Pueblos Originarios - Textos Del Magisterio

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  1  Compendio de la Doctrina Social de la I glesia Pontificio Consejo Justici a y Paz La Igualdad 140 El ejercicio de la libertad implica la referencia a una ley moral natural, de carácter universal, que precede y aúna todos los derechos y deberes . 265  La ley natural « no es otra cosa que la luz de la inteligencia infundida en nosotros por Dios. Gracias a ella conocemos lo que se debe hacer y lo que se debe evitar. Esta luz o esta ley Dios la ha donado a la creación » 266  y consiste en la participación en su ley eterna, la cual se identifica con Dios mismo. 267  Esta ley se llama natural porque la razón que la promulga es propia de la naturaleza humana . Es universal, se extiende a todos los hombres en cuanto establecida por la razón. En sus preceptos principales, la ley divina y natural está expuesta en el Decálogo e indica las normas primeras y esenciales que regulan la vida moral. 268  Se sustenta en la tendencia y la sumisión a Dios, fuente y juez de todo bien, y en el sentido de igualdad de los seres humanos entre sí. La ley natural expresa la dignidad de la persona y pone la base de sus derechos y de sus deberes fundamentales. 269  164 De la dignidad, unidad e igualdad de todas las personas deriva, en primer lugar, el principio del bien común, al que debe referirse todo aspecto de la vida social para encontrar plenitud de sentido.  Según una primera y vasta acepción, por bien común se entiende « el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección ». 346  El bien común no consiste en la simple suma de los bienes particulares de cada sujeto del cuerpo social. Siendo de todos y de cada uno es y permanece común, porque es indivisible y porque sólo juntos es posible alcanzarlo, acrecentarlo y custodiarlo, también en vistas al futuro . Como el actuar moral del individuo se realiza en el cumplimiento del bien, así el actuar social alcanza su plenitud en la realización del bien común. El bien común se puede considerar como la dimensión social y comunitaria del bien moral. Libertad de evangelización de la Iglesia Católica 70 La Iglesia tiene el derecho de ser para el hombre maestra de la verdad de fe; no sólo de la verdad del dogma, sino también de la verdad moral que brota de la misma naturaleza humana y del Evangelio . 95  El anuncio del Evangelio, en efecto, no es sólo para escucharlo, sino también para ponerlo en práctica (cf. Mt 7,24; Lc 6,46-47; Jn 14,21.23-24; St 1,22): la coherencia del comportamiento manifiesta la adhesión del creyente y no se circunscribe al ámbito estrictamente eclesial y espiritual, puesto que abarca al hombre en toda su vida y según todas sus responsabilidades. Aunque sean seculares, éstas tienen como sujeto al hombre, es decir, a aquel que Dios llama, mediante la Iglesia, a participar de su don salvífico. Al don de la salvación, el hombre debe corresponder no sólo con una adhesión parcial, abstracta o de palabra, sino con toda su vida, según todas las relaciones que la connotan, en modo de no abandonar nada a un ámbito profano y mundano, irrelevante o extraño a la salvación. Por esto la doctrina social no es para la Iglesia un privilegio, una digresión, una ventaja o una injerencia: es  su derecho a evangelizar el ámbito social , es decir, a hacer resonar la palabra liberadora del Evangelio en el complejo mundo de la producción, del trabajo, de la empresa, de la finanza, del comercio, de la política, de la jurisprudencia, de la cultura, de las comunicaciones sociale s, en el que el hombre vive. 71 Este derecho es al mismo tiempo un deber, porque la Iglesia no puede renunciar a él sin negarse a sí misma y su fidelidad a Cristo: « ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio! » ( 1 Co 9,16). La amonestación que San Pablo se dirige a sí mismo resuena en la conciencia de la Iglesia como un llamado a recorrer todas las vías de la evangelización; no sólo aquellas que atañen a las conciencias individuales, sino también aquellas que se refieren a las instituciones públicas: por un lado no se debe « reducir erróneamente el hecho religioso a la esfera meramente privada », 96  por otro lado no se puede orientar el mensaje cristiano hacia una salvación puramente ultraterrena, incapaz de iluminar su presencia en la tierra. 97  Por la relevancia pública del Evangelio y de la fe y por los efectos perversos de la injusticia, es decir del pecado, la Iglesia no puede permanecer indiferente ante las vicisitudes sociales : 98  « es tarea de la Iglesia anunciar siempre y en todas partes los principios morales acerca del orden social, así como pronunciar un  juicio sobre cualquier realidad humana, en cuanto lo exijan los derechos fundamentale s de la persona o la salvación de las almas ». 99  

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Doctrina de la Iglesia Católic sobre los pueblos originarios

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    Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia

    Pontificio Consejo Justicia y Paz

    La Igualdad 140 El ejercicio de la libertad implica la referencia a una ley moral natural, de carcter universal, que precede y ana todos los derechos y deberes.265 La ley natural no es otra cosa que la luz de la inteligencia infundida en nosotros por Dios. Gracias a ella conocemos lo que se debe hacer y lo que se debe evitar. Esta luz o esta ley Dios la ha donado a la creacin 266 y consiste en la participacin en su ley eterna, la cual se identifica con Dios mismo.267 Esta ley se llama natural porque la razn que la promulga es propia de la naturaleza humana. Es universal, se extiende a todos los hombres en cuanto establecida por la razn. En sus preceptos principales, la ley divina y natural est expuesta en el Declogo e indica las normas primeras y esenciales que regulan la vida moral.268 Se sustenta en la tendencia y la sumisin a Dios, fuente y juez de todo bien, y en el sentido de igualdad de los seres humanos entre s. La ley natural expresa la dignidad de la persona y pone la base de sus derechos y de sus deberes fundamentales.269 164 De la dignidad, unidad e igualdad de todas las personas deriva, en primer lugar, el principio del bien comn, al que debe referirse todo aspecto de la vida social para encontrar plenitud de sentido. Segn una primera y vasta acepcin, por bien comn se entiende el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro ms pleno y ms fcil de la propia perfeccin .346 El bien comn no consiste en la simple suma de los bienes particulares de cada sujeto del cuerpo social. Siendo de todos y de cada uno es y permanece comn, porque es indivisible y porque slo juntos es posible alcanzarlo, acrecentarlo y custodiarlo, tambin en vistas al futuro. Como el actuar moral del individuo se realiza en el cumplimiento del bien, as el actuar social alcanza su plenitud en la realizacin del bien comn. El bien comn se puede considerar como la dimensin social y comunitaria del bien moral. Libertad de evangelizacin de la Iglesia Catlica 70 La Iglesia tiene el derecho de ser para el hombre maestra de la verdad de fe; no slo de la verdad del dogma, sino tambin de la verdad moral que brota de la misma naturaleza humana y del Evangelio.95 El anuncio del Evangelio, en efecto, no es slo para escucharlo, sino tambin para ponerlo en prctica (cf. Mt 7,24; Lc 6,46-47; Jn 14,21.23-24; St 1,22): la coherencia del comportamiento manifiesta la adhesin del creyente y no se circunscribe al mbito estrictamente eclesial y espiritual, puesto que abarca al hombre en toda su vida y segn todas sus responsabilidades. Aunque sean seculares, stas tienen como sujeto al hombre, es decir, a aquel que Dios llama, mediante la Iglesia, a participar de su don salvfico. Al don de la salvacin, el hombre debe corresponder no slo con una adhesin parcial, abstracta o de palabra, sino con toda su vida, segn todas las relaciones que la connotan, en modo de no abandonar nada a un mbito profano y mundano, irrelevante o extrao a la salvacin. Por esto la doctrina social no es para la Iglesia un privilegio, una digresin, una ventaja o una injerencia: es su derecho a evangelizar el mbito social, es decir, a hacer resonar la palabra liberadora del Evangelio en el complejo mundo de la produccin, del trabajo, de la empresa, de la finanza, del comercio, de la poltica, de la jurisprudencia, de la cultura, de las comunicaciones sociales, en el que el hombre vive. 71 Este derecho es al mismo tiempo un deber, porque la Iglesia no puede renunciar a l sin negarse a s misma y su fidelidad a Cristo: Ay de m si no predicara el Evangelio! (1 Co 9,16). La amonestacin que San Pablo se dirige a s mismo resuena en la conciencia de la Iglesia como un llamado a recorrer todas las vas de la evangelizacin; no slo aquellas que ataen a las conciencias individuales, sino tambin aquellas que se refieren a las instituciones pblicas: por un lado no se debe reducir errneamente el hecho religioso a la esfera meramente privada ,96 por otro lado no se puede orientar el mensaje cristiano hacia una salvacin puramente ultraterrena, incapaz de iluminar su presencia en la tierra.97 Por la relevancia pblica del Evangelio y de la fe y por los efectos perversos de la injusticia, es decir del pecado, la Iglesia no puede permanecer indiferente ante las vicisitudes sociales: 98 es tarea de la Iglesia anunciar siempre y en todas partes los principios morales acerca del orden social, as como pronunciar un juicio sobre cualquier realidad humana, en cuanto lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvacin de las almas .99

  • 2426 La Iglesia tiene derecho al reconocimiento jurdico de su propia identidad. Precisamente porque su misin abarca toda la realidad humana, la Iglesia, sintindose ntima y realmente solidaria del genero humano y de su historia ,870 reivindica la libertad de expresar su juicio moral sobre estas realidades, cuantas veces lo exija la defensa de los derechos fundamentales de la persona o la salvacin de las almas.871 La Iglesia por tanto pide: libertad de expresin, de enseanza, de evangelizacin; libertad de ejercer el culto pblicamente; libertad de organizarse y tener sus reglamentos internos; libertad de eleccin, de educacin, de nombramiento y de traslado de sus ministros; libertad de construir edificios religiosos; libertad de adquirir y poseer bienes adecuados para su actividad; libertad de asociarse para fines no slo religiosos, sino tambin educativos, culturales, de salud y caritativos.872 Pueblos indgenas 180 Si bien en el proceso de desarrollo econmico y social adquieren notable relieve formas de propiedad desconocidas en el pasado, no se pueden olvidar, sin embargo, las tradicionales. La propiedad individual no es la nica forma legtima de posesin. Reviste particular importancia tambin la antigua forma de propiedad comunitaria que, presente tambin en los pases econmicamente avanzados, caracteriza de modo peculiar la estructura social de numerosos pueblos indgenas. Es una forma de propiedad que incide muy profundamente en la vida econmica, cultural y poltica de aquellos pueblos, hasta el punto de constituir un elemento fundamental para su supervivencia y bienestar. La defensa y la valoracin de la propiedad comunitaria no deben excluir, sin embargo, la conciencia de que tambin este tipo de propiedad est destinado a evolucionar. Si se actuase slo para garantizar su conservacin, se correra el riesgo de anclarla al pasado y, de este modo, ponerla en peligro.381 Sigue siendo vital, especialmente en los pases en vas de desarrollo o que han salido de sistemas colectivistas o de colonizacin, la justa distribucin de la tierra. En las zonas rurales, la posibilidad de acceder a la tierra mediante las oportunidades ofrecidas por los mercados de trabajo y de crdito, es condicin necesaria para el acceso a los dems bienes y servicios; adems de constituir un camino eficaz para la salvaguardia del ambiente, esta posibilidad representa un sistema de seguridad social realizable tambin en los pases que tienen una estructura administrativa dbil.382 471 La relacin que los pueblos indgenas tienen con su tierra y sus recursos merece una consideracin especial: se trata de una expresin fundamental de su identidad.996 Muchos pueblos han perdido o corren el riesgo de perder las tierras en que viven,997 a las que est vinculado el sentido de su existencia, a causa de poderosos intereses agrcolas e industriales, o condicionados por procesos de asimilacin y de urbanizacin.998 Los derechos de los pueblos indgenas deben ser tutelados oportunamente.999 Estos pueblos ofrecen un ejemplo de vida en armona con el medio ambiente, que han aprendido a conocer y a preservar: 1000 su extraordinaria experiencia, que es una riqueza insustituible para toda la humanidad, corre el peligro de perderse junto con el medio ambiente en que surgi. Vida social y colaboracin entre los pueblos 189 Consecuencia caracterstica de la subsidiaridad es la participacin,402 que se expresa, esencialmente, en una serie de actividades mediante las cuales el ciudadano, como individuo o asociado a otros, directamente o por medio de los propios representantes, contribuye a la vida cultural, econmica, poltica y social de la comunidad civil a la que pertenece.403 La participacin es un deber que todos han de cumplir conscientemente, en modo responsable y con vistas al bien comn.404 La participacin no puede ser delimitada o restringida a algn contenido particular de la vida social, dada su importancia para el crecimiento, sobre todo humano, en mbitos como el mundo del trabajo y de las actividades econmicas en sus dinmicas internas,405 la informacin y la cultura y, muy especialmente, la vida social y poltica hasta los niveles ms altos, como son aquellos de los que depende la colaboracin de todos los pueblos en la edificacin de una comunidad internacional solidaria.406 Desde esta perspectiva, se hace imprescindible la exigencia de favorecer la participacin, sobre todo, de los ms dbiles, as como la alternancia de los dirigentes polticos, con el fin de evitar que se instauren privilegios ocultos; es necesario, adems, un fuerte empeo moral, para que la gestin de la vida pblica sea el fruto de la corresponsabilidad de cada uno con respecto al bien comn. Crecimiento de la economa y derechos de los pueblos 366 La extensin de la globalizacin debe estar acompaada de una toma de conciencia ms madura, por parte de las organizaciones de la sociedad civil, de las nuevas tareas a las que estn llamadas a nivel mundial. Gracias tambin a una accin decidida por parte de estas organizaciones, ser posible colocar el actual proceso de crecimiento de la economa y de las finanzas a escala planetaria en un horizonte que garantice un efectivo respeto de los derechos del hombre y de los pueblos, adems de una justa distribucin

  • 3de los recursos, dentro de cada pas y entre los diversos pases: El libre intercambio slo es equitativo si est sometido a las exigencias de la justicia social .756 Especial atencin debe concederse a las especificidades locales y a las diversidades culturales, que corren el riesgo de ser comprometidas por los procesos econmico-financieros en acto: La globalizacin no debe ser un nuevo tipo de colonialismo. Debe respetar la diversidad de las culturas que, en el mbito de la armona universal de los pueblos, constituyen las claves de interpretacin de la vida. En particular, no tiene que despojar a los pobres de lo que es ms valioso para ellos, incluidas sus creencias y prcticas religiosas, puesto que las convicciones religiosas autnticas son la manifestacin ms clara de la libertad humana .757

  • 4PONTIFICIA COMISIN IUSTITIA ET PAX

    LA IGLESIA ANTE EL RACISMO

    PARA UNA SOCIEDAD MS FRATERNA FORMAS ACTUALES DEL RACISMO 8. El racismo no ha desaparecido todava; incluso se es testigo aqu y all de inquietantes resurgimientos, que se presentan bajo formas diferentes, espontneas, oficialmente toleradas o institucionalizadas. En efecto, si las situaciones de segregacin, fundadas sobre teoras raciales son, al presente, en el mundo, una excepcin, no se puede decir lo mismo de ciertos fenmenos de exclusin o de agresividad, de los cuales son vctimas ciertos grupos de personas, cuya apariencia fsica, caractersticas tnicas, culturales o religiosas, difieren de las propias del grupo dominante, y son por l interpretadas como indicios de una inferioridad innata y definitiva, apta a justificar cualquier prctica discriminatoria respecto de ellos. Pues, si la raza define un grupo humano en funcin de ciertos rasgos fsicos inmutables y hereditarios, el prejuicio racial, que dicta los comportamientos racistas, puede extenderse, con los mismos efectos negativos, a todas las personas cuyo origen tnico, lengua, religin y costumbres sealan como diversas. 9. La forma ms patente de racismo, en sentido propio, que se presenta hoy da, es el racismo institucionalizado, sancionado todava por la constitucin y las leyes de un pas y justificado por una ideologa de superioridad de las personas de origen europeo sobre las de origen africano, indio o de color, a veces sustentada por una interpretacin aberrante de la Biblia. Es el rgimen de apartheid o del separate development. Este rgimen se caracteriza, desde tiempo atrs, por una segregacin radical, en varias manifestaciones de la vida pblica, entre las poblaciones negra, mestiza, india y blanca. Esta ltima, aunque minoritaria numricamente, es la nica que detenta el poder poltico y se considera duea de la inmensa mayora del territorio. Todo sudafricano es definido por una raza que le es atribuida reglamentariamente. Si bien en los ltimos aos, se han dado algunos pasos en direccin de una reforma, la mayora de la poblacin negra permanece excluida de la real representacin en el gobierno nacional y no disfruta de la ciudadana sino de nombre. Muchos son asignados a homelands poco viables, que son adems econmica y polticamente dependientes del poder central. La mayora de las Iglesias cristianas del pas han denunciado la poltica de segregacin. La comunidad internacional [15] y la Santa Sede [16] se han pronunciado tambin enrgicamente en el mismo sentido. 10. En un cierto nmero de pases, subsisten todava formas de discriminacin racial respecto de las poblaciones aborgenes, las cuales no son, en muchos casos, ms que los restos de la poblacin original de esas regiones, sobrevivientes de verdaderos genocidios, realizados en otro tiempo por los invasores o tolerados por los poderes coloniales. Y no es raro que esas poblaciones aborgenes resulten marginadas respecto al desarrollo del pas. En varios casos, la suerte que les cabe se acerca, de hecho sino de derecho, a los regmenes segregacionistas, en la medida en que quedan acantonadas en territorios estrechos y sometidos a estatutos que los nuevos ocupantes les han otorgado, casi siempre por un acto unilateral. El derecho de los primeros ocupantes a una tierra, a una organizacin social y poltica que preserve su identidad cultural, an en la apertura a los dems, les debe ser garantizado. A este respecto, la justicia requiere que, acerca de las minoras aborgenes a menudo exiguas como nmero, dos escollos opuestos sean evitados: por una parte, que se las acantone en reservas como si debieran habitar en ellas para siempre, replegadas hacia su pasado; y por la otra, que se las someta a una asimilacin forzada, sin consideracin de su derecho a mantener una identidad propia. Ciertamente, las soluciones son difciles: la historia no puede ser re-escrita. Pero se puede encontrar formas de convivencia que tomen en cuenta la vulnerabilidad de los grupos autctonos y les brinde la posibilidad de ser ellos mismos en el contexto de conjuntos ms amplios, a los que pertenecen con pleno derecho. La integracin ms o menos intensa en la sociedad circunstante debe poder realizarse conforme a su eleccin libre.[18] 11. Otros Estados conservan, en diverso grado, restos de una legislacin discriminatoria, que limita apreciablemente los derechos civiles y religiosos de aqullos que pertenecen a minoras de religin diferente, miembros en general de grupos tnicos diversos de aqul al cual pertenece la mayora de los ciudadanos. En razn de tales criterios religiosos y tnicos, los miembros de esas minoras, an si se les otorga hospitalidad, no pueden obtener, en el caso de que la solicitaran, la ciudadana del pas donde residen y trabajan. Sucede tambin que la conversin a la fe cristiana comporta la prdida de la ciudadana. Estas personas son siempre, en todo caso, ciudadanos de segunda categora, en cuanto concierne, por ejemplo, la educacin superior , el alojamiento , el empleo , especialmente en los servicios pblicos y la administracin de las comunidades locales. En este contexto se debe mencionar tambin aquellas

  • 5situaciones en que, en un mismo pas, se impone a otras comunidades la propia ley religiosa con sus consecuencias en la vida diaria, como por ejemplo la sharia en algunos estados de mayora musulmana. 12. De manera general, hay que mencionar aqu el etnocentrismo, actitud bastante difundida, segn la cual un pueblo tiende naturalmente a defender su identidad, denigrando la de otros, hasta el extremo de negarles, simblicamente al menos, la cualidad humana. Semejante conducta responde sin duda a una instintiva necesidad de proteger los propios valores, creencias y costumbres, percibidos como puestos en peligro por los dems. Se ve a qu consecuencias extremas puede llevar ese sentimiento, si no es purificado y relativizado por la apertura recproca, por la informacin objetiva y el mutuo intercambio. El rechazo de la diversidad puede conducir hasta aqulla forma de aniquilacin cultural, que los etnlogos llaman etnocidio, la cual no tolera la presencia del otro si no en cuanto se deja asimilar a la cultura dominante. Rara vez las fronteras polticas de un pas coinciden exactamente con las de los pueblos, y casi todos los Estados, sean ellos de constitucin antigua o reciente, conocen el problema de minoras algenas instaladas dentro de las propias fronteras. Cuando los derechos de las minoras no son respetados, los antagonismos pueden tomar el aspecto de conflictos tnicos y generar reflejos racistas y tribales. De este modo, el fin de regmenes coloniales y de situaciones de discriminacin racial no ha trado siempre consigo el ocaso del racismo en los nuevos Estados independientes de frica y de Asia. Dentro de las fronteras artificiales, heredadas de las potencias coloniales, la cohabitacin entre grupos tnicos de tradiciones, lenguas, culturas, incluso religiones diferentes, choca a menudo con el obstculo de una hostilidad recproca de tipo racista. Las oposiciones tribales ponen a veces en peligro, si no la paz, al menos la bsqueda del bien comn al conjunto de la sociedad, creando as dificultades a la vida de las Iglesias y a la acogida de pastores de otro origen tnico. Incluso cuando las Constituciones de esos pases afirman formalmente la igualdad de todos los ciudadanos entre s y ante la ley, no es extrao que unos grupos tnicos dominen a otros y les rehsen el pleno disfrute de sus derechos.[19] A veces, estas situaciones de hecho han desembocado en conflictos sangrientos, siempre presentes a la memoria. Otras veces todava, los poderes pblicos no dudan en aprovechar las rivalidades tnicas como diversivo de sus dificultades internas, con gran detrimento del bien comn y de la justicia que estn llamados a servir. Es importante subrayar aqu que se dan situaciones anlogas, cuando, por rabones complejas, poblaciones enteras son mantenidas en estado de desarraigo, refugiadas fuera del pas donde estaban legtimamente instaladas, a menudo carentes de techo, y en todo caso, sin patria; o bien, cuando, residentes en la propia tierra, se encuentran en condiciones humillantes.[20] 13. No es exagerado afirmar que, dentro de un mismo pas y de un mismo grupo tnico, pueden darse formas de racismo social, cuando, por ejemplo, inmensas masas de campesinos pobres son tratados sin ninguna consideracin por su dignidad y sus derechos, expulsados de sus tierras, explotados y mantenidos en un estado de inferioridad econmica y social por propietarios omnipotentes, que gozan adems de la inercia o la activa complicidad de las autoridades. Son nuevas formas de esclavitud, frecuentes en el Tercer Mundo. No hay mucha diferencia entre aqullos que consideran inferiores a otros hombres por razn de su raza, y aqullos que tratan como inferiores a sus propios conciudadanos cuya mano de obra explotan. Es necesario que, en este caso, los principios de justicia social sean eficazmente aplicados. Se evitar as entre otras cosas, que las clases demasiado privilegiadas lleguen a abrigar sentimientos propiamente racistas hacia los propios conciudadanos y encuentren en ello un pretexto ms para mantener estructuras injustas. 14. Ms universal y ms extendido, sobre todo en pases de fuerte inmigracin, es el fenmeno del racismo espontneo, que es dable observar entre los habitantes de esos pases respecto de los extranjeros, especialmente cuando stos se distinguen por su origen tnico y su religin. Los prejuicios con los cuales estos inmigrantes son con frecuencia recibidos, corren el riesgo de desencadenar reacciones que se pueden manifestar al principio por un nacionalismo exacerbado, ms all del legtimo orgullo por la propia patria e incluso de un superficial chauvinismo, degenerando despus fcilmente en xenofobia o incluso en odio racial. Tales actitudes reprensibles nacen de un temor irracional, provocado a menudo por la presencia del otro y la necesidad de confrontarse con lo diverso. El objetivo expreso o implcito que las inspira es la negacin al otro del derecho a ser lo que es, y en todo caso del serlo entre nosotros. Puede haber, sin duda, problemas de equilibrio de poblaciones, de identidad cultural y de seguridad. Pero deben ser resueltos en el respeto del otro, con la confianza tambin en la riqueza que aporta la diversidad humana. Ciertos grandes pases del Nuevo Mundo han recibido un aumento de vitalidad de ese crisol de culturas. Por el contrario, el ostracismo y los mltiples vejmenes de los cuales son a menudo vctima refugiados o inmigrantes, exigen reprobacin, mientras tienen como resultado el empujarles a estrechar sus filas, a vivir por as decir en un ghetto; y esto a su vez retrasa su integracin en la sociedad que los ha recibido, desde el punto de vista administrativo, pero no de manera plenamente humana.

  • 6TERCERA PARTE LA DIGNIDAD DE TODA RAZA Y LA UNIDAD DEL GNERO HUMANO. VISIN CRISTIANA 17. La doctrina cristiana sobre el hombre se ha desarrollado a partir de la Revelacin bblica y a su luz, as como tambin en una incesante confrontacin con las aspiraciones y experiencias de los pueblos. Es esta doctrina que ha inspirado las actitudes de la Iglesia, que hemos sealado ya, en el curso de la historia. Ha sido reiterada de manera clara y sinttica, para nuestro tiempo, por el Concilio Vaticano II, en varios textos decisivos. El siguiente texto puede servir de ilustracin: La igualdad fundamental entre todos los hombres exige un reconocimiento cada vez mayor. Porque todos los hombres, dotados de alma racional y creados a imagen de Dios, tienen la misma naturaleza y el mismo origen. Y porque redimidos por Cristo, disfrutan de la misma vocacin y de idntico destino. Es evidente que no todos los hombres son iguales en lo que toca a la capacidad fsica y a las cualidades intelectuales y morales. Sin embargo, toda forma de discriminacin en los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condicin social, lengua o religin, debe ser vencida y eliminada, por ser contraria al plan divino,[23] Esta enseanza es reiterada a menudo por los Papas y los obispos. As, Pablo VI precisaba ante el cuerpo diplomtico: Para quien cree en Dios, todos los seres humanos, incluso los menos favorecidos, son hijos del Padre universal que los ha creado a su imagen y gua sus destinos con amor solcito. La paternidad de Dios significa fraternidad entre los hombres: ste es uno de los puntos clave del universalismo cristiano, un punto en comn tambin con otras grandes religiones, y un axioma de la ms profunda sabidura humana de todos los tiempos, la que rinde culto a la dignidad del hombre,[24] Y Juan Pablo II insiste: La creacin del hombre por Dios "a su imagen" confiere a toda persona humana una dignidad eminente; supone adems la igualdad fundamental de todos los seres humanos. Para la Iglesia, esta igualdad, enraizada en le mismo ser del hombre, adquiere la dimensin de una fraternidad especialsima mediante la encarnacin del Hijo de Dios... En la redencin realizada por Jesucristo, la Iglesia contempla una nueva base para los derechos y deberes de la persona humana. Por ello, cualquier forma de discriminacin por causa de la raza ... es absolutamente inaceptable,[25] 18. Este principio de la igual dignidad de todos los hombres, cualquiera sea la raza a que pertenecen, encuentra ya un serio apoyo en el plano cientfico, y un slido fundamento en el plano de la filosofa, de la moral y de las religiones en general. La fe cristiana respeta esta intuicin y la afirmacin consiguiente y se regocija por ella. Revela una convergencia muy digna de nota entre las diversas disciplinas que refuerza las convicciones de la mayora de los hombres de buena voluntad y permite la elaboracin de declaraciones, convenciones y pactos internacionales para la salvaguardia de los derechos del hombre y la eliminacin de toda forma de discriminacin racial. En este sentido, Pablo VI poda hablar de un axioma de la ms profunda sabidura humana de todos los tiempos. Sin embargo, todos estos abordajes no son del mismo orden y es importante respetar sus niveles respectivos. Las ciencias, por su parte, contribuyen a disipar no pocas falsas certidumbres con las cuales se intenta cubrirse cuando se quiere justificar conductas racistas o retrasar las transformaciones necesarias. Segn el texto de una declaracin, redactada en la UNESCO el 8 de junio de 1951 por un cierto nmero de personalidades cientficas: Los sabios reconocen generalmente que todos los hombres actualmente vivientes pertenecen a una misma especie, el homo sapiens, y que proceden de un mismo tronco,[26] Pero las ciencias no son suficientes para asegurar las convicciones anti-racistas: por sus mtodos mismos, ellas se prohben a s mismas decir una palabra final sobre el hombre y su destino y definir reglas morales universales obligatorias para las conciencias. La filosofa, la moral y las grandes religiones se interesan, ellas tambin, del origen, la naturaleza y el destino del hombre, y ello en un plano che supera la investigacin cientfica abandonada a sus fuerzas. Procuran fundamentar el respeto incondicional de toda vida humana sobre una base ms firme que la observacin de las costumbres y el consenso, siempre frgil y ambiguo, de una poca. Logran as, en el mejor de los casos, adoptar un universalismo que la doctrina cristiana apoya slidamente en la Revelacin divina. 19. Segn esta Revelacin bblica, Dios ha creado el ser humano hombre y mujer a su imagen y semejanza.[27] Este vnculo del hombre con su Creador funda su dignidad y sus derechos humanos inalienables, con Dios mismo como garante. A esos derechos personales corresponden evidentemente

  • 7deberes hacia los dems hombres. Ni el individuo, ni la sociedad, ni el Estado, ni ninguna otra institucin humana, pueden reducir al hombre o un grupo de hombres al estado de objeto. La fe en un Dios que est al origen del gnero humano, trasciende, unifica y da sentido a todas las observaciones parciales que la ciencia puede acumular sobre el proceso de la evolucin y el desenvolvimiento de las sociedades. Es la afirmacin ms radical de la idntica dignidad de todos los hombres en Dios. Conforme a esta concepcin, la persona escapa a todas las manipulaciones de los poderes humanos y de la propaganda ideolgica destinada a justificar la sujecin de los ms dbiles. La fe en un solo Dios, Creador y Redentor de todo el gnero humano, hecho a su imagen y semejanza, constituye la negacin absoluta e insoslayable de toda ideologa racista. Pero es preciso extraer de ella todas sus consecuencias: No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de Dios,[28] 20. La Revelacin insiste, en efecto, igualmente, en la unidad de la familia humana: todos los hombres creados tienen en Dios un mismo origen. Cualquiera sea, en el curso de la historia, su dispersin geogrfica o la acentuacin de sus diferencias, estn siempre destinados a formar una sola familia, segn el plan de Dios establecido al principio. En el primer hombre, la unidad de todo el gnero humano, presente y futuro, es tipolgicamente afirmada. Adn de adama, la tierra es un singular colectivo. Es la especie humana que es imagen de Dios. Eva, la primera mujer, es llamada la madre de todos los vivientes,[29] De la primera pareja proviene la raza de los hombres.[30] Todos son de la familia de Adn.[31] San Pablo declarar a los atenienses: Dios cre, de un solo principio, todo el linaje humano, para que habitase sobre toda la faz de la tierra; de manera que todos pueden decir con el poeta que son del linaje mismo de Dios.[32] La eleccin del pueblo judo no contradice este universalismo, se trata de una pedagoga divina que se propone asegurar la preservacin y el desarrollo de la fe en el Eterno, que es nico, y fundamentar as las responsabilidades consiguientes. Si el pueblo de Israel ha tomado conciencia de una relacin especial con Dios, ha afirmado tambin que hay una alianza con El de todo el gnero humano,[33] y que, an en la Alianza concluida con l, todos los pueblos son llamados a la salvacin: Y sern bendecidas en ti todas las familias de la tierra declara Dios a Abraham.[34] 21. El Nuevo Testamento refuerza esta revelacin de la dignidad de todos los hombres, de su unidad fundamental y de su deber de fraternidad, porque todos han sido igualmente salvados y reunidos por Cristo. El misterio de la Encarnacin manifiesta en qu honor Dios ha tenido la naturaleza humana, ya que, en su Hijo, ha querido, sin confusin ni separacin, unirla a la suya. Cristo se ha unido, en cierto modo con todo hombre.[35] Cristo es, por ttulo exclusivo, la imagen de Dios invisible [36] Slo El revela de manera perfecta el ser de Dios en la humilde condicin humana que ha asumido libremente.[37] Por ello, es el nuevo Adn, prototipo de una humanidad nueva, primognito entre muchos hermanos,[38] en quien ha sido restaurada la semejanza divina empaada por el pecado. Al hacerse carne entre nosotros, el Verbo eterno de Dios ha compartido nuestra humanidad[39] para conformarnos a su divinidad. La obra de salvacin realizada por Cristo es universal. No tiene como destinatario solamente el pueblo elegido. Toda la raza de Adn es afectada, recapitulada en Cristo, segn la expresin de San Ireneo.[40] En Cristo, todos los hombres son llamados a entrar, por la fe, en la Alianza definitiva con Dios,[41] al margen de la circuncisin, de la Ley de Moiss y de la raza. Esta Alianza ha sido realizada y sellada por el sacrificio de Cristo, que obr la Redencin de una humanidad pecadora. Por su cruz fue abolida la divisin religiosa que se haba hecho ms rgida como divisin tnica entre el pueblo de la promesa, ahora cumplida, y el resto de la humanidad. Los gentiles, hasta ahora excluidos de la ciudadana de Israel y extraos a las alianzas de la promesa, han llegado a estar cerca por la sangre de Cristo [42] El , de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad.[43] A partir del judo y del gentil, Cristo ha querido crear en s mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo. Este Hombre Nuevo es el nombre colectivo de la humanidad redimida por El , en toda la variedad de sus componentes, reconciliada con Dios para formar un solo Cuerpo que es la Iglesia, gracias a la cruz que ha suprimido la enemistad.[44] De esta manera, no hay ya ms griego ni judo, circuncisin e incircuncisin; brbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en todos.[45] El creyente, cualquiera fuera su condicin anterior, ha revestido as ese Hombre Nuevo, que no cesa de ser renovado a imagen de su Creador. Y Cristo rene los hijos de Dios que estaban dispersos.[46] El mensaje de Cristo no mira solamente a una fraternidad espiritual. Presupone y pone en marcha comportamientos concretos, muy importantes en la vida cotidiana: Cristo mismo ha dado el ejemplo. El marco estrecho de Palestina, donde se ha desarrollado casi toda su vida terrestre, no le brindaba demasiadas ocasiones de encontrar gente de otras razas. No obstante, se ha mostrado acogedor con todas las categoras de personas con las cuales entr en contacto. No temi dedicarse a los samaritanos [47] y

  • 8ponerlos como ejemplo,[48] cuando eran menospreciados por los judos y tratados como herejes. Ha hecho beneficiarios de su salvacin a todos los que estaban marginados por una u otra razn: los enfermos, los pecadores hombres y mujeres, las prostitutas, los publicanos, los paganos como la mujer sirofenicia.[49] Han quedado excluidos solamente los que se auto-excluyen, por su suficiencia, como algunos fariseos. Y l nos amonesta solemnemente: habremos de ser juzgados segn la actitud que tuvimos hacia el extranjero, o hacia el ms pequeo de sus hermanos. Incluso sin saberlo, encontramos en ellos a El mismo.[50] La resurreccin de Cristo y el don del Espritu Santo en Pentecosts han inaugurado esta humanidad nueva. La incorporacin a ella se realiza por la fe y el bautismo, a la zaga de la predicacin y la libre adhesin al Evangelio. Y esta buena nueva est destinada a todas las razas. Haced discpulos a todas las gentes,[51] 22. La Iglesia tiene en consecuencia la vocacin de ser, en medio del mundo, el pueblo de los redimidos, reconciliados con Dios y entre s, siendo un solo cuerpo y un solo espritu en Cristo [52] y manifestando a todos los hombres respeto y amor. Todas las naciones que hay bajo el cielo estaban representadas simblicamente en Jerusaln, el da de Pentecosts,[53] superacin y antitipo de la dispersin de Babel.[54] Como afirma Pedro, cuando fue llamado a casa del pagano Cornelio: a m me ha mostrado Dios que no hay que llamar profano o impuro a ningn hombre ... Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepcin de personas.[55] La Iglesia ha recibido la vocacin sublime de realizar, primero en s misma, la unidad del gnero humano, ms all de toda divisin tnica, cultural, nacional, social y otras todava, a fin de significar precisamente el trmino de esas divisiones, abolidas por la cruz de Cristo. Al hacerlo, contribuye a promover la convivencia fraterna entre los pueblos. El Concilio Vaticano II ha definido muy justamente la Iglesia como un sacramento, o sea signo e instrumento de la unin ntima con Dios y de la unidad de todo el gnero humano,[56] porque Cristo y la Iglesia ... trascienden todo particularismo de raza o de nacin.[57] En la Iglesia no hay ninguna desigualdad por razn de la raza o de la nacionalidad, de la condicin social o del sexo,[58] Es precisamente el sentido del trmino catlico, es decir, universal; l caracteriza la Iglesia. Y a medida que sta realiza su expansin, la catolicidad se vuelve ms manifiesta: la Iglesia rene efectivamente los fieles de Cristo de todas las naciones del mundo, con las culturas ms variadas, guiadas por los pastores de sus pueblos, comulgando todos en la misma fe y en la misma caridad. Aquello que la Iglesia tiene vocacin y misin de realizar, por mandato divino, sus fracasos repetidos, obra de la dureza de los hombres y de los pecados de sus miembros, no pueden de ninguna manera anularlo. Esto confirma que no se trata de una empresa de hombres, sino de un proyecto que supera las fuerzas humanas. Es importante, en todo caso, que los cristianos se den cuenta mejor que son llamados, todos ellos, a ejercer el papel de signos en el mundo. A travs de su conducta, que excluye toda forma de discriminacin racial, tnica, nacional o cultural, el mundo debe poder reconocer la novedad del Evangelio de la reconciliacin. Les toca anticipar, en la Iglesia, la comunidad escatolgica y definitiva del Reino de Dios. 23. La doctrina cristiana, que acabamos de exponer, tiene, en efecto, serias consecuencias morales, que se puede resumir en tres palabras claves: respeto de las diferencias, fraternidad, solidaridad. Si los hombres y las comunidades humanas, son todos iguales en dignidad, ello no quiere decir que todos disfrutan, simultneamente, de las mismas capacidades fsicas, los mismos dones culturales, las mismas fuerzas intelectuales y morales, el mismo estadio de desarrollo. La igualdad no es uniformidad. Importa reconocer la diversidad y la complementariedad de las riquezas culturales y las cualidades morales de unos y de otros. La igualdad de trato presupone as un cierto reconocimiento de la diferencia, que las minoras reclaman a fin de desenvolverse segn su genio propio, en el respeto de los dems y del bien comn de la sociedad y de la comunidad mundial. Pero ningn grupo humano se puede engrer de poseer sobre otros una superioridad de naturaleza,[59] ni de ejercer ninguna discriminacin que afecte los derechos fundamentales de la persona. Sin embargo, el mutuo respeto no basta. Es preciso instaurar una fraternidad. El dinamismo necesario para tal fraternidad no es otro que la caridad, que est, tambin ella, en el corazn del mensaje cristiano: Todo hombre es mi hermano,[60] La caridad no es un simple sentimiento de benevolencia o de piedad; se orienta ms bien a hacer que cada uno se beneficie efectivamente de aqullas condiciones de vida dignas que le corresponden por justicia, en orden a su subsistencia, su libertad y su desarrollo bajo todos los aspectos. Ella hace ver en todo hombre y en toda mujer otro ser como uno, en Cristo, conforme al precepto divino: amars a tu prjimo como a ti mismo.

  • 9El reconocimiento de la fraternidad no basta. Se trata de ir hasta la solidaridad activa con todos, y en especial entre ricos y pobres. La reciente encclica de Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis (30 de diciembre 1987) insiste en el hecho de la interdependencia, percibida como sistema determinante de relaciones en el mundo actual ... y asumida como categora moral. Cuando la interdependencia es reconocida as, su correspondiente respuesta, como actitud moral y social, y como "virtud", es la solidaridad.[61] En esto se juega la paz entre hombres y naciones: Opus solidaritatis pax, la paz como fruto de la solidaridad.[62]

  • 10PONTIFICIO CONSEJO JUSTICIA Y PAZ PARA UNA MEJOR DISTRIBUCION DE LA TIERRA El reto de la reforma agraria La expropiacin de las tierras de los indgenas 11. En estos ltimos decenios ha tenido lugar una intensa y continua expansin de las diferentes actividades econmicas basadas en la utilizacin de los recursos naturales de las tierras tradicionalmente ocupadas por los pueblos indgenas. En la mayora de los casos, la expansin de las grandes empresas agrcolas, la construccin de grandes instalaciones hidroelctricas, la explotacin de los recursos mineros, petrolferos y madereros de los bosques en las reas de expansin de la frontera agrcola han sido decididas, planificadas y realizadas sin considerar los derechos de los habitantes indgenas.(10) Todo esto tiene lugar de forma legal, pero el derecho de propiedad promulgado por la ley se encuentra en conflicto con el derecho de uso del suelo originado por una ocupacin y por una pertenencia cuyos orgenes se remontan a tiempos muy lejanos. Los pueblos indgenas, que en su cultura y en su espiritualidad consideran la tierra como el valor fundamental y el factor que los une y que alimenta su identidad, perdieron el derecho legal de propiedad de las tierras donde viven desde hace siglos en el momento en que se crearon los primeros latifundios. Se les puede por lo tanto privar de estas tierras si los tenedores antiguos o nuevos del ttulo legal de propiedad quieren tomar concretamente posesin de stas aunque durante varios decenios no les hayan interesado para nada. Tambin puede ocurrir que los indgenas corran el riesgo, absurdo pero concreto, de que se les considere como invasores de sus propias tierras. La nica alternativa al hecho de que se les expulse de sus tierras es el trabajo para las grandes empresas o la emigracin. A estos pueblos, de cualquier forma, se les despoja de sus tierras y de su cultura. Violencias y complicidades 12. La historia reciente de muchas reas rurales est frecuentemente marcada por conflictos, por injusticias sociales y por varias formas de violencia no controlada. La lite terrateniente y las grandes empresas de explotacin de los recursos mineros y madereros no han tenido reparos en muchas ocasiones en instaurar un clima de terror para calmar las protestas de los trabajadores, obligados a soportar ritmos de trabajo inhumanos y retribuidos con salarios que a menudo no cubren los gastos de viaje, las comidas y el alojamiento. Se ha instaurado este clima tambin para ganar los conflictos con los pequeos agricultores que llevan mucho tiempo cultivando tierras de propiedad del Estado o bien otras tierras o para apoderarse de las tierras ocupadas por los pueblos indgenas. En estas luchas se utilizan mtodos intimidatorios, se efectan detenciones ilegales y, en algunos casos extremos, se reclutan grupos armados para destruir los bienes y las cosechas, para quitar poder a los lderes de las comunidades, para deshacerse de algunas personas, incluidos los que defienden a los ms dbiles, entre los cuales tambin hay que recordar a muchos responsables de la Iglesia. A menudo los representantes de los poderes pblicos son cmplices de estas violencias. La impunidad de los ejecutores y de los mandantes de los crmenes est garantizada por las deficiencias del sistema jurdico y por la indiferencia de muchos Estados por los instrumentos jurdicos internacionales de defensa de los derechos humanos. Nudos institucionales y estructurales que se deben resolver 13. Los pases en vas de desarrollo pueden contrarrestar eficazmente el proceso actual de concentracin de la propiedad de la tierra si hacen frente a algunas situaciones que se presentan como autnticos nudos estructurales. Estas son: las carencias y los retrasos a nivel legislativo sobre el tema del reconocimiento del ttulo de propiedad de la tierra y sobre el mercado del crdito; la falta de inters por la investigacin y por la

  • 11capacitacin agrcola; la negligencia por los servicios sociales y por la creacin de infraestructuras en las reas rurales. El reconocimiento legal del derecho de propiedad 14. El conjunto de normas y los frgiles asentamientos administrativos, como los catastros, de muchos pases a menudo agravan las dificultades a las que se enfrentan los pequeos agricultores a la hora de obtener el reconocimiento legal del derecho de propiedad de la tierra que cultivan desde hace tiempo y de la que son propietarios de hecho. Ocurre con frecuencia que se les quite las tierras a los agricultores porque stas caen, por ley, en manos de quienes al tener ms medios econmicos y ms informacin pueden conseguir el reconocimiento del derecho de propiedad. El pequeo cultivador de cualquier forma sale perdiendo: la incertidumbre sobre el ttulo de propiedad de la tierra representa en efecto un elemento que no anima a invertir, hace aumentar los riesgos para el agricultor en el supuesto de que ste incremente las dimensiones de su finca y disminuye las posibilidades de acceso al crdito utilizando la tierra como garanta. Adems esta incertidumbre representa un incentivo a explotar en exceso los recursos naturales del fundo sin considerar las consecuencias vinculadas a la sostenibilidad medio ambiental y sin preocuparse por las futuras generaciones. El mercado del crdito 15. Las normas tradicionales sobre los crditos contribuyen a producir los efectos arriba mencionados. El pequeo agricultor se enfrenta a muchas dificultades para acceder a los crditos necesarios para mejorar las tecnologas de produccin, para incrementar sus propiedades, para hacer frente a las adversidades, a causa del papel que tiene la tierra, considerada como un instrumento de garanta y a causa de los costes elevados que las financiaciones de importes limitados conllevan a los bancos de crdito.(11) En las zonas rurales el mercado legal del crdito a menudo no existe. El pequeo agricultor se ve obligado a recurrir a la usura para conseguir los prstamos que necesita, exponindose a riesgos que le pueden llevar a la prdida parcial o incluso total de sus tierras. En efecto, el usurero tiene generalmente el objetivo de especular con las tierras. Se rastrean as las pequeas propiedades, aumentando el nmero de personas sin tierra y, al mismo tiempo se incrementa el patrimonio de los latifundistas, de los agricultores ms ricos o de los comerciantes locales. En los pases pobres, en resumen, el acceso al crdito a largo plazo tiende a ser proporcional a la propiedad de los medios de produccin y sobre todo de la tierra y por lo tanto se convierte en una prerrogativa de los grandes latifundistas. La investigacin y la capacitacin agrcola 16. Existen muchas carencias tambin a nivel de investigacin y de capacitacin agrcola,(12) es decir en las actividades de investigacin o desarrollo de nuevas tecnologas apropiadas a las diferentes realidades y en la informacin de los agricultores sobre estas nuevas tcnicas y sobre sus modalidades de uso con el fin de obtener el mximo beneficio. A menudo, en los pases en vas de desarrollo, el esfuerzo econmico empleado para crear estructuras de investigacin agrcola es bastante limitado y la preparacin de aquellos que son responsables de la formacin no resulta conveniente. Se crean pues los supuestos que hacen posibles dos fenmenos estrechamente vinculados entre s y que tienen muchas repercusiones econmicas y sociales: la difusin de tecnologas que son el fruto de las investigaciones de privados que, por motivos de mercado, se dirigen a las empresas de grandes dimensiones; la falta de atencin por la compatibilidad de las nuevas tecnologas con las caractersticas de la agricultura de las diferentes reas e incompatibles sobre todo con las condiciones socioeconmicas de estas zonas. En estos casos se corre el riesgo de que los efectos de las difusin de las nuevas tecnologas sean negativos para el bienestar de los pequeos agricultores y para la supervivencia de sus empresas. La falta de infraestructuras y servicios sociales 17. La falta de inters por las infraestructuras y por los servicios sociales indispensables en las zonas rurales tiene un papel importante.

  • 12El sistema escolar de estas reas, por sus carencias cuantitativas y cualitativas, no proporciona a los jvenes los medios necesarios para que desarrollen sus potencialidades personales y para que adquieran la conciencia de su dignidad de seres humanos y el conocimiento de sus derechos y deberes. De la misma forma, las carencias de los transportes, adems de dificultar el acceso a los dems servicios sociales, hacen que se reduzca la rentabilidad de la actividad agrcola. La falta de carreteras o sus malas condiciones por falta de mantenimiento y la escasez de medios de transporte pblicos aumentan los costes de produccin y reducen por lo tanto las posibilidades de mejorar las tcnicas de produccin. La consecuencia ms grave de la falta de infraestructuras es la dependencia de los pequeos agricultores de los mercados locales para comercializar sus productos. En los mercados locales hay pocas informaciones tiles lo cual hace que sea difcil que los productos alcancen los niveles de calidad requeridos por la demanda. En estos mercados hay personas que tienen el monopolio de las transacciones, de forma que los agricultores se ven obligados a aceptar los precios impuestos o bien se arriesgan a no vender sus productos. CAPITULO II EL MENSAJE BIBLICO Y ECLESIAL SOBRE LA PROPIEDAD DE LA TIERRA Y SOBRE EL DESARROLLO AGRICOLA La propiedad de la tierra segun la doctrina social de la Iglesia 27. Siguiendo la perspectiva marcada por las Sagradas Escrituras, la Iglesia ha elaborado en el transcurso de los siglos su doctrina social. Documentos fidedignos y significativos ilustran sus principios fundamentales, as como los criterios tiles para juzgar y discernir, y las indicaciones y orientaciones para realizar las elecciones oportunas. En la doctrina social se juzga el proceso de concentracin de la tierra como un escndalo porque est en neta oposicin con la voluntad y el designio salvfico de Dios, porque niega a una gran parte de la humanidad los beneficios de los frutos de la tierra. Las perversas desigualdades de la distribucin de los bienes comunes y de las posibilidades de desarrollo de toda persona y los desequilibrios deshumanizados de las relaciones personales y colectivas, causados por este tipo de concentracin, provocan conflictos que daan las bases de la convivencia civil y provocan la destruccin del tejido social y el deterioro del medio ambiente. El destino universal de los bienes y de la propiedad privada 28. Las consecuencias del desorden actual confirman la necesidad, para toda la sociedad humana, de que se recuerden continuamente los principios de la justicia, y sobre todo el principio del destino universal de los bienes. La doctrina social de la Iglesia, en efecto, funda la tica de las relaciones de propiedad del hombre con respecto a los bienes de la tierra bajo la perspectiva bblica que seala la tierra como un don de Dios para todos los seres humanos. Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene al uso de todos los pueblos, de modo que los bienes creados, en una forma equitativa, deben alcanzar a todos bajo la gua de la justicia y el acompaamiento de la caridad. Pues ... jams se debe perder de vista este destino comn de los bienes .(18) El derecho al uso de los bienes terrenales es un derecho natural, primario, de valor universal, puesto que es de todo ser humano: ningn otro derecho de tipo econmico puede violarlo,(19) deber pues ser tutelado y aplicado mediante leyes e instituciones. 29. Al afirmar la necesidad de garantizar a todos los hombres, siempre y en cualquier circunstancia, el disfrute de los bienes de la tierra, la doctrina social apoya tambin el derecho natural de propiedad de estos bienes.(20) El hombre, todo hombre, fructifica, de forma efectiva y eficaz, los bienes de la tierra que han sido puestos a su servicio y, por tanto, se realiza as mismo, si est en condiciones de poder usar libremente estos bienes, habiendo adquirido la propiedad de stos.(21)

  • 13Esta es una condicin y una garanta de libertad; es el presupuesto y la garanta de la dignidad de la persona. La propiedad privada, o un cierto dominio sobre los bienes externos, asegura a cada uno una zona indispensable de autonoma personal, y debe ser considerada como una prolongacin de la libertad humana. Y como constituyen un estmulo para el ejercicio del cargo y del deber, constituyen una de las condiciones de las libertades civiles .(22) Si no se reconoce a los particulares el derecho de propiedad privada, incluida la de los bienes de produccin, la historia y la experiencia nos demuestra que se llega a la concentracin del poder, a la burocratizacin de los diferentes mbitos de la sociedad, a la insatisfaccin social y a ahogar y suprimir el ejercicio de la libertad humana en las cosas ms fundamentales .(23) 30. El derecho de propiedad privada, segn el Magisterio de la Iglesia no es sin embargo incondicional, al contrario, est caracterizado por restricciones muy precisas. La propiedad privada, en efecto, en el contexto concreto de sus instituciones y de sus normas jurdicas es ante todo un instrumento de actuacin del principio del destino comn de los bienes, es por lo tanto un medio y no un fin.(24) El derecho de propiedad privada, que es positivo y necesario, debe estar circunscrito en los lmites de una funcin social de la propiedad. Todo propietario debe por lo tanto ser siempre consciente de la hipoteca social que grava sobre la propiedad privada: Por tanto, el hombre al usarlos no debe tener las cosas exteriores, que legtimamente posee, como exclusivas suyas, sino tambin considerarlas como cosas comunes, en el sentido de que deben no slo aprovecharle a l, sino tambin a los dems .(25) 31. La funcin social directa y naturalmente inherente a las cosas y a su destino, permite que la Iglesia afirme en su enseanza social: Quien se encuentra en extrema necesidad tiene derecho a procurarse lo necesario tomndolo de las riquezas de otros .(26) El lmite al derecho de propiedad privada lo establece el derecho de todo hombre al uso de los bienes necesarios para vivir. Esta doctrina, establecida por Santo Toms de Aquino,(27) ayuda a evaluar algunas situaciones difciles de mucha importancia tico-social, como la expulsin de los campesinos de las tierras que han cultivado, sin que se les asegure el derecho de recibir la parte de bienes necesarios para vivir, y los casos de ocupacin de las tierras baldas por parte de los campesinos que no son propietarios y que viven en condiciones de extrema indigencia. Condena del latifundio 32. La doctrina social de la Iglesia, basndose en el principio de la subordinacin de la propiedad privada al destino universal de los bienes, analiza las modalidades de aplicacin del derecho de propiedad de la tierra como espacio cultivable y condena el latifundio como intrnsecamente ilegtimo. Las grandes posesiones rurales estn mediocremente cultivadas o reservadas baldas para especular sobre ellas, mientras que se debera incrementar la produccin agrcola para responder a la creciente demanda de alimentos de la mayora de la poblacin, sin tierras o con parcelas demasiado pequeas. Para la doctrina social de la Iglesia, el latifundio est en neto contraste con el principio de que la tierra ha sido dada para todo el mundo y no solamente para los ricos , de modo que no hay ninguna razn para reservarse en uso exclusivo lo que supera a la propia necesidad cuando a los dems les falta lo necesario .(28) El latifundio, de hecho, niega a una multitud de personas el derecho de participar con el propio trabajo al proceso de produccin y de responder a sus necesidades y a las de sus familias al igual que a las de su comunidad y nacin de la que forman parte.(29) Los privilegios asegurados por el latifundio provocan contrastes escandalosos y conllevan situaciones de dependencia y de opresin tanto a nivel nacional como internacional. 33. La enseanza social de la Iglesia denuncia tambin las injusticias intolerables provocadas por las formas de apropiacin indebida de la tierra por parte de propietarios o empresas nacionales e internacionales, en algunos casos apoyadas por instituciones del Estado, que, pisotean todo derecho adquirido y, a menudo, incluso los ttulos legales mismos de posesin del suelo, despojando a los pequeos agricultores y a los pueblos indgenas de sus tierras. Se trata de formas de apropiacin muy graves, porque, adems de incrementar las desigualdades en la distribucin de los bienes de la tierra, por lo general, conllevan una distribucin de una parte de estos

  • 14bienes, empobreciendo as a toda la humanidad. Estas crean formas de explotacin de la tierra que quebrantan los equilibrios construidos durante siglos entre el hombre y el medio ambiente y causan un gran deterioro medio ambiental. Esto debe aparecer como la seal de la desobediencia del hombre al mandamiento de Dios de actuar como guardin y como sabio administrador de la creacin (cf. Gn 2, 15; Sb 9, 2-3). Las consecuencias de esta desobediencia pecaminosa son gravsimas. Esta, en efecto, causa una grave y vil forma de falta de solidaridad entre los hombres porque afecta a los ms pobres y a las generaciones futuras.(30) 34. A la condena del latifundio y de la apropiacin indebida, contrarios al principio del destino universal de los bienes, la doctrina social aade la condena de las formas de explotacin del trabajo, sobre todo cuando ste es remunerado con salarios o bien con otras modalidades indignas del hombre. Con la remuneracin injusta por el trabajo concludo y con otras formas de explotacin se niega a los trabajadores la posibilidad de recorrer la va concreta a travs de la cual la gran mayora de los hombres puede acceder a los bienes que estn destinados al uso comn; tanto los bienes de la naturaleza como los que son fruto de la produccin .(31) Reforma agraria: indicaciones para un recorrido posible Realizar una reforma agraria efectiva, equitativa y eficiente 35. A menudo ocurre que las polticas que pretenden promover una utilizacin correcta del derecho de propiedad privada de la tierra no consiguen impedir que sta se siga poniendo en prctica, en amplias reas del mundo, como un derecho absoluto, sin ninguna limitacin proveniente de las correspondientes obligaciones sociales. Sobre este tema la doctrina social de la Iglesia es muy explcita e indica que la reforma agraria es una de las reformas ms urgentes y que se debe emprender sin demora: En muchas situaciones son necesarios cambios radicales y urgentes para volver a dar a la agricultura y a los campesinos el justo valor como base de una sana economa, en el conjunto del desarrollo de la comunidad social .(32) Particularmente drmatico, a propsito de este tema, es el llamamiento que hizo Juan Pablo II en Oaxaca, en Mxico, a los hombres de gobierno y a los latifundistas: Por parte vuestra, responsables de los pueblos, clases poderosas que tenis a veces improductivas las tierras que esconden el pan que a tantas familias falta: la conciencia humana, la conciencia de los pueblos, el grito del desvalido, y sobre todo la voz de Dios, la voz de la Iglesia os repiten conmigo: no es justo, no es humano, no es cristiano continuar con ciertas situaciones claramente injustas. Hay que poner en prctica medidas reales, eficaces, a nivel local, nacional e internacional, en la amplia lnea marcada por la Encclica Mater et magistra (parte tercera). Y es claro que quien ms debe colaborar en ello, es quien ms puede .(33) 36. La doctrina social afirma varias veces que se debe garantizar la mayor valoracin posible de las potencialidades productivas de la agricultura ah donde un porcentaje importante de la poblacin se dedica a cultivar la tierra y depende de esa cultivacin. En el caso de los fundos insuficientemente cultivados, la doctrina social justifica, mediante una indemnizacin equitativa para los propietarios,(34) la expropiacin de la tierra para repartirla a quienes estn desprovistos o que posean parcelas irrisorias.(35) Se debe subrayar sin embargo que, para la doctrina social, una reforma agraria no se debe limitar a repartir ttulos de propiedad a los asignatarios. La expropiacin de las tierras y el reparto de stas no son ms que uno de los aspectos, y no se trata del ms complicado, de una poltica de reforma agraria equitativa y eficiente.(36) Promover la difusin de la propiedad privada 37. La doctrina social de la Iglesia ve en la reforma agraria un instrumento adecuado para difundir la propiedad privada de la tierra en el caso en el que los poderes pblicos acten siguiendo tres lneas de accin diferentes pero complementarias: a) a nivel jurdico, para que haya leyes justas que mantengan y tutelen la efectiva difusin de la propiedad privada;(37) b) a nivel de polticas econmicas, para facilitar el acceso a la propiedad privada de los siguientes bienes: bienes de consumo duradero; vivienda; pequea propiedad agraria; utillaje necesario para la empresa artesana y para la empresa agrcola familiar; acciones de empresas grandes o medianas .(38)

  • 15 c) a nivel de polticas fiscales y tributarias, para asegurar la continuidad de la propiedad de los bienes en el mbito de la familia.(39) Facilitar el desarrollo de la empresa agrcola familiar 38. Condenando el latifundio, porque es la expresin de un uso socialmente irresponsable del derecho de propiedad y porque es un grave obstculo para la movilidad social, y condenando tambin la propiedad estatal de la tierra, porque conlleva una despersonalizacin de la sociedad civil, la doctrina social de la Iglesia, consciente de que nadie puede establecer en trminos genricos las lneas fundamentales a que debe ajustarse la empresa agrcola ,(40) sugiere que se valore ampliamente la empresa familiar propietaria de la tierra que cultiva directamente.(41) La empresa agrcola familiar citada anteriormente utiliza sobre todo el trabajo realizado por los miembros de la familia y se puede integrar al mercado del trabajo empleando trabajadores asalariados. La dimensin de este tipo de empresa agrcola debera estar en condiciones de proporcionar: unos ingresos adecuados para la familia, la continuidad de la familia en la empresa, el acceso a los crditos agrcolas y la sostenibilidad del medio ambiente rural, todo ello, utilizando de forma apropiada los factores de produccin. Gracias a la eficiencia de su gestin y a la riqueza social que se produce de esta forma, este tipo de empresa proporciona nuevas posibilidades de empleo y de crecimiento humano para todos. Esta empresa, puede proporcionar una contribucin muy positiva no slo para el desarrollo de una estructura agrcola eficiente, sino tambin para la realizacin del principio mismo del destino universal de los bienes. Respetar la propiedad comunitaria de los pueblos indgenas 39. El Magisterio social de la Iglesia no considera la propiedad individual como la nica forma legtima de posesin de la tierra. Este considera tambin y de forma especial la propiedad comunitaria, que caracteriza la estructura social de numerosos pueblos indgenas. Este tipo de propiedad tiene tantas repercusiones en estos pueblos, a nivel econmico, cultural, y poltico, que constituye un elemento fundamental de su supervivencia y de su bienestar, teniendo adems una funcin igualmente esencial de salvaguardia de los recursos naturales.(42) La proteccin y la valoracin de la propiedad comunitaria no debe, sin embargo, excluir la consciencia del hecho de que este tipo de propiedad est destinado a evolucionar. Si se acta slo para garantizar su conservacin se corre el riesgo de vincularla al pasado y, de este modo, de destruirla.(43) Llevar a cabo una poltica laboral justa 40. La tutela de los derechos humanos que provienen de la actividad laboral es otra lnea de accin fundamental que la doctrina social de la Iglesia presenta para asegurar una correcta actuacin del derecho de propiedad privada de la tierra. Dadas las relaciones que vinculan el trabajo a la propiedad, ste representa un medio de importancia crucial para garantizar el destino universal de los bienes. Los poderes pblicos,(44) tienen pues el deber de intervenir para que estos derechos sean respetados y realizados siguiendo tres lneas de accin: a) fomentar las condiciones que aseguren el derecho al trabajo;(45) b) garantizar el derecho a una remuneracin del trabajo justa;(46) c) tutelar y promover el derecho de los trabajadores de formar asociaciones, que tengan como finalidad la defensa de los derechos de los trabajadores.(47) El derecho a asociarse representa, en efecto, la condicin indispensable que permite alcanzar un equilibrio en las relaciones de poder de contratacin entre los trabajadores y los empresarios y para garantizar, por lo tanto, el desarrollo de un buen dilogo entre las partes sociales. Realizar un sistema de enseanza capaz de producir un crecimiento cultural y profesional efectivo de la poblacin

  • 1641. El factor cada vez ms decisivo para tener acceso a los bienes de la tierra ya no es, como ocurra en el pasado, la propiedad de la tierra, sino la posesin de los conocimientos que el hombre posee y puede acumular. Juan Pablo II afirma: Existe otra forma de propiedad, concretamente en nuestro tiempo, que tiene una importancia no inferior a la de la tierra: es la propiedad del conocimiento, de la tcnica y del saber .(48) Cuanto mejor conozca el agricultor las capacidades productivas de la tierra y de los dems factores de produccin y las diferentes modalidades con las cuales responder a las necesidades de los destinatarios del fruto de su trabajo, ms fecundo ser su trabajo, sobre todo como instrumento de realizacin personal, con el que emplea su inteligencia y su libertad. Es necesario, urgente y prioritario poner en marcha un sistema de enseanza capaz de ofrecer, en los diferentes niveles escolares, la enseanza de los conocimientos y el desarrollo de las aptitudes tcnicas y cientficas. CAPITULO III LA REFORMA AGRARIA: UN INSTRUMENTO DE DESARROLLO ECONOMICO Y SOCIAL La reforma agraria: un instrumento necesario ... 42. Una actividad agrcola caracterizada por la apropiacin indebida y por la concentracin de las tierras en latifundios obstaculiza gravemente el desarrollo econmico y social de un pas. La falta de crecimiento de la produccin agrcola y del empleo no es ms que un efecto a corto plazo. Frente a esta situacin, una reforma de la agricultura, que asegure un reparto de las tierras diferente, representa un objetivo importante sobre el cual hay que centrar la atencin, al tratarse de una intervencin necesaria para el desarrollo armnico de la economa y de la sociedad. La calidad y el xito de los programas de desarrollo obtienen, en efecto, grandes beneficios de la movilidad de los recursos internos de un pas y de su distribucin entre los diferentes sectores y grupos sociales. El objetivo de una reforma agraria es precisamente el de consentir el acceso a la tierra y a su utilizacin apropiada as como el fomento del empleo. 43. Este tipo de reforma agraria, como medida poltica de desarrollo, es cada vez ms necesaria, debida e improrrogable. Un sector agrcola en desarrollo incrementa la renta de los agricultores, hace aumentar la demanda de bienes y de servicios producidos por la industria y por el sector terciario y afianza el poder adquisitivo de quienes, a pesar de vivir en zonas rurales, no trabajan en el sector de la agricultura. El primer efecto importante de este desarrollo es la contencin del impulso migratorio hacia las ciudades y el traslado de la mano de obra hacia otros sectores, y los efectos sobre la urbanizacin y sobre el nivel de los salarios. El incremento de la productividad agrcola consentira el garantizar la seguridad alimentaria de la poblacin y promover as el desarrollo cualitativo y cuantitativo de los productos alimentarios mediante precios asequibles. Adems, las experiencias concretas demuestran que el desarrollo del sector de la agricultura conlleva la expansin del sector de la industria y de los servicios y, por lo tanto, el desarrollo de toda la economa. Hay que sealar adems que una reforma agraria que genera la creacin de empresas familiares, contribuye de forma evidente a reforzar la familia, puesto que valora las capacidades y las responsabilidades de sus miembros. 44. En los lugares donde sigue habiendo iniquidad y pobreza, la reforma agraria representa no slo un instrumento de justicia distributiva y de crecimiento econmico, sino tambin un acto de gran sabidura poltica. Esta es la nica respuesta posible y concretamente eficaz, es la respuesta de la ley al problema de la ocupacin de las tierras. Esta ltima, bajo sus formas variadas y complejas, incluso cuando son las condiciones de necesidad extrema las que la provocan,(49) sigue siendo de todo modos una accin que no est conforme a los valores y a las normas de una convivencia verdaderamente civil. El clima de emotividad

  • 17colectiva generado por la ocupacin de las tierras, puede con facilidad conllevar una serie de acciones y de reacciones tan graves que pueden incluso escapar a cualquier control. Las instrumentalizaciones que se dan, a menudo no tienen nada que ver con el problema de la tierra. La ocupacin de las tierras, a menudo manifestacin de situaciones intolerables y deplorables a nivel moral, es la seal de alarma que requiere una actuacin, a nivel social y poltico, de medidas eficaces y equitativas. Son, ante todo, los Gobiernos quienes deben intervenir, con su voluntad y determinacin, para que se tomen urgentemente esas medidas. El hecho de retrasar y posponer la reforma agraria quita credibilidad a las acciones de los Gobiernos de denuncia y de represin de la ocupacin de las tierras. ... pero tambien muy dificil y delicado 45. Se podrn alcanzar los objetivos de este tipo de reforma slo si se plantean correctamente los programas de desarrollo. Para que tengan buenos resultados se debe evitar de caer en la equivocacin de creer que las medidas de reforma agraria consisten solamente en: expropiar los grandes latifundios, dividir las tierras en parcelas compatibles con la capacidad laboral de cada familia y, por fin, repartir las tierras a los beneficiarios de los ttulos de propiedad. Un programa de reforma agraria debe, por supuesto, prever objetivos a corto plazo para conseguir resultados inmediatos dada la gravedad de los problemas sociales, asegurndose que el acceso a las tierras responda plenamente a las necesidades. Pero, si la reforma agraria, a medio y largo plazo, se conforma simplemente con una distribucin de tierras, el problema de la lucha contra la miseria y el problema del desarrollo seguirn sin solucionarse. Para poner en marcha una reforma agraria capaz de responder de forma concreta y duradera a los graves problemas econmicos y sociales del sector de la agricultura de los pases en vas de desarrollo, el compromiso de asegurar el acceso a las tierras no debe ser ms que una primera parte del programa. Este se debe desarrollar a largo plazo, hay que prever medidas que permitan el acceso a los factores de produccin y a las infraestructuras que hacen que la productividad de la agricultura y la comercializacin de sus productos mejore continuamente. Adems hay que prever el acceso a los servicios sociales que mejoran la calidad de vida y la capacidad de autopromocin de las personas, y por consiguiente, el respeto de los pueblos indgenas. Para que la reforma agraria sea un xito, las polticas nacionales y las de los organismos internacionales debern ser totalmente coherentes con sta. Una oferta adecuada de tecnologas apropiadas y de infraestructuras rurales 46. La investigacin es fundamental para realizar una reforma agraria verdaderamente efectiva y eficaz, porque gracias a sta se alcanzan tres objetivos esenciales: la oferta de tecnologas apropiadas, el incremento de la produccin y la proteccin del medio ambiente. Hoy en da es posible eliminar el contraste que exista entre: la utilizacin de tecnologas apropiadas a cada tipo de empresa, la necesidad de las empresas de incrementar la produccin agrcola y la necesidad de conservar los recursos naturales. Existe toda una serie de casos concretos que demuestran que los incrementos de productividad de la tierra y del trabajo realizados empleando tecnologas relativamente sencillas, pero innovadoras, son en general, los ms eficientes y eficaces, incluso por lo que se refiere a sus compatibilidades con el medio ambiente. Estos mismos casos prueban que la productividad y la compatibilidad estn estrechamente vinculadas a innovaciones en el cultivo y en la utilizacin del suelo, que generalmente estn muy condicionadas por las caractersticas del medio ambiente fsico y econmico local. Las investigaciones y las experimentaciones hacen que sea posible determinar las innovaciones que se deben emplear en cada caso concreto. 47. As mismo, en una reforma agraria, es esencial que haya un servicio de asistencia tcnica. La asistencia tcnica representa el complemento indispensable de las actividades de investigacin y experimentacin, porque los resultados de stas se pueden emplear a nivel de utilizacin prctica slo si se informa a los productores de que existen y slo si estn convencidos de su eficacia. La informacin y la capacitacin son, por lo tanto, necesarias, deben ser constantes de forma que el nivel de conocimientos profesionales de los agricultores alcance el de las exigencias de la reforma agraria. El servicio de asistencia tcnica es indispensable sobre todo para educar a los agricultores a que se enfrenten al mercado formando asociaciones, siendo stas las nicas que pueden darles un poder de contratacin real y orientarles de forma oportuna sobre la produccin.

  • 1848. Adems, es necesario que los programas de reforma agraria prevean el empleo de recursos para fomentar las infraestructuras rurales, se trata de la tercera rea de intervencin que es igualmente fundamental para que la reforma tenga xito. Una agricultura en desarrollo conlleva un incremento continuo de la demanda de energa, de carreteras, de telecomunicaciones y de agua para irrigar. La oferta de estos servicios debe corresponder a la demanda. Con este fin, adems de proporcionar las infraestructuras necesarias, habr que cuidar de su buena gestin. Sobre todo en el caso del agua de riego, a menudo se presenta el problema de la distribucin del agua a los usuarios y del empleo de los medios que garanticen una adecuada reparticin del recurso para evitar su malgasto. La eliminacin de los obstculos del acceso al crdito 49. Otro problema que la reforma agraria debe encarar es el del acceso al crdito legal. A quienes han recibido la tierra se les debe garantizar la posibilidad de disponer de los modernos factores de produccin a unos precios razonables. Los beneficiarios de la reforma, por lo general, no poseen los ahorros necesarios para adquirir dichos factores y, por lo tanto, deben recurrir al crdito, pero los elevados costes de los prstamos concedidos a pequeos clientes hacen que los bancos de crdito se resistan a concederlos. A los beneficiarios de las tierras les queda pues una sola alternativa: recurrir al mercado no formalizado del crdito, con los costes y los riesgos que esto conlleva. Para evitar estos riesgos hay que fomentar las iniciativas de creacin de bancos locales en cooperativa. Los programas de reforma agraria deben prever el respaldo de la demanda de crditos de las nuevas empresas generadas por la reforma. Se deben tomar medidas que propongan formas de garanta complementarias y que reduzcan los costes de la apertura de expediente de las operaciones de crdito. Hay que facilitar y fomentar los crditos concedidos a los diferentes tipos de asociaciones de empresas nacidas de la reforma y que tienen como objetivo: administrar conjuntamente los servicios de produccin, adquirir de forma colectiva los factores de produccin y comercializar de forma conjunta los productos. Las inversiones en servicios e infraestructuras pblicos 50. Junto con la realizacin de servicios y de infraestructuras apropiadas para la produccin agrcola, los programas de reforma agraria deben prever fuertes inversiones en la sanidad, en la enseanza, en los transportes pblicos y en el abastecimiento de agua potable. En las reas rurales de los pases pobres, estos servicios son escasos, desde el punto de vista cuantitativo y cualitativo. Sus posibilidades de desarrollo estn limitadas por las escasa capacidades que tienen estos pueblos de influir en las decisiones polticas y por el hecho de que una parte importante de los costes debera ir a gravar, de forma directa o indirecta, mediante la imposicin fiscal, a los latifundios. Estos servicios, fundamentales en un sistema de vida moderno, son, por otra parte, un elemento indispensable y un factor de promocin del bienestar. Los servicios son, por lo tanto, un factor clave del desarrollo sostenible. Estos no son tiles solamente para los agricultores y sus familias sino que benefician a toda la poblacin, al crear varias actividades productivas, al incrementar la renta complexiva producida a nivel local y al contener el fenmeno de la despoblacin. La presencia adecuada de estos servicios es por lo tanto una condicin indispensable para luchar contra la pobreza de las zonas rurales y para limitar los costes econmicos y sociales de la urbanizacin. Mediante la reforma agraria se debe pues hacer todo lo posible por incrementar en los campos el acceso, la existencia, la aceptacin y la conveniencia de los servicios pblicos y de las infraestructuras de utilidad pblica. Esto se puede aplicar sobre todo a la sanidad: el acceso a las estructuras sanitarias de base y a los hospitales, una educacin sanitaria difundida y, la disponibilidad de remedios sencillos y econmicos son fundamentales a la hora de reducir la mortalidad y la morbilidad. 51. Por lo que se refiere a los servicios, hay que dar la mxima prioridad a las medidas tomadas para garantizar, tanto a los hombres como a las mujeres, el acceso a la escuela primaria y extenderlo hasta la enseanza secundaria y superior.

  • 19En estas condiciones, la instruccin y la capacitacin profesional ofrecen a cada individuo los medios para poder desarrollar sus aptitudes personales. Y adems se convierten en factores que conllevan cambios en las actitudes y en los comportamientos, siendo estos necesarios para poder hacer frente, sin costes excesivos, a la complejidad del mundo de hoy. De este modo se conseguira superar la idea que tiende a considerar la instruccin como un gasto de puro consumo y no como una inversin social. Una atencin particular al papel de la mujer 52. Las polticas que procuran favorecer el acceso a las tecnologas modernas y a los servicios pblicos deben prestar una atencin particular al papel crucial que tiene la mujer en la produccin agrcola y en la economa alimentaria de los pases en vas de desarrollo. En estos pases, aunque haya diferencias entre un lugar y otro, las mujeres son las que desempean ms de la mitad del trabajo empleado en el sector de la agricultura, adems, por lo general, toda la responsabilidad de la produccin de alimentos para el sustentamiento de la familia recae sobre ellas.(50) A pesar de todo, estn muy marginadas por formas graves de injusticia econmica y social. Los mismos programas de reforma agraria consideran a las mujeres por el trabajo domstico que desempean y no como sujetos productivos. Las leyes privilegian al hombre a la hora de asignar el derecho de propiedad de la tierra. El sistema de enseanza tiende a anteponer la formacin de los chicos a la de las chicas. Considerando esta realidad y para que los programas de reforma agraria tengan xito, habra que preocuparse de garantizar a la mujer el derecho a la tierra, la atencin de los servicios de asistencia tcnica por sus necesidades, una instruccin a nivel escolar ms amplia y de mayor calidad, un acceso al crdito ms fcil, todo esto para mejorar la calidad de su trabajo y para reducir su vulnerabilidad a los cambios tecnolgicos, y a los cambios en la economa y la sociedad, para incrementar el nmero de posibilidades de empleo.(51) Un apoyo real a la cooperacin 53. En los programas de reforma agraria se debe prestar atencin al papel decisivo desempeado por la cooperacin puesto que apoya el despegue y el desarrollo de la empresas agrcolas nacidas de la redistribucin de las tierras. Estas empresas deben enfrentarse, sobre todo en relacin al mercado, a problemas complejos. Debido a la multitud de personas que responden a las condiciones de poder aspirar a la asignacin de la tierra, en la mayora de los casos el tamao de la empresas no permite una utilizacin rentable de algunas tecnologas, como por ejemplo, las que son necesarias para hacer menos pesado el trabajo en el campo. Es difcil que estas empresas dispongan de los principales factores de produccin, de los que a menudo no existe un mercado a nivel local o bien, si lo hay, tiene precios muy altos. Son graves, sobre todo, los problemas que tienen estas empresas para comercializar sus productos. En la mayora de los casos la comercializacin est bajo el control de pocos comerciantes locales o bien no es factible porque, como ocurre con los nuevos productos, sobre todo si estn destinados a ser transformados, no existe una demanda a nivel local. 54. En este tipo de realidad, el cooperativismo se convierte en un instrumento de solidaridad capaz de ofrecer soluciones eficaces. Bajo diferentes formas cooperativas de servicios, de abastecimiento, de transformacin, de comercializacin la cooperacin permite realizar, segn las necesidades, una utilizacin de las mquinas ms difundida, una eficaz concentracin de la demanda de los factores de produccin y de la oferta de productos. Las cooperativas, por lo tanto, se convierten en la fuente de economas de escala y de formas de poder de mercado que conllevan un incremento de la competitividad de las empresas asociadas y que pueden llevar a abrir nuevos mercados para sus productos. La cooperacin es pues un instrumento muy valioso al permitir a las empresas, privadas o cooperativas, nacidas de la reforma, que cambien sus producciones y, de forma particular, al consentir el cultivo de productos de exportacin sin que ello conlleve perjuicios para la economa local. Adems es absolutamente necesario prever, en el mbito de una reforma agraria, la promocin y el apoyo de la creacin de bancos locales de cooperacin que se propongan conceder prstamos a las familias con pocos ingresos y a las mujeres, para desarrollar el sector de la agricultura, las actividades artesanales y el consumo. Varias experiencias concretas demuestran que estos microbancos pueden representar un instrumento eficaz para reforzar las nuevas empresas y para luchar contra la pobreza. El respeto de los derechos de los pueblos indgenas

  • 2055. La reforma agraria no resuelve solamente el problema del latifundio. Esta contribuye tambin al reconocimiento y al respeto de los derechos de los pueblos indgenas. A causa de los estrechos vnculos existentes entre la tierra y los tipos de cultura, de desarrollo y de espiritualidad de estos pueblos, la reforma agraria constituye una parte determinante del proyecto sistemtico y coordinado de medidas que los gobiernos deben tomar para tutelar los derechos de los pueblos indgenas y para garantizarles el respeto de su integridad. A travs de la reforma agraria se deben encontrar las modalidades que permitan encarar, de forma equitativa y racional, el problema de la devolucin de las tierras a los pueblos indgenas que las ocupaban anteriormente, sobre todo la devolucin de las tierras arrebatadas, incluso recientemente, con una serie de violencias y discriminaciones. En este caso, la reforma agraria debe indicar los criterios que permiten localizar las tierras que stos ocupaban e indicar las modalidades de reinsercin, garantizndoles una efectiva proteccin de sus derechos de propiedad y de posesin. La reforma debe consentirles el acceso a los servicios sociales y de produccin y los medios necesarios para promover el desarrollo de sus tierras y para disfrutar de unas condiciones equivalentes a las que se han concedido a los dems sectores de la poblacin. En resumen, la reforma agraria debe ayudar a las comunidades indgenas a que salvaguarden y reconstruyan los recursos naturales y los ecosistemas de los que dependen su supervivencia y su bienestar. Esta debe conservar y promocionar su identidad, su cultura y sus intereses, apoyar sus aspiraciones de justicia social y garantizar un ambiente que les permita participar activamente en la vida social, econmica y poltica del pas. Para realizar estos objetivos, los programas de reforma agraria deben respetar dos condiciones: a) Se deber poner en prctica, de forma adecuada, el delicado y necesario equilibrio existente entre la necesidad de conservar la propiedad comn y la de privatizar la tierra. Las formas tradicionales de posesin de la tierra, basadas en la propiedad comn, es decir en una forma de propiedad que se presta poco a la utilizacin de los modernos factores de produccin y al empleo de las innovaciones tecnolgicas, tienden a transformarse en propiedad privada a medida que la agricultura se desarrolla. Razones con fundamento hacen prever, incluso en el caso de los pueblos indgenas, la actuacin de una poltica de asignacin individual de la propiedad de la tierra.(52) b) Los programas de reforma agraria deben ser definidos y adoptados con la participacin y la cooperacin de los pueblos interesados. La reforma agraria debe garantizar a los pueblos indgenas, por un lado, la posibilidad de disfrutar de los servicios sociales y de produccin que stos consideren oportunos para su organizacin social y para resolver sus problemas, y por otro lado, deben orientar hacia otras direcciones los factores de tipo econmico y social que puedan causarles perjuicios. El compromiso institucional del Estado 57. El compromiso que se pide al Estado es muy importante porque conlleva la modificacin de organismos, de instituciones y de normas que a menudo se encuentran a la base de la organizacin poltica, econmica y social. En la mayora de los casos, este compromiso coincide con el desarrollo de cuatro lneas de accin a nivel institucional: a) el perfeccionamiento y la modernizacin del marco jurdico que regula el derecho de propiedad; la posesin y la utilizacin de la tierra, con una atencin especial por ofrecer apoyo y estabilidad a la familia, considerada como sujeto de derechos y deberes; b) la elaboracin de polticas y leyes que tutelen los derechos fundamentales de las personas y que garanticen, por lo tanto, el derecho de los trabajadores de poder negociar libremente sus condiciones laborales, a nivel individual y colectivo; c) la aplicacin de un proceso de descentralizacin administrativa que permita y fomente la participacin activa de las comunidades locales a la elaboracin de proyectos, la realizacin, la gestin financiera, el control y la evaluacin de los programas concernientes a la poblacin, el desarrollo y el territorio que les interesa; d) la adopcin de polticas macroeconmicas respetuosas del principio que los derechos de los agricultores de disfrutar de los frutos de su trabajo no son menos importantes de aquellos de los consumidores; sobre todo por lo que se refiere a problemas fiscales, monetarios y los dems problemas que nacen de los intercambios comerciales con el extranjero. La falta de respeto por los derechos econmicos de los

  • 21agricultores tiene inevitablemente repercusiones negativas sobre los mecanismos de mercado y sobre toda la economa. La responsabilidad de las organizaciones internacionales 58. La reforma agraria, como instrumento de una agricultura en desarrollo, implica directamente las competencias y las responsabilidades de muchas organizaciones internacionales. Estas organizaciones, al elaborar los modelos de desarrollo que pretenden difundir, deben preocuparse de que estos modelos se adapten a las necesidades y a los problemas de los diferentes pases. Con este fin es importante evitar que la preocupacin por reducir la deuda internacional, que a menudo conlleva una promocin de la produccin agrcola de productos de exportacin, haga que los pases en vas de desarrollo adopten medidas que provoquen un grave deterioro de los servicios pblicos, sobre todo de la enseanza, y una acumulacin de problemas sociales. 59. La reforma agraria exige que las organizaciones encargadas de promover el comercio internacional presten una atencin particular a las relaciones existentes entre polticas comerciales, distribucin de la renta y satisfaccin de las necesidades bsicas de las familias. El incremento de los intercambios comerciales tiene generalmente un impacto positivo en el crecimiento econmico de un pas: ampla las dimensiones del mercado, fomenta un mayor rendimiento y produce nuevos conocimientos. En algunas ocasiones, sin embargo, este desarrollo econmico puede empeorar las condiciones de quienes estn econmicamente desaventajados. Esto ocurre, por ejemplo, si el incremento del cultivo de productos alimenticios de exportacin hace disminuir la oferta de alimentos para el consumo interno y subir los precios. Se consigue un efecto an ms negativo si, por el hecho de que los productos de exportacin requieren menos trabajo que los que se consumen a nivel local, se penaliza el empleo. Tambin puede ocurrir que se penalice por partida doble a los pequeos cultivadores. En primer lugar, porque, debido a los obstculos que encuentran a la hora de tener acceso a los factores necesarios para cultivar los productos destinados a la exportacin, stos no pueden disfrutar de las ventajas de la exportacin misma. En segundo lugar, porque el incremento de las exportaciones conlleva el aumento de ciertos costes de produccin y la subida de los precios de la tierra, todo ello hace que la produccin de bienes tradicionales sea menos conveniente. Todo este conjunto de efectos, sin embargo, no es exclusivamente el resultado de la lgica de los intercambios comerciales, de la que no es ms que una consecuencia indirecta. Todo esto, es tambin, el resultado directo de la concentracin del capital tierra en manos de unos pocos, de la desigualdad social extendida y de la inadecuacin de los servicios de asistencia tcnico-administrativa en favor de los pequeos productores. Es evidente que esta situacin, por sus consecuencias negativas a nivel de lucha contra la pobreza y el hambre, compromete a las organizaciones internacionales a tenerla en consideracin a la hora de definir sus propias estrategias de intervencin. CONCLUSION 60. La Iglesia se est preparando al nuevo Milenio mediante una experiencia de conversin que encuentra su centro de inspiracin en el Gran Jubileo del Ao 2000. Este extraordinario acontecimiento eclesial debe impulsar a todos los cristianos a un serio examen de conciencia sobre su testimonio en el presente y tambin a una conciencia ms viva de los pecados del pasado, de aquel espectculo de modos de pensar y actuar que eran verdaderas formas de antitestimonio y de escndalo .(53) Encarando el emblemtico tema de la tradicin bblica del Jubileo, de la redistribucin equitativa de la tierra, el Pontificio Consejo Justicia y Paz se propone poner a la vista de todos una de las situaciones ms ttricas y dolorosas de la corresponsabilidad, incluso de no pocos cristianos, de las graves formas de injusticia y de marginacin social y de la aquiescencia de muchos de ellos frente a la violacin de fundamentales derechos humanos.(54) 61. La aquiescencia del mal, que es una seal preocupante de degeneracin espiritual y moral, no slo para los cristianos, est produciendo, en varios contextos, una desconcertante vacuidad cultural y poltica, que conlleva la incapacidad de cambiar y renovar. Mientras las relaciones sociales no cambian y la justicia y la solidaridad permanecen ausentes e invisibles, las puertas del f