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Rancière, Jaques . ¿Autor muerto o artista demasiado vivo? (Artículo) Raia, Matías (trad.). Español. 3 págs. Publicado en el periódico Folha de Sao Paulo (San Pablo: 6 abril 2003). ¿Autor muerto o artista demasiado vivo? Jacques Rancière La impersonalidad de creación anunciada por la revolución técnica radicalizó la noción de autoría y transformó el arte en una negociación entre propietarios de ideas y de imágenes. Esta vez, el autor estaría realmente muerto. Hace 30 años, los filósofos ya habían pronunciado su sentencia de muerte teórica al destruir el fundamento de su pretensión, la concepción del sujeto amo y propietario de sus pensamientos. Era la época en la que los artistas pop, con sus retratos de “stars” o sus latas de sopa en serie, destruían el privilegio de la obra única. Luego vino: el arte de las instalaciones en las que el artista generalmente se contenta en redisponer objetos de uso e imágenes ya existentes; la práctica de los DJ mezclando elementos sonoros tomados de composiciones existentes, al punto de volverlas imposibles de reconocer; y por fin la revolución informática, instaurando la reproductibilidad sin control e ilimitada de textos, canciones e imágenes. Así parece deshacerse lo que constituía el contenido mismo de la obra: la expresión de la voluntad creadora de un autor en una materialidad específica trabajada por él, singularizada en la figura de la obra, erigida como original, distinta de todas sus reproducciones. La idea de obra se vuelve radicalmente independiente de toda elaboración de una materia particular. Un montón de papeles viejos “A Salle des Martin” [La Sala de Martin] de Bertrand Lavier expone 50 pinturas realizadas por autores de nombre Martin. Ninguna de esas pinturas desempeña el papel de obra original. La originalidad de la obra pasa por la idea,

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Rancire, Jaques.

Autor muerto o artista demasiado vivo? (Artculo)

Raia, Matas (trad.).

Espaol. 3 pgs.

Publicado en el peridico Folha de Sao Paulo (San Pablo: 6 abril 2003).

Autor muerto o artista demasiado vivo? Jacques RancireLa impersonalidad de creacin anunciada por la revolucin tcnica radicaliz la nocin de autora y transform el arte en una negociacin entre propietarios de ideas y de imgenes.

Esta vez, el autor estara realmente muerto. Hace 30 aos, los filsofos ya haban pronunciado su sentencia de muerte terica al destruir el fundamento de su pretensin, la concepcin del sujeto amo y propietario de sus pensamientos. Era la poca en la que los artistas pop, con sus retratos de stars o sus latas de sopa en serie, destruan el privilegio de la obra nica. Luego vino: el arte de las instalaciones en las que el artista generalmente se contenta en redisponer objetos de uso e imgenes ya existentes; la prctica de los DJ mezclando elementos sonoros tomados de composiciones existentes, al punto de volverlas imposibles de reconocer; y por fin la revolucin informtica, instaurando la reproductibilidad sin control e ilimitada de textos, canciones e imgenes. As parece deshacerse lo que constitua el contenido mismo de la obra: la expresin de la voluntad creadora de un autor en una materialidad especfica trabajada por l, singularizada en la figura de la obra, erigida como original, distinta de todas sus reproducciones. La idea de obra se vuelve radicalmente independiente de toda elaboracin de una materia particular.

Un montn de papeles viejos

A Salle des Martin [La Sala de Martin] de Bertrand Lavier expone 50 pinturas realizadas por autores de nombre Martin. Ninguna de esas pinturas desempea el papel de obra original. La originalidad de la obra pasa por la idea, inmaterial en s misma, de esa reunin. Cualquier acumulacin de materiales puede entonces tomar su lugar, por ejemplo un montn de papeles viejos, elemento de una instalacin de Damien Hirst, que un funcionario de un museo londinense, preocupado por la limpieza, arroj inoportunamente al cesto de basura. Esa indistincin, que vuelve indiferente todo material, es tentador aproximarla a la que transforma discursos, imgenes o msicas en bits de informacin. Con la revolucin informtica, toda materialidad, dicen, se transforman en idealidad. Las ideas, imgenes y msicas, igualmente digitalizadas, corren libremente de pantalla en pantalla, burlndose de los que quieren afirmar sobre ellas el derecho de propietarios. As desaparecera el principio mismo del privilegio del autor: la diferencia entre los medios de creacin y las mquinas de reproduccin. Neocomunismo

Algunos ven esto como la fuerza del cerebro-mundo o de la mquina-mundo, que hace volar en pedazos la propiedad y la dominacin. Los proletarios de todo el mundo no se unirn para enterrar la dominacin burguesa, sino que la revolucin tcnica ha confirmado, en detrimento de la propiedad intelectual y artstica, la otra gran profeca del Manifiesto comunista: Todo lo slido se desvanece en el aire.. Substituyendo a los productores debilitados, las mquinas de reproduccin trabajaran por un comunismo indito, volviendo toda realidad inmaterial y, por lo tanto, inapropiable.

Esa fe en las virtudes comunistas de la tcnica no deja de ser problemtica. Ni los ingenieros ni los juristas carecen de medios para reformular los derechos de la propiedad e inventar programas apropiados para hacerla respetar. Ms all de eso, sin embargo, la reproductibilidad tcnica no tiene ninguna consecuencia evidente en el estatuto conceptual del autor. En los aos 30, Walter Benjamin vea en las condiciones industriales de la produccin y de la difusin cinematogrficas el principio de un arte liberado del aura de la obra nica.

La profeca no se verific, muy por el contrario: en el momento mismo en que Broodthaers, Beuys y los artistas del grupo Fluxus ridiculizaban al arte de museo, en los aos 60, los jvenes radicales de Cahiers du Cinma consagraban la poltica de los autores. Y, cuando los propios museos se convirtieron a la prosa de las instalaciones, las Historie(s) du cinma de Godard recogieron las sacralidades del museo imaginario de Malraux. No obstante las multiplicidades de las exigencias de produccin y de las colaboraciones artsticas y tcnicas que un film supone, el director de cine se volvi una encarnacin ejemplar de autor que pone su marca en su creacin.

Ciertamente, esa confianza excesiva en los efectos de la revolucin tcnica surgi ella misma de una visin un poco simplista del autor. Se trata de una opinin aceptada que la modernidad literaria y artstica desde el romanticismo estuvo ligada al desenvolvimiento del culto del autor, naci simultneamente a los derechos del mismo nombre, simultneamente tambin al individualismo de la revolucin burguesa.

En consecuencia, todo lo que contradice ese privilegio, desde las imgenes en serie de stars o de productos comerciales de la era del pop hasta los pirateras de la era digital, todo eso es puesto en la cuenta de una revolucin posmoderna que ha destruido, si no los derechos jurdicos de la propiedad, al menos las ilusiones modernistas de la originalidad artstica asociadas al mito del autor propietario.

Pero las relaciones entre el autor, el propietario y la persona son infinitamente ms complejas. La consagracin del genio literario no naci, a finales del siglo XVIII, de las iniciativas de Pierre Agustin de Beaumarchais [dramaturgo francs, autor de Las bodas de Fgaro, de 1784] a favor de los derechos de autor ni de las ofensivas del individualismo burgus. Naci, por el contrario, de la insistencia de dos fillogos de esa poca en despojar a Homero de la paternidad de su obra, en hacer de sta la expresin annima de un pueblo y de un tiempo. La idea moderna de autor naci simultneamente a la de la impersonalidad del arte. Es esa equivalencia entre el autor y la fuerza annima que lo atraviesa que, en la poca romntica, la expresa el concepto de genio. Y los supuestos representantes del arte por el arte y del culto al artista no dejaron, como Flaubert, de expresar la radical impersonalidad del arte o, como Mallarm, de afirmar que el poeta estaba necesariamente muerto como tal. Esa idea jams impidi a ningn artista reclamar sus derechos de autor. Sin embargo, defini un desdoblamiento de la idea de propiedad, un vnculo singular entre propiedad e impropiedad. Cerca de dos siglos antes de que Sherrie Levine [pintor americano, nacido en 1947] produjese una obra fotografiando las fotografas de Walker Evans, los hermanos Schlegel haban puesto en la agenda de los poetas romnticos la repoetizacin de poemas clsicos. Mientras tanto, los surrealistas demostrarn que las expresiones de los deseos y de los sueos de la mayora de las personas podan coincidir con el reciclaje de las mercaderas fuera de uso o de las ilustraciones de revistas y catlogos antiguos. El autor absoluto e impersonal es aquel que tiene a su disposicin un patrimonio del arte, que se extiende a todo y a cualquier objeto.Una solidaridad se afirma, de este modo, entre la impersonalidad del proceso artstico y la indiferencia de sus temas, tomados de la impersonalidad de la vida comn. Walter Benjamin mostr cmo la fotografa se haba vuelto un arte al renunciar a componer cuadros, para apropiarse de la imagen de lo annimo. La fotografa de la pequea pescadora de New Haven, dice l, hizo ms por la gloria de David Octavius Hill que sus grandes composiciones pictricas. De ese modo, la fotografa se puso en la estela de una revolucin literaria que, con Flaubert, asimilara lo absoluto de un libro, sostenido apenas por su estilo, a la impersonalidad captada del lenguaje, del sueo y de la vida de los individuos comunes. El culto del arte naci con una afirmacin del esplendor de lo annimo.En cierto sentido, puede decirse que las performances y las instalaciones del arte contemporneo llevan a su extrema consecuencia la impersonalidad de la creacin y la indiferencia de su material. Las imgenes obtenidas por Sophie Calle en cuartos de hotel seran entonces una versin contempornea del Journal dune femme de chambre [Diario de una camarera, novela de Octave Mirbeau, 1900] y, de una manera ms amplia, del sueo novelesco de entrar en la vida de cualquier persona.

Sin embargo, tal vez esa consecuencia aparente oculte una inversin lgica que subvierte la nocin de autor de un modo completamente diferente de cmo se la acostumbra describir: no haciendo desaparecer tal nocin en la banalidad de las cosas y en la infinidad de las reproducciones, sino, por el contrario, aproximndola a la propiedad personal de la idea. La idea flaubertiana de la obra absoluta obligaba al novelista a identificar los esplendores de su frase con la reproduccin de las banalidades del mundo. La idea del artista contemporneo, al contrario, se retira en relacin al trabajo de su realizacin. Christian Boltanski no tiene necesidad de arreglar l mismo en la pared las fotografas annimas que cubren sus salas de exposicin. Y Lawrence Weiner no tiene necesidad de tomar un instrumento para abrir en una pared del museo el minsculo agujero que constituye su casi inmaterial contribucin a una reciente exposicin.Lo que se pierde entonces no es ni la personalidad del autor ni la materialidad de la obra. Es el trabajo por el que esa personalidad se modificaba en esa materialidad. La retirada de la obra en direccin a la idea no anula la realidad material de la obra. Por el contrario, ella tiende a transformar la propiedad paradojal de la obra impersonal en la propiedad lgica de una patente de inventor. En este sentido, el autor contemporneo es ms estrictamente propietario de lo que jams lo fue cualquier autor. Pero eso quiere decir que se rompi el pacto entre la impersonalidad del arte y la de su material. Mientras la primera se aproxima a la propiedad de la idea, la segunda tiende a pasar hacia la propiedad de imagen.Generaciones de fotgrafos hicieron arte captando, en las calles de las grandes metrpolis, fiestas de barrio o bien escenas populares, ocupaciones cotidianas o placeres extraordinarios de los annimos. Hoy, esos annimos son llamados a hacerse reconocer, a reclamar, en vez de la inmortalizacin del arte, derechos ms tangibles sobre la propiedad de la imagen que les fue sustrada.

La propiedad no se disuelve en la inmaterialidad de la red. Al contrario, ella tiende a poner su marca en todo lo que es susceptible de entrar en el arte, a hacer del arte una negociacin entre propietarios de ideas y propietarios de imgenes. Ciertamente es por eso que la autobiografa, que hace coincidir las dos propiedades, adquiere tanta importancia en el arte de nuestro tiempo. Basta pensar en los escritores que, en realidad, no publican ms que el interminable diario de su vida y de sus pensamientos; en los fotgrafos que privilegian su propia imagen, como Cindy Sherman, o las escenas de intimidad de los amigos, como Nan Goldin; en los cineastas que, como Nanni Moretti [director de pelculas como El cuarto del hijo de 2001], reducen su trabajo sobre la poca a la crnica de su propia vida; en los artistas instaladores que, como Mike Kelley o Annette Messager, tienden a poblar sus obras con los peluches de sus fantasas en vez de los objetos e imgenes desviados del mundo.El autor por excelencia sera entonces, actualmente, aquel cuya idea es explorar lo que le pertenece como algo propio, su propia imagen. El autor no sera ms el espritu histrinico del que hablaba Mallarm, sino el comediante de su imagen. El arte del comediante tiende siempre al lmite que es la transformacin del simulacro en realidad. Ocupada en remodelar fsicamente el propio rostro, Orlan [artista plstica francesa, nacida en 1947] sera, en este sentido, la artista tpica de nuestro tiempo. En el tiempo de la digitalizacin universal, el muerto del que hablaba Mallarm parece todava vivo. Un poco demasiado vivo, precisamente.Fuente: A Folha de So Paulo, 06/04/2003. [Traduccin: Matas Raia para la ctedra de Literatura del Siglo XX (FFyL, UBA), 2011.]