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Provisión de servicios ecológicosy gestión de los ambientes rurales

en Argentina

Lorena CARREÑO y Ernesto VIGLIZZO

Tapa Pintor: Rembrandt Harmenszoon Van Rijn, (cuadro inferior)«Granja con haces de heno». Se trata de una vista de la granja Kostverloren en un estado de deterioro debidoa que los pilotes que la sostenían se resecaron luego haberse formado un típico polder holandés. Un polderes una tierra drenada de agua mediante la acción de bombeo de los molinos de viento con el fin de incorporaral cultivo esas tierras que antes estuvieron inundadas. Rembrandt combinó un primer plano de la granja conuna vista lejana de la ciudad (probablemente Amsterdam).

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Índice

Prólogo Ing. Agr. Roberto M. Bocchetto ............................................................

Prólogo de los autores ...........................................................................................

Capítulo 1El debate economía-ecología en Argentina ........................................................

Capítulo 2Clima, uso de la tierra y tecnología ......................................................................

Capítulo 3Impactos del uso de la tierra y la tecnología ......................................................

Capítulo 4Bienes y servicios del ecosistema .........................................................................

Capítulo 5Provisión de servicios ecológicos en Argentina ..................................................

Capítulo 6Gestión ambiental del espacio rural ....................................................................

Epílogo ......................................................................................................................

Referencias .............................................................................................................

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Prólogo

El INTA se ha ido transformando continuamente en respuesta a los cambios de con-texto y los desafíos del sistema agropecuario, agroalimentario y agroindustrial. Ha de-mostrado su capacidad para insertarse en el interior del territorio argentino, y consoli-dar su control social a través de los diferentes ámbitos de participación institucional. Hareaccionado con presteza a la crisis de fines de los 90’s, y ha logrado recuperar visión,identidad y capacidad para integrar regiones, tecnologías y equipos. En la actualidad yaestá listo para afrontar los desafíos de la globalización y el desarrollo sustentable.

Durante los últimos 50 años, el INTA apostó constantemente a mejorar lacompetitividad de las cadenas agroalimentarias, la salud ambiental de los sistemas pro-ductivos y agro-ecosistemas, y la equidad social, apoyando la autosuficiencia en la pro-ducción de alimentos y facilitando a las comunidades y diferentes tipos de productoresel acceso a los mercados y los procesos de desarrollo.

En el marco de la globalización, apertura económica y el dinamismo de la sociedaddel conocimiento, encontramos al INTA afrontando fuertes inversiones e incorporandorecursos humanos para ubicarse en la frontera tecnológica, promover la calidad inte-gral de las cadenas de valor, valorizar la biodiversidad y los servicios ecológicos en elámbito del ordenamiento territorial, construir capital social y promover el desarrolloterritorial y local, integrando al mismo tiempo las redes y sistemas locales de innova-ción. Con esta conjunción de esfuerzos, enfrenta hoy los desafíos de impulsar la produc-ción de alimentos y articular los sistemas y cadenas productivas con la generación debioenergía. Proyecta asimismo su ámbito de incumbencia sobre la nutri-genómica, lasnanotecnologías y sobre las fronteras de la biotecnología y la bioinformática, permeandoa su vez el conjunto institucional con las tecnologías de la información y comunicación.

La innovación tecnológica es acompañada, después de la salida de la última crisis,por un profundo cambio en la forma de organización institucional, que implica la crea-ción colectiva de su estrategia con una fuerte interacción nacional, regional y local.Estas transformaciones van desde la forma de pensar con visión de largo plazo, a cam-bios en las formas con que se asignan sus recursos, como así también, en las modalida-des de la intervención, gestión y rendición de cuentas a la sociedad.

Estas fortalezas institucionales para generar conocimientos con proyección territo-rial la legitiman como una entidad del Estado planteada con identidad y energías parapromover el desarrollo sustentable, conjugando las necesidades económicas, ambienta-les y sociales.

Tal misión es posible cuando una institución se nutre de ideas y competencias parapotenciar e integrar las capacidades, energía, pasión, sentimientos e ideales de la gentey organizaciones, construyendo identidad colectiva en el marco de un proyecto nacio-nal. Son las organizaciones que aprenden ante los cambios de las demandas sociales ydel contexto, que saben integrar constantemente el pensamiento con la acción y quetienen la capacidad de crear estrategia con visión compartida. Estas son las bases paraser protagonista del desarrollo sustentable porque se lo construye desde lo regional yterritorial mirando hacia las nuevas generaciones.

Dentro de este marco institucional que hemos delineado en estos ámbitos de difu-sión, afronto ahora con sumo placer la tarea de prologar este pequeño libro titulado«Provisión de Servicios Ecológicos y Gestión de los Ambientes Rurales en Argentina». Laobra surge como un producto que refleja cabalmente el espíritu de los desafíos que hoyenfrenta el INTA. Las concepciones más modernas en materia de gestión ambiental nos

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hablan de la necesidad de valorar los bienes y servicios que ofrecen los ecosistemas, deasimilar la noción de agricultura multi-funcional y de incorporar el concepto de gestióndel ambiente rural. Proyectadas territorialmente, estas nociones son básicas parainstrumentar políticas y estrategias que ayuden a mejorar la calidad de vida de las per-sonas que habitan distintas ecorregiones y ecosistemas de la Argentina. Por primeravez, un trabajo científico logra elaborar un mapa que nos permite identificar y cuantifi-car la oferta de servicios ecológicos en diferentes regiones y biomas que integran elterritorio nacional. No es un mérito menor si tenemos en cuenta que este tipo de cono-cimiento es útil y necesario para instrumentar políticas de ordenamiento territorial. Esimposible imaginar un país desarrollado sin un territorio ordenado. Sirva esta obra comotestimonio de los desafíos que hoy enfrenta voluntariamente el INTA para servir no soloa la familia y a la empresa rural como hizo siempre, sino también a un país que procuraintegrar las dimensiones económicas, sociales, culturales y ambientales del desarrollo.

Roberto M. BocchettoDirector Nacional del INTA

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Prólogo de los autores

¿Qué puede unir a Rembrandt con el concepto moderno de servicio ecológico? Nuestrailustración de tapa pone en primer plano un grabado de este genial pintor que nosmuestra cómo lucía la campiña holandesa en el siglo XVII. Apreciamos una antigua casade campo, un bosque cercano, humedales en abundancia y, más allá, algunas tierras decultivo. Complementan el conjunto de nuestra tapa imágenes recientes de un bosque,de un ecosistema silvo-pastoril y un mapa de la Argentina que resume la capacidaddiferencial de nuestros ambientes rurales para proveer servicios del ecosistema. ¿Quérelación surge, entonces, entre aquel viejo grabado del siglo XVII y esta pequeña obradel siglo XXI? Más allá de la ocasional vocación de vincular al arte con la ciencia, encon-trar una relación directa no es sencillo. Seguramente ningún artista tenía concienciacierta, cuatro siglos atrás, del valor que tienen los bienes y servicios que la naturalezaofrece en distintos ambientes. Sin embargo, Rembrandt identificó en su grabado algu-nos biomas típicos de esa región europea, como bosques, humedales y tierras de cultivoque, históricamente, atrajeron asentamientos humanos. Hoy sabemos que esos biomastienen una alta capacidad de sostener el funcionamiento de los sistemas vivientes, yque al vincular al hombre con esos biomas, lo vinculamos directa o indirectamente a laprovisión de bienes y servicios ecológicos esenciales para la vida. Sin saberlo, los artistasdel pasado vinculaban generosamente al hombre con la oferta de servicios ecológicos.

Lejana en el tiempo la bucólica campiña europea del siglo XVII, el proceso deglobalización que domina hoy al hombre moderno tiende a universalizar modelos (eco-nómicos, administrativos, jurídicos, ambientales, etc.) que generalmente se gestan yexpanden desde los países centrales. Aunque esta homogeneización no es en aparienciacompulsiva, tampoco es inocua a quienes deciden permanecer al margen de ella. Lanoción de gobernabilidad ambiental, concepto de cuño reciente pero poco difundidoaún, connota un imperativo mundial para que los recursos naturales y los ambientes delplaneta sean administrados de manera ordenada y concertada a escala global. La uni-versalización de esta idea, basada en el principio de que ningún país tiene derecho ab-soluto e irrestricto sobre sus propios recursos ambientales si este afecta a otros países,seguramente será imparable en los próximos años. Sus impulsores sostienen que todoslos países viajan en la misma nave espacial (la Tierra), y que a pesar de la heterogeneidadde sus intereses, la gobernabilidad del ambiente global es el camino más directo paratener un planeta más sustentable. La toma de decisiones nacionales, concertada con lacomunidad internacional y fundada en el mejor conocimiento científico disponible, esel pivote de este paradigma. Más allá de la natural resistencia que genera esta intromi-sión en la soberanía de los países, no se puede ignorar que la humanidad habita unplaneta único, asediado por serias amenazas globales como el calentamiento de la at-mósfera, el cambio climático, el derretimiento de los hielos polares, la elevación de losmares, la destrucción de ecosistemas irrepetibles o la pérdida irreversible de biodiversidad.

Encuadrar el futuro de los ambientes rurales argentinos dentro de este marco deordenamiento internacional es, quizás, una política tan inteligente como necesaria paraasumir como país las amenazas globales y para prevenir conflictos evitables.

El conocimiento científico será, seguramente, el combustible que alimentará el cui-dado del ambiente global. La física y sus derivaciones disciplinarias, que dominaron laciencia del hombre en los últimos 300 años, generaron más avances en el conocimientocientífico que los producidos en toda la historia del hombre. La biología, algo más reza-gada en sus progresos, se insinuaba no obstante a fines del siglo 19 y comienzos del 20como una rama científica que crecería con llamativo vigor. No sorprende entonces quela segunda mitad del siglo 20 sea considerada como la era de la biología por los notables

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avances ocurridos, en apenas 50 años, en este campo de las ciencias, Tampoco debesorprender que la ecología, una de las ramas robustas de la biología moderna, asienteun reinado emergente en la primera mitad del siglo 21. Desde que Watson y Crick des-cubrieron la estructura química del ADN a comienzos de la década de 1950, el conoci-miento se aceleró a un ritmo inesperado. En 50 años se dilucidaron procesos y mecanis-mos biológicos esenciales que ocurren a nivel celular y molecular. Hoy los resultadosson tangibles en medicina, farmacología e industrias de la fermentación, y prometenuna revolución en la genética de los cultivos y los animales. Por otro lado, y al amparode un avance exponencial en las tecnologías de la información, las décadas de 1980 y1990 fueron particularmente generosas en el esclarecimiento de mecanismos y procesosque ocurren a escalas de espacio y de tiempo que normalmente escapan a la percepcióndirecta del ojo humano, pero que modulan decisivamente el funcionamiento de los prin-cipales ecosistemas del planeta.

Los avances científicos logrados por el hombre contemporáneo nos permiten dife-renciar los beneficios económicos, relativamente predecibles, de corto plazo, de loscostos ecológicos de largo plazo cuya predicción no es tan sencilla (Solbrig, 1991). His-tóricamente, la humanidad avanzó sobre los ecosistemas bajo el supuesto de que losrecursos del planeta son casi ilimitados, y que si un recurso se agota, aparecerá otro quelo reemplace. Aunque ha permitido materializar los grandes logros de la agriculturamoderna, esta visión no ha sido infalible. Muchos problemas ecológicos y ambientaleshan surgido de una sobrestimación del potencial de nuestros ambientes para producirrecursos esenciales, y de una comprensión incompleta del funcionamiento de losecosistemas. El resultado práctico es que no siempre el beneficio económico de cortoplazo ha compensando el costo ecológico de largo plazo. Afortunadamente, la tecnolo-gía ha venido con frecuencia en ayuda del hombre para subsanar errores que, de otramanera, podrían haber sido irreversibles. Sin embargo, abundan ejemplos de costosecológicos que se han pagado durante muchos años como secuela de alguna actividadeconómica que solo prosperó unos pocos años. Por ello, y más allá de consideracioneséticas que son dogma en el ambientalismo, existen razones prácticas, y seguramenteegoístas, para mejorar nuestro conocimiento sobre los ecosistemas que explotamos.

El conocimiento científico nos permite hoy saber que los ecosistemas funcionalmentesanos proveen bienes y servicios ecológicos que son esenciales para la vida. Tambiénsabemos que esos ecosistemas que sostienen al hombre y a las restantes especies vivien-tes están conformados por biomas singulares o por una combinación de ellos, y queesos biomas se diferencian por su capacidad para producir servicios ecológicos. Cuandoson alterados o destruidos por acción del hombre o por causas naturales, se tornandisfuncionales e interrumpen el flujo normal de servicios. La gestión de los ambientesrurales, con vistas a asegurar una provisión estable de bienes y servicios ecológicos esen-ciales, debe ser una de las piedras fundacionales de toda política de ordenamiento terri-torial. La trilogía productividad-equidad-ambiente conforma la base sobre la que seasienta la noción de desarrollo sustentable, y el ordenamiento territorial es un instru-mento clave para lograrlo.

Nada de esto se planteaba en tiempos de Rembrandt, pese a que el ambiente ruraltambién era una clave esencial en la vida de sus contemporáneos. Y por supuesto, tam-bién es una clave importante de vida para nuestras generaciones, que mira al ambienterural desde una perspectiva distinta pero también vital, aunque mucha más atada a unproceso de globalización determinista que hoy nos domina. Esto es lo que define elfoco conceptual de esta pequeña obra. El objetivo es (a) explorar la capacidad que tie-nen los ambientes rurales de Argentina para proveer servicios ecológicos que son esen-ciales para la vida y (b) discutir su inserción en una estrategia nacional de ordenamientoterritorial que privilegie, dentro de un marco global, las tres piedras angulares del desa-rrollo sustentable: productividad económica, equidad social y salud ambiental.

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El debate economía-ecología en Argentina

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Producción versus conservación

Un dilema habitual en las sociedades modernas con conciencia ecológica y ambientales cómo armonizar los urgencias de corto plazo de la economía con las demandas delargo plazo de la ecología (Viglizzo, 2001 a). Argentina, por supuesto, no escapa a estedebate. Los periódicos hacen referencia frecuente a la expansión de la frontera agríco-la, a la deforestación del Gran Chaco, a la pérdida de masas boscosas en las Yungas y enla Selva Paranaense, a la desertificación de la Patagonia, a la extinción de especies nati-vas, a la proliferación de feed-lots y agro-industrias en cercanías de centros urbanos,etc. Es habitual que ciertas actividades agropecuarias sean «demonizadas» como res-ponsables de estos males. Ejemplos paradigmáticos del mal –seguramente, injustos- sonel ovino en la Patagonia o la soja en la pradera pampeana. Sin embargo, no podemosignorar que estas actividades no son buenas ni malas en sí mismas. Son simplementeactividades de producción, que no tienen como propósito hacer el bien o el mal. Es elhombre quien, a través de su manejo, las hace buenas o malas.

¿Cuáles son las raíces de este debate que ya está instalado en el país? Desde su baseconceptual, digamos que las leyes de la física no ayudan, ya que hay una suerte dedeterminismo fatalista en la segunda ley de la termodinámica. Esta ley nos enseña quecuanto más producimos para aumentar la rentabilidad, más energía consumimos y másdesechos generamos. El costo de este dispendio (que los físicos llaman entropía) es in-evitable porque así lo determinan las leyes inmutables de la Física (Prigogine, 1996). Lossedimentos liberados por erosión de los suelos, la contaminación de las aguas poragroquímicos, o el calentamiento de la atmósfera por emisión de gases invernadero sonuna manifestación física de la entropía. Con esta condena termodinámica que pendesobre nuestras cabezas, es una utopía pretender una armonía perfecta entre produc-ción y ambiente. Como no hay posibilidad física de lograrla, la búsqueda de lasustentabilidad integral de un proceso productivo es una ilusión inasible. Sin embargo,no todo es mala noticia. Es posible encontrar algunas trayectorias productivas que, tec-nología mediante, resultan más sustentables que otras. Más que resignarnos a un con-flicto sin solución, debemos aspirar a encontrar una convivencia aceptable entre esasdos fuerzas que chocan y que, en principio, parecen inconciliables.

Malthus, Ricardo y la tecnología

Pero además de un fundamento físico, el debate tiene también una raíz filosófica. Afines del siglo XVIII, un clérigo inglés llamado Malthus teorizó sobre la capacidad decarga de la Tierra y los límites del crecimiento. Realizó las primeras estimaciones cientí-ficas sobre la capacidad del planeta para sostener con sus recursos una población huma-na en permanente expansión. Predijo un futuro inquietante para la humanidad, ya queen un momento que no precisó, las demandas del hombre iban a superar la capacidaddel planeta para satisfacerlas. La ecuación que propuso no fue tranquilizadora porqueadvirtió que si los humanos no bajaban sus tasas reproductivas, el colapso mundial seríainevitable. Como Inglaterra vivía por esos años la euforia de una industrialización emer-gente sin un techo visible para el progreso, las previsiones de Malthus fueron ignora-das. No había evidencias visibles que indicaran que la sobrepoblación fuera una amena-za. Para muchos, inclusive, fue una suerte de agitador intelectual que generaba alarmay preocupación sin fundamentos. La historia siguió su marcha y las advertencias del mon-je quedaron relegadas por algunos años. Pero Malthus y sus profecías se renuevan cadatanto, sobre todo de la mano de los grupos ambientalistas más radicales (Tisdell, 1993).

Pocos años después, otro intelectual inglés, David Ricardo, retomó la tesis malthusianay la enriqueció con un principio novedoso conocido como la ley de la productividad

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marginal decreciente. Este principio se probó con éxito y rapidez en el campo de laagricultura. Ricardo sostuvo que al incorporar unidades adicionales de un factor pro-ductivo, la productividad responde con sucesivos incrementos marginales, pero cadaincremento marginal es menor hasta que la respuesta se detiene. Este fenómeno bioló-gico fue visible en las tierras que se agotaban, y forzaron la ocupación de nuevas tierrasaún no explotadas. A pesar de fortalecer Ricardo con su principio de marginalidad latesis de Malthus, introdujo también un elemento novedoso que por otro lado le restabaconsistencia: el progreso científico y técnico puede postergar indefinidamente el adve-nimiento de una catástrofe maltusiana global. Nació pues, con Ricardo, una visión quefue no solo más optimista que la de Malthus, sino que estuvo mejor adaptada a lostiempos que se vivían. Esta visión reforzó una concepción utilitarista de la naturalezaque se había consolidado y que, en los casos más extremos, condujo a una sobre-explotación de los recursos naturales y una predecible degradación del ambiente(Viglizzo, 2001 a).

La corriente ricardiana de pensamiento sobrevivió sin sobresaltos hasta la década de1960. En esos años algunos pensadores y científicos plantearon interrogantes respectoa la posibilidad «ilimitada» de la ciencia y la técnica para satisfacer las necesidades hu-manas. El dogma antropocéntrico y productivista, que se ocupaba del hombre y des-atendía el entorno, cayó bajo sospecha y descrédito. Se intuyó, sin muchos números a lavista, que algo no andaba bien. A comienzos de la década de 1960 Rachel Carson publi-có un influyente libro titulado Primavera Silenciosa (Carson, 1962) en el cual advirtió,por primera vez con notable impacto en la opinión pública, acerca de las consecuenciasdevastadoras de la agro-química sobre la vida silvestre. Dibujó imágenes dramáticas deextinción masiva en especies silvestres indefensas, y avizoró riesgos impredecibles en laruptura del equilibrio ecológico. Muchos consideraron que esta obra despertó con-ciencias y firmó el acta de nacimiento del ecologismo tal como lo conocemos entiempos modernos.

Sin embargo, el optimismo fundado en las posibilidades que ofrece la tecnología noabdicó. Las previsiones alarmistas de Malthus y algunas organizaciones que en la déca-da de 1970 reavivaron la idea maltusiana, como el Club de Roma, no llegaron a cumplir-se. Una y otra vez la tecnología desmanteló las previsiones más catastróficas. Salvoepisodios puntuales, no hubo hambrunas masivas, ni agotamiento de las fuentes deenergía en los tiempos profetizados. El crecimiento económico no se detuvo, la degra-dación y contaminación del planeta no alcanzaron a hacer inviable la vida, y la pobla-ción mundial continuó creciendo.

Economía ortodoxa y economía ecológica

Este debate filosófico derivó luego, inevitablemente, hacia el campo de la economía.Hasta las décadas de 1960 y 1970, pocos economistas habían prestado atención a losproblemas de la ecología y el ambiente. Las preocupaciones de coyuntura de la econo-mía ortodoxa eran, como siempre, la productividad económica, las tasas de interés, lainflación, la generación de empleo, el nivel de ingresos, etc. Los problemas de la ecologíay el ambiente no pasaban de ser una curiosidad científica, casi como un devaneo inevi-table en restringidos círculos de intelectuales progresistas. Más aún, no pocos vieron lacreciente preocupación por la naturaleza como un estorbo al crecimiento económico(Viglizzo, 2001 a).

Pero la realidad se hizo sentir. A raíz del crecimiento asimétrico de algunas econo-mías desarrolladas en relación a otras menos desarrolladas, se percibieron (y midieron)

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problemas que, hasta entonces, habían sido subestimados. Las evidencias indicaron queel mayor consumo generaba mayor producción de basura y desechos urbanos, acumu-lación de materiales de difícil degradación, residuos industriales, contaminación deacuíferos subterráneos y superficiales, del aire y de suelos. A estos males urbanos sesumaban otros males rurales que entonces se tornaron visibles, como la erosión y de-gradación de suelos, la contaminación del agua con agroquímicos, la destrucción delhábitat natural y la consecuente pérdida de especies silvestres.

El debate sobre el papel de la economía en la sociedad se reavivó, con cuestionamientosextremos: ¿Era la ecología y el ambiente un límite al crecimiento económico? ¿O era elcrecimiento económico un riesgo para la ecología y el ambiente?

A la luz de una discusión que se expandía y generalizaba, nació la denominada eco-nomía ecológica. Aunque el debate se disparó antes, durante las década de 1980 y 1990emergió, una corriente muy vigorosa de pensamiento que cuestionaba al análisis eco-nómico clásico, ortodoxo, por no imputar como un costo el valor de los recursos y servi-cios naturales que habían sido afectados a la producción. Dado que esos costos no apa-recían reflejados en los precios, se postuló que la economía ortodoxa, al no absorberlosen sus cálculos, generaba «fallas en el mercado» (Trigo y Kaimowitz, 1994). Se insistió enque estas fallas que surgían de un mercado que ignoraba a la ecología, atentaban con-tra los activos ecológicos y ambientales del planeta, y comprometían el bienestar de lasgeneraciones futuras. Aunque los ejes de la discusión se ramificaron, el debate segura-mente continuará en los años venideros con singular intensidad. Como ocurre en otrospaíses con una economía de base agraria, distintos sectores de la sociedad argentina –principalmente los de la producción y los ambientalistas- esgrimen estos argumentos enun debate iniciado años atrás.

El debate económico-ecológico se enriqueció recientemente con la incorporación dela noción de servicio ecológico. Hoy sabemos que la provisión de servicios ecológicos,que son funciones del ecosistema esenciales para sostener la calidad de vida, varía de unambiente rural a otro de la Argentina. Salvo excepciones, carecen generalmente de unprecio de mercado, pero tienen un valor intangible que solo se percibe cuando ese ser-vicio es afectado o destruido. La regulación de gases, la regulación del clima, la regula-ción de disturbios naturales, el suministro de agua, el ciclado de nutrientes, el controlde la erosión, la provisión de alimentos y materias primas, la eliminación de desechos,etc., son algunos servicios naturales cuya sustitución tendría, para el hombre, un costoeconómico considerable.

En estos términos progresa el debate entre economía y ecología en Argentina. Elconocimiento científico y técnico aporta nuevos conceptos que, a través del tiempo,contribuyen a enriquecerlo.

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Clima, uso de la tierra y tecnología

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Clima, uso de la tierra y tecnología son tres factores directos de control que influyensobre la relación economía-ecología, y por ende, sobre la oferta de servicios ecológicos.

El clima modelador

El clima es un factor de primer orden que controla y regula, junto con la economía, eluso de la tierra y aun la aplicación de tecnología. Lluvias, temperatura y vientos tienenun efecto modelador sobre los ecosistemas (Viglizzo y col., 1997) y sobre su capacidadpara proveer servicios ecológicos.

Las lluvias son el elemento más potente del clima desde el punto de vista del uso de latierra. Al norte de la latitud 35 º Sur, las isohietas tienden a correr paralelas a la Cordille-ra de Los Andes, entre el este húmedo y el oeste árido del país. El comportamiento delas isohietas de los 1.400 mm, 1.000 mm, 800 mm y 600 mm fue pendular durante elúltimo siglo, ya que sufrieron un desplazamiento hacia el Este dentro del período 1900-1950, y un nuevo desplazamiento hacia el Oeste a partir de 1950 (Hoffmann, 1988),alcanzando su máximo desplazamiento occidental hacia el año 2000. Esto demuestra unclaro comportamiento cíclico con sendos períodos húmedos a comienzos y finales delsiglo XX, y un período seco a mediados de ese siglo (Viglizzo y col., 1995). El reemplazode tierras naturales y ganaderas por tierras agrícolas en los períodos húmedos fue elcambio más notorio que experimentó la agricultura pampeana a lo largo del siglo XX(Timm, 2004), indicando el efecto modelador de las lluvias sobre el uso de la tierra. Losregistros estadísticos muestran un llamativo paralelismo entre las lluvias y el porcentajede tierras cultivadas, con una baja perceptible entre las décadas del 30, 40 y 50 en coin-cidencia con la fase más seca y ventosa del período. Más allá de la influencia de la eco-nomía y la política, el clima hizo sentir su presencia y su rigor.

Las lluvias también fueron responsables de dos importantes catástrofes ecológicasopuestas en la pradera pampeana, dentro de un área agrícola-ganadera tradicional: 1)el denominado dust-bowl pampeano, signado por una gran sequía y voladura de suelosentre las décadas del 30 y el 50, y 2) las inundaciones de la baja cuenca del Río Quinto. Enambos casos podemos apreciar cuál es el rol que jugaron el clima en interacción con laagricultura y la ganadería en la ecología regional (Viglizzo y Frank, 2006 b).

El dust-bowl pampeano fue el resultado de un uso abusivo del suelo durante un pe-ríodo muy seco, acompañado de tecnologías inapropiadas para los suelos de las pampassemiárida y subhúmeda. Se desató una catástrofe ecológica sin precedentes que llevó ala quiebra y a la emigración forzada de muchos productores de la región. La voladurade suelos, las tormentas de arena, la formación de dunas, la pérdida de cultivos y lamuerte de ganado fueron los signos visibles de esa crisis de alcance regional. Pero almejorar las condiciones climáticas acompañadas por la tecnología, las leyes y las institu-ciones de la región, se inició un proceso de recuperación del ambiente productivo quetuvo como pivote y motor a una ganadería extensiva que permitió más tarde evolucio-nar hacia los exitosos sistemas mixtos de la región.

La escena opuesta se produjo principalmente durante las décadas del 80 y el 90, apartir de una fase húmeda del ciclo climático que se inició en la década de 1970. En unperíodo de rápida expansión de la agricultura de cosecha como respuesta a las mayoreslluvias ocurrieron, en al baja cuenca del Río Quinto, episodios recurrentes de inunda-ción que dispararon una llamativa alternancia entre ciclos de cultivo y ciclos deanegamiento.

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Estos dos episodios extremos afectaron profundamente la producción y la econo-mía zonal, pero también alteraron drásticamente la oferta de servicios ecológicos enla región.

El uso de la tierra

Los cambios en el uso de la tierra han sido particularmente interesantes en la bajacuenca del Plata en la Argentina. Es una de las regiones del mundo que ha sufrido cam-bios mayores a lo largo del siglo XX (Viglizzo, 2001 b). Como se puede apreciar en laFigura 1 elaborada a partir de los últimos censos nacionales del INDEC, la superficie depastizales naturales tuvo una tendencia declinante durante los últimos 45 años. Esefenómeno ha sido particularmente notorio en la región central del país. Esto provo-có cambios estructurales en los paisajes, y cambios funcionales en los ecosistemasque los componen.

La superficie de bosques naturales en esta importante región tampoco quedó al mar-gen de la intervención humana. Pero la historia parece ser distinta. Mientras las estadís-ticas nacionales nos muestran una pérdida neta de superficie boscosa en el NE del país,la tendencia no parece ser igual en ecorregiones como el Espinal y aun en tierras sureñasdel Gran Chaco (Figura 2). En estas regiones, la densidad de especies del bosque nativoparece haber aumentado con el paso de los años. Este proceso es registrable no sólo enlas estadísticas de la provincia de La Pampa, sino en registros fotográficos tomados en ladécada de 1940 y en la actualidad. Hoy existe un bosque cerrado y achaparrado decaldén (conocido como «fachinal») en áreas abiertas ocupadas décadas atrás por unpastizal alto de alto valor forrajero. La teoría predominante indica que este pastizalnatural se convirtió en un bosque degradado a partir de la introducción del ganado, elcual portó en su sistema digestivo semillas de chaucha de caldén que, literalmente, fue-ron «sembradas» sobre las tierras limpias de pastizal. El pastoreo de renovales y el fue-go determinaron que esas tierras se convirtieran en fachinales al ser invadidas por unbioma boscoso achaparrado. Las evidencias parecen demostrar que ocurrió una«reforestación» involuntaria, de origen antrópico, a expensas del pastizal nativo, locual redujo su receptividad ganadera y su productividad.

1 punto: 5000 hectáreas

Figura 1. Cambios en la distribución territorial de los pastizales naturalesen la baja Cuenca Del Plata en el período 1960-2002

1960 1988 2002

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En la opinión pública genera mayor preocupación el avance de la agricultura y laganadería sobre dos ecorregiones de alta vulnerabilidad ecológica. Tal es el caso de lasecorregiones de las Yungas en el NOA, y de la Selva Paranaense en el NEA. Pese a su bajasingularidad continental, el caso de las Yungas argentinas merece atención por su histo-ria de intervenciones antrópicas en las áreas pedemontanas más bajas y con mayoresaptitudes agrícola y ganadera. Sobre ellas han avanzado los monocultivos de caña deazúcar, tabaco, poroto, cítricos, etc., la explotación forestal, la captura comercial deaves y la caza furtiva. Gran parte de su valor radica en la biodiversidad que, aunquemenor que la de la Selva Paranaense, comparte con ella muchas especies. Aunque lasingularidad de la Selva Paranaense también es baja, comparte atributos biofísicos conlas selvas de Paraguay y Brasil. Pese a su aspecto homogéneo, posee la mayor riqueza deárboles (más de 100 especies) y de biodiversidad del país. Se reconocen cinco estratosdistintos de vegetación que ofrecen una gran variedad de nichos para la fauna. Se con-sidera que la afecta un nivel de degradación de moderado a alto, superior a la de lasyungas. Es preocupante la extracción selectiva de maderas valiosas y el reemplazo delbosque natural por forestaciones con especies exóticas (coníferas y eucaliptos) o mono-cultivos (té, tung, yerba mate, tabaco, soja, etc.). Quizás estas alteraciones expliquen lasinundaciones que afectan la cuenca del Paraná superior. El panorama se complica por laconstrucción de las grandes represas hidroeléctricas de Urugua-í y Yacyretá. De unasuperficie estimada superior a las 2,7 millones de hectáreas, 445.503 hectáreas (16 %)han sido legalmente declaradas como áreas protegidas (federales, provinciales, munici-pales y privadas), aunque su implementación efectiva plantea dudas.

Pero fue el arado quien produjo las alteraciones estructurales y funcionales de mayorescala en el paisaje (Viglizzo y col., 2001). Como se aprecia en la Figura 3, la agricultura,concentrada durante la década del ´60 en la pradera pampeana comenzó a intensificar-se y a expandirse sobre las tierras del Gran Chaco en el Norte Argentino durante losaños ´80, alcanzando en esta ecorregión algunos focos de alta densidad de cultivo acomienzos del siglo XXI. Sin duda, fue la soja el cultivo que se expandió a tasasexponenciales y lideró el avance de la frontera agrícola sobre las tierras con mayoraptitud productiva de la Argentina (Figura 4), postergando y aun minimizando la ex-pansión del área sembrada con otros cultivos tradicionales como el maíz y el trigo.

1960 1988 2002

1 punto: 3000 hectáreas

Figura 2. Cambios en la distribución territorial de los bosques naturalesen la baja Cuenca Del Plata en el período 1960-2002

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En la primera mitad del siglo ocurrió una coevolución entre ganadería y agricultura,bajo condiciones extensivas o semiintensivas, que consolidó el clásico y efectivo modelode rotación de cultivos con pasturas y forrajeras anuales. Pero recientemente, la inten-sificación agrícola de la pradera pampeana durante los ´90 y comienzos del nuevo siglo,estuvo acompañada por una notoria intensificación de los planteos ganaderos. Estenuevo planteo impone, en superficies reducidas, una alta densidad de animales someti-dos a un engorde intensivo a corral (lo que denominaríamos un feed-lot criollo) congranos y forrajes procesados (heno, silaje, etc.). La agricultura aporta la mayor parte delos insumos que requiere la ganadería, y ambas actividades (agricultura y ganadería),que antes se articulaban en esquemas extensivos de rotación de cultivos, ahora apare-cen desacopladas y altamente especializadas, inclusive con administración independiente.Tal cambio introduce una modificación adicional en la funcionalidad de estos ecosistemasque, para sostener una mayor productividad, reciben más insumos y generan más resi-duos y desechos que afectan al ambiente (nutrientes, aguas residuales, plaguicidas,antibióticos, etc.).

1960 1988 2002

1 punto: 3000 hectáreas

Figura 3. Evolución de la superficie de cultivos anualesen la baja Cuenca Del Plata en el período 1960-2002

Figura 4. Cobertura territorial del cultivo de soja en la baja Cuenca del Plata

1960 1988 2002

Cada punto: 350 hectáreas

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En tanto, el modelo tradicional de ganadería en rotación con la agricultura se fuedesplazando hacia el oeste de la región, y está localizada en una franja que se fueangostando en el tiempo y está representada por forrajeras anuales que fueron la basede la invernada tradicional (Figura 5).

Figura 5. Cobertura territorial de forrajeras anuales en la baja Cuenca del Plata

1960 1988 2002

Cada punto: 350 hectáreas

En un interesante análisis del Gran Chaco argentino durante el período 1988-2003, através del uso de datos estadísticos e imágenes satelitales, Paruelo y col. (2004) analiza-ron el avance de la agricultura sobre bosques y pastizales y sobre sabanas y parques queposeen un alto valor ecológico. La información acredita una expansión neta de la agri-cultura (principalmente soja) sobre los bordes de la Selva de Yungas y sobre el bosquecerrado. Dentro del período analizado, estos autores puntualizan una pérdida de un 4.3% de tierras naturales, lo que equivale a algo más de 250 mil hectáreas. Distintos tiposde quebrachales parecen haber sido los biomas más afectados.

Dos características adicionales han marcado la intensificación agrícola de los últimosaños: a) la «veranización» o «estivalización» de los planteos agrícolas, en el cual loscultivos de verano se expandieron a expensas de un estancamiento de los cultivos deinvierno (Figura 6), y b) la ya mencionada «sojización» de la agricultura, en la cual lasoja se expandió explosivamente sobre el resto de las especies. Estos cambios han alte-rado la funcionalidad de estos ecosistemas, hoy reconvertidos, tal como parecen de-mostrar Guerschmann y Paruelo (2005) en un reciente estudio que compara el funciona-miento de ecosistemas templados en el Norte y en el Sur de América con distintos pa-trones en el uso de la tierra.

En general, los usos cambiantes de la tierra han sido acompañados por cambios tec-nológicos significativos.

El cambio tecnológico

Un análisis de la evolución de los rendimientos de granos a escala mundial en el últi-mo siglo (Tilman y col., 2002) muestra una llamativa inflexión o cambio de tendencia.Mientras el aumento de la producción de granos hasta la Segunda Guerra Mundial estu-vo signado por una expansión de las tierras de cultivos, los aumentos de la posguerra

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(décadas de 1950 y 1960) estuvieron determinados por una fuerte intensificación basa-da en el uso creciente de insumos y otras tecnologías, dando origen a un modelo agríco-la típico de la llamada Revolución Verde. Si se analiza la evolución de los rendimientosen la agricultura argentina, se aprecia que nuestro modelo agrícola no estuvo acoplado,en términos históricos, al modelo global. Claramente, hubo un retraso de unos 20-30años en la inflexión de la tendencia (Salvador, 2001). Los aumentos de producción brutaen la pradera pampeana estuvieron marcados por una expansión sobre nuevas tierrashasta los años ’70 y ’80 (Viglizzo y col., 2002 b), y a partir de entonces, el salto producti-vo se puede explicar por un uso más intensivo de los insumos. Sin embargo, como tam-bién ocurre en el Cerrado y la Amazonia del Brasil, el proceso de avance de la agricultu-ra sobre tierras naturales y tierras de pastoreo prosigue sin pausa sobre tierras natura-les, tierras boscosas y de pastoreo del Gran Chaco argentino.

El uso de la tierra (que refleja el planteo productivo predominante en el sector rural)y la adopción de tecnología son los dos factores centrales que el productor controla

para aumentar la productividad ymejorar su beneficio económico(Rabinovich y Torres, 2004). Pero esosdos factores de cambio son tambiéncausa de un costo ambiental que re-sulta tan involuntario como desco-nocido.

La agricultura argentina en gene-ral –y la pampeana en particular- seha expandido en los últimos 20 añosdentro de una matriz tecnológica(Figura 7) enmarcada por cultivostransgénicos, siembra directa, mayoruso de fertilizantes y plaguicidas y,en menor medida, agricultura deprecisión (Satorre, 2005, Viglizzo ycol., 2002 a). El cultivo de soja lideró

Figura 6. Cobertura territorial de los cultivos anuales de veranoen la baja Cuenca del Plata

1960 1988 2002

Cada punto: 350 hectáreas

Figura 7. Introducción y adopción de tecnologías en laagricultura pampeana durante el período 1980-2000

0

20

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Áre

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Adopción devariedadestransgénicas

Uso deagroquímicos

Siembradirecta

Agriculturade precisión

Fuente: adoptado de Satorre (2005).

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23

la incorporación de tecnolo-gía a través de la expansiónde variedades transgénicas(resistentes a glifosato) y deluso exponencial del glifosatocomo herbicida básico (Figu-ra 8). El cambio se manifestóen un aumento muy rápidode la superficie cultivada yde los propios rendimientosdel cultivo (Martínez-Ghersay Ghersa, 2005; Trigo, 2005).

Quizás el cambio de ma-yor impacto ecológico oca-sionado por la agricultura decosecha ha sido la simplifica-ción del sistema de produc-ción. Los planteos productivos se concentran en pocos cultivos de alta productividad yalta homogeneidad genética. Son planteos que maximizan la producción y la rentabili-dad, y simplifican el manejo. Pero al mismo tiempo, concentran mayor riesgo climático,económico y biológico (plagas y enfermedades). Asimismo, favorecen la pérdida demateria orgánica en los suelos y la extracción excesiva de determinados nutrientes. Paracontrarrestar los problemas de pérdida de materia orgánica y el mayor riesgo de ero-sión, surgió la siembra directa y otras formas de labranza reducida. Para compensar laextracción de nutrientes y poner límite a la expansión de las plagas, aumentó la fertili-zación y hubo un uso creciente de plaguicidas.

Este sistema simplificado no es del todo compatible con la aplicación de un controlintegrado de plagas y malezas, el cual tiene un fuerte sustento en la diversificación decultivos, en la diversidad genética y en las labores culturales. Como es economizador deplaguicidas, se lo ve tradicionalmente como un planteo ambientalmente saludable. Noobstante, estos argumentos atendibles tienen también su debilidad: se necesitan máslabranzas (mayor consumo de energía fósil) para controlar malezas y plagas. A favor dela agroquímica moderna, es necesario tener en cuenta que los plaguicidas han evolucio-nado, desde los años 60, hacia tipologías químicas menos agresivas al ambiente. En tér-minos prácticos, es difícil compatibilizar el control integrado de plagas y malezas conun planteo de agricultura continua y siembra directa, simplificado, donde se minimizanlas labranzas. Sus fundamentos conceptuales son básicamente distintos, y su aplicaciónsimultánea suele generar algunas contradicciones agronómicas.

Figura 8. Rendimiento medio por hectárea, superficie cosechada, yuso de glifosato en el cultivo de soja en Argentina entre 1970 y 2000

0

Superficie

cosechada(m

illoneshas

a ño-1)

5

10

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Venta

deglifosato

(millones

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Superficie de sojacosechada

Superficie de sojacosechada

Venta deglifosato

Años

1970 1980 1990 2000

Años

1970 1980 1990 2000

Años

1970 1980 1990 2000

Años

1970 1980 1990 2000

Fuente: adoptado de Martnez - Ghersai y Ghersa (2005), y Trigo (2005).

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Impactos del uso de la tierra y la tecnología

Cap

ítu

lo 3

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Uso de la tierra, tecnología y funciones ecológicas

Varios trabajos relativamente recientes (Viglizzo y col., 2001, Casas, 2001) demostra-ron que la conversión de tierras y la incorporación de tecnología (principalmenteinsumos) durante el último siglo han afectado decisivamente la estructura y lafuncionalidad de los ecosistemas. Sus impactos han sido significativos sobre funcionesecológicas esenciales como el flujo de energía, la relación stock-flujo de carbono, elciclado de nutrientes, el proceso hidrológico y el patrón ecotoxicológico regional.

Grandes superficies de tierras naturales de la Argentina (principalmente en lasecorregiones Pampeana y Gran Chaco) fueron sometidas, a lo largo del siglo XX, a unproceso de conversión creciente que provocó cambios estructurales y funcionales ma-yores en los ecosistemas de la región. El reemplazo de pastizales naturales y bosquesnativos por praderas artificiales, y la posterior sustitución de estas praderas por cultivosanuales, sumado a una rápida incorporación de tecnología, permitieron elevarsignificativamente la productividad biológica y económica de esas tierras (Solbrig yViglizzo, 1999). Pero a la vez, ese salto productivo significó un cambio en los flujos deenergía, los ciclos minerales, el proceso hidrológico, la estabilidad y fertilidad de lossuelos, el hábitat y la biodiversidad, y el patrón ecotoxicológico de las regiones interve-nidas (Viglizzo y col., 2003).

Desde un punto de vista agroecológico, el ganadero de cría es un sistema de bajaproductividad que funciona sobre la base de un presupuesto energético de origen solar(utiliza poca energía fósil), tiene bajo ingreso y egreso de energía y nutrientes (o sea,baja productividad), y un robusto ciclo mineral en el cual la mayor parte de los nutrientesque circulan retornan al sistema. En términos biológicos es el sistema más diversificadodebido al alto número de especies forrajeras nativas que, junto con las cultivadas, inter-vienen en el proceso productivo. Por tal razón, los procesos biológicos se suceden ysuperponen confiriendo continuidad funcional al ecosistema a través del tiempo. Es elplanteo que más se asemeja funcionalmente a un ecosistema natural.

La situación es distinta en un sistema mixto que produce carne y granos. Como lamovilización de energía y nutrientes es mayor debido a una mayor productividad bioló-gica, la energía del Sol capturada por fotosíntesis no es suficiente para motorizar todoel proceso productivo. Es necesario reforzarla mediante una inyección extra y sostenidade energía fósil. Lo propio pasa con los nutrientes. Como el egreso es mayor que elingreso, es necesario compensar los balances negativos mediante fertilización (o me-diante fijación biológica, en el caso del nitrógeno). Como a menudo sólo se reinvierte enel ecosistema una parte de los nutriente que se extraen, el ciclo mineral (que es unservicio ecológico esencial) se debilita con el paso del tiempo. El sistema se torna menosdiversificado en términos biológicos, ya que intervienen menos especies más producti-vas. Los procesos biológicos se tornan, como consecuencia, más pulsantes en respuestaa la marcada estacionalidad de esas pocas especies.

La funcionalidad del sistema se altera mucho más en el caso de un planteo producti-vo de agricultura intensiva continua. Debido a sus altos ingresos y egresos de energía ymateria, el sistema se torna aún más abierto. Mientras los flujos de energía y nutrientesque ingresan en el sistema (como combustible fósil, fertilizantes y plaguicidas) y salendel mismo (como productos) se robustecen, los ciclos minerales se debilitan todavía másen relación con los dos sistemas anteriores. Inevitablemente, el sistema se torna muydependiente del subsidio externo de insumos. El exceso de nutrientes adicionados cuandose usan muchos fertilizantes, sumado al uso de plaguicidas, suele ser la causa más co-mún de episodios de contaminación del agua y el aire. Estructuralmente, el sistema hasido muy simplificado, ya que todo el proceso productivo gira alrededor de dos o tres

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especies de alta productividad biológica y, en general, de alta rentabilidad. En respues-ta a esto, los procesos biológicos están modulados por pulsos muy fuertes y discontinuosque se ajustan exactamente al ciclo productivo de las pocas especies que intervienen enel juego.

Impacto sobre la productividad, estabilidad y sustentabilidadde los ecosistemas agropecuarios

En condiciones de bajos insumos, trabajos de varios autores (Marten, 1987, Conway,1988, Viglizzo, 1986, Viglizzo y Roberto, 1998) demostraron que existe una relacióninversa entre productividad y estabilidad productiva. El precio que suele pagarse poraumentar la productividad del sistema es una caída potencial de la estabilidad, que esun indicador que valora el riesgo productivo.

Los resultados obtenidos demuestran que el rendimiento energético de la produc-ción primaria (pasto, granos) es considerablemente más elevado pero menos estableque el rendimiento energético de la producción secundaria (carne, leche, lana). Como laestabilidad productiva está asociada estrechamente a las restricciones que impone elambiente, es natural que el productor se incline por la ganadería en los ambientes mar-ginales o en períodos de sequía o exceso de lluvias. Los cultivos anuales de grano predo-minan, en cambio, en los ambientes más favorables. Si las condiciones ambientales me-joran en una región (por mayores precipitaciones o mejor tecnología para el manejo delos suelos), predomina una tendencia natural a sustituir pasturas y pastizales por culti-vos anuales, con lo cual se busca aumentar la rentabilidad de la empresa. Naturalmente,al ocurrir esa transformación manteniendo condiciones de bajos insumos, es esperableun aumento de productividad pero, al mismo tiempo, una caída de la estabilidad pro-ductiva. Para compensar esa pérdida de estabilidad, el productor tiende a diversificarsus actividades para diluir el riesgo (Viglizzo y Roberto, 1998).

Figura 9. Ejemplo de valoración de la agresividad ambiental de distintos modelosagropecuarios (Fuente: adaptado de Frank 2006)

Agrícola convencional

Agrícola siembra directa

Cría recría-

Feed-lot

Tambo

Consumo deenergía fósil(mj/ha/año)

286.6

76367.9

12292.4

8157.8

149494.4

Balancede N

(kg/ha/año)

708.69

111.95

2.16

0.14

5.02

Riesgo de erosión(Ton. Sedimentos

/ha/año)

1.55

1.70

16.73

4.96

1.55

Consumo deenergía fósil(mj/ha/año)

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Balancede N

(kg/ha/año)

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111.95

2.16

0.14

5.02

Riesgo de erosión(Ton. Sedimentos

/ha/año)

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1.70

16.73

4.96

1.55

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Bajo condiciones de bajos insumos, la sustentabilidad productiva de los suelos se veamenazada por la erosión y la pérdida de nutrientes. Pero bajo condiciones de intensifi-cación creciente, ocurren alteraciones funcionales que es necesario contemplar. Estas sepueden apreciar analizando datos relevados a campo mediante un modelo de gestiónambiental (Agro-Eco-Index) diseñado en el INTA (Figura 9). Cuando se comparan distin-tas tipologías productivas (el ganadero de cría extensivo, el mixto, los agrícolas puros ydos variantes de ganadería intensiva) a través de algunos indicadores específicos, pode-mos percibir impactos que inciden sobre la sustentabilidad ecológica-ambiental delecosistema. No obstante, es inmediato que los indicadores no tienen impacto equiva-lente en los distintos sistemas de producción analizados. La respuesta difiere, por ejem-plo, según consideremos como indicadores de impacto al consumo de energía fósil, albalance de nitrógeno o al riesgo de erosión de suelos. Los sistemas más intensivos sonlos que utilizan mayor cantidad de energía fósil, que muchos autores consideran unestimador indirecto del impacto que el sistema tiene sobre el ambiente. Pero a simplevista aparece que este indicador no tiene una correlación alta con el balance de nitróge-no, y mucho menos la tiene con el riesgo de erosión. Mientras los balances de nitrógenoson muy positivos y connotan alto riesgo de contaminación en los sistemas ganaderosintensivos, la erosión aparece claramente vinculada a los sistemas de cultivo que impo-nen distintas formas de labranza. Por tanto, no hay un criterio único para afirmar queun sistema de producción es más sustentable que otro.

Un análisis de unos 200 establecimientos rurales de la región pampeana realizadopor Frank (2006) permitió comprobar que varios indicadores están muy asociados al usode la tierra. A medida que aumentó el área de cultivos anuales a expensas del áreaganadera, ocurrieron cambios significativos que vale la pena señalar: a) el consumo deenergía fósil y la productividad energética del sistema aumentaron, b) el margen brutoanual por hectárea lo hizo en igual proporción, c) el balance de nitrógeno (N) fue posi-tivo toda vez que intervinieron leguminosas forrajeras que fijan N o se fertilizó, peroese balance se tornó negativo cuando la extracción excedió a la incorporación de N porfertilizantes, d) el balance de fósforo (P) fue casi siempre negativo por un desequilibrioentre extracción y fertilización fosforada, e) el riesgo relativo de contaminación porplaguicidas aumentó con la superficie cultivada, al igual que la pérdida de sedimentospor erosión. y f) aunque la pérdida de materia orgánica tendió a incrementarse con lasuperficie cultivada anualmente, paradójicamente g) la emisión de gases de efecto in-vernadero (GEI) decayó en igual sentido.

Respecto de este último indicador, es evidente que el manejo del fuego en los siste-mas ganaderos extensivos de cría es una fuente emisora de GEI potencialmente impor-tante. Asimismo, la ganadería extensiva actúa como una fuente emisora de metano(CH4), gas que posee alta potencia invernadera (21 veces superior al anhídrido carbóni-co, que es el GEI dominante). No debe sorprender, por tanto, que los planteos ganade-ros posean un potencial de emisión de GEI que resulta más alto que el de los planteosagrícolas.

Del análisis de estos indicadores no podemos inferir, como a menudo se hace, queexiste una relación estrictamente inversa entre el comportamiento económico y el com-portamiento ecológico de un sistema de producción. Algunos indicadores tienden adesmejorar significativamente con la agricultura de cosecha, otros lo hacen en menorproporción, y otros tienden a mejorar. Esto nos indica que no siempre se detecta uncomportamiento infaliblemente opuesto entre las variables económicas y las ambienta-les. Todo depende de los sistemas de producción que analicemos y de los indicadoresque elegimos para compararlos.

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30

Figura 10 a. Patrones geográficos que muestran el comportamiento de indicadoresagro-ecológicos en la pradera pampeana en un período de 40 años

1960 1988 1996

Cada punto : 500 Mj /ha/a/ha/año

Productividad

1960 1988 19961960 1988 1996

Consumo de energía fósil

Cada punto: 100 Mj/ha/año.

Riesgo de erosión suelos

Cada punto: 0.5 unidades

Riesgo contaminación plaguicidas

Fuente: Viglizzo et al. (2003).

Figura 10 b. Patrones geográficos que muestran el comportamiento de indicadoresagro-ecológicos en la pradera pampeana en un período de 40 años

Cada punto: 0.05 t CO2/ha/año

Emisión de gases invernadero

Cada punto: 0.05 t C/ha/año

Pérdida de C orgánico en suelos

19601960 1988 1996

Cada punto : 0.2 kg/ha/año

Pérdidas de fósforo1960 1988 1996

Cada punto: 0.005 unidades

Intervención del hábitat

Fuente: Viglizzo et al. (2003).

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Impactos a escala regional

Al proyectar en un mapa de la pradera pampeana los cambios que se generarondurante los últimos 40 años, varios indicadores evolucionaron de manera diferenciada(Figuras 10 a y 10 b). A una escala ecorregional, y en un contexto de productividadcreciente, algunos indicadores de sustentabilidad desmejoraron y otros, en cambio,mejoraron. Los datos disponibles indican un aumento en el consumo de energía fósil, enel riesgo de contaminación por plaguicidas, en la pérdida de fósforo y en la interven-ción del hábitat. En paralelo, y en respuesta principalmente al cambio tecnológico posi-tivo (siembra directa), disminuyó el riesgo de erosión, la pérdida de carbono orgánicoen suelos y la emisión de gases invernadero.

Por supuesto, existen algunos patrones geográficos que se acentúan con el paso deltiempo, y otros que se diluyen. Por tanto, no hay una sola manera de evaluar lasustentabilidad de una región, y no necesariamente un aumento de productividad vaasociado a una mayor degradación del ambiente (Viglizzo y col., 2003).

Las agroindustrias y su impacto ecológico ambiental

Es bastante más frecuente encontrar evidencias de impacto ambiental en las activi-dades primarias (producción de granos, hortalizas, frutas, carne, leche o cueros) que enlas secundarias (procesamiento industrial de esos productos). En consecuencia, no sor-prende que el común de la gente conozca bastante más sobre el impacto ecológicoambiental de las primeras que de las segundas. Sin embargo, aunque no sea sencilla sucomparación, nada indica que éstas sean menos agresivas que aquéllas.

La comparación no es sencilla porque las unidades de referencia son diferentes, y ladensidad espacial de unas y otras es muy distinta. Mientras los indicadores de las activi-dades primarias se miden generalmente en función de unidades de espacio y tiempo(impacto por hectárea y por año), los de las actividades secundarias están referidos aunidades de producto (impacto por tonelada de producto procesado o por tonelada deproducto final obtenido), sin tener en cuenta la dimensión espacial. Por otro lado, mien-tras las actividades primarias tienen una extensa dispersión geográfica con una densi-dad relativamente baja de uso de energía y materiales, las actividades secundarias están

localizadas en sitios muyespecíficos con uso inten-sivo de esos insumos.

Es posible compararentre sí distintas activida-des agroindustriales, ycomprobar que sus im-pactos son muy distintossegún los indicadores uti-lizados (Montero, datosno publicados). Distintasagroindustrias difierenclaramente en su capaci-dad para generar efluen-tes líquidos. Mientras lasindustrias procesadorasde celulosa (pasteras) y

Figura 11. Capacidad relativa de distintas agro-industrias para generarefluentes líquidos por tonelada de producto

0.00

0.10

0.20

0.30

0.40

0.50

0.60

0.70

0.80

0.90

1.00

PAPELERA CURTIEMBRE FRIGORIFICO ACEITERA LECHE DER TRIGO DER HORT Y

FRUTAS

BEBIDAS GAS

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32

de frutas y hortalizastienen, en relación conotras agroindustrias,gran capacidad de emi-sión de desechos líqui-dos (Figura 11), la peli-grosidad de esos dese-chos para la salud hu-mana es muy distinta.Por ejemplo, aunquetodas la agroindustriasgeneran en sus aguasde drenaje residuosque exceden las tole-rancias legales, laspasteras emiten impor-tantes cantidades de cloro y las curtiembres de cromo, elementos particularmente noci-vos para la salud humana y animal (Cuadro 1). No obstante, la densidad y peligrosidadde estas emisiones difiere según el tipo de tecnología de reciclado y atenuación aplica-do. Mediante inversiones necesarias, la modernización tecnológica permite hoy reducirsignificativamente el impacto ambiental de industrias que tradicionalmente fueron con-sideradas nocivas para el entorno.

Pero ésta es una parte de la historia. Mientras la agresividad del proceso define elriesgo ecológico-ambiental, la escala de procesamiento define el resto. Un proceso pocoagresivo en términos absolutos puede convertirse en un proceso de alto riesgo si suescala de procesamiento es muy grande. Por ejemplo, la agroindustria de las curtiembreses más agresiva en ciertos indicadores que la agroindustria del aceite de soja. Sin embar-go, el tonelaje de aceite de soja procesado es varias veces superior al tonelaje de cuerossometidos a curtido, y eso la puede tornar más riesgosa en términos globales.

Cuadro 1. Rangos de densidad típica (mg/litro) de los efluentes líquidosproducidos por tonelada de producto de distintas agro-industrias

60 -350001005800040000 -70000Aceiteras

35 -5500150 -3008000 -300002350 -20000Frigorificos

60 -4002000215 -2671508000 -120002500 -6000Curtiembres

> 70130 -295002204500 -220001000 -16000Pasteras

10.50.052525050Tolerancialegal

Sulfuro

(mg/l)

Cloro

(mg/l)

Cromo

(mg/l)amoniacal

(mg/l)

Demanda de

oxígenoquímico ( mg/l)

Demanda de

oxígenobiológico

(mg/l)

--

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----

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Bienes y servicios del ecosistema

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Valor de los servicios ecológicos

En el capítulo 1 se dijo que la economía ecológica plantea una visión novedosa queapunta a asignar un precio o valor económico a los servicios ecológicos que se pierden oson afectados por intervención humana. Es una forma de valorar el costo ecológico-ambiental, tangible o intangible, de la intervención del hombre en el ecosistema. Seacepta que la erosión de los suelos, por ejemplo, tiene un costo intangible que la econo-mía convencional no llega a valorar. Sin embargo, algunos investigadores han realizadoalgunas mediciones y ejercicios interesantes, y han logrado expresar ese costo en térmi-nos monetarios (Pimentel y col., 1995). Pero si se observa el problema desde otra pers-pectiva, lo que se ha estimado es el valor imputable al control natural de la erosiónconsiderado éste como un servicio que ofrece el ecosistema, y que resulta afectado poracción de la agricultura. Es decir que, más que estimar el costo de la erosión, se haestimado el valor de un servicio natural que algunos denominan protección del suelocontra la erosión. Este ejemplo sería equivalente al de la destrucción de una plantapurificadora de agua en una ciudad. Más allá del costo social que impone el consumo deagua contaminada, lo que se ha destruido es un bien (la planta potabilizadora) queofrece un servicio (agua potable) y que tiene un valor económico de reemplazo quepuede expresarse en términos monetarios. La diferencia es que mientras la purificaciónartificial del agua tiene un valor fácilmente estimable en precios de mercado, el controlde la erosión no cotiza en los mercados y su valor es difícil de estimar. Por tanto, se debeaceptar que aunque un servicio ecológico no tenga un precio, tiene un valor que lasociedad debe aprender a apreciar.

Dentro del marco conceptual introducido por el programa Millennium EcosystemAssessment (2003, 2005), los servicios del ecosistema pueden ser agrupados en cuatroscategorías: de provisión, de regulación, culturales y de soporte (o apoyo a otros servicios).

Los servicios de provisión -alimentos, fibras, agua y materias prima- son aquellos quegeneralmente resultan tangibles a los sentidos del hombre y poseen un valor de mercado.

Los servicios de regulación –control de erosión, ciclado de nutrientes, purificación deagua, control de disturbios, regulación del clima y de las aguas- tienen, en cambio, unvalor funcional que es invisible al ojo humano y no cotiza por tanto en el mercado. Sudeterioro o escasez se manifiesta en problemas que en general se perciben tardíamente.

Los servicios culturales –tales como patrimonio histórico, costumbres, lenguas, comi-das, relaciones sociales- comienzan a ser valorados crecientemente en las sociedadesorganizadas, y valorizados en términos económico-comerciales a través de actividadescomo el agroturismo, el eco-turismo, los servicios de recreación, etcétera.

Los servicios de soporte –provisión de agua dulce, mantenimiento del hábitat, con-servación de la biodiversidad, formación de suelos-, que tampoco cotizan en los merca-dos actuales, son también intangibles pero esenciales para sostener a los restantes servi-cios naturales.

Son factores que afectan la provisión de servicios todos aquellos que causan, directao indirectamente, un cambio funcional en el ecosistema. En relación con los factoresdirectos, varios estudios (Solbrig and Viglizzo, 1999, Satorre, 2001, Ghersa y col., 2002a,Ghersa y col., 2002b, Viglizzo y col., 2003, Ferraro y col., 2003) sobre la pradera pampeana,a distintas escalas geográficas (potrero, predio, ecosistema, eco-región), han demostra-do que existen impactos directos de factores tales como cambios en el uso y coberturade la tierra, uso de insumos externos, aplicación de tecnología, enfermedades y male-zas, plagas y el propio clima. Asimismo, estos factores de incidencia directa son afecta-

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dos por otros factores indirectos. Dentro de esta categoría se incluyen a políticas socio-económicas y ambientales, estrategias comerciales del sector privado, fluctuaciones delmercado, cambios demográficos y cambios tecnológicos (Millennium EcosystemAssessment, 2003).

Utilizando una variedad de métodos valorativos, Costanza y col. (1997) publicaronun trabajo clásico que intentó estimar en función de los servicios ecológicos ofrecidos,el valor económico (en U$ 1994/ha/año) de distintos biomas predominantes en el plane-ta (pastizales, bosques, humedales, tierras de cultivo, ríos, ecosistemas costeros, etc.).Desde una perspectiva ecológica, también se desarrolló un enfoque alternativo queintenta valorar los servicios ecológicos a través de un análisis energético de losecosistemas (Odum, 1996). En el trabajo de Costanza y col. (1997) se valoró el stock debiomas existentes a través del flujo de servicios que generan. Los resultados mostraronque esos biomas tienen un valor económico que está muy vinculado a los servicios queprestan, y que esos valores son extremadamente contrastantes en distintos ecosistemas.De esta manera, un ecosistema cultivado tiene un valor económico que está determina-do, principalmente, por el valor de mercado de los alimentos que produce. En cambio,un humedal que provee numerosos servicios de alta importancia biológica alcanza, enconsecuencia, una valoración económica muy superior a la del ecosistema cultivado. Noobstante, aunque su oferta de servicios ecológicos esenciales sea muy alta, esas tierrassuelen valer bastante menos que las tierras de cultivo.

Stocks y flujos naturales

Antes de proseguir, es necesario diferenciar qué es un bien y qué es un servicioecológico. Estos conceptos pueden ser asimilados a la diferencia existente entre las no-ciones de stock y flujo. Mientras el bien ecológico representa un stock o estructuradestinado a producir servicios, el servicio es un flujo de salida que se produce a partirdel stock, o bien la neutralización o desaceleración de un flujo de ingreso que generadisturbios en el sistema. Ambas funciones producen un beneficio al hombre y a las otrasespecies. Un ejemplo semejante se vuelve a plantear en el caso de una plantapotabilizadora de agua en una ciudad. La planta es un bien o stock de capital creadopor el hombre, en este caso artificialmente, con el fin de generar un servicio públicoesencial: la provisión de agua potable. Cualquier ciudadano se percata que si la plantaes destruida o inactivada por alguna razón, cesa la provisión del servicio. En la naturale-za, un bosque representa un bien o stock natural que puede producir uno o más servi-cios esenciales. En esta categoría ingresa, por ejemplo, el secuestro de carbono de laatmósfera, que se logra a través de la función de fotosíntesis. El secuestro de carbono esun servicio considerado intangible, tradicionalmente sin valor monetario, pero que hapasado a cotizar en un mercado de carbono creado a partir de del protocolo de Kyotocon el fin de contribuir a atenuar el calentamiento global del planeta. En los próximosaños, seguramente otros servicios ecológicos intangibles comenzarán también a servalorizados en mercados creados al efecto.

La pérdida de un servicio está asociada a la destrucción de un bien ecológico o am-biental. Es inmediato que la deforestación elimina una cantidad significativa de servi-cios ecológicos que ofrecen los bosques. Utilizando un ejemplo sencillo, se puede admi-tir que los servicios ecológicos que ofrece un bosque están muy asociados a su stock debiomasa aérea y subterránea (Figura 12). La deforestación o la degradación del bosquedebilitan servicios tan esenciales como la producción de materias primas, el secuestrode carbono, el ciclado de nutrientes, la provisión de hábitat, el control de la erosión, lainfiltración y purificación de aguas, etc. Cuando se correlacionan datos provistos por elIPCC (2003) para distintos tipos de tierras boscosas y arbustivas, se encuentra una aso-

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ciación significativa entre la existencia de biomasa aérea (stock) del bosque y la produc-tividad (flujo) de esa biomasa. Esto puede interpretarse como que el bien existente (elstock que representa el bosque implantado) garantiza servicios (flujos de energía, ma-teria e información) que son necesarios para sostener distintos sistemas de vida en elplaneta (Figura 13). Si esas tierras son deforestadas, al desaparecer el stock o capital debiomasa existente, también desaparecen varios flujos de servicios asociados a ese stock.Si en la misma figura, a estos datos correlacionados se le superponen algunas valoracio-nes de biomas boscosos aportados por Costanza y col. (1997), se puede encontrar unbuen alineamiento entre la existencia de bienes y servicios estimados a partir de losdatos del IPCC (2003) y elvalor económico de esosbiomas según Costanza ycolaboradores. Este proce-dimiento puede ayudar adesagregar el valor de dis-tintos tipos de biomas ar-bustivo-boscosos. Este ra-zonamiento tiene una basede confirmación en un pre-vio de Costanza y col.(1998), quienes encontra-ron una alta correlaciónentre el valor económicoestimado de un conjunto debiomas terrestres y acuáti-cos, y su correspondienteproductividad primarianeta.

La situación es distintaen el caso de los humedales,ya que los importantes ser-vicios ecológicos que apor-tan parecen estar vincula-

Figura 12. Ciclado de nutrientes, provisión de hábitat, secuestro de C, producción de materias prima,regulación de los flujos de agua y control de la erosión en bosques de distinta densidad

Figura 13. Correlación entre el stock de biomasa aérea (bienes ecológicos)y el flujo de aumento de la biomasa aérea (servicios ecológicos) en distin-tos biomas de bosque y pastizal. Los valores de servicios ecológicos co-rresponden a datos de Costanza et al. (1997).

y = 0,0233x - 0,2665

R2 = 0,7622; R= 0.873, S= 1.99

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Referencias: 1. Bosque tropical húmedo, 2. Bosque tropical hojas caducas, 3. Bosque tropical seco,Sistema tropical montasubtropical montañoso, 8. Bosque templado oceánico, 9. Bosque templado continental, 10. Bosque borealde coníferas, 11. Arbustal tropical, 12. Estepa subtropical, 13. Sistema templado monta oso, 14. Tundraboreal le osa, 15. Sistema boreal montañoso. Fuente: IPCC (2003).

4.ñoso, 5. Bosque subtropical húmedo, 6. Bosque subtropical seco, 7. Sistema

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Pastizal-arbustal BosquePastizal-arbustal

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dos no solo al stock de biomasa existente, sino también a los stocks y flujos de agua queintegran el sistema. Existen muchos tipos de humedales (pantanos, marismas, ciénagas,mallines, planicies anegables, etc), y no todos cumplen las mismas funciones (Cowardin,1979). La función de descontaminación de aguas ejercida por un humedal fue claramen-te descripta por Verhoeven y col. (2006). En el ejemplo que describe la Figura 14, lacontaminación por nitrógeno, fósforo y sedimentos que genera un campo agrícola esneutralizada por el humedal, el cual impide que esa materia afecte masas y corrientes

Figura 14. Mecanismo funcional de purificación de aguas en un humedal

de agua vinculadas al sistema. En el caso del servicio de descontaminación, tres mecanis-mos estarían actuando en un humedal: a) el aumento del tiempo de residencia de losnutrientes contaminantes debido a un reciclado dentro del stock de biomasa de vegeta-ción ribereña del humedal, b) la remoción de nitrógeno y su emisión como nitrógenogaseoso generado por fermentación anaeróbica dentro del stock de agua del humedal(lo cual significa, inevitablemente, la emisión de óxido nitroso a la atmósfera, que es unpotente gas invernadero), y c) la sedimentación de residuos sobre el lecho mismo delhumedal. Dependiendo del tamaño del humedal, el agua que vuelca sobre los cursosinferiores acarrearía una carga contaminante muy inferior a la que drenó originalmen-te desde el campo agrícola.

La regulación de aguas, el control de disturbios, la provisión de hábitat, la provisiónde materias primas y alimentos son, entre otros, algunos servicios adicionales de unhumedal que tienen un alto valor funcional pero carecen de precio en el mercado.Verhoeven y col. (2006) aportan sendos ejemplos de una red de humedales restaurados(y aún creados artificialmente) en cuencas agrícolas intensivas de China y de Suecia conel fin de obtener un servicio natural de descontaminación, y evitar las inversiones queexigiría implementar un sistema de plantas artificiales de purificación de aguas.

Por tanto, los bosques o humedales de una región conforman, en este caso, unstock de bienes ecológicos o capital natural que generan una cantidad considerablede flujos o servicios ecológicos esenciales para la vida, aunque generalmente subesti-mados. Por tanto, los bosques o humedales de una región conforman, en este caso, unstock de bienes ecológicos o capital natural que generan una cantidad considerable

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de flujos o servicios ecológicos esenciales para la vida, aunque generalmente sub-estimados en términos monetarios.

Las tierras rurales y los servicios del ecosistema

El impacto de la agricultura no es igual en todos los biomas. Las tierras de cultivo, altener menor oferta de servicios ecológicos, resultan menos afectadas por la interven-ción agrícola o ganadera. En realidad, su mayor valor radica en la capacidad que poseenpara producir alimentos, que al ser un servicio ecológico de provisión, puede estimarsefácilmente su valor económico a través de su cotización de mercado. En cambio, algu-nas estimaciones recientes (Viglizzo y Frank, 2006 a) indican que si se convierte un pas-tizal, un bosque o un humedal en un campo de agricultura, el impacto negativo sobrelos servicios ecológicos puede ser alto (Figura 15). Inclusive, más allá del impacto nega-tivo local, el perjuicio potencial a terceros por la externalidad negativa que generaría lapérdida de servicios ecológicosesenciales puede no justificar larentabilización de esas tierras através de la agricultura.

Considerando la notable di-versidad de ecosistemas queexiste en el Litoral argentino(Brown y col. 2006), es inme-diato que el impacto ambien-tal de una intervención huma-na en esa región será muchomayor allí que en la praderapampeana.

Mientras en la región pam-peana sobreabunda enecosistemas de pradera yecosistemas cultivados, con unvalor relativamente bajo en términos de servicios ecológicos, el Litoral argentino poseeecosistemas de alto valor ecológico como bosques, humedales, áreas ribereñas y plani-cies anegables. Por tanto, mientras el valor de mercado de la pradera pampeana essignificativamente mayor al del Litoral si se considera la cotización económica de sustierras, esa relación se invierte fuertemente cuando se valora al Litoral en función de losservicios ecológicos intangibles que proveen sus biomas (Figura 16).

La valorización del servicio ecológico ¿amenaza u oportunidad?

Como se señalara previamente, el propósito de los economistas ecológicos es asignarun valor a los servicios que prestan los ecosistemas, más allá que posean o no un precioreal de mercado. Ese valor puede equivaler, por ejemplo, al costo que demandaría re-emplazar artificialmente esos servicios ecológicos una vez destruidos por acción huma-na. Un ejemplo de la creciente valorización económica de un servicio ecológico es elemergente mercado del carbono, que apunta a reducir el impacto negativo de los gasesinvernadero en la atmósfera terrestre. Otro ejemplo ilustrativo es el servicio de protec-ción del suelo contra la erosión, cuya destrucción genera un costo que se materializa,entre otros indicadores, a través del dragado de las vías navegables que previamente sesedimentaron como consecuencia de una erosión de suelos aguas arriba. La limpieza de

Figura 15. Efecto esperado de una intervención humana endiferentes biomas sobre el valor de los servicios del ecosistema

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Fuente: adaptado de Viglizzo y Frank (2006).

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Figura 16. Producto bruto agropecuario y valor estimado de losservicios ambientales ofrecidos por biomas predominantes en la

pradera pampeana y en el litoral argentino

Cultivos Pastizales/praderas

Bosques Humedales

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1500012000PB AgropecuarioRegión Pampeana

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ambientales

aguas superficiales, la elimina-ción de sedimentos en vías na-vegables, la destrucción de in-fraestructura, el dragado depuertos, etc. son ejemplos con-cretos de los costos que debeasumir la sociedad entera aconsecuencia de la pérdida deun servicio esencial (el controlde la erosión) provocada poruna parte de la sociedad endesmedro de otra. El fenóme-no resulta particularmenteconflictivo cuando ocurrenimpactos trans-fronterizos queexternalizan problemas am-bientales desde un país a otro,aunque generalmente el costo

recae sobre uno de ellos. Estas externalidades pueden ser causa de conflicto internacio-nal entre países vecinos. Como ejemplos podríamos citar el caso de la sedimentación deríos en la baja Cuenca del Plata, o el impacto potencial que podrían tener las industriasprocesadoras de madera que se instalen sobre el río Uruguay.

Una lógica elemental indica que si la ruptura de un servicio ecológico impone uncosto ambiental que debería tener alguna penalización, su preservación debería plan-tear una oportunidad. El productor que conserva un suelo, preserva un bosque o man-tiene inalterado un humedal está ofreciendo servicios ecológicos que benefician a lasociedad en su conjunto. ¿Por qué no pensar entonces en premiar o pagar por su servi-cio? ¿Por qué no diferenciarlo del vecino que privilegia su propio beneficio material decorto plazo en desmedro de un beneficio inmaterial de largo plazo? Todo indica que siesta diferenciación que marque premios y penalizaciones no queda plasmada en unasociedad organizada, no habrá incentivos para preservar la oferta de servicios ecológicosque son esenciales para la sociedad en su conjunto.

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Provisión de servicios ecológicosen Argentina

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Como señalan Balmford y col (2002), dado que el hombre extrae de la naturaleza unagran variedad de bienes y servicios ecológicos sin ser totalmente conciente de su valor,su conocimiento y evaluación ha pasado a convertirse en una necesidad, ya que es unaherramienta imprescindible para generar políticas de conservación de los mismos. Porsu parte, Meffe y Carroll (1997) sostienen que los bienes y servicios ecológicos sólo po-drán sustentar la vida humana si el planeta mantiene activa una variedad de sistemasbiológicos en buena condición de funcionamiento. Pero dado que es una utopía inten-tar conservar todas las áreas naturales del mundo, una buena estrategia sería determi-nar y conservar aquellas que presentan un elevado valor en la provisión de serviciosecológicos esenciales para el bienestar humano. La evaluación de los servicios ecológicosque ofrecen los distintos biomas del planeta no ha dejado aún de ser un desafío enco-miable, ya que como se señalara antes, en los hechos su valor no se refleja en los preciosde mercado. Estimar ese valor es esencial, además, para caracterizar la vulnerabilidadrelativa de distintos biomas, ecorregiones y ecosistemas frente a cambios actuales opotenciales en el uso de la tierra (Metzger y col., 2006).

En nuestro país existen pocas estimaciones que intenten cuantificar la oferta de bie-nes y servicios de los diferentes biomas. Por tanto, en respuesta a esta carencia y con lasimprecisiones propias de una metodología de evaluación deficiente, en el presente ca-pítulo se realiza una valoración relativa de los servicios ecológicos que proveen diferen-tes ecorregiones en Argentina. No existiendo mejor información disponible, y hastatanto los procedimientos y técnicas de cálculo maduren, esta estimación tentativa pue-de resultar útil y necesaria para abordar estrategias de ordenamiento ambiental delespacio rural.

Estimación de los servicios ecológicos

De acuerdo a condiciones distintas de clima, relieve y tipo de suelo, en Argentina esposible diferenciar 21 ecorregiones (Figura 17) que se distinguen, principalmente, por lafisonomía de la vegetación (Naumann y Madariaga, 2003), a saber: 1. Alto Andina, 2.Bosque Andino Patagónico, 3. Chaco Húmedo Subhúmedo, 4. Chaco Seco, 5. ChacoSubhúmedo Central, 6. Chaco Subhúmedo Occidental, 7. Delta e Islas de la Mesopotamia,8. Espinal, 9. Estepa Patagónica, 10. Esteros del Iberá, 11. Monte, 12. Monte de Sierras yBolsones, 13. Pampa Central, 14. Pampa Central Semiárida, 15. Pampa Inundable, 16.Pampa Mesopotámica, 17. Pampa Ondulada, 18. Pampa Sur, 19. Puna, 20. Selva Paranaensey 21. Yungas. Mediante una cuantificación espacial de los biomas que forman parte delpaisaje en cada una de ellas, se realizó una estimación de su oferta relativa de serviciosecológicos.

La información sobre uso/cobertura de la tierra en cada eco-región se obtuvo de lasbases estadísticas del INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos) a partir de losCensos Nacionales Agropecuarios (CNA) correspondientes a los años 1937, 1960, 1988 y2002. La menor unidad de análisis fue el departamento o partido, con una coberturaque abarcó el 100 % de los departamentos/partidos censados en el país. Como las basesde datos del INDEC están organizadas de acuerdo a un criterio agro-económico, paraeste estudio debieron ser reestructuradas en función de los límites ecológicos de cadaeco-región analizada.

El valor del flujo de servicios ecológicos para los distintos biomas, se estimó a partirde un trabajo clásico publicado por Costanza y col. (1997). Estos autores estimaron, anivel global, el valor económico de 17 servicios ecológicos esenciales en 16 biomas pre-dominantes. Aunque encontraron varios problemas metodológicos que generaron in-certidumbre, sobre todo en la estimación del valor de servicios ecológicos que carecen

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de valor de mercado, se consideró que estos datos ofrecían la mejor información dispo-nible al momento del cálculo.

De acuerdo a los CNA, seis biomas que predominan en el territorio nacional fueronanalizados para cada eco-región: (a) cultivos, (b) pasturas y pastizales, (c) bosques ymontes naturales, (d) humedales, (e) cuerpos de agua y, (f) desiertos. Los valores toma-dos de Costanza y col. (1997) expresados en U$S 1994/ha/año, y aplicados a esos biomasfueron, respectivamente, los siguientes: 92, 232, 969, 14785, 8498 y 0. Dada la gran va-riabilidad que presentan estos biomas dentro del territorio nacional, fue necesario dife-renciar varias categorías intermedias a través de la aplicación de factores de corrección.Los mismos fueron estimados a partir de mapas preexistentes que registran, para cadaeco-región, diferencias notorias de clima (temperatura y lluvias) y de relieve. Por ejem-plo, debido a su característica de bosque montano que cubre importantes pendientes,se adoptó el supuesto de que los bosques de la eco-región Yungas tienen importanciacrítica para regular los caudales hídricos que drenan en el sentido de las pendientes. Seadoptó el supuesto de que estos bosques cumplen una función reguladora de aguas

Figura 17. «Eco-regiones del país (Adaptado de Naumann y Madariaga 2003)».

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similar a la de un humedal y se aplicó, en consecuencia, un factor de corrección queelevó de manera considerable el valor de los servicios ecológicos respecto a las estima-ciones de Costanza y col. (1997) para tierras boscosas.

El valor de las tierras de cultivo se determinó a partir de lo que los CNA denominansuperficie sembrada con cultivos anuales (suma de cereales para grano, oleaginosas yforrajeras anuales). La superficie de pasturas y pastizales se refiere al pastizal naturaldel CNA, y la de bosques hace referencia a bosques y/o montes naturales según aquellafuente estadística. Dos ecorregiones (Delta e Islas de la Mesopotamia y Esteros del Iberá)mostraron una alta predominancia de humedales permanentes, mientras que el restopresenta proporciones variables de lagunas, embalses, bañados y demás ecosistemasacuáticos, los cuales fueron considerados cuerpos de agua esporádicos o no permanen-tes. Debido al bajo nivel de resolución de este análisis, sólo se consideraron los cuerposde agua de mayor envergadura y relevancia desde el punto de vista ecológico. Tambiénse incluyeron dentro de esta categoría aquellos cuerpos de agua temporarios formadosen épocas húmedas en las zonas anegables del país. En lo que respecta a la superficieocupada por desiertos, ésta se estimó a partir del mapa de desertización del Atlas Ar-gentino (Naumann y Madariaga, 2003).

Sumando los valores económicos de todos los biomas para un determinado partido odepartamento y dividiendo la suma por la superficie del mismo, se obtuvo el valor eco-nómico estimado de cada hectárea en ese departamento. Estos cálculos se efectuaronpara cada uno de los períodos censados a escala nacional. Las nuevas bases de datosgeneradas fueron vinculadas a un sistema de información geográfica (SIG) para generarlos mapas que muestran, a escala nacional y ecorregional, cambios espaciales y tempo-rales en la oferta de servicios ecológicos.

Utilidad y limitaciones del método aplicado

El método aplicado tiene la utilidad de permitir generar una primera aproximación aun mapa de la oferta relativa de servicios ecológicos en ambientes rurales de la Argen-tina. No es un aporte menor considerando la escasa información actual disponible sobreel tema. Sin embargo, pese a la validez que tienen los resultados cuando se toman entérminos relativos, no puede desconocerse que varias restricciones metodológicasrelativizan, e imponen incertidumbre, al valor absoluto de las estimaciones.

En primer lugar, los datos sobre uso de la tierra se obtuvieron a partir de censosnacionales agropecuarios que tuvieron una finalidad distinta a la de este trabajo. Losmismos aportaron datos útiles sobre superficies de cultivos, pastizales y bosques natu-rales, pero se debió recurrir a otras fuentes de información para estimar y diferenciardistintos usos y coberturas de la tierra; por ejemplo, la superficie ocupada por humedalesy cuerpos de agua.

En segundo lugar, el valor de los servicios ecológicos para cada bioma se estimó apartir de los datos aportados por Costanza y col. 1997. Estos autores valorizaron losservicios ecológicos en términos de promedios globales sin considerar variantes o cate-gorías intermedias. Para enmendar este sesgo metodológico, en este trabajo se genera-ron y aplicaron factores de ajuste que surgieron de incorporar las condiciones térmicas,pluviométricas y topográficas predominantes en cada ecorregión analizada. Sin duda,esto genera el beneficio de diferenciar variantes y contrastes notorios de un mismobioma en diferentes ecorregiones del país, pero potencialmente también acarrea pro-blemas de sub y sobreestimación de valores que no pudieron ser evitados debido a las

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imprecisiones metodológicas que, aún hoy, persisten en relación con el valor intangibleasignado a numerosos servicios ecológicos.

En tercer lugar, debido a la baja resolución que impone la escala espacial (el territorionacional) y temporal (40 años) analizada, el cálculo de los servicios ecológicos carece derelevancia práctica en términos de su valor absoluto. Sólo sirve para marcar grandestendencias relativas de cambio a través del tiempo, y variantes a través del espacio. Porotra parte, debe aceptarse un factor de arrastre de errores a partir de las modificacio-nes que sufrió, a través del tiempo, el registro de datos realizados por los censos nacio-nales agropecuarios, producto de un cambio en los criterios de levantamiento de infor-mación y en la metodología de análisis aplicada. Esta inconsistencia resultó particular-mente evidente en el caso de los bosques naturales en el censo nacional de 1960.

El mapa de los servicios ecológicos

Elaborar un mapa de oferta de servicios ecológicos en la Argentina es necesario paraidentificar las áreas de mayor vulnerabilidad ecológica-ambiental, y concentrar nuestraatención sobre ellas. En este caso, el concepto de vulnerabilidad está asociado a la ofer-ta relativa de servicios ecológicos, porque los ecosistemas que los proveen en mayorcantidad están más expuestos a perderlos frente a una intervención humana o una ca-tástrofe natural.

Los valores obtenidos en el estudio ofrecen una primera aproximación para detectarlas ecorregiones con mayor oferta relativa de servicios ecológicos (Figura 18). Lasecorregiones correspondientes a los Esteros del Iberá, Delta e Islas de la Mesopotamiason las que acreditan la mayor oferta relativa de servicios ecológicos dentro del territo-

Figura 18. Estimación del valor bruto de los servicios ecológicos aportados por las principales eco-regionesde Argentina a partir de datos de Costanza et al. (1997)

rio argentino. Esta elevada concentración de servicios se explica por la alta proporciónde espacio territorial cubierto con humedales, los cuales son sistemas de hidrología muydinámica que proveen numerosos servicios esenciales para la sociedad, como el controlde inundaciones, la purificación de aguas, la protección contra tormentas, el ciclado de

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ca

U$S

1994

/ha*

año

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nutrientes, el tratamiento de residuos, la provisión de hábitat, etc. Según Costanza ycol. (1997), estos servicios en conjunto suman más del 80% del valor económico total deun humedal. Los cálculos indican, asimismo, que las ecorregiones de las Yungas, la SelvaParanaense y los Bosques Andinos Patagónicos les siguen en orden decreciente de im-portancia. Por su predominio en bosques de pendiente (montanos y pede-montanos), elsistema de las Yungas actúa como un potente regulador y estabilizador de caudaleshídricos y ofrece, asimismo, un hábitat que sustenta una rica diversidad biológica. Losbosques de la Selva Paranaense y los Bosques Andinos Patagónicos tienen un valor deuso directo (alimentos, materias primas, productos farmacéuticos, etc.), pero tambiéntienen un alto valor indirecto al proveer una gran variedad de servicios ecológicos comola regulación y purificación de aguas, la protección del suelo contra la erosión, la regu-lación del clima local y la purificación del aire, la protección contra las tormentas alactuar como barreras rompevientos; el secuestro de carbono, la provisión de hábitat yel aporte de servicios culturales. Las restantes ecorregiones poseen moderados a bajosvalores de oferta de servicios ecológicos. Las de menor valor relativo son la regiónPampeana (zona del país con mayor cantidad de superficie destinada al cultivo y laganadería y altamente urbanizada) y las zonasmás áridas del país, donde las condicionesclimáticas extremas limitan la oferta de servi-cios ecológicos (Puna, Monte de Sierras yBolsones, Altos Andes y Estepa Patagónica).

Si se sumara el valor total de los serviciosecológicos producidos por el país, aproximada-mente el 87% es aportado solamente por 5ecorregiones (Esteros del Iberá, Delta e Islas dela Mesopotamia, Yungas, Selva Paranaense yBosque Andino Patagónico).

A partir de los valores medios estimados paracada distrito político o departamento del país,y vinculando la base de datos con el programaArcview 3.1, se elaboró un mapa de la Argenti-na donde se aprecia la capacidad relativa decada ecorregión para ofrecer serviciosecológicos (Figura 19). La densidad de puntosen el mapa indica que la región litoral argenti-no (Delta e Islas de la Mesopotamia, Esteros delIberá y Selva Paranaense), las Yungas (en el cen-tro-norte del país) y los Bosques AndinosPatagónicos (en el extremo Sudoeste del país),parecen ser las ecorregiones que concentran lamayor oferta de servicios ecológicos. Laecorregión pampeana y el Gran Chaco Argen-tino presentan valores de servicios ecológicosintermedios y las ecorregiones presentes en lazona más árida del país (Montes de Sierras yBolsones, Altos Andes, Puna, Monte y EstepaPatagónica) son las que menor densidad de ser-vicios ecológicos ofrecen.

Una simple aplicación del sentido común in-dicaría que las ecorregiones con mayor densi-dad de servicios ecológicos deberían, quizás,

Figura 19. Eco-regiones del país y cálculo del va-lor promedio (1937-1960-1988-2002) de servi-cios ecológicos en el territorio argentino de acuer-do a valores estimados por Costanza et al. (1997)

1 punto = 10 U$S /ha

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tener tratamiento prioritario en una estrategia nacional de ordenamiento ecológico-ambiental del espacio rural en el país.

Servicios permanentes, servicios esporádicos

El análisis de los datos censales de los años 1937, 1960, 1988 y 2002 demuestran quealgunas ecorregiones en las cuales existen humedales estables tienen la capacidad deofrecer servicios ecológicos en forma permanente. Tal parece ser el caso de laMesopotamia argentina, donde no se detectan diferencias temporales apreciables en sucapacidad para ofrecer tales servicios (Figura 20 a).

Figura 20. Variaciones en el valor promedio histórico de serviciosecológicos en la Mesopotamia y en las Pampas argentinas esti-mados de acuerdo a Costanza et al.(1997). Valores expresados enU$S 1994/ha/año)

Dependiendo del ciclo pluviométrico analizado, otras ecorregiones parecen en cam-bio ofrecer servicios esporádicos o transitorios. Es particularmente ilustrativo el caso dela denominada cuenca del Río Quinto, en el sector centro occidental de la praderapampeana. Durante el período seco 1937-1960, la oferta de servicios de alto valorecológico en la cuenca del Río Quinto fue escasa por ser ésta una región dominada porbiomas de pastizal con aptitud ganadera y tierras de cultivo. Sin embargo, esa tenden-cia se invirtió y la oferta aumentó llamativamente durante el período de alta precipita-ción registrado entre 1988 y 2002. La inundación de tierras bajas, con la consecuenteformación de extensos humedales, fue una característica dominante de ese período(Figura 20 b). Al sustituirse por causas naturales los dos biomas de menor valor ecológico(tierras de pastizales y tierras de cultivo) por otro bioma de alto valor ecológico poten-cial (humedales), la oferta de servicios del ecosistema aumenta significativamente enlos cálculos teóricos. Posteriormente, al ingresar en un nuevo período seco, los humedalestransitorios volverán a desaparecer y las tierras se convertirán nuevamente en espacios

1937 1960 1988 2002

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productivos de menor valor ecológico pero de altovalor económico. Sin duda, el retorno de estoshumedales esporádicos vinculados a la dinámicaclimática de la región no es una buena noticia paralos productores agropecuarios de esa región porlas grandes pérdidas económicas que genera. Másallá del alto valor potencial que en términosecológicos tienen esas tierras (al retener el agua,su anegamiento impide que otras tierras aguasabajo se inunden), la sociedad no está actualmen-te dispuesta a pagar por esos supuestos servicios.

Puede presumirse que un incremento en la pro-visión de servicios ecológicos esporádicos puedeo no generar un beneficio para la sociedad segúnla vara con que lo mide. La irrupción de humedalesesporádicos en una región puede ser vista por unecólogo o un ecologista como algo positivo quemodifica favorablemente el hábitat local y enri-quece la biodiversidad. Pero para un poblador oun productor de esa región, esta situación se con-vierte en un drama que deteriora fuertemente la economía y la calidad de vida dellugar. A diferencia de lo que ocurre con los servicios permanentes, la provisión de servi-cios ecológicos esporádicos puede generar más perjuicios que beneficios debido a lainestabilidad que genera.

Figura 21. Atributos dominantes en unavisión multifuncional del ambiente rural

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Gestión ambiental del espacio rural

Cap

ítu

lo 6

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El debate producción-conservación en la Argentina (planteada en el Capítulo 1 deeste trabajo) ha incorporado un concepto relativamente novedoso para estas latitudes:la gestión ambiental del espacio rural. Los ejes de la discusión se ordenan en relacióncon algunos interrogantes que incluyen preguntas relevantes tales como ¿debe el Esta-do intervenir en la gestión del ambiente rural? ¿Ha sido el mercado quien,excluyentemente, ha ordenado el uso de la tierra? ¿En qué medida una intervenciónestatal puede afectar el libre juego de las fuerzas del mercado? ¿Quiénes deberían dise-ñar las políticas de gestión ambiental? ¿Debe ser un mandato del Estado nacional y lasprovincias, o deben participar los principales grupos de interés involucrados? ¿Qué pa-pel deben jugar la ciencia y la tecnología? Como ninguno de estos interrogantes tieneuna respuesta unívoca y sencilla, el debate es inevitable. Más aún si se acepta la preexis-tencia de posiciones filosóficas, políticas e ideológicas que exceden a los aspectos pura-mente prácticos del problema.

La agricultura multifuncional

En varios países desarrollados (principalmente algunos dentro de la Unión Europea)se afirma la idea de que el sector rural debe cumplir funciones múltiples en la sociedadmoderna, que van más allá de la mera producción de alimentos, fibras y materias prima.A la visión tradicional que concibe a la agricultura como una fuente de ingresos y em-pleo para el habitante rural, se agrega en tiempos recientes una concepción renovado-ra, de naturaleza agro-eco-sistémica, que modifica el histórico rol económico que hatenido el sector rural en la sociedad a la que pertenece. Dentro de esta visión, se obser-va al agro-ecosistema como un proveedor de otros servicios, además de los tradiciona-les, que son considerados esenciales para sostener la calidad de vida. Los servicios tradi-cionales de producción de granos, carnes, leche, fibras, etc., que son remunerados me-diante un valor que genera el libre juego de oferta y demanda en los mercados (almenos, en teoría), son complementados por otros que todavía carecen de una cotiza-ción generada mediante este mecanismo económico. Es en este punto donde comien-zan a jugar estos últimos, generalmente intangibles y difícil de percibir dentro de unadinámica económica regida todavía por activos tangibles y materiales. Pero ya no resul-ta tan extraño hablar de servicios tales como la regulación del clima, la purificación delagua, el control de la erosión, la prevención de disturbios o el reciclado de nutrientesesenciales. Inclusive, algunos de ellos, como el secuestro de carbono atmosférico, laoferta de un hábitat natural, el acceso a la biodiversidad o la purificación natural delagua, insinúan ya una valorización comercial embrionaria.

La concepción de una agricultura con funciones múltiples insinúa una transición ha-cia sistemas rurales alternativos que complementan a los tradicionales (Vereijken, 2002)y que amplían de manera muy significativa la oferta de bienes y servicios del sectoragropecuario. El modelo tradicional (que todavía predomina en gran parte del mundo yen nuestro país) se ha especializado en la producción de alimentos y fibras como laprincipal fuente de ingresos y de empleo para el productor y el habitante rural. Sinembargo, en los últimos 30 años se gestaron sucesivamente distintas variantes de agri-cultura que intentaron diferenciarse, sin lograrlo plenamente, de la agricultura tradi-cional. Dentro de una profusión de términos que incluyó la «agricultura integrada», la«agricultura conservacionista», la «agricultura ecológica», la «agricultura orgánica», la«agricultura sustentable», y otras denominaciones que poco esclarecían el tema, el pro-ceso pareció madurar conceptualmente durante la década de 1990 con la idea de «agri-cultura multifuncional». La agricultura multifuncional (Figura 21) es la que incorporacon más claridad la noción de servicio ecológico como un complemento del tradicional

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servicio económico que prestan los sistemas rurales. Más que focalizarse en un sistematangible de producción que opera a escala predial, la agricultura multifuncional conno-ta una estrategia que proyecta a escala territorial una variada oferta de serviciosecosistémicos, tanto tangibles como intangibles. Este concepto connota una visión re-novada de la ruralidad.

En la práctica, la idea va asociada a una estrategia de ordenamiento del espacio ruralque procura garantizar la oferta múltiple de servicios que son esenciales para preservarel bienestar general. Como estos servicios son valorizados de manera creciente en unasociedad generalmente rica, sensibilizada y con conciencia ecológica, por lo generalesta misma sociedad es quien decide subsidiarlos. En tanto esta visión predomine, esimpensable que el flujo de subsidios hacia el sector rural pueda reducirse en los paíseseuropeos. Por lo contrario, aumentarán porque responden a una decisión política avaladapor la ciudadanía. Seguramente, lo que la dirigencia europea menos piensa hoy essubsidiar la producción de alimentos como actividad económica prioritaria. Más bienintenta garantizar la oferta de otros servicios que considera esenciales para mantenerla calidad de vida en el territorio continental. Dentro de esos servicios se valoran espe-cialmente (a) la generación de trabajo y el equilibrio demográfico en el territorio rural,(b) la conservación del aire puro y la purificación natural de las fuentes de agua dulce,(c) el mantenimiento del paisaje y el hábitat para la vida silvestre, (d) el control de cau-sas y efectos del calentamiento global, (e) la regulación de aguas para el control deinundaciones, (f) la preservación del patrimonio histórico-cultural, (g) la recreación y elecoturismo, y tal vez en una posición mas rezagada, (h) la provisión de alimentos, fibrasy materias prima. Es fácil apreciar que las nuevas coordenadas de la agricultura tiendena separarse radicalmente de las históricas.

Dentro de esta concepción ampliada de los servicios que puede prestar el sector rurala la sociedad, es inevitable considerar la emergencia de tipologías novedosas de pro-ductores o empresarios agropecuarios. Según Vereijken (2002), al menos tres tipos deproductores podrían convivir en un futuro agrícola multifuncional: a) el productor tra-dicional, especializado en la producción de commodities y especialidades, b) el produc-tor multifuncional, que además de producir commodities y especialidades, contribuye ala conservación y restauración de ambientes rurales que ofrecen servicios esencialestales como el paisaje, el hábitat, la biodiversidad, y a la preservación de la cultura local(sitios históricos, costumbres, comidas, lenguajes, etc.), y c) el productor de serviciosecológicos, una suerte de empresario rural que se especializa en preservar serviciosecológicos y ambientales que la sociedad valora especialmente, tales como la conserva-ción de cuencas y humedales que ayudan a prevenir inundaciones en campos y pueblosvecinos, la preservación de áreas limpias para la recarga de acuíferos, el secuestro decarbono atmosférico para balancear la emisión de gases invernadero, la preservaciónde corredores de biodiversidad que actúan como hábitat para la flora y la fauna, etc. Encompensación, la sociedad les provee subsidios para garantizarle rentabilidad en elnegocio de producir tales servicios. De alguna manera, son los «jardineros» del pai-saje rural.

Sin duda, esto es posible en sociedades en las cuales otros sectores de la economíaestán en condiciones de subsidiar al sector rural. Por ahora, estas opciones parecen pre-maturas en sociedades cuya economía tiene una base típicamente agraria en la cual esel agro quien subsidia a otros sectores de la sociedad. No obstante, es necesario notarque esta concepción se acentúa en países desarrollados, y que puede marcar una ten-dencia en economías menos desarrolladas durante las próximas décadas.

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Los servicios ecológicos en la gestión ambiental del territorio

En general, los empresarios tienden a tomar sus decisiones sobre la base de unarelación entre el beneficio y el costo económico. Pero pocas veces esas decisiones con-sideran el conflicto (tradeoffs) entre el beneficio económico y el costo ecológico-am-biental.

Si se considera la erosión de suelos, aparece un interesante ejemplo en un trabajo deinvestigación (Pimentel y col., 1995) que evaluó el costo económico predial y extrapredialde un suelo degradado por la erosión. El costo predial (pérdida de suelo y productivi-dad) recae directamente sobre el productor rural. Pero existe un costo, que los autoresdenominan extra-predial, y que surge de computar los gastos que se generan fuera delpredio debido a la necesidad de dragar sedimentos en ríos y puertos, tratar las aguas,atender problemas de salud, etc., que se manifiesta a escalas geográficas mayores, yque debe ser absorbido de manera no deseada por toda la sociedad. Esto significa que elconflicto entre beneficio económico y costo ecológico-ambiental no está restringido alpredio. Distintas manifestaciones de ese conflicto aparecen a distintas escalas espacia-les y temporales. En otros términos, los costos por hectárea de la erosión del suelo noterminan en el campo o predio donde ésta se ha generado, sino que aumentan propor-cionalmente a medida que se amplía la escala geográfica y temporal del análisis. Esta esuna forma indirecta de valorar en términos monetarios un servicio natural (la protec-ción contra la erosión) que se ha perdido.

El análisis de conflictos y sinergias (tradeoffs analysis) entre beneficio económico ycosto ecológico ofrece una línea prometedora de abordaje a los problemas de ordena-miento o gestión ambiental del espacio rural. Las políticas de ordenamiento y gestióndel ambiente rural parecen ser hoy un instrumento idóneo para armonizar interesessocioeconómicos y ecológico-ambientales. En muchos ambientes rurales del mundo, eluso de la tierra es modulado más por una influencia directa del mercado que por unapolítica de Estado fundada en el conocimiento científico. De esta manera, la considera-ción del servicio ecológico como herramienta ordenadora no ha sido todavía una prio-ridad estratégica en la mayoría de los países. Sin embargo, debido a la creciente presiónde uso sobre las tierras rurales, las autoridades políticas necesitarán evaluar cómo esoscambios en el uso de la tierra afectarán la provisión de servicios ecológicos esenciales.Más aún, una decisión en una dirección determinada puede mitigar o agravar los con-flictos por el uso de la tierra, generando consecuencias sociales, económicas, ambienta-les y culturales no siempre deseadas.

Varias metodologías y herramientas como los modelos de simulación (Crissman y col.,1998), la programación lineal (Bouman y col., 1999), la programación multiobjetivo(Latesteijn, 1992), técnicas estadísticas (De Koning y col., 1999) y una combinación demodelos matemáticos, bases de datos y sistemas de información geográfica (Stoorvogely Antle, 2001) han sido desarrolladas para explorar el impacto de una estrategia de usode la tierra en ambientes rurales. No obstante, existen muy pocos antecedentes sobre laaplicación del análisis de servicios ecológicos en el ordenamiento ambiental del espaciorural. Por tanto, un enfoque multi- y trans-disciplinario, orientado al diseño de políticasambientales, parece ser necesario para armonizar estrategias y prevenir conflictos porel uso de la tierra.

En trabajo reciente, Viglizzo y Frank (2006 a) propusieron un método para identificaropciones de uso de la tierra en la Cuenca del Plata a través de un análisis de conflictos ysinergias entre servicios del ecosistema de interés económico y de interés ecológico. Losbiomas (tierras de cultivo, pastizales, bosques, humedales) que dominan esta gran re-gión tienen una capacidad muy diferenciada para proveer servicios ecológicos y econó-

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micos. Debido a la rápida expansión de la agricultura durante la década de 1990 y losprimeros años del siglo XXI, la Cuenca del Plata es motivo de preocupación por los mar-cados desbalances en la oferta de tales servicios que ya se insinúan. Los resultados mues-tran que el avance agrícola y ganadero impacta de manera muy diferente a los distintosbiomas intervenidos. Si bien tales impactos son de baja significación en ecosistemas demenor valor ecológico como las tierras de cultivo o los pastizales, ese impacto puede serde tal magnitud en otros ecosistemas dominados por bosques y humedales, que el ma-yor beneficio económico que es posible obtener por el avance agrícola y ganadero, noparece compensar ni justificar la gigantesca pérdida actual o potencial de serviciosecológicos.

De esta manera, mientras las tierras de cultivo de la Pampa argentina toleran relati-vamente bien un cierto nivel de intervención agropecuaria, los humedales del Pantanalbrasileño-paraguayo-boliviano pueden ser extremadamente vulnerables. Las estimacio-nes sugieren que la vulnerabilidad del Pantanal es tal que podría perder más de 30 vecessu capacidad original para proveer servicios ecológicos esenciales si soportara un nivelde intervención antrópica equivalente a la de la pradera pampeana. En otras palabras,en términos ecológicos, esta ecorregión perdería mucho más de lo que podría ganar entérminos monetarios.

Los resultados demostraron que la complementación funcional de los biomas domi-nantes en la Cuenca del Plata es esencial para mantener un flujo estable de serviciosecológicos y prevenir conflictos latentes. Un análisis equivalente puede realizarse paradistintas ecorregiones argentinas de importancia crítica en la provisión de serviciosecológicos.

Un primer criterio ordenador para diseñar políticas saludables de gestión ambientaldel espacio rural puede abordarse en dos etapas: 1) identificar en un mapa los distintosbiomas que integran la región analizada con el fin de caracterizar su vulnerabilidadecológica relativa (Figura 22), y 2) ubicar las actividades agropecuarias más agresivas entérminos ambientales sobre los biomas de menor sensibilidad a la intervención, evitan-

Figura 22. Ejemplo de identificación de áreas geográficas con distinta vulnerabilidadecológica-ambiental en una cuenca en función de los biomas que la componen

Vulnerabilidad muy alta

Vulnerabilidad alta

Vulnerabilidad media

Vulnerabilidad baja

MAAM

B

Vulnerabilidad muy alta

Vulnerabilidad alta

Vulnerabilidad media

Vulnerabilidad baja

MAAM

B

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do la sobreposición de esas actividades en áreas donde predominan los biomas másvulnerables (Figura 23).

A riesgo de herir la sensibilidad ecológica de muchos ciudadanos, hay que tener encuenta que la conservación del ambiente es un imperativo ético que inevitablementeentra por el bolsillo. Un enfoque basado en la aplicación de criterios múltiples yparticipativos parece ser esencial a la hora de ordenar políticas de ordenamiento terri-torial, especialmente en áreas donde se insinúan conflictos que deben ser prevenidos.La iniciativa privada y sus intereses económicos no pueden estar ausentes en una políti-ca concertada de ordenamiento territorial. Dentro de un marco regulador aplicado porel Estado, esta política de acuerdos entre sectores con diferentes intereses debe ser eldisparador de una gestión que genere tanto un beneficio social, ecológico-ambiental ycultural para la sociedad, como un beneficio económico para quien ejecute una gestiónambiental saludable.

Figura 23. Localización hipotética de proyectos productivos que difieren en su impacto ambiental en unacuenca que presenta áreas con distinta vulnerabilidad ecológica a la intervención humana.

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Epílogo

Los países modernos se enfrentan a la necesidad de diseñar políticas ordenadoras delambiente rural para enfrentar conflictos y desafíos económicos, sociales, ecológicos yambientales que se agudizarán en la medida que aumenten las presiones sociales sobreel uso de la tierra. Más allá de la contribución imprescindible del Estado, tales estrate-gias demandarán una participación activa de la sociedad civil. Las concepciones másavanzadas sobre el tema señalan que la gobernabilidad del ambiente global no puedeni debe ser incumbencia excluyente de instituciones y autoridades políticas. La sociedadcivil, con su propio entramado institucional, debe quedar involucrada en este compro-miso. La gestión ordenada del territorio debe ser asumida como un proyecto colectivode las comunidades organizadas. En última instancia, son los actores privados los quetoman decisiones y ejecutan acciones directas sobre el terreno. Es el propio juego quienlos convierte en actores privilegiados. Las autoridades de gobierno, los grupos de inte-rés (económico, social, ambiental, cultural), los usuarios de la tierra y la propia comuni-dad científica/tecnológica conforman la fuerza de tareas que necesita enfrentar estedesafío. El mejor conocimiento científico y técnico disponible es el combustible quedebe motorizar esta interacción para racionalizar estrategias viables y efectivas.

Concluido este primer estudio exploratorio, surge un interrogante inevitable: ¿quéelementos conceptuales prometen ser útiles para apoyar una estrategia ordenada degestión de los ambientes rurales en la Argentina? Los conceptos más destacables surgi-dos de esta investigación preliminar parecen ser los siguientes:

1) es necesario aceptar que, en términos ecológico-ambientales, el territorio argenti-no es marcadamente heterogéneo, ya que la densidad de oferta de servicios ecológicosvaría ampliamente de una ecorregión a otra del país;

2) dado que la mayor oferta nacional de servicios ecológicos (el 87 %, aproximada-mente) parece estar concentrada solamente en 5 (Esteros del Iberá, Delta e Islas de laMesopotamia, Yungas, Selva Paranaense y Bosque Andino Patagónico) de las 21ecorregiones analizadas, éstas deberían ser reconocidas como la principal «fábrica» debienes y servicios ecosistémicos del país. Más allá de su valor ecológico intrínseco, estacondición refleja no solamente su vulnerabilidad potencial a la intervención humanasino también su alta prioridad relativa en cualquier estrategia futura de ordenamientoambiental del espacio rural. Otras ecorregiones con menor oferta de servicios ecológicos(por ejemplo, la pradera pampeana, o la meseta patagónica) no parecen tener un nivelequivalente de demanda en materia de estrategias de ordenamiento territorial. La pro-moción (y aún la imposición) de prácticas y tecnologías conservacionistas parece sersuficiente en estos casos, al menos en una primera etapa ordenadora.

3) las tendencias históricas de cambio en la oferta de servicios ecológicos parecenindicar que el territorio argentino ha estado expuesto a una intervención antrópica debaja intensidad, al menos en las ecorregiones de mayor importancia ecológica-ambien-tal. Los cambios históricos más significativos en el uso de la tierra han ocurrido en lapradera pampeana, ecorregión que por sus características biofísicas no es un importan-te proveedor de servicios ecosistémicos intangibles, aunque sí es un productor clavepara proveer servicios tangibles de alto valor en el mercado, como alimentos, fibras ymaterias primas de origen agropecurio.

4) la alta capacidad de oferta de servicios ecológicos confiere a las 5 ecorregionesidentificadas en este trabajo una ventaja comparativa potencial nada desdeñable en lamedida en que algunos de sus servicios, todavía intangibles, adquieran un valor tangi-ble en los mercados futuros. En este sentido, ecorregiones que hoy muestran baja

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competitividad en términos de su producto geográfico agropecuario pueden alcanzaralta gravitación económica en un mercado futuro que valorice y pague por los bienes yservicios ecológicos que ofrecen.

Estos resultados son suficientes para contraindicar la homogeneización de políticasde gestión ambiental en todo el territorio nacional, que soslayen las grandesheterogeneidades productivas y ecológicas del país. El conocimiento científico y técni-co es esencial para identificar estas diferencias y colocarlas en una dimensión geográfi-ca que sea útil a los fines prácticos. Con la concurrencia comprometida de los principalesactores y grupos de interés involucrados, es esencial reconocer las fortalezas y debilida-des de los distintos ambientes rurales. Sin perder de vista las oportunidades del futuro,una estrategia ordenadora inteligente será aquella que maximice las fortalezas que con-fieren algunas ventajas competitivas existentes, y minimice o disimule las debilidadesque limitan o bloquean oportunidades previsibles. El razonamiento más elemental su-giere que sería una utopía tanto tratar de convertir a las tierras productivas de la prade-ra pampeana en una fábrica de servicios ecológicos que naturalmente no provee, comointentar que los valiosos humedales del litoral argentino se conviertan en una factoríade alimentos en lugar de potenciar su capacidad para proveer servicios ecológicos irreem-plazables.

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Anexo sobre las eco-giones de Argentina(Extraído de Brown et al. 2006)

Altos AndesLos Altos Andes son en general, todos los espacios montañosos por encima de los

3.500 m de altura, aunque hacia el sur este límite desciende a los 2.500 m y aún menos,conformando una serie de espacios alargados y a veces aislados entre si. Su superficie seestima en alrededor de las 12.000.000 de ha. El relieve es montañoso, quebrado, convalles profundos y usualmente marcados por la actividad glacial, con abundantesmorrenas.

Bosque Andino PatagónicoEstos bosques y ecosistemas asociados se ubican en el extremo oeste de las provincias

de Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego. La influencia de losvientos húmedos del Pacífico y el efecto sombra que produce la Cordillera de los Andessobre las vertientes orientales de la Argentina determinan un marcado gradiente deprecipitación longitudinal. Esto sumado al marcado gradiente térmico latitudinal yaltitudinal, generan una gran heterogeneidad en el ambiente físico, por lo que es posi-ble distinguir distintos tipos de bosque (bosque templado cálido, selva valdiviana, bos-que templado y bosque magallánico). Dominan el pehuén o araucaria, el ciprés y elalerce, y las caducifolias como el ñire, el raulí y la lenga. En los sectores más húmedos sepresenta un denso sotobosque de cañas colihue, arbustos, plantas trepadoras y parási-tas, hongos y musgos.

Gran ChacoEl Parque Chaqueño está formado por árboles de maderas duras adaptados a las

condiciones de sequía, por lo que predominan las especies caducifolias, de hojas peque-ñas o espinas. Sus ejemplares típicos son: quebracho colorado chaqueño, quebrachocolorado santiagueño, quebracho blanco, algarrobo, guayacán, palo santo, palo borra-cho o yuchán, guayaibí, mistol, tusca, chañar y vinal. El Gran Chaco puede subdividirseen 4 regiones: Chaco Húmedo Subhúmedo, Chaco Subhúmedo Central, ChacoSubhúmedo Occidental y Chaco Seco. El Chaco Oriental o Húmedo es una extensa re-gión que abarca más de 12.000.000 de ha en Argentina, ocupando aproximadamente lamitad este de las provincias de Chaco y Formosa, y parte del norte de Santa Fe. Se tratade una llanura extremadamente plana, con pendientes muy suaves en sentido oeste-este. La baja pendiente de la región y la torrencialidad estacional de los ríos favorecenlos procesos fluvio-morfológicos, generando albardones elevados. En algunos años, coin-cidentes con el fenómeno del Niño, se producen intensas precipitaciones que provocaninundaciones extraordinarias en gran parte del territorio. Estas condiciones favorecenla existencia de un gran número y diversidad de humedales. El Chaco Seco es, en sumayor parte, una vasta llanura sedimentaria, modelada esencialmente por la acción delos ríos que la atraviesan en sentido noroeste-sudeste. Sus altas cuencas se encuentranfuera de la región, en la cordillera, desde donde transportan una gran cantidad de sedi-mentos que forman albardones o colmatan los cauces y dan origen a la divagación delos ríos, las que con el tiempo, forman abanicos fluviales. El fuego es otro factor queactúa como modelador del paisaje a nivel regional.

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Delta e Islas de la MesopotamiaEsta región es un conjunto de macrosistemas de humedales de origen fluvial que,

encajonado en una gran falla geológica, se extiende en sentido norte-sur a lo largo de lallanura chaco-pampeana, y cubre 4.825.000 ha. Incluye el corredor fluvial y las planiciesaluviales del tramo inferior del río Paraguay, de los tramos medios e inferior del ríoParaná y el cauce del Río de la Plata. En términos generales, se trata de microsistemascomplejos en los que los flujos de materia y energía ocurren como pulsos de inundacióny sequía.

EspinalEl Espinal está caracterizado por el género Prosopis (algarrobo, ñandubay, caldén),

aunque incluye asociaciones de especies muy diferentes entre sí. Rodea a la regiónpampeana por el norte, el oeste y el sudoeste y, está en contacto con los bosquesparanaenses, los bosques fluviales del Paraná y el Uruguay, el Chaco Oriental y Occiden-tal, el Chaco Árido y el Monte. En cada una de esas regiones se encuentran vegetacionestransicionales con el Espinal, por lo que resulta fácil imaginar la diversidad de situacio-nes incluidas en esta eco-región. Gran parte del Espinal se localiza en tierras de altodesarrollo agrícola y urbano, motivo por el cual su superficie se ha visto fuertementereducida en las últimas décadas.

Estepa PatagónicaLas estepas y los semidesiertos patagónicos ocupan la mayor parte de las vastas lla-

nuras, mesetas y serranías del extremo sur del continente americano. Hacia el noreste,la región limita, en un amplio ecotono, con la región del Monte y, hacia el oeste, con losBosques Subantárticos. Las mesetas de altura decreciente hacia el este constituyen unode los rasgos geográficos más característicos de la Patagonia. La vegetación presentauna gran heterogeneidad tanto fisonómica como florístico. En general, se caracterizapor matorrales achaparrados, adaptados a las condiciones de déficit de humedad, bajastemperaturas, heladas y fuertes vientos. Se trata de arbustos de menos de 50 cm dealtura, muchos con forma de cojín, otros espinosos, con hojas diminutas o sin ellas. Enmenor proporción aparecen estepas herbáceas, de pastos duros como los coirones. En lafranja occidental predominan los pastizales compuestos de pastos duros y en las áreasmás húmedas, como fondos de valles, cursos de agua y vertientes, se encuentran prade-ras cenagosas (mallines). Esta heterogeneidad en la vegetación reflejan las restriccionesque imponen las características climáticas y edáficas.

Esteros del IberáEl microsistema Iberá comprende un complejo de ecosistemas con predominio de los

ambientes palustres (esteros y bañados) que interconectan extensos lagos pocos pro-fundos, unidos por cursos de agua de distinto orden. Por su posición estratégica en elnoreste de Argentina y por su extensión (1.230.000 has), es una de las principales fuen-tes superficiales de agua limpia del país.

MonteLa aridez y la composición florística y faunística son bastante homogéneas en toda

su extensión. El clima es cálido y seco, con gran variedad térmica diaria y entre estacio-nes. Las precipitaciones muestran un marcado gradiente este- oeste, y son muy varia-bles, entre 80 y 300 mm anuales. Prevalecen los paisajes de llanuras y extensas mesetasescalonadas. La comunidad más característica y que le otorga unidad fito-sociológica a

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la región es el jarillal o la estepa de Larrea (jarilla). Se trata de matorrales de entre 1.5 y3 m de altura, con arbustos de follaje permanente y ramas inermes, entre los que predo-minan Larrea divaricata y L. cuneifolia.

Monte de Sierras y BolsonesLa geografía de esta zona presenta gran variedad de estructuras geomorfológicos y

de altitud. Hacia el oeste limita con la Puna y los Altos Andes, y ocupa bolsones y laderasbajas. El área de los bolsones es una franja relativamente angosta, pero muy extendidaen sentido latitudinal, y se caracteriza por no contar con una red de de agua permanen-te. Dentro de cada bolsón se distinguen distintos paisajes con vegetación y suelos carac-terísticos como huayquerías, barriales, medanales y salares.

PampasPor su extensión, las pampas constituyen el más importante ecosistema de praderas

de la Argentina, y suman en total unas 54.000.000 has. Poseen un relieve relativamenteplano, con una suave pendiente hacia el Océano Atlántico. Una buena parte de la pra-dera pampeana está expuesta a anegamientos permanentes o cíclicos. Existen suelosaptos para la agricultura y la ganadería, aunque esta aptitud declina acompañando ungradiente de isohietas anuales que varía entre los 1.000 mm al noreste y los 400 mm alsudoeste. En los últimos 120 años estas isohietas han tenido desplazamientos en estadirección. La variedad y riqueza de especies disminuye de norte a sur y de este a oeste.Al norte los árboles representativos son el algarrobo, el ñandubay y el quebracho blan-co, al sur domina el caldén, mientras que al este el ombú, el tala y el sauce. Los arbustosy hierbas que los acompañan son de reducido porte, entre ellos se destaca la jarilla,chañar, piquillín, molle y barba de chivo. En el nordeste presenta una notable disminu-ción de la flora original por el avance del urbanismo y los cultivos. La región pampeanapuede subdividirse en seis regiones relativamente homogéneas: Pampa Central, PampaCentral Semiárida, Pampa Inundable, Pampa Mesopotámica, Pampa Ondulada y Pampa Sur.

PunaLa Puna es una planicie de alrededor de 12.500.00 ha, ubicada por encima de los 3.000

m de altura en el extremo noroeste del país, abarcando parte de las provincias de Salta,Jujuy, Catamarca, La Rioja y San Juan. Presenta un relieve relativamente chato, surcadoocasionalmente por serranías que sirven como límites de delimitación de cuencas cerra-das, características de este ambiente. La mayor parte de la Puna (salvo en su sectornorte) constituye una gran cuenca arreica, fragmentada en un sistema de cuencas me-nores no relacionadas entre sí. En el fondo de estas cuencas se desarrollan grandes lagu-nas de límites variables. Gran parte del suelo está desnudo y se distingue por la presen-cia de especies xerófilas. Los pastos son muy duros y los arbustos enanos y en cojín ycrecen en condiciones muy extremas debido a la altura, la escasez de humedad, grandesamplitudes térmicas y viento fuerte y continuo. En sitios más protegidos crecen la jarillay el molle.

Selva ParanaenseA pesar de su estado altamente fragmentado, la selva paranaense es uno de los

ecosistemas biológicos más diversos de la tierra, pues contiene el 7 % de las especies delmundo. Esta biodiversidad no se encuentra distribuida en forma uniforme, ya que lasdiferentes combinaciones de temperatura, altitud, suelos, precipitaciones y distancia alocéano a lo largo de su extensión, han creado condiciones para que evolucionen grupos

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únicos de especies en áreas localizadas. Además, esta región tiene un alto nivel de espe-cies endémicas, lo que hace que sea una región de alta prioridad para la conservación.La Selva Paranaense incluye varios estratos. Los niveles superiores están integrados porguatambú blanco, laurel negro, cedro, incienso, lapacho, laurel amarillo, peteribí y pal-mera pindó. Por debajo de los árboles crecen helechos arborescentes y en los estratosinferiores se desarrollan plantas herbáceas, helechos, musgos y líquenes. Entre los dis-tintos niveles se entrelazan lianas, enredaderas y epífitas.

YungasSobre la vertiente oriental de las cadenas montañosas de los Andes se extiende el

sistema de los bosques nublados y selvas de montaña (también conocido como Nuboselva,Bosque andino yungueño o Yungas), definido principalmente por ocurrir en las laderasde las montañas en una franja altitudinal en donde el ambiente se caracteriza por unapersistente o estacional cobertura de nubes y neblinas. Este sistema actúa como unfiltro de las corrientes de circulación global, regula los importantes caudales hídricos delos ríos que atraviesan el continente, y se caracteriza por una enorme diversidad bioló-gica. Las Yungas forman diversos tipos de vegetación. Al pie de los montes se desarrollala selva de transición con ejemplares de tipa, jacarandá, ceibo, cebil, palo blanco y paloamarillo, muy modificada por la acción antrópica. A mayor altura se encuentra la selvade montaña, con dominio de tipa y cebil en los lugares bajos, horco molle, lapachos ylaureles más arriba, y mirtáceas en el nivel superior.

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