QUÉ ES EL ECOSOCIALISMO. MICHEL LOWY.Octubre 2004 X

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Michael Löwy ECOSOCIALISMO La alternativa radical a la catástrofe ecológica capitalista 1

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El ecosocialismo es “una corriente de pensamiento y de acción ecológica que hace propios los conocimientos fundamentales del marxismo, al tiempo que se libera de sus escorias productivistas.

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Michael LwyECOSOCIALISMO

La alternativa radical

a la catstrofe

ecolgica capitalista

Ediciones Caa Verde

ndice

PrefacioAntes del diluvio, el ecosocialismo, la apuesta poltica actualI. Socialismo ecolgicoCaptulo 1. Qu es el ecosocialismo?

Captulo 2. Eco socialismo y planificacin democrtica

II. Marxismo y eco socialismoCaptulo 3. Progreso destructivo: Marx, Engels y la ecologa

Captulo 4. La revolucin es el freno de urgencia.

Actualidad poltico-ecolgica de Walter Benjamin

III. Aspectos esenciales de la teora y de la prctica ecosocialistas

Captulo 5. Para una tica ecosocialista

Captulo 6. Ecologa y altermundialismo

Captulo 7. Ecologa y publicidad

IV. Estudios de caso: Estados Unidos y BrasilCaptulo 8. Una ecologa norteamericana de izquierda

Captulo 9. En Brasil, la lucha de Chico Mendes

Anexos1. Manifiesto ecosocialista internacional (2001)

2. Red brasilea ecosocialista (2003)

3. Declaracin ecosocialista internacional de Beln (2008)

4. Copenhague, 12 de abril de 2049 (2009)

5. Cancn (2010)

Bibliografa selecta

PREFACIO

El ecosocialismo es una corriente poltica basada en una constatacin esencial: la proteccin de los equilibrios ecolgicos del planeta, la preservacin de un medio favorable para las especies vivientes incluida la nuestra son incompatibles con la lgica expansiva y destructiva del sistema capitalista. La bsqueda del crecimiento bajo la gida del capital nos conduce, en efecto, a corto plazo los prximos decenios, a una catstrofe sin precedentes en la historia de la humanidad: el calentamiento global.

James Hanson, climatlogo de la NASA, uno de los mayores especialistas mundiales en la cuestin del cambio climtico la administracin Bush haba intentado impedir, en vano, impedirle que hiciera pblicos sus diagnsticos, escribe esto en el primer pargrafo de un libro publicado en 2009:

El planeta Tierra, la creacin, el mundo en el que la civilizacin se desarroll, el mundo con las normas climticas que conocemos, con su geografa costera estable, est en peligro, un peligro inminente. La urgencia de la situacin solo se cristaliz a lo largo de los ltimos aos. Ahora tenemos pruebas evidentes de la crisis []. La sorprendente conclusin es que la continuacin de la explotacin de todos los combustibles fsiles de la Tierra no solo amenaza a millones de especies en el planeta, sino tambin la supervivencia de la humanidad misma y los plazos son ms cortos de lo que pensamos.

Esta comprobacin es ampliamente compartida. En su libro incisivo y bien informado, Comment les riches dtruisent la plannte [Cmo los ricos destruyen el planeta] (2007), Herv Kempf presenta, sin eufemismos ni falsas apariencias, los acontecimientos del desastre que se prepara: ms all de un cierto umbral, que podra alcanzarse mucho ms rpido de lo previsto, el sistema climtico podra exasperarse de manera irreversible; ya no se puede excluir un cambio sbito y brutal, que hara subir la temperatura global varios grados, a un nivel insoportable. Frente a esta comprobacin, confirmada por los cientficos y compartida por millones de ciudadanos del mundo entero conscientes del drama, qu hacen los poderosos, la oligarqua de los multimillonarios que dirige la economa mundial? El sistema mundial que rige actualmente la sociedad humana, el capitalismo, se opone de manera ciega a los cambios que es indispensable esperar si se quiere conservar para la existencia humana su dignidad y su promesa.

Una clase dirigente predadora y codiciosa obstaculiza cualquier veleidad de transformacin efectiva; casi todas las esferas de poder y de influencia estn sometidas a su pseudorrealismo, que pretende que cualquier alternativa es imposible y que la nica va imaginable es la del crecimiento. Esta oligarqua, obsesionada por el consumo ostentoso y la competencia suntuaria como ya lo demostraba el economista norteamericano Thorstein Veblen, es indiferente a la degradacin de las condiciones de vida de la mayora de los seres humanos, y ciega frente a la gravedad del envenenamiento de la biosfera.

Los responsables del planeta multimillonarios, directivos, banqueros, inversores, ministros, parlamentarios y otros expertos, motivados por la racionalidad limitada y miope del sistema, obsesionados por los imperativos de crecimiento y de expansin, por la lucha por las partes del mercado, por la competitividad, los mrgenes de ganancia y la rentabilidad, parecen obedecer al principio proclamado por Luis XV: Despus de m, el diluvio. El diluvio del siglo XXI corre el riesgo de tomar la forma, como aquel de la mitologa bblica, de un ascenso inexorable de las aguas, que ahogar bajo las olas a las ciudades costeras de la civilizacin humana.

El espectacular fracaso de las conferencias internacionales sobre el cambio climtico de Copenhague (2009) y de Cancn (2010) ilustra esta ceguera: los poderosos del mundo, empezando por los Estados Unidos y China, se negaron a cualquier compromiso con cifras y concreto, incluso mnimo, de reduccin de las emisiones de CO2. Las medidas tomadas hasta ahora por los poderes capitalistas ms ilustrados acuerdos de Kyoto, paquete clima / energa europea, con sus mecanismos de flexibilidad y sus mercados de derechos a contaminar dependen, como lo demuestra el ecologista belga Daniel Tanuro, de una poltica de mamarracho, incapaz de afrontar el desafo del cambio climtico; lo mismo vale, a fortiori, para las soluciones tecnolgicas, que son las preferidas por el presidente Obama y los gobiernos europeos: el auto elctrico, los agrocarburantes, el clean carbon y esta esa energa maravillosa, limpia y segura: la nuclear (esto era antes de la catstrofe de Fukushima)

Como lo haba previsto Marx en La ideologa alemana, las fuerzas productivas se estn convirtiendo en fuerzas destructivas, creando un riesgo de destruccin fsica para decenas de millones de seres humanos una situacin peor que los holocaustos tropicales del siglo XIX !- estudiados por Mike Davis.

Cul es, entonces, la solucin alternativa? La penitencia y ascesis individual, como parecen proponer tantos ecologistas? La reduccin drstica del consumo? El agrnomo Daniel Tanuro constata con lucidez que la crtica cultural del consumismo propuesta por los objetores de crecimiento es necesaria, pero insuficiente. Hay que atacar el propio modo de produccin. Solamente una accin colectiva y democrtica permitira, al mismo tiempo, responder a las necesidades sociales reales, reducir el tiempo de trabajo, suprimir las producciones intiles y perjudiciales, reemplazar las energas fsiles por la solar. Esto implica una incursin profunda en el rgimen de propiedad capitalista, una extensin radical del sector pblico y de la gratuidad; en suma, un plan ecosocialista coherente. Premisa central del ecosocialismo, implcita en la eleccin misma de ese trmino: todo socialismo no ecolgico es un callejn sin salida. Corolario: una ecologa no socialista es incapaz de tomar en cuenta las apuestas actuales. La asociacin del rojo la crtica marxista del capital y el proyecto de una sociedad alternativa y del verdela crtica ecolgica del productivismo que realiza no tiene nada que ver con las combinaciones gubernamentales denominadas rojiverdes; estas coaliciones entre la socialdemocracia y ciertos partidos verdes se forman alrededor de un programa social-liberal de gestin del capitalismo.

El ecosocialismo es, en consecuencia, una proposicin radical es decir, que ataca la raz de la crisis ecolgica, que se distingue tanto de las variantes productivistas del socialismo del siglo XX (ya sea la socialdemocracia o el comunismo de factura estalinista), como de las corrientes ecolgicas que se adaptan, de una manera o de otra, al sistema capitalista. Es una proposicin radical que no solo apunta a una transformacin de las relaciones de produccin, a una mutacin del aparato productivo y de los modelos de consumo dominantes, sino tambin a crear un nuevo paradigma de civilizacin, en ruptura con los fundamentos de la civilizacin capitalista / industrial occidental moderna.

En la presente obra se tratar principalmente la corriente ecomarxista. De todos modos, se encuentra, en la ecologa social de inspiracin anarquista del norteamericano Murria Bookchin, en la ecologa profunda del noruego Arne Naess y en los escritos de varios objetores de crecimiento, entre los que est el francs Paul Aris, anlisis radicalmente anticapitalistas y proposiciones alternativas que son cercanas al ecosocialismo.

Este no es este el lugar de desarrollar una historia del ecosocialismo. Recordemos, no obstante, algunos hitos.

La idea de un socialismo ecolgico o de una ecologa socialista nace verdaderamente en los aos 1970, bajo formas muy diversas, en los escritos de varios pioneros de la reflexin roja y verde: Manuel Sacristn (Espaa), Raymond Williams (Reino Unido), Andr Gorz y Jean-Paul Delage (Francia) y Barry Commoner (Estados Unidos).

El trmino ecosocialismo, aparentemente, recin empieza a ser utilizado a partir de los aos 1980, cuando el partido Die Grnen alemn, una corriente de izquierda, se designa como ecosocialista; sus principales portavoces son Rainer Trampert y Thomas Ebermann. Hacia esta poca se publica el libro LAlternative [La alternativa], escrito por disidente socialista de la Alemania del Este, Rudolf Bahro, el cual desarrolla una crtica radical del modelo sovitico y de Alemania del Este, en nombre de un socialismo ecolgico.

En el curso de los aos 1980, el investigador norteamericano James OConnor teoriza su concepcin de un marxismo ecolgico y funda la revista Capitalism, Nature and Socialism, mientras que Frieder Otto Wolf, diputado europeo y dirigente de una corriente a la izquierda de Partido Verde alemn, y Pierre Juquin, ex dirigente comunista, reformista converso a las perspectivas rojiverdes, redactan juntos el libro Europes Green Alternative, especie de intento de manifiesto ecosocialista europeo. Paralelamente en Espaa, en torno a la revista de Barcelona Mientras Tanto, discpulos de Manuel Sacristn, como Francisco Fernndez Buey, tambin desarrollan una reflexin ecolgica socialista.

En 2003, la IVa Internacional adopta, durante su congreso, el documento Ecologa y Revolucin socialista, de inspiracin claramente ecosocialista. En 2001, el filsofo norteamericano Joel Kovel y yo mismo publicamos un Manifeste cosocialiste [Manifiesto ecosocialista], que servir de referencia para la fundacin, en Pars en 2007, de la Red ecosocialista internacional que distribuir, durante el Foro social mundial de Beln (Brasil), la Declaracin de Beln, un nuevo manifiesto ecosocialista sobre el calentamiento global.

Agreguemos a esto los trabajos de John Bellamy Foster y de sus amigos de la muy conocida revista de izquierda norteamericana Monthly Review, que apelan a una revolucin ecolgica con un programa socialista; los escritos de las ecosocialistas feministas Ariel Salleh y Terisa Turner; la revista Canadian Dimension, creada por los ecosocialistas Ian Angus y Cy Gornik; las reflexiones del revolucionario peruano Hugo Blanco sobre las relaciones entre indigenismo y ecosocialismo; los trabajos del investigador belga Daniel Tanuro sobre el cambio climtico y los callejones sin salida del capitalismo verde; los trabajos de autores franceses cercanos a la corriente altermundialista como Jean-Marie Harribey; los escritos del filsofo (discpulo de Ernst Bloch y de Andr Gorz) Arno Mnster; las redes ecosocialistas de Brasil y de Turqua, las conferencias ecosocialistas que comienzan a orgnizarse en China, etc.

Cules son las convergencias y los desacuerdos entre el ecosocialismo y la corriente del decrecimiento, cuya influencia es Francia no es despreciable? En primer lugar, recordemos que esta corriente, inspirada por las crticas a la sociedad de consumo debidas, principalmente, a Henri Lefebvre, Guy Debord y Jean Baudrillard y al sistema tcnico descripto por Jacques Ellul est lejos de ser homognea. Se trata de una esfera de influencia plural, que se organiza entre dos polos: por un lado, los antioccidentalistas tentados por el relativismo cultural (Serge Latouche); por el otro, ecologistas republicanos / universalistas (Vincent Cheynet, Paul Aris).

El economista Serge Latouche es, sin duda, el ms controvertido de los partidarios del decrecimiento. Sin duda, una parte de sus argumentos est justificada, y uno puede suscribir a su empresa de demistificacin del desarrollo durable, de crtica de la religin del crecimiento y del progreso, y a su llamado a un cambio cultural. Pero su rechazo en bloque del humanismo occidental, del pensamiento de la Ilustracin y de la democracia representativa, as como su relativismo cultural, son muy discutibles: a pesar de lo que anuncia, no se ve bien cmo sus preconizaciones no nos llevaran a la Edad de Piedra. En cuanto a su denuncia de las proposiciones de Attac (Jean-Marie Harribey) para los pases del Sur desarrollar las redes de aduccin del agua, las escuelas y los centros de atencin, en virtud de que seran etnocntricas, occidentalistas y destructoras de los modos de vida locales, es difcilmente soportable. Finalmente, su argumento para no hablar del capitalismo o hacerlo tan poco, dado que no sera descubrir nada nuevo, en la medida en que esta crtica ya fue hecha y bien hecha por Marx no es serio: es como si no tuviramos la necesidad de denunciar la destruccin productivista del planeta porque Gorz ya hizo esa crtica, la hizo bien

Ms interesante es la corriente universalista, representada por la revista La Dcroissance, incluso si las ilusiones republicanas de Cheynet y Aris pueden ser criticadas. Contrariamente al primero, este ltimo polo tiene muchos puntos de convergencia a pesar de las polmicas con los altermundialistas de Attac, los ecosocialistas y la izquierda de la izquierda francesa (PG y NPA) por las temticas que defiende: extensin de la gratuidad, predominio del valor de uso por sobre el valor de cambio, reduccin del tiempo de trabajo y de las desigualdades sociales, ampliacin de lo sin fines de lucro, reorganizacin de la produccin de acuerdo con las necesidades sociales y la proteccin del medio ambiente.

En una obra reciente, el ex periodista y pastor Stphane Lavignotte esboza un balance del debate entre los objetores de crecimiento y los ecosocialistas. Hay que privilegiar la crtica de las relaciones sociales de clase y la lucha contra las desigualdades o la denuncia del crecimiento ilimitado de las fuerzas productivas? El esfuerzo debe recaer sobre las iniciativas individuales, las experimentaciones locales, la simplicidad voluntaria o sobre el cambio del aparato productivo y de la megamquina capitalista? El autor se niega a elegir y propone ms bien asociar estos dos recorridos complementarios. El desafo, desde su punto de vista, es combinar la lucha por el inters ecolgico de clase de la mayora, es decir, de los no propietarios del capital, y la poltica de las minoras activas por un cambio cultural radical. En otras palabras, lograr sin ocultar las divergencias ni los desacuerdos inevitables una composicin poltica que reunira a todos aquellos que saben que un planeta y una humanidad habitables son contradictorios con el capitalismo y el productivismo, y que buscan el camino para salir de nuestro sistema inhumano.

Como conclusin de este breve prefacio, digamos, por ltimo, que el ecosocialismo es un proyecto de futuro, una utopa radical, un horizonte de lo posible, pero tambin, de manera inseparable, una accin hic et nunc, aqu y ahora, que se propone objetivos concretos e inmediatos. La primera esperanza para el futuro reside en movilizaciones como la de Seattle en 1999, que vio la convergencia de los ecologistas y de los sindicalistas, antes de dar nacimiento al movimiento altermundialista; o las protestas de cien mil personas en Copenhague en 2009, alrededor de la consigna Cambiemos el sistema, no el clima; o la conferencia de los pueblos sobre el cambio climtico y la defensa de la madre Tierra, en Cochabamba, Bolivia, en abril de 2010, que vio la confluencia de treinta mil delegados de movimientos indgenas, campesinos y ecolgicos del mundo entero.

La presente obra no es una sistematizacin de las ideas o prcticas ecosocialistas. Retomando varios artculos que yo haba publicado, se propone, ms modestamente, explorar algunos aspectos, algunos campos y algunas experiencias del ecosocialismo. Solo representa, por supuesto, la opinin de su autor, que no coincide necesariamente con la de otros pensadores o redes que proclaman su pertenencia a esta corriente. No aspira a codificar una doctrina nueva ni a fijar una ortodoxia cualquiera. Una de las virtudes del ecosocialismo es, precisamente, su diversidad, su pluralidad, la multiplicidad de las perspectivas y de los abordajes, a menudo convergentes o complementarios como lo demuestran los documentos publicados como anexo, que emanan de diferentes redes ecosocialistas, pero tambin, a veces, divergentes o, incluso, contradictorios.

M. L.

Marzo de 2011

Postscriptum:En el momento de mandar a imprenta, llegan las aterradoras noticias de la catstrofe nuclear de Fukushima, en Japn. Por segunda vez en su historia, el pueblo japons es vctima de la locura nuclear. An no se sabe la magnitud del desastre, pero es evidente que constituye un hito. En la historia de la energa nuclear civil, habr un antes y un despus de Fukushima.

Despus de Chernbil, le lobby nuclear occidental haba encontrado la defensa: la catstrofe de Ucrania era el resultado de la gestin burocrtica, incompetente e ineficaz, propia del sistema sovitico. Esto no podra ocurrirnos a nosotros, nos haban repetido. De qu vale este argumento hoy, cuando est involucrado el florn de la industria privada japonesa?

Los medios pusieron en evidencia la irresponsabilidad, la falta de preparacin y las mentiras de la Tokyo Electric Power Company (TEPCO) con la complicidad activa de las autoridades locales y nacionales y de los organismos de control japoneses, ms preocupada por la rentabilidad que por la seguridad. Estos hechos son indiscutibles. Pero, por insistir mucho sobre este aspecto, se corre el riesgo de perder de vista lo esencial: la inseguridad es inherente a la energa nuclear. No solo no ms en este campo que en otros no hay riesgo cero, sino que cualquier incidente amenaza con tener consecuencias incontrolables y desastrosas, irremediables. Estadsticamente, los accidentes son inevitables. El sistema nuclear es en s insostenible. Tarde o temprano ocurrirn otros Chernbil y otros Fukushima, provocados por errores humanos, por disfunciones internas, terremotos, accidentes de aviacin, atentados o hechos imprevisibles. Para parafrasear a Jean Jaurs, podramos decir que lo nuclear conlleva la catstrofe como el nubarrn, la tormenta.

No es sorprendente, entonces, que el movimiento antinuclear se vuelva a movilizar a gran escala, ya con algunos resultados positivos, principalmente en Alemania. Salida inmediata de lo nuclear: esta consigna se expande como un reguero de plvora. No obstante, la reaccin de la mayora de los gobiernos en primer lugar, en Europa y en los Estados Unidos, es el rechazo de la salida de la trampa nuclear. Se intenta calmar a la opinin pblica con la promesa de una seria revisin de la seguridad de nuestras centrales. La Moan,

Los nuclecratas una oligarqua particularmente obtusa e impermeable pretenden que el fin de lo nuclear en el mundo significar el regreso a las velas o a la lmpara de aceite. La pura verdad es que el 13,4 % de la electricidad mundial es producida por centrales nucleares. Se podra prescindir de esta fuente energtica. Es posible, e incluso probable, que, bajo la presin de la opinin pblica, se reduzcan considerablemente los proyectos delirantes de expansin ilimitada de las capacidades nucleares y la construccin de nuevas centrales en muchos pases. No obstante, podemos temer que este golpe de freno est acompaado por una huida hacia delante en las energas fsiles ms sucias: el carbn, el petrleo offshore, las arenas bituminosas, el gas de esquisto. El capitalismo no puede limitar su expansin y, en consecuencia, su consumo de energa. Y como la conversin a las energas renovables no es competitiva, se puede prever una nueva y rpida subida de las emisiones de gas con efecto invernadero. Primer hito en la batalla socioecolgica para una transicin energtica: es necesario rechazar este falso dilema, imposible de zanjar entre una bella muerte radioactiva y una lenta asfixia consecuencia del calentamiento global.

Otro mundo es posible!

Michael Lwy

Pars, abril de 2011

Agradezco calurosamente a Luis Martnez Andrade por su ayuda con la preparacin de esta obra.

El Socialismo ecolgicoCaptulo 1

Qu es el ecosocialismo?

Crecimiento exponencial de la polucin del aire en las grandes ciudades, del agua potable y del medio ambiente en general; calentamiento del planeta, comienzo del derretimiento de los dos casquetes polares (Groenlandia y Antrtica), multiplicacin de las cataclismos "naturales"; comienzo de destruccin de la capa de ozono; destruccin, a una velocidad creciente, de los bosques tropicales y reduccin rpida de la biodiversidad por la extincin de millares de especies; agotamiento de los suelos, desertificacin; acumulacin de residuos, principalmente nucleares, imposibles de manejar, ya sea en los continentes o en los ocanos; multiplicacin de los accidentes nucleares y amenaza de un nuevo Chernbil; polucin de los alimentos por los pesticidas y otras sustancias txicas o por manipulaciones genticas, "vaca loca" y otras carnes con hormonas...

Todas las alarmas estn en rojo: es evidente que la carrera loca hacia la ganancia, la lgica productivista y mercantil de la civilizacin capitalista/industrial nos conducen a un desastre ecolgico de proporciones incalculables.

No es ceder al "catastrofismo" constatar que la dinmica de "crecimiento" infinito inducida por la expansin capitalista amenaza con aniquilar los fundamentos naturales de la vida humana sobre el planeta.

Los marxistas y la ecologa

Cmo reaccionar frente a este peligro? El socialismo y la ecologa -o, al menos, algunas de sus corrientes- tienen objetivos comunes, que implican un cuestionamiento de la autonomizacin de la economa, del reino de la cuantificacin, de la produccin como objetivo en s, de la dictadura del dinero, de la reduccin del universo social al clculo de los mrgenes de rentabilidad y a las necesidades de la acumulacin del capital. Ambos, socialismo y ecologa, invocan valores cualitativos: el valor de uso, la satisfaccin de las necesidades, la igualdad social para unos; la proteccin de la naturaleza, el equilibrio ecolgico para los otros. Ambos conciben la economa como "encastrada" en el medio ambiente: social para unos: natural para los otros. La cuestin ecolgica es, desde mi punto de vista, el gran desafo para una renovacin del pensamiento marxista en los umbrales del siglo XXI. Exige de los marxistas una profunda revisin crtica de su concepcin tradicional de las "fuerzas productivas", as como una ruptura radical con la ideologa del progreso lineal y con el paradigma tecnolgico y econmico de la civilizacin industrial moderna. El filsofo alemn Walter Benjamin fue uno de los primeros marxistas del siglo XX que se plante este tipo de cuestiones: desde 1928, en su libro Direccin nica, denunciaba la idea de dominacin de la naturaleza como una "enseanza imperialista" y propona una nueva concepcin de la tcnica: no ms control de la naturaleza por el hombre, sino "control de la relacin entre la naturaleza y la humanidad". Algunos aos ms tarde, en las Tesis sobre el concepto de historia (Uber den Begriff der Geschichte, 1940), enriquece el materialismo histrico con las ideas de Charles Fourier: ese visionario utpico haba soado "con un trabajo que, muy lejos de explotar la naturaleza, [est] en condiciones de hacer nacer de ella las creaciones que dormitan en su seno".

Todava hoy, el marxismo est lejos de haber subsanado su retraso en este campo. Sin embargo, algunas reflexiones que se desarrollan desde ahora empiezan a ocuparse de esta tarea. Un camino fecundo ha sido abierto por el ecologista y "marxista-polanyista" norteamericano James O'Connor: es necesario agregar, a la primera contradiccin del capitalismo, examinada por Marx, que se da entre fuerzas y relaciones de produccin, una segunda, entre las fuerzas productivas y las condiciones de produccin los trabajadores, el espacio urbano y la naturaleza, desarrolla O'Connor. Por su dinmica expansionista, el capital pone en peligro o destruye sus propias condiciones, empezando por el medio natural. Una posibilidad que Marx no haba tomado en cuenta suficientemente.

Otro abordaje interesante es el que sugiere un "ecomarxista" italiano en uno de sus textos recientes:

La formula segn la cual se produce una transfonnaci6n de las fuerzas potencialmente productivas en fuerzas efectivamente destructivas, sobre todo en relacin con el medio ambiente, nos parece ms apropiada y ms significativa que el muy conocido esquema de la contradiccin entre fuerzas productivas (dinmicas) y relaciones de produccin (que las encadenan). Por lo dems, esta frmula permite dar un fundamente critico y no apologtico al desarrollo econmico, tecnolgico, cientfico y, por lo tanto, elaborar un concepto de progreso "diferenciado" (E. Bloch).

Sea o no marxista, el movimiento obrero tradicional en Europa sindicatos, partidos socialdemcratas y comunistas sigue an profundamente marcado por la ideologa del progreso y por el productivismo: en varias ocasiones lleg a defender, sin plantearse demasiadas preguntas, la energa nuclear o la industria automotriz. Es verdad, hay un comienzo de sensibilizacin en relacin con el ecologismo; estas ideas se expandieron principalmente en los sindicatos y los partidos de izquierda de los pases nrdicos, en Espaa, en Alemania, etc.Los callejones sin salida del ecologismo

La gran contribucin de la ecologa fue y an es hacernos tomar conciencia de los peligros que amenazan el planeta, que son la consecuencia del actual modo de produccin y de consumo. El aumento exponencial de las agresiones contra el medio ambiente y la amenaza creciente de una ruptura del equilibrio ecolgico determinan un escenario-catstrofe que pone en cuestin la supervivencia de la especie humana en la Tierra. Estamos enfrentados a una crisis de civilizacin que exige cambios radicales.

Desafortunadamente, las proposiciones sostenidas por las corrientes dominantes de la ecologa poltica europea hasta ahora han sido muy insuficientes o conducen a callejones sin salida. Su principal debilidad reside en ignorar la conexi6n necesaria entre el productivismo y el capitalismo. La negacin de ese vinculo consustancial conduce a la ilusin de un "capitalismo limpio"; o bien a la idea de que es posible y deseable reformar el capitalismo con el fin de controlar sus "excesos" (por ejemplo, podra ser corregido por los ecoimpuestos). Y las corrientes mayoritarias de la ecologa poltica consideran similares las economas burocrticas de coaccin y las economas del productivismo occidental: rechazan juntos el capitalismo y el "socialismo", a los que consideran variantes del mismo modelo. Ahora bien, este argumento perdi mucho de su inters desde el derrumbe del pretendido "socialismo real".

Los ecologistas se equivocan si piensan que pueden pasar por alto la crtica marxiana del capitalismo. Una ecologa que no se da cuenta de la relacin entre "productivismo" y 1gica de la ganancia est condenada al fracaso -o, peor, a la recuperacin por el sistema-. Los ejemplos no faltan... La ausencia de posicin anticapitalista coherente condujo a la mayora de los partidos verdes europeos -en Francia, Alemania, Italia y, principalmente, en Blgica- a convertirse en simples compaeros "ecorreformistas" de la gestin social liberal del capitalismo por parte de los gobiernos de centroizquierda.

Al considerar a los trabajadores como irremediablemente destinados al productivismo, algunos ecologistas no toman en consideraci6n al movimiento obrero, y sobre su bandera se inscribe: "Ni izquierda ni derecha". Ex marxistas conversos a la ecologa declaran precipitadamente el "adis a la clase obrera" (Andr Gorz), mientras que otros (Alain Lipietz) insisten para que sus seguidores abandonen el "rojo" -es decir, el marxismo o el socialismo- y adhieran absolutamente al "verde", nuevo paradigma que aportara una respuesta a todos los problemas econmicos y sociales.

Finalmente, en las corrientes denominadas "fundamentalistas" o de deep ecology, uno ve esbozarse, bajo pretexto de luchar contra la devastadora hybris humana y el antropocentrismo, un rechazo del humanismo que conduce a posiciones relativistas. Estas tienden a poner a todas las especies vivientes en el mismo nivel. Verdaderamente hay que considerar que el bacilo de Koch o el mosquito Anopheles tienen el mismo derecho a la vida que un nio enfermo de tuberculosis o de malaria?

El ecosocialismo

Qu es el ecosocialismo? Se trata de una corriente de pensamiento y de accin ecolgica que hace propios los conocimientos fundamentales del marxismo, al tiempo que se libera de sus escorias productivistas. Para los ecosocialistas, la lgica del mercado y de la ganancia -al igual que la del autoritarismo burocrtico del extinto "socialismo real"- es incompatible con las exigencias de proteccin del medio ambiente natural. Al tiempo que critican la ideologa de las corrientes dominantes del movimiento obrero, los ecosocialistas saben que los trabajadores y sus organizaciones son una fuerza esencial para cualquier transformacin radical del sistema y para el establecimiento de una nueva sociedad, socialista y ecolgica.

El ecosocialismo se desarroll, sobre todo, en el curso de los ltimos treinta aos, gracias a los trabajos de pensadores de la dimensin de Manuel Sacristn, Raymond Williams, Rudolf Bahro (en sus primeros escritos) y Andr Gorz (ibdem), as como gracias a las valiosas contribuciones de James O'Connor, Barry Commoner, Jhon Bellamy Foster, Joel Kovel (Estados Unidos), Juan Martinez-Alier, Francisco Fernndez Buey, Jorge Riechman (Espaa), Marie Harribey (Francia), Elmar Alvater, Frieder Otto Wolf (Alemania) y muchos otros, que se expresan en una red de revistas como Capitalism, Nature and Socialism, Ecologa Poltica, etc.

Esta corriente est lejos de ser polticamente homognea, pero la mayora de sus representantes comparten ciertos ideales comunes: todos rompen con la ideologa productivista del progreso --en su forma capitalista y lo burocrtica y se oponen a la expansin infinita de un modo de produccin y de consumo destructor de la naturaleza. Esta corriente manifiesta un intento original de articular las ideas fundamentales del socialismo marxista con los conocimientos de la crtica ecolgica.

James O'Connor define como ecosocialistas las teoras y los movimientos que aspiran a subordinar el valor de cambio al valor de uso, organizando la produccin en funcin de las necesidades sociales y de las exigencias de la proteccin del medio ambiente. Su objetivo comn, un socialismo ecolgico, se traducira en una sociedad ecolgicamente racional fundada sobre el control democrtico, la igualdad social y la predominancia del valor de uso. Yo agregara que esta sociedad supone la propiedad colectiva de los medios de produccin, una planificaci6n democrtica que permita a la sociedad definir los objetivos de la produccin y las inversiones, y una nueva estructura tecnolgica de las fuerzas productivas.

Dicho de otra manera, una transformaci6n revolucionaria en el nivel social y econmico.

El razonamiento ecosocialista se apoya en dos argumentos esenciales: En primer lugar, el modo de Produccin y de consumo actual de los pases avanzados, fundado en una lgica de acumulacin ilimitada (del capital, de las ganancias, de las mercancas), de despilfarro de los recursos naturales, de consumo ostentoso y de destruccin acelerada del medio ambiente, de ninguna manera puede ser extendido al conjunto del planeta, bajo pena de crisis ecolgica mxima. De acuerdo con clculos ya viejos, si se generalizara al conjunto de la poblacin mundial el consumo medio de energa de los Estados Unidos, las reservas conocidas de petrleo serian agotadas en diecinueve das.

Este sistema basado necesariamente, entonces, en la conservacin y el agravamiento de desigualdades flagrantes, empezando por la que se da entre el Norte y el sur. En segundo lugar, en cualquiera de los casos, la continuacin del progreso capitalista y la expansin de la civilizacin fundada en la economa de mercado incluso bajo esta forma brutalmente desigual -amenazan directamente, a mediano plazo, (cualquier previsin seria azarosa), la propia supervivencia de la especie humana. La proteccin del medio ambiente natural es, en consecuencia, un imperativo para el hombre.

La racionalidad limitada del mercado capitalista, con su clculo inmediatista de las prdidas y de las ganancias, es intrnsecamente contradictoria con una racionalidad ecolgica, que toma en cuenta la temporalidad larga de los ciclos naturales. No se trata de oponer los malos capitalistas ecocidas a los buenos capitalistas verdes: es el sistema mismo, basado en la implacable competencia, las exigencias de rentabilidad, la carrera hacia la ganancia rpida, el que destruye los equilibrios naturales. El pretendido capitalismo verde no es ms que una maniobra publicitaria, una etiqueta que apunta a vender una mercanca o, en el mejor de los casos, una iniciativa local equivalente a una gota de agua en el rido suelo del desierto capitalista. Contra el fetichismo de la mercanca y la autonomizacin de la economa por parte del neoliberalismo, la apuesta de la que depende el porvenir es la aplicacin de una economa moral, en el sentido que daba el historiador britnico Edgard P. Thompson a ese trmino, es decir, una poltica econmica basada sobre criterios no monetarios y extraeconmicos en otros trminos, la reintricacin de la economa en lo ecolgico, lo social y lo poltico.

Las reformas parciales son totalmente insuficientes: hay que reemplazar la microrracionalidad de la ganancia por una macrorracionalidad social y ecolgica, lo cual exige un verdadero cambio de civilizacin. Esto es imposible sin una profunda reorientacin tecnolgica, que apunte al reemplazo de las fuentes actuales de energa por otras no contaminantes y renovables, como la energa elica o solar. La primera cuestin que se plantea es, en consecuencia, la del control de los medios de produccin y, sobre todo, de las decisiones de inversin y de la mutacin tecnolgica: en estos mbitos, el poder de decisin debe ser quitado a los bancos y a las empresas capitalistas para ser restituido a la sociedad, que es la nica que puede tomar en cuenta el inters general. Sin duda, el cambio radical concierne no solo a la produccin, sino tambin al consumo. No obstante, el problema de la civilizacin burgus-industrial no es -contrariamente a lo que a menudo pretenden los ecologistasel "consumo excesivo" de la poblacin, y la solucin no es una "limitacin" general del consumo, principalmente en los pases capitalistas avanzados. Es el tipo de consumo actual, basado en la ostentacin, el despilfarro, la alienacin mercantil, la obsesin acumuladora lo que debe ser cuestionado.

Una reorganizacin de conjunto del modo de produccin y de consumo es necesaria, de acuerdo con criterios exteriores al mercado capitalista: las necesidades reales de la poblacin (solventes o no) y la proteccin del medio ambiente. En otros trminos, una economa de transicin al socialismo, reencastrada (como dira Karl Polanyi) en el medio ambiente social y natural, en la medida en que derive de la eleccin democrtica, efectuada por la propia poblacin, de las prioridades y de las inversiones -y no por las leyes del mercado o por un Politbur omnisciente-. En otros trminos, una planificacin democrtica local, nacional y, tarde o temprano, internacional que defina: 1. qu productos debern ser subvencionados o, incluso, distribuidos gratuitamente; 2. qu opciones energticas debern ser continuadas, aun si no son, en un primer tiempo, las ms rentables; 3. cmo reorganizar el sistema de transportes, en funcin de los criterios sociales y ecolgicos; 4. qu medidas tomar para reparar, lo ms rpidamente posible los gigantescos estragos ambientales dejados como herencia del capitalismo. Y as lo dems...Esta transicin no solo conducir a un nuevo modo de produccin y a una sociedad igualitaria y democrtica, sino tambin a un modo de vida alternativo, a una civilizacin nueva, ecosocialista, ms all del reino del dinero, de los hbitos de consumo artificialmente inducidos por la publicidad y por la produccin al infinito de mercancas perjudiciales para el medio ambiente (el automvil individual!).

Utopa en el sentido etimolgico (no lugar), sin duda. Pero si no se cree, junto con Hegel, que todo lo que es real es racional, y todo lo que es racional es real, cmo pensar una racionalidad sustancial sin invocar utopas? La utopa es indispensable para el cambio social; extrae su fuerza de las contradicciones de la realidad y de los movimientos sociales reales. Es el caso del ecosocialismo, que propone una estrategia de alianza entre los rojos y los verdes, no en el sentido poltico estrecho de los partidos socialdemcratas y de los partidos verdes, sino en sentido amplio, es decir, entre el movimiento obrero y el movimiento ecologista -y la solidaridad con los/las oprimidos/as y explotados/as del Sur-.

Esta alianza presupone que la ecologa renuncia a la idea de un naturalismo antihumanista, seductora para algunos, y abandona su pretensin de sustituir a la crtica de la economa poltica. Esta convergencia tambin implica que el marxismo se libera del productivismo, al reemplazar el esquema mecanicista de la oposicin entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de produccin que la traban, por la mucho ms fecunda idea de que las fuerzas potencialmente productivas son efectivamente fuerzas destructivas.

Desarrollo de las fuerzas productivas o subversin del aparato de produccin?

Cierto marxismo clsico, apoyndose en algunos pasajes de Marx y de Engels, parte de la contradiccin entre fuerzas y relaciones de produccin para definir la revolucin social como la supresin de las relaciones de produccin capitalistas, convertidas en un obstculo para el libre desarrollo de las fuerzas productivas. Esta concepcin parece considerar el aparato productivo como neutro; y, una vez liberado de las relaciones de produccin impuestas por el capitalismo, podra tener un desarrollo ilimitado. El error de esta concepcin no necesita ser probado.

Es necesario rechazar esta perspectiva. Desde un punto de vista ecosocialista, se puede refutar esta concepcin inspirndose en los comentarios de Marx sobre la Comuna de Paris: los trabajadores no pueden apoderarse del aparato de Estado capitalista y hacerlo funcionar a su servicio. Deben destrozarlo y reemplazarlo por otro, de naturaleza totalmente distinta, una forma no estatal y democrtica de poder poltico, escribe en La guerra civil en Francia (1871).

El mismo anlisis sirve, mutatis mutandis, para el aparato productivo: por su naturaleza y estructura, no es neutro; est al servicio de la acumulacin del capital y de la expansin ilimitada del mercado. Est en contradiccin con las exigencias de salvaguardia del medio ambiente y de salud de la fuerza de trabajo. Es necesario, entonces, revolucionarlo transformando radicalmente su naturaleza. Esto puede significar, para algunas ramas de la produccin destruirla, por ejemplo, algunas tcnicas de pesca intensiva e industrial (responsables de la casi extincin de numerosas especies marinas), la tala total en las selvas tropicales, las centrales nucleares, etc., la lista es muy larga. Es el conjunto del modo de produccin y de consumo, construido enteramente alrededor de un consumo energtico siempre creciente, del automvil individual y de muchos otros productos domsticos energvoros, lo que debe ser transformado, con la supresin de las relaciones de produccin capitalistas y el comienzo de una transicin al socialismo. Va de suyo que cada transformacin del sistema productivo o de los transportes -reemplazo progresivo de la ruta por el tren, por ejemplo- debe hacerse con la garanta del pleno empleo de la fuerza de trabajo.

Cul ser el futuro de las fuerzas productivas en esta transicin hacia el socialismo -un proceso histrico que no se cuenta ni en meses ni en aos-? . Dos escuelas se enfrentan en el seno de lo que podramos llamar la izquierda ecolgica. La escuela optimista, de acuerdo con la cual, gracias al progreso tecnolgico y a las energas suaves, el desarrollo de las fuerzas productivas socialistas podra satisfacer a cada uno de acuerdo con sus necesidades (retornando el esquema de la expansin ilimitada), no integra los limites naturales del planeta, y termina reproduciendo, bajo el rtulo de "desarrollo durable", el viejo modelo socialista. La escuela pesimista, que parte de esos lmites naturales y considera que es necesario limitar, de manera draconiana, el crecimiento demogrfico y el nivel de vida de las poblaciones, abriga, a veces, el sueo de una dictadura ecolgica ilustrada: como sera necesario reducir la mitad del consumo de energa, al precio de una renuncia a nuestro modo de vida (casa individual, calefaccin muy confortable, etc.), estas medidas, que serian muy impopulares, solo podran ser impuestas sin el consentimiento de la sociedad.

Me parece que estas dos escuelas comparten una concepcin puramente cuantitativa del desarrollo de las fuerzas productivas. Hay una tercera posicin, que me parece ms apropiada, cuya hiptesis principal es el cambio cualitativo del desarrollo: poner fin al monstruoso despilfarro de los recursos por parte del capitalismo, fundado en la produccin a gran escala de productos intiles o perjudiciales, para orientar la produccin hacia la satisfaccin de las necesidades autnticas, empezando por aquellas que uno puede designar como bblicas: el agua, el alimento, la ropa, la vivienda.

Cmo distinguir las necesidades autnticas de las que son artificiales y falsas? Estas ltimas son inducidas por el sistema de manipulacin mental que se denomina publicidad. Pieza indispensable para el funcionamiento del mercado capitalista, la publicidad est destinada a desaparecer en una sociedad de transicin hacia el socialismo, para ser reemplazada por la informacin, provista por las asociaciones de consumo. El criterio para distinguir una necesidad autntica de una necesidad artificial es su persistencia luego de la supresin de la publicidad...

El automvil individual responde a una necesidad real, pero, en un proyecto ecosocialista fundado en la abundancia de los transportes pblicos gratuitos, aquel tendr un rol mucho ms reducido que en la sociedad burguesa, donde se convirti en un fetiche mercantil, un signo de prestigio y el centro de la vida social, cultural, deportiva y ertica de los individuos.

Sin duda, respondern los pesimistas, pero los individuos son impulsados por deseos y aspiraciones infinitas, que es necesario controlar y reprimir. Ahora bien, el ecosocialismo est fundado en una apuesta, que ya era la de Marx: la predominancia, en una sociedad sin clases, del ser por sobre el tener, es decir, la realizacin personal de las actividades culturales, polticas, ldicas, erticas, deportivas, artsticas, polticas, antes que la acumulacin de bienes y de productos.Esto no quiere decir que no habr conflicto entre las exigencias de proteccin del medio ambiente y las necesidades sociales, entre los imperativos ecolgicos y las necesidades del desarrollo, principalmente en los pases pobres. La democracia socialista, liberada de los imperativos del capital y del mercado, tiene que resolver esas contradicciones.

Convergencias en la lucha

La utopa revolucionaria de un socialismo verde o de un "comunismo solar" no significa que no se deba actuar desde ahora. No tener esperanzas en la posibilidad de ecologizar el capitalismo no quiere decir que se renuncie a comprometerse en la lucha por reformas inmediatas. Por ejemplo, algunas formas de ecoimpuestos pueden ser tiles, con la condicin de que sean fijadas por una lgica social igualitaria (hacer que paguen los que contaminan y no los consumidores) y que uno se libere del mito de que sera posible calcular, de acuerdo con el precio del mercado, el costo de los daos (externalidades) ecolgicas: son variables inconmensurables desde el punto de vista monetario. Tenemos necesidad de ganar tiempo desesperadamente, de luchar inmediatamente por la prohibicin de los gases fluorocarbonados CFC, que destruyen la capa de ozono, por una suspensin de los organismos genticamente modificados (OGM), por limitaciones severas de las emisiones de gas con efecto invernadero, por privilegiar los transportes pblicos al automvil individual contaminante y antisocial. La trampa que nos amenaza en ese campo es ver que nuestras reivindicaciones son tomadas formalmente en cuenta, pero vaciadas de su contenido. Un caso ejemplar de ese desvo lo dio el protocolo de Kyoto sobre el cambio climtico, que prevea una reduccin mnima del 5 % de las emisiones de gas con efecto invernadero en relacin con 1990 para el periodo de compromiso 2008-2012 -en efecto, demasiado poco para resultados verdaderamente concluyentes en el fenmeno de calentamiento climtico del planeta-. Los Estados Unidos, principal potencia responsable de las emisiones de gas, antes de ser superada en 2009 por China, se niegan siempre obstinadamente a ratificar el protocolo; en cuanto a Europa, Japn y Canad, sin duda lo ratificaron, pero combinndolo con clausulas, entre las que se encuentra el clebre mercado de derechos de emisin o el reconocimiento de los pretendidos pozos de carbn, disposiciones que reducen enormemente el alcance, ya limitado, del protocolo. Antes que los intereses a largo plazo de la humanidad primaron aquellos, limitados, de las multinacionales del petrleo y del complejo industrial automotriz.

La lucha por reformas ecosociales ser portadora de una dinmica de cambio, de transicin entre las demandas mnimas y el programa mximo, a condicin de que uno se sustraiga a las presiones de intereses dominantes, que avanzan invocando las "leyes del mercado", la competitividad" o la "modernizacin.Ya se manifiesta una necesidad de convergencia y de articulacin coherente de los movimientos sociales y de los movimientos ecologistas, de los sindicatos y de los defensores del medio ambiente, de los "rojos" y de los "verdes": empezando por la lucha contra el sistema de la deuda y las polticas de ajustes ultraliberales impuestas por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Unin Europea, hasta las consecuencias sociales y ecolgicas dramticas: desocupacin masiva, destruccin de los servicios pblicos, de las protecciones sociales y de las culturas cuyos productos estn destinados a la alimentacin, agotamiento de los recursos naturales para favorecer la exportacin; y la necesidad de producir localmente bienes poco contaminantes, con normas controladas, y de asegurar la soberana alimentaria de las poblaciones, en contra de la avidez de las grandes empresas capitalistas.

La lucha por una nueva civilizacin, a la vez ms humana y ms respetuosa de la naturaleza, pasar por una movilizacin del conjunto de los movimientos sociales emancipatorios, que es necesario asociar. Como muy bien lo dice Jorge Riechmann, ste proyecto no puede renunciar a ninguno de los colores del arcoris: ni el rojo del movimiento obrero anticapitalista e igualitario, ni el violeta de las luchas por la liberacin de la mujer, ni el blanco de los movimientos no violentos por la paz, ni del negro antiautoritarismo de los libertarios y de los anarquistas y, an menos, del verde de la lucha por una humanidad justa y libre sobre un planeta habitable.

Emergencia de la cuestin ecosocial en el Sur La ecologa social se convirti en una fuerza social y poltica presente en la mayora de los pases europeos, pero tambin, en cierta medida, en los Estados Unidos. No obstante, nada sera ms fcil que considerar que las cuestiones ecolgicas solo conciernen a los pases del Norte, que serian un lujo mas de las sociedades ricas. En los pases del capitalismo perifrico ("Sur") emergen movimientos sociales de dimensin ecolgica que reaccionan a un agravamiento creciente de los problemas ecolgicos sobre su continente, en Asia, en frica o en Amrica Latina: muy a menudo se trata de consecuencias de una poltica deliberada de exportacin de las producciones contaminantes o de los residuos de los pases imperialistas del Norte. Esta poltica, adems, se combina con un discurso econmico que la legtima como insuperable: desde el punto de vista de la 1gica del mercado, formulada por el propio Lawrence Summers, eminente experto, ex jefe econmico del Banco Mundial y ex Secretario del Tesoro norteamericano, Los pobres cuestan menos! Lo que dice, en sus propios trminos, da:

El clculo del costo de la contaminacin perjudicial para la salud depende de la prdida de rendimiento debida a la morbilidad y a la mortalidad incrementadas. Desde este punto de vista, una cantidad dada de contaminacin perjudicial para la salud debera ser realizada en los pases con los costos ms bajos, es decir, los pases con los salarios ms bajos.

Una formulacin cnica que traduce sin falsos pretextos la 1gica del capital globalizado. Por lo menos, su expresin tiene el mrito de la franqueza en relacin con todos los discursos lenitivos de las instituciones financieras internacionales que no dejan de invocar el desarrollo. En los pases del Sur se formaron movimientos que el economista barcelons Joan Martinez-Alier denomina la ecologa del pobre, o tambi6n neonardonismoecolgico. Este designa as a las movilizaciones populares en defensa de la agricultura campesina y el acceso comunitario a los recursos naturales, amenazados de destruccin por la expansin agresiva del mercado (o del Estado), as como por luchas contra la degradacin del medio ambiente inmediato provocada por el intercambio desigual, la industrializacin dependiente, las manipulaciones genticas y el desarrollo del capitalismo en el campo: los agronegocios. A menudo, estos movimientos no se definen como ecologistas, pero su lucha no deja de tener una dimensin ecolgica determinante.

Va de suyo que no se oponen a las mejoras aportadas por el progreso tecnolgico: por el contrario, la demanda de electricidad, de agua corriente, las necesidades de canalizacin y de desages, la implantacin de dispensarios mdicos figuran en un buen lugar en las plataformas de sus reivindicaciones. Lo que rechazan es la contaminacin y la destruccin de su medio natural en nombre de las leyes del mercado y de los imperativos de la expansin capitalista. Un texto del dirigente campesino peruano Hugo Blanco expresa notablemente el sentido de esta ecologa de los pobres: A primera vista los ecologistas o conservacionistas son unos tipos un poco locos que luchan porque los ositos panda o las ballenas azules no desaparezcan. Por muy simpticos que le parezcan a la gente comn, sta considera que hay cosas ms importantes por las cuales preocuparse, por ejemplo, cmo conseguir el pan de cada da. [ . . . ] Pueden ser verdaderas hasta cierto punto esas opiniones, sin embargo en Per existen grandes masas populares que son ecologistas activas (por supuesto si a esa gente le digo eres ecosocialista pueden contestarme ecologista ser tu madre" o algo por el estilo). [...] No son acaso ecologistas los pueblos de Ilo y de otros valles que estn siendo afectados por la Southern? [...] Son completamente ecologistas las poblaciones que habitan la selva amaznica y que mueren defendindola contra sus depredadores. Es ecologista la poblacin de Lima que protesta por estar obligada a baarse en las playas contaminadas.

A comienzos del siglo XXI, la ecologa social se convirti en una de las formaciones ms importantes del vasto movimiento contra la globalizacin capitalista neoliberal que se expandi tanto al norte como al sur del planeta. La presencia masiva de los ecologistas fue una de las caractersticas impresionantes de la gran manifestacin de Seattle contra la Organizacin Mundial del Comercio en 1999, que lanz el movimiento internacional de oposicin. Durante el primer Foro Social Mundial de Porto Alegre, en 2001, uno de los actos simblicos fuertes ate la operacin de arranque de una plantacin de maz transgnico de la multinacional Monsanto, conducida por militantes del Movimiento de los campesinos Sin Tierra brasileo (MST) y por la Confederacin campesina francesa de Jos Bov. La lucha contra la multiplicacin descontrolada de los OGM moviliza en Brasil, en India, en Francia y en otros pases, no solo al movimiento ecolgico, sino tambin al movimiento campesino, y a una parte de la izquierda, con la simpata de la opinin pblica, inquieta por las consecuencias imprevisibles de las manipulaciones transgnicas sobre la salud pblica y el medio ambiente natural.

Lucha contra la mercantilizacin del mundo y defensa del medio ambiente, resistencia a la dictadura de las multinacionales y combate per la ecologa estn ntimamente relacionados en la reflexin y en la prctica del movimiento mundial contra la mundializacin capitalista/ liberal.

Captulo 2

Ecosocialismo y planificacin

democrtica

Si es imposible aplicar reformas al capitalismo con el objetivo de poner los beneficios al servicio de la supervivencia humana, qu alternativa existe, si no es la de optar por un gnero de economa planificada en los niveles nacional e internacional? Problemas tales como el cambio climtico necesitan la mano invisible de la planificacin directa [...]. En el seno del capitalismo, nuestros dirigentes corporativistas de ninguna manera pueden dejar de tomar sistemticamente decisiones sobre el medio ambiente y la economa que son errneas, irracionales y, a fin de cuentas, suicidas a nivel mundial, teniendo en cuenta la tecnologa que tienen a su disposicin. Entonces, qu otra eleccin tenemos que no sea considerar una verdadera alternativa ecosocialista?

Richard SmithEl ecosocialismo tiene como objetivo proveer una alternativa de civilizacin radical a lo que Marx denominaba el progreso destructivo del capitalismo. Propone una poltica econmica que satisfaga las necesidades sociales y que mantenga el equilibrio ecolgico; esta debe estar basada, entonces, en criterios no monetarios y extraeconmicos. Los principales fundadores del ecosocialismo encuentran su origen en el movimiento ecolgico, al mismo tiempo que en la crtica marxista de la economa poltica. Esta sntesis dialctica considerada por un amplio espectro de autores, desde Andr Gorz a Elmar Altvater; desde James O'Connor a Joel Kovel y John Bellamy Foster - es al mismo tiempo una crtica de la ecologa de mercado, que se adapta al sistema capitalista, y del socialismo productivista, que permanece indiferente a la cuestin de los lmites de la naturaleza.

De acuerdo con los ecosocialistas, los ecologistas polticos no parecen tomar en consideracin la contradiccin intrnseca que existe entre la dinmica capitalista, basada en la expansin ilimitada del capital y la acumulacin de las ganancias, y la preservacin del medio ambiente. Sin duda a menudo hacen una crtica pertinente del productivismo, pero que no conduce, no obstante, ms lejos que a las reformas ecolgicas, derivadas de la economa de mercado.

En el siglo XX, la socialdemocracia y el movimiento comunista de inspiracin sovitica aceptaron el modelo de produccin existente: para la primera, una versin reformada -keynesiana, en el mejor de los casos- del sistema capitalista; para el segundo, una forma de productivismo autoritaria y colectivista -o capitalismo de Estado-. En los dos casos, las apuestas medioambientales eran dejadas de lado o, al menos, marginadas.

Karl Marx y Friedrich Engels tenan conciencia de las consecuencias destructivas para el medio ambiente del modo de produccin capitalista. Varios pasajes de El capital, as como otros escritos, nos lo indican. Adems consideraban que el objetivo del socialismo no era producir cada vez mas bienes, sino dar a los seres humanos tiempo libre para que puedan desarrollar plenamente su potencial. En este nivel, comparten poco la idea del productivismo definida como una expansin ilimitada de la produccin como objetivo en s. No obstante, en varios de sus textos, se sugiere que la transformacin socialista solo se refiere a las relaciones capitalistas de produccin, que serian un obstculo (el trmino empleado ms a menudo es cadenas) para el libre desarrollo de las fuerzas productivas. Entonces, socialismo querra decir, sobre todo, apropiacin social de esas capacidades productivas, ponindolas al servicio de los trabajadores. Tomemos, por ejemplo, un pasaje del Anti-Diihring, de Friedrich Engels, texto cannico si los hay para muchas generaciones de marxistas: bajo el rgimen socialistas, la sociedad torna posesin abiertamente y sin rodeos de las fuerzas productivas que se volvieron demasiado grandes en el sistema existente.

El caso de la Unin Sovitica ilustra los problemas que se derivan de una apropiacin colectivista del aparato productivo capitalista. La tesis de la socializacin de las fuerzas productivas existentes predomino desde la instauracin del rgimen en 1917. Luego de la Revolucin de Octubre, muy rpidamente, el proceso de burocratizacin estalinista puso a punto y aplic mtodos productivistas, tanto en la agricultura como en la industria: mientras el campesinado resista, la poltica del rgimen era impuesta por mtodos totalitarios, a riesgo de eliminar a los refractarios o a los que se supona lo eran. En los aos 1960, las autoridades soviticas intensifican la cultura del algodn en Asia central, alimentada por el agua del mar de Arar: desde 1918, estas haban planificado desecar este mar para producir arroz y algodn. La catstrofe de Chernbil en 1986 es el ejemplo extremo de las consecuencias desastrosas de la imitacin de las tecnologas occidentales de produccin. Si el cambio de las formas de propiedad no es seguido por una gestin democrtica y por una reorganizacin ecolgica del sistema de produccin, se llega a una situacin sin salida posible.En los escritos de algunos disidentes marxistas de los aos 1930, como Walter Benjamin, ya aparece una crtica de la ideologa productivista del progreso, as como de la idea de una explotacin socialista de la naturaleza. No obstante, sobre todo en el curso de los ltimos decenios del siglo XX, el ecosocialismo propiamente dicho quebranto la tesis de la neutralidad de las fuerzas productivas. El sistema productivo debe ser transformado en su conjunto. El control pblico de los medios y una planificacin democrtica que tome en cuenta la preservacin de los equilibrios ecolgicos son indispensables. Constituyen dos pilares del ecosocialismo: conforme a estos principios, la inversin derivar de decisiones de orden pblico, al igual que el cambio tecnolgico; estos dos campos de competencia sern quitados a los bancos y a las empresas capitalistas, si se quiere que sirvan al bien comn de la sociedad.

No obstante, no alcanza con poner esta competencia en manos de los trabajadores, es decir, la exacta categora de los activos. En El capital, libro III, Marx define el socialismo como una sociedad en la que los productores asociados regulan racionalmente sus intercambios (Stoffivechsel) con la naturaleza. En el libro primero, ampla sin embargo su abordaje: el socialismo es concebido como una asociacin de seres humanos (Menschen) libres que trabajan con medios comunes (gemeinschaftlichen) de produccin. Esta concepcin es mucho ms apropiada: engloba a productores y consumidores, poblacin productiva y no productiva, a los estudiantes, la juventud, las mujeres (y hombres) que realizan las tareas hogareas, jubilados, etc,

En este sentido, el conjunto de la sociedad ser libre de elegir democrticamente las lneas productivas a privilegiar y el nivel de recursos que debern ser invertidos en educacin, salud o cultura. El precio de los bienes ya no sera fijado de acuerdo con las leyes de la oferta y la demanda, sino que sera determinado de acuerdo con criterios sociales, polticos y ecolgicos. Al comienzo, solo los impuestos sobre ciertos productos y subvenciones para otros seran aplicados, pero, idealmente, cada vez ms productos y servicios seran distribuidos gratuitamente segn la voluntad de los ciudadanos. Lejos de ser desptica en s, la planificacin democrtica es el ejercicio de la libertad de decisin que se da en el conjunto de la sociedad. Un ejercicio necesario para liberarse de las "leyes econmicas" y de las jaulas de hierro alienantes que son las estructuras capitalistas y burocrticas. La planificacin democrtica asociada a la reduccin del tiempo de trabajo seria un progreso considerable de la humanidad hacia eso que Marx denominaba el reino de la libertad: el alimento del tiempo libre es, de hecho, una condicin de la participacin de los trabajadores en la discusin democrtica y en la gestin tanto de la economa como de la sociedad.

Los partidarios del mercado integral y del librecambio justifican su oposicin categrica a cualquier forma de economa organizada por el fracaso de la planificacin sovitica. Se sabe, sin entrar en una discusin sobre los logros y los fracasos del ejemplo sovitico, que se trataba, sin duda alguna, de una forma de "dictadura sobre las necesidades", para citar la expresin empleada por Gyrgy Mrkus y sus colegas de la Escuela de Budapest: un sistema no democrtico y autoritario que otorgaba el monopolio de las decisiones a una oligarqua restringida de tecnoburcratas. No es la planificacin la que condujo a la dictadura.

La imitacin creciente de la democracia en el seno del Estado sovitico y la instauracin de un poder burocrtico totalitario despus de la muerte de Lenin dieron lugar a un sistema de planificacin cada vez ms autoritario y no democrtico. Si es verdad que el socialismo es definido como el control de los procesos de produccin por los trabajadores y por la poblacin en general, la Unin Sovitica, bajo Stalin y luego bajo sus sucesores, estuvo muy lejos de corresponder a esta definicin.

El fracaso de la Unin Sovitica ilustra los lmites y las contradicciones de una planificacin burocrtica, cuya ineficacia y cuyo carcter arbitrario precipitaron la cada del rgimen: no puede servir de argumento contra la aplicacin de una planificacin realmente democrtica. La concepcin socialista de la planificacin no es ms que la democratizacin radical de la economa: si es verdad que las decisiones polticas no deben corresponder a una pequea lite de dirigentes, por qu no aplicar el mismo principio a las decisiones de orden econmico? A fortiori, cuando la cuestin econmica es la materia poltica por excelencia. La cuestin del equilibrio entre los mecanismos del mercado y los de la planificacin es, sin duda, una apuesta compleja. Durante las primeras fases de la sociedad de transicin futura, los mercados todava ocuparon, indudablemente, un lugar importante, pero su mbito ser enmarcado y restringido a medida que la transicin hacia el socialismo progrese. Engels insista en el hecho de que una sociedad socialista tendr que erigir el plan de produccin segn los medios de produccin, respecto de los que las fuerzas de trabajo forman parte especialmente. Son, a fin de cuentas, los efectos tiles de diversos objetos de uso, sopesados entre ellos y en relacin con las cantidades de trabajo necesarias para su produccin, los que determinarn el plan []

En el sistema capitalista, el valor de uso solo es un medio -y a menudo un artificio- subordinado al valor de cambio y a la rentabilidad: esto explica, en realidad, por qu hay tantos productos en nuestra sociedad sin ninguna utilidad. En una economa socialista planificada, la produccin de los bienes y de los servicios solo responde al criterio del valor de uso, lo que implica consecuencias en los niveles econmico, social y ecolgico, cuya amplitud seria espectacular. El principal impulsor de la transformacin es el valor de uso: El reforzamiento del valor de uso y las reestructuraciones subsecuentes de las necesidades se convierten en el parmetro social de la tecnologa, en lugar de la transformacin del tiempo en plusvala y dinero, escribe Joel Kovel.Entendmonos bien. El gnero de sistema de planificacin democrtica considerada aqu se refiere a los principios que valdrn en las elecciones econmicas; y no se trata de planificar la administracin de los restaurantes, las tiendas de comestibles, las panaderas, los pequeos comercios, las empresas artesanales ni tampoco de los servicios. Es importante destacar que la planificacin no entra en contradiccin con la autogestin de los trabajadores en sus unidades de produccin. Mientras que la decisin de transformar, por ejemplo, una fbrica de automviles en unidad de produccin de buses o de tranvas correspondera al conjunto de la sociedad, la organizacin y el funcionamiento internos de la fbrica seran administrados por los propios trabajadores Se debati ampliamente acerca del carcter "centralizado" o "descentralizado" de la planificacin, pero lo importante sigue siendo el control democrtico del plan en todos los niveles -local, regional, nacional, continental y, esperamos, planetario-, dado que los temas de la ecologa, tales como el calentamiento climtico, son mundiales y solo pueden ser tratados a esta escala. Esta proposicin podra ser denominada planificacin democrtica global. Incluso a un nivel como este, se tratara de una planificacin que se opone a lo que a menudo se describe como una planificacin central, pues las decisiones econmicas y sociales no seran tomadas por un centro cualquiera, sino que seran determinadas democrticamente por las poblaciones implicadas.

Por supuesto, en el marco de un sistema de planificacin democrtica no dejarn de evocarse tensiones y contradicciones entre los establecimientos autogestionados y las administraciones democrticas locales y de otros grupos sociales ms amplios. Las negociaciones conduciran a la resolucin de conflictos; en ltima instancia, a los grupos implicados ms amplios, y solo si son mayoritarios, correspondera ejercer su derecho a imponer sus opiniones. Tomemos un ejemplo: una fbrica autogestionada decide descargar sus desechos txicos en un rio. La poblacin de toda una regin es amenazada por esta contaminacin. En ese momento, ella puede, luego de un debate democrtico, decidir que la produccin de esa unidad debe ser detenida hasta que se encuentre una solucin satisfactoria. Idealmente, en una sociedad ecosocialista, los propios trabajadores de la fbrica tendrn una conciencia ecolgica suficiente y evitaran tornar decisiones peligrosas para el medio ambiente y para la salud de la poblacin local. No obstante, el hecho de introducir medios que garanticen el poder de decisin de la poblacin para defender el inters general, como en el ejemplo precedente, no significa que las cuestiones concernientes a la administracin interna no tengan que someterse a los ciudadanos a nivel de la fbrica, de la escuela, del barrio, del hospital o del pueblo.

La planificacin socialista debe estar basada en un debate democrtico y pluralista, en cada nivel de decisin. Surgidos de partidos o de plataformas polticas, los delegados de los organismos de planificacin son elegidos y las diversas proposiciones son presentadas a todos aquellos a los que conciernen. Dicho de otro modo, la democracia representativa debe ser enriquecida -y mejorada- por la democracia directa, que permite a las personas elegir directamente -en el nivel local, nacional y, en ltimo lugar, internacional- entre diferentes proposiciones. Podra debatirse sobre la gratuidad del transporte pblico, sobre un impuesto especial pagado por los propietarios de automviles para subvencionar el transporte pblico, sobre la subvencin de la energa nuclear, sobre la reduccin del tiempo de trabajo (a 30, 25 horas semanales o menos), incluso si esto implica una reduccin de la produccin. El carcter democrtico de la p1anificacin no la vuelve incompatible con la participacin de los expertos, cuyo rol no es decidir, sino contribuir a los debates y a la informacin pblica conquistando su posicin -a menudo diferente e, incluso, opuesta-. Ernest Mandel resuma as la democracia que planifica:

Los gobiernos, los partidos polticos, los consejos de planificacin, los cientficos, los tecncratas o los individuos pueden hacer proposiciones, presentar iniciativas e intentar influir a las personas... No obstante, en un sistema multipartidario, tales proposiciones nunca sern unnimes: las personas elegirn entre varias opciones coherentes. As, el derecho y el poder efectivo de tomar las decisiones deberan estar al mismo tiempo en las manos de la mayora de los productores -consumidores-ciudadanos y de nadie ms. Hay algo paternalista o desptico en esta postura?

Una objecin, no obstante, merece ser formulada: qu garanta hay de que las personas harn las elecciones correctas, las que protegen el medio ambiente, incluso cuando el precio a pagar sea alto? Pues el precio ser el cambio de una parte de sus hbitos de consumo.Una garanta de este tipo no existe. Uno no puede ms que confiar en la racionalidad de las decisiones democrticas. Es verdad que el pueblo a veces cometer errores y malas elecciones, pero acaso los expertos no cometen errores? Mandel observ:No pensamos que la mayora siempre tenga razn [...]. Todo el mundo comete errores. Esto es verdad para la mayora de los ciudadanos, de los productores y de los consumidores, todos juntos. No obstante, habr una diferencia esencial entre ellos y sus predecesores. En cualquier sistema en el que el poder es desigual [], quienes toman las malas decisiones acerca de la aspiracin de los recursos raramente son los que pagan las consecuencias de sus errores Teniendo en cuenta el hecho de que exista una real democracia poltica, elecciones culturales reales e informacin, es difcil creer que la mayora preferira ver la desaparicin de sus bosques [...] o sus hospitales con un nmero insuficiente de personal antes que corregir los errores de asignacin.

Es razonable, entonces, considerar que los errores graves -incluyendo las decisiones incompatibles con las necesidades en materia de medio ambiente- sern corregidos. En todo caso, uno se puede preguntar si el proceso democrtico, con todos sus limites... no sera menos peligroso que la alternativa -el mercado despiadado o una dictadura ecologista de los "expertos"- que se perfila si los pueblos no intervienen.

Sin duda, para que la planificacin funcione, son necesarios cuerpos ejecutivos y tcnicos que puedan aplicar las decisiones, pero su autoridad ser limitada por el control permanente y democrtico ejercido por los niveles inferiores, all donde la autogestin de los trabajadores tenga lugar en el proceso de administracin democrtica. De todos modos, no se puede esperar que la mayora de la poblacin emplee la totalidad de su tiempo libre a la autogestin o a reuniones participativas. Como lo observ Ernest Mandel, la autogestin no tiene por efecto la supresin de la delegacin, sino que es una combinacin entre la toma de las decisiones por parte de los ciudadanos y un control ms estricto de los delegados por sus electores respectivos.

A comienzos de los aos 2000, el publicista norteamericano Michael Albert defini y describi la economa que sera la vida despus del capitalismo: la denomin participatory economics o parecon, la economa participalista. Esta fue el objeto de debates en el seno del movimiento altermundialista y del Global Justice Movement (el Movimiento por la justicia global). Esta concepcin de una economa postcapitalista muestra serias limitaciones, como la ignorancia de la ecologa: opone parecon y socialismo que reduce al modelo burocrtico y centralista de la Unin Sovitica. El parecon tiene caractersticas comunes con el gnero de planificacin ecosocialista que formulamos nosotros: rechazo del mercado capitalista y de la planificacin burocrtica, antiautoritarismo y confianza otorgada a la autoorganizacin de los trabajadores. El modelo de planificacin participativa de Albert se basa en una construccin institucional compleja. Esta est hecha del dilogo, de la concertacin permanente de los diferentes actores sociales:

Los trabajadores y los consumidores determinan en comn la producci6n evaluando de manera profunda todas las consecuencias. Las instancias de asistencia para las decisiones anuncian a continuaci6n los ndices de los precios para todos los productos, los factores de produccin, entre los que se encuentran la mano de obra y el capital fijo.

Estos ndices son calculados en funcin del ao precedente y de los cambios ocurridos. Los consumidores (individuos, consejos, federacin de consejos) responden con proposiciones utilizando esos precios como una evaluacin realista del conjunto de los recursos, del material, de la mano de obra, de los efectos indeseables (como la contaminacin) y ventajas sociales inherentes a cada bien o servicio. Simultneamente, los trabajadores individuales, as como sus consejos y federaciones, hacen sus propias proposiciones, anunciando lo que prevn producir y los factores de produccin necesarios, basndose tambin ellos en los precios como estimacin del valor social de la produccin y de los costos que implica. Sobre la base de las proposiciones hechas pblicas por los trabajadores y los consumidores, los consejos de decisin pueden calcular los excesos de oferta o de demanda para cada producto y revisar el ndice de precios de acuerdo con un mtodo que es objeto de un acuerdo social. Los consejos revisan entonces sus proposiciones []. En la medida en que ningn actor tiene ms influencia que otro actor en el proceso de planificacin, en el que cada uno evala los costos y los beneficios sociales con un peso que corresponde al grado de implicacin en la produccin y el consumo, ese proceso genera simultneamente equidad, eficacia y autogestin

El principal problema de esta concepcin - que no es para nada muy simple, contrariamente a lo que afirma Michel Albert, sino extremadamente elaborada y, a veces, bastante oscura - es que parece reducir la planificacin a una especie de negociacin entre productores y consumidores sobre los precios, los recursos, los productos terminados, la oferta y la demanda. Concretamente, para la rama de la industria del automvil, esto se traducira en una reunin del consejo de sus trabajadores con el consejo de consumidores para discutir precios y adaptar la oferta a la demanda. Lo que aqu se omite es precisamente el objeto principal de la planificacin ecosocialista, su razn de ser: la reorganizacin del sistema de transporte, cuyo objetivo es reducir radicalmente el lugar del automvil personal. El parecon privilegia la concertacin, sector por sector, mientras que el ecosocialismo los recompone en su estructura, a la manera de diversas industrias -nuclear, por ejemplo-; o bien busca crear algo nuevo, a travs de la inversin masiva, como la energa solar. Cmo podra ser administrada toda la produccin industrial por medio de negociaciones cooperativas entre las unidades de produccin existentes y los consejos de consumidores, nicamente encuadrando sus recursos y sus precios indicativos?

El modelo de Albert conserva, de hecho, las estructuras tecnolgicas y productivas actuales; es demasiado economicista para tomar en cuenta los intereses sociopolticos y socioecolgicos de la poblacin los intereses de los individuos en tanto seres humanos y ciudadanos, que viven en un medio ambiente natural amenazado, los cuales no pueden reducirse a sus intereses econmicos en tanto productores y consumidores-. En su concepcin, no solo el Estado en tanto institucin es dejado a un lado lo cual constituye una elecci6n respetable-, sino que la poltica tambin es apartada, en tanto confrontacin de diferentes elecciones, ya sean de orden econmico, social, poltico, ecolgico, cultural o relativo a la civilizacin, en los niveles local, nacional internacional.

Este punto es muy importante dado que el pasaje del progreso destructivo del sistema capitalista al socialismo (o planificacin democrtica) es un proceso histrico, una transformacin revolucionaria y constante de la sociedad, de la cultura y de las mentalidades - y la poltica en sentido amplio, tal como fue definida antes, est innegablemente en el corazn de este proceso-. Una evolucin como esta no pude nacer sin un cambio revolucionario de las estructuras sociales y polticas y sin el apoyo activo de una amplia mayora de la poblacin al programa ecosocialista. Esta transicin no solo conducir a un nuevo modo de produccin y a una sociedad democrtica e igualitaria, sino tambin a otro modo de vida: conducir a una verdadera civilizacin ecosocialista, por encima del imperio del dinero, con sus hbitos de consumo artificialmente inducidos por la publicidad y su produccin ilimitada de bienes intiles y/o perjudiciales para el medio ambiente. Lejos de la concepcin puramente cuantitativa del crecimiento -positivo o negativo-, la planificacin ecosocialista tendr como criterio de desarrollo lo cualitativo. Su primer objetivo es poner fin al despilfarro monstruoso de los recursos provocado por el capitalismo. La planificacin excluir de la produccin a gran escala todos los productos intiles y/o perjudiciales, como tambin todos esos productos fabricados en el sistema capitalista con una obsolescencia programada, que no tienen ms utilidad que la de generar un volumen de negocios y sacar ganancia para las grandes empresas. La planificacin no se interesa solo por el consumo excesivo en abstracto, entonces, sino mas bien por el tipo de consumo.

La planificacin democrtica deber hacer suyas, como prioridad, la cuestin alimentaria -tan crucial en el Norte como en el Sur- y la agricultura biolgica campesina, organizada en unidades familiares, cooperativas o granjas colectivas, con el objetivo de terminar con los mtodos destructivos y antisociales de la industria de los agronegocios; deber decidir acerca de la produccin de la industria qumica. De ninguna manera existe la necesidad -como parecen creerlo algunos ecologistas puritanos y ascticos- de reducir, en trminos absolutos, el nivel de vida de las poblaciones europeas o norteamericanas. Simplemente sera necesario que estas se desprendan de los productos intiles y peligrosos, los que no satisfacen ninguna necesidad real y cuyo consumo obsesivo es mantenido por el sistema capitalista. Otra prioridad, los recursos energticos renovables: el agua, el viento y el sol. La cuestin de la energa es crucial, porque la energa fsil es responsable de la mayor parte de la contaminacin del planeta y porque se agota. La energa nuclear es una falsa alternativa, no solo por el riesgo de un nuevo Chernbil, sino tambin porque nadie sabe qu hacer con los millares de toneladas de residuos radioactivos -que continan siendo txicos durante centenares, millares de aos-. En qu se convertirn las centrales detenidas, contaminadas e intiles? Dejada de lado desde siempre por las sociedades capitalistas (por su falta de rentabilidad o de competitividad), la energa solar debe, en la planificacin democrtica, convertirse en objeto de impulso de investigaciones y de desarrollo. Debe desempear un rol central en la construccin de un sistema energtico alternativo.

En el mbito del transporte, el automvil individual plantea problemas complejos. Los vehculos individuales son un perjuicio pblico. A escala planetaria, matan o mutilan a centenas de miles de personas cada ao. Contaminan el aire de las grandes ciudades con consecuencias nefastas para la salud de los nios y de las personas mayores- e influyen considerablemente en el cambio climtico. Pero es necesario constatar que el automvil satisface necesidades muy reales en las condiciones actuales del capitalismo. En las grandes ciudades europeas, en las que las autoridades se preocupan por el medio ambiente, experiencias locales -aprobadas por la mayora de la poblacin- demuestran que es posible limitar progresivamente el lugar del automvil particular para privilegiar el bus o el tranva. La planificacin democrtica podra apropiarse de la cuestin de la cobertura en red del territorio per medio de los transportes ferroviarios, tanto para los pasajeros como para el transporte de mercaderas. Dentro de esta perspectiva sera mucho ms fcil reducir drsticamente el transporte de mercaderas por carreteras -responsable de accidentes trgicos y del nivel de contaminacin demasiado elevado- para reemplazarlo por el transporte ferroviario, o el transporte en camin por vas ferroviarias [ferroutage]: solo la 1gica absurda de la competitividad capitalista explica el desarrollo del transporte a travs de camiones. No es menos cierto que el automvil no solo tiene su valor de uso, y que su valor simblico es enorme, y esto es as desde su creacin. La publicidad invadi nuestras calles, nuestros buzones de correo, nuestras pantallas de televisin, nuestros diarios y nuestros paisajes de una manera insidiosa, permanente y agresiva. La industria publicitaria contribuye directamente en los hbitos de consumo ostensible y compulsivo. Acerca de ella y de su existencia habra que decidir en el marco de la planificacin democrtica. Es la causa de un despilfarro tremendo de petrleo, de electricidad de tiempo de trabajo, de papel y de sustancias qumicas, entre otras materias primas -todo pagado por los consumidores-. Se trata de una rama de produccin que no solo es intil desde el punto de vista humano, sino que tambin entra en contradiccin con las necesidades sociales reales. Mientras que la publicidad es una dimensin indispensable en una economa de mercado capitalista, no tendra lugar en una sociedad de transicin hacia el socialismo.

Una cosa es reconocer en el hombre sus deseos de representacin, su necesidad de ostentacin, pero otra es favorecer la publicidad, que concierne a la manipulacin mental. La aspiracin que debe ser cultivada es la del tiempo libre por sobre el deseo de poseer innumerables objetos. El fetichismo de la mercanca que mantiene y explota la publicidad incita a la compra compulsiva. Nada prueba que este modo de ser por el tener forma parte de la eterna naturaleza humana. Como lo destac Ernest Mandel,

la acumulacin permanente de bienes cada vez ms numerosos (cuya utilidad marginal esta en descenso) no es en absoluto un rasgo universal ni permanente del comportamiento humano. Una vez satisfechas las necesidades bsicas, las motivaciones principales evolucionan: desarrollo de los talentos y de las inclinaciones gratificantes para uno mismo, preservacin de la salud y de la vida, proteccin de los nios, desarrollo de relaciones sociales enriquecedoras

Los conflictos existirn y emergern: entre las necesidades de proteccin del medio ambiente y las necesidades sociales, entre las obligaciones en materia de ecologa y la necesidad de desarrollar las infraestructuras de base, entre los hbitos populares de consumo y la falta de recursos. El rol de la planificacin democrtica, en una perspectiva ecosocialista liberada de las obligaciones del capital y de la ganancia, ser resolverlos gracias a discusiones abiertas y pluralistas, que conduzcan a la sociedad a tomar las decisiones. Una democracia como esta, comn y participativa, es el nico medio, no para evitar cometer errores, sino para corregirlos por medio de la colectividad social.

Se trata de una utopa? En el sentido etimolgico algo que no existe en ningn lugar- sin duda. No obstante, las utopas, es decir, las visiones de un mundo alternativo, las imgenes ideales de una sociedad diferente, no son una caracterstica necesaria de cualquier movimiento que aspire a desafiar el orden establecido? Como lo explica Daniel Singer en su testamento literario y poltico, qui appartient l'avenir? [A quin pertenece el futuro?], en un potente captulo titulado Une utopie raliste" [Una utopa realista]:

Si el establecimiento parece tan slido a pesar de las circunstancias, y s el movimiento de los trabajadores -o la izquierda en general- est en este punto debilitada o paralizada, es porque en ningn lado se presenta un proyecto alternativo radical [...]. La regla del juego consiste en no poner en cuestin ni los principios de razonamiento ni los fundamentos de la sociedad. Solo una alternativa global, que rompa esta resignacin y esta capitulacin, podr dar al movimiento de emancipacin una real envergadura.

La utopa socialista y ecolgica solo es una posibilidad objetiva. No es el resultado mecnico de las contradicciones ni de las leyes de hierro de la Historia. Solo se puede predecir el futuro bajo forma condicional: la lgica capitalista llevar a desastres ecolgicos dramticos que amenazan la salud y la vida de millones de seres humanos e, incluso, la supervivencia de nuestra especie, si no se asiste a un cambio radical del paradigma de la civilizacin y a una transformacin ecosocialista. Las experiencias en el nivel local, como las zonas sin automviles en varias ciudades europeas, las cooperativas de agricultura orgnica lanzadas por el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil (MST) o el presupuesto participativo de Porto Alegre son ejemplo los limitados, pero no carentes de inters, del cambio social y ecolgico. Con sus asambleas locales que decidan prioridades del presupuesto, Porto Alegre, capital del Estado de Rio Grande do Sul, era, a pesar de sus lmites y hasta el fracaso de la izquierda en las elecciones municipales de 2002, el ejemplo ms interesante de una planificacin desde abajo.

No habr transformacin radical ni de transicin hacia el ecosocialismo mientras las fuerzas comprometidas en un programa radical, socialista y ecolgico no sean hegemnicas, en el sentido en el que lo entenda el terico italiano Antonio Gramsci. En un sentido, el tiempo es nuestro aliado, pues trabajamos por el nico cambio capaz de resolverlos problemas del medio ambiente, cuya situacin no hace ms que agravarse. Por otro lado, el tiempo est contado; en algunos aos -nadie podra decir cundo-, los daos podran ser irreversibles. No hay razn para ser optimista: el poder de las lites actuales a la cabeza del sistema es inmenso, y las fuerzas de oposicin radical son an modestas. No obstante, son la nica esperanza que tenemos para poner un freno al progreso destructivo del capitalismo. Walter Benjamin propona definir la revolucin, no como locomotora de la Historia, sino como la accin salvadora de la humanidad, que tira del freno de emergencia antes de que el tren se hunda en el abismo...

II

Marxismo y ecosocialismo

Captulo 3Progreso destructivo:

Marx, Engels y la ecologaEn qu medida el pensamiento de Marx y de Engels es compatible con La ecologa moderna? Se puede concebir una lectura ecolgica de Marx? Cules son los aportes indispensables del marxismo para la constitucin de un ecosocialismo a la altura de los desafos del siglo XXI? Y cules son las concepciones de Marx que exigen una revisin en funcin de estas exigencias?

Mi punto de partida es la siguiente comprobacin: en primer lugar, los temas ecolgicos no ocupan un lugar central en el dispositivo terico marxiano; en segundo lugar, los escritos de Marx y de Engels sobre la relacin entre las sociedades humanas y la naturaleza estn lejos de ser unvocos y pueden, en consecuencia, ser objeto de interpretaciones diferentes. A partir de estas premisas, intentare poner en evidencia algunas tensiones o contradicciones en los textos de los fundadores del materialismo histrico, subrayando, no obstante, las pistas que dan para una ecologa de inspiracin marxista.

Cules son las principales crticas que los ecologistas dirigen al pensamiento de Marx y de Engels? En primer lugar, se describe a los dos pensadores como partidarios de un progresismo conquistador, prometeico, que opone el hombre a la naturaleza y hace de l como el amo y poseedor del mundo natural, de acuerdo con la frmula de Descartes. Es verdad que en ambos se encuentran numerosas referencias a las nociones de control, de dominio o incluso de "dominacin" de la naturaleza. Por ejemplo, segn Engels, en el socialismo, los seres humanos por primera vez se convierten en amos reales y conscientes de la naturaleza, en tanto amos de su propia vida en sociedad. No obstante, como lo veremos ms adelante, los trminos dominio o dominacin de la naturaleza a menudo remiten al conocimiento de las leyes de la naturaleza.

Luego, lo que impresiona desde los primeros escritos de Marx es su naturalismo ostensible, su visin del ser humano como un ser natural, inseparable de su medio ambiente natural. La naturaleza, escribe Marx en los Manuscritos econmico-filosficos de 1844, es el cuerpo no orgnico del hombre. O tambin Decir que la vida fsica e intelectual del hombre est indisolublemente ligada a la naturaleza no quiere decir algo diferente de que la naturaleza est indisolublemente ligada a s misma, pues el hombre es una parte de la naturaleza.

Sin duda, Marx reivindica el humanismo, pero define el comunismo como un humanismo que es, al mismo tiempo, un naturalismo consumado; y, sobre todo, lo concibe como la verdadera solucin del antagonismo entre el hombre y la naturaleza. Gracias a la abolicin positiva de la propiedad privada, la sociedad humana se convertir en la culminacin de la unidad esencial del hombre con la naturaleza, la verdadera resurreccin de la naturaleza, el naturalismo consumado del hombre y el humanismo consumado de la naturaleza.

Estos pasajes no se ocupan