Que sí que no que todo se acabó

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Esta es la historia de un prncipe que en realidad no era un prncipe. Viva en un hermoso castillo, que en realidad no era un castillo, pero sin embargo era una casita muy bonita y acogedora. l dorma en una cama real, que en realidad no era real, pero lo suficiente como para que el prncipe descansara. Todas las maanas sala a regar su hermoso jardn, que en realidad no era un jardn, era como un conjunto de masetas amontonadas, pero sin embargo con hermosos rosales muy bien cuidados. El prncipe tena una capa real, que en realidad no era real, pero si de telas muy finas y cuidadosamente remendada. l se arreglaba para salir, como era costumbre todos los domingos a la plazuela para conocer a su princesa; as que se puso su capa, tom la rosa ms hermosa de su jardn y sali a |a plazuela, a dar la vuelta. Las mujeres caminaban en sentido contrario a la de los hombres, para as poder cruzar miradas y descubrir quin sera su pareja. El prncipe, que en realidad no era un prncipe, despus de dar varias vueltas y sin encontrar lo que buscaba, cuando estaba ya casi por vencido vio a la que podra ser su posible princesa. As que se acerc a ella y de la manera ms corts hizo una reverencia, salud y entreg la rosa. La princesa sin muchas palabras slo agradeci por tan amable gesto y dio la vuelta para dirigirse a su castillo. El prncipe la detuvo, preguntando si contara con su presencia para el prximo domingo. Ella, con un gesto amable, respondi que s y sigui su camino. As transcurri una semana. El prncipe, que en realidad no era un prncipe, esper hasta el domingo ansioso por volverse a encontrar con la princesa. Como era costumbre, tom la rosa ms bella de su jardn, que en realidad no era un jardn, y se dirigi a la plazuela a su encuentro con ella. Como era costumbre camin alrededor de la plazuela, desconsolado por no verla, cuando de repente una amable seorita se acerc a l, preguntando si era el prncipe que con amable gesto regal una rosa

a la princesa la semana pasada. l, desconcertado pero emocionado, contest que s. La seorita se present y dijo que era la dama de honor de la princesa, que la disculpara por no haber acudido al encuentro. l, decepcionado pero a la vez contento por recibir seales de ella, le dio la rosa que traa consigo para la princesa y que esperaba encontrarla la prxima semana. As transcurri otra larga semana de espera. El prncipe tom la rosa ms bella de su jardn, que en realidad no era un jardn, para encontrarse con su amada. Dando vueltas en la plazuela, esperando encontrarla, desconsolado porque la noche empezaba a caer, a lo lejos, la dama de compaa se vea, acercndose lentamente a l, pidi que disculpara a la princesa por no haber acudido a su encuentro, pero que estaba muy agradecida por el gesto tan amable que tuvo de regalarle la rosa la semana pasada, que ella estaba muy contenta. El prncipe agradeci a la dama y mand con ella un caluroso saludo hacia la princesa; que no haba ningn problema, que la esperara la prxima semana. Cabizbajo regres a su castillo, que no era un castillo, para as poder esperar el encuentro con la princesa. Durante esa semana, l no dej de pensar en ella, ni siquiera por un instante y sin pensarlo comenz a hacer un retrato de ella; emocionado, esperaba a que llegara el domingo para poder entregrselo y demostrarle cunto la amaba. As es que cuando lleg el da, tom la rosa ms hermosa de su jardn, que en realidad no era un jardn, y sali a la plazuela a esperar la llegada de la princesa. Cuando lleg la dama, l entusiasmado entreg la rosa y el dibujo que con tanto amor haba hecho para ella, esperando que fuera de su total agrado y poderla encontrar la prxima semana. Regresando a su castillo, un poco entusiasmado por saber la respuesta de su amada, esperando una semana ms, escribi durante esa semana los versos ms hermosos, expresando sus sentimientos hacia ella.

En la maana de ese domingo, l ms entusiasmado que cualquier otro da, se arregl y usando sus mejores ropas reales, que en realidad no eran reales, y tomando la rosa ms bella de su jardn, que en realidad no era un jardn, se dirigi a la plaza ms entusiasmado que en ninguna otra ocasin. Un poco tarde, pero sin falta, lleg la dama de compaa con noticias muy tristes hacia l. l desconcertado pregunt por qu. Ella dijo que la princesa estaba enfadada porque el retrato que l haba hecho en realidad era muy hermoso, pero que no era ella. La dama un poco sonrojada, mirndolo a los ojos, le dijo que la mujer del retrato era ella misma. l, desconcertado pero entusiasmado, pidi disculpas para la princesa, pero que sin darse cuenta, l de su dama se haba enamorado. Entonces l se inclin ante la dama y entreg la carta que con tanto amor haba hecho, sin pensarlo, para ella. La dama emocionada ayud a levantarse y un poco sonrojada bes su mejilla y pas a retirarse. l, desconcertado, por los sentimientos fuertemente encontrados, pero inmensamente feliz, regres a su casa, esperando poder ver a su princesa, que no era una princesa, la prxima semana. Este domingo y el definitivo, l tom la rosa ms bella de su jardn, que no era un jardn, una vez ms; visti sus ropas ms elegantes, aguardando por su verdadero amor, que no era una princesa. Como era de esperarse, la dama lleg. l se acerc dulcemente a ella, declar su amor abiertamente y le propuso matrimonio. Ella entusiasmada respondi que s y fijaron una fecha para la unin de su eterno amor. Llegado el da y l esperndola en el altar, vio llegar a su princesa ms radiante que nunca y unieron sus vidas en santo matrimonio. Entonces juntos caminaron a lo que sera su castillo, que en realidad no era un castillo. l todas las maanas la despertaba con un dulce beso de amor, dejndole la rosa ms bella de su jardn en su bur. Tuvieron 1 hermosa princesita y un bello prncipe, que seran los herederos de sus pertenencias reales, que en realidad no eran reales.

Criaron amorosamente a sus hijos que fueron el fruto de su eterno amor y vivieron felices para siempre

FIN