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16 Losquienes cuestionamiento, con el consecuente rechazo o admisión. Y en un proceso de reflexión el desafío es adentrarse en las configuraciones de textos y pensamientos que, no perteneciéndole, le preexisten, le acontecen y fundamentalmente le prescriben determinadas maneras de funcionamiento. Es un proceso complejo, en el cual, por una parte, hay una suerte de llamada, de obligación o prescripción de esos textos heredados (y que nos atribuimos) a fin de reflexionar, de sintetizar los elementos fortuitos que se puedan encontrar en ellos, y por otra, se ha de generar unos nuevos textos o pensamientos que permitan dar respuesta a la pregunta por lo institucionalizado. Como es sabido, la construcción de ese texto es el resultado de un complejo concierto de voces entre los diferentes textos mutuamente referidos, más que un proceso lineal, o el resultado de una dialéctica entre las marcas contingentes del pasado y el ejercicio reflexivo del presente. Referencias inter-textuales en las que la identidad institucional se difumina en una red de relatos a veces coherentes y a veces contradictorios entre sí. Pues si ante los absolutos no hay posibilidades quizá la única forma de saber qué hacemos, quiénes somos, porqué estamos y en qué condiciones en una institución, sea este saberse a trozos, en diferentes contextos, en diferentes momentos, con ocasión de diversos, y ajenos, aconteceres. Podríamos interrogarnos acerca del hecho institucional, acerca de la construcción a la que se ha arribado a partir de múltiples deseos que han circulado, alejados o no del deseo de los fundadores. Es decir poner en tensión el hecho institucional con la idea de La Institución como standard o como ideal. Apuntar a la discordancia existente entre la lógica y la realización. Reflexionar también acerca del hecho que la alienación en las instituciones suele dejar situada la garantía en el Otro social (función de la institución que ofrece servicios muy particularizados). Es interesante la cuestión de la garantía pues ante la inconsistencia, a nivel de lo imaginario, se necesita funcionalmente de una consistencia simbólica del lado del Otro. Pero es al tomar distancia, al separarse dónde aparece el obstáculo, la mayor inercia, tal vez por eso estoy escribiendo. La práctica en instituciones de este tipo, habitualmente ha sido parte de lo que se considera “la formación”. Y hablando en términos generales, para la mayoría, tal vez, un lugar para desarrollar la vocación “curativa”, con todo lo que se esconde en este término, en relación al Otro -social-. En general, y aquí vale la propia experiencia, una institución de estas características, suele ser tomada como lugar de iniciación, centrada en la trayectoria formativa. Diferente es concluir que la práctica en la institución, es sinthomática, y que el desafío es cómo ubicarse en una posición que no sea ni estoica ni epicúrea, dejando abierta la posibilidad de poder pensar el hecho de que cada etapa, o distintos momentos de la trayectoria, personal o institucional, esconde una elección de goce. ¿Qué merece un niño? Estela Cosma Estela por Emanuel Lo primero que viene a mi cabeza pensando en el festejo de los 30 ó 31 ( ó 29 para mí ) años de El Puente, es el de una mañana tranquila en la preciosa casa de la calle Entre Ríos. Le habíamos pedido a los chicos que ayudaran a resolver el nombre definitivo de la escuela. Mi alumno Claudio, un niño de nueve años, me dijo con una sonrisa hermosa, amplia, y los ojos muy abiertos: Ya lo tengo, que se llame “Los Arcos y las Flechas”. Y agregó de inmediato: ustedes son los arcos y nosotros las flechas, ustedes nos lanzan a… la vida. Pero bueno, este arco que hoy escribe está cansado, no sólo por el paso de los años sino por tensar mucho la cuerda. Pero quiero, necesito estar presente como puedo hoy, para contarles algunas cosas que he aprendido en mi paso por la escuela de los arcos y las flechas. Y dejemos aquí la metáfora de Claudio, que da para escribir un ensayo filosó- fico sobre la educación, ¿o no?. Una de las cosas más importantes que aprendí es a no separar ciencia y arte. O mejor dicho, a no escindir el pensar del sentir , dentro de Conversaciones sobre el puente

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16Losquienes

cuestionamiento, con el consecuente rechazo o admisión. Y en un proceso de reflexión el desafío es adentrarse en las configuraciones de textos y pensamientos que, no perteneciéndole, le preexisten, le acontecen y fundamentalmente le prescriben determinadas maneras de funcionamiento. Es un proceso complejo, en el cual, por una parte, hay una suerte de llamada, de obligación o prescripción de esos textos heredados (y que nos atribuimos) a fin de reflexionar, de sintetizar los elementos fortuitos que se puedan encontrar en ellos, y por otra, se ha de generar unos nuevos textos o pensamientos que permitan dar respuesta a la pregunta por lo institucionalizado.

Como es sabido, la construcción de ese texto es el resultado de un complejo concierto de voces entre los diferentes textos mutuamente referidos, más que un proceso lineal, o el resultado de una dialéctica entre las marcas contingentes del pasado y el ejercicio reflexivo del presente. Referencias inter-textuales en las que la identidad institucional se difumina en una red de relatos a veces coherentes y a veces contradictorios entre sí. Pues si ante los absolutos no hay posibilidades quizá la única forma de saber qué hacemos, quiénes somos, porqué estamos y en qué condiciones en una institución, sea este saberse a trozos, en diferentes contextos, en diferentes momentos, con ocasión de diversos, y ajenos, aconteceres. 

Podríamos interrogarnos acerca del hecho institucional, acerca de la construcción a la que se ha arribado a partir de múltiples deseos que han circulado, alejados o no del deseo de los fundadores. Es decir

poner en tensión el hecho institucional con la idea de La Institución como standard o como ideal. Apuntar a la discordancia existente entre la lógica y la realización.

Reflexionar también acerca del hecho que la alienación en las instituciones suele dejar situada la garantía en el Otro social (función de la institución que ofrece servicios muy particularizados).

Es interesante la cuestión de la garantía pues ante la inconsistencia, a nivel de lo imaginario, se necesita funcionalmente de una consistencia simbólica del lado del Otro. Pero es al tomar distancia, al separarse dónde aparece el obstáculo, la mayor inercia, tal vez por eso estoy escribiendo.

La práctica en instituciones de este tipo, habitualmente ha sido parte de lo que se considera “la formación”. Y hablando en términos generales, para la mayoría, tal vez, un lugar para desarrollar la vocación “curativa”, con todo lo que se esconde en este término, en relación al Otro -social-.

En general, y aquí vale la propia experiencia, una institución de estas características, suele ser tomada como lugar de iniciación, centrada en la trayectoria formativa. Diferente es concluir que la práctica en la institución, es sinthomática, y que el desafío es cómo ubicarse en una posición que no sea ni estoica ni epicúrea, dejando abierta la posibilidad de poder pensar el hecho de que cada etapa, o distintos momentos de la trayectoria, personal o institucional, esconde una elección de goce.

¿Qué merece un niño?Estela Cosma

Estela por Emanuel

Lo primero que viene a mi cabeza pensando en el festejo de los 30 ó 31 ( ó 29 para mí ) años de El Puente, es el de una mañana tranquila en la preciosa casa de la calle Entre Ríos. Le habíamos pedido a los chicos que ayudaran a resolver el nombre definitivo de la escuela. Mi alumno Claudio, un niño de nueve años, me dijo con una sonrisa hermosa, amplia, y los ojos muy abiertos: Ya lo tengo, que se llame “Los Arcos y las Flechas”. Y agregó de inmediato: ustedes son los arcos y nosotros las flechas, ustedes nos

lanzan a… la vida.

Pero bueno, este arco que hoy escribe está cansado, no sólo por el paso de los años sino por tensar mucho la cuerda. Pero quiero,

necesito estar presente como puedo hoy, para contarles algunas cosas que he aprendido en mi paso por la escuela de los arcos y las flechas. Y dejemos aquí la metáfora de Claudio, que da para escribir un ensayo filosó-fico sobre la educación, ¿o no?.

Una de las cosas más importantes que aprendí es a no separar ciencia y arte. O mejor dicho, a no escindir el pensar del sentir , dentro de

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uno mismo, y dejar que fluyan, que dialoguen, que se enfrenten, que se hagan cuestionamientos recíprocos, o que se integren o se repliquen.

Será por eso que me conmovió una canción de cuna que le escuché a Jorge Fandermole, un músico rosarino. Los versos son preciosos, como en muchas de las nanas que se han escrito y cantado (la mando completa al final de la carta). Pero me quiero detener en el estribillo:

No es que todo sea tan buenocomo aquí parece

pero voy cantando al menoslo que usted merece

¿Qué merece un niño? El autor le dice cosas hermosas para que pueda entregarse al sueño, pero no finge que todo es perfecto, se hace cargo y responsable por el mundo en el que el niño tiene que crecer, pero lo protege del mundo porque es una vida humana en ciernes que tiene que vivir, mientras sea niño, al abrigo de quienes se hacen responsables por su vida (1).

Y de inmediato me acordé de un texto de Hannah Arendt, que me recomendó una supervisora de Dipe, a fines de los 90, afligida como yo por la crisis de la edu-cación (2), y que he compartido con algunos docentes compañeros. Curiosamente el título del libro es “Entre el Pasado y el Futuro”, justo el sentido que le doy a este encuentro del 16 de abril, hacer un corte para ver dónde estamos, quiénes fuimos, qué hicimos, y pensar quiénes queremos ser y qué hacer.

Y quiero ser clara, quiero hablar de la educación y de la escuela, porque soy maestra, y no hablar del centro educativo terapéutico, que nunca he visto mal en sí, por-

que lo que está junto no necesariamente está mezclado, como dice el dicho. Una escuela puede estar en una casa, pero una escuela nunca puede ser un hogar, y si es así no hay modo de saber qué es una cosa y qué la otra; como no saber si el maestro es el analista o viceversa. Y por más que se piense que al niño le falta calor de hogar o que necesite un acompañamiento terapéutico a tiempo completo, en la indiferenciación, pienso, no se puede crecer. Sigo pensando que hay que devolverles los niños a sus padres, o inventar otra cosa en el caso que esto no se pueda hacer. Y creo que ya lo hicimos ¿no?(3)

Arendt dice que la esencia de la educación es la natalidad, el que hayan nacido y sigan naciendo se-res humanos. Los griegos los llamaban “los nuevos”, los que van a entrar en la comunidad de los adultos luego de trasponer la infancia. Y el mundo en el que se introduce a los niños no puede ser más que un mundo viejo, es decir, preexistente, construido por los vivos y por los muertos y sólo es nuevo para los que acaban de entrar a él como inmigrantes. Y nos toca a los adultos hacernos responsa-bles por este mundo, incluso por este mundo que no ha podido superar la pobreza y la opresión. Y dice también que la educación es necesariamente conservadora por-que no hay modo en el que podamos imaginar el mundo que pueden llegar a hacer “los nuevos”. Por más progre-sistas que nos sintamos o nos pensemos, el mundo que les mostramos siempre será viejo para ellos.

Y esto me lleva al punto de la culpa (entre tan-tas), por haber aceptado del modo menos crítico y más servil, las “nuevas teorías educativas”. Y no hablo de los aportes científicos de Piaget y sus seguidores, que como tantos otros nos han iluminado en aspectos psico- epis-témicos para hacer más fértiles nuestras enseñanzas. Hablo de las corrientes de la educación psicologista que borraron nuestra función de autoridad pedagógica para crear “un mundo infantil” donde dejamos a los niños li-brados a sí mismos. Y algunos, muchos, por suerte no todos, subidos a ese caballo de snobismo, o “cool” y postmoderno, perdimos el sentido común. Estoy ha-blando del “escribí como puedas”, “resolvelo vos sólo”, “seguro que se te va a ocurrir una idea fantástica”, “vos podés” etc. etc. etc.

Nos corrimos como adultos, no analizamos crí-ticamente que la educación psicologizada venía a sostener la posición de la nueva clase media, la que se haría cargo de las nuevas formas de producción,

y una clase necesita reproducirse siendo su medio más eficaz, la educación. Esto lo aprendí leyendo a Basil Bernstein, un sociólogo de la educación inglés, y he podi-do confirmar en el plano empírico cómo ha sido devasta-dor en los sectores más desfavorecidos. Y nuestra escue-la es una entre las de los sectores más desfavorecidos. Y

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es una deuda, otra que tengo con El puente: deberíamos haber trabajado la relación entre pobreza y dificultades para aprender a vivir sanamente en este mundo (4).

Y he podido comprobar cuánto se beneficiaron de estas pedagogías psicologizadas los niños y jóvenes provenientes de esas clases medias específicas, hijos de intelectuales, artistas, empresarios etc. Y al mismo tiempo he podido constatar su efecto devastador en las familias de los niños pobres que no podían entender una pedago-gía encriptada que los dejaba afuera como padres e irre-mediablemente entregados al saber de los especialistas.

Y vuelvo a Arendt, y a otros autores que me han aclarado cuando la experiencia me parecía tan caótica: la idea de la autoridad del maestro, idea que ha tenido tan mala prensa durante el tiempo que la hemos vinculado a la opresión de las dictaduras. Y la hemos entendido mal. La autoridad no oprime si está basada en la responsabili-dad (5) que un adulto tiene sobre la vida de un semejante en desarrollo. Y sólo vale de esta manera en esta legíti-ma y necesaria relación desigual , y no vale entre adultos salvo las circunstancias específicas de trabajo o estudio circunscriptas espacial y temporalmente, y así y todo, con reservas, esto es, podemos siempre interponer nuestras objeciones de conciencia, sean estas teóricas , morales o de simple sentido común.

Esto creo que se ha trastocado, hemos identifica-do a los niños con los sectores que debían ser liberados de la discriminación o la opresión- hablo de los problemas de género, de clase, étnicos o religiosos- Los niños no deben ser liberados sino protegidos. En todo caso debe-ríamos comprometernos en la liberación de sus familias oprimidas, pero ello no a través de los niños porque la educación escolar es una instancia pre- política, esto es , ese lugar intermedio entre el cobijo, el reguardo frente a lo público ( frente a exposición) y la vida pública que deberán enfrentar .

Me preocupa no estar siendo clara. Lo voy a decir más llanamente y a lo bruto: ser autoridad para un niño no es ser mandones. Es hacernos cargo de nuestra función de enseñantes, y que no es para cualquiera, sino para el que se compromete en una posición ética, con un objeto de estudio y aprende a su vez a transmitirlo, porque lo me-rece el niño. Sin esta intervención nuestra quizás no ten-

ga otra oportunidad de entender este aspecto del mundo que le queremos transmitir. Quiero decir que la función de maestro no da para improvisados o simplemente volunta-riosos. La infancia es corta, y en especial nuestros niños no tienen tiempo que perder.

La protección que les debemos creo que pasa por esto, y aunque no sean nuestros hijos, merecen abri-go como si lo fueran, y toda la oscuridad que necesita una semilla para germinar. Esta metáfora biológica pienso que no es una simpleza, significa protegerlos de la vida pública mientras van construyendo sus herramientas para salir al mundo, pero dándoles las mejores que podamos como maestros comprometidos con la enseñanza y el objeto de estudio. Una vez escuché a una colega joven comentar que quería ingresar en una escuela especial como docen-te para tener un trabajo liviano y seguro, y poder así dedi-carse tranquila a la clínica. Eso no nos va a pasar nunca a nosotros, ¿verdad?

Y si nos ocupamos de estudiar mucho, preparar con tiempo nuestras clases previendo todo lo que se pue-da, si nos ocupamos de cuidar nuestra alma con el arte, aflojarnos y sentir, si nos ocupamos de pedir ayuda cuan-do nos sentimos agobiados o confundidos por los chicos o por otras cosas que nos pasen, no debería preocu-parnos tanto tenerlos muy sujetos a nuestra autoridad de maestros. En El Puente le escuché decir a Lito (6), un “personaje” muy querido y lúcido venido de Francia para visitarnos hace muchos años, que “la libertad se arranca”, y esto desdice que se lance como la flecha, aunque a ve-ces haga falta un empujoncito.

Quiero volver a Fandermole y repetirles el estribillo y los cuatro versos con los que termina su nana:

No es que todo sea tan buenocomo aquí parece

pero voy cantando al menoslo que usted merece.

que si usted me sueña el díaun poco más bello,

yo me gasto la vigilialisto para hacerlo.

Y sí, yo también y todos nosotros, nos gastamos nuestra vigilia para hacerlo. En cada una de sus caritas va nuestra esperanza. Y va mi amor para ellos, y para todos mis compañeros en el camino.

Una seño de El Puente( el título más importante que he recibido y que me honra

como ninguno)

“ser autoridad para un niño no es ser mandones. Es ha-cernos cargo de nuestra función de enseñantes, y que no es para cualquiera, sino para el que se compromete en una posición ética, con un objeto de estudio y aprende a su vez a transmitirlo”.

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1-( Y así la flecha bien podría, después, más adelante, lanzarse con una ayudita, por ejemplo, la de sus maestros )

2-Lo menciono como para decirle a los jóvenes que no siempre la burocracia consigue aplastar o aplanar a todos.

3-Aquí se hace referencia al Pequeño Hogar “Casa 190” que funciona en Arguello desde el año 2007.

4 No es mi intención usar eufemismos, pero no sé quiénes van a escuchar esto.

5-Responsable es el adulto que pretende, con respeto por la vida del niño, orientarlo en el mundo que tiene que conocer para que pueda ser y hacer en él, luego, más adelante, lo que considere conciente y libremente un bien para su vida y la de los otros, esto es, para obrar con libertad responsable.

6-Se refiere a Lito Benvenutti que trabaja en la Escuela Experimental de Bonneuil, Francia; dirigida por Maud Mannoni.

Posdata:

Entre inevitables lágrimas se me quedó en el tintero en-fatizar algo que tiene que ver con la vocación de nuestra escuela: la libertad de pensamiento, la libertad para hacer con responsabilidad, el impulso al estudio y a la investiga-ción permanentes y fundamentalmente el respeto por el semejante como sujeto diferenciado. Este respeto siem-pre lo he respirado tanto entre adultos como con los chi-cos. Es, efectivamente una posición ética que no necesita ser institucionalizada, y ojalá que nunca lo sea. Que nos alcance siempre sólo olerla para saber dónde estamos. Beso a todos y siempre gracias.

Lo que usted merece

Para que te duermas niñode pelo de trigo

yo le robo al aire viejoel canto de los grillos.

Para que su brillo de alasno traiga el desvelo

lo pondré en una tinajade algodón del cielo.

Duerma que la noche vieneoscureciendo el agua,alzando su capa negra

toda agujereada.Prende la luna menguante

su vela chiquitay en sus ojos arde el sueño

como una arenita.No es que todo esté tan calmo

como estas palabras,pero el sueño es necesario

pa’ que vuelva el alba.No es que todo sea tan bueno

como aquí parecepero voy cantando al menos

lo que usted merece.

Duerna que llegó la nocheestrellada y honda,

y anda uncida de su cocherepleto de sombras.

Y por lámpara cimeracuelga el lucerito

su luciérnaga estrellerapor el infinito.

No es que todo sea tan buenocomo aquí parece

pero voy cantando al menoslo que usted merece.

Que si usted me sueña el díaun poco más bello

yo me gasto la vigilialisto para hacerlo.

Jorge Fandermole

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