Quito y su patrimonio en seis cuerdas

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QUITO Y SU PATRIMONIO EN SEIS CUERDAS Crónica publicada en revista Q. Edición N°46, enero-2014. Muy lejos de España, la cuna de la guitarra, los lutieres ecuatorianos han logrado hacerse un nombre y una marca. La mayoría de ellos son quiteños o han instalado sus talleres en la capital, convirtiéndola en una de las mecas latinoamericanas de dicho instrumento y de otros como el requinto, la mandolina o el charango. En esta partitura, la tradición ha interpretado sus solos de la mano con la globalización, permitiendo que algunos maestros nacionales hoy sean comparados con constructores de la talla de Los Conde Hermanos o La Casa de Ramírez. La clave de sol es entrar a competir de lleno en el concierto internacional. Es casi como una leyenda: el oficio y la maestría suelen transmitirse de generación en generación, y evolucionar gracias a las nuevas técnicas y a los materiales que los fabricantes pueden conseguir tanto en el país como fuera de él, a la vez que sus trabajos van dándose a conocer de boca en boca. Puertas adentro, el desafío radica en crear piezas únicas, personalizadas, que satisfagan las más altas exigencias musicales y cánones estéticos. Aunque las guitarras en serie se resisten a desaparecer (dada la asequibilidad de sus precios), las que son hechas por grandes artesanos han ganado visibilidad y mercado. En este caso, la meritocracia ha funcionado de do a do y las proyecciones no se detienen precisamente en siLas cuerdas hablan por sí solas. Chiliquinga: la dinastía continúa El 26 de octubre del 2011, a los 70 años y después de cuatro décadas de destacada trayectoria, falleció uno de los más connotados lutieres que ha dado nuestra ciudad: Hugo Chiliquinga. Sin

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QUITO Y SU PATRIMONIO EN SEIS CUERDAS

Crónica publicada en revista Q. Edición N°46, enero-2014.

Muy lejos de España, la cuna de la guitarra, los lutieres ecuatorianos han logrado hacerse un nombre y una marca. La mayoría de ellos son quiteños o han instalado sus talleres en la capital, convirtiéndola en una de las mecas latinoamericanas de dicho instrumento y de otros como el requinto, la mandolina o el charango. En esta partitura, la tradición ha interpretado sus solos de la mano con la globalización, permitiendo que algunos maestros nacionales hoy sean comparados con constructores de la talla de Los Conde Hermanos o La Casa de Ramírez. La clave de sol es entrar a competir de lleno en el concierto internacional. Es casi como una leyenda: el oficio y la maestría suelen transmitirse de generación en generación, y evolucionar gracias a las nuevas técnicas y a los materiales que los fabricantes pueden conseguir tanto en el país como fuera de él, a la vez que sus trabajos van dándose a conocer de boca en boca. Puertas adentro, el desafío radica en crear piezas únicas, personalizadas, que satisfagan las más altas exigencias musicales y cánones estéticos. Aunque las guitarras en serie se resisten a desaparecer (dada la asequibilidad de sus precios), las que son hechas por grandes artesanos han ganado visibilidad y mercado. En este caso, la meritocracia ha funcionado de do a do y las proyecciones no se detienen precisamente en si… Las cuerdas hablan por sí solas. Chiliquinga: la dinastía continúa El 26 de octubre del 2011, a los 70 años y después de cuatro décadas de destacada trayectoria, falleció uno de los más connotados lutieres que ha dado nuestra ciudad: Hugo Chiliquinga. Sin

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embargo, sus guitarras no quedaron en silencio ni colgadas en las perchas, porque –como es costumbre en este negocio– sus familiares tomaron el legado para seguir perfeccionándolo. Quien nos recibe en su taller, ubicado en Cotocollao, es Hugo Chiliquinga Jr., su hijo y heredero de 19 años, y nieto de don Emilio Chiliquinga, el hombre que comenzara a construir guitarras y violines en Píllaro, provincia de Tungurahua, allá por la primera mitad del siglo XX. Chiliquinga Jr. se inició a los 8 aprendiendo a conocer y a tocar los instrumentos: “Lo primero es educar bastante tu oído, porque también eres el primero que prueba las guitarras”. Ya a los 10, habiendo aprehendido ciertas nociones teóricas del oficio, empezó a poner en práctica sus técnicas, que incluyen destrezas tan ínfimas e importantes como saber mover la muñeca para lijar, o palpar y elegir adecuadamente las maderas y barnices. A su corta edad, Hugo Chiliquinga Jr. ya se considera un maestro y está a la cabeza de un proyecto que busca internacionalizarse cada día que pasa. “Ya no tenemos muchos clientes en el país. Hemos tratado de hacer una línea súper fina de guitarras y requintos que están viajando a todas partes del mundo, como Canadá o España”, afirma este precoz artesano, cuyos trabajos cuestan, como mínimo, 1 100 dólares. Quizá porque Paco de Lucía, el afamado guitarrista flamenco, conoce de cerca este taller; o porque la tapa armónica radial que patentó su padre es reconocida fuera de nuestras fronteras, ahora los Chiliquinga fueron invitados a participar en el Guitar Fair 2014, la primera feria mundial de la guitarra, que durante el mes de septiembre, en Sevilla, reunirá a los 100 mejores exponentes de esta industria.

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La escuela de Guacán En el taller del maestro César Guacán (Ibarra, 1956), emplazado en el céntrico sector de San Diego, también podemos encontrar una amplia gama de guitarras exportables, desde las clásicas para estudio o principiantes, pasando por las clásicas para profesionales y electroclásicas, hasta las de concierto, que pueden llegar a costar alrededor de 5 000 USD y cuya fabricación puede demorar un año entero. Además de la belleza, resistencia y sonido de sus instrumentos, su trabajo se caracteriza por innovaciones en la parte de la boca y la roseta, y por la utilización de maderas excepcionales, rubro que Guacán conoce de sobra, puesto que de niño se inició laborando en una empresa maderera, lo que lo llevó a identificar las bondades de la materia prima en su estado natural. Respecto a esto último, la variedad está a la orden del músico, quien puede elegir entre una vasta lista de opciones, como el abeto, el jacarandá de Brasil o el capulí nacional. No obstante, “(…) hace más de 200 años los grandes maestros descubrieron que la mejor madera es el palosanto de la India”, concluye este consagrado lutier, que ha hecho guitarras para diversas personalidades del espectáculo y la política, como el legendario trío mexicano de Los Panchos, Los Antares o Michelle Bachelet. En 35 años de carrera, este artesano no solo ha demostrado el genio suficiente para elaborar sofisticadas guitarras, requintos, mandolinas y charangos, sino el ingenio para crear otros instrumentos, como la llamada tercerola, un intermedio entre la guitarra y el requinto, pensado para barítonos, en cuya invención participó activamente el artista peruano Braulio Hito. “El secreto, permítame que le diga, es sencillo: pensar con la cabeza, hacer con las manos y hacer de corazón. Después todo viene por añadidura”. Pero César Guacán tampoco se duerme en sus laureles. Mientras hace cantar melancólicamente a una de sus joyas, nos cuenta que su próximo reto es inaugurar, en el transcurso del 2014, una escuela de lutieres donde espera formar a futuros artesanos “(…) que superen al maestro”. En ese lugar, que abrirá sus galerías sobre la avenida Velasco Ibarra, muy cerca del Parque Itchimbía, Guacán también pretende exhibir sus guitarras y organizar recitales en torno a los cuales se congreguen todos los rostros y eslabones de la música ecuatoriana. Cabero y sus acordes de subsistencia Al entrar en la tienda de William Cabero, un antiguo y pequeño almacén ubicado en calle Flores, en pleno Centro Histórico, distinguimos un escenario muy similar al de los talleres y tiendas que podríamos nombrar como referentes de la lutería quiteña: el olor a aserrín, a lacas y pegamentos se esparce en cada rincón, así como las guitarras –compactas y relucientes o aún abiertas y sin terminar– pueden hallarse desperdigadas en numerosos ángulos de su espacio creativo. La diferencia es su economía, mucho más doméstica y de subsistencia que la de sus pares, aunque no por eso menos profesional. Cabero es oriundo de Los Ríos (1959), pero llegó a los 17 años a nuestra capital y hace 37 tiene su local en el barrio de San Marcos. En él trabaja junto a su esposa, su hermano y sus dos hijos, quienes han aprendido el oficio para mantener a flote el negocio familiar e inmortalizarlo en el tiempo, tal como lo han hecho otras dinastías de lutieres. Asimismo él aprendió por necesidad, de forma autodidacta y sin desentonar con los requerimientos de las uñetas más exigentes. Actualmente produce requintos, guitarras clásicas y electroclásicas con pino importado, cuyos

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valores van de los 280 hasta los 1 800 USD cuando se elaboran con palo de rosa. Dato aparte, él es uno de los pocos fabricantes de maracas que podemos toparnos en la ciudad. Una particularidad de su tienda es que también ofrece guitarras “chinas”. Cabero, un hombre de contextura y facciones gruesas, explica que éstas son comparativamente mucho más baratas y de inferior calidad que aquellas hechas a mano, porque son construidas con materiales reciclables y sus rosetas, por ejemplo, son de papel impreso y no de láminas de madera incrustada. Esto, en definitiva, afecta la sonoridad del instrumento y nos enseña a valorar, hoy más que nunca, el made in Quito.