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10 cuento el gato de Manuel Había una vez un gato que no tenía nombre. Este gatito llegó a la casa de Manuel cuando era muy chiquito y todavía no sabía maullar. En cuanto llegó, el pequeño gato descubrió que el mejor lugar de la casa era bajo la cama de Manuel: allí se escondió y no quería salir hasta que el papá de Manu le ofreció leche. Primero sacó una patita de abajo de la cama para acercar el plato, luego asomó el hocico para olfatear el contenido y después se lanzó sobre la leche con tantas ganas que ¡se le ensuciaron los bigotes! Cuando terminó de tomar la leche, se acercó a los pies de Manuel y dio varias vueltas entre ellos ronroneando. Manu le pasó la mano por el lomo y el gatito se tiró al piso panza arriba para recibir más mimos. Todos estaban sorprendidos con el cariño que demostraba el gatito y la mamá de Manuel quedó encantada cuando, al acariciarlo, notó lo suave que era. “No podemos dejarlo sin nombre” –dijo. Pero al pequeño gato no le importaba: encontró su canasto, giró sobre el mullido almohadón y se acostó. Toda la familia se fue a dormir después de un día agitado. Pero Manu sólo pensaba en el nombre de su gato. También tenía que enseñarle a maullar pero ¿cómo explicarle a un gato que debe decir 'Miau'? ¿Cómo aprenderían las vacas a decir 'Mu'? ¡Claro! Seguramente toda la familia vacuna hablaría todo el tiempo diciendo 'Mu'. Estaba decidido: Manu sólo hablaría con el gato en su idioma, diciendo todo el tiempo 'Miau'. Así fue como el gatito aprendió a maullar y obtuvo su nombre: todos en la casa lo llamaban Miau. Autora: Fernanda Argüello / Ilustradora: Alina Álvarez

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Toda la familia se fue a dormir después de un día agitado. Pero Manu sólo pensaba en el nombre de su gato. También tenía que enseñarle a maullar pero ¿cómo explicarle a un gato que debe decir 'Miau'? ¿Cómo aprenderían las vacas a decir 'Mu'? ¡Claro! Seguramente toda la familia vacuna hablaría todo el tiempo diciendo 'Mu'. Estaba decidido: Manu sólo hablaría con el gato en su idioma, diciendo todo el tiempo 'Miau'.

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el gato de Manuel

Había una vez un gato que no tenía nombre. Este gatito llegó a la

casa de Manuel cuando era muy chiquito y todavía no sabía maullar.

En cuanto llegó, el pequeño gato descubrió que el mejor lugar de

la casa era bajo la cama de Manuel: allí se escondió y no quería salir

hasta que el papá de Manu le ofreció leche. Primero sacó una patita

de abajo de la cama para acercar el plato, luego asomó el hocico para

olfatear el contenido y después se lanzó sobre la leche con tantas

ganas que ¡se le ensuciaron los bigotes!

Cuando terminó de tomar la leche, se acercó a los pies de Manuel

y dio varias vueltas entre ellos ronroneando. Manu le pasó la mano por el lomo y el gatito se

tiró al piso panza arriba para recibir más mimos.

Todos estaban sorprendidos con el cariño que demostraba el gatito y la mamá de Manuel

quedó encantada cuando, al acariciarlo, notó lo suave que era. “No podemos dejarlo sin

nombre” –dijo. Pero al pequeño gato no le importaba: encontró su canasto, giró sobre el

mullido almohadón y se acostó.

Toda la familia se fue a dormir después de un día agitado. Pero Manu sólo pensaba en el

nombre de su gato. También tenía que enseñarle a maullar pero ¿cómo explicarle a

un gato que debe decir 'Miau'? ¿Cómo aprenderían las vacas a decir

'Mu'? ¡Claro! Seguramente toda la familia vacuna

hablaría todo el tiempo diciendo 'Mu'. Estaba decidido:

Manu sólo hablaría con el gato en su idioma, diciendo

todo el tiempo 'Miau'.

Así fue como el gatito aprendió a maullar y obtuvo

su nombre: todos en la casa lo llamaban Miau.

Autora: Fernanda Argüello / Ilustradora: Alina Álvarez