¿Que hacemos si hay algun Falstaff en nuestra organizacion?

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¿Qué hacemos si hay algún Falstaff en nuestra organización? ¿Quién es Falstaff? Falstaff es uno de los mejores personajes que creó Shakespeare. Aparece en tres obras (Enrique IV, Partes 1 y 2 y Enrique V) y juega un rol crucial porque le brinda al Príncipe Hal (el futuro Enrique V) un profundo conocimiento de la cultura y el lenguaje de la gente común, hecho que lo convierte en un líder diferente a los otros que aparecen en las obras de Shakespeare. La relación que se da entre ambos es sumamente rica. El Prìncipe Hal escucha y aprende de Falstaff, aunque es consciente del abismo social que los separa. Shakespeare podría haber resuelto la necesidad del Príncipe de acercarse a la gente común de muy diversas maneras, pero elige hacerlo creando un personaje como Falstaff y desarrollando una relación muy profunda con quien se convertirá en uno de sus mejores líderes. En varias de sus obras, Shakespeare incluye algunos personajes “tontos” y de estratos sociales bajos con el objetivo de que les enseñen algunas lecciones difíciles a los protagonistas, debido a que aquellos poseen un tipo de conocimiento que no está presente en las personas de clase alta cercanas al poder. Falstaff representa otra manera de mostrar esta lección: Shakespeare crea un personaje que mantiene una relación duradera con el Príncipe, a partir de la cual éste aprende sobre la vida real. Para nuestra sociedad, Falstaff sería un personaje de clase media. En el pasado, llegó a ser caballero y un soldado sumamente activo. 1

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¿Qué hacemos si hay algún Falstaff en

nuestra organización?

¿Quién es Falstaff?

Falstaff es uno de los mejores personajes que creó Shakespeare. Aparece en tres obras (Enrique IV, Partes 1 y 2 y Enrique V) y juega un rol crucial porque le brinda al Príncipe Hal (el futuro Enrique V) un profundo conocimiento de la cultura y el lenguaje de la gente común, hecho que lo convierte en un líder diferente a los otros que aparecen en las obras de Shakespeare.

La relación que se da entre ambos es sumamente rica. El Prìncipe Hal escucha y aprende de Falstaff, aunque es consciente del abismo social que los separa.

Shakespeare podría haber resuelto la necesidad del Príncipe de acercarse a la gente común de muy diversas maneras, pero elige hacerlo creando un personaje como Falstaff y desarrollando una relación muy profunda con quien se convertirá en uno de sus mejores líderes.

En varias de sus obras, Shakespeare incluye algunos personajes “tontos” y de estratos sociales bajos con el objetivo de que les enseñen algunas lecciones difíciles a los protagonistas, debido a que aquellos poseen un tipo de conocimiento que no está presente en las personas de clase alta cercanas al poder.

Falstaff representa otra manera de mostrar esta lección: Shakespeare crea un personaje que mantiene una relación duradera con el Príncipe, a partir de la cual éste aprende sobre la vida real.

Para nuestra sociedad, Falstaff sería un personaje de clase media. En el pasado, llegó a ser caballero y un soldado sumamente activo. Tiene muy poco dinero y es representado como un gordo pícaro, amante de la bebida y de las mujeres y sumamente querible.

Ahora bien, podemos preguntarnos ¿qué lecciones pueden aprenderse de un ex soldado gordo, borracho y mujeriego?

Como respuesta inicial a este interrogante, podemos afirmar que se trata de alguien que está fuera de los círculos del poder, por lo que puede aportar una perspectiva distinta acerca del funcionamiento de la organización.

El filósofo Ludwig Wittgenstein afirmaba que no puede esperarse nada inteligente de una persona que nunca hizo tonterías.

En las dos obras en las que aparece, Falstaff transmite su mensaje de una manera no convencional e informal, lo que contrasta con la inteligencia y la seriedad del Príncipe Hal. De esta manera, Shakespeare nos muestra que, a veces, los líderes necesitan salir de su postura formal y aburrida, para ver las cosas desde otra perspectiva.

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Por eso el autor nos muestra al futuro rey aprendiendo lecciones acerca de los seres humanos, del liderazgo y de la vida en general de un gordo pícaro de clase inferior.

La relación que se genera entre ambos demuestra que los líderes necesitan diferentes formas de conocimiento y de información. También surge que, en determinadas ocasiones, las personas que proveen dicho conocimiento poseen un enfoque moral diferente de aquellos que conducen la organización.

¿Hay algún Falstaff en su organización?

Ya dijimos que entre Falstaff y sus compañeros de correrías, el Prìncipe Hal aprendió mucho más del mundo y de la gente que iba a gobernar que lo que podía aprender en la corte.

En un momento, Falstaff hace un comentario menospreciando al Principe John, Duque de Lancaster y hermano del Principe Hal, diciendo: “Ningún hombre puede hacerlo reír. En realidad, no me sorprende. Nunca lo vi tomando vino”i.

Falstaff posee el don de hacer reír a la gente y es muy importante tener un personaje de estas características dentro de la organización porque a todo el mundo le gusta reírse y pasarla bien. La risa brinda un alivio para la tensión.

La presencia de Falstaff le otorga al Prìncipe Hal un tipo de compañerismo y de educación que nunca pudo tener con su padre.

Falstaff lo quiere al Príncipe por lo que es en ese momento, no por lo que pudiera llegar a ser en el futuro.

Tina Packerii sostiene que:

Falstaff es una figura materna para el Principe Hal. La esposa del Rey Enrique IV prácticamente no aparece en la obra. Es Falstaff quien parece adoptar el rol materno de querer al hijo sin importarle nada más, de manera incondicional.

Otro elemento que aporta Falstaff al Prìncipe es el sentido común. En una ocasión en que el Príncipe había tomado demasiado y tenía que presentarse ante el rey, Falstaff le sugiere que ensaye su presentación ante él para prevenirse de la ira del Rey. Un excelente consejo.

Por supuesto, Falstaff no se resiste a reírse del Príncipe y criticarlo (jugando el rol del Rey) por sus compañías,

“excepto por la de ese gordo bonachón, con aspecto agradable…hay algunas virtudes en ese Falstaff. Mantente cerca de él y líbrate del resto”iii

Es imprescindible que exista alguien en la empresa que se anime a decirle al emperador que está desnudo, aunque se trate de una tarea peligrosa.

Los Falstaff y su relación con el poder

Falstaff estaba fuera de Londres cuando se entera de la muerte de Enrique IV, el padre de su amigo, el Principe Hal.

Con la certeza de recibir favores de su amigo Hal, ahora convertido en el Rey Enrique V, Falstaff cabalga toda la noche para asistir a la coronación.

Dado que llega demasiado tarde para entrar a la Abadía de Westminster, tiene que quedarse fuera junto con la multitud y

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saluda al Rey a los gritos cuando pasa a su lado.

Pero el Rey no reconoce a su viejo amigo y le dice:

No te conozco, anciano. Ve a tus oraciones. ¡Qué mal sientan los cabellos blancos a un loco y a un bufón! Largo tiempo he soñado con un hombre de esa especie, tan hinchado por la orgía, tan viejo y tan profano. Pero, despierto, he despreciado mi sueño.iv

No es precisamente la clase de bienvenida que esperaba Falstaff de su amigo, luego de haber cabalgado toda la noche.

El Rey Enrique continuó diciendo:

No presumas que soy lo que fui; porque el cielo lo sabe y el mundo se apercibirá, que he despojado en mí el antiguo hombre y que otro tanto haré con aquellos que fueron mis compañeros. Cuando oigas que soy lo que fui, acércate y serás lo que fuiste, el tutor y el incitador de mis excesos. Hasta entonces, te destierro, bajo pena de muerte, como he hecho con el resto de mis corruptores; y te prohíbo permanecer a menos de diez millas de mi persona.v

A pesar de ello, ni el flamante Rey ni Shakespeare pueden disimular el afecto que sienten por Falstaff. En razón de ello, el Rey le ofrece una pensión, en contra de la opinión de su entorno que consideraba a Falstaff como una mala influencia y sostenían que debía ser ejecutado.

El Rey le dice:

En cuanto a medios de subsistencia, yo los proveeré, para que la falta de recursos no te empuje al mal: y si sabemos que os habéis reformado, entonces, de acuerdo

con vuestras facultades y méritos, os ocuparemos.vi

Falstaff, incrédulo, le dice a uno de sus compañeros que el Rey está montando un show en público y que, seguramente, luego lo va a recibir en privado para poner las cosas en su lugar.

Rápidamente es interrumpido por el hermano del Rey, quien lo lleva a prisión hasta que se cumpla la expulsión de Londres. En la corte estaban todos impresionados por el tratamiento que le dio el Rey a su viejo compañero de andanzas.

Como ocurre tantas veces en las organizaciones actuales, al empleado leal que es despedido no le resulta suficiente el dinero que pueda recibir como indemnización. El costo emocional suele ser muy alto.

Falstaff, rechazado por su amigo, muere de un ataque cardíaco.

La pregunta que surge en este punto es la siguiente: ¿Falstaff debería haber sido despedido?.

Consideremos la opinión de John Withneyvii:

Es cierto que el Rey estaba dando un mensaje al humillar públicamente a su amigo, pero ese objetivo no justifica una acción tan cruel. Sin embargo, debo reconocer con tristeza que estoy de acuerdo con el despido de Falstaff, porque había puesto al Rey en una situación embarazosa.

Es claro que estar al lado de Falstaff conlleva sus riesgos. Se trata de un hombre con algunas virtudes y también con

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grandes defectos. Shakespeare muestra al personaje como un mentiroso, chimentero y ladrón, además de mujeriego y borracho. Pero no era obsecuente y no tenía miedo de expresar su opinión, a pesar de correr riesgos por animarse a hacerlo.

Sin dudas, se trata de alguien políticamente incorrecto. Pero, a veces, estos individuos son necesarios para romper el statu quo.

En la Edad Media, la medida de lo bueno, de lo apropiado y de lo noble era el honor.

Así como la confianza es el lubricante que mantiene funcionando a la sociedad actual, el honor era el combustible de los caballeros, los nobles y los reyes medievales.

Pero Shakespeare, a través de Falstaff, nos muestra un pensamiento más profundo acerca del honor. Por un lado, es uno de los valores fundamentales de la sociedad. Pero por otro lado, a veces nos lleva a cometer actos poco inteligentes.

Falstaff era consciente que el código de honor de los caballeros era lo que mantenía estable a la sociedad de su tiempo, pero era lo que, al mismo tiempo, causaba muchas muertes innecesarias.

Cuando, antes de una batalla, el Principe Hal le dice a Falstaff que tiene que prepararse para morir, este le contesta:

La letra no ha vencido aún; me repugnaría pagarla antes del término, ¿Qué necesidad tengo de salirle al paso a quien no me llama? Vamos, eso no importa; el honor me aguijonea. ¿Sí, pero si el honor, empujándome hacia adelante, me empuja al otro mundo?

¿Y luego? ¿Puede el honor reponerme una pierna? No. ¿O un brazo? No. ¿O suprimir el dolor de una herida? No. ¿El honor no es diestro en cirugía? No. ¿Qué es el honor? Un soplo. ¡Hermosa compensación!

¿Quién lo obtiene? El que se murió el miércoles pasado. ¿Lo siente? No. ¿Lo oye? Tampoco. ¿Es entonces cosa insensible? Sí, para los muertos.

¿Pero puede vivir con los vivos? No. ¿Por qué? La maledicencia no lo permite. Por consiguiente, no quiero saber nada con él; el honor es un mero escudo funerario.viii

El discurso es transgresor de los códigos que regían la sociedad, ya que la muerte más honorable era la ocurrida en batalla.

Las sociedades y las organizaciones necesitan personas que con su manera de pensar cuestionen los paradigmas establecidos. Shakesperare nos muestra que dichos cuestionamientos no suelen surgir de los beneficiarios del paradigma actual (en este caso, los nobles y los caballeros), sino de los sectores marginales.

Falstaff era un transgresor que no encajaba en la visión del Rey Enrique V. Antes de morir, el padre aconseja al futuro Rey que elimine potenciales rebeliones internas, conquistando territorios franceses. Esa estrategia le permitiría al joven Rey probar su valor en la guerra y diluir la dudosa reputación asociada con sus antiguos compañeros.

Enrique sabía que el primer paso en este sentido consistía en distanciarse de Falstaff. Por supuesto, se trata de una situación que admite distintas interpretaciones: mientras que a algunos

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puede parecerle que el Rey estaba limpiando su imagen, otros pueden opinar que con ese acto de deslealtad la está manchando.

Es necesario contar con algún Falstaff para poder innovar, pero está claro que, cuando hay demasiados, el caos es un riesgo muy presente.

¿Le gustaría tener a Enrique V como jefe?

En general, las personas prefieren trabajar para jefes que les prometen mejoras económicas, o que les garantizan el bonus o que simplemente son honestos y dignos de confianza.

Muchos críticos e historiadores describen a Enrique V como al “rey perfecto”.

De hecho, era un militar brillante (más allá de la cuota de suerte que tuvo en Agincourt), un orador muy persuasivo y también era alguien que tenía un profundo conocimiento de las necesidades y pensamientos de sus súbditos, gracias a su amistad con Falstaff.

Pero también era un manipulador, un cínico y alguien que usó su carisma para arrastrar al ejército inglés a una guerra solo para satisfacer su orgullo personal frente a la afrenta que recibió del rey francés.

La impericia y la soberbia de los generales franceses, sumadas a una buena cuota de suerte, convirtieron una segura derrota en una victoria épica.

Cuando Enrique invoca a Dios, lo hace usualmente para perseguir sus propios intereses. Alguien que pretende ser santo, no puede decirle al pueblo francés que va a “crear varios miles de viudas y le va a

causar miseria incluso a los que aún no nacieron”

Tampoco fue muy piadosa su promesa durante el sitio de Harfleur de “clavar jóvenes en picas” hasta que la ciudad se rindiera.

Nadie espera que los líderes sean perfectos, pero tienen la obligación de trabajar duro para intentar serlo. No se percibe esta vocación en el joven rey Enrique.

Shakespeare mismo opina al respecto en el final de la obra, cuando Enrique está a punto de casarse con Catalina, princesa de Francia. Anticipa que Enrique va a estar muy poco tiempo en el trono (de hecho, muere a los seis años de su coronación) y que va a ser reemplazado por su hijo Enrique VI, “quien perderá Francia y bañará en sangre a Inglaterra”.

Triste final para el triunfo y la enorme pérdida de vidas que representó la batalla de Agincourt.

¿Orden o desorden?

La primera condición, por supuesto, es tener un negocio rentable y con potencial de crecimiento.

La vida en las organizaciones es mucho más sencilla cuando la visión, la misión y los valores son compartidos, entendidos y aceptados por la mayoría de las personas.

Fácil de escribir y de decir, pero muy difícil de conseguir. Cuando la gente no percibe hacia donde va la organización, no se da cuenta cómo va a hacer para llegar hasta ahí o, simplemente, no quieren moverse en esa dirección, no hay esperanza.

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El paso siguiente es definir la estrategia y las tácticas. Al igual que en las monarquías, en muchas organizaciones este proceso se hace en la cúspide y se comunica de manera descendente.

Esto resulta en una pérdida de ideas valiosas que están en los niveles intermedios y también de la pérdida de ideas innovadoras que puede aportar algún simil de Falstaff.

Estos inconformistas, insatisfechos con la situación actual e incluso son su propio trabajo, son los que pueden aportar nuevas oportunidades al negocio.

Finalmente, necesitamos una estructura flexible y permeable a los cambios y la generación de un clima de confianza, cuya consecución es responsabilidad de los líderes.

Si aprendimos algo de Shakespeare, es la facilidad con que sus reyes se convierten en personas aisladas y vulnerables.

Cuanto mayor es la distancia entre el líder y los colaboradores, más difícil es que la organización funcione de manera efectiva.

En un ambiente de confianza, los Falstaff se sentirán alentados a exponer sus ideas por más extrañas que parezcan y todos estarán más concentrados en hacer sus trabajos que en mantenerlos.

Cuando la visión es clara y sólida, el líder debe jugar el rol de facilitador. Si algún Falstaff trae una idea transgresora, hay que contrastarla con la visión. Explorarla si tiene sentido y, si no lo tiene, rechazarla sin descalificar a la persona.

Cuando se cumplen los requisitos mencionados, su organización estará

preparada para acoger a los Falstaff , quienes ayudarán a enriquecer la, en vez de rebelarse contra ella.

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i “Enrique IV. Parte 2” Acto 4. Escena 3

ii Packer, Tina & Withney, John. (2000). Power Plays. Simon & Schuster. New York, USA

iii “Enrique IV. Parte 1”. Acto 2 Escena 4

iv “Enrique IV. Parte 2”. Acto 5 Escena 5

v “Enrique IV. Parte 2”. Acto 5 Escena 5

vi “Enrique IV. Parte 2”. Acto 5 Escena 5

vii Packer, Tina & Withney, John. (2000). Power Plays. Simon & Schuster. New York, USA

viii “Enrique IV. Parte 1” Acto 5 Escena 1