Pulsión de Muerte, Repetición y Violencia

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Pulsión de muerte, repetición y violencia: particularidades de nuestro tiempo (Freud, Lacan, Deleuze, Zizek) En este ensayo exploramos la pulsión de muerte ligada a la repetición como construcción de un sujeto de la violencia y expresión de la propia condición humana poliédrica, plural y polifónica, así como gesto negativo, espacio vacío que da paso a la sublimación creativa. La violencia como elemento constituyente del proceso incesante de creación y destrucción del ser humano. Realizamos un ejercicio introductorio a los conceptos de “pulsión de muerte”, “repetición”, “violencia”, “condición humana” y “sociedad contemporánea” en Freud, Lacan, Deleuze y Zizek. El objetivo es dilucidar la relación entre violencia, creación y destrucción como inherentes de un ser humano en constante devenir, así como puntualizar algunas notas distintivas de la sociedad actual. Una de las principales preocupaciones esbozadas en este ensayo consiste en sortear tanto el determinismo estructuralista como el relativismo posmodernista; se busca dar cuenta de la especificidad y particularidad que configura nuestro tiempo, sin dejar de lado los características fundamentales del ser humano. Hay una violencia propia de la condición humana y una configuración específica dentro del horizonte de la sociedad contemporánea. Dar cuenta de la intersección entre lo fijo y lo variable, lo propio y lo circunstancial es una de las tareas planteadas en este texto a todas luces introductorio. Palabras claves: Pulsión de Muerte, Repetición, Violencia, Freud, Lacan, Deleuze, Zizek. Pensar a partir de la pulsión de muerte y de la repetición Una de las aportaciones más fundamentales del psicoanálisis es la noción de “pulsión de muerte”. El concepto de “pulsión de muerte” representa un verdadero acontecimiento subjetivo-objetivo en Freud y en el psicoanálisis. El psicoanálisis

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Pulsión de muerte, repetición y violencia: particularidades de

nuestro tiempo (Freud, Lacan, Deleuze, Zizek)

En este ensayo exploramos la pulsión de muerte ligada a la repetición como

construcción de un sujeto de la violencia y expresión de la propia condición

humana poliédrica, plural y polifónica, así como gesto negativo, espacio vacío que

da paso a la sublimación creativa. La violencia como elemento constituyente del

proceso incesante de creación y destrucción del ser humano. Realizamos un

ejercicio introductorio a los conceptos de “pulsión de muerte”, “repetición”,

“violencia”, “condición humana” y “sociedad contemporánea” en Freud, Lacan,

Deleuze y Zizek. El objetivo es dilucidar la relación entre violencia, creación y

destrucción como inherentes de un ser humano en constante devenir, así como

puntualizar algunas notas distintivas de la sociedad actual. Una de las principales

preocupaciones esbozadas en este ensayo consiste en sortear tanto el

determinismo estructuralista como el relativismo posmodernista; se busca dar

cuenta de la especificidad y particularidad que configura nuestro tiempo, sin dejar

de lado los características fundamentales del ser humano. Hay una violencia

propia de la condición humana y una configuración específica dentro del horizonte

de la sociedad contemporánea. Dar cuenta de la intersección entre lo fijo y lo

variable, lo propio y lo circunstancial es una de las tareas planteadas en este texto

a todas luces introductorio.

Palabras claves: Pulsión de Muerte, Repetición, Violencia, Freud, Lacan,

Deleuze, Zizek.

Pensar a partir de la pulsión de muerte y de la repetición

Una de las aportaciones más fundamentales del psicoanálisis es la noción de

“pulsión de muerte”. El concepto de “pulsión de muerte” representa un verdadero

acontecimiento subjetivo-objetivo en Freud y en el psicoanálisis. El psicoanálisis

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resulta inconcebible sin las nociones de inconsciente y de pulsión de muerte.

Pulsión no es instinto: constituye uno de los axiomas más citados y poco

profundizados del psicoanálisis actual. Si bien ya Nietzsche había anticipado

muchas de las ideas e intuiciones en torno a la dimensión no racional de ser

humano, es Freud quien extrapola, radicaliza y amplía las ideas pioneras del

filósofo del martillo. Freud (2001a) llega al concepto de “pulsión de muerte”, por

medio de la interpretación de los sueños. La pulsión de muerte nos remite a un

estadio más allá del principio de placer. Cuya obra homónima inaugura la última

parte de la obra freudiana que se centra en la destructividad humana. La pulsión

de muerte es crucial, hasta convertirse en el fundamento conceptual del último

Freud. Por su parte, Lacan (2005), quien ha radicalizado y explorado con una

profundidad creativa a Freud, ha dicho que el concepto de pulsión es aporético e

inabordable.

En Más allá del principio del placer, Freud (2001b: 9) señala que: “en el

alma existe una fuerte tendencia al principio de placer, pero ciertos otras fuerzas o

construcciones la contrarían, de suerte que el resultado final no siempre puede

corresponder a la tendencia del placer”. La vida también se dirige hacia la muerte,

porque –según Freud– lo inanimado estuvo ahí mucho antes que lo vivo:

He aquí lo que resta: el organismo sólo quiere morir a su manera, también estos

guardianes de la vida fueron originariamente alabarderos de la muerte. Así se engendra la

paradoja de que el organismo vivo lucha con la máxima energía contra las influencias

(peligros) que podrían ayudarlo a alcanzar su meta vital por el camino más corto (por

cortocircuito, digámoslo así); pero esta conducta es justamente lo característico de un

bregar puramente pulsional, a diferencia de un bregar inteligente (Freud, 2001b: 39).

Hay una relación de retroalimentación entre los principios de placer, de muerte y

de nirvana. El principio de nirvana nos conduce a la promesa imposible de retorno

al origen, por eso está a la base de la pulsión de muerte. Dado que la meta de

toda vida es la muerte; lo inanimado estuvo y estará antes y después de lo

animado. La pulsión de muerte está ligada al principio de nirvana. El principio de

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nirvana busca eliminar, suprimir o reducir al mínimo la tensión de excitación. La

pulsión de muerte se relaciona con la compulsión a la repetición.

Toda pulsión es ya pulsión de muerte. Toda pulsión persigue su propia

extinción. Envuelve al sujeto en la repetición. El concepto de “repetición” está

ligado al de “pulsión de muerte”. La repetición puede ser concebido como

reencuentro de la identidad, en tanto constituye por sí misma una fuente de placer”

(Freud, 2001b: 35). O bien, fuente de displacer, pérdida y destrucción en tanto

alude un punto de quiebre inexpugnable. La compulsión a la repetición también

puede actualizar vivencias dolorosas, revivir situaciones de displacer del yo,

“puesto que saca a la luz operaciones de mociones pulsionales reprimidas”

(Freud, 2001b: 20). Los efectos de la compulsión a la repetición resultan

ambiguos, conflictivos, inesperados. Lo anterior, conduce a Freud a renunciar a la

creencia –ilusoria– de que habría un perfeccionamiento moral en el ser humano.

“El infatigable esfuerzo que se observa en una minoría de individuos humanos

hacia un mayor perfeccionamiento puede comprenderse sin violencia como

resultado de la represión de las pulsiones” (Freud, 2001b: 41). El sujeto humano

está esencialmente dividido y no es objeto de progreso moral, ético o

simplemente, humano, si no es por un trabajo sistemático de violencia consigo y

con el mundo circundante.

El concepto de repetición es una noción problemática, de difícil

comprensión. “La compulsión a la repetición” es según Freud un componente

inherente a la constitución del yo (Freud, 2001). Para Lacan, la repetición anuda el

deseo, el inconsciente, y el sujeto. La alienación del inconsciente y de la repetición

que ocasiona aquel sobre ésta precede a la alienación materialista denunciada por

el marxismo –según Lacan (2007: 39). La insatisfacción al ser el primer

componente del psiquismo, complica el esquema económico de tensión-descarga;

no hay una función de homeostasis (Lacan, 2007: 49). La repetición nos remite a

la pulsión de muerte en su relación fundamental con el cuerpo, el goce, la alteridad

y el significante. La repetición nos atisba lo real. Lo real –según Lacan– es lo que

vuelve siempre al mismo sitio. Lo real insiste, persiste, subsiste. A través de

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lalengua, lo real queda como resto, residuo. La audacia del capitalismo –según

Deleuze y Zizek– consite en generar una axiomatica libidinal donde el plus del

goce, el imperativo de gozar, se conecta con la maquinaria capitalista de

producción del deseo y subjetividades alienadas según dicho orden de producción.

En una obra excepcional Deleuze nos ha mostrado que la repetición también

puede ser mucho más que mera compulsión a la repetición y se puede concebir

como diferencia. En efecto la repetición como diferencia significa que dentro de la

reproducción del orden vital humano hay algo que siempre está trascendiendo

cualquier esquema mecánico y genera un estado de creación pura:

Repetir es comportarse respecto a lo único y lo singular, que no tiene algo

semejante o equivalente. Se repite una obra de arte como singularidad sin

concepto. Por otra parte, la generalidad pertenece al orden de las leyes. Lejos de

fundar la repetición, la ley muestra más bien como la repetición sería imposible

para puros sujetos de la ley, los particulares. Los condenados a cambiar. Forma

vacía de la diferencia, forma invariable de la variación, la ley exige que sus sujetos

no cumplan con ella más que al precio de sus propios cambios (Deleuze, 2002: 21-

23).

La repetición puede ser mucho más que mera reproducción del orden establecido,

implica un proceso de autocreación múltiple. Idea que Zizek va a desarrollar con

profundidad en su replanteamiento del sujeto cartesiano desde Lacan, concibiendo

una alternativa frente a las generalizaciones del sistema capitalista.

La pulsión más que relacionarse con la biología se vincula con la cultura. Ya

Nietzsche (2004) había observado que el sujeto humano es un sistema de

pulsiones, donde la pulsión implica una demarcación entre lo psíquico y lo

somático. Para Nietzsche el sometimiento al orden racional estaría a la base de

los principales ejercicios de mortificación, aniquilación y violencia contra el ser

humano mismo.

La pulsión de muerte hoy se confronta con la imposibilidad de concebir

límites o asimilarlos como propios, sin límites no hay reconocimiento de la ley y del

lazo social. La tanatomania de la sociedad contemporánea tiende a la disolución

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de los vínculos y lazos sociales. La indiferencia radical se vive hoy como horizonte

de socialidad. Ya Lacan había mostrado que la pulsión pone en crisis la

comprensión racional y unitaria del sujeto humano. La pulsión es cercana a la

experiencia del inconsciente. La pulsión excede el esquema económico de la

satisfacción y de la demanda. En este sentido el camino del sujeto está ligado a lo

imposible. “Lo real en el sujeto es lo más cómplice de la pulsión (Lacan, 2005)”:

Esta función de lo imposible hay que abordarla con prudencia, como toda función

que se presenta bajo una forma negativa. Querría simplemente sugerirles que la

mejor forma de abordar estas nociones no es tomándolas por su negación. Este

método nos llevaría aquí a la cuestión de lo posible, y lo imposible no es

forzosamente lo contrario de lo posible, o bien entonces, ya que lo opuesto de lo

posible es lo real, tendremos que definir lo real como lo imposible.

Lo real admite lo imposible; concepto retomado de Bataille, concepto que supone

un límite infranqueable. “El porvenir del psicoanálisis” –según Lacan depende de

lo que advendrá de lo real que se atisba en el actual sistema de dominación

tecnocientífico de que “los gadgets verdaderamente se nos impongan” (Lacan,

2007: 107-108). Si bien Lacan era un poco escéptico respecto a la imposición del

sistema de gadgets, la sociedad actual tiende hacia la homogeneización: sujetos

cada vez más desubjetivados.

Agresividad, violencia, sujeto y capital: tesituras de la sociedad

contemporánea

La violencia tiene un amplio espectro de manifestaciones confusas. Es plural,

multívoca y multiforme. Su opacidad enerva, embriaga, seduce, hechiza y mueve

otras formas de violencia, domesticación y aniquilación. La violencia abre el

espacio antropológico del ser humano, estaría ligada tanto a la guerra como a la

represión. De ahí la distinción fundamental del psicoanálisis (que Freud atisba y

Lacan desarrolla): instinto no es pulsión, agresividad no es violencia. La

agresividad atraviesa la condición y constitución del sujeto, se interioriza como

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esquema de vivencia consigo y de convivencia con el otro. La misma cultura está

ligada a la culpa, la interiorización de la culpa y de la ley. No se puede naturalizar

el malestar; no hay malestar sin la dimensión del placer. En toda cultura hay una

buena dosis de bienestar que contrarresta y equilibra el malestar, pero finalmente

se impone el proceso de violentación, de represión violenta, represión contenida,

mesurada, distribuida, disfrazada, pero en todo caso, violentación de la propia

condición humana. La violencia –según Aristóteles– busca regresar al origen de

las cosas. Es humana, demasiado humana. La violencia está en el origen mismo

del poder del estado. No se puede erradicar, acaso disfrazar, desviar, contener,

retener. La violencia siempre es plural, compleja, apoca, seductora, tabú, enigma.

Es fuerza, pero intencionalidad excedida que se desconoce y se precipita en una

vorágine mimética de destrucción. Odio, agresividad, pulsión de muerte son

formas estructurales del ser humano. Zizek (2001), describe siguiendo a Lacan,

algunos de los lugares y posiciones que ocupa la pulsión de muerte y la repetición

del síntoma en la sociedad actual. Analizamos desde el interior de la sociedad y

desde nuestros propios límites, la relación entre pulsión de muerte, violencia y

sujeto. “Desde la lectura de Lacan también, habrá que distinguir la agresividad y

los actos violentos. El odio es correlativo del amor en lo que al registro imaginario

se refiere, mientras que la pulsión de destrucción con fines eróticos se dirige a un

objeto parcial no narcisista por lo mismo el objeto al que se dirige ya no está en el

imaginario totalizante del otro, sino que está en relación directa con ese más allá

del placer. No toda violencia es sádica, hay también una búsqueda de destrucción

total (Rangel, 2010).

Aunque el deseo y las pulsiones pertenecen al campo del Otro, son

distintos. Las pulsiones son manifestaciones parciales o particulares de una fuerza

denominada deseo. Hay un solo objeto de deseo, el objeto a, puede haber deseos

que no se manifiesten en las pulsiones. El objeto a es la causa del deseo, no es

una relación con un objeto sino con una falta. El principio de placer resulta

imposible, la boca no se satisface por la comida, sino por el placer de la boca

(Lacan, 2005: 175). Lacan retoma el concepto freudiano de “ambivalencia” en

tanto interdependencia del amor-odio. Lacan distingue entre agresividad y

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agresión, la agresividad va más allá de la simple agresión. Puede haber

agresividad en actos aparentemente afectuosos. La agresividad atraviesa, la auto-

percepción el lenguaje y los vínculos humanos. La agresión erótica subsiste como

una ambivalencia fundamental en la condición humana.

Al vincular la agresividad al orden imaginario del Eros, Lacan radicaliza a

Freud. Lacan relaciona “la agresividad con el concepto hegeliano de lucha de

muerte como fase de la dialéctica del amo y del esclavo” (Evans, 1997: 33). Lacan

ubica la agresividad en la relación dual entre el yo y el semejante. La imagen

especular propicia una tensión agresiva entre la imagen especular y el cuerpo real,

puesto que siempre hay una conformación de conflictiva e intermitente del propio

sujeto, nunca es un proceso lineal y pacífico.

En El espinoso sujeto, Zizek replantea la noción del sujeto moderno

cartesiano, y a la vez, lleva a cabo un análisis social replanteando la teoría

psicoanalítica. En el sujeto, se abre una grieta, algo dentro del sujeto grita, es la

cerradura y el pliegue lo que nos puede permitir ver más allá, ir más allá a

sabiendas que no existe nada más que un deseo inmortal, paradójico deseo de

muerte. Dirá Lacan –desde la lectura que hace Zizek: “El punto clave es que la

‘inmortalidad’ solo puede aparecer en el horizonte de la finitud humana como una

formación que representa y llena el vacío ontológico, el agujero de la trama de la

realidad abierto por el hecho de que la realidad es constituida trascendentalmente

por el sujeto trascendental finito”(Zizek, 2001:177).

Entonces, ¿a dónde se dirige un sujeto repitiendo su destino, anhelando

una muerte simbólica que detenga de una vez y para siempre todo síntoma? Hay

un lugar, y en todo caso, es para Lacan lo negativo, el espacio vacío, espacio que

impulsa ir más allá del principio de realidad neurótico, de tal manera el renovarse,

el volver al punto negativo, al cero, permite dar paso a la segunda muerte, la

muerte simbólica, la cual, es puente metafórico por el cual se llega al deseo de

seguir deseando: deseo del deseo, el cual sólo opera en el terreno de la muerte,

un terreno muerto y resucitado.

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El sujeto lacaniano no se concibe sin la noción de pulsión de muerte. “Ser

para la muerte”. La pulsión de muerte es para Lacan, según rescata Zizek (2001:

172), “una apariencia que recubre un vacío anterior…”, “es el gesto negativo que

abre un espacio para la sublimación creativa”. Poder pensar desde la pulsión o

con la pulsión, implica poder escapar a la negación de la pulsión de muerte tal cual

lo hacen algunas tendencias psicologistas de nuestro tiempo (la psicología positiva

o el neoconductismo, por ejemplo) así como a la tendencia trágica de que no hay

nada más por hacer, entregarse al deseo del Otro, anularse como sujeto, como

algunas corrientes lacanianas actuales pretenden. La idea aquí será entonces

integrar a la pulsión de muerte “como ser evanescente entre el ser y el

acontecimiento” y esto solo será posible mediante el derrocamiento de la ley del

capital. Mucho se ha dicho y escrito sobre la instauración de la ley, pero poco,

hablando en términos del sujeto porvenir en Lacan, de la destrucción, de su

muerte, y de su posibilidad de resignificación. La pulsión de muerte tendría

también un potencial creativo: Muerte necesaria para pensar un sujeto detrás de

su demanda, un sujeto nuevo. Para Zizek, el sujeto que cuestiona puede dar pie a

un análisis profundo de lo que las reglas o leyes que el capitalismo impone;

cuando cambiamos las normas legales para acomodarlas a los nuevos

requerimientos de realidad, privamos a la ley, a priori, de su dignidad puesto que

tratamos a las normas legales de forma utilitaria, como instrumentos que nos

permiten justificar la satisfacción de nuestros intereses patológicos, de nuestro

bienestar (Zizek, 2002:197).

Ya no la transgresión de la ley que irrisoriamente el sistema mantiene, sino un

cambio radical que implica un impase, un descarrilamiento, un estar “entre dos

muertes”. Ya que si ilusamente nos mantenemos dentro de una “sociedad

perversa” en donde el mal radical se convierte –según Zizek (2002:197)– en

“obediencia misma a la norma por razones patológicas” no podremos escapar a

las leyes que capitalismo actual nos demanda. Ya no queda espacio tampoco para

ilusiones que Freud plantea en el porvenir de una ilusión, sino que implica el paso

del sujeto de la ilusión al sujeto del deseo lacaniano, un deseo que pueda ir desde

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la comprensión del deseo de Otro (llámese capitalismo, consumismo, etc.), hasta

el Deseo del deseo, saber que hay huecos, vacíos que nos permitirán abrirnos al

seguir deseando y escapar a la repetición neurótica irreflexiva. La pulsión de

muerte como “gesto negativo que abre espacio para la sublimación creativa” es un

elemento nodal para entender la posibilidad de crítica a la situación actual que hoy

vivimos o sobrevivimos (Zizek, 2001:172).

Lacan, como personaje cómico, ejemplifica en sus seminarios, la pulsión

como formación creativa, y sus palabras se vuelven chistes. ¿Por qué es para

Lacan desde la concepción freudiana el chiste representante del inconsciente?

¿Qué lo hace especial? La sorpresa. El espacio vacío que nos produce el chiste,

es una sorpresa que nos toca la fibra más sensible del ser, la confrontación con

nuestra propia muerte, con nuestro ser violento. El chiste sólo se nombra una vez,

la repetición de éste implica la pérdida de sentido, fuera de toda significación y sin

embargo da paso a que se abra el espacio siniestro del sujeto, un espacio que a

razón de repetirse adquiere fuerza. La sociedad actual está enferma de repetición

cómica llevada al límite, sujetados al gran Otro capitalista nos perdemos del

deseo, es un repetir sin sorpresas, más de lo mismo y lo mismo, y lo mismo.

Es un chiste nuevo que se intercambia durante toda la vida, y adquiere

sentidos de significación variable. Si bien existe un aspecto inherente de tendencia

al displacer en el ser humano, también existe otro variable que se rencuentra un

instante después de la derrocamiento de la ley, al otro lado y que permite dar paso

al sujeto inédito, permite pensar lo que no se había pensado y eso ya escapa a la

concepción trágica freudiana de repetición. La repetición creadora estaría ligada

también al deseo. En la medida en que en el psicoanálisis no hay normativización

del deseo.

Recordemos que una de las mayores aportaciones de Lacan, como es

sabido, es la radicalización de la noción de “deseo” de Spinoza: “El deseo es la

esencia del hombre”. Corazón de la existencia humana, el deseo es una de las

preocupaciones centrales del psicoanálisis. El deseo es siempre deseo del

inconsciente (Evans, 1997: 67). La cura analítica lleva al paciente a reconocer la

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verdad sobre su deseo. Sólo es posible reconocer deseo en tanto se articula en la

palabra. Lo importante es enseñar al sujeto a nombrar la existencia del deseo.

Repensar (en la teoría) y replantear (en la clínica) un espacio para que advenga

libremente el deseo constituye y descifra algunas de las posibilidades más

importantes y fructíferas entre psicoanálisis y filosofía. Hay, sobre todo en la

sociedad actual, una incompatibilidad entre deseo y palabra. El deseo se distingue

de la demanda y de la necesidad.

El deseo es distintivamente humano. El deseo humano es el deseo del otro.

El deseo busca ser objeto del deseo del otro, deseo de reconocimiento por el otro.

Todo deseo humano es una función de reconocimiento. Para afirmarse, el sujeto

tiene que arriesgar su propia vida en la lucha por el prestigio. El deseo surge en el

campo del otro, es decir, en el inconsciente. El deseo es un producto social. El

deseo nos remite a la falta. Falta de ser, el deseo es la relación del ser con la falta.

La falta es mucho más que la ausencia de ser. Anhelo de ser constituyente y

potencia de creación. El sujeto está descentrado, exiliado, abierto hacia un afuera.

Frente a la intimidad la extemidad, apertura hacia un afuera.

La condición humana en la coyuntura actual

La condición humana es plural, compleja y polifónica. Participa tanto del Bien

como del Mal radical, no es una cosa u objeto fijo, sino que está en constante

devenir, formación transformación, escisión. Toda lectura que privilegie un aspecto

resulta sesgada, parcial, inconclusa. Nietzsche y Deleuze han destacado las

potencias de creación y transvaloración de la condición humana. Schopenhauer y

Freud han subrayado la condición abisal, limitada, nebulosa, autodesctructiva,

violenta, fuera de todo progreso ético. Han denunciado las pulsiones de desarrollo

y realización plena como ilusiones consoladoras (Freud, 2001: 41). Ambas

perspectivas tienen razón. Lacan y Zizek han intentado, no sin altibajos y

desaciertos, construir una posición analítica que permita dar cuenta con toda

radicalidad de la especificidad actual dentro de la conformación estructural de la

condición humana. La sociedad contemporánea no es un todo cerrado ni ya

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constituido, sino un espacio abierto de autocreación, limitación, legalidad, orden,

desmesura, mesura, potencia, muerte, aniquilación, violencia, y siempre todo esto,

y mucho más, dentro de un bucle espacio-tiempo-sujeto acotado. Vivimos dentro

de una serie de vínculos, rupturas y subjetividades donde la lógica del capital se

ha autonomizado de la sociedad contemporánea y los gobiernos gerenciales

tecno-capitalistas, pero también de tímidas revueltas, insurrecciones y

movimientos sociales; escapar a la pulsión es imposible, negarla sería absurdo y

aceptarla nos inmoviliza. En este sentido la repetición, la pulsión de muerte y la

violencia también tienen un potencial creacionista. Apuntar algunas posibles

derivas para repensar dichas nociones ha sido una de las metas planteadas. El

camino está abierto, hemos apuntado de manera introductoria y preliminar algunas

pistas en la senda (Sigifredo Esquivel Marin e Irene Ruvalcaba Ledesma).

Referencias

Deleuze, (2002), Diferencia y repetición, Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, Sigmund, (2001a), La interpretación de los sueños I, Buenos Aires:

Amorrortu.

Freud, Sigmund, (2001b), Más allá del principio del placer, Buenos Aires:

Amorrortu.

Zizek, Slavoj, (2001), El espinoso sujeto: Buenos Aires: Paidós.

Lacan, Jacques, (2005), Seminario 11. Los cuatro conceptos fundamentales del

psicoanálisis, Buenos Aires: Paidós.

Evans, Dylan, (1997), Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano, Buenos

Aires: Paidós.

Nietzsche, Federico, (2004), Fragmentos póstumos sobre política. Madrid: Editorial

Trotta.

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Rangel, Lucía, (2010), “La crueldad de lo visible, Carta psicoanalítica, consultado

el 2 de enero del 2015 en http://www.cartapsi.org/spip.php?article147