudio una novedosa teoría del valor subjetivo y de la formación de los precios, una teoría de la oferta y la demanda que más tarde aplicará también al merca-do de créditos, una concepción original del costo de oportunidad, una novedosa teoría de la incertidumbre y la empresarialidad, y un prematuro desarrollo de la soberanía del consumidor. El estudio mi-croeconómico concluirá con algunas reflexiones a la desafortuna-da relación que el historiador del pensamiento económico, Joseph Schumpeter, encontró entre el tableau économique de Quesnay y el Essai de Cantillon.

Teoría Subjetiva del Valor y Formación de los Precios

Una de las contribuciones más importantes de Cantillon a la ciencia económica es aquella referente a la teoría del valor y los precios. Debemos destacar, sin embargo, que es esta misma área la que está sujeta a diversas y confusas interpretaciones, observando algunos historiadores del pensamiento económico, que la “desafor-tunada” definición de “valor intrínseco” que ofrece Cantillon, habría dado lugar a lo que más tarde se denominará como la “teoría del valor-trabajo”.

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Estas aseveraciones tienen sentido, por ejemplo, cuando obser-vamos que para Cantillon:

[E]l precio o valor intrínseco de una cosa es la medida de la cantidad de tierra y de trabajo que intervienen en su producción, teniendo en cuenta la fertilidad o producto de la tierra, y la calidad de trabajo 42.

La similitud entre esta definición, y la que podemos encontrar en Adam Smith o Karl Marx es notoria. Sin embargo, la misma cita continúa con una aclaración en sentido contrario:

Pero ocurre a menudo que muchas cosas, actualmente dota-das de un cierto valor intrínseco, no se venden en el mercado con-forme a ese valor: ello depende del humor y la fantasía de los hombres y del consumo que de tales productos se hace.

Y Cantillon nos brinda un ejemplo:

Si un señor abre canales y erige terrazas en su jardín, el va-lor intrínseco estará proporcionado a la tierra y al trabajo, pero el precio en verdad no seguirá siempre esta proporción: si ofrece el jardín en venta, puede ocurrir que nadie esté dispuesto a resarcirle la mitad del gasto que ha hecho; y también puede suceder que si varias personas lo desean, le ofrezcan el doble del valor intrínseco, es decir, del valor de la finca y del gasto realizado 43.

Lo cierto es que Cantillon, si bien no expone una clara concep-ción de la ley de utilidad marginal –como sí lo hará Menger más de un siglo después–, nos presenta una teoría subjetiva del valor donde el «humor» y «la fantasía de los hombres» determinan los precios.

Siguiendo con esta misma línea, al lector familiarizado con el pensamiento de la Escuela Austríaca le resultará conocido el modo en que Cantillon explica el proceso de formación de los precios,

42 Véase R. Cantillon, Op. Cit., pp. 28-29.43 Véase R. Cantillon, Op. Cit., pp. 28-29. La cursiva es nuestra.

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Consideremos otra hipótesis. Varios proveedores de hoteles han recibido el encargo de comprar diez cuartos de guisantes: a uno de ellos se le fija como precio máximo para los diez cuartos sesenta libras; al segundo cincuenta libras; al tercero cuarenta li-bras, y al cuarto treinta libras por los diez cuartos de guisantes. Para que todas estas órdenes puedan ser cumplimentadas, hace falta que en el mercado existan cuarenta cuartos de guisantes frescos. Supongamos que no existen más que veinte. Los vendedores, vien-do que hay abundancia de compradores sostendrán sus precios, y los compradores llegarán hasta los precios que les han sido prescri-tos: en consecuencia los que ofrecen sesenta libras por diez cuar-tos serán atendidos en primer lugar. Seguidamente los vendedores, viendo que nadie quiere elevar el precio por encima de cincuenta libras, dejarán los otros diez cuartos a ese precio. En cambio los que tenían orden de no comprar a más de cuarenta y treinta libras respectivamente, volverán de vacío.

Si en lugar de veinte cuartos se dispusiera en el mercado de cuatrocientos, no sólo los proveedores de hoteles podrían adquirir guisantes verdes muy por debajo de las sumas que les había sido prescritas, sino que los vendedores, en su deseo de ser preferidos a otros, dado el pequeño número de compradores, bajarán el precio de su mercancía casi a su valor intrínseco, y en este caso muchos provee-dores de hoteles, que no tenían orden de comprar, comprarán.

Ocurre a menudo que los vendedores, obstinándose en sos-tener sus precios en el mercado, pierden la oportunidad de vender ventajosamente sus artículos alimenticios y mercaderías, incurrien-do en pérdida por ello. También puede ocurrir que, manteniendo estos precios, pueden vender a menudo con mayor ventaja en el siguiente día 44.

Cantillon anticipa, de alguna manera, el desarrollo moderno de formación de precios del mencionado Rothbard en su tratado de

44 Véase R. Cantillon, Op. Cit., pp. 81-82.

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economía, Man, Economy and State, 45 o el desarrollado por Alberto Benegas Lynch (h) en sus Fundamentos de Análisis Económico 46.

En definitiva, y a modo de resumen de este proceso de forma-ción de precios, Cantillon ya nos presenta prematuramente las leyes de oferta y demanda,

Los precios van fijándose en el mercado conforme a la propor-ción de los artículos que se ofrecen en venta [Oferta] y del dinero dispuesto a comprarlos [Demanda]; todo ello ocurre en el mismo lugar, a la vista de todos los aldeanos de diversos poblados y de los mercaderes o empresarios del burgo. Una vez determinado el precio entre algunos, los otros lo siguen sin dificultad, estableciéndose así el precio del mercado para aquel día 47.

Y para mayor claridad, podemos ver cómo Cantillon nos mues-tra lo que ocurre ante cambios en el lado de la oferta:

Si los campesinos de un Estado siembran más trigo que de or-dinario, es decir mucho más del que hace falta para el consumo del año, el valor intrínseco y real del trigo corresponderá a la tierra y al trabajo que intervinieron en su producción; pero a causa de esta ex-cesiva abundancia, y existiendo más vendedores que compradores, el precio del trigo en el mercado descenderá necesariamente por debajo del precio o valor intrínseco. Si, a la inversa, los agricultores siembran menos trigo del necesario para el consumo, habrá más compradores que vendedores, y el precio del trigo en el mercado se elevará por encima de su valor intrínseco 48.

45 Véase Murray N. Rothbard, Man, Economy and State. A Treatise on Economic Principles. The Ludwig von Mises Institute, Auburn, Alabama, 2001, primera edición 1962.

46 Véase Alberto Benegas Lynch (h.), Fundamentos de Análisis Económico, 11º Edición, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1994.

47 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 19.48 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 19.

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Podemos concluir, siguiendo las citas expuestas, que Cantillon nos ofrece un moderno y sofisticado entendimiento del sistema de precios. Los precios de un bien son determinados por la oferta o es-casez relativa de ese bien y por la demanda del mismo. La demanda, a su vez, es subjetiva, y está basada en el «humor» y las «fantasías de los hombres».

Costo de Oportunidad

Cantillon presenta, a su vez, una importante distinción entre precio y precio de mercado, y entre valor y valor de mercado, que más tarde fueron objeto de confusión. El precio de mercado y el va-lor de mercado son para Cantillon los precios reales que ocurren en el mercado, bajo las fuerzas de la oferta y la demanda. Precio y valor están separados de aquellos y son relacionados con el desafortunado término empleado por Cantillon de «valor intrínseco».

Mark Thornton explica que «valor intrínseco» es en Cantillon «costo de producción», pero entendido como «costo de oportuni-dad». Los recursos que se utilizan para producir un bien pueden emplearse de otras numerosas maneras. Sacrificarlos para producir un bien, implica que no podrán ser utilizados para producir otro bien 49.

Se ha dicho, a nuestro modo de ver equivocadamente, que Cantillon anticipa la «teoría del precio natural» y el «precio de merca-do» de Adam Smith, utilizada también por Karl Marx, en el sentido de que los precios de mercado tienden, a largo plazo, a aproximarse al «valor intrínseco» de un bien. En última instancia, esto habría llevado al famoso círculo vicioso en el que los precios finalmente es-tarían determinados por los costos de producción, los cuales, siendo

49 Véase Mark Thornton, “Richard Cantillon and the discovery of opportu-nity cost”, History of Political Economy, Vol. 39, No. 1 (Spring 2007) pp. 97-120.

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a su vez precios, implicarían que tal teoría no puede explicar correc-tamente la determinación de los precios 50.

Sin embargo, si tenemos en claro que con «valor intrínseco» Cantillon quiere decir «costo de oportunidad», entonces la lectura puede ser diferente.

El mismo Cantillon reconoce que sus palabras pueden ser obje-to de confusión, y se adelanta a aclarar la cuestión:

[E]n este ensayo me he servido siempre del término “valor intrínseco” con referencia a la cantidad de trabajo que entra en la producción de las cosas, porque no he encontrado término más apropiado para expresar mi pensamiento 51.

Lo que es claro, explica Thornton, es que una profunda lectura del Essai nos muestra que el «valor intrínseco» no se refiere nunca a las propiedades objetivas del bien (como podría ser la pureza del oro), o al valor de equilibrio de largo plazo, sino a los recursos sacri-ficados para producir un bien particular.

Así, Cantillon estaba describiendo un concepto desconocido en esos tiempos. La concepción de Cantillon de sacrificio de tierra y trabajo es más avanzada incluso que la teoría del costo y del valor de los fisiócratas, o de la teoría del costo y del valor de los economistas clásicos. Cantillon tenía una comprensión del costo como una me-

50 “Decir que los costos determinan los precios llevó a Smith y a todos los economistas clásicos al siguiente círculo vicioso, del cual no pudieron salir: El precio de mercado tiende a igualarse con el natural, que está determinado por los costos de producción. Pero los costos de producción también son precios y mientras no se explique cómo se determinan éstos no se habrá dado una respuesta definitiva a cómo se determinan los precios, sólo se habrá descendido un peldaño. El círculo vicioso consiste en que Smith explica el precio natural de los costos de producción en función de los precios naturales de los bienes finales, cuando anteriormente había explicado éstos en función de los costos”. Véase Juan Carlos Cachanosky, “Historias de las Teorías del Valor y del Precio”, Revista Académica Libretas, No. 20, mayo de 1994, ESEADE, p. 64.

51 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 73.

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dida simple de la cantidad de tierra y de trabajo que forma parte del proceso productivo.

Tenía claras dos nociones: primero, que los recursos son «he-terogéneos». Cada porción de tierra es de diferente calidad, y cada trabajador posee una habilidad distinta. De esta manera, el valor in-trínseco era una medida de costo, y no era posible, como luego lo haría el mismo Marx, contar de forma abstracta el número de horas y de acres que formaban parte del bien final.

De hecho, luego de establecer preliminarmente su teoría del valor de la tierra y el trabajo en la primera parte, observa, en la pri-mera página de la segunda parte, que después de haber examinado “los grados diversos de fertilidad de la tierra en distintos países”, y “las diferentes clases de artículos alimenticios que pueden producir con más abundancia”, que resulta “imposible fijar el respectivo valor intrínseco de un bien específico” 52.

El segundo concepto que señala es el del «uso alternativo de los recursos». A modo de ejemplo: la tierra puede ser empleada para sembrar maíz o para proveer alimento a los caballos. Cantillon ob-servó claramente que cuando un propietario de tierras o un colono decide alimentar más caballos, estará dejando de producir más maíz. Cantillon comprendía el concepto de «costo de oportunidad», y su Essai fue un punto de partida para construir el concepto que explica la «economía de la elección». Mark Thornton, un defensor de la tradición de la Escuela de Viena, concluye que el descubrimiento del “costo de oportunidad”, “marca el origen de la teoría económi-ca” 53.

52 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 78.53 Mark Thornton explica que este punto fue sugerido por primera vez por

el profesor Hebert; Véase Robert F. Hébert, “Was Richard Cantillon an Austrian Economist?”, Journal of Libertarian Studies, Vol. 7, No. 2 (Fall 1985), p. 272. Véase también Joseph J. Spengler, “Richard Cantillon: First of the Moderns. II”, The Journal of Political Economy, Vol. 62, No. 5 (Oct., 1954), p. 407.

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Incertidumbre y Función Empresarial

En la segunda mitad de la parte I, y en particular en el capítulo XIII, Cantillon introduce una de sus más importantes contribucio-nes a la ciencia económica, y al pensamiento de la moderna Escuela Austríaca, área cuyas principales contribuciones hoy se observan en el citado Joseph Schumpeter, Frank Knight, Ludwig von Mises, Friedrich A. von Hayek e Israel Kirzner, entre muchos otros.

El mismo Schumpeter, aquel que con originalidad planteara su concepción del empresario innovador, que provocaba una «destruc-ción creativa» en el mercado, abandonando un estado de equilibrio para alcanzar otro nuevo, afirma que,

“Cantillon tiene una consciencia clara de la función del em-presario. […] Y tal vez se deba a eso el que los economistas fran-ceses, a diferencia de los ingleses, no hayan perdido nunca de vista la función empresarial y su central importancia. Aunque se puede suponer que Cantillon no había ni oído hablar de Molina y aunque no hay prueba alguna de que haya influido en J. B. Say, no deja de ser verdadero que “objetivamente” su trabajo en este punto es el eslabón de enlace entre los otros dos autores 54.

Y es que, como destaca Rothbard, para este mercader, banquero y especulador del mundo real hubiese sido inconcebible caer en la “trampa ricardiana, walrasiana y neoclásica” de dar por supuesto que el mercado se caracteriza por un perfecto conocimiento y un mundo estático de certeza, 55 y dejar ausente así, a esta figura empresarial.

Cantillon, volviendo sobre la clara diferencia entre el valor in-trínseco de un bien y su precio de mercado, desarrolla una original concepción del «entrepreneur» (término francés aún hoy utilizado tanto por economistas franceses como anglosajones, para denominar

54 Véase J. A. Schumpeter, Op. Cit., p. 265.55 Véase M. N. Rothbard, Historia del pensamiento económico…, Op. Cit., p.

393.

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al empresario), caracterizándolo como aquel cuyos costos son ciertos (la renta de la tierra o los salarios de sus empleados) y cuyos ingresos son inciertos (beneficio empresarial).

El colono es un entrepreneur que promete pagar al propieta-rio, por su granja o su tierra, una suma fija de dinero (ordinaria-mente se la supone equivalente, en valor, al tercio del producto de la tierra), sin tener la certeza del beneficio en criar ganados, en producir cereales, vino, heno, etc., a su buen juicio, sin posibilidad de prever cuál de estos artículos le permitirá obtener el mejor pre-cio. El precio de estos productos dependerá, en parte, del tiempo, y, en parte, del consumo; si hay abundancia de trigo en relación con el consumo, el precio se envilecerá; si hay escasez el precio será más caro 56.

Y dado que el precio de mercado del bien está sujeto a todos aquellos factores que determinan la demanda, como por ejemplo la cantidad y el «humor» de los consumidores, Cantillon nos muestra cómo la conducción de la empresa está sujeta a la incertidumbre, lo cual se traslada también a sus beneficios:

¿Quién sería capaz de prever el número de nacimientos y muertes entre los habitantes del Estado, en el curso del año? ¿Quién podría prever el aumento o la disminución del gasto que puede acaecer en las familias? Sin embargo, el precio de los ar-tículos producidos por el colono depende naturalmente de estos acontecimientos imprevistos para él, lo cual significa que conduce la empresa de su granja con incertidumbre. […] Ahora bien, la va-riación diaria de los precios de los productos en la ciudad, aun sin ser considerable, hace incierto su beneficio 57.

56 Véase R. Cantillon, Op. Cit., pp. 39-40. En la cita se ha cambiado el término “empresario” por “entrepreneur” para ser fiel al término empleado origi-nalmente por Cantillon, y que hoy caracteriza a la función empresarial. Lo mismo haremos en las citas subsiguientes.

57 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 40.

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De esta manera, Cantillon procede a señalar a los comerciantes como un claro ejemplo de empresarialidad, actividad que no sólo está sujeta a incertidumbre por no conocer el precio de venta, sino también por la existencia de competidores que querrán “arrebatarles la clientela”:

[M]uchas gentes en la ciudad se convierten en comerciantes y entrepreneurs, comprando los productos del campo a quienes los traen a ella, o bien trayéndolos por su cuenta: pagan así, por ellos un precio cierto, según el lugar donde los compran, revendiéndolos al por mayor, o al menudeo, a un precio incierto.

Estos entrepreneurs son los comerciantes, al por mayor, de lana y cereales, los panaderos, carniceros, artesanos y mercaderes de toda especie que compran artículos alimenticios y materias primas del campo, para elaborarlos y revenderlos gradualmente, a medida que los habitantes los necesitan.

Estos entrepreneurs no pueden saber jamás cuál será el volu-men del consumo en su ciudad, ni cuánto tiempo seguirán com-prándolos sus clientes, ya que los competidores tratarán por todos los medios, de arrebatarles la clientela: todo esto es causa de tan-ta incertidumbre entre los entrepreneurs, que cada día, algunos de ellos caen en bancarrota 58.

La soberanía del consumidor

El entrepreneur que fracase en sus proyectos de inversión será pobre e irá a la quiebra, mientras que el exitoso, en cambio, será rico y podrá mantener o extender sus negocios. ¿Qué o quiénes determi-nan que una actividad sea exitosa o un fracaso? El que sus productos sean vendidos, es decir, en definitiva, que los consumidores elijan y demanden sus productos.

58 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 41.

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El lencero es un entrepreneur que compra telas al fabricante, a un determinado precio, para revenderlas a un precio incierto, por-que él no puede prever la cuantía del consumo; ciertamente es libre de fijar un precio y obstinarse en él, negándose a vender a precio más bajo; pero si sus clientes lo abandonan para comprar más ba-rato a otro lencero, incurrirá en gastos cada vez mayores, mientras espera vender al precio que se ha propuesto, y esto lo arruinará tanto o más que si vendiera sin ganancia 59.

Corresponde a William Hutt el mérito de haber acuñado el concepto de «soberanía del consumidor», sin embargo, la idea que tal concepto expresa, lo podemos encontrar ya en el Essai de Cantillon.

En la moderna Escuela Austríaca, y también en la tradición de la Escuela de Chicago, son los capitalistas o empresarios los que lle-van el timón del barco, pero sólo los consumidores dan órdenes y capitanean el navío. Ellos son los verdaderos jefes. A través de su poder de compra y de abstención de comprar, deciden hacia dónde se dirige el capital. Determinan qué debería ser producido, y en qué cantidad y calidad. Ellos convierten a hombres pobres en ricos y a hombres ricos en pobres. No son jefes fáciles, son impredecibles y caprichosos. No les importa los méritos pasados. En cuanto algo en el mercado ya no es apetecible, o encuentran un competidor que fa-brica lo mismo de modo más económico o de mayor calidad, aban-donan a sus anteriores proveedores.

Y es que como nos explicara Cantillon tempranamente, el con-sumidor no sólo determinará el beneficio del empresario, sino tam-bién el número de labradores, artesanos y otros, que habrá en cada burgo, pueblo o ciudad, y el nivel de ingresos que percibirán.

Es fácil darse cuenta, siguiendo este mismo razonamiento, que el número de labradores, artesanos y otros, que ganan su vida

59 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 41.

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trabajando, deben guardar relación con el empleo y la necesidad que de ellos se tiene en los burgos y en las ciudades. […]

Sea como quiera, cuando carecen de trabajo abandonan los pueblos, burgos o ciudades donde residen, en número tal que los que permanezcan en el poblado guarden constantemente propor-ción con el empleo suficiente para permitirles subsistir; y cuando sobreviene un aumento constante de trabajo, hay algo que ganar, y otros afluyen para compartir la tarea 60.

A modo de cierre de esta sección, observamos la síntesis que nos ofrece Cantillon, afirmando que todos los habitantes de un Estado, exceptuando al príncipe o a los terratenientes, se separan en dos cla-ses: los entrepreneurs, con ingreso incierto, y los asalariados, que per-ciben una suma fija como remuneración.

Cabe afirmar que si se exceptúan el príncipe y los terratenien-tes, todos los habitantes de un Estado son dependientes; que pue-den, éstos, dividirse en dos clases: entrepeneurs y gente asalariada; que los entrepreneurs viven, por decirlo así, de ingresos inciertos, y todos los demás cuentan con ingresos ciertos durante el tiempo que de ellos gozan, aunque sus funciones y su rango sean muy desigua-les. El general que tiene una paga, el cortesano que cuenta con una pensión y el criado que dispone de un salario, todos ellos quedan incluídos en este último grupo. Todos los demás son entrepreneurs, y ya se establezcan con un capital para desenvolver su empresa, o bien sean empresarios de su propio trabajo, sin fondos de ninguna clase, pueden ser considerados como viviendo de un modo incier-to; los mendigos mismos y los ladrones son “entrepreneurs” de esta naturaleza 61.

Antes de pasar a estudiar la teoría monetaria en Cantillon, de-bemos presentar algún comentario o reflexión sobre el tableau écono-

60 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 15. 61 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 43.

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mique al que numerosos historiadores del pensamiento le han dedi-cado atención, siguiendo el trabajo de Joseph Schumpeter.

El tableau économique

Así como las reflexiones de Schumpeter en relación con la epis-temología de la economía en Cantillon fueron desafortunadas, in-tentando mostrar en él un positivismo metodológico que para noso-tros está ausente, creemos que también su vínculo con el tableau es inconveniente.

Schumpeter afirma que,

Cantillon ha sido el primero en concretar y explicar ese flujo circular, el primero en darnos un cuadro de vista de pájaro de la vida económica. Dicho de otro modo: Cantillon ha sido el primero en dibujar un tableau économique. Y, prescindiendo de diferencias que no afectan realmente a lo esencial, ese tableau es el de Quesnay, aunque Cantillon no lo condensara en un gráfico 62.

Es cierto, por un lado, que François Quesnay (1694-1774), al igual que el resto de los fisiócratas 63, recibieron una importante in-fluencia de Cantillon. Sólo basta con ver el primer párrafo de la pri-mera página del Essai, para notar la relación.

La tierra es la fuente o materia de donde se extrae la riqueza, y el trabajo del hombre es la forma de producirla. En sí misma, la riqueza no es otra cosa que los alimentos, las comodidades y las cosas superfluas que hacen agradable la vida 64.

62 Véase J. A. Schumpeter, Op. Cit., p. 266.63 Otros fisiócratas son el mencionado marqués de Mirabeau, Mercier

de La Rivière, Le Trosne, Baudeau y Dupont. Todos ellos fueron discípulos de Quesnay.

64 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 13. Es importante destacar también la importancia de este párrafo para el posterior desarrollo de una teoría del capital subjetiva y austríaca, donde los bienes de capital son una combinación de tierra y

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Recordemos que en Quesnay la agricultura ocupaba una posi-ción central en su programa de economía política, al igual que en su esquema analítico.

También podemos reconocer que Quesnay desarrolla su marco analítico, su flujo circular, sobre la base de las contribuciones de Cantillon. Por citar dos ejemplos: 1) distingue entre cuatro clases sociales (propietarios de la tierra, agricultores o clase productiva, in-dividuos de ocupación no agrícola o clase estéril, trabajadores); y 2) separa las tres rentas (renta de la tierra, salario, beneficio empresa-rial) 65.

A partir de estos y otros elementos, Quesnay desarrolla el “cua-dro” persiguiendo el objetivo de demostrar que toda suma que llega a los agricultores aumenta (se duplica) en sus manos, cosa que no ocurre con la que llega a poder de los industriales.

Schumpeter remarca correctamente que “todo analista puede arreglar estos puntos de modo que se adapten a su propio plantea-miento teórico”, pero rescata, al mismo tiempo, que el método del tableau consigue una “simplificación tremenda”. Y luego expone los tres motivos principales por los que esta “simplificación” le parece asombrosa y útil 66:

En realidad, la vida económica de una sociedad no-socialista consta de millones de relaciones o flujos entre firmas concretas y familias. Podemos asentar ciertos teoremas acerca de esas relaciones o flujos, pero no podemos observarlos todos. Más si los sustituimos por relaciones entre clases o por flujos entre clases (o entre otros agregados), el número indominable de variables de ese problema económico se reduce repentinamente a unas pocas que podemos manejar y seguir con facilidad. […] Un vistazo al tableau sugiere la

trabajo, y la riqueza no es otra cosa que el proceso de formación de capital que se obtiene combinando estos elementos.

65 Véase R. Cantillon, Op. Cit., pp. 81-82.66 Véase J. A. Schumpeter, Op. Cit., p. 285.

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idea de un producto social o producto “output” total producido en una serie de pasos y “distribuido” en otra serie de pasos […].

Segundo, la simplificación del esquema analítico consegui-da por el método del tableau abre grandes posibilidades a la teo-ría numérica. Quesnay era más sensible a esas posibilidades que Cantillon, y en este respecto particular profundizó mucho el tra-bajo de su predecesor. […] También este aspecto ha cobrado nueva actualidad en nuestro tiempo gracias al trabajo de Leontief 67, el cual, pese a ser del todo diferente en cuanto a fines y a técnica del de Quesnay, resucita, sin embargo, el principio fundamental del tableau. Marx, que es el eslabón de enlace entre uno y otro, no intentó dar a su esquema operatividad estadística.

Tercero, y de la mayor importancia: el tableau de Cantillon-Quesnay ha sido el primer método arbitrado para exponer una concepción explícita de la naturaleza del equilibrio económico. […] Ahora bien; Cantillon y Quesnay han tenido esta concepción de la interdependencia general de todos los sectores y de todos los elementos del proceso económico, en el cual –como precisamente escribió Dupont– nada está solo y todas las cosas están entretejidas. El mérito característico de estos dos autores –compartido en cierta medida por Boisguillebert– consiste en que, sin darse cuenta de las posibilidades del método, mediante el método del tableau: mien-tras que la idea de representar la lógica pura del proceso económico por un sistema de ecuaciones estaba completamente fuera de su alcance y de su visión, la representaron mediante un gráfico 68.

Resumiendo, lo que Schumpeter argumenta son los siguientes tres puntos que debemos desmenuzar:

1) En primer lugar que la “simplificación tremenda” del tableau permitiría reducir el “indominable” número de variables del problema

67 Wassily W. Leontieff, The Structure of the American Economy (1941, nueva ed. revisada, 1951). Citado por A. Schumpeter.

68 Véase J. A. Schumpeter, Op. Cit., pp. 285-286.

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económico con vistas a controlar el “producto social”, el cual, luego, po-drá ser “distribuido” en otra serie de pasos, por un órgano de planifica-ción central.

Recordemos que para cuando Schumpeter escribió este libro, ya había abandonado las ideas de la Escuela Austríaca, sólo presentes en su libro de 1911, La teoría del desenvolvimiento económico, y había adoptado el socialismo como ideal 69.

Entendemos que aquí, Schumpeter está intentando resolver el problema planteado por Ludwig von Mises y Friedrich A. von Hayek en su teoría de la imposibilidad del cálculo económico en el régimen socialista. Esto es, sintéticamente, que si adoptamos tal sis-tema, en ausencia de propiedad privada, habrá ausencia de precios, los cuales, en definitiva, les indican a los empresarios qué, cómo y cuándo producir, concepto que como se ha visto, estaba bastante claro en Cantillon 70.

Schumpeter considera, erróneamente, que si lograra reducir el número «indominable» de variables, podría resolver el problema económico, no comprendiendo que el problema que Mises y Hayek están planteando, no es simplemente que no se puedan controlar tan-tas variables, sino que no es teóricamente posible que el órgano cen-tral disponga de la información o conocimiento práctico y disperso suficiente como para dar un contenido coordinador a sus mandatos. Huerta de Soto, siguiendo a Mises y Hayek, apoya esta idea median-te los siguientes cuatro motivos: primero, por razones de volumen (es imposible que el órgano de intervención asimile conscientemente el enorme volumen de información práctica diseminada en las men-tes de los seres humanos); segundo, dado el carácter esencialmente intransferible al órgano central de la información que se necesita

69 Este punto lo hemos tratado en detalle en otro lugar. Véase Adrián O. Ravier, Hacia un estudio comparativo de las teorías económicas defendidas por Joseph Schumpeter y Ludwig von Mises, Revista Académica Libertas No. 44, ESEADE, Buenos Aires, mayo de 2006.

70 Véase Friedrich A. von Hayek, “The use of knowledge in society”, Economic Review, XXXV, Nº 4 (septiembre, 1945), pp. 519-530.

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(por su naturaleza tácita no articulable); tercero, porque, además, no puede transmitirse la información que aún no se haya descubierto o creado por los actores que sólo surge como resultado del libre proce-so de ejercicio de la función empresarial; y cuarto, porque el ejercicio de la coacción impide que el proceso empresarial descubra y cree la información necesaria para coordinar la sociedad 71.

2) En segundo lugar, Schumpeter está relacionando el tableau de Cantillon con el famoso cuadro de insumo-producto de Leontief, para el cual utiliza como eslabón a Marx.

Esto, a nuestro juicio, es un salto al vacío en Schumpeter, quien persiguiendo el objetivo recién mencionado plantea una relación que se contradice con toda la teoría microeconómica de Cantillon expuesta más arriba.

3) Y en tercer lugar, adjudicarle a Cantillon “una concepción ex-plícita de la naturaleza del equilibrio económico”.

Es cierto que Cantillon ofrece en su Essai una concepción sobre la interdependencia general de todos los sectores y de todos los ele-mentos del proceso económico, fruto justamente del enfoque “inte-grado” que caracterizamos en la sección sobre “epistemología de la economía”, pero resulta desafortunada la observación de Schumpeter de asociar a Cantillon al equilibrio económico, y mediante los grá-ficos de Quesnay, ausente en Cantillon, asociarlo también a la for-malización matemática y a las ecuaciones algebraicas como lenguaje para desarrollar el análisis económico, e ignorando la lógica verbal, de causa y efecto, que rodea todo su texto 72.

Schumpeter acierta al decir que, al igual que Cantillon, Quesnay procede adelante con seguridad, de acuerdo con sus propias luces,

71 Véase Jesús Huerta de Soto, Socialismo, Cálculo Económico y Función Empresarial, Unión Editorial, Madrid, 1992.

72 Los vicios resaltados en estos tres puntos se pueden observar en el trabajo de Manuel Fernández López y Carlos A. Pascuzzo, “Cantillon´s Tableau”, Asociación Argentina de Economía Política (AAEP), Rosario, 1999. Los autores se proponen allí llevar adelante el objetivo de Schumpeter, de formalizar un tableau a la luz del Essai de Cantillon, tarea enunciada por el historiador, pero no emprendida por él.

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y no fue un discípulo de Cantillon, así como éste no lo ha sido de Petty. Es importante, a nuestro juicio, disociar a Cantillon de Tableau de Quesnay, porque en él comienzan los vicios más negati-vos que hoy presenta la ciencia económica 73.

2.3.4. Macroeconomía

Hemos dicho al introducir el análisis microeconómico, que di-cha disciplina junto con la macroeconomía, abarcan la mayor parte de las áreas de estudio dentro de la economía moderna. Ha llegado el mo-mento de introducirnos en esta segunda disciplina, aquella sobre la cual Cantillon introduce numerosos aspectos originales a tener en cuenta.

El conocimiento moderno sobre esta materia nos dice que la macroeconomía se asocia con una metodología agregada. Lo curioso es que Cantillon, aún en las áreas que hacen a la macroeconomía moderna, a saber, moneda, banca, mercado de créditos, tasas de in-terés, ciclos económicos, entre otras, no utiliza, como se acostumbra en la actualidad, a analizarlo mediante dicha metodología, sino con una fundamentación microeconómica, aún hoy envidiable, y de la que carecía justamente el Tableau de Quesnay.

Dos tradiciones en el tratamiento del dinero

En otro lugar, hemos intentado trazar dos tradiciones clara-mente diferenciadas en lo que hace al tratamiento del dinero por

73 En el mismo sentido argumenta Rothbard: “[E]l Tableau es holístico, agre-gativo y macroeconómico, sin ningún fundamento sólido en el individualismo metodológico de la buena microeconomía. El Tableau no sólo introdujo en la economía un pensamiento infundado y poco sólido; también acumuló males para el futuro al anticipar el keynesianismo, ya que glorificaba los gastos, incluso el con-sumo, y le preocupaban los ahorros, que tendía a considerar como perjudiciales para la economía al hacer que la corriente circular constante del gasto fluyera hacia el exterior. […]El Tableau no hizo sino disminuir y desviar la atención del análisis y la auténtica visión económica”. Véase M. N. Rothbard, Historia del pensamiento económico…, Op. Cit., p. 418.

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parte de los economistas. De un lado, a partir de John Locke, David Hume y la mayoría de los economistas clásicos, comienza una tradi-ción que ha desarrollado un análisis económico agregado y basado en la teoría cuantitativa del dinero, tradición que más tarde sería seguida por Irving Fisher y la Escuela de Chicago, y en particular por Milton Friedman; del otro lado, a partir de Richard Cantillon y John Cairnes, comienza otra tradición que desarrolla un tratamien-to del dinero basado en un análisis desagregado, observando la se-cuencia microeconómica de eventos que ocurre luego de un cambio en la oferta monetaria, tradición que fuera continuada por Ludwig von Mises y Friedrich A. von Hayek, y hoy, por la moderna Escuela Austríaca de Economía 74.

A la luz de aquel trabajo y lo visto hasta aquí, podemos afirmar que en el tópico monetario, como también en otras áreas que fuimos mencionando, a saber, la teoría subjetiva del valor, la teoría de la for-mación de los precios o la teoría de la empresarialidad, Cantillon ha sido un proto-austríaco. En particular sobre el tópico bajo estudio en este apartado, Hayek concluye que la teoría monetaria:

[…] constituye indudablemente el mayor logro de Cantillon. Por lo menos en este campo, Cantillon fue sin duda la más grande de las figuras pre-clásicas, y en muchos sentidos los autores clásicos no sólo no pudieron superarle, sino que ni siquiera le igualaron 75.

Y es que, como veremos a continuación, Cantillon ha antici-pado y ha constituido el núcleo de la teoría monetaria austríaca, y

74 Véase Adrián O. Ravier, “Dos tradiciones y un debate en torno a la neutralidad del dinero en el largo plazo”, Revista de Análisis Institucional, No. 2, Fundación Friedrich A. von Hayek, Buenos Aires, marzo de 2008, pp. 213-288.

75 Véase Friedrich A. von Hayek, La tendencia del pensamiento económico, Unión Editorial, Madrid, 1996, p. 276. Título original: The Trend of Economic Thinking: Essays on Political Economists and Economic History, W.W. Bartley III y Stephen Kresge (eds.) vol. III de The Collected Works of F. A. Hayek, Routledge, Londres y Nueva York, 1991.

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ha desarrollado los rudimentos de la hoy famosa teoría austríaca del ciclo económico.

El origen del dinero

Comúnmente se identifica a Carl Menger (1840-1921) como el primero en desarrollar una teoría del origen del dinero, en la que el mismo surge espontáneamente del mercado 76. Tal teoría puede explicarse mediante los siguientes cuatro puntos: a) nadie ha deter-minado deliberadamente que tal o cual mercancía se utilice como dinero, b) el mismo surge espontáneamente de las interacciones hu-manas, c) va incorporando progresivamente las experiencias de los individuos, mediante prueba y error, por lo que está en continua evolución y d) los intentos para planificar el dinero son absoluta-mente vanos porque se requiere de un conocimiento, al que el hom-bre nunca podrá acceder.

Sostenemos aquí que Cantillon esbozó esta teoría, quizás al mismo tiempo que la desarrollara originariamente John Law 77. Es importante destacar que si bien Menger, el fundador –si tal cosa existe– de la Escuela Austríaca, no cita a Cantillon en sus Principios de Economía Política, hay pruebas de que una copia del Essai forma-ba parte de su biblioteca.

76 “[S]ólo podemos entender el origen del dinero si aprendemos a considerar el establecimiento del procedimiento social del cual nos estamos ocupando como un resultado espontáneo, como la consecuencia no prevista de los esfuerzos indivi-duales y especiales de los miembros de una sociedad que poco a poco fue hallando su camino hacia una discriminación de los diferentes grados de liquidez de los productos”. Véase Carl Menger, Principios de Economía Política, Unión Editorial, Madrid, 1997 [1871], p. 223.

77 “Es preciso reconocer, siguiendo a Carl Menger, que Law fue el primero en enunciar una teoría correcta sobre el origen evolutivo y espontáneo del dinero”. Véase J. Huerta de Soto, Dinero… Op. Cit., p. 91. Huerta de Soto aclara sin embargo, lo erróneo de la tesis inflacionaria de este autor, y explica los problemas que sus políticas generaron en la Francia del siglo XVIII, y que sintetizamos más arriba.

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Veamos a continuación como Cantillon explica que la moneda surge por la “necesidad de los hombres” y cómo se cuestiona cuál ha de ser el artículo o mercadería que servirá a tal fin.

En la Segunda Parte de este Ensayo veremos cómo la necesi-dad ha obligado a los hombres a servirse de una medida común, para determinar, en sus tratos, la proporción y valor de los artículos alimenticios y mercaderías cuyo intercambio desean efectuar. La única cuestión es precisar cuál debe ser el artículo o mercadería más adecuado para esta medida común, y si ha sido la necesidad, y no el gusto lo que han inducido a dar preferencia al oro, a la plata y al cobre, materias de las que generalmente nos servimos hoy para este uso 78.

En efecto, seguido de esta cita, Cantillon plantea que varios artículos alimenticios, como los cereales, vinos o carnes, tienen va-lor real y satisfacen ciertas necesidades de la vida, pero destaca que son bienes perecederos e incómodos para ser transportados, y poco aptos, por consiguiente, para servir como medida común. Otras mercaderías, tales como las telas, ropa blanca o cueros, son también perecederas, y no pueden subdividirse sin alterar en cierto modo su valor para los usos humanos. El hierro es útil y duradero, y de he-cho “fue utilizado como medida común después de Licurgo, hasta la guerra de Peloponeso”, pero el fuego lo consume, y se necesita un gran volumen a causa de su abundancia. Cantillon destaca la curiosi-dad de que, “tratándolo con vinagre se deterioraba su calidad, con lo cual deja de servir a los usos humanos, y solamente se utilizaba para el trueque”. Algo similar, explica Cantillon, ocurre con el plomo y el estaño, en cuanto a que el volumen y el fuego los consumen. El co-bre en cambio, sirvió de moneda a los romanos, en forma exclusiva, hasta el año 484 de la fundación de Roma, y en Suecia, Cantillon agrega, todavía se utiliza para los pagos de importancia. Sin embar-

78 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 73.

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go, continúa, “su volumen es demasiado grande para efectuarlos, y los mismos suecos prefieren ser pagados en oro y en plata, y no en cobre”.

En las colonias de América se han utilizado como moneda el tabaco, el azúcar y el cacao, pero estas mercancías son demasiado voluminosas, perecederas y de calidad desigual; por consiguiente son poco adecuadas para servir de moneda o de medida común de va-lor 79.

En definitiva, Cantillon concluye que el oro y la plata han sido las mercancías que el mercado espontáneamente ha utilizado como medio de cambio, por contar con ciertas características como la ho-mogeneidad, transportabilidad, divisibilidad y durabilidad.

Tan sólo el oro y la plata son de pequeño volumen, de calidad homogénea, fáciles de transportar y de subdividir sin merma, ade-cuados para su conservación, hermosos y brillantes en los objetos que con ellos se confeccionan, y duraderos casi hasta la eternidad. Cuantos han usado otros artículos como moneda, retornan necesa-riamente a aquéllos, en cuanto pueden obtener cantidad bastante, mediante el cambio. Sólo en las transacciones más pequeñas resul-tan inadecuados el oro y la plata 80.

Y como cierre de este apartado –en el que Cantillon plantea claramente una teoría sobre el origen del dinero– no podemos dejar de citar un párrafo adicional, que refleja que la selección del oro y plata como mercancías que servirán de medio de cambio, no fueron elegidas deliberadamente por nadie, ni por el capricho o consenso de un grupo, sino más bien espontáneamente, por la utilidad y la necesidad.

79 Véase R. Cantillon, Op. Cit., pp. 73-75.80 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 75.

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No es pues extraño que todas las naciones hayan llegado a servirse como moneda del oro y de la plata, constituyéndolos en medida común de los valores, y del cobre para los pagos pequeños. La utilidad y la necesidad les han inducido a ello, y no el capricho ni el mutuo consenso 81.

La acuñación de los metales, las Casas de Moneda y los sustitu-tos monetarios

Una vez que la plata, y podríamos decir lo mismo del oro, em-pezó a ser demandada como moneda, Cantillon explica que se pro-cedió a “la costumbre de regular el valor de las cosas, en proporción de su cantidad, es decir de su peso, con referencia a todos los demás artículos y mercaderías”.

Pero como la plata se puede alear con el hierro, el plomo, el estaño, el cobre, etc., que son metales menos raros y cuya extrac-ción de las minas se efectúa con menor gasto, el trueque de la plata estuvo sujeto a frecuentes fraudes, y esto hizo que diversos reinos establecieran Casas de Moneda para certificar, mediante una acu-ñación pública, la verdadera cantidad de plata que cada moneda contenía, y entregar a los particulares que a dichas Casas llevaban barras o lingotes de plata, la misma cantidad de piezas, provistas de una impronta o certificado de la verdadera cantidad de plata que contenían” 82.

Nacen así lo que en 1912 Ludwig von Mises denominó como “sustitutos monetarios perfectos”, es decir aquellos certificados o bi-

81 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 75.82 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 71. A pesar de afirmar Cantillon que

“no son de mi incumbencia” las diferentes maneras de refinar la plata, procede a explicar, a modo de ejemplo, pero con suficiente detalle para quienes el proceso nos es completamente ajeno, en qué consiste uno de estos experimentos.

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lletes que estaban plenamente respaldados en una mercancía consi-derada el medio de cambio, como por ejemplo, el oro o la plata 83.

Estos certificados primero fueron nominativos, transfiriéndose por vía de endoso, pero más tarde se permitió la extensión al porta-dor, constituyendo así el dinero bancario.

El valor del dinero y las consecuencias de su adulteración

La teoría del valor presentada más arriba, le permitió a Cantillon, aplicándola al dinero, obtener algunas conclusiones adicionales a lo ya expuesto. Este desarrollo, Cantillon lo presenta en el mismo ca-pítulo XVII, el último de la primera parte, donde también trató el origen del dinero, y sobre el que ya nos detuvimos más arriba.

Cantillon observa que el “valor de mercado” de los metales que sirven como medio común y generalizado de cambio, al igual que el resto de los bienes, estarán determinados por la oferta y la demanda que de ellos exista en el mercado, lo que implicará que podrán estar por encima o por debajo del costo incurrido para extraer los metales de las minas, incluyendo su acuñación (en Cantillon este costo es el “valor intrínseco”).

El valor de los metales en el mercado, lo mismo que el de todas las mercaderías o artículos, unas veces está por encima y otras por debajo del valor intrínseco, y varias en proporción a su abun-dancia o escasez, según el consumo que de ellos se hace.

Si los propietarios de las tierras y las otras clases sociales sub-alternas de un Estado, que imitan a los primeros, renunciaran al uso del estaño y del cobre, en el supuesto, aunque falso, de que son nocivos a la salud, y generalmente se sirvieran de vajilla y batería de barro, dichos metales se cotizarían a un precio bajo en los mer-cados, suspendiéndose el trabajo que antes se destinaba a extraerlos

83 Véase Ludwig von Mises, La teoría del dinero y del crédito, Unión Editorial, Madrid, 1997. Traducción de Juan Marcos de la Fuente. Título original: The theory of money and credit, Yale University Press, 1953.

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de la mina; pero como estos metales se consideran útiles y de ellos nos servimos en los usos de la vida, tendrán siempre en el mercado un valor correspondiente a su abundancia o a su rareza, y al con-sumo que de ellos se hace; y así se continuará extrayéndolos de la mina para reembolsar la cantidad de dichos metales que en el uso diario se destruyen 84.

Cantillon nos explica prematuramente que aquellos metales que se utilizan como dinero poseen valor tanto por su uso monetario, como por su uso no monetario. Si el estaño y el cobre, cualquiera sea la razón, dejaran de ser útiles para la vida de los hombres, carecerían completamente de valor y no podrían cumplir la función de medio de cambio.

Y ya en las últimas dos páginas de la primera parte, concluye Cantillon sobre los perjuicios que un príncipe o un gobierno gene-rarán cuando establezcan un valor a la moneda, distinto al que el mercado le ha dado.

Si, por ejemplo, un príncipe o una república dieran circula-ción legal, en sus dominios, a algo que no tuviese semejante valor real e intrínseco, no solamente los demás Estados rehusarán acep-tarla conforme a ese patrón, sino que los habitantes del propio país la rechazarían, tan pronto como se persuadieran de su escaso valor real. Cuando, a fines de la primera guerra púnica, los romanos qui-sieron dar al as de cobre, con peso de dos onzas, el mismo valor que antes tenía el as, con peso de una libra, o sea doce onzas, semejante arbitrio no pudo mantenerse mucho tiempo en el cambio 85.

Advierte Cantillon que la manipulación del dinero tiene con-secuencias naturales distintas a las buscadas, y seguido de aquello nos ofrece una clara y moderna explicación sobre las causas de la

84 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 68.85 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 76.

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inflación, explicación sobre la que ahondará en la segunda parte del Essai.

En la historia de todos los tiempos se advierte que cuando los príncipes reducen el valor de sus monedas, manteniendo el mismo valor nominal, todas las mercancías y artículos alimenticios se enca-recen en la misma proporción en que las monedas se debilitan 86.

Cantillon explica tempranamente en su Essai que la expansión monetaria y crediticia que hoy, en el siglo XXI, llevan adelante los gobiernos, tienen efectos similares sobre los precios que en aquellos dos casos donde: 1) los príncipes adulteran el valor de sus monedas, reduciendo su contenido en oro o plata; 2) los metales preciosos lle-gan masivamente a Europa provenientes desde las Américas.

“Efecto Cantillon”

El lector familiarizado con la historia del pensamiento econó-mico en el campo monetario recordará que ya en 1556, en su libro Comentario resolutorio de cambios, Martín de Azpilcueta, también llamado Doctor Navarro, explicaba, observando los efectos que so-bre los precios en España tuvo la llegada masiva de metales preciosos provenientes de América, los efectos de la inflación, utilizando los elementos básicos de la hoy famosa «teoría cuantitativa del dinero».

Tal concepción es similar a la que más tarde presentara John Locke, en la que, por un lado, la cantidad de bienes, en proporción a la cantidad de dinero en circulación, sirve para determinar el nivel general de precios en el mercado; y por otro, donde el aumento de la cantidad de dinero, eleva proporcionalmente este mismo nivel de precios.

Pero Cantillon, si bien está de acuerdo con la conclusión «agre-gada» de Locke, plantea que lo que se necesita hacer para obtener conclusiones correctas sobre los efectos que produce un cambio en

86 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 76.

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la oferta monetaria, es realizar un estudio profundo, pero microeco-nómico del proceso.

Si en un Estado se descubren minas de oro o de plata, y de ellas se extraen cantidades considerables de mineral, el propietario de estas minas, los empresarios y todos cuantos trabajan en ellas no dejarán de aumentar sus gastos en proporción a las riquezas y a los beneficios que obtengan; además, prestarán a interés las sumas de dinero remanente después de disponer de lo necesario para sus gastos.

Todo este dinero, ya sea prestado o gastado, penetrará en la circulación, y no dejará de elevar el precio de los artículos y mer-caderías en todos los canales de circulación por donde penetre. El aumento de dinero provocará un aumento de los gastos, y esto último, a su vez, traerá consigo un aumento considerable de los precios del mercado en los años más favorables del cambio, y otro relativamente menor en los de nivel más bajo. […]

Locke establece como máxima fundamental que la cantidad de productos y mercaderías, proporcionada a la cantidad de dinero, sirve de norma a los precios del mercado. Yo he tratado de escla-recer su idea en los capítulos precedentes; dicho autor se ha dado cuenta de que la abundancia de dinero lo encarece todo, pero no ha investigado cómo ocurre semejante cosa. La gran dificultad de esta investigación consiste en saber por qué vía y en qué proporción el aumento de dinero eleva el precio de las cosas 87.

En la literatura se ha llamado «efecto Cantillon» a este enfoque microeconómico y desagregado que él mismo presentara en el Essai y que resulta un elemento central para comprender la naturaleza de los ciclos económicos. El término lo empleó por vez primera Mark Blaug en su conocido trabajo Economic Theory Retrospect, 1962 y es un enfoque característico hoy de los economistas de la Escuela

87 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 105. La cursiva es nuestra.

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Austríaca 88. Explica Cantillon en el capítulo VI de la segunda parte, titulado “Del aumento y de la disminución de la cantidad de dinero efectivo en un Estado”:

Si el aumento de dinero efectivo proviene de las minas de oro o plata que se encuentran en un Estado, el propietario de es-tas minas, los empresarios, fundidores, refinadores y, en general, todos cuantos trabajan en ello, no dejarán de aumentar sus gastos en proporción de sus ganancias. En sus hogares consumirán más carne y más vino o cerveza que antes, se acostumbrarán a llevar mejores trajes, ropa blanca más fina, a poseer casas mejor decoradas y a disfrutar otras comodidades deseables. Darán así, ejemplo a muchos artesanos que antes carecían de trabajo, y que, por la mis-ma razón, aumentarán también sus gastos; todo este aumento de gasto en carne, vino, lana, etc., disminuye necesariamente la parte de otros habitantes del Estado que no participan en un principio en la riqueza de las minas en cuestión. El regateo en el mercado, o la demanda de carne, vino, lana, etc., serán más intensos que de ordinario, y no dejarán de elevar los precios. Estos precios elevados inducirán a los colonos a emplear más extensión de tierra para pro-ducirlos en años sucesivos: estos mismos colonos se beneficiarán con el referido aumento de precios, y aumentarán, como los otros, sus gastos familiares. Quienes sufrirán este encarecimiento y el au-mento del consumo serán, primeramente, los propietarios de las tierras, mientras duren sus contratos de arrendamiento; después, sus criados y todos los obreros o gentes con salario fijo, que a ellos están vinculados. Será preciso que todas estas personas disminu-yan su gasto en proporción al nuevo consumo, circunstancia que obligará a un gran número a salir del Estado, y a buscar fortuna en otros países. Los propietarios despedirán a muchos auxiliares y los

88 Véase Friedrich A. von Hayek, Precios y producción. Una explicación de las crisis de las economías capitalistas, Unión Editorial, Nueva Biblioteca de la Libertad Vol. 16, Madrid, 1996, p. 31. Traducción de Carlos Rodríguez Braun. Título original: Prices and Production, Routledge and Sons, Londres, 1931.

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restantes reclamarán un aumento de salario para poder subsistir como antes. He aquí, poco más o menos, cómo un aumento con-siderable de dinero, originado en las minas, aumenta el consumo, y, disminuyendo el número de los habitantes, provoca un gasto mayor entre los que se quedan 89.

Cantillon está introduciendo a la ciencia económica, como ve-remos a continuación, el «principio de la no neutralidad del dinero», un principio que hoy está ausente en la mayor parte de la literatura y que le ha impedido a la mayoría de los economistas elaborar una correcta teoría monetaria sobre los ciclos económicos. Este principio esencial, que daría luz a toda teoría monetaria, ha quedado oscureci-do por la mecánica teoría cuantitativa del dinero.

La teoría cuantitativa del dinero, la velocidad de circulación y la no neutralidad

Milton Friedman, quien hasta 2006 –año de su fallecimien-to– fuera el principal representante de la Escuela de Chicago, ad-vertía a la luz de su famoso trabajo sobre La historia monetaria de los Estados Unidos, 1867-1960, que: 1) en el corto plazo, las variaciones monetarias tienen efectos reales, aunque con retrasos muy variables y no duraderos, sobre la producción y el empleo; 2) en el largo pla-zo, las variaciones monetarias son neutralizadas, sólo tienen efectos nominales, sobre los precios, y ningún efecto real en la producción y el empleo.

La segunda de estas aseveraciones es la que a nuestro juicio, a la luz de los aportes de Cantillon, está sujeta a debate. Friedman llega a ella desde el punto de vista empírico a través del trabajo mencionado sobre los Estados Unidos, y desde el punto de vista teórico a través de la ecuación cuantitativa del dinero de Irving Fisher.

89 Véase R. Cantillon, Op. Cit., pp. 106-107.

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Friedman explicaba, que la idea básica de la teoría cuantitativa –que hay una relación entre la cantidad de dinero por un lado y los precios por el otro– seguramente es una de las ideas más viejas de la economía.

Pero una cosa es expresar esta idea en términos generales y otra cosa es sistematizar la relación entre el dinero por un lado y los precios y otras magnitudes por el otro. Lo que Irving Fisher hizo fue analizar la relación en mucho mayor detalle de lo que se había hecho hasta allí. Elaboró y popularizó lo que ha llegado a ser conocido como la ecuación cuantitativa: MV = PT, el dinero mul-tiplicado por la velocidad es igual a los precios multiplicados por el volumen de transacciones. […]

En la teoría monetaria, se interpretó que ese análisis signifi-caba que en la ecuación cuantitativa MV = PT la velocidad podía considerarse altamente estable, que podía tomarse como determi-nada en forma independiente de los otros términos de la ecuación, y que como resultado de esto los cambios en la cantidad de dinero se reflejarían en los precios o en la producción 90.

El segundo de estos dos párrafos, el que hace referencia a la es-tabilidad de la “velocidad de circulación del dinero” tiene un fuerte antecedente en Cantillon.

[C]inco mil onzas, pagadas dos veces, producirán el mismo efecto que diez mil onzas, pagadas una sola vez.[…]

A base de lo antedicho se comprenderá que debe existir la proporción cuantitativa de dinero en efectivo necesaria para la cir-culación de un Estado, y que esa cantidad puede ser mayor o me-nor en los Estados, según el ritmo que se siga y la velocidad de los pagos. […] Tanto si el dinero es raro como si es abundante en un Estado, la proporción indicada no variará mucho, porque en los

90 Véase Milton Friedman, “La contrarrevolución en la teoría monetaria”, en La economía monetarista, Gedisa Editorial, Barcelona, noviembre de 1992.

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Estados donde el dinero es abundante, las tierras se arriendan a más alto precio, y a un canon más bajo allí donde el dinero es más escaso, regla ésta que siempre se revelará como válida para todos los tiempos. Pero en los Estados donde el dinero es más raro ocurre con frecuencia que las transacciones por vía de evaluación son más numerosas que en aquellos Estados donde el dinero es más abun-dante, y por consiguiente la circulación resulta más rápida y menos retardada que en los Estados donde el dinero no escasea tanto. Así, para estimar la cantidad de dinero circulante, hay que considerar siempre la velocidad de circulación 91.

El Essai de Richard Cantillon ha sido considerado por mu-chos como un antecedente de la mencionada teoría. Sin embargo, si bien allí la velocidad de circulación introducida originalmente por Cantillon es esencial, creemos que las conclusiones agregadas a las que se llega serían inconsistentes con el Essai. Las palabras de Cantillon pueden ser más ilustrativas que lo que nosotros podamos agregar.

De todo esto induzco que cuando se introduce doble canti-dad de dinero en un Estado no siempre se duplica el precio de los productos y mercaderías. Un río que se desliza y serpentea por su cauce no corre con doble rapidez porque se duplique el caudal de sus aguas.

La proporción de carestía que el aumento y la cantidad de dinero introducen en un Estado dependerá del rumbo que este di-nero imprima al consumo y a la circulación. Cualesquiera que sean las manos por donde pase el dinero que se ha introducido en la circulación aumentará naturalmente el consumo; pero este consu-mo será más o menos grande según los casos, y afectará en mayor o menor escala a ciertas especies de artículos o mercaderías, según el capricho de los que adquieren el dinero. Los precios de mercado se

91 Véase R. Cantillon, Op. Cit., pp. 86-88.

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encarecerán más para ciertas especies que para otras, por abundante que sea el dinero 92.

Esto nos muestra lo importante del enfoque o método del que Cantillon nos ha provisto para analizar «microeconómicamente» y en forma «desagregada», el proceso de introducir nuevo dinero en la economía. Duplicar la cantidad de dinero, no duplica el nivel de precios en el largo plazo. La atención deberá estar puesta más bien, en los «precios relativos», pero no sólo en el corto y medio plazo, sino incluso en el largo plazo. Algunos precios subirán más, otros menos, otros no se verán afectados y otros incluso se pueden ver reducidos.

Por otro lado, habrá que poner en duda la supuesta «neutrali-dad del dinero» a la que se llega según dicha ecuación. Ya lo hemos tratado en otro lugar, pero sintéticamente, no hay ninguna razón para que los efectos que sí se reconocen en el corto plazo, se anu-len, o para ser más precisos, se neutralicen, en el largo plazo 93. Es claro que con posterioridad a tal expansión habrá un proceso de ajuste, pero éste nunca podrá hacer que la economía retorne exac-tamente al mismo estado original en el que se encontraba antes de tal expansión. El proceso de creación de medios fiduciarios permite reducir la tasa de interés en el corto plazo, lo que da lugar a que se lleven adelante proyectos de inversión en los que se utilizan recursos escasos. Una vez que el proceso se revierte, como nos muestra la teoría austríaca del ciclo económico, estos recursos no se recuperan, mostrando, nuevamente, que el efecto no es neutral en términos reales. En Cantillon no encontramos una completa comprensión de la teoría del ciclo económico mencionada, pero es claro en el Essai la presencia del principio de la no neutralidad del dinero, el aporte central del hoy denominado «efecto Cantillon» y los rudimentos bá-sicos de aquella.

92 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 115.93 Véase A. Ravier, Dos tradiciones…, Op. Cit.

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Mercado de fondos prestables y tasa de interés

Cantillon avanza aún más en el campo monetario y bancario, y aprovechando su conocimiento y experiencia como banquero, nos introduce algunos aportes sobre el mercado de fondos prestables y la tasa de interés.

El nuevo dinero puede también afectar la tasa de interés si éste llega a manos de los prestamistas. Sin embargo, Cantillon rechaza la visión mercantilista de Locke de que la tasa de interés es un fe-nómeno monetario. Adelantándose al conocimiento moderno en la materia, señaló que la tasa de interés está basada sobre las fuerzas de la oferta y la demanda en el mercado de fondos prestables, y que si el nuevo dinero incrementa la oferta de créditos, entonces sí se redu-ciría la tasa de interés.

Es idea común y admitida por cuantos han escrito sobre el comercio que el aumento de la cantidad de dinero efectivo en un Estado disminuye el precio del interés, porque cuando el dinero abunda es más fácil encontrar alguien que lo preste. Esta idea no siempre es verdadera ni justa.[…]

La abundancia o escasez de dinero en un Estado eleva o rebaja los precios de todas las cosas en las transacciones, sin que exista nin-gún nexo necesario con la tasa de interés, que puede ser muy bien elevada en los Estados donde existe abundancia de dinero y baja en aquellos otros donde el dinero es más raro; alto donde todo es caro, bajo donde todo es barato; alto en Londres, bajo en Génova.

El tipo de interés se eleva y baja todos los días, a base de sim-ples rumores que tienden a disminuir o aumentar la seguridad de los prestamistas, sin que por esto se altere el precio de las cosas en los tratos comerciales 94.

Cantillon procede luego a justificar el interés, contrariando ex-plícitamente siglos y siglos en los que el préstamo de dinero, y la

94 Véase R. Cantillon, Op. Cit., pp. 136-137.

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consecuente tasa de interés que recibía el prestamista, era condenada como usura. Para Cantillon es evidente que el «riesgo» del prestamis-ta, sea que tome o no garantía, debía ser compensado.

Las necesidades de los hombres parecen haber introducido el uso del interés. Si una persona presta su dinero a base de buenas prendas o mediante hipoteca de sus tierras, corre por lo menos el riesgo de la mala voluntad del prestatario, o el de los gastos, proce-sos y pérdidas subsiguientes; pero cuando presta sin garantía corre el riesgo de perderlo todo. En consideración a ello los necesitados de dinero hubieran de tentar, en los comienzos, la avidez de los prestamistas con el cebo de un beneficio proporcionado a las ne-cesidades de los prestatarios y al temor y a la avaricia de los pres-tamistas. Este es, a mi juicio, el primordial origen del interés. Pero su uso permanente en los Estados parece fundarse en los beneficios que pueden obtener los empresarios 95.

Lo dicho lleva a Cantillon a describir las fuerzas que causan un cambio en la tasa de interés y muestra que la misma es un aspecto normal e importante de la economía. Y a continuación, defiende los beneficios económicos de las tasas de interés altas comparándolas con los beneficios empresariales y las rentas de tasas aún más altas.

Los romanos de antaño, tras promulgar diversas leyes para rebajar el tipo de interés, hicieron una para prohibir en absoluto el préstamo de dinero. Esta ley no tuvo más éxito que las anteriores. La ley promulgada por Justiniano para impedir que los patricios cobraran más de un cuatro por ciento, los de clase más baja hasta seis por ciento, y los mercaderes ocho por ciento, era a un tiempo, chocante e injusta, ya que no estaba prohibido obtener beneficios hasta del cincuenta por ciento y el cien por ciento en todas las de-más clases de operaciones.

95 Véase R. Cantillon, Op. Cit., pp. 127-128.

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Si a un propietario de tierras le está permitido y aún se con-sidera honorable que ceda su hacienda a un colono indigente por una renta elevada, con peligro de perder la renta entera de un año, parece también que debería permitirse al prestamista prestar su di-nero a un prestatario necesitado, aún a riesgo de perder no sólo el interés o beneficio sino incluso su capital, estipulando tal interés como el otro consienta voluntariamente en aceptarlo 96.

Sobre la base de su descripción de las tasas de interés, y lo que motiva que las mismas alcancen niveles elevados, Cantillon ridiculi-za la noción de que el gobierno deba regularlas con leyes de usura.

Nada más divertido que la multitud de leyes y cánones pro-mulgados siglo tras siglo respecto al interés del dinero, siempre por gente sabihonda que apenas tenía noción del comercio, y siempre inútilmente 97.

El acceso al crédito, se convierte así, en el único medio que le permite al colono progresar, ahorrando paulatinamente un pequeño capital y adueñándose, poco a poco, de la renta que primeramente pagaba. Cantillon observa en el naciente sistema capitalista la posi-bilidad de que, a través del crédito, las clases bajas y medias puedan alcanzar niveles mayores de riqueza.

Si el colono tiene capital bastante para desarrollar su explota-ción, si posee todos los útiles e instrumentos necesarios […] podría guardar para sí mismo, después de pagar todos los gastos, un tercio del producto de su hacienda. Pero si un labrador competente, que vive de su trabajo, al día, y carece de capital, puede encontrar al-guien que quiera prestarle capital o dinero suficiente para comprar-la, estará dispuesto a dar a este prestamista toda la tercera renta, o el tercio del producto de una hacienda cuando aspira a convertirse en empresario de ella. Pensará, al proceder así, en que su condición

96 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 140.97 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 134.

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será mejor que antes, porque encontrará medios para su sustento en la segunda renta, convirtiéndose en dueño, cuando antes era criado: si a base de un gran ahorro, privándose de cosas necesarias, puede recoger paulatinamente un pequeño capital, cada año tendrá que pedir prestada una suma más corta, y con el tiempo llegará a apropiarse de esta tercera renta 98.

Cantillon cierra el capítulo mostrando un profundo conoci-miento histórico sobre el nivel que las tasas de interés habían alcan-zado en distintos lugares, y en distintos tiempos y concluyendo que, en el mercado libre, las tasas de interés nunca estuvieron tan bajas sino a fines de la República y en la era de Augusto, después de la con-quista de Egipto. Los emperadores Antonio y Alejandro Severo sólo redujeron el interés al cuatro por ciento prestando fondos públicos sobre hipotecas de las tierras.

La teoría del ciclo económico

Hemos dicho más arriba que Cantillon no presenta una com-pleta teoría del ciclo económico, pero sí podemos encontrar en el Essai algunos de los elementos centrales de la teoría austríaca del auge y la depresión.

Mencionar estos elementos servirá de nexo para cerrar el campo monetario y bancario, y adentrarnos en el campo del comercio in-ternacional. Después de todo, la falacia más importante del mercan-tilismo consistía en la creencia de que la riqueza de un reino estaría dada por la acumulación de metales, aspecto que, como veremos, Cantillon ha rechazado por ir un poco más lejos en el análisis sobre las consecuencias que el ingreso de tales metales produce en la eco-nomía.

98 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 128.

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La teoría austríaca del ciclo económico es una teoría eminen-temente monetaria. Para esta Escuela, tanto la inflación, como los procesos de auge y depresión, son originados en la manipulación de parte del gobierno o la autoridad monetaria, tanto de la cantidad de dinero como de la tasa de interés.

Cantillon nos ha provisto más arriba de una original teoría mi-croeconómica y desagregada que estudia los cambios en la oferta monetaria y los efectos que desencadena (recordar en particular el «efecto Cantillon»). Un aumento en la cantidad de dinero en circu-lación provoca, en definitiva, un aumento en el consumo de todos aquellos que se ven beneficiados de tal expansión, los que al elevar sus gastos particulares, generan un aumento de precios en aquellos sectores que ven incrementada su demanda. Estos empresarios, al elevar sus ventas y ver reducidos sus stocks, incrementan la produc-ción tomando nuevos trabajadores y empleando mayores extensio-nes de tierra. La economía experimenta así un boom económico, si-tuación de auge o crecimiento económico que en general no puede prolongarse en el tiempo.

Cantillon, anticipando a algunos de los economistas Clásicos, y también a miembros de la Escuela de Chicago, advierte sin embargo, que todos aquellos que tengan contratos rígidos, como aquellos que perciben un salario fijo, o los propietarios de tierras, se ven imposibi-litados de ajustar sus ingresos y rentas hacia arriba, para acompañar la subida de precios, y en consecuencia deben ajustar sus gastos. La fase de crisis y depresión, en Cantillon, comienza entonces cuando los propietarios despiden a muchos de sus trabajadores, auxiliares y criados, y éstos abandonan el Reino buscando mejores destinos, donde reciban remuneraciones que les permitan vivir dignamente. Mientras tanto los precios continúan su escalada, lo que lleva a los consumidores a empezar a importar productos del exterior, donde los precios son más bajos. Esto termina por arruinar a artesanos e industriales, y con ello emerge la pobreza y la miseria.

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Cuando la excesiva abundancia de dinero de las minas haya reducido el número de los habitantes de un Estado, habituándose los restantes a un gasto mayor, elevando el producto de la tierra y del trabajo de los obreros hasta alcanzar precios excesivos, y arrui-nando las manufacturas del Estado por el uso que los terratenientes y quienes trabajan en las minas hacen de los productos extranjeros, el dinero producido en las minas fluirá necesariamente al exterior, para pagar lo que de él se importa; ello empobrecerá insensible-mente al propio Estado y lo hará en cierto modo dependiente del extranjero, al cual se verá obligado a enviar dinero anualmente, a medida que lo extrae de las minas. Cesará esa abundante circu-lación de dinero, que era general al principio, y sobrevendrán la pobreza y la miseria, con lo que el trabajo de las minas no resultará sino en ventaja de quienes están ocupados en ellas, y de los extran-jeros que con ello se benefician 99.

Lo dicho, agrega Cantillon, es aproximadamente lo que ocurrió en España y Portugal, desde el descubrimiento de las Indias. “Todo el oro y la plata que estos dos Estados extraen de las minas, no les procura, en la circulación, más metales preciosos que a los otros. Ordinariamente Inglaterra y Francia benefician una mayor canti-dad”.

Sin embargo, Cantillon explica que tal proceso no surge sim-plemente de aquella situación en la que un Estado importa metales preciosos desde sus colonias.

Una abundancia de dinero ficticia e imaginaria causa las mis-mas desventajas que un aumento de dinero real en circulación, ele-vando el precio de la tierra y del trabajo, haciendo más costosas las obras y manufacturas con el riesgo de una pérdida subsiguiente. Pero esta abundancia fugaz se desvanece al primer soplo de descré-dito, y precipita el desorden 100.

99 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 108.100 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 193.

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Hacia el final del Essai Cantillon generaliza aquella situación de importación de metales como el oro y la plata, a una situación cualquiera en que el Estado decida aumentar “ficticia e imaginaria-mente” el circulante.

Si por un momento, recordamos la vida de Cantillon que estu-diamos en la primera sección, donde se vio envuelto en una burbuja especulativa de la cual supo tomar provecho, podremos entender que ello sólo fue posible por la base teórica que tenía.

Y es que en estas últimas páginas Cantillon presenta una críti-ca a John Law, ministro que supo convencer al regente de Orleans para emprender tal proceso de expansión monetaria y crediticia, que diera origen finalmente a la burbuja que, al desinflarse, dejó a tanta gente en la ruina.

Es pues indudable que un Banco, en complicidad con el mi-nistro, es capaz de elevar y sostener el precio de los fondos públicos y de reducir la tasa de interés en el Estado, al arbitrio del ministro, cuando las operaciones se llevan a cabo con discreción, y de este modo se liberan las deudas del Estado. Pero estos refinamientos, que abren la puerta para realizar grandes fortunas, sólo en conta-dos casos se aplican para la utilidad exclusiva del Estado, y los que participan en ellos se corrompen con frecuencia. Los billetes de Banco redundantes, fabricados y emitidos en estas ocasiones, no perjudican la circulación, porque aplicándose a la compra y venta de fondos de capital no sirven para el gasto de las familias, y por consiguiente no se cambian por plata. Pero si en virtud de algún temor o accidente imprevisto los tenedores de billetes solicitaran la plata del Banco, la bomba explotaría y se pondría de manifiesto que estas operaciones son por demás peligrosas 101.

Cantillon sintetiza en este párrafo lo que efectivamente ocurrió en Francia entre 1718 y 1721, etapa en la que la bomba explotó y se

101 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 200.

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puso de manifiesto lo peligroso de emprender políticas que manipu-len artificialmente la tasa de interés.

A modo de cierre del apartado, debemos señalar que su descrip-ción de la primera fase del ciclo, la del auge, es lo que muchos ana-listas han utilizado para catalogar a Cantillon como mercantilista, dado que el nuevo dinero es visto como aquel que permite elevar el nivel de actividad. Sin embargo, como se ha visto, los problemas tar-de o temprano aparecen. El problema básico es la inflación de pre-cios y el colapso de la industria doméstica. La lección austríaca que nos brinda Cantillon es que el éxito de la política mercantilista es de corto plazo, pero que en el largo plazo está destinada al fracaso.

2.3.5. La teoría del comercio internacional

Si tuviéramos que ubicar a Cantillon, cronológicamente, en la historia del pensamiento económico, debiéramos decir que su Essai penetra en el marco de un mercantilismo maduro, y bajo un floreci-miento del movimiento fisiócrata, donde el laissez faire empezaba a pronunciarse bajo los escritos de Quesnay y Mirabeau.

Cantillon y el mercantilismo

Al margen del tiempo en que escribió, debiéramos decir que Cantillon no pertenece ni a uno, ni a otro movimiento, conside-rando, como ya se ha visto, que su Essai no fue un panfleto, sino un tratado de economía política muy bien sistematizado, en el que profundiza, de modo muy refinado, prácticamente todas las áreas de estudio que hoy hacen a la economía política moderna.

Si nos trasladamos ahora a considerar la consistencia de ideas entre las contenidas en el Essai, y las que uno y otro movimiento han propuesto, sí podríamos decir que Cantillon ha comenzado a diagramar en su trabajo las inconsistencias centrales del mercantilis-mo, esbozando los principios sobre los que se construiría más tarde

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la Fisiocracia, independientemente de que, a nuestro juicio, ninguno de los fisiócratas lo superó, o incluso lo igualó en teoría económica.

Que Cantillon es un mercantilista es una falacia más dentro de este movimiento. Y es que la máxima de esta corriente es que un Estado se hará rico y poderoso en la medida que logre acumular metales pre-ciosos –oro y plata– como moneda, como fruto de un superávit en la balanza comercial, es decir, donde las exportaciones sean superiores a las importaciones. En el mercantilismo, el oro y la plata son sinóni-mos de riqueza, y la forma de enriquecer a un reino es acumulando tales mercancías.

Ahora, Cantillon ha explicado, y lo hemos visto más arriba, que un aumento de circulante puede generar serios problemas económi-cos en un Estado, elevando primero los precios, generando empleo y hasta un auge económico, para luego caer en la ruina de su industria doméstica y expulsando mano de obra a otros Estados. Sin embargo, Cantillon distingue el caso del oro y plata que proviene de las minas, de aquella situación en la que el saldo de la balanza de comercio es positiva.

Ahora bien, si el incremento de dinero en el propio Estado procede de una balanza favorable de comercio con el extranjero (es decir, si se envían a otros países artículos y manufacturas en valor y cantidad mayores que los que de ellos se importan, y se recibe, por consiguiente, un excedente en dinero) este aumento anual de dinero enriquecerá un gran número de comerciantes y empresarios en el propio Estado, y permitirá ocupar a los numerosos artesanos y obreros que producen los artículos exportables al extranjero, de donde el dinero se obtiene 102.

Sin embargo es aquí donde Cantillon presenta el mecanismo de ajuste que la literatura, en general, le ha concedido a David Hume,

102 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 109.

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pero que ya había sido presentada, prematuramente, en el Essai de Cantillon.

El mecanismo de ajuste natural de Cantillon

La contradicción interna del mercantilismo es que si un deter-minado Estado consigue una balanza comercial favorable y comien-za a acumular moneda, este aumento de moneda elevará los precios en dicho Estado y esto menoscabará la capacidad competitiva a sus productos en los mercados mundiales, lo que acabará con la balanza favorable.

Es cierto que si continúa el aumento de dinero, su abundan-cia determinará, a la larga, un encarecimiento de la tierra y del trabajo en el Estado. Los artículos y manufacturas costarán tanto, andando el tiempo, que el extranjero cesará de comprarlos poco a poco, habituándose a adquirirlos en otro lugar, a más bajo precio; ello producirá insensiblemente la ruina del trabajo y de las ma-nufacturas del Estado. La misma causa que aumenta las rentas de los propietarios de las tierras del Estado (a saber: la abundancia de dinero) les inducirá a importar abundantes productos de los países extranjeros, donde podrán obtenerlos a bajo precio. Estas son con-secuencias naturales. La riqueza que un Estado adquiere por el co-mercio, el trabajo y el ahorro lo arrojará insensiblemente en el lujo. Los Estados que se exaltan con el comercio, irremediablemente de-caen más tarde; hay reglas que permitirían evitar ese decaimiento, pero no se aplican para impedirlo. Siempre es cierto que mientras el Estado se halla en posesión de un favorable saldo mercantil y con abundancia de dinero, parece poderoso, y en efecto lo es mientras esa abundancia persiste 103.

Y en efecto lo es mientras esa abundancia persiste, pero no puede persistir, por las razones que expone brillantemente el mismo

103 Véase R. Cantillon, Op. Cit., pp. 148-149.

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Cantillon. La balanza comercial positiva “enriquece” al reino, pero también eleva los precios dentro del mismo, lo que hace que, con el tiempo, de forma natural, los precios de las mercancías exportadas sean demasiado elevadas, y entonces el importador decide comprar esas mercancías en otro reino.

Aclara Cantillon que existen políticas económicas que podrían evitar tal estado de cosas, pero tales políticas son de corto plazo, y de implementarlas los resultados ocasionados no serían los esperados.

Cantillon nos presenta el ejemplo de aquel príncipe que prohí-be la exportación de oro:

Si el rey de Portugal, bajo la pena, no solamente de confisca-ción, sino aun de perder la vida, prohíbe con todo rigor transportar metal de oro o plata fuera de su territorio, el terror a estas prohibi-ciones impedirá por lo pronto que los banqueros se entremezclen en las remesas de esos saldos. El precio de las mercancías inglesas quedará disponible en efectivo en Lisboa. Los mercaderes ingle-ses, no pudiendo recibir sus fondos de Lisboa, no enviarán más tejidos. Como consecuencia, las telas se encarecerán de un modo extraordinario; sin embargo, los tejidos no han subido de precio en Inglaterra, sino que los comerciantes se abstienen tan sólo de en-viarlos a Lisboa puesto que no puede disponerse de su importe 104.

Y continúa Cantillon afirmando que tal política genera con-secuencias terribles sobre los incentivos, que ahora, en lugar de in-tentar aumentar la producción, y con ello mejorar la calidad y los precios de sus productos, para intentar ser más competitivos y volver a exportar, se traducen en economía informal y contrabando.

No seríamos objetivos si no dijéramos que Cantillon presenta en la tercera parte del Essai algunos aspectos que pueden ser consi-derados mercantilistas. Sin embargo, es plausible imaginar que la

104 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 166.

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base de esta defensa descanse, no en un análisis teórico, sino en sus observaciones empíricas de la economía mundial.

Deuda pública e inversión extranjera

Para terminar el apartado, debemos destacar un aspecto adicio-nal de su teoría del comercio internacional, esto es, aquella situación en donde el aumento de la cantidad de dinero proviene de parti-culares extranjeros que compran bonos del gobierno para financiar el gasto público incrementando la deuda pública. Las conclusiones, desde luego, no son muy distintas a las ya señaladas.

Todavía tengo que referirme a [aquella situación en la que] los particulares extranjeros envían su dinero al Estado para com-prar en él acciones o fondos públicos. A veces estas colocaciones ascienden a sumas muy considerables, y sobre ellas el Estado debe pagar anualmente un interés a dichos extranjeros. Estos procedi-mientos de aumentar el dinero en el Estado hacen que el dinero en él sea más abundante, y disminuyen el tipo de interés. Mediante este dinero los empresarios del Estado pueden más fácilmente to-mar dinero a préstamo, dar trabajo y establecer manufacturas con afán de lucro; los artesanos y todos aquellos por cuyas manos pasa este dinero consumen más que si de él no hubieran dispuesto, cir-cunstancia que eleva en consecuencia el precio de todas las cosas, como si pertenecieran al Estado, y al incrementarse el gasto o el consumo aumentan las rentas que los poderes públicos perciben sobre esa base. Las sumas de este modo prestadas al Estado pro-curan muchas ventajas presentes, pero a la larga siempre resultan onerosas y perjudiciales. Es preciso que el Estado pague por ellas un interés anual a los extranjeros, y, además de esta pérdida, el Estado se encuentra a merced de los prestamistas del exterior que siempre pueden sumirlo en la pobreza cuando les dé el capricho de retirar sus fondos. Esa decisión se adoptará sin duda en el instante en que el Estado se vea en mayores dificultades, como cuando se prepara una guerra o existe el temor de algún acontecimiento desfavorable.

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El interés que se paga al extranjero es siempre más considerable que el aumento del ingreso público debido a ese dinero 105.

El lector habrá podido observar la actualidad de las palabras de Cantillon, replicando las actividades que hoy llevan adelante prác-ticamente todos los gobiernos, y en particular los latinoamericanos, donde el riesgo-país le dice al inversor el nivel de confianza que pre-senta cada Estado o gobierno, el riesgo de default de dicha deuda y, sintetizando, el respeto por las instituciones y la seguridad jurídica.

Con frecuencia se advierte cómo estos préstamos de dinero pasan de un país a otro, según la confianza de los prestamistas en los Estados donde los envían. Pero, a decir verdad, lo más frecuente es que los Estados gravados por tales empréstitos, sobre los cuales pagaron durante largos años elevados intereses, lleguen a verse en la imposibilidad de pagar los capitales, y se declaren en quiebra. Por poco que se mezcle la desconfianza, los fondos públicos o las accio-nes se derrumban; los accionistas extranjeros se resisten a realizarlas con pérdida y prefieren contentarse con sus intereses en espera de que la confianza retorne. Pero en ocasiones esos valores nunca más se recuperan. En los Estados en trance de decadencia, la principal misión de los ministros es, por lo común, reanimar la confianza y atraer hacia sí el dinero de los extranjeros mediante esa clase de préstamos, porque a menos que el Gobierno falta a la buena fe y a sus compromisos, el dinero de los súbditos circulará sin interrup-ción 106.

En definitiva el prestamista o inversor extranjero se guiará por el coeficiente de rentabilidad-riesgo que le provea cada gobierno, anali-zando el interés que percibirá por la operación de préstamo y el ries-go de, primero, cobrar los intereses, y luego, recuperar el capital.

105 Véase R. Cantillon, Op. Cit., pp. 122-123.106 Véase R. Cantillon, Op. Cit., p. 123.

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III. EL IMPACTO DEL ESSAI Y ALGUNAS REFLEXIONES FINALES

Mr. Léonce de Lavergne, incluso antes de que William Stanley Jevons desarrollara aquel manuscrito «descubridor» de 1881, afirma que “todas las teorías de (los) economistas están contenidas anticipa-damente en este libro” 107. Esta es la sensación que, a quien escribe, le ha quedado luego de la primera lectura del Essai, sensación que se profundizó al ahondar en su estudio para desarrollar el presente trabajo, y sensación que se ha intentado transmitir al lector a través de estas líneas.

Cantillon ha logrado desarrollar importantes contribuciones en prácticamente todos los campos del análisis económico moderno: epistemología de la economía, microeconomía, macroeconomía y teoría monetaria, y economía internacional. El Essai ha mostrado ser el trabajo más sistemático del que se tenga memoria, al menos, hasta que Adam Smith publicara La Riqueza de las Naciones en 1776.

Empero, Philip Charles Newman, un historiador poco cono-cido pero cuyo trabajo, a pesar de ciertas lagunas, es digno de aten-ción, afirma que, resumiendo, “debemos colocar a Cantillon en uno de los primeros puestos de la historia del pensamiento económico si basamos nuestro juicio en el mérito intrínseco de su obra; pero si consideramos que no ejerció la menor influencia sobre los hombres de su generación, ya que no fue rehabilitado hasta mucho después de la exposición de sus teorías en forma más refinada y elaborada, por otros escritos, tenemos que situarle, en nuestra estimación, en un lugar muy inferior” 108.

107 Véase W. Stanley Jevons, Op. Cit., p. 224.108 Véase Philip Charles Newman, Historia de las doctrinas económicas, Editorial

Juventud, S.A., Barcelona, 1963. Traducción de José Rico Godoy y Joaquín Muns. Título original: The development of economic thought, Prentice Hall, Inc., New York, N. Y. Copyright, 1952.

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Y es este último, el punto al que queremos hacer referencia en esta tercera y última sección, donde intentaremos penetrar en la in-fluencia, o el impacto, que el Essai ha sabido generar, tanto sobre los pensadores más importantes de su tiempo, como en las escuelas de pensamiento económico que surgieron a partir de allí.

Sólo a modo de síntesis, y a los efectos de refutar las palabras de Newman, debemos recordar que el manuscrito de Cantillon, si bien circuló desde 1734 por el mundo académico, recién se publicó por primera vez, en Londres, en 1755, siguiéndole a aquella, otras tres publicaciones en Francia (1756), Amsterdam (1756) e Italia (1767). Estas ediciones tuvieron un inmediato impacto en economistas ingleses (Postlethwayt, Smith, Young, Steuart, Rae y Malthus), en Italia (Filangieri, Beccaria, Genovesi, Ferrara) y especialmen-te en Francia (Mirabeau, Quesnay, Du Pont de Nemours, Mably, Morellet, Gournay, Turgot, Condillac, Say, Germaine Garnier, Ganilh, Roederer, Accarias de Serrionne, Daire) 109, algunos de los cuales pasamos a estudiar.

3.1. Los fisiócratas y el laissez faire

En un intento de presentación cronológica, quizás debamos co-menzar con el marqués de Mirabeau, personaje que retuvo celosa-mente el manuscrito, desde que éste comenzara a circular en 1734, por alrededor de veinte años. Mirabeau es el único autor sobre el cual, sin ninguna duda, podemos afirmar que tomó contacto con

109 Joseph J. Spengler afirma que muchos de los que escribieron en el cam-po económico en el siglo XVIII tomaron algún contacto, e incluso utilizaron el Essai de Cantillon, procediendo a brindarnos el largo listado de nombres que lo compone. Algunos nombres allí presentes podrían agregarse al listado que aquí presentamos. Véase J. J. Spengler, “Richard Cantillon: First of the Moderns. I”, The Journal of Political Economy, Vol. 62, No. 4 (Aug., 1954), pp. 281-295.

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el Essai antes de su publicación en 1755 y quien aceptó siempre la influencia recibida 110.

Mirabeau tuvo una importante relación de amistad con Quesnay y existen documentos que muestran que en la primera con-versación entre ambos, Mirabeau se presentó como un discípulo de Cantillon 111.

Francòis Quesnay, reconocido fundador del movimiento fisio-crático, atribuye expresamente al Essai, en sus primeros escritos, el punto fundamental de su sistema. Jevons afirma que Quesnay tomó al Essai como su principio guiador, y citando a Eugène Daire, el edi-tor de las obras completas de los fisiócratas, acerca de los cuales no puede haber una mejor autoridad, manifiesta expresamente que la doctrina fundamental de Quesnay, según la cual “la tierra es la única fuente de la riqueza”, parece haber sido tomada del capítulo inicial del Essai de Cantillon 112.

Leonard Liggio nos recuerda además que Cantillon se introdu-ce en escena justamente para provocar una revolución científica, al abandonar la academia el mercantilismo, y dar lugar al florecimiento del laissez faire francés. Los fisiócratas se preocupaban por tratar la economía como un fenómeno natural, un orden natural, un proceso, en comparación con el mercantilismo que enfatizaba la necesidad de políticas gubernamentales artificiales, o contrarios a la mencionada naturalidad, para alcanzar sus objetivos. Para Liggio, en este punto, los fisiócratas son continuadores del espíritu de Cantillon 113.

110 Higgs agrega que es un testimonio, no sólo para el valor científico el Essai, sino también para la historia del pensamiento económico entre 1734 y 1755, que ninguna parte de su trabajo sería invalidada por este lapso de tiempo. Nosotros de-bemos notar sin embargo que es importante en este campo advertir correctamente si los escritos de David Hume, sobre moneda e interés, fueron inspirados o no en las contribuciones del Essai. Véase H. Higgs, Op. Cit., p. 451.

111 Véase H. Higgs, Op. Cit., p. 453.112 Véase W. Stanley Jevons, Op. Cit., pp. 224-225.113 Véase Leonard P. Liggio, “Richad Cantillon and the french economists:

Distinctive french contributions to J. B. Say”, The Journal of Libertarian Studies, Vol. VII, No. 2 (Fall 1985), pp. 295-304.

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3.2. Los economistas franceses

Indirectamente, Schumpeter observa que, a través de Quesnay, tanto Jean Baptiste Say como Frédéric Bastiat habrían recibido in-fluencias de Cantillon, lo mismo que Condillac.

Condillac, quien en su obra profunda y original Le Commerce et le Gouvernement apenas cita otros escritos o reconoce cualquier dependencia literaria, abandona su procedimiento de siempre por lo que a Cantillon se refiere. En una nota de pie de página (cap. XVI, Oeuvres Complètes, t. VI, París, 1803, p. 411) manifiesta que ha deri-vado del Essai la base de su capítulo sobre la circulación de moneda, además de otras observaciones de las que hace uso en diversos capí-tulos: “Es sobre estas materias –dice Condillac– una de las mejores obras que conozco, aunque naturalmente no las conozco todas” 114.

Otro economista francés que recibió una fuerte influencia de parte de Cantillon es Turgot, a quien Rothbard califica como “gran socio o compañero de viaje” 115, y a quien algunos austríacos colocan junto con Cantillon, como padres de la economía política. Liggio explica que las reflexiones sobre la formación y la distribución de la riqueza en Turgot, tienen su origen en el Essai de Cantillon, donde desarrolla una teoría del precio, del capital, del dinero, del interés, del ahorro y de la inversión, lo que tiene un impacto central en Böhm Bawerk, e indirectamente en von Wiser y Karl Knies 116.

Y para terminar con los economistas franceses, debemos hacer una referencia a Say, quien toma del Essai de Cantillon su análisis del mercado de trabajo, lo que le permite reconocer la famosa «Ley de Say», en la que toda oferta crea su propia demanda. Say a su vez, pareciera desarrollar, sobre la base del Essai de Cantillon, su teoría de la empresarialidad 117.

114 Véase W. Stanley Jevons, Op. Cit., p. 220.115 Véase M. N. Rothbard, Op. Cit., p. 403.116 Véase L. P. Liggio, Op. Cit., pp. 300–301.117 Véase L. P. Liggio, Op. Cit., p. 302.

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3.3. La Escuela Escocesa y la tradición del orden espontáneo

Si bien Cantillon cuenta con el privilegio de ser uno de los po-cos autores citados –por lo menos una decena de veces– por Adam Smith en La Riqueza de las Naciones, no es del todo claro en la lite-ratura cuál ha sido la influencia que Cantillon supo generar, a través de su Essai, en los pensadores escoceses.

Por el lado de David Hume, hemos comentado más arriba la anécdota de McCulloch, quien habiendo confundido el Analysis of Trade de 1759, llegaba a la conclusión de que Philip Cantillon había recibido su influencia. Jevons sin embargo, concluye que Richard Cantillon, el verdadero autor del Essai, no le debe nada a Hume, y que en todo caso, la influencia pudo haber sido al revés. La literatura no logra mostrar pruebas contundentes y definitivas de si Hume tomó o no contacto con el Essai, aunque Rothbard, presume que tuvo que haberlo leído.

En aquella sociedad cosmopolita del siglo XVIII en la que los intelectuales ingleses y franceses se entremezclaban, el Essai fue ciertamente leído e imitado por el eminente filósofo escocés David Hume 118.

Joseph Schumpeter por su parte, explica, tal como lo hiciéra-mos más arriba, que “el mecanismo automático que distribuye in-ternacionalmente los metales monetarios, descrito casi a la perfec-ción y generalmente atribuído a Hume, es uno de los resultados de Cantillon” 119. Tal es así que Hayek, hace una referencia a un famoso pasaje de los Political Discourses de Hume, donde concluye que “se parece tanto al texto de Cantillon que es difícil creer que no haya visto algunos de los manuscritos del Essai que se sabe circularon pri-vadamente en la época en que se escribieron los Discursos” 120.

118 Véase M. N. Rothbard, Op. Cit., pp. 403-404.119 Véase J. Schumpeter, Op. Cit., p. 266.120 Véase, F. A. von Hayek, Precios y producción… Op. Cit., p. 30.

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Por el lado de Adam Smith, se ha citado en extenso, en la lite-ratura, el tópico de la desigualdad de salarios, sin embargo, las in-fluencias no se terminan allí. Cantillon le ha proporcionado a Smith la identificación de la inconsistencia más importante del mercantilis-mo, al mismo tiempo que plantó la semilla del “principio de división del trabajo” y de “la mano invisible” 121.

Todo esto hace que los propietarios tengan necesidad de otros habitantes, como éstos la tienen de los propietarios […] Es la ne-cesidad y la urgencia lo que permite subsistir en el Estado a los granjeros y artesanos de toda especie, a los comerciantes, oficiales, soldados, marinos, criados y todos los demás elementos que traba-jan o son empleados en el Estado. Toda clase de trabajadores no sólo sirve al príncipe y a los propietarios, sino que sus componentes se sirven mutuamente, unos a otros” 122.

No podemos olvidar tampoco la incorporación del término “naturaleza” en el título del libro de Smith de 1776, o incluso su teo-ría del valor y los precios, donde si bien Smith falla en comprender la plenitud del aporte de Cantillon, la similitud en algunas partes del tratamiento de estos temas, entre ambos autores, es indiscutible.

Rothbard agrega por su parte, que después de la publicación de La Riqueza de las Naciones “el conocimiento e influencia de Cantillon cayó víctima de la generalizada costumbre post-smithiana de ignorar a cualquiera y a todo aquel que precediera a Adam Smith”.

121 “We know that Smith was familiar with Cantillon because Smith names him in the Wealth of Nations. Second, we know that Cantillon heavily influ-enced Smith because many scholars have identified many telling similarities in their economics, such as in the case of wage rate differentials and their curious endorsements of the Navigation Acts. Here we extend the connection between Smith and Cantillon to the concept of the invisible hand through the use of tex-tual evidence”. Véase Mark Thornton, “Cantillon and the Invisible Hand,” under review at Quarterly Journal of Austrian Economics.

122 Véase R. Cantillon, Op. Cit., pp. 38-39.

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Pero lo más perverso de este culto a Smith es que los econo-mistas olvidados fueron, en muchos sentidos, bastante más sólidos que Adam Smith, así que, olvidándolos, se perdió, al menos duran-te un siglo, mucha buena economía 123.

Tanto Adam Smith, como David Hume, conforman hoy parte esencial de la tradición del orden espontáneo, tradición en la que han incorporado importantes aportes algunos miembros de la Escuela Austríaca como Carl Menger y Friedrich A. von Hayek. La historia del pensamiento económico le ha negado injustamente a Cantillon un lugar en tal tradición, aún cuando, como hemos visto más arriba, Cantillon desarrolla un excelente estudio sobre el origen del dinero, donde la tradición del orden espontáneo, a través de la necesidad y la utilidad de encontrar ciertas mercancías que puedan cumplir la función de medio de cambio, quedó perfectamente expuesta.

3.4. El Marginalismo y la Escuela Austríaca

Nadie puede negar la influencia, o más bien el impacto, que el Essai provocó en W. Stanley Jevons. De hecho, Jevons se ha converti-do, a través de su laudatorio escrito de 1881 y como ya hemos dicho numerosas veces, en el descubridor de Cantillon para la historia del pensamiento económico.

En este campo, quizás una de las obras más importantes sea la del citado Murray Rothbard, quien rescata en el primero de sus dos tomos la labor de este marginalista inglés.

No es casualidad que el mismo Cantillon fuese redescubierto en 1881 por el cuasi-austríaco y revolucionario marginalista inglés W. Stanley Jevons, quien de modo loable ansiaba redescubrir eco-nomistas perdidos enterrados por la ortodoxia dominante Smith-Ricardo 124.

123 Véase M. N. Rothbard, Op. Cit., p. 404.124 Véase M. N .Rothbard, Op. Cit., p. 404.

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La relación entre Carl Menger y Cantillon es un poco más di-fícil de mostrar, partiendo de la base de que el primero escribió sus Principios en 1871, esto es, unos 137 años después de la muerte del segundo. Sin embargo, existen ciertas pruebas de que Menger con-servaba en su biblioteca una copia del Essai, al tiempo que la lectura del mismo y los Principios tienen, en algunos aspectos, similitudes asombrosas, como es el caso del origen del dinero y también en as-pectos centrales de la epistemología de la economía.

Buscando más nexos entre la Escuela Austríaca y Cantillon, de-bemos decir que el mencionado “Efecto Cantillon” se ha convertido en esencial para su teoría de los ciclos económicos, teoría que han desarrollado originariamente Ludwig von Mises y Friedrich A. von Hayek, sobre la base de distintos aportes, entre los que se destaca el de Eugen von Böhm Bawerk y su teoría del Capital e interés.

Hemos mencionado más arriba que Böhm Bawerk construye su teoría sobre el interés basado en los estudios originales de Cantillon, al mismo tiempo que Mises incluye en su tratado sobre el dinero y el crédito de 1912 algunas otras referencias.

Hayek por su parte, además de destinarle una biografía com-pleta, considera a Cantillon uno de los grandes especialistas de teoría monetaria, tanto de la era pre-clásica como de la etapa misma de los Clásicos, quienes no sólo no pudieron superarle, sino que tampoco le igualaron.

En tiempos en que numerosos historiadores estudian raíces esco-lásticas en la tradición austríaca, debemos recordar que Schumpeter destacaba en Cantillon el nexo entre estos dos movimientos.

La Escuela Austríaca, fundada por el mencionado Menger, tie-ne en su esencia gran parte de las «teorías cantillianas», a saber, en el campo epistemológico, en su teoría del valor subjetivo y de la for-mación de los precios, en la noción de costo de oportunidad, en la teoría de la empresarialidad y la soberanía del consumidor, en el ori-gen del dinero, en el enfoque microeconómico y desagregado para estudiar todo el campo monetario, en las causas de la inflación y los ciclos económicos e incluso en el ámbito del comercio internacional,

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pudiendo afirmar –como ya lo han hecho otros pensadores– que Cantillon es un proto-austríaco, en el mejor sentido del término.

En pocas palabras, hemos mostrado a lo largo del presente ensayo, sumándonos al esfuerzo de Robert Hébert y Jörg Guido Hülsmann, que Cantillon ha anticipado varios de los elementos cla-ves de la tradición austríaca 125 y que sería injusto negarle al Essai la mención de “cuna” de la economía política.

125 Véase Robert F. Hébert, “Was Richard Cantillon an Austrian Economist”, Journal of Libertarian Studies, Vol. 7, No. 2 (Fall 1985), pp. 269-280 y Jörg Guido Hülsmann, “More on Cantillon as a proto-austrian”, Journal des Economistes et des Etudes Humaines. Bilingual Journal of Interdisciplinary Studies, Vol. XI, No. 4 (Dec., 2001), pp. 693-703.

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