Proyecto de Itinerario Catequístico para la Iniciación Cristiana de Niños

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Proyecto de Itinerario Catequístico para la Iniciación Cristiana de Niños Parroquia San Juan Bosco y Santo Domingo Savio 2010

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Proyecto de

Itinerario

Catequístico para

la Iniciación

Cristiana de Niños

Parroquia San Juan Bosco y Santo

Domingo Savio

2010

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Tabla de contenido

Introducción 3

¿Qué es la iniciación cristiana? 3

La iniciación en la Iglesia apostólica 3

Elementos y dimensiones 4

En resumen 4

¿Qué es un itinerario catequístico? 5

Ejercicio de la vida cristiana 5

Formación orgánica, sistemática y básica de la fe cristiana 5

Camino a recorrer en distintas etapas 6

Desafíos 6

El desafío del relativismo 6

El desafío de la ignorancia religiosa 6

El desafío del final de la cristiandad 6

¿Qué respuestas podemos ofrecer? 7

De la responsabilidad exclusiva del catequista a la responsabilidad comunitaria 7

De lo presupuesto al anuncio del kerigma, de la conservación a la evangelización 7

De la imposición a la proposición, de la obligación a la invitación 7

De la meta "templo" a la meta "Cristo" 7

De la información a la transformación 7

De lo intelectual a lo vital, de la razón a la experiencia 8

De la evangelización del libro a la evangelización del corazón 8

De un lenguaje para iniciados a un lenguaje de iniciación 8

El Itinerario catequístico 8

Etapas 8

Contenidos para cada etapa 9

La metodología del encuentro catequístico 10

Propuesta de Trabajo 12

Bibliografía 12

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Introducción Durante mucho tiempo fue la familia la principal responsable de iniciar a sus hijos en la fe. La Iglesia confió

a padres y padrinos la formación el aprendizaje de la fe y de la vida cristiana, conforme a los compromisos

bautismales adquiridos. Los padres explicaban y ayudaban a comprender a sus hijos la fe recibida en el

Bautismo y, puesto que la familia constituía en muchos casos un ámbito de fe, los hijos aprendían, viviendo

en el seno de la familia, la fe que presidía la vida común.

A su vez, la propia sociedad civil, sociológicamente unida a la Iglesia, llegó a desempeñar de modo

espontáneo la función de “catecumenado social” integrando a todos en un mismo horizonte de

comprensión y de sentido.

Sin embargo hoy no es posible pensar en una iniciación así realizada casi de modo “espontáneo” por influjo

del ambiente. La nueva situación cultural y social presenta los perfiles de una fuerte secularización que

determina, en muchos casos, el debilitamiento y hasta el abandono de la fe. Una situación que lleva a

muchos miembros de la Iglesia a tener conciencia de diáspora respecto del mundo, y a los pastores a la

necesidad de impulsar una acción pastoral evangelizadora y misionera, que lleve a la conversión y a la

adhesión a Dios, y que atienda a la consolidación y fortalecimiento de la fe de los bautizados.

La familia, por su parte, recibe también este impacto y de hecho raramente constituye hoy un ámbito

cristiano capaz de “formar” a sus hijos en la fe recibida. Su función educativa, en general, ha sido ocupada

por otras instancias, y, en relación con la educación cristiana la quiebra de responsabilidades es evidente.

En esta situación tiene lugar la recepción del Bautismo y la práctica posterior de la catequesis de iniciación

cristiana.

Por otra parte, hoy vemos cómo un buen número de bautizados o no están iniciados en la fe, porque nunca

tuvieron la oportunidad de una auténtica catequesis, o lo están de modo deficiente e incompleto, de

manera que difícilmente podrán permanecer fieles a los compromisos bautismales.

Todas estas realidades van suscitando en la Iglesia la necesidad de revisar en profundidad la pastoral de la

iniciación y restablecer, en toda su originalidad, la iniciación cristiana.

¿Qué es la iniciación cristiana? El término iniciación designa, etimológicamente, la introducción de una persona en un determinado grupo

humano, asociación o religión e indica el conjunto de enseñanzas y de ritos encaminados a producir un

cambio radical en la persona iniciada. Representa un proceso de aprendizaje, de asimilación y adquisición

progresiva de una doctrina o de una práctica determinada, de unas creencias y valores o de unas

costumbres y comportamientos nuevos. Es un aprendizaje, en definitiva, que afecta a toda la persona y

supone una renovación profunda de su ser.

La iniciación cristiana, teniendo puntos de contacto con las formas iniciáticas comunes, es, sin embargo, un

fenómeno singular de naturaleza diferente. Su originalidad esencial "consiste en que Dios tiene la iniciativa

y la primacía en la transformación interior de la persona y en su integración en la Iglesia, haciéndole

partícipe de la muerte y resurrección de Cristo".

La iniciación en la Iglesia apostólica Los libros neo-testamentarios no hablan expresamente de “iniciación cristiana”, pero sí ofrecen, sobre todo

en el libro de los Hechos de los Apóstoles y en los escritos de San pablo, datos significativos sobre la

entrada en la comunidad de los discípulos de Jesucristo. Y así encontramos un determinado itinerario a

seguir que integra los siguientes elementos esenciales: la predicación del Evangelio, la acogida de la fe y la

conversión, la catequesis, la verificación de las disposiciones del candidato, el Bautismo, el don del Espíritu

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Santo, la incorporación al pueblo de Dios, la participación en el cuerpo de Cristo. Según el libro de los

Hechos este aprendizaje de la vida cristiana, realizado en el seno mismo de la comunidad, comprende

cuatro dimensiones básicas:

- La enseñanza de los Apóstoles, que supone tanto el conocimiento como la adhesión al Mensaje del

Evangelio, atestiguado por los apóstoles.

- La vida en comunión, que comprende la fraternidad, como nuevo estilo de vida, conforme al

Evangelio.

- La asiduidad en la fracción del pan y en la celebración del don de la salvación de Dios.

- La perseverancia en la oración y en la alabanza a Dios.

Elementos y dimensiones La iniciación cristiana comprende los siguientes elementos esenciales:

- El misterio pascual de Cristo.

- La Iglesia, comunidad de salvación.

- La unidad indisoluble de los tres sacramento de la iniciación.

- El anuncio de Jesucristo y su mensaje de salvación.

- La fe y la adhesión personal a la intervención salvadora de Dios en Cristo por el Espíritu Santo.

- La maduración de esa fe, el progresivo y radical cambio de mentalidad y de estilo de vida, en la

comunidad eclesial.

Y junto a estos elementos o aspectos esenciales, podemos señalar también como dimensiones o

coordenadas básicas de la iniciación cristiana, las siguientes:

- La dimensión teológico-sacramental: la iniciativa de Dios que hace a los hombres partícipes del

acontecimiento pascual mediante los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía.

- La dimensión eclesial: la comunidad de la Iglesia que anuncia al Señor, da testimonio de Él y celebra

la Alianza; comunidad que acoge al hombre, le acompaña en el camino de la conversión y le hace

entrega de la fe y, después, miembro de la Iglesia, asociándole a su vida y misión.

- La dimensión catequética: la función eclesial que tiene como cometido fundamentar y enraizar la

adhesión del hombre por la fe a la Palabra y, garantizar su aprendizaje y maduración.

- La dimensión existencial y escatológica: que nos habla de la vida nueva en el Espíritu que nos ha

transformado radicalmente y nos ha configurado en Cristo. Una vida nueva que tiene un origen, se

vive ya aquí, y tiene, asimismo, una meta y plenitud, que ansiamos y esperamos en la parusía.

En resumen Por iniciación cristiana ha de entenderse la incorporación del candidato, mediante los tres sacramentos de

iniciación, en el misterio de Cristo, muerto y resucitado, y en la comunidad de la Iglesia, sacramento de

salvación. De tal modo que el iniciado, profundamente transformado e introducido en la nueva condición

de vida, muere al pecado y comienza una nueva existencia hacia su plena realización. Esta inserción y

transformación radical, llevada a cabo dentro del ámbito de fe de la comunidad eclesial, donde ha de

integrarse la respuesta de fe del candidato, exige, por lo mismo, un proceso gradual o itinerario

catequístico que ayude madurar en la fe.

En este itinerario de fe toda la persona del hombre queda implicada, todas las esferas y dimensiones de su

ser. Es necesario que el hombre alcance a descubrir las maravillas del amor de Dios y de su iniciativa

salvadora; logre comprender el sentido de la mediación eclesial; y, finalmente, asuma con responsabilidad

las implicaciones concretas para su vida personal, eclesial y social de la respuesta libre que ha dado a Dios.

La iniciación cristiana, en este sentido, es obra a la vez divina y humana. Todo esto requiere un itinerario

catequético que ayude a garantizar el nacimiento, aprendizaje y maduración de la fe.

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¿Qué es un itinerario catequístico?

Ejercicio de la vida cristiana El proceso de iniciación cristiana es, en primer lugar, un camino o itinerario catequético que ha de ser

entendido como ejercicio gradual y completo de vida cristiana y, en cuanto tal, ha de comprender el

anuncio del Dios vivo y la llamada a la conversión; la escucha de la Palabra y la profundización orgánica de

la misma, la introducción en la experiencia de la liturgia y de la oración de la Iglesia; la conversión y el

cambio radical de vida; el desarrollo de los compromisos propios de la conversión y del seguimiento de

Jesucristo; el aprendizaje progresivo de la vida en Cristo bajo la guía de la comunidad eclesial. El Directorio

General para la Catequesis denomina a estas dimensiones de la vida cristiana “tareas” de la catequesis.

Mediante el itinerario catequístico, que precede, acompaña o sigue a la celebración de los sacramentos, el

catequizando alcanza el conocimiento del misterio de la salvación, afianza su compromiso personal de

respuesta a Dios y de cambio progresivo de mentalidad y de costumbres, fundamenta su fe y avanza en el

aprendizaje de la vida cristiana, acompañado por la comunidad eclesial. "La catequesis es un camino de

crecimiento y maduración en la fe, en un contexto comunitario eclesial, que da sentido a la vida".

Este ejercicio de vida cristiana alcanzará para el catequizando su desarrollo más pleno cuando pueda

participar de manera activa y consciente en la vida de la comunidad eclesial que profesa, celebra y vive la fe

cristiana. Es decir, se trata de ofrecer al catequizando la posibilidad de sumergirse en la experiencia viva

que la Iglesia tiene del evangelio, y de enseñarle a ver y comprender desde dentro las realidades

misteriosas que ella posee: la Palabra, la comunión fraterna, el servicio de la caridad, los sacramentos, el

testimonio de santidad, y de este modo impregnarse de esa vida y aprender, por esa profunda ósmosis, los

misterios de la fe y de la vida cristiana. Se trata de que el catequizando practique la vida cristiana. No sólo

que la vea o sea informado sobre ella, sino que la ejercite.

Formación orgánica, sistemática y básica de la fe cristiana La realidad de la iniciación cristiana supone, en segundo lugar, una formación orgánica, sistemática y básica

de la fe cristiana. Como dice Juan Pablo II: “La auténtica catequesis es siempre una iniciación ordenada y

sistemática a la revelación que Dios mismo ha hecho al hombre, revelación conservada en la memoria

profunda de la Iglesia y en las Sagradas Escrituras y comunicada constantemente, mediante una

‘traditio’viva y activa, de generación en generación”.

Su contenido, en consecuencia, es la revelación de Dios; es decir, el acontecimiento de la manifestación de

su misterio y designio amoroso de salvación, y el acontecimiento de su donación y entrega a favor del

hombre: el acontecimiento de la salvación. A estas realidades fundamentales inicia la catequesis y ellas son

el contenido de la misma.

No son, pues, los contenidos catequéticos afirmaciones vanas o ideas para el pensamiento o normas para la

conducta. Son realidades: son los acontecimientos del amor de Dios a lo largo de la historia de la salvación,

acontecimientos de la salvación de Dios Padre en Jesucristo por el Espíritu Santo en la Iglesia, que se

expresan en el símbolo de la fe, los ritos sacramentales de la Iglesia, los testimonios de vida de los santos y

santas de la Iglesia, la herencia espiritual de los Padres, las obras de caridad.

“La catequesis de iniciación, por ser orgánica y sistemática, no se reduce a lo meramente circunstancial u

ocasional; por ser formación para la vida cristiana desborda, incluyéndolo, a la mera enseñanza; por ser

esencial, se centra en lo ‘común’ para el cristiano. En fin, por ser iniciación incorpora a la comunidad que

vive, celebra y testimonia la fe. Ejerce, por tanto, al mismo tiempo, tareas de iniciación, educación y de

instrucción”.

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Camino a recorrer en distintas etapas La realidad de la iniciación cristiana implica un itinerario de fe desarrollado con gradualidad y progresión,

articulado en un proceso por etapas. Este proceder gradual de la catequesis de iniciación, que tiene su

origen en el modo como Dios ha actuado a lo largo de la historia de la salvación y en la condición propia del

hombre, se verá reflejado de una manera muy clara en la sabiduría de la tradición catequética de la Iglesia,

como expresa el Catecismo de la Iglesia Católica: “Desde los tiempos apostólicos para ser cristiano se sigue

un camino y una iniciación que consta de varias etapas.”

La iniciación cristiana debe cuidar oportunamente el avance progresivo de cada catequizando y respetar los

tiempos de maduración. En definitiva, estamos hablando de la construcción de personalidades, del

nacimiento del cristiano no sólo de una “actualización” de su identidad. No de una información sobre la fe,

sino de una transformación radical del ser, de una nueva concepción de la existencia. Por eso la necesidad

de un itinerario: un camino a recorrer en distintas etapas, que tiene un principio y un final.

Desafíos Antes de nombrar los distintos desafíos que la realidad actual presentan a la catequesis de iniciación (y al

camino evangelizador cristiano), veamos algunas premisas que no debemos dejar de tomar en cuenta:

- Debemos evangelizar y catequizar dentro de la cultura en la cual estamos inmersos. No se puede

cumplir esta tarea desde la vereda de enfrente, Además: no hay que arrancar la cizaña.

- El sembrador debe gozar al mirar su campo y respetar con paciencia el fruto de su labor. No todo lo

que hay en el campo es negativo.

- Decía Nietzsche que, si el cristiano realmente creyera lo que dice creer, tendría otra cara. Nuestra

cara debe reflejar que realmente creemos lo que decimos creer.

- Los planteos de la actual cultura emergente no son del todo negativos. Estamos demasiado

acostumbrados a ver la realidad en blanco y negro, olvidándonos de toda la gama de grises que se

nos presentan.

El desafío del relativismo Nos tenemos que preguntar por qué ahora se quiere relativizar todo. E intuyo que es una reacción en

contra de aquellos que han absolutizado demasiado. ¿No podríamos preguntarnos qué es lo absoluto y

dejar de absolutizar cosas que no lo son? Frente al relativismo la respuesta debe ser equilibrada,

reconociendo que mucho es, efectivamente, relativo y que, en último término, sólo Dios y sus atributos son

absolutos. Desconocer eso es idolatría (si absolutizamos otras cosas) o paganismo o en el mejor de los

casos agnosticismo (si no reconocemos a Dios como absoluto).

El desafío de la ignorancia religiosa La inmensa mayoría de la gente sigue teniendo fe, pero muchos no han tenido oportunidad para ser

formados, informados y transformados por un encuentro con el Resucitado. Nuestra gente tiene "sed de

Dios" y muchos tienen clara conciencia que "de las cosas de la religión" saben muy poco.

El desafío del final de la cristiandad La cultura emergente no tiene características religiosas cristianas notorias, sino que se presenta como

"neutra". Tarde o temprano eso traerá consigo la desaparición de una cristiandad "sociológica". Vamos de

un cristianismo automáticamente heredado a un cristianismo por opción consciente, de una fe transmitida

a una fe contagiada. Pero un contagio que no se hace de cerebro a cerebro, sino de corazón a corazón. Lo

que exige de la Iglesia y de sus miembros una vida creíble y una fe contagiosa.

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¿Qué respuestas podemos ofrecer? Frente a estos desafíos, y tantos otros que podemos pensar, nos nace del corazón buscar dar una

respuesta. Primero creo, no obstante, que debemos reconocer bien las preguntas que vayan surgiendo e ir

respondiéndolas serenamente.

En este camino de re-armar la propuesta de nuestra catequesis de iniciación cristiana, sin embargo,

encontramos algunas pistas para poder caminar y empezar a buscar senderos:

De la responsabilidad exclusiva del catequista a la responsabilidad comunitaria Una de las dificultades más grandes para lograr una verdadera iniciación a través de la catequesis es la

ausencia de la comunidad. Esta ausencia tiene varias facetas, todas relacionadas con una visión equivocada

de la evangelización y la catequesis:

- La comunidad parroquial ni se da cuenta que tienen algo que ver.

- La comunidad parroquial no acompaña el proceso.

- La comunidad no cuenta con las estructuras necesarias para acoger e incorporar a los nuevos

integrantes: se asume como real e incorregible que para la inmensa mayoría la primera comunión

es también la última, o en el mejor de los casos la penúltima.

De lo presupuesto al anuncio del kerigma, de la conservación a la evangelización En vez de presuponer que se conoce y acepta la esencia de nuestra fe creo que la evangelización debe ser

esencialmente anuncio de una Buena Noticia (que muchos desconocen). Nunca hay que presuponer la fe y

sus contenidos. También nuestra evangelización debe ser reformulada y rearmada urgentemente: de una

enseñanza moralizante que pone el acento en la conservación (especialmente de las buenas costumbres)

debemos pasar a un anuncio de la Vida que desafía todo lo creíble (Buena Noticia y Vida Sacramental).

De la imposición a la proposición, de la obligación a la invitación ¿Por qué presentamos nuestra respuesta de amor al Padre en forma de un conjunto de obligaciones y

prohibiciones? ¿No matamos por no ir al infierno? ¿No mentimos porque está prohibido? Decía Pablo VI

que la moral cristiana son los diez mandamientos leídos a la luz de las bienaventuranzas. El estilo de ambos

textos es diferente como es diferente la propuesta bíblica de la Antigua Alianza (la ley) de la propuesta de la

Nueva Alianza (el amor). Es loable que nos preguntemos cómo realizamos las propuestas catequísticas a los

niños y adolescentes, si proponiéndoles un camino de Vida o imponiéndoles un yugo de prescripciones

esclavizantes.

De la meta "templo" a la meta "Cristo" Nuestras catequesis muchas veces pecan de estar esencialmente centradas en la preparación a un

determinado sacramento, que es la meta, el objetivo y el fin (como punto final). Nos olvidamos que la meta

es la comunión y la intimidad con Cristo. Se centra la tarea catequística en lo esencial y absoluto: el Reino

de Dios, inaugurado por el Señor y del cual la Iglesia es signo, germen, principio.

De la información a la transformación Hay quienes, en la práctica, siguen actuando como si la evangelización y la catequesis tuviera como objetivo

transmitir, de generación en generación, la más completa información posible acerca de lo que creen y

practican los cristianos. Otros apuntan a la formación, insistiendo en que, más allá de la enseñanza, se trata

de la educación en la fe. Creo sin embargo, que en la actualidad debemos ir más allá: el acento debe estar

en la transformación. Sin duda que la evangelización implica adquisición de información y formación. Pero

si la meta es el encuentro y la comunión con Cristo, evidentemente esto debe transformar a nuestros

catequizandos.

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De lo intelectual a lo vital, de la razón a la experiencia Siendo la meta de la evangelización la comunión e intimidad con el Señor, evidentemente se trata de una

"experiencia". Por ende la evangelización deberá pasar de la "transmisión de la doctrina" a la "iniciación en

una experiencia vital". Y en esta experiencia no todo es entregado, recibido, percibido, experimentado de

golpe y todo junto. Se trata de un proceso de crecimiento y maduración que necesita su tiempo. La fe en la

resurrección (sin la cual todo el resto es vano) no es la aceptación intelectual de algo incomprensible. Es la

recepción del don de la Vida Nueva, experiencia que parte del bautismo, que nos hace participar de la vida

del Resucitado.

De la evangelización del libro a la evangelización del corazón Con cualquier manual, esquema, cartilla, librito para nuestra tarea evangelizadora hay que saber hacer tres

cosas:

- abrirlo en el lugar adecuado,

- interiorizarse de su contenido, meditarlo, confrontarlo con nuestra propia fe, dejarnos enriquecer

por el contenido, rezarlo, hacer "nuestro" el tema,

- saber cerrar el libro.

De un lenguaje para iniciados a un lenguaje de iniciación Presuponemos demasiadas cosas. Hablamos de la gracia, del Mesías, del Gloria, del Credo, de ángeles y

arcángeles, de los sacramentos, etc., como si estuviéramos frente a cristianos iniciados plenamente en la

fe, olvidándonos que justamente estamos tratando de iniciarlos. Obligamos a los chicos del catecismo,

desde el comienzo del primer año de catequesis, a la misa dominical, olvidándonos que en el

catecumenado original (prototipo de toda catequesis) los catecúmenos tenían que salir del templo después

de la homilía, justamente porque la misa es para iniciados. Y recién después de mucho caminar podían

participar.

El Itinerario catequístico Al ponerme a pensar sobre el itinerario catequístico que de forma concreta queremos ir construyendo en la

comunidad parroquial, no podía dejar de buscar ejemplos o criterios para poder discernir un camino que

esté de acuerdo a las nuevas perspectivas eclesiales, a los desafíos de este tiempo, y a la realidad concreta

que existe en nuestras actuales catequesis locales.

El punto de partida son los programas que ya contamos en cada una de las comunidades locales, el

programa general que fue elaborado hace un tiempo y sirvió para organizar la temática de algunas

catequesis , y el esquema que se sigue actualmente de formación para los niños: de dos años de comunión

y dos años de confirmación realizados consecutivamente.

Frente a este panorama, propongo un esquema de trabajo a llevar adelante por las comunidades locales en

forma dialogada. Pero antes de presentar este esquema, les doy a conocer un posible trayecto que

podemos pensar como catequesis parroquial.

Etapas Como bien antes se dijo, estamos en un tiempo que demanda regresar al anuncio kerigmático. No podemos

presuponer la fe de los niños que vienen a nuestras catequesis, ni que cuenten ya con algún conocimiento

de las verdades cristianas. Por eso, debemos colocar este anuncio kerigmático en la base de nuestras

catequesis, y de ahí deben desprenderse las otras etapas evangelizadoras con sus particulares propuestas.

Así, un posible itinerario puede ser el siguiente:

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- Comunión:

o Primer año: Anuncio del kerigma, la Buena Noticia de Jesús, muerto y resucitado (El

símbolo de la fe y la persona de Cristo);

o Segundo año: Introducción a la vida sacramental (La Historia de la Salvación, confesión y

Eucaristía);

- Confirmación:

o Primer año: El llamado a la Iglesia (moral y eclesiología; mariología);

o Segundo año: Testigos del Reino (el Espíritu Santo y la misión).

Esquemáticamente se vería de la siguiente forma:

Ahondando en las escrituras y en el proceso del catecumenado, podemos descubrir un itinerario

semejante. Como ejemplo de este itinerario, veamos algunos subrayados del texto de los discípulos de

Emaús:

- Anuncio del kerigma: “Jesús se acercó a ellos y se puso a caminar a su lado… y, empezando por

Moisés y continuando por todos los profetas, les fue explicando lo que decían de él todas las

Escrituras” (Lc. 24,14-27);

- Vida Sacramental: “Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se

lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron” (Lc. 24, 30-31a);

- Miembro de la Iglesia: “Levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron

reunidos a los Once y a los que estaban con ellos” (Lc. 24,33);

- Testigo del Reino: “Ellos contaron lo que había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al

partir el pan” (Lc. 24, 35).

En cada etapa se entremezclan las distintas temáticas de la evangelización, como ya veremos en el

contenido propio que debiera tener nuestro camino de programación, más también existe una

profundización en la propuesta que se realiza al niño de manera que él se sienta cuestionado y animado a

una respuesta cada vez más generosa, libre y comprometida. No podemos dejar de recalcar que el camino

de iniciación cristiana debería llevar a la integración de la persona a la comunidad eclesial y no ser la puerta

de salida del templo.

Contenidos para cada etapa Actualmente, y aún en un proceso de cuatro años, no podemos llegar a agotar todo el contenido de la fe,

menos aún cuando pensamos la catequesis como un camino de ingreso a la fe. En cuáles deben ser estos

contenidos específicos, valdrá mucho la experiencia de cada centro, el camino recorrido y las resonancias

de las temáticas presentadas.

Anuncio del kerigma

Vida Sacramental

Miembro de la Iglesia

Testigo del Reino

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Ahora, más bien, me quiero referir a ciertos contenidos generales que no pueden faltar en nuestras

propuestas evangelizadoras:

- Partir desde la situación del niño y desde la propia vivencia de fe;

- Consideración de los distintos aspectos que componen a la persona: formación humana, formación

espiritual, formación intelectual, inserción eclesial;

- Presentación lo más íntegra posible de los contenidos de la fe;

- Mensaje Cristo-céntrico (abordaje de la Palabra de Dios desde la persona de Cristo);

- Consideración de los tiempos litúrgicos;

- Inserción en la comunidad mediante la expresión de la fe, momentos celebrativos y compromisos

concretos que conduzcan a una “vida nueva” en Cristo.

Cómo adecuar estos contenidos a nuestra propuesta catequística es un arte, más tenemos por seguro la

ayuda de Dios. Como base, podemos tomar el siguiente esquema para ir ubicando los contenidos

específicos de cada año:

Año: Etapa:

Objetivo:

Mes Tiempo litúrgico Tema del encuentro

Actitudes a favorecer

Celebraciones

Al momento de proceder a dar contenido a este esquema, podemos tomar en consideración que ciertas

acentuaciones deben hacerse en determinados años de la catequesis, y que no siempre se puede agotar un

tema en un solo encuentro, por lo que la dinámica puede llevarnos a profundizar en un tema por algunas

semanas. En consideración a esto último, considero conveniente que se pueda pensar cómo lo celebrativo

o la expresión del camino de fe puede ocupar un lugar privilegiado, por ejemplo, haciendo uso de un

encuentro mensual para vivenciar los contenidos trabajados precedentemente. No se debe dejar de lado,

no obstante, el esquema de encuentro catequístico que presentaremos a continuación.

La metodología del encuentro catequístico No ahondaré mucho en la teoría de la metodología, pero sí presentaré sucintamente cuál sería la mejor

dinámica que podemos abordar en la preparación del encuentro (y a la hora de pensar la elaboración

integral del programa, al menos como orientador), y una variante de la misma. En efecto, retomando los

contenidos esenciales que no pueden faltar en nuestro proceso catequístico, podemos esquematizar la

dinámica del encuentro de la siguiente forma:

1. Situación

2. Palabra de Dios

3. Expresión de Fe

4. Celebración

5. Compromiso

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Partimos del aspecto antropológico (la situación), para remontarnos al aspecto Cristo-céntrico (Palabra de

Dios), y concluir profundizando en el aspecto eclesiológico (expresión de fe, celebración y compromiso):

- La Situación: “El punto de partida de todo Encuentro Catequístico será un hecho o situación de

vida, que disponga al catequizando a recibir la palabra de Dios” (DCG-CEA 173);

- La Palabra de Dios: Ella convierte la Vida (la situación) en Buena Noticia, por eso el catequista se

preocupa por ayudar al grupo a iluminar su vida con el Evangelio;

- La Expresión de Fe: Si vivimos un Acontecimiento Salvador necesitamos expresarlo como

creyentes. El catequista contribuirá a compartir la fe en el seno del grupo, para realimentarla y

“recrear” el mensaje de salvación;

- La Celebración y el Compromiso: Aparecen como el culmen del encuentro, la posibilidad de hacer

fiesta por el acontecimiento de fe vivido: un pasado que se recuerda, un presente que nos revela su

exigencia o un futuro que se anuncia y nos compromete.

Estas etapas del encuentro catequístico también nos pueden ayudar a pensar criterios para el itinerario,

siendo que algunas de ellas se pueden profundizar más en un año que en otro:

- Que el primer año de la comunión sea el más provechoso para conocer la situación del

catequizando, y para que el grupo pueda integrarse, conocerse;

- Que el segundo año de la comunión acerque más al grupo a la Palabra de Dios y a la persona de

Cristo-Eucaristía;

- Que el primer año de confirmación ayude al joven a no tener vergüenza de expresar su fe, de

hacer propio el mensaje de salvación en palabras y en obras;

- Que el segundo año de confirmación conduzca al grupo a un compromiso en la Iglesia y en la

sociedad como testigos de Jesús y del Reino.

La vivencia celebrativa es indispensable vivirla y generarla de manera continua en cada etapa, de acuerdo a

sus contenidos propios y sus objetivos específicos.

Este esquema de encuentro puede ser enriquecido o complementado con lo propio del método

experiencial, que con algunos matices propone un proceso semejante. En efecto, este método se halla

conformado de la siguiente forma:

- Motivación,

- Descripción de la realidad,

- Análisis de la realidad,

- Celebración.

En la motivación se busca hacer entrar al grupo en una problemática, en un contacto con su realidad. En la

descripción se aborda la pregunta generada, buscando que el mismo niño o joven halle un camino de

respuesta. En el análisis se le brindan herramientas para abordar el problema planteado, llegando a una

enseñanza. En la celebración, damos gracias a Dios por lo aprendido o pedimos su ayuda si reconocemos

algo para crecer.

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Propuesta de Trabajo Tomando en consideración los elementos hasta aquí presentados, la propuesta es trabajar en la

elaboración de un itinerario catequístico parroquial en el cual se establezcan concretamente:

- Objetivos o expectativas de logro por etapa;

- Temas que se abordarían en cada etapa particular;

- Contenidos a transmitir (oraciones, verdades de fe, etc.);

- Actitudes a favorecer a lo largo de cada año;

- Celebraciones a realizar y signos que se presentarán para ser orados.

La estructura de cada encuentro puede o no desarrollarse en todo su contenido. Nuestro objetivo es, más

bien, que este itinerario sirva para dar homogeneidad a la propuesta catequística parroquial, pero sin

olvidar las particularidades de cada grupo y de cada capilla. Puede ser, no obstante, loable determinar las

fuentes a consultar para la preparación de cada encuentro, especificando la ubicación del contenido teórico

de base (cita bíblica, número del CATIC, etc.).

Que podamos, con la ayuda del Espíritu Santo, trabajar con ahínco en la proclamación del Reino.

María Auxiliadora, Ruega por Nosotros.

Osvaldo Leonel Cánepa SDB

Bibliografía - El nuevo paradigma de la Catequesis desde el Instituto Internacional de Catequesis Lumen Vitae:

Hacia comunidades catequizadas y catequizantes (André Fossion);

- Evangelizar ¿cómo? (Pbro. Francisco Van Den Bosch);

- Iniciación cristiana y catequesis (Prof. Manuel Del Campo. Director del Secretariado nacional de

Catequesis de España).