Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

453
1 Para leer la psicología comunitaria: Contextualización histórica en Santiago de Chile Matias Asún Hamel

Transcript of Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

Page 1: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

1

Para leer la psicología comunitaria: Contextualización histórica en Santiago de Chile

Matias Asún Hamel

Page 2: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

2

Licenciado bajo Creative Commons

El presente Documento se enmarca dentro del proceso de tesis de pregrado para obtener el grado de psicólogo en la Escuela de Psicología de la Universidad Diego Portales el año 2005. Su autor es Matías Asún Hamel. Este documento se encuentra licenciado bajo la licencia Atribución-NoComercial-SinDerivadas 2.0 (Versión Chile) de Creative Commons. En resumidas palabras esta licencia copiar, distribuir, exhibir, y ejecutar la obra, respetando las siguientes condiciones: (1) Usted debe atribuir la obra en la forma especificada por el autor o el licenciante. (2) No Comercial. Usted no puede usar esta obra con fines comerciales. (3) Usted no puede alterar, transformar o crear sobre esta obra. (4) Ante cualquier reutilización o distribución, usted debe dejar claro a los otros los téminos de la licencia de esta obra. (5) Cualquiera de estas condiciones se puede dispensar si usted obtiene permiso del titular de los derechos de autor. Sus usos legítimos u otros derechos no son afectados de ninguna manera por lo dispuesto precedentemente. La licencia completa se encuentra en las páginas finales del Documento.

Es posible descargar este documento de forma libre y gratuita desde:

http://www.comunitarios.cl

Page 3: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

3

¿Que es una tesis? That is the question

… dedicado a esas personas que me acompañaron, apoyaron e hicieron posible recorrer este largo camino

Page 4: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

4

R E S U M E N

El presente documento elabora una propuesta que permite identificar y caracterizar los principales desarrollos conceptuales en psicología comunitaria a partir del proceso histórico de esta. Dicha tarea supuso, en primer lugar, la elaboración de una revisión de las formas en las que la psicología comunitaria ha asido concebida y descrita para desde allí dar lugar a una definición sintética de psicología comunitaria en tanto campo dinámico de debates entre propuestas diferenciables. Se utilizó el concepto de Marco Conceptual para describir las aglutinaciones conceptuales que en él existen. A partir de dicho enfoque se procedió a elaborar una reconstrucción del devenir evolutivo de los principales referentes y producciones que forman parte del campo de la psicología comunitaria. Para ello se definieron criterios que permitieron identificar tres etapas de desarrollo, en cada una de las cuales se procedió a describir tanto el contexto político social como las propuestas psicológico comunitarias ocurridas en el contexto de la Región Metropolitana. De la integración de estos insumos, en una síntesis descriptiva de las principales características de la psicología comunitaria en el contexto estudiado, nos fue posible identificar y caracterizar tres marcos conceptuales con lógicas de instalación y propositividad particulares coexistiendo en la actualidad. A partir de ello se desarrolla una discusión crítica en relación a las implicaciones que tienen las diferentes visiones que tradicionalmente se utilizan para pensar a la psicología comunitaria.

Matías Ignacio Asún Hamel Psicólogo

Santiago Enero del 2005

Page 5: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

5

I N D I C E INTRODUCCIÓN ......................................................................................................... 7

1. Contexto general de la investigación: La Perplejidad y la Historia reciente ......................8

2. Formulación de la pregunta de investigación.................................................................12

3. Relevancia y pertinencia del trabajo...............................................................................15

4. Sobre la estructura del documento ................................................................................18

PRIMERA PARTE.......................................................................................................20

1. Un modelo comprensivo para la psicología comunitaria ................................................21 1.1. Introducción al tema; desarrollo y ciencias sociales.....................................................21 1.2. Discusiones y enfoques de aproximación en torno a la psicología comunitaria ..............22 1.3. Desarrollos significativos en la psicología comunitaria de la actualidad .........................27

1.3.1. ¿Psicología comunitaria o psicologías comunitarias? ..........................................28 1.3.2. Principales modelos teóricos en Psicología Comunitaria .....................................30

1.3.2.1 Modelos centrados en la salud mental ................................................................32 1.3.2.2 El modelo organizacional ...................................................................................35 1.3.2.3 Modelo ecológico ..............................................................................................36 1.3.2.4 Modelo transaccional ........................................................................................38 1.3.2.5 Modelo de acción o cambio social ......................................................................40

1.3.3. Conceptos centrales en los debates actuales en psicología comunitaria ...............43 a) Empoderamiento o Empowerment.........................................................................45 b) Salud Mental .......................................................................................................47 c) Calidad de Vida ...................................................................................................50 d) Cambio Social .....................................................................................................52

1.4. Algunas corrientes de desarrollo de la psicología comunitaria ......................................54 1.4.1. La corriente Norteamericana .............................................................................55 1.4.2. La Corriente Latinoamericana ...........................................................................66

1.5. Síntesis integrativa; hacia una definición adecuada y pertinente...................................87 1.5.1. En síntesis, el recorrido por la psicología comunitaria .........................................87 1.5.2. Definición sintética de psicología comunitaria: El enfoque de comunidad como elemento determinante. ....................................................................................................91

1.6 Marcos conceptual en psicología comunitaria .................................................................102

SEGUNDA PARTE....................................................................................................110

2. Reseña histórica del desarrollo de la psicología comunitaria nacional.........................111 2.1 ¿Qué podemos entender por Historia de la psicología comunitaria? ...........................111 2.2 El enfoque histórico................................................................................................113

Page 6: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

6

2.1.1. Supuestos en torno a la historia y a los desarrollos conceptuales.......................114 2.1.2. Criterios ordenadores a utilizar........................................................................119

2.3 Etapas de desarrollo de la psicología comunitaria.....................................................121 2.3.1 Período preliminar; contextualización e instalación ...............................................124

a) Situación de desarrollo a nivel de las ciencias sociales y al estado de desarrollo de la psicología social. .......................................................................................................126 b) Emergencia de la concepción de desarrollo social ligada al quehacer de las ciencias sociales.....................................................................................................................129 c) Desarrollo de iniciativas latinoamericanistas en torno al desarrollo y la coyuntura. ...134 d) La salud mental; reformas y procesos de conceptualización. .................................143 e) El contexto político y la emergencia de actores sociales ........................................150 Síntesis del proceso ...................................................................................................154

2.3.2 Etapa 1964-1973; Primeros pasos.......................................................................157 a) Contexto político e histórico ................................................................................157 b) Desarrollo teóricos y prácticos de la época...........................................................168 c) Conclusiones y elementos significativos en la lectura histórica...............................188

2.3.3 Etapa 1974-1989: Quiebre y reconstrucción .........................................................193 a) Contexto político e histórico ................................................................................194 b) Desarrollo teóricos y prácticos de la época...........................................................221 c) Conclusiones y elementos significativos en la lectura histórica...............................255

2.3.4 Etapa 1990-2004: Opciones políticas; reconstrucción y perplejidad ........................260 a) Contexto político e histórico ................................................................................262 b) Desarrollo teóricos y prácticos de la época...........................................................302 c) Conclusiones y elementos significativos en la lectura histórica...............................357

TERCERA PARTE ....................................................................................................370

3. Síntesis: Los desarrollos actuales en Psicología Comunitaria .....................................371 3.1. Marcos conceptuales en Santiago de Chile ..............................................................371 3.2. Principales desarrollos presentes en la actualidad ....................................................378

3.2.1. Primer Marco Conceptual: Salud Mental Comunitaria........................................383 3.2.2. Segundo Marco Conceptual: Desarrollo Social Local ........................................393 3.2.3. Tercer Marco Conceptual: Desarrollo Humano .................................................404

DISCUSIONES FINALES ...........................................................................................415

BIBLIOGRAFÍA Y REFERENCIAS ................................................................................424

LICENCIA DEL DOCUMENTO .....................................................................................450

Page 7: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

7

Un postulante al doctorado de adivino rinde examen El brujo examinador le pregunta si aprobará o reprobará.

El postulante le responde que aprobará

Jasper Maskelyne

I n t r o d u c c i ó n

Page 8: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

8

1. Contexto general de la investigación: La Perplejidad y la Historia reciente En general, cuando se habla sobre psicología comunitaria, en Chile, suele suscitarse una polémica acerca del verdadero significado de la misma, sobre su implicancia política y científica distintiva respecto a los desarrollos históricos en otros países, y por lo tanto sobre las posibles o eventuales formas de existencia de esta, las que si bien, en realidad, nunca forman un todo homogéneo, se entienden como dentro de líneas de trabajo generales con aspectos en común. Al mismo tiempo, al intentarse una respuesta a dichas interrogantes, la referencia es siempre a un pasado que parece ya no ser válido, en tanto la actualidad guarda diferencias significativas con los códigos que servían para identificar a la psicología comunitaria. La imagen de antaño parece estar en crisis, generando una sensación de descontinuación, de perdida dentro del área de desarrollo de la psicología que se autodenomina, como decíamos, con enormes problemas, comunitaria. Las revisiones históricas, orientadas a aclarar y definir lo que ha sido –y puede ser- la psicología comunitaria, han tomado varias posiciones con respecto a los orígenes del asunto. Una forma de entenderlo, comúnmente destacada por los autores, consiste en que el proceso reflexivo dentro de las aulas y los espacios de pensamiento crítico –puntualmente aquellos relacionados directa o indirectamente con las ciencias sociales- han planteado la necesidad de reestructurar una práctica que fuera capaz de ponerse al servicio de las necesidades urgentes de los pueblos Latinoamericanos, a través de un proceso transformador, con vistas a generar sociedades más justas en las que no fuera necesaria la división social, los unos por sobre los otros. El impacto que generó este fenómeno y las mismas condiciones sociohistóricas mundiales que le dieron cabida, marcaron una huella, un vuelco teórico y práctico en vistas a hacerse cargo de las temáticas señaladas. Se inicia, de este modo, un conjunto de desarrollos teóricos y acciones que comparten aspectos en torno a la necesidad de trabajar tanto en el nivel estructural o macrosocial –intentando modificar las grandes tendencias de desarrollo social, cultural y económico de las naciones que les dan origen-, como en un nivel comunitario, en donde la relación del individuo y de sus posibilidades de adaptación y transformación en relación a su entorno ocupan el centro de la discusión. Todo este movimiento se aglutina en torno a líneas de trabajo, que reconoce paternidad en algunos autores emblemáticos tales como lo son Paulo Freire, Maritza Montero, Orlando Fals Borda, e Ignacio Martín-Baró en el ámbito latinoamericano. Parte de este movimiento se reconoce hoy por hoy como “psicología comunitaria”, dentro del campo de la psicología, especialmente de la psicología que se categoriza como social. Y, con el paso del tiempo, este conjunto de prácticas comienzan a adquirir mayor fuerza a medida que los diferentes espacios sociales, comunitarios, universitarios, populares y gubernamentales le dan mayor relevancia a sus acciones y temáticas.

Page 9: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

9

Otra forma de entenderlo, que si bien no niega la anterior se distingue de ella, está basada en la suposición de que se requieren cambios dentro de la misma práctica que aglutina a la psicología toda, sea esta la calidad de vida, la salud de las personas, o el mejoramiento de las condiciones de vida. Se gestan allí las posibilidades para repensar la disciplina y a sus actores dentro de procesos de cambio cultural más amplios. Y, producto de lo anterior, se generan centros, comisiones, grupos de trabajo y otras formas de organización profesional que van permitiendo y canalizando el desarrollo de los esperados cambios. Todo parece indicar que, en las respuestas que podemos encontrar respecto de qué ha sido la psicología comunitaria en Chile, ambas suposiciones son correctas en tanto existe entre ambas un afán por involucrar a la psicología con el desarrollo de la sociedad ya que esta está aglutinada en comunidades y grupos de personas. Sin embargo, las formas para lograr dicha implicancia que se desarrollaron en períodos anteriores parecen -como decíamos- estar en crisis, principalmente porque, en los últimos años, el sujeto que es objeto de las intervenciones ha cambiado, y al mismo tiempo se han modificado las condiciones de trabajo en el campo. Sin embargo, no existe acuerdo respecto de cómo ello ha ocurrido ni del impacto que ha tenido. La identificación de la psicología que se denomina comunitaria sigue siendo la de antaño en un mundo en el que la toma de decisiones, los indicadores, los presupuestos y la ética ya no se corresponden en los mismos lugares y personas. Los procesos de trabajo han cambiado, pero los referentes no lo han hecho al mismo ritmo. Y ello, sin lugar a dudas, incide negativamente en la posibilidad de aclarar la relación posible entre la psicología comunitaria y la(s) sociedad(es) de Chile. Los motivos que se argumentan para dicha brecha entre la identificación y la realidad son múltiples; las dificultades de comunicación, la lejanía física, la creación de suculentos mercados académicos, la falta de recursos, las disputas políticas, los levantamientos militares, la intervención norteamericana -presente en América del Sur y Centro América-, los cambios de hábitos y valores de nuestras sociedades durante el período más allá de los límites de comprensión de las personas encargadas de estudiarlos, etcétera. Se trata, entonces, de una sensación progresiva de pérdida de los referentes y postulados críticos, y movilizadores iniciales, principalmente respecto de la necesidad de generar transformación social dentro del campo aplicado de la psicología comunitaria. Esto es visible a simple vista en una progresiva homogenización de la terminología conceptual y metodología práctica que hace difícil estimar el verdadero aporte y significado que determinadas prácticas y reflexiones puedan tener. La mayoría de los textos que se preguntan hoy por el “estado del arte” en psicología comunitaria, al no contar con referentes claros o actuales para identificarla y al existir una enorme brecha en la lectura histórica de

Page 10: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

10

cómo se ha evolucionado en los últimos tres períodos de la historia reciente del País (Unidad Popular, Dictadura Militar, Gobiernos de la concertación), coinciden en utilizar referentes externos y comparaciones respecto de las expectativas iniciales a la hora de identificar a la psicología comunitaria de hoy. Y, sin mediar dudas, la lectura ha sido unívoca; la tendencia general es hacia la institucionalización. Es simple entender dicha lectura; hoy el papel y la representación del Estado ha cambiado, y al mismo tiempo, las posibilidades y representaciones del ciudadano han cambiado. Hoy en día el Estado ha absorbido buena parte de las acciones relativas al ámbito psicológico comunitario (en términos de profesionales y recursos), lo que le ha permitido efectuar modificaciones respecto a orientaciones, metas esperadas, métodos a utilizar y plataformas de inicio de la ejecución, y a la base, diferenciar a los agentes encargados de las diferentes secciones que componen una intervención (diagnóstico, diseño, ejecución, evaluación y seguimiento, por ejemplo). En dichas lecturas, estas características, presentes en el campo actual, determinan la posibilidad de reflexionar y de actuar de formas alternativas; la toma de decisiones no siempre se realiza adecuadamente, y las posibilidades de articular acciones significativas aparecen más lejanas. Y, si la psicología comunitaria quiere influir, transformar la sociedad en tanto compuesta y aglutinada en comunidades y grupos, es evidente su incapacidad, o, como han dicho algunos, su “traición” a sus principios orientadores (Krause, M., 1997). En un tiempo pasado –pero reciente- la disidencia estaba permitida fuera de los marcos estatales lo que garantizaba cierta postura crítica o alternativa, sobretodo respecto del discurso que cada cual quisiera darle a su actuar –especialmente en el caso chileno si comparamos las historias de Latinoamérica-, pero hoy se hace difícil alejarse del amparo de los recursos y plataformas del Estado, y se hace aún más difícil mantener posiciones realmente “críticas” respecto de los modelos de desarrollo que los organismos internacionales y los poderosos grupos económicos y recomiendan, lo que dificulta la interlocución de organismos extra estatales hacia la toma de decisiones. A ello debemos sumar el enorme éxodo de profesionales hacia otras áreas de trabajo, las que producto de las condiciones antes mencionadas ofrecen mejores posibilidades y satisfacción, desarrollándose con muchísima mayor factibilidad que la difusa y compleja psicología comunitaria. Sin embargo, se hace necesario destacar que si bien es cierto este proceso ha sido masivo, no es posible hacer válida la afirmación para todos los casos. Un conjunto pequeño pero significativo de prácticas se sigue manteniendo, con bajo perfil y sin contar con espacios permanentes de relación y difusión, posturas críticas alternativas. Esto por supuesto, permite afirmar con certeza que las bases para la discusión que enriquezca al conjunto están todavía en pié.

Page 11: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

11

Así, junto a estos signos, empiezan a aparecen otros síntomas del problema. La psicología comunitaria parece haberse masificado como campo laboral en tanto se han abierto para ella grandes mercados de trabajo provenientes de las necesidades de desarrollo percibidas por el Estado. Pero dicha masificación explosiva ha redundado en la imposibilidad de garantizar la difusión de resultados y de los tipos de intervenciones realizadas, y en problemas a la hora de generar espacios de discusión en torno a las problemáticas abordadas y, al mismo tiempo, acerca de los mismos fines de cada intervención, o de posturas críticas transformadoras, o respecto de la posibilidad de inserción de nuevas formas de acción, o la cada vez más lejana posibilidad de establecer lineamientos claros sobre como responder a las demandas sociales por sobre los límites establecidos por las políticas sociales (cfr. Krause, M., 1998). Es decir, se ha provocado la despersonalización de los desarrollos, en pro de una técnica útil para solucionar –en la medida de lo posible- dichos problemas; su voz y nombre se asocian con las soluciones a temáticas específicas (salud, drogas, pobreza, etcétera), y su saber se reduce a su posibilidad de aplicarlo en diversos contextos sociales, sin importar realmente los resultados que se obtienen, o la capacidad de la mera técnica para solucionar (o administrar) los problemas que han sido denominados como sociales. La psicología comunitaria en Chile, tendríamos que decir, está atrapada. Se ha generado sobre este punto un conjunto de estudios y reflexiones que intentan -en la medida de lo posible- responder a estas dificultades, pero que han estado marcados por la imposibilidad de contar con análisis esclarecedores respecto del acontecer actual, del quehacer de la psicología comunitaria aplicada. Estas producciones denotan, además, importantes cuotas de fundamento en la experiencia propia de sus autores, privilegiada por sobre un análisis exhaustivo del estado real del quehacer de la psicología de la comunidad y la fundamentación y el respaldo científico en la que se basaría. Debemos agregar, antes de continuar, que no es nuestro afán el reproche simplista sobre el aparente poco compromiso social –entendido como una orientación hacia los intereses de los que requieren ayuda y protección-, que podría malinterpretarse como fundamento de este trabajo. Dicha crítica es tan absurda como su contraria, pues el compromiso social es sólo una parte del tema en cuestión y no puede suplir el resto de las características necesarias de una práctica psicológica profesional. En este sentido es nuestra intención establecer una óptica de análisis actualizada que permitan generar espacios de discusión crítica respecto del conjunto de decisiones que se hace necesario abordar para enfrentar los desafíos que la realidad actual le demanda a la psicología comunitaria. Es importante aclarar este punto ya que, después de un breve vistazo de las discusiones que -hoy por hoy- se mantienen respecto de la posibilidad de una psicología de la comunidad, es posible identificar dos posiciones polares; los que sostienen que ha habido una ruptura con las tradiciones originales que le dieron origen e identidad, y otros que sostienen que el único fundamento para la

Page 12: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

12

misma psicología de la comunidad es la necesidad de “ayudar al otro” –otro que es necesitado, carenciado,

deficiente o en riesgo- mediante la equiparación de sus oportunidades, garantizando el acceso a servicios de subsistencia básicos, pero sin generar aún las capacidades y situaciones para que los mismos “objetos de su

intervención” logren la superación de la condición que “invita y hace necesaria” a la misma psicología de la comunidad (Foladori, H., 2002b y 2003). Unos perplejos ante una vuelta que los tiene descoyuntados de la historia reciente, y otros perplejos e inmovilizados ante la ineficacia de las acciones. Y la psicología comunitaria entre medio de ambos. Todo lo anterior, en la experiencia de los profesionales, genera un clima de desesperanza, en donde las discusiones pasan las más de las veces por el “sentir” personal y no por el propio auto análisis de la práctica que orienta nuestras acciones –que incluye el “sentir” personal, por supuesto. Creemos, al igual que Quintal de Freitas (2001), que esta tendencia aparentemente genérica de la psicología comunitaria, se relaciona en mayor grado con la creciente incapacidad para defender reflexiones teóricas propias, que no sean sólo mecanizaciones técnicas sobre como tratar temáticas sociales o clínicas definidas a priori por agentes externos y lejanos a la comunidad. De esta forma, la investigación que se pretende realizar tiene por meta final proveer información que permita describir los desarrollos conceptuales psicológico comunitarios que puede delimitarse de acuerdo a las características de los diferentes enfoques de trabajo que se están desarrollando en Chile, para que desde allí pueda plantearse una discusión sobre las medidas a seguir que tenga sentido en el marco de una psicología más adecuada y acorde a nuestras urgentes y diversas realidades.

2. Formulación de la pregunta de investigación Actualmente existen en nuestro país múltiples centros y programas dedicados a la intervención social de corte psicocomunitario. Estos centros han sido estudiados en no pocas oportunidades (ver Asún, D., Krause, M., Alfaro, J., Aceituno, R. & Morales, G., en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994; Krause, M., 1996 y 1997; Krause, M. & Jaramillo, A., 1998) con diferentes fines y metodología, intentando establecer el conjunto de características generales sobre las cuales es posible plantear ciertas tendencias definitorias de lo que significa y produce la intervención comunitaria, y a partir de ello, la condición que con mayor probabilidad o precisión le cabe a la psicología comunitaria en la realidad nacional. A través de estos estudios es posible ir reconociendo un importante conjunto de proyectos destinados a trabajar en diferentes temáticas ligadas al quehacer que, comúnmente, definen desde su quehacer a la psicología comunitaria. En ellos se pueden percibir, a veces con alguna dificultad, modelos teóricos que

Page 13: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

13

fundamentan la intervención y su sentido, orientaciones conceptuales particulares y posturas político sociales resultantes, lo que en suma moldea líneas de trabajo en común, especialmente cuando se comparten ciertas problemáticas de trabajo o enfoques genéricos de abordaje. Sin embargo, debido a la metodología utilizada por algunos de éstos estudios, que privilegia modelos de análisis del desarrollo en torno a “concepciones ideales” de psicología comunitaria –muchas veces preestablecida1-, y dada la antigüedad de muchos de estos interesantes análisis, la pregunta por el desarrollo actual de la psicología comunitaria adquiere nueva relevancia. En general, el punto que ha resultado central en todos los desarrollos teóricos que han trascendido en esta área de trabajo psicológico desde sus orígenes, está referido a preguntas sobre el “hacer” propiamente tal; al “qué”, al “cómo”, al “quiénes” y al “porqué” (o “qué esperar”) (Aceituno, R., en Olave, R. & Zambrano, L., 1993). Ello le ha permitido a la psicología comunitaria generar un cuerpo teórico y de argumentación no menor, un conjunto de relaciones transdiciplinares importantes y le han posibilitado, hasta cierto punto, ganarse el reconocimiento del resto de los profesionales de las ciencias sociales y de la salud, avocados al estudio psicosocial y a la intervención comunitaria. Sin embargo el proceso que hoy se vive, creemos, ya no responde a necesidades de replanteamiento ni de creatividad disciplinar, sino, más bien, al imperativo de “solucionar” problemas sociales (de “administrarlos” dirían otros), como eslabón último de una larga cadena que verifica la existencia e impacto de estos mismos problemas, y que le delega a este saber psicológico la generación de respuestas adecuadas. Lo anterior, que es experiencia cotidiana en los profesionales que se desempeñan dentro del campo, genera dos situaciones poco deseables para según la perspectiva tradicional que se ha aplicado para definir a la psicología comunitaria: (1) relega lo “comunitario” a una condición de efecto de las prácticas de atención o prestación de servicios que el equipo profesional efectúa, es decir, la comunidad pierde la especificidad propia que debe tener como “sujeto” de una intervención y pasa a ser “depositaria” de los cambios que en los sujetos individuales se logren (Krause, M., 1996), desperfilando a la psicología comunitaria en tanto ésta se identifica con ese último aspecto, al mismo tiempo que (2) imposibilita una reflexión profesional seria sobre las

1 Al respecto podemos mencionar como ejemplo la frecuente asimilación del desarrollo de la psicología comunitaria a partir de las nociones de “ciencia normal” de Thomas Kuhn en donde existiría una primacía paradigmática de un conjunto de supociones teóricas -“el paradigma de la psicología comunitaria” (Montero, M., 2004)-, las cuales se establecen luego de un período de crisis paradigmática, o aquellas que suponen que la psicología comunitaria ha recorrido sólo la parte inicial del proceso de disciplinarización, que finalizaría con el establecimiento de un conjunto de presupuestos sobre los cuales pueden diseñarse intervenciones efectivas (y disciplinadas). En ambos casos el progreso de la psicología comunitaria supone a la base el establecimiento de un orden (de coordenadas de orden) que permita evaluar el peso de los desarrollos teóricos y aplicados. Por lo mismo, no resulta extraño que la profundidad del análisis sea descriptivo (enumerar y describir “lo que hay”) o comparativo (en el caso de que se utilizase como contraste “lo que debería haber” o lo que “hay en otros lugares”). Este tema será abordado durante todo el primer capítulo.

Page 14: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

14

condiciones de generación del problema que “debe” atenderse, un desenmarcamiento de las mismas con vistas a generar intervenciones más eficientes, y por último, elimina la posibilidad de generar modelos teóricos que den sentido y orienten la acción. De este modo, las acciones quedan atrapadas –limitadas, reducidas- en el imperativo de intervenir para solucionar un problema que de antemano viene prescrito, y con las herramientas que, de antemano nuevamente, se han permitido para trabajar en determinada etapa del proceso. Y, aunque parezca sospechoso, la psicología comunitaria se diluye entre las demandas, sin dar noticias de su aparente deceso.

Por esto, la pregunta central del debate del debate sobre el que se inserta este documento y sobre el cual esperamos aportar luces puede definirse como ¿Cuál es la condición actual de la psicología comunitaria? Sin embargo, esta interrogante resulta demasiado amplia para las posibilidades de este documento en particular, tanto respecto de la diversidad de perspectivas dentro de la psicología comunitaria como respecto de la simultaneidad de desarrollos en contextos diversos dentro de Chile, por lo tanto resulta necesario definirla teóricamente para establecer los límites del estudio. Nos quedamos entonces con dos preguntas consecutivas que creemos nos permiten acercarnos al tema. Siguiendo esta línea, las preguntas centrales de esta investigación serían: ¿Cuáles han sido las características y elementos significativos del desarrollo histórico de las perspectivas, contextos y orientaciones que dan forma a la psicología comunitaria en Santiago de Chile? Para posteriormente, y a partir de ello clarificar ¿Cuáles son los principales desarrollos conceptuales con enfoque de psicología de comunidad que dominan el desarrollo actual de la psicología comunitaria en Santiago de Chile? De esta forma este trabajo puede traducirse en la identificación, sistematización y caracterización, a partir de una perspectiva histórica, de las tendencias más importantes que pueden encontrase en el trabajo aplicado de la psicología comunitaria hoy en día. Consideramos que sólo mediante esas dos preguntas podemos acercarnos más a un análisis del desarrollo y condición actual que tiene la psicología comunitaria. Se trata, por tanto, de aportar con un enfoque -una propuesta- que permita la posterior discusión sobre los temas de fondo que cruzan a la psicología comunitaria en el contexto local nacional. El hecho de que se haya acotado la recopilación de información al área urbana y semi-urbana metropolitana tiene relación, primero, con el componente interventivo de la psicología comunitaria que supone la existencia de una locación, en último caso, identificable físicamente. Por este motivo hemos preferido optar por la Región Metropolitana, como un sector lo suficientemente amplio, y, suponemos, con abundante diversidad de perspectivas que hayan interactuado entre sí, permitiéndonos la posibilidad de establecer una revisión transversal. La suposición en este caso es que en la región Metropolitana han confluido una cantidad comparativamente mayor de producciones relativas al área de la psicología comunitaria a través de la historia, y por lo tanto este resulta un lugar privilegiado para establecer una dinámica de desarrollo nacional. A lo

Page 15: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

15

anterior se suma el hecho reconocido de que en dicha área se han desarrollado o implementado prácticamente todas las iniciativas estatales diseñadas a escala nacional. Junto a lo anterior, un segundo motivo dice relación con las características de los documentos que hemos podido recolectar, los cuales analizan y se refieren mayormente al conjunto de actividades que han ocurrido dentro del área metropolitana lo que hace imposible una integración más allá de los límites que estos documentos marcan (véase por ejemplo Krause, M. & Jaramillo, A., 1998; Krause, M., 1996; Olave, R. & Zambrano, L., 1996). Cabe suponer, por tanto, que la delimitación del área metropolitana es la mejor opción en términos de representatividad de las producciones en el contexto histórico nacional. Sin embargo, también resulta evidente que esta delimitación geográfica excluye opciones teórico-prácticas locales que no tienen representación dentro de la región pero que sin embargo suponen importantes elementos para establecer orientaciones en torno al desarrollo de la psicología comunitaria en Chile, especialmente en lo que respecta a las iniciativas que se han implantado en áreas rurales alejadas. En el entendido que las realidades demográficas, económicas, culturales e históricas de este país varían significativamente a lo largo de su extensión, la validez de nuestras afirmaciones debe ser contrastada con los procesos ocurridos en cada zona. Vale la pena, así mismo, destacar una diferencia respecto del enfoque que utilizamos para organizar la información. La mayoría de los trabajos ha tomado como base la práctica interventiva de la psicología comunitaria (y las características de dicha práctica), entonces, a partir de los datos recopilados, se han diferenciado orientaciones genéricas, metodologías y teorías explicativas presentes en el conjunto de la psicología comunitaria. Sin embargo, tomando como base dichos documentos, nos enfocamos en una perspectiva transversal (histórica) que nos permite entender las dinámicas y eventos que han sido significativos en la estructuración actual de los componentes presentes en el campo que se conoce como psicología comunitaria. Así, asumiendo la complejidad de esta perspectiva, queda acotado el marco de completitud o validez de nuestra interpretación integradora, dada por el material recopilado y las posibilidades y delimitaciones de un estudio como el aquí propuesto.

3. Relevancia y pertinencia del trabajo A partir de lo que hemos expuesto hasta aquí, puede reconocerse una activa producción en relación a las características y tensiones presentes en la psicología comunitaria en el contexto nacional, y en específico en Santiago de Chile en tanto principal referente de la zona metropolitana (Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994; Montero, M., 1994a; Alfaro, J., 1997; 1000; Krause, M., 1996; 1997; Krause, M. & Jaramillo, A., 1998;

Page 16: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

16

Foladori, H., 2002a; 2003). Estos documentos se han elaborado tanto a partir de una necesidad de información común como producto de un diagnóstico crítico personal –autoral- en lo que respecta a la actualidad de la psicología comunitaria. Estas dos líneas han resultado en un conjunto de afirmaciones convergentes; la psicología comunitaria en Santiago de Chile está enfrentando una situación nunca antes vista de expansión que, sin embargo, choca con los ideales que originalmente la emplazaron como una alternativa necesaria tanto profesional como políticamente en diversas partes del globo, y que en la mayoría de los casos -como aclaramos- sirven para identificarla, definirla y acotarla. El debate sobre estos temas, por cierto, tiene relación tanto con el presente, como con el futuro posible que se desea construir, y por lo mismo, desde el pasado –reciente o lejano- en donde ello resulta sostenible (cfr. Gissi, J., 1991; Olave, R. & Zambrano, L., 1993; Unger, G., 1995; Krause, M., 1996). El origen de estas discusiones es, por cierto, doble. Resulta ser interno, es decir, emanado de los propios grupos profesionales que han producido desarrollos en psicología comunitaria dentro del territorio nacional, y especialmente en la Región Metropolitana. El sentido de las interrogantes que han orientado estas primeras producciones tiene que ver con el proceso evolutivo de una práctica que se vincula con los trabajos en las diferentes áreas temáticas de la psicología desde larga data. Se trata aquí, por tanto, de la revisión y reelaboración de un conjunto de aprendizajes, experiencias y desarrollos propios e incorporados que han moldeado un área –si la podemos denominar así- que ha dejado su huella en la historia de la profesión. Sin embargo, y dado que en América han perdurado organizaciones de intercambio y vínculos de cooperación activos desde mediados del siglo pasado2, especialmente entre aquellos países que han no debido enfrentar barreras de lenguaje hay también una necesidad externa, propia del proceso histórico ocurrido en el ámbito latinoamericano. Esto proviene de un proceso histórico común en el cual grupos profesionales de psicólogos de diversas latitudes evaluaron necesario un replanteamiento de la forma tradicional de posicionarse ante su medio social inmediato, incorporando para ello líneas metodológicas y las orientaciones ético-políticas de diversas corrientes desarrolladas por las ciencias sociales y sus afines desde la posguerra, y desde la cuales los profesionales psicólogos inician sus elaboraciones internas. Esto supone, por ende, una necesidad de evaluar si esas propuestas originalmente sostenidas para formular una psicología propiamente latinoamericana –de la cual los planteamientos comunitarios son parte fundamental- han encontrado asidero, y en ese caso, cuál ha sido (Serrano-García, I. & Álvarez, S., 1992; Serrano-García, I. & Vargas, R., 1993;

2 Nos referimos especialmente a la Sociedad Interamericana de Psicología (fundada en 1951), la cual ha resultado una instancia de colaboración para el conjunto de áreas de la psicología. Ellas, por cierto, han facilitado la estructuración, a veces temporal, de otras redes de intercambio en áreas que resultan más cercanas a los debates propios de la psicología comunitaria, tales como la intervención psicosocial, la psicología aplicada, la psicología social, la psicología ambiental, etcétera. Ella, por cierto, ha permitido también la apertura de vínculos y espacios de intercambio fuera de los límites continentales.

Page 17: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

17

Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994; Montero, 1994a; 2004). Dicha tendencia, por cierto, ha validado una opción de análisis que en la práctica ha resultado contraproducente con aquella que emerge de forma interna, pues ha supuesto la existencia de un conjunto de patrones comunes en el conjunto de contextos históricos, geopolíticos de América Latina, a la vez que ha sostenido implícitamente la pertinencia de realizar comparaciones. Ambos elementos impiden reconocer desde la propia historia –por así expresarlo- lo que ha ocurrido en psicología comunitaria nacional, y en específico en su expresión Metropolitana. Los temas abordados en este documento, entonces, pretenden colaborar al conjunto de producciones que durante un largo período –poco más de una década y media- han intentado estructurar algunas precisiones sobre lo que ocurre en psicología comunitaria en Santiago de Chile. La utilidad de esta propuesta radica en el enfoque o foco de discusión utilizado el cual, a diferencia de un buen número de investigaciones centradas en las descripciones y comprensión de los aspectos aplicados de las intervenciones en psicología comunitaria (Winkler, 1993; Krause, M., 1997; 2000; Krause, M. & Jaramillo, A, 1998), se propone una caracterización de los desarrollos conceptuales que conforman en su conjunto lo que puede considerarse psicología comunitaria en el contexto metropolitano. El supuesto de fondo en esta afirmación radica en el reconocimiento de que, y en consecuencia con lo que argumentamos ya, el debate actual se encuentra entrampado, relevándose la urgencia de reenfocarlo para permitir nuevas luces y, eventualmente, para reconsiderar aquellas que ya están encendidas. Lo anterior requiere de una crítica sobre las posibilidades y supuestos de los argumentos y concepciones involucrados en ese debate. He aquí nuestra apuesta y el sentido de este documento. No se trata, por cierto, de una versión definitiva con pretensiones de ser absoluta en su afán de completitud. Por el contrario, en tanto entendemos que los referidos corresponden a debates activos desde los cuales es posible establecer posiciones para producir psicología comunitaria, lo que se expone en las páginas sucesivas es una propuesta de interpretación sintética que espera contribuir a dichos espacios. En específico, a proveer tanto un enfoque para comprender a la psicología comunitaria, como un conjunto de referentes considerados desde una perspectiva de evolución transversal con los cuales es razonable establecer una diferenciación de producciones conceptuales actualmente vigentes. Estos últimos, si bien han sido objeto de caracterizaciones, no han sido considerados a propósito de una lectura histórica, la que permite delimitarlos con mayor precisión, al mismo tiempo que permite reconocer las lógicas profesionales, sociales, políticas en las cuales ellos se han formado y definido. Asunto de significativa importancia si se consideran las enormes y muchas veces abruptas transformaciones sociales que han transcurrido en nuestra historia reciente.

Page 18: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

18

Asimismo, en tanto dichos debates resultan ser fundamentalmente académicos3, esperamos colaborar también con un material adecuado para la actividad propiamente formativa, pues en diversas unidades se ha evaluado como una carencia significativa en este aspecto, asunto que parece ser una característica presente más allá del contexto nacional4 (Asún, D., en Olave, R. & Zambrano, L., 1993; Montero, M., 2003; 2004). Ello, evidentemente, supone de forma implícita la posibilidad de fortalecer el trabajo psicológico profesional en las diversas problemáticas que son factibles de ser consideradas desde una perspectiva comunitaria. Ahora bien, en tanto es posible reconocer que los planteamientos comunitarios han permitido un área de desarrollo importante en la evolución del cuerpo de la psicología en Chile (cfr. Alfaro, J., 2000), el conjunto de propuestas elaboradas a los largo de este documento permiten la identificación y valoración de la forma y condiciones en la que el proceso ha ocurrido, asunto que resulta de especial importancia si se considera que en Chile existe una carencia evidente en lo que respecta a las reconstrucciones transversales de las ciencias sociales y humanas (cfr. Duran, F., 1995; Pizarro, C., 1999). Asimismo, en el reconocimiento de diversas lógicas de producción teórico-práctica, la coexistencia de múltiples sentidos éticos-políticos puestos en juego, la delimitación e integración de desarrollos conceptuales, etc., es que esperamos colaborar también a la capacidad autoreflexiva de la profesión y de los profesionales.

4. Sobre la estructura del documento Vale la pena hacer una breve advertencia al lector de este documento en relación a la estructura del mismo. Hemos dividido éste en tres partes o unidades que se siguen de forma consecutiva y secuencial en la búsqueda de una respuesta a los problemas ya señalados como guías. La primera parte tiene como objetivo el proveer un marco comprensivo para la psicología comunitaria. Se trata por tanto de una exposición de las diferentes concepciones que existen sobre esta última y, al mismo tiempo, de cómo dichas concepciones han interactuado en la estructuración de las múltiples formas (teorías, prácticas, líneas de intervención, etcétera) que coexisten en la actualidad. Así, a partir de una revisión de la 3Debe reconocerse, por tanto, que la reflexión y producción conceptual propia de la psicología comunitaria en el Santiago de Chile de hoy está estrechamente vinculada a los espacios académicos, por sobre lo se produce en las agrupaciones profesionales independientes, o los centros de estudios independientes, consultoras, y programas que realizan intervenciones de tipo psicológico comunitario (cfr. Krause, M. & Jaramillo, A., 1998). Máxime si dos de las tres revistas más difundidas de publicación científica en psicología (Psykhe y la Revista de Psicología) son editadas por entidades académicas (la primera por la Pontificia Universidad Católica de Santiago, y la segunda por la Universidad de Chile), lo que permite suponer que es desde dichos espacios desde donde se emerge y se organiza una buena parte de la información. Lo anterior no apunta a desmerecer la labor de los espacios no académicos, desde los cuales sin duda emergen referentes y propuestas fundamentales; apuntamos aquí a establecer el impacto de este documento fundamentalmente en la academia. 4 Por cierto es necesario aclarar que esa carencia es doble; tanto en lo que respecta a los sistemas conceptuales que existen en psicología comunitaria, como a las formas de aplicación concretas que ellos tienen en diversos contextos sociales. Nuestra intención aquí puede entenderse como orientada sobre el primer punto.

Page 19: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

19

literatura y de los estudios que han intentando objetivar a la psicología comunitaria proponemos una definición integrativa adecuada a los requerimientos de este documento. La segunda parte tiene como objetivo el proveer información significativa en relación a las características particulares que el desarrollo de la psicología comunitaria ha evolucionado en la realidad nacional, y específicamente, en el contexto social y económico de Santiago de Chile. Se trata, por tanto, de la sección más extensa de este documento e inicia con una elaboración de un enfoque histórico a partir de los lineamientos descritos en la primera parte, para cerrar con una breve discusión sintética en relación a las particularidades que deben tenerse presentes para estudiar los desarrollos nacionales y –específicamente- metropolitanos en psicología comunitaria. A partir de dicha exposición se establecen los lineamientos que resultan más significativos en el actual desarrollo de la psicología comunitaria, los que son descritos en la tercera parte del documento de acuerdo a los criterios que permiten establecer diferencias y aglutinaciones identitarias en los mismos. Al finalizar esta parte, esperamos que el lector pueda elaborar su propia respuesta sobre los problemas que este documento aborda, más allá de las conclusiones que el autor de la misma considera. No se trata, por tanto, de la exposición de una verdad en relación al desarrollo de la psicología comunitaria en el contexto del Santiago de Chile de la última mitad del siglo veinte, por el contrario, se intenta favorecer la elaboración de las particulares perspectivas de los lectores en relación a los temas abordados. Esperamos entonces que tanto el estilo de escritura como el conjunto de referencias anexas resulten en un aporte complementario.

Page 20: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

20

Los ensayos esparcidos a los largo de más de treinta y cinco años, se combinan para proponer una nueva manera de pensar sobre las ideas y

sobre esos conglomerados de ideas que yo denomino “mentes”. A esta manera de pensar la llamo ecología de la mente

o la ecología de las ideas.

Gregory Bateson, Introducción a “Pasos hacia una ecología de la Mente”, 1972

P r i m e r a P a r t e

Page 21: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

21

1. Un modelo comprensivo para la psicología comunitaria ¿Qué es la psicología comunitaria?. La anterior no es una pregunta de fácil respuesta, si no imposible para algunos. Cualquiera que haya intentado responderla se ha percatado de que el concepto posee diferentes acepciones, y de que, además, sobre esas acepciones hay múltiples términos que se podrían aplicar en diferentes circunstancias. Es nuestra intención, en este primer apartado, discutir algunas de las orientaciones conceptuales presentes y de mayor difusión –y las respectivas implicancias y usos que ellas tienen- para poder, diríamos, producir un concepto lo suficientemente amplio y flexible que nos permita abarcar la temática de este estudio, sin que, al mismo tiempo, esa misma definición sea tan difusa que deje de ser práctica. Por esto, a diferencia del común de los casos, que inician su análisis con una definición de facto respecto de la psicología comunitaria, hemos preferido una que surja a partir de los datos, de las reflexiones que actualmente están determinando al campo que, suponemos, termina por definir a la misma.

1.1. Introducción al tema; desarrollo y ciencias sociales. En el último tiempo han aparecido múltiples análisis en torno a la intervención social, y a los marcos y paradigmas que orientan esas intervenciones. En uno de estos estudios Fernando Durán (1995) cifra la importancia de estas revisiones –y de la suya en particular- en el contexto de la multiplicación de conceptos y enfoques dentro de la sociología (especialmente aquella referente al desarrollo social), en donde una revisión de la evolución de el quehacer científico y sus referentes teóricos, agrupados en paradigmas –como orientadores y organizadores-, permitiría una revalorización de los conceptos y de su valor bajo determinadas ópticas de trabajo en desarrollo social (Durán, F., 1995). Ello, porque supone el autor que los “esquemas” para analizar el desarrollo de la sociología –como ciencia social- parecen no ser del todo válidos ni útiles al no reconocer la diversidad y los motivos por los cuales esa diversidad coexiste. Por su parte Javier Corvalán (1996) si bien en su propuesta no distingue explícitamente el motivo para realizar una revisión, aclara que desde el punto de vista sociológico, existen diferentes formas de conceptuar una realidad social previa su intervención, distinguiendo algunos elementos propios de una visión, como son una interpretación de las necesidades humanas, una visión de la acción social en la resolución de la problemática, una interpretación acerca del “receptor” de la acción, y la priorización y conceptualización de uno (o varios) agente(s) en el proceso. En ambas propuestas destacan algunos elementos que vale la pena considerar para adentrarnos en la discusión que nos convoca. El primero de estos tiene que ver con la posibilidad de reflexionar en torno al desarrollo de una ciencia (o de la actividad científica) , teniendo presente que se hace necesario al mismo tiempo una categorización en torno a cómo y porqué se produce ese desarrollo. Pareciera ser que no es posible analizar algo que parece “disgregado”, despegado, desconectado, por lo que se hace enormemente necesario el reconstruir las pautas comunes y los márgenes de comprensión posibles de lo que constituirá

Page 22: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

22

nuestro objeto de estudio. De esta forma, la reflexión epistemológica constituye un paso previo fundamental para realizar un análisis respecto del desarrollo de la psicología comunitaria. Pero destaca un segundo elemento; para realizar dicho análisis se hace necesario establecer una caracterización de las diferentes orientaciones que le dan forma al objeto de estudio, en este caso, la psicología comunitaria. Entonces, hay dos niveles en los cuales una propuesta sobre la cual analizar a la psicología comunitaria puede establecerse; el plano reflexivo en donde la pregunta es ¿qué podemos entender por la psicología comunitaria? lo que a su vez nos permite entender cómo se desarrolla la psicología comunitaria, y en último caso, delimita el tipo de críticas y comentarios que sobre la misma puedan hacerse. Y existe también un plano conceptual, en donde no tratamos ya con una “psicología comunitaria” abstracta, si no con las diferentes formas que ha tomado en contextos y en circunstancias diferentes, y que terminan por cristalizar en formulaciones teóricas con coherencia propia. Es por esto que durante este apartado intentaremos precisar qué papel le cabe a los dos planos en el estudio de la psicología comunitaria.

1.2. Discusiones y enfoques de aproximación en torno a la psicología comunitaria Antes de comenzar a exponer las diferentes “versiones” que existen hoy por hoy en torno a la psicología comunitaria, es de utilidad revisar qué “enfoques” priman cuando se hace mención a ésta. Usualmente se ha considerado a la psicología comunitaria desde dos enfoques contrapuestos. La primera forma de entenderla, y quizás la más difundida, refiere a que se trata de una disciplina, en sí misma o como una división dentro de la propia disciplina psicológica –siendo entonces una “subdisciplina” de la psicología social- (Alfaro, J., 2000). Ella se identifica con la búsqueda de un cambio paradigmático dentro de los desarrollos psicológicos aplicados (Tyler, F., 1984a), o directamente como una disciplina con especificidad propia, y por lo tanto, con su propio desarrollo interno (Montero, M., 1984). Los autores que están de acuerdo con esta visión suponen que la psicología comunitaria posee una identidad, desarrollo, reflexión y discusión propias dentro del quehacer de la psicología en su conjunto, asunto que se reflejaría en su proceso de desarrollo histórico. La segunda forma de entenderla la asume como una modo de trabajo psicológico, como una forma

profesional, sin atribuirle especificidad respecto de un eje disciplinar propio (Alfaro, J.,2000). Esto implica que la misma está supraeditada “epistémica, teórica y metodológicamente al conjunto de la psicología” (Alfaro, J., 2000), no constituyendo un área académica independiente, sino resultando de una ampliación del campo

Page 23: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

23

profesional del psicólogo social. Allí, entonces el psicólogo comunitario –que es antes que nada psicólogo social- se define por sus roles o funciones en su tarea; evaluador, educador, analista, interventor, entre otros5. Cada enfoque determina un conjunto de supuestos en torno a la misma psicología comunitaria, estableciéndose más bien como un “modelo” de análisis. Como bien aclara Alfaro, de ambas se derivan un conjunto interesante de suposiciones respecto a la conceptualización y objeto de la psicología comunitaria. "Por un lado, quienes asumen que la psicología comunitaria tendría un carácter disciplinar, le atribuyen

autonomía en la configuración teórica, de objeto y [de] método” (Alfaro, J., 2000). Ello puede verse en la presunción de Maritza Montero (1994a) respecto de la psicología comunitaria en tanto ésta ha creado objetos, desarrollado instrumentos y principios generales, interpretaciones y explicaciones hasta construir un conjunto sistemático de premisas o conocimientos (ver Montero, M., en Alfaro J., 2000). En esta lógica la psicología comunitaria posee una óptica conceptual que “determina” -o “construye”, según se prefiera- sus objetos de investigación e intervención. Allí, claramente, son las opciones del científico social (el psicólogo comunitario), las que conducen a una definición de objetivos programáticos, métodos adecuados, relaciones conceptuales y marcos orientadores. Ello, además, da pié para suponer que la psicología comunitaria puede ser entendida como un “movimiento”, o más bien, como un conjunto de sistemas orientadores que en algún minuto pueden ser “movilizadores”6. Desde el otro enfoque, que delimita a la psicología comunitaria como especialización profesional, no aparece una autonomía respecto de los puntos que anteriormente mencionábamos. Si no es autónoma, comparte con otras formas profesionales de la psicología recursos epistémicos, relaciones conceptuales, marcos orientadores, teóricos y metodológicos (Alfaro, J., 2000). Bajo este enfoque las orientaciones presentes en el campo de trabajo de la psicología comunitaria pueden describirse, pero difícilmente compararse más allá de los requerimientos de la técnica que se desee emplear a la hora de intervenir. Por así decirlo, el desarrollo se relativiza de acuerdo a los criterios de eficacia esperados para cada circunstancia histórica particular, lo que elimina como posibilidad el “progreso” en tanto superación de un enfoque respecto de su pasado. Estos dos enfoques, por lo tanto, se posicionan en dos polos opuestos, que a su vez han plasmado en diferentes formas

5 Evidentemente, desde este enfoque, es la figura del “especialista” o “técnico” la que domina el campo, y es el campo de la “psicología social aplicada” su hogar y refugio. Esto no implica como suele pensarse, y como veremos mas adelante, una determinada relación, o marco de relaciones posibles, entre el objeto intervenido, y el sujeto interventor. 6 Hacemos la aclaración pues no pocas veces se ha tendido a asumir a la psicología comunitaria como una “moda intelectual”, o como un “movimiento” particular que tiene relevancia y sentido dentro de un contexto histórico particular , eliminando por lo tanto la posibilidad de una discusión de carácter académico respecto de la misma; si se trata de un movimiento, sus premisas son coyunturales a la época, y el sentido último del mismo es inseparable del momento. Al fin y al cabo esto no es nuevo; todo movimiento social tiene principio, desarrollo y final en una circunstancia histórica particular.

Page 24: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

24

de hacer psicología comunitaria en países que privilegian un enfoque por sobre otro (Krause, M & Jaramillo, A, 1998). Ambos enfoques han dado lugar a numerosos análisis y recopilaciones sintéticas de información para defender las respectivas tesis. Por el lado de los “disciplinaristas” Maritza Montero ha revisado y sistematizado enormes cantidades de información en vistas a generar una masa crítica capaz de superar fronteras, intentando cristalizar el desarrollo de esta área. Por el lado de los “profesionalistas” Alfaro ha desarrollado una tesis que versa, a partir de la comprobación en la experiencia, que los desarrollos teóricos en psicología comunitaria responden a tensiones y tendencias que han sido relevantes dentro de la psicología social toda. A favor de los primeros podemos decir que efectivamente se han sistematizado elementos y trabajos teóricos respecto de problemáticas específicas dentro del trabajo comprendido dentro de la psicología comunitaria (Marín, G., 1980; Sánchez Vidal, A., 1996; Wiesenfeld, E., 1994, entre otros), y a favor de los segundos podemos decir que estos “avances” han tenido, sin lugar a dudas, una importante cuota de influencia respecto de las temáticas que orientan el desarrollo de la psicología social y la psicología en general7. A modo de contra argumento, relativizando la radicalidad “polar” que en ambas posturas se presume, podríamos decir sobre los primeros que no parece haber acuerdo sobre cuándo y bajo qué circunstancias estos desarrollos logran cristalizar en una “disciplina propiamente tal”; muchos argumentan que es un “área aún en auge”, un conocimiento que debe dar origen a técnicas y prácticas, o que se trata de un saber disciplinar que, paradójicamente, no se comporta como tal. Y, en términos de los análisis sobre el desarrollo de la psicología comunitaria que desde esta perspectiva existen, su principal deficiencia es la de considerar que el camino que se debe recorrer es convergente, lo que borra las valiosas diferencias entre una teoría aplicable y otra, además de indiferenciar a la psicología comunitaria de los problemas que enfrenta y valores disciplinares y disciplinados que deberían distinguirla. Al mismo tiempo, para contra argumentar a los segundos, el que las discusiones en psicología comunitaria no logren separarse del todo del quehacer teórico y aplicado de la psicología social, no niega que efectivamente podamos estar frente a una disciplina, con autonomía y capacidad de organización propia8. Por esto, en

7 Y, porque no decirlo, de la psiquiatría, la psicología de la salud, la sociología, la antropología, el trabajo social, y, como ya los psicólogos “críticos” suponen, de la misma filosofía, la antigua “Madre de todas las ciencias”. Entonces es posible identificar tantos referentes –y tan diversos- que la disciplina Madre también parece sospechosa y se diluye entre un conjunto de referentes que terminan por alejarse de ella. 8 O que, por el contrario, sea la misma psicología social la que no logra “disciplinarse” unificadamente. Debe reconocerse que Alfaro, desde su posición, no deja de reconocer la posibilidad de que efectivamente dentro de la psicología comunitaria, hayan sistemas teóricos, “los que a su vez, portan nociones internamente coherentes y externamente

Page 25: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

25

términos de las implicaciones que este modelo tiene en los análisis respecto del desarrollo, la principal deficiencia es la de limitar los parámetros en torno a las problemáticas que actualmente están en boga, las que aparecen como externas, dejando reducida a la psicología comunitaria a una mera técnica, que más que historia y desarrollo tiene un devenir de contingencias. En último caso lo más profundo que este modelo permite llegar es a plantear la existencia de “recurrencias” relativamente sistemáticas que destacan algunos elementos en común, pero sin mediar continuidad conceptual entre el pasado y el presente, pues puede ser que “las mismas ideas del pasado no hayan cambiado, si no que se pronuncian distinto”. En un documento reciente que adhiere a esta perspectiva el profesor Alfaro (2000) consignará la existencia de “tradiciones” presentes en la psicología comunitaria. A partir de dicha propuesta es válido suponer que la continuidad y complejidad de los desarrollos se produce fundamentalmente a partir de un núcleo relativamente invariable sobre el que se van montando nuevos o renovados conceptos, mismos que en el fondo son dependientes de las grandes tradiciones de la psicología social (cfr. Alfaro, J., 2000). Junto a ello, y de extrema importancia, Alfaro supondrá que lo que los disciplinaristas conciben como una disciplina en realidad está compuesta de diversas y hasta contrapuestas propuestas teórico-prácticas. Ello supone que, en el fondo, no hay un único núcleo ideal dentro de la psicología comunitaria, sino que ella es tan múltiple como la psicología misma. Sin importar cual de estas posturas se decida uno a tomar, ambas efectivamente reconocen que se ha generado un conjunto de métodos y desarrollos teóricos sobre los cuales es posible optar (Chacón, F & García, M, en Martín Gonzáles, A., 1998). Y, al mismo tiempo, más allá de la separación entre ambas, es posible reconocer un importante conjunto de publicaciones, revisiones, y actividades de corte académico, que se preguntan por sobre el sustento teórico, sea este universal o particular, disciplinar o profesional, que da origen y sentido a la psicología comunitaria9. En esta misma línea, y sin necesidad de adscribir exclusivamente a una postura u otra, esta investigación, al igual que las mencionadas asume que existe un conjunto de “haceres” y “decires” que se encuentran actualmente situados dentro de la discusión entre estas dos posturas. Pero entonces aparece otro problema; ¿Cuánto de todo este conocimiento efectivamente plasma la actividad práctica de los profesionales de la psicología que se dedican de alguna forma a la psicología comunitaria?. Y, al mismo tiempo, ¿Cómo podemos detectar esos “desarrollos teóricos”? o ¿Qué características particulares tienen en común para ser considerados tales?. Siguiendo a Barranco y Díaz, en una investigación que

diferenciadas respecto de lo psicológico y lo social, que son compartidas, al menos potencialmente, con la amplia gama de formas profesionales de la psicología” (Alfaro, J., 2000) 9 Entre los más destacados a nivel latinoamericano podemos mencionar a Serrano-García, I & Rosario, W., 1992, y a Wiesenfeld, E & Sánchez, E., 1995. A nivel nacional destaca por su cobertura Krause, M. & Jaramillo, A., 1998. Aprovechamos de agregar aquí que, en términos generales, es la postura disciplinarista la que posee más adeptos a nivel de publicaciones y análisis, y por lo mismo, muchos de los extractos aquí presentados privilegian esta perspectiva.

Page 26: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

26

preguntaba a connotados profesionales sobre la visión que poseen respecto de la psicología comunitaria, ésta se encuentra permanentemente en busca de su lugar, de su nombre y de los límites que definen a ambos (Barranco, F., & Díaz, R., 1999). Al mismo tiempo, Alfaro, parafraseando a Sánchez y Gonzáles, agrega que “la psicología comunitaria es una práctica más interventora que cognoscitiva, definida más por lo que hace

que por lo que sabe y relacionada con su objeto social más a través de la acción que del conocimiento” (Alfaro, J., 2000). Es decir, como un conjunto de prácticas que no necesariamente valoran el espacio para la reflexión conceptual y la discusión teórica, especialmente respecto del último punto de la cita, superponiendo un nivel en donde las acciones son capaces de aportar los lineamientos adecuados para lograr los objetivos que se ha propuesto. Es por esto que muchas veces se utiliza como sinónimo el término “intervención psicocomunitaria” para referirse al trabajo en psicología comunitaria10. En términos generales, esta es la visión que predomina sobre la psicología comunitaria: una representación relativamente uniforme que coincide en describir a la psicología comunitaria como una forma de acción social, que no posee coherencia, ni especificidad alguna con respecto a otras formas de acción social, de voluntariado, o de ayuda. Sin embargo, hay otra representación opuesta, muy difundida también que se encuentra en aquellos que reconocen como componente identitario de la psicología comunitaria; la permanente necesidad de producir cambio social, de reformular las estructuras sociales, sea a gran escala en el caso de una gran comunidad o a pequeña escala en el caso de una localidad o determinado grupo. Y allí, nuevamente sobreviene una duda de carácter epistémico acerca de las diferentes estructuras teóricas que le dan fundamento –sostén, forma y validez- a esas “orientaciones en la práctica”. Sin embargo, siguiendo a Maritza Montero, podemos decir que es justamente “su carácter siempre novedoso

es (el) responsable de la confusión y ambigüedad que todavía imperan respecto de su denominación, objeto y

métodos” (Montero, M., 1984). La psicología comunitaria vista desde esta forma constituye un conjunto de quehaceres y reflexiones que poseen un campo de trabajo y un conjunto de reflexiones de carácter teórico, que si bien provienen inicial y principalmente desde la psicología social (Montero, M., 1984 y 1994a; Alfaro, J., 2000; Marín, G., 1980), poseen una especificidad que le es propia y definitoria. A esta característica podemos agregar una perspectiva de corte historicista para poder comprender mejor la evolución y variabilidad de las perspectivas actuales en psicología comunitaria, que han pasado desde “una

retórica activista y de corte voluntarista en sus inicios” a una corriente más “conciente de la imperiosa

necesidad de fundamentar teórica y empíricamente la intervención, trabajando coordinadamente en los tres

10 No está demás agregar que, si bien esta crítica sobre la incapacidad reflexiva ha estado presente desde los primeros trabajos que acuñan el nombre de psicología comunitaria, ello puede atribuirse en buena parte a la díada presente en algunas de las más relevantes producciones en psicología comunitaria, en donde el “hacer” se intercala del “pensar” en un ciclo de “Reflexión-Acción-Reflexión”.

Page 27: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

27

frentes básicos para el desarrollo del campo: construcción teórica, investigación e intervención” (Sánchez Vidal, A., 1996). En esta misma línea, Serrano-García y Álvarez (1992) reconocen que para llevar a cabo análisis comparativos y descriptivos de la psicología comunitaria se hace imperioso conocer “la historia, las

bases teóricos y sus proponentes”. Para resumir, podemos dejar en claro que existe un creciente énfasis por realizar análisis comparativos y descripciones históricas del desarrollo de la psicología comunitaria, tanto a nivel del subcontinente latinoamericano, como dentro del ámbito nacional. En buena parte de esos intentos se ha preferido optar por alguna de las ópticas aquí mencionadas, eliminando muchas veces la posibilidad de realizar una investigación que supere esas diferencias a partir de una noción comprensiva de psicología comunitaria.

1.3. Desarrollos significativos en la psicología comunitaria de la actualidad En términos muy generales es necesario aclarar, desde el inicio, que el avance, desarrollo y aceptación de la psicología comunitaria no ha sido el mismo, ni ha tenido el mismo significado e impacto en la psicología en todas partes. Como veremos en el siguiente apartado, ha logrado particularidades e identidades diferentes –muchas veces incluso opuestas- en diferentes partes del globo. En otras partes no ha logrado una cristalización y reconocimiento que permitan afirmar que como tal es independiente, lo que nuevamente nos acerca al punto que antes mencionábamos, es decir, en algunos casos se comporta como una formación disciplinar, y en otros, como una aplicación profesional. Ello, sumado al hecho de que para cuando su desarrollo se convierte en objeto de revisión, sea la perspectiva disciplinar –o disciplinarista- la que prime en la interpretación, fundamentalmente respecto de la historia (el conjunto de sucesos) que han terminado por definirla (Sánchez Vidal, A., 1996; Hombrados, M., 1996). A lo anterior debe agregarse el hecho de que, especialmente en América Latina, debido a la multiplicidad de circunstancias particulares de cada región, país y cultura, en tanto unidades políticas, sociales y económicas diferentes, muchas veces esos desarrollos han tenido particularidades que no son identificables dentro de estudios mayores, que muchas veces terminan por borrar los elementos significativos. Creemos que ese ha sido el caso de Chile, que si bien ha sido objeto de innumerables revisiones, las más de ellas por profesionales del área radicados en el País11, su desarrollo posee algunas particularidades y énfasis específicos que no pueden leerse solamente bajo la óptica global del continente.

11 Abordaremos el tema en el siguiente capítulo.

Page 28: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

28

Pese a lo anterior, se han intentando algunos esfuerzos por interpretar y descubrir las bases operativas que hoy en día permiten comprender la aplicación de la psicología comunitaria a diferentes tipos de situaciones, y que en cierta forma, la definen. Evidentemente, la exposición detallada de esos lineamientos genéricos, relativamente válidos en el mundo12, no es posible de ser realizada en este apartado. Por lo mismo, intentaremos resumir los puntos centrales presentes en las revisiones aplicadas que hasta nuestras manos han llegado.

1.3.1. ¿Psicología comunitaria o psicologías comunitarias? Para Maritza Montero, el desarrollo actual de la psicología comunitaria está en “ebullición”; “como todo campo

activo [...] no puede hablarse de una línea única, ni de una única forma de actuar”. Si ya hemos visto que para referirse a la psicología comunitaria hay dos grandes enfoques, que ponen mas o menos acento en su capacidad e independencia, para conceptuar el actuar y teorizar de los psicólogos comunitarios habrán, en la práctica, dos tendencias básicas; el asistencialismo y la autogestión (Montero, M., en Martín Gonzáles, A., 1998). Ambos conceptos suelen dar pié a titánicas discusiones sobre la característica básica de tal o cual marco de referencia, o los efectos de un accionar u otro, estableciéndose entre ambos un paralelo que muchas veces ha ayudado a diferenciar enfoques dentro del campo, pero que no ha podido (ni podrá probablemente jamás) dotar de identidad universal a la psicología comunitaria. Afirmamos lo anterior pues la psicología comunitaria no se ha desarrollado independiente de movimientos sociales, contextos políticos, discusiones públicas, entornos académicos o desarrollos teóricos, los que, en términos generales, han dado forma y razón a una u otra tendencia básica, pero nunca han logrado definirlas ni separarlas del todo. Es por eso que se hace necesaria una definición respecto de lo que dichos conceptos implican en el campo de la psicología comunitaria. En el caso del asistencialismo “la posición privilegia el fortalecimiento de las

instituciones encargadas de atender a los problemas y necesidades de la población”, y en el segundo, la posición autogestiva “impulsa, facilita y cataliza cambios sociales desde las propias comunidades” siendo los miembros entendidos como actores, constructores y productores de su realidad, resaltando el papel de una historia que no puede ser olvidada o reducida (Montero, M., en Martín Gonzáles, A., 1998). En la primera posición, los agentes son profesionales, especialistas, los que proveen de intervenciones adecuadas a problemáticas definidas a un conjunto de usuarios, o comunidades de usuarios, bajo el amparo de instituciones, y en donde la participación de los mismos puede variar según sea el caso. En la segunda, en énfasis está puesto en la comunidad y sus capacidades –capacidades organizativas y reflexivas,

12 Especialmente de habla hispana, pues gran parte de las fuentes bibliográficas disponibles están en Español, como podrá notarse en la Bibliografía.

Page 29: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

29

fortalecimiento de tal o cual característica, etcétera-, y las personas que la componen son concebidas como agentes en quienes radica el poder de transformación al ser productores de conocimiento –y realidad-, estableciéndose una relación dialógica entre interventores e intervenidos (Montero, M., en Martín Gonzáles, A., 1998). Por lo mismo Quintal de Freitas (en Montero, M., 1994a) ofrece el que quizás sea el mejor perfil para categorizar las diferentes posiciones que adopta la psicología comunitaria en torno a estos dos conocidos polos, a propósito del a revisión de las formas de aparición que la psicología comunitaria ha tenido en Brasil. La autora logra diferenciar, al menos cuatro tipos diferentes de prácticas, que dan origen a tres identidades diferentes en torno al psicólogo comunitario y su accionar13. La primera práctica, es decir, aquella que resalta la especificidad profesional y la primacía de la creencia de determinaciones psicológicas de los fenómenos, es de corte tradicional, orientada fundamentalmente a partir de una acción clínica. El objetivo de la misma en insertarse en una población, intentando establecer diagnósticos que le permitan resolver (o disminuir) los problemas –generalmente bajo una perspectiva individual-, dando pié, así, a una psicología en la comunidad. La segunda práctica, presente en las acciones de psicólogos que participan en movilizaciones, discusiones y manifestaciones sociales de poblaciones en torno a sus necesidades básicas, suele poner énfasis en la determinación socioeconómica y política de los fenómenos que acontecen en la comunidad y la sociedad. El profesional que adhiere a esta perspectiva, evidentemente, priorizará los sectores marginados y excluidos, y será, generalmente, escéptico y crítico respecto de las formas tradicionales de la psicología para lidiar con la problemática social, privilegiando su compromiso social, por sobre su compromiso profesional14 (Quintal de Freitas, en Montero, M., 1994a). Respecto de ellos la autora agrega: “aún tenido una preocupación de

transformación social, esos profesionales caen en un activismo político, caracterizado por el desarrollo de

innumerables y variadas prácticas, sin haber por ello una reflexión y sistematización de las mismas, y,

consiguientemente, sin su incorporación al cuerpo teórico-metodológico de la psicología”. (Quintal de Freitas, en Montero, M., 1994a). Podemos hablar aquí, entonces, de una psicología de la comunidad, incorporando al análisis de ésta el factor histórico y evidenciando la necesidad de que se produzca catálisis social. Es claro que ser psicólogo no es requisito para realizar este trabajo. En la tercera práctica aparecen elementos de las dos anteriores; la prestación de servicios a la vez que el compromiso social, pero desde una perspectiva que asume que, si bien los problemas de las comunidades

13 Para una revisión sobre estos temas puede verse la reinterpretación que Montero (1994a) hace 14 Sobre este punto, Mike Bender agrega que lo relevante, por sobre la territorialidad profesional o disciplinar, es que la labor sea correctamente realizada, lo que termina por dar paso a “especialistas en desarrollo de la comunidad” o “encargados generales de lo mental”, desperfilando “lo psicológico” dentro del campo de “lo comunitario” sin que eso realmente importe en el desarrollo efectivo de la misma (cfr. Bender, M., 1976)

Page 30: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

30

son fruto de sus condiciones sociales y económicas (fundamentalmente), la vivencia particular de cada sujeto es significativa al contribuir al avance en el abordaje. Allí, lo que prima es una relación entre el psicólogo y los miembros de la comunidad, relación que se define como “dialógica”, en tanto ambos son sujetos participantes y activos de la construcción de conocimiento –diferenciándose solamente por sus roles y forma de integrarse a la relación que mencionamos. Allí, el objetivo es que el individuo (el miembro) “perciba” –y analice- cómo las condiciones sociales determinan su vida, para que así pueda instrumentalizar su actos intentando modificar esas condiciones de vida, al mismo tiempo que él mismo cambia cuando participa de ese proceso –que es antes que nada, un proceso colectivo. El psicólogo, entonces, es un catalizador, un mediador de ese proceso, debiendo permanentemente reactualizar sus marcos teóricos en la medida que le son útiles en sus acciones, pues debe analizar el efecto de la ideología dominante sobre la psiquis individual, además de reflexionar, permanentemente, respecto de su implicación política en el proceso en el que se ve envuelto. Podemos hablar aquí, entonces, de una psicología comunitaria, que describe objetivos, métodos y procesos en los que el psicólogo debe involucrarse (Quintal de Freitas, en Montero, M., 1994a). Existe además, una cuarta práctica, que reconoce que los problemas son socio-económicos, pero que asume que ello es efecto de determinaciones de índole intra psíquico en los miembros de la comunidad, desarrollando, y esto no es característica de todos los trabajos en esta línea, intervenciones de corte curativo respecto de los mismos, intentando organizar al colectivo. Allí, el papel del psicólogo es el de mediador entre la comunidad y las instituciones para con las cuales exige demandas y reivindicaciones (cfr. Quintal de Freitas, en Montero, M., 1994a), y podemos hablar de una psicología para la comunidad.15 Todo esto nos da una perspectiva de las diferencias de enfoque y de usos teóricos presentes en la psicología comunitaria. Desde este punto de vista, no nos queda más que afirman que dentro de la psicología comunitaria, en el conjunto de marcos que usualmente se reconocen como propios de la misma en su constante flujo, existen diferentes formas de entenderla. Pasemos ahora a revisar esos enfoques teóricos que de forma genérica han sido identificados como materializándola a nivel planteario.

1.3.2. Principales modelos teóricos en Psicología Comunitaria

15 Podemos agregar la descripción de cuatro diferentes tipos de “operadores” en psicología comunitaria, según Scribner (en Palmonari, A. & Zani, B., 1990), en el contexto de la realidad norteamericana; los psicólogos militantes –políticamente comprometidos con cambiar la situación social de los estratos oprimidos de la población-, los psicólogos activistas –comprometidos también, pero desde una condición de técnicos, en contraposición a la de partícipe de un grupo político, y cuyo objetivo es desarrollar nuevas formas de intervención-, los nuevos psicólogos clínicos –insatisfechos con los métodos psicoterapéuticos tradicionales, buscando nuevos conceptos y método-, y los social engineers psychologists (o ingenieros psico-sociales) –interesados en las organizaciones y en producir cambios en los sistemas e instituciones. Estas categorías muestran las diferentes formas que ha adoptado –o puede adoptar- la psicología de comunidad, incluso dentro de espacios de desarrollo acotados a una realidad específica. Sirva lo anterior además, como una distinción válida para los siguientes puntos que se presentan en este capítulo.

Page 31: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

31

Como ya hemos señalado, se han realizado múltiples revisiones sobre el “estado del arte” de la psicología comunitaria, especialmente a partir de la década de los ochenta. A medida que dichas evaluaciones han ido avanzando, también han modificado su objetivo inicial -tal era el de demostrar, publicitar y describir el origen de esta nueva forma de la psicología-, hacia análisis críticos e integrativos respecto del desarrollo de la misma en tal o cual actualidad regional. Estos análisis han señalado, como dato importante, que la psicología comunitaria, en la diferenciación de sus modelos teóricos, posee, al mismo tiempo, orientaciones generales sobre el trabajo, conceptos operativos y relaciones teóricas entre los mismos, a las que se suma una o unas concepciones de mundo y de comunidad, las que muchas veces se superponen, reagrupándose ante cada circunstancias bajo diferentes formas, grados de aceptación entre los profesionales, además de estar en permanente cambio, debido a su fuerte nexo con otras formas de trabajo psicológico –formas que, a su vez, han ido adoptando parte de los supuestos que originalmente eran reconocidos como propios para la naciente psicología comunitaria- (cfr. Chacón, F & García, M., en Martín Gonzáles, A., 1998). Estos autores revisionistas además, al realizar estos análisis, suelen echar mano a diferentes tópicos que permitan establecer diferencias relativamente claras entre tal o cual enfoque, teoría o método. Ejemplos de esto es la comparación según énfasis disciplinar, dependencia de la psicología clínica, social u otra, énfasis conceptual a nivel teórico, énfasis en tal o cual efecto deseado, bajo tal o cual concepción de comunidad imperante, entre muchos otros. Es por ese motivo que, a partir del trabajo de autores que han realizado sendas revisiones bibliográficas respecto de la psicología comunitaria, no existe acuerdo absoluto respecto del significado y validez real de “marco teórico”, “modelo teórico” o “marco conceptual”16. No obstante, la conceptualización más completa es la de Irma Serrano-García y Sonia Álvarez (1992) quienes definen un marco conceptual como un conjunto de premisas básicas y valorativas, conceptos fundamentales, y desarrollos metodológicos –tanto de intervención como de investigación- que dan origen y orientan a una forma de hacer psicología comunitaria o de comunidad17. Es decir, bajo estos parámetros, pueden identificarse con relativa claridad modelos, enfoques u orientaciones diferenciadas dentro de la psicología comunitaria.

16 En español, ver por ejemplo Hombrados, M. (1996), Martín Gonzáles, A. (1998), Sánchez Vidal, A. (1996), o Serrano-García, I. & Álvarez, S. (1992). Evidentemente, no hemos supuesto que un grado de acuerdo sea en absoluto necesario ni urgente, al menos en este punto. En efecto la lectura nos muestra que el uso de estos conceptos muchas veces resulta ideosincrático, ya que opera a niveles macro, meso y microteórico con similares propiedades respecto de objetos/sujetos en las que éstas varían. Así unas veces es el conjunto de conceptos de una propuesta teórica, otras la enumeración de lineamientos de un conjunto de acciones que se entendían emparentadas, y otras una referencia nominal a un proceso sincrónico que se auto infiere o al que le es conferido una identidad de colectivo, generalmente a partir una apuesta ético-política. Asumiendo dichas deficiencias acotaremos su utilización según la definición que pasamos a describir, pero nos veremos en la obligación de realizar una revisión mas acotada del concepto hacia el final del capítulo. 17 Adelantamos de la exposición detallada que se hará al final de este capítulo que las autoras identifican los componente de un marco conceptual con los valores y los sistemas de ideas que definen como se entiende la realidad

Page 32: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

32

Sin embargo, lamentablemente no poseemos toda la información necesaria para realizar un análisis exhaustivo de estos elementos constitutivos para los modelos que genéricamente presentaremos a continuación, especialmente si hablamos aquí de la psicología comunitaria en un sentido abstracto, a partir de las descripciones que se han hecho de ella a nivel planetario. Es por esto que utilizaremos aquí la idea de lineamientos generales para la conceptualización del trabajo (y sus elementos constituyentes), dejando la categoría de marco conceptual propiamente tal, así como ha sido estructurada inicialmente por Serrano-García y Álvarez (1992), para un análisis más detallado, como podrá verse más adelante. Asumiendo lo anterior, es posible diferenciar, dentro del amplio campo de la psicología comunitaria, cinco lineamientos con particularidades, énfasis y conceptos operativos en común, a modo de sistemas teóricos que dinamizan el campo aplicado de la psicología comunitaria18. Ellos son, siguiendo a Chacón y García (en Martín Gonzáles, A., 1998); los modelos centrados en la salud mental, el modelo organizacional, el modelo

ecológico, el modelo transaccional, y el modelo de acción o cambio social19. Hemos decidido utilizar a estos autores pues, comparativamente, proponen un análisis ordenado, integrado y claro, estableciendo –implícitamente- criterios de comparación, permitiendo además, la complementación con otros autores, sobre los que, por último, mantienen una mayor actualidad.

1.3.2.1 Modelos centrados en la salud mental Es posible distinguir aquí diferentes tendencias, las que comparten un núcleo en común, a saber, el énfasis en la salud mental desde alguna perspectiva o revisión. Esto, sin duda, implica más problemas que ventajas a la hora de identificar un modelo unificado, pues, como es de público conocimiento, la salud mental es elemento compartido en múltiples profesiones, enfoques y programas. Sin embargo, este ha sido el elemento determinante y debe considerarse de acuerdo a su evolución.

social, mas los conceptos y las referencias que permiten validar el operar práctico (cfr. Serrano-garcía, I & Alvarez, S., 1992) 18 En este sentido, vale la pena aclarar que nos referimos a los modelos que han logrado sostenerse y destacarse dentro del gigantesco y diverso conjunto de lineamientos que coexisten en la psicología comunitaria a nivel internacional. Nos referimos por tanto a planteamientos integrativos cuya existencia tal cual serán descritos es imposible e inverificable. Se trata más bien de síntesis de las principales producciones a nivel internacional. 19 Siguiendo la idea anterior, aclaramos al lector que estos marcos, en algunos casos, tienen presentaciones específicas en determinadas corrientes, las que revisaremos más adelante exponiendo las particularidades de las mismas en cada lugar. Sirva esto entonces como aclaración de la relación existente entre las síntesis internacionales de las producciones en psicología comunitaria y las producciones cuya existencia concreta se da a nivel local, mismas que revisaremos más adelante bajo el concepto de corriente.

Page 33: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

33

La primera tendencia ha sido denominada “salud mental comunitaria” y como su nombre lo indica, corresponde al enfoque de salud mental en el plano de intervenciones de la comunidad. Esto último es entendido como una forma de crítica a la forma tradicional de operar de los servicios de salud, en torno a dos postulados: (a) crítica a las definiciones de enfermedad mental como entidad intrapsíquica, poniendo énfasis en el plano social para evaluar el origen del problema, al mismo tiempo que intenta ser equitativa en la distribución de recursos, y (b) entendiendo a la comunidad, fundamentalmente como una red de relaciones interpersonales (Chacón, F. & García, M., en Martín Gonzáles, A., 1998). De esta forma, los principales métodos utilizados en la intervención son la intervención en crisis, la terapia

breve, y la consultoría en salud mental, enfatizando una mirada empírica y epidemiológica en torno a la evaluación de impacto de los programas. Los principales elementos conceptuales que se rescatan de esta propuesta son la salud mental positiva y el énfasis preventivo y promocional, entendiendo por el primero no sólo la definición de salud como “inexistencia” de enfermedad si no como una orientación al desarrollo de la misma, y por el segundo, una orientación en torno a la adopción de perspectivas integrales, que involucren nuevas formas de accionar –por ejemplo, a través de educación, generación de hábitos de autocuidado y diagnóstico precoz- en la práctica de la salud (Jahoda, M., citado por Chacón, F. & García, M. en Martín Gonzáles, A., 1998)20. Su aporte es la ruptura, y la posibilidad de incluir a la comunidad, si bien sus aportes siguen aplicados al campo individual, sin incluir elementos históricos, institucionales, políticos o sociales (demográficos y económicos principalmente) en su perspectiva (cfr. Sánchez Vidal, A., 1992). Posteriormente Chacón y García (en Martín Gonzáles, A., 1998) señalan que es posible distinguir dos tendencias en torno a los desarrollos teóricos; la tendencia conductual-comunitaria, y el modelo de estrés

psicosocial de Bárbara Dohrenwend. En la primera, y como se podría derivar de lo expresado en el párrafo anterior, el énfasis principal está puesto en conseguir cambios duraderos a nivel conductual en individuos y colectivos, erradicando modos inadecuados, e instalando otros más adaptativos, a través de estrategias operantes de autocontrol y de aprendizaje social. Esto implica, además, la inclusión en los programas que siguen la orientación de paraprofesionales y no-profesionales (miembros de la comunidad), dando paso a nuevas formas de intervención comunitaria en torno a la Salud esperada. Se reúne, entonces, el énfasis a nivel individual con un enfoque analítico e interventivo de corte comunitario, a partir de una reconceptualización de la salud (como veíamos anteriormente). Esto, a su vez implica complicaciones evidentes –y reducción de la eficacia- pues no siempre el comportamiento del uno es el comportamiento del

20 Al respecto señala Weinstein, que el énfasis era el de una “medicina integral”, que ponía de relieve (a) la adaptación activa al medio, (b) la unidad en la personalidad –en una síntesis saludable- y (c) la percepción adecuada de la realidad (Jahoda. M., en Weinstein, L., 1975). Estos desarrollos generarán las condiciones, posteriormente, para reflexiones mas amplias en torno a la sociedad, sus formas de desarrollo, y la implicación de las mismas en la Salud de las personas.

Page 34: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

34

grupo21, lo que da pié a pensar que este modelo se desarrolla más bien dentro del plano del cambio individual –y microgrupal- dejando el plano propiamente social reducido a una sumatoria de cambios personales; si los particulares se adaptan, el colectivo también22. Por último, el modelo de estrés psicosocial, propone una unidad bajo la cual amparar (reunir) las diferentes formas de aparición que estaba desarrollando la psicología comunitaria, en la cual quedara clara la identidad de la psicología comunitaria, tanto a nivel de sus conceptos como de sus prácticas, diferenciándola de otras formas de trabajo en comunidad. Desde esta perspectiva, Dohrenwend destaca que, en el fondo, todas las intervenciones comunitarias estarían enfocadas a “socavar el proceso mediante el cual el estrés psicosocial

genera la patología, sea de salud mental o social, pero dada la complejidad de este proceso puede ser

abordado en puntos muy diferentes y esto explica las diferencias entre las actividades desarrolladas por los

psicólogos comunitarios” (Chacón, F. & García, M., en Martín Gonzáles, A., 1998). La dinámica del estrés psicosocial inicia con un evento que produce una reacción transitoria, cuyo efecto varía según la persona o las condiciones ambientales, pudiendo mantenerse este efecto por causas secundarias, resaltando la importancia de lo que ocurre posteriormente –y la forma en que ocurre. De esta forma se amplía el foco sobre los aspectos contextuales que rodean al individuo, permitiendo así mismo una reconceptualización de la acción del mismo en torno a los eventos que le ocurren, o que podrían llegar a ocurrir (Hombrados, M., 1996). El supuesto a la base es que una persona con limitados recursos materiales y económicos, producto de una vida estresante, obtiene peores resultados que otra con recursos adecuados, pudiendo incluirse además, el “apoyo social” y las “estrategias de afrontamiento” que la persona adopte frente a sus dificultades (cfr. Vera, A. & Wood, P., 1994). De esta forma, son tres los escenarios posibles para una persona frente a esas circunstancias: crecer psicológicamente como resultado de una evaluación positiva de su experiencia, puede retroceder a una situación psicológica anterior, o, puede desarrollar psicopatología, de carácter disfuncional, persistente y probablemente automantenida (Chacón, F. & García, M., en Martín Gonzáles, A., 1998; Hombrados, M., 1996). La intervención, por lo tanto, implica los diferentes elementos mencionados en torno a una evaluación situacional de los recursos de la persona y su entorno social –cultural- y material. Por esto, se privilegia la intervención en crisis, pues supone un corte en el proceso transitorio de estrés psicosocial, lo que a su vez permite apuntar mejor los esfuerzos profesionales en torno al problema. Al mismo tiempo la prevención y la promoción cobra sentido, por ejemplo, al intentar mejorar las posibilidades de resolución de problemas de un determinado colectivo social, a través de la creación o fortalecimiento de un sentido de

21 Agregan Chacón y García (en Martín Gonzáles, A., 1998) que la mayoría de los autores que adhieren al modelo concuerdan en que la explicación es igualmente valida para todos los niveles señalados; el individual y el grupal. 22 Así mismo aclaramos que según los autores, no queda del todo claro que la diversidad de micro-enfoques presentes bajo este modelo adhieran de fondo a ser considerados como “psicólogos comunitarios”.

Page 35: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

35

comunidad, generando amplitud en las redes sociales, o simplemente, aumentando el acceso efectivo a recursos23. Otras formas indirectas de trabajo son, de la misma manera que para el estrés propiamente tal, el mejor uso del tiempo libre, el mejoramiento de las condiciones de vida en general, las posibilidades de empleo e integración social, etcétera. Lo anterior, implica, al mismo tiempo, una involucración del profesional en un campo de trabajo político, lo que redimensiona la concepción de unidad (que se espera lograr con este modelo) de la psicología comunitaria. Por último, el mayor reconocimiento que este modelo ha tenido, como señalan los autores, es que unifica los factores personales y ambientales que inciden en la conducta, siendo su principal deficiencia, la dificultad que dicha unificación tiene para incorporar elementos estructurales y macro-sociales que determinan la vida de las personas.

1.3.2.2 El modelo organizacional El modelo organizacional describe a la comunidad como un conjunto de organizaciones, que interactúan para conseguir metas, estando el ser humano intrínsecamente motivado hacia la autorrealización y el desarrollo de potencialidades y crecimiento personal. La socialización es un punto importante; las normas y valores sociales son transmitidas a las personas a través de las organizaciones con las que se relacionan y participan, regulando –y dando sentido- a los comportamientos de cada particular. De esta forma, los problemas que las organizaciones tienen –y, por extensión, las comunidades- son problemas relacionales humanos, los que deben ser tratados como tales, intentando redistribuir el poder dentro de la organización (Chacón, F. & García, M., en Martín Gonzáles, A., 1998). Esa redistribución debe estar acompañada por un trabajo cooperativo, que, a la vez que permite conseguir metas, ayuda a la realización y desarrollo de las personas. Por lo tanto, como resultado de este modelo, la comunicación eficiente es un elemento fundamental; a mayor (apertura de canales, por ejemplo) y mejor comunicación (menos ruido, más información significativa, mas apertura para el entendimiento), mayores posibilidades de acceder a la consecución de metas, pues se limitan los problemas de eficiencia de las relaciones. Es evidente que uno de los objetivos en la intervención será el de alinear y compatibilizar los objetivos individuales y organizacionales, utilizando para ello dinámicas de grupo, y estrategias de la psicología de las organizaciones como el desarrollo organizacional, la consultoría organizacional, el aprendizaje, y el entrenamiento de habilidades basado en la experiencia, el uso de encuestas como forma de diagnóstico y evaluación y otras formas de producción de cambios sistémicos (Chacón, F. & García, M. en Martín Gonzáles, A., 1998).

23 Evidentemente, esto no implica que cada uno de ellos sea equivalente, a nivel de los resultados esperables, respecto de los otros.

Page 36: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

36

Agregan los autores que la principal característica de este marco es la de proveer una base operativo de trabajo, a partir de las definiciones de organización y foco en las relaciones, permitiendo el desarrollo de constructos y conceptos más allá de un nivel de análisis individual. Lo anterior ha permitido una amplia utilización en torno a trabajo con comunidades en un sentido diferente al que suele dársele –comunidades pobres y marginales-, pues reconceptualiza el campo de aplicación al plano de las relaciones entre organizaciones. Sin embargo lo anterior, plantea algunos problemas, pues el énfasis en la eficacia de las organizaciones contradice, en parte, una de las características más reconocidas y aceptadas en torno a la psicología comunitaria; a saber, la opción por el bienestar de las personas. Ello, sin lugar a dudas, es materia de controversia.

1.3.2.3 Modelo ecológico La premisa fundamental de este marco es el reconocimiento de la influencia de las variables físicas y sociales en el comportamiento de las personas; la persona y su entorno son unidades de funcionamiento, conformando sistemas24 en cambio continuo, a partir de cinco principios que orientan la intervención:

a) Principio de interdependencia: los componentes de la unidad social (ambiente-personas) son interdependientes. El modificar uno supone alterar al otro, estableciendo un nuevo “flujo” entre ambos –una nueva forma de relacionamiento- (Chacón, F. & García, M. en Martín Gonzáles, A., 1998). Esto implica que la unidad de análisis e intervención es precisamente la comunidad, por sobre los individuos (Hombrados, M., 1996)

b) Principio de adaptación: Los organismos (personas) varían sus conductas en función de los recursos disponibles, lo que determina que debe buscarse la congruencia entre las capacidades de las personas, y las exigencias y sus oportunidades del ambiente sustituyendo una visión orientada sobre el déficit25, por una que optimice el grado de relación –equilibrada y “funcional”- entre una persona y su entorno, tanto social, como material (Chacón, F. & García, M. en Martín Gonzáles, A., 1998; Hombrados, M., 1996).

c) Principio de sucesión (o evolución): la comunidad –y su ambiente- está en continuo cambio, por lo que debe evaluarse longitudinalmente a partir de la historia acumulada para intervenir y evaluar

24 Por lo tanto una comunidad puede ser entendida como sistemas de elementos y relaciones. 25 En el siguiente apartado se hace mayor alusión a este punto.

Page 37: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

37

resultados a largo plazo. Esto tiene una implicancia fundamental, pues una variación producto de la intervención puede provocar beneficios en una comunidad pero desfavorecer a otras, por ejemplo, que compartan la misma área geográfica. De esta forma, el principio orienta la acción, al mismo tiempo, hacia la utilización alternativa de las posibilidades que proveen los recursos, intentando mantener la homeostasis –el equilibrio- entre las poblaciones (Chacón, F. & García, M. en Martín Gonzáles, A., 1998; Hombrados, M., 1996).

d) Principio de recursos cíclicos (o de reutilización de recursos): que implica que el uso y procesamiento de recursos26 depende de cómo cambien las demandas del problema y la percepción del mismo, pudiendo reutilizarlos según sean las condiciones (Chacón, F. & García, M. en Martín Gonzáles, A., 1998). Se deduce de lo anterior que la intervención debe poner énfasis en la detección de los mismos y de las condiciones que los determinan a nivel de su uso, importancia y función.

Este modelo ha logrado amplia difusión en el campo de la psicología comunitaria. Interesante es el caso de María Isabel Hombrados (1996) y de Alfaro (en Olave R., & Zambrano, L., 1996) quienes consideran a este modelo como una perspectiva aplicada que permite entender globalmente el dinamismo que ha logrado la comunitaria al adoptarlo en sus prácticas, estableciéndolo como un plano sobre el que se adecuan otros marcos, como los que mencionábamos anteriormente. Lo anterior supone que éste representa la base epistemológica sobre el cual la psicología comunitaria realmente se erige. Es decir, estos autores como muchos otros, consideran que este modelo es el que mejor se adapta al ideal de psicología comunitaria, y por lo tanto no corresponde a una tendencia, sino que más bien está a la base de todas las producciones que pueden considerarse válidamente como psicología comunitaria. Diferente es el caso de Saforcada (1999), quien expone las bases de esta perspectiva -a la que considera como un “enfoque”-, desde la perspectiva de su máximo exponente, James Kelly, sin necesariamente suponer la unificación epistemológica antes mencionada. En concreto, este modelo supone algunos elementos significativos a tener presente en la práctica, los que Hombrados (1996) ha descrito. A saber, que los problemas surgen en un entorno que ayuda (y determina) a desencadenar, mantener, incrementar o reducir su incidencia. En este sentido, la manutención del mismo se produce cuando el entorno social no dispone de los recursos necesarios para hacerles frente. Por lo tanto, una labor fundamental al plantear el trabajo es la localización adecuada de la manifestación del problema y de su impacto –centrándose en el entorno que los sujetos sindican como problemático. Por lo mismo, los 26 Los recursos son entendidos como “estrategias, cualidades, estructuras o acontecimientos que pueden ser puestos en marcha por la comunidad para revolver un problema específico o contribuir al desarrollo de la misma” (Hombrados, M., 1996)

Page 38: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

38

objetivos deben ser consistentes con los valores y objetivos del entorno -social y material-, pues de esto depende la posibilidad del cambio y de su impacto esperado. Además, una intervención adecuada proporciona las bases para que la comunidad se desarrolle de forma autónoma a partir de sus propios recursos –y de la generación de otros a partir de esos-, ya que el supuesto a la base es que los “organismos

[se desarrollan y] varían sus conductas en función de los recursos disponibles” (Hombrados, M., 1996).

1.3.2.4 Modelo transaccional Según Chacón y García, este modelo puede entenderse como una ampliación del marco ecológico –y de su núcleo en la unidad “sujeto-ambiente”-, integrando principios de la psicología evolutiva, centrándose en la dimensión temporal de los cambios que van ocurriendo a medida que se desarrolla la intervención (en Martín Gonzáles, A., 1998). De esta forma, el objeto de la psicología comunitaria que sigue este marco es “la

compresión de la disfunción y la salud emocional y conductual de las personas que se desenvuelven en

escenarios físicos, psicosociales y políticos”, permitiendo así comprender como se desarrollan determinados estados emocionales y patrones conductuales, al mismo tiempo que sienta las bases para su modificación o prevención (Lorion, citado por Chacón, F. & García, M. en Martín Gonzáles, A., 1998). Según los autores los principios de este marco pueden resumirse de la siguiente forma:}

a) Holismo, es decir, la afirmación de que las partes no pueden ser estudiadas independientemente del todo (Vidal, G., Alarcón, R. & Lolas, F., 1995).

b) Directividad, en tanto los sucesos que ocurren en una comunidad están determinados por las características y experiencias presentes y pasadas de los miembros de las mismas y su entorno. Esto implica que lo que ocurre se conceptualiza como un proceso, que debe ser adoptado en el análisis del campo de trabajo.

c) Se deben diferenciar los medios de los fines de una comunidad. Al analizar las comunidades para intervenir en ellas, se debe tener en cuenta que las comunidades se orientan sobre objetivos específicos, los que dan carácter y particularidad a las mismas. De esta forma, el proceso mediante el cual se desarrolla la intervención implica, necesariamente, una flexibilización y modificación de algunos de esos objetivos para adaptarse a las circunstancias concretas y así poder concretar los fines esperados para con la intervención.

Page 39: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

39

d) Movilidad de las funciones conductuales, es decir, que en el transcurrir del tiempo, las comunidades van incrementando su amplitud y diversidad de respuestas frente al medio, lo que significa que cada miembro y grupo de la comunidad posee un acumulado de estrategias para resolver las demandas que se le plantean (o que, directamente, él mismo se plantea). Esto implica, entonces, que ese conjunto de conocimientos y prácticas acumulado puede ser reutilizado, independientemente de que el contexto en el que han sido desarrolladas cambie, haciendo necesaria una readaptación a las nuevas circunstancias27. En este sentido, la desadaptación se produce por el uso inflexible de respuestas anteriormente adaptativas, más que por las respuestas en sí mismas.

e) Continuidad y cambio. La premisa fundamental de este marco es que el cambio y el proceso de desarrollo esta regulado por leyes. Cada cambio supone una modificación, en algún grado de importancia e impacto en grupos, individuos, o la comunidad toda –en último caso es siempre la comunidad la que está en cambio. Por lo mismo, dichos cambios suponen un continuo, en donde las estrategias a seguir cobran sentido y relevancia, permitiendo además, el uso de metodologías de medición e identificación de los mismos (Chacón, F. & García, M. en Martín Gonzáles, A., 1998).

A partir de estos puntos, se plantea la necesidad de implementar estudios longitudinales para captar el factor temporal, sindicado como fundamental en la secuencia de la dinámica comunitaria. Una de las principales áreas de aplicación de este modelo es la prevención –especialmente respecto de conductas “no deseables”, pues permite definir formas adecuadas de intervención a partir de la identificación y sistemática manipulación de procesos desarrollados con respecto a la desadaptación o adaptación de una determinada comunidad. Así, son condiciones de este marco que, (1) se desarrollen métodos efectivos y eficientes de monitorear las relaciones individuo-contexto, (2) validando los factores de riesgo y las conductas precursoras de los mismos, (3) a partir del establecimiento de criterios de riesgo adecuados en grupos y subgrupos28, que además permitan evaluar su desarrollo a través del tiempo, lo que requiere de un modelo temporal de la etiología del desorden que se desea prevenir. Esto permite, además, proponer modelos de desarrollo de la situación comunitaria a futuro, en la medida que la complejidad del sistema lo permita (Chacón, F. & García, M. en Martín Gonzáles, A., 1998).

27 Usos similares de esta estrategia pueden encontrarse bajo el rótulo genérico de “transferencia de aprendizajes”, en psicología evolutiva y del aprendizaje. 28 Los que, a su vez deben ser bien definidos y estudiados en relación al contexto de existencia y desarrollo al que están asociados en su condición de sujetos de intervención. Aclaramos lo anterior para evitar la confusión -tan extendida hoy en día- producto de enfocar, casi con exclusividad y con efectos absolutamente contrarios y contraproducentes, el fundamento del problema en determinados grupos de sujetos y sus características intrínsecas (propias). Tómese por ejemplo el caso de los jóvenes y el consumo de drogas.

Page 40: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

40

1.3.2.5 Modelo de acción o cambio social Antes de empezar vale la pena aclarar que este modelo corresponde a un conjunto de teorizaciones que, al igual que en el caso del orientado sobre la Salud Mental, no comparten supuestos teóricos que permitan afirmar una cierta relación de unidad entre los diferentes enfoques que se ven aquí agrupados. Se trata más bien de un conjunto de orientaciones a las que la categoría de modelo es difícilmente aplicable de modo directo. El denominador común, si antes fue el énfasis en la reconceptualización de la salud mental, ahora lo es respecto de la necesidad de contar con enfoques en torno a problemas sociales que inciden en la vida de las personas en comunidades, bajo el supuesto de que, en diversos aspectos, dichos problemas guardan relaciones entre sí, apuntando la causa última a la estructura social dominante29. Esto supone, en un primer momento, que los servicios y respuestas actuales frente a dichas problemáticas, no dan abasto (son ineficientes) frente a las necesidades que dichos problemas plantean. Una forma de actuar, frente a ese estado de cosas, es la de suponer que la organización de los residentes y miembros de la comunidad implicados en el problema, permite hacerle frente de mejor forma. Evidentemente, este modelo –si podemos denominarlo así- critica las posibilidades que la psicología clásica tiene para explicar problemáticas que rebasan el campo de lo intra-psíquico, o de “lo psicológico”, pues su comprensión no está orientada hacia “comprender los problemas reales con los que se enfrenta la sociedad”, intentando producir un marco (o un conjunto de marcos) que permitieran entender cómo los sistemas sociales producen reacciones psicológicas, y que, al mismo tiempo, posibilite establecer una forma de intervención sobre dicha relación (Chacón, F. & García, M. en Martín Gonzáles, A., 1998). En este sentido este marco resalta la necesidad de “devolverle a grupos deprivados, el sentimiento de autodeterminación, ya que el

principal efecto de las relaciones de estos grupos con la estructura social es un sentimiento de impotencia o

indefensión comunitaria” que impide la posibilidad de desarrollo y de enfrentar los problemas que se le presentan cotidianamente (Chacón, F. & García, M. en Martín Gonzáles, A., 1998). Es claro, además, que de preferencia este marco, al definir su grupo objetivo como “deprivado” opta por intervenir en comunidades cuya condición de vida es genéricamente entendida como “pobre”. 29 Y en este sentido, queda abierta la posibilidad de que se superponga como orientación teórica por sobre los otros modelos que hemos mencionado; no se trata aquí con criterios de exclusividad, y por lo mismo, la diferencia puede encontrarse de forma implícita o explícita en el carácter político que cada autor le imprime a su trabajo. Para algunos teóricos, como se podrá notar a continuación, esta denominación –cambio social- es válida para una buena parte de los desarrollos propios de la corriente latinoamericana de la psicología comunitaria, especialmente respecto de los énfasis epistémicos que predominan en dicha corriente, de los supuestos válidos para fundamentar los métodos de intervención, y de los fundamentos conceptuales que permiten argumentar el sentido final de la misma. Esta corriente será descrita más adelante.

Page 41: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

41

En términos muy generales, este modelo ha tenido formas de aparición en múltiples lugares, como Estados Unidos, España y Latinoamérica30, y en cada lugar ha adquirido énfasis distintos, pero por sobre todo, usos diferentes, desde la implementación del mismo bajo criterios funcionales a la legalidad establecida, hasta otros cuyo objetivo era la liberación revolucionaria mediante la acción militante de la psicología (cfr. Chacón, F. & García, M. en Martín Gonzáles, A., 1998). Todo lo anterior hace difícil definir algunos de los principios orientadores de la corriente, pero existen -sin embargo- algunos elementos en común a todas estas visiones que mencionamos a continuación:

a) El énfasis durante la intervención en la participación de los miembros de la comunidad, más que una estrategia para mejorar la efectividad en la relación de implicancia de la comunidad con sus problemas cotidianos, es esencialmente una forma de redistribuir el poder, tanto dentro de la comunidad como respecto de las relaciones que la misma tiene con su entorno social (Chacón, F. & García, M. en Martín Gonzáles, A., 1998). Esto implica, evidentemente, que si bien existe un profesional, diferente del miembro de la comunidad, su trabajo es cooperativo con el proceso participativo que debe gestar y favorecer dentro de la comunidad. Esta participación implica, además, que es la cultura y la historia la que se incluye en el proceso de trabajo. Por lo mismo, muchos autores resaltan la necesidad de aclarar compromisos a la hora de reflexionar sobre la posición que se adopta frente a la comunidad (por ejemplo, Sawaia, B., en Martín Gonzáles, A., 1998).

b) Se privilegian dos líneas de intervención paralelas, que se superponen a la hora de la

implementación, complementándose en la lectura que el profesional (y la comunidad) hace del proceso. La primera supone un trabajo de reflexión y “limpieza” mental, en donde se ponen en tela de juicio algunos de los supuestos que fundamentan la acción del colectivo frente al abordaje de su problemática, estableciendo alternativas posibles a la acción. La segunda línea supone la generación y reformulación de habilidades, conocimientos y prácticas de abordaje adecuadas a la situación, a través de una reapreciación de la cultura en una lectura histórica de la comunidad, la cual es muchas veces condición necesaria del proceso.

c) En general, y a partir de lo anterior, se utilizan paraprofesionales para fomentar el desarrollo

comunitario. Parte de este proceso se conoce como “Investigación-Acción”, y privilegia una lectura de los datos que permite la comunidad, y que a la vez orienta el camino a seguir durante la

30 Puede contrastarse esta afirmación en el siguiente apartado.

Page 42: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

42

intervención, permitiendo una explicación del proceso, y en la que la misma comunidad se compenetra en la posibilidad del cambio responsabilizándose, en parte, del proceso. Lo anterior redunda en una redistribución del poder dentro de la comunidad, favoreciendo una transformación activa de la misma (Chacón, F. & García, M. en Martín Gonzáles, A., 1998).

d) A nivel de metodologías, es evidente que se presta atención a las necesidades y a cómo se involucra

la comunidad en la intervención, pues la toma de conciencia de la situación, como decíamos, es el elemento clave, permitiendo además, independencia del equipo interventor en su desarrollo positivo futuro (Chacón, F. & García, M. en Martín Gonzáles, A., 1998).

Como puede notarse, dado el énfasis en la reconceptualización de los fenómenos por parte de la comunidad, es decir, de la toma de conciencia de su condición de oprimidos y marginados, le ha dado a la práctica derivada de este marco un carácter fundamentalmente político, muchas veces indiferenciando la función del profesional como psicólogo o como militante. Esto, además, se potencia por la elección preferencial de bases teóricas ajenas al campo de la psicología en muchos aspectos como la sociología, la antropología, la historia y el trabajo social. Lo anterior sienta la base de un dilema de amplia cobertura en psicología comunitaria; a saber, si el sentido de la ayuda se dirige a una complementación de función con respecto al “gobierno” (de turno), o si, por el contrario, decide optar por el “pueblo”31. Esto, además, en determinados contextos histórico políticos, como los de América Latina durante su pasado reciente, en donde, en palabras de Martín-Baró –un psicólogo social asesinado en El Salvador en 1989-, la militarización, la intervención norteamericana, el surgimiento de paramilitares, la injusticia estructural, y los regímenes opresivos acompañados de violaciones del orden institucional (1990b), reconceptualiza los parámetros de a quién se debe apoyar y de qué forma es posible dicha ayuda. Por lo mismo, y en la medida de que el clima político y social ha disminuido la efervescencia de décadas pasadas, el apoyo directo que este marco ha tenido ha ido en descenso, privilegiándose el rescate de algunos de sus presupuestos, fundamentalmente de aquellos que permiten una lectura de cómo el proceso participativo se articula con la estructura social, pero ha desechado otros, como el énfasis en la libertad de acción de la propia comunidad, estableciendo parámetros de desarrollo como forma de medir los avances, especialmente desde criterios económicos comparativos32.

31 La bibliografía que podríamos citar en este punto es tan extensa que preferimos dejarle la tarea al lector. 32 Este suele ser el caso atribuido a Chile por una gran cantidad de autores. Veremos este punto con más detalle, y de acuerdo a un análisis de sus características, en el siguiente capítulo.

Page 43: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

43

1.3.3. Conceptos centrales en los debates actuales en psicología comunitaria Como se habrá podido notar, existen diversas formas de estructurar teorías en el campo del trabajo psicológico comunitario, y cada una de ellas supone, al menos, principios orientadores, conceptos, y metodologías o pasos que se deben cumplir para lograr una intervención “tipo”. Es decir, son elementos que van marcando la pauta a seguir dentro de la psicología comunitaria, tanto por su potencial explicativo y operativo, como por su capacidad de reunir diferentes prácticas dentro de grupos más amplios en donde puedan distinguirse características en común. En este sentido, las diferencias más significativas –con mayor sustento- tienen que ver en primera instancia con el tipo de logros esperados que cada modelo define. En algunos, como en el de la acción social, el objetivo final es la redistribución social del poder mediante la toma de conciencia, y en otros, como el caso del modelo organizacional, el resultado final se evalúa en tanto la adecuación y eficiencia en las respuestas a las demandas del contexto, y en el lineamiento ecológico la finalidad esta puesta en una adaptación de los sujetos y su medio, intentando readecuar lo que debería comportarse como un “nicho ecológico” en donde todo organismo (en tanto transformador de energía), ya sea este un individuo, una institución, o la comunidad, tiene su función y regulación. Lo anterior supone severas diferencias en torno a lo que puede considerarse psicología comunitaria, pero en la medida que estos conceptos están presentes, se produce un campo intermedio entre ambas tendencias, estableciéndose un lenguaje –evidenciable en la producción teórica- que permite la conexión al redefinirse sus términos en la discusión. Una segunda diferencia tiene que ver con los sustratos conceptuales que justifican la acción del profesional. Es evidente que, dado lo anterior, el comportamiento de una “teoría” en psicología comunitaria puede llegar a ser bastante disímil respecto de sus pares, incluso llegando a difuminarse si no se la trabaja reflexivamente a medida que se avanza en su desarrollo33. Por lo mismo, se han configurado diferentes modos de constituir el componente ético o político que dinamiza, integra y da sentido a los conceptos de la psicología comunitaria que hemos revisado. Por un lado, se resalta el servicio social, y por otro, la liberación social, y ambos, bajo diferentes contextos, han ayudado a configurar la historia posible de la psicología comunitaria. De esta forma, en algunos casos la teoría se genera a partir de un tema como es el caso de la salud mental, o de una necesidad sentida como en el caso del cambio social34. Estos dos, a modo de ejemplo, sostienen una de las más grandes discusiones en psicología comunitaria, a saber, la reflexión respecto del efecto social que

33 Aprender de experiencias colectivas supone, aunque sea por instantes, sistematización y reflexión respecto de lo que se ha realizado. Desde una perspectiva evolutiva, un aprendizaje o desarrollo teórico, o se integra, o se extingue. 34 Valga como ejemplo la revisión de las corrientes Latinoamericana y Norteamericana del siguiente apartado.

Page 44: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

44

la práctica comunitaria tiene para con las personas, y la relación que de ella se desprende. Estas discusiones y reflexiones dan lugar a espacios de debate, en los cuales las propuestas adquieren visibilidad pública, son modificadas e integradas entre sí, o criticadas desde otras posiciones teóricas. Se trata, por tanto, de argumentaciones teóricas y de las dinámicas que permiten establecer ligazones y divisiones entre sí en un espacio que es siempre dinámico. Bajo esta perspectiva las producciones en psicología comunitaria, entonces, son siempre emergentes en un debate que ocurre en relación a la sensibilidad (respecto de tales o cuales problemas o necesidades) de grupos de psicólogos en contextos históricos particulares. Así, y si bien la psicología comunitaria no parece tener una identidad integrada y unitaria que defina tanto al conjunto de problemáticas que aborda como las teorías y acciones que de ellas se derivan, si se pueden deducir algunos “núcleos conceptuales” sobre los cuales esas discusiones permiten nuevas reorganizaciones y diferenciaciones. Los debates y reflexiones no se producen en abstracto; al contrario, se materializan en relación al valor y supuestos que tal o cual concepto supone en relación a una dinámica social o a un diagnóstico de una situación crítica. La revisión de los autores que han considerado estos tópicos dentro de la psicología comunitaria nacional e internacional nos permite ordenar estos núcleos en torno a cuatro conceptos principales que han tenido impacto en las posibilidades de desarrollo de la misma. Estos son el empoderamiento, la salud mental, la calidad de vida, y el cambio social35. Todos comparten algunas características que se siguen de nuestra exposición; (a) ninguno posee definición absolutamente clara ni unívoca dentro del campo reconocido para la psicología comunitaria, evolucionando y cobrando nuevos sentidos permanentemente, incluso más allá de los debates propios de la psicología comunitaria36. (b) Al mismo tiempo, ninguno es propio de un solo modelo, teoría o paradigma –según como se lo prefiera denominar- en psicología comunitaria, estableciendo lo que comúnmente se han llamado “enfoques” (el “enfoque comunitario en salud mental”, por ejemplo), lo que permite a la vez que requiere, (c) establecer lenguajes en común para poder discutir, reflexionar e integrar propuestas paralelas, que como decíamos, redunda en reorganizaciones del trabajo y nuevas diferenciaciones, dinamizando el terreno de lo que se (re)conoce como psicología comunitaria. Por lo mismo, valga lo siguiente también como una forma de “mapear” el uso de conceptos y sus implicancias a nivel aplicado dentro del campo de la psicología comunitaria.

35 El listado es nuestro y ha sido construido de acuerdo a revisiones anteriores sobre estos mismos temas (Krause, M. & Jaramillo, A., 1998; Montero, M., 2003). Consideramos que la lista es representativa de las principales tensiones y ejes de debate que históricamente han estado presentes en el desarrollo de la psicología comunitaria. 36 Y, en este sentido, no es difícil aceptar que un fenómeno particular; si bien la psicología comunitaria no posee “identidad” (en el sentido tradicional), si ha permitido y orientado el avance de otras áreas de la psicología y de otros campos de trabajo psicológico comunitario.

Page 45: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

45

a) Empoderamiento o Empowerment El concepto de Empowerment, o empoderamiento, como también se lo conoce, suele atribuirse a Rappaport, y si bien su traducción al castellano es difícil, suele definirse como “el ejercer el poder sobre uno mismo y el propio contexto”. Esta definición es de amplia utilización dentro de la psicología comunitaria, pues, como aclara Gerardo Marín (1980) “la intervención del psicólogo comunitario se dirige [generalmente] a respaldar y

a ampliar los recursos y habilidades de la comunidad”. Bajo esa perspectiva, el empoderamiento es un elemento presente en buena parte de las intervenciones que se realizan, ya sea como un paso necesario, o como un efecto resultante de otro tipo de metas (cfr. Montero, M., 2003). A modo de revisión del concepto, podemos establecer que la definición fue planteada originalmente fue el modelo de “Amplificación Cultural” de Rappaport (Montero, M., 2004), al cual Alfaro (2000) identifica con una pauta recurrente de trabajo (una lógica) que se presenta bajo diferentes formas en la historia y desarrollo de la psicología comunitaria. En ella destaca especialmente el énfasis en la potenciación, mediante la “actorización” de los sujetos (estableciendo su condición de involucrados fundamentales en el proceso interventivo) a través de la toma de conciencia en una proceso de redefinición de la identidad posible para lograr un cambio cultural, pues es este el nivel sindicado como deficiente en orden a encontrar la solución de los problemas enfrentados (Alfaro, J., 2000). En este proceso se da sentido y se construye (o produce) la realidad social, desde la transformación de las relaciones sociales de control e invasión cultural, por otras en donde prime el diálogo generador de reflexividad. Se recupera de esa forma el dominio de las personas y la comunidad sobre si mismas y su funcionamiento. Allí, la utilización del poder social resulta legítimo para producir las transformaciones esperadas. De lo anterior surge una consecuencia respecto de la neutralidad posible del interventor. El mismo Rappaport (citado por Chacón, F. & García, M., en Martín Gonzáles, A., 1998) explicita algunos puntos que se deducen de su postura: el científico posee una ideología, la cual ejerce una influencia en la dirección, sesgo o giro sobre la intervención que se realiza. Agrega Alfaro (2000), al identificar la “Amplificación Cultural” con las teorías socioconstruccionistas a nivel de sus fundamentos, que “el sujeto es concebido como una posición, o función de relaciones de fuerza, en donde

éste no se habla (haya) completamente disuelto en lo social, sino mediante el pliegue de fuerzas sociales

sobre sí mismas se posibilita la capacidad de afectarlas y afectarse a si mismo”. Sirva lo anterior para identificar la posibilidad real que le cabe a las personas miembros de una comunidad en tanto transformadores de la realidad en la que viven. Por cierto, y como aclara Rappaport, esa posibilidad de

Page 46: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

46

cambio esta mediada por todo tipo de instituciones y estructuras, como escuelas, el vecindario, la iglesia, etcétera (citado por Chacón, F. & García, M., en Martín Gonzáles, A., 1998)37. Elementos significativos que se deducen de esta acepción son; (a) la importancia de la historia, y de la construcción de la historia en el proceso de intervención comunitario; (b) la importancia del contexto y de su funcionamiento cotidiano en el análisis y en los resultados que finalmente se obtienen; (c) la incorporación de multiniveles de análisis (individual, grupal, comunitario, societal) que influyen entre sí, y que deben ser tomados en cuenta para lograr una intervención adecuada; (d) se destaca la importancia de la cultura personal, la construcción ideológica (en el sentido de explicación operativa del mundo) que una persona posee, lo que implica, primero, que son participantes activos fundamentales del proceso, y segundo, es preferible la adopción de un lenguaje cercano a las personas de la comunidad, pues se facilita la participación y cooperación; (e) es preferible este tipo de intervenciones por sobre aquellas denominadas “asistencialistas”, pues pone énfasis en la independencia, y la autonomía en la búsqueda de mayor bienestar; (f) si bien ciertas problemáticas acotadas, en comunidades pequeñas (donde la participación efectiva es más probable), permiten mejores resultados (Chacón, F. & García, M., en Martín Gonzáles, A., 1998)38. Sin embargo, el empoderamiento no se agota bajo esa perspectiva. Permite incluso potenciar formas de construcción cultural ya asentadas, aumentando su potencial de búsqueda de bienestar y autonomía. Esto, evidentemente, permite una utilización del concepto mucho más allá de la psicología comunitaria, aplicándose a cualquier ámbito en donde sea deseable producir un aumento en la capacidad de las personas para dirigir su propio destino, e implicarse en la vida de otros, y sus proyectos. Por lo tanto, podemos encontrar “empoderamiento” a la base de diversidad de intervenciones. Entre ellas, como aclara Maritza Montero (en Martín Gonzáles, A., 1998) se constituye una dimensión de la psicología comunitaria, a saber, el carácter de la intervención profesional; asistencial o autogestionaria. Esto significa,

37 Como se podrá apreciar, esta acepción de “empowerment” se acerca bastante al marco de acción social, el cual a su vez, suele ser identificado con las posturas más radicales desarrolladas en América Latina, asunto que ha sido abordado por Alfaro (2000) quien llega a reconocer una continuidad entre ambas. 38 Como se podrá apreciar, esta acepción de “empowerment” se acerca bastante al marco de acción social, el cual a su vez, suele ser identificado con las posturas mas radicales desarrolladas en América Latina. Es importante mencionar la diferenciación que hace Montero (2003) respecto de las nociones de Empowerment (inglés) y de Fortalecimiento (latinoamericano), en el sentido de que el primero no releva los mimos fines que el segundo, el cual establece la necesidad de establecer control sobre el medio, poniendo énfasis en la redistribución del poder, mediante la politización –en el sentido de revalorizar la acción de la comunidad como una forma de acción política constitutiva- y en donde la implicancia en la acción, el compromiso y la autogestión son parte fundamental del proceso. En este sentido, el fortalecimiento pone mas énfasis en la “política y condiciones del medio” que en el control (adaptativo y pro-equilibrio) de los propios sujetos a nivel del análisis de las situaciones objetivo. Esto, sin embargo, esta sujeto a diversas explicaciones, y podría interpretarse como una nueva “re-lectura” del concepto; una nueva forma de diferenciación de los antiguos lineamientos frente a la nueva jerga conceptual (cfr. Montero, M., 2003, y Sánchez Vidal, A., 1988)

Page 47: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

47

sin ir más lejos, que como tal, el objetivo que plantea el empoderamiento, es accesible, tanto mediante una forma de trabajo directamente asistencial, a partir de políticas de prevención desde las instituciones destacadas para dicha tarea, como lo son los servicios de Salud Pública, u otros organismos de carácter privado, o incluso en otras áreas como la empresa (por ejemplo, a través de una política de Recursos Humanos), como a través de prácticas de corte político comunitario que resalten el papel activo de cada individuo en la modificación estructural mediante la reconcientización liberadora. Concluimos de lo anterior que, por antonomasia, parte importante del conjunto de posiciones teóricas que dan forma a la psicología comunitaria parecen obtener su identidad -que como decíamos no es ni integrada ni unitaria (si no más bien, establecida entre prácticas y debates)- principalmente respecto de los objetivos que desea lograr o bien, por sobre los objetivos que realmente logra cuando interviene. Es decir, que las orientaciones genéricas sobre “cómo” y “para qué” se interviene –y por lo tanto, el origen y sentido histórico de las mismas- son parte fundamental de nuestro objeto de estudio y se encuentran fundamentalmente en la vocación y acción interventiva.

b) Salud Mental

La salud mental posee dos acepciones fundamentales. La primera la sindica como un campo de trabajo, en donde el énfasis para con la comunidad esta determinado por la generación de prácticas y sistemas de orden preventivo y promocional. La segunda la identifica con un objetivo a lograr, el que puede incluso, estar presente a la base de múltiples intervenciones de corte psicológico comunitario –como el caso del modelo de estrés psicosocial que antes mencionábamos. Por lo mismo, no existe una clara definición de la misma dentro del campo de intervención de la psicología comunitaria. Junto a esto, es necesario destacar que la salud mental, como tal, define a algunas corrientes de la psicología, a la psiquiatría y a la medicina en términos genéricos, lo que redunda en una multiplicidad de definiciones y orientaciones que se desarrollan muchas veces en territorios, instituciones y bajo métodos de diferentes características. Sin embargo, es posible distinguir dos posiciones presentes en los desarrollos de la psicología comunitaria. Estas son, (a) la salud mental como fenómeno resultante de un desajuste sobre el que se debe intervenir, -la salud mental como objetivo en tanto se identifican causas del problema, privilegiándose en la intervención un enfoque de corte comunitario- y (b) la salud mental como una forma de desarrollo integral. Un ejemplo de la primera forma en la que el concepto aparece en las discusiones y desarrollos de la psicología comunitaria es el modelo de estrés psicosocial de Dohrenwend, en el que la salud mental deteriorada aparece como un efecto de un desajuste entre las capacidades de los sujetos y las demandas –

Page 48: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

48

reales o percibidas- de su entorno. Allí, para ser más directos, la salud se alcanza mediante la regulación entre ambos componentes, regulación que se alcanza, por el carácter social del estrés, mediante el cambio de la comunidad y sus individuos. La salud mental (y la salud en general si nos atrevemos a llegar mas lejos), entonces, si bien puede ser medible, estimable, o cualificable, no determina el carácter de la intervención, si no que se produce -emerge- mediante la misma. La concepción de salud no es necesaria en una definición en positivo, sólo basta reconocer aquello que no es saludable o que afecta negativamente a la vida de las personas; es justamente la ausencia de factores que disminuyen la salud lo que se entiende por enfermedad, incluso si los motivos de existencia de esos factores no han sido eliminados en la intervención. El mejoramiento de la salud mental es el objetivo final, y la concepción de sus elementos intervinientes junto a la definición del problema que se utilice (el foco), establecerán la orientación práctica de la intervención.39 Lo anterior supone definir a la salud como un área de intervención en sí misma, si bien las definiciones provienen de diferentes teorías, tanto psiquiátricas como psicológicas sociales. Allí se la entiende, por un lado, como un conjunto de elementos que se conjugan para establecer parámetros de mayor o menor salud mental (por ejemplo Páez, D., 1986). Otra forma de entender a la salud mental, que también agrupamos aquí, consiste en entenderla en tanto sus elementos determinantes provienen de un enfoque de comunidad, como es el caso de la prevención primaria de corte comunitario que propone Gerald Caplan (1967). En éste lo que prima es un enfoque que integra el componente comunitario dentro de un ejercicio interventivo orientado sobre la necesidad de establecer un sistema de salud que privilegie niveles de prevención y promoción en torno a las problemáticas específicas que se enfrenta. En cualquiera de dichos casos las características comunes son (a) el concebir a la salud como el objetivo sobre el cual se debe intervenir, y (b) privilegiar, en la misma intervención, el nivel comunitario para lograr los objetivos programáticos propuestos40. Esto permite algunas características importantes, como es, la posibilidad de incorporar paraprofesionales (Zax, M. & Specter, G., 1979), la posibilidad de establecer modelos de medición que permitan evaluar su estado, sus implicancias y elementos relacionados y las formas más adecuadas de intervenir (como por ejemplo el caso de Vera, A. & Wood, P., 1994), y la incorporación de otros campos de conocimiento en la intervención, tales como la unión entre psicología y psiquiatría en torno a modelos de intervención psicocomunitaria, lo que

39 Puede considerarse como ejemplo, también, el modelo de desarrollo de competencias, descrito por Alfaro (2000), y la propuesta de Forrest Tyler respecto a las competencias sociales (1984a). Alfaro, sin embargo, agrupa el “modelo” dentro de una tradición de desarrollo de competencias –más amplia de lo que aquí intentamos describir- que centra su definición en el fortalecimiento de recursos, tanto individuales como sociales, frente al contexto. Concordamos, sin embargo, con un elemento clave; la salud se representa como un conjunto de elementos sobre los que se debe intervenir sistémicamente (cfr. Alfaro, J., 2000). Volveremos sobre esta discusión en el tercer capítulo. 40 Ejemplos pueden encontrarse en Toro, J., Lavanderos, R., Rider, S., Asún, D. & San Juan, C (en San Juan, C., 1996); en Olave y Zambrano (1993); en Asún, D., Alfaro, J., Alvarado, R. & Morales, G. (1991); en Calderón Narváez (1984); en Martín Gonzáles, Chacón y Martínez (1989); y en Zax y Specter (1979) entre muchos otros.

Page 49: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

49

permite redefiniciones de roles y la ampliación de las posibilidades y metas que se deseen lograr respecto de la salud mental (por ejemplo en Asún, D., 1989, o Torres, R., 2001). Y existe la segunda forma que, si bien puede integrarse con la anterior establece una diferencia fundamental respecto de los alcances de la misma definiendo de antemano lo que se entiende por salud. Conceptos y modelos de esta línea son la Salud Mental Positiva y la Salud Integral41. En ambos lo que prima es la definición de la salud como una forma de desarrollo de potencialidades, estableciendo diferencias y críticas respecto de las formas tradicionales de práctica psicológica y médica en su relación a la salud (Sánchez Vidal, A., 1996). En ellos la salud no es la pura ausencia de “enfermedad” la que define una condición saludable, la cual además es entendida en términos dinámicos derivados de los atributos culturales y macrosociales (políticos, económicos) que determinan esas posibilidades de desarrollo que ahora conforman a la salud. No existe, por lo tanto, una definición posible de salud, pues la misma se conforma de la integración de múltiples criterios, tales como (a) los sentimientos positivos hacia sí mismo, (b) el crecimiento, desarrollo y actualización de sí mismo, (c) la integración de sí mismo, (d) la autonomía y la autodeterminación como parte del proceso de desarrollo, (e) la percepción y valoración que se tenga del entorno y (f) el dominio y control que se tenga del mismo (Sánchez Vidal, A., 1996)42. Como resultado de esta concepción, la prevención es elemento fundante de esta concepción, al mismo tiempo que la educación, los estilos de vida saludables y la generación de condiciones óptimas para el desarrollo humano de las personas y la sociedad. Así, por esta vía, una condición necesaria es el cambio socio-cultural respecto de su impacto en la salud y la salud mental (Weinstein, L., 1975; Barranco, F. & Díaz, R., 1999; Sánchez Vidal, A., 1996). Así, y si bien no existe total acuerdo respecto del concepto de “desarrollo” que se espera incorporar –visible por ejemplo en el evidente problema que presenta la primacía de la adaptación del sujeto al medio o su contrario, frente a los criterios antes mencionados-, los modelos que adhieren a esta definición de salud mental comparten las mismas características que aquellos que se identifican en torno al concepto de empowerment, es decir, puede estar a la base de múltiples enfoques e intervenciones particulares, no posee definición unívoca si bien comparte elementos con otros conceptos y prácticas –y en cada caso, cada intervención o conceptualización intenta precisarla lo mejor posible-, se presenta más bien como un concepto orientador de amplio espectro, 41 En estricto sentido, la denominación aceptada para referirnos a la salud mental integral sería la de Medicina Integral, en la cual se reúnen las bases antropológicas, psicológicas –especialmente humanistas-, médicas y de la educación que dan origen a un enfoque de atención en salud que resalta el desarrollo de potencialidades tanto individuales, como grupales y sociales (en el sentido tradicional, político y de justicia social), como expresión máxima de la salud humana. En el decir de Weinstein, no es que la salud esté al servicio del desarrollo, si no al contrario (Weinstein, L., 1975; 1990). Aclaramos además, que por lo mismo, la Salud Mental así entendida no configura una meta en sí misma, si no que se trata más bien de un valor humano, en el sentido propuesto por la Organización Mundial de la Salud (Sánchez Vidal, A., 1975; Musitu, G., Berjano, E. & Bueno, J., 1990). 42 Si bien en ambos modelos mencionados la política se incorpora tanto como efecto como a nivel del análisis fundamental del trabajo, en el caso de la salud integral, dichos criterios son llevados al extremo, criticando un entorno social y humano que no permite las posibilidades de desarrollo de las personas

Page 50: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

50

válido para intervenciones en diferentes campos y problemas, supone una implicación del concepto de comunidad (en tanto célula social o como forma de aglutinación de un colectivo), y, como resultado de lo anterior, da paso a discusiones y reorganizaciones dentro del campo de desarrollo y reflexión de los marcos teóricos que definen a la psicología comunitaria.

c) Calidad de Vida Amalio Blanco establece una relación entre el desarrollo del concepto de calidad de vida, entendido desde su noción más amplia en torno al “bienestar humano”, y las condiciones de vida de las personas, y por lo tanto, al estado de desarrollo de las naciones, en términos de las necesidades, servicios y oportunidades que como contextos de existencia, ofrecen a las personas y a los colectivos humanos (Blanco, A., en Morales, J.F., Blanco, A., Huici, C. & Fernández, J.M., 1985). En este sentido, la “vida” va más allá de la existencia individual, enfocándose generalmente desde una perspectiva comunitaria y social, en la que la mera existencia física sea integrada a “las relaciones sociales del individuo, a sus posibilidades de acceso a bienes

culturales y a su entorno ecológico-ambiental, y [en términos generales] a los riesgos a los que se somete la

vida de las personas”, y por lo tanto, como tal se refiere más bien a las características de las condiciones bajo las cuales se desarrollan las principales actividades de un individuo o grupo (Blanco, A., en Morales, J.F., Blanco, A., Huici, C. & Fernández, J.M., 1985). La “calidad” hace referencia a un conjunto de dimensiones, sobre las cuales se pueden establecer polos (satisfacción e insatisfacción). De lo anterior se deduce que esta “calidad” es el efecto de una comparación, en la que las expectativas personales, los grupos de referencia, y los valores que el grupo o la persona privilegie tienen incidencia directa (Blanco, A., en Morales, J.F., Blanco, A., Huici, C. & Fernández, J.M., 1985). Por lo mismo, la calidad de vida no puede ser entendida como el resultado de los indicadores económicos de ingreso y acceso a bines de consumo43, o nivel de escolaridad, acceso a servicios de salud y disponibilidad de espacios para el esparcimientos y otras necesidades. La definición de Krause y Jaramillo (1996), frente a estas características la plantea como “la satisfacción personal y colectiva de las condiciones objetivas de vida y la de los grupos

sociales en los cuales se participa”. Esto, sin lugar a dudas, nos plantea frente a un concepto amplio y de múltiples referentes, que lo convierten en una noción “polivalente y en estrecha relación con la práctica de la

totalidad de las Ciencias Sociales” (Blanco, A., en Morales, J.F., Blanco, A., Huici, C. & Fernández, J.M., 1985).

43 En cuyo caso el concepto más indicado es “nivel de vida” (Blanco, A., en Morales, J.F., Blanco, A., Huici, C. & Fernández, J.M., 1985).

Page 51: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

51

De esta forma, podemos deducir algunos elementos importantes respecto de la utilidad que la calidad de vida tiene dentro de la psicología comunitaria: - Permite evaluar las intervenciones, en la medida que se presenta como un criterio relacionado al

impacto observado y sentido de los cambios que un colectivo percibe como producto del proceso de intervención, independientemente del carácter de ésta (sea más asistencial o más autogestionario). Es decir, este concepto reúne el valor operativo (la medición de impacto percibido).

- En el proceso mediante el cual la comparación se genera la relevancia de las dinámicas sociales e

interaccionales es fundamental. Por lo mismo, una intervención que considere este concepto debe poseer un enfoque de carácter comunitario, sociológico o psicosocial. Y, por lo mismo, los campos de aplicación a los cuales puede remitir son diversos: ambientalismo, desarrollo social, calidad de los servicios y gestión, políticas públicas, etcétera.

De esta forma, si bien la “calidad de vida” es mayoritariamente entendida como una “percepción” -y evaluación- de carácter social y personal, ello puede redundar en un problema, pues, como podemos sospechar siguiendo a Blanco (en Morales, J.F., Blanco, A., Huici, C. & Fernández, J.M., 1985) el sujeto, por ejemplo una persona en condición de pobreza, puede ser mantenido en su “ignorante felicidad”. A partir de lo anterior se plantea una diferencia fundamental respecto de cómo explicar los componentes que se utilizan en los modelos de calidad de vida. Allí destaca la tradición europea de estudios en esta línea en donde, siguiendo a este autor, “los indicadores de satisfacción son interesantes en la medida en que las diferencias

de satisfacción pueden explicarse por otros datos objetivos, pero difícilmente puede creerse que como tales

puedan orientar una política social, por el simple motivo de que la insatisfacción puede crecer cuanto de más

bienestar se disponga” (Blanco, A., en Morales, J.F., Blanco, A., Huici, C. & Fernández, J.M., 1985). Lo anterior permite establecer relaciones entre el nivel de desarrollo –social, económico, cultural- y la satisfacción de necesidades y requerimientos a través de políticas sociales. Estas son las que orientan, con mayor o menor determinación, el carácter y los objetivos de la intervención propiamente tal. Así, podemos observar que existe una fuerte relación entre el uso de este concepto y las condiciones de vida en las cuales la intervención se genera, y, producto de las cuales, el carácter de la misma debe ser sopesado. Una consecuencia directa de lo anterior es que la intervención psicocomunitaria plantea sus objetivos de acuerdo al tipo de cliente o sujeto, las condiciones sociales y el entorno, y las condiciones políticas y gubernamentales que definen el carácter de desarrollo de las naciones, lo que a su vez supone integrar un componente de carácter histórico en las explicaciones que se manejen.

Page 52: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

52

Las perspectivas bajo las cuales se aborda el concepto dentro del campo de la psicología comunitaria dependen de las condiciones antes descritas, es decir, (a) como una meta respecto de las posibilidades de la política social para grupos y comunidades específicos o (b) como un indicador del desarrollo logrado mediante la utilización de otros modelos y marcos teóricos dentro de la psicología comunitaria. En el primer caso la orientación estará definida con respecto a los estándares de desarrollo que la misma política social mantenga para con los grupos a los que va dirigida –acoplándose la teoría a dichos principios-, y en el segundo, la misma se define de acuerdo a las particularidades del marco teórico que se esté utilizando. En ambos casos se esperará que el impacto de la intervención sea estimable en las condiciones de vida de las personas, pero la forma en que ello ocurra, especialmente respecto de la utilización de una teoría y de su componente político, será diferente; el que una explicación asigne más importancia a unos atributos (en un modelo determinado) tendrá implicancias en las futuras decisiones que se tomen, las cuales, además, serán sopesadas de acuerdo al contexto político e histórico. Nos encontramos frente a un concepto que demarca tanto un campo, como una meta (al igual que los anteriores), pero que en ambos casos mantiene directa relación en tanto operativo al entorno social, y de cuya relación se derivarán las orientaciones que la psicología comunitaria utilizará para intervenir. Por lo mismo, resulta imposible encontrar una definición que sea unívoca, si bien existe bastante acuerdo en torno a los puntos que antes describíamos (su carácter subjetivo en torno a criterios de satisfacción comparativos). ¿Así, no es propio de la psicología comunitaria, y la relación que entre ésta y el concepto existe está dada por el enfoque de comunidad que las intervenciones tengan?

d) Cambio Social

En estricto rigor, el cambio social es un término impreciso, confuso y ambiguo, sin embargo se lo utiliza comúnmente para referirse a la capacidad de la psicología comunitaria para producir alteraciones y procesos en las estructuras sociales en las que las vidas de las personas se desenvuelven44. Allí, como es fácil percibir, posee dos acepciones; (a) la que la define como una meta de las intervenciones, y (b) la que lo considera (tanto explícita como implícitamente) como un efecto resultante de la misma. Lo anterior depende en mayor medida del análisis que se privilegie según el modelo teórico al que se adscriba la intervención. 44 Como es de esperarse, a partir de las clasificaciones que distinguen diversos “tipos” (o modelos) de psicología comunitaria, este concepto muchas veces se establece como el objetivo de un tipo particular de psicología comunitaria, distinguiendo de éste la prestación de servicios, el desarrollo de recursos, la prevención social, y las intervenciones comunitarias destinadas a reconstruir vínculos y redes de apoyo social (cfr. Souza, F. & Aguilar, M., 2002).

Page 53: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

53

De esta forma, podemos distinguir conjuntos que determinan definiciones comunes. La primera de éstas es la que plantea que la intervención comunitaria debe poner énfasis, por sobretodo los elementos, en las condiciones de existencia objetivas y materiales de vida de los sujetos. Allí, en la retórica, podemos distinguir causas -las condiciones materiales, acceso al poder-, elementos intervinientes –ubicación geográfica, tamaño de la comunidad-, y efectos –capacidad organizativa, consecuencias psíquicas, desarrollo posible. El supuesto es el siguiente: el problema es producto del ambiente y la comunidad –sus miembros agentes significativos- deben orientarse a cambiar y modificar eso, intentando acceder a posiciones de poder. A esta perspectiva, la podemos denominar como “militante”, y allí, si bien con algunos matices, cambio social, transformación social y muchas veces revolución, son conceptos que apuntan hacia un mismo significado. Una segunda forma, que también destaca la necesidad de transformar las estructuras sociales, da más peso a la cultura, a la participación y al fortalecimiento de las capacidades de las comunidades. Aquí el supuesto es que el cambio social es cambio cultural, donde “lo cultural” es entendido como las capacidades de los sujetos de implicarse en los procesos propuestos en la intervención, tanto para consigo mismos (cambios internos), como con respecto de su ambiente (cambios externos) como la participación, las capacidades de utilización de bienes culturales y económico materiales, la posibilidad de reorganización social. Por lo tanto, como se puede intuir, la problemática si bien depende de las condiciones sociales de vida de los sujetos, parece estar mediada por la posición cultural y política (en tanto histórica) que los sujetos tengan respecto de ellas. La intervención, bajo estas características, adquiere un matiz sociocultural. La tercera forma se distingue por una característica propia, a saber, el entender que el cambio social es el resultado de un trabajo focalizada sobre uno o varios aspectos en los que una comunidad es intervenible. Sin embargo, las diferentes posiciones que aquí encontramos se comportan como un continuo con dos polos; el énfasis adaptativo sobre los sujetos (que termina por modificar el ambiente), y que determina el carácter correctivo de las intervenciones, y el polo en la transformación de las capacidades de los sujetos para que sea, por así decirlo, el ambiente el que se adapte a sus necesidades. Haciendo un paralelo con los otros tres conceptos antes mencionados; la primera forma de entenderlo puede homologarse a las formas de acción social militante que se encuentran en diversos campos de las ciencias sociales y que tienen especial fusión con determinadas concepciones de la psicología comunitaria en tanto “forma de emancipación”. La segunda puede corresponder a la “amplificación socio-cultural” bajo los

Page 54: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

54

diferentes matices que describíamos anteriormente y la tercera como una forma de intervención de corte pragmático, en donde los objetivos de la intervención definen la elección de los médios45.

1.4. Algunas corrientes de desarrollo de la psicología comunitaria Como ya hemos visto, hay diferentes enfoques para acercarse a una definición de psicología comunitaria. Grosso modo los hemos categorizado en dos; el enfoque “profesionalista” y el “disciplinarista”. Evidentemente, los autores que han logrado definir a la psicología comunitaria, suelen adscribir a uno u a otro. Intentaremos aquí, a modo de síntesis, discutir algunos de los aspectos centrales de las diferentes nociones y definiciones que sobre este asunto existen. Utilizaremos el termino “corriente”, para referirnos a un conjunto particular de desarrollos que se han producido de forma paralela, en base a circunstancias, contextos, aportes, teorías y lugares relativamente comunes, los que a su vez, dan cuenta de una visión y características particulares, sobre las cuales es posible identificar orientaciones comunes, y a su vez, una identidad –genérica- y énfasis en psicología comunitaria específicos46. De entre éstas hemos recogido algunas, por parecernos relevantes para la formulación integrativa de una definición útil a esta investigación, y las hemos agrupado en torno a corrientes de desarrollo. En términos muy generales, como veremos a continuación, es posible identificar dos vertientes relativamente autónomas47 –si bien interrelacionadas en sus adelantos y aportes- de desarrollo de la psicología comunitaria, que nos resultan significativas y aportativas a nuestra labor. A saber; la Norteamericana y la Latinoamericana. Abordaremos las mismas poniendo énfasis en (a) características originarias e identitarias –la gran mayoría ampliamente descritas en la bibliografía revisionista-, (b) fundamentos y bases conceptuales adoptadas para el desarrollo particular de cada corriente, resaltando eventos históricos relevantes y contextos políticos y sociales determinantes, (c) marcos conceptuales propios –o variaciones de los que ya hemos mencionado, explicando sus particularidades-, y (d) tendencias y características de su evolución reciente.

45 En este sentido, por ejemplo, la incorporación de agentes comunitarios (o para profesionales) tiene sentido solamente si así lo requieren los objetivos y no son condición de la intervención propiamente tal. 46 Este mismo ejercicio ha sido planteado por Krause (1996), bajo la noción de “líneas” de desarrollo. Esta noción, sin lugar a dudas puede ser discutida desde una perspectiva que, como vimos en el segundo apartado, proponga integrar a la psicología comunitaria toda en una misma “disciplina” o corriente global. Sin embargo preferimos este acercamiento pues nos permite diferenciar aportes para nuestro problema de estudio, sacar a relucir las bases conceptuales, identidad y dinámicas operativas de cada desarrollo particular y, al mismo tiempo, establecer parámetros para una definición que, a partir de los datos, se aproxime a la “psicología comunitaria” que existe hoy en día. Revisiones integrativas de marcos conceptuales, relativamente actualizados pueden encontrarse en Martín Gonzáles, A. (1998). 47 Aseveramos lo anterior, a partir de la revisión de un conjunto de textos representativos y otros de carácter revisionista (Montero, M., 1994a; Serrano-García, I., & Rosario, W., 1992; Krause, M. & Jaramillo, A., 1998; Hombrados, M., 1996, y Asún, M. & Vidales, A., 2002, entre otros).

Page 55: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

55

Aclaramos que, si bien es cierto, es posible identificar otras corrientes, con sus respectivas características, como el caso de la “opción alemana” por una perspectiva crítica –influenciada por las discusiones en torno a la salud mental y a la psiquiatría en Europa-, descrita por Mariane Krause (1996), o la versión Española, de corte mucho mas integrativo a nivel disciplinar al intentar reunir, bajo una sola óptica, los diversos trabajos que se han realizado en torno al tema en el mundo (por ejemplo Martín Gonzales, A.,1998), al mismo tiempo que es posible describir diferentes formaciones y ópticas específicas dentro de cada una48, pero, para los efectos de esta investigación, nos remitiremos a las dos mencionadas, pues ambas en su particularidad, aportan información significativa para poder caracterizar lo que entenderemos por psicología comunitaria. Al mismo tiempo, dicha revisión resulta pertinente para nuestro estudio pues es en relación a éstas corrientes –a partir de una conocimiento de ellas- que es posible comprender y dar cuenta, posteriormente y con mayor amplitud, de las características particulares que ha tenido el desarrollo de la psicología comunitaria en nuestro País49.

1.4.1. La corriente Norteamericana

Lo primero que debemos destacar si queremos caracterizar a esta corriente, es su evidente proceso de desarrollo a nivel de publicaciones, y en torno a debates científicos fundamentados en los avances y teorías que se desarrollan (Heller, K. & Goddard, P., en Martín Gonzáles, A., 1998). No hay, hasta donde hemos podido averiguar, un mayor número de publicaciones dedicadas al tema que en Estados Unidos, y, al mismo tiempo, es el lugar en donde puede constatarse un mayor proceso de institucionalización disciplinar como forma de autonomía (Krause, M., 1996). Por lo mismo, no es de extrañar que la diversidad de perspectivas y marcos conceptuales y operativos sea diversa y muchas veces disímil entre sí (Serrano-García, I. & Álvarez, S., 1992). Esto puede, eventualmente, llevarnos a una discusión sobre la posibilidad de denominar “corriente” a este conjunto tan diverso de producciones, sin embargo, los mismos autores norteamericanos, y de otras nacionalidades, se han dedicado a explicitar y a analizar su trabajo, por lo que podemos caracterizarla de acuerdo a algunos elementos en común. Dentro de las concepciones que allí existen, destacamos la que se genera en la Conferencia de Swampscott, en el año 1965. En ella se define y acuña el concepto de psicología comunitaria en torno a la acción de psicólogos que serían “Agentes de cambio, analistas del sistema social, consultores para los asuntos de la

comunidad y estudiosos en general del hombre completo en su relación con todo su ambiente” (Bennet, 1995, 48 Para ampliar esta información revisar Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1996; Wiesenfeld, E., en Montero, M., 1994; Quintal de Freitas, M., en Montero, M., 1994. 49 No somos los primeros en afirmar que para realizar una descripción del desarrollo específico de la psicología comunitaria, es necesario remitirse a las particularidades de los elementos culturales y contextuales en los que otros desarrollos han evolucionado (Serrano-García, I. & Vargas, R., 1993; Krause, M., 1996).

Page 56: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

56

en Bernstein, D. & Niftzel, M., 1982). Esta definición del psicólogo comunitario en torno a sus tareas, surge en el contexto de “formalización disciplinar” que se estaba llevando a cabo en ese lugar, principalmente a partir de las reformas en el sistema de salud mental, en el cual se resaltaba la “domesticidad” en el tratamiento de los problemas, privilegiando la construcción de centros comunitarios que atendieran a las necesidades de la comunidad proveyendo un servicio más integral y completo50 (Calderón Narváez, G., 1984). Como antecedentes profesionales de este proceso debemos mencionar, citando a Serrano-García y Álvarez (1992); la insatisfacción creciente con la psicología clínica y su incapacidad para lidiar eficazmente con los problemas de salud mental, el creciente desarrollo de una psicología profesional y aplicada, y los eventos políticos y sociales de la década del sesenta51. Como antecedentes a nivel de desarrollos paralelos, dentro del contexto de la psicología, es relevante mencionar el importante auge que estaba teniendo la psicología educativa –fundamentalmente a partir del desarrollo de métodos aplicados de medición de conocimiento y destrezas- y de la psicología industrial –a partir de la necesidad por parte del modelo de desarrollo imperante de aumentar la productividad y la satisfacción laboral de grupos de trabajadores. Al mismo tiempo, Bernstein y Niftzel, en su libro “Introducción

a la psicología clínica” (1982)52, al revisar los elementos que le dan origen a la psicología comunitaria (y en particular a la versión norteamericana de la misma), destacan; (1) El advenimiento de la psicología clínica; ya instalada y ejerciendo importante influencia desde la formación profesional y como campo de aplicación. (2) El movimiento de higiene mental; caracterizado por la crítica a las deficiencias del modelo hospitalario y a su inhumanidad resultante (Tyler, F., 1984b), favoreciendo la promoción como modelo a seguir. Y (3) la orientación infantil; que desde la los años veinte realiza constantes aportes en torno a la necesidad de

50 Krause (1996), citando a Saforcada, destaca que la administración Kennedy (a principios de los sesenta), a propósito de las reformas en salud mental, convocó a los psicólogos clínicos a “trabajar con criterios de eficiencia y eficacia apuntando a la protección de la salud”, lo que a su vez, reveló la dificultad que para con estos compromisos tenían las entonces prácticas y modelos de atención psicológica clínica, muchos de los cuales, sin embargo, se han mantenido hasta nuestros días, evolucionando de acuerdo a patrones propios. Al mismo tiempo, Tyler (1984b) destaca un conjunto de revoluciones en torno a la salud mental, en las líneas que hemos mencionado, que adquieren carácter comunitario formal a partir de la creación de “centros comprensivos de salud mental”, que operaban en base a subdivisiones territoriales, integrando además a miembros de la comunidad, y trabajos de investigación, prevención y educación, mezclando las prácticas tradicionales de la salud mental con elementos innovadores. 51 Dentro de estos últimos destacan, a nivel de su impacto, el surgimiento del movimiento de reivindicación y derechos civiles en torno a la población afroamericana y las movilizaciones en contra de la guerra de Vietnam. Al mismo tiempo, es relevante mencionar el impacto que las guerras mundiales tuvieron en el desarrollo de tecnologías psicológicas aplicada a la guerra, como es el caso de la selección de personal. Lo anterior también afectó, de manera positiva, la situación económica y profesional de la psicología, proveyéndola de mayor visibilidad y credibilidad. Esto, a su vez, también ayudó a sembrar las semillas del descontento con la clínica, que mencionábamos anteriormente (Bernstein, D. & Niftzel, M., 1982). 52 El nombre del libro no es un asunto menor. Para los autores, como puede notarse en las líneas siguientes, la psicología comunitaria corresponde a una versión de la psicología clínica, y resaltan, por lo mismo, los aportes que desde las áreas de la salud y los profesionales vinculados –psiquiatras, enfermeras, trabajadores sociales- le dan forma a la misma.

Page 57: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

57

conformar equipos de trabajo. Junto a esto, la baja credibilidad y eficiencia percibida para con las psicoterapias, y la dificultad de aplicar la misma a grandes poblaciones –sin considerar las eventuales diferencias dentro de éstas-, además de la creciente desvalorización de los procesos diagnósticos, y fundamentalmente del modelo clínico biológico respecto de la noción de enfermedad, dan pié para que este conjunto de psicólogos tome la determinación de dar inicio formal a una nueva forma de hacer psicología (Tyler, F., 1984b). Es por esto que, además de la definición del profesional comunitario que antes mencionábamos, se agregan algunos principios orientadores; “la psicología comunitaria no debe limitarse a combatir la enfermedad o la

incapacidad mental,(...) si no que debe orientarse al bienestar” (Bernstein, D. & Niftzel, M., 1982). Esto es coherente con las definiciones de salud que por esos años la Organización Mundial de la Salud promovía. Un segundo principio orientador es el de “asumir la responsabilidad de promover el crecimiento de la comunidad

a través de la acción social planteada y el método científico” (Bernstein, D. & Niftzel, M., 1982). Allí, y sin mayor dificultad, puede verse reflejado el creciente interés por “comprometer” la acción científica en, si bien la palabra puede ser ambigua, el crecimiento y desarrollo de la comunidad. El tercer principio tenía relación con “que la psicología comunitaria sea más basta que la salud mental comunitaria, (...) pues esta última posee

muchas trampas del modelo médico” (Bernstein, D. & Niftzel, M., 1982). Con ello se intenta diferenciar la práctica, tanto teórica como aplicada, de los antiguos sistemas de procedimiento. Lo anterior redunda en el reconocimiento de un importante movimiento que se caracteriza por la ampliación del foco de atención de la psicología en el contexto de vida y relaciones en las que el sujeto está inmerso, y en general en un clima de activismo político potente, fundamentalmente respecto de los temas de salud mental, que, en su origen y hasta nuestros días, dan cabida a estos desarrollos en el ámbito norteamericano. Bernstein y Niftzel (1982), citando a Rappaport y Chinsky, al intentar sintetizar los “principios conceptuales” operantes en la psicología comunitaria de orientación norteamericana, destacan: (1) la adopción de una perspectiva de corte ecológico, que “la conducta no se puede explicar sólo por factores individuales”, si no que requiere de una mirada que incorpore elementos ambientales, culturales, históricos, y contextuales. Esto, en estricto sentido, supone que “el psicólogo debe buscar las causas de la conducta en diferentes niveles que

no siempre son psicológicos” (Bernstein, D. & Niftzel, M., 1982). (2) La búsqueda del cambio en el sistema social, pues, siendo coherentes con lo anterior, debe reconocerse que el cambio personal no implica un cambio real –o esperado- en el sistema que produce y mantiene el problema. Este punto es muy sensible, ya que si bien se menciona la necesidad de un “cambio social”, en realidad se busca un forma aceptable de

Page 58: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

58

organización colectiva, y no la modificación estructural de las condiciones sociales de una población53. De esta forma un cambio esperado puede consistir en la adopción de una conducta o actitud determinada por parte de una comunidad, dejando en evidencia la impronta pragmática de los desarrollos norteamericanos. Junto a esto, y de especial fuerza, (3) se destaca la importancia de la prevención, por sobre las intervenciones curativas54. Dentro de este aspecto se resalta el tratamiento en torno a la minimización de las consecuencias de la enfermedad, proveyendo al sujeto de las suficientes oportunidades para evitarse el sufrimiento –lo que en estricto rigor no suele categorizarse como “prevención- y el conflicto, y hacia la “reducción de la

prevalencia de las enfermedades por medio de esfuerzos coordinados a partir de una adecuada detección

inicial e intervención rápida” (Bernstein, D. & Niftzel, M., 1982). Una última forma de prevención es la que invita a modificar las circunstancias sociales y ambientales de surgimiento de una patología, eliminando la posibilidad de que esta aparezca. Esto a su vez, supone un proceso amplio de análisis diagnóstico de las situaciones, y al mismo tiempo, la necesidad de contar con modelos de interpretación teóricos más complejos y multidisciplinares, los que deben reunir esfuerzos para una “acción social” coordinada (Bernstein, D. & Niftzel, M., 1982). Un cuarto principio es el de (4) privilegiar la intervención en crisis, es decir, la acción directa allí y con quienes la problemática se desarrolla –aunque crisis no siempre implique algo negativo, si no, más bien un evento significativo para una o varias personas; desde una muerte hasta ganar la lotería. En palabras de Bernstein y Niftzel (Op. Cit.) “la intervención en crisis es una técnica para ayudar a las personas a que

manejen de una manera efectiva los problemas que en apariencias son abrumadores en el momento en que

ocurren [y, de esta forma] las intervenciones se destinan a personas que de otra manera carecerían de los

recursos suficientes para manejar la crisis de una manera adecuada”. Un último principio es aquel que dice que (5) debe privilegiarse una “sensación psicológica de comunidad”, entendiendo por esto “el fortalecimiento

de la capacidad de una comunidad o grupo para plantear y crear su propio cambio” (Bernstein, D. & Niftzel, M., 1982). Otras definiciones relevantes de psicología comunitaria, dentro de la corriente norteamericana pueden encontrarse en la siguiente tabla resumen, extraída de Bernstein y Niftzel (1982):

53 Ello, si somos coherentes, puede surgir a partir del modo “aceptable” de comportamiento de un colectivo en torno a una determinada problemática. 54 Para mayor información sobre los niveles de prevención puede revisarse el libro de Gerald Caplan, Principios de psiquiatría preventiva reeditado en 1996.

Page 59: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

59

TABLA I: DEFINICIONES PRESENTES EN LA CORRIENTE NORTEAMERICANA. Fuente Definición

Bennet, Anderson, Cooper, Hassal, Klein y Rosenblum (1966)

El estudio de los procesos psicológicos generales que vincula los sistemas sociales con la conducta individual en una interacción compleja. Las aclaraciones conceptuales y experimentales de estos vínculos proporcionan la base de los programas de acción que se dirigen hacia el mejoramiento del funcionamiento individual, del grupo y del sistema social

Reiff (1968) Una disciplina cuya meta es modificar la conducta humana mediante la intervención a nivel del sistema social

Bloom (1973) El campo de la psicología que intenta resolver los aspectos sociales en lugar de los problemas particulares de cada individuo

Sarason (1973) El estudio del impacto psicológico de las comunidades próximas y distantes, la evolución de las comunidades, y las maneras de cómo el conocimiento psicológico puede aplicarse a la facilitación del cambio social adaptativo

Murrell (1973)

El campo de la psicología que estudia las transacciones entre los diferentes conjuntos de interacción del sistema social, las poblaciones y los individuos; que desarrolla y evalúa los métodos de intervención que propicien “adaptaciones” entre las personas y sus ambientes; que plantea y evalúa los sistemas sociales, y que a partir de dicho conocimiento y cambio busca aumentar la cantidad de oportunidades psicológicas que se ofrezcan al individuo

Zax y Specter (1974) Una mayor aproximación a los problemas de la conducta humana que presta mayor importancia a las contribuciones que las fuerzas ambientales, así como las contribuciones de otras fuentes potenciales ejerzan sobre la evolución y mejoramiento de dichos problemas.

Rappaport (1977) Una disciplina que acentúa la importancia de una perspectiva ecológica de la interacción, dando a entender que se puede mejorar la adaptación entre las personas y su ambiente, al crear nuevas opciones sociales y desarrollar los recursos personales en lugar de realizarlo mediante la eliminación de las debilidades de los individuos o sus comunidades.

Mann (1978)

Una disciplina que se interesa en particular con la planeación del cambio social, la organización e implementación de los cambios que se planeen, la elaboración y conducción de los programas de servicios que proporcionen las necesidades humanas que genera el cambio social, y el desarrollo de los recursos y procesos de la comunidad para el manejo de las repercusiones futuras de los cambios sociales.

Claramente hay en ellas una diversidad de posiciones respecto a la “ambición” o alcance de la misma; ya sea desde una “práctica psicológica”, o desde un “conocimiento acerca de” –en ambos casos destacando la formalización disciplinar-, ya sea destacando el papel interventivo y/o aplicado de la misma, en torno al individuo o al componente ambiental y al contexto colectivo (social), todas estas definiciones comparten buena parte de sus presupuestos respecto de la posibilidad de una “psicología en torno a los problemas de la comunidad”. En tal sentido, el desarrollo de la psicología comunitaria en esta corriente está directamente vinculado a una construcción progresiva y colectiva, en la que la situación de una comunidad en un momento dado –entendida como espacio de la dinámica social y como objeto a intervenir u ofrecer servicio simultáneamente- es de vital importancia estableciendo -a partir de ambos trazos- la necesidad de definir roles para los involucrados. Evidentemente, por este conjunto de desarrollos, y por su mayor exposición pública respecto del conjunto de presupuestos que describíamos anteriormente, esta “disciplina” dio paso a

Page 60: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

60

áreas más amplias que la mera “salud mental”, a la que desde sus inicios se proponía superar (Krause, M., 1996)55. Esta corriente, como decíamos, ha sido analizada con bastante profundidad a nivel de sus supuestos, principios teóricos, y orientaciones prácticas. Serrano-García y Álvarez (1992), en un acucioso estudio comparativo, describen sintéticamente cinco marcos conceptuales; a saber; (a) la salud mental comunitaria o psicología clínica comunitaria, (b) el marco organizacional sistémico, (c) el marco de acción o cambio social, (d) el marco ecológico y (e) el marco conductista en psicología de comunidad. Intentaremos reducir el gigantesco trabajo de las autoras. El primero destaca la presencia de las fuerzas sociales en el desarrollo –y prevención- de psicopatología cuestionando los modelos anteriores de salud, aportando una definición operativa de comunidad como “red de

relaciones interpersonales” (Serrano-García, I. & Álvarez, S.1992). Se pone énfasis en la persona en torno a su contexto social, destacándose la salud mental positiva, la noción cognitiva de estrés y el apoyo social, y el coping o afrontamiento (genéricamente definido como la capacidad para manejar una situación)- (cfr. Heller, K. & Goddard, P., en Martín Gonzáles, A., 1998). Evidentemente contribuyen a esta concepción la psicología general, la psicología clínica, la psiquiatría y las nociones generales de salud pública. A partir de estas concepciones se desarrollan la “intervención en crisis”, la terapia planificada a corto plazo, y la consultoría y apoyo en programas de salud mental. Se destaca, además el énfasis epidemiológico, experimental, de observación en terreno y la investigación-acción, y la evaluación de programas como técnicas de investigación y evaluación del trabajo56. El segundo marco, denominado organizacional o sistémico, pone énfasis en la generación de una sociedad democrática y partícipe -o participativa-, y para acceder a ella deben fomentarse cambios en las comunidades, que son concebidas como organizaciones que interactúan para lograr metas, tanto individuales como colectivas. Elementos negativos son la extrema burocracia, y la poca distribución de poder; entonces la participación, la eficiencia y la redistribución se lograrán mediante intervenciones grupales a nivel

55 Agrega Saforcada al respecto; “se hizo más notoria e impactante [la necesidad de replantearse la práctica clínica] por el constante crecimiento de las tasas de prevalencia de los problemas mentales, acompañados por un progresivo traslado de ciertos problemas sociales al área de responsabilidad de la salud y la visibilidad creciente del poder determinante o coadyuvante de los factores psicosociales en el proceso de salud-enfermedad” (Saforcada, E., en Krause, M., 1996) 56 Ahora bien, como comentario, las autoras agregan que si bien supone reformulaciones importantes al quehacer clínico, esta “perspectiva” no aporta significativamente –a nivel teórico- como para conformar un nuevo paradigma comunitario. Desde nuestra perspectiva, y asumiendo la realidad de nuestro medio, creemos que si bien es cierto no logran “masa crítica”, sus avances, desarrollos y logros aportan significativamente a generar otro tipo de prácticas dentro del campo de la psicología.

Page 61: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

61

organizacional –dentro de una concepción de sistema. Evidentemente son fuentes de referentes la psicología organizacional y de grupos, las teorías administrativas y sociales, y las estrategias de cambio y aprendizaje social. A nivel de sus métodos destacan el desarrollo organizacional, el adiestramiento, la creación de programas, el couching y la consultoría; a nivel de investigación destaca la encuesta retroalimentada, el análisis de los procesos interaccionales y, en general, los sistemas de medidas de administración. Esto, como es de suponerse, contribuyó significativamente con nuevos sistemas teóricos, métodos operativos de investigación e intervención, y amplió los campos conceptuales y aplicados de desarrollo del campo “comunitario” en psicología, ya que ahora, la psicología comunitaria era también psicología de las organizaciones57. El tercer marco, denominado “de acción o cambio social”, resalta la desigualdad de la sociedad. Evidentemente, deben ampliarse los niveles de análisis de la psicología, sus objetos teóricos, y los métodos de trabajo, ya que es la sociedad la unidad central de estudio. El cambio está dirigido a la redistribución del poder partiendo de un compromiso con los oprimidos y la colaboración con los intereses sociales de los mismos. Las bases disciplinares para este desarrollo provienen de otras áreas de las ciencias sociales, que estudian más directamente las diferencias y características macro-sociales, pero que, como agregan las autoras, no se distinguen por desarrollar intervenciones al respecto. Así, la sociología, las ciencias políticas y la historia han proveído los elementos para el surgimiento de la misma. Mención aparte merece el trabajo social –conocido también en nuestro país como asistencia social- que además ha influenciado la “aplicación” de los sistemas teóricos aquí reunidos. Destacan como métodos de intervención el “desarrollo de comunidad” –en la línea de superación de las condiciones de pobreza, marginalidad, opresión, exclusión, de un colectivo social específico dentro del marco de una estructura social-, la incorporación de para-profesionales al trabajo, la potenciación del conocimiento social “de base”, y la formulación e implantación de políticas públicas y escenarios de desarrollo autónomos. La investigación, mayormente, aparece ligada a la aplicación, y se resalta el papel de la identificación de necesidades y de recursos para la “solución” a los problemas sociales. Este desarrolló contribuyó significativamente, durante los sesentas y setentas, a la incorporación de los análisis comprensivos de las estructuras del sistema social y del impacto que las condiciones sociales, económicas, políticas –y, en alguna medida, culturales- tenían sobre las comunidades58. Agregamos además que, al destacar la necesidad de parte de los profesionales de “analizar su posición socio-política” 57 Agregamos que, ese efecto contribuyó también a un reemplazo de la noción de comunidad por la de relación organizacional en torno a metas, tan propia de la psicología organizacional clásica. Al mismo tiempo, y a modo de denuncia o advertencia, las autoras mencionan el “olvido” de los factores económicos y políticos en torno a la aplicación concreta del marco en diversas problemáticas. 58 Sin embargo, y como aceptan las autoras, “los logros han sido pocos” (Serrano-García, I. & Alvarez, S., 1992). Los profesionales que trabajaron en base a este marco terminaron cooptados por agencias sociales gubernamentales y sus esfuerzos, si bien lograron desarrollos comunitarios a nivel local, estos perecieron al no poder lograr bases económicas propias, lo que eliminó la posibilidad del cambio social esperado.

Page 62: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

62

permanentemente, este marco termina por generar contradicciones irresolubles, respecto del impacto propuesto y del esperado, desperdiciando, además, buena parte de los recursos en ello. El cuarto marco, denominado ecológico, es quizás el más vigente y desarrollado pues cuenta con más apoyo ya que según como vimos en el apartado anterior ha sido identificado con el enfoque básico de la psicología comunitaria a nivel global. Su concepción tiene amplia difusión en Norteamérica, por lo que sus supuestos no difieren mayormente a los que ya hemos presentado. Es además, a nivel conceptual, es el más complejo ya que parte de supuestos biosociales, respecto de la interdependencia persona-ambiente en todos los niveles de la actividad humana, asunto que termina por convertirlo en el marco más versátil y generalizable presente en esta corriente (Serrano-García, I & Álvarez, S., 1992). La interdependencia está flanqueada por la congruencia entre la persona y su ambiente –destacando las capacidades de la persona respecto de las exigencias y oportunidades- y la continuidad –relevando el papel del pasado y del presente en torno a la posibilidad futura-, al mismo tiempo que resalta el tema de los recursos –pues toda unidad conducta-ambiente los utiliza y en el proceso los modifica- (cfr. Heller, K. & Goddard, P., en Martín Gonzáles, A., 1998). Esto, por supuesto, implica modificaciones de base a las metodologías de investigación e intervención, transformando el sentido de estas últimas. Así, la intervención ya no se entiende como una “incongruencia” entre la persona y su ambiente –lo que puede resultar en estrés y otras reacciones desadaptativas de las capacidades- sino que pone en relieve las formas de maximizar la relación, eliminando los efectos negativos de la misma. De esta forma, más allá de las capacidades y oportunidades de las personas están sus construcciones –producciones-, creencias y sentidos sociales. Al mismo tiempo, el cambio pasa a formar parte de las características “naturales” y “propias” de cada sistema social, por lo tanto, más que buscarlo, se debe orientarlo en su continuidad. Por lo mismo, más allá de las condiciones ambientales que en supuesta directa relación implican desadaptación y psicopatología, deben proporcionarse los elementos para que se desarrollen condiciones favorables de existencia de la díada persona(s)-ambiente; el medio social es un importante elemento a considerar en tanto se “modifica a si mismo como a las cosas que lo rodean de forma durable en el largo plazo”. Lo anterior, evidentemente, explica su actual ventaja respecto de los otros marcos conceptuales considerados, como mencionábamos al principio de párrafo. Sin embargo, la aplicabilidad interventiva del marco aún no logra el desarrollo esperado, nutriéndose de los desarrollo de otras corrientes59, orientando sus intervenciones a escenarios específicos, a lo que se suma “la dificultad para superar las bases

empíricas y positivistas [contradictorias con el modelo]” (Serrano-García, I. & Álvarez, S., 1992)

59 Esto nos hace pensar en la condición de “meta marco”, o de “supra” marco, capaz de instalarse, modificar o aportar sobre las condiciones y supuestos de los otros marcos que aquí se describen.

Page 63: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

63

El último marco descrito, el conductista comunitario, aparece durante los años ochentas en Estados Unidos, y utiliza los principios teóricos obtenidos en psicología del aprendizaje, pero manteniendo los supuestos respecto del cambio, la importancia de la prevención y la relación persona-ambiente de la corriente norteamericana. Se utiliza el condicionamiento clásico y operante en torno a la modificación de la conducta, resaltando el método experimental, la necesidad de objetividad, validez y confiabilidad en la aplicación y desarrollo de los instrumentos utilizados. En términos muy generales, Serrano-García y Álvarez (1992) mencionan que la reciente creación del mismo, y la aparente dificultad para adoptar una “ideología de

psicología comunitaria” (o para decirlo con otras palabras, la dificultad para entrar al campo reconocido de la psicología comunitaria, que existe más bien en un plano representacional que efectivo las mayoría de las veces), sumado a la intervención mayormente focalizada en grupos e individuos en torno a sus déficit, y “al

intrínseco menosprecio del conductismo” respecto de las habilidades sociales y políticas que permitan influir en sistemas sociales y comunitarios, hacen suponer que es este el marco más reducido aún en la corriente norteamericana60. Como es de suponer, no todos los autores que se han dedicado a un análisis de los principales sistemas teóricos y marcos conceptuales presentes en esta corriente coinciden en la demarcación y denominación de los cinco que aquí presentamos. Sin embargo la gran mayoría comparte que éstos están presentes de alguna forma, rescatando un conjunto de elementos que se reúnen en torno a ellos, y que permiten hablar de los puntos centrales que identifican los intereses de esta corriente, a saber; la necesidad de plantearse el tema del cambio, de fomentarlo, bajo una perspectiva que incluya el tema del poder en las relaciones sociales, las que se asumen en constante interdependencia social y contextual, relevando el papel del pasado, en la búsqueda de una situación ideal de funcionamiento del individuo y su comunidad (Heller, K. & Goddard, P., en Martín Gonzáles, A., 1998). Para lograrlo además, se pone en relieve la necesidad de investigar y evaluar de manera concreta los avances logrados y la integración “entre la práctica y la teoría” (y sus efectos), dentro de un marco ético de aplicación (Chinsky, J., en Serrano-García I. & Álvarez, S., 1992). Iscoe, de acuerdo a esta caracterización, supone una progresiva separación de campos; el de la enfermedad mental (o salud mental genéricamente entendida), el fortalecimiento del “sentido de comunidad” (o desarrollo comunitario), y el desarrollo de competencias (Iscoe, I., en Serrano-García, I. & Álvarez, S., 1992)

60 Nos permitimos, sin embargo, agregar que otra forma de verlo sería como desarrollo inicial de un marco conceptual propiamente tal; por ejemplo, que sus potenciales aportes se orientan muy bien respecto de la llamada “tradición de desarrollo de competencias” descrita por Alfaro (2000). Allí, sin duda, puede producirse una reagrupación de estos conocimientos que terminen por generar un marco más amplio y completo, que se sobreponga a las deficiencias estratégicas que destacan las autoras citadas.

Page 64: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

64

El estudio que hemos resumido como parte de esta descripción comprende mayormente, los desarrollos teóricos hasta finales de la década de los ochentas. A partir de ese período, en una revisión posterior Krause (1996) observa un “decaimiento del optimismo”, - además de la “ingenuidad frente a las posibilidades de

prevenir problemas psicosociales o de intervenir frente a ellos”- generado durante los años ochenta, un replanteamiento crítico. Así, aparecen conceptos como “empowerment” (empoderamiento social) y autoayuda. Con estos desarrollos, se amplía la visión de la psicología comunitaria, manteniéndose en amplio sentido la meta de mejorar la calidad de vida de las personas. Lo anterior refuerza la idea de Iscoe de que la tendencia general de la psicología comunitaria en esta corriente es de independencia respecto de áreas de aplicación (en Serrano-García, I. & Álvarez, S., 1992). Por último quisiéramos terminar con las palabras de Séller y Goddard (en Martín Gonzáles, A., 1998) respecto del enfoque que ha sido mayoritario; “el centro de atención ha sido el cambio individual, existiendo

significativamente menos investigación que se haya ocupado de la acción social y comunitaria... [Sin embargo] si bien hay en este país pocas tendencias que promuevan la planificación social y la acción grupal,

está comenzando a emerger un número notable de intervenciones de grupo, particularmente en relación con

los grupos de auto-ayuda y la participación ciudadana”, permitiendo una mayor involucración de las personas en la resolución de problemáticas sociales, al mismo tiempo que la flexibilización necesaria de la concepción profesional hacia tareas orientadas en la prevención, la promoción y la acción social. En síntesis, las características generales de esta corriente son:

• Un énfasis principalmente clínico, desde el punto de vista de las concepciones de la salud mental, a propósito de una reconceptualización de las prácticas médicas tradicionales respecto del cuidado de pacientes, orígenes y definiciones de la enfermedad, incorporando elementos de la dinámica comunitaria, y del conocimiento aplicado de la psicología en el abordaje de los mismos. Destaca, además, el hecho de que las bases conceptuales derivan de los campos de aplicación de la misma psicología en tanto ciencia aplicada al ámbito de la salud, estableciendo fuertes nexos entre “salud mental”, “psiquiatría” y “psicología clínica”, identificándola desde el inicio como una forma “interdisciplinar” de plantear el trabajo en salud (Krause, M. & Jaramillo, A., 1998)61. Al mismo tiempo, y como un factor preponderante en el desarrollo originario de la misma, destacan las políticas y cambios en las políticas públicas en torno a salud comunitaria, las que 61 Debe destacarse que inclusive en nuestros días la división 27 de la APA, que corresponde a la Society for Community Research and Action, considera como formas de psicología comunitaria tanto aquellos programas de perfeccionamiento comunitario –propiamente tales- como también clínico comunitario, si bien los reconoce como formas separadas. Considerando que la corriente norteamericana ha logrado un nivel de formalización que se traduce en programas académicos de perfeccionamiento desde los primeros años de encuentros entre psicólogos, este es un claro reflejo de la doble articulación que se da dentro de esta corriente (ver Luonsbury, D., Skourtes, S. & Cantillon, D., 1999)

Page 65: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

65

permitieron abrir el campo y las bases operativas –los emplazamientos físicos y las redes locales y formales asociadas- para el desarrollo de los posteriores marcos conceptuales (Tyler, F., 1984b).

• El importante fenómeno de formalización en tanto disciplina62, acuñando múltiples y diferentes definiciones para el término, desde aquellas que rescatan la “perspectiva de comunidad”, hasta otros que relevan, por sobre lo anterior, el compromiso interventivo específico con grupos determinados (Krause, M., en Baranda, B., Krause, Jacob, M., Alfaro, J. & Rozas, G., 1999).

• El permanente énfasis en la eficiencia en el abordaje de las soluciones, intentando desarrollar modelos teóricos y operativos que permitan un mejor abordaje desde el punto de vista psicológico –tanto a nivel de análisis, medición y evaluación de impacto logrado- (Krause, M & Jaramillo, A., 1998). Destaca, al mismo tiempo, la creación de diferentes orientaciones para cada marco conceptual, privilegiándose algunos por sobre otros, según sea la temática general a abordar (como es el caso del campo de las organizaciones, desde la perspectiva comunitaria que antes mencionábamos).

• La existencia de múltiples marcos conceptuales -hemos abordado aquí solamente los descritos por Serrano-García y Álvarez (1992)63- que interactúan entre sí, a nivel del trabajo académico, reflexivo y aplicado, estableciendo el avance de lo que se presenta como una disciplina de acuerdo a cambios de sistemas conceptuales en torno a modelos particulares. Al mismo tiempo, se destaca la creación de especialidades y medios de comunicación específicos, lo que agrega independencia e identidad a los desarrollos que dentro del área se generan. Los principios orientadores que determinan el desarrollo de la misma se acercan a la inclusión de la perspectiva y participación de los sujetos de la intervención, rescatando –e incluyendo en el análisis- las dinámicas sociales y la construcción cultural predominante en los mismos.

• Una tendencia progresiva a revisar los presupuestos que orientan los desarrollos, ampliando los campos conceptúales hacia otras áreas –más allá de la salud mental propiamente tal, como es el caso del desarrollo comunitario y la perspectiva ecológica y organizacional-, mediante la creación de métodos, conceptos y orientaciones genéricas, las que a su vez, permiten enriquecer el conocimiento acumulado en psicología (Krause, M. & Jaramillo, A., 1998; Heller, K. & Goddard, P., en Martín Gonzáles, A., 1998).

62 Krause prefiere referir una psicología comunitaria que nace institucionalizada, destacando la vinculación entre los cambios políticos que dan lugar a las tareas psicológico comunitarias en los centros de salud; “ la verdad es que no tuvo posibilidad de desarrollarse al margen de la institucionalidad [como] en otros países, sino que partió inserta en ella” (Krause, M., en Baranda, B., Krause, Jacob, M., Alfaro, J. & Rozas, G., 1999). La autora reconoce que desde ese origen ha ampliado sus horizontes de la forma que hemos expuesto. 63 Un análisis mas actualizado, si bien integrativo, de múltiples desarrollos específicos en diferentes países -entre ellos Estados Unidos- puede encontrarse en Martín Gonzáles (1998).

Page 66: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

66

1.4.2. La Corriente Latinoamericana Uno de los textos que ha tenido mayor importancia, en tanto emblemático, de esta corriente se denomina “Vidas Paralelas”, de la psicóloga Venezolana Maritza Montero (1994a)64. En él se destacan dos elementos relevantes; el primero, de carácter explícito, consiste en establecer una distinción entre los desarrollos que ocurren “al norte del Río Bravo” (es decir del lado norteamericano), de los que ocurren al sur del mismo, esto es, de fijar una frontera entre lo que ocurre en cada sector continental. La segunda, de carácter implícito, dice relación con el “paralelismo”, la comparación, como forma de establecer el “desarrollo”, los aportes y avances de la psicología comunitaria en este gran lado de la frontera. En torno a esta misma idea Enrique Saforcada agrega que el desarrollo de la psicología comunitaria en América Latina permite retroceder en la historia de la misma América Latina porque “justamente [su desarrollo] se apartó significativamente de las orientaciones

norteamericanas y las precedió. Sus fuentes iniciales fueron otras...” (en Montero, M., 2003). Y con esto se refiere fundamentalmente a que, por sobre todas las cosas, el inicio y desarrollo del lado sur del Río Bravo, tiene más que ver con los eventos que se sucedieron en las décadas de nuestro pasado reciente, que con formalizaciones disciplinares propiamente tales. Respecto de la génesis de la psicología comunitaria en América Latina, la autora nos dice que “resulta difícil

cifrar su origen en una fecha específica” (Montero, M., 1994a), pues su auge y desarrollo esta ligado a diversos procesos políticos y sociales, que durante la década del sesenta y los setenta, y luego en los ochenta, dinamizan la actividad académica, la vida social, y, en mayor o menor forma, a la América Latina toda. O, más bien, el interés de los profesionales que le dan vida y dinámica, suele estar asociado al “tenor de los tiempos” con los que se suele identificar la América Latina de los años sesenta y setenta. Al mismo tiempo, como nos aclara Montero, “es una excepción a la regla de la dependencia científica que ha marcado a

la psicología y a las ciencias en general, hecha en nuestra parte del continente, [pero] por otra [parte] ha

mostrado, hasta hace muy poco, bastante lentitud en la sistematización y difusión de sus hallazgos (Montero, M., 1994a). En efecto, y como detecta la misma autora, el estallido de publicaciones y conferencias acerca de la psicología de comunidades, la intervención comunitaria, y la historia y desarrollo de la misma es reciente, iniciándose las principales revisiones desde el año 1991 a la fecha (Montero, M., 1994a).

64 Puede afirmarse con bastante certeza que esta autora resulta fundamental tanto en la corriente que aquí reseñaremos, como en su papel de relatora y sistematizadora de la misma desde principios de la década de los ochenta.

Page 67: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

67

Un primer elemento que resalta de esta corriente, es su necesidad por modificar las tendencias generales del desarrollo de la psicología clásica, respecto de las demandas de la realidad del continente. “La necesidad

teórica, metodológica y profesional de hacer una psicología que respondiese a los problemas urgentes de las

sociedades latinoamericanas” (Montero, M., 1994a). Por lo mismo, se hizo necesaria la revisión crítica de los aportes de modelos y sistemas teóricos importados, que en su aplicación no respondían adecuadamente a las características de los sujetos ni de los problemas que se planteaban (Alvarado, J.L., Garrido, A. & Torregrosa, J.R., 1996). Esto último se genera en paralelo a la crisis de la psicología social que se venía detectando desde hace tiempo65, y que terminó por permear la práctica de los profesionales interesados en ampliar las prácticas de intervención psicológica respecto de problemáticas sociales (Souza, F. & Aguilar, M., 2002). Las palabras de Gerardo Marín (1980) son claras respecto de los cambios que ocurrían a nivel latinoamericano; “Si se fuese a

caracterizar la psicología social de los últimos años [sesentas y setentas] habría necesariamente que incluir

dos palabras; crisis y evolución”66. La crisis se manifestó a través de la preocupación de los psicólogos sociales por la relevancia de sus principios orientadores de la disciplina, de las metodologías utilizadas y por la relevancia del carácter científico en torno a los temas abordados; tanto por su incapacidad para plantearse prioridades en términos de soluciones, como en el aislamiento de la misma en relación a otras ciencias sociales (Marín, G., 1978 y 1980; Santiago, L., Serrano-García, I. & Perfecto, G., 1983). Y la evolución implica el proceso de salir del laboratorio (y del modelo del experimento y sus variables), hacia temáticas abordadas

65 Para ahondar en lo que se ha denominado “crisis de la psicología social” en América Latina, puede revisarse el texto de Maritza Montero al respecto (Montero, M., 1993). Baste con afirmar aquí que en la lectura histórica existe un período de crisis dentro del ejercicio de la psicología social luego de que ésta se ha afincado y consolidado en el que el carácter de las producciones comienza a ser sometido a análisis crítico en función de su relevancia y significación social en las sociedad específicas de América Latina. Esto permite, a su vez, una fase de desarrollo propio posterior evidenciable en las producciones de principios de los ochentas en las que el análisis político, los elementos psicológicos (constructos psicológicos) y los sociológicos que ligan al individuo con el contexto social en donde existe y se desarrolla, y la necesidad de producir modelos comprensivos e interventivos en las difíciles realidades locales son características determinantes (cfr. Montero, M., 1993). Quizás la producción más conocida en este sentido sea la de Ignacio Martín-Baró en términos de producir una psicología social liberadora a partir del estudio de la acción social en tanto determinada por la ideología (Martín-Baró, I., 1988; Asún, M., 2002). Si bien, no se trata de un fenómeno homogéneo, puede englobarse bajo estos parámetros, reconociendo al mismo tiempo la importancia de los trabajos desarrollados desde mediados de la década del cincuenta en el subcontinente en torno al desarrollo comunal, y a los desarrollos políticos y sociológicos que se dan en la región (a los que dedicamos un importante segmento en el siguiente capítulo) 66 Domingo Asún (en Olave, R. & Zambrano, L., 1993) realizando un análisis retrospectivo del desarrollo latinoamericano de la psicología comunitaria a partir del debate crítico en torno a la psicología social durante los años 80, destaca la existencia de dos posturas polares (entre las cuales existiría un continuo de múltiples formas intermedias); la postura de la “Escuela de Sao Paulo” de reconstruir completamente de nuevo a la psicología social y su paradigma orientador, con elementos de filosofía y epistemología marxista; y la postura “Venezolana” que replantea la validez de los conceptos ya existentes a partir de la revalorización del contexto histórico y social propio de América Latina. Esto, y como se podrá notar más adelante, da origen a sendos debates en torno a la “psicología comunitaria” y a la “psicología política”, lo que permite explicar por qué muchas veces ambas son inseparables entre sí –especialmente en el desarrollo propio de esta corriente. Sirva lo anterior además como una hipótesis para comprender algunas de las diferentes posturas que analizaremos en los párrafos siguientes.

Page 68: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

68

en terreno, considerando elementos de relevancia social e histórica, como el poder, las clases sociales, las dinámicas macro sociales, la estructura social, la participación, los problemas intergrupales, la ideología y la identidad, entre otros (cfr. Marín, G., 1980; Santiago, L., Serrano-García, I. & Perfecto, G., 1983; Montero, M., 1993; Souza, F. & Aguilar, M., 2002). Lo anterior, sin embargo, no descarta el “espíritu científico”, sino que supone una evolución del mismo hacia nuevos límites de su labor (Montero, M., 1993). A partir de estos planteamientos se genera un proceso en el cual los esfuerzos se concentran en el desarrollo de nuevas perspectivas de explicación psicosocial de acuerdo al contexto político social de los individuos y sus grupos al tiempo que se asume una nueva posición profesional frente a ellos. En concreto esto supone que psicología política, psicología social, psicología comunitaria y el desarrollo de las llamadas técnicas cualitativas tengan un importante impulso reconceptualizador en América Latina (Montero, M., 1993; 2004)67. De este modo, aparecen tres formas de evolución en los temas que nos interesan; la tecnología social68, la psicología social aplicada y la psicología social comunitaria, las que posteriormente darán origen a diferentes enfoques y marcos conceptuales –propiamente tales- dentro de la corriente (Marín, G., 1980; Álvarez, S. & Serrano-García, I., 1992)69. En este punto el asunto se complica, ya que respecto de los nombres que hemos utilizado no existe acuerdo del todo. Muchas veces se utiliza el nombre psicología social comunitaria para hacer notar a una forma de trabajo en psicología social aplicada a la problemática y estudio de comunidades, y otras, se la utiliza como nomenclatura de la psicología comunitaria universal en su expresión local Latinoamericana. Lo cierto es que, por sobre las dudas que queda, el término “psicología social comunitaria” suele utilizarse con mayor frecuencia para, producto de lo que hemos ya revisado al respecto de esta corriente, diferenciar los desarrollos norteamericanos, con enfoque fundamentalmente clínico de base –como ya hemos comentado en este mismo apartado-, de la tendencia general referida aquí respecto de un origen relativamente continuo con 67 Se trata, por cierto, de un fenómeno de enorme sincronía en toda la América al sur de Estados Unidos, con posturas que van desde la concepción de psicología social de Ignacio Martín-Baró (ver 1988), de psicología social aplicada de Wiesenfeld y Sánchez (1994b), hasta otras posturas más técnicas respecto de la intervención social como las que veremos a continuación. Esto permite, en parte, comprender las múltiples confusiones en torno a la verdadera dimensión de la especialidad comunitaria dentro del intenso proceso de reconceptualización y generación de identidad profesional de esta corriente. Para mayor detalle sobre la especialidad comunitaria dirigirse a Montero (2004). 68 La definición más usada y comentada de tecnología social es de Luis Escovar, refiriéndose a su principal exponente, Jacobo Varela; “Concibe la disciplina en términos del diseño de soluciones a problemas sociales, y la clave de esas soluciones reside en la eficiente combinación de sistemas de técnicas prestadas de distintos campos” (Escovar, L., 1979). Es decir, la solución técnica a modo de heurístico, de conflictos mediante métodos y técnicas multidisciplinares. El mismo Varela se justifica, producto de su formación en ingeniería; “El ingeniero, al comenzar su trabajo, empieza analizando el problema, y luego aplicando la teoría como para intentar una solución. A veces lo que haya no es útil para solucionar el problema, pero en este segundo problema busca diferentes condicionantes cuáles son otros descubrimientos que también pueden ser empleados para resolverlo” (Varela, J., en Marín, G., 1981) 69 Una excelente descripción de las posiciones –y opciones- en torno a las características que tomaría la psicología social aplicada a las temáticas aquí mencionada puede encontrarse en Wiesenfeld y Sánchez (1994b).

Page 69: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

69

la tradición en psicología social (Marín., G., 1980). Además, retomando la caracterización, se resalta el énfasis de análisis interaccional del cambio social desde las perspectivas de la psicología social, complementadas con aportes de otras áreas, tales como la educación, la sociología, la historia y la antropología, entre otras. Se fija, entonces la labor del psicólogo comunitario como un “catalizador para la

transformación social de las estructuras sociales cuyo resultado final es la desmitificación de la ciencia y el

fortalecimiento de la comunidad” (Marín, G., 198070). Aparece así una visión muy radical que reúne, como forma de la psicología, objetivos más amplios que los que comúnmente se planteaban, intentando “renovar” a la disciplina (Montero, M., 1980; 1982; 1984; 19942; 2004). Así, los fundamentos de esta perspectiva macro, que estaba muy presente en los primeros trabajos sobre el tema (por ejemplo; Serrano-García & Irizarry, A., 1979; Escovar, L., 1979 y 1980, Rodríguez, A., en Marín, G., 1981) van dando origen a esta corriente, resaltando el papel de la transformación social como objetivo último del trabajo. Evidentemente, esta idea, no aparece sola, ni es solamente propiedad de los psicólogos sociales. Hacía bastante tiempo, como ya mencionábamos, grupos de profesionales de las ciencias sociales y afines, estaban creando metodologías y teorías generales que permitieran comprender e intervenir en la realidad para transformarla. Dentro de este conjunto de autores figuran, con especial importancia, Paulo Freire, y la educación popular; Orlando Fals Borda y la sociología militante y las acciones de transformación cultural; Karl Marx, Federico Engels y la teoría social marxista; Enzo Falleto, Osvaldo Sunkel y Fernando H. Cardoso –entre otros- con los aportes teóricos de la dependencia económica, y otros desarrollos latinoamericanistas71; la teología de la Liberación y el movimiento cristiano liberacionista Latinoamericano; Kurt Lewin en torno a la investigación acción; Thomas Berger y Peter Luckman, y los desarrollos sociopsicológicos en torno al interaccionismo simbólico, y algunos exponentes de filosofía fenomenológica y etnometodológicas (cfr. Montero, M., 1994a; 2004; Serrano-García, I & Álvarez, S., 1992; Marín, G., 1980; Sánchez Vidal, A., 1996;

70 En estricto sentido, esta visión radical de Gerardo Marín, corresponde a lo que Alfaro, parafraseando a Rappaport, ha denominado “Tradición de Amplificación Sociocultural” (Alfaro, J., 2000) Una comparación de estas definiciones puede encontrarse en Morales (1992) 71 Al respecto puede revisarse el siguiente capítulo, y la revisión de dichas producciones –su origen y su influencia- dentro de la evolución del contexto histórico de América Latina en Bielschowsky (1998); estas producciones se pensaron como reacción teórica a la tesis corriente en esa época de que “se estaba gestando en la región una burguesía nacionalista potencialmente comprometida con un patrón de desarrollo que justificaba una alianza con la clase trabajadora y que podía conquistar la hegemonía política”. Al igual que en los desarrollos psicológico comunitarios latinoamericanos, la dinámica interna de las relaciones sociales visualiza a los sectores populares, marginales (pobres), enfrentados a una situación de desprotección (dependencia, subdesarrollo) frente al poder dominante (internacional en su expresión nacional), estableciendo la dinámica polar que la cruza, al menos en su primer período (es decir, sus inicios).

Page 70: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

70

Hombrados, M., 1996; León, A, Montenegro, M., Ramdjan, N & Villarte, I. 1997; Sánchez, E & Wiesenfeld, E, 1995). En términos muy generales, si bien todos los referentes teóricos y filosóficos antes mencionados aportan de especial manera a la particular forma de comprender los fenómenos comunitarios dentro de esta corriente, tres de ellos destacan de sobremanera, tanto a nivel de las referencias directas e indirectas en los desarrollos producidos –sobretodo en lo relativo a conceptos y métodos-, como a nivel de las conexiones que existen entre estos referentes y la situación a la que se enfrentaban los incipientes psicólogos comunitarios latinoamericanos. El primero de ellos es Orlando Fals Borda, un sociólogo colombiano, que se interesó en el desarrollo de comunidades pobres (es decir, en el llamado desarrollo comunal). Para lograr esa meta, propone algunos elementos que resultan claves; el reconocimiento del conocimiento popular (o comunitario), como una lógica que debe ser integrada en el trabajo, al punto de convertirse en ella misma la gestora de las “soluciones” (o desarrollos). La participación resulta fundamental, y por lo tanto, la desprofesionalización72 se hace una necesidad frente a las posturas clásicas. Al mismo tiempo, y asumiendo que en la comunidad existen dinámicas que en conjunto son capaces de producir cambio, se entiende que ese cambio tiene directa relación con el conocimiento y la cultura que esa comunidad ha generado y mantiene. El cambio, entonces, es antes que nada “socio-cultural” (cfr. Fals Borda, O., 1961). La acción que se realizará, según la propuesta de Fals Borda (1961), tiene algunos principios claves; el de “catálisis social”, el de “autonomía del grupo”, el de “priorizar”, el “principio de las realizaciones”, y el de los “estímulos”. El primero corresponde el “proceso de cambios que se desarrollan por virtud de la presencia real

de portadores de cultura activos en medio de un grupo”, para que las prácticas culturales no requieran de estímulos para continuar siendo reproducidas (Fals Borda, O., 1961). Estos “portadores” tienen, además, la función de hacer manifiestas las nuevas necesidades que van apareciendo, para que luego lleguen a conformar hábitos, estabilizando así los cambios alcanzados73. El segundo principio, de autonomía, supone que “las personas [de la misma comunidad] realicen las acciones”, pues “aunque ellas aparenten

impreparación, tienen todas las potencialidades” para desempeñarse en los temas en cuestión (Fals Borda, O., 1961). De esta forma, la participación y la democracia (y el reconocimiento de los actores y partícipes de una comunidad) queda establecida como condición necesaria para que el cambio –esperado- ocurra.

72 A propósito de la desprofesionalización recordamos que Orlando Fals Borda es un reconocido exponente del movimiento que se ha denominado Sociología Militante, que resalta el compromiso popular por sobre la asepsia teórica, descartando de plano la Objetividad como filtro relacional a la hora de intervenir sobre un objeto social. 73 Como dato, agregamos que es desde esta suposición en donde se inicia la formación de “especialistas de campo”, o paraprofesionales –aunque la terminología profesional no sea del agrado del autor- (Fals Borda, O., 1961).

Page 71: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

71

El siguiente principio, evidentemente, implica que cada comunidad debe reconocer y declarar por sí misma sus “prioridades”; queda el profesional, entonces, en una posición de acompañante, de mediador, lejos de la de “guía”. Es por esto que “las autoridades o los promotores pueden pensar honestamente y aún descubrir

técnicamente que la comunidad debe encarar determinado asunto primero, cuando en realidad ella [la comunidad] piensa distinto” (Fals Borda, O., 1961). Se implícita aquí que es “la” comunidad la que piensa, y piensa a través de sus múltiples partícipes, y entonces, todos ellos deben pensar como comunidad. El “principio de realización” es fundamental, ya que fija la meta, el fin, más allá de las obras materiales; “el fin de

la acción comunal es el desarrollo de conciencia de la unión, de la cooperación y del espíritu de servicio” (Fals Borda, O., 1961). Ello no descarta los progresos tangibles, que son necesarios, y que ayudan a generar confianza con los promotores o encargados. Y por último, el quinto principio, “de los estímulos”, supone que deben existir estímulos para que el proceso avance en el tiempo y la forma esperada, debiendo aplicarlos en momentos y lugares estratégicos. Como es posible apreciar, lo que propone Fals Borda es un conjunto de orientaciones a la práctica, más no un método. Destacan algunos elementos significativos tales como el “compromiso”, que diferencia a la acción del “profesional” de la del “mediador”, potenciado un proceso de progresiva autonomía e independencia, desde un punto de vista tanto social como psicológico. Pone, además, especial énfasis en diferenciarse de la beneficencia en la propuesta de desarrollo comunal, si bien no queda cerrada la posibilidad de aplicar estas orientaciones a diferentes temáticas o problemas. En último caso, y como el mismo Fals Borda dice, la meta final es la cohesión y la conciencia, que es entendida como un cambio socio-cultural. En paralelo se genera otra de las características que son definitorias de la psicología comunitaria a la que nos referimos: la diferenciación entre “externo” e “interno”; el “promotor” es externo, y los miembros, partícipes, son “internos”. Para que exista entre ambos una correcta relación, entonces, hay que promover la participación del proceso. Lo anterior sentó las bases para una lectura renovadora de lo que Kurt Lewin llamó “Investigación Acción”74, es decir, el desarrollo de la investigación-acción participativa o IAP (Jiménez-Domínguez, B., en Montero, M., 1994a, Marín, G., 1980, Martín-Baró, I., en Montero, M., 1981; Montero, M., 2002i). El papel que dicha forma de investigar una realidad tiene dentro de la corriente es sumamente relevante, y desde él es posible comprender algunas de las características particulares que son atribuidas a esta

74 La acepción de Lewin estaba caracterizada por un modo de investigar conducente a la acción social en torno a problemáticas específicas en conjuntos sociales pequeños o grandes. (Lewin, K., en Montero, M., 1994c). Para una revisión más ampliada de los usos y definiciones de la investigación acción y la investigación participativa puede revisarse Maurer y Sawaia (en Montero, M., 1991), Jiménez-Domínguez (en Montero, M., 1994), Bacigalupe (1986), y, con mayor actualidad, Durston y Miranda (2002), entre otros.

Page 72: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

72

corriente75. La investigación acción participativa “está marcada por un sentido liberador que la apartará de la

relación conservadora con la investigación tradicional, transformándola en un tipo de investigación social con

base empírica que es concebida y realizada en estrecha relación con la acción o con la solución de un

problema colectivo y en el cual los investigadores y los participantes representativos de la situación o

problema están involucrados de modo cooperativo o participativo” (Thiollent, M., citado en Montero, M., 1994c). Su auge se explica, entre múltiples otros referentes, por la manifestación de movimientos populares por toda América Latina durante los 70, incorporando, a nivel de prácticas aplicadas en ciencias sociales, el tema de la incorporación del conocimiento popular al desarrollo reflexivo, comprensivo o explicativo del conocimiento científico76 (Montero, M., 1994c; Lane, M. & Sawaia, B., en Montero, M., 1991). Lo anterior abre camino a una de las principales características de esta corriente, a saber, el compromiso científico con los sujetos de intervención, predilectamente mayorías populares (Martín-Baró, I., 1998, Serrano-García, I., en Sánchez, A., 1992). Supone, al mismo tiempo, una crítica al enfoque positivista, y una revisión del reduccionismo metodológico de las clásicas formas de investigar la realidad en torno a problemáticas sociales específicas –como el caso de encuestas y de diseños experimentales-, privilegiando la intervención que finalmente desea producir cambios en lo que investiga y la devolución de información como base del proceso, para que las personas involucradas puedan aprender colectivamente y por lo mismo, transformar su situación de vida. (Montero, M., 1994c, 2002f, 2002i). A modo de resumen, la IAP tiene los siguientes pasos;

(a) Determinación del problema y de la estrategia a seguir en su solución, por la comunidad e investigador(es) externo(s)

(b) Acción investigativa-interventiva conjunta por parte de investigadores externos e internos de la comunidad. Uso de diversidad de técnicas (cualitativas y cuantitativas)

(c) Transformación de directrices, discusión, reestructuración durante la acción investigativa-interventiva. (Tomado de Montero, M., 2002i, Cfr. Aubel, B. & Dalla-Porta, M., 1993)

Un reconocido sistematizador de ese sistema de investigación es Paulo Freire, justamente el segundo de los referentes que antes mencionábamos (Lane, M. & Sawaia, B., en Montero, M., 1991). Freire es un educador de origen Brasilero que desarrolló lo que se la denominado “educación popular”. Ella consiste, en términos muy generales, en una forma de conceptuar el proceso educativo como una forma de “liberación” de aquellos 75 Al punto de que resulta frecuente la confusión e intersección (o reducción) en la bibliografía entre acciones y técnicas de psicología comunitaria e investigación acción propiamente tal. 76 En este punto es interesante el comentario de Lane y Sawaia; “La investigación participante no tiene una única forma de definirse [...] Por un lado ha sido aplaudida entusiastamente por los movimientos populares, por los sindicatos, los intelectuales y por la iglesia que ven en ella una alternativa de investigación comprometida con la transformación social. Por otro lado, sufre acerbas críticas de intelectuales e investigadores de movimientos de izquierda y de instituciones que denuncian su conservadurismo y niegan su valor científico” (en Montero, M., 1991; ver también Vio, F., en Vejarano, G.,1983).

Page 73: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

73

que son oprimidos por sobre sus opresores (Freire, P., 1970). Esta liberación se produce, en la propuesta freiriana, mediante la toma de conciencia de la condición de existencia de un sujeto en su relación a otros, es decir, en el colectivo social77. En una línea muy similar a la propuesta marxista, para Freire, el acto de conocer, de aprender, es un acto político de enorme trascendencia, pues implica la transformación del hombre, y por lo mismo, supone la apertura de nuevos espacios de lucha y de desarrollo (Varela, H., en Freire, P., 1984). El conocimiento proporciona a los hombres la capacidad de analizar su propia historia, su presente y su pasado, y, mediante un educador –similar al promotor que antes mencionábamos- la toma de conciencia se inicia a través de la alfabetización y el diálogo78. Las otras formas de educación –formales y tradicionales para Freire (1984)- son formas de opresión (dominación), ya que ocultan al hombre la capacidad para transformarse a sí mismo, para poder, en inicio, pensar distinto y actuar en consecuencia, generando un proceso similar a la “domesticación” en donde se “controla el pensamiento y la acción conduciendo a los

hombres a la adaptación al mundo” (Freire, P., 1970). Se cierra así la posibilidad crítica –y por ende, transformadora, o revolucionaria, en palabras de Freire-, del pensamiento social de los hombres, eliminando la posibilidad de “un mundo cada vez más humano”79 (Freire, P., 1970). Aparecen en Freire, al mismo tiempo que en Fals Borda, la importancia de la liberación del pensamiento reflexivo de las comunidades como parte significativa del proceso de cambio y transformación, con especial

77 Una explicación más detallada de la propuesta de Paulo Freire puede encontrarse en “Pedagogía del oprimido” (1970), y en “La importancia de leer y el proceso de liberación” (1984). Vale la pena comentar que el término utilizado por Freire es el de “educación liberadora” (ver Freire, P., 1970; 1972; 2002). Sin embargo, la importancia de sus planteamientos, sumados a su pertenencia a una intensa red de intercambio a nivel latinoamericano (tanto en instituciones formales nacionales e internacionales como en movimientos de Iglesia y frentes revolucionarios) lo sitúan a el como el principal autor asociado a esta línea. Debe considerarse que aquí hemos aglutinado los planteamientos genéricos de estos referentes del mismo modo que las reconstrucciones sobre la psicología comunitaria lo han hecho a propósito de la tesis en torno a la toma de conciencia crítica. Algunas diferencias en los usos, perspectivas y usos propios del desarrollo nacional en estas líneas serán profundizadas en el siguiente capítulo. 78 Para evitar confusiones aclaramos que cuando decimos alfabetización nos referimos, fundamentalmente, al proceso de educar en el sentido Freiriano. Allí su uso no ha estado exclusivamente asociado a enseñar a leer. Sin embargo, el uso que Freire dá a dicho concepto se relaciona con aprender a leer, tanto porque en la situación que enfrentaba buena parte de la población de Brasil no sabia leer ni escribir, como porque, para Freire, el aprender a leer, es también aprender a construirse, a producirse, en un sentido social de comunidad, y en donde “nadie se libera solo ni nadie libera a nadie; los hombres se liberan en comunión” (Freire, P., 1970). 79 En este punto Freire compara su visión de la educación con la orientación “biófila” –contrapuesta a la “necrófila”- descrita por Erich Fromm en su libro “El Corazón del Hombre”. Debe recordarse que Freire desarrolla parte de su propuesta en estrecha vinculación con el trabajo de organismos internacionales interesados en propuestas de desarrollo comunal, al mismo tiempo que se reconoce la influencia de los movimientos de iglesia –y en particular su vinculación con las comunidades eclesiales de base. Debe recordarse que la principal obra de Freire –la pedagogía del oprimido (1970)- es producto de su reflexión en su estadía en Chile junto a otros profesionales bajo las propuestas del gobierno Demócrata Cristiano de Eduardo Frei Montalva –específicamente dentro del cuerpo de profesionales colaboradores en torno a la reforma agraria, la educación de adultos y al desarrollo de comunidades rurales, experiencia que se complementaba con su cercanía a movimientos políticos y sociales en camino al acceso al poder (ver Freire, P., 2002). Volveremos sobre este tema en el siguiente capítulo.

Page 74: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

74

énfasis en el resguardo y desarrollo de la autonomía80. Freire, sin embargo, desde su condición de educador, pone especial énfasis en la relación que debe existir entre el educador y el educando, la cual no debe ser verticalista orientándose a la posibilidad de recrear el mundo a la vez que este es aprehendido. Pone énfasis, también, en la transformación del mundo, como resultado de esa toma de conciencia reflexiva y crítica. El tercer referente, ya de un carácter histórico fundamental en la historia de América Latina, lo conforma la Teología de la Liberación81. Este movimiento cristiano, que tiene múltiples representantes por toda América Latina, se caracterizó por proponer una forma diferente de entender (y renovar) el compromiso con las personas –el pueblo- de parte de la Iglesia Católica82. El siguiente cuadro, adaptado de Blanco (1994), nos remite a algunos de los puntos esenciales que nos interesan para caracterizar sus propuestas:

TABLA II: ESQUEMA COMPARATIVO DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN Teología de la Liberación Teología Clásica

Fe comunitaria Vs Fe intimista Fe liberadora Vs Fe alienante

Orden histórico Vs Orden Natural Solidaridad Vs Egoísmo

Pecado social Vs Pecado individual Productos humanos Vs Designio divino

Liberación Vs Opresión Sacramento de la liberación Vs Sacramento del orden

Opción por los pobres Vs Neutralidad Oprimidos Vs Opresores

Concientización Vs Determinismo Religiosidad popular Vs Religiosidad oficial

De allí podemos rescatar tres elementos que nos resultan significativos. El primero tiene que ver con un énfasis comunitario en las prácticas de la iglesia, que debe optar, preferencialmente, por los más pobres y excluidos, para que, a través de sus propias acciones y productos sean ellos mismos quienes logren realizar el designio de Dios, esto es la utopía cristiana, que ya no será “el reino de los cielos” si no que “el reino de los

hombres” transformado, liberado en comunión (cfr. Villegas, B., 1982). Por lo mismo, las acciones de la Iglesia –y de sus representantes- ya no serán orientadas siempre hacia los que pecan, en el sentido abstracto y

80 Son quizás estos aspectos, ligados a la tremenda importancia política que estos personajes tendrán desde los primeros años, los que más han influenciado el pensamiento social de los profesionales de América Latina. Es por este motivo que hemos preferido mencionar solamente a ambos, sin dejar de reconocer el aporte de otros teóricos de enorme significatividad como Ezequiel Ander Egg e Iván Illich, entre muchos. 81 En estricto rigor esta denominación suele tener múltiples referentes. Otros de los más comunes son “iglesia de los pobres en América Latina”, “Cristianos por el Socialismo”, “Movimiento en torno al Concilio Vaticano Segundo y el Documento de Puebla” entre muchos otros (ver Lyon, J., Bolton, R., Puga, M. y otros, 2000). Los hemos abordado aquí, de manera genérica, en torno a la teología de la liberación y sus presupuestos principales. 82 En adelante toda referencia a la Iglesia debe entenderse como referencia a la Iglesia Católica. Lamentablemente no ha sido posible estimar la involucración de otras religiones en los desarrollos que este documento considera.

Page 75: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

75

culpabilizador del “pecado original”, sino sobre los que están oprimidos y alienados en el orden social existente. Así mismo, la historia aparece como un elemento significativo a la hora de comprender como “las

cosas están como están” (CELAM, 1979). Estas propuestas, claramente, implican una “politización” de la iglesia, que para los representantes de este movimiento resulta necesaria para crear una nueva identidad cristiana; “[...] la construcción de una nueva

identidad liberadora, teológico política, plantea un cuestionamiento a las concepciones tradicionales de la

política y el desafío de elaborar una nueva concepción y una nueva práctica política” (Castillo, F., 1986). Esa nueva identidad supone que el nuevo “sujeto” –histórico y activo- de la política es el pueblo, que poco a poco va constituyéndose en sujeto histórico pues no lo es desde el inicio83 (Castillo, F., 1986). Se trata, entonces, de “una revolución teórica” que “se hace desde la praxis política y para la praxis política y para la praxis

política de la constitución del Reino de Dios en la Tierra” mediante la movilización de diversos actores ligados al quehacer cristiano comprometidos con la lucha a favor de los oprimidos (Santiago, L., Serrano-García, I. & Perfecto, G., 1983). Ese proceso de cambio social –entendida como transformación histórica- es la meta de la liberación, la cual se logra, si bien no existe total acuerdo respecto del mismo, mediante el proceso de “concientización”. Este último concepto es fundamental, pues está presente en la postura de Paulo Freire –quien, por cierto, desarrolló parte de su pensamiento en las Comunidades Eclesiales de Base, identificadas con la Teología de la Liberación Latinoamericana-, y en múltiples otros desarrollos que intentaremos resumir aquí. Comúnmente la concientización ha sido entendida, desde el punto de vista cristiano, como una forma de evangelización del pueblo, en torno a sus condiciones históricas particulares, para que, mediante la toma de conciencia, logren el proceso de liberación que les permitirá realizarse en la obra de Dios, que es también la Obra de los hombres para con una nueva sociedad84. El proceso implica que los pobres, en este caso, ya no son objetos si no sujetos de la teología. Desde el punto de vista de la investigación acción, a la que antes referíamos, y que comparte aspectos de este asunto, la Concientización es “entendida como el producto de la acción educativa

83 Aclara Fernando Castillo (1986), que ese cambio “no es algo que viene dado desde fuera al mundo popular, por una elite lúcida, consciente y científica, sino que es algo que el pueblo mismo debe crear desde sus propias prácticas y realidades”. Identificamos así, un énfasis en la “desprofesionalización” del saber y en la relevancia de la realidad popular a intervenir, pero queda en el aire la tensión, posiblemente contradictoria entre los “expertos” externos –similares a los intelectuales orgánicos- presentes en algunos desarrollos de psicología comunitaria, y los sacerdotes compenetrados en su labor cristiana de la teología de la liberación. 84 Las polémicas no se han hecho esperar; es evidente la cercanía entre la doctrina del materialismo dialéctico y la opción liberadora aquí descrita. Al respecto pueden encontrarse análisis actualizados en torno a este asunto en Internet y en bibliografía específica. En el ámbito de la psicología, el análisis más lúcido es el de Sawaia y Lane en Montero, M. (1991).

Page 76: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

76

en la cual educando y educador se reeducan” (Sawaia, B. & Lane, M., en Montero, M., 1991)85. Esta última proposición es fundamental para no suponer una barrera verticalizante entre externo -lúcido y liberador- e interno -oprimido y “por liberar”. Allí subyace la posibilidad de crear y recrear conocimiento y acción que generen conciencia, en la cual la reflexión para la acción política organizativa y transformadora, resulta fundamental en la liberación de aquellos intereses que oprimen y mantienen a cierto colectivo en su actual situación –sea esta miseria, pobreza, exclusión, marginación u otra-, pues “la estructura económica y la

superestructura ideológica se infieren en momentos dialécticos de la totalidad concreta” (Sawaia, B. & Lane, M., en Montero, M., 1991b). Aparece otro concepto fundamental; la ideología, la cual es entendida, básicamente, como un “velo” que impide la organización de las necesidades de una comunidad o grupo social86. En palabras de Montero (1991a);

“Es la ideología la que permite que una mujer joven de 23 años, con cinco hijos menores de 7 años, que vive en una humildísima vivienda (en parte de bloques, en parte de materiales de desecho), colgada de un cerro, de reducidas dimensiones [...], desprovista de casi todo lo esencial, responda a una pregunta sobre cuales son los problemas del barrio, después de pensarlo bastante, diciendo que no los hay, que todo está bien como está, pues tiene un techo bajo el cual cobijarse y su marido esta trabajando”

De esta forma, la “problematización” de la situación lleva a un cuestionamiento de la realidad, es decir a producir conciencia87, que es tal siempre en un nivel social significativo, como lo es la comunidad. Allí, la identificación de necesidades para la búsqueda de soluciones y acciones orientadas a su transformación, en torno a una práctica participativa, que identifique los problemas sociopsicológicos presentes como dificultad y resistencia dentro de un colectivo, son parte de la identidad práctica de la investigación acción participativa en la desideologización comunitaria (Montero, M., 1991a; Sawaia, B. & Lane, M., en Montero, M., 1991). Evidentemente la experticia y el saber profesional de la psicología, especialmente de la psicología social en tanto referente privilegiado, se abren camino en el campo de la intervención de comunidades. Un ejemplo de esto es la lectura en torno a identificación de necesidades, minorías activas y proceso de conversión y desideologización que Montero (1991a) realiza a partir del ejemplo dado; la crítica reflexiva y participativa da

85 Y aclara Montero; “entendida no como instalación de conciencia en quien [quienes] no la tiene [tienen], sino como proceso producido por la reflexión de los actores sociales, que mueve y transforma las formas de conciencia previas”, intentando precisar que el núcleo de la Concientización no reside en la relación interventor-intervenido, sino fundamentalmente, dentro de las posibilidades del sujeto de replantear sus circunstancias de vida (Montero, M., en Martín Gonzáles, A., 1998). 86 Noción diferente y contrapuesta a la de Ideología como sistema organizador de ideas, creencias y valores, en una determinada sociedad o colectivo social (ver Montero, M., 1991). 87 Y en este punto la conciencia tiene que ver con la “captación individual o grupal de la ideología dominante” (Serrano-García, I., en Montero, M., 2003). El efecto de dicho proceso es (a) la sumisión, (b) la crítica integradora, o (c) la crítica liberadora, privilegiándose en este sentido esta última. Valga aquí una referencia al poder de acción que dicho proceso involucra desde la perspectiva de la implicación de las personas dentro de la dinámica social.

Page 77: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

77

origen a respuesta de un grupo organizado, que en sus inicios no reconoce el poder social transformador que posee –desarrollando estrategias sociopsicológicas de evitación y normalización-, lo que termina por “convertir” las creencias y valores de un colectivo con respecto a los orígenes de su situación y a su propia existencia (cfr. Montero, M.,). Estos tres referentes antes mencionados –Fals Borda y la investigación participativa, Paulo Freire y su concepción de la educación, y la teología de la liberación y su énfasis liberador- sientan las bases, fertilizan el pensamiento –y el campo de trabajo- de los profesionales del área de las ciencias sociales y de la psicología social en específico, para pensar y actuar en torno a una posibilidad práctica distinta88. Sobre estos desarrollos iniciales, también se montan los aportes de los otros referentes que antes mencionábamos89. La cristalización de dichos elementos, en síntesis, produce lo que podemos denominar “Modelo de psicología comunitaria latinoamericano”, que si bien no constituye un método unitario propiamente tal, si describe la secuencia de pasos que una intervención psicológica comunitaria debiera considerar. El siguiente cuadro, que sintetiza las propuestas de “Intervención en la investigación” de Irma Serrano-García (1992)90, describe los pasos que comúnmente conforman una intervención psicológica comunitaria de esta corriente:

88 Al mismo tiempo, un detalle que no resulta menor es que los referentes aquí mencionados, muchas veces, comparten buena parte de las publicaciones, coincidiendo muchas veces en los intereses, las circunstancias y las propuestas. Al respecto la literatura disponible abunda en citas, referencias y análisis. 89 Santiago, Serrano-García y Perfecto aclaran que el modelo de intervención que comentaremos en los párrafos siguientes, encuentra orientaciones “paralelas” y convergencia en la acción y los presupuestos con la Teología de la Liberación, lo que en cierta forma indica una complementariedad de ambas, sin que la práctica religiosa de la liberación sea sustento de la configuración de una práctica psicológico comunitaria. Esta discusión sigue abierta, sin embargo, dada la importancia, extensión y relaciones que los miembros de la teología de la liberación (y en general aquellos miembros de la iglesia católica que consideraron una reconceptualización de su práctica en América Latina), la misma sienta los precedentes para el camino que luego recorrerá la psicología comunitaria en esta corriente (cfr. Santiago, L., Serrano-García, I. & Perfecto, G., 1983). 90 En rigor el texto de Serrano-García es una revisión del artículo del mismo nombre, publicado en el Boletín de la Asociación Venezolana de Psicología Social, Volumen II, de Diciembre de 1979, el cual también ha sido considerado para los efectos de la revisión. Se ha incluido también, como complementación, los trabajos de Montero (1986 y 1994c)

Page 78: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

78

ESQUEMA I: INTERVENCIÓN EN LA INVESTIGACIÓN; ESQUEMA DE TRABAJO

En un primer momento, se hace necesaria la familiarización del grupo profesional con la comunidad, su historia y situación actual, para que después, y mediante un proceso participativo como los que hemos descrito –mediante foros, asambleas, conversación, observación participante, encuestas, etcétera- establezca las necesidades y las estrategias de solución o intervención. Luego, las tareas y recursos se dividen, creándose en paralelo algunas formas de evaluación permanentes y de seguimiento. De esta manera, las metas a corto y mediando plazo, son reformuladas y alcanzadas a medida que la intervención se desarrolla en “dialogicidad” con la comunidad y las particulares circunstancias que se vayan enfrentando (cfr. Montero, M., 1986). Todo este conjunto de referentes y de síntesis que hasta aquí hemos podido identificar como característicos de esta corriente, que en un principio sólo tenia orientaciones generales derivabas de algunos presupuestos aquí mencionados (Wiesenfeld, E., Sánchez, E. & López, R., en Martín Gonzáles, A., 1998), han dado origen posterior a algunos marcos conceptuales, los que intentaremos resumir a continuación. Es de relevancia, sin embargo, aclarar que ellos se comportan de una forma diferente a la Norteamericana, pues con aún mayor frecuencia se intercalan y superponen algunas ideas y conceptos, a lo que se suman las diferentes influencias y su grado de aceptación y difusión en cada realidad particular. Serrano-García, y Álvarez (1992) destacan algunos énfasis comunes;

Page 79: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

79

a) Incorporación de perspectiva histórica a la teorización y la práctica91 b) El rescate del elemento cultural comunitario en la práctica socio-psicológica c) La incorporación de una perspectiva realista y naturalista, dando así importancia a la situación en la

que los fenómenos ocurren, y d) El énfasis en modelos descriptivos y participativos –como los hemos descrito-, intentando reducir la

experimentalidad en el análisis y la intervención, depositando parte de los mismos en las personas investigadas.

Los marcos conceptuales que se han logrado identificar, a partir de lo que hemos dicho son, la psicología

social aplicada, la tecnología social, la psicología social para el desarrollo social y económico, la psicología

social comunitaria, la psicología transcultural, y la psicología dialéctica materialista92. Cada uno de estos desarrollos conceptuales es posible de ser identificado con un conjunto de autores particulares, en un lugar particular, y en circunstancias particulares, evidenciado lo que decíamos anteriormente respecto de la dificultad a la hora de diferenciarlos y de evaluar su impacto y expansión. Por lo mismo, es más apropiado, en algunos casos, la denominación de “movimientos” de psicólogos en torno a la comunidad. La psicología social aplicada, como su nombre lo dice, se origina como una forma de reacción a la crisis de relevancia93, pero mantiene el mismo el énfasis en el desarrollo científico como fin en sí mismo, y el método experimental y sus supuestos. El principal acento ha estado en la investigación –especialmente de temas como migración, criminalidad, fertilidad, estudios de población y percepción social-, aunque no ha logrado éxitos significativos en el desarrollo de metodologías y sistemas de intervención (Serrano-García, I & Álvarez. S., 1992) La tecnología social -que como ya aclarábamos se identifica con Jacobo Varela y Luis Escovar-, se ha caracterizado por “la utilización de la técnica –conocimiento aplicado- con la ciencia, dando pié a una especia

de ingeniería social” interesada en la colusión de problemáticas concretas, por ejemplo, el cambio de actitudes –y el estudio de las mismas- la socialización de pacientes, y las conductas de consumo de alcohol y drogas (Serrano-García, I & Álvarez, S., 1992). Debe aclararse, según como el mismo Escovar expone (1979;

91 Refiriéndose a que “todo fenómeno psicológico ocurre [y tiene sentido] en un contexto donde operan, simultáneamente otras fuerzas [...] incorporándose otras variables y elementos al análisis” (Serrano-García, I. & Álvarez, S., 1992) 92 Hemos excluído de la revisión de Serrano-García y Álvarez el marco denominado “psicología comunitaria” por estar descrito de forma vaga, difícilmente ubicable y diferenciable entre otros, no aportando mayor información respecto del análisis aquí propuesto. 93 Al respecto puede revisarse Montero (1993). El nombre puede llevar a confusiones, pero Serrano-García y Alvarez utilizan esta definición para referir un marco conceptual específico de la psicología comunitaria, mas allá de las diferentes formas que ha psicología social aplicada –como contrapuesta a la psicología social básica- de hecho tiene en los diferentes países y contextos.

Page 80: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

80

1980), que en el fondo este marco conceptual depende de una comprensión no tecnológica sino crítico-estructural del orden social a transformar mediante ese acerbo tecnológico. La psicología social para el desarrollo, reconocida como heredera de la tradición Norteamericana antes descrita, tiene dos aspectos distintivos; la preocupación por la pertinencia con la problemática social latinoamericana y un interés social explícito en desarrollar teorías alternativas para el desarrollo social –tanto social como económico- que supere y complemente las actuales tendencias teóricas, que hasta hoy, ponen énfasis en indicadores socioeconómicos (Serrano-García, I. & Álvarez, S., 1992). Escovar, quien es también reconocido por su aporte a esta visión, “utiliza el cuerpo de conocimientos socio-psicológicos para investigar e

intervenir en situaciones y problemáticas [de locaciones] específicas” (Serrano-García, I. & Álvarez, S., 1992), con el propósito de introducir cambios en dichos sectores para el mejoramiento social. Se diferencian aquí algunas dimensiones, que se influencian entre sí; (a) los factores estructurales, tales como la situación socioeconómica, y el grado de control que la persona –y la comunidad- tenga sobre los aspectos físicos y socioculturales de su ambiente, (b) los factores psicológicos, como la alineación, el focus de control, la desesperanza aprendida, y la falta de control predictivo, y (c) los factores conductuales, tales como la participación –y la apatía- el comportamiento exploratorio, la adaptación o resistencia a cambios y situaciones nuevas, el interés político, la motivación y las actitudes (Serrano-García, I. & Álvarez, S., 1992, cfr. Cronick, K., 1985). De esta forma, la concepción de desarrollo que se genera, implica un nivel social y uno económico en una relación interdependiente, en la cual los aspectos psicológicos son integrados, generando una guía a la hora de intervenir La psicología social comunitaria, es quizás, como decíamos anteriormente, la que posee mayor difusión como nomenclatura. Reconociendo su origen en la psicología social tiene objetivos específicos; (a) hacer uso de la psicología para resolver problemas específicos (Marín. G., 1980), (b) promover el cambio social planificado desde la perspectiva socio-psicológica (cfr. Escovar, 1979 o Montero, M., 1980). Otra de sus características distintivas es su crítica a los modelos experimentales, poniéndose énfasis en la investigación y evaluación programática para el desarrollo de la teoría -explicativa-, a la vez que promueve la participación activa de la comunidad en proyectos para su propia desarrollo94. Sus bases conceptuales se apoyan, además, en la sociología, las ciencias políticas y la economía (Serrano-García, I. & Álvarez, S., 1992), y su principal método consiste, con singular adecuación al que anteriormente describíamos como “modelo de intervención en la investigación”, en identificar necesidades, ejecutar intervenciones participativas y evaluar resultados. Su

94 Y por tanto no es sólo la crítica al experimentalismo, sino la defensa de la validez ecológica de las acciones, la no delimitación arbitraria del poder transformador, sino su ajuste al objeto/sujeto.

Page 81: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

81

principal lugar de desarrollo ha sido Venezuela95, que se ha comportado como centro neurálgico de la misma. Según Montero y Ocando (en Serrano-García, I. & Álvarez, S., 1992) sus principales valores operativos son (a) La deseabilidad de autocontrol, (b) el reconocimiento de que el objeto de estudio es, de hecho, un agente activo, (c) al mismo tiempo que supone que el centro y núcleo del poder está en la comunidad, (d) intentando reunir teoría y práctica en la aplicación. El método más utilizado se adecua al que presentábamos de “investigación en la intervención” de Serrano-García e Irizarry (1979). En estricto sentido, es este último marco conceptual –mismo que ha marcado escuela por su impacto a nivel mundial- el que más tiempo y páginas ha dedicado a explicitar sus conceptos operativos y fundamentos teóricos, dentro de los cuales contamos; la alienación, definida desde una readecuación –una traducción a lenguaje psicológico- de la perspectiva marxista, a partir de la división social del trabajo, lo que en términos psicológico sociales supone la mantención de parte del grupo social de expectativas según las cuales su conducta no determina el resultado (ver Montero, M., 1982); la conciencia real y la conciencia posible; la teoría de la dependencia, como ya decíamos; y el locus de control y la desesperanza aprendida, como conceptos extraídos directamente del conocimiento acumulado por la psicología anteriormente (es decir la psicología social norteamericana de orientación socio-cognitiva) (Serrano-García, I. & Álvarez, S., 1992; Montero, M., 1982). Nos permitimos agregar a esta lista, la teoría denominada de “construcción social de la realidad”, de Berger y Luckmann96 (también conocida como sociología del conocimiento). De esta forma, la interacción social (simbólica) en los aspectos cotidianos y culturales adquiere preponderancia en el análisis, cuyo objetivo final será, a nivel aplicado, el cambio social y la posibilidad de control que el colectivo logre, lo que supone, a la base, una redistribución del poder más adecuada (Serrano-García, I. & Álvarez, S., 1992; Montero, M., 1982). Y la forma en que este cambio debe realizarse también tiene sus condicionantes: en palabras de Montero, la toma de conciencia, la motivación y el principio autogestivo, van permitiendo que el grupo pueda continuar y realizar la labor, aún en ausencia del facilitador, logrando así independencia y control sobre su situación de vida97 (Montero, M., 1980; 1982). En este sentido

95 La acuñación del nombre es de autores venezolanos, los que, por sobre todos los países de la región han estado interesados en el desarrollo y análisis de una perspectiva disciplinar en torno a la psicología comunitaria latinoamericana, convirtiéndose en referente obligado, núcleo de publicaciones y espacio de debate de la misma (Ver Serrano-García, I & Álvarez, S., 1992; Wiesenfeld, E, en Montero, M., 1994ª; o Montero, 1994a) 96 Serrano-García, López y Rivera Medina la hacen extensiva, hacia principios de los noventa, a la versión Puertorriqueña, pero progresivamente la reflexión y la producción bibliográfica ha ido adoptando ese camino, incorporando a la discusión respecto de la ideología, la comunicación, la creación de identidad, y el lenguaje. (ver Serrano-García, I. & Álvarez, S., 1992) 97 “Una comunidad se habrá desarrollado como tal, cuando en su seno puedan surgir los líderes capacitados para mantenerla unida en el logro de sus metas” (Montero, M., 1980). Progresivamente la visión ha cambiado desde el foco en la “habilidad de liderazgo”, hacia las “habilidades del colectivo comunitario” (fortalecimiento), y hacia las dinámicas de funcionamiento del mismo (cfr. Montero, M., 2003).

Page 82: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

82

cabe aquí la definición de Montero (1982) en torno a una psicología social para el desarrollo, en tanto la psicología comunitaria, se constituye en “una rama de la Psicología cuyo objeto es el estudio de los factores

psicosociales que permiten desarrollar, fomentar y mantener el control y poder que los individuos pueden

ejercer sobre su ambiente individual y social, para solucionar los problemas que los aquejan y lograr cambios

en esos ambientes y en la estructura social”98. La psicología transcultural tiene como objetivo principal “destacar la importancia de las variables culturales en

la psicología social” intentando comprobar la universalidad de los hallazgos socio-psicológicos con comunidades, y sus principales temas de investigación han sido la descripción y comparación de las características culturales de grupos nacionales específicos (Serrano-García, I. & Álvarez, S., 1992). Como tal, no se ha preocupado de generar métodos de intervención específicos, adoptando más bien una perspectiva “culturalista” ante el análisis de los fenómenos de cada comunidad o grupo seleccionado. La psicología dialéctica-materialista se diferencia del resto por su interés crítico respecto de otros marcos, enfatizando la necesidad revolucionaria de los mismos, y por la adopción de la interpretación marxista en el análisis de la problemática social (Serrano-García, I. & Álvarez, S., 1992). Para este conjunto de autores, el resto de los marcos de trabajo, al intentar “generar cambios dentro del sistema, están irremediablemente

destinado a perpetuarlo”, generando a su vez mayor estabilidad en el sistema capitalista (Serrano-García, I. & Álvarez, S., 1992). De esta forma, y si bien el rol y actividad profesional es idéntico al de los anteriormente descritos, el contexto en que la intervención se realiza y el sentido final de la misma se orientan a “derrocar” una estructura opresiva, intentando levantar otra liberadora, que está presente, pero que requiere de la intervención misma. Allí se busca posibilitar la promoción de aspectos psicológicos que logran efectos

98 Esta definición, que Maritza Montero (1982) hace extensiva en un texto que se orienta a la delimitación y diferenciación de la psicología comunitaria -y que sea probablemente la más citada en las producciones posteriores- tiene una doble importancia y merece un comentario a fin de evitar confusiones en un tema que resulta confuso hasta nuestros días; (a) Montero hace extensiva esta definición a la psicología comunitaria en general dentro del contexto latinoamericano, sin embargo la misma Serrano-García –que se constituye en referente de Montero- la conceptualiza dentro de la psicología social comunitaria. (b) La intención de Montero, al redactarla, es probablemente formalizar una delimitación que permitiera la coordinación de trabajos dentro de la línea esbozada para producir las bases de una práctica relativamente unificada dentro del campo de trabajo de la psicología. Ello es visible cuando afirma “intentamos continuar la labor de suministrar una teoría general a la psicología comunitaria” (Montero, M., 1982). Se trata, por tanto, de un texto que tiene un valor sustantivo en tanto intenta unificar psicología comunitaria dentro de lo que Serrano García y Álvarez consideran Psicología Social Comunitaria, objetivo que en parte Montero logra tanto por su impacto en la bibliografía posterior como por su enumeración ordenada y sistemática de los referentes dentro del campo del desarrollo comunitario y de los constructos psicológico sociales que permiten darle forma y contenido a dichas prácticas en la corriente latinoamericana, que aquí mostramos diversificados en los marcos y producciones conceptuales distinguibles y diferenciables entre sí según la exposición de Serrano-García y Álvarez (cfr. Montero, M., 1982). Sobre este proceso de definición de identidad de la psicología comunitaria volveremos en los últimos apartados de este capítulo.

Page 83: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

83

positivos sobre la salud y el desarrollo de las personas99, a nivel familiar, escolar y en el trabajo, a través de intervenciones educativas, clínicas, de adiestramiento, investigación y consultoría social. En el caso Cubano, cuyo modelo político y económico favorece (al menos en parte) la orientación de este marco, los policlínicos actúan como unidades primarias de servicio, integrando a su labor la prevención comunitaria que antes describíamos. El nombre de este marco proviene de la filosofía dialéctica-materialista que enfatiza, respecto de lo que nos interesa explicar en este punto, en torno a la versión cubana, “una visión del ser humano como una unidad,

compuesta a la vez por aspectos físicos y psíquicos los cuales son condicionados [desarrollados] socialmente” y “recalca el concepto de colectividad y la importancia de la actividad productiva para el

bienestar humano” (García Aberasturi, L., en Serrano-García, I. & Álvarez, S., 1992). Este marco también se aplica en Republica Dominicana, intentando redefinir el rol del profesional, en torno a una visión integral de las problemáticas sociales, al intentar proveer conocimientos y destrezas como forma de servicio a la comunidad (Cruz,, J. en Serrano-García, I. & Álvarez, S., 1992). Como parte de este proceso, se resalta el compromiso con la realidad del país, intentando reunir y desarrollar en la actividad práctica, instrumentos teóricos y de investigación para el diagnóstico de situaciones específicas (definidas como problemáticas) intentando promover el cambio social antes descrito. Los desarrollos más actuales de esta corriente han tendido a aglutinar –o reunir- , dentro del campo de trabajo y aplicación de conocimientos a la psicología ambiental100, y psicología política101 en temas ligados a pobreza, desarrollo social, empowerment –o fortalecimiento comunitario- e identidad social, siempre manteniendo los presupuestos básicos en torno al mejoramiento de las condiciones de vida, y al desarrollo social y económico desde el punto de vista de la situación en que la comunidad objetivo se encuentra102. Otros temas que se han mantenido, y cobrando vigencia cada cierto tiempo, han sido la participación y la posibilidad de autogestión (Montero, M., en Hombrados M., 1996), orientándose a un plano de discusión más global e internacional, debido en parte a la importancia que esta corriente asigna a esos aspectos, lo que es universalmente reconocido como una característica distintiva. 99 Bárbara Marín (en Serrano-García, I. & Álvarez, S., 1992) describe parte de esta orientación en torno al contexto del programa de psicología de la salud en Cuba. 100 Como es el caso de Wiesenfeld (1987) y de esta misma autora junto a Sánchez (2001) en los estudios de población, densidad y vivienda. 101 Por ejemplo Montero (1991 y 2003) 102 Especial interés tiene al respecto el Fascículo 8 de la Asociación Venezolana de Psicología Social (AVEPSO), denominado “el horizonte de la transformación: acción y reflexión desde la psicología social comunitaria” en donde escriben diversos autores antes mencionados. En él se aborda además una reactualización de la psicología social comunitaria a la luz de las nuevas circunstancias políticas, paradigmáticas y en torno a las tendencias metodológicas presentes en la actualidad, evidenciando una necesidad por replanteársela a la luz de los años transcurridos desde su adopción.

Page 84: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

84

La tendencia general, a nivel interno, se orienta a una reformulación de la integración disciplinar bajo marcos más amplios de interrelación teórica entre un sistema de ideas y orientaciones y otro, como los que antes describíamos103. De esta forma, se ha desarrollado un progresivo perfilamiento epistemológico de las temáticas abordadas desde la perspectiva de la comunidad104 –como elemento que implica una reflexión necesaria dentro de la psicología comunitaria-, sobretodo en torno a nuevas metodologías de corte cualitativo (los que a su vez, deben su desarrollo y aceptación del participacionismo crítico a nivel de los métodos adoptados luego de la crisis de relevancia). Esta necesidad de epistemologizar ha estado acompañado de una revisión crítica de lo que “va recorrido” de los programas de índole comunitaria que han estado dentro del campo de la psicología (hemos tomado algunos de esos aportes para la sistematización aquí presentada). Una de las autoras que más hemos utilizado, Irma Serrano-García, agrega al respecto “en América Latina no ha habido un crecimiento conceptual

abundante. Y las intervenciones, en su mayoría, continúan haciéndose más bien desde un punto de vista

sociológico, y la psicología comunitaria [en general] continúa aferrándose a una retórica radical mientras

muchas de sus intervenciones no dan evidencia de la misma” (en Sánchez Vidal, A., 1992). Al mismo tiempo destaca que, si bien se desea “sobrevivir en el tiempo” no se debe amilanar la necesidad de cambios significativos, dejando de esa forma de lado el compromiso con la comunidad, al que ya nos hemos referido. Este tema, que ha sido abordado bajo diferentes conceptualizaciones por los diversos autores representativos de la corriente, tiene quizás su expresión más directa en la frase de Serrano-García: “Es necesario generar

marcos que logren la congruencia entre teoría y práctica. Para esto es indispensable lograr la discusión

sosegada y profunda de las premisas básicas y los valores que deben guiar los esfuerzos de la disciplina. Sin

esto no puede surgir un marco conceptual integrador [o aglutinador], ni modelos de intervención e

investigación acordes con el mismo [...] No debemos confundir una disciplina con la vanguardia del cambio

liberador [pues] podemos y debemos construir al mismo desde nuestra posición (Serrano-García, I & Álvarez, S., 1992). De esta forma, el debate en torno al rol del Psicólogo Comunitario, al mismo tiempo que sus acciones e identidad final, también han resultado parte de este análisis (Wiesenfeld, E., Sánchez, E. & López, R., en Martín Gonzáles, A., 1998).

103 Tómese por ejemplo, el estudio de Quintal de Freitas (1994) sobre las características que los profesores que enseñan en esta área atribuyen a los modelos que orientan su práctica (“Psicología Comunitária: profesores de psicología falam sobre os modelos que orientam sua práctica”), o, de la misma autora, la revisión de las formas en las que la psicología comunitaria se ha desarrollado en Brasil (en Helena de Freitas Campos, 1996). 104 Por ejemplo, Cerullo y Wiesenfeld (2001), Sánchez (2001), Montero, (1999), o Quintal de Freitas (1999).

Page 85: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

85

En resumen, si quisiéramos hacer una caracterología de esta corriente diríamos que;

• Como característica principal, destaca la existencia de premisas básicas, valores y orientaciones genéricas esperadas, las que son fundamentales, como ya se habrá podido notar, en la compresión de las particularidades de esta corriente (cfr. Serrano-García, I. & Álvarez, S., 1992), al mismo tiempo que es mucho mayor la influencia detectable de otras ramas del pensamiento social filosófico, las ciencias sociales y la educación.

• En esta misma línea, y como hicimos notar, la psicología comunitaria (o de comunidad) no surge desde una perspectiva clínica, como en el caso de Estados Unidos, sino que desde una revisión crítica a las posibilidades de la psicología social tradicional, para intentar transformarse en una vertiente aplicada a la realidad latinoamericana de la misma. Un dato importante es que, hasta donde ha podido llegar nuestro conocimiento, si bien la nomenclatura de “psicología comunitaria” ha logrado reconocimiento, validación y aceptación, aún no es posible distinguir publicaciones constantes directamente orientadas al tema, apareciendo los trabajos en otras revistas –de psicología y psicología social mayormente- que si, ocasionalmente, dedican apartados exclusivos, pero sin periodicidad ni exclusividad105.

• Lo anterior redunda en una particular dispersión de nomenclaturas y énfasis, los que si bien llegan a ser mayormente complementarios y cercanos, impiden una adecuada valoración del grado de acumulación y avance en un sentido formal106. Parte de esta distribución y desarrollo desigual se puede notar en los referentes utilizados y en los énfasis de cada marco conceptual. Debemos considerar que hemos incluido en esta revisión los que el trabajo de Serrano-García y Álvarez destacaban como mayormente significativos. Sin embargo son muchísimos más los que podríamos agregar en una lectura fina, la cual, lamentablemente está lejos de nuestras posibilidades107. Estas autoras destacan como un factor a considerar, apoyándose en

105 Como es el caso de las revistas de Psicología de la Universidad de Chile (Vol. 10, Número 2, 2001) y Psykhe (Vol. 8, Número 1, 1999) en las que publican diversos autores internacionales. Existen, eso sí, numerosos libros que abordan el tema, pero la gran mayoría –sino todos- son compilaciones de autores que no necesariamente adhieren en todos los presupuestos y orientaciones. El grupo de trabajo de psicología comunitaria de la Sociedad Interamericana de Psicología es quizás el único grupo que constantemente es capaz de producir publicaciones sintéticas, sin embargo, las publicaciones en sí, los criterios, y la difusión varía dependiendo de la ocasión. 106 Sobre este tema en los países de la región puede revisarse Marín, G., en Martín, A., Chacón, F. & Martínez, M., 1989; Serrano-García, I. & Álvarez, S., 1992, Montero, M., 1994a; Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994a; Wiesenfeld, E., en Montero, 1994a; Hombrados, M., 1996, entre otros. 107 Por ejemplo, a través de un análisis detallado del “caso argentino” (Chinkes, S. Lapalma, A. & Nicenboim, E., en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994), en el cual se destaca la influencia de la perspectiva de grupos de trabajo en tópicos comúnmente asociadas con la psicología comunitaria, como el caso de la pobreza y la marginación social (en obras reconocidas como Moffat, A., 1997 y Hararí, R., 1974), especialmente desde la influencia psicoanalítica de la obra de Enrique Pichón-Riviere, la terapéutica con grupos a nivel clínico comunitario (por ejemplo, Gringberg, L., Langer, M. & Rodrigué, E., 1957, y Fucks, S., 2001), el trabajo reflexivo y clínico a partir de las violaciones de los derechos humanos

Page 86: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

86

diversidad de autores, que la concentración en la cuenca del Caribe se puede deber también a una característica comparativa de los sistemas políticos imperantes en las últimas décadas; menos autoritarios, represivos y sangrientos, y más estables a nivel de implicancias en la vida política y social de las personas, lo que, además ha permitido un mayor avance con apoyo gubernamental de estos desarrollos (como ejemplo el caso de la psicología de la salud Cubana, que antes mencionábamos). Es posible, sin embargo, notar un reciente y progresivo “despertar” de otros centros de pensamiento y desarrollo aplicado –probablemente asociado a la multiplicación y visibilización de los canales de comunicación y publicación vía Internet-, continuando, eso sí, Venezuela, Puerto Rico y otros países de la cuenca del Caribe como centros neurálgicos de la misma

• En esta misma línea, destaca el creciente interés por “epistemologizar” el trabajo psicológico con comunidades, tanto a nivel del estudio de los marcos conceptuales de trabajo, como respecto de las posibilidades de aplicación de la psicología en el plano social comunitario. Así mismo, producto de ese interés, se han registrado interesantes intromisiones de las discusiones metodológicas –y filosóficas- en torno a la producción social de la realidad comunitaria, en paralelo al creciente interés que demuestra la psicología por esa tendencia europea de pensamiento108.

• Como característica de sobremanera relevante, la psicología no siempre ha estado del todo unida al trabajo comunitario (que se ha realizado, con amplitud, en casi todos los rincones del subcontinente), lo que, lamentablemente, ha incidido en un desarrollo tardío, con las características que arriba mencionamos, respecto de la psicología comunitaria latinoamericana, siempre en ausencia y esperando un programa unificado de trabajo (cfr. Montero, M., 1980; Serrano-García, I. & Álvarez, S., 1992; Hombrados, M., 1996).

ocurridas allí (por ejemplo Rozitcher, L., en Martín-Baró, I., 1990a), destacándose también una vertiente participativa, autogestionaria y desarrollista de los recursos de la propia comunidad en muchas propuestas (ver Chinkes, S. Lapalma, A. & Nicenboim, E., en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994). Debe considerarse, sin embargo, que para el caso argentino el término psicología comunitaria no ha sido del todo aceptado, quedando muchos de sus aportes en el campo clínico social, o dentro de la psicología social aplicada, psicología de la salud y psicología política. Aclaramos, sin embargo, que los desarrollos trasandinos no han tenido tanta influencia como los que aquí hemos destacado. Para un análisis más detallado de los desarrollos al otro lado de la cordillera, pueden revisarse los especiales de psicología comunitaria de Revista de Psicología, de la Universidad de Chile (Vol. 10., Número 2, año 2001), el especial referente al mismo tema de la Revista Psykhe, de la Pontificia Universidad Católica de Santiago (Vol. 8, Número 1, año 1999), y el trabajo de Chinkes, Lapalma y Nicenboim (en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994). 108 Al respecto resulta iluminador el comentario de Martín-Baró, a propósito de una lectura histórica de la psicología social en América Latina; Si el problema actual de la psicología social es la liberación respecto del orden ideológico establecido, el estudio de la realidad humana en tanto subjetiva permite la posibilidad de concebir al hombre como sujeto activo en la producción de la sociedad, lo que, al mismo tiempo, nos sirve –como psicólogos sociales- para disipar la sensación de una sociedad absoluta e inmóvil (Martín-Baró, I., 1988).

Page 87: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

87

• Por último, y en síntesis, destaca el hecho de que esta corriente se identifica más que con países –si bien Venezuela y Puerto Rico han sobresalido en sus espacios académicos- con un conjunto de orientaciones y valores comunes que forman parte de un proceso de construcción de identidad. Así, y aunque no pueda encontrarse un hito fundacional, el proceso de crítica y construcción de una psicología social, latinoamericanista y comprometida permiten identificarla por muchos autores con una propuesta en sí misma. Se trata, por tanto, de una corriente con un proceso -y una narración de ese proceso- que es común y a la vez unificador, y que por lo tanto, la dota de identidad, valores y premisas que determina su evolución futura109.

1.5. Síntesis integrativa; hacia una definición adecuada y pertinente Es el objetivo de este apartado el producir una síntesis en torno a la noción de psicología comunitaria que sea tanto adecuada -a las condiciones y características que la misma tiene y a las condiciones de este estudio en particular-, como pertinente, para permitir un contraste de estos datos con otros ya obtenidos y los que se obtendrán en el futuro.

1.5.1. En síntesis, el recorrido por la psicología comunitaria Si intentamos reunir los datos y características que hasta donde hemos revisado corresponden a la psicología comunitaria, veremos que existen algunos elementos que no deben ser dejados de lado a la hora de producir nuestra definición. Por lo mismo, y sin intención de ser repetitivos, comentaremos brevemente algunas de ellas y sus implicancias, en un intento sintético de definición. La primera característica que destaca es que la psicología comunitaria parece no tener unidad en sí misma. Es decir, que la unidad, tanto de sus métodos como de sus teorías, no es condición para su existencia. Por lo mismo, su estructura parece estar en siendo “infiltrada”, interrelacionada permanentemente en su evolución, por las condiciones sociales e históricas que los psicólogos que la practican viven y perciben. Su desarrollo se corresponde con las intenciones, diferentes intenciones, que los psicólogos van adquiriendo a medida que avanzan en su compresión de los fenómenos sociales que les toca enfrentar. Sus producciones, a nivel teórico explicativo como en términos de intervenciones y programas, a propósito de la revisión que hemos realizado, parecen provenir de las lecturas comprensivas que dichos profesionales han decidido privilegiar, o que -para no dejar de lado la posibilidad- han podido privilegiar. Así, y si bien no todos los modelos y marcos

109 Puede contrastarse esta afirmación con las revisiones del tema realizadas por Serrano-García y Rivera (1993), Wiesenfeld y Sánchez (1994), Montero (1994a), y aquellas realizadas por autores europeos (Hombrados, M., 1996; Martín Gonzáles, A., 1998).

Page 88: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

88

teóricos revisados incluyen la misma cantidad de elementos -ni en la misma condición-, si podemos decir que dichas producciones devienen de un proceso en el que las situaciones sociales y el contexto histórico (en sentido amplio) establecen condiciones de posibilidad. Esto, a su vez, es lo que nos permite una lectura del proceso que a su vez nos encamina a responder a la pregunta fundamental de este estudio (cfr. Klappenbach, H., 2002). Una segunda característica, derivada de la anterior, se sitúa en el plano de los profesionales directamente involucrados con el quehacer de la psicología comunitaria; son ellos, a partir de su práctica y reflexiones los que van moldeando la evolución de ésta. Así, y por lo mismo, un primer alcance de ello es que los límites del conjunto de elementos que podríamos llamar psicología comunitaria parecen estar difusos. Sus principios, reglas y orientaciones generales no han sido creadas para una psicología comunitaria, si no más bien a partir de reflexiones particulares, en contextos particulares, por grupos de sujetos, también particulares. Consecuencia directa de esto es que exista tal diversidad de áreas de aplicación y de enfoques dentro de la psicología comunitaria. Pues bien, dentro de ella podemos describir “campos profesionales de trabajo”, tales como las organizaciones, las empresas, y los grupos de trabajo. Otro “campo profesional” podría ser una colectividad social pobre, desprotegida, o excluida sistemáticamente del desarrollo de una nación, gobierno, situación local o contexto físico, o una agrupación de personas unidas por un sentimiento, por una meta o una identidad común. Al mismo tiempo podríamos describir “enfoques”, que nos remiten a conceptos y teorías, los que a su vez delimitan la validez de las afirmaciones que se utilizarán para argumentar una u otra intervención. O incluso, la posibilidad de superar una intervención a partir de la reorganización de los mismos conceptos, o bien de la integración de nuevos, dando paso a una evolución dentro de cada enfoque. Al mismo tiempo, es posible identificar “métodos”, que poseen fundamentación respecto de los supuestos que requieren para ser considerados válidos, y que a su vez, determinan la posibilidad de ser integrados dentro de un enfoque o no. O también, de la posibilidad de que el método sea modificado para que sea “práctico” (adecuado), o de que diferentes métodos se combinen estableciendo metodologías más complejas (y en la misma línea adecuadas). Así, parece ser que el elemento que regula el desarrollo de la psicología comunitaria esta dado por la posibilidad de delimitar condiciones de validez, o por llamarlo de otra forma, coherencias entre un desarrollo particular (es decir, una construcción teórica presente en una seria de trabajos, por ejemplo) y otro. Allí, podríamos afirmar con bastante seguridad, radica la posibilidad de evolución de cada enfoque, y sus teorías, y sus corrientes.

Page 89: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

89

En este estado de cosas, y volvemos a la pregunta por la identidad, la psicología comunitaria establece su condición de existencia en los espacios intermedios que quedan prefijados al evolucionar una teoría o marco teórico. Por lo mismo, decimos que su identidad no es unitaria (no existe “una” identidad posible y aceptada por todos) ni integrada (no parece haber integración posible a primera vista entre unos desarrollos y otros, ni siquiera en contextos, corrientes y situaciones teóricamente similares). No se puede hablar de “la” psicología comunitaria si se intenta hacer mención a dichos referentes. Sin embargo, esa mención es común110. En muchas de esas lecturas, la psicología comunitaria parece reunir un conjunto de características que la hacen “unificable”, y eventualmente “integrable” bajo parámetros comunes. Pero, a veces más y a veces menos, esos “parámetros” parecen restarle potencia y fortaleza al componente ideológico presente en cada desarrollo, y en términos generales, en cada corriente, y su posibilidad de abarcar está relacionada directamente con la homologación de conceptos y métodos de cada particular desarrollo. Así, más bien, parecen existir desarrollos particulares, y tendencias comunes que los reúnen, pero que no son capaces de unificarlos, ni menos de integrarlos. Por ponerlo en lenguaje coloquial; hay lazos en común, pero no hay uniformidad ni conformidad. De esta forma, parece que el desarrollo de la psicología comunitaria, en tanto éste supone diferenciaciones en las prácticas y supuestos (que cristalizan en diferentes matices de lenguaje, por ejemplo), se establece a partir de las posibilidades de conversación y diálogo en un espacio de debate que, en estricto rigor, podemos denominar como el núcleo dinámico de la psicología comunitaria. Bajo esta perspectiva, podemos hacer una diagramación de una corriente en un momento dado de su evolución, en donde cada círculo representa un marco conceptual en desarrollo:

110 Valgan como ejemplos los intentos de Barbara Dohrenwend de producir una visión unitaria, o de los psicólogos latinoamericanos en torno a “una” psicología social comunitaria –legitima y con identidad propia-, o en torno a la salud como elemento determinante de las prácticas de psicología de comunidad, o “el enfoque de comunidad” y el “empoderamiento” como elementos característicos mencionados en diversas compilaciones, todos ellos ya revisados en este capítulo.

Page 90: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

90

ESQUEMA II: RELACION DE MARCOS CONCEPTUALES

Esta argumentación nos permite explicar algunos elementos que a simple vista podrían parecer extraños. Si bien la psicología comunitaria parece existir para suplir diferentes necesidades de intervención en múltiples “campos profesionales de trabajo”, es la posibilidad de discutir los métodos, conceptos y enfoques teóricos los que la dinamizan y le dan la posibilidad de evolucionar. Así, cada profesional o cada grupo de profesionales, optando por una lectura de la situación histórica y contextual, se nutre de los debates que se están desarrollando para dotar a su intervención de la técnica, la teoría y las orientaciones que le permiten calificar su trabajo como (dentro de la) psicología comunitaria. Por otro lado, podríamos establecer dos planos en los que estos debates existen. El primero tiene que ver con las nociones utilizadas como conceptos y métodos, en donde se explicitan los fundamentos de cada programa y trabajo, y a partir del cual se pueden derivar supuestos, formas de evaluación y orientaciones éticas y políticas. Y el segundo, con un carácter muchas veces implícito (en el sentido de no ser explicitado directamente), en donde dichos conceptos, métodos, supuestos y orientaciones éticas y políticas son evaluadas, interpretadas y reintegradas en la posición de cada particular grupo de profesionales. Aclaramos en este punto que no estamos hablando solamente de “discusiones” en el sentido de que estas sean efectivamente presenciales, en donde dos personas o más establecen una conversación necesariamente, si no antes bien, a las interrelaciones que se van estableciendo entre un conjunto de definiciones y conceptos afines y otros, a través de publicaciones, trabajos, congresos, encuentros, programas, y todas las formas de expresión (y validación social y académica) de dichos fundamentos.111

111 Más aún, nos orientamos a pensar que son los momentos de reflexión autocrítica de los profesionales y sus grupos de trabajo, los que permiten la evolución de los marcos conceptuales que coexisten en un momento dado en una corriente de evolución de la psicología comunitaria. Como ejemplo pueden mencionarse los procesos de organización reflexiva de la corriente norteamericana posteriores a la reforma de salud mental, o los procesos de reflexión que dieron origen a la identidad de las diferentes posiciones en la corriente latinoamericana. Vale la pena revisar al respecto la afirmación de Montero en relación a la importancia de los encuentros de la Sociedad Interamericana de Psicología –

Page 91: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

91

Bajo esta perspectiva, aparecen elementos que resultan ser constitutivos, fundamentales. Son estas discusiones las que van permitiendo el desarrollo, al dinamizar los enfoques y marcos teóricos que la componen. Esto nos permite conceptuar, en términos muy amplios, el desarrollo de la psicología comunitaria como una evolución de la coherencia y de la validez en la relación entre los supuestos acerca de los fenómenos y la realidad (y las orientaciones a la práctica presentes a partir de éstos), y los conceptos, teorías y métodos que se utilizan en cada intervención.

1.5.2. Definición sintética de psicología comunitaria: El enfoque de comunidad como elemento determinante.

Después de revisar estas características la pregunta inicial vuelve a aparecer esta vez interrogándonos en relación a ¿Qué podemos entender por psicología comunitaria?. Las revisiones que se han realizado durante el último tiempo mencionan como referentes de esa pregunta a los autores y tendencias que ya hemos mencionado aquí. Por lo mismo, destacamos la existencia genérica de dos matices bajo los cuales las definiciones pueden ser ponderadas. El (I) primero tiene que ver con la acepción de “paradigma”, tanto como organizador del trabajo, como respecto de su condición “ejemplar”. Allí se ubican las definiciones “aplicadas” de la psicología comunitaria. En términos del contexto en que son formuladas o presentadas podemos distinguir dos subcategorías; (a) aquellas que son formuladas como “intencionando” la acción profesional “hacia” un objetivo determinado, y (b) aquellas que son formuladas “a partir” de objetivos y características contrastables en la práctica, es decir que desde una revisión de su quehacer o su recorrido intentan hacer emergen sus aspectos paradigmáticos reconstruyendo –develando si se quiere- el orden que la constituye. Como ejemplos de la (a) primera subcategoría mencionamos a Maritza Montero, quien en 1980 establece los “deberes” de una psicología social que se oriente al desarrollo de los pueblos de América Latina, los principios que debe seguir en su acción y los valores operativos que son adecuados para su fortalecimiento como disciplina112. Otros ejemplos que vale la pena mencionar son la propuesta de Luis Escovar respecto de la “Tecnología Social” como una forma de intervención útil, aquella que se deriva de las diferentes conferencias y debates disciplinarios que marcan el inicio formal de la psicología comunitaria en EE.UU. (cfr. Tyler, F., especialmente de 1979- en el proceso de formulación de una psicología orientada a los problemas de América Latina (ver video documental 30 Años de la Sociedad Interamericana de Psicología, presentado en Lima, 2002). 112 Perspectiva que se complementa con la definición ya mencionada de una psicología comunitaria unificada (unificable) en el contexto de las producciones de América Latina (Montero, M., 1982) al ordenar y sistematizar los referentes que han sido significativos dentro de la corriente latinoamericana intentando “suministrar una teoría general a la psicología comunitaria” (ver apartado sobre América Latina en este mismo capítulo).

Page 92: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

92

1984b), o la de Julián Rappaport en torno a la “amplificación sociocultural” –con las características que hemos mencionado genéricamente. Un ejemplo más reciente es la publicación de un completo manual introductorio de psicología comunitaria por parte de Maritza Montero (2004), integrando elementos históricos, teóricos y prácticos en la definición de una línea dentro de la psicología social. En ellas se revelan, fundamentalmente, los valores, y orientaciones que deberían imperar en la psicología comunitaria. Y es habitual encontrarse allí con elementos comunes; el nivel de análisis es supraindividual, la superación de los métodos tradicionales (tanto clínicos como psicosociales), el cambio en sistemas sociales como forma de resolución de las situaciones llamadas “problemáticas”, la evaluación social de necesidades como elementos primordial del trabajo, el “compromiso” con el suceder y la acción de una comunidad, el respecto por la cultura de la misma, la incorporación de distintos actores sociales –con diferentes papeles y sentidos-, el reconocimiento de un “sentido de comunidad”, desde una perspectiva, “ecológica”, “democrática”, “integral”, etcétera113. En resumen, estas definiciones intentan producir una visión de la psicología comunitaria, respecto de las demandas que el mundo “le plantea” (los desafíos a enfrentar) y las formas más adecuadas para hacerles frente. La segunda subcategoría está conformada por definiciones que intentan organizar y contextualizar (actualizar) a las primeras. Allí, como ya hemos dicho, podemos encontrar los trabajos de Dohrenwend, de Goodstein y Sandler (en Sánchez Vidal, A., 1989 y 1996), otros genéricos en torno a la Salud Mental (Calderón Narváez, G., 1984), y revisiones integrativas de las diferentes subcorrientes que la componen, en donde aquellas que corresponden a la primera subcategoría son la “punta de flecha”. En estas definiciones, más que operar con una retórica orientada al futuro, encontramos una revisión de lo “ya hecho”, intentando organizar, y a la vez fortalecer, los principios orientadores, las características particulares y las prácticas en torno a “supra modelos” de trabajo en psicología comunitaria. En palabras de Alfaro, estas constituyen las “tradiciones” de la psicología comunitaria (cfr. Alfaro, J., 2000). Sin embargo, y como ya decíamos, estas tradiciones no existen en el sentido estático (como evoluciones dentro de un mismo conjunto de supuestos básicos) y “tradicional” –valga la redundancia- que implícita Alfaro114, si no más bien existen en tanto producen organización, diferenciación y nuevas reformulaciones, estando en un estado de permanente crisis y dinamismo el conjunto de supuestos que integran y fundamentan la acción de la psicología comunitaria en sus múltiples versiones y corrientes. Así, el objetivo que suponemos orienta a este segundo tipo de

113 Al respecto las citas posibles son demasiadas. Valgan como revisión Krause, M. & Jaramillo, A., 1998; Olave, R. & Zambrano, L., 1993; Martín Gonzáles, A., 1998; Montero, M., 1980 y 2004; Helena de Freitas, R., 1996; Irizarry, A. & Serrano-García, I., 1979; Escovar, L., 1980 y Zax, M. & Specter, G., 1979, entre otros que hemos podido revisar. 114 Alfaro, sin embargo, propone la existencia de “discusiones” en psicología comunitaria, estableciendo su revisión de las bases conceptuales previa revisión de los límites de la psicología comunitaria en términos disciplinares. Es decir, el trabajo de Alfaro es en si mismo una revisión, pero desde una perspectiva particular de análisis centrada en la reconstrucción de tradiciones (Alfaro, J., 2003).

Page 93: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

93

definiciones es el de reorganizar el campo de discusiones que dinamizan el desarrollo de la psicología comunitaria115. Pero existe un segundo tipo de “definiciones”, que cada vez se vuelve más importante en términos de cantidad. Nos referimos a (b) las definiciones integrativas de lo que puede ser llamado “psicología comunitaria”, tanto para realizar análisis sobre la misma, como para poder producir visiones aditivas de los referentes comunes y disímiles de ésta, como manuales, cátedras, cursos de postgrado, etcétera. Allí la denominación común se fundamenta en una visión de la psicología comunitaria en torno a una noción de identidad y límites compartidos. Si bien las más de las veces la definición propiamente tal no aparece mencionada, queda clara la intención de revisar el desarrollo de la misma a partir del camino que se ha recorrido, y de los supuestos y técnicas que se han utilizado, desde las cuales, ahora si se puede redefinir, o contrastar a la psicología comunitaria de “aquí” con la de “allá”, o la de “antes” con la de “ahora”. El objetivo de estos trabajos, como explicábamos, es el de producir “revisiones” históricas y evolutivas del concepto, y de las representaciones y discursos que fundamentan las acciones en el campo de la psicología comunitaria116. Tal como hemos revisado hasta este punto nos vemos compelidos a distinguir dos tipos de trabajos que mencionan como parte fundamental de su estructura definiciones de psicología comunitaria; (a) los trabajos de psicología comunitaria, y (b) los trabajos y estudios sobre psicología comunitaria. En los primeros las definiciones orientan el quehacer y las reflexiones para la aplicación directamente, y en los segundos se discute retrospectivamente en torno a “qué es realmente” aquello de lo que se habla cuando se toca el tema de la psicología comunitaria, qué elementos la componen y cómo se ha desarrollado en el tiempo, en diferentes lugares y contextos. Ambos, evidentemente, puede representar grandes aportes para el trabajo concreto que se realiza dentro de la psicología comunitaria aplicada, sin embargo el sentido con el que las definiciones son producidas es diferente117. Y, como agregábamos en los apartados iniciales de este capítulo, buena parte de esos trabajos opta por definir (o delimitar) a la psicología comunitaria a partir de su condición disciplinar, o, por el contrario, como una forma de trabajo profesional. Bajo esta interpretación, que como explicábamos es genérica pues cada autor -en estricto rigor- propone sistemas de análisis que pueden mezclar diferentes procesos y enfoques en cada realización, nos dirigimos a un conjunto de definiciones que versan sobre la psicología comunitaria. 115 Ejemplos de estos trabajos pueden encontrarse en las referencias al tema en páginas anteriores. 116 Por ejemplo, Krause, M. & Jaramillo, A., 1998; Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994a; Serrano-García, I. &Álvarez, S., 1992 en el caso de las revisiones, y Sánchez Vidal, A., 1989 y 1992, y Martín Gonzáles, A., 1998, como ejemplos tanto de manuales de aplicación como a nivel del conjunto de versiones que le dan forma a las discusiones que dinamizan a la psicología comunitaria. 117 E incluso pueden encontrarse textos que si bien no corresponden a revisiones ni a trabajos orientados a redefinir los postulados, si logran el efecto de discutir sobre la psicología comunitaria, como el caso de Amalio Blanco (en Martín Gonzáles, A., Chacón, F. & Martínez, M., 1989).

Page 94: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

94

Ahora bien, como decíamos, del cruce de los elementos que han sido mencionados en este capítulo pueden rescatarse elementos comunes que vale la pena destacar: a) Respecto del nivel teórico “(...) La psicología comunitaria tendría una perspectiva conceptual, o una

óptica analítica, que de forma característica considera los fenómenos en función de factores

medioambientales, de tipo cultural, social y político en niveles micro y macrogrupales” (Alfaro, J., 2000). Para la psicología comunitaria sin embargo, la teoría se entiende en una unión inseparable de la práctica (Asún, D., Krause, M., Aceituno, R., Alfaro, J., Morales, G., 1995; Souza, F. & Aguilar, M., 2002), en cuanto supone que sea cual sea el objetivo que busca la intervención, ésta debe estar fundamentada necesariamente en el estudio de las condiciones de vida y factores psicosociales “que permiten desarrollar, fomentar y mantener el

control y poder que los individuos pueden ejercer sobre su ambiente individual y social, para solucionar

problemas que los aquejan y lograr cambios en esos ambientes y en la estructura social” (Asún, D., Krause, M., Aceituno, R., Alfaro, J., Morales, G., 1995). Esto se asocia con la característica que hemos descrito respecto del papel de la teoría en psicología comunitaria, que por un lado se plantea en términos de valores y orientaciones a la práctica –los que a su vez se fundamentan en supuestos acerca de las personas, la psicología y la realidad social-, y que por otro supone referentes técnicos sobre como intervenir y trabajar118. De este modo, la teoría en psicología comunitaria se traduce a modelos explicativos de la realidad social que permiten intervenir en ella destacando prioridades y orientaciones –fundamentalmente éticas y políticas-, que a su vez dependen de las grandes “reformulaciones” y “discusiones” que se estén llevando a cabo en el plano de la discusión conceptual a la que nos hemos referido119. Así mismo, lo ético y lo político de la psicología comunitaria (sus valores y orientaciones prácticas) no dependen de un solo paradigma o de un único sistema de argumentaciones, sino que se sitúan dentro de cada marco conceptual como criterio para establecer la coherencia interna del mismo (su validez) y la posibilidad de reformularse a partir de los elementos del que puede disponer en el ambiente (las discusiones conceptuales y políticas del medio de la psicología comunitaria). Es por esto que, en definitiva, lo que se conoce como psicología comunitaria no es otra cosa 118 Si bien desde una óptica integrativa disciplinar, Alipio Sánchez Vidal plantea una diferenciación interna a nivel teórico de la psicología comunitaria similar a que revisábamos; la existencia de modelos teóricos analíticos y de modelos operativos (Sánchez Vidal, A., 1996). 119 De esta forma se explica, además, el florecimiento de múltiples modelos teóricos de pequeño alcance en psicología comunitaria; la particularidad de la realidad en la que se interviene, un lenguaje que se recodifica según el contexto y las discusiones y paradigmas orientadores que se integren al modelo de intervención, y las propias condiciones particulares en que cada grupo de profesionales define el impacto esperado son factores importantes a la hora de integrar las múltiples visiones que existen en torno a la teoría en psicología comunitaria. Esta posibilidad, además, permite entender la dificultad de un análisis de corte disciplinarista; la integración dentro de un gran conjunto denominado psicología comunitaria elimina esas interesantes características presentes en su desarrollo, pues ellas son interpretadas desde la multiplicación de los mismos elementos en cada oportunidad. Evidentemente, bajo esa óptica, las opciones de una disciplina son ampliar su alcance –hasta subdividirse-, o disminuir su alcance, mas no desarrollarse en el sentido evolutivo de la palabra.

Page 95: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

95

que el conjunto de relaciones –sean estas históricas, institucionales, teóricas o prácticas- que las psicologías comunitarias (los marcos conceptuales) mantienen120. Esto resulta particularmente relevante para entender la mencionada relación entre teoría y praxis, pues como resulta evidente, la argumentación conceptual que estructura dicha relación no se formula in abstracto ni in absentia de acción. b) Respecto del objeto sobre el que se trabaja, el énfasis en el nivel supraindividual puede decirse que consiste en una de las principales formas de definirla como un campo de trabajo relativamente específico (Blanco, A. en Alfaro, J. 2000). Con esto nos referimos tanto a grupos, poblaciones, organizaciones, sistemas sociales de diferentes tamaños, y las relaciones de éstos con los individuos (Alfaro, J., 2000) y de la forma en que éstos mismos conjuntos cambian y se transforman (Sánchez Vidal, A., 1996). Esto a su vez, supone una formulación, y supuestos a la base, en torno a la sociedad, y en específico, respecto de la comunidad, y de la implicancia de la misma en las formas de intervención que se deseen realizar o que se han priorizado. Esto plantea algunos puntos, tales como al delimitación de límites disciplinares o de acción profesional, y en torno a los ejes de las discusiones que permiten el desarrollo y dinamismo dentro de la misma. Estos puntos serán abordados en detalle mas adelante. c) Respecto del método o los métodos utilizados, Alipio Sánchez Vidal supone que la intervención “puede

entenderse como una serie de acciones o influencias – sean éstas planificadas o no planificadas- dirigidas a

problemas que se manifiestan dentro de los sistemas y procesos sociales de una comunidad [o conjunto de comunidades y grupos sociales] y cuyos objetivos incluyen la resolución de problemas y/o el desarrollo de la

comunidad, mediante la utilización de estrategias situadas en diferentes niveles” (Sánchez Vidal, A. en Krause, M., 1997). Así, los métodos y la concepción genérica que se tenga de los mismos dependerá de las orientaciones particulares que estén presentes en el modelo a seguir. d) De las características ya mencionadas aparece una cuarta; una perspectiva ética respecto de la intervención y la responsabilidad profesional, que delimita la neutralidad del investigador-interventor respecto del objeto (Sánchez Vidal, A., 1996), y que distingue objetivos deseables, métodos deseables, actores y su capacidad de involucrarse dentro del proceso interventivo, y que finalmente, orienta acerca de la concepción de objeto (o sujeto, si se prefiere) de la intervención y de las relaciones que el mismo tiene con su entorno social inmediato e histórico121. Como ejemplo clarificador tómese el caso de las corrientes Norteamericana y

120 Esto, que pudiera parecer un atropello a las concepciones orientadoras en torno a la forma ideal de la psicología comunitaria o de la comunidad, no es otra cosa que la concreción de nuestra intención. Tal era la de producir una formulación integrativa de la comunitaria que nos permitiera avanzar en el desarrollo de este estudio 121 Es decir, es este componente el que dota de carácter a la psicología comunitaria, que las más de las veces se define por sus objetivos esperados, por sobre aquellos que realmente logra.

Page 96: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

96

Latinoamericana antes mencionadas; si bien es cierto los grupos objetivos son definidos genéricamente bajo los mismos criterios (pobres, excluidos, marginados, oprimidos), las posibilidades de actuar con los mismos dependen de la comprensión de las formas de relación de los mismos con su entorno social y su historia; en el caso norteamericano se intentó una mayor integración a los servicios estatales que suponen una mejor condición de vida y en el caso latinoamericano, producto de una lectura represiva de la acción del estado que además supone una progresiva “exclusión” de ciertos grupos de la estructura social bajo los modelos de desarrollo, la intervención suponía “liberarse” de las trabas que impedían surgir bajo esas condiciones de opresión. La libertad y el desarrollo pueden haber estado presentes en ambos modelos, pero la implicación práctica que tuvieron en cada corriente es diferente producto de la construcción ética que los profesionales sostuvieron. Este componente está siempre presente, aunque a veces con mayor relevancia, y es fundamental en la revisión de la identidad constituyente de la psicología comunitaria global y en sus múltiples corrientes y discusiones. Resumiendo, en este punto conviene diferenciar dos componentes del elemento ético; (1) la definición de objetivos deseables, y (2) la definición de los sujetos y la relación que se establece con ellos como parte de la intervención. e) En la misma línea anterior, aparecen en la literatura algunos componentes y aspectos que la mayoría de los trabajos en psicología comunitaria parecen incluir. Las referencias son abundantes en distinguir como predecesor de ambos elementos recién mencionados a la necesidad de “democratizar” la participación de la comunidad en base a una óptica “positiva” (basada en la potenciación de recursos y capacidades de la comunidad por sobre las deficiencias que puedan estar afectando a la situación definida como problema) (por ejemplo Sánchez Vidal, A., 1996). Junto a lo anterior se privilegia una orientación preventiva –y proactiva- (en sus implicaciones a nivel de una comunidad o colectivo), que ponga énfasis en la búsqueda de determinantes y contextos en que la situación problema se genera (los que, por supuesto, están flanqueados por los conceptos explicativos existentes dentro del modelo que se ha “preferido” utilizar). Finalmente, se distinguen tres elementos que debieran estar presentes: (a) acercamiento a la comunidad (y no al revés, como en los modelos tradicionales), es decir, el suponer una existencia previa de mecanismos, cultura, relaciones sociales, pautas y conductas propias de la comunidad, con la cual la intervención debe interactuar. Así y aunque las definiciones particulares de cada modelo puedan ser disímiles, este componente parece estar presente en la identificación de la literatura. (b) Flexibilidad en la concepción de las demandas, las metas y, en general, en la forma de trabajar, pues como se deriva del punto anterior es preferible en muchos casos utilizar “estrategias escalonadas, indirectas o de intermediación de recursos y potenciación de los recursos

existentes en la comunidad, [...] y optimizar el uso de recursos técnicos cualificados”, por sobre la intervención directa, la cual puede llegar a ser contraproducente frente a las dinámicas y a la resistencia al cambio del colectivo o la comunidad (Sánchez Vidal, A., 1996). Por último, (c) se plantea una perspectiva de largo plazo

Page 97: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

97

(o transversal), en donde el cambio buscado es entendido como perdurable en el tiempo. Por lo mismo, se deben utilizar evaluaciones globales y sistemáticas, y en donde la planificación debe ser coherente con estos elementos (Sánchez Vidal, A., 1996). Demás está decir que la forma en que cada uno de estos puntos sea considerado dentro de un modelo específico de intervención dependerá mayormente de los supuestos y orientaciones que el mismo modelo sostenga sobre cómo se debe intervenir, y qué tipo de resultados deben buscarse. En estricto rigor, como ya se habrá podido notar, ese es el supuesto que guía nuestra definición; existen elementos constituyentes dentro de la psicología comunitaria, pero las definiciones específicas, los códigos y el lenguaje utilizado dependen particularmente del modelo, marco u orientación que se utilice, el cual sostiene la coherencia –y la validez presumida- de las acciones que se pueden derivar. Por ello la implicación del competente ético es tan importante. De esta forma, más que “valores” de la psicología comunitaria, lo que hemos mencionado corresponde a “elementos” que todo enfoque integra, definiéndolos desde sus particulares referencias, orientaciones y valores, bajo una “óptica” común respecto de lo que puede llegar a ser un trabajo en psicología comunitaria. Se produce, de esta forma, un campo, en el cual los marcos teóricos y orientaciones van generando los propios límites y relaciones posibles entre sí. f) Junto a lo anterior, destaca la existencia de un “sentido psicológico de comunidad”, en las diferentes posturas, como un concepto relativamente compartido dentro de la disciplina (Unger, G., 1995; Bernstein, D. & Nietzel, M., 1982; Musitu, G., Berjano, E. & Rbueno, J., 1990), que consiste en una poderosa fuerza de organización, identidad, apoyo, integración e interdependencia entre grupos de personas, que resulta ser un ingrediente esencial para la posibilidad de concebir el trabajo comunitario en cuanto supone la unión de lo individual y lo colectivo dentro del campo de la psicología comunitaria (Sánchez Vidal, A., 1996)122. g) Un énfasis por producir “cambio en sistemas sociales” (Alfaro, J., 1996, p. 24, Montero, M., 1984, entre otros). A propósito de lo anterior –y especialmente en Latinoamérica- la intención y los objetivos son orientados hacia instituciones sociales importantes y/o significativas para la vida de las personas. A partir de esto se derivan planteamientos que se distribuyen entre un polo basado exclusivamente en variable sociales, y otro basado en la búsqueda de adecuación de la relación individuo-ambiente de corte más clínico-comunitario (Tyler, F., en Alfaro, J., 1993), pasando como hemos visto por posturas que abogan por el desarrollo social (por ejemplo Escobar, L., en Tapia, P. 2001), y por el mejoramiento de la calidad de vida de las personas (por ejemplo Krause, M. 1998). Esto supone que la psicología comunitaria posee todo su

122 Es relevante destacar que existen numerosas lecturas respecto del “sentido psicológico de comunidad”. Para no incitar confusiones, debemos distinguir el uso amplio que le damos al concepto por sobre su concepción como meta de intervención, es decir, como el “fortalecimiento de las redes de apoyo dentro de una comunidad como objetivo deseable de las intervenciones” (Sánchez Vidal, A., 1989 y 1996).De esta forma, aclaramos que este sentido psicológico además es tanto una presunción para el profesional como para los miembros del colectivo o comunidad

Page 98: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

98

entramado con una finalidad particular; la de intervenir la realidad social123 de acuerdo a los parámetros que ha definido como “ideales”124. Siguiendo la línea de lo que hemos dicho para con la psicología comunitaria, la noción de cambio social que no es algo que se defina a priori, si no mas bien, un resultado de la coherencia entre los principios y orientaciones y los conceptos explicativos e interventivos que integran determinado marco. Así, existen dos elementos que permiten establecer una noción de cambio social dentro de los marcos que componen a la psicología comunitaria; (a) los objetivos esperados para con una intervención “tipo” dentro de un determinado modelo y (b) la importancia atribuida a los diferentes elementos que se incorporan en el análisis de la problemática a intervenir. Por dar un ejemplo; en el caso del modelo organizacional como fue descrito en el apartado acerca de los modelos teóricos de la psicología comunitaria, la noción de cambio social está orientada a la eficiencia de los grupos bajo el entendido que la comunidad se constituye de organizaciones con metas específicas. Allí la problemática se define en torno a la posibilidad de conseguir dichas metas. Para lograr esas metas, se privilegian niveles de intervención y conceptos para orientarse en la práctica que son diferentes, por ejemplo, a las del modelo denominado de cambio social en donde la problemática se establece a partir de la distribución desigual de poder y en donde el cambio social es entendido a partir de la participación de los miembros de una comunidad en un proceso de reconceptualización de si mismos, de sus posibilidades y de su ambiente (como quedó claro en la revisión de dichos marcos). Esto implica, además, la posibilidad de concebir al “cambio social” como un resultado de cambios que impliquen mayormente transformaciones a nivel del medio (cfr. Martín Gonzáles, A, 1998; Sánchez Vidal, A., 1988 y 1996; Bernstein, D. & Nietzel, M., 1982) . De esta forma, como aclara Sánchez Vidal (1996) es posible que el “cambio social” adopte algunas de las siguientes formas; “... Desarrollo (de

elementos y procesos potencialmente existentes en el sistema, o de sus subsistemas e interacciones

microgrupales), Redistribución de poder o recursos, o Generación de alternativas sociales y psico-sociales

más eficientes que las existentes en términos de minimizar las disfunciones y condiciones que generan

problemática humana, maximizando las oportunidades de desarrollo y funcionamiento personal adecuado...”. Es decir, el cambio social es la meta que las diferentes orientaciones presentes en el campo que se denomina psicología comunitaria se proponen cumplir, y por lo tanto, su definición en concreto depende de la estructura argumentativa que la sostenga a nivel conceptual. No se trata, entonces, de una construcción concreta e 123 Este punto no es menor en la bibliografía. Sin embargo la explicación de este elemento es diversa: por un lado se ha propuesto que es la necesidad de intervención psicológica y social efectiva la que ha primado en el desarrollo de la psicología comunitaria como conjunto –y por lo tanto es este el elemento central de su desarrollo histórico-, y por otro se postula que son los presupuestos de este nuevo “enfoque” los que terminan por identificar espacios sociales en donde intervenir –muchas veces redefiniendo la concepción de intervención misma. En todos los casos, y como característica de sobremanera especial para la psicología comunitaria, la intervención forma parte esencial de la misma. 124 Ideales tanto para explicar la realidad como para intervenirla. Sin embargo aclaramos que la intervención social no se corresponde a la psicología comunitaria. Ella parece ser la finalidad de los desarrollos en psicología comunitaria (ya se trate de modelos de investigación como de intervención directa en su sentido clásico), pero esta puede ser implementada desde diferentes orientaciones; intervenciones sociológicas, policiales, militares, médicas, etcétera. Todas ellas pueden ser consideradas como “formas de intervención social”.

Page 99: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

99

independiente, pudiéndose observar una evolución de la concepción de éste a medida que los componentes de una corriente se enfrentan a nuevas condiciones histórico sociales y a nuevos desarrollos influyentes dentro del pensamiento científico social125. Hasta el momento hemos logrado una revisión de las características centrales de la psicología comunitaria en su sentido amplio como conjunto de producciones, y una sistematización –de acuerdo a esas características- de los elementos que la componen en sus diferentes formas. Sin embargo aún queda aclarar un punto central; ¿Cuál es él elemento característico de la psicología comunitaria?. Este punto es fundamental, pues no resultaría difícil confundir a la psicología comunitaria con otras disciplinas, campos, enfoques de trabajo, movimientos y formas de aplicación de las ciencias sociales y la política dentro del campo de lo colectivo. En este sentido, el elemento que proponemos distingue a la psicología comunitaria como tal, y que al mismo tiempo es capaz de diferenciarla de otras formas dentro de la psicología no tiene que ver con el privilegio de un objetivo genérico -como la salud integral, el desarrollo comunitario o el bienestar humano-, ni su aparente carácter de disciplina en vías de desarrollo, ni su identidad en torno a un conjunto de problemáticas que le son de incumbencia, si no con el enfoque de sus temáticas a partir de supuestos en torno a la sociedad y a la comunidad. Así, y siguiendo con la línea en que hemos expuesto los argumentos, todos los casos que se consideran psicología comunitaria establecen un conjunto de relaciones posibles a partir de una imagen, representación o concepto de lo que es una comunidad, de sus componentes y de sus posibilidades y determinaciones. No nos referimos a un “enfoque de comunidad” en el sentido ecológico de la palabra (como es el caso de Hombrados, 1996), ni a una primacía de un conjunto de valoraciones en torno a objetivos deseables para todo trabajo aquí considerado (Montero, M., 1984; 1994; 2004), sino mas bien a una perspectiva que involucra a las relaciones humanas en el contexto de una comunidad. En este sentido, lo que distingue a la psicología comunitaria en las diferentes formas que desarrollan los marcos conceptuales que la componen es la involucración, como elemento significativo, del concepto (fundamentalmente operativo) de comunidad. Esto ya sea desde una perspectiva pragmática (“la comunidad como un recurso”, y las capacidades que tiene), o desde una perspectiva sociológica (“la comunidad como entidad cultural básica” y

125 Interesante resulta constatar que, si bien los postulados del interaccionismo simbólico y del construccionismo social estaban presentes en los orígenes de las producciones que componen la corriente latinoamericana (véase Serrano-García, I. & López-Sánchez, G., en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1995), sólo en las últimas décadas se ha producido una integración conceptual que permite reformular el sentido de la participación de los involucrados en las intervenciones comunitarias, asunto que en un primer momento jugaba un papel secundario frente a la necesidad de reformulación disciplinar y compromiso social. En este sentido, las dimensiones sociales y psicológicas del cambio social han comenzado a jugar un rol decisivo en los nuevos desarrollos de esta corriente. Esto, sin embargo, es absolutamente coherente con los orígenes en las crisis que abren el camino para el desarrollo de la perspectiva de comunidad en América Latina, como aclaramos anteriormente.

Page 100: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

100

“las relaciones que se establecen” en ella). Por lo mismo, planteamos como válida la analogía entre psicología

comunitaria y psicología de la comunidad126. De esta reconceptualización se derivan algunas implicancias que vale la pena discutir. En primer lugar, la psicología comunitaria se comporta como un “campo”, es decir, como un “espacio en el que interactúan fuerzas”127, como hemos venido diciendo hasta aquí. Estas fuerzas poseen varios niveles –a nivel de la orientación y el elemento ético, de las teorías y conceptos y de los métodos y técnicas a utilizar- en cada intervención o planteamiento dentro de la psicología comunitaria. La interacción entre ellas es la que dinamiza la discusión y permite la evolución de la misma, en el entendido de que, al mismo tiempo se desarrollo en un campo mas amplio –la sociedad-128. Una segunda implicancia tiene que ver que, en tanto “campo”, la psicología comunitaria puede yuxtaponerse con otras formas de la psicología, como por ejemplo la psicología de la educación o la psicología de las organizaciones. Entre estas pueden establecerse relaciones de colaboración por ejemplo a nivel de orientaciones analíticas y operativas, a partir de los marcos conceptuales y sus técnicas, o en torno a sus logros esperados y a los agentes sociales con los que deben relacionarse (si por ejemplo se tratara de una “comunidad educacional”). Por lo mismo, la psicología comunitaria se nutre de otros “campos” en los que la psicología y las ciencias sociales en general han producido avances. Y, no pocas veces, de las múltiples formas del quehacer humano que no cabe dentro de las definiciones clásicas de ciencia129. Al respecto aclara Sánchez Vidal (1996) que ello ocurre tanto “en su vertiente interventiva (trabajo multidisciplinar basado en la

multiplicidad de conocimientos y destrezas técnicas requeridas), como teórica (pluralidad de modelos teóricos

procedentes de distintas disciplinas)”. Por lo mismo, nos aventuramos a explicitar que el contexto social,

126 Nótese aquí además el cambio de nombre de la división de psicología comunitaria de la APA a la de “sociedad para la acción e investigación comunitarias”, que ha definido como sus objetivos el “explorar las relaciones entre los individuos y sus ambientes comunitarios a través de la teoría, la investigación y la acción; el promover la aplicación de la ciencia social y conductual hacia el bienestar de las personas en sus comunidades y; el incrementar el desarrollo y la investigación de programas de innovación que promuevan la efectividad humana”. Así, la relación psicología y comunidad queda centrada en un enfoque interventivo en base a la definición de un plano de intervención a nivel de la comunidad (Hombrados, M., 1996). 127 Tomamos la noción de “campo” en el sentido de Kurt Lewin quien lo plantea como una forma válida, desde una perspectiva dinámica para evaluar el desarrollo de una situación o fenómeno social. Debe consignarse, sin embargo, que no tratamos con esto de “fisicalizar” el elemento político que hemos considerado determinante en el desarrollo histórico de la psicología comunitaria, si no solamente de plantear un modelo de desarrollo que nos permita adecuarnos al objeto de estudio (ver Karmy, R., 2002). 128 Siguiendo con la nota anterior, la “fuerza” no está dada por su potencia explicativa u operativa en un sentido abstracto, si no por el conjunto de elementos del contexto social e histórico que se reúnen para validar y apoyar a una orientación y marco conceptual por sobre otros, dando paso a corrientes de desarrollo en el sentido en que hemos utilizado el término (cfr. Klappenbach, H., 2002). 129 Por ejemplo, parte importante de las formulaciones de la psicología comunitaria han relativizado los márgenes de inscripción en los cánones de la epistemología tradicional de las ciencias tradicional en el sentido que ha sido propuesto por Paul Feyerabend (cfr. Feyerabend, P., Radnitzky, G. & Stegmülller, W., 1984, y Feyerabend, P., 1989).

Page 101: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

101

histórico y político es también un importante asidero en la elección y validación de conceptos, delimitación de orientaciones, establecimiento de relaciones, códigos y “precisiones de lenguaje” a utilizar dentro de cada desarrollo de la psicología comunitaria (cfr. Asún, M., 2002) y en este sentido la psicología comunitaria esta intrínsecamente relacionada con las características del contexto en el cual sus desarrollo se producen y aplican. Una última implicación que vale la pena destacar tiene que ver con que el “enfoque de comunidad”, en tanto elemento determinante, es el punto de partida para establecer criterios de coherencia entre los conceptos que se van a utilizar, las orientaciones y componentes éticos que se van a privilegiar, y los métodos y técnicas que les corresponden. Por lo mismo, -y esto es crucial- es a partir de este “enfoque” que la realidad social cobra sentido, dando paso a una definición y delimitación del rol del profesional y de cada involucrado en el proceso de intervención. En resumen, para terminar la exposición, desde nuestra perspectiva destacan tres características fundamentales de la psicología comunitaria. La primera dice relación con su concepción a modo de un “campo” de debate y producción teórico-práctica, en donde cada desarrollo se orienta en base a marcos conceptuales con determinadas orientaciones, tanto a nivel conceptual como operativo, que se relacionan de acuerdo a criterios de coherencia y ajuste. Esto, a su vez, establece la validez de las acciones y análisis, y siembra la posibilidad de cambio (o transformación) a partir de la relación entre diversos marcos conceptuales dentro del campo, entre los cuales se establecen debates y discusiones en distintos niveles. La segunda característica tiene que ver con la primacía de un “enfoque de comunidad”, que sirve como primer organizador de conceptos y posibilidades de intervención en tanto produce una imagen del objeto a intervenir, de las posibilidades de intervención mismas (y del profesional) y de la inserción del mismo en el contexto social mas amplio. Una tercera característica, que se deriva de las anteriores, tiene que ver con la inclusión dentro de cada marco conceptual de un conjunto de “elementos constituyentes” básicos. Entre estos destacan; la concepción de sujetos de intervención, principios metodológicos operativos, definición de un rol profesional, énfasis preventivo, importancia atribuida al contexto y metas ideales de las intervenciones. De esta forma, las ventajas que tiene esta concepción pueden agruparse en cinco:

a) No es aditivo en el sentido de la uniformidad que supone a la base la concepción disciplinar unificadora –e idealizante-, si no integrativo en la valoración de cada desarrollo como interactuantes en un campo,

Page 102: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

102

b) Es comprensivo respecto del quehacer aplicado y el desarrollo del campo que se establece a la base, por sobre una concepción disciplinar estática con una meta (o metas) preestablecida, o a partir de la definición de la misma como una pura forma profesional,

c) Plantea el desarrollo del campo como resultado de un quehacer social, en donde el papel de los profesionales y de sus elecciones éticas, teóricas y metodológicas (o técnicas) cobra importancia central, y

d) Permite contrastar diferentes formas de desarrollo de la psicología comunitaria bajo diferentes contextos sin necesidad de utilizar criterios unificadores o idealizantes130.

e) Elimina –o al menos reduce- la problemática que se produce al considerar a la psicología comunitaria desde una perspectiva netamente práctica, reconociendo la producción teórica y práctica –en tanto unidad- desde un análisis contextualizado (cfr. Alfaro, J., 2000).

A partir de estas consideraciones, entendemos de psicología comunitaria, a modo de definición genérica, un campo de saber operativo, con énfasis en un nivel supraindividual, que privilegia una óptica analítica o perspectiva conceptual que considera los fenómenos en función de factores medioambientales, de tipo cultural, social y político en niveles micro y macrogrupales (comúnmente denominado sentido de comunidad) que, a su vez, permiten desarrollar, fomentar y mantener la relación de control y poder que las personas puedan ejercer sobre su ambiente individual y social –es decir, en el entorno en el que las comunidades existen-, para solucionar o intervenir problemas y dinámicas que los aquejan, mediante el logro de cambios significativos en esos ambientes y, al mismo tiempo, en el contexto social en el que se producen. Respecto de las acciones que produce este saber, concordamos con Sánchez en que pueden entenderse como “una serie

de acciones o influencias –sean éstas planificadas o no planificadas- dirigidas a problemas que se manifiestan

dentro de los sistemas y procesos sociales de una comunidad y cuyos objetivos incluyen la resolución de

problemas y/o el desarrollo de la comunidad, mediante la utilización de estrategias situadas en diferentes

niveles” (Sánchez Vidal, A. en Krause, M., 1997)

1.6 Marcos conceptual en psicología comunitaria Luego de explicitar la definición anterior queda en evidencia la necesidad de definir claramente qué constituye el campo de la psicología comunitaria, es decir, cuales son las fuerzas –tanto en su potencia como en su orientación- que dinamizan los debates de éste. 130 Como quedará claro mas adelante es un supuesto de esta formulación que la evolución y desarrollo de la psicología comunitaria puede ser estudiada a partir de los marcos conceptuales que en determinado momento son “visibles” en el campo. Esto, a su vez, supone que cada movimiento, énfasis y orientación es capaz de cristalizar dentro de –al menos- un marco conceptual determinado..

Page 103: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

103

Este asunto ha sido objeto de diversos enfoques, al punto de que durante en las últimas dos décadas –desde los años ochentas- buena parte de los trabajos en psicología comunitaria se han estructurado en torno a una definición de sí mismos, al establecer los parámetros de lo que es, ha sido, o debería ser el conjunto de planteamientos que corresponden y constituyen el cuerpo de la psicología comunitaria131. En la revisión que hemos realizado nos ha sido posible identificar cinco grandes respuestas –o grupos de respuestas- que permiten aventurar de qué está compuesto el campo de la psicología comunitaria. Vale la pena, por tanto realizar una breve descripción de estos para clarificar nuestra posición particular, poniendo especial énfasis en la relación que ellos suponen entre los aspectos relativos a las orientaciones a la práctica y los desarrollos teóricos y conceptuales que permiten identificar. La primera de ellas, y quizás la más difundida según como puede derivarse de lo hasta aquí descrito, considera que la psicología comunitaria está compuesta por una gran acumulación de experiencias prácticas, fundamentadas en elaboraciones conceptuales propias, mismas que a su vez resultan posibles de agrupar producto de su compromiso de transformación social, o también, del conjunto de orientaciones y valores comunes –traducidos a proceso de intervención-, de entre los que destaca la participación social y la movilización social (Leiva, A., 2003.; Montero, M., 2004). Esta posición, debido a su alto grado de aceptación, se ha transformado en el núcleo desde el cuál es posible plantear la correspondencia entre el proceso que dota de sentido a la práctica comunitaria como parte del ejercicio social de la psicología, al punto de convertirla en una especialidad disciplinar. Así, y si bien pueden reconocerse adscripciones a esta perspectiva fuera del marco latinoamericano, es en este contexto en donde es posible percibir con más fuerza su presencia132 Bastante hemos dicho ya sobre esta posición, sin embargo vale la pena destacar que la concepción de fondo supone un cambio paradigmático a la base del establecimiento de esta “nueva disciplina” (véase Montero, M., 2004). Bajo este supuesto es razonable distinguir tres elementos fundamentales; (a) referentes teóricos o conceptuales, los cuales provienen principalmente de las ciencias sociales y de la salud –como puede desprenderse de la revisión de las corrientes ya realizada en este mismo capítulo-; (b) valores y orientaciones propias de la psicología comunitaria, los cuales conforman el núcleo paradigmático y permiten tanto una definición de psicología comunitaria como la validación de las intervenciones que en ella se inscriben; y (c) contextos históricos, o procesos históricos en los cuales los profesionales psicólogos desarrollan, incorporan y adscriben los dos primeros elementos, que en el caso latinoamericano tiene que ver con el proceso de 131 Ellos se posicionan en todo el espectro que demarcan las distinciones descritas en el apartado anterior. 132 En efecto, este proceso ha impactado con fuerza al conjunto de producciones consideradas en el segundo capítulo de este documento.

Page 104: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

104

debates con correlato práctico en relación a la sociología del desarrollo, la educación social, y los procesos político sociales en los cuales ellos tuvieron sentido tanto en los años sesenta como en los setenta133. Bajo esta perspectiva, entonces, algunos conceptos y valores mantendrán su unidad, más allá de la evolución histórica, permitiendo la comunicación y el intercambio entre desarrollos paralelos –pero convergentes- de planteamientos comunitarios en contextos y corrientes diferentes. Montero se permitirá acotar en este sentido, que por sobre las diferentes concepciones que se haya privilegiado en relación a la comunidad, esta es concebida como una entidad compleja de relaciones y fenómenos sociales con las cuales el interventor debe actuar resguardando el carácter de sujeto activo y por ello en forma colaborativa, para producir una transformación social tanto interna –en la forma de abordaje de los problemas y necesidades enfrentados, es decir, en la movilización de recursos-, como externa –pues este proceso se produce en un entramado social, un sistema social, complejo- (2004). Una segunda forma de entender este asunto es la que ha propuesto Alfaro (2000), y a la cual nos referíamos también al principio de este capítulo. Ella supone que la psicología comunitaria es una forma de ejercicio profesional, que en sus aspectos teóricos y conceptuales se deriva de las principales corrientes vigentes en psicología social. Lo que aquí constituye a la psicología comunitaria son tradiciones, mismas que en su núcleo pueden sostenerse invariables a través de los años, permitiendo el ordenamiento de producciones psicológico sociales de carácter aplicado bajo ciertos patrones constantes. Entre ellas, entonces, se producirán “discusiones” a partir de las cuales la evolución y complejización es posible (Alfaro, J., 2000). Así, y si bien la psicología comunitaria sólo es un tipo de psicología social, pueden reconocerse argumentaciones que permiten identificar trazos comunes a lo largo del tiempo, y por lo mismo, grupos de conceptos diferenciables que responden y se complementan dentro de sus propias lógicas. Sin embargo, y como ya hemos discutido, el contexto histórico en el cual ellos ocurren deja de tener peso comparativo, ya que lo relevante es la identificación de lógicas que se mantienen continúas en el tiempo134.

133 Ellos se reflejan en los tres referentes mencionados (teología de la liberación y las distintas líneas a las que abrió camino, educación popular liberadora desde las comunidades eclesiales de base y las intervenciones participativas de corte cultural con sectores marginales urbanos de Fals-Borda), los cuales nutren la formulación de una propuesta relativamente estructurada en la cual la crisis de relevancia da lugar a la o las propuestas comunitarias, que ha sido autodenominada en múltiples oportunidades como “psicología social comunitaria”, sin que por ello eso la distinga completamente del paradigma unificador. Esta argumentación ha sido desarrollada recientemente por Montero (2004). 134 Bajo esta concepción Alfaro (2000) identificará tres tradiciones; “de competencias” centrada en el fortalecimiento de recursos tanto personales como comunitarios para hacer frente a los desajustes y demandas del medio; “de redes” en la cual lo relevante será una comprensión sistémica de los problemas o disfunciones y por lo tanto la intervención se centrará en los aspectos interaccionales inter e intra sistémicos que influyen en la mantención del problema.; y “de amplificación sociocultural” cuyo supuesto central es que existe una correspondencia entre los aspectos subjetivos (o discursivos) y la capacidad de hacer frente a los sistemas sociales complejos, destacando la necesidad de producir un cambio en la estructura de conciencia (o de producción de discurso o de acción social) para el desarrollo de procesos sociales de emancipación. Cada uno de ellos, entonces, puede ser considerado un paradigma de la psicología social en

Page 105: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

105

De estas dos concepciones, hasta el momento las más difundidas por la capacidad de estructuración que tienen en torno a la psicología comunitaria135, rescatamos dos elementos fundamentales. De la primera la lectura histórica según la cual existen procesos en los cuales se incorporan referentes que permiten la evolución de los desarrollos que conforman el campo de la psicología comunitaria, lo que posibilita darle coherencia pero también dinamismo a los desarrollos. De la segunda, destacamos la lectura que permite reconocer ciertas tendencias comunes que no forman un todo unitario, ideal, en psicología comunitaria. A nuestro entender, según como hemos argumentado, ambos conjuntos de suposiciones resultan complementarios y permiten entender lo que “habita” y al mismo tiempo constituye a la psicología comunitaria. Otra forma de entender este asunto, pero sin pretensiones de estructuración sino sólo de identificación, ha sido abordado por Serrano-García y Álvarez (1992). Ella parte del supuesto que hemos utilizado aquí en relación a la necesidad de comprender los desarrollos de psicología comunitaria como parte de corrientes –tambien llamadas vertientes- que comparten referentes y procesos comunes, y que por tanto, se constituyen de acuerdo a patrones también comunes. La suposición central de esta propuesta es que dentro de cada corriente es posible distinguir elaboraciones conceptuales consistentes e interactuando entre sí, a las que las autoras denominan marcos conceptuales;

Sus ingredientes principales son: ideología y valores, conceptos, la base de conocimientos y destrezas, y el método utilizado [...] La ideología incluye las premisas básicas de las cuales parte el marco conceptual; la visión de mundo. Ésta incluye los valores y las reglas de conducta que permiten implantar los mismos [...] Los conceptos son ideas abstractas que surgen de eventos particulares y la base de conocimientos se refiere a las áreas disciplinares existentes que contribuyen al desarrollo y crecimiento del marco conceptual. El método es aquél procedimiento que se sugiere para acumular la base de conocimientos o para verificar a través de la aplicación las premisas básicas del paradigma. Todos estos componentes influyen a su vez en la determinación de cuán abarcadora será la disciplina, en la selección de métodos de intervención y en la definición de los roles del/de la profesional que a ella se incorpore

Esta argumentación se sostiene sobre tres supuestos. Primero, que la psicología comunitaria está constituida por unidades. Segundo, que hay una serie común de componentes que cada una de esas unidades posee. Y tercero, que esos componentes mantienen una relación interna de tal manera que es posible sostener que se comportan como una unidad, es decir, que tienen aspectos en común que permite reunirlos en torno a planteamientos comunes más allá de su propia evolución histórica. Según como explican las autoras Serrano sí misma y sus referentes responden a distintos períodos y contextos históricos de la propia psicología social (Alfaro, J., 2000) 135 Pues permiten no sólo una identificación de sus componentes sino que se sustentan en una definición de lo que es la psicología comunitaria, asunto sobre el que ya nos hemos referido.

Page 106: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

106

García y Álvarez (1992), esta concepción identifica a cada una de esas unidades con un “paradigma” existente, sin embargo, destaca la necesidad de producir no sólo integración intra unidades (es decir, entre los diferentes elementos y las bases sociales, filosóficas o profesionales que representan) ni tampoco convergencia inter unidades (es decir, el fortalecimiento de prácticas conjuntas complementarias) sino también, y como resultado de ambos, un gran marco conceptual integrador que permita desarrollar el ideal disciplinar –o que, en su defecto, sea la expresión de un paso más elaborado en la formalización disciplinar. Se trata, por tanto, de una forma complementaria a la anteriormente asociada a Montero, la cual partiendo del ejercicio –y la necesidad- de describir reconoce que en la historia misma es posible identificar no sólo los componentes sino también el contexto social que permite mantenerlos unidos. La unidad, por cierto, es visible en publicaciones y otros documentos de carácter científico136. Hay, por tanto, un proceso de evolución que a través del análisis y descripción de los componentes mencionados, permite evidenciar las características y orientaciones, pero al mismo tiempo, su adecuación al ideal, para ver si el camino se ha recorrido –o también para ver de qué forma o hasta qué punto él ha sido recorrido137. Los desarrollos en psicología comunitaria, si bien múltiples, siguen teniendo un parámetro externo para ser evaluados y sopesados. Por el contrario, existe una segunda forma de descripción, pero ella no reconoce como carácter o un ideal disciplinar. Retoma el concepto de corriente –o vertiente- para identificar un desarrollo común en medio de la evolución de contextos históricos, tanto locales como nacionales. Los conceptos utilizados aquí se vuelven difusos; líneas, prácticas y orientaciones son conceptos que designan un conjunto de trabajos basados en ciertos análisis comunes, usualmente definidos desde demandas laborales coyunturales, desde las cuales grupos profesionales –generalmente acotados- han desarrollado algún grado de experticia (cfr. Morales, G., 1993; Olave, R. & Zambrano, L., 1993; Krause, M., 1996). El producto de estos análisis resulta ser un agregado de eventos, muchas veces inconexos, en los que si bien están presentes de forma implícita los elementos que consideran Serrano y Álvarez, no logran distinguirse avances, progresos, y se pierde por ello, la perspectiva de proceso. La caracterización de productos profesionales elimina el proceso138; permite reconocer períodos en los cuales se producen matrices de trabajos, pero los extrae de su contexto histórico, mismo que implícitamente les da sentido y dinamismo.

136 Asunto que se remonta a las producciones de los autores latinoamericanos de mediados de la década de los ochentas, quienes reconocían la necesidad del desarrollo de una psicología social comunitaria que se tradujera no sólo en prácticas e ideales comunes, sino también en formalizaciones científicas expresadas en documentos y revistas científicas, espacios académicos y de formación, entre otros, pues estos son procesos que demuestran la superación de la crisis (entonces paradigmática) de relevancia (cfr. Montero, M., 1980; 1982; cfr. Marín, G., 1984). 137 Asunto que supondría la generación del gran paradigma unificador, que le daría fortaleza e identidad a la disciplina, estableciendo el período de “ciencia normal” (cfr. Serrano-García, I. & Álvarez, S., 1992) 138 Más aún, en su formato elimina la posibilidad de reconstruir la historia, y la posibilidad de reconocer en esta última las características transversales de la misma, es decir, su devenir evolutivo.

Page 107: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

107

Estas revisiones de orden descriptivo, permiten evidenciar otro conjunto de elementos que nos resultan relevantes. Primero, permiten reconocer una cierta lógica bajo la cual es posible observar núcleos comunes que interactúan dentro de la psicología comunitaria. En segundo lugar, establecen una cierta coherencia entre ellos en la medida en que cada uno debe encontrar, sin que por ello sea necesario adscribir a un ideal disciplinar. En tercer lugar, se asume la coexistencia de estas proposiciones dentro de un conjunto finito, que puede ser identificado con lo que ya hemos identificado como “campo” de la psicología comunitaria. Esto supone, por tanto, criterios de unidad internos –coherencia, completitud-, como de diferenciación externos –evidenciable en líneas de evolución paralelas de los núcleos, por ejemplo, mediante publicaciones u otro tipo de productos. Hay, por ello, una dinámica implícita, en la que interactúan contenidos profesionales, entre los cuales Serrano-García (2004) identifica a la “ideología, valores, conceptos y bases de

conocimientos, y destrezas y métodos”, en una estructura social propia de un momento histórico en donde esta autora considera “los factores sociopolíticos, y las fuerzas históricas”. Es posible reconocer, por tanto, la influencia del contexto –en el amplio sentido de la palabra- en tanto éste posibilita la emergencia y configuración del campo de la psicología comunitaria, a través de la generación de nichos –plataformas programáticas, necesidades sociales, movimientos poblacionales, u otras formas de espacios de validación, unión, existencia y evolución-, mismos que responden a una dinámica histórica, a una determinada estructura de procesos históricos. Hay una relación de dependencia entre las producciones –los productos- y las circunstancias históricas en los que ellos fueron elaborados. Cuando nos referimos a los productos, por cierto, estamos entendido –fundamentalmente- el conjunto de referentes teóricos y documentos reflexivos que refieren a una forma particular de posicionarse en el campo de la psicología comunitaria, a partir de una definición total o parcial sobre los elementos mencionados en el apartado anterior, siendo el principal de ellos un enfoque de comunidad, sea éste implícito o explícito. Un producto, por tanto, condensa y estructura los componentes que describe Serrano García, y los plantea de forma entendible para el resto de la comunidad que produce materiales tanto para el campo de la psicología comunitaria –dando pié a discusiones directas, dentro del campo- como para los referentes que la determinan –generando discusiones indirectas, fuera del campo. A partir de estas consideraciones, nos apropiaremos del concepto de Marco Conceptual, no sin antes producir una síntesis que permita adecuarlo a la óptica hasta aquí sostenida.

Page 108: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

108

Desde nuestro ángulo un marco conceptual es un conjunto de productos que siguen una misma línea –es decir, que guarda una relación de coherencia y convergencia-, y que al mismo tiempo es posible de ser identificado a través de referentes teóricos, políticos o sociales, conceptos -una producción teórico conceptual propia-, asunto que es coherente con un conjunto de prácticas en las cuales se pone en juego una metodología –o conjunto de metodologías- que existen en una situación social acotada y resultante de la interacción de las fuerzas sociales en un momento dado –se trate de demandas colectivas, programas de intervención, etcétera-, y en los cuales podemos describir un conjunto de suposiciones y propuestas ético-políticas139. Ello, por cierto, permite distinguir a “la” psicología comunitaria, tanto en su acepción de campo –como hemos propuesto- o como referente común en tanto condensación de la identidad construida en los procesos ocurridos dentro de cada corriente, de “una” psicología comunitaria la cual puede homologarse a un marco conceptual específico140, y que coexiste –necesariamente- con otras en la primera. Es razonable establecer, por esto, que lo que aquí entendemos por marco conceptual no es otra cosa que una mecánica para entender tanto los componentes de la psicología comunitaria –al ordenar los “productos”- como la dinámica que existe dentro de ella y que le da forma. No existe como tal de forma estática, y no requiere que sea nominado con claridad en sus límites y conceptos por los grupos de profesionales que a él adhieren, y que desde él participan del campo. Es una elaboración, esencialmente descriptiva pero que requiere de una noción de lo que es la psicología comunitaria, que queda en manos del autor en tanto ejecutor de un procedimiento de reconocimiento –asunto abordado en el segundo capítulo. Vale la pena mencionar aquí la metáfora del anudamiento utilizada por la Doctora Serrano-García (2004) en una comunicación personal para describir el proceso de conceptualización de un marco conceptual según su perspectiva:

La guía que utilizamos141 para la tarea consistió en ir sistemáticamente elaborando como las descripciones de los trabajos o las reflexiones teóricas se ubicaban en las categorías [es decir, lo elementos descritos] para amarrar así lo que representaba pedazos o descripciones más completas de los marcos conceptuales.

139 Bajo este supuesto, no resulta adecuado homologar un marco conceptual específico con una teoría específica (en tanto construcción explicativa sobre un fenómeno particular). El supuesto es que la lógica interior de un marco conceptual es la que permite desarrollar, integrar o adecuar un conjunto de aspectos teóricos, y por lo tanto corresponde a un nivel de organización superior. Ello implica asumir que un marco conceptual define también un conjunto de sentidos y orientaciones –selectivamente producidos- sobre cómo debe desempeñarse la función del profesional, tanto en el plano interventivo como auto-reflexivo; no sólo explican y permiten operar sobre “los fenómenos de la realidad”, sino que también producen al interventor. Es razonable suponer, por ello, que es el marco conceptual es el que aporta el criterio de validez y utilidad a un conjunto de teorías (cfr. Serrano-García, I. & Álvarez, S., 1992; Alfaro, J., 2000). 140 Recordaremos aquí las denominaciones por las que optaron Serrano-García y Álvarez (1992) para describir las producciones existentes dentro de cada corriente revisada. 141 Refiriéndose al trabajo en coautoría junto a Sonia Álvarez, publicado en Serrano-García y Rosario (1992)

Page 109: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

109

Bajo esta argumentación, entonces, un marco conceptual ocurre –es evidenciable- no a partir de un momento específico, sino a partir de un conjunto de circunstancias históricas significativas, las cuales producen y sostienen espacios de producción (nichos), en los que emerge un producto común142. Este último se constituye por un conjunto necesario, suficiente y finito de elementos entre los cuales existe un grado mínimo de coherencia y consistencia; un conjunto de argumentaciones político-ideológicas, un conjunto de referentes tanto teóricos como metodológicos, los que se traducen en un conjunto de conceptos y definiciones operacionales que permiten la intervención –la puesta en práctica- del marco143. La psicología comunitaria, por tanto, se compone de una activa dinámica de intercambio y reformulación de productos, sin que se deba sostener un ideal sobre esos productos144. La forma –la estructura, el contenido y el proceso- que tomen el conjunto de marcos conceptuales presentes en una corriente de desarrollo será resultado de su propia dinámica de interacción en tanto existentes en un devenir histórico común145.

142 Por ello, según nuestra concepción, desarrollo conceptual y contexto histórico resultan complementarios y necesarios para elaborar el contenido de este documento. 143 Como es posible inferir a partir del apartado anterior, no es dable la existencia de un marco propio del campo de la psicología comunitaria si este no se traduce en intervenciones, en la aplicación concreta. Ella supone la puesta en práctica del conjunto de elementos que acompaña al enfoque de comunidad, y es por tanto, lo que la distingue de las ideas abstractas sobre las posibilidades de intervención. 144 Pudiese incluso suponerse que se trata de procesos de apropiación e integración tanto de referentes como de elementos conceptuales y metodológicos de parte de grupos profesionales en circunstancias históricas acotadas. 145 Concordamos en parte con la exposición de Serrano-García y Vargas (1993); “Somos de la opinión de que el nombre que toma [el campo de la psicología comunitaria] en diferentes países depende de los orígenes particulares que le motivaron, de la postura teórica que predomina, de las intervenciones que gesta o de la interacción de esos factores [...] Entendemos que esta variedad es positiva y aporta flexibilidad y apertura al interior del [campo] enriqueciendo y ampliando sus parámetros”. No se trata, por ello de suponer que existan errores o argumentaciones inválidas en los análisis orientados hacia el fortalecimiento disciplinar. Al contrario, permite reconocerlos como propios de su evolución -interna como corriente, como es posible leer en los casos descritos. Esto último cifra el problema en la concepción sobre el proceso histórico del propio analista, asunto con el que iniciaremos el próximo capítulo.

Page 110: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

110

I was reading Mr. Bernard Shaw two days ago, and I came across a very important quote that I think is most

apropos to you. He says, “all criticism is an autobiography”. Dig yourself.

Stokely Carmichael

Berkeley University, 1966

S e g u n d a P a r t e

Page 111: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

111

2. Reseña histórica del desarrollo de la psicología comunitaria nacional El objetivo de este apartado es proveer un marco histórico en torno a los desarrollos conceptuales que forman parte de la psicología comunitaria dentro del plano de debate nacional. Se trata, sin dudas, de un intento que se sigue de las proposiciones analizadas en el capítulo anterior en vistas a generar un acumulado de antecedentes que enriquezcan el producto y sentido de esta investigación. El esquema que se pretende es el de establecer los parámetros bajo los cuales es válido y pertinente el estudio de esta historia, para luego llevar a cabo una breve revisión del origen, desarrollo y establecimiento de las condiciones presentes en la actualidad en torno a la psicología comunitaria.

2.1 ¿Qué podemos entender por Historia de la psicología comunitaria? La revisión por la historia de la psicología comunitaria pudiera parecer innecesaria. Pudiera incluso parecer imposible; ¿Cómo hacer historia de algo si no hay acuerdo sobre en qué consiste ese “algo”? Sin embargo, esa es justamente la razón de incluir una revisión por la historia. Si nuestro tema de fondo es el estudio de los desarrollos conceptuales que actualmente dan forma y sentido a las prácticas de la psicología de comunidad, entonces el estudio de las circunstancias que les dieron el espacio y el sentido necesario para producirse y evolucionar resulta absolutamente relevante. Razón por la cual, además, el pasado está también presente, al menos en este punto. El estudio de la historia de la ciencia es un tema consolidado hace bastante tiempo. Y, de la misma forma, la psicología lleva ya bastantes décadas validando el estudio de la historia de la evolución y desarrollo de las corrientes psicológicas. Ello se ha vuelto una condición necesaria para comprender la forma en que determinados sistemas de pensamiento han logrado una mayor preponderancia -y estabilidad en el tiempo- por sobre otros146. No sería posible hoy en día una aseveración en torno a un fenómeno dentro del campo de estudio de la psicología sin antes hacer una validación del mismo a través de una reconstrucción histórica (Pizarro, C., 1999). La historia no sólo es una reconstrucción de lo que ya pasó, sino también una forma de estudiar las regulaciones y los procesos que están presentes en la actual producción de conocimiento y de validación de prácticas y de modelos de comprensión de las problemáticas que nos toca enfrentar (Salazar, G. & Grez, S., 1999). 146 Además del curso e impacto que dichos desarrollos o corrientes teóricas han tenido en la historia global de la psicología, las ciencias sociales y el estudio de la sociedad (cfr. Ibáñez, T., 1990).

Page 112: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

112

Rosa, Huertas y Blanco (1996), en un manual dedicado exclusivamente a revisar métodos de estudio de la historia de la psicología, entendida ésta como el conjunto de desarrollos teórico-científicos que le dan forma y contenido, proponen que la esencia de dicho trabajo consiste en “caracterizar e individualizar el sistema que

regula la coexistencia de enunciados dispersos y heterogéneos” en torno a los fenómenos que caen dentro del campo de estudio de la psicología en diferentes contextos históricos. Para los autores, el objeto de estudio de la historia de la psicología se constituye como una “formación discursiva” en tanto la Psicología esta constituida por posturas teóricas -o psicologías con minúsculas (cfr. Foladori, H., 2001)147-, las que se conforman a partir de conjuntos de enunciados que dependen unos de otros, al engranarse y excluirse entre sí, produciendo una relación de orden entre los mismos, que a su vez delimita la posibilidad de transformación del conjunto de enunciados (Rosa, A., Huertas, J.& Blanco, F., 1996). Bajo esta perspectiva, las prácticas aparecen ligadas a un conjunto de reglas que las definen en su especificidad respecto a los campos en los cuales éstas se desenvuelven, en este caso el conjunto de marcos conceptuales que coexisten en el campo de la psicología comunitaria. Allí se hace posible la delimitación y análisis de diferentes producciones históricas de acuerdo a trazos convergentes o divergentes. Desde esta perspectiva, por lo tanto, el objeto de la historia de la psicología no depende de que lo que se estudie se comporte como “la misma cosa” ante diferentes eventos en momentos históricos particulares, si no más bien, se cifra en precisar qué cambios ocurren y en qué contextos ellos suceden para dar cuenta del proceso que permite comprender las condiciones de posibilidad que se han actualizado en el presente (cfr. Rosa, A., Huertas, J. & Blanco, F., 1996). Esto nos plantea otro elemento a tener presente; la historia de la psicología comunitaria no es posible de ser establecida exclusivamente en torno a sus debates internos, es decir, de cómo una psicología comunitaria ha evolucionado por sobre otra (por ejemplo, de cómo un marco conceptual se ha nutrido de otro u otros). Se requiere un análisis del contexto en el cual esos procesos ocurren (Martínez, L., en Krause, M. & Jaramillo, A., 1998). Si entendemos a la psicología comunitaria como un campo donde coexisten diferentes marcos conceptuales, cada uno de éstos y por lo tanto el resultado final en la conformación del campo total, no es un hecho aislado. En el decir de los autores “la constitución de una formación discursiva [por ejemplo, los diversos marcos conceptuales] no es nunca un acontecimiento puntual”, por eso “la noción de formación

discursiva no debe ser entendida como una figura que detenga el tiempo y lo congele, sino como un

147 Rosa, Huertas y Blanco (1996) aclaran: “no hay que confundir la Psicología como formación discursiva con las distintas psicologías que coexisten en un momento determinado. En este sentido, hay que aclarar que puede hablarse de, al menos, dos niveles de reglas que afectan a la Psicología: las reglas que configuran la creación de la formación discursiva como tal (la Psicología como disciplina fue posible en Alemania en la década de 1880, pero no en la Inglaterra de esa misma época), y las reglas que configuran cada discurso psicológico en concreto, es decir, las particularidades que configuran cada manera de entender cada psicología (intencionalmente con minúscula) desde un punto de vista determinado (el conductismo de Watson, frente al de Tolman o Hull, por ejemplo)”

Page 113: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

113

constructo que permite establecer una cierta regularidad en los procesos históricos, una forma de articular

diferentes eventos discursivos por una parte [en el plano teórico de los enunciados posibles y válidos dentro de un marco conceptual específico], y eventos de otras clases (institucionales, económicos, políticos, etc.) por

otra” (Rosa, A., Huertas, J. & Blanco, F., 1996;). Para acercarnos a esta idea; el desarrollo de la perspectiva de comunidad (en tanto elemento fundamental para caracterizar los desarrollos en psicología de comunidad) no estaba en el limbo esperando ser descubierta o liberada, sino que es producto de un conjunto de relaciones históricas que se dan en un momento determinado (cfr. Alfaro, J., 1997). Integrando los elementos que hemos revisado hasta este punto, si los desarrollos que forman parte de la psicología comunitaria se caracterizan por poseer como componente esencial una perspectiva de comunidad, es decir, por establecer un conjunto de relaciones conceptuales a partir de la noción de comunidad que se privilegie (o produzca), relaciones conceptuales que entre sí guardan criterios de coherencia que dan pié a la validez entre las prácticas utilizadas y las concepciones posibles de la situación, incorporando además elementos éticos y políticos en esta configuración, entonces el estudio de la historia de la psicología comunitaria debería priorizar un análisis de las condiciones y elementos que resultan determinantes para que se desarrollen los elementos conceptuales que terminan por dar forma y coherencia a cada uno de los marcos conceptuales (cfr. Alfaro, J., 1997). Esto, suponemos, nos permite acceder al desarrollo de la psicología comunitaria en Chile a través de su historia. Sin embargo, la historia de la psicología comunitaria nacional, sus desarrollo particulares y los eventos y contextos en los que ello ha sucedido han sido objeto de análisis y sistematización en numerosas oportunidades si bien desde ópticas diversas. Es por esto que, lo que presentamos aquí, mas que un análisis histórico (una reconstrucción histórica) propiamente tal, es una reconstitución de los elementos mas significativos que se han destacado en la lectura y propuesta de algunos autores que ya han sistematizado esa información atendiendo a la argumentación que hemos planteado hasta este punto, y relevando algunos elementos del enfoque que comentaremos a continuación para lo cual hemos integrado a la revisión la producción de diversos autores148.

2.2 El enfoque histórico Para precisar las condiciones bajo las cuales se ha realizado esta revisión es necesario aclarar que entendemos por “enfoque histórico”. Hemos dividido este apartado en dos secciones. En el primero 148 En términos generales –tanto por la multiplicidad de interpretaciones históricas, como por la integración de nuevos elementos (y la relativización de otros que aparecen mencionados en dichos textos)- esta constituye una versión histórica particular que intenta independizarse de las versiones anteriores para complementar en particular el trabajo de esta investigación específica.

Page 114: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

114

revisaremos el conjunto de supuestos que dan origen a un modelo de desarrollo de la psicología comunitaria, coherente con los argumentos que hemos planteado en el primer capítulo. Y en el segundo, entonces, estableceremos los criterios que nos permitirán trazar cortes en el devenir (segmentarlo), para dar origen a unidades que nos posibiliten describir y comprender el desarrollo del campo de la psicología comunitaria en Chile.

2.1.1. Supuestos en torno a la historia y a los desarrollos conceptuales

En este punto es importante revisar algunos de los argumentos explicitados en el capítulo primero, y de las implicaciones que dichos argumentos tienen con respecto a la posibilidad de realizar una síntesis histórica en torno al desarrollo de la psicología comunitaria. Defendimos en ese momento el que la psicología comunitaria conforma un campo, en el que existen diversos marcos conceptuales, cada uno de los cuales posee una noción de comunidad (o “sentido de comunidad”), a partir de la cual se derivan y generan un conjunto de elementos que son componentes característicos de todo marco, entre estos, el acercamiento a la comunidad, la flexibilidad en la concepción de las demandas, y una perspectiva a largo plazo respecto de los resultados esperados. Argumentamos, también, que cada marco posee como una coherencia interna entre diversos planos bajo los cuales su desarrollo puede ser analizado y valorado. Identificamos primero el plano ético, en el cual se establecen los valores operativos y las orientaciones fundamentales que guían la intervención y los resultados que se intentan, y por otro permiten establecer diferencias y lazos entre la opción de un marco conceptual y otro dentro del campo de la psicología comunitaria. Junto a este plano, existe otro, de carácter más explícito, en el cual se plasman las concepciones y regulaciones antes mencionadas, para dar origen a conceptos y categorías conceptuales que permiten entender, explicar y operar en la realidad, en cada una de las intervenciones que dentro del marco conceptual se desarrollan. Las implicancias de estos elementos respecto a la posibilidad de realizar una revisión histórica no pueden pasarse por alto. En primer lugar destaca la cristalización de los elementos y características particulares de cada marco en un conjunto de conceptos, generalmente explícitos, que le dan continuidad y coherencia al trabajo realizado por cada marco. Ellos pueden ser agrupados en dos grandes categorías según la forma en la que se incorporan al razonar operativo presente en cada intervención o acción dentro de un marco conceptual. La primera categoría posible es la de (a) conceptos explicativos, es decir aquellos conceptos que permiten ordenar, entender y explicar la realidad sobre la cual se desea producir una intervención. Es evidente que el conjunto de supuestos que se deriven de este tipo de conceptos en un determinado marco conceptual extenderá implicancias respecto al tipo de sujeto y al tipo de relación que se establece como condición de la intervención por parte de los psicólogos comunitarios, eventualmente desfigurando la

Page 115: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

115

condición de “psicólogos”, como hemos visto. La segunda categoría de conceptos es la de (b) conceptos

operativos, que refiere al conjunto de suposiciones y sentidos presentes en la operatoria, la técnica, y el método que cada marco conceptual privilegia. Es decir, es el conjunto de supuestos respecto de cómo proceder, y que a su vez supone una definición ideal de cuándo, dónde, con quiénes y para qué se debe proceder. Entre estos conceptos –explicativos y operativos- existe una relación estrecha con el conjunto de supuestos necesarios para su validación, y a partir de los cuales se deducen y enfatizan orientaciones respecto a la práctica. Y todo esto ocurre como parte de la dinámica de desarrollo de cada marco conceptual en el campo de la psicología comunitaria. En esta línea, podemos suponer que una forma válida para describir el desarrollo de la psicología comunitaria esta dado por la forma en que, por un lado los conceptos y por otro los énfasis prácticos de cada marco se van delimitando (especificando) y evolucionando en el transcurso de la historia. Sin embargo, esa descripción no aportaría información realmente relevante sin considerar las circunstancias en las cuales esos desarrollos (conceptuales y a nivel de los énfasis prácticos) existen y se desenvuelven. En el sentido que antes mencionábamos respecto de la posibilidad de realizar revisiones históricas, no puede considerarse un efecto del azar o un hecho aislado el surgimiento, consolidación y evolución de un marco conceptual determinado en el campo de la psicología comunitaria149. Con ese supuesto están de acuerdo todas las revisiones que se han realizado sobre la psicología comunitaria150. En el caso del desarrollo de la corriente norteamericana, los autores resaltan que la formalización disciplinar de semblante clínico con orientaciones teóricas interpersonales (por sobre intrapersonales) y su consecuente redefinición del campo profesional psicológico, ocurre en el contexto del “movimiento comunitario en salud” que -a su vez- ocurre bajo la reformulación del sistema sanitario y la creación de los centros de salud mental comunitarios151. Lo mismo sucede en la corriente latinoamericana, en la cual el contexto de desarrollo (de subdesarrollo bajo la caracterización de algunos), la situación política, y

149 En palabras de Tomás Ibáñez (1990), al revisar la historia de la disciplina que se conforma en la psicología social científica, estos elementos contextuales incluyen las circunstancias concretas (el entorno físico), las coyunturas sociales y políticas, la evolución de las disciplinas y saberes vecinos, al mismo tiempo que las controversias que existen en el mundo de la epistemología respecto de los diversos planos de debate que dinamizan la práctica científica. 150 Véase al respecto Alfaro (1997; 2000), Asún (1989; 2003), Asún y Vidales (2002), Baranda, Krause, Alfaro y Rozas (1999), Foladori (2002b). Krause (1996;1997; 2002), Krause y Jaramillo (1998), Morales (1992), Rozas (1992b), Unger (1995), y los artículos de algunos de estos autores en la compilación de Olave y Zambrano (1996). 151 Las referencias a este tema son interminables. Dentro de las que hemos podido revisar; Tyler, F., 1984b; Serrano-García, I. & Rosario, W., 1992; Bernstein, D. & Nietzel, M., 1982; Krause, M., & Jaramillo, 1998; Krause, M., 1996; Unger, G., 1995; Alfaro, J., en Olave, R. & Zambrano, L., 1993; Sánchez Vidal, A., 1988 y 1996; Calderón Narváez, G., 1984; Zax, M. & Specter, G., 1979; Musitu, G., Berjano, E. & Bueno, J., 1990; Martín Gonzáles, A., 1998; Hombrados, M., 1996; Martín Gonzáles, A., Chacón, F. & Martínez, M., 1989.

Page 116: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

116

las transformaciones democráticas de los noventas se presentan como elementos determinantes a la hora de analizar el origen y el desarrollo de los marcos conceptuales que la componen152. De ambos ejemplos, ya revisados en el capítulo anterior, surgen dos elementos a tener presentes, ambos muy ligados entre sí. Nos referimos en primera instancia al contexto social y político, pero también al conjunto de discusiones y desarrollos en el campo de la intervención social y las ciencias sociales. Ambos elementos resultan ser referentes inmediatos para contextualizar el desarrollo de las diferentes énfasis prácticos y desarrollos conceptuales que van caracterizando y definiendo los marcos conceptuales que dinamizan el campo de la psicología comunitaria a través de su historia. Para exponerlo en términos coloquiales, el contexto político y social es el que permite y orienta el surgimiento de los espacios entre los cuales encuentra su desarrollo la psicología comunitaria, y el debate y la producción presente en los ámbitos ligados a las ciencias sociales y de salud y al trabajo social aportan los elementos conceptuales y operativos que terminan por dar forma y contenido a una propuesta determinada en psicología comunitaria153. En este sentido, es importante destacar algunos de los eventos y procesos que resultan ser significativos en la lectura que diversos autores hacen de la historia de la psicología comunitaria y de la intervención psicocomunitaria en la realidad nacional154, y de cómo esos eventos se entrelazan en las estrategias que cada marco definió para su desarrollo. Al ordenar estos eventos, procesos y estrategias, encontramos una secuencia común, una “versión oficial” que se produce a partir del cruce de tres referencias fundamentales, saber:

152 Nuevamente las referencias son interminables. Como ejemplos significativos véase Montero, M., 1980, 1984 y 1994a; Marín G., 1978 y 1980; Tyler, F., 1984b; Serrano-García, I., Rosario, W., 1992; Krause, M., & Jaramillo, 1998; Krause, M., 1996; Alfaro, J., en Olave, R. & Zambrano, L., 1993; Sánchez Vidal, A., 1988 y 1996; Musitu, G., Berjano, E. & Bueno, J., 1990; Martín Gonzáles, A., 1998; Hombrados, M., 1996; Martín Gonzáles, A., Chacón, F. & Martínez, M., 1989; Morales, J.F., Blanco, A., Huici, C. & Fernández, J.M., 1985. Destacan, sin embargo dos elementos muy recurrentes por sobre el ejemplo anterior; la lectura unificada aún más allá de las diferencias entre fronteras de cada país y el sentimiento de “demanda” (de exigencia) de la realidad por sobre la práctica profesional en torno al tema del desarrollo, la humanización, el reestablecimiento de la justicia social y el compromiso político, como aclaramos en su momento. 153 Y entonces, continuando con el capítulo anterior, podemos hablar de una corriente cuando los referentes y las metas y valores de un conjunto de marcos conceptuales determinados establezcan suficientes puntos en común y convergencias entre si. De esta forma, el término “corriente”, mas que unificar bajo una perspectiva, agrupa a conjunto de propuestas que sientan sus bases y sus discusiones sobre referencias compartidas, estableciendo desarrollos paralelos y en muchos casos complementarios. 154 Nos referimos al contexto nacional, especialmente a Germán Morales (1992 y en Olave, R. & Zambrano, L., 1993), Jaime Alfaro (en Olave, R. y Zambrano, L., 1993; 1997), Domingo Asún (1989, 1997 y en Olave, R., y Zambrano, L., 1993), Mariane Krause (1996, 1997, 2002), y esta última autora junto a Andrea Jaramillo (1998), y a la revisión histórica que estos autores junto a Roberto Aceituno presentaron en el libro compilatorio en torno a América Latina de Esther Wiesenfled y Euclides Sánchez (1994a). Otras revisiones, cuyo tema central no es la historia de la intervención comunitaria, pero que incluyen la importancia de estos elementos en desarrollos paralelos son los de Rosa Torres (2001), Georg Unger (1995) y Horacio Foladori (2002b; 2003). Junto a ellos hay otros documentos que pueden ser encontrados en la bibliografía.

Page 117: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

117

1) Las tendencias económicas y sociales nacionales (modelo económico y social imperante), que inciden

directamente en el estilo de vida y en las formas de organización social respecto de la vida pública en primera instancia, pero que también son parte de las condiciones de posibilidad de formulaciones teóricas y prácticas en torno a productividad, integración social y desarrollo social155.

2) Cambios y situación política; relacionados al punto anterior e incidiendo desde la perspectiva de que

delimitan las acciones a seguir, tanto a partir del estado como los privados. 3) Las reformas y cambios directamente realizados sobre la forma de intervención y planificación de la

intervención social comunitaria: - Tanto desde el mismo Estado a través de políticas sociales específicas como de la creación de programas y servicios orientados a intervenir sobre temáticas delimitadas,

- Tanto respecto de la propia capacidad de las personas en general y los profesionales en particular de generar marcos conceptuales, habilidades y competencias que les permitan intervenir sobre los temas que se han propuesto. De esta forma, al integrar todos estos elementos, podemos formular un esquema comprensivo para organizar el desarrollo del campo de la psicología comunitaria en el contexto nacional156.

155 Es a partir de este referente económico que los análisis y desarrollos en ciencias sociales adquieren consistencia y validez, en términos de su aceptación social entre la intelectualidad y los centros de poder político. Recuérdese, por ejemplo y como se podrá apreciar más adelante, la fuerte vinculación entre proyectos políticos de izquierda (en sentido amplio) y quehacer aplicado y teórico en ciencias sociales durante el período en el que las primeras prácticas de psicología comunitaria comienzan a desarrollarse, y durante la década del sesenta principalmente. 156 A modo de aclaración, vale la pena señalar que este es un esquema que rescata el origen posible de los dos elementos que hemos visto son significados en el desarrollo de la psicología comunitaria, fundamentalmente sus aspectos teóricos y orientaciones éticas y políticas. Sin embargo, ni el peso e importancia relativos ni otros factores en torno a determinadas propuestas pueden quedar absolutamente delimitados por el carácter del estudio. Esto pues no es nuestro interés hacer una compresión total de los mismos (a partir de cada uno de sus referentes) sino mostrar áreas de desarrollo, conceptos significativos y trama evolutiva en torno a la dependencia social y científica de las distintas etapas -o períodos de desarrollo- identificables del desarrollo del campo de la psicología comunitaria en Santiago de Chile.

Page 118: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

118

ESQUEMA III: ESQUEMA COMPRENSIVO DE ELEMENTOS

Siguiendo el esquema propuesto, nos referiremos a los desarrollos conceptuales (que explican y ordenar la realidad y permiten operar con cierta validez ante la misma) como los aspectos técnicos de los marcos conceptuales en psicología comunitaria. Aspectos que en específico son propios de cada uno de estos marcos conceptuales, pero que respecto del campo corresponden a los temas internos de debate entre las diferentes posturas y opciones profesionales. De esta misma forma, los énfasis prácticos –es decir, las orientaciones prácticas tanto éticas como políticas y los supuestos a la base de las mismas, necesarios para validar y dar coherencia a estas orientaciones- serán denominados énfasis y orientaciones; en concreto respecto de las particularidades que ellas tomen dentro de cada marco conceptual y en general, respecto del conjunto de elementos que implícitamente están en juego o surgiendo de entre las discusiones y debates que dinamizan el campo de la psicología comunitaria. Por ejemplo, el “compromiso con los excluidos” -propio de la psicología social latinoamericana- corresponde a una orientación ética y política respecto de las implicancias prácticas del psicólogo social. Orientación en tanto “orienta”, “moviliza” y “canaliza” los esfuerzos y recursos, y

Page 119: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

119

en tanto dota de sentido a la práctica. A la base de esa orientación, está el supuesto de que en la problemática de los sujetos una variable determinante es la “conciencia” de exclusión y marginación (conceptos explicativos), y de que las metodologías de Concientización (conceptos operativos) resultan coherentes y adecuadas a la situación a enfrentar. Por último, la principal ventaja de este esquema es el de permitir organizar los desarrollos conceptuales y las orientaciones y énfasis a la base de las diferentes posturas concretas que coexisten en un determinado momento en la psicología comunitaria, por sobre otro tipo de ordenamientos que sólo permite describir cortes transversales del conjunto de acciones que en un determinado período se realizan -por ejemplo en Krause, y Jaramillo (1998)-, y por sobre aglutinaciones en torno a un tema o área de estudio -como es el caso de Torres (2001) para el caso de la psiquiatría denominada comunitaria, o de Asún, Alfaro y Morales (1994) en torno a los conceptos y prácticas relativas a la temática de juventud.

2.1.2. Criterios ordenadores a utilizar

Vale la pena aclarar a continuación que lo que entendemos como definitorio de una “etapa” de desarrollo de la psicología comunitaria no es otra cosa que el conjunto de características particulares de una diversa cantidad de procesos ocurridos en relación a los referentes y condiciones de posibilidad ya mencionados, los que en su totalidad permiten delimitar la configuración del campo en un momento dado. Es decir, será propio de una etapa la organización (configuración) de los diversos factores que posibilitan el surgimiento y evolución de los marcos conceptuales que dominan la escena y su expresión concreta en programas, líneas de investigación u otras aplicaciones, por ejemplo. Una etapa dejará de serlo cuando el conjunto de factores que estaban presentes posibilitando una estructuración de desarrollos dentro del campo se transforme. No importa, por tanto, el cambio o desaparición de un factor (la aparición de un partido político, la creación de un ministerio, o la elección de un presidente), por mucho que éste sea comparativamente más significativo que el resto. Una etapa evolucionará dentro de sus propios márgenes hasta que dichos márgenes de posibilidad sean superados o transformados. Se trata por tanto de una definición evidenciable sólo en relación a la historia misma por lo que, obviamente, supone la posibilidad de un análisis exhaustivo que aquí escapa a las posibilidades reales, motivo por el cual, y valga como aclaración del carácter de esbozo teórico de lo que aquí se presentará, se intentará una delimitación y una descripción básica respecto de características que nos parece relevante considerar para avanzar. 157

157 Los problemas en este sentido están cifrados tanto a nivel de los recursos que una investigación histórica de esa magnitud requiere, como por la dificultad metodológica de acceder “a la historia pasada”. En este sentido, este documento puede considerarse un mapa que permita orientar futuras investigaciones. Por ello, y como se deriva de esta exposición, los apartados que siguen deben considerarse como una reconstrucción propia de nuestra particular perspectiva y de la forma en que hemos decidido que es más prudente organizar la información recopilada.

Page 120: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

120

Por ello una etapa no supone, como podría pensarse a partir de lo anterior, inmovilidad en donde los factores sean invariables en el tiempo, que sólo viera modificada su pasividad en momentos críticos –los que coincidirían con los cambios de etapa. Como ya hemos dicho se trata, muy por el contrario, de una situación que se encuentra en permanente cambio, pero que en términos generales supone un conjunto de características que determinan las posibilidades de cambio de ese conjunto. Debe distinguirse, por tanto, la evolución de los factores dentro de los márgenes de una etapa, pues sin ellos la historia se resumiría a un conjunto de fotografías estáticas en el que el flujo evolutivo de los diversos desarrollo sería imposible o al menos difícil de comprender. En consecuencia, se trata no sólo de revisar la producción concreta en sí como parte de la psicología comunitaria, sino –y he aquí la apuesta- de considerar la misma como resultado de las determinantes históricas, políticas y sociales en tanto todas forman parte de una continuidad transversal. Y, por lo mismo, es sólo a partir de este nivel transversal y diverso del que puede hablarse de una corriente de desarrollo158. A partir de ello, podemos sintetizar algunos criterios que nos permitan ordenar y organizar el desarrollo cronológico de la psicología comunitaria; (a) Contexto político e histórico; (b) Desarrollos teóricos y prácticos de la época; y (c) Conclusiones y elementos significativos en la lectura histórica. En conjunto estos elementos deberían permitirnos caracterizar cada una de las etapas principales del desarrollo de la psicología comunitaria. En específico, nos referimos al contexto político e histórico como el conjunto de eventos y procesos sociales que dan movimiento y caracterizan a una etapa de la historia de nuestro país. Quedan aquí incluidos las circunstancias políticas y sociales que imperaban o imperan en el país o en una región durante un período de tiempo, las principales formas de aglutinación y formas de expresión sociales que resultaron válidas y accesibles durante cada período, y en general todos aquellos elementos que resultan ser significativos para contextualizar el surgimiento, establecimiento y desarrollo de las diferentes posturas que conforman el campo de la psicología comunitaria. Alfaro (1997) considera que el contexto histórico opera como “fondo de un

proceso evolutivo concatenado” sobre el que cobran sentido los diversos aportes y referentes que interaccionan y dan contenido al campo de la psicología comunitaria. A partir de esa conceptualización, entonces, es posible argumentar que será en aquel fondo en donde será posible identificar los nichos en los cuales se desarrollarán los diversos marcos conceptuales.

158 Ver capítulo primero.

Page 121: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

121

Sobre esta base, los desarrollos teóricos y prácticos de la época hacen referencia a las propuestas que desde ámbitos académicos ligados a las ciencias sociales y de la salud, trabajadores y pensadores asociados a dichas áreas, e instituciones y particulares en circunstancias específicas, proveen de los elementos conceptuales, analíticos y metodológicos, que progresivamente adoptan y desarrollan dentro de su propia visión los diferentes programas en psicología comunitaria159. Por último, las conclusiones y elementos significativos en la lectura histórica en los que intentaremos esbozar los elementos más relevantes que en una determinada etapa permiten hablar del estado del campo de la psicología comunitaria, permitiendo asimismo, la delimitación relativa de cada período y la continuación entre cada uno de ellos con el siguiente. Esto último, además, nos permite ir delineando el perfil trazado por la psicología comunitaria en su breve recorrido dentro de Chile. Todos estos criterios son inseparables, estableciéndose a partir de ellos la posibilidad de una lectura histórica que unifique y complemente las visiones de los diferentes autores que han revisado secciones de su recorrido, que a su vez nos permita caracterizar etapas de desarrollos y las circunstancias, eventos y propuestas más relevantes dentro de las mismas.

2.3 Etapas de desarrollo de la psicología comunitaria

El objetivo particular de este apartado es el de proveer de un marco referencial histórico que permita comprender, en términos generales, cual ha sido la génesis, el avance y las orientaciones y desarrollos de la psicología de la comunidad que en Chile se han efectuado, centrando nuestra atención dentro de los límites geopolíticos de la región metropolitana en tanto principal centro de los mismos. A partir de la lectura de las diferentes publicaciones y trabajos de investigación antes mencionados en torno al tema, hemos dividido la historia de la psicología comunitaria en tres etapas de desarrollo. La primera, corresponde a los orígenes discernibles en torno a las temáticas de la psiquiatría y la salud mental; La segunda está marcada por el clima político caracterizado por la represión, la política autoritaria y la transformación neoliberal que caracterizan a la dictadura militar y los cambios sociales ocurridos durante el período junto a los fenómenos de relevancia para nuestro interés que la siguieron. La tercera, comienza en los albores de la transición democrática y el período que corresponde a los primeros gobiernos de la concertación de partidos por la democracia, y los sucesos de importancia que allí son discernibles como significativos para nuestro tema. Finalizaremos este segmento con un breve resumen de la situación actual y 159 Mismos que, según como hemos explicado, se nutren y a la vez regeneran los marcos conceptuales que existen en determinado momento histórico dentro del campo de la psicología comunitaria nacional.

Page 122: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

122

sus determinantes en torno a la producción dentro del campo psicológico comunitario de acuerdo a autores que han estudiado recientemente la situación. Sin embargo, cobran importancia los referentes y el contexto en el cual los desarrollo de psicología comunitaria propiamente tal se inician. Por ello, y aunque no podemos hablar de una etapa de desarrollo propiamente tal –pues recién en ella se sientan las bases para la instalación de la perspectiva de comunidad y sus orientaciones dentro del campo de la psicología nacional-, hemos decidido incluir un apartado previo que contenga algunos de los elementos que resultan significativos para comprender el contexto y las posibilidades que convergen en el surgimiento reconocido de la psicología comunitaria en el ámbito nacional. Como se deriva de las páginas anteriores por sobre la delimitación de las etapas a partir de fechas o eventos particulares, es decir, el establecimiento de los mismos a partir de años, y atendiendo a los avances en las reconstrucciones históricas sobre el tema que hemos podido revisar, hemos privilegiado una delimitación a partir de dinámicas de desarrollo posibles de ser diferenciadas como actuando en el campo. Estas dinámicas de desarrollo no son otra cosa que el conjunto de condiciones de posibilidad resultantes del contexto y de las situaciones de las que el desarrollo de marcos conceptuales en psicología comunitaria son dependientes, asunto sobre el que ya nos hemos referido en este mismo capítulo. Las mismas, por lo tanto, no pueden ser definidas de antemano, a partir de ciertos criterios universales de corte, si no mas bien a partir de una particular disposición del campo en un momento dado, en el entendido que el mismo es parte de una continuidad histórica. Agregamos además, que dicha organización del campo implica necesariamente, una organización de las posibilidades y orientaciones específicas del conjunto de marcos conceptuales que dan forma a la psicología comunitaria. Sin embargo, y como referimos antes, no es nuestra intención una descripción de la forma en que los marcos conceptuales –propiamente tales- han evolucionado, asunto que está absolutamente fuera de nuestra competencia y de nuestras posibilidades respecto del avance de la investigación actual. Nos conformamos, entonces, con una descripción de los principales elementos que influyen en las características de cada período, apoyándonos tanto en la revisión histórica de otros autores (sean éstas respecto del campo de nuestra competencia como de otras áreas de conocimiento; sociología, trabajo social, ciencias sociales, historia social, ecología social, salud pública, etcétera160) como en la complementación y crítica de la misma, que hemos logrado producir por cuenta propia y bajo la perspectiva que ya hemos propuesto. Los años

160 La bibliografía utilizada para realizar esta reconstrucción se encuentra referida durante el capítulo y puede ser consultada en detalle al final del documento.

Page 123: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

123

mencionados en los títulos son, por tanto, reflejo de dichas dinámicas y no deben ser considerados hitos definitorios; están allí solamente para facilitar la comprensión del proceso. Aprovechamos de recordar que, para el caso de las reconstrucciones históricas acerca del desarrollo de la intervención psicológica comunitaria en Chile, y en general como una norma instalada de lenguaje, la misma ha sido descrita a partir de la referencia a un área profesional, la cual se estima posee especificidad característica. En este sentido, existiría(n) (en el plano imaginario de dichas reconstrucciones) una(s) identidad(es), y en consecuencia, un conjunto de teorías y prácticas que reafirman y dinamizan dicha identidad, que puede ser denominada como “disciplinar”161. En este sentido, dicha presunción cobra relevancia a la hora de ordenar y organizar un conjunto de elementos que difícilmente hacen pensar a primera vista en una “disciplina” en el sentido tradicional. Al mismo tiempo, el propio nombre ha sido muchas veces discutido, al igual que su carácter de “ciencia” o de “técnica”, de “práctica” o de “método”, como ya hemos revisado en el primer capítulo, lo que dificulta aún más la delimitación de la secuencia de sucesos que se desean describir en dichas reconstrucciones históricas,. El principal motivo de lo anterior se debe a que buena parte de los desarrollos que han dinamizado el campo de la psicología comunitaria se han nutrido de referentes de otras áreas “disciplinares”, y que, posteriormente, han plasmado en prácticas (conceptuales o argumentativas y aplicadas)162. Estas, siguiendo en la línea que hemos resumido en este capítulo, pueden ser agrupadas -no sin alguna dificultad- en dos grandes conjuntos de debates con ejes de discusión independientes; aquellas que derivan de los debates y conceptualizaciones en torno al desarrollo social -en sentido amplio-, y aquellas que derivan de los debates y conceptualizaciones en torno a la salud. Ambos ejes operan, como es de esperar, a modo de referentes de sentido a la hora de describir y dotar de argumentación teórica a las distintas prácticas que dan forma al campo que hemos denominado psicología comunitaria. Bajo una mirada integradora, todos los desarrollos comunitarios de los 161 Este punto ha sido abordado en el capítulo anterior. Por el momento, más que documentos específicos que reflejen este fenómeno, vale la pena mencionar como ejemplos las mallas curriculares de formación, las especializaciones profesionales, el desarrollo de cursos de postgrado, la calificación de habilidades para tareas específicas en trabajos particulares, entre muchos otros. Si los referentes mas cotidianos sobre el quehacer aplicado de la psicología la suponen dispersa bajo dichos parámetros disciplinares, es entendible que las recopilaciones históricas privilegian una lectura que facilite dicha interpretación. 162 Nos adelantamos al lector al afirmar que, bajo esta perspectiva y en consecuencia a lo que hasta aquí se ha dicho, la psicología comunitaria, como objeto de nuestra investigación –en sentido amplio- puede tener múltiples nombres según los contextos y circunstancias, las que, en suma, sólo pueden ser caracterizadas con mediana claridad dentro de “corrientes”, como lo hemos expuesto en el primer capítulo. De esta forma, lo que en Chile se ha denominado “psicología comunitaria” puede corresponder a lo que en Centro América ha sido el papel de la “psicología política” (cfr. Martín-Gonzáles, A., 1998). Resultado directo de lo anterior, y afirmando nuestra posición, es que los desarrollos dentro del campo de la “psicología comunitaria” no pueden ser considerados fuera de un contexto sociocultural y político específico, de movimientos sociales, y de debates internos y propios del ámbito de las ciencias sociales (incluyendo aquellas vinculadas mas directamente con temáticas en salud) en primer lugar, y mas ampliamente a la psicología social como referente mas directo.

Page 124: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

124

que hemos tenido noticia no corresponden a ningún conjunto directa o absolutamente, sino que más bien, es a partir de ambos, en tanto referentes en el ámbito “científico”, que los mismos lograr relativa autonomía conceptual y operativa, y en definitiva una posición dentro del campo. Esto, a su vez, reafirma el carácter diverso, multidisciplinar y “polimórfico” de los desarrollos en psicología comunitaria. Valga lo anterior como una advertencia ante la aparente multitud y combinación de elementos que hemos considerado en esta revisión histórica. Aclaramos desde ya que por motivos de recursos y de acuerdo al tema central de la investigación, centraremos nuestra atención siempre que sea posible en la situación relativa a la región Metropolitana de Santiago, específicamente a las cuidad de Santiago y a sus alrededores, integrando cuando sea pertinente referencias mas amplias de carácter nacional. La gran mayoría de las investigaciones anteriores sobre este tema han utilizado esta delimitación, generándose un efecto en el cual el desarrollo de la psicología comunitaria nacional es homologado a la producida en la región metropolitana163. En este sentido, debe reconocerse también que la centralización es una característica de Chile, coincidiendo muchas veces, los referentes válidos para la historia en el país con los eventos ocurridos dentro de la región mencionada. Debe considerarse, entonces, que el sentido final de esta revisión no es establecer una delimitación completa de carácter nacional, si no mas bien, aclarar el conjunto de referentes que permiten comprender el desarrollo de la psicología comunitaria a partir de la situación privilegiada de su capital, Santiago de Chile, en el entendido de que la misma tiene directa relación con eventos y procesos ocurridos a nivel nacional. 2.3.1 Período preliminar; contextualización e instalación El período previo a la aparición de los primeros programas con enfoque de comunidad está marcado por diversos eventos dentro del ámbito nacional e internacional. Según Hobsbawm (1998) el período posterior a la segunda guerra mundial corresponde a una etapa de “revolución social”, en la cual destacan diversos elementos y situaciones; el auge de movimientos sociales que enfatizaban reivindicaciones sociales (como el caso del movimiento pro negro en Estados Unidos, las organizaciones en torno a los derechos de la Mujer en Europa, y de sectores marginados como es el caso de “Los sin Tierra” en Brasil) y de otros, cuyo énfasis político estaba puesto en otras formas de convivencia social y de organización social (cuyo principal ejemplo es el del movimiento Hippie, y la desaprobación de diversos sectores de la sociedad norteamericana a la invasión a Vietnam y sus países aledaños); las transformaciones políticas en torno a los dos bloques predominantes durante el período de guerra fría; las grandes migraciones sociales hacia las grandes ciudades y las transformaciones tecnológicas y económicas –y de perfil productivo hacia el sector terciario y

163 Puede revisarse al respecto el trabajo de Krause y Jaramillo (1998).

Page 125: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

125

secundario- que las acompañaban; el establecimiento, posterior a la segunda guerra mundial, de organismos mundiales encargados de reestructurar y normar la situación política, económica y social de los países del globo y el establecimiento de parte de los países desarrollados de una política de “ayuda internacional” que permitiera sostener mercados internacionales adecuados a las necesidades progresivas de un mundo globalizado; las manifestaciones y organizaciones estudiantiles y universitarias en torno al componente político presente en la educación y en el rol de la misma en la construcción de la sociedad; y el auge e instalación de revoluciones y movimientos sociales con características particulares –como es el caso del proceso cubano que progresivamente se fue orientando hacia la posición soviética, y el de la revolución nicaragüense164. Estos elementos, situaciones y contextos presentan diversas demandas que progresivamente van a ir interpelando a las ciencias sociales, ampliando su campo de competencia, y en general dando paso a otros diversos espacios de reflexión en torno a las sociedades y el período de cambio que se estaba desarrollando, tales como la filosofía, la historia, y la ciencia política, entre otras. Por esto, para presentar los elementos que consideramos relevantes de este período165 hemos preferido organizarlos en torno a cinco categorías:

a) Situación de desarrollo a nivel de las ciencias sociales y al estado de desarrollo de la psicología social.

b) Emergencia de la concepción de desarrollo social ligada al quehacer de las ciencias sociales. c) Desarrollo de iniciativas latinoamericanistas en torno al desarrollo y la coyuntura. d) La salud mental; reformas y procesos de conceptualización. e) El contexto político y la emergencia de actores sociales

Si bien no resulta posible establecer una relación directa y lineal entre alguno de ellos y la emergencia de los primeros marcos conceptuales en psicología comunitaria –pues no nos interesa discernir cual de ellos resulta determinante-, sí puede aclararse que existe una diferencia importante entre el impacto que aquellos de carácter internacional tuvieron sobre el plano nacional y aquellos que fueron mas bien propios de nuestra

164 Respecto de esta tesis puede revisarse el libro “La revolución social” de Marta Harnecker (1985). En lo fundamental la tesis supone que es condición del triunfo de las revoluciones sociales en América Latina la cohesión social en torno a su propia capacidad de organizarse, dirigirse, y de “defenderse” mediante organizaciones técnico-militares. Esto a su vez, en la lectura de la autora, da paso al establecimiento de procesos que progresivamente van adhiriendo a los postulados de izquierda -en sentido amplio. 165 Es decir, aquellas situaciones, contextos y procesos que sientan las bases, facilitan y permiten la formulación de las primeras concepciones con correlato práctico que pueden ser consideradas dentro del conjunto de elaboraciones que denominamos psicología comunitaria

Page 126: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

126

realidad nacional. En este sentido, y es lo que nos interesa destacar166, las primeras formas de psicología comunitaria surgen en un contexto particular en Chile, en condiciones diferentes a las de otras corrientes –como las ya presentadas-, lo que determina que su desarrollo no es “interpretable” ni “asimilable” según estas últimas167. Bajo la óptica propuesta, nos atrevemos a señalar a partir de la revisión bibliográfica que para este capítulo hemos realizado, que los elementos nacionales son aquellos que posibilitan, dan sentido y hacen emerger el campo de la psicología comunitaria, es decir, los que se transforman en los referentes directos, caracterizadores, de nuestro conjunto de desarrollos, o corriente como la hemos llamado. Por lo mismo, nos atrevemos a señalar que los elementos internacionales aportan las bases e instrumentos de debate, que posteriormente dotarán de identidad teórica a los diferentes marcos conceptuales que se emplazarán dentro del campo de la psicología comunitaria nacional. Con esto no queremos desmerecer la capacidad de reflexión teórica a nivel nacional, si no que, al contrario, establecer que la misma ha cobrado fuerza y sentido en la medida a que está en referencia al plano internacional. Sin embargo, se deriva también de lo anterior, que han sido los contextos y situaciones esencialmente nacionales, e independientes de la psicología comunitaria como campo (es decir, a modo de fuerzas externas sobre el campo), las que dieron forma a las primeras acciones concretas de los diferentes marcos de la psicología comunitaria nacional. Debe entenderse entonces, por extensión, que si estas circunstancias originarias no han sido equivalentes (o siquiera similares) a las de otras corrientes, las mismas no son comparables directamente168. Afirmamos entonces que, a partir de los datos que a continuación entregaremos, puede caracterizarse el inicio de una corriente nacional en psicología comunitaria, con características y procesos particulares para cada período. .

a) Situación de desarrollo a nivel de las ciencias sociales y al estado de desarrollo de la psicología social.

En el ámbito de las ciencias sociales los impactos de este período son múltiples. En primer lugar, y estando favorecido por el auge posterior al fin de la segunda guerra mundial de diversas formas de investigación social (especialmente en el caso de la sociología europea), las discusiones metodológicas en torno a la forma mas adecuada de comprender, interpretar o al menos describir los cambios sociales globales (macro) de este

166 A diferencia de muchas otras reconstrucciones históricas sobre el tema (cfr. Alfaro, J., 1993, en Olave, R. & Zambrano, L., 1993). Debe notarse, sin embargo, que Alfaro continúa una tendencia unificadora de la psicología comunitaria. 167 Véase al respecto la síntesis de este apartado. 168 Como afirmamos, este es el principal motivo para presentar este apartado. Es evidente, sin embargo, que ambos conjuntos son parte de una unidad histórica que sólo para los fines clarificadores de esta exposición en particular puede ser dividida, la cual, además, no pretende enumerar todas las circunstancias y factores intervinientes si no sólo clarificar algunos de los principales elementos que permiten caracterizar los orígenes del tema que nos convoca de acuerdo a los criterios que hemos expuesto.

Page 127: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

127

período, y al mismo tiempo la génesis de modelos para el mismo ejercicio en el plano micro social y grupal, van flexibilizando los criterios que antes determinaban que era posible de ser considerado parte del conjunto de los desarrollos de la ciencia social. En el plano de la psicología social, Tomás Ibáñez (1990) propone que el período comprendido entre 1935 y 1955 corresponde a la etapa de “consolidación”, en la cual su desarrollo ya estaba instalado en las aulas de las principales universidades norteamericanas, contaba con organizaciones profesionales, y gozaba de un cierto respeto teórico. A partir de esa situación, es decir, desde mediados de la década del cincuenta en adelante, progresivamente se van flexibilizando los límites del experimentalismo, hacia una definición mas amplia del campo de problemáticas y tópicos en los cuales la psicología social era competente169, diferenciándose progresivamente los enfoques teórico-analíticos, desde el conductismo predominante hacia una visión cognitivista social. Esto, además, sienta las bases para la diferenciación de distintos tipos de psicología social, cuyas denominaciones son de amplia difusión si bien en muchos casos refieren a situaciones confusas respecto de la competencia atribuida. Nos referimos a la distinción de una psicología clínica, una psicología educacional, una psicología del trabajo, una psicología de las organizaciones, etcétera. Es decir, la psicología adopta “formas” disciplinares (si bien en estricto rigor siempre superpuestas y de confusa delimitación) de acuerdo a las áreas de especialización en las cuales se desempeñan grupos de profesionales. Se hace necesario, producto de lo anterior, una ampliación de las metodologías de estudio e intervención –y, en paralelo, de los elementos teóricos sobre las cuales estas se sostienen. Cuando decimos “metodologías” nos referimos especialmente a la relación entre la incorporación de nuevos constructos psicosociales (por ejemplo “grupo”, “interacción social”, y en menor grado conceptos que hacen relación a contextos histórico culturales y simbólicos) y las posibilidades de evaluar las mismas en las circunstancias en las que dichos constructos varían y se desarrollan170. Evidentemente el plano de la experimentación sufre una importante reformulación (Ibáñez, T., 1990), especialmente hacia una ampliación de los horizontes fuera de los márgenes del control de las variables en el laboratorio. Por lo mismo, la observación se emplaza como una característica deseable en cualquier trabajo que posteriormente tuviera 169 La aplicación de la psicología social al campo de las organizaciones, ya sean productivas (empresas), formales (instituciones sociales, el ejercito), informales (el grupo de amigos), primarias (la familia) es un excelente ejemplo e esta afirmación (Ibáñez, T., 1990). Un elemento importante de este fenómeno es la multiplicación de programas de pre y post grado, es decir, de la cantidad de profesionales calificados disponibles. 170 Al respecto, el contexto de la formulación de la famosa frase de Kurt Lewin –“no hay nada mas práctico que una buena teoría”- es un buen ejemplo. Lewin intentaba plantearse la posibilidad de reestablecer los parámetros de la ciencia social aplicada a problemas determinados en el plano colectivo a partir de la formulación de un sistema teórico denominado “teoría del campo”. Luego de revisar la utilidad de este enfoque en torno a la problemática de la adolescencia, Lewin reflexiona sobre las condiciones de una nueva metodología acorde a los requerimientos de este sistema teórico, poniendo énfasis en la capacidad de la experimentación y la empiria para complementar su visión fisicalista de la realidad social (cfr. Lewin, K., 1988). En efecto, el aporte de Lewin en el desarrollo de la futura psicología comunitaria es doble; por un lado desarrolla sistemas teóricos y conceptos que en el futuro apoyarán los trabajos con grupos, pero, al mismo tiempo, desarrolla una postura personal y ética con respecto al futuro desarrollo de las ciencias sociales que queda plasmada como método en la Investigación-Acción, y quizás con mas claridad en la frase “hay que investigar la realidad para transformarla”, misma que luego será apropiada como estandarte por muchos profesionales del campo (Souza, F. & Aguilar, M., 2002)

Page 128: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

128

repercusiones en la intervención. Posteriormente, este auge de las metodologías de observación van a dar origen a un conjunto de discusiones en torno a la implicación del investigador en el objeto de estudio, al mismo tiempo que -en su conjunto- estas condiciones sientan las bases para la incorporación de las metodologías de orden cualitativos en las ciencias sociales171. En suma, durante este período –que en términos generales transcurre desde la segunda guerra mundial hasta el final de la década del sesenta- las ciencias sociales sufren importantes transformaciones de entre las cuales aquellas que corresponden al campo de la psicología social revelan una progresiva diferenciación de campos disciplinares, al mismo tiempo que se generaban nuevas técnicas y teorías para hacer frente a las nuevas problemáticas. De este proceso rescatamos las siguientes características relevantes para el tema que nos convoca; (a) una reformulación de las metodologías de investigación, integrando nuevas perspectivas (especialmente de orden cualitativo), y reformulando la concepción experimentalista y políticamente neutra de la ciencia, (b) la creciente influencia a nivel mundial de la perspectiva cognitivista en la cual se desarrollan nuevos constructos teóricos, (c) la multiplicación de diversas líneas de investigación172, al mismo tiempo que (d) un creciente énfasis en la aplicación, es decir, en generar conocimiento social pertinente y útil. Es decir, la psicología social se orienta mayoritaria y decididamente hacia problemáticas cercanas a las demandas de los mercados de trabajo y relativos a temáticas sociales, con enfoques de corte empiricista y cognitivista, abriendo nuevos campos en un extenso período de crecimiento y desarrollo de nuevos conocimientos173. Al mismo tiempo, pero desde la perspectiva de la amplitud de horizontes que se reflejaba en el desarrollo de nuevas generaciones de profesionales durante el período que inicia a mediados del sesenta, otras influencias de diversos tipos comienzan a generar conocimientos y desarrollos que empiezan, progresivamente, a formar parte del pensamiento contemporáneo. Como queda claro a partir de los relatos autobiográficos de diversos autores en psicología social latinoamericana174 -entre los que se cuentan un buen número de los hasta aquí mencionados-, la formación en psicología social (que progresivamente incorporaba elementos de sociología) se complementa con la lectura de autores neomarxistas –especialmente Antonio Gramsci, Georg Lukács, y

171 En la concepción del desarrollo de las técnicas cualitativas, Taylor y Bodgan (1984) plantean que este debate estaba desarrollándose desde hace bastante tiempo ya en la evolución de la sociología, y especialmente en la antropología, producto de la incorporación de perspectivas de análisis fenomenológicas dentro de las ciencias sociales. Estos dispositivos han sido sindicados como elementos significativos para el desarrollo de algunas corrientes en la intervención social con perspectiva de comunidades, como puede revisarse en el capítulo anterior sobre la corriente latinoamericana. 172 Tómese como ejemplo el conjunto de investigaciones relativas a la “disonancia cognitiva”, los procesos de “atribución social”, las “relaciones intergrupales”, “el intercambio social”, el “aprendizaje social”, los estudios en comunicación y en liderazgos, entre los mas renombrados (Ibáñez, T., 1990; Whittaker, J., 1979). 173 En esta misma línea argumentativa, Tomás Ibáñez (1990) considera que este período puede ser denominado como “ciencia normal” para la psicología social a nivel de los centros de desarrollo y líneas de investigación mas prolíficas. 174 Pueden revisarse dichos documentos en Revista Suplementos (Anthropos), Número 156. Entre los autores chilenos considerados destacan Jorge Gissi, Elizabeth Lira y Ricardo Zúñiga.

Page 129: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

129

aquellos agrupados en la Escuela de Frankfurt, y autores humanistas de izquierda de entre los cuales destaca por sobre todo Eric Fromm-, además de filósofos europeos –como Foucault y Althusser-, y de líderes sociales de revoluciones –Mao en China, Fidel Castro y Ernesto Guevara en Cuba-175. Estos, sin importar su referencia disciplinar o su actividad en específico –es decir, en donde la obras psicológicas se confunden y entrelazan con la producciones de diversa índole-, se convierten en los referentes para incorporar visiones mas “adecuadas” (“integrativas”; “complejas”, en el decir de estos autores) en torno a las posibilidades de la psicología social. Las influencias de estos desarrollos pueden notarse en la incorporación y complejización de los objetos de estudio (como en el caso de la conciencia, o la ideología, en tanto capaz de aportar nuevos horizontes explicativos), en la ampliación y diversificación de métodos (especialmente mas allá del límite del laboratorio, sin necesariamente eliminar la empíria en el proceso), y en la reformulación teórica, que en definitiva, termina por encontrar asideros en las relaciones humanas desde perspectivas culturalistas y de intercambio simbólico, especialmente en el caso del estudio de comunidades locales marginales176, las que progresivamente comienzan a delimitar un objeto de intervención necesario de ser considerado y conceptualizado mas allá de los parámetros de una clínica centrada en el diván. Estos elementos, a su vez, nos permiten entender cómo es que la noción de comunidad (y la paulatina formulación de enfoques de comunidad propios y distintivos) se integra y llega, según algunos autores, a fundirse con la perspectiva posible de trabajo frente a la realidad de la región de parte de la psicología. Este fenómeno resulta particularmente relevante dentro de la corriente que hemos denominado como latinoamericana en psicología comunitaria177, tanto respecto de la posterior crítica a la relevancia de las producciones teóricas y prácticas en psicología social, como respecto a los nuevos énfasis identitarios que la misma adquiere en cuanto psicología social (y en sus posteriores calificativos; crítica, política, comunitaria) (Montero, M., 1984 y 1993).

b) Emergencia de la concepción de desarrollo social ligada al quehacer de las ciencias sociales.

En paralelo a lo anterior, la presencia de instituciones de carácter mundial –en especial de las Naciones Unidas, y sus diferentes departamentos y divisiones a modo de plataforma de discusión de diversas temáticas sociales a nivel planetario y local-, en conjunto a la proliferación de estudios sociales en torno al desarrollo industrial, tecnológico, las condiciones de pobreza asociadas, las características del subdesarrollo de las naciones y los perfiles productivos y económicos que sostienen esas realidades, sumado a la política de

175 Un estudio mas detallado de las influencias particulares ha sido realizado por Darío Páez, y puede encontrarse en la publicación mencionada en el pié de página anterior. 176 Tanto en términos de planificación urbana, como directamente excluidas de las políticas de desarrollo como es el caso del campesinado y los constantes procesos migratorios que se venían desarrollando desde hacía una par de décadas con las transformaciones productivas en la región 177 Ver capítulo anterior.

Page 130: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

130

asistencia técnica exterior de parte de Estados Unidos178, generó las bases para un proceso que Fernando Duran (1995) ha caracterizado como la instalación del “paradigma de los aspectos económicos del

desarrollo”. En términos de la influencia de este proceso en las ciencias sociales destaca el aumento de recursos y de la importancia atribuida a las ciencias sociales y económicas en torno a los procesos sociales, de desarrollo e industrialización. En términos muy generales este fenómeno tuvo las siguientes características; (a) Una creciente demanda por producir modelos teóricos implementables, que asociado a la multiplicación de recursos disponibles, influyó en la ampliación del campo aplicado de las ciencias sociales, en términos de la diversificación de escuelas de formación (y en paralelo, un progresivo aumento de profesionales), y en definitiva en la revisión de los límites disciplinares en pro de el abordaje interdisciplinar de los problemas. (b) En esa misma línea, se produce una subordinación de las disciplinas (como campos de conocimiento especializado) a los problemas, o más bien, a los poderes que designaban qué era considerado como un problema y cómo podía –debía- ser abordado. (c) En el plano teórico, un conjunto de preguntas en torno a qué es el desarrollo –la concepción de desarrollo- y cómo debe abordárselo adecuadamente. En las palabras de Durán; “¿qué cualidades personales debe

tener el hombre que se requiere para un proceso de industrialización exitoso?, ¿Qué elementos culturales

debe desarrollar una sociedad para avanzar en ese proceso? [y] ¿Qué características debe tener la estructura

social de esa sociedad para alcanzar un ritmo adecuado de industrialización?”. Así descrito el “paradigma” imperante, el aspecto “social” se incorpora en función de los avance económicos. Esto a su vez tiene tres repercusiones directas. La primera es que la concepción del avance es lineal y de corte comparativo; es decir, existe un proceso de desarrollo que es posible de ser descrito a través de fases. En un polo están las fases desarrolladas y en el otro las subdesarrolladas. Para que las naciones, sociedades o comunidades que se encuentran en la situación de retraso lleguen a estar dentro de la primera condición, deben seguirse ciertos pasos –que son definidos dentro de las teorías sociológicas y económicas del desarrollo. Y esos pasos, requieren una conducción, y ésta debe ser llevada a cabo mediante reformas principalmente comerciales, productivas y en pro de la industrialización. En ellas el Estado se instalará como el principal espacio de transformación de las estructuras sociales.

178 El impacto en particular de este evento -que inicia con la administración de Truman, en el año 1949- puede revisarse en Fernando Duran (1995). Como condición básica de este proceso Durán considera que “que toda la década de los cincuenta y todavía a comienzos de los sesenta, es un período de intensas demandas de conocimiento aplicable para resolver problemas concretos de las zonas subdesarrolladas. La urgencia de esos problemas y sobre todo su potencial explosividad política, ocasionó grandes presiones sobre los diferentes campos disciplinarios relacionados con el desarrollo”.

Page 131: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

131

En esta misma línea, una segunda consecuencia es que el “cambio social” es “válido” en tanto orientado sobre los principios antes descritos (el aspecto “social” es en función de...) y en definitiva el objetivo de incorporarlo es el de acelerar el proceso, y evitar retrocesos en el mismo. La última consecuencia es que, bajo esta óptica funcionalista, entran a jugar algunas teorías de corte antropológico (por el conocimiento en terreno ya acumulado de las realidades en cuestión) y de orden psicológico (en tanto, por ejemplo, de dinámicas micro sociales y a modo de estructuras de razonamiento y comportamiento colectivo, de valores y de motivación sociales entre muchos otros). Logran definirse así algunos principios orientadores; la racionalidad es un requisito para una acción social orientada al progreso económico; los valores sociales deben estar acordes al modelo de desarrollo, y deben constituirse como motivaciones intrínsecas dentro de las personas; y la familia, especialmente la nuclear, y las comunidades locales (en términos de relaciones significativas) son fundamentales para comprender las formas de desarrollo e instalación efectiva de dichas matrices valorativas y por lo tanto -como tal- juega un papel fundamental en el desarrollo (cfr..CREFAL, 1969). A pesar de las evidentes falencias en términos de la concepción predominantemente economicista del desarrollo, el paradigma que recién mencionamos–y el proceso mediante el cual éste se desarrolló y logró impacto en las dinámicas de desarrollo mundiales- nos permite entender bajo que perspectiva se centraban los debates en el campo de las ciencias sociales en los inicios de la década del sesenta, y de cómo las mismas fueron evolucionando de acuerdo a las posibilidades y demandas que se les hizo de parte de los gobiernos y los mercados del mundo. En resumen, es en este proceso en que las temáticas relativas al desarrollo de colectividades y comunidades territoriales se instalan y comienzan a formar parte del debate en torno al desarrollo (nombre que nucléa los debates y las conceptualizaciones), al mismo tiempo que se fijan las pautas que guían las discusiones relativas a dichos tópicos (especialmente en el caso de la concepción de progreso progresivo y lineal a la base de la noción de “subdesarrollo”) y bajo las cuales se gestan los usos de los principales conceptos que suelen asociarse a estos temas; intervención social, desarrollo socio-económico, perfil productivo, valores culturales –en su acepción de acople a las intenciones de desarrollo-, etcétera. Un excelente ejemplo de estas pautas de utilización de conceptos puede verse reflejada en la noción de “desarrollo comunitario” que propone la Organizaciones de Naciones Unidas ya en el año 1965 (De Robertis, C. & Pascal, H., 1987) como la “designación del conjunto de procedimientos por los cuales los

habitantes de un país unen sus esfuerzos a los de los poderes públicos con el fin de mejorar la situación

económica, social y cultural de las colectividades, de asociar estas colectividades a la vida de la nación y de

permitirles contribuir sin reserva al progreso del país”179. En ella cual se destaca la existencia de actores en

179 Como aclaran Souza y Aguilar (2002), este tipo de conceptos y prácticas asociadas están directamente vinculadas al desarrollo de iniciativas para definir políticas de acción social respecto de las colonias de las grandes potencias mundiales (ver también Quintana, J., en Nogueira, L., 1996). Por lo mismo, el desarrollo de la perspectiva planteada para el paradigma de los aspectos sociales del desarrollo, surge en directa conexión con la necesidad de establecer políticas

Page 132: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

132

diversos planos que –activamente- emprenden este tipo de acciones, especialmente en el espacio local, en donde la “ayuda mutua” y el “compartir iniciativas” es característica fundamental del proceso –de allí lo comunitario del desarrollo180- (Pozas, R., 1964). Ese mismo año, Ander Egg (1965), en un texto de amplia difusión e impacto, sistematiza diferentes definiciones del concepto de “desarrollo de la comunidad”, concluyendo que los elementos comunes son; (1) la base del proceso son los propios recursos (culturales, ambientales y coyunturales); (2) los sujetos destinatarios deben establecer relaciones de ayuda mutua; (3) se trata de un conjunto de procesos progresivos de diversa índole (individual y social, en términos de generación de habilidades, conocimientos, motivación y actitudes, en el grupo y en el contexto físico y social) que se orientan al “mejoramiento de la situación económica, social, cultural y humana de la colectividad”; (4) ligando dicho resultado directamente a la posibilidad de progreso nacional y/o local. Quedan cimentadas, así, las bases para una práctica –o una metodología en palabras de Ander Egg (1965)- ligada al desarrollo y organización de las comunidades en sus localidades geográficas. A partir de los antecedentes anteriores, hacia mediados de la década del sesenta, las disciplinas relacionadas a este tipo de intervenciones comienzan un proceso de reconceptualización, tanto en los aspectos teórico-metodológicos, como en el plano ideológico (García, J. & Zúñiga, L., 1990; Aguayo, C., 1997; Quezada, M. & Matus, T., 2001)181. En este punto, y retomando algunos elementos originados tanto en los debates sociológicos y económicos sobre el proceso de desarrollo de América Latina (que revisaremos en el siguiente punto), y de los aprendizajes obtenidos por los movimientos de Iglesia Latinoamericana de corte Liberacionista, los planteamientos originales dan paso a una perspectiva crítica. El trabajo social, es un excelente ejemplo para describir este nuevo impulso. Para Quezada y Matus, la génesis de movimientos sociales y políticos demandando una nueva estructura de poder, el auge de teorías y posturas explicativas de las situaciones contradictorias y de desigualdad que implicaban los actuales modelos de desarrollo, y las

de acción social que permitieran la transformación productiva de las colonias de las grandes potencias, en específico en Asia y África. Es en un segundo momento que América Latina entra a ser tema de debate de la mano de las Naciones Unidas, planteando el asunto a nivel rural (con campesinos) para, a medida que se producían los rápidos procesos de urbanización, dar paso progresivo a una visión que incluiría las carencias de las urbes. 180 Y más aún. Nótese lo amplia que es dicha definición respecto del tipo de práctica que debe llevarse a cabo para lograr los objetivos propuestos. Radica allí una de las grandes dificultades a la hora de referirse al proceso de desarrollo social o comunitario; el mismo puede ser efectuado bajo diferentes conceptualizaciones de la “comunidad”, sea éste un conjunto de “empoderables” en una situación de potencial modernización; un “espacio cultural significativo” que moldea referencias, conductas y hábitos; un colectivo capaz de autonomizarse y autogestionar su existencia; o un grupo “beneficiario” (tanto desde la óptica de la vulnerabilidad como del clientísmo, tan propio del lenguaje del consumo). Por lo mismo, y valga para futuras oportunidades, el inicio de los debates en torno al desarrollo, y en específico la definición de “desarrollo comunitario” mencionada no se corresponden directamente con la formulación de un marco conceptual específico en psicología comunitaria, sino que –bajo esta perspectiva- sienta las bases para el desarrollo de los mismos, ya sea desde el plano técnico, teórico o político, el cual sólo tiene sentido y existencia en un contexto histórico particular. (cfr. Montero, M., en Martín Gonzáles, A., 1998; Ander Egg, E., 1965) 181 Este proceso ocurre, en la construcción histórica de las autoras Margarita Quezada y Teresa Matus (2001), en paralelo a la gestación y desarrollo de iniciativas que caracterizaremos mas adelante como latinoamericanistas.

Page 133: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

133

limitaciones percibidas por los propios profesionales para dar respuesta –desde el plano de las ciencias sociales tradicionales- son los elementos fundamentales que dan paso a una reconstrucción del trabajo social. Así, los objetivos “se replantearon [...] pasando de lo asistencial, de la integración del individuo al sistema, a la

Concientización, a la organización y a la movilización, cuestionando así el asistencialismo y la ideología

liberal” (Quezada, M. & Matus, T., 2001). Dos son los puntos que desde aquí rescatamos; (1) El proceso descrito conlleva una profunda autocrítica profesional -eventualmente salvada por la intención de “refundar” las bases ideológicas y el compromiso con el pueblo- que caracteriza al trabajador social como “un

reproductor de la ideología y del conocimiento dominante”, incapaz desde su perspectiva de “entender las

demandas reales” de la población con la que trabaja. Así, “la reconceptualización sostiene que el proyecto

histórico de América Latina es la liberación de las masas oprimidas y el fin de la dependencia. La fijación del

proyecto histórico corresponde a las vanguardias políticas y a las masas organizadas, correspondiéndole al

trabajo social [que aquí utilizamos como un ejemplo representativo, pero no exclusivo] la implementación de

aquellos postulados que tienden a que cada hombre pueda alcanzar nuevos niveles de conciencia que le

permitan integrarse críticamente a la sociedad; de allí que el trabajo social reconceptualizado plantee

objetivos y acciones en el campo de la concientización, organización, capacitación y movilización social” (Quezada, M. & Matus, T., 2001). Es decir, el “nuevo” trabajo social establece un compromiso político fundamental para entender su práctica, y al mismo tiempo, supone una práctica coherente que implica a los sujetos como transformadores potenciales de su propia realidad. En consecuencia (2) el foco principal de la acción dejó de ser el problema, dando paso al sujeto en tanto agente. Esto implica, primero, que se debe producir una redefinición de roles profesionales, al mismo tiempo que los fundamentos de la metodología como proceso racional de planeamiento comienza a incorporar la participación y el sentimiento identitario de pertenencia, dando paso a una orientación directamente militante, cualitativa, y reflexiva182. Si bien este proceso no posee univocidad ni ocurre de la misma forma para todos los autores y en todos los contextos, nos adelantamos aquí a mencionar la evidente ligazón que existe entre esta transformación y la identidad que suele atribuírsele a la corriente latinoamericana en psicología comunitaria (ver primer capítulo).183

182 Militante, porque relativiza el poder del método como universal forma de producción de conocimientos, dando paso al razonamiento en contexto, situacional y acoplado a los intereses sociales. Cualitativo, por el énfasis en la observación, la incorporación de información conversacional. Y Reflexiva por plantear como proceso a la transformación social un proceso de razonamiento a partir de formas cercanas y reconocibles de las dinámicas de la realidad por parte de los propios sujetos involucrados, buscando la conexión de dichos sucesos con la estructura social. En este sentido, los aportes de Paulo Freire son de especial importancia, especialmente respecto del contexto colectivo en el cual la intervención tiene mayor impacto y sentido. (Quezada, M. & Matus, T., 2001) 183 Un dato que no puede dejarse de lado es que este proceso de reconceptualización esta suficientemente bien descrito en la bibliografía del área hacia mediados de la década del setenta (Cfr. Quezada, M. & Matus, T., 2001), en

Page 134: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

134

c) Desarrollo de iniciativas latinoamericanistas en torno al desarrollo y la coyuntura. Evidentemente, el conjunto de orientaciones teóricas mencionado que hemos dibujado muy sucintamente tuvo sus contrapartes, re-lecturas y revisiones. Si bien en un primer período existió amplia difusión en torno a las ideas recién descritas y las prácticas de ellas derivadas –que en su momento de gestación no tuvieron grandes competidores en torno a los temas centrales (la pobreza, el desarrollo, la industrialización y el progreso)-, emergieron posteriormente movimientos y posturas de otros órdenes que no compartían aquellas presuposiciones, pero se gestaron a partir de las mismas y sus implicancias, dando pasos a líneas paralelas y muchas veces co-existentes184. De entre este conjunto de posiciones y discusiones mas bien alternativas, aquellas que surgen en el contexto latinoamericano son las que mas nos interesan, tanto por la cercanía, como por la amplia difusión e impacto185. Estas contrapartes pueden ser organizadas –para nuestros fines- en torno a dos frentes: el primero dice relación con el conjunto de desarrollo teóricos y prácticos que plasmaron en formas concretas de acción social, y el segundo (si bien no excluye del todo al primero) se vincula a un conjunto de reflexiones en torno a la teoría económica del desarrollo y el curso que debería seguirse en ese tema en los diferentes países de la región. Agrupamos dentro del primer frente a una diversidad de elementos que dan origen y fundamental a una serie de cambios político y sociales durante el período comprendido desde la década del cincuenta hasta mediados de la década del sesenta y principios del setenta. Sin lugar a dudas caracterizar a estos procesos requiere un comparación a la psicología social comunitaria, cuyas publicaciones relativas a estos tópicos ocurren al inicio de la década de los ochenta, como puede verse en Montero (1980 y 1984), Marín (1978 y 1980) o Serrano-García y Álvarez (1992). Por este motivo consideramos que la reconceptualización del trabajo social y la acción social no ocurre en paralelo, si no que es antecedente del proceso en la psicología. De hecho, la misma Montero (1984) aclara que las prácticas aquí mencionadas –a las que denomina genéricamente desarrollo comunitario- son el fundamento operativo de lo que posteriormente será la corriente latinoamericana en la medida que se complejiza la incorporación de elementos psicosociales en los enfoques de trabajo. En términos generales resulta tnteresante constatar además que los desarrollos de esta nueva conceptualización logra amplia repercusión en el plano académico (en la formación, por ejemplo), pero muy poca a nivel institucional formal (o campo profesional en el sentido amplio del término), es decir, mas que definir un tipo de trabajos define un tipo de orientaciones éticas en psicología comunitaria por todo el subcontinente (Álvarez, S. & Serrano-García, I., 1992). La transformación del trabajo social en el contexto histórico del país será tema en los siguientes apartados. 184 Al respecto aclara Vasconi (1991) que los límites disciplinares de las ciencias sociales durante el período se difuminan en pro de un acercamiento a los procesos sociales que permitían explicar, entender o colaborar con las posibilidades de “desarrollo”. En este sentido, y apoyando nuestra aseveración en torno a la aglutinación de discusiones dentro de las ciencias sociales que luego influencian al campo de la psicología comunitaria, el tema de fondo según este autor es el del “subdesarrollo”. 185 Aclaramos que, si bien se trata de un fenómeno de amplia difusión en el contexto de la América Latina, este tiene diversos exponentes y corrientes que para los efectos de esta presentación han sido aglutinados respecto de las concepciones principales de forma sintética. Para un análisis comparativo mas detallado puede revisarse Vasconi (1991).

Page 135: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

135

análisis detallado de las coyunturas particulares de cada nación, sin embargo los aglutinaremos aquí en torno a un denominador común; el de producir cambios significativos en el curso de la historia, en específico referidos a las temáticas de desarrollo, soberanía, cambios sociales y, en definitiva, la implantación de modelos de sociedad de corte “revolucionario”. Entre estos destacan las “guerrillas rurales” (Vasconi, T., 1991) que emergieron en diversos puntos de la América Latina (por sobretodo Cuba, además de Argentina, Perú, Colombia, Venezuela, Guatemala, Nicaragua entre otros186). De ellos vale la pena rescatar dos importantes influencias o efectos en términos tanto de producción teórica como de experiencias prácticas; el expresar una forma de acción social orientada a mejorar las condiciones de vida y desarrollo de grandes sectores poblacionales mediante la expresión política y armada (como “salida viable”, “para defender las conquistas”), y, por consiguiente, el manifestar la “potencia social” de un actor importantísimo en la construcción de la historia que se hace de América Latina durante el período: los sectores marginados187. En paralelo a las guerrillas se gestan otras formas de acción en torno a dichos sectores, entre los que destacan la generación de comunidades cristianas de base, los movimientos de reivindicación social, la teología de la liberación, y la emergencia de movimientos políticos orientados hacia los ideales de izquierda188. Sobre esta última Vasconi (1991) prefiere una denominación mas específica -a partir de la década del sesenta-; “nueva izquierda” o “izquierda revolucionaria” que no necesariamente supone la formación de células armadas, y que se desplaza en términos de representatividad política hacia los cónclaves urbanos (por sobre la ruralidad que se suele asociar al ámbito de las guerrillas)189.

186 Para profundizar en dichos referentes recomendamos por su actualización y especificidad “Del Moncada a Chiapas; Historia de la lucha Armada en América Latina” de Daniel Pereyra (Ed. Canguro, Buenos Aires, Argentina). En él se destacan diversos aspectos del desarrollo de estos movimientos a “frentes no armados”; iniciativas de educación, formación social, impacto histórico y social de los mismos y contexto histórico de sus desarrollos. Puede apreciarse en él el fuerte impacto (real e imaginario) que dichos precedentes sentaron en torno al desarrollo de un pensamiento y acción comunitarista. 187 Partimos con este ejemplo para caracterizar un elemento importante en el desarrollo del pensamiento latinoamericanista (el que sin duda no puede ser asociado por completo a la opción de la vía armada). A saber, que se diferencia de la opción fundada en la evitación de conflictos y rebeliones instaurada como parte de la política de Naciones Unidas y Estados Unidos –como ya se ha mencionado-, y que en paralelo percibe la necesidad de las naciones de autonomizarse e independizarse en su futuro cercano como parte de un adecuado proceso de desarrollo nacional (y continental). Para unos, la opción armada refleja un conflicto contraproducente e innecesario; para otros de una necesidad y de un camino. Entre ambos, como resulta obvio, se radicalizan las escisiones en torno a los modelos de desarrollo a seguir. Esta afirmación puede ser contrastada en los párrafos siguientes. 188 Adelantamos al lector la sorprendente cercanía que tienen grupos vinculados a la religión, las ciencias sociales, y la participación en política –en cualquiera de sus formas-, a partir de la década del sesenta. 189 Sin lugar a dudas la expresión mas importante en el ámbito latinoamericano y mundial de este fenómeno de aglutinación en torno a un proyecto relativamente compartido de transformación social por parte de un importante sector político y social lo constituye el período de la Unidad Popular en Chile, de la que hablaremos mas adelante (cfr. Vasconi, T., 1991)

Page 136: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

136

En estricto sentido, los elementos y contextos que acabamos de mencionar constituyen un proceso de características compartidas en toda América Latina, pero que, sin embargo posee importantes ribetes en cada contexto específico. De esta forma, los actores principales de dichos procesos (si bien diversos e instalados en diferentes ámbitos del quehacer político, cultural y social) mantienen relaciones de acople en términos de la orientaciones genéricas que nos interesan destacar190, y cuyo efecto resultante es de especial importancia aquí. Lo comunitario (la comunidad) adquiere una nueva significación e importancia a partir de los estudios relativos a marginalidad popular, reivindicaciones y organización popular, y como actor histórico significativo, tanto a nivel local como nacional191. Ellos constituyen el segundo frente –de orden mas bien teórico- del que hablábamos anteriormente y consisten en debates –desde diferentes posiciones, expresadas en diversidad de autores- que giran en torno a temáticas particulares, que giran en torno a uno o más conceptos eje. Profundizaremos brevemente en estos puntos pues ellos influenciarán posteriormente a algunos importantes desarrollos en psicología social, política y comunitaria en el continente. El primero dice relación con los debates respecto del concepto de marginalidad. Aníbal Quijano (1998), al igual que Roger Vekemans (Vekemans, R. & Silva, I., 1976), concuerdan en establecer dos “posiciones” teóricas en torno al concepto; correspondiendo cada una a uno de ambos autores. El punto de encuentro de ambas posiciones esta dado a partir de la constatación del hecho de que, progresivamente, se ha generado un fenómeno de exclusión social que mantiene “marginados” a importantes sectores de la población respecto de las posibilidades de participación social –es decir, de ser partícipes activos de la sociedad- y de mejoramiento de condiciones de vida –condiciones de vida mínimas-, y que a su vez plantea una problemática social muy significativa, a saber, que “no basta con subvencionar su pobreza para ayudarlos a

sobrevivir” (Quijano, A., 1998). Sin embargo, a partir de esta constatación de hechos, las diferentes perspectivas establecen análisis que realizan, tanto una interpretación específica del fenómeno, como –y en consecuencia- una forma adecuada de hacerle frente192. Es así como Quijano –cuya posición es denominada

190 Llama la atención un dato no menor; amplios sectores ligados al Cristianismo se vinculan al quehacer de las ciencias sociales; Profesionales de las ciencias sociales se vinculan hasta la fusión con movimientos políticos revolucionarios, Los sectores populares adquieren protagonismo social en los procesos históricos; el trabajo comunitario de la Iglesia se vincula a sectores populares y a movimientos políticos revolucionarios, la educación y la formación social se emplazan en el plano político, y las ciencias sociales se acercan al plano de las reivindicaciones sociales y el desarrollo popular, entre múltiples otros ejemplos de vinculaciones diversas propias del período (para documentación respecto a Chile ver Donoso, T., 1975). 191 Es evidente, entonces, que el significado atribuído en este aspecto a “lo comunitario” se vincula mayormente a condiciones de pauperización, problemas de subsistencia, acceso deficiente a servicios y problemáticas sociales. Estas pueden ser consideradas, a nuestro parecer, implícitos a la base cada vez que se habla de “comunidad” en Latinoamérica. 192 Al mismo tiempo, ambas posiciones hacen lecturas específicas del proceso histórico de América Latina, estableciendo, ya desde el período colonial, diferencias respecto del impacto del desarrollo capitalista. Al respecto, y como ejemplos de bastante detalles, se recomienda consultar Vekemans y Silva (1976) en donde puede encontrarse una

Page 137: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

137

“marxismo-leninismo” por los autores de la DESAL193, entidad dirigida por Vekemans- presenta la situación de marginalidad a partir de un análisis respecto de “las condiciones de integración en la estructura de la

sociedad”, que es siempre totalidad estructurada y en donde sus sectores son interdependientes en conjunto (Quijano, A., en Vekemans, R. & Silva, I., 1976). Allí, “los individuos miembros pertenecen a y participan en

este campo de interacciones [la sociedad]... Sin embargo, no todos los sectores institucionales o estructurales

(siendo los principales, el económico, el ecológico, el social, el político, el cultural, y el psicológico-social)

contienen elementos del mismo grado de importancia para la existencia de la sociedad” (Vekemans, R. & Silva, I., 1976). Es decir, pueden distinguirse elementos básicos y secundarios, siendo la función de estos últimos la de dar forma concreta a los primeros en un momento histórico de existencia, y mas en concreto –en la lógica del autor- a la configuración del modo de producción de una sociedad, en donde “los niveles de un

sector de la población” ayudan a dar forma a los de otro sector, al punto de ser condición necesaria del fenómeno. Bajo esta perspectiva, puede distinguirse la existencia de tres grupos de elementos institucionales –es decir, tres condiciones de inserción dentro de la dinámica social-; (a) los que corresponden a la estructura básica de la sociedad, porque definen el carácter fundamental de ella; (b) los que corresponden a las estructuras intermedias, y que sin definir la naturaleza básica de la sociedad son importantes por contribuir a dar forma concreta a la estructura básica, y (c) “los que corresponden a estructuras cuya existencia no se

deriva de las tendencias que mueven la estructura básica de la sociedad, pero que sacan a la luz sus

limitaciones en cada momento histórico y, por ello, las incongruencias en la integración de la sociedad: estos

elementos y estructuras pueden ser llamados marginales” (Quijano, A., en Vekemans, R. & Silva, I., 1976). Esto implica, a grandes rasgos, que dentro de la sociedad de la época existirían “espacios sociales

marginales”, y que, por lo tanto, la marginalidad no se deriva de una falta de espacios de integración mayores, si no de una lógica no completa de integración194. Es así como, evidentemente, el abordar el problema de la marginalidad no pasa por aumentar las condiciones de integración, si no mas bien, por una transformación de

la sociedad (de los modos de producción en la perspectiva del autor). Es así como la marginalidad se configura como “un modo limitado e insconsistentemente estructurado de pertenencia y de participación en la

estructura general de la sociedad, sea respecto de ciertas áreas dentro de las estructuras dominantes o

básicas, sea respecto del conjunto de estas en todos o en parte de sus sectores institucionales” (Quijano, A., en Vekemans, R. & Silva, I., 1976). Este análisis se fundamenta en una posición “conflictualista”, es decir, en donde la situación supone una relación entre dos grupos -uno en el rol de dominante y otro u otras en el de

síntesis del debate desde la perspectiva de la DESAL, y Quijano (1998), en donde se plantea un recorrido histórico, de cómo ambas posiciones han influido en el debate sociológico contemporáneo sobre desarrollo y exclusión. 193 Centro para el Desarrollo Social y Económico para América Latina. 194 Nótese aquí la importancia que dicho precedente sienta en el debate sobre lo que actualmente se denomina “exclusión social” y “participación social”, ambas temáticas muy relacionadas con la psicología comunitaria, como podrá constatarse mas adelante.

Page 138: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

138

dominados (véase Corvalán, J., 1996)-, y da paso a un intenso debate respecto de las capacidad operativa de los conceptos195 y de análisis sociológicos y políticos. Sin embargo, respecto de la operativa concreta para hacer frente al conflicto sólo establece criterios, a nuestro juicio muy amplios, que resaltan, por sobre todo, la necesidad de intervenir en el curso histórico, ya desde un proceso directamente “revolucionario” (cuyo modelo, lo hemos dicho, es la revolución cubana), o desde el establecimiento y consolidación del sector proletario (proletariado industrial), incorporando a la perspectiva clásica el rol de aquél vinculado a formas de subsistencia informal (subproletariado o poblador; es decir aquél que posee trabajo irregular, ligado a microeconomía, de baja calificación, que habita en sectores urbano marginales o campamentos y que posee un importante potencial de organización popular como forma de lucha). Junto a esto, obviamente, el proceso debe incluir cambios radicales, siendo el objetivo genérico, el establecimiento de un gobierno popular que permita avances significativos para intervenir en las lógicas de desarrollo capitalistas196. En este punto, entonces, se liga con fuerza el desarrollo de debates sociológicos y políticos sobre desarrollo –que influenciarán al campo de la psicología comunitaria en toda América Latina- a proyectos sociales de amplio espectro. Es ese efecto el producido también por la posición de los autores de la DESAL –a quienes aquí representa el sacerdote y sociólogo Roger Vekemans-, pero para quienes el concepto de “marginalidad” tenía sentido en “un modelo dualista de sociedad, en donde la modernización de los países de América Latina no se dió de

manera homogénea, sino que existe un sector de marginados desde el punto de vista económico, social,

político y cultural, que no logran insertarse al conjunto de la sociedad; por lo que la preocupación reside en

cómo lograr generar un proceso de integración social” (Dávila, O., 1998a). En contraposición a la primera posición antes mencionada, el análisis de las particulares realidades de América Latina (en comparación al resto de otras regiones subdesarrolladas), no suponía un conjunto de totalidades estructuradas (o clases en la perspectiva de Quijano), “sino que se presupone que las sociedades latinoamericanas aún no constituyen

totalidades en términos del Estado-Nación, sólo están en vías de constituirse como tales, están en cauce, en

195 Como por ejemplo, el valor real de un concepto como “marginalidad”, en donde los aludidos no se encuentran “al margen” si no integrados al sistema (véase Quijano, A., 1998). 196 Lamentablemente, para el plano de trabajo que puede incorporar al trabajo comunitario –en su amplia acepción- no hemos podido recoger mas que una somera caracterización de las iniciativas que surgirían desde esta postura –denominada estructural-historicismo- en términos operativos (al respecto véase Vekemans, R. & Silva, I., 1976). Nótese, sin embargo, la fuerte vinculación que existe entre estos fundamentos y postulados y una posición “activista” dentro del amplio campo de la psicología comunitaria, y en específico en la fuerte ligazón de la noción “marxista” de participación con la de un proyectos social popular (Álvarez, N. & Contreras, P., 1993). El principal dilema que se plantea en este punto, en términos prácticos y estratégicos, es la forma en que un gobierno popular puede implantar un modelo social alternativo en el marco de un Estado burgués, el que preexiste según el mismo análisis (cfr. Álvarez, N. & Contreras, P., 1993).

Page 139: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

139

riel, pero aún no acabadas o conclusas”197 (Vekemans, R. & Silva, I., 1976). En este sentido, una Nación-Estado implica el concepto del bien común, de una meta de la cual participan –aunque diferencialmente- todos los elementos integrantes de la base societaria, dando paso a una unidad como algo construído y que se persigue como objetivo. De esta forma lo que caracteriza a América Latina es una dicotomía entre una sociedad participante, instalada, hegemónica, de una parte y, de otra, masas marginales sin acceso a la sociedad establecida198; “esta condición se expresa tanto en el punto de vista económico, como social político

y cultural” (Dávila, O., 1998a) y es percibida justamente debido a las migraciones campo/cuidad –en busca de nuevas y crecientes expectativas de vida- de poblaciones que dieron origen a las barriadas, tugurios, callampas, fabelas, campamentos, y cordones de miseria que, lamentablemente hasta el día de hoy existen en las grandes ciudades del continente. Es decir, tanto en el plano social –en términos de una toma de conciencia de la existencia y posibilidades del otro- como físico –producto de las migraciones y el establecimiento en dichas áreas- (Vekemans, R. & Silva, I., 1976). Nótese aquí que la masa marginal puede diferenciarse del proletariado en que, directamente, no constituye en sí misma una clase (central en la perspectiva antes mencionada), y que, por lo tanto, para hacer frente a esta situación, se requería un elemento distinto para asegurar la superación de la marginalidad; el Estado. Éste debe mediar para que los diferentes grupos (en esta perspectiva se superpone una dinámica de exclusión de posibilidades fomentada por patrones culturales y luego económicos) logren espacios de participación e integración en pro de una sociedad desarrollada199, tanto respecto de las capas dominantes e integradas –que deben asumir su identidad latinoamericana y dar pié a mecanismos de integración y de transformación social-, como de aquellos sectores “marginalizados”, a quienes deben permitírseles medios para participar de una sociedad como parte de su mismo adecuado desarrollo. Demás esta decir, entonces, que la concepción de “revolución” y de “transformación social” a la base de dicha perspectiva no supone la organización social de una clase contra otra, si no un proyecto político social orientado a intervenir directamente en los canales que impiden y dificultan la integración de una sociedad moderna y desarrollada, un proyecto modernizador (Cfr. Quijano, A., 1998; Vekemans, R. & Silva, I., 1976).

197 De esta forma el enfoque, que los mismos autores denominan estructural-culturalismo, se diferencia del anterior, ya que no intenta análisis estructurales en términos de totalidades completas ni de conceptos universales, si no sólo de “sociedades en devenir” (Véase Vekemans, R. & Silva, I., 1976) 198 Asimismo, la línea divisoria entre ambos conjuntos esta dada por la capacidad para “participar” efectivamente, en último caso, de los bienes y recursos de una sociedad, y por lo mismo, de los mecanismos que deciden dichas proporciones entre diferentes conjuntos; el “marginal está afuera de los mecanismos por los cuales la sociedad se crea a sí misma” (Vekemans, R. & Silva, I., 1976). 199 Posteriormente, esta idea central del planteamiento de los autores aquí mencionados, tomará forma en el proyecto de “promoción popular”, en el marco del Gobierno de Eduardo Frei Montalva (Vitale, L., 2001; cfr. Vekemans, R. & Silva, I., 1976)

Page 140: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

140

Lo anterior con respecto al frente de la marginalidad, sobre la cual las posiciones se estructuran en torno a diferentes interpretaciones de la evolución de las sociedades latinoamericanas con respecto a su propio y particular proceso, incorporando desde diferentes ópticas elementos culturales, patrones de desarrollo, dinámicas sociales y análisis históricos, relevando el papel de las comunidades y de los diferentes actores socialmente implicados en el quehacer societal, los que se harán sentir de allí en adelante en los debates científico sociales en América Latina. Ellas expresan –junto a otras de menor importancia para nuestro estudio que no hemos considerado200-, al mismo tiempo, las posiciones respecto de proyectos políticos en la región, los que además, tendrán en un lugar en la historia de Chile en ese período, asunto que comentaremos brevemente mas adelante, y que, por lo tanto, suponen un plano práctico (operativo) que influenciará el futuro de la Psicología Comunitaria. Existe, aún, otro tema sobre el que se debatía con argumentos provenientes del plano de la política y las ciencias sociales en todo latinoamérica, a saber, el problema de la dependencia. Este último, igual que el anterior, supone un análisis respecto de la evolución de los procesos sociales que dan origen al estado actual de las sociedades contemporáneas (de la época) en América Latina (Cardoso, F. & Faletto, E., en CEPAL, 1998; Bagú, S., Cordova, A., Cardoso, F., Dos Santos, T. & Silva Michelena, H., 1973; Cardoso, F. & Weffort, F., 1970). Sin embargo, por sus referentes, y fundamentalmente por el impacto que tuvieron en torno a las políticas de desarrollo nacionales en términos de reestructuraciones económicas, se corresponden mas bien con un debate de corte “economicista”, que -además- es posible de ser identificado como una corriente de pensamiento con diversos expositores en toda la América Latina -especialmente la del Sur (Vasconi, T., 1991)201. En síntesis, cuando se hace mención al tema de la dependencia, se habla fundamentalmente de la concepción sistémica de la economía de los países, en el entendido de que la situación genérica es la de poca “libertad de movimiento” frente a una situación de dependencia externa –valga la redundancia-, y de pautas contradictorias en torno a la capacidad de lograr sistemas económicos autodeterminados en relación a la economía mundial (Sunkel, O., en Bianchi, A., 1967). Lo anterior posee un importante correlato en el plano social; “las dos dimensiones del sistema económico [el cual es expresión del proceso histórico de una sociedad en un momento determinado], en los países en proceso de desarrollo, la interna y la externa, se

expresan en el plano social, donde se adoptan una estructura que se organiza y funciona en términos de una

200 Puede revisarse a modo de introducción a estas temáticas la síntesis que hacen Dávila (1998a y 1998b); Álvarez y Contreras (1993) y Rogazzy (2002) sobre el tema de la participación, la exclusión y las formas en las que dichos debates han influenciado las formas políticas al mismo tiempo que han evolucionado junto al conjunto de las ciencias sociales. 201 Dentro de estos, si bien no logran un conjunto crítico capaz de contrarrestar o de discutir en términos de proponer argumentos aceptados mundialmente frente al inmenso poderío, expansión y cantidad de recursos del paradigma de los aspectos sociales del desarrollo antes mencionado en este mismo apartado, ya para la segunda mitad de la década del sesenta los teóricos de la dependencia, de gran capacidad productiva en términos de análisis y propuestas en términos de interpretación económica de la realidad de América Latina, ya lograban agrupar un conjunto sustantivo de materiales que discutían seriamente el modelo imperante –y las consecuencias del mismo.

Page 141: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

141

doble conexión; según las presiones y vinculaciones externas y según el condicionamiento de los factores

internos que inciden sobre la estratificación social” (Cardoso, F. & Faletto, E., en CEPAL, 1998) Lo anterior, no olvidemos, en el contexto de dos grandes potencias mundiales; el bloque capitalista y el bloque socialista, que terminan por apresar a los países “subdesarrollados” bajo las definiciones de progreso y las acciones concomitantes para lograrlo. Los análisis propuestos en esta línea –es decir, en la compresión del efecto histórico social de la dependencia como fenómeno de los países de la región- se orientan a demostrar que las particularidades de los desarrollos económicos, productivos y sociales de la América Latina reciente están coartados en el mediano y largo plazo por visiones incompletas, dogmáticas y eventualmente absurdas respecto a las posibilidades de un desarrollo nacional autónomo202; “En otras palabras, esto implica

reconocer que la independencia económica no puede ser la consecuencia mágica de un acto político heroico,

sino el fruto [...] de la construcción de una economía nacional eficiente, flexible, y capaz de generar un amplio

y rápidamente creciente excedente de recursos de inversión” (Sunkel, O., en Bianchi, A., 1969; cfr. Garretón, M., 1987). De aquí, si bien el contenido referencial directo está ligado al plano económico, quedan de manifiesto dos puntos importantes; la autonomía nacional, y la necesidad de generar modelos acordes a nuestras realidades203. En términos de las propuestas que desde aquí se estructuran, ellas son relativas a un conjunto de cambios y reformas posibles en torno a las posibilidades de integración latinoamericana, con énfasis en el desarrollo interno de los países de la región a propósito de las reformas necesarias en el plano productivo y social agrario, el perfil de sustitución de importaciones y el proceso de industrialización asociado a la manufacturación de productos mas elaborados y de mayor competencia respecto de los criterios de mercado (y capaces de abrirse y desarrollar otros nuevos) y en torno al trato y relación con la inversión extranjera (a través de convenios y acuerdos) que, en suma, permitieran el desarrollo de economías saludables y al mismo tiempo progresivamente mas autónomas en la región (Sunkel, O., en Bianchi, A., 1969). De este modo, los temas que forman parte de las concepciones económicas de estos teóricos 202 Esto último liga un análisis sociológico al propuesto con carácter de imperativo; “[este análisis operativo] Exige asimismo la determinación de las “orientaciones valorativas” o ideologías que se vinculan a las acciones y a los movimientos sociales” (Cardoso, F. & Faletto, E., en CEPAL, 1998). El problema de la dependencia, entonces, referiría principalmente a la situación interna, histórica, de las naciones; el desarrollo, o mas bien la posibilidad de desarrollo, sería un asunto de poder entre grupos posicionados en diferentes lugares en la toma de decisiones. 203 No es difícil ver la cercanía a las posturas nacionalistas. Osvaldo Sunkel aclara, diferenciándose de los nacionalismos “autárquicos, xenófobos y fascistas” [...] “el nacionalismo del desarrollo es un esfuerzo de afirmación nacional, una aspiración a la autodeterminación y a la soberanía, un deseo de participar del disfrute y la creación de la cultura y de la ciencia modernas y universales, el anhelo de lograr la libertad, la democracia, la igualdad de oportunidades y el bienestar de que ahora disfrutan en mayor o menos medida los países industrializados” (en Bianchi, A., 1969). Al mismo tiempo, el conjunto de los autores que hemos considerado en esta revisión mantiene una severa crítica a las teorías de la modernización –cuyo autor mas reconocido es Gino Germani en las que la concepción de desarrollo se entiende bajo la perspectiva de que se trata de “países en vías de desarrollo”, es decir, en un tránsito de una sociedad tradicional a una moderna, y en donde el problema genérico, esta dado por las dificultades en lograr que lo “moderno” alcance para todos –en sentido coloquial- y en donde “las estructuras sociales sean acordes a dicha etapa” en influencia, participación e involucración (Cardoso, F. & Faletto, E., en CEPAL, 1998).

Page 142: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

142

gradualmente se van internalizando y socializando hacia los debates sociológicos, políticos y públicos generando una influencia incuestionable en el pensamiento político, económico y social durante la última mitad de la década de los sesenta en toda América Latina. En el plano de nuestra competencia tres elementos son importantes de rescatar; (a) la influencia visible sobretodo de estos debates en la incorporación de elementos de orden “latinoamericanista” –en el sentido antes descrito- al lenguaje que refiere a los temas sociales, además de proveer teorías organizadas para analizar situaciones específicas las que en su masividad, derriban las fronteras disciplinares en las ciencias sociales (Sunkel, O., en CEPAL, 1998); (b) el hecho de que posteriormente estos temas y elementos comienzan a formar parte de las políticas y planes de gobierno Chilenos. En este sentido, las posturas iniciales en torno al desarrollo social del paradigma economicista dominante que antes describíamos progresivamente van dando cabida a un pensamiento crítico y latinoamericanista que plasma sus intenciones en proyectos políticos diversos de gran envergadura en la región204; por ultimo (c) estos desarrollos forman parte del conjunto de producciones teóricas que sienta las bases del estudio psicológico y sociológico de los procesos cognitivos (individuales y sociales) asociados a las estructura de dependencia (y dominación), mismas que posteriormente sientan las bases para propuestas críticas en psicología social (Tyler, F., 1984b; Asún, D., 2003; Molina, V., 1972; cfr. Martín-Baró, I.,1998). En este sentido, Faletto (en Salazar, G., 2003) haciendo un análisis retrospectivo, reconoce la fuerte vinculación de estas propuestas con los desarrollos en torno a la “marginalidad creciente de amplios sectores

urbanos y rurales”, y a las posibilidades efectivas de “desarrollo nacional”, en el entendido de que las posibilidades que se abrían en el presente concreto, eran resultado de un conjunto de “relaciones de poder”, mismas que debieron ser analizadas (“comprendidas”) desde diversos planos y que, producto de dichas necesidades, potenciaron una complementación de visiones en posturas teóricas que, si bien no poseyeron un único plan de acción, si instalaron y legitimaron dentro del plano de debate científico local, el papel histórico de los agentes sociales populares en los procesos de transformación que se supondría vendrían a eliminar el problema de la dependencia. Se configuraban al mismo tiempo, entonces, los primeros análisis caracterizadores de los sujetos con los que muchas propuestas en psicología comunitaria trabajarían posteriormente.

204 Un elemento directamente relacionado al proceso aquí mencionado es el de la progresiva incorporación de profesionales capacitados, y de centros de estudios abocados a la realidad Latinoamericana, especialmente en la concentración de profesionales calificados en estas temáticas –economía, desarrollo, procesos sociales- en Chile durante la época. (cfr. Vasconi, T., 1991). Para una consulta detallada de estos desarrollos durante la época, y de la especificidad de cada autor citado, puede revisarse la excelente síntesis de Tomás Vasconi (1991).

Page 143: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

143

d) La salud mental; reformas y procesos de conceptualización. Como ya lo indicamos antes de iniciar este apartado, los desarrollos que dan forma a la psicología comunitaria son “herederos”, tanto de circunstancias políticas y sociales, como de conceptos, teorías y prácticas propias de dos áreas de debate –aglutinaciones en torno a conceptos eje- que suelen encontrar caminos relativamente separados; el “desarrollo social” por un lado, y “la salud”, por otro. De la misma forma que para los debates y conceptualizaciones que antes mencionábamos sobre el problema del desarrollo, las reflexiones y proposiciones relativas a “la salud” y “lo saludable”, parecen tener dos planos de análisis. El primero, de orden teórico, en tanto supone reflexiones y reconceptualizaciones de la salud –que al mismo tiempo implican una flexibilización respecto de la tradición médica clásica, y una progresiva interdisciplinarización, como podrá verse-, y el segundo, de orden político, en tanto dichas reflexiones ocurren en contextos histórico-sociales particulares. Ambos ocurren, como es de esperar, en paralelo, dando paso a formaciones diversas en torno a la temática central de nuestro interés, la salud mental, entre las que destacan la incorporación de componentes psicosociales y culturales en los enfoques clínicos clásicos (Guevara, R., 1993), el desarrollo de perspectivas de comunidad en atención en salud mental, además de una reorganización de los límites disciplinares –si se les puede llamar así- de las distintos campos de saber involucrados en este proceso (Martí-Tusquets, J., 1982; Rueda, L., s/f; Dobert, M., Jara, S. & Vado, E., 1971; Caplan, G., 1996; Torres, R., 2001). Por esto, y atendiendo a la importancia ampliamente reconocida de estos procesos en el desarrollo del campo de la psicología comunitaria, vale la pena aquí una breve descripción de los mismos. En primer lugar, un elemento destaca por sobre el resto en tanto permite ordenar y dar sentido al período, es aquél que tiende a ligar y a continuar el proceso de desarrollo de la psiquiatría con aquello que posteriormente dará forma a la psicología comunitaria en diversas partes del globo. Parece existir amplio acuerdo entre los historiadores y revisionistas de la psiquiatría y la salud mental con énfasis social y comunitario en la importancia, impacto y sincronía de un conjunto de desarrollos en paralelo denominados tercera revolución en

salud mental205 (Martí-Tusquets, J., 1982; Palmonari, A. & Zani, B., 1980; Torres, R., 2001; Tyler, F., 1984b; Calderón Narváez, G., 1984; Olave, R. & Zambrano, L., 1993). Ella queda de manifiesto en las palabras del presidente John Kennedy en el año 1963: “Propongo un programa nacional de salud mental para contribuir a 205 La misma aparece citada a veces como “cuarta revolución en salud mental”. Éstas hacen mención al proceso de saltos cualitativos y progresivos en la historia de la psiquiatría (en tanto campo mas directamente ligado a la atención en salud mental); La primera corresponde a la liberación de los enfermos de las cadenas asilares por Pinel, lo que es seguido por el uso de la farmacología en tanto ayuda para enfrentar el proceso de enfermedad y al desarrollo de nuevas técnicas terapéuticas –entre ellas el “Open Door” (o “puerta abierta”; Sánchez Vidal, A., 1990)- que disminuyen y modifican la cantidad y tipo de pacientes hospitalizados. La segunda revolución corresponde a la influencia del psicoanálisis en tanto incorpora elementos históricos y sociales en torno a la estructura y noción de enfermedad (en específico de la neurosis) (Tyler, F., 1984a; Calderón Narváez, G., 1984; Asún, D., 1989)

Page 144: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

144

que en adelante se atribuya al cuidado del enfermo mental una nueva importancia y se lo encare desde un

nuevo enfoque... Los gobiernos de todos los niveles –federal, estatal y local-,las fundaciones privadas y los

ciudadanos, deben por igual hacer frente a sus responsabilidades en este campo” (en Caplan, G., 1967). Aparecen allí las principales bases, enunciadas además por un líder político, del naciente enfoque comunitario de los problemas relativos a la enfermedad mental. Al mismo tiempo, en Europa, el quehacer psiquiátrico estaba sufriendo una profunda revisión y reestructuración; Inglaterra desarrollaba prácticas de administración local de los servicios psiquiátricos, con énfasis en una atención integral (no sólo de los aspectos “mentales” –en el sentido coloquial- de las enfermedades), al mismo tiempo que integraba y daba importancia a la rehabilitación como parte importante del proceso de cura del enfermo dentro de su propio entorno (comunitario, familiar, laboral, etcétera) (Calderón Narváez, G., 1984). En Alemania se plantea la necesidad de revisar la práctica psiquiátrica, para concluir -a modo de deber- que deben reconocerse los derechos del paciente sea este “fisico o mental”, “rico o pobre”, “agudo o crónico”, idealmente en condiciones ambulatorias –evitando en lo posible la internación-, en su entorno local –es decir, descentralizando de los grandes hospitales la atención-, al mismo tiempo que el quehacer psiquiátrico debía integrarse al quehacer médico general (Olivos, P., Wolpert, E. & Cordero, M., 1986; Olivos, P., 2002). Francia, en un afán más radical, desarrolla la “política de sector”, también denominada sectorización (Alfaro, J., en Olave, R. & Zambrano, L., 1993), orientada a refundar el sistema psiquiátrico y en donde el hospital “no sea más que un momento

excepcional de un proceso que tiene muchos otros puntos de incidencia mas adaptados, frecuentemente, a la

complejidad del fenómeno psicopatológico”, desplazando la figura clásica del hospital hacia la del centro de salud mental local como eje y organizador de la atención, considerando esencial “penetrar en el desarrollo del

sujeto y su historia, así como en su presente existencial, su contorno habitacional, sus condiciones laborales,

etc.” (Calderón Narváez, G., 1984). El caso de Italia logra un enorme impacto subjetivo en este proceso de “cambio de mentalidad” que acompañaba a las reformas de salud mental. La experiencia de Franco Basaglia y las experiencias antipsiquiátricas -Gorizia, Trieste, Arezzo y Perugia- (Alfaro, J., en Olave, R. & Zambrano, L., 1993) que logran cerrar los hospitales psiquiátricos en tanto instituciones que representan una forma de dominación contraproducente al objetivo final de lograr salud, dando de alta a los pacientes y demostrando que buena parte de los mismos podían vivir en comunidad y ser tratados ambulatoriamente (Olivos, P., Wolpert, E. & Cordero, M., 1986)206. En Estados Unidos se gestó el movimiento de salud mental comunitaria a partir de la legislación instaurada por J.F. Kennedy. Según Alfaro (en Olave, R. & Zambrano, L., 1993) los principales elementos que lo caracterizan son: (1) El rechazo del manicomio y sus efectos iatrogénicos; (2) 206 Otros desarrollos históricos pueden encontrarse en China, México, la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, y España, las que han sido dejadas de lado en esta revisión (cfr. Torres, R., 2001; Calderón Narváez, G., 1984; Olivos, P., Wolpert, E. & Cordero, M., 1986).

Page 145: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

145

Reconocimiento del peso de las circunstancias hospitalarias y comunitarias en el ajuste y buen funcionamiento del individuo; (3) La desvalorización de la evaluación, diagnóstico y tratamiento, es decir, “reconocer que el prejuicio siempre existe” y tiene un importante grado de relación por la clase, problemática y otras características del cliente; (4) la insatisfacción con el modelo médico, aplicado a los problemas personales, ampliando la perspectiva de análisis fuera de los marcos individuales , integrando el ambiente (en tanto físico y como contexto social) como un elemento relativizador y complementario de los mismos (Alfaro, J., en Olave, R., Zambrano, L., 1993)207. Estos desarrollos, que tuvieron una amplia expresión en diferentes partes del mundo, adquirieron mas potencia a la luz de las investigaciones en torno a los efectos poco terapéuticos de las prácticas tradicionales en Salud Mental208, y de los fenómenos políticos y culturales de la época (cfr. Sánchez Vidal, A., 1990), que generaron en conjunto lo que Palmonari y Bruna (1990) han denominado una “presión externa” de renovación hacia la atención en salud mental. Estos procesos no pueden ser considerados, creemos, como un cambio paradigmático dentro de la salud mental, pues en definitiva cada uno tiene especificidad particular y responde a necesidades (y condiciones de posibilidad) del contexto mas cercano de cada país, y (en general) no implica una transformación y de cambio global ni una reestructuración radical de la práctica en salud mental ni de las disciplinas que se ven interpeladas, sino que comporta como una reestructuración de las perspectivas ya instaladas ahora con incorporación de una perspectiva “social”, y por lo tanto existe una evidente continuidad entre las novedades y los elementos tradicionales209- (cfr. Olivos, P., Wolpert, E. & Cordero, M., 1986). Sin embargo, en conjunto, da

207 Puede revisarse con mayor profundidad el desarrollo Norteamericano en el capítulo anterior. Compartimos la apreciación de Alfaro –y el resto de los autores revisados- respecto de la fuerte influencia y el imponente antecedente que sienta el movimiento de salud mental comunitaria en el desarrollo de la futura psicología comunitaria nortemaricana cuyo origen formal suele considerarse el origen de toda la psicología comunitaria-, en términos de una visión que muchas veces ha sido denominada como Alternativa al modelo médico, y ecologista en tanto sus objetos de análisis se establecen en conjuntos variados de relaciones personas-ambiente (cfr. Alfaro, J. En Olave, R., Zambrano, L., 1993). 208 Algunos de estos han sido reseñados en el capítulo sobre las condiciones de posibilidad que dan origen a la “corriente Norteamericana” en Psicología comunitaria, en el capítulo anterior. Vale la pena recordar, por su impacto público y en ciencias sociales, el estudio de Goffman (1992) sobre la experiencia de ser internado en una institución psiquiátrica, y la formulación del síndrome de hospitalismo (“social breakdown síndrome”) en el contexto de la asunción pasiva del paciente (Sachez Vidal, A., 1990). 209 Esto puede evidenciarse, por ejemplo, en la definición de salud de la O.M.S. en tanto “estado completo de bienestar psíquico, biológico y social”, intentando incorporar estos elementos en nuevas concepciones y prácticas de salud. En cada realidad particular, además, ocurre como parte de un proceso de redefinición de los problemas de salud y de la forma adecuada de hacerles frente, lo que favorece, primero, un énfasis preventivo, y posteriormente, una óptica o perspectiva de comunidad, en las acciones y programas de salud, impactando en paralelo a la formación de profesionales del ámbito. Esto último queda de manifiesto en la concepción de los enfoques comunitarios como parte de una red de servicios de salud que por un lado se emplaza a nivel comunitario, y que por otro sigue teniendo como referente formal al hospital, existiendo entre ellos no sólo continuidad sino complementariedad. Aún así, otros autores

Page 146: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

146

origen a lo que posteriormente se ha denominado atención comunitaria en salud mental, salud mental comunitaria, o enfoque comunitario en salud mental210. Dentro del conjunto de elementos que podemos asociar a este proceso de evolución en el campo de la salud mental, si bien los autores no son del todo convergentes, mencionamos los siguientes:

a) La necesidad de reconceptualizar las prácticas relativas al tratamiento de la enfermedad mental (es decir, de los enfermos) dentro de un contexto social comunitario, local y familiar, en el cual la parte importante del proceso de salud pasa por responsabilizar a la comunidad de integrar a dichos sujetos. Allí, el asilo deja de ser referente, en tanto reclusión del enfermo. Y la comunidad, en tanto contexto social significativo, adquiere importancia vital en el proceso.

b) En la medida que el tratamiento ya no asila entre muros a la enfermedad, las diferentes formas

profesionales vinculadas al trabajo en terreno deben integrarse en equipos interdisciplinarios, los que se deben conectar con las formas tradicionales de la medicina hospitalaria. El mejor ejemplo de esto puede encontrarse en la transformación del enfoque de los trabajadores sociales de la salud, “ahora

orientados al trabajo integral con familias en toda su magnitud”, y con la comunidad en un sentido mas amplio (Calderón Narváez, G., 1984). Al mismo tiempo, la incorporación de elementos “sociales” en la perspectiva médica da origen a la creación de espacios y lenguajes comunes entre diversos trabajos en ciencias sociales aplicadas y de la salud, reformulando y relativizando los límites disciplinares a la hora de definir campos de aplicación particulares de cada tipo de conocimiento (cfr. Martí-Tusquets, J., 1982; Weinstein, L., 1975).

c) Junto a esto, y a partir de enormes revisiones diagnósticas realizadas en torno a las prácticas de

salud mental, especialmente aquellas realizadas por comisiones internas (conformadas por profesionales del campo de la salud mental) formalmente encargadas (es decir, que forman parte de un proceso de cambio planificado generalmente con apoyo y financiamiento de instituciones externas o del mismo ámbito)211, sumado al creciente aumento y desarrollo de “tecnologías” alternativas de

sostienen una tesis contraria, argumentando un cambio efectivo de mentalidad y de paradigmas médicos (ver Martí-Tusquets, J., 1982) 210 Es posible encontrar bibliografía especializada que distingue y diferencia estos conceptos entre sí, y agrega otros aún mas finos. No es nuestra intención reformular ninguno de ellos, sino mas bien dar a conocer aquello que se ha instalado en el lenguaje psicológico y psiquiátrico a modo de denominador de las prácticas, cambios epistemológicos e implicancias de la incorporación de la comunidad a los planes y programas de salud en alguna de sus formas. Asunto que, por lo demás, consideramos encuentra sus bases en los procesos recién descritos. 211 Como por ejemplo, el estudio ya comentado en el capítulo anterior realizado por Jahoda en Estados Unidos, las investigaciones realizadas por la Organización Mundial de la Salud desde hacía varias décadas –orientadas a redefinir

Page 147: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

147

salud (entre las que destacan la farmacología, y los avances en las técnicas de psicodiagnóstico), al aumento progresivo de la influencia de las perspectivas “humanistas” e “integrales” en el contexto social de la época, a las declaraciones de la Organización Mundial de la Salud en pro de una visión que vinculara a la salud entendida integralmente como bienestar, y no sólo como no-enfermedad dentro de las acciones de Estados, personas y organizaciones, permiten estructurar nuevas nociones de salud, en una óptica integrativa, biospsicosocial, ecológica, y positiva212. Estos desarrollos, si bien siguen siendo considerados “alternativos” –al modelo biomédico tradicional-, han logrado influir en las concepciones genéricas de la salud (y de su relación con la enfermedad), al mismo tiempo que han logrado establecer un papel significativo para los aspectos culturales, sociales y psicológicos en el proceso de entendimiento de la misma.

d) Así mismo, la atención en salud mental desarrolla formas de adaptación a realidades locales,

intentado priorizar un mayor grado de control y participación social en el diseño de respuestas efectivas, nutriéndose de diversos estudios e investigaciones –cuya importancia progresivamente va adquiriendo mas importancia. Junto a esta transformación de la “estructura de atención ” (la reforma de facto), se desarrollan nuevas formas de atención, entre las que destacan la división de “psiquiatrías intermedias” (entre la sociedad y el hospital) –psiquiatría preventiva, psiquiatría de sector, psiquiatría comunitaria, psiquiatría social-, al mismo tiempo que se crean –habiendo espacio efectivo y necesidad para esa posibilidad- formas alternativas de tratamiento. Entre estas destacan la creación de Centros de Salud Mental, Comunidades terapéuticas, Open Doors, talleres de rehabilitación, unidades ocupacionales protegidas, consultorios externos, etcétera. (Sánchez Vidal, A., 1990; Martí-Tusquets, J., 1982; Weinstein, L., 1975).

e) Por último, y aunque parece ser sistemáticamente dejada de lado por los autores revisionistas, la

instalación –y desarrollo- de una perspectiva de análisis, muy ligada a la antipsiquiatría, que considera que la intervención en el plano de las instituciones resulta fundamental para comprender y resolver problemas de orden psicopatológico, convirtiéndolas en agentes terapéuticos. Este elemento resulta fundamental pues sienta las bases para las intervenciones muchas veces denominadas “comunitarias” en contextos sociales significativos, como las escuelas, los hospitales, y otras organizaciones (Martí-Tusquets, J., 1982).

las nociones de salud-, la “Encuesta” realizada en Alemania durante la década del setenta, la Reforma Italiana, y el proceso de planificación del sistema de atención en Salud en Francia e Inglaterra, por mencionar algunos. 212 Ver a modo de discusión de estas propuestas, por ejemplo, Weintein (1975, 1977, 1978).

Page 148: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

148

Es evidente que, a la luz de los datos, no es lo mismo -en tanto antecedentes de desarrollos en psicología comunitaria- el referirse a una reconceptualización de la salud como un estado integral de bienestar (biopsicosocial), que a la salud mental como un componente específico de la salud y con un campo de temáticas relativamente delimitado (usualmente denominadas enfermedades mentales). Ambas posiciones pueden coexistir en el pensamiento de determinados autores, sin embargo para la primera, por ejemplo, la perspectiva de comunidad surge como una necesidad en tanto la educación, la promoción, la prevención y el desarrollo de los potenciales sociales son parte de una práctica coherente en salud, en cambio para la segunda un tratamiento adecuado de la enfermedad mental supone abordar también aspectos sociales y psicológicos de la enfermedad, mismos aspectos que, identificados, pueden ayudar a realizar una práctica preventiva pertinente, eficiente, y potencialmente focalizada (o segmentada según poblaciones en condición de riesgo). En el contexto nacional, la diferencia antes mencionada cobra especial importancia, como antecedente de la instalación del debate a partir de diversas perspectivas de comunidad. Hacia inicios de la década del sesenta, se perfilaban en Chile un conjunto de circunstancias, reformas y propuestas institucionales que los autores han caracterizado como el desarrollo de un “estado asistencial” en temas de salud (Illanes, M.A., 1995)213. En el proceso que lo precedía, diversos actores sociales habían jugado papeles protagónicos; los movimientos obreros, los empleados del sistema públicos, los “sin tierra” y los pobladores, movimientos indígenas, diversos sectores políticos –que posteriormente estarían a la cabeza del gobierno; la social-democracia y los partidos de izquierda -, y en general, parte importante de la población presionaban por lograr cambios sustantivos en los servicios de salud y en los mecanismos y prácticas que, dentro del ámbito, se estaban llevando a cabo. Quizás los ejemplos mas claros de este proceso sean la creación de la Dirección General de Salubridad en 1931, la reformulación en 1938 de la Ley de Seguro Obrero dictándose la ley de medicina preventiva –como parte de un proceso de racionalización organizativa del sistema de salud- que dio paso al Servicio Nacional de Salud (S.N.S.), y la creación del SERMENA (Servicio Médico Nacional de Empleados) en 1960 con una orientación mas bien curativa, a diferencia de la anterior (Lavados, I., 1983). Valga como un dato relevante para los eventos futuros respecto de la orientación inicial -o “doctrina” en palabras de Weinstein (1977)- del Servicio Nacional de Salud; su pivote central era la medicina integral, cuyo objetivo de trabajo “se centraba no sólo en el individuo, sino en su grupo y en el

213 El trabajo de esta autora hace mención en particular al desarrollo histórico de la salud pública en Chile. Sin embargo concuerda con muchos otros (por ejemplo, Schkolnik, M. & Bonnefoy, J., 1994; Rogazzy, M. 2002; Martínez, J. & Palacios, M., 1996; Arrau, A. & Avendaño. O., 2001) en que hacia ese período se instalaba en Chile un “Estado Benefactor”. Debe tomarse en cuenta, sin embargo, el comentario de Quiroz y Palma (2002); “nunca tuvimos “estado de bienestar” [...] lo que sí existió fue un agregado de programas diversos que, asumiendo formas tomadas de las que se habían aplicado en experiencias europeas, aquí, más bien, provenían o respondían a las presiones particulares (por ejemplo de obreros o empleados públicos). Como consecuencia, a partir de las emblemáticas leyes de 1924, los programas sociales y las instituciones correspondientes, se fueron agregando desordenadamente”. Estas críticas debe tenerse en cuenta a modo de aclaración para la lectura de los párrafos siguientes.

Page 149: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

149

ambiente; se apoyaba en un enfoque interdisciplinario, biopsicosocial, planteando la interdependencia con

otros programas, la relación entre los programas de salud y la producción lechera, la vivienda o el desarrollo

económico social en general” (Weinstein, L., 1977). Consecuencia directa de lo anterior, era un segmentación del territorio en unidades geográficas vinculadas al trabajo con la comunidad, con especial atención en las familias y en el propio equipo de trabajo, privilegiando la prevención y el fomento de la acción recuperadora bajo una perspectiva integradora de los aspectos biológicos, psicológicos y sociales de la salud (Weinstein, L., 1977). Sin embargo desde su origen el proyecto inicial pareció perder el rumbo. Como aclara el autor, “la

institucionalización de la medicina integral bajo las formas de una medicina estatal en un país capitalista,

constreñida por la burocracia, la limitación de recursos, la explotación del propio personal, el dominio

profesional médico, la tecnocracia y la falta de control popular, significó su desnaturalización real; su

absorción por el sistema, su transformación en mito colaborador en el mantenimiento de la estructura social y

la medicina de clases [es decir, clasista]” (Weinstein, L., 1977)214. Volviendo ahora al período inicial de la década del sesenta, María Angélica Illanes (1995) describe una situación de crisis, en la que las demandas sociales superaban las posibilidades que el propio sistema podía ofrecer, pasando a ocupar el primer plano los proyectos ideológicos (o políticos); “No fue mero teoricismo,

sino la necesidad histórica de levantar cuerpos de pensamiento doctrinario desde los cuales hacer emerger

una nueva sociedad”. Bajo esta perspectiva, la crisis en el ámbito de la salud era expresión de una situación social mucho mas compleja, y cuyo devenir –como veremos mas adelante- dará forma a la psicología comunitaria en sus inicios locales. En paralelo a lo anterior, dentro del propio cuerpo médico, se gestaban diversas críticas sobre el sentido de la práctica médica, del papel de la medicina y de la orientación que debía implantarse respecto de la salud. Las palabras de Illanes (1995) arrojan luces sobre el foco del problema:

“La Ciencia hacía un llamado de alerta para buscar al hombre encarnado, real, histórico, total, sin distinción de clases. Grave desafío que implicaba terminar con la apropiación del cuerpo como mero objeto, instrumentalizado por la ciencia a su amaño. La ciencia debía bajar de sus

214 Y continúa; “La concepción médica integral tiene potencialidades revolucionarias en la medida que es asumida como herramienta transformadora del hombre y de la sociedad, son sólo por los profesionales de más larga especialización, sino por todos los trabajadores de la salud; no solamente por los expertos sino por el pueblo” (Weinstein, L., 1977). La frase anterior no sólo releva el pensamiento social de Weinstein, sino que abre luces sobre la importancia de las reformas ocurridas a partir del gobierno de Eduardo Frei Montalva (1964-1970), y con mayor grado en el del Presidente Salvador Allende (1970-1973). No debe olvidarse, además, el papel del Médico Salvador Allende en las reformas que dieron esta identidad al S.N.S. desde sus orígenes (Weinstein, L., 1977). En ambos gobiernos, como se verá mas adelante, se hicieron grandes esfuerzos por producir transformaciones en los servicios de salud adecuadas al proyecto sociales y político de turno. En ambos, sin duda, el tema central fue una readecuación de la salud a las necesidades detectadas, sin que la salud mental lograra especificidad significativa, a diferencia del caso norteamericano.

Page 150: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

150

torreones, salir al encuentro del hombre común y considerarlo en sus múltiples expresiones vivenciales; debía abrirse a lo psicosomático, lo social-económico, lo ideológico-cultural. El acto de bajar, de mirar horizontal y de asumir la postura del “servicio” a la comunidad, era la libertad de la ciencia y el camino hacia la propia liberación de la sociedad [...] Esta inquietud humanista que de alguna manera había acompañado la lucha ideológica que desde los años ´30 se daba al interior de la ciencia médica, alcanzaba en los años ´60 su plena maduración”.

En este contexto, la preocupación por el plano comunitario en sus aspectos humanos, integrales, ecológicos comenzaba a cobrar importancia por parte del conjunto de médicos. Allí, sin embargo se desarrollaba una diferenciación de crucial importancia para entender la futura corriente “comunitaria”; a la medicina antropológica –denominación amplia para el conjunto de formulaciones antes referidas- se oponía la medicina tecnológica basada en aparatos, descubrimientos médicos y medicamentos, y que relegaba a segundo lugar una relación significativa con el paciente (Illanes, M.A., 1995). Evidentemente, la segunda ha sido la que más ha identificado el desarrollo de la medicina, calificando a la primero como un campo de pensamiento ligado a la filosofía y a otras formas de trabajo “informales” o pseudo-científicas, del que, eso sí, muchas veces la medicina formal se ha nutrido.

e) El contexto político y la emergencia de actores sociales

El conjunto de reformas sociales llevadas a cabo por los diferentes gobiernos de turno hacía la década del sesenta presentaba al Estado bajo una orientación benefactora; “El Estado promovió el desarrollo industrial

del país y creó las condiciones e instituciones necesarias para ello (entre ellas la Corfo, en 1939), lo que

implicó a su vez un importante proceso de urbanización; la industrialización y la urbanización del país fueron

acompañadas de fuertes procesos de integración y de democratización social y política” (Martínez, J. & Palacios, M., 1996). En esa perspectiva, siguiendo a Arellano (en Martínez, J. & Palacios, M., 1996) “el

aumento de la cobertura de los servicios es mayor entre los grupos medios, constituidos por los empleados.

Entre los obreros el número de afiliados a la seguridad social se eleva al 69 por ciento, mientras entre los

empleados públicos lo hace en 180 por ciento, y entre los empleados del sector privado en 220 por ciento (...)

el aumento de la población favorecida con el gasto social, y especialmente el crecimiento de los beneficios, no

es uniforme si no que se va obteniendo por parcialidades, a través de conquistas por parte de los gremios y

agrupaciones de trabajadores215. Así los diversos grupos van consiguiendo la aprobación de leyes que

215 Sobre el tema de las “conquistas” de los trabajadores el historiador Gabriel Salazar propone una inversión del punto de vista; se trataría mas bien de una situación en donde la orientación del mismo implicaba en sus orígenes la capacidad soberana para administrar legislar y levantar políticas, pero que producto de las circunstancias de desarrollo de un Estado Liberal (individualista, representativo) bajo el comando de una clase política principalmente civil en control de todos los procesos económicos, sociales y políticos del país se transforma en una masa peticionista, colapsada por los criterios legales para validar organizaciones sindicales. Y, en ese sentido, se trata mas bien de concesiones sobre una base popular mas bien recogida a las condiciones mínimas de subsistencia o de salarios justos, y no de organizaciones políticas propiamente tales (al respecto ver Salazar, G., en Baño, R., 2003). Si bien esta conceptualización no es del todo contraria a lo arriba propuesto, si deja en claro el carácter diferencial de una conquista política por sobre una concesión

Page 151: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

151

establecen nuevos beneficios en su favor. Esto es especialmente claro en el caso de las normas que regulan

las condiciones de trabajo, las remuneraciones, lo beneficios provisionales y de salud y de acceso a la

vivienda. En materia educacional, en cambio, las políticas son de carácter mas general y en todo caso no

parecen asociadas a grupos ocasionales”. A partir de lo anterior, podemos destacar diversos elementos importantes; primero, que el progreso industrial del país genera cambios significativos en la estructura social, observables principalmente en la diferenciación en torno a segmentos sociales. Aparecen entonces categorías necesarias de ser consideradas en los análisis sociológicos y económicos en torno a la nueva situación productiva; empleados industriales, empleados ocasionales, desempleados, y dueños de los medios de producción. Al mismo tiempo, los procesos de reestructuración social poseen un correlato que comienza a ser significativo como factor de análisis del proceso de industrialización; la migración campo/cuidad. Así, podemos afirmar que se produce una transformación de la estructura social. En segundo lugar, y como aclaran Martínez y Palacios (1996), “la posibilidad de acceso a servicios y

beneficios sociales estaba fuertemente posibilitada y condicionada por las diferencias sociales y el peso

político de cada sector laboral y social: esto se manifiesta crudamente en el área de previsión social”. Esta misma división se incorpora en los análisis sociológicos y económicos, estableciendo entonces un parámetro que progresivamente se incorporará en las conceptualizaciones del desarrollo social; tanto a través de la segmentación de los análisis en términos de las posibilidades reales de incorporación de segmentos de sujetos al conjunto de beneficios de una sociedad (como quedó claro respecto de los debates en torno a la marginalidad y participación revisados en el apartado anterior), como respecto de las formas -orientaciones, técnicas y procedimientos- en que los sectores mas pobres podrían revertir su situación. Así, por ejemplo, las capas medias, ayudadas por un importante desarrollo del sector educacional, se vieron directamente favorecidas en términos del acceso al poder político (Dávila, O., 1998b), en detrimento del sector de trabajadores manuales y de otros sectores de empleo irregular o desempleados –“deformando

progresivamente el efecto democratizador de las políticas sociales” (Martínez, J. & Palacios, M., 1996; cfr. Salazar, G., en Baño, R., 2003; cfr. Aylwin, M., Bascuñan, C., Correa, S., Gazmuri, C., Serrano, S. & Tagle, M., 1990). Así mismo, la particular importancia de cada segmento, y la forma mas adecuada para dar solución al problema de la segmentación, comienzan a formar parte de los debates que posteriormente darán origen a programas políticos de gobierno, dando origen, al mismo tiempo, a un intenso debate en torno al “desarrollo

conquistada. Asimismo, en palabras del autor, puede seguirse esta misma línea de argumentación hacia el hastío que produce las principales movilizaciones populares en 1957, mismas que luego tienen un fuerte impacto en el desarrollo del pensamiento en torno a que el poder político debía surgir de la misma sociedad civil o del movimiento social popular, si bien el mismo siempre tuvo que luchar con los intereses de la clase política.

Page 152: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

152

social”216 en el campo de las profesiones relativas a las ciencias sociales. Estos debates –y el contexto descrito en general-, como se ha mencionado, fertilizarán los vínculos entre teoría social y política, dando paso a las futuras conceptualizaciones de los proyectos sociales de Eduardo Frei Montalva, a través de la política de promoción popular, y posteriormente en el conjunto de reformas y transformaciones llevadas a cabo bajo la presidencia de Salvador Allende Gossens –denominada vía chilena al socialismo- (ver Allende, S., 1992). Se sientan las bases, entonces, de una acción fundada en el saber científico social orientada al mejoramiento de las condiciones de vida desde el Estado hacia los necesitados, cualesquiera sea su necesidad. En tercer lugar, un elemento muchas veces olvidado, tiene relación con la emergencia de actores sociales en un contexto –y como parte de un proceso social- que resulta fundamental en los inicios conceptuales de la psicología comunitaria nacional. Nos referimos al movimiento poblacional217, especialmente aquél vinculado a las tomas de terrenos. Las causas de que esta situación se volviera un problema de proporciones son básicamente dos; las migraciones que desde inicios de siglo habían hecho crecer la población total de las ciudades –uno de cada tres santiaguinos era inmigrante hacia 1959- y la dificultad de la cuidad para ofrecer alternativas habitacionales a los nuevos habitantes (Salas, V., 1999)218. Ejemplos notorios de este movimientos fueron las tomas y consolidación del campamento de La Victoria, la situación general relativa al Zanjón de la Aguada y sus alrededores, y la situación de La Legua. Era la emergencia de un actor urbano -y 216 Ahora sí, como orientación, metodología y técnica. 217 En Chile la palabra poblador hace referencia a distintos conceptos. En primer lugar, la noción mas difundida dice relación con un sujeto pobre que habita en un sector pobre. Es entonces, una diferencia social ligada al territorio de ocupación del sujeto en cuestión. Una segunda dice relación con el poblador como un sujeto que pertenece, al habitar, a una red de vínculos de ayuda y cooperación organizados, territorialmente demarcados; el poblador de la toma de terrenos, por ejemplo. Allí, el concepto se vincula a una base comunitaria. Sin embargo, existe también una noción del poblador como un síntoma de un problema social, que en este último tiempo ha sido denominado desigualdad. El poblador es, entonces, un potencial beneficiado de los subsidios y las políticas sociales, especialmente de aquellas ligadas al mejoramiento de las condiciones de vida y vivienda. Existe también la representación “neutra” del poblador como habitante de un territorio físico, y la “estigmatizadora” del poblador como potencial delincuente. Por ello el “poblador” hace mas bien referencia a una marca de lenguaje particular, es decir, de un referente que se incorpora al lenguaje de un grupo específico, sea éste la sociedad (el sentido común) o los interventores designados (técnicos o analistas sociales). Por lo mismo, cuando hablamos de movimiento poblacional, lo diferenciamos de las múltiples concepciones que el mismo conjunto de sujetos ha tenido a través del tiempo, intentando hacer mención específicamente al surgimiento de un movimiento organizado a partir de los propios sujetos ante los “ojos” de la ciencia social y los proyectos políticos (cfr. Garcés, M., 2002). Con esto queremos decir, entonces, que es en este período en donde el conjunto de circunstancias relacionadas al proceso, se convierte en un antecedente de trabajo aplicado de la psicología comunitaria –especialmente en Santiago-, y que es aquí en donde los debates y reformulaciones del concepto se transforman en un referente obligado de los grandes proyectos políticos que toman curso al inicio de la década del sesenta. 218 Los datos provenientes de las primeras organizaciones encargadas de ofrecer “soluciones habitacionales” son concluyentes; las condiciones de vida de los estratos mas bajos eran deficitarias y requerían de urgente solución por los problemas de salud que implicaban. Nótese que el conjunto de respuestas no lograron soluciones adecuadas, aumentando el sentimiento de indignación popular que se sustentaba en un dato trascendental; un déficit total de cuatrocientas mil viviendas hacia inicios de la década del sesenta (Salas, V., 1999). Mas información sobre este tema puede encontrarse en Garcés (2002).

Page 153: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

153

local, geográficamente hablando- cuya historia se entrelaza con la de las primeras acciones en psicología comunitaria en el contexto nacional. Sobre este punto, las respuestas del Estado se dividen en dos líneas; las primeras destinadas a ofrecer soluciones habitacionales, y las segundas al conjunto de problemas de acceso a servicios sociales y de salud que las grandes aglutinaciones de personas implican (Garcés, M., 2002). Las primeras, como ya dijimos, se vieron colapsadas por su propia ineficacia burocrática y por la gigantesca demanda (cfr. Garcés, M., 2002, Manzano, L. & Zeiss, S., en Baño, R., 2003). Las segundas, recién adquieren organización concreta bajo el Gobierno Frei Montalva hacia mediados del sesenta. Enfrentados a esta situación ocurrieron tres fenómenos que vale la pena destacar; (a) se desarrollan prácticas de organización para la participación y la subsistencia mediante dinámicas de solidaridad en diversos sectores poblacionales (organizaciones territoriales como las juntas de vecinos, y organizaciones funcionales entre las que destacan agrupaciones de autoconstrucción, comités de Sin Casa, centros de madres, clubes deportivos, centros culturales, adquiriendo éstas carácter legal posteriormente), que en su conjunto da paso a un sentimiento de identidad y de pertenencia local que perdura hasta el día de hoy como referente para muchos habitantes de esos sectores219 (Garcés, M., 2002; Abugattas, A., 2004). Se organiza, entonces, un sentimiento de cooperación y de trabajo en conjunto por intereses sociales comunes220, validando a estas organizaciones a través del tiempo. Junto a lo anterior, (b) dichas dinámicas se van entrelazando con las opciones de diversos partidos y movimiento de índole política (comunistas, socialistas y socialdemócratas, y otros movimiento de izquierda). En este sentido, como característica general de la concepción de los partidos de izquierda el “poblador” no era considerado una pieza clave del movimiento popular221, como sí lo era el “obrero”, concepto que reemplaza al anterior en la denominación. En palabras de Garcés “[...] A pesar de que el discurso dominante

de la Izquierda política en estos años tendía a referir y encapsular todas las prácticas populares con relación a

la “Clase obrera”, como el sujeto histórico por excelencia, se hacía ya evidente que las dinámicas y prácticas

del “movimiento popular” eran mas amplias y diversas. El “poder popular”, en este sentido tenía que ver con la

emergencia de procesos de democratización por la base que unían y articulaban territorialmente a jóvenes,

219 Importante es destacar el impacto que tuvieron las agrupaciones de izquierda, en especial el partido comunista en estos procesos (véase Garcés, M., 2002; Abugattas, A., 2004) 220 Según Manzano y Zeiss (en Baño, R., 2003), la organización corresponde mas bien a una característica de los campamentos que habiendo surgido de organizaciones de allegados y arrendatarios que buscaban una solución habitacional, luego tenían que defenderse ante un posible desalojo. Así “[...] esta capacidad de organización incitó el acercamiento de partidos políticos y grupos de iglesia católica, en principio para intermediar a favor de los ocupantes, pero luego, para hacerlos parte de sus preceptos y luchas sociales” (Manzano, L. & Zeiss, S., en Baño, R., 2003). Debe recordarse que la práctica aquí descrita se masifica durante el período en las zonas circundantes a la capital. 221 Según Mario Garcés (2002) su reconocimiento como “actores” fundamentales de la historia reciente de Chile se produce mucho después, entrada la década del ochenta. El fenómeno resulta comprensible, según el autor, en el contexto de sobre valorización del Trabajador-Obrero como la principal fuerza social transformadora.

Page 154: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

154

mujeres, trabajadores y trabajadoras de diversas categorías de la clase popular”. Consideramos que la influencia de este elemento es decisiva en tanto ayuda a configurar una elección ética –en el sentido referido en el capítulo primero- respecto de los proyectos orientadores de las prácticas de intervención social en sectores populares (es decir, en contextos tradicionalmente denominados comunitarios222) durante la década del sesenta. En un sentido mas amplio, el entramado de las prácticas políticas, del pensamiento social y el diseño de nuevos programas de sociedad en grandes proyectos involucraron a la sociedad toda, hecho que resulta evidente en los gobiernos desde 1964.

Síntesis del proceso

A partir de la revisión anterior podemos, en primer lugar, identificar conjuntos de referentes para el futuro desarrollo de nuestra psicología comunitaria. Encontramos, así, una serie significativa de debates en torno a las nociones de desarrollo social y sus capacidades de intervención bajo distintas ópticas de análisis. Éstas, caracterizadas aquí bajo un perfil sociologicista y en menor forma economicista, mantienen una fuerte vinculación con posturas políticas que forman parte de la historia de América Latina. Así, la instalación de un problema crucial, como es el del desarrollo de los países de la región, produce una fuerte movilización de las ciencias sociales en conjunción a posturas políticas que, por un lado, mantienen como tema de fondo el problema de la integración, y por otro, el de la transformación. Si bien es cierto que estos conceptos no necesariamente se excluyen, para identificar con claridad los referentes ellos constituyen orientaciones diferentes, los que a su vez, dan paso a prácticas y soluciones diferentes. A diferencia de la integración, la transformación supone una modificación radical de los modos de vida de la sociedad toda. La integración, al contrario, supone una revisión de los mecanismos de exclusión para posteriormente intervenir en ellos, colaborando, en paralelo, en los pasos hacia la integración de los excluidos. Ambas posiciones son sólo una posibilidad de esquematizar el debate total que nos interesa. Ello puede verse, por ejemplo, en el enorme conjunto de orígenes de posturas que se alinean con una u otra; teología de la liberación, las comunidades cristianas de base, los movimiento revolucionarios, los partidos políticos, los organismos consultores internacionales, la enorme cantidad de institutos que analizaban el contesto histórico

222 Valga como aclaración de lenguaje al lector; el concepto “comunitario” es utilizado tradicionalmente en Chile como una referencia a sectores pobres, generalmente desfavorecidos de las condiciones de vida generales de la sociedad urbana. En este sentido, el concepto es un adjetivo que pierde su significado en tanto supone redes de organización en una “comunidad”, y pasa a ser denominador de una acción sobre un conjunto de circunstancias determinadas; de esta forma, una “intervención comunitaria” hace referencia en el sentido común (que muchas veces cohabita en la academia) tanto a la prestación de un servicio asistencial de corte clínico a un conjunto de individuos de un área determinada, como a la configuración de redes de organización social en torno a problemáticas definidas como fundamentales en un proceso de investigación acción autogestado o en colaboración con interventores externos. Sin lugar a dudas, esta confusión y entrecruzamiento de concepciones ha sido un problema en esta recopilación, y en general en toda la investigación.

Page 155: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

155

social, el amplio espectro de las disciplinas relativas a las ciencias sociales y el trabajo social, las academias, entre otras (Vasconi, T., 1991). En cada una se desarrollan metodologías y prácticas orientadas a llevar a cabo los objetivos, de acuerdo con el análisis total. Esto nos hace pensar en un importante conjunto de desarrollos sobre “como trabajar” en diferentes situaciones, en el entendido de que los mismos se traspasaban–con relativa facilidad- entre un contexto y un conjunto de problemas a otro. Las condiciones para orientarse a nivel práctico eran fértiles, si bien una identificación exclusiva, clara o exacta no era ni posible ni necesaria. Es por esto que los referentes pueden agruparse, principalmente, respecto de las grandes diferencias teóricas y el conjunto de adscritos a cada una de las posturas. Puede suponerse, a partir de lo anterior, que dicha adscripción se da al nivel de la definición de un proyecto político –especialmente en el caso Chileno, en donde dichas posturas adquieren especial importancia a partir de los proyectos políticos implementados desde mediados de la década del sesenta. Sin embargo, como ya hemos dicho, los conjunto de elementos se transforman en referentes en la medida que sus concepciones comienzan a formar parte del planteamiento de los diferentes desarrollos teóricos en psicología comunitaria. Existe, entonces, una importante vinculación de los análisis “sobre la realidad” y posturas políticas, pero ello no necesariamente supone una clara identificación de estos con las diferentes prácticas –desde las cuales derivan las metodologías de trabajo propias de la región como la educación popular, o la investigación-acción participante- que se desarrollaron e implementaron. Estas últimas, además, se nutren de técnicas, desarrollos y aprendizajes provenientes de múltiples referentes, tales como la concientización cristiana, las teorías psicológicas de la motivación, y la investigación de campo (Asún, D., 2003). Además de este proceso, la salud estaba sufriendo un importante proceso de reconceptualización en el mundo entero. En Chile, como pudo observarse, el tema de fondo comenzaba a estructurarse en torno a una crítica de las actuales formas de servicios prestados a la población, comenzando a distinguirse dos referentes; aquellos relativos en específico a la salud mental –en donde lo psicológico siempre ha tenido un sitial destacado- y aquellas referidas a la salud bajo una concepción integral –a nivel de atención, tratamiento y prevención, y en donde lo psicológico pierde la especificidad antes atribuida para formar parte de una práctica coherente en una perspectiva totalizante de la salud humana. Ambas van perfilando los contextos y condiciones determinantes bajo las cuales el campo de la psicología comunitaria –entre muchas otras formas profesionales, disciplinares o teóricas- van tomando forma. En paralelo, y con importancia progresiva a nivel de los debates sociales y de las dinámicas sociales futuras, el sector popular adquiere un grado significativo de visibilidad y de organización, las que, en definitiva, siembran el campo para la aparición de formas de intervención social con sectores de escasos recursos. La

Page 156: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

156

importancia de este proceso es de tal importancia que hasta hoy en día, siguen produciéndose confusiones entre las denominaciones “social” o “comunitario” y la opción de trabajo con personas en condición de pobreza, o en sectores populares. En suma, se trata de un período en donde se pueden reconocer, por un lado, el desarrollo de condiciones y posibilidades de surgimiento –en líneas de acción posibles- de la psicología comunitaria como campo, y por otro, de la aparición de necesidades de trabajo que la psicología pudo incorporar, otorgándole referencias y orientaciones –una identidad- genéricas al campo de la psicología comunitaria nacional en el transcurso histórico futuro. Se inician, por ende, los nichos desarrollo que permiten el campo. De esta forma, podemos aseverar que existe una diferencia significativa respecto de los desarrollos de otras corrientes. Por ejemplo, si los referentes del proceso de desarrollo de la psicología comunitaria en Estados Unidos se cimientan en un proceso de organización disciplinar a propósito de las reformas del sistema de atención en salud mental, fomentados a partir del proceso de transformación de la psicología desde el proceso de la posguerra, en Chile los referentes genéricos apuntan más bien a un excedente de trabajos y reflexiones acerca de la marginalidad y la pobreza como expresión de una situación económica, política y cultural que requería un cambio profundo, sin mediar una organización disciplinar o un largo proceso de evolución interna de la propia psicología social en el contexto local223. Bajo esta misma perspectiva, es absolutamente razonable entender por qué los referentes aquí utilizados plasman en proyectos políticos dentro de la historia reciente de nuestro País, y en el sentimiento de participación de un proyecto social que las interminables experiencias de la época (de iglesia, sociales, profesionales, voluntarias, pedagógicas, gubernamentales, etcétera) tuvieron. Asimismo, si dentro del los referentes y características de la corriente Latinoamericana se encuentran las premisas sobre la necesidad de producir un cambio en la realidad social, en paralelo a una transformación de los modos de trabajo de la psicología social –si bien ello ocurre entrados los ochenta-, en el contexto nacional las áreas de desarrollo se vinculan más directamente con intervenciones relativas a proyectos de Gobierno, y especialmente, en el campo de la salud, nutriéndose de los trabajos realizados desde diferentes campos y de las reflexiones ya mencionadas, pero sin producir un “movimiento” o un “paradigma” (Montero, M., 1994a y 1994b) que impactara el desarrollo de la psicología social, ni en el plano aplicado ni en el académico. Existe, sin embargo, un conjunto de referentes compartidos entre la corriente Latinoamericana y la nacional, lo que

223 En los siguientes apartados ciframos el inicio de los primeros desarrollos psicológico comunitarios en Chile dentro del ámbito de la Salud, pero como esperamos haber dejado en evidencia, se trata aquí de un conjunto de orientaciones y referentes que cruzan a este ámbito vinculando su accionar con otros. Puede contrastarse esta apreciación en Weinstein (1975), Marconi (1986), o Alfaro (en Olave, R. & Zambrano, L., 1993)

Page 157: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

157

ha incidido en el desarrollo futuro de un lenguaje y de orientaciones que muchas veces se han nutrido mutuamente (cfr. Alfaro, J., 2001; Alfaro, J., en Olave, R. & Zambrano, L., 1993; cfr. Krause, M., & Jaramillo, A., 1998). Profundizaremos en el curso de este proceso en los apartados siguientes.

2.3.2 Etapa 1964-1973; Primeros pasos No es posible encontrar en Chile aseveraciones respecto del momento o el contexto de origen de la psicología comunitaria. Ello se debe, básicamente, a dos razones. La primera, y que ya hemos discutido, dice relación con la tendencia a unificar la historia ocurrida a nivel local con una mundial que tiene como referente a Estados Unidos (en específico a la conferencia de Swampscott). Sin embargo, una segunda tiene una importancia aún mayor; fijar una fecha en Chile sería imposible porque el desarrollo de los primeros marcos conceptuales en psicología comunitaria se produce al alero de procesos históricos de enorme trascendencia en nuestra historia reciente, y por lo tanto, en paralelo a diversas transformaciones entre los agentes que fueron protagonistas de ellos. Mas aún, el conjunto mas significativo de esos primeros desarrollos ocurren no por iniciativa de los propios psicólogos, sino mas bien, como parte de un proceso de reforma -formal y académica- principalmente vinculado a los aspectos sociales de la salud. Es allí donde, como veremos, pueden encontrarse los primeros rastros distinguibles de la psicología comunitaria. Es decir, a diferencia de la historia mundial y oficial, la nuestra –si le concedemos la autonomía que hemos propuesto en esta investigación- no posee una estructura formal, distinguible claramente en el proceso y contexto en el que ocurre.

a) Contexto político e histórico Al inicio del Gobierno de Frei Montalva en 1964, como aclaran Guillaudat y Mouterde (1998), “Los desafíos

eran inmensos, considerando las expectativas populares y la agitación social en aumento. El gobierno les hizo

frente tratando de articular su intervención alrededor de tres cuestiones claves, candentes: el retraso del

campo chileno y la desigual distribución de tierras; la falta de control sobre el sector externo [...]; el

anquilosamiento de las capacidades productivas del país, junto a otros aspectos cómo el extraordinario déficit

de viviendas populares, a causa del éxodo rural permanente, la explosión demográfica y las distorsiones

económicas crecientes”. Para hacer frente a éstas situaciones, el programa de gobierno –cuyo lema era “revolución en libertad”- diseñó un enorme conjunto de reformas que debían realizarse para dar soluciones sustentables. Estas iniciativas estaban respaldadas por muchísimos análisis realizados desde diferentes centros de pensamiento, muchos de los cuales estaban directamente vinculados a la Iglesia Católica, y de forma más específica al desarrollo del Partido Demócrata Cristiano (Vitale, L., 2001). En efecto, se trataba de un gobierno socialdemócrata, cuya fundamentación teórica tiene fuertes lazos con la doctrina social de la

Page 158: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

158

Iglesia. No nos detendremos en una caracterización del mismo, pero vale la pena recordar algunos de los principales elementos de la gestión económica y productiva desarrollada: (a) Promover la producción del cobre mediante la asociación del Estado con empresas extranjeras en un proceso de nacionalización pactada y progresiva; (b) El aumento de la producción agropecuaria y agrícola por medio de la reforma agraria –agilizando además la solución de uno de los problemas urgentes en torno al desarrollo rural latinoamericano (ver Chonchol, J., 1963)-; (c) La estimulación del desarrollo de ciertos sectores productivos a través de la fusión de empresas chilenas con el capital extranjero; Dentro de (d) un contexto en donde primara el “control

del Estado sobre los instrumentos y mecanismos del sistema económico, es decir, el Estado como ente

planificador y regulador de la economía, asociado a grandes propietarios mediante empresas mixtas” (Vitale, L., 2001). Respecto de los planes “sociales” –en el sentido coloquial de la palabra-, diversas iniciativas cobran fuerza. Se gestan cambios en la estructura educacional pública (especialmente a través de nuevos establecimientos, una modernización proyectada de acuerdo al avance industrial y tecnológico, la apertura de becas y servicios de alimentación) en paralelo a la reforma universitaria224 y al desarrollo del sector privado. La misma reforma agraria potencia a los nuevos propietarios, generando en paralelo el potenciamiento de la organización de diversos sectores campesinos en torno a pliegos de peticiones y tomas de fundos en un movimiento. Al mismo tiempo se otorgó el derecho a voto a los mayores de 18 años y a los analfabetos, y se produjo una extensión de la organización y movilización social que se tradujo en políticas laborales (Vitale, L., 2001; Martínez, J. & Palacios, M., 1996) Sin embargo, la más relevante para nuestro estudio es el conjunto de iniciativas agrupadas dentro de lo que se conoce como “Promoción Popular”. Esta última consistía en uno de los puntales prioritarios del programa de Gobierno, en el entendido de que parte fundamental de este proceso consistía en la “integración nacional

real” de los grupos marginales, es decir, del 50% de la población que se encontraba en situación de marginalidad (Martínez, J. & Palacios, M., 1996). Sus fundamentos se encontraban en los planteamientos de los teóricos de la DESAL respecto de la marginalidad social225. Para llevar a cabo este proceso se desarrollan un importante cúmulo de iniciativas, mismas que se complementaron con el conjunto de reformas que ya se estaban llevando a cabo, en el entendido de que las mismas suponían una reestructuración de la sociedad, 224 Generada, en buena parte, por los propios estudiantes de las Universidades Católica y de Chile, además de Valparaíso, Concepción, Antofagasta e Iquique (Vitale, L., 2001). 225 Las citas suelen referir al trabajo y pensamiento de la DESAL y en concreto a Roger Vekemans. Sin embargo la revista “Mensaje” –fundada por el propio Padre Hurtado-, universidades internacionales, centros de investigación, y en general innumerables cantidades de teóricos ligados al quehacer social y de Iglesia constituían el cuerpo de referentes teóricos de esta propuesta (Vitale, L., 2001; Garcés, M., 2002; Vekemans, R., 1963; Donoso, T., 1975). Como es evidente a la luz de lo que ya hemos mencionado, el uso del concepto de marginal había traspasado las barreras iniciales de la sociología y la política, encontrando diversas interpretaciones en muchas otras áreas (Garcés. M., 2002).

Page 159: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

159

en un proceso que generara organización popular y participación social (de beneficios sociales y a nivel de expresión –y representatividad- política y social), mediante la intervención planificada del Estado como agente externo del proceso226 (Vekemans, R. & Silva, I. 1976). Se trata, entonces, de lograr una reestructuración integrativa de la sociedad, bajo las claves ya conocidas de crecimiento nacional y desarrollo social. Importante es revisar la concepción sobre el sujeto popular, el marginal, que conlleva implícita, la formulación de la promoción popular. Ismael Silva y Roger Vekemans (1976) se refieren a los mismos como “masa

marginal”, misma que, en el fondo, supone un “no-grupo, un no-pueblo”. Esta condición de masa refiere a inercia o pasividad, tanto para organizarse autónomamente (internamente), como para lograr integración efectiva (externamente, en la dimensión societal): “El marginal latinoamericano, como masa fuera de la base

societaria, no tiene ninguna posibilidad, ni de iniciar reivindicaciones “proletarias” [pues, justamente el concepto de masa niega el del proletariado como condición], ni menos de criticar las alineaciones propias del

desarrollo moderno [que en su devenir, sistemáticamente lo excluye]” (Vekemans, R. & Silva, I., 1976). Así definida la situación, la promoción señala los procesos que movilizan (en tanto suponen movimiento) a los sectores populares y al motor que los lleve desde su situación inicial hasta la integración en la sociedad global, misma que, en definitiva, se ve transformada en el proceso. Estas iniciativas, entonces, se orientan como acciones sobre los marginales -y la situación de marginalidad y los procesos de exclusión- y de los marginales. En definitiva, diversas iniciativas se gestaron dentro del proyecto de promoción popular, las que van desde el trabajo de “reconstrucción personal” del poblador, “dañado por el desarraigo y la miseria” al conectarlo con las formas de organización (Garcés, M., 2002), hasta una ampliación de servicios y posibilidades ofrecidas a la población. En efecto, el conjunto de reformas y proyectos puestos en marcha durante la revolución en libertad de Frei Montalva, suponía un proyecto relativamente unificado y orientado a la transformación de la sociedad en torno al desarrollo nacional (cfr. Medina, J., 1963). Adelantamos, entonces, que respecto de la reorganización de servicios, recursos y facilitación de procesos de integración por parte del Estado, una de las

226 El rol del Estado resulta fundamental ya que, a diferencia del pensamiento estructural-historicista, las sociedades latinoamericanas no se conformaban de un sector proletario por un lado, y una burguesía desarrollada por completo por otro. Este Estado, asimismo, desarrolla iniciativas en colaboración con otros “agentes externos”; el sector privado. En palabras de los autores; “La agencia externa [En este caso se refieren específicamente al Estado], en su acción auxiliar, tiene como meta conducir a las agrupaciones marginales, del ghetto al “trampolín”. El salto hacia la incorporación operativa permite “engancharlas” con la sociedad hegemónica y superar así el rechazo. Al dar este salto, las organizaciones de los marginales deben constituirse en “arietes” de la reestructuración integrativa”. Así, una primera meta la constituye la incorporación –específicamente al campo laboral-, que luego se transformará en integración real mediante la asunción del proceso por parte de las organizaciones, diferenciándose así de la pura beneficencia social (Vekemans, R. & Silva, I., 1976).

Page 160: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

160

principales áreas relacionadas al desarrollo de la psicología comunitaria fue la salud –especialmente la pública-, asunto sobre el que volveremos mas adelante. Se producen, entonces, diversos procesos relevantes para nuestro tema. En primer lugar, la promoción popular se constituye en un proyecto sin precedentes en términos de implicación de iniciativas sociales orientadas a la superación de las condiciones de vida de una importante mayoría de la población nacional. Al mismo tiempo, se trata de un proyecto gestado en el seno del pensamiento de cientistas sociales que impactan el pensamiento político de la época, incorporando las categorías de “marginal” y de los diagnósticos y procesos necesarios para una superación de dicha condición (es decir de “integración”). Es aquí donde conceptos como exclusión, participación social y política, fortalecimiento de organizaciones de base, desarrollo comunitario y transformación de las estructuras sociales se instalan para quedarse como referentes obligados de toda iniciativa en el campo social. Ello, además, aparece vinculado a la gestación formal de un campo de trabajo sobre las condiciones de vida de los sujetos populares, al alero de iniciativas en las que el Estado es agente fundamental, desde una perspectiva no-asistencial227 (Vekemans, R. & Silva, I., 1975), orientada a potenciar las capacidades de las personas y las organizaciones como parte de una reforma social planificada. En resumen, entonces, la meta era la de lograr una “sociedad comunitaria” (Zúñiga, R., en Martín-Baró, I., 1976; Maira, L., 1998), orientada a generar “participación consciente, libre y ordenada de todos los

hombres en la definición y realización del Bien Común” (Vekemans, R., 1963) cuyos inicios suponía la solidaridad, la organización y la autonomía de los sectores populares, en compañía de un Estado colaborador encargado de redistribuir los recursos y facilitar el proceso.. En paralelo, desde mediados de la década del sesenta, diversos actores sociales habían emergido con fuerza en el plano público; los pobladores, ahora mediatizados por las iniciativas de la misma Promoción Popular con respecto a la organización social, especialmente poblacional, y a las políticas de vivienda (Garcés, M, 2002; Salazar, G. & Pinto, J., 1999a); los campesinos y los habitantes de las regiones rurales y semi-rurales que colindaban con los márgenes de la cuidad, cuyo referente gubernamental estuvo en la Reforma Agraria (Vitale, L., 2001); y el movimiento obrero o de trabajadores, el cual progresivamente lograba mas influencia

227 Si bien, como expresan con ironía Salazar y Pinto (1999) , la concepción del marginal como masa supone que el mismo necesita del Estado una actitud “neo-civilizatoria diseñada para integrar marginales, llevándolos de la mano, dado que por sí solos no podían integrarse”. En efecto, ese era a grandes rasgos el diagnóstico de los teóricos de la DESAL, aunque presuponiendo –y he aquí la diferencia- una finalidad promocional en la propia capacidad de las personas para definir la sociedad de la que forman parte, es decir, para producir una reforma social profunda (cfr. Vekemans, R. & Silva, I., 1975; cfr. Vekemans, R., 1963). Puede profundizarse en este punto en el siguiente apartado. Sin embargo, las discusiones sobre este punto aún se mantienen.

Page 161: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

161

política a medida que la Confederación Unitaria de Trabajadores adquiría fuerza y cohesión (Vitale, L., 2001228). Este escenario se mantiene hasta mediados del período gubernamental. Hacia 1969 la votación obtenida por el partido Demócrata Cristiano había disminuido ostensiblemente, mientras que a nivel interno aumentaban las divisiones políticas. Se encumbraron, así, diversas críticas a los planes de gobierno desde diferentes actores sociales, especialmente de movimientos poblacionales, defraudados por las promesas incumplidas (Manzano, L. & Zeiss, S., en Baño, R., 2003), de empleados y gremios de trabajadores, de agrupaciones políticas de izquierda –mismas que engrosaban sus filas con antiguos militantes democratacristianos-229, y de los partidos de derecha –los que si bien en un primer momento apoyaron al gobierno, posteriormente dieron paso a diversas iniciativas conspirativas de corte crítico, tanto en el plano ideológico como militar (Vitale, L., 2001). En efecto, el panorama político se reorganizaba hacia la elección presidencial de 1970 de acuerdo a los cambios en el horizonte social. Sintetizando los diferentes puntos de vista que permiten entender –o intentan explicar- el proceso que llevó a Salvador Allende a la presidencia de la república, diversos elementos adquieren relevancia230. En primer lugar, las tres candidaturas –Radomiro Tomic por la Democracia Cristiana, Jorge Alessandri por la alianza de derecha y Salvador por la Unidad Popular-, reflejaban una división de la burguesía al presentar dos candidatos (Tomic y Alessandri), debido básicamente a diferencias con respecto al proceso político llevado a cabo por el gobierno anterior231. Esto, en suma, significaba un aumento del poder electoral del candidato de la Unidad Popular. De esta forma, las diferencias políticas entre los tres grandes bloques electorales, presentaban un escenario favorable al proyecto de izquierda. Como parte de esta escena no puede dejar de considerarse el proceso de movilización popular que primó hacia finales del gobierno de Frei, que

228 Sin lugar a dudas, como acota Vitale (2001), no se trata de movimientos en el sentido unitario que propone la palabra. Se trata, mas bien, de espacios de coexistencia en el que cohabitaron diversos grupos, adscribiendo a diversas posiciones y proyectos políticos, situación característica de la época que vivía el País. 229 Como acotan Manzano y Zeiss, los programas de mayor éxito electoral del período proponían planes de desarrollo económica y transformaciones sociales y políticas, dentro de lo que se ha llamado “proyecto de desarrollo hacia adentro” (ver, por ejemplo, Salazar y Pinto, 2003). Sin embargo “el relativo fracaso del gobierno DC en el cumplimiento de estos objetivos y en la consecuente realización de las demandas populares, generó un fuerte clima de efervescencia popular, lo que se manifestó en el aumento de la movilización de estos sectores y de la realización de acciones ilegales, especialmente en el campesinado que recién en 1967 adquiere la posibilidad de organizarse por vía institucional” (Manzano, L., & Zeiss, S., en Baño, R., 2003). La crítica retrospectiva de diversos autores, atribuye dicho fracaso a una incapacidad de la estructura institucional y de los lineamientos políticos adoptados para cumplir con esas metas (Salazar, G. & Pinto, J., 1999a; Vitale, L., 2001; Baño, R., 2003), y de las crisis que se generaron entre los planes de desarrollo económico nacional (mencionados al principio de este apartado) y las deficiencias inflacionarias que restaron posibilidades al proyecto (ver Gilbert, J., 1997, y Lavados, I., 1983). 230 Consideramos para esta revisión el conjunto de textos históricos de que disponemos (ver bibliografía). 231 A lo que Garretón (1987) agrega; “En el centro político se consolidó la Democracia Cristiana como un partido ideológico, de escasa flexibilidad para las alianzas y con fuerte contenido mesiánico y transformador”.

Page 162: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

162

progresivamente se identificaba con las iniciativas del ya experimentado en política Salvador Allende. En segundo lugar, debe sumarse el efecto que tuvo la reorganización interna (política partidista) de dichos bloques; una enorme cantidad de adeptos al proyecto Demócrata Cristiano –mayormente de jóvenes- adhirió a iniciativas de izquierda, agrupándose en torno al bloque de la Unidad Popular, justificándose en base a críticas respecto de las reales posibilidades de llevar a cabo una verdadera revolución social a partir del proyecto de Frei. De esta forma, y a nivel del debate político, la opción representada por Allende concitaba progresivamente mayor convergencia de adeptos, si bien dentro de los márgenes electorales y en muchos casos sosteniendo importantes diferencias entre colaboradores -especialmente a nivel de partidos políticos alineados en torno a la izquierda respecto de la organización del proceso y proyecto político mas adecuado para llevar a cabo el programa de la Unidad Popular-232. Es decir, concurren al plano propiamente político diversos elementos de la situación nacional, en lo que genéricamente se ha denominado “radicalización social”, haciendo referencia fundamentalmente al proceso de politización en torno a grandes bloques con sus respectivas ideologías por parte del conjunto de actores que componen la sociedad. Y, como es de esperar, la psicología comunitaria que comenzaba a gestarse resultó inmersa en ese contexto, tanto a nivel de la implicación personal (ética) de los profesionales y sujetos, como de las grandes iniciativas en las cuales dichos personajes trabajaron. Volveremos sobre este punto mas adelante. El programa de Gobierno de la Unidad popular, en éste escenario, era percibido como una “radicalización” de las transformaciones, que, se quiera o no, ya habían comenzado en el período de Frei Montalva233 (Rogazzy, M., 2000), y en cuyo programa de gobierno apuntaba a “preservar y profundizar los derechos democráticos y

las conquistas de los trabajadores [...] instaurando un nuevo Estado, en el cual el pueblo y los trabajadores

tuvieran un real ejercicio del poder” (Martínez, J. & Palacios, M., 1996). Es evidente entonces que, a grandes rasgos, el gobierno anterior y éste difieren ideológicamente, pero en la práctica, ambos proponen una enorme movilización de recursos en vistas a producir una transformación

232 Estos elementos, visibles desde el inicio de la campaña presidencial de Allende en 1969, llevaron a una situación de “empate” de las fuerzas políticas –los llamados tres tercios, mismos que se sustentaban en fuertes asideros ideológicos-, lo que en la práctica permitía a aquellos sectores de oposición realizar acciones “obstructivas” respecto del proyecto (Maira, L., 1998; cfr. Guzmán, C., 2001). En términos estratégicos, este elemento nos permite comprender por qué se puso tanto énfasis en las transformaciones económicas; “se buscaba con ellas lograr el apoyo político de vastos sectores de la sociedad” (Neicún, J., en Baño, R., 2003; ver también Baño, R., 1992) 233 En efecto y como hemos podido constatar en las reconstrucciones históricas de los actores profesionales dentro de los campos de desarrollo de la psicología comunitaria (mismos que revisaremos en detalle en el siguiente apartado) muchas de las tareas llevadas a cabo durante la Revolución en Libertad cobran mas fuerza, potencia –y significatividad emocional respecto del propio compromiso- con la Unidad Popular. Existe entonces una cierta continuidad entre ambos gobiernos.

Page 163: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

163

social, adscribiendo a –y sustentándose en- criterios económicos y sociológicos234 (cfr. Espinoza, V., 1998). Por lo mismo, el principal antecedente de los trabajos que se pensaban desarrollar estaba en el gobierno anterior; allí había cuajado la elaboración de una vasta cantidad de iniciativas orientadas a desarrollar la participación y la integración social de los sectores populares (es decir, pobres) en donde el Estado jugaba un papel fundamental como agente facilitador a través de diversos organismos creados a la medida, todo esto en el contexto de la sociedad liberal cuyo ideal debía estar motivado por la cooperación, la solidaridad, y la “integración de todos al beneficio de la vida social”, con la consecuente discusión a nivel científico de dichos tópicos y la aceptación masiva de ellos como parte del vocabulario cotidiano de las “ciencias sociales del

desarrollo” (cfr. Zúñiga, R., en Martín-Baró, I., 1976). Frente a este asunto, el nuevo gobierno intentaba instalar un proceso de transformación social que lograra garantizar -en el corto y mediano plazo- condiciones de vida justas para aquél importante sector de la población que se veía directamente desfavorecido –según el diagnóstico que se realizó- por las políticas económicas, el “desarrollismo liberal reformista” (es decir, las propuestas fallidas del gobierno anterior), los mecanismos de distribución de bienes y riqueza, las presiones internacionales y el estancamiento del proceso de “desarrollo hacia adentro”, mediante iniciativas legales, administrativas y de organización social (a nivel tanto integral como sectorial)235. Este proceso fue denominado Vía chilena al socialismo y el sujeto de dichas iniciativas fue preferentemente el trabajador, en tanto sujeto de un colectivo histórico fundamental dentro del análisis ideológico que orientaba al nuevo gobierno. Como es de esperar, en términos sociológicos, el diagnóstico ya no suponía una sociedad en desarrollo estructurándose de forma desigual, imposibilitando la participación e integración de todos. Al contrario, se trataba de una sociedad de clases, en la que la desigualdad (en la riqueza, el acceso a servicios, y respecto de condiciones generales de vida) se establecía entre aquellos poderosos que mantenían el control y el 234 En este sentido Vicente Espinoza (1998) acota que en ambos “El estado permanece como el agente de la integración pero la ideología de “participación popular” reemplazó a la de la “promoción popular”. En este contexto el concepto de sociedad de clases es el que permite dimensionar el sentido de las acciones que se pensaba desarrollar durante el período gubernamental (ver Muñoz, V., 2004). Revisaremos este tema en los párrafos siguientes. 235 Puede revisarse al respecto el Programa Básico de Gobierno de la Unidad Popular (reproducido íntegramente en Gonzáles, M. & Fontaine, A., 1997b). Debe aclararse que muchas de las iniciativas consideradas eran una profundización de reformas anteriores, y en otros, de la puesta en práctica de otras nuevas. A modo de comentario destacamos la existencia de dos planos discursivos dentro del conjunto de la unidad popular; uno de índole principalmente político que sustentaba sus análisis en la argumentación de un conflicto de clases que consideraba como elemento clave la existencia de una ideología de dominación (y de modos de dominación propios de esa situación), y otro, característico más bien de los debates económicos en el que los ejes centrales giraban en torno a las regulaciones del sistema económico y a nuevas formas de participación del sistema económico que garantizaran y resguardaran la justicia social. Entre ambos existe, cómo es de esperar, una dimensión variopinta de autores que incorporan distintos elementos de estas dos “dimensiones” básicas. Sin embargo hemos preferido aquí tomar a la Unidad Popular en su generalidad, intentando unificar dichos “universos de sentido” dentro de un solo plano de propuestas. Queda a juicio personal, entonces, la validez del mismo.

Page 164: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

164

pueblo236. Por ello, el programa de gobierno se estructuró en torno a dos puntos esenciales. (a) En primer lugar se materializaron diversas iniciativas orientadas a reorganizar el sistema económico del País. Dentro de éstas destacan la nacionalización del cobre, de organismos bancarios y de empresas extranjeras, la reorganización del sistema financiero y de los mecanismos que permitían regular el comercio exterior, la estatización de las principales empresas asociadas a las actividades que regulan el desarrollo económico y social del país –es decir, las empresas consideradas estratégicas asociadas a la prestación de servicios básicos-, y la estructuración de un proceso de planificación y asistencia (técnica, de recursos y de créditos) a nivel microeconómico que a la base suponía un proceso de simplificación en la burocracia estatal. Asimismo, se multiplicó el efecto de la Reforma Agraria, cuyo objetivo era la maximización de la producción interna y reorientar la economía –en el contexto del proyecto de “integración hacia adentro” que ya hemos comentado. Estos asuntos eran fundamentales, como ya hemos dicho, para activar la economía, aumentar la producción y disminuir el desempleo, especialmente frente a la tendencia depresiva de la economía –iniciada ya en 1967- (Gilbert, J., 1997; Fontaine, A. & González, M., 1997; Neicún, J., en Baño, R., 2003) . Junto a lo anterior, (b) se realizaron diversas gestiones orientadas a la redistribución de los ingresos y al mejoramiento de las condiciones de vida de los ciudadanos, en específico, los sectores pobres. Ello, a través de aumentos salariales y creación de nuevos empleos, mismos que fueron acompañados de un incremento substancial del gasto fiscal (Gilbert, J., 1997). Todo esto, como es de esperarse, forma parte de una misma unidad con el punto recién mencionado237.

236 Gilbert (1997) acota: “La interpretación de la Unidad Popular de la realidad chilena identificaba al imperialismo, el capital monopólico y a los sectores oligárquicos como los responsables del atraso y subdesarrollo de la región. En ese sentido, los ideólogos de esa coalición [...] pensaban que esta característica perjudicaba duramente, incluso, a los productores independientes –empresarios ligados al consumo interno [fundamentales dentro del proyecto de “desarrollo hacia adentro”]- imposibilitando el establecimiento de una alianza estratégica con los sectores medios, portadores de valores nacionalistas, anti-imperialistas, anti-monopolistas y anti-oligárquicos”, mismo que eran fundamentales para concretar las transformaciones buscadas. Por esto, las iniciativas que se mencionarán a continuación, en materia de planificación económica, se orientan a fortalecer a dicho sector en tanto contrario a la ideología dominante. Debe considerarse este elemento como característica fundamental de la “revolución por etapas” que se buscaba. Sirva este comentario también, para valorar el cambio desde una perspectiva estructural culturalista hacia otra mas cercana al estructural historicismo, cambio fundamental para comprender las decisiones políticas del Estado respecto de la planificación social, y por lo mismo, de la importancia de estos diagnósticos en los análisis que posteriormente moldean los contextos de surgimiento de los primeros programas comunitarios. 237 Garretón (1987) destaca tres procesos que ocurren de modo correlativo hacia la Unidad Popular, y que nos permiten complementar el análisis; (a) Un proceso de democratización política, con la creciente inclusión de un espectro partidario completo desde derecha a izquierda y con la progresiva participación ciudadana que se consolidó durante el período; (b) Un proceso de democratización social, que significó un muy importante rol redistributivo del Estado, y una fuerte presión de capaz medias y sectores populares organizados y; (c) Un proceso de industrialización sustitutiva de importaciones incompleta, en el cual la exportación de cobre seguía siendo la principal riqueza con el Estado jugando un rol significativo. “Todo lo anterior significó un tipo de integración de los sectores populares en forma gradual, institucionalizada y conflictiva, dependiente en muy alto grado del sistema político partidario: fuerzas sociales débiles pero políticamente fuertes; debilidad de movimientos sociales autónomos; capacidad de representación política alta y articulación estrecha entre liderazgo social y liderazgo político partidario” (Garretón, M., 1987). Sirva lo anterior, también, como comentario a los párrafos siguientes.

Page 165: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

165

En términos sociales, “el proyecto de la Unidad Popular se gesta dentro de un marco de participación política

de casi todos los segmentos sociales nunca antes vista en el país. Los acontecimientos que ocurren dentro de

este período dieron paso a una incuestionable dinámica política y social seguida por una rica y amplia

discusión [...] El país se convirtió en un escenario y sus habitantes los actores” (Gilbert, J., 1997). En efecto, uno de los sustentos para viabilizar las transformaciones necesarias era el aumento de las instancias de participación social de los sectores que tradicionalmente habían sido marginados de las decisiones políticas. En esta línea se crearon instancias de organización a nivel de gobiernos locales, regionales y municipales, en torno a los cordones industriales, a nivel sindical, agrupaciones campesinas, en torno a la distribución y acceso a servicios básicos como salud, educación y alimentación, etcétera238. Es imposible, ni siquiera a la luz de los años, producir una versión unificada de el o los motivos por los cuales se produjo el derrocamiento del gobierno de la Unidad Popular y la instalación del régimen militar. Sin embargo, intentaremos un resumen integrativo de tres de argumentaciones que suelen citarse con mayor recurrencia en el debate político, sociológico e histórico. La primera línea (a) dice relación con la creciente desarticulación del movimiento y la organización política (Moulian, T., 1997). En esta línea, Gabriel Salazar (Salazar, G., 2003; Salazar, G., en Baño, R., 2003; y Salazar, G. & Pinto, J., 1999a) refiere lo que podría denominarse una “doble crisis” dentro del gigantesco conjunto de grupos que componían la Unidad Popular. Por un lado, la situación altamente politizada, planteaba un escenario en donde los actores sociales diferían respecto de los mecanismos más adecuados para llevar a cabo las transformaciones, mismas que estaban dominadas por expectativas muy diversas. El plano del debate político, es decir donde dichas temáticas deben ser analizadas en conjunto por los actores de la Unidad Popular, estaba casi permanentemente entrampado tornándolo ineficiente239 (cfr. Millas, O., 1986). Al mismo tiempo, la movilización social, parecía muchas veces enredada en “agitación callejera”, desgastando su potencial de acción trabada en escaramuzas, “cómo si el poder sobre el espacio hubiera

sustituido el poder sobre los problemas reales de la nación” (Salazar, G.& Pinto, J., 1999). Se caía, entonces, en una situación que muchas veces limitaba en el absurdo, asunto que era percibido por las masas como responsabilidad de las autoridades que representaban a la coalición de Gobierno (y sus innumerables cercanos). Esto, entonces, daba cuanta de otro revés de la crisis; un caos social en el que una organización

238 Mismas que, por cierto, no están exentas de críticas en lo que respecta a eficiencia, sesgos ideológicos particulares y abusos de autoridad. 239 A ello debe sumarse, además, los problemas estratégicos que generaba no contar con una mayoría legislativa para promover las iniciativas de transformación social esperadas. (véase también Garretón, M., 1987; Salazar, G. & Pinto, J., 1999a)

Page 166: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

166

política –o mas bien, una conducción política- resultaba cada vez mas lejana240 (ver Guillaudat, P. & Mouterde, P. 1998). Una (b) segunda línea de argumentación dice relación con la amenaza que el proyecto de Gobierno representaba para los grupos de oposición y sus intereses (Garretón, M., 1987). En la práctica estos grupos son muy diversos, y el término “oposición” puede aplicarse de diversas formas. Sin embargo, su utilización mas recurrente hace relación a tres planos. En primer lugar, una oposición partidaria que tuvo su principal campo de batalla dentro del poder legislativo. En segundo lugar, una oposición de los particulares –civil, por así denominarla- que tuvo mayor visibilidad en los problemas asociados a las tomas de terrenos, las luchas callejeras en el centro de las grandes ciudades, y en los conflictos generados por las paralizaciones de actividades de gremios (que en conjunto ayudaron a la inestabilidad económica) (Gilbert, J., 1997; Guillaudat, P. & Mouterde, P., 1998241) . Pero existe una tercera forma de oposición, cuyas acciones fueron mucho mas radicales y que son las que en definitiva desencadenaron el Golpe Militar con las características particulares que tuvo. Nos referimos a las iniciativas conspirativas que se realizaron en conjunto a las fuerzas de inteligencia Norteamericanas242, tanto a nivel de difusión de propaganda política, en coordinación con las fuerzas armadas y con grupos de privados cuyos intereses estaban en juego (Vitale, L., 2001; Guillaudat, P. & Mouterde, P., 1998)243. La (c) última línea de argumentación aquí considerada, se sustenta en la crisis que vivió la Economía Chilena hacia 1973, asunto que incidió directamente en la aparición y agudización de los problemas antes

240 Esta última crítica es de especial importancia dentro de los debates que en Chile se aglutinan en torno a los movimientos sociales, su definición y su expresión política. Acota Salazar (en Baño, R. 2003) que posterior al golpe militar, muchos de los altos funcionarios de la UP argumentaron que una responsabilidad importante del termino de su gobierno radicaba en la “insuficiente conciencia política y de clase del pueblo chileno que no apoyó al Gobierno de la Unidad Popular en la forma debida considerando las políticas de reforma que se proponían”. Dichas argumentaciones –y sus análisis- ayudaron a abrir dentro de la intelectualidad de Izquierda durante las décadas siguientes un debate sobre las categorías de clase social, movimiento social y democracia como parte de proyectos de desarrollo nacional. Volveremos sobre este asunto mas adelante. 241 Vale la pena comentar el análisis de estos autores respecto de la crisis producida en torno a la indecisión de la llamada Clase Media, la cual en su gran mayoría se mantuvo alejada de los proyectos de la Unidad Popular. A ello se suma la muchas veces poco clara propuesta de la coalición y la relativa exclusión de estos grupos de los nuevos mecanismos de participación, reduciendo en la práctica la potencialidad del poder popular a la relación que existía entre los dirigentes de los segmentos mas bajos con sus bases (cfr. Guillaudat, P. & Mouterde, P., 1998). 242 En los años venideros, la intervención Norteamericana en la instalación de regímenes dictatoriales se masificó, bajo la instalación de la Doctrina de Seguridad Nacional en el contexto de la guerra fría. 243 Al respecto agrega Garretón (1987); “Desde el inicio hubo un enfrentamiento entre vastos sectores populares, el gobierno y los partidos que lo integraban, por un lado, y una oposición que, poco a poco, fue abandonando el terreno institucional y haciéndose nítidamente golpista”. En cierta medida esta hipótesis permite entender el curso de los acontecimientos futuros de la historia de Chile.

Page 167: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

167

mencionados 244. Al respecto Neicún agrega “el aumento desmesurado de la demanda por sobre las

capacidades de producción y de importación que se registró en los años 1971 y 1972, produjeron la completa

desorganización del mercado, este hecho causó un desabastecimiento generalizado y un aumento de la

inflación. Esta situación se agudizó hacia 1973 cuando se agotaron las capacidades de producción y se

producía una situación crítica respecto de la disponibilidad de divisas; así el proceso inflacionario se volvió

incontrolable”. Frente a este panorama de desastre, sumado a la activa oposición, ya poco podía hacer el Gobierno, agregando, de pasada, otro argumento más para deslegitimar el proceso y para dar paso al Golpe Militar. Sintetizando el período que hemos referido, podemos decir siguiendo el análisis de Schkolnik y Bonnefoy (1994), que el país vivió un proceso de desarrollo económico ligado a la organización de la economía y el desarrollo social debido a la creciente participación que adquirió el Estado, principalmente en el ámbito de las necesidades básicas de la población. El Estado jugó un rol fundamental al extender los servicios a un conjunto cada vez mayor de población, bajo el precepto de que debía velar por el Bien Común, marcando tendencia inclusive en los años futuros como referente respecto del interlocutor válido para producir transformaciones a nivel social. Resulta particularmente interesante la importancia progresiva que se le da al concepto de “participación” como parte fundamental de dichos procesos. Si bien la misma es definida de manera particular según las orientaciones ideológicas (políticas) de turno, y el contexto de aplicación propiamente tal –es decir, de qué, quiénes, y cómo se debe participar- (Manzano, L. & Zeiss, S., en Baño, R., 2003; Dávila, O., 1998b). Junto a esto Chile logró –comparativamente- altos niveles de desarrollo y cobertura de las políticas sociales (ver Raczynski, D., 2002), junto con una avanzada institucionalidad en el área de la acción social (Schkolnik, M. & Bonnefoy, J., 1994), asunto que analizaremos mas en detalle en el siguiente apartado, en lo que respecta a los contextos y primeros desarrollos en psicología comunitaria.

244 En términos económicos durante el inicio del período presidencial de Allende se registraron un conjunto de sucesos que dinamizaron el mercado y que produjeron resultados favorables, en especial respecto del aumento del poder adquisitivo de la población (producto de las regulaciones salariales y de la disminución de la tasa de cesantía), asunto que -en un primer momento- obtuvo una respuesta adecuada en términos de la oferta. Había, entonces, un aumento de bienes disponibles, un aumento de las importaciones (necesarias para suplir algunas necesidades básicas), en un contexto en donde la regulación de precios permitió mejorar las condiciones de vida de importantes sectores de la población. Sin embargo, transcurridos dos años, el panorama estaba dominado por un desabastecimiento de diversos productos esenciales, cuya causa estaba en directa relación con lo anterior. Se hizo necesario aumentar la cantidad de importaciones, por lo que había menos divisas disponibles, la disminución del precio internacional del cobre, la paralización de actividades del sector de transportistas (que causo daños a la producción agrícola) lo que sumado al aumento de la cobertura en Salud y Educación, generó un panorama poco favorable de progresivo déficit fiscal (Neicún, J., en Baño, R., 2003). Como agrega Neicún, allí juega un papel fundamental la situación legislativa: “Es importante mencionar en este punto las maniobras políticas desplegadas por la oposición en el Congreso, las cuales permitirían la aprobación del gasto fiscal, al mismo tiempo que rechazaban las formas de financiamiento adicional que proponía el Gobierno, producto de lo cual los presupuestos fiscales salían desfinanciados” (en Baño, R., 2003)

Page 168: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

168

b) Desarrollo teóricos y prácticos de la época Para ordenarlos, expondremos a continuación dos de los principales contextos y referentes de la psicología comunitaria del período. Primero los debates que se originan a partir del programa de promoción popular democratacristiano y sus implicancias, en el entendido de que la misma se constituye en el primer conjunto de acciones basadas en categorías sociológicas –psicosociológicas si se prefiere- para desarrollar iniciativas en torno a los problemas relativos al desarrollo social como parte de proyectos políticos nacionales. En segundo lugar, analizaremos aquellas circunstancias y contextos provenientes del desarrollo de la salud pública, y en específico en lo relativo a la salud mental. A partir de ellos intentaremos una descripción breve de dos de los primeros programas considerados originarios de la psicología comunitaria nacional (ver Alfaro, J. En Olave R. & Zambrano, L, 1993). Hacia mediados de la década del sesenta, ya instalados los elementos para una práctica de la promoción popular (un diagnóstico de la marginalidad, y los criterios de participación, integración y transformación que guíen dicho proceso), las iniciativas se orientaron en primer lugar, a sustentar la organización social de los sectores marginales, condición base para acceder a la toma de decisiones. Según consta en los documentos de la época, se trataba de lograr organización en un sentido mucho mas amplio que el de los vínculos propiciados por los programas de desarrollo comunitarios de base245, o los que de hecho existen en las comunidades marginales; bajo la óptica de la promoción estas no representan mas que el mismo material del que está hecha la exclusión pues se trata de “organizaciones segmentarias pequeñas, clánicas, tribales,

aisladas del conjunto al cual se trata de incorporarlas para operar la reestructuración social” (Vekemans, R. & Silva, I., 1976). La organización, aquí entendida, se asemeja a un trampolín, pues debe generar un salto suficientemente alto como para lograr el “enganche”246. Así, primero debe existir una base, un soporte interno del trampolín; una tela resistente y unos resortes adecuados. Debe desarrollarse entonces, una fortaleza a nivel interno, un tejido grueso, cohesionado y estratégicamente orientado. Luego, debe producirse el impulso, hacia arriba (o afuera) que permita superar la falta de participación social, y en tercer lugar debe producirse la integración societal global, superación del problema a fin de cuentas. Esto supone que son criterios iniciales para establecer una buena organización, la cooperación, solidaridad, y la cohesión. Sin embargo, si los lazos que se establecen con dicha base no son progresivos en la cantidad y calidad de bienestar ofrecido (y el desarrollo y aprendizaje obtenido por los sujetos), dichos criterios dejan de ser adecuados y se estancan de 245 Vekemans hace la distinción de ellos pues los asimila a una perspectiva conflictualista, en donde lo central no es la organización sino la toma de conciencia del conflicto de clases, lo que desde esta perspectiva es una inconsistencia de facto, que no garantiza cambios reales en las estructuras sociales (Cfr. Vekemans, R. & Silva, I., 1976). No debe olvidarse que Roger Vekemans era opositor al movimiento político social sostenido por la teología de la liberación, misma que se suele identificar con dichas iniciativas en el resto del continente. 246 La metáfora mencionada es la misma que Vekemans y Silva utilizan para describir el modelo (1976). Los momentos descritos de éste son, para mayor claridad del lector; (a) integración hacia adentro, (b) incorporación y (c) integración de la sociedad global.

Page 169: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

169

forma contraproducente; a ello se refiere la metáfora del trampolín. Así, producido el salto y el enganche (la incorporación) debe dar paso a un último tipo de organización que asemeja un “ariete” capaz de producir presión sobre las estructuras vigentes (Vekemans, R., & Silva. I, 1976). En este contexto de acción, los conceptos nodales de integración y transformación, y en especial de participación, adquieren un nueva importancia respecto de su valor en las iniciativas en torno al desarrollo social y se resignifican en la medida que la comunidad y la organización (comúnmente denominada “popular”) de base, comienzan a ser consideradas como dinámicas indispensables. Así, por ejemplo, durante el proceso inicial, los vínculos de cercanía local, de “vecindad”, en tanto referencia a una intersubjetividad compartida, y la funcionalidad en la existencia de metas comunes se transforman en puntales para iniciar el trabajo. En concreto, dentro del contexto urbano, esto significó la creación de clubes deportivos, centros de madres, clubes sociales, y el fortalecimiento de juntas de vecinos como organizaciones capaces de fomentar las acciones comunitarias de los pobladores hacia el bienestar familiar, social y cultural en una determinada zona barrial, estando dentro del campo de competencia de estos últimos el formar un organismo de carácter nacional (Garcés, M., 2002). Asimismo, respecto de la situación del empleo, se fortalecieron las cooperativas de producción o empresas artesanales, se crearon escuelas de capacitación para dirigentes y miembros de movimientos económicos, sociales y culturales, al mismo tiempo que cooperativas de crédito y consumo debían permitir a los más pobres mejorar sus condiciones de vida (Garcés, M., 2002). En paralelo, diversos canales de comunicación de masas se utilizaron para que las personas adquirieran cultura cívica mínima, necesaria para incorporarse a las tareas del desarrollo nacional. Se gestaron, en este contexto, institutos de desarrollo social y económico que debían estudiar y asesorar respecto de los proyectos e iniciativas que se estuvieran llevando a cabo, valorando el papel de la evaluación y la planificación progresiva en los procesos (Zúñiga, R. en Martín-Baró, I., 1976; Vasconi, T., 1991). Y así, para garantizar el éxito del proceso, era necesario también crear “nuevas estructuras que hicieran posible la participación de las

organizaciones de base en los procesos de reformas que se debían desarrollar, es decir, juntas de

planificación y desarrollo locales, consejos económico sociales, consejos comunales de salud, consejos

regionales, consejos profesionales, organismos de seguridad social y de vivienda” (Venegas, R., citado en Garcés, M., 2002). Estas últimas, eran encargadas de vehiculizar el proceso de incorporación (de “enganche” como se le llamó en un primer momento), facilitando el proceso de integración. Un elemento que no se puede obviar por su importancia histórica es el desarrollo en torno al método psicosocial de Paulo Freire en lo relativo a la educación de adultos. Uno de los principales temas del gobierno era la reforma agraria, y en las actividades allí desarrolladas confluía la colaboración de diversas entidades

Page 170: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

170

del mundo de las ciencias sociales –hemos mencionado algunas- tanto nacional como internacional, con los organismos del Estado. De esta forma, llegaron a Chile muchísimos intelectuales y profesionales extranjeros, entre los que se contaba el educador Paulo Freire247, quien colaboró específicamente en la capacitación de promotores campesinos y del personal profesional encargado y en el desarrollo de programas y estrategias de alfabetización. En palabras de Bravo y Gascón (2002) en Chile se radicaliza su pensamiento, se politiza y se amplía al contexto latinoamericano, influyendo por cierto en los desarrollos futuros respecto de la educación y trabajo relativo al desarrollo social con adultos en el país; “Influido por la teoría de la

dependencia, critica al modelo de capacitación y asistencia técnica tradicional que se usaba en el mundo

campesino [...] propone un nuevo tipo de conocimiento que rechaza la simple instrucción o adiestramiento. [Así] es imposible conocer con rigor despreciando la intuición, los sentimientos, los sueños, los deseos, pues

es todo el cuerpo el que socialmente conoce, así el proceso educativo se constituye [para Freire] en un

ejercicio crítico de pensar la práctica”. Es así como durante este período, si bien estos desarrollo críticos a las perspectivas dominantes sobre educación y capacitación comunitaria comienzan dentro del trabajo de corte rural con lejanía relativa al trabajo que por esos años comenzaba a desarrollar la psicología (cuyo perfil temático ha referido históricamente a problemáticas urbanas), sientan las bases argumentativas para muchas de las prácticas que luego se harán parte de la psicología comunitaria en las épocas venideras. El programa de la Unidad Popular, si bien no dedica tantas páginas a una teorización ordenada respecto del rol de los particulares en el procesos de transformación socialista248, pone aún mas énfasis en la necesidad de incorporar procedimientos participativos en prácticamente todas las actividades que un Gobierno y la sociedad en general consideran, como lo expusimos en el capítulo anterior. De esta forma, podemos afirmar que la participación aparece con enorme importancia, muy vinculada a la idea de democracia como meta de los dos grandes proyectos políticos de la época, concretizándose a partir de la generación de estatutos que vehiculizaran dicha participación dándole un sentido que -en último caso-

247 Dos factores deben mencionarse. En primer lugar, el camino que comenzaba a recorrer Chile al inicio del período captaba la atención del mundo entero, y por lo mismo, parte importante de los centros dedicados al estudio de las ciencias sociales estaba ubicado con sede en la nación (Vasconi, T., 1990). En segundo lugar, y de forma mas concreta, muchas de las personalidades que arribaron a Chile desde Brasil lo hicieron después de haber sido expulsados de su propia patria, debido a la instalación de regímenes dictatoriales, como fue el caso de Paulo Freire. Es por cierto, durante este período que este autor publica sus principales libros, mismos que están influidos por el clima social y político del período al afirmar que “es en estos contextos en donde la pedagogía del oprimido cobra sentido y valor” (Freire, P., 2002). 248 Debe considerarse, sin embargo, que durante toda la Historia de Chile, el período en el que se registra mayor cantidad de escritos a nivel político, especialmente respecto del papel de los diferentes actores sociales como parte del proceso hacia el Socialismo es justamente el de la Unidad Popular. A pesar de ello, la diversidad de enfoques –por así denominarlos-, de alcances y de intereses en juego hace imposible una estructuración medianamente válida que nos permita ordenar los ejes de la discusión al respecto. Por lo mismo, podemos afirmar que se trataba de temas de amplia discusión.

Page 171: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

171

apuntaba a la modificación de las condiciones de existencia de la sociedad como era conocida. Por ello, el concepto se populariza y se vuelve un tema recurrente, no sólo en el plano propiamente político, sino que invade los temas económicos, sociológicos, teológicos, educacionales, etcétera, asunto muy característico de todo el continente249. Podemos agregar que su incorporación no ocurre en abstracto, pues en términos generales, si bien no existe una única conceptualización de lo que una “buena participación es”, ella comúnmente se asocia a (a) una organización de carácter relativamente formal, es decir, con una estructura básica reconocible y homogénea en relación a otras de similar carácter (ver CREFAL, 1969250), (b) validada en sus demandas por un Estado que la incorpora como parte del problema y su solución –es decir, en donde dicha participación tiene como contraparte al Estado (Salazar, G., 2003; Baño, R, 2003251; Weinstein, L., 1977)-, y (c) en donde el sujeto de la participación puede tener diferentes caras, siendo la principal aquella vinculada con la comunidad de personas que habitan y delimitan relaciones a nivel local (en áreas geográficamente delimitadas), como es el caso de las juntas de vecinos, o de los comités locales asociados a la regulación de servicios básicos en Educación o Salud durante la Unidad Popular o el trabajo social y antropológico complementario a la reforma agraria252. De esta forma, y en conjunto a los desarrollos que se estaban dando a nivel Latinoamericano253, la participación caracterizada a partir de la organización

249 Revisar, por ejemplo, el apartado sobre psicología comunitaria en América Latina, en el capítulo anterior. 250 Mas aún, el Centro Regional de Alfabetización Funcional en las zonas rurales de América Latina, CREFAL, establece condiciones para esa participación como parte del desarrollo; debe ser activa, conciente, deliberada, organizada, eficiente y decisiva (CREFAL, 1969) 251 En efecto, la tesis sostenida por estos y otros autores (cfr. Lavados, I., 1983) establece una sincronía entre la estructura del estado en torno al derecho social, y la organización misma de los movimientos sociales, quienes van pasando desde una posición autoorganizada en torno a soluciones y propuestas, a otra caracterizada por las quejas y las demandas hacia el único interlocutor válido de la época; el Estado. Mas aún, y como hemos mencionado, algunas tesis suponen que la crisis democrático del final del período se debe al aumento de la participación social en un proceso en el que el Estado no logró cumplir las expectativas (cfr. Arrau, A. & Avendaño, O., 2001) 252 Esta apreciación puede llevar a confusiones. Hemos aclarado que el sujeto por excelencia de los teóricos -o académicos- cercanos a la Unidad Popular es el Obrero, y por lo mismo, aseverar que era necesario conceptuar como comunidades los cordones industriales –por ejemplo, en tanto expresión de la organización del trabajador-, o los sindicatos no es del todo correcta. Sin embargo, la otra cara del Obrero es la del Poblador (Garcés, M., 2003) y por lo tanto, al referirse a esta realidad “paralela” el concepto de comunidad comienza a ganar espacios, especialmente en los desarrollo académicos, como veremos mas adelante. Así, y si bien en algunos contextos dichas figuras –poblador vs obrero- se mantienen en exclusión, diversas iniciativas comienzan a vincularlos dentro de un mismo conjunto que, a su vez, se encuentra inserto y forma parte del sistema social que a la larga se intenta transformar. Un extraordinario ejemplo del análisis de esas “realidades paralelas” como unidad y de sus determinantes, en el beneficio de todos y de una sociedad mejor, pueden encontrarse en las publicaciones de los Cuadernos Médico-Sociales de la época. Como su mismo nombre lo indica, se intenta abordar desde una perspectiva multidisciplinar una diversidad de problemas complejos que van desde la ecología hasta la adecuación de misma formación médica y social de los profesionales, dando cuenta de las críticas que los mismos académicos comienzan a realizar para con sus propias bases, frente al nuevo contexto que debían enfrentar. 253 Reseñados en el apartado anterior en lo referente a las definiciones de desarrollo comunitario que aparecieron hacia mediados de la década del sesenta, y que hacia inicios de la década del setenta se orientaban mas sobre referentes de “liberación política” en torno a análisis estructuralistas, alejándose progresivamente de las líneas definidas en los núcleos de poder externos, como las Naciones Unidas y Estados Unidos. Matus y Quezada (2001) refieren un proceso de reconceptualización del trabajo social, que en las línea que hemos propuesto, implica; una adhesión a las teorías dependentistas y desarrollistas para comprender el desequilibro social, involucrando elementos políticos en la

Page 172: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

172

comunitaria comienzan a tomar forma dentro de los círculos académicos vinculados a las ciencias sociales, permeando también los debates de aquellas orientadas a los temas de salud, asunto que se resiente particularmente en un proceso de reconceptualización teórica, práctica y política del trabajo social. A partir de esto, las prácticas profesionales y sus orientaciones comienzan a desarrollar perspectivas alternativas que poco a poco van ganando mas adeptos y se van instalando en los debates, algunas veces coexistiendo con otras más tradicionalistas, pero también complementándose con estas últimas. Una primera consecuencia, que no puede pasar por alto, que se deduce de lo mencionado, es que la participación así entendida requiere una reconceptualización de la acción profesional propiamente tal, en donde la solución de los problemas que se enfrentan involucre a las personas mismas –y a las comunidades en un sentido amplio- en la planificación y ejecución de las soluciones, es decir, donde las personas comienzan a formar parte del proceso de intervención254. Una segunda consecuencia del proceso es que se generan diversas metodologías que complementan aspectos educacionales –por ejemplo, los freirianos- con elementos políticos y de análisis social, lo que en definitiva supone, una visibilización del propio profesional dentro del proceso de intervención que se lleva a cabo, delatándolo en tanto actor (resaltándolo por sobre el decorado estático de la intervención social). Asimismo, aparecen con fuerza nuevas técnicas que involucran elementos cualitativos, poniendo más énfasis en la relación de producción de los datos que en los datos y las condiciones objetivas de ellos. Una tercera y última consecuencia que nos interesa destacar tiene relación con la vinculación que se estableció a partir de este período entre profesionales de las ciencias sociales y el enfrentamiento de problemas sociales, mismos que estaban definidos, caracterizados, y diagnosticados desde la particular óptica que el Gobierno de turno tuviera255. Esta relación implicaba por un lado, que el Estado debía diseñar y sostener una estructura

formulación de una teoría del trabajo social latinoamericanista que opusiera especial énfasis en la concientización, la participación y la movilización popular en ciclos de acción-reflexión. En Chile esta tendencia se refleja en los artículos de los números iniciales de la Revista de Trabajo Social de la Universidad Católica, editados hacia inicios de la década del setenta. 254 Evidentemente la definición difiere entre la conceptualización de no asistencialismo, que mantiene la promoción popular, y la que puede apreciarse hacia finales de 1973. En el caso específico del trabajo social –relevante dado nuestro tema en cuestión- la declaración de principios de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Católica establecía claramente en 1971 un análisis de la realidad en base a conflictos estructurales de clase, que debían ser abordados mediante la participación, la concientización, y la organización (Aylwin, N., 1971). Sólo así sería posible una perspectiva profesional que logre éxitos validos de manera sustentable (cfr. Quiroz, T., 1972). No debe olvidarse que, en la medida que la política se involucra en las distintas esferas sociales, las mismas van rescribiendo sus definiciones, y comienza a perfilarse una vertiente “militante” que complementa elementos de las ciencias sociales, con el trabajo político (ver, por ejemplo, Matus, T. & Quezada, M., 2001). 255 Zúñiga menciona una característica del proceso; “la experiencia chilena fue fuerte e incluso brutal para los científicos chilenos. El grado de desplazamiento real del poder colocó las áreas de las decisiones cruciales en las manos de aquellos comprometidos en generar innovaciones sociales, y recortó radicalmente las posibilidades de manipulación posible a los científicos sociales... [y entonces] el científico social ya no puede retener el control exclusivo de los niveles de racionalidad social que su ciencia crea, ni negar las implicaciones políticas de su identificación con los niveles más altos del poder social” (en Martín-Baró, I., 1976). Deben replantearse las bases de los métodos válidos para generar conocimiento social (psicológico específicamente), suponiendo una situación de estudio más compleja (no reductible al

Page 173: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

173

adecuada para hacer frente a las demandas sociales y a las tareas que se había impuesto, y por otro, que los debates en ciencias sociales comenzaron a gravitar en torno a los proyectos, iniciativas y orientaciones que surgían desde el campo político. De esta forma, el lazo estaba fuertemente asegurado, apoyándose el Estado en los profesionales y viceversa (Alfaro, 1997 y 2000). Todo esto supone una enorme acumulación de experiencia entre los cuerpos de profesionales sociales -antropólogos, sociólogos, trabajadores sociales, y también psicólogos-, al mismo tiempo que implicó una redefinición de la naciente comunidad científica nacional (Zúñiga, R., en Martín-Baró, I., 1976). Se asistía entonces, a una apertura no solamente a nivel del tipo de conceptos y problemas abordados, sino también de los modos y enfoques para hacerles frente. Vale la pena destacar que, en el contexto de la época la función profesional del psicólogo social comienza a ampliarse, de acuerdo a las disposiciones efectivas de un campo laboral determinado por las condiciones antes mencionadas256. Por ejemplo, en paralelo al trabajo social y a propósito de los nuevos desafíos educacionales del período, Kotliarenko (1972) describe la posibilidad de utilizar una metodología denominada taller que se caracteriza por complementar la práctica teórica con las exigencias de la realidad social –es decir, en terreno-; “El taller es un intento, bastante primitivo aún, de unir la adquisión de conocimientos a la

vida política y social del país. Pero es, desde luego, un intento valioso que debe ser reforzado para realizarlo

cada día en forma mas completa, para ir caminando a lograr que la enseñanza que se imparta en la escuela

no se conciba al interior de ella, sino fundamentalmente fuera”. Se refleja aquí que, en el entendido de que la acción profesional ocurre en un contexto histórico determinado, la orientación y el sentido de dichas acciones deben responder a la realidad histórica. El taller aparece entonces como una herramienta -una técnica cuyo eje es la conversación- que nos involucra con la comunidad circundante (cfr. Kotliarenko, M.A., 1972). En este sentido, Lira (1994) reconoce el inicio de un proceso orientado a desarrollar una psicología social afincada en los problemas emergentes en el país, y en la capacidad de desarrollar enfoques teóricos apropiados en la realidad nacional. En concordancia con ello, y como reconoce Asún (2003), la principal valoración del psicólogo estaba en su capacidad “educativa”257, es decir, que su saber técnico es reconocido en la medida que es una entidad válida

laboratorio, por ejemplo), la que a su vez, pone énfasis en la situación de actor político del científico. Ello abre las puertas también a muchísimos desarrollos e investigaciones que simplemente no pueden reconocerse como científicas, relativizando muchas veces los límites entre los enfoques, incluso sobre un mismo tema de estudio como en el caso de la ideología (Zúñiga, R., en Martín-Baró, I, 1976). 256 Deben revisarse los antecedentes propios del desarrollo de la psicología en el apartado anterior. 257 En su argumentación, Domingo Asún (2003) considera que ello se debe en parte al origen académico de la psicología, en cuyo inicio fue reconocida como un apoyo a la pedagogía, y a la que se interpelaba para desarrollar un discurso acerca de las necesidades del sujeto a la vez que el conocimiento práctico sobre el desarrollo humano. En este sentido, parte importante del saber técnico de la misma se asocia al desarrollo de estrategias de intervención educativas, que perfeccionaran el discurso pedagógico tradicional (Asún, D., 2003). Véase también Escorza y Pozo (1987).

Page 174: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

174

a nivel de las interacciones necesarias para trabajar con personas y grupos en la recolección de información (para producir diagnósticos), en el diseño de estrategias (lo que se denomina planificación) y en la puesta en práctica de las mismas, por ejemplo, a través de charlas, talleres, dinámicas grupales, o grupos de trabajo en diversos temas, actividades cuyo origen en la pedagogía (incluso en el sentido de transferir información) es innegable. Se trata, por cierto, de una acción educativa que reconoce en el otro -al menos- un saber acumulado y un interlocutor válido, y no solamente desde la perspectiva de la transferencia limpia de información desde un emisor a un receptor. En definitiva, el psicólogo es percibido como un buen comunicador social, y como era de esperar, estas tareas comenzaban a multiplicarse, a partir de concepciones afines con las nociones de participación imperantes. De esta forma, la psicología va encontrando un rol a medida que se conforman equipos multidisciplinares258 que ocupan espacios ya no solamente en las instituciones formales (en este caso, la escuela y sus demandas en lo relativo a temas psicopedagógicos y del desarrollo humano), si no también en la realidad externa a ellas. Lo anterior representa no sólo un componente fundacional del campo de la psicología comunitaria, sino también la tónica de una época en donde el saber psicológico –la profesión y su ejercicio- comenzaba a formar parte de la vida política de la época259. Sin embargo, parte importante del asidero de ese conocimiento psicológico lo conforman las teorías psicopatológicas, el psicodiagnóstico, y las diferentes maneras de hacer frente a los resultados indeseables obtenidos mediante éstas. Así, y si bien no faltaban espacios en donde desarrollar programas relacionados al campo de la psicología comunitaria –es decir, acotados en parte al quehacer psicocomunitario- en temas agrarios260, en el desarrollo de comunidades urbanas marginales, o en proyectos de formación política, es dentro de los cambios ocurridos en el plano de la salud pública –y más específico de la salud mental- que estos primeros puntales de desarrollo se concretizan.

258 Puede hablarse, en este sentido, de Co-Evolución; la reformulación de la identidad profesional, de los métodos, y de los valores y opciones que las sostienen fueron desarrollados en conjunto al quehacer y a las reflexiones de otras disciplinas, como es el caso del trabajo social, de la economía, la antropología, y de la misma medicina, como se verá mas adelante. Para el caso del trabajo social, las palabras de Jorge Gissi quien fuera vice director de la Escuela de Trabajo Social de la Pontificia Universidad Católica a inicios de la década del setenta son extremadamente relevantes: “La relación entre la psicología social y todas las otras ciencias era evidente y explícita para mí, la relevancia de la psicología política, económica o histórica me saltó a la vista en el Chile de la Unidad Popular [...] En la escuela de trabajo social todo era psicología comunitaria” (Gissi, J., 1994). 259 En efecto, y como puede constatarse en Molina (1972) y en Zúñiga (en Martín-Baró, I., 1976) los conocimientos psicológicos y sociológicos se volvieron críticos hacia sí mismos en tanto se hacia más necesario el conocimiento del proceso de cambio social que se estaba desarrollando durante el período. 260 Vale la pena comentar un punto interesante con respecto a la Reforma Agraria. Como es de esperar, uno de los mayores obstáculos del proceso de reorganización de la economía agraria fue de índole cultural; se requería “realizar un cambio en los valores tradicionales de los campesinos para familiarizarlos con una concepción distinta sobre la organización del trabajo agrícola, que implicaba una mayor participación de los campesinos en la dirección de la actividad productiva” (Neicún, J., en Baño, R., 2003; cfr. Chonchol, J., 1963). Ello, dentro del contexto de radicalización del campesinado que exigía (presionaba por) agilizar el proceso, el que incluía, además, la constitución de centros locales de reforma agraria dentro de la lógica de descentralización y democratización del poder social. Sin embargo, hasta donde hemos podido investigar, no existen referentes directos de importancia para la psicología comunitaria.

Page 175: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

175

Como aclaramos en el apartado anterior, los procesos ocurridos en torno a la salud a nivel nacional e internacional, hacían prever el origen de una perspectiva de comunidad en el tratamiento de los problemas sanitarios. Así, es en este contexto que se materializan los dos primeros programas –o mas bien, conjuntos de programas- reconocidos como originarios de la psicología comunitaria en el ámbito nacional (Aceituno, R., Alfaro, J., Asún, D., Krause, M. & Morales, G., en Wiesenfeld, E. & Sánchez, S., 1994). El primero de ellos corresponde a las actividades desarrolladas en torno a lo que se ha denominado psiquiatría intracomunitaria y el segundo tiene relación con las prácticas comunitarias en torno a los conceptos de medicina integral y de salud mental poblacional, los cuales tuvieron como principal asidero al programa de desarrollo sociocultural. Es a partir de estas dos formulaciones primigenias que es posible iniciar una interpretación del desarrollo del campo de la psicología comunitaria como lo hemos expuesto aquí (Alfaro, J., en Olave, R. & Zambrano; L., 1996; cfr. Martínez, L., en Krause, M. & Jaramillo, A., 1998) y por lo mismo, vale la pena revisarlos con mayor detalle261. Ambos programas guardan entre sí, tanto variadas similitudes respecto de los contextos y sentidos que los impulsan, como enormes diferencias respecto de las construcciones teóricas y prácticas que promueven. Es por ello que debemos contextualizar algunos de los elementos presentes en los inicios de ambos. Como revisamos en el apartado anterior, la medicina y en especial la psiquiatría –como referente mas directo de nuestro tema- habían comenzado procesos en diversas partes del globo que se sostenían en un enfoque de comunidad o comunitario. Ello había permitido el florecimiento de discusiones en lo referido al papel de los componentes sociales en las prácticas de salud, dando paso a construcciones como la psiquiatría social. Al

261 Alfaro (en Olave, R. & Zambrano, L., 1993), quien les ha dedicado especial detalle en el análisis histórico, argumenta que las tensiones, contextos de inicio y construcciones teóricas –y prácticas- se corresponden con las de la actualidad, es decir, que la psicología comunitaria se ha desarrollado siguiendo estas dos vertientes que en paralelo se nutren mutuamente. Hemos expuesto aquí que utilizaremos la noción de marco conceptual para referirnos a los desarrollos teóricos dentro del campo de la psicología comunitaria, por lo tanto la argumentación de Alfaro nos resulta ajena (ver también sobre esta tesis Martínez, L., en Krause, M. & Jaramillo, A., 1998). Consideramos que el autor deja de lado, además, otros ámbitos de desarrollo de la psicología comunitaria que son externos a la salud mental. Sin embargo, y como advertencia futura al lector, ambos desarrollos dan pié a posiciones teóricas –políticas inclusive- que inauguran y dinamizan el campo de la psicología comunitaria y por lo tanto, si bien su componente primario –en tanto los aspectos profesionales y como contexto institucional de implementación institucional- radica en la medicina, estos, marcan el inicio de la misma (Alfaro, J., en Olave, R. & Zambrano, L., 1993; Asún, D., Krause, M., Aceituno, R., Alfaro, J. & Morales, G., en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994). Respecto de otros impulsos, Torres (2001) destaca el desarrollo de otras experiencias médicas en Temuco hacia finales de la década del sesenta –bajo la dirección del psiquiatra Martín Cordero- y Barudy menciona otras en la ciudad de Concepción (ver Barudy, J., 1971, 1972), pero han sido excluidas de esta revisión por dos motivos: (a) pues hemos privilegiado, en términos territoriales, centrarnos en la zona metropolitana de la Nación y (b) existe una enorme dificultad para explorar las características de estos programa en términos de acceso bibliográfico –especialmente producto de los lamentables eventos de 1973-, motivo por el cual se dificulta la estimación del impacto, aporte y originalidad de la propuesta. Creemos que ello también ha sido un problema en otras revisiones históricas anteriores.

Page 176: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

176

mismo tiempo que la orientación general de las reformas gubernamentales permitía el desarrollo de prácticas preventivas, mismas que suponían un trabajo en contacto mas directo con la comunidad, y en diversos planos con respecto a la enfermedad, dando paso a la diferenciación de prevención primaria, secundaria y terciaria (Caplan, G., 1967; Alfaro, J., en Olave, R. & Zambrano, L., 1993). En paralelo a esto, y como es de esperar, las ciencias sociales y las ciencias de la salud habían comenzado un acercamiento al compartir conocimiento y saber práctico, por ejemplo, al fluir conocimiento del campo antropológico hacía la medicina para dar pié a estudios respecto de las diversas concepciones y saberes respecto de la salud, por ejemplo desde culturas que antes no eran reconocidas en su contexto comunitario (Hamel, P., 1991). Durante el período, por cierto, se comienza a desarrollar con fuerza –y al alero de las reformas universitarias de la época262- el concepto de medicina preventiva263, que en concreto reconoce -como principal función- la transformación de la práctica médica propiamente tal para que desde los espacios formativos se permita un acercamiento entre los profesionales médicos y las situaciones reales que deben atender. Evidentemente este proceso tiene dos caras (Molina, G., Morales, E. & Ossandón, J., 1978). A nivel personal implica un relacionamiento afectivo y respetuoso desde el médico hacia el paciente –al mismo tiempo que intenta reducir la autoridad absoluta del médico en torno a temas de salud, tanto frente a la población como a los demás profesionales de la salud. A nivel profesional, intenta desarrollar modelos bio-psico-sociales (o al menos describir algunas variables determinantes o involucradas) tanto de los fenómenos que la medicina enfrenta, como de las formas en que la institucionalidad estatal y social opera sobre estos temas (Weinstein, L., 1975). Dos asuntos llaman la atención sobre el trabajo que se realizó durante el período en Medicina Preventiva. El primero dice relación con la involucración del mismo dentro de los muros de los hospitales, es decir, como complemento de la práctica médica tradicional264; no se desarrolla una perspectiva que en concreto valore la importancia de una práctica externa, comunitaria. Como veremos a continuación ella deriva del quehacer de

262 El lema de dicha reforma es la formulación de una universidad comprometida con la realidad nacional por lo que “el futuro médico debe reconocer y atender la sociedad en la que vive, debe comprender la salud no cómo un fenómeno aislado sino como condicionada por el desarrollo económico y social del país” (Molina, G., Morales, E. & Ossandón, J., 1978). Se gestan así las condiciones para la movilización de grupos críticos con propuestas alternativas, al mismo tiempo que la medicina se transforma en un tema de debate político, tanto respecto de su práctica y sus implicancias, como respecto de su concepción en la nueva sociedad. Es notoria, en este sentido, la presencia de profesionales médicos dentro de las esferas de alto poder y consejería social en el Período de la Unidad Popular. 263 Recordemos que el espíritu inicial con el que fue desarrollado el Servicio Nacional de Salud era el de producir una medicina integral para favorecer la salud pública. Los análisis de este período revelan sin embargo, una excesiva burocratización, y la despersonalización de la atención médica en pos de tratamientos biomédicos, mismos que no permitían un desarrollo adecuado de innovaciones concretas (Weinstein, L., 1975; cfr. Molina, G., Morales, E. & Ossandón, J., 1978) 264 El nombre de uno de los primeros programas médicos es “enseñanza de la medicina preventiva integrada en las clínicas” (ver Molina, G., Morales, E. & Ossandón, J., 1978; Weinstein, L., 1975)

Page 177: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

177

grupos de trabajo específicos, lo que revela el carácter alternativo de los mismos265. Sin embargo –y en segundo lugar- es a través de esta concepción naciente que las ciencias sociales y su saber operativo se involucran en concreto en las acciones médicas y por lo mismo en la planificación nacional de salud. Así, sociólogos, psicólogos –mayormente sociales-, antropólogos y trabajadores sociales comienzan a aportar estudios, trabajos y conocimiento complementario a la labor médica, la que progresivamente va reconociendo al médico como uno de los tantos agentes de salud posibles266. Es así como el saber teórico de las ciencias sociales, y de la psicología para nuestro interés, entra al campo de la salud en Chile (Molina, G., Morales, E. & Ossandón, J., 1978) En el ambito nacional esta transformación adquiría especial importancia en el contexto del participacionismo de la época. En los programas de promoción popular, y más radicalmente con la creación de estructuras de representación local de la comunidad en la toma de decisiones y planificación de las actividades de los servicios de salud en la Unidad Popular –como por ejemplo, las comisiones de salud dentro de las estructuras locales del servicio nacional de salud (Weinstein, L., 1977)-, la participación era entendida como una necesidad para democratizar los servicios de salud en términos de adecuación, acceso y calidad de la atención267. Allí el papel de la población destinataria de las atenciones en salud podía sobrepasar la calidad pasiva –o paciente- para ser conceptualizada como parte integral de las acciones en salud (Marconi, J., 1986; Dobert, M., Jara, S. & Vado, E., 1971; Torres, R., 2001). Durante esos años, además, la medicina y en especial la psiquiatría latinoamericana presentaban un importante grado de organización en términos de comunicaciones y de desarrollo de perspectivas aplicadas, mismas que compartían conocimiento y análisis con centros y expertos de diversas áreas de conocimientos del globo. Dentro del ámbito psiquiátrico la edición de la revista Acta Psiquiátrica Latinoamericana es un claro ejemplo de ello268. Asimismo, la publicación de los Cuadernos Médico-Sociales, editados por Departamento de Medicina Preventiva y Social del Colegio Médico, permitían un acercamiento entre temas propios del campo médico, con otros vinculados a los esquemas de desarrollo nacionales, los indicadores de sustentabilidad humana –calidad de vida, condiciones de vida, estadísticas vitales, etcétera-, y la situación general de las poblaciones hacia la que se orientaba la acción 265 Y, por lo tanto, sienta un precedente significativo a la hora de diferenciar nuestra historia y la de otras corrientes en términos de la evolución del campo de la psicología comunitaria. 266 No queremos dar la impresión de que se trataba de un fenómeno masivo; sin duda este proceso encontraba resistencias -en mayor y menor grado- de parte de múltiples representantes profesionales, comunitarios y políticos. Sin embargo, la importancia y la considerable producción del proceso sientan un precedente importante en la historia de la medicina social chilena (Molina, G., Morales, E. & Ossandón, J., 1978). 267 No es un dato menor que Salvador Allende, en su condición de médico y legislador haya sido un fuerte promotor de la estructuración de los servicios nacionales de salud a partir de una noción afincada en la justicia social en torno a la aplicación de programas de medicina integral, especialmente en lo relativo a temas preventivos (Weinstein, L., 1977; Allende, S., 1992) 268 Entre la lista de personas vinculadas a esa edición se cuenta Enrique Pichón-Rivière, José Bleger, Carlos Sluzki, Juan Marconi, Nasim Yampey, José Horwitz, Eliseo Verón, Guillermo Vidal, Enrique Saforcada, Javier Mariátegui, entre otros.

Page 178: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

178

médica y social. En suma, esto permitía un acercamiento entre los conocimientos de diversas áreas disciplinares, permitiendo –requiriendo- en concreto la integración de equipos multidisciplinares de trabajo, borrando los límites y barreas entre profesionales. Además, en la medida que existen diversos enfoques y niveles para conceptuar un problema, se plantean nuevas formas de hacerles frente. Un claro ejemplo -a nivel internacional- es la reestructuración sectorializada de los sistemas de salud hacia una orientación preventiva primaria o promocional local269. A partir de esto puede afirmarse con bastante seguridad que la salud, como ámbito de trabajo que estaba sufriendo reformas estructurales (Torres, R., 2001; Alfaro, J., en Olave, R. & Zambrano, L., 1993), presentaba condiciones óptimas para el surgimiento de nuevas perspectivas de trabajo, mismas que estaban favorecidas por una significativa valoración de parte de la población de los problemas allí tratados, asunto que se plasmaba en la política, y que por tanto formaba parte crucial de los programas de desarrollo social de los gobiernos del período. El mejor ejemplo de esto es la inclusión del tratamiento del alcoholismo dentro del las primeras medidas de la Unidad Popular270. Es justamente ese tema –alcoholismo- el principal eje de la línea programática dirigida desde la Universidad de Chile por el profesor Juan Marconi en el área sur de Santiago271, misma que suele conocerse con el nombre de psiquiatría intracomunitaria. Este psiquiatra había reunido, junto a otros autores psiquiatras, psicólogos y antropólogos una enorme cantidad de información respecto del impacto del alcoholismo en la sociedad chilena, especialmente en los estratos de menores ingresos y peores condiciones de vida272. A partir

269 Destacan, también a nivel internacional, las actividades desarrolladas por la Organización Mundial de la Salud, en pro de políticas de salud extensivas y justas para la población mundial, plasmadas en las diversas declaraciones elaboradas durante el período. 270 La medida 18 rezaba; “Control del Alcoholismo; Combatiremos el alcoholismo, no por medios represivos, sino por una vida mejor y erradicaremos el clandestinaje” (Las primeras 40 medidas del gobierno popular, en Gonzáles, M. & Fontaine, A., 1997b). Asún (2003) afirma que la instalación de dicho tema obedece a una triple convergencia. En primer lugar destaca la concepción médica científica que estudia el tema a nivel de prevalencia e incidencia, intentando posicionarlo como un problema de política pública. En segundo lugar, el alcohol aparece vinculado como una patología que incide negativamente en la productividad del sistema económico (en los múltiples estudios que aparecen publicados por diversos sectores médicos y vinculados a las ciencias sociales). Y en tercer lugar, la puja continúa desde el movimiento sindical quien lo declara un “enemigo”. Todos estos puntos favorecen, por cierto, un enfoque comunitario en torno al tema en el entendido de que debía realizarse un cambio profundo a nivel social y cultural a nivel de los contextos sociales significativos para los sujetos (cfr. Asún, D., 2003). 271 Como consecuencia de la reforma ocurrida en las universidades chilenas entre 1968 y 1969 la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile se desmembra en cinco áreas docentes en Santiago, fusionándose posteriormente los sectores sur y central en 1971. 272 Ver al respecto Marconi, Horwitz y Saint Jean (1969), Marconi (1998), Evangelista, Saforcada y Marconi (1975) y una enorme cantidad de publicaciones disponibles en las revista Acta Psiquiátrica y Psicológica de América Latina a partir de mediados de la década del sesenta. Vale la pena constatar un descubrimiento significativo de las primeras investigaciones; el modo de vida, y en especial los hábitos alimenticios de la población mas pobre favorecían un proceso de adicción mas rápida. Así, desde las investigaciones biomédicas, Marconi comienza a incorporar variables de tipo

Page 179: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

179

de ellos, el autor llega al convencimiento de que el problema del alcoholismo debe ser parte de una prioridad médica dentro de la salud mental, desde una perspectiva fundamentalmente orientada a la prevención social en y con la comunidad (Marconi, J., 1986; Dobert, M., Jara, S. & Vado, E., 1971). Sin embargo, un importante escollo para ello lo constituye la misma formación médica, y en específico las barreras culturales para lograr una comunicación efectiva de los contenidos de los programas, lo que sin dudas limitaba la eficacia de los mismos (Marconi, J., 1969). En definitiva, se plantea la reformulación de las políticas de salud desde una óptica preventiva –en el “tránsito” desde el modelo asilar hacia los programas integrales (Marconi, J., 1986), al mismo tiempo que supone una transformación necesaria de la formación médica –que requiere mas contacto con la realidad social que luego debe atender (Marconi, J., 1994273). Utilizando como plataforma para la demostración de la eficacia de las acciones el área sur de Santiago, misma que no contaba con una disposición de recursos sanitarios adecuados –es decir “ningún recurso local

en salud” (Marconi, J., 1986)- y con una importante línea de acciones comunitarias con ayuda de organizaciones católicas y poblacionales274, se diseñó un programa que tenía como eje principal la delegación de responsabilidades entre agentes que pertenecían a registros institucionales diferentes, estableciendo una conexión entre la comunidad –la población- y los servicios de salud. Esto suponía, además, la integración e involucración de dos culturas, como puede verse en la siguiente figura275:

ESQUEMA IV: PIRÁMIDE PSIQUIATRÍA INTRACOMUNITARIA

psicosocial, tales como la conducta del bebedor, su estructura de personalidad, la cultura y los valores que prioriza, etcétera. Volveremos sobre este punto en los siguientes párrafos. 273 Debe recordarse que Marconi era reconocido como una autoridad latinoamericana en Salud Mental, y se desempeñaba como profesor en la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, al mismo tiempo que mantenía estrecha relación con profesionales psicólogos ligados a dichos temas. En este sentido, el efecto producido por su accionar se orientaba tanto a reestructurar la formación médica, como a integrar equipos multidisciplinares en lo relativo a las prácticas de Salud Mental. 274 Ya para esos años el sacerdote Sergio Nacer junto a otros líderes comunitarios habían comenzado la organización de clubes de abstemios en las zonas aledañas a la población (ver también Torres, R., 2001) La Victoria. Parte del contexto de estos trabajos ha sido reseñado en el capítulo anterior en lo referido a la organización poblacional. 275 Tomado de Marconi (1994)

Page 180: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

180

En este esquema, la delegación contenía cinco niveles. El primero (D1) corresponde al médico general, es decir, el jefe del programa -que en este caso era psiquiatra-, en quien recae en términos prácticos la prevención secundaria y terciaria, pues debe tratar a los casos mas graves y referirlos a los centros de atención centrales (hospitales generales o psiquiátricos)276 (Lemmers, C. & Toro, H., 1979). El segundo segmento se compone de otros profesionales de apoyo, entre los que se cuentan enfermeras, trabajadores sociales, psicólogos, matronas, etcétera. Juntos representan la institucionalidad formal, y trabajan en conjunto con los otros tres niveles, administrando las acciones, y en ellos recaen las funciones relativas a la prevención secundaria de manejo de casos leves y desarrollo de habilidades de control (en este caso, abstinencia). Ellas son definidas, en lo posible, con la comunidad, especialmente en lo que respecta a las evaluaciones y la planificación respecto de las necesidades detectadas (Marconi, J., 1994). El tercer nivel (D3) está compuesto por personas que, si bien mantienen pertenencia a instituciones de carácter formal, sostienen relaciones significativas con diversos miembros de la comunidad, dentro de un plano local, y por lo tanto son entendidos como un vínculo intermedio entre los servicios de salud y la comunidad. Por ello se conforma, dependiendo del contexto, de auxiliares de enfermería, profesores, líderes religiosos, entre otros (Asún, D., 1989). En ellos recae la tarea de tratar a los enfermos con síndrome de privación leve, quienes han sido referidos por los niveles inferiores (Lemmers, C. & Toro, H., 1979), privilegiándose de esta forma un tratamiento ambulatorio dentro de los márgenes de la propia comunidad (evitando las desventajas del modelo asilar) (Marconi, J., 1994). El siguiente nivel (D4) se compone de los agentes encargados de realizar la mayor cantidad de acciones en terreno (Asún, D., 1989) quienes son en lo posible alcohólicos recuperados –y otras personas motivadas- que operan como lideres comunitarios. A ellos les corresponden funciones relativas a la prevención primaria, en términos de educar a la comunidad en el reconocimiento del problema (y en las medidas a tomar), y a la prevención secundaria, pues se encargan de detectar y tratar a aquellos pacientes con problemas leves, en el manejo perdurable de la abstinencia, y por supuesto en la detección y derivación hacia los anteriores niveles. En este sentido los antiguos enfermos alcohólicos comienzan a ser concebidos como parte activa y potencialmente significativa de la comunidad (Torres, R., 2001). Así, por último, el nivel cinco (D5) se compone de la comunidad que aprende a discriminar, evitar, controlar y derivar problemas relacionados con el consumo problemático de alcohol (Marconi, J., 1994). De esta forma se debe producir una integración efectiva entre los niveles, tanto desde la base hacia el vértice en el sentido de que sea la propia comunidad la que resuelva su problema, en la medida que está adecuadamente preparada para ello, como desde el vértice

276 Además, el encargado del programa tiene otras funciones relativas al manejo del personal, la capacitación y en definitiva el manejo de las acciones, así mismo los otros operarios tienen las suyas propias en relación al resto. Evitaremos referirnos a este punto para no excedernos. Una revisión de estas funciones dentro de la organización estructural del programa puede encontrarse en Lemmers y Toro (1979), en Asún (1989) y en Marconi (1986).

Page 181: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

181

hacia la base en la investigación epidemiológica, la preparación de materiales, o la planificación participativa de actividades. Partiendo desde este esquema de delegación, se supone una acción que no solamente multiplica en cantidad las capacidades de los servicios de salud –mismos que en el análisis están saturados, pero además desorientados en términos de proveer soluciones efectivas a nivel preventivo-, sino que también involucra a la comunidad en la tarea al validar a los agentes como operadores locales, que mantienen cercanía, vinculación, y que en definitiva son parte de la cultura social comunitaria. Así, la calidad de las intervenciones también se ve favorecida, pues esta plataforma permite agudizar el filtro de derivaciones hacia los niveles mas complejos de atención (hospitalaria). Al mismo tiempo se rompe la barrera cultural (Marconi, J., 1969) que limitaba el éxito de los programas de salud, en la medida que la involucración (participación) de la comunidad se convierte en el eje del programa, adecuando sus propios recursos en el abordaje del problema (Asún, D., 1989277). Esto supone, entonces, un cambio en los modelos tradicionales, que traspasan conocimiento verticalmente desde la academia –en tanto representante del saber médico- a un modelo que por desarrollar su teorización con la comunidad como entidad central se ha denominado intracomunitario278. Se puede afirmar así que la delegación de funciones –en tanto supone reestructurar las posiciones y tareas tradicionales- se sostiene sobre una construcción respecto de factores culturales que inciden en el desarrollo eficaz de los programas. En términos teóricos el programa se fundamenta en un análisis de la situación en el que se perciben conductas problemáticas (la cultura del consumo excesivo de alcohol), tanto en términos de daños personales como del entorno social (Bartsch, S., Correa, E. & Inostroza, V., 1970), que son producto de un contexto social en el que existen valores, creencias, actitudes, representaciones y patrones de conducta colectivos –que en conjunto visibilizan la cultura de un grupo. En este sentido, la prevención debe incorporar estos elementos para hacer frente al problema, lo que supone en concreto, el trabajo integrado de los agentes y particulares de la comunidad con los agentes de los servicios de salud. Así, se espera producir un cambio a 277 Este y otros autores han relacionado, de esta forma, la noción a la base de diferentes culturas con la de “estructuras de conciencia” (Asún, D., Krause, M., Alfaro, J., Aceituno, R. & Morales, G., en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994) que plasma entonces en ciertos patrones de comportamiento. Por esto se decide optar por utilizar una mirada relativista cultural dentro del programa, que interpreta los patrones de conducta dentro del contexto social donde ocurren y evita rotularlos a priori etnocéntricamente. Evidentemente, esto supone, como hemos implicitado, que la cultura universitaria desde la cual emerge la propuesta está sujeta a estos mismos análisis, al reconocerse “vertical, etnocéntrica y autoritaria, que les impide [a los sujetos] dar respuesta efectiva a sus necesidades, sin valorar la cultura popular y aborigen mayoritaria en América Latina, tendiendo a ver a las comunidades obreras como vacías culturalmente, vacío que será llenado por la cultura universitaria a través de la transmisión vertical de conocimientos” (Hamel, P., 1991). 278 Este centramiento en la comunidad se rodea de la cultura universitaria –ahora relativista culturalmente- , los servicios de salud, las barreras burocráticas y culturales, y las propias condiciones de vida de la comunidad, es decir, su entorno social inmediato (cfr. Asún, D., 1989). La acepción intracomunitaria proviene, también, del modelo diseñado por Marconi para una respuesta local de los servicios de salud (ver Marconi, J., 1986)

Page 182: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

182

nivel cultural que minimice y controle parte de las causas de la problemática detectada, favoreciendo del mismo modo una mejor condición de vida de la comunidad. Debe reconocerse –entonces- la dimensión cultural de la comunidad, pues de ella depende el impacto de la intervención. Esta base supone la integración de diversos profesionales en equipos multidisciplinares, y por lo tanto debe reconocer la validez de las técnicas y concepciones provenientes de diversas áreas en el abordaje de los problemas, cuya cara superficial esta dada por la modificación conductual pero que en concreto supone una transformación del sustento comunitario. Hasta donde hemos podido revisar al respecto no existe un programa con características psicológico comunitarias que haya sido tan fundamentado, teórica, estructural y contextualmente como éste, en términos de la integración multidisciplinar, la articulación entre diferentes plataformas de trabajo (universidad, Comunidad, Servicios de Salud), el desarrollo planificado de herramientas y mecanismos de trabajo y la evaluación y sistematización de conocimientos (cfr. Torres, R., 2001)279. De esta forma, en tanto esta concepción emerge de la línea programática desarrollada en torno al alcoholismo en el área sur de la facultad de medicina bajo la dirección de Marconi y su equipo, se amplia hacia otros problemas en términos de la estructura organizacional planteada, dando origen a partir de 1971 a programas de tratamiento de Neurosis, Trastornos Emocionales, Privación Sensorial en preescolares, entre muchos (cfr. Marconi, J., 1986 y 1994; Torres, R., 2001; Minoletti, A., 2003). Estos desarrollos sientan los precedentes de trabajos que rápidamente se extendieron por el territorio nacional, y que adquirieron diverso carácter político280. Al fin y al cabo, y como queda reflejado en publicaciones posteriores al cierre del programa en 1973, lo que Marconi valoraba de forma especial era la instauración de un modelo comunitario a seguir para hacerle frente a las problemáticas de salud de Chile y eventualmente de toda América Latina. Por esto, es necesario aclarar que resta línea programática –que no se corresponde con un programa en particular, como

279 Siguiendo a Alfaro (en Olave, R. & Zambrano, L., 1993) para la psicología, Hamel (1991) por la antropología, Rueda (s/f) en torno a la terapia ocupacional y a Torres (2001) en lo relativo a psiquiatría comunitaria puede reconocerse en este programa una enorme influencia formativa en los profesionales que posteriormente se dedicaron a la planificación de los programas de salud, si bien el corte producido en 1973 modificó significativamente las posibilidades de trabajo y los contextos de aplicación para los cuales la idea general del programa se había diseñado (Minoletti, A., 2003). 280 En lo relativo al problema del alcoholismo, Barudy sirviéndose de la base ya mencionada, lleva a Concepción lo que se ha denominado como “programas de liberación obrera” –también denominadas brigadas de liberación obrera- que en la práctica suponían un proceso de rehabilitación del alcoholismo a nivel comunitario, con énfasis preventivo, y que reconoce fundamentos en la concientización popular, la prevención comunitaria de problemas de salud mental y en específico de la función de líder comunitario propulsada por Marconi y su equipo. En este contexto, lo que en un principio se concibe como práctica psiquiátrica da paso a una práctica militante con participación política claramente identificable, lo que cobra sentido en el contexto social del período, aprovechando siempre la base universitaria de la que participan los autores (cfr. Barudy, J. 1971; Barudy, J. & Vázquez, G., 1972). Al mismo tiempo, a partir de los trabajo desarrollados por este programa y otros –inclusive dentro de la iglesia católica (Marconi, J., 1998)- se fomentó el proceso de organización comunitaria, cuyas entidades operan hasta nuestros días en diversas localidades del País. Por último, Chinkes, Lapalma y Nicenboim (en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994) reconocen el aporte de Marconi en la instalación de programas integrales de salud mental en Argentina, lo que sienta un precedente en los desarrollos de ese país.

Page 183: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

183

se ha pensado- inaugura un conjunto de teorizaciones con correlatos prácticos dentro del campo de la salud, y en especial directamente relacionada con aspectos psicológicos y mentales –en la denominación de uso común-, y por lo tanto puede ser considerada como un marco conceptual originario, con características y especificidad propias281. Sin embargo, este desarrollo conceptual y práctico no emerge aislado. En el sector central y norte de la ciudad se habían venido ampliando prácticas comunitarias relacionadas a la salud, centradas en el desarrollo aplicado de la medicina integral (Alfaro, J., en Olave R. & Zambrano, L., 1996). En efecto se trata de un desarrollo paralelo al ya mencionado, entre los cuales se compartían reflexiones y avances conceptuales, si bien las diferencias propositivas eran evidentes (Weinstein, L., 2003c). Como señala Alfaro (en Olave, R. & Zambrano, L., 1993) la Salud Mental Poblacional es el resultado de las acciones realizadas por grupos de profesionales médicos desde finales de la década del cincuenta en vistas a producir una transformación significativa de las orientaciones salubristas en términos de respuestas locales adecuadas, intentando instaurar una práctica integral de corte preventivo junto a la comunidad (Weinstein, L., 2003a). Debemos aclarar que el concepto de salud mental poblacional corresponde en específico a Luis Weinstein (1975), el mismo es resultado de una gran cantidad de experiencias en las que este autor se ve involucrado desde la fecha mencionada, y por lo tanto la propuesta poblacional resulta más en una síntesis de diferentes circunstancias que en una descripción detallada de las orientaciones que surgen de los programas y acciones específicas282 (cfr. Weinstein, L., 2003a). Entre estos debemos mencionar la actividad del Centro

de Demostración de Medicina Integral de Quinta Normal (1958-1965), el Programa de Medicina Preventiva del

Hospital San Borja (1963-1965), Centro de Antropología Médico Social (1968-1973), y el Programa de

Desarrollo Socio-Cultural (1970-1973)283. Al igual que en el programa intracomunitario la vinculación con la actividad académica y formativa de estos centros es crucial, tanto por la dependencia organizacional como por las intenciones y propuestas que emergen de los mismos. 281 Asún, Krause, Aceituno, Alfaro y Morales (en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994) reconocen a esta propuesta y la que mencionamos a continuación como modelos, en tanto articulan una propuesta teórica con una práctica acorde, en relación al contexto social de la época. No nos interesa ahondar mayormente en este punto, sino solamente aclarar que se pueden rastrear en este período las primeras formulaciones propias del campo psicológico comunitario en Chile, de acuerdo al modelo que hemos expuesto en apartados y capítulos anteriores. 282 Motivo por el cual podemos afirmar que, en tanto configura un modelo de trabajo en las palabras de Asún, Krause, Alfaro, Aceituno y Morales (en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994), da inicio a un marco conceptual durante la época. 283 Este último orientada a generar participación de la comunidad en los equipos y decisiones de salud, asunto al que ya nos hemos referido. Al mismo tiempo orienta su accionar a la prevención comunitaria en vinculación estrecha con la realidad universitaria mediante investigaciones en torno a la participación en salud (ver Weinstein, L., 1975; Molina, G., Morales, E. & Ossandón, J., 1978). En este sentido, implica una plataforma sobre la cual la Salud Mental Poblacional extiende su influencia y aumenta su cuerpo de argumentación teórica (Asún, D., Krause, M., Alfaro, J., Aceituno, R. & Morales, G., en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994) .

Page 184: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

184

Tres ejes permiten representar la pauta común de estos esfuerzos. En primer lugar Weinstein rescata (a) la noción de medicina integral. Para el autor ella supone una compleja articulación de aplicación de los conocimientos médicos (la acción propiamente tal) a partir de una concepción de salud en tanto este es reflejo y expresión del estado de bienestar social, político, cultural, grupal, psicológico y biológico de las personas. Esta reconceptualización implicaba enfrentarse a un nuevo campo de trabajo, en donde la salud resultaba ser producto de una mutidimensionalidad que difícilmente podía ser suplida ni teórica ni prácticamente por el médico especialista. De esta forma, la participación es un asunto fundamental en la capacidad de autodeterminarse dentro del contexto social, y por lo mismo, se la valora como una dimensión de la salud mental, misma que es inseparable de la salud en todos los aspectos ya mencionados284. Al respecto Hamel (1991) reconoce que “Weinstein intenta trabajar el concepto de salud y de llevarlo más allá de la esfera

individual, hacia los vínculos, los grupos, las sociedades, el trabajo, la relación con la naturaleza y destaca

como capacidades bio-psico-sociales que evidencian un alto desarrollo de salud: capacidad de organización y

autonomía, de autogestión, compatibilizando la organización, el buen trabajo y uso de los recursos, interés

por aprender, capacidad de crítica, autocrítica y comprensión, mantener entre sí relaciones de iguales dentro

de las normas responsables de producción, capacidad de mantener relaciones abiertas. Solidarias con otros

organismos comunitarios, tener capacidad de goce vital, alegría, honestidad”. Si bien esto pudiera parecer confuso –o difuso- Weinstein se sirve de sus trabajos anteriores en torno a la higiene mental (ver Weinstein, L., 1975) para redefinir la salud como una práctica, la aplicación en la acción de un saber social en un contexto también social e histórico285. Para Weinstein (1975) la higiene mental considera a todas aquellas actividades relacionadas con la recuperación de la salud mental, intentando revalorizar el ocio, la imaginación, la autovaloración, la identidad, la participación y la organización en diversas actividades como formas de conseguir salud mental. De esta forma, la política, el quehacer de las personas y la comunidad y la salud se entrelazan en un todo (Asún, D., Krause, M., Alfaro, J., Aceituno, R. & Morales, G., en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994).

284 En este sentido, y como referimos en el capítulo anterior en lo relativo a los conceptos aglutinantes de la psicología comunitaria, Weinstein (1975) se sirve de una crítica que intenta superar a la salud mental tradicional, para firmar que “la participación aparece como un elemento clave dentro de una concepción de la ética deseable para este período histórico y, también, como un rasgo de salud mental “positiva”. Es decir, de la salud mental tomada en un sentido médico integral, como rasgo indiscernible entre lo físico y lo psíquico, la salud de la persona y su aporte a la salud de los demás, la salud actual y la futura, carácter político y elemento muy personal”. 285 Afirma con certeza que “el concepto de salud es siempre relativo” (Weinstein, L., 1975). Con ello hecha por tierra las concepciones normalizadoras, las tradiciones mecanicistas, las autoridades autoritarias en temas de salud, y la reducción de la salud a la mera ausencia de enfermedad en los individuos. Así, por ejemplo, afirma “de la modificación de las pautas culturales desfavorables depende el desarrollo de la capacidad física, afectiva, imaginativa, volitiva, intelectual, de acción”. De esta forma, puede afirmarse que la salud es parte activa del “todo social” (Asún, D., Krause, M., Alfaro, J., aceituno, R. & Morales, G., en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994)

Page 185: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

185

Por último, esta noción integral hace referencia a la visión integrativa de elementos que en su esencia parecen contraponerse. Se unen y reconceptualizan las nociones de enfermedad física y mental, al tiempo que la distancia entre prevención y curación son parte integral de las tareas de educación, tratamiento y rehabilitación, y se plantea un trabajo que reconozca siempre el contexto familiar –al menos, para superar las distinticiones entre individuo y sociedad (en tanto representan niveles incompatibles de lo que en realidad es un mismo contexto histórico social) (Weinstein, L., 1975). De esta forma, Weinstein intenta redefinir la salud en tanto la supone como una entidad compleja, y por lo mismo las diferencias tajantes entre salud mental y salud en general se hacen contraproducentes dentro de la propuesta general. En segundo lugar (b), y como se sigue de lo anterior, esta reconceptualización de la salud implica una reconceptualización de las profesiones y actitudes de aquellos vinculadas con el manejo y el control de la salud. En efecto, Weinstein (1975) intenta generar las condiciones para una ideología de trabajo en prevención social. Se trata, por tanto, de un cambio en la organización, pero también de la institucionalidad en salud, misma que requiere un cambio en las concepciones de los mismos trabajadores. Se trata por tanto, de un cambio que es teórico, organizacional, y a la vez técnico, en la medida que requiere nuevas destrezas profesionales para comunicarse, contactarse emocionalmente, y para desarrollar modelos comprensivos de la –novedosa- realidad a la que se enfrentan desde esta perspectiva286. En concreto Weinstein intenta producir una apertura social en la medicina, y por lo mismo, el relacionamiento y el compartir cotidiano con las personas y sus comunidades es parte de la labor en salud (Weinstein, L., 1975). De esta forma, “las

principales herramientas de activación de cambios fueron la investigación participativa, la investigación –

acción y las técnicas dialógicas [conversacionales]” (Asún, D., Krause, M., Alfaro, J., Aceituno, R. & Morales, G., en Wiesenfeld, E & Sánchez, E., 1994). En tercer lugar (c) y como se deriva de lo anterior, se plantea la necesidad de trabajar a nivel interdisciplinar, pues el desarrollo de conocimientos aplicables dentro de esta perspectiva solamente puede lograrse en la conjunción de diferentes miradas. Así, Weinstein forma parte de numerosos equipos de trabajo, en los que confluyen Antropólogos, Psicólogos, Sociólogos, Enfermeros, Técnicos de salud, etcétera. Sin embargo, este reconocimiento de conocimientos diversos implica también la valoración complementaria de otros referentes

286 En la síntesis sobre el desarrollo de la psicología comunitaria en Chile publicado por autores metropolitanos en Wiesenfeld y Sánchez (1994) se plantea que este enfoque permite “explorar y conocer desde otro ángulo y con nuevos métodos de observación y de análisis, la ocurrencia diferencial de las enfermedades en relación a los factores del medio social y cultural que, por lo general, escapan a la mirada de la psiquiatría tradicional” (ver Asún, D., Krause, M., Alfaro, J., Aceituno, R. & Morales, G., en Wiesenfeld, E & Sánchez, E., 1994).

Page 186: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

186

no necesariamente fundados en la racionalidad científica, valorando el quehacer popular, los aportes de las teorías filosóficas, al mismo tiempo que las dimensiones afectivas y personales de cada sujeto involucrado287. A partir de estos puntos constituyentes la original propuesta de salud mental poblacional se estructura en torno a la acción de trabajadores locales –comunitarios en el sentido de una población que reside y comparte. Estos últimos, al igual que en la propuesta intracomunitaria, pueden ser profesionales de la salud, miembros de la comunidad (líderes o voluntarios), o miembros de organizaciones formales con representación local (profesores, por ejemplo)288, pero a diferencia de éstas no existe una estructura de delegación. De esta forma, se trabaja a diferentes niveles (individual, familiar, grupal, comunitario) en relación a temas focales (focos de acción) relacionados a la salud mental, de acuerdo a las necesidades de la población, el equipo de trabajo y el proceso que entre ambos se va dando289. De esta forma “la salud mental poblacional apunta a la vida diaria examinada desde una propositividad de

salud mental, abarcando por tanto áreas tan disímiles como son, por ejemplo, las formas de regular el manejo

de una reunión de grupo, la atención hacia los deudos de una persona fallecida recientemente, la

socialización de los niños, las actitudes ante los delincuentes, los problemas relacionados al alcoholismo y el

tratamiento social del enfermo mental” (Weinstein, L., 1975). De esta forma, sintetizando, al trabajador de salud mental le corresponde ser un investigador capaz de desarrollar modelos comprensivos de los fenómenos que observa –en los cuales ocurre, por ejemplo, el proceso de enfermedad-, al tiempo que recoge formas de proceder comunitarias en torno a esos mismos temas; el de ser un líder democrático, capaz de dar cabida a los diferentes intereses y expresiones dentro del trabajo desarrollado con la comunidad; un educador en tanto debe entregar conocimientos formativos en lo relativo a la transformación cultural que define la propuesta; un líder facilitador en la búsqueda creativa de soluciones y en torno a la unificación de las diferentes actividades, intentando reunir esfuerzos en metas comunes que “irradien” otras potenciando la

287 La síntesis que el autor hace de la propuesta está marcada por este tipo de distinciones. Así, por ejemplo, categoriza el desarrollo de una perspectiva antropológica social –o cultural- dentro del equipo de Marconi (Weinstein, L., 2003a), misma que valora, pero que reconoce prefiere complementar con la antropología filosófica, es decir, por el conjunto de reflexiones sobre el hombre y “lo humano en conjunto, desde Sócrates hasta Heidegger y Sartre” (Weinstein, L., 1975). Este tipo de elementos, sin lugar a dudas, le agregan un componente de flexibilidad que si bien criticado –por el mismo Marconi inclusive en palabras de Weinstein (2003)-, resulta fundamental para considerar y llevar a cabo la propuesta. Así mismo, esta flexibilidad sienta -y forma parte de- un precedente en trabajo comunitario (Alfaro, J., en Olave, R. & Zambrano, L., 1993), como esperamos quede claro en los siguientes apartados. 288 Al decir de Weinstein (1975) se trata de técnicos en salud mental que no han sido reconocidos (legitimados) como tales por el aparato de salud. 289 En este sentido la flexibilidad de la propuesta responde a las condiciones en las que se trabaje (Weinstein, L., 1975).

Page 187: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

187

sinérgia; y un evaluador crítico del desempeño de su accionar, de las estructuras involucradas y de las potenciales resistencias sociales que se presentaran290. Para llevar a cabo estas acciones Weinstein menciona diversas formas de proceder que se complementan a las reuniones grupales y talleres y a las actividades asistenciales –propias de los servicios de salud tradicionales en lo relativo al manejo de enfermedades mentales. Entre éstas destacan; “métodos de

interacción grupal” tales como el juego o las actividades narrativas, en la medida que favorecen la creatividad social, y la comunicación; la observación de “momentos creativos” en los cuales se expresa ternura, solidaridad, alegría, humor, apoyo, desahogo; la utilización de “formas avanzadas de relaciones humanas” desde los vínculos de pareja, hasta las diversas formas que toma la organización social popular en términos de cooperación, solidaridad e identidad social; “expresiones culturales con posible derivación terapéutica” (peñas folklóricas, recitales de poesía, talleres de expresión, etcétera)291; o “formas organizativas totales de

avanzada”, tales como campamentos que generan una alta capacidad de cooperación colectiva al enfrentar problemas comunes de alimentación e higiene, educación, salud o seguridad (Weinstein, L., 1975). En concreto, la aplicación comunitaria del programa abordó temas relativos a la sexualidad (respecto de la vivencia social, la homosexualidad, y en torno a la educación sexual), temas de género (machismo), temas de pareja, uso de alcohol y drogas en miembros de la comunidad, y los problemas relativos al desarrollo humano y sus crisis (por ejemplo en torno a la adolescencia) (Weinstein, L., 2003a). Evidentemente, la complejidad teórica del programa y la radicalidad de algunas propuestas la mantuvieron siempre en los marcos de la “alternatividad”, y en definitiva el cierre abrupto en 1973 eliminó la posibilidad de continuar el desarrollo de las acciones (Weinstein, L., 2003a)292. Las ideas, sin embargo –y justamente por ese exilio de la oficialidad- encontrarían oídos en diferentes áreas del quehacer intelectual, comunitario y político.

290 Para una ampliación y una discusión de estas características es recomendable revisar directamente al autor (Weinstein, L., 1975) 291 Un excelente ejemplo de este tipo de actividades está relatado por Moffat (1997) a partir del desarrollo teórico en grupos iniciado por Enrique Pichón Riviere. 292 En efecto parte importante del programa provenía de financiamiento internacional de organismos interesados en el desarrollo de estas propuestas en América Latina. Sin embargo el día 11 de Septiembre de 1973 esos fondos llegaban a su fin, y comenzaba a regir un decreto de ley que les permitía optar a financiamiento nacional. Ese día, por cierto, el centro de antropología médico social fue allanado, y el equipo de trabajo exonerado de la Universidad (Weinstein, L., 2003b). Queda aquí reflejado el abruto corte en el proceso de estructuración y puesta en práctica de la propuesta tal cual ha sido definida.

Page 188: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

188

Podemos entonces afirmar con certeza que ambas propuestas –la intracomunitaria y la poblacional- inauguran el campo de la psicología comunitaria en Chile así como lo hemos entendido. En ellas la psicología –y en concreto los psicólogos y psicólogas- se integra para transformar y complementar las perspectivas tradicionales, pero al mismo tiempo resulta también transformada por esos nuevos ejercicios, al abrírsele nuevos campos y temáticas de investigación y trabajo, bajo las particulares producciones de cada propuesta. Para cerrar podemos afirmar que estas propuestas parten desde una base crítica de la estructura operativa vinculada a la salud mental al reconocer su deficiencia en términos cuantitativos –capacidad y eficiencia- pero por sobre todo cualitativos, al integrar una dimensión social y cultural a la práctica médica. Ello implica una importante diferencia con respecto a otras corrientes en los que estos elementos no resultan significativos en un primer momento293. Se facilita la integración de las ciencias sociales al campo médico, a la vez que se pone acento en las prácticas dentro de contextos locales en los que la participación –e incorporación- de la comunidad resulta crucial. Participación que por cierto es tanto expresión de fortalecimiento comunitario, como de democracia social y de descentralización administrativa.

c) Conclusiones y elementos significativos en la lectura histórica

Como esperamos haber demostrado, es durante este período que se materializa el campo de la psicología comunitaria en Chile. Concordamos, entonces, con la tesis de Aceituno en torno a que “la psicología

comunitaria en Chile aparece ligada a un proyecto político”, o más bien a un conjunto de proyectos políticos con similares orientaciones (en Olave, R. & Zambrano, L., 1996). En este sentido nos remitiremos a analizar tres fenómenos interesantes; la influencia del contexto social en el surgimiento de la psicología comunitaria, las producciones concretas que hemos mencionado dentro de la región metropolitana y, por último, la situación general de la psicología social en relación a los temas abordados de acuerdo a lo que puede derivarse de la exposición. Así como mencionamos en el apartado dedicado a los elementos previos al período que ahora reseñamos, se confabulan muchos elementos de diversa índole para que la psicología comunitaria germine y encuentre su primer rumbo. Entre ellos destaca la capacidad de organización en la esfera pública de los sectores de trabajo, fundamentalmente zonas populares, en los cuales el elemento político y el sentimiento de identidad –en términos de pertenencia a un grupo con objetivos medianamente compartidos. Se trata por cierto de un fenómeno interesante, propio de un período en el que la movilización y organización política invadió tanto los

293 Véase al respecto Asún, Krause, Alfaro, Aceituno y Morales (en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994), y el apartado dedicado a Estados Unidos en el capítulo anterior.

Page 189: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

189

espacios públicos como privados, asunto que aún hoy se puede constatar en las memorias de quienes lo vivieron. Una segunda cara de este proceso está dada en el plano de las decisiones gubernamentales respecto de la planificación social. Desde ellas se abre la posibilidad de desarrollar perspectivas alternativas, mismas que fueron influenciadas por los principios orientadores de la época, como consta en nuestra discusión respecto del participacionismo. Sería imposible concebir a la psicología comunitaria, en tanto producto histórico, sin relevar la importancia del proceso político y social vivido. Con esto no queremos decir que la psicología comunitaria sea la expresión del momento, al contrario, lo que intentamos exponer es que su carácter estuvo –y estará siempre- determinado por la situación. Su proceso es inseparable del contexto, especialmente respecto de la orientación ética que impregna las acciones, como queda claro en la reconceptualización que se hace de la involucración de las ciencias en la realidad nacional294. Es así como las diversas circunstancias permiten que las ciencias sociales –entre ellas la psicología- sienten las bases para los desarrollos de programas críticos dentro del campo de la salud. Bajo este supuesto, es el llamado social e institucional por una planificación y una práctica más adecuada en salud lo que da origen directo de los planteamientos comunitarios. Hasta este punto la situación es similar a la norteamericana, sin embargo hasta 1973 no hemos descubierto ninguna caracterización de las prácticas aquí mencionadas como psicología comunitaria propiamente tal. Y ello se debe, simplemente, a que esa denominación aparece mucho tiempo después295. En Chile no existen las condiciones –ni ellas resultan ser necesarias- para el proceso de formalización disciplinar allá ocurrido. En este sentido es posible afirmar que el campo de la psicología comunitaria comienza sin psicología comunitaria, en tanto ésta representa una diferenciación concreta de otras prácticas propias de la psicología296.

294 Es de perogrullo afirmar que la intervención social y las ciencias sociales poseen un componente político esencial. Lo que destaca de este período es el énfasis en desarrollar prácticas científicas acotadas a la realidad nacional, lo que supone la necesidad de contar con compromiso político de parte de los involucrados en estos temas. 295 En efecto, las referencias eran por sobre todo a formas teórico prácticas que hacían parte del debate candente durante el período, especialmente respecto de la psiquiatría preventiva y la psiquiatría social. Es recién a mediados de la década de los ochentas que estas producciones comienzan a figurar en las revisiones históricas en psicología comunitaria, pues es allí en donde el término cobra fuerza (ver Morales, G., 1992; Torres, R., 2001; Alfaro, J., 2000). 296 Diferenciación que, por cierto, es el eje de la identidad comunitaria de la psicología de comunidad según como se sigue de la exposición del primer capítulo, misma que se complementa en el plano práctico con la estructuración de metodologías y técnicas de trabajo. Como dijimos al inicio de la revisión del período no es posible encontrar en Chile circunstancias concretas de formalización disciplinar así como se ha establecido con bastante claridad en Estados Unidos, o con mediana claridad respecto de la psicología social comunitaria en Latinoamérica. Luego, en efecto, nuestro caso de estudio está determinada por esta característica, permitiendo una concepción más amplia de nuestro tema de estudio. Es además, perfectamente plausible suponer que para que exista un campo dinámico de debates y

Page 190: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

190

Todo esto ocurre bajo determinantes que resultan claves. Destaca en primer lugar el que la salud fuera el campo más fértil (y permeable a otros saberes). Allí se expresa claramente la necesidad de contar con miradas disciplinares múltiples en la formulación de modelos teóricos explicativos, a la vez que interventivos, desarrollándose así nuevas técnicas y perspectivas aplicadas –en terreno. Sin embargo, a la base de ello se encuentra la confabulación de bases medianamente sólidas que a modo de plataformas proveyeron la estabilidad necesaria para las propuestas revisadas297. Es así como Universidad, Servicios de Salud, y Comunidad resultan los principales ingredientes sobre los cuales se vierte el espíritu de crítica y transformación que ambas propuestas expresan en sus particulares maneras298, asunto que termina plasmando en la generación de nuevas metodologías de trabajo adecuadas a las propuestas –es decir, en la base operativa de la psicología comunitaria. Los psicólogos se involucran en estos trabajos para transformar las estructuras de los servicios y las concepciones en ellos imperantes, pero al hacerlo resultan también transformados. De esta forma, si bien la psicología comunitaria –así como la hemos entendido- surge dentro de los límites del Estado no lo hace para continuar las líneas tradicionales. En este sentido las propuestas revisadas reconocen implícitamente en su argumentación la categoría de “población” como denominadora del conjunto de sujetos “de la comunidad” con la que se espera trabajar en tanto ésta proviene de las concepciones propias de los servicios de salud -y que responden al carácter universalista de las políticas sociales implementadas durante el período299-, y no se hace parte de otras categorías como lo son “clase obrera”, “campesinado” 300, o alguna otra concepción focalizada y delimitada dentro de una población definida. Y en ello cobra sentido la tesis de Alfaro (1997) respecto de que los desarrollos chilenos en psicología comunitaria han estado ligados a las propuestas y acciones del Estado. Al respecto afirma “los desarrollos de la psicología comunitaria en Chile ocurren condicionados desde la

institucionalidad que configuran las políticas sociales, observándose un vínculo directo entre las estrategias

de estas políticas (producidas desde la matriz de los modelos de desarrollo social vigentes en cada

período301) y específicamente la magnitud que adquiere, los objetivos que se plantea, la particularidad del

producciones -como la psicología comunitaria, así entendida- se requieren propuestas que interactúen en algún nivel, sin embargo la denominación propiamente tal resulta accesoria. 297 Sólo allí cobran sentido las figuras de Marconi y de Weinstein, en tanto movilizadores, condensadores teóricos y líderes programáticos. 298 Desde la mirada sanitarista de Marconi hasta la integral de Weinstein (Asún, D., Krause, M., Alfaro, J., Aceituno, R. & Morales, G., en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994) . 299 La denominación aquí referida corresponde al análisis de Schkolnik y Bonnefoy (1994) y se contrapone a las políticas focalistas (focalizadas) en términos de la representación del sujeto y sentido (o definición del universo de posibilidades) que impera en la configuración de las políticas sociales (Arellano, J., 1985). 300 Nos consta, sin embargo, que ellas efectivamente se incorporan a otros programas que son influenciados por los aquí descritos. Al respecto puede revisarse a Barudy (1971). 301 Mismos que aquí hemos referido en términos de los diagnóstico sociales que se privilegian durante el período.

Page 191: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

191

objeto en que se interviene, y la estrategia que utilizan los programas interventivos” (Alfaro, J., 1997). De esta forma, la relación entre plataformas, contexto social y principales desarrollos en psicología comunitaria se vuelve estrecha hasta determinar sus condiciones de posibilidad. A partir de esta concepción, puede eliminarse el supuesto de que la psicología comunitaria resulta de un proceso de evolución científica disciplinar o técnica302, estableciéndose un vínculo más evidente entre las demandas sociales y la forma de respuesta definida por parte del Estado (Alfaro, J., 1997). Sólo desde esta perspectiva puede entenderse el hecho de que la concepción comunitaria (la perspectiva o enfoque de comunidad resultante de los elementos culturalistas incorporados) surja con la suficiente fuerza dentro del ámbito salud. Y sin embargo, el cambio interno ocurre en este nuevo contacto –en el desarrollo de perspectivas para este nuevo campo de problemas que se denominó salud-; ello consta por ejemplo en la generación de metodologías dialógicas –conversacionales- que permitieran una cercamiento más directo tanto entre las personas como entre los respectivos saberes y conocimientos en torno a los temas de trabajo. Es así como el enfoque de comunidad cobra presencia metodológica, sentando un importante precedente epistemológico respecto de los futuros desarrollos cualitativos303. Ahora bien, debe reconocerse también que estos primeros momentos no son absolutamente reductibles a las demandas de salud. Marconi aclara que se encuentra en la búsqueda de un “desarrollo humano general” (Alfaro, J., 1997), asunto que queda de manifiesto explícitamente en la propuesta poblacional304. Sin embargo, existe otro conjunto importante de temáticas vinculadas con el desarrollo social –el otro gran referente del campo comunitario- que también ejerce un impacto dentro de la psicología social, y por lo mismo sientan un importante precedente. Nos referimos al trabajo de reconceptualización crítica que revisamos en torno al trabajo social –no necesariamente como profesión, sino como acción en diversos ámbitos, tales como la educación, la organización social, y otras formas de terapia social305. Desde esta perspectiva debe validarse el comentario de Lira (1994) respecto del proceso en que se ven envueltas las ciencias sociales, y particularmente para nuestro interés la psicología social, durante el período; “En Chile, la dictadura erosionó el

desarrollo de una psicología social afincada en los problemas emergentes en el país, y en la capacidad de

302 La práctica comunitaria en psicología, según como se ha dicho innumerables veces, no surge de manera autónoma, si o que lo hace en la medida que –primero- la psicología social y –segundo- la psicología clínica (el saber asociado a la psicopatológía) logran abrirse un espacio dentro de campos que se estaban reformulando. 303 Asunto que se hace aún mas evidente si se considera la integración transdisciplinar detrás de esas producciones, especialmente en el caso del trabajo social y la antropología de campo (Hamel, P., 1991) 304 Puede revisarse aquí también la concepción de Weinstein respecto de la integralidad –desarrollo integral- en salud mental, en el primer capítulo. 305 Las anteriormente citadas revistas de trabajo social son un excelente referente de estos trabajos.

Page 192: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

192

desarrollar enfoques teóricos apropiados a la realidad nacional”306. Puede esbozarse desde allí la posibilidad de una identidad naciente dentro de la psicología social nacional, es decir, se estaba en los albores de una psicología social en el sentido latinoamericanista307. Sin embargo, en términos comparativos, la psicología –social- nacional recién estaba comenzando a formar parte de los programas de desarrollo, a medida que su conocimiento aplicado y su validación entre los grupos dirigentes permitían el estudio de fenómenos relacionados a las dinámicas intergrupales, la organización social, los fenómenos de la interacción social (como el caso de las prácticas médicas sobre los pacientes), etcétera (Zúñiga, R, en Martín.-Baró, I., 1976). Para finalizar vale la pena comentar algunos de los avances que pueden destacarse en términos del impacto histórico. En primer lugar, debe reconocerse que las propuestas en cuestión lograron aportes complementarios pero diferentes. Mientras puede seguirse una línea relativamente continua del trabajo intracomunitario, en términos de propuestas de salud (si bien no con el mismo ímpetu, ni una posibilidad real de trabajo comunitario voluntario mayoritario en la medida que el contexto social y político cambió) y de ampliación del saber médico respecto de elementos culturales (la apertura sociocultural que mencionábamos), el cuerpo central de la propuesta poblacional (lo integral como centro de la salud) plasmó en diversas prácticas que fertilizaron áreas tan disímiles como la educación social, la ecología, la política y la filosofía del desarrollo humano308. En segundo lugar debe reconocerse el perfilamiento y la importancia histórica que los debates respecto de la marginalidad, la pobreza, la integración social y los sectores populares tuvieron. Podemos afirmar que ellos llegaron para quedarse al denominar y definir un grupo problema social que sigue estando presente. Debe 306 Se trata, por cierto de un camino que recién se iniciaba y que, como acota Zúñiga (en Marín-Baró, 1976) no estaba exento de múltiples problemas producto de las presiones del contexto y de las condición de desarrollo reciente de las ciencias sociales en la región. Es justamente la existencia de estas problemáticas así como las describe Zúñiga, las que nos hacen reafirmar el comentario de Lira, quien por ese entonces estaba vinculada a la formación de dirigentes campesinos (Ver Lira, E., 1994). 307 La recopilación de documentos históricos en torno al desarrollo de la psicología social latinoamericana realizado por Darío Páez en la revista Anthropos Número 156, destaca la consolidación de las bases para lo que posteriormente sería la psicología social latinoamericana a través de encuentros, procesos de organización y también accidentes azarosos. Al respecto el comentario de José Miguel Salazar es de una importancia sustantiva pues permite dimensionar las posibilidades históricas que se abrían desde distintas regiones; “La reunión de Chile fue en 1970, en Valparaíso o Viña del Mar, auspiciada por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Ellos organizaron un grupo, el comité latinoamericano para la psicología social, que por cierto el nombre era cómico, era COLAPSO, y el fin de esa organización fue justamente ese. Pero de allí quedó una atmósfera para organizar la psicología social” (Salazar, J., 1994). Las actividades desarrolladas en esta línea darían origen años mas tarde a la Asociación Latinoamericana de Psicología Social, ALAPSO (Descouvieres, C., en Escorza, E. & Pozo, A., 1987) 308 En este sentido puede afirmarse que el desarrollo del ideario poblacional multiplicó y diversificó sus plataformas de desarrollo, al mismo tiempo que Weinstein continuó –y continúa- trabajando en su propuesta (ver Weinstein, L., en Lolas F., Florenzano, R., Gyarmati, G & Trejo, C., 1992; Osorio, J. & Weinstein, L., 1988 y 1993).

Page 193: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

193

recordarse que, continuando con lo expresado en los apartados anteriores, es en concreto aquí en donde Estado y ciencias sociales reúnen fuerzas en términos de planificación social (Maira, L., 1998; Rogazzy, M., 2000). En este sentido, las futuras apuestas en torno a éstas temáticas son herederas de los desarrollos, estudios, categorías, y propuestas implementadas durante el período (cfr. Dávila, O., 1998b). En tercer lugar, y como elemento de sobremanera importante en la medida que permite entender los desarrollos posteriores a este período, pareciera que la psicología –y los profesionales psicólogos- se hizo más sensible –en términos de producción teórica- a la situación social de las personas, es decir a su contexto de vida (cfr. Zúñiga, R, en Martín-Baró, I., 1976). Ello permitió la integración de múltiples conceptos psicosociales a las diversas iniciativas de desarrollo social que surgieron en los siguientes períodos tanto como respuesta a las acciones del Estado represor, como dentro de los lineamientos de los gobiernos concertacionistas (Alfaro, J., 1997; Asún, D., Krause, M., Alfaro, J., Aceituno, R. & Morales, G., en Wiesenfeld, E.& Sánchez, E., 1994).

2.3.3 Etapa 1974-1989: Quiebre y reconstrucción En todo sentido el golpe militar ocurrido en Septiembre de 1973 es un golpe también para los desarrollos en psicología comunitaria. Se produce un quiebre tanto en el proceso histórico que le daba fuerza, como en la organización y estabilidad de las plataformas de trabajo desde las cuales las propuestas comunitarias cobraban sentido y validez. En este sentido este extenso período dominado por la imposición de un régimen dictatorial representa, por así decirlo, una refundación de la psicología comunitaria en tanto el contexto cambia, y al mismo tiempo un replanteamiento de las líneas de trabajo iniciadas en el período anterior. Se produce indudablemente un quiebre de proporciones, pero al mismo tiempo se distingue la continuidad y la reformulación. Sin embargo, un período tan extenso –17 años - y al mismo tiempo tan complejo debe ser entendido al menos en torno a dos momentos (Salazar, G. & Pinto, J., 1999a), en tanto la posibilidad y sentido de las producciones en psicología comunitaria (y sus referentes del período) parecieran segmentar la unidad. El primero de dichos momentos se caracteriza por la instalación del régimen neoliberal, y el segundo –en continuidad pero dando paso a una nueva configuración de elementos- por el proceso posterior donde inicia la propuesta –o el conjunto de propuestas- que logran el triunfo en el plebiscito de 1988, y marcan el fin de la dictadura en estricto sentido. Ello, por cierto, no permite afirmar -como se verá- que se trata de dos etapas distinguibles entre sí. Por el contrario, se trata de la evolución interna de la psicología comunitaria –y su contexto histórico- en tanto los mismos referentes; represión, violencia, autoritarismo, pauperización de la vida

Page 194: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

194

social, modificación del contexto histórico social, disminución de la capacidad asociativa (o comunitaria) y reformulación de las utopías del pasado.

a) Contexto político e histórico

El período comienza con el quiebre histórico que representa el golpe militar ocurrido en Chile el día 11 de Septiembre de 1973. Ese día asume el control de la nación la junta militar integrada por los altos mandos del ejercito de Chile. El propósito esbozado en ese entonces fue el de “restaurar la chilenidad, la justicia y la

institucionalidad quebrantada”, interviniendo el curso de lo que sería la destrucción nacional “a manos del

marxismo leninismo”, la violencia popular y el caos económico representados por la Unidad Popular (Gazmuri, C., 2001a). Detrás de este alzamiento estarán tanto militares como civiles, quien con apoyo del gobierno norteamericano, decidirán el destino de las vidas de los Chilenos en un rumbo diferente-opuesto inclusive- al que se venía desarrollando (Hobsbawm, E., 1998, Gilbert, J., 1997). Debido a lo extenso y complejo del período nos concentraremos en cinco puntos centrales, desde los cuales esperamos dar un panorama general del proceso ocurrido. En primer lugar nos referiremos a los efectos de la represión política y el impacto que ello tuvo en la vida pública. En segundo lugar, describiremos brevemente las nuevas orientaciones económico sociales que el autoritarismo impuso, su proceso de instalación y los efectos que de ella se siguen. En tercer lugar nos referiremos a la resistencia y a la organización de propuestas alternativas. En cuarto lugar reseñaremos brevemente el proceso por el cual se reorganiza la izquierda en pos de la formalización de una propuesta política viable en torno al plebiscito que da origen al retorno democrático. Por último, reseñaremos brevemente la transformación del rol del Estado a propósito de las nuevas directrices sociales y económicas que se impusieron 309. Parte importante de la puesta en práctica de la “restitución democrática” fue la violación sistemática de los derechos humanos de miles de chilenos que fueron ejecutados, desaparecidos, exiliados, torturados y asediados por organismos del Estado desde los primeros días. Así mismo, sus trabajos fueron intervenidos y la vida política pública fue exterminada mediante la toma de control de diversos medios de comunicación. En la práctica, estas medidas impusieron el cierre y la desmantelación de las propuestas que estaba llevando a cabo la Unidad Popular mediante el cierre o intervención de las plataformas sobre las cuales se sostenían, y más en concreto, la eliminación física de muchos de sus ideólogos, el paso a la clandestinidad de otros o el exilio (Maira, L., 1998). Baste recordar las palabras del ministro de salud impuesto a finales de septiembre de 1973;

309 Nos disculpamos frente al lector si la estructura aquí propuesta genera confusiones posteriores, sin embargo creemos que es la que permite una mejor compresión de los acontecimientos y procesos centrales del período.

Page 195: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

195

“El criterio de la Junta es que no haya persecución de ideas, sino tan sólo de delitos. Los cargos deben estar en manos de personas de alta calidad técnica, confiables y, en lo posible, políticamente independientes. En este sentido, se debe abordar el problema específico de profesionales de alta calidad técnica, pero cuyo esquema ideológico es irrecuperable, siendo la solución mas adecuada exportarlos a un país cuyo modo de vida se compadezca con su ideología, y al cual podrían prestar valiosos servicios. [...] En lo que refiere al resto de los funcionarios, estamos enfrentados en el momento a la imperiosa necesidad de olvidarnos de la política, limar las asperezas, porque es lo único que nos permitirá avanzar en la plena conciencia de que lo que estamos haciendo no es en beneficio propio, sino del futuro de la patria y de las generaciones venideras” (Spoerer, S., 1973)

Con estas contradictorias palabras, que aquí reseñamos en torno al tema de salud, el nuevo régimen establecía lo que serían los parámetros esperados para participar de la nueva propuesta, ordenando que era necesario prescindir de las ideas que estaban presentes en las propuestas y en los profesionales que se habían desempeñado hasta el momento en los organismos del Estado310. Es decir, el proceso propuesto por la Unidad Popular literalmente se desvanece ante el nuevo escenario en el que se comienza a perfilar. Sin embargo, a medida que avanzaron los meses quedó claro que no bastaría con reimponer el orden. Un importante grupo de civiles que había promovido la acción militar –y que era reconocido opositor de las políticas de la Unidad Popular- se abrió paso para refundar la sociedad chilena a fin de evitar cualquier posibilidad de retorno a la situación anterior, instalando lo que sería uno de los pilares del proceso de transición, la democracia tutelada o protegida311 (Gilbert, J., 1997; Maira, L., 1998; Gazmuri, C., 2001; Valdivia, V., 2003). Así, en alianza, la política de la Junta se vería reforzada por la adscripción al modelo neoliberal representada por una derecha renovada y fortalecida en su capacidad de toma de decisiones por la fuerza autoritaria312,

310 La Doctrina de Seguridad Nacional desarrollada primero en los Estados Unidos en torno a la guerra fría y luego impuesta en Latinoamérica reconocía en primer lugar como peligrosos al marxismo y al comunismo en tanto sistemas de ideas, y a todo aquél que los promulgara (Valdivia, V., 2003). Este será el eje de la represión organizada –en torno a la llamada guerra interna- que progresivamente será adoptada por diversos actores sociales en los años venideros (cfr. Maira, L., 1998; Gazmuri, C., 2001a; Vitale, L., 2001). Esta postura, por lo demás, considera la supresión de los regímenes democráticos por considerar que éstos facilitaban un caldo de cultivo favorable para la expansión y triunfo del comunismo (y en general ideologías con correlato partidista), y por lo mismo, sienta las bases para los futuros acuerdos dentro de las cúpulas directivas en torno a la necesidad de una democracia tutelada (Maira, L., 1998; Valdivia, V., 2003). 311 En acuerdo con la Doctrina de Seguridad Nacional que se impuso, el diagnóstico realizado hacia 1974 y los años posteriores -y por ello la fecha de inicio del período- en torno a la necesidad de producir una transformación en la sociedad Chilena fue el que permitió el “viraje del gobierno militar que pasó de ser una instancia transitoria a una de carácter fundacional en torno a la figura de Augusto Pinochet” (Gazmuri, C., 2001). 312 Nos referimos en específico al grupo de jóvenes economistas de la Pontificia Universidad Católica que siguieron estudios en Chicago desde mediados de la década del cincuenta, bajo los parámetros de Milton Friedman y Arnold Harberger, y al movimiento gremialista organizado por Jaime Guzmán (Véase al respecto Salazar, G., 1999; Gazmuri, C., 2001b) .

Page 196: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

196

quienes asumen progresivamente la dirección de los temas de política económica y social, permitiendo la instalación del proceso de transformación del país sin grandes problemas en los diez años siguientes (Gazmuri, C., 2001a). De esta forma, si separamos los planos desde los cuales ese proceso se desarrolla podemos establecer, junto a Gazmuri (2001a), que el resultado de los años de dictadura se debió a una combinación de “dura represión política, éxito económico [según los criterios de los cambios producidos], apoyo político de los sectores de derecha y la capacidad para mantener el control de las fuerzas armadas”. Es así como, hacia 1975, el equipo económico asesor del gobierno iniciaría una política de schock (Gazmuri, C., 2001a) que permitiera reformar la economía chilena, que se asumía agotada y en franco desastre313, evidenciando –y sosteniendo- una situación de crisis social (Atria, R., Bardón, A. Molina, S., Ortega, E. & Urzúa, R., 1973). El eje de esta reactivación fue puesto en la necesidad de privatizar, tanto desde la perspectiva que revelaba que la tendencia estatizante de los años anteriores era la causa estructural de la incapacidad para enfrentar el desarrollo que demandaba el país, como desde una perspectiva política, pues “reduciría la base de presiones sectoriales o populares por concesiones gubernamentales”, fortaleciendo las políticas militares y castigando a quien se les interpusiera en la apertura al libre mercado314 (Gazmuri, C., 2001a). En paralelo, los organismos del Estado eliminaban físicamente a potenciales sectores críticos –o mediante reclusión en los centros de detención-, los medios de información estaban coartados por la censura, las libertades inviduales estaban limitadas, el estado de sitio y la amenaza ante la organización de reuniones impedía la vida pública, la abolición formal de los partidos políticos –y la eliminación de los registros electorales-, y la paranoia cundía entre la población que prefería omitir referencias a temas políticos mas allá de los espacios mas íntimos por temor a represalias (Gazmuri, C., 2001a; Baño, R., 1992; Maira, L., 1998; Garretón, M., en Martín-Baró, I., 1990a; ). En este escenario la capacidad operativa que antes había estado negada al sector liberal frente a los dos tercios que alternaban gobiernos en el período anterior fue utilizada con holgura para producir cambios sustantivos en la economía, mismos que entonces impactaron en el modo de vida de los chilenos. La gran cantidad de reformas en la regulación y transformación de la economía introducidos desde mediados de la década del setenta no consisten, como se ha expuesto en variadas oportunidades, en un todo único y lineal distinguiéndose además las reformas de carácter social de aquellas propiamente económicas (Ffrench-David, R. & Stalling, B., 2001). Si bien el eje común está dado por la imposición de un régimen neoliberal

313 En concreto se responsabilizaba a la administración económica de Allende por su incapacidad para mantener control macroeconómico, como expusimos en el apartado anterior (ver Ffrench-Davis, R. & Stalling, B., 2001). A esta crítica se sumó la propuesta de introducir cambios sustantivos en la economía, el rol del Estado y del mercado. 314 Debilitando al sector sindical, dejando en manos de las dinámicas del mercado la regulación salarial, eliminando la necesidad del Estado en participar de sectores no competitivos de la economía y proporcionando los medios para crecer (Gazmuri, C., 2001a).

Page 197: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

197

mediante el respaldo autoritario, pueden distinguirse al menos tres etapas, mismas que mantienen una cercana relación con los sucesos sociales –de la esfera social-, permitiendo una compresión de la evolución interna de los elementos característicos del período (Guillaudat, P. & Mouterde, P., 1998). La primera (a) se inicia con las primeras vinculaciones operativas entre oficiales del ejército y los civiles de oposición, manteniéndose hasta 1981, y cuya principal característica fue “la aplicación rígida e ideológica de

un conjunto de reformas estructurales y políticas macroeconómicas que derivaron en un desempeño

altamente volátil, culminando en una grave crisis cambiaria y bancaria”, en medio del inicio de las protestas sociales (Ffrench-David, R. & Stalling, B., 2001). En este sentido, siguiendo la exposición de Stallings (en Ffrench-David, R. & Stalling, B., 2001) este período está dominado por reformas de tipo económico; la liberación del comercio con otras naciones y la eliminación de las protecciones arancelarias; la liberalización financiera interna a lo que se sumó la eliminación de restricciones a préstamos externos y financieras internas al tiempo que se relajó la regulación y la supervisión. Junto con lo anterior -y de manera gradual- se generó la apertura de la cuenta de capitales permitiendo la movilización de capital dentro y fuera del país (al tiempo que organismos bancarios extranjeros ingresaron al territorio nacional); la reducción del aparato productivo en manos del gobierno, acelerando la conformación de conglomerados en los que la propiedad estuviera concentrada, para lo cual se dispuso primero la devolución de predios y empresas (transferidas legalmente o intervenidas) al control de sus antiguos propietarios, y luego la privatización masiva de empresas de los sectores industrial, financiero y comercial. En paralelo se reprimió la acción sindical y se eliminó la capacidad de negociación colectiva, evitando potenciales complicaciones desde estos sectores. Se esperaba, entonces “restaurar el sistema económico” (Guillaudat, P. & Mouterde, P., 1998) y producir un control macroeconómico, una regularización de la relación entre oferta y demanda interna, fomentando la libre competencia y revertiendo los procesos de estatización que se habían sostenido durante el período anterior315 (cfr. Espinoza, V., 1998). Destaca asimismo, el proceso modernización de los diversos sectores de la producción que impulsaron la adopción de nuevas tecnologías (Espinoza, V., 1998, Gilbert, J., 1997), sin que por ello dejara de primar la concentración productiva en el sector primario (ver Salazar, G., 1976)316. En términos de reformas sociales se desreglan los mercados

315 Imponiendo lo que Salazar y Pinto (1999) han denominado como “Proyecto de integración hacia afuera” 316 En efecto, con trabajos sujetos a regulaciones laborales mas precarias, apertura a los mercados internos y una política que no priorizará la industrialización, parte importante de los sectores productivos de la nación se asfixiaron (ver Vitale, L., 2001; Salazar, G., 1976; Salazar, G. & Pinto, J., 1999a). Lo anterior, sumado a la especulación financiera interna, permite entender el impacto de la recesión internacional de los años siguientes en nuestro sistema económico. Gilbert (1997) explica que dichas medidas fueron la base fundamental por la que se optó para producir la modernización productiva del país que se buscaba; la entrada de capitales extranjeros en los diferentes rubros de la economía, y por lo tanto las iniciativas aquí mencionadas se entienden a la luz de la necesidad de “crear condiciones básicas” para instalar un capitalismo nacional activo.

Page 198: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

198

laborales “reinstalando un sistema laboral de tipo peonal en el país” (Salazar, G., 1976). Además, se produce la entrada de privados en los temas de salud y previsión social; hacia finales de la etapa (1980-1981) se establece un nuevo sistema de pensiones basado en contribuciones individuales (en donde el “reparto” del financiamiento, daba paso a la “capitalización” de dichos fondos por particulares) junto a la involucración de privados en el financiamiento y provisión de servicios de salud, distinguiéndose claramente la oferta estatal de la privada317. En paralelo se municipalizan diversas actividades del Estado en un intento por descentralizar la prestación de servicios, a lo que se suma la creación de la educación privada318 (Ffrench-Davis, R. & Stallings, B., 2001). Esto último, por cierto, resulta fundamental para entender la sustentación del modelo liberal en su fase crítica al permitirle tanto al Estado como a los privados maniobrar durante la misma (Moulian, T., 1997; Ffrench-Davis, R. & Stallings, B., 2001) El efecto directo sobre los sectores pobres fue evidente; el schock que intentaba retomar el control de la economía produjo un aumento sustantivo de la cesantía y la miseria reduciendo especialmente la calidad de vida de los sectores populares obreros319 (Gilbert, J., 1997; Guillaudat, P. & Mouterde, P., 1998). En este escenario fue la organización política y social la mas dañada, dando paso a un período de atomización social que contrastaba con las experiencias anteriores (Baño, R., 1992; Garcés, M., 2002). Eliminados los canales de representación y de expresión, no quedaba otra para los sectores poblacionales que intentar sobrevivir y adaptarse a los nuevos cambios en medio de las crisis por cesantía y las dificultades económicas que hacen aumentar la pobreza (Baño, R., 1992; Espinoza, V., 1998). Sin embargo, frente a este nuevo escenario Funahashi (2003) plantea la posibilidad –la necesidad- de una nueva forma de expresión y organización vinculada a temas de coyuntura –derechos humanos-320 y a necesidades de subsistencia, que en un primer

317 Así, entonces, se establecieron otras formas de pensión de corte fiscal; para discapacitados, adultos mayores indigentes, y para complementos aquellos cuyas cuentas individuales no alcanzaban a la pensión legal mínima para subsistir. Queda sentando así el precedente característico del Estado y su Rol en el nuevo contexto; ya no se trataba de garantizar el acceso –por ejemplo- a salud, sino de permitir la libre elección de cada ciudadano al sistema que mejor estimase (es decir, el que pudiese pagar) como queda estipulado en la constitución que rige la nación desde 1980, separándose los dos sistemas de salud –el privado del público, las ISAPRES de la concentración de recursos estatales en FONASA- de forma tajante, lo que a la larga se tradujo en dos tipos de clientes (Baño, R.,1992; Titelman, D., en Ffrench-Davis, R. & Stallings, B., 2001). 318 Así, como aclara Baño (1992), “La reforma de salud generó el excelente negocio de la salud, la reforma de la educación generó el excelente negocio de la educación superior, y también la previsión hecha empresa” para aquellos que tuvieron los medios para acceder a ellas. 319 Las principales iniciativas del gobierno autoritario se concentraron en la creación del programa de empleo mínimo (PEM), en donde diversos trabajadores realizaban jornadas semanales de trabajo pagadas a un tercio del salario mínimo, lo que permitía disponer de mano de obra cautiva para lo que estipulara conveniente sin consolidarse una política de subsidio de cesantía propiamente tal (Guillaudat, P. & Mouterde, P., 1998) 320 Funahashi (2003) considera que el movimiento poblacional -en sentido amplio- puede ser considerado desde tres tipos de orientación central de las organizaciones; (a) El movimiento que ejerce presión política respecto de sus

Page 199: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

199

momento recibe el importante apoyo de las organizaciones de iglesia que se atrevieron a interponerse a las fuerzas represivas en la medida que su estatuto se los permitía (Gazmuri, C., 2001a; Guillaudat, P. & Mouterde, P., 1998; Funahashi, E., 2003). Asimismo, y de la mano del Cardenal Silva Henríquez, desde 1974 en adelante progresivamente diversos sectores de la misma se dedicaron a la protección de los perseguidos políticos, y a la denuncia de las violaciones a los derechos humanos321 (Guillaudat, P. & Mouterde, P., 1998). Serán estas iniciativas las que destacarán como oposición pública a las acciones de la dictadura durante los primeros años, permitiendo así un pequeño espacio de organización social, de activistas políticos y de profesionales de diversas áreas que se mantuvieron en el territorio nacional. Sin embargo, el gobierno de la dictadura logra conducir los cambios propuestos y el destino del país sin oposición sustantiva durante toda esta primera etapa. En este contexto se produce lo que se denomina “el derrumbe de la izquierda” –es decir, de la unidad de los sectores de la Unidad Popular (Guillaudat, P. & Mouterde, P., 1998; Baño, R., 1992)-, tanto respecto de la capacidad operativa de la misma322, como respecto de su unidad en torno a los motivos de la derrota y las medidas que debían tomarse para hacer frente a la nueva situación, asunto que no resultaba fácil considerando la situación de clandestinidad, presidio, o exilio de la gran mayoría de los dirigentes. Significativa es la escisión que se comienza a producir hacia mediados de la década del setenta dentro de la dirección del partido socialista. Los dirigentes en el exilio realizan una crítica revisionista a la ideología marxista, abandonando su enfoque totalizador de la realidad social, considerándola en adelante un “mecanismo de análisis” (Vasconi, T., 1991; Asún, R., 2001; Gazmuri, C., 2001a), dando paso al proceso denominado de renovación socialista323. Por el contrario, la dirigencia que se sostuvo dentro del país sostuvo

demandas, en el sentido que podría derivarse –no sin complicaciones (cfr. Salazar, G. 2003; Salazar, G. & Pinto, J., 1999a)- de las características de los períodos previos; ; (b) Los grupos culturales, orientados mayormente a la generación de identidad social mediante diversos mecanismos y; (c) La organización de autoayuda que intenta complementar las necesidades diarias de los hogares y sus miembros. Esta segmentación no menciona la capacidad de grupos poblacionales para generar sus propios medios de solución de problemáticas sociales mediante la auto organización –resaltando el papel de la demanda social de las bases en un modelo estatista y centralizado de democracia representativa. Es por esto que, a partir de la clasificación intentaremos precisar la posibilidad que las formas autoorganizadas de acción poblacional plantean en torno a soluciones locales de base de acuerdo a las propias potencialidades, intentando precisar el modo en que las mismas fructifican en el contexto represivo (cuya potencia es un factor que no se puede dejar de considerar). 321 Entre las cuales destaca la creación del Comité Pro Paz y posteriormente la Vicaría de la Solidaridad. Esto, por cierto, debe ser matizado; no se trata de una postura clara de parte de la iglesia en su conjunto (Guillaudat, P. & Mouterde, P., 1998), e incluso dentro de los grupos de iglesia que se oponen a las acciones del régimen se cuentan desapariciones y asesinatos (ver Lyon, J., Bolton, R., Puga, M. y otros, 2000). 322 Las primeras acciones del régimen –a través de los organismos de seguridad- se orientaron a eliminar la capacidad de articulación y reacción de los diversos sectores de la izquierda, concentrándose en un primer momento en el partido socialista (PS) y el movimiento de izquierda revolucionaria (MIR), para luego continuar con la militancia comunista (PC) (Gazmuri, C., 2001a). 323 Continúa Rodrigo Asún; “Además de lo anterior, se revaloriza la democracia formal como bien en sí mismo, y se redefinen los objetivos de la izquierda. [...] desde su nacimiento la izquierda sostenía que su objetivo central era la toma

Page 200: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

200

la validez de “todas las formas de lucha” frente a la dictadura, alineándose en conjunto al Partido Comunista, y a los restos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria324 en lo que posteriormente –hacia principios de los ochentas- sería el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), el Movimiento Democrático Popular (MDP) y el Movimiento Juvenil Lautaro (Moulian, T., 1997; Asún, R., 2001; Gazmuri, C., 2001a). Por su parte la Democracia Cristiana (PDC), que en un primer momento había recibido mayormente con buen ánimo la destitución de Allende (Gazmuri, C., 2001a; Guillaudat, P. & Mouterde, P., 1998) mantuvo una relativa unidad –a diferencia de las migraciones ocurridas en los períodos anteriores y de la situación dentro del Partido Socialista-, pero sin presentar una movilización opositora sustantiva, asunto que se mantiene hasta la prohibición de todos los partidos en 1977. la derrota electoral de 1978 y los procesos de protesta de 1982-84, eventos que permiten visualizar con mayor claridad una tendencia crítica que favoreciera un cambio (Guillaudat, P & Mouterde, P., 1998; Gazmuri, C., 2001a). En este escenario, se inicia la preparación de una nueva Constitución, la que fue aprobada en urnas el año 1980325, la que se definía como un instrumento de sustento para las reformas liberales que se habían impuesto. Este hecho marca tanto la consolidación del régimen, como el inicio de una posibilidad de reorganización opositora de acuerdo al nuevo contexto, que en la práctica se tradujo en un intento de la Democracia Cristiana por acercarse a los sectores renovados en pro de la unificación de esfuerzos para crear un frente común que permitiera la restitución democrática, movimiento al que se sumarían posteriormente

del poder para realizar el cambio en el sistema social; en este movimiento se concibe que el objetivo final de la izquierda debe ser la intensificación del proceso de democratización, con el fin de lograr una “democracia social”, es decir, lograr la justicia social y la democracia política” (Asún, R., 2001). Se trata, entonces, de un cambio de discurso, de valor y de concepción y enfoque político. El proceso de renovación, por cierto, también puede hacerse extensivo a algunos sectores de los MAPU y la Izquierda Cristiana –e incluso dentro de la militancia Comunista- debido fundamentalmente a su vinculación con las ideas socialistas posteriores a su migración desde las filas del Partido Demócrata Cristiano, previo y durante el período de la Unidad Popular (Arrate, J., 2002). Este proceso da origen en 1982 a la convergencia socialista (Guillaudat, P. & Mouterde, P., 1998). 324 En torno a este tema Gazmuri (2001a) acota; “Sobre la base de la caracterización del régimen de Pinochet como fascista el Partido Comunista mantuvo hasta 1979 una estrategia destinada a constituir una alianza táctica con todas las fuerzas sociales antifascistas, incluyendo religiosos, comerciantes, industriales no fascistas, las propias Fuerzas Armadas y desde luego los partidos de clase media. Su trabajo había de ser fundamentalmente de concientización, oponiéndose a cualquier acción armada,, la que se pensaba que sólo serviría para consolidar al bloque militar derechista gobernante. Después del quiebre del Partido Socialista y su parcial “renovación” durante los años 1979-1980 el Partido Comunista cambió de táctica. En las nuevas circunstancias la anterior parecía inviable” a lo que se sumó el desencanto juvenil y la potencia de la aprobación de la Constitución de 1980, es decir, que la dictadura duraría mucho tiempo más. 325 Ya en 1978 se había organizado una consulta nacional para demostrar que “el pueblo chileno apoyaba a Pinochet” (Gazmuri, C., 2001a), especialmente en el contexto de la presión Norteamericana por el asesinato de Orlando Letelier en Washington. Ganada dicha “consulta”, reducida la presión de la justicia Norteamericana –cambiando a oficiales e instituciones pero sosteniendo la misma estructura represiva-, y solucionado el problema limítrofe con Argentina, el Gobierno se dispuso a dar el siguiente paso al instaurar (institucionalizar) las posibilidades del rumbo que seguiría Chile mediante la redacción de una nueva constitución adecuada a los criterios que se venían imponiendo desde los primeros días del período, es decir, “una constitución que consagrara la democracia protegida” (Gazmuri, C., 2001a), permitiendo la consolidación de la transformación.

Page 201: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

201

figuras de diferentes orígenes políticos que actuaban de forma independiente. Esta iniciativa sería, por cierto, la base para la articulación posterior de la Concertación de Partidos por la Democracia. Es decir, durante este primer segmento del proceso dos ingredientes saltan a la vista; la imposición de los elementos fundamentales para la transformación neoliberal y el asentamiento (consolidación) del régimen dictatorial326 junto a la eliminación de la Unidad Popular, su proyecto y sus bases327, dando paso -a finales de la misma- a una nueva forma de pensamiento social de izquierda, es decir, una izquierda renovada con relativa unidad- (Gazmuri, C., 2001a). Sobre esto debe considerarse otro conjunto de elementos de orden internacional; (a) La irrupción del modelo neoliberal en los caminos de desarrollo de América Latina había restado importancia a las plataformas de análisis y propuestas de políticas de desarrollo -los “policy-makers” económico sociales, como la CEPAL- (Bielschowsky, R., 1998) dejando paso a organismos internacionales de préstamo orientados a una política de mercado, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (Garcés, M. & Valdés, A., 1999). A ello se sumaba a la desmantelación de un buen número de los centros de pensamiento social, que habían proliferado en Chile, y por lo mismo, la necesidad de replanteamiento de la red que se había conformado en América Latina328, en el contexto de endeudamiento nacional bajo las pautas de las mencionadas agencias internacionales (Bielschowsky, R., 1998). Paralelamente, (b) en términos subjetivos la nueva ola de golpes de estado en América Latina y las experiencias extracontinentales (muchas presenciadas durante el período de exilio por ellos) causó un profundo impacto en los antiguos militantes y simpatizantes del proyecto de izquierda, evidenciando la necesidad de producir una nueva definición de los proyectos políticos, intentando retomar -en continuidad- los aprendizajes de antaño329.

326 Asún destaca que en el plano público dos elementos comienzan a tomar fuerza como resultado de esta etapa; “La instauración de un nuevo objetivo como país: el logro del desarrollo económico, en donde Chile es concebido como una empresa con fuerte potencial y capacidad de liderazgo en América Latina [dando pasó a lo que se considerará el Modelo Chileno, y también], el énfasis en el logro de la integración y la estimación social por medio del consumo (Asún, R., 2001). 327 La “unidad” de la misma ya era tema de debate en sus mismos inicios. Sin embargo hacemos referencia a la dispersión que ocurre con posterioridad a los eventos de 1973. 328 Una excepción en este sentido lo constituye la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Desde ella pudieron desarrollar sus trabajos los cientistas sociales que quedaron en Chile, al mismo tiempo que permitió una interrelación de los mismos con aquellos en el exilio y con organismos internacionales. Es también un referente para el conjunto de centros de pensamiento social que comienzan a visibilizarse durante el período (Vasconi, T., 1991; Salazar, G., 2003). 329 En el planteamiento de Asún esto cristaliza en la idea de que junto a la apertura de los mercados y la ideología que los sostiene, se debe producir una apertura de los sujetos (ahora particulares) frente a un nuevo contexto que plantea, en definitiva, nuevas formas de existencia en la que el sentido vital y la identidad debe reencontrar un camino, especialmente en el período final de la dictadura con el término de la guerra fría, y la desvalorización de la experiencia soviética (cfr. Asún, R., 2001)

Page 202: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

202

Es justamente después de estos sucesos que inicia la segunda etapa que corresponde, en términos muy generales, al período de profunda crisis cambiaria y bancaria que ocurre entre los años 1982 y 1984, las secuelas de la misma y los mecanismos por los cuales ésta fue encarada (Ffrench-David, R. & Stalling, B., 2001). En concreto, la dependencia internacional de nuestro sistema económico, y la especulación financiera en alza, chocaron con la recesión económica mundial que inició al principio de la década del ochenta causando el cierre de múltiples empresas (bancos y organismos privados de previsión) y obligando a realizar ajustes a la economía. Bajo este supuesto, la rigidez de los primeros años dejó lugar a una nueva intervención estatal y a la reimposición de la regulación cambiaria330 (Baño, R., 1992; Guillaudat, P. & Mouterde, P., 1998; Ffrench-David, R. & Stalling, B., 2001). En el contexto de empobrecimiento social, con un Estado en retirada, en donde los privados jugaban un rol importante en la economía, la sociedad sufrió los embates de la crisis, asunto que resultó especialmente crítico en los sectores populares (Moulian, T., 1997; Espinoza, V., 1998; Funahashi, E., 2003). A este asunto se sumó la organización cada vez mas sustantiva de entidades de autoayuda popular quienes -como ya dijimos- recibieron apoyo de parte de algunos sectores de la Iglesia, iniciándose lo que se ha denominado “el

ciclo de protestas” que marca la mitad de la dictadura331. Si bien la dictadura que ya se había mantenido por casi una década, nunca eliminó por completo los intentos opositores, es durante este período que ellos cobran mayor fuerza, reorganizando el espectro de actores que las producían, permitiendo a la larga una modificación del contexto general, iniciando el transcurso que permite distinguir resistencia de oposición, tanto por la masividad como por la estructura que la –intenta- encarnar y vehiculizar332. Se trata, entonces de un período transcisional representado por una diversidad de agentes. En este sentido destaca la reorganización del movimiento sindical que se produce en un contexto de importante represión, con un enorme valor simbólico entre los sectores civiles de oposición (Guillaudat, P. & Mouterde, P., 1998), considerando que las primeras medidas del gobierno fueron la reducción de los salarios para reducir los costos de producción e intentar hacer mas competitivas a las exportaciones. Asimismo, no sólo se precarizaban los empleos, sino que las incontables quiebras los reducían considerablemente, en un

330 “Es posible que la concentración de los medios de producción en manos estatales alcanzada en 1983 haya sido incluso mayor que durante el período de Allende, lo que movió a algunos comentaristas a referirse a ella como la vía Chicago al socialismo” (Ffrench-David, R. & Stalling, B., 2001). Sirva lo anterior para dimensionar la magnitud de la crisis, y el rol del aparato estatal en el salvataje del modelo neoliberal (Moulian, T., 1997). Para ahondar más en este tema rrecomendamos referirse a los análisis de Ffrench.-Davis y Stallings (2001) y la actualización de Salazar (1976). 331 La lista de estudios sobre este tema es gigantesca. Por nombrar algunos; Garretón (1987), Tironi (1987), Vitale (2001), Baño (1992), Espinoza (1998), Moulian (1997), Martínez y Palacios (1996) entre los que aquí hemos utilizado. Esto demuestra la importancia que este hito tiene en la historia reciente de nuestro país. 332 Anteriormente, resumiendo, la oposición se había caracterizado por un desgarramiento crítico y una resistencia “dura” en una dicotomía poco productiva (Guillaudat, P. & Mouterde, P., 1998)

Page 203: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

203

contexto en donde la distribución del ingreso relativizaba la dimensión real de la distribución del mismo –versus la acumulación de un pequeño sector-, mientras la deuda externa superaba los récords latinoamericanos333 (Ffrench-David, R. & Stalling, B., 2001). Se generó entonces una catástrofe en la cual “el modelo económico de la dictadura se derrumbaba [o al menos muestra sus deficiencias], y con él todas las justificaciones y mistificaciones que había construido” (Guillaudat, P. & Mouterde, P., 1998), generando las condiciones para una de las peores crisis políticas y sociales del período, en la voz de quienes reclamaron bajo los lemas de “pan, trabajo, justicia y libertad”. El relato de los acontecimientos del 11 de Mayo de 1983 que hacen Guillaudat y Mouterde (1998) ilustra la imagen:

“A las veinte horas debía comenzar el concierto de cacerolas. Llegado el momento, fue la sorpresa y el estruendo por todas partes. En Lo Hermida, así como en los barrios marginales, serían los primeros en hacer sonar las ollas. Lo asombroso se produjo sobre todo en los sectores residenciales –como lo informaban con entusiasmo los reporteros de radio Cooperativa, que recorrían la ciudad- donde el caceroléo alcanzó proporciones inesperadas. Desde las casas, los antejardines, algunos habían valerosamente iniciado el alboroto, luego el eco creciente había hecho el resto. Familias enteras salían a las veredas, golpeaban las rejas y los portales, o bien tomaban sus vehículos para hacer sonar las bocinas por las calles del barrio alto. En las torres y edificios de Las Condes y Providencia, el ruido de las cacerolas se había convertido en un gigantesco estruendo. En los pasillos la gente conversaba, sorprendida, estupefacta de encontrarse como arrebatada por un mismo movimiento, descubriendo complicidades insospechadas. No sólo compartía el descontento, sino que además lo manifestaba públicamente. Ahora se atrevían a hacerlo ante los ojos del mundo”334.

La represión a las protestas –en sus diferentes formas en el territorio nacional- no se hizo esperar golpeando especialmente los sectores poblacionales y sindicales. Sin embargo ya se han sentado las bases de una crítica pública a la gestión de Pinochet (Garretón, M., 1987; Moulian, T., 1997), sustentada desde las organizaciones populares, los organismos de derechos humanos, las asociaciones gremiales –sin bien debilitadas-, la iglesia, e inclusive por sectores que se habían adscrito a los golpistas inicialmente dentro de las capas medias, pero fundamentalmente desde el sector civil, sin directa participación en organizaciones o actividades políticas. Así, sin una representación partidaria o un liderazgo político claro, no se trataba de una

333 “El resultado fue impresionante: la pérdida de los banqueros alcanzó los 600 millones de dólares; la de los pequeños ahorrantes fue de 120 millones de dólares; los brokers otros 40 millones de dólares y el Estado chileno perdió mas de mil millones de dólares” (Guillaudat, P. & Mouterde, P., 1998). 334 El primer llamado a protesta había sido originalmente un llamado a paro de parte de los sindicatos mineros. Esto permite una mayor capacidad de integración de diferentes segmentos y posturas sociales en la expresión (Garretón, M., 1987), y debe tenerse en cuenta para entender la explosividad y contexto de la misma.

Page 204: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

204

oposición335, sino de muchas reunidas con el propósito criticar, entorpecer el camino, evitar el accionar, y acortar el proceso dictatorial. En este escenario, el principal agente de las protestas es el poblador (y la pobladora) y especialmente el joven (y la joven), desplazando así el ideal del trabajador como el sujeto histórico visible y significativo (Garcés, M., 2002). Se trata por cierto de un cambio importante, en donde tres ejes permiten reconocerlo como un nuevo sujeto que emerge desde la realidad poblacional urbana frente a los ojos de la ciencia social para redefinir lo que antes era caracterizado como marginalidad (Tironi, E., 1987a; 1987b); (a) Se trata de un sector que ha nacido y crecido en la capital, que presenta un importante grado de desempleo336, que accede ocasionalmente sólo ocasionalmente a trabajos con salario estable (desalarización) de baja estratificación ocupacional en donde destaca el empleo informal y los programas de “subsidio” a la cesantía, desarrollando su vida en un contexto económico social que inclusive impide la autonomía familiar, multiplicándose los allegados y por lo mismo el hacinamiento337 (Tironi, E. & Rodríguez, A., 1987). Junto a esto (b) comienza a visibilizarse con claridad un sistema de exclusión social que impide que dichos sectores mejore sus condiciones de vida, al minimizarse el acceso pero también impacto de la educación en el tipo de ocupación, asunto que se agrava dentro del grupo joven338. Ello supone que las oportunidades de integración (traducida en movilidad social efectiva) son cada vez menores. Por último (c), y en correspondencia con lo anterior, se produce una relación de subsistencia a nivel de las organizaciones poblacionales en donde se refuerzan los lazos comunitarios en torno a la solidaridad, identidad y mutuo compromiso (cfr. Tironi, E. & Ortega, E., 1988), asunto que se refleja en la evaluación comparativamente positiva que dichos sectores tendrán de personajes locales (profesores, religiosos, vecinos) en contraposición a otras de índole formal, especialmente respecto de

335 Esto es coherente tanto con la exposición que hacíamos anteriormente respecto de las características y roles de la estructura partidaria dentro del conjunto de movimientos sociales de la Unidad Popular como con la respuesta represiva que implicó el operativo mas grande de movilización de efectivos desde el golpe mismo (cfr. Garretón, M., 1987; Guillaudat, P. & Mouterde, P., 1998; Salazar, G. & Pinto, J., 1999a). Las formas de protesta, por cierto, también variaban desde los cacerolazos hasta las barricadas, y mas allá, las acciones armadas que intentaban desajustar al régimen. 336 Según la Encuesta realizada por SUR en 1985 dicho porcentaje alcanza al 40%, lo que empeora al considerarse el tipo de empleos, la alta rotación (la inestabilidad) y el aumento de dichas tasas en los sectores jóvenes (véase Tironi, E. & Rodríguez, A., 1987). 337 A esto debe sumarse la política de erradicación del gobierno, lo que generó una relocalización de la pobreza en sectores alejados, que ya presentaban alta densidad de pobreza y disponibilidad de servicios sociales, aumentando la brecha entre comunas ricas y pobres, y desarraigando a los grupos de sus relaciones vecinales barriales (inclusive laborales). Ello, por cierto, mientras la construcción de viviendas estatales era reducido en proporciones históricas. 338 Tironi y Ortega (1988) agregan; “la percepción de la exclusión aparece con intensidad [y contenido] diferente si se trata de adultos o de jóvenes. Entre los adultos el clima dominante es de retroceso y deterioro. Sin embargo entre los jóvenes, especialmente cuando han alcanzado niveles de escolaridad pero graves dificultades de empleo, la sensación predominante es de corte con la sociedad global. Más aún, de rebeldía contra el sistema social conjunto”. Esto permite entender en parte la radicalización, y la emergencia del mismo como el subgrupo dominante dentro de la crisis referida a los sectores poblacionales.

Page 205: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

205

dirigentes políticos (Tironi, E. & Rodríguez, A., 1987)339. Así, de la mano de la emergencia del poblador como un actor social determinante en el contexto actual, se levantan también las ciencias sociales que lo analizan y lo entienden como parte del contexto político y social del país. Y con más o menos acuerdo, del conjunto de investigaciones producidas por quienes luego estarían dentro del conjunto de asesores de la Concertación de Partidos por la Democracia, se desprende un dato importante; si bien la marginal está cercada por estas determinantes, ella se concretiza en la pluralidad (diversidad) de la realidad poblacional. Tironi lo afirma; “El mundo poblacional es también fuertemente heterogéneo [...] cada

población es una historia particular; las poblaciones con historia cooperativa o con esfuerzo colectivo de auto-

construcción, difieren de aquellas surgidas de una lucha o una movilización popular como es una toma, o una

resultante de una erradicación [...] el perfil humano, socioeconómico y psicosocial de sus componentes es [también] diverso” (en Tironi, E. & Ortega, E., 1988). Se trata, entonces, de un conjunto de relaciones sociales producidas desde la base comunal local la que ahora es definitoria del carácter del poblador (antes marginal). Por sobre la identificación con un movimiento de clase, y sin una tendencia política unificadora mas allá de su orientación central en torno a “denunciar y confrontar un régimen político” (Tironi, E. & Ortega, E., 1988), la estructura del movimiento poblacional aparece desperdigada y poco articulada340. Ello es coherente con la afirmación de Calderón y Jelin (1987) y de Espinoza (1998) en relación al proceso de retraimiento –repliege- hacia los espacios comunitarios locales de parte de los sujetos. Así, y si bien de este diagnóstico pueden derivarse muchas conclusiones, quedan asentados los elementos para las lógicas del desarrollo social desde la localidad. Por así decirlo, lo poblador que tiene el pobre urbano adquiere una tonalidad local y comunitaria que permite reforzar luego la idea del desarrollo local, cuando las ciencias sociales de la “transicisión” lleguen al poder (cfr. Van Hemelryck, L., Razeto, J. & Rosenfeld, A., 1987). Allí los pobladores son tanto estrato social (respecto de sus ingresos y su capacidad de integración), como una clase ahora entendida como un conjunto

339 Dichas prácticas de subsistencia y autoayuda se entrelazan con las acciones de múltiples instituciones y organizaciones no gubernamentales que adscriben al sentido de las mismas, y cuyo principal ejemplo es la iglesia. Entre las que hemos podido reconocer en la lectura destacan; talleres de capacitación laboral, talleres de subsistencia, Bolsas de cesantes, organizaciones productivas (de tejidos, artesanías, juguetería), guarderías infantiles, comedores populares, ollas comunes y “comprando juntos” (también denominadas organizaciones económicas populares), organizaciones y centros culturales, centros de información que publicaban boletines, panfletos y volantes, asociaciones de jóvenes, comunidades cristianas, organizaciones a favor de los derechos humanos, cooperativas laborales y agrupaciones de cesantes, comités sin casa y grupos dispuestos a tomarse terrenos, comités de salud poblacionales, etcétera. La clasificación de Hardy permite diferenciar tipos (en Funahashi, E., 2004); (a) Organizaciones laboral-productivas, (b) Organizaciones para el consumo y la satisfacción de necesidades alimenticias mínimas, (c) Organizaciones de servicios sociales, y (d) Organizaciones laboral-reivindicativas. 340 La postura de Touraine (1987) apunta en esta misma línea. Durante las sesiones de discusión con los autores aquí referidos sobre el tema en América Latina y particularmente en Chile afirma; “los movimientos populares no han tenido ningún papel en la caída de las dictaduras” (véase al respecto Garretón, M., 1987), y asimismo “la idea de que existe un movimiento social de los pobladores marginados tiene que ser abandonada, junto con el tema de los movimientos urbanos” al no existir “principios de unificación totalizantes” (Touraine, A., 1987). Ello, sin embargo, no impide reconocer el conjunto de actividades de subsistencia desarrolladas en los sectores populares.

Page 206: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

206

de relaciones entre individuos particulares que generan acciones comunes desde las cuales se puede afirmar su identidad compartida y entonces su condición de actor(es) social(es), de sujeto(s) de un movimiento que intenta configurarse desde la localidad (Tironi, E., 1987; Tironi, E. Ortega, A., 1988; Touraine, A., 1987). Pero no nos adelantemos. Estábamos concentrados en el (re)surgimiento de un “movimiento poblacional” de oposición al régimen a través de diversas iniciativas culturales, de autoayuda, etcétera341. Junto a él, diversos grupos –que ya hemos mencionado- comienzan a aparecer en el espectro opositor, a través de diversos tipos de actividades de índole cultural, movimientos de iglesia –paraguas bajo el cual muchas iniciativas se originaron, y de la cual progresivamente comenzaron un proceso de independencia (Gazmuri, C., 2001a)-, marchas y agrupaciones en pro de los derechos humanos, concentraciones, etcétera, todas reunidas por el –ya referido- sentimiento común (Funahashi, E., 2003; Baño, R., 1992; Espinoza, V., 1998), contrastando con las características de los procesos de los períodos anteriores; “estas movilizaciones no parecen dirigidas a un

interlocutor del que se espera la satisfacción de una demanda, sino que estaban orientadas por un principio

de tipo expresivo y autoreferente” (Garretón, M., 1987). En este contexto de explosión de disidencias al régimen desde diversos frentes, sumado a las críticas internacionales a las que la dirección del país tenía que hacer frente producto de las violaciones sistemáticas a los derechos humanos favorecieron la posibilidad de retorno de muchos exiliados, quienes en su gran mayoría continuaron manteniendo relaciones –profesionales, familiares, políticas- con Chile. Ello ocurre, sin embargo y de forma cada vez más masiva, desde mediados de la década del ochenta (Gazmuri, C., 2001a), lo que nos permite suponer -a título personal- que es la catástrofe económica y social en la que se encuentra el país la que permite (o al menos facilita) el retorno, especialmente cuando de profesionales de las áreas sociales se tratara342. Arribados, entonces, ellos se unen a las filas de la resistencia –popular, comunitaria, profesional, civil- para ir perfilando lo que luego será la oposición política. Junto a ellos comienza el ciclo de ayuda internacional, bajo el análisis internacional de que en Chile los derechos humanos no se respetaban, que la situación social era compleja y requería apoyo, y de que se necesitaban crear las condiciones para la (re)democratización del país. Estos dineros sirven para sustentar a organismos de iglesia y a un incuantificable conjunto de organizaciones no gubernamentales (denominadas 341 Hay sin embargo, y desde un punto de vista comparativo con el período anterior, un deterioro marcado de la organización social, tanto respecto a su capacidad de convocatoria como a su capacidad “propositiva”. Nos referimos, por tanto, a un proceso en el que un segmento de la ciudadanía popular opta por necesidad o convicción, por modelos que (eventualmente) pudieran producir un desarrollo futuro (al respecto véase Abugattas, A., 2004). 342 Gazmuri agregaría a esta afirmación la situación internacional de Chile, en la cual el retorno de exiliados es visto como una buena medida para el desarrollo de una futura transición democrática. Debe considerarse que para esos años diversas naciones y organizaciones internacionales condenaban al régimen autoritario y los atentados internacionales organizados por las agencias nacionales de inteligencia (véase Gazmuri, C., 2001a).

Page 207: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

207

ONG) de profesionales, que como su nombre lo dice, se alejaban de la identificación autoritaria del Estado para desarrollar actividades de ayuda poblacional (tanto urbana como rural)343, en defensa de los derechos humanos, en atención y ayuda a víctimas de la represión política, el desarrollo de líderes sociales, centros de salud poblacionales, estudios sociales y políticos, capacitación laboral, por nombrar algunos de la extensa lista344. El factor común estuvo en la reorganización del tejido social necesario para un retorno democrático, que el ejercicio de la autoridad militar y los “adelantos milagrosos” del experimento neoliberal habían arrasado (Morales, G., 1992; Morales, G., en Olave, R. & Zambrano, L., 1996; Moulian, T., 1997; Guillaudat, P. & Mouterde, P., 1998). En términos retrospectivos es posible afirmar que su no gubernamentalidad estaba mayormente sostenida por la posibilidad de contar con capitales extranjeros invertidos en el desarrollo (y ejecución) de aquellas actividades que el Estado (en su retirada) había dejado de lado, abriéndose entonces la posibilidad de un nicho social lo que supone al menos en términos teóricos, la independencia para la creación de perspectivas de trabajo adecuadas, estableciéndose otra vez un conjunto de plataformas de trabajo345. En este contexto, como habíamos adelantado, los partidos políticos comienzan a reaparecer en la escena política en la medida que los sectores socialistas renovados –y sus cercanos- se alían con la Democracia

343 El nombre ONG tiene y ha tenido diversos usos en Chile, pues denomina a cualquier organización que se encuentre fuera de los marcos estatales de facto. Sin embargo suele utilizarse para denominar a agrupaciones privadas sin fines de lucro de profesionales con algún grado de experticia en campos particulares relacionados a las ciencias sociales, la educación y el desarrollo. Por lo tanto, se identifican con el tercer sector (la sociedad civil), y por lo tanto, mantienen una cercanía en sus debates y acciones en torno a las opciones y proyectos del Estado. Durante la época dictatorial dicha relación estuvo dada, mayormente, por la aglutinación de ellas en torno a la oposición democrática, sin embargo, a través de las figuras de consultoras y ejecutoras la relación se complejiza durante los gobiernos concertacionistas. 344 No debe entenderse ni confundirse, por cierto, la relación que algunas de estas organizaciones de profesionales sostuvieron con organizaciones populares. Dicha relación existía, tanto por la convergencia en el sentido de la acción, como por la mutua necesidad para realizar acciones efectivas. Sin embargo, las organizaciones comunitarias mantenían un importante grado de autonomía desarrollándose mayormente por iniciativas propias, asunto que cobra sentido al comprobarse que estas ya habían logrado consolidarse sentando las bases para lo que posteriormente permitiría la generación de las ONGs (Funahashi, E., 2004). 345 Hasta el momento no contamos con información respecto de las características y cantidad de fondos que estuvieron activos durante este período, ni de su evolución, convergencia y coordinación efectiva durante los casi 10 años en los que fue determinante. Asimismo, se nos ha hecho imposible delimitar el uso e impacto de los mismos en el desarrollo de actividades. Por el momento sólo podemos comentar que se trataba de fondos de ayuda y cooperación de organismos internacionales o con base en Norteamérica (Canadá especialmente) y Europa que fueron fundamentales para el sustento del trabajo de muchas ONGs (al punto de que al reducirse la ayuda internacional muchas de ellas desaparecieron completamente después de manejar muchísimos recursos). En atención a la importancia que dichos capitales tuvieron en la sustentación de nuevas fuentes de trabajo ligadas al desarrollo de perspectivas en psicología comunitaria –y en general al período histórico señalado- esperamos contar prontamente con alguna información histórica que profundice en este tema. Vale la pena, sin embargo, mencionar la afirmación de Bengoa (1996) en el sentido último de que buena parte de dicha cooperación era el de contrarrestar el impacto de la política soviética en el marco de la guerra fría, lo cual permite explicar el cese de dicha cooperación en los años noventas. Nos resulta imposible referirnos mas en detalle a esta afirmación pues no existe información detallada al respecto. Valga entonces como comentario crítico anexo.

Page 208: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

208

Cristiana en torno a la Alianza Democrática –sin apoyo de otros sectores de izquierda, tanto por no estar de acuerdo como por resultar inviable su incorporación. Esta recuperación, se evidencia en la progresiva involucración de los dirigentes partidistas en las estructuras de organizaciones populares que se comenzaban a coordinar haciendo frente a las divisiones, y las múltiples dificultades del contexto346 (Arrau, A. & Avendaño, O., 2001; Funahashi, E., 2003) Esta alianza busca en un primer momento (1985) un acuerdo con el mediador designado del gobierno, Sergio Onofre Jarpa, que diera paso a un período transcisional bajo el reconocimiento del diálogo y la mediación de la Iglesia Católica, ahora bajo la reciente investidura de Juan Francisco Fresno (Moulian, T., 1997). Esa iniciativa –o conjunto de iniciativas- colapsa por al menos dos motivos, según explica Tomás Moulian, los que son en definitiva convergentes. En primer lugar el ahora autodesignado presidente de la república clausuró la posibilidad de un proceso transcisional en tanto descartaba cualquier cambio a la constitución347, y además a la intención de permanecer en el cargo. En segundo lugar, la naciente oposición partidista se atrapaba a sí misma –en sus diferentes posiciones- en un juego en el que por una parte reconocían al gobierno y especialmente la capacidad de intermediación abierta, pero al mismo tiempo lo consideraban ilegítimo, rechazando de plano la negociación o demandando cambios mas allá de las posibilidades que estaban dadas en el diálogo (Moulian, T., 1997)348. Sin embargo, como señalan Guillaudat y Mouterde (1998) "este relanzamiento de la(s) oposición(es) [...] seguiría siendo parcial y disperso, sin lograr un carácter masivo. Si la dureza de la represión jugó un papel

importante en este proceso, no se la puede señalar como la única razón [...] Más allá del miedo, mas allá de

la propia fuerza de la dictadura, era en la oposición donde pesaba un defecto esencial: la falta de un proyecto

político unitario y alternativo” que hiciera frente al poder autoritario al tiempo que reuniera a los diversos

346 Funahashi (2004) considera que la intervención (utilización) que se hace de las organizaciones populares por parte de los partidos políticos, al intentar forzar una unidad mas allá de los límites de la solidaridad comunitaria bajo los cuales ellos cobran sentido y valor local, es uno de los principales motivos para el decaimiento de dichas prácticas entrada la democracia formal. El autor agrega que durante el inicio del proceso de transición -a finales del período dictatorial- la dinámica partidos/organizaciones populares da paso a la negociación, opuesta a la confrontación bajo la cual éstas cobran protagonismo en el inicio del ciclo de propuestas. Sin embargo, debe considerarse la tesis de Salazar y Pinto (1999b), en torno a que la posibilidad de alianza –y potenciación- de estas organizaciones se fundamentaba en la lucha contra el régimen, así, al cambiar el contexto, cambia también el sentido de las mismas, y por lo tanto, sólo subsisten aquellas que cumplen una función mayormente vinculada a la autoayuda y sobrevivencia popular en el plano comunitario local. Volveremos sobre este punto en los siguientes apartados. 347 Misma que fue perfilada como sustento “a largo plazo” de la transformación liberal de la dictadura en torno a una democracia protegida, y que por lo tanto debía ser defendida desde los sectores cercanos al régimen (Moulian, T., 1997). 348 Guillaudat y Mouterde (1998) se atreven a agregar una tercera, que bien puede derivarse de las anteriores: “Lo que realmente marcó esta reunión [la primera entre oposición y régimen] fue la falta de firmeza que demostraron los representantes de la Alianza Democrática [...] Como si este encuentro no fuera el resultado de las gigantescas movilizaciones populares”. Los análisis históricos han mostrado, sin embargo, que por sobre estos elementos se impuso la fuerza de la junta militar (cfr. Moulian, T., 1997).

Page 209: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

209

actores que allí se ubicaban349. En este sentido, las palabras de Garretón sobre este período adquieren un tono metafóricamente profético; “En efecto, la ausencia de actores sociales autónomos fuertes dejó entregada

la suerte política de las movilizaciones al debate y concertación de actores políticos enfrentados a sus propios

problemas de constitución” (Garretón, M., 1987). Así, el proceso de reforma económica y social del régimen militar sigue su curso apenas amaina la crisis económica, avalado por la reforma constitucional de 1980, mientras la represión y el estado de sitio hacen lo suyo con el decreciente ciclo de protestas que no logra consolidar una estructura política de oposición (Garretón, M., 1987; 1991; Baño, R., 1992; Moulian, T., 1997; Espinoza, V., 1998). Queda, sin embargo, el espacio de facto –la arena política en palabras de Moulian (1997)- sobre la que luego se erigirá la concertada oposición, y donde nacerán los partidos cercanos al régimen. Y permanece, también, una tendencia menos ortodoxa dentro del gobierno, dentro del cual ya habían habido pugnas en relación al manejo de la política y sobretodo del modelo económico (Moulian, T., 1997). Inicia así la tercera etapa, con la relativa estabilización del período crítico y el retorno a la idea central de reforma, pero con una gestión mas flexible (Ffrench-David, R. & Stalling, B., 2001; Gazmuri, C., 2001). El resultado fue un repunte del desempeño económico, en conjunto a la recuperación de la crisis. El aprendizaje de la crisis se hizo notar; se modificaron algunas regulaciones relativas a las actividades bancarias, intentando transparentar los procedimientos350. Asimismo, los controles del aparato estatal en la crisis fueron progresivamente eliminados, recomenzando la privatización de las empresas intervenidas y las que aún estuvieran en manos del gobierno –retomando la idea de potenciar al sector privado- y finalmente autonomizando al Banco Central (Ffrench-Davis, R. & Stalling, B., 2001). En términos de la reformas relativas al plano social, se produjo una reprivatización de las Asociaciones de Fondos de Pensión intervenidas, permitiéndose además la entrada de capitales extranjeros, y ampliando el campo de inversiones, en vistas a permitir un mayor desarrollo de este mercado (Ffrench-Davis, R. & Stalling, B., 2001). Vale la pena comentar

349 No queremos, por cierto, desprestigiar la acción de múltiples actores sociales de dicho período, ni menos recriminarlos como podría malentenderse. Al contrario, queremos destacar que dentro del proceso, no se dieron las condiciones para la generación de un proyecto de oposición unitario y viable (cfr Guillaudat, P. & Mouterde, P., 1998). Como dicen Salazar y Pinto (199b); “la protesta no dio paso a la protesta”. Destaca asimismo la orientación de un importante segmento de la ayuda internacional en la reactivación de los partidos políticos que se agruparían en torno a la Concertación de Partidos por la Democracia hacia finales de la década, los que desde este punto de vista nos permite afirmar que les permitió operaron de forma similar a las Organizaciones no gubernamentales, y por lo tanto, con cierta independencia de las bases en tanto ellas estaban estudiadas por los centros de pensamiento social, y su imagen política era validada en el exterior. 350 En el proceso crítico un importante número de empresarios fue encarcelado por actividades ilícitas, inclusive algunos asesores de la política económica de gobierno..

Page 210: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

210

que dentro del sector salud, se continúa con el proceso de municipalización, y se produce una focalización de los recursos fiscales en los sectores indigentes.351 El escenario político es el que adquiere mayor protagonismo histórico hacia 1987. Dos coaliciones agrupaban a una izquierda, a la oposición. Dentro del MDP y sus cercanos las cosas no habían marchado bien; las “diversas formas de lucha” que se habían pretendido adoptar no habían logrado resultados, ni habían contado con el apoyo de la mayoría352 (Moulian, T., 1997). La Alianza Democrática intentaba recomponer su lugar en el proceso de diálogo, después de constatar que el proceso no había rendido frutos significativos (Salazar, G. & Pinto, J., 1999b). Por su parte, el Gobierno había logrado repuntar su valoración social en algunos sectores, crecimiento económico mediante (Vitale, L., 2001), bajo la dirección de un equipo joven y flexible, en lo que Gazmuri (2001a) ha calificado como un cambio de perspectiva desde un “neoliberalismo radical a un neoliberalismo

pragmático”353. Las acciones de protesta, por cierto, retomaban su curso a través de la organización de marchas, muchas de las cuales terminaban en enfrentamientos -como se recordará durante visita de Juan Pablo II-, dejando ver que la situación seguía siendo tensa (Guillaudat, P. & Mouterde, P., 1998). Tensión en la cual se identificaba a un segmento generacional que sería la imagen mas visible del desencanto al punto de transformarse en un motivo de estudio y trabajo comunitario (y político) durante el período: la juventud (Sandoval, M., Soto, V., Undiks, A. & Valdés, A., 1989; Alfaro, J., 1997). En este escenario, el gobierno militar comienza a prepararse para el siguiente plebiscito constitucionalmente acordado para 1988, pues era evidente que la acción política debía enfocarse hacia ese terreno. Por ello,

351 Ffrench-Davis y Stallings (2991) no destacan cambios dentro del tema laboral; como lo hicimos notar la flexibilización del mismo ya había sido una suerte de ventaja para enfrentar la crisis. 352 Numerosos disidentes habían sido eliminados por la represión y las decisiones se tomaban sobre la marcha sin la coordinación suficiente lo que reducía los efectos hasta volverlos contraproducentes. Las acciones armadas más significativas no habían logrado sus objetivos, la internación de armas por Carrizal había fracasado, y comenzaban a ser percibidos como una amenaza para el proceso del país desde todos los frentes (cfr. Moulian, T., 1997; Guillaudat, P. & Mouterde, P., 1998; Gazmuri, C., 2001a). 353 Agrega Garretón (2003) sobre este tema; “es a partir de 1986 que el régimen logra recomponer en parte su modelo económico y preparar el escenario futuro [...] no tiene sentido hablar de milagro económico chileno [como fundamento de su masivo apoyo social]. Es cierto que el régimen militar logró imponer un nuevo modelo de desarrollo, pero ello fue después de un estruendoso fracaso en los años 1981-1982, que significó crecimiento regresivo durante un período, logrando una obvia y mínima recuperación a partir del año 1986. Sin embargo no existió tal recuperación respecto de ningún indicador social si se compara con los años setenta”. De esta forma, la recuperación económica (el crecimiento económico) no logró impacto sustantivo en el mejoramiento de la vida de los sectores mas carenciados. Asimismo, como hemos dicho, la sobrevivencia a dicha crisis está cimentada en las reformas y reorganización de los años anteriores (cruciales desde nuestra perspectiva para sostener el Chile que se pretendía imponer), y el apoyo concitado tiene más directa relación con lógicas de discurso populistas que encontraron asideros en amplios sectores de una población que de forma pasiva comenzaba a adherir permanentemente al modelo liberal (cfr Moulian, T., 1997; cfr. Salazar, G. & Pinto, J., 1999b; cfr. Garretón, M., 2003).

Page 211: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

211

comenzaron a aprobarse las principales leyes políticas (Moulian, T., 1997), en lo que Maira (1998) y muchos otros han denominado el “proceso de amarre”. En concreto esto hace referencia a las diferentes disposiciones que dificultaban modificar sustancialmente la Constitución –en tanto base y sostén de la organización de un Estado en torno a un sistema económico liberal- (Moulian, T., 1997; Guillaudat, P. & Mouterde, P., 1998; Salazar, G. & Pinto, J., 1999b). Se comienza a perfilar así, una “democracia” bastante compleja, en tanto limita considerablemente las acciones del presidente (tratándose por cierto de un régimen presidencialista), diluyendo el poder y la toma de decisiones, y repletando las estructuras administrativas en lo que Garretón ha denominado “enclaves autoritarios” (ver Garretón, M., 2003; Moulian, T., 1997). Comienza su perfilamiento la transicisión, apresurándose dichas iniciativas legislativas cuando ya se ha perdido el plebiscito. Enfrentados a la nueva coyuntura política (plebiscito) la Alianza Democrática opta por una vía que se venía perfilando desde hacía un tiempo; reconocer el carácter fundamental de la constitución y entrar a competir en el plebiscito de 1988354 (Gazmuri, C., 2001a; Moulian, T., 1997). Así, también los sectores descontentos y frustrados con las posibilidades del Movimiento Democrático Popular también se unen a esta opción, junto a otros partidos de izquierda menos renovados que, enfrentados a la decisión, prefieren la opción de terminar al menos con la dictadura (Moulian, T., 1997). Por último, como señala Gazmuri (2001a), se suman poco a poco otros sectores identificados tradicionalmente con el régimen, en la medida que perciben que la crisis económica, aunque repuntando, favorecería un proceso de reestablecimiento democrática en 1989 y no en 1997 (fecha en la que se realizaría la siguiente consulta pues los periodos presidenciales estaban consignados a 8 años), al tiempo que dentro del régimen comenzaban a notarse las discrepancias en relación a la viabilidad de sostener la figura de Pinochet para la(s) campaña(s) (cfr. Moulian, T., 1997). La meta comenzaba a aclararse; consolidar una coalición capaz de gobernar la nación, y por lo mismo, capaz de generar la imagen de que se trataba de una opción –al menos- sensata y viable en el nuevo contexto donde la opinión pública comenzaba a jugar un rol decisivo (Gazmuri, C., 2001a). Así, se rompe definitivamente la estructura de “tres tercios”, aliándose partidos tradicionales y otros nuevos –de carácter instrumental, inicialmente, como el Partido Por la Democracia al que pertenece el actual presidente-, en torno a la “Concertación de Partidos por la Democracia”, la expresión más concreta de la oposición política formalizada, es decir, que reúne esfuerzos ya no en la confrontación, sino en la negociación, reorientando el campo político (Gazmuri, C., 2001a; Funahashi, E., 2004). Garretón (2003) resume tres características relevantes de esta nueva oposición de izquierda a la luz de su historia: (a) Ha pasado de privilegiar modelos insurrecciónales o revolucionarios que implican movilizaciones 354 La opción de no hacerlo, por cierto, no reportaba ningún beneficio en el corto o mediano plazo (Gazmuri, C., 2001a). Se trata de una “opción” compleja, y por lo mismo intentaremos centrarnos en las características de la misma y del proceso en el que tuvo lugar.

Page 212: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

212

desestabilizadoras que buscan el colapso del régimen a movilizaciones políticas en torno a fórmulas institucionales de transición que se insertan en el marco institucional dictatorial para cambiarlo; (b) Respecto de su unidad, ha pasado de modelos orgánicos centrados en cuestiones ideológicas a otras multipartidarias en torno a fórmulas pragmáticas e institucionales de cambio –y por lo tanto, no sólo se vuelve pragmático el régimen neoliberal, sino que la política en general (Guzmán, C., 2001)-; (c) Y en torno a la relación con el mundo social, se pasa de movilizaciones corporativo-reivindicativas a movilizaciones políticas propiamente tales en donde los intelectuales juegan un rol significativo. Es probable que el nivel de acuerdo que exista sobre estas características no sea absoluto, pues se trata de afirmaciones discutibles. Creemos que no se puede hacer extensivas estas formulaciones a todas las opocisiciones que se confabularon para derrocar por la vía constitucional al régimen, dando inicio a la transición355. Sin embargo, el corpus que los movilizó sí es posible de ser identificado con estas características; no es toda la oposición, pero sí su núcleo dirigente, su cara directamente visible. Se organiza, entonces, una coalición por la que se debe optar frente a la posibilidad de continuar con la figura del dictador en la presidencia, y a partir de allí se canalizan los esfuerzos, y mas aún, la posibilidad de coordinar acciones cobra sentido356. Sin embargo, esta opción tiene su precio. Deben comenzar las negociaciones también con la autoridad, es decir, con el gobierno militar; “la salida negociada”, al problema del fracaso de la movilización social como opción357 (Moulian, T., 1997). Así es como en 1988 la concertación logra la mayoría por el NO, y –a pesar de las dificultades- se abren las posibilidades de elección presidencial para el año siguiente. Vale la pena recapitular y discutir un proceso de transformación de la política hacia ese período. En primer lugar (1) destaca el surgimiento de segmentos identificables dentro del universo de votantes, mismos que deben ser “convencidos” primero de votar y después de votar por el No358. Un excelente ejemplo de esto lo

355 Es decir, que si bien no es posible identificar la fuerza y organización de los bloques políticos en los antiguos tres segmentos, ello no significa que los ahora nacientes tuvieran una dimensionalidad en un continuo político polar de una izquierda y una derecha. Ello consta en los motivos que convergieron en la votación por el No en el plebiscito (véase por ejemplo Martínez, J., 1988). Por ello, creemos que aquí resulta mas adecuado hablar de las oposiciones, si bien la representación formal es la misma. 356 Como consta –y lo mencionamos como ejemplo- algunos grupos de los movimientos que optaron por la vía armada consideraron que la situación se mantenía incluso posterior al triunfo en el plebiscito (véase Vitale, L., 2001; Salazar, G. & Pinto, J., 1999b). Bajo este supuesto, se produce una lógica en la que la idea de recuperar la democracia reúne a muchas iniciativas, pero la de cómo se ha de gobernar (y bajo que precio) pasa a segundo plano, y es allí donde los intelectuales de lo que habla Garretón –muchos de los cuáles vinculados al área de las ciencias sociales- comienzan a jugar un papel significativo (véase por ejemplo Guzmán, C., 2001). 357 Esta idea conlleva implícitamente la representación de que no deben producirse alteraciones, desbordes ni actos relacionados a la “vía armada”, pues ello desprestigiaría la imagen general del proceso que se buscaría lograr (cfr. Moulian, T., 1997). Así, no se trataba solamente lo que se hiciera, si no también la imagen que se proyectara frente a la opinión pública (nacional e internacional); la política se “modernizaba” (cfr. Tironi, E., 1988). 358 Tironi (1988) agrega: “El objetivo de la campaña no fue modificar las opiniones de la población, pues en su inmensa mayoría ellas eran favorables al NO desde un principio; el verdadero objetivo fue superar una actitud resignada que

Page 213: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

213

constituye la apuesta de la campaña por el No hacia los sectores blandos (indecisos), al mismo tiempo que se orientaba al estudio de los motivos a la base de la conducta de voto que se buscaba lograr (Martínez, J., 1988). Otro caso digno de mención se relaciona a la condición del joven marginal según los estudios realizados; en su gran mayoría estaban en contra del gobierno militar, pero no consideraban estar “dentro” del conjunto de individuos que decidían (votaban); les parecía ajeno (cfr. Weinstein, E., 1988). Este segmento resultaba decisivo pues si bien la mayoría de la población parecía estar en contra (por el No) la proporción no era la misma dentro del universo de votantes. Así que se desarrollaron diversas iniciativas destinadas a lograr su participación –su integración- en el proceso. En resumen la campaña demostró la eficiencia de un funcionamiento en base a conocimientos desarrollados en otros campos antes ajenos a la política, como lo fue la publicidad, el cine, y las ciencias sociales dedicadas a la política359. Este punto marca un hito en la historia nacional de la psicología social pues esta se integra a este proceso como una disciplina capaz de aportar no sólo metodologías científico sociales para el estudio de la conducta social (como los focus group, por ejemplo), si no que también ofrece la capacidad de explicar, comprender, y por lo tanto intervenir en dichas realidades. Es decir, la psicología política da un paso importante de la mano de la concertación y el proceso histórico al integrar el conocimiento acumulado por años en relación al efecto psicosocial de la violencia y la represión con las nuevas necesidades de replanteamiento político (es decir, de “reconstrucción democrática”)360. Así, la relación que existe en las ciencias sociales y el Estado vuelve a existir de la mano de la “nueva izquierda”, para reinterpretar los conceptos de la sociología de antaño (siendo primero la conceptualización de marginal y luego la de excluido las más significativas) en torno a proyectos de integración social como condición para la democracia (cfr. Weinstein, E., 1988). Así, al multiplicarse las referencias hacia la política desde diversos campos del saber tanto la política como dichos campos se transforman. Se modernizan dirían otros (Portales, D., 1988), en la medida que las discusiones ya no pasan por la interpretación ideológica –rígida- de antaño, y se orientan a temas y problemas cercanos a la gente, a

nacía del miedo y del escepticismo; de tal modo que las personas actuaran de acuerdo a sus opiniones”. Esto no niega nuestra afirmación, y permite entender la idea de fondo que impregnó la campaña. 359 En efecto, el texto que estamos utilizando en estos párrafos –que es un resumen de las actividades y el proceso de la Campaña por el NO editado en 1988- tiene por portada una imagen de la franja televisiva. Este elemento es consonante con las expresiones presentes dentro del texto, las que si bien no centran la campaña en dicha franja, sí le atribuyen una importancia significativa, reconociéndose ésta –además- como la cara mas visible. 360 Esta tesis corresponde a Guzmán (1997). Sobre este tema este autor aclara que desde el inicio del proceso de protestas y de efervescencia social hasta el primera campaña electoral se produce una ampliación del trabajo psicológico en política pues “bajo la imperiosa necesidad de contar con un diagnóstico de la situación psicosocial que tantos años de gobierno militar habían producido en Chile, equipos multidisciplinares integrados entre otros profesionales por psicólogos, iniciaron la búsqueda, descripción e interpretación de los elementos psicológicos que estaban en juego en la población, en vista de la votación que ocurriría próximamente” (Guzmán, L., 1997). Estos equipos estuvieron conformados por un importante número de profesionales ligados a centros de estudio social que se estaban estructurando en Chile, y si bien en el caso de la psicología política puede reconocerse un perfilamiento “americano” de la misma (ver Guzmán, L., 1997), este hecho marca un hito en el desarrollo del pensamiento social de la concertación al vincular el conocimiento acumulado en torno a los efectos de la dictadura (a nivel político, subjetivo, social, cultural, comunitario, etcétera) y los planes para la nueva sociedad democrática que la tarea electoral requeriría.

Page 214: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

214

su experiencia con la idea de fondo de que la sociedad había cambiado y de que había que volver a construir la relación entre partidos políticos y sociedad (Tironi, E., 1988, Arriagada, G., 1988). En la orientación pragmática que tomaba la actividad política entonces, es posible distinguir una (2) segunda característica; los roles de los técnicos y de los intelectuales se escinden y se vuelven complementarios en torno a las ideas de tolerancia y justicia (Arriagada, G., 1988). Es decir, los técnicos son todos aquellos que realizan actividades relativas al estudio, descripción, evaluación de los aspectos relevantes de la política bajo los nuevos parámetros de marketing (en el mercado electoral) y modernización. Los intelectuales, entonces, desarrollan los lineamientos, la planificación y en definitiva encabezan la cadena de toma de decisiones. Así, la nueva maquinaria política deja de lado el funcionamiento de antaño, redefiniendo las funciones de sus actores principales; la “ideología”, “los análisis estructurales” y la “vinculación a proyectos políticos con base” (base que ahora se entiende dentro de los márgenes del mercado y la correcta interpretación de su contenido). Prima la oposición concertada, no como posición rígida sino como posición pragmática, en un proceso viable de transición democrática frente a la opinión pública. Y allí, por supuesto, las ciencias sociales ya no solamente se distinguen por su desarrollo teórico (como en el auge de los años sesenta y setenta), sino principalmente por su capacidad de responder a las demandas que el funcionamiento de esta maquinaria política destaca como relevantes. Este fenómeno, que es posible de ser identificado con el campo político361, se transforma en una característica de los planteamientos que estarán a la base de los gobiernos de la concertación en las etapas posteriores362. 361 Interesante resulta el hecho de que los ideólogos de la campaña del NO fueran personas en buena medida vinculadas al trabajo y desarrollo de las ciencias sociales, y no sólo al campo de la política. En efecto, si bien el golpe de estado trunca las trayectorias de muchísimos centros de estudios que existían en el país (así como las vidas de muchos en la muerte o el exilio), los trabajos desarrollados dentro de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) entre otros centros de estudio –entre los que comenzaban a perfilarse centros académicos-, y la progresiva organización de profesionales en torno a la Organización SUR, CERC, PET, PIIE, CIEPLAN (ver Vasconi, T., 1991) y otras de similares características permiten reunir tres de los elementos que serán ejes del proceso; (a) La rearticulación de los antiguos conceptos sociológicos en el proceso de (re)construcción democrática, (b) Los análisis sociopolíticos respecto de las características del proceso y por lo tanto, de las mejores decisiones frente al contexto, y (c) La reconstrucción de una nueva imagen de hacer política, la que se acompañaba de una nueva forma concreta de concebir la actividad política. En este sentido es posible afirmar –junto a Moulian (1997)- que es a propósito del estudio de los procesos sociales de la época que la orientación de la campaña se perfila (dejando su marca en los posteriores gobiernos a los que da origen). Las reflexiones de los cientistas sociales –y en particular los sociólogos- vuelven a estar presentes en la dirección de la nación, pero esta vez bajo los parámetros aquí descritos. 362 Una revisión del proceso de transformación del conjunto de debates propios de las ciencias sociales de la región y en particular del caso Chileno, en tanto basales –o al menos paralelos- del proyecto concertacionista, puede encontrarse en detalle en Vasconi (1991). La tesis fundamental sostenida por el autor es que, al menos dentro del conjunto de debates sociológicos, este movimiento es producto de la necesidad por comprender el impacto que la imposición de un proyecto dictatorial como el descrito tiene respecto del futuro posible de la región. Así, cambian las concepciones centrales de comprensión del sistema social y político, y por lo tanto cambian también las actitudes y “consejos” que producen los científicos dedicados a temas sociales. El análisis diagnóstico se asienta en posiciones derivadas de enfoques de mediano alcance y con énfasis instrumental en torno a los procesos de democratización, de justicia social y de la sociedad en general. Volveremos sobre este asunto en el siguiente apartado.

Page 215: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

215

Y en tercer lugar, abría que reconocer una última característica que ya se perfilaba a esta altura; (3) la antigua marginalidad se había transformado en la medida que el contexto social, económico, cultural se había transformado en los diecisiete años de dictadura. Así, para volver a la democracia era necesario (re)integrar la sociedad, a sus miembros. Esto surge como una necesidad al analizar los estudios psicosociales ya mencionados de E. Weinstein (1988); al sentirse afuera, excluido, el marginal se distancia de los procesos electorales y la posibilidad de ganar elecciones –y la democracia- se pierde. Esto se explica, además, por una historia que ha limitado el desarrollo socio-emocional de dichos sujetos, modificando radicalmente su autoimagen y su actitud ante el quehacer social (empoderamiento de rol social), especialmente por el efecto que la represión y el autoritarismo tuvieron durante su vida (expresado en diversas instituciones; familiares y estatales), en la que por cierto no habían experimentado la democracia y por lo tanto “se les dificultaba

entender su sentido” (Weinstein, E., 1988). Así, y en absoluta convergencia con la noción de marginalidad entendida como un daño psicosocial363 asociado a la disminución de las oportunidades que garantizaban una correcta integración en el sistema social y económico implementado por el gobierno militar, la integración se transforma en un eje en la argumentación de la concertación364 (Muñoz, V., 2004). Es decir, exclusión e integración se transforman en parte fundamental del vocabulario de la equidad en el contexto neoliberal post dictatorial. Este planteamiento, que en las explicaciones de los actores del proceso de “retorno democrático” aparece muy vinculado a la vivencia biográfica desde los gobiernos de las “palabras grandes”, la antigua “revolución” (Arriagada, G., 1988), encuentra un interlocutor válido en –otra vez- los planteamientos de la CEPAL, que por

363 Sobre este punto Muñoz (2004) agrega que desde hacía ya unos años, como hemos mencionado, el tema de la marginalidad había vuelto a aparecer asociado a los estudios de pobreza y juventud, pero esta vez caracterizado como un sentimiento de exclusión, degradamiento, incertidumbre y extrañamiento social (en donde el entorno es percibido como agresivo). En este contexto la imagen dominante es que se trata de “un sector víctima con escasa capacidad de propuesta [...] Puede ser rebelde, pero sin proyecto, pues no existe un “optimismo histórico” que potencie la capacidad constructiva” (Muñoz, V., 2004). Esto resulta consistente –además- con la lógica que denomina organizaciones económicas “de subsistencia” a las redes de ayuda populares, que entiende la movilización social (la protesta) como decreciendo en su ineficacia para derrotar la mano dura dictatorial, y que progresivamente ha ido integrando elementos de la economía liberal a su discurso público (ver Moulian, T., 1997). Por cierto, esta no fue la posición de todos, pero si la que estuvo a la base del fuerte de la propuesta concertacionista en términos de que había que producir justicia y reducir las brechas. 364 Esto no quiere decir que se trata de una convergencia absoluta. Sin embargo la orientación y metodología de los estudios sociales que se venían desarrollando desde hace tiempo de parte de las ciencias sociales “sobrevivientes” en Dictadura tendía a destacar dos elementos claves; (a) las movilizaciones no habían logrado desestabilizar significativamente a la dictadura y por lo tanto era prudente –“el mal menor” (Moulian, T., 1997)- canalizar un proceso moderado, pacifico, esperanzador frente a la opinión pública. El efecto de esto, aunque es discutible, fue la “desmovilización”, la “despolitización” de la vida política (Moulian, T., 1997). En este sentido, la movilización de base dejó de ser un referente. Al mismo tiempo (b) la compresión del marginal como un sujeto dañado por las condiciones históricas, resultó ser coherente con la idea de una transición que decidiera continuar con el proceso ya iniciado a grandes rasgos por las transformaciones dictatoriales fundamentalmente respecto del ámbito económico. En este sentido, la idea de integración de un sujeto carenciado (pero idealmente potenciable) se trasforma en una condición necesaria para realizar el proyecto, y abre un universo de debates que se siguen hasta el día de hoy

Page 216: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

216

esos años comenzaba a perfilar la idea de un proyecto social y político cimentado en el crecimiento con

equidad (Bielschowsky, R., 1998; CEPAL, 1992). Así, estos temas se transformaron en las nuevas “palabras grandes” en la Concertación durante el proceso de transición. Así, el discurso social de la Concertación comenzó a tomar forma ya hacia el plebiscito, en tanto era reconocido como condición para el cambio de gobierno. Y en concreto, la concertación fue sumando adeptos en el proceso previo al plebiscito –aunque sería mas correcto decir apoyo electoral-, en tanto diversos frentes políticos terminaron optando por la vía del voto. Comenzaba a perfilarse entonces lo que sería el panorama político de los años siguientes. Ganado el plebiscito, concretada la victoria, se aceleraron las últimas reformas políticas del Gobierno Militar orientadas a fortalecer las transformaciones económicas implantadas. En paralelo se realizaban negociaciones entre éste y la concertación para garantizar un proceso adecuado para la campaña electoral que vendría365. Hemos dejado para el final de este apartado la síntesis de la política social implantada por el Estado dictatorial. Esta ha sido objeto de diversos estudios que aquí intentaremos integrar para reseñarla muy brevemente de acuerdo a nuestros intereses. Lo primero que tendríamos que acordar sobre este punto, sin salirnos del sentido de este apartado, es que la historia de los desarrollos en el campo de la psicología comunitaria han estado ligados a los grandes proyectos de Estado, y que en este particular segmento de la historia reciente de Chile, entonces, la intervención social de corte comunitario intentó conformar una cierta alternatividad que resistiera (de modo práctico, en el hacer) el mandato dictatorial que imponía al orden social el orden del mercado. Bajo esta perspectiva, es razonable suponer que, al menos en un primer momento a la vez que denominador reconocido del período, la política social del Estado y los desarrollos psicológicos comunitarios cursan por caminos relativamente paralelos366. En términos concretos, bajo la óptica neoliberal el gasto social se reduce significativamente durante este período, primero como medida agresiva para regularizar la situación económica y luego para facilitar (y

365 Para participar en las elecciones presidenciales de 1989 “la oposición [concertación] exigió una serie de reformas que democratizaran la constitución de 1980, y en la derecha, por su parte, se fue asentando progresivamente la idea de que la mejor forma de consolidar el sistema económico neoliberal era en un contexto genuinamente democrático, [...] especialmente cuando los opositores habían aceptado el modelo neoliberal gobernando” en tanto resultaba económicamente eficaz, “con una democracia que todavía no era plena” (Gazmuri, C., 2001a) 366 Profundizaremos más sobre este punto en el siguiente apartado. Queda abierta, sin embargo, la discusión acerca de las características del “paralelismo” entre los desarrollos comunitarios del período y la política dictatorial, asunto complejo sobre el cual la información resulta muchas veces confusa e insuficiente lo que dificulta dimensionar la dinámica que cruza las orientaciones del período (ver Morales, G., 1992; Aceituno, R., en Olave, R. & Zambrano, L., 1993).

Page 217: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

217

sustentabilizar) la transformación social y económica que se proyectó367. En este sentido, siguiendo a Martínez y Palacios (1996), “la doctrina neoliberal protegía dos conceptos [principios] básicos; la libertad

individual y la igualdad de oportunidades”. La primera se traducía en la capacidad de optar entre el conjunto de bienes y servicios ofertados, y la segunda, entonces, implicaba la no discriminación frente a dichas ofertas por parte de terceros involucrados (entre ellos el poder del Estado), dejando de lado la “igualdad entre las personas” que antes tuviera un lugar central en los debates sociales y políticos (MIDEPLAN, 1991). En este contexto algunas características son esenciales. (a) El gasto social se focalizó, y ello por diversos motivos. En primer lugar, reducida la caja disponible, se requería maximinar los recursos. En segundo lugar, un gasto indiscriminado -propio del diagnóstico desfavorable hacia el enfoque universalista- producía un efecto contradictorio en términos de la transformación económica neoliberal. En tercer lugar, la focalización eficiente permitiría inclusive darle mas dinamismo al mercado y por lo mismo agilizar “el proceso de

erradicación de extrema pobreza” (ver Martínez, J. & Palacios, M., 1996). De esta forma, mediante subsidios a quienes lo necesitaran se produciría una regularización de la economía, lo que podría permitir un crecimiento ajustado a las necesidades del país, lo que en suma, significaba progreso para todos (Baño, R., 1992). Una consecuencia de lo anterior es que, entonces, la unidad para estimar quién, cuánto y cómo se debe recibir el subsidio es la familia, y en particular el individuo. En este sentido, como lo expresan diversos autores, es posible observar en un primer momento al menos una tendencia contraria respecto del rol del Estado; “Se definió al Estado como subsidiario, entendiendo en un

sentido restringido el concepto. En la práctica, el Estado sólo debe hacer aquello que no puede realizar el

sector privado. En este sentido se generaron y promovieron incentivos y mecanismos de política que

permitieran al Estado abandonar actividades de gestión y producción” (Lavados, I., 1983). De esta forma, la política social queda subordinada al funcionamiento y control de la economía368 (Raczynski, D., 2002). Así esta tendencia reductiva acorde a las maniobras de privatización se complementó entonces con las de focalización de prestaciones asistenciales que recién mencionábamos a medida que la radicalidad de los enfoques y los eventos sociopolíticos que existieron en el proceso fueron moldeando el esquema global con que termina el período.

367 A pesar de que existen discusiones sobre este punto hemos privilegiado los análisis de Ortega y Tironi (1988), Schkolnik y Bonnefoy, (1994), Arellano (1985), Martínez y Palacios (1996), y MIDEPLAN (1991). A esta argumentación debe sumarse el efecto que tuvieron las crisis económicas, mismas que fueron superadas en parte gracias a una reducción aditiva al gasto social (ver Martínez, J. & Palacios, M., 1996). 368 A modo de ejemplo, en los temas que nos eran de interés en los períodos anteriores, nos dice Lavados (1983); “en cuanto a las formas de participación se ha promovido la idea de que el Estado debería actuar lo menos posible” dejando esos temas en manos de los privados.

Page 218: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

218

En segundo lugar, y muy cercano al punto anterior (b) la política social se concentró en subsidios (subsidiariedad) bajo un enfoque asistencial. De esta forma, las declaraciones de la Oficina de Planificación Nacional explicitaban el sentido de esta dinámica pues “para erradicar la pobreza se requiere una estrategia

que focalice los subsidios sociales en los estratos de extrema pobreza en forma directa y progresiva” (en Martínez, J. & Palacios, M., 1996). Es decir, se intentaba “concentrar el esfuerzo social [estatal] en aquellos

sectores donde la aplicación del modelo económico neoliberal generara costos sociales mayores [...] la

política social debía focalizar sus recursos hacia aquellos hogares cuya subsistencia estuviera en peligro en

situaciones de crisis o recesión económica asegurando su acceso a los servicios sociales (educación, salud y

vivienda) a través del mercado, el cual se asumía era el mejor y mas eficiente asignador de recursos y

prioridades”, y por lo mismo, el camino mas concreto a la integración social (Schkolnik, M. & Bonnefoy, J., 1994). En esta línea de acción destacan la creación de las pensiones asistenciales y el subsidio familiar único, para quienes no estuvieran adscritos al sistema de previsión, junto a otros programas no monetarios de nutrición (Schkolnik, M. & Bonnefoy, J., 1994). Así se concentró el gasto social en la asistencia (MIDEPLAN, 1991). En tercer lugar (c) la empresa privada entró en áreas que históricamente le eran ajenas, generándose mercados que regularon la oferta de servicios en dichas áreas y que en algunos casos determinaron la generación de sistemas paralelos (sistemas públicos versus sistemas privados) (Martínez, J. & Palacios, M., 1996). Ello incidió en la generación de problemas estructurales que incidían en el correcto funcionamiento de las instituciones que los componían, produciéndose una deficiencia en la calidad, cantidad y posibilidades de atención en los servicios de salud, una brecha gigantesca en el entre el sistema educacional público y el privado (sumado a la erosión del sistema universitario debido a la falta de financiamiento), entre otros ejemplos (ver MIDEPLAN, 1991). De esta forma la eficiencia atribuida al mercado se reúne con la idea del cliente consumidor de servicios (el usuario) capaz de optar frente a la diversidad de ofertas –“en desmedro de

la comunidad organizada que consigue beneficios” (Martínez, J. & Palacios, M., 1996). Particular importancia tienen las áreas de la educación, la salud, y la previsión social a las que ya nos hemos referido. En cuarto lugar, (d) se produce la individualización de los sujetos ante la política social, como se deja ver en el nuevo sistema de previsión en donde cada particular aporta en forma personalizada (MIDEPLAN, 1991; Schkolnik, M. & Bonnefoy, J., 1994). Ya no se trata de grupos organizados luchando por conseguir mejores condiciones de vida, ahora es el individuo que dentro de su capacidad competitiva –productiva- logra un cierto

Page 219: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

219

nivel de estabilidad particular369 (Rogazzy, M., 2002). Entonces la política social es mayormente focalizada, subsidiaria, asistencialista e individualizante, “como contrapartida del mercado libre” (Rogazzy, M., 2002)370. Por último, en quinto lugar, (e) se desarrolla una estructura burocrática dentro del Estado para hacer frente a estas demandas de forma eficiente. Esto supone la creación de oficinas y programas encargados de temas sociales, la llamada red social, la cual en conjunto debe encargarse de operacionalizar las metas económicas en indicadores efectivos de intervención social371 (ver Raczynski, D., 2002). Se definen así grupos específicos sobre los cuales orientar la labor. En este sentido se desarrollan redes de coordinación de acciones para producir un trabajo focalizado eficiente, y se desarrollan instrumentos (como por ejemplo la ficha CAS, los mapas de vulnerabilidad, los sistemas de registro, etcétera) que permitan contar con datos concretos respecto de a quienes focalizar, ubicando y describiendo la población objetivo. Esto supone que “la asignación de

recursos públicos se trasladó desde la oferta hacia la demanda” (Raczynski, D., 2002). Esto produjo que se instalara “en el sector público, en el mundo político y en el ámbito académico, la convicción de que al formular

políticas y diseñar programas es indispensable tener claridad respecto a cuál es el grupo objetivo, sus

características centrales y el camino mas expedito para llegar a él”, lo que revela, al menos en términos ideales, la diversidad de actores involucrados en la nueva dinámica de planificación social. Un efecto directo de esta línea resulta en la creación de segmentos sobre los cuales se comprende la realidad social de los sectores mas pobres; se tematiza –se compartimentaliza, si se prefiere- por programas y se segmenta lo que antes era entendido como un conjunto de problemas sociales resultado de una estructura social ineficiente,

369 Agregan al respecto Martínez y Palacios (1996): “El criterio político, sin embargo, también estuvo presente a lo largo del período, siendo la individuación de la sociedad uno de los principales objetivos en materia social. La disolución de las organizaciones sociales [por poder histórico] primero, a través de decretos que prohibían todo tipo de asociación, y luego la disminución de la “mentalidad asociativa” y su reemplazo por la idea del individuo que compite y elige [...] fueron efectivamente resultados de una iniciativa política”. Lejos quedaban las épocas de la sociedad comunitaria y la movilización social. 370 Según Dávila (1998b) la aplicación de estos principios no deja posibilidad de acuerdo “en cuanto a los logros que pudiesen experimentar las políticas sociales en la disminución de la pobreza, ya que al término del gobierno militar los niveles de pobreza y extrema pobreza [e indigencia] eran muy superiores a los exhibidos durante 1970” (ver MIDEPLAN, 1991), como tampoco habría posibilidad de acuerdo en torno a los reales beneficiarios , pues algunos subsidios se mantuvieron de preferencia en la clase media (Dávila, O., 1998b), y muchos programas mantuvieron su carácter tradicionalmente universalista (Schkolnik, M. & Bonnefoy, J., 1994). Ello sumado a la incongruencia detectada en las rendiciones oficiales hace imposible estimar en concreto la eficiencia del modelo puesto a prueba durante el período (cfr. Ortega, E. & Tironi, E., 1988). 371 Hacia 1988 Ortega y Tironi escribían: “El gobierno administra en Chile más de 30 programas que define de carácter social, con el objetivo de reducir o aliviar la extrema pobreza. Algunos, sin embargo, son más bien servicios sociales públicos tradicionales que en el país se habían instaurado como respuesta del Estado (de bienestar) a las demandas sociales de un pueblo crecientemente organizado [...]. La gran mayoría de estos programas son administrados por las 330 municipalidades del país, convertidas en los brazos territoriales del gobierno central”. De esos 30 programas 5 se orientaban a la extrema pobreza, la cual desde la óptica del gobierno militar “constituye un problema de capitalización de los individuos y guarda poca relación con el modelo o sistema económico” (Ortega, E. & Tironi, E., 1988). En este sentido es válido el comentario de Schkolnik y Bonnefoy (1994) en el sentido de que no se puede hablar de una política hacia la extrema pobreza en un sentido integral, pues de fondo la concepción era que el crecimiento económico ajustado a las nuevas transformaciones bastaría para mejorar las condiciones de vida.

Page 220: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

220

clasista, opresora372. En este contexto dichos programas irán perfilando las áreas de trabajo que les son de su competencia e interés en los años venideros. Se desmantela así la estructura que se venía desarrollando desde el Estado, produciéndose un quiebre histórico en la política social (Dávila, O., 1998b) y se inicia un proceso de reducción que da paso a una concepción en donde el Mercado opera como regulador de la vida social (Rogazzy, M., 2002). Las antiguas bases de la intervención comunitaria orientada desde el sentido y las plataformas que promovía el Estado desaparecían y con ellas toda posibilidad de desarrollo como antes fuera posible. Pero no nos adelantemos. En resumen, el largo proceso de la dictadura trae consigo un cambio sustantivo en todas las esferas de la vida social de la nación, al punto de que ha sido caracterizada como “fundacional” de un nuevo orden social y económico (ver Vasconi, T., 1991). En términos sociales la represión, la eliminación de la actividad pública, la individualización de los sujetos frente a la instituciones, el miedo, el llamado apagón cultural (ver Gilbert, J., 1997; Muñoz, V., 2004) y las transformaciones económicas eliminan la posibilidad de una movilización social consistente y convergente, canalizando sus esfuerzos en protestas o en actividades de convivencia locales, que si bien se identifican con la resistencia no alcanzan para formular proyectos alternativos. Podemos estar de acuerdo con diversos autores en que la reactivación económica y transformación del sistema social tuvieron importantes costos sociales. En términos políticos la antigua coalición (y sus antiguos dirigentes) desaparece para dar paso a una nueva y renovada oposición que frente a un análisis negativo del contexto opta por desechar la consigna de ilegitimidad del régimen para entrar a competir por la vía electoral y las negociaciones entre dirigentes. Según como hemos expuesto este proceso se fundamenta en el desarrollo del pensamiento intelectual científico social que a su vez ofrece nuevas tecnologías, que en paralelo debe comenzar a conquistar la base social y comunitaria que ahora le es extraña y muchas veces lejana. En términos de la actividad de los profesionales dedicados a las áreas de trabajo social y comunitario en este contexto, la reorganización y la generación de sentidos compartidos (de “resistencia”, de “solidaridad”, de “salvataje del tejido social perdido”) se transforman en los principales elementos a la mano para ser sustentables, aliándose en la marcha con la idea de la alegría que ha de venir con el cambio de gobierno. Así, hacia finales del período en los meses antes de asumir Patricio Aylwin, el futuro de la nación comenzaba a tomar forma, preparándose para enfrentar la nueva dirección de un país nuevo país con una renovada clase de dirigentes.

372 Ortega y Tironi (1988) adjuntan un folleto editado por el gobierno militar en el cual se explica la red social que se ha puesto en marcha. En él queda en evidencia una estructura vertical en la cual cada ministerio tiene a su cargo segmentos del gran problema que representaba la extrema pobreza, frente a los cuales hay programas que segmentadamente les hacen frente (véase Ortega, E. & Tironi, E., 1988).

Page 221: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

221

b) Desarrollo teóricos y prácticos de la época Durante este largo período de nuestra historia la literatura en torno a los desarrollos en psicología comunitaria se amplía y complejiza en términos comparativos. Si antes los proyectos de reforma social permitían una comprensión de temáticas relativamente comunes y estructuradas, la situación que se desencadena con el golpe produce un efecto “explosivo” que se traduce en la fragmentación –dispersión- de las prácticas, tanto por su multiplicación como por su diversidad teórica, metodológica, institucional y política. La lectura histórica entonces se hace más difícil al resultar imposible la compilación de una “versión oficial”. A ello debe sumarse el hecho significativo de que, en concreto, muchas de estas prácticas fueron desarrolladas como formas de oposición y resistencia directa e indirecta a la dictadura y sus efectos, como puede derivarse de la lectura del apartado anterior373. A modo de introducción vale la pena mencionar algunos elementos que son visibles en las lecturas históricas que hemos revisado374. En primer lugar destaca la representación común entre los diferentes escritos de carácter histórico en relación a que las líneas de acción de la psicología comunitaria se amplían de forma considerable. De esta forma, no resulta posible identificar claramente la continuidad entre los desarrollos de este período y el anterior. Así mismo, la migración de las antiguas plataformas hacia otras de menor tamaño y estabilidad, relativamente dispersas y dependientes de otras fuentes de financiamiento transforma de forma significativa las posibilidades de enfoque de la psicología comunitaria en su sentido genérico. Por ello, lo primero que podemos afirmar es que durante esta etapa la psicología comunitaria incurre en un proceso de refundación. Ahondaremos más sobre este punto durante este apartado. En segundo lugar, la eliminación del lazo entre perspectiva comunitaria (participacionista) y rol del Estado, corta de raíz la vinculación de los nacientes desarrollos en el campo de la salud con el trabajo de profesionales del área social. Ello, sumado a la fragmentación multiplicatoria de prácticas facilita la utilización del nombre “psicología comunitaria”, tanto a modo de referente común para denominar un conjunto de prácticas entre los profesionales como de agrupación de líneas teórico-metodológicas, y por lo mismo, del perfilamiento de desarrollos conceptuales propios. Así, una característica paralela a la refundación es que se consolida el campo de discusión -y reformulación- que corporiza dinamiza la evolución de la psicología

373 Como comentario anexo, el que los resúmenes históricos de los autores privilegien una perspectiva unificante e idealizada de “la” psicología comunitaria (sin diferenciarla del conjunto de prácticas que la componen como hemos supuesto hasta aquí), tiende a borrar las diferencias que hacen a cada desarrollo o conjunto de desarrollos cristalice en prácticas concretas. Volveremos sobre este punto al final del apartado. 374 Para este período pueden considerarse los siguientes documentos; Morales (1988; 1992; en Olave, R. & Zambrano, L., 1996), Barranco y Díaz (1999); Alfaro (1997; 2000; en Olave, R. & Zambrano, L., 1996), Alarcón, Albornoz y Fares (2003), Asún y Vidales (2002), Asún (en Olave, R. & Zambrano, L., 1996), Rozas ((1992a; 1993; en Montero, M., 1997), Barranco y Díaz (1999), Martínez (en Krause, M. & Jaramillo, A., 1998), Krause (1996; 1997; 2002) y el documento de Asún, Krause, Aceituno, Alfaro, y Morales, G. (en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994).

Page 222: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

222

comunitaria (cfr. Morales, G., 1992). Si antes este campo se había creado y comenzaba a dar sus primeros pasos, es durante esta etapa en que el intercambio, la reformulación y la estructuración de propuestas consistentes y coherentes se vuelve fundamental, lo que posibilita que los psicólogos se apropien del término psicología comunitaria en todo su sentido, tanto profesional como disciplinar375. La mayoría de las reconstrucciones históricas acuerdan que durante el período que va desde 1973 hasta el inicio de la década de los ochentas no se registran actividades considerables como psicología comunitaria. Ello no significa que no se hayan desarrollado actividades, pero sí supone que de haber existido alguna éstas no fueron significativas en términos de los aportes que pueden haber realizado. Sin embargo este período si resultó significativo en términos del proceso de evolución de los desarrollos en psicología comunitaria pues como menciona Morales (1992) la imposición dictatorial, la transformación nacional, la represión política y social, la experiencia del exilio llevaron a muchos a “replantear la política;

ocupándose conceptos como renovación política, recreación de formas de hacer política, construcción del

poder local”. En efecto, como expusimos en el párrafo anterior, si bien la represión golpeó duramente las bases del pensamiento social que se traducía en accionar comunitario, este nuevo período es concebido como un período para repensar y repensar-se; tanto para los miembros y cercanos de la desaparecida Unidad Popular como para el resto. Por lo mismo puede afirmarse que las respuestas a esas interrogantes –fueran políticas, sociológicas, históricas, existenciales- resultaron muy diversas. Sin embargo todas ella tenían como elemento común la generación de elementos democráticos o democratizantes (en sentido genérico), ya que apuntaban a la reconstrucción del “tejido social”376, es decir a las redes sociales que en definitiva producen un determinado sistema social concebido como mas justo y preferible (Hamel, P., 1991; Morales, G., 1992; Asún, D., en Olave, R & Zambrano, L., 1996; Barranco, F. & Díaz, R., 1999). En palabras de Martínez, las prácticas relacionadas a la psicología comunitaria “reaparecen durante los años ochenta ligadas a un proyecto

político”377 (en Krause, M. & Jaramillo, A., 1998). Así, y si bien no hay datos de prácticas previas, es en el período que directamente lo antecede que se siembran las semillas del pensamiento, valores y orientaciones

375 Como veremos mas adelante, la noción de la psicología comunitaria como una disciplina comienza a asentarse con bastante apoyo durante este período. 376 La idea de reconstrucción del tejido social –que ya hemos mencionado- parece estar bastante difundida en la literatura de la época, a modo de sentimiento común respecto del sentido del trabajo político y/o social de la época, incluso aunque a la base hubieran posiciones contrapuestas. Valga como comentario sobre este tema, que trataremos mas adelante, que la idea implícita dentro de los desarrollos comunitarios es la de que existe un daño producido por el autoritarismo que es considerado de urgente solución (véase por ejemplo Morales, G., 1992; Olave, R. & Zambrano, L., 1996; Alfaro, J., 1997). 377 Como intentamos dejar en claro en las siguientes páginas, se trataría mas bien de un conjunto de proyectos políticos, los cuales si bien comparten algunos puntos respecto de la necesidad de democratizar el país, difieren radicalmente en las formas mas adecuadas para llevar a cabo dicha tarea. Esto supone, entonces, que si bien puede reconocerse un origen común y un paralelismo, estos proyectos se van diferenciando hacia el final de la década.

Page 223: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

223

que la psicología comunitaria tomará en sus diversas formas en los años siguientes. Consideramos que, entonces, puede hablarse de un período de incubación para la explosión de prácticas que tendrá lugar en los años siguientes. Entonces si ese período resulta fundamental para comprender las crisis y reformulaciones que dieron lugar a las prácticas comunitarias, el hecho de que el Estado prescindiera no sólo de los profesionales y los programas sociales en los trabajaban sino de cualquier elemento que se pudiera entender como reminiscencia del pasado, como vimos en las palabras del Ministro de Salud designado, determinó que cualquier actividad alternativa debería realizarse desde otras plataformas (Morales, G., 1992). Ello, en definitiva, se traduce en la necesidad de formulación de una nueva psicología comunitaria, lo que expresado en los términos que hasta aquí hemos privilegiado puede entenderse como el surgimiento de un conjunto de propuestas y orientaciones teórico-prácticas que se aventuran a proponer estrategias de intervención en temáticas consideradas como relevantes a través de la incorporación de un enfoque comunitario desde la condición profesional de psicólogos (cfr. Asún, D., 1983). Por esto, vale la pena revisar entonces cuáles son las condiciones bajo las cuales esa nueva psicología comunitaria se comenzó a desarrollar. El primer elemento que debemos destacar es qué sucedió con los profesionales que estaban desarrollando las diferentes perspectivas que se estaban implementando. Un importante grupo de profesionales vinculados a la profesión médica así como a la actividad política fue tomado prisionero y muerto; otro importante grupo se exilió y comenzó una nueva vida en otras fronteras; y un último grupo permaneció dentro del país intentando reconfigurar sus actividades profesionales para que ellas fueran posibles en los nuevos marcos autoritarios. En el área de la salud, por ejemplo, se decreto la reinstalación de una perspectiva curativa –de mayor rentabilidad en el plano local (Spoerer, S., 1973; Illanes, M., 1993)-, lo que impactaría profundamente los pilares de los programas de salud comunitarios. Ello sumado a la desmantelación de la representación nacional en las redes orientadas a la creación de modelos en torno a la medicina social en América Latina, y al cierre e intervención de un importante grupo de centros de formación y pensamiento social, destruyó las bases de las nuevas perspectivas, y por lo tanto dio paso a un contexto bajo el cual era necesario otro tipo de soluciones a los viejos problemas relacionados a la salud mental (Asún, D., 1983). Bajo esta perspectiva, la vieja relación entre psicología y salud no se rompió del todo, sino que debió reformular la instalación de una perspectiva comunitaria bajo la orientación curativa y asistencial del Estado (cfr. Marconi, J., 1986), o desde la práctica externa haciendo frente a las dificultades y presiones378.

378 Escorza y Pozo (1987) comentan que “los hechos de 1973 repercuten fuertemente en el ámbito universitario [...] Como consecuencia de ellos, los equipos académicos de todas las escuelas, incluidas las de psicología, se desestructuran y el quehacer universitario, tanto a nivel de investigaciones como en el plano de la docencia, debe vivir un período de involución y reestructuración que le permita adecuarse y subsistir en las nuevas circunstancias [...] En gran

Page 224: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

224

En el área orientada al desarrollo social, el credo de que había que reimponer el orden -que en la práctica se tradujo en la regulación ideal de la vida publica según los criterios del mercado- modificó radicalmente el valor y la operatividad de los planteamientos de antaño. Como aclara Vasconi (1991) hubo que comenzar “a pensar

desde la derrota”; la antigua relación entre diagnóstico político sociológico y proyecto nacional había desaparecido, y por lo tanto el lugar y el sentido de continuar esas líneas de pensamiento también379. Por lo tanto las ciencias sociales, y en particular la sociología (que sufrió el cierre de sus actividades académicas, la eliminación física de sus miembros, y el desprestigio de sus perspectivas teóricas), optó por comenzar a desarrollar diagnósticos de los efectos y problemas que el autoritario proyecto tenía en la renovación de la sociedad. Para ello, sin embargo, fue necesario adoptar nuevos enfoques teóricos especialmente respecto de la forma de retomar caminos democráticos y de dirigir una sociedad bajo los nuevos patrones que se instalaban en la región (ver Vasconi, T., 1991). Así, por ejemplo, los debates sobre el carácter estructural de una sociedad de clases dan lugar a otros en donde el eje será la sociedad civil como contrapuesta al Estado autoritario. El pensamiento científico social -que había sido referente de las bases y planteamientos comunitarios de antaño- ahora debía modificar sus enfoques, pero también sus objetos de estudio, y por lo mismo (pero en menor grado) a desarrollar nuevas metodologías de trabajo. Así, durante los primeros años de dictadura las ciencias sociales se dedicaron a estudiar el impacto que tenían las reformas y medidas adoptadas para producir la transformación económica social neoliberal. Sin embargo esa información, al estar subvencionada por organismos internacionales (o desarrollada por entidades multinacionales con representación en Chile) generó un efecto inesperado; se tematizó el campo de investigación sobre problemáticas sociales. Así, las diferentes esferas que eran impactadas de forma negativa por la instalación de un nuevo modelo de existencia comenzaron a crear campos con relativa independencia; sexualidad, familia mujer y género, infancia, consumo de drogas, violaciones a los derechos humanos, anomia social y juventud popular, subsistencia popular y organización social –en salud, trabajo, cultura, etcétera.- , entre muchas.

medida este hecho influye en el curso extra universitario que seguiría el desarrollo de la psicología profesional”.(ver también Gilbert, J., 1997) Estos elementos modificaron las metas y capacidad operativa del programa intracomunitario, lo que sumado a la exoneración de un gran número de profesionales, dio paso a una nueva etapa de desarrollo de la propuesta (Marconi, J., 1986). Weinstein, por su parte, debió exiliarse en el extranjero y buena parte de las redes de trabajo que habían sido conformadas por su equipo fueron intencionalmente desmanteladas por la acción militar. A ello debe sumarse la labor de quema de documentos que acompañaba los allanamientos (ver Barranco, F. & Díaz, R., 1999). Esto, sin embargo, no supuso el fin de estos desarrollos, si no mas bien una necesidad de replantearlos (y reconstruirlos desde la experiencia personal) desde otras plataformas y sobre otros ejes políticos, como veremos mas adelante. 379 Vasconi (1991) hace extensivo este proceso a toda la región.

Page 225: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

225

Al mismo tiempo, a medida que se conformaba este universo de temas se instaló lo que Vasconi (1991) caracteriza como la lógica de proyectos (financiamiento atado a proyectos). En este contexto los investigadores y las agencias debían negociar la pertinencia, costos y plazos de un determinado proyecto. En esta relación de dependencia quedaba en manos de la agencia financista la posibilidad de realizar el proyecto y en manos del grupo investigador la habilidad para negociar adecuadamente. Bajo esta lógica, la posibilidad de subsistencia de la facultad reflexiva de los profesionales dedicados a las áreas múltiples de investigación estaba directamente relacionada a la capacidad productiva, lo que incidió en una enorme cantidad de documentos, papers e informes (Vasconi, T., 1991). Además, la validez de dichos productos sería evaluada con estándares internacionales (extranjeros), lo que incidió en la incorporación de nuevos métodos, aumento de la lectura de literatura de punta y por lo tanto, en la necesidad de generar redes de intercambio con el extranjero, asunto que resultó compatible con el importante número de profesionales exiliados que intentaban retomar sus vidas en otras naciones. En este proceso la intelectualidad social progresivamente fue dando origen a centros de investigación y de formación académica independientes, los cuales estaban orientados a servir de plataformas de trabajo380. El correlato de este proceso fue la nacionalización de las discusiones, en detrimento del espíritu latinoamericanista que había imperado hasta 1973, lo que resulta absolutamente coherente con los análisis que llevan a concebir a la dictadura como un proyecto de transformación social relativamente exitoso –la instalación del llamado “Modelo Chileno”. Por otro lado, como dijimos en el apartado anterior, la fuerza de la represión política hizo de sobremanera relevante el papel de los organismos de Iglesia durante el período, pero principalmente durante los setentas, en términos del apoyo a diversas iniciativas vinculadas a los trabajos que hemos caracterizado como de resistencia al régimen. A partir de la intervención directa de personeros de Iglesia se inician, por ejemplo, los primeros trabajo de recopilación de antecedentes de las violaciones a los derechos humanos, las cuales sientan un importante precedente para lo que luego será una red de entidades que desarrollaron actividades en esa línea, en las cuales un importante grupo de psicólogos desempeñó (y desempeña hasta nuestros días) funciones. Este tema no resulta ajeno al desarrollo de trabajos en psicología comunitaria pues, a través de una perspectiva psicológica se instala el problema de la salud mental como una dimensión relevante a la hora de considerar los efectos de las prácticas autoritarias. Así, práctica psicológica y situación política comienzan a relacionarse en trabajos concretos que durante los años posteriores serán la base del pensamiento que impulsaría Ignacio Martín-Baró en términos de una psicología social para América Latina (véase por ejemplo

380 Al respecto comenta Vasconi; “Esta generación que dentro del campo de las ciencias sociales impulsó un fuerte proceso de especialización, abordando temas particulares, desarrollando enfoques parciales [en contraposición a la necesidad totalizadora del período posterior] o adoptando estrategias de investigación ceñidas a un enfoque determinado [...] ha sido acusada a veces de abandonar la teoría, de no haber contribuido a generar una explicación de la América Latina de los años 80”. Valga lo anterior para graficar la dimensión del quiebre histórico que este período marca en los desarrollos históricos dentro del pensamiento social.

Page 226: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

226

Martín-Baró, I., 1990a)381. En la práctica, el desarrollo de esta línea supuso el desarrollo de competencias antes desconocidas por parte del cuerpo de profesionales psicólogos(as) que se dedicó a ella, al punto de que esta temática se comenzó a instalar como un referente muy significativo del valor del trabajo psicológico clínico y psicosocial –en una dimensión mas amplia- en las diferentes redes de intercambio disciplinar de América Latina (cfr. Asún, D., 1983). De esta forma, y debido fundamentalmente al compromiso personal de profesionales de la psicología, se estrechan los lazos entre las redes de resistencia –en un sentido no violento- al régimen, involucrando nuevamente el componente político (en tanto orientador de la actividad práctica) en la actividad profesional. Así, con la Iglesia como la única entidad capaz de oponerse a las actividades militares, poco a poco se fue conformando una red de relaciones entre actividades de organización comunitaria, trabajos profesionales de apoyo e iniciativas orientadas a la reparación y asistencia a víctimas. Se trataba, entonces, de un movimiento que se desarrollaba al amparo de la Iglesia pero que reunía a una mayoría laica en el que se reunían los antiguos partidarios democratacristianos y de otros segmentos cercanos, profesionales de las ciencias sociales, del trabajo social, de las ciencias de la salud, educadores y muchos otros interesados en desarrollar actividades en los sectores que se veían enfrentados a situaciones mas difíciles en el actual contexto382 (Lyon, J., Bolton, R., Puga., & Otros, 2000). Se conformó un conjunto de redes muy diversas de personas -profesionales y no profesionales- que comenzó a desarrollar trabajos en áreas que se habían visto dañadas por los efectos del modelo impuesto. Podemos suponer, a título personal, que el rigor de las circunstancias y la necesidad percibida de hacer frente a 381 Muchas veces se ha desestimado la verdadera dimensión de estos trabajos, relegando su quehacer a una práctica clínica orientada al apoyo de víctimas. Sin embargo, y como mencionamos en el apartado anterior, la generación de una práctica en psicología política supera con creces el marco tradicionalmente clínico para instalar una perspectiva de trabajo grupal y de análisis de elementos psicosociales (tales como memoria social, identidad social, emociones, estereotipos, actitudes políticas, etcétera) como puede verse en el trabajo de Páez (en Riquelme, H., 2001), en los trabajos de Riquelme (2001; 1990), en los documentos del COLAT (Colectivo Chileno de Trabajo Psicosocial, 1983), en los trabajos y compilaciones de Martín-Baró (1990a; 1998), y en las publicaciones de los profesionales del Instituto Latinoamericano de Derechos Humanos y Salud Mental (Lira, E. & Becker, D., 1989; Lira, E. & Castillo, M., 1991; Lira, E. & Piper, I., 1996), entre muchos otros. 382 Bolton (en Lyon, J., Bolton, R., Puga., & Otros, 2000) cifra las bases de estos desarrollos en la creación de las comunidades de base durante los períodos anteriores. Ellas fueron impulsoras y a la vez resultado de una serie de declaraciones e iniciativas oficiales de las jerarquías eclesiales latinoamericanas (a las que nos referimos brevemente al mencionar los desarrollos latinoamericanos en psicología comunitaria). Sin embargo, el desarrollos posterior de dichas iniciativas estuvo mucho mas relacionado con el laicado perteneciente a dichas comunidades, y en menor grado a una nueva generación de sacerdotes vinculados a sectores obreros, asunto que permitió una mayor relación entre Iglesia y necesidades en términos de organización popular, al tiempo que le facilitó una cierta independencia de las cúpulas eclesiales que no estuvieron de acuerdo (dando origen a lo que Bolton llama “iglesia liberadora”). Entrada la dictadura entonces, la iglesia popular obrera que desde años se venía desarrollando en Chile jugó un papel excepcional junto a los miembros de las cúpulas eclesiales (donde resalta la figura del Cardenal Capitalino Raúl Silva Henríquez) en la defensa de los derechos humanos, la disidencia política, el respeto de las libertades mínimas y las posibilidades de organización y subsistencia populares (véase Lyon, J., Bolton, R., Puga., & Otros, 2000).

Page 227: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

227

temáticas urgentes facilitaron el dejar de lado parte de las diferencias políticas de antaño para desarrollar un trabajo de colaboración en conjunto, lo que en la práctica se sumó al proceso de reconceptualización –a falta de otra palabra- de los proyectos sociales en los cuales cada uno participaba (cfr. Barranco, F. & Díaz, R., 1999). De esta forma, la escena previa a la década de los ochentas había visto importantes transformaciones que serían relevantes para el renacimiento de los desarrollos en psicología comunitaria383. A nuestro juicio dos elementos resultan decisivos para entender la nueva configuración de un campo de desarrollo de la psicología comunitaria. En primer lugar se había acumulado un grado importante de experticia en términos de trabajo en sectores populares, ligado a una basta cantidad de estudios –con distinto grado de profundidad- en torno a las temáticas que eran detectadas como deficientes, dañadas, o de urgente abordaje en el contexto neoliberal (Rozas, G., en Montero, M., 1997). En el caso particular de la psicología, los estudios en relación a la situación de salud –y en específico de salud mental- marcaron un hito. Ellos se habían desarrollado no sólo desde organizaciones no gubernamentales (ver, por ejemplo, Martinic, S., Avilés, M. & Ortiz, I., 1980), sino también por representantes de organismos internacionales (Naciones Unidas, UNICEF) además de grupos de profesionales que se mantuvieron trabajando para el Estado, el cual necesitaba contar con datos actualizados para desarrollar las actividades que describíamos en el apartado anterior. Así, este acumulado dio paso a un nuevo espacio de validación para desempeñarse en el trabajo, pero mas importante aún, junto al movimiento de oposición no violenta de parte de miembros de iglesia y laicos, permitió el fortalecimiento de un compromiso explícito de parte de grupos de profesionales para trabajar en dichas temáticas. Por lo tanto, junto al resurgimiento de una validación de experticias en estos campos surgieron orientaciones éticas y políticas que permitieron enfocar el trabajo. En segundo lugar, la generación de estos espacios y la progresiva visibilidad de los mismos (asunto siempre relativo debido a las condiciones de la época), posibilitó la formalización de redes de contactos y de intercambio a nivel nacional, pero sobretodo a nivel metropolitano384. Ellos sumado a la aglutinación de diversos grupos (políticos, profesionales, populares, etcétera) dentro de esas redes generó el caldo de cultivo suficiente para la recepción de fondos internacionales destinados a proyectos de intervención en temáticas determinadas, asunto que fue facilitado (al igual que con los fondos de investigación que mencionamos hace algunas páginas) por la colaboración de otros chilenos exiliados (Morales, G., 1988; 1992). Serán estas las

383 Otra forma de entender lo expresado podría ser que hasta el inicio de la década del ochenta no estuvieron dadas las condiciones para el desarrollo del campo de la psicología comunitaria. 384 Con el pasar de los años este conjunto de redes pasó a conformar una subcultura que se identificó con la oposición política. Así se desarrollaron iniciativas de carácter político, cultural pero también se afianzaron amistades y relaciones personales que fortalecieron y dieron cierta consistencia a la misma en una suerte de compañerismo.

Page 228: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

228

condiciones desde las cuales se desarrollaran los nuevos proyectos y conceptos que incorporará la psicología comunitaria en su resurgimiento. En este contexto a principios de la década de los ochentas, una importante cantidad de intervenciones comienza a llevarse a cabo por entidades desligadas del Estado. A la base de esas acciones estaba la readecuación de metodologías diversas, las que fueron cobrando valor a medida que demostraban adecuarse a los requerimientos de cada temática. Según la clasificación de Morales (1992) pueden distinguirse cuatro líneas de trabajo; (a) Organizaciones solidarias; (b) Redes de educación popular; (c) Programa de desarrollo

comunitario; y (d) Programas de salud comunitaria. Las primeras tres hacen referencia de formas mas directa a la temática del desarrollo social en el amplio sentido, y la última mas directamente al tópico de la salud, pero como veremos se trata de trabajos interdependientes, complementarios, o a lo menos interconectados. Revisaremos sucintamente estas líneas para abordar las producciones distinguibles dentro del campo de la psicología comunitaria durante el período. Como mencionamos en el apartado anterior, el elevado costo social de las reformas dictatoriales y la transformación de las formas de existencia social que el nuevo modelo económico obligaba se tradujo en el desmejoramiento significativo de la calidad y condición de vida de importantes sectores de la población. En ese contexto, la antigua sociedad civil que había vivido un proceso de densificación y de organización identitaria hasta 1973 comienza a organizar redes de apoyo y subsistencia, en lo que fue caracterizado como organizaciones económico populares385. Ellas, que en un principio fueron consideradas como de emergencia, para hacer frente a problemas puntuales (Casanueva, C. & Nilo, F., 1988), se masificaron –especialmente en los sectores con índices de pobreza y marginalidad mas elevados- y se “desarrolló una práctica comunitaria,

por lo general con asesoría profesional, centrada en la subsistencia”386 (Morales, G., 1992). En este sentido, el cooperativismo y la solidaridad –como lo indica el nombre- son los valores de mayor presencia, orientando la colaboración de diversos agentes en el logro de metas comunes que comenzaron a ser percibidas como necesarias en la vida diaria (desde la alimentación hasta la reivindicación y la presencia política). Por este motivo, el componente comunitario pasó a resultar determinante, especialmente dada la importancia atribuida

385 Para mas información remitirse al apartado precedente. Como comentario anexo, además de las antiguas redes de organización poblacionales impulsadas en los gobiernos anteriores vale la pena destacar las iniciativas orientada al logro de la autogestión desarrolladas por trabajadores de pequeñas empresas (Razeto, L., en Casanueva., C. & Nilo, F., 1988) 386 La afirmación de Morales calza con el período de revalidación y mayor “formalización” de dichas organizaciones, debido principalmente al período de estabilización y consolidación del proyecto que impuso la dictadura hacia inicios de 1980 (ver Razeto, L., en Casanueva, C. & Nilo, F., 1988). En esta línea el diagnóstico apuntaba a la necesidad de mayor preparación de los miembros y a la organización de recursos para enfrentar una situación que parecía prolongarse. Es importante mencionar que muchas de estas organizaciones fueron apoyadas también por organizaciones vinculadas a la oficialidad (como CEMA), sin embargo, la literatura consigna como relevante en la generación de perspectivas comunitarias solamente aquellas que interactuaron con organismos no gubernamentales.

Page 229: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

229

al contexto físico, resaltando entonces lo local –a nivel de la experiencia poblacional- como un segundo componente fundamental. El rol del profesional que aquí se desempeñó fue el de un “agente externo que contribuye a la búsqueda de

los elementos involucrados para facilitar el análisis histórico de los problemas y necesidades, entregando las

herramientas necesarias para la identificación [e interpretación] de los fenómenos y fuerzas sociales que

están latentes en determinadas experiencias humanas” (Casanueva, C. & Nilo, F., 1988; ver Asún, D., 1983). Bajo esta perspectiva, el apoyo técnico-organizativo del profesional se complementa con el de los miembros de la comunidad, que se transforman en la contraparte necesaria, sin por ello dejar de ser el centro del objetivo del análisis (Vio, F., en Vejarano, G.,1983). Se desarrolla entonces la metodología propuesta por la investigación acción participativa, lo que en la práctica supuso un proceso de reconversión profesional de parte de los agentes externos. “Se espera que a través de este proceso, el grupo de investigadores tanto

internos como externos del grupo pueda desarrollar sus propias teorías y soluciones acerca de sí mismos a

base de la descripción y análisis de su realidad [...] así la comunidad podrá liberar su potencial creador y

movilizar los recursos humanos para solucionar los problemas sociales y transformar la realidad” (Casanueva, C. & Nilo, F., 1988). Este trabajo resultó complementario en buena medida de la segunda línea mencionada; las redes de educación popular. En ellas participaba una enorme red de monitores y grupos de trabajo tanto a nivel urbano como rural, con el apoyo de programas desarrollados en conjunto a instituciones no gubernamentales387 (Morales, G., 1992; García, J., 1985). Marcar una diferencia entre esta línea y la anterior resulta difícil, además de poco afortunada, pues en la práctica estos dos líneas forman parte de un mismo conjunto de prácticas a nivel de trabajo en sectores populares. Sin embargo vale la pena destacar que a diferencia del trabajo en organizaciones comunitarias, en donde el rol profesional es de apoyo a una gestión que se realizada desde, por y para las bases, en el caso de las redes de educación el trabajo se desarrolla desde plataformas institucionales –mayormente dependientes de ayuda internacional- en temas que resultan relevantes. Así el eje estará puesto en una reformulación de las prácticas educativas con adultos y con 387 De ese conjunto de instituciones un gran número aún existe, destacando tales el Centro de Investigación y Desarrollo de la Educación, el Canelo de Nos, el Programa Interdisciplinario de Estudios en Educación, entre muchos otros. De entre los ejemplos que hemos encontrado podemos mencionar programas de fortalecimiento de la educación a través del trabajo entre padres e hijos (y el contexto de vida de ambos), talleres de formación y capacitación profesional, talleres de educación sexual, organización de comedores populares, redes de organizaciones juveniles, talleres de salud, trabajos grupales comunitarios en torno al tema de la drogadicción, programas de desarrollo rural campesino, programas de alfabetización, talleres de desarrollo afectivo, asesoría y apoyo en la organización de sindicatos y formas de negociación colectiva, formación de monitores en diversas temáticas, entre muchas otras (Morales, G., 1992; Olave, R. & Zambrano, L., 1996; Martínez, L., en Krause, M. & Jaramillo, A., 1998; Vargas, L. & Bustillos, G., 1987; Martinic, S. & Avilés, M. & Ortiz, I., 1980; Bastías, M., García, G. & Saavedra, R., 1981; Bustos, L., 1996; Alfaro, J., 1997; Asún, D., Krause, M., Aceituno, R., Alfaro, J. & Morales, G., en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994; Bacigalupe, G., 1986 )

Page 230: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

230

jóvenes, y por lo mismo, la función pedagógica será central en dicho modelo. García (1985) considera que estas propuestas son aglutinables en tanto suponen –a nivel implícito- la generación de una “política social” alternativa en la cual la idea de fondo es la de crear “espacios de participación popular” a través de la resolución de problemas concretos. En este sentido el autor destaca 3 temas importantes: (1) la idea de participación comunitaria resulta clave para entender las dinámicas implicadas pues se intentaba la involucración de los miembros de la comunidad en las intervenciones. Esto relativiza la concepción concientizante de la educación popular -es decir, la conciencia crítica como entidad movilizadora- pues lo importante es el desarrollo de recursos, herramientas y –en definitiva- procesos sociales comunitarios en un proceso de democratización que requiere de la generación de modelos propios de interpretación histórica388. En este sentido, dicha lectura está marcada de sobremanera y desde todos los ángulos por la imposición dictatorial de un modelo social que produce exclusión y que tiende a la deshumanización (cfr. Morales, G., 1993; en Olave, R., & Zambrano, L., 1996). La movilización social, entonces, deja lugar a la organización de recursos para producir soluciones que, en su conjunto, apunten a un proceso político de democratización y humanización social. Así, es posible concordar junto a García (1985) que “en esta perspectiva, se valoran

políticamente estos proyectos como instancias de formación de conciencia y de reflexión sobre la práctica, de

fomento de la autonomía de los grupos, de democratización de la conducción de las organizaciones389, de

prefiguración de las nuevas relaciones sociales, de procesos de organización ligados a la vida cotidiana de las

personas, etc. [...] En síntesis, se amplía la concepción de los político”. De esta forma, estas intervenciones se orientan a la creación de identidad colectiva, y a la revalorización del patrimonio cultural como base del sustento local para hacer comunidad, condición básica para la democracia social390 (ver Rozas, G., en Montero, M., 1997). Este fertiliza el terreno para que la idea de recuperar un tejido social dañado se masifique e incorpore al discurso de diversos grupos profesionales durante el período (Morales, G., 1992; ver García, J., 1985).

388 Zúñiga (2004) hipotetizará que dicha interpretación no bien rescata la concepción concientizadora de la educación liberadora, se concentra en la práctica de la problematización social como fundamento práctico de su acción, lo que en definitiva sienta un precedente de cooperación teórica con los planteamientos de la investigación acción. Esta hipótesis se encuentra, con bastante anterioridad, implícita en los planteamientos para una psicología social latinoamericana de Ignacio Martín-Baró (1976). 389 Hardy (en Casanueva, C. & Nilo, F., 1988) informa desde su primer momento estas organizaciones y redes tuvieron un carácter eminentemente democrático (visible en la involucración de sus miembros, en la participación de la toma de decisiones y en la organización de prioridades). Sin embargo, vale el comentario de García para destacar que si se desea lograr un proceso macrosocial, las dinámicas a nivel local (microsociales) son relevantes. 390 Así, y según las características que hemos mencionado, la unidad con la que se trabaja es de orden grupal, por ello la gran mayoría de los documentos de la época se avoca a la especificación de dinámicas de trabajo con grupos acotados de personas que se involucraban voluntariamente en estos trabajos (Martínez, L., en Krause, M. & Jaramillo, A., 1998). Siguiendo la lógica que mencionamos en los capítulos anteriores, la figura del “taller” volvió a cobrar relevancia como denominación, y la del “monitor” –en tanto guía y apoyo- quedó como rótulo del titular –profesional o no profesional- involucrado en las dinámicas de trabajo comunitario.

Page 231: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

231

Un segundo tema (2) tiene relación con que en estas líneas “la forma de hacer las cosas es tan importante

como las cosas que se hacen” (García, J., 1985). En este sentido el logro de las metas propuestas no sólo depende de una correcta planificación, sino también de la puesta en práctica de valores y lógicas de respeto y mutuo acuerdo; la horizontalidad, el respeto y reconocimiento necesario de la cultura acumulada, de las necesidades y percepciones de los involucrados se vuelve fundamental. Esto nos permite suponer que la discusión “metodológica” se entremezcla con la necesaria conversación ética y política sobre los procesos de intervención entre los diversos grupos de profesionales. Bajo esta línea, el dialogicismo, la conversación y el encuentro de subjetividades y recorridos históricos diversos resulta una condición básica para llevar a cabo estas intervenciones. Es posible suponer, entonces, que la gran cantidad de iniciativas desarrollándose en paralelo a medida que transcurrían los años ochentas consideró tanto –o más- importante la discusión política o ética sobre los logros, orientaciones y formas de trabajo, como la discusión sobre el carácter metodológico, técnico o científico de los mismos; cada intervención se debe desarrollar en acuerdo a un marco global de ideas, pero en la práctica la realización debe ser específica al tema y contexto en cuestión. En este sentido Vargas y Bustillos (1992) se refieren a la educación popular como “la teoría a partir de la práctica y no la

teoría sobre la práctica”. Un tercer elemento importante de mencionar es (3) que en esta forma de trabajo se entremezclan diversos referentes teóricos en perspectivas de trabajo que pueden ser calificadas –a lo menos- de multidisciplinares. Es por esto que a este conjunto de prácticas se les llama genéricamente “intervenciones comunitarias” (ver Morales, G., 1992; Rozas, en Montero, M., 1997; Krause, M., 1997). Al intentar hacer frente a problemáticas complejas de modo integral, en contextos difíciles, el aporte disciplinar de diferentes campos del conocimiento se volvió extremadamente relevante; el estudio de las dinámicas grupales, los procesos de aprendizaje grupales, las teorías del desarrollo humano y los estudios en relación al tipo de respuestas psicosociales esperables ante situaciones estresantes se mezclaron con diagnósticos ecológicos, tecnologías alternativas (de cultivo, por ejemplo), y análisis sociológicos y políticos. Bajo esta perspectiva el componente psicológico resulta en “uno más” de una serie de fuentes necesarias para un enfrentamiento integral de los problemas, perdiendo muchas veces especificidad y resultando en una indiferenciación de su rol en los contextos de trabajo391.

391 Otra forma, quizás mas adecuada de expresar esta idea, sería la de decir que el rol del psicólogo pierde su especificidad en pro de un enfoque integral que supone también una integralidad de acciones (cfr. Morales, G., 1992). Ello no supone, por cierto, que la formación de psicólogo dejara de ser reconocida en cuanto a sus aportes teóricos o metodológicos, o de que se mantuvieran áreas en donde la especificidad profesional fuera relevante como el tratamiento y consejería de carácter clínico (ver Asún, D., 2003). Para ejemplificar este conjunto de ideas basta revisar la introducción a uno de los manuales de actividades mas completos que se ha producido en relación a la educación popular a nivel nacional; “las técnicas participativas para la educación popular no han surgido de la cabeza de un experto, ni son una copia de manuales de psicología o de relaciones humanas [...] Estas actividades surgen como respuesta pedagógica a los retos de un proceso organizativo popular [...] Recogen lo objetivo y lo subjetivo de la

Page 232: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

232

Puede verse, entonces, que en estas dos líneas se corresponden con los planteamientos atribuidos a Orlando Fals-Borda (la investigación acción participativa) y a Paulo Freire (la educación popular)392. Sin embargo, en el caso chileno, se trata mas bien de una apropiación de estas ideas en una síntesis adecuada a las necesidades percibidas por los grupos de interventores en su análisis del contexto histórico (Asún, D., 1983). En este sentido, es posible afirmar con certeza que la reflexión sobre las metodologías mas adecuadas son absolutamente paralelas y complementarias a los debates sobre el tipo de sociedad que se deseaba construir. Como lo expresa Bustos (1996); en esta línea se optó por “potenciar la dimensión educativa desde una

inserción social fuera de los espacios institucionalizados [...] Ello no significaba negar la posibilidad de

incursionar en el terreno “oficial”, sino más bien fortalecer lo propio y desde allí hacer los aportes

correspondientes [...] No se trataba sólo de incorporar procedimientos metodológicos, sino cómo estos

expresaban una concepción de persona y sociedad críticas y de cuestionamiento de las bases que

fundamentan el modelo de desarrollo actual”393. En efecto, desde hacía ya dos décadas que las prácticas cercanas a la educación popular y a la investigación participativa estaban en desarrollo – y en complementación- en Chile (Bacigalupe, G., 1986; Aubel, B. & Dalla-Porta, M., 1993; Bustos, L., 1996), pero ella fue reconsiderada como posibilidad de trabajo en la estructuración de un proyecto de desarrollo y democratización “alternativo”394 (Morales, G., 1992). Confluyeron en ella organismos de Iglesia (fundamentalmente a través del apoyo de estas redes por las vicarías zonales), la acción de diversas organizaciones no gubernamentales con el aporte de agencias financistas externas –que ya hemos mencionado- y el establecimiento de contactos con redes internacionales (latinoamericanas y mundiales donde destacan la UNICEF, la OEA y la UNESCO) en las que la educación popular y las líneas cercanas habían logrado un importante grado de organización, presencia y validación (Casanueva, C. & Nilo, F., 1987). Se trata, por cierto, de un proceso de larga data que encuentra sus primeros referentes en trabajos desarrollados con anterioridad a la Unidad Popular, pero que cobró fuerza e identidad a mediados de los ochentas.

,práctica o realidad en la que se mueve un grupo u organización, permitiendo la reflexión [auto] educativa de la misma” (Vargas, L. & Bustillos, G., 1992). 392 Los cuales fueron revisados en el primer capítulo, en el apartado sobre la corriente latinoamericana de la psicología comunitaria. 393 Continúa Bustos diciendo que esta idea de fondo será muy relevante para comprender como el “modelo” que aquí se genera, mantiene una línea alternativa, externa al Estado, ligada al desarrollo de la sociedad civil, durante la siguiente década (ver Bustos, L., 1996). Este punto será crucial en el desarrollo de los siguiente apartado. 394 Morales (1988; 1992; en Olave, R. & Zambrano, L., 1996) no habla de la existencia de un “proyecto”, sin embargo, dado el grado de coordinación y convergencia de los actores y las orientaciones prácticas de estas redes, creemos que este término puede aplicarse al conjunto de elementos que pasamos a describir.

Page 233: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

233

Resumiendo lo que hemos expuesto para este período, durante un primer momento la fuerza militar y sus reformas arrasa con una buena cantidad de los elementos que estaban presentes en el desarrollo de las perspectivas comunitarias que se incorporarían a la psicología comunitaria. Durante este primer momento, y con el importante apoyo de organismos de iglesia, se comienzan a estructurar redes de resistencia las que -poco a poco- comienzan a desarrollar prácticas, contactos, organizaciones y a canalizar fondos internacionales hacia mediados de los ochentas. Estas redes serán parte también de las primeras iniciativas de protesta, especialmente el conjunto de organizaciones poblacionales, asunto que ya mencionamos en el apartado anterior. En este contexto en el que habían coexistido partidarios políticos de diversos sectores, profesionales de izquierda y profesionales con ideales contrarios al régimen, organizaciones poblacionales, representantes de organismos internacionales, y redes de apoyo monetario y profesional con chilenos en el exilio, se comienza a perfilar el conjunto de iniciativas que hemos caracterizado como “oposición”. Sin embargo, y he aquí un punto crucial para entender lo que nos interesa exponer en este período, las orientaciones de este movimiento permiten diferenciar dos proyectos diferentes, que desde mediados de la década de los ochentas cursaron por caminos paralelos y que tuvieron resultados y efectos disímiles en la histórica de la nación. Suponemos además que dichos proyectos posibilitaron una valorización de las perspectivas de trabajo comunitario (de concepción de lo comunitario) diferentes, y que por lo tanto, permiten identificar líneas y nichos diferentes en el campo de la psicología comunitaria del período. Pasaremos entonces a describir el panorama en el que se perfilaron dichos proyectos, sus características y su relación hacia el fin de la dictadura395. Así es como, a partir de las dos primeras líneas que Morales (1992) menciona, se estructuró una red que desarrolló un pensamiento propia –una convergencia de planteamientos dirían otros- partir de diversos referentes, entre los cuales destaca la ecología, la economía social (asentada en la solidaridad), la antropología social, el desarrollo sustentable (a escala humana), las teorías humanistas sobre el desarrollo personal, la pedagogía social, un conjunto de propuestas culturales y artísticas, las ciencias sociales orientadas a la movilización política (en sus tendencias más militantes), la psicología social, la nueva

historia396, la nueva biología -con alcances contructivistas-, entre muchos otras397; todas ellas reunidas por la

395 En la reconstrucción histórica de Barranco y Díaz (1999) se menciona que “En un principio este esfuerzo puso su énfasis en inculcar a la comunidad las nociones democráticas que se veían menoscabadas por las políticas de la dictadura. Así, la mayor parte del financiamiento surgía de aquellos movimientos o partidos que se oponían al Régimen Militar [...] Sin embargo, posteriormente la psicología comunitaria buscó independizarse de los partidos, poniendo énfasis en el desarrollo alternativo y a escala humana”. Estos desarrollos, que veremos a continuación, no son separable de los que hemos mencionado según nuestra perspectiva, sin embargo, demuestran como el proceso de las redes contrarias al régimen militar fueron perfilándose por caminos diferentes (pero convergentes). 396 Al respecto revisar el ensayo crítico de Valderrama (2001). 397 Resulta sorprendente la cantidad de referentes que coinciden en estos planteamientos, mismos que, inclusive en la perspectiva de sus propios protagonistas, tiene un asidero fundamentalmente histórico y biográfico (existencial). Véase

Page 234: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

234

necesidad (y la posibilidad) de crear una nueva forma de entender el desarrollo humano. De esta forma, y si bien dada su extensión resulta difícil identificar con claridad el núcleo de convergencia efectivo de estos planteamientos, intentaremos describirlos en base al proceso del que parte y los referentes mas directamente relacionados con el tema que nos convoca, el diagnóstico social que realiza y los valores y propuestas que impulsa. En este sentido, lo primero que debe destacarse es la convergencia de los autores que antes se habían identificado con la izquierda latinoamericana encontraron en las redes internacionales que comenzaron a generarse y de las que Chile participó activamente. Estas redes operarían como plataformas sobre las cuales se realizaron las actividades concretas de este desarrollo conceptual, mismo que debió ser reinterpretado (readecuado) al nuevo contexto de Chile (y de la América Latina en general). En esta línea, se reconoce una crisis en los modelos neoliberales –capitalistas- de desarrollo a nivel mundial; “es decir, desde distintos

enfoques, posiciones ideológicas, modelos teóricos, existe acuerdo sobre la enfermedad, entendida como la

crisis de las utopías y propuestas globales de sociedad” (Morales, G., 1992). Ello se expresa en diversos aspectos (Max-Neef, M., Elizalde, A. & Hopenhayn, M., 1986398); en lo político ello se evidencia en la ineficacia de la representatividad política como sustento democrático frente al poder de la élite financiera

por ejemplo Weinstein (1986; 1988), Osorio y Weinstein (1988; 1993); Morales (1992), Olave y Zambrano (1996) y Max-Neef, Elizalde y Hopenhayn (1986; 1993) para ejemplificar los que hasta aquí hemos utilizado. Puede suponerse, sin embargo, que estas publicaciones son la “punta del Iceberg” de un proceso –o conjunto de procesos- que cursaron por caminos independientes, pero que en la práctica convergían con los anteriores, al tener como centro el potenciamiento de la sociedad civil como espacio de participación, desarrollo y democracia. En cierta medida, la amplitud de los ideales dificulta la delimitación de este “proyecto”, a lo que se suma el aglutinamiento de las propuestas con ideales diferentes al régimen hasta, por lo menos, los primeros años de la década de los noventas (cfr. Valderrama, M., 2001). 398 El documento que citamos a continuación se denomina “Desarrollo a Escala Humana; Una opción para el futuro”, del que existe una serie de continuaciones. Se trata de un documento que tuvo un impacto a nivel mundial, y cuya interpretación en los mas diversos campos del quehacer humano dejan entrever su carácter diverso. Resulta de sobremanera relevante el destacar la participación del médico psiquiatra Luis Weinstein –a quien ya nos hemos referido con anterioridad. Si bien se trata de un documento colectivo, la contribución de Weinstein revela la reaparición del antiguo ideario que servía de fundamento a la Salud Mental Poblacional, en el sentido de una óptica integral sobre las potencialidades y necesidades humanas en el proceso de desarrollo humano y social. Así mismo, la participación de Weinstein en las redes a las que nos referimos nos permiten dimensionar la diversidad de las mismas. Los trabajos y perspectivas de Weinstein recibieron, tanto a nivel nacional como internacional, un reconocimiento especial durante el período, destacándose el concepto de “racionalidad integradora” (Weinstein, L., 1986) como eje central de su pensamiento. En efecto, durante este período Weinstein dedicó parte de sus esfuerzos al trabajo grupal con una óptica de desarrollo personal al mismo tiempo que social (Gyarmati, G., 1988), lo que lo vinculó de hecho con importantes figuras del ámbito Latinoamericano (Weinstein, L., 2003a; 2003c). Así, durante el año de 1988 publica junto a Jorge Osorio una compilación de documentos sobre los temas que aquí referimos, el cual tuvo una continuación 1993. En ellos destacan la participación de destacadas figuras como Orlando Fals-Borda, Luis Razeto, Hugo Zemelman, Humberto Maturana, Abraham Madgenzo, y Francisco Vío, entre otros. Este último, de profesión abogado, ha sido reconocido por Montero (2002i) como un importante exponente de la investigación participativa (ver también Bacigalupe, G., 1986; Casanueva, C. & Nilo, F., 1987). Ello se debe, fundamentalmente, a su labor como director del Centro de Educación de Adultos para América Latina (CEAAL, cuyo presidente honorario fue Fals-Borda), en reemplazo del pedagogo Paulo Freire. Valgan estos datos, entonces, como referentes de la dimensión, diversidad e influencia de esta red que versa sobre una posibilidad nueva de desarrollo surgida en el seno de los ochentas y el proceso chileno (Hernández, I., 1985).

Page 235: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

235

internacional en detrimento del poder local y nacional real, desestimando además el valor de la ética, primando la tecnificación, la deshumanización, disminuyendo entonces la importancia de una cultura

democrática en los pueblos; en lo social se expresa en la fragmentación de la identidad socioculturales, en los progresivos procesos de exclusión social (y sus diversos correlatos en la vida de las personas), lo que redunda en un empobrecimiento general de la vida de las personas399; en lo económico se traduce en la mundialización de la economía generándose un sistema de dominación global concentrándose el poder y produciéndose crisis en la idea de Estado de bienestar (a lo que se suma la intervención militar autoritaria), centrándose la existencia en el consumo con los enormes costos sociales que eso implica en sociedades desiguales. De fondo esto revela “una crisis de la utopía social”, en la que las propuestas del pasado se entrampan y no logran más que un individualismo exacerbado, en descoordinación, perplejidad y finalmente en desmovilización400 (Max-Neef, M., Elizalde, A. & Hopenhayn, M. 1986). Bajo esta perspectiva, habrá acuerdo en que los dos grandes proyectos de las últimas décadas (el desarrollismo, con el que se identifica la etapa previa a 1973, y el neoliberalismo posteriormente) no lograron sus cometidos originarios401. Ello sienta las bases para “revalorizar la necesidad de fundar un orden basado

en la articulación de la democracia política con la participación social” (Max-Neef, M., Elizalde, A. & Hopenhayn, M. 1986). En efecto, Valderrama (2001) describe este fenómeno como paralelo de la renovación de la izquierda socialista hacia mediados de la década de los ochentas, en donde el antiguo análisis estructural en torno a las clases sociales –y de cómo ellas podían acceder al poder- daba paso a un argumentación que “gira menos en torno a opciones ideológicas estereotipadas [representadas en las doctrinas partidistas] que en función de la posibilidad de combinar procesos de desconcentración económica,

descentralización política, fortalecimiento de instituciones auténticamente democráticas y autonomía creciente

399 En este sentido se hace una mención indirecta pero evidente hacia la idea del “bien común”, por lo tanto, visto desde una perspectiva filosófica puede suponerse que la base de este conjunto de ideas apunta al desarrollo de las condiciones para un “nuevo contrato social” (cfr. Max-Neef, M., Elizalde, A. & Hopenhayn, M., 1986). Una síntesis de dicha perspectiva y su crítica al campo de las teorías económicas del desarrollo puede encontrarse en Capalbo (2000), y en específico en el campo de la salud en Gyarmati (1988) 400 Aparece entonces la necesidad de producir un conjunto de orientaciones comunes en un proyecto integrador, que permita superar la condición actual de la América Latina, que en el caso chileno se corresponde mas bien a la necesidad de reconstruir un proyecto posible después del Golpe de Estado. 401 Si bien se reconoce que el primero logró generar movilización social, la generación de perspectivas latinoamericanistas, estructuras orientadas al bienestar de las personas. Su fracaso se atribuye, principalmente, a la incapacidad de controlar el sistema económico que debía sostenerla, lo que en definitiva desembocó en las crisis (lo que bajo la perspectiva de ninguno de estoa autores justifica la brutalidad de la intervención militar). En el segundo, en tanto hasta 1986 se aplica como una receta ortodoxa (carente del sustento de una filosofía neoliberal, como en algunos casos europeos, sosteniéndose exclusivamente por el apoyo militar), el fracaso es visible en su incapacidad para generar desarrollo, por su mecanicismo inadaptable a países pobres “donde la miseria no puede erradicarse como consecuencia de la liberalización del mercado del que, de hecho, los pobres se encuentran marginados”, y por que la concentración del poder es absoluta (Max-Neef, M., Elizalde, A. & Hopenhayn, M., 1986).

Page 236: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

236

de los movimientos sociales emergentes” (Max-Neef, M., Elizalde, A. & Hopenhayn, M. 1986402). Este juicio, que intentaba reconceptualizar la política, sumó más adeptos en el campo nacional a medida que las protestas y la crisis de inicios de los ochentas permitían una apertura –relativa- de los espacios de crítica, y de formación y fortalecimiento de las redes de “democratización” que componían las oposiciones y desde las que emergería finalmente la concertación, en el proceso que caracterizamos en el apartado anterior. Al respecto Salazar (2003) referirá la convergencia de diversas iniciativas de trabajo desarrolladas desde las plataformas de organizaciones no gubernamentales, centros de estudios y formación (universitarios o no403), en lo que se ha denominado “nueva historia”, cuyo eje central es el de producir una reconstrucción histórica del sujeto popular en tanto actor privilegiado de los procesos políticos de la sociedad nacional. Ello tuvo un desarrollo especialmente relevante debido al auge de las primeras formas de protesta social pública y masiva, asunto que sumado a la relación entre diversos profesionales vinculados a esta red de trabajo y miembros de organizaciones comunitarias, centró parte importante de las discusiones en la generación de proyectos acordes a la nueva forma de historia social (ver Salazar, G., 2003; Valderrama, M., 2001) Sin embargo, el proceso de reconversión, de replanteamiento, estaba ocurriendo con relativa sincronía en diversos lugares de América Latina, y en particular en autores que ya hemos considerado. En esta línea Fals-Borda, hará una recapitulación de “las ciencias sociales comprometidas”404 que “se alimentan de un tipo de

conocimiento vivencial útil para el progreso humano, la defensa de la vida y la cooperación con la naturaleza [...] para la participación cultural, económica y social desde las bases, y la construcción de contrapoderes

culturales populares ...”, en orden a lograr una revalorización de los movimientos sociales en tanto redes de socialización del poder desde una perspectiva participacionista en la que se rompe la relación de dominación y dependencia entre gobernantes y gobernados, en donde prime la solidaridad, el colectivismo, y la identidad cultural local de las bases (en Osorio, J. & Weinstein, L., 1988). En una mirada retrospectiva dicha argumentación se concentró en Chile en el proceso del retorno democrático. Al respecto, y centrándonos en el debate de estas iniciativas dentro del campo que resulta más directamente ligado al quehacer psicológico

402 Vale la pena destacar que para los autores la economía es una expresión y un producto de la humanidad (de la misma forma que la religión), y que por lo tanto el problema de fondo es aquél en el cual los seres humanos definen cómo y qué es mejor hacer. En este sentido, economía se integra al conjunto de planteamientos que este pensamiento integra como conjunto (ver Max-Neef, M., Elizalde, A. & Hopenhayn, M. 1986). 403 De entre las cuales destaca la consolidación de la Academia de Humanismo Cristiano como plataforma para diversos programas desde inicios de la década del ochenta (ver Valderrama, M., 2001). 404 Debe considerarse que el recorrido personal de Fals-Borda es bastante nutrido en este aspecto. Doctorado en sociología en los Estados Unidos en los años cincuenta fue encargado de temas agrarios, fundador junto al sociólogo, sacerdote y guerrillero Camilo Torres de la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional (Colombia), partícipe de diversos grupos vinculados a la intervención sociocultural con sectores populares, para luego participar en diversas instancias de carácter internacional en temas de desarrollo regional, temas agrarios y educación en América Latina, además de dirigir la Alianza Democrática M-19 (que en su pasado fuera una guerrilla).

Page 237: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

237

comunitario, al regresar del exilio Weinstein (1984) propondrá una “renovación” tanto social y política como existencial –íntima, personal, individual-, que con una óptica integral permita reentender la salud mental como el resultado de una dinámica social compleja, que en el caso nacional tiene como denominador el autoritarismo (la expresión de la dictadura a nivel macrosocial, pero que también se encuentra presente a nivel microsocial), el cual designa una dinámica social en la cual las necesidades y potencialidades del individuo están constreñidas (cfr. Weinstein, L., en Gyarmati, G., 1988). Weinstein ya se había referido a este tema en 1982 desarrollando el concepto de creatividad social –como expresión de un proceso y contexto válido para el desarrollo de las potencialidades del individuo y su colectivo-, y en 1983 como parte del Colectivo Chileno de Trabajo Psicosocial (esta vez firmando sólo con las iniciales), afirmando “la visión

integrada, en nuestro contexto, integra la lucha contra la represión política, el modelo económico, las

deformaciones culturales, con la apertura a la creación de espacios para el desarrollo de una cultura de

participación e igualdad, con la lucha por esos cambios sociales”. Así, entonces, retoma la conceptualización del trabajador de salud mental comunitaria, como parte de un equipo de salud, capaz de desarrollar iniciativas orientadas al reestablecimiento de la salud mental, al potenciamiento de la sociedad civil y por lo mismo, centrada en el cambio social en una nueva práctica de integración y participación democrática (ver Asún, D., 1997). En este conjunto de planteamientos se retoma la antigua tradición que se había impuesto en salud pública, y se pone énfasis en la prevención, en la promoción de habilidades que ligan la salud a los procesos de desarrollo (ahora conceptualizados idealmente a nivel local), y que por lo tanto recobran parte de las iniciativas que habían tomado fuerza en las redes de medicina social de los períodos anteriores; la necesidad de participación social en los equipos de salud como parte de una dinámica que reconozca la historia, la cultura, el conocimiento y las relaciones sociales como parte fundamental tanto de los procesos de intervención, como de la planificación efectiva de las políticas de salud. Allí, dice Weinstein (1986; 1989), las redes en las que participan las organizaciones no gubernamentales -representantes, colaboradoras y potenciadoras de la sociedad civil- juegan un rol fundamental. De esta forma, y en este a veces confuso contexto, Salud y Desarrollo de la mano de intervenciones socioculturales y de índole educacional en las que procesos de aprendizaje psicológicos y modalidades de intervención social que resaltan aspectos culturales, identitarios (de base o populares como se les llamó con frecuencia), locales, generarán las bases para el desarrollo de una perspectiva comunitaria centrada en el fortalecimiento de un concepto nuevo que, con el pasar de los años de dictadura, tomará forma en torno a la idea de sociedad civil desde una perspectiva de redes capaces de funcionar democráticamente, en lo que Morales (1992; en Olave, R. & Zambrano, L., 1996) llamó “desarrollo local”405. En resumen las características

405 Dicha denominación, antes que nada, hace mención al ideal promocional (desarrollista, no asistencial, orientado a la autogestión) sobre un colectivo de personas que comparten relaciones y habitan en un territorio físico determinado que

Page 238: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

238

concretas de este conjunto de desarrollos se traducen a; (a) la necesidad de reconstruir el tejido social, estableciendo la necesidad e importancia de facilitar el desarrollo de organizaciones sociales de base, fundamentalmente en atención a los problemas sociales que enfrentan. Valga como referente de ello la cita de García (1985); “[...] de hecho los proyectos se inscriben en una línea de transformación social, ya que ven

la situación de vida de los sectores populares como expresión de la injusticia del actual sistema [...] Frente a

esto se sugiere que propiciar la participación en la resolución de problemas tenderá a desencadenar y apoyar

una participación popular mas genuina, a nivel de la sociedad, que sea expresiva de la base social y que se

constituya en organización autónoma, con líderes y dirigentes de los mismos sectores sociales, de modo que

los sectores populares accedan al rol de sujetos sociales y políticos” 406. En este sentido, y especialmente respecto de las unidades mínimas de trabajo, (b) se produce una (re)valorización de los grupos en tanto ellos representan el lugar ideal para el desarrollo de potencialidades y para el aprendizaje social significativo orientado al colectivismo y la organización social. En tercer lugar (c) se pone acento en la valorización de las tareas de subsistencia en tanto ellas suponen la necesidad de organización y revelan la intención de sustentabilidad y autonomía. Asimismo (d) se supone que el proceso de democratización nacional requiere el fortalecimiento de dinámicas democráticas a nivel micro social, en las que las potencialidades (individuales y comunitarias) tengan cabida y sentido. Por lo mismo, (e) el rol del experto profesional (propio de la formación académica tradicional) deja lugar al de facilitador, apoyo y –eventualmente- guía colaborativo de un proceso en el que la identidad histórica local, los vínculos, el conocimiento aculumado, los valores “a escala humana” (como la solidaridad, la sustentabilidad, el respeto por el medio ambiente social), y el desarrollo de estrategias de autogestión sean la expresión concreta del ejercicio del poder (Gyarmati, G., 1988; Morales, G., 1992) Como aclara el mismo Morales (1992) estos planteamientos tienen una enorme cercanía con el desarrollo por esos años del principal marco conceptual vigente en la América Latina, a saber la psicología social comunitaria. En efecto, Bacigalupe (1986) –refiriéndose en particular a la investigación participativa como forma de resolución de problemas específicos- encontrará similitudes entre las diferentes propuestas de la época en términos de su estructuración en fases y la estructura de intervención propuesta por Serrano-García (1979: 1992); (a) acercamiento con la comunidad y recopilación de antecedentes, (b) delimitación del grupo de trabajo, definición del objetivo central y ordenamiento del conjunto de variables involucradas, (c) implementación de la investigación con carácter secuencial e interpretación colectiva de los datos y, (d) devolución de información y planificación de nuevas acciones. Interesante resulta destacar que, junto al

se corresponde con la representación de una comunidad (véase Montero, M., en Martín Gonzáles, A., 1998), asunto subyacente a estas propuestas como denominador común. Ello, por lo tanto, no designa una propuesta metodológica. 406 No debe olvidarse que la gran mayoría de estos programas estaba orientado a la solución, dentro de las posibilidades, del conjunto de problemáticas sociales que se enfrentaba, destacando de fondo y como meta de común acuerdo entre el conjunto de involucrados, la restitución democrática en un proceso que permitiera hacerla sostenible.

Page 239: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

239

proceso de incorporación de dichos procedimientos a los desarrollos latinoamericanos, en Chile un conjunto de profesionales comenzó a valorar la incorporación de variables psicosociales -derivados de las teorías psicológico sociales cognitivas tradicionales, en el proceso de replanteamiento y crisis de la disciplina en América Latina407- lo que supuso en paralelo la necesidad de reconsiderar los proceso de redefinición del rol profesional tradicional bajo la perspectiva del potenciamiento de la participación comunitaria y por lo mismo, la necesidad de desarrollar tecnologías de trabajo en terreno (especialmente de orden cualitativo y dialógico) (ver Bacigalupe, G., 1986). Estos elementos permiten identificar una relación entre profesionales psicólogos nacionales y aquellos dedicados a la reformulación de la psicología social en el ámbito latinoamericano –la que posteriormente daría origen a una corriente propia de psicología comunitaria. A ello se suma un conjunto de referentes compartidos –como puede revisarse en el apartado dedicado al tema en el primer capítulo. Por lo tanto, y si bien hemos planteado que los desarrollos nacionales responden a características “internas” (es decir, al desarrollo histórico que posibilita y da sentido a un conjunto de planteamientos psicológico comunitarios) es posible reconocer una relación de hermandad entre ambas corrientes 408. Sin embargo, y como queda de manifiesto, a diferencia del contexto de desarrollo de esos planteamientos, la situación nacional ocurre fuera de los espacios académicos (Krause, M., 1997), con una filiación política diversa –pero fundamental- que opera desde una diversa cantidad de plataformas con financiamiento mayormente internacional sobre temáticas muchas veces particulares -que sólo luego intenta configurar un proyecto social estructurado-, y en donde el rol del profesional psicólogo muchas veces tiende a diluirse en el plano de las actividades prácticas. Todo ello en el contexto de recuperación democrática, asunto que no es de importancia menor si se considera la aglutinación de desarrollos, discusiones y propuestas durante todo el período, en la cual muchas veces las diferencias –o conflictos- entre miembros de las oposiciones quedaron relegadas a segundo plano con el fin de potenciar la “lucha democrática ante el enemigo común” (Asún, M. & Vidales, A., 2002). Puede suponerse, aunque no exento de dificultades, que este conjunto de planteamientos, en tanto reflejan la existencia de un nicho histórico y de una producción (conjunto de producciones de grupos de profesionales),

407 La discusión sobre estos temas y su impacto diferencial es tratado por Wiesenfeld y Sánchez (s/f) al intentar hacer un ordenamiento que permita valorar e integrar las diferentes propuestas científicos sociales orientadas al desarrollo social mediante enfoques participativos. El sentido final de este documento será el de producir las bases para una tecnología de intervención social que sea parte del proceso de validación y formalización disciplinar de la psicología social en su fase crítica en América Latina durante la década de los ochentas. 408 Ello será condición, para que en los años siguientes la denominación específica de “psicología comunitaria” se popularice y masifique entre los profesionales nacionales, asunto sobre el que volveremos en las siguientes páginas.

Page 240: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

240

da cuenta de la existencia de un marco conceptual que se desarrolló en torno a un sinnúmero de temáticas, y en el que las conceptualizaciones en torno al desarrollo (en todos sus sentidos; humano, local, grupal, social, cultural, nacional) se vincula a prácticas saludables y al potenciamiento del ejercicio del poder desde estructuras comunitarias. Volviendo sobre la distinción de Morales (1992), es necesario destacar que los programas de desarrollo comunitario -la tercera categoría mencionada- fueron escasos y llevados a cabo fundamentalmente desde plataformas municipales o por una pequeño grupo de organizaciones no gubernamentales, manteniendo como eje central un enfoque tecnificado centrado en el logro de metas cuantificables; “estos programas era

diseñados con el fin de abordar problemas sociales a través de la comunidad, para lo cual se utiliza a la

comunidad desde un equipo altamente calificado”. Allí, al contrario de lo que hemos expuesto, la comunidad es vista como una entidad que cuenta con recursos y que es capaz de gestionarlos, pero en donde la definición de los logros, las metas, los objetivos, así como de las formas para llevarlos a cabo recae en la institucionalidad, y por lo tanto responde a la definición de líneas de acción del modelo impuesto (Morales, G., en Olave, R. & Zambrano, L., 1996; Alfaro, J., 1997). Bajo esta perspectiva se rompe el vínculo entre procedimientos y orientaciones ligados a una perspectiva de transformación social, si bien en apariencia también puede ser caracterizada como un tipo de intervención social de corte comunitario. A nivel de las operaciones en terreno desplegadas “... este tipo de programas se

han centrado en cómo desarrollar los recursos comunitarios en función de mejorar los niveles de calidad de

vida, por ejemplo a través del desarrollo de redes sociales, o de organización comunitaria para ayudar en los

procesos de erradicación “409 (Morales, G., 1992). En esta línea, estos trabajos sientan las bases para lo que posteriormente será llamado “desarrollo comunitario” y supone la creación de las primeras plataformas de trabajo comunitario que posteriormente utilizarán los gobiernos democráticos en la lógica de integración al sistema de oportunidades que el Estado ofrece a los sectores más carenciados de la sociedad chilena. En términos metodológicos, se trata de intervenciones planificadas en etapas sucesivas, que se entrelazan con las diversas ofertas estatales hacia los sectores menos beneficiados por las reformas sociales y económicas, y en donde la perspectiva comunitaria (en tanto construcción teórico conceptual) es reemplazada por un

409 El concepto de erradicación refiere en Chile al proceso por el cual el Estado, a través de los organismos encargados, desarrolla planes de subsidio habitacional que permiten que familias que viven en condiciones de hacinamiento, en viviendas de materialidad deficiente, o que simplemente no tienen un lugar para vivir cuenten con una vivienda pero en un sector diferente, lo que significa la pérdida de las relaciones establecidas a nivel laboral, familiar, personal, etcétera. Interesante resulta destacar, entonces, que dentro del conjunto de políticas de corte comunitarios –centradas en la estructura familiar- desarrolladas desde el Estado a través de las plataformas municipales (en colaboración a las entidades centrales) el término calidad de vida comienza a ganar espacio. En este sentido, dicho concepto progresivamente se irá asociando a la lógica de la democracia como igualdad de oportunidades, las cuales redundan entonces en un aumento de la calidad de vida en el modelo neoliberal (cfr. Krause, M., 1997; Morales, G., 1992)

Page 241: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

241

enfoque tecnicista de manejo de recursos de acuerdo a lógicas que no suponen una transformación radical de las dinámicas de participación social ni de los roles profesionales410, si bien abren campo al desarrollo de nuevas tecnologías cualitativas de evaluación de campo y consideran el conocimiento acumulado de las ciencias sociales (y de la psicología social aplicada en específico) como referentes necesarios (cfr. Morales, G., 1992; en Olave, R. & Zambrano, L., 1996). La escasez de estos trabajos (asunto que contrasta con su importancia histórica) responde a lógica de las políticas sociales de la época, y en particular al efecto que la nueva estructura burocrática -la llamada “red social” del gobierno- tuvo en la puesta en práctica de los principios de subsidiariedad y focalización. Sin embargo aún más importante es que, en el plano de las intervenciones comunitarias, la gran mayoría de las intervenciones desarrolladas desde el plano municipal (con directa relación a las comunidades locales) estaba centrada en Salud (Morales, G., 1992). Ello nos lleva a distinguir la segunda área de desarrollo de la psicología comunitaria de la época, la que se corresponde con la última categoría de Morales (1992); los programas de salud comunitaria. Ellos refieren, a grandes rasgos, tanto a los programas centrados en la salud mental como en la salud -general-, desde una óptica comunitaria, y tanto a aquellos desarrollados dentro de los límites del Estado como dentro del conjunto de acciones desde organizaciones no gubernamentales. Bajo esta perspectiva es posible distinguir tres tipos de programas en salud que son relevantes para nuestro tema. En primer lugar (a) los programas en salud desarrollados desde organizaciones no gubernamentales, los cuales compartieron buena parte de las características que ese conjunto de prácticas tuvo; una relación de los equipos profesionales con redes y organizaciones de base (populares) en los procesos de detección de necesidades y diagnóstico de las diferentes problemáticas que pueden entenderse como relacionadas directamente con la salud física y mental en un sentido genérico (Asún, D., 1983).

410 En este sentido, a diferencia de las prácticas que mencionábamos anteriormente, en este caso es la comunidad -a través de sus representantes o líderes, muchas veces designados por los alcaldes designados la que debe acoplarse a las ofertas de desarrollo que ofrece el Estado, a través de su red social; “... la participación de los vecinos se limitaba a la dimensión de aporte para la pavimentación de pasajes y veredas y obras de adelanto comunitario [...] La relación del municipio con los habitantes que postulaban a beneficios de la red social para aliviar su situación económica era individual, atomizada, vertical y se encontraba mediatizada por una tarjeta...” (Arrau, A. & Avendaño, O., 2001). Ello supone, guardando las diferencias propias de un gobierno dictatorial, el retorno a las formas clásicas del paradigma de los aspectos económicos del desarrollo (Durán, F., 1995) que reseñamos al inicio de este capítulo, y por lo tanto es contrario a las lógicas que dan sentido a la instalación de las prácticas cercanas a la psicología comunitaria como se la ha tendido a describir en América Latina. Lamentablemente nos ha sido posible recopilar información mas detallada sobre esta línea de trabajos comunitarios sin embargo la importancia histórica de este nicho de trabajo en su desarrollo y reconceptualización futura hace relevante su mención.

Page 242: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

242

En esta línea se desarrollaron programas de educación en sexualidad (Bastías, M., García, G. & Saavedra, R., 1981), de organización social para la mantención de la higiene pública (Morales, G., 1992), instalación de policlínicos locales (Illanes, M., 1993), diagnósticos orientados a definir las variables demográficas y de antecedentes socioeconómicos y del contexto social en el que las problemáticas de salud se presentan (Martinic, S., Avilés, M. & Ortiz, I., 1980), controles de salud en los comedores populares (Illanes, M., 1993), entre otros. Desde una perspectiva de asistencia mínima se desarrolló otra que se sumó al proceso del movimiento poblacional en la que primó tanto una metodología vinculadas a las prácticas de la investigación participativa y la educación popular bajo la óptica de involucración de los participantes en un proceso progresivo de organización social con vistas, idealmente, a la resistencia que daría paso a la restitución democrática. En esta línea, destaca lo que se ha denominado movimiento de “salud poblacional”, los que mantuvieron como valores la solidaridad como fundamento para la organización social en temas de salud en sectores marginados411 (Roble, M. & Navarrete, G., 1989; Morales, G., 1992). Ellos son potenciados, como es de esperar, por la acción del Arzobispado a través de las Vicarías Zonales en conjunción con grupos de cientistas sociales, los que adoptan la concepción educativa que se estaba desarrollando en la época, adecuándola a las nuevas necesidades locales (Dorado, P., 1991). Bajo esta perspectiva, puede suponerse que “los grupos de salud, proyectados hacia la comunidad, buscan y expresan una praxis democratizadora en

el campo de la medicina social”, la que vuelve a aparecer como referente pero esta vez mayormente desconectada de sus antiguas redes (ver Illanes, M., 1993). Así, el profesional psicólogo es tanto reconocido por su conocimiento de los procesos psicológicos involucrados en las dinámicas sociales, como por su acumulado clínico en la atención integral de personas con problemas de salud. Sin embargo se ve mayormente ligado a una perspectiva integral a nivel disciplinario en donde se “va acompañando una reflexión

grupal sobre la realidad poblacional [...] a través de la formación de grupos que surgen en respuesta a

necesidades sentidas a través de la reflexión” y la organización de respuestas adecuadas, y por lo tanto su rol es “de educador como animador, en donde el tema de la salud se asume como un facilitador para el logro de

los objetivos planteados” (Illanes, M., 1993).

411 Con ello queremos hacer referencia a actividades relacionadas a la organización para el abordaje de temas relacionados con la salud en su sentido genérico en tanto ella es parte de los requerimientos básicos de los grupos humanos. En este sentido, dichas actividades mantenían un importante grado de relación con las diversas actividades catalogadas en el primer apartado como organizaciones populares de subsistencia, al mismo tiempo que compartían el ideal de retorno democrático en el sentido de potenciar la organización popular. Bajo esta perspectiva, y si bien no podemos contar con datos respecto del impacto o extensión (o unificación) de este tipo de prácticas, es posible localizarlas mayormente en poblaciones “callampas”, tomas de terrenos instaladas o poblaciones de tradición política de izquierda a las que la ayuda social gubernamental no llegaba -tanto por temas relacionados a la participación política, como por un enfoque deficiente en la estructura del gasto social y la focalización de recursos en los sectores mas pobres (Illanes, M., 1993; Arrellano, J., 1985.

Page 243: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

243

Sobre ese grupo de acciones, las que tuvieron un carácter igualmente diverso pero que aquí hemos considerado como parte de las redes de trabajo poblacional de la época, Morales (1992) agregará que no es posible identificarlas con un marco teórico único diferenciable, asunto que de fondo implica una multiplicidad de concepciones en torno a la salud como concepto central. Ello resultó particularmente crítico en torno al segundo tipo de acciones que nos teresa describir; los programas de salud mental desarrollados desde organizaciones no gubernamentales. En concreto, como mencionamos al principio de este apartado, los primeros trabajos de psicólogos en conjunción a los trabajos de la Iglesia relativos al apoyo y tratamiento de personas víctimas de la violencia (en todas sus formas), permitió la inserción del tema de la salud mental como un asunto relevante dentro de los debates de las redes de trabajo que se fortalecieron hacia mediados de la década. Sin embargo, y si bien el apoyo, el reconocimiento y el rol de denuncia jugaron un papel central en dichas acciones, el rol del psicólogo se vio mayormente ligado al trabajo clínico, ya fuere con grupos o con individuos (Asún, D. & Páez, D., en Olave, R. & Zambrano, L., 1996). Así, si se hace una recopilación de los antecedentes de la época puede verse que en estas redes que potencian la oposición política y pacífica del régimen hay dos versiones de la salud mental; aquellas que la vinculan a las iniciativas de desarrollo local, en donde la salud mental es componente de la salud como problema relevante de ser abordado mediante lógicas participativas a nivel comunitario; y otras que entienden a la misma como parte de la practica clínica. Ambas no pueden ser valoradas sino en complementación412. Bajo esta perspectiva, y asumiendo que dentro de la lógica de las intervenciones en salud –en su sentido global- la salud mental refiere en su forma mas directa a un componente de la primera, la metodología de trabajo resulta ser básicamente la misma; una mixtura de técnicas participativas cualitativas dialógicas que, de acuerdo a los parámetros de la educación popular y la investigación acción, se orientan a lograr organización comunitaria (Asún, D., 1983). La diferencia estaría en que el sentido último de estas actividades era el abordaje de problemáticas vinculadas a las patologías psicológicas (o psiquiátricas). Se desarrollaron así programa de depresión, de atención a problemas relacionados a la drogadicción, entre otros, además del potenciamiento de instituciones de fomento de la salud mental (por ejemplo a nivel laboral, cultural, o recreativo, en la lógica de las organizaciones populares) (Torres, R., 2001; Dorado, P., 1991; Alfaro, J., 1997; Asún, D., 1983). Es decir, es posible detectar tanto iniciativas orientadas en diferentes grados tanto al tratamiento, como a la prevención (en sus diferentes niveles) y la promoción413.

412 En efecto la orientación política de dichas prácticas era de oposición al régimen. Volveremos más adelante sobre la práctica clínica. 413 Morales (1992; en Olave, R. & Zambrano, L., 1993) prefiere denominar “salud mental poblacional” al conjunto de prácticas desarrolladas desde las Organizaciones no gubernamentales.

Page 244: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

244

Vale la pena destacar que, como menciona Marconi (1998), si bien el programa intracomunitario vio su ocaso en 1973, el mismo fue desarrollado con posterioridad por la Pastoral de Alcoholismo del Arzobispado (en 1987) y aplicado al tema de drogas por la misma (en 1991). En esta línea, Lemmers y Toro (1979) demuestran que la línea intracomunitaria continuó su desarrollo reincorporándose poco a poco a las actividades desarrolladas en torno a la salud mental comunitaria; “después de un tiempo los clubes obtuvieron

permiso para reunirse de nuevo, con lo cual el programa se reinició a nivel de la comunidad, pero de manera

informal, porque no quedaron profesionales que aplicaran el programa [...] En los años siguientes comenzaron

a formarse nuevos profesionales que pudieran retomar el programa ”. De esta forma, la línea intracomunitaria comienza a reaparecer en diversos programas (véase Ortiz, I., 1983; FASIC, 1990; Raffo, S., Hamel, P. & Morales, E., 1991), y de él se rescataron las directrices respectos de la delegación de funciones, la interconectividad entre las funciones del grupo involucrado y la valoración respecto del saber y la historia de una comunidad; todos ellos complementarios con los desarrollos de la perspectiva de intervención comunitaria de los ochentas desde las organizaciones no gubernamentales, y en el entendido de que los grupos de abstemios debían mantener una cercanía con el conjunto de organizaciones populares locales. De esta forma, los desarrollos mas reconocidos del período anterior lograron sobrevivir y fueron incorporados –readecuado su enfoque comunitario al nuevo contexto- dentro del conjunto de prácticas desarrolladas con el aporte internacional con vistas a generar una oposición que fuera capaz de conducir a Chile a un camino democrático. De las iniciativas desarrolladas desde el Estado a nivel comunitario, la única que destaca en la documentación dice relación con la creación de los centros de adolescencia414 ( (Alfaro, J., 1997; Torres, R., 2001; cfr. Krause, M., 1997). Ellos posteriormente dieron lugar a los centros comunitarios de salud mental familiar (denominados COSAM) (Alfaro, J., 1997). En la puesta en práctica de estos centros, y en la perspectiva de trabajo que en ellos se comienza a desarrollar diversos elementos cobran relevancia. En primer lugar destaca la acumulación de conocimientos orientados a la condición juvenil. Sin referirnos a ningún enfoque en particular, es posible identificar que el debate en torno a la juventud tuvo un lugar destacado durante la dictadura dentro de las ciencias sociales. En particular respecto del impacto que este grupo sufrió debido a las transformaciones económicas y sus crisis –

414 Raffo, Hamel y Morales (1991) agregan en este sentido –además de lo que hemos referido- que la creación del Sistema Nacional de Servicios de Salud hacia 1979 centra la acción en el cumplimiento de metas, con el sacrificio de la calidad de las mismas; “Surge un criterio economicista en la programación de la salud [...] los equipos empiezan a trabajar cada vez mas para los programas oficiales y las estadísticas, dejando de lado las actividades no reconocidas en las evaluaciones periódicas” a lo que se agrega un pésimo clima de trabajo (con despidos, amenazas, traslados), lo que en suma logra que “el trabajo con la comunidad se haga cada vez mas ocasional”.

Page 245: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

245

asunto que ya revisamos en el apartado anterior (véase Asún, D., 1983). Ello lo transformó en un sujeto especialmente observado por las diversas investigaciones desarrolladas en torno a la condición de vida del sector mas pobre durante los ochentas (cfr. Vasconi, T., 1991), al mismo tiempo que gran parte de las intervenciones promocionales y organizativas desarrolladas desde organizaciones no gubernamentales optaban por identificarlos como la unidad de trabajo mas próxima415. Los dos ejes sobre los cuales este debate será relevante para la psicología serán la juventud en tanto una etapa del ciclo vital en la cual se estructuran las características de la personalidad (cfr. Asún, D., en Weinstein, J., 1984), y la juventud como reflejo de un sistema desigual de integración social (falta de oportunidades) (Asún, D., 1983). Sobre ellos, y con activa participación de profesionales de las ciencias sociales se abre un intenso debate sobre la condición juvenil y los paradigmas sociológicos, educativos y culturales que permiten comprenderla y por lo tanto diseñar una política sobre ellos (cfr. Asún, D., Alfaro, J. & Morales., G., 1994)416. Asimismo, la compilación de escritos producidos a finales de la década de los ochentas en el trabajo de Asún, Alfaro, Alvarado y Morales (1991) demuestra una creciente preocupación de profesionales vinculados a la salud mental con las problemáticas asociadas al consumo de drogas ilícitas, que da cuenta de una naciente perspectiva de trabajo comunitario preventivo sobre esos temas417. En concreto, el puntapié inicial del modelo de trabajo que luego se incorporará a la oferta pública, pero que se mantendrá en paralelo hasta el retorno democrático, inicia hacia principios de la década de los ochentas con un grupo de profesionales de la salud (entre ellos psicólogos) que se plantea la producción de un modelo de trabajo en salud mental del joven popular418. Dicha argumentación proviene del trabajo de reinserción social con jóvenes inhaladores de neoprén419 mediante monitores sociales, asistencia médica y capacitación laboral

415 Véase al respecto Sandoval, Soto, Undiks y Valdés (1989), Undiks (1990), Asún, Alfaro y Morales (1994), y Asún, Alfaro, Alvarado y Morales, (1991), y José Weinstein (1984) dentro de los que aquí hemos utilizado. Existe, sin embargo, una prolífica literatura nacional al respecto.. 416 Bajo esta óptica se ha producido un intenso debate que involucra a diversos especialistas en ciencias sociales respecto del impacto negativo de una política exclusivamente centrada en la integración social del joven mediante empleos (Asún, D., Alfaro, J. & Morales, G., 1994). 417 Hasta donde nos fue posible observar, los ejes centrales de estos textos tienen que ver con el proceso de desarrollo humano del joven en contextos sociales difíciles (pobres, marginados, opresivos), y por lo tanto el debate gira en torno a los diferentes elementos involucrados y los enfoques sociológicos (por ejemplo, la anomia social) o psicosociales (respecto del daño o el déficit en el proceso de desarrollo/integración social). Así entonces, el consumo de drogas se vincula a la Juventud como expresión de problemáticas de otros órdenes y por lo tanto estos conocimientos abren sus puertas a la integración teórica para desarrollar perspectivas aplicadas (cfr. Asún, D., Alfaro, J., Alvarado, R. & Morales, G., 1991; Asún, D., Alfaro, J. & Morales, G., 1994) 418 Las condiciones políticas del período han dificultado el establecimiento de claridad al respecto. Asún (1983) relata la existencia de trabajos en sectores poblacionales de alto nivel organizativo social y político en diversos sectores de Santiago desde 1980 e incluso antes. En otro documento el mismo Asún junto a Alfaro, Alvarado y Morales (1991) fijan la fecha de inicio formal de actividades hacia 1986. Consta, sin embargo, que parte de las redes de los antiguos programas intracomunitarios se reincorporaron a dichas acciones y que el apoyo de instituciones de Iglesia fue determinante (Asún, D., 2003) 419 El Neoprén es un pegamento industrial.

Page 246: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

246

que había iniciado ese mismo año420. En él convergen tanto los aprendizajes y técnicas operativas de las prácticas ya instaladas en relación a los grupos de salud poblacionales, los presupuestos relativos a la educación popular como expresión de autoconstrucción participativa, y un análisis relativo a las condiciones sociales, económicas y culturales en las cuales el perfil y la representación del joven consumidor existe. En efecto, Asún (1983) definirá el rol del profesional como el de un “analista del sistema social” capaz de comprender las determinantes ambientales, contextuales, en las condiciones de vida y las conductas de los sujetos. Bajo esta perspectiva, la experiencia cotidiana de la marginalidad y las posibilidades limitadas de desarrollo –social, personal- percibidas por los jóvenes favorecen la aparición de patologías sociales como el consumo de drogas, entre otros riesgos. Los estudios sociales del período en torno a los procesos de transformación social producto del modelo liberal impactan de forma significativa los sustentos de los trabajos comunitarios. Se suman a ello dos datos significativos desde el punto de vista histórico; primero, la integración conceptual a nivel operativo de la noción de salud derivada de los desarrollos de Weinstein y las teorías humanistas experienciales en la práctica comunitaria propuesta en relación al desarrollo pleno de potencialidades tales como el crecimiento, la autorrealización y la libertad; “es necesario recrear un concepto de salud mental

construido desde la salud, desde las potencialidades del ser humano y centrado en la calidad de vida” (Asún, D., Alfaro, J., Alvarado, R. & Morales, G., 1991)421. Un segundo dato tiene relación con la instalación del trabajo, primero en el contexto de las organizaciones no gubernamentales y luego con la construcción de las edificaciones necesarias, en los territorios de la población La Victoria, en los que antes el programa intracomunitario había prosperado422 (Asún, D., 2003). Bajo estos supuestos, uno de los grupo que inician estas perspectivas de trabajo que luego plasmarán en los centros de adolescencia agrega: “es imposible hablar de la drogadicción sin hablar del sector social al que

pertenecen las personas, en este caso los jóvenes pobladores, la drogadicción a nivel popular, tiene sus

propios rasgos, ya que se sitúa en un escenario psicosocial donde la represión política, los escasos canales 420 Al respecto véase Morales, Rivas, Aguirre, Carrasco y undurraga (en Asún, D., Alfaro, Alvarado, R. & Morales, 1991). 421 En concreto la cita corresponde al trabajo “”Un modelo de trabajo en salud mental del joven popular” que el equipo de CIASPO (Centro de Investigación y Acción en Salud Mental Poblacional) publicó en 1991 justo a los autores antes mencionados en el marco de la Escuela de Psicología de la Universidad Diego Portales. Relevante resulta, en este sentido, la cita a Weinstein (1984) en un libro de edición autofinanciada denominado “Alamedas para la renovación”. En dicho documento, Weinstein intenta una nueva argumentación en relación a sus planteamientos iniciales en torno a las prácticas de salud en su vinculación al desarrollo multidimensional del hombre. Se trata, por tanto, de una práctica que reconoce sus bases en el procesos político de la nación en tanto ello permite reconfigurar una noción de salud orientada al desarrollo humano, como luego el mismo Weinstein lo expondría (véase Max-Neef, M., Elizalde, A. & Hopenhaym, M., 1986). 422 En relación a lo anterior, no podemos menos que suponer que la historia de fuerte vinculación organizativa de la población La Victoria (y en general las áreas poblacionales aledañas) están fuertemente vinculadas a la posibilidad de instalar trabajos operativos de corte psicocomunitario (ver Abugattas, A., 2004).

Page 247: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

247

de participación junto a la cesantía, el subempleo, problemas como el hacinamiento, la salud y la vivienda,

adquieren una importancia fundamental para la comprensión de la drogadicción” (Asún, D., Alfaro, J., Alvarado, R. & Morales, G., 1991). En este sentido, la propuesta es entender a la drogadicción como un problema social que es parte de un sistema de relaciones sociales mayores en donde existen mecanismos que limitan el desarrollo de las personas. A partir de estos trabajos se comienza a desarrollar una perspectiva aplicada en torno a la promoción de la salud y el desarrollo humano en el entendido que se “requiere integrar

la realización armónica de necesidades humanas en el proceso de desarrollo [...] por ello el privilegio de las

tareas preventivas y educativas en promover el desarrollo de los individuos en términos de salud mental

constituyen una perspectiva ideológica”423 (Asún, D., Alfaro, J., Alvarado, R. & Morales, G., 1991). Esta declaración tiene, como es de suponer, una fuerte vinculación al ideal de recuperación del tejido social democrático en tanto condición social para promover una nueva forma de desarrollo, según como hemos argumentando en los párrafos precedentes. Muy cercano a todo lo anterior, y debido fundamentalmente al auge de vías alternativas de formación profesional producto del cierre e intervención de academias, se desarrollaró una enorme diversidad de centros de formación alternativos (véase Gilbert, J., 1997). Ello significó, desde nuestro punto de vista, un avance sustantivo en relación al perfeccionamiento profesional en diversas temáticas. A lo anterior debe sumarse la cantidad de profesionales de excelencia que durante el exilio (fuese él voluntario o no) tuvieron la oportunidad de realizar postgrados en el extranjero, lo que potenció los contactos extranjeros y favoreció el intercambio internacional. En este contexto nos interesa describir dos fenómenos que han sido abordados en diversos documentos; el desarrollo de la práctica profesional clínica durante los ochentas y la instalación de la perspectiva sistémica a nivel nacional. En torno a la primera vale mencionar la consolidación de la actividad clínica como campo laboral para el psicólogo. Ello se refleja -en términos genéricos- en la fundación de la Sociedad Chilena de Psicología Clínica, y de otras vinculadas al tratamiento de temáticas psicológicas (a nivel educación, en el ciclo vital, en psicodiagnóstico, etc.). En esta línea Escorza y Pozo (1987) acotan: “El vació dejado por las escuelas

universitarias de psicología en lo que respecta a cursos de postgrado ha sido relativamente asumido tanto,

423 Años antes Asún (1983) hablaría del Síndrome de Déficit en el Desarrollo Psicosocial Juvenil (SDDPS) como una forma de “disarmonía” expresado en los casos mas graves de desajuste entre el medio y las conductas de adaptación de los jóvenes (adolescentes en su mayoría) desde una perspectiva evolutiva, lo que se traduciría en diversa sintomatología clínica semejante a la depresión, la desesperanza y otras conductas disruptivas a nivel de los grupos de referencia. La argumentación de Asún sobre este punto resulta en extremo relevante pues apunta a producir una óptica de trabajo que favorece el análisis de la situación de vida de los sujetos integrando la visión de interdependencia ecológica –ya explicitada en el primer capítulo- en los procesos de transformación social reciente del país. A partir de dichos trabajos se fertiliza el terreno para la difusión de la concepción psicosocial, a la que nos referimos mas adelante en este capítulo (Asún, D., 2003).

Page 248: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

248

por las diversas asociaciones de psicólogos en torno a especializades como por algunos institutos de carácter

privado, centrados [casi] exclusivamente en la psicología clínica”. Así, el estudio de Winkler, Prado, Casanueva y Cáceres (1988) demuestra que, en lo que respecta al trabajo en sectores populares, el psicólogo(a) desempeña mayormente tareas vinculadas al psicodiagnóstico, la psicoterapia (individual o grupal), especialmente cuando se trata de aquellos vinculados a la política de gobierno, en donde priman actividades relacionadas a la prevención, el diagnóstico y la rehabilitación (o tratamiento)424. A ello debe sumarse otro estudio -reseñado en Winkler (1993)- en el cual queda en evidencia que la representación del psicólogo en estos sectores se vincula al tratamiento de la drogadicción, la depresión, y al abordaje de los aspectos psicológicos involucrados en los tratamientos biomédicos. Ello revela que además de existir una práctica de trabajo en dichos sectores el/la psicólogo(a) comienza a ocupar un rol definido dentro de la comunidad. Interesante resulta constatar que -en ambos documentos- existe un amplio reconocimiento, de parte de los usuarios urbanos, de las variables familiares involucradas en la psicogénesis de los problemas que motivan una consulta clínica; la familia, primero, y el contexto social, luego, son percibidos como entidades relevantes en el proceso de enfermedad (ver Winkler, 1993). Junto a ello, para el caso de las intervenciones de orden grupal (que nos interesan de forma mas directa) una gran mayoría de los profesionales reconoce la adscripción al enfoque sistémico, especialmente en el abordaje mediante grupos familiares (ver Winkler, M., Prado, M., Casanueva, C., & Cáceres, C., 1988). Este último es de reciente inserción en el contexto nacional, pero se ha visto potenciado por el desarrollo de diversos centros de formación alternativas425 (cfr. Escorza, E. & Pozo, A., 1987). Preferimos la denominación de enfoque sistémico debido a que, más que un conjunto de premisas teóricas acotadas sobre un problema específico, se trata de premisas básicas que permiten reinterpretar una situación dada para posteriormente producir una intervención adecuada. Bajo esta perspectiva Winkler, Prado, Casanueva y Cáceres (1988) consideran que la compresión sistémica facilita el entendimiento de la patología como resultado de una dinámica social, en la cual, mediante diversas técnicas implementadas entre el profesional y el “sistema cliente”, es posible establecer un cambio, en el cual se consideran como fundamentales los recursos (culturales, históricos, comunitarios, etc.)426.

424 Ello contrasta con la orientación al “desarrollo comunitario” desde Organizaciones Gubernamentales, asunto sobre el que ya nos hemos referido (ver Winkler, M., Prado, M., Casanueva, C. & Cáceres, C., 1988) 425 Debe constatarse, además, el desarrollo de dicho enfoque de trabajo en sectores populares, por ejemplo a través de los trabajos de Salvador Minuchin. Un ejemplo de dichas producciones en el contexto nacional –metropolitano- puede verse en Del Río y Ferreira (1988). 426 Del Río y Ferreira ((1988) agregan que es necesario”que el abordaje terapéutico de la familia que vive crisis económicas laborales logre desprivatizar el conflicto”, es decir, que permita entender las dificultades relacionales como exacerbadas por el contexto. Bajo esta lógica, el favorecimiento de un cambio estratégico y la comprensión del problema como referido a una dinámica vincular que ocurre en un contexto favorecen la utilización de este enfoque en el trabajo clínico en sectores populares (tanto en la comprensión de las dificultades como en su abordaje).

Page 249: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

249

A partir de estos referentes (y de otros que competen al campo de la psiquiatría427), los centros comunitarios de salud mental familiar fueron creados con la intención de “abordar problemas relativos a la drogadicción y

otros problema de Salud Mental con un enfoque clínico comunitario” (Torres, R., 2001). Resulta realmente difícil estimar el grado de desarrollo de actividades y la orientación teórica de fondo de dichos centros ya que la información, por un lado, resulta confusa y escasa, pero por otro debido a que “los centros evolucionaron

con desarrollos propios” (Morales, G., 1992), además de constatarse “grandes diferencias entre ellos [la red consideraba todo el país] tanto en estructura física, equipos de trabajo, dependencia administrativa y dotación

de recursos financieros” (Torres, R., 2001). Según Morales (1992) estos centros derivan de la concepción norteamericana en torno a la creación de centros comunitarios de salud mental. Allí la psicología clínica surge como respuesta a dichos problemas y “concibe lo comunitario como un plano de acción para desarrollar políticas que tengan impacto sobre la

población [...] Aquí la comunidad es principalmente vista como un recurso para la instalación de programas y

la principal referencia al mismo está dada por la localidad (municipal, barrial) que está asignada a cada

centro, lo que supone una concepción instrumental y territorial de la comunidad en primera instancia”428 (cfr. Morales, G., 1992; Lewin, E., 1996). Esto resulta coherente con la evaluación de Alfaro (1997), quien aclara que la actividad de los centros de adolescencia consistía en integrar a jóvenes en condición de marginalidad (es decir, con altos índices de conflicto social) a acciones intramurales, y su carácter comunitario provenía de la ubicación geográfica de los centros pero no de la estrategia o la concepción básica de la intervención; “sus

acciones eran básicamente de nivel grupal y curativas, como el fomento de las organizaciones laborales, [la creación de] comunidades terapéuticas y las actividades de recreación”429. En este sentido Krause (1997) agrega que la característica fundamental de dichas actividades era de asistencia, pero desde una perspectiva clínico comunitaria que en cierta medida compartía los valores de la

427 Sobre dicho referente nos ha sido difícil una recopilación de antecedentes dentro del universo que hemos considerado. Sin embargo la idea de fondo tiene que ver con producir un modelo de atención comunitaria en problemas de salud mental, bajo la perspectiva ya mencionada en los capítulos anteriores, de psiquiatría comunitaria (cfr. Olave, R. & Zambrano, L., 1996). 428 Ello no implica que no se produjeran construcciones particulares sobre la relación centro-comunidad (al contrario). Sin embargo Lewin (1996) encuentra que más que una definición positiva de dicha relación existe una idealización poco acotada de la misma, lo que resulta comprensible según los datos de Winkler (1993), en los cuales queda en evidencia que el psicólogo que trabaja en sectores populares desconoce las características concretas de la población con la que se relaciona. Esto, claro, en términos genéricos respecto de las investigaciones revisadas. 429 Alfaro (1997) es claro en describir la relación que existió en dicho momento entre el diagnóstico de la población juvenil –los destinatarios- como un grupo marginal en el que prosperaban los problemas sociales, lo que validó la estrategia de asistencia y readaptación que se puso en práctica. Con ello, Alfaro establece un paralelismo entre la estrategia de desarrollo del gobierno de la época y las intervenciones aquí implementadas.

Page 250: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

250

psicología comunitaria (cfr. Winkler, M., 1993). Esta mixtura rescata de la psicología comunitaria430 -en su corriente latinoamericana- la involucración de la comunidad y los componentes psicológicos (vinculados a la salud mental) en el desarrollo comunitario, a través de la lógica de empoderamiento social y el reconocimiento de los recursos de la comunidad para organizar su propio desarrollo (comunitario). Así, y aunque resulta mas fácil identificar esta mixtura hacia inicios de la década siguiente, parte de la orientación política de estos centros consideraba no sólo la atención clínica, sino también las actividades de índole preventiva (Lewin, E., 1996). Debe considerarse, por último, que estas actividades no tuvieron magnitud significativa a nivel de la cantidad de desarrollos (Morales, G., en Olave, R. & Zambrano, L., 1996), sin embargo abrieron el campo a futuras producciones teóricas en torno a modelos de trabajo que mezclaban aportes de las teorías de trabajo clínico -en atención a dificultades de índole psicopatológico- con trabajo comunitario, en torno a la prevención, el tratamiento y el sentido último de ambos como parte de una estrategia de desarrollo (ver Gissi, J., 1991), lo que potenció la generación de un enfoque de trabajo psicosocial en el cual la salud mental es concebida como el resultado de un conjunto de factores interrelacionados con fuerte determinación del componente contextual y socioambiental (cfr. Asún, D., en Olave, R & Zambrano, L., 1996). En ellos los conceptos de apoyo social, de red interpersonal, y de esquemas cognitivos juegan un rol fundamental. Ejemplos de esto es el documento de Páez (1986), y la compilación de textos en torno a la salud mental y la psicología comunitaria por Olave y Zambrano (1996) entre otros431. Así, entonces, la salud mental comunitaria se encuentra frente a una inusual situación; por una parte hay una gran “demanda” de trabajo (a nivel comparativo respecto del período anterior, producto de la necesidad sentida o de la instalación de las perspectivas de trabajo), pero por otra se encuentra en una posición vinculada a la asistencia clínica y su forma de hacer frente a los problemas psicopatológicos. Queda aún un último punto que revisar durante este período; la incorporación del nombre –del rótulo- psicología comunitaria. Mas allá de la utilización del término con anterioridad a este período (cfr. Asún, D., 1983), lo que nos interesa revisar es la masificación del mismo y el sentido que, de fondo, este proceso tuvo. Hasta aquí hemos revisado dos grandes áreas –desarrollo social y salud- que, en términos generales, suponen dos grados de definición profesional; en la primera el rol del profesional psicólogo tiene poca especificidad al verse involucrado en dinámicas mas amplias que sólo pueden ser cubiertas multidisciplinarmente; en la segunda el grado de especialización es mayor pero el rol queda supraditado a la concepción de salud –específicamente de salud mental- que la plataforma o programa priorice , asunto que como vimos nunca estuvo del todo definido (Morales, G., 1992; Martínez, L., en Krause, M. & Jaramillo, A., 1998). A ello debe sumarse el hecho de que la primera área tuvo mayor cantidad de intervenciones, mas 430 Krause (1997) y otros utilizan -sobre este punto- la concepción ideal y universalista de la psicología comunitaria. 431 Esta concepción de la salud mental fue tratada en el primer capítulo. El desarrollo que mencionamos ha sido tratado por Alfaro (2000) en relación al desarrollo de competencias psicosociales y puede confrontársele.

Page 251: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

251

diversidad y por lo tanto revelan redes de relaciones (y de reinterpretaciones de referentes) con una orientación idealmente centrada en la redemocratización del país y –en segundo lugar- aprovechando esa oportunidad para construir un tipo de desarrollo alternativo (es decir, centrándose en la transformación de las formas y relaciones sociales) (Hamel, P., 1991). Lo anterior –como dijimos.- supone una apertura de nuevos y diversos campos de desarrollo para la intervención comunitaria. Ello ocurre en un contexto profesional marcado por la creación de centros académicos y de especialización profesional con una fuerte vinculación a los debates contemporáneos (Vasconi, T., 1991). La psicología –en su expresión global- se encontraba sufriendo un proceso de especialización profesional. Ello supone, en definitiva, una definición de los perfiles tipo para cada grupo de profesionales según el área (o conjunto de problemas o tareas) que deben enfrentar (cfr. Escorza, E & Pozo, A., 1987; Miranda, G., 2002). Si se considera que hasta 1980 hubo sólo dos escuelas de psicología, puede identificarse este proceso con una segunda etapa de desarrollo de la misma (Pizarro, C., 1999)432, en la cual las reformas educacionales liberales y la consolidación del modelo impuesto (en su determinación del mercado laboral) modificaron el contexto de la formación profesional produciéndose la apertura de nuevas academias profesionales. Calderón (en Miranda, G., 2002) resalta un hecho no menor presente en la apertura de los nuevos espacios al alero de las leyes sobre educación superior de principios de los ochenta; en los nuevos espacios “tuvieron cabida

académicos que regresaban del exilio y otros que no tenían posibilidades de trabajar o de expresarse mas

abiertamente en las universidades que se encontraban bajo control militar [...] dichas iniciativas promulgaron

la identificación de esas carreras como progresistas”. La creación de una oferta alternativa a las tradicionales se vio facilita tanto por las iniciativas económicas como por las iniciativas de profesionales psicólogos. Ello, sin embargo, no se tradujo en una formalización mayor, ni en la apertura de canales de debate constantes, sistemáticos y estructurados. En este contexto Aceituno, Alfaro, Asún, Krause y Morales (en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994) agregan que en el Primer Congreso Nacional de Psicólogos quedó de manifiesto “crear una instancia de coordinación

de quienes trabajan en esta área [psicología comunitaria] y la necesidad de impulsar la formación y

sistematización de conocimientos e incentivar las investigaciones en esta área de la psicología”. Barranco y Díaz (1999) agregarán que ello fue percibido como necesario argumentando que “las distintas experiencias se

caracterizan por la ausencia de evaluaciones globales y por la inmediatez de su ejercicio”433. Junto a ello, debe hacerse notar la consolidación desde finales de la década anterior de diversas sociedades y entidades profesionales –diferentes pero complementarias al colegio de la orden- que impulsaron el desarrollo de áreas

432 Sobre estos puntos véase también la compilación de Miranda (2002). 433 Referencias similares pueden encontrarse en Olave y Zambrano (1993), y en Barranco y Díaz (1999).

Page 252: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

252

profesionales específicas. Entre ellas destacan la Sociedad de Psicología Clínica, la Asociación Chilena de Psicología Social, la Asociación Chilena de Psicología Infanto-Juvenil –que incorpora el enfoque educacional- e inclusive –pero con posterioridad- una agrupación de psicología comunitaria (Escorza, E. & Pozo, A., 1987).434 Así, además de la formación de centros académicos que comienzan a tener impacto435, el trabajo de las redes vinculadas al trabajo comunitario (principalmente desde organizaciones no gubernamentales), logra tener contacto con las redes internacionales de psicología. Montero considera que una instancia fundamental en el potenciamiento de una psicología social preocupada de los asuntos de la América Latina fueron los encuentros de la Sociedad Interamericana de Psicología –especialmente a finales de la década anterior436. Para mediados de la década el proceso social chileno y la involucración de profesionales en dichas redes fundamentales de apoyo de la corriente latinoamericana en psicología comunitaria, permite un mayor contacto y la utilización del nombre como denominador común. El establecimiento de esos lazos, fomentados por un conjunto de referentes comunes (como la investigación acción y la educación popular en el contexto de los movimientos liberadores de las décadas anteriores), facilitó una fuerte identificación con los valores, constructos y producciones metodológicas de esa corriente, especialmente del núcleo centroamericano (Venezuela, Colombia y también Puerto Rico). Podemos hipotetizar que junto a ello, y como en esos lugares el hito fundacional estaba vinculado a la crisis de la psicología social, en Chile se produce una adscripción implícita a la representación de la psicología comunitaria como universal y disciplinarmente organizada (u organizable).

434 Una afirmación consistente con esto puede encontrarse en Olave y Zambrano (1993), quienes destacan que en el marco del Primer Congreso de Psicólogos de Chile, un grupo de profesionales “proponen una psicología comunitaria como una psicología para el desarrollo, que propenda al desarrollo psicosocial de las personas, que supere el esquema tradicional de atención individualizada, que ponga énfasis en la acción preventiva y educativa, una psicología donde el psicólogo actúe como elemento catalizador, favoreciendo el desarrollo comunitario”. Esta afirmación sentará las bases para los desarrollos comunitarios de la década siguiente, y establecen una relación evidente entre la corriente latinoamericana y la naciente versión nacional. Lamentablemente las autoras no aportan datos más específicos sobre este evento. 435 Escorza y Pozo (1987) agregan sobre este punto que el que las academias vieran dañada su capacidad operativa y los equipos fueran desestructurado implicó que buena parte de los profesionales optó por la generación de líneas paralelas de autoformación y de organización en asociaciones. Esto revela un compromiso directo de esos grupos de profesionales, tanto con su inscripción disciplinar como con el desarrollo de propuestas válidas para la realidad nacional. 436 La referencia corresponde a Maritza Montero en la entrevista realizada con motivo del aniversario número 30 de la Sociedad Interamericana de Psicología, reproducida en el video conmemorativo presentado en Llima en el año 2003. Coinciden con ella diversos autores, muchos de los cuales fueron utilizados en su momento en el primer capítulo. Debe recordarse que no hemos considerado las producciones nacionales como parte de la corriente latinoamericana (véase Sánchez, E. & Wiesenfeld, E., en Martín Gonzáles, A., 1998)

Page 253: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

253

Ahora bien, hasta donde hemos podido revisar en los documentos437, dos procesos de relevancia ocurren a nivel académico. El primero tiene que ver con un conjunto de documentos, investigaciones y tesis de grado desarrollados por miembros de la Escuela de Psicología de la Pontificia Universidad Católica de Chile, tanto al intentar producir modelos de intervención adecuados para el trabajo con sectores populares -en el potenciamiento de los mismos, como en el abordaje de problemáticas específicas-, como en el análisis profesiográfico de las diferentes áreas de especialización profesionales, especialmente respecto del psicólogo que se desempeña en sectores pobres438. Junto a ello, pero con posterioridad, el grupo de intervención psicosocial –con orientación comunitaria- de la Escuela de Psicología de la Universidad Diego Portales comienza a desarrollar una línea de trabajos que se aglutinan en una reconceptualización de la psicología social aplicada a problemas de la salud mental, potenciando tanto el campo clínico comunitario, como el debate respecto de los sujetos de la intervención, las políticas sociales y el contexto cultural, multiplicando las perspectivas en torno a la noción de integración social, que antes había abordado la sociología del desarrollo439. Así, a partir de la diversidad de intervenciones y de enfoques que los sustentaban, la denominación de psicología comunitaria comienza a aplicarse con relativa masividad desde finales de los ochentas para el conjunto de intervenciones en sectores populares de orientación comunitaria en el que participan profesionales (mas allá de su especificidad técnica). Ello permite comprender, a modo de hipótesis, por qué muchas veces se homologa psicología comunitaria con intervención en sectores pobres; comparten un origen común con las prácticas desarrolladas durante los ochentas, que Morales (1993) denomina “psicología

poblacional”. Al mismo tiempo, la inespecificidad ni unificación teórica de la misma, puede contrastarse con su origen en un campo de trabajos mayormente multidispliplinar primando en la historia reciente el trabajo comunitario y las intervenciones sociales como denominaciones válidas –especialmente en lo relacionado a salud mental-, lo que no facilita a nivel de identidad profesional el desarrollo disciplinar que se supone debe consolidarse (cfr. Barranco, F. & Díaz, R., 1999). Sin embargo, la adscripción del nombre, y la apertura progresiva producida por el reconocimiento académico, sumado al potenciamiento que implicó encontrar

437 Insistimos en que la información que hemos recolectado es parcial y muchas veces inespecífica, por lo tanto representa sólo un segmento del conjunto de procesos que están involucrados en lo que estamos describiendo. 438 Dentro de los que aquí hemos ocupado resaltan Bacigalupe (1987), Winkler, Prado, Casanueva y Cáceres (1988), y Escorza y Pozo (1988). La lista, sin embargo, es mucho mas larga y se extiende durante la primera mitad de la década siguiente. 439 Ejemplos de ello pueden encontrarse en la compilación de textos de Páez en el número especial de la revista Anthropos que ya hemos mencionados y en Asún, Alfaro, Alvarado y Morales (1991) y Olave y Zambrano (1996). Debe considerarse que la mayoría de los textos, si bien publicados entrada la década de los noventa, fueron escritos con anterioridad al cambio de gobierno. Este grupo involucra a buena parte de los autores que hemos considerado para la elaboración de este documento, ganándose el conjunto de sus producciones teóricas el calificativo de “psicología social progresista” hacia principios de la década de los noventas (véase Miranda, G., 2002). Por lo anterior nos atrevemos a identificarlo como un grupo significativo en la evolución del tema que nos convoca.

Page 254: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

254

referentes similares (e idealmente útiles) en la corriente latinoamericana de la psicología social, facilitaron la divulgación del nombre, y la inserción del mismo como denominación de un área de producción teórica, metodológica y epistemológica440. Así, instalado el nombre como denominar de actividades prácticas y académicas, comienza durante la siguiente década un proceso de formulación y revalorización de teorías que complementan y dinamizan el campo de la psicología comunitaria según como lo hemos entendido, y lo vinculan a otras áreas laborales –tales como la psicología organizacional- (ver apartados siguientes). Se sigue de esta exposición que las condiciones de surgimiento de la psicología comunitaria, si bien no favorecen su estructuración teórica como parte del ideal de la formalización disciplinar (manteniéndola como rótulo de actividades que la precedían desde hace años e incluso décadas), demuestran un compromiso de parte de los profesionales con el desarrollo de la misma. Así, en resumen, la psicología comunitaria no surge en Chile con un hito fundacional en respuesta organizada y formalizada (o formalizante) como en Estados Unidos, ni como respuesta interna de la psicología social integrando referentes en un conjunto de producciones teóricas y metodológicas como en el caso de la corriente Latinoamericana, sino como parte de un proceso político en el cual jugó un rol significativo -pero muchas veces inespecífico- que finalmente se tradujo en la necesidad de contar con una denominación común (pero también inespecífica) (cfr. Aceituno, R., en Olave, R. & Zambrano, L., 1996). Así, hacia finales de la década, con el plebiscito ganado y con la elección presidencial ad portas, es posible identificar dos referentes relativamente diferenciados para la psicología comunitaria; por un lado la sociología y la intelectualidad política, que venía de un largo proceso de reformulación en sus valores, ideales y estrategias, en donde el antiestatismo ahora propiciado por los posmarxistas y otras corrientes “renovadoras” de la izquierda, vendrá a reforzar el antiestatismo de la ideología neoliberal del gran capital monopolista impulsado por las dictaduras militares y los gobiernos autoritarios de la región, en la estructuración del proyecto concertacionista y su propósito de igualdad de oportunidades (Vasconi, T., 1991; Guzmán, C., 2001). Por otro lado las redes de trabajo comunitario, que complementariamente apoyaron el proceso de democratización del país, pero que adscribían a un modelo diferente, privilegiando la organización de base y la participación activa de la sociedad civil en la redefinición del proyecto nacional.

440 Vale la pena destacar, primero, que no sólo fueron incorporados elementos de la corriente latinoamericanos sino tambien propios de los desarrollos norteamericanos que siempre han jugado un rol central en la psicología nacional (por ejemplo, en el impacto de la reforma de salud mental de los sesenta en las ideas de Marconi) (cfr. Asún, D., 2003). Sin embargo, la involucración de los profesionales chilenos en el proceso político nacional recibió buena acogida en los espacios latinoamericanos facilitando los contactos con producciones que superan con creces el campo de la psicología comunitaria, como consta en el impacto de Martín-Baró en psicología social y política (ver por ejemplo Lira, E. & Becker, D., 1989; Martín-Baró, I., 1990a). En segundo lugar, estas afirmaciones deben contrastarse históricamente en los años posteriores.

Page 255: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

255

c) Conclusiones y elementos significativos en la lectura histórica El período de la dictadura militar cubre 17 años, en los que la realidad nacional y sus actores sufrieron cambios sustantivos si se compara la situación anterior. Se trata de una época de transformaciones que involucraron a todos los chilenos; a aquellos que habían vivido la experiencia anterior y a las nuevas generaciones. Como es de esperar, los desarrollos relativos al campo de la psicología comunitaria no están excluidos de esas transformaciones, al punto de que sus formas y desarrollos responden activamente a las posturas y posiciones que durante el período tuvieron significatividad –y más en concreto al período que sigue al inicio de las protestas a mediados de 1986. A nivel de la estructuración conceptual, lo primero que debe ser tomado en cuenta es la diferenciación entre las producciones que dependen de las plataformas del Estado y las que no. Las primeras se corresponden a la política social derivada de la adscripción al modelo económico neoliberal y su proyección como modelo de desarrollo nacional. Desde esta perspectiva las intervenciones comunitarias, que comparativamente fueron escasas y casi por completo centradas en la salud, pusieron en práctica el principio de la subsidiariedad y la focalización, dejando de lado –o en segundo lugar- una construcción propia sobre el sentido de la intervención en una comunidad; ella es resultado de una interacción entre el Estado y los particulares que no logran superar la competitividad mínima para integrarse por sí mismos al desarrollo esperado441 (ver Rogazzy, M., 2002). Bajo esta perspectiva es dado afirmar que el nicho que allí se generó hacia finales de la década tuvo como eje central la asistencia más directa y focalizada a los problemas, lo que en términos profesionales suele asociarse a la atención primordialmente clínica del sujeto y su entorno más cercano. Ello no quiere negar la posibilidad de otro tipo de estrategias, pero sin dudas reconoce en el saber y práctica clínica un fundamento válido y eficaz innegable. Por el contrario, y como se sigue de la investigación de Lewin (1996) y de otros que hemos utilizado, el resto de las intervenciones se desarrolla sobre la base (las plataformas) de una posibilidad alternativa, que tiene como eje –en el plano de lo político- la restauración de un régimen democrático, y que establecen vinculaciones progresivas con diversas instituciones y grupos -políticos, profesionales, de pobladores- que en un principio se apoyan en el respaldo de la Iglesia y sus entidades a nivel local, pero que después, a medida que se acercan los años ochenta diversifica sus fronteras y desarrolla una producción diversa en infinidad de temas, en el que comienzan a evidenciarse las diferencias que sólo serían significativas (valoradas en toda su expresión) en el retorno a la democracia. Los planteamientos, según como nos interesa exponerlos, separan a la intelectualidad –ligada al pensamiento sociológico especialmente- en su recorrido de las teorías de

441 Algunos autores se aventurarán a hipotetizar sobre la tesis del control social implícito que las acciones orientadas a juventud y adolescencia tuvieron durante el período (Asún, D., 2003).

Page 256: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

256

izquierda radical a la renovación política. Esto es, sin duda, un elemento clave del período de transición que inicia a principios de los noventa442. Allí, como veremos, queda plasmado el proyecto social que se sigue de los estudios, teorías y propuestas formuladas en los debates desarrollados dentro de centros académicos alternativos –en los que participaron diversos representantes de partidos políticos-, asunto fundamental cuando se estudia el proceso por el cual la Concertación de Partidos por la Democracia llega como opción viable de gobierno en las elecciones de finales de década. Por otro lado, y trabajando sinérgicamente como contraparte en la red, los profesionales vinculados a estas redes comienzan a desarrollar una perspectiva de fortalecimiento local, en la cual se incorpora un conjunto de valores y teorizaciones decantadas de la práctica de la educación popular, la salud integral y la investigación acción –entre muchas otras-, que son comparables a lo que se ha denominado “perspectiva ecológica” (ver Hombrados, M., 1996), que diversos autores han identificado como núcleo central de la psicología comunitaria –en su representación universalista-, es decir el reconocimiento del contexto histórico social en la construcción activa que las colectividades tienen de su modo de vida, de las problemáticas que los afectan y por lo tanto de su posibilidad para hacerles frente. De ellos surgen un conjunto de propuestas que en mayor o menor grado adscriben a un proyecto de desarrollo alternativo para la nación (y para América Latina), en el cual la organización de base, la participación social y el reconocimiento de los derechos de las personas en su capacidad para desarrollarse de modo sustentable son ejes centrales. Estas ideas, que se pueden identificar sin mayores problemas con las propuestas aglutinadas en lo que se ha denominado “desarrollo sustentable” (o desarrollo a escala humana), mantuvieron esta concepción ideal en sus intervenciones (es decir, las dotaron de un sentido existencial, como consta en los documentos revisados), ya se tratase de abordar problemas relativos a la salud sexual o de la subsistencia diaria en sectores pobres. Si se piensa el proceso en términos de etapas, se intentaba reorganizar el “tejido social” dañado por el autoritarismo para dar paso a una sociedad distinta, y por lo tanto lo cotidiano (la subsistencia) se vincula a los procesos de reconstrucción democrática (cfr. García, J., 1985; Morales, G., 1992). Por ello, y considerando las orientaciones comunes con fundamento en un diagnóstico compartido del contexto vivido, las diferencias políticas éticas, y de otra índole fueron dejadas de lado con el fin de potenciar las intervenciones. El desarrollo de metodologías de intervención y la reutilización de técnicas de antaño, adecuándolas a las necesidades e ideales propuestos como parte de esas intervenciones es prueba de la coherencia en la

442 Morales (1992) comentará que si bien las oposiciones al régimen militar tienen un origen común , los sectores más directamente vinculados a la actividad política formal (es decir los partidos políticos y el pensamiento social que los potencia) se autonomizan hacia mediados de la década para dedicarse a actividades de movilización social y electoral. La autonomización referida es, sin embargo, contrastada con el inmenso apoyo recibido durante la campaña por las diversas redes de trabajo poblacional y por otras Organizaciones no gubernamentales.

Page 257: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

257

argumentación de las construcciones que forman el campo de la psicología. En este sentido debe reconocerse la instalación del trabajo con grupos como forma de contacto a nivel comunitario (véase Foladori, H., 2003; Krause, M. & Jaramillo, A., 1998). En términos históricos esto supone (1) el desarrollo de competencias a nivel profesional para el manejo y la interacción con grupos, los cuales (2) son designados –implícita o explícitamente- como la unidad básica de coordinación colectiva desde el lado de la comunidad, especialmente cuando se trata de intervenciones centradas en el empoderamiento y la organización local proactiva. “Desafortunadamente, desde el punto de vista del análisis de resultados y de la evaluación y

replicación de las experiencias, esta práctica estuvo caracterizada por la falta de sistematización de las

experiencias, por la ausencia de evaluaciones globales y por la inmediatez de su ejercicio” (Martínez, L., en Krause, M. & Jaramillo, A., 1998) Sin embargo, según como lo hemos expuesto, los desarrollos en psicología comunitaria en Chile –al menos- no se derivan ni se corresponden con una definición primigenia y estructurada del concepto de comunidad. Ella resulta, más bien, en un efecto de la interacción de las prácticas sustentadas por un sentido ético político y la situación histórica social en la que ella ocurre. Lo anterior supone que la definición de comunidad es mas bien un derivado de la construcción –o producción- de una perspectiva comunitaria según el nicho que los profesionales ocupen en un determinado momento histórico; no es fundamental para el desarrollo de la psicología comunitaria el tener clara (por completo y de forma rígida) una noción de comunidad. Al menos, ella no se agota en esas definiciones (como cuando se trata de estudios psicosociales en relación a las características de tal o cual comunidad). Ella siempre deriva y depende de una construcción activa de los grupos profesionales. En esta misma línea, la extensión del uso de talleres (como técnica) tiene sentido siempre y cuando se respeten los valores y orientaciones básicas a la acción que entregan los esquemas referenciales más amplios; los talleres fueron incorporados a las intervenciones bajo la óptica de una perspectiva sociocultural -como la llamará Fals-Borda (en Osorio, J. & Weinstein, L., 1993)- que permite su aplicación a nuevas áreas, pero que al mismo tiempo, para producir el efecto esperado, supone una transformación del rol profesional –de experto a facilitador de un proceso que tiene mucha más autonomía de la que se había supuesto. Sin contar con más datos que los que hemos expuesto –si bien la bibliografía es extensa y diversa- vale la pena destacar el comentario de Alfaro respecto de que estas redes de trabajo de organizaciones no gubernamentales “constituyeron una suerte de mundo alternativo, paralelo a la institucionalidad oficial, con

identidad propia, visiones de conjunto y tendencias en su interior” (Alfaro, J., 2000)443, lo que permite plantear

443 Véase también Martínez (en Krause, M. & Jaramillo, A., 1998)

Page 258: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

258

que fueron un intento de extensión, “continuidad y recontextualización de las orientaciones de las políticas

sociales del período anterior [en su orientación universalista], en el sentido de hacerse cargo de la función

estatal” (ver Morales, G., 1992). Ello no refiere al impacto real de las mismas, sino más bien al sentido compartido, lo que permite apoyar la tesis del mismo Alfaro (1997) en torno a que, nuevamente, la psicología comunitaria se desarrolló de acuerdo a las políticas sociales –esta vez como contraparte, construyendo su propia política social (véase García, J., 1985)-, y por lo mismo, al contexto social en el cual los proyectos nacionales de turno les dan cabida y sentido. En el contexto que se percibe hacia finales de la década, la progresiva consolidación de un área de trabajos que hemos caracterizado como salud mental comunitaria, junto a la adscripción paralela de diversos profesionales –no sólo psicólogos- a los planteamientos “ecológicos”, sumado a las condiciones de especialización imperantes en la psicología, facilita la adscripción al nombre de “psicología comunitaria” y a los valores y planteamientos que idealmente se identifican con la misma. Esta conexión fue especialmente fuerte con la corriente latinoamericana, que era potenciada por su intención de formalización disciplinar, y facilitada por la cercanía de referentes. El compromiso de los profesionales con dicha adscripción no logró, por cierto, superar las carencias de espacios de debates activos que permitieran la acumulación, reflexión y organización de experiencias, ni la urgencia de trabajar en diversas problemáticas en torno a las cuales una perspectiva unificada resultaba de sobremanera compleja, ni el peso que la historia había impuesto en prácticas que llevaban años en desarrollo sin necesidad de estructurarse al nivel en el que la representación disciplinarista requería (cfr. Morales, G., 1992). A esa lista podemos agregar la desvalorización de los espacios académicos como instancias de debate y producción teórica (ver Gilbert, J., 1997), y el efecto que el financiamiento externo tuvo como sustento basal de este conjunto de iniciativas. Sin embargo, la validación masiva del nombre permitió la rápida identificación –y la generación de los primeros espacios nacionales de índole profesional-, ayudando a nominar con relativa precisión lo que hemos descrito como el campo de la psicología comunitaria; así, al contrario de producirse la convergencia esperada, el desarrollo siguió su curso pero ahora bajo una denominación que facilitaba los debates, intercambios y las reconceptualizaciones teórico-prácticas. Martínez (en Krause, M. & Jaramillo, A., 1998), entre otros, ha estimado que esta desvinculación de la academia permitió una cierta independencia en las posibilidades de desarrollo de la psicología comunitaria. Más allá de que el reconocimiento de que la psicología comunitaria aparece a finales de los ochentas como denominador de un conjunto de prácticas, el hecho de que no exista un hito fundacional que se corresponda

Page 259: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

259

con la internalización del nombre444, revela que esa diversidad de prácticas determina y preexiste a la psicología comunitaria, si se acuerda que la consolidación de la misma ocurre durante esta década 445. Por lo mismo, la diversidad y autonomía de las mismas está regulada por los diversos elementos revisados durante el último apartado, lo que hace necesario relativizar la apreciación de Martínez; los desarrollos en psicología comunitaria dependen del desarrollo de las líneas de pensamiento social, de la misma forma en que la académica había jugado un rol determinante en el período anterior. Entonces, mas bien, la opción de las redes vinculadas a la oposición política es la que garantiza que un conjunto de intervenciones tenga independencia para desarrollar planteamientos alternativos, mismas que sólo luego serán consideradas como formas de intervención psicológica comunitaria446. Esto nos permite entender, primero, la inexistencia de un proceso significativo de formalización disciplinar, la característica extraacadémica de la psicología comunitaria, su representación abstracta en la comunidad psicológica en términos de ser “una psicología que

se desarrolla con los pobres”, y que aún mantienen parte de los referentes que le fueron identitarios durante la década de los ochentas (cfr. Martínez, L., en Krause, M. & Jaramillo, A. 1998). Es necesario resaltar algunos elementos que surgen durante este período y que jugarán un rol central en el contexto futuro. En primer lugar, la designación de la familia como la entidad ideal sobre la cual enfocar los esfuerzos de la política social. Ello tiene un importante impacto, por que supone la relación entre el Estado con sus beneficiarios a través de su inserción en su grupo familiar –desestimando una construcción de “lo comunitario” que no involucre este elemento. Así, la focalización de los subsidios y apoyos estatales construirá un aparato burocrático (en el que destacan técnicas, estudios y enfoques) que permita un abordaje familiar, que luego –con el cambio de gobierno- será reconsiderado para reenfocarlo de acuerdo a las diferencias estratégicas de la visión concertacionista. En segundo lugar, y derivado de lo anterior, el rol de la política social. Ella juega un rol fundamental en el desarrollo histórico del campo de la psicología comunitaria, y la concepción del Estado neoliberal (subsidiario) asumida por los gobiernos de la concertación delimitará la posibilidad de existencia de los profesionales comunitarios, al punto de definir una dinámica centrada en metas cuantificables que escinde el proceso de intervención en etapas, y que limita –o que al menos requiere transformar- la flexibilidad propia de

444 Como ha sido en los casos del movimiento de psicología comunitaria en Estados Unidos y de la psicología social comunitaria como expresión sintética de la corriente Latinoamericanista (cfr. Hombrados, M., 1996). Véase capitulo uno. 445 Como lo han sugerido, por ejemplo, Aceituno (en Olave, R. & Zambrano, L., 1996) y Martínez (en Krause, M. & Jaramillo, A., 1998) 446 Es decir, la independencia de la academia, quizás referida por que representa una instancia de formalización –disciplinar- es relativa; la psicología comunitaria resultó dependiente (y hasta heredera en su representación) de igual forma de las formas concretas de aglutinación social del momento histórico. Son ellas, al fin y al cabo, las que permiten la formalización de los contactos internacionales que le han permitido convertirse en un área reconocida de trabajo profesional (según como ha sido expuesto en el capítulo).

Page 260: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

260

la intervención psicológica comunitaria tipo, según como había sido desarrollada hasta este momento. Ello contrasta, también, con las características del proceso social que significó la transición en el cual las organizaciones de base perdieron su orientación ideal, desvinculándose muchas de las redes de profesionales, asunto que veremos con más detalle en el siguiente apartado. En tercer lugar, y como resultado del éxito electoral de las redes ligadas al proyecto de oposición para hacerse cargo del gobierno, las ciencias sociales conservan su estructura tematizada. Bajo esta óptica, más que primar un desarrollo teórico propio de cada disciplina social, se abre el camino a debates en áreas especializadas en torno a la juventud, la pobreza, la participación, las drogas (el consumo de sustancias ilegales), la infancia, la sexualidad, la familia, la salud mental, la educación, y un sinnúmero de temas de mayor o menor relevancia447. Lo anterior supuso, en los gobiernos concertacionistas un aumento de las plataformas (focalizadas) para desarrollar intervenciones psicosociales orientadas a las metas propuestas (igualdad de oportunidades). En cuarto lugar destaca la continuidad que los debates orientados al papel de la sociedad civil (como contraparte del Estado), lo que se tradujo en, primero, la valoración de la participación como una condición de la sociedad democrática, y segundo, en la idea de empoderamiento448, como eje fundamental de las estrategias a implementar. En la puesta en práctica de ambas, en diferentes problemáticas sociales, y en los fundamentos que las sostienen, se escribirá parte de la historia futura de la psicología comunitaria en Chile.

2.3.4 Etapa 1990-2004: Opciones políticas; reconstrucción y perplejidad El período que inicia con el retorno democrático y que dura hasta nuestros días marca el siguiente paso en la evolución del campo de la psicología comunitaria en Chile. Al cambiar el contexto político, con un nuevo grupo de personajes encargados de la dirección del País, el desarrollo de la psicología comunitaria vería una transformación radical tanto de su contexto de existencia concreto, como del sentido mismo de sus prácticas. Un nuevo gobierno que había emergido como proyecto de parte de las redes que engrosaron la oposición política no sólo significaba la oportunidad de retomar un camino democrático, sino también la necesidad de reconstruir lo que se había perdido, de reducir los daños que el modelo impuesto y que el autoritarismo

447 Este fenómeno ha sido descrito por un sinnúmero de profesionales, entre los que destaca Krause y Jaramillo (1998), Alvarado (en Olave, R. & Zambrano, L., 1996), y Alfaro (1997). No es que antes los temas no hubieran existido como ejes de debate, sino que se derivaban de los proyectos nacionales de desarrollo bajo una concepción Estatal universalista. Así por ejemplo, la carencia de estudios epidemiológicos transformó complemente las posibilidades de desarrollo de programas en alcoholismo, dejando lugar a los criterios econocimistas como válidos para designar prioridades (cfr. Marconi, J., 1998) 448 En el sentido ideal del proceso orientado a capacitar a la comunidad a adquirir poder y administrarlo eficientemente en todo aquello que los afecta (Gyarmati, G., en Barranco, F. & Díaz, R., 1999)

Page 261: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

261

habían causado. Los profesionales que habían participado de trabajos de corte social y comunitario en los períodos anteriores formaron parte activa del sinnúmero de debates y del proceso de reorganización administrativa que caracterizaron el retorno democrático. Ello aumenta la complejidad del período pues, dadas sus características precedentes, el contexto político que se configura está estrechamente relacionado a los planteamientos del período anterior; hay por lo tanto mayor sincronía entre el conjunto de factores que conforman el contexto político e histórico y los desarrollos prácticas en tanto partes de una misma continuidad histórica449. Lo anterior se expresa, por ejemplo el diagnóstico social que permite diseñar y validar el proyecto social de la misma; aquél es heredero (o al menos resultado) de los procesos de reorganización de los actores de izquierda durante el período anterior, llevados a cabo ahora como gobierno (véase Gilbert, J., 1997; Vasconi, T., 2001; Guzmán, C., 2001; Valderrama, M., 2001; Salazar, G., 2003). En este sentido, el contexto de desarrollo de plataformas y planteamientos comunitarios pasa por los debates sociales que tienen como principales actores a cientistas sociales y economistas. Sin embargo, ya han pasado 14 años bajo los proyectos nacionales impulsados por la concertación y los debates han sufrido cambios; se han generado nichos y se han construido sentidos aplicables en la práctica; se han definido opciones políticas y se ha transformado el campo de debates y conversaciones en los cuales y de los cuales los desarrollos en psicología comunitaria participan y se nutren. La especialización temática producida en el período anterior, sumado al recorte progresivo de los fondos internacionales directamente vinculados a Organizaciones no gubernamentales diversificadas en su trabajo, el impacto del mercado en la formación académica, la situación social y el conjunto de “formas de hacer posibles” derivadas del modelo de políticas sociales desarrolladas por los gobiernos de la concertación resultaron determinantes para producir una nueva transformación del campo de la psicología comunitaria. Estos cambios han llevado a presunciones que parecen paradójicas. Por un lado la psicología comunitaria (aplicada) ha engrosado sus filas en la medida que se la ha reconocido como especialización con un mercado de trabajo especializado, destacando en el último tiempo integración académica y la generación de los primeros postgrados (véase Alfaro, J., 2000): como nunca antes la psicología que es denominada como comunitaria había encontrado posibilidades de trabajo tan diversas. Pero por otro lado la definición ideal de la psicología comunitaria ha llevado a afirmar que se trata de un desarrollo inverso que “traiciona” su deber ser (Krause, M., 1996; Krause, M. & Jaramillo, A., 1998), o que dadas sus condiciones de desarrollo la psicología comunitaria simplemente ha desaparecido (cfr. Alfaro, J., en Baranda, B., Krause, M., Alfaro, J. & Rozas, G., 1999; Foladori, H., 2003). Por eso si bien pueden evidenciarse, con claridad relativa, subprocesos que permiten comprender la evolución de las condiciones y orientaciones de los planteamientos que, a partir del primer gobierno democrático, dominan el campo de la psicología comunitaria. Consideramos, como es de suponer, que se trata de una misma etapa

449 Aunque ella no sea absoluta, por supuesto.

Page 262: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

262

que no ha finalizado aún, y que ha implicado una reformulación de los desarrollos históricos comunitarios, los que así vistos contrastan con la imagen universal e idealista de la psicología comunitaria que se incorporó a la corriente nacional Sin embargo, a diferencia de lo que ha ocurrido con otros períodos, justamente por haberse aceptado e instalado la denominación de “psicología comunitaria”, hacia mediados de los años noventas se produce una enorme cantidad de documentos que establecen las posibilidades históricas de la misma. Es decir, se produce una enorme cantidad de documentos y estudios que intentan consolidar una perspectiva válida que le dé fuerza y convergencia a –o que al menos permitan visualizar- las prácticas comunitarias. Esta producción, no obstante, parece disminuir (tanto en su cantidad como en completitud) hacia finales de la década. Valga entonces lo anterior como una advertencia al lector de que no contamos con suficiente información –comparativamente hablando- como para poder definir de común acuerdo la visión que los

propios psicólogos centrados en el estudio e intervención comunitaria tienen de su historia más reciente450.

a) Contexto político e histórico Si consideramos que las características de esta etapa están marcadas por las acciones y propuestas impulsadas por los gobiernos de la concertación, entonces esta inicia junto con el proceso de transición y con las reformas legislativas promulgadas hacia finales del período dictatorial, cuya orientación sería la de proteger y afianzar el modelo económico y cultural desarrollado. Por ello, hacia finales del período militar se estableció un conjunto de iniciativas conocidas como “leyes de amarre” que imponían restricciones al completo funcionamiento de las estructuras democráticas (ver al respecto Maira, L., 1998; Gaudillat, P. & Mouterde, P., 1998; Moulian, T., 1997). Ello sumado a la opción –necesidad dirán otros-- de iniciar una negociación política con los personeros militares, en un contexto de campaña orientado a demostrar la viabilidad del cambio, tendieron a reducir la movilización política fuera de los márgenes definidos. En palabras de Garretón en Chile se dio una “transición incompleta” (2000; 2001; 2003); ella se distinguió por “dar origen a una democracia restringida, de baja calidad, y llena de enclaves autoritarios” que no permitió que el nuevo régimen político y la sociedad alcanzaran un status democrático propiamente tal (Garretón, M., 2000).

450 A diferencia de lo que había ocurrido con relación a períodos anteriores, esta vez son las tesis de pregrado las que permiten formarse una imagen de la evolución más reciente(véase Barranco, F. & Díaz, R., 1999; Alarcón, M., Albornoz, V. & Fares, E., 2003).

Page 263: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

263

En este sentido, el Estado que asume la Concertación de Partidos por la Democracia se caracteriza por (a) “instalar un sistema de decisiones políticas” sobre la base del principio de representatividad democrática, “que

debe garantizar la preservación del modelo económico social neoliberal [...] instalando el horizonte de la

modernidad [el proyecto modernizador] como un mecanismo destinado a conseguir consenso transversal

respecto de los fines de la sociedad” (Moulian, T., 1997). En efecto, la política de los consensos impulsada por el presidente Patricio Aylwin (90-94) tenía como fundamento el aprendizaje de los años anteriores de que el Estado de Bienestar y la industrialización por sustitución de exportaciones eran parte de un modelo obsoleto, reconociendo y privilegiando que una economía viable se sostienen en un mercado que se abriera al exterior, en donde los privados jugaban un rol fundamental (Guzmán, C., 2001; Garretón, M., 2003). Por ello, el mantener el control de la situación para evitar retornar a la dictadura, supuso de fondo la necesidad de llegar a acuerdos que permitieran producir convergencia en los caminos que debían recorrerse a partir del rol del Estado, el rol de los privados, el orden social y el proyecto de desarrollo nacional de la Concertación. En este sentido, las posibilidades de Gobierno están en directa relación a la estabilidad y a la gobernabilidad.451 Por ello, y como segunda característica (b) tiende a generar “presiones a favor de una mayor despolitización,

favoreciendo estrategias de corte individual en vez de estrategias de corte asociativo, privilegiando

ideológicamente la decisión técnica por encima de la política, fustigando las movilizaciones como desórdenes,

etc.” (Moulian, T., 1997). Sin embargo, y como aclara Garretón (2000) “el lado oscuro de este aspecto es que

la prioridad absoluta dada a la estabilidad económica” –fundamento de la estabilidad general- “desincentiva la

constitución y acción de movimientos y actores sociales”, lo que se traduce en una dificultad a la hora intentar superar los diversos enclaves autoritarios La tercera característica deriva en buena medida de las anteriores y dice relación con que se (c) “procuran

formas de integración económica de los asalariados, pero desdeñando los recursos populistas del Estado de

Bienestar, por tanto preservando los principios de la flexibilización en las relaciones del capital / trabajo” asumiendo una complementariedad convergente entre el rol del Estado y las iniciativas de los privados. El consumo y la posibilidad de consumo se transforman en centros del debate sobre la situación social del ciudadano. Por ello, se mantiene la concepción focalizada, pero orientada al desarrollo de oportunidades viables de parte del Estado, mismo que ahora será denominado integrador (Espinoza, V., 2003).452

451 Desde una óptica diferente Drake y Jaksic (1999) agregan; “Las reformas profundas [al sistema democrático electoral, al sistema económico, respecto del aparato público] no tenían curso debido al carácter y al equilibrio de las fuerzas políticas. La Concertación encontró obstáculos insuperables para modificar de manera sustancial el modelo [...] y hubo de optar por una política de consensos antes que de enfrentamiento ante la derecha”. 452 Lo anterior no significa que se trate de un proceso de fortalecimiento del Estado, al contrario, el mismo sigue manteniendo un rol subsidiario (Santibáñez, M., 2002).

Page 264: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

264

Los gobiernos de la Concertación producen un modelo que en lo fundamental mantiene la estructura operativa y los lineamientos liberales del anterior, pero que asume la reparación de los problemas producidos por el autoritarismo -“la deuda social”-, y que supone una coherencia entre situación política social, desarrollo e igualdad (ver Drake, P. & Jaksic, I., 1999). Esta coherencia, sin duda, comienza a levantar críticas respecto de sus posibilidades, como las de Moulian (1997) quien expresará “cambiaron los titulares del poder pero no

la sociedad”453. Así, diversas plataformas de desarrollo de los planteamientos comunitarios se verán impulsadas por este nuevo contexto, en tanto otras mantendrán una posición crítica frente a las orientaciones genéricas de las primeras. Vale la pena, por tanto, revisar algunos de los elementos asociados a dichos procesos de diferenciación. El primer gobierno de la concertación, asumiendo los análisis recién expuestos en relación a la necesidad de mantener control político, retomará los aprendizajes del período dictatorial adoptando las máximas para “crecer con equidad” de la CEPAL marcando una pauta para el futuro454. Ellas partían del reconocimiento de que la década anterior era una “década perdida” en lo que respecta a los procesos de desarrollo del subcontinente latinoamericano, tanto desde el punto de vista de la integración de América Latina al mercado mundial como desde el punto de vista social, asociado a las desigualdades y sus causas en las economías nacionales (CEPAL, 1998). Por ello, a partir del aprendizaje de dichos años455, la meta sería la de producir una transformación productiva orientada hacia la equidad social, planteando a la base la necesidad de incorporar nuevas tecnologías, favorecer la estabilidad y fortalecimiento de economías integradas al competitivo mercado global, lo que sumado al fortalecimiento democrático produciría un proceso de desarrollo sostenido y sustentable -social y ecológicamente sustentable- capaz de impactar en la situación de la región. Bajo este presupuesto, la nueva relación entre los gobernantes de Chile y la CEPAL, dejaría en claro dos

453 Con menos radicalidad, el análisis de Garretón (2001), se orienta a demostrar que el peso de los “enclaves autoritarios” efectivamente impidió una transformación sustantiva de la correlación de fuerzas capaces de modificar el modelo. Ello sumado a la estrategia política de los Gobiernos de la Concertación (véase Garretón, M., 2000) presentan un panorama bastante similar al de Moulian. Véase también la interpretación de Gaudillat y Mouterde (1998). 454 El desarrollo previo de dichas ideas durante las décadas pasadas puede revisarse en Capalbo (2000). En lo central él explica que esta perspectiva se desarrolla para poder intervenir en las pautas de desarrollo económico que no se traducían en satisfacción de las necesidades básicas de la población. De ellos se derivaba “la intervención de los gobiernos para reorientar los excedentes de los ingresos –colectados mediante recaudación impositiva. Hacia los pobres, y la promoción de éstos hacia los servicios públicos” (Capalbo, L., 2000). Vale la pena destacar que la concepción cepalina consideraba otros aspectos relativos a la sustentabilidad medioambiental y a los procesos de transformación productiva que no fueron considerados como fundamentales dentro de los programas concertacionistas (cfr. CEPAL, 1992; 1998) 455 La CEPAL (1992; 1998) hablará de un “aprendizaje doloroso”, en el sentido de asumir los costos sociales que las transformaciones impuestas en la región habían producido. Pero en concreto puede hablarse de un aprendizaje doloroso a nivel existencial –biográfico- asociado en buena medida a la constatación del fin de “las utopías de antaño” (asociadas a la caída de los socialismos reales) (ver Asún, R., 2000), el que se apoyó en la formación de diversos economistas nacionales ligados a la concertación con enfoque liberal que se transformaron en puntales de apoyo para la integración los enfoques de desarrollo sostenidos por las principales instituciones como el Banco Mundial y, por supuesto, la CEPAL (Véase Gazmuri, C., 2001b; Maggi, C. & Messner, D., 2002).

Page 265: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

265

elementos relevantes para nuestro tema; (a) equidad y desarrollo van de la mano (véase CEPAL, 1992456), y (b) para que el desarrollo ocurra deben resguardarse algunos criterios básicos como transformación de las capacidades productivas -de la estructura de producción interna y de las regulaciones a las que está sujeta457-, la apertura internacional, la capacidad de crear un clima macroeconómico apropiado y estable acompañado de estabilidad política y social, la cooperación interna a nivel de actores sociales y externa entre las naciones, teniendo presente el horizonte de la sustentabilidad ecológica y social (CEPAL, 1998). En este contexto el conocimiento científico social y económico será llamado a actuar para resguardar tres fundamentos esenciales; (a) la compatibilidad entre el crecimiento sostenido de la economía y la relación de equidad entre los miembros de una sociedad, pues la concertación y la convergencia deben primar; (b) que la formulación y aplicación de estrategias políticas y económicas ocurra en un contexto democrático, pluralista y participativo, pues ello influye en el contenido y alcance de las estrategias de la transformación, y (c) el que exista tanto igualdad de oportunidades como la capacidad para afrontarlas adecuadamente pues de ello depende, fundamentalmente, la redistribución y la equidad458. Estos temas han sido objeto de un importante debate desde inicios de la década de los noventas y por ello vale la pena acotar que la CEPAL (1998) agregará que el período de ajuste y adaptación (es decir, de aprendizaje progresivo) a los efectos de la transformación debería ser largo, y que las medidas redistributivas debieran abordarse tanto desde una perspectiva institucional (en el aspecto regulatorio legal y de potenciamiento de actores sociales concertados) como integradora, que permita “la incorporación del conjunto

de sectores marginados a las actividades de creciente productividad [...] entre ellas servicios técnicos,

financieros y de comercialización, así como programas masivos de capacitación destinados a

microempresarios, trabajadores y campesinos, adecuación de los servicios sociales a los sectores más

pobres, fomento de la organización para contribuir a la ayuda mutua y a la adecuada representación de los

más desfavorecidos ante el Estado”, entre muchas otras459. Así, con al caída reciente del muro de Berlín, la

456 En este sentido, la propuesta es que crecimiento y equidad se deben dar de forma simultánea (y no en forma secuencial), en el entendido de que ambos componentes suponen complementariedad, como parte de un enfoque integrado capaz de producir mayor justicia social (CEPAL, 1992). 457 Este análisis resulta adecuado si se revisa la convergencia de los datos obtenidos durante el período previo; el crecimiento nacional del período anterior no se había traducido en mejoramiento de la calidad de vida de las personas; la estructura productiva demostraba ser insostenible en el tiempo, y la estructura social se había complejizado –destacando ya no el problema del desempleo, si no más bien el del empleo precario-, lo que en definitiva suponía que un mayor crecimiento sin regulación hacia la justicia social podía traducirse en mayor desigualdad y por lo mismo en colapso (Faletto, E. En Kliksberg, B., 1989; Díaz, A., 1991; Bengoa, J., 1995) 458 Este tema ha sido objeto de un importante debate desde inicios de la década de los noventas. Vale la pena acotar que la CEPAL agregará que el período de ajuste y adaptación (es decir, de aprendizaje progresivo) a los efectos de la transformación debería ser largo, y que las medidas redistributivas debieran abordarse tanto desde una perspectiva institucional (en el aspecto legal y de potenciamiento de actores sociales concertados) como integradora 459 El conjunto de propuestas y de cómo ellas se entrelazan con los diversos procesos orientados a la transformación de los sistemas económicos puede encontrarse en los documentos “Transformación productiva con equidad: la tarea

Page 266: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

266

Concertación asumirá ser la impulsora de un nuevo proyecto de desarrollo nacional que, entendido como “tarea de todos”, define la superación de las trabas del desarrollo y en paralelo la de favorecer la integración a dicho proceso de aquellos que se encuentran marginados, dañados en su potencial, inhabilitados por la pobreza (cfr. Maggi, C. & Messner, D., 2002). Por esto, “no puede generarse crecimiento con equidad sin que

ambos formen parte tanto de la política social como de la política económica” (CEPAL, 1992). En este contexto, el problema se centra en el rol del Estado; si antes se suponía que el crecimiento garantizaría la igualdad y la justicia social –por derrame-, ahora ambas debían potenciarse al traducirse en iniciativas concretas (véase MIDEPLAN, 1996). Por ello, el Estado debería jugar un rol activo, orientado a la incorporación –inclusión- de todos al desarrollo nacional, en donde si bien se mantuvo la definición de un rol subsidiario complementario en materia de políticas sociales (Martínez, J. & Palacios, M., 1996; Dávila, O., 1998b; Raczynski, D., 2002), por ello puede hablarse de un rol asistencial-integrativo que pueda mantener los equilibrios esperados en los planos político, económico y social que permitan una adecuada equidad social (Rogazzy, M., 2002; Raczynski, D., 2002). En esta convergencia entre posibilidades históricas, transición a la democracia y proyecto de desarrollo se estructuran los nuevos enfoques de las políticas sociales de la época. Es así como en concreto Martínez y Palacios (1996) perfilan algunas características de la política social desarrollada por el primer gobierno de la Concertación460. En primer lugar, (a) la política social intenta lograr la equitatividad, por lo que se focaliza principalmente en quienes tienen menos recursos y menos acceso real a oportunidades de calidad. En segundo lugar, (b) es integral, pues debe actuar en diferentes dimensiones (económicas, culturales, sociales, ambientales), intentando romper los sistemas productores de pobreza, superando el criterio la mera asistencia, al generar mayor productividad en la involucración del recurso humano en el proceso de desarrollo. Ello se traduce, en un primer momento, en cuatro áreas primordiales; mejoramiento de la atención en salud, mejoramiento del sistema educacional, capacitación ocupacional y apoyo y promoción a microempresarios (Schkolnik, M. & Bonnefoy, J., 1994; Martínez, J. & Palacios, M., 1996). En tercer lugar, (c) la política social considera que la participación, y la involucración de los afectados en la búsqueda de soluciones y estrategias convergentes es condicional fundamental de un proceso de desarrollo ajustado a la realidad sustentable en el tiempo y realmente equitativo. Ello se traduce, en el ideal original, en la generación de mecanismos de interacción adecuados entre los involucrados, en la descentralización de la toma de decisiones favoreciendo la expresión del poder local, y en el acercamiento de los servicios públicos a los usuarios. En cuarto lugar, (d) debe privilegiarse la eficiencia en el impacto del gasto social, el que debe ser dirigido a los sectores –comunidades, localidades- más postergadas. Ello supone la creación y prioritaria del desarrollo de América Latina y el Caribe en los años noventa” editado por CEPAL en 1990 (reproducido parcialmente en 1998), y en “Equidad y transformación productiva: un enfoque integrado” (CEPAL, 1992). 460 Sobre estos puntos véase también Raczynski (2002), y Maggi y Messner (2002) .

Page 267: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

267

(re)organización de una estructura burocrática que cuente con herramientas y métodos para medir cobertura y adecuación, y que sea capaz de definir estrategias de trabajo sin producir déficit fiscal. En este sentido se entienden la reutilización de los mecanismos del período anterior los que comienzan a ser complementados con otros nuevos, sumados a la reestructuración de la antigua Oficina de Planificación –ahora MIDEPLAN, Ministerio de Planificación y Cooperación-461. Por último (e) se privilegiará el criterio de inversión social de parte del gasto en aquellos sectores focalizados potencialmente “capaces de desarrollarse y llevar con ellos a

los demás” (Martínez, J. & Palacios, M., 1996). Dicha inversión está orientada, principalmente, al desarrollo de capacidades productivas en grupos de comunidades organizadas que han sido postergadas, sin embargo, se han creado múltiples fondos abiertos a los grupos y comunidades como una forma de permitirles llevar a cabo actividades de desarrollo no ligadas a productividad, en el entendido de que ellas se traducen en la conservación –y eventual generación- del capital humano, lo que además se traduce en mayor estabilidad social y política (Rogazzy, M., 2002). El siguiente esquema, tomado de Stallings (en Ffrench-Davis, R. & Stallings, B., 2001), permite entender la relación entre el accionar del Estado y el proyecto social desarrollado por la Concertación:

ESQUEMA V: POLÍTICAS SOCIALES DE LOS NOVENTAS

461 Raczynski (2002) explicará que el gasto social es la herramienta fundamental (el capital) del proyecto, y por lo tanto su utilización debe ir en directa relación a la recaudación que lo financia. Bajo esta perspectiva, la utilización del mismo –bajo los mentados criterios de eficiencia- es resultado tanto de procesos de toma de decisiones políticas como técnicas, “esto es, suponen procesos de negociación y concertación entre distintos agentes sociales, económicos y políticos”. La forma de inversión, al menos, se tecnifica y se complejiza en comparación a la dogmática aplicación del modelo autoritario neoliberal (Schkolnik, M. & Bonnefoy, J., 1994). En efecto, la evaluación, coordinación y orientaciones de las iniciativas del sector público comienzan a ser coordinadas por el recién creado MIDEPLAN. Interesante resulta el hecho de que una de las funciones de MIDEPLAN sea orientar la cooperación internacional, lo que significa involucrar directa o indirectamente al Estado como interlocutor y canalizador de la dinámica de recursos provenientes del extranjero.

Page 268: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

268

Se definirán, entonces, dos componentes concretos de la política social; (a) aquellas políticas sectoriales destinadas a garantizar “un nivel básico de ciudadanía” –nivel de vida- para la población (Raczynski, D., en Drake, P. & Jaksic, I., 1999) y; (b) en segundo lugar, un conjunto de programas específicos complementarios y focalizados para los grupos más pobres y vulnerables462 tendientes a promover la igualdad de oportunidades, base de la integración social (Schkolnik, M. & Bonnefoy, J., 1994; Raczynski, D., 2002) cuyo propósito puede entenderse como el “habilitar, generar capacidades y abrir oportunidades para que los

sectores más pobres y grupos vulnerables tengan voz, se organicen y participen en la solución de los

problemas que los afectan” a través del concurso de los potenciales ejecutores con proyectos específicos a fondos concursables (Raczynski, D., en Drake, P. & Jaksic, I., 1999). En ambos componentes, en la medida que el gasto social supone una estructura de objetivos focalizables en grupos específicos se privilegia –si se corresponde- un criterio de territorialidad, es decir, que se privilegia una óptica de planificación y ejecución que responde a la particularidad del sistema local en la que la comunidad o grupo objetivo existe y se desarrolla (Raczynski, D., 2002). Para llevar a cabo el plan se definen áreas prioritarias que maximicen el impacto del gasto social –que vio crecer su medida durante la década-; educación, salud, justicia, jóvenes, infancia, medio ambiente, drogas, salud mental, vivienda, discriminación de género y roles asociados a la mujer, discapacidad física o mental, tercera edad, comunidades étnicas, y posteriormente desempleados. Se configuraban “oportunidades” de desarrollo mediante el gasto social (el mejoramiento de la educación, por ejemplo), a la vez que se definían grupos vulnerables, en situación restringida para la competitividad necesaria para desarrollarse y por lo tanto ser parte y cómplice de los beneficios del progreso al “requerir de soportes y apoyo para una vida digna” (Raczynski, D., 2002). Interesante resulta el destacar que el conjunto de aprendizajes respecto de las dificultades e impacto que la carencia de oportunidades reales que las ciencias sociales de oposición habían acumulado durante el régimen militar se capitalizan ahora en la puesta en práctica del conjunto de ofertas estatales asistenciales e integradoras; el sujeto de la política social es principalmente aquél que encarna al sujeto dañado por el impacto de la transformación liberal impulsada por el régimen autoritario (cfr. Vasconi, T., 1991; Guzmán, C., 2001). 462 Esta distinción entre pobreza y vulnerabilidad está dada por la necesidad de definir con extrema claridad las poblaciones objetivo de los programas en los que se produzca el gasto social. Raczynski agregará que son potenciales objetivos tanto grupos pobres en ingreso, como segmentos sociales específicos en situación de vulnerabilidad comparativa (que fueron definidos como mujeres, jóvenes e infantes, pueblos indígenas, sectores rurales, adultos mayores y discapacitados) y además grupos no pobres, como es el caso de las microempresas y los pequeños productores rurales; “para cada uno de éstos se realizan estudios de diagnóstico sobre sus características y los procesos de discriminación/exclusión a los cuales están sujetos y se diseñan y ejecutan programas específicos” (Raczynski, D., en Drake, P. & Jaksic, I., 1999). Ello ha llevado a algunos ha plantear esta característica como definitoria del nuevo período: la relación al mercado en tanto ella define (“construye”) diversos sujetos de la política social, quienes están amenazados, excluidos, vulnerados (Rogazzy, M., 2002; Alarcón, M., Albornoz, V. & Fares, E., 2003). Este punto se desarrollará en las páginas siguientes.

Page 269: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

269

Este contexto se presenta como altamente favorable –incluso como necesaria- la creación de plataformas de intervención comunitaria; a nivel de prácticas de desarrollo local, en torno a la concertación de estrategias organizativas, en el mejoramiento de la calidad y adecuación de los servicios, etcétera. Así mismo, la generación de un nuevo vocabulario de conceptos capaces de producir y renovar enfoques teóricos y técnicas de trabajo dio origen a una red de debates en torno al desarrollo social, en la que participaron los diversos miembros de las redes de oposición del período anterior. Si antes la idea común había sido la resistencia contra el régimen militar y sus efectos, ahora las voces se reunirían en torno a la mejor forma de proyectar la nación. Nacía, junto al advenimiento de esta democracia, un conjunto de plataformas orientadas a poner en práctica el proyecto concertacionista en las cuales los profesionales producían un concepto de comunidad que era coherente con la misión que les había sido encomendada. Así, a diferencia del período anterior, los recursos comenzaron a fluir desde el Estado como había sido hace décadas, y junto a ellos se renovaba un compromiso de sentido capaz de validar la perspectiva comunitaria de las intervenciones, cuando ella se haga necesaria, pertinente o implique un recurso complementario para el cumplimiento de los objetivos463. Se abre una posibilidad que implica un desafió, pero dentro de los márgenes preestablecidos. Podemos decir que la puesta en práctica de este proyecto de desarrollo, al igual que otros durante nuestra historia reciente, posibilita plataformas comunitarias de acuerdo a la concepción y sentido de la política social. En otras palabras, la concepción de comunidad puesta en juego en la implementación de programas y proyectos en el marco de la política social estará determinado en buena medida por los ejes estratégicos definidos en el proyecto social macro impulsado por el gobierno de turno, y más en específico por la adecuación de dichos ejes en relación al problema específico –sectorial- al que se intenta hacer frente. En este sentido, Raczynski (2002) establecerá los ejes del “discurso” impulsado por la Concertación, el cual se asocia y concentra, como es de esperar, en el problema genérico que representa la pobreza. En este sentido (a) se pasa de una visión de la población como solamente beneficiaria de programas (en el sentido de la recepción pasiva) a una en la cual el sujeto es entendido como ciudadano con derechos, deberes y responsabilidades para consigo y con el resto (en la lógica de la modernización), en donde (b) la intervención directa debe orientarse –en lo posible- a la expansión de las capacidades. Ya no se trata de un traspaso mecánico, sino de la posibilidad de empoderar a personas, familias y comunidades para que desarrollen posibilidades de acción desde sí mismos (y así se produzca el ciclo del desarrollo nacional). A modo de ejemplo, vale la pena citar dos ejemplos ilustrativos. El primero proviene del presidente Aylwin, sobre la

463 Compromiso que supone una coherencia entre las prácticas, sus objetivos y sus posibilidades dentro de los marcos definidos como adecuados para la política social de los años futuros. Ella es por tanto, inclusiva y generadora de desarrollos en su interior, como exclusiva de aquellas divergencias que resultan ser inconsistentes con su núcleo y el diagnóstico que la sostiene.

Page 270: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

270

importancia de la participación, aclaraba en 1994; “La superación de la pobreza que sigue siendo el desafío

principal del país no es un problema que pueda dejarse meramente a la economía [...] Se requiere también de

ciudadanos activos, comprometidos en organizaciones sociales para capacitarse mejor, para adaptar y

ejecutar programas estatales” (Aylwin, P., en DOS., 1994). De similar forma, el Ministro Roberto Pizarro (encargado de MIDEPLAN) desafiaba en 1997 a las ciencias sociales del futuro en términos de la superación de la pobreza: “no solamente debemos enfocarla como un problema de inversión productiva [...] Es también

un cambio de actitud personal ante la vida, de autovaloración como sujeto activo, de mayor confianza en sus

capacidades para salir adelante. En este tránsito de una situación de crisis y baja autoestima producto de la

pobreza a un camino activo para salir de la exclusión, junto por supuesto a factores económicos y sociales, la

psicología puede contribuir” (en Descouvieres, C. & George, M., 1997). La lógica se revela; la dimensión de la pobreza como actitud y su superación como cambio de la misma son consistentes tanto con el diagnóstico de daño y exclusión, como con la apuesta de que los chilenos deben converger -participando- en el desarrollo. Estos dos primeros elementos acusan una reinterpretación pues, en la lógica propuesta, para que la política social deje de trabajar con población objetivo beneficiaría debe producirse un proceso de habilitación de los mismos en la línea estratégica impulsada por la Concertación (Riveros, E., en DOS, 1994). Debe producirse, entonces, tanto una transformación en los sectores pobres para poder incorporarse a esa lógica (al participar), como una puesta en práctica de recursos, y plataformas públicas que faciliten esa transformación. A la concepción de sujeto pasivo se le opone idealmente, entonces, la de sujeto integrado, que a propósito de la política social deja de ser dependiente de la misma464. Por ello se intenta (c) “hacer a los sectores pobres y

vulnerables partícipes en la definición y búsqueda de solución a sus problemas, pasando de una participación

restringida y puntual a una activa, gestionaria y propositiva,” y en consecuencia (d) se pasa de “la atención

individual de ventanilla” a un “apoyo de colectivos” (organizaciones, redes, familias, grupos) al conectarlos con los servicios sociales y las redes de asistencia técnica que permitan poner en práctica sus propuestas (Raczynski, D., 2002). La participación, el cooperativismo, el desarrollo de potencialidades y la valorización del conocimiento a nivel local se vuelven pilares ideales para impulsar los trabajos. En paralelo, al definirse actores involucrados, la relación supera el marco tradicional de la política social (Estado-Receptor) pues se introduce el sector privado -con o sin fines de lucro. Así, por ejemplo, las organizaciones no gubernamentales, las consultoras, los grupos voluntarios, por ejemplo, serán participes de la ejecución de los planes públicos al formular y presentar

464 Y, entonces, donde no se hace vital un cambio de actitud en el entendido de que la misma no es resultado de una dinámica sistemática de exclusión o marginalización.

Page 271: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

271

proyectos y hacerse cargo de la ejecución de aquellos que se ajusten al marco deseado (cfr. Raczynski, D., 2002465). Sin embargo, y como es de esperar, este tránsito no resultó del todo simple. La reacomodación en los nuevos marcos no estuvo libre de problemas tanto los grupos de profesionales, como para las agrupaciones poblacionales del pasado. Ello puede entenderse, según lo que hemos podido interpretar, desde tres fenómenos que se complementan y potencian entre sí. En primer lugar ello se explica por la dificultad que diversos intelectuales asociados al trabajo de las ciencias sociales desde centros académicos y organizaciones no gubernamentales se resistieron a ocupar cargos técnicos o políticos dentro de la nueva estructura, pues ello significaría alejarse de su tradición profesional (véase Vasconi, T., 1991). Bajo esta perspectiva, por tanto, se continúa con la división que existió a la base del proyecto concertacionista entre técnicos, encargados de la correcta gestión, e intelectuales que acompañan el ideal válido de crecer con igualdad asesorando a la élite en la toma de decisiones significativas. Una segunda línea de problemas tiene relación con las características bajo las cuales las antiguas redes de oposición desarrollaron sus prácticas. En el caso de la intervención comunitaria específicamente hemos argumentado que su estabilidad estaba dada por la generación de un fuerte y significativo movimiento poblacional (es decir, en la aparición en escena de un interlocutor activo y orientado políticamente), a lo que se sumaba la aglutinación de profesionales bajo redes de protección comunes, sin las cuales la recepción de la ayuda internacional habría sido impensable. Bajo este análisis la intervención comunitaria desarrollada durante los años ochentas es inseparable del contexto político y social en el cual ella existe; las técnicas de las redes de educación popular, por ejemplo, en tanto suponen un proceso de resistencia problematizadora capaz de transformar a los grupos en agentes de su desarrollo en pro de un contexto de vida diferente (mejor, más humano), dejan de ser directamente implementables al terminar la dictadura. Por ello puede argumentarse al dejar de existir los núcleos de sentido que permitieron mantener en pié la red de oposición –desde la cual emerge y sobre el cual se apoya el proyecto concertacionista-, las técnicas, actividades y actores dejan de existir como tales también. La relación entre profesionales y actores sociales (y la identidad política última de ambos) debe ser reconstruida para hacer frente a un nuevo contexto. Los noventas se

465 La autora (Raczynski, D., 2002) agrega; “la apuesta es que la ejecución privada permite desarrollar proyectos con más flexibilidad [en el reconocimiento de la consolidación de equipos de trabajo con experticia acumulada], mejor adecuados a las necesidades concretas de grupos específicos” lo que se suma a las intención de descentralización. Como quedará en evidencia en las páginas siguientes, el marco general de dicha apuesta será objeto de diversas críticas y revisiones durante el período.

Page 272: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

272

presentan, por tanto, como un desafío a la capacidad de adaptación de estos actores a los nuevos tiempos466. Ello supone, en definitiva, una transformación de la inscripción profesional dentro de las iniciativas de desarrollo en el nuevo contexto. En este sentido, el presidente de la Asociación Chilena de Organizaciones no gubernamentales José Bengoa (1996) agregaría: “El movimiento [...] más que no gubernamental fue de carácter “antigubernamental”. Las ONG muchas veces se definían solamente por su posición contraria al gobierno militar y la apuesta genérica de reconstrucción democrática. Es por ello que, para muchos sectores, al culminar el gobierno militar en 1990, pareció que también terminaba la función social de las ONGs. Para no pocas personas esta es una convicción. Muchos que hoy tienen posiciones de gobierno, que pertenecieron incluso a las ONGs, piensan en su interior que ésa es una etapa superada. Hoy en día se percibe, por parte de mucha gente, al Estado y a las empresas como las únicas instituciones válidas del país. Las instituciones del período dictatorial son percibidas sin objetivos claros para el nuevo período democrático [...] El gobierno mismo llamó a las ONGs a colaborar en la ejecución de sus programas sociales. Pero este llamado ha sido en calidad de colaboradores del Estado, ejecutores de políticas públicas, sin derecho muchas veces a plantear sus propias perspectivas [...] Como las Organizaciones tienen que subsistir realizan actividades múltiples con el Estado pero generalmente a disgusto ...” En este sentido, la readecuación de dichas redes de organizaciones ocurre tanto en el plano identitario como institucional. El cese progresivo de los fondos internacionales -que se concentraron en el Gobierno, pero que disminuyeron progresivamente desde inicios de la década467- llevó a muchas de estas organizaciones a resumir su tarea dentro de los marcos estatales, bajo los cuales su acumulado de experiencia, contactos y experticia metodológica de trabajo les permitió incorporarse en los procesos de diagnóstico, planificación, ejecución o evaluación a modo de entidades ejecutoras del Estado, como consultoras. Por cierto, el proceso tuvo su contraparte en la dirigencia social y comunitaria que se desanimó al ver el desarrollo de los sucesos y disminuyó su participación activa a nivel local468 (Funahashi, E., 2004; Abugattas, A., 2004). Las redes comunitarias comenzaron a instrumentalizarse, instalándose la denominación de “organizaciones fantasmas” es decir, que existían en la medida que recibían fondos para desarrollar microproyectos en su contexto de

466 Ello puede verse en Bengoa (1996), Salazar (2003), Guzmán (2001) y en diversos documentos desarrollados por las redes de Organizaciones no gubernamentales hacia finales de la década de los ochentas y principios de los noventas. 467 En efecto los gobiernos de la concertación han aplicado una estrategia comunicacional de inserción a nivel internacional a propósito de los éxitos macroeconómicos de Chile, lo que ha resultado en una disminución del interés de las agencias financiadoras para invertir más recursos, muchas de las cuales han considerado responsabilidad del Estado la generación de recursos. Asimismo, parte de los fondos internacionales se han canalizado directa o indirectamente en las plataformas estatales (Román, J., 1999). 468 Los estudios parecen indicar que el proceso de democratización fue especialmente conflictivo en aquellas organizaciones que habían construido una identidad de izquierda tradicional (ver Abugattas, A., 2004)

Page 273: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

273

existencia (Salazar, G. & Pinto, J., 1999b). Su vinculación a un proyecto de desarrollo de la sociedad civil, en tanto parte de la misma en el período anterior, estaba ahora inserto en los márgenes concertacionistas469. Esto ha sido señalado muchas veces a modo de crítica, o de autocrítica, en relación a la incapacidad demostrada por las organizaciones no gubernamentales que dependiendo de los fondos externos no lograron retomar su rumbo en la democracia. Sin embargo, si bien esa afirmación no debe ser descartada, a ello también debe sumarse el hecho de que en definitiva el proyecto mismo de la concertación no facilitó una transición, si no que más bien generó las circunstancias en las cuales las organizaciones se concertaban en el proyecto macro o se veían obligadas a desaparecer (cfr. Bengoa, J., 1996; Asún, D., 1996). Ello tiene su origen en el gobierno militar en donde se estimuló la administración privada de funciones que antes fueran parte del Estado, y por lo tanto la concertación supone una articulación instrumentalizada y dirigida entre el –reducido- aparato público, sus metas y sus fondos, y los privados en su sentido más amplio (cfr. Raczynski, D., en Drake, P. & Jaksic, I., 1999). Así, por ejemplo, la estructura de los equipos de trabajo de dichas organizaciones –las técnicas y el cúmulo de actividades desarrolladas por ellos- refleja la progresiva especialización sectorial y programática que sufrirá la política social. En consecuencia a lo anterior, el rechazo de parte de miembros de dichas redes opositoras al modelo proyectado por la Concertación es el tercer gran problema de la readecuación. Este “grupo” no por ello deja de participar en los debates sociales del período, sin embargo deja en claro desde un primer momento las limitaciones reales que los marcos de las políticas sociales tienen para el desarrollo real de la democracia. De ella participan grupos contrarios a la nueva tendencia liberal, miembros de organizaciones ecologistas, profesionales vinculados a redes de educación social y desarrollo alternativo, historiadores sociales, grupos poblacionales, y miembros de agrupaciones políticas de izquierda que si bien en un primer momento prefirieron identificarse con la Concertación como opción política preferible, se fueron desencantando de la oferta concreta (véase Barranco, F. & Díaz, R., 1999). No se trata, por cierto de un grupo organizado, visible e identificable, sino más bien de grupúsculos disidentes para los cuales la “renovación” del período anterior había abierto las puertas al desarrollo de una cultura comunitaria de base, capaz de expresar un nuevo orden social adecuado a las necesidades de las personas y sus colectivos (Véase Weinstein, L., 1990; 2003b; Moulian, T., 1997; 2000; Salazar, G., 2003). Esto último, más que un problema teórico se presentaba como una situación de facto, pues como explican Salazar y Pinto “La clase política [...] buscó un diálogo con la autoridad argumentando que las protestas

amenazaban con desintegrar la sociedad. La revuelta de los pobladores se analizó únicamente como 469 Por ello agrega Bengoa (1996) que su vinculación era con procesos sociales flexibles y dinámicos, y no con programas y proyectos que requieren de resultados cuantitativos medibles en el contexto de un proyecto social más amplio.

Page 274: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

274

expresión de “anomia”, no reconociéndole su carácter de movimiento” lo que permitió avalar una transición a un gobierno civil que reestableciera un mínimo de legitimidad social sobre la cual erigir un proyecto nacional. Así, “la teoría política de la oportunidad” como llama Salazar (2003) al conjunto de premisas que permitieron sostener el proyecto concertacionista desde su consagración como opción electoral, terminará por concentrar el poder gubernamental lo que significará la marginación de la disidencia, misma que había posibilitado el retorno democrático470. Este autor identificará esta teoría con el conjunto de estudios en torno a los cambios estructurales dictatoriales y a su efecto en la eliminación de la estructura de clases de la sociedad chilena, la desmantelación del poder sindical asociado a la clase trabajadora junto a la alteración radical del mercado interno y externo. lo que hacía necesario plantear una nueva democracia (ya no desarrollista, ni populista sino) liberal, asunto que se correspondía con el proceso mundial. Ellos no reconocían en las actividades poblacionales, por otro lado, la presencia de un movimiento social moderno, si no más bien la asociatividad primaria comunitarista de una masa sin proyecto histórico que “requería ser conducida, rehabilitada,

manejada desde arriba”471 (Salazar, G., 2003). Desde esta perspectiva, se trata de un proyecto de elites orientada a reducir la desintegración social producida en el transcurso de la historia reciente. En este sentido, el núcleo de esta perspectiva será la crítica al concepto de gobernabilidad (desde arriba y desde el Estado), al anteponer la participación del ciudadano (desde abajo, desde la sociedad civil) en tanto este representa a un sujeto histórico. Se trata, por tanto, de una disidencia con raíces en la lectura de la historia reciente tanto en el plano de los debates políticos, como en los estudios sociológicos que los complementaban, en la antigua convivencia opositora. Así, cuando en el poder, la Concertación producirá una dinámica que terminará, en la perspectiva de los autores, por excluir –marginar- a este conjunto de posiciones. Sin embargo, dichos grupos si bien reúnen un conjunto importante de supociones que permiten reconocer una óptica comunitaria diferente –más cercana a la del período anterior-, no logran plasmar en una opción política con un programa definido472.

470 En esta misma línea de argumentos se inscribe Santibáñez (2002) y Moulian (1997). 471 Lo que no significa que se desconociera su impacto en la recuperación democrática. La diferencia estaba en la interpretación del proceso que esta había desarrollado (véase Garcés, M. & Valdés, A., 1999). 472 Garcés (en Salazar, G. & Pinto, J., 1999b) dirá que “la izquierda arribó a la transición sin proyecto y sin mucha identidad histórica” siendo incapaz de proyectarse desde los años ochentas. La protesta no dio paso a la propuesta, por así exponerlo. Esta desunidad es esperable en una postura que no encuentra lugares de revitalización ni plataformas constantes y estables. En efecto, a medida que nos acercamos hacia finales de la década parte de estas iniciativas se concentrará –y validará- en un análisis negativo de las formas políticas tradicionales, evidenciando la emergencia de movimientos sociales dinámicos alternativos, lo que ha generado roces con los cuerpos políticos de izquierda más tradicionales que se mantienen en un análisis “de clase”, discusión que solapadamente se ha mantenido desde los inicios del conjunto de referentes y planteamientos comunitarios aquí agrupados (véase Herreros, F., 2000). Ello, incluso cuando la sincronía respecto de la necesidad de una oposición civil popular asentada en los criterios desarrollados durante la década de los ochentas sigue siendo el centro del conjunto de planteamientos que aquí agrupamos (cfr. Ugas, J., 1999). Nos queda por afirmar entonces, ya de antemano, que se trata de un conjunto dinámico que probablemente se encuentra aún en proceso de estructuración.

Page 275: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

275

Así, por tanto, se comienzan a organizar dos “universos” de sentido para las prácticas comunitarias que coexisten en el contexto histórico del período. El primero existiendo dentro de los márgenes de la estructura estatal, en tanto esta resultaba garante de un modo de orientar y tomar las decisiones en relación a los problemas nacionales, y el segundo en disidencia a este, intentando recalcar la base poblacional, popular, histórica del sujeto como un actor social significativo en una sociedad democrática (cfr. Bengoa, J., 1996; Salazar, G., 2003; Moulian, T., 2000; D.O.S., 1994; Raczynski, D., 2002). En efecto, la existencia de una posición alternativa pero desarticulada se verifica el intento fallido de concretar una lista unitaria de izquierda alternativa en 1993, por los sectores disidentes de la izquierda no renovada -o renovadas alternativamente (ver Weinstein, L., 1984)- y las tendencias humanistas y ecologistas, estas ultimas presentando como candidato presidencial al economista y teórico del desarrollo humano Manfred Max-Neef473 (Gaudillat, P. & Mouterde, P., 1998, De la Maza, G., en Drake, P. & Jaksic, I., 1999). En el plano político electoral, como era de esperar, primó la estabilidad de los dos grandes bloques; la Concertación –que logró un segundo gobierno- y la Alianza de derecha. Esta coexistencia, sin embargo, encuentra puntos en común; el problema de fondo será el desarrollo y por lo tanto las categorías asociadas al pobre (y la marginalidad) volverán a la escena; las discusiones cambian su vocabulario, sus conceptos y los diagnósticos desde los que se validan, pero siguen centrándose en el viejo problema del proyecto nacional y de la forma de llevarlo a cabo. Así, lo que para unos será la forma más adecuada de concertar actores en un proyecto común, para otros será la eliminación –parcial o total- del potencial cualitativo que implica de fondo el desarrollo de las personas474. En el plano de las actividades concretas, ya fuere por un sentido compartido o por mera necesidad, las intervenciones de ambos proyectos se superponen en diversos contextos, lo que en definitiva implica una reconceptualización de las técnicas de trabajo de antaño a los nuevos tiempos. Ello se evidencia, por ejemplo, en la diversidad de perspectivas asociadas a la educación –tanto de niños y jóvenes como de adultos- como una forma de potenciar el desarrollo, al permitir que el sujeto desarrolle sus potencialidades creativas para replantearse propositivamente ante el medio, al tiempo que se asume es capaz de crear ciudadanos para la

473 No deja de ser relevante entonces el peso de las redes orientadas al trabajo de base, potenciador del papel de la sociedad civil y del desarrollo humano durante la década pasada. Vale la pena mencionar, además, que Luis Weinstein –entre otras figuras del pensamiento comunitarista nacional- jugasen un rol destacado en dicha campaña. Estas redes organizarían, con distinto grado de éxito, diversas propuestas de trabajo durante el transcurso de la década ligadas a desarrollo humano, sustentabilidad, ecología social, y medioambiente, entre otras. 474 Ello será visible, por ejemplo, en los debates que contraponen crecimiento con desarrollo, asistencia con promoción, descentralización con desconcentración, habitante con ciudadano, global con local, participación con incorporación, etcétera. En este sentido, en la conversación sobre esos conceptos se definirán las posibilidades de intervención comunitaria, y por lo tanto, es en dichos debates en los que se inscribe el campo de la psicología comunitaria en su evolución.

Page 276: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

276

nueva democracia475 (véase García, J. & Zúñiga, L., 1990; Bustos, L., 1996), o en el desarrollo de una nueva óptica conceptual en torno a la participación social en la nueva política social en tanto ella permite la expresión tanto del interés común de grupos prioritarios –es decir, relegados en su integración-, validando además la capacidad organizativa y su acervo cultural (Sulbrandt, J. en Kliksberg, B., 1989; Calame, P., 1989; Galaz, E., en DOS, 1994) Por ello, si bien pueden distinguirse dos posiciones –o dos conjuntos de posiciones; concertacionistas y alternativas- desde las cuales se construyen y validan desarrollos comunitarios, ellas parecen superponerse y nutrirse mutuamente en un primer momento; las organizaciones no gubernamentales asumen la tarea de cooperación -teórica, técnica, política- en los proyectos y programas de desarrollo en las diversas áreas temáticas definidas como prioritarias, y el Estado se encarga de poner en juego la nueva institucionalidad democrática (véase García, J. & Zúñiga, L., 1990; MIDEPLAN, 1996; Raczynski, D., en Drake, P. & Jaksic, I., 1999; Hardy, C. en Tomassini, L. & Armijo, M., 2002)476. Esto permite afirmar que se trata, tanto de un proceso de diferenciación progresivo a nivel de posiciones como de unificación a nivel de las actividades concretas en el entendido de un desafío democrático común, especialmente durante el primer período de los años noventa. Lo anterior se encuentra potenciado por un período de gran crecimiento económico y de estabilidad social que permitió –en conjunto- una reducción significativa y sostenida de las tasas de pobreza nacionales, junto a la disminución del desempleo y el mejoramiento comparativo de la oferta estatal en términos de servicios (MIDEPLAN, 1996). El caso de la región metropolitana es particularmente relevante pues ésta disminuyó sostenidamente su peso relativo en comparación al resto de las regiones del país, lo que significa una mejoría de su situación durante el período; según los análisis ministeriales de la época ello se debió en buena medida a un impacto significativo del Gasto Social en el mejoramiento de los ingresos de los hogares más pobres (véase MIDEPLAN, 1998). Ello supone que el proceso de focalización de recursos en los sectores más pobres de parte del Estado había sido eficiente en el cumplimiento de las temas propuestas en términos generales477. La economía, por su parte, se mantuvo “saludable”, complementándose sin mayores problemas

475 La vinculación más directa se da en el entendido de que la educación es una forma directa de impactar en la conservación y generación de capital humano, necesario para viabilizar el proyecto social de la concertación, tanto en su aspecto positivo (crecimiento, progreso), como en el paliativo (mejoramiento de las condiciones de vida de aquellos disminuidos en su capacidad integración; los deudores sociales) (véase Schkolnik, M. & Bonnefoy, J, 1994;Raczynski, D., 2002) 476 Junto a ello se pone en práctica un debate paralelo en torno a la necesidad de reformulación –modernización, complejización- de la gestión del Estado. (véase Kliksberg, B., 1989; Tomassini, L. & Armijo, M., 2002; Raczynski, D., 2002). 477 Ello resulta particularmente claro si se revisa la disminución progresiva de la tasa de desempleo (es decir, del número de desocupados), y por lo mismo, la progresión del impacto del ingreso autónomo (remuneración) en los hogares, en

Page 277: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

277

la regulación de las áreas económicas designadas como significativas con la inserción global en los mercados mundiales478. En este sentido, el conjunto de reformas impulsadas como parte activa del mejoramiento de la red de servicios del Estado o como parte de su esfuerzo por potenciar el desarrollo de capacidades individuales, familiares, grupales o comunitarias determinó la generación de microrredes especializadas en el trabajo interventivo en áreas temáticas específicas, las cuales tuvieron su correlato en la estructura institucional pública. El Estado se vuelve el canalizador de iniciativas y por lo tanto se transforma en el principal interlocutor válido para la(s) red(es) de profesionales y ciudadanos con experiencia en intervención social quienes comienzan a ocupar el rol de ejecutores de las acciones. Bajo esta perspectiva el Estado, que continúa una tendencia reductiva, pero afianzada en la institucionalidad asistencial dictatorial, se concentra solamente en “diseñar, normar, estimular, evaluar, supervisar y asegurar el funcionamiento de las políticas

sociales y la asignación equitativa y eficiente de recursos” (Rogazzy, M., 2002). Se generan, por tanto, diversas políticas sectoriales en relación a los temas prioritarios, las que se traducen en líneas de acción que van desde el aumento de recursos, la modernización de la gestión de servicios, hasta la intervención comunitaria de corte organizativo y el fortalecimiento y generación de habilidades479. El segundo gobierno de la concertación, encabezado por el hijo del presidente Frei Montalva, se propondrá como meta la coordinación intersectorial como vía para superar la pobreza –el problema “central”- desde la institucionalidad pública480. Junto a ello, se reforzarán tanto la concurrencia de privados en términos de objetivos comunes, como los “compromisos” de descentralizar la toma de decisiones para favorecer la participación de la comunidad en la generación de respuestas locales481 (Raczynski, D., 2002). Para ello se crea el Comité Interministerial Social, cuya función está orientada a adecuar la estructura y coordinación de las entidades públicas en la tarea -unificadora- de superar la pobreza. Ello supone, por tanto, una redefinición no sólo de la estructura de la política social si no de la estructura desde la cual esta se impulsa, dando origen

comparación a los diferentes subsidios estatales existentes (para un análisis más detallado véase MIDEPLAN, 1996; 1998). 478 Puede revisarse al respecto Ffrench-David y Stallings (2001), Hardy (en Tomassini, L. & Armijo, C., 2002), o Raczynski (en Drake, P. & Jaksic, I., 1999) y Maggi y Messner (2001) 479 Una descripción detallada del conjunto de dichas iniciativas puede encontrarse en MIDEPLAN (1996). 480 En este sentido Drake y Jaksic (1999) lo califican como “menos creativo y conservador” en términos de revitalización democrática, y por lo tanto como más tecnocrático y elitista en la puesta en práctica de su plan de desarrollo nacional. Ello encuentra su reflejo en la dinámica que involucró a los asociados históricos de la sociedad civil con la izquierda (trabajadores y estudiantes específicamente), que comenzaron a desligarse del proyecto concertacionista a partir de mediados de la década, lo que fue visible en el aumento de la movilizaciones sociales en protesta durante el período (véase Fuentes, C., en Drake, P. & Jaksic, I., 1999) 481 Ello es resultado, al mismo tiempo, de los aprendizajes en relación a la necesidad de producir una readecuación institucional del Estado a las nuevas formas de hacer política social y a las nuevas demandas y requerimientos de la sociedad nacional.

Page 278: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

278

a una nueva instancia de autoridad social capaz de contrapesar la autoridad del mercado. Se gestan, por ello, el Plan Nacional de Superación de la Pobreza y el Consejo Nacional de Superación de la Pobreza. Para que dichos organismos lograrán una coordinación progresiva se hace necesario el manejo de información actualizada y pertinente sobre el desarrollo, impacto y dificultades asociadas al trabajo sectorial e intersectorial, es decir, se concentra y organiza la información en torno a las intervenciones y sus metas programáticas (véase CIS, 1994). Lo anterior cobra relevancia si se considera que dichas iniciativas establecen parámetros en relación a las diversas áreas vinculadas al desarrollo comunitario en sectores pobres, y por lo mismo suponen una oportunidad de desarrollo de plataformas para trabajos en psicología comunitaria. En efecto, el programa inicia su accionar en la configuración de un mapa de áreas territoriales pobres sobre las cuales se debe focalizar la acción del Estado intentando revertir la pobreza, la vulnerabilidad, la inexistencia o inadecuación de los servicios sociales. Los criterios y orientaciones, impuestos desde el Gobierno como parte de su plan nacional, serán cuatro; La (a) Inversión social, que se entiende como un reenfoque del gasto social en términos de una mejoría de las oportunidades reales para los habitantes de una localidad pobre; infraestructura básica y productiva, planes de desarrollo urbano, equipamiento social, desarrollo de telecomunicaciones y transporte, y desarrollo de planes de fomento productivo. Ello no reemplaza el gasto social destinado a la asistencia y subsidios, sino que lo complementa intentando producir suficiente capital para romper el ciclo de la dependencia y la pobreza. A ello se agrega un segundo criterio; la necesidad de (b) coordinación intersectorial; En efecto, si las decisiones se toman a nivel de la estructura burocrática designada, “es responsabilidad de cada sector hacer su trabajo cada vez mejor”, elevando sus niveles de eficiencia y racionalidad, al comprender el trabajo de otros sectores (CIS, 1994). El mejoramiento de la gestión pública debe producirse, por tanto, en la misma estructura jerárquica que lo define. El centro del debate se enfoca, entonces, en como adecuar la oferta pública con las potencialidades de los sectores pobres en su propio desarrollo (comunitario, pero también social, cultural y político)482. Para que la información fluya adecuadamente y se traduzca en una readecuación y aprendizaje permanente, se debe (c) potenciar la descentralización. Ello supone que la pobreza de las localidades es heterogénea y multideterminada, lo que supone a su vez, soluciones (o enfoques de las soluciones) también locales. Por ello, cobra relevancia la gestión de las estructuras administrativas de las trece regiones del país con sus municipios; en ellos recae la

482 En el entendido de que existe la posibilidad de un acuerdo social amplio en torno al desarrollo nacional. No se duda aquí del rol de aquellos actores que actúan en beneficio propio o que producen efectos antisistémicos, lo que complejiza la ecuación; Las potencialidades deben tener eco en las oportunidades reales, y las oportunidades requieren de otros actores diferentes a las del Estado liberal.

Page 279: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

279

integralidad, coordinación y adecuación de la ejecución programática483. Por último, se debe potenciar (d) la

participación de los destinatarios; “tanto más importante que los recursos que se puedan destinar o que los

buenos programas que se puedan diseñar, es la posibilidad de desatar las energías sociales que harán que

dichos recursos y programas se utilicen de la mejor manera”. La participación se entiende, por tanto, como una involucración de los destinatarios pobres con los generadores de oportunidades (Estado y privados), en una lógica de beneficio mutuo. Se trata, por tanto, de un criterio que debe traducirse, en el futuro cercano, en la ampliación de canales para el codiseño de la acción social del Estado, y por lo mismo, que debe garantizar la formación de dicho interlocutor (local, comunitario) en el caso de que él o ellos no existan. Se instala por tanto una óptica que, fundamentada en la materialización de estructuras burocrática sectoriales con autoridad y experticia operativa, inicia un proceso de reenfoque focalizado de coordinación administrativa para potenciar una oferta que haga eco en los recursos locales capaces de potenciar el desarrollo de sectores pobres (cfr. Raczynski, D., en Drake, P. & Jaksic, I., 1999). La idea, el ideal, del desarrollo comunitario, entonces, es resultado del proyecto nacional concertacionista, al readecuar la consigna del crecimiento con igualdad luego de haber superado las metas iniciales de sostener un modelo de democracia representativa, mínima regulación de las estructuras claves del mercado y de compromiso convergente de diversos actores privados y particulares en un proyecto de desarrollo común. Así, entonces, se produce un reenfoque común de las diversas acciones, los profesionales que las realizan y los debates conceptuales que generan en torno a los sectores más pobres y sus particulares necesidades y potencialidades, bajo las orientaciones y compromisos -los límites y posibilidades en definitiva- designados por la estructura pública484. A partir de aquí se desarrollaran líneas paralelas y complementarias en la política social; la primera en un sentido tradicional de asistencia y subsidios para mantener un nivel mínimo de ciudadanía, y una complementaria traducida en programas especiales de carácter intersectorial orientados al fomentar el desarrollo de recursos en grupos diagnosticados como deficientes en su posibilidad de integración al

483 El documento oficial agrega al respecto “esto supone un compromiso activo de las regiones” (CIS, 1994), fundamentalmente a nivel de las Intendencias, porque para ese año ya había comenzado la campaña de derecha para lograr cupos en cargos municipales en las cuales recaía originalmente dicho compromiso. Debe considerarse, además, la crítica de Salazar y Pinto (1999a) quienes proponen que un mejor concepto es el de desconcentración del poder burocrático, pues se trata más bien de una transformación administrativa que no necesariamente supone empoderamiento o autonomía de la soberanía local o comunitaria. 484 En concreto, para la primera etapa se integran iniciativas sectoriales en torno a (a) grupos prioritarios, su protección y el desarrollo de sus capacidades, (b) mejoramiento de la calidad de vida en localidades pobres, básicamente a través de infraestructura e inversión en materiales, (d) mejoramiento de los servicios en educación y salud para sectores pobres, a través de subsidios, e inversión focalizada en programas específicos, (d) fomento de la microempresa y capacitación laboral ad-hoc, (e) desarrollo re localidades rurales, y (f) el fortalecimiento de la acción administrativa municipal junto al potenciamiento0 de la organización social y la participación (CIS, 1994). Al ampliarse el enfoque intersectorial más allá de los problemas asociados a pobreza, las prácticas en desarrollo comunitario integrarán “soluciones” a otros problemas sociales, como la seguridad ciudadana, el consumo de drogas, la violencia, etcétera

Page 280: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

280

desarrollo, en los cuales ha predominado una perspectiva de trabajo geográficamente localizada485 (ver MIDEPLAN, 1996). Sin embargo, la iniciativa del plan nacional como tal no prosperó. Según la información que hemos podido recoger ello se debe tanto a una gestión deficiente en la canalización de recursos hacia dicha entidad como al hecho de que no se logró el contrapeso esperado frente al Mercado, si bien el concepto de intersectorialidad y la necesidad de coordinación se mantuvieron como ejes (Raczynski, D., 2002; Hardy, C., en Tomassini, L. & Armijo, M., 2002). En esta misma línea las plataformas comunitarias ligadas a las políticas de desarrollo comunitario mantuvieron su importancia en el espectro de la oferta pública de la segunda mitad de la década. Primero por su ligazón desde planes específicos relacionados a problemas sociales que afectan la calidad de vida de las personas y que por lo tanto suponen una disminución de los derechos ciudadanos en las mismas, tales como el consumo de drogas, la violencia doméstica, el trabajo comunitario con redes de asociación juvenil, los problemas asociados a la salud mental, etcétera486 (cfr. Martínez, L., en Krause, M. & Jaramillo, A., 1998). Y en segundo lugar, en torno a programas de carácter intersectorial vinculados a desarrollo comunitario, como la formación de líderes y de redes de representación y participación comunitaria, de capacitación en actividades productivas, de seguridad ciudadana, de regularización de la situación de familias en riesgo social, de mejoramiento de las condiciones de habitabilidad bajo la perspectiva de la responsabilidad social –en la erradicación de campamentos, y en la entrega de viviendas sociales-, por ejemplo. Los segundos han tenido un fuerte “repunte” desde finales de la década de los noventa con el Gobierno de Ricardo Lagos. Se trata de programas de carácter nacional pero con marcado enfoque local –es decir, en términos de las comunidades y los contextos físicos y sociales en las que ellas existen-487 que están bajo la coordinación y ejecución de entidades ministeriales específicas, las cuales organizan recursos tanto públicos como privados (en la ejecución, la complementación o la evaluación). Ello supone, por tanto, un desplazamiento de la responsabilidad de la ejecución desde la estructura central a una designada con autoridad y responsabilidad en la puesta en práctica488.Ejemplos de ellos son el programa Chile Barrio, dependiente del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, que se enfoca en la erradicación de los campamentos 485 Y por lo tanto, en donde la intervención supone un área geográfica en la cual el “problema” y la situación objetivo cobra cierta especificidad. El contexto social y físico, pero también administrativo en el sentido de las organizaciones y estructuras públicas presentes, juegan un rol determinante en la formalización de los planes de acción (cfr. Rozas, G. & Leiva, E., 2004). 486 Algunas de estas plataformas se mantuvieron, si bien reenfocaron su orientación, desde la dictadura, como veremos en el siguiente apartado. 487 Lo que supone un reenfoque desde las prácticas orientadas al mejoramiento de servicios sociales, inicialmente impulsadas por la administración anterior (cfr. CIS., 1994). 488 Y por lo tanto, nuevamente, no puede hablarse sino de una reforma orientada a desconcentrar funciones, delegando responsabilidades dentro de la misma estructura pública que debe –y se supone, puede- velar mejor por la eficacia en la implementación local.

Page 281: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

281

que han sido catastrados ofreciendo una red flexible de recursos (públicos y privados) intentando generar redes comunitarias y habilidades en los grupos familiares para que ellos sean capaces de responsabilizarse y tomar provecho de su nueva condiciones de propietarios (Raczynski, D., 2002)., o el programa Barrio Seguro, dependiente del Ministerio del Interior, que se focaliza en comunidades que han sido diagnosticadas o designadas como vulnerables en términos de los índices de delincuencia, y que se orienta a generar una reconstrucción y fortalecimiento de las redes de organización social (el “tejido social”) a través de fondos concursables que se ponen a disposición de los miembros de la comunidad para desarrollar actividades o generar recursos. En el caso Metropolitano este programa se ha enfocado en sectores poblacionales urbanos en los que la delincuencia organizada se asocia a las redes de narcotráfico, y por lo tanto ha sido acompañado de una fuerte presencia policial que se transforma en una medida de control, a la que acompañan otras de prevención y diagnósticos de requerimientos de los individuos y sus grupos familiares (Vidales, A., 2004). Ambos tipos de programas –las redes sectoriales de servicios ciudadanos, y los programas localizados de desarrollo comunitario- son parte de una misma estrategia que opera de fondo con la idea de integración y de redistribución de las oportunidades que son capaces de garantizar un desarrollo con equidad. Es decir, son complementarias a las políticas macroeconómicas de regulación estratégica de las actividades económicas vinculadas a la desigualdad489. Las plataformas comunitarias son concebidas, a medida que se desarrolla la estructura del plan concertacionista, como parte de la estrategia de integración convergente de los actores en un proceso de desarrollo nacional. Ello resulta relevante pues permite identificar una estructura de sentido (de compromiso, y de validación) en el que dichas plataformas se asientan que es independiente del contenido mismo sobre el cual se abocan las acciones desarrolladas; la prevención del consumo ilícito de drogas, la formación de redes micro productivas, o la habilitación social de sujetos en situación de marginación social son parte de una misma estrategia. Si bien la política social ha obtenido buenos resultados en relación a las disminuciones significativas de los índices de pobreza, de aumento de los ingresos a nivel de las unidades familiares, y de independencia progresiva de diversos sectores de las redes de subsistencia y subsidios estatal, y en relación a los indicadores macroeconómicos (ver MIDEPLAN, 1996; 1998; Ffrench-Davis, R. & Stallings, B., 2001; Maggi, C. & Messner, D., 2002), ello no se ha traducido en una disminución de la brecha de la equidad. Más aún, ella

489 Sobre las cuales nos hemos referido muy brevemente al inicio del capítulo. Para más información pueden revisarse los análisis del desempeño económico y social nacional de la CEPAL, del que destacamos a Ffrench-Davis y Stallings (2001). Por cierto, la complementariedad referida dice relación con un reenfoque parcial de un segmento de los planes de la política social vinculada al desarrollo comunitario, en el sentido de que su impacto debe ser focalizado en zonas geográficas específicas.

Page 282: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

282

parece haberse mantenido estable490. Así, y principalmente debido al efecto de las crisis económicas mundiales de finales de la década, ha ocurrido una desaceleración de las tasas de crecimiento que permitieron mantener control adecuado sobre la economía nacional, lo que ha incidido en aumentos de los índices de cesantía –y de precarización del empleo, que afectan principalmente a los sectores con mayores índices de pobreza- de la mano a una disminución de la actividad de diversas áreas productivas (Meller, P., en Drake, P. & Jaksic, I., 1999; Ffrench-Davis, R. & Stallings, B., 2001; Raczynski, D., 2002). No se trata, por cierto, de una crisis capaz de desestabilizar a la coalición de Gobierno (Garretón, M., 1999; 2003), pero desde finales de la década de los noventas ha puesto el centro del debate en la desigualdad que, a pesar de los esfuerzos públicos, se mantiene. Más aún, parece haberse agudizado una crítica pública en relación al sentimiento de inseguridad que se está instalando en las capas medias y que se vuelve masivo en relación a las posibilidades de movilidad social efectiva a las que acceden los grupos más pobres (véase, por ejemplo, Bengoa J., Márquez, F. & Aravena, S., 1999). Lo anterior supone, a nuestro parecer, una crisis profunda que revela la potencial limitación del modelo original de crecimiento con equidad al que suscribió la Concertación a inicios de la década, y que por lo tanto tiene un correlato político; la izquierda renovada no ha logrado la meta de una sociedad próspera para todos los actores sociales (cfr. Garretón, M., 2003). Si retomamos, entonces, el conjunto de debates en relación al proyecto de desarrollo nacional, y en específico en torno a las políticas sociales, es posible evidenciar tanto críticas que provienen desde el propio modelo, es decir, desde la estructura pública, sus adscritos y sus asesores, como críticas que provienen desde el exterior, se trate de la voz de los ejecutores –instrumentalizados, según algunos-, de aquellos que en el proceso se fueron desencantando o desvinculando del discurso oficial, o desde los centros de pensamiento alternativos, especialmente de aquellos con una tradición histórica de izquierda que encuentra su principal referente en la oposición civil a la dictadura. Las críticas internas pueden resumirse en la necesidad de readecuar las modalidades en las que se produce el gasto social para producir un impacto más significativo y duradero en las oportunidades reales de la población, las que deben complementarse con una política de regulación y de generación de convergencia ordenada entre los diferentes actores sociales –especialmente cuando se tratase de empresarios. Ello se sustenta en la evidencia que han entregado las evaluaciones progresivas de los efectos logrados por la 490 En otras palabras, “a pesar del notable ritmo de crecimiento económico, la situación distributiva se mantiene congelada en el mismo nivel al cual estaba al final de la dictadura [...] Incluso hay sectores altamente críticos quienes, si bien reconocen que ha habido una reducción de la pobreza sostienen que simultáneamente se habría generado una creciente inequidad social” (Meller, P., en Drake, P. & Jaksic, I., 1999). En el momento de finalizar este documento, los últimos estudios resultados oficiales del Gobierno a propósito de la encuesta CASEN 2003 apuntaban a que la pobreza se había reducido en un 2% -manteniéndose en 18%-, desde el año 2000, lo que duplica la proporción reducida entre ese año y 1998, sin que por ello se haya modificado la brecha de equidad, que se mostró estable (véase MIDEPLAN, 2004).

Page 283: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

283

intensa oferta programática, especialmente en lo que a programas de desarrollo comunitario se refiere491, en torno a que (a) no se ha logrado coordinación administrativa (sectorial, institucional, programática), lo que se traduce en (b) una deficiencia en el proceso de descentralización real, asunto que redunda en (c) desencuentros entre las decisiones centrales y la flexibilidad necesaria a nivel de la planificación y ejecución localizada. Junto a lo anterior, se menciona el hecho de que (d) no existe el eslabonamiento progresivo ni la continuidad necesaria en las acciones en grupos y áreas específicas, pero más complejo aún, (e) hay una evidente dificultad en la generación de alianzas capaces de sostener oportunidades reales, por ejemplo en el caso de empleo, que permitieran capitalizar el esfuerzo de los usuarios de las redes estatales (Raczynski, D., en Drake, P. & Jaksic, I., 1999; 2002). Ello redunda negativamente, por ejemplo, en la movilidad social, y por lo mismo menoscaba las expectativas de las personas. Las soluciones apuntan a una revalorización, legitimación e integración operativa del o de los “intermediarios

locales”, se trate de departamentos o servicios públicos, como de instituciones privadas ligadas a industria o comercio, educación, iglesia, actividades solidarias barriales, cultura, etcétera (Raczynski, D., 2002). El supuesto es que esta instancia potencia y favorece la implementación de “soluciones” pertinentes a nivel local, las que tienen más probabilidad de éxito en la medida que aumenta el compromiso, la adecuación de conocimientos, y se utilizan –integran- las redes acumuladas en la historia y desarrollo de la localidad (Raczynski, D., en Drake, P. & Jaksic, I., 1999). En este sentido, “no se trata de diseñar programas [...] empaquetados [...] que salen a buscar participantes ni de definir a priori qué programa llega a qué territorio, ni

de hacer coincidir los recursos de varios programas en algunos territorios específicos [en detrimento del resto]

como ha sido la tendencia”, sino suponer que “el punto de partida es el territorio” en tanto redes comunitarias, recursos e iniciativas superpuestas, frente a problemas que se traducen en requerimientos específicos (Raczynski, D., 2002). Ello permitiría la flexibilidad necesaria que muchas veces deja de lado la lógica de los términos de referencia impuestos verticalmente, pues se ha demostrado que los mismos pueden generar atomización social, dispersión de esfuerzos y recursos, poca convergencia y discontinuidad en las acciones492. Lo anterior, sin perjurio de los mismos criterios de inversión social, habilitación y capacitación, participación, y mínimos sociales garantizados493. Es decir, bajo esta perspectiva se deberían potenciar con fuerza las plataformas de trabajo de corte comunitario, entendido este último en su sentido genérico.

491 Pero que son extensibles en buena medida al conjunto de políticas y prácticas pro integración al universo de oportunidades reales o potenciales que se asume como condiciones necesaria del éxito del proceso (cfr. Raczynski, D., 2002; Vidales, A., 2004). 492 En efecto, los proyectos concursables suponen la competencia de grupos comunitarios por obtener fondos. Eso se traduce en competencia y desintegración de las redes de colaboración comunitarias, y al mismo tiempo, una redefinición de las condiciones de existencia de dichos grupos que se vuelven dependientes de los fondos concursados. Se trata, por tanto, de un efecto desnaturalizador de la realidad local (cfr. Vidales, A., 2004) 493 Raczynski (2002) acota que no ha habido un debate real capaz de mejorar el foco de la política social; “Hay discurso, pero no ha habido debate [...] El debate debiera dar contenidos concretos a los ejes orientadores de la política social:

Page 284: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

284

Vale la pena mencionar que la crítica no duda que la pobreza sea un fenómeno que es resultado de las relaciones entre los sectores más pobres y menos pobres; “la pobreza pasa necesariamente por las personas

y ampliación de sus posibilidades de acción, donde en muchas circunstancias adquieren gravitación central

temas de crecimiento personal y autoestima, expansión de competencias personales y comunicacionales,

modificación de actitudes y conductas, ampliación y menor subordinación en las relaciones con otros,

desarrollo de las nuevas visiones y miradas que abren posibilidades de acción”, y por tanto el Estado a través de su acción programática debe operar tanto como intermediario posibilitador de las oportunidades de la integración, pero al mismo tiempo debe operar como habilitador de aquellos que cultural o psicosocialmente han sido marginados (cfr. Raczynski, D., 2002)494. Así, y si bien las dudas de dicha crítica se preguntan por los efectos de la globalización en el fenómeno de la persistencia de la pobreza y de la precarización de la calidad y estabilidad laboral, y por el desarrollo de la élite empresarial que ha aumentado su control en la dinámica nacional, el tema de fondo se mantiene en torno a que “los obstáculos de la política social, no tienen relación al qué hacer, sino que al como, y con quiénes

[pues] las dificultades son principalmente de implementación y gestión”495 Esta crítica interna, como la hemos llamado, se diferencia de la posición en torno a los cuestionamientos de fondo496. Cuando es probable que dichas propuestas sigan interactuando con la implementación técnica de las políticas sociales, la dinámica de dicho debate –y la puesta en práctica de las mismas políticas - han tendido a la marginalización de los actores “alternativos”, es decir, se produce una lógica excluyente. En este sentido, Drake y Jaksic (1999 agregan que “en términos políticos, la estabilidad democrática chilena puede

inversión social, expansión de capacidades, participación social, igualdad de oportunidades, equidad, respeto a la diversidad, ciudadanía con derechos sociales y mínimos sociales garantizados”. Se trataría, por tanto, de un debate modernizador de la línea de la política social. 494 En efecto, Raczynski (2002), agrega; “estas propuestas de asiento local tiene pocas posibilidades de éxito si no se inserta en una estrategia de crecimiento económico y social de país que asegure el crecimiento estable de la economía, con creación de empleo mejoras en la productividad y los salarios; políticas públicas sectoriales (educación, salud, vivienda, infraestructura, apoyo productivo) que permitan un piso mínimo de calidad de vida y de oportunidades para toda la población; [...] igualdad de oportunidades en el trabajo, la educación, el acceso a la salud, información y conocimiento, recursos productivos y otros ámbitos que permitan a las personas progresar por sí mismas, en complemento a una red social asistencial para situaciones de pobreza extrema”. 495 Raczynski (en Drake, P. & Jaksic, I., 1999) diferencia de esta afirmación al sector salud, al que considera de forma especial en relación a la institucionalidad médica y al impacto real que el mercado privado ha tenido en la misma a partir de las reformas dictatoriales. 496 Es decir, que no comparte el proyecto y sus supuestos, y que a partir de esa disidencia pretende un desarrollo de plataformas comunitarias alternativas en relación a los diferentes elementos y planos que las componen.

Page 285: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

285

haberse logrado a expensas de la participación y de una genuina actividad política contestataria” primando por sobre ellas una élite tecnocrática que planifica, interviene y reevalúa497. Ello nos resulta relevante pues las redes de resistencia popular que se tradujeron en propuestas alternativas sustentadas en diagnósticos diferentes de la situación política nacional, al no encontrar posibilidades concretas de establecer debates en relación al modelo de desarrollo que se impuso, tendieron a dispersarse sin unificación consolidadora498. Ya nos hemos referido a lo que sucedió con las posiciones político partidarias de izquierda que no adhirieron en primera instancia al proyecto táctico de recuperación democrática negociada, y lo sucedido con las organizaciones no gubernamentales en relación a su desvirtuación, sin embargo el proceso que nos interesa describir como parte de esta crítica externa es aquél que es visible a partir de finales de la década, en específico, la persistencia de la desigualdad, y más en concreto aún, a las deficiencias del modelos y las prácticas democráticas, tanto en el plano local, como nacional. No se trata, por tanto, de una posición consolidada; lo que la reúne o la aglutina es una historia con referentes comunes, y el hecho de no ser parte de los debates “internos”. En el plano político partidario, por ejemplo, se ha acuñado el término izquierda extraparlamentaria para referirse a las posiciones de izquierda tradicional que no han adherido a la coalición concertacionista, especialmente en lo que al Partido Comunista se refiere, y que por lo tanto han perdido capacidad de decisión en lo que al proyecto nacional concierne. Sobre estos grupos agrega Fuentes (en Drake, P. & Jaksic, I., 1999); “se han transformado en un sector sin proyecto alternativo viable,

pero que reúne a los descontentos, los marginados, los excluidos de los círculos del poder”. Ello se explica también por la dinámica del sistema electoral nacional; la estabilidad democrática que ha producido la coalición concertacionista (frente a la de derecha) se ha cimentado, no sólo en la existencia de un proyecto

país si no también, en la existencia de un pacto intra partidario que le ha permitido mantenerse en el poder de modo estratégico (ver Fuentes, C., Drake, P. & Jaksic, I., 1999) Las transformaciones sociales que ocurren durante los noventas también resultan relevantes para entender el devenir reciente de esta posición. En efecto, la “transición pactada” entre la izquierda renovada -a partir del diagnóstico negativo del poder transformador de las protestas y del mundo popular en general- y la derecha y los enclaves autoritarios con las restricciones que impiden una expresión plena de la voluntad ciudadana, han

497 Según nuestra perspectiva, como vale la pena recordar, los orígenes de dicho proceso pueden encontrarse en el proceso sufrido por diversos intelectuales sociales al inicio de la década de los ochentas en Chile, desde el que emerge un diagnóstico social, una propuesta de país, y un medio para publicitarla y llevarla a cabo (véase Moulian, T., 1997). 498 Aclaramos que el supuesto con que argumentamos es que ha ocurrido un intenso proceso por resignificar los valores, conceptos y prácticas desarrolladas (o adoptadas) durante la dictadura, lo que contrasta con la desaparición que podría deducirse erróneamente de la dispersión. No es posible encontrar referentes claros (que respondan a la antigua lógica), pero no significa que el proceso de desarrollo de planteamientos y críticas concretas haya cesado. Suponemos, también, que la difícil transformación –o readaptación histórica- de estas propuestas se traduce en debates relevantes para el campo de la psicología comunitaria actual.

Page 286: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

286

significado un menoscabo evidente en términos de la instalación de los niveles de participación y representatividad como fuera hasta 1973 (Drake, P. & Jacsik, I., 1999). A ello contribuyó “el hecho que los

movimientos sociales más fuertes de los ochenta perdieron capacidad convocatoria y debieron luchar por

institucionalizar aunque fuese en parte sus agendas de cambio” debido a que el motivo de reunión –fuere la oposición o la recuperación democrática- había desaparecido (Drake, P. & Jacsik, I., 1999). Las organizaciones laborales, el movimiento de mujeres, de jóvenes, y el movimiento ecológico, y otros vinculados a la actividad de la sociedad civil durante la dictadura perdieron fuerza comparativa frente a los bloques que se comenzaban a perfilar en la nueva democracia499. Especialmente relevante es lo ocurrido con el movimiento poblacional urbano. Ya hacia 1988 se apreciaban los primeros signos de desmovilización (fin del ciclo de protestas), lo que se sumaba a las dificultades que el mismo carácter “no formalizado” presentaba al nuevo modelo democrático; no eran invitados a las instancias de decisión concertacionistas, y su orgánica no respondía a los patrones legales, con representatividad demostrada, que requería la nueva institucionalidad. En efecto, la oferta de las políticas sociales supone un nivel de organización mínima, que si bien se ha logrado en algunos casos, ha tendido a marginar a sectores necesitados que no logran consistencia y continuidad organizativa territorial (ver De la Maza, G., en Drake, P. & Jaksic, I., 1999; Garcés, M., 2002). Han habido logros en relación a la recuperación de la elección de las dirigencias de las juntas de vecinos y de las unidades vecinales –que reúnen a varias juntas-, pero ellas no se convirtieron en interlocutores relevantes en la toma de decisiones –como se deriva de lo expresado en los párrafos precedentes. Por otro lado las tomas de terreno encontraron una salida negociada en las “soluciones habitacionales” que ofertó el gobierno. Además, según De la Maza (en Drake, P. & Jaksic, I., 1999) “la institucionalidad vigente ha dificultado la

participación comunitaria organizada”, existiendo acuerdo en que las instancias de participación –como los Consejos Económico Sociales- “no cumplen funciones relevantes en la mayor parte de las comunas”500, a lo que se agrega la dificultad de los municipios por hacer frente a las diversas problemáticas sociales por “falta

de atribuciones y recursos”. Por ello, en relación al carácter de movimientos social atribuido a los sectores populares, De la Maza (en Drake, P. & Jaksic, I., 1999) se atreve a decir que;

499 El Movimiento de Mujeres, al que no nos hemos referido en detalle, logró sin embargo traducirse en parte en el Servicio Nacional de la Mujer (SERNAM), a partir del primer gobierno de la concertación (véase Drake, P. & Jaksic, I., 1999). Vale la pena destacar que dicho movimiento tiene su origen incluso antes del gobierno de Salvador Allende, y que por lo tanto tienen una trayectoria que sobrepasa los límites de la oposición dictatorial en tanto meta. 500 Dichas instancias, además, sólo poseen un carácter consultivo.

Page 287: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

287

“La acción colectiva popular urbana de hoy se caracteriza por lo limitado de sus objetivos, convocatoria y ámbito de acción y la falta de referentes de concertación social, tanto territoriales como sectoriales [...] hay una creciente desvinculación entre las expresiones organizadas a nivel local y las dirigencias políticas y sus proyectos. Cuando se produce el vínculo, tiende a predominar un lazo netamente instrumental desde ambas partes, lazo que no satisface la necesidad de pertenencia y participación [...] A diferencia de lo que ocurría hace diez años [en dictadura] estas organizaciones o grupos no están vinculados a movilizaciones políticas masivas, ni, en general, a acciones masivas. Se trata normalmente de grupos reducidos que persiguen objetivos de alcance limitado y que interesan directamente a los asociados o bien a un entorno inmediato (población) [sin que existan entre ellos] una referencia activa a proyectos mayores ni en el plano político, ni territorial”

En este escenario, agrega Garcés (2002), frente al Estado los pobladores aparecen principalmente como beneficiarios o usuarios y no como “constructores de una sociedad desde abajo” En efecto, ello es visible en la transformación del lenguaje de la izquierda -que el mismo Garcés (2002) refiere- desde el pueblo y la clase

obrera como sujetos históricos, a la identificación con el bienestar de todos los que deben “atinar con el

desarrollo”501 (Tironi, E., en DOS., 1994). El problema se centra, entonces, en los límites y posibilidades de ese “acople” de actores en el modelo de desarrollo ideal propuesto. El conjunto de iniciativas comunitarias en las que los pobladores participan junto a otras entidades locales es diverso; “contribuye al medio ambiente

barrial y, sobretodo hace posible sostener ciertos niveles de sociabilidad poblacional”, pero no afecta las pautas de integración política, ni de participación en la toma de decisiones, asunto que “los pobladores

perciben con claridad” (De la Maza, G., en Drake, P. & Jaksic, I., 1999). El asidero histórico de las plataformas y planteamientos comunitarios, entonces, se encuentra enmarcado y limitado en su campo de acción por la dinámica impuesta por el proyecto concertacionista502. A la construcción relacional que se produce en el acople estructural de la oferta social pública y sus beneficiados –sean dañados, anómicos, vulnerables, en riesgo, o simplemente potenciables-, sin embargo, se le ha opuesto

501 Es decir, dicha transformación es resultado también de las características y lineamientos concertacionistas. 502 Ello no significa que la organización popular haya desaparecido, al contrario; siguen existiendo iniciativas ciudadanas a nivel local en la que las personas se reúnen para hacer frente a sus carencias y necesidades desarrollando formas de intervención comunitaria. El mismo De la Maza (en Drake, P. & Jaksic, I., 1999) agrega, “”especialmente a nivel popular las organizaciones sostienen la sociabilidad amenazada por la creciente presencia del mercado en las relaciones sociales”; subsidiando la ineficacia parcial del aparato público al asumir funciones que van desde lo asistencial hasta la organización de la demanda social en el plano local, desarrollando iniciativas culturales y de recreación502, y vitalizando el rol ciudadano en la participación de una sociedad democrática.

Page 288: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

288

otra que, con relativa claridad, ha intentado recuperar o visibilizar la condición de sujeto histórico de los actores sociales, especialmente aquellos de base territorial popular. Ella, como es posible de deducir a partir de nuestra exposición, los grupos que adhieren a esta crítica la estructuran en torno a tres temáticas centrales; participación, ciudadanía y formas de asociatividad como expresión de movimientos sociales. En torno a los dos primeros tópicos se estructura una crítica respecto de las limitaciones del sistema institucional fundamentado en los acuerdos de los bloques políticos tiene en relación al poder de decisión que los ciudadanos tienen en Chile. Ello lo expresan con claridad Garcés y Valdés (1999) al afirmar que “la confluencia de un régimen representativo limitado503, la relativa exclusión de

los movimientos sociales y el sesgo tecnocrático de las políticas sociales han configurado un cuadro negativo

marcado por la despolitización y debilitamiento de la acción ciudadana”. Se trata, por tanto, de una perspectiva de análisis que reconoce privilegiadamente en los sectores populares -en sus diferentes formas de organización; obreros, campesinos, pobladores, etcétera- el carácter de sujeto histórico, y que durante la dictadura se desarrollo una óptica contraria a la anómica, valorizando las diversas formas de organización como formas de ejercicio de la participación social en un proyecto de oposición civil. Dicho proyecto no prosperó, en buena parte por haber sido excluido del proceso de transicisión, pero en esa evolución evidencia la existencia de la significatividad y sentido de la ciudadanía popular (ver Bustos, L., 2002). Garcés y Valdés (1999), realizando un análisis retrospectivo respecto de la oferta estatal, explican que ella se revela como; (a) exclusivamente orientada hacia los sectores más desfavorecidos, evidenciando “la ausencia

de políticas generales de fortalecimiento de la sociedad civil y un rechazo a iniciativas de control ciudadano o

de crítica a las políticas gubernamentales”; (b) deficiente en relación al impacto de los mecanismos creados para desarrollar autonomía y empoderamiento pues ellos “no distribuyen poderes, no inciden en la toma de

decisiones y no generan capacidades propias en la comunidad”; y (c) acotada a los objetivos del programa en el que, en definitiva, se participa. La participación, por tanto, está acotada dentro de los límites del proyecto estatal y su puesta en marcha (Garcés, M. & Valdés, A., 1999504; cfr. Quiroz, T. & Palma, D., 2002). A partir de este diagnostico de las prácticas de la participación en la política pública, la misma queda reducida y pierde

503 Ello tanto por el debilitamiento de la política partidaria con las bases, como por la existencia de sectores políticos extraparlamentarios, que se mantienen aislados debido en parte a la regulación electoral vigente desde los ochentas. 504 Los autores, citando un estudio de Raczynski y Serrano, hacen una caracterización de las formas de participación dentro de la oferta estatal; (a) Como habilitación social o empoderamiento, es decir, en el ejercicio de los derechos y deberes ciudadanos de las personas beneficiarias; (b) Participación gestionaria en tanto los beneficiarios son parte de la puesta en marcha de los programas sociales; (c) Participación instrumental que implica el acceso y uso de los programas sociales tal cual esta ellos son ofertados y; (d) Participación consultiva que refiere a la incorporación de los beneficiarios en la adecuación de la ejecución (ver Garcés, M. & Valdés, A., 1999). Debe notarse como, a diferencia de Raczynski que pone énfasis en la necesidad de adecuar la estructura pública (los intermediarios locales), para estos autores es además relevante estudiar los límites operativos de la participación como ha sido propuesta.

Page 289: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

289

su carácter transformador de la realidad social, revelando una cara no democrática del modelo. Más aún, en la perspectiva de los autores, pareciera que “la política pública ha venido convirtiendo a los movimientos

poblacionales en grupos vulnerables” pues junto con la necesidad de reconfigurarlos para integrarlos a los beneficios “los despolitiza, los persuade de la necesidad del orden y de criterios técnicos para resolver los

problemas sociales” (Garcés, M. & Valdés, A., 1999). Así, uno de los focos de estos planteamientos muchas veces dispersos serán las formas de asociatividad juvenil popular que mediante su accionar refuerzan la construcción de una identidad alternativa a aquella que propone el “discurso oficial” representado por el Estado integrador, que ha tendido en transformarlos en poblaciones objetivo505. Otro foco estará puesto en las formas de intervención social desarrolladas por la sociedad civil o por los mismos sectores poblacionales que con relativa independencia del Estado (y por lo tanto fuera de los márgenes de su concepción práctica de participación) que se traducen en actividades de diverso orden; desde actos culturales poblacionales, hasta iniciativas de educación de adultos, pasando por clubes deportivos, o coordinadoras conformadas por redes barriales de grupos poblacionales de base (véase al respecto Garcés, M. & Valdés, A., 1999; Garcés, M., 2002; Funahashi, E., 2003). El problema de la ciudadanía queda instalado en dicha crítica, sin contraponerse necesariamente a la existencia de la oferta estatal, cuando se evidencia que “la participación responsable y con iniciativa de parte

de los usuarios debe posibilitar una mayor eficacia de las políticas y volverlas más adecuadas a la realidad de

cada particularidad”, pero en simultaneidad dicha participación debe “proponerse como un ejercicio de

ciudadanía que constituye sujetos con responsabilidad social y compromiso democrático” (Quiroz, T. & Palma, D., 2002). Al igual que la crítica que hemos considerado “interna” supone una transformación de la puesta en práctica del gasto social asociado a iniciativas de desarrollo, pero al mismo tiempo supone una transformación de fondo que permita superar las deficiencias del modelo democrático impuesto (cfr. Quiroz, T. & Palma, D., 2002)506. Aclaramos, entonces, que en esta argumentación debe entenderse que la aglutinación externa tiene muchas veces más que ver con la posibilidad de un “pensar distinto”, desarrollando formas de comprensión de los fenómenos sociales, culturales o políticos recientes, que con la puesta en práctica de un proyecto desarrollado. Nos atrevemos a afirmar que, salvo excepciones luego de la etapa de reorganización que inició

505 Ello no supone, por cierto, la denominación de movimiento social y hace más bien mención a la interpretación de los fenómenos asociados a prácticas que comúnmente han sido categorizadas como transgresoras (véase Garcés, M. & Valdés, A., 1999). 506 Y, entonces, otro de los tópicos sobre los cuales se aglutinará el planteamiento externo será aquél que dice relación con la educación ciudadana, y el ejercicio soberano de la misma.

Page 290: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

290

con el primer gobierno democráticamente elegido, la idea de una sociedad comunitaria en pleno ejercicio de su soberanía se ha desvalorizado, recuperándose las más de las veces una intención por adecuar parte de dichos planteamientos –fueran técnicos, teóricos, éticos o políticos- en una lógica de mejoramiento y cambio de la política social y sus orientaciones (cfr. Gaudillat, P. & Mouterde, P., 1998; Moulian, T., 2000; Espinoza, V., 2003). Sin embargo, y como ya dijimos, la crítica externa no sólo se encuentra dispersa en lo que a sus planteamientos con implicaciones comunitarias refiere, sino que también ha debido enfrentar el cese de sus recursos teniendo que redefinir y concentrar su accionar –muchas veces por completo (Garcés, M. & Valdés, A., 1999)- en la lógica de la prestación de servicios, desplazándose su autonomía como plataformas de trabajo casi por completo hacia finales de la década (cfr. Krause, M. & Jaramillo, A., 1998). Lo anterior ha supone un quiebre para los grupos de intelectuales y profesionales que conforman dichas redes, pero al mismo tiempo que ha comprometido a dicho sector con las metas gubernamentales lo ha acercado al debate en relación a la evidente desigualdad que empieza a concitar la atención de lo actores sociales. Así, de modo paradójico, la crítica externa encuentra sustento y cierta aglutinación en relación al problema central que se está comenzando a instalar en los debates científico sociales a propósito de los avances concertacionistas. Ello, consideramos, ha colaborado en la gestación -y relativa nueva consolidación- del campo de debate y producción científico social nacional; evidencia de lo anterior es la multiplicidad de documentos que intentan explicar o producir un diagnóstico comprensivo de las características, magnitudes y orígenes de la desigualdad. Si antes, en el proceso de industrialización planificada, de crecimiento hacia dentro, de sustitución de importaciones y modernización económica, de intensa movilización social el tema de fondo fue “la marginalidad”, ahora el debate se estructura en torno a la desigualdad, la transformación de las estructuras productivas y sociales, las características del empleo -y otras formas de integración social al modelo-y los procesos y estructuras que determinan positiva o negativamente la calidad de vida resultante para las personas, las unidades familiares o sus localidades (Egenau, P. & Baranda, B., 2004)507. A nuestro juicio, entonces, a la base de esta reconfiguración del debate se encuentra un diagnóstico relativamente compartido; la pobreza ha cambiado en la medida que ha cambiado su contexto de existencia y por lo tanto hay que explicar la nueva pobreza, la “pobreza de los modernos” (Bengoa, J., 1995)508. Otro

507 La bibliografía sobre este tema es extensa. Desde la óptica del Estado pueden revisarlos los documentos sintéticos producidos por MIDEPLAN (2002ª; 2002b). 508 La desigualdad como eje del debate político social, como es de esperar, no se refiere exclusivamente a los sectores pobres, sino también a las capas medias y en definitiva a la sociedad toda. Al respecto puede revisarse Bengoa, Márquez y Aravena (1999). Nos centraremos en el debate asociado a pobreza pues ello nos permite continuar en la línea argumental de este documento y porque ellos agrupan la mayor cantidad –diversidad- de producciones teóricas distinguibles y esquematizadas.

Page 291: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

291

elemento relevante, pero menos compartido, es la presunción de que el modelo chileno reduce las tasas de pobreza, pero no logra reducir las desigualdades; por ello puede plantearse de modo simple que el modelo reduce la pobreza absoluta, pero de hecho produce otra al producir y mantener las brechas (véase CEPAL, 2000, Maggi, C. & Messner, D., 2002). MIDEPLAN (2002a), en el entendido de la necesidad de introducir innovaciones en las intervenciones sobre poblaciones pobres, recientemente asumió la tarea de sistematizar algunas de dichas propuestas presentes en el nuevo debate509. Dicho trabajo permitió distinguir cinco grandes tendencias argumentativas que pasamos a describir brevemente, pues de ellas se derivan concepciones del sujeto de la intervención social, del contexto en el que él existe y de los actores que se ven involucrados para producir un cambio. El primero (a) llamado “Desarrollo humano”, es heredero de las producciones que se dieron en Chile en la década de los ochentas, y se centra en relativizar la importancia absoluta del crecimiento económico en tanto este debe ser matizado con un entorno social “en el que las personas puedan hacer plenamente sus

posibilidades y vivir en forma productiva y creadora de acuerdo a sus necesidades e intereses” (PNUD, citado en MIDEPLAN, 2002a). La pobreza, bajo esta perspectiva, incide en la disminución de la realización del potencial de las personas y los grupos, y a ella se le opone el desarrollo de las capacidades de las personas y la apertura de los contextos (oportunidades) que permitan desarrollar dichas dimensiones humanas al tiempo que se supone que en el proceso la pobreza es reducida. Ello requiere, de fondo, una transformación social que valore el proceso de desarrollo humano, tanto desde el punto de vista estratégico económico como cultural y social (cfr. PNUD, 2002). El motivo de lo anterior se sigue de la argumentación en relación a la necesidad pero insuficiencia de indicadores económicos exitosos, de las prácticas relacionadas al la cultura e identidad de base local como dimensión fundamental de la sociedad, de una transformación conceptual en donde las personas no son participantes del desarrollo sino beneficiados por él transformándose en fines para sí mismos. Ello supone relativizar, además, una definición rígida de los patrones clásicos que permiten estimar “quien se desarrollará y saldrá del subdesarrollo”, además de poner acento en las localidades como agentes relevantes. Por ello, los conceptos que se asocian a esta perspectiva son; la (1) potenciación, es decir que las personas desarrollen sus capacidades (y potencialidades) para poder ampliar sus opciones; la (2) cooperación pues dado que las personas se desarrollan en contextos sociales, la participación de un colectivo mayor es condición base para proporcionar significado y sentido al propósito, lo que en definitiva supone que el desarrollo humano es siempre social; la (c) sustentabilidad pues permite comprender a la

509 MIDEPLAN (2002a) hablará de enfoques, pero a nuestro juicio se trata de posiciones con grados importantes de complementariedad, que giran en relación a conceptos claves. Bajo nuestra perspectiva un enfoque puede reunir a más de una de las argumentaciones teóricas que acompañan a los conceptos centrales.

Page 292: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

292

actividad humana como dentro de un contexto de acción más amplio tanto espacial como temporalmente510 ; (d) seguridad necesaria para poder sostener el proceso de cambio propuesto (ver MIDEPLAN, 2002a)511. El segundo (b) denominado “Capital social”, es quizás el que más atención ha captado en el último tiempo, y se define como “el contenido de ciertas relaciones sociales las que combinan actitudes de confianza con

conductas de reciprocidad y cooperación, que proporcionan mayores beneficios para aquellos que lo poseen,

que lo que podría lograrse sin este activo”512 (Durston, J., citado en MIDEPLAN, 2002a). Cómo su nombre lo dice se trata de una capacidad desarrollada a partir de una configuración de relaciones sociales en las que interactúan la memoria social, la identidad de los colectivos, los valores culturales, la reciprocidad en relaciones horizontales como verticales, y diferentes aspectos sociopsicológicos (como afectos, prestigio, autoestima, altruismo, pertenencia, etcétera). Sin embargo, dado que este concepto ha concentrado buena parte de la atención nacional e internacional, es posible distinguir diversidad de enfoques que varían en su capacidad explicativa y de diagnóstico en relación a la pobreza y el desarrollo social (véase Serrano, C., 2002). Por ello, parece más pertinente distinguir y comentar los tipos de capital social; individual, grupal, comunitario y de barrio, de puente, y societal. Este último refiere a la capacidad de una sociedad para generar y sostener capital social en términos generales, y el de puente a la capacidad que las personas tienen para conectarse a redes de integración, tanto entre sí –por ejemplo en lo que en Chile se llamó cooperativas de subsistencia- como a través de los servicios del Estado (Serrano, C., 2002). El caso más evidente de este trabajo lo conforma el programa Puente513, que desarrolla actividades de apoyo psicosocial personalizado con unidades familiares de extrema pobreza -previamente designadas- a lo largo de catorce sesiones en las que se tocan diversos temas asociados a los

510 El supuesto dice relación con una concepción de la actividad humana como parte de un sistema mayor finito; la dimensión planetaria. Bajo esta perspectiva, el asumir una perspectiva economicista en el que el desarrollo –sin importar cual- sea pensable aumentando progresivamente durante un extenso período de tiempo es un error que no considera una concepción sistémica acotada, la cual es relevante y está presente en las diferentes dimensiones de la existencia humana (cfr. Max-Neef, M., Elizalde, A. & Hopenhayn, M., 1993). 511 Más detalle sobre esta línea de producciones puede encontrarse en los documentos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD. 512 Por confianza se entiende la adecuación entre la expectativa y el comportamiento del otro que participa en la relación, por reciprocidad se entiende una interacción basada en compensaciones de diverso tipo, y por cooperación se entiende la acción complementaria orientada al logro de objetivos comunes entre personas o colectivos. Estos términos son el reflejo de la intención explicativa que se atribuye al capital social, en tanto se ha observado que están presentes en procesos de desarrollo locales en diversos contextos culturales. Para una revisión más acabada sobre este término pueden revisarse los trabajos de la CEPAL (por ejemplo Durston, J., 2000; Durston, J. & Miranda, F., 2001) o los documentos sintéticos de MIDEPLAN (por ejemplo 2002a). 513 El programa Puente es una iniciativa gubernamental iniciada en el año 2002 que forma parte del Sistema Chile Solidario impulsado por el Presidente Ricardo Lagos. Está orientado a familias pobres para que ellas sean capaces de alcanzar condiciones mínimas de vida tanto desde la perspectiva de los ingresos, del acceso a servicios, como de las capacidades psicosociales necesarias para mantenerlas (Palma, D., 2002). Para más información puede revisarse la documentación web disponible por MIDEPLAN.

Page 293: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

293

servicios del Estado, los derechos y las responsabilidades a través de siete dimensiones en las que se espera cumplir metas mínimas; identificación, salud, educación, dinámica familiar, habitabilidad trabajo e ingresos514 (Palma, D., 2002). La propuesta de integración, en este caso, no supone una dimensión local comunitaria, sino más bien una de orden grupal familiar en tanto se trata de la unidad de subsistencia -y socialización- básica. La apuesta, por tanto, se orienta a la “superación de la pobreza” mediante la integración de estos grupos familiares vulnerables a la lógica de las oportunidades. Esta propuesta, como ha quedado consignado en los informes recientes del Hogar de Cristo, tiene amplia aceptación en el discurso social de los potenciales sujetos beneficiados quienes se observan como “excluidos” de las posibilidades y oportunidades que ofrece la sociedad para desarrollarse (ya se trate de discriminación social, en el plano institucional o de discapacidad para competir en el mercado laboral) (Egenau, P. & Baranda, B., 2004). Dicho estudio, al igual que otros recientes (Undurraga, C. & Avendaño, C., 1997; Bengoa, J., Márquez, F. & Aravena, S., 1999) no sólo revelan una alta conciencia de parte de la población en relación al impacto que tiene en la dinámica familiar y en la vivencia individual la experiencia cotidiana de exclusión y pobreza (lo que se traduce en fragilidad, vulnerabilidad indefensión, insatisfacción, disminución de la motivación, baja de expectativas, etcétera)515, sino que ponen de manifiesto la transformación del rol del Estado en tanto ente integrador por excelencia. Ello supone, tanto la reconceptualización del modelo centrado exclusivamente en unidades familiares, y no en sus contextos locales y comunitarios, como –y se sigue de lo anterior- la necesidad de contar con políticas integrales que afecten la dinámica del empleo y del ingreso que permitan superar el cambio simple de una pobreza absoluta por otra disfrazada dependiente del programa en sí (Palma, D., 2002). El diagnóstico de la exclusión (que asume la urgencia de crear un capital social “de puente”) parece apuntar hacia la necesidad de desarrollar apuestas comunitarias que consideren el factor local, y la integralidad como elementos fundamentales. Así, vale la pena volver a la caracterización de los tipos de capital social que mencionábamos, pues allí la relación a las plataformas comunitarias se hace más evidente. El primer tipo –capital social individual- dice relación con las relaciones de reciprocidad y apoyo entre personas a modo de un contrato diádico, y el segundo con el nivel superior en el que el primero se densifica y cohesiona en la dinámica relacional de un

514 En una dinámica de conversación y juego se prevé involucrar al grupo familiar en un proceso de educación inductiva que la lleva a “integrarse a la sociedad” (Palma, D., 2002). La identificación de las unidades familiares es realizada generalmente desde las plataformas municipales, a partir de las fichas CASEN. 515 Es a partir de estos estudios, por cierto, que se plantean las reconversiones y las potenciales complementariedades conceptuales entre las diversas líneas argumentativas que conforman el debate científico social sobre el desarrollo, quedando en evidencia, este caso, la cercanía a la idea de desarrollo humano recién expuesta, y que involucra al saber psicológico en tanto dichos conceptos se asocian a la salud mental en su acepción genérica.

Page 294: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

294

grupo o colectivo al operar en la reciprocidad de los miembros (dimensión interna), y en la relación que estos establecen con otros grupos (dimensión externa). El tercero, si bien implica una extensión aditiva del anterior, refiere además a “los vínculos que dan acceso a personas e instituciones distantes, tanto horizontales como

verticales [y] su importancia radica en que facilita el acceso a otras formas de recursos, económicos y

políticos”, como por ejemplo la relación entre los agentes u propuestas integradoras del Estado y las comunidades pobres (MIDEPLAN, 2002a). El planteamiento de Durston (2000; en MIDEPLAN, 2002a) agrega que, en definitiva, al estar vinculado a redes sociales en las que interactúan organizaciones e instituciones sociales, es este el nivel más significativo; de él depende la instalación, debilitamiento o desarrollo de otras formas de capital social. Así, para poder construir y aprovechar el capital social -comunitario- las políticas de gobierno deben, primero, reconocer la existencia muchas veces poco visible del capital social –o sólo potencialmente desarrollado- y de su vinculación con el empoderamiento de la base local en términos del proceso de integración (cfr. Durston, J., 2000). Ello supone, por cierto, una crítica interna a la relación clientelista y asistencial del Estado, que no sólo no aprovecha este activo, sino que en su dinámica tiende a atrofiarlo o a destruirlo. En efecto, Salazar (2003) agregará que la problemática presente en dicha dinámica no sólo se limita a los modos de funcionamiento aplicado ( es decir, en la puesta en práctica) sino en la concepción de la misma; Después de 1992 –tras darse por concluida la transición política hacia la democracia- tanto el ministerio de los pobres (MIDEPLAN), como la agencia que aplica en el país las estrategias recomendadas por el BANCO MUNDIAL para erradicar la pobreza (FOSIS), han descubierto que las políticas “focales” no se insertan en el torrente sanguíneo del desarrollo social y que, más bien, pese al gasto creciente, despiertan anti-cuerpos. Es por este camino reverso [al desarrollo de movimientos sociales] que las autoridades chilenas han llegado a comprender el poder de las sinergias locales y la necesidad de sumarlas como un plus (capital) indispensable para elevar la eficiencia de la política social, ya que no se hará ninguna inversión gigante de tipo estructural Valga la cita anterior, entonces, como una cita que clarifica el sentido de la crítica externa, en tanto supone que los límites del modelo impuesto han reducido la operatividad de una ciudadanía activa, que es la que está –y ha estado históricamente- sosteniendo el desarrollo del capital social local (Salazar, G., 2003)516.

516 Salazar (2003) continúa coherente en su interpretación del desarrollo del pensamiento social concertacionista, pues sus palabras para referirse a este punto son “¿Qué ocurrirá en países radicalmente neoliberales –como Chile- cuya historia de aplastante centralismo [con políticas de desconcentración que no lo reducen] e incesante destrucción de comunidades locales?”.

Page 295: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

295

Así, y como se deriva de lo expuesto durante este apartado, el debate parece poner de manifiesto la futilidad inmediata de iniciativas que no consideren el plano local (y a sus involucrados) como parte de una lógica de superación de la pobreza y de desarrollo. En paralelo, se hace necesaria la creación de una política de empleo adecuada que permita capitalizar efectivamente los esfuerzos comunitarios y el gasto social (Palma, D., 2002; Egenau, P. & Baranda, B., 2004). Sin embargo, parece subsistir una diferencia que supone, por un lado (crítica interna) el concentrarse en la necesidad de reconsiderar y readecuar la política social actual que se orienta a habilitar como parte de un proceso de integración social517 (véase MIDEPLAN, 2002a; Egenau, P. & Baranda, B., 2004; Espinoza, V., 2003), y aquella –muchas veces complementaria- que supone que el mejoramiento de la política social pasa por la validación de una ciudadanía activa que supere la lógica de la democracia representativa por la de la democracia social, pues allí radica la posibilidad de producir transformaciones sociales sustantivas (locales, nacionales) (Palma, D., 2002; Salazar, G., 2003). La tercera línea argumentativa, a la que en parte nos hemos referido, (c) ha sido denominada “Exclusión social”. Si bien se centra en un concepto que tuvo desarrollo en Europa que ha sido abordado por organismos internacionales ligados a la política laborales (como la Oficina Internacional del Trabajo), nos recuerda las producciones teóricas de las décadas del cincuenta y sesenta en América Latina. Ello salta a la vista en la definición de la exclusión social como “el proceso que surge a partir de un debilitamiento o quiebre de los

lazos (o vínculos) que unen al individuo con la sociedad, aquellos que le hacen pertenecer al sistema social y

tener identidad en relación a éste [...] A partir de esta concepción se establece una nueva forma de

diferenciación social entre los que están ”dentro” (incluidos) y los que están “fuera” (excluidos)” (Gacitúa, E., citado en MIDEPLAN, 2002a). La pobreza, usualmente definida en términos económicos, adquiere un carácter multidimensional que la complejiza; en términos políticos existiría una desigualdad de derechos (civiles, políticos, sociales), en términos económicos existirían individuos y grupos que –sistemáticamente- no logran acceder a los medios productivos necesarios para participar de los sistemas productivos (impidiéndoles el alcanzar a disfrutar de los beneficios), y en términos socioculturales existirían procesos que dificultan o impiden la incorporación de personas y grupos en redes primarias, instituciones sociales y en definitiva en la generación de una distanciamiento de la cultura (normas, valores, ritos) de la sociedad (Barros, P., De los Ríos, D. & Torche, F., 1996; MIDEPLAN, 2002a). La perspectiva, por tanto, se centra en los procesos (traducidos en interacciones y relaciones sociales cotidianas) que producen la exclusión y en los patrones de

517 El supuesto de fondo de esta propuesta es aquél que asume al sujeto de la política social en una situación de “vulnerabilidad” comparativa que le impide hacer uso de las oportunidades que se le presentan (Egenau, P. & Baranda, B., 2002).

Page 296: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

296

integración esperados que de esos procesos se derivan relativizando el valor absoluto de los indicadores de pobreza518 (Salama, P. & Destremau, B., 2002). Los planteamientos que se derivan de esta línea, entonces, han mención a la necesidad de planteamientos integrales que supongan coordinación intersectorial, relativizando el valor de la mera focalización. En conjunto, se requiere de la recuperación del debate “sociológico” que permita contar con marcos comprensivos de las dinámicas de integración de la sociedad actual, para poder así complementar a los indicadores de riesgo (véase De los Ríos, D., en Barros, P., De los Ríos, D. & Torche, F., 1996; MIDEPLAN, 2002a). Además, pone de manifiesto la necesidad de involucración (participación) de los denominados beneficiarios para asegurar así, tanto la integración integral -y no sólo económica, valga la redundancia-, y la sustentabilidad en el largo plazo de dichos procesos519. Ello, eventualmente, supone el plano de organización comunitaria en relación a la intervención basada en diagnósticos locales, pero ella no es fundamental (véase MIDEPLAN, 2002a). Si resulta fundamental, siguiendo la lógica de los planteamientos que hemos expuesto hasta este punto, el evitar que el ciclo de la exclusión se perpetúe y ello implica el abordaje de los aspectos psicosociales que comienzan a involucrarse en la pobreza520. Desde este punto de vista, entonces, deben generarse plataformas que produzcan ese cambio en los “afectados” (de actitud, de autoimagen, de relaciones) para favorecer los procesos de inclusión social, y entonces el plano cobra relevancia en la medida en que permite llevar a cabo dicha tarea (véase Raczynski, D., 2002).521 La cuarta línea argumentativa denominada (d) de “Vulnerabilidad y protección social”, y supone que existen “procesos multidimensionales que confluyen en el riesgo o probabilidad del individuo, hogar o comunidad de

ser herido, lesionado o dañado ante cambios o permanencias de situaciones externas y/o internas” (MIDEPLAN, 2002a). El problema radica entonces en los mecanismos del riesgo que involucra la pobreza, y

518 En la exposición de MIDEPLAN (2002a) se aclara que el enfoque tradicional en relación a la pobreza “privilegia una definición de desventajas esencialmente económicas y materiales, demasiado restringidas para la tematización de las múltiples y cambiantes formas de desventajas que existen dentro de la sociedad”. Una discusión del desarrollo de esta línea a partir de los planteamientos de Vekemans y Quijano –es decir, el debate acerca de la marginalidad- puede encontrarse en De los Ríos (en Barros, P., De los Ríos, D. & Torche, F., 1996). 519 De forma muy cercana a como lo plantearan los teóricos de la marginalidad, “la exclusión se opone a la satisfacción de los derechos ligados a la ciudadanía y se define entonces por una denegación de derechos” que en el tiempo, y ello puede verificarse en la trayectoria biográfica de quienes la sufren, se tiende a escindir a la sociedad en grupos, desarrollándose para ellos posibilidades de mundo complemente diferente; “el proceso de la exclusión aparece así como una caída, como una espiral desencadenada por una ruptura inicial: la pérdida del empleo, dificultades familiares o separación, fracaso escolar, enfermedad, discapacidad, etcétera” (Salama, P. & Destremau, B., 2002). 520 Ya nos hemos referido a este tema en relación a la relación que existe entre la habilitación social y las propuestas de desarrollo social impulsadas por la Concertación. Ello marca una diferencia radical con la propuesta histórica de Promoción Popular; aquí se favorece la integración competitiva de los individuos al mercado (y sus oportunidades) como criterio de mejoramiento de la calidad de vida (cfr. Rogazzy, M., 2002) 521 Esta propuesta, y la que a continuación presentamos, no representan una innovación pues han estado presentes en los lineamientos genéricos que se han puesto en práctica durante los gobiernos de la Concertación.

Page 297: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

297

por lo tanto tiene mucha cercanía con los estudios que revelan la percepción de la población en relación a su situación social que recién mencionábamos. Se distinguen, por ello, tres componentes; los activos, que pueden ser de tipo físico, financiero, humano (o capital humano) y social (o capital social); las estrategias de

uso defensivas, adaptativas, o ofensivas de esos activos que condicionan la capacidad de respuesta y; el conjunto de oportunidades reales que ofrecen el mercado, el Estado y la sociedad. Como es de esperar, una noción dicotómica resulta poco aportativa, distinguiéndose tipos y niveles de vulnerabilidad que dependen de la interacción entre los componentes señalados; vulnerabilidad elevada, baja, económica, ambiental, física, social, judicial, política, cultural, etcétera (MIDEPLAN, 2002a). La principal diferencia con la perspectiva planteada por la exclusión social es que no se supone un debilitamiento de los vínculos del individuo con la comunidad o sociedad, sino con las condiciones que producen que un individuo o grupo sea afectado negativamente por –y con menor capacidad de respuesta ante- los cambios del entorno. Por ello, escenarios, incentivos y estrategias pueden ser utilizados tanto para prevenir como para reparar (MIDEPLAN, 2002a). La pobreza, por tanto, se presenta como heterogénea, cobrando especificidad en dinámicas concretas (por ejemplo locales) a partir de la configuración de los componentes mencionados, y por lo tanto, se puede hablar de colectivos, grupos o comunidades en situación de vulnerabilidad en los que deben reforzarse –y coordinarse- los esfuerzos y adecuarse las acciones. Se deben generar, en esta lógica, entidades encargadas de asegurar la protección social a través de programas y redes que mitiguen el impacto de las perturbaciones –derivadas de los cambios macroeconómicos- en poblaciones de riesgo. Este es, de hecho, el razonamiento a la base del diagnóstico de grupos particularmente vulnerables sobre los cuales focalizar la intervención planificada. En términos de la propuesta se deben generar programas de asistencia laboral temporal, de inversión social focalizada orientada a la participación, programas de nutrición destinado a suplir las carencias alimenticias, de seguridad social mínima (por ejemplo ante desempleo en el grupo familiar), y de subsidios (monetarios o en servicios) (Véase MIDEPLAN, 2002a). No se trata, por cierto, de una “innovación” en el sentido estricto pero representa con mayor claridad parte de las apuestas del gobierno de la concertación en relación al rol del Estado frente a contextos internacionales que producen estragos en segmentos de la población, además de agregar una dimensión complementaria al permitir identificar problemáticas concretas sobre las cuales reorientar la estructura burocrática en ejercicio. Bajo esta perspectiva, se pretende modificar la idea clásica de protección social (criticada y actualmente impracticable) por la de “manejo social del riesgo”, que supone la posibilidad de concertar acciones de diversos actores -locales, expertos, públicos y privados, nacionales e internacionales- en el mediano y largo plazo que permitan efectivamente desarrollar los potenciales para superar la pobreza –y por lo tanto, lograr un

Page 298: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

298

desarrollo equitativo-. Se plantean, entonces, tres estrategias; preventivas que intentan reducir la probabilidad de un riesgo a través de gestión macroeconómica, regulaciones de la misma y políticas de desarrollo institucional para evitar crisis; de mitigación que reducen el impacto (deterioro), tales como la diversificación de los mecanismos de ingreso, la seguridad social mínima, etcétera, y; las estrategias de superación propiamente tales que alivian el impacto del riesgo (y deterioro) una vez este se ha producido a través del desarrollo de potenciales y redes de acción que hagan efectivos esos potenciales. Interesante resulta constatar que esta lógica, al elaborar diagnósticos bajo el supuesto de la vulnerabilidad, considera aspectos no sólo económicos (empleo, productividad, etcétera) sino también de la dinámica cotidiana de las localidades vulnerables, y por lo tanto de él se derivan los diseños sectoriales que se traducen en plataformas de trabajo comunitario sectorial en problemáticas asociadas, siendo los casos del narcotráfico y el consumo de drogas como los más evidente (Asún, D., 2003). La última línea argumentativa, (e) denominada “del derecho humano al desarrollo”, tiene su asidero en las declaraciones sobre el tema que han producido diversos organismos multinacionales y ha ido cobrando relevancia como tal sólo en el último tiempo522. Como su nombre lo dice, se estructura en torno a la consideración de que “todos los Estados e instituciones multilaterales deben colaborar para conseguir el pleno

disfrute del derecho al desarrollo y la realización efectiva del derecho al desarrollo mediante la adopción de

políticas en el plano nacional, con relaciones económicas equitativas y en un entorno favorable en el plano

internacional” (Conferencia de Viena, citada en MIDEPLAN, 2002a).No se trata, por tanto, de una propuesta en sí misma, sino de un compromiso que se supone los Estados y las agencias internacionales deben hacer para como parte de la protección de los derechos humanos; cualquier violación de dichos derechos incide en el derecho al desarrollo523. Sin embargo, algunos elementos cobran relevancia al traducirse dicho compromiso en estrategias. (1) La lógica propuesta supone la instalación de un proceso participativo, responsable y transparente en adopción de medidas que se traduzcan en justicia social y distribución equitativa de los frutos del crecimiento y el desarrollo. (2) Ello supone que las mismas personas y la sociedad civil en general debe velar por el

522 Salama y Destremau (2002) agregan: “la visión de la pobreza como violación de los derechos humanos es aún embrionaria: aún cuando tiende a imponerse en los países desarrollados está ausente en la mayor parte de los discursos oficiales en los países pobres con excepciones de ciertas organizaciones religiosas (verbigracia de la teología de la liberación) y de numerosos comités y organizaciones de defensa de los derechos de los más pobres”. 523 En este sentido, la pobreza sería “la violación más abyecta de los derechos humanos, que deniega prácticamente todas las libertades a las personas que la sufren”, y por lo tanto su superación debiera ser el primer paso hacia la realización del derecho humano al desarrollo (MIDEPLAN, 2002a). Definida de esta forma, se acerca bastante a la concepción que definíamos para la argumentación en torno a los procesos de exclusión social respecto del potencial ejercicio de la ciudadanía (cfr. Salama, P. & Destremau, B., 2002)

Page 299: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

299

cumplimiento de dicho compromiso, y por lo tanto, supone la necesidad de contar con instituciones no gubernamentales que supervisen y canalicen la ejecución velando por la participación de los beneficiarios en la toma de decisiones. Ello supone, a su vez, no sólo el reconocimiento de la dimensión local en el que las problemáticas pueden ser abordadas sino también la necesidad de favorecer medidas descentralizadoras que permitan una mayor involucración real de los diferentes agentes locales -y la sociedad civil en general- en la puesta en práctica de las estrategias. En tercer lugar (3), se plantea el carácter progresivo, sustentable, y adaptado a las circunstancias de las estrategias a seguir en cada particular situación524 (ver MIDEPLAN, 2002a). Quizás la característica más relevante para nuestra exposición dice relación con el impacto del “compromiso” en diversos planos de la acción estatal, lo que supone central parte de la atención no tanto en las dinámicas que impiden la puesta en práctica del derecho tal cual ha sido descrito, sino del contexto social, económico y político; los Estados, frente a la sociedad civil, deben garantizar contextos favorables a las metas propuestas, a través de lo que se ha denominado “planes generales” que integran, compatibilizan, y coordinan los esfuerzos en metas a largo plazo. El supuesto supone, además, que un Estado que planifique y ejecute responsablemente programas de erradicación de la pobreza, debería contar con el apoyo y la cooperación internacional para poder sustentar la tarea (MIDEPLAN, 2002a). Resulta interesante constatar que, como parte de los supuestos implícitos de esta propuesta, al existir un ideal de conservación y realización de derechos humanos, se implícita también la existencia de un ideal de desarrollo, lo que supone volver a razonar en términos de “fases del desarrollo”, que van desde el polo subdesarrollado al desarrollado propiamente tal (véanse al respecto los primeros apartados de este capítulo). Para concluir vale la pena comentar algunas características en relación a los elementos comunes y característicos de estas propuestas. En primer lugar, salta a la vista el carácter internacional de los referentes sobre los cuales estas propuestas se estructuran. Ello más bien apunta a que se trata de fórmulas ideales (concepciones abstractas) que permiten comprender los fenómenos de la desigualdad, especialmente en relación al problema de la pobreza, pero que deben ser traducidas, interpretadas o incorporadas a las particulares circunstancias políticas, sociales, culturales, económicas de nuestra nación. Puede hablarse, por tanto, de una multiplicidad de propuestas que están recién entrando a conformar el debate que permitirá reorientar la aparentemente agotada política social concertacionista. Esto supone, para nuestro objeto, un proceso de crisis de los referentes que operarán sobre los límites y posibilidades de las plataformas comunitarias del futuro próximo, especialmente cuando mayor sea su vinculación al aparato público.

524 Ello supone compatibilizar tasas de crecimiento sostenidas y sostenibles con él respecto de la legalidad internacionalmente avalada en relación a los derechos humanos (ver MIDEPLAN, 2002a).

Page 300: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

300

En segundo lugar, y como mencionábamos, parece coexistir una tendencia innovadora propiamente tal con otra que incorpora referentes pasados frente al desafío que impone el fenómeno de la desigualdad. Ello, por un lado, revela una continuidad del “debate sociológico” (que cercano al plano de las decisiones políticas) ha orientado la acción pública. Pero también revela la complejidad de la situación actual, en la que dichos planteamientos aparecen como diversos pero siempre insuficientes; pareciera que estamos ante los inicios de una etapa de reordenamiento en el que se deberían producir integraciones conceptuales capaces de dar sentido a los proyectos sociales del futuro. Otra forma de entenderlo sería asumir que el “debate sociológico” se ha complejizado, por ejemplo, al internacionalizarse y diversificarse sin que una propuesta entorpezca a la otra (muchas veces incluso nutriéndose entre sí), sin embargo, consideramos que la situación de crisis que comienza a visualizarse en relación al problema de la desigualdad (especialmente en su cara más visible; la pobreza) requiere de una producción articulada que se integre a las decisiones políticas. Lo anterior tiene asidero en otra característica, tal es la de tratarse de propuestas que no provienen de un proyecto social en el sentido tradicional. Si bien el ideal concertacionista del crecimiento con equidad parece requerir una revisión (o renovación) crítica, no se vislumbran actores sociales capaces de imponer o apoyar proyectos sociales alternativos. El debate considera, más bien, la opinión de expertos y tecnócratas que en plataformas formales (especialmente cuando de organismos internacionales se trata) investigan, asesoran y plantean “caminos posibles”. El tipo de proyectos sociales de la actualidad no tiene un sujeto social comunitario, obrero, poblacional como base525, si no la amplia concepción del bienestar de todos en la lógica del mercado, y es la experticia acumulada la que está encargada de amistar a quienes parecen estar siendo desfavorecidos del proceso modernizador. Ello permite entender, por ejemplo, el que la base para las discusiones de la crítica interna y la externa, sea el “mejoramiento de la política social”. Así, y visto desde una perspectiva histórica, el debate tiende a centrarse, en definitiva, en torno al rol ideal que debe jugar el Estado. Ya no se trata de generar las bases para una sociedad comunitaria en la que se genere poder local (mediante representación de base), ni de la puesta en práctica de un gobierno de la clase trabajadora (como dijera Allende en sus últimas palabras), ni basta con suponer la rigidez definitoria del liberalismo dictatorial. La capacidad tradicionalmente adscrita al Estado de ser la entidad integradora por excelencia debe ser revisada en las circunstancias actuales. La pregunta de fondo, que a su vez permite

525 Véase al respecto Rogazzy (2002), quien sostendrá la tesis de que “El estado no expresa a nadie”, distinguiéndose en la dinámica propuesta de la política social sólo actores relevantes (Estado, Privados) y beneficiarios (Grupos Vulnerables, Pobres).

Page 301: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

301

distinguir diferentes posiciones (externas e internas) en los nuevos planteamientos es ¿El Estado moderno en Chile es garante de qué?.526 Sin embargo, más allá del problema que se plantea en relación al debate experto (pero civil), es evidente que la sustentabilidad de las propuestas requiere de la incorporación de la localidad no sólo como contexto de aparición de las problemáticas, sino también como parte de la solución. Se trate de un problema de ajuste de la forma de la política social, o de una puesta en juego de valores y concepciones diferentes en relación a una ciudadanía activa, expresión de la sociedad civil empoderada, el plano comunitario aparece como vinculado a proyectos integrales que sin desechar la experticia y autoridad que se han ganado las plataformas sectoriales sean capaces de proyectar soluciones adecuadas, integrales y sustentables. Más aún, la dimensión cognitiva, conductual, psicológica, social, y cultural tradicionalmente asociada a la psicología como saber científico parece Ello probablemente indica la incorporación de planteamientos de la psicología comunitaria en plataformas intersectoriales comunitarias, por ejemplo, en temáticas relacionadas a pobreza. Otro elemento en común es aquél que se deriva de un lenguaje compartido, en el que ciertos conceptos y valores resultan centrales. Participación, Igualdad, Ciudadanía, Integración parecen estar en el centro del debate en la medida que encarnan las particulares construcciones de sentido que se derivan de los proyectos y posiciones políticas que las sostienen o promueven. Cada uno de ellos, por lo tanto, puede ser considerado como un “frente de debate”527. En resumen, durante el período se han vivido intensos cambios en relación a los referentes de la psicología comunitaria. Desde la alegría democrática que inundó al primer momento, hasta la estructuración del campo de trabajo de los expertos sociales y sus roles como hacedores de política social, pasando por las transformaciones que ha sufrido la sociedad chilena en relación a la instalación de un modelo de libre mercado. El sujeto de la política social, el pobre, así como el contexto en el que este existe, se han modificado tendiendo a la heterogeneidad, frente a la cual han proliferado posiciones teóricas diversas, que a su vez, serán integradas desde posiciones políticas que tienen su asidero en la evolución histórica del debate científico social nacional. Si bien ha habido avances en relación a los indicadores sociales y se ha logrado mantener la estabilidad económica, política y social, ello ha significado el pago de grandes precios; 526 Rogazzy (2002) platea una duda similar al expresar que, a diferencia de los demás períodos de la historia reciente de la nación, el Estado “no expresa a nadie” pues en su propia representación de la sociedad “no hay actores globales más allá del discurso institucionalizado en el Estado [...] En este sentido se nos presenta como un lugar no conflictivo, lo que se expresa en una práctica, en el marco de la política social, que adquiere una forma economicista, tecnicista y burocrática”. 527 Bengoa agregará que “así como la democracia era el paradigma crítico a la “dictadura”, hoy día, “los cambios” o “crecer con igualdad” se han transformado en el paradigma crítico a la actual situación del país” (en Bengoa, J., Márquez, F. & Aravena, S., 1999).

Page 302: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

302

disminución de la participación ciudadana, una democracia restringida, la mantención de la desigualdad en todos sus niveles, el incremento de los valores del individualismo y la competitividad, etcétera. Lo anterior, a nuestro juicio, nos revela en el inicio de una etapa de cambio y reorganización de los emergentes discursos sociales en relación a los temas que históricamente han sido claves; el desarrollo nacional, la participación, y los movimientos sociales ciudadanos.

b) Desarrollo teóricos y prácticos de la época

La transición democrática modificó radicalmente las circunstancias de trabajo de la psicología comunitaria. Por un lado, se produjo la apertura de diversos programas y centros que requirieron profesionales calificados y con experiencia, pero por otro lado –y como explicitábamos en el apartado anterior- al modificarse el contexto social, debía producirse una transformación de las técnicas, teorías y relación con las poblaciones involucradas de parte de los equipos profesionales. Puede decirse, entonces, que los primeros años de la década de los noventas representan una circunstancia crítica para los desarrollos en psicología comunitaria. En el plano político, las redes de oposición –en su sentido genérico- de las que habían participado profesionales psicólogos que se desempeñaban temas comunitarios, habían logrado derrotar en las urnas a la dictadura y veían la oportunidad de reconstruir la sociabilidad perdida. Las políticas sociales y los programas gubernamentales de desarrollo nacional que las orientaban volvían a unirse, y junto a ellos el aprendizaje que en diferentes problemáticas sociales se había acumulado. Especialmente en los primeros años pudo observarse de parte de los diversos equipos profesionales el sentimiento de desafío frente a las posibilidades de construcción de una sociedad diferente en donde los ideales de participación, igualdad y desarrollo humano fueran centrales (Hamel, P., 1991). Rozas (1992a) en relación a la pobreza y los efectos psicológicos que esta implicaba en quienes la sufrían sistemáticamente en dinámicas de marginalización y exclusión exclamaba Si la psicología, dentro de las ciencias sociales, se plantea colaborar con la solución de estos problemas e invertir energía en una perspectiva de desarrollo, esto exige ubicarse en el prisma de la psicología comunitaria y de la psicología social (no necesariamente adoptándolas) y poner énfasis, dentro de otras temáticas esenciales, en el tema de la participación [...] La psicología comunitaria destaca el fenómeno de la participación como una dimensión estrechamente ligada al desarrollo humano y social [en tanto] es una necesidad intrínsecamente humana [...] La participación no es sólo una necesidad sino además un proceso hacia el desarrollo. Es decir, hacia nuevas formas de intervenir la realidad de modo de crecer como comunidad. Ello implica un aprendizaje de múltiples formas de participar, múltiples modos de actuar con la realidad

Page 303: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

303

En efecto, con una nueva identidad estableciéndose en la recién denominada psicología comunitaria nacional528, la intención de participar de la transición democrática se transformó en compromiso profesional para muchos (Asún, D., en Florenzano, R. & Romero, M., 1991; Rozas, G., 1993; Barranco, F. & Díaz, R., 1999). Sin embargo, el enfoque de dicha tarea resultó diferente al que las redes de trabajo comunitario habían considerado. El ideal de una sociedad civil solidaria y fortalecida por el triunfo se vio poco a poco reducido –imposibilitado es la palabra que otros han usado (Barranco, F. & Díaz, R., 1999)- por la definición programática puesta en práctica por el nuevo gobierno. La creación de diversas plataformas de trabajo se hizo pensando en el pago progresivo de la “deuda social” que las reformas y ajustes de la dictadura habían producido (cfr. Morales, G., 1992), y el problema central resultó ser la incapacidad para integrarse y disfrutar de los beneficios del progreso de sectores importantes de la sociedad chilena. Así, mientras las tasas de pobreza absoluta se reducían y aumentaba el gasto social, la psicología comunitaria comenzaba a instalarse en las diferentes plataformas programáticas que se desarrollaron al amparo de las políticas sociales. La relación más reconocida –y la que primero cuajó en un área laboral reconocida- entre los desarrollos en psicología comunitaria y el naciente proyecto concertacionista tuvo que ver con el ámbito de la salud (Asún, D., en Florenzano, R. & Romero, M., 1991). Según la exposición de Barranco y Díaz (1999) la salud y la educación públicas eran áreas críticas del nuevo proyecto nacional en las cuales el Estado podía perder legitimidad frente a los ciudadanos, al no satisfacer las demandas sociales, lo que motivó la urgente generación de diversos programas y plataformas de trabajo desde las cuales mejorar la calidad y cantidad de dichos servicios ahora estratégicos en la nueva apuesta gubernamental. Así, para el caso de la salud se definieron diversos compromisos y metas que cumplir, las que resultaban coherentes con el proyecto social gubernamental; participación social, coordinación intersectorial, y equidad (MIDEPLAN, 1992). En efecto, hacia 1992 el Ministerio de Salud crea la unidad de participación social, que junto con la elaboración de estrategias que faciliten la participación de los involucrados en los sistemas de salud, debe entregar herramientas y técnicas a los equipos de salud para favorecer dichos procesos. Junto a ello, el Ministerio organiza diversos canales (concursos de proyectos, convenios) que permitan a las Organizaciones no gubernamentales colaborar con el mejoramiento de la atención primaria en salud, en el entendido de que la

528 Puede notarse en las palabras de Rozas la identificación de supuestos básicos de “la” psicología comunitaria en estrecha relación con los argumentos de la corriente Latinoamericana (cfr. Rozas, G., 1992a).

Page 304: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

304

misma puede ser complementada con el conocimiento profesional acumulado durante los años de actividad poblacional529 (ver MIDEPLAN, 1992, MINSAL, 1992). Un importante referente de esta decisión se encuentra a finales de la década de los ochentas cuando la Organización Panamericana de la Salud (es decir, la oficina regional de la Organización Mundial de la Salud), se encontraba en un proceso de reflexión y formulación de acuerdos que permitieran fortalecer los sistemas locales de salud –denominados SILOS (MIDEPLAN, 1992). El entendido fundamental es que la participación, la descentralización y desconcentración, la integración de las diferentes áreas de la salud pública y la gestión eficientes -en financiamiento, capacitación de profesionales y para profesionales, investigación pertinente, medidas administrativas e intersectorialidad- eran fundamentales para implementar un nuevo modelo de atención capaz de cumplir las metas sanitarias en el largo plazo: “salud para todos en el año 2000” (OPS, 1988)530. La metodología propuesta es la investigación participativa, pues permite llevar a cabo estrategias de promoción en salud al involucrar -y hacer converger- como parte del proceso de planificación local a la dinámica cultural propia de los sectores que participan y se benefician de los servicios (OPS, 1990). En concreto, los proyectos desarrollados en la región metropolitana por las Organizaciones no gubernamentales en convenio con los servicios de salud durante los dos primeros años se orientaron en su mayoría a salud reproductiva, salud mental adolescente, salud de las mujeres, y educación en salud, destacando un énfasis sanitario promocional en aspectos sanitarios deficitarios específicos, por sobre las atenciones profesionales que otras organizaciones realizaron (véase MINSAL, 1992). No es de extrañar, entonces, que las temáticas desarrolladas tuvieran asidero en las prácticas del período anterior (ver apartado anterior), sin embargo ahora el Estado comenzaba a organizar y regular la acción de los profesionales quienes colaboraban prestando servicios y recibiendo fondos concursables para operar. Además de estas iniciativas existió una segunda línea de acción que tuvo como objetivo lograr un mayor contacto entre los equipos de salud (de consultorios, o centros de salud a nivel de atención primaria) y la comunidad531. Así, a

529 Dicha relación estuvo potenciada también por el diagnóstico de insuficientes recursos que presentaba el alicaído Servicio Nacional de Salud hacia finales de la dictadura. En este entendido, las organizaciones no gubernamentales fueron reclutadas mediante convenios para satisfacer la gigantesca demanda en salud durante el primer momento (cfr. Barranco, F. & Díaz, R., 1999) 530 Los SILOS incluyen los subsistemas locales de educación, económicos y productivos, políticos, culturales y comunitarios, y el subsistema de prestaciones de salud propiamente tales. La salud, bajo esta perspectiva, se descentra de la actividad hospitalaria curativa médica y adquiere un carácter más amplio, incluyendo en su espectro las diversas condiciones objetivas de vida de las poblaciones que no gozan de servicios adecuados para su existencia cotidiana lo que liga a la salud a la estrategia y los logros del desarrollo más allá de los servicios clínicos prestados (ver OPS., 1988; 1990). Todos estos planteamientos tienen su origen en la declaración de Alma-Ata sobre criterios y metas para la atención primaria, realizada en 1978 (véase MINSAL, 1994) 531 Entendiendo por esta última; “un conjunto de personas, organizaciones sociales, servicios, instituciones, agrupaciones de trabajadores y en general, todos los actores que se consideran miembros de una unidad social, que

Page 305: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

305

través de la entrega de instructivos y de capacitaciones (véase MIDEPLAN, 1992) se puso énfasis en la planificación participativa y en la instalación de programas locales que permitieran a la comunidad local solucionar sus propios problemas sanitarios a través de la delegación de funciones, de la formación de monitores sociales y de agentes locales de salud (ver MINSAL, 1992).532 Así, y si bien las metodologías participativas validadas durante la dictadura fueron implementadas por las Organizaciones no gubernamentales a través de los proyectos específicos e incluso por parte de los capacitados equipos de salud, la lectura instrumental (como “herramientas”) que se les dio a las mismas resultó en un proceso de reconversión que las descentró de sus objetivos, sentido y contextos originales533. Por un lado la utilización de técnicas participativas en la atención primaria en búsqueda de un “consenso” necesario para potenciar la eficacia, adecuación y equidad en salud, esta última entendida en el marco de la focalización sobre grupos necesitados, supuso un reenfoque. Desde la óptica problematizadora desde la que emergía organización comunitaria hacía pocos años la propuesta ahora suponía que era necesario adecuarse a las orientaciones de los equipos de salud534. Por otro lado, el trabajo desempeñado por las Organizaciones no gubernamentales, al dejar de ser estas No Gubernamentales (desde su anterior antigubernamentalismo) en la lógica de prestación de servicios ejecutando proyectos que extendían la oferta pública, supuso una crisis en la práctica cotidiana de las mismas, y por lo mismo su identidad estaba cambiando, así también su relación con las redes de trabajo comunitario poblacionales. Se rescataba la experiencia en terreno respecto de las principales problemáticas, y las formas grupales para hacerles frentes, pero el sentido bajo el cual estas habían sido desarrolladas se encontraba en crisis, especialmente en contextos que hacía años no se encontraban con la comunidad organizada. En efecto, como mencionamos en el apartado anterior, los miembros de algunas Organizaciones no gubernamentales que continuaron adscribiendo a un proyecto de potenciación de la sociedad civil organizada consideraron que las iniciativas actuales “instrumentalizaban” las técnicas de antaño, quedando su orientación participativa (en términos de la expresión real del poder social y cultural local) limitada dentro de los criterios tecnocráticos de lo que se consideraba adecuado, equitativo y realista (Bustos, L., 2004), en una dinámica de comparten, en mayor o menor medida, características, intereses y/o funciones comunes” en un área geográfica determinada (MINSAL, 1994). 532 La información detallada en relación a la operativa esperada de parte de los equipos de salud puede encontrarse en MINSAL (1994). 533 En los apartados anteriores argumentamos la relación de cercanía y potencial complementariedad que la educación popular y la investigación participativa tenían en el accionar cotidiano de las redes de oposición conformadas por profesionales y organizaciones sociales populares. En este sentido, sin descartar la existencia de múltiples versiones de las mismas y de la probable existencia de otras múltiples formas de trabajo, ellas se consideran como las más representativas para este período (cfr. García, J. & Zúñiga, L., 1990). 534 La oposición al gobierno dictatorial debía reemplazarse por la colaboración pragmática con el nuevo gobierno democrático y sus marcos programáticos.

Page 306: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

306

readaptación de los modelos de gestión (es decir, de transformación del enfoque de atención primaria) que no siempre resultó como se esperaba (cfr. MIDEPLAN, 1992). En el área específica de la salud mental, en donde la psicología aplicada en intervenciones comunitarias ya había comenzado a jugar un rol destacado producto de los procesos ocurridos en el plano nacional e internacional durante las últimas décadas a los que ya nos hemos referido, fueron tres las metas originales propuestas por el Ministerio de Salud (Morales, G., 1992). En primer lugar, se decidió aumentar la dotación de recursos (humanos, físicos) para la atención. En segundo lugar se propuso como meta lograr avances sustantivos en la percepción social de mejoramiento de la salud mental, el bienestar psicológico y social, en el entendido que la misma es tarea de todos los actores sociales. Ello significaba, por una parte, implementar trabajos orientados a la promoción de la salud y por otro a la participación en salud. En tercer lugar, se acordó crear las bases técnicas y administrativas que “promuevan y protejan efectivamente el bienestar psicológico y

psicosocial de los chilenos” (Morales, G., 1992). Estas medidas en conjunto supusieron dos significativas transformaciones que nos resultan relevantes. La primera transformación supone la progresiva integración de acciones relativas a la conservación de la salud mental en diversas áreas sectoriales. Se trata por tanto, de la integración del concepto de salud como parte del discurso público sostenido por los gobiernos de la concertación, el que se comienza a visibilizar con mayor potencia desde la segunda mitad de los años noventas, cuando la operatividad sectorial está consolidada y se producen los primeros intentos sistémicos de coordinación y modernización públicas535. La segunda de dichas transformaciones tiene relación con un reencuadre de la concepción asociada tradicionalmente asociada a la salud mental, en donde la misma comienza a ser considerada resultado de la interacción de diversos factores sociales, psicológicos y biológicos. En este sentido, Morales (1992) aclara que se produce una nueva perspectiva teórica en la acción pública en salud mental, diferenciándose la concepción “psicologicista” de aquella “que establece factores psicosociales que intervienen directamente en

la salud mental de las personas”. Dicha concepción que incorpora elementos sociales como principales asociados a los procesos de conservación, aumento o disminución de la salud mental no era nueva en el país, y la formación profesional de diversos equipos durante el auge de la salud pública y la medicina social en los años sesentas y setentas favoreció la instalación de dicho cambio de perspectiva (Asún, D., 2003)536.

535 Al respecto puede revisarse Morales (1992) y Lewin (1996). Un ejemplo de la relación mencionada es la incorporación a la formación de políticas educacionales complementarias al currículo tradicional. en jóvenes (cfr. Drake, P. & Jaksic, I., 1999) 536 Véase este mismo capítulo al respecto.

Page 307: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

307

Sin embargo, los referentes más directo –más directamente reconocibles- son primero la acción profesional concertada en las redes de oposición durante los años de dictadura militar, en particular, en relación al impacto de los procesos políticos y represivos en la salud y la salud mental de las personas537, y en segundo lugar los trabajos y argumentaciones teórico conceptuales en torno al consumo de drogas en sectores populares. Estos últimos, como aclaramos, tuvieron un fuerte impacto en el desarrollo de los centros de adolescencia, pero volvieron a tomar fuerza como parte de los referentes operativos de los mismos con el retorno democrático (Asún, D., Alfaro, J., Alvarado, R. & Morales, G., 1991). La necesidad de reconsiderar la acción profesional facilitó, entonces, la transformación epistemológica de la psicología clínica tradicional a una que incorporó elementos sociales, políticos y culturales, los cuales en conjunto con el desarrollo de metodologías de investigación en el plano internacional favoreció la instalación de una óptica de análisis “psicosocial” en tanto orientada a la evaluación de factores teóricamente asociados a psicopatología (véase Páez, D., 1986). El correlato de estos cambios fue la validación de una perspectiva de “psicología social

aplicada” a la resolución de problemas presentes en realidades determinadas (Aceituno, R., Alfaro, J., Asún, D., Krause, M. & Morales, G., en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994). El mayor impacto de dicha transformación ocurrió en el contexto de la reforma de los antiguos centros de adolescencia al transformarse en una red de centros comunitarios de salud mental familiar que operaron a nivel municipal con los organismos sociales locales. Según Lewin (1996) tres fueron las metas originalmente definidas para estos centros; (a) Identificar principales problemas de salud mental y los factores psicosociales asociados, (b) diseñar, ejecutar y evaluar programas locales de fomento y prevención de la salud mental, y (c) desarrollar estrategias de prevención, tratamiento y rehabilitación de los problemas más relevantes o de mayor incidencia. Dichas plataformas permitieron el “reencuentro” entre las actividad profesional en salud y la comunidad dentro de la administración pública (Barranco, F. & Díaz, R., 1999). Sin embargo, el cambio de enfoque de los centros de adolescencia hizo necesaria una evolución de la actividad profesional misma. En primer lugar fue “necesario ampliar el objeto del trabajo a toda la comunidad [y] a las familias de quienes presentan trastornos

de la salud mental” (Lewin, E., 1996). Lo anterior no estuvo exento de dificultades pues, por un lado, fue necesario desarrollar habilidades de trabajo que se encontraban fuera de la formación profesional tradicional 537 Sobre este punto puede revisarse el capítulo anterior, sin embargo mencionamos como ejemplo los trabajos de los equipos profesionales del Instituto Latinoamericano de Derechos Humanos (ILAS), la Fundación de Ayuda Social a las Iglesias Cristianas (FASIC), la Vicaría de la Solidaridad, el Centro de Salud Mental y Derechos Humanos (Cintras), y muchas otras organizaciones no gubernamentales entre las que se produjeron diversas instancias de intercambio y apoyo mutuo. Relatos de estas experiencias pueden encontrarse en diversas publicaciones de entre las cuales hemos considerado al Colectivo Chileno de Trabajo Psicosocial (1983), Lira y Castillo (1991), Lira y Weinstein (1984) y Martín-Baró (1990a). En dichos documentos es posible apreciar el desarrollo de una perspectiva profesional y disciplinar aplicada en relación al impacto de diversos eventos y experiencias en relación al desarrollo de patologías psicológicas.

Page 308: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

308

orientada a la clínica individual, y por otro lado, a las transformaciones de un sistema de salud que había sido desvinculado del trabajo comunitario y participativo durante diecisiete años (Lewin, E., 1996). Fue necesaria la incorporación de técnicas de educación grupal y de comunicación social como parte de las campañas locales de prevención y promoción, y de organización de redes territoriales que favorecieran la participación y la involucración de las personas en la planificación de salud en el marco de las iniciativas antes descritas en relación a la atención primaria. Lo comunitario comienza a perfilarse en torno los criterios territoriales (el territorio) localizados en los que se define una población objetivo para el centro, y la actividad se orienta a dar soluciones a las problemáticas relacionadas a la salud mental que presentan los individuos o los grupos de los colectivos que habitan esos colectivos. Se instala así el concepto y la práctica de la Salud Mental Comunitaria, como contraposición a las formas tradicionales de entender la salud mental –individual, biomédica, psicologicista- (véase Lewin, E., 1996). Sin embargo, buena parte de dichos esfuerzos se concentraron en actividades desarrolladas en el centro mismo con las personas que presentaban dificultades cotidianas asociadas a la salud mental; drogadicción, violencia intrafamiliar o dinámicas familiares problemáticas, depresión, etcétera (Lewin, E., 1996). Los centros, que ya habían logrado desarrollarse durante el último período de la dictadura, sobre el diagnóstico de una adolescencia adoleciendo de problemas diversos relacionados a la falta de integración social, poco a poco fueron logrando validación de parte de las estructuras públicas con presencia social las que comenzaron a derivar diversos problemáticas a los equipos de psicólogos que allí se desempeñaban538. Así, si bien se logró instalar un espacio para el desarrollo de perspectivas de trabajo aplicado, derivadas tanto desde los aportes de la teoría sistémica, la teoría cognitiva conductual y la psicología social aplicada a modo de tecnología social para el desarrollo (sobre las que nos referiremos en breve), la crítica tuvo relación a la incapacidad de unificación teórica en relación a estos espacios de trabajo (véase Morales, G., 1992). Ello por cierto -y como hemos argumentado durante este documento- no representó una dificultad en la estructuración de equipos de trabajo interdisciplinares que desarrollaron una práctica o un conjunto de práctica orientadas a habilitar (o rehabilitar) a las personas, a sus familias o a los grupos que presentaran problemas, en una línea que ya había logrado tomar fuerza en el periodo anterior, es decir, la clínica comunitaria. En el ideal proyectado por los gobiernos de la concertación dicho servicio se orientaba, en primer lugar, a proveer un nivel mínimo de ciudadanía, es decir, a un contrato social que establece deberes del Estado para con sus ciudadanos, y en segundo lugar a permitir que los individuos, los grupos y sus comunidades pudieran desarrollar sus potenciales e integrarse a las lógicas de desarrollo social que el programa concertacionista comenzaba a implementar. Bajo esta perspectiva, los centros debían “plantearse como centros de desarrollo comunitario 538 Especialmente relevante es el caso de la derivación desde las instituciones escolares, para que los profesionales del centro le proveyeran la asistencia clínica adecuada al sistema familiar del alumno que comenzaba a desarrollar problemas en sus procesos de aprendizaje (Lewin, E., 1996).

Page 309: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

309

teniendo como eje la activación de los recursos de la comunidad para la resolución de sus problemas” manteniendo la concepción utilitaria de la comunidad como un recurso para la instalación de programas en los que el rol del centro era facilitar y complementar las labores de organización, sin embargo en la práctica se concentraron en la atención en salud mental familiar y en la orientación de grupos potencialmente problemáticos desde una perspectiva de intervención cultural (por ejemplo, en la revalorización de los potenciales organizativos de los grupos juveniles) (Morales, G.,1992). Así, si como aclara Lewin (1996) la prevención en tanto práctica depende de la noción de la salud mental que se privilegie y que sea viable traducir en acciones, la misma comenzó a desarrollarse de forma paralela a las actividades de recuperación propiamente tales539. La autora destaca que a cinco años del inicio de la reforma de los centros comunitarios familiares coexisten de dos representaciones presentes en los equipos profesionales; una primera asociada a la salud mental como norma ideal que establece parámetros de lo

saludable y lo enfermo, heredada de las concepciones tradicionales desarrolladas dentro de la institucionalidad médica y una segunda que se acerca más a la concepción psicosocial integrativa que identifica a la salud como un recurso -potenciablemente desarrollable- para enfrentar dificultades, satisfacer necesidades y que reside en la estructuración de dinámicas relacionales y vínculos sistémicos. En esta doble definición del concepto de salud mental conviven por tanto, representaciones de la población usuaria en tanto afectada por procesos de enfermedad resultantes en un daño psicosocial, sobre el cual se debe intervenir desarrollando las capacidades que permiten minimizar los efectos de dicho daño, y representaciones de la salud –y la salud mental en particular- como parte de un proceso de desarrollo comunitario participativo e integrado al proyecto concertacionista de crecimiento con equidad. Bajo esta óptica, prevención y recuperación forman parte de dos sistemas que tienden a escindirse en tanto estrategias que cursan mediante acciones en dimensiones paralelas (ver Lewin, E., 1996). Lo anterior, sin embargo, debe ser reinterpretado a la luz de la dificultad existente entre la prevención que supone participación social y una lógica de diagnósticos que define a priori los principales factores asociados a la disminución de la salud mental, limitando la participación real y efectiva de la comunidad. Más aún si la demanda social suele asociarse al tratamiento clínico tradicional retrasando la involucración de los usuarios en un proceso de intervención social más complejo (véase Winkler, M., 1993; 1997; Lewin, E., 1996). Por ello la integración de las actividades preventivas y las tareas propiamente clínicas resultó en la principal dificultad

539 Lewin (1996) no hace mención a las actividades que pueden ser consideradas como “promocionales” de la salud y no contamos con datos que nos permitan revisar la puesta en práctica de iniciativas que puedan ser consideradas desde esa línea propuesta para el trabajo de los centros a los que nos referimos. En la actualidad, sin embargo, el concepto parece estar cobrando fuerza propia, motivo por el cual será revisado en las siguientes páginas.

Page 310: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

310

de coordinación a nivel de los equipos de trabajo540 (Villela, A, Arón, A., Undurraga, C. Bravo, M., Muñoz, C. & Tagle, M., 1997). Comienza a perfilarse, por tanto, una nueva práctica comunitaria en el área de salud, que desde la evolución de las prácticas psicoterapéuticas clínicas en la oferta pública, y con el precedente de las acciones y perspectivas teóricas desarrolladas desde las redes de oposición antidictatoriales, establece a la salud mental como el resultado de la interacción de diversos factores sociales y psicológicos que inciden en el desarrollo de problemáticas y trastornos de la salud mental. En el plano institucional dicha elaboración se complementa con la integración de los centros en la dinámica de los servicios de salud encargados de la orientación y rehabilitación juveniles –es decir, de menores con conductas delictivas o en riesgo social- (véase Rozas, G., 1993), de violencia intrafamiliar (véase Villela, A, Arón, A., Undurraga, C. Bravo, M., Muñoz, C. & Tagle, M., 1997) y de rehabilitación de adicciones propiamente tales –llamadas comunidades terapéuticas- en las que “no sólo se busca que los jóvenes dejen de consumir, sino que [se intenta darles] un sentido, convirtiéndolos

en personas útiles a la sociedad, capaces de [re] insertarse en el sistema laboral o educacional“ (Lewin, E., 1996). En las palabras de Lewin, el conjunto de elementos que hemos descrito suponen una conflictiva implícita pues la relación con la comunidad por tanto estará definida por la focalización en poblaciones objetivo en la que la problemática diagnosticada existe, lo que supone una relación directa con un segmento de la comunidad, en el entendido de la presencia (potencial o actual) de un trastorno, y en donde las actividades suelen limitarse el reestablecimiento adecuado del comportamiento de las personas (cfr. Lewin, E., 1996). Ello, por tanto, no sólo limita la integralidad de las prácticas preventivas, si no que también supone una concepción de cambio social que cobra sentido dentro del ideario integracionista equitativo vigente; cambio social es producir condiciones (culturales, familiares, intrapersonales) efectivas para aprovechar oportunidades y facilitar la integración (cfr. Rozas, G., 1993). La salud como área de ejercicio profesional no está exenta de las limitaciones –ni aislada de las posibilidades- que la noción de participación concertacionista supone541. Barranco y Díaz (1999) aclaran que los proyectos elaborados en esta línea se encontraron marcados por la misma insuficiencia de espacios de reflexión que había sido la tónica de la dispersión durante el período de

540 A este escenario deben sumarse las dificultades de coordinación y administrativas que existen producto de la doble dependencia de los servicios locales de salud (respondiendo tanto a la estructura municipal como ministerial), y a las deficiencias formativas que los mismos profesionales de los equipos de trabajo en salud han destacado en numerosas oportunidades (ver Lewin, E., 1996). 541 Lewin (1996) será taxativa; “El discurso [presente en los profesionales de centros comunitarios de salud mental familiares] revela una discontinuidad entre los propósitos y el ejercicio concreto de una práctica participativa. Promover la participación es difícil, implica nadar contra la corriente; la corriente de las estructuras verticales del sistema estatal y sus autoridades; de la comunidad que espera soluciones desde “afuera”; de los propios profesionales y su formación, etc. [...] El discurso muestra tanta certeza de que la participación es una estrategia válida como frustración al respecto”

Page 311: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

311

oposición. Sin embargo, el nuevo contexto social y más aún el complejo entramado institucional y administrativo en el que las acciones en salud mental hizo más evidente dicha carencia. Pareciera haber prosperado, por el contrario, un conjunto de prácticas localizadas, dependientes de los procesos y situaciones locales en los que cada centro se desarrollara. En este sentido, los autores recién mencionados destacan la adopción de conceptos enmarcados en los desarrollos comunitarios previos a 1973, sin que hubiese una reflexión y cuestionamiento en relación a la validez operativa de los mismos. Bajo esta tesis, comienza a evidenciarse en la psicología comunitaria que operaría en Salud Mental un quiebre en relación a la posibilidad de potenciar un “proyecto político común” que “contara con una base teórica consistente”, quedando en evidencia “la ausencia de sistematización de experiencias, la ausencia de evaluaciones globales, la

inmediatez de su ejercicio y la ausencia de definiciones políticas programáticamente entendidas” (Asún, D., en Olave, R. & Zambrano, L., 1993). En el nuevo campo profesional existente en la oferta pública, en el que convergieron tanto viejos como nuevos profesionales, la definición valórica de una psicología comunitaria en tanto conjunto de orientaciones profesionales, heredada de los desarrollos de la corriente latinoamericanista en el proceso de nominarla en Chile, comenzaba a evidenciar su imposibilidad (Barranco, F. & Díaz, R., 1999). Asún (en Olave, R. & Zambrano, L., 1996), en una somera descripción del quehacer de la psicología comunitaria aclara que a veces es preferible “hablar más bien de intervención comunitaria e incluso de trabajo

comunitario [...] si estrictamente nos ciñéramos a una definición ortodoxa de qué es psicología comunitaria”. Sobre estas apreciaciones Barranco y Díaz (1999) declararan una “crisis de sentido” en la construcción histórica de la psicología comunitaria nacional en la que se evidencia una contradicción entre lo que los psicólogos comunitarios buscan ser y representar y lo que realmente creen ser542. Volveremos sobre este punto más adelante. Aunque no ha habido aún instancias de unificación teóricas y de formalización profesional en relación a las prácticas clínico-comunitarias, las mismas lograron producir argumentaciones aplicadas a las prácticas particulares desde las que emerge un producto relativamente común y convergente en relación a la integración de elementos sociales a la práctica en salud mental. En este sentido, Sepúlveda, Benadretti y Alfaro (1991) retomando parte de las argumentaciones desarrolladas durante el período anterior en relación al impacto del contexto social en la salud mental de las personas en contextos poblacionales desarrollarán una perspectiva psicosocial a través de la integración de los planteamientos de Luis Escovar (1979) a propósito del desarrollo de una tecnología social para el desarrollo (ver primer capítulo) y los elementos involucrados en

542 Como claramos al principio de este documento, esta parece ser una característica del debate actual en relación a la psicología comunitaria nacional y dice relación fundamentalmente al carácter asistencial que tiñe algunas de sus prácticas, en este caso referidas al trabajo en salud mental, en contraposición a los procesos de autogestión que idealmente la definen en tanto ideología de trabajo. En relación a estos puntos puede revisarse la posición de varios autores en Olave y Zambrano( 1993), el trabajo de Krause y Jaramillo (1998), y el documento de Aceituno, Alfaro, Asún, Krause y Morales (en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994).

Page 312: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

312

la salud mental en el entendido de que “los síntomas y conductas sociales problemáticas se deben,

fundamentalmente, a que las personas participan en sistemas [es decir, en condiciones socioambientales] en

los cuales como parte de su funcionamiento se produce una desigual distribución de poder” las que en definitiva conforman el núcleo del problema, es decir, “la existencia de estructuras de distribución desigual”, excluyentes, marginalizadoras de la participación de los sujetos en las dinámicas del desarrollo social543. Bajo esta perspectiva, entonces, las intervenciones deben orientarse a favorecer procesos participativos en los que la comunidad desarrolle los potenciales necesarios para dar cabida a iniciativas de desarrollo comunitario –de la misma forma en la que lo planteara Maritza Montero (1984) en tanto ideal de la psicología comunitaria latinoamericana. A partir de dicha relación Alfaro (en Olave, R. & Zambrano, L., 1993) desarrollará la concepción de “amplificación cultural” según la cual “el psicólogo debe abocarse al desarrollo,

respaldo y ampliación de las habilidades y recursos de la comunidad, siendo así un catalizador para la

transformación de las estructuras sociales”. Esta argumentación intentaría acercar los presupuestos válidos dentro de la identidad que se estructuraba en torno a la corriente latinoamericana de la psicología comunitaria, y la historia de los desarrollos nacionales a propósito de los modelos de incorporación de variables culturales en prácticas de salud locales comunitarias durante el período previo a 1973 (cfr. Olave, R. & Zambrano, L., 1993; véase también Krause, M., en Durston, J. & Miranda, F., 2002). A dicha declaración inicial se suman los aportes del enfoque sistémico constructivista, en tanto capaz de aportar una teoría comprensiva respecto de la experiencia de aquél que es sujeto y a la vez objeto de las intervenciones que se planifican, fueran estas de corte clínico (terapéutico) o no (prevención, promoción, actividades culturales, etc.)544. Por ello “el objetivo terapéutico consiste en devolverles el protagonismo en su

propia vida y su entorno y, por supuesto en la solución de sus problemas. El terapeuta actúa como catalizador

y acompañante de un proceso de co-construcción de los problemas, donde el sistema consultante se asume

“sujeto” en la solución de sus problemas. Solución que parte desde él y por él” (Sepúlveda, R., Benadretti, S. & Alfaro, J., 1991). Esta perspectiva, ejemplo concreto de la influencia de la corriente latinoamericanista en el

543 Los autores identificarán estos planteamientos con los de la una “psicología social para el desarrollo”, destacando el componente aplicado de la misma como factor determinante en la búsqueda de soluciones a problemáticas sociales (véase Sepúlveda, R. , Benadretti, S. & Alfaro, J., 1991). Bajo esta perspectiva, y recogiendo los planteamientos de la corriente latinoamericana establecen la condición de equivalencia que existe entre enfoque y la psicología comunitaria. 544 En concreto la utilidad de esta integración teórica permite resignificar la concepción del usuario en tanto sujeto que construye un mundo en su experiencia cotidiana, mundo en el que de hecho “opera” (vive en un mundo de significados construidos), y por lo tanto, que aporta una dimensión relevante en el plano de las estrategias utilizadas por los equipos de intervención. La intervención se orientará a favorecer una integración entre las potencialidades y necesidades de los sujetos y la construcción de sentidos de los mismos para hacerles frente adecuadamente, superando la lógica de la adaptación para dar paso a la transformación social más amplia (véase Sepúlveda, R., Benadretti, S. & Alfaro, J., 1991). Lamentablemente los autores no ahondan en estos puntos.

Page 313: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

313

escenario nacional metropolitano, demuestra que los equipos profesionales si comenzaron a elaborar respuestas teórico-prácticas frente a los nuevos desafíos. En una línea que continúa esta argumentación, Barrientos y Duarte (1994), intentarán una integración entre las prácticas de la psicología orientada a la solución de problemas de salud mental en contextos comunitarios y los planteamientos sistémico constructivistas en relación a los conceptos de apoyo social y las redes de apoyo, y autoeficacia. Dichos conceptos permitirían a las prácticas psicocomunitarias la involucración en procesos de desarrollo humano integral. En concreto el apoyo social será entendido como el efecto de una red de interacciones cotidianas en las que los sujetos mejoran su bienestar recíprocamente, facilitando una existencia más preparada para hacer frente a las demandas del medio, y la autoeficacia será definida con el sentimiento de efectividad personal en las personas para producir y regular los hechos de su propia vida. (Barrientos, M. & Duarte, L., 1994). Según nuestra perspectiva a partir del positivo diagnóstico en relación a las posibilidades que se abrían en el retorno democrático, se producen desarrollos conceptuales como estas en las que se reúnen argumentos relativos a los factores sociales asociados a la salud mental, el desarrollo humano (o desarrollo de las potencialidades humanas o desarrollo a escala humana), y al valor operativo que las construcciones y representaciones que los sujetos tienen de sí mismos y de sus posibilidades de intervenir en el mundo –expresadas a grandes rasgos en la teoría sistémico constructivista (ver Barrientos, M. & Duarte, L., 1994)-, se desarrolla un conjunto de lineamientos en psicología comunitaria que prosperan durante el primer tercio de la década de los noventas y que durante el mismo período amplió su campo de acción más allá planes mismos de salud mental para insertarse como argumentación en otras áreas sectoriales del Estado. Se trata, por lo tanto, de darle una argumentación relativa a la transformación social, en el sentido de construcción de nuevos parámetros sociales a nivel de las localidades (la antigua sociedad civil), a las prácticas terapéuticas que complementaron la oferta pública en torno al pago de la deuda social (cfr. Alfaro, J., en Olave, R., & Zambrano, L., 1993). Dicha argumentación es particularmente relevante en los desarrollos producidos por el equipos de intervención social de la Universidad Diego Portales, en donde la “perspectiva psicosocial” encuentra su principal nicho de desarrollo teórico545. En ese espacio se inscribe la cita anterior de Alfaro, que intentaba describir las bases de una psicología comunitaria nacional que hiciera suyos los valores latinoamericanistas,

545 Producciones al interior de este espacio pueden encontrarse en Asún, Alfaro, Alvarado y Morales (1991), Olave y Zambrano (1993), y Alfaro (2000), en diversas publicaciones de los autores que participaron de dicho espacio (referidas en la bibliografía de este documento), y en un sinnúmero de tesis orientadas a la práctica y la reflexión en intervenciones sociales. Sobre estos mismos temas puede revisarse Morales (1997).

Page 314: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

314

en el sentido de producir planteamientos propios ajustados a las necesidades y condiciones de vida de las urgentes mayorías populares, pero que simultáneamente encontrara asidero en los desarrollos de la salud mental y en sus referentes (la epidemiología social, la práctica clínica, la medicina social y la salud pública). En esa misma línea, Alvarado (en Olave, R. & Zambrano L., 1993) relacionará el concepto de salud mental a las respuestas de los individuos en relación a las características y demandas del contexto social, evidenciando la necesidad de ampliar la perspectiva clínica en relación a los conceptos de red y soporte

social, competencias psicosociales, y los sucesos vitales en la intervención con personas. El mismo autor aclara que los sucesos vitales refieren a los eventos o acontecimientos que son capaces de producir una crisis adaptativa en los sujetos (que desarrollan un trastorno). La red social está compuesta por el conjunto de personas actualmente significativas con quienes el sujeto mantiene interacción social frecuente (tal como familiares, vecinos, amigos, pares, etcétera). Las competencias psicosociales serán retomadas por Alfaro (en Olave, R. y Zambrano, L., 1993) según la argumentación de Tyler (1984a). Este último entiende por competencia la forma en la que el individuo interactúa en los eventos de la vida tanto en un sentido de solución de problemas como en un sentido de autorrealización546. Bajo esta perspectiva, la competencia psicosocial tendrá tres componentes; (a) un sentido de autoeficacia y de autovaloración positiva, esto es “un

sentido de ser importante o efectivo en el mundo, un sentido de control interno de los eventos de la vida

personal, y al menos una valoración moderadamente favorable de sí mismo” (Tyler, F., 1984a); (b) confianza moderadamente optimista en la gente y en el mundo, y; (c) un acercamiento a los eventos de la vida “caracterizado por una orientación a cooperar activamente; alta iniciativa, establecimiento de objetivos

realistas; planificación de lo esencial, indulgencia y esfuerzos con el fin de lograr los objetivos” al ser capaz de construir también a partir de los fracasos que enfrenta (Tyler, F., 1984a)547. A partir de esta síntesis, Vera y Wood (1994) desarrollarán un modelo explicativo de la salud mental a partir de las estrategias de afrontamiento, las redes sociales y el apoyo social de las personas. En estas producciones el concepto de estrés psicosocial –al que ya nos hemos referido en el primer capítulo- resulta central, en tanto permite relacionar la emergencia de sintomatología con las condiciones de vida percibidas por los sujetos, es decir, entre la vivencia y la aparición de trastornos de salud mental (Morales, G., 1997). En este sentido Alfaro (en Olave, R. & Zambrano, l., 1993) aclarará que “el estrés es un desequilibrio o

546 Forrest Tyler es, por cierto, un autor que fue publicado en castellano y por la revista Latinoamericana de Psicología, una de las más importantes del continente, en artículos referentes específicamente a las realidades latinoamericanas (véase 1984a; 1984b) asunto que favorece su incorporación. El autor, más aún, desarrolla dichos conceptos como parte de los planteamientos que pueden aportar a construir una psicología comunitaria latinoamericanista, facilitando aún más su llegada en el proceso de los desarrollos nacional amparados por dicho ideal. Sin embargo, el concepto propiamente tal data de un largo proceso de evolución en Europa y especialmente en Estados Unidos desde mediados de la década de los setentas (véase al respecto Sánchez Vidal, A., 1991 y Krause, M., en Durston, J. & Miranda, F., 2002) 547 El mismo Tyler desarrollará las ideas de Red de apoyo y de conductas de cooperativismo entre las personas (cfr. Tyler, F., 1984a).

Page 315: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

315

discrepancia significativa entre las demandas (externas y también internas) hechas a un organismos en

relación con valores, metas o condiciones subjetivas percibidas como vitales para su supervivencia o

bienestar y los recursos adaptativos de ese organismo”. A partir de estos trabajos, el autor comenzará a sintetizar el modelo de desarrollo de competencias (Alfaro, J., 2000). Dicho concepto dará pié a que el foco de las intervenciones pueda cambiar desde “las tareas y rehabilitaciones hacia los niveles preventivos, siendo su

objetivo disminuir el riesgo de los desórdenes en toda la población, [...] centrándose en las fortalezas

psicológicas [a través de intervenciones que] faciliten el desarrollo de las potencialidades a la vez que los

propios recursos en la solución de los problemas relacionados con el bienestar psicosocial” (Arón, A., en Lolas, F., Florenzano, R., Gyarmati, G. & Trejo, C., 1992). Los planteamientos allí desarrollados y aquellos similares en paralelo rápidamente impactaron en el área de la atención primaria al orientarla integralmente hacia las necesidades de la comunidad, con la cual se debía trabajar de forma conjunta y participativa (Toro, J., Lavanderos, R., Rider, S., Asún, D. & San Juan, C., en San Juan, C., 1996). A través de iniciativas de educación en salud se intentaba promover una mayor cercanía entre los servicios de salud y una población activa capaz de prevenir problemáticas y promover mejoras en la salud mental (Morales, G., 1997). Estos desarrollos y otros en paralelo sirvieron para que, años después, para que se iniciara un proceso de modernización de los enfoques presentes en atención primaria a partir de los aprendizajes orientados en esta línea (CIS, 1994; Alfaro, J., Godoy, S. & Asún, D., 1997).548 Consideramos por tanto, que Alfaro y el resto de los documentos elaborados en el seno de la Escuela de Psicología de la Universidad Diego portales, compilados en su mayoría por Olave y Zambrano (1993), corresponden a un intento de refundación de una práctica comunitaria propia, de un intento de hacer una psicología social aplicada y orientada al desarrollo de las comunidades. Inclusive, dado el nivel de coherencia teórica mostrado por diversidad de autores, puede plantearse el desarrollo de una perspectiva propia de la psicología clínico comunitaria en Santiago de Chile.549 548 Puedes revisarse los diversos documentos de la Organización Panamericana de la Salud, del Ministerio de Salud y las evaluaciones periódicas de MIDEPLAN a las que ya nos hemos referido en este mismo apartado para una comprensión detallada de la evolución programática de las iniciativas en Atención primaria y la incorporación de aspectos psicosociales. 549 Así, parte de la intención original de orientar la corriente nacional como una psicología social para el desarrollo (Olave, R. & Zambrano, L., 1993) encuentra su principal asidero en la reformulación y complementariedad de la práctica clínica (Morales, G., 1997), centrando su foco en los problemas relativos al campo de la salud mental. Más adelante nos referiremos a la línea que, apoyada por las necesidades del gobierno concertacionista, se orienta directamente hacia el desarrollo social (Alarcón, M., Albornoz, V. & Fares, E., 2003). Vale la pena destacar el intento interdisciplinar coordinado por Gyarmati (1988) hacia finales de la década de los ochentas en el cual Didier esbozó un intento reunión de estos conceptos junto a los derivados de las líneas cercanas al desarrollo humano de Weinstein sentando el precedente para los vínculos teóricos que luego encontraríamos en esta línea. Lamentablemente Didier falleció antes de terminar de elaborar dicha iniciativa.

Page 316: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

316

Sin embargo, en dicho proceso de masificación, validación, apertura y formalización estructural de plataformas de trabajo psicológico comunitario al alero del Estado y al producirse el reordenamiento tecnocrático de la oferta pública en relación a los planes de superación de la pobreza durante el segundo gobierno de la concertación -a mediados de la década- la argumentación inicial sufrió significativas modificaciones que progresivamente fueron alejando a la dimensión política en el sentido de planificar intervenciones amplias relativas a las posibilidades de transformación y organización social en torno a la salud mental –como estaban presentes en los fundamentos de una teoría del desarrollo humano alternativo550 (Morales, G., en Olave, R. & Zambrano, L., 1993) y en los desarrollos que hemos referido a Alfaro. En concreto, planteamos que ocurrieron dos procesos simultáneos que se dieron a partir de estas argumentaciones iniciales relativas a la psicología comunitaria. En primer lugar, el proceso de transformación de las estructuras públicas en relación a la salud y en específico a la salud mental fueron definiendo una relación con la comunidad centrada en los trastornos (Morales, G., 1992; Lewin, E., 1996). Específicamente en trastornos no graves, es decir no psiquiátricos severos551, sino referidos a conductas problemáticas o a sentimientos de insatisfacción de los sujetos en su experiencia cotidiana en contextos sociales específicos en los que predomina la discriminación, la exclusión o las deficiencias materiales (MINSAL, 1993). La actividad clínico comunitaria se reenfocó en los procesos de modificación de las determinantes y estructuras internas –vivenciales- de los sujetos, es decir interviniendo en sus propios procesos de adaptación. Las actividades terapéuticas, la formación de redes de apoyo preventivas y las técnicas de trabajo grupal con los afectados directos o indirectos se mantendrían como características en las intervenciones552. Bajo esta perspectiva, dicha orientación inicial comienza a decantar en el fortalecimiento y generación de los recursos personales y sociales que permiten a las personas llevar una vida mejor. En segundo lugar, y seguido de la organización sectorial para favorecer el impacto sobre los sectores pobres, se inician diversas plataformas programáticas orientadas, focalizadas, a poblaciones específicas (Alfaro, J., 1994). A pesar de los esfuerzos e iniciativas innovadoras las metas en salud mental se traducen, por tanto, en múltiples ofertas que continúan la especialización en torno a problemáticas en las que se había desarrollado experticia en la década de los ochentas, a las que ahora ello se integra al proyecto de superación de la pobreza y mejoramiento de las condiciones de vida de la población bajo los criterios de focalización eficiente, 550 Que como ya hemos visto está fuertemente asociado a las producciones que se derivan y que mantienen como importante referente a Luis Weinstein (véanse los apartados anteriores). 551 Como es el caso de la esquizofrenia, la depresión mayor, los cuadros bipolares, demencias, cuadros neurológicos y aquellas patologías psíquicas que aún mantienen preferentemente tratamiento asilar (hospitalario). 552 Tanto en la primera etapa de los noventas en la que esta perspectiva se instala como opción de trabajo lo que puede contrastarse en los documentos compilatorios de Olave y Zambrano (1993), Morales (1992), y Aceituno, Alfaro, Asún, Krause y Morales (en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1996). Como veremos más adelante dicha característica se mantiene durante el resto de la década (Krause, M. & Jaramillo, A., 1998).

Page 317: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

317

lo que como explicamos se vio reflejado también en la necesidad de rediseñar (modernizar) la estructura estatal. En este sentido el Ministerio de salud (1993) expresaba acerca de la vulnerabilidad mayor de ciertos grupos: Los acelerados cambios socio culturales, demográficos y ecológicos de las últimas décadas, han generado condiciones que se relacionan con el aumento o emergencia de problemas sociales específicos, como son la violencia, el abuso y dependencia de sustancias psicoactivas, el embarazo en adolescentes, la pobreza y la marginación. Estos afectan en forma preferencial a las mujeres y los grupos etarios de menor expresión en los niveles de toma de decisiones, como son los niños, los jóvenes y los ancianos. La intención, entonces, es destinar los recursos a los grupos que experimentan condiciones ambientales y sociales negativas que favorecen la disminución de los índices de salud mental. Así, los programas se plantean primero como paliativos, y luego como intervenciones que permitan modificar el “curso natural de los

problemas” (MINSAL, 1993). A dichas iniciativas, como es de suponer, las debe acompañar un proceso de generación de conocimientos que permitan realizar acciones preventivas y promocionales en relación a los aspectos de la salud mental. Dentro de la oferta en Salud se definen áreas prioritarias de trabajo (véase MINSAL, 1993). La (a) salud mental infanto-juvenil se orientará a favorecen condiciones de desarrollo de dichos sujetos como personas a través de intervenciones indirectas con la familia o las instituciones educativas, además de intentar intervenir sobre las situaciones de maltrato y abuso, de embarazo adolescente, y de consumo de substancias. Este último tema, ligado (b) al problema del alcoholismo –que se mantiene- será una segunda área prioritaria de trabajo. Los objetivos en esta línea serán la disminución de la demanda de consumo en adultos y jóvenes, intentando retardar la edad de consumo, en paralelo a la promoción de estilos de vida saludables asentados en habilidades sociales, uso constructivo del tiempo libre y distribución de información veraz. Dichas iniciativas se integrarán a las actividades del naciente Consejo Nacional de Control de Estupefacientes (CONACE). Una tercera área prioritaria fue definida (c) en torno los centros de atención primaria, en la que se integraron profesionales psicólogos para reforzar la atención psicosocial, de la que lo mismos COSAMs eran parte. Junto a estas áreas se implementarán dos más que definirán su objetivo en torno a (d) los problemas de la discapacidad psíquica a través de la generación de redes de apoyo e integración social adecuada, y (e) en torno a la violencia y las violaciones a los derechos humanos. Esta última no sólo orientada a las víctimas de la dictadura, sino también a las relacionadas a violencia sexual y violencia intrafamiliar. Todas ellas no sólo permitieron ampliar efectivamente la oferta de salud mental desde el Estado, sino que fueron áreas en donde la articulación conceptual psicosocial comunitaria evolucionó desde los fundamentos recién mencionados

Page 318: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

318

(véase MINSAL, 1999). Es decir, se produjo en el área de salud una ampliación asociada al reordenamiento estructural y organizativo intersectorial que permitió la evolución de las ideas. Esta ampliación se produce en paralelo al repliegue de la acción de las Organizaciones no gubernamentales que, después de años de trabajo, comenzaban a desaparecer para transformarse en ejecutoras de programas, o directamente en consultoras (véase Unger, G., 1997). A propósito de la integración de la juventud como parte de los grupos vulnerables Unger (1997), establecerá la representación de los técnicos que se desempeñan en las plataformas de trabajo comunitario en torno a los criterios de riesgo que favorecen la instalación de problemáticas psicosociales, es decir, dificultando la relación de los jóvenes para relacionarse con su medio en un proceso de desarrollo individual y social. En concreto, el autor describirá la representación que centra su atención en la construcción de los sujetos a partir de contextos poco favorables (riesgosos para el desarrollo adecuado), compuestos por principalmente experiencias escolares negativas, relaciones familiares difíciles anormales, situaciones de pobreza, y deficiencia en el tipo de relaciones interpersonales significativas establecidas en la experiencia cotidiana553. A partir de estos argumentos, el autor encontrará una concepción polar de la juventud en relación a su grado de integración social; existirán jóvenes integrados y jóvenes desintegrados (Unger, G., 1997). Dicha concepción, como es de esperar, encontraría cabida en la estructura operativa de las plataformas programáticas a la que ya nos hemos referido en las páginas anteriores. Bajo esta perspectiva, la idea de habilitación social en competencias relativas a la preservación de la salud mental en contextos favorables cobra relevancia en intervenciones individuales o familiares sobre las que comienza a enfocarse la intervención clínico comunitaria, en los que intenta reducir el riesgo psicosocial presente en las poblaciones vulnerables. Las intervenciones se orientarían sobre las posibilidades que cada representación abre; la rehabilitación o la habilitación en el caso de los desintegrados y la prevención en aquellos en los que no se presentan disfunciones (Alfaro, J., 1994). Una situación similar a la anterior ya acusaba Asún (1994) cuando, sobre el mismo tema, planteaba que:

El problema de fondo es un problema de concepción de la relación entre desarrollo humano, salud y bienestar [...] En nuestro medio se privilegia una línea de pensamiento desde una vertiente negativa del déficit e invalidación, en donde las necesidades del desarrollo juvenil o su salud mental o su bienestar psicológico se deducen de la magnitud en que un trastorno psíquico yo social está presente en términos de la cantidad de individuos que la presentan

553 Estos “problemas psicosociales” serán los estudiados –en 1997- para definir la situación de salud mental de la población escolar de Santiago, quedando en evidencia que sólo un tercio de la población de adolescentes estudiados tiene algún tipo de problema (ver MINSAL, 1999). Hemos referirnos a los principales datos de Unger (1997), sin embargo, el documento aporta muchas más luces sobre las diferencias entre las percepciones de los jóvenes y sus interventores.

Page 319: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

319

La idea de habilitación en los sujetos a propósito de su(s) déficit que dificultan su integración a las dinámicas sociales cotidianas, se comienza a cimentar en una óptica capaz de definir poblaciones y cuadros de trastornos acotados. Así, junto a la segmentación programática, la nueva óptica comienza a desplazar el ideal transformador de la reciente psicología comunitaria. Progresivamente el intento por reunir dentro de la oferta pública los aprendizajes y orientaciones heredados de los desarrollos del período anterior fue perdiendo espacio. La idea original de producir cambio social a través de intervenciones clínico comunitarias554, comienza a desaparecer al ser reemplazada por la lógica que se fue instalado a medida que las plataformas estatales programáticas suplían los espacios de las Organizaciones no gubernamentales (Barranco, F. & Díaz, R., 1999). Según nuestra perspectiva, si bien se mantuvo el núcleo de la producción teórica en relación al desarrollo de competencias, la habilitación social, y la importancia de considerar el desarrollo de contextos de apoyo social significativo, la acción se centró –fundamentalmente- en producir sujetos integrables, capaz de responder adecuadamente a las demandas del medio (cfr. Rogazzy, M., 2002). Hacia mediados de la década, ya terminado el gobierno primer gobierno de la concertación (y con él la transición) el cambio social a través de una reconceptualización de la salud mental comunitaria fue reemplazado por la meta de elevar la calidad de vida de las personas, a través del manejo de sus necesidades. La idea conservadora de adaptación –contraria a la de transformación en el lenguaje comunitario- que puede derivarse de este nuevo desarrollo, es reemplazada por la de adecuación entre el individuo y sus posibilidades u oportunidades, entre el rol integrador del Estado a través de sus programas locales dentro del área de la salud y la salud mental y los individuos que “atinan con el desarrollo”555. Como revisamos en el apartado anterior, y como se sigue de los párrafos previos, la puesta en práctica del crecimiento con equidad supuso la generación de una segunda línea de plataformas comunitarias, orientadas a producir recursos sociales significativos que permitieran superar las condiciones de pobreza, es decir, a favorecer la integración social (Rozas, G., 1993). La dinámica de la oferta pública de los noventas mantendría la diferencia –tanto teórica como sectorial- entre salud y desarrollo social, si bien ambos planos y las argumentaciones conceptuales que en ellos se dieron establecieron vínculos de complementariedad. Fortalecidos estos últimos por la comunión del período anterior. Sin embargo, según nuestra perspectiva, los procesos de desarrollo durante el período, la producción teórica, y las orientaciones permiten identificarlas y diferenciarlas con mediana claridad.

554 Como fue integrado, por ejemplo, en los desarrollo de Gissi (1991), de Asún (1994), de Arón (en Lolas, F., Florenzano, R., Gyarmati, G. & Trejo, C., 1992) y en los trabajos de Alfaro que ya hemos referido. En ellos se explora la posibilidad de reunir la idea recién integrada de psicología comunitaria con la de la práctica clínica social, en el entendido de que ambas podían producir modelos de transformación social. 555 La frase, expresada por Eugenio Tironi (en DOS, 1994), se transformó en eslogan de las campañas gubernamentales.

Page 320: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

320

Tres son los referentes que hemos podido rescatar en el desarrollo de esta segunda línea. En primer lugar (a) la intención de las redes de resistencia en las que participaron profesionales y dirigentes sociales de reconstruir el tejido social (Rozas, G., 1993). Dichas redes consideraban a la solidaridad en tanto condición no sólo de la supervivencia sino como parte de la estrategia de transformación y construcción de una alternativa social civil. Rozas (1993) planteará al acercarse el primer tercio de los noventas la participación y validación pública que la posibilidad de organización social solidaria a nivel local había tenido en el pensamiento comunitario de inicio de los noventas. En efecto, lo que estuvo implícito en una buena parte de dichas redes de resistencia fue la posibilidad de instalar un nuevo modelo de desarrollo que valoriza la participación del poder de base local, las organizaciones de la sociedad civil y la identidad cultural (en su acumulado cultural) como parte de dichas iniciativas, más allá de la supervivencia y la oposición política a la dictadura. Bajo esta perspectiva, un segundo referente (b) puede situarse en los planteamientos que hicieron suya la óptica del desarrollo humano, o del desarrollo a escala humana, al considerar a éste en función de la dinámica de colectivos que existen y se desarrollan a nivel local. Rozas (1993) citará a Max-Neef, para expresar como esa línea de desarrollos ponía énfasis en una “democracia social, o bien en una democracia

de la cotidianidad [que] no obedece a la despreocupación por la democracia política, sino a la convicción de

que sólo rescatando la dimensión “molecular” de los social (las micro-organizaciones, espacios locales,

relaciones a escala humana) tiene sentido pensar las vías posibles de un orden político sustentado en una

cultura democrática”. A partir de estos dos primeros referentes lo local, las dinámicas locales, se presentan como entidades con valor en sí mismas en las cuales coexiste una cultura y una forma de relacionarse –de ser y de hacer- que es mantiene una estrecha relación con el orden social. Emergerá, a partir de dichas perspectivas, el concepto de redes sociales locales. La incorporación del mismo estaría facilitada primero por la historia y luego por los desarrollos paralelos en el mundo. Los trabajos de diversos profesionales en relación a políticas públicas e intervención social previos a 1973 ya demostraban la intención de incorporar variables contextuales relacionales en torno al proceder de los sujetos involucrados en las intervenciones. Ejemplos concretos de ello son los estudios de epidemiología y antropología social que ayudaron a sustentar la propuesta intracomunitaria556 (. La perspectiva de redes, en tanto supone interacciones cotidianas a la base del comportamiento de los sujetos, había estado presente solapadamente desde el inicio de las primeras

556 Pueden revisarse los documentos de la época publicados tanto en los cuadernos médico sociales como en las actas psiquiátricas latinoamericanas a los que nos hemos referido en este mismo capítulo.

Page 321: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

321

iniciativas orientadas a la intervención comunitaria en Chile.557 Entrada ya la década de los noventas diversas producciones teóricas extranjeras –norteamericanas y europeas- fueron incorporados en los desarrollos nacionales sobre redes sociales, tanto como parte de la evolución de la perspectiva psicosocial en tanto psicología social aplicada –en donde la “red de apoyo” es el ejemplo más claro- como parte de los lineamientos de la psicología comunitaria en la concepción universalista que se comenzaba a imponer (véase Didier, M., 1985; Rozas, G., 1993; Sepúlveda, R., Troncoso, M. & Álvarez, C., 1998)558. Se establecía un vínculo entre comunidades locales, redes y formulas de organización y participación social. El tercer referente, por tanto, estará situado dentro de (c) la misma estrategia de Estado que propone la Concertación, en tanto ella reconoce parte de los desarrollos del período anterior que antes mencionábamos para hacerlos parte de la nueva estructura pública que progresivamente tomará posesión e los espacios que antes utilizaran las Organizaciones no gubernamentales. Las metas, como se sigue del apartado anterior, serán las de participación en el proceso de modernización, crecimiento y progreso en el que debería entrar Chile luego de una década perdida sin organismos públicos eficientes en producir la añorada equidad social (Capalbo, L., 2000). En este sentido las diversas tecnologías de intervención desarrolladas durante el período anterior, especialmente aquellas centradas en el componente participativo serán progresivamente incorporadas en las nacientes estrategias de desarrollo social local de la concertación (ver Kliksberg, B., 1989; García, J. & Zúñiga, L., 1990; Corvalán, E. & Edy, M., 2003). Junto a ellas, la experiencia acumulada en torno a temáticas particulares desarrolladas durante el período anterior fuera de los márgenes del Estado ahora comienzan a ser incorporadas en la generación de plataformas programáticas específicas; la experiencia y los vínculos forjados en el período anterior son, entonces, reorientadas y relegitimadas en el proceso de organización del nuevo Estado (cfr. Álvarez, N. & Contreras, P., 1993; Barranco, F. & Díaz, R., 1999). Producto de estas circunstancias y de las “nuevas oportunidades” que el nuevo gobierno abría para desarrollar planteamientos orientados a la intervención comunitaria, diversas estrategias toman forma en el plano local y se vinculan como parte de la meta de superación de la pobreza (Rozas, G.,1993). Como ejemplos de estas iniciativas pueden considerarse los programas de inversión social a nivel comunitaria del Fondo de Solidaridad e Inversión Social (Fosis), los programas de fomento productivo, los programas de capacitación laboral y de establecimiento de redes de organizaciones a nivel local, programas de desarrollo

557 Más aún, dichos desarrollos habían mantenido sus cursos de evolución, tanto en los planteamientos avocados a la salud mental de los individuos (Torres, R., 2001), como en los trabajos comunitarios de la década anterior (véase Casanueva, C & Nilo, F., 1988), incorporando progresivamente los aportes de las teorías sistémicas –hablamos en sentido genérico- hacia inicios de los noventas. 558 Dichas producciones provienen, por cierto, de campos muy diversos desde la psicoterapia, la biología del conocimiento, la psicología de grupos, y las teorías organizaciones y comunicacionales, por mencionar algunos.

Page 322: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

322

local tanto urbanos como rurales559, programas de apoyo a la juventud, generación de redes que participan en pequeños fondos concursables de origen fundamentalmente público a través de las entidades municipales, etcétera (Rozas, G., 1993). Ellos, amparados en las nuevas estrategias de trabajo, supusieron una nueva área de validación para la psicología aplicada a contextos sociales y comunitarios, en su integración a equipos de trabajo conformados por profesionales de diversas ramas de la economía, las ciencias sociales, la pedagogía, etcétera560. En este contexto la psicología comunitaria encuentra cabida tanto por su idea de experiencia de trabajo con colectivos en situación de pobreza, como por las orientaciones éticas que comenzaban a identificarse con la nueva imagen e identidad supuesta por parte de los profesionales del país. Bajo esta perspectiva sobre los problemas sociales, la pobreza y las estrategias de desarrollo local del nuevo período Rozas (1992) destaca: Si la psicología, dentro de las ciencias sociales, se plantea colaborar con la solución de estos problemas e invertir energía en una perspectiva de desarrollo, esto exige ubicarse en el prisma de la psicología comunitaria y de la psicología social (no necesariamente adoptarlas) y poner énfasis, dentro de otras temáticas esenciales, en el tema de la participación. Así la psicología comunitaria, en su concepción ideal universalista es capaz de integrarse y complementar las nuevas estrategias tanto desde su capacidad técnica, como desde su compromiso a nivel de la producción teórica. Ello supone, en otras palabras, que los valores y la forma de operar de la llamada psicología comunitaria pueden ser complementarios a los planes del Estado y más aún, desarrollarse eficazmente dentro de los espacios allí generados. Algunos planteamientos de la psicología comunitaria comenzaría, entonces, una reincorporación como cuerpo válido y complementario de la función del Estado561. El aporte al que refiere Rozas, según como nos ha sido posible evaluar en las producciones teóricas al respecto, supone una síntesis entre las actividades participativas de coordinación con grupos comunitarios en

559 En efecto, y como quedará en evidencia más adelante, parte importante de estos esfuerzos han sido enfocados a las localidades ubicadas en regiones diferentes a la Metropolitana de Santiago, desarrollándose iniciativas con características que nos permiten agruparla en esta línea de trabajo en intervenciones con comunidades campesinas, indígenas, y en sectores aislados del país (véase por ejemplo Durston, J. & Miranda, F., 2001; MIDEPLAN, 1996; 2002a) 560 Puede contrastarse esta afirmación en el estudio de Krause y Jaramillo (1998). 561 Este asunto es de extrema relevancia pues implica, entre otras cosas, un vuelco entre el conjunto de planteamientos latinoamericanistas en psicología social aplicada que se habían desarrollado hasta ese período con los que la corriente nacional se identificaba (ver capítulo anterior). Dichas producciones latinoamericanas, muchas veces generadas en el contexto de regímenes antidemocráticos, adherían a un enfoque social de conflicto entre grupos y clases, y por tanto, en su contenido reflejaban un cuerpo de premisas contrarias a las funciones del Estado (véase Martín-Baró, I., 1998). Esta posibilidad de integración ha sido objeto de revisiones por parte de diversos autores representativos de dicha corriente, al punto de identificarla como una característica fundamental en su desarrollo histórico (Montero, M., 1994a).

Page 323: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

323

la generación de redes locales de trabajo –tanto a nivel de diagnóstico, ejecución mediante proyectos, o evaluación- y la capacidad de generar empoderamiento comunitario y movilización comprometida con la solución de las problemáticas que los afectan de manera directa o indirecta, desde la delincuencia y el consumo de drogas hasta la cesantía, la erradicación de campamentos y la capacitación laboral. Se origina, entonces, un nuevo conjunto de prácticas que Corvalán y Edy (2003) llaman “desarrollo local”, pero que otros autores tanto nacionales como extranjeros han llamado “desarrollo comunitario” (Wiesenfeld, E., en Montero, M., 1994a; Vidales, A., 2004). Evidentemente, entre esta línea y la anterior asociada a la salud mental habrá una complementariedad como dos planos del mismo discurso gubernamental concertacionista sobre plataformas comunitarias. En concreto, la noción de participación comunitaria fue entendida a principios de los noventas (Rozas, G., 1992) como una un proceso complejo en el cual los miembros de una comunidad local desarrollan tareas que en conjunto y colectivamente les permiten ser parte y construir sociedad. En dicho proceso, por cierto, la comunidad se dinamiza y se enfoca fortaleciéndose los vínculos que dentro de ella son necesarios en el cotidiano. La participación es, por tanto, el proceso por el cual el individuo deja de serlo para transformarse en parte de un colectivo co-construído y co-constructor de la sociedad562 (véase Rozas G., 1992). Participar, por tanto, supone una involucración de lo miembros del colectivo en relación a los problemas, demandas y circunstancias que les impone el medio social –en su amplio sentido- lo que recuerda los planteamientos en torno a la construcción de una nueva alternativa social desde el poder civil de base local. Por ello, en el nuevo contexto democrático dichas iniciativas se traducirán en términos simples a producir organización comunitaria (redes) en localidades, a fin de permitir o facilitar el que la comunidad supere sus problemas y se movilice. La participación, en tanto valor deseable, será por tanto multidimensional al implicar tanto los planos económicos fundamentales para reducir las brechas de la equidad (MIDEPLAN, 2002a), como los planos sociales y culturales a nivel de la operatividad, identidad e integración efectiva de los grupos a la sociedad en su conjunto, es decir, como forma de reducir los procesos de exclusión social. En efecto, en los desarrollos teóricos de la primera mitad de los años noventa pueden distinguirse dos planos en relación a esta perspectiva de trabajo comunitario. Una primera, “interna”, centrada en la elaboración de una noción de comunidad a propósito de la participación de los individuos en los procesos de identificación y operatividad local, es decir, de construcción colectiva, solidaria, que beneficia a todos (Rozas, G., 1992), y una segunda, “externa”, que a propósito de ese ser colectivo establece a la comunidad como un espacio de

562 Es decir, se participa en la comunidad, en tanto la comunidad es un instancia significativa dentro de la sociedad. Esta última se construye desde las diferentes identidades que las comunidades, en este caso mediante las redes de organización social local, producen (Rozas, G., 1992; 1993).

Page 324: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

324

construcción social, y por lo mismo, en un ente capaz de transformación social al punto de modificar las estructuras sociales que fomentan la exclusión (D.O.S., 1994).563 En este contexto, entonces, sería el Estado como garante de la validez y estabilidad de las plataformas de trabajo, y por tanto, la psicología comunitaria, o más bien, una buena parte de las producciones en psicología comunitaria establecería lazos duraderos con los proyectos de desarrollo nacionales que mencionábamos en el apartado anterior. Lo anterior puede sonar obvio en este punto, sin embargo cobra relevancia al permitir diferenciar una característica fundamental del proceso ocurrido durante este período, el cual se comenzó a percibir luego del primer gobierno de Aylwin, a saber la división entre programas de desarrollo social local destinados en su mayoría a combatir la pobreza y los programas orientados sobre los presupuestos de la protección y mejoramiento de la salud mental de la población. Bajo esta perspectiva de interpretación que hemos privilegiado, las dos líneas que ya han sido descritas hasta aquí se diferencian no sólo por su orientación hacia planos diferentes –organización comunitaria y fortalecimiento de las competencias psicosociales-, sino por una inscripción diferencial en el plano de las metas que dichas plataformas representan en el contexto del proyecto concertacionista. Martínez (en Krause, M. & Jaramillo, A., 1998) hace referencia a este proceso cuando, a propósito de la aparición de conceptos como “calidad de vida” y “necesidades sociales” dentro del campo de producciones en psicología comunitaria, agrega: “Los servicios

de atención social se configuraron como los instrumentos económicos, técnicos y humanos de los cuales se

dota una sociedad para promover las condiciones que facilitan la libertad y la igualdad entre los ciudadanos,

así como también el progreso social y económico”.564 La relación entre la psicología comunitaria orientada al desarrollo local y los programas destinados directa o indirectamente a la superación de la pobreza no fue, por cierto, del todo armónica. Según nos ha sido posible definir, son siete los problemas o circunstancias que incidieron en una reformulación de los contenidos

563 En el primer plano destacarán los debates y producciones en torno a las redes, los vínculos, los grupos, la comunicación, los sistemas locales, etcétera (véase Rozas, G., 1992; Martínez, V., 2004a; 2004b) . En la segunda línea, en cambio, los desarrollos comunitarios se integrarán al plano multiprofesional en torno el desarrollo social local al que nos referíamos en el apartado anterior (Corvalán, E. & Edy, M., 2003) 564 El concepto de calidad de vida, al que ya nos hemos referido en el primer capítulo, refiere a la sensación de satisfacción de las personas, y por lo tanto se transforma en un buen elemento para establecer parámetros subjetivos en relación al nivel de desarrollo alcanzado en una localidad. Las necesidades sociales, por su parte, hacen mención a una segunda dimensión subjetiva que implica juicios de valor en relación a problemáticas sociales –cualesquiera que fueran- de los cuales se desprenden las acciones que una comunidad debe desarrollar para solucionarlas (Martínez, L., en Krause, M. & Jaramillo, A., 1998). Ambos conceptos estarán involucrados tanto en la argumentación teórica de las intervenciones comunitarias como en su validación política y social en el contexto que describimos (véase Rozas, G., 1992).

Page 325: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

325

originales para la adecuación al nuevo escenario565. En primer lugar (a) las diferencias entre las diversas plataformas gubernamentales, es las instituciones, los programas y las redes gubernamentales, significaron una dificultad a la hora de producir una argumentación teórica sistemática y operativa que tradujera los principios originales a las acciones desde el Estado. Rozas (1993) menciona que el proceso de readaptación de las estructuras del Estado no siempre pudo con las tradiciones impregnadas en instituciones de corte asistencial que durante años desarrollaron actividades sin componente comunitario participativo. Asimismo, muchas veces la capacidad operativa de dichas plataformas impidió la involucración de los miembros de la comunidad, manteniéndose el equipo profesional como centro de las acciones. Muy cercano a lo anterior, pero en segundo lugar (b) destaca la progresiva delegación de las etapas de la intervención en organizaciones ejecutoras externas. En dicha dinámica, los programas mismos no ejecutan sus acciones y se relacionan mediante concursos y presentaciones de proyectos con otras de carácter no gubernamental que desarrollan propuestas de diagnóstico, ejecución, o evaluación (Rozas, G., 1993; Barranco, F. & Díaz, R., 1999). Lo anterior, sumado a la corta duración y poca continuidad de los programas (Alfaro, J., 1994) incide en que la acumulación y sistematización de las experiencias se diluye. Ello, a su vez en el contexto de reestructuración del Estado hacia mediados de la década, incide en la transformación de los roles; las plataformas del Estado comienzan a perfilar su labor como planificadores, coordinadores y fiscalizadores, es decir como núcleo del conjunto de ejecutores y consultores que desarrollan tareas complementarias con la comunidad. La eficiencia a corto, mediano y largo plazo, por tanto, se reduce. Derivado de lo anterior y en tercer lugar (c) la lenta transformación de la burocracia estatal y sus recursos humanos para adaptarse e los ritmos y dinámicas del trabajo comunitario, sumado a las deficiencias derivadas del enfoque en metas fundamentalmente cuantitativas (y de corto plazo -inmediatas- Barranco, F. & Díaz, R., 1999) generaron una contradicción; “programas bien planteados técnicamente, con equipos

adecuados, con una disposición de los destinatarios a involucrarse y no obstante sin resonancia a nivel de las

tramitaciones administrativas, sin la agilidad y flexibilidad financiera, especialmente sin la metodología

evaluativa apropiada a un proceso de trabajo comunitario” (Rozas, G., 1993). En cuarto lugar, y heredado del período anterior, (d) la focalización como criterio para destinar recursos y concentrar esfuerzos reemplaza a la comunidad (Rozas, G., 1993). Las familias potencialmente más adecuadas para establecer estos criterios, se transforman en la unidad privilegiada para el trabajo cuando se trata de intervenciones locales (Rogazzy, M., 2002; Vidales, A., 2004). En el plano de las relaciones locales, 565 Dicha revisión ha considerado los análisis al respecto de Rozas (1993; en Montero, M., 1997), Alfaro (1994), Asún Alfaro y Morales (1994), Olave y Zambrano (1996), Krause y Jaramillo (1998), Barranco y Díaz (1999), Alarcón, Albornoz y Fares (2003) y Vidales (2004).

Page 326: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

326

las redes entre los diversos agentes presentes en el territorio, complementarán el lenguaje teórico de las intervenciones. Alfaro agregará a esto que la focalización se orienta a intervenir en un solo nivel, impidiendo la evolución de una dinámica de trabajo comunitario conjunto entre los agentes involucrados, quedando los equipos limitados a cumplir las metas en los asuntos consignados en los cumplimientos muchas veces incluso sin los recursos suficientes (Alfaro, J., 1994). En quinto lugar, y derivado de lo anterior, (e) la descoordinación y ruido institucional que estas transformaciones impusieron se sumaron a las dificultades, En esta línea Alfaro (1994) menciona los problemas de coordinación entre las diversas instancias involucradas, tanto a nivel central como en la periferia del aparato público (es decir, a nivel local). Puede agregarse aquí, por cierto, las grandes diferencias en términos de plataformas, recursos humanos, y experiencia en trabajos en red de los equipos disponibles entre las comunas de la región. Si bien los autores no lo mencionan directamente, es evidente que (f) la falta de canales de comunicación constantes entre los equipos profesionales sumado a una carencia respecto de modelos de evaluación y acumulación sistemática de datos -arrastrada desde décadas en el área de las ciencias sociales asociadas a la intervención comunitaria- dificultó el desarrollo de propuestas capaces de insertarse adecuadamente en estos. Por último, y tampoco mencionado por los autores de forma clara, el hecho de que (g) los movimientos sociales y la asociatividad popular del período previo comenzó el proceso que ya hemos descrito de desmovilización y decadencia de las formas de expresión sostenidas hasta antes del plebiscito. Asimismo, el colectivismo y la cooperación a nivel de los sectores pobres, si bien siempre se ha mantenido, perdió su carácter político reivindicativo, su alianza en las redes de oposición y encontró las dificultades a nivel de organización y expresión política efectiva ya descritos en el apartado anterior. Esto resulta extremadamente relevante pues, primero, favorece la instalación del diagnóstico de desintegración y anomia social que ya comentamos para la línea psicosocial en salud mental, pero que aquí se traduce en una dificultad tanto teórica como concreta a la hora de producir organización comunitaria. Este diagnóstico, como hemos expresado, es propio del análisis social sostenido por el proyecto concertacionista en sus inicios. Segundo, porque entonces, y a diferencia de los otros períodos de la historia, el sujeto popular –como concepto- desaparece o disminuye su importancia en relación al grupo de los planteamientos comunitarios que se afirman en las plataformas estatales566. Las posibilidades que ofrece este contexto son acotadas en este

566 Según nuestra revisión, la crítica por el desconocimiento de las comunidades de trabajo ha sido una constante crítica a la hora de evaluar la actividad profesional en el plano de las intervenciones comunitarias (véase por ejemplo Winkler,

Page 327: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

327

sentido; se puede desarrollar una teoría y una práctica en psicología comunitaria pero siempre y cuando se tome en cuenta la condición de desintegración del tejido social, es decir de la(s) comunidad(es) en las que se planifican las intervenciones. Estos elementos, que sin lugar a dudas son parte del contexto de oportunidades del campo de la psicología comunitaria, tensionan de forma directa la identidad que se comenzaba a gestar en relación a la psicología comunitaria. Rozas (1993), quien dedica un artículo completo a reflexionar este tema, agrega: Avanzando más lejos, el problema no se encuentra en definitiva en una cuestión de mero carácter burocrático, ni administrativo sino que aparece cada vez más claramente un problema de fondo referido al modelo teórico e ideológico de referencia, el cual configura un diagnóstico determinado y consecuentemente una forma específica de trabajar y tratar los problemas, elementos todos que tienen un respaldo en la normativa estatal. Esta frase es clave, pues revela que en el fondo, el intento de establecer una identidad nacional de la psicología comunitaria se desvanece para dejar paso al diagnóstico social del Estado567, lo que cobra aún más sentido si se comparan las dificultades que antes mencionábamos para la línea psicosocial. El mismo Rozas (1993) continúa: “este modelo no es coherente con el paradigma comunitario”. Evidentemente el paradigma comunitario al que refiere el autor está estrechamente vinculado a aquél que se establecía como característico de la corriente latinoamericana, sin embargo se trata de una versión propia, local, que reconoce la posibilidad de “construir sociedad y cultura democrática” poniendo en ejercicio la participación, las identidades culturales y la experiencia histórica acumulada en el definir el país que se buscaba construir (Rozas, G., 1992; 1993; Alfaro, J., 1994; Alfaro, J, Asún, D. & Morales, G., 1994).. Ello resulta evidente si se asume que para que exista una representación de “paradigma” debe existir por debajo un sostén de argumentaciones en relación a su utilidad, sentido y complejidad.568

M., 1993). Lo que aquí se pone de manifiesto es la reducción de la importancia del sujeto popular (la antigua sociedad civil) como parte del contexto de sentido y validación de las diversas propuestas comunitarias. Suponemos, entonces, que junto a las transformaciones a nivel de las estructuras programáticas que operan a nivel local, dicho elemento es reemplazado por el sentido de validación que el Estado concertacionista aporta a las prácticas. 567 En efecto, Rozas usa el termino “modelo teórico e ideológico” a lo que nosotros hemos llamado diagnóstico social, el cual es consistente en la validación del proyecto social de desarrollo nacional que llevan a cabo los gobiernos de la concertación (cfr. Rozas, G., 1993). 568 Sobre los programas de superación de la pobreza y el modo que ellos se traducen en propuestas programáticas Rozas definirá que se debe producir un debate activo en relación a; (a) la participación efectiva de la comunidad organizada en temáticas que les competen como parte de su propio proceso de desarrollo; (b) asimismo, la involucración de dichos agentes en procesos de desarrollo integrales, adecuadas y de largo plazo; (c) lo que supone cuestionar y debatir en relación al modelo de desarrollo que se tiene por delante; (d) y en donde se valorice los cultural (las identidades, los vínculos, las “formas de hacer”) que se han desarrollado durante años en las diferentes localidades (véase Rozas, G., 1993).

Page 328: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

328

Este crítico proceso, por cierto, no elimina ni reduce el campo de la psicología comunitaria en su línea orientada al desarrollo local, sino que la reformula nuevamente. Ella, inclusive, es potenciada por trabajos paralelos. Al igual que como los desarrollos clínico sociales del período anterior, desde comienzos de los años noventa se cuentan intentos de integración técnica entre los aprendizajes de la psicología organizacional y las prácticas comunitarias. En esta línea Hernández (1991) propondrá una perspectiva centrada en el desarrollo -y fortalecimiento- organizacional de las redes y vínculos comunitarios a nivel local, para favorecer una readaptación al nuevo contexto de las estructuras organizativas del período anterior, y entre estas últimas y aquellas que cobraron vida con la transicisión.569 Asimismo, el mismo Hernández en un artículo posterior (1992) profundiza en la utilidad de dicha integración a propósito del desarrollo comunitario en localidades pobres, aclarando los nuevos roles profesionales que le competen al profesional psicólogo en dichas circunstancias570, e intentando hacer frente a las deficiencias derivadas de las transformación del aparato público antes descritas. Estas iniciativas y muchas otras en paralelo fertilizarán el terreno para que el concepto de “gestión comunitaria” se vuelva fundamental, tanto desde el punto de vista de la coordinación territorial como desde la necesidad de una política intersectorial coherente. A medida que el segundo gobierno de la concertación se acercaba a la mitad de su período con el foco puesto en la superación de la pobreza, la modernización sectorial del Estado, y las limitaciones relativas a la participación social en los procesos de construcción de una “nueva sociedad” y un nuevo modelo de desarrollo, la posibilidad de sostener una identidad emergente de la psicología comunitaria como comprometida con procesos de transformación social produjo, según nos parece, se hizo difícil. Los ideales y la realidad no se acoplaban, y la aparente imposibilidad de hacerlos calzar en una producción disciplinar unificada, incorporada a la identidad profesional del psicólogo clínico y –o- social, favorecieron el auge de producciones orientadas a cuestionar, describir, o reconstituir el debate relativo a los planteamientos comunitarios a la base de las prácticas de intervención en la que los psicólogos –junto a otros profesionales y para profesionales- se desempeñaban. Se producen, consideramos, dos fenómenos paralelos muy significativos que permiten identificar la evolución actual del campo de la psicología comunitaria, y a los cuales dedicaremos las siguientes páginas. 569 La propuesta del autor no está solamente enfocada en el plano técnico; el autor considera que el fortalecimiento de la operatividad y los vínculos son una condición básica para que la participación y la involucración comunitaria en sus propias estrategias de desarrollo se concretice, superando la lógica asistencial que se había instalado hasta ese momento (Hernández, J., 1991). 570 Sobre este punto Hernández (1992) expone “en estos contextos el rol del psicólogo se define como un facilitador, motivador, orientador y reforzador del trabajo comunitario con los líderes de la comunidad y en la dirección del desarrollo local y regional [...] contribuyendo así, con su alta calificación técnica a esta tarea”. Implícito está, por cierto, el carácter multiprofesional de los equipos en los que el psicólogo se desempeña.

Page 329: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

329

El primero (I) dice relación con la escisión de la segunda línea, orientada a desarrollo social local y al fortalecimiento de las redes hacia mediados de la década pasada571 entre aquellos que comparten la estrategia y las orientaciones generales descritas y quienes no, específicamente producto de un análisis que revela limitaciones estructurales en la “esencia” que se encuentra a la base de ellos (cfr. Román, J., 1999). El paralelismo entre los que -según como explicamos en el apartado previo- se mantienen como críticos desde la estructura o plano interno y aquellos que por el contrario sostienen su crítica a los fundamentos mismos del sostén ideológico del cual se derivan los diagnósticos y las estrategias del Estado. En relación al desarrollo de producciones que pueden ser consideradas dentro del campo de la psicología comunitaria nos parece necesario identificar, al menos, tres actores críticos que se aglutinan en torno a la propositividad de la crítica externa. En primer lugar destacan aquellos que, por diversos motivos, no se incorporaron a las líneas del Estado y que se mantuvieron en los diversos centros académicos y organizaciones no gubernamentales, tanto vinculados al trabajo intelectual como a las intervenciones comunitarias propiamente tales (cfr. Favreau, A. & Bonnefoy, M., 1995572). Como puede esperarse, se trata de un grupo amplio que en estos años se ha dinamizado; la cantidad de centros de reflexión se ha visto engrosada por la apertura de diversas carreras universitarias relacionadas al trabajo comunitario, encontrándose en este sentido una amplia variedad de enfoques, especializaciones temáticas, ofertas educativas, etcétera. El caso de las organizaciones no gubernamentales; muchas se transformaron en ejecutoras, en consultoras de temas específicos, se dividieron o simplemente desaparecieron mientras otras intentaron mantenerse en la misma línea de antaño573. Más que desaparecer las organizaciones debieron adaptarse al nuevo contexto y un proceso similar ocurrió con los centros alternativos de formación. De este grupo nos interesa destacar a aquellos que decidieron mantenerse en el plano de las organizaciones no gubernamentales por su carácter de organizaciones civiles independientes, junto a las cuales se agruparon profesionales de diversas áreas que decidieron sostener una posición alternativa al modelo que se buscaba instalar (véase Román, J., 1999; Salazar, G., 2003). Ello, por cierto, no quiere decir que la crítica fuese 571 Una argumentación similar y consistente con lo que hemos planteado puede encontrarse en Unger (1995). 572 Valga como ejemplo las posiciones que existieron dentro de La Caleta, una organización de reconocida trayectoria en trabajo comunitario, en la cual sus miembros reconocen un “quiebre institucional” entre aquellos que consideraron que era necesario incorporarse a las redes del Estado para hacer frente a los problemas sociales de las comunidades pobres (especialmente en el caso de la drogadicción y el consumo de drogas), y aquellos que consideraron que era prudente mantenerse al margen de un Estado que se mantendría en el marco Neoliberal antes rechazado, sin que por ello se cerraran las puertas a colaborar y debatir desde su posición de independencia y fortalecimiento de la sociedad civil (Favreau, A. & Bonnefoy, M., 1995; Caleta Sur, 2004). 573 Lamentablemente no hemos podido contar con datos adecuados en este sentido, debido a diversas causas. En primer lugar cabe destacar la inexistencia de una definición clara de organización no gubernamental. Ya desde una comparación transversal no nos fue posible encontrar información detallada sobre la evolución de dichas organizaciones desde su período de masificación en el período anterior. Se trata, sin embargo, de un proceso reconocido y aceptado por gran parte del cuerpo de profesionales que hoy en día se desempeña en esta área (ver Barranco, F.& Díaz, R., 1999).

Page 330: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

330

opositora –como antes lo había sido con la dictadura y su carácter refundacional-, al contrario y especialmente al inicio, tuvo relación con la necesidad de sostener las redes civiles desarrolladas durante el período como parte de las nuevas formas de desarrollo, manteniéndose ese objetivo incluso cuando las circunstancias y el contexto en general disminuyó las posibilidades de subsistencia de dichas organizaciones y centros574 (Román, J., 1999). Con el pasar de los años, sin embargo, si se produjo una radicalización de las posiciones externas, no partícipes del sustento político concertacionista, que sí explicitó una posición de dura crítica a los postulados del gobierno (Santibáñez, M., 2002). La situación es, por cierto, más compleja ya que muchas veces el financiamiento de dichas iniciativas viene de su trabajo conjunto con el Estado, por lo que nos queda suponer la capacidad de que en el caso de la lógica de planificación y ejecución por externos, estos últimos logran desarrollar actividades consistentes con sus propuestas dentro de los límites del Estado (cfr. Favreau, A. & Bonnefoy, M., 1995; Román, J., 1999)575. Bajo dichos criterios, el segundo grupo de actores críticos está compuesto por los líderes, educadores, monitores comunitarios y pobladores que habían formado parte de las redes de resistencia populares a través de programas desarrollados por organizaciones no gubernamentales (Weinstein, L., en Olave, R. & Zambrano, L., 1993). Por un lado su condición de paraprofesionales –en el lenguaje técnico formal- les reconoce importancia clave en la aplicación concreta de los programas, sin embargo demás está decir que dadas las condiciones políticas del período y más en concreto de la tradición de organización histórica buena parte de los sectores a los que pertenecen y en los que operan576 puede reconocerse un compromiso cercano de un número reducido de ellos los alinea en cercanía a las posiciones alternativas externas (Bustos, L., 2002). Como explicamos en el apartado anterior ello resulta especialmente relevante si se considera la experiencia de ellos frente a la práctica de sostenida y validada por las entidades del aparato público que “sustituye al sujeto constructor de realidad y de cambio social por uno que participa en pequeñas decisiones

574 Ello resultó especialmente relevante en el caso de las organizaciones no gubernamentales, ya que muchos de los centros de formación alternativos tuvieron apoyo de parte de las corporaciones universitarias de las que formaron parte en sus inicios (Bengoa, J., 1996). 575 Esta posibilidad es particularmente interesante en las áreas temáticas en las que los cuerpos profesionales de las organizaciones no gubernamentales han consolidado una posición alternativa relativamente sólida con nichos que han sido capaz de transformarse en interlocutores válidos de los planificadores de gobierno, como en los casos de las políticas de juventud, el consumo de drogas, los temas de género, y las discusiones políticas sobre la participación ciudadana (véase Duarte, K., 1994; Román, J., 1999; Santibáñez, M., 2002). Esta afirmación que sostenemos no es consistente con otros estudios que intentan interpretar los diferentes discursos formales que operan en las instituciones que se ocupan de ejecutar intervenciones comunitarias orientadas al desarrollo local (véase Alarcón, M., Albornoz, V. & Fares, E., 2003). Valga lo anterior como advertencia de la imposibilidad de generalizar nuestra afirmación más allá de los parámetros que aquí hemos descrito. 576 Recientemente diversos autores, entre ellos Funahashi (2003) y Abugattas (2004) han estudiado los procesos de organización comunitaria de los sectores poblacionales que se caracterizaron por su capacidad organizativa en términos políticos y sociales. En ellos, si bien queda de manifiesto la crítica situación de diversas de dichas organizaciones, se destaca la existencia de redes que aún operan intentando sostener su independencia y capacidad de trabajo, abriendo las posibilidad a que otras más se aglutinen.

Page 331: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

331

que no influyen mayormente en el orden social, ni producen un cambio más profundo o estructural en la

sociedad” (Alarcón, M., Albornoz, V. & Fares, E., 2003), creando situaciones contradictorias en el plano de las relaciones locales entre sus expectativas e ideales y la realidad. Al tercer grupo de actores críticos se lo ha identificado en diversas oportunidades con el nombre de “desencantados”, es decir, aquellos que se integraron a la estructura del aparato democrático durante el período de transición y que por diversos motivos, consideraron adherir a una crítica de fondo sobre los presupuestos que la concertación ha puesto en práctica durante los últimos años. Se trata, por cierto, de una diferencia sutil a la vez que compleja. Sutil, porque es difícil situar con precisión a determinado grupo de profesionales que ha participado y muchas veces aún participa de las estructuras públicas como partícipe de una crítica externa, y compleja porque las academias, los centros e incluso las organizaciones no gubernamentales han permitido cierta distancia para desarrollar planteamientos con relativa independencia de los debates oficiales en las temáticas consideradas por las políticas sociales577. Afirmamos, en coherencia con lo que hemos argumentado hasta aquí, que la diferencia se sitúa a nivel del modelo de desarrollo que se espera favorecer, y de los diagnósticos sociales que lo sustentan y validan. La diferencia está situada en el plano de lo político de la política social (cfr. Rogazzy, M., 2002). Debido a lo anterior, y si bien nuestra lectura reconoce que la escisión es clara en relación al problema de los fundamentos y objetivos del modelo de desarrollo promulgado, este grupo incorpora y mantiene lazos de cercanía con autores que se habían identificado con la línea del fortalecimiento psicosocial desde las diversas plataformas a las que ya nos hemos referido.578 Consideramos que el eje que permite reunirlos como parte de un mismo grupo, o más bien, como parte activa de una línea de producciones en el campo de la psicología comunitaria es la crítica al modelo de desarrollo impulsado por los gobiernos de la concertación, junto a la capacidad para elaborar argumentaciones que validen y apunten a la construcción de, valga la redundancia, otro modelo de desarrollo, sustentable, justo, humanista y centrado en las identidades y dinámicas de convivencia locales579. En términos generales una

577 Asunto que se refleja en el aumento comparativo del número de publicaciones totales y por autor durante el período, como se ha podido constatar en las referencias que hemos utilizado en este capítulo. 578 Lo anterior permite identificar lazos de colaboración en el campo de las producciones relativas a la psicología comunitaria, pero sin embargo estas dos líneas se mantienen como independientes, tanto en el plano teórico, político, como técnico. En efecto, el “desencanto” con el que hemos denominado a este tercer grupo hace relación a la transformación de la perspectiva hacia los planteamientos que aquí describimos. 579 Como es de esperar los conceptos aquí utilizados no tienen una lectura unívoca, sin embargo aparecen como parte del imaginario del que esta se nutre (véase Román, J., 1999; Santibáñez, M., 2002; Osorio, J., 2004). Weinstein (2003) aportará una conceptualización derivada de las teorías humanistas en las cuales el encuentro y la generación de vínculos significativos de apoyo –a un nivel existencial- y colaboración son condición esencial para un desarrollo a escala humana y orientado al bienestar. Osorio (2004) intentará por su parte resignificar el concepto de sustentabilidad como

Page 332: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

332

interpretación válida sobre la puesta en práctica de dichas iniciativas podría ser la de producir un sentido colectivo que impregne procesos de desarrollo tanto subjetivos como materiales a partir de las experiencias históricas locales, y que finalmente se traduzca tanto en una transformación de las dinámicas internas de la propia comunidad o grupo, a la vez que en un elemento facilitador del cambio social mayor. Se trata, por tanto, de una línea que en su variedad reúne tanto posiciones ético políticas desde las que se derivan los énfasis y orientaciones de las intervenciones, como propuestas técnicas capaces de aportar una conceptualización para operar y producir cambios en la realidad. Las condiciones de su producción que se derivan de nuestra exposición, sin embargo, la sitúan como existiendo en espacios marginales, intersticiales, pero su capacidad para sobrevivir y producir argumentaciones teóricas en el campo de la política y lo comunitario que resultan convergentes y consistentes entre sí lo sitúan como parte de la dinámica necesaria para la existencia del campo de la psicología comunitaria, aportando el dinamismo necesario como para favorecer la evolución conceptual del debate teórico. Asumir lo anterior implica la existencia de un denominador común que permite agrupar lo que pareciera estar desperdigado en el campo de las argumentaciones relativas al trabajo comunitario en Santiago de Chile. Sin embargo, y como puede seguirse de la historia hasta aquí presentada, se trata de un movimiento que nunca ha tenía una estructura formal de la que dependa su operatividad y capacidad productiva, al tiempo que reconoce como base la integración de diferentes saberes profesionales en la producción de intervenciones integrales. Nos referimos a los planteamientos propios y centrales de lo que fue denominado “desarrollo humano”, y que encuentran puntos de sincronía con diversas de las metodologías de corte participativo y trabajo comunitario con las agrupaciones de base durante el período anterior580, pero incluso antes, con los trabajos de Weinstein en torno al cambio cultural comunitario durante las década del cincuenta, sesenta y setenta. Se reúnen aquí, entonces, tanto las profesionales más típicas de la historia que hemos relatado -la medicina, la sociología, la antropología, el trabajo social-, como aquellas que son capaces de aportar formas de entendimiento alternativo de la realidad capaz de complementar las visiones tradicionales –la economía, la educación, la filosofía política, la física, la biología, la comunicología, etcétera-, de la misma forma en que lo habían hecho hacia mediados de la década de los ochentas, sólo que esta vez en un contexto diferente. La psicología comunitaria pierde su condición de modelo o de posición política comprometida, para transformarse en parte del nuevo paradigma, mayor y unificador, en el cual las vertientes teóricas humanistas

dentro de dinámicas democráticas, participativas e integradoras, en la lógica de la ecología humana, en donde debería existir “el derecho al ser constructor de sociedades [...] compasivas, justas y solidarias”. 580 En efecto, una masiva cantidad de documentos demuestran que dichas orientaciones ya habían sido incorporadas como parte del trabajo aplicado de la psicología y otras profesiones. En este sentido Bacigalupe (1986), Casanueva y Nilo (1988), Aubel y Dalla-Porta (1993), y Krause (en Durston, J. & Miranda, F., 2002) ofrecen algunas directrices en relación al rol del agente psicólogo en dinámicas así concebidas.

Page 333: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

333

y transpersonales se vuelven referentes válidos (cfr. Weinstein, L., en Olave, R. & Zambrano, L., 1993; Osorio, J. & Weinstein, L., 1993).581 Hay, por lo mismo, continuidad a la vez que elementos nuevos que se integran a esta posición. Continuidad por los desarrollos históricos en relación a las prácticas de desarrollo comunitario participativo desde el trabajo de las organizaciones no gubernamentales, mismo que era sostenido por los trabajos de análisis y propuesta social de profesionales de las ciencias sociales y figuras políticas de las redes de oposición. Como aclaramos en el apartado anterior los autores vinculados a la educación popular, y la investigación participativa debieron reelaborar el sentido de sus prácticas dando origen a una noción amplia y muchas veces inespecífica de trabajo comunitario (Santibáñez, M., 2002). Las innovaciones, por cierto, irían en esta línea y se nutrirían de los desarrollos paralelos de las líneas psicosociales y de desarrollo comunitario. El proceso de evolución de esta línea resulta, por tanto, complejo de delimitar hacia principios de la década pues parte importante de sus miembros desempeñó labores en la transformación de la estructura pública para adaptarse a los nuevos lineamientos. En paralelo los autores continuaron su trabajo reflexivo en relación a los conceptos que los habían motivado; desarrollo humano, transformación social, identidades locales, etcétera. Weinstein ahonda en la posibilidad histórica de transformación democrática desde la idea de “racionalidad

integradora” en la cual la salud, la participación política –o en lo político de la sociedad-, y la organización social se complementan en una práctica capaz de desarrollo humano y personal, manteniendo su línea de pensamiento, ahora ampliando su perspectiva públicamente hacia los derechos humanos, la ecología social y a otras temáticas significativas (Weinstein, L., en Gyarmati, G., 1988; 1989; Morales, G., 1992)582. Ya entrada la década Morales (1992; en Olave, R. & Zambrano, L., 1993) lo identificará como parte significativa del conjunto de ideas relativas al cambio cultural comunitario a la que ya nos hemos referido en diversas oportunidades. Asimismo, en estos primeros años y amparados por la dinámica de transformación de las plataformas vinculadas al trabajo comunitario -ya fuere en el aparto público, las organizaciones no gubernamentales, las agencias internacionales o las academias- diversos autores reincorporan los antiguos ideales comunitarios al proceso de reconceptualización de los referentes técnicos actuales, intentando

581 Ello no significa, por cierto, que estemos fuera del campo de la psicología comunitaria. Al contrario, en esta línea, el campo de la psicología comunitaria se nutre de los trabajos y desarrollos conceptuales aquí considerados. Sin embargo, para mantener la estructura del documento, hemos intentado acotar esta exposición a referentes públicos conocidos y a trabajos elaborados por parte de grupos profesionales de psicólogos. 582 En efecto las ideas de Weinstein habían encontrado aceptación en diversas iniciativas que ya hemos mencionado, y sus vínculos con las redes de trabajo en relación a derechos humanos (y psicología política), de trabajo comunitario y a planteamientos psicosociales (en el sentido del bienestar psicosocial) desde finales de la década de los ochentas favorecieron el diálogo con diversos autores de la línea psicosocial que ya hemos referido. Puede revisarse al respecto Gyarmati (1988), Weinstein (1989), Vidal (1990), Morales (1992) y Olave y Zambrano (1993). Lo anterior sólo a modo de expresión de que si bien se amplia, el núcleo central de las ideas permanece.

Page 334: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

334

sostener los fundamentos de los procesos de reflexión problematizadora y participación activa de los miembros de la comunidad (Duarte, K., 1994; Román, J., 1999; Bustos, L., 2004; Salazar, G., 2004)583. Sin embargo, la crisis que generó el corte del financiamiento internacional, el progresivo desarrollo de un competitivo mercado orientado a satisfacer las demandas de planificación, investigación y ejecución de programas estatales, y el complejo proceso de sobrevivencia de las plataformas no gubernamentales mediante financiamientos múltiples (Krause, M. & Jaramillo, A., 1998), comenzó a producir descontento entre los grupos que habían preferido mantenerse al margen del Estado. Junto a ello prosperó un diagnóstico negativo en torno a la completitud y posibilidades de las iniciativas estatales en múltiples ámbitos, pero con especial fuerza allí donde grupos de profesionales habían logrado cierta validación y reconocimiento en su trayectoria histórica vinculada al trabajo comunitario; consumo de drogas, juventud, participación y desarrollo social, y pobreza (Román, J., 1999). Todos temas significativos que habían dado lugar a los principales planteamientos psicológico comunitarios, mismos que ahora volverían a escena para sostener los debates en términos de las prácticas comunitarias y sus fundamentos. En esta línea diversos autores, adhiriendo a la denominada “teoría política de la oportunidad” que referimos en el apartado anterior, encontrarán la necesidad de definirse como alternativos, validando una perspectiva diferente en relación a los procesos de organización comunitaria civil en los sectores populares. Santibáñez (2002), por ejemplo, explicitará el punto de vista de dichos grupos al constatar que en los procesos de modernización que siguieron al gobierno de transición la distancia entre intelectuales -y planificadores- y sectores populares se acrecentó, creándose una élite (“grupo de poder”) que orienta las acción estatal hacia los criterios del mercado, alejándose de los intereses de la sociedad civil584. En esta lógica lo que está en juego para estos grupos no es solamente la supervivencia de sus plataformas de trabajo sino el sentido político y ético de las mismas, y por lo tanto, la relación con el Estado –ahora demandante- se volvió conflictiva. Así hacia mediados de los años noventa, en donde la crisis por 583 En una argumentación consistente con la interpretación que hemos hecho Morales (1992) afirma que la idea de transformación subjetiva como parte del cambio cultural comunitario sitúa a los argumentos de la racionalidad integradora en cercanía a la educación popular –tanto en su desarrollo teórico nacional como en la acción comunitaria que implica. Duarte (1994) agrega además que algunos de estos trabajos son reconocidos como cercanos a las educación popular por los propios involucrados al convertirse en instancias de desarrollo personal y colectivo a partir de la experiencia y conocimientos acumulados. 584 Santibáñez avalará esta tesis sobre la situación política en los estudios de otros autores que utilizamos en el apartado anterior; Salazar y De la Maza. Por cierto, uno de los principales eventos vinculados al proceso de modernización del Estado hacia mediados de la década es el establecimiento de un contrato implícito con las organizaciones a través de competitivas licitaciones y fondos concursables, lo que limitaba su capacidad propositiva como representantes del sector civil (Santibáñez., M., 2002). Dicha afirmación cobra aún más sentido si se considera que las redes de oposición del período anterior hacían logrado una importancia sustantiva, y que habían en muchos casos reemplazado al alicaído sistema partidista luego de la crisis de 1973.

Page 335: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

335

financiamiento se hace mayor y en donde el debilitamiento comparativo de las organizaciones es evidente, las discusiones se centran en torno al rol de las organizaciones del sector civil585. Más aún, la crítica se fortalece al converger en que la política se aleja de los ciudadanos, pues en la práctica su capacidad para identificarse con ella y para participar de ella se ve limitada, especialmente en lo que a las realidades locales compete. Adicionalmente las crisis internacionales y el proceso de desaceleración del crecimiento mantenido durante los primeros años de la década, que redundaron en un estancamiento de los indicadores de superación de la pobreza facilitaron la apertura de espacios para desarrollar una crítica que aparecía como necesaria.586 En este contexto desde la segunda mitad de los noventas comienzan a desarrollarse vínculos entre los grupos profesionales, conformándose redes de trabajo que desarrollan actividades en las temáticas antes mencionadas (Román, J., 1999), en las cuales se establecen –según consideramos- dos puntos de convergencia relativamente claros. En primer lugar es posible identificar (a) una lectura histórica común respecto de los procesos de movilización colectiva a nivel popular. En términos generales ella asume que ha habido una transformación de las formas de expresión política a nivel ciudadano (Santibáñez, M., 2002). Sobre el momento actual Osorio (2004) expresará que las formas convencionales “han disminuido su credibilidad” siendo inhábiles para detener “este reencantamiento de la política ciudadana, que está siendo

fuente de un nuevo imaginario social y educativo, que moviliza a jóvenes, a las mujeres, a los movimientos

indígenas, a las asociaciones de consumidores, a los ambientalistas y a los grupos de defensa de los

derechos humanos” por toda la América Latina, como en otras partes del globo. Ello no choca con las afirmaciones antes expresadas por De la Maza (ver apartado anterior), si no que se refieren exactamente al proceso de independencia y autonomización de las iniciativas ciudadanas, al transformarse en actores sociales significativos (Oyarzún, A., 1999; Bustos, L., 2004; Osorio, J., 2004). Se trata, entonces, de una lectura de movilización social activa, pero diferente; más directa, muchas veces minoritaria y acotada, pero respondiendo a lógicas de participación innovadoras. Dicha presunción, por cierto, implica no sólo un proceso de reconceptualización de las perspectivas teóricas para comprender dichas 585 Santibáñez (2002) opondrá a este proceso de reflexión la idea “profesionalizante” que subyace al pragmatismo instrumentalista –“domesticador”- percibido como central en la dinámica del aparato público. Dicha idea, que hace recordar las discusiones históricas en relación al rol del psicólogo comunitario en los desarrollos históricos durante los períodos anteriores y en general en las corrientes hasta aquí revisadas, permite entender la aparentemente confusa integración multiprofesional que se producirá en torno al concepto de “trabajador comunitario”. 586 Como ya mencionamos una característica de dicho período ha sido el aumento de las brechas de equidad entre los grupos más ricos y poderosos y el inmenso sector marginal excluido. Junto a ello muchos autores mencionan el correlato subjetivo a nivel social sobre el que han versado –por ejemplo- los trabajos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, en los cuales el sentido de comunidad, la pérdida de referentes, la inseguridad, y una sensación de disconformidad parecen estar esparciéndose entre los ciudadanos (véase por ejemplo Bengoa, J., Márquez, F. & Aravena, S., 1999; Román, J., 1999)

Page 336: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

336

dinámicas, reconociendo en los sujetos su propia condición de sujetos activos, propositivos y dinámicos, sino también –y de modo más profundo- una reconstrucción de la identidad misma que vincula a las organizaciones no gubernamentales a la sociedad civil en su amplio sentido. En efecto, la lógica de interacción directa a nivel local entre ciudadanos activos y sus contrapartes hace potencialmente irrelevante el rol mediador de las organizaciones no gubernamentales. Al respecto Román (1999) agrega que la importancia de dichas organizaciones tiene una nueva significación; el acompañar y colaborar con los procesos de acción ciudadana. Ello supone, por cierto, un rol político activo de parte de estos grupos profesionales al dejar de lado el rol protector y de apoyo antes marcado por la situación de los ochentas, para ahora convertirse en parte activa de ese proceso de expresión social.587 Bajo dicha perspectiva de interpretación, por cierto, la reconstrucción de la identidad y sentido de las organizaciones no gubernamentales rescata –reivindica- y actualiza el ideal presente en el origen de ellas como plataformas de trabajo, y las sitúa nuevamente “del lado de los sectores populares”, pero ahora caracterizados como movimientos sociales de ciudadanía activa (cfr. Román, J., 1999; Santibáñez, M., 2002). Bajo esta lectura, el segundo elemento de convergencia tendrá relación con (b) la conceptualización del trabajado comunitario. La intervención social tendrá como centro, al estar definida en una interacción relacional entre los profesionales y los intereses comunitarios, en la construcción y fortalecimiento de un sentido colectivo –comunitario- en el que se integren y aúnen los esfuerzos del conjunto de agentes involucrados en la intervención (Favreau, A. & Bonnefoy, M., 1995; Santibáñez, M., 2002). Aguayo (1997) intentará expresar la concepción presente en el proceso de intervención poniendo de relevancia el componente de aprendizaje –de educación colectiva- que se pone en juego entre los agentes al afirmar: Al estar constituida la situación educativa por intereses, motivaciones y necesidades diversas de los agentes involucrados, ésta requiere ser interpretada como acción esencialmente simbólica, por cuanto la realidad social [...] es la expresión de esquemas de percepción e interpretación construidos por los sujetos que la componen. En este sentido, el conocimiento cotidiano de los grupos, los sujetos y las instituciones se transforma para el [interventor, por ejemplo el profesional] en el principal campo de intervención, pero no es un campo donde se plantean propuestas y soluciones lineales; más bien es el campo donde se juegan las complejas relaciones simbólicas de la acción de transformación

587 Bajo esta perspectiva, el rol propiamente técnico y de colaboración con la comunidad se complementa con lo que en un sentido amplio puede entenderse como activismo, al considerar como necesaria la adscripción a una crítica política frente a las limitaciones del modelo liberal.

Page 337: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

337

Así, se hace necesario considerar que la intervención es efectuada por “agentes sociales en relación, que

participan desde sus propias representaciones e interpretaciones, en la búsqueda común de un futuro

deseable, es decir, [en] la promesa del proyecto” (Aguayo, C., 1997). Por esto, el trabajador comunitario, si bien no forma parte de la comunidad588 se convierte en un acompañante y mediador del proceso de transformación necesario para hacer frente a la problemática (Salazar, G., 2004). Su inscripción profesional, por cierto, no le designa un rol prefigurado –estructurado-, pues el mismo se debe ir construyendo, lo que por cierto no lo excluye de un conjunto de funciones acotadas a la tarea; lo que sucede es que la tarea misma se va construyendo. Desde este punto de vista, la flexibilidad es contraparte de la multiprofesionalidad idealmente considerada en el trabajo, resguardando las potencialidades comunitarias (Aguayo, C., 1997)589. Debe construirse, por tanto una mirada amplia pero no rígida del conjunto de problemáticas que están presentes en la situación enfocada. Dicho elemento, característico de las aproximación técnica de la investigación participativa, permite involucrar parte de los conocimiento acumulados por la línea de trabajo psicosocial. Casi por necesidad, entonces, esta línea ha incorporado el concepto de redes sociales. Sin embargo, la apropiación, lectura y uso del concepto está fundamentalmente asociado a una lectura del poder local, de las potencialidades de desarrollo comunitarias y la “historia local” puestas en juego en las intervenciones590 (Osorio, J., Weinstein, L., 1993; Garcés, M., 1996; 2003; Bustos, L., 2004) Osorio (2004) agregará que las nuevas formas de participación aparecen como “procesos asociativos, protagonizados por redes,

movimientos, opiniones públicas locales y regionales, que entienden su política [acción] como construcción de

poder, de derechos y de responsabilidades”, en donde la ciudadanía se emplaza como “un encuentro con los

otros en la proximidad, como comunitarismo”. 588 Por su pertenencia a una plataforma diferente lo que lo sitúa en una “historia” (una experiencia no compartida), y por su inscripción en el campo del saber profesional (véase Caleta Sur, 2004). 589 Pozzoli (2001) argumentará que la complejidad humana requiere de una comprensión integral, en la cual la diferenciación y privilegio de “saberes” tradicionales por sobre el resto no facilita el proceso de acople idealmente supuesto. Bustos (2002) reconoce que parte importante del grupo de involucrados en estas intervenciones se diferencia del perfil propio del período anterior; ya no se trata de profesionales y equipos técnicos con mucho financiamiento, sino de agrupaciones de jóvenes con iniciativas autodidactas y “un compromiso casi heroico”. Existe, por tanto, un reemplazo generacional en la apropiación de parte de los agentes interventores de las prácticas antes desarrolladas por esta línea (cfr. Duarte, K., 1996). Aguayo (1997), por su parte, intentará retomar los procesos de reconceptualización de las profesiones orientadas al trabajo social en términos de su capacidad movilizadora –liberadora-, adecuándose al mismo tiempo a los criterios que recién describíamos, integrando el concepto de proceso autogestivo. Este último, si bien aparece mencionado en diversas oportunidades, no ha sido objeto de una reflexión más profunda, por lo que aquí lo sindicamos solamente como asociado a la flexibilidad y colaboración de un profeso orientado y centrado en la comunidad (cfr. Román, J., 1999; Santibáñez, M., 2002). 590 No se trata, entonces, de redes orientadas a la integración, sino de las redes de vínculos operativas incluso previas a la intervención y con las cuales el conjunto de agentes se debe relacionar. En efecto la lectura de las redes desde la perspectiva instrumental que se visualiza en las prácticas estatales es rechazada en el análisis sociopolítico del contexto actual (Bonnefoy, M. & Álvarez, M., 2003)

Page 338: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

338

En resumen Román (1999) explica: La comunidad como espacio de intervención posibilita la reconstrucción del tejido social, fortaleciendo valores como la solidaridad y el compromiso, ingredientes que favorecen la dinamización de la Comunidad en aras de una transformación [...] La participación social se constituirá, en la práctica, por medio de la acción comunitaria, instancia en la que se activan y movilizan los recursos de la comunidad [...] Así es como el trabajo comunitario con la participación social se encuentran en estrecha relación. Otro elemento que conforma el eje comunidad-participación es el de redes sociales, estas entendidas como el espacio en donde el proyecto colectivo se puede enriquecer y ampliar a través del continuo y permanente intercambio de experiencias y conocimientos acumulados [...] proporcionando al mismo tiempo un enfoque multidimensional e integral del fenómeno problemático. Vale la pena destacar que es la lectura unificada de que los sujetos de la intervención son actores sociales significativos -más que la constatación experiencial, en la práctica-, la que está presente en las intervenciones. En efecto, la perspectiva de análisis social determina el conjunto de posibilidades que para el o los equipos interventores existe en una intervención o programa acotado591. Ello permite entender, por mencionar un ejemplo, los planteamientos en relación a prevención y promoción que ha desarrollado durante la Caleta Sur (2004) durante los últimos seis años. Allí los criterios fundamentales tienen relación con el hacer y ser con otros, dinamizando la vida comunitaria, reconociendo en ella una historia y una experiencia –aprendizaje- acumulado que la determina y le da consistencia. Por ello la lectura emocional, la implicación de los afectos, resulta crucial ya que es propia de la dinámica o proceso comunitario (Pozzoli, M., 2001). Esta propuesta es consistente, por cierto, con los planteamientos de Weinstein (en Catalán, M.,1997), en los cuales, por ejemplo, la adicción a las drogas es vista como una alternativa poco saludable de parte de los sujetos frente a condiciones de desarrollo humano desfavorables, mismas que luego limitan la capacidad del ser humano para desarrollarse en todo su potencial y ser parte de la construcción de la sociedad 592. En

591 En efecto, y en coherencia con lo nuestra perspectiva teórica, la construcción de una argumentación conceptual basada en una lectura o interpretación de la realidad es fundamental para la validación de las experiencias profesionales que pueden ser consideradas como parte de la psicología comunitaria (véase el primer capítulo). 592 Lo que implicaría que su valoración humana para satisfacer sus necesidades básicas –propias del derecho al bienestar de cada uno en un proceso de desarrollo personal- se han alienado. En efecto la propuesta de Weinstein (en Catalán, M., 1997) no reniega del consumo de drogas, si no que centra la discusión en el uso de las mismas, y las específicamente en el uso que la sociedad construye respecto de ellas. Así, elaborando sus ideas iniciales sobre este aspecto Weinstein planteará que una formación humanista es potencialmente una forma de prevención integral. Con lo anterior, por cierto, Weinstein se sitúa en una posición de crítica –que reúne a un importante y diverso grupo de

Page 339: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

339

coherencia con estas afirmaciones, el término “trabajo de calle” es utilizado como sinónimo del trabajo comunitario en terreno, pero con la significación asociada a la intervención in situ, allí donde ella se materializa y cobra un sentido colectivo. Desde esta argumentación la “destematización”, es decir la superación de la concepción inicial de las problemáticas que dan cabida a las intervenciones, resulta fundamental. Así, por ejemplo, no sólo se requiere de un análisis social del fenómeno del consumo de drogas o de la violencia, sino también de un proceso de resignificación de las mismas, asociándolas a las formas y dinámicas subjetivas de los miembros de la comunidad. No se encuentra, entonces, una primacía de un modelo de conformación de los equipos de intervención. Más aún, la definición de intervención misma se flexibiliza, dando lugar a una perspectiva centrada en procesos orientados a vínculos y relaciones sociales que produzcan transformación social –o “cambio cultural”- (Pozzoli, M., 2001).593 Por todo lo anterior, no es posible identificar a esta línea argumental con algunos de los dos ejes antes mencionados –salud, y/o desarrollo. Sin embargo, ambos son parte fundamental de la propuesta; salud como parte del proceso de desarrollo personal y colectivo que es en definitiva del bienestar buscado594, y desarrollo

pues en el fondo lo que está en juego es una crítica y una propuesta consistente en la producción de un modelo diferente del mismo, coherente con los diagnósticos sociales de una nueva forma de expresión y organización colectiva, que muchas veces es parte de una lógica de transformaciones políticas de dimensiones globales (Catalán, M., 1997; Weinstein, L., 2003a; Pozzoli, M., 2001). Por esto, los debates y producciones relativas a la situación de desigualdad y los conceptos mencionados en las últimas páginas del apartado anterior resultan de sobremanera relevantes; la pobreza es sin duda un concepto relevante. Sin embargo no resulta axial, o central, ya que el problema de fondo está en las limitaciones de un sistema que diagnostica a la pobreza como asociada a una incapacidad para la integración, asumiéndola dentro un perfil de daño o carencia en la cual una interpretación alternativa resulta limitada dentro de los parámetros neoliberales en vigencia (véase Bonnefoy, M., 2002). Por cierto dichos ideales se apoyan en diversas otras áreas de reflexión intelectual de corte crítico orientadas a la reconceptualización de la economía –la

profesionales- hacia las actuales políticas de control sobre dicha temática de parte de la concertación (Catalán, M., 1997; Román, J., 1999). 593 A diferencia de la dinámica a la que están sujetas las plataformas dependientes de la política social no es posible identificar aquí con claridad una relación de oferta y demanda en dos entidades independientes. La relación final que se traduce en intervención se produce como parte de un proceso en donde pueden intervenir múltiples actores (Weinstein, L., 2003b). 594 Con anterioridad Weinstein había instalado la idea de que salud era el objetivo, el sentido, y el camino del desarrollo integral. Estas ideas, como argumentamos, fueron retomadas en el proceso de reconceptualización de la política por parte de las redes de oposición orientadas al trabajo con sectores populares durante la década de los ochentas, manteniéndose como ideal hacia este período (cfr. Pozzoli, M., 2001; Osorio, J., 2004).

Page 340: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

340

superación del economicismo dirían Max-Neef o Hopenhaym-, básicamente continuando con los lineamientos relativos al desarrollo humano –o a escala humana-, junto a una perspectiva sociológica desarrollada en el seno de instituciones internacionales con presencia en diversas naciones de América Latina desde las cuales el análisis de estas nuevas formas de organización social -se trate de grupos locales, de comunidades virtuales, o de iniciativas grupales autónomas- se ha extendido (véase Max-Neef, M., Elizalde, A., Hopenhaym, M., 1993; Bustos, L., 2002; Weinstein, L., 2003a; Salazar, G., 2004). Por todo lo anterior, también se (re)validará una noción de empoderamiento, o de fortalecimiento como estrategia para superar las situaciones problemáticas de las cuales la pobreza suele ser característica constante, pero sin la concepción habilitadora como sostén595. Al contrario, la posición se nutre de dichos debates, especialmente de aquellos que este último tiempo han levantado voces críticas respecto del aumento de la brecha de igualdad. Por ello, la estrategia está estrechamente vinculada a las discusiones políticas y se establece en dos planos; a nivel societal se intenta formar parte de una alternativa política con una propuesta, y a nivel local se intentan producir procesos de activación y transformación de las dinámicas comunitarias que favorezcan un cambio ecológico que primero elimine o reduzca el problema (la adicción de drogas, por ejemplo), pero que en su conjunto le permitan a dicho sistema de relaciones el aprendizaje y activación de la capacidad de desarrollo sustentable, a escala humana (Pozzoli, M., 2001; Bonnefoy, M., 2002; Osorio, J., 2004). Bajo esta perspectiva, el foco estará puesto en la transformación social, intentando establecer una diferencia con las formas de intervención que reproducen un sistema social desigual, y por lo tanto, estableciendo un debate activo e idealmente propositivo frente a las expresiones de la política social –referente concreto de la crítica596 (Bonnefoy, M., 2002; Leiva, F., 2004).

595 Bonnefoy (2002) intentará resituar el debate sociológico en el plano político, al realizar un análisis de las matrices ideológicas que producen el discurso que construye a la pobreza como objeto del mundo social, misma que limita al tiempo que valida una estrategia para hacerle frente. Esta última está presente tanto en las visiones centradas en las carencias –dificultades para la integración-, como aquellas que resaltan las potencialidades y recursos presentes una lógica de argumentación que siempre considera los factores económicos como dimensión propia de la pobreza (cfr. Martínez, J., & Palacios, M., 1996; Durston, J. & Miranda, F., 2001). 596 Decimos que “idealmente propositivo” pues, muchas veces, las características propias de las plataformas de desarrollo de estos planteamientos –y prácticas- son de corta duración y se mantienen con muchas dificultades, asunto que se deriva de la presentación hecha. Vale la pena destacar que la propositividad aquí concebida tiene relación con una reinterpretación de la realidad social en toda su dimensión; la crítica en sí misma si bien contribuye al fortalecimiento de la posición, al estar acotada al análisis de la expresión de la política social no siempre se traduce en planteamientos claros sobre las acciones futuras. Asimismo el hecho de el sea análisis referido a un contexto societal en donde cobran sentido los “nuevos movimientos sociales” no facilita planteamientos directamente identificables con comunidades, localidades o grupos de forma directa.

Page 341: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

341

Así concebida esta compleja línea, se asemeja asombrosamente a los ideales asumidos como parte del paradigma comunitario. Y sin embargo, a diferencia del proceso de disciplinarización que está presente en la aprobación y masificación de dicha denominación, la psicología comunitaria como paradigma no forma parte de los planteamientos mencionados. Ello puede explicarse con relativa facilidad si se sigue el recorrido histórico de los planteamientos aquí reunidos; ellos son referentes de las prácticas luego categorizadas bajo el rótulo comunitario. Son la expresión del conjunto de planteamientos que desde su inicios han acompañado a las producciones psicológico comunitarias en Chile, y por ello no privilegian una reflexión disciplinar propiamente tal597. Son referentes, y por tanto, parte del campo de posiciones y producciones teórico-prácticas que componen a la psicología comunitaria, pero no se centran en producir una concepción acotada, unificada y formalizada de la misma; ni antes ni ahora. Y sin embargo, hacia finales de la década de los noventas se produjeron una significativa cantidad de documentos relativos a la caracterización e identificación de las prácticas de intervención correspondientes a la psicología comunitaria. La mayoría, sino todas ellas, operando explícita o implícitamente con la idea de un paradigma disciplinar de la psicología comunitaria, es decir, identificando a la psicología comunitaria como denominación de una posición ética política con la que la profesión se podría –o debería- identificarse. Sin afán de completitud, la siguiente tabla muestra las publicaciones que fueron detectadas.598

597 Ello, por cierto, no supone que existan autores particulares que al adherir a estos argumentos intentan una reconcepción de los argumentos psicológico comunitarios (cfr. Morales, g., 1992). 598 Hemos considerado aquí solo documentos publicados por autores nacionales desde 1994 que en su totalidad o en parte se dedicaran a describir, analizar e interpretar la situación de actual y las posibilidades de la psicología comunitaria en Santiago de Chile. Vale la pena destacar que el número de publicaciones referidas a otras áreas fuera de Santiago es escaso, sin embargo, el número total aumentaría significativamente si se consideraran los artículos que se focalizan en las prácticas clínicas en sectores pobres. En ellos muchas veces se hace mención al término “psicología comunitaria”, pero no se profundiza, motivo por el cual hemos preferido presentar la lista aquí acotada. Aprovechamos de agregar que este tipo de publicaciones son extremadamente frecuentes desde la incorporación del término, lo que eventualmente permitiría afirmar que se trata de un reenfoque de las discusiones, ya que el espacio para el debate se había instalado junto al ideal identitario nacional heredado de los intercambios latinoamericanos hacia finales de la década de los ochentas.

Page 342: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

342

TABLA III: DOCUMENTOS EN PSICOLOGÍA COMUNITARIA EN SANTIAGO DE CHILE

Autor Año Titulo Descripción

Asún y Páez 1994 Psicología comunitaria y salud mental en Chile. Proyecciones y desafíos actuales

Presentación en revista especializada internacional

(España) Aceituno, Alfaro, Asún, Krause y

Morales 1994 La psicología comunitaria en Chile: Análisis de sus características y

perspectivas Libro

(Capítulo)599

Krause 1996 Intervenciones en psicología comunitaria: un análisis comparativo transcultural

Publicación en revista especializada nacional

Asún 1996 Tendencias en la formación profesional universitaria sobre el trabajo comunitario

Publicación en revista no especializada nacional

Krause 1997 La institucionalización de la psicología comunitaria en Chile: características y contradicciones. Presentación

Alfaro 1997 Psicología comunitaria y políticas sociales: Análisis de su desarrollo en Chile Publicación web

Asún 1997 El rol del psicólogo en la acción comunitaria Presentación Krause y Jaramillo 1998 Intervenciones psicológico-comunitarias en Santiago de Chile Libro600 Baranda, Krause,

Alfaro y Rozas 1999 Perspectivas de la psicología comunitaria en Latinoamérica Presentación (disponible en Web)

Barranco y Díaz 1999 Psicología comunitaria: Memorias de un discurso Tesis Alfaro 2000 Discusiones en psicología comunitaria Libro

Krause 2002 The institutionalization of community interventions in Chile: characteristics and contradictions

Publicación en revista especializada internacional

(EE.UU.)

Foladori 2002 Algunas reflexiones sobre la psicología comunitaria Presentación (disponible en Web)

Leiva 2003 El tema de la participación de psicología comunitaria en las políticas del Nuevo Trato

Publicación en revista no especializada nacional

Alarcón, M., Albornoz, V. &

Fares, E. 2003 Efectos de prácticas discursivas en relación a la participación y el

cambio social Tesis

Foladori 2003 ¿Existe la psicología comunitaria? Presentación (disponible en Web)

Todas las publicaciones consignadas en esta lista fueron producidas por profesionales psicólogos y apuntando –ya sea en parte o por completo- hacia las características y posibilidades de la psicología comunitaria en el contexto actual. A dichas publicaciones les acompañan otras que intentan reconstruir una perspectiva posible de psicología comunitaria acotada al (véase Unger, G., 1995; Rozas, G., 1997; Undurraga, C. & Avendaño, C., 1997). Se trata por tanto, de un proceso que refleja que el debate sobre la

599 Corresponde a una revisión “a pedido” de parte de dos autores reconocidos en el ámbito latinoamericano, Esther Wiesenfeld y Euclídes Sánchez. Este documento –que incluyó otros acerca de Argentina, Venezuela, Brasil, Colombia, México y Puerto Rico- ha tenido una enorme difusión desde su fecha de publicación, como puede comprobarse en las referencias bibliográficas de diversas publicaciones sobre el tema a nivel latinoamericano. Bajo esta perspectiva, dicha publicación marca un hito en la reconstrucción del proceso de instalación de los desarrollos comunitarios en diversos países de América Latina. 600 Esta publicación es producto de un esfuerzo conjunto de docentes y tesistas sobre la aplicación de las intervenciones psicológico comunitarias en Santiago de Chile. Hasta la fecha es el estudio de mayor cobertura realizado sobre el tema.

Page 343: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

343

posibilidad de la psicología comunitaria, concebida dentro de los parámetros disciplinaristas de la herencia latinoamericana, dentro de las circunstancias concretas de la actualidad. Ello queda aún más en evidencia cuando autores internacionales afirman que en Chile, si bien sólo se tienen noticias de Santiago, se han producido desarrollos diferentes, aparentemente limitados inclusive inversos a lo que sería esperable como parte de un desarrollo disciplinar (véase Montero, M., en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994; Wiesenfeld, E., en Montero, M., 1994a; Serrano-García, I. & Vargas, R., 1993). Todo esto no sólo nos permite afirmar, con certeza, que el tema de la identidad de la psicología comunitaria ha encontrado un espacio en la reflexión. Nos permite, al mismo tiempo, evidenciar que hay una necesidad sentida por comprender el desarrollo o los desarrollos de la misma en el entendido de que el contexto actual hace “imposible” la continuación de la psicología comunitaria (Barranco, F. & Díaz, R., 1999; Alfaro, J., en Baranda, B., Krause, M., Alfaro, J., & Rozas, G., 1999). Tema relevante es la relación de dependencia y poca autonomía de parte de los profesionales –y sus producciones teórico-prácticas- para plantear parámetros claros que permitan identificar una psicología propiamente comunitaria. Por expresarlo en términos simples, los profesionales comienzan a reflexionar sobre sí mismos y en torno a su identidad como tales. Este es el segundo fenómeno (II) que nos interesa destacar con motivo de la evolución reciente del campo de la psicología comunitaria en el marco de la realidad nacional. Aparece, por tanto, un debate interno, tanto profesional como académico, que se ha instalado durante el último tiempo y que se estructura en torno al ideal disciplinar –nunca acotado pero presente- propio de la identidad deseable para una psicología comunitaria. Vale la pena, antes, describir brevemente elementos de la evolución de la profesión durante los últimos años. En una revisión reciente sobre la situación profesional y académica de la psicología Calderón (en Miranda, G., 2002) arroja luces importantes. Según su interpretación desde mediados de la década de los ochentas, pero fundamentalmente desde los años noventa la formación de profesionales psicólogos ha tenido un auge explosivo. Ello no ha sido acompañado de un fortalecimiento de los espacios académicos. Al contrario, la tendencia ha sido hacia la especialización profesional a partir de la calificación técnica –“tecnología

psicológica” en palabras del autor. Dicha explosión ha sido particularmente significativa en la región metropolitana, pues allí se han abierto una enorme cantidad de academias. Todo esto ha tendido a producir una profesión desreglada en su evolución: el total de las matrículas se ha mantenido en aumento, los puntajes de selección universitaria han disminuido, y se suele considerarla como una carrera con bajos costos comparativos de implementación –de “papel y lápiz” fundamentalmente601. Sobre el proceso en general el

601 Lo anterior no quiere decir, bajo ninguna circunstancia, que la psicología se haya masificado o diversificado en términos socioeconómicos.

Page 344: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

344

mismo autor afirma; “es evidente que la creación de nuevas carreras de psicología responde a motivaciones

empresariales lucrativas, siendo secundarias o inexistentes las consideraciones científicas, académicas,

profesionales y de necesidades del país” (en Miranda, G., 2002). Como recordamos del período anterior, hacia finales de la década de los ochentas se inició un fuerte proceso de especialización que fue acompañado por la apertura de academias. Ellas reunieron y permitieron plasmar en propuestas formativas las argumentaciones aquí señaladas. Ello significó, sin dudas, una dinamización de los debates internos de la psicología de comunidad. Si ese momento puede ser considerado como una segunda etapa, la apertura masiva y diversificada de escuelas desde finales de la década de los ochentas –principios de los noventas- inicia una tercera etapa602. Sin embargo, también supone un proceso de reestructuración y rotación dentro de los equipos profesionales que se habían mantenido trabajando en torno a objetivos comunes desde el período anterior (Asún, D., en Florenzano, R. & Romero, M., 1991). Esta nueva etapa está marcada por un auge de la competitividad de las ofertas educacionales, las que entonces ya en un proceso de formalización de especialidades, aumentaron los esfuerzos por producir profesionales aptos para tareas particulares. La demanda del campo laboral, si bien ampliada y diversificada, no supone trabajos estables y de larga duración. Así, y si bien es posible identificar una apertura de opciones y plataformas laborales orientadas al trabajo con grupos y comunidades –en un sentido amplio-, ello no se realizó de la mano de un proceso equilibrado de desarrollo disciplinar. Aceituno, Alfaro, Asún, Krause y Morales en relación al campo laboral comentan: “la realidad laboral del psicólogo chileno podría describirse

como de “pluriempleo de microempleos” y esto genera fuertes tendencias a divisiones en la práctica laboral,

que acentúan las dificultades de una formación generalista y la falta de oportunidades de especialización” (en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994). Se percibe, por tanto, el desarrollo de una profesión sobreespecializada sin que pueda apreciarse una discusión académica activa sobre la identidad disciplina, el perfil del psicólogo y los requerimientos de su formación (Calderón R., en Miranda, G., 2002). Por lo tanto, si bien el debate de la psicología comunitaria se vuelve importante dentro de los espacios académicos, este no aparece como constante ni influyente en lo que respecta a la aplicación concreta. Más aún, las academias deben desarrollar estrategias acotadas y diferenciadas entre sí para mantenerse como viables en el nuevo mercado603. La

602 Particularmente relevante aquí son los casos de la Universidad Bolivariana, vinculada al proyecto alternativo de los sectores ecologistas, la Academia de Humanismo Cristiano, ligada a sectores progresistas de la iglesia católica, y la Universidad ARCIS, ligada a la intelectualidad de izquierda. Los textos que hemos utilizado para esta revisión corresponden en su gran mayoría a autores que fueron parte de dichas casas de estudio, al mismo tiempo que ellas reciben a los diversos profesionales que se desempeñaron como parte de las redes de oposición hasta el período anterior. 603 Ello supone un proceso nuevo dentro de la formación profesional nacional, que se había mantenido bajo criterios tradicionales relativamente homogéneos hasta ese momento (Asún, D., en Florenzano, R. & Romero, M., 1991; Calderón, R., en Miranda, G., 2002).

Page 345: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

345

academia y el desreglado campo profesional, si bien responden a una dinámica paralelas y convergente de profesionalización, no encuentran punto de contacto consistente para acumular avances en pos de un fortalecimiento disciplinar. Durante los noventas se amplían las posibilidades del trabajo comunitario, más no se amplían las capacidades para producir y debatir argumentaciones teóricas consistentes con los parámetros del ideal buscado (cfr. Asún, D., 1996; 1997). Puede suponerse, por tanto, que ha sido el auge e instalación de un perfil de cargos profesionales, un grupo de tareas desempeñadas por psicólogos en las plataformas comunitarias y sociales las que han favorecido la instalación reciente de dos cursos de Magíster específicamente centrados en torno a la psicología comunitaria –en la Universidad de Chile y la Universidad Católica. La teoría ha seguido el camino de la práctica (cfr. Alfaro, J., 2000; Foladori, 2003). Esto ha hecho surgir una posición contraria a la disciplinar en lo que respecta a la concepción de la psicología comunitaria; aquella que la identifica con un área profesional de la psicología social, a la que nos referimos en el primer capítulo. Ambas perspectivas chocan en sus análisis, y entonces el debate interno –de los profesionales psicólogos sobre sí mismos- aparece como atrapado entre la intención de promoverla como una disciplina capaz de favorecer el desarrollo de una psicología adecuada a los contextos sociales comunitarios, y la constatación de que ese proceso aparece siempre como utópico en el contexto de evolución actual (cfr. Alfaro, J., 1997; 2000; Leiva, A., 2003). Lo anterior se vuelve aún más complejo si se considera que una perspectiva que discute hacia adentro suele obviar los elementos del contexto que la determinan. Así, hacia finales de los noventas puede describirse un período de crisis de

identidad de la psicología comunitaria en la corriente nacional aquí reseñada604. Esta circunstancia, cuando se ha apoyado en estudios empíricos como en el caso del programa de investigación desarrollado por Krause y Jaramillo (1998) se han descrito interesantes características acerca de las prácticas aplicadas de la psicología comunitaria de entre los que resulta aportativo destacar tres elementos605. Desde un punto de vista administrativo, se destaca que la gran mayoría de las plataformas de trabajo estudiadas (88%) tienen una dependencia o vinculación directa con el aparato público, especialmente en lo que respecta al financiamiento de las tareas que forman parte de la aplicación de las políticas sociales. Sin embargo, el problema se torna aún más complejo cuando se considera que el financiamiento proviene en casi la totalidad de los casos desde más de una fuente606. Esto revela que, en primer lugar, el conseguir

604 Una argumentación consistente con lo expresado puede encontrarse en Foladori (2002a; 2002b). 605 La línea desarrollada por Krause sobre esta línea de investigación es extensa y consistente (véase 1996;1997; 2002). Asimismo la autora ha participado de producciones colectivas que afirman su posición (Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994; Alfaro, J., Baranda, B., Krause, M. & Rozas, G., 1999). Hemos tomado aquí como referencia el conjunto de ideas generales propuestas por la autora. 606 Es decir de privados nacionales, extranjeros, de organismos de iglesia, o mediante autofinanciamiento (Krause, M. & Jaramillo, A., 1998)

Page 346: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

346

recursos se ha tornado en un ejercicio en el que se deben invertir muchos esfuerzos, y en segundo lugar –según Krause y Jaramillo (1998)- que el financiamiento se encuentra atado a programas de corta duración o con características que muchas veces acotan y dificultan la participación de los miembros de la comunidad, evidenciándose una deficiencia a nivel de la estructura operativa impuesta como condición de los recursos. En el plano de lo que puede considerarse “técnico”, es decir, de la operatoria de los equipos de trabajo con los agentes de la comunidad, se destacan con un extenso margen las actividades de corte grupal, por sobre las individuales o con la comunidad en sí misma (“actividades con la comunidad”). Ellas se distribuyen fundamentalmente en la realización de talleres y actividades formativas o de desarrollo personal con miembros de la comunidad, seguidas de las actividades recreacionales y deportivas, y luego por labores de difusión y sensibilización social. En lo que respecta al plano propiamente teórico en términos generales las actividades apuntan en primer lugar hacia la promoción general del bienestar humano –ya fuere de forma integral o como parte de actividades acotadas de corte preventivo-, centrándose luego en la rehabilitación y el tratamiento. Bajo esta perspectiva, la salud mental y las nociones relativas al bienestar y la calidad de vida aparecen como ejes significativos pero definidos en un sentido genérico, estableciéndose un lazo argumentativo entre las prácticas psicocomunitarias y las nociones muchas veces inespecíficas vigentes de salud y enfermedad, ya fueren respecto de individuos, grupos o comunidades. Lo anterior supone que las prácticas se estructuran más desde la operatividad implícita en el programa atado al financiamiento que en una reflexión interna que acompañe al proceso de intervención. Significativo resulta el constatar que las prácticas se fundamentan en una presentación de las personas “caracterizada por la confianza en las competencias de las personas y en la

posibilidad de desarrollo de sus potencialidades” (cfr. Krause, M. & Jaramillo, A., 1998). Sin ánimo de hacer juicios de valor relativos a dicha adscripción, no queda en evidencia el análisis político y social del contexto en el cual y por el cual las personas con las que se trabaja, siempre pobres en alguna condición de desventaja social –enfermedad mental, pobreza, problemas familiares, conductas problemáticas- han llegado a formar parte de los programas607. Por otro lado, una deficiencia detectada por la mayoría de las revisiones realizadas tiene relación con la consistencia de las producciones teóricas; se evalúa una carencia sostenida en la producción de esquemas teóricos claros, definidos que se traduzcan en fundamentos de la intervención (Barranco, F. & Díaz, R., 1999; Foladori, H., 2002a; 2003). Más allá de la aceptada evaluación de las limitadas posibilidades de los espacios

607 Nos referimos aquí al grueso de los datos, pues nos consta y así lo hemos presentado, diversos grupos profesionales han considerado dicha tarea como parte fundamental del sostén teórico práctico que llevan a cabo.

Page 347: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

347

académicos –ya mencionada- Aceituno, Alfaro, Asún, Krause y Morales (en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994) agregarán que una dificultad anexa tiene relación con la circulación de la producción fuera de los círculos “de adeptos”, por ello y sosteniendo lo expresado desde la instalación del nombre, “se debe tratar de

impulsar una política decidida de divulgación”. Ello debería traducirse en un proceso que diera origen a una o unas perspectivas claras sobre las cuales sostener las intervenciones (Foladori, H., 2003). Todo este conjunto de análisis ha llevado a autores como Foladori (2002b) a plantear advertencias y severas críticas; “la psicología comunitaria no se discrimina más que como campo de aplicación [de tecnologías de intervención inespecíficas] no porque remita a una óptica particular, ni porque haya podido delimitar un objeto

de estudio, ni una metodología propia y específica, etc., sino porque cualquier cosa de la psicología podría

servir a la “solución” de problemas en su campo” de competencia. Barranco y Díaz, expresando el sentir colectivo de diversos profesionales ligados a este debate explicitan que una característica actual en los trabajos es el aceptar la validación que otorgan los fondos y los espacios institucionales, sin que se privilegie un “sentido” que permita sostener un proyecto comunitario de fondo en lo que respecta al desarrollo de la psicología comunitaria nacional. Se trata, por cierto, de una visión que contrasta el poder de una disciplina, imaginariamente identificada con un movimiento psicológico, con una tendencia a no cuestionar los fundamentos éticos, políticos, teóricos y metodológicos de la intervención. Se trata, entonces, de una contradicción pues la legitimación de la práctica es ilegítima en su validación respecto de los supuestos que deberían ser parte de “la” psicología comunitaria (véase Barranco, F. & Díaz, R., 1999; Foladori, H., 2003) En efecto, según el análisis político de Foladori (2002a) en relación a las actividades desarrolladas por parte del sector civil (tradicionalmente considerado reflexivo en su esencia) si no se cuenta con claridad teórica y se está inmerso en una dinámica de determinación acotada a los marcos institucionales administrativos del aparato público, el papel de la intervención comunitaria cae en la contradicción de volverse una práctica administradora de problemas sociales, generando dependencia, sometimiento y control por sobre los sujetos intervenidos.608 Krause y Jaramillo (1998) adhiriendo a las críticas en relación a estos temas han planteado que las tensiones esenciales de la puesta en práctica de la psicología comunitaria se perfilan en relación a; (a) la dificultad que existe para concebir una noción consistente de cambio –o transformación- de los sistemas sociales cuando las prácticas se acotan a unidades segmentadas de la comunidad, tales como individuos o subgrupos con alguna carencia o necesidad específica; (b) Por ello, la labor de asistencia contrasta con las posibilidades concretas de desarrollar estrategias de promoción, como había estado presente durante los ideales del

608 Críticas similares pueden encontrarse en Alfaro (1997; 2000).

Page 348: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

348

período pasado y más aún en los trabajos de Marconi y Weinstein en relación al cambio de sistemas culturales comunitarios; (c) En efecto, y como expresaba Foladori, dicha labor, al inscribirse dentro de los márgenes que posibilita el Estado actual (tanto siendo parte de su misma estructura como colaborando en las dimensiones determinas a través de sus políticas sectoriales) genera un problema en lo que consigna a la identidad de los grupos profesionales, indiferenciándose su adscripción a espacios no gubernamentales, elemento antes relevante para definir su función social. 609 Lo anterior genera un problema en relación al rol posible del agente comunitario, que en la práctica se desempeña muchas veces como clínico social, en relación a la capacidad de desarrollar competencias profesionales que, en último caso, permitan desarrollar un modelo propio, disciplinar y estructurado de psicología comunitaria. Lo anterior, por cierto se traduce en desgaste y en incapacidad para desarrollar las tareas planificadas fuera de los trabajos consignados en los proyectos (Unger, G., 1997; Villela, A, Arón, A., Undurraga, C. Bravo, M., Muñoz, C. & Tagle, M.., 1997)610. A modo de epílogo vale la pena destacar la evolución que han tenido las dos primeras líneas que referimos. La línea orientada al fortalecimiento de los factores psicosociales ha logrado instalarse como parte de las nuevas iniciativas y reformas relativas al ámbito –sector- de la salud. Consideramos que más allá de los ámbitos antes referidos es posible identificar dos ámbitos que favorecen una continuidad de su desarrollo en la actualidad y en el corto plazo. El primero de ellos (a) tiene relación con los planes y programas específicamente desarrollados en el ámbito de la salud mental. Esta última se ha definido como “bienestar

psicosocial” y en términos generales, los objetivos propuestos por el Plan Nacional de Salud Mental y Psiquiatría (MINSAL, 2000) se orientan a promover “mejores condiciones psicosociales a lo largo de la vida” y a “reducir los determinantes de riesgo condicionantes” de ella, es decir, estilos de vida que permitan enfrentar de una forma más adecuada los desafíos y cargas que impone la vida moderna a las personas. Ello cobra sentido si se considera que dicho plan está basado en el proceso de reestructuración y modernización del Estado para favorecer la igualdad de oportunidades611. En lo que respecta a las iniciativas comunitarias, se

609 Advertimos que las autoras (Krause, M. & Jaramillo, A., 1998) privilegian una noción disciplinar de la psicología comunitaria por lo tanto lo expresado redunda en una dinámica de tensión entre polos opuestos en lo que respecta al trabajo aplicado. 610 Lo anterior se vuelve un problema de fondo si se considera que la figura del psicólogo es percibida como referente fundamentalmente clínico, traduciéndose la demanda de ayuda en una puesta en práctica individualizada e individualizante que poco y nada deja dentro de lo que podríamos denominar psicología comunitaria (cfr. Asún., D., 2003; Foladori, H., 2003). Por expresarlo en otros términos; la posibilidad comunitaria se bloquea. 611611 El documento referido, por cierto, establece que son prioridades la participación activa, el trabajo con enfoque comunitario, el favorecer las organizaciones de usuarios, la calificación técnica adecuada de los equipos profesionales y el acceso universal para toda la población (cfr. MINSAL, 2000). Las orientaciones generales, válidas desde los acuerdos sostenidos por la Organización Mundial de la salud en la década del setenta, no cambian. El objetivo es proponer una organización más adecuada, moderna, de las estructuras que operan dentro del sector salud. En efecto, Raczynski (en

Page 349: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

349

plantea el potenciamiento de redes mediante las cuales la participación de la sociedad sea real en la solución de sus problemas, destacándose entonces la necesidad de considerar el empoderamiento de las personas, definido este último como el proceso de construcción de capacidades para identificar problemas y soluciones relativos al bienestar psicosocial, es decir, de problemas sociales que afecten la calidad de vida. Las estrategias serán definidas a partir de los lineamientos desarrollados por la línea psicosocial (MINSAL, 2000); Una de las estrategias fundamentales para proteger la salud mental es el desarrollo de habilidades para el fortalecimiento de las personas, familias y grupos, que les permita una comunicación efectiva con los otros y una mayor capacidad de enfrentamiento al estrés. En la práctica, es necesario aumentar la capacidad de comunicación interpersonal (habilidades sociales positivas), el reconocimiento y expresión de sentimientos y emociones, el establecimiento y mantención de vínculos afectivos y la capacidad de resolución de conflictos, la utilización adecuada del tiempo libre, la responsabilidad sexual, y el ser capaz de resistir la oferta de drogas y exceso de alcohol [...] El conjunto e interacción entre estas capacidades ha sido definido como un estilo de

vida favorecedor de la salud mental. Bajo esta perspectiva, y ello es de especial relevancia, se produce una reorganización de los servicios locales de salud y de los roles desempeñados por los equipos de trabajo en los diversos programas que consideran estas temáticas, definiéndose unidades territoriales para desarrollar los mismos. Al mismo tiempo, y de especial relevancia, se definen perfiles mínimos y tareas a desempeñar por los especialistas de los equipos de salud, integrándose el psicólogo fundamentalmente producto de su experticia clínica en lo que respecta a evaluación psicométrica y entrevistas, terapéutica de orden clínico y trabajo grupal, este último presente en los otros profesionales de la salud considerados –a excepción del médico encargado- (MINSAL, 2000). Esto supone, por cierto, la mantención de la estructura vertical especializada desarrollada por el profesor Marconi. Sin embargo, las tareas se orientan desde una perspectiva clínica de corte psicosocial centradas en las especialidades profesionales, y sin destacar la formación de agentes comunitarios de salud o monitores, lo que antes garantizaba un trabajo conjunto. Ahora se intenta favorecer el empoderamiento de usuarios y redes de usuarios. Dicha estructura, por cierto, parece estar instalándose con fuerza si se consideran los datos de Krause y Jaramillo (1998) la formación de paraprofesionales es una de las tareas que actualmente ocupa menos recursos en los programas comunitarios en Santiago de Chile. Drake, P. & Jacsic, I., 1999) destaca que las evaluaciones de las iniciativas puestas en práctica en este sector han sido, por lejos, las más ineficientes en relación a las metas planteadas y los procesos de modernización estatal, asunto que deja ver las dificultades que se sostienen en la escisión de la salud de la población en dos sistemas; privado y público. Se trata, por tanto, de una evolución que responde a una necesidad operacional, más que a una transformación radical de los presupuestos y orientaciones sostenidos, asunto que aparece como una constante en lo que respecta a las transformaciones de la salud pública en Chile (Véase este mismo capítulo). Destacamos, sin embargo, la validación de una noción de salud mental asociada a las concepciones psicosociales antes descritas, misma que está a la base del proceso de reorganización sectorial propuesta por los gobiernos de la Concertación (cfr. Alfaro, J., 2000).

Page 350: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

350

Se instala, por tanto, la noción de red de servicios de salud, en los cuales se distinguen niveles especializados de atención (MINSAL, 2000). Las iniciativas se deben orientar a desarrollar planes locales de promoción, prevención y tratamiento de la salud, a favorecer la organización de ciudadanos para hacer frente a las problemáticas de salud, y a fortalecer los canales de comunicación para que estas tengan impacto en la estructura pública de salud y en los diversos implicados en el territorio o localidad (municipios, ONGs, iglesia, policía, juntas de vecinos, etcétera). Ello apunta, además, al fortalecimiento de las redes de apoyo en las distintas esferas de la vida de las personas, ayudando a generar cohesión social, protección y aportando a la superación de las desigualdades que favorecen la marginación de las personas y grupos. La principal plataforma para la puesta en práctica de las iniciativas comunitarias serán las redes de COSAM, las que deben establecer los contactos con la comunidad y desarrollar actividades de prevención y tratamiento -rehabilitación, según corresponda, ya fuese individual, grupal o en las redes comunitarias- de carácter ambulatorio frente a dificultades de salud mental tales como depresión, estrés y otros trastornos psicopatológicos (psicosis y demencias especialmente, pero en coordinación a la red amplia de servicios). Asimismo, y en la medida que los problemas sociales tradicionales –violencia intrafamiliar y política, maltrato y abandono infantil, drogadicción y alcoholismo- tienen un correlato de autoridad específica en el aparato público, se hace necesario incorporar a las redes a organismos dependientes del Servicio Nacional de Menores (SENAME), del Consejo Nacional de Control de Drogas y Estupefacientes (CONACE), de la práctica privada y de los diversos servicios sociales centrados en el desarrollo social y la superación de la situación de pobreza.612 Si bien esto revela un ordenamiento de los presupuestos en salud mental, es posible distinguir una nueva y muy reciente posibilidad de desarrollo antes no considerada. Tal es la del desarrollo viable de una psiquiatría comunitaria, es decir, de iniciativas que permitan un tratamiento extramural e integral de las enfermedades psiquiátricas severas y otras discapacidades mentales. En esta posibilidad se han conjugado tanto elementos externos a las prácticas médicas y de salud, destacándose la formalización de agrupaciones de familiares y usuarios de las redes de servicios –a nivel local, metropolitano y nacional inclusive (MINSAL, 2000; Asún, D., 2003)613-, como internos. Estos últimos producto de la integración conceptual de las perspectivas biomédicas

612 Es decir, Hogares protegidos, Comunidades terapéuticas, Entidades educacionales, Servicios comunitarios, Servicios de salud Mental hospitalarios, Centros de salud, Hospitales de día, Clínicas privadas, Servicios de urgencia, etcétera. 613 El plan nacional de salud las considera fundamentales en el proceso de integración social de las personas afectadas por los problemas descritos, al mismo tiempo que favorecen un tratamiento más adecuado a las necesidades. Se han creado para ello Clubes de integración, Hogares protegidos y Centros de atención que permitan a estas agrupaciones y redes el trabajo adecuado en conjunto con los servicios de salud. Asún (2003), sin embargo, destaca que el proceso de coordinación y validación no ha sido del todo armónico, especialmente en lo que respecta a los recursos destinados para

Page 351: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

351

centradas en el tratamiento con fármacos, con las argumentaciones provenientes de los desarrollos teóricos psicosociales, especialmente en relación al impacto del apoyo social en la integración de personas con dificultades psiquiátricas614 (Sepúlveda, R., Troncoso, M., Álvarez, C., 1998; Bahamondes, A., 1998a; 1998b). En la práctica estos trabajos parecen estar abriendo las puertas al desarrollo de una terapéutica que involucre a los sistemas familiares y médicos en el proceso de integración (“reinserción”) de las personas con discapacidad en las esferas cotidianas de la sociedad, lo que implica al menos y según como ha probado la historia en otros contextos, una transformación progresiva de las perspectivas de formación de los profesionales, una apertura de parte de las instituciones implicadas y un cambio de perspectiva tanto local –comunitaria, barrial- como societal -cultural- en relación a los problemas psicopatológicos (cfr. Olivos, P., 2002). Asimismo, pero ya fuera de los márgenes de la salud mental, diversas iniciativas orientadas a desarrollar una perspectiva de promoción de la salud parecieran estar permitiendo la evolución de los planteamientos psicosociales, en especial en lo relativo a la epidemiología presente en las problemáticas tratadas al contrastarse que las mismas son parte de sistemas de conducta instalados como patrones culturales. Si bien se trata de una discusión de carácter internacional que encuentra sus inicios en la larga tradición de la salud pública en Chile (véase Illanes, M., 1991), sólo en este último tiempo se percibe una mayor organización de entidades avocadas al tema en sus aspectos técnicos, evaluativos, epidemiológicos y administrativos (cfr. Albala, C., Olivares, S., Salinas, J., Vio, F., 2004). Así, y si bien los desarrollos temáticos podrían ser considerados propios de trabajos de psicología de la salud –en tanto especialidad-, las metas se orientan a favorecer el acceso mayoritario de la población y a la disminución de las inequidades, a través de estrategias de participación social efectiva, educación preventiva y campañas de educación sobre áreas prioritarias, y desarrollo de recursos locales (“gestión local” adecuada) para el establecimiento de conductas y ambientes saludables tanto en el sentido físico como en su dimensión psicosocial. Más allá del hecho de que se trata de una discusión relevante en lo que respecta a la salud pública, resulta importante destacar la propuesta gremial de los sectores de salud en la necesidad de reformular y potenciar políticas de Estado que, primero, se enfoquen en los problemas de salud prioritarios de la población mediante estrategias integrales, y segundo, impacten en la formación de los profesionales al establecer la importancia de considerar las

la puesta en práctica de programas de integración reales, y a las dificultades que experimentan los servicios locales de salud para modificar sus planes y programas frente a estas nuevas demandas. 614 Este acercamiento puede evidenciarse en la aparición, con fuerza, de la Medicina Familiar dentro de los planes de atención primaria, asunto que responde a una evolución de las perspectivas médicas en orden a proveer una atención de carácter integral a las dificultades bio-psico-sociales que ocurren a las personas considerando como determinante el contexto relacional familiar (Gálvez, M., 1999). Se trata, como aclara Bozzo (1999) de una evolución de la medicina general –como especialidad- dentro de los debates propiamente académicos relativos a la eficiencia de la atención primaria, los cuales y en muy poco tiempo, se han traducido en diversas organizaciones profesionales nacionales –en colaboración estrecha con otras extranjeras- que han instalado el tema en las políticas de salud generales.

Page 352: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

352

dinámicas y organizaciones sociales y los patrones culturales en relación a la salud, lo que puede interpretarse como una nuevo renacer de los trabajos por la Medicina Social en Chile durante las décadas previas a 1973 (cfr. Salinas, J. & Vio, F., en Albala, C., Olivares, S., Salinas, J., Vio, F., 2004). En lo que respecta a la línea del fortalecimiento de redes de participación comunitaria en plataformas orientadas a la superación de la pobreza y el desarrollo social, su evolución ha sido compleja y ha estado estrechamente vinculada a la evolución de las estructuras públicas –centrales, regionales, comunales-, especialmente en el período que ha transcurrido desde finales de la década de los noventas hasta ahora. Como aclaramos en el apartado anterior este período se ha caracterizado por la necesidad de producir organización sectorial que permita viabilizar planes de superación de la pobreza eficientes. Rozas (en Montero, M., 1997), quien a principios de la década había percibido la apertura de espacios para el desarrollo de la psicología comunitaria, nuevamente intentará describir una posibilidad de avanzar en el desarrollo de una psicología comunitaria en los planes de intervención urbanos, regionales o barriales. Por ello, al referirse a la estrecha vinculación entre desarrollo local, descentralización y modernización dirá: “Dichas dinámicas

apuntan en general a una extensión de la democracia, lo que significa el aumento del poder en la toma de

decisiones y en la implementación de proyectos desde una mirada de los propios participantes [...] la

superación de la pobreza traspasa estos procesos y se transforma en un área de actualización, en tanto ya no

se la define como carencia, sino en base a una asociación con el tema desarrollo” (Rozas; G., en Montero, M., 1997). Ello supone, en términos simples, más que una apertura una revalorización de los principios del ideal

comunitario en relación a las bondades de la participación y los procesos de intervención activa con los grupos comunitarios, mismos que originalmente estuvieron presentes en los grupos de profesionales psicólogos hacia finales de la década pasada (cfr. Rozas, G., en Montero, M., 1997; 1997). Hay, por lo tanto y en coherencia con el diagnóstico de una crisis en el campo de la psicología comunitaria antes señalado, primero una lectura de un proceso de inserción difícil de la psicología comunitaria en las plataformas del Estado –una evaluación deficiente, diríamos615- en lo que respecta a los primeros años de gobiernos

615 Ello resulta visible al analizar las características de los programas; su estructura “está pensada para un esquema tradicional de trabajo con los problemas sociales, donde lo comunitario no está contemplado” (Rozas, G., en Montero, M., 1997). Ello genera ruido institucional, evaluaciones exclusivamente centradas en resultados y por tanto incompletas, problemas de implementación, y una estructura que potencialmente tiende a hacerse vertical cuando el trabajo comunitario se incluye, ya que este no impacta las esferas de niveles de autoridad ascendentes -más centrales-. Más aún, dirá Rozas, el tradicionalismo genera descoordinación y contradicciones, pues muchas veces choca con los presupuestos participativos comunitarios, asunto que termina por provocar evaluaciones de desempeño deficientes (cfr. Rozas, G., en Montero, M., 1997). El autor, por cierto, prefiere hablar de un “modelo tradicional” válido para todas las áreas de intervención social del Estado; salud, justicia, educación, vivienda, trabajo, etcétera (Rozas, G. & Sapiains, R., 2002). Si bien nosotros hemos argumentado en una línea consistente con las críticas elaboradas por el autor en este

Page 353: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

353

concertacionistas (Krause, M. & Jaramillo, A., 1998). Por ello, y en segundo lugar, hay un intento por influir en los planes y programas, poniendo énfasis en los aprendizajes asociados a los planteamientos comunitarios, y por lo mismo, esos planteamientos se acoplan a los diferentes planos y procesos presentes en la estructura pública (Leiva, A., 2003). El principal asidero de esta posición estará en el diagnóstico sobre las características de la pobreza concebida más allá de las carencias o insatisfacciones que suelen definirla, abriendo luego el espacio para las discusiones que resumíamos en el apartado anterior (ver MIDEPLAN, 2002a). Ello supone una reestructuración de los enfoques presentes en las estructuras programáticas, que permita establecer coherencia y cooperación entre las políticas económicas y las sociales –revalidando el ideal original de desarrollo presente en las redes de oposición-, sin que las últimas sean paliativas de los efectos –negativos o positivos- de las primeras. Lo anterior supone que, primero, se ha aceptado la vinculación entre psicología comunitaria y aparato público –como denominación del trabajo del psicólogo en los temas referidos, al menos-, y segundo, que la misma –para ser eficiente- debe impactar las estructuras desde las cuales se planifica y ejecuta la política social. El desarrollo social, como espacio para la producción de planteamientos psicológico comunitarios, deberá producir cambios en sí mismo para adecuarse al nuevo enfoque de las políticas y a la integración sectorial iniciada en la segunda mitad de los noventas. Rozas establecerá los parámetros en lo que respecta a la psicología comunitaria (en Montero, M., 1997): Un nudo particularmente interesante para la psicología comunitaria es que la pobreza está asociada a redes sociales, pero en muchos casos estas redes tienen una característica [enfoque] negativa, son redes de apoyo a la carencia, redes de relación con programas asistencialistas, con instituciones generadoras de dependencia [...] El ligar la pobreza al desarrollo es hacer justamente lo contrario, reforzar, apoyar, estimular el despliegue de capacidades de inserción, de vinculación a sectores dinámicos de la economía, de calificación, de generación de nuevas habilidades individuales y colectivas, de generación de organización [...] La orientación es aumentar y facilitar el acceso a nuevas redes sociales que más bien estén vinculadas a mecanismos de superación, que a estrategias de dependencia y sometimiento. Las redes tradicionales apuntan al alivio asistencial y generan dependencia. [...] la imagen más clara de lo que debiera ocurrir, entonces, es una comuna que se cohesiona con la participación de los diferentes actores y el Municipio, dirigida hacia metas de desarrollo definidos por ellos mismos. mismo apartado, hemos preferido centrarnos aquí en las intervenciones de carácter social específicamente orientadas al desarrollo social local (como estrategia de superación de la pobreza), la participación, y el fortalecimiento de redes operativas en esos ámbitos.

Page 354: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

354

Puede hablarse, entonces, de un proceso de replanteamiento de las producciones psicológico comunitarias así entendidas; ya no sólo bastaba la adscripción a los ideales del modelo, era necesario invertir parte de los recursos en la modificación –adecuación- de la oferta para que el ciclo de la pobreza fuera roto y la propuesta fuera consistente (cfr. Leiva, A., 2003). Junto a la apertura real de oportunidades y la disminución de las brechas de acceso a redes y servicios por parte de los sectores excluidos traducidos en inversión social y programas de fomento de la participación en programas, era necesario producir instancias de coordinación intersectorial tanto en los niveles de autoridad central como local.616 Los complementos organizacionales antes referidos hacia las potencialidades de las agrupaciones de carácter comunitario, se volcaron sobre las estructuras operativas mismas de intervención (sean instituciones, programas o sistemas de subsidio y apoyo), incluyendo entonces, elementos de diagnóstico organizacional en el diseño de los planes de desarrollo promocionales eficientes. Ya no bastará con generar redes mediante las cuales participar; será necesario garantizar los espacios, las oportunidades y los enfoques que permitan el desarrollo de una participación activa que se traduzca en superación de las condiciones de desigualdad a nivel local (cfr. Rozas, G. & Sapiains, R., 2002; Rozas, G. & Leiva, E., 2004)617. Leiva (2003) expresará el ajuste entre esta definición de objetivos y las metas propuestas por la estructura estatal a propósito de las políticas de “nuevo trato” impulsadas por el Gobierno de Ricardo Lagos en relación al potenciamiento del sector civil: “Todo lo anterior corresponde al objetivo político de fortalecer el vínculo entre las personas, junto

con aprender a escucharlas para poder comprender e interpretar sus demandas, sus inquietudes mudas y sus

aspiraciones colectivas”. De acuerdo a este contexto, de reciente evolución como puede apreciarse, dos aparecen como las áreas en las que la línea descrita puede encontrar posibilidades de evolución y fortalecimiento. La primera de ellas dice relación con el fortalecimiento de las capacidades de las organizaciones territoriales. En este sentido, el potenciamiento de redes de trabajo constituidas por miembros de la comunidad para interactuar entre sí y frente a las instituciones de Estado se mantiene como eje, y la diversidad temática será tan amplia como los temas considerados por las políticas sociales sectoriales y los acuerdos relativos a la participación y la sociedad civil impulsados por el gobierno de turno (Leiva, A., 2003). La meta aquí será la dinamización 616 Rozas citará como ejemplo de oportunidad para desarrollar esta línea el Programa Especial de Comunas desarrollado por las entidades centrales ligadas a MIDEPLAN en conjunto a los municipios (en Montero, M., 1997). 617 Rozas se permite afirmar que desde su experiencia este proceso de reconsideración tiene asidero en el proceso de aprendizaje de las mismas instituciones gubernamentales, las cuales –en evaluaciones y reflexiones internas- consideraron relevante una discusión que se tradujera en nuevos modelos de implementación y coordinación sectorial de políticas públicas, lo que sin duda favoreció la apertura del debate relativo a los enfoques para superar las brechas de equidad que hoy se encuentran presentes en relación a la política social (2002a). Lo anterior puede considerarse como un insight dentro de la estructura técnica gubernamental, lo que apoya la interpretación hasta aquí sostenida.

Page 355: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

355

comunitaria respecto de problemas propios en conjunto con los servicios o programas gubernamentales con territorios asignados mediante acción directa o con intermediarios. Ejemplos destacados son las redes de prevención de consumo de drogas comunitarias, las redes de seguridad ciudadana, las actividades culturales y deportivas, los programas comunitarios impulsados por los departamentos municipales -urbanas o rurales-, los programas de capacitación y apoyo laboral, de promoción de capital humano con base local, de formación de líderes sociales y monitores, entre otros (véase Rozas, G., en Montero, M., 1997; Krause, M. & Jaramillo, A., 1998; Avendaño, C. & Román, J., 2001; Rozas, G. & Sapiains, R., 2002; Alarcón, M., Albornoz, V. & Fares, E., 2003; Espinoza, V., 2003; Asún, D., 2003). Así, si en la primera área el esquema es la producción de las condiciones para que las políticas sectoriales sean viables en las intervenciones comunitarias, en esta segunda área el denominador común estará situado en la coordinación de dichas iniciativas en lo que Rozas y Sapians (2002) han llamado “meta-redes” de trabajo intersectoriales. Aquí la concepción sobre intervención comunitaria se invierte ya que la misma deja de depender de las metas programáticas, y comienza a construirse a partir de la gestión conjunta de diversas iniciativas que responden a otros parámetros pero también orientados al desarrollo social. Los autores, que ya han realizado trabajos de investigación para desarrollar estos planteamientos, describen como las concepciones mismas de pobreza y la puesta en práctica de las diferentes líneas programáticas ligadas al desarrollo social local muchas veces se contraponen desvinculándose y eliminando la sinergia necesaria para producir el impacto buscado618. El problema central será el desarrollo social coordinado, y en consistencia con lo que explicábamos hace un rato, el foco estará puesto en la pobreza entendida ya no como carencia social o económica, sino como “un conjunto de variables presentes en una zona geográfica” (Rozas, G. & Sapiains, R., 2002). La participación será incorporada como parte del proceso de coordinación y definición de metas a propósito de necesidades y estrategias para hacerles frente en los diferentes planos presentes en las políticas sociales; desde los núcleos de mayor autoridad (gobierno central) hasta los niveles de toma de decisiones locales en su multiplicidad de actores tanto privados, como comunitarios y públicos; “todos estos actores

deben aprender a concertarse para sacar adelante la región” (Rozas, G. & Sapiains, R., 2002). 618 Los autores describen que (a) las políticas del programa Chile Barrio, orientado a la erradicación de bolsones de pobreza mediante una política de prestación y administración de servicios que permitirían a las familias superar su situación inicial e instalarse en una nueva realidad habitacional y social, no son del todo coherentes con las definiciones programáticas de (b) SENCE (Servicio Nacional de Capacitación y Empleo) que se orientan a la capacitación, y que no consideran la pobreza como esencial en su foco de trabajo, o con las de (c) las entidades representantes del gobierno central regional, cuyo interés –a grandes rasgos- es el desarrollo productivo y social de las comunas de la región. La idea propuesta, por tanto, supone una organización de la estructura de la oferta para que ella sea consistente y adecuada a los requerimientos profesionales a los que nos referimos en las siguientes líneas. El supuesto a la base es que hay iniciativas consistentes orientadas a impulsar el desarrollo social regional o local, los cuales si bien pueden ser insuficientes, deben ser enfocados sobre los ideales de la participación social para que ella canalice los recursos presentes por parte de los agentes humanos de la misma (cfr. Rozas, G. & Sapiains, R., 2002).

Page 356: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

356

La involucración y el trabajo en conjunto –mediante redes - debe ser capaz de producir una oferta adecuada a las demandas; la participación es entendida como el elemento capaz de regular el equilibrio, flexibilizando las definiciones programáticas lo suficiente para que ellas logren impacto efectivo en el desarrollo social y económico. La comunidad, es decir las formas de agrupación de los involucrados pertinentes en el territorio definido, deja de ser definido solamente como usuarios o contrapartes de la intervención y se transforman en parte del proceso mismo de elaboración de los planes, en una propuesta (Rozas, G. & Leiva, E., 2004). Por ello, esta segunda área puede ser considerada como de “segundo orden” en relación a la primera que antes mencionábamos, y tiene sentido cuando se considera que, primero, el Estado ha explicitado su compromiso con el proceso de descentralización efectiva (Drake, P. & Jaksic, I., 1999), las demandas sociales que ya son consistentes con los diagnósticos del Estado superan la lógica de la prestación de servicios de subsidio (Rozas, G., en Montero, M., 1997; Egenau, P. & Baranda, B., 2004), y una política consistente de creación de oportunidades de integración y cooperación al desarrollo de la nación y sus subdivisiones territoriales (Rozas, G. & Leiva, E., 2004)619. Bajo este análisis, este conjunto de desarrollos en psicología comunitaria reconoce la vinculación alcanzada con las estructuras de gobierno y se plantea como opción viable para plantear su colaboración en lo que respecta a los proyectos de desarrollo nacionales (cfr. Leiva, A., 2003; ver Rozas, G. & Leiva, E., 2004). El proceso que se busca, por tanto, es aumentar y fortalecer la capacidad de gestión social colaborativa entre los implicados en los procesos de desarrollo, y por lo tanto, la integración de las diferentes temáticas –problemáticas sociales- no sólo se reformulará en términos positivos –destacando los recursos- sino que el mismo se ampliará al conjunto de temas que forman parte del concepto amplio de desarrollo social; cultura, identidad social, solidaridad y cooperación cotidiana, mejores condiciones de vida, salud, educación, etcétera620. Todos ellos serán los parámetros del desarrollo social, en tanto opuesto a la desintegración social,

619 En efecto, Rozas y Leiva (2004) han desarrollado recientemente una propuesta que se estructura en torno a la necesidad de generar un “Plan Maestro de Superación de la Pobreza”, a partir del trabajo investigativo realizado por el Departamento de Psicología de la Universidad de Chile. Así junto a los criterios ya asumidos de trabajo planificado con redes, el autor destaca su concepción centrada territorial centrada en los recursos humanos y ambientales. Pero lo más significativo es la comparación histórica entre el antiguo trampolín de la propuesta de la DESAL y Roger Vekemans en los años sesenta con la idea de palancas de desarrollo que proponen los autores en la actualidad. A diferencia de lo anterior, el motor ya no será la integración sino la construcción de un proceso de desarrollo conjunto, que en su base requiere la colaboración, compromiso y gestión adecuada de los diferentes actores implicados (personas, aparato público, privados, empresas y otras instituciones); “el impacto consiste en la obtención de resultados reales a través de estimular palancas de desarrollo, o dicho de otra manera, puntos estratégicos que tengan la capacidad de movilizar y poner en acción integralmente al conjunto de variables participantes en el desarrollo” (Rozas, G. & Leiva, E., 2004) 620 Vale la pena aclarar que este proceso no sólo considera a los sectores activos de la economía como parte del proceso. La participación comunitaria, primero, amplía la diversidad temática pues incorpora la experiencia subjetiva y objetiva de los diversos involucrados –y no se acota en las metas programáticas definidas por las estructuras centrales-, y segundo, supone que se trata de un proceso masivo de diferentes aristas en donde la integralidad es condición base, y por lo tanto la consideración de aspectos puramente económicos no logrará un impacto a largo plazo (cfr, Rozas, G., 1997; Rozas, G. & Sapiains, R., 2002).

Page 357: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

357

la disminución de la calidad de vida, la violencia social y las formas de planificación social inorgánicas y desmesuradas (Rozas, G., 1997). Por ello, la apuesta será a una psicología social aplicada que más que superar los problemas específicos mediante estrategias comunitarias, sea capaz de involucrarse en el proceso de construcción de una sociedad igualitaria, moderna, dinámica y enfocada en el progreso social con la comunidad como fundamento de la expresión democrática (Rozas, G., 1997; en Montero, M., 1997; cfr. Corvalán, E. & Edy, M., 2003).

c) Conclusiones y elementos significativos en la lectura histórica A partir de la exposición hasta aquí realizada el período histórico que cubren los tres gobiernos de la concertación desde principios de la década de los noventas hasta nuestros días se caracteriza por un proceso dinámico de evolución de los referentes que ya se habían establecido durante el período anterior. Bajo este análisis hemos privilegiado una interpretación que nos permita comprender como el proceso de evolución del campo de la psicología comunitaria ha estado vinculado al proceso político y social que ha ocurrido bajo el proyecto de desarrollo concertacionista. Vale la pena dedicar este apartado a una integración que permita comprender la situación actual del tema que nos convoca. La reconstrucción transversal de este proceso nos permite plantear tres subetapas que permiten perfilar elementos significativos, los cuales si bien pueden identificarse con los períodos presidenciales y las características con los que estos son descritos, tienen que ver con la evolución misma del contexto social del país y particularmente de la expresión de ellos en la realidad metropolitana, superando por ello los límites y posibilidades acotadas a tales o cuales reformas e hitos asociados a los gobiernos de turno621. La primera de ellas corresponde a los primeros años de transición. En ellos el foco estuvo puesto en los cambios necesarios que debían hacerse para sostener un proyecto democrático viable, tanto para las fuerzas internas –civiles y militares- como para aquellas que formaban parte del contexto internacional. En la medida de lo posible se intentó reconstruir un proyecto democrático que favoreciera a las partes que constituían nuestra sociedad. Sin embargo, los ideales parecieron no calzar con la planificación que se dio dentro de los grupos encargados de poner en práctica un proyecto que mantenía buena parte de los presupuestos y enfoques del gobierno autoritario, tanto en materia económica como política administrativa. El principal debate estuvo cifrado en la adecuación de las estrategias de crecimiento y aquellas que intentaban producir igualdad entre las personas. Este proceso permitió e incluso hizo necesaria la creación y 621 Lo mismo puede decirse en relación a los gobiernos de Frei Montalva y Salvador Allende durante el primer período descrito. Se recordará que hemos privilegiado aquí una lectura histórica transversal centrada en la evolución de dinámicas de desarrollo propias de cada período, más que en los hitos o eventos significativos que puedan marcar momentos.

Page 358: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

358

readaptación de las estructuras operativas del aparato público militar, y por lo tanto, se reinició el vínculo debilitado en los 17 años de dictadura entre los desarrollos en psicología comunitaria y los planes de gobierno. La puesta en marcha de ello significó un complejo proceso de readaptación de los sentidos de intervención, de las relaciones establecidas y de las metodologías empleadas durante el período anterior en todas las esferas. En este proceso se comienzan a diferenciar dos posiciones; aquellas que adhieren a los presupuestos generales de los planteamientos de gobierno, mismos que son reflejo del proceso de transformación del ideario político social de los conglomerados de izquierda renovada, y aquellos que desde una posición externa optaron por permanecer en una posición alternativa según como ella fuera definida, en adhesión a la disidencia popular durante los ochentas. Si bien los núcleos político ideológicos de estas posiciones -relevantes en tanto referentes del campo de producciones comunitario- no están del todo definidos, ello no resulta en un impedimento para evidenciar la existencia de un proyecto oficial, que deriva su lógica de intervención dentro de las políticas de gobierno, y aquél que en contraposición –valga la redundancia- intenta reconstruir y revalidar los ideales del pasado en el contexto presente. Dicha relación se da, sin embargo, en un entorno extremadamente complejo en el que en un principio no resulta del todo posible diferenciar posiciones políticas claras, y en donde las lógicas de intervención mediante delegación y subordinación a entidades civiles por parte de las políticas de Estado hace extremadamente difícil perfilar la verdadera capacidad de evolución de los presupuestos. Este primer período, por tanto, corresponde a un proceso de reconsideración de los ideales y de perfilamiento de los nichos sociales, políticos y administrativos desde los cuales los desarrollos propios de la década emprenderían su curso. Especialmente relevante resulta el constatar que la situación social del país sufre un fuerte proceso de transformación, evidenciándose una crisis en la capacidad de movilización social efectiva de los sectores populares, asunto que se refleja en la estructuración de políticas coherentes con los debates sociológicos y políticos mantenidos dentro de las instituciones de reflexión e investigación que fueron parte de las redes de oposición. Este resulta ser uno de los debates implícitos más relevantes del proceso de configuración que –consideramos- marca el paso para poder hablar de una segunda subetapa. Así, mientras los adherentes al proyecto que hemos identificado con el ideario del desarrollo humano y el fortalecimiento del poder civil -ahora denominado ciudadanía de base- evidenciaban una transformación progresiva de las formas de participación, disminuida por un contexto de promesas “por cumplir” de parte de los gobiernos de turno, la posición oficial del gobierno se fortalecía en la generación de un imaginario coherente con un diagnóstico social de desintegración social y atomización de la vida comunitaria. Ella se vio fortalecida por el desarrollo de técnicas diseñadas para la focalización de recursos, entre otros criterios que ayudaron a moldear desde aspectos

Page 359: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

359

técnicos la concepción de lo que sería la comunidad con la que se trabajaría y los enfoques que se utilizarían y las metas esperadas. La segunda etapa, por lo tanto, puede ser comprendida desde dos lecturas. La primera que dice relación con las reformas orientadas a la modernización del Estado para dar cuenta de los procesos de adecuación a las estrategias intersectoriales con el consecuente impulso extra a la tecnificación, que eventualmente sería acompañada de un proceso de reforma integral que permitiría favorecer la participación de los diferentes involucrados en dinámicas de desarrollo de base local. Paralelo a ello, la concepción misma del sujeto de la intervención social, que si bien en sus aspectos centrales sigue siendo el mismo –el pobre, el marginal-, se transforma frente a los indicadores de desarrollo igualitario, y su condición de pobre se segmenta en las diferentes dimensiones de carencia y deficiencia que lo o la describen. Se trata de un sujeto individualizado, que sufre los efectos de un entorno adverso que limitan su potencial, expresado como la capacidad de integrarse, formar parte y desarrollarse dentro de los límites del progreso planificado dentro del ideario concertacionista. No se trata de una situación de mayor o menor pobreza, sino de las características en la que esta se presenta y los motivos por los cuales cursa, los que permiten identificar quien está en mayor riesgo, vulnerabilidad o carencia frente al proceso de crecimiento que vive la economía nacional, la que impacta las diversas esferas de la vida social –especialmente de Santiago, dado que Chile es un país centralizado en extremo. La segunda lectura tiene asidero en el progresivo descontento social de aquellos que, si bien participantes y en apoyo de una alternativa democrática, se “desilusionaron” de las posibilidades establecidas dentro del núcleo concertacionista, ya se tratara de profesionales, de entidades gremiales, de pobladores o de otros grupos con capacidad de convocatoria y una demanda social relativamente clara622. En lo que respecta a las intervenciones comunitarias, los que desde la perspectiva del gobierno eran definidos como marginados –excluidos, vulnerables-, que debían ser apoyados y habilitados para ser parte integral de las estrategias de desarrollo, eran entendidos como sujetos manipulados y limitados en su capacidad de autonomía y toma de decisiones. Mientras el diagnóstico gubernamental diría que era necesario establecer redes de participación –popular, juvenil, vecinal, de trabajo en alguna área temática-, la perspectiva de los sectores alternativos (a los que nos referíamos como parte de una crítica externa) percibiría las limitaciones de una estructura de principios que impedía sistemáticamente la expresión del poder de base local, es decir, aquel que emana de

622 Hemos preferido utilizar este término de acuerdo a la propuesta de Barranco y Díaz (1999) en relación a las experiencias de diversos involucrados en el proceso histórico que nos convoca. Vale la pena destacar que nosotros lo hemos utilizado para referirnos a la posición política que denomina, más que al sentimiento propio de los profesionales psicólogos.

Page 360: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

360

la comunidad, en tanto unidad social, en la que confluyen los intereses y valores solidarios de los seres humanos. El afiatamiento de la estructura de intervención social sostenida por el Estado –ya fuese en calidad de interventor directo o mediante intermediaros contratados- permitiría diferenciar dos áreas que poco a poco irían perfilando desarrollos propios, encarnando aspectos complementarios pero sostenidos en objetivos políticos y sociales diferentes del proyecto de desarrollo nacional de los gobiernos del período. El primero, que encontraría asidero tanto por sus referencias conceptuales como por la involucración histórica –tradicional- de los profesionales psicólogos en un área que permitiría la instalación de dicha perspectiva –en un proceso de acople favorable-, se erigiría en relación a las intervenciones en salud, y en específico a los aspectos psicosociales de la misma. En consistencia con el proceso de elaboración teórica nacional e internacional la salud mental sería entendida como un conjunto de factores intervinientes en el proceso de adaptación del individuo a su ambiente –en el sentido integral del término-, en el cual se jugaría la identidad misma y la autopercepción en relación a las posibilidades de participar de la construcción de ese ambiente. Dicha concepción, validada por el compromiso gubernamental de mantener programas orientados a sostener “niveles mínimos de ciudadanía” al orientarse a favorecer recursos básicos para el adecuado desempeño de las personas como parte de un sistema social a través del desarrollo de competencias psicosociales y redes de apoyo. La posibilidad que abría esta concepción impulsó un fuerte proceso de producción teórica durante la primera mitad de los años noventa, asunto que se evidencia en la instalación de dichas concepciones por parte de los equipos de salud y por las políticas sectoriales del ámbito. El principio de la década abría con fuerza una oportunidad para elaborar desarrollos propios con los cuales identificar una versión nacional de psicología comunitaria que fuera más allá de la clínica y que, a propósito de la salud mental, se hiciera parte en la construcción de su propio proceso de desarrollo comunitario. Sin embargo, tanto producto de dificultades propias de los procesos de lenta evolución de las estructuras operativas (capacitación de recursos, planificación adecuada, materiales, etcétera), junto a la instalación de una representación complementaria a lo que las técnicas de focalización designaban como sujetos limitados en su capacidad de desarrollo, la posibilidad se fue cerrando. El potencial quedó limitado a la oferta de servicios en atención primaria para problemas expresados a través de drogadicción, alcoholismo, depresión, violencia intrafamiliar, embarazo en adolescentes y otras disfunciones involucradas en el sistema familiar. Las revisiones sobre estos temas revelan que el trabajo con grupos y de corte clínico social terminó por imponerse e instalarse como práctica. Se desarrollaba un planteamiento propio, pero ajeno a los ideales que impulsaron su inicio.

Page 361: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

361

Sería la misma definición de objetivos programáticos la que orientaría la segunda línea de desarrollos que es posible reconocer en este período. La renovada política social requeriría impulsar actividades de desarrollo local, respetando los criterios de participación propios de la sociedad que se deseaba construir. Y los desarrollos comunitarios que durante el período anterior se habían validado en el trabajo con organizaciones económico populares y grupos poblacionales ahora encontrarían cabida en la planificación gubernamental. Así, luego de un primer período reordenando la estructura de relaciones involucrada en este tipo de intervenciones –ONGs, Iglesia, Ministerios, Municipios, etcétera- el objetivo estaría definido en torno a favorecer el fortalecimiento de las capacidades operativas de las redes comunitarias que (en conjunto) son expresión del poder local. Esto significó otra oportunidad para desarrollar producciones propiamente psicológico comunitarias. Sin embargo la falta de coherencia, de perspectivas integrales de intervención estatal desde las estructuras centrales –todavía concentrando buena parte de la toma de decisiones- y las dificultades en la reforma de los estamentos implicados no favorecieron más que el potenciamiento de una práctica escindida de sus referentes originales. Sólo hacia finales de los años noventa, de la mano del surgimiento de las críticas respecto de las limitaciones de las políticas orientadas a disminuir las inequidades sociales, el tema del desarrollo social logra superar los debates centrados en criterios económicos. Entre las críticas los enfoques que consideraban al contexto comunitario como un espacio fundamental para fomentar el desarrollo social, permitieron que grupos de profesionales establecieron las bases para un nuevo proyecto de psicología comunitaria. Ello marca el inicio de lo que puede considerarse el tercer subperíodo. Él se caracteriza por una revalorización de las prácticas de intervención comunitaria mediante planes y programas específicos, iniciativas multisectoriales, y compromisos explícitos para favorecer impactos significativos en los espacios comunitarios. Junto a ello, por lo tanto, se invertirán recursos y energía en producir una readecuación (reforma) de las políticas sectoriales, para adecuarlas a los nuevos enfoques puestos en juego. La visión de la pobreza en su expresión local se complejiza hacia los diagnósticos de la exclusión social, y los problemas de aprovechamiento de recursos existentes en el plano de las relaciones comunitarias, permiten una reconsideración de los potenciales no considerados en la planificación de base comunitaria. Del reconocimiento de sus límites en la concepción ya instalada durante la década, los desarrollos comunitarios retoman el vuelo hacia la concreción de un movimiento comprometido con el desarrollo social de los territorios desfavorecidos. Reencarna el deseo inicial expresado por la concertación de partidos por la democracia de producir bienestar para todos y desde todos, a través de la incorporación a actividades productivas. Así, las formas “parciales” de intervención comunitaria no desaparecen ni dejan de tener sentido, si no que idealmente

Page 362: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

362

se integran a los planes de fortalecimiento y desarrollo territorial más amplios. El objetivo de fondo comienza a aclararse; la intervención social, la expresión de la política social, se complejiza y supera los límites de las propuestas disciplinares para ligar democracia de base con crecimiento económico, regulando por tanto la equidad social presente entre ambos. Bienestar para todos, y armonía en el mercado. Las puertas para una psicología comunitaria se abren amplias, dejando que la misma ahora sea necesariamente complementaria de otras “formas” disciplinares. Y sin embargo, los grupos de profesionales que antes se habían identificado con el sector civil, descontentos muchas veces con las posibilidades ofertadas en la política social, y apoyados por una relectura de la expresión y asociatividad local, decidirán pasar la década de los noventas en un rol secundario. Los criterios de unidad -definidos durante la década de los ochentas- se mantendrían firmes sin que la estructuración de formas disciplinares fuera un objetivo central. El cambio cultural, de forma similar a como lo hubiera planteado Luis Weinstein hacia finales de los cincuenta, volvería a escena esta vez reforzado por el contexto democrático. Si bien la dependencia de muchas veces escurridizos fondos públicos –antes provenientes del extranjero-, o las características de un sistema político que privilegia el equilibrio entre dos coaliciones puede ser considerada la principal dificultad para la estructuración de una propuesta propia, lo cierto es que ella se ha desarrollado con bastante consistencia. Así, desde su relativa independencia hacia mediados de la década de los noventas, con el proclamamiento de un candidato nuevo, sumado al (re)potenciamiento de los grupos ecologistas y críticos, y a la apertura de un espacio social e intelectual para el desarrollo de planteamientos alternativos, la propuesta se ha estructurado en torno a una crítica a los fundamentos de base del modelo económico y social propuesto por la concertación. Así, más que un fortalecimiento de una identidad disciplinar dentro del cuerpo profesional de la psicología, lo que aquí se encuentra es un reencantamiento de la crítica como posibilidad de fundamento de una política centrada en la expresión de formas culturales diversas. La sustentabilidad, la ecología social, las potencialidades de desarrollo de los seres humanos –herencia del período anterior- encuentran lugar en los desarrollos críticos de grupos profesionales que a partir de problemas específicos en los que se ha trabajado por décadas y en los que se han acumulado vastas experiencias -como el consumo de drogas y el trabajo promocional con agrupaciones juveniles, como problemas sociales de mayor importancia pública en el caso metropolitano-, orientarán su propuesta hacia la necesidad de reformular las políticas de Estado en lo que respecta a las nuevas formas de expresión y participación ciudadana.

Page 363: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

363

Lo anterior nos permite afirmar que los noventas son un período extremadamente dinámico en lo que respecta a las producciones en psicología comunitaria. Si los años sesentas y setentas permitieron la instalación de los debates y campo de acción de la psicología comunitaria, y los años ochentas validaron y permitieron la construcción y fortalecimiento de un sentido ético político propio que orientara a esas prácticas, la década de los noventas se caracterizará por la progresiva diferenciación de los desarrollos en psicología comunitaria. Lo que en un principio aparecía como una fértil amalgama de redes desarrolladas en contextos similares compartiendo lo que puede denominarse como un conjunto de sentidos que permitían validar y orientar las intervenciones –el componente ético político de las prácticas psicológico comunitarias-, encontraría en los años noventa los contextos para comenzar su proceso de diferenciación. En este sentido, los principales referentes de la época serán las políticas sociales derivadas del modelo concertacionista, ya fuese que ellas se presentaran como lineamientos a seguir o como objeto de la crítica (cfr. Alfaro, J., 1997). Bajo este análisis resulta razonable plantear que durante los años noventa la dinamización del campo de los desarrollos en psicología comunitaria tuvo relación con los aspectos conceptuales derivados de las planificaciones que signaron las políticas sociales. Si bien este no es un período que se caracterice por la generación o masificación de modelos de intervención innovadores, como lo fue la etapa anterior, las reglas que determinan el campo siguen siendo las mismas; las producciones relativas a la psicología comunitaria en Santiago de Chile siguen dependiendo y formando parte de los procesos políticos y sociales significativos del período. La creación, adecuación, significación y uso de los conceptos desarrollados durante están estrechamente vinculados al conjunto de posiciones desde las cuales ellos son producidos. Más aún; puede pensarse que son ellos los que en último caso permiten entender para qué son producidos. La diferenciación de las elaboraciones en psicología comunitaria se da, entonces, en sincronía con el proceso de evolución de las políticas de Estado y de los análisis políticos que estuvieron detrás de ellas. Dicho proceso de diferenciación generó, dentro del cuerpo profesional involucrado en el proceso de adscripción disciplinar, una disonancia significativa. La psicología comunitaria parecía avanzar y expandirse durante el período, pero ello no se reflejaba en un fortalecimiento de los fundamentos y del sentido identitario de la misma. Sobre este punto dos son los planteamientos que más impacto y difusión tuvieron623. Nos permitiremos una breve presentación de ellos, pues a nuestro entender el que la psicología comunitaria haya desarrollado la capacidad para reflexionar sobre sí misma en la corriente nacional expresada a través de los trabajos elaborados en Santiago de Chile es también parte de su historia. 623 Diversos autores han considerado que ellos resultan complementarios, sin embargo nuestra posición considera que ambos apuntan sobre un mismo tema pero lo enfocan desde ópticas diferentes, y por lo tanto, proponen interpretaciones incluso opuestas (cfr. Foladori, 2002a; 2003).

Page 364: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

364

El primero corresponde a la posición de Mariane Krause (1997; 2002), quien ha elaborado lo que podemos llamar teoría de la institucionalización. Ella afirma que la crisis de la psicología comunitaria ha es producto de un desarrollo histórico inverso a lo que ha sido la crítica a las prácticas clínicas tradicionales en salud mental en Estados Unidos, y al compromiso con el cambio de sistemas sociales en América Latina624. Bajo este análisis la autora ha insistido en las contradicciones que existen entre el plano ideal de formalización disciplinar y las prácticas centradas en la asistencia, el trabajo clínico grupal –muchas veces lejano a todo concepto de comunidad en su impacto esperado- y las concepciones –diagnósticos- sobre la dinámica que está a la base de los fenómenos investigados e intervenidos (cfr. Krause, M., 1997; 2002; Krause, M. & Jaramillo, A., 1998). La lectura histórica sobre la cual se afirma la autora la establece como vanguardista, rupturista y transfomador respecto de las formas tradicionales de plantear la intervención social en los inicios en la década de los sesentas, como orientado al cambio social y político durante los difíciles años ochenta, pero absolutamente limitado por su integración a los marcos de intervención estatales de los años noventa, lo que significa romper con la tradición que se había fortalecido durante décadas. Bajo esta perspectiva, “estaríamos frente a un tipo de intervención comunitaria institucionalizada, aceptada

tanto en esferas gubernamentales, como en círculos académicos” cuya principal característica es ser conservador y limitado dentro de los parámetros que permiten los nichos estatales625 (Krause, M., 1997). Desde nuestro análisis la noción implícita que se esconde detrás del concepto de institucionalización tiene asidero en una lectura histórica que considera la capacidad de independencia de la psicología comunitaria de los nichos políticos y sociales que, sin embargo, han estado presentes desde sus inicios. En otras palabras, si la psicología comunitaria no es independiente de los contextos y movimientos sociales que dinamizan la historia de cada período, podría suponerse que el proceso de institucionalización resulta nocivo para el fortalecimiento de una disciplina propia626. Bajo nuestra perspectiva, y como quedó de manifiesto en la

624 Evidentemente esta argumentación responde a la concepción de la psicología comunitaria en tanto paradigma disciplinar ideal, a la que ya nos hemos referido en el primer capítulo. Aprovechamos de agregar que la autora referida ha desarrollado esta tesis en colaboración con Jaramillo (1998), sin embargo la larga lista de publicaciones y documentos redactados durante el transcurso de toda la década permiten identificarla directamente como la autora más reconocida de esta posición (cfr. Alfaro, J., 2000; Foladori, H., 2003; Leiva, A., 2003). 625 La autora habla refiere a las características que aparecen como más frecuentes en los estudios realizados sobre el tema, y por lo tanto ellas no permiten comprender -ni afirmar con precisión- cuales son las características singulares de cada intervención. Recordemos que el tema central tiene que ver con que la crisis evidenciada en este período se refiere siempre al conjunto de intervenciones. 626 A mediados de la década la autora habría referido como los grupos profesionales de Europa, Estados Unidos y América Latina habían resguardado su autonomía respecto de las formas de intervención estatal con tal de sostener proyectos de transformación social –reflejado en el desarrollo de conceptos ad-hoc- (cfr. Krause, M., 1996). Nuestra lectura no ha logrado encontrar ningún indicio de grupos profesionales que en algún minuto quisieran distanciarse de las redes del Estado, a excepción del período de los ochentas en donde ya hemos consagrado el establecimiento de redes que terminaron por suplir la carencia del mismo. Más aún pareciera ser una tendencia histórica el tratar de integrarse y

Page 365: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

365

explicación del proceso de diferenciación recién realizado, en la evolución de la psicología comunitaria nacional no es posible encontrar ningún intento de formalización disciplinar como los que se encuentran en la corriente norteamericana, o como el proceso de construcción de identidad de la corriente latinoamericana. Al contrario, la principal fortaleza de los desarrollos nacionales parece residir en su capacidad para adaptarse a los nuevos contextos, todos ellos institucionalizados si se quiere627, para desde ellos erigir nuevas posibilidades. En efecto las distintas concepciones de cambio social a las que han adscrito los desarrollos del campo psicológico comunitario son herederas de aquellas en boga por los movimientos y procesos históricos más significativos del pasado reciente de Santiago de Chile –a los que Krause denomina como proyectos de transformación de los “sistemas sociales imperantes” (Krause, 1997). El segundo planteamiento ha sido desarrollado por Alfaro (1999; 2000), y puede ser caracterizado como la teoría de la dependencia. La idea central de Alfaro será que, si bien los desarrollos en psicología comunitaria han tenido una estrecha relación con los contextos históricos –y particularmente con los proyectos sociales que han impulsado las políticas sociales en dichos contextos-, lo que ha resultado significativo del proceso ocurrido durante los años noventa es el centramiento de las discusiones en torno a los conceptos definidos por la política social. Las áreas temáticas, los enfoques y los conceptos de los desarrollos comunitarios del período son producidos desde la política social (cfr. Alfaro, J., 1999). En este sentido la posición de Alfaro, si bien no supone un proceso de formalización disciplinar, si elabora su crítica hacia la distancia que debiera existir entre los planteamientos comunitarios y la política social en tanto los primeros, para desarrollarse, requieren pensarse y construirse a sí mismos. En otras palabras, los planteamientos terminan centrándose en los enfoques -muchas veces limitados- de la política gubernamental, lo que reduce su capacidad para

formar parte activa de las formas de construcción de política social, como quedó claro en la revisión de los primeros años de la década de los noventas. Inclusive aquellos que se definen como marginales consideran que su principal interlocutor es el Estado. No resulta esclarecedor, por tanto, hablar de un desarrollo histórico inverso; ello esconde un análisis de las circunstancias históricas que han influido sobre los desarrollos comunitarios al contrastarlo con evoluciones diferentes. Valga aquí como recordatorio nuestra afirmación respecto de la imposibilidad de comparación entre desarrollos históricos en contextos diferentes. 627 Los años sesenta en términos de los productos esperados para reformular las tradiciones de intervención médicas, los años ochentas para formar parte de redes de resistencia y oposición con orientaciones políticas propias y los años noventa en la construcción de una nueva sociedad democrática. Bajo esta interpretación no sólo sigue siendo válida la afirmación ya doblemente comentada de que “la psicología comunitaria nace de la mano de un proyecto político”; durante este período esa alianza se fortalece al punto de poder establecer paralelos entre este último y el campo de la psicología comunitaria. La metáfora de la inmadurez (“ir de la mano”), sin embargo, nos parece inadecuada. La psicología comunitaria, más que independencia, pareciera necesitar un sentido. De hecho, pareciera que la independencia –en la conformación de un movimiento autónomo fortalecido, capaz de producir un discurso relativo al cambio social- ocurre justamente como resultado de la existencia de proyectos sociales vinculados a los procesos de involucración con instituciones sociales significativas de cada momento histórico. Volveremos sobre este punto al final del apartado.

Page 366: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

366

expandir sus conceptos fuera de los límites del proyecto concertacionista. El enfoque de la política social y la gran mayoría de las prácticas comunitarias se vuelven idénticas, y por lo tanto la segunda queda atrapada dentro de la primera628, en tanto ella expresa un sistema social, crea y configura actores e interlocutores sociales –sus roles y funciones- y categorías de sujetos (Alfaro, J., 1999). Al contrario de lo que pudiera parecer, ello no significa que el campo de la psicología comunitaria se destruya. Sólo significa que la dinamización de nuestro campo es dependiente de la política social, y no de procesos de reforma social radical o de movilización social. Dicha dependencia resulta en el proceso más razonable –de mayor probabilidad de ocurrencia- si se piensa que desde de los años ochenta el único proyecto social que emerge con posibilidades históricas reales era el de la izquierda renovada, mismo que respecto de las intervenciones comunitarias tendría un diagnóstico y un proyecto de trabajo hacia los sectores pobres en lo que denominamos como deuda social. Si no es posible distinguir en la psicología procesos de fortalecimiento de los espacios académicos reflexivos o de sus contrapartes en terreno, resulta simple entender como es que los planteamientos concertacionistas han moldeado el campo de la psicología comunitaria –para bien o para mal. La psicología comunitaria, o más bien los desarrollos que la componen “están hechos o determinados en

buena medida desde fuera” (Alfaro, J., 1999), y por lo tanto la crítica de Alfaro tendrá relación con los problemas implícitos en esa dinámica de subordinación. Sus referentes, por tanto, no estarán dentro de la psicología comunitaria, sino en su contexto de existencia inmediato. Bajo esta perspectiva, es razonable suponer que es la política social, en tanto expresión de los proyectos sociales en vigencia, la que será capaz de definir y estructurar los dos universos de sentido entre los que se establece el campo de la psicología comunitaria durante el período. Sin embargo, resulta acertado afirmar que esta involucración de los desarrollos en psicología comunitaria con las políticas sociales ha resultado beneficiosa en lo que respecta a la evolución de la producción conceptual en psicología comunitaria. En efecto, el proceso de diferenciación ha sido acompañado de una mayor complejidad en la formulación conceptual. Bajo esta perspectiva debe entenderse que el espacio que favoreció la incorporación de conceptos propios de la política social y de formulaciones conceptuales

628 Alfaro (1999) dirá: “para la psicología comunitaria actual, una política social no sólo es el contexto material para la aplicación de programas, sino que, además, establece el marco cultural y de relaciones sociales desde donde de manera principal [...] las intervenciones se articulan y configuran”. Ello permite diferenciar la construcción de argumentación a la base de programas –como en el caso intracomunitario o los desarrollos de Weinstein, o del contexto social en su amplio sentido-, en una lógica en la cual el orden deriva de los diagnósticos y presupuestos que se traducen en políticas sociales.

Page 367: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

367

extranjeras y el proceso posterior de construcción de un espacio exterior de la misma fortaleció los aspectos teóricos más que los metodológicos629. La lectura que realizamos permite establecer, por tanto, que el proceso de elaboración conceptual que ha dinamizado el campo de los desarrollo comunitarios ha ocurrido al interior de las líneas consideradas, pero no de manera sincrónica. En el primer subperíodo, en donde la concepción psicosocial se fortalece tanto en su aspectos técnico como a nivel de los énfasis y orientaciones relativas a la transformación social, aún no es posible identificar con claridad lo que ocurrirá con los otros dos. Ellos cobran fuerza cuando la estructura administrativa del Estado se ha fortalecido, justamente porque responden a la puesta en práctica de todo el sistema (en lo relativo a la pobreza y el desarrollo), mientras el primero se estructura y ayuda a estructurar aquello que es propio del sector de la salud. En el segundo subperíodo, las posiciones interna y externa –que bien puede ser consideradas espacios de elaboración a modo de nichos o conjunto de referentes de validación- cobran importancia al posicionarse como plataformas para desarrollar planteamientos relativos a estrategias de desarrollo social local. Ellas, si bien habían recibido un fuerte impacto desde la reestructuración de la política social en los primeros años de Aylwin, adquieren potencia luego del período de transición. Se perfilan, por tanto, las oportunidades para la revalorización de los trabajos en psicología comunitaria, y por lo tanto, se favorece la evolución de los mismos en relación a los debates sobre exclusión social, capital social, desarrollo humano, ciudadanía y derechos sociales, lo que de fondo supone una reconceptualización de los sujetos de intervención, de las relaciones que se van a establecer con ellos, y de los roles que por tanto les cabe cumplir. La comunidad, por cierto, ya no será definida por su condición de pobreza o marginalidad, sino por los potenciales que como conjunto de actores le caben en lo que respecta a los planes de desarrollo viables en el mediano y largo plazo. En efecto el Estado potenciado por los presupuestos de la concertación evolucionará a partir de la críticas relativas a su capacidad para reducir la desigualdad, ya fuere en sus aspectos económicos, como en los sociales y culturales. Ello permitirá la incorporación de los aprendizajes comunitarios, de intervención con la comunidad –mismo que antes había sido desarrollado por las prácticas de intervención participacionista y problematizadora-, pues la comunidad misma será el interlocutor válido para el proceso de desarrollo. El rol del Estado, reducido en tu tamaño y funciones y liberal en su herencia reciente, dejará de percibir solamente carencias y luego de un proceso de debate y reconceptualización interno, enfrentará el año dos mil con

629 A diferencia del período anterior, en donde la educación popular y las prácticas participativas fueron incorporadas como complemento de las orientaciones ético políticas que dotaron de sentido y validez al campo de las producciones en psicología comunitaria fuera de los marcos estatales. Ellas suponían conjuntos de pasos y apuestas prácticas relativamente estructuradas que impactaron con fuerza sobre los trabajos del período, asunto que contrasta aquí con el incremento en la producción teórica y la incorporación de conceptos que se van a ir masificando durante el período, como queda de manifiesto en lo relativo a la salud mental.

Page 368: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

368

nuevos enfoques y orientaciones en política social, que le permiten al campo comunitario la reformulación del contrato que entre ellos se había dado de implícito en los noventas. La comunidad, lo comunitario, deberá ser una de las dimensiones de los programas de intervención social orientados a generar desarrollo social, empoderamiento comunitario, participación activa y contrapartes de la planificación. De esta forma el final de los años noventa nos presenta un campo de debates y producciones extremadamente dinámico. En el eje de la salud, la instalación y validación de las concepciones psicosociales, tanto para las políticas de salud mental como en lo que respecta a las nociones de salud general, los espacios de trabajo se abren y la involucración en el diseño de una política social que, considerando la necesidad de involucración comunitaria, permita el desarrollo de intervenciones multidisciplinares que en definitiva apuntan a un cambio en las formas de vida y relaciones sociales cotidianas. Nuestra suposición es que el futuro cercano parece apuntar al desarrollo de intervenciones que, desde las problemáticas de salud, se orienten hacia la superación de las dificultades y al potenciamiento de estilos de vida más saludables, justos e integrales. La salud, tanto como área de trabajo como núcleo de debate teórico, social y político, seguirá siendo fundamental en los desarrollos del campo de la psicología comunitaria. El desarrollo social, el segundo eje al que nos hemos referido, ahora fortalecido producto de las críticas en lo que inicialmente puede entenderse como la pobreza, pero que de fondo supone también el modelo de desarrollo –expresión de lo que hemos llamado proyecto nacional-, también parece permitir la evolución de intervenciones que si bien comunitarias, requieren de la incorporación de otras dimensiones tales como la ecología, la tecnología, la economía, la educación, etcétera, como referentes en la dinamización local. A modo de epílogo, si se considera –primero- que hoy en día existe una cantidad considerable y creciente de profesionales (Asún, D., 2003) y –segundo- el desarrollo reciente y también creciente de cursos de postgrados especializados en temáticas consideradas dentro de los planes de reestructuración de la política social, es dado pensar que se puede estar iniciando un nuevo período histórico del campo de la psicología comunitaria, esta vez sin eventos históricos de transformación radical en los planos políticos, económico y social. Asimismo -y en tercer lugar-, queda en evidencia que en la actualidad hay en circulación una considerable cantidad de documentos y producciones bajo el rótulo de psicología comunitaria, y de productos relativos al conjunto de referentes que la constituyen. Todos ellos, si bien dependientes de las concepciones presentes en la política social y muchas veces menos formales y constantes –y empíricos- de lo que los autores

Page 369: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

369

considerados en esta revisión quisieran, parecen haber encontrado estabilidad en los nichos que abren las concepciones de intervención social, tanto desde los planes de gobierno como desde las propias bases locales630. Más aún -y en cuarto lugar-; el hecho de que la psicología comunitaria (es decir los desarrollos que la componen de forma conjunta) haya generado la capacidad de estudiarse a sí misma, para comprender su historia y su estado actual, sin lugar a dudas ya está dando frutos para la planificación e involucración con los proyectos sociales del futuro cercano631. Ya fuese dentro de las redes estatales o fuera de ellos, dentro de la formalidad esperada de las comunidades académicas, o fuera de ellas en los espacios de debate político y social comunitario, como parte del cuerpo de lo que se reconoce como psicología aplicada, como fuera de ella. Por cierto que el camino no necesariamente será el que suponemos, pero sin lugar a dudas un conjunto de orientaciones en psicología comunitaria capaz de pensarse a sí mismas tanto en el presente como en el futuro resultan prometedoras.

630 Recordemos que nuestra interpretación supone un paralelismo de los productos existentes entre ambos; desde la sociedad civil hacia los aspectos políticos de la política social, y desde el Estado –y el gobierno de turno- hacia la sociedad civil y en especial a su dimensión –expresión- comunitaria. 631 Otra forma de expresar esta idea sería afirmar que los profesionales que han estado vinculados al desarrollo de prácticas en psicología comunitaria se han preocupado de la situación actual de los debates del campo de la psicología comunitaria poniendo especial énfasis en los proyectos históricos que de fondo ellos han privilegiado. Este proceso, si bien ha llevado a reconocer una evolución diferente a la que idealmente se esperaba, ha colaborado para desarrollar capacidad de reflexión interna que permita configurar tanto estrategias formativas dentro de las estructuras académicas (Krause, M. & Jaramillo, A., 1998; Alfaro, J., 1997; 2000; Rozas, G. & Sapiains, R., 2002), como nuevos “contratos” de relación con los procesos de construcción de proyectos sociales existentes en las diferentes instituciones que han resultado históricamente significativas ya fuese dentro o fuera del Estado –como ha sido el movimiento ecologista, los movimientos populares, la academia, y los movimientos de Iglesia, sólo por nombrar algunos- (cfr. Alfaro, J. & Báez, X., 1999; Rozas, G., Sapiains, R., 2002; Leiva, A., 2003; Martínez, V. 2004)

Page 370: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

370

Generalmente cuando se critica nuestra educación, nuestro apego a la palabra hueca, a la verbosidad, se dice que su pecado es ser “teórica”.

Se identifica así, absurdamente, teoría con verbosidad. Verdaderamente es teoría lo que nosotros precisamos. Teoría que implique una inserción

en la realidad, en un contacto analítico con lo existente; para comprobarlo, para vivirlo plenamente, “prácticamente”.

Paulo Freire

La educación como práctica de la libertad, 1960

T e r c e r a P a r t e

Page 371: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

371

3. Síntesis: Los desarrollos actuales en Psicología Comunitaria

El objetivo de este capítulo es producir una integración de los dos capítulos precedentes que permita elaborar una síntesis respecto de las interrogantes que orientaron este documento. Por ello estará dividido en dos segmentos; el primero orientado a describir las características generales que pueden derivarse de la interpretación histórica que hemos realizado, y el segundo en torno a una descripción propositiva de los marcos conceptuales que de esta interpretación hemos podido rescatar.

3.1. Marcos conceptuales en Santiago de Chile Bajo la perspectiva desarrollada a lo largo del documento, nos parece adecuado distinguir cinco conjuntos de características, las cuales por cierto también suponen una reformulación de nuestra respuesta original respecto de qué es la psicología comunitaria. De entre ellos, el que destaca en primer lugar es (a) lo que puede reconocerse como una triple determinación del campo sobre el que se extiende la psicología comunitaria durante las casi cinco décadas revisadas; el contexto social –o la situación política social si se prefiere el término-, los grandes proyectos políticos y sociales presentes, y la relación que con ellos han establecido lo que genéricamente se puede denominar ciencias sociales ligadas a los análisis y propuestas de desarrollo. Las relaciones de estos tres grandes pilares es justamente lo que permite identificar a cada uno de los períodos considerados. Los desarrollos en psicología comunitaria revisados establecen sus principales diferencias y su unidad en tanto propuesta(s) justamente a partir de la existencia de ellos; la psicología y lo que se reconoce como política han convivido de manera directa, evolucionando la primera dentro de las posibilidades que abre la segunda. Las orientaciones desde las cuales los desarrollos comunitarios han logrado imponerse, impactar y perdurar son, esencialmente, una incorporación –una apropiación- de los sentidos allí existentes, pero acotados a una construcción conceptual respecto de las posibilidades de los grupos sobre los cuales “lo

político” versa, centro de lo que en su momento denominamos “enfoque de comunidad”. Si se acepta que el recorrido efectuado da lugar a una corriente específica, debe aceptarse también que la relación entre las ciencias sociales ligadas a los proyectos de desarrollo, y la contraparte política –es decir el espacio formal de planificación nacional-, ha sido de estrecha cercanía. Ella ha permitido, según como hemos expuesto, la elaboración de figuras para comprender y desarrollar actividades que, en relación a los temas que nos interesan, han referido fundamentalmente al pobre. Con ello queremos decir que lo que ha sido central en la estructuración de diversos enfoques de comunidad ha estado asociado a los proyectos de desarrollo nacionales, cuyo núcleo ha sido una representación del sujeto social que menos ha disfrutado del

Page 372: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

372

proceso de cambio social ocurrido. Ello permite entender porqué lo comunitario es sinónimo de trabajo con sectores pobres. Dicha denominación genérica suele esconder un elemento que por no explícito es necesario; se trata de movimientos sociales, grupos marginados, clases explotadas, personas excluidas, ciudadanos modernos, o de alienados luchando contra la desintegración social. El elemento material, concreto, de carencia que suele describir la imagen universal del pobre es aquí resultado de una conceptualización siempre presente y siempre necesaria que produce la lógica de sentido con la cual la relación a él se establece. Allí se ha producido, si podemos denominarla así, la esencia de la cual se construye la unidad de las propuestas en la psicología comunitaria632. Lo anterior exige una precisión; bajo nuestra perspectiva evidentemente puede reconocerse una ligazón entre la fuerza y orientación sostenida por movimientos sociales y la situación política del país. Sin embargo, en tanto las plataformas en psicología comunitaria han dependiendo de los proyectos políticos en vigencia –tanto fuera como dentro del Estado- su relación con ellos es más bien lejana. Puede afirmarse sin duda que ellos son referentes de hecho, pero difícilmente puede afirmarse que la psicología comunitaria –las propuestas que la componen- hayan sido parte activa de ella; las propuestas en psicología comunitaria se nutren de los sentidos en ellos sostenidos, pero no son movimientos sociales en sí mismos. Planteamos por tanto, y si bien nuestro enfoque deja poco espacio a la duda por establecer su foco en los aspectos conceptuales, que los desarrollos en psicología comunitaria son a su vez productos históricos ocurridos dentro del cuerpo de la psicología. A partir de ello es posible delimitar una segunda característica relevante; (b) puede suponerse que, en el caso más concreto, la psicología comunitaria no es otra cosa que la traducción conceptual y operativa de la lectura que los grupos profesionales hacen de su entorno. Así lo mencionan, de hecho, los documentos que revisamos para cada una de las subdivisiones históricas propuestas. Si bien ello resulta en una obviedad supone el reconocer que, para que haya psicología comunitaria, deben existir profesionales con un sentido de pertenencia histórico; con un análisis de la realidad social circundante y –eventualmente- con una estrategia para hacerle frente. Nos permitimos inferir que la psicología comunitaria, en tanto resultado de discusiones entre psicólogos y psicólogas, se reconoce como vinculada a la vivencia histórica de estos últimos633. Nos enfrentamos, entonces, a un conjunto de producciones que resultan propositivas incluso cuando se trata de análisis que pueden ser considerados reactivos a una situación social, política o económica coyuntural.

632 El profesor Alfaro, del cual nos hemos servido en este documento, ha postulado un análisis convergente con esta afirmación (véase Alfaro, J., 1997). 633 Con ello no estamos afirmando que la psicología comunitaria sea reducible a las actitudes de los psicólogos comunitarios, definidos estos de acuerdo a criterios externos, por cierto.

Page 373: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

373

En tanto es posible reconocer en el Estado el principal asidero desde el cual se sostienen las plataformas de intervención y trabajo comunitario, pues ha sido este el lugar desde el cual los proyectos nacionales han sido puestos en marcha, reconstruyendo la estructura misma del aparato público, el posicionamiento respecto de las políticas puestas en juego desde él definen una marca sustantiva para los profesionales y sus propuestas; dentro, interno y fuera, externo. Ambos, por cierto, se encuentran unidos de forma necesaria en tanto forman parte de un conjunto de debates comunes, mismos que suponen lugares de encuentro para favorecer la dinámica de evolución conceptual. La comunicación, ejercicio fundamental de la discusión, ocurre en el marco de los aspectos políticos que, por cierto, son resultado del Estado. No es necesario o suficiente contar con una definición de “problema social” para hablar sobre los temas que abordan los planteamientos comunitarios, es necesario entender que ellos son resultado de la mecánica societal que los construye, valida y pone de relevancia634. En tercer lugar (c) puede reconocerse la existencia de dos ejes sobre los cuales los trabajos en psicología comunitaria se han estructurado; salud y desarrollo social. Si bien es cierto que utilizamos esta división para estructurar nuestra revisión, es factible establecer que ambos refieren tanto a temáticas separadas en las cuales los conceptos son (re)significados por las propuestas particulares, como a dinámicas de producción que responden a estructuras y plataformas diferentes. La salud ha resultado, desde los primeros momentos incluidos en la revisión, en un área de producción conceptual específica, misma que ha estado en estrecha cercanía a las reestructuraciones del conjunto de servicios de salud pública (Weinstein, L., 1975; 1977; Illanes, M., 1993). En este sentido, y asumiendo la evolución y conjunto de dificultades que este sector ha debido enfrentar, el mismo ha quedado encasillado como un servicio público de carácter subsidiario –al sistema privado- sobre el cual, y asumiendo las políticas sociales de gobierno, se han intentando producir modernizaciones sectoriales pertinentes. Ellas apuntan, si bien con escaso éxito, a integrar un conjunto de políticas modernas, adecuadas al ideal del crecimiento con equidad, sin embargo las evaluaciones apuntan a considerarlas como parte de iniciativas que, en la medida de lo posible, garantizan un nivel mínimo de servicios (Drake, P. & Jaksic, I., 1999; Rackzinsky). Este pragmatismo, por cierto, ha disminuido las posibilidades de lo que en los primeros momentos revisados resultaba absolutamente pertinente; la de producir un cambio en los patrones culturales en las poblaciones para favorecer estilos de desarrollo adecuados al momento histórico. El componente comunitario allí surgido, pierde no sólo la capacidad de tomar posición desde el Estado con el golpe militar, sino también su sostén conceptual al reenfocarse los servicio de salud. El aprendizaje y desarrollo evolutivo deberá ocurrir bajo el alero de la resistencia, de la

634 No resulta adecuado, según esta suposición, plantearse frente a la psicología comunitaria desde una definición objetiva respecto de un problema social específico. Incluso si lo que se desea es producir una reconceptualización del enfoque comunitario para hacerles frente. En efecto, se hace necesario –y así lo hemos abordado- una producción que permita sostenerse en las coordenadas antes mencionadas.

Page 374: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

374

mano de lo que puede reconocerse como una unidad política primaria, desde la cual emergerían las propuestas de los noventas. Sin embargo, en la práctica, el “universo de sentido” delimitado por el proyecto concertacionista más que favorecer la integración de dichos aprendizajes les exige adaptación, al establecer las condiciones bajo las cuales la sociedad civil vinculada profesionalmente al trabajo comunitario debe participar de los programas de salud (véase MINSAL, 1992; 1999). Si bien ello favorece la estructuración de un concepto bio-psico-social de salud, lo acota reduciendo la vinculación entre el componente comunitario y el impacto político y social de las prácticas en salud. La funcionalidad será la que sobreviva. Puede reconocerse, además, una vinculación particularmente relevante del saber profesional psicológico derivado de la práctica clínica con lo que puede entenderse es un subcomponente de la salud en su sentido abstracto; la salud mental. Esta última se materializa, las más de las veces, a través de un conjunto de plataformas programáticas acotadas (cfr. Olave, R. & Zambrano, L., 1993; Krause, M. & Jaramillo, A., 1998), si bien recientemente pudimos apreciar la validación de los desarrollos psicosociales. Ellos, sin embargo, aparecen descoyuntados del ideal político635 original que comenzó a establecerse desde finales de la década de los ochentas. Así, si bien la salud fue el eje principal sobre el cual se estableció el campo de la psicología comunitaria desde mediados de los sesentas, en ella no ha habido espacios para una reformulación crítica que fortaleciera un movimiento comunitario profesional. Lo contrario, suponemos, ha ocurrido a propósito del segundo eje. En efecto, los planes de desarrollo social en tanto han evolucionado de acuerdo a los proyectos nacionales han permitido poco a poco la apertura de espacios de producción psicológica comunitaria los cuales han fortalecido esta vinculación en el último tiempo, primero, producto de la lectura de demandas sociales relativas a la superación de la pobreza y las desigualdades sociales, y segundo, producto de los nuevos enfoques y conceptualizaciones sobre estos temas. Ellas han permitido no sólo la producción desde políticas sectoriales sino la integración al debate político social propiamente tal; desde su interior mediante la planificación técnica, o desde fuera, para producir una crítica ciudadana capaz de transformarlo636.

635 Se recordará que citamos a Alfaro, quien producirá una relectura del proceso de alineación social desde una perspectiva psicológica (Sepúlveda, R., Benadretti S. & Alfaro, J., 1991; en Olave, R. & Zambrano, L., 1993), valiéndose de las producciones latinoamericanas de los años ochenta, a las que nos referimos en el primer capítulo. 636 Sin adelantarnos al siguiente apartado, nuestra interpretación es que dado que esta eje resulta más abierto al debate sobre la planificación de las intervenciones sociales –producto de su tecnificación. En este sentido es razonable suponer que ha sido el eje de la salud el que se ha alejado de los planteamientos que evolucionaron desde la salud poblacional en tanto esta estuvo inicialmente vinculada a las políticas y prácticas en salud. En tanto la discusión política parece más cercana a los debates en desarrollo social, sostenemos aquí la interpretación propuesta para el proceso evolutivo de los años noventa en el cual la diferenciación de las propuestas ligadas al desarrollo humano y la participación ciudadana responde a la dinámica del eje que hemos denominado “desarrollo social”. La funcionalidad del campo que se asocia a la salud, ha requerido que los planteamientos orientados al cambio social integral se estructuren más bien en torno a los

Page 375: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

375

En cuarto lugar vale la pena establecer (d) la relación que ha existido entre lo ocurrido en el contexto nacional, aquí acotado a Santiago de Chile, y el ámbito latinoamericano. Hemos reconocido en este último un conjunto de características que permiten identificarlo. Los desarrollos ocurridos en Santiago de Chile, bajo esta perspectiva, son perfectamente diferenciables del conjunto de procesos que en él resultan determinantes. Lo que debe reconocerse, y es así como lo hemos considerado, es una relación de cercanía en la cual los trabajos nacionales se han nutrido de ellos, especialmente en lo que respecta al conjunto de valoraciones y concepciones disciplinares (paradigmáticas según como las hemos expuesto)637. Esta afirmación requiere una mayor profundización, pues los primeros años -es decir en el período previo y aquél que hemos consignado entre los sesentas y el gobierno de la Unidad Popular- la situación política y social Chilena, y en específico aquella en Santiago de Chile era parte permitió muchos de los trabajos reflexivos y prácticos que luego serían parte importante de las propuestas comunitarias latinoamericanas638. Ello no permite suponer una correspondencia, por cierto –asunto que veremos en los siguientes párrafos- pero si supone una sincronía histórica. Este proceso, sin duda encuentra su fin –se produce su quiebre- con el inicio del gobierno autoritario. La sincronía se pierde, y comienza un proceso de reconstrucción “interno”. Esta precisión resulta fundamental pues supone que las producciones del campo durante el período posterior no son herederas de propuestas extranjeras –tales como la educación popular, o la investigación acción- sino resultado de un conjunto de referentes que, según como nos fue posible distinguir, ya se encontraban presentes. Entre ellos podemos distinguir la incorporación de nuevas metodologías de intervención639, la

planes de desarrollo social. Ello no significa, por cierto, que la salud deje de ser un concepto relevante en ellos; es justamente su definición en tanto ideal del desarrollo lo que ha favorecido esta concepción (cfr. Weinstein, L., 2003). 637 Como hemos expuesto la incorporación de conceptos desarrollados en contextos externos es diversa e incluye tanto a América (Estados Unidos especialmente) como a Europa (de entre las que destaca el caso Español). Sin embargo ha sido el conjunto de procesos Latinoamericanos los que han determinado la construcción de un imaginario disciplinar, el cual por cierto, ha adquirido publicidad global (véase Sánchez Vidal, A., 1996; Hombrados, M., 1996; Martín Gonzáles, A., 1998) 638 El trabajo de Freire, así como el mismo relata (2002), tenía sentido en el contexto de la Revolución en Libertad. Vasconi (1991) comentará el proceso de engrosamiento de la reflexión científica social, y Zúñiga (en Martín-Baró, I., 1976; 1994) lo secundará al establecer las tensiones movilizadoras que estuvieron en juego en el debate nacional para dar pié a una propuesta de integración científica social, la cual por cierto es complementada por el desarrollo de actividades de colaboración académica internacional, como la organización de COLAPSO a la que nos referimos en el segundo capítulo (véase Gissi, J., 1994; Lira, E., 1994; Quezada, M. & Matus, T., 2001). Y ello no sólo en lo que respecta a las áreas de reflexión sobre procesos de desarrollo; la elaboración de propuestas en torno a una medicina social pública reconoce en Chile a importantes figuras (véase Weinstein, L., 1976). En efecto, por cierto, y ya en el plano de las propuestas comunitarias propiamente tales, tanto los postulados de Weinstein como de Marconi –ambos considerados hoy en día eminencias internacionales- resultaron de enorme importancia a modo de referentes para producciones de otros contextos (véase Osorio, J. & Weinstein, L., 1989; Max-Neef, M., Elizalde, A. & Hopenhaym, M., 1989; Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994) 639 Se trata, por cierto, de metodologías de corte participativo que requieren una conceptualización activa del sujeto con el cual y sobre el cual se interviene. No se acaban, entonces, en la técnica sino que llevan implícita una reflexión sobre el

Page 376: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

376

reconstrucción de los espacios de análisis y reflexión social desligados del Estado, establecimiento de un conjunto de patrones comunes desde los cuales emerge un diagnóstico social sobre el sujeto popular –presente por ejemplo en las redes de autoayuda locales-, y organización temática de las experiencias laborales. La sincronía da paso al aislamiento, y a un proceso evolutivo interno, que durante los difíciles años setentas y ochentas establece los referentes que, si bien han evolucionado, siguen operando hasta nuestros días. Es producto de este aislamiento, por cierto, que los lazos con la corriente latinoamericana –ahora ya auto identificada con un ideal disciplinar interno (Marín, G., 1980; Montero, M., 1980; 1982; 1984)- son posibles. La relación, antes sincrónica, es ahora de nutrición; se produce una importación de referentes conceptuales (véase Alfaro, J., 1997), sin que por ello cambie radicalmente lo que ya se había instalado en el campo de la psicología comunitaria. En efecto, más que un proceso fundacional, se produce una validación denominatoria de lo que, en la práctica, ya existía. El cambio principal se da dentro de la comunidad profesional de psicólogos –y en específico en sus espacios de reflexión académica-, quienes adhieren a los postulados desarrollados como parte de la corriente latinoamericana al encontrar una aparente cercanía entre esos postulados y aquellos establecidos en el proceso vivido en Santiago de Chile640. Esta segunda etapa de relación con los ahora estructurados postulados de la corriente latinoamericana, antes que nada, permite legitimar una concepción válida dentro de los grupos profesionales, y por cierto, además de instalar un nuevo código (al hablar de “lo comunitario”, si bien ello no resulta nunca clarificado por completo), permite el desarrollo de un ideal futuro. No se trata, por cierto, de un proceso explícito, sino más bien de una evidencia que podemos constatar a la luz de los años. La principal argumentación para sostener esta afirmación la encontramos en el sentido de las discusiones de mediados y finales de los años noventa en relación a la crisis de la psicología comunitaria. Esta reconexión con el ámbito latinoamericano, por cierto, nunca reemplazó la lectura respecto de una historia común para los grupos profesionales que se establecieron en los ochentas, más aún la potenció como base de la “nueva” identidad (Serrano-García, I & Vargas, R., 1993; Wiesenfeld, E, en Montero, M., 1994a)641. Es justamente esta nueva identidad la que impulsará la apertura de espacios académicos de debate sobre producciones en psicología comunitaria durante los años noventa.

rol, la función, y el proceso total de intervención, el cual debe ser adaptado a las características particulares de cada actividad. 640 No desmerecemos el aporte de dichos referentes, muchos de los cuales resultaron significativos para complementar y sostener las propuestas comunitarias de finales de los ochentas, como por ejemplo aquellos referidos a la investigación-acción participativa (véase Bacigalupe, G., 1986). 641 Suponemos aquí que ella no alteró la reconstrucción del pasado –la experiencia vivida- sino que supuso metas y posibilidades para el futuro.

Page 377: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

377

Lo anterior implica reconocer que no hay un hito fundacional de la psicología comunitaria en Santiago de Chile. Es decir, no es posible reconocer un proceso de formalización disciplinar con un origen reconocido, capaz de producir un espacio lo suficientemente estable como para construir agrupaciones profesionales como es el caso Estadounidense, y como también puede reconocerse en la corriente latinoamericana producto de la crisis de relevancia. Suponemos que ello es resultado de un proceso de fortalecimiento previo de los propios espacios de autorreflexión profesionales; en el caso norteamericano el principal referente –el detonante- será la reforma del sistema de salud mental, pero lo que ocurre a propósito de ella supone un proceso previo de larga data en el que, por un lado, se evidencia una crítica profesional al trabajo psicológico –especialmente clínico-. Asunto similar ocurre en la corriente latinoamericana, en donde producto de un conjunto de referentes directamente vinculados con el momento político precedente, los espacios de reflexión profesionales –académicos y extraacadémicos642- son capaces de establecer una autocrítica en donde cobran sentido las orientaciones y valores disciplinares. Debe dejarse en claro que, en Chile, el proceso de evolución histórica de la psicología resulta radicalmente distinto; hacia finales de la década de los noventas los espacios académicos deben enfrentar la crisis de adaptación a un campo laboral segmentado (tematizado), centrando sus esfuerzos en la especificación de perfiles profesionales (profesionalización) (Asún, D., 1996). El pragmatismo implícito en este proceso requirió, suponemos, la rápida adaptación a las necesidades inmediatas del contexto643. La evolución reciente está, por ello, estrechamente vinculada a los contextos específicos respecto a demandas particulares; los problemas sociales, mismos que serán definidos (construidos) desde la política social (Alfaro, J., 1997; 2000). Los productos serán, por tanto, acotados a demandas parciales consistentes con el diagnóstico social a la base de cada plataforma de trabajo. Por último (e) todo esto hace necesario destacar que los marcos conceptuales aquí considerados son el resultado de un proceso muchas veces difícil de identificar con claridad por sus propias características evolutivas, en el cual no han existido grandes referentes propositivos asociados a una disciplina psicológica fuerte, con academias en las cuales fuera posible identificar perfiles de formación validados por los cuerpos profesionales, sin publicaciones ni medios de comunicación específicos que permitieran canalizar los

642 Debe recordarse la fortaleza y vinculación no sólo de las diversas escuelas y departamentos de psicología de diversas universidades de América Latina (Venezuela, El Salvador, Puerto Rico, etcétera), sino también de redes profesionales de intercambio, de entre las que destacan la Asociación Venezolana de Psicología Social y la Sociedad Interamericana de Psicología, 643 Esta orfandad de los desarrollos en psicología comunitaria, en tanto no son resultados de un proceso profesional de fortalecimiento previo, permite entender porqué muchos de los textos nacionales la refieren como algo “en sí mismo” (Asún, D., en Olave, R. & Zambrano, L., 1993; Unger, G., 1996).

Page 378: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

378

debates644. La lectura de los conceptos integrados dentro de cada propuesta, como han propuesto diversos autores (Serrano-García, I. & Vargas, R., 1993; Foladori, H., 2003), no resulta completa si sólo se consideran los referentes formales, pues ellos responden a lógicas de producción dependientes de momentos y contextos históricos acotados, y desde los cuales el sentido y uso de ellos se valida. Por cierto, e incluso de forma antagónica a la concepción disciplinar, a lo largo de la historia puede destacarse la existencia de propuestas comunitarias para las cuales la unidad “paradigmática” interna, capaz de reformular los criterios de intervención profesional, es irrelevante645. Asimismo, en tanto el “enfoque de comunidad” resulta en una construcción que ocurre en estrecha cercanía a los diversos proyectos sociales existentes en cada etapa, es esperable que la noción de cambio social –siempre presente en cada marco conceptual- sea un derivado, una síntesis de estos. El reconocer la existencia de un campo de producciones psicológico comunitario supone, entonces, modificar la perspectiva bajo la cual los marcos conceptuales son distinguibles en otras corrientes. De otra forma, la dinámica de evolución de los núcleos sobre los cuales las propuestas se organizan y diferencian resultaría en un ejercicio imposible. Nuestra propuesta de organización de ellos es lo que presentamos en el siguiente apartado.

3.2. Principales desarrollos presentes en la actualidad A partir de este conjunto de características históricas la descripción de marcos conceptuales presentes en el actual campo de la psicología comunitaria requiere el abordaje de tres grandes problemas a los que nos referimos brevemente para terminar de esclarecer nuestra postura. Sin ellos, el ejercicio descriptivo para identificar cada marco conceptual se volvería fútil. El primero de ellos dice relación con la particularidad que (re)construye la unidad de cada marco conceptual. Ello supone primero reconocer que los elementos que componen a cada marco, si bien son necesarios, limitados y posibles de identificar en cada uno, responden a lógicas de aglutinación particulares, incomparables entre sí. Los elementos, en su momento especificados en el primer capítulo según el trabajo de Serrano-García y Álvarez (1992), es decir (a) la ideología, (b) los valores y conceptos, (c) la base de conocimientos y destrezas y (d) el o los métodos utilizados, han sido entendido por nosotros a partir de una 644 Asunto que por sí mismo elimina de raíz la posibilidad de replicar la metodología utilizada por Serrano-García y Álvarez (1992). 645 O al menos, no resulta prioritario, ya que más bien responde a un proceso de cambio social esperado. Nos referimos aquí al conjunto de referentes aglutinados en lo que hemos denominado desarrollo humano, salud mental poblacional, o intervenciones participativas de base local.

Page 379: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

379

simple diferenciación entre aspectos técnicos y énfasis y orientaciones646 desde los cuales es posible establecer los elementos presentes en un momento dado (como parte de una corriente específica) en el campo de la psicología comunitaria. Sin embargo, el núcleo, aquello que resulta unificante e identificador de un Marco Conceptual, es su lógica interna, evidenciable a partir del contexto histórico en el cual su evolución ocurre. El aspecto “conceptual” de cada marco no refiere, por cierto, a los aspectos teóricos que eventualmente lo componen. Cuando hablamos de Marco Conceptual hacemos mención a aquello que permite orientar y hacer psicología comunitaria, a aquello que, “enmarcado” bajo ciertos patrones comunes, es posible de ser reconocido como parte del campo de la psicología comunitaria. Sin embargo, y a diferencia de diversas investigaciones anteriores647, este documento no se ha propuesto una descripción a partir de métodos de operatoria, es decir, desde “la práctica de la intervención y trabajo psicológico comunitario”. Más aún, podemos argumentar que dicha revisión responde a concepciones contrarias a la aquí sostenida, al plantear diferencias evidenciables en los múltiples elementos (o dimensiones; teóricos, metodológicos según la denominación que suele usarse), siendo posible reconocer componentes estructurados que en su unidad se corresponden conformando paradigmas definidos, que en su conjunto permiten reconocer si se está en presencia de psicología comunitaria “verdadera”. El caso de Chile, y no somos nosotros los primeros en afirmarlo (cfr. Barranco, F. & Díaz, R., 1999; Foladori, H., 2003; Alarcón, M., Albornoz, V. & Fares, E., 2003), resulta especialmente complicado el abordaje desde esa perspectiva pues no es posible distinguir en la evolución histórica procesos de estructuración metodológica propiamente tales, así como ha sido posible en aquellos contextos en donde el desarrollo de planteamientos comunitarios ha ocurrido acompañado de una fuerte actividad reflexiva, de producción académica, y de reformulación profesional648. Por el contrario, si bien durante la década de los ochentas efectivamente se produce una sincronía entre la estructuración de formas de intervención y los análisis político sociales que las sustentan y validan –en el proceso de fortalecimiento del campo de la psicología comunitaria-, ello no se traduce en formulas que permitieran distinguirlos claramente. Al contrario, dicha distinción se hace aún más confusa al, primero, mantenerse los nombres originales (investigación participativa, educación popular como los casos más relevantes), y segundo, al privilegiarse 646 Dicha diferenciación fue realizada en el segundo capítulo. 647 En Chile vale mencionar el extenso trabajo de Krause Y Jaramillo (1998). 648 Tómese el caso Latinoamericano como ejemplo; véase Serrano-García e Irizarry (1979), Escovar (1980) o Montero (1980). Si bien no se trata en dichos casos de metodologías comunitarias originadas por los cuerpos profesionales de la psicología –al adscribir a técnicas extrapoladas desde la antropología, la educación liberadora, la intervención cultural, e inclusive a las teorías marxistas latinoamericanas sobre alineación social (Montero, M., 2004)-, si suponen un proceso de formalización y estructuración para fortalecer el cuerpo de la psicología social –aplicada- que se encontraba en crisis, y por lo tanto responden a los orígenes de la psicología comunitaria en América Latina.

Page 380: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

380

una denominación común y unificante de la psicología comunitaria en Chile. Así, y sin posibilidades de establecer una categorización funcional aceptada por los cuerpos profesionales, la distinción de modos de operatoria a priori no es factible. Más aún si se considera que, en el caso chileno, las diversas intervenciones programáticas han respondido a demandas externas, usualmente vinculadas a las labores del aparato público a nivel de servicios sociales, por lo tanto es relevante suponer que ellas han debido adaptarse a los requerimientos de cada caso, flexibilizando los potenciales criterios de identificación de cada metodología649. Ello sin embargo, no supone problemas a nivel de la estructuración de Marcos Conceptuales según nuestra perspectiva; sólo supone reconocer que no es posible identificar la estructuración de metodologías claramente definidas no es un elemento relevante en la corriente nacional (cfr. Sánchez, E., Wiesenfeld, E. & López, R., en Martín Gonzáles, A., 1998). Para la construcción de esta descripción, entonces, hemos utilizado documentos escritos, en su gran mayoría publicaciones ya fuere en textos independientes -de compilación de diversos autores, o de autores singulares-, en revistas científicas –específicas e inespecíficas en psicología-, en tesis de grado –de carácter revisionista o aplicado-, o en presentaciones frente a la comunidad profesional. Es nuestro supuesto que dichos documentos son productos que permiten reconstruir los marcos que componen el campo de la psicología comunitaria650. Si bien no resulta relevante –ni práctico en estricto sentido- la delimitación de un conjunto de años para realizar esta descripción, vale la pena mencionar que, en coherencia con nuestra interpretación histórica, hemos considerado los documentos elaborados durante el período que inicia con el retorno democrático651. Es razonable suponer, por cierto, dos formas de entender los documentos; si se trata., primero, de documentos que describen formas de intervención o de reformulación teórica (o ambos), y si se trata, luego,

649 Más aún, y como nota significativa, de los estudios de carácter cualitativo revisados por este autor, este punto es abordado a través de dos interrogantes consecutivas del tipo “como llamaría usted a la metodología que utiliza” y “que entiende usted por eso”. Si bien el supuesto que sostiene la validez de esta pregunta apoya la comprensión del quehacer psicológico comunitario como proposición de los grupos profesionales en contextos históricamente acotados implícitamente reconoce que no existe una sistematización acumulativa entre ellos. Por cierto, eso se refleja además en los diferentes enfoques de los investigadores -o autores- que realizan las categorizaciones posibles (cfr. Asún, D., en Olave, R. & Zambrano, L., 1993; Unger, G., 1995; Krause, M., 1996). 650 A falta de otros medios de comprobación no queda más que suponer que ambos –productos y campo- se corresponden por completo. 651 Supuestos implícitos de ello son; (a) un marco conceptual no es reducible a una publicación especifica, a menos que ella se proponga dicha tarea de forma específica, asunto que hasta el momento no hemos observado y; (b) un marco conceptual es en su esencia un proceso de evolución compartido, por lo tanto no es posible de ser entendido de forma estática e invariable en el tiempo. Ello supone, por cierto, que su estructura unificante –su lógica interna- se mantiene sin grandes alteraciones dentro de un período dado, aunque sus productos, estrategias y problemas abordados sean diferentes. Un marco conceptual es, entonces, más que la elaboración teórico-práctica que se produce en cada intervención; sin embargo ellas aportan y dinamizan al conjunto de marcos conceptuales que componen el campo de la psicología comunitaria.

Page 381: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

381

de documentos que responden a un marco conceptual específico -a una lógica determinada-, o si intenta reunir dos o más –en un ejercicio refundacional, según como hemos descrito. Aparece, entonces, el segundo problema (b) que dice relación con la intención y la inscripción histórica de los documentos. Más allá de las particularidades imprimidas por el autor en cada documento, debemos reconocer que ellas responden a las lógicas y procesos del campo total de la psicología comunitaria, el cual como hemos aclarado, evoluciona de acuerdo a las posibilidades de configuración presentes en cada período histórico, lo que permite afirmar que no basta con la intención refundacional; para que ella tenga impacto deben producirse una serie de procesos paralelos que permitan su aceptación y evolución. En efecto, en la medida que en nuestro caso no se ha producido una definición única y aceptada –paradigmática propia así como se ha supuesto- de psicología comunitaria, la totalidad de documentos aborda este problema intentando especificar lo que se comprenderá por ella. Es razonable aceptar entonces que cada documento integrará –hará suyos- un grupos de referentes y producciones teórico-prácticas para realizar dicha operación. Sin negar la validez y la necesidad de ello, no es nuestra intención realizar una clasificación de las infinitas formas de conceptuar a la psicología comunitaria, sino el reconocer las lógicas que dentro de ella operan de forma diferenciada y unificada652. En efecto, aquí establecemos una propuesta de agrupación, a partir del conjunto de documentos que nos fue posible recolectar653. El tercer problema (c) dice relación justamente con la potencial dispersión de los documentos en el plano del campo, es decir, que no sea posible evidenciar lógicas de aglutinación, de evolución común desde los cuales interpretar los productos –publicaciones en este caso. Sobre este punto no nos queda más que evidenciar que el campo de la psicología comunitaria, así como ha sido abordado hasta aquí, es un continuo que se mantiene evolucionando durante el devenir temporal, a partir de las circunstancias históricas que le dan existencia concreta. En efecto, su dinamismo requiere de una continuidad entre los diferentes marcos conceptuales, así como fue descrito en el punto cinco del primer capítulo. No se trata, entonces, de establecer criterios para evaluar si determinado marco conceptual resulta activo o pasivo, progresivo o regresivo, sino de su existencia en tanto componente fundamental de la lógica de evolución del campo en su conjunto; lo relevante será su capacidad productiva, siempre relativa al conjunto de circunstancias que afectan al colectivo. Puede hablarse, entonces, de co-evolución, de un devenir

652 Mismas que, por su propio devenir, no necesariamente consideran dentro de sus prioridades la definición de lo que dentro de sí es la psicología comunitaria. En efecto, ella es una presunción de aquellos que se identifican con el movimiento de la psicología social comunitaria en América Latina, o con los procesos de formalización disciplinar de otras corrientes (ver Martín Gonzáles, A., 1998). 653 Mismos que fueron revisados para la reconstrucción histórica, y que se encuentran referidos en la bibliografía.

Page 382: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

382

compartido, en tanto los nichos concretos ocurren en circunstancias históricas –políticas, económicas, sociales, culturales- acotadas654. Tomando en consideración este conjunto de elementos y las características reconocibles como significativas de la corriente estudiada los criterios para describir cada marco conceptual son los siguientes: a. Contexto político de aparición y sustento, es decir tanto el conjunto de circunstancias históricas concretas como la lectura –y el diagnóstico que de ella emerge- que sostiene los énfasis y orientaciones específicas de cada marco, es decir, su orientación a la acción, su sentido ético-político. Ambas resultan inseparables y esenciales para la estructuración del núcleo unificante, desde el cual655. Incluimos, aquí también, una breve reseña de la forma en que este proceso ha sido descrito por otros autores. b. Integración conceptual, es decir la producción teórico-práctica que resulta del proceso de apropiación de los referentes de diverso tipo, y en los cuales se produce un planteamiento comunitario propio que permite identificarlo en el campo de la psicología comunitaria en Santiago de Chile. En este sentido, es a partir de la formulación de una lógica conceptual que se construye el enfoque de comunidad.656 c. Concepción práctica ideal, es decir, el abordaje de los temas y problemas, desde los cuales emerge un rol (profesional) que plasma la relación posible entre los involucrados (es decir, la forma de comprender a la comunidad), y que se traduce en una propuesta práctica que permite orientar la acción.657 Por último, el problema de la nominación de cada marco queda en manos de este autor, pues a falta de referentes anteriores, seremos nosotros quienes los bauticemos frente a nuestra interpretación. Según nuestra lectura histórica es válido, entonces, identificar tres grandes aglutinaciones conceptuales que cumplen con los requisitos para ser identificados como marcos conceptuales presentes en el campo actual de evolución de la psicología comunitaria en Santiago de Chile.

654 No resultaría difícil recordar aquí que en cada período histórico se ha producido un conjunto de diagnósticos que han permitido comprender, identificar e intervenir problemas (sociales) específicos, mismos que han resultado cruciales para la estructuración de los desarrollos psicológico comunitarios. 655 Utilizamos aquí la categoría de contextualización de Quintal de Freitas (en Martín Gonzáles, A., 1998) 656 Este criterio sintetiza, desde nuestra lectura, la relación de elementos que Serrano-García y Álvarez (1992) diferencian en referentes disciplinares, conceptos centrales y premisas básicas. 657 Con ello evitamos el problema de considerar concepciones idealizadas de los referentes metodológicos y prácticos, asunto al que ya nos hemos referido (cfr. Serrano-García, I. & Álvarez, S., 1992;

Page 383: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

383

3.2.1. Primer Marco Conceptual: Salud Mental Comunitaria a. Contexto político de aparición y sustento. Reconocemos la estructuración de este marco conceptual a propósito de los desarrollos ocurridos tanto fuera como dentro de los márgenes del aparato público desde mediados de la década de los ochenta, los cuales se concentraron en la formulación de modelos de intervención adecuados a poblaciones específicas, con algún tipo de problema que tuviera impacto en la vivencia subjetiva, y que adquiere su mayor grado de estructuración en lo que suele reconocerse como habilitación psicosocial (ver Olave, R. & Zambrano, L., 1993; Rosentreter, J., 1996). En este sentido puede reconocerse en la estructuración formal del llamado “sector salud” el puntal institucional directo que ha fortalecido la instalación de este Marco conceptual (cfr. Alfaro, J., 2000). En específico, la delimitación se hace en relación a los aspectos mentales de la salud, es decir, se departamentaliza la concepción integral de acuerdo a dimensiones, que por ejemplo Asún (1994) denomina concepción bio-psico-social para diferenciarla de la visión biomédica tradicional658. Se trata, por cierto, de un conjunto de desarrollos conceptuales que responden a los debates directamente vinculados a las concepciones de salud, las cuales, como hemos visto, han supuesto históricamente la presencia de posiciones profesionales formales. Es decir, se está frente a la puesta en práctica de un debate que intenta producir, dentro del campo de la salud, una visión que complemente la concepción individual tradicional con los factores ambientales, se trate de elementos físicos, geopolíticos, o del colectivo inmediato –familiares, amigos, pares (véase Martínez, V., s/f., Asún, D., Alfaro, J. & Morales, G., 1994; Alfaro, J., 2000). ¿Cómo llega a transformarse en una apuesta comunitaria entonces este planteamiento que ocurre dentro de la “salud”? Si bien la historia que elaboramos reconoce en la salud y la salud mental el espacio primigenio de las primeras formulaciones del campo de la psicología comunitaria, ellas dejan de ser relevantes como plataformas válidas en el proceso de reforma del sistema de salud del gobierno militar. El antiguo acumulado de experiencias, intenciones y debates que lo había transformado en campo fértil para la planificación y la formación, quedaría transformado –constitución mediante- en un servicio válido para todo aquél que no quisiera optar por el sistema privado. Dicha reforma, que entonces supuso la readecuación en de la salud como servicio social, permitió la integración de los aprendizajes desarrollados en el campo de la salud pública –heredera de los principios aplicados de lo que llamamos medicina social- junto a los objetivos urgentes y

658 En este sentido, esta última no considera como relevantes –determinantes- la interacción entre los factores ambientales y la evaluación cognoscitiva interna del individuo y el colectivo a la base de, por ejemplo, las conductas problemáticas, la generación de ritos y lenguajes, de patrones de convivencia definidos, etcétera (cfr. Weinstein, J., 1984; Asún, D., 1994). Arón (en Lolas, F., Florenzano, R., Gyuarmati, G. & Trejo, C., 1992) propondrá una revalorización del concepto de “bienestar psicosocial” en esta misma línea.

Page 384: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

384

compromisos nacionales que las organizaciones internacionales establecían sobre atención primaria. Así, los aprendizajes técnicos en programas de salud en el amplio sentido –en el tratamiento de drogadictos, en relación a problemas de orden psicopatológico no severo como depresión, en los programas de promoción y formación en salud poblacional, en violencia, etcétera- encontraron cabida en los nuevos compromisos gubernamentales democráticos hacia principios de los noventa (cfr. Morales, G., 1992;en Olave, R. & Zambrano, L., 1993). Su integración y posterior fortalecimiento se produce justamente en tanto se asume que dicho modo de argumentación permite solventar la asistencia necesaria para una política social adecuada en salud659. En ese nicho, validado por las entidades públicas (Alfaro, J., 1997) y también por la población en general (Winkler, M., 1997), permitirá la apropiación de conceptos propios de la teoría cognitiva aplicada (Páez, D., 1989; Olave, R. & Zambrano, L., 1993; Vera, A. & Wood, P., 1994; Alfaro, J., 2000), misma que puede entenderse como representando una formalización de los criterios inicialmente sostenidos a principios de década en relación a la necesidad de cambios subjetivos para producir cambio en la macroestructura social (en donde conceptos como desalienación, concientización, movilización de estructuras subjetivas cobraron relevancia660), así como de la práctica clínica terapéutica, tanto a nivel individual como colectiva (familiar o en otros grupos) (Winkler, M.,1993; Krause, M., 1996). La lectura de aquellos que adoptaron este marco, inclusive, reconoce una sincronía con el movimiento de salud mental comunitaria norteamericano, y más aún con los procesos de reforma psiquiátrica de mediados del siglo veinte. Y, en efecto, puede apreciarse una incorporación de los desarrollos teóricos de dichos procesos, por ejemplo en relación al manejo del estrés, los eventos vitales significativos, la autoevaluación individual, las potencialidades y recursos personales y colectivos, etcétera (véase Unger, G., 1995; Winkler, M., 1993; Alfaro, J., 1997; 2000; MINSAL, 1999), lo que supone un proceso de validación de los referentes allí considerados –una convergencia en la concepción del problema y los caminos de solución. Pero, y aunque ello resulte evidente, dicho proceso en Chile no ocurrió en la sincronía que existió a nivel internacional, siendo que en su momento los profesionales chilenos se encontraban en una etapa de auge reflexivo a nivel latinoamericano661, sino como una forma de reformular por necesidad un servicio que se evaluó como deficiente sin que cambiara radicalmente el enfoque, ni la administración, ni el contexto social, que se le había 659 Y es justamente esa prestación de servicios, en esencia “asistencial”, la que ha llevado a diversos autores a levantar críticas sobre las posibilidades de cambio a largo plazo (véase Krause, M., 1997; Alfaro, J., 1997: Krause, M. & Jaramillo, A. 1998; Foladori, H., 2002). 660 De este conjunto en su momento mencionamos la integración de la teoría sistémica y constructivista en tanto capaz de entender a los sujetos como actores subjetivamente determinados (véase el último apartado del capítulo segundo). 661 Las diferencias de recursos y de contexto son, sin dudas, aún más relevantes si se compara la realidad nacional –expresada en la capital- de las décadas cincuenta y sesentas con aquellas de Alemania, Inglaterra, Italia o Estados Unidos.

Page 385: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

385

impreso desde finales de la década del setenta –incluso cuando en el plano de las metas ideales se supuso la modernización del mismo (cfr. Raczynski, D., en Drake P. & Jaksic, I., 1999). Ha sido justamente en estas condicionantes en las cuales las plataformas que han sostenido la evolución de este marco se han desarrollado. Aquella que, evidentemente, ha resultado de fundamental importancia han sido los centros de salud mental familiar (cfr. Lewin, E., 1996; Alfaro, J., 1997). Sin embargo, y muchas veces con menos visibilidad pública, diversos centros focalizados a la atención, prevención y tratamiento de otro tipo de dificultades de índole psicopatológica o subjetiva, de los cuales vale la pena mencionar la violencia intrafamiliar (Villela, A., Arón, A., Undurraga, C., Bravo, M., Muñoz, C., Tagle, M., 1997; Vilches, O., 2000), el consumo problemático de drogas (Casanova, V., 1995; Asun, D., Alfaro, J., Morales, G., 1994), jóvenes en riesgo social (Asun, D., Alfaro, J., Morales, G., 1994; Unger, J., 1997), depresión y angustia (Lewin, E., 1996; Torres, R., 2001), y en programas de salud familiar y de apoyo social efectivo –tanto en atención primaria (Olave, R. & Zambrano, L., 1993), como en el complemento de actividades de promoción social (Avendaño, C. & Román, J., 2001). Con mayor actualidad, como vimos, puede apreciarse una derivación hacia los desarrollos en planes de psiquiatría aplicada a la rehabilitación e integración social de pacientes severos (Sepúlveda, R., Troncoso, M. & Álvarez, C., 1998; Olivos, P., 2002) y en políticas de promoción de la salud. En efecto, si bien realizamos aquí una descripción bajo nuestra propia óptica, no somos los primeros en reconocer una línea particular de la corriente Chilena, expresada en Santiago de Chile. Desde mediados de los años noventa diversos autores nacionales han descrito con el nombre que aquí reutilizamos –salud mental comunitaria- al conjunto de argumentaciones conceptuales que se han desarrollado al alero de los efectos reorganizativos de las políticas relativas a la salud en espacios comunitarios locales662. En 1995 Unger plantearía justamente este punto al reconocer “un enfoque de salud comunitaria, cercano a los

modelos de atención primaria y salud mental comunitaria”, al que un año después se sumaría Krause (1996) al establecer una derivación de las prácticas clínico sociales en el terreno comunitario en torno al bienestar psicosocial de poblaciones específicas. Ya antes Morales (1992; en Olave, R. & Zambrano, L., 1993) y

662 Con lo anterior queremos establecer que si bien la regulación del sistema público de salud por parte del Estado ha resultado en el centro del proceso, los efectos que ello ha generado en la producción de experiencias, relaciones institucionales, propuestas prácticas, etcétera, supera con creces los márgenes de las instituciones directamente vinculadas a la salud. Se involucran aquí, por tanto, actividades de prevención de drogas, instituciones educativas, iniciativas privadas y religiosas, e inclusive en complementariedad a otras ligadas a desarrollo económico local, entre una larga lista, que han aglutinado sus propuestas a aquellas que se han desarrollado con mayor claridad en lo que se reconoce como “campo de la salud”. Esta interpretación es consistente con la lectura histórica que hemos realizado, y valga como ejemplo la reorganización de las organizaciones no gubernamentales a propósito de las políticas de atención primaria durante el primer gobierno de la concertación, y aquellas que establecieron planes intersectoriales hacia mediados de la década de los noventas.

Page 386: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

386

Winkler (1993) habrían planteado la necesidad de establecer claridad en relación a la naciente línea psicosocial, o de psicología –clínico social- aplicada a la salud mental, en tanto este tendía a resituar aquello que resultaba tradicionalmente conceptualizado como individual e intra psíquico en el plano de las relaciones y sistemas sociales cotidianos. Asimismo, el trabajo de Krause y Jaramillo (1998) definirá un conjunto de orientaciones –denominadas salud mental comunitaria, modelo psicosocial, y de autoayuda- que resultaron características de aquellos centros estudiados en donde el rol del profesional psicólogo estuviera formalizado, evidenciando la ligazón entre la línea antes descrita y la instalación de un nuevo espacio laboral en plataformas de intervención locales. Dicha versión es aceptada y resulta consistente en las revisiones internacionales de nuestro proceso de desarrollo. En este sentido Serrano-García y Vargas (1993) plantearán la existencia de una confluencia de desarrollos conceptuales, de entre las que destaca la denominación de “salud mental comunitaria” desde las cuales “se emprenden intervenciones en organismos de servicios de salud, comunidades geográficas de nivel

socio-económico bajo y con organizaciones comunitarias juveniles, culturales y religiosas [en los que] intervienen equipos interdisciplinarios con interés en reconstruir y promover recursos sociales nacionales y

transmitir conocimientos y destrezas”. Similar será la afirmación de Wiesenfeld (en Montero, M., 1994a) 663, quien utilizará ese mismo nombre de salud mental comunitaria en complementación con el de “rehabilitación

social” para caracterizar un modelo conceptual más bien lejano a la concepción ideal de la psicología social latinoamericana, centrado fundamentalmente en la asistencia mediante servicios curativos y sólo eventualmente preventivo –en el sentido tradicional del término. Ambas autoras considerarán que la atención y trabajo terapéutico con jóvenes drogadictos con un enfoque de inserción y servicio comunitario (local) es el ejemplo más reconocido de este trabajo. Wiesenfeld, esta vez junto a Sánchez y López (en Martín-Gonzáles, A., 1998), reconocerán la existencia de una larga evolución de esta línea también denominada por ellos salud

mental comunitaria como elemento más característico de los desarrollos en Chile, citando los referentes a los que ya nos referimos en el segundo capítulo664. Siguiendo nuestra lectura, podemos decir que es posible identificar a este conjunto de desarrollos como cercanos a los temas y problemas propios de la asistencia de los servicios de salud, y en los cuales la función profesional está fuertemente vinculada a la labor clínica grupal (Krause, M. & Jaramillo, A., 1998; Foladori, H., 2003), y cuyo núcleo conceptual coincide en suponer que debe realizarse un proceso de habilitación o

663 Se trata de un artículo a propósito del trabajo en conjunto con Euclides Sánchez (Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994) al que ya nos hemos referido. 664 Si bien el documento aquí referido tiene fecha de publicación en 1998, el libro ya mencionado editado por los mismos autores años antes (Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994) aparece como en estado de preparación. Lo anterior nos hace suponer, por tanto, que debe ser considerado como anterior a la referencia recién realizada, la cual por cierto es de corte crítico.

Page 387: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

387

rehabilitación, tanto a nivel individual como colectivo de las personas con las que se planifican las actividades. Derivado de lo anterior, y como puede apreciarse en las políticas sociales organizadoras de lo que hemos llamado el sector salud, la participación comunitaria en tanto involucración de los procesos de planificación, intervención y evaluación esta determinada por las definiciones programáticas en torno a metas y focos que esas políticas expresan y más aún por los criterios técnicos en las cuales se traducen. En efecto, la habilitación social con enfoque comunitaria, aplicado a problemas o temas vinculados con las vivencias subjetivas y la capacidad de respuesta al medio, concentra el conjunto de intervenciones en las capacidades tanto del individuo como del colectivo cercano, y determina la concepción de comunidad como el conjunto de involucrados primero directa y segundo indirectamente, sin que por ello la transformación de las estructuras que sostienen los sistemas sociales sea relevante. En efecto, es justamente el supuesto de que el plan de desarrollo nacional funciona y es la mejor opción para atinar con el desarrollo la que no lo requiere en la argumentación. Puede reconocerse por tanto, una vinculación cercana entre la habilitación social y la construcción de una sociedad de individuos competentes para la modernización, el crecimiento y la capacidad de igualdad (cfr. Rogazzy, M., 2000). En efecto, y como se desprende de la lectura de los diversos autores extranjeros (Wiesenfeld, E., en Montero, M., 1994a; Montero, M., en Wiesenfeld E. & Sánchez, E., 1994), el principal elemento que hace relevante la lectura del proceso nacional ha sido el extenso y singular “retorno a

la democracia”, y en específico, los ideales que en él se han implantado. b. Integración conceptual. Es válido afirmar, entonces, que existe una complementación entre la estructuración de un conjunto de lineamientos con enfoque comunitario en torno a la preparación de individuos y grupos para los desafíos de la vida cotidiana, y las políticas que definen problemas, entregan fondos, y permiten la validación y sustento social de las mismas. Bajo esta lógica, la argumentación de fondo resulta similar a aquella descrita por Alfaro (2000) como una tradición psicológica comunitaria bajo el nombre de “desarrollo de competencias”. En efecto, y como hemos visto, el mismo autor (por ejemplo en Olave, R. & Zambrano, L., 1993) establecerá las claves conceptuales que permiten comprender la salud mental desde un enfoque psicosocial con orientación comunitaria en lo que nos parece uno de los documentos mas claros a nivel conceptual en psicología comunitaria en Santiago de Chile.665 A partir de sus planteamientos, es posible reconocer al menos tres conceptos claves –de primer orden- que sostienen la lógica argumentativa del marco;

665 En efecto Alfaro (en Olave, R. & Zambrano, L., 1993) emprenderá dicha tarea de resignificación y organización de conceptos a partir de una lectura histórica de las primeras etapas del proceso aquí estudiado, y privilegiará la utilización de bibliografía nacional para dicha tarea.

Page 388: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

388

- Competencias psicosociales: Se trata de habilidades que los individuos desarrollan para hacer frente a las circunstancias de la vida cotidiana. Ellas se relacionan con el poder y potenciación psicológica, con la autoeficacia, el desarrollo de destrezas y la resolución de problemas, y de forma reciente con el concepto de resiliencia (Alfaro, J., en Olave, R. & Zambrano, L., 1993; Martínez, V., 2004). Bajo esta perspectiva un sujeto psicosocialmente competente se define por: tener una sensación de ser relevante en el mundo, tener un locus de control interno, poseer confianza mínima en sí mismo y en el mundo, y una actitud activa hacia su propia vida, con objetivos realistas en la planificación y con la capacidad de transformar sus fracasos en experiencias de aprendizaje. Por un lado, esta argumentación permite entender cual es el sentido de las intervenciones; el colaborar al desarrollo de esas competencias, es decir, la habilitación psicosocial de las personas y sus sistemas de interacción cotidianos (Cumsille, P. & Ramírez, V., en Montero, M., 1997). En términos aplicados, por otro lado, ella debe ser matizada con la segunda concepción que veremos a continuación, para comprender la readecuación de esta perspectiva a las posibilidades de intervención comunitaria más frecuentes. - Salud mental: Como aclara Domínguez (en Vilches, O., 2000) “un problema de salud mental deriva

de la perturbación entre la interacción efectiva de los factores individuales, grupales y ambientales, debido a

causas internas del individuo o debido a causas externas, por ejemplo las estructuras sociales injustas, las

tensiones familiares, las tensiones comunitarias locales”. En el entendido de que la salud mental así entendida permite involucrar tanto el diagnóstico de los problemas como la planificación y ejecución de las intervenciones dentro del ámbito de (los servicios de) la salud, lo que ello aporta a la misma es justamente la capacidad de desarrollar análisis comprensivos o explicatorios de los elementos que están involucrados en la aparición del problema, es decir, cifrar el problema en un desajuste de la interacción666. Alfaro (en Olave, R. & Zambrano, L., 1993) destacará en este sentido el concepto de “estrés psicosocial”, que se define como “un

desequilibrio o discrepancia entre las demandas (internas o externas) hechas a un organismo en relación con

valores, metas o condiciones subjetivas percibidas como vitales para su supervivencia o bienestar y los

recursos adaptativos de este”. Aplicado a los temas ya mencionados de consumo de drogas y adicciones, salud mental infanto-juvenil, depresión, violencia intrafamiliar, reinserción de personas que han cometido delitos, entre otras, la intervención se centra en proveer a las personas de las herramientas necesarias para desempeñarse adecuadamente en sus vidas. Como el enfoque se centra en la atención de aquellos consultantes que llegan

666 Arón (en Lolas, F., Florenzano, R., Gyarmati, G. & Trejo, C., 1992), entre otros, prefiere la utilización del concepto bienestar psicosocial.

Page 389: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

389

por la presencia activa del problema (Krause, M. & Jaramillo, A., 1998), es lógico comprender porqué se la identifica con una práctica asistencial de corte curativo con personas sindicadas como dañadas, o en riesgo667. En efecto, la incorporación de elementos del entorno socio-cultural (Olave, R. & Zambrano, L., 1993; Domínguez, R., en Vilches, O., 2000) y de la incidencia de factores reconocidos (Páez, D., 1989; Vera, A. & Wood, P., 1994) permite una visión sistémica del individuo en su medio, y por lo tanto la intervención comunitaria debería abocarse a conocer y modificar aquellos aspectos que hacen que determinada población “enferme”, es decir, sufra problemas considerados como dentro del ámbito de la salud mental. La salud, entendida aquí, es una razón variable entre causas orgánicas, eventos estresantes y de las necesidades de las personas y los colectivos en general, por lo tanto el mecanismo para hacerles frente pasa por los recursos personales, sociales y económicos que puedan destinarse en para la intervención (Alfaro, J., en Olave, R. & Zambrano, L., 1993). Es por esto, y ahora ya a modo de crítica a los modos de operatoria que aparecen como válidos, que Asún, Alfaro y Morales (1994), Krause (1996) y Unger (1997), –entre muchos otros- han establecido la necesidad prioritaria de incorporar la vivencia subjetiva propia de los afectados –aquellos que son receptores de los beneficios de la intervención. Ello, que por cierto proviene de las concepciones originales presentes en la línea psicosocial (véase Asún, D., Alfaro, J., Alvarado, R. & Morales, G., 1991), se considera como fundamental en tanto determinante para un adecuado relacionamiento –a corto y largo plazo- con los involucrados en las intervenciones, además de permitir una apertura del enfoque centrado en el daño al reconocer una lógica con sentido a la base del problema que se ha presentado y que se intenta abordar. - Apoyo social: Este concepto, entonces, designa al contexto más cercano, más significativo, en el cual las habilidades pueden recibir el sostén necesario para operar positivamente. Este se entiende como el factor mediador más importante en este modelo, y que se define como el conjunto de interacciones mediante las cuales el sujeto mantiene su identidad social e intercambia apoyo afectivo, ayuda material y otros servicios tales como información y contactos sociales668. Se espera que el soporte sea capaz de proveer intimidad, integridad, consejo, valoración confianza, y orientación. La forma en que esta red influye en el sujeto es fundamental para poder diseñar formas de intervención eficaces.

667 Y la referencia al nombre de salud mental comunitaria norteamericano se hace más clara al aceptar dicha condición de base. Lo que no resulta similar sería la existencia de un “movimiento de salud mental comunitario” aquí sin precedentes (cfr. Serrano-García, I. & Vargas, R., 1993). 668 Alfaro (en Olave, R. & Zambrano, L., 1993) prefiere el término “soporte social” para la definición que acabamos de mencionar. Gissi (1990) preferirá la denominación de “soporte psicosocial”. Ambos autores hacen una descripción similar de dichos conceptos.

Page 390: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

390

Ello significa que las intervenciones si bien centradas en el proceso y desarrollo del sujeto en el que el síntoma se presenta, deben considerar también una reconsideración de las dinámicas en las que ella se produce. Por lo tanto, las intervenciones pueden (deben) intervenir en los sistemas de generación de síntomas de forma directa, lo que hace destacar el rol de la familia como sistema privilegiado por este marco (Barrientos, M. & Duarte, L., 1994; Alfaro, J., 1997; Sepúlveda, R., Troncoso, M. & Álvarez, C., 1998; Domínguez, R., en Vilches, O., 2000). Dicha conceptualización puede aplicarse en segunda instancia a través de trabajos y dinámicas grupales, mismas que en tanto colectivas favorecen el proceso de habilitación pues son un espacio de expresión de las experiencias del cotidiano, por parte del grupo de pares, sean estos “enfermos” en el sentido antes mencionado o involucrados en el sistema (cfr. Foladori, H., 2003). En efecto, el supuesto es que el proceso de desarrollo de habilidades sociales pasa por una reconstrucción de la experiencia de sí mismos de los sujetos con los que se trabaja –y en los que se focalizan las metas y evaluaciones- asunto que necesariamente involucra la experiencia y exposición ante el colectivo (Avendaño, C. & Román, J., 2001). Se trata, por tanto de una perspectiva funcional de redes en tanto determinantes para el sujeto y la dinámica del colectivo (Gissi, J., 1990; Olave, R. & Zambrano, L., 1993; Unger, G., 1995; Avendaño, C. & Román, J., 2001). Puede reconocerse allí, por cierto, una derivación de los planteamientos originales de la operatividad del modelo intracomunitario, pero al mismo tiempo, de los planteamientos en torno al trabajador comunitario de la salud mental poblacional. Por último, y sólo con mayor actualidad, puede apreciarse una incorporación de intervenciones directas en el entorno a través de experiencias de incorporación e integración comunitaria de usuarios de los sistemas de atención psiquiátricos, a través de hogares protegidos, clubes de integración y redes de apoyo familiares (cfr. Bahamondes, A., 1998aOlivos, P., 2002). En dicho caso, la incorporación ya no pasa –o se concentra- en la dinámica entre el sistema designado como problemático y el núcleo social cercano (la familia, los pares) sino por el cambio de actitud de los demás agentes comunitarios y sociales –a nivel laboral, económico, político, cultural- en el proceso de integración de las personas a una condición de vida adecuada (Asún, D., Alfaro, J. & Morales, G., 1994). En efecto, este enfoque está presente en la mayoría de los casos -especialmente a través de campañas de sensibilización y de corte preventivo (según reportan por ejemplo Krause, M. & Jaramillo, A., 1998)-, sin embargo la desconcentración de la habilitación social en sí

misma y la apertura hacia una mirada comunitaria como sostén del proceso de integración ha tenido lugar con fuerza en el último tiempo sólo con la reorganización de las políticas de salud mental de la división a cargo del Ministerio de Salud, en complemento a las iniciativas multisectoriales de promoción de la salud.

Page 391: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

391

Nuestra perspectiva, por tanto, supone un desencuentro directo con la categorización de Alfaro, quien distingue este tipo de conceptualizaciones sobre el contexto social como parte de la “tradición de redes”669. En efecto, nuestra argumentación ha establecido una complementariedad entre la psicología social aplicada, los conceptos de orden cognitivo social (mismos que no se incorporan a una escuela cognitiva, la que en Santiago de Chile no tiene precedentes, relativizando y reconstruyendo la utilidad y significado de los constructos allí agrupados), la perspectiva constructivista, y los llamados enfoques sistémicos670. Bajo esta perspectiva, el enfoque genérico de este marco se centra en el análisis de deficiencias en sistemas individuales o grupales que presentan problemas usualmente considerados dentro del campo de la salud mental, es decir, que han sido descritos a partir de patrones psicopatogénicos suponiendo a la base de los mismos una anomalía reversible mediante la intervención en los elementos que determinan este desajuste671 (cfr. Alfaro, J., en Olave, R. & Zambrano, L., 1993; 2000; Krause, M., 1996; Sepúlveda, R., Troncoso, M., Álvarez, C., 1998). Ahora, si bien la argumentación permite suponer que se trata de desajustes –utilizamos la palabra aunque ella no resulte del todo adecuada para los autores- con probabilidad de ocurrencia en todas las personas por igual, en tanto sometidos a circunstancias estresantes de vida, la evolución de los nichos políticos y sociales ha privilegiado la intervención colectiva en sectores pobres, en tanto designados como en

riesgo, de alta vulnerabilidad o con mayor necesidad de atención (psicosocial) (Lewin, E., 1996; Krause, M., 1996; Unger, G., 1997; Asún, D., 2003). Lo anterior, por cierto, sin perjuicio de su capacidad para complementar sus esfuerzos junto a otro tipo de actividades que no forman parte de las intervenciones derivadas de este marco672.

c. Concepción práctica ideal. El abordaje de los temas ya mencionados, supone un rol profesional centrado en la colaboración de un proceso de rehabilitación o habilitación tanto del individuo como del sistema que lo acompaña en su cotidianeidad, permitiéndole hacerle frente en mejores condiciones a las circunstancias de 669 Alfaro (2000) parece distinguir entre redes en tanto derivados de las conceptualizaciones comunicacionales, clínicas sistémicas y organizacionales, de aquellas que se reconocen como Psicosociales en el sentido de que estas últimas suponen la permanente intervención de, valga la redundancia, factores intervinientes y elementos determinantes en la producción de un conjunto de conductas determinadas, los cuales son relevantes para comprender y reinterpretar el sentido de las mismas (cfr. Páez, D., 1989; Alfaro, J., 1994; Asún, D., 1994). Nos distinguimos también del enfoque centrado en las características prácticas de Krause y Jaramillo (1998) quienes distinguen la salud mental comunitaria asistencial curativa de preferencia clínica social-, del modelo psicosocial –centrado en el análisis contextual de las vivencias del sujeto-, del modelo de autoayuda –centrado en el desarrollo de autoeficacia-, y de aquél denominado enfoque sistémico –el cual se deriva de las concepciones sistémico familiares de corte terapéutico (cfr. Gissi, J., 1990). 670 Asunto al que nos referimos en el capítulo segundo. 671 No somos los primeros en afirmar explícitamente lo anterior. En efecto, Asún, Krause, Aceituno, Alfaro y Morales (en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994) establecen como conceptos la “patología social y la conducta desviada” en tanto criterios de focalización y designación de temas de la psicología comunitaria aplicada a la salud mental. 672 Como por ejemplo la capacitación laboral (Avendaño, C. & Román, J., 2001), el desarrollo de redes de integración al desarrollo económico social (Baranda, B. & Egenau, P., 2004), la entrega de fondos y subsidios y la intervención mediante programas sociales de desarrollo (Asún, D., 2003).

Page 392: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

392

su vida, es decir, permitiéndole –eventualmente- el desarrollo de características proactivas. Bajo esta perspectiva, la derivación operacional, fortalecida por la estructura formal que sostiene las plataformas del ámbito de salud, reconoce en el profesional psicólogo fundamentalmente experticias en el campo clínico social (Asún, D., Krause, M., Aceituno, R., Alfaro, J. & Morales, G., en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994), no necesariamente en tanto capaz de realizar terapias (las cuales no son siempre consideradas, dependiendo del tipo de problema enfrentado) sino justamente como capaz de percibir y colaborar activamente en las diversas formas en las que el proceso se planifica y ejecuta, ya fuese a través de actividades grupales, de talleres, de capacitación y charlas, etcétera. Su rol estará centrado en el de ser un agente catalizador y guía del proceso, manteniendo al individuo en proceso, enfocando su accionar en la adecuación y comprensión de las deficiencias existentes que lo han llevado hacia los grupos o colectivos intervenidos. A lo anterior se suma, como es de esperar, su integración a equipos multidisciplinares que permiten complementar y validar la acción profesional (Krause, M. & Jaramillo, A., 1998), y la intención de establecer canales de relación horizontales (no jerárquicas) y de cercanía (locales, in situ) “entre los destinatarios y los profesionales” en la línea de complementación de esfuerzos, minimizando eventualmente la acción “adaptadora” (correctiva, normalizadora) de la intervención, al ser modulada por los agentes sociales no profesionales (Krause, M., 1996)673. En tanto a la integración y vinculación con la comunidad, existen dos orientaciones básicas para las intervenciones en salud mental con enfoque de comunidad; (1) Las que las que entienden tanto la intervención como el diagnóstico (el ejercicio comprensivo de la dinámica) para, en y con la comunidad en el marco de la atención primaria en salud como el caso de los procesos de trabajo realizados en el marco de la atención pública (producto de las políticas en atención primaria) y; (2) Las que asumen la salud como tema a partir del que desarrollar organización local, por ejemplo, a través de redes de integración de personas con historial de adicciones, de trastornos severos, entre otros 674 (cfr. Asún, D., Krause, M., Alfaro, J., Aceituno, R. & Morales, G., en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1996; Villela, A., Arón, A., Undurraga, C., Bravo, M., Muñoz, C. & Tagle, M., 1997; Sepúlveda, R., Troncoso, M. & Álvarez, C., 1998; Vilches, O., 2001; Torres, R., 2001, entre otros). Bajo esta perspectiva, creemos que es posible afirmar que la lógica se desarrolla por dos caminos que están definidos respecto de las determinantes de la estructura que sostiene las intervenciones comunitarias (es decir, la organización del sector salud producto de las políticas sociales); una primera 673 La autora destaca la similitud entre esta característica de complementación y reconocimiento de los patrones socioculturales de la localidad (comunidad) como parte fundamental de la ejecución, y los primeros desarrollos comunitarios en Santiago de Chile por los equipos de Marconi y Weinstein (cfr. Krause, M., 1996). En este sentido, lo que la autora destaca es que el foco parece estar puesto en la construcción de una nueva forma de relacionamiento de los involucrados a nivel local. 674 Hemos utilizado aquí la categorización de Morales (1992; en Olave, R. & Zambrano, L., 1993) quien distingue un tercer enfoque que se corresponde al trabajo comunitario fuera de los márgenes definidos por la política social, así como ella fuera entendida durante la década de los ochentas.

Page 393: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

393

orientada –concentrada- en la superación de desajustes que es posible identificar en el propio individuo para facilitar su integración mínima –disminuyendo su desarmonía relacional-, y una segunda –de corte desarrollista- que le permite justamente el mejoramiento de las mismas pero a través de organización colectiva a nivel local; es decir, en donde la habilitación se traduce o se complementa con posibilidades de mejoramiento de las condiciones económicas, sociales y personales de vida. Ambas, si se las considera así, pueden corresponder a fases complementarias, pero suponen una focalización en aspectos distintos. La comunidad, por tanto, puede ser identificada como el contexto de ocurrencia concreto, local, tanto en su aspecto social cultural como físico material; y por lo tanto él es abordado a través de la intervención en aquellos agentes intervinientes en la dinámica que genera el desajuste, en la medida que las circunstancias así lo permitan675 (cfr. Asún, D., Alfaro, J. & Morales, G., 1994; Asún, D., 1996; Leiva, A., 2003).

3.2.2. Segundo Marco Conceptual: Desarrollo Social Local

a. Contexto político de aparición y sustento. Si el primer ya se corresponde formalmente a lo que se denominamos genéricamente como salud, queda por definir aquél que se emplazará directamente en torno al desarrollo social. Bajo esta perspectiva, es posible reconocer un conjunto de debates científicos sociales que se han centrado en torno a la noción del desarrollo, misma que tiene una estrecha y permanente vinculación a los planes y estrategias de superación de la pobreza. Como vimos, si bien se trata de un proceso de lenta incorporación de parte de la psicología comunitaria (en comparación a los primeros planes en el campo de la salud), desde mediados del siglo pasado, es decir desde finales de la segunda guerra mundial, un conjunto significativo de eventos ha obligado a la vez que fortalecido un importante combinación de debates dentro de las ciencias sociales en lo que respecta a los planes y estrategias de desarrollo y sus conceptos asociados (cfr. Durán, F., 1995). En dicha presunción puede establecerse sin mayor problema un proceso lento pero consistente de integración de los planteamientos comunitarios y los planes y posibilidades de desarrollo válidos en estas últimas décadas. Así, lo que en un principio empezó como una reunión necesaria, a modo de puente entre las ciencias sociales y los requerimientos del país y las reformas sociales que en él se estaban llevando a cabo (Zúñiga, R., en Martín-Baró, I., 1976; Lira, E., 1994; Gissi, J., 1994) permitió abrir las puertas de la profesión hacia los asuntos de impacto e interés social, mediante perspectivas de abordaje comunitario676.

675 Contreras, Winkler, Martínez y Areito (1997) lo expresan de la siguiente manera: “se hace lo mejor posible con los recursos y condiciones existentes” refiriéndose a la percepción de los propios agentes involucrados en los procesos de intervención. 676 En su momento fue posible establecer la sincronía de estos procesos y la naciente identidad de una psicología social propiamente latinoamericana, misma que luego sería precedente formativo y político de la crisis de relevancia desde la cual nace la concepción latinoamericanista de la psicología comunitaria (cfr. Martín-Baró, I., 1976; 1988; Marín, G., 1980; Salazar, J., 1994; Montero, M., 2004)

Page 394: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

394

Dicho proceso sufrió un quiebre, tanto en el sentido del proceso social como a nivel de las estructuras formales (plataformas), que encaminó a grupos profesionales en un proceso de reconstrucción de las prácticas y las argumentaciones conceptuales, cobrando vigencia la protección de los derechos humanos, las iniciativas de trabajo y cooperación desde plataformas diversas, el centramiento en problemas sociales acotados y de carácter urgente, y el establecimiento de un lazo de mutuo apoyo entre las organizaciones poblacionales y las redes de interventores (Alfaro, J., 1997). Desde dicha amalgama –según como la describimos- se comenzó a construir el sistema político que hoy nos gobierna, y en paralelo se desarrolló una enorme estructura de intervenciones especializadas –lo que supone desarrollo tecnológico, experiencia y acumulación práctica, experticia y validación profesional, y fortalecimiento de la identidad y compromiso profesional. Este proceso significó la reanudación de los debates sociológicos y científico sociales en relación al tema del desarrollo, especialmente en relación a la noción de pobreza derivada ya no del proceso de industrialización, sustitución de importaciones y migración urbana –en un contexto de auge político social-, sino bajo la óptica del desvalido, marginado del crecimiento y el progreso; aquél que no se integra adecuadamente y que es –sistemáticamente otra vez- dejado de lado por los beneficios que se reparten en la sociedad como un todo. Ello marca un hito de importancia pues el foco ya no estará puesto en un Estado fuerte capaz de proveer un proceso de transformación social, sino que, por el contrario, deberá proveer a los marginados actuales del conjunto de oportunidades mínimas para ser parte de los beneficios del mercado que se sostiene en el desarrollo y la llamada modernidad (véase Rogazzy, M., 2001). Así la relación entre los planificadores políticos y la intelectualidad renovada, cercana a las ciencias sociales en su sentido más amplio, estableció pragmáticamente la relación con la inmensa cantidad de expertos temáticos, trabajadores comunitarios y líderes programáticos. El principio de los años noventa, en el que la nueva estructura operativa impuso el criterio tecnocrático como norma, requirió una reorganización –de los aspectos técnicos y metodológicos, de los aspectos ético políticos- y un nuevo compromiso de trabajo, ahora frente a las múltiples, focalizadas y muchas veces escasas plataformas y fondos (cfr. Unger, G., 1995). De la mano de los nuevos criterios económico sociales para enfocar el plan de desarrollo nacional, surgió una nueva demanda de intervención, que tenía como agente al Estado en tanto subsidiario y orientado a la integración. El crecimiento con equidad fue el camino que se abría a través de dicha demanda y en la práctica supuso que ahora era responsabilidad de todos y de cada uno, el integrarse al desarrollo (Espinoza, V., 2003). Lo anterior incidió como vimos, en la generación de diversas plataformas orientadas con mayor o menor grado al mejoramiento de las condiciones de vida, y en concreto, al progreso de la capacidad de aprovechar las oportunidades de las personas que, según los diagnósticos, estaban comparativamente en

Page 395: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

395

desventaja. El supuesto es el que esas oportunidades serían progresivas en tanto el modelo de desarrollo se suponía sustentable, eficaz en la distribución del impacto –es decir, potencialmente justo- y apoyado en un crecimiento sostenido. Había que atinar con el desarrollo, y en dicha línea se produjo una transformación de lo que hasta el final de los años ochenta había sido una red relativamente desperdigada –y muchas veces operando de forma autónoma- de prácticas orientadas al desarrollo de habilidades de organización, y subsistencia popular mediante metodologías participativas y cercanas a las necesidades y recursos locales. Sin embargo, la dependencia de los fondos y plataformas del aparato público, pero fundamentalmente, de los lineamientos que la lógica del retorno democrático determinaba –tanto para los programas propiamente gubernamentales como para aquellos desarrollados de forma externa, más no independiente- supuso la readecuación conceptual. Surgieron así las perspectivas de trabajo comunitario centradas en la generación de organización colaborativa a nivel local, a través de un proceso de involucración de los agentes existentes a nivel local. El centro sería, por supuesto, la superación de la pobreza –a la base de los problemas sociales en su sentido tradicional. Y por lo tanto la mejora en materialidad y recursos es parte importante de las metas de las intervenciones, sin embargo, y he aquí el aspecto psicológico comunitario complementario, el diagnóstico suponía una transformación de lo que ahora podemos llamar “los modos de relacionamiento”, tanto a nivel de las personas en sus interacciones, como de aquella que ocurre entre las instituciones y sí mismas y entre estas y las personas (Rozas, G., 1993; Alfaro, J., 1997). Cambio en las relaciones locales, y en la estructura formal que con ellas interactúa de forma cotidiana se volverían caminos de apertura para la psicología comunitaria (cfr. Martínez, L., en Krause, M & Jaramillo, A., 1998). Dicha estructura conceptual fue adquiriendo mayor visibilidad entre las discusiones profesionales, en paralelo a la complejización y readaptación de las políticas sociales y los enfoques y metodologías privilegiados (impulsados) por las instancias de turno a cargo de la ejecución de la política pública. En efecto, hacia finales de la década de los noventa tanto la masificación de un debate de corte crítico en relación al impacto efectivo del modelo de desarrollo y los caminos tomados en lo que respecta a la superación de la pobreza y la equidad social677, como la disminución de las tasas de crecimiento y el déficit expresado en los índices de superación de pobreza y de distribución e igualdad favorecieron una nueva etapa del debate político social. Efecto directo de dicha apertura ha sido la involucración de los aportes propios de la psicología comunitaria–en tanto también vinculada al desarrollo comunitario- y los aprendizajes organizacionales en las discusiones técnicas sobre el impacto y la sustentabilidad a largo plazo de intervenciones en estas líneas temáticas. A ello también ha concurrido de forma sincrónica el desarrollo de diversos espacios de formación específica (de postgrado 677 Mismo que, como vimos, tuvo sostén desde diversas posiciones, tanto a favor como contrapuestas a los criterios generales de la política concertacionista, y que en la práctica constatamos a través de los diversos enfoques y conceptos que se comienzan a visibilizar en tanto capaces de complementar y redefinir las estrategias actuales.

Page 396: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

396

en su mayoría) los cuales han permitido la apropiación de dicho debate en tanto ofertas válidas para el campo laboral. Ha sido justamente este conjunto de aglutinaciones argumentales, que como vemos tiene su más vigorosa expresión en los años noventa –pero que encuentra sus precedentes varias décadas atrás-, el que ha sido definido por otros autores nacionales como “psicología comunitaria aplicada a organizaciones” –centrándose en la necesidad de evaluar la eficacia y adecuación de las organizaciones de carácter poblacional urbano (Hernández, J., 1991; 1992)-, “enfoque de desarrollo social” –“en tanto cercano a los modelos de desarrollo

local” y las tácticas participativas y solidarias que históricamente lo preceden (Unger, G., 1995)-, o “psicología

social aplicada al desarrollo comunitario” –reconociendo la similitud de este marco y la síntesis conceptual presente en la psicología social comunitaria, en tanto centrada en el desarrollo comunitario participativo de comunidades (Alfaro, J., en Olave, R. & Zambrano, L., 1993).678 El reconocimiento de este conjunto de propuestas ha sido también reconocido en el ámbito internacional, estableciéndose justamente como criterio de importancia, la diferencia evidente con el primer marco y su enfoque psicosocial centrado en la salud mental. En efecto Wiesenfeld (en Montero, M., 1994a) reconocerá que “el desarrollo comunitario persigue

como objetivo el desarrollo de los recursos y potencialidades de las comunidades para la solución de sus

problemas [...] a partir de la reflexión, promoviendo la participación”, si bien hacia el primer tercio de los noventa sin una relación entre praxis y generación de conocimiento científico de forma sistemática, y con una utilización de los referentes técnicos derivados de las prácticas participativas significativas a nivel latinoamericano. Martín-Gonzáles y López (en Martín-Gonzáles, A., 1998) utilizarán el mismo nombre (desarrollo comunitario) para referirse a las prácticas de intervención orientadas a la superación de las condiciones socio-económicas a través de técnicas participativas con la propia comunidad.679 Es decir, es posible reconocer, primero, una percepción convergente de la existencia de esta línea de desarrollo teórico -y de sus características y enfoques-, y en paralelo, la asimilación de este conjunto de conceptos con los referentes ideales de la psicología social comunitaria en tanto expresión de una propuesta propiamente latinoamericana de los psicólogos sociales comprometidos con el desarrollo de sus pueblos (cfr. Montero, M., 2994).

678 Si bien Krause y Jaramillo (1998) no hacen mención a esta línea, es posible establecer una cercanía con lo que las autoras denominan “Enfoque Sistémico” el cual considera trabajos de corte grupal. A nuestro juicio, esta omisión responde a los criterios utilizados por las autoras, la cual deriva de criterios tradicionales cercanos a la corriente norteamericana de la psicología comunitaria, mismos que no son compartidos por los autores hasta aquí mencionados. Es posible establecer, además, la cercanía de una segunda denominación utilizada por las autoras –el “Modelo de Autoayuda””. Dicha relación puede contrastarse con un texto reciente de Krause (en Durston, J. & Miranda, F., 2002). Sin embargo, si bien el proceso de intervención participativa allí descrito es posible de ser identificado con la aglutinación que conforma este marco que aquí describimos, el relato que la autora hace de su aplicación queda restringido al ámbito de la salud, limitándose el concepto de autoayuda en el contexto de los tratamientos. 679 Serrano-García y Vargas (1993) utilizan también el concepto de desarrollo comunitario, aunque no profundizan en él.

Page 397: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

397

Sin embargo, y como hemos reconocido, la historia nos muestra que el principal asidero que permitió la estructuración de este marco fue la estructura y la política pública, y por lo tanto cabe mencionar aquí un segundo tipo de denominaciones ya no centradas en la idea de una psicología para, sino en un conjunto de nichos políticos y sociales desde los cuales plantear las intervenciones. Claros ejemplos de ello han sido las propuestas de autores como Rozas (1992; 1993; en Montero, M., 1997; 1999; Rozas, G. & Sapiains, R., 2002; Rozas, G. & Leiva, G., 2004), quien se ha centrado en la posibilidad de trabajo que abre la planificación y ejecución de programas en torno a la pobreza y los problemas sociales asociados. Dicha propuesta, además, supone la multideterminación del fenómeno de la pobreza más allá de la mera carencia, y la necesidad de adecuar la estructura operativa a las necesidades de la –ahora relevante- dinámica comunitaria, entendida esta uúltima como el conjunto de relaciones cotidianas con base territorial que influyen y condicionan los problemas sociales enfocados (ver Rozas, G., 1993; en Montero, M., 1997; Undurraga, C. & Avendaño, C., 1997; Martínez, V., 2002; Rozas, G. & Leiva, E., 2004; Egenau, P. & Baranda, B., 2004). Estos desarrollos, por cierto, se han nutrido de muchos de los conceptos originalmente desarrollados por la línea psicosocial, en tanto derivan de ella modelos comprensivos para entender las relaciones a nivel territorial comunitarias (Alfaro, J., & Báez, X., 1999; cfr. Krause, M., 2001; Martínez, V., 2004a). Así mismo, y en tanto la puesta en práctica de las intervenciones está ligada a plataformas de trabajo multidisciplinares que dependen de los enfoques actualmente en boga, de entre las que destacan el capital social, el enfoque de la exclusión social y a nivel operativo lo que podemos denominar trabajo en redes, es decir, la coordinación de grupos tanto de base local como externos (es decir, equipos interventores y la estructura que los sostiene) (Corvalán, E. & Edy, M., 2003; Espinoza, V., 2003; Rozas, G. & Leiva, E., 2004; Martínez, V., 2004b). De esta forma, la posibilidad integración y de desarrollo de los grupos que comparten y conviven en territorios geográficos determinados, que en último caso reconoce como fundamento el plan de desarrollo nacional derivado de los debates científicos sociales del período permite nominar como desarrollo social local al marco que describimos. b. Integración conceptual. Bajo nuestra perspectiva, y como se sigue de los párrafos precedentes, puede reconocerse una progresiva acumulación de conceptos y orientaciones teórico metodológicas dentro de este marco. Sin embargo, las mismas existen en referencia a un contexto, un nicho, de existencia concreto que cobra sentido al evidenciarse el impacto de las políticas sociales, y específicamente aquellas que utilizan un enfoque local o comunitario. Nos atrevemos a afirmar, entonces, que en el fondo ambas lógicas -la propiamente conceptual como parte del intento de los grupos profesionales por lograr una psicología aplicada al desarrollo comunitario, y aquella que intenta responder a la demanda del Estado concertacionista- son dos

Page 398: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

398

caras inseparables de un mismo marco, y que por lo tanto, se traducen o son convergentes en un mismo enfoque de comunidad. Bajo este supuesto, podemos identificar tres conceptos fundamentales, siguiendo la exposición de Rozas (en Montero, M., 1997) y de Alfaro y Báez (1999); - Integración Social: Este concepto es la expresión concreta de las políticas derivadas del modelo económico impuesto desde principios de los años noventa y subyace a la idea de crecimiento con equidad. Más aún, la precede, en tanto vimos que es a partir de este tipo de conceptos que la renovación política y social de la antigua izquierda se rearma para presentar un programa de gobierno viable y adecuado a los nuevos tiempos. Se trata, en primer lugar, de un concepto con valor explicativo, en tanto el diagnóstico supone que la pobreza se presenta como marginalidad, es decir, como una condición de exclusión sistémica (Alfaro, J. & Báez, X., 1999). Lo anterior implica el aceptar que (a) la condición de exclusión se mantiene como parte de una estructura de relaciones sociales asentada, (b) en dicha estructura el rol de los sectores pobres consiste en desarrollar el potencial necesario para lograr romper el ciclo680. Para ello, por cierto, el Estado operar como garante de las facilidades mínimas al producir convergencia entre los diversos actores sociales. La integración social responde, entonces, a un proceso dinámico en el cual no sólo se deja de ser pobre, materialmente deficiente, desintegrado socialmente, marginal, excluido, sino que se construye un nuevo sistema de relaciones sociales –cuya expresión más concreta estará dada en el plano local, territorial- bajo los parámetros que delimitan las intervenciones. Sin embargo, en segundo lugar la integración social tiene un valor concreto, operativo. Tal es la de ser eje del diagnóstico al designar la lógica basal de la situación de las personas que habitan en la localidad que se pretende intervenir. Bajo esta perspectiva la desintegración social y el daño acumulativo que genera la pobreza (tanto experiencial, subjetivo como corporal, físico), el que se pretende revertir en tanto se asume que las personas y los colectivos poseen recursos y potencialidades subyacentes (Undurraga, C. & Avendaño, C., 1997). Dicho conjunto de potencialidades debe canalizarse, entonces, en una solución de mediano plazo capaz de sustentarse en el tiempo, en la cual la integración al sistema social, y en efecto al mercado que lo regula, sea lograda. Efecto de la integración, en tanto expresión de un sistema que se vuelve cada vez más justo, es la progresiva democratización y el aumento de la participación social pues de fondo se asume que se está favoreciendo la generación de poder a nivel de las estructuras locales, lo que a su vez se traduce en una mayor autonomía y en paralelo, a una mejor calidad de vida de las personas, al estar esas más satisfechas con los logros obtenidos (cfr. Rozas, G., 1992; 1997).

680 Centrarse en la superación, en el proceso, y no en las carencias nos decía Rozas (en Montero, M., 1997).

Page 399: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

399

- Participación social comunitaria: Este concepto representa tanto un valor universalmente aceptado, como una tensión derivada de lo anterior. Es decir, se asume que la participación es un proceso de involucración y activación social en la toma de decisiones, lo cual se traduce por tanto, en una progresivo aumento del poder ejercicio de forma independiente y autorregulada por los colectivos (ciudadanía), en la medida en que ellos logran integración social. Sin embargo los análisis (por ejemplo Martínez, V., 2002) demuestran que los programas sociales -principales plataformas de trabajo- resultan ser condicionantes en este sentido, al imponer los criterios y límites en los cuales se puede –y debe- participar. Más allá de lo que en su momento referimos en el segundo capítulo, vale la pena destacar que ello incide en la lógica de relacionamiento, acotando la involucración de los destinatarios, impidiendo que se construya el proceso de intervención de forma horizontal y dinámica (véase Alfaro, J., 2000; cfr. Vidales, A., 2004). El principal ejemplo de lo anterior se ubica justamente en el concepto eje que valida el impacto social; la focalización. Por cierto, es justamente dicha tensión la que ha permitido la maduración681 de los productos de este marco conceptual, al evidenciar su limitación en el plano de la mera ejecución programática. Por ello, autores como Rozas y Leiva (2004) o Martínez (2002; 2004b) han vuelto a poner en el centro de las discusiones la importancia de una construcción colectiva como asunto esencial. Es entendible, por tanto, que el sostener el valor que supone la participación en tanto movilización de recursos propios de la comunidad en su proceso de desarrollo implique enfrentar también las limitaciones de las estructuras que sostienen la intervención. Así, entonces, la coordinación de instancias, la planificación adecuada cercana a la comunidad, el proceso de descentralización y mejoramiento de la eficacia de las estructuras de toma de decisiones se vuelven relevantes la una meta. Y, en la medida que dicho proceso ocurre en un contexto de crítica que supone reformular la puesta en práctica del modelo, denota en este marco un proceso reciente de superación, para pasar a formar parte del núcleo de discusión científica social – al menos en lo que respecta a una propuesta de planificación- antes tan lejano. La participación, en su nivel basal entonces, puede ser entendida como un valor esencial en el proceso de integración; participar es el contrario a la exclusión. Vidales (2004) nos lo aclara; “la participación comunitaria

puede entenderse como el fortalecimiento de la organización para el diseño de planes de la comunidad, que

impliquen la instalación y transferencia de herramientas y capacidades para acceder a las redes [servicios] del

Estado”. En este sentido, sólo de forma reciente se han visto emerger propuestas capaces de hacer frente a la estructura que la limita, y que por lo tanto resignifican los aspectos en los cuales la participación es el eje

681 El concepto de maduración corresponde a Alfaro (2003).

Page 400: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

400

del proceso, y en la práctica, el punto de convergencia de esfuerzos (Martínez, V., 2002; Espinoza, V., 2003).682 - Trabajo en Red: Como ya aclarábamos este concepto hace mención a la lógica de organización a la base del proceso de intervención. En efecto, se plantean tanto la existencia de redes a nivel comunitario, es decir de agrupaciones con un cierto nivel de organización formal que interactúan entre sí al involucrarse con las redes de servicios profesionales, tanto aquellas a nivel local (servicios en su mayoría), como a nivel de las organizaciones que ascienden en la escala de toma de decisiones (Vidales, A., 2004). Bajo esta perspectiva puede aceptarse que una red es definida como un sistema de relaciones en los que se produce la coordinación de esfuerzos. Esta lógica operacional de acuerdo entre partes, por cierto, es la que viene a reemplazar aquella que en Chile es denominada como educación popular, y que nosotros hemos categorizado en el conjunto como metodologías de corte participativo. Según nuestra lectura, el sostén social de dichas prácticas desaparece para dar lugar a la nueva estructura de intervención pública de los noventa, y por lo tanto si bien pueden reconocerse rasgos propios de los aspectos técnicos -formales si se quiere- de ellas, difícilmente puede homologárselas (cfr. Wiesenfeld, E., en Montero, M., 1994a; Krause, M. & Jaramillo, A., 1998; Vidales, A., 2004)683. Ahora bien, desde el punto de vista de los supuestos que subyacen a esta concepción de red en su expresión comunitaria está el que tratan –idealmente- de un sistema de interacciones cooperativas recurrentes, en las cuales se da el intercambio de “bienes, información, contactos sociales, influencia, emociones, afectos,

percepciones, discursos, apoyos, legitimación y validación” entre los nodos que la componen (Martínez, V., 2004b).684 Todo lo anterior supone que en este marco se plantea una valorización del grupo y de sus características en tanto se asume que es necesario reorganizar sus propios recursos para la solución del problema. Lo anterior 682 En este sentido Martínez (2002) ha planteado los conceptos de “convergencia discursiva” para establecer la relación de sentido que orienta las prácticas tanto de los interventores como de los destinatarios de los programas de superación de la pobreza. El mismo autor (Martínez, V., 2004a) ha propuesto un segundo concepto, denominado “formación contextual” para referirse a la lógica que es intrínseca al espacio comunitario propiamente tal. Por su parte el sociólogo Espinoza (2003) ha propuesto el concepto de “interfase asociativa institucional” para referirse a la matriz que da lugar a la interacción entre estos agentes. 683 En diversas oportunidades, por cierto, se ha reconocido la no clarificación del concepto de redes sociales utilizado en el contexto nacional (Alfaro, J., 2003; Asún, D., 2003; Vidales, A., 2004), por lo que no resultaría válido explorar en una descripción acotada como las que es posible encontrar en la literatura extranjera. Esto puede contrastarse en Didier (1985), Alfaro (2000) o Martínez (2004b). Lo anterior, por cierto, se suma como un argumento más para dudar de la factibilidad de la “tradición de redes sociales” descrita por Alfaro (2000) que podría eventualmente homologarse al marco que estamos describiendo. 684 La cercanía con el concepto de capital social comunitario es evidente (cfr. Durston, J., 2000; Zúñiga, R., 2004)

Page 401: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

401

supone, por tanto, que se los privilegia como las unidades de trabajo sobre las cuales debe concentrarse el trabajo y el aprendizaje del proceso de cambio. La comunidad -por tanto- será el núcleo con expresión territorial desde el cual emergerán los potenciales latentes que permitirán el proceso de integración. Por ello, la comunidad será comprendida no sólo como el conjunto de interacciones que se desarrollan a través de las redes comunitarias, sino también como el conjunto de elementos que en ellas se intercambian en tanto ellos responden –al menos- a una historia, una experiencia, y una identidad, los que a su vez dotan de sentido a dichas interacciones (cfr. Krause, M., 2001; Rozas, G., 1999). Por último, y en el plano más concreto, la comunidad será aquello con lo cual interactúan los ejecutores de la demanda del Estado en tanto esta es capaz de considerar y viabilizar (proveer alguna respuesta) a las necesidades de los grupos territoriales (Vidales, A., 2004).685 c. Concepción práctica ideal. Bajo la concepción hasta aquí realizada es posible identificar –a través de las referencias de autores- el abordaje de temas relativos a prevención de consumo de drogas, seguridad ciudadana, desarrollo local e inversión social, promoción social, capacitación, participación ciudadana y fortalecimiento del poder local, erradicación de campamentos y asentamientos, capacitación laboral y educación social, desarrollo juvenil, agrupaciones de mujeres emprendedoras (bajo la llamada perspectiva de

género), entre otros686. En este sentido, es posible reconocer tres tendencias generales, que se superponen en la práctica, pero que permiten reconocer las áreas y los nichos en los cuales el marco tiene expresión. La primera dice relación con lo que ha sido denominado genéricamente promoción social, es decir, con programas acotados -a nivel local- a objetivos específicos con agentes o grupos determinados que suponen el desarrollo de capacidades que permitan beneficiar e impactar su capacidad de integración social de forma directa o indirecta.687 En estos casos la lógica suele describirse como de generación o fortalecimiento del

685 En efecto, resulta sencillo constatar que no todas las intervenciones son desarrolladas por plataformas programáticas estatales, ni que las que tengan alguna relación mantengan un lazo de dependencia absoluta. Al contrario Krause y Jaramillo (1998) han demostrado que se el caso es mucho más complejo, involucrándose diversos agentes en un solo programa. Sin embargo, es posible reconocer que este marco debe parte importante a las políticas sociales del Estado, quien es por cierto la principal fuente de financiamiento, pero más importante aún, que el proceso por el cual se ha construido el actual rol del Estado es justamente el proceso por el cual se ha consolidado este marco conceptual. Es decir, responden al mismo orden, independiente de quien desarrolle las intervenciones. Integración y Estado como garante de oportunidades justas establecen una relación de mutua necesidad. 686 Hemos considerado aquí las referencias recientes de Rozas (1997; en Montero, M., 1997; 1999), Durston (2000), Corvalán y Edy (2003), Durston y Miranda (2002), Martínez (2004a; 2004b), Espinoza (2003) y Rozas y Leiva (2004). 687 Un ejemplo de forma directa sería la organización de una red proactiva de microempresarios a nivel local –que cumpliera con los criterios mínimos para ser identificada como psicología comunitaria a nivel, o la organización de redes de prevención del consumo de drogas o del delito (Asún, D., 2003). La forma indirecta, por el contrario, supone la integración o acople a las redes de servicios que ofrece el Estado y por lo tanto está cruzada por las limitaciones a los enfoques comunitarios que suelen acompañarlos, en especial en lo que respecta al cambio a largo plazo (Rozas, G., 1993; 1997), a la participación efectiva (Palma, D., 2002;: Vidales, A., 2004), y al problema que genera la relación de dependencia que en ella suele ir implícita, por ejemplo, al tratarse de redes de trabajo comunal que presentan proyectos ante microfondos concursables o ante otras formas de inversión social (Krause, M., 1997; Martínez, V., 2002; Foladori, H., 2003; Asún, D., 2003).

Page 402: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

402

capital humano a nivel local, para a su vez generar activación de redes y organizaciones con metas y un proceso planificado para concretarlas, en las que la intervención se enfoca a colaborar y orientar como asesoría formal. La segunda tendencia dice relación con los planes de superación de la pobreza. Según como describe Rozas (1993; 1999) la utilización de un enfoque propiamente comunitario en la puesta de dichos planes debe reconocer la necesidad de adoptar un enfoque de gestión territorial adecuada688. Es decir, que es necesario operar con criterios organizacionales pertinentes dentro de las estructuras y sistemas de intervención a nivel local para poder establecer un relacionamiento pertinente con la población (cfr. Martínez, V., 2002). La intervención comunitaria en el sentido tradicional, por tanto, se establece como un contacto eficiente con la comunidad (una involucración convergente si se quiere) en las diferentes etapas de implantación de un proyecto de desarrollo local. Es decir, se centra en una escucha sistemática y en un contacto colaborativo y participativo con las personas de la comunidad y las instituciones que en ella existen. En tanto es esta tendencia la que ha reunido más publicaciones –por ser la expresión más concreta de los programas originarios de la tríada concertacionista- nos parece adecuado reconocer que ambos son resultado directo del proceso de reconversión de las metodologías participativas de la década de los ochentas, ahora reorganizadas para operar dentro del modelo de la equidad . Por lo tanto difícilmente pueden identificarse como Educación Popular o Investigación Acción Participativa según como esta era y es entendida en la actualidad; mas bien han readecuado la noción de participación para adaptarla al modelo (véase por ejemplo Alarcón, M., Albornoz, V. & Fares, E., 2003). Ahora bien, junto a lo anterior, el interventor psicólogo colabora con el equipo en los aspectos psicológicos de la dinámica grupal que se ve producida en el proceso de cambio.689 Una última tendencia dice relación con intervenciones destinadas a producir descentralización del poder a nivel local. Esta, por cierto, se ve involucrada en las anteriores en tanto está involucrada directamente con los requerimientos definidos por la agenda de modernización gubernamental de los noventas. Vale la pena mencionar aquí las intervenciones de corte preventivo en sectores designados como de riesgo en relación a la promoción de derechos y a la apertura de espacios de expresión social en tanto capaz de transmitir el mensaje de la responsabilidad social ciudadana (Rozas, G., 1997; Alarcón, M., Albornoz, V. & Fares, E., 2003).

688 Con lo anterior queremos aclarar que no todos los planes de superación de la pobreza, tanto a nivel nacional como local, son pertinentes de ser aquí considerados. 689 Asunto que, si bien no se menciona, si es posible de ser observado en los análisis de experiencias que dan sentido a las reflexiones (véase Rozas, G., 1992; 1993; 1997; en Montero, M., 1997; Krause, M., en Durston, J. & Miranda, F., 2002; Espinoza, V., 2003; Rozas, G. & Leiva, E., 2004)

Page 403: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

403

De esta forma, las díadas de (1) integración social / ampliación de oportunidades, (2) mejoramiento de condición de vida / proceso de cambio social y (3) descentralización / participación ciudadana se complementan en la apertura de espacios para el desarrollo cada vez mas potente de este marco. En este sentido, el rol profesional que se desarrolla en esta marco representa al profesional como un experto asesor y acompañante de un proceso orientado, localizado y planificado en las diversas etapas de diagnóstico, diseño, ejecución y evaluación, que desde su papel es capaz de prestar colaboración formal y guía en orden a lograr los objetivos, flexibilizando y adaptando las condiciones de trabajo en la medida que el contexto, los recursos, y las estructuras operativas implicadas así lo permitan. Nos atrevemos a explicitar, entonces, que el rol del profesional es el de vínculo entre los aparatos de integración coordinados por la estructura pública y las personas sobre las cuales esa estructura se ha focalizado, y que están interesadas en participar (cfr. Rozas, G., 1999). La tensión resultará evidente ya que se trata de un operador comunitario (Foladori, H., 2003) determinado por las circunstancias, lo que en la práctica supone dejar en segunda instancia las definiciones a priori de lo que es la comunidad y su proceso de desarrollo bajo la óptica tradicional de la psicología comunitaria en su versión universalista690. Junto a lo anterior, y como características deseables mencionadas en los textos que se agrupan en este marco, cabe mencionar la necesidad de enfocarse en: (a) El desarrollo y afianzamiento del poder local, intentando fortalecer la identidad y la coordinación entre las entidades involucradas, intentando favorecer una relación adecuada entre demandas y respuestas posibles entre las partes (Morales, G., en Olave, R. & Zambrano, L., 1993); (b) El desarrollo de recursos no tradicionales y propios de las redes comunitarias, tales como la “solidaridad”, la capacidad de colaboración, los rituales, y las formas particulares de abordaje de conflictos, y en general, un énfasis en aquellas pautas que respeten al hombre y a la naturaleza desde una perspectiva ecológica (cfr. Asún, D., 1996)691; y (c) La revalorización del grupo y de sus características específicas, privilegiándolos como las unidades de trabajo sobre las cuales debe centrarse el trabajo y el aprendizaje del proceso de cambio (véase Foladori, H., 2003), en tanto dichos grupos acumulan la experiencia comunitaria, tanto respecto de la historia y la identidad local, como de las operaciones para llevar

690 Bajo esta perspectiva, no basta con mencionar, por ejemplo, la educación popular, la investigación acción, el trabajo desalienador concientizante como lineamientos metodológicos, en tanto ellos son incompatibles como tales frente a los requerimientos del cargo. Se trata, por tanto, de una apropiación y una resignificación de conceptos, que ahora tienen otro valor práctico en tanto dependen de otra circunstancia histórica (Asún, M. & Vidales, A., 2002; Alarcón, M., Albornoz, V. & Fares, E., 2003). 691 Esto cobra una importancia central pues los trabajos comunitarios pasan a ser un medio que facilita el logro de objetivos trazados, los cuales generalmente cuentan con pocos recursos económicos y materiales (Krause, M. & Jaramillo, A., 1998).

Page 404: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

404

a cabo el proceso de cambio al reorganizar sus propios recursos para el abordaje del tema (Rozas, G., 1993; en Montero, M., 1997; 1999; Rozas, G. & Leiva, E., 2004).

3.2.3. Tercer Marco Conceptual: Desarrollo Humano a. Contexto político de aparición y sustento. Las raíces de este marco suelen aparecer como desperdigadas, y los productos con los que ellas se identifican han sido puntal fundamental para la creación de otros marcos conceptuales a través de la evolución histórica. Más aún, si los anteriores marcos han tenido una estrecha vinculación con los proyectos sociales nacionales que han definidos espacios y demandas acotadas, este marco encuentra su asidero en la tradición crítica de corte alternativo que ha estado presente -muchas veces como contraparte silenciosa- en los procesos de auge y caída de esos proyectos. El principal argumento para afirmar la existencia y unidad de este marco surge a partir de nuestra interpretación histórica. Desde los primeros pasos, Weinstein y los equipos en torno a él desarrollaron una comprensión alternativa e integradora de la salud mental, que supuso ligarla al proceso de construcción social desde la propia experiencia y vivencia subjetiva de las personas. En dicho comento la figura del trabajador de salud mental poblacional resultó ser la condensación de dicha propuesta (Weinstein, L., 1975; 1976). Años más tarde, en la década de los ochentas, volveríamos a ver la aparición de estas propuestas, ahora readecuadas al nuevo momento histórico por el que pasaba Chile. Los antiguos lineamientos comunitarios antes desarrollados por Weinstein en su intento de reconceptualizar el proceso de desarrollo humano encontrarían asidero y convergencia en las propuestas de otros autores, mismos que compartieron no sólo una crítica y una oposición al momento político que marcó la dictadura, sino al carácter fundacional del proyecto que la sustentaba (Morales, G., 1992; Asún, D., Alfaro, J., Aceituno, R. Krause, M. & Morales, G., en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1996). Así, mientras la política se reconfiguraba en partidos y negociaciones en base a propuestas y diagnósticos provenientes de las ciencias sociales –en la lógica de la renovación de la izquierda según como la hemos descrito-, de la amalgama de prácticas poblacionales urbanas de la región metropolitana692 permitía el surgimiento de un conjunto de postulados alternativos en relación al desarrollo, el papel de la economía, el sentido de la historia, la vivencia de las personas en su propia experiencia en tanto potencial de cambio y las posibilidades que abría el futuro de la lucha democrática. Es decir, que mientras por una parte se estructuraban las bases que dan sentido a los marco anteriores, se erigían las condiciones para un pensamiento social, con fuerte foco en la intervención comunitaria. Se trata, por tanto, de un marco conceptual que encuentra su primer asidero en la intelectualidad crítica en tanto ella 692 Que, por cierto, no se acotan en ella y son el resultado de un proceso histórico a nivel nacional (Garcés, M., 2002; Salazar, G., 2003; Abugattas, A., 2004).

Page 405: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

405

estuvo ligada a trabajos de corte poblacional en diversos aspectos durante la década de los ochentas. Sin embargo, en tanto las condiciones para la formalización de un nombre –psicología comunitaria- asociado a una práctica, los parámetros para concebir estos planteamientos, ya no sólo como referentes lejanos sino como parte activa del campo de la psicología comunitaria desaparecieron o disminuyeron en extremo. La intelectualidad que se dedicó a expresar los ideales ético políticos críticos aquí sostenidos vio un breve período de auge hacia el final de la dictadura, en tanto la apertura política y social que produjo el auge del movimiento de protesta no sólo se tradujo en un aumento de los fondos y en mayor visibilidad pública, sino también en una oportunidad de establecer contactos internacionales con otros grupos y autores que habían recorrido un camino sincrónico (cfr. Osorio, J. & Weinstein, L., 1988; 1993; Salazar; ). En este sentido, entonces, es posible identificar el sostén político; en efecto hubo un proceso del que todavía se tiene noticia de creación de una ética sobre la cual orientar el sentido de las intervenciones. Volveremos sobre este punto más adelante. Así como los mismos autores relatan693 existió una productiva convergencia entre el desarrollo de metodologías participativas en Santiago de Chile -de las cuales las más conocidas son la educación popular y la investigación acción participativa- y los postulados de un pensamiento social crítico en relación a los modelos de desarrollo. Este punto, que fue suficientemente retratado en el segundo capítulo, nos exige aclarar aquí que lo que usualmente es referido por autores tanto nacionales como internacionales como postulados de la educación popular 694 no es otra cosa que la apropiación –e incluso la actualización (Salazar, G., 1996)- de prácticas de fundamento político desarrolladas en contextos previos y que tienen una expresión singular en Chile. En efecto, concordamos con la aseveración de Zúñiga (2004) quien reconoce una mayor vinculación entre el proceso de reflexión crítica que se traduce en organización popular poblacional, que con las concepciones concientizadoras (desalienadoras, liberadoras) usualmente asociadas a esas prácticas (como por ejemplo en Asún, D., en Olave, R. & Zambrano, L., 1993). La presunción de que eso es así, a nuestro juicio, es una deformación ocurrida en el proceso de desarrollo de una psicología social latinoamericanista –que como vimos es antecedente de aquella llamada comunitaria. En efecto Montero (1980) reinterpretará los postulados de la sociología militante orientada al cambio socio cultural de Fals-Borda (1959), Santiago, Serrano-García y Perfecto, (1983) los postulados de la teología de la liberación, y Escovar (1979; 1980), Sawaia y Lane (en Montero, M., 1991), y Martín-Baró (1988) que traducirán a constructos psicológicos las nociones de ideología

693 Por ejemplo Morales (en Olave, R. & Zambrano, L., 1993), Asún, Alfaro, Aceituno, Krause y Morales (en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1996), Román (1999), Salazar (2003; 2004) 694 Por ejemplo Asún (en Olave, R. & Zambrano, L., 1993) en el ámbito nacional y Serrano-García e Vargas (1993) en el internacional.

Page 406: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

406

derivadas de los autores postmarxistas; todos ellos apuntando a la formalización de un rol liberador movilizador del profesional psicólogo ahora salvado de su propia crisis de relevancia695. En el caso de las producciones en Santiago de Chile no es posible reconocer este proceso de asimilación de estos referentes -si bien muchas veces se lo ha presupuesto (cfr. Olave, R. & Zambrano, L., 1993; Krause, M., 1997; Leiva, A., 2003). Ello responde, básicamente, a que la lógica de base sostenida en el progresivo auge del movimiento popular y las instituciones de resistencia del primer tercio de los años ochenta fue en definitiva la que permitió el desarrollo de las producciones que integramos a la psicología comunitaria (Véase Asún, D., Alfaro, J., Aceituno, R., Krause, M. & Morales, G., en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1996). Es decir, no había nadie a quien concientizar, desalienar o liberar más de lo que en general todos los que participaron en las redes de resistencia y oposición cercanas a las organizaciones poblacionales de base estaban; el presupuesto originario fue el reconocimiento de las lógicas de resistencia y subsistencia ya instalados a nivel poblacional (Krause, M. & Jaramillo, A., 1998). Sólo luego, y con el auge de la ayuda internacional y la apertura -relativa por supuesto- de nuevos espacios fue posible segmentar temáticamente las experiencias para enfocarlas a poblaciones menos proactivas o más damnificadas por la imposición del modelo económico, que a su vez serían incorporadas como antecedente para adscribir a la denominación internacional de nuestra psicología comunitaria local (cfr. Morales, G., 1992; Asún, D., 1997). No hubo, por lo tanto, clarificación sistemáticas de metodologías en paradigmas de intervención. Se trata, por tanto, de un desarrollo de propuestas bastante diferentes a las que han sido aceptadas como oficiales (cfr. Aubel, B. & Dalla-Porta, M., 1993). Más aún, dicha cercanía a los problemas de las organizaciones populares, sumado a una crítica a las formas tradicionales del quehacer aplicado en intervenciones, permitió la estructuración de propuestas que integraron aportes de diferentes referentes; filosóficos, artísticos, económicos, sociológicos, psicológicos, médicos, biológicos, científicos, etc (Weinstein, L., 2003) . A partir de la integración allí ocurrida, y dada la larga tradición de este pensamiento en relación al trabajo comunitario –y a la comunidad como espacio de expresión y poder social- podemos reconocer una aglutinación que se traduce en una propuesta de marco conceptual. Dicho marco conceptual reúne, según nuestra lectura; (1) los aspectos operativos derivados de la readecuación de las metodologías participativas basadas en el trabajo comunitario comprometido y cercano696, orientado a metas comunes y flexible; (2) los aspectos conceptuales de lo que Morales (1992) –

695 La lista es, por cierto, mucho mas extensa. Los autores postmarxistas referidos fueron Antonio Gramsci por Sawaia y Lane, y Louis Althusser por Martín-Baró, y permitieron traducir a un lenguaje psicológico aplicado los problemas de la ideología en los procesos de emancipación social (véase Montero, M., 1981) 696 Es decir, de protagonismo compartido en tanto idealmente los agentes (externos y comunitarios o locales) son actores que en su interacción se modifican, lo que supone por cierto una flexibilización de la autoridad y lejanía asociada a roles

Page 407: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

407

citando a Weinstein- llama “racionalidad integradora” y que se encuentra a la base de la propuesta social de las teorías del desarrollo alternativo, que como vimos también es llamado desarrollo sustentable o desarrollo humano; (3) el reconocimiento de las prácticas de sobrevivencia y de cultura popular en tanto fundamentales para entender los aspectos involucrados en la lógica comunitaria no sólo en tanto fundamento de la identidad comunitaria sino como el proceso –la construcción social- con el cual los interventores se relacionan (Hamel, P., 1991; Álvarez, N. & Contreras, P., 1993)697; (4) la crítica al modelo neoliberal, en específico a los programas de gobierno de la tríada concertacionista y el reconocimiento de nuevas formas de expresión y poder civil, según como expresamos en el segundo capítulo. Es Alfaro (2000) quien, si bien guiándose por las tradiciones de la psicología social, mejor reconstruye la lógica conceptual, que este autor denomina “tradición de amplificación sociocultural”. En concreto ella reúne a diversos sistemas de pensamiento que en su conjunto se orientan a reconocer el papel de la comunidad en tanto compuesta por actores sociales que al dotar de sentido propio sus acciones son capaces de producir cambio cultural, la cual en suma, permite producir nuevas realidades sociales. Si se excluyen los referentes diversos y lejanos a lo que se suele considerar psicología social esta tradición es asimilable a este marco conceptual, pues describe el mismo proceso de intervención. En efecto, en tanto este marco opera como pensamiento comunitario alternativo, no reconoce vinculación con los procesos de formalización de la psicología comunitaria698. Es decir, participa del campo de la psicología comunitaria de forma activa y propositiva, pero sin reconocerse como tal (cfr. Álvarez, N. & Contreras, P., 1993; Correa, R., Troncoso, J., Agurto, P. & Concepción, A., 1995). Y entonces, así como lo hemos descrito, es razonable suponer que –si bien es una aglutinación consistente y propositiva- se encuentra en crisis. Desde el punto de vista más concreto, los nichos de expresión y desarrollo

predefinidos y estáticos, en una actitud similar a la de Freire (1970) en relación a la liberación colectiva y al compromiso político activista de Quintal de Freitas (en Montero, M., 1994a) (cfr. Asún, D., 1996; Román, J., 1999). 697 Asunto que, como vimos y como puede evidenciarse en Olave y Zambrano (1993), es luego reincorporado a modo de diagnóstico psicosocial al primer marco descrito. En efecto, ello hace extremadamente difícil en la actualidad separar lo que fue reconocido en el caso chileno como instalación de una perspectiva ecológica en el proceso de evolución del campo de la psicología comunitaria durante el último tercio de los años ochentas. La diferencia parece estar aquí en una reconstrucción histórica oral, imposible de adecuar a factores estandarizados, de un proceso de interacción entre el desarrollo personal de los sujetos y el proceso colectivo en el que él expresa su potencial (cfr. Garcés, M., 1996; Bustos, L., 2004; Salazar, G., 2003; Weinstein, L., 2003). 698 Sin embargo, el psicólogo español Martín Gonzáles (1988) referirá la cercanía -en término de intervenciones comunitarias- entre la psicología humanística centrada en el proceso de desarrollo humano y el abordaje de problemas sociales mediante prácticas locales de organización y reflexión. Utilizará para ello el nombre de animación sociocultural (véase también Trillas, J., 1997). Se trata, por tanto, de un desarrollo similar en tanto incorpora referentes del trabajo social y la psicología humanista –y transpersonal-, de la misma forma en que ha ocurrido con las propuestas de educación y organización social que se han nutrido de las propuestas del desarrollo a escala humana en Chile. Es decir, que permiten establecer un tercer referente sobre la lectura centrada en las teorías psicológicas de Alfaro (2000) y la propuesta que aquí realizamos.

Page 408: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

408

de antaño ya no resultan tan fructíferos como antes, aunque muchos de ellos siguen manteniendo una fuerte vinculación al poder civil junto con el cuál se iniciaron (Favreau, A. & Bennefoy, M., 1995; Román, J., 1999). Sin embargo, en tanto dicha relación de cercanía suponía -y supone aún- la necesidad de reconstruir la sociedad toda, la crítica al modelo los margina a los espacios externos en los cuales una actividad propositiva constante resulta muchas veces imposible (Barranco, F. & Díaz, R., 1999). La sola existencia de sus nichos muchas veces está supeditada al excedente que permite una política de Estado que en su afán reductivo ha externalizado la prestación de servicios y la ejecución de programas (Asún, D., 1997). Más aún, en tanto la operatoria del aparato público ha limitado la expresión de las necesidades de las bases tanto por la lógica de equilibrio ideal del modelo de equidad como la instalación de una experticia técnica que planifica y decide dentro de los parámetros verticalmente definidos (cfr. Gyarmati, G., 1997; Rozas, G. & Leiva, E., 2004). Si al escenario anterior le sumamos el desinterés de estos planteamientos por identificarse con una determinada concepción de psicología comunitaria –lo que la hace difícil de rastrear y reconocer699-, y el hecho de que las publicaciones en psicología comunitaria en Santiago de Chile estén asociadas a espacios académicos propios –de profesionales psicólogos- la asimilación de este marco con una concepción tradicional de psicología comunitaria se vuelve imposible. Más aún si se considera que, en su evolución histórica ha visto nutrirse sus propuestas con referentes dispersos y muchas veces no reconocidos por las revisiones conservadoras (Pozzoli, M., 2001). En la práctica esto supone reconocer que los relatores de los desarrollos conceptuales de este marco no necesariamente son profesionales psicólogos –a diferencia de los anteriores que han sido aceptados y eventualmente reconocidos por una amplia mayoría- (cfr. Asún, D., 1996; 1997).700 En resumen; se trata aquí de un conjunto de propuestas diversas que son convergentes a partir de los presupuestos y orientaciones que las sostienen, que se reconocen a sí mismas como críticas ante las circunstancias históricas y políticas actuales, y que a partir de ello elaboran un enfoque de comunidad unificado. Dicho enfoque se centra en concebir a la comunidad como el espacio privilegiado para la

699 En la medida que el campo de la psicología es dinámico en tanto los desarrollos que lo componen están permanentemente explorando nuevas posibilidades de evolución es posible afirmar que buena parte de estos planteamientos han coexistido incorporando elementos conceptuales de los marcos antes mencionados, en tanto ellos se adaptan mejor y tienen mayor aceptación en el contexto actual (Santibáñez, M., 2002; Unger, G., 2003). 700 Lo que a nuestro juicio no representa ninguna incompatibilidad con nuestro marco comprensivo, pues como es posible reconocer los profesionales psicólogos si han integrado, interactuado y elaborado los debates y producciones que condensan este marco (Morales, G., 1992; Barrientos, M. & Duarte, L., 1994; Alfaro, J., 1997; Krause, M., en Durston, J. & Miranda, F., 2002; Unger, G., 2003). Es sólo recientemente que, producto de la masificación de las plataformas orientadas dentro del modelo concertacionista y de la crisis de las instituciones no gubernamentales -representantes de los intereses sociedad civil (Rozas, G., 1993)-, la relación se ha distanciado. Es decir, la formalización de los espacios y nichos de intervención ha reducido las oportunidades de este marco para instalarse en nuevos espacios de desarrollo, marginándolo de hecho.

Page 409: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

409

integración, organización, desarrollo y expresión de potenciales que se traducen en desarrollo social humano –tanto personal como colectivo- de manera sustentable, lo que en la práctica supone un cambio en las estructuras y sistemas –culturales, físicos- que componen el entorno social. Así, y si bien el grado de propositividad efectiva de las propuestas comunitarias aquí agrupadas y la mecánica que para ponerlas en práctica es diferente, es posible reconocer elementos conceptuales comunes que luego pasamos a describir. Por último, vale la pena recordar que, si bien las propuestas que agrupamos en torno a este marco han vivido un período de difícil subsistencia, en la medida en que han aparecido espacios de debate político social en relación al impacto verdadero del modelo, y los nichos han logrado mantener relativa estabilidad en el contexto actual, se ha producido una revitalización de estos debates. Si bien ello no responde en principio a una propuesta comunitaria en primera instancia –a diferencia de cómo estuvieron orientados los enfoques desarrollados durante la dictadura-, sino más bien a las formas de expresión política y de desarrollo sociales alternativos, ellos han puesto en un lugar de importancia la necesidad de considerar una revitalización de las lógicas de intervención social participativas y de reflexión crítica en relación a sus propias vivencias y necesidades en los diferentes aspectos de la vida en comunidad (Moulian, T., 2000; Santibáñez, M., 2002). Es así como se han construido diversas propuestas en relación a la expresión artística del desarrollo humano, programas orientados a fortalecer los vínculos de las personas a través de proyectos de vida o mediante la participación política activa, mientras que otros temas tradicionales –es decir que dan lugar a espacios donde hay nichos establecidos que desarrollan propuestas en la lógica de este marco- siguen teniendo vigencia. Se trata de ecología social, la salud mental de las personas, y la formas posibles para reenfocar los problemas sociales como la violencia o el consumo de drogas (Asún, D., 1997; Gyarmati, G., 1997; Pozzoli, M., 2001; Weinstein, L., Osorio, J., 2004) . b. Integración conceptual. A partir de la exposición aquí realizada es posible reconocer tres conceptos –o más bien, grupos de conceptos- que sostienen la lógica transversal del marco;701 - Racionalidad integradora. Como concepto ha sido descrito por Weinstein en diversas oportunidades y es el que mejor condensa los presupuestos de este marco en relación a la integralidad que se produce entre el qué temas o problemas se abordan (la definición, el qué) y cómo se abordan (los procedimientos, el cómo), 701 Hemos utilizado como referente los trabajos de Morales (1992; en Olave, R. & Zambrano, L., 1993) y las descripciones de experiencias y argumentaciones teóricas descritas en Asún, Alfaro, Aceituno, Krause y Morales (en Wiesenfeld, E. & Sánchez, E., 1994), en Krause y Jaramillo (1998), en Alarcón, Albornoz y Fares (2003) y por Weinstein (2003c). A diferencia de lo ocurrido con los anteriores marcos, no es posible establecer una relación explicita de parte de los autores entre estas producciones conceptuales que pasamos a describir y la delimitación de una lógica unificante. Inclusive, para algunos se trata de resabios del pasado o de prácticas comunitarias dispersas y en permanente extinción, asunto que es perfectamente entendible de acuerdo a lo que hemos relatado hasta aquí si no se comparte nuestra óptica de comprensión del campo de la psicología comunitaria.

Page 410: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

410

y a partir de los cuales emerge un sentido de validación (el valor, el para qué) . Es decir, somos nosotros los que preferimos la utilización de este concepto, especialmente por el valor histórico que tiene en el tema al que nos dedicamos en tanto condensa la lógica implícita de orientación a la acción que se desprende del marco702. En términos generales el concepto hace relación a la fusión entre las formas de construcción y desarrollo de una sociedad y la expresión de las potencialidades de los grupos y los individuos que en ella existen. Se trata, por tanto, de una derivación de la concepción de salud integral del mismo autor (cfr. Weinstein, 2003a), y asume no sólo un conjunto de supuestos en relación al ideal de salud en tanto posibilidad de expresión social y satisfacción de necesidades humanas básicas (Max-Neef, M., Elizalde, A., Hopenhaym, M., 1993; Weinstein, L., 1994), sino a la necesidad de que el proceso de dicha construcción sea en esencia participativo e involucre a las personas en la producción de nuevos sentidos sociales.703 A partir de ellos, y con una racionalidad –es decir un sentido de movilización colectiva, pero a la vez de integración personal en el proceso de cambio- el poder para definir el destino de los sistemas sociales volverá a caer en las personas. Se trata, por tanto, de un ideal que identifica el momento actual como pasando por una crisis de propuestas político sociales –derivados de los modelos de desarrollo privilegiados704- y de las cuales se desprende tanto la oportunidad como la necesidad de refundar el camino –de humanización (Osorio, J. & Weinstein, L., 1993). Durante el período anterior la expresión más concreta de esta posibilidad de refundación estuvo en el movimiento poblacional de protesta y en las redes de resistencia, y en el período actual es reconocible en las nuevos movimientos sociales y las prácticas sociales de cooperativismo social (Weinstein, L., 1994; Bustos, L., 2002; Osorio, J., 2004). En efecto, se trata de un concepto que emerge del reconocimiento del rol protagónico de las organizaciones sociales de base, a nivel local, en su propio proceso de desarrollo cultural (a lo que Weinstein ya había arribado hacía décadas al enfocarse en las dinámicas poblaciones que estaban integradas en las posibilidades de prácticas de salud integrales), y que por lo mismo considera prioritario el reconocimiento de 702 En efecto, como se recordará, Weinstein ha sido una figura fundamental en el desarrollo de estos argumentos a través de más de cuatro décadas, y por lo tanto no se trata sólo de una metáfora -o de un referente lejano- sino que de la forma en que uno de los autores más cercanos ha comprendido este sentido en la medida en que ha sido partícipe de su evolución (cfr. Weinstein, L., en Olave, R. & Zambrano, L., 1983; 1989; 1993; 2003; Vidal, M., 1990) 703 Es decir, de movilización social democrática para la transformación de los sistemas de poder existentes (Weinstein, L., 1989; 1994). La cercanía con los presupuestos que en Chile se asocian a la educación popular y el sentido de las metodologías participativas es evidente. 704 Así como fuera comprendido durante la década de los ochentas y principios de los noventas el grupo de teóricos del desarrollo humano, y de aquellos que cercanos a esas redes se posicionaron de manera crítica ante el modelo concertacionista (Olave, R. & Zambrano, L., 1993). Si bien con el foco menos puesto en los aspectos del desarrollo de satisfactores para necesidades humanas, es posible reconocer estos planteamientos en la concepción de crisis histórica al que adhieren grupos de autores vinculados al trabajo poblacional comunitario (véase Correa, R., Troncoso, J., Agurto, P. & Concepción, A., 1995; Román, J., 1999; Bustos, L., 2004).

Page 411: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

411

una dimensión de existencia sociocultural que determina –a la vez que enfoca o desenfoca- la expresión de los potenciales transformadores.705 Bajo esta óptica conceptos como libertad, solidaridad, amistad, cooperativismo, valoración del otro (alteridad), holismo, el pluralismo, la solidaridad y participación social se vuelven esenciales (véase Osorio, J. & Weinstein, L., 1993; Weinstein, L., 1994; Bustos, L., 1996; Gyarmati, G., 1997; Pozzoli, M., 2001) En este sentido, es posible reconocer la lógica aquí descrita a la base de diversas concepciones que se han establecido y validado en los debates ocurridos a propósito de los dos ejes –salud y desarrollo social- del campo de la psicología comunitaria; “ecología del yo”, “desarrollo saludable”, “salud integral” o “formación

humanística” para referir al proceso de desarrollo personal de las potencialidades involucradas (Osorio, J. & Weinstein, L., 1993; Weinstein, L., 1994; Weinstein, L., en Catalán, M., 1997; Weinstein, L., 2003a). - Desarrollo a escala humana706. Este concepto, que por su importancia le da el nombre a este marco, básicamente propone una matriz de necesidades básicas humanas que deben satisfacerse para permitir la expresión humana de las capacidades colectivas, individuales, comunitarias y sociales mediante prácticas comunitarias (véase Barrientos, M. & Duarte, L., 1994). Se trata, de fondo, de la propuesta de un nuevo paradigma comprensivo que permite reorientar tanto los saberes profesionales como las prácticas sociales comunitarias en torno a los problemas generados por el modelo neoliberal y su expresión a nivel de las pautas de interacción cotidiana entre las personas y entre ellas y su medio ambiente (Weinstein, L., 2003a). Supone, por tanto, una flexibilización de los roles de los involucrados en los procesos de intervención en tanto ambos deben entrar a formar parte de una unidad autónoma capaz de encontrar soluciones y llevar a cabo un proceso planificado de cambio, en tanto esta forma parte del sistema más amplio que es la sociedad (Barrientos, M. & Duarte, L., 1994). Será, por tanto, su capacidad de autorreflexión y desarrollo de conciencia social –“conciencia ecológica” dirá Weinstein (2003c), “procesos contraculturales estratégicos” dirá Fals-Borda (en Osorio, J. & Weinstein, L., 1993), “formación social” para la discusión crítica dirán otros (Aguayo, C., 1997; Román, J., 1999)- el motor de la intervención. Entonces, el desarrollo a escala humana se plantea simultáneamente como un criterio orientador del proceso y como una definición del ideal social al que se debe llegar (cfr. Weinstein, L., 1994).

705 La extensa producción de Weinstein y de otros autores en este sentido amplía el campo de concepción muchísimo más allá de los límites que establecen los contextos sociales populares o poblacionales (es decir, pobres) y se entremezclan con intervenciones de todo tipo -de las que hay expresión a lo largo del país (Pozzoli, M., 2001; Bustos, L., 2004; Asun, D., 2003; Weinstein, L., 2003c). 706 Ocupamos este concepto como sinónimo de desarrollo humano sustentable, según como fue expresado en el segundo capítulo.

Page 412: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

412

Bajo esta perspectiva, y he aquí un punto definitorio del carácter plural de este marco, la perspectiva propuesta asume la necesidad de integrar otros referentes a sí mismo, nutriéndose por los reflexiones disidentes de carácter crítico de múltiples áreas del conocimiento (Biología, Medicina, Antropología, Psicología, Economía, Arquitectura y Diseño, Ecología, Religión, Historia, Filosofía, Política, etc.) (Catalán, M., 1997; Pozzoli, M., 2001; Osorio, J., 2004). El supuesto es que ellas permiten enriquecer las pautas de comprensión del entorno –tanto para los agentes externos como para los miembros de la comunidad-, dando lugar así a un marco comprensivo sintético, que eventualmente desdibuja la inscripción profesional o comunitaria de los participantes del proceso de intervención. Lo anterior permite afirmar que el desarrollo a escala humana es tanto una posición crítica (frente al contexto actual), como una propuesta práctica sobre como operar y que elementos privilegiar, en la lógica del reconocimiento de los potenciales latentes en la comunidad. - Cambio sociocultural. Este concepto es extremadamente importante pues permite comprender la unión entre las propuestas que usualmente han sido definidas como parte de los desarrollos de la educación popular y la investigación acción participativa, y los lineamientos derivados de los conceptos anteriores. En concreto nuestra lectura reconoce una convergencia de hecho derivada de la concepción de actores sociales en un proceso de cambio social en el cual las subjetividades involucradas (Morales, G., 1997), las formas de entendimiento derivadas de las concepciones, experiencias y aprendizajes histórico culturales son realmente las que cambian. Bajo esta perspectiva, por tanto, el foco estará puesto en el contexto sociopolítico en tanto determinante en la construcción de sentido que la comunidad tiene de su propio proceso de desarrollo (Elizalde, A., en Pozzoli, M., 2002). En efecto, si se establece una relación con movimientos sociales, iniciativas culturales, demandas grupales, necesidades comunitarias sentidas, se debe reconocer que ellos ocurren como expresión de una dinámica social que está respondiendo a un determinado proceso histórico, es decir valora la emergencia y el surgimiento de actores sociales en tanto capaz de cambio social a mediano y largo plazo (Santibáñez, M., 2002). La intervención incorporará, entonces, la noción de red en tanto capaz de producir encuentro

cooperativo (Elizalde, A., en Pozzoli, M., 2001), en los que se plantean desafíos estratégicos, es decir, “modos de ir haciendo cambios sociales y políticos que puedan ser asumidos por las personas, familias, grupos y organizaciones” (Bustos, L., 1996). En este sentido la meta explícita es “una síntesis cultural, a

través de la cual la comunidad, a partir de sus valores y perspectivas, recree el conocimiento socialmente

acumulado que es patrimonio de la humanidad” (García Huidobro, J. & Martinic, S., citados en Bustos, L.,

Page 413: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

413

1996).707 La educación, concepto central en términos evolutivos de las propuestas de este marco, será definida como; “un proceso de retroalimentación entre personas diversas, [...] donde se transmiten vivencias,

valores, conceptos, cultura, costumbres, significados y emociones, que promueven un aprendizaje [...] individual y colectivo de manera que existe un desarrollo humano completo para todos los ámbitos de la vida” (Aldea, E. & Irurzun, A., 2001) En este sentido, y para completar la argumentación, la comunidad será concebida como el conjunto de actores locales involucrados en el largo plazo en el proceso de reflexión, activación y participación comunitaria involucrado en un proceso de cambio sociocultural que en último caso tiene por objetivo el permitir el desarrollo completo de las potencialidades de los miembros de la sociedad. c. Concepción práctica ideal. La intervención, por tanto, debe centrarse en facilitar la apertura de espacios que permitan el reconocimiento de la historia, de la relación que el contexto y el momento histórico ha impuesto a la dinámica comunitaria para, desde allí, comenzar el camino de replanteamiento y reconocimiento de los recursos que deben ponerse en práctica para mejor la situación de vida. En dicho proceso el establecimiento de vínculos de confianza, compromiso y cooperación entre los interventores (internos o externos), pues sólo mediante esos principios –y en específico en el reconocimiento de la diversidad de posibilidades que el otro trae a la relación- pueden darse los espacios referidos. El rol del interventor externo, ahora definido como trabajador comunitario en el sentido genérico, deberá y favorecer que dicho vínculo se traduzca en un factor de cambio en las dinámicas locales en orden a favorecer el desarrollo humano, y la restitución de derechos (humanos) que en ella va implícita. Su papel requerirá el compartir el proceso reivindicativo en conjunto con los demás miembros de la comunidad, y por lo tanto la intervención in situ -“de calle” diría Asún (2003). Para ello, por tanto, deberá crearse comunidad, es decir, el reestablecimiento de vínculo y posibilidades de comunicación –encuentro- entre aquellos que en tanto comparten la visión son capaces de aportar al problema (Aldea, E. & Irurzun, A., 2002). En este sentido el interventor externo deberá operar como garante del hilo conductor de la experiencia, es 707 Es por esta lectura que podemos encontrar un punto de conexión con la lectura de Alfaro (2000) y su tradición de ampliación sociocultural. Junto a esto es válido reconocer que las metodologías participativas no son reducibles a la mera aplicación rigurosa de sus pasos. Por el contrario, y como es posible reconocer en el proceso evolutivo reciente de este marco, el carácter participativo tiene que ver con una crítica conjunta al modelo de desarrollo vigente, y que por lo tanto el sólo hecho de participar como crítica parece estar siendo permanentemente negado (lo que por cierto no requiere de una metodología formalmente estructurada en el sentido tradicional). En efecto, para la lógica de este marco participar será siempre un ejercicio de reivindicación social en torno a aquello que se quiere recuperar; el poder para definir que sociedad se quiere (Garcés, M. & Valdés, A., 1999). Este juicio, por cierto, permite reconocer un patrón común en relación a los universos de sentido críticos que se han perfilado en relación a la política social –y los programas que de ella se derivan-, alineándose las propuestas de este marco con las del anterior, al menos en este aspecto (cfr. Rozas, G. & Leiva, E.,2004).

Page 414: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

414

decir, como el guardián de un proceso de producciones de sentidos sociales que orienten la acción de los involucrados708 (Aubel, B. & Dallaporta, M., 1993; Aldea, E. & Irurzun, A., 2002). Desde este punto de vista, y ya para terminar, un factor central estará en el abordaje de la relación entre el sistema que se crea en las intervenciones y el Estado, pues este último no sólo es la fuente privilegiada desde la cual fluye el modelo económico social que se encuentra a la base de un desarrollo limitado si no que el espacio de participación y expresión del poder ciudadano por excelencia.709 No se trata de un rechazo a “lo oficial”, sino el énfasis en fortalecer “lo propio” –la identidad, la historia, el proceso sociocultural (Garcés, M., 2003)- de las comunidades y desde ese punto de inicio hacer los aportes que sean necesarios y pertinentes (cfr. Bustos, L., 1996). En este sentido, según nos ha parecido en la lectura, es que se ha posibilitado una línea de pensamiento crítico de las bases del modelo de desarrollo actual que puede potenciar el desarrollo de este enfoque de comunidad en (Weinstein, L., 2003).

708 No se trata de un proceso de formación o de concientización, o de transferencia de conocimientos o habilidades reconocibles en primera instancia, sino de la evolución de un proceso que es propio y particular de la comunidad. 709 No se trata de “tomarse el Estado” por supuesto, sino de participar adecuadamente y de forma activa en los procesos de planificación social que en él ocurren.

Page 415: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

415

You might say that I’m a dreamer But I’m not the only one.

I hope some day you'll join us…

John Lennon Imagine

D i s c u s i o n e s F i n a l e s (… A modo de integración)

Page 416: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

416

Discusiones Finales: A modo de Integración El texto, que aquí concluimos, se ha propuesto el desarrollo de una óptica alternativa para comprender y conocer el desarrollo histórico y actual de la psicología comunitaria. Este ejercicio nos llevó a aceptar que lo que comúnmente se denomina psicología comunitaria puede no ser una sola unidad, formal, estructurada, disciplinada. Es decir, a una sospecha de que era necesario relativizar los juicios “oficiales”, tradicionales. En este sentido, acordamos que dicha concepción responde a la intención de grupos profesionales específicos que han intentado dotar de un sentido político al quehacer psicológico en esta área. Sin embargo a medida que dichas concepciones se masifican y se extienden en el tiempo y en el espacio –es decir, en la comunidad profesional internacional- se tienden a reducir las especificidades y particularidades que, en su devenir, otros grupos profesionales han desarrollado. Se produce una suerte de monopolización del concepto. Y, tratándose la psicología comunitaria de un concepto que ha sido adoptado y resignificado en múltiples oportunidades para dejar en claro que la psicología sí está preocupada de lo que ocurre en su entorno inmediato, llega un minuto en que esto genera un problema acerca de la ‘naturaleza del campo’. En efecto, la psicología comunitaria –según nuestra lectura- se compone de propuestas de sentido, de orientaciones a la acción. Pero es válido reconocer que, en tanto supone un cambio con la psicología en su sentido tradicional –así ha sido, y con especial fuerza en América Latina-, requiere de otros referentes que le son, de hecho, ajenos en primera instancia. La psicología comunitaria, es decir, los psicólogos que quieren producir una psicología comunitaria, saldrán a apropiarse de los referentes que les resulten pertinentes para concretar su ‘ideal’, mismo que es resultado de un largo –y muchas veces silencioso- proceso de reflexión crítica anclado en las realidades disciplinares y geopolíticas que le han dado lugar. Ahora bien, si como señalamos, dichos procesos de reflexión crítica no ocurren en abstracto; y encuentran su sentido –su cauce- en los procesos de evolución histórica de los contextos sociales y políticos en que ocurren. Es decir, son acotados a su época. La psicología comunitaria está posibilitada y determinada, en su ’esencia’, al contexto en que ocurre, y por lo tanto, los psicólogos que la producen están también determinados por las condiciones, procesos y eventos de su tiempo. No resulta difícil imaginar que, después de todo, los psicólogos comunitarios son –necesariamente- mujeres y hombres de su tiempo, por sobre los determinismo facilistas. Desde allí, una mirada mas fina, sospechosa de que se esté ante una extensión de la psicología social aplicada a un tipo de objetos colectivos complejos –las comunidades- o de que se trate de un proceso de convergencias acumulativas hacia la instalación de una gran unificación capaz de revolucionar a las ciencias

Page 417: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

417

sociales, nos demuestra que las apropiaciones de referentes no son idénticas, ni siquiera similares, entre profesionales de diferentes momentos y de diferentes espacios. La psicología comunitaria parece, entonces, tener diferentes expresiones, diferentes cuerpos bajo un mismo nombre. Y si, en nuestro país, el debate se ha concentrado en tratar de entender que nos ha ocurrido que como psicólogos comunitarios ya no podemos llevar a cabo lo que antes nos parecía un deber, la aplicación de dichos presupuestos antes mencionados resultó fructífera para reenfocar el tema. En primer lugar, porque nos permitió reconocer que las definiciones que se tienen de psicología comunitaria no responden a un proceso de evolución propio, sino al contrario, dan cuenta de una importación, de una producción foránea, que sin bien se adaptó muy bien durante un tiempo, ya no da tantas alegrías y amenaza la continuidad de esta línea de desarrollos. En concreto, si la presunción de que la psicología comunitaria nacional –aquí acotada a Santiago de Chile y que ha sido tradicionalmente integrada a la corriente latinoamericana- tiene particularidades suficientes como para ser caracterizada por sí misma. La apuesta de lectura aquí realizada, entonces, nos permite sostener que en lo que respecta a los desarrollos conceptuales que han sido considerados como parte del caso estudiado no constituyen un todo homogéneo, ni menos convergente. Luego, la convergencia aparente, antes que un norte racionalmente perseguido, es resultado del impacto de grupos profesionales –de autores- que han privilegiado dicha concepción. Ejercicio que, por cierto, está a la base de la incompatibilidad entre los ideales rígidos de una representación preconcebida de la psicología comunitaria y la realidad concreta dentro de la que se expresa. Así, embarcados en la tarea de reconstruir el proceso histórico, que había ocurrido en Santiago de Chile, nos fue posible establecer que los desarrollos en psicología comunitaria tenían particularidades que los diferenciaban, y que como tales sólo eran posibles en momentos históricos determinados. Es decir, que era posible reconocer espacios de evolución que dan lugar a desarrollos particulares en los cuales se condensan y agrupan propuestas, metodologías y especialmente sentidos orientadores. En su condensación, postulamos la existencia de una lógica unificante para cada uno de estas aglutinaciones. Sin embargo, ampliando la mirada al contexto que da sentido a los referentes que se van integrando y en el que los espacios de evolución se materializan nos fue posible reconocer una estrecha relación, en cada uno de los momentos históricos que definimos, entre los desarrollos en psicología comunitaria y los proyectos nacionales que han estado en vigencia organizando las condiciones de posibilidad –los debates teóricos, las apuestas prácticas y las relaciones válidas y adecuadas en los espacios de intervención - de cada período.

Page 418: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

418

Cada uno de ellos elaborando sus propias concepciones político sociales a partir de un modelo social y económico, y traduciéndose en apuestas programáticas y estructuras operativas concretas. Más aún, en el período histórico en que el Estado fue tomado de golpe para refundar su rol, las apuestas de la psicología comunitaria se reagruparon para suplir los efectos y recuperar los espacios que, desde hacía años, les habían correspondido. Es decir, la psicología comunitaria seguía siendo partícipe de –al menos- un proyecto de desarrollo nacional cuya primera meta es recuperar los espacios de poder. El reconocer esta nutricia relación nos permite dudar de la validez de las críticas elaboradas desde una concepción prefigurada sobre la psicología comunitaria en tanto esta parece no haber sido capaz de autonomizarse y desarrollar su propia gestión, la cual es, en el modelo, su quinta esencia. Nos permite, asimismo, comprender que los conceptos y constructos, especialmente la noción de comunidad, son un resultado de esa dependencia, que produce –en específico- una convergencia entre los nichos y las prácticas que llevan a cabo los agentes interventores en contacto con las personas. Bajo dicha óptica, lo que está en juego no es menor y está en el valor de la mirada; la psicología comunitaria no necesita de ideales paradigmáticos para ser tal, pero si requiere, de forma imperativa, de contextos políticos en los cuales tomar posición e identificarse para proceder a reunir grupos de referentes y comenzar lo que en su momento llamamos marco conceptual. No se trata, por tanto, de teorías en un sentido tradicional, sino de argumentaciones que emergen del posicionamiento ético-político de los interventores –fuesen estos profesionales de la psicología o no- desde los cuales es posible sostener las prácticas. La confusión puede llevar a la alineación; la psicología comunitaria no es un movimiento político o profesional capaz de producir cambio o transformación social, es más bien, el resultado –un producto- de ellos y se tiñe de esa racionalidad de conjunto que la hace aparecer como un ente unificado. Especialmente si, en el caso que presenta Santiago de Chile no es posible identificar antecedentes de una disciplina psicológica fuerte, con organismos y agrupaciones profesionales activos y determinantes, espacios académicos vinculados a la formación de acuerdo a criterios propios –y no de mercado-, o publicaciones específicas y sistemáticas, pues no hay referentes sólidos en este plano para ser el resultado o la derivación de procesos de institucionalización, o ser el fruto de los propios aprendizajes, otra alternativa a soluciones previamente intentadas o la maduración de dinámicas disciplinares con historia propia. Lo anterior no significa desmerecer las opciones profesionales que las personas que han estado detrás de los desarrollos conceptuales han tomado. Lo que nos ha interesado es demostrar que esas opciones han sido tomadas y que de esas opciones está constituida la evolución de la psicología comunitaria. Más allá de las

Page 419: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

419

denominaciones (los nombres), los profesionales han logrado condensar lógicas de sentido que permitieron llevar a cabo intervenciones en espacios que –sin dudas y como elemento característico- han sido siempre complejos y conflictivos sin que se contara con grandes cantidades de recursos. Ahora bien, mirada transversalmente, la psicología comunitaria no es estática –es decir los desarrollos que la componen se modifican en el tiempo. En la medida en que su proceso está ligado al contexto sociopolítico, si este último cambia también ésta cambiará. Es posible reconocer ya no sólo cercanía con los proyectos nacionales sino con las condiciones de posibilidad en las cuales las propuestas de los grupos profesionales se materializan. Y por lo tanto, si bien es válido reconocer una continuidad dentro de cada período ha permitido, también es cierto que la dinámica social de cada uno de ellos se expresa en subprocesos que resultan ser el efecto de la interacción de las propuestas –y los nichos desde los cuales ellas son producidas- y las condiciones del medio. Es mediante la atención a esos subprocesos de diversa índole -que en efecto son la historia- que componen el campo de la psicología comunitaria en un momento dado que surgen los elementos necesarios para conocer y reconocer la variada pluralidad de desarrollos momento a momento. Así, el pasado de ella nos exige reconocer que la relación entre psicología comunitaria e historia reciente de nuestro país –acotada aquí a Santiago de Chile- son inseparables. Lo anterior puede sonar obvio, pero implica una operación que ha estado ausente de los debates en relación a la psicología comunitaria; si se quiere entender la especificidad de sus desarrollos se debe enfocar primero y antes que nada el(los) proceso(s) histórico(s) del que son heredero(s). Bajo esta propuesta, no sólo se pone en duda el carácter prefigurado de un conjunto de axiomas y requisitos para la identificación de un conjunto de propuestas con un –eventual- paradigma, sino también de la versolimilitud de que lo que se mantiene en el tiempo es asimilable a la evolución de una teoría psicológica que versa sobre colectivos. Si bien es cierto que existen aspectos formales o técnicos particulares, en tanto se acepta que lo que resulta el núcleo de estas propuestas es la emergencia de un enfoque de comunidad, ellos deben ser complementados con los aspectos ético-políticos, la orientación a la praxis, que los transforma en parte de la psicología comunitaria, los unifica racionalmente. Por ello, no resulta del todo útil –por no decir enmascarador- presumir que la psicología comunitaria es en esencia un asunto de saberes, teorías o experticias psicológicas, de profesionales que en su afán por desarrollar los aspectos científicos se han propuesto intervenir en la realidad social. En el caso que trabajamos, el ejemplo más concreto lo constituye la presunción de que ha ocurrido un proceso de involución en las décadas recientes, desde el compromiso político de los espacios de resistencia popular hacia los contextos formales acotados a la política social de la época actual.

Page 420: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

420

En nuestra apuesta, y a partir de la sospecha inicial, creemos haber producido una lectura alternativa sobre la psicología comunitaria en relación a las perspectivas tradicionales –muchas veces conservadoras si se quiere. Y en la medida en que se comparte la aseveración inicial de este documento en relación al entrampamiento de los debates sobre estos puntos, no nos queda más que afirmar que ello ha sido el resultado de una concepción preconcebida y en la práctica limitada –inadecuada si se prefiere- de lo que es la psicología comunitaria que debe ser complementada. Es decir, que la crisis por la que pasa la psicología comunitaria, según sus relatores y agentes involucrados, se debe en primer lugar a la incapacidad que han tenido los debates para comprender las dinámicas históricas que han influido en el campo, reduciéndolo a su dimensión interna (en tanto saber psicológico con potencia práctica). Es decir, se ha privilegiado una visión de unidad en el compromiso político que dota a la psicología comunitaria de sentido en sí misma –dadas las potencialidades que encubre sus principios orientadores, su ética unitaria. Ello sin contrastar que dicha concepción no emerge de su proceso evolutivo, sino que se le aplica como rótulo forzado a los debates que en su propia especificidad se han hecho constituyentes del campo de la psicología comunitaria. En suma, que la identidad forzada impele a la división entre lo que se dice sobre lo que se hace y lo que en el fondo se debe hacer. Entonces la trampa que tiene inmovilizada al debate comunitario para reconocerse en trayectorias de larga data evolutiva es justamente resultado de una producción de identidad que sólo se centra en el deber

ser. Ello, que es componente necesario pues impulsa a la reflexión, y dinamiza al campo, pierde su sentido su elimina la posibilidad de emergencia de nuevas identidades. Mas aún, frena la existencia de la psicología comunitaria, al congelarla en su ideal, y por ende produce un quiebre en el campo que constituyen los marcos al escindirlo de su potencial reestructurador e innovativo. A nuestro juicio, antes de definir qué es psicología comunitaria, se deben reconocer sus elementos para al menos poder establecer qué es qué, y que rol juegan en el campo. Se deben, por ende, (re)conocer lo que denominamos y organizamos a modo de marcos conceptuales. Es en ellos, a través de ellos, que la psicología comunitaria se materializa. El fundamento de nuestra operación fue simple, si bien supone un distanciamiento con las aseveraciones más reconocibles en relación al entrampamiento; la evolución de la psicología no puede estar errada, estar

involucionando, o no ser como debe ser (es decir, no puede ser traicionera de sus principios en tanto toda

evolución es adaptación al entono, ya que la única otra alternativa es la extinción). Ello constituye una paradoja que en la práctica concentra los debates más en el ideal que aparentemente se ha visto frustrado –sin que se verifique la posibilidad realista de que el ideal se concrete de acuerdo al trayecto recorrido-, que en las condiciones determinantes actuales de la psicología comunitaria y de la forma en que estas condiciones llegaron a ser tales.

Page 421: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

421

Siguiendo esta proposición es posible reconocer que en la situación actual han sido tres las aglutinaciones de propuestas que son parte significativa del campo de la psicología comunitaria. Tres los enmarques que reúnen la incorporación –apropiación, resignificación- de conceptos y orientaciones a la práctica –para operar en la realidad y sobre ella-, es decir, que se a partir de las condiciones de posibilidad del momento histórico resultan convergentes y complementarios en la construcción de una propuesta y una posición en el campo de discusiones que es la psicología comunitaria. Según las características relevantes que encontramos del desarrollo histórico del campo los desarrollos ser identificados y comprendidos desde dos dimensiones que han resultado de alto valor para nuestra proposición: Si la psicología comunitaria en Santiago de Chile encuentra espacios de existencia y evolución a partir de las dinámicas que generan, organizan y delimitan de forma directa o indirecta los proyectos de desarrollo nacional, (a) la primera diferenciación que debe realizarse tiene relación con la adscripción e integración de los elementos valorativos –los diagnósticos- sobre los cuales se orientan las políticas sociales. Así, y en consecuencia a lo que expresamos, puede reconocerse una primera diferencia en relación a la posición desde la cual las propuestas con enfoque de comunidad se estructuran; adentro, compartiendo o haciendo suyos los supuestos del modelo y de los lineamientos operativos que de él se derivan, o afuera, desarrollando una propuesta en esencia diferente. El análisis nos demuestra que ambas posiciones, en tanto proactivas –es decir, partícipes de las dinámicas y debates del campo de la psicología comunitaria-, requieren de una revisión critica, de una concepción de proceso y de un ideal a lograr que –por lo mismo- aún no se concreta. Ello es condición basal, y se encuentra presente en todos los marcos conceptuales. Así, el problema no queda cifrado en cuales son más o menos cercanos a la noción de psicología comunitaria –o social- que cada uno privilegia, ni en torno a la situación de estancamiento regresivo de un marco por sobre otro, que aparece como mejor en tanto progresivo. Dichas opiniones deben suspenderse para visualizar la relación de posicionamiento de las propuestas en el estado de cosas actual. Si además se acepta que en el caso analizado la aseveración de que (b) han existido dos ejes sobre los cuales se han posicionado los productos de las propuestas (que en último caso son las intervenciones en sí mismas, de las que se tienen noticia), es decir, “salud” y “desarrollo”, la lectura nos lleva a una conclusión certera. Dentro del modelo social y económico de los años noventa salud y desarrollo han cursado por lógicas complementarias pero paralelas (sincrónicas si se quiere), en tanto han supuesto estructuras formales (áreas, o sectores en el lenguaje de la modernización), demandas focalizadas (en tanto traducidas a programas y plataformas) y experticias particulares (en lo que respecta a las temáticas que se ha considerado pertinente abordar). Por el contrario, la posición externa se ha sostenido en tanto capaz de elaborar una propuesta de desarrollo alternativo a aquella que se operacionaliza en las políticas sociales y públicas del Estado post

Page 422: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

422

dictatorial, en específico –dentro de los límites estudiados- en lo que respecta a los sectores con los que históricamente han sido significativos como contrapartes del trabajado con enfoques comunitarios pero que hoy aparecen las más de las veces como en carencia, en contextos marcados por la desintegración social, viviendo la exclusión, en riesgo, o en condición de vulnerabilidad. Los antiguos sectores populares aparecen como sujetos, como actores sociales con los cuales establecer un vínculo de cooperación y reconocimiento de experiencias acumuladas en el entendimiento de que se trata de nuevos movimientos sociales, marcados por los antiguos ideales del cooperativismo, la solidaridad y la expresión del poder social de base. Ellos –a pesar del evidente conflicto en que la situación de no oficialidad genera- mantienen la posibilidad de la alternativa, y en conjunto hacen posible el plantear la necesidad de complementar y facilitar dicho proceso, inclusive cuando se trate de potencialidades escondidas y sistemáticamente negadas, como en el caso del consumo de drogas. La oferta es, entonces, no a aceptar las alternativas de integración del Estado, sino que a convertirse en sujeto de su propio desarrollo, utilizando los espacios sociales y los sentidos colectivos que se han sido arrebatados, o que en el desuso se han desdibujado. Visto así, el campo de los debates en psicología comunitaria no se acaba en los conceptos y elementos que incorpora sino que, y por sobretodo, supone la estructuración de identidades válidas –de lecturas de auto validación si se prefiere frente al contexto- para rescribir los roles profesionales en la intervención de la realidad social. Identidades plurales que sólo son visibles en tanto hay una mirada, una lectura que las reconoce, valida e interpreta de acuerdo a su devenir histórico. Sin embargo, y como elemento de sobremanera relevante que aparece en la lectura de todas las críticas que movilizan las propuestas, parece existir una crisis de participación en todas las esferas, asunto que supone un quiebre en la relación que durante décadas le había permitido a las producciones en psicología comunitaria elaborar un sentido y una orientación a la práctica que fuera relevante. Se trata de una tensión común, una tensión presente en el campo, inicialmente gestado de la mano de circunstancias históricas innegables de movilización popular. En efecto, encontrando la participación –entendida en su forma genérica; como expresión de los diferentes grupos y colectivos que construyen una sociedad- limitaciones en el modelo de sociedad que se ha impuesto, es más importante que nunca no perder de vista la importancia del concepto, para desde su resignificación, dotar de sentido a nuevas –o viejas como dirían otros - prácticas profesionales. Los límites de las personas para participar de proyectos, de su propio proceso, de la construcción de una sociedad, pareciera ser para la psicología comunitaria un atentado invalidante de sus contenidos y prácticas. Se trata, por tanto, de un tema que, como lo fuera la marginalidad en la dependencia, exigirá nuevas respuestas, nuevas apuestas, y nuevos desafíos.

Page 423: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

423

Con lo anterior estamos afirmando que, si la psicología comunitaria parece estar pasando por una crisis, ello se debe a que las condiciones para llevar a cabo las propuestas de producción de un sentido psicológico de comunidad, de un enfoque de comunidad, son las que están en conflicto. La historia nacional que ha sido sostén de los desarrollo así lo demuestra; se ha avanzado en materia social, pero los costos y el impacto real de esos avances distan con insolencia de lo que nos parece adecuado. Y si la evolución de la psicología comunitaria en Santiago de Chile ha sido compañera de los temas que en esos avances se han planteado, construyendo una larga relación que creemos se mantendrá en el largo plazo, el desafío de reflexionar sobre estos temas sigue abierto. Más aún, en la medida que el problema de la participación –en su aspecto técnico operativo de involucración de agentes, y en su aspecto ético político, como validación de una acción social comunitaria y profesional relevante- parece haberse instalado en el debate internacional, el futuro puede esconder nuevas y promisorias propuestas. Deben, por tanto, reenfocarse el debate interno de la psicología comunitaria hacia la apertura de nuevos nichos, de nuevos contratos con la historia y la gente que de ella participa, para hacer frente a las determinantes que aparecen a la base de la perdida de sentido de participación, de sentido de comunidad. Sería esperable, por cierto, un conjunto de reflexiones en torno a la comprensión de las nuevas dinámicas comunitarias, locales y territoriales con las cuales la intervención –de hecho- interactúa. En resumen, hacer psicología comunitaria es, en esencia, construir propuestas políticas con otros a partir de diagnósticos compartidos de los asuntos que nos dejan disconformes. La pregunta aparece, entonces, relacionada al ser de la psicología comunitaria, a su capacidad para –ahora desde una óptica de comprensión alternativa- transformar el saber psicológico en parte de la historia social, cargando a los profesionales no el éxito de las intervenciones sino el sentido por el cual llevan a cabo sus acciones, y por lo tanto, por su responsabilidad social –que no necesariamente equivale a responsabilidad disciplinar. Esperamos haber contribuido en una forma doble; en la propuesta de una mirada alternativa para pensar las discusiones en psicología comunitaria, y en la exposición –la reconstrucción- de los procesos, elementos y referentes que desde esa mirada comienzan a visibilizarse, y desde los cuales la psicología comunitaria se materializa, se hace carne. No basta con la validación del proceso de evolución histórica y estado actual de los principales desarrollos conceptuales que forman parte del campo, sino que se requiere ahora también de la apertura necesaria para repensar las prácticas que nos convocan, para reconocerlas en su historia nacional y para, a partir de ello, identificarse y tomar posición. Así, idealmente, la identidad y la condición de la psicología comunitaria de estos lados del mundo deja de ser un problema de expertos y sus críticos y se instala como debate relevante de la psicología en todos sus espacios: formativos, aplicados, reflexivos, históricos.

Matias Ignacio Asún Hamel Santiago de Chile, Septiembre 2001 a Octubre 2004

Page 424: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

424

Bibliografía y referencias Publicaciones y Textos Abugattas, A.

(2004) Rescatando las bases organizativas de la población La Victoria en tres períodoshistóricos (1970-2003). Tesis para optar al Grado de Magíster en Políticas Sociales y GestiónLocal. Universidad ARCIS. Santiago de Chile.

Aguayo, C. (1997) Trabajo social y educación social. En Revista de Trabajo Social Perspectivas, N°5. Alarcón, M., Albornoz, V. & Fares, E.

(2003) Efectos de prácticas discursivas en relación a la participación y el cambio social. Tesispara optar al título de psicólogo. Escuela de Psicología, Universidad ARCIS. Santiago deChile.

Aldea, E. & Irurzun, A.

(2002) De miradas e insinuaciones; Retroalimentación del seminario “vigencia y perspectivasdel trabajo comunitario en Chile”. En Sentidos y construcciones para el trabajo comunitario(Comp.). Ediciones Caleta Sur. Santiago de Chile

Alfaro, J.

(1994) Los desafíos psicosociales de la realidad juvenil y la respuesta institucional del Estado.En Primer Informe Nacional de Juventud. Instituto Nacional de la Juventud. Santiago de Chile.

(1997) Psicología comunitaria y políticas sociales: Análisis de su desarrollo en Chile. En http://www.psicologiacientifica.com/articulos/ar-jaime_alfaro01.htm

(2000) Discusiones en psicología comunitaria. Santiago de Chile, Universidad Diego Portales.

(2003) Estado actual de la psicología comunitaria. Presentación en el marco del programa deMagíster en Psicología Social de la Universidad de Valparaíso. Junio. Valparaíso, Chile.

Alfaro, J., Godoy, S. & Asún, D.

(1997) Límites y posibilidades para la incorporación de componentes psicosociales enatención de salud: Observaciones surgidas de la evaluación del “Programa de reforzamientopsicosocial de la atención primaria”. En Revista Chilena de Psicología. Vol. 18, N° 1.

Allende, S.

(1992) Obras escogidas; 1908-1973. Ediciones del Centro de Estudios PolíticosLatinoamericanos Simón Bolivar. Santiago de Chile.

Alvarado, J.L., Garrido,A. & Torregrosa, J.R.

(1996) Psicología social aplicada (Comp.). Editorial McGraw Hill. Madrid, España.

Álvarez, N. & Contreras, P.

(1993) Participación Juvenil Urbano Popular: La Legua. Tesis para optar al grado delicenciado en psicología. Escuela de psicología, Universidad Diego Portales. Santiago deChile.

Ander Egg, E.

(1965) Metodología práctica del desarrollo de la comunidad. Editorial Hvmanitas. BuenosAires, Argentina.

Arellano, J.

(1985) Política social y pobreza en el régimen neoliberal. En Aspectos metodológicos de laspolíticas sociales. Serie estudios ILPES-UNICEF sobre políticas sociales. Santiago de Chile.

Arrau, A. & Avendaño, O.

(2001) Notas acerca del desarrollo de la ciudadanía en Chile. Programa de Estudios enDesarrollo y Sociedad. Universidad de Chile. Santiago de Chile.

Page 425: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

425

Arrate, J. (2002) Renovación, post renovación, ultra renovación. En Revista Rocinante. N° 49. Arriagada, G.

(1988) Prologo. En La campaña del NO vista por sus creadores (Comp.). EdicionesMelquíades. Santiago, Chile.

Asún, D.

(1983) Análisis del trabajo psicológico con sectores infanto juveniles marginales. En RevistaTerapia Psicológica. Vol 3, N°1.

(1989) Concepción teórica del programa intracomunitario. Presentación en las II jornadas deeducación en salud. Santiago de Chile. Escuela de salud pública y Universidad de Chile.

(1994) Acerca del enfoque psicosocial o la superación de una visión biomédica de losfenómenos sociales. En Primer Informe Nacional de Juventud. Instituto Nacional de laJuventud. Santiago de Chile.

(1996) Tendencias en la formación profesional universitaria sobre el trabajo comunitario.Revista Ultima Década. Centro de investigación y difusión poblacional de Achupallas. N°4.Viña del mar, Chile.

(1997) El rol del psicólogo en la acción comunitaria. Presentación en jornadas deinvestigación social de la quinta región. Valparaíso, Chile. Escuela de psicología Universidadde Valparaíso.

(2003) Apuntes de Clase, Cátedra-Taller Psicología Comunitaria Avanzada. Escuela dePsicología. Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Santiago, Chile.

Asún, D., Alfaro, J., Alvarado, R. & Morales, G.

(1991) Drogas, juventud y exclusión social (Comps.). Universidad Diego Portales. Santiago deChile.

Asún, D., Alfaro, J. & Morales, G.

(1994) Análisis crítico de categorías y estrategias utilizadas para el estudio e intervenciónpsicosocial con jóvenes en Chile. En Revista Chilena de Psicología. Vol. 15, N°1.

Asún, D. & Páez, D.

(1994) Psicología comunitaria y salud mental en Chile. Proyecciones y desafíos actuales. EnRevista Anthropos. Número 156.

Asún, R.

(2001) Las Blancas barbas de la revolución; El impacto afectivo y cognitivo de la caída delsocialismo real. Tesis para optar al grado de licenciado en sociología. Universidad de Chile,Santiago de Chile.

Asún, M.

(2002) Las memorias de Ignacio Martín-Baró; El proyecto barista, el problema de la ideologíay su vigencia actual. Presentación en el Tercer Encuentro Metropolitano de Psicología Social.Santiago de Chile.

Asún, M. & Vidales, A.

(2002) La psicología comunitaria en Chile a la luz de su historia. Presentación en el tercerencuentro de estudiantes en torno a la Psicología Comunitaria. Universidad de Valparaíso.Valparaíso, Chile.

Atria, R., Bardón, A., Molina, S., Ortega, E. & Urzúa, R.

(1973) Hacia un nuevo diagnóstico de Chile. Editorial Del Pacífico e Instituto de EstudiosPolíticos. Santiago de Chile.

Aubel, B. & Dalla-Porta, M.

(1993) Intento de aproximación a la configuración del rol del psicólogo social dentro del ámbitode la educación popular. Tesis para optar al título de psicólogo y al grado de licenciado enpsicología. Universidad de la Frontera. Temuco, Chile.

Page 426: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

426

Avendaño, C. & Román, J.

(2001) Apoyo social en mujeres empresarias de microempresa de la comuna de CerroNavia: Un estudio en el marco de roles múltiples. En Revista Persona y Sociedad. Vol XV,N°3.

Aylwin, M., Bascuñan, C., Correa, S., Gazmuri, C., Serrano, S. & Tagle, M.

(1990) Chile en el siglo XX. Editorial Planeta. Santiago de Chile.

Aylwin, N.

(1971) “Que es trabajo social” en la actual perspectiva histórica chilena. Trabajo presentadopor la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Católica de Chile al primer CongresoNacional de Servicio Social. Revista de Trabajo Social, Año I, N°2.

Bacigalupe, G.

(1986) “Sí, aquí viven muchos drogadictos…”: Una experiencia de investigación participativacon jóvenes pobladores. Memoria para optar al título de psicólogo. Escuela de Psicología,Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago de Chile.

Bagú, S., Cordova, A, Cardoso, F., Dos Santos, T. & Silva Michelena, H.

(1973) Problemas del subdesarrollo latinoamericano (Comp.). Editorial Nuestro Tiempo.México, D.F., México.

Bahamondes, A.

(1998a) Proyecto de hospital de día de psiquiatría. En Revista Médica de Santiago. Vol. 1, Nº1.

(1998b) Hospital de día de psiquiatría; Caracterización de la población consultante a 6 mesesde la puesta en marcha. En Revista Médica de Santiago. Vol. 1, Nº 1.

Baño, R.

(1992) De augustus a patricios, La última (do)cena política. Editorial Amerinda. Santiago deChile.

(2003) Unidad Popular: 30 Años después (Comp.). Ediciones LOM. Santiago de Chile. Baranda, B., Krause, M., Alfaro, J. & Rozas, G.

(1999) Perspectivas de la psicología comunitaria en Latinoamérica. Transcripción de la mesade debate organizada por el II congreso latinoamericano de estudiantes de psicología. Enrevista electrónica Tesis, N°3. http://cssociales.uchile.cl/publicaciones/thesis/03/mesas/6octubre.html

Barranco, F. & Díaz, R.

(1999) Psicología comunitaria: Memorias de un discurso. Tesis para optar al grado delicenciado en psicología. Escuela de psicología, Universidad Diego Portales. Santiago deChile

Barrientos, M. & Duarte, L.

(1994) Psicoterapia y psicología comunitaria: Un intento sistémico constructivista deintervención en la comunidad. Tesis para optar al grado de licenciado en psicología. Escuelade Psicología, Universidad Central. Santiago de Chile.

Barros, P., De los Ríos, D., Torche, F.

(1996) Lecturas sobre la exclusión social. Documento de trabajo N° 31. Oficina Internacionaldel Trabajo.

Bartsch, S., Correa, E. & Inostroza, V.

(1970) Ingestión anormal de alcohol en 3 comunidades del área sur de Santiago y un intentode solución mediante un trabajo medico-social intracomunitario. Tesis para optar al título deAsistente Social. Universidad de Chile. Santiago, Chile.

Page 427: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

427

Barudy, J

(1971) Nuevos caminos de la lucha contra el alcoholismo; informe de un programa derehabilitación de enfermos alcohólicos como forma de liberación de la clase obrera. Medicina,Tomo I. Concepción, Chile.

Barudy, J. & Vásquez, G.

(1972) Guía para la organización de brigadas de liberación obrera. Departamento de MedicinaPreventiva y Social. Mimeo.

Becker, D., Morales, G. & Aguilar, M.

(1994) Trauma psicosocial y adolescentes latinoamericanos: formas de acción grupal. InstitutoLatinoamericano de Salud Mental y Derechos Humanos. Santiago de Chile.

Bender, M. (1976) Psicología de la comunidad. Editorial CEAC. Barcelona, España. Bengoa, J.

(1995) La pobreza de los modernos. En Temas Sociales, Boletín del programa de pobreza ypolíticas sociales, SUR, N°3. Santiago de Chile.

(1996) Concluye una etapa; Al PAESMI con cariño. En Revista Enfoques en AtenciónPrimaria. Año 10, N° 4.

Bengoa, J., Márquez, F. & Aravena, S.

(1999) La desigualdad: Testimonios de la sociedad chilena en la última década del siglo XX.Ediciones SUR. Santiago de Chile.

Bernstein, D. & Niftzel, M.

(1982) Introducción a la psicología clínica. Edit. Mc Graw Hill. México.

Bianchi, A.

(1969) América Latina: Ensayos de interpretación económica (Comp.). Editorial Universitaria.Santiago de Chile.

Bielschowsky, R.

(1998) Evolución de las ideas de la CEPAL. En Revista de la CEPAL, Número ExtraordinarioOctubre.

Blanco, A.

(1994) Ignacio Martín-Baró: Breve semblanza de un psicólogo social. En Revista Anthropos.Número 156.

Bonnefoy, M.

(2002) La pobreza como construcción ideológica: La definición del campo problemático de laspolíticas sociales. Documento de trabajo programa Caleta Sur. Santiago de Chile.

Bonnefoy, M. & Álvarez, M.

(2003) Capital social: ¿Un medio para alcanzar el desarrollo regional neoliberal?. Documentode trabajo programa Caleta Sur. Santiago de Chile.

Bozzo, G.

(1999) Desarrollo de la medicina familiar en Chile. En Revista Chilena de Medicina Familiar,Vol. 1, Nº 1.

Bravo, I. & Gascón, F.

(2002) Cristianismo y Marxismo en Chile: Paradojas comunicacionales y espacios deconvivencia. PCLA, Vol. 3. N° 4. En: http://www.metodista.br/unesco/pcla/revista12/artigos%2012-3.htm

Bustos, L.

(1996) Educación popular: lo que va de ayer a hoy. Revista Ultima década. Centro deinvestigación y difusión poblacional de Achupallas. N°4. Viña del Mar, Chile.

(2002) Entrevista a Luis Bustos. Documento de trabajo. Caleta Sur. Santiago de Chile.Disponible en: http://www.caletasur.cl/BibliotecaVirtual/Entrevistas/Entrevistas.htm

(2004) Historia y fundamentos de la educación popular. Presentación en el EncuentroNacional de Educación Popular, 29, 30y 31 de Marzo. Canelo de Nos, San Bernardo, Chile.

Page 428: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

428

Calame, P.

(1989) De la experiencia local a políticas globales: Desafíos de la transición en Chile (Comp.).Anales del Encuentro de Organizaciones Locales y la Fundación para el Progreso Humano.Santiago de Chile.

Calderón Narváez, G.

(1984) Salud mental comunitaria: un nuevo enfoque de la psiquiatría. Editorial Trillas. México,D.F., México.

Calderón, F. & Jelin, E.(1987) Clases sociales y movimientos sociales en América Latina. En Proposiciones 14.Santiago de Chile.

Caleta Sur

(2004) Documento de reflexión socio política desde la experiencia del programa Caleta Sur.Documento de Trabajo. Programa Caleta Sur. Santiago de Chile.

Capalbo, L.

(2000) Desarrollo: Del dominio material al dominio de las ilimitadas potencialidades humanas.En El resignificado del Desarrollo (Comp.). Varios Autores. Editorial Unida. Buenos Aires,Argentina.

Caplan, G. (1967) Principios de Psiquiatría Preventiva. Editorial Paidós, Barcelona, España. Cardoso, F., Weffort, F. & Otros.

(1970) América Latina; Ensayos de interpretación sociológico-política (Comp.). EditorialUniversitaria. Santiago de Chile.

Casanova, V.

(1995) Enfoques, Modelos y Estrategias en los programas de prevención y consumo dedrogas dependientes del Estado. Tesis para optar al grado de licenciado en psicología.Universidad Diego Portales. Santiago de Chile.

Casanueva, C & Nilo, F.

(1988) Trabajo cooperativo y subsistencia: Una experiencia de investigación participativa conmujeres de sectores populares. Tesis para optar al grado de psicólogo, Escuela de PsicologíaUniversidad de la Frontera. Temuco, Chile.

Castillo, F.

(1986) Iglesia liberadora y política. (Comp.) ECO Educación y Comunicaciones. Santiago,Chile.

CELAM

(1979) Documento de Puebla; La evangelización en el presente y en el futuro de AméricaLatina. Conferencia Episcopal Latinoamericana. Santiago, Chile.

CEPAL

(1992) Equidad y transformación productiva: un enfoque integrado. Comisión Económica ParaAmérica Latina y El Caribe. Santiago de Chile.

(1996a) Panorama social de América Latina. Comisión Económica Para América Latina y ElCaribe. Santiago de Chile.

(1996b) América Latina y el Caribe quince años después; De la década perdida a latransformación económica 1980-1995. CEPAL-Fondo de Cultura Económica. Santiago deChile.

(1998) Cincuenta años de pensamiento de la CEPAL; Textos seleccionados (Vol. I y II).CEPAL-Fondo de Cultura Económica. Santiago de Chile.

(2000) La brecha de la equidad: Una segunda evaluación. Comisión Económica Para AméricaLatina y El Caribe. Santiago de Chile.

Cerullo, R. & Wiesenfled, E.

(2001) La concientización en el trabajo psicosocial comunitario desde la perspectiva de susactores. Revista de Psicología. Vol. X, N° 2. Universidad de Chile, Santiago de Chile.

Page 429: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

429

Chonchol, J.

(1963) La reforma agraria. En Revista Mensaje. Número Especial 123. Octubre. Santiago deChile.

C.I.S.

(1994) Compromisos del Gobierno 1994 y prioridades 1995. Comité Interministerial Social.Programa Nacional de Superación de la Pobreza, Gobierno de Chile. Santiago de Chile.

Colectivo Chileno de Trabajo Psicosocial

(1983) Lecturas de psicología y política: Crisis política y daño psicológico (Tomo II). Ediciónprivada. Santiago de Chile.

Contreras, H., Winkler, M., Martínez, I. & Areito, C.

(1997) Efectividad de intervenciones psicosociales: Percepción de agentes de salud mental.Revista Interamericana de Psicología, vol 31, Nº 1.

Correa, R., Troncoso, J., Agurto, P. & Concepción, A.

(1995) Esbozo del modelo GRADA de sistematización teórico-metodológico; la experiencia delos “quioscos juveniles de información y encuentro”. En Ni adaptados ni desadaptados; sólojóvenes. Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educación. Santiago de Chile.

Corvalán, E. & Edy, M.

(2003) Desarrollo Local; Una metodología para la participación. Ediciones LOM-FUNASUPO.Santiago de Chile.

Corvalán, J.

(1996) Los paradigmas de lo social y las concepciones de intervención en la sociedad.Documentos CIDE, N°4. Santiago de Chile.

CREFAL

(1969) Desarrollo nacional, participación popular y desarrollo de la comunidad en AméricaLatina (Comp.). Centro regional de alfabetización funcional en las zonas de América Latina.Michoacán, México.

Cronick, K.

(1985) La desesperanza aprendida, el locus de control y la alineación: Conceptos antiguos.En Boletín de la AVEPSO. Vol. VIII, N° 1.

Dávila, O.

(1998a) Exclusión social y juventud popular. Revista Ultima Década. Centro de investigación ydifusión poblacional de Achupallas. N°8. Viña del mar, Chile

(1998b) Estado y políticas sociales; Del Estado protector al Estado subsidiario. Revista UltimaDécada. Centro de investigación y difusión poblacional de Achupallas. N°9. Viña del mar,Chile

De Robertis, C. & Pascal, H.

(1987) La intervención colectiva en trabajo social; la acción con grupos y comunidades.Editorial El Ateneo. Buenos Aires, Argentina.

Descouvieres, C. & George, M.

(1997) Desafíos de la psicología en la sociedad actual: Ética, psicología y sociedad. (Comp.)Ediciones LOM. Santiago de Chile.

Del Pozo, J. (2002) Historia de América Latina y del Caribe 1825-2001. Ediciones LOM. Santiago de Chile. Del Rio, B. & Ferreira, C.

(1988) Familia popular urbana y crisis económico laboral; una aproximación sistémica.Documento de trabajo. Instituto Chileno de Terapia Familiar. Santiago de Chile.

Díaz, A.

(1991) Nuevas tendencias en la estructura social chilena: Asalarización informal y pobreza enlos ochenta. En Proposiciones 20. Santiago de Chile.

Page 430: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

430

Didier, M. (1985) Redes sociales y búsqueda de ayuda. En Revista Chilena de Psicología. Vol. 8 N°1. Dobert, M., Jara, S. & Vado, E.

(1971) Relación entre actitud y conducta, frente al alcohol y el alcoholismo de los diferentestipos de bebedores, en tres poblaciones obreras urbanas. Tesis para optar al título depsicólogo. Universidad Chile. Santiago, Chile.

Donoso, T.

(1975) Historia de los Cristianos por el Socialismo en Chile. Editorial Vaitea. Santiago deChile.

Dorado, P.

(1991) Educación popular, salud mental y movimientos sociales. En Derechos humanos,Salud mental, Atención primaria: Desafío regional. CINTRAS. Linares, Chile.

D.O.S.

(1994) Modernización y participación social; de la transición a los nuevos tiempos. División deOrganizaciones Sociales, Ministerio Secretaría General de Gobierno. Santiago de Chile.

Duarte, K.

(1994) Juventud popular: El rollo entre ser lo que queremos, o ser lo que nos imponen...Ediciones LOM. Santiago de Chile.

Durán, F. (1995) Paradigmas sociológicos del desarrollo. Bravo y Allende Editores. Santiago, Chile. Durston, J.

(2000) ¿Qué es capital social comunitario?. Documento N° 38, Serie Políticas Sociales de laDivisión de Desarrollo Social, CEPAL. Santiago, Chile.

Durston, J. & Miranda, F.

(2001) Capital social y políticas públicas en Chile. Volúmenes I y II. Documento N° 55, SeriePolíticas Sociales de la División de Desarrollo Social, CEPAL. Santiago, Chile.

(2002) Experiencias y metodología de la investigación participativa. Documento N° 58, SeriePolíticas Sociales de la División de Desarrollo Social, CEPAL. Santiago, Chile.

Egenau, P. & Baranda, B.

(2004) Radiografía humana de la pobreza. Revista Mensaje, N° 531, Vol. LIII. Santiago deChile.

Escorza, E. & Pozo, A.

(1987) Análisis profesiográfico del psicólogo chileno especializado. Memoria para optar altítulo de psicólogo. Escuela de Psicología, Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiagode Chile.

Escovar, L.

(1979) Análisis comparado de dos modelos de cambio social en la comunidad. En Boletín dela AVEPSO. Vol. II, N° 3.

(1980) Hacia un modelo psicológico-social del desarrollo. Boletín de la AVEPSO. Vol. III, N° 1. Espinoza, V.

(1998) Historia social de la acción colectiva urbana: Los pobladores de Santiago, 1957-1987.En Revista Eure, Vol. 24. N° 72.

(2003) Ciudadanía y participación en las políticas públicas: Dos casos chilenos. Documentode trabajo, Instituto de Estudios Avanzados, Universidad de Santiago. Santiago de Chile.

Evangelista, O., Saforcada, E. & Marconi, J.

(1975) Estudio de las actitudes hacia el alcohol en adolescentes de tres estratos sociales dela ciudad de córdoba. Acta psiquiátrica de América latina. Vol. XXI, N° 2.

Fals Borda, O.

(1961) Acción comunal en una vereda colombiana. Universidad Nacional de Colombia.Bogotá, Colombia.

Page 431: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

431

FASIC

(1990) Informe de actividades. Ediciones de la Fundación de Ayuda Social de la IglesiasCristianas. Santiago de Chile.

Favreau, A. & Bonnefoy, M.

(1995) Metodología para el abordaje de la drogadicción infanto juvenil. En Ni adaptados nidesadaptados; sólo jóvenes. Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educación.Santiago de Chile.

Ffrench-Davis, R. & Stallings, B

(2001) Reformas, crecimientos y políticas sociales en Chile desde 1973 (Comp.). EdicionesLOM-CEPAL. Santiago de Chile.

Feyerabend, P. (1989) Contra el método. Editorial Ariel. Barcelona, España. Feyerabend, P., Radnitsky, G. & Stegmüller, W.

(1984) Estructura y desarrollo de la ciencia. Editorial Alianza. Madrid, España.

Franco, R.

(1996) Los paradigmas de la política social en América Latina. Revista de la CEPAL, N° 58.CEPAL. Santiago de Chile.

Franco, R. & Barros, C. (Comps.)

(1984) Aspectos metodológicos de las políticas de desarrollo social. Serie Estudios ILPES-UNICEF sobre políticas sociales. Santiago de Chile.

Freire, P. (1970) Pedagogía del oprimido. Editorial Siglo Veintiuno. Madrid, España.

(1972) Sobre la acción cultural. Instituto de capacitación e investigación en reforma agrariacon el programa de naciones unidas para el desarrollo y la organización de las nacionesunidas para la alimentación y la agricultura (FAO). Santiago de Chile.

(1984) La importancia de leer y el proceso de liberación. Editorial Siglo Veintiuno. Madrid,España.

(2002) Pedagogía de la Esperanza; Un reencuentro con la pedagogía del oprimido. Siglo XXI.Buenos Aires, Argentina.

Florenzano, R. & Romero, M.

(1991) Formación de recursos humanos en salud mental (Comps.). Ediciones del Centro dePromoción Universitaria. Santiago de Chile.

Foladori, H.

(2001) ¿Qué psicología elegir? Algunos problemas epistemológicos. En Revista Polis, Vol. 1,N° 1.

(2002a) La institución de las organizaciones no gubernamentales y su "crisis". RevistaPRAXIS Nº 4, UDP, Santiago de Chile.

(2002b) Algunas reflexiones sobre la psicología comunitaria. Presentación en el TercerEncuentro Metropolitano de Psicología social, Santiago de Chile.

(2003) ¿Existe la psicología comunitaria? Presentación en el Encuentro de Subjetividad eInstituciones realizado por la Universidad ARCIS. Agosto. Santiago de Chile.

Fucks, S.

(2001) El manejo de las diferencias: disputas, enfrentamientos y conflictos en la comunidad.Presentación 28° Congreso interamericano de psicología realizado en Santiago de Chile.

Funahashi, E.

(2003) La transformación de los movimientos sociales en el proceso de la democratización:Un estudio de caso de las organizaciones populares en Santiago de Chile. En Cuadernos deprácticas sociales. N°3, ARCIS Ediciones (en prensa). Santiago de Chile

Gálvez, M. (1999) Bases conceptuales de la medicina familiar. En Revista Chilena de Medicina Familiar,

Page 432: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

432

Vol. 1, Nº 2. Garcés, M.

(1996) La Historia oral, enfoques e innovaciones metodológicas. Revista Ultima Década.Centro de investigación y difusión poblacional de Achupallas. N°4. Viña del mar, Chile.

(2002) Tomando su sitio; El movimiento de pobladores de Santiago, 1957-1970. EdicionesLOM. Santiago de Chile.

(2003) Recreando el pasado: Guía metodológica para la memoria y la historia local.Documento de Trabajo ECO. Santiago de Chile.

Garcés, M. & Valdés, A.

(1999) Estado del arte de la participación ciudadana en Chile. Documento preliminar paraOXFAM-GB. Santiago de Chile.

García, J.

(1985) Programas sociales solidarios y de educación popular. Una política emergente. EnAspectos metodológicos de las políticas sociales. Serie estudios ILPES-UNICEF sobrepolíticas sociales. Santiago de Chile.

García, J. & Zúñiga, L.

(1990) ¿Qué pueden esperar los pobres de la educación?. Ediciones del Centro deInvestigación y Desarrollo de la Educación. Santiago de Chile.

Garretón, M.

(1987) Las complejidades de la transición invisible: Movilizaciones populares y régimen militaren Chile. En Proposiciones 14. Santiago de Chile.

(2000) La sociedad en que vivi(re)mos: Introducción sociológica al cambio de siglo. EdicionesLOM. Santiago de Chile.

(2001) La redemocratización política en Chile; Transición, inauguración y evolución. EnRevista del Centro de Estudios Públicos, N° 42.

(2003) Economía y política en la democratización chilena. Presentación en el XXIV Congresode LASA. Dallas, Texas. http://www136.142.158.105/lasa20037garretonmanuelantonio.pdf

Gazmuri, C.

(2001a) Una interpretación política de la experiencia autoritaria (1973-1990). Documento deTrabajo, Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica. Santiago de Chile.

(2001b) Notas sobre las elites Chilenas 1930-1999. Documento de Trabajo, Instituto deHistoria, Pontificia Universidad Católica. Santiago de Chile.

Gilbert, J.

(1997) De la Vía Chile al Socialismo al Modelo Neoliberal de Libre Mercado. En FormacionesSociales e Identidades Culturales en la literatura hispanoamericana (Comp.). Ediciones Barbade Palo, Valdivia, Chile.

Gissi, J.

(1991) Psicoterapia(s) y psicología comunitaria. Documento de Trabajo N° 36. Centro dePromoción Universitaria. Santiago de Chile.

(1994) Autobiografía intelectual. En Revista Anthropos. Número 156. Grinberg, L., Langer, M. & Rodrigué, E.

(1957) Psicoterapia del grupo: su enfoque psicoanalítico. Editorial Paidós. Buenos Aires,Argentina.

Goffman, E. (1992) Internados. Editorial Amorrortu. Buenos Aires, Argentina. Goldman, L.

(s/f) Importancia del concepto de conciencia posible para la comunicación. En El concepto deinformación en la ciencia contemporánea. En: http://www.cesu.unam.mx/iresie/revistas/perfiles/perfiles/81-html/81-04.htm

Page 433: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

433

González, M. & Fontaine, A.

(1997a) Los mil días de Allende. Tomo I; Septiembre 1970 – Agosto 1973. Centro deEstudios Públicos. Santiago de Chile.

(1997b) Los mil días de Allende. Tomo II; Septiembre 1973 – Comentarios. Centro deEstudios Públicos. Santiago de Chile.

Guevara, R.

(1993) Relaciones de la antropología con las ciencias de la salud. En Revista Salud y Cambio,Año 4, N°11.

Guillaudat, P. & Mouterde, P.

(1998) Los movimientos sociales en Chile 1973-1993. Ediciones LOM. Santiago de Chile.

Guzmán, C.

(2001) El concepto de democracia en el pensamiento político de la Concertación: 1990-2000.Programa de Estudios en Desarrollo y Sociedad. Universidad de Chile. Santiago de Chile

Guzmán, L. (1997) Exploraciones en psicología política. Universidad Diego Portales. Santiago de Chile. Gyarmati, G.

(1988) Hacia una teoría del bienestar psicosocial; Notas y exploraciones (Comp.). Facultad deCiencias Sociales, Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago de Chile.

(1997) La salud de la población: un enfoque dialéctico. Revista Salud y Cambio, Año 6, N° 23. Hamel, P.

(1991) Antropología y salud mental. Presentación en el Segundo Congreso Nacional de SaludMental. Santiago de Chile.

Harari, R.

(1974) Teoría y técnica de comunidades marginales (Comp.). Editorial Nueva Visión. BuenosAires, Argentina.

Harnecker, M. (1985) La revolución social (Lenin y América Latina). Editorial Siglo Veintiuno. México, D.F. Helena de Freitas, R.

(1996) Psicología social comunitária; da solidaridade á autonomia (Comp.). Editorial Vozes.Petrópolis, Brasil.

Hernández, I.

(1985) Saber popular y educación en América Latina (Comp.). Ediciones Búsqueda-CEAAL.Buenos Aires, Argentina.

Hernández, J.

(1991) Relaciones de la psicología organizacional y la psicología comunitaria en unaaplicación a organizaciones de la comunidad. Documento de trabajo no publicado. Santiagode Chile.

(1992) Los aportes de la psicología al cambio social en el medio local. Revista Chilena dePsicología. Vol. 13 - 14, años 1992-1993. Colegio de psicólogos de Chile, Santiago de Chile.

Herreros, F.

(2000) Dialéctica entre partidos políticos y movimientos sociales, o la construcción de unnuevo sujeto histórico. Revista Alternativa, N° 21.

Hobsbawm, E. (1998) Historia del siglo XX. Editorial Grijalbo-Mondadori. Buenos Aires, Argentina. Hombrados, M. (1996) Introducción a la psicología comunitaria. Ediciones Aljibe. Granada, España. Ibáñez, T. (1990) Aproximaciones a la psicología social. Ediciones Sendai. Barcelona, España. Illanes, M.

(1993) En el nombre del pueblo, del estado y de la ciencia; Historia social de la salud pública.Editado por el Colectivo de Atención Primaria. Santiago de Chile.

Page 434: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

434

Karmy, R.

(2002) Teoría y praxis; aproximación crítica a la constitución epistemológica en la psicologíasocial de Kurt Lewin. Seminario de Formación en Psicología Social, Facultad de Psicología,Universidad Bolivariana. Santiago, Chile.

Klappenbach, H.

(2002) Historiadores externos e internos; La finalidad de la historia de la psicología. EnRevista Actualidad psicológica. Vol. 27 N°294.

Kliksberg, B.

(1989) ¿Como enfrentar la pobreza? Estrategias y experiencias organizacionales innovadoras(Comp.). Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Buenos Aires, Argentina.

Krause, M.

(1996) Intervenciones en psicología comunitaria: un análisis comparativo transcultural. RevistaChilena de psicología. Vol. 17, año 1.

(1997) La institucionalización de la psicología comunitaria en Chile: características ycontradicciones. http://copsa.cop.es/congresoiberoa/base/social/socr114.htm

(2001) Hacia una redefinición del concepto de comunidad. En Revista de Psicología. Vol. 10,N°2.

(2002) The institutionalization of community interventions in Chile: characteristics andcontradictions. American Journal of Community Psychology. Vol. 30, N°4.

Krause, M. & Jaramillo,A.

(1998) Intervenciones psicológico-comunitarias en Santiago de Chile. Escuela de psicología,Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile.

Kotliarenko, M.A. (1972) El taller como metodología en el trabajo social. En Revista Trabajo Social. Año 3, N° 8. Lavados, I.

(1983) Evolución de las políticas sociales en Chile; 1964-1980. Estudios ILPES-UNICEF.Santiago de Chile.

Leiva, A.

(2003) El tema de la participación de psicología comunitaria en las políticas del Nuevo Trato.Revista Polis, Vol. II, N°5.

Leiva, F.

(2004) Las políticas de participación y el control social bajo los gobiernos de la concertación.Ponencia presentada en el vigésimo aniversario de Educación Popular en Salud (EPES). Enwww.saludycambio.cl/temas.htm

Lemmers, C. & Toro, H.

(1979) Programa integral de salud mental en alcoholismo; exploración de su funcionamiento yexploración de variables psico-sociales en monitores. Tesis para optar al título de psicólogo.Universidad Chile. Santiago, Chile.

León, A, Montenegro, M., Ramdjan, N & Villarte, I.

(1997) Análisis crítico del concepto de autogestión en la psicología social comunitaria. En ElHorizonte de la transformación; Acción y reflexión desde la psicología social comunitaria,AVEPSO, Fascículo 8.

Lira, E. (1994) Autobiografía intelectual. En Revista Anthropos. Número 156. Lira, E. & Becker, D.

(1989) Derechos Humanos: Todo es según el dolor con que se mira (Comp.). InstitutoLatinoamericano de Salud Mental y Derechos Humanos. Santiago de Chile.

Lira, E. & Castillo, M.

(1991) Psicología de la Amenaza política y el miedo (Comps.). Instituto Latinoamericano deSalud Mental y Derechos Humanos. Santiago de Chile.

Page 435: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

435

Lira, E. & Piper, I.

(1996) Reparación, derechos humanos y salud mental (Comps.). Instituto Latinoamericano deSalud Mental y Derechos Humanos. Santiago de Chile.

Lira, E. & Weinstein, E.(1984) Psicoterapia y represión política. Siglo Veintiuno Editores. México, D.F.

Lewin, E.

(1996) El discurso sobre salud mental comunitaria desde el Estado: Análisis del discurso delos directivos del programa Red de Centros Comunitarios de Salud Mental Familiar. Tesispara optar al grado de licenciado en psicología. Escuela de psicología, Universidad DiegoPortales. Santiago de Chile.

Lewin, K.

(1988) La teoría del campo en la ciencia social; Textos seleccionados. Editorial Paidós.Barcelona, España.

Lolas, F., Florenzano, R., Gyarmati, G. & Trejo, C.

(1992) Ciencias sociales y medicina; perspectivas latinoamericanas (Comp.). EditorialUniversitaria. Santiago de Chile.

Luonsbury, D., Skourtes, S. & Cantillon, D.

(1999) Survey of graduate training programs in community psychology. Council of ProgramDirectors in Community Research and Action. Michigan State University. Michigan, EstadosUnidos.

Lyon, J., Bolton, R., Puga, M. & Otros.

(2000) Crónicas de una Iglesia liberadora (Comps.). Ediciones LOM. Santiago de Chile.

Magendzo, A., Mena, F. & Valdivia, L.

(1991) Escuela popular comunitaria de Adultos: descripción y reflexiones después de un añode actividades. Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educación, PIIE. Santiagode Chile.

Maggi, C. & Messner, D.

(2002) Modelos de desarrollo regionales y desafíos de la globalización: Los casos de Chile,Cuba y México. Reporte del Instituto para el Desarrollo y la PAZ, Universidad de Duisburg-Essen, Duisburg, Alemania.

Marconi, J.

(1969) Barreras culturales en la comunicación que afectan el desarrollo de programas decontrol y prevención del alcoholismo. Acta Psiquiátrica de América Latina. N° 4.

(1986) Política de salud mental en América Latina. Revista Chilena de Psicología. Vol. 8, N°2.(Nota: Hay una versión anterior en Acta Psiquiátrica de América Latina. N° 22. (1976)

(1994) Formación Intracomunitaria del Estudiante de Medicina en Psiquiatría y Salud Mental.Departamento de Psiquiatría y Salud Mental. Campus Sur, Facultad de Medicina, Universidadde Chile. Documento a mimeo.

(1998) Planes y programas nacionales sobre alcohol y alcoholismo en Chile: 1957-1998.Análisis crítico y propuesta de una nueva política. Documento de Trabajo no publicado.

Marconi, J., Horwitz, J. & Saint Jean, H.

(1969) Estudio de prevalencia de desórdenes mentales en el área Norte de Santiago de Chile;comparación de poblaciones de tres niveles socioeconómicos. Acta Psiquiátrica de AméricaLatina. N° 15.

Martí-Tusquets, J. (1982) Psiquiatría social. Editorial Herder. Barcelona, España. Maira, L. (1998) Los tres Chile de la segunda mitad del siglo XX. Ediciones LOM. Santiago de Chile.

Page 436: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

436

Marín, G.

(1978) La psicología Social y el desarrollo de la América Latina. Boletín de la AVEPSO. Vol. IN°3

(1980) Hacia una psicología social comunitaria. Revista Latinoamericana de Psicología. Vol.12, N° 1.

(1981) La Psicología Social en Latinoamérica Volumen II (Comp.). Editorial Trillas. México,D.F.

Martín Gonzáles, A.

(1988) Psicología humanística, animación sociocultural y problemas sociales. EditorialPopular. Madrid, España.

(1998) Psicología Comunitaria: Fundamentos y aplicaciones (Comp.). Editorial Síntesis.Madrid, España.

Martín Gonzáles, A.,Chacón, F. & Martínez, M.

(1989) Psicología comunitaria (Comp.). Editorial Visor. Madrid, España.

Martín-Baró, I.

(1976) Problemas de psicología social en América Latina (Comp.). UCA editores. SanSalvador, El Salvador.

(1988) Psicología social desde Centroamérica I: Acción e ideología. UCA editores. SanSalvador, El Salvador.

(1989) Psicología social desde Centroamérica II: Sistema,. Grupo y poder. UCA editores. SanSalvador, El Salvador.

(1990a) Psicología social de la guerra: trauma y terapia (Comp.). UCA editores. San Salvador,El Salvador.

(1990b) El Papel del psicólogo en Centroamérica. Revista de Psicología de El Salvador.Enero-Marzo, N° 35.

(1998) Psicología de la liberación. Editorial Trotta. Madrid, España. Martínez, J.

(1988) Los famosos indecisos. En La campaña del No vista por sus creadores (Comp.).Ediciones Melquíades. Santiago de Chile.

Martínez, J. & Palacios, M.

(1996) Informe sobre la decencia, La diferenciación estamental de la pobreza y los subsidiospúblicos. Ediciones SUR. Santiago de Chile.

Martínez, V.

(2002) Análisis de la convergencia discursiva entre ejcutores de programas sociales y losdestinatarios de estos programas en torno a temáticas relacionadas con estrategias desuperación de la pobreza. En Revista Pensamiento y Sociedad, Año 1, N°1.

(2004a) La comunidad: Una dimensión básica de lo humano. Apunte de clase, cátedraPsicología Comunitaria Avanzada. Escuela de Psicología, Universidad Central. Santiago deChile.

(2004b) El modelo de redes sociales. Apunte de clase, cátedra Psicología ComunitariaAvanzada. Escuela de Psicología, Universidad Central. Santiago de Chile.

Martinic, S., Avilés, M. & Ortiz, I.

(1980) Antecedentes sobre la situación de salud en el sector poblacional urbano. Centro deInvestigación y Desarrollo de la Educación. Santiago de Chile.

Maspoli de Araujo, A.

(1999) Psicologia Comunitária: Uma Abiordagem Conceitual. Revista Psicología: teoría eprática. N° 1 Volumen II. Universidad Presbiteriana Mackenzie.

Max-Neef, M., Elizalde,A. & Hopenhayn, M.

(1986) Desarrollo a escala humana (Comp.). Development dialogue (Número Especial).Fundación Dag Hammaskjöld & CEPAUR. Santiago de Chile.

Page 437: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

437

(1993) Desarrollo a escala humana; conceptos, aplicaciones y algunas reflexiones. EditorialNordam-Comunidad. Montevideo, Uruguay.

Medina, J.

(1963) Teoría del cambio de estructuras. En Revista Mensaje, Número Especial 123. Octubre.Santiago de Chile.

MIDEPLAN

(1991) Evolución de las políticas sociales en Chile 1920/1991. Ministerio de Planificación yCooperación. Santiago de Chile.

(1992) Participación de la comunidad en el desarrollo social: Logros y proyecciones. Ministeriode Planificación y Cooperación.

(1994) Integración al desarrollo; Balance de la política social 1990/1993. Ministerio dePlanificación y Cooperación. Santiago de Chile.

(1996) Balance de seis años de las políticas sociales 1990/1996. Ministerio de Planificación yCooperación. Santiago de Chile.

(1998) Evolución de la pobreza e indigencia en Chile 1987/1996. Ministerio de planificación yCooperación. Santiago de Chile.

(2002a) Síntesis de los principales enfoques, métodos y estrategias para la superación de lapobreza. Documento de trabajo. Santiago de Chile.

(2002b) Seminario desigualdad y reducción de brechas de equidad: Sistematización detópicos principales. Documento de trabajo. Santiago de Chile.

(2004) Pobreza, distribución del ingreso e impacto distributivo del gasto social. Documento deTrabajo N° 1, Serie CASEN 2003. Santiago de Chile.

Millas, O.

(1986) De O´Higgins a Allende; Páginas de la historia de Chile. Libros del Meridion. Madrid,España.

Minoletti, A.

(2003) La Sabiduría comunitaria del profesor Marconi. Boletín de la Unidad de Salud MentalN°12, Ministerio de Salud, Chile.

MINSAL

(1992) Programa MINSAL-ONG: Resumen ejecutivo. Ministerio de Salud, Departamento deAtención Primaria, Unidad de Participación Social. Santiago de Chile.

(1993) Políticas y plan nacional de salud mental. Ministerio de Salud. Programas de Salud.Santiago de Chile.

(1994) Trabajo comunitario en salud: Guía técnica metodológica. Programa de reforzamientode la atención primaria. Ministerio de Salud. Santiago de Chile.

(1999) Las enfermedades mentales en Chile; Magnitud y consecuencias. Ministerio de Salud.Santiago de Chile.

(2000) Plan nacional de salud mental y psiquiatría; un imperativo, una oportunidad, uncompromiso, una responsabilidad. Ministerio de Salud, Unidad de Salud Mental. Santiago deChile.

Miranda, G.,

(2000) Psicología contemporánea: disciplina, profesión, formación (Comp.). EdicionesUniversidad Católica Raúl Silva Henríquez. Santiago de Chile.

Moffat, A.

(1997) Socioterapia para sectores marginados. Editorial Lumen-Hvmanitas. Buenos Aires,Argentina.

Molina, V.

(1972) Individuo y cambio social. Centro de perfeccionamiento, experimentación einvestigaciones pedagógicas, Ministerio de Educación. Santiago de Chile.

Page 438: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

438

Molina, G., Morales, E. & Ossandón, J.

(1978) Incorporación de las ciencias sociales al campo de la salud en Chile; primerasexperiencias 1964-1973. En Revista de la Escuela Nacional de Salud Pública (Colombia). Vol.4, N°2.

Montero, M.

(1980) La psicología social y el desarrollo de comunidades en América Latina. RevistaLatinoamericana de Psicología. Vol. 12, N° 1.

(1982) Fundamentos teóricos de la psicología social comunitaria en Latinoamérica. En Boletínde la AVEPSO. Vol V, N° 1.

(1984) La psicología comunitaria: orígenes, principios y fundamentos teóricos. RevistaLatinoamericana de Psicología. Vol. 16, N° 3.

(1986) Aportes metodológicos de la psicología social a la investigación en el campo de lasalud. En Boletín de la AVEPSO. Vol. IX N° 1.

(1987) Psicología política latinoamericana (Comp.). Edit. Panapo. Caracas, Venezuela.

(1991a) Concientización, conversión y desideologización en el trabajo psicosocial comunitario.Boletín de la AVEPSO. Vol. XIV, N° 1.

(1991b) Acción y discurso; problemas de psicología política en América Latina (Comp.).Editorial EDUVEN. Caracas, Venezuela.

(1993) Evolución y tendencias actuales de la Psicología Social en América Latina. En RevistaPapeles del Psicólogo. Número 55.

(1994a) Psicología social comunitaria: teoría, método y experiencia (Comp.). Editorial de laUniversidad de Guadalajara. México D.F., México.

(1994b) Construcción y crítica de la psicología social (Comp.). Edit. Anthropos. Barcelona,España.

(1994c) Investigación-Acción Participante. La unión entre conocimiento popular yconocimiento científico. Conferencia al 23° congreso internacional de psicología aplicada, 17al 23 de Julio. Madrid, España.

(1997) Psicología y comunidad. Memorias de Psicología Comunitaria del XXV CongresoInteramericano de Psicología (Coord.). Sociedad Interamericana de Psicología. Caracas,Venezuela.

(1999) De la realidad, la Verdad y otras ilusiones concretas; para una epistemología de lapsicología social comunitaria. En Revista Psykhe, Vol. 8, N°1.

(2001) Reflexión crítica de las prácticas de análisis de discurso. Presentación 28° congresointeramericano de psicología realizado en Santiago de Chile.

(2002) Apuntes del curso “Psicología Comunitaria”, Escuela de Psicología, UniversidadCentral de Venezuela.710

(2003) Teoría y práctica de la psicología comunitaria. Editorial Piados, Barcelona, España.

(2004) Introducción a la psicología comunitaria; Desarrollo, conceptos y procesos. EditorialPaidós. Buenos Aires, Argentina.

Morales G.

(1988) Las organizaciones no gubernamentales (ONG) en Chile: Una respuesta posible a lacrisis del desarrollo. Documento de trabajo Área de psicología social aplicada. UniversidadDiego Portales. Santiago de Chile.

(1992) Tipologías de intervención comunitaria desarrolladas en Chile en la década del 80 yestrategias en la actualidad. Revista de Psicología de El Salvador. Vol 9, N° 4. San Salvador,El Salvador, UCA.

(1997) Subjetividad, psicología social y problemas sociales. Revista de psicología. Vol. 6.

710 Detalle de dichos apuntes: (2002a) La familiarización con la comunidad; (2002b) Definiciones, conceptos y rol básico del psicólogo en la psicología comunitaria; (2002c) Principios fundamentales de la psicología social comunitaria; (2002d) La noción de compromiso en el trabajo comunitario; (2002e) Método y técnicas en la investigación en psicología comunitaria; (2002f) El proceso de identificación de necesidades en la investigación acción participativa en psicología comunitaria; (2002g) Teoría y método para el trabajo comunitario en Orlando Fals Borda; (2002h) La psicología comunitaria en las acciones investigativas; (2002i) Investigación acción e investigación acción participativa (IAP).

Page 439: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

439

Departamento de psicología Universidad de Chile, Santiago de Chile. Morales, J.F., Blanco, A., Huici, C. & Fernández, J.M. (Comps.)

(1985) Psicología social aplicada. Editorial Desclée De Brouwer. Bilbao, España.

Moulian, T. (1997) Chile actual: Anatomía de un mito. Ediciones ARCIS-LOM. Santiago de Chile. (2000) Socialismo del siglo XXI; La quinta vía. Ediciones LOM. Santiago de Chile. Muñoz, O. & Stefoni, C.

(2001) El período del presidente Frei Ruiz-Tagle. Editorial Universitaria. Santiago de Chile.

Muñoz, V.

(2004) Imágenes y estudios cuantitativos en la construcción social de “la juventud” chilena. Unacercamiento histórico (2003-1967). Revista Ultima Década. Centro de investigación ydifusión poblacional de Achupallas. N°20. Viña del mar, Chile.

Musitu, G., Berjano, E. & Bueno, R.

(1990) Psicología comunitaria. Ediciones NAU Libres. Valencia, España.

Nogueira, L.

(1996) La práctica y la teoría del desarrollo comunitario; Descripción de un modelo (Comp.).Ediciones Nausea. Madrid, España.

Ortega, E. & Tironi, E. (1988) Pobreza en Chile. Centro de Estudios del Desarrollo. Santiago de Chile. Olave R. & Zambrano L.

(1993) Psicología comunitaria y salud mental en Chile (Comps.). Santiago de Chile,Universidad Diego Portales.

Olivos, P.

(2002) Tratamiento y manejo del paciente psiquiátrico en la comunidad. En Revista dePsiquiatría y Salud Mental. Vol. XIX, Nº2.

Olivos, P., Wolpert, E. & Cordero, M.

(1986) Mesa redonda de debate: La psiquiatría en la comunidad. En Revista de Psiquiatría.Año 3, N°12. Santiago de Chile

O.P.S.

(1988) Desarrollo y fortalecimiento de los sistemas locales de salud. Documento operativoCD33/14. Organización Panamericana de la salud.

(1990) Desarrollo y fortalecimiento de los sistemas locales de salud: La participación social.Documento operativo HSD/SILOS-3. Organización Panamericana de la Salud.

Ortiz, I.

(1983) Salud mental popular: Materiales educativos. Centro de Investigación y Desarrollo dela Educación. Santiago de Chile.

Osorio, J.

(2004) Ciudadanía democrática y desarrollo sustentable. Presentación en el Seminario“Ciudadanía + Democracia + Desarrollo sustentable”, 31 de Agosto. Fundación Ciudadanapara las Américas. Santiago de Chile.

Osorio, J. & Weinstein, L.

(1988) La fuerza del arcoiris; movimientos sociales, derechos humanos y nuevos paradigmasculturales (Comps.). CEAAL, Santiago de Chile.

(1993) El Corazón del Arco iris (Comp.). CEAAL, Santiago de Chile. Oyarzún, A. (1999) Actuaciones de la comunidad. Jóvenes: Trabajo comunitario y desarrollo local. En Un

Page 440: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

440

ángulo diferente para pensar y actuar en el campo de las drogas (Comp.). Programa ConoSur-Chile. Santiago de Chile.

Páez, D. (1986) Salud mental y factores psicosociales. Editorial Fundamentos. Madrid, España. Palma, D.

(2002) ¿Un puente para dejar atrás la pobreza? En Cuadernos de Prácticas Sociales. N°2,ARCIS Ediciones. Santiago de Chile.

Palmonari, A. & Zani, B.

(1990) Psicología social de comunidad. Editorial Nueva Visión. Buenos Aires, Argentina.

Pizarro, C.

(1999) Imprecisiones en los recuentos históricos de la psicología chilena. En Revista Chilenade Psicología, Vol. 18, N°2. Santiago de Chile.

P.N.U.D.

(2002) Informe de desarrollo humano en Chile 2002. Programa de Naciones Unidas para elDesarrollo. Santiago de Chile.

Portales, D.

(1988) Hacerse cargo del país. En La campaña del No vista por sus creadores (Comp.).Ediciones Melquíades. Santiago de Chile.

Pozas, R.

(1964) El desarrollo de la comunidad; Técnicas de investigación social. Universidad Autónomade México, México, D.F., México.

Pozzoli, M.

(2001) Complexus. Psicología, ciencias de la salud y cambio cultural; desde el paradigma dela complejidad (Comp.). Ediciones LOM-SEK. Santiago de Chile.

Quezada, M. & Matus, T.

(2001) Perspectivas metodológicas en trabajo social (Comps.). Editorial Espacio. BuenosAires, Argentina.

Quijano, A.

(1998) “Marginalidad” e “Informalidad” en debate. En La Economía Popular y sus caminos enAmérica Latina. En http://www.memoria.com.mx/131/quijano.htm

Quintal de Freitas, M. F.

(1999) Desafios e necesidades apresentados ao(a) psicólogo(a) para trabalhar emcomunidade, na perspectiva da comunidade. En Revista Psykhe, Vol. 8, N°1.

(2001) Perspectivas de vida e luta cotidiana em comunidades de periferia: reflexiões a partirda psicología social comunitaria. Presentación 28° congreso interamericano de psicologíarealizado en Santiago de Chile.

Quiroz, T.

(1972) Algunas reflexiones acerca de los objetivos del trabajo social. Revista Trabajo Social,Año 3, N°8.

Quiroz, T. & Palma, D.

(2002) Las políticas sociales de la democracia. En Cuadernos de prácticas sociales. N°1,ARCIS Ediciones. Santiago de Chile.

Raczynski, D.

(2002) Políticas sociales y de superación de la pobreza de Chile. Documento de trabajo,Centro de Políticas Sociales para Latinoamérica, Universidad de Texas. Texas, EstadosUnidos.

Raffo, S., Hamel, P. & Morales, E.

(1991) Descripción de una experiencia docente en salud mental. En Derechos humanos,Salud mental, Atención primaria: Desafío regional (Comp.). CINTRAS. Linares, Chile.

Page 441: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

441

Riquelme, H.

(1990) Era de nieblas; Derechos humanos, terrorismo de Estado y salud psicosocial enAmérica Latina (Comp.). Editorial Nueva Sociedad. Caracas, Venezuela.

(2001) Asedios a la memoria; La experiencia de psicólogos bajo las dictaduras militares enAmérica del Sur (Comp.). Ediciones CESOC-Amnesty International Alemania. Santiago deChile.

Roble, M. & Navarrete, G.

(1989) Pasado: Victoria del presente. Grupo salud poblacional Manuel Paiva. Talleres VicaríaZona Oeste. Santiago de Chile.

Rodríguez, A. & Tironi, E.

(1987) El otro Santiago: Resumen de la encuesta SUR 1985. En Proposiciones 13. Santiagode Chile.

Román, J.

(1999) El escenario no gubernamental: Red de ONGs Vínculos. En Un ángulo diferente parapensar y actuar en el campo de las drogas (Comp.). Programa Cono Sur-Chile. Santiago deChile.

Rosentreter, J.

(1996) Habilidades sociales y salud mental. Un enfoque comunitario. Revista UltimaDécada. Centro de investigación y difusión poblacional de Achupallas. N°4. Viña del mar,Chile.

Roza, A., Huertas, J. & Blanco, F.

(1996) Metodologías para la historia de la psicología. Editorial Alianza. Madrid, España.

Rozas, G.

(1992) Desarrollo, participación y psicología comunitaria. Revista de Psicología. Vol. 3, N° 1.Departamento de psicología Universidad de Chile, Santiago de Chile.

(1993) Psicología comunitaria y programas gubernamentales vinculados a la superación de lapobreza. Revista de Psicología. Vol 4. Universidad de Chile, Santiago de Chile.

(1997) Psicología comunitaria y calidad de vida. En Revista de Psicología. Vol. 8, s/n.

(1999) Estrategias de superación de la pobreza y gestión territorial. En Revista Psykhe. Vol. 8,N°1.

(2001) Desarrollo social de la ciudad región. En Revista de Psicología. Vol. 10, N°2. Rozas, G. & Leiva, E.

(2004) Desarrollo regional y superación de la pobreza. Ediciones Universidad de Chile-LOM.Santiago de Chile.

Rozas, G. & Sapiains, R.

(2002) Modelo de Meta-Redes Intersectoriales en psicología comunitaria. Revista dePsicología, Vol. XI, Nº 1

Rueda, L.

(s/f) Breve Historia de la terapia ocupacional en la especialidad de psiquiatría y salud mental.Documento de trabajo. Universidad de Chile.

Saforcada, E.

(1999) Psicología comunitaria: El enfoque ecológico contextualista de James G. Kelly. ProaXXI Ediciones. Buenos Aires, Argentina.

Salama, P. & Destremau, B.

(2002) Medidas de la pobreza desmedida: Economía política de la distribución del ingreso.Ediciones LOM. Santiago de Chile.

Salas, V.

(1999) Rasgos históricos del movimiento de pobladores en los últimos 30 años. Talleres deAcción Cultural. Santiago de Chile.

Salazar, G. (1976) Historia de la acumulación capitalista en Chile (Apuntes de Clase). Editado por LOM

Page 442: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

442

(2003). Santiago de Chile.

(2003) La historia desde abajo y desde adentro. Ediciones LOM/Universidad de Chile.Santiago de Chile.

Salazar, G. & Grez, S. (1999) Manifiesto de los historiadores. Editorial LOM. Santiago de Chile. Salazar, G. & Pinto, J.

(1999a) Historia contemporánea de Chile, Volumen I; Estado, Legitimidad, Ciudadanía.Editorial LOM. Santiago de Chile.

(1999b) Historia contemporánea de Chile, Volumen II; Actores, identidad y movimiento.Editorial LOM. Santiago de Chile.

(1999c) Historia contemporánea de Chile, Volumen V; Niñez y juventud. Editorial LOM.Santiago de Chile.

Salazar, J.

(1994) La psicología social en Venezuela, realidad y representación (Extractos de entrevista aJosé Miguel Salazar por María Auxiliadora Banchs). En Revista Anthropos. Número 156.

San Juan, C. (1996) Intervención psicosocial (Comp.). Editorial Anthropos. Bogotá, Colombia. Sánchez Vidal, A.

(1988) Psicología comunitaria: Bases conceptuales y métodos de intervención. EdicionesPPU. Barcelona, España.

(1993) Programas de prevención e intervención comunitaria. Ediciones PPU. Barcelona,España.

(1996) Psicología comunitaria: Bases conceptuales y métodos de intervención. EdicionesEUB. Barcelona, España.

Sánchez, E.

(2001) La psicología social comunitaria: repensando la disciplina desde la comunidad. Revistade Psicología. Vol. X, N° 2. Universidad de Chile, Santiago de Chile.

Sandoval, M., Soto, V., Undiks, A. & Valdés, A.

(1989) Juventud y dictadura; Sistematización de una práctica con sectores juveniles. EditorialHvmanitas-FOLICO. Santiago de Chile.

Santiago, L., Serrano-García, I. & Perfecto, G.

(1983) La psicología social-comunitaria y la teología de la liberación. En Boletín de laAVEPSO. Vol. VI, N° 1.

Santibáñez, M.

(2002) Trabajo comunitario en la actual neo modernización chilena. En Sentidos yconstrucciones para el trabajo comunitario (Comp.). Ediciones Caleta Sur. Santiago de Chile

Sarmiento, J.

(1998) Aproximaciones a la reestructuración del Estado y a los debates contemporáneossobre política social, superación de la pobreza y lucha contra la exclusión. Revista UltimaDécada. Centro de investigación y difusión poblacional de Achupallas. N°9. Viña del mar,Chile

Sawaia, B.

(1999) Comunidade como ética e estética da existência. Uma reflexión mediada peloconcepto de identidade. En Revista Psykhe , Vol. 8, N°1.

Schkolnik, M. & Bonnefoy, J.

(1994) Una propuesta de tipología de las políticas sociales en Chile. Documento de trabajoUNICEF.

Schkolnik, M. & (1991) Evolución de las políticas sociales 1920-1991. MIDEPLAN. Santiago de Chile.

Page 443: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

443

Riquelme, L. Sepúlveda, R., Benadretti, S. & Alfaro, J.

(1991) Salud mental comunitaria, un diálogo entre el enfoque sistémico constructivista y lapsicología social para el desarrollo. Presentación en las Terceras Jornadas Chilenas deTerapia Familiar. Santiago de Chile.

Sepúlveda, R., Troncoso, M. & Álvarez, C.

(1998) Psicología y salud: El papel del apoyo social. En Revista Médica de Santiago. Vol. 1N°2.

Serrano-García, I. & Álvarez, S.

(1992) Análisis comparativo de marcos conceptuales de la psicología comunitaria en EstadosUnidos y América Latina (1960-1985). En Contribuciones Puertorriqueñas a la psicologíaSocial-Comunitaria. Editorial de la Universidad de Puerto Rico, San Juan, Puerto Rico.

Serrano-García, I. & Irizarry, A.

(1979) Intervención en la investigación (su aplicación a la comunidad de buen consejo, en RíoPiedras, Puerto Rico). En Boletín de la AVEPSO. Vol. II N° 3.

Serrano-García, I. & Rivera-Medina, E.

(1992) Hacia una Psicología Social-Comunitaria. En Contribuciones Puertorriqueñas a lapsicología Social-Comunitaria. Editorial de la Universidad de Puerto Rico, San Juan, PuertoRico.

Serrano-García, I. & Rosario, W.

(1992) Contribuciones Puertorriqueñas a la psicología Social-Comunitaria (Comp.). Editorialde la Universidad de Puerto Rico, San Juan, Puerto Rico.

Serrano-García, I. & Vargas, R.

(1993) La psicología comunitaria en América Latina: Estado actual, controversias y nuevosderroteros. En Revista papeles del psicólogo. N° 55.

Souza, F. & Aguilar, M.(2002) Introducción a la psicología comunitaria. Editorial CCS. Madrid, España.

Spoerer, A.

(1973) No habrá persecución a las ideas políticas, sólo a los delitos; Exposición de la políticade salud del nuevo gobierno. Revista Vida Médica, Vol. XXV N°9.

Taylor, S. & Bogdan, R.

(1984) Introducción a los métodos cualitativos de investigación (la búsqueda de significados).Editorial Paidós. Barcelona, España.

Tironi, E.

(1987a) Marginalidad, movimientos sociales y democracia. En Proposiciones 14. Santiago deChile.

(1987b) Pobladores e integración social. En Proposiciones 14. Santiago de Chile.

(1988) La modernización de la política. En La campaña del No vista por sus creadores(Comp.). Ediciones Melquíades. Santiago de Chile.

Tomassini, L. & Armijo,M.

(2002) Reforma y modernización del Estado: Experiencias y desafíos (Comp.). EdicionesLOM-Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile. Santiago de Chile.

Torres, R.

(2001) Experiencias de psiquiatría comunitaria en Chile. Monografía presentada al Curso deEducación Continua en Gestión en Psiquiatría y Salud Mental. Universidad de Santiago deChile.

Touraine, A. (1987) La centralidad de los marginales. En Proposiciones 14. Santiago de Chile.

Page 444: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

444

Trilla, J.

(1997) Animación Sociocultural; Teorías, ámbitos y programas. Editorial Ariel Educación.Barcelona, España.

Tyler, F.

(1984a) El comportamiento psicosocial, la competencia psicosocial individual y las redes deintercambio de recursos, como ejemplos de psicología comunitaria. Revista Latinoamericanade Psicología. Vol. 16, N° 2.

(1984b) La psicología comunitaria y sus implicaciones para los países en vías de desarrollo.Revista Latinoamericana de Psicología. Vol. 16, N° 2.

Ugas, J.

(1999) Un “proyecto-programa” para la candidatura presidencial de la izquierda. RevistaAlternativa, N° 12

Undiks, A.

(1990) Juventud urbana y exclusión social: Las organizaciones de la juventud poblacional.Editorial Hvmanitas-FOLICO. Santiago de Chile.

Undurraga, C. & Avendaño, C.

(1997) Dimensión psicológica de la pobreza. En Revista Psykhe, Vol. 8, N°1.

Unger, G.

(1995) Orígenes y fundamentos de la perspectiva comunitaria en el quehacer de la psicología.En Revista Chilena de Psicología, Vol. 16, N°2. Santiago de Chile.

(1997) Perfil psicosocial del joven en riesgo social. Ediciones de la Universidad InternacionalS.E.K. Santiago de Chile.

(2003) Redes sociales en el trabajo comunitario. Presentación en el Seminario Comunal deRedes Sociales. Previene Pedro Aguirre Cerda. Septiembre. Santiago de Chile.

Valderrama, M.

(2001) Renovación socialista y renovación historiográfica. Programa de Estudios enDesarrollo y Sociedad. Universidad de Chile. Santiago de Chile.

Valdivia, V. (2003) El golpe después del golpe; Chile 1960-1980. Ediciones LOM. Santiago de Chile. Valles, M.

(1997) Técnicas cualitativas de investigación social; reflexión metodológica y prácticaprofesional. Edit. Síntesis. Madrid, España.

Van Hemelryck, L., Razeto, J. & Rosenfeld, A.

(1987) Organizaciones populares y desarrollo local: elementos para un debate. EnProposiciones N° 14. Santiago de Chile.

Vargas, L. & Bustillos, G.

(1987) Técnicas participativas para la educación popular (Tomo I). Ediciones del Centro deInvestigación y Desarrollo de la Educación. Santiago de Chile.

(1992) Técnicas participativas para la educación popular (Tomo II). Ediciones del Centro deInvestigación y Desarrollo de la Educación. Santiago de Chile.

Vasconi, T.

(1991) Las ciencias sociales en América Latina. Centro de Investigaciones Sociales.Universidad Arcis. Santiago de Chile.

Vekemans, R.

(1963) La reforma social, o la reforma de las reformas. En Revista Mensaje. Número Especial123. Octubre. Santiago de Chile.

Vekemans, R. & Silva, I.

(1976) Marginalidad, Promoción Popular y Neo-marxismo. CEDIAL, Bogotá, Colombia.

Page 445: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

445

Vera, A. & Wood, P.

(1994) Un modelo explicativo de la salud mental basado en categorías psicosociales. Tesispara optar al grado de licenciado en psicología. Escuela de psicología, Universidad DiegoPortales. Santiago de Chile.

Verajano, G

(1983) La investigación participativa en América Latina; Antología (Comp.). CREFAL.Michoacán, México.

Vidal, M.

(1990) El hombre inconcluso; desarrollo personal y clase social. Ediciones CINTRAS.Santiago de Chile.

Vidal, G., Alarcón, R. &Lolas, F.

(1995) Enciclopedia Iberoamericana de Psiquiatría. Editorial Médica Panamericana. BuenosAires, Argentina.

Vidales, A.

(2004) La participación en las prácticas de desarrollo comunitario de la política social deEstado Chilena. Tesis para optar al grado de psicóloga. Escuela de Psicología, UniversidadDiego Portales. Santiago de Chile.

Vilches, O.

(2000) Violencia en la Cultura: Riesgos y estrategias de intervención (Comp.). Ediciones dela Sociedad Chilena de Psicología Clínica. Santiago de Chile.

Villegas, B.

(1982) Ante la opción de Puebla por los pobres. En La iglesia de los pobres en AméricaLatina. PEC, Programa Ecuménico de Estudios del Cristianismo. Santiago, Chile.

Villela, A, Arón, A., Undurraga, C. Bravo, M. Muñoz, C. & Tagle, M.

(1997) Análisis de una intervención comunitaria en violencia intrafamiliar. En Revista Chilenade Psicología. Vol. 18, N° 1.

Vitale, L.

(2001) Interpretación marxista de la historia de Chile; Tomo VII, Frei, Allende, Pinochet. En: http://mazinger.sisib.uchile.cl

Weinstein, E.

(1988) Los del patio de atrás. En La campaña del NO vista por sus creadores (Comp.).Ediciones Melquíades. Santiago, Chile.

Weinstein, J. (1984) La juventud urbano-popular vista desde la sociología. CIDE. Santiago de Chile. Weinstein, L.

(1975) Salud mental y proceso de cambio; Hacia una ideología de trabajo en prevenciónprimaria. Editorial ECRO. Buenos Aires, Argentina.

(1977) Salud y democratización. Editorial Villalar. Madrid, España.

(1978) Salud y autogestión; La antimedicina a examen. Editorial Nordan-Comunidad. BuenosAires, Argentina.

(1982) Autoritarismo o creatividad social. Ediciones Minga. Santiago de Chile. (1984) Alamedas para la renovación. Ediciones Minga. Santiago de Chile.

(1986) La racionalidad integradora y el desarrollo a escala humana. Ediciones Minga,Santiago de Chile.

(1989) La racionalidad integradora como política de salud para el desarrollo humano. EnRevista Salud y Cambio, Año 2, N°2.

(1990) Reflexiones acerca del concepto de salud mental. En Correo de Psicoterapia y SaludMental, N° 3. Instituto de Desarrollo Psicológico. Santiago de Chile.

(1994) Saludar la vida. Ediciones Brujas. Santiago de Chile. (2003a) Personas saludables en un desarrollo saludable; la orientación hacia el desarrollo

Page 446: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

446

personal y el proyecto de vida. Ediciones LOM. Santiago de Chile.

(2003b) La psiquiatría como práctica de la humanización; Evento, devenir y sentido en elejercicio de una profesión. Documento inédito.

(2003c) Entrevista sobre temas de vida y temas comunitarios. Realizada el 14 de Octubre enSantiago de Chile.

Whittaker, J. (1979) La psicología social en el mundo de hoy. Editorial Trillas. México D.F., México. Wiesenfeld, E. & Sánchez, E.

(1987) Aplicación de los hallazgos de densidad y aglomeración a la salud. En Boletín de laAVEPSO. Vol. X N° 1.

(1994) Psicología Social Comunitaria; Contribuciones Latinoamericanas (Comps.). EditorialTropykos. Caracas, Venezuela.

(1994b) La psicología social aplicada. Algunas consideraciones. En Revista Suplementos(Anthropos). Número 156.

(s/f) La psicología social aplicada a la participación comunitaria. Documento de trabajo amimeo. Sin referencias.

Wiesenfeld, E.

(1993) La psicología social comunitaria en Venezuela: sus paradigmas y consecuencias. EnRevista AVEPSO. Vol. XVI N° 1,2,3.

(2001) La autoconstrucción: un estudio psicosocial del significado de la vivienda. Ediciones dela Comisión de Estudios de Posgrado de la facultad de humanidades y educación, de laUniversidad Central de Venezuela. Caracas, Venezuela.

Winkler, M. (1993) Trabajo psicológico en sectores populares. En Revista Psykhe, Vol. 2, N°1.

(1997) La esperanza de recibir ayuda: Sectores pobres y expectativas acerca de lapsicoterapia. Revista Terapia Psicológica. Año XV, Vol. VI (3), N° 27.

Winkler, M., Prado, M., Casanueva, C. & Cáceres, C.

(1988) Actividad psicológica en sectores populares: Resultados de un estudio exploratorio. EnTerapia Psicológica, Año 7, N° 10.

Zax, M. & Specter, G.

(1979) Introducción a la psicología de la comunidad. Editorial El Manual Moderno. México,D.F., México.

Zúñiga, R. (1994) Autobiografía intelectual. En Revista Anthropos. Número 156.

(2001) Psicología, ciencias y profesiones; Los diálogos interdisciplinares e interprofesionales.Presentación 28° congreso interamericano de psicología realizado en Santiago de Chile.

(2004) Investigación acción participativa: Una perspectiva de evaluación en la intervenciónsocial. Presentación en el marco del programa de Magíster en Psicología Social de laUniversidad de Valparaíso. Julio. Valparaíso, Chile.

Otras Fuentes Consultadas - 30 Años de la Sociedad Interamericana de Psicología (2002). Video Documental. Presentado en el XXIX Encuentrode la SIP, Lima, Perú. - Documentación Web sobre programas sociales y políticas sociales disponible en: www.mideplan.cl

Page 447: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

447

- Programa Básico de Gobierno de la Unidad Popular. Aprobado el 17 de Diciembre de 1969. http://www.chilevive.cl/data/files-dl/PROGRAMA_UP.pdf - Las primeras cuarenta medidas del Gobierno Popular. 1970. http://www.chilevive.cl/data/files-dl/40medidasup.pdf - Archivo Salvador Allende. Compilación de Varios Autores. Rumbo de Liberación (1990), Número 5. Universidad Autónoma Metropolitana de Xochimilco, México D.F.,México. La Vía Chilena al Socialismo (1988), Número 7. Centro de Estudios Latinoamericanos Salvador Allende, MéxicoD.F., México.

Page 448: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

448

Page 449: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

449

De manera muy personal quisiera agradecer a las siguientes personas, quienes me apoyaron o ayudaron de forma directa o indirecta durante el largo proceso de sistematización, reflexión, y

producción de este documento. Sin su colaboración este trabajo habría sido imposible.

Patricia Hamel Rodrigo Karmy Jorge Barudy Alejandra Vidales Josefina Ossandón María de Fátima Quintal de Freitas

Domingo Asún Ricardo Zúñiga Ignacio Martín-Baró Pablo Tapia José Tomás Riquelme Teresa López Jaime Alfaro Irma Serrano-García Claudio Pizarro

Luis Weinstein Oscar Dávila Raúl Molina María Inés Winkler Juan Claudio Silva Cecilia Albala

Maria Teresa Pozzoli Astrid Oyarzún Francisca Satt Isabel Jerez Mauricio Álvarez Marcelo Urra

Marcia Escobar Cristóbal Durán Cristóbal Concha Horacio Foladori Pilar Carmona Alejandro Vera

Rodrigo Asún Miguel Concha Laura Vidales Andrés Leiva Isidora Aguirre Diego Weinstein

Quisieramos agredecer además a las siguientes instuticiones y organismos por permitirnos acceder a la información aquí utilizada

Corporación para la

Educación y el desarrollo Local Canelo de Nos

Colegio de Psicólogos de Chile

Sociedad Interamericana de Psicología

Escuela de Psicología

Universidad de Valparaíso Centro de Investigación y Difusión Poblacional de

Achupallas Colectivo Psicología y Desarrollo Nacional

* * *

Page 450: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

450

Licencia del Documento

Atribución-NoComercial-SinDerivadas 2.0 (Chile)

CREATIVE COMMONS CORPORATION NO ES UN ESTUDIO DE ABOGADOS, NI OFRECE SERVICIOS LEGALES. LA DISTRIBUCIÓN DE ESTA LICENCIA NO GENERA UNA RELACIÓN ABOGADO-CLIENTE. CREATIVE COMMONS PROPORCIONA ESTA INFORMACIÓN TAL CUAL. CREATIVE COMMONS NO OFRECE GARANTÍAS SOBRE LA INFORMACIÓN SUMINISTRADA, NI ASUME RESPONSABILIDAD ALGUNA POR LOS DAÑOS QUE PUEDAN DERIVAR DE SU USO.

Licencia

LA OBRA (TAL Y COMO SE DEFINE MÁS ADELANTE) SE OTORGA BAJO ESTA LICENCIA PÚBLICA DE CREATIVE COMMONS (“LPCC” O “LICENCIA”). LA OBRA ESTÁ PROTEGIDA POR DERECHOS DE AUTOR Y/U OTRAS LEYES APLICABLES. QUEDA PROHIBIDO CUALQUIER USO QUE SE HAGA DE LA OBRA QUE NO CUENTE CON LA AUTORIZACIÓN PERTINENTE DE CONFORMIDAD CON LOS TÉRMINOS DE ESTA LICENCIA Y DE LA LEY DE PROPIEDAD INTELECTUAL.

MEDIANTE EL EJERCICIO DE CUALQUIERA DE LOS DERECHOS QUE SE OTORGAN EN ESTA LICENCIA, USTED ACEPTA Y CONSIENTE VERSE OBLIGADO EN LOS TERMINOS QUE SE SEÑALAN EN ELLA. EL LICENCIANTE CONCEDE A USTED LOS DERECHOS CONTENIDOS EN ESTA LICENCIA CONDICIONADOS A LA ACEPTACIÓN DE SUS TERMINOS Y CONDICIONES.

1. Definiciones

a. “Obra Individual” es aquella producida por una sola persona. b. "Obra Colectiva" es aquella producida por un grupo de autores, en que la Obra se encuentra sin

modificaciones, junto con una cierta cantidad de otras contribuciones, que constituyen en sí mismos trabajos separados e independientes, que son integrados al todo colectivo, tales como publicaciones periódicas, antologías o enciclopedias.

c. "Obra en Colaboración" es aquella producida, conjuntamente, por dos o más personas naturales cuyos aportes no puedan ser separados.

d. "Obra Originaria" aquella que es primogénitamente creada. e. “Obra Derivada” es aquella obra basada en una Obra originaria o en ésta y otras obras

preexistentes, en que la Obra originaria es refundida, transformada, o adaptada, como por ejemplo una traducción, arreglo musical, dramatización, novelización, versión cinematográfica, registro sonoro, reproducción artística, compendio, resumen, o cualquier otra. Para evitar dudas, en el caso de que la Obra sea una composición musical o una grabación sonora, a efectos de esta Licencia la sincronización temporal de la Obra con una imagen en movimiento se considerará una Obra Derivada.

f. "Licenciante” es el individuo o la entidad que ofrece la Obra en conformidad con las condiciones de esta Licencia.

g. “Autor” es el individuo o entidad que creó la Obra.

Page 451: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

451

h. “Obra” es aquella creación derivada de la inteligencia en los dominios literarios, artísticos y científicos, cualquiera sea su forma de expresión, susceptible de protección vía derecho de autor, ofrecida bajo las condiciones de esta Licencia.

i. “Usted” es el individuo o la entidad que ejercita los derechos otorgados al amparo de esta Licencia y que con anterioridad no ha violado las condiciones de la misma respecto a la Obra, o que haya obtenido autorización expresa por parte del Licenciante para ejercer los derechos al amparo de esta Licencia pese a una violación anterior.

2. Usos legítimos.

Nada en esta Licencia podrá ser interpretado como una disminución, limitación o restricción de los derechos derivados del uso legítimo, del agotamiento u otras limitaciones o excepciones a los derechos del titular de los derechos de autor que le reconozcan las leyes.

3. Otorgamiento de la Licencia.

Bajo los términos y condiciones de esta Licencia, el Licenciante otorga a Usted una licencia mundial, gratuita, no exclusiva y permanente (durante todo el período de vigencia de los derechos de autor) para ejercer estos derechos sobre la Obra tal y como se indica a continuación:

a. Reproducir la Obra, incorporar la Obra en una o más Obras Colectivas, y reproducir la Obra incorporada en las Obras Colectivas;

b. Distribuir copias o grabaciones de las Obras, exhibirlas públicamente, ejecutarlas públicamente y/o ponerlas a disposición pública, incluyéndolas como incorporadas en Obras Colectivas;

Los derechos mencionados anteriormente pueden ser ejercidos en todos los medios y formatos, actualmente conocidos o que se inventen en el futuro. Los derechos antes mencionados incluyen el derecho a realizar dichas modificaciones en la medida que sean técnicamente necesarias para ejercer los derechos en otros medios o formatos, pero, de otra forma, Usted no tiene derecho para hacer Obras Derivadas. Todos los derechos no otorgados expresamente por el Licenciante quedan por este medio reservados.

4. Restricciones.

La licencia otorgada en la anterior Sección 3 está expresamente sujeta y limitada por las siguientes restricciones:

a. Usted puede distribuir, exhibir públicamente, ejecutar públicamente, o poner a disposición pública la Obra sólo bajo las condiciones de esta Licencia, y Usted debe incluir una copia de ésta o del Identificador Universal de Recursos con cada copia o grabación de la Obra que distribuya, exhiba públicamente, ejecute públicamente o ponga a disposición pública. No es posible ofrecer o imponer ninguna condición sobre la Obra que altere o limite las condiciones de esta Licencia o el ejercicio de los derechos de los destinatarios otorgados en este documento. No es posible sublicenciar la Obra. Usted debe mantener intactos todos los avisos que hagan referencia a esta Licencia y a la cláusula de garantías contemplada en el numeral 5. Usted no puede distribuir, exhibir públicamente, ejecutar públicamente, o poner a disposición pública la Obra con alguna medida tecnológica que controle el acceso o la utilización de ella de una forma que sea inconsistente con las condiciones de esta Licencia. Lo anterior se aplica a la Obra incorporada a una Obra Colectiva, pero esto no exige que la Obra Colectiva aparte de la obra misma quede sujeta a las condiciones de esta Licencia. Si Usted crea una Obra Colectiva, previo aviso a cualquier Licenciante debe, en la medida de lo posible, eliminar de la Obra Colectiva cualquier referencia a dicho Licenciante o al Autor Original, según lo solicitado.

b. Usted no puede ejercer ninguno de los derechos que le han sido otorgados en la Sección 3 precedente de modo que estén principalmente destinados o directamente dirigidos a conseguir un provecho comercial o una compensación monetaria privada. El intercambio de la Obra por otras obras

Page 452: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

452

protegidas por derechos de autor, ya sea a través de un sistema para compartir archivos digitales (digital file-sharing) o de cualquier otra manera no será considerado como estar destinado principalmente o dirigido directamente a conseguir un provecho comercial o una compensación monetaria privada, siempre que no se realice un pago mediante una compensación monetaria en relación con el intercambio de obras protegidas por derechos de autor.

c. Si Usted distribuye, exhibe y/o ejecuta públicamente, o pone a disposición pública la Obra o cualquier, debe mantener intactos todos los avisos relativos a derechos de autor para la Obra y dar al Autor Original razonable crédito por los medios o métodos que Usted esté utilizando para expresar el nombre (o pseudónimo, si es del caso) del Autor Original si se facilita; el título de la Obra si se facilita; en la medida de lo posible, el Identificador Uniforme de Recursos (URI), si existe, que el Licenciante especifica para ser vinculado con la Obra, a menos que dicho URI no se refiera al aviso de derechos del autor o a la información de licenciamiento de la Obra. Dicho crédito puede ser implementado de cualquier forma razonable; sin embargo, en el caso de una Obra Colectiva, como mínimo dicho crédito aparecerá donde se incluya cualquier otro crédito de un autor comparable y de una forma que sea al menos tan destacable como el otro crédito de autor.

d. Cuando la Obra es una composición o interpretación musical el Licenciante se reserva el derecho exclusivo de percibir, ya sea individualmente o a través de una sociedad de gestión de derechos (p. ej. SCD u otras), los derechos por ejecución pública o puesta a disposición pública de la Obra (p. ej. webcast), si dicha ejecución está básicamente intencionada o dirigida a obtener un provecho comercial o una compensación monetaria privada.

5. Garantía.

A MENOS QUE LAS PARTES LO CONVINIERAN DE OTRA FORMA POR ESCRITO, EL LICENCIANTE OFRECE LA OBRA “TAL CUAL”, SIN BRINDAR GARANTÍAS DE CLASE ALGUNA RESPECTO DE LA OBRA, YA SEA EXPRESA, IMPLÍCITA, LEGAL O CUALQUIERA OTRA, INCLUYENDO, SIN LIMITACIÓN, GARANTÍAS DE TITULARIDAD, COMERCIABILIDAD, ADAPTABILIDAD A PROPÓSITO DETERMINADO, AUSENCIA DE INFRACCIÓN, DE DEFECTOS LATENTES O DE OTRO TIPO, PRECISION O ERRORES, SEAN O NO DESCUBRIBLES. ALGUNAS JURISDICCIONES NO PERMITEN LA EXCLUSIÓN DE GARANTÍAS IMPLÍCITAS, EN CUYO CASO ESTA EXCLUSIÓN PUEDE NO APLICARSE A USTED.

6. Limitación de responsabilidad.

A MENOS QUE LO EXIJA EXPRESAMENTE LA LEY APLICABLE, EL LICENCIANTE NO SERÁ RESPONSABLE ANTE USTED POR DAÑO ALGUNO, SEA POR RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL O CONTRACTUAL, OBJETIVAS O SUBJETIVAS, SE TRATE DE DAÑOS MORALES O PATRIMONIALES, DIRECTOS O INDIRECTOS, PREVISTOS O IMPREVISTOS PRODUCIDOS POR EL USO DE ESTA LICENCIA O DE LA OBRA, AUN CUANDO EL LICENCIANTE HAYA SIDO ADVERTIDO DE LA POSIBILIDAD DE DICHOS DAÑOS. ALGUNAS LEYES NO PERMITEN LA EXCLUSIÓN DE CIERTA RESPONSABILIDAD, EN CUYO CASO ESTA EXCLUSIÓN PUEDE NO APLICARSE A USTED.

7. Finalización

a. Esta Licencia y los derechos otorgados en virtud de ella terminarán automáticamente si Usted infringe alguna condición establecida en ella. Sin embargo, los individuos o entidades que han recibido Obras Derivadas o Colectivas de Usted de conformidad con esta Licencia, no verán terminadas sus licencias, siempre que estos individuos o entidades sigan cumpliendo íntegramente las condiciones de estas licencias. Las secciones 1, 2, 5, 6, 7, y 8 subsistirán a cualquier terminación de esta Licencia.

b. Sujeta a las condiciones y términos anteriores, la licencia otorgada aquí es permanente (durante el período de vigencia de los derechos de autor de la obra). No obstante lo anterior, el Licenciante se reserva el derecho a publicar y/o estrenar la Obra bajo condiciones de licencia diferentes o a dejar de distribuirla, en los términos de esta Licencia en cualquier momento; sin embargo, cualquiera sea la

Page 453: Psicologia Comunitaria - Contextualizacion Historica en Santiago de Chile

453

elección, ella no surtirá efecto retroactivo respecto de esta Licencia (o cualquier otra Licencia que haya sido otorgada, o le haya sido exigida, bajo los términos de ésta). La Licencia revocada continuará siendo plenamente vigente y efectiva si no se le da término en las condiciones indicadas anteriormente.

8. Varios

a. Cada vez que Usted distribuya o ponga a disposición pública la Obra o una Obra Colectiva, el Licenciante ofrecerá al destinatario una licencia en los mismos términos y condiciones que la licencia otorgada a Usted bajo esta Licencia.

b. Si alguna disposición de esta Licencia resulta invalidada o no exigible, según la legislación vigente, esto no afectará ni la validez ni la aplicabilidad del resto de condiciones de esta Licencia y, sin acción adicional por parte de los sujetos de este acuerdo, aquélla se entenderá reformada lo mínimo necesario para hacer que dicha disposición sea válida y exigible.

c. Ningún término o disposición de esta Licencia se estimará renunciada y ninguna violación de ella será consentida a menos que esa renuncia o consentimiento sea otorgado por escrito y firmado por la parte que renuncie o consienta.

d. Esta Licencia refleja el acuerdo pleno entre las partes respecto a la Obra aquí licenciada. No hay arreglos, acuerdos o declaraciones respecto a la Obra que no estén especificados en este documento. El Licenciante no se verá limitado por ninguna disposición adicional que pueda surgir en alguna comunicación emanada de Usted. Esta Licencia no puede ser modificada sin el consentimiento mutuo por escrito del Licenciante y Usted.

Creative Commons no es parte de esta Licencia y no ofrece ninguna garantía en relación con la Obra. Creative Commons no será responsable frente a Usted o frente a cualquier otra parte respecto a reclamación alguna por daños, incluyendo, sin limitaciones, responsabilidad extracontractual o contractual, objetiva o subjetiva, se trate de daños morales o patrimoniales, directos o indirectos, previstos o imprevistos originados en relación con esta licencia. No obstante lo anterior, si Creative Commons se ha identificado expresamente a sí mismo como Licenciante, tendrá los mismos derechos y obligaciones correspondientes a todo Licenciante.

Salvo con el propósito limitado de indicar al público que la Obra está licenciada bajo la Licencia Creative Commons, ninguna de las partes hará uso de la marca registrada “Creative Commons” o cualquier otra marca registrada relacionada con ella o el logotipo de Creative Commons sin el consentimiento previo por escrito de Creative Commons. Cualquier uso autorizado será en conformidad con las directrices de uso de la marca registrada “Creative Commons” vigentes en ese momento, tal como se encuentren publicadas en su sitio web o que por otra forma se hayan puesto a disposición por petición expresa.

Creative Commons puede ser contactada en http://creativecommons.org/