Promesas Incumplidas. Un Balance Crítico de Las Teorías Del Cambio Político y Su Aplicabilidad en...

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¿Promesas incumplidas? Un balance crítico de las teorías del cambio político y su aplicabilidad en América Latina Por Salvador Martí i Puig Profesor del Departamento de Ciencia Política y Derecho Público. Universidad Autónoma de Barcelona [email protected] http://www.iigov.org/revista/re10/ Revista Instituciones y Desarrollo. N° 10, oct. 2001 Resumen El profesor Martí Puig, en este artículo, de indudable utilidad tanto para los estudiantes de teoría política como para las personas vinculadas a la acción política, hace un repaso detallado de las principales teorías con las que se ha analizado el cambio político en América Latina desde mediados del siglo XX hasta la actualidad. La amplia cobertura histórica que aborda el autor le permite analizar, en primer lugar, los enfoques “culturalistas”, que focalizaron su interés en las variables de carácter cultural –debido a la notable influencia de la sociología y la sicología- y que por tanto, pueden considerarse hijos de la revolución conductista de los años cincuenta. Sigue con el enfoque “desarrollista” que formuló la escuela de la modernización, focalizando sus estudios en factores de tipo material, centrando su tarea investigadora sobre las oportunidades de crecimiento económico, de movilidad social, de cambio de actitudes, más que en cuestiones simbólicas, valorativas o culturales -tal como lo hizo el enfoque anterior-. La corriente más significativa que aparece específicamente en América Latina y con ambición de ser una explicación general, es la “escuela dependentista”, originada en la CEPAL (Comisión Económica para América latina y El Caribe, con sede en Santiago de Chile). Los “dependentistas” partían desde una perspectiva antitética a las teorías anteriores: no se trataba de “recetas a exportar”, sino de planteamientos elaborados a partir de una realidad geopolítica periférica de los países atrasados. Una tercera generación de teorías surge en los años ochenta en torno al estudio de los procesos de transición. Destacan las teorías vinculadas al enfoque de la “elección racional”, la “teoría de la

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Promesas Incumplidas. Un Balance Crítico de Las Teorías Del Cambio Político y Su Aplicabilidad en América Latina

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Promesas incumplidas? Un balance crtico de las teoras del cambio poltico y su aplicabilidad en Amrica Latina

Por Salvador Mart i PuigProfesor del Departamento de Ciencia Poltica y Derecho Pblico. Universidad Autnoma de [email protected]://www.iigov.org/revista/re10/Revista Instituciones y Desarrollo. N 10, oct. 2001

ResumenEl profesor Mart Puig, en este artculo, de indudable utilidad tanto para los estudiantes de teora poltica como para las personas vinculadas a la accin poltica, hace un repaso detallado de las principales teoras con las que se ha analizado el cambio poltico en Amrica Latina desde mediados del siglo XX hasta la actualidad.

La amplia cobertura histrica que aborda el autor le permite analizar, en primer lugar, los enfoques culturalistas, que focalizaron su inters en las variables de carcter cultural debido a la notable influencia de la sociologa y la sicologa- y que por tanto, pueden considerarse hijos de la revolucin conductista de los aos cincuenta. Sigue con el enfoque desarrollista que formul la escuela de la modernizacin, focalizando sus estudios en factores de tipo material, centrando su tarea investigadora sobre las oportunidades de crecimiento econmico, de movilidad social, de cambio de actitudes, ms que en cuestiones simblicas, valorativas o culturales -tal como lo hizo el enfoque anterior-.

La corriente ms significativa que aparece especficamente en Amrica Latina y con ambicin de ser una explicacin general, es la escuela dependentista, originada en la CEPAL (Comisin Econmica para Amrica latina y El Caribe, con sede en Santiago de Chile). Los dependentistas partan desde una perspectiva antittica a las teoras anteriores: no se trataba de recetas a exportar, sino de planteamientos elaborados a partir de una realidad geopoltica perifrica de los pases atrasados.

Una tercera generacin de teoras surge en los aos ochenta en torno al estudio de los procesos de transicin. Destacan las teoras vinculadas al enfoque de la eleccin racional, la teora de la agencia y los aportes del nuevo institucionalismo. En general estas teoras interpretaron los procesos de cambio de otra forma, trasladando el anlisis de las condiciones y los requisitos a los clculos estratgicos, los patrones secuenciales y las opciones contingentes de los actores polticos en momentos de incertidumbre institucional. No es necesario insistir en que esta nueva estrategia investigadora supuso un acierto que, durante casi veinte aos, les otorg la hegemona en esta rea de estudio.

1. Introduccin: La relevancia del tema

En el presente texto1 se pretende evaluar las diversas teoras elaboradas por la Ciencia Poltica para interpretar los procesos de modernizacin y cambio de rgimen. La decisin de desarrollar este tema no se justifica por la centralidad de ste en la agenda de los politlogos, si no tambin por la numerosa, variada y caleidoscpica (tericamente hablando) literatura que ha generado. Tal como veremos este a veces vertiginoso- desarrollo no ha sido slo fruto de la imaginacin y tenacidad acadmica de los politlogos. Ha contribuido tambin en su expansin la voluntad de los investigadores de responder e interpretar los innumerables y desbordantes acontecimientos acaecidos en la arena poltica internacional durante la ltima mitad del siglo XX.

Si bien siempre ha existido una notable preocupacin por interpretar las transformaciones y cambios polticos ocurridos a lo largo de la historia, ha sido, sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial que ha emergido en la Ciencia Poltica un renovado inters sobre este tema, pero en este caso, no slo para dilucidar y reinterpretar el pasado, sino para y sobre todo- comprender e incidir en el proceso de vertiginosos cambios que se suceden a escala mundial. Ciertamente, hasta entonces, prcticamente todas las regiones de Asia, frica y en menor medida- Amrica Latina y el Caribe, dependan de lo que ocurra en un reducido nmero de pases del hemisferio septentrional. Ello vala incluso para aquellas regiones en las que el gobierno estaba en manos de las autoridades autctonas -como por ejemplo protectorados regidos por soberanos-, e incluso en pases formalmente independientes.

Pero desde 1945, el "mundo colonial "se transform en un mosaico de estados nominalmente soberanos. En este contexto la constante fue la heterogeneidad e imprevisibilidad de los fenmenos. As, en algunos lugares se desencadenaron grandes revoluciones autctonas. En otros, como en Amrica Latina, emergieron movimientos de emancipacin antioligrquica en el seno de estados donde el liberalismo doctrinario haba regenteado el pas por ms de un siglo. Y, finalmente, en diversas regiones aparecieron tambin pases donde el nico fundamento institucional y territorial del nuevo estado era el legado colonial del siglo XIX.

Efectivamente, la descolonizacin y las revoluciones transformaron drsticamente el mapa del globo. La cifra de estados asiticos reconocidos internacionalmente como independientes se quintuplic. En frica, donde en 1939 slo exista uno, en los aos sesenta eran cincuenta. Incluso en Amrica, donde la temprana descolonizacin del siglo XIX haba dejado una veintena de repblicas, la descolonizacin aadi una docena ms. Sin embargo, lo importante de estos pases no era su nmero, sino el enorme y creciente peso demogrfico y su potencial conversin en focos de inestabilidad.

Respecto de este ltimo punto cabe sealar que una de las primeras preocupaciones de estos nuevos estados era la de qu forma poltica deban adoptar. Ante este dilema, no resulta sorprendente que una parte notable de ellos adoptasen o se vieran obligados a hacerlo- los sistemas derivados de sus antiguos amos imperiales: las democracias liberales. Otros, la minora, que surgan de procesos de revolucin social, generalmente adoptaron el modelo sovitico.

En la prctica estas etiquetas indicaban, como mximo, en qu lugar de la escena internacional queran situarse estos pases y, en general, la categorizacin era tan poco realista como solan serlo las constituciones de las repblicas latinoamericanas. Los motivos de ello eran casi siempre los mismos: las nuevas entidades polticas, en la mayora de los casos, carecan de las condiciones materiales y polticas necesarias para hacer viables estos sistemas. De hecho, el predominio de regmenes militares una a los estados del tercer mundo, cualesquiera que fuesen sus modalidades polticas o constitucionales: es difcil dar con alguna repblica que no haya conocido por lo menos una etapa marcial desde 1945 (Hobsbawm, 1998: 349).

Ante ello, una de las aspiraciones que la Ciencia Poltica sobre todo, y en primer lugar, la estadounidense- persigui a partir de la Segunda Guerra Mundial fue la produccin de una teora del desarrollo y cambio poltico con la pretensin de prever los pasos que podan seguir los recin nacidos estados del tercer mundo y, en consecuencia, encontrar herramientas para mitigar los factores de desestabilizacin y crisis.

Uno de los primeros esfuerzos en la direccin expuesta fue la creacin, en 1954, del Social Science Research Council`s Committee on Comparative Politics dirigido por Gabriel Almond y Lucian Pye sucesivamente. El citado comit tena por objetivo promover investigaciones comparadas sobre pases occidentales y pases en vas de desarrollo.

El inters alrededor de estos temas era evidente. Fue durante este perodo que la produccin acadmica sobre esta problemtica creci exponencialmente. Y ya en los primeros aos emergeran obras emblemticas como The Civic Culture de Almond y Verba, The Political Man de Seymour M. Lipset o Political Order in Changing Societies de Samuel P. Huntington.

En los aos sesenta e inicios de los setenta, sobre la misma temtica, apareceran nuevos trabajos que daran paso a otro tipo de interpretaciones: se trata de la segunda generacin de teoras. stas, se basaran en premisas bien diferentes y elaboradas desde otra atmsfera intelectual, dando a luz a la llamada escuela dependentista donde destaca la obra de F. Henrique Cardoso y Enzo Faletto Dependencia y desarrollo en Amrica Latina.

Posteriormente, a partir de los ochenta a la luz de las sbitas e inesperadas transformaciones acaecidas en pases ubicados en los cinco continentes- el tema del desarrollo y cambio poltico recobr (si bien con nuevas aportaciones metodolgicas) una inusitada actualidad. De la pretensin de los analistas para comprender e interpretar este fenmeno emergeran las teoras de la tercera generacin donde destacan obras como los cuatro volmenes compilados por Guillermo ODonnell y Philippe Schmitter. Transiciones desde regmenes autoritarios.

Es precisamente a este desarrollo terico y a su interaccin con la realidad poltica circundante- a lo que nos referiremos en los apartados que siguen. Antes de ello, sin embargo, cabe puntualizar que en esta exposicin no trataremos expresamente las teoras que tratan sobre mutaciones sbitas, violentas y profundas de regmenes polticos, es decir, las teoras sobre revoluciones ya que por su envergadura supondran un ejercicio por si mismas, y tambin porqu stas se centran ms en la excepcin que en la norma.

2. Las teoras clsicas: teoras de la modernizacin y de la dependencia

2.1. Teoras de la modernizacin

Tal como hemos apuntado, una de las inquietudes de la Ciencia Poltica norteamericana ante el paisaje internacional que emerga justo despus de la victoria aliada era la de cmo mantener la estabilidad geopoltica en un contexto incierto y cambiante como era el de la descolonizacin.

Antes de avanzar en el anlisis de las teoras de la primera generacin, cabe puntualizar sobre una cuestin relevante: su procedencia. La produccin terica posterior a la Segunda Guerra mundial se concentr, casi en su totalidad, en departamentos de Ciencia Poltica y centros de investigacin norteamericanos. Este fenmeno no es casual: despus de cinco aos de experiencia blica en Europa sus centros acadmicos se encontraban diezmados en recursos materiales y humanos. Pero no slo eso, sino que tambin para ese pas los aos de la guerra fueron de una benevolencia econmica excepcional.

No es de extraar pues, que esta apabullante hegemona en el plano econmico se trasladara tambin al terreno poltico y, como no, al acadmico. As, las inquietudes de la politologa responderan con bastante fidelidad a los temores e incertidumbres de la nueva superpotencia. Y uno de ellos era, tal como hemos expuesto: el de cmo mantener la estabilidad geopoltica en el puzzle errtico que configuraban los pases del tercer mundo.

Ciertamente, muchos estudiosos asuman que los procesos de modernizacin eran un fenmeno inevitable y a largo trmino incluso deseable-, pero se cuestionaban cul deba ser la forma en que las sociedades tradicionales y en cambio tenan que adoptar estructuras polticas a las que no estaban acostumbrados. Precisamente por ello, muchos de los primeros esfuerzos tericos y prcticos emanados de estos estudios se dirigieron a la pretensin de evitar fenmenos de inestabilidad poltica que se juzgaban muy peligrosos en un mundo que, de forma creciente, se dibujaba bipolar.

La empresa no era fcil. En palabras de Pye se trataba de cmo podan transferirse valores democrticos e instituciones polticas modernas en nuevos contextos (Pye & Verba, 1972:3-26). Entendiendo por instituciones polticas modernas las pertenecientes a la tradicin liberal-democrtica occidental.

As, la preocupacin central era la de limitar las supuestas consecuencias polticas perniciosas de la modernizacin social y econmica. Ante la irrupcin de las masas en la escena poltica, la cuestin radicaba en torno a la capacidad de los gobiernos para poder canalizar y conducir este fenmeno, y evadir los peligros de ingobernabilidad que poda suponer.

Se trataba de controlar las presiones de cambio que supona la irrupcin de demandas provenientes de colectivos que, hasta entonces, haban permanecido (va exclusin o marginacin) al margen del sistema poltico. La cuestin era averiguar cul era la forma de promocionar y consolidar instituciones de corte occidental en latitudes donde tanto las lites como las masas carecan de experiencia y familiaridad en el manejo del estado y sus instituciones.

La cuestin era, sobre todo, de cmo en la circunstancia descrita- poder garantizar la estabilidad constitucional en contextos caracterizados por: 1. La inexistencia o precariedad- de una red asociativa, as como de grupos de inters organizados que actuaran de intermediarios entre la masa y las lites;2. La presencia de fuerzas polticas que representan concepciones totalmente opuestas de la vida en sociedad y, en base de ello, elaboraban polticas errticas;3. La presencia de lites cuya nica voluntad es representar y defender exclusivamente su comunidad de intereses, confundiendo a menudo entre lo pblico y lo privado;4. La presencia de gobernantes que tienden a buscar la legitimidad en el carisma. Ante ello, emergi una escuela que pretenda elaborar un marco de anlisis para averiguar los mecanismos que podan conducir a un pas tradicional hacia la modernizacin social y poltica, caracterizada sta ltima por la estabilidad de un sistema constitucional. Esta escuela, de la que emergeran las llamadas teoras de la modernizacin, elaborara dos enfoques diferentes: uno que pondra el nfasis en factores de tipo cultural, y otro que focalizara en aquellos de carcter material.

Teoras de la Modernizacin (I): el enfoque culturalista

La primera escuela en que nos detendremos es la que desarroll el enfoque culturalista, es decir, que focaliz su inters en las variables de carcter cultural debido a la notable influencia de la sociologa y la psicologa- y que por tanto, puede considerarse hija de la revolucin conductista de los aos cincuenta.

Una de las premisas de esta escuela era acotar el objeto de estudio en el mbito de las opiniones y de las actitudes polticas (Inglehart, 1977). As, en base a estas premisas, el individuo poltico no es aislado ni autosuficiente, sino que est condicionado socialmente y se comporta de acuerdo a determinados factores psico-sociales. Precisamente por ello, sus investigadores tuvieron un especial inters por el estudio del comportamiento y las conductas polticas en base al cual se acu y operativiz el concepto de cultura poltica.

Dicho concepto, que da cuenta del patrn de orientaciones y valoraciones de una sociedad con respecto a los objetos polticos, se compone de dos conjuntos de elementos de diferente naturaleza. Por un lado, de un abanico de actitudes psicolgicas (llamadas orientaciones generales) y, por otro, de un conjunto de actitudes polticas hacia los objetos del sistema poltico (Pye y Verba, 1972; Almond y Verba, 1963). As, el concepto de cultura poltica constitua un instrumento que pretenda conectar causalmente la micropoltica (a partir de los componentes psicolgicos individuales) con la macropoltica (en base a la vinculacin de los sujetos con los diversos sistemas polticos).

De esta forma se intentaba estudiar la supuesta influencia de la cultura poltica en la estabilidad de los regmenes democrticos a travs del comportamiento y de la participacin poltica de sus miembros. En dicha direccin, los estudios vinculados a este enfoque presentaron el concepto de cultura poltica como una variable independiente que permita explicar las caractersticas de diversos regmenes, as como las pautas de comportamiento de sus ciudadanos, aportando una clave explicativa de la consistencia o fragilidad de un sistema institucional. Pues la historia revela que idnticas instituciones no proporcionan el mismo rendimiento si los contextos sociales son diferentes.

En esta direccin, la obra de Almond y Verba (1963) The Civic Culture desarrolla -a travs de los datos empricos recopilados en cinco pases (Estados Unidos, Gran Bretaa, Francia, Mxico y Alemania)- una lnea argumental que discurre inductivamente desde las caractersticas agregadas de los individuos hasta los rasgos definitorios -o "cultura poltica"- del grupo al que pertenecen. Los autores relacionaron el grado de estabilidad y la consolidacin democrtica de los cinco pases citados en funcin del tipo de "cultura poltica" de sus ciudadanos, elaborando as tres tipos ideales de cultura poltica (la cvica o participativa, la de sbdito y la localista o parroquial).

De esta forma, segn el predominio de unas culturas polticas sobre otras era posible prever la emergencia de un sistema democrtico o no. En esa lgica engarzaba el estudio de los procesos sobre modernizacin. Segn Pye, Almond y Verba la idea de modernizacin se refera a un proceso a largo plazo de racionalizacin, secularizacin y diferenciacin estructural. En esta direccin contraponan y comparaban los sistemas polticos occidentales con los restantes aduciendo que los primeros presentaban las caractersticas actitudinales e institucionales propias de los sistemas modernos y los ltimos de los tradicionales.

En base a ello expusieron que muchos de los problemas existentes en los estados de nuevo cuo residan en la pervivencia de conflictos culturales no resueltos, fruto del desigual impacto que haba tenido la influencia occidental en muchas sociedades tradicionales que, de forma abrupta, tena que afrontar sbitos procesos de cambio.

La lgica que emanaba de esta escuela era relativamente restrictiva: se expona que para que en una sociedad tradicional se estableciera un sistema poltico de corte occidental era preciso que la cultura cvica se extendiera a una porcin mayoritaria de la poblacin. As, la existencia de una cultura cvica que diera un alto grado de confianza mutua entre los miembros de una sociedad, una disposicin de tolerancia respecto a la diversidad, y una tradicin de ajuste o de acuerdo, era la clave para el desarrollo y consolidacin posterior de instituciones democrticas (Almond y Verba, 1963).

El problema era, pues, el de cmo crear y difundir una cultura cvica en pases en vas de desarrollo. En esta lnea, segn Verba (1995), una de las tareas necesarias y pendientes en buena parte de pases en vas de desarrollo- era la de asentar un corpus de sentimientos y percepciones entre sus habitantes hacia su sistema poltico y sus elites. En caso contrario, cuando las lites desarrollaran polticas movilizadoras para construir mayores niveles de legitimidad, podan encontrarse con la recepcin de un volumen de demandas imposible de procesar.

Por tanto, de esta propuesta se traducan dos premisas:

1. Una cierta prudencia respecto a la posibilidad de abrir canales participativos e incluyentes en los pases que afrontaban la tarea de construir su estado-nacin;2. La dificultad de consolidar un sistema democrtico all donde los valores y las conductas mayoritarias no se asemejasen a la mentada cultura cvica. Respecto a la segunda premisa, diversos tericos describieron negativamente el perfil de los valores y conductas existentes en diversas regiones del planeta. Centrndonos en el caso de Amrica Latina, Wiarda (1987, 1995) expuso que el subcontinente tiene una cultura poltica y un orden sociopoltico esencialmente autoritario, tradicional, elitista, patrimonial, catlico, estratificado, jerrquico y corporativista.

Siguiendo esta concepcin, fueron muchos los tericos de esta escuela que sealaron que en las naciones surgidas de los imperios coloniales ibricos no se haba confeccionado el pasto apropiado para el desarrollo del germen liberal-democrtico y, por tanto, eran escpticos sobre las posibilidades de que el individualismo, la democracia, el libre mercado y la separacin de poderes pudieran llegar a obtener una entidad semejante a los pases noroccidentales (Gonzlez, 1995). Las reticencias que mostraban muchos de los tericos de esta escuela a admitir que en esta regin podra desarrollarse un proceso de modernizacin democrtica tena que ver con la certidumbre de que en el imperio hispnico de ultramar haban existido indios, castas, nobles, soldados, sacerdotes, mercaderes y juristas, pero nunca ciudadanos.

Quizs por ello, buena parte de tericos de esta escuela elaboraron trabajos donde primaban las interpretaciones de porqu en determinados pases no haba cuajado la democracia. As, despus del entusiasmo y optimismo democratizador inicial de esta escuela, las investigaciones dirigidas a proyectar en esas latitudes polticas para la difusin de un modelo-tipo de ciudadano medio estadounidense con una cultura poltica cvica, con un conocimiento sereno y desapasionado por los temas polticos y sin demasiado inters por la participacin poltica ms all del voto, fueron menguando hasta verse casi obsoletas. Sobre todo desde finales de los sesenta, cuando buena parte de la sociedad del tercer mundo y especialmente de Latinoamrica- experimentaba un fuerte proceso de radicalizacin.

En cuanto a la primera premisa, la que aconsejaba una cierta prudencia respecto a la posibilidad de abrir canales participativos e incluyentes en aquellos pases donde las masas irrumpan con fuerza en la arena poltica, termin por convertirse en dominante.

De esta forma, a pesar de las primerizas pretensiones aperturistas, buena parte de los tericos terminaron por abandonar su actitud innovadora para adherirse a tesis conservadoras en las que primaba la bsqueda de orden y estabilidad. No en vano iniciativas como el Report on the Governability of Democracy to the Trilateral Comission confeccionado por Michel Crozier, Samuel P. Hutington y Joji Watanuki (1975) centraron su atencin en cmo mantener la estabilidad y el orden poltico en un contexto convulso. No es casual pues, que otro de los trabajos ms emblemticos sobre modernizacin la obra de Huntington (1968:404) titulada Political Order in Changing Societies- concluyera con un tono de advertencia (1968:404) que reza: La modernizacin social y econmica quebranta antiguas pautas de autoridad y destruye las instituciones polticas tradicionales. No crea por fuerza nuevas pautas de autoridad o nuevas instituciones polticas. Pero engendra la abrumadora necesidad de unas y otras, al ampliar la conciencia y la participacin polticas. Lo quisiera o no, Estados Unidos ayud a movilizar a las masas para la actividad poltica en Asia, frica y Amrica Latina. En forma consciente o no, otros grupos hicieron mucho para organizar esta movilizacin. El proletariado no tiene otra arma en la lucha por el poder, salvo la organizacin dijo Lenin en 1905-; el proletariado puede llegar a ser una fuerza indominable y lo ser, slo como resultado de ello. La organizacin es el camino al poder poltico, pero es tambin la base de la estabilidad poltica, y por consiguiente la condicin previa de la libertad poltica. El vaco de poder y autoridad que existe en tantos pases en vas de modernizacin puede ser llenado temporalmente por un liderazgo carismtico o por la fuerza militar. Pero slo la organizacin poltica puede llenarlo de forma permanente. O bien las lites establecidas compiten entre s para organizar a las masas por medio del sistema poltico existente, o las lites disidentes las organizan para derribar ese sistema. En el mundo modernizador, el que organiza su poltica es el que controla el futuro. Y es que segn buena parte de los tericos de esta escuela, el proceso de inclusin poltica de grandes colectivos en los sistemas polticos siempre fue visto como un fenmeno lento, pausado y gradual. En buena parte de los pases occidentales la expansin del sufragio se dilat ms de un siglo. Precisamente por ello tal como se expone en el texto de Huntington- en otras latitudes del planeta la insercin de la poblacin en la arena poltica no puede hacerse de forma abrupta ni en un breve perodo de tiempo, so peligro de crear gran inestabilidad.

Teoras de la Modernizacin (II): el enfoque desarrollista

El otro enfoque desarrollado por la escuela de la modernizacin focaliz sus estudios en factores de tipo material y centr su tarea investigadora sobre las oportunidades de crecimiento econmico, de movilidad social, de cambio de actitudes, ms que en cuestiones simblicas, valorativas o culturales -tal como lo hizo el enfoque anterior-.

Muchos de los analistas de esta escuela creyeron en la necesidad de detectar aquellas estructuras y dinmicas que mantenan anclados los pases del tercer mundo en sistemas tradicionales y observar los procesos de crecimiento econmico como el factor que poda alterarlos. En este sentido, se enfatizaba sobre la necesidad de generar un crecimiento econmico que redundara en la expansin y estabilizacin de clases medias the middle sectors tal como las llam Johnson (1985) - como uno de los procesos cruciales de la modernizacin.

Segn este enfoque las clases medias eran el actor ungido cuya funcin era la de ser portadoras de actitudes, valores y cdigos caractersticos de la modernidad. Es decir, se trataba del sector econmicamente dinmico y socialmente estabilizador. De esta manera, la tarea de generar y expandir los sectores medios se perciba como una oportunidad para proveer mayores oportunidades de movilizacin social para los colectivos ms desfavorecidos y, eventualmente, la posibilidad de crear una poltica ms aperturista y democrtica erosionando as la rgida lgica de una polaridad entre una pequea lite acaudalada y grandes masas carentes de recursos-.

Precisamente por ello segn los investigadores Johnson (1985) y Lipset y Solari (1967)-, una de las anomalas que ms dificultaban la modernizacin de muchos pases del Tercer Mundo era la adherencia de sus emergentes clases medias a las poco emprendedoras actitudes econmicas; y la poltica crecientemente intervencionista, en materia econmica y social, de sus gobiernos. En este sentido, muchos tericos vean la actitud y voluntad de estos nuevos sectores emergentes completamente opuesta a la de sus homlogos europeos y norteamericanos, cuyas directrices se enmarcaban de pleno en los postulados del laissez-faire.

Segn Lipset (1959) las lneas bsicas para transformar a las sociedades tradicionales en la direccin correcta gravitaba en dos factores: 1. La recepcin de nuevas tecnologas y su aplicacin en el proceso productivo;2. La implementacin de polticas educativas que incidieran en nuevos valores. Segn otros, como Jacques Lambert (1972), la modernizacin tambin supona la necesidad de reducir el peso del agro y en ste del latifundio- a travs de la promocin de polticas de reforma agraria. En esta estrategia, claro est, las polticas de atraccin de inversiones extranjeras tenan un gran peso, ya que stas ayudaban la activacin del proceso de desarrollo.

Ante las premisas expuestas, cabe sealar que esta escuela pecaba de un excesivo optimismo respecto a la capacidad de los pases del tercer mundo de generar riqueza y, a la vez, de distribuirla con la intencin de consolidar un sector notable de clases medias. Obviamente, segn los clculos economicistas de sus promotores, una economa rica posibilitara ndices ms altos de alfabetizacin, educacin, urbanizacin, as como recursos para mitigar las tensiones producidas por conflictos polticos. En este sentido es como se debe interpretar la cita de Lipset (1959:58) donde expone que: El nivel general de ingresos de una nacin afecta tambin su receptividad a las normas democrticas. Si en el pas existe bastante riqueza como para que no existan grandes diferencias en su distribucin, se hace ms fcil aceptar la idea de que no es tan importante qu fraccin poltica est en el poder. Pero si la prdida de un cargo significa graves prdidas para los grupos que detentan el mando, stos tratarn de retener los cargos a cualquier precio. Una cierta cantidad de riqueza nacional es asimismo necesaria para asegurar una administracin competente. Cuanto ms pobre es el pas, mayor ser la posibilidad de caer en el nepotismo y la corrupcin. Resumiendo y volviendo a parafrasear a Lipset (1959)- mientras ms rica sea una nacin, sta tendr mayores oportunidades de sostener una democracia. Tampoco faltaron tericos y personajes polticos que se atrevieran a preconizar umbrales de crecimiento econmico y alfabetizacin a partir de los cuales los procesos de estabilizacin poltica y, por ende, de democratizacin, tenan posibilidades de progresar.

Entre las polticas implementadas que se inscriban en esta filosofa cabe destacar la iniciativa de la Alianza para el Progreso, un programa de ayuda al desarrollo econmico e institucional dirigido a Amrica Latina y auspiciado por la administracin Kennedy ante la amenaza de procesos rupturistas y radicales como el acontecido en Cuba. La Alianza para el Progreso se inaugur en 1961 con un notable volumen de transacciones de capital (distribuido mayoritariamente por el recin creado Banco Interamericano de Desarrollo) siendo su acceso condicionado por la adopcin de reformas econmicas y sociales.

Su instrumento esencial fue la canalizacin de capital privado y pblico, por parte de la administracin norteamericana, hacia gobiernos electos con el fin de que stos implementaran polticas de desarrollo que incidieran en el crecimiento econmico del pas y, a consecuencia de ello, obtuvieran una mayor legitimidad y, por ende, estabilidad.

Con todo, en 1970, cuando la Alianza para el Progreso lleg a su fin, casi todos los gobiernos constitucionales de los pases beneficiarios haban sucumbido a golpes de estado patrocinados por militares, o se encontraban inmersos en conflictos sociales donde las Fuerzas Armadas y las guerrillas acaparaban un mayor protagonismo que las autoridades electas.

Ante estos magros resultados, muchos analistas intentaron dilucidar el porqu estas polticas destinadas al crecimiento econmico, a la configuracin de una estructura social con un mayor peso de las clases medias, y a la consolidacin de las instituciones democrticas no cuaj. De esta forma, esta escuela, que estableca una poderosa relacin entre el grado de desarrollo econmico y las posibilidades de emergencia y consolidacin de un rgimen democrtico, vio que los acontecimientos no corroboraban sus hiptesis. Si bien lo acontecido tampoco probaba que el desarrollo econmico es irrelevante para la democracia, pareca que tena que reformularse el argumento que relacionaba el desarrollo econmico y la democracia (Diamond, 1992).

Y de hecho, una de las crticas ya formulada por Rustow en un clebre artculo publicado en 1970- arremeta contra las argumentaciones de la escuela de la modernizacin criticando que sta no especificaba los mecanismos por los cuales un factor (la modernizacin) se converta en causa del otro (la democracia). Precisamente por ello otras escuelas buscaron qu condiciones an mediando crecimiento y desarrollo- han supuesto en muchas latitudes obstculos al desarrollo de la estabilidad y la democracia.

As, otros tericos y especialmente la escuela que ahora pasaremos a examinar- optaron por centrar su atencin en las caractersticas de los modelos de desarrollo (ms que en el desarrollo per se) para dilucidar por qu la ola de crecimiento que experimentaron tantos pases del tercer mundo no slo no hizo florecer nuevas democracias, sino que en algunos casos las quebr.

2.2. Las teoras de la segunda generacin: La teora de la dependencia

Desde finales de los sesenta emergieron otros centros de produccin acadmica que pusieron en tela de juicio los planteamientos formulados por las teoras de la modernizacin.

La nueva produccin terica, que en el presente ejercicio agrupamos como teoras de segunda generacin, se crearon en otra atmsfera cultural y poltica, y partan de proposiciones y objetivos notablemente diferentes. Por un lado, la corriente ms significativa la escuela dependentista- apareca en una latitud geogrfica e ideolgica distante a la anterior. Geogrficamente se gest en el hemisferio sur (su think tank, la CEPAL, tena su sede en Santiago de Chile) y, por tanto, parta desde una perspectiva antittica a las teoras anteriores: no se trataba de recetas a exportar, sino de planteamientos elaborados a partir de una realidad geopoltica perifrica.

Por otro lado, la otra escuela histrico-estructuralista a la que slo citaremos por las razones expuestas en la introduccin-, tambin supuso una reaccin a las teoras de la modernizacin. sta se centr en el estudio de los procesos de ruptura revolucionaria, dando a luz obras ya clsicas en la materia como las de Theda Skocpol (1979), Charles Tilly (1978) o Barrington Moore (1973).

La teora de la dependencia

As, en los aos de la postguerra, especialmente durante la dcada de los cincuenta, la escuela estructuralista latinoamericana puso en tela de juicio las teoras de la modernizacin de cuo muy etnocentristas. La feroz crtica del estructuralismo respecto de stas teoras y las discusiones subsiguientes a que esta dio lugar, fueron parte de un proceso mas general que cristalizara en la llamada teora de la dependencia (Kay, 1998).

El objetivo de sta fue promover la discusin sobre los beneficios (o maleficios) que comportaba el crecimiento de las economas exportadoras de materias primas, la naturaleza de su conexin con el mercado internacional, las causas del desarrollo (y subdesarrollo) de las naciones, y el rol del estado y de los diversos actores polticos y sociales presentes en los pases del Tercer Mundo.

Una de las premisas de las que parta la escuela dependentista (en oposicin a lo expuesto por las teoras de la primera generacin) era que el impacto nocivo de los procesos de crecimiento econmico en los regmenes de los pases de tercer mundo tena que ver con la forma en que stos estaban insertos en el mercado internacional, y con la articulacin y naturaleza de sus actores polticos. Por tanto, no poda inferirse una correlacin directa entre crecimiento y desarrollo, y de ste con la emergencia y consolidacin de sistemas democrticos.

En esta lnea, autores como Guillermo ODonnell (1973) o Fernando Henrique Cardoso (1974) afirmaron que conforme las economas del Tercer Mundo se volvan ms complejas, ms penetradas por el capital y la tecnologa fornea, y ms dependientes de bajos salarios para mantener su ventaja comparativa, actores como las Fuerzas Armadas, los tecncratas o la burguesa internacionalizada adquiran una mayor centralidad en detrimento de actores con mayor representatividad, como los partidos o los sindicatos-.

As, una mayor integracin econmica de un pas en el mercado internacional no necesariamente tena que suponer la modernizacin, democratizacin o apertura de su sistema poltico. Y tanto ms si la posibilidad de vehicular demandas de grandes colectivos poda significar una erosin de las ventajas comparativas que ofreca el pas al mercado internacional.

Precisamente por ello, diversos tericos expusieron que en muchos pases del tercer mundo -debido a su modelo de desarrollo y su configuracin poltica- la expansin de sus economas no se haba traducido en la consolidacin de gobiernos constitucionales, sino todo al contrario: un mayor crecimiento increment las tensiones sociales y polticas y termin por quebrar el orden democrtico.

En este sentido en muchos pases del tercer mundo se haban observado los efectos perversos de la modernizacin capitalista. En esas latitudes, a menudo el boom exportador de algn producto produjo el empobrecimiento de amplios sectores. En muchos de estos pases la elevada concentracin de la renta invirti el diagnstico de las teoras de la modernizacin, pues las importaciones fruto del excedente generado por el crecimiento no se destinaron a modernizar la infraestructura productiva ni a la inversin, sino que responda a un tipo de demanda que slo satisfaca los intereses de los sectores sociales con mayor nivel de ingresos. Adems, en muchos casos, la migracin rural hacia los centros urbanos fue de tal envergadura que, en un perodo relativamente corto, alter la relacin entre poblacin rural y urbana.

Este fenmeno tambin supuso la reduccin de la distancia fsica entre los diferentes grupos sociales, y con ello, fue ms fcil distinguir los ganadores y los perdedores de una modernizacin que distribua de forma desigual los costos y los beneficios. Obviamente, todo ello, alter una estructura y jerarqua de valores en la que hasta entonces se haban sustentado muchas de estas sociedades: se quebraron lealtades y vnculos clientelares, y se diluyeron sistemas de reciprocidad que hasta la fecha haban garantizado cierto orden social. De esta forma, los patrones de conducta y la direccin de la movilizacin de grandes sectores empez a mutar.

Fue en base a la amenaza que supona el resquebrajamiento del antiguo orden que irrumpieron nuevos tipos de regmenes autoritarios. Entre ellos Guillermo ODonnell analiz extensivamente a los regmenes monocrticos que aparecieron en los pases ms desarrollados del tercer mundo (los del Cono Sur), precisamente aquellos que a priori parecan ser ms susceptibles de asentar sistemas democrticos. A este tipo de regmenes de nuevo cuo ODonnell los llam estados burocrtico-autoritarios.

Esta tipologa se refera a un modelo de estado controlado por la gran burguesa internacionalizada con la pretensin de reimplantar el orden tanto a nivel econmico -promoviendo un patrn de acumulacin de capital fuertemente sesgado en beneficio de las grandes unidades oligoplicas - y social reprimiendo los anteriores espacios de activacin popular a travs de la supresin de la ciudadana, la liquidacin de las instituciones democrticas y despolitizando el tratamiento de cuestiones sociales (ODonnell, 1973, 1978).

El origen de esta interpretacin parta de la tesis cepalista de que las economas de los pases del tercer mundo centradas en la exportacin de productos primarios- haban experimentado histricamente un deterioro en los trminos de intercambio respecto a las economas exportadoras de productos industriales y tecnolgicos. En base a ello, se elabor la hiptesis de que en el orden internacional existe un 'Centro y una 'Periferia' que estn relacionados comercialmente de forma asimtrica en cuanto a la distribucin de las ganancias del intercambio.

La adopcin y reelaboracin de la tesis expuestas que trascendieron del crculo de los economistas, e incidieron de forma importante en la configuracin de las ideas polticas- termin por dar origen a la llamada escuela dependentista (Abel & Lewis, 1985:4). Dicha escuela, si bien no puede considerarse homognea, s que comparti la vivencia de ciertos acontecimientos econmicos y socio-polticos experimentados en el Tercer Mundo, a saber, la rpida penetracin del capital extranjero en las reas mas dinmicas de la economa, la consolidacin y agrandamiento de las desigualdades econmicas, y el colapso de los regmenes democrtico-liberales (Kay, 1989:126).

As, una de las tesis centrales compartidas por todos sus miembros, fue la distincin entre el estado de subdesarrollo econmico que caracterizaba al Tercer Mundo y la situacin existente en el mundo pre-capitalista europeo. Dicha tesis se basa en la asuncin de que todos los pases han sido alguna vez en su historia no-desarrollados, pero que el estado de subdesarrollo en que estaban sumidos los pases del Tercer Mundo no era natural, sino fruto del mismo proceso que condujo a los pases industriales avanzados hacia la senda del desarrollo. Y as lo expuso Gunder Frank (1967:18), uno de los autores ms emblemticos de la escuela: Los hoy llamados pases desarrollados nunca fueron subdesarrollados, en todo caso no desarrollados... El subdesarrollo contemporneo es, en gran medida, producto de las relaciones econmicas establecidas entre las metrpolis desarrolladas y los pases que configuraban su periferia colonial. De esta forma, a grandes trazos, podemos establecer dos premisas que definen los anlisis de los miembros de la escuela dependentista (Abel y Lewis, 1985): 1. una perspectiva histrica centrada en el anlisis Centro-Periferia que niega la visin dualista de tradicin/modernidad; y2. la teora del intercambio desigual, que supone la inviabilidad de un proyecto nacional interclasista, es decir, la imposibilidad de gestar un proyecto democrtico sin antes haber quebrado el modelo de dominacin poltica existente tanto a nivel internacional como interior. En base a ello, muchos de los tericos como Amin (1976), Dos Santos (1970, 1978), Gunder Frank (1967, 1991) o Quijano (1970)- se basaron en las teoras marxistas del imperialismo desarrolladas por Luxemburg, Bukharin y Lenin, y esgrimieron la necesidad de una ruptura ya fuera sta gradualista o radical- de los sectores subalternos de los pases del Tercer Mundo con sus lites y con las metrpolis para poner fin a la dependencia de los pases perifricos y, por ende, conseguir el desarrollo y la democracia.

No cabe insistir que durante la dcada de los setenta las ideas elaboradas por dicha escuela tuvieron un gran impacto en el mundo acadmico y poltico de los pases del Tercer Mundo. Otra cuestin es que, una vez que el dependentismo perme casi hasta la hegemona- a buena parte de los intelectuales de esas latitudes, se sucedieron (sin mediar la tan mentada ruptura) un amplio nmero de procesos de transicin de regmenes autoritarios hacia la democracia.

3.- La rpida obsolescencia terica: el impacto de los acontecimientos

Los procesos de transicin desde regmenes autoritarios que irrumpieron a partir de 1974 -con la revolucin de los claveles- y que luego se expandieron por el resto de la Europa meridional, Amrica Latina y Europa del Este, no slo supusieron uno de los fenmenos histricos ms relevantes de las ltimas dcadas, sino tambin estimularon nuevamente el inters de los politlogos alrededor de la temtica del cambio poltico, a la vez que invalidaron buena parte del corpus terico elaborado hasta la fecha.

Efectivamente la primera y segunda generacin de teoras haban diseado un aparato analtico de carcter holstico y, en cierta medida, determinista sobre el cambio poltico. Si bien cada una de las escuelas haba elaborado un modelo interpretativo que pona nfasis en variables de diferente naturaleza tangibles (como el crecimiento econmico o los patrones de acumulacin) e intangibles (como los valores, las actitudes o el desarrollo histrico)-, y en el carcter que tomaban los procesos de cambio armnicos o conflictivos- cabe sealar que sus interpretaciones siempre se presentaban como visiones omnicomprehensivas.

Precisamente por ello, la lgica de los anlisis que se desprendan de estas teoras solan tener mayor validez para interpretar a posteriori fenmenos polticos pero no para ofrecer un haz de herramientas a partir del cual prever cambios o transformaciones. Es decir, las construcciones tericas expuestas servan, sobre todo, para analizar por qu en un pas se haba quebrado o consolidado un determinado rgimen, pero una vez hecho esto pareca dar pocos elementos a partir de los cuales predecir nuevos escenarios.

As, su aplicabilidad se reduca, sobre todo, en la interpretacin de las razones que haban llevado a la consolidacin de un rgimen democrtico en Costa Rica o Venezuela, y a la quiebra de la democracia en pases como Guatemala en 1954, Brasil 1964 o Chile en 1973.

Y, por ello, cuando un nmero considerable de pases de Europa del sur y del Tercer Mundo fueron transitando hacia sistemas democrticos sin observarse cambio alguno en los factores que las teoras precedentes haban considerado determinantes, estas teoras se vieron sometidas a una profunda revisin. Fue a partir de entonces que muchos de los investigadores observaron con urgencia la necesidad de asir otros esquemas analticos para poder interpretar aquello que, inesperadamente y contra pronstico, estaba mutando ante sus ojos.

Efectivamente, los procesos de cambio desde las monocracias no vinieron acompaados de ninguna transformacin en el sentido positivo- en los factores que las teoras elaboradas por las escuelas anteriormente observadas crean determinantes.

En cuanto a la cultura poltica, es difcil pensar que la experiencia de regmenes autoritarios, con un fuerte componente represor y desmovilizador supusiera un espacio en el que floreciera la cultura cvica. Efectivamente, la gran mayora de regmenes que se desmoronaron tenan como caracterstica su desmesurada represividad, as como su naturaleza terrorista y clandestina. En este sentido, muchos de ellos supusieron, en el sentido poltico, una cierta venganza histrica contra la anterior movilizacin plebeya y populista que desbord los frgiles mrgenes institucionales de los sistemas preautoritarios. As, el sistemtico, continuado y profundo intento del gobierno de penetrar capilarmente en la sociedad para implantar orden y autoridad despoj a sus habitantes si alguna vez la haban tenido- de la condicin de ciudadanos. En ese marco no hubo slo un gobierno extremadamente desptico, sino tambin convirtieron a la sociedad en un entorno acusadamente autoritario.

Por lo que hace al crecimiento econmico y la supuesta emergencia y consolidacin de una nueva clase media emprendedora y modernizadora, vale decir que el perodo en que se llevaron a cabo los procesos de transicin estuvieron marcados por contextos econmicos de profunda depresin, caracterizada por la una precarizacin acelerada de la ya de por s frgil clase media de esos pases. Uno de los indicadores ms significativos de este proceso fue, sin duda, la amenaza del gobierno mexicano, en agosto de 1982, de no cumplir el pago de su deuda. Ante ello, el flujo neto de prstamos bancarios para la regin se detuvo en seco, y la transferencia neta de recursos del Tercer Mundo pronto se volvi negativa. Al reducir el flujo de nuevos capitales los pases no slo se vieron obligados reducir sus importaciones y a aumentar con rapidez la exportaciones, sino a ofrecer incentivos de precio para que la oferta pasara del mercado interno al mundial, y a reducir la intervencin del estado en la economa y a suprimir buena parte de los servicios hasta entonces prestados, residualizando los programas de bienestar. A medio plazo, el impacto de estas polticas (si bien resultaron algo satisfactorias a nivel macroeconmico) supusieron un incremento notable de la polarizacin del ingreso y la erosin de los sectores medios. As las cosas, los aos previos a los procesos de transicin no emularon, en ninguno de los casos, al paisaje requerido por las teoras de la modernizacin.

Por otro lado, a nivel internacional, la crisis y transformacin de las dictaduras no fue producto de la ruptura de la lgica centro-perifrica que, segn los dependentistas, condenaba a los pases de la periferia a estar regidos por sistemas dependientes y autoritarios. Contrariamente a ello, justo a partir de la crisis de la deuda y el subsiguiente abandono de los modelos de desarrollo hacia adentro se iniciaron procesos de profunda integracin de las economas del tercer mundo en el mercado internacional, abriendo sus economas y adoptando agendas de ajuste econmico elaboradas por entidades financieras internacionales dando paso as a las polticas del consenso de Washington.

A resultas de ello, las estrategias de investigacin utilizadas hasta entonces para el estudio de las transformaciones de los regmenes polticos hacia la estabilidad y la democracia, centradas en condiciones objetivas, principalmente econmicas, culturales y sociales (a menudo a expensas de soslayar la dinmica poltica coyuntural), se vino abajo.

4.- Las teoras de la tercera generacin: los estudios sobre los procesos de transicin

Y es que a la pregunta formulada por Rustow en 1970 que reza: Qu condiciones hacen posible la democracia, y cules la hacen florecer? Los tericos de la poltica comparada trasladaron el objeto de sus pesquisas de las condiciones a los clculos estratgicos de los actores.

As, de la bsqueda de requisitos que tenan que inducir a la democracia, los esfuerzos se trasladaron hacia el anlisis de los clculos estratgicos, los patrones secuenciales y las opciones contingentes que se presentan en los procesos de transicin de un tipo de rgimen a otro, particularmente en condiciones de no violencia, cambio gradual y continuidad social.

Segn ODonnell, Schmitter y Whitehead (1986) la democratizacin se entiende como un proceso histrico con fases de transicin, consolidacin, persistencia y, por consiguiente, analticamente distintas, si bien empricamente superpuestas. Y es durante estas etapas sucesivas que entra en escena una variedad de actores con diferentes partidarios, preferencias, clculos, recursos y horizontes de temporalidad. En este sentido, el caso de la transicin espaola fue uno de los procesos ms emblemticos para esta literatura, a la vez que el abundante nmero de trabajos que han ido apareciendo se han convertido en una slida referencia de este tipo de estudios.

As, lo que diferencia este contexto de otros procesos polticos, tal como seal Przeworski (1986), es el grado de incertidumbre que prevalece en cada momento. Durante las fases de transicin de un tipo de rgimen a otro, los clculos y las interacciones de los actores polticos son muy inciertos. Cada uno de los actores tiene dificultad para saber cmo defender sus intereses y para conocer quines sern sus aliados y quines sus adversarios (Karl, 1995).

Esta incertidumbre, junto a la ausencia de unas reglas del juego claras y perceptibles a lo largo del proceso de transicin, supone una ampliacin de los lmites de las opciones contingentes de cada uno de los actores. La dinmica del cambio gira pues, en torno a interacciones estratgicas y acuerdos tentativos entre los actores cuyos recursos son inciertos, con el fin de definir quin estar legtimamente autorizado para jugar el juego poltico, cules sern los criterios para determinar vencedores y vencidos, y cules sern los lmites de la contienda.

La nocin de contingencia tiene la ventaja de poner nfasis en decisiones colectivas e interacciones polticas que hasta entonces fueron muy menospreciadas en el estudio de la democracia. Y es que, sobre todo, esta lnea de anlisis supone el reconocimiento de un alto grado de indeterminacin en los procesos a menudo inesperados- de cambio poltico cuyo desenlace a menudo cabe referirlos, tal como expone Maquiavelo, a la fortuna (ODonnell, Schmitter y Whitehead, 1986:18).

A la vez, en estas coyunturas, tambin cabe mentar que la informacin es insuficiente y que las decisiones de los actores tienen que ser audaces y a menudo apresuradas-, que reina la confusin en torno a los motivos e intereses, que abunda a la plasticidad de las identidades polticas y que, por todo ello y siguiendo la nomenclatura del pensador florentino- muchas veces los resultados finales terminan siendo atribuibles al talento y la virt de determinados individuos.

Una vez descrito cual es el foco de inters de esta escuela, es preciso indicar que sta adopta las herramientas analticas propias del enfoque de la eleccin racional, as como los anlisis de dos teoras derivadas de este programa, a saber, las teoras de la agencia y el nuevo institucionalismo. Detengmonos brevemente a ver, en primer lugar, cmo la transitologa integra los supuestos del enfoque de la eleccin racional y, posteriormente, los de la teora de la agencia y del nuevo institucionalismo.

En primer lugar, tal como hemos expuesto al inicio de este epgrafe, el aspecto principal que subrayan las teoras de la tercera generacin es la asuncin de que un proceso de cambio poltico no est determinado por estructuras econmicas, sociales o culturales. Sino que una sociedad con unas estructuras dadas e incluso con unas preferencias relativamente estables de los ciudadanos puede elegir diferentes alternativas polticas.

Partiendo de esta premisa es necesario asumir un anlisis estratgico de las conductas de los actores y, por tanto, la consiguiente adopcin de los supuestos del programa de investigacin de la eleccin racional que reza: 1) que las decisiones de los actores pueden ser explicadas como si se debieran a clculos racionales; 2) que los resultados colectivos pueden ser explicados como productos de elecciones individuales entre alternativas; y 3) que las interacciones entre los actores con distintas preferencias tienen frecuentemente consecuencias no intencionadas.

En base a ello, los anlisis sobre los cambios de rgimen se han concentrado en la investigacin de los actores polticos que propician y lideran el mentado cambio; y en el proceso a partir del cual stos confeccionan las nuevas reglas de juego. Ambas inquietudes ha sido objeto de estudio a partir de las herramientas metodolgicas que han aportado, por un lado, las teoras de la agencia y, por otro, el nuevo institucionalismo.

Las teoras de la agencia aportan herramientas que complementan el programa de investigacin de la eleccin racional en tanto que otorgan una notable autonoma a los actores polticos presentes en la arena poltica. Precisamente por ello se otorga gran importancia al fenmeno del liderazgo.

En este sentido, cabe sealar que parte de la literatura que apela al factor liderazgo expone que el cambio poltico es un proceso extraordinariamente difcil porque supone cambios en las relaciones de poder, en los actores y en los modelos mentales. Es decir, que se trata de un proceso de aprendizaje social lleno de incertidumbres y esfuerzos costosos para los ganadores, y de sacrificios inevitables para los perdedores.

De ah que muchos tericos opinen que el cambio institucional no puede hacerse slo por decreto, de arriba abajo, sino que supone tambin el protagonismo y participacin activa de los actores potencialmente interesados. Actores que deben luchar, empujar, arriesgar y liderar el cambio. En otras palabras, deben convertirse en la agencia que lo impulse.

Precisamente por ello hay incluso quien expone (Prats, 1999) que no hay cambio ni reforma sin lderes ni emprendedores, indicando que ste slo se produce cuando un nmero suficiente de actores perciben que una nueva institucionalidad puede sustituir a la precedente gozando de mayor apoyo y legitimidad. Y slo es ante la zozobra del statu quo institucional cuando las inseguridades de todo tipo se hacen insoportables para la mayora de la poblacin, y florecen las oportunidades de liderazgo.

En esta direccin Heifetz (1997) propone definir el liderazgo, ms que como una posicin de autoridad en una estructura social, como una actividad o trabajo adaptativo susceptible de ser emprendido desde todas las posiciones sociales. Los emprendedores vienen definidos, en suma, por su visin de la oportunidad, por su disposicin a asumir riesgos para proseguir su visin de futuro, y por su habilidad para organizar grupos o equipos capaces de proseguir en su proyecto.

Siguiendo esta argumentacin, el anlisis de las opciones estratgicas que enfatiza los estudios de transiciones, se centra en el estudio a las lites polticas en tanto que stas representaban la agencia emprendedora del cambio. As, a menudo, el estudio de las lites pas a ser uno de los objetos prioritarios en la agenda de los investigadores.

De este modo, las teoras de la tercera generacin primaron el estudio de las lites y de sus estrategias en el marco de procesos tanto de desmantelamiento de regmenes autoritarios, como de creacin y formulacin de reglas de juego democrtico de los nuevos sistemas polticos (Baloyra, 1987; ODonnell, Schmitter y Whitehead, 1986; Di Palma, 1988; Przeworski, 1992). En este sentido, en muchos de los trabajos, la capacidad poltica de las lites se convirti en la variable explicativa principal (Higley y Gunther ed., 1992).

Pero si ello supuso la ventaja de cambiar de foco de atencin de las variables econmicas y sociales a las variables polticas, tambin redujo a menudo la interpretacin de los cambios de regmenes polticos a decisiones entre lites, con el peligro de caer en la paradoja expuesta por Agero y Torcal (1993), de que mientras la llegada a la democracia se imputa a la suerte y a las decisiones de los actores, su colapso se atribuye generalmente, en cambio, a factores institucionales y estructurales. Y ello puede crear cierta confusin, pues induce a creer que las supuestas habilidades que las lites poseen para crear democracias se transforman sbitamente en limitaciones y miopa a la hora de consolidarlas.

Por otro lado, el nuevo institucionalismo2 (o neoinstiucionalismo) matiza el concepto de contingencia en que se basan los estudios de las transiciones. Y es que si bien la contingencia tiene la ventaja de poner el nfasis en las decisiones colectivas e interacciones polticas, tambin es importante sealar que los fenmenos sociales se desenvuelven dentro de un determinado marco de restricciones institucionales e histrico-estructurales que amplan o restringen las opciones de los actores (March y Olsen, 1984).

Es decir, que los actores deben colocarse explcitamente dentro de un marco de restricciones ya sean institucionales, culturales o histrico-estructurales- porque en caso contrario se podra caer en un voluntarismo excesivo. Y ello es importante ya que, a pesar de la tremenda incertidumbre generada por una transicin de rgimen (cuando las restricciones institucionales parecen estar ms relajadas y donde aparentemente existe un amplio rango de resultados posibles) las decisiones tomadas por los diferentes actores responden a los tipos de estructuras socioeconmicas y de instituciones ya existentes. Y ambas pueden ser decisivas en la medida en que restringen o amplan las opciones disponibles a los diferentes actores polticos a la hora de construir otro rgimen.

De esta forma, el nuevo institucionalismo argumenta que el rango de opciones disponibles de quienes toman las decisiones es fruto de ideas y percepciones formadas en un perodo previo y, que al mismo tiempo, esas decisiones estn condicionadas por instituciones establecidas en el pasado. Y es que, efectivamente, las instituciones fundadas en el pasado limitan tanto las opciones actuales como las preferencias de los actores individuales (Collier y Collier, 1991).

Las aportaciones del nuevo institucionalismo descartan una visin determinista de las causas y las posibilidades de consolidar un rgimen y de crear una democracia, pero tambin pone lmites a una interpretacin excesivamente contingente y aleatoria de los cambios de rgimen; y nos da elementos para interpretar el dilema anteriormente expuesto sobre la presencia de lites egostas y calculadoras que son virtuosas y afortunadas en los periodos de transicin y que, rpidamente, se convierten en mediocres una vez establecido un sistema democrtico.

Con todo, cabe sealar tambin que si bien el nuevo institucionalismo opera en un marco donde la democracia se concibe estrictamente procedimental, ste introduce de nuevo elementos culturales al definir que existen instituciones informales (pudindose referir a conceptos como los de cultura poltica)- y econmicos -al referirse al marco de restricciones en el que cabe situar los actores-. Con ello se matiza una de las premisas de la cual parten las investigaciones sobre las transiciones, a saber, la definicin estrictamente procedimental de la democracia que prev una drstica separacin de las esferas poltica y econmica, una gradual expansin de la participacin popular bajo el control de las elites, una notable importancia del liderazgo, de los partidos institucionalizados y de los grupos de presin (Dahl, 1971, 1999; Linz y Stepan, 1987, 1996).

De esta forma, el neoinstitucionalismo introduce elementos que alteran la definicin de esta democracia instrumental que serva segn seal Morlino (1985)- de mnimo comn denominador a partir del cual las investigaciones de los politlogos avanzan.

Y son estos elementos (que eran precisamente los que se utilizaban como variables independientes en las teoras de la primera y segunda generacin) los que dan luz para avanzar hacia nuevas lneas de investigacin que pueden darnos la llave para el anlisis de fenmenos de gran actualidad y que son difcilmente interpretables utilizando slo las herramientas de los estudios clsicos sobre transiciones. A saber: cul es la naturaleza de las democracias que han emergido de la tercera ola de democratizacin? Porqu este nuevo tipo de regmenes, una vez asentados, generan apata entre buena parte de los ciudadanos? O Porqu se producen involuciones, tal como ocurri en el autogolpe Fujimori en Per o, ms recientemente (hace una semana), con el golpe de estado del general Pervez Musharraf en Pakistn?

Difcilmente hallaremos la respuesta a estas preguntas, pero en la labor de esbozar alguna lnea que nos ayude en esta tarea, pasamos ya al ltimo punto de este ejercicio: el de los balances de la produccin terica sobre modernizacin y cambio de rgimen.

5.- Un pequeo balance

Al finalizar este ejercicio, son muchas las observaciones que pueden hacerse a cada una de las estrategias de interpretar el cambio poltico. En el cuadro que sigue intentamos condensar brevemente las diversas estrategias que utilizan las diferentes teoras a partir de explicitar cules son en cada caso- las variables independientes que estudian, las dependientes y, finalmente, qu forma tienen de concebir el sistema o rgimen producto del proceso de cambio.

Tal como expusimos durante este ejercicio, las teoras de la primera y segunda generacin disean un aparato analtico de carcter holstico que conlleva a planteamientos deterministas sobre el cambio poltico -si se da A, puede producirse B-, y que tiene una concepcin normativa del rgimen poltico resultante del cambio.

As, por un lado, si bien cada una de las escuelas elabora un modelo interpretativo que pone nfasis en variables independientes de diferente naturaleza cabe sealar que sus interpretaciones siempre se presentaban como visiones omnicomprehensivas. Y stas al tropezar con la eclosin de transiciones hacia otro tipo de sistemas polticos sin que se dieran las condiciones previstas, se desmoronaron. Por el otro, la forma de concebir el rgimen poltico resultante nunca dej de ser un desideratum que tena mucho ms de imaginario que de realidad factible.

Ante ello, las teoras de la tercera generacin interpretaron los procesos de cambio de otra forma, trasladando el anlisis de las condiciones y los requisitos a los clculos estratgicos, los patrones secuenciales y las opciones contingentes de los actores polticos en momentos de incertidumbre institucional. No cabe insistir en que esta nueva estrategia investigadora supuso un acierto que, durante casi veinte aos, les otorg la hegemona en esta rea de estudio.

Estas teoras, a la vez, han abordado el estudio del sistema poltico resultante desde una concepcin emprica que no trata de responder lo que el nuevo rgimen tiene que ser, sino que slo le interesa ver lo que es y cmo realmente funciona.

Precisamente por ello, muchos estudiosos de las transiciones han expuesto que las condiciones que las teoras de la primera y segunda generacin ponan como requisitos para la emergencia de regmenes democrticos no eran tales, sino que, en todo caso, seran sus productos o rendimientos una vez institucionalizado el rgimen.

Es decir, que la cultura cvica no es la condicin para que aparezca la democracia, sino el resultado de la existencia de un rgimen de libertades. Y lo mismo con el modelo de desarrollo y la aparicin de clases medias, pues es verosmil que si la ciudadana es quien elige a los titulares del poder, sta opte por aquellos que ofrezcan polticas econmicas y sociales que beneficien a la mayora.

Con todo, dando un vistazo a la realidad que nos rodea, parece que en la mayora de pases del globo ni se dieron las condiciones que tenan que facilitar la llegada de un rgimen poltico deseable, ni ahora con los regmenes liberal-democrticos se han dado los rendimientos que se suponan.

Es decir, en muchas latitudes la cultura cvica contina brillando por su ausencia y las clases medias son, cada vez ms, un sector nfimo y en peligro de extincin. Efectivamente, en muchos lugares este tipo de sistema poltico convive si no produce- apata y precarizacin de grandes sectores sociales Cmo interpretar este fenmeno?

Ciertamente, los estudios sobre las transiciones a la democracia han dado una nueva luz en la interpretacin de los procesos de cambio. Sin embargo, a casi dos dcadas de la aparicin de esta estrategia de investigacin, necesitemos reintroducir algunos elementos que sta haba desechado para comprender e interpretar la compleja realidad que ahora se nos presenta.

As, parece razonable exponer la conveniencia de insertar variables de tipo cultural o material (aunque no como condiciones o variables independientes) en futuros anlisis que pretendan comprender la naturaleza de los nuevos regmenes, las involuciones de stos hacia monocracias, o el grado de satisfaccin de la ciudadana para con ellos y sus rendimientos.

Y quizs ello engarza tambin con la pretensin de ciertos tericos de recuperar la concepcin normativa de la democracia, ya que si bien es cierto que la ciencia poltica tiene como objetivo el anlisis y el estudio de la realidad, tampoco tiene que olvidar el hbito de estudio de los valores. Bsicamente para contrastar lo realmente existente con el deber ser y, sobre esa base, no slo elaborar juicios e interpretaciones, sino tambin continuar en la sempiterna tarea de pretender acortar las distancias del abismo que separa la realidad con el deber ser.

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1 Agradezco los comentarios y anotaciones que han aportado Ricard Gom, Joan Font y Ftima Garca Dez durante el proceso de elaboracin de este trabajo. Con todo, los problemas e incorrecciones que puedan presentar las hiptesis y afirmaciones aqu expuestas slo son imputables a mi persona.

2 Cabe sealar que el nuevo institucionalismo es un enfoque heterogneo, y en su interior existen diversas corrientes, donde destacan la racional y la histrica. Una, denominada histrica toma una perspectiva macrosociolgica que se centra en las relaciones entre la polticas, el estado y la sociedad. Esta variante argumenta que no slo las estrategias, las metas y los objetivos de los actores se ven configuradas por el contexto institucional, sino que tambin lo estn sus identidades, metas y objetivos. As, para este lnea de anlisis las instituciones significan, sobre todo, constricciones que inciden en la construccin de las identidades e intereses de los actores. Para ver con ms detalle esta lnea vase: (Sckopol, 1979; Lichbach y Zukerman, 1997). Por otro lado, est el enfoque racional, que desarrollamos ms extensamente en el presente texto ya que ha sido el que mayor impacto ha tenido en el estudio de transiciones y cambios de rgimen poltico.

La Revista Instituciones y Desarrollo es una publicacin editada por elInstituto Internacional de Gobernabilidad, en el marco del Proyecto LAGNIKS (Red y Sistema latinoamericanos de Informacin y Conocimiento sobre Gobernabilidad y Desarrollo Humano), con el patrocinio del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo yla Generalitat de Catalunya (Gobierno Autnomo Cataln).