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    PROLOGO

    Cualqui era que sea su valor esttico, constituye [La Vorgine] lams grandiosa epopeya que de la selva virgen homicida se ha

    escri to basta ahora.

    H. KEYSERLING , Meditaciones Surameri canas.

    1

    EL HOMBREY SUSDIAS

    LA BREVE EXISTENCIA de Jos Eustasio Rivera cuarenta aos es rica en aventura.Vida y obra se alian, porque las peripecias, su mayora, se dieron en el mundo afiebrado queel escritor nos permitira conocer en tan pormenorizada intimidad: la selva y su horror, sus

    efectos anonadantes, su dominio de pesadilla v alucinacin. Como en el caso de muchosgrandes escritores de Amrica hispnica, una muerte temprana frustr !a obra que lamadurez pudo darnos, y sta qued reducida a slo un libro de sonetos. Tierra de promisin,y ia clebre novela que prologamos, una de esas "creaciones afortunadas" de nuestrasliteraturas.

    Jos Eustasio Rivera naci en Nciva Nuestra Seora de la Limpia Concepcin delValle de Nciva, en febrero de 1888 '. Apacible la ciudad, riguroso el hogar y patriarcal,templ el nimo fuerte del nio desde sus primeros aos. I_os dos primeros en Neiva, juntoal [Magdalena, y. ms tarde, seis en Aguacaliente, zona monaosa, le permitieron contacto

    fructfero con la naturaleza y le ensearon, con las primeras letras, amor a la vida rstica,campesina, propia de una familia que no dispona de grandes medios econmicos. As, noes raro encontrar enLa Vorgine, en labios de Cova, el beatus lie, explicable en un autorcomo Rivera, que encontraba su ms intimo solaz en los abiertos escenarios de los llanos olas florestas:

    1Hay bastante disensin en este punto del ao de nacimiento del escritor, como puede verseen Horizonte humano. Vida de osEustasio Rivera (Mxico: Fondo de Cultura, 1960), eldocumentado estudio biografen del profesor chileno Eduardo Neale-Silva, con quien nuestradeuda, en lo ijue se refiere la vida Je Rivera, puede comprobarse lnea a lnea. Cfr. pg. 1 5,nota, de a ob. cit.

    "Para qu las ciudades? Quiz mi fuente de poesa estaba en el secreto de los bosquesintactos, en la calida de las auras, en el idioma desconocido de las cosas; en cantar lo que

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    dice al pen la onda que se despide, el arrebol a la cinaga, la estrella a las inmensidadesque guardan el silencio de Dios". (Primera parte, pags. S9-60).

    Temprano, pues, convivi con la naturaleza e inici con ella un largo dilogo silencioso:no le era difcil ensimismarse y esto dio grandes preocupaciones a la familia, que lleg a

    temer una extraa enfermedad.Cerca de Aguacaliente est el pueblo de San Mateo, y a un colegio de esa localidadempez a ir Jos Eustasio, para proseguir sus estudios, ms tarde, en Neiva.

    El padre de Rivera adquiri, en 1896, varias propiedades de los alrededores de SanMateo, y, entre ellas, "La Esmeralda", de alguna extensin, en que Jos Eustasio aprendilos menesteres de campo, pues vivi all con sus padres por varios aos. Poco despusocurri el despertar potico, espoleado por sus iniciales, deslumbradoras lecturas. La guerracivil"los mil das", desde 1899 a 1902, trajo duras condiciones de vida para los Riveracomo para todos los colombianos. Terminado el conflicto, el muchacho cuenta con ms de

    catorce aos; sus padres determinan enviarlo a una ciudad para que prosigaconvenientemente sus estudios, irregulares e interrumpidos varias veces hasta esa fecha. Seelige el Colegio de San Luis, en el pueblo de Mesa de Elias o Elias, distante unosciento cuarenta kilmetros de Neiva. Pero no era su destino arraigar en ese establecimiento,que albergaba tambin un seminario menor: ciertas "confesiones" del futuro escritorllegaron a oirlos de las autoridades, que determinaron su expulsin.

    El regreso al hogar debe haber sido triste y lleno de temores por la reaccin de suspadres. Nada ocurri, sin embargo, v algn tiempo despus tentaba suerte comoportero-escribiente de la Gobernacin de Neiva, cargo en el que no se mantuvo por mucho

    espacio.1906 le trajo una buena nueva: le haban favorecido con una beca para estudiar en Jarecin creada Fscuela Normal de Institutores (Bogot}. Lleg a la capital acompaado porsu padre y qued matriculado en el segundo ao, en consideracin a sus conocimientos yventajas caligrficas; esto disminuy en uno los cuatro aos de estudios prescritos en elestablecimiento.

    Alcanz Rivera en la Fscuela Normal buena fama de poeta, la que se explotaba de modoespecial en los grandes acontecimientos y festividades. L'n contemporneo suyo lo recuerdaas, por estos aos:

    Fra un muchacho guasn, campechano, sencillo y hasta ingenuo en ocasiones; retradoa veces, y comunicativo en otras citeunstancias; adems, leal y generoso en la mistad decolegial

    2Testimonio del seor D. Berna] Rengifo, aducido por Neale-Silva, ob. cit., pg. 66.

    Con posterioridad a su examen de grado, Rivera se especializ durante un ao en cursosdestinados a quienes optaran ms tarde a la direccin de Escuelas Normales, y ya en 1909lograba colocarse como inspector escolaren la capital del Tolima: Ibagu. All susnimos de trabajar e innovar se estrellaron contra muchos intereses poderosos y debiconformarse con proseguir el camino de lo rutinario.

    De 1911 es uno de sus primeros trabajos en prosa: un ensayo sobre "La emocin trgicaen el Teatro", que apareci enEl Nuevo Tiempo Literario, y del mismo ao es el cuento "Lamendiga del amor", publicado en la revista Tolima, de Ibagu.

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    En Ibagu no siente el escritor asidero alguno que lo retenga: su natural proclividadmisantrpica se complica con un verdadero reencuentro del campo y la vida rstica que, esseguro, traanle caras resonancias infantiles. De sus excursiones por las cercanas de Ibaguson varios de los sonetos que, aos ms tarde, figurarn en Tierra de promisin.

    Haba tenido varios amores y hasta alguna fama donjuanesca le segua, pero su situacineconmicabien se sabe del tradicional descuido de los gobiernos hispanoamericanos entorno al magisterio y los problemas educacionalesle impeda pensar en matrimonio. Bienlo declara la respuesta que dio a un amigo cuando ste le preguntara: "Mira, Tacho, cundote casas?" "De aqu a veinte mil pesos" 3.

    Lea mucho en Ibagu. Sobre todo acerca de las aventuras de quienes se internaban enlas selvas amaznicas persiguiendo la riqueza y lo inesperado. Esto, ms sus recuerdosinfantiles de tantas historias de caucheros que pasaban derrotados por Neiva, de regreso del"infierno verde", le fue prefigurando hasta la obsesin el mundo alucinante deLa Vorgine:"El laberinto geogrfico del Amazonas despertaba la curiosidad de Rivera. Haba algo

    mgico en esos nombres extraos, acentuados en la ltima slaba, que traan a laimaginacin paisajes de belleza indescriptible y escenas de sangre y muerte dignas de serrelatadas en un libro" *.

    Adems, hacia 1910, y desde unos aos antes, las increbles crueldades de las caucherasde Julio Csar Arana eran denunciadas al mundo. La atencin universal, y sobre todo laeuropea, reparaba en las acusaciones de Benjamn Saldaa Rocca, periodista peruano, endiarios de Iqui-tos 5; en la visita al sitio mismo de las depredaciones, cumplida por en-

    3Cit. por Neale-Silva, ob. cit., pg. 102. fIbdem, 105.5 Sohre la "Casa Arana" (verdadero consorcio de bandidos) puede verse una historia

    resumida en Jorge Aez: De " La Vorgine" a " Doa Brbara" , Bogot: Imprenta delDepartamento, 1944, pp. 136-139, En el mismo libro se hace mencin de las denuncias sobre lascrueldades de las caucheras formuladas por el ilustre poltico colombiano D, Rafael UribeTJribe, y fragmentariamente se reproduce la denuncia iel periodista Saldaa Rocca, presentadaa las autoridades de Iquitos, en agosto 9 de 1907, que creemos de utilidad citar en esta nota,fragmentariamente: "Seor Juez del Crimen: Benjamn Saldaa Rocca, con domicilio legal en iacalle del Prspero, nmero 238, a usted digo: Que en mrito de los sentimientos de hucargooficial por Sir Roger Casement, en 1912; en la publicacin en Londres de un testimonioestremecedor: The Putumayo red booke; en el libro de Vicente Olarte Camacho, Lascrueldades en el Putumayo y en el Caquet ', y en una encclica papal, la de Po X:"Lacrimabili siatu". Como puede apreciarse, el escritor respiraba el aire propicio para sualucinante novela de 1924. Pero antes de llegar a esas pginas deber conocer, todava, otrasexperiencias estremecedoras.

    El afn de lograr una formacin ms rigurosa que la recibida en la Escuela Normalcondujo a Rivera a Bogot, con el nimo de estudiar leyes. En los trminos de 1911 salihacia la capital. All tendra que ocupar algn empleo, gracias al cual fuera asegurada susubsistencia. La situacin econmica era, no hay duda, incierta, y mientras algo seconcretaba, viaj el poeta a Neiva. Estando en Neiva supo de su nuevo cargo: en elMinisterio de Gobierno.

    Bogot: 1912. Rivera ingresa en la Facultad de Derecho, en la que seguir regularmenteaunque sin mucho brillo sus estudios de Leyes. Un viaje, poco antes de iniciar el

    ltimo curso (1916), le lleva a Villavicencio, en la entrada a los llanos (ruta de ArturoCova). De los paisajes que admira, hace relacin extensa a dos amigos, y sobre una cacera

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    de zainos escribe un artculo en un peridico de Bogot: ambos textos le parecen aNeale-Silva "antecedentes indiscutibles de LT Vcir-fine". Y agrega: "En ellos se observanya el detalle macabro, la tensin dramtica y esa extraa mezcla de lirismo y fiereza quecaracterizan a la novela" e.

    Concluv Rivera en 1917 su tesis de abogado: "Liquidacin de las Herencias" fue eltema de esta, redactada bajo la tuicin de don Antonio Jos Uribe; en marzo rindi elexamen para defender su tesis.

    Por este mismo tiempo se sinti atrado por la carrera poltica y crey que tendra xitocomo representante departamental; pero la intervencin del obispo Esteban Rojas quiencreia que Rivera desunira ms que

    manidad que me animan y en servicio de los pobres y desvalidos indios pobladores del rioPutumayo y sus afluentes, haciendo uso de la segunda parte del articulo 25 del Cdigo deEnjuiciamiento en materia penal, y jurando no proceder de m.dicia, denuncio a los clebresfoiajidos Vctor Maceilo, Miguel Loaiza (luego dar los nombres de todos esos criminales!) como

    autores de los delitos de estafa, robo, incendio, violacin, estupro, envenenamiento \ homicidio,agravados con los ms crueles tormentos, como el fuego, el agua, el ltigo y las mutilaciones; vcomo encubridores de estos nefandos delitos, a los seores Arana, Vega y Compaa y J. C.Arana y Hermanos, jefes principales de los denunciados, quienes tknen perfecto cono< i-mientode todos estos hachos y jams los han denunciado ni han tratado de evitarlos..." (cita de la pg.146). Poco ms adelante cuenta ci denunciante cmo a una de las "hienas de) Putumayo", MiguelFlrez, le pidi vlacedo que no matara tantos indios "temeroso de que despoblara aquellaseccin", y el nombrado, compungido, slo asesinaba cuarenta indios en un himestre... (pg. 147,de la ub. cit.).

    ,;Londres, 1913. Vmin espaola del mismo ao, en Bogot.'Bogot, 1910. Segunda edicin, Bogot, 191).

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    Orocu, y cuya salud en ese tiempo no fue de las mejores, adems de hallarse en un estadode nimo poco propicio al trato con otras gentes. "Muchas veces por das y ms das deseabaque nadie viniese a nuestra casa para no tener que hablar. . .", ha dicho, muchos aosdespus de la muerte de Rivera, don Luis Franco Zapata 10.

    En Orocu y Sogamoso permaneci Rivera hasta 1920. Estuvo enfermo de cuidado,perdi el pleito que lo llevara a Casanare y.de su larga estancia en la zona de los llanos no lequed sino "una modesta cantidad de dinero, algunas amistades, y una visin de la tierracasanarea, mezcla de pesadilla y de encantamiento" ".

    Estaba de nuevo en Bogot a comienzos del ao indicado.Frecuentaba Rivera la tertulia del Cafe Windsor, donde se reunan, entre otros, Rafael

    Maya, Miguel Rasch Isla, Eduardo Castillo, Angel Mara Cspedes y otros. De ese grupo"centenarista" proviene la nota de

    Ibdero, 135.10

    De una carta de L. F. Zapata a dun Eduardo Neale-Silva, ob. cit., pg. 153. "Ob. cit.,pg. 158.

    retrasado modernismo que confiere a la prosa de Rivera caractersticas bien definidas,como las simetras paralelsimas, tan frecuentes en su obra, la complacencia en un lxicosuntuoso y raro, y las continuas penetraciones de la "prosa potica" en el discurso narrativo.

    El primer libro de Rivera fue una coleccin de sonetos, muchos de los cuales eranaplaudidos y conocidos desde aos antes: Tierra de promisin (1921). (El poeta anuncicomo tercera la que fue en verdad segunda edicin del libro, aparecida ese mismo ao). Ellibro tuvo xito, la critica lo elogi y, cuando haba pasado bastante empo desde su apa-ricin, suscit abundante polmica, como lo hara posteriormente su nica obra de ficcin.

    A la emocin del libro inicial sigui una buena nueva: don Antonio Gmez Restrepo,subsecretario de Relaciones Exteriores, lo haba designado para acompaarlo en la nutridaembajada especial que enviaba Colombia a Per y Mxico, con motivo de las fiestasnacionales de esos pases. Posteriormente, algunas declaraciones del escritorlas de Per,formuladas a Luis Alberto Snchezsirvieron para que sectores adversos de Bogot loatacaran duramente. En su exhaustivo estudio sobre Rivera, Eduardo Neale-Silvareproduce un malvolo artculo publicado en el Gil Blas, cuyo titular anticipa claramente elcontenido: "Un nuevo reportaje de Rivera. Vuelve a meter la pata. Esc hombre est loco".

    El regreso desde el segundo pas que visit la embajada especialMxicopermiti a

    Rivera asomarse a Estados Unidos. Conoci Nueva York y retorn a su patria en medio deuna granizada de ataques y polmicas por su libro de poesa, que no es del caso detallar enestas lneas.

    Un viaje a Sogamoso, en los primeros meses de 1922, debe ser recordado, porque en taloportunidad empez Rivera a escribir ,a Vorgine, cuya parte inicialel libro tiene trestermin en el mes de septiembre. En esa fecha el escritor an no conoca la zona amaznica,el infierno verde que le inspirara el resto de su libro.

    Un nuevo nombramiento oficial recay en su persona: fue designado secretario de unade las comisiones encargadas de fijar las fronteras entre Colombia y Venezuela. Esto lepermitira, por fin, conocer los bravos escenarios de los caucheros: no escuchara ms

    leyendas y cuentos que acaso le parecan fantsticos, sino que se enfrentara cara a cara con

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    ese mundo catico y desquiciador, en que imperaban el desorden, la codicia, la violenciasanguinaria y la locura del caucho.

    El viaje era penossimo, y a pesar de que las comisiones bipartitas eran oficiales, pordesidia del Ministro de Relaciones Exteriores de Colombia no contaban ni con los

    instrumentos necesarios para el trabajo encomendado, ni con las mnimas comodidadesexigiblcs por hombres civilizados. Contra todo obstculo. Rivera avanza en la redaccin desu libro: "Por la noche, al pernoctar en algn solitario sitio, el poeta se distraa escribiendo ala luz de un apestoso veln, entre continuos manotones a toda clase de insectos alados queall pululaban, o matndolos con el lpiz cuando se arrastraban cerca de sus cuartillas" Asse iba escribiendo La Vorgine,bajo el peso del acontecimiento, o la presin de fuertesimpactos emocionales, como nacieron grandes libros de Amrica hispnica: La Araucana,Vacundo, Los de abajo.

    Caos y raudales, playones solitarios y misteriosos, furiosos rpidos y temibleschorreras, caseros perdidos en la soledad agresiva, vieron pasar al escritor, asediado por

    los insectos y as enfermedades del trpico, sin proteccin para las lluvias, abandonado,como los de su grupo, por las esferas oficiales bogotanas, que silenciaban toda muestra devida y actividad oportuna. En estas circunstancias que en el detalle sobrepasan loincreble, Rivera renunci, aunque despus se le pedira oficialmente que desistiera de suenrgica actitud. Un amigo de Rivera, a quien el escritor confi sus penalidades sin trmino,ha escrito: ". . .sin ms compaa que dos incgnitos remeros, sin otra provisin que algunaslatas de conserva, garantizado slo por su revlver, por motivos que no vienen al caso,abandon la Comisin de Lmites de la cual formaba parte, como abogado de la DelegacinColombiana, y emprendi en una canoa. . . el penoso viaje de subir al Orinoco. Esta

    determinacin la tom en el tremendo raudal de San Borja. As viaj hasta San Fernando deAtabapo, el niveo pueblecito que le sirve de cabeza al territorio de Amazonas" 13.San Fernando es el pueblo donde el "coronel" Funes realiz la matanza que figura enLa

    Vorgine. All la malaria se apoder del escritor y las fiebres lo acosaron. Convaleciente, seinform acerca del sangriento personaje: "Aqu estoy, trasegando los archivos de Funes, ybe topado datos curiosos para mis futuras pginas" ". Ms tarde se arriesg en una excursinpor el ro Inrida, acompaado por dos indios: "Piloteando yo mismo una canoa, recorr msde doscientas leguas de los ros Orinoco, Atabapo, Guaviare, Inrida y otros", declar elautor a un periodista 1S.

    En Yavita alto Atabapovivi algunos meses y all escribi otros captulos de lanovela tercera parte, que lea a sus amigos y acompaantes del grupo de tcnicosvenezolanos en asuntos limtrofes.

    Ahora s saba lo que era la selva homicida, y el alcance de sus poderes desquiciadores.Estaba sufriendo en carne propia su mordedura: la fiebre no lo abandonaba fcilmente. Elcontacto de Rivera con esa vorgine tremenda nos explica fragmentos como ste, tan citadopor los comentadores del libro:

    Nada de ruiseores enamorados, nada de jardn versallesco, nada de panoramassentimentales! Afjui los responsos de sapos hidrpicos, las malezas de

    12Neale-Silva, ob. cit., pg. 238."Testimonio de D. Carlos Alamo barra, cit. por Neale-Silva, pg. 240. i* Ibdcm, pgs.248-249. Ibdem, pg. 247.

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    cerros misantrpicos, los rebalses de caos podridos. Aqu, la parsita afrodisaca quellena el suelo de abejas muertas; la diversidad de flores inmundas que secontraen consexuales palpitaciones y su olor pegajoso emborracha como una droga; la lianamaligna cuya pelusa enceguece los animales (...). Aqu, de noche, voces desconocidas,luces fantasmagricas, silencios fnebres. Es la muerte, que pasa dando la vida. Oyese

    el golpe de la fruta, que al abatirse hace la promesa de su semilla; el caer de la hoja,que llena el monte con vago suspiro, ofrecindose como abono para las races del rbolpaterno; el chasquido de la mandibula, que devora con temor de ser devorada; elsilbido de alerta, los ayes agnicos, el tumor del regeldo. Y cuando et alba riega sobrelos montes su gloria trgica, se inicia el clamoreo sobreviviente; el zumbido de la pavachillona, los retumbos del puerco salvaje, las risas del mono ridculo. Todo por c!jbilo breve de vivir unas horas msI ,a.

    De regreso en San Fernando, se documenta sobre las condiciones en que fueronvendidos unos setenta llaneros colombianos por Julio Barrera al sirio Miguel Pezil.

    Fugados aqullos, recurrieron a! cnsul colombiano en Manaos, quien los repatri por elCaquet. Esta historia dolorosa de expolio e inhumanidad servira al novelista para launidad narrativa sobre los enganchados.

    Por Manaos, el escritor leg a Bogot, en septiembre de 1923. Ese mismo ao loencontramos como miembro de la Cmara de Representantes, con lo que vinieron acumplirse sus viejos sueos polticos. Rivera no se haba olvidado de sus muchaspenalidades en las selvas ni de la desidia con que fueron atendidas sus peticiones cuando sedesempeaba en la comisin de lmites. Una de sus primeras actuaciones fue formular uncargo al Ministro de Relaciones Exteriores, quien debi concurrir a una borrascosa sesin.

    En ella el ministro pidi que la reunin se convirtiera en secreta; hubo un griteromaysculo y Rivera, aparatosamente, rompi los apuntes de su discurso.Otro incidente ocurrido por el mismo tiempo nos muestra los riesgos que corra quien se

    atreviese a denunciar las irregularidades y los horrores de las caucheras. Rivera habaremitido un informe confidencial al Ministerio de Relaciones Exteriores sobre los desmanesque en la zona del Vaups se cometan en la empresa de Lenidas Norzagaiay. Infidenciasministeriales hicieron saber a ste la acusacin, se traslad a Bogot, y all persegua, bajoamenaza de muerte, al escritor, cuya temeridad qued, una vez ms, puesta en evidencia.

    Nada pudo hacer, en verdad, el novelista contra el Ministro de Relaciones JorgeVlez, y ello sirvi para demostrarle cmo se estrella, y con cuntos obstculos, el

    hombre que est dispuesto a luchar por la justicia y la dignidad de los oprimidos.Un nuevo y breve viaje, esta vez a la zona del Caquet, sede de serios problemas

    fronterizos colombo-peruanos, le permitir a Rivera poner sobre

    16La Vorgine, pgs. 142-143,aviso al pas ante los peligros de penetracin extranjera, loque se materializ cuando ya el poeta no exista, en el ataque peruano al pueblo deLeticia, en 1932 17. Rivera se document pacientemente en lo relativo a laspenetraciones de la Casa Arana en el Putumyoa. favorecidas por el gobierno del Per. L:lpoltico-escritor persegua con su campaa estos fines, que anota Neale-Silva: "i)defender la soberana nacional haciendo resguardar las fronteras provisionales en la

    regin amaznica, y abriendo caminos que permitiesen la movilizacin rpida de tropascolombianas; 2) garantizar la paz de los colonos por medio de un sistema gubernamental

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    respaldado por contingentes del ejrcito; 3) remover los comisarios y autoridadesmenores que hubiesen dado pruebas evidentes de incapacidad administrativa; 4) exigirla libre navegacin de los ros en que desembocan las vas fluviales colombianas; 5 )poner al pas en estado de alerta en todo lo relacionado con la Casa Arana, y 6) iniciar,con el apoyo decidido del Ministerio de Relaciones Exteriores, la magna obra de

    redencin de tierras nacionales hasta entonces olvidadas".Las acusaciones de Rivera en la Cmara de Representantes y sus declaraciones

    periodsticas no daban el fruto apetecido, y muy poco se haca por el arreglo de estosespinudos problemas: el fracaso de su misin cvica le har violentar el tuno denunciatoriode su novela, que termina en abril de 1924. Lu narrativa hispanoamericana, una vez ms,tiene en su haber una obra que obedece a un largo proceso documental, y que lleva el sellode un violento "yo acuso' "La novela nuestra ha escrito Ricardo A. Latcham- tuvo,durante un perodo, algo de reportaje que denunciaba la realidad o la alteraba confinalidades polticas, dentro de una concepcin marxista del arte, que tambin padecieron

    los narradores no afiliados al socialismo y al comunismo. La razn es clara, porque ladenuncia de una condicin inestable y de graves injusticias constitua la razn de ser delarte en determinada poca" lu.

    La Vorgine empez a venderse en Bogot a fines de noviembre de 1924. Desde sumisma aparicin, Arturo Cova fue identificado con

    17lin una declaracin de prensa dijo Rivera, en 1924: "Yo he condenado y condeno en todaforma las invasiones caucheras del seor Arana y los desmanes de stas, y he visto que el pueblodel Per no se solidariza con ellos; por el contrario, los ha reprobado. Basta recordar eltelegrama que el Presidente lillinghurst c dirigi al prefecto de Ipiales, en que le ordenaba queamparara al juez Valercel, quien sumari a Arana y a sus ulicos por los horrendos crmenesdel Putumayo". Cit. por Neale-Silva, ob. cit., pgs. 288-289.

    ,s Los peridicos anunciaron la aparicin inminente de .I Vorgine con una nota quesesmamente redact Rivera y que insiste en el valor denunciatorio aludido: " La Vorgine.Novela original de Jos Eustasio Rivera. Trata de la vida de Casanare, de las actividadesperuanas en la Chorrera y en el Encanto y de la esclavitud cauchera en las selvas de Colombia,Venezuela y Brasil..." Cit. por Neale-Silva, pg. 298.

    "> Ricardo A. Latcham: Perspectivas de la li teratura h ispanoamericana contempornea. Lanoiela. Sobretiro del estudio publicado en Atenea (Concepcin, Chile), XXXV (1958), nms.380-381, pgs. 305-336. La cita es de la pg. 306.

    Rivera confusin a que contribuye la narracin subjetiva en primera persona y alescritor supusironsele amores no sacramentales con la Alicia novelesca: No falt un

    ingenuo sacerdote cuenta Miguel Rasch Isla que se acerc al novelista pararecomendarle que se casara con la "desgraciada" y pusiera as en buen pie al hijo deambos. . .

    Actividades polticas innumerables quitaban a Rivera el tiempo que pudo dedicar a lasletras, y el enfrentarse con inmodificables realidades que defiende la colusin de muchosintereses echaba su nimo por tierra: no era raro verle presa del desencanto. Cuando se lepregunt, en contrapunto, por sus intereses polticos y literarios, respondi: "De la polticano he sacado sino el conocimiento de los hombres, de sus miserias, que me suministrarnelementos para mi obra literaria futura en alguna forma" 20.

    La novela fue alabada y discutida, y a propsito de sus mritos y demritos aparecieroninnumerables publicaciones, cuya abundancia traduce el inters que logr despertar La

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    Vorgine: se discuti desde si era correcto el "antes que" del prrafo inicial, hasta lo queatae a la estructura y morfologa. La segunda edicin del libro, bastante corregida, sobretodo en las constantessimilicadencias y metrismos de la prosa, apareci en 1926

    Entre los comentarios favorables a su libro, uno de Horacio Quiroga merece especial

    mencin, por venir precisamente de un escritor a quien tambin tentaron los horrores ymisterios de la selva, que vivi en su peligrosa intensidad. Entre otros juicios, le manifiestaQuiroga: "Tremenda sorpresa experiment al hallar en su obra tan grande epopeya, y endescubrir en usted un hermano con gustos tan similares acerca de la naturaleza. No se puededar una impresin mayor de ambiente, de fuerza y color, que la lograda por usted con eljuego de sus endiahlados ros y caos ( - . . ) . Hace tres das, desde que conclu la lecturade su maravillosa obra, que no logro sacarme de la cabe/a a Arturo Cova y a sus com-paeros, a la selva, a las hormigas terribles, al Guaina, al Isana, al Inrida y otras novedadesde este jaez" L'3.

    Rivera concibe por estos aos la idea de viajar a Estados Unidos, donde cree poderreeditar su novela y lograr la suficiente paz como para escribir otra sobre el petrleocolombiano y los intereses no siempre confesables que giraban en su torno. La posibilidadpas a ser realidad concreta cuando el Ministerio de Relaciones Exteriores le ofreci, en losinicios de 1928,

    Cit. por Neale-Silva, pg. 345.21"Tiene un defecto este libro: demasiada cadencia. Se ve al poeta que est escribiendo prosa,

    sin poder escapar a la obsesin tirnica del ritmo. Hay mucha consonante. Hay mucho asonante( . . . ) . De pronto algn jaguar, algn len asoma ( . . . ) . Es un endecaslabo soberbio O undesfalleciente alejandrino, escapado de la jaula de oro de Tierr a de promisin" . Cp. L. H. NietoCaballero: L ibr os colombianos publ icados en 1924, Bogot, 1925, pg. 154.

    " Neale-Silva, pgs. 406-407.

    designarlo representante de Colombia ante el Congreso de Inmigracin y Emigracin que secelebrara en La Habana, ciudad a la que lleg el 13 de abril. Cumplidas sus actividadeshabaneras, sigui a Nueva York, a fines de ese mismo mes.

    Al llegar Rivera a la urbe gigantesca, no pasara por su mente la idea de que l, tantasveces peregrino en los laberintos vegetales, iba a morir en esta otra selva trazada por lamano ambiciosa del hombre: la selva de acero y concreto, de soledad y multitudespululantes.

    Con Angel Flores y Earl K. James convers acerca de una posible versin inglesa deLaVorgine. Este ltimo fue elegido como traductor de la versin que iba a publicar la casaPutnam.

    Mucho se ha hablado de la segunda novela de Rivera que, en realidad, nadie vio, a pesarde las mltiples especulaciones surgidas en torno a su existencia. Esta nueva obra, cuyotitulo seraLa mancha negra 23, contendra otro "yo acuso", de cuo antimperialista, paradenunciar la influencia norteamericana en las vicisitudes del petrleo de Colombia.

    Rivera se dedic con entusiasmo a preparar la quinta edicin de La Vorgine, en cuyopie de imprenta se lee "Editorial Andes": diriga esta empresa el propio poeta, quien tena

    ilusiones de ganar abundantes sumas ron su obra, adems de su afn de vender y editar otroslibros en espaol en los Estados Unidos. No desconoca los problemas de nuestra incomu-nicacin intelectual, como lo demuestra este fragmento de una carta dirigida a don Joaqun

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    Garca Monge: "Usted sabe que vivimos en una desconexin absoluta y que ( . . . )debemos situar puntos de referencia para conocernos y para que nos conozcan"

    Avanzaban los meses y el ao corra a su fin. Rivera estaba atareado con la correccin desu libro. Terminada la impresin de ste, y con motivo del histrico vuelo Nueva

    York-Bogot, de Benjamn Mndez, prepar el escritor dos ejemplares de la nueva edicin,con destino al Presidente de la Repblica y la Biblioteca Nacional de Bogot.

    El invierno llegaba amenazante y la salud de Rivera no marchaba bien. Ya en lamadrugada en que parti el aviador Mndez, Rivera se sinti indispuesto. En sudepartamento, la dolencia se hizo ostensible.

    Das ms tardeel 27 de noviembrerecibi algunas visitas en sus habitaciones, perodebi echarse en la cama, presa de grandsimo malestar. Tres das sin conocimiento estuvoen el Polvclinic Hospital de Nueva York, hasta su fallecimiento, el l1? de diciembre de1928.

    Cobr el infierno verde, tras varios aos, la presa que se le escapara, con fiebresincontrolables y morbo misterioso?

    13Cp. con el ttulo de la conocida novela de Csar Uribe Piedrahita, Mancha de aceite."Cit. por Neale-Silva, ob. cit., pg. 426.

    Pocos das ms tarde eran repatriados los restos del novelista, y en esa hora de dolorpara Colombia se pudo ver que, pasadas las luchas y asperezas que suscita !a presencia vivade los grandes hombres, la fama \a lo sealaba.

    n

    LA NOVELA HISPANOAMERICANA EN EL DECENIO 1920-1930

    LA VORGINE aparece casi en la mitad simtrica del decenio 1920-1930, uno de los ms

    fecundos de la narrativa "superregionalista" de Hispanoamrica. El conde H. de Keyserling,cuyas Meditaciones suramericanas fueron leidsimas en Hispanoamrica tras su versinespaola (1933), establecer, al conocer nuestros pases, su teora del telurismo de esemundo erizado de riesgos y sorpresas geogrficas: sitio del tercer da de la creacin en quelas aguas y lo slido an pugnan por establecer el lmite y lo volcnico no parece asumir suforma final. El hombre de ese mundo, tan diferente al de Europa, es dir Keyserlingcomo el reptilserpentino: perpetuo "residente de la tierra", en el sentido de su dilatadocontacto corporal con la Gca que da vida y decreta a su capricho la catstroc y ladestruccin.

    La cuanta de novelas y obras de ficcin publicadas en esos diez aos y el valordistintivo de muchas de ellas es fcilmente evocable: Don Segundo Sombra, Juan Criollo,El ingls de los giiesos. El guila y la serpiente, La Vorgine, Ahina, Cuentos de la selva,

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    Jfigenia, etc. Al mencionar estos ttulos, quisiramos manifestar nuestro desacuerdo radicalcon la tesis de Luis Mongui, cuando toma la liieralura fictiva de] decenio indicado paraafirmar que ia de los siguientes no hizo sino repeticionis-mo25. La etapa 30-40, y la que vadel 40 a! 50, no son legtimamente comparables, para lograr estadsticas cualitativas, con la

    precedente, ademas de que no hacen sino negarnos la visin de muchos cambios y naturalesevoluciones de nuestro proceso narrativo.

    En el decenio en que ve la luz La Vorgine, los grandes mitos telricos de Amricahispnica hallan expresin en verdaderas epopeyas de la

    -" Cp. L. Mongui, 'lieflpxione sobre un aspecto ile la novela hispanoamericanaaclu.il". En. La naveta iberoameri cana, AlbuicjuiTijuc, New Mxico, 1952, pgs. 89-104. Devarias novelaspublicis entre 1940 y J950, entre ellas. El seor Presidente, opina que "ningunade ellas representa gran novedad ni en gnero ni en estilo", pg. 92.

    vida rural y Ja barbarie en ella rezagada: las selvas, las pampas, los llanos y las sabanas, las

    mesetas y alturas andinas, las speras costas.Es, sin embargo, hora de cambio y de despedida: el telurismo empieza a anunciar sucrisis y ya se presentar en alianza con los dramas de la propiedad agraria y su tradicionaldespojo, como en las pginas estreme-cedoras de Jorge Ica/a y Ciro Alegra. Es decir, lafigura humana se acenta en su presencia y ahonda ms su drama porque est en juego unpar de contrarios semejantes: el hombre lucha con el hombre. Al mismo tiempo, nuevasdirecciones de a ficcin connental se hacen ostensibles. En el mismo ao deLa Vorgineaparece lfigenid, de Teresa de la Parra: es el anuncio de una nueva edad, en que la tnica sepone no ya en la tierra mirada como deidad terrible o todopoderosa, sino en la creacin depersonajes y mundos privados, en oposicin al espacialismo ilimitado de la pica anterior;en la inmersin en psicologas curiosas, patolgicas o torturadas en su sed inagotable Jeanlisis, como las de Rafael Arvalo Martnez, el precursor, y las de Mallea, ms tarde, obien las de Ernesto Sbato, en lo contemporneo. El contrapunto literaturavernacular-univer-salismo o "novela de creacin" queda expresado en conatos de "nuevanovela" que no es ocioso enlistar:El juguete rabioso (1926), de Roberto Arlt; El habitante yszi esperanza (1926), de Pablo Neruda; El caf de nadie (1926), de Arqucles Vela;Margarita de niebla ( 1927), de Jaime Torres Bodct;Novela como nube (1928), de GilbertoOwen . . . Y muchos otros ejemplos de esa que hemos denominado ia "novela secreta" deHispanoamrica: ficciones que no 'leyeron' ni crticos ni consumidores, pero que existen y

    nos desafan.En los alrededores de 1930 dos grandes influencias confluentes participan en la

    renovacin fundamental: Freud y Marx, que por entonces empiezan a tener devotos yseguidores exaltados y entusiastas divulgadores. Hacia el mismo ao, o poco despus,nuestros narradores empiezan a saber de Proust, de Joyce, de Mann, de Faulkner y de tantosnombres claves en el relato de nuestro siglo: es el camino que, al mediar el siglo, floreceren nombres y obras esplendidos: Asturias, Carpentier, Cort/ar, Borgcs, Rnlfo, Fuentes yotros.

    En tales aos las corrientes de vanguardia y los ismos europeos operan con energa e

    implantan aqu y all el pixler de su semilla: futurismo, dadasmo, expresionismo,cubismo, surrealismo, ultrasmo, con sus correspondientes "respuestas" hispanoamericanasque publicaciones como Contemporneos de Mxico, Variedades de Eima y laRevista de

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    Avance de La Habana, registraron con fino poder sismogrfico. En conjunto, estos ismosdieron al traste con la sacrosanta seriedad del arte y las tiesuras de estilo que almacenabanlas "Academias Correspondientes" en sus vastos osarios.

    La Vorgine, entretanto, signific para su tiempo la mxima tensin de un

    americanismo violento, desgarbado a veces, denunciatorio, documental. En sus pginasanticipa la soldadera de los problemas del hombre interiorlocura, alucinacin, pesadillaen el plano conscientecon las urgencias y presiones de un medio anonadante y de vigordantesco.La Vorgine, de tal modo, contiene lo mejor de la ficcin de sus aos junto a unintenso anuncio de lo por venir.

    in

    EL AUTOR ENCUENTRA A SUS PERSONAJES

    EN AMRICA HISPNICA fuente generosa de o real mararloso, los personajes caminancomo en la sabida obra pirandellianaen busca de autor, esperando que ste se hagacargo de ellos y los retrate de cuerpo entero. No hay, casi, necesidad de "ficcin", si bientales seres, al ser trasladados al pape!, ya son otros, por efecto de su "poetizacin"21!.

    La historia de nuestra novela, en sus libros "ejemplares", est llena de casos semejantes.

    Rmulo Gallegos, de viaje por los llanos de Apure en 1927, oye hablar de "doaPancha", doa Francisca Vzquez: \c cuentan que es astuta, violenta, gran caballista v dueade excelente puntera, ducha en brujeras y en trampas, y que cede a veces sus encantosmontaraces en cambio de proteccin o de ayuda en sus depredaciones. I a mujer, queencama fuerzas tremendas de la sabana intrminay a la que atiende por litigios de tierrasel poeta Andrs FIov Blanco, en sus comienzos abogadiles, empieza a despojarse de sucarnadura real, no muv agraciada, y cede, en el terreno de la ficcin, a la criatura poetizada,alzada n otro plano: el de la creacin artstica. As, tuvimos a Doa Brbara, la "daera",hermossima en el pice de su madurez v esplendor.

    En medio del caos revolucionario de Mxico, un mdico castrense, Mariano Azuela,conoce a un muchacho heroico v arrojado. Se llama Manuel Caloca. Por sus acciones, lohan hecho corone] en rdad escolar, antes de los veinte aos, y es buen auxiliar del jefe demontoneras Julin Medina. Mirando a ambos, el jefe aguerrido v el nio-coronel, yturnando de uno y otro, con sistema de precisin casi naturalista, don Mariano traza a suinolvidable e hirsuto revolucionario desencantado, smbolo de una hora y de un estado decosas que no eran claros. Y entonces tuvimos en nuestra narrativa a Demetrio Macas, deLos de abajo.

    " Alejo Carpentier ha teorizado agudamente sobre "lo real maravilloso" de His-panoamrica, en el prlogo de su novela F .l r eino de este mundo.

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    En una estancia de San Antonio de Areco, "La Portea", a unos ciento sesentakilmetros de Buenos Aires, un muchacho inteligente, vivaz y de familia acaudalada seeduca en el "mcster de gauchera" junto a un hombre como hay pocos. Se llama el nioRicardo Giraldes, y el gaucho, sabio en baqua, Segundo Ramrez.. Andando los aoscuando el primero ya sea dueo de su fama, posar junto a su personaje convertido endon Segundo Sombra, "ms una idea que un ser", para corroborar en el testimoniofotogrfico esta curiosa realidad de nuestra literatura: pueden darse la mano, y la mano decarne y hueso, el creador y sus personajes. Nunca hemos palpado esto con ms certeza queen una tarde caliginosa de San Antonio de Areco: en el cementerio del lugar, a pocosmetros uno de otro, Ricardo Giraldes, "crucificado de calma sobre su tierra de siempre", ydon Segundo Ramrez, sw Segundo Sombra.

    Y un caso que omos de labios de quien, como autor, lo saba contar: Pedro Prado y unhijo suvo paseaban por una larga calle, que era en otros tiempos "las afueras" de Santiago.Tena all el escritor su casa seorial. Un jorobado que vive en los alrededores llama una yotra vez la atencin de! nio, y el padre, para negarle en esos aos de candor la visin de lasmiserias cotidianas, le dice que bajo el feo bulto lleva el jorobado un par de alas. Inquiere,como es natural, el hijo, y el padre debe agregarle que con esas alas se remonta al espaciocomo las aves. El nio no perdona detalles que deben salir de la nada, y ambos, con pupilaimaginera, empiezan a ver esas alas, a sentir en el rostro el aire de esos vuelos. Y en eseminuto nacepor alianza de realidad y fantasaAIsino, el muchacho que vuela, en la

    obra del mismo nombre.Del mismo modo que en los casos propuestos por la va de ejemplos sin duda

    multiplicablesse produjo, en el caso de Rivera, el hallazgo de sus personajes. Y cuandodecimos personajes, no olvidemos el mayor de l a Vorgine, aquel que avanza muchoms all de una funcin de dramtico teln de fondo: la selva v sus horrores, el infiernoverde y su caos agobiante y enloquecedor.

    Ese mundo, en el cita? !a nica defensa v garanta de pervivencia son la fuerza y laastucia sanguinaria, debe de habrsele aparecido al poeta de Tierra de -promisin comouna promesa de motivos y personajes altamente novelables. En sus distintos viajes al

    interior amaznico Cdel que no le hablaron ni ley en la comodidad de su escritorio), elescritor fue encontrando, una a una, sus criaturas. A muchos los vio y habl. De otros oycontar sus vidas turbulentas, sus hazaas, las facetas patolgicas e su crueldad o elmisterio v el silencio que siguieron a su doloroso extravo en ese inferno.

    Asi ocurri con Arturo Cova (_Luis Franco Zapata), Alicia, Barreta, el "mosi",Zoraida Ayram, para nombrar slo a unos pocos.

    Arturo Cova. Es el narrador inserto con vigoroso "realismo" en la obra por medio delrecurso de la narracin enmarcada. (Crtico hubo que

    xxm

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    crey efectivo el artificio de Rivera y admiti una estrecha colaboracin entre ambos;Rivera habra ultimado para la imprenta los originales del exaltado Arturo).

    El hecho de que Cova cuente sus andanzas valindose de la primera persona(comunicacin subjetivada, narrador y personaje) incita a pensar errneamente que el libro

    confidencia la autobiografa de Rivera, al menos en muchos aspectos. Esto puedesostenerse sujetndonos a la cautela de recordar el natural aprovechamiento que todoescritor hace de sus experiencias vitales, que despus aleja del plano de la ocurrencia real,para poetizarlas.

    Para su personajeel que amarra con su presencia los cabos sueltos de esta "narracindispersa" que esLa VorgineRivera se sirvi de modo especial de las aventuras de unhombre curtido en las selvas amaznicas, al que conoci en Orocu, en 1918, Luis FrancoZapata. Este personaje, que an vive, ha proporcionado muy valiosa informacin sobre elnovelista": l dio a Rivera innumerables pormenores sobre la trgica existencia de la selva

    y los siringale*,. La confusin personaje y autor es fcil, y el mismo Rivera parecifavorecerla: en la primera edicin deLa Vorgine encontramos una fotografa del escritor,tomada en realidad por Franco Zapata en una ranchera de pescadores, y con esta levenda:"Arturo Cova en las barracas de Guarac. Fotografa tomada por la ma-dona ZoraidaAyram"

    Sobre Luis Franco Zapata escribe Eduardo Neale-Silva, el ms destacado investigadorde la vida y la ohra de Rivera: "Franco Zapata fue, en parte, el prototipo de Arturo Cova, elpersonaje central de La Vorgine,pues SU vida sirvi para la configuracin de algunasescenas importantes de la novela ( . . . ) . Haba nacido en Man/ales, el 10 de enero de1888 ( . . . ) . En 1912, poco despus de cumplir veinticuatro aos, sala por segunda vezde Bogot, en compaa de una varonil muchacha de diecisis, llamada Alicia HernndezCarran/a. a quien queran casarla sus mayores con un viejo terrateniente" (lo que en la obrase dice) M. La navegacin que cumpli la pareja por el ro Meta, si riesgosa, no tuvo lascaractersticas de acoso que la novela acenta. Franco Zapata y Alicia vivieron en parajesinhspitos y fieros por varios aos, y all conocieron a muchos de los personajes queincorpor Rivera a sus pginas: Barrera, Pezil, Zoraida Ayram (Narcisa Saba. en la vidareal), que fue mujer de Julio Barrera Malo (Narciso Barrera enLa Vorgine}. La bogotana,y Franco Zapata habitaron las orillas de] Casiquiare, en las que el "vecino" ms inmediatodistaba treinta kilmetros; despus vivieron cerca del Vichada, y ms tarde, en Puerto

    Carreo y Casuarito. para

    " Cp. Neaie-Silva, ob. cit., pajsim.ISSe reproduce en la ohra de Jorge Aez cit. en la Bibliografa. 13Cp. La Vorgine,pg.9.

    encaminarse a Ciudad Bolvar por negocios, y establecerse, por fin, en 1918, en Orocujunto al ro Meta, donde conoci y fue su husped Jos Eustasio Rivera.

    Tiene L. Franco Zapata, pues, para la historia deLa Vorgine no slo la importancia dehaber configurado en buena medida a Arturo Cova, sino la de haber informado al novelista,con amplitud, acerca de leyendas, personajes y lugares del "infierno verde", que, si bienpudo ste conocer directamente en sus posteriores viajes por la selva, desde mucho antesde fijarse por la escritura gravitaban con. peso obsesivo en su conciencia creadora.

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    Narciso Barrera. Se llamaba, en verdad, Julio y no Narciso, como aparece en el libro,

    en el cual tiene figuracin destacada por su crueldad, su misteriosa hipocresa y sus huidas,apariciones y desapariciones en el amplio escenario de la selva. De Barrera le habl alescritor el mismo Franco Zapata, que lo conoca bien. Del bestial enganchador ha dicho

    don Antonio Gmez Restrcpo: "el personaje de Barrera no es una ficcin; est tomado dela realidad y el narrador ha sabido caracterizarlo con breves pero sugestivos rasgos: bajosus apariencias melifluas se esconde la crueldad del negrero africano"3". La horrorosamuerte que tiene Barrera enLa Vorginepertenece a la ficcin, si bien no es imposible enla selva y sus ros homicidas. La verdad es que en la vida real el crude-lsimo"enganchador" fue muerto con ensaamiento por los indios euivas. Estos, ai saber queBarrera les envenenaba las aguas con trtaro emtico, despus de matarlo con susmacanas, lo cortaron en minsculos tro/os, que enterraron separadamente, en medio de undesenfrenado baile, que dur un mes

    La madona Zorada Ayram. En la vida real se llamaba Narcisa o Nazira Saba (o Sabas),viuda de Barrera Malo, y era tan mujer de carne y hueso, que su figura aparece en otroslibrosen Toa, de Uribs Piedrahita, por ejemploy pudo ser vista y visitada por LuisEduardo Nieto Caballero, quien dej escrita la entrevista memorable en un artculo deprensa 32. Hay en la sacrificada comerciante que vaga por ros y caos ofreciendo baratijasen cambio de la ambicionada goma, un aire de soledad trgica, con evocaciones tristes,que despierta en Arturo Cova un "juicio romntico". La mujer, que no tiene amparo debrazo masculino, vaga y gira por la selva como quien busca un reino perdido que otrasobtienen fcilmente por las dispensas de la fortuna. Pero ella, "cuntas noches como sta,en desiertos desconocidos, armara su catre sobre las arenas todava calientes,desilusionada de sus esfuerzos, ansiosa de llorar, hurfana de amparo y proteccin. Tras elda sofocante, cuyo sol retuesta la piel y

    30Cit. por Neaie-Silva: "The Factual Bases of La Vorgine" , PAILA, LIV (1939), nra. 1,pgs. 316-331. La cita es de la pg. 321.

    31Cp. Neale-Silva, Hori zonte humano, ob. cit., pg. 150.3!"Vuelo al Orinoco", El Tiempo,Bogot, V de noviembre, 1934.

    enrojece los ojos con doble llama al quebrarse en la onda fluvial, la sospecha nocturna deque ios bogas van a disgusto y han concebido algn plan siniestro; tras el suplicio de losmosquitos, el tormento de los zancudos, la cena mezquina, el rezongo del temporal, la

    borrasca encendida y vertiginosa. Y aparentar confianza en los marineros que quierenrobarse la embarcacin, y relevarlos en la guardia, y aguantarles refunfuos y malosmodos, para que al alba continen el viaje, hacia el raudal que prohibe el paso, hacia laslagunas donde el gomero prometi entregar un kilo de goma, hacia los ranchos de losdeudores, que nunca pagan, y que se ocultan al divisar la nave tarda!" (pg. 161).

    El "mosi" asesinado. El lector de La Vorgine se encuentra en sus pginas con laalusin a un naturalista francs que, contratado con fines cientficos por la Casa Arana,debe distraerse con los horrores de las caucherias, las injusticias, las crueldadessanguinarias y las depredaciones tremendas. Este fotografa cuerpos mutilados, espaldas

    desfiguradas por los mapas de dolor que dejaron los latigazos prodigados con cronomtrica

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    generosidad, rostros ya signados por la locura, y denuncia al mundo, por la va deltestimonio grfico, lo que ven sus ojos exorbitados.

    Por cierto que fue, con ello, el firmante de su propio decreto de muerte: nunca se supodnde malcnterraron sus restos.

    Robuchon no es un personaje saliente del libro, ms bien una figura marginal que, porva documental, obtuvo Rivera del mundo demonaco que es la selva: "La pattica historiadel 'mosi' escribe Jorge Aez tambin es absolutamente verdica. Se refiere alcontrato que hizo la Casa Arana el 30 de agosto de 1904 con el seor Eugenio Robuchon,miembro de la Sociedad Geogrfica de Pars, para efectuar una exploracin de carctergeogrfico y etnogrfico en las 'posesiones' de Arana Hermanos en la regin del Pulumayoy sus afluentes. Terminado el trabajo del explorador, que dur dos aos, los Arana lomandaron asesinar, como lo aseveran el rumbero Silva yLa Prensa de Lima, en su edicinde 18 de julio de 1912, por las investigaciones que haba hecho y las fotografas que haba

    tomado de las horrorosas mutilaciones que presentaban los cuerpos de los trabajadores, ypor otras donde comprobbanse depredaciones no menos salvajes"

    El novelista, ha podido verse, trabaj con una realidad impositiva, rica en su violencia,que le proporcion el caamazo de su historia: sobre l dispuso el escritor lasentrecruzadas variaciones de esas vidas, que ya eran novelescas antes de legar al libro quelas hizo sabidas en el mundo.

    33lorge Acz, De "La Vorgine" a "Doa Brbara", Bogot, 1944, pg. 161.

    LA "NARRACION ENMARCADA"

    PARA DAR solucin a ms de un problema tcnico que se le presentaba en su obra, recurreJ. E. Rivera a la vieja posibilidad de la narracin enmarcada31, que concreta e intensifica,afirma Wolfgang Kayser, la situacin clsica del narrar: "Existe un acontecimiento que senarra, existe un pblico a quien se narra, y existe un narrador que sirve de intermediarioentre ambos"

    De las varias modalidades de la "narracin enmarcada" (Rahmener-zahlung). Riveraelige la ficcin del hallazgo y arreglo "para la publicidad" (Prlogo) de "los manuscritos deArturo Cova, remitidos por el cnsul de Colombia en Manaos. Como si escaso fuera e!elemento testimonial y de autenlicidad aportado por este recurso, agrega el novelista:"Creo C - ) que este libro no se debe publicar antes de tener ms no ticias de loscaucheros colombianos del Rio Negro o Guainia; pero si S. S. resolviere lo contrario, leruego que se sirva comunicarme oportunamente los datos que adquiera para adicionarlos aguisa de eplogo". Esto ltimo permite al escritor la frmula de cierre o soldadura delmarco ficticio de la narracin: el eplogo y su escueto comunicado. Ese "ltimo cable" es ellatigazo final que recibe el lector en este libro tremendo y febril: "Hace cinco meses

    bscalos en vano Clemente Silva. Ni rastros de ellos. Los devor la selva!".

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    El procedimiento indicado, adems de enfatizar "la verdad" de la ficcin, da a Rivera la

    justa solucin de la factura estilstica pico-lrica de su obra. El narrador ficticio elegidoun poetasigue, por cierto, el camino de la narracin subjetiva (Ick Erziihlung), desdeel plano del yo, muy conveniente (y convincente) para presentar una experiencia vivida y

    ms tarde poetizada en la novela.Lo que ha buscado Rivera al elegir como narrador a Cova, con cuya fama de poeta nostropezamos apenas iniciada la lecturael "general" Gmez y Roca es el primero en incidiren ella ,:es legitimar el carcter lrico de su prosa, o los cruces pico-lricos, que logranperfecta explicacin en un libro que quiere traducir la grandeza turbia herosmo yviolencia sanguinaria; miseria de vida e ilusiones desbocadas de un mundo hostil yanulador. Asi, sabiendo que Arturo Cova es un "celebrado poeta", no nos sorprende contanta intensidad la serie de fragmentos en prosa altisonante y taraceada, grandlocua. Prosaa veces falsamente po-t'ca, de cuo modernista, explicable, tambin, por la cronologa deeste libro: hacia el ao de La Vorgine estaba vigente la lendencia romntico-modernista

    de "la Gruta Simblica" e.Ello no nos dispensa, claro est, del reconocimiento de notas rimbombantes (en acuerdo

    con el carcter y las modalidades psicopatolgicas del personaje), cuyo lastre retrico ehidrpica grandilocuencia inclinan an-novelsticamentc buena parle del libro. Laexpresin pattica y teatral, declamatoria, que linda en la conclusin apotegmtica, tieneejemplifica-n prolija en las pginas de La Vorgine y en el decir teatral de Cova:"(Huyamos! Toma mi suerte, pero dame tu amor". O bien: "La adversidad es una sola, ynosotros seremos dos!"

    v

    I A VORAGINE Y SU VALOR HISTOR1CO-SOCIAL: UN ESTREMECEDORYO ACUSO

    Pon ALGUNOS aspectos morfolgicos deLa Vorgine, podra el lector juzgarla, simplemente,como una obra de lrica exaltacin de las selvas amaznicas, o una pica elega de las

    desventuras de los caucheros. Otros pueden ver en ella slo lo caracterstico de la llamada"novela de la selva", es decir, tina vitalizaran de un aspecto de nuestra bravia naturaleza.Muchos, la "novela de la violencia".

    Conviene insistir en el valor denunciatorio, documental, de protesta, que conlleva el libro. Yen este orden no hace La Vorgine sino inscribirse cu uno de ios aspectos ms salientes denuestra literatura de ficcin: su\alorsocial combativo, su (ono de "yo acuso", su veriebracin

    instrumental M una causa noble de justicia en pro del expoliado. Pero la Vorgine no es un

    documento, a secas, sino un documento y una obra de arte, en que lia desaparecido la quietudapolnea, para dar paso a las fuerzas tremendas que nos mueven y ordenan.

    pocl.is encadenar al corazn de la patria los hijos dispersos y crearle subditos en tierrasextraas. Fui exigente con la fortuna, pero nunca aspir al honor de declararle a usted

    http://localhost/var/www/apps/conversion/tmp/scratch_1/alorhttp://localhost/var/www/apps/conversion/tmp/scratch_1/alorhttp://localhost/var/www/apps/conversion/tmp/scratch_1/alorhttp://localhost/var/www/apps/conversion/tmp/scratch_1/alor
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    personalmente mi admiracin sincera" (pg. 28). Fragmento de cuyo valor pnrdicoburlesco noqueda duda.

    '' Cfr. Fviiicioti de la novela en Colombia, por Antonio Curcio Allamar, Bogot:Publie.icionc del Instituto Caro y Cuervo, 1957, pg. 215.

    Un afn de justicia movi a Rivera y l, que no pudo hacerla desde su tribuna de

    poltico, encontr el camino en la obra literaria, trunca por su muerte temprana; pero aunen el nico testimonio de su queja humanitaria fue fiel a una linea que arranca de nuestraprimera novela hispanoamericana El periquillo Sarniento, 1816hasta las complejasmanifestaciones de hoy: el "esfuerzo continuado por expresar bellamente, dentro delconcepto tradicional del gnero y en lengua espaola, el anhelo de perfeccin social y dejusticia de todos nuestros pueblos" 3S.

    vi

    LA SELVA: EL LABERINTO YLOS DEMONIOS

    PODEMOS ACEPTAR que enLa Vorgine no hay figura humana de categora constante ensu relieve o maciza presencia "escnica". Cova, el narrador, se diluye y es sustituido aveces por narradores inciertos, en un juego de espejos y galeras. Observa certeramenteUslar-Pietri que "el menos dibujado y reconocible es el protagonista, Cova. Es quien llevael relato y quien marca la intensidad de la emocin, y termina por disolverse en la

    monstruosa dimensin de aquel infierno moral y natural",G

    . Si no es Cova personaje que sedestaca principalmente, ni lo son Clemente Silva ni Barrera ni Funes, s existe otro granpersonaje que mueve los hilos, desordena las mentes y quita la cordura de los figurantes: laselva. Cuando todos caen bajo su manotazo de locura, ella sigue imperando, como ladevoradora sin fin.

    La selva es, enLa Vorgine, la diosa implacable, que nada ni nadie puede saciar.Rivera extiende la selva ante nuestro asombro como un ara gigantesca en que se ofrecen

    sacrificios a un insaciable moloch; y la deidad apetece, por sobre todos, los humanos.La deidad que no perdona tiene su reino enloquecedor y por l va, a tientas, "la

    procesin de los infelices, cuyo camino parte de la miseria y llega a la muerte" (7.aVorgine,pg. 148). Toda la novela nos asoma a una marcha trgica hacia el acabamientofinal preparado a cada paso. Primero es "el agua enlutada, donde los rboles tendan sussombras inmviles", y "la charca tristsima, cuyas evaporaciones malficas flotaban bajolos rboles como velo mortuorio" (pg. 16). Ms adelante Cova viaja en una curiara, quees "como un atad flotante" (pg. 79), y

    33Cp. J. A. Portuondo: "El rasgo predominante en la novela hispanoamericana".La novelaiberoamericana, Alburquerque, New Mxico, 1952, pg. 86.

    *" Arturo Uslar-Pietri, Breve histori a de la novela hispanoamericana, Caracas/ Madrid:Ediciones Edime, [1954], pg. 122.

    poco despus, Fidel Franco observa que la embarcacin "parece un fretro" (pg. 97), ytoda la selva, el entero reino de la diosa implacable, "un cementerio enorme", segn laimprecacin inicial a la selva (II parte, pg. 78). Y los tortuosos, labernticos ros oscuros

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    que cruzan innumerablemente ese territorio demonaco, son los ros que desembocan en lanada y en el morir, en el gran ocano del espanto, que a cada pgina nos golpea con suoleaje: "Aquel rio, sin ondulaciones, sin espumas, era mudo, ttricamente mudo como elpresagio, y daba la impresin de un camino oscuro que se moviera hacia el vrtice de la

    nada" (pg. 80). Con razn un crtico, Lenidas Morales, ha llamado a la novela "un viajeal pas de los muertos", un descenso al infierno.La diosa que sopla sus alientos mefticos sobre los desgraciados caucheros, habita en la

    "catedral de la pesadumbre" (pg. 77), y el personaje o los personajes tienen .siempre sobresus cabezas la "inmensa bveda" vegetal (ibd.),propicia ai resonar de las lamentacionesde los extraviados. Estos, para lograr el favor de la deidad esquiva y tremenda, piensan enDios, pero le rezan a la selva oraciones de desagravio. Clemente Silva, "pensando en Dios,comenz a rezarle a la selva una plegaria de desagravio" (pg. 151). En ese vasto templovegetal, romper el silencio es violar el acato debido a la deidad que desconoce el perdn,por lo mismo que tanto la ha martirizado el hombre robndole sus riquezas: "Ya ni se

    acordaban de hacer silencio para no provocar la selva" (pg. 153).Inhumanizadora es la selva en grado superlativo. Desquicia al hombre, le rompe la

    frontera entre normalidad v pesadilla, y lo precipita en la alucinacin febril, que secontagia por el vaso comunicante del pavor: "La selva trastorna al hombre, desarrollndolelos instintos ms inhumanos: la crueldad invade las almas como intrincado espino, y lacodicia quema como fiebre. El ansia de riquezas convalece al cuerpo ya desfallecido, y elolor del caucho produce la locura de los millones" (pg. 109). El "desierto", la selva,poseen como un poder demonaco y sobrenatural; sumen, en un vrtice sanguinoso ycreciente, como las sorpresas de ros y torrenteras: sa es la vorgine, se es el horror, la

    "borrachera verde" por ello se habla de "la influencia de la selva, que pervierte como elalcohol" (pg. 176). "Por este proceso, oh selva! dice Cova, hemos pasado todos losque caemos en tu vorgine" (pg. 145).

    Y la diosa insaciable, para que nada escape de su crcel verde, tiene sus guardianes, susfuerzas auxiliares en la violencia y la anulacin, sus carceleros, sus mensajeros de muerte,inanimados y vivientes a la vez: los "rboles, que nos vigilan sin hablar" (pg. 138).

    Alguna vez, el extravo en el infierno verde los traslada de mundo y Cova cree estar enplano legendario, y se mira en rbita sobrenatural:

    11Ttulo de una novela de Ral Botelho Gozlvez, escritor boliviano, publicada en

    Santiago de Chile, en 1938.tn esos bosques nunca domados, en tales laberintos, el minotauro se llama desolacin;"Parecame haber llegado a un bosque de leyenda, donde dormitaba la Desolacin" (pg.156).

    Como si ello fuera poco, hasta el alba \ el amanecer, que desde las\iejasmitologas sonla hora riente > e) anuncio de la vida que se sobrepone a la muerte en la pugna de la sombray la luz, en este mundo diablico son el revs de la vida y el aviso del inminente, apenaspostergado, final: "Y cuando el alba riega sobre los montes su gloria trgica, se inicia elclamoreo sobreviviente; e! zumbido de la pava chillona, los retumbos del puerco salvaje,las risas de! mono ridculo. Todo por el jbilo breve de vivir unas horas ms.'" (pg. 143).

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    VI I

    HORROR VEGETAL, ALUCINACION, PESADILLA, METAMORFOSIS

    FANTASMAL

    SABE EL LECTOR de novelas hispanoamericanas que entre sus "extrae-zas" es frecuenteel dilogo o estrecha relacin entre el hombre y la naturaleza, a travs deantropomorfizaciones, animizaciones dinmicas y endopalas: recursos que permiten lacomunicacin entre el ser de carne y hueso y las criaturas vegetales que, como l, se alzansobre la tierra.

    Sobrepasa La Vorgine tales posibilidades v las deja atrs: ingresamos y en talaspecto entroncamos con la novela actualen el reino de los misterios, de lo sobrenatural,las alucinaciones, las pesadillas y las transformaciones fantasmales: ''Esta selva sdica yvirgen procura al nimo la alucinacin del peligro prximo. El vegetal es un ser sensible,cuya psicologa desconocemos. En estas soledades, cuando nos habla, slo entiende suidioma el presentimiento, lajo su poder, los nervios del hombre se convierten en haz decuerdas distendidas hacia el asalto, hacia la traicin, hacia la acechanza. Los sentidoshumanos equivocan sus facultades: e] ojo siente, la espalda ve, la nariz explora, las piernascalculan y la sangre clama; "Huyamos, huyamos!" (pg. 143). El diablo verde, el embrujoselvtico, saltan al tablado sorprendente de la realidad hispanoamericana: el rbolexplotado por el hombre y el hombre que martiriza al rbol se combaten y se preparan pararendirse a la muerte: all no hay sino ella, respirando sus fuegos detrs de toda cosa:.

    Mientras le cio al tronco Boleante el rallo acanalado del caran, para que corra hacia latazuela su llamo irgieo, la nube Je mosquitos que lo defiende chupa nu sangre y el vaho delos busques me nubla los ojos. As el tbol y yo, con tormente vario, somos lacrimatoriosante la muerte y nos combatiremos fiasta sucumbir! (Pg. 138).

    Y las selvas fantasmales que Arturosuea, a pesar de las metamorfosis que anuncian,son ms blandas que las que enfrentarn sus ojos abiertos y conscientes:

    Volva a ver a Alicia, desgreada y desnuda, huyendo de m por entre las malezas de unbosque nocturno, iluminado por lucirnagas colosales. Llevaba yo en la mano una

    hachuela corta, y, colgando al cinto, un recipiente de metal. Me detuve ante una araucariade morados corimbos, parecida al rbol del caucho, y empec a picarle la corteza paraque escurriera la goma. "Por qu me desangras?suspir una voz desfalleciente. Yosoy tu Alicia, y me he convenido en una parsita". (Pg. 27).

    Lentamente, prepara el infierno verde sus trabajos de locura: "Ni los juramentos, ni lasadvertencias, ni las lgrimas del rumbero, que prometa corregir la ruta, lograban aplacar alos extraviados. Mesbanse la grea, retorcanse las falanges, se mordan los labios, llenosde una espumilla sanguinolenta que envenenaba las inculpaciones. . ." (pg. 150).

    La selva, en su malignidad, hace que los rboles se contorsionen, ataquen al hombre yhablen mentirosamente: ". . .les aconsej no mirar los rboles, porque hacen seas; niescuchar los murmurios, porque dicen cosas; ni pronunciar palabra, porque los ramajes

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    remedan la voz. Lejos de acatar esas instrucciones, entraron en chanzas con la floresta y lesvino el embrujamiento, que se transmite como por contagio; y l tambin, aunque ibaadelante, comenz a sentir el influjo de los malos espritus, porque la selva principi amovrsele, los rboles le bailaban ante los ojos, los bejuqueros no le dejaban abrir la

    trocha, las ramas se le escondan bajo el cuchillo y repetidas veces quisieron quitrselo. . ."(pgs. 150-151).Y la selva maligna, ducha en torturas y trampas mortales, roba el sueo de los

    peregrinos, para que la angustia haga mejor presa de los extraviados indefensos:

    El insomnio les ech encima su tropel de alucinaciones. Sintieron la angustia del indefensocuando sospecha que alguien lo espa en lo oscuro. Vinieron los ruidos, las voces nocturnas,los pasos medrosos, ios silencios impresionantes como un agujero en la eternidad. (Pg.1511.

    Los rboles, antropomorfizados, toman de los humanos las dotes ms negativas, ycuando viene el "mareo de las espesuras", los vegetales enemigos, maltratados por elhombre, se vuelven "perversos, o agresivos, o hipnotizantes" (pgs. 141-142). Adems,por naturaleza, "algunos rboles son burlones" (141).

    Las deformaciones imaginarias y los dictados de la visin pesadillesca arrojan alhombre a las arenas movedizas de la prelocura:

    En varios instantes cre advertir que el crneo me pesaba como una torre y que mis pasosiban de lado. Efeclivamente, la cara se me volvi sobre ei hombro izquierdo y tuve laimpresin de que un espritu me repeta: "Vas bien as, vas bien as! Para qu marcharcomo los dems?" (Pg. 141).

    La pormenorizada ejcmplificacin nos permite concluir sobre uno de los mritosmayores de este libro grande y descabalado: nadie como Rivera aunque se citen ycomenten Pginas brbaras, El infierno verde, Le pot au feu, Green mansions, The seaand /iejungle, etc.ha sabido traducir el patetismo y el estremecimiento de horror, lafuerza homicida, la agresividad satnica y fantasmal, ilimitada en sus poderes de anulacindel hombre, que exhibe la selva inmisericorde.

    En palabras de un autorizado critico colombiano, Antonio Curdo Al-tamar: "El acierto

    y el nuevo aporte deLa Vorgine consistieron en la presentacin grandiosa y fuerte de lasdos tragedias americanas, olvidadas desde la obra literaria de los primeros conquistadoresy significadas ahora de manera ms artstica y con emocin ms sincera que nunca;tragedias que en la obra de Rivera se acoplan con maestra: la agresividad maligna ymisteriosa de la selva tropical, que casi como factor humano penetraba tambin en latragedia del hombre contra el hombre"

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    VIII

    EL FE1SMO NATURALISTA Y SU VALOR EXPRESIVO

    LA NOVELA del naturalismo nos acostumbr a la pintura descarnada yfesta, a las pstulasy lacras exhibidas sin ambages, a las escenas que producen un temblor visceral o anuncianla nusea. El suicidio de Andrs, en el final de Sin rumbo, de Eugenio Cambaceres, unverdadero harakiri en la pampa, como ha dicho Germn Garca; algunas visiones de loshorrores carcelarios enLa llaga, de Federico Gambca; numerosas escenas trazadas por losnovelistas-mdicos del Ro de la Plata hacia 1890, y muchos ejemplos que pudieraallegarse, no hacen sino demostrar esta innegable complacencia tremendista en nuestrorelato finisecular. Cree-rase que pasada la virtual vigencia del naturalismo en Amricahispnica, esa lnea festa se pierde o desaparece. No ha sido asi. Y con justicia se hapodido ver en nuestra literatura de ficcin, como un rasgo constante, la proclividad hacialo tremendo, truculento y grotesco, hacia las visiones lbregas y dantescas, agudizadas,por caso, en un buen sector de la

    " Evolucin e la novela en Colombia, Bogot, 1957, pg. 205.

    novela mexicana de la Revolucin: Rafael Felipe Muoz, Nellie Campo-bello, MarianoAzuela, y tantos. Lo que es explicable por el upo de cuadros que nos ha de presentar lanarrativa blica, como el vasto friso escrito en torno al conflicto paraguayo-boliviano delChaco.

    De esta nota de truculencia como caracterizadora de nuestra literatura, ha afirmado

    Arturo Uslar-Pietri: "Es literatura pasional expresada en tono alto y pattico. Sus hroesson trgicos. La pasin y la fatalidad dirigen su marcha hacia la inexorable tragedia. Msque el amor, es su tema la muerte. Sobre todo la muerte violenta, en sobrecogedor aparato.Este gusto por el horror, por la crueldad y por lo emocional llevado a su mximaintensidad, da a la literatura hispano-americana un tono de angustia. Lo cual la hace, aicces, una literatura pesimista, y casi siempre, una literatura trgica"''.

    Por otra parte, el fehmo naturalista cuyo valor expresivo confiere al texto muchasveces verdadero aparato plstico, casi un mural de horrores se prolonga como unaconstante en buena parte de la narracin de este siglo: lo mismo lo hallamos en La

    Vorgine, de 1924, que en Huasipungo, de diez aos despus; tanto en el El seorPresidente, de 1946, cuanto en las tremendas pginas de E sexto, de 1961. Y a propsitode estas infiltraciones de aspectos de "ismos" aparentemente caducados, conviene recordarotro carcter de nuestras letras, que es la prolongacin, ms all de sus cabales fronterascronolgicas, de formulaciones artsticas europeas **.

    Rivera, como lo har Icaza aos ms tarde, recurre a cuadros y escenas festas, en queaparece como deliberada la aparatosa complacencia en lo desfigurado y lo monstruoso, lotremendo y lo pattico desgarradorverdadero manchn goyesco, como una manera dehincar con ms hondura en el nimo del lector y enlazarlo as, por la va de un envolvente

    film de sangre, en la trgica existencia de llanos y selvas. Esas mujeres y esos hombresestn siempre bajo avisos de sangre y de horror: en acuerdo con el clima febril y alucinante

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    en que el libro nos sume. Si reparamos en ese mundo convulso, que traslada Rivera antenosotros en (a virtual medida de su barbarie y violencia, no nos ha de parecer desprendidade su espritu la tendencia al cuadro de horror, que estremece en su fesmo goyesco.

    El aspecto sealado se puede ejemplificar con generosidad enLa Vorgine. Recurdese

    la morosa y complaciente referencia a la muerte de Milln, a quien un toro "enganch conun cuerno por el odo, de parte a parte" Cuando pasa el cortejo fnebre se nos dice:43 Arturo Uslar-Pieui: "Lo criollo en la literatura". Las nubes, en Obras Selectas,

    Madrid/Caracas: Ediciones Edime, 1953, pg. 1 1 2 5 ." Cp. Guillermo de Torre, "Asincronismo y discontinuidad". En: Claves de la l iteratu ra

    hispanoamericana.Madrid: Taurus Ediciones, 1959.15La Vorgine,pg. 69.

    Lentamente, el desfile mortuorio pas ante m: un hombre de a pie cabestreaba elcaballo fnebre, y los taciturnos jinetes venan detris. Aunque el asco me frunca la piel,rend mis pupilas sobre el despojo. Atravesado en la montura, con el vientre al sol, iba el

    cuerpo decapitado, entreabriendo las yerbas con los dedos rgidos, como para agarrarlaspor ltima vez. Tintineando f in los calcaales desnudos, pendan las espuelas que nadie seacord de quitar, y del lado opuesto, entre el parntesis de los brazos, destilaba aguasangre ei mun del cuello, rico de nervios amarillosos, como raicillas recin arrancadas.La bveda del crneo y la mandbula que la sigue faltaban all, y solamente el maxilarinferior rea ladeado, como burlndose de nosotros. . . 48-

    Un muchacho, al que un anciano le baa el rostro con caldo caliente, porque no lo sirvecon premura, "enfurecido, le rasg el buche de un solo tajo, y la asadura ("entraas") delcomiln se reg humeando en la barbacoa, por entre las viandas" 1T.

    La muerte de Barrera, arrojado a las aguas hirvicnles de caribes o piraas,permite alescritor complacido despliegue de horror naturalista; despus de una lucha en que ArturoCova le reabre las no cicatrizadas heridas con los dientes, sumerge al exnime enemigo"bajo la linfa, para asfixiarlo como a un pichn":

    ('Entonces, descoyuntado por la fatiga, presenci el espectculo ms terrible, mspavoroso, ms detestable: millones de caribes acudieron sobre el herido, entre un temblorde aletas y centelleos, y aunque l manoteaba y se defenda, .lo descarnaron en un segundo,arrancando la pulpa a cada mordisco, con la celeridad de pollada hambrienta que le quitagranos a una mazorca, Burbujeaba la onda en hervor dantesco, sanguinosa, trbida,trgica; y, cual se ve sobre el negativo la armazn del cuerpo radiografiada, fue

    emergiendo en la mvil lmina el esqueleto mondo, blancuzco, semihundido por unestremo al peso del crneo, y temblaba contra los juncos de la ribera como en un estertorde misericordia! ,8.

    Estas y otras escenas que traza Cova estn muy bien soldadas a la novela, porque lamodalidad psicolgica del "narrador ficticio" hace que las sintamos como legtimas desdeel punto de vista de su visin de mundo. En ese carcter hay exaltacin romntica 4",histrionismo, falsedad, proclividad a inusitadas violencias. Cova exalta la violencia, haceculto de la muerte trgica, se entusiasma donde ve horrores y crueldades sin cuento. As, enla escena de los nufragos tragados por el remolino que slo devuelve sus sombreros, Cova

    "escribe":

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    La visin frentica de! naufragio me sacudi con una rfaga de belleza. El espectculofue magnifico. La muerte haba escogido una forma nueva contra sus vctimas, y era deagradecerle que nos devorara sin verter sangre, sin dar

    ,fiIdem, pg. 70. 17Idem, pg. 81. Idem.

    pg. 200.teCp. Otto Olivera: "El romanticismo de Jos E. Rivera". Revisu Iberoamericana, XVIII(1952), Nv 35, pgs. 41-61.

    a los cadveres livores repulsivos. Bello morir el de aquellos hombres, cuya existenciaapagse de pronto, como uno brasa entre las espumas, al travs de las cuales subi elespritu hacindolas hervir de jbilo! Mientras corramos por el peasco a tirar el cablede salvamento, en el mpetu de una ayuda tarda, pensaba yo que cualquier maniobra queacometiramos aplebeyara la imponente catstrofe. . . 5.

    Una vez ms vence el novelista y muestra su oficio: e! tremendismo deLa Vorgineaparece soldado a! que es connatural en su estridente y paradjico personaje.

    IX

    ARTURO COVA: SATANISMO Y EXALTACIONROMANTICA DELPERSONAJE

    ARTURO COVA es uno de los personajes novelescos ms singulares de Hispanoamrica:til antologa pudiera hacerse de los juicios que suscita su histrinico paso por los captulosdeLa Vorgine. Consignemos al menos uno, en homenaje a quien lo firma: un afamadopadre de criaturas literarias que ve en las otras los defectos de que cree libres a las suyas:Ciro Alegra. El autor de Losperros hambrientosjuzga a la novela y a Arturo Cova conmxima severidad: "Aspirando a expresar e! singular momento histrico de la graninmigracin a la selva que se produjo en tiempo del caucho y el vasto drama que vivi elhombre luchando por conseguirlo,La Vorgine tiene la falta de lgica novelstica de que e!personaje principal y los dos que le siguen en importancia, no estn vinculados

    psicolgicamente al problema, como no sea de modo marginal. La presencia misma deArturo Cova, intelectual romntico, frustrado y declamador, entre un turbin de hombresde presa, resulta un tanto estrafalaria" 51.

    Arturo Cova es muchas cosas. Por sobre todas, una especie de ministro de la violencia,que en su inicial declaracin un "discurso" entre los tantos que definen su patticagrandilocuencianos habla de cmo, habiendo echado su corazn a las tablas del azar, selo gan la Violencia, y sta, mayusculada, es decir, magnificada como signo por latipografa, y, ms interiormente, por el tono alto de todo el libro: "Antes que me hubieraapasionado por mujer alguna, jugu mi corazn a! azar y me lo gan la Violencia".

    50La Vorgine, pgs. 102-103.51 Ciro Alegra: "Notas sobre el personaje en la novela hispanoamericana". V.n:

    La Novela Iberoamericana, Alburquerque, New Mxico, 1952, pg. 55.

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    La Vorgine inaugura la "novela de la violencia" en Colombia y en Amrica hispnica

    52.

    Pero volvamos a Arturo Cova. Su carcter psicopat o lgico e inestable y su sello deexaltacin romntica, sus desvos oratorios y su empinarse en la autocontemplacin teatral,

    son notas que le caracterizan bien, y algunas de las cuales ha estudiado en detalle OttoOlivera 53. Sin duda, Cova pertenece a la ralea de personajes-artistas que la novela delmodernismoReyles, Silva, Daz Rodrguez, Daro, Estradapuso en circulacin: es suheredero universal.

    Como criatura novelesca, Cova representa el "caso" romntico, del hombre que fundasu vida en el movedizo terreno de la hiprbole, de cuyo signo l mismo tiene conciencia:"Me vi de nuevo entre mis condiscpulos, contndoles mis aventuras de Casanare,exagerndoles mi repentina riqueza, vindolos felicitarme, entre sorprendidos yenvidiosos..." (pg. 3 5 ) . Son notas comunes de su actuar la extremosidad y el desbo-camiento: "Tan cegado iba por la iracundia, que slo tarde advert que galopaba tras deFranco, y que bamos llegando a La Maporita. Era verdad que Alicia no estaba all! En lahamaca de mi rival se tendera libidinosa, mientras yo, desesperado, desvelaba a gritos lainmensidad ( . . . ) ; cuando vi que Franco se alejaba de aquellos lares maldiciendo la vida,clam que nos arrojramos a las llamas. . ." (pgs. 7 4 - 7 5 ) . Hiperestesia y verstil, sabeque en ciertas pocas la razn huye y se aleja de su cerebro: "Mi sensibilidad nerviosa hapasado por grandes crisis, en que ia razn trata de divorciarse del cerebro. A pesar de miexuberancia fsica, mi mal de pensar, que ha sido crnico, logra debilitarme de continuo,pues ni durante el sueo quedo libre ci la visin-imaginativa. Frecuentemente lasimpresiones logran su mximo de potencia en mi excitabilidad, pero una impresin suele

    degenerar en l a contraria a los pocos minutos de recibida. As, con l a msica, recorro lagama del entusiasmo para descender luego a las ms refinadas melancolas; de la clerapaso a la transigente mansedumbre; de la prudencia, a los arrebatos de

    52Cp. Javier Arango Eerrer: "Medio siglo de literatura colombiana". En; Panorama dasli teraturas das Amcr icas, Angola: tidicao do Municipio de Nova Lisboa, volume I, 1 9 5 8 , pgs.329-424. La cita es de las pgs. 369-370 La Vorgine es la definicin misma de la violencia: aunla novela fue devorada por el gran poema. Las fallas estilsticas no le quitan grandeza: lascualidades de Rivera como poeta son sus defectos como prosista. La prosa de los poetassimbolistas es delgada y musical; la de los parnasianos como Valencia y Rivera es altisonante yfontica. Rivera disminuje sustantivos grandiosos con adjetivos retricos: su estilo es grfico y

    poderoso cuando menos lo piensa y barroco cuando para ser impresionante abusa del lenguajesin lograr l a emocin que persigue; v. gr., en l a escena del toro cuando engarza al hombre, lolleva como u n pelele por la trocha, le arranca la cabeza, etc., etc., hasta que "el winehester deFidel, con doble balazo, le perfor l a homicida testa". Entre la literatura de lo monstruoso y laretrica de lo grotesco hay un lmite sabio que Rivera y los novelistas de la violencia traspasancon frecuencia.

    63Otto Olivera: "El romanticismo de Jos Eustasio Rivera". En: 'Revista Iberoamericana.XVIII ( 1 9 5 2 ) , nm. 35, pgs. 41-61.

    la insensatez. En el fondo de mi nimo acontece lo que en las bahas: las mareas suben ybajan con intermitencia" (pgs. 38-39).

    Pero en verdad alcanza los lindes de la locura cuando lo mueven la ira o el afn

    vengativo contra Alicia, que lo trasladan al "delirio vesnico" y ms all del icarsmodelirante: "Luego, en el delirio vesnico, me sent a rer. Divertame el zumbido de lacasa, que giraba en rpido crculo, refrescndome la cabeza. 'As. as! Que no se detenga

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    porque estoy loco!' Convencido de que era un guila, agitaba los brazos y me senta flotaren el viento, por encima de las palmeras y de las llanuras. Quera descender para levantaren las garras a Alicia, y llevarla sobre una nube, lejos de Barrera y de la maldad. Y subatan alto, que contra el cielo aleteaba, el sol me arda el cabello y yo aspiraba el gneo res-

    plandor" (pgs. 43-44).El afn histrin ico y el exhibicionismo de sus ms ntimas emociones y sentimientosadornan tambin este caso novelesco. Sabido es que el romanticismo se complace en laexacerbacin de la propia pena ntima y que nunca "disfruta" tanto de su dolor comocuando otro lo aprecia y lo consiente. (Recurdese la expresiva ancdota de Chateaubriand,tomada por Ortega de las Memorias de ultratumba y contada en "Para un museoromntico"). De tal modo, Cova "prepara" cuidadosamente sus reencuentros con Alicia yen los planos imaginarios (desdoblado en actor y contemplador de su actuacin) piensacmo podra ella verlo ms desvalido, ms doloroso y expresivo, con el cabello endesorden, en actitud tempestuosa:

    Por mi parte, pondra tambin en juego mi habilidad para retardarle el instante delbeso gemebundo y conciliador. Desde la orilla del cao le alargara la manoceremoniosamente, para que saliera de la curiara, cuidando de que advirtiera elcabestrillo de mi brazo enfermo, y negndome despus a la urgencia de sus preguntas;

    Ests herido? Ests herido?Noes nada grave, seora.

    Me apena tu palidez!Lo mismo hara al acercrmele a su caballo, si venan por tierra.Pens exhibrmele cual no me vio entonces: con cierto descuido en el traje, los cabellos

    revueltos, el rostro ensombrecido de barba, aparentando el porte de un macho

    almizcloso y trabajador ( . . . ) .Decid luego irme del hato sin esperar a las mujeres, y aparecer una tarde,

    confundido con los vaqueros, trayendo a la cola del potrejn algn toro iracundo, que mepersiguiera bufando y me echara a tierra la cabalgadura, para que Alicia, desfallecida depnico, me viera rendirlo con el bayetn y mancornarlo de un solo coleo, entre el anhelarde la peonada atnita! (Pg. 6 1 ) .

    Como personaje romntico que es, Cova prepara y dispone su fama, es decir, el acuerdoo aprobacin que desea recibir de los dems acerca de su "grandeza":

    . .nos fugaramos por elliana, y, cualquier da, enfrentndome a mi enemigo, le dara

    muerte, en presencia de Alicia y de los enganchados. Despus, cuando nuestro cnsuldesembarcara en Yaguanar, en va para el Guarac, con una guarnicin de gendarmes, adevolvernos la libertad, exclamaran mis compaeros: "El implacable Cova nos veng atodos y se intern por este desierto!" (Pg. 1 4 1 ) .

    La idea suicida le ronda, pero este aprendiz de Werther ya est pensando en cmoquedar su rostro, y se acobarda, porque no tiene motivos para eliminarse sinosuperficiales, y lo dems pertenece al gran teatro del mundo:

    El fantasma impvido del suicidio, que sigue esbozndose en mi voluntad, me tendisus brazos esa noche; y permanec entre ct chinchorro, con la mandbula puesta sobre el

    can de la carabina. Cmo ira a quedar m i rostro? Repetira el espectculo deMilln? Y este solo pensamiento me acobardaba (Pg. 9 1 ) .

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    Las emociones romnticas ("una emocin romntica me sorprendi con vagas caricias.

    Por qu vivira siempre solo en el arte y en el amor?", pg. 85) abarcan amplio registro y,naturalmente, la necrofilia tiene destacada figuracin entre las de Arturo Cova. Por ello,siente que la belleza lo "sacude" en la escena de los ahogados en la chorrera, cuyas

    virtudes sublimes teme que aplebeyen las maniobras de bsqueda que se realizan desde lospeascos:

    La visin frentica del naufragio me sacudi con una rfaga de belleza. El espectculo fuemagnfico. La muerte haba escogido una forma nueva contra sus vctimas, y era deagradecerle que nos devorara sin verter sangre, sin dar a los cadveres livores repulsivos.Bello morir el de aquellos hombres, cuya existencia apagse de pronto, como una brasaentre las espumas, al travs de las cuales subi el espritu hacindolas hervir de jbilo!

    Mientras corramos por el peasco a tirar el cable de salvamento, en el mpetu de unaayuda tarda, pensaba yo que cualquier maniobra que acometiramos aplebeyara laimponente catstrofe; y, fijos los ojos en la escollera, senta el daino temor de que los

    nufragos sobreaguaran, hinchados, a mezclarse en la danza de ios sombreros. Mas ya elborbotn espumante haba borrado con oleadas definitivas las huella; ltimas de i/idesgracia (Pgs. 102-1 0 3 )

    5JDice Otto Olivera, art. cit., pg. 5 3 , al comentar este fragmento: " . . .arribamos a uno delos aspectos de esa fase avanzada y tpica del romanticismo, en la que el hombre se entrega porcompleto al capricho de lo irracional, es decir, al ms franco dominio de los instintos. Y siendoen esa completa libertad del instinto, de la pasin, donde residen para el romntico las mspuras formas de ia personalidad sin trabas ni adulteraciones exteriores, resultado de supeculiar exaltacin de lo individual, hallaremos siempre en l una actitud favorable hacia todolo que lleve el sello de la osada, de la insurgencia, de lo diferenciado!-, aunque el hroe sea,como observa Irving Babbit, Can o Satans. Por ello, y aunque maldiciendo!os, no podrArturo Cova evitar su admiracin por la sangrienta "epopeya de esos piratas" que con "un

    valor magnfico" tiranizan la selva''. Cfr-, asimismo, l a conclusin del estudio citado en estanota, pg. 58, a propsito del "sino" de Cova y su ftum implacable, aludido tantas veces.

    El fragmento nos recuerda "declaraciones" poticas de prerromnticos y romnticos,grandes buscadores de lo "terrfico" y "sublime".

    Esta y otras situaciones nos aclaran la razn por la que Franco trata a Cova como un"desequilibrado impulsivo y teatral" (pg. 140).

    Satanismo, demonismo o luciferismo, tambin encontramos en este completo registrode notas romnticas en Cova, que van desde la naturaleza proyectando sus mutaciones enel cambiante, oscilante nimo del personaje (endopatia y proyeccin sentimental), hasta el

    deseo de ver a Satncomo personaje-extremoal frente de la guerra csmica del senodestructor de la selva ("Quisiera librar la batalla de las especies, morir en los cataclismos,ver invertidas las fuerzas csmicas! Si Satn dirigiera esta rebelin!. . .", pg. 138), o elpropio sentirse del personaje, como un Tohil maya, dios del fuego, en el incendio con quetermina la primera parte:

    Qu restaba de mis esfuerzos, de mi ideal y de mi ambicin? Qu habia logrado miperseverancia contra la suerte? Dios me desamparaba y e! amor hua!. . . En medio delas llamas empec a rer como Satans! (Pg. 7 5 ) .

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    X

    COMPLACENCIA LEXICA YNOTAS MODERNISTAS

    No SE REQUIERE observar la novela con lente muy acuciosa para reparar en susmodalidades factuales de cuo modernista, de un modernismo ya tardo, asincrnico,frecuente como prolongacin en las letras colombianas del decenio veinte-treinta, sobretodo en los "centnaristas" y en los escritores vinculados a "la Gruta Simblica", alianzaromntico-modernista.

    De sello modernista no es slo la constante penetracin del molde de la prosa potica enel de la prosa narrativaes decir, la constancia del "poema en prosa" inserto en el discursonarrativo, sino ciertos gustos por los paralelismos y simetras, adems del ornato lxico,suntuoso y lefinado, "raro", exquisito no pocas veces.

    As, al orden de la complacencia lxica, al vocabulario elegante y "escogido", que cae aveces en la seleccin prolija de prestigiosos esdrjulos, corresponden estos ejemplos:rtilo ("rubio, ureo"), tmido ("hinchado, tumefacto"), yvido ("medroso"), trbido("turbio, mezclado"), candidos ("blancos"), bablicos ("confusos"), mutilo ("mutilado,tronchado")- msenlo ("viril, masculino"). O las voces "selectas", de estricto empleo"potico" no pocas veces:sitibundos ("sedientos"), himplar ("rugir la pantera o la onza"),nefario ("malvado"), venturos ("futuros, venideros"),flavo ("de color melado"), ignicin("incendio"), livores ("colores crdenos"), etc.

    Caros son a Rivera los paralelismos, simetras de distribucin, estrtv fismos de la prosa,que Montalvo y Mart dos de nuestras cumbres lilerarias reacuaron en el espaolescrito de Amrica hispnica: "Por mis sueos desvanecidos, por lo que no fui, por lo queya no ser jams" "Pona viveza en mis ojos, ingenio en mis palabras, ardenta en midecisin"; "Para que los artculos adquieran categora; los cobros, provecho; las ofertas,solicitud".

    O la simetra paralelstica como recurso enfatizador de exhibicin, en teatro romntico,de la desgracia enseoreada en un "sino" despiadado: "Y recordando las circunstancias queme rodeaban, llor por ser pobre, por andar mal vestido, por el signo de tragedia que mepersigue".

    Anotemos el conflicto interno de esta prosa, en sus dos planos: discurso de ArturoCova, elevado, distinguido, "potico"; habla popular, atravesada una y otra vez porabundantes colombianismos que la cierran a la comprensin cabal de muchos lectores.

    XI

    COMPLEITDAD MORFOLOGICA: UNA "NARRACIONDISPERSA"

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    POR LO GENERAL, quienes desestimanLa Vorgine reparan, con antiparras retricas, en el"canon clsico" de novela, que la obra de Rivera no cumple, pues en da impera unaconcepcin barroca, de ficcin bizantina o de mosaico. (Bueno sera recordar que laFiccin de nuestro siglo ha hecho trizas los viejos odres. Basta recordar ejemplos y

    nombres, tomo el de Joyce o Dos Passos. para saber basta dnde llega la legi