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piensas cuando no tienes nada específico en qué pensar…En este sentido quizá hacer filosofía co- rresponde, más que a un talento o a una vocación, a un defecto; o mejor, a la enfatización e institu- cionalización de un defecto. LA CONSTRUCCIÓN DE LA UNI- VERSIDAD ES POLÍTICA. La vida de la mayor parte de la humanidad está espiritualmente satisfecha por la religión y el erotismo: se mueve entre la supervivencia del alma y supervivencia de la espe- cie. En las aldeas donde la gente se muere de hambre, ¿qué sentido puede tener un problema de este tipo? A mí, en efecto, me espanta a veces la estrechez de horizontes en la que se mueven también mis reflexiones; yo mismo que pre- dico “perder el alma” en realidad hablo sólo de mí y de aquellos que ejercen oficios análogos o diversos del mío: empleados estatales de otros departamentos, o bien pro- fesionales o también obreros de la Fiat. Pero el subproletariado, los pueblos primitivos, los hindúes sentados por las calles de Calcuta, ¿qué tendrán que ver con lo que estoy diciendo? Entonces y ante todo: estoy convencido de que cuando hago filosofía, hago un discurso que se refiere solo a un determinado trozo del mundo, nada más. Es verdad que la filosofía se propone legítima y obligadamente ser un discurso universal, pero solo en cuanto no puede serlo. Gianni Vattimo. ‘Vocación y responsabilidadd del filósofo’ Editorial Herder. ▶ Gianni Vattimo, una de las figuras clave de la filosofía actual y precursor del pensamiento débil, reflexiona en ‘Vocación y responsabilidad del filósofo’ sobre el papel del pensador en la sociedad actual ¿Quién es filósofo? LA PRESENTE OBRA de Gianni Vattimo, padre del pensamiento débil y una de las figuras clave de la filosofía actual, reflexiona sobre la vocación y responsabilidad del filósofo. Nacido en Turín en 1936, su propuesta teórica, identificada con la posmodernidad, le ha va- lido el reconocimiento mundial. Colaborador habitual en varios medios italianos y extranjeros, ha sido profesor en las universida- des de Turín, Los Ángeles y Nueva York. En ‘Vocación y responsabilidad del filósofo’, Vattimo divide la obra en tres partes: 1. Distinguir a la filosofía de las ciencias y de las humanidades. 2. El concepto de verdad enten- diendo al sujeto como posibilidad de diálogo. 3. Finalmente, nos habla de las tensiones de la práctica filosófica contemporánea. He aquí algunos extractos que muestran cómo Vattimo vive su vocación de filósofo: ESCRIBIR EN LOS PERIÓDICOS. Es- cribir en los periódicos les parece a los filósofos “tradicionales” un descrédito. Como es sabido, escri- bo en los periódicos. De hecho se empieza porque uno quiere ganar más, luego se continúa por mo- tivos ideológicos, para autojusti- ficarse, o porque se descubre que en última instancia no es algo despreciable. Pero, en definitiva, no creo que haya diferencia entre lo que yo hago cuando enseño en la univer- sidad y lo que hago cuando escri- bo un artículo para un periódico. Normalmente hoy la presencia de los hombres de cultura en los medios se justifica por la estima social de que gozan gracias a su competencia científica. Me sien- to específicamente autorizado a ejercer este oficio (llamado a veces despectivamente) de «opinador», propiamente por mi profesión, y no indirectamente, por cuanto puedo ser un filósofo apreciado que debe su autoridad al buen tra- bajo llevado a cabo en su campo. Es muy importante, creo, subra- yar este punto porque directamen- te tiene que ver con mi visión de la filosofía y con lo que se considera que deben hacer los filósofos. CAÍDO EN LA POLÍTICA. Empecé a estudiar filosofía porque me sen- tía implicado en un proyecto de transformación del hombre, en un programa de emancipación. Es posible que esto se deba a mis orígenes proletarios: los proleta- rios no pueden creer en modificar realmente su propia vida si no modifican el mundo… Si se nace hijo de ricos abogados se puede de- cir sin esfuerzo moral: yo también Gianni Vattimo. EP pero más educativa. En la opción de hacer política como filósofo in- terviene mucho la pedagogía, la idea de educar a la humanidad, de promover la transformación del hombre antes de la transforma- ción de las estructuras. PERDER EL ALMA. He crecido siempre cultivando la frase evan- gélica «si no pierdes tu alma, no la salvarás». Me parece enfático decir «no vengo esta tarde, por- que de esas cosas no me ocupo, no forman parte de mi vocación»: es como responder «usted no sabe quién soy yo». No consigo nun- ca rechazar un compromiso sin sentirme mal: digo “no puedo” solo cuando tengo otro en aquel mismo momento, y por tanto me es imposible ir, pero no consigo nunca decir «no es mi vocación, no es mi especialidad, etcétera». Me parece siempre excesivamente egoísta, demasiado solemne, y en parte también ridículo. Simmel caracterizaba al filósofo como «aquel que posee el órgano de recepción y reacción para la to- talidad del ser»: el hombre común está siempre orientado hacia algo concreto, escribía, mientras que el filósofo tiene «el sentido del conjunto de las cosas». En este sentido sería necesario admitir que el especialismo en filosofía es en ciertas condiciones defectuoso desde el principio, y en el fondo a esto me refiero hablando de «per- der el alma». LLENAR LOS VACÍOS. Quien no quiero ser abogado. Pero uno que nace hijo de una madre viuda de un policía del sur está casi fatal- mente inducido por la propia in- comodidad social a proyectar una transformación radical. En todo caso, comencé a tomar conciencia de mí mismo cuando leía novelas de aventuras a los doce años. La respuesta fue en ese momento muy simple: comencé de inmediato a imaginarme en- vuelto en una empresa de dimen- siones histórico-emancipadoras, quería que venciera la república en 1946 y quería que venciera la Democracia Cristiana en el 48. Tenía diez o doce años, y no obstante me daba cuenta de que estaba en juego algo importante en la Italia de aquellos años. Creo que podía ser, ante todo, antes de la reconstrucción de la posguerra, el compromiso intensísimo de las conciencias religiosas con el pro- yecto político: la Democracia Cris- tiana era esto, en aquella época. Luego, naturalmente, se convirtió en otra cosa, pero en aquella época la relación estaba muy clara. POLÍTICA DE FILÓSOFO. La voca- ción a hacer política como filósofo, a perseguir la emancipación como filósofo, a perseguir la emancipa- ción como filósofo y no como po- lítico especialista y profesional, significaba para mí optar por una decisión en algún sentido más universal, esto es, más indirecta- mente comprometida, con menos resultados inmediatos de carác- ter político, legislativo, etcétera, ANÁLISIS hace filosofía es un hombre dis- minuido, un “despreciable me- cánico”. Todo esfuerzo de ver con tolerancia las demás condiciones humanas me parece ligeramen- te hipócrita. Estoy convencido de que, en definitiva, nadie puede seriamente «especializarse» a me- nos que tenga presente la totali- dad de la vida espiritual: esto es lo «filosófico» que hay en la vida de todos. Naturalmente, no pienso que mis amigos médicos, o químicos o ciclistas sean unos desgraciados, pero me pregunto en qué piensan quienes no se dedican a esta labor, cuando no están haciendo su tra- bajo. ¿Qué hace el comerciante de pollos cuando no comercia con pollos? A veces pienso que la im- portancia del eros en la vida de las personas está en el hecho de que llena exactamente esos vacíos que no llena el trabajo. La filosofía es eso en lo que

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piensas cuando no tienes nada específi co en qué pensar…En este sentido quizá hacer filosofía co-rresponde, más que a un talento o a una vocación, a un defecto; o mejor, a la enfatización e institu-cionalización de un defecto.

LA CONSTRUCCIÓN DE LA UNI-VERSIDAD ES POLÍTICA. La vida de la mayor parte de la humanidad está espiritualmente satisfecha por la religión y el erotismo: se mueve entre la supervivencia del alma y supervivencia de la espe-cie.

En las aldeas donde la gente se muere de hambre, ¿qué sentido puede tener un problema de este tipo? A mí, en efecto, me espanta a veces la estrechez de horizontes en la que se mueven también mis reflexiones; yo mismo que pre-dico “perder el alma” en realidad hablo sólo de mí y de aquellos que ejercen ofi cios análogos o diversos del mío: empleados estatales de otros departamentos, o bien pro-fesionales o también obreros de la Fiat. Pero el subproletariado, los pueblos primitivos, los hindúes sentados por las calles de Calcuta, ¿qué tendrán que ver con lo que estoy diciendo?

Entonces y ante todo: estoy convencido de que cuando hago filosofía, hago un discurso que se refi ere solo a un determinado trozo del mundo, nada más. Es verdad que la fi losofía se propone legítima y obligadamente ser un discurso universal, pero solo en cuanto no puede serlo.

Gianni Vattimo. ‘Vocación y responsabilidadd del fi lósofo’Editorial Herder.

▶ Gianni Vattimo, una de las fi guras clave de la fi losofía actual y precursor del pensamiento débil, refl exiona en ‘Vocación y responsabilidad del fi lósofo’ sobre el papel del pensador en la sociedad actual

¿Quién es fi lósofo?

LA PRESENTE OBRA de Gianni Vattimo, padre del pensamiento débil y una de las fi guras clave de la fi losofía actual, refl exiona sobre la vocación y responsabilidad del fi lósofo. Nacido en Turín en 1936, su propuesta teórica, identifi cada con la posmodernidad, le ha va-lido el reconocimiento mundial. Colaborador habitual en varios medios italianos y extranjeros, ha sido profesor en las universida-des de Turín, Los Ángeles y Nueva York.

En ‘Vocación y responsabilidad del fi lósofo’, Vattimo divide la obra en tres partes:

1. Distinguir a la fi losofía de las ciencias y de las humanidades.

2. El concepto de verdad enten-diendo al sujeto como posibilidad de diálogo.

3. Finalmente, nos habla de las tensiones de la práctica fi losófi ca contemporánea.

He aquí algunos extractos que muestran cómo Vattimo vive su vocación de fi lósofo:

ESCRIBIR EN LOS PERIÓDICOS. Es-cribir en los periódicos les parece a los fi lósofos “tradicionales” un descrédito. Como es sabido, escri-bo en los periódicos. De hecho se empieza porque uno quiere ganar más, luego se continúa por mo-tivos ideológicos, para autojusti-fi carse, o porque se descubre que en última instancia no es algo despreciable.

Pero, en defi nitiva, no creo que haya diferencia entre lo que yo hago cuando enseño en la univer-sidad y lo que hago cuando escri-bo un artículo para un periódico. Normalmente hoy la presencia de los hombres de cultura en los medios se justifi ca por la estima social de que gozan gracias a su competencia científi ca. Me sien-to específicamente autorizado a ejercer este ofi cio (llamado a veces despectivamente) de «opinador», propiamente por mi profesión, y no indirectamente, por cuanto puedo ser un filósofo apreciado que debe su autoridad al buen tra-bajo llevado a cabo en su campo. Es muy importante, creo, subra-yar este punto porque directamen-te tiene que ver con mi visión de la fi losofía y con lo que se considera que deben hacer los fi lósofos.

CAÍDO EN LA POLÍTICA. Empecé a estudiar fi losofía porque me sen-tía implicado en un proyecto de transformación del hombre, en un programa de emancipación. Es posible que esto se deba a mis orígenes proletarios: los proleta-rios no pueden creer en modifi car realmente su propia vida si no modifi can el mundo… Si se nace hijo de ricos abogados se puede de-cir sin esfuerzo moral: yo también Gianni Vattimo. EP

pero más educativa. En la opción de hacer política como fi lósofo in-terviene mucho la pedagogía, la idea de educar a la humanidad, de promover la transformación del hombre antes de la transforma-ción de las estructuras.

PERDER EL ALMA. He crecido siempre cultivando la frase evan-gélica «si no pierdes tu alma, no la salvarás». Me parece enfático decir «no vengo esta tarde, por-que de esas cosas no me ocupo, no forman parte de mi vocación»: es como responder «usted no sabe quién soy yo». No consigo nun-ca rechazar un compromiso sin sentirme mal: digo “no puedo” solo cuando tengo otro en aquel mismo momento, y por tanto me es imposible ir, pero no consigo nunca decir «no es mi vocación, no es mi especialidad, etcétera». Me parece siempre excesivamente egoísta, demasiado solemne, y en parte también ridículo.

Simmel caracterizaba al fi lósofo como «aquel que posee el órgano de recepción y reacción para la to-talidad del ser»: el hombre común está siempre orientado hacia algo concreto, escribía, mientras que el filósofo tiene «el sentido del conjunto de las cosas». En este sentido sería necesario admitir que el especialismo en fi losofía es en ciertas condiciones defectuoso desde el principio, y en el fondo a esto me refi ero hablando de «per-der el alma».

LLENAR LOS VACÍOS. Quien no

quiero ser abogado. Pero uno que nace hijo de una madre viuda de un policía del sur está casi fatal-mente inducido por la propia in-comodidad social a proyectar una transformación radical.

En todo caso, comencé a tomar conciencia de mí mismo cuando leía novelas de aventuras a los doce años. La respuesta fue en ese momento muy simple: comencé de inmediato a imaginarme en-vuelto en una empresa de dimen-siones histórico-emancipadoras, quería que venciera la república en 1946 y quería que venciera la Democracia Cristiana en el 48.

Tenía diez o doce años, y no obstante me daba cuenta de que estaba en juego algo importante en la Italia de aquellos años. Creo que podía ser, ante todo, antes de la reconstrucción de la posguerra, el compromiso intensísimo de las conciencias religiosas con el pro-yecto político: la Democracia Cris-tiana era esto, en aquella época. Luego, naturalmente, se convirtió en otra cosa, pero en aquella época la relación estaba muy clara.

POLÍTICA DE FILÓSOFO. La voca-ción a hacer política como fi lósofo, a perseguir la emancipación como fi lósofo, a perseguir la emancipa-ción como fi lósofo y no como po-lítico especialista y profesional, signifi caba para mí optar por una decisión en algún sentido más universal, esto es, más indirecta-mente comprometida, con menos resultados inmediatos de carác-ter político, legislativo, etcétera,

ANÁLISIShace fi losofía es un hombre dis-minuido, un “despreciable me-cánico”. Todo esfuerzo de ver con tolerancia las demás condiciones humanas me parece ligeramen-te hipócrita. Estoy convencido de que, en definitiva, nadie puede seriamente «especializarse» a me-nos que tenga presente la totali-dad de la vida espiritual: esto es lo «fi losófi co» que hay en la vida de todos.

Naturalmente, no pienso que mis amigos médicos, o químicos o ciclistas sean unos desgraciados, pero me pregunto en qué piensan quienes no se dedican a esta labor, cuando no están haciendo su tra-bajo. ¿Qué hace el comerciante de pollos cuando no comercia con pollos? A veces pienso que la im-portancia del eros en la vida de las personas está en el hecho de que llena exactamente esos vacíos que no llena el trabajo.

La filosofía es eso en lo que