Púrpura · 2020. 12. 26. · Tus ojos escampan y se abren, se abren. Exclusivamente eternos,...
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Púrpura
Gerardo Pastorino Nieves
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i
Recorre tu sexo hálito tibio, estéril, ágil,
como unos niños;
geografía blanda, florecida herida,
cuyo interior llora.
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ii
Te sigo, persigo,
te escribo.
Despintándote con exasperante afán
de encontrarte, desobscurecerte.
Repintarte después más cerca de lo palpable,
sensible, mundano,
lo mío.
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II
La orquídea de tu sexo se rompe y florece
cada borrosa primavera.
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III
Retrato de prisa, sobrecogido amor,
fase del espejo.
La melena oscura, tu rostro apocalíptico;
ojos en ascuas nos mienten.
Del otro lado, la blusa proponía tus senos que tontos! Reían; y tu boca a un paso abisal de mi boca.
Tanta felicidad hinchada, fácil,
tanta, hiede.
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iv
Siento ladridos en la espesura,
jauría de trinos; como si el viejo
Nieztche estuviera vomitando otra vez
por la boca del pene.
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V
Un sueño es un cuerpo descaradamente desnudo,
erecto, varado, en el tiempo de nada.
Perdidas las cotas, soñar es un poco
un asomo de vida; un réprobo de futurismos;
un féretro vacío que marcha escoltado
por faunos o cansancios u otros sueños.
El cielo es qué quiero,
un poco desnuda, perfecta sensación,
castrada, en el centro de un sueño.
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VI
Antes serías muerta que manchada.
Para heredar el cielo.
Según oran, la más grande,
frenética de las cópulas.
Incestuosa, ofrecida,
entreabierta, supina.
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vii
De tus tristes ojos se ensombrecen gualdas
las escamas de una noche sin retorno de tus ojos.
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VIII
Concavidad, putas, desarte, alcoholismo, televisión, o esta luz
vestida, desnuda, de piel…
Deberíamos afeitarnos el cuerpo de sombras y correr hasta siempre
como un grito.
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X
La literatura adormece, anacrónica, fútil,
efímeramente eterna.
Tus ojos escampan y se abren, se abren.
Exclusivamente eternos,
religiosamente profundos.
Claros como la luna oscura, y oscura luna.
Perversamente entornados,
desiguales, misteriosa- mente-vacíos descansan
y se abren.
Y no tengo una palabra o un millón de jaulas
para guardarlos en mi
vocabulario.
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XI
La noche era un vientre lleno de reliquias;
la luna, como el ojo gris de un lobo
espiaba por la ventana.
Te esperé crucificado, absurdo el despojo
de mi cuerpo, y llegaste.
Trajiste tus ojos
como lanzas sobre carne;
pero fue tu boca,
el trémolo de tu risa como cascabeles,
que despojó el humo de ironía y abrazó un significado.
Como si nunca
se hubiera ostentado un principio.
