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PROYECTO
ENRAMADA Fronteras y bagazo
KAREN LORENA PALACIOS MÉNDEZ
UNIVERSIDAD FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS FACULTAD DE ARTES - ASAB
ARTES PLÁSTICAS Y VISUALES
BOGOTÁ 2014
PROYECTO
ENRAMADA Fronteras y bagazo
KAREN LORENA PALACIOS MÉNDEZ
PROYECTO DE INVESTIGACIÓN-CREACIÓN
PARA ACCEDER AL TÍTULO DE MAESTRA EN ARTES PLÁSTICAS Y VISUALES
TUTORES:
DIEGO AGUILAR RAFAEL MÉNDEZ
UNIVERSIDAD FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS FACULTADA DE ARTES ASAB
ARTES PLÁSTICAS Y VISUALES
BOGOTÁ 2014
ENRAMADA Fronteras y bagazo
INTRODUCCIÓN AL ESPECTADOR
SE VENDE Bienes familiares y núcleos de reflexión
PILANDO CAÑA
Consolidación histórica y crisis cultural.
1. RADIOGRAFÍA DE LA ESPERANZA. Descripción de los espacios.
2. ¡EXPRÓPIESE! La herencia, causa de la extinción.
3. LA RAIZ ES LA TIERRA QUE LLEVO EN LAS UÑAS. Hacia la creatividad en el exilio. (Breve diálogo entre Exilio, Progreso y Creatividad)
4. EL “AMORSECO”. Con la cámara en el trabajo de campo.
5. FRONTERAS Y BAGAZO SOMOS. Propuesta Plástica. Pantalla móvil
una intervención en comunidad.
6. CONCLUSIONES
INTRODUCCIÓN AL ESPECTADOR
Un día decidimos abandonar todo lo que nos pertenece. Quisimos rescatar
de nosotros no más que el “nosotros” y descubrimos (en la orilla de un Río
Negro1) que esperábamos más que solo asentarnos en un lugar, discutimos
el porqué de estar aquí y no allá, donde estuvieron los otros, aquellos de
quienes somos herederos. Tomamos la decisión de residir y apropiarnos de
un espacio para luego dejarlo ir.
Elijo como territorio de mi investigación a Tobia, Cundinamarca, lugar
donde están mis raíces familiares entre la caña de azúcar y las
enramadas2. Presento la relación que ha llevado mi vida por cultivos y
trapiches3, a la creación desde la interpretación de un patrimonio cultural,
que propone las bases de mi experiencia y que espera generar un espacio
común con quienes han probado la caña, la panela, el guarapo4 o el
chirrinche5.
Parto de un exilio voluntario de mi familia, la cual reparte y vende la
herencia de la finca La Esperanza, vereda Cañaditas en Tobia. Se
fragmenta la tierra, creando una división de bienes que, al mismo tiempo,
fracciona el hogar, exiliando modos de ser y de hacer en la idea de un
progreso que se genera por el acelerado desarrollo económico al que obliga
el capitalismo. Con este caso específico quiero hablar de una comunidad
campesina que, en general, está abandonando el cultivo de la caña de
azúcar.
Presento el lugar del que hice una radiografía para que usted lo conozca.
Construyo con la cámara una interpretación, un punto de vista del
territorio. Preguntandome por la ausencia: si ese "hay" se convierte en "no
hay", "dejó de existir", "ya no está ahí". Entonces, ¿qué se hace si se ha
separado todo? ¿Cómo es que un día decimos abandonar lo que nos
pertenece? ¿Cómo decidimos pelearnos por ello?
1 El Rio Negro es la fuente fluvial que recorre los alrededores del pueblo Tobia en Cundinamarca.
2 ENRAMADAS: Espacio arquitectónico donde se fabrica artesanalmente la panela.
3 TRAPICHE: Molino que se encarga exprimirle el jugo a la caña de azúcar.
4 GUARAPO: Bebida fermentada a base de fécula de maíz y melcocha de caña.
5 CHIRRINCHE: Bebida alcoholica destilada del jugo de la caña de azúcar.
SE VENDE
Bienes familiares y núcleos de reflexión
Decidieron poner un anuncio: “SE VENDE”. Reconocieron que la situación
estaba dura y que había que desistir a la idea de continuar en ese lugar.
Partieron de allí, tratando de identificar el porqué de vender la tierra, el
porqué de crear fronteras con aquello que fueron.
Detallar y describir estos lugares, nace de proponer un espacio para lo
rural dentro del espectro del progreso. Este último término, que se define
en un avance experimentado hacia un estado más desarrollado, hace que,
en este caso, haya una extinción de estrategias de vida específicamente
rurales, desaparición dada por dos factores importantes: la herencia, ya
mencionada, que debe ser repartida, y las aceleradas dinámicas de
producción en un sistema capitalista que organiza la vida, cada vez, con
tiempos más escasos.
Este lugar es mi campo de trabajo y de origen. Parto de la extinción de su
cultura como núcleo de análisis y la evidencio en la experiencia de perder
el hogar, el trabajo, la educación y la herencia. Abordo la temática de la
frontera como barrera entre los miembros de mi familia, dadas aquí por el
exilio del campo a la ciudad, insitado por la repartición de la herencia.
Propongo que el arte y la imagen sean voces con la capacidad de hacer
evidente, y eficiente, una advertencia de reconocimiento, una llamada de
atención en un momento de metamorfosis. Planteo espacios para discutir
directamente con la comunidad, a través de proyecciones de video en el
espacio público. Generando, así, conexiones con los protagonistas de las
historias y con todo aquel que conozca, o no, la existencia de los trapiches
y la molienda6.
6 MOLIENDA: Temporada en la que se trabaja con la caña de azúcar.
PILANDO BAGAZO
Consolidación histórica y crisis cultural
Las semillas de caña llegaron hacia el año 1550, fecha en que los
conquistadores Alonso de Olalla y Hernando de Alcocer, habitan la región
que hoy es Villeta. Este pueblo, que para entonces se llamaba La villa de
San Miguel, está asentado en las riveras del Río Negro, era y sigue siendo
pueblo de intersección en el camino que por Honda y Güaduas, comunica
el norte con el centro del país, ruta imprescindible para el desarrollo
económico de la época. Se empieza, entonces, con una gestación de
trapiches en esta zona de Cundinamarca, que incluye el pueblo de Tobia y
la Vereda Cañaditas.
Trapiches que en principio tuvieron como motor esclavos de raza negra,
los únicos que soportaban el trabajo. Luego vienen a ser las mulas, que
dando vueltas en redondo, van moliendo caña por caña. Procesos con
transiciones paulatinas, que llevan a una modificación de herramientas y
que hoy desemboca en maquinaria de punta que “garantiza” una mayor
producción.
Según dice el Ministerio de Agricultura en una investigación hecha por
FEDEPANELA (Federación Nacional de Productores de Panela), Colombia
es el segundo productor mundial de panela y el primero en consumo por
habitante. Trabaja en los trapiches alrededor del 12% de la población rural
activa en el país. Sin embargo, la migración ha alejado de esta realidad a
los productores artesanales, con la posibilidad de dos caminos: abandonar
o resistir. Esto lleva al campesino a sustituir y a modelar nuevas formas
de proyectarse.
Serán unos doscientos años de cultivos que me llevan a analizar este
pasado, sin la intención de idealizarlo o calificar el cambio como una
facultad nociva e innecesaria para el campesino. Es el momento de
transición desde donde analizo las mutaciones de esta ruralidad específica
que decide abandonar el trabajo con estos cultivos, acontecimiento desde
el cual me permito registrar la desterritorialización que se hace realidad en
las decisiones de residencia.
Teniendo en cuenta lo inevitable de la extinción voy a este lugar.
Encuentro un patrimonio cultural que hace parte de mi historia, y hallo
una contradicción en ese enunciado de progreso, pues veo indicios de que
la crisis en este país ya no es una fase, sino un pronóstico crónico, con
tendencia a infectar cualquier intento de germinación. Empezando por la
lucha armada, la falta de oportunidades y la influencia de la globalización
-todo sustentado en la expansión de un problema milenario que basa la
existencia del ser humano en la competencia, en la propiedad y en la lucha
por el territorio-.
Sucede que el desarrollo aquí sustentado en la alucinación del progreso
inicia una transformación: reemplaza la arquitectura de las enramadas
artesanales por una industria a vapor más tecnificada. La necesidad de la
mano de obra campesina es baja; hay desintegración de las familias;
extinción de tradiciones culinarias y transformación del pensamiento
campesino respecto de la tierra, todo desemboca en un dilema que los
obliga a vender.
Habitar un espacio depende, entonces, de los factores sociales y de la
noción de progreso en el país, así como al desarrollo de la economía al
servicio de la capitalismo. Aquí seguimos recibiendo con las puertas
abiertas la entrada de un progreso acumulativo, que promete que
viviremos con “seguridad social y económica”, lo cual, en vista de ser un
espectro, nos lleva a pensar el desarraigo como un lugar cada vez más
común, al estar al borde del abismo por ser despojados de una
pertenencia.
Karen Palacios
Fotografía digital
2013
El hogar en una ciudad que domestica placeres. Irene llegó a la ciudad a
temprana edad, trabajaba en una casa de familia. Se escapó una y otra
vez; una y otra vez impidió ser domesticada. Procuró siempre zafarse de la
idea de pertenecer a alguien. Efectivamente encontró la soledad, aunque
después de un largo tiempo y seis hijos de por medio. Ya habiendo vuelto
al campo, Don Héctor, su esposo, el que compró el motor del trapiche,
murió. Irene construyó su hogar, disfrutó de sus placeres más mundanos,
ahogó sus penas y siguió en el mismo lugar del que hice una radiografía.
Abandonando la ciudad para siempre.
Bitácora del proceso
1.
RADIOGRAFÍA DE LA ESPERANZA
Descripción de los espacios
Finca La Esperanza. Vereda Cañaditas
De lo ajeno en lo propio
Hay molienda en la casa. Irene se levanta, pero no como cualquier otro día.
Ella disfruta el tono de la madrugada, no discute el frío que hace a las tres
de la mañana, cuando se levanta a hacer tinto para los obreros que
trabajan desde la media noche en la enramada. Pareciera ser esa la única
necesidad, un buen tinto. Hoy la soledad no acompaña a Irene, ni el
silencio habitual de la casa. Los animales esta vez no son la única banda
sonora, ella por si acaso saca su grabadora para poner la emisora, pero ya
desde la media noche ha empezado el sonido del trapiche que acompaña la
casa y rompe el silencio.
La entrada, que aquí es siempre una bienvenida, la conforman cinco
escalones que estuvieron algo abandonados, pero que hace poco repararon
con cemento. Las paredes de adobe están cascadas y a punto de echarse
abajo junto con todas las ventanas y puertas color café.
A la derecha, la entrada principal a la casa y a la izquierda la cocina.
Serán ya las cinco de la mañana y encuentro un olor de melcocha caliente
que llega desde la enramada. Hay un acceso de madera que da a la puerta
principal, medirá quizás un metro cuadrado. Lo abro, chirrea y me delata,
es el aviso, alguien llegó. El piso rojo que sigue agrietándose. A la derecha
un cuarto con chécheres y ese olor particular a cajas de cartón donde
empacan las cargas de panela “La Tobiana”. ¡¡Cuántas veces cambió este
espacio!! Y, sin embargo, ahí está esa misma cama en donde hoy
reposarán los trabajadores, después de una larga jornada en la enramada.
Todo ha sido modificado y la historia de los inquilinos que algún día
habitaron ahí, ya se hace ausente.
Una ventana entreabierta, de repente, es cerrada. Usted dirá ¿quién la
cierra? Nadie lo hace. Entre por la puerta grande y levante su mirada, están
las fisuras del techo que dejan ver la estructura de guadua formando
figuras.
Recuerdo un barco, el de mis noches durmiendo allí. Dormir e imaginar
figuras en ese techo desprovisto de cualquier cuidado —de siquiera un leve
indicio de cómo todo seguiría diluyéndose en su propia materia, se haría
polvo a diario y confirmaría con la misma frecuencia su levedad, su deseo
inconsciente de dejar de existir— es inolvidable.
Abajo la nevera con patas de madera y cerca de la mesa que ha sido el
altar para los muertos, las celosías en la pared para darle libertad al
viento. Al fondo, en el patio, viéndose por entre las rejuelas, el gallinero.
Un cuarto a cada lado. Nunca hubo luz en esta sala, el bombillo en la
habitación de la izquierda consigue alumbrar con dificultad. Allí, la misma
cama amarilla y destartalada de siempre lleva nombre propio: Carlos, él,
gordo y rubio, él se entiende con las bestias, logra mirarlas a los ojos y con
gritos que emana su boca, logra sutilmente domarlas. Él, ajeno a todos. Su
mesa de noche, un puesto de escuela muy viejo y en las paredes de su
cuarto cuadros con impresiones de iglesias de alguna ciudad europea que
nunca conocería.
Al frente, el cuarto principal, con una puerta de madera y sobre ella una
calcomanía de Pastrana, promocionando su ejercicio como presidente
entre 1998 y 2002. Algunos nombres que escribimos con esfero sobre la
madera, mis hermanos y yo. Uno que otro trapo de la cocina colgado sobre
tres barandas.
Abro la puerta y está ahí, su cama, la de Irene que me llama desde la
cocina. Una ventana y al frente, en el cuarto siguiente otra; no intento
discutir con ellas, me gustan más que las puertas, tienen un algo de misterio
al estar siempre abiertas, al estar viendo sin poder ver.
Arriba de esta ventana, cerca de la cama de Irene, el purgatorio: un cuadro
inmóvil y polvoriento carente de sentido y de malicia. Su ropa y su olor por
la casa, sus tijeras, sus algodones de colores.
Aquí no hay frío ni desaliento, hay una escopeta y un bolso de cuero que
lleva las balas, las de matar algún fara7 para que no se coma las gallinas.
En la pared lateral a la ventana y al purgatorio, un hoyo que da acceso
para ver al exterior de la casa, es un sistema espía que da a la enramada y
al camino.
7 FARA: Animal también conocido en algunas regiones del país con el nombre de "CHUCHA O RUNCHO",
tiene una apariencia notablemente parecida a la de una rata y suele comerse las gallinas.
¡Primero quite la cabeza del muñeco viejo que lo tapa, ahora ya puede ver
afuera, puede ver la molienda!
Todo en la enramada sucede con una delicada definición de sobriedad,
como si cada trabajador le dijera: ¡tómese su tiempo!
Entre. Vamos al siguiente cuarto. …y preguntará usted para qué le presento
mi casa, bueno no es mía. Quizás olvidé que lo fue, así como también olvidé
el purgatorio y las otras cosas no tan importantes.
Arriba en el techo de este cuarto, en la esquina superior derecha, hay un
vacío que, si me pregunta, no sé para qué existe, allí están los murciélagos
que esperan la noche.
¡La cama! ¿Cuál cama? ya no está, pero estuvo.
La guitarra de Don Héctor, esposo de Irene y las telas que hacían de
cortinas. Medicamentos y cosméticos en la barda, junto a un cepillo de
cerdas fuertes, al lado un espejo de cerveza costeña.
Y los muebles de un cuero azul que luego fue una tela de figuras
geométricas con tonos de azules, rojos, verdes, amarillos y violetas, gracias
a Aurora, hija de Irene. Muebles que chirreaban. El tiempo solo les dejo su
olor. Otra puerta café y otra vez afuera.
La casa logra comunicar todas las habitaciones excepto la primera, allí
donde están las cajas de cartón de panela “La tobiana”. Y así se pueden
dar vueltas en redondo por todos los cuartos, la sala, el altar de los
muertos, la cama de ella, por el purgatorio. Hoy se escucha el sonido del
motor por la molienda.
Salgamos un momento, ahí está Irene en el comedor para servir la gallina
que prepara, y que ya nadie come porque la familia se ha ido. Un comedor
amplio sin paredes y con tejas negras. El piso rojo, el tanque del agua, las
escaleras y un lavadero de cinco o seis piedras apiladas, que dan su
mirada a la quebrada. Y con la presencia de Irene que prepara su gallina.
Este lugar al que va a entrar no lo vea solamente, no trate de encontrar el
tiempo en el tiempo, no existe allí. No hay definiciones, poderes o
grandezas, no hay nada pequeño, ni insignificante. En la cocina todo es
preciso y suficiente. Desde el medio día y hasta las cuatro entra la luz por
cinco ranuras. Una butaca de madera relata todas las historias al nivel de
los palos que encienden la estufa de leña; Irene corre las escotillas de la
hoguera con la misma vara de metal de siempre.
Intenta decirme algo pero no la escucho. Ya entiendo, no quiere que me
queme, su estufa rojiza arde pero no hace daño. Me siento en su mesón para
escuchar una historia. Y hubo muchas, pero, como al purgatorio y las cosas
no tan importantes, las olvidé.
Hoy, con la molienda, ella se concentra en su cocina, atiende a los obreros
y al final del día solo resta dejar todo listo para, a las tres de la mañana,
volverse a levantar.
¡A Irene no le pida que le enseñe, solo observe cada preciso movimiento.
Siempre con su angustia por tener todo listo!
Yo vuelvo a la banca y veo, al final de la cocina, la última puerta, esta vez
es de lata y pretende la seguridad en una cuerda de fique. ¡No hay lío,
nadie entrará! Y me quedo mirando, y la cocina es oscura, solo entran
cinco rayos de luz al medio día.
¡Siéntese!, le dejo sentarse en mi banca. ¿Ve? Pasa de todo y a veces no
pasa nada; hoy con el trajín del trabajo de la panela, todos caminan por ahí.
Y se hace invisible por unos cuatro días la inmediatez de la que carece la
casa. ¡Salgamos!
La puerta, como mucho de esta casa, conecta con todo y siempre está
abierta, aparece entonces un lavadero de cemento donde ella mata las
gallinas. Y aquí estuve, observando y preguntando cómo se hace algo así.
El escenario es el mismo, algunos árboles más, otros menos, y otra gallina
desnucada para dar de comer a la familia. Al fondo, ya en el patio de atrás,
el mismo árbol donde la cuelga y la despluma. Vuelve al lavadero, le quita
el pico, el cuello, las tripas, las carnes y los huesos. No habrán pasado
más de diez minutos. Ya está ese olor de poros abiertos y carnes
desplumadas.
Los cultivos de caña El punto de vista del Exilio
Este es el fragmento donde están las raíces. ¿Conoces el olor de la caña?
¿Conoces el “amorseco” del monte? Repetidamente tuve estas lagañas en
las botas, lagañas del monte, pedazos de una hierba peluda que se adhiere
a la ropa a medida que caminan sobre la caña seca y que los campesinos
aquí llaman “amorseco” del monte. Esquivo el cogollo de la caña para que
sus pelos no me lastimen. Campos llenos que tapan la mirada; no hay
horizonte y el paisaje se describe en caña.
Los cultivos ya cada vez más escasos han suscitado la incertidumbre de su
desaparición. Se camina por entre ellos atento, el tacto es la herramienta
principal y los trabajadores como Olivo y Humberto, que hace más de
veinte años cortan caña, abren paso con su machete, sacan las cargas y
las montan en las mulas que, camino abajo, llevan la caña hasta la
enramada. Salen luego con un poco de “amorseco” en las botas y el
pantalón.
Los cultivos acompañan senderos que se han hecho un tanto más amplios,
(aunque, quizás por las fotografías viejas, construí una idea de pasajes
angostos y mi imaginación me da para pensar en vías de herradura). Estas
mismas rutas, donde están las mulas con las cargas de caña bajando y
subiendo constantemente cuando hay molienda, son las rutas que
construyeron el carácter y la cultura de todos quienes trabajaron y
vivieron entre la caña de azúcar.
La enramada y el trapiche
El trabajo con el trapiche es la forma de vida de la que todos, en la familia,
parecíamos tener la misma impresión de constancia y sustento: las mulas
con las cañas a cuestas, la enramada en uso por primera vez, de las dos
veces que se emplea en el año, una nueva pila de bagazo y comida para los
obreros. Jornadas extensas en ese lugar, donde se fabrica la panela,
definido como la empresa familiar.
¿Por dónde prefiere entrar? ¿Por arriba o por abajo? A decir verdad por
cualquier lado estaría muy bien. Mire, arriba está el motor, abajo la hornilla.
Bueno entremos por arriba.
Ahí está el camino que conduce a la carretera principal. Se desvía a la
izquierda y está la casa. Al frente la enramada. Hay un árbol de naranja
agria. Una alberca de agua para refrigerar el motor y la caneca de acpm.
Las mangueras que lo alimentan y lo comunican con estos dos depósitos
están cerca del motor: LISTER, BLACKSTONE hecho en Inglaterra,
comprado hace ya más de 50 años por Don Héctor, esposo de Irene.
El trapiche, una composición de círculos perfectos, de engranajes y
tuercas irregulares. Aquí, del volante y la polea se sostiene una correa que
se mueve y gira con la cinta; se introduce la caña y el trapiche la aprieta,
solo deja el bagazo y el jugo que se lleva a los calderos por un tubo. El piso
de la enramada ha disminuido.
¡Los olores son penetrantes! ¡mire! La gente ha caminado tanto por aquí…
está gastado, y ésta esquina en la que estamos ahora… ¡venga siéntese!
Aquí jugué, creo que a subir y bajar esta frontera de tierra entre el bagazo y
los cinco calderos que han hervido tres días seguidos. ¡No los toque, se
quema! Puede sentir los vapores, ahí está el aroma.
En estos días, por la molienda, la pila de bagazo se hará más grande y los
olores más presentes, a veces más agrios, como de guarapo, a veces más
dulces de jugo de caña puro, en ocasiones de melado y agua panela.
A la derecha de los calderos, un tronco ahuecado llamado por ellos batea o
tacho, donde se da punto a la melcocha, y los bancos donde se ponen las
gaveras8, están siempre llenos de abejas; sin embargo, nadie intenta
esquivarlas.
¡…baja estos tres escalones de tierra…! Aquí está la hornilla.
Dos ventanas de fuego que se alimentan de bagazo, siempre cerca las
herramientas de trabajo, una pala y una escoba de matas.
¡Ya estamos atrás!
Subimos por una montaña que rodea la enrramada, por un camino de
quizás diez metros: de un lado la pila de bagazo, del otro lado el camino y
aparece de nuevo el árbol de naranja agria.
8 GAVERAS: Moldes donde se vierte la mezcla de la panela.
La molienda
Una definición del Hogar
Es un proceso que construye la búsqueda de la simpleza. El sonido del
motor es pesado y continuo, pero parece que se agotara a veces, sube y
baja, es inconstante.
Media noche, dos de la tarde:
12:00 am Encienden el motor.
1:OO am Se ha dejado arrumada la caña en un extremo de la enramada
desde el día anterior. Olivo y Humberto trabajadores desde hace más de
veinte años, recopilan las cañas y cargan las mulas.
1:30 am Cantan los gallos, ya no suena el motor. Miguel le pega al palo de
guácimo, le retira su corteza para limpiar los calderos.
2:50 am Todo parecía familiar y, claro, lo era: una enramada, las luces
encendidas, las pilas de bagazo llenas. Un sonido fuerte, pesado y
constante, el del motor.
2:57 am Hornillas listas y calderos hirviendo con el fuego.
3:22 am Sale una carga de panela. La vierten en las gaveras, la reparten,
retiran la panela que sobra. Limpian las gaveras, las quitan, sale el molde.
Ya hay panela de libra. Las almacenan en las cajas de cartón de “Panela La
Tobiana”, más tarde las habrán de recoger para ser llevadas al pueblo y
luego distribuidas.
4:40 am Las cajas medio llenas de panela y empieza el amanecer.
5:19 am Se enciende el motor. El olor es cada vez más penetrante. Melao,
guarapo, panela. Una melcocha tostada.
5: 25 am Hay luz de día. Ellos trabajan.
2: 00 pm Se ha acabado la molienda. Esta noche, para ellos, una jornada
seguro más pesada que la mía. Habrán levantado sus cuerpos a las once
de la noche del día anterior, habrán sentido un día como cualquier otro y
sin embrago no imaginaron mi presencia, la presencia de la cámara.
2.
¡EXPRÓPIESE!
La herencia, causa de la extinción.
Como dice mi abuela: Se muere el perro, se acaba la cancha.
La muerte de Don Héctor, dueño de la finca, es el inicio de la discordia, la
excusa para pelear por la tierra desde hace treinta años. Quince hectáreas,
con quince mil metros cuadrados de cultivos, pastizales o potreros. La
muerte, que lleva a la repartición y venta de la tierra, genera desacuerdos
que transforman la noción y la experiencia de hogar.
La finca La Esperanza, en la vereda Cañaditas, es la segunda de las siete
que hace parte de la vereda y que pertenecen todas a la familia Méndez
Fierro. El núcleo ha perdido su forma por la fragmentación y venta de la
tierra. Situación ineludible por el acelerado cambio en la economía
capitalista que obliga la globalización. Es entonces, cuando la parcelación
impide el deseo humano de organizarse y hablar desde un hogar,
imposibilitando la capacidad de dialogar desde la zona de origen, momento
en el cual existe una desintegración, un punto de quiebre.
En primera instancia, planteo la extinción del hogar. Reestructuro de
manera crítica el pasado de mi familia, exprimido como la caña y hecho
bagazo, por el espectro del progreso. Ilusión sustentada en la obtención de
bienes, único centro activo de nuestro presente, que evidencia el punto de
transición, el porqué del emigrar. Es ahí cuando sale a flote el bagaje
histórico del lugar, resaltando su valor olvidado en el presente. Estudio,
así, aquellas generaciones que, intentando no frustrar sus anhelos,
apelaron por la modernidad. Por último, procuro crear puentes culturales
que pongan en contacto el mundo olvidado en la enramada, con la
experiencia de los emigrantes.
Las imágenes encontradas, tan arraigadas al territorio, logran definir mi
concepto de hogar, rodeado de quienes lo habitan y al mismo tiempo de
quienes lo abandonan. En este sentido el hecho de abandonar no significa
despojarse de una historia, sino por el contrario, convertir las raíces en
nuevas rutas que nos llevan a resignificar ese concepto.
Ahora, si aquellos espacios se venden, ¿dónde queda la construcción de
ese camino ya avanzado? Es cierto que hay un desplazamiento voluntario
en busca de nuevas oportunidades, sin embargo, aquellas rutas por las
que pasaron nuestras familias, los paisajes y el oficio, que ahora se
cambian por fronteras de cemento como defino la ciudad; todo eso define
su carácter, pero, hay una estrategia aquí de superación, que incluye
necesariamente los inevitables procesos de movilidad que caracterizan la
cultura global.
La hoya, la montaña, el topacio, el recuerdo, el hoyo y la pradera;
lotes en los que se divide la finca. La esperanza fue dividida. Se crean
fronteras entre aquellos quienes hacen parte del hogar.
“La frontera”- Lhasa de Sela
Albúm: The living Road (2003)
Hoy vuelvo a la frontera
otra vez he de atravesarla
es el viento que me manda
que me empuja a la frontera
y que borra el camino
que detrás desaparece
Me arrastro bajo el cielo
y las nubes del invierno
es el viento que las manda
y no hay nadie que las pare,
a veces combate despiadado
a veces baile
a veces… nada
Hoy cruzo la frontera
bajo el cielo
bajo el cielo,
es el viento que me manda
bajo el cielo de acero,
soy el punto negro que anda
a las orillas de la suerte
Mapa de la finca La Esperanza en la vereda Cañaditas. Tobia, Cundinamarca.
Perteneciente a la familia fragmentada.
La palabra Hogar proviene del latín Focus (o Fogar), que significa,
originalmente, fuego o brasero. El culto a este, fue uno de los primeros que
se realizaban entre los griegos y latinos. En cada casa, a la entrada o en el
centro de ella, había siempre una hoguera, un brasero, una llama viva que
era presencia sagrada. Una necesidad de fuerza, calor y luz.
Este concepto de hogar lo hago metáfora en la gallina, comida campesina
que dio alimento a muchos hogares en Latinoamérica y que hoy es vista
como los restos de una condición criolla menospreciada. Yo le doy un lugar
a la gallina porque se sitúa precisamente en la cocina, ese espacio donde
está el fuego, la brasa, el calor y la luz, en la estufa de leña que aún
conserva Irene.
Realizo entonces, en medio de mi investigación un video experimental
titulado “Una gallina que no se come nadie”. A través de esta imagen
audiovisual relato todo el proceso de preparar la gallina. Un acto bizarro a
primera impresión. Yo lo observaba con detenimiento, tratando de
descifrar qué parte de la gallina era la que Irene sacaba primero, cuáles
conservaba y qué era basura. Intentaba aprender a matar una gallina,
aunque no me atreví. Esas gallinas determinaron mi forma de apreciar
estos espacios, como una relación de caracteres que me definen hoy.
Las abuelas que las preparaban, se han ido y las familias que se sentaban
a la mesa, ya no están. Llega a ser una metáfora de los muchos hogares en
Colombia, despresados y mutilados
¡A la familia, como a la gallina, la despresaron también!
Una gallina que no se come nadie
Video experimental (2013)
RECETA - LA GALLINA ALIÑADA- POR IRENE FIERRO
Para hacer un almuerzo con gallina, hay que corretearla primero en el
patio, cuando es de esas criollas. Pero hay que correr y yo sola no puedo,
toca cuando estén los muchachos y haya quien ayude.
Se coge, luego se le pone un palo en el cuello, en la nuquita. El pie encima
del palo, se estira y se desnuca. Pero hay que tener el agua ya calentando.
Cuando este hirviendo, se mete la gallina en una vasija y se le echa el agua
caliente para pelarla y quitarle las plumas. Luego de quitarle bien las
plumas, se hace una hoguera con bagazo y se charruzca9.
Se pasa al lavadero para que quede bien limpia. Se le echa jabón, agua, se
raspa con el cuchillo, ¡bien lavadita! y luego cuando esté lista, se coge un
pedazo de cebolla y se le refriega para que no quede sabiendo a jabón.
Ahí ya se lleva a una olla en el fogón. Primero hay que destriparla bien,
sacarle todo, lavarla bien por dentro. Retirarle la asadura que se lava y
también va allá a la olla. Y echarle candela que hierva, que cocine.
El sancocho se hace con eso.
Se le agrega una cucharada de sal, un pedazo de cebolla para que le de
sabor, cilantro (de ese que llaman barraquero o pieres nada, ese se da por
ahí en el patio no más, ese cilantro le da muy buen sabor), se le agregan
unas seis hojas a la olla, que hierva.
Cuando hierve, se abre el plátano por la mitad y se hace en pedacitos, se
va a la olla, se le echa yuca, papa blanca y criolla, arracacha y mazorca.
Todo cocina ahí con la gallina.
Cuando ya está la gallina, se saca y se pone a reposar. Se despresa, ¡bien
despresadita!. Luego en un plato se hace un aliño con ajo macerado, sal y
del mismo caldo que está hirviendo en la olla se le echa un poco, para que
suelte la mezcla. Se coge luego presa por presa y se aliña. ¡Bien aliñadita!
Y cuando este todo, se hace el ají. Se comienza a servir, la gallina con
arroz seco y el sancocho para que se la coman, que queden conformes, que
les guste a todos.
9 CHARRUZCA: Término popular utilizado por mi abuela para denotar que la gallina esta siendo quemada.
Karen Palacios
Pintura al óleo sobre tela,
1 m x 2m
2014
"Siéntese usted a la mesa, recorra las grietas de la madera, llegue a su
plato y sírvase su presa. El cubierto, la mano. Y alrededor, unas seis
personas, que ya no se sentaran más con usted a comer esa gallina que
sólo prepara Irene. En el cuello de la gallina, pone el palo seco de escoba
que utiliza para barrer. Agarra el madero con seguridad pero sin pensar en
ello, casi ignorando el tener que hacerlo. Lo ubica en paralelo a sus
hombros con una mano y con la otra el animal. Está la gallina en el
piso, el palo en la posición adecuada, sus manos firmes y le estira el
pescuezo. Ha muerto. La pringa. Cincuenta metros hacia atrás, un árbol
viejo, el mismo de siempre. La cuelga, la despluma, le habla, le cuenta. No
habrán pasado más de diez minutos y ya está ese olor de poros
abiertos y carnes desplumadas.”
Bitácora del proceso
Ahora bien, estas intenciones de subvertir, con el arte, los proyectos del
Estado que llevan al exilio, aquí voluntario, demuestran que, las
condiciones de nuestro tiempo exigen una novedad, una condición
alentadora de poder traspasar las fronteras, desafiando posturas
compactas que nos impiden relacionarnos de otras maneras con el mundo,
ese que nos urge conocer.
La causa de esto, la modernidad:
y, sin embargo, es cierto: el mundo en el que vivimos hoy – en el cual
la modernidad está decididamente desbordada, con irregular
conciencia de sí y es vivida en forma desparejada, supone, por
supuesto, un quiebre general con todo tipo de pasado (Appadurrai,
2001, p. 6).
Las condiciones de migración, que se dan en el marco de este paulatino
cambio, generan ruptura en las relaciones interpersonales y con el espacio
mismo que habitamos. Lo cual nos hace mudar de pensamiento: haciendo
resistencia o dejándolo todo, de manera que hay mutación entre hábito y
renovación.
Jorge Panchoaga, Antropólogo y fotógrafo de la Universidad Nacional,
investiga en el Cauca una historia familiar, basada en el lenguaje y la
tradición oral. “La casa grande”, proyecto fotográfico que hace referencia a
la identidad y el valor de la historia, habla de un eje fundamental en el
Cauca, donde se da la necesidad de un territorio y la resistencia generada
por la expropiación de tierras es, entonces, cuando las familias deciden
desplazarse o manifestar una resistencia. Se conspira en las noches para
recuperar las tierras, con la idea de devolvérselas a su familia.
Jorge Panchoaga
Serie “La casa grande”
Fotografía
Jorge Panchoaga
Serie “La casa grande”
Fotografía
La migración, del campo a la ciudad, no es un acontecimiento nuevo en
nuestra sociedad, teniendo en cuenta nuestras condiciones políticas
inestables y poco equitativas. Cuando tenemos en paralelo la migración y
el flujo de imágenes, músicas, noticias: aquello que es “productivo” para la
industria. Vemos, cómo influye la noción de tiempo, eficiencia y utilidad en
el migrante, visto como aquel que se expone a las condiciones de un nuevo
hábitat. Puesto que el flujo de información es constante y veloz, esto
tiende a gestar subjetividades en el migrante, es entonces, cuando nos
convertimos en seres “apreciablemente globalizados” o “globalmente
inútiles”.
Es cada vez más común que las personas deseen hacer realidad la
posibilidad que se encuentra, primero en la imaginación, de que ellos o sus
hijos vayan a vivir y trabajar en otros lugares, lejos de donde nacieron.
Este es el resultado de una serie de informaciones que influyen en el nivel
de vida, tanto local y nacional, como en general un sistema global que nos
induce a despegarnos de nuestros orígenes. “En ese sentido podemos decir
que las personas y las imágenes se encuentran, de forma impredecible,
ajenas a las incertidumbres del hogar” (Appadurrai, 2001, p. 8).
Encuentro realizadores audiovisuales que relatan a través del lente, esas
tramas que se entretejen entorno a la historia de Colombia. “La mancha es
la sangre del plátano y no es suciedad, es estética”, es un documental del
colectivo CAMPO JUSTO. Historia de héroes que cultivan lo que comemos.
Inicia este documental con la entrevista a un campesino que cultiva
plátano, quien cuenta lo que para él significa el campo: “Una vez un señor
en Rio Blanco, Tolima, me preguntó: ¿Para usted qué es el campo? Entonces
yo le dije aquí así: El campo pa’ mi es una página en blanco dónde el
hombre con sus manos va escribiendo la historia de Colombia”...
Mientras tanto sus hijos dicen: “… Mis padres aman el campo pero no,
nosotros ya queremos trabajar en otra cosa, eso es muy duro…”
Esta producción, retrata la identidad en los espacios que se habitan los
protagonistas; el cielo que pueden ver; la comida diaria, el producto mismo
de la tierra que define la relación directa entre territorio y habitante.
Colectivo CAMPO JUSTO
“La mancha es la sangre del
plátano y no es suciedad, es estética”
Documental – min 1:42
A esta investigación sobre la enramada le da marco histórico la
consolidación cultural que deviene del desarrollo dado por este oficio que
emplea la caña de azúcar. Las noches de molienda en las que los
trabajadores como Olivo, Humberto, Irene, Carlos, Iván o Marly son mano
de obra, de creación intelectual y gestores culturales, en este
procedimiento de hacer la panela. Tal como se conoce este oficio, desde
hace unos sesenta años, se agota y se transforma. Deriva de ahí, la
condición humana de estos habitantes en la vereda Cañaditas, quienes
reaccionan a la supervivencia, generada por un sistema económico del que
ya no logran hacer parte de manera independiente y donde empieza a
reinar la idea de unirse a la competencia o morir.
El nuevo modelo de producción que se está implantando en esta región, se
construye en la industria que funciona a vapor. Esto implica que el
proceso: cortar y apilar la caña en los cultivos; transportarla en mulas
camino abajo; pasarla por el trapiche; arrumar el bagazo; caldear el jugo
de la caña; batir la melcocha en la batea o tacho, todo se modifica en la
enramada a vapor.
Allí, se solicita la mano de obra en menos cantidad. Los insumos de
fabricación de la panela varían dependiendo del productor. Se deja de
trabajar en las noches. Las producciones son más rápidas pues el
gobierno, que instaura estas plantas de vapor, tiene mayor presupuesto
para comprar más caña, entonces, se pasa de hacer dos moliendas al año
a hacer una semanal. Los subproductos que se derivan de la caña de
azúcar como bien pueden ser: la melcocha, el chirrinche o el guarapo,
dejan de tener su espacio dentro del desarrollo cotidiano del lugar.
La arquitectura del espacio que en las enramadas tradicionales es abierta,
dejando ver la pila de bagazo, los calderos y el motor, se modifica por una
planta a vapor cerrada, cimentada con ladrillos y metal. Desaparece el
tacho o batea: tronco ahuecado, donde se da punto a la panela. La madera
se sustituye por el hierro. Las pilas de bagazo y el olor que proporciona al
lugar, desaparece. El motor deja de sonar.
Calderos en una enramada
artesanal – Vereda Cañaditas
Calderos en una enramada a vapor –
Vereda Cañaditas
Sin duda, para estos procesos artesanales (sin idealizarlos), competir con
la nueva industria significaría perder el eje que articula la existencia de su
cultura que se evidencia en las moliendas, tal como existen aún.
Esto me lleva a hablar del sistema en el que se ven envueltas las políticas
económicas, que definen los sistemas de producción, llegando a ser una
causa, así como lo es la herencia, de la movilidad hacia la ciudad.
En toda ciudad y en toda época existen bandas, fuerzas sociales,
colectividades que se niegan a plegarse a las miserias del trabajo
sometido, a los tiempos de la producción y el mercado, a los
designios de la disciplina y la moral. ¿Dónde se encuentran estos
ingobernables? ¿En qué espacios producen y crean siguiendo unos
parámetros extraños para la lógica económica? ¿Qué tipo de
infraestructuras y servicios necesita la multitud para producir más
cooperación, más libertad, más autonomía, más creatividad, más
alegría colectiva?10
La economía expropia la tierra. Iván Urrea, lleva Treinta años trabajando
en el sector panelero, en una entrevista hecha el día martes, 27 de mayo
de 2014, él nos cuenta:
“Uno hace un cultivo de media hectárea y para invertirle se le van a uno tres
millones de pesos; cuando ya se tiene un tiempo de veinte meses para dar
producción y se vaya a hacer la panela, le dará por ahí a uno veinticinco
cargas, que hoy en día cuestan tres millones de pesos, pero los costos que
se le han ingresado a eso son por ahí de cuatro millones de pesos, entonces,
el campo está muy mal por eso, porque nos tiene muy abandonado el
gobierno.
El trabajo es completamente independiente, aquí no hay ninguna garantía,
los salarios son bajos… A nosotros no nos colaboraron en estas enramadas
por hacer una vaina de esas de vapor, entonces, más nos acabaron de joder
ahí… Estamos muy mal con la producción de panela porque los precios son
muy bajos y los costos son muy altos. Para invertir uno en esto,
escasamente hace uno por sobrevivir y el resto malo, malo… Toda la gente
ya no quiere es como saber del campo, se han ido a otros lados
10
Expósito, Marcelo, La potencia de la cooperación. Diez tesis sobre el arte politizado en la nueva onda global de movimientos, Buenos Aires, 2012. Recuperado de: http://www.macba.cat/PDFs/pei/marcelo_errata.pdf
abandonando por falta de garantías… se han ido desplazando y
desplazando porque aquí se pone cada vez más berraco para trabajar… se
van a las grandes ciudades y los campos están abandonados,
abandonados completamente…”
Cómo nos cuenta Iván, no hay garantías, precisamente porque el interés
de las instituciones del Estado, es acabar con estos pequeños empresarios.
Su voz expresa los síntomas de la extinción.
Nos da las cifras que corresponden a tres millones de pesos para el cultivo,
lo cual se recupera en veinte cargas de panela, pero no se tiene en cuenta
en estos costos: la mano de obra, los materiales de elaboración aparte de
la caña de azúcar y la infraestructura para hacer la molienda. Entonces,
según nos cuenta Ivan, se invierten cuatro millones de pesos de los cuales
se recuperan, solamente, tres millones de pesos. Esto corresponde al
impacto de los nuevos modelos de desarrollo económicos sustentados en la
cantidad y no en la calidad, lo cual desemboca en la paulatina pérdida de
las enramadas de producción independiente, las cuales, por falta de
presupuesto para sembrar, se dejan de usar.
Los campesinos de esta vereda han optado por vender su caña de azúcar a
la enramada de vapor presente en la vereda, pues genera más rentabilidad.
Ahora, otro punto importante en esta población sería la perspectiva de
educación, que da origen al oficio:
Ésta, no tendría que contestar la pregunta ¿dónde ir?, sino a esta
otra, ¿dónde está? Porque nos podemos encontrar en la biblioteca,
en el laboratorio, en la academia, incluso leyendo libros y
mapamundis, unidos a las fuentes de la ciencia en un espacio
virtual, quizás incluso, la sensación de estar allí sentados predomina
sobre la de quedarse en una silla, en casa. ¿Bastarán estos canales?
¿Sustituirán a la presencia viva del maestro, encarnación amada del
saber? Y, sin embargo, por presente que este al entregarse ¿enseñó
alguna vez el cuerpo docente algo que no fuera virtual, nombre y
mundos del más allá?… Cuando la ciencia cambia, el aprendizaje se
transforma: cuando los canales de enseñanza cambian, el saber se
transforma; y las instituciones le van a la zaga (Serres, 1994, p. 13).
La relación que guardamos con el conocimiento, ha mutado desde
siempre. La educación que recibieron estos campesinos, distinta a la que
recibimos tradicionalmente en las escuelas o colegios, se da con
conocimientos que se transmitieron de manera directa entre familias: en
los cultivos de caña, en el proceso de la molienda (corte, trapiche, calderos,
gaveras, hornillas, cocinas, tejidos, cuentos, canciones) y puede resultar
para nosotros: “citadinos”, algo anacrónico y carente de fundamentos
teóricos. Sin embargo, el trabajo de la molienda deriva de una educación
adoptada por generaciones. La institución: la enramada. Así, este proceso
de aprendizaje, prolonga la existencia del conocimiento.
Ahora, la aparición de estos factores de riesgo de separación y frontera, de
desarrollos económicos inalcanzables, de mutaciones de espacio y familia,
hacen que elementos de esta educación como: el tejido de las esteras11; el
uso de la escopeta para matar a los faras; la elaboración de envueltos; la
chicha, el masato, el guarapo, el chirrinche y los cuentos, todo desaparece
con Irene, Olivo, Flor, Humberto, Iván y Marly. Porque las generaciones
venideras, como la mía, procuramos migrar y proyectarnos en otros
escenarios de la sociedad. Ya sea por nuevos intereses o desconocimiento,
pero, en principio, por la búsqueda del “progreso”.
11
ESTERAS: Tejido de caña brava o palma, utilizado poner sobre el suelo y dormir.
3.
LA RAIZ ES LA TIERRA QUE LLEVO EN LAS UÑAS
Hacia la creatividad en el exilio.
(Breve diálogo entre Exilio, Progreso, Creatividad)
El árbol está virtualmente presente en la semilla.
Pierre Levy
Progreso dialoga con exilio y creatividad media la conversación.
Creatividad: — Soy el punto de claridad y origen, como consecuencia para
aquellos que deciden o tienen que emigrar. Porque todos intentan asimilar
y superar de la mejor manera el extrañamiento de su tierra. Todos dicen
sobrevivir. Sí, en este país es sobrevivir. ¡…Que campo, que ciudad…! Aquí
o haya igual es sobrevivir, lo importante es: qué vamos a hacer si nos
quedamos sin nada. Esta conversación busca encontrar una manera de
crear puentes culturales, que unan el desarraigo y la novedad. ¿Creen
ustedes, progreso y exilio, que se pueden inventar puentes culturales entre
generaciones, a través del arte?
Progreso: — Voy a iniciar leyendo este fragmento de un texto: “Cada
generación se reinventa, y en tal sentido lo que podemos percibir es que, en
el viaje hacia la globalización, el arte postula un paradigma para sobrevivir,
tanto a la homogeneización como a la fragmentación y al aislamiento
totales.” (Bernal. 2013, Revista Errata). Crear puentes culturales es una de
sus funciones, Creatividad, y claro que sí podemos trabajar en ello.
— A mí me enseñaron a ir cada vez más alto, volar con tanta altura que
parezca inalcanzable. Creo que lo puedo lograr. A ver si usted, Señor
Exilio, algún día me alcanza. Aunque, sin ofender, lo veo difícil teniendo en
cuenta el país dónde estamos y el exceso de usted que tienen aquí.
Exilio: — Yo opino que los desafíos que tienen que atravesar aquellos que
deciden usar de mí, voluntariamente o por fuerzas mayores, consisten no
solo en encontrar un lugar donde logren identificarse, además, por
naturaleza, en hallar la manera de atrapar la esencia de su origen en
medio de las constantes transformaciones del espacio, en muchos casos,
para establecer relaciones que se puedan dar como nuevas experiencias.
— Pero ya que usted es tan inalcanzable, señor Progreso, dígame, ¿no usa
usted también de mí todo el tiempo? Anda volando por ahí… tratando de
no dejarse encontrar, haciéndose el importante por ser el deseo de todos y
al final, la realidad de pocos.
Creatividad: — Comprendo su punto Exilio, Progreso sufre de una
excesiva compinchería con el señor Egocentrismo, dejándonos a muchos
por instantes y no solo a usted, fuera de su círculo social. A veces yo sufro
de una negativa falta de Progreso en mi esencia. Pero, ¿piensa entonces,
que Progreso también anda llevando su nombre encima?
Progreso: — Pido la palabra. El señor Egocentrismo no se encuentra
presente, sin embrago, ya que nos acreditan una maravillosa relación de
amistad, podría describir su personalidad colmada de una gran valoración
de sí mismo. Él es el centro de todas las atenciones. ¿Está mal, acaso, eso
de querer ser el centro y la vía de desarrollo? Yo lo encuentro bastante
benéfico. ¿O no es eso lo que busca señora Creatividad, no es eso lo que
busca usted señor Exilio? ¡Ascender!
Exilio: — Considero que usted, Progreso, es la meta de todos. -Y con esto
que diré, respondo a su pregunta Creatividad-. Usted, Progreso, es una
meta que se mueve constantemente y en eso pierde la característica de ser
meta. En ese sentido anda por ahí volando tan alto, que no logra
arraigarse a ninguna corriente, porque sus alas son tan grandes que no
concibe la posibilidad de no usarlas. Se exilia incluso de sí mismo, en una
búsqueda constante que me exige a mí, incluso a usted Creatividad, ir más
allá de nosotros, a encontrar nuevos puntos de partida desde donde
impulsarnos para alcanzarlo y eso lo encuentro bastante bueno.
— Sin embargo, creo que usted Progreso tiene otros rumbos que no ha
querido mostrar ¿o no? Vive en medio de una lujosa ascendencia hacia lo
superior y eso, en ocasiones, hace olvidar lo realmente esencial y nos
mantiene viviendo en lo incomodo de estar sobreviviendo a diario. Es muy
cierto eso que decía: en el país en el que estamos se sufre de un exceso de
mí y se escasea de usted. Por eso señor Progreso, ha hecho usted que
estos humanos, carentes ahora de simpleza, lo busquen tanto que olvidan
lo que están buscando.
Progreso: — ¿Y qué buscan?
Exilio: — Ellos dicen que a la señora Riqueza y las monedas de oro que les
prometieron, ella y usted, aunque en realidad creo que están buscando
otra cosa: un hogar.
Progreso: — Ellos buscan eso, pero yo no prometí nada.
Creatividad: — Las promesas no existen. No son actos. En mi opinión,
creo que no lograremos reinventarnos libremente, sin conocer lo que
fuimos, o… en otros casos…, quizás sea mejor no haberlo sabido.
¡Depende de lo agudo de la historia!
— Sin embargo, mi punto es: habiendo pasado ese momento de transición
y cambio que nos da usted señor Exilio, se les haya prometido, o no,
monedas de oro o a la señora Felicidad que anda exponiéndose por ahí,
dejándose conquistar, sea como sea, hay que gestar puentes culturales de
reconocimiento. Yo puedo darles las estrategias, los modos de hacer, pero
necesito que ustedes dos interpreten este patrimonio cultural, que
pertenece a esta historia de vida particular, pero que cada vez más deja de
ser, por su paulatina pero constante extinción.
Progreso: — Siento la necesidad de aclarar mi existencia en este punto de
la conversación. No estoy seguro de que tan necesaria sea Riqueza en este
punto, seguramente y sí, todos la buscamos, ella es demasiado atractiva.
Pero, ando con Egocentrismo porque me exige. Mi estrategia de volar más
alto es exigirles a todos. No me voy a poner con moralidades, simplemente,
siento que hace tiempo desde los años ochenta con la caída del muro de
Berlín, se crea esa noción de derribar la frontera; de ir más allá; de volar,
de no estancarse; de ser libre en la comunicación. Y yo proveo todas esas
cosas, ese puede ser mi puente cultural, Señora Creatividad: estructurar
una sociedad en base al libre transporte de la información.
— En cuanto a este caso específico, sin ofender, considero que tuvo su
momento de esplendor, pero ahora, los niños y jóvenes de este lugar no
pueden impedir el empujón que le hace falta a ese hogar tan anhelado.
Cada vez van perdiendo fuerza. Están al borde de un abismo y el empujón
no depende de ellos.
— Considero entonces que Exilio y yo hemos ido siempre de la mano. Pero,
somos las medusas de nuestros tiempos, tenemos tantos caminos como
posibilidades, de agarrarse a nosotros o perderse. ¿Qué opina usted Exilio?
Exilio: — Me deja usted algo perplejo con tanta sinceridad, pero es verdad.
Encuentro que “la diferencia entre los pueblos sedentarios y los nómadas,
es que los primeros poseen un mundo, mientras que los segundos lo
experimentan. En eso mismo considero que el migrante no se hace libre
negando su pertenencia al hogar perdido, sino correspondiendo a su
perdida” (Bernal, Revista Errata, 2013)
Así, que será momento de dejar perder algo, para renacer en la disolución
de aquello que concebimos como nuestro. A mí:
“me fascina sentir y entender que el hogar y su ubicación pueden cambiar
constantemente de acuerdo a la acogida del lugar a donde se llega, a la
mayor o menor sensación de desarraigo del último sitio donde se vivió o
trabajó, y a la intensidad de la nostalgia hacia aquellos lugares donde se
creció. Para mí el hogar es un concepto vacilante, temporal, que no está
fijo y que no se asocia a ningún estado-nación, sino más bien a un
sentimiento y a una experiencia de pertenencias diversas (Caicedo, 1978,
p. 185).
— Procuramos, entonces, pertenecer. Pero como le dije un día a la
ignorante y despreciable pareja, la señora Guerra y el señor Capitalismo:
“Ustedes no me quitan nada, mi hogar me lo llevo conmigo: mis padres, mis
hermanos, mis hijos y mis raíces que se quedan en la tierra que llevo en las
uñas, de aquello que trabaje y de lo que seguramente seguiré trabajando”.
El puente cultural que propongo crear, está construido con resistencia, la
misma que edificó las columnas de esta enramada y que hoy se
transforman o…, sí, se resquebrajan, pero con las bases siempre puestas
en la libertad de vivir.
4.
EL AMORSECO
Con la cámara en el trabajo de campo
Ya conoció el “amorseco” ¿Verdad? Lagañas del monte que me acompañaron
durante mis trabajos de campo por la vereda. Caminaba con mi cámara por
entre los cultivos y al final del día tenía en los zapatos estos diminutos y
peludos fragmentos que da la tierra.
El vídeo y la fotografía son el medio de registro. Sin embargo, con el tiempo
entendí que la manera en que la cámara me acompañaba no era sólo con
la intensión de documentar espacios, también de inmortalizar noches de
molienda, enramadas solitarias, entrevistas o conversaciones, rostros de
familias, voces y sonidos desapercibidos.
Entonces empezamos a entender que cada cosa por ver, por más
quieta, por más neutra que sea su apariencia, se vuelve ineluctable
cuando la sostiene una perdida, aunque sea por medio de una
simple pero apremiante asociación de ideas o de un juego de
lenguaje - y desde allí nos mira, nos concierne, nos acedia
(Huberman, 2013, p. 16).
Desde esa creación de lo que somos, dada por la experiencia y el hacer
diario, encuentro un lenguaje visual que cuenta mi experiencia propia,
desde lo que defino como la pérdida del patrimonio cultural. La enramada:
entendida como espacio común que gesta la cultura de este territorio y que
los define como comunidad.
Didi Huberman (2013), lo expresa cómo un punto de tensión contra el cual
no se puede luchar, si lo sostiene una ausencia o una futura pérdida. Es
ahí, cuando no queda más que detenerse para observar y ser observados.
Una manera de residir el espacio, un adentro-afuera, cómo las ventanas de
la casa edificada en adobe, de Irene; siempre abiertas para mirar, pero que
impiden acceder a aquello que vemos. Es la existencia de una
imposibilidad:
Abramos los ojos para experimentar lo que no vemos lo que ya no
veremos -o más bien para experimentar lo que con toda evidencia no
vemos, nos mira empero como una obra visual de pérdida-. Desde
luego, la experiencia familiar de lo que vemos parece dar lugar las
más de las veces a un tener, viendo algo tenemos la impresión de
ganar algo. Pero la modalidad de lo visible es condenada a una
cuestión de ser cuando ver es sentir que algo se nos escapa
ineluctablemente; dicho de otra manera, cuando ver es perder
(Huberman, 2013, p. 17).
Entendí que, irremediablemente, algo desaparecería, excepto el “amor
seco”, fiel acompañante en los trabajos de campo.
Adopté, entonces, una metodología de carácter etnográfico. Mi
investigación inició hace dos años, cuando trabajé con los niños del pueblo
de Tobia, en la Escuela Departamental “San Juan Bosco”. Esto se da con
el objetivo de tener una cercanía con la población. Allí, desarrollé talleres
de pintura, dibujo y experimentaciones con el video, todo en torno a la
perspectiva de su espacio cotidiano: el campo. Cómo resultado de este
primer acercamiento, me surgió un cuestionamiento: ¿entorno a qué
espacio común se relacionan las personas de este territorio? y de acuerdo
a esto, ¿qué los hace ser una comunidad?
Posteriormente, me centré en la vereda Cañaditas, donde encontré que
todo el desarrollo cultural se da por el cultivo de la caña de azúcar y es la
enramada el espacio común que da consistencia y valor a la comunidad de
este pueblo. Se desenvuelve así la investigación y creación, en este espacio
donde se generan las tradiciones orales, laborales, de arquitectura y
construcción, dando paso al desarrollo del hogar y a la tradición culinaria.
Hice un recorrido por la vereda y encontré las seis enramadas que la
conforman. Trapiches con su arquitectura en pie. Algunos habitados, otros
solitarios y silenciosos. Todos conservaban su olor de caña seca, de
bagazo.
Vista de la enramada en la finca de la Señora Flor. Vereda Cañaditas.
Encontré la enramada de la señora Flor, quién muy amablemente me
recibió en su casa. Vive sola, con sus pollos y sus gallinas. Los pasillos
silenciosos de su casa, llenos de fotografías viejas e imágenes religiosas.
Todos los objetos contaban una historia, ya fuera por su exceso de uso o
por el abandono, al ser ya inservibles.
En paralelo a mi indagación etnográfica, recurrí al vídeo, como registro y
expresión plástica. Encontré artistas como Rocio Belarra, quien tiene
varias propuestas experimentales de proyección. Su video “Hogar”,
muestra imágenes de una familia, de la que solo nos muestra las
fotografías. Todas estas, proyectadas sobre objetos que se refieren a los
espacios de las personas: paredes o puertas texturadas, pisos, cercas. En
la instalación se ven incluidos tres perros sobre los cuales también se
proyectan las imágenes y quienes se convierten en personajes de la
historia.
Rocio Belarra
Hogar
Video Experimental – Min 02:54
Estos espacios que se residen, buscan contar cosas, buscan comunicar y
la familia es la excusa para que la casa, como la de doña Flor, hable.
Descubrir los espacios, necesariamente implica descubrir historias de
quién habita o de quien abandona. De las enramadas que visité, la
segunda estaba vacía, pero se encontraban los rastros de alguien que
estuvo allí: una estera rota; ropa colgada; platos sobre una mesa vieja de
madera y guarapo recién batido, al fondo los cultivos de caña.
Vista de la casa de la señora María Elisa. Vereda Cañaditas.
Vista de la enramada en la finca de la señora María Elisa. Vereda
Cañaditas.
Ante una colonización inminente de la globalización, para la cual, todos
seremos una masa homogénea de lo mismo, decido hacer enfásis en
aquello que los hace únicos: el cultivo, el oficio, el lenguaje. Encuentro que
en medio de la lucha por la tierra, de competencia y adquisición, las
familias en esta vereda, tal como ha sucedido en Colombia por más de
sesenta años, se desintegran en la una lucha por conservar la tierra.
En las historias encontradas, a lo largo de la vereda Cañaditas y el
territorio colombiano, vemos que de norte a sur hay despojo de las raíces.
Hay un constante desinterés de quienes hacemos parte de la otra cara de
la moneda, llamada ciudad. Pareciera que, desde aquí, vemos todo con
una claridad que más parece neblina, creemos ascender tanto la montaña
que ya no vemos nada y el progreso, del que nos cuentan historias, se
pierde.
Otro proyecto documental, que soporta la investigación es: “Charco azul”.
Al mismo tiempo que genera una pieza audiovisual, desarrolla un proyecto
para la web. Utilizando la estrategia del dibujo, el cine y la música “Charco
azul”, retrata la historia de Buenaventura, ciudad que la violencia ha
dejado en el abandono.
En un redescubrimiento de espacios del pacífico colombiano: La loma, la
casa, el charco azul y las carrileras del tren. Los artistas y realizadores
cuentan la historia desde las voces de Flor, Luz Mery, Saida, Don Alberto
y Willy, residentes del Charco. Un proceso, como relatan ellos: “fue de
decantación, donde en más de una ocasión fue necesario ‘hacer de tripas
corazón’ ante esas tantas verdades que, inevitablemente, le sacuden a uno
los sentimientos y la cabeza.12”
El charco azul
Página web: www.elcharcoazul.com
12
Recuperado de: http/:www.elcharcoazul.com
El plátano, la loma, la casa, la caña de azúcar, el bagazo… De vuelta a las
enramadas, encontré algunas más enteras, otras con intentos de echarse
abajo, todas con la misma estética, con objetos elementales para la
molienda. Estructuras de madera y adobe, tejas de zinc, calderos, pilas de
bagazo más grandes, otras un tanto más escasas.
Mi metodología de estudio, incluye entrevistas a los habitantes,
fundamentadas en la observación de las prácticas culturales de este grupo
social al que, de alguna manera, pertenezco. Exalto sus herramientas de
trabajo cotidiano y la interpretación que hacen de su entorno rural que
está en crisis. Encuentro en la arquitectura de este espacio las bases de su
hogar y de su cultura, que como práctica común define el carácter de esta
comunidad. Construyo a través de la fotografía instantes dentro de lo
incierto de su existencia.
Habiendo hecho un censo de opiniones respecto de sus períodos de
abundancia y crisis, los habitantes dicen que tuvieron toda una vida
productiva, pero se acercan a la muerte de un período de cultivos de caña,
de panela y guarapo. Constatando que son, probablemente, el bagazo de
una época, como lo somos todos al final de cada historia. El bagazo de
cada época en la que hicimos algo y de la que contarán, un poco más, un
poco menos de lo que fue, pero con la capacidad de ser el combustible de
una nueva producción que llevará su propia velocidad, dependiendo de la
noción de progreso que se tenga. Cada uno decidirá el tipo de resistencia
que hace, para que cada espacio que ocupamos alguna vez, no se lo coma
la carrera hacia un algo más que desconocemos.
Vista de la enramada en la finca de Don Víctor Cifuentes. Vereda Cañaditas.
Vista de la enramada en la finca de la Señora Marly. Vereda Cañaditas.
Vista de la enramada en la finca de la Señora Marly. Vereda Cañaditas.
Vista de la enramada en la finca de Don Tulio. Vereda Cañaditas.
Vista de la enramada en la finca de Don Tulio. Vereda Cañaditas.
5.
FRONTERAS Y
BAGAZO SOMOS
PANTALLA MÓVIL
Intervención en comunidad
La proximidad entre obra y público se da por la familiaridad con el
territorio/cultura.
Gilberto Mariotti, Tatiana Ferraz
La propuesta plástica se estructura en dos momentos fundamentales. La
primera etapa se da con la pantalla móvil, cómo estrategia artística y de
comunicación, poniendo en escena el trabajo etnográfico que realicé con
los habitantes de la vereda Cañaditas y como resultado de ello: una feria
de vídeo para el pueblo.
La muestra del trabajo, se da en agradecimiento por su colaboración, que
partió de una experiencia relacional. La participación de los campesinos de
la región, permitió obtener la información de manera solidaria. Esta
iniciativa de proyectar los videos, se da para hacer evidentes los procesos
en el trabajo de campo. También, se dan como espacio para comunicar la
inconformidad de parte de los habitantes, haciendo un llamado de
atención ante una futura perdida, generando en ellos sentido de
pertenencia.
Uno de los desafíos del arte residiría en la capacidad de diálogo en
diversas escalas. El arte desarrolló habilidades tales, como las que
algunas prácticas artísticas aprovechan para generar una
interlocución, en escala micro-política, de la comunidad (Mariotti,
Ferraz, Revista ERRATA, 2012)
El dispositivo móvil busca generar espacios de interacción con la
comunidad que es protagonista de la investigación. La pantalla diseñada
se pone en diálogo con el espacio del pueblo, para proyectar sus voces y
sus acciones en el espacio público, pues concibo el arte como un medio de
comunicación capaz de ser directo con los públicos a los que se dirige.
Proyección en la plaza del pueblo - 12 de octubre de 2014
Programar una feria de vídeo para el pueblo, se da con el objetivo de crear
un público diverso que igualmente se hiciera homogéneo en el espacio
artístico que se estaba proponiendo.
“El 12 de octubre de 2014, llegamos al pueblo en horas de la tarde,
montamos la pantalla, el sonido, el proyector y estábamos listos para iniciar
con la muestra a eso de la seis. Un buen público nos acompañaba, entre
ellos una hilera de niños, en primera fila, esperando ansiosamente el inicio
de la “película”. Hice una invitación cordial a todas las personas que se
encontraban en la plaza, e inauguré la proyección con una presentación del
proyecto y el porqué de estar allí.
Se congregaron alrededor de cien personas como esperando la llegada del
cine por primera vez al pueblo. Algunos cruzados de brazos con cara de
asombro y confusión, otros sin darle la menor importancia pero con
curiosidad. Los niños corriendo, los viejos sentados. Las caras de familia y
amigos en redondo a la pantalla y a la plaza, la presencia del núcleo
familiar: hermanos, padres, tíos y abuelos -esos mismos a los que la
herencia y el progreso los había separado-. La satisfacción de haber
cumplido con el objetivo principal de la muestra: reunir a la familia. Este día,
un 12 de octubre, dedique la primera muestra de este dispositivo móvil, al
hogar que estaba presente en sus rostros. La pantalla por primera vez
muestra mi vida y la idea de proyectar los sueños de otros.
El primer video fue “La casa está en molienda”. Todos murmuraban: ¿de
quién es esa enramada?... ¡Sí, es la de Irene! El sonido del motor estaba
presente en la plaza, hacia retumbar los oídos, mientras que todos hacían
comentarios en voz baja. 1:00 am, 3:00 am… y salen los personajes
entrevistados: Humberto, Miguel, Iván, Olivo.”
La segunda muestra de video fue “Una gallina que no se come nadie”.
Cómo a la gallina la despresan, al hogar también. Ya nadie sabe, ni quiere
prepararla. Ya no hay familia que se siente a la mesa para comerla. ¡A la
familia la despresaron también! Igual que estos animales, estamos
acorralados. Somos el alimento que, pasivamente, espera ser la presa de
alguien más.
Esta acción de diálogo, se inserta en la dinámica de la micropolítica. Al
parecer, la globalización nos ha hecho pensar que debemos vivir de
acuerdo a los modelos hegemónicos establecidos en la sociedad,
asegurándonos sobrevivir en estos moldes.
Habiendo hecho la investigación, es notable el desconocimiento de la
comunidad que, teniendo toda una estructura social y cultural ya
edificada, pierde la noción de poder que tienen como colectividad. Sin
embargo, estos espacios de diálogo, a través del arte, permiten que el
artista rompa esas barreras o fronteras, como lo son estos modelos de
desarrollo inducidos por el gobierno.
Se hace visible la crisis en la que está el campo a través del diálogo entre
una pieza audiovisual y el espectador, posibilitando otros caminos de
acción diferentes a los ya trazados por el Estado en la vida de estos
campesinos, que supuestamente dan vía al progreso: definido como la
adquisición de bienes en la ciudad, que solicita de ante mano la venta de
sus tierras o por el contrario la pleitesía y el trabajo mal remunerado.
La pantalla es objeto artístico, pero también es acción y da una llamada de
aviso para generar sentido de pertenencia por la tierra que ya no se
trabaja. En este sentido, la intención de documentar, se transforma en la
función de denunciar. Punto de transición en el que ellos son conscientes
que, como ciudadanos de este país, injustamente reciben poco de la
seguridad social que profesa su gobierno y del desarrollo agrícola que,
evidentemente, escasea en Colombia, insitando la deshumanización de
quienes habitamos el país.
Es un intento de posicionar, a los viejos que cada vez son más viejos y a
los jóvenes que ya no desean trabajar allí, en la idea de NO SE VENDE: las
casas de adobe, las enramadas abiertas de columnas grandes y pilas de
bagazo. NO SE VENDE LA TIERRA, SE CULTIVA.
Vídeo “La casa está en molienda” proyectado en la feria para el pueblo.
Vídeo “Una gallina que no se come nadie” proyectado en la feria para el pueblo.
La segunda parte de la creación se titula “Fronteras y bagazo somos”.
Instalación donde hago uso del material de creación que elijo como
metáfora de toda la investigación que planteo: el bagazo, residuo exprimido
de la caña.
Hago fotografías de las enramadas en la vereda, halladas en mi trabajo de
campo, las intervengo con bagazo, principalmente para situar en el
contexto al espectador, haciendo evidente lo que es espacialmente una
enramada. Con esto me interesa llevar la fotografía al nivel de objeto, a
través de la intervención con el bagazo.
Fotografía de la enramada en la finca de la Señora Marly, intervenida con bagazo.
La frontera es una consecuencia que encontré de la herencia, de la
fragmentación, de la crisis económica y del exilio. Analizando la repartición
de bienes, la discordia familiar, la pelea por la tierra. Fronteras que se
crean entre el humano, su hábitat y su cultura. Entre el migrante y su
pasado. Entre el campo y la ciudad. Entre todos y la familia. Entre un
pasado abundante en la enramada y un presente lejano de aquellos
espacios olvidados. Fronteras y bagazo: aquellos residuos de luchas,
peleas, ambiciones, todo lo que nos impide acceder al hogar.
De bagazo somos, hemos sido y seguiremos siendo, como el residuo de una
época. El desecho que alza una frontera con lo que va quedando de otras
generaciones, de la usanza de un producto agrícola al que le extrajeron su
jugo y del que sólo queda -como a nosotros cuando nos exprimen la
esencia- el cuerpo usado, la frontera entre lo que fue y ya no es, entre lo
que vemos perder a diario y el producto que somos de ello.
6.
CONCLUSIONES
Habiendo liderado la investigación hecha en las enramadas de la Vereda
Cañaditas e identificándome como el migrante, puedo deducir:
El migrante, aquí, expropiado de su hogar por condiciones económicas
inestables, se rindió ante la idea de seguir siendo lo que era. Así, reconoció
que algo había cambiado: su lenguaje, su paisaje, su cocina, su lugar de
trabajo. Obvió el hecho de haber pertenecido a un entorno, así apartó su
anterior cultura.
Consideró redundante e innecesario habitar la enramada. El migrante
decidió exiliarse, perderse en un mar de información y creó una frontera
con los restos de aquello que alguna vez fue.
Logró convertir la información que recibía a diario, para soportar la idea
del cambio. Procesó los datos y dejó de ser un individuo ajeno al nuevo
espacio para constituir un hogar.
Encontró una manera de sobrevivir al cambio, que voluntario o no, igual
implicó una necesidad perpetua de creatividad.
Buscó el emigrante, encontrar las raíces de un hogar, sin saber que las
llevaba consigo. Y encontró, que la creatividad en el exilio, es como la
creación en el arte.
Aprendió el migrante, que la comunidad se puede reunir en torno a una
causa de pertenecía por su territorio y rectificó el poder de la imagen para
decir: esta tierra no se vende.
Valoró la mano de obra, la gestión de espacios, de recursos, de ganas.
Halló que todo esto se da en torno al significado de pertenencia.
Intervino en la comunidad y cómo echando su/versión afectó de manera
crítica la ineficiencia de sus gobiernos.
Concluyó que el arte edifica relaciones entorno a la construcción de
espacios para la vida.
¡PERO SOBRE TODO, EL MIGRANTE, LOGRÓ REUNIR A SU FAMILIA!
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ARTICULOS
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