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27 R E V I S T A D E E S T U D I O S I N T E R N A C I O N A L E S EL ESLOGAN POLÍTICO a incapacidad de las corrientes clásicas, científicas y neorrealis- tas para dar cuenta de la cambian- te realidad internacional del último ter- cio del siglo XX es evidente. A partir de un cambio profundo de los valores cultu- rales de las sociedades contemporáneas, ¿Qué es la Tercera Vía? Hacia un mundo con sentido Luciano Tomassini * El concepto de una tercera vía fue utilizado a mediados de los años ’90 como un eslogan apto para promover la renovación de la social-democracia –o de la izquierda democrática– en Europa e incluso del ala progresista del Partido Demócrata en los Estados Unidos. Sería una diagonal que permitiría caminar por la política mirando hacia la derecha y la izquierda, tomando un poco de mercado de la primera y conservando algo de equidad social de la segunda. En efecto, y en el pensamiento de su inspirador, el pensador social inglés Anthony Giddens –hoy presidente de la London School of Economics and Political Science– constituye un símbolo del actual cambio cultural, o cambio de época, en que las cosas están dejando de tener identidades dadas por unas esencias inmutables de origen platónico y son construidas por el significado –por el nombre que asignamos a las cosas–. El sistema internacional ya no responde a ninguna descripción teórica previa y también está en busca de un nombre. de la tercera revolución tecnológica y del inicio de la distensión y del multipola- rismo, entre otros poderosos factores, esta realidad comenzó a erosionarse y termi- nó por restar todo valor interpretativo a las visiones acerca del sistema internacio- nal disponibles, la de un mundo Estado céntrico; la del papel casi excluyente del poder y la soberanía en las relaciones in- L * Como los fundadores de Estudios Internacionales hemos sido invitados a efectuar una contribu- ción que refleje nuestras actuales preocupaciones, me he dirigido a un tema que parece alejado de las relaciones internacionales, pero que por referirse a los orígenes y rasgos centrales de este cambio de época está en la base tanto de la transformación de las sociedades nacionales como de su percepción del sistema internacional.

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R E V I S T A D E E S T U D I O S I N T E R N A C I O N A L E S

EL ESLOGAN POLÍTICO

a incapacidad de las corrientesclásicas, científicas y neorrealis-tas para dar cuenta de la cambian-

te realidad internacional del último ter-cio del siglo XX es evidente. A partir deun cambio profundo de los valores cultu-rales de las sociedades contemporáneas,

¿Qué es la Tercera Vía?Hacia un mundo con sentido

Luciano Tomassini *

El concepto de una tercera vía fue utilizado a mediados de los años ’90 comoun eslogan apto para promover la renovación de la social-democracia –o de laizquierda democrática– en Europa e incluso del ala progresista del PartidoDemócrata en los Estados Unidos. Sería una diagonal que permitiría caminarpor la política mirando hacia la derecha y la izquierda, tomando un poco demercado de la primera y conservando algo de equidad social de la segunda.En efecto, y en el pensamiento de su inspirador, el pensador social inglés AnthonyGiddens –hoy presidente de la London School of Economics and PoliticalScience– constituye un símbolo del actual cambio cultural, o cambio de época,en que las cosas están dejando de tener identidades dadas por unas esenciasinmutables de origen platónico y son construidas por el significado –por elnombre que asignamos a las cosas–. El sistema internacional ya no responde aninguna descripción teórica previa y también está en busca de un nombre.

de la tercera revolución tecnológica y delinicio de la distensión y del multipola-rismo, entre otros poderosos factores, estarealidad comenzó a erosionarse y termi-nó por restar todo valor interpretativo alas visiones acerca del sistema internacio-nal disponibles, la de un mundo Estadocéntrico; la del papel casi excluyente delpoder y la soberanía en las relaciones in-

L

* Como los fundadores de Estudios Internacionales hemos sido invitados a efectuar una contribu-ción que refleje nuestras actuales preocupaciones, me he dirigido a un tema que parece alejado de lasrelaciones internacionales, pero que por referirse a los orígenes y rasgos centrales de este cambio deépoca está en la base tanto de la transformación de las sociedades nacionales como de su percepción delsistema internacional.

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ternacionales; su reemplazo por una cre-ciente interdependencia de los Estados na-cionales; la emergencia de una concep-ción ampliada de la agenda internacionalque incluía nuevos temas; el paralelo sur-gimiento de nuevos agentes y actores delas relaciones internacionales; larelativización de la distinción entre una“alta” y una “baja” política internacional,y el desdibujamiento de las fronteras en-tre los asuntos internos y externos de lassociedades nacionales y en sus relacio-nes recíprocas1. El proceso de globaliza-ción, que dominó, precisamente, el últi-mo tercio del siglo XX, ratificó la inutili-dad de los mapas académicos, políticos yestratégicos que trataron de definir el sis-tema internacional a lo largo de esa cen-turia2.

El proceso de globalización fue enparte el resultado y, por otro lado, eldifusor de un cambio histórico en la vi-sión del mundo, los valores, las institu-ciones, las actitudes y comportamientosde las sociedades contemporáneas, queequivale a un cambio de época. En su sen-tido más profundo, la tercera vía, común-mente considerada como un eslogan acu-ñado para renovar la socialdemocracia olas izquierdas en Europa y también enotras regiones, está estrechamente relacio-nada con este cambio cultural. Aquí sesostiene que, probablemente debido a sulegado ideológico, a la dispersión y elcarácter coyuntural que ha tenido el vas-

to debate generado sobre estos temas, porlo general han sido insuficientementecomprendidos. Conviene partir precisan-do lo que constituye, a mi juicio, el pro-ceso de globalización. Hay quienes con-sideran que éste se remonta a los oríge-nes de los Estados nacionales, a fines delmundo medieval y, por lo tanto, de susrelaciones diplomáticas, comerciales ymilitares, que se habrían ido tornando másricas y más complejas con el transcursodel tiempo3.

El proceso de globalizaciónsirvió para difundir un cambio

histórico en la visión del mundo.

Personalmente, distingo entre el sig-nificado de tres conceptos diferentes.Entiendo por internacionalización el in-cremento del intercambio de bienes y ser-vicios a través de las fronteras nacionalesdesde los albores de la modernidad y desus contactos con otros mundos, ricos encultura y en producción, o con sus pose-siones imperiales. Por transnacionali-zación entiendo la división del ciclo pro-ductivo, cuyas ventajas comprendieron lasgrandes empresas industriales, principal-mente de los Estados Unidos, a partir delos años cincuenta, y el incremento de laproducción de éstas en el exterior porconducto de sus filiales, de la integracióndel producto final por componentes pro-

1 Dentro de mi trabajo en este campo esos debates fueron compendiados y evaluados en el libroTeoría y Práctica de la Política Internacional, Santiago, Universidad Católica de Chile, 1989.

2 L. Tomassini, La Política Internacional en un Mundo Postmoderno, Buenos Aires, RIAL, 1991.3 Ferrer A., Historia de la Globalización, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, varios volú-

menes, 1999 y siguientes

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venientes de distintas plantas situadas enel extranjero y, como consecuencia de estoúltimo, del comercio dentro de las empre-sas; en la segunda mitad de los sesenta, elvalor de la producción de las grandesempresas industriales en el extranjerohabía sobrepasado el valor del comerciointernacional. Por globalización entiendoun proceso que se originó poco despuésde la transnacionalización industrial y queconsiste en la difusión, a través de lasfronteras nacionales, de toda clase deideas, valores, procesos, productos, for-mas de organización y de vida, preferen-cias y pautas de comportamiento y de con-sumo, organización de los mercados la-borales, de las finanzas, de los centros co-merciales (malls) y de la industrializacióndel tiempo libre. Su motor es la difusiónde valores, preferencias y actitudes nue-vos. Convenía explicar la naturaleza deeste proceso al comienzo de este ensayo,a lo largo del cual se examinará el senti-do de la tercera vía y su base sociocultural,los tres elementos anteriormente mencio-nados como estrechamente interconec-tados.

EL CONCEPTO DE TERCERA VÍA

En particular, considerada como unamirada diferente a la estructura de la so-ciedad y las personas en la modernidadavanzada, la tercera vía es el ejemplo más

potente registrado hasta ahora de la es-trecha interconexión entre los factoresinternos y externos de las relaciones in-ternacionales. Estas notas se refieren a losprincipales elementos que operan comobisagra entre estos dos planos tradiciona-les en el mundo contemporáneo4.

La tercera vía es ejemplo de lainterconexión de los factores internos

y externos de las relacionesinternacionales.

Para muchas personas a las que lesinteresa la política democrática, la “ter-cera vía” es un eslogan mediante el cualAnthony Blair trató de simbolizar unacorriente de ideas con las que pretendíarenovar el laborismo inglés y, en general,la socialdemocracia en Europa. En sumomento, esta consigna, y lo que habíadetrás de ella, convocó también a FelipeGonzález, Gerhard Schroeder, RomanoProdi, Fernando Henrique Cardoso, Ri-cardo Lagos, Carlos Salinas de Gortari,Jean Chrétien y otros dirigentes mundia-les, entre los que se contó el propio BillClinton, en busca de un nuevo espíritupara el Partido Demócrata. Para abreviarel eslogan, e incluso antes de que éste seacuñara, los partidos políticos que respon-den a sus ideas centrales se autodenomi-naron “progresistas”, traducción del in-

4 Ver L. Tomassini, “El proceso de globalización: sus impactos socio-políticos” en R. Urzúa (ed.)Cambio Social y Políticas Públicas, Santiago, Universidad de Chile, 1997. El autor ha considerado quelos trabajos solicitados para este número aniversario deben reflejar, lo más directamente posible, suexperiencia personal, en este caso acerca de la transformación del sistema internacional, del cambiovalórico que lo sustenta y de lo que, dentro de ese contexto, significa la tercera vía.

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glés que en castellano tiene un significa-do menos preciso que en esa lengua. Se-gún el Diccionario de Oxford progressive,entre otros sentidos, tiene el de avanzaren la eficiencia económica y las condi-ciones sociales y de favorecer y acelerarlos procesos de reforma. Aquí se sostieneque en su origen intelectual y filosófico,la idea de la tercera vía tenía un signifi-cado mucho más profundo que el de re-novación de las izquierdas, que fue muyinsuficientemente captado por sus diri-gentes y sus bases, y que dicho sentidosigue representando la interpretación máscabal de las condiciones de nuestras so-ciedades en la modernidad avanzada5.

El sentido de la tercera vía eramás profundo que el de

renovación de las izquierdas.

Sin referirlo a sus orígenes ontológi-cos, culturales y sociológicos, no es posi-ble, a mi juicio, dar contenido a ese con-cepto. Sostiene Giddens que durante elperíodo de la Guerra Fría muchos social-demócratas se autodefinieron como unatercera vía entre el liberalismo de merca-do de los Estados Unidos y el comunis-mo de la Unión Soviética. Fue el PartidoDemócrata de los Estados Unidos en suDeclaración sobre el Nuevo Progresismo,de 1996, el que sugirió que la políticabasada en la colaboración entre el Esta-

do, los sindicatos y las grandes empresasdesde la época del New Deal había perdi-do hacía tiempo su capacidad de propor-cionar los beneficios del contrato socialque aquél significó en su tiempo. “El sur-gimiento de nuevos mercados globales yde una economía del conocimiento, aso-ciados al término de la Guerra Fría, hanafectado la capacidad de los gobiernosnacionales de manejar la vida económicay suministrar beneficios sociales cuyaposibilidad está en rápida expansión. Ne-cesitamos un marco de análisis diferente,que evite tanto el gobierno vertical y bu-rocrático apoyado por la vieja izquierda,como la aspiración de la derecha a des-mantelar el gobierno” 6.

También se argüirá aquí que la terce-ra vía representa una visión mucho másamplia y honda que un camino interme-dio entre la antigua izquierda y la nuevaderecha. Las claves del nuevo progresis-mo, para el autor mencionado, son laigualdad de oportunidades, la responsa-bilidad personal y la movilización de losciudadanos y de sus comunidades. Desdeesa perspectiva, la nueva visión toma enserio el proceso de globalización, las po-líticas económicas, la equidad social,la tradición, el riesgo, la familia y la de-mocracia. Lo que a muchos ciudadanospuede parecer una modificación del menúpolítico confeccionado para responder aun cambio de temporada, o a la izquierday la derecha una combinación de viejas

5 El principal autor de esas ideas fue el sociólogo inglés Anthony Giddens, desde mucho antes deescribir The Third Way: The Renewal of Socialdemocracy, en 1998, y sus ideas fueron captadas porTony Blair en su trayectoria política y en su escrito “The Third Way”, publicado por la Sociedad Fabianade Londres el mismo año.

6 Giddens A., The Third Way and Its Critics, Londres, Polity Press, 1999, p. 2.

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ideas con una etiqueta nueva, cobra sen-tido y coherencia cuando se buscan susraíces.

Esta propuesta ha sido objeto de crí-ticas desde todos los sectores. Desde laizquierda, en los Estados Unidos, Fauxsostiene que los nuevos demócratas ya hanasumido las antiguas acusaciones de losconservadores contra el gran gobierno yreconocen que en la nueva economía glo-bal cada cual depende de su propia capa-cidad competitiva, mientras que Hall es-tima que este eslogan implica que laglobalización es una especie de fuerzairresistible de la naturaleza y, para enfren-tarla, propone una “política sin adversa-rios”, basada en la aceptación del mundotal como es en lugar de transformarlo7.Para un crítico británico, Alan Ryan, “latercera vía intenta evitar una dominaciónexcesiva del Estado sobre la vida social yeconómica, pero no acepta que el merca-do pueda ser librado a sus propias fuer-zas”, lo cual coincidiría con el punto devista de los nuevos liberales8. En el con-tinente, Lafontaine estima que este enfo-que equivale prácticamente a un endosodel capitalismo de mercado en la era dela globalización: propondría que si bienla izquierda debe seguir luchando contrala penetración del mercado y contra lasinseguridades de la economía global, hadejado de denunciar que no es el merca-do sino los gobiernos y los parlamentosdemocráticamente elegidos los que debenadoptar las decisiones que definan el fu-

turo de nuestras sociedades9. Para otros,la política de la tercera vía busca el rena-cimiento de la sociedad civil, como lo in-tentó la Democracia Cristiana hace másde medio siglo, la cual se encontraríaamenazada por el crecimiento del Esta-do, y ello sería un error, porque ha sidoprecisamente el Estado del bienestar elque ha promovido el crecimiento de lasociedad civil. El eminente RalphDahrendorf, antecesor de Giddens en lapresidencia de la LSE, ha escrito en losúltimos años sobre el final de un siglosocialdemócrata, arguyendo que no pue-de haber una tercera vía entre la autori-dad y la libertad. Para él, la reforma delEstado del bienestar es necesaria, pero nove cómo puede hacerse preservando lasolidaridad social. Por otra parte, el énfa-sis de la tercera vía en el papel de la co-munidad implicaría una disminución dela prioridad democrática en las libertadesdel ciudadano y en una sociedad abierta,e incluso tendría un sesgo autoritario.

El estado de bienestar ha promovidoel crecimiento de la sociedad civil.

De este cacofónico concierto de impor-tantes opiniones contradictorias podemosextraer dos lecciones relevantes. La prime-ra, que el debate ha girado en torno a lacantidad de elementos tradicionales de laderecha y de la izquierda que se ha procu-rado mezclar dentro del eslogan de la ter-

7 Faux J., “Lost on the Third Way”, Dissent, primavera de 1999 y Hall, S., “The Great MovingNowhere Show”, Marxism Today, noviembre-diciembre 1998.

8 Ryan A., “Britain: Recycling the Third Waty”, Dissent, primavera de 1999, p. 77.9 Citado por A. Giddens, The Third Way and Its Critics, op. cit., p. 15.

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cera vía, lo cual a mi juicio –considerandola antigüedad de este antagonismo y la va-riedad de los elementos definitorios de am-bas posiciones– es un camino intelectual-mente sin salida. La otra lección consisteen que esta propuesta apunta a reequilibrarel papel de las principales esferas queinteractúan en la vida social, olvidando queesta tarea pertenece más a la ontología, laética y la cultura que a la competencia coti-diana entre el Estado, la sociedad civil y elmercado en la coyuntura política.

No se trata de arreglar elementosantiguos de otra manera.

Ello no es fácil ya que, así como la de-recha desconfía profundamente del Estadoy de una sociedad más igualitaria, la izquier-da nunca se ha sentido a gusto con el mer-cado. La política de la tercera vía estarásiempre en favor de la democraciaparticipativa, el control del poder corpora-tivo y la protección de la diversidad cultu-ral en las distintas sociedades. La variedadde sus contenidos determina que, desde susdos flancos, tienda a considerársela comouna continuación del neoliberalismo porotros medios: la incorporación del merca-do al socialismo de un modo similar a aquélcon que la Iglesia católica de fines del si-glo XIX trató de incorporar un poco de sen-sibilidad social en una cultura conservado-ra. La descripción de la tercera vía no po-dría limitarse a proponer la combinaciónde diversos elementos antiguos arreglados

de otra manera, y por eso es necesario pro-fundizar en los conceptos ontológicos,valóricos y sociológicos en que esta visiónse sustenta. Este es un camino complejo,pero ahorrárselo nos condenaría a continuaren la crisis de la política, la falta de visiónde futuro y la escasez de liderazgos tan fre-cuentemente denunciados.

LAS BASES ONTOLÓGICAS

DE LA TERCERA VÍA

A partir de la segunda posguerra, elanálisis político y social tendió a excluiro minimizar la influencia que ejercen enel comportamiento político las caracterís-ticas de la cultura cívica, los valores, elcapital social y las imágenes simbólicasque ha construido una sociedad respectode su estructura, sus preferencias e inte-reses. Durante el último tercio del sigloXX, en cambio, estos aspectos pasaron aconstituir el factor central de la reflexiónsocial. Frente al descrédito que han expe-rimentado los sistemas políticos, los par-tidos, los procesos electorales y la activi-dad de los dirigentes y operadores políti-cos, no sólo en América Latina sino tam-bién en el resto del mundo, ha comenza-do a atraer la atención de los analistas, delos ciudadanos y de la gente un conjuntode cuestiones más cercanas a ellos, rela-cionados con su visión del mundo, susvalores, su subjetividad, sus expectativasy su relación simbólica con la realidad10.Pero hagamos un poco de historia.

10 Uno de los aportes más importantes al escrutinio de esos factores se encuentra en los tres últimosInformes sobre el Desarrollo Humano en Chile del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo,

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El aislamiento de la política respectode los valores se debió al triple interés delos Estados Unidos durante el período dela Guerra Fría en preservar los valores delmundo libre contra la amenaza soviética,asegurar la primacía del sistema econó-mico capitalista y difundir el Americanway of life como la mejor opción para todoel mundo. De allí que los Estados Unidosconstruyeran un muro intelectual contralas ideas alternativas a esos objetivos depolítica, que se expresó en el macarthys-mo al comienzo de la Guerra Fría, y cu-yas consecuencias en la universidad nor-teamericana fueron espléndidamente des-critas por Allan Bloom11. Un estudio rea-lizado a comienzos de los años sesentaacerca de la influencia de la cultura cívi-ca en la política de cinco países se limitó,en el fondo, a compararlos con las insti-tuciones y el comportamiento electoral dela democracia norteamericana12. El vati-cinio del profesor Huntington, herederode esa tradición académica, acerca de queel choque entre civilizaciones sería lapróxima fuente de conflictos históricos,aunque pareció confirmarse con el ataquea las torres gemelas, las guerras deAfganistán e Iraq y la cruzada difusa delos Estados Unidos contra el terrorismomundial, descuida por completo los efec-tos positivos que los valores culturalesejercen en el desarrollo y recomposiciónde las sociedades13. En la estela de la re-

volución industrial, del imperio de lasideologías, de dos guerras mundiales, dela Guerra Fría y del triunfo del mercado,nos sentimos incómodos al reflexionarsobre los valores que inspiran nuestraconvivencia social.

El choque entre civilizaciones seríafuente de conflictos históricos.

En cambio, el romanticismo europeoy el historicismo alemán los pusieron enel centro de la comprensión de los fenó-menos políticos y sociales desde los al-bores del siglo XIX. La gigantesca obrade Dilthey y de sus contemporáneosRickert, Wildelband y Simmel asignó unaimportancia primordial a los valores cul-turales que configuran una sociedad. Tam-bién la tienen en la obra de Max Weber,centrada en el estudio de la acción colec-tiva, y en el instrumento analítico de lostipos ideales mediante los cuales procuróabstraer o configurar los valores esencia-les de cada tipo histórico de autoridad,religión o sociedad. La obra historiográ-fica posterior de Arnold Toynbee o deFerdinand Braudel, y de los continuado-res de este último en los Anales deEstrasburgo se basan, desde ángulos di-ferentes, en esa misma primacía históricade los valores culturales, lo que de algu-na manera también ocurre con la

publicados en los años 2000 y 2002. Ellos merecieron la distinción de ser considerados por las Nacio-nes Unidas los dos mejores informes mundiales sobre esta materia.

11 Bloom Allan, en The Closing of the American Mind, Nueva York, Simon and Schuster, 1987.12 Almond G. y Verba S., The Civic Culture, Nueva York, Little Brown, 1963.13 Huntington S., The Clash of Civilizations, Nueva York, Basic Books, 1997. Ver también el libro

editado por éste, Culture Matters, Basic Books, 2000.

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multifacética y desmitificadora obra deMichel Foucault sobre el origen de la en-fermedad y la locura, del crimen y el cas-tigo y, más en general, sobre la arqueolo-gía del saber.

Un común denominador de todas es-tas visiones, aparte del hecho de pertene-cer a la pre Guerra Fría, es que todas des-cartan la posibilidad de que la estructurade las sociedades, sus preferencias, susobjetivos y sus pautas de la acción colec-tiva provengan mecánicamente de un pro-yecto o de un modelo implantado a tra-vés de una suerte de ingeniería social,como lo fue la industrialización en el si-glo XIX, o el marketing socioeconómicoque ganó terreno en el siglo XX. Sea queaquellos rasgos se atribuyan al “espíritude la época” o a la “base material de lacivilización”, desde estas distintas pers-pectivas constituyen el decantamiento denumerosas visiones, preferencias y com-portamientos que construyen la cultura yson la matriz en que se fraguan sus insti-tuciones y conductas políticas, económi-cas y sociales. La tercera vía sostiene queen este último tercio de siglo esa fraguacultural se ha alterado en la forma másradical conocida en el transcurso de lacivilización cristiano occidental y que esese cambio cultural el que ha transforma-do tan profundamente nuestra concepcióndel mundo, nuestras identidades, nuestrosvalores, nuestras formas de competencia,de organización o de asociación, así comonuestro comportamiento individual y so-cial. Este cambio está impregnando lacultura cívica de nuestras sociedades e

introduciendo fuertes alteraciones en larelación entre la política y las preocupa-ciones ciudadanas. ¿A qué se debe estecambio y qué dirección adopta? Para acer-carnos a las respectivas respuestas debereconocerse ab initio que esta transfor-mación es de tal magnitud que equivale aun cambio de época y que este cambio,como dijera Ortega, es el tema de nuestrotiempo.

El cambio cultural estáimpregnando la cultura cívica

de nuestras sociedades.

La respuesta a ambas preguntas seencuentra en un proceso de transforma-ción cultural, de cambio en nuestra con-cepción del mundo, en nuestra manera deentender y de valorar las cosas. Los jui-cios valóricos –o éticos– dependen denuestra manera de concebir la realidad,esto es, de la ontología. El siglo XX hadescubierto que, si bien las cosas estánahí y no dependen del sujeto, la verdadno está ahí sino que depende de nosotros,de nuestra definición de la realidad, modode percibir, valorar y tratar los fenóme-nos de nuestro mundo. Estamos accedien-do a una teoría y a una práctica del cono-cimiento que Rorty denominó “antirrepre-sentativista”14. Este descubrimiento hadado lugar a una fuerte preocupación poralgo denominado la ontología del lengua-je, probablemente instalada por Wittgens-tein, que en un determinado momento sedifunde a partir de Searle y Davidson,

14 Ver Rorty R., Objectivity, Relativism and Truth, Cambridge University Press, 1991.

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hasta llegar a los distinguidos chilenosEcheverría y Flores. Es cierto que estadenominación es impropia, pues lo queesta corriente se propone no es hacer unaontología del lenguaje, sino atribuir a ésteúltimo la capacidad ontológica de dar sen-tido y realidad a las cosas. Esto altera pro-fundamente la visión del mundo predo-minante durante toda la cultura occiden-tal.

Ella estuvo presidida por una concep-ción ontológica y éticamente esencialistaque presumía que la realidad, el ser hu-mano y las instituciones sociales son loque son en la medida en que responden aun paradigma previo, a una esencia cons-titutiva de la naturaleza de cada uno delos entes que configuran el mundo, y queese paradigma también define el deber serde los comportamientos que desplegamosdentro de ese universo, de manera que labondad o maldad moral de las organiza-ciones y conductas dependían de su fide-lidad a esos paradigmas previos. En la fa-mosa imagen platónica, nosotros sólo ve-mos las sombras que proyectan en el fon-do de la caverna, contra el cual estamosencadenados, unas esencias inmutables aldesfilar frente a la luz del conocimiento.Esta imagen fundamentó gran parte delpensamiento occidental a partir de la sín-tesis aristotélico-tomista. Sin embargo, lapolémica entre realistas y nominalistas alfinal de la edad media obedeció ya alcuestionamiento del valor universal de lasideas o esencias inmutables, cuya “copia”era la realidad histórica. En la última par-te del siglo XX se acentuó esa rupturaentre la realidad y la copia, se relativizóla unicidad de las cosas, y se legitimó la

diversidad de sus expresiones o “copias”.La gente, en este cambio de época, sienteque ella crea la realidad o que, por lomenos, puede hacerlo, a través de sus vi-siones, de sus valores, de la tecnología yel lenguaje: que la realidad está hecha delnombre que ponemos a las cosas. Parailustrarlo con un título de Fernando Henri-que Cardoso –con el cual se refería a otracosa– yo reivindico la originalidad de lacopia. Dice Carmen Orrego en uno de suspoemas: “Me despoblé de ángeles un día,y erré por el camino, sorprendida del nom-bre de las cosas”. Mucho antes que ella,Keatos sostuvo que “el ser no soportademasiada realidad”.

La realidad está hecha delnombre que ponemos a las cosas.

Uno de los pensadores que expresa-ron esta sensibilidad en la forma más pro-funda y exacta, pero también más hermé-tica, fue Heidegger con su visión del ser-ahí (Dasein), de que constituimos un ser-en-el-mundo en que ambos términos seconstruyen mutuamente y de que por lotanto somos un proyecto abierto, una po-sibilidad que se va diseñando en formapermanente, y que desestabiliza las cate-gorías parmenídeas, platónicas o aristoté-licas en que se basó nuestro conocimien-to de las cosas, de su valor y su significa-do, según las cuales los seres tienen unanaturaleza fija, conferida desde afuera, enla medida en que constituyen el reflejode una esencia permanente que es siem-pre idéntica a sí misma. La conviccióntransmitida por la enseñanza superior a

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partir de la alta edad media, de que la rea-lidad reproduce unas esencias necesarias,es la que concedió tan prolongada vigen-cia al pensamiento metafísico y funda-mentó una ética esencialista, que terminópor imponerse a la creatividadrenacentista y a la reforma protestante, ycontinuó influyendo a lo largo de toda lamodernidad, respaldando la noción de quela sociedad y la vida individual debíanorganizarse de acuerdo con una ley natu-ral, inscrita en la esencia de las cosas, deacuerdo con un modelo o con un proyec-to político, moral o religioso previos.

El conocimiento de la realidadha de buscarse en la estructura

de la conciencia.

No es casual que la obra fundamentalde Heidegger comience con esta adver-tencia: “Vosotros estáis familiarizadosdesde hace mucho tiempo con que lo quepropiamente queréis decir cuando usáisla expresión de ser o ente. En cambio no-sotros ¿tenemos una respuesta a la pre-gunta de lo que propiamente queremosdecir con la palabra ente? De ningúnmodo. Entonces es necesario plantear denuevo la pregunta sobre el sentido delser”15. Sin depender de la ruptura culturalque representaron el impresionismo, losNabis y el cubismo en la plástica, o en laliteratura Baudelaire, Joyce o Proust,Heidegger sí estuvo influido por el pen-samiento de Nietzsche, el historicismo de

Dilthey y la fenomenología de Husserl.Este último había colocado el conoci-miento de la realidad en la esfera de laconciencia. Según él, el mundo no estáconstituido sólo por objetos sino tambiénpor acontecimientos, sensaciones y valo-res que se manifiestan únicamente en elámbito de la subjetividad y que transfor-man el significado de los objetos que éstaaprehende. Por eso es necesario buscar elconocimiento de la realidad en la estruc-tura de la conciencia.

Heidegger distingue entre la esferalógica y el mundo subjetivo, caracteriza-do por el cambio y el tiempo. El sujetoatribuye significados a las cosas que co-noce o que usa, y así crea un mundo desentidos. Sostiene la autonomía de esemundo frente a los universales o a las ca-tegorías que desde Aristóteles hasta Kantpretendieron dar cuenta de la esencia delas cosas. La centralidad del sujeto y delmundo de los significados no es paraHeidegger una característica del conoci-miento sino de la realidad y, en consecuen-cia, algo propiamente ontológico. Sostie-ne que el problema del ser, o de la reali-dad, sólo puede ser planteado en el terre-no de la historicidad y de la vida, y cues-tiona la posibilidad de fundar la realidady la verdad en categorías universales es-tablecidas por la razón, al margen de ellas.El problema del ser no puede ser resueltofuera de su existencia. Nuestra identidady la de los objetos que forman parte delmundo es el fruto de una interacción re-cíproca. Así lo concibe su contemporá-

15 Heidegger N., Ser y tiempo, en la segunda y excelente traducción de J. E. Rivera, Santiago, Edito-rial Universitaria, 1997.

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neo Proust en las primeras páginas de Enbusca del tiempo perdido: “Ni siquieradesde el punto de vista de las cosas másinsignificantes de la vida somos los hom-bres un todo materialmente constituido,idéntico para todos, y del que cualquierapuede enterarse como de un pliego decondiciones o de un testamento; no, nues-tra personalidad social es una creación delpensamiento de los demás, o de nuestrarelación con el mundo”. Aislado por sucuestionable convivencia con el nazismo–desde el cual se trasladó a los EstadosUnidos– y por su propio hermetismo,Heidegger influyó en todo el pensamien-to de la modernidad avanzada. Ortega yGasset, que con su peculiar estilo analógi-co o casi periodístico transmitió su pen-samiento al mundo hispanoparlante de laépoca, basó su abigarrada obra en la de-claración: “Yo soy yo y mis circunstan-cias”.

El problema del ser no puederesolverse fuera de su existencia.

A principios de 1980, el gobierno deCanadá solicitó al francés F. Lyotard uninforme sobre el estado del pensamientoy la cultura en ese país. “En la sociedad yla cultura contemporáneas, sociedadposindustrial y cultura posmoderna, lacuestión de la legitimación del saber seplantea en otros términos. El gran relatoha perdido su credibilidad, sea cual fuereel modo de unificación que se le haya asig-

nado, como relato especulativo o relatode emancipación. Se puede ver en estadecadencia de los relatos un efecto delauge de las tecnologías a partir de la Se-gunda Guerra Mundial, que ha puesto elacento en los medios de la acción más queen sus fines; o bien, del redespliegue delcapitalismo liberal avanzando tras su re-pliegue bajo la protección del keynesia-nismo durante los años 1930-1960”16.Sostiene Martin Berman en una obra muydifundida: “Hay una forma de experien-cia vital –la experiencia del tiempo y delespacio, de uno mismo y de los demás,de las posibilidades y los peligros de lavida– que comparten los hombres y mu-jeres de todo el mundo de hoy. Llamaré aese conjunto de experiencias la moderni-dad. Ser modernos hoy es encontrarnosen un entorno que nos promete aventu-ras, poder, alegría, crecimiento, transfor-mación de nosotros mismos y del mundoy que, al mismo tiempo, amenaza condestruir todo lo que tenemos, todo lo quesabemos, todo lo que somos... Ser moder-nos es formar parte de un universo en que,como dijo Marx, todo lo que es sólido sedesvanece en el aire”17.

LA DIVERSIDAD: RASGO ESENCIAL

DE LA MODERNIDAD

Otro rasgo esencial de la cultura de lamodernidad avanzada, subrayado por casitodos sus observadores y muy particular-mente por G. Vattimo, es la preferencia

16 Lyotard F., La condición posmoderna, Madrid, Edit. Cátedra, 1984.17 Berman M., Todo lo que es sólido se desvanece en el aire, México, Siglo XXI, 1988.

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por la diversidad. Dentro de ese contex-to, la búsqueda de la identidad propia y lade la sociedad que nos rodea constituyeuna aventura o una tarea difícil. Hemospasado de un mundo de identidades da-das a otro de identidades construidas. Elloimplica descartar la idea de que el funda-mento de la vida individual y colectivaradica en la presencia de unas esencias oparadigmas previos, lo que parece sub-versivo. “Lo que es subversivo –segúnotro autor– no es el proyecto centrado enla reflexión sobre el sujeto; lo que ocurremás bien es que el ethos del crecimientopersonal revela las grandes transicionessociales de la última etapa de la moderni-dad en su conjunto: un pujante cuestio-namiento de las instituciones, la libera-ción de las relaciones sociales frente a lossistemas abstractos, y la consecuenteinterrelación de lo local y lo global. Entérminos de la agenda política, podemoscaptar sus implicaciones distinguiendoentre una política de la emancipación yuna política de la vida”18.

La modernidad avanzada implicapreferencia por la capacidad de optar.

Desde el punto de vista de la moder-nidad madura, la sociedad estaba organi-zada progresivamente de acuerdo con unproyecto social o un modelo previo, eje-cutados preponderantemente por el Esta-

do o por los grupos dominantes. El resul-tado era el predominio de lo general so-bre lo particular, de la estructura sobre lapersona, de la sociedad sobre el indivi-duo y de la idea sobre la vida. Esto ase-guraba una uniformidad que se extendíadesde el ordenamiento jurídico y la orga-nización del Estado y de la burocracia gu-bernamental hasta la planificación urba-na y la vida en las ciudades, pasando porel taller de producción en serie, el consu-mo en masa, la estructura de clases, elmercado de trabajo, el regimiento, el hos-pital, la escuela, el tiempo libre y la fami-lia. La modernidad avanzada cuestiona laeficacia de los modelos, proyectos o na-rrativas globales para modelar la socie-dad y la vida de las personas. Implica unapreferencia por la capacidad de optar, porla iniciativa personal, la creatividad y ladiferencia, así como también un apreciopor lo transitorio, lo particular y contin-gente. Esto no implica dejar a la sociedady al individuo más desprotegidos que an-tes, o más carente de raíces, sino tan sóloque esas raíces deben buscarse en una plu-ralidad de nichos, en lo particular y en lolocal, en lo electivo, y en múltiples redesde asociatividad y de trabajo. El politó-logo inglés David Held, y muchos com-pañeros de ruta han aplicado esta visióndurante los últimos decenios tanto a latransformación experimentada por las ins-tituciones políticas como por el sistemainternacional19.

18 Ver de G. Vattimo, Las aventuras de la diferencia, Madrid, Península, 1985; El fin de la moderni-dad, Gedisa, 1983, y La secularización de la filosofía, Madrid, Gedisa, 1992. La cita de T. Roszak estátomada de Person-Planet, The Creative Destruction of Industrial Society, Nueva York, Gollancz, 1979.

19 Ver especialmente Held D. (ed.), A Globalizing World: Culture, Economics, Politics, Londres,The Open University, 2000, o La Democracia y el Orden Global, Madrid, Paidós, 1995.

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Para describir este profundo cambiocultural, o de época, he evitado cuidado-samente el concepto de posmodernidad,precedido por el de sociedad posindus-trial, posestructural o posinternacional,porque creo que las etiquetas perturbanel análisis, y que ningún fenómeno puedeser correctamente definido tan sólo porser posterior a otro. He preferido hablarde la modernidad avanzada como aquellaque ha roto los moldes racionales, mora-les y sociales que impuso el avance delracionalismo durante el desarrollo de lamodernidad madura, desde el fin de lasguerras de religión hasta la segunda mi-tad del siglo XX. Sólo dentro de esta ten-dencia cobra sentido la apelación a unatercera vía que, si se reduce a una merareordenación de los componentes socia-les, económicos, políticos y culturales deprogramas anteriores para buscardiagramas, diagonales, encrucijadas eintermediaciones más adecuadas a la rea-lidad actual, sólo logra productossincréticos poco convincentes expuestosa desgastarse rápidamente.

Las etiquetas perturban el análisis.

A mi juicio, es precisamente AnthonyGiddens, el padre intelectual de esta con-signa, el que ha explicado sus fundamen-tos en forma más profunda. Las socieda-des de la modernidad avanzada represen-tan un “mundo desbocado”. Hasta ahora,las personas, sus instituciones, sus rela-ciones sociales y las cosas, habían sido

férreamente formadas en nichos colecti-vos proporcionados por la clase social, laideología, el partido político, la religión,la familia, la educación o la patria. Hoy día,los individuos y sus situaciones vitales hansido como desgajados –disembedded– deesos nichos tradicionales y, por lo tanto,las personas se ven obligadas a construirpor sí mismas sus identidades individua-les y colectivas20.

Otro elemento fundamental de la sen-sibilidad característica de la modernidadavanzada es que vivimos en sociedadesesencialmente reflexivas, no sólo en elsentido de que tengan la capacidad de re-flexionar racionalmente sobre sus proyec-tos, sus éxitos y sus fracasos –o demonitorearlos– sino en el de que han ad-quirido la posibilidad de verlos en formaindependiente, crítica y constructiva a lavez, como en un espejo en el que va con-templando en tiempo real el transcurso desu propia existencia y, simultáneamente,evaluándola. “Si en el fondo la moderni-zación simple (u ortodoxa) significó, enprimer lugar la desvinculación y en se-gundo lugar la revinculación de las for-mas sociales tradicionales con las formassociales industriales, entonces la moder-nización reflexiva significa, primero, ladesvinculación y luego la revinculaciónde las formas sociales industriales por otrotipo de modernidad”. Reproduciendo laintuición de Karl Marx de que el capita-lismo sería su propio enterrador, esto “su-pone que la modernización reflexiva sig-nifica un cambio de la sociedad industrialque se produce en forma subrepticia y no

20 Ver de este autor la obra Modernity and Self Identity: Self and Society in the Late Modern Age,Stanford University Press, 1991, así como Un mundo desbocado, Madrid, Taurus, 1999.

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planeada, a remolque de la modernizaciónnormal, y dentro de un orden político yeconómico supuestamente intacto: unaradicalización de la modernidad que quie-bra las premisas y contornos de la socie-dad industrial y que abre vías a una mo-dernidad distinta”21. Los diversos elemen-tos de la sociedad tradicional estabanencapsulados, colocados y jerarquizadosdentro de un modelo previo parecido, diceBeck, a las muñecas rusas. La clase so-cial presupone la familia nuclear, la que asu vez supone el matrimonio, y éste losroles de género que, por su parte, estable-cen la división del trabajo entre hombresy mujeres.

En la modernidad avanzada,la individuación es rasgoindudable de la sociedad.

Las clases sociales se concebían comola suma de las situaciones de grupos defamilias parecidas a otras y que se dife-renciaban por la situación que ocupabandentro de la jerarquía del ingreso y delprestigio. Un rasgo indudable de las so-ciedades en la modernidad avanzada esel fenómeno de la individuación, que noes sinónimo de un individualismo salvajey competitivo, sino la respuesta necesa-ria a la desintegración de las certezas pro-pias de la sociedad industrial tradicional,a la necesidad de buscar nuevas certidum-bres en identidades e interdependenciasnuevas, fuertemente influidas por el pro-

ceso de globalización. La individuaciónno es un impulso, ni siquiera una opción,sino la necesidad de construir, diseñar yescenificar nuestro propio proyecto devida como también los compromisos, pre-ferencias y redes de relaciones que vanconstituyendo nuestra identidad y biogra-fía: una biografía reflexiva y una identi-dad electiva.

Las consecuencias éticas de esta sen-sibilidad están a la vista y se reflejan enlos llamados temas valóricos que la gentey las comunidades de base plantean concreciente fuerza frente a las costumbres,normas y autoridades establecidas. Lasociedad del riesgo descrita por UlrichBeck no se refiere fundamentalmente alaumento de los riesgos físicos o financie-ros propios de la sociedad posindustrial,sino más que nada al riesgo que significatener que elegir y optar con mucha másfrecuencia que antes en relación con te-mas importantes, que no tienen que versolamente con la adquisición de un refri-gerador, una casa, una educación o unasvacaciones, sino con la propia identidady biografía22. El contraste entre un siste-ma valórico basado en la ley natural o enlas convenciones sociales y el riesgo éti-co que plantea la necesidad de escoger supropia identidad y trayectoria es el con-traste que, probablemente, plantea mayornúmero de conflictos hoy en día. “No esla laxitud ni la espiral perversa de la sub-jetividad lo que avanza. Es el desarrolloparalelo de dos maneras antitéticas de re-mitirse a los valores. Por un lado, una ló-

21 Beck U., et. al., p. 15.22 Beck U., Risk Society: Towards a New Modernity, Londres, Sage, 1992.

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gica ligera y dialogada, liberal y pragmá-tica, referida a la construcción gradual delos límites valóricos, que define sus um-brales, integra múltiples criterios e insti-tuye derogaciones y excepciones. Por otrolado, disposiciones maniqueas, lógicasestrictamente binarias, argumentacionesmás doctrinarias que realistas, más pre-ocupadas por las muestras de rigor quepor los progresos humanistas, por la re-presión que por la prevención”23.

La ética en la modernidad avanzadano es necesariamente relativista o deca-dente, aunque era necesario introducir unpoco de relativismo en la visión esencia-lista del mundo occidental, heredado porlas sociedades industriales durante lamodernidad madura. Las sociedades dehoy están abandonando “las pretensionesde las grandes visiones metafísicastotalizantes” y postulan una suerte de de-bilitamiento de una realidad anteriormen-te legitimada por ser la réplica de unasesencias absolutas, un debilitamiento quesería “el carácter constitutivo del ser enla época del final de la metafísica”. A unarealidad débil debería corresponder unpensamiento débil, como contrapuesto alpensamiento fuerte basado en las ideasplatónicas o los dogmas religiosos. Tam-bién una ética abierta, como contrapues-ta a una ética basada en la codificaciónde una ley natural supuestamente basadaen la esencia de las cosas, y heredera deuna religión igualmente natural. Pero unaética abierta no es un pasaporte hacia la

perversión moral pues está basada ennuestro ser como proyecto, como un pro-yecto naturalmente constructivo y noautodestructivo, considerado como laconstrucción de nuestra identidad electi-va. Incluso el derecho de los tiemposmodernos, introducido en nuestros paísespor don Andrés Bello, está basado en elconcepto de que la buena fe se presume24.

Las sociedades de hoy postulan eldebilitamiento de una realidad

anterior legitimada.

LA REALIDAD EN EL ARTE

Y LA LITERATURA

El arte y la literatura, más sensibles aesta visión flexible de la realidad, handejado desde mucho antes que la etapaen que ahora vivimos múltiples huellaspara acceder a ella, al carácter simbólicode nuestro conocimiento y contacto conlas cosas, radicalmente sujetos a la in-certidumbre, el cambio y la diversidad.Ya todo estaba dicho cuando Hamlet pro-nunció esta frase: “hay más cosas en elcielo y en la tierra, Horacio, que las quecaben en nuestros razonamientos”. Resul-ta paradojalmente ilustrativo que un ar-tista de formación conservadora, comoBorges, haya producido una obra litera-ria totalmente centrada en el carácter sim-

23 Lipovetsky G., El crespúsculo del deber, Madrid, Anagrama, 1992.24 Ver G. Vattimo, Creer que se Cree, Madrid, Paidós, l996, especialmente p.32 y siguientes. En una

exposición efectuada en el Palacio de la Moneda el 3 de noviembre recordó a un personaje de Los Endemo-niados, de Dostoievski, quien dice: “Si tuviera que elegir entre Cristo y la Verdad, elegiría a Cristo”..

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bólico de la realidad y de las cosas. Élinicia su “Otro Poema de los Dones” di-ciendo: “Gracias quiero dar al divino la-berinto de los efectos y las causas por ladiversidad de las criaturas que forman estesingular universo”; y a continuación alu-de a la “razón”, que “no cesará de soñarcon un plano del laberinto”. Descendien-do a su literatura engañosamente más frí-vola, en uno de los cuentos que H. BustosDomecq escribió en conjunto con BioyCasares, un escritor snob, Carlos Anglada,critica el poemario de otro autor de su cla-se –Peinar el Viento– porque no constitu-ye una “compleja cadena de metáforas,sino que está basada en una visión espe-sa, en un atisbo neo estructural”, mien-tras que un detractor despoja de solidez atodo lo que es particular o circunstancial,diciendo “las cosas son una cosa que nopuede suceder por casualidad, y si no hayorden, por la ventana entra volando unavaca”. Parodiando modestamente la me-táfora de las cien flores de Mao, yo invi-taría a que “dejen que las vacas vuelen”.

La realidad es producto de la visiónsimbólica que tenemos de ella.

La visión propuesta en estas notas,como inspiración ontológica de la terce-ra vía, consiste en que la realidad es pro-ducto de la visión simbólica –casi metafó-rica– que tenemos de ella, lo cual coinci-de con la clásica declaración de que lanaturaleza imita al arte. En mayor o me-nor medida, la literatura de punta en nues-tro tiempo reconoce o maneja este carác-ter simbólico del mundo, su dependencia

respecto de nuestras percepciones, quealgunos anclan en la subjetividad de laspersonas. Voy a tomar solamente el casode Italo Calvino. En Las ciudades invisi-bles, libro en que codifica las sutiles cla-ves que hay que utilizar hoy día para en-tendernos y entender el mundo en quevivimos sin pretender aspirar a descifrar-lo, Calvino advierte que escogió las ciu-dades porque “son un conjunto de muchascosas: memorias, deseos, signos de unlenguaje; son lugares de trueque, peroestos trueques no lo son sólo de mercan-cías, sino también trueques de palabras,de deseos, de recuerdos”. Su libro dice,“se abre y se cierra con las imágenes deciudades reales que cobran forma o sedesvanecen continuamente, escondidas enotras ciudades pasadas”. Entre sus innu-merables ciudades se encuentra Zaira,“que hoy debería contener todo su pasa-do, pero que no nos lo dice, sino que locontiene como las líneas de una mano,escrito en las esquinas de las calles, enlas rejas de las ventanas, en los pasama-nos de las escaleras o en las astas de lasbanderas”. En otra, “la mirada recorre lascalles como páginas escritas: la ciudaddice todo lo que debes pensar, te hace re-petir su discurso, y mientras crees quevisitas Tamara, no haces sino registrar losnombres con los cuales se define a sí mis-ma y a todas sus partes”. Todo lo contra-rio es su visita a Zora, que “comprometi-da con parecer inmóvil e igual a sí mismapara ser recordada mejor, languideció, sedeshizo, desapareció, y la tierra la ha ol-vidado”.

En Seis memorandos para el próxi-mo milenio, que recoge cinco de las seis

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conferencias que debió Calvino pronun-ciar en 1984 en un ciclo anual para auto-res eméritos en la universidad de Harvard(su muerte le impidió escribir la sexta),declara que su intención fue entresacar yresaltar aquellos rasgos que la moderni-dad considera que serán los fundamenta-les en el próximo milenio a través del es-pejo de la literatura. Explica que su laborcomo intelectual, escritor y filólogo con-sistió siempre en quitar peso a las histo-rias, a los personajes y escenarios de suliteratura, a fin de que pudieran aflorarlas cumbres que marcan el sentido o elsignificado con que ella, tal vez sin sa-berlo, define la realidad y nuestra rela-ción más íntima con ésta. Él ejemplificacada uno de estos rasgos en textosextraidos de la literatura universal y, so-bre todo, escoge a aquellos que esbozanlas características claves del mundo delfuturo. Esos rasgos son la levedad, la ra-pidez, la exactitud, la visibilidad, la mul-tiplicidad y la coherencia. El primer pasoen el azaroso camino que Calvino nos in-vitó a recorrer entonces en busca del fu-turo consiste, naturalmente, en compararesas características con los rasgos centra-les de las sociedades autoritarias, centra-listas, industriales, nacionalistas, milita-res, imperialistas, socialmente estratifi-cadas y clasistas, burocráticas y, en suma,esencialistas propias de la modernidadmadura, de la cual tal vez sin percatarnosestamos saliendo, en medio de inmensostraumas, para adentrarnos sin mapas enuna terra ignota, en unas sociedades invi-sibles que no tendrán el privilegio de cons-truirse de acuerdo con modelos previosejecutados por los poderes dominantes,

sino que habrán de ser construidas pornosotros.

Nos estamos adentrando ensociedades invisibles que habremos

de construir nosotros.

LAS CONSECUENCIAS SOCIALES DE LA

MODERNIDAD AVANZADA

Ha llegado el momento en que hayque subir desde las raíces ontológicas, li-terarias o sociológicas en que se nutre lapropuesta de la tercera vía hacia sus nor-mas más visibles. Conviene utilizar alcomienzo una metáfora pedestre y coti-diana. No la de las ciudades de Calvinosino la de una plaza. La forma popular opolítica con que de hecho se ha presenta-do esta propuesta, además de ser necesa-riamente simplista para los fines perse-guidos, la involucra inevitablemente enlas grandes querellas ideológicas que he-redamos del pasado reciente y en sus trau-mas. Imaginemos la plaza tradicional deun pueblo o de una ciudad pequeña. Es elpunto de intersección o de partida de to-das sus calles y sectores. Allí la gente seencuentra, convive, conversa y chismo-rrea. Con el surgimiento de las ideologías,la gente del pueblo que concurre a la pla-za se divide, a veces se pelea, y buscan laesquina en que encontrarán a sus conter-tulios predilectos. Imaginemos ahora auno de estos ciudadanos de pie en una delas esquinas de la plaza, escogiendo uncamino en ella. Si toma la vereda izquier-

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da llegará a un determinado grupo deamigos. Si toma la vereda derecha, a otro.El pensamiento contemporáneo concibiótambién aceras diagonales, o terceristas,como la que atraviesa hoy la Plaza de laConstitución en Santiago, la cual él tam-bién podría recorrer, mirando hacia dere-cha e izquierda. Esta es la que la gente iden-tifica con la tercera vía, una vía diagonal,o la del medio. Ella por lo menos permiteuna mirada y una opción más ancha, yaque mientras camina, esta persona puedemirar hacia ambos lados.

Sin embargo, en su inspiración pro-funda, la tercera vía no tiene nada que vercon todo eso, y muy particularmente conuna diagonal que permita, mirando hacialos lados, incorporar ideas, conversacio-nes y elementos de todos los rincones yformar nuevas síntesis más abiertas oeclécticas, en una especie de carbonadasociopolítica. Lo que ella quiere decir,desde su percepción profunda de cómo eshoy la realidad, es que toda persona para-da en una esquina o en cualquier lugardel borde de la plaza puede recorrerlaentera, por la derecha, por el centro o porla izquierda, pero también en todas direc-ciones, dando vueltas entre un prado, unárbol o una retreta, y moviéndose no sólohacia los lados, sino también hacia atráso hacia adelante, como las gallinas. Su-pongo que la caída desde una reflexiónontológica hacia tan burdo ejemplo coti-diano constituye un contraste no fácil dedigerir, y ciertamente molesto, pero lasensibilidad de la modernidad maduraapunta, precisamente, a borrar las dife-rencias entre lo clásico y lo corriente, loestablecido y lo emergente, entre lo inte-

lectual y lo práctico, entre la reflexióncotidiana y la construcción ideológica. Yla percepción central de la propuesta dela tercera vía es que, precisamente, en unespacio de convivencia tan tradicionalcomo una plaza –metáfora para la ciudado la sociedad de nuestro tiempo– la gen-te, tanto en su subjetividad como en suscomportamientos colectivos, rechaza laimposición política o cultural de utilizarseñaléticas, veredas o vías preestablecidasde acuerdo con un plan regulador o la or-denanza de un alcalde, de hecho ya endesuso a causa de la tendencia hacia lalibertad y la individuación de nuestrotiempo, y puede recorrer y buscar en todosu universo –simbolizado por la plaza–nuevos proyectos, nuevas identidades ynuevas redes de comunicación y de ac-ción dentro de nuevos escenarios creadosdesde su subjetividad por ellos.

La modernidad madura apunta aborrar las diferencias entre lo clásico

y lo corriente.

Las consecuencias sociales de la nue-va sensibilidad cultural de nuestro tiem-po son tan abundantes y potentes como laarrolladora inundación provocada por laruptura de un dique y, al igual que ese alu-vión, no puede ser detenida reparando elantiguo ni construyendo otros de acuerdocon la misma ingeniería porque, despuésde su paso, la topografía cultural de lasociedad se habrá transformado por com-pleto. Así se están transformando, ennuestro tiempo, la estructura de las socie-dades, la participación de las personas, sus

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valores, sus organizaciones, sus vincula-ciones familiares, sus redes, su base tec-nológica, el funcionamiento de la econo-mía y del mercado, la producción de in-formación, de comunicaciones y de imá-genes, las formas de hacer política, suimportancia y su sentido, el Estado, laspolíticas públicas y las condiciones degobernabilidad de los países. Pero lo queen el fondo está provocando esa transfor-mación en la topografía cultural de nues-tro tiempo es el cambio de nuestras sub-jetividades. Dentro de los límites del es-pacio disponible para este ensayo optarépor señalar a la atención aquellos rasgosmicrosociales que están en la base de estacadena de transformaciones25.

El cambio de la subjetividadestá provocando la

transformación de la topografíacultural de nuestro tiempo.

Se ha sostenido –y yo adhiero a esatesis– que entre las “capas tectónicas”cuyo movimiento se encuentra en la basede la gigantesca transformación socio-

cultural de nuestro tiempo, la más influ-yente ha sido la “tercera revolución in-dustrial”, que reemplazó no sólo a la pri-mera –que a partir del uso del carbón, laenergía a vapor, el hierro y el acero desdefines del siglo XVIII abrió las puertas ala industrialización en todo el mundo oc-cidental– sino también a la segunda, im-pulsada por un paradigma o árbol tecno-lógico basado en el petróleo, lapetroquímica y sus derivados, para gene-rar a partir de los años setenta una nuevabase socio-tecnológica basada en elmicrochip, la electrónica, la informacióny las comunicaciones26.

El resultado más poderoso de esta ter-cera revolución industrial se manifestó enuna verdadera explosión de la interconec-tividad entre las personas, cuya existen-cia se había desarrollado mayoritaria-mente dentro de los confines de experien-cias vitales y de visiones del mundo loca-les y separadas entre sí, que eran las úni-cas posibles en las sociedades rurales quepredominaron durante los dos mil años dedesarrollo de la civilización cristiano-oc-cidental. Cuando esto comenzó a cambiar,el crecimiento de las comunicaciones fueexponencial. La última etapa de la mo-

25 Las consecuencias sociales de la modernidad avanzada han sido esbozadas de una manera más comple-ta en L. Tomassini, “El giro cultural de nuestro tiempo”, en Klisberg B. y Tomassini L., Capital Social yCultura: Claves Estratégicas del Desarrollo, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2000. Anterior-mente esbocé sus impactos internacionales en La política internacional en un mundo posmoderno, op. cit.

26 La imagen de las capas tectónicas está tomada del libro de L. C. Thurow, The Future of Capitalism:How Today’s Economic Forces Shape Tomorrow’s World, Nueva York, Morrow, 1996. Entre estas ca-pas, cuyo movimiento más o menos lento va transformando la topografía superficial de las sociedades,él menciona generación de nuevas industrias del conocimiento hechas más por el hombre que por lamáquina, junto con el final del comunismo, los cambios demográficos, el surgimiento de una economíaglobal y de un mundo multipolar, sin ningún poder dominante (prueba de que con frecuencia las profe-cías más lúcidas no duran cien años). Diez años antes, desde una perspectiva más cercana, C. Ominamihabía organizado un excelente análisis general de ese fenómeno en la obra colectiva La Tercera Revolu-ción Industrial: Impactos Internacionales del Actual Viraje Tecnológico, RIAL, Buenos Aires, 1986.

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dernidad madura las había visto expan-dirse en forma portentosa, con la inven-ción y expansión de los ferrocarriles, delos servicios postales, del teléfono, delautomóvil, de la radio y del cine, emula-do al final por la televisión. Sin embargo,antes de la Segunda Guerra Mundial, losviajes aéreos eran muy limitados; de cua-tro millones de pasajeros en 1940, pasa-ron a 160 millones en 1970 y a 800 millo-nes en 1990. Por su parte, la televisióncomercial comenzó a fines de los añoscuarenta, y en 1949 en Estados Unidos sevendió un millón de televisores, para su-perar los 800 millones en todo el mundoa comienzos de los años ochenta, ventasmultiplicadas por el creciente número dehoras que las personas pasan frente al te-levisor. La computación digital comenzóa difundirse en los años sesenta como undescubrimiento revolucionario, sobretodo para acumular, clasificar y recupe-rar información. La multiplicación de sususos, unida al teléfono y a la Internet, hancreado un mundo enteramente interconec-tado. El primer reconocimiento de unaderrota por parte del gobierno de Méxicofrente al movimiento zapatista de Chiapasse debió al descubrimiento de que, a seismeses de su declaración de guerra, éstehabía instalado una página web que lehabía ganado gigantescas adhesionesideológicas y materiales desde todos losángulos del mundo.

Las intersecciones en que se encuen-tran esos flujos de conectividad unos conotros confluyen en nosotros, en nuestrasubjetividad, como en la de la persona queestá pensando qué hacer parada en la es-quina de la plaza. Ya he señalado el gi-

gantesco mérito de los últimos tres infor-mes sobre el Desarrollo Humano en Chi-le realizados por un pequeño pero nota-ble equipo que el PNUD asignó a esa ta-rea hace pocos años en nuestro país: tras-ladar gran parte del origen de las trans-formaciones económicas, sociales y polí-ticas de nuestra época desde la sociedadhacia la subjetividad de las personas, yhacerlo no en teoría –aunque con base enellas– sino que desde nuestra propia rea-lidad, desde la realidad de nuestra plaza.Esos informes son traductores –nuncatraditores– de una tradición filosófica ycultural de cuyos lineamientos centraleshemos procurado entresacar algunasmuestras en este corto ensayo. Ello nosevita volver a mencionarla, aunque nosremite a ella, al ser-en-el-mundo de Heide-gger, al yo soy yo y mis circunstancias deOrtega, o al desafío de construir nuestrasidentidades individuales y colectivas se-gún Giddens.

La tercera revolución industrialprodujo una explosión de la

interconectividad entre las personas.

“En la cultura, las personas constru-yen colectivamente el mundo que habi-tan y, al mismo tiempo, se experimentana sí mismas como los constructores de esemundo. Un sujeto es aquél que se tiene así mismo como origen y fuente del senti-do de sus acciones en el mundo y que dis-pone de las condiciones colectivas nece-sarias para imaginarlas y realizarlas. Y seentiende por subjetividad el ámbito don-de se van construyendo los sujetos: emo-

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ciones, percepciones, motivaciones, re-presentaciones, reflexiones y voluntades”.Es la interconexión entre la subjetividadde las personas la que genera la construc-ción social de la realidad, creando un ima-ginario colectivo, que es “el conjunto derepresentaciones ideales o simbólicasmediante las cuales se define el funda-mento, motor y sentido de la convivenciaentre los miembros de un grupo con unasociedad”27.

Cuesta creer que haya unafuente de códigos éticos

promulgados por un pequeñogrupo de autoridades morales.

La ineludible tarea de ir construyen-do la propia identidad y el significado delas cosas a partir de nuestros afectos, nues-tro trabajo y nuestras acciones colectivases muy difícil. “Nunca ha sido fácildefinirse y realizarse a sí mismo”, señalaaquel informe, pero nunca como antes–sostiene al mismo tiempo– habíamos ex-perimentado con la misma fuerza dos de-

safíos contrapuestos: el de estar obliga-dos a recorrer el camino de nuestra pro-pia individuación y la construcción denuestra identidad, en un mundo en que lasautoridades e identidades colectivas se handesprestigiado o han desaparecido, y el detener que hacerlo en medio de una diversi-dad de mundos, de situaciones, de prefe-rencias y de opciones sin precedente algu-no en la historia.

Ello afecta profundamente la homo-geneidad, la estabilidad y la autoridad deuna instancia que durante siglos habíadisfrutado de dichas virtudes y de la cualdependía nuestra seguridad subjetiva ysocial, la de los valores. Ellos no sólo nosproporcionaban un plano para no perder-nos en nuestro trato con la sociedad, asícomo al interior de nuestra propia intimi-dad, sino que incluía un código de trans-gresiones y sanciones que reforzaban esaseguridad al transmitirnos la confianza deque ella no dependía de la fragilidad denuestro propio juicio y de nuestras pro-pias fuerzas. Esa instancia se ha roto. “Unconcepto, un ideal, agrupa los espíritus yreanima el corazón de las democracias

27 No es casual que las diversas tesis relacionadas con la construcción social de la realidad hayanencontrado amplia difusión y un virtual consenso en este tiempo. La contemporaneidad de su difusióncon la de la ontología del lenguaje las ha vinculado aun cuando, teniendo muchos denominadores encomún, puedan reconocer orígenes diferentes. Esta tesis fue planteada poderosamente por Berger yLuckmann, en La construcción social de la realidad, Buenos Aires, Amorrortu, 1968. Penetró granparte de la práctica y la interpretación antropológica, dentro de la cual puede citarse la obra emblemáticade Clifford Geertz en su libro Local Knowledge, Nueva York, Basic Books, 1983. Ha sido un elementocentral de la teoría del lenguaje, uno de cuyos principales cultivadores tiene un libro extraordinariamen-te representativo en este campo, y me refiero a J. R. Searle, The Construction of Social Reality, NuevaYork, The Free Press, 1995. Naturalmente, el origen profundo acerca del papel asignado a la interpre-tación en la configuración de la realidad social proviene de la tradición de Heidegger. En Chile, N.Lechner fue pionero en introducir ese marco de análisis en la reflexión social, desde Los Patios Internosde la Democracia, Santiago, FLACSO, 1988 y “Ese Desencanto llamado Postmodernidad” , en Persona ysociedad, Nº 1, 1989.

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occidentales en este final de milenio: laética. Después de una decena de años, elproblema ético sigue ganando fuerza, in-vade los medios de comunicación y ali-menta la reflexión filosófica, generandoinstituciones, aspiraciones y prácticascolectivas inéditas. Ello no impide, almismo tiempo, ver cómo se perpetúa, alhilo de una amplia continuidad histórica,un discurso social alarmista que enfatizala quiebra de los valores, el individualis-mo cínico, el final de cualquier moral.Oscilando de un extremo a otro, las so-ciedades contemporáneas cultivan dosdiscursos aparentemente contradictorios:por un lado, el de la revitalización de laética; por el otro, el del precipicio de ladecadencia moral”28.

Ninguna cruzada contra elrelativismo moral puede anular los

efectos del reduccionismo éticoheredado del pasado.

LA IMPORTANCIA DE LOS TEMAS

VALÓRICOS

Uno de los fenómenos más llamati-vos de la sociedad actual es la importan-cia que han cobrado los “temas valóricos”,así como también su relativamente esca-sa coincidencia con aquel puñado de pre-ocupaciones éticas en que se centró laatención del pensamiento y de las autori-dades tradicionales, lo cual cuestiona la

posibilidad de que en las sociedades dehoy puedan seguir existiendo “institucio-nes morales”. En la medida en que unaspongan su acento visible y casi exclusi-vamente en los problemas sexuales, enque otras –teniendo influencia– se limi-ten a hacer saludos a la bandera a la supe-ración de la desigualdad social y en quela mayoría haga la vista gorda frente a lasrelaciones éticas de la empresa con susaccionistas, con sus trabajadores, con lacomunidad cuya calidad de vida es influi-da por éstas, resulta difícil creer que hoyhaya una fuente de códigos éticos, pro-mulgados por un pequeño grupo de auto-ridades morales. Los temas valóricos dela gente, como la fragilidad de la pareja,los nacimientos ocurridos fuera de ésta,la salud reproductiva, los embarazos pre-maturos, la precariedad en el trabajo, eldevastador impacto de la competencia porstatus social, el efecto de demostraciónde las pautas de consumo, la proteccióndel medio ambiente en que crecen las fa-milias, la localización de los vertederos ylas cárceles, no parecerían haber accedi-do al nivel de un manual o a ningún códi-go. Sin embargo, ninguna cruzada contraun pretendido relativismo moral podráanular los efectos de desprotección, des-igualdad y confusión causados por elreduccionismo ético heredado del pasa-do. “¿En qué consiste el relativismo? Bá-sicamente, en una argumentación que in-tenta explicar situaciones o conductas quese distancian de los cánones morales oéticos vigentes a partir de factores de con-texto, sean estos económicos, sociológi-

28 Lipovetsky G., El Crepúsculo del Deber , op. cit., 1992.

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cos, históricos, psicológicos o de cual-quier otro tipo. Los mismos círculos con-servadores que acusan de relativismomoral a los sectores más liberales o pro-gresistas por sus posturas frente a temascomo el divorcio, la delincuencia o elaborto, aplican igual lógica cuando se tra-ta de enfrentar la violación de los dere-chos humanos en las décadas de los añossetenta y ochenta”29.

Estos cambios de base confluyen fun-damentalmente en la familia. “De todoslos cambios que ocurren en el mundo, nin-guno supera en importancia a los que tie-nen lugar en nuestra vida privada, en lasexualidad, en las relaciones, el matrimo-nio y la familia. Hay en marcha una revo-lución mundial sobre cómo nos concebi-mos a nosotros mismos y cómo forma-mos lazos y relaciones con los demás...Existen pocos países en el mundo dondeno hay un debate intenso sobre la igualdadsexual, la regulación de la sexualidad y elfuturo de la familia y donde no hay unadiscusión abierta es, sobre todo, porque esreprimida activamente por gobiernos au-toritarios o grupos fundamentalistas”30.

La base de la defensa de la familia enel mundo cristiano no se origina en la

modernidad madura sino que fueheredada.

Tiene razón Giddens al decir que ladefensa desde cualquier ángulo –todos

legítimos– en favor de la familia tradicio-nal se parece mucho a un cajón de sastre.Distintos segmentos de las milenariasculturas de China y de la India, de las so-ciedades islámicas, o de las comunidadespolinésicas han tenido su propia familiatradicional y pueden defenderla. El repu-dio marital, la mantención de un númerode esposas equivalente a los recursos deljefe de familia, la cohabitación, los ma-trimonios convenidos, han tenido carta deciudadanía durante muchos siglos en ri-cas culturas que hoy consideramos “nomodernas”. La base de la defensa de lafamilia tradicional en el mundo cristianooccidental no se origina, por cierto, en lamodernidad madura, sino que fue here-dada convenientemente por ésta. De he-cho, en la civilización de la cual todosprovenimos la familia tradicional era unsacramento, una alianza consagrada porDios, superimpuesto a una unidad políti-ca, económica y social a partir de la cuallas clases señoriales mantuvieron su in-fluencia y establecieron un orden en so-ciedades rurales, ignorantes y violentas.La intimidad no formó parte originaria-mente de ella: la lírica sólo nació a partirde la alta edad media a partir de las cortesprovenzales o mediterráneas. La desigual-dad entre hombres y mujeres era intrín-seca a la familia tradicional. También loera la situación de los niños entregados acuidadoras en terceros patios. La relaciónsexual en el matrimonio estaba ordenadaa la reproducción. En Chile, como en el

29 Tironi E., La Irrupción de las Masas y el Malestar de las Elites, Santiago, Grijalbo, 1999. O.Monckeberg, El Saqueo de los Grupos Económicos al Estado Chileno, Santiago, Quebecor World, 2001.

30Giddens A., Un mundo Desbocado, op. cit., capítulo IV.

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resto del mundo occidental que nos forjóhace quinientos años, el varón estaba casipermanentemente en la hacienda, la cru-zada o la guerra, entre nosotros, en la gue-rra en la frontera. En los largos interva-los, la mujer ejercía todos los derechos aque podía aspirar en el seno de una co-munidad extensa organizada en torno atres patios y proyectada a través de su in-fluencia en el resto de la vida urbana. Estetipo de familia extensa, depositaria de lainfluencia social y con una fuerte base re-ligiosa, fue funcional a las estructurassocioculturales que predominaron durantemuchos siglos. Si éstas no hubieran cam-biado dramáticamente, nada ni nadie hu-biera querido debilitarla, destruirla o cues-tionarla.

La familia extensa fue funcional alas estructuras socioculturales

durante varios siglos.

El error, o bien la tragedia, se produ-jo cuando el mundo occidental –incluyen-do como siempre por reflejo a las socie-dades latinoamericanas– trató de encap-sular esta institución en la familia nuclearsurgida después de la Segunda GuerraMundial. Privada de su extensión horizon-tal y vertical (o generacional), de su ri-queza, su status y de sus espacios físicos,de la incuestionable primacía que la je-rarquía social daba al varón independien-temente de su productividad o de su mé-rito, impedida la mujer de suplir sus defi-ciencias con una participación propia enactividades productivas, y segregada lafamilia de los sectores medios de las ven-

tajas del barrio, el club, del campo desdeel cual habían venido a menos, de la laxi-tud que proporcionaban la afluencia y unafamilia extensa, la institución se vio con-denada a repetir un estilo de vida seño-rial en una casa ley Pereira, al mismotiempo que los moldes culturales, socia-les y valóricos de la sociedad que consti-tuía su contexto se relajaban, diversifica-ban y ofrecían una diversidad impredeci-ble de oportunidades. No es que la deca-dencia moral haya dado pábulo alcuestionamiento de la familia tradicionalsino que lo que ocurre es que el gigantes-co cambio cultural y valórico de la mo-dernidad avanzada le pasó a ésta por en-cima. Esta tragedia, lejos de incitarnos areconocer trincheras, debe llevar a la so-ciedad y a sus dirigentes a reflexionar, enforma respetuosa, profunda y mucho másflexible, en lo que la defensa de la fami-lia requiere de parte de sus miembros, dela sociedad y del Estado.

CONSIDERACIONES A MANERA

DE CONCLUSIÓN

Es necesario reiterar que por razonesde espacio este ensayo se ha limitado aejemplificar la dirección del cambio cul-tural de nuestro tiempo, y el sentido de latercera vía como propuesta para manejar-nos dentro de ese cambio cultural, en al-gunos de los elementos más básicos de laconvivencia social. A partir de ellos seha modificado radicalmente la estructurade las sociedades, la participación de losciudadanos, el papel del mercado y delEstado, las formas de educación, los mer-

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cados laborales y el papel de las personascomo consumidores y ciudadanos, la vidaen las ciudades, el diseño de las organi-zaciones desde la empresa hasta la fami-lia, la forma de hacer política y su impor-tancia relativa para la ciudadanía, el pa-pel del Estado y del gobierno –que pare-cen encontrarse a la zaga de estos cam-bios– y el reemplazo de “la política” por“las políticas públicas” como el principalnexo entre el Estado, el sector privado yla sociedad civil. Sin embargo, son temasque quedan más allá de los márgenes deestas notas.

El propósito visible de la tercera víaes que la política encuentre nuevos

objetivos y estilos de acción.

El propósito visible del concepto dela tercera vía, tal como fue utilizado parala renovación de los partidos de la izquier-da democrática, implica fundamentalmen-te que la política, en esta etapa, debe en-contrar nuevos objetivos y nuevos estilosde acción para resolver los problemas delas sociedades contemporáneas. Está im-plícito en esta propuesta que los proble-mas tradicionales de dichas sociedadeseran muy diferentes de aquellos que hansurgido en las sociedades de la moderni-dad avanzada. Esta última ha roto losmodelos y nichos en que se formaronnuestras identidades individuales y colec-tivas y, por lo tanto, nos enfrenta con eldesafío de construirlos a partir de nuestrainiciativa y de nuestra biografía. Pero unmundo que ha perdido sus identidades tra-dicionales es susceptible de convertirse

también en un mundo sin sentido, porquelas fuentes de los significados que asig-namos a las cosas –y a nosotros mismosen nuestra relación con ellas– son nues-tras identidades. Éste es, pues, el origende la crisis o confusión que reina en lassociedades de la modernidad avanzada.Esto se traduce, a su vez, en la pérdida decentralidad de la actividad política, eufe-mismo utilizado para aludir al eclipse delpeso y el significado que ésta tuvo en lassociedades industriales. Ello constituye unllamado a reemplazar una política delpoder, de las estructuras y las ideologíaspor una política de la identidad, del senti-do y de la vida. El vacío que enfrenta alas sociedades nacionales a la perplejidaden que hoy viven –originada en lo que elPNUD denominó las paradojas de la mo-dernización– es el mismo que ha acarrea-do la virtual disolución del sistema inter-nacional, cualquiera que éste haya sido.Pudimos tener en el pasado sistemas in-ternacionales inspirados en visiones rea-listas o idealistas, más conflictivos o co-operativos, más bipolares o multipolares,pero enmarcados en un determinado or-den internacional. La situación surgidadespués del ataque a las torres gemelas,en que la fuente de todas las iniciativas,del significado asignado a los diversosprocesos, de la definición de lo correctoy de la anatemización de lo satánico, teó-rica y prácticamente pretende radicarse enun sistema estrictamente unilateral –y enque antiguas alianzas y organizacionesmultilaterales son utilizadas y descarta-das arbitrariamente– deja de ser un ordeno un sistema. La raíz de la disolución dela posibilidad misma de restablecer un

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nuevo orden internacional en las actualescondiciones –que personalmente conside-ro intrínsecamente precarias– se originaen el mismo cambio cultural que ha afec-

31 Ver Z. Laidi, Un Mundo sin Sentido, México, Fondo de Cultura Económica, 1997.

tado a las sociedades en la modernidadavanzada, privándolas, al igual que al sis-tema internacional, de identidades y sen-tidos31.