Raúl Zurita - INRI

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Raúl Zurita INRI

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Raúl Zurita

INRI

Premio de poesía José Lezama LimaCasa de las Américas 2006

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Raúl ZuritaINRI

Prólogo de Alejandro Tarrab

Premio de poesía José Lezama LimaCasa de las Américas 2006

casa

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Edición y corrección: Tania Pérez CanoDiseño: Pepe MenéndezRealización computarizada: Alberto Rodríguez

© Raúl Zurita, 2003© Sobre la presente edición:Fondo Editorial Casa de las Américas, 2006

ISBN 959-260-137-2

casFONDO EDITORIAL CASA DE LAS AMÉRICAS3RA. Y G, EL VEDADO, LA HABANA, CUBA

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a www.casadelasamericas.org

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A Paulina Wendt que le dio el título a este libroy a mí un cielo que ya no esperaba.

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Para todas las tumbas rosadel mar, ríos y cordilleras de Chile.

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I

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Y yo les digo que si ellos callanlas piedras hablarán.

Lucas 19, 40

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EL MAR

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Sorprendentes carnadas llueven del cielo.Sorprendentes carnadas sobre el mar. Abajo elocéano, arriba las inusitadas nubes de un díaclaro. Sorprendentes carnadas llueven sobre elmar. Hubo un amor que llueve, hubo un díaclaro que llueve ahora sobre el mar.

Son sombras, carnadas para peces. Llueve un díaclaro, un amor que no alcanzó a decirse. El amor,ah sí el amor, llueven desde el cielo asombrosascarnadas sobre la sombra de los peces en el mar.

Caen días claros. Extrañas carnadas pegadas de díasclaros, de amores que no alcanzaron a decirles.

El mar, se dice del mar. Se dice de carnadas quellueven y de días claros pegados a ellas, se dice deamores inconclusos, de días claros e inconclusosque llueven para los peces en el mar.

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Se oyen días enteros hundiéndose, se oyenextrañas mañanas soleadas, amores inconclusos,despedidas truncas que se hunden en el mar. Seoyen sorprendentes carnadas que llueven pegadasde días de sol, de amores truncos, de despedidasque ya no. Se dice de carnadas que llueven paralos peces en el mar.

El mar azul y brillante. Se oyen cardúmenes depeces devorando carnadas pegadas de palabras queno, de noticias y días que no, de amores que ya no.

Se dice de cardúmenes de peces que saltan, de torbellinos de peces que saltan.

Se oye el cielo. Se dice que llueven asombrosascarnadas adheridas de pedazos de cielo sobre el mar.

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Oí un cielo y un mar alucinantes, oí solesestallados de amor cayendo como frutos, oítorbellinos de peces devorando las carnes rosa desorprendentes carnadas.

Oí millones de peces que son tumbas con pedazosde cielo adentro, con cientos de palabras que noalcanzaron a decirse, con cientos de flores decarne roja y pedazos de cielo en los ojos. Oícientos de amores que quedaron fijos en un díasoleado. Llovieron carnadas desde el cielo.

Viviana llora. Viviana oyó torbellinos de peceselevarse por el aire disputándose los bocados deuna despedida trunca, de un rezo no oído, de unamor no dicho. Vivianaestá en la playa. Vivianaes hoy Chile.

El pez largo de Chile que se eleva por los airesdevorando las carnadas de sol de sus difuntos.

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Impresionantes llanuras llueven para los peces:días que ya nunca serán, ojos pegados a un último cielo, amores que no fueron dichos. Sedice de impresionantes llanuras hechas de brazosque no lograron abrazarse, de manos que no sealcanzaron a tocar. Se dice de raros frutos que lospeces devoran, que las tumbas plateadas de lospeces devoran. Oí impresionantes llanuraslloviendo sobre el mar.

Impresionantes cielos, días, sueños hundiéndoseen los torbellinos plateados de olas, oí las bocasplateadas de los peces devorando despedidastruncas. Oí inmensas llanuras de amor diciendoque ya no. Ángeles, partituras de amor diciendoque ya no.

Universos, cosmos, inacabados vientos lloviendoen miles de carnadas rosas sobre el mar carnívorode Chile. Oí llanuras de amor nunca dichas, cielosinfinitos de amor hundiéndose en las carnívorastumbas de los peces.

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Está el mar, se dice, están las tumbas carnívorasde los preces. Están las carnes color de almendrasy el mar. El mar llora. Viviana llora.

Hay cielos infinitos de almendros, de estrellascomo los frutos dicen y caen. Sorprendentescarnadas llueven del cielo como las estrellas,como frutos que caen sobre el pasto. Hayuniversos sin fin en el estómago de los peces,estrellas, campos de almendros. Viviana oyeinmensos campos de almendros rojos de sangrecayendo sobre el mar. Infinitos días claroslloviendo sobre las espumas rojas del mar.

Llueven hombres que caen en poses extrañascomo raros frutos de una rara cosecha.

Viviana oye llover sorprendentes carnadas de hombres, asombrosas frutas humanas cosechadasde extraños campos. Viviana es ahora Chile.Oye frutas humanas llover como doradossoles reventándose en las aguas.

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Asombrosas cosechas llovieron desde el cielo.Increíbles frutos maduros sobre los camposlabrados del mar. Viviana escucha caer siluetasmudas, minutos que no terminaron, cruces santasque llueven como nubes sobre las olas delPacífico. Escucha torsos, extrañas neblinasviniéndose sobre las olas, extrañas nubes decarnes blandas que se posan sobre el cielodespejado del océano.

Llueven carnadas con ángeles sin boca, conpartituras que no pudieron oírse, con sombras sinsonido que se besan. llueven, se derrumbanasombrosas cosechas de asombrosos árboles quecaen quemándose sobre las olas.

Campos labrados, tierras santas llueven desde elcielo con espaldas rotas, con pedazos de cuellos que ya no estaban, con inesperadas nubes parasiempre de primavera. Fueron arrojados. Llueven.Asombrosas cosechas de hombres caen paraalimento de los peces en el mar. Viviana oyellover tierras santas, oye a su hijo caer comouna nube sobre la cruz despejada del Pacífico.

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Cruces hechas de peces para los Cristos. El arcodel cielo de Chile cae sobre las tumbasensangrentadas de Cristo para los peces. He allí tumadre. He allí tu hijo. Sombras caen sobre el mar.Extrañas carnadas de hombres caen sobre lascruces de peces en el mar. Viviana quiereacurrucar peces, quiere oír ese día claro, ese amortrunco, ese cielo fijo. Viviana es ahora Chile.Acurruca peces bajo el hosanna del cielo.

Caen sorprendentes Cristos en poses extrañas sobrelas cruces del mar. Sorprendentes carnadas lluevendel cielo: llueve un último rezo, una últimapasión, un último día bajo los hosannas del cielo.Infinitos cielos caen en raras poses sobre el mar.

Infinitos cielos caen, infinitos cielos de piernasrotas, de brazos contra el cuello, de cabezas torcidas contra las espaldas. Lloran para abajocielos cayendo en poses rotas, en nubes deespaldas y cielos rotos. Caen, cantan.

He allí tu madre. He allí tu hijo.

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He allí tu hijo. Viviana oye arcos de cejasincreíblemente alzadas, oye ojos abiertos sin fincayendo desde las cejas del cielo. Oye los clavoshundiéndose en la cruz del océano. Todo el marde Chiles es la cruz. Infinitas llanuras desde el cielo cantan el hosanna de la cruz del mar, de losalimentos que caen como llanuras, como panes enel estómago santo de los peces. Viviana oyeinfinitos cardúmenes santos subiendo, infinitospeces cantando con la voz tomada del cielo.

Ascienden los peces al cielo. Sorprendentescarnadas llovieron con sorprendentes días, con imágenes de almendros, con amores truncos.Sorprendentes carnadas llovieron sobre el marsanto, sobre los peces santos.

Santo es el mar, santas las llanuras de frutoshumanos que caen, santos los peces. Oí infinitosdías cayendo, cuerpos que caían con cielos, concampos entrevistos, con árboles como crucescoreando en las cantadas aguas.

Viviana acurruca el mar santo. Viviana dice que en esas aguas santas está su hijo.

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Llovieron cielos santos. Llovieron infinidades deaguas como hijos del cielo santo sí, como panes,como carnadas santas bajo el océano en cruz deChile. Lloraron, llovieron hijos de amores que yanunca, de praderas sin fin que caían en llamas, dezarzas que arden sin consumirse. Viviana oye cielosenteros caer como almendros en flor, como rosadasmejillas en flor sobre el mar salvo de Chile.

La zarza del mar de Chile arde, arde sinconsumirse.

Arden las llanuras santas del cielo cayendo.Carnadas de hombres caen sobre la zarza llameante del océano. Los peces suben cantando con la voztomada del cielo, cardúmenes, infinidades de pecesascienden desde las aguas santas.

Extraños soles cantan lloviendo desde el cielo,extraños frutos sobre el océano santo.

Peces en llamas saltan, asombrosas carnadas ardenen el mar. Llovieron cielos santos. Zarzas deChile, he allí vuestros hijos. Zarzas de Chile, heallí el mar ardiendo.

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He allí el mar quemándose. Viviana oye cielosardiendo entre las llamas del mar, zarzas que nose consumen, hijos de impresionantes zarzas que arden sin quemarse entre las llameantes olas.Extraños días arden cayendo sobre el mar,asombrosas carnadas santas que caen y cantansobre los pastizales ardidos del mar. Viviana eshoy Chile. Oye emerger cantos de entre las llamasde las aguas, escucha el cielo santo ardiendo de amor sobre las incendiadas rompientes. Escucha elINRI de su amor santo subir ardiendo sobre laspraderas incendiadas del Pacífico.

Escucha el INRI de los cielos ardiendo. Océanos ymares de Chile escuchen el INRI de los cielosardiendo.

Sorprendentes carnadas rosa sangre llovieron desdeextrañas nubes sobre el mar, sorprendentes mares color de incienso suben ahora cantando con la carnada de los peces en el cielo

Escucha el cántico de los peces ascendiendo alcielo. Arde, el océano santo de Chile arde. Llamas como el incienso tiñen de rosa y sangre lasquemadas praderas del Pacífico.

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Mares

Fueron arrojados. Como prendidos de extrañas semillas, campos arados cubren el mar.

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BRUNO SE DOBLA, CAE

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Al frente las montañas emergen como una gasa detul curvándose contra las sombras. La nieve de lacordillera fosforece levemente, como una gasa queflota. Arriba las infinitas estrellas y el cielo negro.Las palabras son leves, las estrellas son leves.

Escuché un campo interminable de margaritasblancas. Se doblan por el viento. Oigo el gemidode los delgados tallos al doblarse. El sonido eschirriante, agudo. Cuando el viento cesa vuelve elsilencio.

Bruno. sólo es una línea blanca que cae y selevanta. Arriba de la línea todo es negro y abajotambién. Antes está la playa, lo sé, después el marhasta el horizonte y luego el cielo. La noche esuna caja cerrada negra, abajo la línea de larompiente suena y es blanca.

Bruno era mi amigo.

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Las ciudades pequeñas son blancas en la noche.Adelante está el mar, de él sólo se distingue lalínea blanca de la espuma de la rompiente. Elmar, la noche cerrada.

Escucho al conejo encandilado frente a los focos.Arriba, la gasa de la nieve de las montañas pareceun tul que le fuera a caer cubriéndole la pequeñamancha de sangre que ha emergido de su pelajepardo. Los focos iluminan otros blancos, otrospequeños pelajes con sangre.

Una pequeña mota roja de sangre cubierta con la gasa de la nieve de todas las montañas.

Susana es pequeña.

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La tierra que cubre a Bruno es negra. La carade Bruno es blanca. Pero no sé si es tierra yno sé si es agua negra o es el aire negro. Lacara de Susana también es blanca bajo el aireo el agua o la tierra negra.

Escucho el sonido de las margaritas aldoblarse. Susana es una amiga bajo el camponegro de margaritas blancas.

A pique el cielo negro cae sobre el mar,sobre el campo negro, sobre la nievecomo gasa de las montañas. Arriba las estrellas sedoblan al unísono de las margaritas bajo el viento. Las estrellas no emiten sonido alguno,los tallos de las margaritas gritan y los oigo.

Susana dice palabras bajo el campo o el aguao la tierra.

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Recuerdo un pasaje del mar. Sobre el horizonte elcielo tiene una diafanidad infinita y escucho el silencio que se vuelve inmenso.Bruno era mi amigo. Susana es ahora miles deSusana. El silencio me devuelve a un camino deasfalto al lado de las montañas y al pequeñoconejo encandilado, inmóvil. Me detengo yregreso. En el hocico tiene una leve mota desangre, también en el pelaje del cuello, casi notiene peso en mis manos. Oigo el sonido de lasmargaritas al doblarse.

Casi no pesa. Sus incisivos suavemente enrojecidosparecen chirriarle a la luna. Susana tiene los dientesapenas rojizos. Su boca abierta le enseña los dientesapenas rojizos a la luna, como un chirrido.

En la imaginación redacto cartas devastadas de amor.

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Las patas delanteras dobladas, recogidas contra elhocico entreabierto. Sus diminutas garras negrasde tierra y luego los incisivos enrojeciéndose.Miles de pequeños incisivos punteados de sangrey la noche. Miles de cartas llenas de amoraguándose como un pequeño como de sangre bajola gasa de la nieve, bajo la venda de tul de lanieve de todas las montañas.

Susana dice palabras doblada bajo el campo o elagua o el aire negro. Bajo la tierra de lasdiminutas garras.

Las pequeñas garras del conejo atropellado. Susdiminutas garras y la tierra negra del capoendurecida en su revés. Sus ojos terrososacumulándose como dos montoncitos de tierra enla noche negra. El cielo es negro, hay margaritas.Sus ojos enterrados bajo la tierra campestre queacumulan todas las minúsculas garras.

Los ojos vaciados. Bruno se dobla, cae.

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Las minúsculas garras negras y el pelaje pardo.Los albos incisivos abiertos se van enrojeciendosuavemente. Más atrás, sobre el cuello, los pelospegajosos de pequeñas manchitas de sangre sehan rigidizado como púas. Imagino el cuchilloentrando en el cuello, luego en los ojos. Elcuchillo sube y baja como la línea blanca de larompiente en la noche cerrada. En las manos elpequeño cuerpo se dobla. Bruno se dobla, cae.

Las estrellas en la noche se doblan como lasmargaritas y las motas de sangre en el pelajepardo. Los tallos de las margaritas chillan aldoblarse. El culatazo y su cuerpo casi sin pesodoblándose. La gasa de la nieve blanca de las montañas se enrojece levemente igual quelos dientes bajo el diminuto hocico.

Los dientes de cientos de Susana se enrojecenlevemente bajo sus labios, bajo la boca de la noche.

Ah el mar, el mar bajo la noche.

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Bruno está muerto, Susana está muerta. El camponegro y atrás la gasa sanguinolenta de la nieve delas montañas. La rompiente blanca sube y bajaadelante. Las ciudades pequeñas son blancas enlos caminos de noche. Se asemejan a copos de luzapareciendo de pronto y luego nada. Alguien los oyó y ahora son miles de caras blancas, con losdientes levemente enrojecidos y las cuencas de losojos vacías. Mis cartas de amor. Luego nada.

Cruzo pueblos pequeños en la noche. Cruzopelajes moteados de sangre. Ambos son leves.Bruno es leve, Susana ahora es leve.

Las palabras de amor son leves, como la noche esleve, como los tallos de las margaritas, sinembargo ellos chillan cuando el viento los dobla.Chillan y yo los escucho. Mis cartas de amor sonleves. Tienen pequeñas motas de sangre y saliva.

Vuelvo a casa, dice Bruno. Susana también diceque vuelve a casa.

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Se dobla, cae

Bruno es una pequeña garrita negra. Susana esuna pequeña garrita negra. Las margaritas sedoblan chirriando. Están las margaritas, la nievede gasa de las montañas. La línea de larompiente

Yo lloro una patria enemiga.

Las pequeñas ciudades blancas esperan a Bruno,las pequeñas ciudades blancas iluminadas porfocos en la noche esperan a Susana. Es día, ellosya no están y lloro.

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LA NIEVE

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Debajo la cumbre de la montaña gira lentamentey se inclina. Cientos de otras lo hacen más lejos:sus puntas agudas, la boca roma de los volcanes.Atrás está el mar, arriba la losa del cielo. Abajo elinmenso panteón de las montañas blancas quegiran igual que agujas doblándose.

Sus cuerpos caen y giran. Frente a la inmensidadsemejan raros copos de nieve. La nieve pura,blanca, acogerá esos otros cuerpos. También losacogerá. Abajo las cumbres blancas, más atrás lalínea del mar y sus cuerpos arrojados como unaextraña nevisca. Como raros copos frente a lacostra inmensa.

Son ellos y caen. Es una extraña nevada cayendosobre la cicatriz blanca de las montañas. Tambiénestá el sonido de una rara ternura: de copos de nieve abrazados por otras nieves, de pequeñostrozos de hielo abrazados por otros hielos.

Se dirá también de una patria sorprendente einesperada

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Nubes feroces granizaron copos rosas, tumbasrosas.

Sus copos hablan mientras caen y nievan sobre lasotras nieves. Sobre el tul blanco de las cordilleras.La nieve será rosa en primavera. La nieve serárosa en la nueva primavera.

Cientos de diminutas flores se tiñen del color rosade los nuevos copos de nueve, de las rosadasnieves que hablan deshaciéndose en el deshielo.Sus copos hablan deshaciéndose. Llegarán al marcon los ríos, con los nevados rosas de lasmontañas en el deshielo.

Rosa de todas las nieves dicen, que baja por la luzde la montaña.

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Mauricio, Odette, María, Rubén. Son sus nombres,pero hay muchos más que también son susnombres.Que también son una rara nevada rosasobre la gasa de las montañas, sobre los copos de nieve, sobre las pequeñas flores blancas quecrecen en el fondo de los abismos de lascordilleras.

Es eso. Son extraños copos, raras motas de unaextraña nube que nevaba enrojeciendo la gasa delas montañas. De las cumbres que se enrojecen degranizos rosas, de extraños lagrimales rosasnevados de una extraña nube.

Los arrojaron, nievan.

Caen sobre la tumba de todos los copos rosas abrazados por la nieve de las montañas.

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Los cuerpos caen como trocitos de hielo en lainmensidad encostrada. Está el viento, luego elsuave abrazo de sus nieves hermanas, gemelas.La nieve de la cordillera fosforece en la nochedoblándose. Fosforece también con ellos.

Ahora son extraños copos de nieve rosa que lasnieves hermanas abrazan. Que los barrancos delas cordilleras abrazan. Que las miles de floresblancas que crecen en los abismos de lascordilleras abrazan.

Es eso. Está la noche, la nieve rosa, las floresblancas del fondo de los abismos. Sus cuerposnievan. Son raros copos que caen, extrañostrocitos de nieve o granizo que caen en la nocherosada de las montañas.

Mauricio, Odette, María, Rubén. Las pequeñasflores toman el color rosa de esa nevada.

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Cientos de montañas giran acunando granizosrosas que la luz de las estrellas atraviesan. Cientosde minúsculos pétalos, de pequeñas tumbas decopos de nieve que las estrellas del albaatraviesan. Pequeños copos de tumbastransparentes que el rosa del amanecer atraviesa.

Ahora son copos traspasados del rosa color sangrede las estrellas. Todos yacen. La luz los atraviesacomo otro campo de nieve, como a otras extrañaslágrimas que trajo la primavera.

Es eso. Está el deshielo que desciende pequeñosgranizos rosas desde la nieve de las montañas.Hay un día de nieves que amanece del color delos minúsculos copos rosas de todas las montañas.Del color rosa del deshielo.

Del nuevo color rojo sangre del deshielo que atraviesa los minúsculos copos muertos de laprimavera.

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El revés rosado de los párpados. Es el rosa revésde los lagrimales cuando lloran. Los arrojaron yahora son grumos de nieve rosada abrazados porla gasa de tul que fosforecen las cordilleras.Mañana vendrá el deshielo y oirán la piedad de las montañas, oirán el vendaje rosa de la nieveque llora desde los lagrimales color sangre detodas las montañas, de todos los ríos y deshielos.

La rosa nieve de sangre, los lagrimales abiertosque tiñen las minúsculas flores agrapadas a losabismos de sangre que yacen entre las cumbres.

Mauricio, Odette, María, Rubén yacen. Se abrazan.

Sus sonidos se abrazan. Yacen abrazándose comootros copos de nieve con la nieve, como otrospedacitos de hielo con el hielo. El sonido del rosasangre que cae fosforeciendo igual que loslagrimales tras la cordillera.

Yacen en todas las tumbas que nuestro país les ofrece.

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Los arrojaron. Los lagrimales son rojos cuando sellora.La noche es roja en los abismos de sangre de las vendadas cordilleras. Ellas oyen la nieve de suscopos vendar en la noche roja y bajar por las aguasrosas del deshielo. Oyen el cielo que baja con todos los extraños granizos caídos en la gasa rojade las montañas.

Están las vendadas montañas. Nieves de ferocesnubes sobrevolaron las cordilleras.

Extrañas nubes de un país donde las nievesabrazan a minúsculas motas rojas, a pequeños yquebrados granizos rojos. Que abrazan las entrañasde todos los abismos de flores blancas y rosas quefosforecen en la noche vendada de las montañas.Las grandes nevadas se abrazan. Es eso. Soncientos de copos que caen abrazándose con lasmiles de pequeños tumbas rosas que baja laprimavera.

Son cientos de tumbas que bajan abrazadas contodas las flores rosas del deshielo.

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Las estrellas. Están las estrellas. Son como lasmiles de flores blancas que crecen en el fondonegro de los abismos. Las estrellas son blancascomo los minúsculos copos de nieve, loslagrimales son rojos cuando se llora. Las estrellastambién se vuelven rosas antes de amanecer.Mauricio, Odette, María, Rubén. Están allí, ahorason como copos de nieve. Los lagrimalesenrojecen cuando se llora.

Todos yacen. Las estrellas se tornan rosas en el finde la noche. Los copos de esas tumbas son rosasal final de la noche.

Está el alba de un país no oído, la corona roja de estrellas de una patria no oída. Son miles deestrellas antes del amanecer. Cientos de granizosrojos antes de acuarse en la cuna de las otrasnieves del deshielo. Está el amor, dicen, lesdicen.

Está el amor, dicen. Les dicen de ese color rosatumba de las estrellas.

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Abajo el panteón de las encostradas montañas quegiran. Arriba los lagrimales rosas de las estrellas,de las estrellas antes del alba. Los lagrimales delas estrellas son rosas como cartas aguadas ensangre. Como cartas que se acúan en pequeños grumos de sangre como la nieve, como la gasafosforescente de todas las montañas.

Mauricio, Odette, María, Rubén. Ahora son cientosde cartas aguándose, cientos de tumbas rosas en lagasa de las montañas. Está el amor, dicen, lesdicen, está el amor que baja con todos los coposrosas que lleva al mar la nueva primavera. Está elamor, dicen, les dicen. Hablamos de una primavera nueva, de un país nuevo que no estabacontemplado.

Hablamos, les dicen, de las cosas que las nieveshablan, que las nevadas cordilleras hablan. Decopos de pequeñas tumbas que hablan bajando enlos deshielos, en la noche enjaulada de flores que es la noche rosada de las estrellas.

Hablamos, dicen, de una patria nueva, de unamor nuevo que no estaba contemplado.

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Granizó, granizaron extraños hielos, extrañospárpados sobre las agujas de las cordilleras.Mauricio, Odette, María, Rubén. Son cientos depárpados rosas, de pómulos y mejillas rosasnevando desde enfurecidas nubes, cientos decopos de aguadas nieves abrazándose en losenrojecidos lagrimales de las cordilleras. Losarrojaron a todos, les vaciaron las entrañas. Elcolor sangre del amanecer es como el enrojecidocolor sangre de los lagrimales cuando lloran.

Mauricio, Odette, María, Rubén. Granizaron sobreuna inesperada ternura, sobre un alba color rosanieve que abrazaba a los pequeños copos rotos de la nevisca, que abrazaba a los cientos de tumbasrosa hielo que nevaban.

Están allí, en un país no oído donde las cumbresabrazan extraños trocitos de hielo caídos desdeferoces nubes. Está el amanecer y el color rosasangre del cielo abrazado a todas las tumbas quenevaron sobre las encostradas cumbres. Sonpequeños copos rosas amamantados en la gasacolor cielo sangre que amanece sobre lasmontañas.

Los arrojaron a todos. Su feroz rosa pegado comonunca antes a la vida.

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En la nieve

Los lagrimales son rosas cuando se llora.

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EL DESIERTO

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Abajo las infinitas piedras del desierto, montañasde piedras, laderas, infinitas piedras sobre eldesierto como un mar. Arriba el cielo, el cieloazul que cae. Las piedras gritan al estrellarse conel aire, con el cielo que cae.

El desierto grita. Hay un muro de cal connombres. Hay un muro blanco y pequeñasbotellas con flores de plástico que gritan aldoblarse bajo el viento.

Un poco más lejos hay un barco. Nadie diría quepuede haber un barco en el medio del desierto. Esun barco grande, herrumbroso, recostado encimade las piedras. Nadie lo diría, pero está allí. El mismo cielo que cae sobre las pierdas cae sobre él.Todas las piedras gritan.

Gritan, el desierto de Chile grita. Nadie diría queesto puede ser, pero gritan.

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Hay un barco en medio del desierto. Un barcoreclinado sobre las piedras del desierto y arriba lalosa a pique del cielo. El océano invertido delcielo cae sobre las piedras y éstas gritan. Nadie, salvo las piedras son capaces de gritar así. Mireyase tapa los oídos para no oír el chillido deldesierto. Chile grita, el desierto de Chile grita.Mireya acumula pequeñas flores de plástico frentea un barco arrumbado en el pedrerío.

Están las costas, las tercas costas sin mar trepandopara atrás sobre las olas muertas de los cerros.

Mireya dice que es la madre de Chile. Que es lamadre de un barco reclinado en medio deldesierto.

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De lejos parece una mancha negra, pero es unbarco. Debajo las piedras amontonadas contra sucasco asemejan olas. Pero no son olas, son sólopiedras y gritan. Las rompientes encaramadasgritan. Está también el sol cayendo a pique yflores de plástico coloreadas como solesminúsculos. Está el mar del desierto, está el marde piedras del desierto hirviendo frente a Chile.

Están las diminutas flores y las costas gangrenadasdel mar reseco.

Mireya les pone nombre a cada una de esas flores.Ante el barco parecen minúsculos solesdespidiéndolo.

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El desierto grita, el puerto reseco grita, el mar depiedras grita azotado por el viento. Mireya le poneflores a la tripulación de un barco herrumbrosos ynegro. Cada flor tiene un nombre y se doblanjuntas como pañuelos despidiéndolo. Mireya diceque es la madre de un barco de desaparecidosarrumbado en el desierto. Dice que el barco esChile, que una vez fue un barco de vivos, peroque ahora surca el mar de piedras con sus hijosmuertos.

Las flores se doblan. Oleadas y oleadas de piedraschocan contra los bordes de un casco herrumbroso.

Hay un puerto reseco y un barco con unatripulación de muertos encallado en la mitad deldesierto. Mireya dice que son sus hijos. El mar depiedras grita.

Chile encalla y naufraga en el pedrerío reseco delas olas.

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En las noches del desierto hay bruma, pero ahoraes el sol. Las piedras hierven bajo el sol y seclavan contra el casco herrumbrosos. Inmóvil elbarco parece hundirse. Nadie diría que un barcopuede hundirse en medio del desierto, pero sehunde. Vendrá en la noche la bruma, pero ahoraes el sol.

Hay una cruz. Hay un barco herrumbroso y negroque naufraga sobre las piedras.

Quién diría de un país con una cruz hundiéndoseen el desierto. Quién diría de la nochesepultándose en la mitad del día. Quién de unatumba clavada en medio del día lleno de sol.

La noche se hunde en medio del día. Mireya diceque hay un barco lleno de muertos hundiéndoseen el desierto.

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Un país de desaparecidos naufraga en el desierto.La proa de los paisajes muertos naufragahundiéndose como la noche en las piedras. El solilumina abajo una mancha negra en el medio deldía. En la distancia parecería sólo una mancha,pero es un barco sepultándose a pleno sol con sunoche en los pedregales del desierto. Si ellos callanlas piedras hablarán.

Mireya dice que todos callaron y que por esogritan las piedras del desierto. Que gritan, que lasflores son también pequeñas piedras gritandocuando se doblan frente a un barco de muertos.

El barco se hunde. Las áridas rompientes seamontonan cayendo sobre Chile y chillan, las olaschillan, el terroso mar chilla. Mireya le poneflores a la tripulación de una patria de muertosencallada en la mitad del desierto. Dice que fue elsilencio de todos la tumba y que por eso laspiedras gritan tapiando la nave difunta de estospaisajes.

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Un mar de muertos se está hundiendo entre laspiedras. El sol a pique ilumina una noche quedesciende en el sepulcro del desierto. Está lamancha como una fosa. El barco desciende, lospaisajes muertos descienden mientras lasempedradas olas se cierran arriba tapiándolos. Estála noche en medio del día, están las piedras quegritan.

Está la bruma de la noche del desiertohundiéndose en pleno día. El barco muerto sehunde bajo la bruma de las piedras y éstas chillan. Chile naufraga y el mar reseco se cierracubriéndolo, se cierran las olas de piedras ygritan.

La noche herrumbrosa y negra se hunde gritandoen el desierto.

Un barco de desaparecidos se hunde y las rocasmuertas se cierran encima chillando. Mireya setapa los oídos y pone flores de plástico frente a lafosa de las costas muertas, de la noche muerta, desus hijos desaparecidos y muertos en los océanospiedra del desierto de Atacama.

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Naufraga, se hunde. El barco herrumbroso sehunde y el desierto se cierra sobre él cubriéndolo.Se cierra y Chile se hunde, la cornisa muerta delPacífico se hunde, la proa muerta de los paisajesse hunde mientras las piedras cayéndoles encimagritan que nada está vivo, que ya nada vive, quesi uno murió por todos es que todos están muertos.

Los arenales muertos se cierran, la tumba de lospaisajes muertos se cierra.

Las resecas olas se cierran. Mireya dice que hayun barco en un tierral de muertos. Que está allí,que una vez hubo un país, pero que ahora es sóloun barco tapiado bajo el mar muerto de suspaisajes.

Dice que si uno murió por todos todos los maresmuertos son uno, las costas muertas son una, lasclamantes piedras son una y que es el silencio laroca que tapió el sepulcro de los paisajes. Ella diceque uno murió por todos y que por eso hasta laspiedras son el cuerpo que grita mientras se clavanlas llanuras muertas sobre Chile.

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Todo ha sido consumado. El caso herrumbroso ynegro desaparece en el mar de piedras. El cielocae encima de ellas y éstas gritan. Hay un muroblanco rayado con nombres y flores de plásticoabajo. Hay una llanura y las rompientes resecasdel cielo que caen derrumbándose igual que untierral de muertos sobre el sepulcro de los paisajes.Todo ha sido consumado. Mireya dice que todoya ha sido consumado.

Las rugosas rompientes caen, el mar difunto caecomo un montón de tierra. Los paisajes muertoscaen como mares de tierra.

Hay un barco de desaparecidos y muertos yencima las piedras del desierto. Hay un muroblanco de cal con nombres y detrás el océano detierra cayendo sobre las última planicies. Mireyadice que ya todo ha sido consumado y dejapequeñas flores de plástico sobre la planicie del pedregal que expira, ella dice que es el últimomar y que expira.

Que son las últimas piedras sobre un barco demuertos y que expiran. Que Chile expira. Quesolitario es usted el último grito que expira bajoel INRI final de los paisajes.

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In memoriam

Hay un barco en el desierto. Quién diría que estopuede ser, pero hay un barco herrumbroso ynegro hundido en el desierto.

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II

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Aprovecharon entonces ese sepulcrocercano para poner ahí el cuerpo.

JUAN 19, 42

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EL DESCENSO

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Te palpo, te toco, y las yemas de mis dedos,habituadas a seguir siempre las tuyas, sienten enla oscuridad que descendemos. Han cortado todoslos puentes y las cordilleras se hunden, el Pacíficose hunde, y sus restos caen ante nosotros comocaen los restos de nuestro corazón. Frente a lamuerte alguien nos ha hablado de la resurrección.¿Significa eso que tus ojos vaciados verán? ¿que mis yemas continuarán palpando las tuyas? Misdedos tocan en la oscuridad tus dedos ydescienden como ahora han descendido lascumbres, el mar, como desciende nuestro amormuerto, nuestras miradas muertas, como estaspalabras muertas. Como un campo de margaritasque se doblan te palpo, te toco, y mis manosbuscan en la oscuridad la piel de nieve con quequizás reviviremos. Pero no, descendidas, de lascumbre de Los Andes sólo quedan las huellas deestas palabras, de estas páginas muertas, de uncampo largo y muerto de flores donde lascordilleras como mortajas blancas, con nosotrosdebajo y aún abrazados, se hunden.

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La línea de la cordillera se desprende del cielo yse hunde, se hunde lentamente, se separa delcielo y se hunde. Es cosa común que lascordilleras se hundan, es cosa común oír lasnieves descendiendo, oír las cumbres que sedesprenden para abajo. En una tierra enemiga escosa común oír montañas de cuerpos hundirseboca abajo. Los Andes se hunden en el mar depiedras. Bruno aguarda debajo de las piedras.Susana también aguarda las montañas y montañasde cuerpos debajo de las piedras.

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Las heladas montañas se derrumban sobre símismas y caen. Tal vez el mar las acoja. Hay talvez un mar donde los cuerpos helados caen.Quizás Zurita eso sea el mar. Un limbo donde loscuerpos caen. Habrá también margaritas.Margaritas en el fondo del mar, en el fondo delmar de piedras. Tal vez las margaritas amen a lasheladas montañas. Tal vez los encadenados cuerpos las escuchen gemir. En una tierra enemigaes cosa común que las margaritas gimanescuchando caer las cordilleras.

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El Pacífico se desprende de la línea de la costa ycae. Fue primero la cordillera y ahora es el marque cae. Desde la costa hasta el horizonte caen. Enuna tierra enemiga es cosa común que los cuerposcaigan, que el mar se desprenda de la costa ycaiga como las margaritas que gimen escuchandoa las cordilleras hundirse donde el amor, dondetal vez el amor Zurita gime llorando porque enuna tierra enemiga es cosa común que el Pacíficose derrumbe boca abajo como un torso roto sobrelas piedras.

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Los Andes son estrellas muertas en el fondo delmar de piedras. El Pacífico también es una estrellamuerta en el fondo del mar de piedras. Debajo delas piedras el sepulcro del mar y de las cordillerases como una noche cuajada de margaritas yestrellas muertas. Las estrellas muertas de LosAndes y del Pacífico se cruzan en el fondo de laspiedras. Las margaritas se doblan ante la cruz ygimen. En una tierra enemiga es cosa común quelas estrellas formen una cruz sobre nuestras carasmuertas.

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El océano Pacífico se despegó del horizonte y yacedebajo de las piedras, la cordillera de Los Andestambién yace. Las piedras cubren las cumbres y elmar como un campo negro. Las margaritas de loscampos negros, de la tierra o el agua negra sedoblan y gimen sobre las desplomadas montañas,sobre el mar desplomado. En una tierra enemigaes común que el océano y las montañas yazganbajo las piedras, que el amor yazga, que tu amoryazga Zurita y que sean una tumba tus ojos ciegosabrazándolas.

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Las montañas se abrazan en el fondo, el mar esde piedras y se abraza. Quizás las montañas y elmar duermen. En una tierra enemiga es común que los cuerpos se abracen abajo como sidurmieran. Campos infinitos de margaritasdescienden hasta el borde de la playa donde antesestaba el Pacífico. Otros campos lo hacen hastadonde estaban las cordilleras. Las cordilleras y elmar yacen abajo y se abrazan. En una tierraenemiga es cosa común que el mar y lasmontañas se abracen boca abajo como sidurmieran.

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Escuchamos caer el mar, las cumbres, las llanurasy eran nuestros cuerpos ciegos los que sederrumbaban amontonándose debajo de laspiedras. Las margaritas gimen y tal vez ellas sonlos dedos que nos palpan tocando en nosotros lasvaciadas costas. Quizás es común para las flores.En una tierra enemiga es quizás común que lasmargaritas se doblen tocándonos en el mardesmoronado. En una tierra enemiga tal vez lasmargaritas palpen subiendo en sus dedos lasmontañas.

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Están la cordillera de Los Andes y el Pacíficoabrazados debajo de las piedras. Las margaritascrecen en la primavera. Tal vez la primaveracrezca. Tal vez las montañas y el océanoabrazados se levanten desde debajo de las piedrasy sean las margaritas de la nueva primavera.Bruno, Susana, tal vez sus cuerpos se levantendesde debajo de las piedras. En una tierra enemigaes cosa común que las margaritas sostengan lanieve que quedó de los caídos cuerpos en laprimavera.

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Te palpo, te toco, y las yemas de mis dedosbuscan las tuyas porque si yo te amo y tú meamas tal vez no todo esté perdido. Las montañasduermen abajo y quizás las margaritas enciendanel campo de flores blancas. Un campo donde LosAndes y el Pacífico abrazados en el fondo de latierra muerta despierten y sean como unhorizonte de flores nuestros ojos ciegosemergiendo en la nueva primavera. ¿Será? ¿seráasí? las margaritas continúan doblándose sobre elmar difunto, sobre las grandes cumbres difuntas yen la oscuridad, descendidos, como dos envanecidaspieles que se buscan, mis dedos palpan a tientaslos tuyos porque si yo te toco y tú me tocas talvez no todo esté perdido y, podamos adivinaralgo del amor. De todos los amores muertos que fuimos y de un campo de flores que crecerácuando nuestras mortajas blancas, cuandonuestras mortajas de nieve de todas las montañashundidas nos besen boca abajo y nos vuelvanpara arriba las erizadas pestañas.

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III

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Paz a ustedes.

MATEO 28, 9

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FLORES

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Un rostro es un rostro es un desierto florecido. Oílargas llanuras florecer, oí desiertos enteroscubrirse de flores. Una flor es un rostro en lasoledad del desierto como un rostro es una floren la soledad de las cosas. Un rostro oye años,estaciones, vidas sin fin que terminan. Una florsólo unos días, unos crepúsculos, unas pocasnoches sin fin que terminan. Un rostro es unaflor más que termina. Oí infinitos desiertosflorecidos apagarse. Me apodo Zurita y te digoestas cosas como podría decirte otras. Tal vez lasdemenciales flores se aman.

Está el desierto de Chile. Hay un barco en elmedio del desierto y una mujer dejándole flores.Las piedras gritan. Nadie, salvo las piedras soncapaces de gritar así. Las flores también gritan,pero sólo cuando las dobla el viento. Oí camposenteros de flores doblarse en el viento.

Les vaciaron los ojos ¿sabías? les arrancaron losojos de las cuencas. Por eso en estos poemasnadie ve, sólo oye. Las flores oyen y gritan aveces al doblarse bajo el viento. Los rostros noven. Las piedras están locas y sólo gritan.

Nadie ve. Tal vez las cercenadas flores se aman.

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Oí a los largos horizontes del este vaciándose, oí aLos Andes desaparecer. Oí inmensas magnoliasblancas ocupar el sitio de las montañas. Eran lasmontañas, ahora son las flores. Enormesmagnolias blancas están ahora donde antes estabala cordillera. El horizonte son flores, la cordillerade Los Andes ahora son magnolias blancas ygimen. Te amo, gimen. Por primera vez, desde elcomienzo del mundo, lo que las cordilleras jamásnos dijeron nos lo dicen ahora las flores. Lasflores que están donde antes estaba Los Andes nosdicen que nos aman.

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Desapareció el Pacífico y en su lugar crecieron lasflores. Infinitas hortensias azules cubren lasextensiones donde una vez estuvo el mar.Infinitas flores que gimen mecidas bajo el viento.Un camposanto es el mar, gimen las floresmientras otro cielo crece encima de ellas. Lasmagnolias del este donde estaban las cordilleras ylas hortensias del oeste donde estuvo el mar sehablan y nos hablan. Desde las espinas de Chilenos dicen de una pasión que nunca las cordillerasni el mar nos dijeron. Hortensias azules cubrenahora los inmensos territorios del Pacífico.

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Oí a los horizontes del este y del oestetransformarse en flores: escuché glaciares sin fin,océanos ciegos, témpanos venidos de otrosmundos flotando entre las flores del Pacífico. Oícoronas de espinas florecer y decirte a ti que sontodas las hortensias del este y las magnolias deloeste tu propio cuerpo florecido. Desde tuscuencas vacías subieron las coronas de espinas deChile y fue como un campo de azucenas el cieloelevándose desde las fosas perforadas de tus ojos.Escuché entonces horizontes increíbles, cumbresde flores, mares enteros de nieve alzarsefloreciendo desde las coronas de espinas de tusojos. ¿Te vaciaron las cuencas? ¿Te los arrancaron?Como si pudieras ver de nuevo rosas se levantanpor el hueco de tus ojos maravillados rosales elolor del mar.

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Las flores entonces de Los Andes y las flores del Pacífico dicen que nos aman. Nos dicen eso: quenos aman. Los maravillosos aromos levantándosedesde toda la sangre de los campos y los aromosque ahora crecen donde estaban las angostasllanuras lo dicen. Y se lo dicen a ustedes asesinos,destrozadores de hombres, los maravillosos aromosdel campo y las magnolias que crecen dondeantes estuvieron las cordilleras y las azuladashortensias que crecen donde antes estuvo elPacífico lo dicen. Atiende palomitay que todas lasflores de los desiertos, de las rompientes de Chiley montañas nos aman. A mí que me morí meaman. A ti que te moriste te aman. Sí flor nevadade la llanura te dicen vidalitay paloma que lasflores que están donde antes estaba el océano, lascordilleras y los valles nos dicen que nos aman.

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Desaparecieron entonces las cordilleras,desapareció el Pacífico y ahora Chile entero sonflores. Infinitas magnolias blancas Los Andes,infinitas hortensias el océano y todas las flores laangosta franja de las llanuras. Sí flores del yuyo,narcisos de la boca de los volcanes e hilerasflorecidas de los ríos, las flores nos decían lo quenunca ni el cielo ni el mar ni la tierra nodijeron y eran como el ascenso de las playas loscampos de rosales naciéndonos de los ojosmuertos. Cuando desapareció el Pacífico ycrecieron las azuladas hortensias, cuando sehundieron las cordilleras y emergieron en lo altolas flores albas, cuando nos esfumaron el cielo yel cielo cubierto de flores abrió las fosas denuestras caras tapadas, vacías, suspendidas igualque geranios sobre Chile. Nos hablan entonceslos girasoles gigantes de las estrellas, lashortensias del océano, las magnolias de LosAndes, porque lo que ni las montañas ni el Pacífico ni las estrellas jamás nos dijeron nos lodicen ahora, pero imagínate paloma, tus flores.

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Y nos aman, y nos dicen que nos aman.Palomitay, vidala, las flores meciéndose en elviento nos dicen que nos aman. Y loscamposantos de Chile nos dicen que nos aman ynos dicen las flores tu amor ciego que sube conmi amor ciego tendiéndose sobre los glaciares depastos blancos. Cuando nos vaciaron con corvoslas cuencas de los ojos y las flores nos empezarona crecer desde los cegados volcanes, sobre el largopaís cegado y fueron flores el cielo rojo queescuchamos nacer mientras moríamos. Sí, unrostro es un rostro son los desiertos florecidos y elcielo encima de nuestros rostros fueron losocéanos nuevos, las cumbres y desiertos nuevosque gritaban con las piedras el amor de todas lasflores que nos aman. Y nos aman, y nos decíanentonces vidalitay que nos aman porque undesierto es un desierto es un rostro florecido, y elcielo se pega con nuestros rostros floreciendodesde todo el desierto como un camposanto Chileentero de flores de ti de flores que morías de tide flores la mañana.

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Un rostro es tu rostro un desierto florecido. Lascortadas flores se aman. Un rostro que se ama esuna flor en el desierto tal como el desierto es unanoche para las flores. Les vaciaron las cuencas ¿losabías? les cercenaron los ojos. Las cercenadasflores gimen y nuestros rostros muertos florecenen el desierto porque un rostro es un rostro en labrevedad de las cosas tal como las flores son undesierto en la brevedad de la noche. Cuando sonflores la noche y es la noche el cegado amor quenos ama.

Un desierto es entonces un desierto un sueñoflorecido y tu rostro ciego y muerto subecubriéndose de rosales porque las flores nos amany son noches las flores de nuestro amor ciegoizándose sobre los cercenados cielos.

Y nos aman las flores, sí Zurita nos aman, ycercenadas crecen desde tus ojos ciegos paradecirnos el amor que nunca nuestras patrias nosdijeron, cuando por tu noche vaciada creció elcielo y todo el cielo fue tu rostro lleno de floressubiendo.

Porque las flores nos aman. Porque las cercenadasflores nos aman. Porque las flores muertas, Zurita,nos aman.

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Oh sí

Oh sí nos respondía entonces todo elhorizonte, las flores vivas nos aman.

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ROMPIENTES

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Las rompientes flotan en el cielo. El océanoPacífico, las playas. De abajo asemejan vientos,pero son las rompientes del mar flotando sobre elcielo. Viviana escucha ascender inacabablesocéanos y ella también sube. Su hijo tambiénsube con las nevadas rosa de las cordilleras. Lasangre nieve rosa de las cordilleras y las olas delcolor sangre de los devueltos mares flotansuspendidas sobre el cielo. Los nevados tambiénflotan, el mar, las montañas.

Todos los cuerpos arrojados sobre las cordilleras,ríos y mar de Chile flotan en el viento. Se handevuelto al cielo y flotan.

Resucitadas olas que vuelven, marejadas quevuelven nadan extendiéndose sobre el viento.Montañas y montañas suben flotando, cordillerasy cordilleras de cuerpos retornan extendidas igualque lavas del color sangre de todos los volcanes,de todas las cumbres y nevados. Las rompientesde la resurrección flotan en el cielo y son el mar.

Un mar. Dicen un nuevo mar. Oh sí dicen unnuevo cielo.

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Hablemos entonces del vuelo del nuevo océano yde las rompientes en el cielo. De los cuerposarrojados sobre los volcanes, ríos y lagos de Chiley que ahora son el mar y vuelven. Del amor delque fuimos asesinados y que ahora vuelve. De lavida que vuelve y de los granizos de ti y de míabrazándose sobre las nevadas. De las carnes parapeces que fuimos y del Pacífico porque era elPacífico la resurrección y las rompientes de laresurrección aleteaban azotando las montañas.

Y eran las flotantes cordilleras y los arrojadosgranizos que fuimos, las blandas carnadas parapeces que fuimos cuando nuestros ojos ciegosoyeron enmudecer las olas y eran el mundo sueñolas rompientes de la resurrección tirándonos hastael amor las carnes muertas.

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Escuchen ahora las olas azotando las cumbres, lasplayas nuevas que no estaban contempladasporque las rompientes flotan sobre el cielo y sonun mar. Y los arrojados cuerpos flotan sobre elcielo y son un mar y las nubes de la muerte seabren para mostrarnos las despejadas montañas yson un mar. Y son un mar la multitud de sustorsos aún rotos y las rompientes las cordilleras ycordilleras de sus cuerpos flotando como laresurrección sobre las encandiladas aguas.

Sobre las olas, sobre las playas que nos ibansubiendo un país nuevo que no estabacontemplado cuando el amor, cuando los ojosvacíos se nos volvieron para arriba y oímos latirlas cumbres y era toda la resurrección batiendo elcielo igual que olas nuevas a las montañas.

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sí, porque enmudecieron de golpe las rompientesy los vaciados ojos oyeron la mudez del mar y laaurora saliendo del mar alumbró nuestros cuerposdesaparecidos llorándose bajo la mañana. Cuandolas marejadas se fueron para arriba hasta quedar suspendidas sobre los masacrados Andes ygritando, y de bruces gritando, oímos planear lasolas de la resurrección sobre las cumbres y comoduros pastos negros los ojos nos escuchaban latirigual que escarabajos escalando las espumosasmontañas.

Sí, cuando calló todo y los arrojados sobre Chilepusieron de nuevo sus pies sobre la nieve y lanieve crujió soportando sus nuevos miembros. Yllorábamos creyendo que subíamos y los ojosseguían oyéndonos como quien escucha un maraparecer en la mañana y no era aún el mar sinoun sueño del mar en la mañana.

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Sí, porque tirados cielos abajo escuchamos elsilencio de las rompientes y el estrépito de lasenmudecidas rompientes batía huracanando lascordilleras igual que pastos bajo el viento. Yviento tras viento, pasto tras pasto, la auroraemergiendo del mar nos tiró los párpados secos yla nieve muda de las montañas, el océano mudo,la aurora muda, lloraron al oír las rompientes dela resurrección, inmóviles, endurecidas, como siaguardaran todavía un segundo más paraderrumbarse cantando sobre nuestros cuerpos muertos.

Y las montañas mudas subían sobre las montañas.Y las rompientes mudas subían sobre lasrompientes cuando Los Andes haciéndose uno conel mar se suspendió flotando sobre nuestras carasy las caras y las espumas y la muerte se nos ibanamontonando abajo como si una ola de luz senos fuera a reventar cantando en los ojos.

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Y entonces, llovidos desde feroces nubes nuestraspupilas vacías oyeron aletear las suspendidasrompientes mientras nuestras piernas, brazos,torsos, se agitaban abajo como pequeñas olas sinvida esperando el estruendo final de sus aguas.Porque nos lanzaron al mar y los peces fueron lascarnívoras tumbas del mar. Porque nos lanzaron alos volcanes y fueron los cráteres las carnívorastumbas de los volcanes. Sí, porque nos mataron ymorimos y las rompientes de la resurrección nosvolaban por arriba como inmensas trizaduras dehielo a punto de reventarse sobre nuestras olasmuertas.

Y entonces, como enormes bloques de hielos quese vienen abajo, oí el estruendo y tú lo escuchastey la espuma de los hielos volcándose en el marestallaba arriba y las rompientes de la resurrecciónaleteaban arriba como una furiosa bandada depájaros que se nos viniera encima picoteándonosoh sí muerte, oh sí mareas, oh sí Viviana.

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Entonces, incendiadas, como si el Pacífico enteroardiera, resplandecieron las rompientes y el fulgorde las rompientes sobre el horizonte iba tiñendoel cielo con el color rojo antiguo de nuestrascarnes. Cuando nos empaparon las olas y se nosmareaban los cielos subiéndonos. Cuandosollozando entre las llamas de las aguas nossentimos mover de nuevo y eran todos los mares,todos los lagos y ríos, todos los desiertos ymontañas, incendiándose cielo arriba como si elocéano entero ardiera resucitando con nosotros yfuesen esas las rompientes incendiando de amorlas carnes nuestras.

El mar nuestro arde. Arde sin consumirse.

Escuchen entonces el estruendo del marquemándose en el horizonte. El Pacífico arde yViviana canta con las mejillas, con los nuevospómulos del amor nuestro, con las carnadas parapeces del amor nuestro, con la resurrección delamor nuestro volándose cielo arriba como unsueño en llamas que nos flameara.

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Escuchen entonces las rompientes ardiendo.Asombrosas carnadas levitan sobre las llamas ysuben. Arden las rompientes de Chile y cantan,zarzas de agua crepitan bajo los cielos incendiadosdel océano. Días enteros ardidos, mañanas de sol,campos entrevistos ascienden ahora cantandoentre las llamas del Pacífico. Y la muerte noencontró lugar.

El Pacífico arde, las rompientes de la resurrecciónarden sobre el cielo de Chile.

Sorprendentes carnadas, maravillosos frutoshumanos se recomponen cantando. Increíblespeces vuelan sobre el ardido océano. Infinitospeces que ascienden con días de sol en la boca,con amores salvos, con pedazos de costillastransformadas. Increíbles peces suben desde las llamas del mar incendiado y cantan con la voztomada del cielo. Las olas cantan sobre las playassalvas. Arden sobre el cielo y cantan.

Viviana oye praderas humanas resucitar entre lasllamas, días que vuelven, frutos como soles quesuben salvos sobre las llanuras del mar. Vivianaoye a su hijo ascender de las olas salvas.

Carnadas salvas que vuelven del mar.

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Oh sí dicen

Salvos, oh sí dicen salvos como a vecesdicen de las flores.

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BRUNO, SUSANA

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Las pequeñas ciudades blancas esperan a Bruno,las pequeñas ciudades iluminadas en la nocheesperan a Susana. Se recuerda que ya es día, serecuerda el mar.

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De la luz entonces y del bramido del mar en laluz que nos golpea dentro de los ojos porque sonahora las cuencas vacías de nuestros ojos lascuencas del mar. De toda la luz entonces y de lasnevadas de nuestras caras ciegas estampándose,soplándose y tendiéndose arriba con todas lasmejillas vivas de nuestras mejillas muertas, con losbrazos vivos de nuestros brazos muertos, contodas las olas estallando con el sonido parasiempre de nuestros nombres y del océano vivoque nos habla para siempre encima de lascordilleras.

Cuando oímos el mar para siempre y hasta laspiedras nos gritaban los nombres.

Cuando nos tocaron de amor y las rompientes y la nieve de las rompientes tañeron con nuestros nombres y nos parábamos del sueño al sonido denuestros nombres muertos, así, alzándoles alsueño vivo los nuevos brazos.

Al amor que nos subía erizándonos los vellos delos brazos y eran vellos los trigales para siempreque emergían ondeando desde todas las tumbasde tierra donde caímos. Como el amor y todo lomuerto que vive y vuelve como sueña el cielo quevuelve y es la luz para siempre del mar.

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Bruno recuerda un mar y Susana tambiénrecuerda. Está la luz de las montañas y los ojospara siempre de todos los pueblos blancos, detodas las mejillas blancas tendidas igual quevendas sobre los pómulos en sangre de lascordilleras. Los pequeños pueblos son blancosen el viento y ahora sus caras escuchan abajoun pueblo blanco y cantan. Está la luz comogasas blancas de las cordilleras en el cielo. Estáel mar y la línea blanca de las rompientes quecantan, las fosas de sus ojos y del mar que cantan.

Oyen abajo un pueblo blanco y cantan. Losojos vaciados de Bruno cantan. Los ojosvaciados de Susana cantan.

Son miles de pueblos blancos y cantan. Milesde Susana, miles de Bruno en la gasa de los nevados. Sus mejillas cubren los pómulos de lasmontañas y sueñan en el viento blanco, en lasvendas blancas. Las vendas de sangre de lascordilleras se abren en el cielo y son blancas.

Oh sí Bruno, oh sí Susana. Las vendas de sangrese abren en el cielo y están blancas.

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Está la venda atravesada de luz de Los Andes yarriba el cielo escrito, el mar para siempre. Lacuenca del océano se abre y nuestras carasescuchan sus nombres elevarse sobre ellas.Subirán. Se abrirán las tumbas como un mar yserá el nuestro un país más de mares subiendo.Las nieves se abren y los paisajes emergen denuevo estampándose sobre el horizonte. Sobre losocéanos vivos de todos los horizontes. De todo elcielo para siempre subiendo por las iluminadascuencas de tus ojos.

Se abre Los Andes. La gasa de los nevados se abreen el cielo iluminado y son tus ojos.

Y las tumbas que quedaron de la nieve se abren ylas albas cordilleras nos escuchan subir porquesomos nosotros el océano que sube. Cuando lascuencas como bocas de luz del cielo nos gritaronlos nombres y nuestros nombres muertos seescribían cantando sobre los horizontes vivos.

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Están las flores vivas de luz y el Pacífico. Están las flores y todas las flores de un sueño. Están losnombres de nuestros nombres muertos y las florespegándose como otro mar al cielo vivo. Comootra nieve viva a las nieves muertas cuando parasiempre las cordilleras muertas y vivas nosrepitieron los nombres llamándonos porque elcielo entero canta sobre la tierra viva en que nosmataron. Nosotros muertos y vivos. Nosotros muertos y vivos subiendo como pedazos de nievespara siempre y el cielo.

Están las flores, está el Pacífico para siempre yarriba los párpados del cielo.

Cuando los párpados del cielo se abrieronmostrándonos nuestros ojos blancos y como enun sueño donde nadie muere escuchamos el cantode los muertos que seguían llamándonos pornuestros nombres vivos. Por el amor vivo que nosgrita «mira». Y está el cielo vivo mirándonos.

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Despedazadas de luz las piedras asciendenabrazándose sobre el cielo. Ascienden y cantan.Hay un barco en el medio del desierto y miles deflores cubren su casco y cantan. Ella escuchalas flores cubrir las piedras del desierto y alinfinito elevarse sobre el vendaval de las olas. Elladice que es la resurrección el océano elevándosesobre el desierto. Sobre la cruz de pómulos ytorsos blancos que le gritan al cielo y subencantando como un iluminado mar que fuera aabrazarse sobre las montañas.

Cantan, sus torsos, sus pómulos blancos cantansubiendo con la luz de las montañas.

Miles de pómulos y torsos se abrazan elevándosesobre las flores del desierto y cantan. La cruz desus caras asciende igual que un sueño pegado alocéano y canta. Ella escucha al océano Pacíficosubir sobre el cielo florecido, sobre el INRIflorecido del desierto de Atacama.

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Bruno dice que ha vuelto a casa. Susana tambiéndice que ha vuelto a casa. Está la luz entonces ylas cumbres vendadas del cielo. Está el horizontey las gasas de luz de los pequeños pueblosblancos sobre las cumbres. Las vendas de sangrede Los Andes son blancas y sus caras oyen lascasa de los pequeños pueblos blanqueándosecomo grumos de sangre en la nieve. Están lasnieves, está el cielo. Bruno y Susana oyen lascasas de sus pequeños pueblos blancos subir enel vendado cielo de las montañas.

Está la luz de las cordilleras y las casas de suspequeños pueblos blancos en las gasas de la nieve.

Bruno dice que ha llegado a casa. Susana tambiénlo dice. Los pueblos blancos del aire o del agua ode la tierra blanca se elevan como pequeños grumos de sangre evaporados en la nieve. Está lanieve, el azul del cielo. Las vendas de luz delcielo sobre sus casa en las nevadas.

Bruno, Susana. En la mente redacto cartasdesbaratadas de amor.

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De luz entonces, como en un sueño, se ibantendiendo los tocados paisajes y el vuelo parasiempre de tus cordilleras se encumbrabatrasparentándose en la mañana como mispómulos de amor se transparentaban ascendiendoen los tuyos. Y mis mejillas de amor setransparentaban en tus mejillas y los ojos hechospolvo de toda la muerte arrojada, de todas las tumbasarrojadas, de todo el sueño arrojado, oyeron el díaemerger pegándoseles como caras para siempresobre los iluminados pómulos de las montañas.

Y las llanuras se iluminaban en las llanuras. Y losvientos se encendían en los vientos.

Y las encendidas playas se encendían sobre las playas y las caras de todo el amor se nos fueronencima de nuestras caras muertas y el vuelo nosiba besando como para siempre los vientos en lospastos.

Y para siempre, y como caras y pastos parasiempre, y como todo el sueño y la muerte parasiempre, se prendieron las últimas cordilleras y lasllanuras ascendían transparentándose comomejillas tocadas y para siempre sobre los emocionados cielos de la mañana.

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¿Para siempre?

Se recuerda entonces toda una nevada denombre, Paulina, Mireya, Isabel: ¿han visto aSusana? ¿han visto a Bruno?

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UNA RUTA EN LAS SOLEDADES

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Y poco a poco, como un océano que se encrespa,íbamos emergiendo sobre las llanuras y lasllanuras parecían olas ondulando con elmovimiento de nuestros cuerpos.

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Sí, porque se encenderá el cielo y las cordilleras,los desiertos y las playas abrirán sus soledades ynuestros cuerpos rotos atravesarán su soledad,pisarán otra vez los pastos y parecerá un mar quese encrespa los movimientos de nuestros cuerpospisando las llanuras.

Porque nuestros cadáveres revivirán. Sí, porquenuestros cuerpos revivirán, y el cielo encendidoserá un mar de pasto oyendo nuevamentenuestros pasos. Y se abrirá un mar en lassoledades.

Y se trazará entonces una ruta en las soledades ycomo dos amantes que despiertan juntos nuestrosojos elevándose unirán de nuevo los horizontescon los glaciares, las cumbres con los abismos, lascuencas vacías con el océano y serán igual queríos dándoles agua al desierto nuestras pupilasnuevas inundando las enmudecidas playas. LosAndes de crestas blancas se juntarán con el Pacífico, como olas para arriba se nos abrirán losduros párpados y como un mar subiendo en lassoledades la tierra echará de su seno a los muertos.

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Y el mar emergía de nuestros cuerpos muertos yel cielo abovedado de flores subía desde nuestrospómulos muertos, desde las torcidas piedras, desdela cara de nuestras caras muertas, y era el océanodel cielo el sueño que nuestros ojos abriéndosenos subían. ¿Vives? ¿Tú vives? y como dos niñosque nacen los labios volvían a movérsenos sobre las caídas bocas, sobre el cerco de los dientes,sobre las derrumbadas mejillas que se nos pegabanotra vez como todo el horizonte que se nospegaba, así, empujándonos de nuevo el aire porlas rosas gargantas.

Y entonces soplados como el júbilo, como todo elaliento sobre las encarnadas carnes, mi alegríasubió con tu alegría y el júbilo de nuestros rostrosascendiendo encrespaba las llanuras y eran comobotones florecidos las llanuras expulsándonos delos empapados cadáveres.

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Y las montañas nuevas ocupando el lugar de losmares y los mares nuevos ocupando el lugar delas montañas subían y sus miembros subían igualque pastos sobre el arrebolado cielo. Y losrenacidos brazos, los torsos, las arrebatadas piernasiban cubriendo los pastizales como nubesondeando sobre la yerba. Y era el mar de Los Andes ascendiendo y eran las cumbres del Pacíficotoda la luz que ascendía prendiendo las cordillerasy las cuencas vacías de sus ojos se iban paraarriba y era el océano encendido sobre lasmontañas el que llenaba las cuencas de sus ojos.

Y saltando juntos, como mares y montañas quebailan, como cerros que bailan, nos oímos de piey era el cielo infinito, de pie, aleteándonos contodas las cosas que suben, el día, el sueño, contodos los cuerpos que suben y subenestrujándosenos de amor vivo entre los brazos.

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Así como las piedras hablan, así como la tierrahabla, así yo te hablo. Y la ceguera de mis dedoshablándote recorren tu cráneo, tus narices, lasfosas de tus ojos, y de bruces es el infinito delcielo el que habla levantándose desde las fosasagusanadas de tus ojos. Y como un paisaje detierra levantándose con la tierra nuestros rostrosse van alzando desde nuestros rostros muertos yentonces así, como las piedras hablan, como latierra habla, yo te hablo cadáver de mí, amor demí, huesos de mí, pequeña pupila redonda detodo el amor que sube y es el canto de los ojosde ti mirándome.

Y te veo!

Y mirándome, y ciegos mirándome, y ciegos comoentero el cielo mirándome, miras desde arriba unpaís de desiertos y me ves. Y me ves subiendo, yme ves subiendo y subiendo y tus ojos ven misojos llenos de tierra subiendo, alados,agusanándose pero de luz en los cielos.

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Y te miro de nuevo. Y sorprendidos igual que olasque vuelan amanecerán nuestros cuerpos ysubiendo verás abajo un país de lagos y me verás.Y te miraré de nuevo y tú me verás de nuevo ylos lagos orillados de pastos de tus ojos secubrirán con mis ojos y como olas amaneciendotendrán el color de la carne viva los grandes lagoselevándose en la amanecida. Y te veré de nuevo ytu carne me mirará de nuevo y mi carne vivapegándose a tu carne viva te verá de nuevo y serádel color de todos los lagos al amanecer lasorprendida carne sintiéndonos.

Y te miraré de nuevo.

Y te sentiré de nuevo. Porque estas palabras nomorirán como morimos nosotros y el vuelo denuestras carnes prendiéndose se nos irá pegandocomo lagos pegados con el amanecer y lasefímeras plumas que fuimos volverán al aire yserán olas de olas los aires y lagos de lagos los tú.

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Y te amaré de nuevo. Y desde nuestras pupilasmuertas se abrirán los cielos y los cielosabriéndose nos mostrarán para abajo las cordillerasy verás un país de volcanes ascender igual que unmar hasta los cráteres de tus ojos. Y me mirarás, yme mirarás de nuevo, y tus ojos mirándome veránla lava de los volcanes y los volcanes ascendiendote tocarán las pupilas y los cráteres de mis pupilasvolverán a tocar las tuyas. Y las carnes que fuimosnos cubrirán de nuevo como de lava viva lasmontañas porque se abrió un camino en lassoledades y fue ven.

Y te amaré de nuevo.

Y te amaré de nuevo y te diré ven. Y tú meamarás de nuevo y me dirás ven. Y el cieloabriéndose nos dirá ven que igual que lavas rojascubriendo las montañas nuestras carnes noscubrirán de nuevo los nevados huesos de todo LosAndes y te amaré de nuevo y será ven.

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Y serás tú de nuevo. Y yo sólo otro tú de ti. Ymis ojos de ti subiendo te mostrarán abajo unpaís de playas y las playas los huesos de ti que hesido, los dientes de ti que he sido, la caraasesinada y muerta de ti que he sido y quelevantándose desde las cuencas vacías de tus ojoste mostró los huesos de mi cara transformándosepoco a poco en la tuya. Y serás tú. Y las playassubiendo serás tú. Y el océano subiendo serás túporque mi amor es tú y la muerte de mi amor estú y es tú la playa muerta que recomienza mivida subiendo hasta las playas resucitadas de tu vida.

Y serás tú. Y mucho más allá de ti seguirás siendotú. Y ni tú misma podrías privarte de seguirsiendo tú. Ni las playas en que morimos ni lascanosas olas ni la muerte.

Y serás tú y de nuevo tú y el amor de nuestras cicatrizadas carnes subiendo se clavará en el cieloy el cielo sobre el Pacífico será la nueva cara de tiuniéndose con la tierra. Con la tierra de tú queeres y que seguirás siendo por los siglos de lossiglos y las hoscas playas y las edades nuevas.

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Y balbuceante el cielo se sorprenderá de tu llegaday las palabras del cielo sonarán en mis labiosigual que gemidos entrecortándose. Y tus labiosbuscarán mis labios y buscándolos verás abajo unpaís de glaciares y témpanos y sobre él lassorprendidas huellas de una boca muerta que tehabla. Y bajará el cielo y mi boca muerta sonarácon los cielos y oirás entonces un horizonte deheladas y granizos y oyendo, y oyendo entoncestodos los ventisqueros, todos los hielos, todos losglaciares, sentirás mi boca aún sin carne y seráncomo dos mellizos de nieve mis labios muertoshablándote.

Y mi boca muerta se alzará desde la nieve. Y losdientes de tu boca muerta bajarán por los hielos yserán un cielo entumido entonces nuestrosrenacidos labios llamándose.

Y como un horizonte resucitando en un nuevohorizonte nuestros asesinados labios comenzaránde nuevo a hablarse y mi boca te dirá: te matarony ahora vives. Y como el cielo, como la nieve,como un país de témpanos que nace tu boca medirá: estabas muerto y hoy estás vivo.

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Y no moriremos. Y no volveremos a morir porquecomo quien se abre a un sueño miraste mis restosy viste un desmembrado país de archipiélagos yeran como archipiélagos abajo los restos denuestros cuerpos. Y no moriremos de nuevo y loscanales abriéndose entre los archipiélagos temostrarán los cielos y los cielos el mar corroídode las estrellas y no volverán a vaciarse tus ojoscomo islas desmembradas cayendo sobre las aguas.Sí, porque no moriremos de nuevo y estaspalabras pervivirán más que nuestra soledad, queel tiempo y que los procelosos sueños.

Porque tú no morirás mientras vivan estaspalabras. Y si el ácido de los tiempos y lasguerreras tormentas las derrumban, tú no morirás.Y no moriremos nuevamente.

Y buscándonos pedazo a pedazo, como undesmembrado país que volviera a juntarse, seencontrarán el cielo con las playas y las playascon los pastos y entonces, como un archipiélagonuevo que se encumbra llorando nuestros restosvolverán a reunirse y no moriremos de nuevo. Niestos canales ni estas islas ni estos fiordos.

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Y se trazará una ruta en las soledades. Una nuevamarea nos subirá sobre la tierra verde y saltandode júbilo las cumbres mirarán las llanuras y lamuchedumbre de nuestros cuerpos levantándoseencrespará las llanuras igual que olas rizando elocéano. Porque se dibujó un camino en lassoledades y como un sueño que pasa moviendolos pastos de nuestros brazos saludando el nuevocielo. La playa nueva, el mar nuevo que se abríaliberando las encerradas montañas y era la tierrasacando sus ijares a los muertos.

Sacándonos los asesinados miembros, las piernasque se nos movían solas como si fuera el vientoquien las llevara y como pastos, como un marque ondula, nos levantamos desde nuestroscadáveres llorando y era el cielo y los aires yllorando.

Y nos besábamos las pupilas vacías y llorando.Porque se abrió una ruta en las soledades y losojos vacíos se nos pegaban al cielo y yo te tocabalos cielos y tú los cielos de mí en nuestros ojos yentonces, en el país de los volcanes y desiertos, deplayas y hielos, de lagos y océanos, vimos nuestroscuerpos ondulando y eran otra vez las llanuras.

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A PAULINA WENDT

No nos hemos perdido

No nos hemos perdido.Infinitas batallas nos preceden,incontables cadáveres hinchándosesin fin bajo las lluviasy músculos y tendones rotos emergiendocomo sueños entre los botones de tierra.Nos preceden veraces campos,fértiles trigales abonados sólo con sangre,siglos enteros labrados a destiempo,generaciones igual que árboles quemándoseen la tormenta.Pero nosotros no nos perdimos.

Entre las luces de las estrellasque no llegaron a destino y los ojos húmedosque chirriaron ardiendo en las antorchasEntre las cenizas de los cuerposaún pegadas a los murosEntre los mares derrumbándosey las falsas Ítacas refulgiendo frente a NadieNosotros no nos perdimos.

Miles de otras naves nos esperabanOcéanos de muertos nos querían llevar consigoSirenas como racimos nos llamaron con su cantoPero nosotros no nos perdimos.

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Y por eso ningún cadáverni ningún grumo de sangreque cantó cuajado en el huesoni ningún tendón roto vendido en el canastoni ningún amanecer asombrado entre los verdugosni ninguna ruina ni naufragiodejó de encontrar el cieloque es nuestro y es de todos.

Porque nos encontramos no sucumbió la eternidadPorque tú y yo no nos perdimosningún cuerponi sueño ni amor fue perdido.

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Isaías 11

Y eran de nuevo tus llanuras.

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EL INRI DE LOS PAISAJES

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EPÍLOGO

Cientos de cuerpos fueron arrojados sobre lasmontañas, lagos y mar de Chile. Un sueño quizássoñó que había unas flores, que había unasrompientes, un océano subiéndolos salvos desdesus tumbas en los paisajes. No.Están muertos. Fueron ya dichas las inexistentesflores. Fue ya dicha la inexistente mañana.

Santiago, Chile,enero 2001-marzo 2002.

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AGRADECIMIENTOS

A Olga y Jacobo Homsi sin cuyo ejemplo de amor yhospitalidad estos poemas no se habrían terminado.