Prólogo recuerdos de otro

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PRÓLOGO

El hecho de escribir el prólogo de Recuerdos de otro, primer libro de un cuentista

premiado en Buenos Aires y Mendoza- y fuera de Argentina en otros países como España,

Venezuela, Colombia y Chile- me produjo una sensación de placer por el descubrimiento de

un nuevo valor en el género, dentro de las letras argentinas. Porque aunque algunos de los

14 espléndidos cuentos escritos desde una narrativa de vanguardia, obtuvieron premios,

encontrarme, al leerlo en su totalidad, con un conjunto homogéneo y valioso – generalmente

nada fácil de lograr a la hora de seleccionar los cuentos a publicar- me permitió comprobar

y aseverar mi afirmación valorativa.

Un cuento es una obra de ficción. Pero al famoso postulado de Julio Cortázar de que

“el cuento debe (por su remate) ganar por knockout mientras la novela lo hace por puntos”,

Santiago Clément parece haberle encontrado un modo de cumplir con la consigna, pero desde

su estilo personal. La mayoría de ellos alcanzan un final contundente y asombroso, pero

desde una expresión poética - lo que no es mérito menor- con comienzos, desarrollos

argumentales y finales reconocibles, como señalaron y solicitaron varios maestros del género

entre ellos Enrique Anderson Imbert. O como de hecho son los cuentos de J.L.Borges, Marco

Denevi o de Allan Poe.

El autor expresa sus emociones sumergiéndose en los personajes que a veces orillan

el desconcierto o la locura, la soledad absoluta, el deseo de volver a la libertad primigenia

desde el azoramiento de una civilización que en ocasiones aturde o agobia. En otros casos lo

hace indirectamente, mediante lo que T. S. Eliot llamaba el “correlato objetivo”. En algunos

cuentos, Santiago Clément solo muestra una parte, tomando distancia y sugiriendo el resto,

configurando de esta manera una elipsis narrativa que induce al lector a introducirse en el

cuento, transformándose en partícipe de lo que sucede. Es la llamada “teoría del iceberg” de

Ernest Hemingway quien fue practicante asiduo de dicha modalidad.

Pese a la diversidad temática, el conjunto de sus cuentos permite encontrar factores

comunes, como son la “invención de otro” que puede o no ser él mismo (como en el primer

cuento que da título al libro), la especularidad, la búsqueda de libertad, los viejos, los linyeras.

O en otros cuentos, el desdoblamiento, el factor onírico o el realismo fantástico (Señales, El

fin del mundo, Eternos instantes de Arregui). En primera o tercera persona, las narraciones

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encuentran su cauce desde posiciones que a veces cambian de tiempo narrativo, o se mixturan

con factores de ficción, pero que confluyen en finales clarísimos.

Si se nos permite la expresión en prosa de “minimalismo narrativo”, el autor escribe

también cuentos monotemáticos. Así, las hormigas o una frondosa enredadera le permiten

escribir originales cuentos (Hormigueos, La Planta). En otros, un hecho histórico como el

combate de El Bellaco, librado en 1813 en las costa uruguayas, en el marco de las batallas y

combates por la Independencia, el autor escribe un hermoso cuento de final conmovedor. En

un cuento breve, Anhelos de Juan, usa sus recursos poéticos configurando una obra que

muestra que puede simplificarse la extensión, cuando se escribe con la naturalidad y frescura

de su prosa.

Mientras que en El rostro de Dios, Detrás del origen, o en Ni una sombra, deja

entrever una visión filosófica y metafísica que se suman a las inquietudes y los elementos

movilizadores enunciados. Queda claro que sin hechos sorprendentes, o sin sensaciones de

soledad, sin desconciertos y dudas, sin perturbaciones o nostalgias, sin preguntas ontológicas

o existenciales, no hay movilizadores que nos lleven a crear, a contar. Y Santiago Clément

no está exento de esa generalidad, afortunadamente.

Finalmente, Detrás del origen, cuento con el que cierra el libro, es una espléndida

muestra de la narrativa del autor. A mi juicio su mejor obra; la búsqueda desde la civilización

actual al hombre primitivo, al origen. Los deseos de libertad, la opresión, la desesperación,

la noción del otro -“la otredad” que mencionaba a menudo Octavio Paz- y la “mismidad”. El

hartazgo de la vida estructurada. La antropología, la sociología y la literatura a pleno en este

cuento de un cultor del género, escribiendo en un estilo de vanguardia, que seguramente

seducirá al lector con este libro, y a quien le damos la bienvenida al mundo de las letras.

Horacio Semeraro

Nota del autor: Horacio Semeraro falleció algunos meses antes de la edición de este libro. Fue

cuentista, poeta, crítico y ensayista. Trabajó y colaboró con numerosos diarios y revistas del país,

integró diferentes asociaciones de las letras y fue jurado en distintos concursos literarios.

Nos quedaron tantas letras por compartir… quedarán allí flotando en alguna parte, un poco

huérfanas, buscando oídos donde posarse, ojos donde bailar.